Sociología de Quinto Año.

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MARXISMO, SOCIOLOGÍA Y LUCHA DE CLASES

Las ciencias sociales y el marxismo constituyen proyectos teóricos y políticos


antagónicos e irreconciliables. Para justificar esta afirmación puede recurrirse al
procedimiento de comparar la sociología de Comte o de Durkheim con El capital de
Marx; así, mientras que los primeros asumen que la sociedad burguesa es el mejor de
los mundos posibles y que, en todo caso, la ciencia debe corregir las imperfecciones de
esta sociedad, Marx plantea que el capitalismo es una forma de organización social
basada en la explotación del trabajo asalariado y que debe ser reemplazada, revolución
mediante, por el socialismo. Es posible que el lector piense que las afirmaciones del
párrafo anterior son demasiado esquemáticas o que remiten a cuestiones que ya han
sido superadas. Respecto al carácter esquemático, cabe decir que se trata de plantear la
cuestión del modo más claro posible y esta es la función de los esquemas. Respecto a la
supuesta superación de la cuestión planteada (la crítica se reduce aquí a afirmar que el
marxismo ha sido superado), una respuesta posible consiste en remarcar un hecho que
suele pasar desapercibido a los críticos: el capitalismo goza de “buena salud”, así como
también las contradicciones que engendra éste. El eje del marxismo es la crítica del
capitalismo, ya sea a través de la teoría (El capital es el ejemplo más acabado), ya sea a
través de las armas (la organización política autónoma de la clase trabajadora). Es la
misma vigencia del capitalismo la que revitaliza permanentemente al marxismo, más allá
de las derrotas del movimiento obrero. Esto se vuelve notorio en las épocas de crisis.
En su prefacio a la edición alemana
de 1883 del Manifiesto Comunista,
Friedrich Engels formuló un resumen
de las tesis centrales del marxismo.
Opto por transcribirlo íntegramente:
“La idea fundamental de que está
penetrado todo el Manifiesto – a
saber: que la producción económica y
la estructura social que de ella se
deriva necesariamente en cada época
histórica, constituyen la base sobre la
cual descansa la historia política e intelectual de esa época; que, por tanto, toda la
historia (desde la disolución del régimen primitivo de propiedad común de la tierra) ha
sido una historia de lucha de clases, de lucha entre clases explotadoras y explotadas,
dominantes y dominadas, en las diferentes fases del desarrollo social; y que ahora esta
lucha ha llegado a una fase en que la clase explotadora y oprimida (el proletariado) no
puede ya emanciparse de la clase que la explota y la oprime (la burguesía), sin
emancipar, al mismo tiempo y para siempre, a la sociedad entera de la explotación, la
opresión y la lucha de clases -, esta idea fundamental pertenece única y exclusivamente
a Marx.”
El punto de partida del marxismo es el reconocimiento de que sin producción económica
(que no es otra cosa que la producción de la existencia de los seres humanos) es
imposible la sociedad; dicho de otro modo, los seres humanos (seres sociales por
definición) son lo que hacen, es decir, son la forma en que producen su existencia.
Ahora bien, y en esto reside lo esencial del marxismo, la producción de la existencia
implica el establecimiento de relaciones entre los individuos, relaciones que no son
meramente técnicas, sino que son, ante todo y, sobre todo, relaciones de poder. La
producción de la existencia gira en torno a la existencia de relaciones de propiedad
respecto a las materias primas, los medios de producción y el producto del trabajo. Estas
relaciones son relaciones eminentemente políticas.
Engels indica, a través del uso del “por tanto”, la unión inseparable entre los dos
aspectos señalados en el párrafo precedente: puesto que la “producción económica”
supone el establecimiento de relaciones de propiedad entre los individuos, y que esas
relaciones son relaciones políticas; entonces, la “estructuración social” resultante es una
estructura en la que el conflicto es inherente a la misma, y cuyo desarrollo es “una
historia de lucha de clases, de lucha entre clases explotadoras y explotadas”. Engels no
separa el análisis de la estructura social de la lucha de clases. El estudio de las
relaciones sociales (la estructura) termina en un callejón sin salida si se omite la lucha de
clases, pues la lucha de clases es inmanente a dicha estructura; escindir la estructura
social de la lucha de clases significa perder de vista el carácter fundamental de la
estructura social, que es, precisamente, el de ser una estructura contradictoria. Del
mismo modo, analizar la lucha de clases separada de la estructura social (el conjunto de
relaciones sociales por medio de las cuales los seres humanos producen su existencia),
conduce a la ilusión de que la política gira en el vacío, de que la voluntad es
omnipotente. La sociología omite el carácter antagónico de la estructura social, haciendo
del conflicto algo externo a la misma (una patología que rompe el estado de equilibrio _
el estado normal – de la sociedad) o la resultante de la esencia de los individuos (en la
concepción que hace del individuo lo fundamental y de la sociedad algo artificial –
individualismo metodológico -). Como es evidente, esta actitud resulta funcional al interés
de la burguesía, pues permite que los sociólogos le proporcionen información sobre la
estructura social sin que cuestionen el carácter de la misma. Y, desde el punto de vista
de los sociólogos es provechosa, pues asegura, en términos relativos, su inserción
laboral al eliminar todo cuestionamiento a los fundamentos de la organización social (la
propiedad privada de los medios de producción).

ACTIVIDADES

1. ¿Cuál es la afirmación qué plantea Marx? Con ello explicar el eje principal del
marxismo.
2. Sobre la idea central que formula Engels, escribir su propia opinión al respecto.
Mínimo 7 renglones.
3. ¿Qué es la producción de la existencia? ¿Qué diferencia hay con el termino
producción económica?
4. ¿Qué son y como se dan las relaciones sociales, según lo leído?
LA LLAMADA ACUMULACIÓN ORIGINARIA.
En el capítulo XXIV del tomo I de El Capital, Marx platea la génesis del modo de
producción capitalista. Para ello estudia fundamentalmente los acontecimientos que
fueron dándose en Inglaterra, donde había de una parte, una minoría trabajadora,
inteligente y, sobre todo, ahorrativa, y en la otra parte, un tropel de descamisados,
haraganes, que derrochaban cuanto tenían y aún más. De este modo, llegó un momento
en que los primeros acumularon riqueza mientras que los segundos se quedaron sin
nada, de esta forma, se explica la concentración de enormes riquezas en pocas manos,
concentración que permitió dar el primer impulso al modo de producción capitalista. Marx
platea uno de los principales modos en que se produjo esta acumulación originaria que
fue la expropiación de sus tierras a la población rural; y narrando este aspecto nos va
mostrando cómo surge la clase obrera, en qué momento histórico comienza a aparecer
el capitalismo, de qué modo los nacientes capitalistas se enfrentaron a los señores
feudales y que clases sociales se encontraron en el origen de este proceso. Habla
también del licenciamiento de las huestes feudales, la expulsión de los campesinos de
las tierras, la reforma anglicana y la usurpación de las tierras de la Iglesia Católica, la
desaparición de campesinos independientes y la expropiación de las tierras comunales.

En principio, Marx define así la llamada acumulación originaria: “…ni el dinero ni la


mercancía son de pro si el capital, como no lo son tampoco los medios de producción ni
los artículos de consumo. Necesitan convertirse en capital, y para ello han de concurrir
una serie de circunstancias concretas, que pueden resumirse así: han de enfrentarse y
entrar en contacto dos clases muy diversas de poseedores de mercancías; de una parte,
los propietarios de dinero, medios de producción y artículos de consumo, deseosos de
valorizar la suma de valor de su propiedad mediante la compra de fuerza ajena de
trabajo; de otra parte, los obreros libres, vendedores de su propia fuerza de trabajo y ,
por lo tanto, de su trabajo”.

Obreros libres, en el doble sentido de que no figuran directamente entre los medios de
producción, como los esclavos, los siervos, etc., ni cuentan tampoco con medios de
producción propios, como el labrador que trabaja su propia tierra; libres y dueños de sí
mismos.
Con esta polarización del mercado de
mercancías se dan las condiciones
fundamentales de la producción
capitalista. El régimen del capital
presupone el divorcio entre los obreros y
la propiedad sobre las condiciones de
realización de su trabajo. Cuando ya se
mueve por sus propios pies, la producción
capitalista no solo mantiene este divorcio,
sino que lo reproduce y acentúa en una
escala cada vez mayor.
Por tanto, el proceso que engendra el capitalismo solo puede ser uno: el proceso de
disociación entre el obrero y la propiedad sobre las condiciones de su trabajo, proceso
que, de una parte, convierte a los productores directos en obreros asalariados. La
llamada acumulación originaria no es, pues, más que el proceso histórico de disociación
entre el productor y los medios de producción. Se llama “originaria” porque forma la
prehistoria del capital y del régimen capitalista de producción.

ORIGEN DEL CAPITALISMO


El proceso de donde salieron el obrero asalariado y el capitalista tuvo como punto de
partida la esclavización del obrero. En las etapas sucesivas, esta esclavización no hizo
más que cambiar de forma: la explotación feudal se convirtió en explotación capitalista.
Para explicar la marcha de este proceso no hace falta remontarse muy atrás, Aunque los
primeros indicios de producción capitalista se presentan ya en algunas ciudades del
mediterráneo durante los siglos XIV y XV, la era capitalista solo data del siglo XVI. Allí
donde surge el capitalismo hace ya mucho tiempo que se ha abolido la servidumbre y
que el punto de esplendor de la Edad Media, la existencia de ciudades soberanas ha
declinado y palidecido. En la historia de la acumulación originaria hacen época todas las
transformaciones que sirven de punto de apoyo a la naciente clase capitalista y, sobre
todo, los momentos en que grandes masas de hombres se ven despojadas repentina y
violentamente de sus medios de producción para ser lanzadas al mercado de trabajo
como proletariados libres, y privados de todo medio de vida. Sirve de base a todo este
proceso que priva de su tierra al productor rural, al campesino. Su historia presenta una
modalidad diversa en cada país y en cada uno de ellos recorre las diferentes fases en
distinta gradación y en épocas históricas diversas. Pero donde reviste su forma clásica
es en Inglaterra, país que aquí tomamos, por tanto, como modelo.

SISTEMA COLONIAL
A través del sistema colonial se provee de mano de obra esclava a las grandes
plantaciones, se crea un enorme mercado para los productos industriales y se acumulan
fortunas gracias al monopolio. Holanda es el primer país en que se desarrolla
plenamente el sistema colonial: llega ya en 1648 al apogeo de su grandeza mercantil. Se
hallaba en posesión casi exclusiva del comercio de las Indias orientales y del tráfico
entre el sudoeste y el nordeste de Europa. Sus capitales superaban quizá a los del resto
de Europa junta, a la vez que “la masa del pueblo holandés se hallaba ya en 1648 más
agotada por el trabajo, más empobrecida y más brutamente oprimida que el resto de
Europa junta”, demostrando de esta forma, otra de las leyes de acumulación originaria: la
reproducción ampliada de capitalistas que concentran su riqueza en un polo de la
sociedad, mientras que en el otro crece la pobreza.
Nada más elocuente que el sistema de robo de hombres aplicado en la isla de Célebes,
para obtener esclavos con destino a Java. Los ladrones de hombres eran
convenientemente amaestrados. Los agentes principales de este trato eran el ladrón, el
intérprete y el vendedor; los príncipes nativos, los vencedores principales. A los
muchachos robados se los escondía en las prisiones secretas de Célebes, hasta que
estuviesen ya maduros para ser embarcados con un cargamento de esclavos.
En un informe oficial leemos: “Esta ciudad de Makassar, por ejemplo, está llena de
prisiones secretas, a cuál más espantosa, abarrotadas de infelices, víctimas de la codicia
y la tiranía, cargados de cadenas, arrancados violentamente de sus familias”. Para
apoderarse de Malaca, los holandeses sobornaron al gobernador portugués. Éste les
abrió las puertas de la ciudad en 1641. Los invasores corrieron enseguida a su palacio y
lo asesinaron, para de este modo poder “renunciar” al pago de la suma convenida por el
servicio, que era 21.875 libras esterlinas. A todas partes los seguía la devastación y la
despoblación. Banjuwangi, provincia de Java, que en 1750 contaba más de 80.000
habitantes, había quedado reducida en 1811 a 8.000. Inglaterra obtuvo el privilegio de
suministrar a la América española, hasta 1743, 4.800 esclavos negros al año. Este
comercio encubría, a su vez, el contrabando. Liverpool se engrandeció gracias al
comercio de esclavos: dedicaba en 1730 quince barcos al comercio de esclavos-,1751
eran ya 53; en 1760, 74: 1770, 96 y en 1792, 132 barcos. A la par que se implantaba en
Inglaterra la esclavitud infantil, la industria algodonera servía de punta de lanza para
convertir el régimen más o menos patriarcal de esclavitud de Estados Unidos en un
sistema comercial de explotación. En general, la esclavitud encubierta de los obreros
asalariados en Europa exigía la esclavitud sin condena en el Nuevo Mundo.
Las compañías privadas monopolizaron el comercio de muchísimos productos, como por
ejemplo la Compañía Inglesa de las Indias Orientales que obtuvo el monopolio del
comercio del té y del comercio chino en general, así como el del transporte de
mercancías de Europa a china y viceversa. Pero, a su vez, los funcionarios de estas
“compañías” junto a los funcionarios políticos, utilizaron su ubicación privilegiada para
montar un monopolio propio: controlaron la navegación costera de la India, el comercio
entre las islas y el comercio interior. Fijaban los precios a su antojo y “fabricaban”
epidemias de hambre. Un ejemplo de esto fue que entre 1769 y 1770 los ingleses
acapararon todo el arroz y negándose a venderlo si no les pagaban precios exorbitantes.

ACTIVIDADES

1. ¿Cómo define Marx a la acumulación originaria?


2. ¿A que se refiere con idea de que el capital presupone el divorcio entre los obreros
y la propiedad?
3. Para el autor, ¿Cuál fue el origen del capitalismo? ¿Qué influencia tuvo la conquista
de América y el saqueo de sus recursos?
LA IDEA FUNDAMENTAL DEL MATERIALISMO HISTÓRICO

Cuando me preguntan qué es el


Materialismo Histórico salgo del paso
recomendando la lectura del prólogo a
la Contribución a la crítica de la
economía política, escrito por Marx allá
por 1859. Pieza breve, con problemas
importantes y esquematismo a granel,
pero un texto fantástico en muchos
sentidos. La idea fundamental del
prólogo y piedra basal del materialismo
histórico puede dividirse en dos
proposiciones:

1) “en la producción social de su existencia, los hombres establecen determinadas


relaciones, necesarias e independientes de su voluntad”
2) “no es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino, por el contrario, es
su existencia social la que determina su conciencia”
Dicho de otro modo, hay relaciones sociales que son independientes de la voluntad de
los seres humanos (1); la vida social determina las ideas, no a la inversa. (2)
La idea contenida en las proposiciones (1) y (2) es la condición necesaria para la
fundamentación de una sociología materialista. En primer lugar, porque establece que el
sustrato de lo social está conformado por las relaciones sociales, no por los individuos.
Se establece así una distinción respecto al individualismo metodológico, el cual
considera que lo natural son los individuos, en tanto que la sociedad es artificial. En
segundo lugar, porque plantea que las ideas no gobiernan el mundo, sino que las ideas
están condicionadas por las relaciones sociales.

De la idea fundamental del materialismo histórico se desprenden dos corolarios.


Primer corolario: el objeto de estudio de la ciencia de la sociedad son las relaciones
sociales. Tiene una derivación, resultante del peso del proceso de producción en la vida
social: hay que dedicar especial atención al estudio de las relaciones sociales de
propiedad, pues ellas condicionan el carácter del proceso de producción.
Segundo corolario: “El modo de producción de la vida material determina el proceso
social, político e intelectual de la vida en general” (pp. 4-5) o, lo que es lo mismo, las
ideas políticas, jurídicas, filosóficas, etc., están condicionadas por la producción de la
vida material.

Sobre estas bases se edificó el edificio del materialismo histórico. Son ideas sencillas,
pero sintetizan una concepción compleja y en construcción permanente.
INFRAESTRUCTURA Y SUPERESTRUCTURA
Al utilizar los conceptos de “fuerzas productoras” y “relaciones de producción”, Marx
estableció las proposiciones básicas de su teoría general. En la producción social de su
vida, los hombres se someten a relaciones determinadas, necesarias, independientes de
su voluntad; esas relaciones de producción corresponden a un estadio determinado del
desarrollo de sus fuerzas productoras materiales. El conjunto de estas relaciones de
producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real, sobre la cual
se eleva una superestructura jurídica y política y a la que corresponden formas sociales
determinadas de conciencia. El modo de producción de la vida material condiciona el
proceso de vida social, política e intelectual en general. No es la conciencia de los
hombres la que determina la realidad; por el contrario, la realidad social es la que
determina su conciencia. Durante el curso de su desarrollo las fuerzas productoras de la
sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo cual
no es más que su expresión jurídica, con las relaciones de propiedad en cuyo interior se
habían movido hasta entonces. Entonces se abre una era de revolución social. El cambio
que se ha producido en la base económica trastorna más o menos lenta o rápidamente
toda la colosal superestructura. Al considerar tales trastornos importa siempre distinguir
entre el trastorno material de las condiciones económicas de producción y las formas
jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas: en una palabra, las formas
ideológicas bajo las cuales los hombres adquieren conciencia de este conflicto y lo
resuelven.

Así como no se juzgará a un


individuo por la idea que él posea
de si mismo, tampoco se puede
juzgar tal época de trastorno por la
conciencia que tenga de si misma:
es preciso, por el contrario, explicar
esta conciencia por las
contradicciones de la vida material,
por el conflicto que existe entre las
fuerzas productoras y las relaciones
de producción.

Una sociedad no desaparece nunca de que sean desarrolladas todas las fuerzas
productoras que pueda contener y las relaciones de producción nuevas y superiores no
se sustituyen jamás en ella antes de que las condiciones materiales de existencia de
esas relaciones hayan sido incubadas en el seno mismo de la vieja sociedad. Por eso la
humanidad no se propone nunca más que los problemas que puede resolver, pues
mirando de más cerca, se verá siempre que el problema mismo no se presenta más que
cuando las condiciones materiales para resolverlo existen o se encuentren en estado de
existir.
No está de más insistir en la significación social de lo que Marx llama la “base real” de la
superestructura jurídica, política e ideológica. Esta estaría conformada por las relaciones
de producción que son relaciones humanas. La superestructura no tiene una historia
propia, independiente, sino que está en función de los intereses de clase de los grupos
(clase/s dominante/s) que la han creado. Los cambios en la superestructura son
consecuencia de los cambios en la infraestructura. En cambio, la infraestructura es el
factor fundamental del proceso histórico y determina -en última instancia- el desarrollo y
cambio social; dicho de otro modo, cuando cambia la infraestructura, cambia el conjunto
de la sociedad (las relaciones sociales, el poder, las instituciones y el resto de los
elementos de la superestructura). Por cierto, esto no es automático, ni mecánico, ni
instantáneo, sino que es un factor que tiende a establecer paulatinamente condiciones
de irreversibilidad en cada tiempo histórico.

ACTIVIDADES

1. Explicar las dos proposiciones en que consiste el materialismo histórico.


2. ¿Cuál es la idea fundamental del materialismo histórico?
3. ¿A qué llama Marx infraestructura y que superestructura?
4. Desarrollar el factor en cual se puede dar un cambio en la sociedad.

MAX WEBER Y LA CARACTERIZACIÓN DEL CAPITALISMO MODERNO


El sociólogo alemán Max Weber (1864-1920) es considerado como uno de los
representantes más importantes del cuerpo teórico conocido como Sociología Clásica.
De manera esquemática, podemos decir que las preocupaciones fundamentales de su
obra son dos: 1) dar cuenta de la especificidad del desarrollo occidental, es decir, la
pregunta por el capitalismo; 2) el esfuerzo por refutar teóricamente al marxismo. Ambas
preocupaciones se cruzan y enlazan en la obra La ética protestante y el espíritu del
capitalismo.
La Introducción a esta obra constituye una buena expresión de lo expuesto en el párrafo
anterior. Weber presenta allí la formulación clásica del problema del desarrollo capitalista
de Occidente: “Cuando un hijo de la moderna civilización europea se dispone a
investigar un problema cualquiera de la historia universal, es inevitable y lógico que se lo
plantee desde el siguiente punto de vista: ¿qué serie de circunstancias han determinado
que precisamente sólo en Occidente hayan nacido ciertos fenómenos culturales, que (al
menos, tal como solemos representárnoslos) parecen marcar una dirección evolutiva de
universal alcance y validez?”
Esos “ciertos fenómenos culturales” no son otra cosa que el capitalismo, como Weber
indica más adelante. Para el sociólogo alemán, la ciencia, el arte, el especialista y el
funcionario especializado, el Parlamento, el Estado, etc. son “fenómenos culturales”
propios del desarrollo de la Europa Occidental.
¿Por qué el capitalismo es un fenómeno específico de Europa Occidental?, ¿por qué el
capitalismo posee una dinámica tal que le permitió expandirse por todo el planeta y
construir el mercado mundial? Estas son las preguntas que desvelaban a Weber y a las
que intentó dar respuesta en una serie de trabajos, entre los cuales La ética protestante
es el más conocido.
Antes de comenzar a examinar su
concepción, tal como aparece en la
Introducción a dicha obra, cabe indicar que
detrás de la problemática weberiana
subyace una cuestión de carácter aún más
general: la búsqueda de las razones de la
especificidad del desarrollo occidental
remite, en definitiva, a postular una lógica
histórica desprovista de linealidad. Así, el
advenimiento del capitalismo en Europa
Occidental no fue un fenómeno inevitable,
sino el resultado de un proceso complejo,
en el que intervinieron múltiples causas. Es
significativo que en este punto Weber
coincida con la opinión de Karl Marx (1818-
1883), quien rechazaba la existencia de una
determinación férrea del proceso histórico.
Weber presenta el problema de la
especificidad de Occidente del siguiente
modo.

El capitalismo, en principio, es un fenómeno de alcance universal, presente en todas las


épocas históricas: “Lo decisivo de la actividad económica consiste en guiarse en todo
momento por el cálculo del valor dinerario aportado y el valor dinerario obtenido al final,
por primitivo que sea el modo de realizarlo. En este sentido, ha habido «capitalismo» y
«empresas capitalistas» (incluso con relativa racionalización del cálculo del capital) en
todos los países civilizados del mundo, hasta donde alcanzan nuestros conocimientos:
en China, India, Babilonia, Egipto, en la Antigüedad helénica, en la Edad Media y en la
Moderna; y no sólo empresas aisladas, sino economías que permitían el continuo
desenvolvimiento de nuevas empresas capitalistas e incluso «industrias» estables (…).
En todo caso, la empresa capitalista y el empresario capitalista (y no como empresario
ocasional, sino estable) son producto de los tiempos más remotos y siempre se han
hallado universalmente extendidos.”
Es cierto que Weber confunde la economía mercantil (producción de mercancías para el
mercado) con la economía capitalista (producción de mercancías para el mercado en
base a la concentración de la propiedad de los medios de producción y la explotación del
trabajo asalariado). Pero no dice que el capitalismo actual sea una continuidad del
antiguo.
Por el contrario, observa que el capitalismo occidental difiere del presente en las épocas
anteriores: “Ahora bien, en Occidente, el capitalismo tiene una importancia y unas
formas, características y direcciones que no se conocen en ninguna otra parte.” Ante
todo, y como sucede habitualmente en la ciencia, Weber comienza por refutar la noción
de sentido común acerca del capitalismo. Así, el capitalismo no es simplemente afán de
lucro, de ganancias desmedidas.
Weber apunta a un hecho inherente a la producción mercantil: la existencia del afán de
lucro. Ahora bien, el sociólogo alemán observa que en las sociedades precapitalistas
dicho afán se expresa en la búsqueda de ganancias desmesuradas (por ejemplo, en la
rapiña de los bienes de los conquistados, como fue el caso de las Cruzadas, la conquista
de América, etc., etc.). Esto es consecuencia (y Weber no dice nada al respecto, porque
ignora en la introducción la existencia de la economía “natural” – es decir, aquella que
produce bienes de uso para el consumo del individuo y/o el grupo -) de que en dichas
sociedades el mercado es una institución menor en el mar de una economía que
produce valores de uso y no mercancías. Al revés de la opinión de sentido común, el
capitalismo (es decir, el capitalismo en su variante occidental, que se expandió a todo el
orbe) es lo contrario de la búsqueda de una ganancia extraordinaria: “El capitalismo
debería considerarse precisamente como el freno o, por lo menos, como la moderación
racional de este impulso irracional lucrativo. Ciertamente, el capitalismo se identifica con
la aspiración a la ganancia lograda con el trabajo capitalista incesante y racional, la
ganancia siempre renovada, a la «rentabilidad». Y así tiene que ser; dentro de una
ordenación capitalista de la economía, todo esfuerzo individual no enderezado a la
probabilidad de conseguir una rentabilidad está condenado al fracaso.”
Es verdad que en el final de este párrafo Weber dice una obviedad, que sabe cualquier
persona que vive bajo el capitalismo: que este sistema social tiene por objetivo
fundamental la obtención de ganancias (Y no, dicho sea de paso, el mejoramiento de la
vida humana). Pero lo principal es el reconocimiento de que el capitalismo supone
búsqueda “racional” de ganancia. En otras palabras, el capitalismo occidental (para
hablar en términos weberianos) requiere el establecimiento de condiciones sociales tales
que los empresarios puedan calcular anticipadamente las ganancias esperadas. A partir
de lo anterior, Weber pasa a definir el capitalismo: “Para nosotros, un acto de economía
«capitalista» significa un acto que descansa en la expectativa de una ganancia debida al
juego de recíprocas probabilidades de cambio; es decir, en probabilidades (formalmente)
pacíficas de lucro. El hecho formal y actual de lucrarse o adquirir algo por medios
violentos tiene sus propias leyes, y en todo caso no es oportuno (aunque no se pueda
prohibir) colocarlo bajo la misma categoría que la actividad orientada en último término
hacia la probabilidad de obtener una ganancia en el cambio.” Dicho de otro modo, el
capitalismo occidental supone la “normalización” de la sociedad, de manera que los
empresarios puedan calcular de antemano su ganancia sin esperar que los resultados
sean muy diferentes a ese cálculo. Weber sostiene que esta lógica de acumulación es
diferente a la acumulación por medios violentos. Sin embargo, se echa de menos en el
texto el análisis de los medios por los que se pasa de una lógica de acumulación basada
en la violencia (el afán desmedido de lucro) a una lógica basada en las expectativas
racionales de ganancia.
A diferencia de Marx, para quien la acumulación originaria (la expropiación violenta de
los medios de producción que se encuentran en mano de los trabajadores – por ejemplo,
la expulsión de los campesinos ingleses de las tierras que cultivaban desde tiempos
inmemoriales -) es un paso indispensable para la consecución de la “normalidad”
capitalista, esto es, aquel estado de la sociedad en que la lógica de acumulación del
capital funciona de modo “casi automático”.
Para Weber, la organización del trabajo es el elemento primordial para entender la
especificidad del capitalismo moderno. No obstante, este reconocimiento, nunca aborda
en la introducción la cuestión de cómo los trabajadores llegaron a convertirse en sujetos
que eran a la vez libres en sentido jurídico y libres en cuanto a que carecían de medios
de producción. El abismo existente entre la acumulación originaria y la “normalidad”
capitalista vuelve a manifestarse nuevamente. Para Weber existen otros factores
significativos al momento de comprender la naturaleza del capitalismo moderno. Weber,
polemizando aquí con el marxismo (o lo que considera marxismo, esto es, un
determinismo económico mecanicista y burdo), introduce factores que podríamos llamar
“culturales” para explicar el desarrollo del capitalismo moderno. Es verdad que su
análisis es más profundo que el de sus epígonos, para quienes el capitalismo tuvo origen
en la mentalidad de las personas y no en sus labores cotidianas.
“En la actualidad, todas estas características del capitalismo occidental deben su
importancia a su conexión con la organización capitalista del trabajo. (…) sin
organización capitalista del trabajo, todo esto, incluso la tendencia a la comercialización
(supuesto que fuese posible), no tendría ni remotamente un alcance semejante al que
hoy tiene. Un cálculo exacto – fundamento de todo lo demás – sólo es posible sobre la
base del trabajo libre; y así como - y porque – el mundo no ha conocido fuera de
Occidente una organización racional del trabajo, tampoco – y por eso mismo – ha
existido un socialismo racional.”
El análisis weberiano es interesante tanto por lo que dice como por aquello que omite. El
fundamento del capitalismo es la separación, llevada adelante por medios violentos, del
productor directo respecto a los medios de producción y los medios de subsistencia, con
la consiguiente necesidad de vender su fuerza de trabajo en el mercado y la correlativa
extracción de plusvalor por el capitalista (dueño de esos medios de producción). El
cálculo exacto, la racionalidad capitalista, es una consecuencia de esto. Una vez
concretada la expropiación de los trabajadores, la coerción extraeconómica (la violencia
pura y simple) pasa a un segundo plano, y se impone la lógica del capital. Todo esto
queda oscurecido en la introducción, en la que el factor cultural (el cálculo racional)
queda poco a poco en el centro de la escena. Al dejar de lado la cuestión de la
acumulación originaria, Weber se encierra en el examen de los factores “culturales” que
permiten entender la especificidad del capitalismo moderno. Es por ello qué concede
tanta importancia al factor religioso en la creación de una racionalidad capitalista. En
definitiva, la omisión del carácter violento de la acumulación originaria y de la explotación
de los trabajadores en el capitalismo moderno, son la condición para que Weber pueda
concentrarse en los factores “culturales”.
De este modo propone una sociología más “sofisticada” que la concepción marxista de la
historia. Claro que esa “sofisticación” deja de lado el aspecto fundamental del fenómeno
capitalista: el carácter político de la organización del trabajo, que de ningún modo puede
reducirse a un fenómeno técnico o cultural.

ACTIVIDADES

1. ¿A que se refiere Weber sobre la idea de especificidad de Occidente?


2. Explicar el análisis final que hace sobre la concepción del capitalismo y su desarrollo.
3. Armar un cuadro con diferencias y coincidencias entre Marx y Weber.

Coincidencias Diferencias

DURKHEIM, EL SUICIDIO
El suicidio, es uno de los principales trabajos del sociólogo francés Emile Durkheim
(1858-1917) y se encuentra entre las obras más influyentes de la literatura sociológica.
En El suicidio confluyen varias problemáticas, a las que corresponde situar en el
contexto de institucionalización de la sociología como ciencia.
El primer apartado de la Introducción se encuentra
dedicado a la definición del suicidio. La cuestión es
importante desde el punto de vista metodológico. Es
imposible estudiar científicamente un problema si no
se tiene en claro cuáles son los límites del mismo,
aunque sea de un modo aproximado y preliminar.
Durkheim procede descartando la definición del
“lenguaje usual”, pues posee carácter ambiguo. Su
crítica de dicho lenguaje se encuentra concentrada
en el siguiente pasaje: “No sólo su significado está
poco delimitado, sino que como la clasificación que
las produce no procede de un análisis metódico y no
hace más que traducir las impresiones confusas de la mayoría de las personas, ocurre
con frecuencia que categorías de hechos diferentes se agrupan indistintamente bajo una
misma rúbrica, o que realidades de igual naturaleza son designadas con nombres
diferentes.”
Para resolver la dificultad, el investigador está obligado a “constituir los grupos que
quiere analizar, a los efectos de darles la homogeneidad y la especificidad necesarias
para su tratamiento científico.” En otras palabras, las categorías de hechos que debe
analizar y comparar la sociología no se encuentran constituidas como tales en la realidad
empírica, sino que tienen que ser construidas por los científicos. Se trata, en otras
palabras, de constituir el objeto de estudio. Durkheim procede de modo sistemático.
“Nuestra primer tarea debe (…) ser determinar el orden de hechos que nos proponemos
estudiar bajo el nombre de suicidio. (…) Lo que nos importa (…) es constituir una
categoría de objetos que, pudiendo ser etiquetados sin inconveniente bajo esta rúbrica,
se encuentra fundada objetivamente, es decir, corresponde a una naturaleza
determinada de cosas.”
Durkheim examina las distintas especies de muerte y encuentra que algunas tienen algo
en común, que se expresa en tres particularidades: 1) la muerte resulta “de un acto cuyo
paciente es el autor”, es obra de la misma víctima; 2) no importa la “naturaleza intrínseca
de los actos que producen ese resultado”. Da lo mismo que la persona se mate
rehusando comer o que se dispare a sí misma con un arma de fuego; 3) tampoco
importa “que el acto producido por el paciente haya sido el antecedente inmediato de la
muerte para que ésta pueda ser considerada como efecto suyo; la relación de causalidad
puede ser indirecta, sin que el fenómeno cambie de naturaleza.” (Por ejemplo, el
religioso que busca el martirio y comete, por tanto, un acto que sabe que va a ser
castigado con la muerte). A partir de lo anterior elabora su primera definición: “Se llama
suicidio a toda muerte que resulta, mediata o inmediatamente, de un acto, positivo o
negativo, realizado por la víctima misma.” Acto seguido, Durkheim comienza a indicar los
puntos flojos de dicha definición. Por ejemplo, contempla como actos de la misma clase
“la muerte de un alucinado que se precipita desde una ventana elevada, porque la cree
en el mismo plano que el suelo” y el salto al vacío de una persona que quiere matarse.
Con el objetivo de precisar la definición, aborda la cuestión de los motivos que llevan a
una persona a cometer suicidio. Más en concreto, al problema de establecer sin lugar a
dudas que ésa fue la intención del individuo. “¿Cómo saber cuál móvil ha determinado al
agente y si al tomar su resolución era la muerte lo que deseaba o si se proponía algún
otro fin? La intención es una cosa demasiado íntima para que pueda ser apreciada
desde fuera más que por aproximaciones groseras. Incluso se sustrae hasta a la misma
observación interior. ¿Cuántas veces nos equivocamos sobre las verdaderas razones
que nos mueven a obrar? Sin cesar nos explicamos como pasiones generales o
sentimientos elevados, movimientos que nos inspiraron pequeños impulsos o una ciega
rutina.” Todas las formas posibles de renuncia a la vida tienen en común “que el acto que
la consagra es realizado con conocimiento de causa; que sea cual fuese la razón que
llevara a conducirse así, la víctima en el momento de obrar sabe cuál va a ser el
resultado de su conducta.”
Durkheim afirma que la principal ventaja de esta definición radica en que permite
forjarnos mejor “una idea del lugar que los suicidios ocupan en el conjunto de la vida
moral”. Lejos de tratarse de fenómenos completamente alejado de esa vida, conductas
cuyas motivaciones son puramente individuales, “los suicidios no son más que la forma
exagerada de prácticas usuales (…) el suicidio aparece bajo otro aspecto cuando se
reconoce que se relaciona, sin solución de continuidad, por un lado, con los actos de
valor y de abnegación; y, por otro, con los actos de imprudencia y de simple negligencia.”
El segundo apartado está dedicado a fundamentar porqué el suicidio es un tema de
incumbencia de los sociólogos. “Puesto que el suicidio es un acto del individuo, que sólo
afecta al individuo, parece que debe únicamente depender de factores individuales, y
que concierne, por consiguiente, únicamente a la psicología.” Durkheim no rechaza la
posibilidad de estudiar los suicidios desde la psicología. Pero afirma que ellos
constituyen un tema de estudio legítimo para la sociología: “Si en lugar de ver en ellos
más que acontecimientos particulares, aislados unos de otros, y que deben ser
examinados cada uno por separado, se considera el conjunto de los suicidios cometidos
en una sociedad dada durante una unidad de tiempo determinada, se constata que el
total así obtenido no es una simple adición de unidades independientes, o una colección,
sino que constituye por sí mismo un hecho nuevo y sui generis, que tiene su unidad y su
individualidad, y como consecuencia, su naturaleza propia, y que, además, esta
naturaleza es eminentemente social.”
Al pasar del tratamiento individual de cada suicidio a un tratamiento colectivo, realizado
por medio del auxilio de la estadística, se construye un nuevo objeto de estudio, que
cumple todos los requisitos para su tratamiento sociológico. Durkheim está reafirmando
así el carácter científico de la sociología. Una vez comprobada la existencia de una
regularidad estadística, es preciso explicarla. Si bien corresponde decir que Durkheim
dedica toda la obra a formular dicha explicación, avanza un poco en esa dirección. “Pues
esta permanencia sería inexplicable si no estuviese relacionada con un conjunto de
caracteres distintivos, solidarios recíprocamente que, a pesar de la diversidad de las
circunstancias de ambiente, se afirman de modo simultáneo. Esa variabilidad testimonia
la naturaleza individual y concreta de estos mismos caracteres, puesto que se modifican
como la peculiaridad social misma. En suma, lo que expresan estos datos estadísticos
es la misma tendencia al suicidio que afecta a cada sociedad colectivamente. No vamos
a explicar ahora en qué consiste esta tendencia, si es un estado sui generis del alma
colectiva, con su propia realidad, o si sólo representa una suma de estados individuales.
Aunque las consideraciones que presentamos sean difícilmente conciliables con esta
última hipótesis, reservamos la solución del problema, que será tratado en el curso de
esta obra.”
En síntesis, “Cada sociedad está predispuesta a producir un contingente determinado de
muertes voluntarias. Esta predisposición puede ser objeto de un estudio especial que
incumbe a la sociología.” El estudio del suicidio sirve para poner en claro los alcances y
límites de la sociología. El sociólogo busca, “las causas por medio de las cuales es
posible actuar, no sobre los individuos aisladamente, sino sobre el grupo. En
consecuencia, entre los factores del suicidio los únicos que le conciernen son aquellos
que hacen sentir su acción sobre el conjunto de la sociedad.
La tasa de suicidios es el producto de estos factores.” Si el suicidio puede ser estudiado
por la sociología, entonces no cabe ninguna duda de que la sociología tiene un objeto de
estudio que le es propio. Durkheim reafirma así la cientificidad de la nueva disciplina
social.

ACTIVIDADES

1. Escribir cual es el objetivo del libro para la Sociología.


2. Desarrollar los distintos tipos de muertes que describe el texto.
3. ¿Qué define como suicidio? ¿Qué se pregunta Durkheim a la hora de estudiar este
tópico?
4. Con sus propias palabras, explicar de qué trata el segundo apartado de la obra.

LA ALIENACIÓN DEL TRABAJADOR Y EL PROCESO DE TRABAJO


Como es sabido, en el capitalismo las personas son mercancías. Mejor dicho, la fuerza
de trabajo de las personas es una mercancía como cualquier otra. De este modo, las
potencialidades de cada individuo se venden y compran en el mercado. El hecho de que
la venta se realice por un período limitado (el asalariado no se vende de por vida como
es el caso de los esclavos), sumado a que la persona pueda elegir a quien venderse y
en qué momento cambiar de comprador, oscurecen la comprensión de las
consecuencias que se derivan del carácter mercantil de la fuerza de trabajo. Karl Marx
analizó las consecuencias de la mercantilización de las personas, derivada del desarrollo
de la producción capitalista, en un escrito temprano conocido como Manuscritos de París
redactado en 1844. Allí se encuentra la sección titulada “El trabajo alienado”, donde
formuló las líneas fundamentales de su tesis acerca de la alienación del trabajador en el
capitalismo. La alienación supone la separación radical entre el trabajador y el producto
de su trabajo, entre el trabajador y el proceso de trabajo, entre el trabajador y su ser
genérico. La alienación, resultante de la propiedad privada de los medios de producción,
hace que el trabajo, fuente de riqueza y de posibilidades, sea al mismo tiempo su
contrario, fuente de miseria y expresión de la anulación de las capacidades humanas.
Marx demuestra que, en las condiciones del capitalismo, el trabajo es, a la vez, fuente de
riqueza y fuente de miseria. El desarrollo del capitalismo engendra potencias nunca
vistas, pero al mismo tiempo impide el goce del producto de esas potencias a la mayoría
de las personas. La economía clásica, desde Adam Smith en adelante, había
demostrado que el trabajo era la fuente de riqueza. Pero los economistas tendieron a
concebir el trabajo como un proceso meramente técnico, como una combinación de
factores de producción. El punto de partida del análisis de Marx es otro. El trabajo no es
concebido únicamente como creador de riqueza (en el lenguaje de los economistas esto
es sinónimo de creación de mercancías), sino que es la “actividad vital” de los individuos.
La tasa de suicidios es el producto de estos factores.” Si el suicidio puede ser estudiado
por la sociología, entonces no cabe ninguna duda de que la sociología tiene un objeto de
estudio que le es propio. Durkheim reafirma así la cientificidad de la nueva disciplina
social. Esta actividad expresa lo que son los individuos. Los seres humanos son lo que
hacen, y dentro de lo que hacen el trabajo ocupa un lugar fundamental. Pero en el
capitalismo, su hacer (el trabajo) no les pertenece, sino que le pertenece a otro. El
proceso de trabajo, en tanto transformación del mundo, es el proceso por medio del cual
el individuo se crea a sí mismo como un individuo determinado. Pero, al ser el trabajador
una mercancía, pierde el control del proceso desde el momento mismo en que se vende
en el mercado laboral a cambio de un salario.
El proceso de producción se lleva
a cabo obedeciendo a una lógica
que no es la del trabajador, sino la
del capital. De ahí que al
trabajador le dé lo mismo realizar
cualquier actividad, pues lo que le
interesa es el cobro de salario.
Todo lo demás lo tiene sin
cuidado. Su actividad vital le es
ajena. El capitalismo opera así el
empobrecimiento más radical del
ser humano.
Por eso el producto de su actividad no es tampoco el fin de esta actividad. Lo que el
obrero produce para sí no es la seda que teje ni el oro que extrae de la mina, ni el
palacio que edifica. Lo que produce para sí mismo es el salario.”
El hacer es para el obrero sólo un medio para acceder a otra cosa: el salario. En la
sociedad capitalista, donde las cosas asumen la forma de mercancía, las personas
existen en la medida en que poseen dinero para comprar mercancías. Todo aquél que
no llega a fin de mes con su salario sabe de esta amarga verdad. Pero esto determina
que el hacer deja de ser importante para el obrero, en el sentido de que no puede
esperar de él más que un salario. La transformación del mundo (y, por ende, de la
sociedad) es algo que le corresponde al capital. El trabajador, en tanto asalariado, sólo
puede elegir qué comprar con su salario. La alienación del trabajador respecto al
proceso de trabajo tiene una consecuencia que excede largamente los límites de la
“economía”. La desvalorización del hacer tiende a generar indiferencia política. Si la
actividad vital es algo que hacemos para otros, perdemos la confianza en nosotros
mismos.
El consumismo se presenta como un remedio para esta pérdida de confianza. El
trabajador se concentra entonces en buscar incrementar su salario, para acceder así a
más mercancías. El individualismo y la indiferencia frente a los demás son
consecuencias de lo anterior.
Pero, y esto es lo más importante, generan indiferencia política. Acostumbrados a que su
“actividad vital” sea controlada y organizada por el capital, los trabajadores tienen serias
dificultades para desarrollar una política autónoma respecto a la burguesía (los
propietarios de los medios de producción).
Marx no deduce de lo anterior que sea imposible una política revolucionaria. Todo lo
contrario. Fenómenos tales como la alienación del trabajador respecto al proceso de
trabajo determinan que sea imposible esperar que el capitalismo conduzca
mecánicamente al socialismo, por el mero despliegue de las “leyes económicas”. Marx
plantea (y mantuvo este planteo de modo consecuente durante toda su vida) que el
socialismo es producto de la lucha de clases entre el capital y el trabajo, y que es
precisamente esa lucha la que genera las condiciones políticas para la revolución
socialista. Está claro que la posición de Marx es radicalmente diferente a la de los
políticos que pregonan la necesidad de promover la “cultura de trabajo”. Creo que
también queda claro a quién beneficia dicha “cultura del trabajo”. Detrás de esa cultura,
detrás de las invocaciones al “Estado de todos”, al “bien general”, se esconde algo más
prosaico: la lógica del capital y su búsqueda de ganancias a como dé lugar.

ACTIVIDADES

1. Definir el concepto de trabajo alienado.


2. ¿Cuál es la critica que hace Marx a los economistas clásicos?
3. Explicar como se refiere al consumismo en el texto. Dar varios ejemplos actuales
sobre el consumismo.

GEORG SIMMEL Y LOS SENTIDOS georg_simmel

Analizamos el papel de la percepción en el orden de


la interacción tal y como lo definió Erving Goffman,
a partir del cual es posible observar cómo se
atribuyen significados a la presencia corporal de los
otros mediante lo que oímos, miramos, tocamos,
escuchamos y, en general, percibimos. Se hará
énfasis, siguiendo a Georg Simmel, en cómo la
interacción implica la mutua percepción a partir de
la cual se establecen formas de relación.
El texto titulado “Digresión sobre la sociología de los
sentidos” de Georg Simmel ha sido considerado
precursor del campo de la sociología de los
sentidos.
En ese escrito, el autor plantea cómo, en la proximidad espacial, existe una “presencia
sensible” y se da “el hecho de percibir con los sentidos al prójimo”, Para Simmel, la
sociología habrá de buscar qué formas sociales de relación son posibles a partir de tal
percepción mutua, considerando no su unilateralidad, sino su reciprocidad, es decir, su
influjo mutuo. Simmel señala cómo el carácter relacional de la percepción visual se
expresa en el hecho de que “No podemos percibir con los ojos sin ser percibidos al
mismo tiempo”. Lo anterior implica que las personas lleguen a experimentar estados
afectivos como la vergüenza al ser miradas de manera insistente por otras, con eso
podemos decir que Simmel nos da una propuesta que permite dar cuenta de las formas
sensuales (sensual ways) que conectan a las personas.
Simmel establece una relación entre las dimensiones cognitiva, sensorial y sentimental
de la percepción. Cognitiva en la medida en que una “impresión sensorial” es “tomada
como medio para conocimiento del otro”, y también sentimental, pues la “impresión
sensible” de los otros produce “sentimientos de placer y dolor, de elevación o
humillación, de excitación o sosiego”. Es por ello que es posible encontrar en su obra un
enriquecimiento entre la “sociología del cuerpo” y la “sociología de las emociones”, en
otras palabras, con Simmel es posible fundamentar la idea de que percibir nos lleva a
ciertos estados afectivos.
Entre las lecturas contemporáneas de este legado destaca la de Urry, quien recupera el
atisbo de Simmel al señalar que el sentido visual posibilita “tomar” posesión de otras
personas y de paisajes, cuestión que se ha radicalizado con la cultura de la imagen y las
posibilidades de captura con los dispositivos tecnológicos. Pero insiste en cómo dicha
apropiación visual también se ha diferenciado genéricamente, como ocurre en la
pornografía. Para sostenerlo, recupera a teóricas feministas (como Luce Irigaray) que
han insistido en que el énfasis en el sentido visual sobre los otros sentidos se ha
orientado genéricamente, pues sobredimensiona la apariencia y la imagen del cuerpo
femenino.
Heredero de Simmel, Erving Goffman señaló que, en el orden de la interacción, “Los
individuos, en presencia de otros, se encuentran en una posición ideal para compartir un
mismo foco de atención, percibir que lo comparten y percibir esa percepción”. Es decir,
en el orden de la interacción se lleva a cabo una mutua percepción o “percepción
recíproca” entre quienes se encuentran in situ (Lewkow, 2014, p. 39). Ya sea a partir de
la mirada, el oído, el olfato o las sensaciones consideradas en sentido extenso (como el
calor corporal) (Goffman, 1979) percibimos otros cuerpos y viceversa.

ACTIVIDADES

1. ¿Qué idea principal trata de desarrollar? ¿En que se centra su estudio dentro de la
Sociología?
2. Explicar con sus propias palabras las distintas dimensiones que señala Simmel.
LA DEFINICIÓN DE LOS CONCEPTOS DE DOMINACIÓN Y ESTADO EN MAX
WEBER
El sociólogo alemán Max Weber (1864-1920) desarrolló las líneas fundamentales de su
teoría de la dominación política en su obra Economía y sociedad. Allí, en el capítulo 1, se
encuentran los conceptos que sirven de base a su exposición de los tipos de
dominación.

Poder y dominación:
Weber comienza su exposición definiendo tres conceptos:
Poder = “la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social,
aun contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad.”
Dominación = “la probabilidad de encontrar obediencia a un mandato de determinado
contenido entre personas dadas”.
Disciplina = “la probabilidad de encontrar obediencia para un mandato por parte de un
conjunto de personas que, en virtud de actitudes arraigadas, sea pronta, simple y
automática.”
Indica que la noción de poder es “sociológicamente amorfa”, dado que todas las
cualidades de los seres humanos y una infinita multiplicidad de situaciones pueden
colocar a alguien en la posición de imponer su voluntad. Un concepto tan amplio, en
rigor, no explica nada. Por eso el concepto de dominación tiene que ser más preciso, si
se pretende que resulte útil en la explicación de los fenómenos sociológicos. Ahora bien,
el concepto de dominación tiene mayor precisión que el de poder, pues se concentra en
la probabilidad de obediencia a un mandato. La disciplina, en cambio, implica una
obediencia habitual por una masa sin resistencia de crítica; se relaciona con la
dominación tradicional.

Dominación, asociaciones de dominación y asociaciones políticas:


Weber sostiene que la situación de dominación, “está unida a la presencia actual de
alguien mandando efectivamente a otro, pero no está unidad incondicionalmente ni a la
existencia de un cuadro administrativo ni a la de una asociación; por el contrario, sí lo
está ciertamente – por lo menos en todos los casos normales – a una de ambas.” En
base a lo anterior puede definirse como asociación de dominación a la asociación en la
que “sus miembros están sometidos a relaciones de dominación en virtud del orden
vigente.” Weber agrega que toda asociación “es siempre en algún grado asociación de
dominación por la simple existencia de su cuadro administrativo”.
El carácter específico de una asociación esté, determinada por: a) la forma en que se
administra; b) el carácter del grupo de personas que ejercen la administración; c) los
objetos administrados; d) el alcance de la dominación.
Weber concede especial atención a un tipo de asociación de dominación, la asociación
política: “Una asociación de dominación debe llamarse asociación política cuando y en la
medida en que su existencia y la validez de sus ordenaciones, dentro de un ámbito
geográfico determinado, estén garantizados de un modo continuo por la amenaza y
aplicación de la fuerza física por parte de su cuadro administrativo.”
La forma más conocida de asociación política es el Estado, esto es, “un instituto político
de actividad continuada, cuando y en la medida en que su cuadro administrativo
mantenga con éxito la pretensión al monopolio legítimo de la coacción física para el
mantenimiento del orden vigente.” A partir de lo dicho en el párrafo anterior, se distingue
un tipo especial de acción social, la acción políticamente orientada, “cuando y en la
medida en que tiende a influir en la dirección de una asociación política; en especial a la
apropiación o expropiación, a la nueva distribución o atribución de los poderes
gubernamentales.”
La violencia, rasgo esencial de las asociaciones políticas:
El elemento distintivo de las asociaciones políticas es la utilización de la violencia como
medio para garantizar la dominación. El profesor Weber lo explica así: “Es de suyo
evidente que en las asociaciones políticas no es la coacción física el único medio
administrativo, ni tampoco el normal. Sus dirigentes utilizan todos los medios posibles
para la realización de sus fines. Pero su amenaza y eventual empleo es ciertamente su
medio específico y, en todas partes, último argumento cuando los demás medios
fracasan.”
Las asociaciones políticas han tenido multitud de fines a lo largo de la historia. Eso hace
impracticable definirlas a partir de su fin. Por ello es mejor definirlas a partir del medio
que han utilizado (y que utilizan) en todos los tiempos y lugares: la coacción física. La
cuestión se ve clara cuando se analiza el Estado moderno. Con independencia de los
fines que se proponen los diferentes Estados, su rasgo esencial es el “carácter
monopólico del poder estatal”
Otras asociaciones de dominación. La Iglesia:
Weber señala que existe otro tipo de asociación de dominación, la asociación
hierocrática = “una asociación de dominación cuando y en la medida en que aplica para
la garantía de su orden la coacción psíquica, concediendo y rehusando bienes de
salvación (coacción hierocrática).” La Iglesia es un ejemplo de instituto hierocrático. En
este punto no es importante la cuestión del tipo de bienes de salvación ofrecidos (que
pueden estar en el “más allá” o en este mundo), sino “el hecho de que su administración
pueda constituir el fundamento de su dominación espiritual sobre un conjunto de
hombres”
Las asociaciones hierocráticas se caracterizan, pues, por administrar bienes de
salvación y por ejercer coacción psíquica sobre sus miembros. La Iglesia se distingue
entre este tipo de asociaciones por “su carácter de instituto racional y de empresa
(relativamente) continuada, como se exterioriza en sus ordenaciones, en su cuadro
administrativo y en su pretendida dominación monopólica.” Sin embargo, a diferencia del
Estado, el monopolio de la dominación territorial no es esencial para la Iglesia.
ACTIVIDADES

1. ¿Cuál es la noción que tiene Weber del poder?


2. Escribir y desarrollar el concepto de asociación política. ¿Cómo ingresa la violencia
en esta definición? Ejemplificar.
3. ¿En qué forma de dominación inserta a la Iglesia, como institución?
4. Analizar y hacer un breve comentario sobre la historieta de Mafalda.

MAX WEBER Y LOS TIPOS DE DOMINACIÓN: LAS FORMAS DE LEGITIMIDAD


Fiel a su estilo, Weber aborda el estudio de los tipos de dominación precisando que
entiende por ésta. Dominación es “la probabilidad de encontrar obediencia dentro de un
grupo determinado para mandatos específicos (o para toda clase de mandatos).”
La dominación (también utiliza el término autoridad) puede descansar en motivos muy
diversos de sumisión. Pero toda relación auténtica de autoridad requiere siempre “un
determinado mínimo de voluntad de obediencia, o sea de interés (externo o interno) en
obedecer”. Al componente de la voluntad hay que agregarle otro elemento indispensable:
la existencia de un cuadro administrativo. Este genera la probabilidad de “que se dará
una actividad dirigida a la ejecución de sus ordenaciones generales y mandatos
concretos, por parte de un grupo de personas cuya obediencia se espera.”
Los motivos por los cuales el cuadro administrativo obedece a su señor, cualquiera sea
éste, son diversos: en lo cotidiano domina la costumbre y con ella los intereses
materiales, utilitarios; en casos extraordinarios, motivos afectivos y racionales con arreglo
a valores pueden ser decisivos. Pero la dominación requiere de otra base (además del
interés y del cuadro administrativo: la creencia en la legitimidad.
La experiencia muestra que una dominación no puede sostenerse basándose en motivos
puramente materiales, afectivos o racionales con arreglo a valores. Es por eso que toda
dominación procura difundir la creencia en su legitimidad. La clase de legitimidad
pretendida determina diferentes tipos de obediencia, de cuadro administrativo y de
ejercicio de la dominación. Es por ello que Weber, aplicando una vez más la herramienta
de los tipos ideales, se dedica a “distinguir las clases de dominación según sus
pretensiones típicas de legitimidad”. Ahora bien, antes de presentar los tres tipos puros
de dominación legítima, se dedica a exponer algunas de las características de la
dominación.
En primer lugar, una observación fundamental: “La legitimidad de una dominación tiene
una importancia que no es puramente «ideal» – aunque no sea más que por el hecho de
que mantiene relaciones muy determinadas con la legitimidad de la «propiedad».” Weber
no desarrolla en qué consisten estas “relaciones muy determinadas”, pues ello
probablemente perjudicaría la argumentación de toda la obra, cuyo propósito es refutar
las tesis del materialismo histórico. Pero parece claro que puede establecerse una
relación estrecha entre dominación (sobre todo la que se ejerce por medio del poder
político) y la propiedad. Los marxistas, que andamos con menos vueltas, diremos que la
dominación política tiene por función primordial asegurar la propiedad privada, o, dicho
de otro modo, perpetuar la base de la dominación de la clase dominante.
En segundo lugar, “no toda «pretensión» [de encontrar obediencia] convencional o
jurídicamente garantizada debe llamarse «relación de dominación».” La relación de
dominación admite diversas situaciones fluidas, que van desde la libertad en la
aceptación de la dominación hasta la aceptación obligación de la misma. Tampoco
puede considerarse como dominación la posición monopólica que ocupa una empresa
en una rama de la producción; en este último caso cabe hablar de “influencia”, pues la
empresa dominante no ejerce una relación de obediencia inmediata sobre aquellas
sometidas a su influencia.
En tercer lugar, “la «legitimidad» de una dominación debe considerarse sólo como una
«probabilidad», la de ser tratada prácticamente como tal y mantenida en una proporción
importante. Ni con mucho ocurre que la obediencia a una dominación esté orientada
primariamente (ni siquiera siempre) por la creencia en su legitimidad.” Aquí aparece en
toda su expresión el realismo político weberiano, que desdeña los argumentos idealistas.
Afirmar que la legitimidad es el factor primordial de la dominación equivale a pensar que
las ideas gobiernan al mundo. La dominación puede ser aceptada por muchos motivos
diferentes a la legitimidad. Sin embargo, esto no quita que el carácter, la forma
específica de la propia pretensión legitimidad, formulada por la clase dominante,
“consolida su existencia y determina a la naturaleza del medio de dominación.”
En cuarto lugar, la obediencia “significa que la acción del que obedece transcurre como
si el contenido del mandato se hubiera convertido, por sí mismo, en máxima de su
conducta; y eso únicamente en méritos de la relación formal de obediencia, sin tener en
cuenta la propia opinión sobre el valor o desvalor del mandato como tal.” La
consolidación de la dominación exige que sea internalizada por los dominados, que ella
forme parte de su sentido común, del “orden natural” de las cosas. Si la dominación se
sostiene únicamente en la violencia física, resulta inviable en el mediano plazo.
En quinto lugar, advierte sobre el riesgo de tomar al pie de la letra la idea de que el
dirigente y el cuadro administrativo son “servidores” de los dominados. Esta noción se
halla especialmente difundida en las democracias. Weber deja en claro que hay que
atribuirles siempre al dirigente y al cuadro administrativo, “un mínimo de poder decisivo
de mando, y en consecuencia de «dominación»”. La dominación jamás es horizontal.
Por último, una referencia a la escuela. “El ámbito de la influencia autoritaria de las
relaciones sociales y de los fenómenos culturales es mucho mayor de lo que a primera
vista parece. Valga como ejemplo la suerte de dominación que se ejerce en la escuela,
mediante la cual se imponen las formas de lenguaje oral y escrito que valen como
ortodoxas. (…) La autoridad de los padres y de la escuela llevan su influencia mucho
más allá de aquellos bienes culturales de carácter (aparentemente) formal, pues
conforma a la juventud y de esa manera a los seres humanos.” La escuela es mucho
más que el lugar social donde se realiza el proceso técnico de transmisión
intergeneracional de conocimientos. Es un ámbito de dominación, donde se forma a los
estudiantes para dominar y/o ser dominados.

Distingue tres tipos puros de dominación legítima.

Autoridad legal. “De carácter racional: que descansa en la creencia en la legalidad de


ordenaciones estatuidas y de los derechos de mando de los llamados por esas
ordenaciones a ejercer la autoridad.” La obediencia es a “las ordenaciones impersonales
y objetivas legamente estatuidas y a las personas por ellas designadas, en méritos éstas
de la legalidad formal de sus disposiciones dentro del círculo de su competencia.”

Autoridad tradicional. “De carácter tradicional: que descansa en la creencia cotidiana


en la santidad de las tradiciones que rigieron desde lejanos tiempos y en la legitimidad
de los señalados por esa tradición para ejercer la autoridad.” La obediencia es “a la
persona del señor llamado por la tradición y vinculada por ella (en su ámbito) por motivos
de piedad, en el círculo de lo que es consuetudinario.”

Autoridad carismática. “De carácter carismático: que descansa en la entrega


extracotidiana a la santidad, heroísmo o ejemplaridad de una persona y a las
ordenaciones por ella creadas o reveladas (llamada).”
La obediencia es “al caudillo carismáticamente calificado por razones de confianza
personal en la revelación, heroicidad o ejemplaridad, dentro del círculo en que la fe en su
carisma tiene validez.” Los amigos historiadores suelen ver con malos ojos las tipologías
weberianas, a las que consideran una especie de imposición arbitraria y externa sobre la
realidad histórica. Sin pretender de ningún modo zanjar la cuestión (estoy más cerca de
los historiadores que de los sociólogos en este punto), corresponde precisar los alcances
de las tipologías en palabras del propio Weber:
“El que ninguno de los tres tipos ideales [de dominación] (…) acostumbre a darse «puro»
en la realidad histórica, no debe impedir aquí, como en parte alguna, la fijación
conceptual en la forma más pura posible de su construcción. (…) la tipología sociológica
ofrece al trabajo histórico concreto por lo menos la ventaja, con frecuencia nada
despreciable, de poder decir en el caso particular de una forma de dominación lo que en
ella hay de [cada tipo específico de dominación] (…), o bien en lo que se aproxima a uno
de estos tipos; y asimismo la ventaja de trabajar con conceptos pasablemente unívocos.
Pero con todo, estamos muy lejos de creer que la realidad histórica total se deje
«apresar» en el esquema de conceptos que vamos a desarrollar.” Los esquemas son
útiles para introducir un tema, es decir, como vía de entrada al conocimiento. En este
sentido, el mejor indicador de su utilidad consiste, paradójicamente, en que el estudiante
termina por tirarlos a la basura, porque comprende la complejidad de eso que llamamos
realidad.

ACTIVIDADES

1. ¿Qué entiende Weber sobre la dominación?


2. Desarrollar las distintas características que desarrolla en el texto.
3. ¿Cuáles son los tres tipos de dominación legitima, según Weber? Ejemplificar cada
una de ellas.
LOS FUNDAMENTOS DEL FUNCIONALISMO EN SOCIOLOGÍA
Robert Merton escribió un artículo “Funciones manifiestas y funciones latentes”, donde
describe la concepción del funcionalismo dentro de la sociología. Merton comienza
afirmando que “el análisis funcional es al mismo tiempo la más prometedora y tal vez la
menos codificada de las orientaciones contemporáneas en los problemas de la
interpretación sociológica”. Es por eso que se propuso realizar una revisión sistemática
de los problemas principales del análisis funcional.
Merton examina tres postulados utilizados por los analistas funcionales. Considera que
dichos postulados “resultaron discutibles e innecesarios para la orientación funcional”.
Antes de pasar a analizar cada uno de estos postulados, hay que decir que Merton
sostiene que estos tres postulados suelen verse juntos, pero que para los fines analíticos
va a examinarlos por separado.

a) Postulado de la unidad funcional de la sociedad: Consiste en afirmar que “las


actividades sociales o las partidas culturales estandarizadas son funcionales para todo el
sistema social o cultural”. En otras palabras, toda usanza, creencia, norma de conducta,
institución, etc., es considerada funcional para la sociedad en su conjunto. Implica, por
tanto, pensar a la sociedad como una unidad homogénea, dejando de lado la existencia
de grupos en su interior. Merton formula la siguiente critica a este postulado: “el supuesto
de la unidad funcional completa de la sociedad humana es con frecuencia contrario a la
realidad. Los usos o los sentimientos sociales pueden ser funcionales para unos grupos
y disfuncionales para otros de la misma sociedad. (…) No es sólo contrario a la realidad
con gran frecuencia el postulado de la unidad funcional, sino que tiene poco valor
heurístico, ya que distrae la atención del analista de posibles consecuencias dispares de
un renglón social o cultural dado (usanza, creencia, norma de conducta, institución) para
diferentes grupos sociales o para los individuos de esos grupos.
Merton reconoce la influencia del postulado de la unidad funcional. Sin embargo, las
numerosas pruebas en contra de su utilidad y pertinencia llevan a preguntarse el porqué
de dicha influencia. Merton sugiere que una explicación posible de este fenómeno
consiste en observar que el postulado fue desarrollado por antropólogos sociales, que
estudiaban primordialmente sociedades analfabetas. En este tipo de sociedades, el
postulado de la unidad funcional resulta adecuado, pues se trata de conjuntos humanos
poco diferenciados hacia su interior. Ahora bien, este postulado es transferido de las
pequeñas sociedades analfabetas a las grandes, complejas y muy variadas sociedades
letradas; este pasaje no es justificado y genera muchos más problemas teóricos de los
que soluciona. Merton plantea que estas dificultades son especialmente notorias en el
análisis funcional de la religión.

b) Postulado del funcionalismo universal: “afirma que todas las formas sociales o
culturales estandarizadas tienen funciones positivas”. En su origen, este postulado
remite al debate entre los antropólogos de finales del siglo XIX en torno a la cuestión de
las supervivencias culturales.
Así, para los antropólogos que adherían al punto de vista evolucionista, cualquier
costumbre o forma cultural persistente, heredada de sociedades anteriores, constituía
una “supervivencia” y no cumplía funciones sociales en las sociedades modernas. En
otras palabras, dichas supervivencias no podían justificarse por su utilidad presente, sino
que se volvían comprensibles por su utilidad pasada. Frente a esta posición, los
antropólogos y sociólogos funcionalistas sostuvieron que todas las costumbres (incluidas
las supervivencias) desempeñaban una función vital.

c) Postulado de la indispensabilidad: es el más complejo de los tres postulados


analizados aquí, pues contiene dos afirmaciones relacionadas entre sí, pero que
plantean cosas diferentes. En primer lugar, “se supone que hay ciertas funciones que
son indispensables en el sentido de que, si no se realizan, no persistirá la sociedad (o el
grupo, o el individuo). Esto expresa, pues, un concepto de requisitos previos funcionales,
o de condiciones previas funcionalmente necesarias para una sociedad.” En segundo
lugar, “se supone que ciertas formas culturales o sociales son indispensables para la
realización de cada una de estas funciones. Esto implica el concepto de estructuras
especializadas e irreemplazables, y da origen a toda suerte de dificultades teóricas.”
Merton discute la segunda afirmación, indicando que impide ver que una misma función
puede ser desempeñada por cosas diferentes; en otras palabras, hay un margen de
variación en las estructuras que realizan la función en cuestión. Denomina concepto de
alternativas funcionales, o de equivalente funcionales, o de sustitutos funcionales.
Ahora bien, la diferencia entre funcionalistas y marxistas aparece cuando realizan la
valoración de las funciones de la religión, y no en la lógica del análisis. En términos de
Merton, “son las valoraciones las que permiten verter contenido ideológico en las botellas
del funcionalismo”. Luego de haber puesto en discusión los problemas y postulados que
hasta ese momento obstaculizaban el desarrollo del análisis funcional, Merton propone
en el artículo un paradigma de análisis funcional en sociología. De acuerdo con el
objetivo expresado al comienzo del texto, Merton sostiene que “el paradigma presenta el
núcleo de conceptos, procedimientos e inferencias del análisis funcional.” En otras
palabras, se trata de clarificar las cuestiones teóricas y metodológicas fundamentales del
análisis funcional. El autor se preocupa por aclarar que el paradigma que presenta no es
el producto de la mera reflexión teórica, sino que constituye “una codificación de los
conceptos y problemas que se han impuesto a nuestra atención en el examen crítico de
la investigación y la teoría actuales en análisis funcional.”

ACTIVIDADES

1. ¿Qué distintos postulados plantea Merton sobre el funcionalismo? Desarrollar de


manera muy específica.
2. ¿Qué diferencia marca entre esta corriente y las ideas de Marx?
MARXISMO

¿Qué es el marxismo?
El marxismo es la
doctrina de
interpretación de la
realidad propuesta en
el siglo XIX por Karl
Marx (1818-1883),
filósofo, sociólogo,
economista y
periodista alemán.
Este modelo de
pensamiento
revolucionó el modo
de comprender la so-
ciedad y su historia, así como las fuerzas que se desarrollan en ella.
Además, fue la base teórica para posteriores aportaciones o reinterpretaciones de parte
de revolucionarios, pensadores y políticos como Vladimir Ilich Lenin (1870-1924), León
Trotski (1879-1940), Rosa Luxemburgo (1871-1919), Antonio Gramsci (1891-1937),
Georg Lukács (1885-1971) o Mao Zedong (1893-1976), entre otros.
El marxismo deriva su nombre del apellido de su creador, cuya obra conjunta con
Friedrich Engels (1820-1895) sirvió de inspiración para el surgimiento de diferentes
modelos políticos revolucionarios a lo largo del siglo XX, como fueron la Revolución
Rusa, la Revolución Comunista China y la Revolución Cubana. Según su lectura de la
historia, el destino de la humanidad era el advenimiento de una sociedad sin clases, a lo
que llamó finalmente comunismo. Por otro lado, la crítica marxista del capitalismo y su
modelo de interpretación de la historia forman parte de las llamadas “escuelas de la
sospecha”, filosofías centrales en el pensamiento del siglo XX, junto al psicoanálisis
freudiano. Muchos de sus postulados aún se encuentran vigentes y mucho de su
pensamiento sobrevive en doctrinas posteriores, conocidas como post-marxistas.

Características del marxismo


El marxismo se puede caracterizar de la siguiente manera:

La doctrina del marxismo estaba compuesta, tal y como la formularon Marx y Engels,
por tres ideas principales: una antropología filosófica, una teoría de la historia y un
programa socioeconómico.
El marxismo propuso una metodología, llamada Materialismo histórico, para
comprender el desarrollo de las sociedades a lo largo de la historia. Según ella, la
historia es empujada hacia adelante por las tensiones entre las clases sociales, por
hacerse con el control de los medios de producción. Así, a cada cambio importante
del modo de producción, le correspondía un cambio sustancial en la historia.
Los antecedentes filosóficos del marxismo son las obras de Feuerbach y de Hegel:
del primero tomó la visión materialista de la historia y del segundo la aplicación de
una dialéctica del materialismo. Para la escritura de sus obras, Marx fue influenciado
también por el socialismo francés de Saint-Simon y de Babeuf.
El término “marxismo” fue popularizado por el teórico asutrohúngaro Karl Kautzky
(1854-1938), ya que ni Marx ni Engels hablaron nunca en esos términos.

Origen del marxismo


El marxismo como doctrina nació en el siglo XIX, a raíz de la popularización de las ideas
de Marx y Engels. Éstos se inspiraban en las distintas corrientes socialistas anteriores,
conocidas a partir de entonces como Socialismo Utópico, ya que Engels acuñó para la
perspectiva marxista el término Socialismo Científico. Algo importante a tener en cuenta
es que Marx no inventó el socialismo, que le antecedía, sino que lo dotó de una
perspectiva filosófica y antropológica propias.

Principales ideas del marxismo


Las principales ideas del marxismo pueden resumirse en sus cuatro postulados
fundamentales, que son:

El análisis materialista de la historia humana. Según el marxismo, la historia de


nuestra especie no es más que la proyección en el tiempo de una lucha de clases, es
decir, del enfrentamiento entre los distintos sectores sociales que han compuesto a la
sociedad, por hacerse con el control de los medios de producción. Estos últimos, por
lo tanto, son manejados por la clase dominante, que impone un modo de producción
a su conveniencia y posibilidades: el modo de producción esclavista, típico de la
Antigüedad; el modo de producción feudal, perteneciente al Medioevo; el modo de
producción industrial, propio de la sociedad industrial burguesa; y finalmente, el
proyectado por Marx, el modo de producción socialista.
La crítica a la economía capitalista. En su análisis del capitalismo, Marx emplea los
conceptos de su materialismo histórico para identificar el modo de producción propio
de la burguesía capitalista, el cual puede simplificarse en la reproducción del capital y
la explotación de la fuerza de trabajo de la clase trabajadora. Esta última, al carecer
de capitales y de la propiedad de los medios de producción, debe vender a los
capitalistas su capacidad de trabajo, con la que ellos producirán bienes de consumo,
a cambio de un salario. Dicho salario le sirve a la clase trabajadora para consumir los
bienes que necesita, entre los cuales están los mismos que ella produjo mediante su
esfuerzo. Luego, esos bienes son vendidos y el capitalista obtiene una ganancia en
capitales, que Marx llamó “plusvalía”, y por la cual no realizó ningún trabajo. La
plusvalía puede invertirse y generar más capital, enriqueciendo al capitalista sin que
la clase trabajadora participe de las ganancias de su propia labor.
La noción de “ideología”. Este concepto es propuesto por el marxismo para explicar
las formas de dominación mental que el sistema capitalista emplea para sostener a
las clases dominadas en su sitio. En El capital, Marx explica que opera como un
“fetichismo de la mercancía”, que mantiene a las clases trabajadoras consumiendo.
El advenimiento del comunismo. Marx también proyectó su mirada hacia el futuro, y
predijo que el comunismo sería la sociedad futura al capitalismo: una sociedad sin
clases, en la que no fuera necesaria la “explotación del hombre por el hombre”, como
la llamaba él. Aunque no explicó ciertamente en qué consistiría ese comunismo ni
explicó cómo podría sostenerse, sí propuso una hoja de ruta que partiendo del
capitalismo tardío llevaría a la dictadura del proletariado y finalmente a una sociedad
sin clases.

Críticas al marxismo
No son pocos los críticos del marxismo, tanto desde un punto de vista académico y
filosófico, como político y práctico. Por un lado, su visión del capitalismo y su profecía
sobre la llegada del comunismo resultó ser mucho más cortoplacista de lo inicialmente
pensado, ya que el sistema capitalista se mantuvo en pie frente al derrumbe de los
regímenes comunistas del siglo XX, y continúa su marcha incierta, pero continua.
Muchos incluso llegaron a acusar a El capital de ser un manual desfasado y obsoleto, o
también de haberse convertido, junto con mucha de la obra de Marx, en un nuevo texto
sagrado para sus militantes fanáticos. El mismo Sigmund Freud criticó el lugar del
marxismo en la cultura contemporánea comparándolo con el que ocupaba el Corán en la
sociedad fundamentalista islámica.
Por otro lado, los regímenes marxistas de diversa índole (marxistas-leninistas, marxistas-
maoístas, marxistas-juche, etc.) que surgieron en el siglo XX con el objetivo de
establecer una sociedad sin clases sociales, más igualitaria y más próspera, en líneas
generales, fracasaron en su intención de brindar a sus ciudadanos un mayor nivel de
felicidad y desarrollo. No sólo porque sus prácticas económicas pueden haber sido
cuestionables, aún a pesar de sus relativos éxitos en materia social, sino porque sus
modelos políticos pasaron siempre por la dictadura y el totalitarismo. Además, tuvieron
un altísimo costo humano durante y después de la Revolución. La URSS, la China
maoísta, la Cuba de Fidel Castro, la Camboya de los Jemeres Rojos son sólo algunas de
las naciones que vivieron regímenes comunistas y padecieron de pobreza, represión y
genocidio. Estos ejemplos constituyen, para sus detractores, el mayor argumento moral
en contra de la aplicación de los llamados “manuales marxistas”.

ACTIVIDADES

1. Completar el siguiente cuadro con todo lo leído:

Ideas
Qué es Características Críticas
principales
INTERACCIONISMO SIMBÓLICO
No puede considerarse al Interaccionismo Simbólico como una corriente sociológica
homogénea; por el contrario, se despliega en diversas teorías, que comparten cierta
orientación general. Su núcleo inicial estuvo constituido por la teoría de George Herbert
Mead (1863-1931); en menor medida, por las concepciones de Charles Horton Cooley
(1864-1929) y William J. Thomas (1863-1947) (1). El representante del Interaccionismo
Simbólico “clásico” es Herbert Blumer (1900-1987). Posteriormente, surgieron otras
perspectivas, como la de Manford Kuhn (1911-1963), Erving Goffman (1922-1982), y
corrientes afines, como la etnometodología y la fenomenología.

La influencia del pragmatismo sobre


Mead
El pragmatismo constituye “una amplia
perspectiva filosófica”. Mead mostró
atención especial por cuatro aspectos del
pragmatismo: a) La verdadera realidad no
existe “fuera” del mundo real; b) Las
personas recuerdan y basan su
conocimiento del mundo sobre lo que se ha
demostrado útil para ellos; c) Las personas
definen los “objetos” físicos y sociales con
los que tienen relación en el mundo de
acuerdo a su utilidad para ellas; d) si pre-
tendemos entender a los actores, nuestra comprensión debe basarse en lo que hacen en el
mundo.
De los cuatro puntos enumerados se desprenden tres aspectos centrales del Interaccionismo
Simbólico: 1) análisis de la interacción entre el actor y el mundo; 2) concepción del actor y del
mundo como procesos dinámicos, no como estructuras estáticas; 3) la importancia asignada a
la capacidad del actor para interpretar el mundo social.
La obra del filósofo John Dewey (1859-1952) influyó sobre el Interaccionismo Simbólico.
Dewey concebía la mente como un proceso de pensamiento compuesto por una serie de
fases: I) definición de los objetos del mundo social; II) determinación de los posibles modos de
conducta; III) anticipación de las consecuencias de cursos alternativos de acción; IV)
eliminación de posibilidades improbables; V) elección del modo óptimo de acción.
También se hizo sentir el influjo de William James (1842-1910).

David Lewis y Richard Smith identificaron dos corrientes filosóficas que incidieron en el
Interaccionismo Simbólico. De un lado, el pragmatismo nominalista (Dewey y James), que
reconoce la existencia de los macro fenómenos, pero sin que éstos tengan efectos
determinantes sobre la conducta de los individuos: “actores existencialmente libres que
aceptan, rechazan, modifican o, en cualquier caso, definen las normas, los roles, las
creencias, etc., de la comunidad de acuerdo con sus intereses personales y planes del
momento”.
Del otro lado, el realismo filosófico (Mead). Para esta corriente lo importante es la
sociedad y como constituye y controla los procesos mentales de los individuos. El
individuo no es libre, está controlado por el conjunto de la sociedad.
A partir de la distinción anterior, la obra de Mead se ubica en la perspectiva realista; no
concuerda con el nominalismo adoptado por la corriente principal del Interaccionismo
Simbólico. H. H. Blumer, si bien expresó reconocimiento por Mead, es un representante
del nominalismo. Lewis y Smith resumen así las diferencias entre Mead y Blumer:
“Blumer (...) se orientó completamente hacia el interaccionismo psíquico (...) A diferencia
del conductismo social meadiano, el interaccionismo psíquico mantiene que los
significados de los símbolos no son universales y objetivos; antes bien, los significados
son individuales y subjetivos en el sentido de que es el receptor el que ‘asigna’ a los
símbolos de acuerdo con el modo en que los interpreta”.

ACTIVIDADES

1. ¿Por qué se afirma en el texto que el Interaccionismo Simbólico no puede


considerarse como una corriente homogénea de la Sociología?
2. Desarrollar la idea de George Herbert Mead incluyendo los tres aspectos principales
que nombra.
3. ¿Qué conceptos aportaron Dewey, Lewis y Smith a esta corriente sociológica?

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