Capitulo1 9781941538012

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Para vivir la Palabra

Publicado por:
Editorial Nivel Uno, Inc.
3838 Crestwood Circle
Weston, Fl 33331
www.editorialniveluno.com

©2014 Derechos reservados

ISBN: 978-1-941538-01-2

Desarrollo editorial: Grupo Nivel Uno, Inc.

Copyright ©1985 por Max Lucado Publicado en inglés con el título de:
On the Anvil por Tyndale House Publishers, Inc. Wheaton, Illinois
Extractos tomados de «All Ever Have to Be», de Gary Chapman,
© 1980 por Paragon Music Corporation/ASCAP, usado con permiso.

Todos los derechos reservados. Se necesita permiso escrito de los editores, para la reproducción
de porciones del libro, excepto para citas breves en artículos de análisis crítico.

A menos que se indique lo contrario, todos los textos bíblicos han sido tomados
de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional ® NVI ® ©1999 por Bíblica, Inc.©.

Impreso en Colombia

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A mi madre y mi padre,
dos personas que poseen el valor de un gigante
y el corazón de un niño
CON T E N I DO

Reconocimientos.................................... viii
Prólogo................................................ix

INTRODUCCIÓN: La herrería............................................. xiii

PART UNO: La pila de herramientas rotas


1. La pila de herramientas rotas..................... 3
2. Estoy muy cansado.................................... 5
3. ¡No deje que lo lleven!.............................. 7
4. Uvas ácidas............................................... 9
5. La renuncia de Billie................................11
6. Por amor a un desconocido y la falta
de nombre...............................................13
7. Misericordia, no sacrificio........................17
8. ¿Quién es justo?.......................................19
9. ¿Hay esperanza para Leo?.........................23
10. Judas, el hombre que nunca conoció.........25
11. La esperanza que se volvió ignorancia.......27
12. Ojos que nunca ven; oídos que nunca
escuchan..................................................29
13. El vino nuevo es para odres nuevos..........33

PARTE DOS: En el yunque


14. En el yunque...........................................37
15. Hora del yunque......................................39
16. Las huellas de Satanás...............................41
17. Golpe tras golpe.......................................43
18. ¿Quién te empuja el columpio?................47
19. Juan — Almuerzo....................................51
20. Vida desde la tribuna de prensa................55
21. El valor de un vínculo..............................59
22. ¡Ya no hay velo!.......................................63
23. ¿Han visto a Jesús?...................................65
24. Un buen corazón, pero….........................67
25. El excursionista........................................69
26. El día que se me rompió el plato..............73
27. Poniendo tus creencias donde está tu
corazón....................................................75
28. Algún día.................................................77
29. Dios, ¿no te importa?...............................79
30. El hacha sin filo.......................................81
31. El día de San Valentín, 1965......................83
32. Bocas de inspección abiertas y pecado
repentino.................................................85
33. ¿Quién está a cargo aquí?.........................91

PARTE TRES: Un instrumento para honra


34. Un instrumento para honra......................95
35. Hoy voy a marcar una diferencia..............97
36. El túnel de prueba...................................99
37. El movimiento que estaba predestinado
al fracaso................................................103
38. La comunicación es algo más que
palabras..................................................107
39. Amor no negociable..............................111
40. Soltería: ¿error o misión?........................115
41. La lengua venenosa................................119
42. El día de la pregunta. ¡La pregunta!.........121
43. Cinco votos de confianza.......................123
44. Oración de bodas...................................125
45. Sara.......................................................127
46. El rastreador de peces.............................129
47. ¡Vencedores… para siempre!...................133
48. Lograr un movimiento...........................137

CONCLUSIÓN: Emergiendo del yunque


49. Emergiendo del yunque.........................141
R E C O N O C I M I E N TO S

Mi más cariñoso aprecio a:

Doug y Carl
por los tres inolvidables años en la Costa de Oro.

Stanley, Landon y Lynn


por ayudar a que la Palabra se convierta en acción.

Steve y Cheryl
por su inquebrantable lealtad.

Fern, Sue y Laurie.


por poner sus ojos en mi gramática y sus dedos en la
máquina de escribir.

Y, más que nada, a mi compañera de tantos años, Denalyn.


¡Si todos los hombres tuvieran una esposa como tú,
qué dulce sería el mundo!
PRÓLOGO

Es un honor para mí escribir el prólogo de esta nueva edición


de En el yunque. Al recorrer las páginas, vienen a mi memoria
muchos recuerdos sobre los lugares en que me encontraba
cuando fueron escritas. Muchas porciones se compusieron
cuando yo era minis­tro asociado en una iglesia del centro de
Miami, Florida.
Una de mis tareas era escribir un artículo semanal para el
boletín de la iglesia. Muchos ministros le temen a esa tediosa
rutina. Pero yo le fui tomando el gusto a esa responsabilidad.
Como en esa época era soltero, podía quedarme en la oficina
hasta altas horas de la noche, escribiendo y puliendo los escri-
tos. El boletín era pequeño, por lo tanto, mis composiciones
eran breves. Nunca pensé que esos artículos se leyeran fuera
de la iglesia, lo que explica por qué muchas de las ilustracio-
nes son locales.
Sin embargo, los escritos fueron leídos fuera de Miami.
De todas partes del país comencé a recibir cartas de perso-
nas que pedían copias de los artículos. Por primera vez, fui
expuesto al poder del mundo de las letras. Tomé conciencia
de que la pluma puede dirigirse a gente que uno no conoce
en lugares adonde uno no iría y de maneras en que uno no
podría.
Me asombré.
MAX LUCADO

Recibí una carta de Randy Mayeux, un amigo que en


ese entonces vivía en la costa oeste. Me dijo que evaluara la
posibilidad de escribir para publicar. Le agradecí, archivé la
carta, y no le di demasiada cabida a esa idea.
No era porque no estuviese interesado. Simplemente,
no tenía tiempo. Estaba ocupado organizando mi boda y el
traslado a Brasil. ¿De dónde iba a sacar tiempo para volver a
trabajar en los artículos, compilarlos en un libro y enviárselos
a un editor?
¿La respuesta? En Brasil encontré el tiempo. Cuando
Denalyn y yo nos mudamos a Río de Janeiro en 1983, dedi-
cábamos varias horas al día para estudiar el idioma. Por las
noches, lo último que quería hacer era hablar en portugués.
Deseaba hacer algo en inglés.
Fue entonces que me acordé de los artículos. ¿Qué tenía
que perder? Dediqué unas cuantas semanas a organizar el
manuscrito. Sin conocer a ningún editor, fui a la biblioteca y
tomé las direcciones de quince diferentes casas de publicacio-
nes y les envié las copias. Seis me las devolvieron sin abrirlas.
Seis las abrieron, pero dijeron no, gracias. Tres manifesta-
ron interés y una de esas tres, Tyndale House, me envió un
contrato. Estaba atónito. Siempre le estaré agradecido al Dr.
Wendell Hawley y la familia de Tyndale House por arries-
garse con la publica­ción de mi primer libro.
Eso fue hace treinta años atrás. Fue con anterioridad a los
bien conocidos esfuer­zos, como 3:16 los números de la esperan-
za, Enfrente a sus gigantes y Con razón lo llaman el Salvador. Es
el único libro que escribí siendo soltero. Es más, es el único
libro que he escrito antes de tener hijos. Si mal no recuerdo,

zX z
SOBRE EL YUNQUE

recibí el contrato el mismo día que Denalyn recibió la noticia


de que estaba embarazada de nuestro primer hijo.
En el yunque también es el único de mis libros que mi
padre vio. Murió al poco tiempo de su publicación.
Nunca soñé con ser escritor. Jamás. Las palabras del libro
no son las de un inspirado hombre de letras. Al leer, o releer,
En el yunque, usted está leyendo los pensamientos de un joven
misionero escritos con toda el alma. El estilo no es tan bue-
no como hubiese podido ser. Algunos escritos son concisos,
otros demasiado redundantes, pero es mi primer libro y ocu-
pa un lugar especial en mi corazón. Y, aunque pudiera, no le
cambiaría una sola palabra.
Gracias nuevamente Tyndale por correr el riesgo.
Gracias Dr. Wendell Hawley y Mark Carpenter por ver el
potencial. Y gracias a usted, lector, por tomar en sus manos
esta edición especial de En el yunque.
MAX LUCADO

z XI z
I N T RO D U C C I Ó N
LA HERRERÍA

En la herrería existen tres tipos de herramientas. Las herra-


mientas que están en la pila de chatarra:
obsoletas,
rotas,
inactivas
y oxidadas.

Estas son las que están en un rincón, cubiertas de telarañas,


inservibles para su dueño, inútiles para su función.

Las herramientas que están en el yunque:


fundidas,
derretidas,
moldeables,
intercambiables.

Estas son las que yacen en el yunque, siendo dúctiles en las


manos del herrero, aceptando su función.

Las herramientas que son de utilidad:


MAX LUCADO

filosas,
fundamentales,
precisas,
adaptables.

Estas están listas en la caja de herramientas del herrero. dis-


ponibles para que él las use, cumpliendo así con su función.

Algunas personas son inservibles:


vidas deshechas,
talentos desperdiciados,
sueños derrumbados,
pasiones apagadas.

Estas son echadas a un lado como chatarra, necesitando deses-


peradamente ser reparadas, no tienen sen­tido ni propósito.

Otras están en el yunque:


con corazones dispuestos,
hambrientas por cambiar,
con heridas cicatrizadas
y una clara visión.

Reciben gustosas el doloroso golpe del martillo del herrero,


deseosas de ser reconstruidas, rogando poder cumplir con su
misión.

Otras están en las manos del Maestro:


bien asentadas,

z XIV z
SOBRE EL YUNQUE

firmes,
pulidas,
productivas.

Ellas responden al brazo de su Maestro, no piden nada, rin-


den todo.

De alguna manera, todos estamos en la herrería. Ya sea que


nos encontremos en la pila de chatarra, en las manos del
Maestro en el yunque o en la caja de herramien­tas. (Algunos
de nosotros hemos pasado por las tres.)
En esta colección de escritos, daremos un paseo por la
«herrería». Examinaremos todas las herramientas y mirare-
mos en todos los rincones, desde los estantes hasta el banco
de trabajo, desde el agua hasta el fuego…
Estoy seguro de que en algún lugar se encontrará a sí
mismo.
Descubriremos lo que Pablo quiso decir en cuanto a la
honra al declarar que seremos «instrumentos útiles para toda
buena obra». ¡Y qué honra! La pila de chatarra, el yunque
para moldear y las manos del Maestro son al mismo tiempo
un placentero y doloroso viaje.
Y usted que realiza la travesía, que abandona la pila para
entrar al fuego, dispuesto a ser golpeado en el yunque de Dios
buscando con tenacidad su propio propósito, anímese, porque
le espera el privilegio de ser llamado «instru­mento escogido
por Dios».

z XV z
PA RT E U N O
L A PI L A DE
H E R R A M I E N TA S
R OTA S
Capítulo 1
LA PILA DE
H E R R A M I E N TA S
ROTA S

Para encontrarme hay que mirar en un rincón


de la herraría, aquí,
más allá de las telarañas,
debajo del polvo,
en la oscuridad.

Hay grandes cantidades de nosotras:


manijas rotas,
hojas sin filo,
hierro resquebrajado.

Algunas de nosotras fuimos útiles en un momento, pero


luego… y muchas de nosotras nunca lo fuimos.

Pero, escuche, no se sienta apenado por mí,


MAX LUCADO

La vida no es tan mala en esta pila…


no hay que trabajar
no hay yunque,
no hay dolor,
no hay roces agudos.
Y, más aún, los días son muy largos.

¿Está usted viviendo en quebranto también?

¿Piensa que Dios podría estar llamándole? ¿Qué se requeriría de


usted en ese caso?

z4 z
Capítulo 2
E S TOY M U Y
CA N S A D O

Se recordará como el más detestable caso de persona desa-


parecida.
En agosto de 1930, José Crater, de cuarenta y cinco años,
se despidió de sus amigos después de haber comido juntos en
un restaurante de Nueva York, tomó un taxi y se fue. Jamás
se le volvió a ver ni se escuchó nada más de él.
Después de cincuenta años de investigación se han bara-
jado muchas teorías, pero no se ha llegado a ninguna con-
clusión. Debido a que Crater era un renombrado juez del
tribunal supremo de Nueva York, muchos sospecharon que lo
habrían matado, pero nunca se halló una pista sólida. Se pre-
sentaron otras opiniones: secues­tro, conexiones con la mafia
y hasta el suicidio.
Una investigación en su departamento reveló una sola
pista. Había una anotación adjunta a un cheque, ambos deja-
dos a su esposa. El cheque era por una considerable suma, y la
nota decía sencillamente: «Estoy muy cansado. Te amo. Joe».
MAX LUCADO

La nota podía haber sido nada más que el sentir de un


arduo día de trabajo. O podría significar algo mucho más
profundo, como el epitafio de un hombre desesperado.
El cansancio es desagradable. No me refiero al cansan-
cio físico que resulta de pasar la guadaña por el cés­ped, o
al cansancio mental producto de un día difícil en el que se
tomaron decisiones y hubo gran concentración mental. No,
el cansancio que se apoderó del juez Crater es mucho peor.
Es el cansancio que aparece justo antes de que la persona se
dé por vencida. Es ese sentimiento de honesta desesperación.
Es el padre desanimado, el hijo abandonado o el retirado que
tiene demasiado tiempo por delante. Es esa etapa en la vida
cuando desaparece la motivación: los hijos crecen, se pierde
el empleo, muere la esposa. El resultado es cansancio… un
profundo, solitario y frustrado cansancio.
Solamente hubo un hombre en la historia que dijo tener
la respuesta. Él se para delante de todos los José Crater del
mundo y les hace la misma promesa:
«Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y
yo os haré descansar» (Mateo 11:28).

¿Ha sentido verdadero agotamiento? ¿Qué hace cuando lo


siente?

¿Alguna vez conoció el reposo que ofrece Cristo? Si no es así,


¿por qué no lo ha conocido?

¿Cómo hace para entrar en el reposo de Cristo?

z6 z
Capítulo 3
¡ N O D E J E QU E
LO LLEVEN!
Pedro le seguía de lejos.
LUCAS 22:54

Pedro era sagaz.


Se mantuvo a distancia de Jesús.
«Me mantendré lo suficientemente cerca como para
verlo», razonó Pedro.
«Pero no tan cerca como para que me agarre».

Bien pensado, Pedro.


No te involucres tanto, te puede doler.
No seas tan leal, te puede quedar la marca.
No demuestres mucha preocupación, también pueden
crucificarte.

Necesitamos más hombres como tú, Pedro.


Hombres que mantengan la religión en su lugar.
Hombres que no agiten el agua.
Hombres que apesten a mediocridad.
MAX LUCADO

Esa es la clase de hombres que Dios quiere, sí señor.


Uno que sepa mantener la distancia:
«Ahora, pagaré mis obligaciones y vendré una vez por
semana,
pero… bueno… usted sabe, puede ser que sea llevado».

Sí, puede ser que sea llevado…


a la cima de un monte
a la cruz…
y a morir.

Pedro aprendió una lección ese día, una dura lección.


Es mejor no haber seguido nunca a Jesús que, después
de haberlo seguido, negarlo.

Grábese estas palabras:


Sígalo a distancia y negará al Maestro. Punto.
Usted no podrá morir por un hombre a quien no puede
tocar. Punto.
Pero, quédese a su lado, en su sombra…
y morirá con él gozoso.

¿Alguna vez «se dejó llevar» por Jesús?

¿Qué es lo que le mantiene a la distancia? ¿Qué tendría que


entregarle a Dios?

z8 z

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