Consentimiento Varela
Consentimiento Varela
Consentimiento Varela
Cecilia Varela
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Instituto de Ciencias Antropológicas
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Argentina
[email protected]
Recibido: 13/09/2022
Aceptado: 01/05/2023
Resumen
A partir de los años sesenta los movimientos feministas y homosexuales pelearon por el
reconocimiento de la capacidad de las personas para comprometerse en la actividad sexual que
decidieran y/o desearan, logrando reemplazar en las democracias occidentales el estándar
reproductivo por el consentimiento como regulador de la frontera entre “el sexo bueno” y “el
sexo malo”. Nos proponemos explorar los contornos que asume esta cuestión en la
contemporaneidad, reconociendo que este período, al tiempo que propicia nuevas libertades
sexuales también desata renovadas ansiedades en torno a los límites de una sexualidad aceptable.
Así, revisamos los debates en torno al consentimiento que han tenido lugar en dos contextos de
disímiles tradiciones socioculturales (Francia y Estado Unidos) donde se han explorado, definido
y discutido intensamente —cada una a su modo— sus sinuosos bordes y límites. En el contexto
local, el caso Lucia Pérez escenifica algunos aspectos de estas discusiones sobre la “buena
sexualidad”. En este sentido, exploramos algunas declaraciones y expresiones públicas que se
dieron en ocasión del caso como una plataforma de definiciones sociales sobre el consentimiento
sexual.
Pasado Abierto. Revista del CEHis. Nº 17. Mar del Plata. Enero-junio 2023
ISSN Nº2451-6961. http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto
Between feminist mobilization and the administration of justice: the contours of
sexual consent under debate
Abstract
From the sixties, feminist and homosexual movements fought for the recognition of people's
ability to engage in the sexual activity of their choice and/or desire, replacing the reproductive
standard —in western democracies— with consent as the regulator of the boundary between
“good sex” and “bad sex”. We propose to explore the contours that this question assumes in
contemporary times, recognizing that this period, while fostering new sexual freedoms, also
unleashes renewed anxieties about the limits of acceptable sexuality. Thus, we review the debates
around consent that have taken place in two contexts of dissimilar socio-cultural traditions (France
and the United States) where its sinuous edges and limits have been intensely explored, defined
and discussed —each in its own way—. In the local context the Lucía Pérez illustrates some
aspects of these discussions on “good sexuality”. We explore some public statements and
expressions that were made on the occasion of the case in our context as a platform for social
definitions of sexual consent.
Introducción
El 10 de octubre del año 2016 la noticia de la muerte de una joven en una ciudad balnearia
de la provincia de Buenos Aires saltó a la prensa nacional tras las declaraciones de la
fiscal a cargo de la instrucción. La Dra. María Isabel Sánchez en una improvisada
conferencia de prensa atribuyó esa muerte a una “agresión sexual inhumana.” Sostuvo
que la joven había sufrido un paro cardíaco luego de una violación y a causa del extremo
dolor desatado por una penetración anal con un objeto romo. Desestimó, así, la versión
de los primeros momentos que vinculaba su deceso a una sobredosis de drogas. Esta
primera versión es la que sostuvieron (y lo hacen hasta el día de la fecha) los imputados
como responsables de los hechos en el primer juicio que los investigó bajo la hipótesis de
abuso sexual y femicidio.
Las palabras de la fiscal se tradujeron en los medios nacionales (gráficos y
televisivos) como una muerte por “empalamiento” en un contexto sexual. Imágenes e
interpretaciones que desbordaron y sacudieron las redes sociales en pocas horas. La foto
de la joven, Lucía Pérez, a sus 16 años de edad, se convirtió en la expresión de una
indignación creciente que atravesó el país.
Este estado de conmoción social se produjo pocos días después del multitudinario
Encuentro Nacional de Mujeres en la ciudad de Rosario, el primero luego de las masivas
movilizaciones del 2015. Desde aquellas manifestaciones del 2015 en repudio por otros
1
Este trabajo fue realizado a través del apoyo del FONCyT PICT 2020- 4431 “El paradigma de la violencia
de género: saberes, experiencias”. Agradecemos la lectura y comentarios que hicieron del borrador de este
texto Vir Cano, Marisa Tarantino y Martin Tornay, sus miradas enriquecieron el manuscrito.
2
María Eugenia Vidal recibió a los padres de Lucía Pérez. (15 de octubre de 2016). Infobae. Recuperado
de https://www.infobae.com/politica/2016/10/14/maria-eugenia-vidal-recibio-los-padres-lucia-perez/.
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La carta de Cristina en la que recuerda a Lucía Pérez. (18 de octubre de 2016). La Capital. Mar del Plata.
Recuperado de https://www.lacapitalmdp.com/la-carta-de-cristina-en-la-que-recuerda-a-lucia-perez/.
Consultado: 20/07/2022.
3
Como consta en la sentencia del Tribunal en lo Criminal Nro.1 de la ciudad de Mar del Plata, al llegar a
la instancia final de alegatos, la fiscalía desistió de la acusación al tercer imputado, Alejandro Maciel, por
todos los delitos. Maciel había sido acusado en primer lugar por colaborar con el encubrimiento del hecho
lavando el cuerpo de Lucía. La hipótesis del lavado del cuerpo surgió de la autopsia preliminar en la que la
misma médica que afirmó la muerte por dolor extremo, sostuvo que el cuerpo “no tenía olor a sexo”. En la
autopsia definitiva con un ateneo de médicos forenses en la ciudad de La Plata quedaron descartadas
aquellas dos ideas.
4
Al calor del repudio y las movilizaciones en torno al caso, en agosto de 2020 el Tribunal de Casación
bonaerense dispuso la nulidad del primer juicio y ordenó la realización de uno nuevo. El Tribunal Oral en
lo Criminal (TOC) N°2 de Mar del Plata confirmó que el segundo juicio se realizará la primera semana de
febrero de 2023.
Pese a que la fiscal de instrucción fue desplazada del caso por sus declaraciones
imprudentes en los medios de comunicación, la imagen del empalamiento nunca pudo ser
desplazada y sobrevivió junto a otros relatos iniciales como el de la violación grupal. Para
las organizaciones feministas se reeditó la percepción de un nuevo escenario de
impunidad y en los medios de comunicación se revivió un conocido escepticismo en torno
al poder judicial.5 Otro plano de la discusión lo dieron agrupaciones y abogadas
feministas quienes cuestionaron el uso de la historia sexual de la víctima en los
fundamentos de la sentencia de primera instancia, donde las experiencias sexuales previas
de Lucia habían sido invocadas para desestimar la condición de vulnerabilidad y la
incapacidad de autodeterminación que sostenía la fiscalía.6 En ese camino parecía
volverse sobre ciertos vicios del sistema judicial al traer a colación la reputación sexual
de la víctima para subestimar las denuncias (Di Corleto, 2006).7
5
Nadie es culpable del femicidio de Lucía Pérez. (26 de noviembre de 2018). Latfem. Recuperado de
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de https://www.pagina12.com.ar/158104-sin-justicia-para-lucia-perez . Consultado: 20/07/2022.
También las redes sociales fueron medio para expresar repudio y descrédito al fallo judicial. Distintas
referentas del feminismo (organizado, institucional, del espectáculo y académico) se manifestaron por
Twitter y Facebook en esos días de conocimiento del fallo. También se impulsó una campaña por twitter
por la que se invitaba a las personas a postear el siguiente texto: “Me llamo Lucía Perez Montero. En el
2016 fui drogada, violada, empalada y asesinada. Hoy la (no)justicia absolvió a los 3 acusados por mi
femicidio. Lo contamos nosotras, porque Lucía no puede hacerlo.” En esta campaña de redes participaron
incontable cantidad de personas anónimas, pero también organizaciones sociales, figuras del feminismo y
del espectáculo.
6
Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales – INECIP (2018), Amicus Curiae ante
el Tribunal de Casación de la Provincia de Buenos Aires en la Causa “FARIAS Matías Gabriel, MACIEL,
Alejandro Alberto y OFFIDANI Juan Pablo s/ Recurso de Casación”; Centro de Estudios para el desarrollo
y la Integración regional; CEDIR (2018). La necesidad de humanizar la justicia por todas las Lucía.
Recuperado de http://cedirestudios.com.ar/?p=763. Consultado: Consultado: 20/07/2022; Arduino, Ileana
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www.revistaanfibia.com/imposible-violar-a-una-mujer-tan-viociosa. Consultado: 10/09/2022.
7
Estas otras críticas de carácter técnico-políticas a la confección de la sentencia tomaron la forma de un
pedido de enjuiciamiento a los jueces del caso. El Jury comenzó en noviembre de 2021, tres años después
del pronunciamiento de la sentencia, y el mismo aún está en curso. Ver: Blanco, Patricia. (23 de noviembre
de 2021). Suspensión y jury para los jueces que absolvieron a los acusados del femicidio de Lucía Pérez.
Infobae. Recuperado de https://www.infobae.com/sociedad/policiales/2021/11/23/suspension-y-jury-para-
los-jueces-que-absolvieron-a-los-acusados-del-femicidio-de-lucia-perez/. Consultado: 20/07/2022; Caso
Lucía Pérez: suspendieron y enjuiciarán a los jueces que absolvieron a los acusados. (23 de noviembre de
2021). Télam. Recuperado de https://www.telam.com.ar/notas/202111/575674-femicidio-lucia-perez-
que propicia nuevas libertades sexuales también desata renovadas ansiedades en torno a
los límites de una sexualidad aceptable (Gregorí, 2014). En el siguiente apartado
revisamos los debates en torno al consentimiento que han tenido lugar en dos contextos
de disímiles tradiciones sociocuturales, donde se han explorado, definido y discutido
intensamente —cada una a su modo— los sinuosos bordes y límites del asunto. En el
último apartado, exploramos algunas declaraciones y expresiones públicas que se dieron
en ocasión del caso Lucía como una plataforma de definiciones sociales sobre el
consentimiento sexual. Para esta exploración utilizamos tanto los fundamentos de la
sentencia judicial, como crónicas periodísticas del caso, comunicados de organizaciones
de abogadas feministas y amicus curiae ante el tribunal, notas de opinión en publicaciones
feministas y otros medios masivos de comunicación.
10
Entre esos momentos se podrían mencionar, por ejemplo, el debate parlamentario de 1999 sobre los
delitos contra la integridad sexual donde específicamente se buscó proteger la capacidad de
autodeterminación en el ejercicio del trabajo sexual, y los debates producidos sobre el consentimiento en
el marco de la importación de políticas antitrata que bajo el influjo de los feminismos del norte anularon
cualquier capacidad de consentimiento (Varela y Morcillo, 2017). Asimismo, testimonios y publicaciones
(como el libro de Miriam Lewin y Olga Wornat Putas y guerrilleras de 2014) revisitaron las relaciones que
mujeres detenidas mantuvieron con sus represores durante la última dictadura bajo una nueva óptica
feminista que repensaba las posibilidades del consentimiento sexual en esos contextos.
En 1978 en el contexto un proyecto de reforma del Código Penal francés, una larga lista
de intelectuales, entre los/as que figuraban Michel Foucault, Jean-Paul Sartre, Jacques
Derrida, Louis Althusser, Roland Barthes, Simone de Beauvoir, Gilles Deleuze,
Françoise Dolto, firmaron una carta dirigida al parlamento como una petición de
derogación de algunos artículos de la ley sobre la edad del consentimiento y la
despenalización de las relaciones consensuales entre adultos y menores de edad,
denunciado el sometimiento que producía la ley a través de la condición autoritaria y
arbitraria de la misma.
La carta era una tardía expresión de un complejo movimiento iniciado al calor del
Mayo del 68, en el que participaron actores diversos con agendas que poseían, al mismo
tiempo, puntos de contacto y tensiones. Se trató de un tiempo de creciente radicalización
e innovación política que tuvo entre sus protagonistas a las juventudes, a las mujeres, a
los homosexuales y a lxs militantes de las izquierdas de perspectivas heterodoxas. Estos
movimientos se afirmaban en críticas que desbordaban el eje de la opresión capital -
trabajo y ponían en cuestión un amplio espectro de instituciones consideradas opresivas,
como la familia, la escuela y las instituciones médicas. En estos cuestionamientos la
sexualidad tuvo un lugar central. De hecho, “liberalizar la sexualidad” fue un mandato
que acompañó consignas tan importantes y trascendidas como “la imaginación al poder”
o “prohibido prohibir”, que se enlazaba con la concepción brindada por el psicoanálisis
en torno al carácter sexual de la experiencia humana y en particular de la sexualidad
infantil.
Entorno a la libertad sexual como valor se organizan tanto los movimientos
homosexuales revolucionarios (Le Front homosexuel d’action révolutionnaire, por
ejemplo) como movimientos de jóvenes homosexuales (Front de Libération de la
jeunesse) que reclamaban una modificación de la edad del consentimiento sexual, que
siguiendo una legislación del año 1945, la ubicaba en un doble estándar: 15 años para las
relaciones heterosexuales, pero 21 para las relaciones homosexuales. En definitiva,
jóvenes y homosexuales contestaban los límites de su libertad sexual impuestos por las
instituciones (Berard, 2014).
Durante el gobierno de Valéry Giscard d'Estaing se modificó la mayoría de edad
estableciéndola a los 18 años. Si bien ello impactaba en la edad de consentimiento sexual
para las relaciones homosexuales, el doble estándar se reducía, pero se mantenía en el
contexto de un gobierno que había otorgado el divorcio por mutuo acuerdo y la
legalización del aborto. En este escenario los intelectuales franceses firmaron la carta
arriba mencionada como un modo de exigir la eliminación de una discriminación hacia
los homosexuales y hacia los jóvenes. En una famosa entrevista radial que dio Foucault
—junto con Guy Hocquenghem y Jean Danet en 1978—, él sostenía que es necesario dar
credibilidad a la palabra del niño, imaginando que una escucha “atenta y empática” haría
posible discernir entre “el régimen de violencia o consentimiento al que fue sometido”
(Foucault en Fassin, 2008:166). Finalmente, en 1982 la nueva legislación admitió una
misma edad (los 15 años) para el consentimiento sexual, sin importar la práctica sexual.
Por debajo de esa edad, las relaciones sexuales serían consideradas como una infracción
sexual punible.
En la era post #MeToo, la cuestión de la edad del consentimiento se reactivó con
la publicación de dos libros, La familia grande (2021) de Camille Kouchner y El
consentimiento (2020) de Vanessa Springora, en donde se testimonian y denuncian
relaciones sexuales del pasado sostenidas por adultos (en algunos casos familiares) con
menores de edad. Estos testimonios conmocionaron a la opinión pública porque
involucraban a personajes, justamente, de la intelectualidad francesa. En este nuevo
contexto se revisaron los viejos debates y posicionamientos sostenidos por la
intelectualidad de los años setenta (Castro, 2021). Michel Foucault fue acusado por Guy
En el otro lado del atlántico, apenas unos años después (más concretamente en 1980),
Linda Boreman, quien había protagonizado el largometraje reconocido como el fundador
de la pornografía moderna, Garganta Profunda, se presentó junto a prominentes
feministas en una conferencia de prensa para denunciar los hechos de violencia que había
padecido al filmar esa película. Se trata de uno de los momentos cúlmines en el desarrollo
del movimiento anti pornografía en Estados Unidos, que más tarde desembocará en la
promulgación de ordenanzas contra la pornografía en algunas ciudades y una
investigación ordenada por el presidente Ronald Reagan en torno a los efectos de está
naciente industria (Meese report, publicado en 1986).
En el contexto de expansión del capitalismo y de la industria cultural
norteamericana, el desencanto respecto de las promesas de la revolución sexual de los
años 60 y la conciencia creciente en grupos feministas en torno a la violencia contra las
mujeres movilizaron a sectores feministas a la denuncia pública. Inicialmente liderados
por grupos que protestaban ante la representación sexista y la cosificación de las mujeres
11
Lo que resulta interesante de los testimonios de Camille y de Vanessa es que se trata de denuncias por
abuso y violación en el seno de las relaciones familiares, una de las instituciones que los firmantes de la
carta de 1978 denunciaban como problemática para el desarrollo sexual de los infantes.
12
En este sentido recupera la historia de Samantha Geimer quien a sus 13 años fue drogada y violada por
el director de cine Roman Polanski. Geimer publica su libro The Girl en 2013 en donde arremete contra los
medios de comunicación, el juez del caso y la lógica de espectacularización con la cual fue tratado todo el
asunto. Ella sostiene finalmente que todo ello la impactó más negativamente que la violación por sí misma,
en tanto y en cuanto terminaba por expropiarla de su propia experiencia.
uno de los nuevos peligros ahora viene representado por aquellos que tienen deseos hacia
sujetos cuyo consentimiento no se puede presumir, es decir, aquellos seres considerados
con incapacidad para desarrollar un correcto discernimiento son identificados como
“vulnerables” (trabajadoras sexuales, mujeres, jóvenes) y, por ende, resultarán objeto de
políticas de protección.
En un texto reciente que revisa las discusiones en Francia en torno al consentimiento, Eric
Fassin (2008) encuentra que paradójicamente los argumentos de Foucault parecieran
cimentarse en posiciones contractualistas que desdibujan las relaciones de poder, tras las
cuales podrían encontrarse sujetos en relaciones de desigualdad. Al defender la
competencia del niño de consentir frente a las instituciones que pretenden tutelarlo, el
teórico del poder parecía haber eludido y deflacionado el poder en su dimensión
constitutiva de los vínculos sociales. Claramente el argumento de Foucault tiene que
leerse como una intervención política en contexto, donde estratégicamente ponía en
suspenso algunos de sus postulados teóricos.
En el marco de un ejercicio comparativo entre los debates sobre consentimiento,
podríamos sostener que Foucault representando posiciones libertarias de un tiempo de
revoluciones, con miras a resguardar la sexualidad del ejercicio de la ley, terminaba por
generar una estratégica escisión entre sexualidad y poder. Mientras que desde el otro lado
del Atlántico, Mackinnon, unos años después, con una lengua de denuncia feminista y en
el prometedor despliegue del marco de los derechos humanos, fundía poder y sexualidad
en un sentido único, donde la sexualidad para las mujeres siempre era ocasión para el
ejercicio del poder y dominio masculino.13 La estrategia de Mackinnon era hacer del
lenguaje de la denuncia de las opresiones una ocasión para la expansión de la lengua
liberal del derecho, haciendo de la sexualidad no sólo un espacio politizable sino también
legislable.
13
Bajo la óptica de Wendy Brown (1995) la subsunción del ámbito de lo sexual al poder que formuló
Mackinnon no consiguió extenderse por efecto de sus aciertos analíticos sino especialmente por su eficacia
retórica, es decir, por la capacidad de interpelación a través de una explicación sencilla que reinstala un
dualismo (de varones y mujeres; de dominantes y dominados, de victimarios y víctimas), en el marco de
un mundo cada vez más complejo, de relaciones inestables que solo formalmente pueden ser estabilizadas
en categorías estáticas.
Desde los años 80, pero especialmente desde la Conferencia de Viena de Naciones
Unidas en 1993, donde se reconocen los derechos de las mujeres como derechos humanos,
los feminismos han tendido a hacer proliferar esa lengua legal continuando el camino
iniciado por Mackinnon.14 En el marco de este nuevo régimen jurídico de la sexualidad
(Carrara, 2015) en los últimos años asistimos a una explosión del lenguaje del
consentimiento, consagrado ya definitivamente como el parámetro del “sexo bueno”
pero enmarcado en la gramática de los derechos humanos. Fassin sostiene que a través
del lenguaje del consentimiento se juega una partida decisiva en lo que refiere a la
politización de las convenciones sexuales y de género, hasta hace poco tiempo
consideradas como naturales o del orden de las costumbres.
El lenguaje del consentimiento se expandió, así, arrastrando una tensión
fundamental: por un lado, la necesidad de afirmar el consentimiento como índice del
sujeto, de su capacidad de autodeterminación, y, por otro lado, la sospecha en torno a la
capacidad de (¿algunos?) sujetos de brindar de manera lúcida aquel consentimiento. La
noción de vulnerabilidad,15 al combinar una pretensión sociológica, una sensibilidad
psicológica y la legitimidad de la lengua legal, se convierte en la (contra)figura en la que
se proyectan los temores y ansiedades en torno a los límites de un legítimo
consentimiento sexual.
Gayol y Kessler (2018) sostienen que en la historia política argentina las “muertes que
importan” han sido centrales para construir demandas sociales y delimitar
responsabilidades tanto de lxs ciudadanxs como del Estado. Lxs autores distinguen fases
de la historia reciente donde han tomado centralidad distintos tipos de muertes (los casos
de gatillo fácil de los años 80, los muertos del poder y los casos de muertes por
inseguridad de los años 90, los muertos de la crisis de los 2000, entre otros). En cada una
14
Mackinnon, como ya dijimos, expresa una posición extrema de la discusión feminista, pero en otro
sentido sus argumentos despliegan al máximo la demanda feminista transversal al movimiento de la
segunda ola: “lo personal es político”. Este lema reclamaba producir un cuestionamiento político de las
relaciones en general y de las relaciones interpersonales en particular.
15
Esta noción que surgió originalmente para tomar en consideración las situaciones de subalternidad y
atender a los límites de la igualdad jurídica formal es referenciada en nuestro contexto en las Reglas de
Brasilia sobre el acceso a la justicia. Para ver alguno de los límites de esta noción incluso desde una
perspectiva jurídica puede verse Castilho (2013) y una excelente revisión sobre el interjuego de las nociones
de consentimiento y vulnerabilidad en el debate sobre la trata de personas y el abuso sexual infantil se
encuentra en Lowenkron (2015).
de estas fases las muertes devienen casos a partir de un encuadre ligado a la coyuntura
social y política y a los actores movilizados. Es decir, las “muertes que importan” resultan
de una intelección específica de los eventos en la que quedan expresados los malestares
de un tiempo. El caso Lucía manifiesta, sin dudas, uno de los malestares mayores de
nuestro tiempo, vinculado a la demanda de una revisión de las convenciones de género y
de sexualidad, donde representaciones de la violencia extrema funciona de marco (de
urgencia) para esa revisión.
En la contemplación de la complejidad de los elementos que hacen a la muerte de
Lucia, podríamos pensar que en otro tiempo hipotético ella podría haber sido una “muerte
que importa” por otras causas, como el consumo de sustancias ilegalizadas. En los años
90 María Soledad Morales no fue un caso de femicidio (aunque hoy hubiera reunido los
elementos para ello), sino un caso de “las muertes del poder” porque en su tiempo esas
eran las coordenadas de los malestares. En otras palabras, las razones que se atribuyeron
a la muerte de Lucía podrían haber sido otras. Pero este argumento es contrafactual. Lucía
fue “el caso de femicidio” más trascendido del último calor feminista, que tomó la figura
del consentimiento y, su envés, la vulnerabilidad, como medios para la politización del
caso y a través de él a las convenciones de sexo-género. Para graficar su centralidad
citamos en extenso una crónica de la movilización realizada por una de las referentas del
movimiento feminista local.
16
Citamos en extenso un fragmento de la sentencia en torno al peritaje y los distintos campos semánticos
(el médico y el judicial) en los que puede tomar sentido el término “lesiones”: “Lo que se ha probado
respecto del encuentro entre Farías y Lucía surge de la esclarecedora reunión de peritos médicos, cuya
conclusión resultó unánime (...). La DRA. GABRIELA TINTO, perito médica forense, señaló respecto de
las lesiones anales en hora 5 y 6 que ‘la literatura las toma como penetración con fuerza sin ningún tipo de
consideración delictiva... hay lesiones antiguas, ninguna actual, hay equimosis, pero no como excoriación,
el mecanismo es roce o fricción’. Aclaró que en casos de resistencia quedan lesiones que habitualmente son
sangrantes, pero que en el cuerpo de Lucía no se vieron y que ningún lavado hubiese evitado la continuidad
del sangrado o de la hemorragia. Descartó por completo un empalamiento ya que no fueron detectados
desgarros ni lesiones internas ni intestinales. Afirmó, Tinto: ‘acá no hay causal de muerte por
empalamiento, no hay lesión, no hay hemorragia, nada que indique empalamiento’. (...) En torno a [las]
lesiones (no recientes) explicó: ‘no es cierto que en relaciones consentidas no haya lesiones, puede haber
equimosis o lesiones, no es una cuestión del perito hablar de voluntad y consentimiento, no es una cuestión
forense, en las relaciones consentidas puede haber lesiones’”. (Tribunal en lo Criminal 1, Mar del Plata,
Causa 4974).
sexual y, por otro, en consideración de las conversaciones privadas del Lucía con sus
amigxs, por las cuales se podía entender que ella tenía una vida sexual activa que incluía
encuentros con personas mayores de edad. El artículo recuperaba los alegatos de la
fiscalía y de la querella que sostuvieron la existencia de una relación de poder y
dominación entre Lucía y Matías que habría impedido el libre consentimiento. Pero,
discute la nota, los jueces entendieron que la asimetría de género que se produce
generalmente entre varones y mujeres no estaba presente en este caso, y que, por otra
parte, la diferencia de edad (ella 16 y él 23) no era significativa para pensar en una
inequidad marcada en términos etarios. Desde las voces feministas que se recuperaban
para contestar la perspectiva de los jueces, se sostenía que la dominación tiene carácter
estructural y no necesariamente deja huellas físicas.
El repudio al fallo que movilizaron activistas locales alcanzó espacios
supranacionales. En una nota publicada en el diario nacional Página 12, Mariana
Carabajal informó que el comité de Expertas del Mecanismo de Seguimiento de la
Convención de Belém do Pará (Mesecvi) había enviado una carta a la Corte Suprema de
la Nación, en la que expresó su preocupación por la sentencia. La abogada rosarina,
Susana Chiarotti, representante de Argentina del Comité dijo ante la periodista:
17
El fiscal en sus alegatos procuró sostener que el descubrimiento en la computadora de Offidani de
consumo de sitios pornográficos constituía evidencia de ser una persona que “cosificaba” a las mujeres y
por lo tanto habría abusado (o al menos intentado) de Lucía.
19
Racak, Carolina; Malacalza, Laurana y Caravelos, Sofía (17 de noviembre de 2018). Lucía Pérez: el
femicidio en clave judicial. Latfem. Recuperado de https://latfem.org/lucia-perez-femicidio-clave-judicial/.
Consultado: 20/07/2022.
20
En la instancia judicial también se argumentó sobre su vulnerabilidad a partir de considerar su condición
de consumidora de estupefacientes. Este argumento no estuvo presente en el debate público, pero en el
juicio tuvo el mismo peso que la edad y su género como mujer.
A modo de cierre
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