El Caracazo Golpe de Muerte Al Puntofijismo

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PRESENTACIÓN

5 El Caracazo: golpe de muerte al puntofijismo

Carlos Andrés Pérez junto al presidente de los EE.UU., George Bush.

Esta histórica y contundente protesta contra el gobierno de Carlos


Andrés Pérez (CAP), y su “paquete” fondomonetarista, expresó la ra-
bia y el hastío del pueblo explotado contra la pobreza, el hambre y
las precarias condiciones de vida a que estaba sometido, mientras la
corrupción de los gobernantes era ya pública y notoria, en un país
plagado de enormes desigualdades sociales. Fue una explosión de
profundo malestar social de los de abajo con la vida que llevaban
bajo un capitalismo dependiente en crisis, que para sostenerse de-
jaba caer en picada el nivel de vida del pueblo y conducía a millones
6 El Caracazo: golpe de muerte al puntofijismo

a la miseria.

El país padecía el enorme peso de la deuda externa y la crisis econó-


mica interna, y para cumplir con los pagos de la deuda, Carlos Andrés
iniciaba su segundo mandato (había gobernado ya entre 1974 y 1979)
con la firma de ese mecanismo perverso de dominación imperialis-
ta que se extendió como una plaga por América Latina en los ‘80 y
‘90, una “Carta de Intención” con el Fondo Monetario Internacio-
nal (FMI), comprometiéndose a medidas de ajuste a cambio de un
préstamo (es decir, ¡más endeudamiento!). De manera que a pocos
días de asumir la presidencia anuncia, el 16 de febrero, el paquete
de medidas pactado con el FMI: devaluación del bolívar (liberación
del control de cambio), reducción del déficit fiscal, que implicaba au-
mento de las tarifas de los servicios públicos (agua, luz, teléfono y
transporte), duplicación del precio de la gasolina, liberación de pre-
cios (a excepción de 18 rubros de la cesta básica), congelamiento de
los cargos en la administración pública, liberación de las tasas de in-
terés; acompañadas de algunos programas sociales que no compen-
saban en modo alguno el impacto del “paquete” neoliberal.

La especulación con los precios y el acaparamiento de productos de


consumo popular exasperaban los ánimos, y el alza desmesurada
del pasaje del transporte público detonó la mañana del lunes 27 la
explosión de rabia del pueblo trabajador y pobre que se expresó en
saqueos, barricadas, quema de vehículos, comercios y módulos poli-
ciales, choques con la policía y el ejército en una decena de las prin-
cipales ciudades del país, llegando en la capital a rebasar la represión
policial y controlar partes de la ciudad hasta la mañana del 28.

Quienes desde muy tempranas horas viajan diariamente desde las


“ciudades dormitorio” a trabajar en Caracas, se vieron ese día con-
minados a pagar un aumento del pasaje incluso por encima del 30%
aprobado por el gobierno, desatando la protesta que rápidamente se
extendió a Caracas y al resto del país. El gobierno, por supuesto, des-
calificó y condenó las acciones: “Los asaltos y los saqueos, la quema
de automóviles y autobuses, el atraco y la violencia no forman parte
de las múltiples expresiones de una sociedad democrática y el go-
bierno no está dispuesto a tolerarlos”.

Sin embargo en la calle la apreciación era otra. Desde el derrocamien-


to de la dictadura de Pérez Jiménez (enero del ’58) no se había visto
tal sentimiento colectivo de irreverencia y seguridad en la justeza de
7 El Caracazo: golpe de muerte al puntofijismo

ocupar las calles y desafiar en masa la represión estatal. Decenas de


miles sintieron en las calles la posibilidad de poder desplegar toda
la rabia acumulada con la situación de injusticias y padecimientos
sociales, era el sentir legitimada cualquier acción “violenta” y “des-
tructiva”.

1
L ttesti
Los timoni
nios d
testimonios de la pre
prensa que usamos, así como referencias a procesos
sociales de la época, aparecen registardos en: Colmenarez Elio, La insurrección de
Febrero (análisis para la lucha revolucionaria), Caracas, Ediciones La Chispa, 1989.
8 El Caracazo: golpe de muerte al puntofijismo

Una sede barrial de Acción Democrática, “el partido del pueblo”,


es objeto de la ira popular en San Agustín (Caracas).

La prensa burguesa reclamaba la existencia de organizaciones que


encausaran el descontento, una queja que daba cuenta de la enorme
crisis de legitimidad del régimen:

“¿Dónde están los sindicatos que organizadamente defienden el sala-


rio de los trabajadores? ¿Dónde las organizaciones capaces de orien-
tar a los consumidores en la lucha contra el costo de la vida? ¿Dónde
los partidos políticos en condiciones de trazar líneas de acción cohe-
rentes y racionales a la ciudadanía acerca de la crisis política? Nada
de eso existe. Luego, el caos no puede sorprendernos” (El Diario de
Caracas, 02/03/89).

Esta queja daba cuenta del gran vacío de mediaciones políticas e


institucionales capaces de contener el malestar de los de abajo.

Como reconociera más adelante Rafael Caldera, en febrero de 1989 el


pueblo enardecido “rompió la vitrina de exhibición de la democracia
latinoamericana” que se supone era Venezuela, rompió estruendo-
samente esa fachada de la “democracia para ricos” (como definiera
Lenin a la democracia burguesa) que imperaba en nuestro país.
9 El Caracazo: golpe de muerte al puntofijismo

El Caracazo no fue propiamente una insurrección, al carecer de ob-


jetivos de poder y dirección. Sin embargo, fue una contundente re-
belión popular, defensiva, ante el ataque en regla a las condiciones
de vida de la clase obrera y el pueblo pobre, que constituyó una de
las más contundentes expresiones de protesta obrera y popular que
contra las políticas neoliberales se dieron desde finales de los ‘80 en
América Latina.

Podríamos decir, en todo caso, tomando la expresión de Trotsky, que


se trató de una “insurrección de fuerzas elementales”: “un movimien-
to de masas que, ligado por su hostilidad al antiguo régimen, no tiene
perspectivas claras ni métodos de lucha elaborados, ni dirección que
conduzca conscientemente a la victoria”

2
.

En nuestro caso, esta revuelta significó la apertura de un período de


auge de la lucha de clases e inestabilidad política: fuerte moviliza-

1
LLeó
eón Tr
León Trot
otsk
sky en Hi
Trotsky Hist ia de la revolución rusa, capítulo XX, “El arte de la
storia
Historia
insurrección”.
10 El Caracazo: golpe de muerte al puntofijismo

ción social, enfrentamiento entre los poderes del Estado, fractura


en las Fuerzas Armadas, alta abstención electoral, fin del biparti-
dismo y desprestigio de las instituciones.

Los partidos de la izquierda reformista y parlamentaria estaban total-


mente desligados de la calle. Ni el Movimiento Al Socialismo (MAS) ni
La Causa Radical (LCR) eran parte del movimiento, tampoco tuvieron
política para empalmar con él, muy al contrario, se ubicaron clara-
mente del lado del “orden” y la “democracia” para ricos. La Causa R,
con importante inserción y ascendencia en el movimiento obrero,
así como con tribuna parlamentaria, declaró, en boca de su dipu-
tado y secretario general, Pablo Medina: “deploramos todos los su-
cesos ocurridos y ratifico el repudio a quienes protagonizan hechos
de vandalismo y violencia en perjuicio de pequeños comerciantes y
consumidores”. El MAS publicó un remitido en la prensa nacional
abogando por un “programa de ajustes mas gradualista, equilibra-
do y equitativo”(¡!), al tiempo que decía “es necesario restablecer el
orden político sin suspender las garantías. Es cierto que ha habido
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graves desbordamientos y se ha creado un clima de zozobra, insegu-


ridad y miedo”3.

¡Esta era la posición de los dos partidos más importantes de la izquier-


da, mientras miles acababan de morir a manos de la represión, estaba
decretado el Estado de sitio, y continuaba la represión selectiva en los
barrios y los cerros de Caracas! No solo demostraron una completa
impotencia para enfrentar el paquete de medidas que había llevado
a la rebelión de las masas, sino que, en el caso del MAS, tenía acuerdo
con la política misma de hacer “ajustes” contra el pueblo –aunque de
manera “gradual”–, y de conjunto, a pesar de tibias críticas, avalaron
la represión desatada por el Estado de los capitalistas. Al extremo que
Teodoro Petkoff, principal dirigente del MAS, declaró que “cuando el
Presidente nos llamó para anunciarnos la suspensión de las garantías
yo le dije que esa iba a ser la orden para un baño de sangre”, es decir,
¡sabían lo que se iba a desatar pero siguieron ubicados en la acera de
los que abogaban por el “restablecimiento del orden”!

Estos partidos mostraron nítidamente su carácter completamente


adaptado e integrado al régimen burgués, sin ninguna perspectiva
para dar al traste de manera revolucionaria con el orden capitalista,
limitando su política opositora a ganar cuotas de poder en el mismo
sistema de dominio para acometer alguna que otra reforma parcial,
o incluso para pasar ellos mismos a aplicar los planes capitalistas,
como fue el caso del MAS apoyando luego a Rafael Caldera y brindán-
dole dirigentes para su gobierno neoliberal.

Luego del Caracazo asistimos a un fuerte incremento de las luchas


obreras y populares en el país, haciéndose cotidianas las moviliza-
ciones de calle de diversos sectores de los trabajadores (maestros,
obreros, empleados públicos, médicos, profesores, jubilados, etc.),
estudiantes de liceos y universitarios, y sectores populares, sin que
faltaran los enfrentamientos con las fuerzas represivas del Estado:
sólo en el año ’91 se contaron 25 asesinatos estudiantiles a manos de
la represión.
3
Ver en Colmenarez Elio,

op. cit.
12 El Caracazo: golpe de muerte al puntofijismo

Así, el 18 de mayo de aquel 1989, apenas mes y medio después de res-


tituidas las “garantías constitucionales”, se declara el paro nacional,
la central de trabajadores más importante del país, aliada de siempre
del Estado y las políticas de la burguesía, garante durante décadas de
la “paz laboral y social”, se vio obligada a llamar a un paro general de
24 horas, el primero en 31 años de puntofijismo.

El Universal, diario fundamental de la burguesía, entendía a la buro-


cracia sindical: “El movimiento sindical está actuando con grandes
signos de madurez y buscando en esta acción recuperar el liderazgo
sobre las grandes mayorías trabajadoras del país. Su responsabilidad
es muy grande, pues si no saben manejar debidamente la situación
perderán definitivamente su liderazgo y el campo quedará despejado
para la más perniciosa demagogia y la más disolvente anarquía”.

El paro no sirvió como válvula para descomprimir la rabia social acu-


mulada. En el movimiento obrero se desarrollaban procesos antibu-
rocráticos que minaban el control de la burocracia cetevista, o direc-
tamente la desplazaban –algunos procesos venían de antes del ’89,
como en el sector siderúrgico, donde en el ’87 habían sido desplaza-
dos los burócratas de la CTV que mantenían intervenido el sindicato.

Estas tendencias, aunque incipientes, daban cuenta de cómo se ex-


presaba también la crisis del régimen en el seno de los asalariados,
que buscaban caminos para sacarse de encima la losa burocrática y
avanzar en la construcción de organismos eficaces para la lucha por
sus reivindicaciones, es decir, para enfrentar los planes de la burgue-
sía y el imperialismo a través de los métodos de la democracia obrera.
13 El Caracazo: golpe de muerte al puntofijismo

El “Caracazo” marcó el inicio de la desintegración del régimen “pun-


tofijista”. La burocracia de la Confederación de Trabajadores de Vene-
zuela (CTV) –dominada por Acción Democrática–, que durante déca-
das había sido una pata del régimen, garantizando la “paz social” se
vio obligada a llamar a paros nacionales, así como se iniciaban proce-
sos antiburocráticos que minaban su control (o directamente la des-
plazaban) en algunos sectores. Las FF.AA., pilar del Estado burgués,
entraron en descomposición y en 1992 hubo dos intentos de golpes
de Estado: el del 4 de febrero, del que surgirá la figura de Chávez, y el
del 27 de noviembre. Movimientos militares que no obedecían a una
misma orientación política (ni aún al interior de los mismos), la crisis
dentro de las FF.AA. era tal que varias corrientes conspiraban.

Por primera vez en la historia democrática del país, un presidente


en ejercicio era enjuiciado, destituido y encarcelado: en las calles el
“¡Fuera CAP!” era una constante, así que un sector de la clase domi-
nante y sus partidos decidieron sacrificarlo, sacándolo de escena en
mayo del ‘93, antes que fuera sacado desde abajo mediante las movi-
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lizaciones o por un nuevo golpe militar.

Hacia las elecciones de finales del ‘93, la crisis del bipartidismo se


expresó en las fuertes disputas internas entre sus corrientes y divi-
siones, que darán un salto cuando Rafael Caldera, veterano políti-
co burgués y padre del puntofijismo, deja en el camino a su partido
histórico (COPEI) y funda Convergencia, ganando las elecciones con
una coalición heterogénea –“el chiripero”– que iba desde la centro-
derecha a la izquierda reformista y estalinista del MAS y el Partido
Comunista, respectivamente.

Por primera vez en más de tres décadas de “democracia” en el país,


AD o COPEI no ganaban la presidencia y no obtenían cada uno ni
una cuarta parte del total de votos nacionales. A lo que hay que agre-
gar las denuncias de fraude –no sin fundamento– por parte de la
candidatura de Andrés Velásquez, de La Causa Radical (LCR), partido
de izquierda reformista, con importante inserción y ascendencia en
el movimiento obrero y popular: quedó como incógnita histórica si
realmente no fue Velásquez quien ganó las elecciones. En todo caso,
el bipartidismo, mecanismo clave de décadas de puntofijismo, esta-
ba muerto.

Era un hecho que la burguesía no podía seguir gobernando con el


mismo personal político y los mismos partidos con que había veni-
do gobernando desde el 58. Tampoco podía seguir gobernando de la
misma manera que en las décadas precedentes. El chavismo, el nue-
vo régimen que sucederá al puntofijismo, no puede explicarse sin las
jornadas de febrero del 89 –y sin el enorme vacío de referencia por
izquierda que había en el país.

Estos dos días en que la rabia popular se adueñó de las calles, cuya
osadía -y falta de preparación- debió pagar con centenares de muer-
tos y miles de heridos, en que los tanques y fusiles del ejército ocu-
paron las calles, entradas de los barrios pobres e incluso las casas,
demostraron claramente la falsedad de la convivencia pacífica entre
explotadores y explotados, la idea de la colaboración de clases… una
idea que, sin embargo, sostendrá luego Chávez en nombre de la “re-
volución bolivariana”.
15 El Caracazo: golpe de muerte al puntofijismo

El gran saqueo comenzó


mucho antes del 27,
y a este pueblo... le dieron plomo parejo,
miseria y plan de machete.

Y así comienza la historia de la nueva Venezuela


donde quedó demostrado
que el pueblo aguanta callao’
pero al final se rebela.

No pudimos aguantar
el abuso de los acaparadores
y por salir a la calle nos llamaron saqueadores,
saqueadores son aquellos que robaron
hasta que les dio la gana...
y el tesoro nacional se quedó en la carraplana

...aunque lo vuelvan un fleco


el pueblo sufre y aguanta
porque como un cuero seco
¡si lo pisan por un lado,
por el otro se levanta!...

Extractos de “El gran saqueo”


Grupo: Carota, ñema y tajá
LTS
Liga de
Trabajadores por el
Socialismo

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