El Pentecostés.

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 4

Obra 6 de octubre

El dia de pentecostes

Una vez que Jesus fue ascendido a los Cielos, los discípulos del Señor se quedaron esperando
aquella hermosa promesa que les confirió. Les dijo : No se alejen de Jerusalén, sino esperen la
promesa del Padre, de la cual les he hablado: Juan bautizó con agua, pero dentro de pocos
días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo. Cuando venga el Espíritu Santo sobre
ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y
Samaria, hasta en los confines de la tierra.

Mientras esperaban estaban todos reunidos unánimes y en un mismo espíritu se dedicaban a


la oración, Junto con las mujeres, con los hermanos de Jesús y su madre María era un grupo
de como 120 personas.

Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar.

( Todos juntos Reunidos Orando ) En los alrededores personas.

De repente, vino del cielo un ruido como el de una violenta ráfaga de viento y llenó toda la casa
donde estaban reunidos. Aparecieron entonces unas lenguas como de fuego que se repartieron
y se posaron sobre cada uno de ellos.

( Sonido de un viento recio y de sucesos sobrenaturales de las lenguas de fuego)


Los actores comienzan a ver las lenguas y sienten como se reposan estas lenguas de fuego
sobre ellos. Extrañados y hasta un poco asustados y agitados.

En ese entonces todos estaban llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes
lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.

Sonidos de lenguas extrañas las cuales ellos no conocían comienzan a salir de sus bocas, ellos
solo alaban al Señor y le glorifican en estas nuevas lenguas que Dios les había dado.

Estaban de visita en Jerusalén judíos piadosos, procedentes de todas las naciones de la tierra.
Al oír aquel bullicio, muchos corrieron al lugar y quedaron todos pasmados porque cada uno los
escuchaba hablar en su propio idioma.
El público comenzó a agolparse cerca de la casa donde se encontraban reunidos y se
asombraban y se preguntaban unos a otros.

Desconcertados y maravillados, decían: «¿No son galileos todos estos que están hablando?
¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye hablar en su lengua materna? Partos, medos y
elamitas; habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de la provincia de
Asia, de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia cercanas a Cirene; visitantes
llegados de Roma; judíos y convertidos al judaísmo; cretenses y árabes: ¡todos por igual los
oímos proclamar en nuestra propia lengua las maravillas de Dios!».

Unos del grupo se decían maravillados al verlos escuchar como hablaban de las maravillas de
Dios. Pero otro grupo no.

Desconcertados y perplejos, se preguntaban: «¿Qué quiere decir esto?». Otros se burlaban y


decían: «Lo que pasa es que están borrachos».

El grupo seguía inquieto y perplejo por el suceso el cual ellos estaban presenciado, por otro
lado había hombres que trataban de dar una explicación a este suceso por medio de burlas e
ironías.

Entonces Pedro, con los once, se puso de pie y dijo a voz en cuello: «Compatriotas judíos y
todos ustedes que están en Jerusalén, déjenme explicarles lo que sucede; presten atención a
lo que voy a decir. Estos no están borrachos, como suponen ustedes. ¡Apenas son las nueve
de la mañana! En realidad lo que pasa es lo que anunció el profeta Joel: »“Sucederá que en los
últimos días —dice Dios—, derramaré mi Espíritu sobre todo ser humano. Los hijos y las hijas
de ustedes profetizarán, tendrán visiones los jóvenes y sueños los ancianos. En esos días
derramaré mi Espíritu aun sobre mis siervos y mis siervas, y profetizarán. Arriba en el cielo y
abajo en la tierra mostraré prodigios: sangre, fuego y nubes de humo. El sol se convertirá en
tinieblas y la luna en sangre antes que llegue el día del Señor, día grande y esplendoroso. Y
todo el que invoque el nombre del Señor será salvo”.

Pedro hablaba movido por el Espíritu Santo, el Señor usaba sus labios con una capacidad de
otro mundo, este suceso era de admiración para los discípulos, les daba aliento y ánimos al ver
a Pedro hablar con osadía delante del pueblo. Y continuó Prado con su discurso al ver a sus
hermanos tomando una posición de valentía y coraje, animado solo al ver sus rostros llenos de
vigor.

»Pueblo de Israel, escuchen esto: Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante
ustedes con milagros, señales y prodigios, los cuales realizó Dios entre ustedes por medio de
él, como bien lo saben. Este fue entregado según el determinado propósito y el previo
conocimiento de Dios; y por medio de gente malvada, ustedes lo mataron, clavándole en la
cruz. Sin embargo, Dios lo resucitó, librándose de las angustias de la muerte, porque era
imposible que la muerte lo mantuviera bajo su dominio. En efecto, David dijo de él: »“Veía yo al
Señor siempre delante de mí; porque él está a mi derecha, nada me hará caer. Por eso mi
corazón se alegra y canta con gozo mi lengua; mi cuerpo también vivirá en esperanza. No
dejarás que mi vida termine en los dominios de la muerte; no permitirás que tu santo sufra
corrupción. Me has dado a conocer los caminos de la vida; me llenarás de alegría en tu
presencia”.

En ese momento se lograba ver al pueblo un poco inquieto y agitado pero con su corazón
ardiendo al oír hablar a Pedro, estaban recibiendo el mensaje en su corazón. y sus mentes
estaban siendo abiertas al oír hablar la palabra de este modo, guiada por el espíritu santo.
Pedro alzó su voz y continuó hablando..

»Hermanos, permítanme hablarles con franqueza acerca del patriarca David, quien murió y fue
sepultado, y cuyo sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Era profeta y sabía que
Dios le había prometido bajo juramento poner en el trono a uno de sus descendientes. Fue así
como previó lo que iba a suceder. Refiriéndose a la resurrección de Cristo, afirmó que Dios no
dejaría que su vida terminara en los dominios de la muerte ni que su fin fuera la corrupción. A
este Jesús, Dios lo resucitó y de ello todos nosotros somos testigos. Exaltado a la derecha de
Dios y, habiendo recibido del Padre el Espíritu Santo prometido, ha derramado esto que
ustedes ahora ven y oyen. David no subió al cielo, y sin embargo declaró: »“Dijo el Señor a mi
Señor: ‘Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos por debajo de tus pies’ ”. »Por
tanto, que todo Israel esté bien seguro de que este Jesús, a quien ustedes crucificaron, Dios lo
ha hecho Señor y Cristo».

Estas últimas palabras que salieron de la boca de Pedro les sacudió en gran Manera, el
discurso guiado por el Espíritu Santo estaba hablando directamente a sus corazones y sacudía
sus mentes y almas.Todos se sintieron profundamente conmovidos y dijeron a Pedro y a los
otros apóstoles:

—Hermanos, ¿qué debemos hacer?

La atmósfera había cambiado, en el pueblo había un deseo y una mirada fija y dispuesta a
obedecer lo que los apóstoles y Pedro les dijera, Pedro entonces responde a esta súplica del
Pueblo.

—Arrepiéntase y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de


sus pecados —contestó Pedro—, y recibirán el don del Espíritu Santo. En efecto, la promesa
es para ustedes, para sus hijos y para todos los que están lejos; es decir, para todos aquellos a
quienes el Señor, nuestro Dios, llame.
Y con muchas otras palabras les exhortaba insistentemente: —¡Sálvense de esta generación
perversa!

Esto fue de mucha alegría en el pueblo, muchos dieron gloria a Dios y glorificaban el nombre
del Hijo de Dios.

Así, pues, los que recibieron su mensaje fueron bautizados y aquel día se unieron a la iglesia
unas tres mil personas.

( Los discípulos bautizaban a los nuevos hermanos en la fe)

Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del


pan y en la oración. Todos estaban asombrados por los muchos prodigios y señales que
realizaban los apóstoles. Todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común: vendían
sus propiedades y posesiones, y compartían sus bienes entre sí según la necesidad de cada
uno. No dejaban de reunirse unánimes en el Templo ni un solo día. De casa en casa partían el
pan y compartían la comida con alegría y generosidad, alabando a Dios y disfrutando de la
estimación general del pueblo. Y cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos.

Amen.

También podría gustarte