Maloca Del Terror y Jaguares Españoles - Roberto Pineda
Maloca Del Terror y Jaguares Españoles - Roberto Pineda
Maloca Del Terror y Jaguares Españoles - Roberto Pineda
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Ponencia presentada en el IV Congreso Nacional de Antropología, celebrado en
Popayán, Cauca, 1987.
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..Salió un principal dellos, e a grandes voces dijo a los nuestros: ¿que qué hacían
allí? ¿que por qué no se iban?
(Escribiente Sarmiento: Relación del Descubrimiento de las Provincias de Antiochia,
por Jorge Robledo, p.113)
Prefacio
La primera versión de este ensayo se presentó en el contexto del
seminario de historiografía colonial, dirigido por el profesor Hermes
Tovar, del posgrado de Historia de la Universidad Nacional.
Posteriormente se discutió en el seminario de Etnohistoria, coordinado
por Joanne Rappaport, en el Departamento de Antropología de la
Universidad de los Andes.
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1. El problema: los reinos caníbales
En la literatura etnohistórica se encuentran apreciaciones dispares
sobre el carácter de las sociedades aborígenes del Alto y Medio río
Cauca. Los cronistas las calificaron con el apelativo de behetrías; por
ejemplo, la Pelación de Popayán y del Nuevo Reino de 1559-60
sostiene de los indígenas de Cali:
"No hay señores entre ellos; es todo behetría"
(Relación de Andagoya., en Jijón y Caamaño
1938, p.41).
Es gente desnuda y caribes y mayores carniceros que hay en todas las indias, de
suerte que los vivos son sepultura de los muertos, hase visto y averiguado comer
hermano y hermana y marido y mujer y aún hijo al padre. Es costumbre entre ellos
los que prenden a los enemigos, que todos los son unos pueblos de otros, ponerlo
en una prisión de madera a engordar, y el día que lo han de comer lo sacan atado a
la puerta principal del cacique o indio prin cipal y allí hacen ritos y ceremonias,
cantando alrededor del que luego han de comer, y cuando le parece al cacique o
indio principal llegan un anda? e otro indio que corta al
indio ( .....) estando vivo y prosiguiendo (...... )
haya sido tanto exceso como en esta villa, que se han comido unos a otros en más
cantidad de ocho mil indios (....)" (Relación de Andagoya., en Jijón y Caamaño
1938,p 51).
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Esta visión que atribuye a la mayor parte de la gentes del Alto y
Medio Cauca una inveterada afición a la "guerra total", además de una
naturaleza caribe, ha sobrevivido por siglos y se replica, como eco, en
la pluma de algunos destacados investigadores. Gerardo Reichel-
Dolmatoff, por ejemplo, sostiene el permanente "estado de guerra" en
la región, tildando las sociedades locales como cacicazgos militaristas.
Otro distinguido investigador ha ido más lejos al indicar que la
guerra y la antropofagia ayudan conjuntamente a elevar la cantidad de
proteínas disponibles para los vivos (Arocha 1978).
En esta perspectiva, las sociedades del Cauca aparecen como un
buen modelo de los Reinos Caníbales, tan caros para los materialistas
culturales (Harris 1986).
Este ensayo tiene como meta explorar algunos de los aspectos de
las sociedades nativas, particularmente de su "maquinaria caníbal", con
base en ciertas fuentes coloniales. En términos generales, pensamos
que es necesario estudiar con más atención la relación de estas
narraciones con la situación de dominio (o poder) planteada en la
conquista; pero no se trata de tomar únicamente las crónicas como
"ideologías", tratando de discernir lo que tiene de "verdadero" o de
falso, "sino en ver históricamente como se producen efectos de verdad
en el interior de discursos que no son en sí mismos ni verdaderos ni
falsos" (Foucault 1985:136). Con esta perspectiva, tal vez podamos
reconocer la voz de los propios nativos.
2. La selección de las fuentes
Como los pueblos del Cauca fueron sometidos y exterminados en
pocos lustros, uno puede legítimamente dudar del valor testimonial de
las fuentes que se alejan más allá de 20 años de las primeras entradas a
la región. Por ejemplo, las primeras fuentes resaltan la marcada
diferenciación en rangos de las poblaciones locales, mientras que los
ulteriores testimonios oscurecen o minimizan la diferenciación social,
señalando una relativa homogeneidad social; las interesantes
descripciones sobre las prácticas guerreras nativas de las primeras
fuentes, se transforman posteriormente en versiones que revelan, sobre
todo, la visión del mundo, los prejuicios e intereses de los españoles.
Por ejemplo, la Relación de 1559-60 citada sostiene que en los
pueblos nativos de Caramanta-Anserma, "no hay caciques ni señores
entre ellos" (1938, 49). Al contrario, la versión de Robledo -- quien
81
tuvo al mando las huestes españolas que recorrieron la región en 1539
- asevera:
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1. La Crónica del Perú, de Cieza de León.
2. Varias noticias curiosas sobre la Provincia de Popayán (Autor
anónimo)1
3. Relación que da el adelantado de Andaboja de las tierras y
provincias que abajo se ara mención, de Pascual de Andagoya.
4. Descripción de los pueblos de la Provincia de Ancerma, de
Jorge Robledo.
5. Relación del descubrimiento de las Provincias de Antiochia,
por Jorge Robledo.
6. Relación de viaje del capitán Jorge Robledo a las provincias de
Ancerma y Quimbaya.
1. Ruta de Cartagena de Indias a Buenos Aires, por Pero López.
1
Este documento, la relación de Andagoya, así como las diversas descripciones de la
expedición de Robledo a Anserma, Quimbaya y Antioquia, se encuentran transcritos
en el apéndice documental de la obra de Jijón y Caamaño sobre Benalcázar (1938,
Doc 2,3,4 j y 7)
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Pero López fue un soldado español que recorrió gran parte del
territorio americano hacia mediados del siglo XVI, participando en la
reducción y conquista de los indios. Como lo advierte Juan Friede - el
descubridor y transcriptor del manuscrito que nos legó López — su
testimonio tiene un notable interés en la medida que proviene de los de
"abajo", y no de un cronista oficial encomendado a cantar las hazañas
de los jefes y otros expediciona rios. Pero, además, como el mismo
historiador lo anota, la crónica tiene un sabor pragmático y hasta cierto
punto simpatizante con los indios:
"Con referencia a los Indios, López, como cualquier
conquistador del montón, no se preocupa de la justicia de la
guerra que se les hace ni del derecho "natural o de gentes" que les
asiste para defenderse. Ni está imbuido de la idea de un destino
misional o civilizador de la conquista. Nada en su crónica
indica la intervención de fuerzas sobrenaturales que acuden a la
ayuda de los españoles en su lucha contra los infieles, como si
esta gozase de la aprobación divina. Admira la capacidad de
los indios de cocinar en ollas de madera (f.7); se asombra ante
su astucia e inventiva (ff.28, 43 v.46); queda perplejo ante las
obras de los "gigantes" (f.6). Admira el estoicismo con que un
indio sufre la última pena por haber vengado la muerte de su padre
(f.61 v.) y la habilidad con que los incas construían los caminos.
(f.52). Rechaza la inútil crueldad empleada por los españoles
porque "siempre los que crueles son entre los indios, fenecen
mal". (f.60v.). A estos los consideran desventurados por seguir
los consejos de sus falsos dioses y mohanes (ff.29,44 v.), y
no bárbaros, como lo hacen los cronistas e incluso algunos
historiadores modernos (27). como en el caso de las indias
cañares (ff.40 v.-41); acepta incluso indirectamente - el
derecho de los indios a defenderse de la invasión española.
Sin embargo, observa con satisfacción la superioridad de las
armas de que disponen los españoles (f.23 v.) o el eficaz empleo
de lebreles cebados en indios (f.27 v.) porque éstos, declara;
"como andan desnudos, fácil es romperles el cuero" (f.31). Los
indios, aunque enemigos, \ inspiran a veces su compasión, (f.61
v.). Pero generalmente los llama perros, como era la costumbre
en esa época, (ff.29,30,61, etc.).
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3. La guerra y la paz
El objetivo de los españoles estaba claro para muchos
pueblos indígenas: ranchear, esclavizar y acumular el máximo de
oro posible, ya sea del oro de los muertos o de los aderezos y
parafernalia de los presentes. La expedición de César a Antioquia
probablemente mostró a los indios una cara de la violencia que
ellos desconocían: la violencia generalizada, masiva,
indiscriminada, y sin límite. Castellanos anota la sorpresa del
cacique Utibara al ver la masacre que César había causado en sus
guerreros, que se aprestaban probablemente, a tener un duelo de
carácter ritual — como la etnografía nos ha acostumbrado a ver
en muchas partes del globo — y que el "bárbaro" español,
violando todas las reglas, había agredido:
"En diferentes partes hay gemidos y sones de
mortíferas querellas... El violento César y
arriscado Rompiendo por aquella gran pujanza
Derriba lo mejor y más granado, Recambiando los
lances de su lanza Precipitando cuerpos por el s uelo..."
(Castellanos 1955:111:121)
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"Salimos a los valles de Nori y a la -provincia de
Guaca, que solía ser de las mejores poblazones
que en toda la comarca habían. Y estaba todo
destruido e abrasado por las armas de Cartajena...
que todo estaba destruido" (Sarmiento, en Jijón
y Caamaño, 1938, T -2, Doc 4, pp.120.).
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¿que si habíamos nosotros hecho esos bohíos e
plantado los árboles, para que fuese del Rey,
que les decía, aquella tierra?
87
valientes y allegábanse temblando, que no se
podían tener en pié, de miedo al capitán, y cada
uno le ofrecía la joya de oro que al cuello traía...
de lo cual no pocos todos nos admiramos de ver
unos indios cuan soberbios venían para
comernos, y con hablarle el Capitán tres
palabras, le vinieron de paz" (Ibid 96).
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durante las expediciones, y muchos, efectivamente, morían a causa no
solamente de los indios, sino de una naturaleza que se concebía
totalmente hostil,, agresiva, salvaje; las crónicas están repletas de
imágenes en las cuales los expedicionarios deambulan (suben y bajan),
casi como fastasmas, en un mundo exhuberante, sombrío, lleno de
fieras y animales ponzoñosos (además del curare de los indios) que los
tiene al borde de la muerte, o entre la vida y la muerte.
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y parte de su gente, en venganza, a su vez, por el sinnúmero de
atrocidades cometidas por ellos mismos (entre ellas las aperreadas).
90
para castigarlos, por que él y sus indios los
tenían enojados. Esto les hacía el demonio
entender a estos deventurados.
Envió [-el rey-] a decir a nuestro capitán que
tuviésemos paz con él y que nos serviría de
enviarnos bastimentos, y que bastasen las
guerras hechas y. se dejasen para otro verano1. Y
ésto decía el perro a fin cauteloso, para nos
descuidar y saber los que éramos, para ser
aprovechar de nosotros por la mejor manera que
pudiese, que palabra ni verdad no la tienen ni la
saben cumplir.
Nuestro capitán le envió a decir que le placía y que
aquél invierno quería pasar en un valle cerca de allí,
entre Pirama /29v./ y Pigoanza, que es de dos leguas
más adelante de donde estaban [-y-] es donde ellos
tienen sus casas de placer. Es una vega muy
fresca y aparejada para nos poder defender
mejor de nuestros enemigos. El rey Pigoanza
nos envió una carga de sal que en aquella tierra
se tiene en más que oro y algunas cargas de
turmas de tierra y frutos de que en aquella tierra
había cantidad. Recibiólo nuestro capitán y
envióle otras cosas de las nuestras, pensando
atraerlo y poderlo haber para lo castigar o llevar
preso a nuestro gobernador; y con todo esto las
tiendas puestas más de las que habíamos menester y
el servicio dentro y los perros atados a las puertas
de las tiendas, para que no pudiese los /30/ indios
andar por los toldos ni saber los q u e é r a m o s ,
q u e é s t o e r a l o q u e e l p e r r o pretendía. Y
nosotros de ordinario estábamos, cuando veíamos
venir gente de paz, alerta, y nos juntábamos todos
en la plaza haciendo gran bulto la gente." (Ibid 60-
61).
Así es que cuando aquel envió a su hermano -- señor Pirama —
los españoles pensaron que se trataba de otra treta . A pesar de ello, los
conquistadores lo recibieron como era debido, sentándolo en la mesa
"para no alborotar de nuevo la tierra", pero cuando aquel solicitó —
mediante intérprete - que quería reconcer el campo, el capitán español,
"...Le respondió que le placía, más que se
guardase de aquellos perros que los morderían. R
1
El énfasis es nuestro.
91
espondió que no le daba mucho de los perros. La
primera tienda era del capitán, a la cual puerta
/31/ estaban atados dos perros, el uno que se
llamaba Marquesillo que era del gobernador (77)
y que no le faltaba si no era hablar" (Ibid 62).
Entonces,
"Mandó [-el capitán-] en nuestra lengua que como
llegasen cerca de los toldos ...(roto) soltasen
aquel perro, como no fuese visto soltarle. Fue
hecho así.
92
entendería que los cristianos no habían tenido
culpa en la muerte de su hermano".(Ibid, 63).
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Con el jefe aprisionado, los indígenas vecinos solícitamente
acuden, ante la orden de Pigoanza, al servicio de los mismos
españoles. Pero esos mismos indios se transmutaron súbitamente en
sus enemigos, lanzando un asalto de más quinientos guerreros contra el
"cuartel":
"Fue Dios servido que los perros, como es
costumbre en la ticrra/35v./ de guerra, andando
(?) haciendo soltar los perros de las cadenas; los
cuales, como sintieron los indios, fueron a ellos
con gran alarido y empezáronlos a detener y
morder en el inter nos apercibimos y juntamos
con nuestro capitán fuimos todos de un tropel a
la tienda donde el señor estaba preso a le
socorrer. No pudo ser tan presto que antes que
pudiésemos ganarles la plaza, no fueran muertos
todos [-los guardias-], porque había sobre ello
más de mil indios y sólós seis españoles que le
hacían la guarda. Los cuales pelearon
valerosamente como valientes soldados. Mataron
lo primero al señor que tenían preso y a más de
ochenta indios, porque los hallamos al contorno
de la tienda /36/ muertos". (Ibid,66-67).
94
La transformación de los hombres -- y en particular de los
chamanes — en jaguares, es un tema recurrente, como se sabe, en la
literatura etnográfica. En el caso de los pueblos tucano por ejemplo, los
payés e iniciados se transforman en jaguares mediante el consumo del
rapé vihó (virola). Por lo general los payés asumen la figura del jaguar
para vengarse de otros hombres, aunque en algunos casos las víctimas
también son mujeres.
El chamán se comporta como un verdadero jaguar matando y
comiéndose a su víctima, dejando únicamente su cabeza y otros restos
óseos. No obstante, a veces las mujeres desaparecen, lo que hace
pensar en una "motivación sexual" para la acción del jaguar.
"En estas tradiciones se dice que hombres-jaguar
han violado o raptado mu jeres y a veces que han
procreado una descendencia híbrida que con el
tiempo tuvo rasgos jaguarinos. En general, se
describía a los agresores como hombres-jaguar
de otros grupos tribales con los que no existían
relaciones conyugales institucionalizadas; en los
casos en que eran del mismo grupo (por
ejemplo, Tukano), sus agresiones sexuales eran
de índole incestuosa, ya que los hombres-jaguar
atacaban a hembras parientas de su propia
unidad exogámica" (Reichel-Dolmatoff 1978b:
125).
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"Cuando provocamos comentarios acerca de la
vestidura de jaguar, nuestros informantes dieron
interpretaciones diferentes. Algunos decían que el
hombre jaguar era sin duda un payé y que, como
tal, había estado tomando rapé de vihó y se
había vuelto jaguar. Otros se sentían inclinados a
tomar el relato tal y como se presentaba; el
hombre tenía una piel de jaguar en su cesto y
sencillamente se la echaba encima o se la
quitaba, según el caso. Un tercer grupo,
compuesto en su mayoría por hombres de edad,
explicaba las cosas de otro modo. Según ellos, la
piel de jaguar no era piel ni mucho menos, sino
una esencia, un estado anímico que hacía a una
persona obrar como jaguar" (Reichel-Dolmatoff
1978b:)
Si esto fue así, poco importa (salvo que tengamos piedad con el
poco piadoso Añasco). Pero López lo creía y, juntamente con él,
muchos españoles; y ello bastaba para crear un efecto de poder
específico y también de reflexión porque el soldado anota que con
frecuencia esos españoles crueles y asesinos (digo yo) también morían
de la misma forma.
96
5. Malocas de terror
Los asentamientos de "caníbales" tenían más o menos una
estructura regular en todo el Cauca. Cieza de León anota con respecto
al problado del cacique Nutibara:
"Junto a la puerta de su aposento, y lo mesmo
en loda la casa de sus capitanes, tenían
puestas muchas cabezas de sus enemigos, que
ya habían comido, los cuales tenían allí como
señal de triunfo" (Cicza, 1962)
97
morcilla y otras de longanizas...., las cabe/as,
por consiguiente, tiene puestas, y muchos
cuartos enteros......"( 94, 95).
98
"las gentes de esta Provincia son ........crueles en
comerse unos a otros..." (en Jijón y Caamaño, T.
II, 1938, doc. 7, p. 180).
El papel de las Casas del Jaguar o, por qué no, Templos del
Jaguar está, según nuestros conocimientos, por investigarse en las
culturas amerindias; pero posiblemente fue fundamental en la
formación de sociedades estratificadas en Suramérica, y aún en la
conformación y expansión del imperio Inca. Como ha sido
señalado por diversos
99
autores, habitualmente las "realezas" amerindias están apoyadas sobre
este complejo simbólico en pueblos como los olmecas, los muiscas, los
incas, o los del Cauca.
100
los prendían puestas en las manos, como si estuviesen
vivos; y a estos que ansí prendían y mataban los
comían la gente de guerra por victoria (Andagoya, en
Jijón y Caamaño, 1938,Doc 3, pp.56).
101
poseeyeron un sentido plenamente político de intimidación interior
o externa, constituyendo un "espacio de muerte" para enfrentar a
los terribles jaguares españoles.
En la provincia de Pozo, los señores y principales,
1
El énfasis es nuestro.
102
mencionarlos. Es imposible determinar si todas las malocas que
contenían estatuas poseían o no cabezas-trofeo, pero es legítimo
diferenciar las funciones de las estatuas como representación de
sus propios señores, de los cráneos-trofeo- símbolos de los
enemigos1 . Además, muchos de los restos de huesos y cadáveres no
habrían sido colocados en urnas funerarias , depositadas en la casa o
rescatadas de las sepulturas para que no fuesen saqueadas por los
españoles.
El señor principal de la provincia de Paucura tenía junto a la
puerta de su casa "un ídolo de manera tan grande como un hombe,
de buen cuerpo; tenía el rostro hacia el nacimiento del sol y los
brazos abiertos"; según Cieza, en este caso sus casas tenían en el
interior cercos para mantener los prisioneros y engordarlos, para
luego proceder al sacrificio en las plazas delanteras (Cieza 1962:
79). Se menciona que tanto en Paucara como en Picara sacrificaban
indios cada día a estos ídolos, y según un cacique, para que el
"diablo no los asolase a todos y no se enojase, le ofrecían los
corazones" (Robledo, op. cit. 72).
De manera excepcional, la descripción de las casa de la
provincia de los quimbaya enfatiza su tamaño pequeño; las fiestas
rituales se llevaban a cabo, sobre todo, en las plazas de las
localidades. Al contrario de otras zonas, Cieza no menciona allí
la existencia de prácticas antropofagia (excepto en "grandes
fiestas") o la presencia de símbolos caníbales.
En contraste con los quimbaya, a medida que nos
trasladamos hacia el norte, en el actual departamento de Antioquia, las
descripciones son más prolíficas en datos caníbales.
Pero tampoco se podría sostener que todas las casas fuesen
caníbales, ya que, según los documentos, en numerosos" ranchos" lo
único que hallaron los españoles — o al menos comunicaron — fue,
como en el caso de Aburra,
1
En otros casos reportados, las estatuas están directamente ligadas a los huesos de
los ancestros: "Entre los antiguos aztecas, los huesos se guardaban en una especie de
estatua con máscara de muerte. Esta la guardaban y adoraban dura nte cuatro años,
luego de lo cual se enterraban los restos del difunto. Se creía que el rito final
coincidía con la aceptación del cueero a su última morada (Hertz 1960:124). Los
quichés recolectaban las cenizas y las solidificaban con una goma para convertirla
en estatuas, a las que les colocaban máscaras que representaban las características de
los * muertos; luego las colocaban en tumbas (Ibid 125).
103
"infinidad de comida, así de maíz como de
frisóles... o muchos curies". (Sarmiento,
op.cit . 98).
104
una variante del "palo de danzar" bora, andoque, witoto, definido a
veces como el Banco de los Animales (hasta cierto punto Banco de
los Muertos, porque los hombres muertos de transforman en especies
de animales)? Una comparación sistemática plantea la posibilidad de
una matriz común con el Cauca, con el Caquetá-Putumayo, y con
todas las variantes que la historia, el ecosistema, etc., recrea. Si esto
es así, los modelos de organización social del Caquetá podrían
ayudar a pensar aspectos del Cauca aborigen, que podrían ser
corroborados arqueológicamente. Si existe una vinculación
genética solamente mediante procedimientos arqueológicos,
podríamos corroborarlo. ;«
7. La metamorfosis
105
señores destos valles, y hecho sus sacrificios y
ceremonias les apareció el Diablo (que en su
lengua se llama Guaca, en figura de Tigre, muy
fiero, y que les dijo cómo aquellos cristianos
habían venido de la otra parte del mar, y que
presto habían de volver muchos otros de ellos y
habían de ocupar y señorear la tierra; por lo tanto
que se aprejasen de armas para les dar la
guerra..." (Cieza, 1962, 59).
1
El énfasis es nuestro.
106
como una constante toda la historia americana (colonial y
contemporánea) es una herencia colonial, fruto en gran parte de la
labor de la Iglesia que confinó a los nativos al espacio de la brujería
y del diablo. Como en el caso del Putumayo, donde "el terror y las
torturas que implementaron (los caucheros) reflejan el horror de lo
salvaje que ellos temían e imaginaban" (Taussigl987), podría arguirse
que razones similares desencadenaron la violencia sistemática de los
españoles que arrasó y mató a miles de indígenas en pocos lustros en
el Alto y Medio Cauca.
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