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Partir y compartir
Capítulo 1: Elizabeth
Capítulo 2: Úrsula
Capítulo 3: Tania
Capítulo 4: Gareth
Capítulo 5: La tubería rota
Capítulo 6: ¡Yo lo vi primero!
Epílogo
Postfacio
1
La mudanza estaba casi lista. Tan sólo faltaba ya una furgoneta, la
que iba repleta de plumas y lentejuelas, claro, eran las cosas de Tania
y de su show erótico-festivo. Era curioso, por lo que llevaban las
furgonetas se podía adivinar la personalidad de cada una de las
futuras habitantes de la casa. La primera llevaba las cosas de
Elizabeth: la batería de cocina Lo Mónaco, varios modelos de batas de
andar por casa, un delantal, la televisión de catorce pulgadas que se
pixela en los días nublados, y su estuche para hacerse la manicura y
otras reparaciones físicas, que eran a la vez reparaciones anímicas, la
mejor cura para la depresión, mejor que cualquier terapia, no hacía
falta ni salir de casa para hacérsela y no tenía que aguantar la
condescendencia de todos esos psicólogos marchitos por los que
tantas veces había pasado. Ellos le habían arruinado la juventud, le
habían dicho que no era normal, que estaba en un pozo sin fondo, y
ahora era una solterona de cuarentaydemasiados años que devoraba
telenovelas y pastas caseras durante todo el día. Malditos psicólogos
marchitos, no sabéis nada, la solución estaba en el estuche de
manicura, si lo hubiera averiguado antes..., y en Gareth.
2
─Ha sido una velada inolvidable.
─Sí, el restaurante era bastante...
─Ha sido una velada inolvidable, y todo gracias a ti, no le des el
mérito al restaurante, que no tiene nada de especial.
─Gareth, vas a ruborizar a una anciana como yo.
De hecho, ya la había ruborizado. Nunca un hombre la había
tratado de esa forma, realmente nunca un hombre la había tratado de
ninguna forma, bueno, sí, en una ocasión, en el colegio, cuando tenía
doce años, un niño que se llamaba Charlie, rubio y atlético, con una
incipiente pelusilla en la cara que amenazaba la inminente llegada de
la pubertad, le había regalado un... Dios mío, no lo recordaba, Gareth
hacía que olvidara los recuerdos más bonitos de su vida, le hacía ver
que lo más bonito de la vida es el presente.
3
Gareth trabajaba en una promotora de construcciones y, a sus
menos de treinta años, ascendía en la empresa a una velocidad
vertiginosa, era educado, elegante y guapo, y sabía lo que sus clientes
querían en cada momento. Sus palabras eran las palabras que
inconscientemente querían oír. Sus gestos eran los gestos de un
ganador, y todos admiran a los ganadores.
Gareth era todo un caballero, recogía a Elizabeth a las siete,
siempre bien limpio, repeinado y oliendo a colonia de las caras. Iban al
teatro o a la ópera o a exposiciones de arte, a sitios a los que Elizabeth
nunca hubiera ido, ni sola ni acompañada, de no ser por él. Compartía
con ella su cultura, no era presuntuoso, no parecía prepotente,
siempre con una sonrisa sincera en los labios le explicaba lo que ella
no sabía, le contaba de culturas milenarias, de antiguas civilizaciones,
y ella se sentía importante, querida y excitada, se dejaba llevar por su
imaginación hasta aquellas ciudades perdidas en el tiempo, se veía
descubriendo los secretos de la Historia, algún día, si tenía hijos, se lo
contaría a ellos también.
Gareth paseaba a su lado, sonreía, hablaba, gesticulaba como
todo un caballero. Malditos psicólogos marchitos, ¡la solución estaba
tan cerca!
«Nunca me dejes, Gareth», pensaba Elizabeth mientras él le
contaba cómo el rey Alfredo, el Grande, expulsó a los vikingos de su
reino en el año 763 después de Cristo.
«Nunca te dejaré, Elizabeth», oía ella en su mente. No estaba loca,
él, a través de sus sentimientos, se podía comunicar con ella sin abrir la
boca o aunque la estuviera abriendo para contarle las batallas de
Alfredo, el Grande.
4
─¿Dónde ponemos esto, señora?
─Esa caja, a la sala de estar, son mis libros de cocina.
Gareth le había aportado la seguridad en sí misma que siempre le
había faltado. Si no lo hubiera conocido, no habría sido capaz de
ordenar de aquella manera a los muchachos de la mudanza que
llevaban la caja a la sala de estar, seguramente les hubiera dicho
cabizbaja y con voz entrecortada que la pusieran en cualquier sitio, y
la habrían puesto en la cocina, y una tubería habría estallado y sus
preciados libros habrían acabado empapados... Sí, Gareth había
cambiado su vida. Lo amaba y él la amaba a ella, aunque ella tuviera
cuarentaydemasiados años y él sólo menos de treinta.
5
Gareth era todo un caballero, recogía a Elizabeth a las siete y la
traía de vuelta a las diez, y, en los dos meses que llevaban saliendo
juntos, nunca había intentado propasarse con ella y ella no estaba
molesta por eso, siempre había pensado que ese tipo de cosas han de
ir despacio.
No pensaba sacrificar su virginidad por un arrebato de pasión
incontrolado, el sexo era algo que había de ser calculado con una
precisión milimétrica. Había visto en televisión un millón de veces como
las relaciones prematuras arruinaban la mayoría de las parejas. A
Gareth y a ella nunca les ocurriría eso. Ellos esperarían a estar
preparados para dar un paso tan importante.
6
A lo lejos, se veía llegar la furgoneta que llevaba las cosas de Tania
─Dios mío, Tania, tan exagerada como siempre─, era el doble de
grande que las otras.
─¿Pero tantas plumas tiene esta niña?
Sí, Tania tenía en su haber un total de ciento veinticuatro trajes,
todos llenos de plumas y lentejuelas, que, no sólo usaba para sus
shows, a diario vestía así, no le gustaba sentirse ahogada, sometida
por la multitud. Tania siempre hablaba de la sociedad a la defensiva.
No se daba cuenta de que por muchas plumas que se pusiera, no
podría ser un pájaro y volar, estaba atada de por vida a ser parte de la
sociedad, por la que ella sentía tanta repulsión.
7
Cuando la tercera furgoneta aparcó delante de la casa ─un chalet
de dos plantas ideal para una familia convencional compuesta de
padre, madre, dos niños rubios y perro labrador─, los muchachos
habían empezado a sacar las cajas de la segunda. Eran las cajas de
Úrsula y, por su contenido, se podía adivinar su personalidad.
8
Elizabeth permaneció de pie en el umbral de su nueva casa
durante unos minutos más. Pensaba en Tania, intentando volar y brillar
en el cielo, para que todo el mundo viera que había conseguido la
libertad que todos ansiaban y que nadie conseguía. Le deprimía ver
cómo, después de muchos años de liberación, seguía atada. Pero eso
era lo único que le deprimía de Tania; con la mayoría de las personas,
con Úrsula, por ejemplo, tenía varios y numerosos motivos para
deprimirse. Pero, con Tania, no. Siempre se moría de risa con sus
comentarios y era la mejor amiga y confidente que nunca hubiera
podido imaginar. Pronto, incluso le presentaría a Gareth.
Definitivamente, Tania, a pesar de ser un chico, era la mejor amiga que
nunca había tenido.
CAPÍTULO SEGUNDO:
Úrsula
1
Había pasado toda la mañana en el banco: aire acondicionado
demasiado frío, humo a pesar de la prohibición y mil demonios
trajeados y encorbatados murmurando y conspirando para quitarle la
tienda. Lo que había empezado por ser la boutique más in y chic de la
ciudad se había convertido en una palabra a merced de los
banqueros. Una mala racha la tiene cualquiera, muchos han superado
un bachecillo en el camino hacia el éxito empresarial...
«Pero este bachecillo es de cincuenta mil libras ─le recordaba esa
voz interior que, desde que fue a esa conferencia sobre el
psicoanálisis en Praga, identificaba como el super-yo─. Un bachecillo
de cincuenta mil. No estás en condiciones de quejarte del aire
acondicionado. No tienes un duro y sin un duro no se supera un
bachecillo de tanto dinero».
─Ya lo sé, por eso voy a vivir con Tania y con Elizabeth... Vaya par
de locas.
«¿Quieres hacer el favor de no quejarte más?».
─Ya lo sé. Perdóname, super-yo, pero tenía acostumbrado al ello a
la buena vida. Mi tienda era la más in de la ciudad...
2
Trajes de chaqueta colgados en perchas y envueltos en fundas, y
en las cajas, seguramente, libros de contabilidad y el fax, el portátil, el
móvil ─el que no lleva encima─ y alguna que otra novela Jazmín, que
entre tanta cosa in y chic las novelas Jazmín es lo único que le llenaba
sus solitarias noches.
3
─¿Y esto dónde lo ponemos, señora?
─Eso no es mío y no sé dónde va.
─Vamos, en la cocina irá bien.
No dijo nada, ni siquiera asintió con la cabeza. «Si explota la
tubería, se mojarán sus novelas Jazmín, me da igual, yo las mías las
tengo a salvo junto a la Lo Mónaco».
4
─Dios mío. ─Sintió como se mareaba y recordó que aún no había
desayunado─. ¿Cómo que lo lamentan, pero que el préstamo me ha
sido denegado? Hace un año, prácticamente, me acosabais para que
metiera mi dinero en uno de vuestros malditos bancos y, ahora, resulta
que ya no tengo crédito.
─Pero, señorita, cálmese...
─¡Yo si que no doy crédito a lo que oigo! Esto es insultante. ¡Es una
conspiración!
5
La tubería había explotado y Elizabeth no podía hablar del ataque
de risa que, de repente, le había paralizado cualquier capacidad de
reacción.
─¡Señora! ¡Señora! ─Los muchachos de la mudanza intentaban
hacerla volver a la realidad, pero cualquier esfuerzo era en vano, las
novelas Jazmín se habían mojado, la tinta se habría corrido y, hasta
que Úrsula comprara unas nuevas, por lo menos esa noche la iba a
pasar sola.
6
─Vaya tía más cachonda, ¡si podría ser mi abuela! ─Mientras, uno
de los muchachos ayudaba a Elizabeth a tumbarse en el sofá envuelto
en plástico, que apenas una hora antes habían instalado en el salón-
comedor, el otro se encargaba de cortar el suministro de agua de la
casa y de llamar a un fontanero por teléfono.
─No hay línea, tío.
─Pues nada, volvamos a lo nuestro.
Elizabeth parecía más calmada.
─Eso, volved a lo vuestro, y de abuela nada, que tengo treinta y
dos años recién cumplidos, niñato.
El techo blanco, tan blanco, la calmaba y se abstuvo de decir nada
más. Era un blanco nuclear. Se sentía como la única superviviente de
una catástrofe nuclear, era la única superviviente de una civilización
perdida, pero se sentía feliz.
7
─¡Esto es una conspiración!
Para rematar la mañana, el coche no le arrancaba, ni a la de tres, ni
a la de cuatro, ni a la de diez, ni a la de cien. El coche se había unido a
la conspiración que el cosmos había preparado contra ella. Lo había
oído en una conferencia sobre las leyes del destino, en Nueva York: el
cosmos conspira para hacernos la vida más fácil o más difícil, según
quiera premiarnos por nuestro desarrollo espiritual o endurecernos
para que valoremos el estado espiritual el día que accedamos a él. Así
que, optó por ir andando hasta la nueva casa, a ver cómo iban las
cosas por allí, la mudanza debía de estar casi... noveonoveomevoy...
Otro mareo.
8
«Se creen que conocen la realidad, están orgullosos de pensar
que la vida nunca es como en las series de televisión, que una mujer, y
encima sin experiencia, no podrá llevar hacia delante un negocio.
Pero, cuando heredé, entonces claro que sí, mi padre me dejó podrida
de dinero, y ahora que me siento más madura y preparada, pero con
una deuda de cincuenta mil libras, claro que no, querida, la vida nunca
es como en las series de televisión y estamos orgullosos de pensar así
y vuelva cuando quiera, o cuando tenga dinero. Mi boutique era lo más
y ahora es lo menos, pero esto no va a terminar así, esto no va a
terminar así. Veo una luz, es la luz generadora del plano interno-
celestial».
9
Desde el sofá, Elizabeth pudo escuchar algunos comentarios sobre
el camión más grande, que parecía por dentro el camerino de una drag
queen.
─No me extrañaría que la abuela fuera un maricón, algo raro tiene.
─Pues ahora que lo dices...
Elizabeth cerró los ojos. No quería estar ahí, no quería estar, no
quería estar. Quería ser la Superviviente y procrear con Gareth toda
una nueva civilización de seres puros como él; quería que los
jovencitos groseros como aquellos desaparecieran, que con el tiempo
fueran tan sólo parte de una cultura perdida que ya nadie recordaba; y
que Tania alzara el vuelo y que sus lentejuelas brillaran como si fuesen
estrellas.
10
─¡Oye, mira eso!
Por la carretera bajaba un coche, un deportivo rojo descapotable,
coronado por una gran pamela y por plumas, muchas plumas.
─¿Qué es?
─No lo sé
A medida que se iba acercando, se fueron perfilando las curvas de
la mujer que conducía el coche y portaba la inmensa pamela. Cuando
aparcó detrás del camión que quedaba delante de la casa, los
muchachos de la mudanza pudieron ver que unas, también como la
pamela, exageradas gafas le ocultaban media cara.
─Vaya pibón.
─Sí, eso sí que es una tía con clase.
11
«La luz del plano interno-celestial, ─conferencia en La India, año
dos mil catorce─, la luz me dice cómo resolver mis problemas. Me lo
dice ahora y ya no lo recuerdo. Me lo está repitiendo ahora y ya no lo
recuerdo. ¿Dónde estoy? ¿Es esto la muerte?».
«Te has mareado, estás tirada en la calle, y nadie te ayuda. Se
creen que eres una drogadicta, una mendiga, un problema que hay
que evitar, que esquivar».
«Si alguien me ayudara. ¡Por favor, que alguien me ayude! ¿Cuánto
tiempo ha pasado ya? ¿Horas?».
«No, solo cinco segundos».
«El super-yo tiene todas las respuestas. Necesito ayuda, tengo la
solución, aunque no la recuerdo. ¡La luz generadora del plano
interno-celestial me la ha dado y quiero regresar!».
CAPÍTULO TERCERO:
Tania
1
─¡Gente! ¿Dónde está la gente?
Elizabeth se despertó sobresaltada. Tania, como siempre, había
llegado gritando.
En el umbral de la entrada, Tania parecía una diosa maleducada,
desgañitándose a viva voz y ,tras ella, los dos mozos de mudanza, sus
ya fieles sirvientes, como dos perros zalameros.
─La abuela está dentro, creo que se ha quedado dormida.
Tania se volvió hacia el muchacho como si la Estatua de la Libertad
hubiera decidido, tras cientos de años de inmovilidad, volverse para
contestarle una grosería a un turista descarado.
─¡¿Pero qué abuela?! ¡Elizabeth es toda una señora, para que lo
sepas, niñato! ¿No le habrás hecho daño a mi niña? ¡Ay, con la de
problemas psicológicos que tiene, encima tienen que venir estos dos
inútiles emocionales para arreglarle la mañana!
Como siempre, Tania la estaba defendiendo ante los groseros.
Volvió a cerrar los ojos para que no creyera que la había despertado.
2
─Liz, cariño, despierta que esos dos ya se han ido.
Al final, se había dormido de verdad, y era la segunda vez esa
mañana. El estrés de la mudanza le daba sueño, le deprimía. Bueno,
pensaba que le deprimía porque ya había olvidado lo mucho que se
había reído con la tubería rota.
─Ay, Tania, ¿qué hora es?
─La hora de comer. He traído comida china.
─Tania eres un sol.
─Y un cielo, no lo olvides.
─Sí, un cielo también. ─Elizabeth se incorporó y Tania se sentó a
su lado. De una bolsa de plástico, empezó a sacar los envases de
comida china.
─¿Vamos a comer aquí mismo, en el sofá?
─Aquí mismo, un día es un día, y puede ser emocionante, ¿no?
Elizabeth lo pensó. Sí, comer en el sofá era una buena señal, el
inicio de una nueva etapa.
3
─¡Vaya, gracias por guardarme comida!
─Sí, si te hemos guardado... Yo pensaba guardarte de la mía, sí.
¿Ves?, ya no quiero más, estoy llena.
─Úrsula, no te hemos guardado porque tú siempre comes fuera.
─Sí, es cierto: he comido fuera. Pero hoy ha sido distinto, me han
tenido que invitar porque a vuestra querida amiga Úrsula ya no le
queda un duro... Vaya día de mierda.
─Dios mío, Úrsula, no te han concedido el préstamo, ¿verdad? Dios
mío, es horrible.
─No te lamentes más, Elizabeth. Es problema mío, no pude superar
el bache... Tú no tienes la culpa de nada, no sé por qué te pones así.
─Porque es maníaca depresiva y neurótica y de todo, o todavía no
te has enterado, ¿por qué va a ser? Pero, vamos... ─Y miró a Elizabeth
con una sonrisa que a ésta le pareció radiante y pura─. Todo eso se
va a terminar porque viviendo con nosotras no vas a tener problemas...
─Volvió a sonreír, otra vez radiante y pura─. Y ahora, que tienes novio,
todo va a cambiar, ya verás.
─¿Elizabeth tiene novio? ¡Vaya, enhorabuena!
─No es mi novio, es tan sólo un amigo.
─Sí, ya, un amigo con derecho a roce, ¿no? Llevan casi dos meses
saliendo. Él iba a recogerla todas las tardes a la clínica.
─¡No era una clínica! ¡Era un centro de talasoterapia! Eso es una
cosa muy distinta a lo otro. Clínica suena como a clínica psiquiátrica y
yo sólo necesitaba relajarme a través de eso, de la talasoterapia.
4
─Sí, ya, de la talasoterapia... Bueno, yo me voy a dar una ducha,
que vaya día de mierda que llevo.
─Ursu, no te comas más la cabeza, si te hace falta dinero o algo así,
no dudes en pedirnos prestado.
─Sí, ya, préstame cincuenta mil libras. No creo que ganaras tanto
dinero ni en veinte años moviendo el palmito en la discoteca esa en las
que bailas.
─Eres una borde, Úrsula. Sabes que te lo digo con la mejor de las
intenciones, no tienes por qué atacarme. ─Se le pasó por la cabeza
decirle unas cuantas cosas más, como que en esos momentos al menos
ella tenía salario o que al menos ella no hablaba como un personaje
de esas series de la tele. Palmito, por favor, a quién se le ocurre decir
eso...
Y qué más da lo que pensara Úrsula de su vida, lo importante es
que a ella le gustara su trabajo, y le gustaba, y algún día se convertiría
en una estrella de la canción, porque lo suyo, realmente, era cantar.
5
Tania no se sentía mujer, pero tampoco hombre. Le gustaba
imaginarse como un ser etéreo y pansexual, un ángel libidinoso al que
le encantaba provocar. No era un gay al uso, vestía durante todo el día
como una reina de la noche, era una drag queen que se llevaba el
trabajo a casa. Pero no se sentía mujer y por eso se negaba a
operarse ni el sexo ni los pechos. «Si las tetas postizas parecen de
verdad ─decía─, y el día que no quiero llevar tetas pues no me las
pongo y punto». También decía: «es que soy un gay con demasiado
sentido de la estética», pero tan sólo para tranquilizar a la gente.
Maldita sociedad, como no te tengan catalogado como a un animal
en un parque natural... Les da miedo todo lo que no tienen catalogado,
encasillado. Si dices que eres gay con alto sentido de la estética,
formas parte de la colmena porque fácilmente te clasifican en el
apartado de gays o en el de travestis o en el de drags. Y qué más da.
Pero a ellos lo que les interesa es tenerte fichado, que nada se les
escape de las manos.
Hasta hace poco, vestía como un hombre durante el día y trabajaba
como celador en una clínica psiquiátrica, en la misma en la que estaba
internada Elizabeth. Luego, lo echaron por un misterioso asunto de
desaparición de pastillas y por presentarse a trabajar con su imagen
de Tania Fatua. Le preguntaron si era transexual, si se iba a operar, y
contestó a las dos preguntas que no. La echaron y aún no sabe bien
por qué: «Misteriosa desaparición de pastillas».
Para aquel entonces, su relación con Elizabeth se había convertido
en una sólida amistad y, cuando a esta la dieron de alta y no tenía a
donde ir, ella le propuso que se fueran a vivir juntas.
6
Sus cajas iban señaladas con una U, de Úrsula. Bien, ¿dónde las
habían puesto aquellos niñatos?
─¡¡Aaaaah!! ─Un grito desgarrador. La conspiración aún no había
terminado─. ¡Mis cajas! ¡Están empapadas! ¡Mierda!
Tania corrió hasta la cocina. Elizabeth se quedó en el sofá, sabía
perfectamente por qué gritaba Úrsula y prefería mantenerse al margen
del problema. «No es mi problema».
7
─¿Quién ha hecho esto? ¿¡Quién!?
─Tranquila, Ursu. Habrá algún escape de agua o algo. Venga, tú
vete a darte una ducha, coge una de mis toallas, que yo ya pongo todo
esto fuera para que le dé el aire.
─¿Te crees muy buena, verdad? Santa Tania, mártir de los travestis.
─Vete a la mierda.
─Tania, tú y yo nos conocemos desde hace tiempo. Siempre has
disfrutado con las desgracias de los demás. Ríete, venga, si lo estás
deseando, ríete de mis cajas mojadas y de mi deuda de cincuenta mil
libras.
8
Cuando Tania se llamaba Thomas, él y Úrsula habían sido amantes.
Fue una relación intensa, corta y desastrosa, así que, para no
arruinarse la vida el uno al otro, decidieron de mutuo acuerdo quedar
como amigos.
La tensión entre ellos nunca desapareció, Úrsula no soportaba ver
como la recién nacida Tania salía con hombres y vestía durante todo el
día como una payasa. Tania también ponía su grano de arena en
aquella relación de amor-odio. Se alegraba de las desgracias de
Úrsula, de que no hubiese salido con un hombre desde hacía quince
meses y que sus cajas se hubiesen mojado, y Úrsula lo sabía.
Pero prometieron ser amigas de por vida por no ser enemigas de
por vida, así que, cuando Tania le propuso compartir casa junto con su
amiga, la loca, aceptó y, además, le venía de perlas en esos momentos
tenía que ahorrar como fuera, tenía que superar un inesperado bache
económico.
CAPÍTULO CUARTO:
Gareth
1
─Me voy a un hotel.
─Si no tienes un duro.
─Ya, pero me tengo que duchar, he quedado.
─No es por meterme, pero ¿cómo lo vas a pagar?
─Tania, yo tengo un nombre, cosa que tú no tienes, y que sirve de
mucho. Hasta que no pasen un par de días, no se habrá corrido el
rumor de mi bancarrota, aún soy, como dijo el South Wales Echo: «una
de las jóvenes emprendedoras con más futuro en este país».
─Ya.
2
Habían quedado para tomar unas copas, qué menos, él la había
ayudado, la había salvado, y ella se lo quería agradecer. Además, era
bastante guapo y simpático, y capataz de barco: un millonario. La luz
generadora del plano interno-celestial le había dado la solución.
3
Llegó puntual a su cita, él tenía un ramo de rosas para ella,
hablaron durante toda la tarde de los más diversos temas: política,
ecología, cine, y cada uno de ellos contó algo de su vida.
─¿Dónde te dejo? ─Era todo un caballero.
─En el Clayton.
Hasta que las cosas no estuvieran en orden, no quería pasar ni un
solo segundo con aquellas dos locas. Él tenía un Jaguar y ella, al verlo,
sintió como la luz celestial le henchía el corazón. «Ésta es la mía».
Y al despedirse, lo hicieron con un desaforado beso.
─Quiero volver a verte, Úrsula.
─A mí también me apetece volver a salir contigo, Gareth.
4
─¿A dónde ha ido Úrsula tan agitada?
─A un hotel. Se le han mojado las cajas y se ha cabreado.
Conociéndola, como la conozco, esa no vuelve hasta que nosotras no
hayamos arreglado todo, no sé cuándo se le van a ir esos aires de
marquesa que tiene.
─Aah... ya.
─¿Y tú no sales hoy con tu príncipe azul?
─No... Le he dicho que ahora estoy muy liada con la mudanza, que
mejor ya nos vemos cuando todo esté listo.
─Anda, tonta, haber salido.
─Sí, eso, y dejarte a ti todo el trabajo, de eso ni hablar. ¡Ay, pero
qué buena que eres, Tania!
─No soy tan buena. ─Pensó que se alegraba de las desgracias
ajenas y que le sentaba como un rayo que Úrsula, en esos momentos,
estuviese con un hombre. ¿Era envidia o eran celos? Fuera lo que
fuera, era un sentimiento lo bastante violento para considerarse
buena.
5
La música era ideal y los canapés, excelentes; la luz, cálida y los
invitados, exquisitos. Era un cóctel del que se hablaría durante
semanas.
─Lalo, ¿sabes algo de Úrsula?
─Lo de Úrsula es de lo más fuerte. ¡Chicos! ¡Chicas! ¡Todos a mí!
¡No sabéis lo último de Úrsula Roberts!
Lalo, presidiendo aquél corrillo de carroñeros, hizo a todos
partícipes de la gran noticia:
─¡Ursu está arruinada! ¡Su tienda se ha ido al garete!
Y todos rieron.
─¿Y cómo es que su asesor está tan poco afectado? ¿Cuál es el
truco? ─preguntó alguien.
─No hay trucos, querido, tan sólo me río de las malas rachas. Tan
sólo me río.
Ingrid Banes, la diseñadora, se acercó a Lalo enfadada. No se
podía explicar cómo él, íntimo de Úrsula, podía darle tal puñalada
trapera.
─Ingrid, cariño, no pongas esa cara, la vida es así de cruel para los
que no saben contabilidad.
─Lalo, ¡maldito bastardo! Tú, tú le has ido robando a Úrsula poco a
poco de la empresa hasta que se ha visto endeudada hasta el cuello.
─¡Oooh! ─Todos callaron.
─Esa es una acusación muy seria para hacer en público, querida.
─Pero es cierta.
─¡Oooh! ─Y el corrillo se fue dispersando. En cuanto el cotilleo se
tiñe de negro, el corrillo se dispersa para hablar, aún más si cabe, de
él.
─No deberías ir haciendo esas declaraciones por ahí, Ingrid.
Podrías tener problemas.
─A mí no me asustas, Lalo. ¡Te desenmascararé!
6
Gareth era capataz de barco, un hombre de acción, alejado de
todos esos cursis con los que hasta entonces había sólido frecuentar
en los cócteles. Prefería las regatas al golf; paseos en velero a
medianoche, a la ópera.
7
La noche hacía que mudara la piel, sentía cómo le crecían alas
para volar. Las luces de colores la volvían loca, distorsionaban la
realidad, distorsionaban su pasado y la enviaban a un lugar en el que
no había lágrimas. El sudor le recorría la espalda, se sentía
salvajemente sexual.
A cada movimiento de la diosa, se despertaba el deseo en sus
anónimos feligreses. El olor de la multitud despertaba el deseo en la
diosa. Cuerpos anónimos que se retuercen en la oscuridad, luces de
colores que vuelven loca a la diosa en la cumbre de su éxtasis.
De repente, el espacio y el tiempo se paran para Tania. Su mente
regresa al mundo terrenal y se regocija en ello. Un rostro que le es
familiar, como si fuese el suyo propio, le sonríe desde la oscuridad, y
conoce esa sonrisa sedienta de sexo como si fuese la suya propia.
Él es un dios, él sacia su deseo para después despertarlo con aún
más fuerza, más violento. La pasión entre esos dos dioses carnales es
animal. Cada noche, la busca como una fiera que busca su presa.
Cada noche, ella lo espera con ansiedad felina y gesto de cazadora.
Lo que existe entre ellos va más allá de toda convención. No es amor,
no es sexo, es una cacería en la que tanto el cazador como la presa
gozan plenamente del poder de los sentidos.
8
No había dormido en toda la noche. Le deprimía pasar sola la
primera noche en su casa nueva. Tania había salido a trabajar, no
había querido acompañarla. ¿Qué iba a hacer ella en una de esas
megadiscotecas, oscuras y perversas como el mismísimo infierno? Qué
valor tenía la niña, qué valor. Y Úrsula estaba en un hotel, vaya vida
más triste la de ser rica y en un día perderlo todo y ser pobre.
─Más triste aún es la de estar loca, la de ser una asesina ─dijo
alguien.
─Yo no soy una asesina. Y ya no estoy loca, tengo a Gareth.
9
Cada noche, perdían la ropa en el cuarto donde se cambiaban las
gogós. Sus besos recorrían todo su cuerpo. Al final, ambos eran la
presa, sometidos por la más irrefrenable de las pasiones. Nada podía
igualar el ambiguo y poderoso sentimiento de dominar y ser dominado.
Su miembro erecto no la humillaba, la hacía ser fuerte, amarlo aún más.
Eran ángeles sexuales, eran ángeles asexuales.
Dios y diosa compartían sus frutos carnales y bebían del elixir que
manaba del éxtasis del dios, del éxtasis de la diosa. Luego, las ropas
volvían a su lugar y parecía que nunca habían estado desnudos. No le
importaba porque sabía que pronto lo volvería a ver, cuando la cacería
comenzara de nuevo. ¿Lo amaba? Formaba parte de ella. ¿Y él la
amaba a ella? Formaba parte de él.
10
Gareth es un dios, él sacia su deseo para después despertarlo con
aún más fuerza, más violento. La pasión entre esos dos dioses
carnales es animal. Cada noche, la busca como una fiera que busca a
su presa.
11
Gareth es un ser nocturno, vive al margen de la sociedad iluminada
por el sol, vive fuera de toda ley. Gareth es un espíritu atormentado que
se alimenta del elixir que la diosa le ofrece.
12
Cada noche, ella lo espera con ansiedad felina y gesto de
cazadora. Lo que existe entre ellos va más allá de toda convención. No
es amor, no es sexo, es una cacería en la que tanto el cazador como la
presa gozan plenamente del poder de los sentidos.
CAPÍTULO QUINTO:
La tubería rota
1
─¡Buenos días! He traído un fontanero.
─Habla más bajo, Tania está dormida. Ha llegado muy tarde, digo,
muy temprano o yo qué sé...
─Elizabeth, tranquila. Esa no se despierta tan fácilmente.
2
El fontanero tenía aspecto de delincuente juvenil y barba de tres
días.
─Lo he encontrado cuando me han echado del hotel. Estaba
haciendo autoestop y lo he traído hasta aquí a cambio de que nos
arregle la tubería rota.
─¿Te han echado del hotel?
─Es un decir.
─Qué valor tienes, Úrsula, qué valor: meter en tu coche a un
desconocido con la de drogadicto que hay hoy en día suelto por ahí.
─Oiga señora, un respeto, que yo hace catorce meses que no me
meto y, además, le he arreglado a su amiga el coche, que llevaba un
día a la intemperie.
─¿No decías que lo habías recogido cuando estaba haciendo
autostop?
─Es un decir.
─Hija, para ti, todo es un decir.
─Fui andando desde el hotel hasta donde estaba el coche, para
ver si lo podía recuperar y mira por dónde encontré a Luk.
─¿Ves como la suerte cambia, Úrsula? Ya lo decía yo: no puede
haber dos días seguidos de color gris.
Sabía que ella había sido la excepción que confirmaba la regla,
había estado loca y, durante años, los días habían estado teñidos de
negro.
3
«Desierto. Todo era un desierto y el cielo era demasiado azul. No le
inspiraba demasiada confianza un cielo tan azul. ¿Y su ropa? Vestía
como Gareth. Llevaba un traje negro. ¿Y su cara? Se reflejaba en la
plateada arena del desierto. Era femenina aún sin pintar, era masculina
aún pintada. ¿Estaba pintada? Por dentro sí. Rugió un animal. La
perseguía y se sentía indefensa. No es buena idea ir de excursión al
desierto con zapatos de tacón. Llevaba tacones de aguja, se hundían
en su rostro reflejado en la arena y éste manaba sangre ¿o manaba de
la arena? No podía quitárselos, se abrasaría los pies. Rugió el animal.
El tiempo se abalanzaba sobre ella demasiado deprisa».
4
«Un rugido se convirtió en un temblor de tierra y una grieta se
comió el desierto. Ella cayó en la oscuridad y, mientras flotaba ¿o
permanecía allí, de pie, quieta?, pudo ver al animal: era un puma». Y,
entonces, Tania despertó.
5
Mezcló las pastillas con el café y se lo bebió todo de un golpe.
─Para adentro, Ingrid.
Así le creaba menos cargo de conciencia tener que arrancar de
esa forma cada mañana y su estrés no se podía permitir ni un solo
remordimiento más, bastante tenía con saber que Lalo había arruinado
a Úrsula Roberts. ¿Por qué estaba evitando llamarla y contarle todo,
que su mano derecha, su fiel consejero, era en realidad un mal bicho?
Le daba miedo, pero ella siempre había tenido el suficiente valor
como para enfrentarse a las injusticias e intentar cambiarlas. Un
hombre no iba a ser quién la sometiera y truncara sus ideales. Si eso
era así, ¿por qué tenía tan mal presentimiento?, ¿a qué esperaba para
hacer esa llamada de teléfono?
6
Bajo, gordo, tripa desproporcionada, incipiente calvicie y gesto
indiferente. Era su reflejo ante el espejo. A él, todo había llegado a
serle indiferente menos el dinero. Con él, podía ser quien él quisiera,
hacer lo que le venía en ganas sin dar explicaciones. Para él, nada
era un problema, ni el saber que era un ser dañino ni su patética
imagen en calzoncillos frente al espejo.
─Coge lo tuyo, está sobre la mesilla.
El muchacho acababa de vestirse. Era extremadamente delgado y
bello, y esa barba de tres días le daba un aire de delincuente juvenil
que tenía cierto atractivo. Salió del cuarto en silencio y bajó las
escaleras. Antes de abandonar la casa, pensó en si habría algo allí
que mereciera la pena.
─¡Como toques algo, lo más mínimo, te buscaré, chapero de
mierda, y te colgaré de los huevos! ─gritó el gordo desde su
habitación.
«He conocido a muchos como tú ─pensó el muchacho─. Te crees
terrible, ¿verdad?, y estás tan solo que serías capaz de pagar para
que me quedara a vivir contigo. Pero yo no aceptaría».
7
Luk deambuló un rato por la avenida. Tenía suficiente dinero en los
bolsillos como para huir de la ciudad y comenzar una nueva vida en el
campo, como siempre había soñado. ¿Por qué no lo hacía y dejaba
todo atrás?
No tenía nada que perder, nada podía ser peor que verse envuelto
por ese gordo, si no era ese, sería otro, para él todos eran iguales, ya
fueran gordos o no, cada noche, como un rito que ha perdido toda su
magia.
8
Las mañanas le parecían impresionantes. Cada persona, cada ser
humano, tenía que arrancar un nuevo capítulo de su vida sin pararse a
pensar en el pasado, sin pararse a pensar en el futuro. A Luk le
gustaba sentirse un científico de las mañanas, perderse por la ciudad
estudiando las caras, las vidas de las personas. Le gustaba sentirse
invisible e imaginar a qué tendrían que enfrentarse todos esos
desconocidos durante el día.
Aquél del traje azul llega tarde a trabajar, seguramente tendrá
bronca con algún jefecillo y él aceptará sumiso la humillación por el
pan de sus hijos. ¿Y si no lo hiciera?, se sentiría joven, un héroe, ¿pero
qué le diría a sus hijos?, ¿la verdad?, ¿que sacrificó su pan por
sentirse heroico?
«La heroicidad es efímera», pensó Luk.
9
─Esto ya está, señoras.
─¿Cuántos años tienes, Luk? ─preguntó Elizabeth. A veces no
sabía muy bien por qué preguntaba esas cosas, simplemente las
preguntaba y algo en su interior le decía que sería interesante conocer
la respuesta.
─Dieciocho.
─¿Y qué haces que no estás en el colegio, Luk? ─Su voz adoptó
un tono exageradamente maternal.
Luk ignoró la pregunta e Elizabeth sintió que aquél era un motivo
más para deprimirse. El muchacho no le hacía caso, no la quería como
a una madre.
─Pero es que los muchachos de su edad son así, no respetan a
nadie, ni a sus madres ─dijo alguien.
─Ni a sus madres ─repitió Elizabeth para sí misma.
10
─¡Buenos días a todos!
─Tania, qué guapa estás desde por la mañana.
─Tú también, cariño. ¿Y este muchachote?
─Es Luk. Nos ha arreglado la tubería rota.
─Úrsula lo encontró en la calle. No va al colegio.
─Vaya por Dios.
11
«¿Qué hace esa llorando sobre el volante del coche? La habrá
dejado el novio».
Intentaba arrancar y el coche se ahogaba una y otra vez.
─Señorita, ¿la puedo ayudar? ─Nunca ofrecía ayuda a nadie,
pero él sabía bastante de mecánica y no le gustaba desaprovechar
una oportunidad de poner en práctica lo que le había enseñado Marc
antes de morir.
12
«No hables con desconocidos. Es un drogadicto, quiere tu dinero»,
¿el super-yo no recordaba ya que estaba en bancarrota?
─¡No tengo dinero! ─gritó desde el interior del coche la chica.
─¡Yo le puedo arreglar el coche si quiere! Soy mecánico.
─¿Y qué quieres a cambio? ¡Ya te he dicho que no tengo dinero!
─Ayúdame a huir. Llévame contigo.
Lo que le faltaba, un prófugo perseguido por la justicia. A la mierda
la justicia, no había justicia, ella ya no tenía nada.
─¡De acuerdo! ¡Pero espero que sepas lo que haces!
13
Camino de la nueva casa, Úrsula recordó la tubería rota.
─¿Por qué te persigue la policía?
─A mí no me persigue la policía.
─¿Entonces de qué huyes?
Luk no supo qué decir. ¿Huía de sí mismo? No, huía de la ciudad.
─Huyo de la ciudad.
─Te llevaré a las afueras si antes me haces otro favor. ¿Sabes de
fontanería?
Claro que sí, Marc también le había enseñado.
─Un poco.
14
Tania se despertó sobresaltada. Miró la hora: las once y media, aún
era temprano para ella. Intentó volver a conciliar el sueño, pero no
pudo, así que se levantó de la cama y se propuso disfrutar de un día
maravilloso.
─¡Buenos días a todos!
15
─Bueno, yo ya me voy.
─Muchas gracias por todo, Luk.
─Adiós. ─Luk se dio media vuelta y abrió la puerta principal.
─¡Adiós, Luk, y huye lejos!
─Lo haré ─dijo sin volverse a mirarla.
Úrsula pensó que ojalá ella también pudiera huir algún día sin
volver la vista atrás.
16
La tubería se encontraba bajo el fregadero. La última vez que
Elizabeth la había visto, tenía un ataque de risa y la cocina parecía una
piscina llena de cajas de cartón.
─Tania, abre la llave de paso.
Tania obedeció a Úrsula, no tenía ganas de discutir.
─¡Ya está!
Úrsula abrió el grifo de la cocina. Al principio, funcionaba
normalmente hasta que, de repente, la casa empezó a rugir. «Dios mío,
como en mi sueño», pensó Tania. A continuación, sin más preámbulos,
la tubería explotó y un torrente de agua salió disparado hacia arriba.
Atónitas, las dueñas de la casa no podían creer que se les estuviera
inundando de nuevo.
17
─¡Maldita sea, cierra la llave, ciérrala!
─¡Ciérrala, tú! ¡La culpa es del chapuzas que has traído!
─Calma, calma
─¡Mira quién va a mandar calma, la de la talasoterapia!
─¡Es que nos estamos poniendo como una sopa! ─y, dicho eso,
Elizabeth rompió a llorar.
18
─De aquí nadie se mueve hasta que toda esta agua esté recogida.
─Pero, Tania, he quedado, ¿no te acuerdas? Gareth va a venir a
recogerme dentro de una hora.
─¡Pues que espere! Somos tres mujeres y aquí tengo tres fregonas,
una para cada una. Venga, a fregar.
─Tania... ¿Tú eres una mujer?
─Calla, puta, y friega.
CAPÍTULO SEXTO:
¡Yo lo vi primero!
1
No hacía falta que las tres estuvieran recogiendo el agua, Gareth
iba a venir a por ella y no le iba a dar tiempo a arreglarse. Pero es que,
cuando Tania se ponía mandona, cualquiera le decía nada, vamos.
«Lo hace para que Úrsula entre en contacto con nosotras, está
todo el día como ida ─pensó─. Mira, está toda seria recogiendo el
agua ensimismada en sus pensamientos, ni siquiera se da cuenta de
que estamos aquí».
2
─Esta mañana me han echado del hotel. Se ha corrido la voz de mi
desgracia. ─Úrsula tiró la fregona al suelo y se restregó los ojos con
los puños.
«Pobrecita, parece una niña pequeña», pensó Elizabeth y de
nuevo, sorprendentemente, floreció aquel instinto maternal en sus
entrañas.
3
─No puedo más. ─No podía más, no podía seguir reprimiendo sus
emociones, sus ganas de llorar, y eso fue lo que hizo, dar rienda suelta
a sus lágrimas.
─Chiquilla, no llores más, nos vas a inundar la cocina otra vez.
Tania e Elizabeth se acercaron a Úrsula y la abrazaron.
─Mis niñas, no pasa nada, no pasa nada.
4
─Elizabeth, vete arreglando si quieres, tu novio va a llegar dentro
de nada.
─No, no, ahora mismo no os puedo abandonar, me necesitáis.
─No, venga, vete y diviértete. A Ursu ya se le ha pasado el
berrinche, ¿verdad?
─Sí, por mí no te quedes, Liz.
─Bueno, si os vais a poner así, me voy.
5
Elizabeth había cambiado mucho desde que había conocido a ese
promotor de construcciones, a ese tal Gareth, se había vuelto más
extrovertida y sociable con los demás. Eso la reconfortaba, realmente
le había cogido mucho cariño desde que se habían conocido en la
clínica.
─¡Se la ve tan contenta!
─Sí, un hombre puede hacer maravillas en la vida de una ─dijo
Úrsula, pensando en su millonario y en las cincuenta mil libras que
tenía planeado sacarle. La luz se lo había dicho, esa era la única
solución si lo que quería era recuperar su tienda y su prestigio─. ¿Y tú
que tal andas de hombres? Tan promiscua como siempre, ¿no? ¡Anda
que un día vas a pillar un sifilazo!
─No, últimamente mantengo una relación más o menos estable con
una persona.
─¿Un hombre?
─Sí, ¿y tú?
─Bueno, algo hay, pero mis intereses van más allá de lo puramente
sexual.
─Y de lo puramente sentimental, ¿no?, porque lo tuyo es el dinero,
como si no te conociera.
6
─Ahí está. ─Escucharon un coche aparcar frente a la casa─.
Vamos a asomarnos, a ver cómo es.
─Tania, tú tan cotilla como siempre.
─¿Qué hacemos si no?
─Venga, vamos, pero cuidado con que no nos vean.
7
Un vestido sencillo y un maquillaje casi imperceptible. A Gareth le
gustaban las mujeres sencillas, no se lo había dicho, pero lo
imaginaba. Gareth era un hombre sensible, capaz de amar el alma de
otra persona sin tener en cuenta su edad o su pasado. Capaz de amar
a una mujer por lo que es y no por lo que le gustaría que llegara a ser,
no se lo había dicho, pero lo imaginaba. Escuchó cómo un coche
paraba en la puerta. Era él.
¿Y Tania y Úrsula? ¿Dónde se habían metido? Se habrían
escondido, les daría vergüenza salir; ella hacía eso de pequeña,
cuando tenían visita se escondía, cuando su padre traía a su amiga,
ella se escondía. Siempre se escondía para no enfrentarse a la
realidad, para no saber quién era realmente aquella mujer que
entraba en su casa cuando su madre salía a trabajar.
8
─¡Tania, Úrsula, estéis donde estéis me voy!
9
─¡Dios mío! ─Tania se puso pálida y su gesto se contorsionó hasta
llegar a un límite en el que parecía una máscara grotesca.
Úrsula tampoco salía de su asombro, aunque aún no había visto la
reacción de Tania.
10
─¡Ese es mi amante!
Úrsula se volvió hacia Tania con la boca abierta.
─¿Cómo? ¡Ese es mi millonario!
11
Gareth estaba guapísimo, vestía de Armani y su sonrisa era
radiante. Le dio dos besos en la cara a Elizabeth y le abrió la puerta
del coche como todo un caballero. Luego, él entró por su lado y,
cuando las puertas se cerraron, arrancó el coche y desapareció de su
campo visual como un relámpago. ¿Había sido real o se había tratado
de una alucinación?
12
─¡Dios mío! Es él, no me lo puedo creer, maldita sea.
─No te sulfures, Tania. Casualidades de la vida. ─Realmente, ella
tampoco se lo podía creer.
─¿Cómo puedes hablar tan tranquilamente? ¡Es el novio de
Elizabeth! ¡Es el que folla conmigo todas las noches! ¡Y es tu millonario!
─Sí, y me da rabia, es un inconveniente que no tenía previsto, pero,
si lo miras bien, a Elizabeth la pasea como si fuera su madre, querrá
hacer una obra de caridad y la ha elegido a ella. Que contigo, pues
eso..., se acuesta, vale, igual hasta estáis enamorados, yo qué sé... Me
da igual, lo que quiero es un mecenas para mi boutique y eso no me lo
va a impedir nadie. Ni tú, ni Elizabeth, ni nadie.
─¡Mierda! ¿Y qué pretendes que hagamos? ¿Que lo compartamos
sin que él lo sepa?
─Pues mira, no es mala idea.
─No te pases, Úrsula. Es una locura.
─Ya veremos. Esperamos a que vuelva Elizabeth y lo hablamos,
¿vale? Es lo mejor, no precipitemos los acontecimientos. ─La luz
generadora del plano interno-celestial la guiaba en sus palabras, todo
saldría bien, no tenía de qué preocuparse.
13
─Es maravilloso que hayas comenzado una nueva vida viviendo
con tus amigas. Se te ve tan feliz.
Elizabeth lo observaba, cómo hablaba y conducía a la vez, con
talante sereno. Le daba miedo, le daba miedo que la abandonara
ahora que la veía feliz, no quería que pensara que para ella sus
amigas eran más importantes que él.
─Tú has sido quien más me ha ayudado en mi recuperación.
─Es para mí un honor saberlo, Elizabeth.
«Mis amigas no son tan importantes, ¿sabes? Yo sin ti no sería
nada», quiso decirlo, pero no pudo. Tenía el corazón encogido de la
felicidad.
14
Había conocido a muchas personas durante su tumultuosa vida,
pero a nadie como Gareth. Era todo tan extraño, hasta entonces
habían sido sombras que se amaban en clandestinidad. Le resultaba
difícil ver en el Gareth que salía con Elizabeth a su Gareth, a su
cazador nocturno.
Había pensado que él era diferente, pero las estaba engañando,
era un vividor. ¿Y si no? ¿Y si realmente tanto Úrsula como Elizabeth
estaban exagerando lo que no era una relación, sino simple amistad?
En el caso de Elizabeth, ni siquiera amistad, sino un profundo complejo
de culpa. Elizabeth le había contado que conoció a Gareth tras morir
una de sus compañeras de la clínica.
Él era el hijo de esta interna y, tras años sin ver a su madre,
apareció en el entierro. A partir de aquel día, no dejó de visitar a
Elizabeth ni una sola tarde. Gareth se sentía culpable por la muerte de
su madre, que se fue del mundo vieja, loca y sola.
15
─Necesito saber de qué va tu relación con Gareth.
Úrsula estaba organizando las cosas en su habitación.
─Tania, ya te he dicho que ya hablaremos cuando venga Elizabeth.
─Hija de puta, sabes que no diré nada delante de Elizabeth que le
pueda afectar. Por eso quieres que esté ella por delante.
─Hija de puta, tú. Y mi relación con Gareth va de lo que va. Somos
una pareja ideal y no estamos faltos de nada, no comprendo como se
puede acostar con alguien como tú.
─¿Pero yo qué te he hecho? ¿Por qué quieres arruinar mi vida,
eh? ¡Eres una mala pécora!
─Vete a la mierda, querías saber de que iba lo mío con Gareth,
¿no?
─¡Pero tú no lo quieres!
─¿Y qué? Quiero su dinero.
─No puede ser verdad, me estás mintiendo, tan sólo eres una
amiga para Gareth.
─Sé perfectamente la diferencia entre amiga y prometida.
─¡Mentirosa! Gareth no te quiere.
─Mentirosa, tú. Gareth no se acuesta contigo, eso quisiera un
desviado sexual como tú.
Tania le dió una bofetada a Úrsula, con todas sus ganas, con toda
su ira.
─¡Gareth me chupa la polla!
─¿Cómo te atreves? ¡Tú no tienes ningún tipo de vergüenza!
Esta vez fue Úrsula la que arremetió contra Tania, enzarzándose en
una pelea. Rodaron por el suelo, se golpearon y se insultaron aún más
y, en ese momento, entró Elizabeth por la puerta del cuarto.
16
─¡Chicas!, ¿pero qué hacéis?
Tania y Úrsula se separaron, no sin forcejear un poco más antes de
pedirle a Elizabeth que se sentara con ellas.
─¿Estáis locas?
─Gareth es el novio de Úrsula y también el mío, Elizabeth.
─¿Cómo? Estáis de broma.
No era ninguna broma, a su edad ya estaba acostumbrada a las
malas noticias, había aprendido a olerlas y a diferenciarlas de las
bromas. Todos los traumas de su vida afloraron a su rostro
descompuesto.
─Elizabeth, tranquilízate, no es ninguna broma, pero, si hablamos y
lo razonamos, quizás encontremos una solución adecuada para las
tres.
─Elizabeth...
─¡No me toquéis, zorras! ¡Yo lo vi primero!
17
─Sois demasiado jóvenes para comprenderlo. Es a mí a quien ama,
llega un momento de la vida en el que el amor espiritual supera al amor
físico.
─Lo que importa es que nos engaña a las tres y que ninguna de
las tres quiere dejarlo, las tres lo perdonamos. ─Hasta ella se estaba
creyendo que mantenía una relación con Gareth, a quien había
conocido hacía pocos días cuando la recogió en medio de la calle,
mareada, víctima del estrés y de un préstamo denegado. No importaba,
¿no hacían lo mismo Elizabeth y Tania? Elizabeth se creía que pasearla
a lo Miss Daisy era una relación amorosa y Tania todo lo que decía
eran mentiras, qué más quisiera ella, su amiga del alma le había
contagiado la locura.
18
─Sé a dónde quieres llegar, Úrsula. Si lo perdonamos es porque
no nos podemos creer que sea uno de esos tipos que juguetea con
más de una a la vez.
─Yo, lo vuelvo a repetir, chicas: estáis equivocadas. A ver, ¿hasta
dónde llega vuestra relación?
─Hay sexo.
Vaya, eso era más de lo que ella tenía con Gareth.
19
Y dale, no podía creer ni una sola palabra de Úrsula, sexo con
Gareth, ¿no tenía bastante sexo con ella? El amor era bien diferente,
otra cosa, y eso le dolía. ¿Acaso había encontrado en Elizabeth o en
Úrsula el amor que ella no le había proporcionado? Se sintió frívola,
sintió que su relación divina era frívola, que los dioses no sabían amar.
20
─Propongo que las cosas sigan tal y como están.
─Úrsula, yo no pienso compartirlo. Quedaos con él, a mí no me
hace falta ese tío, no vale nada si realmente nos está engañando de
esa manera.
─Espera, Tania. No es tan mala idea. Podíamos hacer como si
nosotras no lo supiéramos.
─Elizabeth, no esperaba eso de ti, de Úrsula quizás, pero no de ti.
─Tarde o temprano se decidirá, se cansará de jovencitas.
─Elizabeth así lo pensaba y confiaba ciegamente en ello.
─Tania, si tú lo dejas, pues lo compartiremos Liz y yo, ¿verdad?
De repente, se había establecido un sospechoso vínculo de
complicidad entre Úrsula e Elizabeth que le molestaba tanto o más
como el hecho de tener que compartir a Gareth.
─De acuerdo, que todo siga como está. Compartiremos casa y
hombre. Pero, entre nosotras, hablaremos como si existieran tres
Gareths diferentes. No es la misma persona, no puede ser la misma
persona.
─Entonces, de acuerdo las tres, ¿no?
─Una cosa más. Él nunca lo sabrá. Nunca. Y si algún día abandona
a alguna de las tres, ésta se retirará sin molestar, sin celos y sin dar el
espectáculo, ¿de acuerdo? El pacto seguirá con las mismas
condiciones para las otras dos hasta que sólo quede una.
«Sólo puede quedar una», le dijo alguien a Elizabeth.
LAS VENTAJAS DEL POLIAMOR
Todo son ventajas
CAPÍTULO SÉPTIMO:
Gareth y Úrsula
1
─Señorita, ¿se encuentra algo mejor?
Empezaba a abrir los ojos. Le dio algunos sorbos más al vaso de
agua y, finalmente, balbuceó algunas palabras:
─¿Qué ha pasado?
─Se desmayó en plena calle.
─Ya.
Ya recordaba. Así que ese hombre era su salvador; bastante
guapo, menos de treinta, elegante, robusto, bien formado, piel morena,
el pelo ni muy corto ni muy largo, castaño claro, con clase, con dinero,
vestía de Armani. Con un rápido análisis, en tan sólo unos segundos,
supo que aquél era el hombre del que le había hablado la luz.
─Gracias.
─No es por meterme donde no me llaman, pero apuesto a que no
ha desayunado nada esta mañana.
─A otro le diría que sí, que se mete donde no le llaman, pero ya que
usted me ha salvado la vida...
─Háblame de tú. Me llamo Gareth.
─Yo soy Úrsula.
─Úrsula, te invito a comer, hay que reponer fuerzas.
─De acuerdo, acepto.
2
Hacía años que no veía de manera tan descarada, y a través del
lenguaje del cuerpo, que un hombre así tratara de ligar con ella.
Durante ese primer almuerzo, todo en él, su postura, sus gestos, su voz,
eran indicios de que se estaba preparando para el cortejo.
─Por casualidad no serás millonario, ¿no? ─Y ella se estaba
dejando seducir, se lo decía, esta vez, su intuición femenina: «Déjate
llevar».
─Puede ser.
─Serías demasiado perfecto. ─Y había ganado tantos puntos en
una hora escasa que no le hubiera importado llevárselo a la cama
aunque no hubiese sido...─ ¿Millonario? Estás de guasa.
No, no estaba de guasa. Úrsula ya estaba acostumbrada a las
mentiras, a los desengaños, y su propia experiencia le susurraba que
aquel hombre estaba diciendo la verdad.
3
Era demasiado perfecto y, por eso, nunca se iba a enamorar de él.
Esa era su regla de oro en cuestiones amorosas: los perfectos son los
que antes y peor te pegan el palo. Eso no quitaba que no ardiera en
deseos de acostarse con él y experimentar en sus propias carnes el
peso de su cuerpo; impresionante vestido, seguramente deslumbrante
en cueros.
Tampoco quitaba que, si él resultaba ser tan millonario ─como su
experiencia, ya no le susurraba, le gritaba─, jugara a la conquista,
uno de sus pasatiempos favoritos, y así poder sacarle... ¿Cuánto?
¿Cincuenta mil está bien?
4
─Y aunque tenía un par de diseñadoras trabajando para mí, era
como si cada prenda, cada complemento, fuese un hijo. Era tan
excitante ver mis ideas plasmadas en un papel y luego hechas
realidad, en la pasarela. Era pretaporté, pero con mucho estilo. Yo te lo
puedo asegurar. ─Risa suave─. No porque yo fuera la dueña, sino
porque era realmente así, ¿sabes? Oye, perdona si te estoy dando la
vara... Supongo que la moda no le ha de importar mucho a un capataz
de barco.
La primera cita oficial no había tardado en llegar, habían quedado
esa misma tarde en un local de ambiente agradable y luz tenue, pero
no excesivamente refinado. Gareth tenía clase, pero quedaba claro
que no era un snob.
─Bueno, en cierta manera sí que me importa, no te creas. Tengo
algo de dinero invertido en ese mundo, al fin y al cabo todas las
empresas de alguna forma u otra acaban por comunicarse entre sí.
Todo tiene que ver con todo, ¿no crees?
─Sí. Así se teje el mundo. ─¿Dinero? Había dicho dinero, e invertir
y empresas, muchas empresas. Risa suave, sonrisa leve, sorbo a la
copa.
─El ramo de rosas ha sido un detalle por tu parte, no te tenías que
haber molestado.
─No es ninguna molestia, al contrario. ─Sonrisa encantadora,
dientes perfectos.
5
─Bueno, ¿qué me cuentas de tus hobbies? ¿Tienes alguna afición
así que puedas destacar ─sonrisa seductora─... que puedas
confesar? ─A la conquista.
─El golf... Sí, el golf me gusta mucho, últimamente me he
enganchado al golf y a la vela... La vela es otro de mis deportes
favoritos.
Lo había puesto nervioso, eso era bueno. Su plan estaba
funcionando.
6
─¿Dónde te dejo? ─Era todo un caballero.
─En el Clayton.
Hasta que las cosas no estuvieran en orden, no quería pasar ni un
solo segundo con aquellas dos locas. Él tenía un Jaguar y ella, al verlo,
sintió como la luz celestial le henchía el corazón. «Ésta es la mía».
Y al despedirse, lo hicieron con un desaforado beso.
─Quiero volver a verte, Úrsula.
─A mí también me apetece volver a salir contigo, Gareth.
7
Por fin estaba instalada la línea telefónica, había sido una semana
de incomunicación y aislamientos, de silencios de ciento veinte
segundos por minuto. Úrsula había dedicado esos últimos y larguísimos
siete días a ir de banco en banco, de decepción en decepción, de
abogado en abogado, en pos de la solución al crucigrama en que se
había convertido su repentina quiebra; Tania, como de costumbre, se
evadía bailando en el club, a ella no le hacía falta la línea telefónica,
nunca la usaba; y Elizabeth estuvo enclaustrada durante toda la
semana en la casa, intentando hacer de ella un hogar, cosiendo
dobladillos a las cortinas y haciendo encajes para el sofá. Pero tarde o
temprano sabían que el ring del teléfono volvería a sonar y las
despertaría del estado de obnuvilamiento en el que se encontraban.
Sonó y fue Gareth el que llamaba. Fue él el que estrenó la línea y
preguntó por Úrsula.
8
─¿Úrsula?
─Gareth, cariño, ya pensé que no me ibas a llamar.
─Tengo buenas noticias.
─¿De veras? Dime.
─No, por teléfono no.
9
─¿Cómo se le ha ocurrido darle nuestro número a Gareth?
─Elizabeth no podía controlar el odio que Úrsula le despertaba y su
indignación por sentir que Gareth quería más a las otras que a ella. No
podía controlar que todos sus miedos le pudrieran por dentro y
comportarse tan mal con las que, poco tiempo atrás, aspiraban a
convertirse en sus dos mejores amigas─. ¿Cómo se le ha ocurrido?
Sólo lía más las cosas. Ahora no podrá llamar a ninguna de nosotras,
sólo a ella.
─Bueno, sólo te puede recoger a ti, tú fuiste la primera en
enseñarle donde vivimos.
─¿Hoy no tienes que bailar? Se te va a hacer tarde.
─Cierto. Yo, de las tres, soy la que menos problemas tengo. Nos
vemos en el club y punto. No tengo de qué preocuparme.
─Eso ya lo veremos...
10
No podía apartar de su cabeza la actitud que había tomado
Elizabeth en esos últimos días, incluso, mientras se arreglaba para esa
noche, no podía parar de pensar en esos ojos llenos de rencor que
antes, siempre, le habían parecido tan vulnerables. ¿Debía de tirar la
toalla por una amiga?
De repente, recordó cómo el olor de Gareth, su lengua recorriendo
cada rincón de su cuerpo, le ponían la carne de gallina. Obtuvo una
respuesta inmediata, egoísta pero sincera.
11
─He quedado con Gareth esta noche. Tiene algo muy importante
que decirme.
─¿Y a mí qué? Es tu Gareth, no el mío.
─Era para avisarte, Liz, para que luego no te siente tan mal.
─¿Que no me sienta tan mal el qué?
─La noticia, que Gareth y yo nos vamos a casar.
12
Lo oyó desde arriba y no pudo evitar bajar las escaleras corriendo.
─Esta noche, Gareth me va a pedir formalmente que me case con
él.
─No le hagas caso, Elizabeth. Es una lianta.
─Pensad lo que queráis, yo si fuera una de vosotras ya me iría
olvidando de él.
─Nunca, jovencita. Gareth aún sigue con las tres y con las tres va a
seguir hasta que él quiera.
─Tú lo has dicho, Liz, «hasta que él quiera», y esta noche es la
noche en la que se va a quedar definitivamente conmigo.
13
Tania no pudo concentrarse esa noche en su baile. Sus pasos le
parecían torpes, su cuerpo, pesado y, por primera vez en toda su
carrera, las luces la obligaban a desviar la vista, la agobiaban y le
arrebataban las ganas de seguir.
Una nueva pregunta le rondaba y le rondaba por la cabeza: si él
acudiría esa noche a su cita con la diosa, si tras quedar con Úrsula, iría
al club. Escudriñaba la oscuridad buscando la respuesta y, por fin,
apareció, desafiando a la nocturnidad y a la desesperanza. Gareth
había venido a por ella.
CAPÍTULO OCTAVO:
Espionaje
1
Había tenido una urgente necesidad por ordenar los armarios a
eso de las once y estuvo haciéndolo hasta las dos y media que regresó
Úrsula de su cita. Nada más verla, comprendió que era demasiado
vieja para superarla en belleza y en suerte, estaba radiante, nunca la
había visto tan radiante ni con ese gesto de felicidad en el rostro.
─Querida Elizabeth, esta noche, simplemente ha ocurrido un
milagro ─fue lo primero que dijo─. Un milagro y, para celebrarlo, voy a
dormir como los ángeles por primera vez en muchas semanas.
─¿Te ha pedido que te cases con él?
─Mucho mejor, he recuperado mi boutique.
2
Aún conservaba el sabor de Gareth en sus labios, se vistió y
emprendió el camino de vuelta a casa. Hacía varias horas que el sol
había despertado a la ciudad y la había convertido en un ir y venir de
mentes inquietas, pero para ella, que tenía la mente calmada gracias al
poder curativo de la pasión y el desenfreno, era la hora de dormir.
Encontró a Elizabeth sentada en la cocina y, por su aspecto, no
acababa de levantarse, sino que había estado toda la noche
esperándola.
3
─Liz, cariño, ¿qué te pasa? ¿No habrás pasado toda la noche
aquí?
─Úrsula llegó a las dos y media de su cita. Estuvo con Gareth hasta
las dos y media. ¿Qué harían hasta tan tarde? ¿Tú lo sabes?
─Venga, vamos a dormir, señora, que ya le conviene.
─¿Tú lo has visto esta noche? ¿Has visto a Gareth esta noche?
─Sí, apareció a las tres y media.
─¿Ha habido sexo?
─Mira, mejor será que no hablemos de ese tema si no queremos
hacernos aún más daño. Bastante nos duele ya compartirlo para que
encima tengamos que hablar de ello, ¿no?
─Te has enamorado de él, ¿verdad?
─Buenos días. Yo me voy a dormir; tú haz lo que quieras.
4
La cocina se quedó en absoluto silencio en cuanto Tania la
abandonó, sólo Elizabeth y los rayos de sol entrando por la ventana.
Hacía una mañana preciosa y nada ni nadie le podría robar ese hecho
y el derecho de disfrutarlo. Una ráfaga de optimismo le refrescaba los
odios latentes en los últimos días. Y es que Elizabeth tenía un plan.
5
─Come lo que quieras y luego te vas. Yo ya llego tarde.
─Te dejas el maletín.
─No eres mi mujercita para decirme lo que me dejo o no. Y como se
te ocurra tocar algo...
─Ya, me colgarás de los huevos.
Lalo sabía que no tendría problemas con ese muchacho, le
convenía volver, siempre volvía a él.
6
El coche de Lalo desapareció al final de la calle y una joven rubia,
con el cabello recogido en una trenza y una mochila de vinilo naranja
al hombro, salió de detrás de los arbustos que bordeaban el jardín del
abogado.
«Joder, Ingrid, pareces una espía profesional», pensó la joven,
sacando de la mochila la ganzúa con la que pocos minutos después
abriría la puerta de la casa.
7
Por más que buscó, Luk sólo pudo encontrar pan integral y unas
lonchas de jamón de York.
«Vaya mierda, ¿dónde guarda éste los donuts? Solo, frente a dos
rebanadas de pan integral, a dónde hemos ido a parar, Luk. Tú que
querías huir. ─Se sentía absurdo y tremendamente fuera de lugar─.
¿Qué haces aquí, Luk? Esto no estaba escrito. Tú no tendrías que
haber vuelto. Pero siempre vuelves, siempre vuelves porque realmente
tu hogar no está en ningún sitio. ─Volvió a meter las rebanadas en el
paquete de pan, se le había quitado el hambre─. Desde que Marc se
fue, tu hogar no está en ningún sitio». Un ruido que venía del
despacho de Lalo lo sacó de sus pensamientos, algo había caído al
suelo y se había roto. Perfecto, ahora lo colgarían de los huevos.
8
Encontró el ordenador encendido y una chica, con una trenza
rubia y una mochila naranja al hombro, de rodillas en el suelo,
recogiendo el lapicero que había tirado. La chica se quedó allí, sin
poder articular palabra, por lo visto él no la tenía que haber pillado in
fraganti haciendo lo que estuviese haciendo, ¿no?
9
─Prueba con Luk.
─¿Qué?
─El ordenador. Te pide una clave, ¿no? Pues prueba con Luk.
─¿Quién eres? ─La chica se puso en pie.
─Luk. ¿Y tú? ¿Cómo se llama la encantadora espía a la que acabo
de sorprender?
─Yo no soy ninguna espía.
─Mira, a mí me da igual lo que seas, pero date prisa porque Lalo
está a punto de regresar.
10
─Tenemos derecho a saber qué pasa contigo, con Gareth y con tu
tienda.
─Tranquila, Elizabeth, como ya te dije anoche, ha sucedido un
milagro.
11
Úrsula y Gareth se encontraron donde ya era habitual, en ese local
de ambiente agradable y luz tenue donde tuvo lugar su primera cita.
No tenía ni idea de para qué la había llamado Gareth, aunque, por un
momento, hasta ella misma se había creído lo de la petición de
matrimonio. Realmente, Gareth era un hombre interesante y muy
misterioso. Eso hacía que poco a poco se estuviera sintiendo más y más
atraída por él, pero no dejaría que esos sentimientos se
descontrolaran; ya se sabe, no hay que mezclar el trabajo con el
placer... Por lo menos en un primer momento.
12
─Estás preciosa. ─Y un beso como saludo; no es un mal comienzo.
─¿A qué viene tanto misterio, Gareth?
Risa suave.
─No es ningún misterio, son solo buenas noticias.
─¿Y bien...?
─Una de mis empresas adheridas, Comarcal, no sé si la conocerás,
acaba de nacer como quien dice.
─Sigue. ─Tenía un presentimiento estupendo, el mejor de los
presentimientos.
─Comarcal está dispuesta a tapar el agujero, Úrsula.
─Eso la convertiría inmediatamente en la nueva dueña, ¿no?
─Y se compromete a vender la boutique a su dueña original, a un
precio insignificante.
─Simbólico.
─Nulo.
La luz del plano interno-celestial le dijo que lo besara, y Úrsula lo
besó. Lo besó y estuvo segura de que no había truco en sus palabras.
Se sentía ingenua y crédula como una colegiala, pero tan segura a su
lado.
13
─Y, tras besarnos apasionadamente, me pidió matrimonio.
─ ....
─Y después, vino a verme y follamos como zorras, ¿sabes, guapa?
─ ....
─ ....
─Elizabeth, ¿no me vas a dar tú al menos la enhorabuena por mi
futura boda?
Desde luego, Elizabeth no podía retrasar por más tiempo su plan.
CAPÍTULO NOVENO:
Sexo
1
«Esta noche no va a ir a verte, Tania. Esta noche no va a tener
ganas de follar contigo... Esta noche no».
─¿En qué piensas, Liz? Te veo ensimismada.
─Es por lo de Úrsula, ¿eso de que se vaya a casar con Gareth no
te choca?
─Tú ni caso. No conoces a Úrsula, lo exagerada que es.
─Ah, vale.
2
─Esta noche no... Esta noche me toca a mí.
3
Elizabeth estuvo toda la tarde arreglándose para la gran ocasión,
hacía años que no tenía sexo, desde aquel psiquiatra que le tocaba
los pechos y le cobraba ochenta libras la hora, aunque eso no era lo
que ella iba a sentir con Gareth, iba a ser diferente, no se iba a sentir
mal tras hacerlo. No, con Gareth iba a ser sexo del bueno, como el que
mantenía él con Tania noche sí, noche también.
─Pero esta noche no... Esta noche me toca a mí.
4
Sacó de un joyero que guardaba en el armario, un liguero. Era el
liguero que había pertenecido a la última novia de su padre. Lo había
guardado desde el día de las puñaladas.
─¿Por qué? ¿Por qué no puede pasar un sólo día sin que piense
en las puñaladas.
Aún las podía ver, rojas, profundas, carne de vaca le habían
parecido en un primer momento, pero es que era muy joven y no había
podido evitar las comparaciones, realmente la carne abierta en canal
de la última novia de su padre le había parecido carne de vaca, roja y
profunda, pero de vaca.
5
¿Estaba enfrentándose a uno de los fantasmas de su pasado?
¿Quién había ganado? Llevaba puesto el liguero y Gareth, a la vez
que conducía, sonreía y parecía un ángel. Había ganado, gracias a
Gareth, había conseguido superar el día de las puñaladas. Ya no se
sentía culpable, esa zorra con la que su padre se había acostado
aquella calurosa tarde de septiembre se lo merecía. Y treinta años
después, ella se iba a acostar con Gareth llevando puesto el liguero
que siempre le había pertenecido por derecho.
6
La noche no se podía presentar más prometedora: pizza a domicilio
y película basada en hechos reales, con hijos enfermos, madres que
lloran como magdalenas y con un juicio al final que acaba por no
resolver nada. Era justo lo que necesitaba, estar sola. Tania, como de
costumbre, bailaría hasta el amanecer, y Elizabeth había ido con Gareth
a un concierto de música clásica ─lo que tenía que hacer el pobre
Gareth por lástima─, que terminaría a las doce o las doce y media.
Toda la casa para ella, se sentía la dueña absoluta por unas horas. Se
conformaba con poco, realmente era una chica muy sencilla.
7
─Es una pena que lo hayan cancelado, pero, Elizabeth, te prometo
que iremos al próximo, ¿de acuerdo?
─Sí. ─A Elizabeth le daba igual que los músicos rusos hubieran
tenido un accidente en la carretera y que hubiesen cancelado el
concierto, al revés, eso la beneficiaba, se adelantaba su plan.
─¿Te recojo mañana a las seis? He comprado dos entradas para
una ópera estupenda.
─¿No vas a pasar? ─No estaba para óperas, sólo pensaba en
sexo.
8
Úrsula pensó que sería la pizza, que había llegado en un tiempo
récord y que le tendría que dar una buena propina al muchacho, pero
al oír las voces de Elizabeth y de Gareth mientras abrían la puerta, se le
heló la sangre en las venas.
─Me cago en tu madre, vieja loca. ─Y no tuvo otra opción que
apagar todas las luces y salir disparada para encerrarse en la cocina.
Justo a tiempo. Las luces se encendían de nuevo.
─Nunca la habías visto por dentro, ¿verdad?
─Es una casa preciosa, Elizabeth. Está decorada con un gusto
exquisito.
─La he decorado yo. Mis compañeras no tienen sentido de la
estética.
9
¿Cómo se atrevía esa zorra vieja a meter a Gareth en la casa?
¿Acaso había perdido la poca cordura que le quedaba? Se las iba a
pagar, se las iba a pagar porque en esos momentos se sentía como
una intrusa en su propia casa; a oscuras, en la cocina en calma,
parecía que el tiempo se hubiera parado allí dentro, que tan sólo
existía para Elizabeth y Gareth a solas en el salón. Escuchaba sus
voces, pero no podía distinguir qué estaban hablando. Una carcajada,
era de Elizabeth. Vieja puta, eso la desconcertaba.
10
Silencio. No había oído que Gareth se hubiese marchado. El roce
de los cuerpos en el sofá. No era posible. Seguramente Elizabeth se
había quedado dormida, era demasiado tarde para ella y Gareth no
tardaría en irse. ¿Un gruñido? Serían alucinaciones auditivas
provocadas por el inmenso silencio en la cocina. Un gemido, un
lamento. ¿Qué demonios estaba pasando allí fuera? Tenía que
saberlo, la curiosidad le corroía por dentro y, a la vez, estaba
deseando ver como Elizabeth dormitaba en el sofá mientras Gareth la
observaba como si fuese su abuelita. Entreabrió la puerta lentamente y
se hizo la luz. Lo que vio provocó que la cerrara de un golpe. Daba
igual, ellos no lo escucharon.
11
Gareth galopaba, con los pantalones bajados y el culo fuera, sobre
Elizabeth, que demostraba una flexibilidad asombrosa para su edad,
para cualquier edad. Parecían dos animales, él galopaba sin
compasión encima de ella, un torrente de jadeos y gemidos se
liberaban de sus bocas cada vez que él entraba y salía de ella. No hizo
falta ver más para que a Úrsula se le cortara la respiración y se
encerrara de nuevo en su improvisada celda. No podía quitarse de la
cabeza aquella patética escena. Aquello se repetía ante sus ojos una y
otra vez, aún en la oscuridad.
12
─Aquí es. ─El chico aparcó la moto frente a la casa y, una vez que
hubo sacado la pizza, llamó al timbre de la puerta. Nadie le abría.
Llamó otra vez. Se escuchaba ruido dentro. Llamó de nuevo, esta vez
no soltó el timbre en medio minuto, que se jodieran. ¿Le estaban
gastando una broma? Dentro había alguien, podía escuchar los... Se
dio cuenta de que eran gemidos─. Vaya, no hace falta que se jodan, ya
lo hacen.
Volvió a la moto, guardó la pizza y se montó de nuevo, había
llegado en mala hora.
─Cuando lo cuente, mis colegas se van a mear de la risa.
13
Dios mío, aquella mierda parecía una pesadilla. El timbre no dejaba
de sonar y los gemidos no paraban, al revés, subían de volumen. No
iban a abrir, lo sabía de sobra, no iban a abrir y aquello iba a durar
durante toda la noche.
Los gemidos de Elizabeth le provocaban envidia, para aplacarla
pensó que eran gemidos de dolor, pero, aún así, seguía deseando ser
ella la del sofá, ser ella a la que Gareth desgarraba con su enorme
pene. «Eres más patética que ellos, Úrsula ─pensó─. No te importaría
el dolor y sabes que lo que le está dando a ella es placer».
14
Tania llegó a la casa con todas sus esperanzas hechas pedazos,
había pasado media vida esperando y la otra media follando, y ya
estaba harta, se sentía vacía, sola y rota por dentro. Encontró a Úrsula
dormida como un bebé en el suelo de la cocina.
─Úrsula, levanta, ¿qué demonios te ha pasado? ─La ayudó a que
se incorporara─. ¿Has pasado aquí toda la noche?
─Elizabeth trajo a la casa a Gareth. No me quedó más remedio que
esconderme aquí.
─Vaya.
─Está loca, ¿sabes? ¡Loca!
─Venga, vamos a dormir, que falta nos hace. Una buena cura de
sueño lo arregla todo.
─Lo que pasa en esta casa no lo arregla ni Dios.
15
En menuda se había metido. Iban a hacer veinticuatro horas
vagando por las calles, huyendo sin dirección, perseguido por una
fiera que no dudaría en colgarlo de los huevos si lo encontraba. No
sabía si el dinero le llegaría hasta el final, no sabía donde estaba el
final. Se metió la mano en el bolsillo del pantalón una vez más, para
asegurarse de que la llave seguía ahí.
«Qué típico, Luk ─pensó─, has hecho lo que haría un espía del
tres al cuarto en cualquier película. En cuanto te quite la llave, todo se
acabó. Y ese no ha de ser el final. El cabrón tiene que terminar entre
rejas y no follándose tu cadáver».
¿Debía volver atrás y buscar un lugar más seguro para la mochila?
«Cómo vuelvas atrás te coge seguro, sigue siempre adelante.
Mierda mi mala suerte, voy a acabar muriendo por algo que ni me va ni
me viene».
No debía quejarse tanto, conociendo a Lalo, en esos momentos, la
chica sí que lo tendría que estar pasando mal.
16
─Te vendrá bien descansar.
─No creo que pueda dormir. Tú no has visto ni has oído lo que yo.
Ha sido algo realmente asqueroso, ¿sabes?
─Al fin y al cabo fue tuya la idea del pacto. Yo ya avisé, desde un
principio, que nos íbamos a hacer mucho daño entre nosotras.
─A mí esa loca solo me hará daño si por culpa suya el negocio me
sale mal. Lo demás no me duele, simplemente me da asco.
Tania pensó en decirle algo hiriente, pero el timbre del teléfono la
interrumpió e hizo que lo olvidara.
─Cógelo tú.
─Dale tu móvil si es que te molesta que Gareth sólo me pueda
llamar a mí.
─Cógelo que van a colgar.
Úrsula corrió hacia el teléfono.
«A mí no me hace falta ─pensó Tania─, no me hace falta».
17
─Sí, soy yo... Dios mío... Sí... Muchas gracias, agente. ─Colgó y se
quedó muda ante el teléfono. No sabía si llorar, si la situación lo
merecía─... Hija de puta, ojalá te pudras en el infierno ─fueron las
únicas palabras que pudieron salir de su boca.
─¡«Muchas gracias, agente»! ¿Qué ha pasado, Úrsula?
─ ...
─¡Úrsula!
18
Se encontraba en un paso de cebra, qué lejos parecía el final. Qué
lejos. Algo se le nublaba por momentos, no sabía si la vista o la mente.
Estaba falto de reflejos, no había dormido en toda la noche y, por eso,
no pudo reaccionar cuando el coche de Lalo paró a su lado. Se dio
cuenta cuando la ventanilla ya se había bajado.
─Sube, hijo de puta. Tú y yo tenemos que hablar muy seriamente.
Algo se le volvió a nublar en el interior.
19
─Ingrid, mi diseñadora de más confianza, ¿sabes? La muy puta se
ha suicidado. Una vecina la ha encontrado colgada. Y lo más gracioso
es la nota con la que ha decidido decir adiós a esta mierda de mundo.
Tania la observaba atónita. No comprendía cómo el rostro de
Úrsula reflejaba tanta ira en un momento como aquél.
─¿Qué dice la nota de suicidio, Úrsula?
─Que no puede cargar por más tiempo con el peso de conciencia
que tiene. Me pide perdón.
─¿A ti? ¿Por qué?
─Por haberme estafado cincuenta mil libras. La policía ha
encontrado en su apartamento todo tipo de documentos que la
incriminan. ¡La muy puta! ¡Que se pudra en el infierno!
20
Abrió los ojos. No tenía sueño a pesar de que había dormido unas
tres o cuatro horas, se encontraba relajada, descansada como si
hubiera permanecido en estado de hibernación durante siglos. Se
levantó de un salto, había recuperado la agilidad que nunca había
tenido.
─¡Buenos días! ─gritó a la mañana y la mañana la recibió con
alegría. Se dio cuenta de que tenía ganas de más, de más vida.
21
─¿Y ahora qué vas a hacer?
Tania siempre tan preocupada por todos y por todo, era su forma
de tenerlo todo controlado, hacerse la hermanita de la caridad. Le
crispaba los nervios.
─Y yo qué sé. Llamaré a Lalo, al fin y al cabo él siempre ha sido mi
asesor en todo este tipo de asuntos, ¿no?
22
Conducía con unas gafas oscuras que le daban aspecto de
mafioso, le hacían parecer que en breve iba a cometer un asesinato.
Luk ni sospechaba que ya lo había cometido, tenía a Lalo por un ser
de la peor calaña, pero de ahí a pensar que, en esos momentos, Ingrid
reposaba en un depósito de cadáveres, que para ella ya había
llegado el final de la historia... Muerte. Fin. No hay nada más que
contar.
Lalo había regresado demasiado pronto, ella había tardado
demasiado en salir de la casa.
23
Luk los había escuchado discutir en el despacho.
Había bajado a desayunar, volvía a llamar el hambre a su
estómago, mientras la joven con el pelo recogido en una trenza
realizaba su labor de espionaje. Iba a acabar con Lalo, había dicho.
Lalo había robado mucho dinero y tenía que pagar por ello. No le
pareció mala idea, además a él ni le iban ni le venían los asuntos entre
Lalo y la espía.
Escuchó los pasos bajando la escalera. Llevaba a la chica cogida
de un brazo. Pudo ver en su rostro que la apretaba demasiado, le
hacía daño, y pudo ver el dolor que le provocaba cómo, en cuestión de
segundos, su plan se había desmoronado como castillos de arena. Los
castillos de arena siempre se acaban desmoronando, tarde o temprano
todos los castillos de arena se vienen abajo si no se tiene cuidado. Y
también podía ver en ella una mirada de decepción hacia él, como si le
exigiera saber por qué no la había puesto en alerta al escuchar a Lalo
entrar en la casa. Luk respondió a su mirada con otra: «Nena, a mí esto
ni me va ni me viene».
─¿Por qué has dejado entrar a esta basura en mi casa?
─¿Pero no es tu sobrina?
─¡Maldito chapero! ¿Qué pasa, que acaso sólo vales para follar?
Luk prefirió no contestar.
24
─Y tú ven acá ─dijo Lalo, jalando de nuevo del brazo de la chica─.
Querida Ingrid, ésta no te la perdono, nadie se mete así como así en mi
casa.
─Vas a tener que rendir cuentas a mucha gente, Lalo, y yo estaré
ahí para verlo.
─Ni una palabra más. Y a ti ─dirigiéndose a Luk─ te quiero ver ahí
quietecito hasta que vuelva. Hay varias cosas que aclarar entre
nosotros.
Lalo sacó a la chica a empujones de la casa y pocos minutos
después pudo escuchar cómo se alejaban en el coche. Se había
metido en problemas la chica de la trenza rubia y la mochila naranja.
Un momento, ¿dónde se la había dejado? Luk subió corriendo las
escaleras y entró en el despacho. No la veía por ninguna parte, no
había mucho por donde buscar. «Detrás de la puerta», le vino en forma
de flash a la mente. «Qué absurdo», pensó. Pero al mirar detrás de la
puerta allí estaba, una mochila naranja y dentro todos los documentos,
escritos e informáticos, secretísimos, que Ingrid había podido
escudriñar durante esa mañana.
─El castillo de arena aún no se nos ha desmoronado.
Mochila al hombro, Luk salió de la casa sin rumbo fijo. Lalo no
tardaría en iniciar la cacería en su búsqueda, tenía que huir, huir lejos
y antes decidir qué hacer con la mochila.
25
─Te veo nervioso, Luk. ¿No será por la escena de ayer? Perdona,
pero es que no aguanto que me toquen los cojones. Bueno, ya sabes.
«Es una serpiente ─pensó Luk─. Está esperando el momento
idóneo para acabar conmigo, pero antes querrá sonsacarme toda la
información».
─Oye, Luk, por casualidad, la chica de ayer no dejaría una carpeta
o un bolso en casa. Anoche no te pude preguntar, como desapareciste
tan de repente. Hijo de puta, dónde andarías tú metido.
Su sonrisa le parecía repulsivamente diabólica, le ponía los pelos
de punta, era como la de Jack Nicholson en El resplandor. Bueno,
como la de Jack Nicholson en cualquiera de sus películas.
─Hice algunos trapicheos, ya sabes, por aquí y por allí...
─A ti no te hace falta trapichear mientras estés conmigo. Para eso te
pago, para que no te metas en mierdas.
Tuvo ganas de contestarle que no estaba con él, que si quería
podía huir lejos, al campo, pero prefirió callar, la cosa estaba mejor
calmada, Lalo no debía sospechar si es que no tenía ya su final más
que preparado.
─No me has dicho lo del bolso. ¿Llevaba bolso la chica?
26
Qué bien le había venido esa puesta a punto, el mundo era
maravilloso, no podía concebir el mundo sin ser maravilloso, no podía
comprender por qué Tania y Úrsula no se encontraban esa mañana de
humor para compartir con ella su estado de ánimo. Siempre le pasaba
igual, cuando se sentía hundida tenía que soportar como los demás
disfrutaban de la suerte de la que ella carecía y, cuando por fin se
sentía más aliviada y en calma con los demás, todos le daban de lado,
nadie se quedaba con ella para celebrarlo. En ese momento
comprendió que tanto Úrsula como Tania no entenderían su motivo de
celebración, no aguantarían la idea de que, a ella, Gareth también le
hubiese hecho el amor.
─¿Qué pasa que estáis con esas caras?
─La policía acaba de llamar a Úrsula, han encontrado muerta a
una de sus antiguas diseñadoras, por lo visto fue quién robó en la
empresa.
Maldita su suerte, ahora, que por fin la podían envidiar, ocurría algo
más fuerte que la desviaba del centro de atención.
─Vaya, eso es horrible.
─Ahora que más falta me hace y no coge el teléfono. ¡Mierda!
¿Dónde se habrá metido? ─Llevaba marcando y colgando
repetidamente durante varios minutos y no había conseguido ponerse
en contacto con Lalo. No cogía ni el de su casa ni el móvil, eso la ponía
más nerviosa aún.
─No te ataques, Úrsula. Si no coge, ve a su casa y así te
tranquilizas.
─Santa Tania y sus sabios consejos. ─La falsa misericordia de
Tania siempre conseguía sacarla de sus casillas.
─Mira Úrsula, Tania no te ha hecho nada para que tú le respondas
de esa manera, no tendrías que hablarle así y menos sabiendo que es
de ella de quien vives desde que te quedaste sin un duro, ¿sabes?,
porque ella paga todos los gastos de esta casa. Le tendrías que dar
las gracias.
─Cállate, que contigo tengo que hablar luego. Ahora sí, me voy, te
voy a hacer caso por una maldita vez y voy a ver a Lalo, a ver qué
mierda le pasa.
Elizabeth buscó alguna mirada en Tania que se hiciera partícipe de
un odio común hacia el desprecio que Úrsula les hacía continuamente,
pero, sólo Dios sabe por qué, no la encontró. De nuevo, se quedaba
sola cuando la suerte parecía sonreirle.
27
─No, que yo recuerde no llevaba ningún bolso ni nada parecido,
no. Lalo, esa putita me dijo que era tu sobrina. No pensé ni por un sólo
momento que se estuviera quedando conmigo, créeme.
─Eres subnormal.
Vale, que pensara que era subnormal y se lo dijera a la cara, que
dijera lo que quisiera, lo que fuera mientras no descubriera que sí, que
Ingrid llevaba una mochila naranja que más tarde él descubrió y
guardó en una de las taquillas de la estación de autobuses; y que
llevaba la llave de la taquilla en el bolsillo.
─Mira rubio, tengo un plan previsto para nosotros dos y no me vas
a decir que no porque eso sería muy malo para ti.
─Ya veremos.
─Te vas a quedar en mi casa a vivir y no vas a salir de ella a menos
que yo te de permiso. A cambio, además de estar alejado durante un
tiempo de todas las mierdas en las que estás metido, no te faltará de
nada. Cabrón, qué suerte tienes, nunca pensaste en tener tantos lujos
para ti solito, ¿eh?
─Vaya. Otro término más explícito para definirlo sería secuestro,
¿no?
─De eso nada... ¡Seremos un matrimonio bien avenido!
Y de nuevo esa sonrisa capaz de arrastrar lo peor del infierno
hasta el coche, que en esos momentos estaba parando ante el feliz
hogar.
28
Tranquilidad, no podía seguir en ese estado si quería evitar un
accidente, estaba demasiado alterada como para conducir.
─Aspira, espira, aspira, espira... Y ahora cuenta diez: uno, dos, tres,
cuatro. Maldita Ingrid, parecía una mosquita muerta y había acabado
destrozando lo que con tanto esfuerzo y con un poquito de suerte, un
contacto por allí, un contacto por allá, había conseguido. Cinco, seis,
siete...
No es que Lalo le fuera a resolver nada, pero necesitaba hablar
con él, con el que había compartido la odisea de llevar la boutique
hasta lo más alto partiendo de la nada, el que tanto la había ayudado a
convertirla en uno de los principales escaparates de la moda nacional.
─Ocho, nueve, diez. Tranquilidad, Úrsula, tranquilidad.
Arrancó el coche y se sintió mucho más tranquila.
29
─¿Pero, tío, tú de qué vas? No pienso seguirte el juego, ni de
broma.
─No es ningún juego. No tienes adonde ir. Algo malo ─dándole
énfasis a la palabra malo─ te puede pasar en esas calles.
Lalo le daba miedo. Cada vez le daba más miedo y pensó que lo
mejor sería aguantar algún tiempo, no hacer que se cabreara. Al fin y al
cabo, había estado sometido durante dieciocho años al yugo de una
vida plagada de injusticias, no era nada nuevo para él sentirse
prisionero, daba igual un correccional que un padre agresivo que
Lalo. Su destino no le permitía huir, siempre que lo había intentado
había acabado corriendo en círculos y regresando a la casilla de
salida, siempre que había intentado ser feliz, el destino le había
apretado más aún de la soga con la que había nacido al cuello.
«A Marc no le hubiese gustado ver como te rindes», eso era cierto.
«Yo ya no soy el mismo al que Marc abandonó», eso también lo era.
30
Se sentía tan confusa, diferente a la Úrsula de meses atrás. ¿Había
madurado? Llevaba años pensando que tenía una personalidad
completamente desarrollada, que abarcaba todos los ámbitos de la
evolución. Ahora veía que no, que aún era frágil, vulnerable como
cuando tenía diecisiete años. ¿De qué habían servido tantos cursos,
seminarios, conferencias a lo largo de todo el país, de toda Europa, de
todo el mundo? ¿De qué servían Freud y la luz mística y el control de
los sueños lúcidos en un momento como aquél? ¿De qué servía toda la
filosofía aprendida, todas las enseñanzas de la nueva era, si lo único
que necesitaba era alguien con quien hablar y sólo podía hablar con
su abogado, si es que estaba en casa?
31
─¿Te gusta tu nueva casa?
─ ...
─Da igual, te tendrás que acostumbrar a ella. ─Sonrisa diabólica.
32
No tendría problemas en encontrar aparcamiento, la urbanización
solía estar bastante despejada durante las veinticuatro horas del día,
Lalo era abogado y se lo podía costear, vivía rodeado de famosos y
gente guapa que buscaban discreción total en sus vidas privadas, no
como esos otros que tenían apostados a los fotógrafos en la puerta;
esos no vivían allí. Lalo tenía buen gusto ─y buenos honorarios por lo
visto─ y había elegido un lugar con clase. A lo lejos vio el coche
aparcado frente a su casa.
─Gracias a Dios que estás.
33
─Estás fatal, tío.
─Desnúdate. En mi casa te quiero siempre desnudo.
─Ni lo sueñes. Te estás pasando un huevo.
─Quítate esa ropa si no quieres que te caliente, joder.
─Me voy a helar del frío.
─¿De qué hablas? Aún no hace tanto frío como para que te hieles,
además, bicho malo nunca muere.
─Cabrón.
─Vigila ese lenguaje, no me gusta.
34
«Te juro que las cosas no van a quedarse así durante mucho
tiempo. Te juro que algún día desearás tener un amigo en el infierno»,
eran pensamientos que no podía expresar en voz alta si no quería que
todo fuera a peor. Sabía que la pesadilla aún no había hecho más que
comenzar, pero confiaba en que algún día, pronto, ─¿llegaría ese día?
─ iba a sentirse libre, rompería todas las cadenas que lo ataban, que
siempre lo habían atado.
Dejó la ropa en el suelo y sintió como se le erizaba el vello de los
muslos.
35
Llamó al timbre varias veces y, cuando ya se le habían agotado las
esperanzas, escuchó como alguien se dirigía hacia la puerta para
abrirle.
36
─Dindondindindindon.
Un nudo se apoderó del corazón de Luk y estaba seguro de que
también del de Lalo, pero por motivos diferentes, no por esperanza
sino por miedo.
─A la habitación.
─¿Qué?
─¡Que te encierres en la habitación, coño!
─ ...
─¡Y, como se te ocurra hacer alguna tontería, te busco y te mato!
Luk lo miró a los ojos, intentando vislumbrar qué era lo que
exactamente pasaba por la mente de un psicópata en momentos como
aquel.
─¡Te mato! ─El caos. El caos había invadido la mente de Lalo.
37
─¡Úrsula, querida! ¡Cuánto tiempo, pero qué perdida que andas!
─Lalo, ¿no habré interrumpido nada?
─Qué va. Pasa, cariño, y cuenta, te veo preocupada.
Lalo no era un gran amigo, pero al menos siempre estaba ahí
cuando lo necesitaba; a pesar de que en el suelo había unos
vaqueros roídos y una camiseta blanca de algún tierno jovencito, le
daba prioridad a sus problemas.
CAPÍTULO DÉCIMO:
¿Dónde queda el dolor?
1
─Elizabeth...
Era la primera vez que la veía maquillada de forma tan poco
discreta. «Pocas mujeres van así a su edad ─pensó─, pero es que ella
está viviendo ahora sus dieciocho años. Ayer hizo el amor con Gareth
y...», Tania sintió verdaderas ganas de llorar, la palabra amor le oprimía
el pecho, siempre que la decía, o incluso pensaba, era referente a
otros. «Amor, amor, amor... Siempre referente a otros».
─He quedado con Gareth. Viene a recogerme.
─¿Hoy no...? ¿No le tocaba a Úrsula? ¿No va a salir con Úrsula?
─Ayer quedamos en que hoy venía a recogerme para ir a la ópera.
─Vaya, qué clase, la ópera, quién te lo iba a decir a ti, Elizabeth.
─Yo siempre he sido una megalómana.
─Melómana.
─También. ¡Ah! Hace un rato llamó Gareth para anular su cita con
Úrsula. Está hecha polvo, creo que lo del casamiento no va tan bien.
─¿Quién cogió el teléfono?
─Ella, que tan tonta no soy. Vino a eso de las cinco, ha almorzado
con ese amigo suyo, el abogado. ¿Tú crees que hay algo entre ellos?
Esa es tan puta que ya se habrá hartado de Gareth. Bueno, mejor para
nosotras.
─Elizabeth, te estás volviendo mala. ─Lo dijo sin complicidad,
horrorizada ante lo que era un hecho.
─Ya era hora.
2
Llamó a la puerta del cuarto de Úrsula.
─¿Quién es?
─Tania. ¿Estás bien?
─Pasa. ─Abrió la puerta y la encontró allí, ante el espejo,
maquillándose.
─He quedado con Lalo para cenar.
─Me tranquiliza ver que estás bien. Elizabeth me ha dicho que...
─¿... eres una falsa?
─Realmente no sé que pretendes conseguir hiriéndome cada dos
por tres.
─¿Y tú qué? ¿No vas a arreglarte para esta noche? Pareces un
maricón, pensé que tenías más estilo.
Tania salió del cuarto y cerró la puerta de un golpe. Fuera, en el
pasillo, Elizabeth la esperaba. Se sentía asediada por aquellas dos
arpías maquilladas, mientras que ella, aún, no se había afeitado.
─¿Hoy no vas a trabajar, Tania?
─No, hoy no.
─¿Por qué?
─Me encuentro mal. ─Esquivó a Elizabeth, que parecía querer
obstaculizarle el camino hacia su cuarto, y se encerró en él.
─Qué pena ─dijo Elizabeth a destiempo.
3
─Voy a salir y no quiero que hagas ninguna tontería.
Luk permanecía en la cama, callado.
─¿Me has oído?
Sí que le había oído, pero no le quería responder. Desnudo, preso
y sabiéndose en peligro, aún tenía algo de orgullo, al que se aferraría
tozudamente mientras pudiera, porque sabía que no tardaría en
volatilizarse, que, en circunstancias como aquella, el orgullo era tan
efímero como todo lo demás.
4
─Me encuentro mal, nadie sabe lo mal que me encuentro ─dijo
para sí misma─ y no es algo físico, es algo que me duele dentro, que
siempre me ha estado doliendo, pero ahora más que nunca. Tania,
siempre has sido débil, pero lo has ocultado, lo has ocultado de la
única manera que aprendiste, te diseñaste una coraza para que nadie
pudiera ver lo que había dentro de ti. Ya es demasiado tarde, esa
coraza se ha agarrado a tu piel como si fuera parte tuya, bebe de la
sangre que bombea tu corazón.
5
─¡Ahí está Gareth! ¡Viene a por mí!
Le ponía histérica el comportamiento de esa loca.
─Orvuar, Úrsula. Espero que te vaya bien la cita con tu amigo el
abogado.
─Elizabeth, querida, tú siempre llamas cita a cualquier cosa.
Buen intento, pero no le iba a chafar la noche. ¿Acaso pretendía
decir que lo que había entre Gareth y ella no era una cita? De eso
nada, ya habían hecho el amor y de qué manera.
6
Veinte minutos después, Úrsula cogió su coche, había quedado con
Lalo en un restaurante a las afueras de la ciudad, bastante caro
─pagaba él─ y Tania se quedó sola en casa.
7
Hacía mucho que no se enfrentaba a su cuerpo desnudo frente al
espejo. El dolor en estado puro, en carne viva, sin disfraces, su rostro
sin maquillaje y con esa barba incipiente que le recordaba que era un
hombre, que Tania Fatua nunca había existido, que tan sólo había sido
el medio para ocultar el dolor e intentar ser libre, llegar alto y encontrar
ese amor que nunca había tenido. Por fin lo había encontrado y vestir
como Tania no había ayudado, al revés, el dolor se había
incrementado en un trescientos por cien y era imposible de controlar.
─Thomas. ─Hacía una eternidad que no mencionaba ese nombre
y, menos aún, relacionándolo con su cuerpo.
Todo lo que había necesitado, lo único que había necesitado a lo
largo de su vida siempre le había sido negado: ¿amor, cariño,
comprensión? Cualquiera de los tres valía, pero no, con él siempre se
habían equivocado. ¿Acaso era su error y daba a los demás la
impresión de que con lo superficial bastaba? Y con Gareth había vuelto
a pasar, solo sexo, cacería. El amor quedaba para los demás, para
Elizabeth, en los albores de la tercera edad, y para Úrsula, egoísta y
arrogante, la mujer que le había hecho ver que necesitaba un amor de
hombre, pero a la vez la que le había hecho sentirse tan culpable como
para ocultarlo bajo un disfraz. Si quería verdadero amor, si realmente
necesitaba que Gareth lo abrazara y le susurrara al oído cuánto lo
quería, tenía que ir con la verdad por delante. Lo de Tania y su
resignada ─al caos, ¿al destino?─ forma de ser se iba a acabar.
8
Sacó una caja que aún permanecía precintada en el armario.
Arrodillado ante ella, desnudo, la forzó, la abrió y descubrió lo que
ocultaba en su interior: una camisa, un pantalón y un par de zapatos.
Eran las bases con las que partir en su regreso a la masculinidad.
9
─No te agobies, esto pasa en las mejores familias. ─Y rió─. A mí, sin
ir más lejos, se me quedó en huelga la otra mañana en frente del
banco, los coches son así, hasta el más caro puede fallar.
─¿Te quieres callar? ─Joder, la lánguida mirada de Lalo había
tomado un brillo casi... ¿diabólico?
─Perdona.
─No, no, perdona tú. Es que estas cosas me sacan de quicio.
─No pasa nada, ya te llevo yo a casa.
─Te lo agradezco, pero no hace falta que te molestes.
─De peros nada, venga, tú me has dado una de las mejores
veladas que he tenido últimamente y yo qué menos puedo hacer.
El Mercedes de Lalo quedó rezagado a un lado de la carretera
mientras ellos se alejaban en el coche de Úrsula.
10
─Ha sido una velada estupenda, Gareth, mi amor.
─Me alegro de que hayas disfrutado tanto de la ópera, es una de
mis mayores pasiones y siempre es un placer compartirlo con un ser
querido.
─Gareth, ¿te apetece pasar? Podríamos tomar una copa. ─Le
daba igual no tener la vergüenza que su madre le había inculcado e
insinuarse de esa forma a un hombre. Le tenía que dar igual si no
quería perderlo ante esas dos pécoras que se pasaban todo el día
soñando con quitárselo y verla mal, como antes, todo el día loca.
─No, esta noche no, Elizabeth, mañana he de madrugar.
Le encantaba que la llamara por su nombre, le tranquilizaba oírlo
de su boca, con esa voz tan varonil y protectora.
─Entonces, ¿cuándo?
─Mañana no puedo, estaré todo el día liado en el trabajo, tengo un
nuevo proyecto bastante importante.
Cuando le daba excusas prefería desconectarse, le parecía
patético ver como él se esforzaba en no hacerle daño cuando el daño
estaba ya hecho. Se iba a ir con Úrsula, mañana le tocaba a Úrsula, no
hacía falta decir nada más.
─Entonces... ¿pasado mañana?
─Paso a recogerte a las siete. Te va a encantar, un amigo mío
presenta un libro en la Fundación Cultural.
─Esperaré ansiosa. ─Fue a darle un beso en la boca, pero él se
adelantó y la besó en la mejilla. ¿Qué había pasado? ¿Había hecho o
dicho algo mal? No. Habían sido esas dos arpías que lo estaban
alejando de ella.
11
Era curioso, pero, si no se hubiese tratado de su reflejo, hubiese
intentado ligar con aquel muchacho tan bien vestido, alto y guapo y,
por qué no decirlo, con clase. También pensó en que nadie mejor que
él para Gareth, qué buena pareja que hacían. Escuchó como alguien
entraba en la casa y salió de su cuarto para darle la bienvenida. Era
Elizabeth.
─¿Quién eres? ¿Qué haces en mi casa?
─¡Elizabeth! Soy yo. ¿No me reconoces?
Por fin, el rostro enrarecido de Elizabeth dejó entrever alguna
muestra de alivio al reconocer, en aquel repentino intruso, a Tania, la
que decía ser su amiga, pero que en realidad tanto daño quería
hacerle.
─Tania, hija mía. No te había reconocido, ¿qué haces disfrazada
de hombre? ─Y se quedó con una sonrisa bobalicona que a Thomas
le pareció de lo más desconcertante.
─Elizabeth, yo siempre he sido un hombre, ¿recuerdas? Cuando
nos conocimos en la clínica yo era un hombre. Me llamaba Thomas y no
Tania.
─¿Clínica? ¿Qué clínica? No sé de qué me hablas... Bueno, Tania,
vete a la fiesta de disfraces, que vas a llegar tarde. ¡Venga!
12
─No hay problema, la grúa está a punto de llegar y el coche estará
seguro en un taller en menos de una hora.
─Hijo, qué alegría. Yo ya ni tengo para pagar el seguro.
─Venga, Úrsula, verás como tu suerte cambia, no te preocupes.
─Eso espero. ─Aún no le había contado nada sobre la propuesta
de Gareth, lo de Comarcal, al menos ese había sido el consejo de éste
en un primer momento: no contárselo a nadie hasta que todos los
trazos del plan estuviesen bien definidos.
Ya llegaban.
─Hay luz en tu casa.
─Sí, me la habré dejado encendida antes de salir.
Conocía a Lalo y, cuando sonreía de aquella manera tan simplona
con la que dejaba ver sus colmillillos, significaba que tenía a algún
muchachito desnudo y blanco como la leche, ansioso, esperando
sobre la cama.
─Bueno, buenas noches, ha sido estupendo, a ver cuando
repetimos.
─Sí, claro, a poder ser lo del motor del coche no me haría mucha
gracia que se repitiera. ─Rieron y Lalo salió, cerrando de un portazo.
Era todo un misterio aquel hombrecillo regordete y patizambo, si se
le observaba desde allí parecía casi cómico, le daba incluso lástima y
no sabía bien por qué. Pero cuando se le conocía, no hacía falta que
fuera a fondo, con hablar con él durante un par de minutos, uno intuía
toda esa marea negra que realmente era; uno casi llegaba a tocar el
poder que emanaba, era poderoso y ambicioso, no era ningún secreto
para ella.
13
En ese momento, otro portazo la sacó abruptamente de sus
pensamientos.
─¡Rápido, arranca!
─¿Qué?
─¡Ayúdame! ¡Por favor! ¡Ayúdame a huir!
¿Cómo? ¿Otra vez? A su lado, aquel muchacho, el fontanero, le
gritaba desesperado.
─¡Arranca!
─Como quieras.
Luk tan sólo se tranquilizó cuando ya estaban bien lejos de la casa.
CAPÍTULO UNDÉCIMO:
La mochila de vinilo naranja
1
Se sentía un extraño en la fiesta, como si no lo hubiesen invitado a
formar parte de esa sociedad. Las luces eran para Tania Fatua, no
para él. Por mucho que buscaba, no lograba dar con Gareth. Otra
noche le hubiera bastado con cinco minutos. Por fin lo vislumbró,
tomando algo en la barra, una falsa rubia revoloteaba como un moscón
a su alrededor. Las piernas le temblaban, ya quedaba menos para
llegar hasta él, quince, trece, diez metros. Y cuando parecía que no
podía más, que iba a desfallecer, alguien lo cogió del hombro y lo sacó
de aquella pesadilla.
─¡Tania, cariño! ¡No te conocería ni tu madre si no fuera por esos
andares de maricón que no te los quita ni Dios! ─Era Bámbola, una de
las bailarinas de la disco.
─Bambi, vaya susto que me has metido.
─Pero qué bueno que estás al natural, hay que joderse. Tu
hombre está allí, ¿lo has visto? Tranquila, te lo he estado vigilando y no
le ha hecho ni caso a esa petarda.
─Sí. Bueno, nos vemos, Bámbola.
─Yo voy a estar en el baño metiéndome unas rayas, pásate si te
hace.
─Bambi, cariño, ya sabes que toda esa mierda química va a acabar
por agujerearte el cerebro.
─¡Ay, niña! Si supieras lo que tengo agujereado yo.
─No te quejes, todos tenemos agujereado el corazón.
─¿El corazón? ¿Quién ha hablado del corazón?
La vio desaparecer entre la multitud, saludando de cuando en
cuando, estallando en risas aparatosamente, sacándole tres cabezas a
los demás debido a los zapatones. «¿Dónde está su dolor?», pensó.
No podía asimilar que existiese tanta excentricidad sin dolor, es la
mejor manera de ocultarlo.
2
─¿Y hacia dónde quieres huir esta vez? Déjame que lo adivine,
quieres ver el mar. ¡Es tan poético! ─No podía evitar dejar cierto retintín
en sus palabras, qué menos que enojarse con una situación así, era la
segunda vez que aquel muchacho la abordaba y le suplicaba ayuda,
se estaba empezando a sentir como una hermanita de la caridad y era
algo que la incomodaba.
─No. Vamos a la estación de autobuses.
─Como quieras, pero el mar siempre me ha parecido el sitio idóneo
para huir de un amante violento.
─Ese amigo tuyo no es mi amante, es un psicópata. Es posible que
ya haya una persona muerta por su culpa.
─¿Pero de qué hablas si se puede saber?
─Ese tío me secuestró, joder, qué chalado, y a Ingrid a saber lo que
hizo.
─¿Ingrid? ¿Has dicho Ingrid?
─Sí, a ella se la llevó cuando la pilló buscando entre sus
documentos y después no volví a verla. Menos mal que yo cogí su
mochila.
No podía creer lo que estaba escuchando.
─La tengo guardada en una taquilla de la estación de autobuses.
Aceleró. Eso lo tendría que ver con sus propios ojos.
3
─Gareth.
La rubia ya estaba rondando a otro, a medida que avanzaba la
noche, aumentaba su desesperación por encontrar a algún hombre
que la invitara a una copa y a lo que surgiera después.
─Gareth...
─¿Sí? ─Se volvió y se encontraron de frente, cara a cara.
─Soy yo.
─¿Tú? ¿De qué vas? ¿Acaso te has dejado las plumas en la
tintorería?
Algo así ni siquiera le llegaba a las llagas, pocas cosas le dolían
cuando se trataba de humillarse por amor.
─Gareth, tenemos que hablar.
Ni caso, se echó a reír arrogantemente.
─Perdona, pero no me acostumbro ─entre risas─ a verte así. Qué
fuerte.
─No, fuerte lo tuyo, ahora vas a hacer como si nunca lo hubieses
sabido.
─¡Joder, piérdete, anda!
─¡Y cuántas veces me has chupado la polla!
─¡Que te pierdas he dicho! ¡Que te pierdas! ─Golpeó la barra con
un vaso de whisky a medio llenar.
Thomas no dijo nada más, dio media vuelta y se ahogó en la masa
que bailaba bajo las luces. De qué servía, de qué sirve ocultar el dolor
cuando el dolor viene a buscarte.
4
─Vamos. ─Bajaron del coche y entraron en la estación.
El último autobús acababa de llegar y los pasajeros se daban prisa
en recoger sus maletas para ir a echarse a los brazos de sus seres
queridos.
«¿Y si esta tía te traiciona?», Luk había aprendido a ser
desconfiado, pero en aquella situación límite no había cabida para
recelos, necesitaba ayuda y se tenía que arriesgar.
5
No podía creer que aquel Gareth fuera el Gareth que sacaba a
pasear a Elizabeth, el que la llevaba a la ópera y después le hacía el
amor cuidadosamente, el que le solucionaba los problemas
económicos a Úrsula y le proponía matrimonio. No podía creerlo, no
podía ser el mismo que lo había deseado como mujer durante tantas
noches y que le había mostrado tanto desprecio como hombre.
─Está todo perdido con Gareth, lo mejor será que lo olvides. Nunca
se te ha dado mal del todo olvidar. En algún rincón está esperándote
ese hombre maravilloso que algún día te hará feliz ─¿Por qué siempre
le acababa saliendo su lado optimista?─. Mentira, todo mentira.
Quería deprimirse, esa noche lo tenía justificado, así que,
abandonó la discoteca, repleta de luces y de dolor oculto, y volvió a
casa.
6
Por un momento se le heló la sangre, recordó la ropa en el suelo y,
conociendo su mala suerte, la llave se habría caído al ponerse el
pantalón o se habría escurrido mientras esperaba en cuclillas entre los
arbustos a que algún coche pasara. Palpó y manoteó el interior del
bolsillo, segundos de angustia, y la encontró. La cogió
temblorosamente y abrió la taquilla.
─Ésta es. ─Allí dormitaba la mochila de vinilo naranja, a la espera
de que la liberara de su encierro.
─Vámonos Luk, date prisa. ─De repente, Úrsula había empezado a
asustarse, a comprender lo real que era el asunto.
─¿Qué?
─Vamos, date prisa, que no nos vean.
Luk salió corriendo detrás de ella con la mochila al hombro.
─¿A dónde vamos?
─Vamos a mi casa, no creo que haya más alternativas.
7
Cuando llegó, encontró la casa igual de solitaria que siempre,
quizás un poco más. Elizabeth dormitaba en su cuarto, ya no eran
horas para ella por mucho que intentase ocultarlo con esa gruesa
capa de maquillaje, y Úrsula... Qué extraño, aún no había regresado.
¿Habría ido tras Gareth después de su cita con el abogado? De nuevo
le venía a la mente la palabra amor y siempre referida a otros.
─Lo mejor será dormir.
Hacía mucho que no dormía por la noche, sería toda una
experiencia volver a sus viejos hábitos.
8
─Joder, no me puedo quitar de encima la sensación de que nos
están siguiendo.
─No te preocupes, Luk. Lalo es un don nadie, no nos va a tocar ni
un pelo, ya verás. ─¿Por qué tranquilizaba al muchacho si ella en esos
momentos estaba aún más aterrorizada que él? Estaba aterrorizada
por lo que aún no conocía, por el miedo que le provocaba la
sinceridad de Luk, por lo vulnerable que se sentía en esos momentos.
9
Entraron en la casa a oscuras, realmente no tenían por qué
mantener las luces apagadas, pero eso, ambos sabían tácitamente, les
calmaba la histeria. Úrsula lo condujo a su cuarto sin mediar palabra.
Una vez allí, se hizo la luz y Luk echó sobre la cama, pulcramente
hecha, la mochila de vinilo naranja.
─Ahí tienes, verás quién es tu amiguito Lalo.
Creía al chico, pero se abalanzó sobre la mochila como si no lo
hiciera y tuviera la imperiosa necesidad de mostrarle lo equivocado
que estaba, que en esa mochila no había nada que realmente valiese
la pena. Abrió la hebilla con cuidado, como un cirujano realizando una
operación a corazón abierto.
10
No pudo pensar nada más, cada punto vital de su cuerpo se le
había bloqueado al ver tal cantidad de papeles, recibos, facturas y el
pendrive que descansaba en el fondo de la mochila. De repente, se
había dado cuenta de lo que estaba sucediendo, de nada servía
negarlo por más tiempo.
Tendemos a negar lo obvio y buscar soluciones, excusas,
alternativas para demostrar lo muy superior que es la mente humana.
Igual en eso salimos perdiendo, somos ─creemos ser─ la estructura
más compleja del universo ─¿sí?─, pero tenemos el ego más grande
que se pueda tener. El ego de los humanos ─por una razón o por
otra─ es lo que mueve el mundo. Mira por dónde, en esos momentos,
Úrsula se dio cuenta de ello y dejó un hueco para un poco de
humildad. Paradojas de la vida.
11
Estuvo toda la noche leyendo documentos, buscando archivos en
el ordenador, mientras Luk descansaba de su secuestro tumbado en la
cama. Definitivamente, había sido la tonta más grande del mundo,
había sido la última en enterarse de que ella era la víctima de las
maquinaciones de Lalo.
─Nuestro amiguito no va a tardar en dormir entre rejas. ─Y se
sorprendió a ella misma, su vulnerabilidad se había convertido en una
virtud difícil de definir, pero que le daba seguridad. No había
maldecido, ni gritado, ni había llorado, ni se lamentaba.
Se tumbó junto a Luk. Si se ponían de lado, cabían.
El chico la miraba con unos grandes ojos verdes que hasta
entonces a ella le habían pasado desapercibidos.
─Luk... Ingrid apareció muerta en su casa esta mañana. Todo
indica un suicidio, pero...
─Pero sabemos lo que realmente pasó, ¿no?
Se abrazaron tal y como estaban y se quedaron dormidos poco
antes del amanecer.
1
La policía llamó por teléfono cuando Lalo ya había sido detenido y
le dio las gracias a Úrsula por su colaboración. Había sido extenuante,
todo el día en la comisaría ─denuncia, pruebas, interrogatorio... Se
trataba de algo serio─ y toda la noche sin dormir por los nervios. En
ello coincidía con Luk, él tampoco había conseguido dormir.
─Ya está.
─¿Ya?
─Sí, no hay de qué preocuparse. Habrá un juicio, claro, pero no le
va a servir de nada ser abogado, lo tiene muy crudo. Lo de Ingrid lo
van a investigar, van a volver a hacerle la autopsia y todo eso.
─Ya. ¿Cuándo crees que estaremos tranquilos?
─No lo sé. ─Luk la ponía nerviosa, sus preguntas le dolían sin
saber por qué.
Salió del cuarto, dejando al chico fumándose un cigarrillo en la
ventana, y bajó a la cocina. Allí encontró otro de los nudos que durante
toda la noche le había estado apretando el estómago.
─Vaya, buenos días. Ayer con las prisas apenas me pude fijar en tu
nuevo look.
─Buenos días, Úrsula. ─No sabía qué decirle exactamente, si tenía
que decir algo en especial tan sólo porque había cambiado de forma
de vestir.
─Hombre, ya veo que a alguien en esta casa por fin le ha entrado
un poquito de sentido común en la cabeza.
Thomas estaba tomándose un café de pie, como si tuviera prisa por
ir a algún sitio, cuando en realidad no la tenía.
─Sí.
En ese momento, entró Elizabeth. Ella también estrenaba nuevo
look, una árida permanente teñida de rubia, que le daba aspecto de
abuela moderna.
─¡Úrsula! ¿Se puede saber cuánto tiempo se va a quedar tu amigo
en la casa? ¡Esto es lo no visto! ¡Es intolerable!
─Dios mío, Elizabeth, ¿a dónde vas tan arreglada? ¿A un viaje del
Imserso?
Ante la brusquedad de Úrsula, Elizabeth respondió dando media
vuelta y marchándose por donde había venido.
2
Qué se habían creído, primero, a una le da por vestirse de hombre
y después, a la otra, le da por traerse a un niñato de la calle que a
saber de qué familia venía. No le caía nada bien ese niñato, le
recordaba a alguien.
─Calma, Elizabeth ─le dijo alguien. La voz había vuelto para
ayudarla─. Analiza tus miedos y podrás recordar a quién te recuerda
Luk. ─Mierda, la voz hablaba como uno de esos psicólogos marchitos.
Elizabeth se encerró en el baño y mirando su rostro arrugado,
enmarcado por esa imposible mata requemada en la que se había
convertido su pelo tras salir de la peluquería, lo comprendió todo.
─Es mi hijo. Es el hijo que nunca tuve, que ha venido a buscarme.
Pero yo ya no lo quiero. Él ha venido para interponerse en nuestro
amor, entre Gareth y yo. Lo ha traído Úrsula para hacerme responsable
de una carga que no quiero. Lo ha traído para quedarse ella solita con
mi novio.
3
─Échate si quieres, sigue caliente.
─Sí, llevo toda la noche sin dormir. ─Se sirvió una taza.
─¿Y qué ha dicho Gareth de tu cambio?
─No me hables de Gareth. Para vosotras.
─Vaya, ¿es eso cierto? Nunca pensé que fueras tú la primera, digo,
el primero, en retirarse.
Para ellas si con ellas era tan encantador.
─Ya te dije que no le iban los tíos. ─Úrsula seguía machacando,
quería no sólo hurgar en las heridas, sino echar sal y pimienta.
─Me da igual lo que digas. Pero ten cuidado, no es como crees. He
comprobado que tiene más de una cara.
─Lo que yo no sé es cómo se pudo fijar en ti, así de lejos no se te
notaba mucho, pero luego era difícil que se le escapase a nadie que
eras una drag queen.
─Yo nunca he sido una drag queen.
─¿No?
─Nunca lo entenderías. ─Había personas que nunca lo
entenderían.
3
No sólo había comenzado una nueva etapa para Thomas, también
para ella. Había quedado con Gareth para terminar de aclarar los
detalles de su triunfal regreso a los negocios. Se sentía radiante tras
días de tormenta y, no sólo por eso, sino porque lo volvería a ver, a la
mierda las normas ─nunca te enamores de un tío tan perfecto─. Con lo
excitada que se encontraba se podía saltar todas las normas y más.
Era como una colegiala pizpireta enamorada de su profesor, como el
primero de mayo, un día soleado y festivo. Atrás habían quedado los
conflictos, supersticiones y prejuicios.
4
«Volverás. Siempre vuelves».
Despertó sobresaltado y el vómito le subió desde el estómago
escapándose por su boca en un hilillo amarillento y viscoso. Se levantó
y salió corriendo al pasillo con las manos en la barbilla para que no se
le escapara esa mezcla de café y bilis que lo había sacado del sueño.
Maldita pesadilla: «Volverás. Siempre vuelves». ¿Aún estando Lalo
en la cárcel no iba a poder librarse de él? Tenía miedo y no se sentía
seguro en aquella casa, no podía sentirse seguro en ningún sitio.
Tarde o temprano, Lalo sería puesto en libertad e iría en su busca.
¿Cómo podía sentirse seguro sabiendo que en cualquier momento
aquel demonio gordo y sin pelo podía reaparecer en su vida y acabar
con todos los que lo habían traicionado? El sudor le recorría helado
todo el cuerpo mientras vomitaba de rodillas en el báter. ¿De dónde
salía tanto si apenas había ingerido alimento o líquido ─excepto café,
bendito café─ alguno en los últimos días? Un espeso grumo se abrió
paso dolorosamente en su esófago, en su laringe, en su garganta,
para luego ser expulsado. Era un trozo marrón que resbaló por la
cerámica del inodoro y se hundió en el agua ocre lentamente.
Esperaba que no fuese un trozo de pulmón. Sería el colmo de su mala
suerte, aunque la excusa perfecta para dejar de fumar. Tras echarlo
todo, se sentía mucho mejor y se enjuagó la cara en el lavabo.
─Vaya, no tienes tan mala cara, Luk ─se dijo─ o será que este
espejo es uno de esos en los que te ves mejor de lo que eres.
Salió al pasillo y se dio cuenta de lo oscuro que se encontraba,
antes no le había dado tiempo a hacerlo con las prisas. ¿Qué hora
sería? Por lo menos las once. ¿Cuánto tiempo había dormido? ¿Y
dónde estaban las señoras ─bueno, ahora eran dos señoras y un
señor, por lo visto─ de la casa? Puso todos sus sentidos, a ver si
escuchaba algo en ese silencio sobrecogedor, y no tardó en distinguir
de entre el murmullo de la nada un llanto. Alguien lloraba en uno de
los cuartos. Se acercó a la puerta del fondo guiado por los gemidos.
Dio unos golpecitos en ella y fue Thomas quien contestó, disimulando
su estado.
─¿Puedo pasar? Soy Luk.
─Pasa.
Abrió la puerta y lo encontró sentado en la cama, entre tinieblas.
Nunca había visto un ángel caído tan bello.
5
─No, no enciendas la luz.
─¿Te pasa algo? ¿Te puedo ayudar en algo?
─No, no me pasa nada. ─De qué servía mentir si el muchacho lo
había escuchado llorar, si el muchacho comprendía perfectamente que
se encontraba ante un ser deshecho en mil pedazos.
─Bueno, si necesitas algo estaré en el salón viendo la tele.
Supongo que a esta hora habrá algo interesante.
─No, no te vayas. Siéntate aquí, a mi lado.
─Necesitas hablar, ¿verdad? Habla de lo que quieras, yo te
escucho.
Luk se sentó en la cama junto a Thomas. La luz de la luna, que
entraba por la ventana y perfilaba sus rostros, dio pie a que sacaran
todo lo que llevaban dentro.
─Me prometí a mí mismo no volver a enamorarme, ser una máscara,
como todos esperaban que fuera.
─¿Por qué lo hiciste?
─¿Hacer qué?
─Vivir vestido de mujer, como una mujer.
─Creemos que todo tiene que tener un motivo, pero estamos
engañados. Hay muchas cosas que no lo tienen y esa es una de ellas.
─Te comprendo. Yo me he preguntado un millón de veces por qué
siempre acabo por cometer los mismos errores y nunca encuentro la
respuesta. Quizás es que no hay respuesta.
─A mí me pasa igual. Quizás las respuestas no son lo más
importante y perdemos el tiempo en buscarlas.
─Quizás.
6
─Dios mío, es la reunión de negocios más placentera que he
tenido en mi vida.
Gareth la abrazaba y la besaba en el cuello tras hacer el amor.
Sentía el tacto de sus poderosas manos acariciando su pelo y el de las
sábanas entre los muslos. No quería que esa sensación desapareciera
jamás; no sólo se había acostado con él, quería quedarse con él para
siempre.
Los nudos en el estómago habían desaparecido por completo. Lalo
estaba en la cárcel y ella estaba a punto de recuperar su negocio
firmando con Comarcal, la empresa que se había convertido en su
salvación ─siempre gracias a Gareth, Dios, cómo lo quería─. Y Thomas
quedaba tan lejos, ya no sentía ningún tipo de rencor hacia él, por fin
comprendía cual era la importancia del pasado, aprender de él.
─Gareth, te quiero. Te quiero.
─Yo a ti más. Yo, más.
CAPÍTULO DECIMOTERCERO:
Elizabeth va de compras
1
─Lo mejor que has podido hacer es dejarlo y no suplicarle, salir
del maldito lío que os habéis montado.
─Ahora que lo pienso no sé como he podido ser tan gilipollas, ese
hijo de puta se acostaba con las tres, incluso se tiró a Elizabeth delante
de Úrsula. Y nos dio igual, eso es lo más gracioso, que hacíamos todo
lo posible por no sentirnos heridas.
─Joder, incluso con Elizabeth.
Thomas miró la hora, el despertador marcaba la una y veinte, y
Elizabeth no había vuelto de donde quisiera que había ido. Empezaba
a ponerse nervioso, era demasiado tarde para ella.
2
─Tengo que irme, Gareth.
─Mi amor, quédate y pasa la noche conmigo. Por la mañana nos
pueden subir el desayuno.
─No, no, Gareth. ─De repente sentía la imperiosa necesidad de
huir de aquella habitación de hotel, el pulso se le había acelerado y
empezaba a sudar sin control. Se vistió deprisa, casi sin mirar a su
amante, recogió su bolso del suelo y salió corriendo del cuarto─.
Mañana nos vemos, mi amor. Abajo, a las nueve y media.
No pudo decir nada más y, hasta que no estuvo dentro del
ascensor y se cerraron las puertas de éste, no se sintió a salvo. ¿Qué
le ocurría? ¿Por qué había estropeado la noche más maravillosa de su
vida? Había firmado los documentos, supuestamente había recuperado
su negocio, Comarcal se lo revendería a un precio ínfimo. Había hecho
el amor con el hombre al que amaba. No podía pedir más, pero salía
huyendo; recordó a Luk, siempre huyendo sin saber hacia dónde.
3
Cuando llegó a la casa, se encontró en el salón a Thomas y a Luk
de los nervios.
─¡Úrsula! ¿Has estado con Gareth toda la noche?
─Sí, ¿por qué?
─Dios mío, ¿dónde estará metida?
─¿Qué pasa?
─Elizabeth salió esta tarde y aún no ha regresado. Últimamente
anda un poco rara. Tenemos que ir a buscarla, puede que le haya
dado una crisis y esté perdida. No me perdonaré si le pasa algo.
─No te preocupes, Thomas. Vamos en mi coche, no debe de andar
muy lejos.
4
Vaya con Úrsula, parecía otra. Nunca se hubiera esperado una
reacción así de ella; conociendo su egoísmo innato, lo más probable es
que hubiera dicho que era muy tarde, que tenía mucho sueño y que
esa vieja no era responsabilidad suya, que ya aparecería. Pero no, allí
estaba, conduciendo, dando vueltas y más vueltas por todo el barrio y
alrededores, dando vueltas y más vueltas por toda la ciudad, en busca
de Elizabeth. Thomas iba a su lado; Luk, atrás.
─Vamos al Arsenal.
─Joder, como se haya metido ahí, no me lo perdonaré.
─Espero que no lo haya hecho, en ese barrio no solo hay yonquis,
camellos y putas. Hay cosas mucho peores, lo conozco bien.
Thomas se volvió para mirar a Luk, pero no dijo nada. Úrsula iba
muy seria mirando al frente, la noche se había convertido poco a poco
en una maldita pesadilla. Salieron a la autovía y tomaron el primer
desvío, que bajaba hasta un poblado de chabolas al borde de la
carretera. Más allá, un par de bloques de pisos, fríos y tristes. Los tres
imaginaban a Elizabeth cruzando el puente, dirigiéndose sin rumbo
hacia esos bloques oscuros.
5
El olor del cuero de los asientos del coche le excitaba. La noche lo
envolvía, se sentía un ganador, a doscientos por hora, acariciando la
autopista con ese coche que nunca había imaginado que algún día
podría ser suyo. Ni siquiera la inesperada huida de Úrsula a última
hora podía enturbiar su bienestar, la tenía justo en el punto que él
quería. Respiró profundamente y exhaló lentamente el aire por la
nariz. Bendito olor a tapicería de cuero, qué le gustaba.
6
Las prostitutas se acercaban al coche con descaro y hacían gestos
obscenos. Úrsula echó el seguro de las puertas.
─Es un trabajo como otro cualquiera ─aclaró Luk, pero nadie le
hizo mucho caso.
La luz era escasa, tan sólo quedaban dos o tres farolas intactas en
toda la calle.
─Voy a bajar del coche ─dijo Thomas─. Así no la vamos a
encontrar si es que está aquí.
─Voy contigo, yo conozco a esta gente.
─No, tú quédate en el coche. Estaréis mejor el uno con el otro.
Úrsula paró y Thomas bajó, mirando a Luk una vez más.
─Suerte ─dijo el chico.
7
Las figuras aparecían y desaparecían en la oscuridad. Al principio,
Thomas no se percató de ello, sus ojos no se hacían a los diversos
tonos de negro que en la noche el Arsenal podía esconder. A lo lejos,
la última farola que aún se atrevía a desvelar los secretos de la noche
arropaba a una triste y encorvada figura, como arropaba a diez o doce
mariposas nocturnas rompiéndose contra el cristal. Thomas echó a
correr porque en ella reconoció a Elizabeth.
8
─¿Has estado con él esta noche?
─¿Con quién?
─Con el hombre que compartís. Thomas me lo ha contado todo.
─No debería importarte, pero te diré que a ese hombre no lo
estamos compartiendo. Está conmigo y con nadie más.
─Ya... No deberías dejar que te engañaran de esa manera. ¿No
has tenido suficiente con lo de Lalo?
─Mira, de este tema no tengo por qué hablar conti... ─Úrsula dejó
la frase a medias para soltar un grito desgarrador. Alguien se echó
sobre la luna del coche, vociferando desesperadamente y
golpeándola una y otra vez con las palmas de las manos. Era una
mujer, aunque Úrsula tenía dudas. Luk la reconoció inmediatamente:
era Dentellada.
9
Dentro del coche y bajo la luz del techo, Dentellada no tenía ese
aspecto de criatura del infierno que le había parecido a Úrsula en un
primer momento. Era una chica aún joven, pero extremadamente pálida
y delgada como para no ser adicta, como poco, a la heroína.
Tenía un nombre curioso y Úrsula supuso que se debía a los
descomunales dientes que sobresalían de su boca. A más de uno se
tenía que haber cargado de una dentellada.
─Luk, me tenías muy preocupada, eres un cabrón por no haberte
pasado a hacernos una visita.
─Vamos tía, no será para ponerse así.
─¿Que no? Tú no sabes, ya pensé que la habías palmado. Ese tío
gordo con el que siempre andas, ya te dije que te iba a traer
problemas, pero tú nada, venga sacarle las perras, pues ahora que lo
has dejado, anda como loco buscándote, esta tarde ha estado aquí y
hasta le ha puesto una pistola en la cabeza al Verga.
─¿Cómo? ¿Esta tarde?
Úrsula no se pudo volver desde el asiento del conductor, la noticia
que Dentellada traía para Luk la había aterrorizado tanto o más que al
chico.
10
Lo sabía, con su dinero habían sido horas lo que había tardado en
salir de la cárcel, una fianza y ya está, a esperar el día del juicio. Y para
ese día faltaban por lo menos dos años. ¿Hasta entonces qué? En la
calle le podían ocurrir muchos accidentes a un chico como él, con un
pasado como el suyo a la policía no le extrañaría que apareciera una
mañana ahogado en un charco de sangre. En cualquier esquina, en
cualquier lugar, Lalo lo acabaría encontrando.
11
Úrsula arrancó el coche.
─Ahí vienen. Thomas la ha encontrado.
Dentellada miró a Luk como cuando se sabe que es la última vez
que se mira a alguien.
─Cuídate, Luk. Ten mucho cuidado.
Luk la besó en las mejillas y sonriendo, intentando fingir que nada
le preocupaba, le dijo que lo tendría, que pronto volverían a verse.
Dentellada bajó del coche y se perdió en la oscuridad.
12
La luz de los faros formaban una aureola casi mística alrededor de
las dos figuras que se dirigían hacia el coche. Thomas abrazaba a
Elizabeth, ésta caminaba muy despacio, arrastraba los pies y por
momentos parecía que nada podría evitar que se desplomase en el
suelo.
Luk abrió la puerta trasera y salió para ayudar a Thomas a meter a
Elizabeth dentro. Elizabeth no hablaba, no había dicho nada desde
que Thomas la había encontrado, se había dejado llevar y rodear por
sus brazos sin depilar; tenía la mirada perdida y se aferraba con fuerza
a su bolso marrón. En cuanto la vio, Úrsula sabía que lo que todos
temían que tarde o temprano pasara acababa de ocurrir: Elizabeth
había perdido la cabeza de una vez por todas.
13
─Liz, mi niña, ya estás segura, ya estás con nosotros. Ya vamos
para casa.
Elizabeth miraba a Thomas con ojos de ingratitud y éste podía
sentir eso y el dolor que ello le producía.
14
Luk no quería romper el silencio que Elizabeth había impuesto en
el interior de aquel coche. Además, si no hablaba del tema, éste
parecía hasta menos real, tenía mucha menos importancia. Lo mejor
era callar cuando se estaba tan asustado, cuando era el pánico lo que
impulsaba la sangre por sus venas y no los latidos de su corazón.
─Luk, no te preocupes por lo de Lalo, ¿de acuerdo? Ya iré yo a
hablar con ese cerdo. Tú tranquilo, que no te va a tocar ni un pelo. No
creo que quiera volver a la cárcel tan pronto, ¿entiendes?
─Sí. ─¿Por qué Úrsula no respiraba al hablar? Quizás ella temía
tanto a Lalo como él lo temía, pero lo demostraba hablando demasiado
y conteniendo la respiración; mientras que él no podía, tenía la
impresión de que no sabía, articular palabra.
15
─¿Ha salido Lalo de la cárcel?
Ambos, Úrsula y Luk callaron y, tan sólo unos cuantos minutos
después, el chico fue el que se atrevió a contestar a Thomas.
─Sí, ese cerdo ha salido tal y como entró.
─Ya has oído a Úrsula, está entre la espada y la pared, no puede
tomar represalias.
Luk no dijo nada más hasta que el coche aparcó delante de la
casa.
─Ya estamos.
16
Metieron a Elizabeth en la cama y Úrsula se sirvió un whisky en el
mueble bar del salón.
─¿A alguien le apetece uno?
─No, yo me voy a dormir... si es que puedo.
Le habían preparado a Luk el sofá cama en la salita, no era muy
cómodo, pero él decía que en sitios peores había dormido.
─¿Un whiskicito, Thomas?
─Mira, por esta noche te lo voy a aceptar, creo que nos vendrá
bien.
Úrsula le sirvió una copa a Thomas y se sirvió otra para ella.
─Por nuestro descenso a los infiernos, querido.
─Tú lo has dicho.
Después del cuarto brindis perdieron la cuenta y se quedaron
dormidos en el salón.
17
Elizabeth se despertó a medianoche, quería saber si seguía allí,
dentro de su bolso marrón. Se levantó y lo cogió de la silla sobre la que
lo había dejado. Qué maravillosa compra había hecho, ya sabía ella
que algo así sólo se podía encontrar en un sitio como el Arsenal. Abrió
el bolso y sacó el objeto que guardaba celosamente en su interior. Era
tan bonito, brillaba a la luz de la luna, era el revólver más bonito que
nunca había tenido entre las manos.
CAPÍTULO DECIMOCUARTO:
Es solo una cuestión económica
1
La angustia de no poder dejar de pensar en él ni un solo día le
revolvía el estómago y no le dejaba dormir. Lalo había sido una
persona tan dominante, había influido tanto en su forma de ser, que
ahora que estaba lejos, se suponía que a salvo, su sombra le seguía
asfixiando y su recuerdo siempre estaba de alguna u otra forma en su
mente. El infierno ardía en sus entrañas, sabía lo que tenía que hacer
si quería apagarlo para siempre, algo lo impulsaba a no dar marcha
atrás.
Faltaban aún un par de horas para el amanecer, Luk terminó el
cigarrillo que se estaba fumando y se vistió. La casa de Lalo quedaba
lejos, pero su instinto animal haría que llegara costase lo que costase.
2
Despertó y el salón le daba vueltas. A su lado, medio apoltronado
en el sofá, estaba Thomas, dormido. Sin saber por qué, en ese
momento le deseó felicidad, que nadie le hiciera daño jamás. Subió a
darse una ducha, había quedado con Gareth a las nueve y media en el
hotel, aún tenía tiempo de sobra. Al final lo había conseguido,
Comarcal, la misteriosa empresa que Gareth representaba la había
salvado, le habían comprado la tienda a un precio miserable, mucho
menos de la décima parte, pero con la condición de dejársela por
entero en sus manos, todo sería como antes, nada cambiaría, ella
seguiría siendo la dueña. De repente, un escalofrío recorrió su cuerpo,
todo sonaba a cuento. «¿Es que no has aprendido después de lo de
Lalo?», le había preguntado Luk. Dios mío, un mal presentimiento
inmenso como la vida. No puede ser falso.
3
«Volverás. Siempre vuelves». Esa sería la última vez, mitigaría esa
voz, que le impedía actuar libremente, para siempre.
Al pasar por el salón, vio a Úrsula y a Thomas dormidos en el sofá y
un sabor parecido a la decepción que trae una traición, un regusto
amargo, le bajó hasta el estómago y le apagó una llamita que había
dudado mucho en encender y que, finalmente, había encendido casi
sin darse cuenta. Salió de la casa y comenzó a caminar por las calles
aún por despertar.
4
─Elizabeth, cariño, buenos días. ¿Cómo te encuentras hoy?
Seguía sin hablar y lo miraba fijamente, como si no lo reconociera.
Elizabeth necesitaba más ayuda de la que él o Úrsula le podían
ofrecer.
─Elizabeth, ¿me escuchas? ¡Elizabeth!
─Dígale a mi padre que yo no quería hacerlo. Yo no soy una
asesina.
─Elizabeth, tu padre murió hace mucho. Han pasado muchos años
desde entonces. Ya estás recuperada. No eres una asesina.
Elizabeth lo miraba como si no comprendiera nada de lo que le
estaba hablando, tenía su mente en el terrible asesinato que había
cometido treinta años atrás, sufriendo aún las consecuencias de aquel
error.
5
Esta vez no podrían con ella, los mataría a todos, empezando por el
ser en el que se había convertido su adorada Tania; luego iría a por
Úrsula, se iba a arrepentir de haber intentado robarle a Gareth; y al
chico, al chico lo dejaría para el final, renacuajo entrometido y
drogadicto. Y esta vez no podrían con ella.
Gareth la salvaría y la llevaría lejos, huirían juntos a un país donde
todo el mundo comprendiera que ella no estaba loca.
6
En cada rostro veía a Gareth, porque aquella mañana, Gareth la
había dejado sola en la entrada de aquel hotel. Preguntó en recepción
y una chica demasiado simpática ─pobrecita, la de palos que todavía
le quedaban por darse en su vida─ le dijo, manteniendo
constantemente esa sonrisa desgarradora en los labios, que el señor
Gareth Kendrick había pagado los días que debía y se había marchado
en su flamante coche. «Para no volver», había aclarado antes de irse, y
en boca de aquella recepcionista resultaba cínico, amargo y aterrador.
Úrsula salió corriendo del hotel y una vez dentro de su coche, se
aferró al volante como si quisiera partirlo en dos. La habían engañado,
quien demonios fuera en realidad Gareth había hecho que vendiera
los restos de su boutique a una empresa fantasma. Ya sólo le quedaba
la miseria que le habían dejado en su cuenta. Quería arrancar y no
perder ni un minuto en ir a su banco, pero no pudo, le fallaron las
fuerzas y se desplomó llorando sobre el volante.
7
Estuvo abrazado a Elizabeth toda la mañana, no podía dejarla en
aquel estado. Pero ella no era su única preocupación, había estado
manteniendo la casa durante semanas sin ayuda y sus escasos
ahorros se estaban agotando a un ritmo vertiginoso ahora que se
había quedado sin trabajo. Tenía que hablar con Úrsula, no podían
seguir en esa situación, había sido una situación equivocada desde un
principio.
Se levantó y dejó a Elizabeth tumbada en la cama. Cuando iba a
salir por la puerta de la habitación, ésta dijo algo:
─Thomas, gracias.
Thomas se volvió hacia ella.
─¿Elizabeth?
─Anoche en la calle fue horrible, pero hoy me encuentro mucho
mejor.
─Elizabeth, cariño... ─Y la abrazó de nuevo─. Quédate aquí, te
conviene descansar. Te prepararé algo de comer, ¿de acuerdo?
─Macarrones, quiero macarrones, hacen que me sienta italiana.
8
Antes del viaje que Gareth le había prometido, los mataría. Gareth
no lo sabía, pero ella no dudaba en que él la ayudaría. Enterrarían los
cadáveres, junto al revólver ─qué pena, con lo bonito que era, pero no
podían dejar pruebas─ en el jardín. Ya tendrían tiempo de comprar
otro en el extranjero.
9
Forzó la puerta con cuidado y entró. La casa estaba en silencio.
Nada parecía haber cambiado desde la última vez y el ambiente estaba
enrarecido, olía a cerrado.
Cuánta humillación, cuántos ideales había tirado por la borda en
aquella casa. Lo poco que había quedado de él después de Marc,
aquella casa lo había consumido. Revisó cada cuarto, cada rincón, y
todo seguía igual, a la espera de que el gran dueño entrara triunfal
por la puerta grande. No, no lo permitiría, él había acabado con todo lo
que en un día fue Luk y se había encargado de que no fuera lo que
siempre había querido ser. Entró en el despacho, si allí había algo que
lo pudiera incriminar aún más en los delitos que había cometido, lo
encontraría y se lo daría a la policía. Encendió el ordenador y se metió
en los archivos ocultos en los que Ingrid ya se había metido en aquella
ocasión. Palabra clave: Luk. Los ojos se le encharcaron de lágrimas.
¿Realmente Lalo lo había amado alguna vez? «Volverás, siempre
vuelves».
Lalo lo había aplastado, no merecía misericordia por su parte.
Había algunos archivos que Ingrid no había grabado porque no los
habría considerado interesantes. A ver que opinaba Úrsula cuando los
viera, ella era la experta en finanzas.
10
─¿Ya estás de vuelta? Qué pronto, pensé que ibas a comer con
Gareth.
Comprendió que algo andaba mal, Úrsula parecía más apagada
que nunca, tenía la expresión de una sombra.
─¿Ves esto? ─dijo agitando los papeles que tenía en la mano─. Le
he vendido mi boutique a una empresa fantasma por dos duros. Me
han timado, Thomas... Me han timado.
No quería llorar delante de él, pero no pudo evitarlo, sentía que
era demasiado tarde para hacerse la fuerte, hacía meses que había
comenzado su caída en picado y no lo había querido ver hasta ese
momento.
─Y lo peor es que ha sido Gareth, Thomas. Ha sido Gareth el que
me ha puesto el cebo y me ha llevado de cabeza a la trampa. Ha sido
él. En el banco me han dicho que no es el primer caso, que ya no se
puede hacer nada, pero que así no volveré a cometer el mismo error
en otra ocasión. Soy estúpida, Thomas. Y si Gareth volviera y me
sonriera y me acariciara el pelo, ¿sabes?, yo sería capaz de venderle
mi alma. Mi alma, Thomas, mi alma.
Thomas la abrazó y no dijo nada.
─Quiero que esto sea para ti. ─Úrsula sacó de su bolso un
cheque─. Es todo lo que tengo, lo que me queda después de la venta.
Te lo debo, tú me has estado manteniendo en estos momentos nada
fáciles.
─Utilízalo para empezar de nuevo, Úrsula. Es lo más justo, yo ya iré
tirando como pueda.
─Dios mío. Eres la mejor persona que conozco.
─Todo saldrá bien, ya lo verás. ─No se atrevió a decirle que él se
iba a marchar, que quería encontrar trabajo en otra ciudad y dejar todo
el pasado atrás─. Mañana por la mañana me voy a pasar por la clínica,
Elizabeth necesita tratamiento, no la podemos dejar así.
─Si quieres, te acompaño.
─No, no hace falta. Será fácil ingresarla, tengo mis contactos,
recuerda que trabajé allí.
Úrsula deseaba ser algún día como Thomas. Realmente se
preocupaba de todos y por todos, siempre lo había hecho y ella nunca
lo había querido admitir porque en su cabeza no existía la idea de que
aún quedasen personas buenas.
11
Lo había oído desde las escaleras, ingresarla en la clínica, eso era
lo que querían, deshacerse de ella para arrebatarle a Gareth. No, no
podrían hacerlo. Mientras Thomas estuviera en la clínica maquinando
el cómo y el cuándo, ella estaría haciendo las maletas, Gareth la
recogería esa misma tarde, en eso habían quedado antes de que él se
hubiera marchado de viaje de negocios, que a su vuelta, la recogería y
se marcharían lejos, muy lejos. No debía olvidar que antes tenía
algunos asesinatos que cometer.
Regresó a su habitación y se echó sobre la cama. Esperaba
ansiosa, tan sólo quedaba un día para el final.
12
─Vaya, ¿dónde has estado?
─Salí temprano, he hecho una pequeña visita a la casa de Lalo.
─¿Estás loco? ─No, no estaba loco, estaba obsesionado, en medio
del huracán formado por tantos recuerdos dolorosos y la incertidumbre
de no saber qué iba a pasar. Es lo mismo que había sentido él después
de dejar los deslumbrantes trajes de Tania Fatua guardados en
polvorientas cajas de cartón.
─Lalo no estaba. Parecía como si después de haber salido de la
cárcel ni se hubiera pasado por su casa. Dios mío, no saber ni dónde
está me pone aún más nervioso. Me lo imagino esperándome en cada
calle, en cualquier lugar.
─Pero Luk, ya sabes que no te puede hacer nada.
─Ya, ya lo sé, pero el hecho de verlo de nuevo es suficiente. No
quiero verlo, no quiero tener que enfrentarme al pasado porque sí, me
arrepiento de cada momento que pasé a su lado. Y tengo miedo, no lo
puedo evitar. Es bastante retorcido, lo conozco bien, encontraría la
forma más dolorosa e inesperada de hacerme daño.
─Ahora no estás solo, olvídate de tus demonios interiores. El miedo
y la impotencia están dentro de ti. No tienes que enfrentarte a Lalo en
la calle si no quieres, pero sí es necesario que te enfrentes a todo eso
que anda dando vueltas en tu interior.
─ ...
─¿Lo harás?
─Lo intentaré, pero no creo que pueda dormir en toda la noche.
─Si necesitas hablar, sea la hora que sea, ven a verme, ni lo dudes.
─Gracias.
Cada palabra, cada gesto de Luk, era sutil como un beso lanzado
al aire. Se sentía bastante atraído por el chico.
─¿Y Úrsula? ¿Dónde está?
─En su habitación. Será mejor que no la molestemos, necesita estar
sola. No es su mejor momento.
CAPÍTULO DECIMOQUINTO:
1
Era estúpido enamorarse de un chico como aquél, no quería sufrir
de nuevo por amor, y una relación como aquella con un ex-drogadicto,
ex-chapero, ex... ─de todo, pero tan encantador─ tenía todas las
cartas para acabar como habían acabado el resto de sus relaciones. Y
era estúpido que no pudiera conciliar el sueño con ello; venga darle
vueltas y más vueltas a lo mismo, a lo que le provocaba verlo por allí, en
la casa, de aquí para allá, al placer que su voz le hacía sentir. Tenía
que quitarse de la cabeza la simple idea de tener algo con él, una vez
que Elizabeth estuviera en la clínica, lo abandonaría todo, lo tenía
decidido, no quería lastres que lo ataran a aquella ciudad por muy
encantadores que fueran.
Dio la enésima vuelta en la cama por esa noche, la almohada le
ardía en la cara y las arrugas de las sábanas le marcaban la piel como
cadenas aferradas a su cuerpo. Se levantó y abrió la ventana de par
en par. El frío de la noche entró en el cuarto y se sintió libre como una
corriente de aire fresco. En ese momento, alguien llamó a la puerta de
la habitación, sabía que era Luk, sus golpes eran suaves. Se preguntó
si igual de suaves serían sus besos.
─Pasa.
La puerta se abrió y tras ella, los ojos azules del chico reflejaban la
luz de luna que entraba por la ventana.
─Perdona por venir tan tarde. Temía despertarte.
─No pasa nada, yo tampoco puedo quedarme dormido.
2
Golpeó la puerta con miedo, le había costado mucho llegar hasta
allí, había tardado mucho en decidirse; al final había sido un impulso
loco lo que le había dado el último empuje, ya no podía dar marcha
atrás. ¿Estaría dormido? No le iba a abrir. Era un ingenuo al pensar
que Thomas estaba interesado por él, acababa de salir de una
tortuosa ─y lamentable─ relación y lo último que haría sería sentirse
atraído por un chico ex-drogadicto, ex-chapero y ex... de todo, y
demasiado delgado como para confiar en un buen estado de salud.
Pasara lo que pasara, Thomas tendría las palabras perfectas para
herirlo sin hacerle daño, no era como los demás, era un hombre
especial y por eso le gustaba tanto.
─Pasa ─dijo desde dentro.
Abrió la puerta intentando no ser demasiado brusco y lo vio allí, de
pie junto a la ventana abierta; parecía que era él y no la luna el que
irradiaba la luz que entraba desde fuera.
─Perdona por venir tan tarde. Temía despertarte. ─El corazón le
daba un vuelco por cada latido.
─No pasa nada, yo tampoco puedo quedarme dormido.
3
La noche invade los sentidos de aquellos que comparten
habitación y éstos, embriagados por ella, se dejan llevar hacia otra
dimensión en la que cada palabra es sincera y en la que las
confidencias que nunca se harían durante el día ven la luz en la
oscuridad. Tumbados en la misma cama, abriendo sus corazones,
Thomas y Luk no eran ya dos desconocidos, haciendo memoria de sus
vivencias y aprendiendo de ellas para dejarlas atrás.
─Marc murió entre mis brazos. Ese día no sólo acabó su vida,
acabó la mía y comenzó mi descenso hacia la autodestrucción.
─Supongo que tuvo que ser muy duro para ti.
─No sabes cuánto. Y después de unos meses malviviendo en el
Arsenal, apareció Lalo. Me gustaba su dinero y lo necesitaba. A él lo
aborrecía, pero me consolaba pensar que estaba obsesionado por mí
y que le podía sacar todo cuanto quisiera.
─¿Marc murió de SIDA?
─No. Lo atropelló un coche. Íbamos cruzando la calle cuando de
repente un loco se nos llevó por delante. Yo salí despedido, pero tan
sólo me hice unos rasguños. Cuando vi a Marc, inconsciente en un
charco de su propia sangre, lo abracé. Sabía que estaba muerto, pero
no me pudieron separar de él hasta que llegaron las ambulancias.
─¿Y el que os atropelló se dio a la fuga?
─No, no. Era un pobre borracho. Mató a Marc, destrozó mi vida,
destruyó a su familia. Tenía hijos, ¿sabes? Ahora no tienen ni para
comer con el padre en la cárcel. Fue toda una tragedia, sí, señor. Si
hicieran una película sobre mi vida, nadie creería que está basada en
hechos reales.
─Lo siento mucho.
─No, no lo sientas. Ya no tiene remedio. ¿Y tú? ¿Qué hacía Thomas
antes de convertirse en la tremenda Tania?
─Era celador en una clínica psiquiátrica, allí fue donde entablé
amistad con Elizabeth. Hubo una época en la que tuve algunos
problemas con pastillas.
─¿Estabas enganchado?
─Sí. Pero allí todos me cubrían, finalmente me di cuenta de la
mierda en la que estaba metido y lo dejé.
─¿Así por las buenas? Es muy difícil.
─Quería cortar por lo sano con todo, ¿sabes? Dejar las pastillas,
acabar la horrible relación que mantenía con Úrsula.
─¿Con Úrsula?
─Nos estábamos haciendo mucho daño. Yo no podía expresarme
con total libertad y ella era demasiado egoísta como para
comprenderlo.
─Y para expresar esa libertad te travestiste, ¿no?
─Quizás. Ya te dije que hay cosas que no tienen motivos, pero que
necesitas hacerlas. Quería ocultarme, evadirme de todo. Refugiarme en
la diferencia. Entonces fue cuando la junta directiva del hospital
decidió sacar a la luz todos mis trapos sucios del pasado y, además, me
acusaron de robar un bote de pastillas.
─¿No lo habías robado tú?
─Mira, la verdad es que no me gusta dármelas de víctima, aunque
no lo parezca. Sí, yo las robé, estaba muy liado y necesitaba una última
fiestecilla. Fue la última vez.
─Vaya. Y te echaron.
─Sí. Coincidió con la salida de Elizabeth. Para entonces ya nos
habíamos hecho muy amigas, ella comprendía mi situación
perfectamente, ambas necesitábamos la ayuda de la otra. Úrsula
también estaba con problemas, su padre había muerto el año anterior
dejándole un buen pellizco y lo había invertido todo en una boutique
que de repente había empezado a perder dinero a raudales.
─La mano de Lalo estaba por allí cerca, ¿no?
─Sí, así que le ofrecí compartir casa conmigo y con Elizabeth y
aceptó, creo que porque no le quedaba más remedio.
─¿Y Úrsula como llevaba lo de verte vestido de mujer durante todo
el día?
─Creo que hasta ahora mismo no lo ha aceptado.
─¿Hasta ahora que de nuevo vas de hombre?
─Ya ves, había mucha tensión entre nosotros, pero intentábamos
ser amigas por compromiso con el pasado. Teníamos muchas heridas
que curar.
─Y compartir novio no ayudaría mucho, ¿no?
─Quién lo iba a pensar. Gareth es un hijo de puta, se aprovechó de
Úrsula para quitarle la tienda. A mí me engañó como a una tonta, hizo
de mí lo que quiso y luego, ya sabes, si te he visto no me acuerdo, y con
Elizabeth... La verdad es que aún no sé de qué va con Elizabeth.
─¿Cómo se conocieron?
─En la clínica. Él apareció de repente en su vida, era el hijo de una
de las residentes que acababa de fallecer. Joder, tanto hablar de
Gareth y no me di cuenta hasta el final de que era el mismo que follaba
conmigo.
─¿Y dices que Úrsula los vio haciéndolo en plena faena?
─Sí.
─Dios mío, ese tipo es un enfermo.
─No sé qué decirte, yo ya sobre ese tema no sé qué decir. Para mí,
Gareth es pasado, como esta maldita ciudad que sólo me trae malos
recuerdos.
4
Reconocía en las palabras de Thomas aquel tono que le era tan
familiar; eran sus propias palabras, bañadas por el ansia de huir.
Thomas quería desaparecer, convertirse en humo, y él quería amarlo
en carne y hueso, no quería enamorarse de una sombra, de un
recuerdo. Si no se decidía a tiempo, sería muy difícil conocer los
sentimientos que Thomas tenía hacia él una vez emprendido su viaje.
La oscuridad se hizo vapor y, atravesando la humedad que se
interponía entre su rostro y el de él, se atrevió a acariciarle los labios
con un beso.
5
El chico lo escuchaba y se podía ver reflejado en sus ojos. De
repente, rompió el equilibrio de la noche acercándose aún más a él;
aquella era de ese tipo de situaciones en las que no se puede decir
que no al destino, se abalanza sobre ti y no te da tiempo a reaccionar.
Luk rozó sus labios contra los de él y ese roce, fracciones de
segundo más tarde, se había convertido en un beso. Cuántas veces lo
había imaginado y qué cerca estaba la realidad de sus sueños.
6
Cerró los ojos y tan sólo tenía conciencia del beso. El beso lo
envolvía, daba vueltas a su alrededor y se convertía en el mundo. Se
había resignado a pensar, hacía mucho tiempo atrás, que algo así
nunca más le ocurriría a un chico como él, al que pagaban por fingir la
sensación que en aquel momento le brotaba desde dentro.
Quería poseerlo, fundirse con él y convertirse en la sangre que
fluía por sus venas. Aún con algo de timidez, lo abrazó cálidamente.
7
Thomas abrió los ojos y se deshizo de los brazos de Luk.
─No puede ser. ─Y, de repente, se creó entre ellos un abismo
helado, que daba miedo atravesar porque podía ser quebradizo y
precipitarlos al vacío─. Yo me voy de la ciudad en un par de días, es el
momento menos propicio para iniciar una relación.
─Llévame contigo, quiero huir contigo.
Thomas se mantuvo en silencio. Si dejaba que Luk huyera con él,
se convertiría en una parte demasiado importante de su vida, en un
riesgo demasiado alto por asumir.
─Llévame contigo, Thomas, por favor. Yo siempre he querido huir.
Eres mi única oportunidad.
─Si lo que quieres es huir lo puedes hacer en cualquier otro
momento. No tienes por qué hacerlo conmigo.
─Pero yo te quiero.
─Lo mejor será que vuelvas a tu cuarto a dormir. Si mañana sigues
pensando lo mismo, no tendré ningún problema en llevarte conmigo.
─No quería que aquel chico le hiciera daño, así que no le daría la
oportunidad para hacérselo.
Luk se levantó y regresó a su habitación despidiéndose con un
apagado «buenas noches». Sabía que el asunto no daba más de sí.
CAPÍTULO DECIMOSEXTO:
Máscaras fuera
1
Allá afuera el mundo cobraba vida un día más con la luz del sol,
pero él se sentía medio muerto, había estado charlando con Luk hasta
las tantas y el final de la conversación ─inesperado beso incluido─ no
le había levantado los ánimos precisamente. Lo primero que hizo esa
mañana fue visitar a Elizabeth a su habitación, parecía que llevaba
despierta bastante tiempo, el suficiente como para peinarse,
maquillarse, ponerse uno de sus mejores vestidos y hacer un par de
maletas.
─Elizabeth, ¿qué haces?
─Las maletas. Me voy de viaje con Gareth.
─En tu estado lo mejor no es hacer un viaje, ¿lo sabes?
─Vamos a volar en avión, ¿crees que veré algún ángel por la
ventanilla?
─Elizabeth, prométeme una cosa, no te moverás de aquí hasta que
yo haya vuelto.
─Claro que no me moveré, tengo un regalo que haceros a ti y a
Úrsula por lo bien que os habéis portado conmigo. ¡Ah!... Y al niño.
─Bueno, a ver si es verdad. ─Salió de la habitación, no podía
perder más tiempo, tenía que ir a la clínica cuanto antes, mejor.
2
─¿A dónde vas?
─Hazme un favor, te diga lo que te diga, no dejes que Elizabeth
salga de la casa, ¿de acuerdo? Dice que Gareth va a venir a por ella
para llevársela de viaje y no puede ser, en el estado que está.
─Thomas. Sigo pensando lo mismo.
─Ahora no es el momento, ya hablaremos de eso más tarde.
─Tampoco quería parecerle demasiado frío al chico, así que le lanzó
una sonrisa que fue recogida con sorpresa.
Thomas salió de la casa y, poco después, Úrsula bajó a la cocina.
Parecía que no había dormido en toda la noche y, seguramente, no lo
había hecho.
─¿Quieres café? Está recién hecho.
─Me vendrá de maravilla, pero no sé si habrá suficiente en el
mundo para espabilarme.
─Empieza con una taza, a ver qué tal.
─Bueno, algo es algo.
─Luego te tengo que enseñar una cosa, son algunos secretos de
nuestro amigo Lalo. Tiene más tejemanejes de los que creíamos.
─A Lalo ni me lo menciones, no quiero saber nada de él. Entre
unos y otros me han hecho la vida mierda.
─Será la última vez que te lo mencione, pero, por favor, quiero
saber si esto que he encontrado vale la pena para ser presentado
ante el juez, ¿sí?
3
─Buenos días, Gwen. ─Recordaba haber entrado por aquella
puerta a esa recepción de paredes blancas en un millar de ocasiones
y haber visto a Gwen tal y como estaba esa mañana, con su bata
blanca, haciendo un crucigrama con las piernas cruzadas bajo el
mostrador. Era una mujer amable de cincuenta y tantos años a la que
siempre había tenido un gran cariño, si echaba algo de menos de
aquella clínica, eran las lluviosas tardes de invierno tomando café y
contando penas con Gwen.
─¡Dios santo, Thomas de mi alma y de mi corazón! ─No dudó en
plantarle dos besos en la cara, como si fuera un hijo que no veía desde
hacía años─. Dios mío, pero qué guapísimo que estás, la verdad es
que te prefiero así que de mujer y no es que estuvieras fea, sino que,
ya sabes, a mí me gustan los hombres, hombres.
─¡Y tú cada día estás más joven! ¿No será que tienes algún ligue
por ahí, no?
─Qué más quisiera yo. ¡Ay, ven aquí que te de otros dos besos, que
hay que ver lo abandonada que me tienes!
Darle dos besos a Gwen era como entrar en el ojo de un huracán,
te sacudía todos los huesos del cuerpo.
─¿Y qué te trae por aquí? ¿No le habrá pasado algo a Elizabeth?
─Por desgracia sí. No sale de una crisis para meterse en otra, la
cabeza se le va. Necesita ayuda y éste es el único lugar donde la
puede conseguir.
─Vaya por Dios. El otro día estuve acordándome de ella. De
repente llegaron un montón de papeles de abogados y de tal y de
cual, todos sobre ella y su hijo. Yo me quedé de piedra, no sabía que
Elizabeth tuviera un hijo.
─¿Elizabeth, un hijo? ─No sabía cómo reaccionar, era algo
increíble, lo último que esperaba descubrir aquella mañana.
─Si te esperas un segundito, subo a administración y te traigo los
papeles, ¿de acuerdo?
─De acuerdo. ─No podía decir otra cosa. Entre aquellas paredes
blancas se sentía como un funambulista sobre la cuerda floja.
4
Era demasiado temprano como para estar ante el ordenador, le
escocían los ojos, pero Luk se había empeñado en enseñarle todo ese
revoltijo de números y nombres que pululaban por la pantalla. No le
descubrían nada nuevo, vale, que Lalo tenía un montón de negocios
paralelos a su labor como abogado, claro, de dónde le iba a venir
tanto dinero si no, pero eso a ella ni le iba ni le venía. De golpe, se le
heló la sangre.
─¡Para!
Luk hizo click en el ratón y atrapó en azul justo el nombre que no
había dejado a Úrsula dormir en toda la noche.
─No puede ser: Comarcal.
Lalo estaba tras la trampa de Comarcal, Gareth tan sólo era la
cabeza visible.
5
─Mira, en éste, paga su mensualidad, pero, en el siguiente, termina
de pagar todo lo que debe de golpe y ya no está a su nombre, sino al
de su hijo. ¿Ves?, es otro número de cuenta. Lo verificamos y, sí, es de
Elizabeth. Yo no sabía que tuviera tanto dinero, son los ahorros de toda
su vida. ¡Ay! ¡La de secretos que guarda esta mujer! En el banco nos
dijeron que hasta se ha hecho un seguro de vida casi millonario y que,
claro, en caso de que muera, el beneficiario será su hijo, ¿ves? Aquí.
─Señaló con uno de sus regordetes dedos la firma que enmarañaba el
pagaré. Thomas ya había esperado algo así desde el principio. Era
Gareth Kendrick el que firmaba.
─Éste no es su hijo, Gwen, es un aprovechado.
─¿Cómo que no? Pero si todo viene ante notario y perfectamente
arreglado.
─Que no Gwen, que no puede ser. Que este tío es el que se
acuesta con ella para sacarle el dinero.
─Te equivocas, mira, en el cambio de cuenta se incluye hasta un
acta de nacimiento, ¿ves? Sellado por un notario, mira: «Lalo Priddy».
Eso sí que era una sorpresa, Lalo Priddy y Gareth Kendrick,
asociados para robarle todo su dinero a Elizabeth.
6
¿Pero qué vínculo unía a Lalo y a Gareth? ¿Desde cuándo habían
estado planeando arrebatarle la boutique? Tenía todas las respuestas,
desde el principio, la habían estado engañando desde el principio,
Gareth era un esbirro de Lalo, cuya misión era enamorarla,
convencerla para firmar la venta y desaparecer. Qué plan más
maravilloso, en estos momentos estarían muertos de risa, nadando en
dinero, seguramente fuera del país, a pesar de la libertad condicional
de Lalo. La gente con demasiado dinero lo puede conseguir todo... Un
portazo la sacó de su trance, era Elizabeth que salía de su cuarto y
bajaba las escaleras.
─Voy a ver qué le pasa. Thomas me ha dicho que no la deje salir,
que quiere irse de viaje con Gareth.
─¿Con Gareth? ¿Va a venir a por ella?
─No lo sé, sí, creo que sí. O serán solo paranoias suyas.
─Bueno, ve a mirar qué le pasa. ─Vaya, con un poco de suerte aún
podría encontrarse con Gareth por última vez, cara a cara. Le pillaría
por sorpresa, él no tenía ni idea de que compartía casa con Elizabeth.
Sonrió, desahogaría todas las noches en vilo que había pasado. Era
curiosa la historia del cazador cazado.
7
─Me ha dicho Thomas que te vas de viaje, Elizabeth.
─Sí, me voy al extranjero con mi amor. Pero antes de irme, os voy a
dar una sorpresita.
─¿Ah, sí?
No confiaba en el niño, era demasiado inteligente, tenía ojos
astutos, a cada palabra le podía absorber toda la sustancia y descubrir
los planes que tenía en mente. No diría nada más. Dio media vuelta y
subió de nuevo a su habitación. Ya estaba todo listo, esperaría hasta
que llegara la hora.
8
El motor del Jaguar rugía como si el coche, de verdad, fuese una
fiera que corre desesperada tras su presa; sabe que ya nada le
impedirá devorar su carne fresca y sentir la cálida sangre mojando sus
fauces. En este caso, no se trataba de carne fresca, sino del dinero que
había perseguido durante tanto tiempo, el dinero de la vieja.
Como otras veces, Lalo lo había ayudado en toda la cuestión del
papeleo a cambio de su ayuda en el asunto del maldito negocio de
Úrsula ─qué pena que hubiese acabado así, no era mala en la
cama─. Favor por favor, el pacto perfecto. Acababa de dejar a Lalo
dentro de un avión rumbo a una isla del Caribe: paraíso terrenal y
paraíso fiscal.
Rugió como lo hacía el motor y estalló con una gran carcajada que
no por ser tan grotesca le hacía ser menos atractivo.
Tan sólo quedaba el último detalle para hacerse con la fortuna de
Elizabeth al completo. Esa loca sí que tenía millones, la había estado
investigando durante meses; tenía las cuentas hasta arriba y ni
siquiera las tocaba, igual es que ni se acordaba de que existían. Ahora
tan sólo bastaba con llevarla lejos, al extranjero ─su dinero pagaría el
viaje─ y matarla, la manera le daba igual, lo sabía por experiencia,
cuando se trata de una vieja demente, cualquier cosa puede ser
achacada a un accidente. Estaba deseando llegar.
9
─Gwen, me temo lo peor. Este tipo quiere llevarse a Elizabeth al
extranjero esta misma tarde. ¿Sabes lo que significa?
─Dios mío, Thomas. Date prisa, tienes que impedirlo.
Súbitamente se había convertido en una especie de héroe con
adrenalina en las venas en lugar de sangre. Se despidió de Gwen y
salió corriendo hacia su coche. La casualidad había hecho que tanto
él como Elizabeth y Úrsula estuviesen atrapados en el centro de la
misma tela de araña, a merced de la misma araña, Gareth.
Atravesó la ciudad con la velocidad que la situación exigía, no
podía hacer menos.
10
─Acaba de llegar Thomas.
Bajaron al salón para reunirse con él y darle la noticia, no le
sorprendió porque la noticia que él traía era aún más impactante. Entre
las dos se aclaraban bastantes cosas, la trama era cruel, pero sus
sentimientos se habían hecho inmunes en los últimos días. Y el destino
se había encargado de enredar aún más las cosas, quizás para
ayudar de una manera un tanto irónica; había hecho que las tres
víctimas de Gareth ya se conociesen con anterioridad, tuvieran sus
historias personales y hasta se atrevieran a compartir casa.
─¿Qué vais a hacer cuando llegue?
No dio tiempo a que contestaran. Sonó como un coche aparcaba
delante de la casa y como su ocupante, tras bajar de él y cerrar la
puerta de un sonoro golpe de triunfador, llamó al timbre.
─Abre tú, Luk. Dile que pase, lo esperamos aquí, en al salón.
11
Abrió la puerta un muchacho rubio, extremadamente delgado y con
barba de al menos tres días. Su cara le sonaba de algo, sobre todo sus
profundos ojos azules. Quizás en alguna ocasión le había dado un par
de billetes por poseerlo.
─¿Está Elizabeth?
─Sí, pasa. Te está esperando en el salón.
La tarde era muy luminosa y la luz que entraba por la ventana del
salón teñía los rostros de un color naranja. Aún así, los pudo reconocer
y sintió como se le rompían los esquemas, un gran bloque blanco se
desmoronaba sobre su mente, no podía relacionar nada de lo que en
aquel salón sucedía con lo que tenía planeado. Eran Úrsula, que en
vez de estar llorando desconsolada por la pérdida de su negocio,
estaba allí, plantándole cara, con una sonrisa difícil de describir en los
labios, y tras ella, ¿de dónde había salido?, era Thomas, el travesti al
que tantas veces se había tirado y del que, al final, harto, se había
desecho, como de otros tantos en otras tantas ocasiones.
12
Úrsula dio un paso al frente, hacia Gareth. Éste miró la puerta que
se abría tras sus espaldas, la puerta de la trampa en la que se había
metido.
─Ciérrala, Luk. Que no se escape esta mierda.
Gareth fingía que no le importaba nada de lo que oía o veía.
─¿Dónde está Elizabeth? He venido a por ella.
─¿Y tu amigo Lalo, dónde te lo has dejado?
Gareth volvió a preguntar por Elizabeth, su rostro no podía fingir
por más tiempo y se descomponía en tics nerviosos.
─No esperabas que la vida te hiciera esta jugarreta, ¿eh? Vaya,
vaya... Sí, somos las compañeras de casa de Elizabeth y lo hemos
sabido todo desde el principio. Te hemos compartido.
Thomas se atrevió a hablar. Se puso junto a Úrsula y sonrió.
─Te compartimos hasta que nos dimos cuenta de que no valías la
pena. No vales nada, Gareth. Eres despreciable, pura codicia y
fachada. Nada más.
Fuera verdad o mentira, el ego de Gareth no podía aguantar tantos
golpes seguidos.
─He venido a por Elizabeth y no me iré de aquí sin ella. ¡Elizabeth!
¡Baja, Elizabeth!
─¿Pero tú qué te has creído? De aquí te vas a ir esposado por la
policía, no tienes escapatoria.
─Os vais a joder... ─Gareth se llevó la mano al interior de la
chaqueta y sacó un revolver─. Qué más da uno que dos que tres
muertos. Mañana estaré lejos y con más dinero del que nunca pude
imaginar.
Varios disparos atronadores acabaron con la tarde. Meses más
tarde, los vecinos de la urbanización aún lo recuerdan horrorizados.
13
Úrsula no podía creer que aquel hombre, al que había llegado a
amar tanto, que había funcionado como revulsivo en su interior para
sacar lo mejor que había en ella, la estuviese apuntando con un arma.
Vio en sus ojos la ira de un demonio.
Varios disparos atronadores acabaron con la tarde.
14
Thomas tenía miedo, conocía a Gareth, se dejaba guiar por sus
instintos, no dudaría en disparar. Miró a Luk preocupado, se
sorprendió buscando refugio en él. Lo necesitaba, aunque fuera
demasiado tarde para decírselo.
Varios disparos atronadores acabaron con la tarde.
15
─Me has estropeado la sorpresa, hijo de puta.
Desde las escaleras, Elizabeth lo había visto y oído todo, no podía
creer que Gareth estuviese apuntando a sus compañeros con un
revólver igual al que ella sostenía en las manos. Gareth era una mala
persona.
Varios disparos atronadores acabaron con la tarde... Gareth se
desplomó como un pesado saco de arena, inerte, e Elizabeth dejó caer
el arma al suelo.
─Creo que hemos perdido las mejores semanas de nuestras vidas
con este hombre.
EPÍLOGO
1
Las maletas decían adiós por sí solas en el umbral de la puerta.
Había dejado la mayoría de las cosas en la casa, llevaba lo
imprescindible para comenzar una nueva vida lejos de todo lo que le
había acontecido en los últimos meses. Luk estaba a su lado, lo abrazó.
─¿Estás preparado?
─Siempre.
Úrsula bajó las escaleras y se despidió de ellos, los iba a echar de
menos, pero deseaba que todo les fuera bien en su viaje hacia lo
desconocido. Salió fuera con ellos y cerró la puerta de la casa.
─Quiero que me escribáis en cuanto lleguéis a donde demonios
lleguéis, ¿de acuerdo?
Los chicos montaron en el coche de Thomas y ella subió al suyo.
Cuando éstos hubieron desaparecido en el horizonte de la carretera,
arrancó. Se había quedado muy sola, tenía pocos sitios a donde ir.
2
Era un jardín grande y bastante bonito para estar en donde estaba.
Cada cual era libre de hacer lo que quisiera mientras no molestara a
los demás. Sentada bajo la sombra de un árbol, Elizabeth miraba
absorta al cielo, intentando hacer memoria de cuánto había pasado
hasta llegar allí. Alguien la sacó de sus pensamientos, tocándole el
hombro, era Úrsula.
─¡Úrsula, cariño! Me alegro mucho de verte, no sabes cómo me
aburro aquí, todas las clínicas son iguales, un aburrimiento.
─Elizabeth... ─La abrazó y permaneció en silencio unos minutos
acariciándole el cabello.
Todos habían sufrido mucho tras la muerte de Gareth, pero,
Elizabeth, la que más. Su mente seguía sin querer aceptar la realidad,
al menos eso serviría como atenuante el día del juicio.
─¡Ay, Úrsula, yo lo que necesito es un amante!
Úrsula le acarició el rostro, Elizabeth le provocaba ternura, pena y,
a la vez, un incontrolable miedo de llegar a ser algún día como ella y
no tener a nadie que la cuidara.
─Yo te cuidaré hasta el final, Elizabeth.
─¡No! ¡Mejor dos! ¡O tres! ¡Ay, Úrsula! ¡Quiero amantes, quiero
todos los amantes del mundo!
Llandudno, 2016.
POSTFACIO
Hasta aquí mi primera novela, espero que las aventuras de Liz,
Úrsula y Tania te hayan emocionado de alguna manera.
Si hay muchas ventas de este libro es posible que me anime a
publicar algunos ebooks más con mis historias. Te animo por ello a que,
si te ha gustado, me ayudes a difundir lo que escribo mediante enlaces
o retuits en tus redes sociales y con tus comentarios en Amazon, Twitter,
Facebook y Goodreads. Un comentario de cinco estrellas en Amazon
será un buen regalo para mí.