El Enfrentamiento Del Highlander - Mónica McCarty

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

El Enfrentamiento del
Highlander

Monica McCarty
Serie Campbell (4)

Traducción: Manatí
Lectura Final: Amber

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Sinopsis
A los dieciocho años, Annie MacGregor pensó que lo peor que le podía pasar
era tener un corazón roto. Pero estaba equivocada. Atrapada en el enfrentamiento
entre clanes en guerra, la ruina de Annie a manos de los odiados Campbell casi la
destruye. Pero está decidida a rehacer su vida, y esa vida no incluye a Niall
Lamont, el hombre que le rompió el corazón dos años antes y que ahora se ha
nombrado su vengador y centinela no deseado.

Niall cometió el mayor error de su vida cuando le dijo a Annie que no podía
casarse con ella. Sin embargo, cuando comprende su equivocación, ya es
demasiado tarde. Su clan está a punto de ser destruido por los Campbell por
albergar a sus parientes, está proscrito, y la mujer que ama ha sido ultrajada. Con
el tiempo agotándose, y los hombres del rey acercándose, Niall hará lo que sea
necesario para ganarse el perdón de Annie, incluso si eso significa enseñarle a la
chica obstinada a defenderse. Pero Annie es una MacGregor, y si hay algo que el
clan perseguido sabe hacer, es luchar. El perdón, sin embargo, es otro asunto, y
Niall comienza a preguntarse si algunas heridas podrían ser demasiado profundas
para sanar.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Prólogo
13 de junio de 1607, Castillo de Dunvegan, Isla de Skye

Annie MacGregor miró al hombre con la oscura expresión en la cara que subía
las escaleras de la puerta que daba al mar junto a ella y le dio un codazo en las
costillas.
Con fuerza.
—¡Ay! Maldita sea, Annie—, dijo su hermano con el ceño fruncido. —¿Por qué
demonios fue eso?
—Prometiste divertirte—, respondió ella con su propio ceño fruncido. Patrick,
el mayor de sus tres hermanos mayores, no era el único de la familia con carácter.
Resistió el impulso de agitar el dedo hacia él. Hoy no la iban a llamar “pescadora
londinense” -no había peor desprecio para un Highlander que ser llamado inglés-.
Hoy iba a ser perfecto. —Dijiste que durante una semana podríamos divertirnos y
no preocuparnos
Durante una preciosa semana saldrían de su guarida en las colinas de Lomond
y se olvidarían de que eran forajidos, proscritos y perseguidos simplemente por el
pecado de ser MacGregor.
—Dije que intentaría divertirme—, corrigió Patrick. —Y es mi trabajo como líder
el preocuparme. No olvides lo que pasó el año pasado—. El año anterior, Patrick,
Gregor (su segundo hermano mayor) y su primo y jefe, Alasdair MacGregor, habían
estado a punto de ser capturados en el Encuentro de las Tierras Altas celebrado en
el Castillo Campbell. A pesar de estar fuera de la ley, Alasdair, conocido como —la
Flecha de Glen Lyon—, había querido participar “y ganar” el concurso de tiro con
arco. Y lo habría logrado si Patrick no hubiera traicionado sus identidades
acudiendo en ayuda de la prima del Conde de Argyll, Elizabeth, que había resbalado
en el barro. Las acciones del hermano de Annie los habían sorprendido a todos.
Patrick no era precisamente conocido por sus tendencias Galahad1, especialmente

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Galahad: es un caballero de la mesa redonda del rey Arturo y es reconocido por su gallardía y pureza. Se
utiliza Galahad como indicativo de noble, galante.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

hacia los odiados Campbell. —Además—, añadió él, probablemente sabiendo hacia
dónde se dirigía su mente y queriendo evitar preguntas sobre el incidente, —las
niñas que utilizan el chantaje para salirse con la suya no están en posición de tirar
piedras.
El ceño de Annie se transformó en una nariz arrugada. —No te chantajeé. Lloré.
—Exactamente.
Ella reprimió una sonrisa mientras pasaban por la primera puerta de piedra
arqueada del muro de la ciudad. Tenía unos cinco años cuando aprendió la fuerza
destructiva de las lágrimas de una mujer -especialmente las suyas- sobre sus
temibles hermanos. Aunque rara vez tenía que sacar a relucir esa arma para salirse
con la suya, los tiempos desesperados exigían medidas desesperadas, y Niall
Lamont sin duda reunía las condiciones para ello. No iba a perder la oportunidad
de verlo, y como el Encuentro se celebraba este año en el Castillo Dunvegan, en la
Isla de Skye -lo suficientemente alejado como para estar fuera del alcance de los
Campbell-, había hecho lo que tenía que hacer para convencer a su muy poco
razonable, sobreprotector y extremadamente testarudo hermano de que la dejara
asistir.
Si no lo supiera, pensaría que Niall la estaba evitando. Hacía casi seis meses que
no lo veía, desde que él y su hermano Malcolm habían ido a Glenstrae a buscar a su
hermano Iain para su última travesura.
Niall y su hermano Iain siempre estaban haciendo travesuras. Era lo que hacían.
Eran jóvenes guerreros de las Highlands. Salvajes, pícaros, y el crear problemas
estaba en su sangre. Cuando no estaban haciendo incursiones y armando un infierno
en el campo, estaban bebiendo y coqueteando con el tipo de mujeres que ella no
debía conocer.
Si el pensamiento de que podría haber algo más que un coqueteo se le cruzaba
por la cabeza, lo apartaba de ella. No pensaba en eso. Lo que había sucedido antes
de hoy estaba en el pasado.
De repente pensó en algo más que Patrick había dicho y le dio un codazo aún
más fuerte. Cuando llegaron a lo alto de la escalera y estuvieron en el suelo plano
del barmkin2 del castillo, pudo detenerse para girarse y mirarle, poniendo las manos
en la cintura y poniéndose a su altura, aunque fuera un buen metro menos que la de
él. —Y no soy una niña pequeña. Hoy cumplo dieciocho años.

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Forma de recinto defensivo medieval y posterior, que se encuentra típicamente alrededor de castillos más
pequeños y casas torre en Escocia y el norte de Inglaterra.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Él gimió y se frotó el costado. —No me lo recuerdes. Mi hermanita ya es mayor,


y no estoy seguro de cómo demonios ha pasado eso—. Volvió a hacer una mueca de
dolor exagerada. —Te has hecho más fuerte en la vejez.
Ella puso los ojos en blanco mientras continuaban. —Siempre he sido fuerte,
como tú y Gregor—. Él empezó a abrir la boca, pero, al ver su mirada, la cerró de
golpe. —No lo digas—, dijo ella, sabiendo exactamente lo que él estaba pensando:
—Fuerte para ser una jovencita.
Fuerte era fuerte. Que ella no fuera tan inhumanamente fuerte como él no
significaba que no fuera fuerte por derecho propio. Podía cargar más madera y
mover piedras más pesadas que hombres mucho más grandes que ella.
Pero se suponía que no debía notar esas cosas.
Ni tampoco debía señalarlo. Sabía que a sus hermanos les molestaba que tuviera
que trabajar tanto. Eran un grupo orgulloso y protector, y el trabajo manual y las
condiciones de vida rústicas en cualquier brecha o cañada que pudieran encontrar
en las colinas de Lomond que estuviera a salvo de los Campbell no era la vida que
querían para ella o que creían que merecía. En otro mundo, en otro lugar donde a su
clan no le hubieran robado sus tierras y castillos, habría vivido la vida de una noble.
En otro tiempo, los MacGregor habían gobernado Escocia. Su lema, s rìoghail mo
dhream, —real es mi raza—, atestiguaba su antiguo poder. Pero con el paso de los
años, la autoridad del clan había disminuido. Y después de los días del rey Robert
the Bruce, cuando los Campbell empezaron a cobrar importancia, los MacGregor
habían sido despojados poco a poco de su riqueza y habían luchado por conservar
sus tierras.
Esa lucha había matado a sus padres. Su padre había sido laird de los
MacGregor -hermano del Jefe de los MacGregor- y su madre había sido hermana de
Duncan Campbell de Glenorchy, que era uno de los hombres más poderosos de
Escocia. Pero su padre y su tío Campbell se habían peleado por la tierra, y cuando
los hombres de —Black— Duncan llegaron a su castillo en Loch Earn, su padre había
muerto en el ataque.
Su madre también había sido abatida esa noche por los hombres de su propio
hermano. Sin querer, tal vez, pero atrapada en el enfrentamiento. Un destino no
infrecuente para las mujeres en las Tierras Altas, donde la guerra y las disputas entre
los clanes no habían sido controladas por reyes impotentes durante cientos de años.
Pero el poder de los clanes y de los jefes, antaño sin trabas, estaba decayendo. El
rey James VI de Escocia, y ahora el I de Inglaterra, pretendía poner fin a la anarquía
en las Highlands, y esta vez fueron los MacGregor quienes quedaron atrapados en

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el enfrentamiento. Proscritos y convertidos en víctimas de los errores que no


cometieron para apaciguar a los nuevos súbditos ingleses del rey escocés.
Pero nada de eso importaba hoy. Hoy Annie era libre. Hoy tenía por fin
dieciocho años. Hoy vería al hombre al que había entregado su corazón como una
mujer adulta. No habría más excusas. No más esperas. Él la besaría, y luego le
pediría que se casara con él.
Niall Lamont podía ser un granuja, pero la amaba. De eso no tenía ninguna
duda.
Casi como si Patrick pudiera leer su mente, frunció el ceño. Había una
advertencia familiar en su voz cuando empezó: —Annie...
No quiero que te decepciones.
Pero ella no estaba escuchando. Acababa de ver al hombre que salía a grandes
zancadas de la enorme torre cuadrada que tenía delante. El hombre que había
viajado tan lejos para ver. El hombre que la hacía respirar entrecortadamente, doler
el pecho y desfallecer desde la primera vez que lo vio, aunque sólo tenía diez años.
Ocho años después, Niall Lamont, el segundo hijo de los Lamont de Ascog,
seguía siendo uno de los hombres más guapos que había contemplado. Tenía el pelo
negro como el carbón, ojos azules brillantes y una sonrisa que derretiría hasta la
rodilla más dura. Casi tan alto como su imponente hermano, con unos pocos
centímetros más de metro ochenta, sus anchos hombros ya soportaban una
impresionante masa de músculos que dentro de cinco años -cuando tuviera la misma
edad que los veintiséis de Patrick- podría incluso superar el poderoso físico de
guerrero de su hermano.
Pero ahí terminaban las similitudes entre los dos hombres. Patrick había tenido
pocos motivos para sonreír en los dieciséis años transcurridos desde que presenció
la muerte de sus padres y se vio obligado a asumir el manto de jefe de un clan
perseguido. Pero Niall, en cambio, no hacía más que sonreír. Con una sonrisa
malvada y segura que iluminaba el azul de sus ojos con un brillo plateado y la hacía
sentir como si acabara de salir a la luz del sol cada vez que la miraba.
Incluso aquella primera vez, cuando tenía diez años, en la que él se acercó a ella
después de que le diera un puñetazo en la nariz a aquel horrible Torquil MacNeil
por intentar besarla.
—Ésa es la chica para mí—, había dicho Niall, soltando una carcajada.
Sus palabras habían parecido proféticas. Eran perfectos juntos. Y en las docenas
de veces que se habían visto desde entonces, ella nunca había tenido motivos para
dudar de ello. Estaba en la forma en que él la miraba. La forma en que la luz saltaba

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a sus ojos. La forma en que sus miradas se encontraban y sostenían y algo puro y
poderoso pasaba entre ellos. Ocurría siempre.
Excepto esta vez.
Esta vez, cuando él la miró, la amplia sonrisa que había estado en su rostro se
mantuvo durante un largo instante y cayó. Se deslizó de sus ojos y se llevó el brillo
-y la sensación de la luz del sol- junto con un duro golpe de decepción. Él se apartó
tan rápidamente para hablar con el hombre que estaba a su lado -su hermano
Malcolm, notó ella- que el suelo bajo sus pies pareció moverse y rodar. Se sintió
insegura. Como si todavía estuviera de pie sobre las tablas del birlinn3 del que
acababa de bajarse y se estuviera sujetando contra el violento cabeceo del mar.
La reacción de él fue tan inesperada -y tan instantánea- que casi se preguntó si
la había visto.
Pero lo había hecho.
La infalible confianza de Annie en lo que respecta a Niall Lamont disminuyó.
Pero no por mucho tiempo. No cuando notó la temible mirada de su hermano en
dirección a Niall.
¡Eso era! Su maldito hermano era la razón de la reacción de Niall. Annie sabía
que los dos hombres habían discutido la última vez que había visto a Niall. Patrick
los había descubierto juntos en el granero. No estaban haciendo nada, pero le había
ordenado a ella que se fuera y le había dicho algo a Niall que lo había hecho huir
con Iain sin apenas despedirse.
Ella había tenido que arrinconarlo para saber lo que pasó.
—Lo siento, Annie. No puedo hacer esto. No está bien.
Ella no entendía de qué estaba hablando. —¿Qué no está bien?
Él no la miraba. Parecía dolido de alguna manera. —Eres demasiado joven; no lo
entiendes.
Ella se había enfadado entonces. Esas eran las palabras de su hermano. —Tengo diecisiete
años—.
Él sonrió ante eso, y el sol volvió a salir. —Prácticamente una anciana—. Se rió, pero
luego se puso sobrio rápidamente. —Las personas podrían tener una impresión equivocada
de que pasamos tiempo juntos. Pueden pensar...— Parecía avergonzado. —Pueden pensar
mal de ti.

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embarcación de madera propulsada por vela y remo

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—¿Por qué? No estamos haciendo nada malo—. Para su decepción. —Y te gusta pasar
tiempo conmigo.
Él no lo negó. ¿Cómo podría hacerlo? Niall la amaba tanto como ella a él. Todo el mundo
lo sabía. Siempre se había esforzado por buscarla. Hablaba con ella de una manera que no
hablaba con nadie más. Le contaba cosas. Confiaba en ella. Y se fiaba de ella. Había una
intimidad entre ellos que iba más allá de la amistad y la compatibilidad.
—Entonces, ¿cuál es el problema? — preguntó ella. —¿Por qué te importa lo que piense
todo el mundo?
A ella no le importaba. Las mujeres que murmuraban sobre ella sólo estaban celosas.
Él la miró, sacudió la cabeza y se rió. —Es imposible discutir contigo.
—Bien—, dijo ella levantando la barbilla. —Entonces no lo hagas. Puedes despedirte de
mí con un beso.
Su rostro se ensombreció ominosamente. Cualquiera que pensara que Niall sólo era
despreocupado y amable nunca lo había visto enfadarse. Podía volverse aterrador en un
instante. Pero toda esa intimidación masculina había desaparecido para ella. Niall nunca le
haría daño. La protegería con su vida. —Annie... tienes que dejar de decir eso.
—¿Por qué?
—Porque haces que sea difícil para mí hacer lo correcto.
—¿No es correcto besarme?
Él la miró, y la feroz expresión de su rostro -el anhelo, el deseo, el hambre casi palpable-
le hizo pensar que finalmente cedería. Que por fin cedería a la atracción que había surgido
entre ellos durante años.
Parecía que el aire era absorbido por el espacio entre ellos, y cada centímetro de su piel
zumbaba. Ella sintió un crujido que hizo que chispas de calor recorrieran su sangre cuando
él se inclinó más cerca...
—No, maldita sea—, dijo él, más para sí mismo que para ella, y se apartó de un tirón.
—No cuando eres tan joven. Ni siquiera tienes dieciocho años, por el amor de Dios.
Annie tardó un momento en aclarar sus sentidos del casi beso para lograr una respuesta.
—No tendré diecisiete años para siempre—, le dijo.
Podría haber jurado que lo oyó murmurar —que el cielo me ayude— mientras se daba la
vuelta y se alejaba.
Bueno, el cielo no iba a ayudarlo hoy. Hoy tendría su beso y la promesa del
hombre al que había entregado su corazón muchos años atrás.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

***

¿Qué demonios estaba haciendo Annie aquí? Su hermano estaba medio loco por
arriesgarse a sacarla de la seguridad de Lomond Hills. Aunque “seguridad” era un
término relativo cuando se trataba de los MacGregor. No había ningún lugar que
fuera verdaderamente seguro para el clan perseguido. Pero la salvaje e inhóspita
campiña al norte del lago Katrine, que se extendía hasta los Braes de Balquhidder,
era lo más parecido a eso. Había pocos hombres lo suficientemente valientes como
para aventurarse en la propia guarida de los lobos.
Puede que los Campbell y su líder, el Conde de Argyll, no estuvieran de
acuerdo, pero Alasdair MacGregor, el MacGregor de Glenstrae, no necesitaba un
trozo de papel para reclamar el título de esas tierras. Las poseía por derecho de
espada y no renunciaría a ellas fácilmente.
Pero si Niall fuera honesto consigo mismo, admitiría que la seguridad no era la
única razón de la ferocidad de su reacción, ni del negro estado de ánimo que parecía
oscurecer repentinamente el soleado día. Era la sensación de ser atrapado. De saber
que no podía esconderse. De verse obligado a enfrentarse a algo que prefería
ignorar.
Lo que había entre él y Annie... quería mantenerlo así para siempre. Quería
embotellarlo y protegerlo del hedor del deber y la responsabilidad.
Pero ya no eran niños -como le gustaba recordar a su hermano y al de él- y ya
no podía fingir lo contrario. Cada vez era más difícil resistir la tentación que suponía
estar con ella. Sabía lo cerca que había estado de besarla la última vez, y eso habría
sido un error desastroso, en más de un sentido.
Aunque había deseado que este momento no llegara nunca, sabía que estaba
aquí. Y esa era la verdadera razón del enfado de Niall.
Sin embargo, no podía ignorar por completo el pico de placer que sentía al verla.
Nunca había habido otra mujer que pudiera hacerlo sentir como lo hacía Annie. No
era su belleza. Aunque no estaba ciego; había notado que la adorable niña de diez
años con el pelo enmarañado y las mejillas pecosas que había derribado a un chico
mucho más alto que ella de un puñetazo en la nariz se había convertido en una joven
de excepcional belleza.
Sólo que su aspecto nunca había sido lo que lo había atraído. Era la fiereza de su
espíritu, la obstinación impetuosa, el orgullo indeleble y la picardía de niña, no el
verde deslumbrante de sus ojos, el brillo dorado de su tez o los mechones oscuros

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

de color whisky que le caían por la espalda en un revoltijo de ondas suaves como la
seda y muy desenredadas. Tampoco era la fuerza de sus largos y esbeltos miembros,
la curva de sus caderas o la exuberante redondez de sus pechos, aunque esos sí que
le habían causado mucho dolor y largas noches de insomnio en los últimos dos años.
No, Annie era tan salvaje y fuerte como la tierra por la que su clan luchaba con
tanto ahínco. A pesar del exceso de confianza y arrogancia que se le podía acusar de
tener, ella se enfrentó a él paso a paso. Lo había cautivado desde el primer momento
en que la había visto, a pesar de que sólo era un muchacho de catorce años.
No había nadie como ella.
Pero ella no era para él.
Él lo sabía. Sólo que no quería tener que pensar en ello.
Niall aún no deseaba tener una esposa -sólo tenía veintiún años, por el amor de
Dios-, pero cuando se casara, tenía el deber de hacerlo bien. Su matrimonio sería una
alianza política para mejorar el clan. Y los MacGregor proscritos -aunque Iain
MacGregor era uno de sus mejores amigos y respetaba muchísimo a Patrick
MacGregor- no eran un clan con el que nadie quisiera relacionarse en ese momento.
Especialmente los Lamont. El largo vínculo entre los dos clanes ya había arrojado la
sospecha de Campbell en la dirección de los Lamont. Un vínculo matrimonial sólo
empeoraría ese escrutinio.
Casarse con una MacGregor no sólo sería un incumplimiento del deber de Niall
con su clan, también podría ser peligroso.
Su hermano Malcolm, que al igual que su padre había señalado esto más de una
vez, no había pasado por alto el intercambio a través del barmkin. —Tienes que
decírselo. No es justo para la muchacha.
—¿Decirle qué? Nunca le he hecho ninguna promesa.
Niall sabía que sonaba como un imbécil, un imbécil a la defensiva, lo cual era
apropiado ya que así era como se sentía. Pero la mirada de compasión de Malcolm
lo hizo sentir como si le estuvieran pelando la piel y restregando sal en ella.
—Tal vez no, pero a veces las promesas verbales no son necesarias. Esa
muchacha te ha amado durante años. Y a pesar de tus esfuerzos por demostrar lo
contrario últimamente, no creo que estés tan desapegado como quieres estar.
La mandíbula de Niall se apretó. No necesitaba que su hermano mayor lo
sermonease por divertirse un poco -Malcolm hacía su parte en relacionarse con
muchas mujeres- y cualquier apego que pudiera sentir era irrelevante. La gente de
su posición no se casaba por “apego”.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

—Si te sirve de consuelo—, dijo Malcolm. —Desearía que pudiera ser diferente.
Niall sostuvo la mirada de su hermano, y al no ver más que compasión, sólo
pudo asentir. —Yo también.
Las palabras dolían al admitirlas. Se sentía como si hubieran tenido que ser
arrancadas de entre sus costillas con un cuchillo.
Los dos hombres habían cruzado el patio hasta donde estaban reunidos los
demás concursantes, por lo que la conversación llegó a su feliz término. Pero
demasiado pronto Niall se vio obligado a recordarlo cuando Annie -con un aspecto
excepcionalmente bonito en un colorido arisaidh4- lo acorraló cuando volvía al gran
salón desde la zona de práctica de tiro con arco.
Antes de que pudiera detenerla, ella lo agarró de la mano y lo arrastró al jardín
de hierbas del castillo. Por desgracia para él, estaba situado en un rincón privado del
barmkin, y no parecía haber nadie más alrededor.
Como un cobarde, él había observado.
Apenas ella le había soltado la mano, y él había recuperado el sentido común,
cuando ella se volvió contra él enfadada. —¿Qué es lo que sucede contigo?
—¿Qué quieres decir?
Hacerse el tonto con Annie nunca era bueno. Sus ojos se estrecharon como los
de un depredador que acaba de oler sangre. Los MacGregor eran conocidos como
Hijos del Lobo, pero ahora mismo pensaba que deberían ser hijos e hijas.
—Actuaste como si no me conocieras cuando me viste esta mañana. ¿He
cambiado tanto en seis meses que no me has reconocido, o estás demasiado ocupado
impresionando a todas las muchachas enamoradas como para dignarte a
saludarme?
Él no dejó de notar ninguno de los dos golpes: el reproche tanto por su larga
ausencia como por las sonrisas y guiños sin sentido que había intercambiado con las
mujeres que observaban su entrenamiento para los juegos.
—Ellas no significan nada para ti—, añadió.
No le gustó la certeza en su voz. ¿Había intentado demostrarse algo a sí mismo
o a ella coqueteando un poco más intensamente hoy?
—No he dicho que así fuera. Pero no es asunto tuyo.

4
Es una prenda drapeada que se usa en Escocia como parte de la vestimenta tradicional femenina de las
Highlands. Puede ser una tela escocesa con cinturón (literalmente, una manta con cinturón) o un chal sin
cinturón.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Él debería saber que no debía tratar de avergonzarla. Annie no tenía un hueso


de modestia de doncella en su cuerpo. Ella sabía quién era. Podía ser pobre,
perseguida y obligada a vivir en las colinas como una villana la mayor parte del
tiempo, pero era una MacGregor, y el orgulloso linaje de su clan impregnaba cada
fibra de su ser. No importaba lo bajo que trataran de llevarla, o si iba vestida con
finas sedas o con una tela escocesa de lana deshilachada y raída, era tan regia como
cualquier reina.
Como para probar su punto, su comentario no provocó más que el
levantamiento de una ceja delicadamente arqueada. —¿No lo es?
Él no quiso responder a eso. —¿Qué quieres, Annie? Necesito cambiarme antes
de la cena.
Ella parecía desconcertada por su impaciencia más que dolida. Ladeó la cabeza
y una pequeña media sonrisa torció su bonita boca rosa en forma de arco.
Sintió un dolor en un lugar que le decía que tenía que dejar de pensar en la forma
“y la suavidad” de su boca. O en cómo se sentiría y sabría aplastada bajo la suya. O
cómo se vería envuelta en...
Se maldijo para sus adentros. Pero a sus veintiún años, ésa era la dirección
habitual de sus pensamientos. Era más bien preocupante. Pero era un hombre y tenía
que actuar como tal.
—Supongo que debes haber olvidado qué día es. Pensé que querrías desearme
algo.
¡Diablos, lo había olvidado! Eran los idus de junio. —Maldita sea, Annie. Lo
siento. Feliz Día de los Santos.
Ella sonrió y se acercó para ponerse delante de él. Un poco demasiado cerca para
su tranquilidad, pero no lo haría incómodo dando un paso atrás como él quería.
Ella lo miró expectante. Sus ojos de cierva inclinados, entrecerrados y casi
tímidos. —Creo que has olvidado algo más—. Ante su mirada confusa, le dio una
pista. Una gran pista. Se inclinó lo suficiente como para dejar que las firmes puntas
de sus pechos rozaran su pecho. Ella podría haber mojado una antorcha en aceite,
tan rápido se encendió su sangre. Él se habría preguntado si aquel movimiento
inusualmente descarado era un error si no fuera por las siguientes palabras,
pronunciadas con ronquera. —Es mi decimoctavo día Santo.
Niall sintió que la sangre se le iba a los pies con fuerza. Al contemplar ese rostro
tan cercano al suyo, sintió que algo se le atascaba en el pecho.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Sabía exactamente lo que quería decir, lo que ella le estaba pidiendo. Y si tenía
alguna duda, la tentadora separación de sus labios se la quitó.
Durante años no había querido hacer otra cosa que besarla. Había querido
sumergir la cabeza, cubrir con los suyos esos labios rosados tan tentadores y
entregarse a la pasión que ardía entre ellos. Intuía lo bueno, lo caliente que sería.
Tal vez eso fue lo que le dio fuerzas para rechazar la tentación casi irresistible
de su no tan inocente invitación. El saber que una vez abordado este camino sería
mucho más difícil no recorrerlo en el futuro.
Pero cuando intentó dar un paso atrás, se dio cuenta de que la pared de la cocina
estaba detrás de él. Entonces, los brazos de ella se enlazaron alrededor de su cuello,
su cuerpo se inclinó hacia el de él, y todo su sentido común se desvaneció con la
suave presión de su boca contra la de él.
Ah, infierno.
La suavidad aterciopelada y el dulce sabor a miel le robaron el aliento. Durante
un peligroso segundo, se sintió paralizado, al borde de la indecisión. De algo grande.
De algo que no estaba seguro de estar preparado para manejar.
Pero cuando ella suspiró, la decisión le fue arrancada en un gemido de anhelo
tan profundo que no estaba seguro de dónde había salido. Todo lo que sabía era que
tenía que tenerla. Tenía que besarla. Tenía que sentir sus labios moverse bajo los
suyos y sentir su cuerpo apretándose contra él.
Dios, ¿cuántas veces había soñado con esto?
Niall la envolvió en sus brazos, la apretó contra su pecho y se dejó llevar por la
oleada de deseo que hizo tambalear sus buenas intenciones y lo hizo ahogarse en un
torbellino de placer tan intenso que no estaba seguro de poder salir de él.

***

Al primer contacto de sus labios con los de ella, Annie supo que la larga espera
y los momentos de incertidumbre habían merecido la pena. Esto... esto era lo que
siempre había sabido que había entre ellos. Por eso no importaba ninguna de las
otras mujeres a las que él sonreía o con las que coqueteaba.
Era la abrumadora sensación de calidez, de seguridad y de alegría que la invadía
cuando Niall la estrechaba entre sus brazos. Era la certeza del destino cumplido. La
afirmación de un destino largamente esperado.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Eran el uno para el otro, y nadie podría convencerla de lo contrario. Él podía


sonreír, coquetear y provocar, pero era suyo. Niall Lamont siempre había sido suyo.
Igual que ella era suya.
Cuando él gimió y profundizó el beso, cuando su boca se movió sobre la de ella
de forma posesiva, cuando ella sintió que él se entregaba a la fuerza y la aprovechaba
con las suaves y deliciosas caricias de un hombre empeñado en el placer, supo que
Niall también lo entendía.
Ella amaba la forma en que él sabía cómo las ramitas de abedul partidas que él
masticaba distraídamente y que eran vagamente dulces e invernales. Amaba la
forma en que él tomaba el control. Amaba la forma en que sus fuertes brazos la
sujetaban y como la dureza de granito de su pecho la sostenía.
Tal vez la larga espera -la anticipación- explicara lo que ocurrió a continuación.
Eso explicaba cómo un beso podía pasar de ser lento y exploratorio a ser salvaje y
descontrolado con unos cuantos movimientos tentativos de una lengua. Una lengua
que estaba en su boca y se deslizaba contra la suya, chocando, dando vueltas,
deslizándose cada vez más profundamente en un abismo de placer.
Nunca había sentido nada parecido. Era como si hubiera caído en un oscuro
túnel de necesidad y pasión, y nada más importara.
Lo había tocado muchas veces, pero nunca había sido así. Nunca se había
sentido tan desesperada y frenética. Los músculos que sus manos podrían haber
rozado accidentalmente antes, ahora los agarraba como si fueran un salvavidas. Lo
sentía tan maravillosamente duro y fuerte. Ella no podía presionar el duro escudo
de granito de su pecho con la suficiente intensidad. Lo suficientemente cerca. Sus
pechos estaban aplastados, pero doloridos y palpitando por más.
Inocentemente, presionó sus caderas contra las de él y sintió...
Por Dios.
Él maldijo y la apartó con la fuerza suficiente para hacerla retroceder.
—¡No podemos hacer esto, maldita sea! — exclamó él, con la voz desgarrada y
repleta de algo que ella no entendía.
¿Por qué estaba tan enfadado?
—¿Por qué no? — Ella se acercó a él como si fuera la cosa más natural del
mundo, pero el gesto inconsciente pareció enfurecerlo aún más.
Le apartó las manos como si fuera una leprosa. —¡Maldita sea, Annie, basta! No
puedo casarme contigo.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

La fría bofetada de sus palabras le hizo retroceder la cabeza. Durante un largo


momento, su corazón no latió.
Debes haberlo oído mal.
Pero no lo había hecho. Sus palabras resonaron con fuerza en sus oídos.
Aturdida, miró el bello rostro del chico -el hombre- que creía conocer tan bien y
sintió una oleada de confusión y dolor tan fuerte que borró de un plumazo todo
vestigio de lo que acababan de compartir. El cuerpo que segundos antes estaba
ardiente y líquido ahora se sentía frío y vacío.
Sin palabras, sus ojos recorrieron su rostro, buscando... algo. Cualquier cosa que
pudiera explicar lo que quería decir.
Pero lo que vio fue sobre todo incomodidad. Como si él prefiriera estar en
cualquier otra parte del mundo que aquí con ella. Lo que dolió aún más porque ella
sentía exactamente lo contrario.
Cuando se le pasó la sorpresa, finalmente logró decir: —¿Por qué no?
Arrastró los dedos por el pelo oscuro ondulado y largo hasta la mandíbula que
tenía tendencia a caer sobre un lado de su cara. —Dios, Annie, ¿cómo puedes
preguntar eso? — Parecía dolido. Como si su pregunta lo torturara. —¿No lo ves?
Sus ojos se clavaron en los de él. Ella podía ver, por el calor de sus mejillas, que
él quería apartarse.
Estaba avergonzado. ¿Por qué iba a estar avergonzado?
De repente, aspiró, y el dolor le cortó los pulmones y el corazón como un puñal
afilado. Ella lo veía. Su hermano había tenido razón. Patrick le había advertido
muchas veces, pero ella nunca había escuchado porque estaba muy segura de que
ella y Niall eran diferentes.
Pero Niall decía que no podía casarse con ella porque era una MacGregor.
Porque pensaba que ella no era lo suficientemente buena para él.
Annie estaba lejos de ser ajena a las realidades del mundo en el que vivían. Sabía
mejor que nadie cuánto había caído la fortuna de los MacGregor: lo vivía cada día.
Sabía que algunos los consideraban nada más que asesinos y forajidos. Sabía que
tenía poco que ofrecerle además de ella misma.
Había pensado tontamente -ingenuamente- que ella sería suficiente.
Annie había sido pobre y no había tenido un hogar durante la mayor parte de
su vida. Había pasado más tiempo viviendo en tugurios que en castillos. Sólo tenía
dos años cuando sus padres fueron asesinados. Desposeídos de su hogar y de

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

cualquier riqueza que pudieran haber tenido, los cuatro niños huérfanos se habían
visto obligados a depender de la generosidad de sus familiares durante años.
Annie sabía lo que era sentirse como si estuviera sacando la comida de la boca
de un niño hambriento porque ella había estado en esa horrible situación. Sabía lo
que era ser pobre y no deseado. Ser despojado de todo lo que tenía y tratar de
encontrar una manera de sobrevivir.
Pero nunca le habían hecho sentir vergüenza por ello. Nunca la había hecho
sentir indigna alguien que le importara.
Hasta ahora.
El hecho de que fuera la persona que más amaba en el mundo lo hacía aún más
doloroso.
Niall era un guerrero indómito de las Highlands y puede que no tuviera más
conexiones que ella, pero su padre, el Lamont de Ascog, era un poderoso jefe. Annie
era...
Por un momento horrible se vio a sí misma como él debía verla, y quiso meterse
en un agujero y morir de vergüenza.
Pero sólo por un momento.
Dio un paso atrás. Su mirada se endureció. El orgullo, la única cosa que nadie
podía quitarle, envolvía su corazón como un escudo de hierro. —Ahora lo veo—,
dijo, con una voz tan gélida como los vientos invernales en la cima de Ben Nevis. Lo
miró directamente a los ojos. —Crees que no soy lo suficientemente buena para ti.
Él hizo una mueca de dolor en su rostro, como un hombre que ha sido obligado
a tragar algo que sabe a podrido. —Jesús, Annie, no es así.
Su columna se enderezó aún más, su barbilla se levantó incluso más. —¿No es
así? Claro que lo es. Al menos sé lo suficientemente hombre para admitirlo.
Él frunció el ceño. Ningún hombre -especialmente un joven guerrero de las
Highlands- apreciaba un insulto a su hombría. Pero la hombría era mucho más que
la destreza en el campo de batalla, o la destreza entre las sábanas. Era asumir la
responsabilidad de tus actos incluso cuando no querías hacerlo. Se trata de defender
lo que es correcto, aunque no sea fácil. Era admitir lo que hacías, por muy
desagradable o duro que fuera.
¿Cuántas veces había intentado su hermano advertirle de que el aparentemente
salvaje pícaro era un hombre ambicioso? ¿Y cuántas veces se había negado a
escucharlo? Se negó a considerar que Niall la vería como algo más que un premio,
sin importar el tamaño de su dote.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Annie había esperado demasiado de Niall Lamont. Ahora se daba cuenta de ello.
Esperaba que él viera más allá de la dificultad, más allá del tamaño de su bolso, más
allá de la persecución del rey. Esperaba que viera que, por muy bajo que hubieran
caído los MacGregor por las circunstancias, ella seguía siendo una mujer de la que
debería estar orgulloso de tomar como esposa. Esperaba que pusiera su corazón por
encima de su deber y su ambición. Pero, sobre todo, esperaba que la amara tanto
como ella a él.
Tal vez había sido poco realista, pero eso no le impedía odiarlo por hacerla sentir
así.
—Maldita sea, no seas así—, dijo él con una nota de súplica que ella nunca había
oído en su voz. —Sabes lo que siento por ti.
Ella negó con la cabeza y lo miró directamente a los ojos. —No. No, creo que no
lo sé. Creo que me he equivocado.
Ella no se lo estaba poniendo fácil, y su frío estoicismo ante su angustia lo estaba
haciendo enfadar claramente. —No estoy preparado para casarme.
—Eso es evidente
Sus ojos se entrecerraron, al escuchar el desplante. —¿No lo ves? ¡Tengo una
responsabilidad! ¡Un deber! Aunque quisiera casarme contigo, mi padre nunca lo
permitiría.
—Aunque quisiera...— A pesar del acero que rodeaba su corazón, ese dardo
irreflexivo seguía penetrando.
Debería marcharse sin más. Pero no pudo evitar preguntar: —¿Y qué hay de ese
beso? ¿No significó nada para ti?
Otra mueca de dolor y otro incómodo arrastre de su mano por su pelo. —Dios,
Annie. ¿Qué quieres que te diga? Fue sólo un beso.
Ella le sostuvo la mirada por un momento, desafiando silenciosamente esa
evaluación. Pero él era el que tenía experiencia. Él era el que sabía.
Sin embargo, de alguna manera, ella sabía que él estaba mintiendo. —Entonces,
¿no fue nada especial? ¿No significó nada para ti?
Su boca se cerró en una línea de enfado. —¿Qué demonios quieres que te diga?
Te amo, y no hay mujer de la que estaría más orgulloso de tener a mi lado como esposa.
¿Me harías el hombre más feliz del mundo y te casarías conmigo?
Las palabras que esperaba escuchar se burlaban de su propia estupidez. Su
propia simplicidad.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Lo miró. No se arrastraría. No le rogaría. No le mostraría lo mucho que la había


herido hoy. Cómo había aplastado sus esperanzas y sueños para el futuro con su
deber y responsabilidad. Y lo que es peor, cómo la había hecho sentir tan mal como
el rey y los Campbell habían tratado de hacerlos sentir.
—No quiero que digas nada—. Lo decía en serio. —Adiós, Niall.
Y antes de que él pudiera decir otra palabra, Annie MacGregor se alejó. Con su
orgullo intacto, pero todo lo demás destrozado.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Capítulo Uno
Castillo Edinample, Loch Earn, agosto de 1609

Annie se arrodilló en el margen de césped del huerto rectangular, limpiando las


malas hierbas de las hileras de cebollas, remolachas y guisantes pulcramente
plantadas. Una fuerte ráfaga de viento arrancó un mechón de pelo largo y oscuro de
sus horquillas. Luchó por atrapar el mechón errante durante un minuto antes de
volver a colocarlo detrás de la oreja.
Con el viento, sintió una punzada de conciencia que recorría su piel -la conocida
sensación de ser observada- y que proyectaba una sombra negra sobre el día, por lo
demás soleado.
Él había vuelto.
Apretó la boca en una línea apretada y enojada, ignorando la sensación -así
como al hombre que la había provocado- y siguió cuidando el jardín.
Unos minutos después, la voz de otro hombre rompió el silencio de sus
pensamientos. —Ah, aquí estás. Me preguntaba dónde habías ido a parar.
Annie pudo oír la preocupación en la voz de su hermano y trató de no dejar que
la enfadara. Estaba en el jardín, por el amor de Dios. Rodeada de muros de piedra
de metro y medio y de las docenas de guardias que los patrullaban. Nadie podía
hacerle daño aquí.
Pero recordándose a sí misma que la angustia de Patrick provenía de un lugar
de amor e impotencia, trató de controlar su frustración. —Estoy bien, y como puedes
ver, perfectamente a salvo. Tienes que dejar de preocuparte por mí. No soy una
muñeca de cristal a punto de romperse; soy más fuerte de lo que parezco.
No dejaría que lo ocurrido la destruyera, aunque a veces se preguntaba si ya era
demasiado tarde. Ya no sabía quién era. O lo que quería. Durante tantos años había
pensado que Niall era la medida de su futura felicidad. Pero aquella chica sencilla y
enamorada cuyos pensamientos se centraban en un esposo e hijos ya no existía. No
sabía quién la había sustituido, sólo que se había ido.
Sus ojos se encontraron con los de su hermano, y la tristeza de su mirada hizo
que su pecho se estrechara. Sabía que él intentaba ayudar de la única manera que

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

sabía, pero ¿no se daba cuenta de que su protección y su asfixia bienintencionada la


estaban empeorando? La hacía incapaz de olvidar.
Si fuera posible olvidar.
Tenía que ser posible. Eso era lo único que la mantenía en pie. Y día a día, poco
a poco, iba mejorando.
—Lo sé, y lo siento. Parece que no puedo evitarlo. Lizzie dijo que iba a volverlas
locas a los dos con mis “atenciones”—. Maldijo con disgusto. —No sé qué demonios
me ha pasado. Me he vuelto completamente loco con miedos irracionales desde que
nació el bebé. ¿Sabes que anoche alejé la cuna de la ventana por si un árbol se volcaba
con el viento y rompía el cristal?
—¿Te refieres al árbol recién cortado por el que tuve que trepar para llegar al
jardín?
Él murmuró una larga retahíla de maldiciones y ella se rió, sorprendida de lo
bien que se sentía. Últimamente había habido muy pocas cosas de las que reírse para
todos ellos.
Annie pensaba que lo peor que podía pasarle era que el hombre al que amaba le
rompiera el corazón. Pero los dos últimos años habían demostrado que estaba
equivocada.
Muy equivocada.
Primero fue la desastrosa batalla entre los MacGregor y los Colquhoun en
Glenfruin, donde cuatrocientos miembros de su clan perdieron la vida. Pero si tener
a su clan diezmado en la batalla no era lo suficientemente malo, lo que vino después
fue infinitamente peor. Gracias a la teatralidad de las viudas de Colquhoun, que
incluyó el desfile de cueros empapados de sangre ante el rey, notoriamente
aprensivo, la persecución de los MacGregor y los esfuerzos por llevarlos ante la
“justicia” se intensificaron y tomaron un giro despiadado.
La justicia, esta vez, incluía las cabezas de sus compañeros de clan. Se ofrecían
recompensas al portador de las cabezas de los MacGregor, que daban derecho a sus
posesiones. Pero no eran sólo los MacGregor los que eran perseguidos. También sus
aliados. El castigo por albergar al clan proscrito era la muerte y la pérdida de tierras.
No tenían dónde esconderse.
Lo habían comprobado de primera mano cuando los hombres de su primo
Alasdair, incluidos sus hermanos, habían recurrido a un antiguo vínculo de
hospitalidad entre los MacGregor y los Lamont para refugiarse en la isla de Bute el
verano pasado. Colin Campbell, el Campbell de Auchinbreck en ese momento, los

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

había perseguido y atacado el castillo de Ascog de los Lamont, quemándolo


prácticamente hasta los cimientos.
El padre de Niall, el jefe de Lamont de Ascog, y su hermano mayor, Malcolm,
habían sido asesinados junto con cuarenta miembros de su clan. Niall y su joven
hermano, Brian, también se creían perdidos, pero habían logrado escapar a Irlanda.
Regresaron a Escocia unos meses después al enterarse de que Alasdair MacGregor
se rendía tras aceptar la promesa del Conde de Argyll de escoltarlo a Inglaterra para
exponer su caso ante el rey James.
La hermana de Niall, Caitrina, se había casado con Jamie Campbell, el hermano
menor de Colin y uno de los hombres más temidos de las Highlands, para sellar el
trato. Pero tanto Alasdair MacGregor como, al parecer, Jamie Campbell habían sido
engañados por el astuto Conde de Argyll, conocido como —Archibald el Grim—.
Alasdair fue efectivamente escoltado a Inglaterra. Pero tan pronto como el jefe de
los MacGregor pisó suelo inglés -satisfaciendo técnicamente los términos de “la
promesa” de Argyll fue inmediatamente traído de vuelta a Escocia y ejecutado junto
con once de sus restantes jefes y guardias, incluido el hermano de Annie, Iain.
A Annie se le estrujó el corazón. El hermano que había causado tantas travesuras
con Niall tenía ahora su cabeza en una pica junto a la de su primo y su tío en lo alto
de la puerta del Palacio de Holyrood.
La venganza por el truco de Argyll, o la —Promesa de las Highlands—, como se
conoció el vil acto, no se hizo esperar, y los restantes miembros del clan MacGregor
y sus aliados pidieron Fuego y Espada. Los levantamientos que siguieron se
prolongaron durante meses y se extendieron por las Highlands desde Rannoch Mor
hasta Glenorchy.
En su rabia y sed de sangre, su hermano Gregor había cometido un acto
imperdonable. Había ordenado la violación de una mujer Campbell con la que se
habían cruzado en una de sus incursiones. Las ofensas de Gregor no terminaron ahí.
Había intentado matar a Elizabeth Campbell y desafiado la posición de Patrick como
jefe tras la muerte de su primo. Gregor había pagado por esos pecados cuando fue
capturado por Jamie Campbell el invierno pasado y ejecutado.
Había perdido a dos hermanos en casi el mismo número de meses.
Pero no podía llorar a Gregor como a Iain y a sus otros parientes. No después
de lo que Gregor había hecho. Aunque entendiera de dónde procedía la negrura que
había cuajado su alma. Los MacGregor habían sido tratados como perros durante
tanto tiempo, que no era de extrañar que uno se volviera rabioso.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

No, la incapacidad de Annie para perdonar a su hermano provenía de otro


lugar, mucho más personal. No lo culpaba por lo que le había sucedido, pero
tampoco podía perdonarle que le hiciera a otra mujer lo que le habían hecho a ella.
Annie había quedado atrapada en el enfrentamiento de las fechorías de Gregor.
En represalia por la violación de la mujer Campbell, el laird de Auchinbreck, Colin
Campbell, había ordenado la violación de una “puta” MacGregor y cincuenta
merks5 a la persona que pudiera traerle una pariente de Gregor MacGregor.
Ella había sido esa pariente. Annie había sido la mujer violada cuando su
escondite en los Braes de Balquhidder había sido traicionado por un granjero local
cuyas tierras -y cosechas- habían sido quemadas accidentalmente por los hombres
de Gregor.
Tres soldados de Colin Campbell la habían agredido brutalmente. Le arrancaron
la ropa del cuerpo, bajaron sus viles y repulsivos cuerpos sobre ella y la violaron.
Podría haber continuado hasta su muerte si algunos de sus compañeros de clan no
hubieran llegado y montado una batalla suficiente para salvarla.
La violación era un hecho demasiado común en las disputas y guerras entre los
clanes, donde los hombres pensaban que era una forma de avergonzar a su enemigo.
Pero saber que formaba parte de la época en la que vivían no lo hacía más llevadero.
Maltratada, magullada y brutalizada, Annie se había refugiado en la isla de
Molach, en el lago Katrine, para recuperarse. Eso había sido hace diez meses. Su
cuerpo se había curado, los cortes y los moratones se habían desvanecido. Pero los
recuerdos eran mucho más difíciles de borrar. Durante meses se había despertado
gritando en un sudor frío, con los rostros de sus torturadores apareciendo frente a
ella en la oscuridad de sus sueños. Podía oír sus odiosos gruñidos y burlas. Sentía
sus golpes contra la cara y el cuerpo cuando intentaba defenderse. Pero las pesadillas
habían disminuido y, poco a poco, la vida volvía a atraerla.
Ya no se estremecía cuando alguien la tocaba accidentalmente.
Su nuevo sobrino de un mes, Iain -llamado así por el hermano asesinado junto
a su querido ex jefe- era quizás parte de eso. Su nacimiento había sido como un rayo
de sol para todos ellos. Su dulce inocencia era un recordatorio muy necesario de que
no todo era oscuro y feo en este mundo.
—Sé exactamente lo que te pasa—, le dijo Annie a su hermano. —Te enamoraste.
Y ahora tienes un bebé al que amar también.

5
Unidad de valor en las Highlands

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Patrick sonrió, algo que antes había sido muy raro, pero que desde que Lizzie
había llegado a su vida era mucho más frecuente.
Con todo lo que había pasado, era difícil creer que un Campbell y un MacGregor
pudieran encontrar el amor. Pero su hermano y su cuñada dieron pruebas de que
los milagros sí ocurrían. Patrick MacGregor, jefe de un clan proscrito, se había
enamorado de Elizabeth Campbell, la prima favorita del Conde de Argyll y hermana
de Duncan Campbell, el nuevo Laird de Auchinbreck, y de Jamie Campbell.
También era hermana del responsable de la violación de Annie.
Pero Annie sabía mejor que nadie que no debía atribuir los pecados del hermano
a la hermana. Lizzie no era más responsable de Colin que Annie de Gregor. Pero
seguía siendo extraño pensar que gran parte de su reciente buena fortuna se debía a
una Campbell. Duncan, Jamie y Elizabeth habían obligado a su poderoso primo, el
Conde de Argyll, a enmendar su perfidia devolviendo a Patrick sus tierras y
mirando hacia otro lado cuando se hizo —justicia— con Colin Campbell.
Aun así, la enemistad y el odio entre los Campbell y los MacGregor había
durado tanto tiempo que era difícil pensar en ellos de otra manera.
Pero ella lo intentaba. Tanto por el bien de su hermano como por el suyo propio.
Lo que le había dicho era en serio. Ella era más fuerte de lo que parecía. Los hombres
de Colin Campbell la habían lastimado -la habían cambiado, tal vez- pero no dejaría
que la destruyeran.
Annie no se dio cuenta de que había reanudado el desmalezado hasta que
Patrick le dijo: —Ya no tienes que hacerlo, sabes.
Sí, los MacGregor o “Murrays”, como se veían obligados a llamarse a sí mismos
-el nombre MacGregor seguía proscrito- habían subido de categoría con el
matrimonio de Patrick. No sólo habían recuperado las tierras de la familia, sino que
también tenían un castillo lleno de sirvientes.
—Lo sé—, dijo con una sonrisa irónica. —Pero me gusta. Estoy acostumbrada a
estar ocupada.
A lo que no estaba acostumbrada era a ser una dama. Desde que llegó a
Edinample el mes pasado para ayudar con el nacimiento del bebé, la generosidad
de su nueva cuñada había sido abrumadora... y vergonzosa. Por primera vez en su
memoria, Annie tenía vestidos nuevos -vestidos de las tierras bajas hechos de finas
sedas y lanas-, más zapatillas de las que podría usar en toda su vida, chales, una
cofia de lana y un par de pendientes y collar de perlas a juego. Patrick le había
advertido que la diminuta y menuda Lizzie podía ser testaruda, pero Annie no lo
había creído hasta que intentó rechazar algunos de los “regalos” de su cuñada.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

De repente, la atención de su hermano se dirigió a la ladera frente al castillo.


Debió de percibir lo que Annie había hecho antes. El regreso de su indeseado
centinela.
—¿Lo verás esta vez?
Annie se puso rígida por reflejo, con la columna tan recta como una flecha
saliendo de su carcaj. —No. Nada ha cambiado.
Las cejas alzadas de Patrick le indicaron que estaba a punto de cuestionar esa
apreciación. —Mató a Colin Campbell, se convirtió en un forajido al hacerlo, y
renunció a su derecho a ser Jefe de Lamont por ti. Yo diría que ha cambiado bastante.
Sí, ahora Niall Lamont había caído tan bajo como él había pensado de ella.
Annie sintió la familiar furia burbujeando en su interior. —No le pedí que
hiciera nada de eso, ni quería que lo hiciera. No le correspondía a Niall matar a Colin
Campbell.
Ella debió hacerlo. Tal como ella lo veía, Niall Lamont le había robado su
venganza.
Como si pudiera leer su mente, la mirada de su hermano se estrechó con
preocupación. No entendía su necesidad de venganza. Su ira. Lo que se consideraba
un instinto natural en un hombre se consideraba antinaturalmente “sanguinario” en
una mujer. Patrick no cuestionaba su propia sed de venganza contra Colin Campbell
-Niall había salvado a Patrick de tener que matar al hermano de su esposa-, pero la
de ella le incomodaba.
Pero ahora mismo sólo parecía disgustado consigo mismo. —Sabía que nunca
debería haberte contado esa historia. Estoy seguro de que nada de eso es cierto.
La boca de ella se curvó. Ella creía cada palabra de la leyenda familiar. Uno de
sus antepasados MacGregor se había casado supuestamente con la hija ilegítima de
Robert the Bruce, que se había entrenado para ser guerrera y se decía que había
salvado la vida del rey guerrero.
—Que sea cierto o no, no importa.
—¿No has renunciado a tu plan entonces? — Era más una afirmación triste que
una pregunta real.
Ella enarcó una ceja. —¿Porque te negaste a enseñarme? No. No lo he hecho.
Alguien más ha accedido a ayudarme.
Él frunció el ceño, adivinando a quién se refería. —Ten cuidado con el
muchacho, Annie. Robbie ha adorado el suelo que pisas desde que era un niño.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Ella mejor que nadie conocía la angustia del amor no correspondido, y la


advertencia de su hermano le produjo un parpadeo de inquietud. Robbie sabía que
ella no correspondía a sus sentimientos. Se lo había dicho muchas veces con toda la
amabilidad posible. Pero no podía negar que podía haberse aprovechado de sus
sentimientos por ella al pedirle que la ayudara.
—Entonces me entrenarás—, dijo ella.
Él emitió un sonido agudo que significaba: “ni hablar”. —Ya sabes lo que pienso
de esto. No te lo voy a prohibir, pero seguro que no voy a alentarlo. Lo próximo que
sabré es que mi esposa estará afuera junto a ti tratando de blandir una espada.
Si ella hubiera pasado por lo que yo pasé, querrías que supiera cómo defenderse.
Annie quería decirlo, pero no lo hizo. Sabía lo duro que era para su hermano
grande y fuerte que le recordaran que no había sido capaz de protegerla. Pero nadie
podía proteger a otra persona todo el tiempo, por muy grande y fuerte que fuera.
Esa era la cuestión. Por eso quería hacer esto. La única persona que podía protegerla
era ella, y Annie pretendía tomar el control de sus propias defensas.
Se había defendido con una ferocidad que había sorprendido a sus atacantes.
Habían necesitado tres de ellos para inmovilizarla. Pero a pesar de que era
extremadamente fuerte para su tamaño y sexo, finalmente habían podido
dominarla. Había podido hacer algo de daño, pero no el suficiente.
Si hubiera sabido usar un cuchillo, podría haber sido diferente. Tal vez habría
sido capaz de darse tiempo para escapar. Tal vez no se hubiera sentido tan
impotente. Tal vez podría haber matado a uno de los abusadores para evitar que se
lo hiciera a otra persona.
—Creo que todas las mujeres deberían saber cómo defenderse.
Annie no se dio cuenta de que lo había dicho en voz alta hasta que vio la tristeza
-y la culpa- en el rostro de su hermano.
El trabajo de un hombre era proteger a sus mujeres. Eso era lo que pensaba
Patrick. Eso es lo que el mundo entero pensaba. Al hacer esto, no sólo estaba alterando
el orden natural de las cosas, sino que también estaba haciendo parecer que no tenía
fe en él. Patrick veía su deseo de aprender a luchar como un fracaso de él. No
entendía que no tenía nada que ver con él. Tenía que ver con ella.
Pero tal vez no le dio suficiente crédito a su hermano mayor. Cuando expresó el
motivo de su preocupación, no estaba relacionado con su capacidad para
mantenerla a salvo. —Entrenar con armas es peligroso, Annie. Simplemente no
quiero que te lastimes.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Eso era algo en lo que ambos podían estar de acuerdo. —Yo tampoco. Por eso
necesito hacer esto.
Sus ojos se mantuvieron, y él asintió. —Le diré a Robbie que puedes empezar
mañana.
Ella sonrió ampliamente, por primera vez en mucho tiempo sintiéndose ella
misma. —Gracias, Patrick. No te arrepentirás.
Él se rió. —Ya lo hago. ¿Una muchacha entrenando para ser una guerrera? ¿Qué
será lo siguiente que quieras?
Ella lo miró juguetonamente. —Esos pantalones que llevas parecen cómodos.
¿Qué tal uno de esos?
Él puso los ojos en blanco y soltó una carcajada. —¿Mujeres con pantalones? Me
gustaría ver eso. ¿Quizás también te gustaría tener alas para volar a la luna?

***

Una semana más tarde

Niall apretó la mandíbula. Pudo ver la lástima en la expresión de Patrick


MacGregor, una lástima que no existía antes del matrimonio del otro hombre. Pero
parecía que el nuevo jefe de los MacGregor había aprendido que cuando se trataba
de muchachas y asuntos del corazón, a veces se cometían errores. Grandes errores.
Errores que Patrick, al menos, había perdonado.
Si Niall pudiera volver a ese día en Dunvegan...
No le había llevado mucho tiempo comprender que había cometido un error.
Una parte de él lo había sabido cuando Annie se alejó. La sensación de malestar que
le retorcía las entrañas había intentado decírselo. Pero lo había confundido con la
culpa.
Él no había querido herirla. No había querido que ella pensara que no era lo
suficientemente buena para él. Había tenido veintiún años y había intentado actuar
como un hombre y cumplir con su deber, maldita sea. Ella debería haberlo
entendido.
Pero lo que él había atribuido a la culpa se había convertido rápidamente en ira.
Su actitud fría y su negativa a mirarlo el resto de la semana lo habían enfurecido.
Había actuado como si no le importara cuando las mujeres se habían abalanzado

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

sobre él después de que ganara la carrera a pie. Cuando la oyó decir que no era una
sorpresa, ya que “los Lamont eran buenos para huir”, estuvo a punto de hacer el
ridículo al cruzar el pasillo y obligarla a retractarse de sus palabras.
En lugar de eso, había dejado que una de las muchachas más guapas lo adulara.
Pero eso también había sido un error. Los cumplidos y la admiración de la mujer
sólo lo hicieron sentirse más patético por buscarlos, y nada de lo que la muchacha
dijera podría compensar el desprecio de la única mujer que le importaba.
Pero había sido demasiado orgulloso para admitir que se había equivocado.
Había esperado, intentando demostrarse a sí mismo durante los meses siguientes
que era demasiado joven para querer una esposa. Que no importaba con quién él se
casara. Que besarla no era especial.
Que estaría bien sin ella.
Pero cuando la Reunión había llegado a Ascog al año siguiente, se había dado
cuenta de lo que su cuerpo había tratado de decirle aquel día en Dunvegan. La
enfermedad que se había apoderado de él no era culpa. Era pánico. Era el
conocimiento de que había hecho algo terriblemente malo que tal vez no podría
retirar. Que, al tratar de cumplir con su deber, había hecho pensar
involuntariamente a la mujer que amaba que no era lo suficientemente buena. Que
para una mujer orgullosa como Annie eso sería imperdonable.
Cuando los MacGregor habían recurrido al viejo vínculo de hospitalidad entre
los clanes para refugiarse cerca del castillo de Ascog, Niall había confiado su error -
y su intención de enmendarlo- a Iain. Su amigo lo había mirado fríamente y le había
dicho: —Ahora no te aceptará, y no puedo decir que la culpe. Tú no la querías.
Niall nunca tuvo la oportunidad de intentar demostrar que Iain estaba
equivocado. Antes de que pudiera intentar enmendar su error, Ascog fue atacado,
su padre y su hermano asesinados, el jefe MacGregor fue engañado para que se
rindiera y ejecutado, Iain fue asesinado, y Annie fue...
No podía soportar pensar en ello.
Cuando Niall se enteró de lo que le había pasado, casi se volvió loco de rabia y
dolor. Se sintió como si alguien hubiera tomado una cuchilla y lo hubiera rebanado
por el medio. Como si lo hubieran destripado. Sacado las entrañas y las hubieran
quemado delante de sus ojos.
En ese momento entendió el terrible error y el costo de su estupidez. Si se
hubiera tragado su orgullo antes, podría haberla protegido. Podría haber evitado
que ocurriera.
Se negó a escuchar a nadie que le dijera lo contrario.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Había ido a verla, dispuesto a pedirle perdón, dispuesto a arrastrarse de rodillas


si era necesario, a hacer lo que fuera para demostrarle lo mucho que la amaba.
Pero ella se negaba a verlo. Aquel día, a través de la ventana, pudo oírla decir a
su hermano que no quería verlo nunca. Que lo echara. Que estaba muerto para ella.
Ella estaba magullada y ensangrentada, golpeada hasta casi morir, y oír esas
palabras de su boca cuando lo único que él quería era tenerla en sus brazos había
sido un golpe del que aún no se había recuperado.
Había querido abrirse paso y hacer que ella lo escuchara, pero sus hermanos lo
habían retenido y le habían dicho que sería un error. Que tenía que darle tiempo.
Que tenía que ser paciente.
Niall sabía exactamente cómo darle tiempo. Había ido tras Colin Campbell con
una venganza que sólo tenía un final posible. El hombre que había ordenado violar
a Annie había muerto al filo de la espada de Niall en un bosque en el camino a
Inveraray el invierno pasado.
A pesar de los esfuerzos realizados en favor de Niall por sus nuevos cuñados
Campbell -Jamie y Duncan, el nuevo laird de Auchinbreck-, Niall había sido
proscrito por ello.
Irónicamente, su posición y la de Annie se habían invertido. Pero él no lo habría
hecho de otra manera. Niall había tomado su decisión. Sabía lo que hacía y a lo que
renunciaba. Y nada le habría impedido que se hiciera justicia. La justicia de las
Highlands.
Colin Campbell había pagado por sus pecados, pero parecía que Niall seguía
pagando por los suyos.
El temperamento de Niall -que había estado tratando de contener- estalló. —He
sido paciente durante meses. ¿Cuánto tiempo va a castigarme por esto? ¿No puedes
hacer algo?
La mirada de Patrick se volvió decididamente menos amistosa. —¿Qué quieres
que haga? ¿Obligarla a verte?
Niall palideció, dándose cuenta de repente de cómo sonaba. —Jesús. Cristo. No,
claro que no. Lo siento. Sólo estoy— su furioso paseo por el solar terminó con él
dejándose caer con fuerza en una silla —frustrado, maldita sea.
—Bueno, tendrás que estar frustrado un poco más—. Patrick hizo una pausa,
pareciendo debatir consigo mismo sobre si decir más. —Annie ha cambiado, Niall.
No es la misma muchacha que conociste. Tienes que considerar la posibilidad de
que nunca cambie de opinión.

31
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Niall pensaba en eso prácticamente cada minuto de cada hora de vigilia. Y


también la mayor parte de su sueño. Era lo que lo despertaba por la noche con un
frío pánico.
Ella tiene que perdonarme.
Sacudió la cabeza y le dijo al hermano de ella lo que se decía a sí mismo. —No
puedo permitirme creer eso. Tengo que tener fe.
Le había fallado una vez, pero no le volvería a fallar. Seguiría viniendo hasta
que ella aceptara verlo.

***

Annie esperaba que él se hubiera rendido. Pero una semana después de que
Niall hiciera su primer reclamo a Patrick, ella lo vio pasar de nuevo por la puerta y
se aseguró de evitar el solar de su hermano durante el resto de la mañana.
Lo cual no era un problema, ya que todas las mañanas, antes de la comida del
mediodía, durante las últimas dos semanas, ella y Robbie se habían reunido en un
rincón apartado del barmkin para que él la instruyera en técnicas de guerra. O al
menos en habilidades que pudieran ayudarla a defenderse, como el uso de un
cuchillo y, si conseguía que su instructor superara su vergüenza, en el combate
cuerpo a cuerpo.
Su hermano había acudido a mirar un par de veces, pero por lo demás los había
dejado solos. Annie estaba bastante segura de que Patrick le había dicho a Robbie
que utilizara este rincón del patio para estar lo más lejos posible de los otros hombres
que practicaban. No quería que ella fuera una distracción, ni la causa de
murmuraciones.
Era demasiado tarde para eso, pero no iba a aumentar su preocupación por ella
señalando los susurros y las miradas de compasión que la seguían allá donde fuera.
Parecía que algunas personas la culpaban por lo que le había sucedido, mientras
que otras probablemente pensaban que debería haberse suicidado por vergüenza.
Pero ese pecado nunca se le había pasado por la cabeza. Incluso en la confusa
niebla y el caos de las horas y días posteriores a su agresión, Annie nunca se había
confundido sobre a quién pertenecía la vergüenza. Los viles hombres que la habían
violado mostraron su propia debilidad al hacer lo que habían hecho.
La expresión de su hermano era inescrutable las pocas veces que los había
observado a Robbie y a ella. Pero tal vez sus correcciones bruscas sobre la forma en

32
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

que ella estaba de pie o sosteniendo el cuchillo de práctica fueron suficientes elogios.
Y quizá lo más revelador es que no la había detenido.
Sin embargo, no se atrevió a preguntarle por los pantalones. Aunque lo había
dicho en broma, pronto se hizo evidente que los pesados pliegues de sus nuevos
vestidos le estorbaban.
Después de que su pie se enganchara en el dobladillo por décima vez, empezó
a practicar con un leine6 corto que le llegaba justo por encima de las rodillas y un
cotun7 prestado para protegerse el pecho y los brazos de cualquier corte accidental
de la hoja, cortes teóricos ya que aún no había tocado una espada de verdad. Sus
pies eran demasiado pequeños para las botas de los hombres, así que llevaba unos
sencillos zapatos de cuero suave sobre las medias.
Cuando fuera más hábil, se pondría su ropa normal. Pero mientras aprendía, el
-atuendo de campesina-, como había dicho Robbie cuando la vio por primera vez
con la sencilla túnica de lino, tendría que servir.
Robbie... Annie suspiró. La situación con su reticente instructor estaba
resultando más complicada de lo que había previsto. No era sólo que temiera que
Patrick tuviera razón -que el joven guerrero se encariñara cada vez más con el
tiempo que pasaban juntos-, sino también que su incomodidad por tocarla o
acercarse demasiado a ella estaba impidiendo su capacidad de aprendizaje.
Cuando le pidió que le mostrara cómo salir de una situación en la que alguien
se acerca por detrás y la agarrara, él perdió tanto el color de su cara que pensó que
iba a desmayarse.
¿Cómo iba a aprender a defenderse correctamente si siempre estaban a
distancia?
Por derecho, debería ser ella la que se sintiera incómoda por el tacto o la cercanía,
pero Robbie siempre había sido como un hermano para ella. Nunca pudo verlo como
una amenaza.
En todos los demás aspectos, sin embargo, Robbie era un excelente instructor,
aunque tal vez un poco demasiado cauteloso. Evidentemente, se había tomado a
pecho las palabras de su hermano sobre la seguridad. No sólo no había visto todavía
una hoja de acero, sino que se había pasado casi una semana enseñándole a
desenfundar correctamente el cuchillo de madera de práctica de la funda de cuero y

6
Camisa o túnica
7
Armadura de las Highlands, que consiste en una prenda de cuero que se acolchaba en tubos y se rellenaba
con algodón, lana u otro material para formar una forma de armadura ligera rígida.

33
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

el cinturón que le había fabricado para la pierna y que también servía de liga para
sus medias de lana.
El sgian-achlais de doble filo, que es un cuchillo que se coloca bajo la axila, que
llevan los guerreros escoceses bajo la capa era poco práctico para la ropa de las
mujeres, así que Robbie tuvo que idear algo que quedara oculto y a la vez fuera
accesible.
Se sintió decepcionada por no aprender a manejar el puñal de hoja más larga,
pero Robbie le aseguró que podría hacer mucho daño con la hoja de 15 centímetros
del sgian-achlais, y que le resultaría mucho más fácil de manejar.
De hecho, pasaron los dos días siguientes trabajando en su manejo del pequeño
puñal. Le había enseñado las distintas formas de agarrar el mango en diferentes
situaciones hasta que se sintió cómoda.
Por último, en los últimos dos días, le había enseñado diferentes técnicas de
corte y ataque cuando se acercaba amenazadoramente.
Incluso con un cuchillo de madera, era más difícil de lo que ella había pensado.
No quería herirlo accidentalmente. Pero después de que él la reprendiera por dudar
y contenerse, ella había aumentado sus esfuerzos, y cuando lo sorprendió con un
tajo fingido seguido de una afilada puñalada hacia su estómago, ella sonrió con
regocijo ante su —ouch.
Su siguiente intento de atraparlo, sin embargo, no fue tan bueno. Cuando Robbie
se acercó a ella esta vez, en lugar de dirigir su ataque a su torso, apuntó al lugar
mortal en la parte superior del muslo que él le había dicho que era un buen objetivo
ya que mataría a un hombre rápidamente. Él bloqueó su golpe, pero en su intento
de apartarse, su pie se enredó con el de él, y ambos acabaron en el suelo. Ella de
espaldas y Robbie, por desgracia, encima de ella.
No sabía quién estaba más aturdido u horrorizado por el duro golpe del
contacto. Con los ojos muy abiertos, se miraron en silencio por un momento hasta
que Annie sintió el familiar pánico subiendo por su garganta. Intentó decirse a sí
misma que era Robbie, su amigo, pero la presión del peso y el músculo no eran de
un niño sino de un hombre.
Y entonces sintió la prueba de esa hombría.
Algo dentro de ella se rompió. Todo lo que podía pensar era en quitárselo de
encima. Se volvió medio loca, gritando y tratando de empujarlo, mientras Robbie,
obviamente conmocionado por su reacción, hacía todo lo posible por saltar hacia
atrás y calmarla con disculpas torpes.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

El pánico de Annie se disipó en cuanto el peso de él se apartó de ella. Palideció


de vergüenza y trató de pensar en algo para decir que hiciera la situación menos
embarazosa e incómoda cuando las cosas dieron un giro para peor.
De repente, Robbie -que medía más de un metro ochenta y debía pesar 90 kilos-
fue levantado del suelo por el cuello como un cachorro y golpeado contra la pared
del granero.
El impacto hizo temblar todo el edificio y el suelo en el que ella seguía sentada.
Una voz que era a la vez familiar pero también cambiada reverberó en el aire.
—Dame una buena razón por la que no deba romper tu asqueroso cuello.
Niall, reconoció Annie. Un Niall más oscuro, más gruñón, que sonaba más
mortífero, pero que seguía siendo el hombre que ella no quería volver a ver.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Capítulo Dos
Olvidada la vergüenza, Annie se puso en pie de un salto, con la boca apretada
en una línea furiosa. Supo de inmediato lo que Niall pensaba. Ignorando el hecho
de que ese mismo pensamiento la había hecho entrar en pánico hacía unos
momentos, se lanzó contra Niall, o más concretamente, contra el brazo de Niall,
mucho más grueso y musculoso de lo que recordaba, que estaba inmovilizando a un
Robbie con la cara roja y asfixiado contra la pared.
—¡Suéltalo!
¡Cómo se atrevía a jugar al caballero galante al rescate! Era demasiado tarde para
ambos. Niall Lamont había perdido toda pretensión de galán o salvador en aquel
horrible día de hace más de dos años en Dunvegan.
Annie tiró y arrastró su brazo revestido de cuero, poniendo todo su peso en él,
pero no se movió ni un centímetro. Por Dios, ¿qué hacía, comer acero todo el día?
—No puede respirar—. Giró la cabeza para mirar al hombre que solía amar, sus
ojos se encontraron por primera vez. El fuerte latido en su pecho y la sacudida que
lo acompañó sólo la enfurecieron más. Ya no había nada entre ellos. Nada. Por muy
penetrante que fuera su mirada de ojos azules o por muy cambiado que estuviera su
aspecto. Su brazo no era lo único que se había vuelto duro y acerado. Tenía un
aspecto tan brutal y peligroso como el forajido en el que se había convertido.
¿Qué clase de mujer tonta encontraba eso atractivo? Debía de haber perdido la
cabeza. —Maldita sea, Niall, suéltalo. Robbie no hizo nada.
La expresión de Niall no mostró ninguna reacción a su súplica. En todo caso, su
mirada sólo se hizo más intensa. Más mortal. —Estaba encima de ti. Te vi tratando
de empujarlo.
Las mejillas de Annie se encendieron. De rabia o de vergüenza, no sabía cuál de
las dos cosas, tal vez ambas. —No fue lo que parecía. Estábamos entrenando y me
tropecé. Robbie cayó encima de mí por accidente, y yo...— Su voz se apagó. Levantó
la vista para ver a Niall observándola atentamente, con una expresión aún ilegible.
Pero al mirar de reojo, pudo ver que había soltado a Robbie lo suficiente como para
que su amigo dejara de hacer esos horribles sonidos y su color volviera a la
normalidad. Pero como Niall aún parecía indeciso sobre si dejar ir al otro hombre,
ella levantó la barbilla y añadió: —Me olvidé de quién era él por un momento, ¿de
acuerdo?

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Ella sabía que Niall había comprendido cuando finalmente dejó ir a Robbie. Pero
la compasión en su mirada sólo aumentó su vergüenza y por lo tanto su ira.
Estaba furiosa no sólo por haber perdido el control y haber entrado en pánico,
sino porque Niall Lamont había sido testigo del momento de debilidad. Ya era
bastante malo que Robbie lo hubiera visto.
Estaba harta de que la gente sintiera pena por ella. Ya no se sentía vulnerable.
Los soldados Campbell la habían destrozado, pero tenía toda la intención de
recomponerse. Sin embargo, no podía hacerlo si todo el mundo seguía mirándola
como si fuera un frágil trozo de cristal que pudiera romperse con un toque
equivocado.
Se volvió rígidamente hacia Robbie y le dijo con naturalidad: —Lo siento. Me
olvidé de dónde estaba por un momento. No volverá a ocurrir—. Antes de que él
pudiera responder, ella se volvió hacia Niall. —Puedo ver por qué sacaste una
conclusión equivocada, pero tu interferencia no era necesaria. Sea cual sea el asunto
que tengas con mi hermano, termínalo y sigue tu camino. No perteneces aquí, Niall.

***

Niall no podía creer el cambio en Annie. La última vez que la había visto estaba
magullada y golpeada, tan delicada y frágil como un pájaro roto. Él se había sentido
destripado -absolutamente desgarrado- cuando ella se apartó de su mirada a través
de aquella ventana.
Pero ahora no había nada de delicado y frágil en ella, especialmente su tono, que
tenía un toque claramente imperioso. Real es mi raza, eso era seguro. Aunque se
alegraba de verla curada y fuerte de nuevo, admitía que podría haber prescindido
de esa actitud altiva e indiferente. Annie nunca había sido indiferente con él. Nunca.
Esto había durado demasiado. Niall sabía que la había herido terriblemente,
pero su terquedad no ayudaba en nada. ¿Cómo iban a superar esto si ella no se
dignaba a escuchar sus disculpas?
—Este es exactamente el lugar al que pertenezco—, dijo. —Tú estás aquí.
Ella emitió un agudo sonido de protesta, pero antes de que pudiera responder,
él se volvió hacia el muchacho, al que ahora reconocía como uno de los miembros
del clan de Patrick MacGregor. El color y la respiración del muchacho habían vuelto
a la normalidad, pero aún se sujetaba la garganta, donde la presión del agarre de
Niall era visible en franjas de color rojo.

37
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

—Lo siento, muchacho. Pero desde donde yo estaba, parecía que la estabas
lastimando.
Los ojos del joven se entrecerraron, pero estaba claro que no era la disculpa de
Niall lo que objetaba; era el uso de la palabra muchacho.
—Robert Mac-Murray. Nos conocimos hace unos años en los Juegos de
Dunvegan, antes de que te declararan proscrito. Entonces yo era un guardia, pero
ahora soy el Am Marischal Tighe del jefe.
Niall maldijo para sus adentros cuando Robbie, sin saberlo, mencionó
Dunvegan, donde Niall lo había estropeado todo. Pero cuando la mirada de Annie
se endureció, Niall se preguntó si el “muchacho” lo había hecho intencionadamente.
La propia mirada de Niall se estrechó cuando todo empezó a cobrar sentido.
Ahora recordaba a Robbie. Era el muchacho que había mirado con anhelo a Annie
como un cachorro enamorado.
Robbie había cambiado. Aunque seguía siendo joven, probablemente un par de
años menor que Niall, había ganado unos centímetros de altura y un par de kilos de
músculo.
Niall también sabía que la mención del puesto de Robbie como senescal en la
guardia de Patrick no había sido un accidente. El muchacho era obviamente un
guerrero consumado para haber alcanzado una posición tan importante a su edad.
Pero otras cosas no habían cambiado. Si la vergüenza de Robbie era una
indicación, sus sentimientos por Annie eran exactamente los mismos.
—Me has tomado desprevenido—, añadió Robbie, como si quisiera explicar
cómo un guerrero de su habilidad había sido vencido.
Niall no creía que el resultado hubiera sido diferente si Robbie lo hubiera visto
venir, pero consciente del orgullo de un joven, lo dejó pasar.
De repente, la escena con la que se había tropezado volvió a él. Al igual que la
inusual ropa de Annie. La examinó de arriba a abajo, observando el leine, la camisa
y el cotun demasiado grande. Casi parecía que estaba... No. Eso era imposible.
Niall frunció el ceño. —De todas formas, ¿qué estaban haciendo aquí fuera? —.
Se volvió hacia Annie. —¿Y qué querías decir con “entrenar”?
Robbie y Annie intercambiaron miradas con una intimidad que a Niall no le
gustó. ¿Había algo entre ellos? Sintió una puñalada entre las costillas que le hizo
lamentar su precipitada decisión de soltar el cuello del otro hombre.

38
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Annie debió de adivinar algunos de los pensamientos de Niall porque se puso


delante de Robbie, sin darse cuenta del daño adicional que estaba causando al ya
magullado orgullo del joven.
—No estoy segura de cómo esto es de tu incumbencia, pero si debes saberlo,
Robbie me está enseñando a defenderme con un cuchillo.
Niall tenía toda la intención de decirle qué era de su incumbencia, pero entonces
escuchó la palabra “cuchillo” —¿Él está haciendo qué?
No se había dado cuenta de que había gritado lo último hasta que los grandes
ojos verdes de Annie relampaguearon como una tormenta eléctrica, y ella alzó su
propia voz en respuesta. —Ya me has oído, excepto aparentemente la parte en la que
no es de tu incumbencia. Vete, Niall. Tú y tus opiniones no son bienvenidos aquí.
Ella parecía lo suficientemente enfadada como para decirlo en serio, y Niall
comprendió que el miedo porque ella se lastimara se había apoderado de él. Tenía
que calmarse. Pero la ira y la rabia lo habían dominado durante mucho tiempo.
Hacía tiempo que no se comportaba con civismo. Sin embargo, no era así como
pretendía que fuera. No quería pelear con ella. Quería disculparse.
Pero maldita sea, era una muchacha. Las muchachas no se entrenaban con
cuchillos. ¿Tenía ella alguna idea de cuántas puñaladas y cortes errantes había
sufrido él cuando Malcolm lo entrenó?
Niall trató de no estremecerse y se obligó a tomar una actitud diferente.
Se dirigió al muchacho de cara roja que estaba detrás de ella. —¿Nos dejarías a
Annie y a mí unos minutos? — Considerando el hecho de que nada le gustaría más
que partir en dos al otro hombre por ponerla en peligro, Niall se sintió bastante
orgulloso del tono semi-amistoso que había conseguido. Bueno, al menos no era
abiertamente hostil. —Hay algo que necesito decirle en privado.
—Tú y yo no tenemos nada que decirnos—, intervino Annie levantando
tercamente la barbilla.
La boca de ella estaba tan apretada que Niall estaba tentado -demasiado tentado-
de estrecharla entre sus brazos y besar la terquedad de su rostro para alejarla de una
vez por todas.
Pero tenía años de experiencia en el control de su atracción por ella, lo que había
sido mucho más difícil cuando ella lo había mirado como si fuera un sabroso manjar
que no podía esperar a devorar.
Ahora ya no lo miraba así. La comprensión de que ella podría no querer que la
besara lo golpeó con fuerza.

39
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Robbie se volvió hacia ella en lugar de responder directamente a Niall. —Lo


enviaré por su camino si quieres, pero va a seguir viniendo hasta que lo escuches. Si
realmente se ha acabado, díselo. Por el bien de todos.
Sus ojos se sostuvieron lo suficiente como para que Niall quisiera apartar su
mirada. Finalmente, ella asintió.
Robbie se alejó, pero no antes de decir la última palabra. Se puso a su altura, que
podría ser uno o dos centímetros más alta que la de Niall. En cuanto a la amenaza y
la imposición, no fue sin efecto. Lo cual era sorprendente, dado que Niall lo había
presionado contra la pared con una mano no hacía ni cinco minutos.
—Lastímala de nuevo, y te perseguiré—, dijo Robbie sombríamente. —Y a
diferencia de los hombres del rey, yo te encontraré.
Niall frunció el ceño, desafiando ligeramente la amenaza, pero Robbie ya se
estaba alejando.
Desafortunadamente, Niall no era el único que lo observaba. La mirada de
Annie también estaba en el otro hombre. Estaba frunciendo el ceño de una manera
perpleja que hizo que Niall se sintiera incómodo. Era como si estuviera viendo a
Robbie de una manera que no había visto antes y no sabía qué hacer con ello.
Niall no quería que le diera importancia. Ella lo amaba a él. Aunque era difícil
verlo ahora mismo.
Con el ceño aún fruncido, se volvió hacia Niall y se cruzó de brazos. No podía
decir si era por aburrimiento o con desdén; ninguna de las dos cosas era
particularmente bienvenida en ese momento.
—Di lo que tengas que decir y luego vete. Esta vez para siempre.
No sabía cómo podía parecer tan imperiosa una persona que llevaba prendas
con las que no se vería a la criada y que parecía haber estado revolcándose en la
tierra. Tampoco entendía cómo una trenza despeinada, una nariz manchada y unas
mejillas sonrojadas por el trabajo podían ser tan increíblemente bellas.
Pero ella lo dejó sin aliento. Literalmente.
Niall llevaba más de un año esperando este momento, pero fue como si alguien
lo hubiera agarrado por el cuello. La emoción, los sentimientos, la desesperación, el
horror... todos volvieron a él a la vez. Se sintió abrumado por su fuerza. Por la
magnitud.
¿Cómo podría explicar cuánto lo sentía? ¿Cuánto significaba ella para él? ¿El
error que había cometido? ¿Cómo daría cualquier cosa en el mundo para recuperarlo

40
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

todo? ¿Cómo había pasado la mayor parte del invierno y la primavera pasados
haciendo todo lo posible para hacer justicia por ella?
Observó cada centímetro de su rostro, atiborrándose como un hombre
hambriento de detalles y queriendo consignar cada uno de ellos en la memoria para
siempre. ¿Cómo pudo olvidar el arco preciso de sus cejas? ¿O la forma en que sus
oscuras y plumosas pestañas parecían rozar la esquina de sus ojos como el ala de un
pájaro? ¿O las brillantes motas de plata de sus ojos, la suave cremosidad de su piel -
incluso bajo la suciedad- y el rojo maduro de una boca mucho más sensual de lo que
se había permitido recordar?
¿Cuántas veces había soñado con ella, con este momento? Y ahora que había
llegado, no sabía qué hacer. Qué decir. ¿Cómo podría transmitir la profundidad de
su arrepentimiento?
Sus palabras, al igual que sus pensamientos, estaban desordenadas y empezaron
donde querían terminar. La tomó del brazo y la acercó. No lo suficiente como para
que sus cuerpos se tocaran, pero sí para que ella supiera que hablaba en serio de
cada palabra que iba a decir.
—No necesitas aprender a defenderte, Annie. Cásate conmigo y te protegeré el
resto de mi vida.

***

Annie miró fijamente al hombre que le parecía un extraño. No era sólo su


aspecto lo que había cambiado. Solía pensar que nadie la conocía mejor que Niall
Lamont. Pero este hombre no la entendía en absoluto. Si lo hiciera, sabría
exactamente por qué esto era tan importante para ella.
Lo miró, observando la dura mandíbula oscurecida por la barba de una semana,
los ojos que podían rivalizar con cualquier piedra preciosa, las nuevas líneas
grabadas alrededor de ellos y el puñado de muescas y pequeñas cicatrices que
marcaban su rostro, por lo demás impecable.
No había nada que ella pudiera encontrar mal en sus rasgos. Su nariz era
perfectamente proporcionada y recta, sus cejas anchas y altas, su mandíbula
definida con la cantidad justa de cuadratura masculina, su boca llena y bien curvada,
sus ojos brillantes e inclinados con un ángulo de intensidad envolvente. Su pelo
oscuro, casi negro, era ahora más largo y caía justo por encima de la mandíbula en
ondas sedosas.

41
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Puede que la sonrisa pícara y la ligereza burlona hayan sido sustituidas por una
oscura agresividad y un aura de peligro, pero Niall Lamont seguía siendo uno de
los hombres más guapos que jamás había contemplado.
Pero si su aspecto la dejaba sin aliento, era la forma en que parecía poder leer su
mente lo que le había hecho pensar que estaban destinados el uno al otro.
¿Cómo podía haber estado tan equivocada?
Sorprendentemente, ella no se había estremecido cuando él la tocó, pero la cálida
impresión de sus dedos alrededor de su brazo no fue una sensación bienvenida, y
ella miró fijamente su mano hasta que él la dejó caer.
Se produjo un silencio incómodo entre ellos durante unos instantes. Algo que
nunca había ocurrido antes de Dunvegan. Parecía un duro recordatorio más de lo
mucho que había cambiado todo, y ella no dudó en rechazar la incómoda propuesta
que en su día hubiera dado sus dientes por escuchar.
—No quiero casarme contigo, Niall. Tampoco quiero ni necesito tu “protección”.
Parece que te has encargado de actuar como mi ejecutor, pero quiero que se acabe.
No hablas por mí, ni tienes derecho a buscar justicia por mí. No tenías derecho a
matar a Colin Campbell.
El rostro de él se ensombreció con una malevolencia de la que ella nunca lo
habría imaginado capaz. —Tenía todo el derecho. Él hirió a la mujer que amo. Lo
único que lamento es no haber podido prolongar su agonía antes de que mi espada
acabara con su asquerosa vida.
Annie ignoró el pequeño bache en los latidos de su corazón ante la fácil mención
de la palabra “amor”. Era evidente que la confundía con la compasión.
Aun así, sintió curiosidad por su elección de palabras. —¿No pudiste?
Su mirada se clavó en la de ella con una ferocidad que casi la hizo jadear. —Le
di mi palabra a su hermano de que acabaría con él rápidamente.
Annie sabía que la hermana de Niall se había casado con el hermano menor de
Colin. —¿El Ejecutor? —, preguntó, refiriéndose a Jamie Campbell.
Niall negó con la cabeza. —Duncan Campbell. El hermano mayor que Colin
había intentado matar para evitar que Duncan heredara el dominio que Colin había
reclamado injustamente.
Annie asintió. Patrick había mencionado algo al respecto, pero ella no había
escuchado con mucha atención. Había estado demasiado enfadada con Niall por
reclamar la justicia que debería haberle pertenecido.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

—Te has pasado de los límites, Niall. Tú y yo no somos nada el uno para el otro.
No lo hemos sido durante más de dos años.
—Dios, lo siento, Annie. No tienes idea de cuánto lamento lo que dije en
Dunvegan. Si pudiera retractarme, lo haría. No me llevó mucho tiempo darme
cuenta de que había cometido un error. Iba a encontrarte y disculparme, pero
entonces estalló la guerra. Ascog fue atacado, mi padre y mi hermano fueron
asesinados, tus parientes fueron traicionados por Argyll, y tú fuiste...
Ella levantó la mano y lo cortó. Ella lo sabía; no necesitaba oírlo de él. —No
importa. Una disculpa no habría cambiado nada.
—Por supuesto que sí. ¿Cómo puedes decir eso? Me amabas.
Ella lo miró directamente a los ojos. —Lo hice. Con todo mi corazón. Pero
después de lo que pasó, comprendí que había entregado mi corazón con demasiada
facilidad a alguien que no lo merecía.
Parecía como si ella le hubiera disparado con un hagbut 8 en las tripas. Su rostro
perdió la mayor parte de su color. —Tenía veintiún años, Annie. No tenía
experiencia y no sabía lo que quería. No sabía que lo que sentía por ti era especial.
Ella no pudo reprimir todo el sarcasmo cuando dijo: —No eras tan inexperto por
lo que he oído.
Él realmente se sonrojó. Si Annie no lo supiera, pensaría que estaba
avergonzado. —Fui un tonto. No me di cuenta de la suerte que tenía de haber
encontrado a la mujer que amaba cuando tenía catorce años. Me convencí de que lo
que sentía por ti no importaba. Pensé que estaba cumpliendo con mi deber. Pensé
que estaba siendo un hombre.
Sonaba sincero, pero Annie no quería escuchar nada de esto. Era demasiado
tarde. Demasiadas cosas habían cambiado. Incluida ella. Especialmente ella.
No había sido consciente de cuánto hasta ese momento. Hace dos años, estando
así de cerca de Niall, habría estado zumbando por todas partes. Habría estado
sonrojada por la expectación, los pelos de los brazos se le habrían erizado, y habría
tenido calor y sentido anhelo. Habría estado planeando maneras de conseguir que
la besara.
Habría sentido deseo.
Pero ahora no sentía... nada. Ni una pequeña agitación de nada. Ni siquiera Niall
-el hombre al que prácticamente se había lanzado durante dos años- podía hacerla

8
Arma portátil de cañón largo que data del siglo XV.

43
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

sentir de nuevo. La pasión del único beso que habían compartido la había
perseguido. Esperaba que en algún momento esa parte de ella volviera.
Al darse cuenta de todo lo que había perdido, de todo lo que le habían quitado,
le entraron ganas de llorar. Por primera vez desde aquellas horribles semanas
iniciales, las lágrimas brotaron de sus ojos.
Obviamente, él lo malinterpretó. —Jesús, Annie, no pretendía disgustarte. Sólo
quería decirte cuánto lo siento y cuánto te amo y quiero compensarte.
Fue algo equivocado para decir. —¿Compensarme? Dios, ¿tienes idea de lo
ridículo que suena eso? No todo se puede “compensar”, Niall. No todo se puede
arreglar. Cuando algunas cosas se rompen, se quedan así para siempre.
Él estaba claramente sorprendido por su vehemencia. —Lo siento. No quise
hablar a la ligera.
—No. Crees que puedes entrar aquí, decirme que me amas y hacer que todo
mejore mágicamente. Bueno, nunca va a ser mejor, Niall. Es demasiado tarde. Y lo
mejor que puedes hacer por mí, lo único que puedes hacer, es dejarme en paz.
Se dio la vuelta y huyó antes de que él pudiera ver las lágrimas que ahora corrían
por sus mejillas.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Capítulo Tres
Niall murmuró una áspera maldición mientras Annie huía por el barmkin.
¿Cómo diablos había salido eso tan mal?
Debatió por un momento si ir tras ella, pero no quería empeorar las cosas. Y
hasta que no descubriera en qué se había equivocado, era muy probable que eso
ocurriera.
Estaba a punto de sentarse en un montón de heno para tratar de ordenar sus
pensamientos cuando vio a un hombre que se acercaba a él.
Volvió a maldecir. Estupendo, justo lo que necesitaba: un hermano enfadado,
mejor dicho, iracundo, que parecía querer arrancarle la cabeza a Niall.
El hecho de que Patrick MacGregor, jefe MacGregor, fuera uno de los pocos
hombres que podía hacer eso lo hacía aún peor.
—Creí que te había dicho que te mantuvieras alejado de ella—, le espetó Patrick
mientras su puño conectaba con la mandíbula de Niall.
Niall no intentó bloquear el golpe y gimió cuando algo parecido a la fuerza de
un mazo le echó la cabeza hacia atrás. Parpadeó mientras intentaba apartarse para
esquivar el siguiente golpe.
No lo consiguió, y un puño izquierdo igual de potente conectó con su estómago,
y con algunas costillas. La gruesa chaqueta de cuero de Niall probablemente evitó
que los huesos se rompieran, pero no impidió que el aire fuera expulsado de sus
pulmones en un —uf— ni el gruñido de dolor que siguió.
Dios, la reputación del hermano de Annie de tener una fuerza casi inhumana
estaba bien ganada.
Niall estaba doblado por el segundo golpe cuando Patrick se detuvo ante él. Sólo
el hecho de que Niall no se defendiera impidió probablemente que un tercer golpe
lo dejara inconsciente. En su lugar, Patrick levantó a Niall por el pescuezo y lo
mantuvo a un buen pie del suelo. No se le escapó la ironía de que Niall estuviera en
la posición similar a la de Robbie poco antes.
—Dame una buena razón por la que no deba golpearte hasta casi matarte. Te
dije que te mantuvieras alejado de ella.

45
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

—Lo hice... o tenía la intención de hacerlo—, explicó Niall. —Pero cuando me


iba, la vi en el suelo con alguien sobre su cuerpo. Ella se agitaba y trataba de
quitárselo de encima.
Patrick lo soltó. —¿Alguien la atacó en el castillo?
Niall negó con la cabeza. —Supuse que el hombre la estaba lastimando y casi lo
mato antes de saber que estaban entrenando—. Era su turno de ponerse furioso. —
¿En qué demonios estabas pensando al permitir que una muchacha entrenara con
un cuchillo? Podría resultar herida... o asesinada.
La expresión de Patrick perdió algo de su fiereza. —El hombre que estaba
encima de ella era Robbie—. Era una constatación, no una pregunta. Murmuró una
grosera maldición.
Niall estuvo de acuerdo. —Al parecer, Annie se olvidó de dónde estaba por un
momento y no se dio cuenta de que era Robbie.
Patrick volvió a maldecir. —¿Por eso estaba tan alterada?
Niall hizo una mueca y sabiamente dio un paso atrás fuera del alcance del puño
de Patrick. —No exactamente. Aproveché la oportunidad para disculparme y
pedirle que se casara conmigo, pero no salió como había planeado.
La expresión de Patrick se ensombreció de nuevo. —Lo que significa que ella te
rechazó. Maldita sea, te dije que no estaba preparada.
—Supongo que tenías razón. Sólo pensé que si le explicaba...— La voz de Niall
se apagó, y terminó con un encogimiento de hombros arrepentido.
—¿Qué? ¿Que ella perdonaría y olvidaría y volvería a saltar a tus brazos? O eres
un idiota o un imbécil arrogante.
Niall quería discutir, pero temía que el otro hombre tuviera razón en ambas
cosas. Sus hombros se desplomaron, con toda la ira desapareciendo de él. —No sé
lo que pensaba, pero tenías razón: Annie ha cambiado.
Era más dura y mucho más seria, casi solemne. La chica animada y ligeramente
traviesa cuya sonrisa lo había llenado de alegría instantánea había desaparecido.
Probablemente debería haberlo esperado después de todo lo que había sucedido,
pero nunca podría haber anticipado la fría indiferencia en la forma en que ella lo
había mirado. Él estaba tan acostumbrado a ver su corazón en sus ojos que había
dado por sentado que siempre estaría allí.
Todavía estaba allí. Tenía que estarlo. Sólo tenía que encontrar la manera de
convencerla de que le diera otra oportunidad y lo perdonara por haberle fallado tan
miserablemente.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

La ira de Patrick se dirigió de nuevo hacia él. Dio un paso hacia él, apretando
los puños a su lado. —No hay nada malo en ella.
Niall se mantuvo firme. Obviamente, Patrick había malinterpretado sus
palabras y las había tomado como una crítica. Le hizo preguntarse si su hermano
había escuchado algo así antes. La idea de que Annie pudiera haber sido objeto de
comentarios y habladurías lo enfurecía tanto como a Patrick.
—Por supuesto que no. Mi estima por ella no ha hecho más que aumentar.
Siempre supe que era tan fuerte y tenaz como hermosa, pero no era consciente de su
profundidad. Me sorprendió el cambio en su temperamento. Antes era tan...
No necesitó terminar. Patrick entendió. Parecía tan triste por el cambio como
Niall. —Dado lo que ha pasado, ¿puedes culparla? Considerando todo, creo que está
muy bien. Sólo hay que tener paciencia.
¿Por qué Niall sospechaba que Patrick se había dicho lo mismo muchas veces?
—Lo estoy intentando, pero...— Se detuvo.
—¿Pero qué?
Niall se debatió sobre cómo responder. No quería poner a Patrick en una mala
posición con sus cuñados Campbell. —Puede que no tenga mucho tiempo. Mis
circunstancias son un poco... inciertas.
Los ojos del otro hombre se entrecerraron. —Creía que Argyll tenía la intención
de mirar hacia otro lado respecto a tu asesinato de Colin Campbell.
—Lo ha hecho.
Patrick sabía que estaba insistiendo. —¿Pero?
—Antes de morir, convencí a Colin Campbell para que me diera los tres
nombres.
Patrick maldijo con comprensión. —¿Así que eso es lo que has estado haciendo,
rastrear a los hombres que la violaron? Mis cuñados y su primo Argyll van a estar
furiosos. Se arriesgaron mucho por ti con el rey. Jamie Campbell asumió
responsabilidad por ti, si mal no recuerdo.
La mandíbula de Niall se endureció. Sabía lo que Jamie había hecho al asumir la
responsabilidad personal por él -y se sentía mal por ello-, pero no era como si Niall
tuviera elección. —¿Harías tú algo diferente?
Patrick le lanzó una mirada de disgusto, pero no se molestó en contestar. Ambos
sabían que sería el primero en la fila detrás de él.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

—Annie se va a poner furiosa cuando se entere. Ya se enfadó bastante cuando


mataste a Colin Campbell.
Niall frunció el ceño. —Yo estaba seguro que ella querría justicia.
—La quiere—, dijo Patrick secamente. —Sólo quiere que provenga de su mano.
Mi hermana tiene más de MacGregor de lo que creía.
Niall comprendió de repente y lo miró con horror. —¡Dios mío! ¿No estarás
apoyando esta locura? ¿No querrás decir que la entrenas con un cuchillo para que
pueda ir tras los hombres que la violaron?
Es decir, los dos que quedaron.
—Por supuesto que no—, dijo Patrick con disgusto. —Pero a diferencia de ti, yo
sé cuándo no hay que meterse en su camino. Ella iba a aprender a usar un cuchillo,
lo autorizara yo o no. Así al menos podía asegurarme de que lo hiciera de forma
segura con alguien que moriría en lugar de verla herida.
A Niall no le gustó nada oír eso. —Después de lo que he visto hoy, me
sorprendería que esas lecciones continuaran. Ambos parecían horrorizados por lo
ocurrido.
Patrick negó con la cabeza. —Le advertí que no era una buena idea, para
ninguno de los dos. Pero tengo que admitir que me sorprendió. Por lo que vi, no es
mala aprendiendo.
Niall supuso que eso era un poco de exageración fraternal.
Patrick se encogió de hombros y continuó. —Cuando lo pensé, me di cuenta de
que aprender a defenderse no era una idea completamente irracional dadas las
circunstancias. Por mucho que lo desee, no puedo estar siempre ahí para protegerla.
Además, creo que necesita saber hacerlo por sí misma.
Niall temía entender exactamente lo que Patrick quería decir porque conocía a
Annie. Lo cual no lo hacía feliz en este momento. Ella no confiaba en nadie para
protegerla. No confiaba en él, ni en Patrick, ni en ningún otro hombre con el que
debería haber podido contar. ¿Y por qué debería hacerlo? La habían defraudado.
La culpa le oprimía el pecho con tanta intensidad que le costaba respirar.
Pero incluso comprendiendo de dónde procedía la necesidad, lo helaba pensar
en los problemas en los que ella podría meterse si sacaba una cuchilla contra la
persona equivocada o, peor aún, si realmente intentaba ir por los soldados Campbell
que la habían violado.
—Si alguien debería entrenarla, debería ser yo—, dijo Niall con firmeza.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Patrick se rió, pero no discrepó. —Buena suerte convenciéndola de eso. Y


aunque pudieras, dado lo que acabas de decirme, ¿por qué debería permitirlo? Tu
situación en el lado equivocado de la ley no ha mejorado precisamente. ¿Crees que
quiero que mi hermana sea perseguida por los hombres del rey?
—No llegaremos a eso.
—Si cuentas con que Jamie Campbell vuelva a interceder por ti ante Argyll, creo
que estás sobrestimando la influencia de tu hermana.
—Obviamente no conoces muy bien a mi hermana—. No era la influencia de
Caitrina con su marido lo que le preocupaba; era su enfado con Niall por poner a su
esposo en una mala posición. Pero eso no se lo iba a decir a Patrick MacGregor. —Si
todo lo demás falla, tengo un plan. Annie no estará en peligro. ¿Crees que estaría
aquí si fuera de otra manera?
—Sigues sin explicarme cómo vas a convencerla de que acepte que la entrenes.
Ella no quiere verte.
—Deja que yo me ocupe de eso.
Niall sonaba más confiado de lo que sentía, lo ocultaba bien. Sólo esperaba
conocer a Annie tan bien como creía.

***

Queriendo evitar miradas y preguntas indiscretas, Annie no regresó al castillo


de inmediato. En su lugar, se escondió en un rincón apartado del jardín hasta que
pudo recomponerse y secarse las lágrimas antes de volver a su habitación.
Puede que Duncan Campbell sea un déspota asesino, pero Annie tuvo que
admitir que sabía cómo construir un castillo moderno. Era demasiado joven para
recordar el viejo torreón de los MacGregor tal y como era en vida de sus padres, pero
sabía que no se parecía en nada a la enorme y moderna casa-torre en forma de Z que
Duncan había construido sobre sus ruinas. El centro de la z era una torre de tres
pisos de forma rectangular que albergaba el gran salón, las cocinas y otros solarios
privados. En las esquinas opuestas de la torre central había dos torres redondas de
cuatro pisos que añadían una docena de habitaciones para la familia, los sirvientes
de la casa y los guardias.
Annie nunca había tenido su propia habitación y se sorprendió de lo rápido que
había llegado a disfrutar de la soledad que, de otro modo, era difícil de encontrar en
un castillo ajetreado y abarrotado. Con los sirvientes, los asistentes, los criados, los

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

trabajadores hábiles y la cuadrilla de soldados de su hermano -tanto Campbell como


MacGregor- había más de cincuenta personas viviendo en el castillo de Edinample,
y muchos más trabajadores, comerciantes y aldeanos que entraban y salían a lo largo
del día.
No tardaron en invadir su rincón aislado en el jardín dos jóvenes sirvientas que
recogían verduras y hierbas para la comida del mediodía, obligando a Annie a salir
de su escondite.
Se secó los ojos, enfadada consigo misma por la pérdida de compostura, tanto
con Robbie como con Niall. La próxima vez estaría mejor preparada. Si es que había
una próxima vez. Con un poco de suerte, Niall desaparecería de nuevo en la oscura
niebla de la que había salido, y Robbie...
Su corazón se apretó. ¿Qué iba a hacer con Robbie?
Tendría que hablar con él mañana. Ahora mismo lo único que quería hacer era
pedir un baño de agua caliente, sumergirse en él hasta que el agua se enfriara y luego
acurrucarse en su cama para una siesta que, con un poco de suerte, duraría el resto
del día.
Desgraciadamente, la única entrada al castillo era a través de una pequeña
puerta escondida en la esquina donde se encontraban la torre circular del sureste y
la casa torre principal. Era buena para defenderse, pero no para evadir a los
parientes bien intencionados.
—Ahí estás—, dijo Elizabeth, levantando la vista de donde estaba sentada con
el bebé y su sirvienta en el gran salón, mientras Annie intentaba escabullirse a la
torre opuesta donde se encontraba su cámara del tercer piso. —Alys y yo íbamos a
pasear por el pueblo más tarde, y me preguntaba si podrías cuidar a...— Su voz se
apagó al escudriñar el rostro de Annie. —Dios mío, ¿qué ha pasado? ¿Estás herida?
—Estoy bien—, dijo Annie automáticamente, olvidando lo perceptiva que podía
ser su hermana por matrimonio.
Elizabeth Campbell podía ser tranquila y reservada la mayor parte del tiempo,
pero observaba y escuchaba a la gente con atención. Annie sabía que era tartamuda
y sospechaba que eso era parte de la razón.
En consecuencia, lo único que consiguió la rápida negación de Annie fue
aumentar su escrutinio. Elizabeth -Lizzie, como insistió en que Annie la llamara-
observó los vestigios de los ojos hinchados y enrojecidos, las mejillas moteadas y la
nariz en carne viva de tanto limpiarse. —No estás bien—, dijo Lizzie, poniéndose de
pie y entregando el bebé que había estado sosteniendo a la mujer mayor sentada a
su lado. —¿Qué puedo hacer?

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

—Nada—, insistió Annie, queriendo arrastrarse bajo una roca por la vergüenza.
—De verdad. Yo sólo...— Su voz se apagó, tratando de pensar en una explicación.
—Estaba entrenando y me caí.
Era más o menos la verdad.
Y Lizzie le creyó. O al menos decidió aceptar la explicación y no insistir.
Anticipándose a lo que Lizzie iba a preguntar, Annie intentó cambiar de tema.
—Estaré encantada de cuidar a Iain más tarde, cuando tú y Alys vayan a la aldea.
Annie sonrió a la bonita mujer mayor que, en todo caso, parecía aún más
perspicaz. No era la primera vez que Annie descubría que Alys la observaba con
compasión en su mirada. Pero no era sólo compasión, era...
Annie no podía precisar lo que sentía.
Elizabeth sacudió la cabeza. —Está bien. Puedo pedirle a una de las muchachas
de servicio...
—Tonterías—, insistió Annie, en serio. —Me encantaría pasar el tiempo con mi
sobrino—. Era justo lo que necesitaba. Su siesta podía esperar. Su baño no podía. —
Deja que me limpie y me lo llevaré.
—Si estás segura—, dijo Lizzie con escepticismo. —Parece que Iain llora menos
cuando está contigo. No tardaremos mucho. Alys encontró algunas telas para la
cuna del bebé en el pueblo, pero no pudo decidir de qué color.
Annie sospechó que las telas eran una excusa para obligar a Lizzie a salir del
castillo donde había estado “encarcelada”, como le dijo Alys, después de que naciera
el bebé.
Annie se apresuró a subir a su habitación para pedir el baño.
Poco después de salir del agua, sintiéndose mucho mejor, llamaron a la puerta.
Suponiendo que era una de las muchachas para llevarse la bañera, la invitó a entrar.
En cambio, se sorprendió al ver a Alys.
La antigua niñera de Lizzie y ahora fiel asistente había llegado a Edinample con
su esposo, un capitán de la guardia Campbell. El antiguo castillo de los MacGregor
había sido parte de la dote de Lizzie, y Patrick había tomado el mando al casarse,
pero Jamie Campbell insistió en que algunos de sus guardias formaran la cuadrilla.
Alys debía de tener más de treinta años, pero su pelo rubio aún no tenía canas,
y sus rasgos clásicos tenían una belleza atemporal.
—¿He tardado demasiado? — le preguntó Annie. —Estaba por bajar para
buscarte a ti y a Lizzie.

51
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Alys negó con la cabeza. —No, quería hablar contigo unos minutos. ¿Te
importa?
—Por supuesto que no—. Annie le indicó a la mujer mayor que se sentara en la
silla frente al brasero.
Annie se situó frente a ella en el borde de la cama mientras terminaba de pasar
un peine por su pelo aún húmedo. —¿Qué puedo hacer por ti?
La otra mujer parecía incómoda, como si no supiera qué decir o estuviera
reconsiderando su presencia allí.
Finalmente habló. —No es de mi incumbencia, y espero que perdones a una
anciana por su intromisión, pero ¿estoy en lo cierto al pensar que el apuesto guerrero
que se reunió antes con el laird y que tiene un asombroso parecido con la nueva
cuñada de Lizzie fue la causa de tu angustia?
Aparte de Patrick, Annie nunca había hablado con nadie sobre Niall, y no estaba
dispuesta a empezar con una desconocida. Pero no quería ser grosera con la persona
que era como una madre para Lizzie, y Alys la miraba con tanta amabilidad que se
encontró asintiendo. —Es el hermano de Caitrina.
—El hermano proscrito, Niall, supongo—, conjeturó Alys. Asintió para sí
misma. —Eso me pareció.
Annie se preguntó a dónde quería llegar con esto, pero tenía más ganas de
acabar con el tema. —Si te preocupa tener a un forajido cerca, no debes inquietarte.
Lo he enviado lejos, y le diré a mi hermano que se asegure...
—No, no. No es eso—. Las manos apretadas de Alys que estaban en su regazo
empezaron a retorcerse ansiosamente. —Lo siento. Estoy arruinando esto. Pero he
oído algo de Niall y también de lo que te pasó a ti.
Annie se puso rígida por reflejo. —Seguro que sí.
No había nada que les gustara más a algunas personas que los rumores, y que
la hermana del nuevo laird fuera violada por orden del hermano de su nueva esposa,
ahora muerto, sería demasiado escandaloso como para ignorarlo.
Annie no estaba acostumbrada a tener que abordar las habladurías
directamente. Por lo general, se hacían en susurros y se intercambiaban miradas
cómplices a sus espaldas.
Al darse cuenta de que la había molestado, Alys se acercó para tomar su mano
y la miró implorante. —Sólo quería decirte que lo entiendo.
Annie no sabía lo que intentaba decir, pero lo último que quería o necesitaba era
que otra persona sintiera pena por ella. Ya tenía suficiente con su familia inmediata.

52
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

—Gracias. Te lo agradezco.
Comenzó a levantarse, pero Alys utilizó su mano para sujetarla. —No, quiero
decir que lo entiendo. Sé por lo que estás pasando ahora mismo porque he estado en
el mismo lugar.
Sorprendida, Annie no respondió de inmediato. Pero luego dijo: —¿Fuiste...?
Violada. Había llegado a odiar esa palabra. Su dureza. Su finalidad. La forma en
que la marcaba y definía. Como si hubiera llegado a resumir todo lo que ahora era
importante en ella.
Alys asintió. —Hace años. Cuando tenía más o menos tu edad. Estaba recién
casada con Donnan, que por aquel entonces era guardia del viejo Laird de
Auchinbreck. Mi padre era el Jefe Buchanan, y para casarme con mi Donnan, rechacé
a un poderoso cabecilla con el que mi padre esperaba que me casara.
Annie la miró sin palabras. ¿La niñera de Lizzie era la hija de un jefe de las
Highlands? Se había casado muy por debajo de su posición para aceptar la mano de
un simple guardia.
—El cabecilla no se tomó bien mi negativa—, continuó Alys. —Esperaba
vengarse humillando a mi padre y a mi esposo y forzándolos a entrar en una guerra
que habrían perdido. Yo era su medio de venganza.
Annie sabía exactamente a qué se refería y no sabía qué decir. Fuego cruzado. —
Lo siento.
Alys apartó la disculpa con un gesto. —Fue hace mucho tiempo. Los años de
felicidad que he tenido desde entonces superan con creces el horror de lo que me
hizo ese hombre. Por eso estoy aquí.
Annie frunció el ceño. —No lo entiendo.
Alys pareció dejar de lado su reticencia de una vez por todas y la miró
directamente a los ojos. —Si ese hombre te ama tanto como creo que lo hace y tú aún
lo amas, tienes que intentar superar esto. No sacrifiques tu felicidad futura por el
dolor de hoy. No dejes que esos hombres te quiten la felicidad que mereces.
Annie trató de no erizarse. —No lo entiendes. No es tan sencillo.
—Tienes razón. No conozco todos los hechos, pero sí sé cómo te sientes ahora
mismo, y puedo decirte que no siempre será así. Mejorará, sobre todo si tienes un
hombre al que amas que te ayude.
¿Pero no acababa ella de comprobar que las cosas ya no eran iguales? —No lo
amo, al menos ya no.

53
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

—¿Estás segura de eso?


Alys dejó que la pregunta pendiera allí por un momento antes de ponerse de
pie. —Ya he interferido bastante. Pero nunca me habría perdonado si me hubiera
quedado callada cuando podría haber evitado una segunda tragedia. — Hizo una
pausa, pareciendo avergonzada. —Te agradecería que no dijeras nada de lo que te
he contado. Nadie lo sabe.
—Por supuesto—, dijo Annie. —Tuviste la suerte de evitar las habladurías y de
que no se filtrara la causa de la guerra.
—No hubo guerra—, dijo Alys en voz baja. —Nunca se lo dije a nadie.
Los ojos de Annie se abrieron de par en par. —¿Ni siquiera a tu esposo?
Alys negó con la cabeza. —Eso era lo que quería el hombre. Quería que Donnan
lo desafiara para poder matarlo.
—¿Y Donnan nunca se enteró?
—No. Incluso después de que el cabecilla muriera unos meses más tarde -creo
que comió algo que no le sentó bien- tenía miedo de decírselo.
—¿Por qué? La amenaza había desaparecido.
—No estaba segura...— Su voz se apagó, y parecía estar muy lejos. Después de
unos momentos, la mujer mayor sonrió con nostalgia. —No fui tan afortunada como
tú.
¿Yo, afortunada? —¿Qué quieres decir?
—Los guerreros de las Highlands son un grupo orgulloso. Tu Niall sabe lo que
te hicieron esos hombres y no le importa. Todavía te ama y te desea. Yo no estaba
segura de que, si mi Donnan se enteraba, podría volver a mirarme igual.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Capítulo Cuatro
Alys le había dado a Annie mucho en qué pensar. Más de lo que ella quería, en
realidad. Estaba asombrada de que la mujer mayor se hubiera guardado algo así
para sí misma durante todos estos años.
Por primera vez, Annie se dio cuenta de lo afortunada que era por tener una
familia y unos amigos que la querían, la apoyaban y se preocupaban por ella, aunque
sus “atenciones” a veces la volvieran medio loca.
Podía estar tan sola como lo había estado Alys.
Esa noche, durante la cena, Annie no pudo evitar observar a la criada de Lizzie
con su esposo. Sospechaba que Alys se equivocaba en una cosa: su marido no habría
dejado de amarla si lo hubiera sabido. Era evidente que Donnan Campbell adoraba
a su esposa. Annie podía ver el amor en sus ojos cuando miraba a Alys incluso desde
la mitad de la habitación.
Annie sólo podía esperar que algún día alguien la mirara así.
Alguien ya lo hacía.
Apartó ese pensamiento inoportuno, pero no era la primera vez que pensaba en
la forma en que Niall la había mirado ayer.
No sabía qué esperar. ¿Compasión, tal vez? ¿Culpa? Como mínimo, pensó que
la miraría de otra manera.
Pero Niall la miraba de la misma manera que siempre lo había hecho, excepto
que tal vez con más intensidad. Quiso atribuirlo al cambio en el propio Niall -sin
duda era mucho más intenso-, pero sabía que había algo más. Sus ojos se habían
fijado en ella como si estuviera hambriento de verla. Como si ella significara algo
“todo” para él. Como si su perdón fuera lo más importante del mundo para él.
Como si los últimos dos años no hubieran ocurrido.
Él todavía la deseaba. Y tal vez eso la había sorprendido un poco. La mayoría de
los hombres no lo harían después de lo que le habían hecho. Incluso si se daban
cuenta de que no era su culpa, ella estaba de alguna manera manchada. Impura.
Mancillada. La indignidad de eso era una injusticia más impuesta sobre ella.
Pero él no podía mirarla así. No después de humillarla y romperle el corazón.
—No puedo casarme contigo.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

El recuerdo se grabó para siempre en su conciencia de la forma en que sólo una


humillación que le erizaba la piel podía hacerlo. No importaba lo que Niall dijera
ahora, Annie no le creía. Las acciones eran las que le importaban, y si Niall la hubiera
amado de verdad, nunca habría sido capaz de herirla así.
La culpa era, obviamente, un poderoso motivador.
Además, ella lo había superado. Ayer lo había demostrado. Puede que él aún la
deseara, pero ella ya no lo deseaba.
Era natural que sus pensamientos volvieran a ayer y que siguiera visualizando
todos los cambios en él. Desde luego, no importaba -ni era de su incumbencia- cómo
se había hecho todas esas nuevas cicatrices. ¿Y qué importaba que su pelo oscuro
fuera más largo y que no pareciera afeitarse muy a menudo? ¿Y qué podía importar
que sus brazos tuvieran cinco centímetros más de músculo?
Ese tipo de detalles ya no le interesaban.
Tuvo que recordárselo a sí misma varias veces después de desayunar mientras
esperaba a Robbie en su improvisado patio de prácticas cerca de los establos. Pasó
el tiempo lanzando su cuchillo de madera a una estera de paja enrollada en forma
de tolva que había sido atada a un poste para que los escuderos practicaran el tiro
con arco. Su cuchillo de práctica no se clavaba como un cuchillo de verdad, pero era
divertido ver lo cerca que podía llegar al centro de los círculos concéntricos pintados
a toda prisa.
Muy cerca. De hecho, dos veces envió la punta de la hoja muy cerca del centro.
Estaba a punto de ir a por la tercera cuando empezó a oír un fuerte zumbido que
pasaba por delante de su cabeza a la izquierda. Le siguió un fuerte golpe cuando la
hoja se clavó en el centro exacto de la tela.
Se dio la vuelta, con la intención de regañar a Robbie por haberla sorprendido y
por haber llegado tarde, pero se detuvo (o quizás se congeló fue la mejor palabra)
cuando vio al hombre que estaba de pie a unos seis metros detrás de ella. El hombre
que no era Robbie.
—Lanzas bien—, dijo él, acortando la distancia entre ellos en unas largas
zancadas.
Su boca se frunció en una fina línea. No por su tono, que era más bien natural,
sino por su presencia.
—Pensé que te había dicho que te fueras
Él ignoró su actitud decididamente desagradable. —Tu puntería sería más
consistente si llevaras la mano más arriba de la oreja con la hoja apuntando hacia

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

atrás. Pero tu trayectoria es buena. Y pones tu peso en ello. El joven MacGregor te


enseñó bien.
—Robbie no me enseñó. Empecé a hacerlo por mi cuenta para pasar el tiempo.
Como los escuderos—, añadió ella.
Él asintió como si eso tuviera sentido. Pero antes de que él pudiera responder e
intentar distraerla de nuevo, que sin duda era lo que estaba haciendo al intrigarla
casi con elogios e instrucciones, ella volvió a deslizar el cuchillo de práctica en la
vaina que Robbie había confeccionado para ella en su muslo. Si notó la forma en que
su mirada se dirigió a su pierna y se detuvo, no lo demostró. El calor en las mejillas
de ella era claramente del sol.
Cruzó los brazos frente a su pecho con impaciencia. —¿Por qué estás aquí, Niall?
La miró a los ojos, penetrando en lugares que no le correspondían. Lugares
profundos. Lugares enterrados. —Tú sabes por qué.
¿Su voz siempre había sido tan rica y ronca? ¿Así de cálida y seductora? ¿Como
si pudiera envolverla como un suave plaid?
Si.
Solía hacer que le picara la piel y hacer que escalofríos recorrieran su columna
vertebral. Incluso ahora sentía un cosquilleo en la nuca y los vellos de sus brazos
parecían erizarse.
Ella frunció el ceño, aunque no sabía si a él o a ella misma. —Y cómo te dije ayer,
es imposible.
Era muy tarde.
—Pruébalo.
Ella parpadeó con los ojos muy abiertos más de una vez. —¿Qué?
—Dije que lo pruebes. Dame un mes. Si sigues sintiendo lo mismo, haré lo que
me pidas y te dejaré en paz.
Ella lo miró fijamente, escuchando lo que él no había dicho. —¿Para siempre?
Él vaciló. —Para siempre—, repitió asintiendo.

***

Niall esperaba saber lo que estaba haciendo. Nunca había sido un gran
apostador, pero estaba arriesgando todo en esto. Más le valía conocerla tan bien

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

como creía. Annie era testaruda, pero tampoco podía resistirse a un desafío,
especialmente cuando su orgullo estaba en juego.
Él sintió los ojos de ella escudriñando su cara y trató de no reaccionar ni mostrar
lo ansioso que estaba. Pero se preguntó si ella lo veía de todos modos. Ella parecía
adivinar lo que él intentaba hacer.
Ella negó con la cabeza. —No—. Y luego repitió con más fuerza: —No. No
cambiaré de opinión ni en un mes ni en un año.
—Entonces no tienes nada que perder—, insistió él. —Además, necesitas que
alguien te entrene si quieres aprender a defenderte con un cuchillo. Tirar al blanco
es divertido para practicar, pero no es nada que quieras hacer en un ataque real.
—¿Por qué?
—Sería raro que quisieras arrojar tu única arma.
Ella apretó sus bonitos labios, claramente enfadada consigo misma por dejar que
la distrajera hablando de entrenamiento. —No necesito tu ayuda. Tengo un
instructor.
Él podría haber sonreído. —Quieres decir que tenías un instructor.
Los vestigios de la antigua Annie volvieron cuando sus ojos brillaron con furia.
No debería alegrarle tanto, pero sintió los primeros destellos de esperanza
agitándose dentro de su pecho. —¿Qué le has hecho, Niall? Te juro que, si le haces
daño, me encargaré de que...
—No le hice nada—, le aseguró antes de que ella pudiera empezar a lanzar sus
amenazas.
Claramente, ella no le creyó. —Dime que Robbie no está en algún lugar atado o
encerrado en algún sótano curando sus heridas.
Su boca se curvó muy lentamente. —Yo no haría algo así.
Ella presionó un dedo en su pecho y lo golpeó sin darse cuenta de lo que estaba
haciendo. —Harías algo mucho peor. Sé exactamente de qué clase de trucos sucios
eres capaz. Tú y mi hermano siempre estaban causando problemas.
Ella se detuvo de repente, retirando la mano y dejándola caer. El horror llenó su
mirada e hizo que su pecho se apretara.
—Yo también lo extraño, Annie—. La mirada de ella era austera y vacía, pero él
podía sentir su dolor. —Lo siento—, añadió.
Ella asintió y apartó la cara como si no quisiera que él viera su dolor cuando
todo lo que él quería hacer era quitárselo. Tuvo que resistir el impulso de acercarse

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

a ella, algo que nunca le había ocurrido antes. Ella siempre había agradecido su
contacto. Más que bienvenido. Se había deleitado en él como un gatito estirándose
al sol.
Pero él intuía que era demasiado pronto para ese tipo de intimidad y, lo que era
peor, que ella podría no aceptarlo.
Tenía que ser paciente. Pero ésa no era una virtud que le resultara natural, sobre
todo cuando entraba en conflicto con su desesperación por reforzar la conexión entre
ellos lo antes posible. Como en el siguiente minuto.
—Robbie está bien—, le aseguró. Ella le dirigió una mirada de reojo muy
sospechosa. —Al menos asumo que lo está, ya que no lo he visto desde que se fue
esta mañana.
Los ojos de ella se entrecerraron. —¿Adónde se fue tan repentinamente, y por
qué me entero de esto ahora?
Niall se encogió de hombros. —No lo sé. Tendrás que preguntarle a tu hermano.
Pero creo que se ofreció a llevar algo de plata a tus compañeros de clan en Molach—
. Hizo una pausa. —Sospecho que estaba ansioso por estar fuera unos días.
Ella no pudo ocultar su decepción. —No lo entiendo. ¿Por qué iba a estar ansioso
por irse?
Niall arqueó la ceja. —¿No se te ocurre una razón?
El rubor rosado que subió a las mejillas de ella sugería que sí podía. —Fue un
malentendido. Robbie lo sabe.
—Estoy seguro de que lo sabe. Al igual que tú sabes cuál es el verdadero
problema—. Ella bajó la mirada, ocultando su incomodidad quitándose la
inexistente suciedad del leine. Él dudó, pero aprovechó la oportunidad y se acercó
para levantarle la barbilla con el dorso del dedo. Ella no se inmutó, lo que le pareció
una gran victoria. —Sabes que no puedes seguir practicando con el muchacho. No
es justo para él.
Ella se apartó. Tal vez porque se dio cuenta de que la estaba tocando o porque
no le gustó lo que dijo.
Pero él demostró que la conocía bien cuando, en lugar de objetar, ella se limitó
a cerrar la boca con la expresión molesta que él recordaba. Después de un momento
de reflexión, ella lo miró con desprecio. —No es un muchacho. Y no es asunto tuyo.
Y como un infierno que lo era. El único hombre con el que ella iba a revolcarse
en la tierra era él, aunque tuviera que inutilizar temporalmente a todos los guardias

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

del castillo. Pero en lugar de señalarlo, sonrió. —Creía que estabas interesada en
aprender a defenderte.
Ella levantó la barbilla desafiantemente. —Lo estoy.
—¿Tienes otro instructor en mente?
—Estoy segura de que puedo encontrar a alguien.
—Aunque puedas, no será tan bueno como yo.
—Veo que sigues siendo arrogante.
Él se encogió de hombros. —No es arrogancia cuando es la verdad. Pregúntale
a cualquiera.
—No necesito hacerlo.
Él sonrió. —Has estado escuchando historias sobre mí, ¿verdad?
Ella resopló. —Me refería a que tu habilidad no importa, ya que no me vas a
instruir en nada.
Él se encogió de hombros como si eso no importara. —Depende de ti. Pero
tendré que encontrar otra forma de entretenerme durante el próximo mes.
—No estoy de acuerdo con eso.
—Pensé que habías dicho que no importaría “si era un mes o un año”.
—No importaría.
—¿Entonces cuál es el problema?
Su frustración obviamente la estaba afectando, ya que él pensó que ella podría
haber pataleado. —Eres un forajido, para empezar. ¿Y si alguien descubre que estás
aquí?
La boca de él se curvó en una media sonrisa. —La costumbre de la hospitalidad
de las Highlands va en ambos sentidos. Y los guardias Campbell creen que soy un
Murray.
—¿Así que manipulaste a mi hermano para que te dejara quedarte aquí con la
culpa de lo que pasó con tu padre?
Lo habría hecho si hubiera tenido que hacerlo. —Simplemente le pedí refugio
temporal, y me lo concedió.
—¡Porque sabías que no podía negarse!
Se encogió de hombros como si la distinción no le supusiera ninguna diferencia:
no la había. —Si tu único problema es la preocupación por mí, ¿por qué no aceptas?

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Puedes demostrarme que se acabó y tener a uno de los mejores instructores de las
Highlands a tu disposición durante las próximas cuatro semanas.
Creyó detectar el más mínimo atisbo de posibilidad en sus ojos. Pero su Annie
era una muchacha obstinada.
Sus ojos eran tan ardientes como para encender un fuego. —No estoy
preocupada por ti, y no necesito demostrar nada.
—Tal vez no, pero ¿tienes tantos hombres haciendo fila para enseñarte a luchar
con un cuchillo que puedes permitirte rechazar a uno que está aquí mismo y
dispuesto a ayudar?
Por la vacilación de sus ojos, pudo ver que había dado en el clavo. Pero no
presionó su ventaja. No lo necesitaba. Ella entraría en razón por sí misma.
Paciencia.

***

Annie resistió tres días. No había sido consciente de lo mucho que había llegado
a esperar las sesiones de entrenamiento con Robbie, pero ahora que se habían ido,
se sentía inquieta. Las mañanas de actividad y ejercicio al aire libre hacían que los
días sin eso que seguían en el castillo le parecieran asfixiantes y restrictivos. Se sentía
como si hubiera estado encerrada en un armario.
Por supuesto, podría haber salido del castillo, pero él estaba allí. Burlándose de
ella, el desgraciado. Sabía que no era un error que Niall entrenara con su hermano y
sus guardias a la vista de cualquier lugar en el que se encontrara. Ya no podía tejer
o bordar cerca de una ventana sin oír el estruendo del acero contra el acero cuando
los hombres se enfrentaban en varias zonas del barmkin. El estruendo de su risa o la
profunda resonancia de su voz la seguían a todas partes.
Incluso su sobrino conspiraba contra ella. Últimamente Iain lloraba mucho, y
Lizzie descubrió que se calmaba cuando lo acercaba a la puerta o a la ventana del
gran salón para ver a su padre practicar. Pensó que era el ruido o el destello de las
espadas y los hombres lo que lo distraía.
Y sí que era distractor. Y exasperante. Annie sabía que Niall la estaba
manipulando ofreciéndole algo que resultara demasiado tentador para rechazarlo.
Intentó rodearlo buscando a otra persona, pero bien podría haber estado pidiendo
ayuda para limpiar un pozo negro. Esa fue la reacción que obtuvo de los hombres
de su hermano, que estaban todos “demasiado ocupados”. Su hermano sólo le dijo

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

que dejara de ser tan terca y aceptara la oferta de Niall - ¿no se daba cuenta del honor
que suponía? - o que esperara a que Robbie regresara.
Pero Niall también había tenido razón en eso. Ella había sabido, incluso antes de
que él hiciera su oferta de regalo de Troya, que no podía seguir entrenando con
Robbie. No era justo utilizarlo así cuando sabía que sus sentimientos por ella no
habían cambiado.
A Niall, sin embargo, no tenía ningún reparo en utilizarlo. Ella hablaba en serio
cuando le dijo que un mes no haría ninguna diferencia. Si él salía herido al final,
sería por su propia culpa.
Estaba lo suficientemente enfadada por su manipulación como para admitir que
incluso podría estar deseando que llegara ese momento.
El miércoles por la mañana, cruzó el patio hasta donde su torturador lanzaba
perezosamente cuchillos al blanco desde una distancia obscena con un grado de
precisión espantoso. Era casi como si él supiera que ella iba a venir y la estuviera
esperando. Una mirada cómplice o una sonrisa de “te tengo” y ella habría girado
sobre sus talones y se habría alejado. Pero quizás él había madurado en los últimos
años. Aunque ella sabía que él se sentía así por dentro, su expresión era vacía.
Se detuvo cuando estaba a pocos metros de él. Algo golpeó contra sus costillas
y tuvo la horrible sospecha de que era su corazón. No latía como solía hacerlo, con
excitación y anticipación, sino con algo más preocupante. Era una profundidad de
conciencia que caía en su lugar y que a ella no le gustaba.
Debe ser porque está muy cambiado, se dijo a sí misma. No se trataba sólo de
los músculos o de su tamaño -ahora era casi tan grande como Patrick- o de las
cicatrices y líneas de su rostro. Era el aura que lo rodeaba. Él se había vuelto
formidable.
El chico pícaro se había convertido en un hombre imponente. No estaba segura
de que le gustara, pero no había nada que pudiera hacer al respecto. Lo hecho, hecho
está. Ella, mejor que nadie, lo sabía.
—Una semana—, dijo. —Te daré una semana, y si quiero que te vayas, me
prometerás que te irás.
—Dos—, dijo él pétreamente.
—Esto no es una negociación, Niall. Tú y yo sabemos que, si voy con mi
hermano, serás escoltado fuera de aquí por la punta de su espada, hospitalidad de
las Highlands o no—. Él no discutió con ella. —Una semana—, repitió ella.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Él la consideró por un momento, teniendo especial cuidado en hacerle saber que


había notado su atuendo. —Muy bien, pero confío lo suficiente en mis habilidades
como para saber que al final de la semana querrás más—. A ella no se le escapó lo
sugerente de sus palabras, y él sonrió. —Querrás más de mis habilidades de
entrenamiento. A menos, claro, que me pidas que me vaya por otra razón.
—¿Qué otra razón?
Él se encogió de hombros, pero ella sabía exactamente a qué se refería. Pensó
que ella huiría asustada porque no lo había superado como quería. Bueno, estaba
completamente equivocado en eso.
—Estoy aceptando que me entrenes durante una semana, Niall, nada más. Lo
entiendes, ¿verdad?
—Perfectamente.
Ella no le creyó.
—Bien. — Ella olfateó el aire. ¿Qué era ese maldito olor? Parecía estar flotando
a su alrededor como un baño caliente y embriagador.
—¿Te has revolcado en agujas de pino o algo así?
Él arqueó una ceja. No había nada perverso en ello, pero de alguna manera era
exactamente eso. —Es mi jabón. Te encantaba el olor de los bosques.
No necesitó decir nada sobre las ramitas de abedul invernales en su aliento que
ella también olía. Él sabía exactamente cuánto le gustaba eso también.
—No funcionará, Niall. He cambiado.
—Todos hemos cambiado, Annie. No eres la única que ha sufrido los dos
últimos años.
Annie sintió una fuerte punzada de conciencia. Parte de su rabia y de su enfado
con él se disipó. Él tenía razón. Debería haber dicho algo antes. —Siento lo de tu
padre y tu hermano. Me gustaba Malcolm. Siempre fue amable conmigo.
Niall apartó la mirada, en silencio durante un momento, como si los recuerdos
fueran demasiado para él. Finalmente, se volvió hacia ella con un movimiento
brusco de cabeza. —Él sabía lo que yo sentía por ti. Quizá mejor que yo mismo. Los
echo de menos a los dos.
De repente comprendió. Algo en lo que no había querido pensar, pero ahora que
ella estaba aquí, de pie ante él, no podía dejarlo pasar. —Entendería que culparas a
mi clan por sus muertes. Sé que murieron protegiendo a mis parientes que se habían
refugiado en tu tierra.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Su boca cayó en una línea dura hasta que aparecieron pequeñas líneas blancas
alrededor de sus labios. —Sólo había una persona a la que culpar por lo que le
ocurrió a mi familia, y fue Colin Campbell—. Prácticamente escupió el nombre. —
Tenía más de una razón para verlo muerto.
Sus miradas se sostuvieron, y por primera vez en mucho tiempo, Annie sintió
como si alguien comprendiera su odio y no tuviera que rehuirlo.
No estaba preparada para perdonarlo por completo por haberle quitado su
venganza, pero tal vez podía entender por qué lo había hecho. Su necesidad era tan
poderosa como la de ella. Pero algo tenía que quedar claro.
—Quiero que me prometas que tus días como mi vengador personal han
terminado. Cualquier justicia que se imparta en mi nombre la decidiré yo—. Él
parecía dispuesto a discutir, pero ella lo detuvo. —Lo digo en serio, Niall. Ya has
hecho suficiente. ¿Lo prometes?
Su boca se apretó en una línea tensa y sombría, y sus ojos se oscurecieron. Ella
pudo ver que él no quería aceptar, pero obviamente leyó su determinación y
finalmente asintió.
Annie sonrió. —¿Empezamos entonces?
—¿Si estás preparada?
Ella lo estaba. No podía esperar a empezar de nuevo.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Capítulo Cinco
Empezar de nuevo era exactamente lo que ocurrió. Volvieron al principio. Y si
Annie pensaba que Robbie era metódico y lento para llegar a lo bueno, Niall lo era
aún más.
Durante los siguientes días, repitieron las mismas lecciones básicas que ella
había recibido de Robbie con un detalle aún más intenso. Mientras Robbie la
obligaba a hacer algo una docena de veces, Niall la obligaba a hacerlo dos docenas
de veces antes de que pudiera pasar al siguiente paso.
Cinco días más tarde, seguía utilizando el maldito cuchillo de madera, y ahora
no sólo sabía sacarlo con la mano derecha -y sujetar la empuñadura de diversas
maneras- sino que también podía hacerlo con la izquierda.
Aunque al principio desconfiaba de los motivos de Niall para acceder a
entrenarla, la cautela de Annie se fue relajando tras los primeros días de instrucción.
Era evidente que se tomaba el entrenamiento, incluso el de una mujer, muy en serio.
No era cruel ni excesivamente duro, pero tampoco era especialmente indulgente
o comprensivo con sus errores. Mientras que Robbie había sido tímido y paciente
hasta un punto doloroso, Niall era serio -incluso severo a veces- y exigente. No
admitía excusas ni ofrecía tregua. A veces se preguntaba si había olvidado que ella
era una mujer.
Annie amaba cada momento. Era exactamente lo que ella necesitaba. No quería
que la mimaran ni la trataran como una flor delicada. La actitud de Niall era
refrescante. Y el desafío del entrenamiento la vigorizaba. No sólo le daba algo que
hacer, algo que le parecía importante, sino que también la hacía sentir fuerte.
Se había sentido tan impotente cuando aquellos hombres la atacaron. Aprender
a usar un cuchillo le hacía sentir que estaba recuperando parte de su poder.
Aunque no podía estar segura -la expresión de Niall era tan frustrantemente
ilegible-, pensó que su duro trabajo y su mejora en las habilidades lo habían
impresionado. Al principio, él había parecido seguirle la corriente exactamente, pero
con cada día que pasaba, parecía que no sólo se sentía más cómodo con la idea, sino
que la había aceptado.
Tal vez demasiado.
En la mañana de su sexto día de práctica, le dio una nueva instrucción.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Ella lo miró sin comprender y parpadeó un par de veces. —¿Qué quieres que
haga?
—Corre por el barmkin durante un cuarto de hora más o menos para entrar en
calor.
Annie había corrido por los páramos y las cañadas de Glenlyon cuando era niña,
pero de eso hacía ya algún tiempo. Un cuarto de hora sonaba a mucho tiempo. —Ya
he entrado en calor—, dijo. —Va a ser otro hermoso día, y he venido temprano para
practicar esa técnica que me enseñaste ayer para lanzar el cuchillo al blanco con giro.
Es mejor para combatir, ¿no?
Ella se equivocó a propósito, pero él no se distrajo fácilmente. —Sin giro. Ahora
ponte a correr, Annie.
Ella hizo una mueca. —¿Qué tiene que ver correr con saber usar un cuchillo?
Él frunció el ceño como si no estuviera acostumbrado a dar explicaciones y no
estuviera disfrutando especialmente de la experiencia. —Mejorará tu resistencia y te
hará más fuerte.
—Ya soy fuerte.
—Para una muchacha, tal vez—. Él sabía perfectamente lo mucho que ella
odiaría eso. —Pero incluso mi escudero más débil puede correr durante una hora
sin problemas—. Se encogió de hombros. —Si no puedes soportarlo...
Ella murmuró una maldición en voz baja y lo interrumpió. —No he dicho que
no pueda soportarlo.
—Bien. Entonces ponte en marcha. Yo te diré cuándo parar.
La primera vuelta al patio no fue tan mala. La segunda vez, ella respiraba con
dificultad. Para la tercera, cuarta y quinta, estaba realmente preocupada, y para la
sexta, pensó que iba a morir. Afortunadamente, se ahorró la humillación de
arrastrarse durante la séptima vez cuando Niall -desde su posición tumbado sin
hacer nada en un fardo de heno, no obstante- le dijo que se detuviera.
Sudando, resoplando y, sin duda, con la cara roja, se arrastró hasta donde él
estaba tumbado a la sombra, con un aspecto perfectamente fresco, limpio y sin
esfuerzo. Como de costumbre, su expresión no delataba nada, pero sus ojos azules
estaban sospechosamente brillantes, como si estuviera conteniendo la risa.
Los ojos de ella se entrecerraron. —¿No necesitas “calentar” también?
—Me levanté temprano con algunos de los hombres de tu hermano y fui a
explorar Ben Vorlich.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

—¿Quieres decir que has estado escalando montañas toda la mañana y


pareces...?
Él sonrió. —¿Qué parezco?
—Nada—, refunfuñó ella, cerrando la boca de golpe. Sabía perfectamente su
aspecto.
—Y estaba corriendo—, corrigió. —No escalando. Yo también necesito ponerme
más fuerte.
Inconscientemente, sus ojos bajaron a los brazos y al pecho de él, captando cada
centímetro de esa fuerza. No parecía que necesitara más.
Se sonrojó cuando se dio cuenta de lo que él había hecho -la engañó para que
mirara su cuerpo- y rápidamente regresó su mirada a su rostro, donde había que
admitir que no era mucho más seguro.
Enfadada consigo misma por haber caído en su estratagema, espetó: —¿Vamos
a ponernos a trabajar entonces?
Él se levantó y se inclinó con una exagerada floritura. —Estoy a sus órdenes,
milady.
Pero, por desgracia, durante las siguientes horas fue lo contrario, y ella estuvo a
sus órdenes mientras él gritaba instrucciones.
—Atácame de nuevo—, dijo él por tercera vez. —Sigues dudando. Tienes que
ser rápida y decidida y aprovechar el elemento sorpresa. No se trata de que te
enfrentes a un oponente en una pelea de cuchillos. Se trata de que utilices tu cuchillo
para aprovechar una oportunidad para escapar o para matar a alguien que te está
amenazando—. Su expresión era más grave y seria que en toda la semana. Sus ojos
se clavaron en ella al escudriñar su rostro. —Entiendes lo que estamos haciendo
aquí, ¿verdad, Annie? Si sacas un arma, tienes que estar preparada para usarla. Tu
objetivo es infligir todo el daño que puedas con un solo golpe. Puede que sólo tengas
una oportunidad, así que tienes que hacerla valer. Si no puedes hacerlo, estamos
perdiendo el tiempo.
El matiz de decepción en su voz hizo que algo en su pecho se estrechara. —Lo
estoy intentando, pero...
—¿Pero qué?
—No quiero hacerte daño.
Él sonrió.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Al no entenderlo, ella se erizó. —¿Por qué sonríes? ¿Es tan difícil concebir que
yo pueda hacer una muesca en esa armadura de acero que tienes?
Su sonrisa se hizo más profunda. —En absoluto. Ese es el objetivo. Cuando
puedas clavarme esa cuchilla, sabré que he hecho mi trabajo.
Los guerreros de las Highlands eran criaturas extrañas. —Entonces, ¿quieres
que te haga daño?
Asintió con la cabeza.
Ella sonrió dulcemente. —¿Entonces no deberíamos usar una cuchilla de acero?
Podré hacer mucho más daño.
Él se rió. —Buen intento, asesina. Cambiaremos a una hoja de verdad cuando
me asegure de que no te vas a cortar un dedo accidentalmente.
Ella volvió a abalanzarse sobre él, esta vez con un propósito, esperando
sorprenderlo desprevenido. Pero había algo que estaba aprendiendo de Niall.
Siempre estaba preparado y listo para el ataque, incluso cuando parecía que no
estaba prestando atención. Había una atención en él que no había existido antes.
Supuso que se debía a todos los meses que había pasado huyendo de la persecución
de los Campbell.
Sintió una punzada en el pecho que podía ser de preocupación y la apartó. Un
mes o un año, se recordó a sí misma, pero ¡maldita sea, sólo habían pasado seis días!
Estar con Niall siempre había sido tan fácil. Muchas cosas habían cambiado, pero
eso no.
Niall bloqueó su ataque con facilidad. Deslizándose hacia un lado, agarró la
mano que sostenía la hoja y le retorció el brazo por la espalda hasta que quedó
inmovilizada contra él.
El contacto hizo que ella se congelara, y el cuchillo cayó de su mano.

***

Niall maldijo para sus adentros. Sus movimientos habían sido instintivos.
Cuando había visto que el cuchillo se acercaba a él, simplemente había reaccionado.
Ella lo había sorprendido, y no por primera vez, aunque nunca se lo diría. No
quería que sus elogios se le subieran a la cabeza y que se confiara.
La idea de que ella llegara a clavarle un cuchillo a alguien todavía lo llenaba de
un temor enfermizo, casi vomitivo. Pero tuvo que admitir que ella no carecía de

68
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

cierta habilidad natural. ¿Quién iba a pensar que una muchacha podía aprender a
luchar? Se había ofrecido a instruirla únicamente como medio para conseguir un fin.
Su propio fin. Para ganar su perdón. No había esperado que se lo tomaría en serio.
Había descartado los comentarios de Patrick sobre su habilidad como un
prejuicio fraternal y una exageración. Por supuesto, Niall sabía por algunas de sus
peleas y juegos de la infancia que, al igual que sus hermanos, Annie era
anormalmente fuerte para su tamaño.
Pero seguía siendo una muchacha de tamaño relativamente pequeño. Después de
lo que le había ocurrido, su aspecto era aún más delicado. La suave redondez de su
infancia había desaparecido. Era demasiado delgada, lo que hacía que su fuerza
fuera aún más inesperada. Pero eso le serviría si -Dios no lo quiera- alguna vez
tuviera que luchar. Era una ventaja ser subestimado por tu oponente.
Aunque carecía de la rapidez y la experiencia que dan los años de práctica, sus
instintos eran buenos, como acababa de demostrar. Ahora ella estaba apretada
contra su pecho, y él respiraba la peligrosa mezcla de sol y el jabón de lavanda de su
sedoso y oscuro cabello.
Había intentado ser paciente. Mantener la distancia y no querer empujarla a algo
para lo que no estuviera preparada. Como este tipo de cercanía en la que sus cuerpos
se tocaban, y él podía sentir cada una de las dulces curvas que había estado tratando
de no notar los últimos seis días en plenitud y placentero alivio.
Jesús.
La conciencia lo golpeó con fuerza, hundiéndose en él como un peso. Sus
sentidos estaban aturdidos por la sensación, el olor y el sonido de su respiración
agitada. Prácticamente podía saborearla en sus labios. El recuerdo del único beso
que habían compartido volvió a él en un torrente caliente y pesado.
Hizo que sus rodillas se debilitaran y que su determinación flaqueara.
Habría encontrado la fuerza para resistir la feroz atracción que lo invadía si
hubiera pensado que ella podría estar asustada. Pero no lo estaba. Tal vez estaba
aturdida, pero no asustada ni en modo alguno aterrada.
Ella lo miró, sus ojos nadando en confusión, sus labios abiertos en una invitación
inocente, y maldita sea, eso era más de lo que él podía soportar. La amaba tanto, y
durante dos años había soñado con estar de nuevo en esta posición, sólo que esta
vez lo haría bien.
Le soltó el brazo, que no había sujetado con mucha fuerza, bajó la cabeza y
cubrió su boca con la suya.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Al sentir su primer sabor, él gimió. La dulzura de la miel caliente lo envolvió


con hambre y anhelo. Sus recuerdos no habían sido exagerados. Esto era... ella era...
perfecta.
Durante un precioso instante, sintió que ella se ablandaba. La sintió sucumbir a
la pasión que había surgido entre ellos tan instantáneamente la última vez.
Pero tal vez él fue demasiado entusiasta. Demasiado optimista. Tal vez pensó
tontamente que podría rectificar todo lo que había pasado entre ellos con un beso.
Sea lo que sea, se equivocó y fue demasiado rápido. Su intento de estrecharla
entre sus brazos y profundizar el beso provocó lo mismo que había intentado evitar.
Ella lo empujó. —¡Detente! — Ella lo miró con furia, apretando los puños. —
¿Qué crees que estás haciendo?
Era bastante obvio lo que estaba haciendo, pero él sabía que ella no se refería
sólo al beso. Había metido la pata. Otra vez.
Pero, gracias a Dios, era la ira la que se reflejaba en sus ojos y no el miedo. Él se
habría ensartado con ese maldito cuchillo de madera del que ella no paraba de
quejarse si hubiera pensado que la había asustado.
—Lo siento—, dijo, arrastrando los dedos por su pelo, que se había deslizado
hacia delante cuando la había besado. —No era mi intención que esto sucediera. Lo
último que quiero hacer es apresurarte.
—¿Apresurarme? — La indignación se volvió contra él. —¿Es eso lo que crees
que está pasando aquí? ¿Estás esperando tu momento hasta que sucumba a los
increíbles e irresistibles encantos de Niall Lamont? ¿No has oído nada de lo que he
dicho?
Ahora no era la única que estaba enfadada. La frustración contenida de Niall lo
alcanzó de golpe. —He escuchado cada palabra que has dicho. Llevo dos malditos
años esperando a que vuelvas a hablarme. ¿Crees que podría olvidar algo de eso?
Pero debería haber sabido que serías innecesariamente terca. Has sido así desde que
te conozco, y lo que sea que haya cambiado, eso es seguro como el infierno que no
lo ha hecho.
Ella se sonrojó y enderezó la columna vertebral como si pudiera abarcar los casi
treinta centímetros que separaban sus alturas. —¿Innecesariamente? ¿Qué quieres
decir con eso? ¿Crees que no conozco mi propia mente? Y si mis defectos te molestan
tanto, ¿por qué estás aquí?
—No he dicho que sea un defecto—, aunque sin duda le molestaba ahora
mismo. —Dije que es lo que eres. Como tus hermanos y la mayoría de tus

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

compañeros de clan, eres terca, tenaz, ruda y leal. Eres una luchadora y una
superviviente incluso cuando las probabilidades están en tu contra. Eres toda una
MacGregor, y por eso estoy aquí. Porque sé que, no importa cuánto daño te hagan o
el infierno que hayas sufrido a manos de esos bastardos, eres demasiado
condenadamente testaruda para renunciar. Sé que la chica que me dio su corazón es
demasiado leal como para arrebatármelo por muy imbécil que yo haya sido o por
mucho que me lo merezca.
Él bajó la voz, dándose cuenta de que no necesitaba gritar más. Ella
definitivamente estaba escuchando, pendiente de cada palabra, de hecho. Ella
parpadeó hacia él, y él no pensó que fuera el sol en sus ojos lo que los hacía brillar.
Por primera vez, parecía que él había penetrado la coraza de hierro que ella había
levantado alrededor de su corazón.
—Sé que la mujer que ha estado aquí practicando los mismos ejercicios una y
otra vez durante días con un cuchillo de madera es tenaz y no va a rendirse por
mucho que intente matarla de aburrimiento.
Probablemente debería haber desistido mientras hablaba y no haber añadido esa
última parte. La emoción floreciente en sus ojos era mucho más difícil de ver a través
de su mirada repentinamente entrecerrada.
—¡Por los dientes de Dios, debería haber sabido que pasaba algo! ¿Se les ocurrió
esto a ti y a mi hermano juntos, o fue tu brillante idea entrenarme a ese ritmo de
caracol?
—Tu hermano no tuvo nada que ver. Pero yo no lo llamaría realmente una
“idea”.
Olvidando que acababa de empujarlo unos momentos antes, ella se acercó a él,
cara a cara. —Oh, sí, ¿entonces cómo lo llamarías?
Él hizo una pequeña mueca de vergüenza. —¿Ser cuidadoso?
Sus ojos eran tan estrechos que se habían convertido en dos puntas afiladas. —
Y lo de correr esta mañana. ¿También fue “cuidadoso”?
Él hizo otra mueca y tuvo que luchar mucho para no reírse. Pero algunas cosas
nunca cambiaban; le encantaba verla enfadada. —Creo que dijiste algo sobre mí
corriendo una vez.
Él no creía haberla visto nunca tan enfadada. Parecía que estaba tratando de
pensar en las formas más dolorosas de matarlo. Se alegró de que el cuchillo de
madera siguiera en el suelo. Con mucha astucia, movió el pie para apoyarse en el
mango y sintió un chasquido.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

—Eres un déspota de la peor clase, Niall Lamont. ¿Qué clase de hombre se


desquita con una mujer que está bajo su control?
Él se rió en voz alta por eso. Ambos sabían lo ridícula que era esa caracterización.
Annie MacGregor nunca dejaría que ningún hombre la controlara. Que Dios se
apiade del pobre tonto que lo intentara.
—Oh, no. No puedes jugar al “ser más débil” cuando quieres, amor. No cuando
te estoy enseñando a clavarme un cuchillo. Y dos años es mucho tiempo para
hacerme esperar por ser un idiota. Pero el hecho de que me haya complacido un
poco no hace que lo que te pedí no sea importante. Correr te hará más fuerte y
mejorará tu resistencia.
Ella parecía marginalmente molesta. —Bueno, al menos estamos de acuerdo en
una cosa.
—¿En qué?
—En que eres un idiota.
—Era—, corrigió él. —Era un idiota. Debería haberme arrodillado después de
aquel beso en Dunvegan y pedirte que te casaras conmigo.
—Así que ahora que ya no puedes ser jefe, ¿soy lo suficientemente buena para
ti?
Todas las bromas quedaron a un lado. Estaba muy serio cuando respondió. —
Nunca quise ser jefe, Annie. Ese puesto pertenecía a Malcolm, y ahora pertenece a
Brian. Pero siempre fuiste lo suficientemente buena para mí, y lamento si alguna vez
te hice sentir diferente. Pensé que estaba cumpliendo con mi deber. Yo era el
segundo hijo; se esperaba una alianza importante a través del matrimonio para
asegurar mi futuro y mejorar nuestro clan. Sabía que mi padre estaba tratando de
concertar una alianza con una heredera de los Gordon, y pensé que era mi deber
aceptarla. Pero olvidé algo importante.
—¿Qué? — Ella estaba haciendo todo lo posible para que pareciera que la
respuesta no era importante para ella, pero él podía sentir que lo era.
—Olvidé lo mucho que mi padre adoraba a mi madre. Él habría entendido si le
hubiera dicho que te amaba y que quería casarme contigo—. Se arriesgó y se inclinó
para tomar su pequeña barbilla con los dedos. No quería que ella pudiera apartar la
mirada. Quería que ella supiera que cada palabra que decía era en serio. —Lo que
teníamos era especial, y debería haberlo sabido, sobre todo después de ese beso.
Sus palabras parecían ser penetrantes hasta que dijo la palabra beso. Una sombra
se proyectó sobre su mirada antes de que se cerrara por completo.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Ella se libró de su agarre y dio un paso atrás. —No funcionará, Niall. No importa
lo que digas. Lo que teníamos se ha ido, y no se puede recuperar con palabras
bonitas y disculpas.
Su frustración se apoderó de él. —¿Por qué demonios no se puede? Tal y como
yo lo veo, lo único que se interpone es tu maldito orgullo.
Ella se sonrojó. —Bueno, no lo ves todo.
Ella estaba siendo intratable ahora, y la frialdad de Niall se deslizó un poco más.
—Entonces, ¿por qué no me dices lo que supuestamente se me escapa?
Como nunca la había visto retorcerse las manos con tanta ansiedad, le llevó un
momento darse cuenta de que ya no estaba enfadada, sino molesta. —Ya no me
siento así, ¿de acuerdo? ¿No lo ves? No quiero... no puedo...
Se detuvo, las lágrimas llenaban sus ojos.
Niall se quedó quieto. De repente, lo vio. El dolor ardiente en su pecho sólo era
superado por la punzada en sus entrañas.
Si Colin Campbell o cualquiera de esos bastardos estuviera frente a él ahora
mismo, los destrozaría con sus propias manos. Miembro por maldito miembro.
—¿Ya no me deseas?
Sólo decir las palabras dolía. Dolía de una manera que nunca había imaginado.
En su pecho. En su corazón. En su alma. Ella lo había destrozado y dejado en
pedazos.
Ella sacudió la cabeza. —Lo siento, Niall.
Y antes de que él pudiera detenerla, se dio la vuelta y huyó por el barmkin hacia
el castillo.
Él no fue tras ella. Se deslizó hasta el suelo y se puso la cabeza entre las manos,
aturdido por el inesperado golpe y preguntándose por el inimaginable infierno por
el que debía haber pasado para hacerle perder algo que había sido una parte tan
vital de ella. Su pasión. Su pasión por él.
Jesús.
Por primera vez en su vida, Niall se preguntó si había un obstáculo frente a él
que podría ser demasiado alto para saltar.

***

73
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Ahora él le creía.
Una mirada al rostro devastado de Niall y Annie supo que él entendía la verdad.
Ella ya no lo deseaba. No deseaba a ningún hombre después de lo que esos horribles
hombres le habían hecho.
Pero si pensaba que obtendría algún tipo de satisfacción al herirlo de esa manera
-herirlo de la misma forma en que él la había herido a ella- se equivocaba. Al parecer,
era menos fría de lo que creía. Hacerle daño no la había hecho sentir mejor, sino
peor.
Mucho peor.
Ella sólo quería que él entendiera que lo que decía de que se había acabado era
en serio. Ahora lo entendía.
Si tan sólo pudiera dejar de imaginarse la cara de él. Bien podría haber tomado
una espada y cortarle las rodillas. El efecto habría sido el mismo. Su rostro se había
apagado. La confianza en sí mismo y la arrogancia de guerrero de un hombre que
siempre había sido admirado por hombres y mujeres por igual se habían
desvanecido. Parecía destrozado. Destruido. Como si ella hubiera derribado los
cimientos sobre los que él se sostenía.
Era lo que ella quería, ¿no? Que él la dejara en paz, que siguiera adelante como
lo había hecho ella.
Entonces, ¿por qué se sentía tan... horrible? Casi enferma. Como si su estómago
hubiera sido atado con miles de nudos y estuviera siendo jalado en múltiples
direcciones.
Casi esperaba verlo salir a caballo por la puerta del castillo y no mirar atrás. Si
miró por la ventana de su habitación de la torre más de una docena de veces ese día,
fue por eso.
Ella se preguntó si no habría visto su partida cuando no apareció para la comida
del mediodía, pero cuando su hermano la sorprendió mirando el lugar que Niall
solía ocupar en la mesa entre los guardias de su hermano, éste mencionó no muy
casualmente que Niall había ido al pueblo a hacer un recado.
El pueblo más cercano, Balquhidder, estaba a unas siete millas de distancia, así
que ella supuso que no tardaría mucho en llegar. Se abstuvo de preguntar por qué,
aunque la curiosidad la estaba matando.
Patrick sospechaba claramente de su interés, pero su exasperante sonrisa sugería
que la haría preguntar antes de decírselo.
Ella apretó los dientes. ¡Hermanos!

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Intentó las cosas habituales para mantenerse ocupada -leer un libro, trabajar en
el jardín, ayudar con el bebé Iain-, pero su mente no dejaba de rememorar aquella
mañana.
Había algo que la inquietaba, pero no sabía qué era. De alguna manera -
probablemente no por error- se encontró sentada junto a Alys mientras el bebé
dormía la siesta en la antesala del solar de Lizzie y Patrick. Su hermana de
matrimonio estaba en las cocinas repasando el menú semanal con la cocinera.
Se sentaron en silencio durante un rato antes de que Alys se aventurara a decir:
—¿Te preocupa algo, muchacha? Pareces distraída.
La mirada cómplice de la sirvienta se dirigió al bordado en el que se suponía
que Annie estaba trabajando y que estaba sin tocar en su regazo.
Annie se sonrojó y asintió.
—¿Pasó algo con Niall? Sé que has estado entrenando con él durante la última
semana.
Seis días... no es que estuviera contando. Mañana sería el séptimo día. La semana
había terminado, y ella podía decirle que se fuera. Que era exactamente lo que debía
hacer a pesar de lo mucho que le gustaba entrenar con él. No sólo entrenar. Le
gustaba volver a estar con él. Había olvidado cuánto.
Antes de que él llegara, todo había estado bien. Ella conocía su mente. Pero él la
estaba confundiendo.
—Me ha besado—, soltó, avergonzada.
Alys le sostuvo la mirada, obviamente tratando de calibrar los sentimientos de
Annie al respecto. —¿Y no querías que te besara?
Annie sacudió la cabeza con furia.
—¿Te asustó?
Pensó durante un minuto. Sorprendentemente, no lo había hecho. —No.
—¿Entonces no te ha gustado?
Annie frunció el ceño y se mordió el labio. Había pensado que no le gustaría. Lo
que en realidad no era lo mismo que no gustar. —Fue... agradable.
Hasta que él había intentado profundizar el beso y ella se había congelado.
Alys le dedicó una sonrisa irónica. —¿Entonces no entiendo, cual es el
problema?

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

—No es lo mismo—. Alys frunció el ceño y Annie trató de explicarse. —La


primera vez que nos besamos, hace un par de años, sentí una gran...— Le costó decir
la palabra embarazosa.
—¿Pasión? — completó Alys.
Annie volvió a asentir, agradecida por haber encontrado una palabra mejor que
“lujuria”. Pero la lujuria era exactamente lo que solía sentir. Por muy vergonzoso
que fuera admitirlo. Se suponía que las mujeres no debían sentir cosas así. Al menos
eso decía la iglesia. Pero su pasión nunca se había sentido como un pecado con Niall.
Se había sentido como el cielo. Un cielo muy ardiente.
—Yo diría que es normal después de lo que has pasado. Sólo tienes que darte un
tiempo. Esos sentimientos volverán.
La angustia de Annie volvió. —No lo entiendes. Con Niall... no solía ser así.
Antes lo miraba y prácticamente quería arrancarle la ropa. Ahora la idea me
repugna—. Ella sabía lo que había debajo de esa ropa, y lo que la había lastimado.
—¿Y si nunca puedo volver a ser normal? — terminó en un susurro.
La mujer mayor se agachó y tomó la barbilla de Annie, inclinando su cara hacia
la suya. —Volverás a sentirte así—, dijo con firmeza. —Con el hombre que amas.
Créeme, lo sé. Yo sentí lo mismo que tú, aunque no era una doncella y ya conocía
los placeres del lecho matrimonial. Las primeras veces después...— Se estremeció.
—Pensé que Donnan lo descubriría. Él sabía que algo iba mal. No podía responder
de la forma en que lo había hecho antes. Pero él me amaba y era paciente con lo que
creía que era un repentino ataque de modestia de doncella—. Ella sacudió la cabeza,
con los ojos llenos de recuerdos. —¿Sabes que ese tonto pensó que era algo que él
había hecho? Me rompió el corazón verlo tan alterado. Creo que eso me obligó a salir
de mi capullo. No podía soportar verlo cargar con la culpa de algo que no había
hecho. Si tu Niall te ama tanto como creo que lo hace, te concederá esa misma
paciencia y comprensión—. Hizo una pausa por un momento, mirando más
profundamente en los pensamientos de Annie de lo que ella quería. —¿Eso es si
todavía lo amas?
Annie quería apartar la mirada. Quería ocultar sus sentimientos incluso a sí
misma. Pero la opresión en su pecho no mentía. —No lo sé. No debería.
Y a pesar de la certeza de Alys, Annie no estaba segura de volver a sentir lo
mismo. ¿Sería eso justo para Niall? ¿Una esposa que no podía soportar su toque?
Tenía mucho que pensar. Le dio las gracias a Alys y se levantó para volver a su
habitación. Pero antes de cerrar la puerta tras ella, se giró. —Creo que te equivocas
en una cosa.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

—¿En qué? — Dijo Alys.


—Entiendo por qué no dijiste nada en su momento, pero no creo que tu esposo
te hubiera amado menos si le hubieras contado lo que pasó. No si te amaba entonces
la mitad de lo que te ama hoy.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Capítulo Seis
Niall se sintió más aliviado de lo que quería admitir cuando vio a Annie dirigirse
hacia él a la mañana siguiente con su ropa de entrenamiento. Era muy consciente
del día que era y no estaba seguro de sí, después de lo que había pasado ayer, ella lo
mandaría por su camino. Bueno, si ella pensaba hacerlo, al menos tenía hasta
después del entrenamiento para hacerla cambiar de opinión.
También tenía un arma secreta si era necesario, literalmente.
Ella lo saludó con una inclinación de cabeza. —Has llegado pronto. Esperaba
poder practicar primero el tiro al blanco.
Niall no hizo ningún comentario. Lanzar un cuchillo a una paja con blancos
pintados podía no ser práctico en un ataque, pero era un pasatiempo divertido entre
los guerreros.
La idea lo sorprendió. ¿Era eso lo que ella era? ¿Una guerrera? Se habría reído
de la idea hace unas semanas. Pero ahora la idea no parecía tan descabellada. La
muchacha tenía algo de habilidad y tanta determinación como cualquiera de los
jóvenes guerreros que había entrenado. Tal vez más.
—¿Cuál es tu récord? — preguntó Niall.
Annie sabía exactamente a qué se refería. —He golpeado el centro tres veces
seguidas dos veces.
—¿Desde qué distancia?
—A diez pasos.
—Eso está muy bien.
Su boca se torció en una pequeña sonrisa. —¿Es eso realmente un cumplido?
Él le devolvió la sonrisa. —No. Sólo una observación.
Eso provocó un giro de ojos. —Debería haberlo sabido. ¿Qué tengo que hacer
para que me hagas un cumplido?
—Hazlo diez veces seguidas y lo pensaré.
Ella emitió un agudo sonido de disgusto. —Me llevará años dominar esa clase
de habilidad.
—Yo lo hice en un año cuando empecé a entrenar.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Ella lo miró con dureza, con los ojos entrecerrados como si no estuviera segura
de creerle. —Entonces lo haré en seis meses.
Él se rió. Aquella confianza descarada era tan típica de la Annie que conocía que
no pudo evitar responder de la misma manera. —Espero que no te guste dormir,
porque necesitarás todas las horas del día para tener siquiera una oportunidad de
cumplir esa jactancia.
—Ya veremos—, dijo ella, aparentemente despreocupada. —Pero para
responder a tu pregunta, no, ya no me gusta.
Él tardó un momento en darse cuenta de que se refería a dormir, y al instante se
puso serio. Reprimió una maldición. —Lo siento. No estaba pensando—. Se pasó los
dedos por el pelo. —Parece que estoy haciendo eso mucho últimamente. ¿Tienes
pesadillas?
Por supuesto que sí. Él tenía pesadillas, maldita sea, y él no se había percatado.
Ella asintió y miró hacia otro lado.
—¿Quieres hablar de ello?
Su cabeza giró hacia él con incredulidad. —¿Contigo? — Parecía tan incrédula
como sonaba, pero al menos volvía a encontrar su mirada. —No lo creo.
—¿Por qué no? — Niall no estaba completamente seguro de querer escuchar los
detalles, pero quería que ella supiera que podía confiar en él.
Sus mejillas se sonrojaron y sus ojos ardieron de furia. —Porque no quiero
hablar de ello, ¿de acuerdo? No quiero hablar nunca de ello. ¿No lo entiendes?
Su dolor lo estaba matando. Niall no quería otra cosa que tomarla en sus brazos
y consolarla, pero tenía que recordarse a sí mismo que lo que él quería y lo que ella
necesitaba podían ser cosas diferentes ahora. También recordó el desastre del día
anterior cuando la había besado. —No, no lo sé—, dijo en voz baja. —Pero lo intento.
Si me lo permites.
Su respuesta sólo pareció aumentar su frustración. —¿Por qué te pones así? ¿Has
olvidado lo que te dije ayer? No siento nada. Nada, ¿está bien?
No estaba bien. Nada de esto estaba bien. —No lo olvidé, y si no quieres que te
bese o te toque nunca más, lo aceptaré. Pero eso no cambia lo que siento por ti ni que
quiera que seas mi esposa.

***

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Annie se quedó en silencio. Lo miró incrédula. —Entonces, ¿qué estás


sugiriendo? ¿Que yo seré tu esposa y tú llevarás a otras mujeres a la cama?
El cambio que se produjo en Niall fue instantáneo. Su espalda se puso rígida
como una pica y su expresión se volvió fría como el granito. Especialmente sus ojos.
Podrían congelar el lago en verano.
Estaba claramente ofendido, como si ella hubiera impugnado su honor de la
peor manera. —Si eso es lo que piensas de mí, entonces tal vez estoy perdiendo el
tiempo aquí.
Sintió un tirón en el corazón que se parecía sospechosamente a una punzada de
pánico. A ella no le importaba que él se fuera... ¿o sí?
Tal vez más de lo que quería admitir, porque se encontró explicando. —¿Qué se
supone que debo pensar? ¿Qué vas a vivir la vida de un monje? Sé que es algo que
debo fingir que no sé, pero muchos hombres tienen amantes.
Él le dirigió una dura e inflexible mirada de desafío, cargada con una fuerte dosis
de decepción. —¿Las tiene tu hermano? ¿Tu padre? ¿Algunos de los hombres que
conoces y que dicen amar a sus esposas tienen amantes?
Ella bajó la mirada, debidamente avergonzada. Patrick moriría antes de herir a
Lizzie de esa manera, y por todo lo que sabía de su padre, había adorado a su madre.
—No lo sé. Supongo que no.
—Nunca te deshonraría de esa manera, y como he estado viviendo “como un
monje” durante bastante más de un año, supongo que se puede decir que estoy
acostumbrado.
Ella tardó un momento en procesar lo que había dicho. Volvió a levantar la vista
para encontrarse con su mirada. No pudo ocultar su incredulidad. —¿Lo has hecho?
Él asintió. —Eres la única mujer que quiero en mi cama, Annie. Y si no deseas
estar allí, nadie más ocupará tu lugar.
Ella no sabía qué decir, ni cómo decirlo. —Pero...
Cuando ella no terminó, él le preguntó: —¿Pero qué?
Las mejillas le ardían. No era precisamente un tema del que estuviera
acostumbrada a hablar. —¿Pero qué pasa con tus necesidades?
Ella pensó que la boca de él se movía con diversión, pero su voz era mortalmente
seria. —Hay otras formas de satisfacer mis “necesidades”.
Ella no quiso preguntar. Aunque quería hacerlo. Realmente lo deseaba. —Pero
los hombres tienen impulsos que no pueden controlar.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Él frunció el ceño. —¿Quién te ha dicho esa tontería?


Ella se mordió el labio incómodamente. —No lo sé. Sólo he oído... Todo el
mundo lo sabe.
—Lo que has oído está mal. Muy mal. Te aseguro que cualquier impulso que
tenga puede ser controlado. Te he deseado más que a ninguna otra mujer en mi vida,
y me he resistido a tus muchas y descaradas invitaciones durante dos años, ¿no es
así? — Ella examinó su rostro con atención, claramente queriendo creerle. Él se
inclinó para sujetar suavemente su barbilla con la mano. —No todos los hombres
son violadores lujuriosos, Annie. Lo que esos hombres te hicieron no es normal. Por
mucho que yo te deseara, por mucho que mi cuerpo se inflamara, siempre pararía si
tú lo quisieras. Siempre.
—Incluso cuando... incluso en medio...
—Siempre—, dijo con una voz que no dejaba lugar a dudas.
Él sonaba como si creyera lo que decía. ¿Pero lo creía ella? No lo sabía. Había
una forma de averiguarlo, pero no estaba segura de estar preparada para ello.
Aunque la idea no la asustó tanto como esperaba. En realidad, no la asustaba en
absoluto. ¿Cómo habría sido si la primera vez que hubiera experimentado el acto
hubiera sido con amor y no con violencia? ¿Le habría parecido tan desagradable?
¿Tan repugnante? ¿Tan horrible?
Era una cosa más que esos hombres le habían quitado. No su virginidad, sino la
oportunidad de tener su primera vez con alguien a quien amaba. Alguien cuyo
toque había anhelado alguna vez.
Él pareció leer su mente. Su pulgar acarició la piel de su mandíbula con tanta
ternura como su voz. Su mano era cálida y parecía fluir a través de ella. No de la
forma frenética que solía hacerlo antes, sino de una forma más lenta, más profunda,
más poderosa.
—Cuando estés lista, si estás lista, te lo demostraré.
Esta vez la curiosidad la venció y preguntó: —¿Cómo?
La boca de él se curvó enigmáticamente. —Hay maneras en las que puedes tener
el control.
¿Ella podía tener el control? ¿Cómo? Ahora no era sólo su curiosidad, sino que
su mente iba en todas direcciones.
Probablemente sabiendo lo mucho que había despertado su curiosidad, él
cambió el rumbo de la conversación antes de que ella pudiera preguntar cosas

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

concretas. —Deberíamos empezar si quieres practicar hoy. He quedado en montar


con tu hermano esta misma mañana.
Annie frunció el ceño. —¿Sucede algo?
Niall negó con la cabeza. —Me ha pedido consejo sobre unas tierras que está
pensando en comprar al Laird de Ardvorlich para el pastoreo de ovejas.
Era extraño pensar en ello ahora, ya que habían cambiado tantas cosas, pero en
su momento Niall había sido la quintaesencia de los laird de las Highlands, centrado
en aumentar la rentabilidad de las tierras de su padre en Cowal y Bute mediante la
agricultura y el pastoreo. Puede que Malcolm fuera el jefe designado y el hombre
que llevaría al clan a la batalla, pero eran la ambición y la perspicacia financiera de
Niall las que habrían llevado al clan al futuro. Esa misma ambición era la que le
había hecho pensar que no podía casarse con ella.
¿Qué haría ahora que el papel de laird le había sido bloqueado?
Antes de que ella pudiera preguntar, sacó algo de su cinturón y se lo puso a la
espalda. —Tengo algo para ti, pero antes de dártelo, quiero que aceptes algo.
Ella lo conocía demasiado bien, lo que significaba que sabía cuándo estaba
tramando algo malo. Lo miró con desconfianza. —¿Qué?
—Dame otra semana.
Antes de que ella pudiera responder, él demostró que sus sospechas eran
fundadas al revelar lo que había estado ocultando a sus espaldas.
Ella aspiró el aliento, el brillo del metal resplandeciendo como una joya a la luz
del sol de la mañana en su mano.
Ella se encontró con su mirada intentando no reírse.
—Eres un hombre malvado, Niall Lamont.
Él no se molestó en negarlo y bajó el pequeño cuchillo que había estado colgando
como una manzana de un árbol justo delante de sus ojos. De repente comprendió la
tentación de Eva. —¿Entonces no lo quieres?
Ella se lo arrebató de la mano antes de que él pudiera volver a meterlo en la
vaina. —Sabes muy bien que sí—. Giró el cuchillo en su mano, el mango encajaba
perfectamente. Era como si hubiera sido hecho para ella. De repente se dio cuenta
de que así era. —Lo has hecho para mí. Ahí fue donde fuiste ayer.
No era una pregunta, así que no necesitó responder. Ella sintió que algo en su
pecho se apretaba con fuerza. Si él hubiera querido encontrar una forma de volver a

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

su corazón, le habría sido difícil encontrar un regalo más perfecto. Como sin duda
él sabía muy bien.
Niall Lamont seguía conociéndola mejor que nadie en el mundo. Eso no había
cambiado después de todo.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Capítulo Siete
Niall consiguió su semana. Y en los días siguientes, sintió que había conseguido
mucho más. Se estaba ganando la confianza de Annie de nuevo. Podía sentir esa
formidable voluntad disolviéndose. Esa barrera de acero que ella había erigido
alrededor de su corazón erosionándose.
La estaba ganando de nuevo, y le costaba todo lo que tenía no intentar correr
hasta la línea de meta. Pero las palabras de ella de hace unos días lo habían enfriado.
Sabía que en el mundo en el que vivían se daba rienda suelta a los bajos impulsos
de los hombres y se los excusaba como si fueran naturales. La violación como arma
de guerra era una manifestación de esa creencia.
Pero ese no era él, y tampoco todos los hombres. Tenía que demostrárselo.
Annie había experimentado la violencia, la fuerza y la lujuria. No iba a hacer
nada que creara confusión en su mente sobre él, su nivel de control o sus intenciones.
Incluso si eso lo mataba.
Y había habido muchas veces en los últimos días que casi lo había hecho. Ella se
había relajado, lo que significaba que, cuando entrenaban, no intentaba evitar de
forma tan evidente cualquier tipo de contacto corporal con él. En una o dos
ocasiones, pensó que incluso se había esforzado por instigar y prolongar el contacto.
Ayer, cuando le estaba enseñando una maniobra de pies para poner a su
oponente en el suelo, ella había caído encima de él. Cuando se abrió paso lentamente
por su cuerpo hasta sentarse a horcajadas sobre él, su sangre latía con tanta fuerza y
calor que creía que iba a estallar de sus venas.
No importaba cuántos pensamientos de zambullidas frías en el lago o de monjas
viejas desnudas intentara imaginar, no había sido capaz de controlar el flujo de
sangre en una parte de su cuerpo. Y era un hombre demasiado grande como para
esconderse detrás del cuero de su jerkín9 y de sus pantalones.
Ella había fingido no sentir su erección, pero había sido demasiado prominente
para no notarla. El hecho de que ella no se moviera ni intentara apartar su peso de
esa parte tan palpitante de él hizo que la sensación fuera mucho peor.

9
Chaqueta corta ajustada para hombre, hecha generalmente de cuero de color claro, y a menudo sin
mangas, que se usa sobre el doblete en los siglos XVI y XVII.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Él había controlado bien sus necesidades. Con un baño muy frío y un agarre
muy firme de su mano más tarde esa noche.
Puede que ella no lo deseara de la misma manera que antes, pero tampoco dejaba
de desearlo. Sólo tenía que darle tiempo. Por desgracia, no sabía cuánto tiempo le
quedaba.
El otro día había cabalgado con Patrick no sólo para ver el terreno, como le había
dicho, sino también porque habían oído rumores de que los hombres del rey estaban
en la zona, y Niall quería informar a los miembros de su clan que estaban esperando
cerca. Los tenía a la búsqueda de sus perseguidores en este momento para tratar de
enviarlos en la dirección equivocada.
Niall tenía que contarle a Annie sus planes, pero intuía que aún no estaba
preparada y no quería forzarla a tomar una decisión antes de que tuviera que
hacerlo. Pero ese día se acercaba rápidamente. Podía sentir la urgencia en el aire frío
de la temporada de San Miguel sobre ellos.
Niall pensó que había hecho un buen trabajo al contener el conocimiento de su
identidad a un puñado selecto de guardias de Patrick y a su familia inmediata hasta
el final de la segunda semana de entrenamiento, cuando se dio cuenta de lo
contrario, al tiempo que se temía de que su presencia no permanecería en secreto
por mucho tiempo.
Había un pequeño grupo de guardias Campbell a los que Niall solía tratar de
evitar. Los hombres formaban parte del contingente que Jamie Campbell había
exigido en el castillo cuando su hermana se casó con Patrick. Niall entendía que su
capitán, Donnan, en quien Patrick confiaba, había sido informado de su verdadera
identidad, pero al resto de los Campbell se les había dicho que era un miembro del
clan “Murray” -alias MacGregor-. Pero como el parecido de Niall con su hermana,
Caitrina -su nueva ama- era notable, pensó que era mejor no llamar demasiado la
atención.
Había un guardia Campbell en particular al que Niall no le gustaba su aspecto.
O, mejor dicho, no le gustaba la forma en que el joven guardia miraba a Annie. Más
de una vez, Niall lo había sorprendido mirándola demasiado tiempo -demasiado
intensamente- y luego susurrando algo al oído de uno de sus compañeros, lo que
inevitablemente provocaba sonrisas y risas. Eso hacía que Niall se pusiera nervioso.
No necesitaba saber lo que el otro hombre estaba diciendo para saber que no le
gustaría.
Descubrió cuánto no le gustaba la noche de una fiesta que se celebraba para
festejar la boda de uno de los guardias de Patrick. Niall llegó tarde después de que
él y Robbie MacGregor -que había regresado de su recado en Molach- hubieran

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

peleado más de lo previsto. Resultó que el joven guardia era casi su igual con la
espada larga, y la oportunidad de tener una competencia real había resultado
estimulante. El hecho de que estuvieran enamorados de la misma mujer podría
haber dado a su combate una ventaja adicional, pero Robbie parecía aceptar la
presencia de Niall con una buena gracia estoica que hacía difícil que no le gustara.
Cuando llegaron, la mayoría de las mesas estaban llenas, por lo que Niall y
Robbie tomaron asiento en el fondo de la sala, detrás de una mesa de bulliciosos
guardias Campbell. Por lo que se oía, era evidente que el cuirm10 y la cerveza habían
estado fluyendo durante algún tiempo.
Niall estaba sentado casi directamente detrás del joven guardia que no le
gustaba -Connell, había oído que lo llamaban- cuando Annie pasó corriendo junto a
ellos. Era evidente que también llegaba tarde, ya que su cabello oscuro, que colgaba
suelto por la espalda bajo su sencilla cofia de lino, caía en ondas húmedas por su
espalda. Tenía las mejillas sonrosadas, como si acabara de salir del baño, y el vestido
de terciopelo carmesí que llevaba se pegaba a su cuerpo como si estuviera
ligeramente húmedo.
El aspecto de ella era deliciosamente bello, y la de Niall no era la única mirada
que seguía su figura por el pasillo.
—Normalmente no me gustan las sobras de otros hombres—, oyó decir a una
voz detrás de él. —Pero en su caso, haré una excepción. Si la muchacha necesita más
práctica con la espada después de que el forajido haya terminado con ella, estaré
encantado de darle unas cuantas lecciones más, especialmente de engrasado. Me
gustaría tener esa boca puliendo mi acero.
Niall reconoció la voz de inmediato. El hecho de que el otro hombre arrastrara
las palabras no penetró en la neblina roja de rabia que descendía sobre él, ni tampoco
el hecho de que Niall fuera sólo uno frente a una mesa de al menos una docena.
Se puso de pie, se giró, levantó al hombre por la nuca para que quedara frente a
él y lo golpeó la mandíbula con el puño. Connell salió volando hacia atrás y aterrizó
sobre la mesa, haciendo que la comida y la bebida se desparramaran con estrépito.
Las maldiciones y los gritos de sorpresa fueron seguidos por el sonido de los bancos
cayendo hacia atrás y golpeando el suelo mientras los hombres se ponían en pie de
un salto. Niall no tardó en encontrarse en el centro de una pelea, siendo golpeado
desde todas las direcciones por los furiosos -y borrachos- amigos de Connell.

10
El cuirm era un licor potente y embriagador elaborado a partir de cebada, similar a una cerveza más fuerte

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Sin embargo, no estaba solo. Robbie estaba a su lado. Pero incluso con dos, los
números no estaban a su favor. Niall perdió de vista a Robbie cuando aterrizó en el
suelo y las botas se sumaron a los puños que golpeaban la mayor parte de su cuerpo.
Oyó un chasquido y supo por el dolor en su costado que tenía que haber al
menos una costilla rota.
Otro golpe especialmente fuerte en la cabeza lo hizo ver las estrellas. Es posible
que perdiera el conocimiento por un momento, porque cuando volvió en sí, le
habían quitado de encima a los hombres y Patrick MacGregor lo estaba poniendo en
pie.
—¿Qué demonios significa esto? — Preguntó el hermano de Annie. —Connell
dijo que lo atacaste sin razón.
—Eso no es cierto—, dijo una voz desde el lado de Niall.
Niall miró y se sintió aliviado al ver a Robbie de pie a su lado y, excepto por un
labio y una mejilla ensangrentados, con un aspecto relativamente ileso.
Patrick miró a un lado y a otro entre ellos y los Campbell. Niall se alegró de ver
que Connell tenía que ser sostenido por dos de sus amigos y tenía un aspecto
considerablemente peor del que incluso Niall tenía.
—¿Quién va a decirme qué ha pasado?
Niall intercambió una mirada con Robbie, que comprendió, y luego escrutó los
rostros de los Campbell, que por sus expresiones sombrías también parecían
comprender. La piel de Connell Campbell se había tornado del tono grisáceo de un
hombre que sabía y temía lo que podía venirle encima.
Si Niall repetía lo que había dicho, Patrick continuaría donde Niall y Robbie lo
habían dejado, y esta vez no tendría a sus amigos para rescatarlo.
Pero Niall no iba a repetir lo que había dicho. No iba a repetir las burdas palabras
que sólo harían que Annie fuera objeto de más habladurías y especulaciones.
Niall había estado demasiado feliz y agradecido de pasar tiempo con ella como
para pensar en cómo se vería. Había pensado que estaban lo suficientemente
apartados como para no atraer la atención. Al parecer, se equivocaba.
La mandíbula de Niall se tensó de forma contundente. Sus dientes
prácticamente rechinaron mientras decía: —No fue nada.
Prácticamente pudo sentir el suspiro colectivo de alivio que surgió de los
Campbell.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Donnan se había acercado para ponerse al lado de su nuevo jefe. —¿Es eso
cierto? —, preguntó a los miembros del clan Campbell.
Uno de los guardias más viejos asintió. —Sí, fue un malentendido. Demasiada
bebida—, añadió.
La mirada acerada de Patrick no abandonó el rostro de Niall. No creyó ni una
palabra. Pero probablemente había adivinado lo que había pasado.
Niall miró a su alrededor, aliviado al ver que Annie no formaba parte de la
multitud que los observaba. Tampoco estaba Elizabeth Campbell o las otras damas
del estrado. Patrick debía de haberlas hecho salir de la sala cuando estalló la pelea.
—Ya veo—, dijo Patrick. Estaba claro que sí. —Bueno, la fiesta ha terminado.
Mañana decidiré su castigo por romper la paz.
Los hombres comenzaron a dispersarse. Niall fue a seguir a Robbie, pero Patrick
lo detuvo. —Tú no. Quiero hablar contigo.
Niall suspiró. Debería haber sabido que no sería tan fácil. Siguió a Patrick fuera
del gran salón y por el pasillo hasta su solar privado.
Patrick le indicó una silla, en la que Niall se deslizó agradecido. Estaba bastante
golpeado, y estaba vergonzosamente cerca de desmayarse.
—¿Qué ha pasado?
—Ya te lo dije.
—No me vengas con esa mierda, Niall. Quiero saber lo que dijo.
Niall se enfrentó a su ira de frente. —No, no quieres.
Patrick maldijo. Se sentó en una silla detrás de su escritorio, pareciendo un poco
golpeado él mismo. —Esperaba evitarle a Annie los chismes trayéndola aquí.
Niall sospechaba que era un ejercicio inútil. Las habladurías siempre la
perseguirían. Esa era una de las razones por las que esperaba que ella viera el valor
de lo que él pretendía proponerle. —Probablemente es mi culpa. No era consciente
de la atención que reunía nuestra práctica.
Ambos hombres se sentaron en silencio. Su dolor compartido por la mujer que
ambos amaban era palpable.
—Le evitaría todo esto si pudiera—, dijo Niall.
—Pero no puedes—, dijo Patrick con desgana. —Y yo tampoco puedo.
Fue un reconocimiento horrible para ambos. La impotencia no era un estado
familiar para un guerrero de las Highlands.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

—Ve—, dijo Patrick después de un minuto. —Atiende tus heridas. Tu cara


parece un infierno, y por la forma en que te sujetas el costado, supongo que tienes
unas cuantas costillas rotas que deberían ser curadas. La curandera tiene un almacén
junto a la cervecería donde ha montado una pequeña enfermería y botica. Deberías
encontrarla allí.
Lo cual tenía sentido, ya que Niall sabía que la curandera era también la
cervecera del castillo. No todos los castillos tenían edificios para fabricar cerveza,
pero Niall sabía que Patrick la vendía a otros lairds locales como fuente de ingresos
extra.
Niall asintió. —Debo advertirte que puede haber otros problemas.
—¿Qué tipo de problemas?
—Algunos de los soldados de Campbell parecen saber quién soy.
La maldición de Patrick se hizo eco de los pensamientos de Niall. —Hablaré con
Donnan para que guarden silencio. Pero te pareces tanto a tu hermana que tenía que
salir a la luz.
—No quiero traerte problemas.
Patrick lanzó un agudo bufido. —Entonces no deberías haber venido aquí. Pero
si puedes hacer feliz a mi hermana, puede que no te mate por ello.
Como Niall sospechaba que ése era el mejor trato que podía obtener, se marchó.
¿Podría hacer feliz a Annie? Haría todo lo que estuviera en su mano para
lograrlo.

***

Annie había estado trepando por las paredes desde que su hermano había
despachado a las mujeres del gran salón tras el estallido de la pelea. Pelea en la que
Niall estaba en el centro. Le había echado un rápido vistazo antes de que
desapareciera entre la multitud de Campbell y el esposo de Alys hubiera sacado a
las mujeres de la sala.
Lizzie, Alys y Annie habían esperado en el torreón a que Patrick regresara.
Aunque él les había asegurado que todo estaba bien y que se trataba de un
malentendido, el corazón de Annie se desplomó cuando preguntó por Niall y se
enteró de que estaba “bien” y había sido enviado a la curandera.

89
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Claramente, ella y su hermano tenían definiciones muy diferentes de lo que es


estar bien. Corrió por el barmkin e irrumpió en el almacén justo cuando Niall se
estaba quitando la camisa.
Tanto la curandera como Niall se volvieron hacia ella al entrar.
El sobresalto de la conciencia, similar a chocar con una pared de piedra, al ver
su pecho se convirtió en un grito de horror cuando vio su rostro.
Sus ojos se encontraron. —Estoy bien. Parece peor de lo que es.
Annie dudaba de eso y aparentemente, él compartía el mismo ideal defectuoso
de “bien” de su hermano. La sangre, los cortes y los moretones no eran ciertamente
“estar bien”.
Miró a la curandera, cuya carcajada de diversión parecía encajar con su aspecto.
No todas las curanderas eran ancianas que evocaban pensamientos de calderos
negros y brujería, aunque esta lo era. Pero sus claros ojos azules eran amables. —Sí,
no te preocupes, muchacha. Tu valiente muchacho volverá a ser bello muy pronto.
Annie no protestó por su errónea visión de la situación, sino que se quedó junto
a la puerta mientras la mujer continuaba con sus atenciones. Mientras la curandera
examinaba las costillas y la espalda de Niall, Annie hacía lo mismo.
¡Por Dios! Tragó saliva con fuerza. Había visto a Niall sin camisa varias veces
cuando era más joven. A él y a Iain les encantaba hacer carreras el uno contra el otro
por el lago Katrine, y Annie solía hacer de juez del ganador cuando la carrera era
reñida, como inevitablemente ocurría.
Pero la amplia extensión de pecho y brazos fuertemente musculados que tenía
ante ella ahora no se parecía en nada a la que recordaba. Había añadido al menos
unos cuantos kilos de granito, músculo duro, esculpido con maestría. Nunca se
había dado cuenta de que los músculos podían estar tan definidos. No parecía haber
ni un gramo de carne extra en ninguna parte que ella pudiera ver.
Se movió unos pasos hacia la derecha para ver mejor su estómago, para estar
segura. Pero, Dios mío, ¡estaba aún más definido! La lavandera podía repasar la ropa
contra todas las crestas y líneas de músculo que se abrían paso por su estómago.
Algo extraño comenzó a suceder. El corazón de Annie comenzó a latir un poco
más rápido -y más fuerte-, pero su respiración se hizo más lenta. Se sintió sonrojada
y acalorada, como si acabara de entrar en la panadería en lugar de en la enfermería.
Pero en el momento en que se dio cuenta de que estaba experimentando de
nuevo la conciencia, ésta se esfumó cuando Niall se estremeció mientras la

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

curandera le inspeccionaba las costillas y Annie vio el hematoma rojo moteado en


su otro costado.
Debió de hacer un ruido porque él volvió a mirarla. —Son unas cuantas costillas
rotas, Annie. Nada que no haya experimentado antes.
—Yo juzgaré eso—, dijo la curandera. —Respira profundamente. ¿Te duele?
—No—, contestó con demasiada rapidez. La curandera lo miró fijamente hasta
que cedió. —No mucho—, corrigió.
Ella emitió un sonido de disgusto y continuó su examen. —No parece haber
mucha hemorragia y tus pulmones suenan bien. Te pondré un poco de bálsamo en
el costado y tu chica puede ayudarme con el vendaje.
Annie no estaba segura de querer acercarse a toda esa piel desnuda y a la energía
masculina en bruto, pero se adelantó tímidamente para ayudar. Tuvo cuidado de no
tocarlo, y en unos diez minutos sus costillas estaban vendadas con un paño de lino
y sus heridas estaban lavadas y curadas.
Tenía un aspecto considerablemente mejor, pero ella sospechaba que en las
próximas horas se pondría negro y azul.
—Prepararé un posset11 para que lo bebas más tarde—, dijo la curandera. —Tu
muchacha puede ayudarte con la camisa.
Antes de que Annie pudiera detenerla, la anciana se dio la vuelta y salió de la
habitación, cerrando la puerta tras ella.
De repente, la habitación parecía diez veces más pequeña, más oscura y más
cálida.
Annie se sintió como si sus pies estuvieran atascados en un pantano. No podía
moverse. Su cuerpo era demasiado pesado.
Desde su asiento en el taburete frente a ella, Niall la observaba con la intensidad
oscura y depredadora de un halcón. Nada escapaba a esa mirada acerada.
Ella se sonrojó, sus mejillas se calentaron aún más, y tuvo que resistir el impulso
de no abanicarse con la mano. Él estaba sentado demasiado cerca. Aprisionándola.
No haría falta más que un empujón para que él extendiera la mano y la atrajera hacia
su regazo.
—Lo sientes, ¿verdad?

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Bebida elaborada cuyo principal ingrediente era la leche caliente. Se añadía a la misma otros ingredientes
como el vino o la cerveza o incluso algunas especias.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Ella quería mentir. Quería apartarse de esa mirada penetrante y negar con la
cabeza. Pero no pudo. Lo sintió de verdad. La envolvía en un abrazo sensual, pero
no sabía si ceder a él o huir aterrorizada. Tenía ganas de hacer ambas cosas.
Asintió tímidamente con la cabeza.
—No tengas miedo, cariño. Te dije que nunca te haría daño—. Hizo una pausa.
—Puedes tocarme si quieres.
Ella negó con la cabeza. —Estás herido.
—No tan herido. Y créeme, tu toque sólo hará que me sienta mejor, mucho
mejor.
Annie tenía demasiada curiosidad para discutir. El ansia de poner sus manos en
las anchas extensiones de piel bronceada era demasiado tentadora. —¿Pero qué pasa
si...? ¿No quieres...?
—Tú tienes el control, Annie. No te tocaré a menos que tú lo quieras.
Annie lo miró con recelo, pero finalmente su curiosidad superó cualquier duda
que pudiera tener.
Se acercó un paso más a él, de modo que se situó entre sus piernas. La cabeza de
él estaba un poco por debajo del nivel de sus ojos, lo que hacía que no pareciera tan
amenazante.
Lo que resultaba irrisorio, ya que casi todo en Niall Lamont era amenazante y
dominante. Especialmente su cuerpo.
Tentativamente, extendió su mano derecha para apoyarla en la dura roca de su
hombro. Ella jadeó ante el contacto, ante la sensación de toda esa cálida piel desnuda
bajo sus dedos y ante la ráfaga de calor que la inundó. Parecía estar en llamas.
Niall no se movió, pero ella podría jurar que oyó un silbido entre sus labios.
Sus ojos se encontraron en una pregunta silenciosa, y cuando él asintió, ella
continuó su exploración recorriendo con la mano la larga longitud de su brazo y
sobre el oleaje y la protuberancia del músculo, asombrada de lo duro que era. Si no
estuviera tan caliente, sería como tocar una pared de granito.
Pero él se sentía caliente, como ella, y cada vez lo estaba más. El creciente calor
la hizo atreverse. Dio rienda suelta a sus manos, explorando no sólo sus brazos, sino
su espalda, su pecho y luego... su estómago.
Cuando se inclinó para ver más de cerca las bandas que sus dedos trazaban en
su estómago, sintió que él se tensaba.
Ella levantó la vista. —¿Te he hecho daño?

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

—Dios, no—, dijo él entre dientes apretados. —Se siente increíble. Pero me estás
poniendo duro, y no quiero asustarte.
Ella no sabía a qué se refería al principio, pero entonces su mirada bajó de sus
dedos y vio el enorme bulto que había entre sus piernas.
Sorprendentemente, no la asustó. La hizo más audaz.
Siguió jugando con los músculos de su estómago y observando cómo saltaban
de tensión bajo las yemas de sus dedos.
Tardó unos minutos más en percatarse de la tensión con la que Niall se sujetaba
y de lo que su tacto le provocaba. Parecía ser agonizante pero placentero al mismo
tiempo.
Ella levantó la vista para ver su expresión tensa y le dedicó una sonrisa gatuna.
—Creí que habías dicho que no te dolería.
—Mentí—, dijo él con brusquedad. Su mirada caliente se encontró con la de ella.
—Pero este tipo de dolor me gusta.
—A mí también me gusta, pero creo que...
—¿Qué?
—Creo que también me gustaría que me tocaras.
Él emitió un profundo gemido que le llegó hasta los dedos de los pies. La atrajo
hacia su abrazo y justo antes de poner su boca en la de ella le recordó: —Tú tienes el
control, Annie. Cuando me digas que pare, lo haré.
Annie asintió. Pero cuando su boca tocó la de ella, no estaba segura de querer
que se detuviera.
Por primera vez en mucho tiempo, en el abrazo del hombre que una vez había
amado con todo su corazón, Annie MacGregor se sintió segura.

***

Niall se lo tomó con calma. Con mucha calma. Dejó que ella tomara la iniciativa
a pesar de que cada parte de su cuerpo ardía con la sangre palpitante de su toque.
No creía haber estado tan excitado en su vida. Su inocente exploración había
sido como un relámpago de placer que le recorría las venas. Había tenido que
apretar el borde del taburete de madera en el que estaba sentado con las manos para
no tener la tentación de estirar la mano y tocarla.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Pero eso no era nada comparado con las sensaciones que lo invadían ahora. La
sensación de sus suaves labios moviéndose bajo los suyos era casi demasiado para
soportar.
Dios, ella era dulce. Como el azúcar disolviéndose bajo su calor. No podía tener
suficiente, no podía saborearla lo suficientemente profundo como para saciar la sed
que había estado creciendo en él durante dos largos años.
Pero no introdujo su lengua en su boca. Esperó a que ella profundizara el beso.
A que ella recordara. A que abriera la boca y deslizara su lengua contra la de él.
Cuando lo hizo, casi perdió la cabeza. Su cerebro estalló. Jesús, esto no iba a ser
fácil. Pero sabía que por muy duro que fuera -literalmente- tenía que hacer lo
necesario para que ella se sintiera segura.
Tenía una idea de cómo hacerlo y de cómo asegurarse de mantener su promesa
de no tocarla. Normalmente, no le gustaba este tipo de deporte en la cama, pero tenía
la sensación de que con Annie eso podría cambiar.
Cuando sus besos se volvieron más frenéticos y las manos de ella empezaron a
recorrer su pecho y su estómago de nuevo, supo que tenía que hacer algo. Empezó
a desabrochar el cinturón de cuero de su cintura.
Cuando ella se apartó de repente, se dio cuenta de que había malinterpretado
sus acciones.
—No te preocupes, cariño. No es lo que piensas—. Le entregó el cinturón. —
Quiero que me ates las manos a la espalda.
Por la forma en que sus ojos se abrieron, Niall supo que la había sorprendido.
Pero también sabía que ella entendía.
Su rostro aún estaba sonrojado por el beso que se habían dado y se encontró con
su mirada. —¿A esto te referías con eso de que yo tenía el control?
Él asintió. —Puedes hacer lo que quieras conmigo, y yo no podré tocarte.
—¿Y si quiero que me toques?
Su verga se crispó y casi gimió. —Puedes desatarme.
Ella le sostuvo la mirada unos instantes más, con las mejillas aún más
sonrojadas. —¿Esto es apropiado?
Por supuesto que no. Y probablemente no debería ni siquiera sugerirlo, pero
Annie nunca había dejado que otros dictaran sus acciones. —¿Te importa?
La boca de ella se curvó con una maldad que debería haberlo preocupado. —
No.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Ella se apartó de su posición entre las piernas de él para asegurar el cinturón.


Instintivamente, él se flexionó contra las ataduras y sintió la fina tira de cuero
apretándole las muñecas.
Ella había hecho un buen trabajo, demasiado bueno. No creía que pudiera
liberar las manos, aunque quisiera.
Ella debió leerle la mente, porque cuando volvió a girar, su sonrisa le recordó a
la de un gato que Niall juraba que sonreía cuando atrapaba un ratón.
—¿Y ahora qué?
—Haz lo que te haga sentir bien. Lo que quieras.
Su valentía temporal parecía haberla abandonado. Se mordió el labio con
inseguridad. —Podría necesitar algunas sugerencias sobre dónde empezar.
Niall no tenía tanta experiencia como ella creía -especialmente en el tema de las
mujeres que se dan placer sin que él las toque-, pero tenía alguna idea. —Podrías
sentarte en mi regazo y colocarte a horcajadas sobre mí como si montaras un caballo.
Ella tardó un momento en comprender a qué se refería. Sus ojos se dirigieron al
bulto de sus pantalones, que se había calmado un poco, pero se calentaba
rápidamente con sus ojos puestos en él, y luego volvieron a su cara. —¿Puedes...?
Él no pudo reprimir el gemido que brotó de su pecho cuando la imagen de ella
cabalgándolo, deslizándose hacia arriba y hacia abajo sobre su verga cada vez más
rápido mientras se daba placer, saltó al frente de su mente y no se fue. —Sí. Hay
muchas formas diferentes de hacer el amor, Annie.
Y él quería mostrarle cada una de ellas.
Esa parecía ser toda la invitación que ella necesitaba. Se levantó las faldas y se
subió encima de él con cuidado de no volcar el taburete, pero no tenía por qué
preocuparse. Los pies de él eran como barras de acero plantadas sólidamente en el
suelo. No había forma en el infierno de que se perdiera esto.
Se maldijo por los pantalones de cuero que le impedían sentirla desnuda contra
él. Pero el mero hecho de saber lo poco que separaba sus carnes lo ponía duro y
palpitante. Volvió a gemir ante la sensación, al sentir el peso de ella sobre él cuando
se aferró a sus hombros para mantener el equilibrio y se acomodó en su regazo.
Ella no tenía ni idea de cómo esos pequeños movimientos lo estaban volviendo
medio loco de lujuria.
—El cuero es frío—, dijo ella. —Pero es muy suave.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Como para probar su punto, ella se movió inocentemente hacia adelante y hacia
atrás sobre él. Los brazos de él se flexionaron, tirando instintivamente por la
restricción, mientras otro gemido lo desgarraba. Este fue más profundo y más fuerte.
—Se siente bien—, dijo ella, incapaz de ocultar su sorpresa. Sonaba como una
niña que acaba de descubrir un juguete nuevo. Ella lo miró fijamente. —Tú te sientes
bien.
El siguiente gemido de Niall fue sofocado por su beso.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Capítulo Ocho
Annie nunca se había sentido tan malvada y pecadora. Pero tampoco se había
sentido tan poderosa. Era como si le hubieran dado un arma potente para que la
manejara por su cuenta.
No, no por su cuenta. Incluso con las manos atadas a la espalda y con ella
marcando el ritmo de los movimientos, Niall la rodeaba. La abrumaba con su calor
y la fuerza de su deseo. Pero no la asustaba.
Tal vez fuera por sus manos atadas o tal vez sólo porque era Niall, pero no
importaba. Annie sentía... deseo. Verdadera pasión por ese hombre al que una vez
había amado con todo su corazón.
Ella comenzó lentamente. Dejando que las sensaciones aumentaran
gradualmente en su interior, como el suave resplandor de una vela que se aviva poco
a poco hasta convertirse en una llama, y luego en un fuego. Lo sintió crecer en ella
como una ola que se acerca a la orilla.
La sensación de su boca moviéndose sobre la suya, su lengua enroscándose y
retorciéndose con la de ella en una danza caliente y sensual...
La hacía sentir débil y feroz al mismo tiempo. Su corazón latía con fuerza, su
respiración se aceleraba, pero sus miembros se ablandaban. Se volvieron fluidos. Sus
huesos se disolvieron.
No podía acercarse lo suficiente. Las manos que se apoyaban en los hombros de
él se acercaron a su cuello para tirar de él.
Sus pechos se tocaron.
Él gruñó y ella gimió al sentir que sus pezones se tensaban. Palpitando por el
contacto.
El contacto no era suficiente. Quería fundirse con él. Presionar y frotar.
Pero no eran sólo sus pechos los que querían sentirlo. El suave lugar entre sus
piernas comenzó a doler. Empezó a temblar. Empezó a desear la presión.
Empezó a desear la dureza.
Y Dios, él estaba duro. El bulto de sus pantalones parecía haberse convertido en
acero. Acero revestido de cuero.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Sus caderas empezaron a moverse al ritmo de sus besos, de sus lenguas. Ella
empujaba hacia adelante y hacia atrás. Moviéndose sobre la dureza. Presionando.
Frotando. Moliendo cada vez más fuerte.
Y entonces su boca se apartó y sólo quedaron sus caderas. Sólo ella moviéndose
contra él con una insistencia que ella no entendía. Algo se estaba apoderando de ella.
Creciendo. Ascendiendo. Llevándola por un camino propio.
Su corazón empezó a latir con fuerza. Su respiración empezó a entrecortarse.
Pequeños sonidos de impaciencia salieron de sus labios.
Y Niall estaba allí con ella. Instándola a seguir adelante con palabras de aliento.
Palabras que ella no entendía.
—Eso es, cariño—, le susurró al oído. —Ven por mí. Dios, eres tan
condenadamente hermosa.
Vagamente, fue consciente de que su voz sonaba extraña. Apretada y tensa.
Como si estuviera tensando todos los músculos de su cuerpo.
Así se sentía ella también. Como si cada músculo de su cuerpo se apretara y
apretara y...
Estos se soltaron. Su cuerpo se liberó en un espasmo de placer tan intenso que
tuvo que gritar. Irradiaba a través de ella como una ola efervescente de luz brillante.
Sólo cuando los últimos cosquilleos de placer se habían desvanecido de sus
miembros, se dio cuenta de algo más.
El placer que pensaba no volver a sentir no era suficiente. Quería más. Quería
que Niall también formara parte.
Tentadoramente, se levantó de donde se había desplomado sobre él y deslizó
sus manos hasta la cintura de sus pantalones de cuero.
La expresión de él cuando se encontró con la suya era tan feroz como tierna.
Podía ver lo conmovido que estaba por lo que acababa de suceder, pero también que
no se había hecho sin un gran dolor para él.
—Dime qué hacer—, dijo ella con voz ronca, su voz sonaba como si acabara de
despertar después de una larga siesta de invierno. —Quiero intentarlo.

***

98
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Niall luchaba por hacer lo correcto, abrumado por la emoción de verla darse
placer a sí misma por primera vez, así como abrumado por la lujuria que había
provocado en su cuerpo al hacerlo.
Lo único que quería era aceptar su dulce oferta. Decirle cómo tomarlo con la
mano y deslizar su verga en el lugar suave y húmedo que ella acababa de deslizar
sobre él.
Pero, aunque su cuerpo estuviera preparado para él, su mente podría no estarlo,
y él no podía arriesgarse. No cuando su primera incursión en el sexo había sido
mucho mejor de lo que él esperaba.
El cinturón había sido una verdadera inspiración. Aunque los brazos
empezaban a dolerle un poco.
Tenía que recordarse a sí mismo que esto no era una carrera. Pero Dios, hacer lo
correcto dolía.
Con verdadero pesar, sacudió la cabeza. —Creo que es suficiente por hoy. Un
paso a la vez.
Ella frunció el ceño de una manera que le hizo pensar que no era el único que
sentía un poco de frustración sexual. El saber que ella lo deseaba hizo estragos en
sus buenas intenciones por un momento, antes de que él las sacudiera.
—¿Pero qué hay de ti? —, preguntó ella.
—Estaré bien—, mintió él. No estaba muy seguro de que sus pelotas volvieran
a un color normal después de alcanzar lo que debía ser un tono azul brillante.
Claramente, ella no le creyó y movió su mano sobre él para demostrarle que era
un mentiroso. El mero hecho de sentir la mano de ella cubriéndolo fue suficiente
para que él se apretara contra las ganas de tener su orgasmo.
Jesús, estaba a punto de avergonzarse como un muchacho sin experiencia con
su primera doncella.
Pero tal vez eso estaba más cerca de la verdad de lo que él creía. Se sentía como
la primera vez porque en muchos sentidos lo era. Era la única vez que había sido
importante.
—Dime qué debo hacer—, repitió ella, esta vez con un apretón insistente.
Él quería arrancarle las manos, pero el maldito cinturón lo había dejado a su
merced.
Debería haberlo sabido. Annie no tendría piedad. No cuando quería algo.

99
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

—Maldita sea, Annie. Te dije que no era una buena idea—. Volvió a tirar del
cinturón. —Desátame.
Ella se sentó de nuevo en su regazo, considerándolo por un momento. —No—.
Hizo una pausa y repitió con una voz más segura. —No, no creo que lo haga. No
hasta que me digas cómo darte placer. Supongo que hay más de una forma.
Niall maldijo, condenándose a sí mismo por tonto. Esto es lo que pasaba cuando
dejabas que una chica estuviera al mando. Se apoderaban de uno. Aunque, por
mucho que lo intentara, no deseaba otra cosa en este caso.
Sólo pensar en su mano sobre él. Ordeñándolo. Haciéndolo acabar.
Él volvió a maldecir. —No quiero asustarte.
Ella se encontró con su mirada. —No lo harás. Tendré el control, ¿verdad?
Dios, sí. Podría haber dicho eso en voz alta. La cabeza fría de Niall se rindió y la
caliente tomó el control.
Le dijo exactamente qué hacer. Cómo liberar su erección de las apretadas
ataduras de sus pantalones. Cómo rodearlo en su mano. Cómo acariciarlo. Cómo
hacer que tuviera su orgasmo. Lo cual, con la forma sensual en que ella lo miraba
mientras lo tocaba, le costó unas cuantas caricias antes de que no pudiera aguantar
más.
Él orgasmo los sorprendió a ambos. Ella se apartó de su regazo como si hubiera
hecho algo malo. —¿Yo...? ¿Estás...?
Una feroz oleada de protección hizo que sus costillas, ya lastimadas, se tensaran
aún más. Era tan condenadamente inocente. Incluso después de lo que había pasado.
Los espasmos de placer que habían sacudido su cuerpo apenas comenzaban a
disminuir cuando logró conectar su cerebro con su boca de nuevo para encontrar las
palabras para responderle. —Estoy bien, Annie. Mejor que bien. Ha sido increíble.
La expresión de su rostro mientras le proporcionaba placer no era algo que él
olvidaría pronto. Sospechaba que lo único que la superaría sería la expresión de su
rostro cuando finalmente le hiciera el amor.
Sin embargo, en lugar de complacerla, sus palabras parecieron molestarla. Ella
empezó a apartarse, y él trató de estirar la mano para detenerla, olvidando que sus
manos seguían atadas. Al verlo forcejear, ella dudó un momento. Durante un largo
instante, él pensó que podría dejarlo así. Pero, afortunadamente, su mirada se posó
en el vendaje que aseguraba sus costillas rotas, recordándole que estaba herido, y se
colocó detrás de él para desatarle las manos.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

El torrente de sangre que volvió a sus brazos y hombros al soltar el cinturón fue
casi doloroso. Tardó un minuto en sacudirse los pinchazos en su piel y dejar que la
sensación volviera a sus manos antes de poder limpiarse con una de las vendas
adicionales y abrocharse los pantalones.
Ella lo observó en silencio con una expresión sombría en su rostro y sólo habló
cuando él buscó su camisa. —Yo lo haré—, dijo ella. —No deberías levantar los
brazos.
Niall se sentó de nuevo en el taburete y dejó que ella lo ayudara a ponerse la
camisa por encima de la cabeza y a pasar los brazos por las aberturas, mientras
repetía en su cabeza lo que acababa de ocurrir para intentar averiguar qué había
hecho mal.
Él maldijo. Había ido demasiado rápido. No debería haber dejado que ella lo
convenciera de complacerlo. La alcanzó esta vez, antes de que pudiera alejarse. —
Lo siento.
Ella frunció el ceño. —¿Por qué te disculpas?
—Me he precipitado y ahora estás enfadada.
Ella negó con la cabeza. —No es por eso que estoy molesta.
Él frunció el ceño. —Entonces no lo entiendo. ¿Qué más he hecho mal?
Ella lo miró, claramente frustrada. —No has hecho nada malo. ¿No lo ves? Ese
es el problema.
Desgraciadamente, él no lo veía en absoluto. La muchacha hablaba en clave.
Pero como ella parecía estar a punto de llorar, él no sabía qué decir. —¿Cuál es el
problema?

***

Annie pudo ver la confusión de Niall y supo que lo que decía no tenía sentido.
Pero, ¿cómo podía explicar los sentimientos que había en su interior y que le
causaban tanta confusión? Él no lo entendería. Nunca lo entendería. ¿Cómo podría
hacerlo?
Lo que acababa de ocurrir había sido increíble, milagroso en muchos sentidos.
La pasión que había sentido la primera vez que se besaron en Dunvegan no era nada
comparada con la que acababa de experimentar. Nunca había soñado que ese tipo

101
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

de sentimientos pudieran invadirla. Que su cuerpo fuera capaz de alcanzar tales


cotas de placer después de la violencia que había experimentado.
Había sido casi perfecto.
Pero ese era el problema. Eso era lo que había provocado la oleada de tristeza
que la había golpeado cuando fue consciente del placer que ella le había
proporcionado... y del placer que él le había proporcionado tan desinteresadamente.
Eso hizo que el contraste de lo que le había sucedido fuera mucho más difícil de
soportar.
Él la tomó del brazo y la enfrentó a él. —Háblame, cariño. Dime qué te preocupa.
—Es que todo está mal.
Su rostro cayó. Parecía afectado por sus palabras. —Siento si te he
decepcionado...
Su frustración se desbordó y lo detuvo antes de que pudiera cargar con más
culpas que no le pertenecían. —¡Maldita sea, Niall! No me has decepcionado.
—¿Entonces por qué estás enfadada?
—No estoy enfadada—, espetó ella, dándose cuenta de que sonaba ridícula. Ella
lo miró, las emociones que habían estado encerradas con fuerza finalmente se
liberaron. —Eso no es cierto. Estoy enfadada. Estoy enfadada con los tres bastardos
que me violaron. Que tomaron algo que debería haber sido especial y placentero y
lo convirtieron en algo doloroso y feo. Estoy enfadada porque la primera vez que un
hombre me tocó fue con crueldad y violencia y no con amor y ternura. Estoy
enfadada porque debería haber sido diferente—. Sus ojos se encontraron con los de
él, acusadores. —Estoy enfadada porque debería haber sido contigo.
Sus palabras parecieron golpear fuertemente a Niall. Parecía afectado, como si
ella hubiera conseguido finalmente clavar su espada en sus entrañas.
—Lo siento, Annie. Lo siento más de lo que nunca sabrás. Es mi culpa. Si no
hubiera sido tan idiota, nada de esto habría ocurrido.
Annie sintió algo dentro de su interior, como una nota desafinada. ¿Era eso lo
que pensaba? ¿Había culpado secretamente a Niall por lo que le había sucedido?
Temía que tal vez lo hubiera hecho.
Pero al oírlo decir esas palabras se dio cuenta de lo equivocada que estaba. Lo
que le había sucedido no tenía nada que ver con Niall. Incluso si hubieran estado
comprometidos o casados, no habría cambiado nada. Los hombres de Colin
Campbell la habrían perseguido dondequiera que estuviera, y Niall no habría
podido protegerla de la traición más de lo que lo habían hecho sus hermanos.

102
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Los únicos culpables de lo que le había ocurrido eran Colin Campbell y los tres
soldados Campbell que la habían violado. Sintió que se abrían unas cuantas grietas
más en el escudo que había erigido alrededor de su corazón, a medida que caía el
resentimiento que no sabía que había estado albergando.
—Lo que me ocurrió no tuvo nada que ver contigo—, dijo, diciéndolo en serio.
—Aunque me hubieras pedido matrimonio en Dunvegan, no habría cambiado nada.
—Habrías sido mi esposa. Podría haberte protegido—, dijo él con firmeza.
—¿Mejor que mis hermanos? — La boca de Niall se apretó en una línea dura.
Estaba claro que quería decir “sí”, pero igualmente claro que sabía que sería un
error. —Por eso aprender a defenderme es tan importante para mí. Los hombres de
mi vida no estarán siempre para librar mis batallas por mí—. Algo se le ocurrió de
repente. —¿Por qué estabas peleando con los Campbell antes? Alys dijo que te vio
lanzar a Connell Campbell a través de la mesa—. Ella hizo una mueca. —Tengo que
admitir que no lo lamento. No me gusta mucho la forma en que me...
Me mira.
Se detuvo con un jadeo, volviéndose hacia él con un repentino brillo de
comprensión. —La pelea fue por mí, ¿no?
—No tuvo nada que ver contigo—, dijo Niall, con una expresión demasiado
vacía.
—Eres un mentiroso horrible. Él debe haber dicho algo. Pensé que habías
prometido dejar de ser mi vengador personal.
Niall no dijo nada, pero su mandíbula se apretó un poco.
—¿Qué dijo?
—Nada — Luego, al darse cuenta de que ella no iba a creerle, enmendó: —No
es importante.
—Obviamente era lo suficientemente importante como para que lo lanzaras al
otro lado de la mesa en medio del banquete—. Annie trató de mirarlo fijamente, pero
supo, por la terquedad de su mandíbula, que no iba a sonsacarle nada. Debía de ser
malo. —No importa—, dijo finalmente. —Puedo imaginar lo principal. O soy una
puta o estaré siempre impura después de lo que me hicieron esos hombres.
Había algo más que una leve nota de amargura en su voz cuando empezó a
darse la vuelta.
—No hables así—, dijo él, deteniéndola. —No es cierto.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

—¿No lo es? —, exigió ella, contemplando la dura mirada de ojos azules del
hombre que se creía capaz de enfrentarse al mundo por ella. —Dime entonces por
qué me miran como una figura a la que hay que compadecer o despreciar, como si
hubiera hecho algo malo para alentar a esos hombres en su vil acción. ¿Pelearás con
todo aquel que hable mal de mí o que diga algo desagradable?
Él le dirigió una mirada feroz. —Si. sí tengo que hacerlo, maldita sea.
Hablaba en serio. Para un hombre orgulloso como Niall, nunca sería capaz de
quedarse de brazos cruzados y dejar sin respuesta las burlas y los susurros que ella
ignoraba. Consideraba que era su deber reparar cada desprecio, exigir retribución,
lo quisiera ella o no. Como había hecho con Colin Campbell.
La inutilidad de esto sólo los haría a ambos miserables. La chispa de esperanza
que había sentido unos momentos antes se atenuó.
—Annie, quiero que vengas conmigo...
El sonido de la puerta golpeando contra la pared al abrirse de golpe cortó lo que
Niall iba a decir. Dos hombres irrumpieron en la pequeña habitación, pero se
detuvieron abruptamente cuando vieron a Niall y a Annie solos. Pero fue peor que
eso. Niall y Annie parecían haber estado haciendo exactamente lo que habían estado
haciendo.
Instintivamente, Niall se movió para colocarse frente a ella, como si pudiera
protegerla de lo que estaba por venir. Pero era demasiado tarde. La mirada cómplice
que se cruzó entre los dos soldados Campbell fue suficiente.
—Siento interrumpir—, dijo el primer hombre. Era difícil ver su boca detrás de
la espesa barba oscura, pero Annie sospechó que estaba curvada en una sonrisa. —
Estábamos buscando a la curandera.
Era evidente que ambos hombres habían participado en la pelea de antes. El
segundo hombre sostenía un paño empapado de sangre en la cara que explicaba su
propósito.
Aunque no había nada abiertamente sugerente en la voz del soldado, estaba
claro que los hombres habían adivinado lo que casi habían interrumpido.
Las mejillas de Annie se encendieron con un calor mortificante, al darse cuenta
exactamente de lo que los hombres habrían visto si hubieran entrado unos minutos
antes. Por desgracia, su rubor no pasó desapercibido y sólo sirvió para confirmar
sus sospechas.
—Estaba aquí hace un minuto—, dijo Niall, tratando de salvar la ya arruinada
reputación de Annie. Debería haberle dicho que no se molestara. Ahora por lo

104
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

menos habría razón para los chismes. Pero ella no se arrepentía de haberlo hecho.
Aunque no tuvieran ningún futuro juntos. —La curandera fue a buscar algo. Estoy
seguro de que volverá enseguida.
—Estoy seguro—, dijo el primer hombre, sonando cualquier cosa menos eso.
Niall se volvió hacia ella. —Espérame fuera y te acompañaré a tu habitación.
Annie adivinó lo que Niall iba a hacer, pero ninguna cantidad de “persuasión”
por parte de Niall detendría el inevitable flujo de chismes de esos dos. Sabiendo que
lo intentaría de todos modos, sacudió la cabeza. —Eso no es necesario—. Olvidada
la vergüenza, se volvió hacia los dos Campbell con una sonrisa. —Ya habíamos
terminado de todos modos.
Niall frunció el ceño ante su elección de palabras, que parecía confirmar las
sospechas de los soldados, mientras los dos Campbell hacían lo posible por reprimir
sus risas. Pero ella no iba a agachar la cabeza y escabullirse avergonzada. Ya no. Era
una MacGregor, y ya era hora de que lo recordara.
Que hablaran de ella. Que digan lo que quieran sobre ella. No importaba. Ella
sabía la verdad. No había hecho nada de lo que tuviera que avergonzarse.
No se escondería por más tiempo. Era hora de que Annie MacGregor dejara atrás
lo que había sucedido. Todo aquello. Para siempre.

105
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Capítulo Nueve
¿Qué demonios fue eso? Niall no tuvo tiempo de reflexionar sobre el extraño
comportamiento de Annie. ¿Quería ella que todos en el castillo supieran lo que
habían estado haciendo?
Habría ido tras ella, pero ni cinco minutos después de dejar a los dos Campbell
en la enfermería con amenazas muy detalladas y sangrientas de lo que les ocurriría
si Niall escuchaba una palabra sobre el hecho de encontrarlos a él y a Annie juntos,
uno de los hombres de Niall lo localizó mientras se abría paso por el barmkin.
Poco después -el tiempo suficiente para ponerse la armadura y recoger sus
armas- Niall salía por la puerta, decidido a luchar. O, mejor dicho, dispuesto a ir al
infierno. Porque hacia allí se dirigiría pronto su presa.
No le dijo a Annie a dónde iba. Sabía que ella se pondría furiosa y trataría de
detenerlo, y él no quería mentirle. Promesa o no, esto era algo que tenía que hacer.
***
Annie se negó a que vieran su dolor, o su humillación. Justo cuando empezaba
a perdonarlo, Niall la abandonó sin mediar palabra.
Y no pasó desapercibido para nadie.
A la mañana siguiente de su interludio en la enfermería, bajó las escaleras
esperando verlo y no pudo ocultar su sorpresa al saber que se había ido el día
anterior. Su hermano y su cuñada habían visto su reacción y Annie no sabía qué era
peor: La furia de Patrick y sus amenazas de matar al bastardo por haberla herido de
nuevo o la sincera lástima de Lizzie.
El voto de Annie de no volver a ser objeto de compasión o desprecio había
tomado un cariz de derrota. Cada día que entraba en el vestíbulo, le resultaba más
difícil mantener la cabeza alta y los hombros erguidos bajo la avalancha de miradas
y susurros, algunos amables, otros crueles.
—¿Qué esperaba... que él se casara con ella?
—Por supuesto que se fue. Consiguió lo que quería, ¿no?
—Pobre chica, nadie la querrá después de lo que le pasó.
—No es más de lo que se merece, seguir así; ¿qué hombre quiere a una mujer que se viste
como un hombre y trata de aprender técnicas de guerra? No es natural.

106
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Ella no podía creer que después de lo que habían compartido en la enfermería,


él la dejara así. Él la había ayudado a encontrar su pasión de nuevo. Algo que ella
creía irremediablemente perdido. Pero Alys había tenido razón. Con el tiempo, con
el hombre adecuado, Annie sanaría.
Tenía que haber una explicación. ¿Pero por qué Niall se iría sin decir nada?
Finalmente, después de ocho días, Annie no pudo soportar más las miradas.
Tenía que alejarse. Escapando de los sofocantes confines del castillo, se dirigió a las
orillas del lago bajo la atenta mirada de los guardias de su hermano que patrullaban
la almena. Había traído una caña para pescar y encontró un lugar tranquilo cerca de
la orilla para sentarse en una roca mientras esperaba que su sedal saltara.
Pero fue ella quien saltó poco después al oír una voz conocida. —No deberías
estar aquí sola, aunque me has salvado de intentar colarme en el castillo esta noche.
¡Niall!
Diciendo a su tonto corazón que volviera a su pecho y dejara de latir tan
desesperadamente, miró a su izquierda en la dirección en la que había oído su voz,
pero no lo vio.
—No te des la vuelta—, dijo él. —Es mejor que nadie sepa que estoy aquí.
Recordando el dolor de su repentino abandono, ella dijo con rigidez: —¿Por qué
estás aquí? Pensé que te habías ido.
Oyó un sonido de movimiento y, a pesar de su advertencia, se volvió. Jadeó al
verlo salir de detrás de un árbol. Tenía un aspecto horrible, como si no se hubiera
bañado o dormido en días. Tenía la cara manchada con suciedad, la mandíbula
cubierta por una barba de una semana, los ojos inyectados en sangre y el cotun de
cuero y tela escocesa salpicados de barro, como si hubiera cabalgado durante horas.
Frunció el ceño ante su pregunta y su tono. —Estoy aquí por ti. Siento haber
tenido que marcharme tan repentinamente, pero no pude evitarlo.
¿Esa era toda la explicación que ella recibía por su aspecto desaliñado después
de ocho horribles días creyendo que la había abandonado? Todos esos sentimientos
encontrados con los que había estado luchando se agudizaron en uno solo: la ira.
—¿Dónde has ido que era tan urgente? — preguntó ella.
—No tiene importancia.
—Obviamente, tenía la suficiente importancia para que te fueras así y volvieras
con la apariencia de haber sido arrastrado por el barro durante días.

107
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

—Te lo explicaré más tarde, pero no tengo mucho tiempo. Estoy aquí por ti.
Quiero que vengas conmigo a Irlanda.
Ella lo miró como si acabara de decir que quería llevarla a la luna.
—¿Irlanda? ¿De qué estás hablando?
—No puedo quedarme aquí. Basta con decir que, como forajido, mis
perspectivas son escasas. Y un nuevo comienzo podría ser justo lo que necesitas.
¿Qué había provocado este repentino deseo de huir? No le importaba lo que los
demás pensaran, pero ¿le molestaba a Niall? La sospecha la acechaba. —¿Esto es por
lo que pasó en la fiesta?
Él tardó un momento en entender que ella se refería a los hombres que los habían
interrumpido en la enfermería. —No, por supuesto que no. Pero seguramente
puedes ver el beneficio de un nuevo comienzo. De ir a un lugar donde nuestros
pasados no nos seguirán.
Sus ojos se entrecerraron. —Quieres decir que la gente no sepa que fui violada.
Él pareció sorprendido por su franqueza. Pero ella no iba a ignorarlo, y él
tampoco. No si había alguna esperanza para ellos. ¿Había alguna esperanza para
ellos? No si no podía encontrar una manera de lidiar con los chismes y las cosas
desagradables que se decían de ella. Huir no era más solución que actuar como su
vengador personal.
—Podría hacer las cosas más fáciles para ti.
Y él no tendría que escuchar las cosas desagradables que la gente decía de ella.
Dios, después de todo este tiempo, nada había cambiado, ¿verdad? Primero, no
quería casarse con ella porque era una MacGregor, y ahora no quería casarse con
ella a menos que se mudaran a otro país.
No crees que sea lo suficientemente buena para ti.
Annie sintió una nueva bofetada de dolor cuando sus palabras anteriores
resonaron en su cabeza. Puede que Dunvegan fuera hace dos años, pero la herida
que le había infligido aún no había cicatrizado del todo.
—Y más fácil para ti—, dijo ella en voz baja. —No tendrás que escuchar las cosas
desagradables que las personas dicen de mí.
Él frunció el ceño. —Eso no tiene nada que ver. No me importa lo que digan las
personas. Pero no puedo quedarme aquí, y quiero que vengas conmigo. Quiero que
te cases conmigo.
—Y vivir en Irlanda—, terminó. —Donde no conocemos a nadie.

108
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Y nadie sabe que fui violada.


Quiso acallar la voz, pero el tema era difícil de ignorar. Primero el cotilleo que
había desencadenado la pelea en el vestíbulo, luego esos hombres descubriéndolos
a solas, ¿y ahora esto?
Tal vez no debería sospechar tanto de sus motivos. Una parte de ella quería
creerle -el hombre decidido que tenía ante sí ya no era el joven insensible que no
sabía lo que quería-, pero la otra parte no podía olvidar que en aquel soleado barmkin
de Dunvegan él le había dicho que no podía casarse con ella porque no era lo
suficientemente buena. O su vergüenza cuando ella lo había desafiado con la
verdad.
—Tengo algunas conexiones. Irlanda es donde fui después de la incursión. Hay
algunas tierras en el Ulster, en el distrito de Glenconkeyne, que una vez fueron
propiedad de los Lamont. Hace años, en la época de los Bruce, las dos líneas de
Lamont acabaron en bandos diferentes de la guerra. Mi antepasado, Ewen Lamont,
jefe de los Lamont de Ascog, se puso del lado de los Bruce, pero el jefe de los Toward
se puso del lado de los Comyn, y finalmente esa rama del clan fue expulsada de
Escocia. Se establecieron en nuestra antigua patria, Irlanda—. Annie sabía que los
Lamont reivindicaban su ascendencia de un príncipe O'Neill de Ulster. —El jefe
Toward se reconcilió con la corona más tarde, y el clan regresó a Escocia, pero
algunos de mis parientes se quedaron en Irlanda como vasallos de nuestros
parientes los O'Neill, Condes de Tyrone.
Annie no sabía mucho de política irlandesa, pero todos habían oído hablar de la
reciente “Huida de los Condes”. —¿No acaba de huir el actual conde a España?
Niall asintió. —Uno de sus vasallos, Donal O'Cahan, ha reclamado las antiguas
tierras de Lamont, pero mi pariente me ha dicho que son mías si puedo tomarlas—.
Sonrió. —Es un país duro y agreste, y no voy a mentir. Habrá desafíos, y tendremos
que vivir de forma sencilla durante un tiempo, pero prometo que valdrá la pena.
—Y naturalmente asumiste que yo no tendría ninguna objeción a las condiciones
rústicas ya que es a lo que estoy acostumbrada.
Sucios y asquerosos MacGregor. Descendientes de reyes, pero ahora poco mejores que
campesinos.
Las burlas que normalmente ignoraba asomaron su fea cabeza.
El ceño de él se frunció. —No supuse nada. Esperaba que quisieras venir
conmigo. Esperaba que me amaras y creyeras en mí lo suficiente como para
sobrellevar los desafíos a corto plazo por la felicidad a largo plazo. Sé que eres fuerte
y pensé que disfrutarías de la aventura.

109
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Annie no pudo ignorar por completo la punzada en su corazón. No sonaba tan


horrible cuando él lo decía así.
Tal vez sintió que ella vacilaba y le dedicó una sonrisa capaz de derretirle las
rodillas y el escudo defensivo que había estado sosteniendo frente a ella. El escudo
que impedía que nadie la hiriera como él lo había hecho de nuevo.
—El castillo de Ascog fue construido por mi antepasado Ewen Lamont después
de la guerra como testamento de su amor por su esposa y su madre—, explicó Niall.
—Te construiré un castillo aún más grande cuando termine—. Dio un paso hacia
ella. —¿No ves la gran oportunidad que esto puede suponer para nosotros?
Podemos construir algo juntos: un hogar y un futuro. Algo de lo que podamos estar
orgullosos. No por lo que somos, sino por lo que logramos.
A pesar de su persistente dolor y desconfianza, la idea resonó. Estaba claro que
Niall no había perdido nada de la ambición que los había separado dos años atrás.
Annie sabía que, como segundo hijo, Niall había sentido la presión de hacer algo por
sí mismo. Tal vez no debería haberse sorprendido en Dunvegan de que él pensara
que la forma de hacerlo era a través del matrimonio. Pero ahora había cambiado de
enfoque, y toda esa determinación estaba fijada en Irlanda. Irlanda, de todos los
lugares.
Pero incluso si pudiera estar segura de que su motivación para irse no tenía nada
que ver con ella, ¿podría simplemente tomar sus cosas y dejar su hogar y su familia?
Patrick, Iain y Lizzie eran toda la familia que le quedaba. Y a pesar de los años de
persecución, ella era una MacGregor. Ella era parte de esta tierra. De esta tierra
escocesa. Ella pertenecía a vagar por las colinas cubiertas de brezo y los páramos de
las Highlands.
La cabeza de él se sacudió como si hubiera escuchado algo. Annie siguió la
dirección de su mirada, pero no vio nada.
Aun así, sintió la urgencia en el aire. —¿Qué pasa, Niall? ¿Qué está pasando
realmente? ¿Por qué tanta prisa? — Sus ojos se entrecerraron con sospecha. —¿Qué
has hecho?

***

Niall podía sentir a sus perseguidores acercándose. Sabía que no tenía mucho
tiempo. Había sido un riesgo venir aquí. Pero un riesgo que tenía que tomar.

110
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Tal vez debería haberle confiado antes sus planes. Pero había pensado que
tendrían más tiempo.
Sin embargo, su tiempo se había agotado.
Quería contarle el motivo de la urgencia, pero no tenía tiempo para explicárselo.
O, mejor dicho, no tenía tiempo para que ella superara su enfado.
Suponiendo que se le pasara, lo cual era probablemente una gran suposición
cuando se trataba de esta muchacha testaruda que él amaba. Pero nunca se
disculparía por intentar protegerla. No cuando había fallado tan miserablemente
antes.
¡Esa maldita promesa! Lamentaba haber faltado a su palabra, pero ella lo había
arrinconado.
—Sabes quienes me persiguen. Los Campbell. Los hombres del rey. ¿Acaso
importa? Soy un forajido. No puedo quedarme aquí para siempre.
Sus ojos se fijaron en él como dos agujas puntiagudas, como si pudieran pinchar
a través de su vaga explicación. Claramente, ella sabía que él estaba ocultando algo.
—No te pido que te quedes para siempre—, dijo ella. —Pero me estás pidiendo
que abandone mi hogar y mi familia para ir a las tierras salvajes de Irlanda y
enfrentarme a la guerra y a los conflictos. Seguramente me merezco más que unos
minutos para decidir.
—No tengo más que unos minutos—. Ni siquiera tenía eso. —Irlanda no está
tan lejos como para no poder volver de visita. ¿Y hay menos guerra y lucha aquí?
Puede que Patrick haya encontrado la paz con los Campbell, pero ¿crees que el rey
ha terminado con su persecución a los MacGregor? ¿Qué es lo que realmente te
retiene aquí?
Niall oyó otro sonido en la distancia -precariamente cercana- y miró hacia el este,
en la dirección desde la que había cabalgado. Prácticamente podía sentir el aire
reverberando con el estruendo de los cascos golpeando el suelo. ¿Se imaginaba las
columnas de polvo en el aire más allá de la ladera?
Tenía que irse. No podía quedarse más tiempo. Puede que ya sea demasiado
tarde para escapar de su soga.
Él le tendió la mano, rogándole que la tomara. Que le diera de nuevo su corazón.
Juró que esta vez lo trataría con toda la ternura y el respeto que merecía. —Tienes
que decidir, Annie. Ojalá pudiera darte más tiempo, pero tiene que ser ahora.
¿Vamos a superar esto? ¿Me perdonarás por decepcionarte y no protegerte o no?

111
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Los ojos de Annie se abrieron de par en par y entraron ligeramente en pánico.


Parecía darse cuenta de que había llegado el momento, pero estaba en guerra
consigo misma. —No lo sé—. Miró ansiosa a un lado y a otro del castillo, como si
éste pudiera darle la respuesta.
Niall sabía que no era justo darle un ultimátum así, pero tal vez era lo que ella
necesitaba. No podían seguir así para siempre. Si lo que había ocurrido entre ellos
las últimas semanas, culminando en la enfermería, no era suficiente para ella, ¿qué
lo sería? Esta hermosa mujer que había sido herida de la peor manera que una mujer
puede ser herida, había confiado en él. Había encontrado su pasión de nuevo con él.
Eso significaba algo.
—Lo sabes—, dijo él. —O me amas o no me amas.
O me perdonas por lo que pasó, o no lo haces.
—No es tan sencillo—, protestó ella, claramente ansiosa. Sus manos parecían
estar retorciendo ropa sucia.
Niall pudo ver en su expresión lo que iba a suceder. Su mano volvió a caer a su
lado; la decepción lo cortaba como un cuchillo. —En realidad, es así de simple. ¿Qué
quieres, Annie?
Ella lo miró con ansiedad. —Yo...— Dio un paso hacia él. —Niall, yo no...
El sonido de la voz de un hombre la detuvo. Su movimiento había alertado a los
guardias que la vigilaban. —¿Quién está ahí? Hágase notar. Milady, ¿está usted
bien?
—Está bien—, dijo Niall. —No hace falta que digas nada. Lo entiendo.
El problema era que lo entendía. Quería que ella creyera en él, pero ¿por qué
debería hacerlo? La había defraudado. Él tampoco creería en sí mismo.
Con una última mirada que tendría que sostenerlo toda la vida, Niall se dio la
vuelta y se escabulló de nuevo en el bosque.

112
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Capítulo Diez
La ansiedad que Annie sintió cuando Niall le exigió una respuesta no fue nada
comparada con el pánico que se apoderó de su corazón cuando él desapareció en el
bosque. Un minuto él estaba allí, y ella se debatía consigo misma sobre qué hacer, y
al siguiente, él se había ido como si nunca hubiera estado allí en absoluto.
El sol se desvaneció.
Las sombras se oscurecieron.
El aire se enfrió.
Al menos eso parecía. Pero cuando levantó la vista, el sol seguía brillando en lo
alto del cielo. Sabía lo que su mente trataba de decirle. Esto no era lo que ella quería.
No quería que él se fuera.
Quería llamarlo, pero era demasiado tarde. Niall se había ido y los hombres de
su hermano ya la rodeaban.
—Estoy bien—, insistió ella, tratando de calmar su evidente alarma. —Me
pareció ver un gatito en un árbol.
—¿Un gatito, milady? —, preguntó uno de los guardias, claramente confundido.
—Magnus dijo que había visto un hombre.
Annie negó con la cabeza, pero su atención no estaba en los guardias. Ya estaba
tratando de idear un plan para rectificar su error. Pero tenía que darse prisa. Tenía
que alcanzar a Niall antes de que llegara a la costa. Lo más probable es que se
dirigiera a Greenock. Era el puerto más grande del Clyde que tendría muchos barcos
hacia Irlanda. Pero llevaría a uno de los mejores rastreadores de su hermano por si
acaso.
Los guardias seguían interrogándola mientras Annie regresaba al castillo.
Recogería algunas cosas y trataría de convencer a Patrick...
Se detuvo de repente y murmuró una maldición. ¿Convencer a Patrick? Eso le
llevaría una eternidad. Reuniría algunas cosas y buscaría a Lizzie. Su cuñada haría
entrar en razón a su hermano mucho más rápido que Annie.
Sonrió, dándose cuenta de que era bueno tener una aliada contra su testarudo
hermano. Patrick no estaría muy dispuesto a que ella fuera a Irlanda, y mucho
menos a perseguir al hombre que se la llevaría. Annie casi podía oírlo gritar sobre

113
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

“lo peligroso” que era, y que “ninguna hermana suya” iba a ir a ninguna parte con
“forajidos” por ahí.
Sí, pensó Annie, definitivamente tenía que encontrar a Lizzie primero.
Ahora que Annie se había decidido por lo que quería, se preguntaba cómo podía
haber dudado siquiera un momento. Ella amaba a Niall, y Alys tenía razón: eso era
lo único que importaba. Annie no dejaría que lo que esos hombres habían hecho le
arrebatara su oportunidad de ser feliz. No iba a echarle en cara a él lo que había
pasado en Dunvegan para siempre. Su corazón y su orgullo habían recibido una
paliza aquel día, pero no permitiría que el dolor del pasado impidiera su felicidad
futura. Cualquier problema adicional que tuvieran ella y Niall podría resolverse. Él
tendría que prometer que no trataría de vengar cada desaire, y ella tendría que tratar
de perdonar su inevitable sobreprotección. ¿Tal vez Lizzie podría ayudarla con eso
también?
Resultó que no necesitaba ir en busca de su cuñada. Annie acababa de atravesar
las puertas del castillo cuando vio a su hermano y a Lizzie salir corriendo del gran
salón hacia ella.
—¿Qué ocurre? —, preguntó Patrick, evidentemente preocupado. —Oímos la
conmoción y Donnan dijo que había un problema afuera.
—No había ningún problema—, dijo Annie.
—Mi laird—, gritó uno de los hombres que patrullaban las almenas a Patrick. —
Hay jinetes acercándose rápidamente—. Volvió a mirar. —Por el estandarte, parece
ser el hermano de milady.
—¿Jamie? — Preguntó Lizzie. —¿Qué está haciendo aquí?
Annie sintió que el temor de saber la atravesaba. Dios mío. ¿El Ejecutor estaba
persiguiendo a Niall? ¿Qué había hecho esta vez?
Su corazón se hundió, adivinando exactamente lo que había hecho.

***

Niall había roto su promesa. Había jurado que no iría tras los hombres que la
habían herido, pero había hecho exactamente eso. Annie había oído a Jamie
Campbell despotricar de ello durante la última media hora.
—¡Cuando lo atrape...! — La amenaza no necesitaba ser verbalizada para ser
entendida. Jamie Campbell era uno de los hombres más temidos de las Highlands.

114
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

La reputación de despiadado del “Ejecutor” de Argyll era bien conocida. Si quería


destrozar a Niall -miembro por miembro-, podía hacerlo. —¿No sabe ese maldito
tonto lo que he hecho por él? ¿El riesgo que he corrido? Es mi trasero el que está en
juego esta vez.
La bella esposa del Ejecutor respondió a lo que no era realmente una pregunta.
Annie se había quedado atónita al ver a la hermana de Niall, Caitrina, montando
junto a su nuevo esposo. Pero tal vez Annie no debería haberlo estado. Si alguien
podía enfrentarse a Jamie Campbell y no dejarse intimidar por su ira, era Caitrina
Lamont, cuya reputación de salirse con la suya era bien conocida. La otrora hermana
de Niall, acomodada y tal vez un poco malcriada, había cambiado después de la
horrible destrucción de su clan a manos de Colin Campbell. Si alguien había deseado
su muerte tanto como Annie, era Catrina. Sin embargo, se había casado con su
hermano.
Annie podría haber jurado que había visto a Caitrina poner los ojos en blanco
mientras uno de los hombres más temidos de las Highlands seguía con sus
amenazas. —Ese “maldito tonto” es mi hermano—, le recordó a su esposo, los ojos
azules que tanto se asemejaban a los de Niall brillando tan peligrosamente como los
del Ejecutor. —Y, por supuesto, sabe lo que has hecho por él, y el riesgo que has
corrido al tomar la responsabilidad por él ante Argyll y el rey James. Pero sabes tan
bien como yo que tú habrías hecho exactamente lo mismo en su lugar.
La mandíbula de Jamie se apretó ominosamente mientras su mirada se fijaba en
su desafiante -y aparentemente despreocupada- esposa. Quizás Lizzie no había
exagerado, pensó Annie. ¿Realmente había sido una unión por amor entre el
hermano del hombre responsable de la destrucción de su clan y la hermana de Niall?
Eso parecía.
—Esa no es la cuestión—, le dijo Jamie a su esposa.
—¿Pero lo niegas? — preguntó Caitrina.
—Por supuesto que no. Cualquier hombre que te hiciera daño pronto tendría su
cabeza decorando la puerta de mi castillo.
—Así que ya está—, dijo Caitrina, claramente sin inmutarse por la truculenta
amenaza. —Estamos de acuerdo.
—No estamos de acuerdo en nada—, dijo Jamie con un golpe de puño sobre la
mesa que sobresaltó a todos menos a su esposa. Aunque en realidad Lizzie tampoco
parecía preocupada por el descarado enfado masculino.
Interesante.

115
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

—Esta vez no vas a hablar en círculos a mi alrededor, esposa. Lo que yo haría es


irrelevante.
—¿Lo es? — preguntó Caitrina con un delicado arco de una ceja perfectamente
formada. —No creo que lo sea en absoluto. ¿Cómo puedes culparlo por hacer
exactamente lo que tú habrías hecho?
—Porque me mintió, maldita sea. Me dio su palabra de que había terminado de
matar a los Campbell.
Niall había hecho lo mismo con ella. Pero su dolor inicial había disminuido un
poco durante la extensa diatriba de Jamie Campbell.
—¿Incluso a los que merecen morir?
Annie no se dio cuenta de que había hablado en voz alta hasta que todos los ojos
se volvieron hacia ella. Por muy enfadada que estuviera con Niall por romper su
promesa -y estaba furiosa-, una cosa no estaba en discusión: los hombres que la
violaron merecían morir. Ya discutirían después sobre qué mano debería haber
empuñado la espada.
No era de extrañar que Niall no quisiera decirle a dónde iba, pues sabía que ella
se pondría furiosa por su promesa incumplida. Los hombres de Niall habían
atrapado al segundo hombre que la había atacado. Según Jamie Campbell, el
primero había muerto hacía unas semanas. Argyll se había enfurecido después de
aceptar mirar hacia otro lado con Colin Campbell, y exigía que Jamie trajera al
“forajido”.
Por desgracia, desde entonces la situación no había hecho más que empeorar. El
rey estaba ahora involucrado. Eran sus hombres, enviados desde Inglaterra, los que
ahora perseguían a Niall y, según Jamie, tras el último ataque de Niall en la —justicia
de las Highlands—, querían sangre.
Su vengador personal había estado muy ocupado, y no había sido sincero. Pero
al menos podía estar segura de una cosa: sus motivos para marcharse no se habían
basado en la vergüenza o el pudor por ella. Se habían basado en la venganza.
Cualquier sospecha o pregunta persistente que ella tuviera había desaparecido. El
chico del que se había enamorado la había decepcionado, pero sabía que el hombre
en el que se había convertido no lo haría.
—Estás perturbando a mi hermana—, dijo Patrick. —Si no quieres mi espada en
tu garganta, dejarás de hacerlo.
—Podrías intentarlo. De nuevo, podría señalar—, dijo Jamie con una mueca que
prometía violencia.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

—Dios mío—, dijo Lizzie, levantando la mano con frustración. —¿Van a dejar
alguna vez de amenazarse con matarse el uno al otro?
—No—, dijeron Jamie y Patrick al mismo tiempo.
—Los dos son ridículos—, dijo Lizzie. —No todos los problemas se pueden
resolver con espadas.
—Este sí se puede—, dijo Patrick en voz baja, a lo que siguió un fuerte —¡ay! —
cuando la zapatilla de Lizzie aparentemente se estampó contra su pierna por debajo
de la mesa.
—Tu hermana tiene razón—, dijo Caitrina a su esposo. —No resolverás este
problema con violencia, así que será mejor que pienses en otra forma.
—No quiero pensar en otra forma—, dijo Jamie Campbell con rotundidad, casi
con beligerancia, mirando a su esposa como si la retara a desafiarlo.
Annie no estaba segura de haber sido capaz de quedarse quieta bajo una mirada
tan fulminante, pero Caitrina parecía aburrida. En un momento dado, levantó la
mano y estudió el dorso de las uñas. Podría haber sido una leona afilando sus garras
en previsión del daño que iba a infligir a las intenciones de su esposo. —Pero lo
harás—, dijo al cabo de unos instantes con una sonrisa cómplice.
La batalla de voluntades continuó en una mirada silenciosa, y cuando terminó,
fue el implacable Ejecutor quien dejó escapar una maldición no muy pronunciada y
se dio la vuelta.
Patrick trató de disimular la sonrisa de satisfacción ante su cuñado, pero Annie
sabía que esa expresión no iba a durar mucho. No con lo que Annie tenía que decir.
Tenía razón. Para cuando terminó de presentar su solución, le tocó a Patrick
ponerse furioso.
—¡No! No voy a escucharlo. No vas a mudarte a Irlanda. ¿En qué demonios está
pensando él para llevarte a ese tipo de ambiente? Es peligroso allí.
—Es peligroso aquí también—, le recordó Annie.
—Pero me tienes a mí para...
Él se detuvo al ver su expresión, recordando lo que ella había dicho sobre la
protección. El instinto era poderoso, y ella sabía que Patrick -y Niall en realidad-
siempre intentarían protegerla. Pero con el tiempo y más práctica, esperaba
convencerlos de que su protección no dependía sólo de ellos.
No es que ella y Niall no intercambiarían palabras al respecto. Muchas palabras,
y algunas que probablemente no fueran muy propias de una dama. Ella había

117
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

aprendido algo más que a dar en el blanco con el cuchillo observando a los
escuderos.
—Tú, Lizzie e Iain son la única familia que me queda—, dijo Patrick, intentando
una táctica diferente. —No quiero perderte.
—No me perderás—, dijo Annie. —Irlanda no es el otro lado del mundo.
—Bien podría serlo—, dijo Patrick con tanta beligerancia como la que había
exhibido su cuñado unos momentos antes.
—No puedes esperar que Annie se quede con nosotros en Edinample para
siempre—, intervino Lizzie con una mano en el brazo de Patrick que pareció
desinflar su enfado. —Ella tiene que vivir su propia vida.
—No quiero perder a mi hermano más de lo que tú quieres perder a tu
hermana—, añadió Caitrina con suavidad. —Pero lo que dice Annie es cierto. Niall
no puede quedarse aquí después de lo que ha hecho, e Irlanda es una solución tan
buena como cualquier otra. Tal vez Argyll y los hombres del rey puedan ser
apaciguados por su exilio, ante tu sugerencia, por supuesto.
Dijo esto último a su esposo, que obviamente seguía furioso por haber sido
privado de su presa. —Ya veremos.
Ella se inclinó y lo besó en la mejilla. —Tengo toda la confianza del mundo en
ti.
No dijo nada, pero Annie pudo ver el destello de una sonrisa rondando la boca
de Jamie Campbell. Y sus ojos, cuando se posaron en su mujer, estaban llenos de
algo que sólo podía llamarse ternura.
Por un momento, Annie sintió una punzada de envidia por lo que la hermana
de Niall había encontrado, aunque fuera con un Campbell. Si no se daban prisa y
accedían a acompañarla a la costa, iba a perder la oportunidad de tener lo mismo.
—¿Estás segura de que quieres hacer esto, Annie? — dijo Patrick.
Ella sintió el peso de todas las miradas de la mesa sobre ella. Esta vez no dudó.
Asintió con la cabeza. —Nunca he estado más segura de algo en mi vida.

***

Niall no estaba en Greenock. Tampoco estaba en Dumbarton, ni en Dunoon, ni


en ninguno de los otros puertos alrededor del río Clyde o del Firth.

118
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Con cada parada, el pánico de Annie aumentaba, sin importar las garantías que
Jamie Campbell y su hermano le dieran. No es de extrañar que Patrick insistiera en
acompañarlos y en llevar a sus propios hombres. Los renuentes cuñados trabajaban
sorprendentemente bien juntos, y Annie se preguntaba si las ocasionales discusiones
se debían más a la costumbre que a una verdadera animosidad. Estaba claro que
había respeto mutuo entre los dos hombres, aunque no quisieran que el otro lo viera.
—No te preocupes, muchacha—, dijo Jamie Campbell con sorprendente
amabilidad después de su última decepción en Dunoon, mientras volvían al lugar
donde habían dejado sus caballos. Habían hablado con todos los capitanes del
muelle, pero nadie lo había visto. —Puede que se haya ido más al sur para evitar las
fortalezas Campbell.
—Pero son tus fortalezas—, dijo Annie. —Y las de tu hermano Duncan. Niall se
sentiría más seguro aquí por eso. No importa lo enfadado que estés con él, sabe que
no lo traicionarás.
—Yo no estaría tan seguro de eso—, dijo Jamie.
Pero extrañamente lo estaba. —Él conoce esta zona como la palma de su mano,
ya que está muy cerca del castillo de Ascog, en Bute. ¿Estás seguro de que no fue allí
a despedirse primero de su hermano y su hermana?
Jamie negó con la cabeza. —Caitrina ya nos lo habría hecho saber—. Jamie había
enviado a su esposa a casa con un gran contingente de hombres que los había
alcanzado hacía unas horas. Llevaban casi dos días buscando a Niall. —
Probablemente esté esperando su momento en el bosque, vigilando el canal en busca
de un barco de contrabando. Querrá viajar de noche para evitar preguntas, y los
contrabandistas de sal de Irlanda están activos en esta zona.
Con los elevados impuestos sobre la sal que se necesitaba para conservar la carne
y el pescado para los largos inviernos escoceses, no era de extrañar que los
contrabandistas de Carrickfergus se aprovecharan. Los escoceses consideraban que
evitar al hombre de los impuestos era un derecho y un deber otorgado por Dios.
—Espero que tengas razón—, dijo Annie.
—La tiene—, le aseguró Patrick. —Eoin lo rastreó en esta dirección, ¿no es así?
Aunque el mejor rastreador de Patrick había perdido las huellas de Niall cerca
de Ben Lomond, se había dirigido hacia esta parte de la costa occidental.
—¿Pero qué pasa si lo perdemos? — dijo Annie, expresando el miedo que había
estado tratando de mantener a raya.

119
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

—Entonces lo seguiremos hasta Irlanda—, dijo Patrick con firmeza. —Si eso es
lo que quieres.
El alivio y la emoción se apoderaron de su garganta. Tuvo que parpadear las
lágrimas mientras miraba a su hermano mayor. —¿Harías eso por mí?
—Si te hace sonreír de nuevo, no hay ningún lugar al que no te llevaría.
Annie no sabía qué decir. El nudo en su garganta tardaría mucho tiempo en
disiparse.
—¿Y qué hay de Inglaterra? — dijo Jamie con fingida seriedad. —¿La llevarías a
Inglaterra?
—Excepto a Inglaterra—, matizó Patrick rápidamente. —Hay algunos infiernos
a los que no la sometería cueste lo que cueste.
Annie se rió, agradecida por el momento de ligereza en lo que habían sido unos
días estresantes en el camino.
Miró a Jamie Campbell. El Ejecutor era más de lo que ella creía. Dios mío, ¿había
realmente dos Campbell que le gustaban ahora? Para un MacGregor, eso era peor
que una herejía.
—Podemos pasar la noche en el castillo—, dijo Jamie, refiriéndose al castillo real
de Dunoon, del que los Campbell eran los guardianes históricos. —Mi hermano
Duncan y su esposa, Jeannie, están en el castillo Campbell, pero los sirvientes podrán
alistar las habitaciones y preparar algo para que comamos.
Annie no era la única que se estremecía ante la idea de quedarse en la fortaleza
de los Campbell. —No te molestes por nuestra cuenta—, dijo rápidamente Patrick.
—Annie y yo estaremos bien en el pueblo. No me he recuperado de la última vez
que disfruté de tu hospitalidad.
Jamie Campbell sonrió de verdad. Eso dejó a Annie sin aliento. Tal vez ella podía
ver lo que Caitrina veía en él después de todo. Dios mío, era un hombre guapo. Un
hombre muy guapo. Normalmente era difícil ver detrás de toda esa imponencia.
—Era una broma—, dijo Jamie. —No te dejé ahí mucho tiempo. Y te lo merecías.
Hiciste que Lizzie estuviera triste.
Patrick suspiró, claramente de acuerdo. —Me gustaría verte en esa prisión de
foso durante cinco horas. Como una broma, por supuesto. Apostaría a que has
puesto triste a tu esposa una o dos veces.
Jamie se rió, y Annie se llevó su segundo sobresalto en otros tantos minutos. ¿El
Ejecutor se reía? Sus enemigos -la mayoría de los MacGregor- nunca lo creerían.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

—Quizá una o dos veces—. Jamie admitió, pero luego miró a Annie. —
Recuérdame que no me acerque al castillo Lamont cuando lo construya, sobre todo
si tiene una prisión de foso.
Parecía que ella no era la única que confiaba en las habilidades de Niall.
Jamie y sus hombres reunieron sus caballos y subieron la colina que conducía
desde el puerto hasta el castillo; Niall, Annie y sus compañeros del clan MacGregor
se dirigieron a la posada que Jamie les había recomendado, cuyo nombre poco
imaginativo era Quayside Inn and Alehouse.
Mientras Patrick hablaba con el posadero sobre una habitación y se ocupaba de
llevar a los caballos a los establos, Annie tomó asiento en una pequeña mesa de la
sala principal, donde otros viajeros ya disfrutaban de la comida y la cerveza de la
posada, para esperarlo. La habitación estaba oscura y llena de humo, pero era cálida
y tenía un aspecto relativamente limpio, así que no se quejó. Por los platos que
pasaban, los pasteles de carne parecían ser una opción popular. Desde luego, olían
deliciosamente.
Su estómago rugió, y ya estaba preparando mentalmente su pedido para cuando
Patrick regresara.
Estaba de espaldas a la entrada, así que no vio entrar a los tres hombres. Sin
embargo, oyó sus bulliciosas risas cuando se sentaron en una mesa a unos metros
de ella y pidieron cerveza.
Cuando levantó la vista para mirar en su dirección, se dio cuenta de que uno de
los hombres la estaba mirando. Al captar su mirada, se sobresaltó. Su corazón se
desplomó. Se le enfriaron todos los huesos del cuerpo y su aliento parecía haberse
convertido en hielo en sus pulmones.
Nunca olvidaría ese rostro horrible. Los amenazantes ojos oscuros bajo las
pesadas y aún más oscuras cejas. El cabello negro y lacio que caía sobre su corta
frente mientras la sujetaba y se ponía encima de ella. El grueso cuello y los hombros
que parecían una roca inamovible mientras ella lo empujaba, tratando de apartarlo,
vestía con el mismo cotun de cuero negro. La pesada barba que ocultaba la mayor
parte de su rostro. Los rasgos brutos -planos, gruesos y agresivos- como los de un
hombre que no hacía más que pelear.
Por un momento, el miedo regresó como una lluvia helada que la dejó
temporalmente congelada. Volvía a estar en aquella horrible cabaña abandonada a
la que la habían llevado para violarla.
Pero entonces la boca de él se contrajo en esa horrible mueca que ella recordaba,
y su sangre empezó a correr de nuevo por sus venas.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Comenzó a hervir.
Él se giró para decir algo a uno de sus compañeros, pero fue lo suficientemente
alto como para que ella lo oyera. —Creo que hemos encontrado una forma de
obtener nuestra recompensa, muchachos. No necesitamos encontrar al forajido. Él
vendrá a nosotros.
Annie sabía exactamente a qué se refería, y eso no hizo más que alimentar la
tormenta de rabia que la recorría. Nunca dejaría que la usaran para atrapar a Niall.
Cuando fueron a buscarla, fue con ellos de buena gana, no opuso resistencia y
dejó que la guiaran fuera. Pero justo cuando estaba a punto de deslizar la daga por
la abertura que había hecho en los pliegues de su vestido, se produjo el desastre.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Capítulo Once
Tras dejar a Annie en Edinample, Niall había estado a punto de cruzarse con
una patrulla de hombres del rey y se había visto obligado a refugiarse en Lomond
Hills antes de reunirse con sus hombres -dos días más tarde de lo previsto- en
Balquhidder. El retraso había resultado ser una bendición. No sólo le había dado
tiempo para darse cuenta de que tenía que volver por Annie -y que seguiría
volviendo hasta que ella aceptara irse con él-, sino que sus hombres también le
habían dado la ubicación del tercer hombre.
Niall había rastreado a Callum Campbell hasta Dunoon -donde, al parecer, el
hombre que pronto moriría estaba visitando a su amada- y lo había visto entrar en
la posada. Niall tendría que esperar a que saliera antes de enfrentarse a él. Cuantos
menos testigos, mejor. Pero nada le impediría terminar esto.
Tras esperar un largo tiempo, Niall había enviado a la mayoría de sus hombres
a la calle para buscar algo de comida en otra taberna. Colocó a los tres hombres que
se habían quedado alrededor de la posada para asegurarse de que su presa no
pudiera escapar. Niall acababa de posicionarse en una valla de piedra frente a la
posada, donde podía vigilar la puerta cuando se abriera.
Lo que no había esperado era ver a Callum Campbell salir unos minutos después
con una mujer. Y no una mujer cualquiera, la mujer de Niall.
El bastardo tenía el brazo alrededor del cuello de Annie y la arrastraba junto a
él.
Niall vio rojo. La rabia, como nunca antes había experimentado, descendió sobre
él. Su primer instinto fue alcanzar su puñal y lanzarlo. Pero con Annie en medio,
sería demasiado arriesgado.
En su lugar, Niall sacó su claidheamh-mòr12 del baldric13 en su espalda y planeó el
curso del ataque que mataría a la basura Campbell y a sus dos compañeros antes de
que tuvieran tiempo de reaccionar. Como la parte superior de la cabeza de Annie
caía muy por debajo del cuello del bastardo, Niall tenía un camino despejado para
arrancarle la cabeza. Si su espada lo atravesaba limpiamente, podría matarlos a

12
Un claidheamh-mòr o claymore es un tipo de espada cuyo uso precisaba de las dos manos para ser
blandida, afilada por las dos vertientes de la hoja, poseedora de una empuñadura de gran longitud.
13
Banda de cuero, cruzada al pecho y utilizada para sujetar y llevar armas blancas, normalmente la espada

123
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

todos de un solo golpe, utilizando el impulso para alcanzarlos. Como mínimo,


mataría a dos.
Vio los movimientos precisos en su cabeza como una danza mortal. Había
estado en esta posición muchas veces antes, aunque nunca las consecuencias habían
sido tan graves.
Le había fallado a Annie una vez. No lo haría de nuevo.
Niall estaba a punto de hacer su movimiento cuando uno de sus hombres, que
obviamente había visto lo que estaba sucediendo, se acercó desde el exterior del
edificio para ayudarlo. Niall le hizo un gesto para que volviera, pero era demasiado
tarde. Callum Campbell había captado el movimiento y acercó una espada a la
garganta de Annie.
—Quienquiera que esté ahí, dé un paso adelante o la perra morirá.
Como para demostrar sus palabras, presionó la hoja en su cuello hasta que
Annie gritó y una fina veta de sangre apareció a lo largo de la piel blanca y lechosa
de su cuello.
Niall gruñó y se lanzó hacia delante, pero se detuvo en seco cuando Annie volvió
a gritar de dolor. La hoja se clavaba más profundamente y, por la mirada del
bastardo, Niall sabía que no dudaría en matarla. La mujer que lo era todo para Niall
no era nada para él. Cualquier ventaja que Niall tuviera en habilidad se evaporó en
la niebla de la tarde. Callum Campbell estaba al mando, y ambos lo sabían.
—He oído que me has estado buscando—, dijo el hombre con una sonrisa
maliciosa. —Bueno, me has encontrado. Por suerte para mí, yo la encontré
primero—. Se inclinó y puso su nariz en el pelo de Annie, inhalando profundamente.
—Había olvidado lo bien que olías. Llevé ese aroma conmigo durante días. Estoy
deseando tenerte de nuevo.
Annie emitió un pequeño sonido de terror, y Niall dejó escapar un sonido
doloroso de frustración, rabia y odio. Su cuerpo estaba agitado, sus músculos
flexionados y rígidos por la contención. Se sentía como un león encadenado con su
presa justo fuera de su alcance.
—Suéltala—. Niall bajó su espada y dio un paso adelante. —Tómame a mí en su
lugar.
—¡Niall, no! — Annie gritó. —Te matarán.
Niall ignoró su súplica, y se concentró en el hombre que la sostenía. No podía
mirarla; eso sólo lo debilitaría más.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

—¿Tenemos un trato? — Dijo Niall con impaciencia. Cada segundo que la hoja
estaba sujeta a su cuello lo estaba matando.
—Tendré que pensarlo. La perra puede ser una MacGregor, pero no hay nada
malo en su cara... o en su cuerpo. Sigo soñando con esos senos maduros—. El
bastardo tenía un brillo lujurioso en los ojos mientras su mano se acercaba a su
pecho.
Annie reaccionó como si le quemara, intentando zafarse de su agarre, pero eso
sólo hizo que el cuchillo de su cuello se clavara más. Ella emitió un sonido como el
de un animal herido que hizo que todo en el interior de Niall se desintegrara. Nunca
se había sentido tan impotente en su vida.
No podía fallarle otra vez. Dios no sería tan cruel. La agonía se retorcía a través
de él como una hoja caliente que lo desgarraba. Tenía que pensar en algo.
—¡Niall!
Se obligó a mirar a Annie, incapaz de ignorar su súplica, pero asustado por lo
que podría ver. Asustado de ver el miedo y la impotencia reflejados en él.
Pero eso no fue lo que vio en absoluto. En cambio, vio un odio que ardía tanto
como el suyo y una fría determinación. Vio fuerza, no vulnerabilidad.
Él había olvidado lo que ella había aprendido, lo que él le había enseñado. Y de
repente, supo lo que iba a pasar. Fue como si en esa mirada, hubieran intercambiado
pensamientos.
El bastardo ni siquiera sabía lo que lo había golpeado. Con una rapidez y un
propósito que Niall elogiaría más tarde, Annie encontró la empuñadura del cuchillo
que él le había dado y lo llevó directamente a un punto vulnerable de la ingle del
bastardo.
El Campbell gimió de sorpresa y dolor, y el cuchillo que sostenía en el cuello de
Annie cayó al suelo. Annie se apartó mientras Niall levantaba la espada por encima
de su cabeza. Cuando cayó, acabó con la vida del bastardo de un solo golpe.
Sus compañeros Campbell sufrieron un destino similar unos instantes después,
cuando los hombres de Niall se abalanzaron sobre ellos, con el grito de guerra de los
MacGregor resonando en el aire.
Pero Niall no estaba prestando atención. Ya se había arrojado al suelo para
enfrentarse a Annie, que había caído de rodillas tras apuñalar al Campbell. Ella
había sabido apartarse del camino de la espada de Niall.

125
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Todavía sostenía la daga ensangrentada en la mano y lo miraba con una


expresión de aturdimiento en el rostro que, de no ser por las circunstancias, lo habría
hecho sonreír. —Lo hice.
La sorpresa se convirtió lentamente en orgullo cuando se dio cuenta de lo que
había hecho. Ella pareció crecer con confianza ante él. Cualquier temor sobre si ella
superaría lo que había sucedido o de que se desmoronara quedó atrás. Annie era
una MacGregor. Llevaba la pelea en la sangre. Él sólo le había dado las herramientas
para usarla.
—Lo hice—, repitió. —Tal como me enseñaste. Fui directo a la parte vulnerable
de su pierna. No sabía si podía hacerlo, pero lo hice—. Ella lo miró. —Gracias.
Niall no pudo esperar ni un minuto más para atraerla a sus brazos. La emoción
se apoderó de él con fuerza. Tuvo que luchar para no apretarla con tanta fuerza como
su pecho estaba siendo estrujado. —Dios, Annie, no tienes nada que agradecerme.
Todo fue por ti. Yo no hice nada. Nunca me sentí tan impotente en mi vida.
Pensé...— Le costó encontrar la voz con la maraña de emociones que se tejían en su
garganta. —Pensé que te iba a defraudar otra vez.
Ella sonrió. —No me decepcionaste. Y no fuiste impotente, porque me
entrenaste para no serlo. No habría sido capaz de hacerlo sin que insistieras en que
lo repitiéramos todo cien veces en el entrenamiento. Cuando llegó el momento,
simplemente reaccioné por experiencia; ni siquiera tuve que pensar.
Niall sonrió. Tenía razón. Entrenar a Annie para protegerse no había disminuido
su capacidad de protegerla, sino que la había potenciado. —Creo que fue por todas
las carreras por el patio que te hice hacer.
Ella se apartó para mirarlo y recordarle lo que aún tenía en la mano apuntando
en su dirección. —¿Qué has dicho?
Con mucho cuidado, él desenrolló los dedos de ella alrededor de la empuñadura
-la firmeza con la que seguía agarrando el cuchillo le hizo pensar que podría estar
más afectada de lo que creía- y limpió la hoja en sus pantalones antes de devolvérsela
para que la deslizara en su funda. —He dicho que me alegro de que todo ese
entrenamiento haya valido la pena, y me alegro de que no hayas tenido que lanzar
el cuchillo a la cabeza de nadie—. Incluida la suya. Aunque, tenía que admitir, ella
tenía una puntería excepcional. En el futuro, tendría que asegurarse de no dejar
ningún cuchillo cerca cuando discutieran. En el futuro. Un momento. ¿Tenían un
futuro? Mientras la ayudaba a ponerse en pie, le preguntó: —¿Qué haces aquí?
No fue Annie quien contestó, sino su hermano, que apareció irrumpiendo en el
edificio con algunos de los hombres de Niall. —Buscándote, maldita sea—. Patrick

126
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

echó un vistazo a los tres cuerpos amontonados en el patio y su rostro se


ensombreció de rabia. —¿Qué demonios ha pasado? — Se volvió hacia Annie. —¡Te
dejé sola durante cinco minutos!
Annie se encogió de hombros, intercambiando una mirada cómplice con Niall
antes de volver a mirar a su hermano. —Fueron cinco minutos agitados.
—Yo diría que sí—, dijo Patrick con sequedad. —Maldita sea, debería haberme
dado cuenta de que algunos de los hombres de Colin Campbell podrían estar
todavía por aquí—. Miró a los hombres muertos y suspiró. —Mi cuñado no va a
estar contento con esto.
Pero Niall no estaba pensando en Jamie Campbell. —¿De verdad me estabas
buscando? — preguntó Niall a Annie, atrayendo su atención de nuevo hacia él.
Su hermano podía esperar, maldita sea.
Ella asintió, por primera vez parecía un poco insegura de sí misma. —Quería
decirte que me gustaría ir a Irlanda contigo... si todavía quieres que lo haga.
El alivio que se apoderó de Niall sólo fue eclipsado por su felicidad. —¿Estás
bromeando? No hay nada que me haga sentir más feliz—. Volvió a estrecharla entre
sus brazos, apoyando su cabeza en la de ella cuando ésta se acurrucó en su pecho.
Nunca nada se había sentido tan bien. —¿Significa esto que me perdonas?
Ella se apartó un poco para dedicarle una mirada de recriminación. —¿Por
Dunvegan o por romper tu promesa de no ir tras los hombres que me habían
atacado?
Él hizo una mueca de dolor y sonrió un poco avergonzado. —¿Ambas cosas?
—Todavía no lo he decidido. Pero deberías tener algo de tiempo para
convencerme.
—¿Cuánto tiempo?
—¿Qué te parece una vida entera?
—Como un maldito buen comienzo. Pero estaba pensando más en una
eternidad.
Y tenía la intención de hacer que cada minuto contara. No podía volver atrás y
cambiar lo que había sucedido, pero haría todo lo posible para asegurarse de no
volver a dar a Annie motivos para dudar de él y que el resto de sus vidas estuvieran
llenas de felicidad y amor.

127
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Sin importarle que su hermano y sus hombres estuvieran mirando, Niall no


pudo esperar más para besarla. Bajó la boca y cubrió sus labios con los suyos,
sellando su promesa con todo el amor y la pasión de su corazón.
La cual podría durar hasta la eternidad.

128
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Epílogo
A finales de agosto de 1612, Glenconkeyne, Ulster, Irlanda

Annie miró los tres rostros descontentos que la miraban con expresiones que
iban desde la molestia hasta la rebeldía. A ellas no les gustaba más que lo que le
había gustado a ella, pero aprenderían al igual que ella que era por su propio bien.
—¿Pero por qué no podemos tener un cuchillo de verdad? —, protestó Bridget,
la mayor de las tres muchachas. —Llevamos meses usando los estúpidos y viejos
cuchillos de madera.
La joven de dieciséis años dijo la última palabra como si hubieran pasado años.
Annie trató de no sonreír. Era un trabajo serio entrenar a esas chicas, pero, Dios mío,
la hacían reír con su dramatismo. ¿Tan mala había sido? Sospechando que sabía la
respuesta, reprimió una sonrisa. —Han pasado cinco semanas, y todavía tienes un
largo camino que recorrer antes de que practiquemos con espadas de verdad. Ser un
guerrero no se consigue de la noche a la mañana. Hay que tener paciencia.
Deidre, la más joven de sus tres alumnas, con doce años, frunció la nariz. Con
su pelo rojo rubio, sus ojos verdes y sus rasgos diminutos, parecía una duendecilla
irlandesa. Una duendecilla irlandesa muy rebelde. De las tres niñas, Deidre era la
más difícil de mantener a raya. Su madre decía que había intentado correr antes de
poder caminar. También tenía una extraña habilidad para encontrar el punto débil
de su oponente. —¿Era usted paciente cuando entrenaba?
Annie sintió la presencia que acababa de llegar detrás de ella, pero no dio
ninguna indicación de que supiera que estaba allí. —Fui extremadamente paciente.
Nunca le di problemas a mi instructor e hice siempre lo que me pedía.
El instructor emitió un sonido ahogado detrás de ella, pero no se volvió. Más le
valía no reírse. Encausar a esas tres ya era bastante difícil sin que Niall socavara su
autoridad, aunque estuviera exagerando un poco la verdad.
Rose, la escéptica de quince años del grupo, dijo: —¿Es eso cierto, milord? ¿La
dama estuvo de acuerdo con todo lo que dijo?
Niall se acercó a ella para ponerse a su lado. Annie sintió la familiar sacudida en
su corazón que nunca parecía disminuir. En todo caso, se había vuelto más fuerte
desde que se había convertido en su esposo.

129
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Niall se había puesto aún más guapo en los dos años transcurridos desde que se
casaron y llegaron a Irlanda. Su hermano y Jamie Campbell habían insistido en una
boda “como Dios manda” antes de marcharse. Enviaron a buscar a Lizzie y al bebé,
y viajaron a Bute para casarse en Ascog, donde vivían la hermana y el hermano
menor de Niall, antes de encontrar un barco que los llevara a Irlanda unos días
después.
Justo por delante de los hombres del rey.
Tal como había predicho Caitrina, Jamie Campbell había apaciguado al rey
James asegurándole que “el forajido” había sido “expulsado” y no causaría más
problemas en las Highlands.
Jamie no había mencionado Irlanda, donde Niall causó muchos problemas
durante los meses siguientes mientras expulsaba al hombre del rey y recuperaba las
tierras ancestrales de los Lamont.
Sin embargo, gracias a los esfuerzos de Jamie en los meses posteriores, Niall se
había reconciliado finalmente con el rey. Ahora era un súbdito leal. O tan leal como
debía ser un súbdito en tierras “salvajes”, lejos del brazo de la autoridad del rey.
Ella y su demasiado apuesto marido intercambiaron miradas, y él leyó su
advertencia. Hombre inteligente. Dos años de matrimonio le habían enseñado algunas
cosas. Ella sabía cómo vengarse.
Sus miradas se calentaron un poco más al pensar en lo buena que podría ser esa
venganza.
—La dama ha sido una alumna ejemplar en todo—, dijo Niall.
Annie captó la referencia y esperó que las chicas atribuyeran el rubor de sus
mejillas al placer por el cumplido y no al placer recordado de otra cosa.
Alys había tenido razón. Había costado tiempo y paciencia, pero a medida que
los oscuros recuerdos se desvanecían, la pasión de Annie había vuelto con toda su
fuerza. Ya no necesitaban el cinturón de Niall, para disgusto de su perverso esposo.
Confiaba plenamente en él.
Sin embargo, Deidre no compartía la confianza de Annie. Claramente no parecía
creerle. Tampoco le había extrañado su respuesta poco directa.
Annie la interrumpió antes de que la niña pudiera interrogarlo más. —
Retomaremos los entrenamientos el lunes—. Intentó no sonreír ante el gemido de
desagrado de sus tres alumnas. Decir que Niall había recapacitado sobre su
entrenamiento era quedarse corto. Y no era porque sólo le hubiera costado cinco
meses dar en la diana diez veces seguidas. Cuando Bridgette había sido atacada en

130
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

el bosque por unos rufianes hacía un mes -y afortunadamente rescatada por su


padre, uno de los hombres de Niall, antes de que los rufianes pudieran hacerle daño-
, había sido idea de Niall que ella empezara a entrenar a las jóvenes de la zona. Había
sido justo lo que Annie necesitaba. Nunca olvidaría lo que le había sucedido, pero
había encontrado la manera de utilizarlo para el bien. —Como les dije, tenemos
visitas importantes que llegan mañana.
—Me temo que ha habido un cambio de planes—, interrumpió Niall. —Nuestros
visitantes enviaron la noticia de que llegarán en unas horas.
—¡Qué! — chilló Annie. —¿Unas horas? No estoy preparada.
Niall la miró de arriba a abajo, observando cada centímetro de sus ceñidas y
ajustadas calzas (¡a su hermano no le iba a gustar eso!) y el cotun de cuero negro con
el que Niall la había sorprendido poco después de su llegada —Un guerrero necesita
una armadura, incluso para practicar—, le había dicho mientras ella parpadeaba las lágrimas.
—Te ves bien para mí.
Annie intercambió miradas con las chicas, que sacudieron la cabeza en señal de
comprensión compartida. Los hombres eran muy obtusos cuando se trataba de esas
cosas.
Despidiéndose de las chicas, Annie se apresuró a volver al castillo con Niall para
dar las instrucciones a los criados.
Sólo llevaban unas semanas viviendo en el nuevo castillo, pero ya se sentían
como en casa. Niall lo había modelado a partir de Ascog, la fortaleza de los Lamont
que había sido arrasada por Colin Campbell en el asalto de hacía más de cuatro años
y reconstruida por Jamie y Caitrina. La casa-torre cuadrada de cuatro pisos y el
“bawn”, como llamaban los irlandeses a la muralla defensiva que rodeaba el castillo,
habrían enorgullecido a su antepasado Eoin. Ciertamente la había enorgullecido a
ella.
Pero Annie no había previsto tener tantos visitantes tan rápidamente, y todos a
la vez. Patrick, Lizzie, Iain y su nueva sobrina, Mary, venían, al igual que Jamie,
Caitrina y sus dos hijas pequeñas, Eliza y Anna, que habían sido nombradas en
honor a sus tías. El hermano menor de Niall, Brian, a quien le habían permitido
convertirse en jefe de Lamont en su lugar, también formaba parte del grupo de viaje.
Sería la primera vez que verían a su familia en más de dos años, y Annie no podía
esperar. También quería que todo fuera perfecto.
Nunca se había arrepentido de su elección y quería que todos, especialmente su
hermano, vieran por qué. Ella era feliz, y habían construido un hogar aquí. Algo de
lo que ambos podían sentirse orgullosos.

131
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Annie acababa de terminar de tomarse un baño cuando su esposo entró en la


habitación. Lo conocía lo suficientemente bien como para saber que el momento no
era una coincidencia.
Niall era siempre un oportunista.
—No tengo tiempo—, dijo ella, mirándolo fijamente con el agua que le caía por
la espalda desde su pelo aún empapado.
Él ignoró su protesta y comenzó a quitarse la ropa. No había nada de lento y
seductor en sus movimientos. No era necesario. Niall Lamont había perfeccionado
la seducción de lo rápido y metódico. Se desnudó como si no hubiera otro propósito
que el de quitarse la ropa. Lo que lo hacía aún más excitante.
Annie sintió que su respiración se agitaba y su pulso se aceleraba a medida que,
centímetro a centímetro, músculo a músculo, su poderoso físico desnudo se revelaba
ante sus ojos apreciativos. ¡Los traidores hambrientos!
Pero, Señor, nunca se cansaba de mirarlo. La poderosa pared de granito de su
pecho. Los bultos duros como piedras de sus brazos. Las apretadas líneas que
recubrían su estómago. El trasero firme y perfectamente formado. Los muslos y las
piernas musculosas. Y el largo y grueso bastón de su hombría, que se alzaba
orgulloso y prominente, sobresaliendo contra su estómago.
Parecía palpitar.
El lugar entre sus piernas se calentó un poco por eso. De acuerdo, se calentó
mucho.
Él era hermoso, y esa parte impresionante de él ya no la asustaba.
No, ella se había encariñado con esa parte de él. Bastante. Le gustaba rodear con
la boca el grueso capuchón, deslizar la lengua por la larga vena y apretar
suavemente sus pelotas con la mano mientras lo ordeñaba con largos y lentos tirones
de su boca.
Casi gimió cuando el placer tiró con la necesidad en ese punto dulce entre sus
piernas, donde a él le gustaba lamerla y acariciarla con la lengua. Casi podía sentir
cómo la besaba. Sentía el rasguño de su barba entre sus muslos mientras le
proporcionaba placer con su boca.
Poco a poco, apartó su mente de los perversos placeres de su lecho conyugal. Se
negaba a distraerse tan fácilmente. —No funcionará, Niall—.
Él enarcó una ceja oscura. —¿No funcionará? Hmmm—. Él dejó que su
acalorada mirada se deslizara por el paño húmedo de secado que ella había envuelto
alrededor de sí misma y clavo la vista en sus pezones. Sus pezones tensos y

132
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

punzantes contra la ropa. —¿Estás segura de eso? Pareces un poco tensa—. Dio un
paso hacia ella. —¿Qué tal si te ayudo a relajarte un poco?
Ella miró su erección. —Tu desinterés es realmente asombroso.
Él sonrió. —No dije que no me desharía de un poco de tensión acumulada—. Se
tomó con el puño y dio un firme tirón, haciendo que ella envidiara su mano. Le
encantaba tenerlo en sus manos. Sentir todo ese poder palpitante en su agarre. —Es
tu culpa. Me excitaste mucho antes en esas calzas—. Sacudió la cabeza. —No sé
cómo dejé que me convencieras de eso. Son indecentes.
Ella puso los ojos en blanco. —Son prácticas. Y no son más indecentes para mí
que para ti.
Él dio otro paso hacia ella, y ella dio el correspondiente paso hacia atrás. Esto
continuó durante unos cuantos más, hasta que la parte posterior de sus piernas se
encontraron con la cama.
Ella sabía exactamente hacia dónde se dirigían. ¿Por qué resistirse? Sabía a
dónde irían a parar desde el momento en que él entró en la habitación. Su cuerpo,
apenas vestido, estaba apretado contra el de él, desnudo, cuando dijo, con una pizca
de desafío: —¿Qué vas a hacer?
—Arrojar a mi mujer en la cama y hacer lo que quiera con ella.
Ella hizo una mueca. —Eso no suena muy divertido para tu mujer.
Él sonrió, de manera muy lenta y perversa. —Oh, pienso asegurarme de que ella
lo disfrute—. Y entonces le dijo de forma muy detallada y explícita cuánta diversión
iba a tener.
Para cuando terminó, ella lo estaba empujando hacia la cama, encima de ella. Su
boca estaba en sus labios. Sus pechos. El interior de sus muslos. Y finalmente..., oh
Dios, estaba justo ahí. Acariciando y lamiendo. Tocando y chupando. Haciendo que
gritara de placer mientras la primera ola de espasmos se apoderaba de ella.
Y entonces él estaba dentro de ella. Llenándola con toda esa dureza. Empujando
fuerte y profundamente. Obligándola a acabar una y otra vez. Sólo entonces gritó su
propio placer, largo y potente, mientras la llenaba con el cálido torrente de su
semilla.
Semilla que ya había echado raíces.
Pero ella se aferraría a esa pequeña noticia durante una o dos semanas más.
Quería estar segura, y sus cuñadas le habían advertido que su ya sobreprotector
esposo se volvería insoportable cuando estuviera embarazada.

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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4

Annie no estaba dispuesta a pasar meses sentada en almohadas y ofreciéndose


a que la cargaran a todas partes, pero al final, cuando tuvieran a su hijo en brazos,
sabía que valdría la pena.
Pero por el momento, se acurrucó más en el capullo del abrazo de su esposo y
saboreó el momento de paz.
Annie sabía que no siempre sería así, pero sabía que, fuera lo que fuera lo que
se les presentara, capearían el temporal... juntos.

Fin.

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