El Enfrentamiento Del Highlander - Mónica McCarty
El Enfrentamiento Del Highlander - Mónica McCarty
El Enfrentamiento Del Highlander - Mónica McCarty
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
El Enfrentamiento del
Highlander
Monica McCarty
Serie Campbell (4)
Traducción: Manatí
Lectura Final: Amber
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Sinopsis
A los dieciocho años, Annie MacGregor pensó que lo peor que le podía pasar
era tener un corazón roto. Pero estaba equivocada. Atrapada en el enfrentamiento
entre clanes en guerra, la ruina de Annie a manos de los odiados Campbell casi la
destruye. Pero está decidida a rehacer su vida, y esa vida no incluye a Niall
Lamont, el hombre que le rompió el corazón dos años antes y que ahora se ha
nombrado su vengador y centinela no deseado.
Niall cometió el mayor error de su vida cuando le dijo a Annie que no podía
casarse con ella. Sin embargo, cuando comprende su equivocación, ya es
demasiado tarde. Su clan está a punto de ser destruido por los Campbell por
albergar a sus parientes, está proscrito, y la mujer que ama ha sido ultrajada. Con
el tiempo agotándose, y los hombres del rey acercándose, Niall hará lo que sea
necesario para ganarse el perdón de Annie, incluso si eso significa enseñarle a la
chica obstinada a defenderse. Pero Annie es una MacGregor, y si hay algo que el
clan perseguido sabe hacer, es luchar. El perdón, sin embargo, es otro asunto, y
Niall comienza a preguntarse si algunas heridas podrían ser demasiado profundas
para sanar.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
La presente traducción fue realizada por y para fans. Y no pretende ser o sustituir al libro
original.
Pueden ayudarnos difundiendo nuestro trabajo con discreción, para poder seguir
compartiéndoles nuevas historias.
Atentamente
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Prólogo
13 de junio de 1607, Castillo de Dunvegan, Isla de Skye
Annie MacGregor miró al hombre con la oscura expresión en la cara que subía
las escaleras de la puerta que daba al mar junto a ella y le dio un codazo en las
costillas.
Con fuerza.
—¡Ay! Maldita sea, Annie—, dijo su hermano con el ceño fruncido. —¿Por qué
demonios fue eso?
—Prometiste divertirte—, respondió ella con su propio ceño fruncido. Patrick,
el mayor de sus tres hermanos mayores, no era el único de la familia con carácter.
Resistió el impulso de agitar el dedo hacia él. Hoy no la iban a llamar “pescadora
londinense” -no había peor desprecio para un Highlander que ser llamado inglés-.
Hoy iba a ser perfecto. —Dijiste que durante una semana podríamos divertirnos y
no preocuparnos
Durante una preciosa semana saldrían de su guarida en las colinas de Lomond
y se olvidarían de que eran forajidos, proscritos y perseguidos simplemente por el
pecado de ser MacGregor.
—Dije que intentaría divertirme—, corrigió Patrick. —Y es mi trabajo como líder
el preocuparme. No olvides lo que pasó el año pasado—. El año anterior, Patrick,
Gregor (su segundo hermano mayor) y su primo y jefe, Alasdair MacGregor, habían
estado a punto de ser capturados en el Encuentro de las Tierras Altas celebrado en
el Castillo Campbell. A pesar de estar fuera de la ley, Alasdair, conocido como —la
Flecha de Glen Lyon—, había querido participar “y ganar” el concurso de tiro con
arco. Y lo habría logrado si Patrick no hubiera traicionado sus identidades
acudiendo en ayuda de la prima del Conde de Argyll, Elizabeth, que había resbalado
en el barro. Las acciones del hermano de Annie los habían sorprendido a todos.
Patrick no era precisamente conocido por sus tendencias Galahad1, especialmente
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Galahad: es un caballero de la mesa redonda del rey Arturo y es reconocido por su gallardía y pureza. Se
utiliza Galahad como indicativo de noble, galante.
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hacia los odiados Campbell. —Además—, añadió él, probablemente sabiendo hacia
dónde se dirigía su mente y queriendo evitar preguntas sobre el incidente, —las
niñas que utilizan el chantaje para salirse con la suya no están en posición de tirar
piedras.
El ceño de Annie se transformó en una nariz arrugada. —No te chantajeé. Lloré.
—Exactamente.
Ella reprimió una sonrisa mientras pasaban por la primera puerta de piedra
arqueada del muro de la ciudad. Tenía unos cinco años cuando aprendió la fuerza
destructiva de las lágrimas de una mujer -especialmente las suyas- sobre sus
temibles hermanos. Aunque rara vez tenía que sacar a relucir esa arma para salirse
con la suya, los tiempos desesperados exigían medidas desesperadas, y Niall
Lamont sin duda reunía las condiciones para ello. No iba a perder la oportunidad
de verlo, y como el Encuentro se celebraba este año en el Castillo Dunvegan, en la
Isla de Skye -lo suficientemente alejado como para estar fuera del alcance de los
Campbell-, había hecho lo que tenía que hacer para convencer a su muy poco
razonable, sobreprotector y extremadamente testarudo hermano de que la dejara
asistir.
Si no lo supiera, pensaría que Niall la estaba evitando. Hacía casi seis meses que
no lo veía, desde que él y su hermano Malcolm habían ido a Glenstrae a buscar a su
hermano Iain para su última travesura.
Niall y su hermano Iain siempre estaban haciendo travesuras. Era lo que hacían.
Eran jóvenes guerreros de las Highlands. Salvajes, pícaros, y el crear problemas
estaba en su sangre. Cuando no estaban haciendo incursiones y armando un infierno
en el campo, estaban bebiendo y coqueteando con el tipo de mujeres que ella no
debía conocer.
Si el pensamiento de que podría haber algo más que un coqueteo se le cruzaba
por la cabeza, lo apartaba de ella. No pensaba en eso. Lo que había sucedido antes
de hoy estaba en el pasado.
De repente pensó en algo más que Patrick había dicho y le dio un codazo aún
más fuerte. Cuando llegaron a lo alto de la escalera y estuvieron en el suelo plano
del barmkin2 del castillo, pudo detenerse para girarse y mirarle, poniendo las manos
en la cintura y poniéndose a su altura, aunque fuera un buen metro menos que la de
él. —Y no soy una niña pequeña. Hoy cumplo dieciocho años.
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Forma de recinto defensivo medieval y posterior, que se encuentra típicamente alrededor de castillos más
pequeños y casas torre en Escocia y el norte de Inglaterra.
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a sus ojos. La forma en que sus miradas se encontraban y sostenían y algo puro y
poderoso pasaba entre ellos. Ocurría siempre.
Excepto esta vez.
Esta vez, cuando él la miró, la amplia sonrisa que había estado en su rostro se
mantuvo durante un largo instante y cayó. Se deslizó de sus ojos y se llevó el brillo
-y la sensación de la luz del sol- junto con un duro golpe de decepción. Él se apartó
tan rápidamente para hablar con el hombre que estaba a su lado -su hermano
Malcolm, notó ella- que el suelo bajo sus pies pareció moverse y rodar. Se sintió
insegura. Como si todavía estuviera de pie sobre las tablas del birlinn3 del que
acababa de bajarse y se estuviera sujetando contra el violento cabeceo del mar.
La reacción de él fue tan inesperada -y tan instantánea- que casi se preguntó si
la había visto.
Pero lo había hecho.
La infalible confianza de Annie en lo que respecta a Niall Lamont disminuyó.
Pero no por mucho tiempo. No cuando notó la temible mirada de su hermano en
dirección a Niall.
¡Eso era! Su maldito hermano era la razón de la reacción de Niall. Annie sabía
que los dos hombres habían discutido la última vez que había visto a Niall. Patrick
los había descubierto juntos en el granero. No estaban haciendo nada, pero le había
ordenado a ella que se fuera y le había dicho algo a Niall que lo había hecho huir
con Iain sin apenas despedirse.
Ella había tenido que arrinconarlo para saber lo que pasó.
—Lo siento, Annie. No puedo hacer esto. No está bien.
Ella no entendía de qué estaba hablando. —¿Qué no está bien?
Él no la miraba. Parecía dolido de alguna manera. —Eres demasiado joven; no lo
entiendes.
Ella se había enfadado entonces. Esas eran las palabras de su hermano. —Tengo diecisiete
años—.
Él sonrió ante eso, y el sol volvió a salir. —Prácticamente una anciana—. Se rió, pero
luego se puso sobrio rápidamente. —Las personas podrían tener una impresión equivocada
de que pasamos tiempo juntos. Pueden pensar...— Parecía avergonzado. —Pueden pensar
mal de ti.
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embarcación de madera propulsada por vela y remo
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—¿Por qué? No estamos haciendo nada malo—. Para su decepción. —Y te gusta pasar
tiempo conmigo.
Él no lo negó. ¿Cómo podría hacerlo? Niall la amaba tanto como ella a él. Todo el mundo
lo sabía. Siempre se había esforzado por buscarla. Hablaba con ella de una manera que no
hablaba con nadie más. Le contaba cosas. Confiaba en ella. Y se fiaba de ella. Había una
intimidad entre ellos que iba más allá de la amistad y la compatibilidad.
—Entonces, ¿cuál es el problema? — preguntó ella. —¿Por qué te importa lo que piense
todo el mundo?
A ella no le importaba. Las mujeres que murmuraban sobre ella sólo estaban celosas.
Él la miró, sacudió la cabeza y se rió. —Es imposible discutir contigo.
—Bien—, dijo ella levantando la barbilla. —Entonces no lo hagas. Puedes despedirte de
mí con un beso.
Su rostro se ensombreció ominosamente. Cualquiera que pensara que Niall sólo era
despreocupado y amable nunca lo había visto enfadarse. Podía volverse aterrador en un
instante. Pero toda esa intimidación masculina había desaparecido para ella. Niall nunca le
haría daño. La protegería con su vida. —Annie... tienes que dejar de decir eso.
—¿Por qué?
—Porque haces que sea difícil para mí hacer lo correcto.
—¿No es correcto besarme?
Él la miró, y la feroz expresión de su rostro -el anhelo, el deseo, el hambre casi palpable-
le hizo pensar que finalmente cedería. Que por fin cedería a la atracción que había surgido
entre ellos durante años.
Parecía que el aire era absorbido por el espacio entre ellos, y cada centímetro de su piel
zumbaba. Ella sintió un crujido que hizo que chispas de calor recorrieran su sangre cuando
él se inclinó más cerca...
—No, maldita sea—, dijo él, más para sí mismo que para ella, y se apartó de un tirón.
—No cuando eres tan joven. Ni siquiera tienes dieciocho años, por el amor de Dios.
Annie tardó un momento en aclarar sus sentidos del casi beso para lograr una respuesta.
—No tendré diecisiete años para siempre—, le dijo.
Podría haber jurado que lo oyó murmurar —que el cielo me ayude— mientras se daba la
vuelta y se alejaba.
Bueno, el cielo no iba a ayudarlo hoy. Hoy tendría su beso y la promesa del
hombre al que había entregado su corazón muchos años atrás.
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¿Qué demonios estaba haciendo Annie aquí? Su hermano estaba medio loco por
arriesgarse a sacarla de la seguridad de Lomond Hills. Aunque “seguridad” era un
término relativo cuando se trataba de los MacGregor. No había ningún lugar que
fuera verdaderamente seguro para el clan perseguido. Pero la salvaje e inhóspita
campiña al norte del lago Katrine, que se extendía hasta los Braes de Balquhidder,
era lo más parecido a eso. Había pocos hombres lo suficientemente valientes como
para aventurarse en la propia guarida de los lobos.
Puede que los Campbell y su líder, el Conde de Argyll, no estuvieran de
acuerdo, pero Alasdair MacGregor, el MacGregor de Glenstrae, no necesitaba un
trozo de papel para reclamar el título de esas tierras. Las poseía por derecho de
espada y no renunciaría a ellas fácilmente.
Pero si Niall fuera honesto consigo mismo, admitiría que la seguridad no era la
única razón de la ferocidad de su reacción, ni del negro estado de ánimo que parecía
oscurecer repentinamente el soleado día. Era la sensación de ser atrapado. De saber
que no podía esconderse. De verse obligado a enfrentarse a algo que prefería
ignorar.
Lo que había entre él y Annie... quería mantenerlo así para siempre. Quería
embotellarlo y protegerlo del hedor del deber y la responsabilidad.
Pero ya no eran niños -como le gustaba recordar a su hermano y al de él- y ya
no podía fingir lo contrario. Cada vez era más difícil resistir la tentación que suponía
estar con ella. Sabía lo cerca que había estado de besarla la última vez, y eso habría
sido un error desastroso, en más de un sentido.
Aunque había deseado que este momento no llegara nunca, sabía que estaba
aquí. Y esa era la verdadera razón del enfado de Niall.
Sin embargo, no podía ignorar por completo el pico de placer que sentía al verla.
Nunca había habido otra mujer que pudiera hacerlo sentir como lo hacía Annie. No
era su belleza. Aunque no estaba ciego; había notado que la adorable niña de diez
años con el pelo enmarañado y las mejillas pecosas que había derribado a un chico
mucho más alto que ella de un puñetazo en la nariz se había convertido en una joven
de excepcional belleza.
Sólo que su aspecto nunca había sido lo que lo había atraído. Era la fiereza de su
espíritu, la obstinación impetuosa, el orgullo indeleble y la picardía de niña, no el
verde deslumbrante de sus ojos, el brillo dorado de su tez o los mechones oscuros
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de color whisky que le caían por la espalda en un revoltijo de ondas suaves como la
seda y muy desenredadas. Tampoco era la fuerza de sus largos y esbeltos miembros,
la curva de sus caderas o la exuberante redondez de sus pechos, aunque esos sí que
le habían causado mucho dolor y largas noches de insomnio en los últimos dos años.
No, Annie era tan salvaje y fuerte como la tierra por la que su clan luchaba con
tanto ahínco. A pesar del exceso de confianza y arrogancia que se le podía acusar de
tener, ella se enfrentó a él paso a paso. Lo había cautivado desde el primer momento
en que la había visto, a pesar de que sólo era un muchacho de catorce años.
No había nadie como ella.
Pero ella no era para él.
Él lo sabía. Sólo que no quería tener que pensar en ello.
Niall aún no deseaba tener una esposa -sólo tenía veintiún años, por el amor de
Dios-, pero cuando se casara, tenía el deber de hacerlo bien. Su matrimonio sería una
alianza política para mejorar el clan. Y los MacGregor proscritos -aunque Iain
MacGregor era uno de sus mejores amigos y respetaba muchísimo a Patrick
MacGregor- no eran un clan con el que nadie quisiera relacionarse en ese momento.
Especialmente los Lamont. El largo vínculo entre los dos clanes ya había arrojado la
sospecha de Campbell en la dirección de los Lamont. Un vínculo matrimonial sólo
empeoraría ese escrutinio.
Casarse con una MacGregor no sólo sería un incumplimiento del deber de Niall
con su clan, también podría ser peligroso.
Su hermano Malcolm, que al igual que su padre había señalado esto más de una
vez, no había pasado por alto el intercambio a través del barmkin. —Tienes que
decírselo. No es justo para la muchacha.
—¿Decirle qué? Nunca le he hecho ninguna promesa.
Niall sabía que sonaba como un imbécil, un imbécil a la defensiva, lo cual era
apropiado ya que así era como se sentía. Pero la mirada de compasión de Malcolm
lo hizo sentir como si le estuvieran pelando la piel y restregando sal en ella.
—Tal vez no, pero a veces las promesas verbales no son necesarias. Esa
muchacha te ha amado durante años. Y a pesar de tus esfuerzos por demostrar lo
contrario últimamente, no creo que estés tan desapegado como quieres estar.
La mandíbula de Niall se apretó. No necesitaba que su hermano mayor lo
sermonease por divertirse un poco -Malcolm hacía su parte en relacionarse con
muchas mujeres- y cualquier apego que pudiera sentir era irrelevante. La gente de
su posición no se casaba por “apego”.
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—Si te sirve de consuelo—, dijo Malcolm. —Desearía que pudiera ser diferente.
Niall sostuvo la mirada de su hermano, y al no ver más que compasión, sólo
pudo asentir. —Yo también.
Las palabras dolían al admitirlas. Se sentía como si hubieran tenido que ser
arrancadas de entre sus costillas con un cuchillo.
Los dos hombres habían cruzado el patio hasta donde estaban reunidos los
demás concursantes, por lo que la conversación llegó a su feliz término. Pero
demasiado pronto Niall se vio obligado a recordarlo cuando Annie -con un aspecto
excepcionalmente bonito en un colorido arisaidh4- lo acorraló cuando volvía al gran
salón desde la zona de práctica de tiro con arco.
Antes de que pudiera detenerla, ella lo agarró de la mano y lo arrastró al jardín
de hierbas del castillo. Por desgracia para él, estaba situado en un rincón privado del
barmkin, y no parecía haber nadie más alrededor.
Como un cobarde, él había observado.
Apenas ella le había soltado la mano, y él había recuperado el sentido común,
cuando ella se volvió contra él enfadada. —¿Qué es lo que sucede contigo?
—¿Qué quieres decir?
Hacerse el tonto con Annie nunca era bueno. Sus ojos se estrecharon como los
de un depredador que acaba de oler sangre. Los MacGregor eran conocidos como
Hijos del Lobo, pero ahora mismo pensaba que deberían ser hijos e hijas.
—Actuaste como si no me conocieras cuando me viste esta mañana. ¿He
cambiado tanto en seis meses que no me has reconocido, o estás demasiado ocupado
impresionando a todas las muchachas enamoradas como para dignarte a
saludarme?
Él no dejó de notar ninguno de los dos golpes: el reproche tanto por su larga
ausencia como por las sonrisas y guiños sin sentido que había intercambiado con las
mujeres que observaban su entrenamiento para los juegos.
—Ellas no significan nada para ti—, añadió.
No le gustó la certeza en su voz. ¿Había intentado demostrarse algo a sí mismo
o a ella coqueteando un poco más intensamente hoy?
—No he dicho que así fuera. Pero no es asunto tuyo.
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Es una prenda drapeada que se usa en Escocia como parte de la vestimenta tradicional femenina de las
Highlands. Puede ser una tela escocesa con cinturón (literalmente, una manta con cinturón) o un chal sin
cinturón.
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Sabía exactamente lo que quería decir, lo que ella le estaba pidiendo. Y si tenía
alguna duda, la tentadora separación de sus labios se la quitó.
Durante años no había querido hacer otra cosa que besarla. Había querido
sumergir la cabeza, cubrir con los suyos esos labios rosados tan tentadores y
entregarse a la pasión que ardía entre ellos. Intuía lo bueno, lo caliente que sería.
Tal vez eso fue lo que le dio fuerzas para rechazar la tentación casi irresistible
de su no tan inocente invitación. El saber que una vez abordado este camino sería
mucho más difícil no recorrerlo en el futuro.
Pero cuando intentó dar un paso atrás, se dio cuenta de que la pared de la cocina
estaba detrás de él. Entonces, los brazos de ella se enlazaron alrededor de su cuello,
su cuerpo se inclinó hacia el de él, y todo su sentido común se desvaneció con la
suave presión de su boca contra la de él.
Ah, infierno.
La suavidad aterciopelada y el dulce sabor a miel le robaron el aliento. Durante
un peligroso segundo, se sintió paralizado, al borde de la indecisión. De algo grande.
De algo que no estaba seguro de estar preparado para manejar.
Pero cuando ella suspiró, la decisión le fue arrancada en un gemido de anhelo
tan profundo que no estaba seguro de dónde había salido. Todo lo que sabía era que
tenía que tenerla. Tenía que besarla. Tenía que sentir sus labios moverse bajo los
suyos y sentir su cuerpo apretándose contra él.
Dios, ¿cuántas veces había soñado con esto?
Niall la envolvió en sus brazos, la apretó contra su pecho y se dejó llevar por la
oleada de deseo que hizo tambalear sus buenas intenciones y lo hizo ahogarse en un
torbellino de placer tan intenso que no estaba seguro de poder salir de él.
***
Al primer contacto de sus labios con los de ella, Annie supo que la larga espera
y los momentos de incertidumbre habían merecido la pena. Esto... esto era lo que
siempre había sabido que había entre ellos. Por eso no importaba ninguna de las
otras mujeres a las que él sonreía o con las que coqueteaba.
Era la abrumadora sensación de calidez, de seguridad y de alegría que la invadía
cuando Niall la estrechaba entre sus brazos. Era la certeza del destino cumplido. La
afirmación de un destino largamente esperado.
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cualquier riqueza que pudieran haber tenido, los cuatro niños huérfanos se habían
visto obligados a depender de la generosidad de sus familiares durante años.
Annie sabía lo que era sentirse como si estuviera sacando la comida de la boca
de un niño hambriento porque ella había estado en esa horrible situación. Sabía lo
que era ser pobre y no deseado. Ser despojado de todo lo que tenía y tratar de
encontrar una manera de sobrevivir.
Pero nunca le habían hecho sentir vergüenza por ello. Nunca la había hecho
sentir indigna alguien que le importara.
Hasta ahora.
El hecho de que fuera la persona que más amaba en el mundo lo hacía aún más
doloroso.
Niall era un guerrero indómito de las Highlands y puede que no tuviera más
conexiones que ella, pero su padre, el Lamont de Ascog, era un poderoso jefe. Annie
era...
Por un momento horrible se vio a sí misma como él debía verla, y quiso meterse
en un agujero y morir de vergüenza.
Pero sólo por un momento.
Dio un paso atrás. Su mirada se endureció. El orgullo, la única cosa que nadie
podía quitarle, envolvía su corazón como un escudo de hierro. —Ahora lo veo—,
dijo, con una voz tan gélida como los vientos invernales en la cima de Ben Nevis. Lo
miró directamente a los ojos. —Crees que no soy lo suficientemente buena para ti.
Él hizo una mueca de dolor en su rostro, como un hombre que ha sido obligado
a tragar algo que sabe a podrido. —Jesús, Annie, no es así.
Su columna se enderezó aún más, su barbilla se levantó incluso más. —¿No es
así? Claro que lo es. Al menos sé lo suficientemente hombre para admitirlo.
Él frunció el ceño. Ningún hombre -especialmente un joven guerrero de las
Highlands- apreciaba un insulto a su hombría. Pero la hombría era mucho más que
la destreza en el campo de batalla, o la destreza entre las sábanas. Era asumir la
responsabilidad de tus actos incluso cuando no querías hacerlo. Se trata de defender
lo que es correcto, aunque no sea fácil. Era admitir lo que hacías, por muy
desagradable o duro que fuera.
¿Cuántas veces había intentado su hermano advertirle de que el aparentemente
salvaje pícaro era un hombre ambicioso? ¿Y cuántas veces se había negado a
escucharlo? Se negó a considerar que Niall la vería como algo más que un premio,
sin importar el tamaño de su dote.
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Annie había esperado demasiado de Niall Lamont. Ahora se daba cuenta de ello.
Esperaba que él viera más allá de la dificultad, más allá del tamaño de su bolso, más
allá de la persecución del rey. Esperaba que viera que, por muy bajo que hubieran
caído los MacGregor por las circunstancias, ella seguía siendo una mujer de la que
debería estar orgulloso de tomar como esposa. Esperaba que pusiera su corazón por
encima de su deber y su ambición. Pero, sobre todo, esperaba que la amara tanto
como ella a él.
Tal vez había sido poco realista, pero eso no le impedía odiarlo por hacerla sentir
así.
—Maldita sea, no seas así—, dijo él con una nota de súplica que ella nunca había
oído en su voz. —Sabes lo que siento por ti.
Ella negó con la cabeza y lo miró directamente a los ojos. —No. No, creo que no
lo sé. Creo que me he equivocado.
Ella no se lo estaba poniendo fácil, y su frío estoicismo ante su angustia lo estaba
haciendo enfadar claramente. —No estoy preparado para casarme.
—Eso es evidente
Sus ojos se entrecerraron, al escuchar el desplante. —¿No lo ves? ¡Tengo una
responsabilidad! ¡Un deber! Aunque quisiera casarme contigo, mi padre nunca lo
permitiría.
—Aunque quisiera...— A pesar del acero que rodeaba su corazón, ese dardo
irreflexivo seguía penetrando.
Debería marcharse sin más. Pero no pudo evitar preguntar: —¿Y qué hay de ese
beso? ¿No significó nada para ti?
Otra mueca de dolor y otro incómodo arrastre de su mano por su pelo. —Dios,
Annie. ¿Qué quieres que te diga? Fue sólo un beso.
Ella le sostuvo la mirada por un momento, desafiando silenciosamente esa
evaluación. Pero él era el que tenía experiencia. Él era el que sabía.
Sin embargo, de alguna manera, ella sabía que él estaba mintiendo. —Entonces,
¿no fue nada especial? ¿No significó nada para ti?
Su boca se cerró en una línea de enfado. —¿Qué demonios quieres que te diga?
Te amo, y no hay mujer de la que estaría más orgulloso de tener a mi lado como esposa.
¿Me harías el hombre más feliz del mundo y te casarías conmigo?
Las palabras que esperaba escuchar se burlaban de su propia estupidez. Su
propia simplicidad.
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Capítulo Uno
Castillo Edinample, Loch Earn, agosto de 1609
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Unidad de valor en las Highlands
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Patrick sonrió, algo que antes había sido muy raro, pero que desde que Lizzie
había llegado a su vida era mucho más frecuente.
Con todo lo que había pasado, era difícil creer que un Campbell y un MacGregor
pudieran encontrar el amor. Pero su hermano y su cuñada dieron pruebas de que
los milagros sí ocurrían. Patrick MacGregor, jefe de un clan proscrito, se había
enamorado de Elizabeth Campbell, la prima favorita del Conde de Argyll y hermana
de Duncan Campbell, el nuevo Laird de Auchinbreck, y de Jamie Campbell.
También era hermana del responsable de la violación de Annie.
Pero Annie sabía mejor que nadie que no debía atribuir los pecados del hermano
a la hermana. Lizzie no era más responsable de Colin que Annie de Gregor. Pero
seguía siendo extraño pensar que gran parte de su reciente buena fortuna se debía a
una Campbell. Duncan, Jamie y Elizabeth habían obligado a su poderoso primo, el
Conde de Argyll, a enmendar su perfidia devolviendo a Patrick sus tierras y
mirando hacia otro lado cuando se hizo —justicia— con Colin Campbell.
Aun así, la enemistad y el odio entre los Campbell y los MacGregor había
durado tanto tiempo que era difícil pensar en ellos de otra manera.
Pero ella lo intentaba. Tanto por el bien de su hermano como por el suyo propio.
Lo que le había dicho era en serio. Ella era más fuerte de lo que parecía. Los hombres
de Colin Campbell la habían lastimado -la habían cambiado, tal vez- pero no dejaría
que la destruyeran.
Annie no se dio cuenta de que había reanudado el desmalezado hasta que
Patrick le dijo: —Ya no tienes que hacerlo, sabes.
Sí, los MacGregor o “Murrays”, como se veían obligados a llamarse a sí mismos
-el nombre MacGregor seguía proscrito- habían subido de categoría con el
matrimonio de Patrick. No sólo habían recuperado las tierras de la familia, sino que
también tenían un castillo lleno de sirvientes.
—Lo sé—, dijo con una sonrisa irónica. —Pero me gusta. Estoy acostumbrada a
estar ocupada.
A lo que no estaba acostumbrada era a ser una dama. Desde que llegó a
Edinample el mes pasado para ayudar con el nacimiento del bebé, la generosidad
de su nueva cuñada había sido abrumadora... y vergonzosa. Por primera vez en su
memoria, Annie tenía vestidos nuevos -vestidos de las tierras bajas hechos de finas
sedas y lanas-, más zapatillas de las que podría usar en toda su vida, chales, una
cofia de lana y un par de pendientes y collar de perlas a juego. Patrick le había
advertido que la diminuta y menuda Lizzie podía ser testaruda, pero Annie no lo
había creído hasta que intentó rechazar algunos de los “regalos” de su cuñada.
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Eso era algo en lo que ambos podían estar de acuerdo. —Yo tampoco. Por eso
necesito hacer esto.
Sus ojos se mantuvieron, y él asintió. —Le diré a Robbie que puedes empezar
mañana.
Ella sonrió ampliamente, por primera vez en mucho tiempo sintiéndose ella
misma. —Gracias, Patrick. No te arrepentirás.
Él se rió. —Ya lo hago. ¿Una muchacha entrenando para ser una guerrera? ¿Qué
será lo siguiente que quieras?
Ella lo miró juguetonamente. —Esos pantalones que llevas parecen cómodos.
¿Qué tal uno de esos?
Él puso los ojos en blanco y soltó una carcajada. —¿Mujeres con pantalones? Me
gustaría ver eso. ¿Quizás también te gustaría tener alas para volar a la luna?
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sobre él después de que ganara la carrera a pie. Cuando la oyó decir que no era una
sorpresa, ya que “los Lamont eran buenos para huir”, estuvo a punto de hacer el
ridículo al cruzar el pasillo y obligarla a retractarse de sus palabras.
En lugar de eso, había dejado que una de las muchachas más guapas lo adulara.
Pero eso también había sido un error. Los cumplidos y la admiración de la mujer
sólo lo hicieron sentirse más patético por buscarlos, y nada de lo que la muchacha
dijera podría compensar el desprecio de la única mujer que le importaba.
Pero había sido demasiado orgulloso para admitir que se había equivocado.
Había esperado, intentando demostrarse a sí mismo durante los meses siguientes
que era demasiado joven para querer una esposa. Que no importaba con quién él se
casara. Que besarla no era especial.
Que estaría bien sin ella.
Pero cuando la Reunión había llegado a Ascog al año siguiente, se había dado
cuenta de lo que su cuerpo había tratado de decirle aquel día en Dunvegan. La
enfermedad que se había apoderado de él no era culpa. Era pánico. Era el
conocimiento de que había hecho algo terriblemente malo que tal vez no podría
retirar. Que, al tratar de cumplir con su deber, había hecho pensar
involuntariamente a la mujer que amaba que no era lo suficientemente buena. Que
para una mujer orgullosa como Annie eso sería imperdonable.
Cuando los MacGregor habían recurrido al viejo vínculo de hospitalidad entre
los clanes para refugiarse cerca del castillo de Ascog, Niall había confiado su error -
y su intención de enmendarlo- a Iain. Su amigo lo había mirado fríamente y le había
dicho: —Ahora no te aceptará, y no puedo decir que la culpe. Tú no la querías.
Niall nunca tuvo la oportunidad de intentar demostrar que Iain estaba
equivocado. Antes de que pudiera intentar enmendar su error, Ascog fue atacado,
su padre y su hermano asesinados, el jefe MacGregor fue engañado para que se
rindiera y ejecutado, Iain fue asesinado, y Annie fue...
No podía soportar pensar en ello.
Cuando Niall se enteró de lo que le había pasado, casi se volvió loco de rabia y
dolor. Se sintió como si alguien hubiera tomado una cuchilla y lo hubiera rebanado
por el medio. Como si lo hubieran destripado. Sacado las entrañas y las hubieran
quemado delante de sus ojos.
En ese momento entendió el terrible error y el costo de su estupidez. Si se
hubiera tragado su orgullo antes, podría haberla protegido. Podría haber evitado
que ocurriera.
Se negó a escuchar a nadie que le dijera lo contrario.
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***
Annie esperaba que él se hubiera rendido. Pero una semana después de que
Niall hiciera su primer reclamo a Patrick, ella lo vio pasar de nuevo por la puerta y
se aseguró de evitar el solar de su hermano durante el resto de la mañana.
Lo cual no era un problema, ya que todas las mañanas, antes de la comida del
mediodía, durante las últimas dos semanas, ella y Robbie se habían reunido en un
rincón apartado del barmkin para que él la instruyera en técnicas de guerra. O al
menos en habilidades que pudieran ayudarla a defenderse, como el uso de un
cuchillo y, si conseguía que su instructor superara su vergüenza, en el combate
cuerpo a cuerpo.
Su hermano había acudido a mirar un par de veces, pero por lo demás los había
dejado solos. Annie estaba bastante segura de que Patrick le había dicho a Robbie
que utilizara este rincón del patio para estar lo más lejos posible de los otros hombres
que practicaban. No quería que ella fuera una distracción, ni la causa de
murmuraciones.
Era demasiado tarde para eso, pero no iba a aumentar su preocupación por ella
señalando los susurros y las miradas de compasión que la seguían allá donde fuera.
Parecía que algunas personas la culpaban por lo que le había sucedido, mientras
que otras probablemente pensaban que debería haberse suicidado por vergüenza.
Pero ese pecado nunca se le había pasado por la cabeza. Incluso en la confusa
niebla y el caos de las horas y días posteriores a su agresión, Annie nunca se había
confundido sobre a quién pertenecía la vergüenza. Los viles hombres que la habían
violado mostraron su propia debilidad al hacer lo que habían hecho.
La expresión de su hermano era inescrutable las pocas veces que los había
observado a Robbie y a ella. Pero tal vez sus correcciones bruscas sobre la forma en
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que ella estaba de pie o sosteniendo el cuchillo de práctica fueron suficientes elogios.
Y quizá lo más revelador es que no la había detenido.
Sin embargo, no se atrevió a preguntarle por los pantalones. Aunque lo había
dicho en broma, pronto se hizo evidente que los pesados pliegues de sus nuevos
vestidos le estorbaban.
Después de que su pie se enganchara en el dobladillo por décima vez, empezó
a practicar con un leine6 corto que le llegaba justo por encima de las rodillas y un
cotun7 prestado para protegerse el pecho y los brazos de cualquier corte accidental
de la hoja, cortes teóricos ya que aún no había tocado una espada de verdad. Sus
pies eran demasiado pequeños para las botas de los hombres, así que llevaba unos
sencillos zapatos de cuero suave sobre las medias.
Cuando fuera más hábil, se pondría su ropa normal. Pero mientras aprendía, el
-atuendo de campesina-, como había dicho Robbie cuando la vio por primera vez
con la sencilla túnica de lino, tendría que servir.
Robbie... Annie suspiró. La situación con su reticente instructor estaba
resultando más complicada de lo que había previsto. No era sólo que temiera que
Patrick tuviera razón -que el joven guerrero se encariñara cada vez más con el
tiempo que pasaban juntos-, sino también que su incomodidad por tocarla o
acercarse demasiado a ella estaba impidiendo su capacidad de aprendizaje.
Cuando le pidió que le mostrara cómo salir de una situación en la que alguien
se acerca por detrás y la agarrara, él perdió tanto el color de su cara que pensó que
iba a desmayarse.
¿Cómo iba a aprender a defenderse correctamente si siempre estaban a
distancia?
Por derecho, debería ser ella la que se sintiera incómoda por el tacto o la cercanía,
pero Robbie siempre había sido como un hermano para ella. Nunca pudo verlo como
una amenaza.
En todos los demás aspectos, sin embargo, Robbie era un excelente instructor,
aunque tal vez un poco demasiado cauteloso. Evidentemente, se había tomado a
pecho las palabras de su hermano sobre la seguridad. No sólo no había visto todavía
una hoja de acero, sino que se había pasado casi una semana enseñándole a
desenfundar correctamente el cuchillo de madera de práctica de la funda de cuero y
6
Camisa o túnica
7
Armadura de las Highlands, que consiste en una prenda de cuero que se acolchaba en tubos y se rellenaba
con algodón, lana u otro material para formar una forma de armadura ligera rígida.
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el cinturón que le había fabricado para la pierna y que también servía de liga para
sus medias de lana.
El sgian-achlais de doble filo, que es un cuchillo que se coloca bajo la axila, que
llevan los guerreros escoceses bajo la capa era poco práctico para la ropa de las
mujeres, así que Robbie tuvo que idear algo que quedara oculto y a la vez fuera
accesible.
Se sintió decepcionada por no aprender a manejar el puñal de hoja más larga,
pero Robbie le aseguró que podría hacer mucho daño con la hoja de 15 centímetros
del sgian-achlais, y que le resultaría mucho más fácil de manejar.
De hecho, pasaron los dos días siguientes trabajando en su manejo del pequeño
puñal. Le había enseñado las distintas formas de agarrar el mango en diferentes
situaciones hasta que se sintió cómoda.
Por último, en los últimos dos días, le había enseñado diferentes técnicas de
corte y ataque cuando se acercaba amenazadoramente.
Incluso con un cuchillo de madera, era más difícil de lo que ella había pensado.
No quería herirlo accidentalmente. Pero después de que él la reprendiera por dudar
y contenerse, ella había aumentado sus esfuerzos, y cuando lo sorprendió con un
tajo fingido seguido de una afilada puñalada hacia su estómago, ella sonrió con
regocijo ante su —ouch.
Su siguiente intento de atraparlo, sin embargo, no fue tan bueno. Cuando Robbie
se acercó a ella esta vez, en lugar de dirigir su ataque a su torso, apuntó al lugar
mortal en la parte superior del muslo que él le había dicho que era un buen objetivo
ya que mataría a un hombre rápidamente. Él bloqueó su golpe, pero en su intento
de apartarse, su pie se enredó con el de él, y ambos acabaron en el suelo. Ella de
espaldas y Robbie, por desgracia, encima de ella.
No sabía quién estaba más aturdido u horrorizado por el duro golpe del
contacto. Con los ojos muy abiertos, se miraron en silencio por un momento hasta
que Annie sintió el familiar pánico subiendo por su garganta. Intentó decirse a sí
misma que era Robbie, su amigo, pero la presión del peso y el músculo no eran de
un niño sino de un hombre.
Y entonces sintió la prueba de esa hombría.
Algo dentro de ella se rompió. Todo lo que podía pensar era en quitárselo de
encima. Se volvió medio loca, gritando y tratando de empujarlo, mientras Robbie,
obviamente conmocionado por su reacción, hacía todo lo posible por saltar hacia
atrás y calmarla con disculpas torpes.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Capítulo Dos
Olvidada la vergüenza, Annie se puso en pie de un salto, con la boca apretada
en una línea furiosa. Supo de inmediato lo que Niall pensaba. Ignorando el hecho
de que ese mismo pensamiento la había hecho entrar en pánico hacía unos
momentos, se lanzó contra Niall, o más concretamente, contra el brazo de Niall,
mucho más grueso y musculoso de lo que recordaba, que estaba inmovilizando a un
Robbie con la cara roja y asfixiado contra la pared.
—¡Suéltalo!
¡Cómo se atrevía a jugar al caballero galante al rescate! Era demasiado tarde para
ambos. Niall Lamont había perdido toda pretensión de galán o salvador en aquel
horrible día de hace más de dos años en Dunvegan.
Annie tiró y arrastró su brazo revestido de cuero, poniendo todo su peso en él,
pero no se movió ni un centímetro. Por Dios, ¿qué hacía, comer acero todo el día?
—No puede respirar—. Giró la cabeza para mirar al hombre que solía amar, sus
ojos se encontraron por primera vez. El fuerte latido en su pecho y la sacudida que
lo acompañó sólo la enfurecieron más. Ya no había nada entre ellos. Nada. Por muy
penetrante que fuera su mirada de ojos azules o por muy cambiado que estuviera su
aspecto. Su brazo no era lo único que se había vuelto duro y acerado. Tenía un
aspecto tan brutal y peligroso como el forajido en el que se había convertido.
¿Qué clase de mujer tonta encontraba eso atractivo? Debía de haber perdido la
cabeza. —Maldita sea, Niall, suéltalo. Robbie no hizo nada.
La expresión de Niall no mostró ninguna reacción a su súplica. En todo caso, su
mirada sólo se hizo más intensa. Más mortal. —Estaba encima de ti. Te vi tratando
de empujarlo.
Las mejillas de Annie se encendieron. De rabia o de vergüenza, no sabía cuál de
las dos cosas, tal vez ambas. —No fue lo que parecía. Estábamos entrenando y me
tropecé. Robbie cayó encima de mí por accidente, y yo...— Su voz se apagó. Levantó
la vista para ver a Niall observándola atentamente, con una expresión aún ilegible.
Pero al mirar de reojo, pudo ver que había soltado a Robbie lo suficiente como para
que su amigo dejara de hacer esos horribles sonidos y su color volviera a la
normalidad. Pero como Niall aún parecía indeciso sobre si dejar ir al otro hombre,
ella levantó la barbilla y añadió: —Me olvidé de quién era él por un momento, ¿de
acuerdo?
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Ella sabía que Niall había comprendido cuando finalmente dejó ir a Robbie. Pero
la compasión en su mirada sólo aumentó su vergüenza y por lo tanto su ira.
Estaba furiosa no sólo por haber perdido el control y haber entrado en pánico,
sino porque Niall Lamont había sido testigo del momento de debilidad. Ya era
bastante malo que Robbie lo hubiera visto.
Estaba harta de que la gente sintiera pena por ella. Ya no se sentía vulnerable.
Los soldados Campbell la habían destrozado, pero tenía toda la intención de
recomponerse. Sin embargo, no podía hacerlo si todo el mundo seguía mirándola
como si fuera un frágil trozo de cristal que pudiera romperse con un toque
equivocado.
Se volvió rígidamente hacia Robbie y le dijo con naturalidad: —Lo siento. Me
olvidé de dónde estaba por un momento. No volverá a ocurrir—. Antes de que él
pudiera responder, ella se volvió hacia Niall. —Puedo ver por qué sacaste una
conclusión equivocada, pero tu interferencia no era necesaria. Sea cual sea el asunto
que tengas con mi hermano, termínalo y sigue tu camino. No perteneces aquí, Niall.
***
Niall no podía creer el cambio en Annie. La última vez que la había visto estaba
magullada y golpeada, tan delicada y frágil como un pájaro roto. Él se había sentido
destripado -absolutamente desgarrado- cuando ella se apartó de su mirada a través
de aquella ventana.
Pero ahora no había nada de delicado y frágil en ella, especialmente su tono, que
tenía un toque claramente imperioso. Real es mi raza, eso era seguro. Aunque se
alegraba de verla curada y fuerte de nuevo, admitía que podría haber prescindido
de esa actitud altiva e indiferente. Annie nunca había sido indiferente con él. Nunca.
Esto había durado demasiado. Niall sabía que la había herido terriblemente,
pero su terquedad no ayudaba en nada. ¿Cómo iban a superar esto si ella no se
dignaba a escuchar sus disculpas?
—Este es exactamente el lugar al que pertenezco—, dijo. —Tú estás aquí.
Ella emitió un agudo sonido de protesta, pero antes de que pudiera responder,
él se volvió hacia el muchacho, al que ahora reconocía como uno de los miembros
del clan de Patrick MacGregor. El color y la respiración del muchacho habían vuelto
a la normalidad, pero aún se sujetaba la garganta, donde la presión del agarre de
Niall era visible en franjas de color rojo.
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—Lo siento, muchacho. Pero desde donde yo estaba, parecía que la estabas
lastimando.
Los ojos del joven se entrecerraron, pero estaba claro que no era la disculpa de
Niall lo que objetaba; era el uso de la palabra muchacho.
—Robert Mac-Murray. Nos conocimos hace unos años en los Juegos de
Dunvegan, antes de que te declararan proscrito. Entonces yo era un guardia, pero
ahora soy el Am Marischal Tighe del jefe.
Niall maldijo para sus adentros cuando Robbie, sin saberlo, mencionó
Dunvegan, donde Niall lo había estropeado todo. Pero cuando la mirada de Annie
se endureció, Niall se preguntó si el “muchacho” lo había hecho intencionadamente.
La propia mirada de Niall se estrechó cuando todo empezó a cobrar sentido.
Ahora recordaba a Robbie. Era el muchacho que había mirado con anhelo a Annie
como un cachorro enamorado.
Robbie había cambiado. Aunque seguía siendo joven, probablemente un par de
años menor que Niall, había ganado unos centímetros de altura y un par de kilos de
músculo.
Niall también sabía que la mención del puesto de Robbie como senescal en la
guardia de Patrick no había sido un accidente. El muchacho era obviamente un
guerrero consumado para haber alcanzado una posición tan importante a su edad.
Pero otras cosas no habían cambiado. Si la vergüenza de Robbie era una
indicación, sus sentimientos por Annie eran exactamente los mismos.
—Me has tomado desprevenido—, añadió Robbie, como si quisiera explicar
cómo un guerrero de su habilidad había sido vencido.
Niall no creía que el resultado hubiera sido diferente si Robbie lo hubiera visto
venir, pero consciente del orgullo de un joven, lo dejó pasar.
De repente, la escena con la que se había tropezado volvió a él. Al igual que la
inusual ropa de Annie. La examinó de arriba a abajo, observando el leine, la camisa
y el cotun demasiado grande. Casi parecía que estaba... No. Eso era imposible.
Niall frunció el ceño. —De todas formas, ¿qué estaban haciendo aquí fuera? —.
Se volvió hacia Annie. —¿Y qué querías decir con “entrenar”?
Robbie y Annie intercambiaron miradas con una intimidad que a Niall no le
gustó. ¿Había algo entre ellos? Sintió una puñalada entre las costillas que le hizo
lamentar su precipitada decisión de soltar el cuello del otro hombre.
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todo? ¿Cómo había pasado la mayor parte del invierno y la primavera pasados
haciendo todo lo posible para hacer justicia por ella?
Observó cada centímetro de su rostro, atiborrándose como un hombre
hambriento de detalles y queriendo consignar cada uno de ellos en la memoria para
siempre. ¿Cómo pudo olvidar el arco preciso de sus cejas? ¿O la forma en que sus
oscuras y plumosas pestañas parecían rozar la esquina de sus ojos como el ala de un
pájaro? ¿O las brillantes motas de plata de sus ojos, la suave cremosidad de su piel -
incluso bajo la suciedad- y el rojo maduro de una boca mucho más sensual de lo que
se había permitido recordar?
¿Cuántas veces había soñado con ella, con este momento? Y ahora que había
llegado, no sabía qué hacer. Qué decir. ¿Cómo podría transmitir la profundidad de
su arrepentimiento?
Sus palabras, al igual que sus pensamientos, estaban desordenadas y empezaron
donde querían terminar. La tomó del brazo y la acercó. No lo suficiente como para
que sus cuerpos se tocaran, pero sí para que ella supiera que hablaba en serio de
cada palabra que iba a decir.
—No necesitas aprender a defenderte, Annie. Cásate conmigo y te protegeré el
resto de mi vida.
***
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Puede que la sonrisa pícara y la ligereza burlona hayan sido sustituidas por una
oscura agresividad y un aura de peligro, pero Niall Lamont seguía siendo uno de
los hombres más guapos que jamás había contemplado.
Pero si su aspecto la dejaba sin aliento, era la forma en que parecía poder leer su
mente lo que le había hecho pensar que estaban destinados el uno al otro.
¿Cómo podía haber estado tan equivocada?
Sorprendentemente, ella no se había estremecido cuando él la tocó, pero la cálida
impresión de sus dedos alrededor de su brazo no fue una sensación bienvenida, y
ella miró fijamente su mano hasta que él la dejó caer.
Se produjo un silencio incómodo entre ellos durante unos instantes. Algo que
nunca había ocurrido antes de Dunvegan. Parecía un duro recordatorio más de lo
mucho que había cambiado todo, y ella no dudó en rechazar la incómoda propuesta
que en su día hubiera dado sus dientes por escuchar.
—No quiero casarme contigo, Niall. Tampoco quiero ni necesito tu “protección”.
Parece que te has encargado de actuar como mi ejecutor, pero quiero que se acabe.
No hablas por mí, ni tienes derecho a buscar justicia por mí. No tenías derecho a
matar a Colin Campbell.
El rostro de él se ensombreció con una malevolencia de la que ella nunca lo
habría imaginado capaz. —Tenía todo el derecho. Él hirió a la mujer que amo. Lo
único que lamento es no haber podido prolongar su agonía antes de que mi espada
acabara con su asquerosa vida.
Annie ignoró el pequeño bache en los latidos de su corazón ante la fácil mención
de la palabra “amor”. Era evidente que la confundía con la compasión.
Aun así, sintió curiosidad por su elección de palabras. —¿No pudiste?
Su mirada se clavó en la de ella con una ferocidad que casi la hizo jadear. —Le
di mi palabra a su hermano de que acabaría con él rápidamente.
Annie sabía que la hermana de Niall se había casado con el hermano menor de
Colin. —¿El Ejecutor? —, preguntó, refiriéndose a Jamie Campbell.
Niall negó con la cabeza. —Duncan Campbell. El hermano mayor que Colin
había intentado matar para evitar que Duncan heredara el dominio que Colin había
reclamado injustamente.
Annie asintió. Patrick había mencionado algo al respecto, pero ella no había
escuchado con mucha atención. Había estado demasiado enfadada con Niall por
reclamar la justicia que debería haberle pertenecido.
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—Te has pasado de los límites, Niall. Tú y yo no somos nada el uno para el otro.
No lo hemos sido durante más de dos años.
—Dios, lo siento, Annie. No tienes idea de cuánto lamento lo que dije en
Dunvegan. Si pudiera retractarme, lo haría. No me llevó mucho tiempo darme
cuenta de que había cometido un error. Iba a encontrarte y disculparme, pero
entonces estalló la guerra. Ascog fue atacado, mi padre y mi hermano fueron
asesinados, tus parientes fueron traicionados por Argyll, y tú fuiste...
Ella levantó la mano y lo cortó. Ella lo sabía; no necesitaba oírlo de él. —No
importa. Una disculpa no habría cambiado nada.
—Por supuesto que sí. ¿Cómo puedes decir eso? Me amabas.
Ella lo miró directamente a los ojos. —Lo hice. Con todo mi corazón. Pero
después de lo que pasó, comprendí que había entregado mi corazón con demasiada
facilidad a alguien que no lo merecía.
Parecía como si ella le hubiera disparado con un hagbut 8 en las tripas. Su rostro
perdió la mayor parte de su color. —Tenía veintiún años, Annie. No tenía
experiencia y no sabía lo que quería. No sabía que lo que sentía por ti era especial.
Ella no pudo reprimir todo el sarcasmo cuando dijo: —No eras tan inexperto por
lo que he oído.
Él realmente se sonrojó. Si Annie no lo supiera, pensaría que estaba
avergonzado. —Fui un tonto. No me di cuenta de la suerte que tenía de haber
encontrado a la mujer que amaba cuando tenía catorce años. Me convencí de que lo
que sentía por ti no importaba. Pensé que estaba cumpliendo con mi deber. Pensé
que estaba siendo un hombre.
Sonaba sincero, pero Annie no quería escuchar nada de esto. Era demasiado
tarde. Demasiadas cosas habían cambiado. Incluida ella. Especialmente ella.
No había sido consciente de cuánto hasta ese momento. Hace dos años, estando
así de cerca de Niall, habría estado zumbando por todas partes. Habría estado
sonrojada por la expectación, los pelos de los brazos se le habrían erizado, y habría
tenido calor y sentido anhelo. Habría estado planeando maneras de conseguir que
la besara.
Habría sentido deseo.
Pero ahora no sentía... nada. Ni una pequeña agitación de nada. Ni siquiera Niall
-el hombre al que prácticamente se había lanzado durante dos años- podía hacerla
8
Arma portátil de cañón largo que data del siglo XV.
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sentir de nuevo. La pasión del único beso que habían compartido la había
perseguido. Esperaba que en algún momento esa parte de ella volviera.
Al darse cuenta de todo lo que había perdido, de todo lo que le habían quitado,
le entraron ganas de llorar. Por primera vez desde aquellas horribles semanas
iniciales, las lágrimas brotaron de sus ojos.
Obviamente, él lo malinterpretó. —Jesús, Annie, no pretendía disgustarte. Sólo
quería decirte cuánto lo siento y cuánto te amo y quiero compensarte.
Fue algo equivocado para decir. —¿Compensarme? Dios, ¿tienes idea de lo
ridículo que suena eso? No todo se puede “compensar”, Niall. No todo se puede
arreglar. Cuando algunas cosas se rompen, se quedan así para siempre.
Él estaba claramente sorprendido por su vehemencia. —Lo siento. No quise
hablar a la ligera.
—No. Crees que puedes entrar aquí, decirme que me amas y hacer que todo
mejore mágicamente. Bueno, nunca va a ser mejor, Niall. Es demasiado tarde. Y lo
mejor que puedes hacer por mí, lo único que puedes hacer, es dejarme en paz.
Se dio la vuelta y huyó antes de que él pudiera ver las lágrimas que ahora corrían
por sus mejillas.
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Capítulo Tres
Niall murmuró una áspera maldición mientras Annie huía por el barmkin.
¿Cómo diablos había salido eso tan mal?
Debatió por un momento si ir tras ella, pero no quería empeorar las cosas. Y
hasta que no descubriera en qué se había equivocado, era muy probable que eso
ocurriera.
Estaba a punto de sentarse en un montón de heno para tratar de ordenar sus
pensamientos cuando vio a un hombre que se acercaba a él.
Volvió a maldecir. Estupendo, justo lo que necesitaba: un hermano enfadado,
mejor dicho, iracundo, que parecía querer arrancarle la cabeza a Niall.
El hecho de que Patrick MacGregor, jefe MacGregor, fuera uno de los pocos
hombres que podía hacer eso lo hacía aún peor.
—Creí que te había dicho que te mantuvieras alejado de ella—, le espetó Patrick
mientras su puño conectaba con la mandíbula de Niall.
Niall no intentó bloquear el golpe y gimió cuando algo parecido a la fuerza de
un mazo le echó la cabeza hacia atrás. Parpadeó mientras intentaba apartarse para
esquivar el siguiente golpe.
No lo consiguió, y un puño izquierdo igual de potente conectó con su estómago,
y con algunas costillas. La gruesa chaqueta de cuero de Niall probablemente evitó
que los huesos se rompieran, pero no impidió que el aire fuera expulsado de sus
pulmones en un —uf— ni el gruñido de dolor que siguió.
Dios, la reputación del hermano de Annie de tener una fuerza casi inhumana
estaba bien ganada.
Niall estaba doblado por el segundo golpe cuando Patrick se detuvo ante él. Sólo
el hecho de que Niall no se defendiera impidió probablemente que un tercer golpe
lo dejara inconsciente. En su lugar, Patrick levantó a Niall por el pescuezo y lo
mantuvo a un buen pie del suelo. No se le escapó la ironía de que Niall estuviera en
la posición similar a la de Robbie poco antes.
—Dame una buena razón por la que no deba golpearte hasta casi matarte. Te
dije que te mantuvieras alejado de ella.
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La ira de Patrick se dirigió de nuevo hacia él. Dio un paso hacia él, apretando
los puños a su lado. —No hay nada malo en ella.
Niall se mantuvo firme. Obviamente, Patrick había malinterpretado sus
palabras y las había tomado como una crítica. Le hizo preguntarse si su hermano
había escuchado algo así antes. La idea de que Annie pudiera haber sido objeto de
comentarios y habladurías lo enfurecía tanto como a Patrick.
—Por supuesto que no. Mi estima por ella no ha hecho más que aumentar.
Siempre supe que era tan fuerte y tenaz como hermosa, pero no era consciente de su
profundidad. Me sorprendió el cambio en su temperamento. Antes era tan...
No necesitó terminar. Patrick entendió. Parecía tan triste por el cambio como
Niall. —Dado lo que ha pasado, ¿puedes culparla? Considerando todo, creo que está
muy bien. Sólo hay que tener paciencia.
¿Por qué Niall sospechaba que Patrick se había dicho lo mismo muchas veces?
—Lo estoy intentando, pero...— Se detuvo.
—¿Pero qué?
Niall se debatió sobre cómo responder. No quería poner a Patrick en una mala
posición con sus cuñados Campbell. —Puede que no tenga mucho tiempo. Mis
circunstancias son un poco... inciertas.
Los ojos del otro hombre se entrecerraron. —Creía que Argyll tenía la intención
de mirar hacia otro lado respecto a tu asesinato de Colin Campbell.
—Lo ha hecho.
Patrick sabía que estaba insistiendo. —¿Pero?
—Antes de morir, convencí a Colin Campbell para que me diera los tres
nombres.
Patrick maldijo con comprensión. —¿Así que eso es lo que has estado haciendo,
rastrear a los hombres que la violaron? Mis cuñados y su primo Argyll van a estar
furiosos. Se arriesgaron mucho por ti con el rey. Jamie Campbell asumió
responsabilidad por ti, si mal no recuerdo.
La mandíbula de Niall se endureció. Sabía lo que Jamie había hecho al asumir la
responsabilidad personal por él -y se sentía mal por ello-, pero no era como si Niall
tuviera elección. —¿Harías tú algo diferente?
Patrick le lanzó una mirada de disgusto, pero no se molestó en contestar. Ambos
sabían que sería el primero en la fila detrás de él.
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—Nada—, insistió Annie, queriendo arrastrarse bajo una roca por la vergüenza.
—De verdad. Yo sólo...— Su voz se apagó, tratando de pensar en una explicación.
—Estaba entrenando y me caí.
Era más o menos la verdad.
Y Lizzie le creyó. O al menos decidió aceptar la explicación y no insistir.
Anticipándose a lo que Lizzie iba a preguntar, Annie intentó cambiar de tema.
—Estaré encantada de cuidar a Iain más tarde, cuando tú y Alys vayan a la aldea.
Annie sonrió a la bonita mujer mayor que, en todo caso, parecía aún más
perspicaz. No era la primera vez que Annie descubría que Alys la observaba con
compasión en su mirada. Pero no era sólo compasión, era...
Annie no podía precisar lo que sentía.
Elizabeth sacudió la cabeza. —Está bien. Puedo pedirle a una de las muchachas
de servicio...
—Tonterías—, insistió Annie, en serio. —Me encantaría pasar el tiempo con mi
sobrino—. Era justo lo que necesitaba. Su siesta podía esperar. Su baño no podía. —
Deja que me limpie y me lo llevaré.
—Si estás segura—, dijo Lizzie con escepticismo. —Parece que Iain llora menos
cuando está contigo. No tardaremos mucho. Alys encontró algunas telas para la
cuna del bebé en el pueblo, pero no pudo decidir de qué color.
Annie sospechó que las telas eran una excusa para obligar a Lizzie a salir del
castillo donde había estado “encarcelada”, como le dijo Alys, después de que naciera
el bebé.
Annie se apresuró a subir a su habitación para pedir el baño.
Poco después de salir del agua, sintiéndose mucho mejor, llamaron a la puerta.
Suponiendo que era una de las muchachas para llevarse la bañera, la invitó a entrar.
En cambio, se sorprendió al ver a Alys.
La antigua niñera de Lizzie y ahora fiel asistente había llegado a Edinample con
su esposo, un capitán de la guardia Campbell. El antiguo castillo de los MacGregor
había sido parte de la dote de Lizzie, y Patrick había tomado el mando al casarse,
pero Jamie Campbell insistió en que algunos de sus guardias formaran la cuadrilla.
Alys debía de tener más de treinta años, pero su pelo rubio aún no tenía canas,
y sus rasgos clásicos tenían una belleza atemporal.
—¿He tardado demasiado? — le preguntó Annie. —Estaba por bajar para
buscarte a ti y a Lizzie.
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Alys negó con la cabeza. —No, quería hablar contigo unos minutos. ¿Te
importa?
—Por supuesto que no—. Annie le indicó a la mujer mayor que se sentara en la
silla frente al brasero.
Annie se situó frente a ella en el borde de la cama mientras terminaba de pasar
un peine por su pelo aún húmedo. —¿Qué puedo hacer por ti?
La otra mujer parecía incómoda, como si no supiera qué decir o estuviera
reconsiderando su presencia allí.
Finalmente habló. —No es de mi incumbencia, y espero que perdones a una
anciana por su intromisión, pero ¿estoy en lo cierto al pensar que el apuesto guerrero
que se reunió antes con el laird y que tiene un asombroso parecido con la nueva
cuñada de Lizzie fue la causa de tu angustia?
Aparte de Patrick, Annie nunca había hablado con nadie sobre Niall, y no estaba
dispuesta a empezar con una desconocida. Pero no quería ser grosera con la persona
que era como una madre para Lizzie, y Alys la miraba con tanta amabilidad que se
encontró asintiendo. —Es el hermano de Caitrina.
—El hermano proscrito, Niall, supongo—, conjeturó Alys. Asintió para sí
misma. —Eso me pareció.
Annie se preguntó a dónde quería llegar con esto, pero tenía más ganas de
acabar con el tema. —Si te preocupa tener a un forajido cerca, no debes inquietarte.
Lo he enviado lejos, y le diré a mi hermano que se asegure...
—No, no. No es eso—. Las manos apretadas de Alys que estaban en su regazo
empezaron a retorcerse ansiosamente. —Lo siento. Estoy arruinando esto. Pero he
oído algo de Niall y también de lo que te pasó a ti.
Annie se puso rígida por reflejo. —Seguro que sí.
No había nada que les gustara más a algunas personas que los rumores, y que
la hermana del nuevo laird fuera violada por orden del hermano de su nueva esposa,
ahora muerto, sería demasiado escandaloso como para ignorarlo.
Annie no estaba acostumbrada a tener que abordar las habladurías
directamente. Por lo general, se hacían en susurros y se intercambiaban miradas
cómplices a sus espaldas.
Al darse cuenta de que la había molestado, Alys se acercó para tomar su mano
y la miró implorante. —Sólo quería decirte que lo entiendo.
Annie no sabía lo que intentaba decir, pero lo último que quería o necesitaba era
que otra persona sintiera pena por ella. Ya tenía suficiente con su familia inmediata.
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—Gracias. Te lo agradezco.
Comenzó a levantarse, pero Alys utilizó su mano para sujetarla. —No, quiero
decir que lo entiendo. Sé por lo que estás pasando ahora mismo porque he estado en
el mismo lugar.
Sorprendida, Annie no respondió de inmediato. Pero luego dijo: —¿Fuiste...?
Violada. Había llegado a odiar esa palabra. Su dureza. Su finalidad. La forma en
que la marcaba y definía. Como si hubiera llegado a resumir todo lo que ahora era
importante en ella.
Alys asintió. —Hace años. Cuando tenía más o menos tu edad. Estaba recién
casada con Donnan, que por aquel entonces era guardia del viejo Laird de
Auchinbreck. Mi padre era el Jefe Buchanan, y para casarme con mi Donnan, rechacé
a un poderoso cabecilla con el que mi padre esperaba que me casara.
Annie la miró sin palabras. ¿La niñera de Lizzie era la hija de un jefe de las
Highlands? Se había casado muy por debajo de su posición para aceptar la mano de
un simple guardia.
—El cabecilla no se tomó bien mi negativa—, continuó Alys. —Esperaba
vengarse humillando a mi padre y a mi esposo y forzándolos a entrar en una guerra
que habrían perdido. Yo era su medio de venganza.
Annie sabía exactamente a qué se refería y no sabía qué decir. Fuego cruzado. —
Lo siento.
Alys apartó la disculpa con un gesto. —Fue hace mucho tiempo. Los años de
felicidad que he tenido desde entonces superan con creces el horror de lo que me
hizo ese hombre. Por eso estoy aquí.
Annie frunció el ceño. —No lo entiendo.
Alys pareció dejar de lado su reticencia de una vez por todas y la miró
directamente a los ojos. —Si ese hombre te ama tanto como creo que lo hace y tú aún
lo amas, tienes que intentar superar esto. No sacrifiques tu felicidad futura por el
dolor de hoy. No dejes que esos hombres te quiten la felicidad que mereces.
Annie trató de no erizarse. —No lo entiendes. No es tan sencillo.
—Tienes razón. No conozco todos los hechos, pero sí sé cómo te sientes ahora
mismo, y puedo decirte que no siempre será así. Mejorará, sobre todo si tienes un
hombre al que amas que te ayude.
¿Pero no acababa ella de comprobar que las cosas ya no eran iguales? —No lo
amo, al menos ya no.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Capítulo Cuatro
Alys le había dado a Annie mucho en qué pensar. Más de lo que ella quería, en
realidad. Estaba asombrada de que la mujer mayor se hubiera guardado algo así
para sí misma durante todos estos años.
Por primera vez, Annie se dio cuenta de lo afortunada que era por tener una
familia y unos amigos que la querían, la apoyaban y se preocupaban por ella, aunque
sus “atenciones” a veces la volvieran medio loca.
Podía estar tan sola como lo había estado Alys.
Esa noche, durante la cena, Annie no pudo evitar observar a la criada de Lizzie
con su esposo. Sospechaba que Alys se equivocaba en una cosa: su marido no habría
dejado de amarla si lo hubiera sabido. Era evidente que Donnan Campbell adoraba
a su esposa. Annie podía ver el amor en sus ojos cuando miraba a Alys incluso desde
la mitad de la habitación.
Annie sólo podía esperar que algún día alguien la mirara así.
Alguien ya lo hacía.
Apartó ese pensamiento inoportuno, pero no era la primera vez que pensaba en
la forma en que Niall la había mirado ayer.
No sabía qué esperar. ¿Compasión, tal vez? ¿Culpa? Como mínimo, pensó que
la miraría de otra manera.
Pero Niall la miraba de la misma manera que siempre lo había hecho, excepto
que tal vez con más intensidad. Quiso atribuirlo al cambio en el propio Niall -sin
duda era mucho más intenso-, pero sabía que había algo más. Sus ojos se habían
fijado en ella como si estuviera hambriento de verla. Como si ella significara algo
“todo” para él. Como si su perdón fuera lo más importante del mundo para él.
Como si los últimos dos años no hubieran ocurrido.
Él todavía la deseaba. Y tal vez eso la había sorprendido un poco. La mayoría de
los hombres no lo harían después de lo que le habían hecho. Incluso si se daban
cuenta de que no era su culpa, ella estaba de alguna manera manchada. Impura.
Mancillada. La indignidad de eso era una injusticia más impuesta sobre ella.
Pero él no podía mirarla así. No después de humillarla y romperle el corazón.
—No puedo casarme contigo.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
***
Niall esperaba saber lo que estaba haciendo. Nunca había sido un gran
apostador, pero estaba arriesgando todo en esto. Más le valía conocerla tan bien
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
como creía. Annie era testaruda, pero tampoco podía resistirse a un desafío,
especialmente cuando su orgullo estaba en juego.
Él sintió los ojos de ella escudriñando su cara y trató de no reaccionar ni mostrar
lo ansioso que estaba. Pero se preguntó si ella lo veía de todos modos. Ella parecía
adivinar lo que él intentaba hacer.
Ella negó con la cabeza. —No—. Y luego repitió con más fuerza: —No. No
cambiaré de opinión ni en un mes ni en un año.
—Entonces no tienes nada que perder—, insistió él. —Además, necesitas que
alguien te entrene si quieres aprender a defenderte con un cuchillo. Tirar al blanco
es divertido para practicar, pero no es nada que quieras hacer en un ataque real.
—¿Por qué?
—Sería raro que quisieras arrojar tu única arma.
Ella apretó sus bonitos labios, claramente enfadada consigo misma por dejar que
la distrajera hablando de entrenamiento. —No necesito tu ayuda. Tengo un
instructor.
Él podría haber sonreído. —Quieres decir que tenías un instructor.
Los vestigios de la antigua Annie volvieron cuando sus ojos brillaron con furia.
No debería alegrarle tanto, pero sintió los primeros destellos de esperanza
agitándose dentro de su pecho. —¿Qué le has hecho, Niall? Te juro que, si le haces
daño, me encargaré de que...
—No le hice nada—, le aseguró antes de que ella pudiera empezar a lanzar sus
amenazas.
Claramente, ella no le creyó. —Dime que Robbie no está en algún lugar atado o
encerrado en algún sótano curando sus heridas.
Su boca se curvó muy lentamente. —Yo no haría algo así.
Ella presionó un dedo en su pecho y lo golpeó sin darse cuenta de lo que estaba
haciendo. —Harías algo mucho peor. Sé exactamente de qué clase de trucos sucios
eres capaz. Tú y mi hermano siempre estaban causando problemas.
Ella se detuvo de repente, retirando la mano y dejándola caer. El horror llenó su
mirada e hizo que su pecho se apretara.
—Yo también lo extraño, Annie—. La mirada de ella era austera y vacía, pero él
podía sentir su dolor. —Lo siento—, añadió.
Ella asintió y apartó la cara como si no quisiera que él viera su dolor cuando
todo lo que él quería hacer era quitárselo. Tuvo que resistir el impulso de acercarse
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
a ella, algo que nunca le había ocurrido antes. Ella siempre había agradecido su
contacto. Más que bienvenido. Se había deleitado en él como un gatito estirándose
al sol.
Pero él intuía que era demasiado pronto para ese tipo de intimidad y, lo que era
peor, que ella podría no aceptarlo.
Tenía que ser paciente. Pero ésa no era una virtud que le resultara natural, sobre
todo cuando entraba en conflicto con su desesperación por reforzar la conexión entre
ellos lo antes posible. Como en el siguiente minuto.
—Robbie está bien—, le aseguró. Ella le dirigió una mirada de reojo muy
sospechosa. —Al menos asumo que lo está, ya que no lo he visto desde que se fue
esta mañana.
Los ojos de ella se entrecerraron. —¿Adónde se fue tan repentinamente, y por
qué me entero de esto ahora?
Niall se encogió de hombros. —No lo sé. Tendrás que preguntarle a tu hermano.
Pero creo que se ofreció a llevar algo de plata a tus compañeros de clan en Molach—
. Hizo una pausa. —Sospecho que estaba ansioso por estar fuera unos días.
Ella no pudo ocultar su decepción. —No lo entiendo. ¿Por qué iba a estar ansioso
por irse?
Niall arqueó la ceja. —¿No se te ocurre una razón?
El rubor rosado que subió a las mejillas de ella sugería que sí podía. —Fue un
malentendido. Robbie lo sabe.
—Estoy seguro de que lo sabe. Al igual que tú sabes cuál es el verdadero
problema—. Ella bajó la mirada, ocultando su incomodidad quitándose la
inexistente suciedad del leine. Él dudó, pero aprovechó la oportunidad y se acercó
para levantarle la barbilla con el dorso del dedo. Ella no se inmutó, lo que le pareció
una gran victoria. —Sabes que no puedes seguir practicando con el muchacho. No
es justo para él.
Ella se apartó. Tal vez porque se dio cuenta de que la estaba tocando o porque
no le gustó lo que dijo.
Pero él demostró que la conocía bien cuando, en lugar de objetar, ella se limitó
a cerrar la boca con la expresión molesta que él recordaba. Después de un momento
de reflexión, ella lo miró con desprecio. —No es un muchacho. Y no es asunto tuyo.
Y como un infierno que lo era. El único hombre con el que ella iba a revolcarse
en la tierra era él, aunque tuviera que inutilizar temporalmente a todos los guardias
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
del castillo. Pero en lugar de señalarlo, sonrió. —Creía que estabas interesada en
aprender a defenderte.
Ella levantó la barbilla desafiantemente. —Lo estoy.
—¿Tienes otro instructor en mente?
—Estoy segura de que puedo encontrar a alguien.
—Aunque puedas, no será tan bueno como yo.
—Veo que sigues siendo arrogante.
Él se encogió de hombros. —No es arrogancia cuando es la verdad. Pregúntale
a cualquiera.
—No necesito hacerlo.
Él sonrió. —Has estado escuchando historias sobre mí, ¿verdad?
Ella resopló. —Me refería a que tu habilidad no importa, ya que no me vas a
instruir en nada.
Él se encogió de hombros como si eso no importara. —Depende de ti. Pero
tendré que encontrar otra forma de entretenerme durante el próximo mes.
—No estoy de acuerdo con eso.
—Pensé que habías dicho que no importaría “si era un mes o un año”.
—No importaría.
—¿Entonces cuál es el problema?
Su frustración obviamente la estaba afectando, ya que él pensó que ella podría
haber pataleado. —Eres un forajido, para empezar. ¿Y si alguien descubre que estás
aquí?
La boca de él se curvó en una media sonrisa. —La costumbre de la hospitalidad
de las Highlands va en ambos sentidos. Y los guardias Campbell creen que soy un
Murray.
—¿Así que manipulaste a mi hermano para que te dejara quedarte aquí con la
culpa de lo que pasó con tu padre?
Lo habría hecho si hubiera tenido que hacerlo. —Simplemente le pedí refugio
temporal, y me lo concedió.
—¡Porque sabías que no podía negarse!
Se encogió de hombros como si la distinción no le supusiera ninguna diferencia:
no la había. —Si tu único problema es la preocupación por mí, ¿por qué no aceptas?
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Puedes demostrarme que se acabó y tener a uno de los mejores instructores de las
Highlands a tu disposición durante las próximas cuatro semanas.
Creyó detectar el más mínimo atisbo de posibilidad en sus ojos. Pero su Annie
era una muchacha obstinada.
Sus ojos eran tan ardientes como para encender un fuego. —No estoy
preocupada por ti, y no necesito demostrar nada.
—Tal vez no, pero ¿tienes tantos hombres haciendo fila para enseñarte a luchar
con un cuchillo que puedes permitirte rechazar a uno que está aquí mismo y
dispuesto a ayudar?
Por la vacilación de sus ojos, pudo ver que había dado en el clavo. Pero no
presionó su ventaja. No lo necesitaba. Ella entraría en razón por sí misma.
Paciencia.
***
Annie resistió tres días. No había sido consciente de lo mucho que había llegado
a esperar las sesiones de entrenamiento con Robbie, pero ahora que se habían ido,
se sentía inquieta. Las mañanas de actividad y ejercicio al aire libre hacían que los
días sin eso que seguían en el castillo le parecieran asfixiantes y restrictivos. Se sentía
como si hubiera estado encerrada en un armario.
Por supuesto, podría haber salido del castillo, pero él estaba allí. Burlándose de
ella, el desgraciado. Sabía que no era un error que Niall entrenara con su hermano y
sus guardias a la vista de cualquier lugar en el que se encontrara. Ya no podía tejer
o bordar cerca de una ventana sin oír el estruendo del acero contra el acero cuando
los hombres se enfrentaban en varias zonas del barmkin. El estruendo de su risa o la
profunda resonancia de su voz la seguían a todas partes.
Incluso su sobrino conspiraba contra ella. Últimamente Iain lloraba mucho, y
Lizzie descubrió que se calmaba cuando lo acercaba a la puerta o a la ventana del
gran salón para ver a su padre practicar. Pensó que era el ruido o el destello de las
espadas y los hombres lo que lo distraía.
Y sí que era distractor. Y exasperante. Annie sabía que Niall la estaba
manipulando ofreciéndole algo que resultara demasiado tentador para rechazarlo.
Intentó rodearlo buscando a otra persona, pero bien podría haber estado pidiendo
ayuda para limpiar un pozo negro. Esa fue la reacción que obtuvo de los hombres
de su hermano, que estaban todos “demasiado ocupados”. Su hermano sólo le dijo
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
que dejara de ser tan terca y aceptara la oferta de Niall - ¿no se daba cuenta del honor
que suponía? - o que esperara a que Robbie regresara.
Pero Niall también había tenido razón en eso. Ella había sabido, incluso antes de
que él hiciera su oferta de regalo de Troya, que no podía seguir entrenando con
Robbie. No era justo utilizarlo así cuando sabía que sus sentimientos por ella no
habían cambiado.
A Niall, sin embargo, no tenía ningún reparo en utilizarlo. Ella hablaba en serio
cuando le dijo que un mes no haría ninguna diferencia. Si él salía herido al final,
sería por su propia culpa.
Estaba lo suficientemente enfadada por su manipulación como para admitir que
incluso podría estar deseando que llegara ese momento.
El miércoles por la mañana, cruzó el patio hasta donde su torturador lanzaba
perezosamente cuchillos al blanco desde una distancia obscena con un grado de
precisión espantoso. Era casi como si él supiera que ella iba a venir y la estuviera
esperando. Una mirada cómplice o una sonrisa de “te tengo” y ella habría girado
sobre sus talones y se habría alejado. Pero quizás él había madurado en los últimos
años. Aunque ella sabía que él se sentía así por dentro, su expresión era vacía.
Se detuvo cuando estaba a pocos metros de él. Algo golpeó contra sus costillas
y tuvo la horrible sospecha de que era su corazón. No latía como solía hacerlo, con
excitación y anticipación, sino con algo más preocupante. Era una profundidad de
conciencia que caía en su lugar y que a ella no le gustaba.
Debe ser porque está muy cambiado, se dijo a sí misma. No se trataba sólo de
los músculos o de su tamaño -ahora era casi tan grande como Patrick- o de las
cicatrices y líneas de su rostro. Era el aura que lo rodeaba. Él se había vuelto
formidable.
El chico pícaro se había convertido en un hombre imponente. No estaba segura
de que le gustara, pero no había nada que pudiera hacer al respecto. Lo hecho, hecho
está. Ella, mejor que nadie, lo sabía.
—Una semana—, dijo. —Te daré una semana, y si quiero que te vayas, me
prometerás que te irás.
—Dos—, dijo él pétreamente.
—Esto no es una negociación, Niall. Tú y yo sabemos que, si voy con mi
hermano, serás escoltado fuera de aquí por la punta de su espada, hospitalidad de
las Highlands o no—. Él no discutió con ella. —Una semana—, repitió ella.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Su boca cayó en una línea dura hasta que aparecieron pequeñas líneas blancas
alrededor de sus labios. —Sólo había una persona a la que culpar por lo que le
ocurrió a mi familia, y fue Colin Campbell—. Prácticamente escupió el nombre. —
Tenía más de una razón para verlo muerto.
Sus miradas se sostuvieron, y por primera vez en mucho tiempo, Annie sintió
como si alguien comprendiera su odio y no tuviera que rehuirlo.
No estaba preparada para perdonarlo por completo por haberle quitado su
venganza, pero tal vez podía entender por qué lo había hecho. Su necesidad era tan
poderosa como la de ella. Pero algo tenía que quedar claro.
—Quiero que me prometas que tus días como mi vengador personal han
terminado. Cualquier justicia que se imparta en mi nombre la decidiré yo—. Él
parecía dispuesto a discutir, pero ella lo detuvo. —Lo digo en serio, Niall. Ya has
hecho suficiente. ¿Lo prometes?
Su boca se apretó en una línea tensa y sombría, y sus ojos se oscurecieron. Ella
pudo ver que él no quería aceptar, pero obviamente leyó su determinación y
finalmente asintió.
Annie sonrió. —¿Empezamos entonces?
—¿Si estás preparada?
Ella lo estaba. No podía esperar a empezar de nuevo.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Capítulo Cinco
Empezar de nuevo era exactamente lo que ocurrió. Volvieron al principio. Y si
Annie pensaba que Robbie era metódico y lento para llegar a lo bueno, Niall lo era
aún más.
Durante los siguientes días, repitieron las mismas lecciones básicas que ella
había recibido de Robbie con un detalle aún más intenso. Mientras Robbie la
obligaba a hacer algo una docena de veces, Niall la obligaba a hacerlo dos docenas
de veces antes de que pudiera pasar al siguiente paso.
Cinco días más tarde, seguía utilizando el maldito cuchillo de madera, y ahora
no sólo sabía sacarlo con la mano derecha -y sujetar la empuñadura de diversas
maneras- sino que también podía hacerlo con la izquierda.
Aunque al principio desconfiaba de los motivos de Niall para acceder a
entrenarla, la cautela de Annie se fue relajando tras los primeros días de instrucción.
Era evidente que se tomaba el entrenamiento, incluso el de una mujer, muy en serio.
No era cruel ni excesivamente duro, pero tampoco era especialmente indulgente
o comprensivo con sus errores. Mientras que Robbie había sido tímido y paciente
hasta un punto doloroso, Niall era serio -incluso severo a veces- y exigente. No
admitía excusas ni ofrecía tregua. A veces se preguntaba si había olvidado que ella
era una mujer.
Annie amaba cada momento. Era exactamente lo que ella necesitaba. No quería
que la mimaran ni la trataran como una flor delicada. La actitud de Niall era
refrescante. Y el desafío del entrenamiento la vigorizaba. No sólo le daba algo que
hacer, algo que le parecía importante, sino que también la hacía sentir fuerte.
Se había sentido tan impotente cuando aquellos hombres la atacaron. Aprender
a usar un cuchillo le hacía sentir que estaba recuperando parte de su poder.
Aunque no podía estar segura -la expresión de Niall era tan frustrantemente
ilegible-, pensó que su duro trabajo y su mejora en las habilidades lo habían
impresionado. Al principio, él había parecido seguirle la corriente exactamente, pero
con cada día que pasaba, parecía que no sólo se sentía más cómodo con la idea, sino
que la había aceptado.
Tal vez demasiado.
En la mañana de su sexto día de práctica, le dio una nueva instrucción.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Ella lo miró sin comprender y parpadeó un par de veces. —¿Qué quieres que
haga?
—Corre por el barmkin durante un cuarto de hora más o menos para entrar en
calor.
Annie había corrido por los páramos y las cañadas de Glenlyon cuando era niña,
pero de eso hacía ya algún tiempo. Un cuarto de hora sonaba a mucho tiempo. —Ya
he entrado en calor—, dijo. —Va a ser otro hermoso día, y he venido temprano para
practicar esa técnica que me enseñaste ayer para lanzar el cuchillo al blanco con giro.
Es mejor para combatir, ¿no?
Ella se equivocó a propósito, pero él no se distrajo fácilmente. —Sin giro. Ahora
ponte a correr, Annie.
Ella hizo una mueca. —¿Qué tiene que ver correr con saber usar un cuchillo?
Él frunció el ceño como si no estuviera acostumbrado a dar explicaciones y no
estuviera disfrutando especialmente de la experiencia. —Mejorará tu resistencia y te
hará más fuerte.
—Ya soy fuerte.
—Para una muchacha, tal vez—. Él sabía perfectamente lo mucho que ella
odiaría eso. —Pero incluso mi escudero más débil puede correr durante una hora
sin problemas—. Se encogió de hombros. —Si no puedes soportarlo...
Ella murmuró una maldición en voz baja y lo interrumpió. —No he dicho que
no pueda soportarlo.
—Bien. Entonces ponte en marcha. Yo te diré cuándo parar.
La primera vuelta al patio no fue tan mala. La segunda vez, ella respiraba con
dificultad. Para la tercera, cuarta y quinta, estaba realmente preocupada, y para la
sexta, pensó que iba a morir. Afortunadamente, se ahorró la humillación de
arrastrarse durante la séptima vez cuando Niall -desde su posición tumbado sin
hacer nada en un fardo de heno, no obstante- le dijo que se detuviera.
Sudando, resoplando y, sin duda, con la cara roja, se arrastró hasta donde él
estaba tumbado a la sombra, con un aspecto perfectamente fresco, limpio y sin
esfuerzo. Como de costumbre, su expresión no delataba nada, pero sus ojos azules
estaban sospechosamente brillantes, como si estuviera conteniendo la risa.
Los ojos de ella se entrecerraron. —¿No necesitas “calentar” también?
—Me levanté temprano con algunos de los hombres de tu hermano y fui a
explorar Ben Vorlich.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Al no entenderlo, ella se erizó. —¿Por qué sonríes? ¿Es tan difícil concebir que
yo pueda hacer una muesca en esa armadura de acero que tienes?
Su sonrisa se hizo más profunda. —En absoluto. Ese es el objetivo. Cuando
puedas clavarme esa cuchilla, sabré que he hecho mi trabajo.
Los guerreros de las Highlands eran criaturas extrañas. —Entonces, ¿quieres
que te haga daño?
Asintió con la cabeza.
Ella sonrió dulcemente. —¿Entonces no deberíamos usar una cuchilla de acero?
Podré hacer mucho más daño.
Él se rió. —Buen intento, asesina. Cambiaremos a una hoja de verdad cuando
me asegure de que no te vas a cortar un dedo accidentalmente.
Ella volvió a abalanzarse sobre él, esta vez con un propósito, esperando
sorprenderlo desprevenido. Pero había algo que estaba aprendiendo de Niall.
Siempre estaba preparado y listo para el ataque, incluso cuando parecía que no
estaba prestando atención. Había una atención en él que no había existido antes.
Supuso que se debía a todos los meses que había pasado huyendo de la persecución
de los Campbell.
Sintió una punzada en el pecho que podía ser de preocupación y la apartó. Un
mes o un año, se recordó a sí misma, pero ¡maldita sea, sólo habían pasado seis días!
Estar con Niall siempre había sido tan fácil. Muchas cosas habían cambiado, pero
eso no.
Niall bloqueó su ataque con facilidad. Deslizándose hacia un lado, agarró la
mano que sostenía la hoja y le retorció el brazo por la espalda hasta que quedó
inmovilizada contra él.
El contacto hizo que ella se congelara, y el cuchillo cayó de su mano.
***
Niall maldijo para sus adentros. Sus movimientos habían sido instintivos.
Cuando había visto que el cuchillo se acercaba a él, simplemente había reaccionado.
Ella lo había sorprendido, y no por primera vez, aunque nunca se lo diría. No
quería que sus elogios se le subieran a la cabeza y que se confiara.
La idea de que ella llegara a clavarle un cuchillo a alguien todavía lo llenaba de
un temor enfermizo, casi vomitivo. Pero tuvo que admitir que ella no carecía de
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
cierta habilidad natural. ¿Quién iba a pensar que una muchacha podía aprender a
luchar? Se había ofrecido a instruirla únicamente como medio para conseguir un fin.
Su propio fin. Para ganar su perdón. No había esperado que se lo tomaría en serio.
Había descartado los comentarios de Patrick sobre su habilidad como un
prejuicio fraternal y una exageración. Por supuesto, Niall sabía por algunas de sus
peleas y juegos de la infancia que, al igual que sus hermanos, Annie era
anormalmente fuerte para su tamaño.
Pero seguía siendo una muchacha de tamaño relativamente pequeño. Después de
lo que le había ocurrido, su aspecto era aún más delicado. La suave redondez de su
infancia había desaparecido. Era demasiado delgada, lo que hacía que su fuerza
fuera aún más inesperada. Pero eso le serviría si -Dios no lo quiera- alguna vez
tuviera que luchar. Era una ventaja ser subestimado por tu oponente.
Aunque carecía de la rapidez y la experiencia que dan los años de práctica, sus
instintos eran buenos, como acababa de demostrar. Ahora ella estaba apretada
contra su pecho, y él respiraba la peligrosa mezcla de sol y el jabón de lavanda de su
sedoso y oscuro cabello.
Había intentado ser paciente. Mantener la distancia y no querer empujarla a algo
para lo que no estuviera preparada. Como este tipo de cercanía en la que sus cuerpos
se tocaban, y él podía sentir cada una de las dulces curvas que había estado tratando
de no notar los últimos seis días en plenitud y placentero alivio.
Jesús.
La conciencia lo golpeó con fuerza, hundiéndose en él como un peso. Sus
sentidos estaban aturdidos por la sensación, el olor y el sonido de su respiración
agitada. Prácticamente podía saborearla en sus labios. El recuerdo del único beso
que habían compartido volvió a él en un torrente caliente y pesado.
Hizo que sus rodillas se debilitaran y que su determinación flaqueara.
Habría encontrado la fuerza para resistir la feroz atracción que lo invadía si
hubiera pensado que ella podría estar asustada. Pero no lo estaba. Tal vez estaba
aturdida, pero no asustada ni en modo alguno aterrada.
Ella lo miró, sus ojos nadando en confusión, sus labios abiertos en una invitación
inocente, y maldita sea, eso era más de lo que él podía soportar. La amaba tanto, y
durante dos años había soñado con estar de nuevo en esta posición, sólo que esta
vez lo haría bien.
Le soltó el brazo, que no había sujetado con mucha fuerza, bajó la cabeza y
cubrió su boca con la suya.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
compañeros de clan, eres terca, tenaz, ruda y leal. Eres una luchadora y una
superviviente incluso cuando las probabilidades están en tu contra. Eres toda una
MacGregor, y por eso estoy aquí. Porque sé que, no importa cuánto daño te hagan o
el infierno que hayas sufrido a manos de esos bastardos, eres demasiado
condenadamente testaruda para renunciar. Sé que la chica que me dio su corazón es
demasiado leal como para arrebatármelo por muy imbécil que yo haya sido o por
mucho que me lo merezca.
Él bajó la voz, dándose cuenta de que no necesitaba gritar más. Ella
definitivamente estaba escuchando, pendiente de cada palabra, de hecho. Ella
parpadeó hacia él, y él no pensó que fuera el sol en sus ojos lo que los hacía brillar.
Por primera vez, parecía que él había penetrado la coraza de hierro que ella había
levantado alrededor de su corazón.
—Sé que la mujer que ha estado aquí practicando los mismos ejercicios una y
otra vez durante días con un cuchillo de madera es tenaz y no va a rendirse por
mucho que intente matarla de aburrimiento.
Probablemente debería haber desistido mientras hablaba y no haber añadido esa
última parte. La emoción floreciente en sus ojos era mucho más difícil de ver a través
de su mirada repentinamente entrecerrada.
—¡Por los dientes de Dios, debería haber sabido que pasaba algo! ¿Se les ocurrió
esto a ti y a mi hermano juntos, o fue tu brillante idea entrenarme a ese ritmo de
caracol?
—Tu hermano no tuvo nada que ver. Pero yo no lo llamaría realmente una
“idea”.
Olvidando que acababa de empujarlo unos momentos antes, ella se acercó a él,
cara a cara. —Oh, sí, ¿entonces cómo lo llamarías?
Él hizo una pequeña mueca de vergüenza. —¿Ser cuidadoso?
Sus ojos eran tan estrechos que se habían convertido en dos puntas afiladas. —
Y lo de correr esta mañana. ¿También fue “cuidadoso”?
Él hizo otra mueca y tuvo que luchar mucho para no reírse. Pero algunas cosas
nunca cambiaban; le encantaba verla enfadada. —Creo que dijiste algo sobre mí
corriendo una vez.
Él no creía haberla visto nunca tan enfadada. Parecía que estaba tratando de
pensar en las formas más dolorosas de matarlo. Se alegró de que el cuchillo de
madera siguiera en el suelo. Con mucha astucia, movió el pie para apoyarse en el
mango y sintió un chasquido.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Ella se libró de su agarre y dio un paso atrás. —No funcionará, Niall. No importa
lo que digas. Lo que teníamos se ha ido, y no se puede recuperar con palabras
bonitas y disculpas.
Su frustración se apoderó de él. —¿Por qué demonios no se puede? Tal y como
yo lo veo, lo único que se interpone es tu maldito orgullo.
Ella se sonrojó. —Bueno, no lo ves todo.
Ella estaba siendo intratable ahora, y la frialdad de Niall se deslizó un poco más.
—Entonces, ¿por qué no me dices lo que supuestamente se me escapa?
Como nunca la había visto retorcerse las manos con tanta ansiedad, le llevó un
momento darse cuenta de que ya no estaba enfadada, sino molesta. —Ya no me
siento así, ¿de acuerdo? ¿No lo ves? No quiero... no puedo...
Se detuvo, las lágrimas llenaban sus ojos.
Niall se quedó quieto. De repente, lo vio. El dolor ardiente en su pecho sólo era
superado por la punzada en sus entrañas.
Si Colin Campbell o cualquiera de esos bastardos estuviera frente a él ahora
mismo, los destrozaría con sus propias manos. Miembro por maldito miembro.
—¿Ya no me deseas?
Sólo decir las palabras dolía. Dolía de una manera que nunca había imaginado.
En su pecho. En su corazón. En su alma. Ella lo había destrozado y dejado en
pedazos.
Ella sacudió la cabeza. —Lo siento, Niall.
Y antes de que él pudiera detenerla, se dio la vuelta y huyó por el barmkin hacia
el castillo.
Él no fue tras ella. Se deslizó hasta el suelo y se puso la cabeza entre las manos,
aturdido por el inesperado golpe y preguntándose por el inimaginable infierno por
el que debía haber pasado para hacerle perder algo que había sido una parte tan
vital de ella. Su pasión. Su pasión por él.
Jesús.
Por primera vez en su vida, Niall se preguntó si había un obstáculo frente a él
que podría ser demasiado alto para saltar.
***
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Ahora él le creía.
Una mirada al rostro devastado de Niall y Annie supo que él entendía la verdad.
Ella ya no lo deseaba. No deseaba a ningún hombre después de lo que esos horribles
hombres le habían hecho.
Pero si pensaba que obtendría algún tipo de satisfacción al herirlo de esa manera
-herirlo de la misma forma en que él la había herido a ella- se equivocaba. Al parecer,
era menos fría de lo que creía. Hacerle daño no la había hecho sentir mejor, sino
peor.
Mucho peor.
Ella sólo quería que él entendiera que lo que decía de que se había acabado era
en serio. Ahora lo entendía.
Si tan sólo pudiera dejar de imaginarse la cara de él. Bien podría haber tomado
una espada y cortarle las rodillas. El efecto habría sido el mismo. Su rostro se había
apagado. La confianza en sí mismo y la arrogancia de guerrero de un hombre que
siempre había sido admirado por hombres y mujeres por igual se habían
desvanecido. Parecía destrozado. Destruido. Como si ella hubiera derribado los
cimientos sobre los que él se sostenía.
Era lo que ella quería, ¿no? Que él la dejara en paz, que siguiera adelante como
lo había hecho ella.
Entonces, ¿por qué se sentía tan... horrible? Casi enferma. Como si su estómago
hubiera sido atado con miles de nudos y estuviera siendo jalado en múltiples
direcciones.
Casi esperaba verlo salir a caballo por la puerta del castillo y no mirar atrás. Si
miró por la ventana de su habitación de la torre más de una docena de veces ese día,
fue por eso.
Ella se preguntó si no habría visto su partida cuando no apareció para la comida
del mediodía, pero cuando su hermano la sorprendió mirando el lugar que Niall
solía ocupar en la mesa entre los guardias de su hermano, éste mencionó no muy
casualmente que Niall había ido al pueblo a hacer un recado.
El pueblo más cercano, Balquhidder, estaba a unas siete millas de distancia, así
que ella supuso que no tardaría mucho en llegar. Se abstuvo de preguntar por qué,
aunque la curiosidad la estaba matando.
Patrick sospechaba claramente de su interés, pero su exasperante sonrisa sugería
que la haría preguntar antes de decírselo.
Ella apretó los dientes. ¡Hermanos!
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Intentó las cosas habituales para mantenerse ocupada -leer un libro, trabajar en
el jardín, ayudar con el bebé Iain-, pero su mente no dejaba de rememorar aquella
mañana.
Había algo que la inquietaba, pero no sabía qué era. De alguna manera -
probablemente no por error- se encontró sentada junto a Alys mientras el bebé
dormía la siesta en la antesala del solar de Lizzie y Patrick. Su hermana de
matrimonio estaba en las cocinas repasando el menú semanal con la cocinera.
Se sentaron en silencio durante un rato antes de que Alys se aventurara a decir:
—¿Te preocupa algo, muchacha? Pareces distraída.
La mirada cómplice de la sirvienta se dirigió al bordado en el que se suponía
que Annie estaba trabajando y que estaba sin tocar en su regazo.
Annie se sonrojó y asintió.
—¿Pasó algo con Niall? Sé que has estado entrenando con él durante la última
semana.
Seis días... no es que estuviera contando. Mañana sería el séptimo día. La semana
había terminado, y ella podía decirle que se fuera. Que era exactamente lo que debía
hacer a pesar de lo mucho que le gustaba entrenar con él. No sólo entrenar. Le
gustaba volver a estar con él. Había olvidado cuánto.
Antes de que él llegara, todo había estado bien. Ella conocía su mente. Pero él la
estaba confundiendo.
—Me ha besado—, soltó, avergonzada.
Alys le sostuvo la mirada, obviamente tratando de calibrar los sentimientos de
Annie al respecto. —¿Y no querías que te besara?
Annie sacudió la cabeza con furia.
—¿Te asustó?
Pensó durante un minuto. Sorprendentemente, no lo había hecho. —No.
—¿Entonces no te ha gustado?
Annie frunció el ceño y se mordió el labio. Había pensado que no le gustaría. Lo
que en realidad no era lo mismo que no gustar. —Fue... agradable.
Hasta que él había intentado profundizar el beso y ella se había congelado.
Alys le dedicó una sonrisa irónica. —¿Entonces no entiendo, cual es el
problema?
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Capítulo Seis
Niall se sintió más aliviado de lo que quería admitir cuando vio a Annie dirigirse
hacia él a la mañana siguiente con su ropa de entrenamiento. Era muy consciente
del día que era y no estaba seguro de sí, después de lo que había pasado ayer, ella lo
mandaría por su camino. Bueno, si ella pensaba hacerlo, al menos tenía hasta
después del entrenamiento para hacerla cambiar de opinión.
También tenía un arma secreta si era necesario, literalmente.
Ella lo saludó con una inclinación de cabeza. —Has llegado pronto. Esperaba
poder practicar primero el tiro al blanco.
Niall no hizo ningún comentario. Lanzar un cuchillo a una paja con blancos
pintados podía no ser práctico en un ataque, pero era un pasatiempo divertido entre
los guerreros.
La idea lo sorprendió. ¿Era eso lo que ella era? ¿Una guerrera? Se habría reído
de la idea hace unas semanas. Pero ahora la idea no parecía tan descabellada. La
muchacha tenía algo de habilidad y tanta determinación como cualquiera de los
jóvenes guerreros que había entrenado. Tal vez más.
—¿Cuál es tu récord? — preguntó Niall.
Annie sabía exactamente a qué se refería. —He golpeado el centro tres veces
seguidas dos veces.
—¿Desde qué distancia?
—A diez pasos.
—Eso está muy bien.
Su boca se torció en una pequeña sonrisa. —¿Es eso realmente un cumplido?
Él le devolvió la sonrisa. —No. Sólo una observación.
Eso provocó un giro de ojos. —Debería haberlo sabido. ¿Qué tengo que hacer
para que me hagas un cumplido?
—Hazlo diez veces seguidas y lo pensaré.
Ella emitió un agudo sonido de disgusto. —Me llevará años dominar esa clase
de habilidad.
—Yo lo hice en un año cuando empecé a entrenar.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Ella lo miró con dureza, con los ojos entrecerrados como si no estuviera segura
de creerle. —Entonces lo haré en seis meses.
Él se rió. Aquella confianza descarada era tan típica de la Annie que conocía que
no pudo evitar responder de la misma manera. —Espero que no te guste dormir,
porque necesitarás todas las horas del día para tener siquiera una oportunidad de
cumplir esa jactancia.
—Ya veremos—, dijo ella, aparentemente despreocupada. —Pero para
responder a tu pregunta, no, ya no me gusta.
Él tardó un momento en darse cuenta de que se refería a dormir, y al instante se
puso serio. Reprimió una maldición. —Lo siento. No estaba pensando—. Se pasó los
dedos por el pelo. —Parece que estoy haciendo eso mucho últimamente. ¿Tienes
pesadillas?
Por supuesto que sí. Él tenía pesadillas, maldita sea, y él no se había percatado.
Ella asintió y miró hacia otro lado.
—¿Quieres hablar de ello?
Su cabeza giró hacia él con incredulidad. —¿Contigo? — Parecía tan incrédula
como sonaba, pero al menos volvía a encontrar su mirada. —No lo creo.
—¿Por qué no? — Niall no estaba completamente seguro de querer escuchar los
detalles, pero quería que ella supiera que podía confiar en él.
Sus mejillas se sonrojaron y sus ojos ardieron de furia. —Porque no quiero
hablar de ello, ¿de acuerdo? No quiero hablar nunca de ello. ¿No lo entiendes?
Su dolor lo estaba matando. Niall no quería otra cosa que tomarla en sus brazos
y consolarla, pero tenía que recordarse a sí mismo que lo que él quería y lo que ella
necesitaba podían ser cosas diferentes ahora. También recordó el desastre del día
anterior cuando la había besado. —No, no lo sé—, dijo en voz baja. —Pero lo intento.
Si me lo permites.
Su respuesta sólo pareció aumentar su frustración. —¿Por qué te pones así? ¿Has
olvidado lo que te dije ayer? No siento nada. Nada, ¿está bien?
No estaba bien. Nada de esto estaba bien. —No lo olvidé, y si no quieres que te
bese o te toque nunca más, lo aceptaré. Pero eso no cambia lo que siento por ti ni que
quiera que seas mi esposa.
***
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
su corazón, le habría sido difícil encontrar un regalo más perfecto. Como sin duda
él sabía muy bien.
Niall Lamont seguía conociéndola mejor que nadie en el mundo. Eso no había
cambiado después de todo.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Capítulo Siete
Niall consiguió su semana. Y en los días siguientes, sintió que había conseguido
mucho más. Se estaba ganando la confianza de Annie de nuevo. Podía sentir esa
formidable voluntad disolviéndose. Esa barrera de acero que ella había erigido
alrededor de su corazón erosionándose.
La estaba ganando de nuevo, y le costaba todo lo que tenía no intentar correr
hasta la línea de meta. Pero las palabras de ella de hace unos días lo habían enfriado.
Sabía que en el mundo en el que vivían se daba rienda suelta a los bajos impulsos
de los hombres y se los excusaba como si fueran naturales. La violación como arma
de guerra era una manifestación de esa creencia.
Pero ese no era él, y tampoco todos los hombres. Tenía que demostrárselo.
Annie había experimentado la violencia, la fuerza y la lujuria. No iba a hacer
nada que creara confusión en su mente sobre él, su nivel de control o sus intenciones.
Incluso si eso lo mataba.
Y había habido muchas veces en los últimos días que casi lo había hecho. Ella se
había relajado, lo que significaba que, cuando entrenaban, no intentaba evitar de
forma tan evidente cualquier tipo de contacto corporal con él. En una o dos
ocasiones, pensó que incluso se había esforzado por instigar y prolongar el contacto.
Ayer, cuando le estaba enseñando una maniobra de pies para poner a su
oponente en el suelo, ella había caído encima de él. Cuando se abrió paso lentamente
por su cuerpo hasta sentarse a horcajadas sobre él, su sangre latía con tanta fuerza y
calor que creía que iba a estallar de sus venas.
No importaba cuántos pensamientos de zambullidas frías en el lago o de monjas
viejas desnudas intentara imaginar, no había sido capaz de controlar el flujo de
sangre en una parte de su cuerpo. Y era un hombre demasiado grande como para
esconderse detrás del cuero de su jerkín9 y de sus pantalones.
Ella había fingido no sentir su erección, pero había sido demasiado prominente
para no notarla. El hecho de que ella no se moviera ni intentara apartar su peso de
esa parte tan palpitante de él hizo que la sensación fuera mucho peor.
9
Chaqueta corta ajustada para hombre, hecha generalmente de cuero de color claro, y a menudo sin
mangas, que se usa sobre el doblete en los siglos XVI y XVII.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Él había controlado bien sus necesidades. Con un baño muy frío y un agarre
muy firme de su mano más tarde esa noche.
Puede que ella no lo deseara de la misma manera que antes, pero tampoco dejaba
de desearlo. Sólo tenía que darle tiempo. Por desgracia, no sabía cuánto tiempo le
quedaba.
El otro día había cabalgado con Patrick no sólo para ver el terreno, como le había
dicho, sino también porque habían oído rumores de que los hombres del rey estaban
en la zona, y Niall quería informar a los miembros de su clan que estaban esperando
cerca. Los tenía a la búsqueda de sus perseguidores en este momento para tratar de
enviarlos en la dirección equivocada.
Niall tenía que contarle a Annie sus planes, pero intuía que aún no estaba
preparada y no quería forzarla a tomar una decisión antes de que tuviera que
hacerlo. Pero ese día se acercaba rápidamente. Podía sentir la urgencia en el aire frío
de la temporada de San Miguel sobre ellos.
Niall pensó que había hecho un buen trabajo al contener el conocimiento de su
identidad a un puñado selecto de guardias de Patrick y a su familia inmediata hasta
el final de la segunda semana de entrenamiento, cuando se dio cuenta de lo
contrario, al tiempo que se temía de que su presencia no permanecería en secreto
por mucho tiempo.
Había un pequeño grupo de guardias Campbell a los que Niall solía tratar de
evitar. Los hombres formaban parte del contingente que Jamie Campbell había
exigido en el castillo cuando su hermana se casó con Patrick. Niall entendía que su
capitán, Donnan, en quien Patrick confiaba, había sido informado de su verdadera
identidad, pero al resto de los Campbell se les había dicho que era un miembro del
clan “Murray” -alias MacGregor-. Pero como el parecido de Niall con su hermana,
Caitrina -su nueva ama- era notable, pensó que era mejor no llamar demasiado la
atención.
Había un guardia Campbell en particular al que Niall no le gustaba su aspecto.
O, mejor dicho, no le gustaba la forma en que el joven guardia miraba a Annie. Más
de una vez, Niall lo había sorprendido mirándola demasiado tiempo -demasiado
intensamente- y luego susurrando algo al oído de uno de sus compañeros, lo que
inevitablemente provocaba sonrisas y risas. Eso hacía que Niall se pusiera nervioso.
No necesitaba saber lo que el otro hombre estaba diciendo para saber que no le
gustaría.
Descubrió cuánto no le gustaba la noche de una fiesta que se celebraba para
festejar la boda de uno de los guardias de Patrick. Niall llegó tarde después de que
él y Robbie MacGregor -que había regresado de su recado en Molach- hubieran
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
peleado más de lo previsto. Resultó que el joven guardia era casi su igual con la
espada larga, y la oportunidad de tener una competencia real había resultado
estimulante. El hecho de que estuvieran enamorados de la misma mujer podría
haber dado a su combate una ventaja adicional, pero Robbie parecía aceptar la
presencia de Niall con una buena gracia estoica que hacía difícil que no le gustara.
Cuando llegaron, la mayoría de las mesas estaban llenas, por lo que Niall y
Robbie tomaron asiento en el fondo de la sala, detrás de una mesa de bulliciosos
guardias Campbell. Por lo que se oía, era evidente que el cuirm10 y la cerveza habían
estado fluyendo durante algún tiempo.
Niall estaba sentado casi directamente detrás del joven guardia que no le
gustaba -Connell, había oído que lo llamaban- cuando Annie pasó corriendo junto a
ellos. Era evidente que también llegaba tarde, ya que su cabello oscuro, que colgaba
suelto por la espalda bajo su sencilla cofia de lino, caía en ondas húmedas por su
espalda. Tenía las mejillas sonrosadas, como si acabara de salir del baño, y el vestido
de terciopelo carmesí que llevaba se pegaba a su cuerpo como si estuviera
ligeramente húmedo.
El aspecto de ella era deliciosamente bello, y la de Niall no era la única mirada
que seguía su figura por el pasillo.
—Normalmente no me gustan las sobras de otros hombres—, oyó decir a una
voz detrás de él. —Pero en su caso, haré una excepción. Si la muchacha necesita más
práctica con la espada después de que el forajido haya terminado con ella, estaré
encantado de darle unas cuantas lecciones más, especialmente de engrasado. Me
gustaría tener esa boca puliendo mi acero.
Niall reconoció la voz de inmediato. El hecho de que el otro hombre arrastrara
las palabras no penetró en la neblina roja de rabia que descendía sobre él, ni tampoco
el hecho de que Niall fuera sólo uno frente a una mesa de al menos una docena.
Se puso de pie, se giró, levantó al hombre por la nuca para que quedara frente a
él y lo golpeó la mandíbula con el puño. Connell salió volando hacia atrás y aterrizó
sobre la mesa, haciendo que la comida y la bebida se desparramaran con estrépito.
Las maldiciones y los gritos de sorpresa fueron seguidos por el sonido de los bancos
cayendo hacia atrás y golpeando el suelo mientras los hombres se ponían en pie de
un salto. Niall no tardó en encontrarse en el centro de una pelea, siendo golpeado
desde todas las direcciones por los furiosos -y borrachos- amigos de Connell.
10
El cuirm era un licor potente y embriagador elaborado a partir de cebada, similar a una cerveza más fuerte
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Sin embargo, no estaba solo. Robbie estaba a su lado. Pero incluso con dos, los
números no estaban a su favor. Niall perdió de vista a Robbie cuando aterrizó en el
suelo y las botas se sumaron a los puños que golpeaban la mayor parte de su cuerpo.
Oyó un chasquido y supo por el dolor en su costado que tenía que haber al
menos una costilla rota.
Otro golpe especialmente fuerte en la cabeza lo hizo ver las estrellas. Es posible
que perdiera el conocimiento por un momento, porque cuando volvió en sí, le
habían quitado de encima a los hombres y Patrick MacGregor lo estaba poniendo en
pie.
—¿Qué demonios significa esto? — Preguntó el hermano de Annie. —Connell
dijo que lo atacaste sin razón.
—Eso no es cierto—, dijo una voz desde el lado de Niall.
Niall miró y se sintió aliviado al ver a Robbie de pie a su lado y, excepto por un
labio y una mejilla ensangrentados, con un aspecto relativamente ileso.
Patrick miró a un lado y a otro entre ellos y los Campbell. Niall se alegró de ver
que Connell tenía que ser sostenido por dos de sus amigos y tenía un aspecto
considerablemente peor del que incluso Niall tenía.
—¿Quién va a decirme qué ha pasado?
Niall intercambió una mirada con Robbie, que comprendió, y luego escrutó los
rostros de los Campbell, que por sus expresiones sombrías también parecían
comprender. La piel de Connell Campbell se había tornado del tono grisáceo de un
hombre que sabía y temía lo que podía venirle encima.
Si Niall repetía lo que había dicho, Patrick continuaría donde Niall y Robbie lo
habían dejado, y esta vez no tendría a sus amigos para rescatarlo.
Pero Niall no iba a repetir lo que había dicho. No iba a repetir las burdas palabras
que sólo harían que Annie fuera objeto de más habladurías y especulaciones.
Niall había estado demasiado feliz y agradecido de pasar tiempo con ella como
para pensar en cómo se vería. Había pensado que estaban lo suficientemente
apartados como para no atraer la atención. Al parecer, se equivocaba.
La mandíbula de Niall se tensó de forma contundente. Sus dientes
prácticamente rechinaron mientras decía: —No fue nada.
Prácticamente pudo sentir el suspiro colectivo de alivio que surgió de los
Campbell.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Donnan se había acercado para ponerse al lado de su nuevo jefe. —¿Es eso
cierto? —, preguntó a los miembros del clan Campbell.
Uno de los guardias más viejos asintió. —Sí, fue un malentendido. Demasiada
bebida—, añadió.
La mirada acerada de Patrick no abandonó el rostro de Niall. No creyó ni una
palabra. Pero probablemente había adivinado lo que había pasado.
Niall miró a su alrededor, aliviado al ver que Annie no formaba parte de la
multitud que los observaba. Tampoco estaba Elizabeth Campbell o las otras damas
del estrado. Patrick debía de haberlas hecho salir de la sala cuando estalló la pelea.
—Ya veo—, dijo Patrick. Estaba claro que sí. —Bueno, la fiesta ha terminado.
Mañana decidiré su castigo por romper la paz.
Los hombres comenzaron a dispersarse. Niall fue a seguir a Robbie, pero Patrick
lo detuvo. —Tú no. Quiero hablar contigo.
Niall suspiró. Debería haber sabido que no sería tan fácil. Siguió a Patrick fuera
del gran salón y por el pasillo hasta su solar privado.
Patrick le indicó una silla, en la que Niall se deslizó agradecido. Estaba bastante
golpeado, y estaba vergonzosamente cerca de desmayarse.
—¿Qué ha pasado?
—Ya te lo dije.
—No me vengas con esa mierda, Niall. Quiero saber lo que dijo.
Niall se enfrentó a su ira de frente. —No, no quieres.
Patrick maldijo. Se sentó en una silla detrás de su escritorio, pareciendo un poco
golpeado él mismo. —Esperaba evitarle a Annie los chismes trayéndola aquí.
Niall sospechaba que era un ejercicio inútil. Las habladurías siempre la
perseguirían. Esa era una de las razones por las que esperaba que ella viera el valor
de lo que él pretendía proponerle. —Probablemente es mi culpa. No era consciente
de la atención que reunía nuestra práctica.
Ambos hombres se sentaron en silencio. Su dolor compartido por la mujer que
ambos amaban era palpable.
—Le evitaría todo esto si pudiera—, dijo Niall.
—Pero no puedes—, dijo Patrick con desgana. —Y yo tampoco puedo.
Fue un reconocimiento horrible para ambos. La impotencia no era un estado
familiar para un guerrero de las Highlands.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
***
Annie había estado trepando por las paredes desde que su hermano había
despachado a las mujeres del gran salón tras el estallido de la pelea. Pelea en la que
Niall estaba en el centro. Le había echado un rápido vistazo antes de que
desapareciera entre la multitud de Campbell y el esposo de Alys hubiera sacado a
las mujeres de la sala.
Lizzie, Alys y Annie habían esperado en el torreón a que Patrick regresara.
Aunque él les había asegurado que todo estaba bien y que se trataba de un
malentendido, el corazón de Annie se desplomó cuando preguntó por Niall y se
enteró de que estaba “bien” y había sido enviado a la curandera.
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Bebida elaborada cuyo principal ingrediente era la leche caliente. Se añadía a la misma otros ingredientes
como el vino o la cerveza o incluso algunas especias.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Ella quería mentir. Quería apartarse de esa mirada penetrante y negar con la
cabeza. Pero no pudo. Lo sintió de verdad. La envolvía en un abrazo sensual, pero
no sabía si ceder a él o huir aterrorizada. Tenía ganas de hacer ambas cosas.
Asintió tímidamente con la cabeza.
—No tengas miedo, cariño. Te dije que nunca te haría daño—. Hizo una pausa.
—Puedes tocarme si quieres.
Ella negó con la cabeza. —Estás herido.
—No tan herido. Y créeme, tu toque sólo hará que me sienta mejor, mucho
mejor.
Annie tenía demasiada curiosidad para discutir. El ansia de poner sus manos en
las anchas extensiones de piel bronceada era demasiado tentadora. —¿Pero qué pasa
si...? ¿No quieres...?
—Tú tienes el control, Annie. No te tocaré a menos que tú lo quieras.
Annie lo miró con recelo, pero finalmente su curiosidad superó cualquier duda
que pudiera tener.
Se acercó un paso más a él, de modo que se situó entre sus piernas. La cabeza de
él estaba un poco por debajo del nivel de sus ojos, lo que hacía que no pareciera tan
amenazante.
Lo que resultaba irrisorio, ya que casi todo en Niall Lamont era amenazante y
dominante. Especialmente su cuerpo.
Tentativamente, extendió su mano derecha para apoyarla en la dura roca de su
hombro. Ella jadeó ante el contacto, ante la sensación de toda esa cálida piel desnuda
bajo sus dedos y ante la ráfaga de calor que la inundó. Parecía estar en llamas.
Niall no se movió, pero ella podría jurar que oyó un silbido entre sus labios.
Sus ojos se encontraron en una pregunta silenciosa, y cuando él asintió, ella
continuó su exploración recorriendo con la mano la larga longitud de su brazo y
sobre el oleaje y la protuberancia del músculo, asombrada de lo duro que era. Si no
estuviera tan caliente, sería como tocar una pared de granito.
Pero él se sentía caliente, como ella, y cada vez lo estaba más. El creciente calor
la hizo atreverse. Dio rienda suelta a sus manos, explorando no sólo sus brazos, sino
su espalda, su pecho y luego... su estómago.
Cuando se inclinó para ver más de cerca las bandas que sus dedos trazaban en
su estómago, sintió que él se tensaba.
Ella levantó la vista. —¿Te he hecho daño?
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
—Dios, no—, dijo él entre dientes apretados. —Se siente increíble. Pero me estás
poniendo duro, y no quiero asustarte.
Ella no sabía a qué se refería al principio, pero entonces su mirada bajó de sus
dedos y vio el enorme bulto que había entre sus piernas.
Sorprendentemente, no la asustó. La hizo más audaz.
Siguió jugando con los músculos de su estómago y observando cómo saltaban
de tensión bajo las yemas de sus dedos.
Tardó unos minutos más en percatarse de la tensión con la que Niall se sujetaba
y de lo que su tacto le provocaba. Parecía ser agonizante pero placentero al mismo
tiempo.
Ella levantó la vista para ver su expresión tensa y le dedicó una sonrisa gatuna.
—Creí que habías dicho que no te dolería.
—Mentí—, dijo él con brusquedad. Su mirada caliente se encontró con la de ella.
—Pero este tipo de dolor me gusta.
—A mí también me gusta, pero creo que...
—¿Qué?
—Creo que también me gustaría que me tocaras.
Él emitió un profundo gemido que le llegó hasta los dedos de los pies. La atrajo
hacia su abrazo y justo antes de poner su boca en la de ella le recordó: —Tú tienes el
control, Annie. Cuando me digas que pare, lo haré.
Annie asintió. Pero cuando su boca tocó la de ella, no estaba segura de querer
que se detuviera.
Por primera vez en mucho tiempo, en el abrazo del hombre que una vez había
amado con todo su corazón, Annie MacGregor se sintió segura.
***
Niall se lo tomó con calma. Con mucha calma. Dejó que ella tomara la iniciativa
a pesar de que cada parte de su cuerpo ardía con la sangre palpitante de su toque.
No creía haber estado tan excitado en su vida. Su inocente exploración había
sido como un relámpago de placer que le recorría las venas. Había tenido que
apretar el borde del taburete de madera en el que estaba sentado con las manos para
no tener la tentación de estirar la mano y tocarla.
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Pero eso no era nada comparado con las sensaciones que lo invadían ahora. La
sensación de sus suaves labios moviéndose bajo los suyos era casi demasiado para
soportar.
Dios, ella era dulce. Como el azúcar disolviéndose bajo su calor. No podía tener
suficiente, no podía saborearla lo suficientemente profundo como para saciar la sed
que había estado creciendo en él durante dos largos años.
Pero no introdujo su lengua en su boca. Esperó a que ella profundizara el beso.
A que ella recordara. A que abriera la boca y deslizara su lengua contra la de él.
Cuando lo hizo, casi perdió la cabeza. Su cerebro estalló. Jesús, esto no iba a ser
fácil. Pero sabía que por muy duro que fuera -literalmente- tenía que hacer lo
necesario para que ella se sintiera segura.
Tenía una idea de cómo hacerlo y de cómo asegurarse de mantener su promesa
de no tocarla. Normalmente, no le gustaba este tipo de deporte en la cama, pero tenía
la sensación de que con Annie eso podría cambiar.
Cuando sus besos se volvieron más frenéticos y las manos de ella empezaron a
recorrer su pecho y su estómago de nuevo, supo que tenía que hacer algo. Empezó
a desabrochar el cinturón de cuero de su cintura.
Cuando ella se apartó de repente, se dio cuenta de que había malinterpretado
sus acciones.
—No te preocupes, cariño. No es lo que piensas—. Le entregó el cinturón. —
Quiero que me ates las manos a la espalda.
Por la forma en que sus ojos se abrieron, Niall supo que la había sorprendido.
Pero también sabía que ella entendía.
Su rostro aún estaba sonrojado por el beso que se habían dado y se encontró con
su mirada. —¿A esto te referías con eso de que yo tenía el control?
Él asintió. —Puedes hacer lo que quieras conmigo, y yo no podré tocarte.
—¿Y si quiero que me toques?
Su verga se crispó y casi gimió. —Puedes desatarme.
Ella le sostuvo la mirada unos instantes más, con las mejillas aún más
sonrojadas. —¿Esto es apropiado?
Por supuesto que no. Y probablemente no debería ni siquiera sugerirlo, pero
Annie nunca había dejado que otros dictaran sus acciones. —¿Te importa?
La boca de ella se curvó con una maldad que debería haberlo preocupado. —
No.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Como para probar su punto, ella se movió inocentemente hacia adelante y hacia
atrás sobre él. Los brazos de él se flexionaron, tirando instintivamente por la
restricción, mientras otro gemido lo desgarraba. Este fue más profundo y más fuerte.
—Se siente bien—, dijo ella, incapaz de ocultar su sorpresa. Sonaba como una
niña que acaba de descubrir un juguete nuevo. Ella lo miró fijamente. —Tú te sientes
bien.
El siguiente gemido de Niall fue sofocado por su beso.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Capítulo Ocho
Annie nunca se había sentido tan malvada y pecadora. Pero tampoco se había
sentido tan poderosa. Era como si le hubieran dado un arma potente para que la
manejara por su cuenta.
No, no por su cuenta. Incluso con las manos atadas a la espalda y con ella
marcando el ritmo de los movimientos, Niall la rodeaba. La abrumaba con su calor
y la fuerza de su deseo. Pero no la asustaba.
Tal vez fuera por sus manos atadas o tal vez sólo porque era Niall, pero no
importaba. Annie sentía... deseo. Verdadera pasión por ese hombre al que una vez
había amado con todo su corazón.
Ella comenzó lentamente. Dejando que las sensaciones aumentaran
gradualmente en su interior, como el suave resplandor de una vela que se aviva poco
a poco hasta convertirse en una llama, y luego en un fuego. Lo sintió crecer en ella
como una ola que se acerca a la orilla.
La sensación de su boca moviéndose sobre la suya, su lengua enroscándose y
retorciéndose con la de ella en una danza caliente y sensual...
La hacía sentir débil y feroz al mismo tiempo. Su corazón latía con fuerza, su
respiración se aceleraba, pero sus miembros se ablandaban. Se volvieron fluidos. Sus
huesos se disolvieron.
No podía acercarse lo suficiente. Las manos que se apoyaban en los hombros de
él se acercaron a su cuello para tirar de él.
Sus pechos se tocaron.
Él gruñó y ella gimió al sentir que sus pezones se tensaban. Palpitando por el
contacto.
El contacto no era suficiente. Quería fundirse con él. Presionar y frotar.
Pero no eran sólo sus pechos los que querían sentirlo. El suave lugar entre sus
piernas comenzó a doler. Empezó a temblar. Empezó a desear la presión.
Empezó a desear la dureza.
Y Dios, él estaba duro. El bulto de sus pantalones parecía haberse convertido en
acero. Acero revestido de cuero.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Sus caderas empezaron a moverse al ritmo de sus besos, de sus lenguas. Ella
empujaba hacia adelante y hacia atrás. Moviéndose sobre la dureza. Presionando.
Frotando. Moliendo cada vez más fuerte.
Y entonces su boca se apartó y sólo quedaron sus caderas. Sólo ella moviéndose
contra él con una insistencia que ella no entendía. Algo se estaba apoderando de ella.
Creciendo. Ascendiendo. Llevándola por un camino propio.
Su corazón empezó a latir con fuerza. Su respiración empezó a entrecortarse.
Pequeños sonidos de impaciencia salieron de sus labios.
Y Niall estaba allí con ella. Instándola a seguir adelante con palabras de aliento.
Palabras que ella no entendía.
—Eso es, cariño—, le susurró al oído. —Ven por mí. Dios, eres tan
condenadamente hermosa.
Vagamente, fue consciente de que su voz sonaba extraña. Apretada y tensa.
Como si estuviera tensando todos los músculos de su cuerpo.
Así se sentía ella también. Como si cada músculo de su cuerpo se apretara y
apretara y...
Estos se soltaron. Su cuerpo se liberó en un espasmo de placer tan intenso que
tuvo que gritar. Irradiaba a través de ella como una ola efervescente de luz brillante.
Sólo cuando los últimos cosquilleos de placer se habían desvanecido de sus
miembros, se dio cuenta de algo más.
El placer que pensaba no volver a sentir no era suficiente. Quería más. Quería
que Niall también formara parte.
Tentadoramente, se levantó de donde se había desplomado sobre él y deslizó
sus manos hasta la cintura de sus pantalones de cuero.
La expresión de él cuando se encontró con la suya era tan feroz como tierna.
Podía ver lo conmovido que estaba por lo que acababa de suceder, pero también que
no se había hecho sin un gran dolor para él.
—Dime qué hacer—, dijo ella con voz ronca, su voz sonaba como si acabara de
despertar después de una larga siesta de invierno. —Quiero intentarlo.
***
98
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Niall luchaba por hacer lo correcto, abrumado por la emoción de verla darse
placer a sí misma por primera vez, así como abrumado por la lujuria que había
provocado en su cuerpo al hacerlo.
Lo único que quería era aceptar su dulce oferta. Decirle cómo tomarlo con la
mano y deslizar su verga en el lugar suave y húmedo que ella acababa de deslizar
sobre él.
Pero, aunque su cuerpo estuviera preparado para él, su mente podría no estarlo,
y él no podía arriesgarse. No cuando su primera incursión en el sexo había sido
mucho mejor de lo que él esperaba.
El cinturón había sido una verdadera inspiración. Aunque los brazos
empezaban a dolerle un poco.
Tenía que recordarse a sí mismo que esto no era una carrera. Pero Dios, hacer lo
correcto dolía.
Con verdadero pesar, sacudió la cabeza. —Creo que es suficiente por hoy. Un
paso a la vez.
Ella frunció el ceño de una manera que le hizo pensar que no era el único que
sentía un poco de frustración sexual. El saber que ella lo deseaba hizo estragos en
sus buenas intenciones por un momento, antes de que él las sacudiera.
—¿Pero qué hay de ti? —, preguntó ella.
—Estaré bien—, mintió él. No estaba muy seguro de que sus pelotas volvieran
a un color normal después de alcanzar lo que debía ser un tono azul brillante.
Claramente, ella no le creyó y movió su mano sobre él para demostrarle que era
un mentiroso. El mero hecho de sentir la mano de ella cubriéndolo fue suficiente
para que él se apretara contra las ganas de tener su orgasmo.
Jesús, estaba a punto de avergonzarse como un muchacho sin experiencia con
su primera doncella.
Pero tal vez eso estaba más cerca de la verdad de lo que él creía. Se sentía como
la primera vez porque en muchos sentidos lo era. Era la única vez que había sido
importante.
—Dime qué debo hacer—, repitió ella, esta vez con un apretón insistente.
Él quería arrancarle las manos, pero el maldito cinturón lo había dejado a su
merced.
Debería haberlo sabido. Annie no tendría piedad. No cuando quería algo.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
—Maldita sea, Annie. Te dije que no era una buena idea—. Volvió a tirar del
cinturón. —Desátame.
Ella se sentó de nuevo en su regazo, considerándolo por un momento. —No—.
Hizo una pausa y repitió con una voz más segura. —No, no creo que lo haga. No
hasta que me digas cómo darte placer. Supongo que hay más de una forma.
Niall maldijo, condenándose a sí mismo por tonto. Esto es lo que pasaba cuando
dejabas que una chica estuviera al mando. Se apoderaban de uno. Aunque, por
mucho que lo intentara, no deseaba otra cosa en este caso.
Sólo pensar en su mano sobre él. Ordeñándolo. Haciéndolo acabar.
Él volvió a maldecir. —No quiero asustarte.
Ella se encontró con su mirada. —No lo harás. Tendré el control, ¿verdad?
Dios, sí. Podría haber dicho eso en voz alta. La cabeza fría de Niall se rindió y la
caliente tomó el control.
Le dijo exactamente qué hacer. Cómo liberar su erección de las apretadas
ataduras de sus pantalones. Cómo rodearlo en su mano. Cómo acariciarlo. Cómo
hacer que tuviera su orgasmo. Lo cual, con la forma sensual en que ella lo miraba
mientras lo tocaba, le costó unas cuantas caricias antes de que no pudiera aguantar
más.
Él orgasmo los sorprendió a ambos. Ella se apartó de su regazo como si hubiera
hecho algo malo. —¿Yo...? ¿Estás...?
Una feroz oleada de protección hizo que sus costillas, ya lastimadas, se tensaran
aún más. Era tan condenadamente inocente. Incluso después de lo que había pasado.
Los espasmos de placer que habían sacudido su cuerpo apenas comenzaban a
disminuir cuando logró conectar su cerebro con su boca de nuevo para encontrar las
palabras para responderle. —Estoy bien, Annie. Mejor que bien. Ha sido increíble.
La expresión de su rostro mientras le proporcionaba placer no era algo que él
olvidaría pronto. Sospechaba que lo único que la superaría sería la expresión de su
rostro cuando finalmente le hiciera el amor.
Sin embargo, en lugar de complacerla, sus palabras parecieron molestarla. Ella
empezó a apartarse, y él trató de estirar la mano para detenerla, olvidando que sus
manos seguían atadas. Al verlo forcejear, ella dudó un momento. Durante un largo
instante, él pensó que podría dejarlo así. Pero, afortunadamente, su mirada se posó
en el vendaje que aseguraba sus costillas rotas, recordándole que estaba herido, y se
colocó detrás de él para desatarle las manos.
100
El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
El torrente de sangre que volvió a sus brazos y hombros al soltar el cinturón fue
casi doloroso. Tardó un minuto en sacudirse los pinchazos en su piel y dejar que la
sensación volviera a sus manos antes de poder limpiarse con una de las vendas
adicionales y abrocharse los pantalones.
Ella lo observó en silencio con una expresión sombría en su rostro y sólo habló
cuando él buscó su camisa. —Yo lo haré—, dijo ella. —No deberías levantar los
brazos.
Niall se sentó de nuevo en el taburete y dejó que ella lo ayudara a ponerse la
camisa por encima de la cabeza y a pasar los brazos por las aberturas, mientras
repetía en su cabeza lo que acababa de ocurrir para intentar averiguar qué había
hecho mal.
Él maldijo. Había ido demasiado rápido. No debería haber dejado que ella lo
convenciera de complacerlo. La alcanzó esta vez, antes de que pudiera alejarse. —
Lo siento.
Ella frunció el ceño. —¿Por qué te disculpas?
—Me he precipitado y ahora estás enfadada.
Ella negó con la cabeza. —No es por eso que estoy molesta.
Él frunció el ceño. —Entonces no lo entiendo. ¿Qué más he hecho mal?
Ella lo miró, claramente frustrada. —No has hecho nada malo. ¿No lo ves? Ese
es el problema.
Desgraciadamente, él no lo veía en absoluto. La muchacha hablaba en clave.
Pero como ella parecía estar a punto de llorar, él no sabía qué decir. —¿Cuál es el
problema?
***
Annie pudo ver la confusión de Niall y supo que lo que decía no tenía sentido.
Pero, ¿cómo podía explicar los sentimientos que había en su interior y que le
causaban tanta confusión? Él no lo entendería. Nunca lo entendería. ¿Cómo podría
hacerlo?
Lo que acababa de ocurrir había sido increíble, milagroso en muchos sentidos.
La pasión que había sentido la primera vez que se besaron en Dunvegan no era nada
comparada con la que acababa de experimentar. Nunca había soñado que ese tipo
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Los únicos culpables de lo que le había ocurrido eran Colin Campbell y los tres
soldados Campbell que la habían violado. Sintió que se abrían unas cuantas grietas
más en el escudo que había erigido alrededor de su corazón, a medida que caía el
resentimiento que no sabía que había estado albergando.
—Lo que me ocurrió no tuvo nada que ver contigo—, dijo, diciéndolo en serio.
—Aunque me hubieras pedido matrimonio en Dunvegan, no habría cambiado nada.
—Habrías sido mi esposa. Podría haberte protegido—, dijo él con firmeza.
—¿Mejor que mis hermanos? — La boca de Niall se apretó en una línea dura.
Estaba claro que quería decir “sí”, pero igualmente claro que sabía que sería un
error. —Por eso aprender a defenderme es tan importante para mí. Los hombres de
mi vida no estarán siempre para librar mis batallas por mí—. Algo se le ocurrió de
repente. —¿Por qué estabas peleando con los Campbell antes? Alys dijo que te vio
lanzar a Connell Campbell a través de la mesa—. Ella hizo una mueca. —Tengo que
admitir que no lo lamento. No me gusta mucho la forma en que me...
Me mira.
Se detuvo con un jadeo, volviéndose hacia él con un repentino brillo de
comprensión. —La pelea fue por mí, ¿no?
—No tuvo nada que ver contigo—, dijo Niall, con una expresión demasiado
vacía.
—Eres un mentiroso horrible. Él debe haber dicho algo. Pensé que habías
prometido dejar de ser mi vengador personal.
Niall no dijo nada, pero su mandíbula se apretó un poco.
—¿Qué dijo?
—Nada — Luego, al darse cuenta de que ella no iba a creerle, enmendó: —No
es importante.
—Obviamente era lo suficientemente importante como para que lo lanzaras al
otro lado de la mesa en medio del banquete—. Annie trató de mirarlo fijamente, pero
supo, por la terquedad de su mandíbula, que no iba a sonsacarle nada. Debía de ser
malo. —No importa—, dijo finalmente. —Puedo imaginar lo principal. O soy una
puta o estaré siempre impura después de lo que me hicieron esos hombres.
Había algo más que una leve nota de amargura en su voz cuando empezó a
darse la vuelta.
—No hables así—, dijo él, deteniéndola. —No es cierto.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
—¿No lo es? —, exigió ella, contemplando la dura mirada de ojos azules del
hombre que se creía capaz de enfrentarse al mundo por ella. —Dime entonces por
qué me miran como una figura a la que hay que compadecer o despreciar, como si
hubiera hecho algo malo para alentar a esos hombres en su vil acción. ¿Pelearás con
todo aquel que hable mal de mí o que diga algo desagradable?
Él le dirigió una mirada feroz. —Si. sí tengo que hacerlo, maldita sea.
Hablaba en serio. Para un hombre orgulloso como Niall, nunca sería capaz de
quedarse de brazos cruzados y dejar sin respuesta las burlas y los susurros que ella
ignoraba. Consideraba que era su deber reparar cada desprecio, exigir retribución,
lo quisiera ella o no. Como había hecho con Colin Campbell.
La inutilidad de esto sólo los haría a ambos miserables. La chispa de esperanza
que había sentido unos momentos antes se atenuó.
—Annie, quiero que vengas conmigo...
El sonido de la puerta golpeando contra la pared al abrirse de golpe cortó lo que
Niall iba a decir. Dos hombres irrumpieron en la pequeña habitación, pero se
detuvieron abruptamente cuando vieron a Niall y a Annie solos. Pero fue peor que
eso. Niall y Annie parecían haber estado haciendo exactamente lo que habían estado
haciendo.
Instintivamente, Niall se movió para colocarse frente a ella, como si pudiera
protegerla de lo que estaba por venir. Pero era demasiado tarde. La mirada cómplice
que se cruzó entre los dos soldados Campbell fue suficiente.
—Siento interrumpir—, dijo el primer hombre. Era difícil ver su boca detrás de
la espesa barba oscura, pero Annie sospechó que estaba curvada en una sonrisa. —
Estábamos buscando a la curandera.
Era evidente que ambos hombres habían participado en la pelea de antes. El
segundo hombre sostenía un paño empapado de sangre en la cara que explicaba su
propósito.
Aunque no había nada abiertamente sugerente en la voz del soldado, estaba
claro que los hombres habían adivinado lo que casi habían interrumpido.
Las mejillas de Annie se encendieron con un calor mortificante, al darse cuenta
exactamente de lo que los hombres habrían visto si hubieran entrado unos minutos
antes. Por desgracia, su rubor no pasó desapercibido y sólo sirvió para confirmar
sus sospechas.
—Estaba aquí hace un minuto—, dijo Niall, tratando de salvar la ya arruinada
reputación de Annie. Debería haberle dicho que no se molestara. Ahora por lo
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
menos habría razón para los chismes. Pero ella no se arrepentía de haberlo hecho.
Aunque no tuvieran ningún futuro juntos. —La curandera fue a buscar algo. Estoy
seguro de que volverá enseguida.
—Estoy seguro—, dijo el primer hombre, sonando cualquier cosa menos eso.
Niall se volvió hacia ella. —Espérame fuera y te acompañaré a tu habitación.
Annie adivinó lo que Niall iba a hacer, pero ninguna cantidad de “persuasión”
por parte de Niall detendría el inevitable flujo de chismes de esos dos. Sabiendo que
lo intentaría de todos modos, sacudió la cabeza. —Eso no es necesario—. Olvidada
la vergüenza, se volvió hacia los dos Campbell con una sonrisa. —Ya habíamos
terminado de todos modos.
Niall frunció el ceño ante su elección de palabras, que parecía confirmar las
sospechas de los soldados, mientras los dos Campbell hacían lo posible por reprimir
sus risas. Pero ella no iba a agachar la cabeza y escabullirse avergonzada. Ya no. Era
una MacGregor, y ya era hora de que lo recordara.
Que hablaran de ella. Que digan lo que quieran sobre ella. No importaba. Ella
sabía la verdad. No había hecho nada de lo que tuviera que avergonzarse.
No se escondería por más tiempo. Era hora de que Annie MacGregor dejara atrás
lo que había sucedido. Todo aquello. Para siempre.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Capítulo Nueve
¿Qué demonios fue eso? Niall no tuvo tiempo de reflexionar sobre el extraño
comportamiento de Annie. ¿Quería ella que todos en el castillo supieran lo que
habían estado haciendo?
Habría ido tras ella, pero ni cinco minutos después de dejar a los dos Campbell
en la enfermería con amenazas muy detalladas y sangrientas de lo que les ocurriría
si Niall escuchaba una palabra sobre el hecho de encontrarlos a él y a Annie juntos,
uno de los hombres de Niall lo localizó mientras se abría paso por el barmkin.
Poco después -el tiempo suficiente para ponerse la armadura y recoger sus
armas- Niall salía por la puerta, decidido a luchar. O, mejor dicho, dispuesto a ir al
infierno. Porque hacia allí se dirigiría pronto su presa.
No le dijo a Annie a dónde iba. Sabía que ella se pondría furiosa y trataría de
detenerlo, y él no quería mentirle. Promesa o no, esto era algo que tenía que hacer.
***
Annie se negó a que vieran su dolor, o su humillación. Justo cuando empezaba
a perdonarlo, Niall la abandonó sin mediar palabra.
Y no pasó desapercibido para nadie.
A la mañana siguiente de su interludio en la enfermería, bajó las escaleras
esperando verlo y no pudo ocultar su sorpresa al saber que se había ido el día
anterior. Su hermano y su cuñada habían visto su reacción y Annie no sabía qué era
peor: La furia de Patrick y sus amenazas de matar al bastardo por haberla herido de
nuevo o la sincera lástima de Lizzie.
El voto de Annie de no volver a ser objeto de compasión o desprecio había
tomado un cariz de derrota. Cada día que entraba en el vestíbulo, le resultaba más
difícil mantener la cabeza alta y los hombros erguidos bajo la avalancha de miradas
y susurros, algunos amables, otros crueles.
—¿Qué esperaba... que él se casara con ella?
—Por supuesto que se fue. Consiguió lo que quería, ¿no?
—Pobre chica, nadie la querrá después de lo que le pasó.
—No es más de lo que se merece, seguir así; ¿qué hombre quiere a una mujer que se viste
como un hombre y trata de aprender técnicas de guerra? No es natural.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
—Te lo explicaré más tarde, pero no tengo mucho tiempo. Estoy aquí por ti.
Quiero que vengas conmigo a Irlanda.
Ella lo miró como si acabara de decir que quería llevarla a la luna.
—¿Irlanda? ¿De qué estás hablando?
—No puedo quedarme aquí. Basta con decir que, como forajido, mis
perspectivas son escasas. Y un nuevo comienzo podría ser justo lo que necesitas.
¿Qué había provocado este repentino deseo de huir? No le importaba lo que los
demás pensaran, pero ¿le molestaba a Niall? La sospecha la acechaba. —¿Esto es por
lo que pasó en la fiesta?
Él tardó un momento en entender que ella se refería a los hombres que los habían
interrumpido en la enfermería. —No, por supuesto que no. Pero seguramente
puedes ver el beneficio de un nuevo comienzo. De ir a un lugar donde nuestros
pasados no nos seguirán.
Sus ojos se entrecerraron. —Quieres decir que la gente no sepa que fui violada.
Él pareció sorprendido por su franqueza. Pero ella no iba a ignorarlo, y él
tampoco. No si había alguna esperanza para ellos. ¿Había alguna esperanza para
ellos? No si no podía encontrar una manera de lidiar con los chismes y las cosas
desagradables que se decían de ella. Huir no era más solución que actuar como su
vengador personal.
—Podría hacer las cosas más fáciles para ti.
Y él no tendría que escuchar las cosas desagradables que la gente decía de ella.
Dios, después de todo este tiempo, nada había cambiado, ¿verdad? Primero, no
quería casarse con ella porque era una MacGregor, y ahora no quería casarse con
ella a menos que se mudaran a otro país.
No crees que sea lo suficientemente buena para ti.
Annie sintió una nueva bofetada de dolor cuando sus palabras anteriores
resonaron en su cabeza. Puede que Dunvegan fuera hace dos años, pero la herida
que le había infligido aún no había cicatrizado del todo.
—Y más fácil para ti—, dijo ella en voz baja. —No tendrás que escuchar las cosas
desagradables que las personas dicen de mí.
Él frunció el ceño. —Eso no tiene nada que ver. No me importa lo que digan las
personas. Pero no puedo quedarme aquí, y quiero que vengas conmigo. Quiero que
te cases conmigo.
—Y vivir en Irlanda—, terminó. —Donde no conocemos a nadie.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
***
Niall podía sentir a sus perseguidores acercándose. Sabía que no tenía mucho
tiempo. Había sido un riesgo venir aquí. Pero un riesgo que tenía que tomar.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Tal vez debería haberle confiado antes sus planes. Pero había pensado que
tendrían más tiempo.
Sin embargo, su tiempo se había agotado.
Quería contarle el motivo de la urgencia, pero no tenía tiempo para explicárselo.
O, mejor dicho, no tenía tiempo para que ella superara su enfado.
Suponiendo que se le pasara, lo cual era probablemente una gran suposición
cuando se trataba de esta muchacha testaruda que él amaba. Pero nunca se
disculparía por intentar protegerla. No cuando había fallado tan miserablemente
antes.
¡Esa maldita promesa! Lamentaba haber faltado a su palabra, pero ella lo había
arrinconado.
—Sabes quienes me persiguen. Los Campbell. Los hombres del rey. ¿Acaso
importa? Soy un forajido. No puedo quedarme aquí para siempre.
Sus ojos se fijaron en él como dos agujas puntiagudas, como si pudieran pinchar
a través de su vaga explicación. Claramente, ella sabía que él estaba ocultando algo.
—No te pido que te quedes para siempre—, dijo ella. —Pero me estás pidiendo
que abandone mi hogar y mi familia para ir a las tierras salvajes de Irlanda y
enfrentarme a la guerra y a los conflictos. Seguramente me merezco más que unos
minutos para decidir.
—No tengo más que unos minutos—. Ni siquiera tenía eso. —Irlanda no está
tan lejos como para no poder volver de visita. ¿Y hay menos guerra y lucha aquí?
Puede que Patrick haya encontrado la paz con los Campbell, pero ¿crees que el rey
ha terminado con su persecución a los MacGregor? ¿Qué es lo que realmente te
retiene aquí?
Niall oyó otro sonido en la distancia -precariamente cercana- y miró hacia el este,
en la dirección desde la que había cabalgado. Prácticamente podía sentir el aire
reverberando con el estruendo de los cascos golpeando el suelo. ¿Se imaginaba las
columnas de polvo en el aire más allá de la ladera?
Tenía que irse. No podía quedarse más tiempo. Puede que ya sea demasiado
tarde para escapar de su soga.
Él le tendió la mano, rogándole que la tomara. Que le diera de nuevo su corazón.
Juró que esta vez lo trataría con toda la ternura y el respeto que merecía. —Tienes
que decidir, Annie. Ojalá pudiera darte más tiempo, pero tiene que ser ahora.
¿Vamos a superar esto? ¿Me perdonarás por decepcionarte y no protegerte o no?
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Capítulo Diez
La ansiedad que Annie sintió cuando Niall le exigió una respuesta no fue nada
comparada con el pánico que se apoderó de su corazón cuando él desapareció en el
bosque. Un minuto él estaba allí, y ella se debatía consigo misma sobre qué hacer, y
al siguiente, él se había ido como si nunca hubiera estado allí en absoluto.
El sol se desvaneció.
Las sombras se oscurecieron.
El aire se enfrió.
Al menos eso parecía. Pero cuando levantó la vista, el sol seguía brillando en lo
alto del cielo. Sabía lo que su mente trataba de decirle. Esto no era lo que ella quería.
No quería que él se fuera.
Quería llamarlo, pero era demasiado tarde. Niall se había ido y los hombres de
su hermano ya la rodeaban.
—Estoy bien—, insistió ella, tratando de calmar su evidente alarma. —Me
pareció ver un gatito en un árbol.
—¿Un gatito, milady? —, preguntó uno de los guardias, claramente confundido.
—Magnus dijo que había visto un hombre.
Annie negó con la cabeza, pero su atención no estaba en los guardias. Ya estaba
tratando de idear un plan para rectificar su error. Pero tenía que darse prisa. Tenía
que alcanzar a Niall antes de que llegara a la costa. Lo más probable es que se
dirigiera a Greenock. Era el puerto más grande del Clyde que tendría muchos barcos
hacia Irlanda. Pero llevaría a uno de los mejores rastreadores de su hermano por si
acaso.
Los guardias seguían interrogándola mientras Annie regresaba al castillo.
Recogería algunas cosas y trataría de convencer a Patrick...
Se detuvo de repente y murmuró una maldición. ¿Convencer a Patrick? Eso le
llevaría una eternidad. Reuniría algunas cosas y buscaría a Lizzie. Su cuñada haría
entrar en razón a su hermano mucho más rápido que Annie.
Sonrió, dándose cuenta de que era bueno tener una aliada contra su testarudo
hermano. Patrick no estaría muy dispuesto a que ella fuera a Irlanda, y mucho
menos a perseguir al hombre que se la llevaría. Annie casi podía oírlo gritar sobre
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“lo peligroso” que era, y que “ninguna hermana suya” iba a ir a ninguna parte con
“forajidos” por ahí.
Sí, pensó Annie, definitivamente tenía que encontrar a Lizzie primero.
Ahora que Annie se había decidido por lo que quería, se preguntaba cómo podía
haber dudado siquiera un momento. Ella amaba a Niall, y Alys tenía razón: eso era
lo único que importaba. Annie no dejaría que lo que esos hombres habían hecho le
arrebatara su oportunidad de ser feliz. No iba a echarle en cara a él lo que había
pasado en Dunvegan para siempre. Su corazón y su orgullo habían recibido una
paliza aquel día, pero no permitiría que el dolor del pasado impidiera su felicidad
futura. Cualquier problema adicional que tuvieran ella y Niall podría resolverse. Él
tendría que prometer que no trataría de vengar cada desaire, y ella tendría que tratar
de perdonar su inevitable sobreprotección. ¿Tal vez Lizzie podría ayudarla con eso
también?
Resultó que no necesitaba ir en busca de su cuñada. Annie acababa de atravesar
las puertas del castillo cuando vio a su hermano y a Lizzie salir corriendo del gran
salón hacia ella.
—¿Qué ocurre? —, preguntó Patrick, evidentemente preocupado. —Oímos la
conmoción y Donnan dijo que había un problema afuera.
—No había ningún problema—, dijo Annie.
—Mi laird—, gritó uno de los hombres que patrullaban las almenas a Patrick. —
Hay jinetes acercándose rápidamente—. Volvió a mirar. —Por el estandarte, parece
ser el hermano de milady.
—¿Jamie? — Preguntó Lizzie. —¿Qué está haciendo aquí?
Annie sintió que el temor de saber la atravesaba. Dios mío. ¿El Ejecutor estaba
persiguiendo a Niall? ¿Qué había hecho esta vez?
Su corazón se hundió, adivinando exactamente lo que había hecho.
***
Niall había roto su promesa. Había jurado que no iría tras los hombres que la
habían herido, pero había hecho exactamente eso. Annie había oído a Jamie
Campbell despotricar de ello durante la última media hora.
—¡Cuando lo atrape...! — La amenaza no necesitaba ser verbalizada para ser
entendida. Jamie Campbell era uno de los hombres más temidos de las Highlands.
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—Dios mío—, dijo Lizzie, levantando la mano con frustración. —¿Van a dejar
alguna vez de amenazarse con matarse el uno al otro?
—No—, dijeron Jamie y Patrick al mismo tiempo.
—Los dos son ridículos—, dijo Lizzie. —No todos los problemas se pueden
resolver con espadas.
—Este sí se puede—, dijo Patrick en voz baja, a lo que siguió un fuerte —¡ay! —
cuando la zapatilla de Lizzie aparentemente se estampó contra su pierna por debajo
de la mesa.
—Tu hermana tiene razón—, dijo Caitrina a su esposo. —No resolverás este
problema con violencia, así que será mejor que pienses en otra forma.
—No quiero pensar en otra forma—, dijo Jamie Campbell con rotundidad, casi
con beligerancia, mirando a su esposa como si la retara a desafiarlo.
Annie no estaba segura de haber sido capaz de quedarse quieta bajo una mirada
tan fulminante, pero Caitrina parecía aburrida. En un momento dado, levantó la
mano y estudió el dorso de las uñas. Podría haber sido una leona afilando sus garras
en previsión del daño que iba a infligir a las intenciones de su esposo. —Pero lo
harás—, dijo al cabo de unos instantes con una sonrisa cómplice.
La batalla de voluntades continuó en una mirada silenciosa, y cuando terminó,
fue el implacable Ejecutor quien dejó escapar una maldición no muy pronunciada y
se dio la vuelta.
Patrick trató de disimular la sonrisa de satisfacción ante su cuñado, pero Annie
sabía que esa expresión no iba a durar mucho. No con lo que Annie tenía que decir.
Tenía razón. Para cuando terminó de presentar su solución, le tocó a Patrick
ponerse furioso.
—¡No! No voy a escucharlo. No vas a mudarte a Irlanda. ¿En qué demonios está
pensando él para llevarte a ese tipo de ambiente? Es peligroso allí.
—Es peligroso aquí también—, le recordó Annie.
—Pero me tienes a mí para...
Él se detuvo al ver su expresión, recordando lo que ella había dicho sobre la
protección. El instinto era poderoso, y ella sabía que Patrick -y Niall en realidad-
siempre intentarían protegerla. Pero con el tiempo y más práctica, esperaba
convencerlos de que su protección no dependía sólo de ellos.
No es que ella y Niall no intercambiarían palabras al respecto. Muchas palabras,
y algunas que probablemente no fueran muy propias de una dama. Ella había
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aprendido algo más que a dar en el blanco con el cuchillo observando a los
escuderos.
—Tú, Lizzie e Iain son la única familia que me queda—, dijo Patrick, intentando
una táctica diferente. —No quiero perderte.
—No me perderás—, dijo Annie. —Irlanda no es el otro lado del mundo.
—Bien podría serlo—, dijo Patrick con tanta beligerancia como la que había
exhibido su cuñado unos momentos antes.
—No puedes esperar que Annie se quede con nosotros en Edinample para
siempre—, intervino Lizzie con una mano en el brazo de Patrick que pareció
desinflar su enfado. —Ella tiene que vivir su propia vida.
—No quiero perder a mi hermano más de lo que tú quieres perder a tu
hermana—, añadió Caitrina con suavidad. —Pero lo que dice Annie es cierto. Niall
no puede quedarse aquí después de lo que ha hecho, e Irlanda es una solución tan
buena como cualquier otra. Tal vez Argyll y los hombres del rey puedan ser
apaciguados por su exilio, ante tu sugerencia, por supuesto.
Dijo esto último a su esposo, que obviamente seguía furioso por haber sido
privado de su presa. —Ya veremos.
Ella se inclinó y lo besó en la mejilla. —Tengo toda la confianza del mundo en
ti.
No dijo nada, pero Annie pudo ver el destello de una sonrisa rondando la boca
de Jamie Campbell. Y sus ojos, cuando se posaron en su mujer, estaban llenos de
algo que sólo podía llamarse ternura.
Por un momento, Annie sintió una punzada de envidia por lo que la hermana
de Niall había encontrado, aunque fuera con un Campbell. Si no se daban prisa y
accedían a acompañarla a la costa, iba a perder la oportunidad de tener lo mismo.
—¿Estás segura de que quieres hacer esto, Annie? — dijo Patrick.
Ella sintió el peso de todas las miradas de la mesa sobre ella. Esta vez no dudó.
Asintió con la cabeza. —Nunca he estado más segura de algo en mi vida.
***
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Con cada parada, el pánico de Annie aumentaba, sin importar las garantías que
Jamie Campbell y su hermano le dieran. No es de extrañar que Patrick insistiera en
acompañarlos y en llevar a sus propios hombres. Los renuentes cuñados trabajaban
sorprendentemente bien juntos, y Annie se preguntaba si las ocasionales discusiones
se debían más a la costumbre que a una verdadera animosidad. Estaba claro que
había respeto mutuo entre los dos hombres, aunque no quisieran que el otro lo viera.
—No te preocupes, muchacha—, dijo Jamie Campbell con sorprendente
amabilidad después de su última decepción en Dunoon, mientras volvían al lugar
donde habían dejado sus caballos. Habían hablado con todos los capitanes del
muelle, pero nadie lo había visto. —Puede que se haya ido más al sur para evitar las
fortalezas Campbell.
—Pero son tus fortalezas—, dijo Annie. —Y las de tu hermano Duncan. Niall se
sentiría más seguro aquí por eso. No importa lo enfadado que estés con él, sabe que
no lo traicionarás.
—Yo no estaría tan seguro de eso—, dijo Jamie.
Pero extrañamente lo estaba. —Él conoce esta zona como la palma de su mano,
ya que está muy cerca del castillo de Ascog, en Bute. ¿Estás seguro de que no fue allí
a despedirse primero de su hermano y su hermana?
Jamie negó con la cabeza. —Caitrina ya nos lo habría hecho saber—. Jamie había
enviado a su esposa a casa con un gran contingente de hombres que los había
alcanzado hacía unas horas. Llevaban casi dos días buscando a Niall. —
Probablemente esté esperando su momento en el bosque, vigilando el canal en busca
de un barco de contrabando. Querrá viajar de noche para evitar preguntas, y los
contrabandistas de sal de Irlanda están activos en esta zona.
Con los elevados impuestos sobre la sal que se necesitaba para conservar la carne
y el pescado para los largos inviernos escoceses, no era de extrañar que los
contrabandistas de Carrickfergus se aprovecharan. Los escoceses consideraban que
evitar al hombre de los impuestos era un derecho y un deber otorgado por Dios.
—Espero que tengas razón—, dijo Annie.
—La tiene—, le aseguró Patrick. —Eoin lo rastreó en esta dirección, ¿no es así?
Aunque el mejor rastreador de Patrick había perdido las huellas de Niall cerca
de Ben Lomond, se había dirigido hacia esta parte de la costa occidental.
—¿Pero qué pasa si lo perdemos? — dijo Annie, expresando el miedo que había
estado tratando de mantener a raya.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
—Entonces lo seguiremos hasta Irlanda—, dijo Patrick con firmeza. —Si eso es
lo que quieres.
El alivio y la emoción se apoderaron de su garganta. Tuvo que parpadear las
lágrimas mientras miraba a su hermano mayor. —¿Harías eso por mí?
—Si te hace sonreír de nuevo, no hay ningún lugar al que no te llevaría.
Annie no sabía qué decir. El nudo en su garganta tardaría mucho tiempo en
disiparse.
—¿Y qué hay de Inglaterra? — dijo Jamie con fingida seriedad. —¿La llevarías a
Inglaterra?
—Excepto a Inglaterra—, matizó Patrick rápidamente. —Hay algunos infiernos
a los que no la sometería cueste lo que cueste.
Annie se rió, agradecida por el momento de ligereza en lo que habían sido unos
días estresantes en el camino.
Miró a Jamie Campbell. El Ejecutor era más de lo que ella creía. Dios mío, ¿había
realmente dos Campbell que le gustaban ahora? Para un MacGregor, eso era peor
que una herejía.
—Podemos pasar la noche en el castillo—, dijo Jamie, refiriéndose al castillo real
de Dunoon, del que los Campbell eran los guardianes históricos. —Mi hermano
Duncan y su esposa, Jeannie, están en el castillo Campbell, pero los sirvientes podrán
alistar las habitaciones y preparar algo para que comamos.
Annie no era la única que se estremecía ante la idea de quedarse en la fortaleza
de los Campbell. —No te molestes por nuestra cuenta—, dijo rápidamente Patrick.
—Annie y yo estaremos bien en el pueblo. No me he recuperado de la última vez
que disfruté de tu hospitalidad.
Jamie Campbell sonrió de verdad. Eso dejó a Annie sin aliento. Tal vez ella podía
ver lo que Caitrina veía en él después de todo. Dios mío, era un hombre guapo. Un
hombre muy guapo. Normalmente era difícil ver detrás de toda esa imponencia.
—Era una broma—, dijo Jamie. —No te dejé ahí mucho tiempo. Y te lo merecías.
Hiciste que Lizzie estuviera triste.
Patrick suspiró, claramente de acuerdo. —Me gustaría verte en esa prisión de
foso durante cinco horas. Como una broma, por supuesto. Apostaría a que has
puesto triste a tu esposa una o dos veces.
Jamie se rió, y Annie se llevó su segundo sobresalto en otros tantos minutos. ¿El
Ejecutor se reía? Sus enemigos -la mayoría de los MacGregor- nunca lo creerían.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
—Quizá una o dos veces—. Jamie admitió, pero luego miró a Annie. —
Recuérdame que no me acerque al castillo Lamont cuando lo construya, sobre todo
si tiene una prisión de foso.
Parecía que ella no era la única que confiaba en las habilidades de Niall.
Jamie y sus hombres reunieron sus caballos y subieron la colina que conducía
desde el puerto hasta el castillo; Niall, Annie y sus compañeros del clan MacGregor
se dirigieron a la posada que Jamie les había recomendado, cuyo nombre poco
imaginativo era Quayside Inn and Alehouse.
Mientras Patrick hablaba con el posadero sobre una habitación y se ocupaba de
llevar a los caballos a los establos, Annie tomó asiento en una pequeña mesa de la
sala principal, donde otros viajeros ya disfrutaban de la comida y la cerveza de la
posada, para esperarlo. La habitación estaba oscura y llena de humo, pero era cálida
y tenía un aspecto relativamente limpio, así que no se quejó. Por los platos que
pasaban, los pasteles de carne parecían ser una opción popular. Desde luego, olían
deliciosamente.
Su estómago rugió, y ya estaba preparando mentalmente su pedido para cuando
Patrick regresara.
Estaba de espaldas a la entrada, así que no vio entrar a los tres hombres. Sin
embargo, oyó sus bulliciosas risas cuando se sentaron en una mesa a unos metros
de ella y pidieron cerveza.
Cuando levantó la vista para mirar en su dirección, se dio cuenta de que uno de
los hombres la estaba mirando. Al captar su mirada, se sobresaltó. Su corazón se
desplomó. Se le enfriaron todos los huesos del cuerpo y su aliento parecía haberse
convertido en hielo en sus pulmones.
Nunca olvidaría ese rostro horrible. Los amenazantes ojos oscuros bajo las
pesadas y aún más oscuras cejas. El cabello negro y lacio que caía sobre su corta
frente mientras la sujetaba y se ponía encima de ella. El grueso cuello y los hombros
que parecían una roca inamovible mientras ella lo empujaba, tratando de apartarlo,
vestía con el mismo cotun de cuero negro. La pesada barba que ocultaba la mayor
parte de su rostro. Los rasgos brutos -planos, gruesos y agresivos- como los de un
hombre que no hacía más que pelear.
Por un momento, el miedo regresó como una lluvia helada que la dejó
temporalmente congelada. Volvía a estar en aquella horrible cabaña abandonada a
la que la habían llevado para violarla.
Pero entonces la boca de él se contrajo en esa horrible mueca que ella recordaba,
y su sangre empezó a correr de nuevo por sus venas.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Comenzó a hervir.
Él se giró para decir algo a uno de sus compañeros, pero fue lo suficientemente
alto como para que ella lo oyera. —Creo que hemos encontrado una forma de
obtener nuestra recompensa, muchachos. No necesitamos encontrar al forajido. Él
vendrá a nosotros.
Annie sabía exactamente a qué se refería, y eso no hizo más que alimentar la
tormenta de rabia que la recorría. Nunca dejaría que la usaran para atrapar a Niall.
Cuando fueron a buscarla, fue con ellos de buena gana, no opuso resistencia y
dejó que la guiaran fuera. Pero justo cuando estaba a punto de deslizar la daga por
la abertura que había hecho en los pliegues de su vestido, se produjo el desastre.
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El Enfrentamiento del Highlander – Serie Campbell #4
Capítulo Once
Tras dejar a Annie en Edinample, Niall había estado a punto de cruzarse con
una patrulla de hombres del rey y se había visto obligado a refugiarse en Lomond
Hills antes de reunirse con sus hombres -dos días más tarde de lo previsto- en
Balquhidder. El retraso había resultado ser una bendición. No sólo le había dado
tiempo para darse cuenta de que tenía que volver por Annie -y que seguiría
volviendo hasta que ella aceptara irse con él-, sino que sus hombres también le
habían dado la ubicación del tercer hombre.
Niall había rastreado a Callum Campbell hasta Dunoon -donde, al parecer, el
hombre que pronto moriría estaba visitando a su amada- y lo había visto entrar en
la posada. Niall tendría que esperar a que saliera antes de enfrentarse a él. Cuantos
menos testigos, mejor. Pero nada le impediría terminar esto.
Tras esperar un largo tiempo, Niall había enviado a la mayoría de sus hombres
a la calle para buscar algo de comida en otra taberna. Colocó a los tres hombres que
se habían quedado alrededor de la posada para asegurarse de que su presa no
pudiera escapar. Niall acababa de posicionarse en una valla de piedra frente a la
posada, donde podía vigilar la puerta cuando se abriera.
Lo que no había esperado era ver a Callum Campbell salir unos minutos después
con una mujer. Y no una mujer cualquiera, la mujer de Niall.
El bastardo tenía el brazo alrededor del cuello de Annie y la arrastraba junto a
él.
Niall vio rojo. La rabia, como nunca antes había experimentado, descendió sobre
él. Su primer instinto fue alcanzar su puñal y lanzarlo. Pero con Annie en medio,
sería demasiado arriesgado.
En su lugar, Niall sacó su claidheamh-mòr12 del baldric13 en su espalda y planeó el
curso del ataque que mataría a la basura Campbell y a sus dos compañeros antes de
que tuvieran tiempo de reaccionar. Como la parte superior de la cabeza de Annie
caía muy por debajo del cuello del bastardo, Niall tenía un camino despejado para
arrancarle la cabeza. Si su espada lo atravesaba limpiamente, podría matarlos a
12
Un claidheamh-mòr o claymore es un tipo de espada cuyo uso precisaba de las dos manos para ser
blandida, afilada por las dos vertientes de la hoja, poseedora de una empuñadura de gran longitud.
13
Banda de cuero, cruzada al pecho y utilizada para sujetar y llevar armas blancas, normalmente la espada
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—¿Tenemos un trato? — Dijo Niall con impaciencia. Cada segundo que la hoja
estaba sujeta a su cuello lo estaba matando.
—Tendré que pensarlo. La perra puede ser una MacGregor, pero no hay nada
malo en su cara... o en su cuerpo. Sigo soñando con esos senos maduros—. El
bastardo tenía un brillo lujurioso en los ojos mientras su mano se acercaba a su
pecho.
Annie reaccionó como si le quemara, intentando zafarse de su agarre, pero eso
sólo hizo que el cuchillo de su cuello se clavara más. Ella emitió un sonido como el
de un animal herido que hizo que todo en el interior de Niall se desintegrara. Nunca
se había sentido tan impotente en su vida.
No podía fallarle otra vez. Dios no sería tan cruel. La agonía se retorcía a través
de él como una hoja caliente que lo desgarraba. Tenía que pensar en algo.
—¡Niall!
Se obligó a mirar a Annie, incapaz de ignorar su súplica, pero asustado por lo
que podría ver. Asustado de ver el miedo y la impotencia reflejados en él.
Pero eso no fue lo que vio en absoluto. En cambio, vio un odio que ardía tanto
como el suyo y una fría determinación. Vio fuerza, no vulnerabilidad.
Él había olvidado lo que ella había aprendido, lo que él le había enseñado. Y de
repente, supo lo que iba a pasar. Fue como si en esa mirada, hubieran intercambiado
pensamientos.
El bastardo ni siquiera sabía lo que lo había golpeado. Con una rapidez y un
propósito que Niall elogiaría más tarde, Annie encontró la empuñadura del cuchillo
que él le había dado y lo llevó directamente a un punto vulnerable de la ingle del
bastardo.
El Campbell gimió de sorpresa y dolor, y el cuchillo que sostenía en el cuello de
Annie cayó al suelo. Annie se apartó mientras Niall levantaba la espada por encima
de su cabeza. Cuando cayó, acabó con la vida del bastardo de un solo golpe.
Sus compañeros Campbell sufrieron un destino similar unos instantes después,
cuando los hombres de Niall se abalanzaron sobre ellos, con el grito de guerra de los
MacGregor resonando en el aire.
Pero Niall no estaba prestando atención. Ya se había arrojado al suelo para
enfrentarse a Annie, que había caído de rodillas tras apuñalar al Campbell. Ella
había sabido apartarse del camino de la espada de Niall.
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Epílogo
A finales de agosto de 1612, Glenconkeyne, Ulster, Irlanda
Annie miró los tres rostros descontentos que la miraban con expresiones que
iban desde la molestia hasta la rebeldía. A ellas no les gustaba más que lo que le
había gustado a ella, pero aprenderían al igual que ella que era por su propio bien.
—¿Pero por qué no podemos tener un cuchillo de verdad? —, protestó Bridget,
la mayor de las tres muchachas. —Llevamos meses usando los estúpidos y viejos
cuchillos de madera.
La joven de dieciséis años dijo la última palabra como si hubieran pasado años.
Annie trató de no sonreír. Era un trabajo serio entrenar a esas chicas, pero, Dios mío,
la hacían reír con su dramatismo. ¿Tan mala había sido? Sospechando que sabía la
respuesta, reprimió una sonrisa. —Han pasado cinco semanas, y todavía tienes un
largo camino que recorrer antes de que practiquemos con espadas de verdad. Ser un
guerrero no se consigue de la noche a la mañana. Hay que tener paciencia.
Deidre, la más joven de sus tres alumnas, con doce años, frunció la nariz. Con
su pelo rojo rubio, sus ojos verdes y sus rasgos diminutos, parecía una duendecilla
irlandesa. Una duendecilla irlandesa muy rebelde. De las tres niñas, Deidre era la
más difícil de mantener a raya. Su madre decía que había intentado correr antes de
poder caminar. También tenía una extraña habilidad para encontrar el punto débil
de su oponente. —¿Era usted paciente cuando entrenaba?
Annie sintió la presencia que acababa de llegar detrás de ella, pero no dio
ninguna indicación de que supiera que estaba allí. —Fui extremadamente paciente.
Nunca le di problemas a mi instructor e hice siempre lo que me pedía.
El instructor emitió un sonido ahogado detrás de ella, pero no se volvió. Más le
valía no reírse. Encausar a esas tres ya era bastante difícil sin que Niall socavara su
autoridad, aunque estuviera exagerando un poco la verdad.
Rose, la escéptica de quince años del grupo, dijo: —¿Es eso cierto, milord? ¿La
dama estuvo de acuerdo con todo lo que dijo?
Niall se acercó a ella para ponerse a su lado. Annie sintió la familiar sacudida en
su corazón que nunca parecía disminuir. En todo caso, se había vuelto más fuerte
desde que se había convertido en su esposo.
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Niall se había puesto aún más guapo en los dos años transcurridos desde que se
casaron y llegaron a Irlanda. Su hermano y Jamie Campbell habían insistido en una
boda “como Dios manda” antes de marcharse. Enviaron a buscar a Lizzie y al bebé,
y viajaron a Bute para casarse en Ascog, donde vivían la hermana y el hermano
menor de Niall, antes de encontrar un barco que los llevara a Irlanda unos días
después.
Justo por delante de los hombres del rey.
Tal como había predicho Caitrina, Jamie Campbell había apaciguado al rey
James asegurándole que “el forajido” había sido “expulsado” y no causaría más
problemas en las Highlands.
Jamie no había mencionado Irlanda, donde Niall causó muchos problemas
durante los meses siguientes mientras expulsaba al hombre del rey y recuperaba las
tierras ancestrales de los Lamont.
Sin embargo, gracias a los esfuerzos de Jamie en los meses posteriores, Niall se
había reconciliado finalmente con el rey. Ahora era un súbdito leal. O tan leal como
debía ser un súbdito en tierras “salvajes”, lejos del brazo de la autoridad del rey.
Ella y su demasiado apuesto marido intercambiaron miradas, y él leyó su
advertencia. Hombre inteligente. Dos años de matrimonio le habían enseñado algunas
cosas. Ella sabía cómo vengarse.
Sus miradas se calentaron un poco más al pensar en lo buena que podría ser esa
venganza.
—La dama ha sido una alumna ejemplar en todo—, dijo Niall.
Annie captó la referencia y esperó que las chicas atribuyeran el rubor de sus
mejillas al placer por el cumplido y no al placer recordado de otra cosa.
Alys había tenido razón. Había costado tiempo y paciencia, pero a medida que
los oscuros recuerdos se desvanecían, la pasión de Annie había vuelto con toda su
fuerza. Ya no necesitaban el cinturón de Niall, para disgusto de su perverso esposo.
Confiaba plenamente en él.
Sin embargo, Deidre no compartía la confianza de Annie. Claramente no parecía
creerle. Tampoco le había extrañado su respuesta poco directa.
Annie la interrumpió antes de que la niña pudiera interrogarlo más. —
Retomaremos los entrenamientos el lunes—. Intentó no sonreír ante el gemido de
desagrado de sus tres alumnas. Decir que Niall había recapacitado sobre su
entrenamiento era quedarse corto. Y no era porque sólo le hubiera costado cinco
meses dar en la diana diez veces seguidas. Cuando Bridgette había sido atacada en
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punzantes contra la ropa. —¿Estás segura de eso? Pareces un poco tensa—. Dio un
paso hacia ella. —¿Qué tal si te ayudo a relajarte un poco?
Ella miró su erección. —Tu desinterés es realmente asombroso.
Él sonrió. —No dije que no me desharía de un poco de tensión acumulada—. Se
tomó con el puño y dio un firme tirón, haciendo que ella envidiara su mano. Le
encantaba tenerlo en sus manos. Sentir todo ese poder palpitante en su agarre. —Es
tu culpa. Me excitaste mucho antes en esas calzas—. Sacudió la cabeza. —No sé
cómo dejé que me convencieras de eso. Son indecentes.
Ella puso los ojos en blanco. —Son prácticas. Y no son más indecentes para mí
que para ti.
Él dio otro paso hacia ella, y ella dio el correspondiente paso hacia atrás. Esto
continuó durante unos cuantos más, hasta que la parte posterior de sus piernas se
encontraron con la cama.
Ella sabía exactamente hacia dónde se dirigían. ¿Por qué resistirse? Sabía a
dónde irían a parar desde el momento en que él entró en la habitación. Su cuerpo,
apenas vestido, estaba apretado contra el de él, desnudo, cuando dijo, con una pizca
de desafío: —¿Qué vas a hacer?
—Arrojar a mi mujer en la cama y hacer lo que quiera con ella.
Ella hizo una mueca. —Eso no suena muy divertido para tu mujer.
Él sonrió, de manera muy lenta y perversa. —Oh, pienso asegurarme de que ella
lo disfrute—. Y entonces le dijo de forma muy detallada y explícita cuánta diversión
iba a tener.
Para cuando terminó, ella lo estaba empujando hacia la cama, encima de ella. Su
boca estaba en sus labios. Sus pechos. El interior de sus muslos. Y finalmente..., oh
Dios, estaba justo ahí. Acariciando y lamiendo. Tocando y chupando. Haciendo que
gritara de placer mientras la primera ola de espasmos se apoderaba de ella.
Y entonces él estaba dentro de ella. Llenándola con toda esa dureza. Empujando
fuerte y profundamente. Obligándola a acabar una y otra vez. Sólo entonces gritó su
propio placer, largo y potente, mientras la llenaba con el cálido torrente de su
semilla.
Semilla que ya había echado raíces.
Pero ella se aferraría a esa pequeña noticia durante una o dos semanas más.
Quería estar segura, y sus cuñadas le habían advertido que su ya sobreprotector
esposo se volvería insoportable cuando estuviera embarazada.
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Fin.
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