La Doctrina Secreta Tomo VI - Helena Petrovna Blavatsky

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La Doctrina Secreta de Helena Petrovna Blavatsky se basa en el análisis e

interpretación de la Estancias de Dzyan que es el libro más antiguo de la


humanidad donde se revela el origen del Cosmos, nuestro universo y las
Chispas Divinas que somos.
El libro de Las Estancias de Dzyan en esencia no es muy largo, son siete
Estancias o cortos capítulos, escritos en un lenguaje simbólico tan
condensado, que develarlo y explicarlo necesita cientos de páginas. Incluso
Madame Blavatsky en sus explicaciones nos devela a cabalidad los
significados de todas las palabras de lo que dicen las estancias.
Ésta es la obra más grande y sabia que existe sobre metafísica, todavía no ha
habido autor que haga otro escrito dentro de su género que la supere, ni
siquiera que se le aproxime, aunque muchos lo han intentado y unos cuantos
osados y orgullosos escritores han dicho que lo que ellos han publicado es
semejante a lo develado por Blavatsky.
La Doctrina Secreta fue comenzada a escribir por Blavatsky el 23 de Mayo de
1879 y salió publicada por primera vez en Londres en Octubre de 1888 en una
edición de 500 ejemplares que se agotó antes de su salida. En vista del difícil
y largo contenido de la Doctrina Secreta, que en castellano son seis tomos de
aproximadamente 300 páginas cada uno, cada vez menos personas la leen,
hasta el punto que hay grupos espirituales que ni siquiera la conocen.
Todo estudiante sincero y consagrado al estudio de la metafísica, en algún
momento de su vida tendrá que estudiar la Doctrina Secreta y hacer contacto
con la fuente sagrada de todos estos estudios.
La obra original se compone de dos volúmenes. El primero se dedica a la
cosmogénesis y está compuesto principalmente sobre estudios de la evolución
del universo, mientras que el segundo se dedica a la antropogénesis. Los dos
volúmenes presentan un resumen de las ideas de la teosofía, movimiento que
ayudó a fundar Blavatsky. Un tercer volumen ha sido publicado por la
Sociedad Teosófica después de la muerte de Blavatsky. Se compone de una
colección de varios artículos suyos.
Los títulos de los seis volúmenes son:

Cosmogénesis
Simbolismo Arcaico Universal

Página 2
Antropogénesis
El Simbolismo Arcaico de las Religiones, del Mundo y de la Ciencia
Ciencia, Religión y Filosofía
Objeto de los Misterios y Práctica de la Filosofía Oculta

Página 3
Helena Petrovna Blavatsky

La Doctrina Secreta Tomo VI


ePub r1.0
juandiego 05.07.2023

Página 4
Título original: The Secret Doctrine. The Synthesis of science, religion and philosophy
Helena Petrovna Blavatsky, 1888
Traducción: Miembros de la S.T.E.

Editor digital: juandiego


ePub base r2.1

Página 5
Índice de contenido

Cubierta

La Doctrina Secreta Tomo VI

Nota

Sección XLI La doctrina de los Avâtaras

Sección XLII Los siete principios

Sección XLIII El misterio de Buddha

Sección XLIV «Reencarnaciones» de Buddha

Sección XLV Un sermón inédito de Buddha

Sección XLVI Nirvâna – Moksha

Sección XLVII Los libros secretos de «Lam–rin» y «Dzyan»

Sección XLVIII Amita Buddha Kwan–Shai–Yin y Kwan–Yin

Sección XLIX Tsong–Kha–Pa. – Lohans en China

Sección L Rectificación de algunos otros conceptos erróneos

Sección LI La «doctrina del ojo» y la «doctrina del corazón» o el «sello del


corazón»

Algunos apuntes sobre la significación de la filosofía oculta en la vida

Nota

Apunte I

Apunte II

Apunte III Algunas consideraciones sobre los primeros estudios

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Apéndice

Notas sobre los apuntes I, II Y III

Notas

Sobre algunas enseñanzas orales Los tres aires vitales

Notas generales

Explicación de los estados de conciencia correspondientes a la clasificación


vedantina de los lokas

Insinuaciones sobre el porvenir

Sobre el autor

Notas

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Página 8
Nota

El presente volumen de LA DOCTRINA SECRETA y el anterior (VI y V,


respectivamente), constituyen el tomo V de la cuarta edición inglesa (Adyar)
de la obra.
La mencionada separación del tomo V de la edición inglesa en dos tomos,
fue adoptada desde la aparición de la segunda edición española, en 1922,
criterio éste que ha querido ser respetado por los presentes editores.
Por las razones expuestas el presente volumen comienza con la SECCIÓN
número XLI.

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Sección XLI
La doctrina de los Avâtaras

Entre los discípulos de algunos insignes gurús himaláyicos y aun entre gentes
profanas, persiste una extraña tradición, que mejor pudiera calificarse de
leyenda, según la cual Gautama, el príncipe de Kapilavastu, continúa en las
regiones terrestres, no obstante, la muerte e incineración de su cuerpo físico y
las reliquias que de él se conservan. Los buddhistas chinos y arios por
tradición, y los lamas del Tíbet por el texto de sus libros sagrados, afirman
que Gautama tenía dos doctrinas: una para el vulgo y sus discípulos legos, y
otra para sus «elegidos» o arhats. Según parece, la norma de conducta del
Maestro, continuada por los arhats, fue no prohibir a nadie el ingreso en las
filas del arhatado; pero no revelar los misterios finales sino a quienes, tras
muchos años de prueba, se mostraran dignos de la iniciación, sin que para ello
fuese obstáculo alguno la diferencia de raza, casta o posición social, como
sucedió en el caso de su sucesor occidental. Los arhats divulgaron esta
tradición relativa a Buddha hasta arraigar en la mente del pueblo; y en ella se
basa, asimismo, el posterior dogma lamaísta de la reencarnación de los
Buddhas humanos.

Lo poco que es posible decir aquí acerca del asunto, podrá o no llevar por
buen camino al estudiante de ocultismo. Conviene advertir que habiéndose
dejado al juicio y responsabilidad de la autora decir las cosas tal como
personalmente las comprende, sobre ella sola ha de recaer la culpa de los
posibles errores. A la autora le enseñaron la doctrina, pero con entera libertad
de criterio sobre el conjunto de los misteriosos y perplejantes datos reunidos,
de igual modo que ahora se dejan también a la sagacidad del lector. Las
incompletas afirmaciones que aquí se exponen, son fragmentos de lo que
contienen ciertas obras secretas, pues no es lícito divulgar los pormenores.

La versión esotérica que del ministerio dan estas obras secretas, pueden
resumirse en pocas palabras. Los buddhistas han negado siempre

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resueltamente que, como suponen los brahmanes, fuese Buddha un avatâra de
Vishnu, análogamente a como un hombre es encarnación de su antepasado
kármico. Su negativa proviene, en parte, de que no conocen el completo,
impersonal y amplio significado del término de «Mahâ Vishnu», misterioso
principio de la Naturaleza, que no es el dios Vishnu, sino un principio que
contiene la semilla del avatârismo (Bîja), o sea la potencia y causa de tales
encarnaciones divinas. Todos los Salvadores del mundo, los Bodhisattvas y
Avatâras, son árboles de redención que brotan de una sola semilla: el Bîja o
«Mahâ Vishnu». Tanto importa que se la designe con este nombre o con el de
Âdi–Buddha (Sabiduría Primordial). Esotéricamente considerado, Vishnu es a
un tiempo Saguna y Nirguna (con atributos o sin ellos). Como Saguna, recibe
Vishnu culto y adoración exotéricos; y como Nirguna, es cifra y resumen de
la espiritual sabiduría del Universo, o sea el Nirvâna[1], y le adoran todas las
mentes filosóficas. En este sentido esotérico el Señor Buddha fue una
encarnación de Mahâ Vishnu.

Así lo vemos desde el punto de vista puramente espiritual y filosófico. Sin


embargo, los iniciados saben que en el plano de la ilusión, como podríamos
llamarle, o desde el punto de vista terreno, fue Buddha una encarnación
directa de uno de los primitivos «Siete Hijos de la Luz» o «Dhyân Chohans»
a que aluden todas las teogonías; cuya misión es cuidar, de una eternidad a
otra (eones), del provecho espiritual de las regiones puestas a su cuidado. Esto
se enunció ya en el libro El Buddhismo Esotérico.

Uno de los mayores misterios del misticismo especulativo y filosófico


(misterio que conviene revelar ahora), es el relativo al modus operandi en los
grados de tales transferencias hipostáticas. Es muy natural que el
procedimiento de las encarnaciones, así divinas como humanas, resulte libro
cerrado para teólogos y fisiólogos, hasta que las enseñanzas esotéricas lleguen
a ser, por general asentimiento, la religión del mundo. Estas enseñanzas jamás
se expondrán abiertamente a gentes que no estén bien preparadas para
recibirlas; pero debemos decir que entre el dogma de un alma nuevamente
creada para cada nacimiento, y la afirmación de una temporánea alma
fisiológica, se dilata la vasta región de las enseñanzas ocultas[2] con sus
lógicas y racionales demostraciones, cuyo filosófico encadenamiento
establece la misma naturaleza.

El «Misterio» está expuesto, para quien sepa comprenderlo, en las


siguientes palabras de Krishna:

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Muchos nacimientos he dejado Yo tras Mí, y muchos
dejaste tú, ¡oh Arjuna! Pero yo los recuerdo todos; pero tú no
recuerdas los tuyos, ¡oh Parantapa!
Aunque soy el nonato e imperecedero Ser, el Señor de todos
los seres y cobijo la naturaleza, que es mi dominio, también
nazco por virtud de mi propio poder[3].
Cuando quiera que la rectitud desmaya, ¡oh, Bhârata!, y
cobra bríos la iniquidad, entonces renazco.
Para proteger a los buenos, confundir a los malos y restaurar
firmemente la justicia. De edad en edad renazco Yo con este
intento en cada yuga.
¡Quien así conozca en su esencia Mi divino nacimiento y
Mis acciones divinas, ya no volverá a nacer cuando deje el
cuerpo, sino a Mí se unirá, ¡oh Arjuna![4].

De modo que todos los avatâras son uno y él mismo; son los Hijos de su
«Padre» en directa descendencia. El «Padre», o una de las siete Llamas, llega
a ser con el tiempo el Hijo y, en consecuencia, uno con el Padre desde toda la
eternidad. ¿Qué es el Padre? ¿Es la absoluta Causa de todo? ¿Es el
impenetrable Eterno? No por cierto. Es Kâranâtmâ, el «Alma Causal»,
llamada por los indos Ishvara, el Señor, y por los cristianos «Dios», el Único,
el Solo. Desde el punto vista de la unidad es así; pero, entonces, también
podríamos considerar como «el único y el Solo» al elemental más ínfimo.
Todo ser humano tiene, además, su propio divino espíritu o dios individual.
Esa divina Entidad o Llama, de la cual emana Buddhi, está con el hombre,
aunque en plano inferior en la misma relación que el Dhyâni Buddha con su
humano Buddha. De aquí que sea posible conciliar el monoteísmo con el
politeísmo; pues existen en la Naturaleza.

Verdaderamente, vinieron al mundo en su respectiva época personalidades


que como Gautama, Shankara, Jesús y unos pocos más, tenían por misión
«salvar el bien y destruir el mal. —Así se dijo—: Yo nazco en cada yuga». Y
todos nacieron por el mismo Poder.

Muy misteriosas son, en efecto, estas encarnaciones que caen fuera del
círculo general de renacimientos. En tres grupos pueden dividirse las
encarnaciones: Los avatâras o encarnaciones divinas; las de los nirmânakayas
o adeptos que renuncian al Nirvana con el propósito de auxiliar a la
humanidad; y las naturales reencarnaciones de la masa general, sujeta a la

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rueda de nacimientos y muertes, la ley común. El avatâra es una apariencia,
que podríamos llamar una ilusión especial, dentro de la natural ilusión
producida en los planos en que reina Mâyâ. El adepto renace
conscientemente, a su voluntad y albedrío[5]; pero la grey común del vulgo
sigue inconscientemente la gran ley de la dual evolución.

¿Qué es un avatâra? Antes de emplear el término conviene comprenderlo.


Es un descenso de la Divinidad manifestada, llámese Shiva, Vishnu o Âdi–
Buddha, a la forma ilusoria de una individualidad, que en el plano físico toma
apariencia objetiva, pero que realmente no lo es. Esa ilusoria forma no tiene
pasado ni futuro; porque no ha tenido encarnaciones anteriores ni los
subsiguientes renacimientos, y por lo tanto, para nada interviene en ella el
karma.

Gautama Buddha fue un avatâra en determinado sentido; pero esto


necesita explicación que desvanezca las objeciones levantadas sobre
fundamentos dogmáticos. Hay gran diferencia entre un avatâra y un
jîvanmukta. El primero es, como ya hemos dicho, una ilusoria apariencia, sin
karma ni encarnaciones precedentes; y jîvanmukta es el que alcanza el
nirvâna por merecimiento propio. Contra esta explicación objetaría un
vedantino diciendo que tanto el de avatâra como el de jîvanmukta son un solo
y mismo estado, al cual no puede conducir el merecimiento personal, sea cual
sea el número de encarnaciones; porque para el vedantino el estado nirvánico
carece de acción, y por lo tanto no puede alcanzarse mediante la acción. El
nirvâna no es, según los vedantinos, ni efecto ni causa, sino un siempre
presente, eterno Es, como lo define Nâgasena; y por tanto, no puede tener
relación alguna directa con la acción, el merecimiento o desmerecimiento,
que están sujetos a karma. Todo esto es verdad; pero todavía queda
importantísima diferencia entre ambos conceptos. El avatâra es; el jîvanmukta
llega a ser. Si hay identidad entre ambos estados, no la hay entre las causas
que a ellos conducen. Un avatâra es el descenso de Dios a una forma ilusoria.
Un jîvanmukta ha pasado por innumerables encarnaciones en las cuales puede
haber ido, acumulando méritos, pero no alcanza el nirvâna por virtud de estos
méritos, sino a causa del karma producido por ellos, que le conduce y guía
hacia el maestro que ha de iniciarle en el misterio del nirvâna, y que es el
único capaz de ayudarle a llegar a esta morada.

Los Shâstras dicen que por nuestras acciones podemos alcanzar tan solo el
moksha o liberación final; y que si no nos esforzamos, tampoco obtendremos

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ganancia alguna ni recibiremos auxilio ni beneficio de la Divinidad [el Mahâ
Gurú]. Por lo tanto, tenemos que si bien Gautama fue un avatâra en cierto
sentido, fue un verdadero jîvanmukta por sus propios merecimientos, y en
consecuencia más que un avatâra. Por sus propios méritos alcanzó el nirvâna.

Hay dos clases de encarnaciones conscientes y voluntarias de los adeptos:


las de los nirmânakâyas, y las que pasan los discípulos o chelas que recorren
el sendero probatorio.

Lo más misterioso en las encarnaciones de los nirmânakâyas es que la


personalidad del adepto puede encarnar en un cuerpo humano (cuando emplea
su mâyâvi o su Kâma Rûpa, y permanece en Kâma Loka), aun cuando sus
«Principios Superiores» continúen en estado nirvánicos[6]. Conviene advertir
que las referidas expresiones se emplean con propósito de vulgarizar el
concepto, y por lo tanto no tratamos la misteriosa cuestión desde el supremo
plano, o de absoluta espiritualidad, ni tampoco desde el más elevado punto de
vista filosófico a que solo unos cuantos pueden llegar. Nada que no esté
eternamente allí, puede alcanzar el Nirvâna; pero la mente humana, al
especular sobre lo Absoluto, lo considera como el último término de una serie
indefinida. Si tenemos esto presente, evitaremos gran número de conceptos
erróneos. La potencialidad de esta espiritual evolución yace en la materia de
varios planos con la que el nirvâni se puso en contacto antes de alcanzar el
nirvâna; pero como el plano en que esto se efectúa pertenece a la serie de
planos ilusorios, no puede ser el mismo el plano supremo. Quienes indaguen
este punto deben beber con preparado ánimo en la originaria fuente de
estudio, que son los Upanishads. Aquí solo tratamos de indicar la manera de
hacer la indagación, y mostrar algunas de las ocultas posibilidades, que no
bastan de por sí para poner al lector en la meta; pues la verdad final solo
puede recibirla el discípulo iniciado de labios del maestro.

Mas a pesar de lo expuesto, lo afirmado todavía les parecerá


incomprensible, si no absurdo, a quienes no estén familiarizados con la
doctrina de la multiplicidad de naturaleza y los varios aspectos de la mónada
humana; y a quienes miren desde un punto de vista puramente material, la
división septenaria del hombre. Sin embargo, admitirán sin vacilaciones la
posibilidad del hecho, el ocultista intuitivo que haya estudiado detenidamente
el misterio del nirvâna, que sabe que es idéntico a Parabrahman, y por lo tanto
inmutable, eterno y que no es una cosa, sino el absoluto Todo. Saben ellos
también que un dharmakâya, o sea un nirvâni «sin residuos», como traducen

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nuestros orientalistas, es absorbido en esa Nadidad que es la única conciencia
real, puesto que es absoluta; y por lo tanto, no se puede decir que vuelva a
encarnar sobre la Tierra, puesto que el nirvâni ya no es un él, una ella, ni tan
siquiera un ello. En cambio, el nirmânakâya que obtuvo el Nirvâna «con
residuos», queda revestido de un cuerpo sutilísimo que lo abroquela
impenetrablemente contra todas las vibraciones exteriores, y en el cual
conserva la noción de su individualidad, por lo que puede reencarnar en la
tierra. Además, todo ocultista oriental sabe que hay dos clases de
nirmânakâyas: el natural y el asumido. El nirmânakâya natural es la condición
del adepto que alcanzó un estado de bienaventuranza inmediatamente inferior
al nirvâna. El nirmânakâya asumido es la condición del que por abnegado
sacrificio renuncia al nirvâna absoluto, con propósito de auxiliar y conducir a
la humanidad. Podría objetarse que siendo el dharmakâya un nirvâni o
jîvanmukta, no puede dejar «residuo» alguno después de la muerte, ni
necesita cuerpo alguno sutil ni individualidad, por haber alcanzado un estado
en el cual ya no son posibles más encarnaciones, y que, por lo tanto, ha de
desaparecer inmediatamente la individualidad o Ego que reencarna. A esto
cabe redargüir diciendo que así sucede por regla general en cuanto a las
explicaciones exotéricas; pero el caso de que tratamos es excepcional, y su
determinación depende de los ocultos poderes de los elevados adeptos,
quienes, antes de entrar en el nirvâna, pueden hacer que sus «residuos»[7]
permanezcan en planos inferiores[8], tanto si llegan a nirvânis como si solo
alcanzan un menor grado de bienaventuranza.

Pero hay casos que, si bien pocos, son más frecuentes de lo que pudiera
creerse, en los cuales el adepto[9] durante sus pruebas encarna consciente y
voluntariamente. Todo hombre tiene un «Yo superior» y un cuerpo astral;
pero pocos son los que, aparte de los adeptos superiores, puedan dominar el
cuerpo astral o alguno de los principios que les animan, luego de terminada la
vida terrena. Sin embargo, la guía y dominio del cuerpo astral y su
transferencia de un cuerpo físico muerto a otro vivo, no solo es posible, sino
que ocurre con frecuencia, según las enseñanzas ocultas y cabalísticas;
aunque, como es natural, haya variedad de grados en el ejercicio de semejante
poder. Mencionaremos tan solo tres de estos grados: El primero, empezando
por el inferior, permite al adepto que en vida tuvo muchos obstáculos para
estudiar y practicar sus poderes, escoger después de la muerte otro cuerpo en
el que proseguir los interrumpidos estudios, aunque ordinariamente pierde en
este nuevo cuerpo, todo recuerdo de su encarnación anterior. El segundo

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grado le permite transmitir, además, al nuevo cuerpo, la memoria de su vida
pasada. El grado más alto no conoce límites en el ejercicio de esta maravillosa
facultad.

Como ejemplo de adeptos que gozaron el primer grado de poder oculto,


citan algunos cabalistas medievales al famoso cardenal de Cusa, que floreció
en el siglo XV. A causa de su profunda afición al estudio de las doctrinas
esotéricas y de la Kabalah, permitió la ley kármica que se desquitase de la
tiranía eclesiástica en el cuerpo de Copérnico. Si no es verdad, no deja de
interesar la suposición; y fácilmente puede tenerla por cierta quien crea en
tales poderes y lea las biografías de ambos personajes, y examine después el
voluminoso tratado escrito en latín del siglo XV por el cardenal de Cusa con el
título de De Docta Ignorantia, en el cual expone precursoramente todas las
ideas que más tarde habían de servirle a Copérnico de base para establecer su
nuevo sistema astronómico[10]. ¿Quién fue el cardenal de Cusa, este hombre
extraordinario? Era hijo de un pobre barquero; y a sus propios méritos, a la
sorprendente erudición que parecía congénita en él, pues empezó a estudiar en
edad madura, debió su carrera eclesiástica, el capelo cardenalicio y la
respetuosa veneración, más bien que amistad, con que le distinguían los papas
Eugenio IV, Nicolás V y Pío II. Murió el cardenal de Cusa el 11 de agosto de
1464; habiendo escrito sus mejores obras antes de que se suscitara contra él la
persecución que le obligó a ordenarse. Ni el adepto se escapa de aquélla.

En la voluminosa obra citada se encuentra la célebre frase: «El mundo es


una esfera cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna»,
que algunos atribuyen a Pascal, otros al mismo Cusa, y al Zohar, y que
pertenece de derecho a los libros de Hermes. Algunos la han cambiado en esta
otra: «El mundo es una esfera con la circunferencia en todas partes y el centro
en ninguna»; definición herética para un cardenal, pero que es perfectamente
ortodoxa desde un punto de vista cabalístico.

La teoría del renacimiento debe ser expuesta por ocultistas y aplicada


después a casos especiales. La comprensión de este fenómeno psíquico, se
funda en un concepto correcto del grupo de seres celestiales llamados
universalmente los siete dioses primitivos, dhyân chohans o «siete rayos
primitivos», reconocidos más tarde por la religión cristiana con el nombre de
los «siete ángeles de la Presencia». En el superior peldaño de la escala de los
seres carecen de forma; pero poco a poco descienden a los mundos objetivos,
hasta llegar a la íntima jerarquía humana como fuente espiritual, origen y

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matriz de los mortales, según nuestro significado oculto. En ellos germina
aquella conciencia que es la primera manifestación de la Conciencia Causal,
el alfa y el omega de la eterna vida y del divino Ser. Desciende grado por
grado a través de todas las fases de la existencia, a través del hombre, del
animal y del vegetal, hasta terminar su descenso en el mineral. Se le
representa por el doble triángulo, el más misterioso y sugestivo signo místico,
porque es un doble símbolo que abarca la vida y conciencia física y espiritual,
pues uno de los dos triángulos está dispuesto hacia arriba y el otro hacia
abajo, pero entrelazados ambos de modo que muestran los diversos planos de
la biséptuple gradación de la conciencia, o catorce esferas de existencia
manifestada llamadas lokas por los brahmanes.

El lector podrá comprender ahora más fácilmente la idea en conjunto, y se


hará cargo de lo que significan los «Vigilantes», puestos por la tradición
como guardianes o directores de cada una de las siete regiones de la tierra y
de cada uno de los catorce mundos o lokas[11]. Sin embargo, no nos referimos
a ninguno de éstos, sino a los «Siete Alientos», así llamados, que dotan al
hombre con la inmortal Mónada en su ciclo de peregrinación.

Dice el Comentario al Libro de Dzyan:

La Llama (o Aliento) desciende de su región como Señor de Gloria, y


después de llamar al ser consciente la suprema emanación de aquel especial
plano, asciende de nuevo a su primitivo asiento, desde donde vigila y guía a
sus innumerables rayos (mónadas). Escoge por sus avatâras, únicamente a
quienes poseyeron las Siete Virtudes[12] en sus previas encarnaciones. En
cuanto al resto, cobija con uno de sus innumerables rayos a cada uno y…
también «el rayo» es parte del Señor de Señores[13].

En todas las Escrituras aparece expuesta, desde la más remota antigüedad,


la naturaleza septenaria del hombre, que solo puede considerarse dual en lo
concerniente a su manifestación física en el grosero plano terrestre. Los
egipcios conocieron y enseñaron la naturaleza septenaria, cuyos principios se
corresponden con los enumerados por las secretas enseñanzas de los arios.
Así dijimos en Isis sin Velo:

Según los egipcios y otros pueblos, cuya religión se basaba


en la filosofía, el hombre no era meramente… la unión de alma
y cuerpo, sino la trina compenetración de cuerpo, alma y

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espíritu. Según los egipcios, el hombre estaba constituido por
los siguientes principios: Kha (cuerpo físico); Khaba (cuerpo
astral); Ka (alma animal o principio de vida); Ba (alma
superior), Akh (inteligencia terrestre); y Sah (momia), que no
entraba en actividad hasta después de la muerte del cuerpo
físico[14].

Al séptimo y superior principio, al espíritu increado, le designaban con el


nombre genérico de Osiris, y en consecuencia, todo ser humano se convertía
en un Osiris después de la muerte.

Pero además de la eterna ley de la reencarnación y del karma (no como la


enseñan los espiritistas, sino como la expone la Ciencia más antigua del
mundo), deben enseñar los ocultistas la reencarnación cíclica y evolucionaria,
o sea aquella clase de renacimientos de que ya tratamos cautelosamente en
Isis sin Velo, y que todavía son incomprensibles para cuantos desconocen la
historia del mundo. Por regla general, el renacimiento de los individuos va
precedido de los intervalos de existencia en el Kâma Loka y en el Devachan,
y como excepción para unos pocos el renacimiento es consciente y tiene un
grande y divino objeto. Aquellos culminantes caracteres que, como Buddha y
Jesús, descuellan gigantescamente en la historia de las conquistas espirituales,
y como Alejandro y Napoleón en la de las conquistas terrenas, son reflejadas
imágenes de tipos humanos que habían ya existido, no diez mil años antes,
según precavidamente se dijo en Isis sin Velo, sino durante millones de años
consecutivos, desde el comienzo del Manvantara. Porque, con excepción de
los verdaderos avatâras, como se ha dicho, son los mismos inquebrantables
rayos (mónadas), procedentes cada uno de su propio Padre o Llama espiritual,
llamados Devas, Dhyân Chohans, Ohyâni–Buddhas, Ángeles Planetarios, etc.,
que brillan en la eónica eternidad como sus prototipos. Algunos hombres
nacen a su imagen y semejanza; y cuando hay propósito especial de beneficiar
a la humanidad, animan hipostáticamente a dichos hombres los divinos
prototipos, reproducidos una y otra vez por las misteriosas Potestades que
guían y gobiernan los destinos de nuestro mundo.

Nada más podemos decir ahora de lo que dijimos en Isis sin Velo (I,
pág. 35), y así nos limitaremos simplemente a observar que:

No hay en los anales de la historia, sagrada o profana,


ningún carácter eminente cuyo prototipo deje de encontrarse en

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los semifabulosos y semirreales relatos de las religiones y
mitologías antiguas. Así como la luz de una estrella se refleja en
las aguas de un lago, a pesar de la inmensa distancia en que
sobre nuestras cabezas brilla en la infinidad del espacio, así la
imagen de hombres que vivieron en épocas antediluvianas se
reflejan en los períodos históricos que podemos abarcar
retrospectivamente.

Pero ahora que varias publicaciones han expuesto parte de la doctrina, y


algunas de ellas con erróneos conceptos, podemos ampliar esta vaga alusión.
Porque no solo se refiere a los eminentes caracteres históricos en general, sino
también a los hombres geniales que sobresalen entre la masa común de las
gentes y cooperan al bienestar y progreso de la humanidad. Cada uno de estos
hombres extraordinarios es reencarnación de los que con análogas aptitudes le
precedieron en pasados tiempos; y así adquieren fácilmente las cualidades y
aptitudes que ya habían desarrollado con toda plenitud en su anterior
nacimiento. Muy a menudo son egos en una de las etapas de su
desenvolvimiento cíclico.

Pero ahora tratamos de «casos especiales». Supongamos que a una


persona, durante el ciclo de reencarnaciones, la elige para determinados
propósitos (por estar el recipiente lo suficientemente puro) su dios personal, la
fuente (en el plano de manifestación) de su mónada, que de este modo mora
en su interior. Este dios, «Padre en los cielos», es, hasta cierto punto, no solo
el prototipo a cuya imagen está formado el hombre espiritual; sino que, en el
caso de que tratamos, es el mismo ego individual. Este es un caso de teofanía
vitalicia; pero no es un avatâra, como admite la filosofía hinduística, ni
tampoco es un jîvanmukta o nirvâni, sino un caso completamente excepcional
en los dominios del misticismo. El hombre puede o no haber sido un adepto
en vidas anteriores; pero es, en todo caso, un espíritu puro e individual, o lo
fue en precedente encarnación si se eligió el cuerpo de un niño. En este caso,
después de la de un tal santo o Bodhisattva, su cuerpo astral no se disgrega
como el de los demás mortales; sino que permanece en la esfera de atracción
y alcance del mundo de los hombres, de modo que no solo un Buddha, un
Shankarackârya o un Jesús pueden animar a un mismo tiempo el cuerpo de
varios hombres, sino que el visible tabernáculo del vulgo de los mortales
puede estar animado por los principios superiores de un elevado adepto.

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Un cierto rayo (principio) de Sanat Kumâra espiritualizó (animó) a
Pradyumna, hijo de Krishna, durante el período del Mahâbhârata, mientras
que al propio tiempo el mismo Sanat Kumâra instruía espiritualmente al rey
Dhritarâshtra. Además, conviene recordar que Sanat Kumâra goza de
perpetua juventud y, como «un eterno joven de diez y seis años», mora en
Jana Loka, la peculiar esfera de su estado espiritual.

Aun en la llamada vida mediumnística o medianímica ocurre que mientras


el cuerpo físico actúa, siquiera mecánicamente, o reposa en determinado
lugar, el cuerpo astral puede estar actuando con entera independencia en otro
lugar muy distante. Estos casos son muy frecuentes en la historia del
misticismo; y si tal sucede en los éxtasis, profecías y visiones de todas clases,
¿por qué no ha de ocurrir lo mismo en más elevados y espirituales planos de
existencia? Admitida la posibilidad en el plano físico inferior, ¿por qué no
admitirla en uno superior? En los casos de adeptado superior, cuando el
cuerpo está sometido a la voluntad del hombre interno; cuando el ego
espiritual está completamente reunido al séptimo principio, aun durante la
vida de la personalidad; cuando ésta, o sea el hombre astral, se ha purificado
hasta el extremo de asimilarse las cualidades y atributos de Buddhi y Manas
en su aspecto terreno, la personalidad subsiste por virtud del Yo espiritual, y
puede, en consecuencia, vivir independientemente en la tierra. Así es que
cuando ocurre la muerte del cuerpo, tiene lugar con frecuencia el siguiente
misterioso acontecimiento: El ego espiritual no puede reencarnar como
dharmakâya o nirvâni «sin residuos» y limpio de toda mezcla terrena. Pero,
en tales casos, se afirma que puede, en cambio, reencarnar el ego personal
hasta de un dharmakâya, o permanecer en nuestra esfera en disposición de
reencarnar, si necesario fuere. Porque en tal caso no sobreviene la
disgregación del cuerpo astral o la segunda muerte, como la llama Proclo[15],
que el común de los hombres sufre en el Kâma Loka (purgatorio de los
católicos); pues suficientemente purificado para reflejar tan solo su propia luz
espiritual, no puede permanecer inconscientemente adormecido en un ínfimo
estado nirvánico, ni tampoco puede disgregarse por completo como los
ordinarios cascarones astrales.

Pero en la condición de nirmânakâya (o nirvâni «con residuos») puede


ayudar aun a la humanidad.

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Así dijo Gautama el Buddha: «Caigan sobre mí los sufrimientos y pecados
del mundo[16], y que el mundo se salve, —una exclamación de genuino
significado apenas comprendida por sus discípulos actualmente—. Si quiero
que él quede hasta que yo venga, ¿qué te va a ti?»[17] pregunta Jesús en
cuerpo astral a Pedro. «Hasta que yo venga» significa «hasta que reencarne
nuevamente» en un cuerpo físico. Así Cristo pudo en verdad decir en su
cuerpo crucificado: «Yo estoy con mi Padre y soy uno con Él», lo cual no
impidió que su astral tomara nueva forma, ni tampoco que Juan esperara su
vuelta y que al volver no le reconociera y aun que se opusiese contra Él. Pero
estas palabras del Maestro le sugirieron a la Iglesia la absurda idea del juicio
final en el milenio en sentido físico.

Desde entonces tal vez haya vuelto, más de una vez, el «Hombre de las
Angustias», sin que le reconocieran sus ciegos discípulos. También desde
entonces ha sido este gran «Hijo de Dios» incesante y más cruelmente
crucificado, día tras día y hora por hora, por las Iglesias fundadas en su
nombre. Pero los apóstoles, que tan solo eran semiiniciados, no supieron
esperarle, y no solo no le reconocieron, sino que lo menospreciaron cada vez
que volvió[18].

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Sección XLII
Los siete principios

El «Misterio de Buddha» puede aplicarse a varios otros adeptos. Lo


dificultoso es comprender debidamente aquel otro misterio de «los siete
principios» del hombre, los reflejos en el hombre de las siete fuerzas de la
naturaleza, físicamente, y de las siete jerarquías del ser, intelectual y
espiritualmente. Esto es cierto, aunque a primera vista parezca trascendental y
abstruso. Aunque para más clara comprensión de su naturaleza trina (en líneas
generales) se divida el hombre en grupos cuyo número varía según el sistema,
siempre resultan idénticas la base y la cúspide de esta división. En el hombre
solo hay tres upâdhis (bases); pero sobre ellas puede considerarse, cualquier
número de koshas (envolturas) y aspectos, sin menoscabo de la armonía del
conjunto. Así es que mientras el sistema esotérico acepta la división
septenaria, el vedantino admite solo cinco koshas, y el Taraka Râja Yoga los
reduce a cuatro, que son los tres upâdhis, sintetizados en Âtmâ o principio
supremo.

De esto deriva naturalmente la siguiente pregunta: «¿Cómo puede una


personalidad, espiritual (o semiespiritual) tener doble o triple vida cambiando
arbitrariamente sus “Yoes espirituales?”, ¿y sin embargo ser la eterna mónada
en la infinidad de un manvántara?». La respuesta es fácil para el verdadero
ocultista, pero le parecerá absurda al profano. Los «siete principios» son, por
supuesto, manifestación de un espíritu indivisible; pero la unidad de los siete
principios solo se realiza al fin del manvantara, cuando todos se reúnen en el
plano de la Única Realidad. Mientras dura la «peregrinación», cada reflejo de
la indivisible Llama, cada aspecto del eterno Espíritu, actúa en uno de los
planos de existencia (que a su vez son graduales diferenciaciones del plano
inmanifestado) a que en realidad pertenece. Nuestro mundo terrestre reúne
todas las condiciones mâyâvicas o de ilusión, y en consecuencia se infiere que
si la purificada personalidad de un adepto se integra en conjunto con su Yo
superior (Âtmâ y Buddhi), puede, no obstante, separarse para hacer el bien de

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su divina mónada y llevar en el terrestre plano de ilusión y temporánea
existencia, una vida consciente en un prestado e ilusorio cuerpo que a un
tiempo sirva para dos objetos: la extinción de su propio karma y la salvación
de millones de hombres menos evolucionados. Si se pregunta: «Cuando un
Buddha o un Jîvanmukta pasa al nirvâna, ¿en dónde continúa residiendo la
conciencia? ¿En el nirvâni o en las sucesivas reencarnaciones de los
“residuos” de éste, es decir, en el nirmânakâya?. —Responderemos que la
conciencia encarnada puede ser, como dice Gibbon—, el conocimiento
adquirido por la observación y la experiencia»; pero la conciencia
desencarnada es causa y no efecto: es una parte del todo, o más bien un rayo
de la ilimitada y omnidifusa Luz que se diferencia con variados reflejos en la
gradual escala de su manifestada actividad. Por lo tanto, la conciencia es
ubicua; y no cabe localizarla, centrarla ni limitarla, en individuo alguno. Sus
efectos pertenecen solo a la región de la materia, porque el pensamiento es
una forma de energía que de varios modos actúa sobre la materia; pero la
conciencia en sí misma, como enseña la filosofía oculta, es la cualidad
suprema del principio senciente espiritual que está en nosotros, el alma divina
(o Buddhi) y nuestro Ego Superior, y no pertenece al plano de la materia.
Después de la muerte física del hombre, si es un iniciado, la conciencia se
transforma de cualidad humana en el principio independiente mismo; el ego
consciente se convierte en conciencia per se sin ego alguno, pues éste ya no
está limitado por el espacio y el tiempo, ni condicionado por los sentidos. Por
lo tanto, es él capaz de reflejarse en el pasado hombre astral, sin necesidad de
localizarse ni desprenderse de Buddhi. Prueba de ello, aunque escasa e
incompleta, es lo que nos sucede en sueños; porque si la conciencia puede
actuar ubicuamente durante nuestros ensueños y mientras el cuerpo y el
cerebro físico están profundamente dormidos, mucho más viva será su
actividad cuando, libre por completo, no la ligue relación alguna al cerebro
físico.

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Sección XLIII
El misterio de Buddha

Estriba este misterio en que Gautama, aunque fue una encarnación de la


divina Sabiduría, tuvo que aprender, no obstante, en Su cuerpo humano, y ser
iniciado en los secretos del mundo como cualquier otro mortal, hasta el día en
que abandonando su secreto retiro de los Himalayas, predicó por primera vez
en el bosque de Benarés. Lo mismo sucedió con Jesús, de quien nada se dice
ni nada se sabe desde los doce hasta los treinta años, en que le vemos predicar
el Sermón de la Montaña. Gautama había jurado guardar inviolablemente el
secreto de las enseñanzas esotéricas que se le comunicaron; pero la inmensa
piedad que le inspiraban la ignorancia del género humano y los sufrimientos
que de ella dimanan, movióle a transponer los límites del secreto. Por una
parte, fundó Su filosofía exotérica (la «Doctrina del ojo»), sobre la Verdad
eterna; pero por otra no supo mantener ocultas ciertas enseñanzas, y al
revelarlas más allá de lo lícito dio motivo a que se tergiversaran. Ansioso
Buddha de derrocar los falsos dioses, reveló, en los «Siete Senderos del
Nirvâna» algunos de los misterios de las Siete Luces del mundo arûpico. La
verdad a medias es con frecuencia peor que la carencia de ella.

La verdad y la ficción son como el agua y el aceite: nunca se


combinan.

Desastrosos efectos tuvieron la nueva doctrina de Buddha, por presentar el


cuerpo externo de las enseñanzas exotéricas sin el alma que las vivifica.
Nunca le comprendieron debidamente; y los mismos buddhistas del Sur,
rechazaron Sus doctrinas, tras cuyo involuntario extravío palpitaban
profundísima caridad e ilimitado amor a los hombres. Pero karma no tiene en
cuenta la intención, sea buena o mala, sino el fruto de la obra. Tal como
Buddha predicó la «Buena Ley», constituía el más sublime código de ética y
el incomparable sistema filosófico del Universo visible; y sin embargó,
extravió a las ineducadas mentes y las indujo a creer que nada encubría la

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letra muerta. Además, las nuevas enseñanzas perturbaron a muchos talentos,
que hasta entonces habían permanecido fieles a la fe brahmánica ortodoxa.

Así es que, unos cincuenta años después de su muerte, renunció el «Gran


Maestro»[19] al dharmakâya y al nirvâna, y quiso renacer con propósitos
kármicos y de amor a los hombres. Para Él no había sido muerte la muerte,
sino que, como se dice en el «Elixir de Vida»[20], cambió él

la súbita inmersión en las tinieblas por una transición a más


brillante luz.

Roto fue el yugo de la muerte; y como muchos otros adeptos, desprendióse


Buddha de su mortal vestidura, cuyas cenizas guardaron los discípulos en
reliquia, y revestido de su cuerpo sutil comenzó la existencia interplanetaria
hasta reencarnar en Shankara, el más grande instructor vedantino de la India,
cuya filosofía (basada como la de Buddha, aunque bajo distinto aspecto, en
los axiomas de la eterna revelación, Shruti o primitiva sabiduría religiosa) se
halla interpuesta entre las en demasía exuberantes metafísicas del hinduismo
ortodoxo y las doctrinas del buddhismo que, azotando con su exotérico ropaje
las esperanzas y aspiraciones de las almas vivientes, esbozaba en su saber
frío, como cristalinos carámbanos, los esquemas de las primordiales verdades
de la filosofía exotérica.

¿Fue Shankarâchârya el mismo Buddha bajo nueva forma personal?


Acaso el lector se intrigue todavía más al saber que el cuerpo «astral» de
Buddha encarnó en el cuerpo físico de Shankara, cuyo supremo principio, o
Âtman, era, no obstante, su propio divino prototipo, el «Hijo de la Luz», el
celestial nacido de la mente de Aditi.

Esto se funda, por otra parte, en la misteriosa transferencia de la divina


expersonalidad, fundida en la impersonal individualidad (ahora en su plena
forma trinitaria de mónada, como Âtmâ–Buddhi–Manas), a un nuevo cuerpo,
ya objetivo y visible, ya subjetivo e invisible. Si la expersonalidad se
transfiere a un cuerpo objetivo y visible, tenemos el caso del Mânushya–
Buddha, y si se transfiere a un cuerpo subjetivo e invisible, tenemos el caso
del Nirmânakâya. Dícese que Buddha está en el nirvâna, aunque en un tiempo
mortal vehículo, o cuerpo sutil de Gautama, se halle aún presente entre los
iniciados; y no dejará el reino del ser consciente mientras la humanidad
necesite Su divina ayuda, es decir, en todo caso, hasta el fin de la actual raza

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raíz. De cuando en cuando el Gautama «astral» se reúne misteriosamente, y
de modo incomprensible para nosotros, con avatâras y grandes santos y actúa
por medio de ellos. Se sabe el nombre de algunos de éstos.

Así se asegura que Gautama el Buddha reencarnó en Shankarâchârya, y


que, como dice Sinnet en su Buddhismo Esotérico:

Shankarâchârya fue, bajo todos aspectos, ni más ni menos


que Buddha en un nuevo cuerpo[21].

Pero aunque esta expresión sea verdadera en su sentido místico, puede inducir
a error el modo de exponerla sin las debidas explicaciones. Shankara fue un
Buddha, es decir, iluminado; pero no fue reencarnación de Buddha, por más
que el ego «astral» de Gautama (o mejor dicho, su bodhisattva) se asociase
misteriosamente con Shankarâchârya. Tal vez fue, en efecto, ese ego de
Gautama bajo el nuevo y mejor apropiado cuerpo de un brahmán de la India
meridional; pero el Âtman, el Yo superior que a ambos cobijaba, era distinto
del Yo superior de Buddha, que estaba a la sazón en su propia esfera cósmica.

Shankara era un Avatâra en el pleno sentido de la palabra. Sayarâchârya,


el eminente comentarista de los Vedas, lo considera como tal Avatâra, como
encarnación de Shiva, el Logos o séptimo principio mismo de nuestro
universo. La Doctrina Secreta ve en Shankarâchârya la morada, durante los
treinta y dos años de Su vida mortal, de uno de los más elevados Seres
espirituales, uno de los Siete Rayos primitivos, una Llama.

¿Qué significa «bodhisattva»? Los buddhistas de la escuela Mahâyâna


enseñan que todo Buddha se manifiesta a un tiempo (hipostáticamente o de
otra manera), en los tres mundos de existencia, conviene a saber: en el mundo
de Kâma (de la concupiscencia o deseo, el de la sensación en la tierra), en
forma humana; en el Rûpa suprasensible, como bodhisattva; y en el espiritual,
incorpóreo, como Dhyâni–Buddha. Este último prevalece eternamente en el
tiempo y en el espacio; es decir, de uno a otro Mahâ–Kalpa, y la sintética
culminación de los tres estados es el de Âdi–Buddha[22], el principio de la
sabiduría que, por ser absoluto, no está sujeto ni al espacio ni al tiempo. Su
relación mutua es la siguiente: Cuando el mundo necesita un Buddha humano,
el Dhyâni–Buddha engendra por el poder de Dhyâna (la meditación y
devoción omnipotentes) un «Hijo de la Mente», un bodhisattva, cuya misión
es continuar la obra del Mânushya–Buddha después de la muerte física de

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éste, hasta la aparición del nuevo Buddha. El sentido esotérico de esta
enseñanza es claro. En el caso de un simple mortal, sus principios solo son
reflejo más o menos brillante de los siete principios cósmicos, y de los siete
principios celestiales o jerarquías de seres superfísicos. En el caso de un
Buddha, los principios son casi ellos mismos. El bodhisattva substituye en él
al Kârana Sharina, el principio del ego, y el resto correspondiente; y así dice
la filosofía esotérica que: «por virtud de Dyhâna [la meditación abstracta] el
Dhyâni–Buddha [el espíritu o mónada de un Buddha] crea el bodhisattva», o
sea el Ego revestido astralmente en el Mânushya Buddha. Por lo tanto,
mientras el Buddha vuelva al nirvâna, de donde procede, el Bodhisattva queda
tras él para continuar en la tierra, la obra de Buddha. Al Bodhisattva pueden
pertenecer, pues, los principios inferiores del cuerpo aparicional del avâtar
Shankarâchârya.

Ahora bien; decir que Buddha reencarnó nuevamente después de alcanzar


el nirvâna, sería una herejía desde los puntos de vista del hinduismo y el
buddhismo. Aun en la escuela exotérica Mahâyâna, al tratar de los tres
cuerpos «buddhicos»[23], se dice que una vez revestido el Buddha del arûpico
cuerpo ideal del dharmakâya, deja para siempre el mundo de la sensación y de
los efectos y ya no tiene ni puede tener relación con él. Pero es perfectamente
ortodoxo decir, de acuerdo con las escuelas Mahayana y Prasanga
Mâdhyâmika (la última de las cuales es completamente contraria al
esoterismo y de lo más racionalista), y según enseña la filosofía esotérica, que
aunque un Buddha está en el nirvâna, puede dejar tras sí al nirmânakâya (o
bodhisattva) para trabajar después de él. Porque en el Comentario al Kâla
Chakra se indica que existen:

1. El Âdi–Buddha eterno e incondicionado.


2. Los Sambhogakâya–Buddhas o Dhyâni–Buddhas, existentes desde la
eónica eternidad y que jamás desaparecen. Son los Buddhas
«Causales».
3. Los Mânushaya–Bodhisattvas. La relación entre ellos queda
determinada por la definición dada. Âdi–Buddha es Vajradhara, y los
Dhyâni–Buddhas son Vajrasttva; pero aunque en su respectivo plano
sean distintos, son en realidad lo mismo, pues el uno actúa por medio
del otro, del mismo modo que un Dhyâni actúa por medio de un
Buddha humano. Adi es la «inteligencia ilimitada»; el Dhyâni es tan
solo «inteligencia suprema». De Phra Bodhisattva, que fue después en
la tierra Gautama Buddha, se dice que:

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Después de cumplir todas las condiciones para el logro
inmediato de la perfecta iluminación, el bendito Ser, movido de
su ilimitada compasión por todo ser viviente, prefirió
encarnarse una vez más en beneficio del hombre.

Según las enseñanzas esotéricas, el nirvâna de los buddhistas es tan solo el


dintel del paranirvâna; mientras que para los brahmanes es el sumo bien, el
estado final del que no se vuelve, por lo menos hasta el próximo Mahâ–Kalpa.
Sin embargo, ni aun esta última limitación admitirán algunos exagerados y
dogmáticos filósofos ortodoxos, que rechazan las enseñanzas esotéricas y
para quienes el nirvâna es la absoluta aniquilación en que nada ni nadie
existe, pues lo consideran como un todo incondicionado. Para comprender las
características plenas de este principio abstracto, es preciso, sentirlo por
intuición y abarcar en su plenitud «la única condición permanente del
universo» que los indos definen con tanta precisión: «el estado de perfecta
inconsciencia» (Chidâkâsham desnudo o el campo de conciencia en realidad),
por paradójico que pueda esto parecerle al lector profano[24].

Se considera a Shankarâchârya como un avatar[25]; y como tal encarnó en


el cuerpo del hijo recién nacido de un brahmán del Sur de la India; al cual, por
motivos tan poderosos como ocultos, lo animaron, a lo que se dice, los
residuos personales astrales de Gautama, por haberlo escogido este divino no–
Ego como base física o upâdhi y apropiado vehículo para el Espíritu que
descendió a este mundo de la forma.

Dice Shankarâchârya:

Parabrahman es Kartâ [Purusha], y no hay otro


Adhishtâtha[26]. Y Parabrahman es prakriti, y no hay otra
substancia[27].

Ahora bien; lo que es verdad respecto del macrocosmos, lo es también


respecto del microcosmos, y por lo tanto, nos acercaremos más a la verdad al
decir, una vez aceptada tal posibilidad, que el «astral» o nirmânakâya de
Gautama fue el upâdhi del espíritu de Shankarâchârya, pero que éste no fue
reencarnación de aquél.

Cuando han de nacer hombres como Shankarâchârya, los principios del


hombre mortal y manifiesto deben ser naturalmente los más puros y delicados

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de la tierra; y en consecuencia, los principios que un tiempo fueron de
Gautama, predecesor de Shankara, fueron atraídos a éste, puesto que la
economía de la Naturaleza no consiste que vuelvan a evolucionar desde su
estado grosero principios semejantes. Pero debemos tener en cuenta que los
principios etéreos superiores no son visibles para el hombre como algunas
veces lo son los más materiales inferiores (como cuerpos astrales), y han de
considerarse como separados e independientes potestades o dioses, más bien
que como objeto materiales. De aquí que lo más acertado sería decir que los
diversos principios, el bodhisattva, de Gautama Buddha, no entraron en el
nirvâna, y se reunieron para formar los principios medios de la entidad
terrenal de Shankarâchârya[28].

Para estudiar esotéricamente la doctrina de los Buddhas y advertir las


sutiles diferencias entre los varios planos de existencia, es preciso en absoluto
comprender debidamente cuanto hemos expuesto. Podemos aclararlo todavía
más diciendo que Gautama, el Buddha humano, que tenía a Amitâbha por su
Bodhisattva, y Avalokiteshavara por su Dhyâni–Buddha (la triada emanada
directamente de Âdi–Buddha), se los asimiló por su «Dhyâna» (meditación),
y así llegó a ser un Buddha o «iluminado». Hasta cierto punto esto mismo
sucede con todos los hombres; pues cada uno de nosotros tiene su bodhisattva
(el principio medio si nos atenemos a la trínica división del grupo septenario)
y su Dhyâni–Buddha o Chohan, el «Padre del Hijo». Nuestro lazo de unión
con la suprema jerarquía de seres celestiales es sencillísimo, pero somos
demasiado flacos y pecadores para asimilárnoslos.

Seis siglos después de la desencarnación del Buddha humano (Gautama),


otro reformador tan noble y tan amoroso, aunque menos favorecido por las
circunstancias, surgió en otra parte del mundo, en una raza menos espiritual.
Gran semejanza ofrecen los resultados obtenidos por ambos salvadores, de
oriente y occidente. Millones de almas se convirtieron a las doctrinas de los
dos Maestros, pero los insidiosos enemigos que contra uno y otro suscitó el
sectarismo, las destruyeron con maliciosas tergiversaciones de verdades que,
por ocultas, eran doblemente peligrosas. Los brahmanes dijeron de Buddha
que, en efecto, era un avatâra de Vishnu; pero que como vulneraba la fe de los
brahmanes, debía tenérsele por el mal aspecto del Dios. De Jesús dijeron los
gnósticos bardesanianos y otros, que era Nebo, el falso Mesías, el destructor
de la antigua religión ortodoxa. Otros sectarios lo tuvieron por «fundador de
una nueva secta de nazars». En hebreo, la palabra naba significa «hablar por
inspiración»[29]. Pero Nebo es también Mercurio, que en el monograma indo

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de los planetas es Buddha. Así lo demuestra el que los talmudistas sostienen
que Jesús fue inspirado por el espíritu planetario, Genio o Regente de
Mercurio, al que Sir Guillermo Jones confunde con Gautama Buddha. Hay
otros puntos de semejanza entre Buddha y Jesús, que no podemos exponer
aquí[30].

Si ambos iniciados, sabedores del peligro dimanante de comunicar a


masas ineducadas los poderes inherentes al final conocimiento, dejaron en
profundas tinieblas los más recónditos lugares del santuario, ¿quién que
conozca la naturaleza humana podrá vituperarlos por ello? Sin embargo,
aunque tal vez Gautama reveló más de lo estrictamente necesario para el bien
de la posteridad, mantuvo en prudente secreto las más peligrosas porciones
del conocimiento esotérico y murió a la avanzada edad de ochenta años[31]
convencido de haber enseñado las verdades esenciales, y de haber esparcido
las semillas para la conversión de una tercera parte del mundo. Pero Jesús,
que había prometido a Sus discípulos conferirles el don de producir
«milagros», de modo que aún los obrasen mayores que él, solo dejó al morir
unos cuantos discípulos fieles, que estaban a medio camino del conocimiento.
Por lo tanto, hubieron ellos de luchar con un mundo al que solo podían
comunicar el incompleto conocimiento que poseían y no más. En tiempos
posteriores, los partidarios exotéricos de ambos Maestros desvirtuaron las
verdades enseñadas, hasta el extremo de adulterarlas por completo. Respecto
a los prosélitos del Maestro occidental, tenemos la prueba de dicha
adulteración en que ninguno de ellos puede producir actualmente los
prometidos «milagros». Han de elegir entre su propio error o que su Maestro
les hubiese prometido jactanciosamente lo que no podía cumplir[32]. ¿En qué
consiste la diferencia del destino de ambos Maestros? Para los ocultistas, el
enigma de la desigualdad de karma o la Providencia, lo resuelve la Doctrina
Secreta.

«No es lícito» hablar públicamente de estas cosas, como nos dice San
Pablo; y así solo daremos una somera explicación más del asunto. Dijimos
antes que un adepto que por sacrificio se somete a nueva vida y renuncia al
nirvâna, aunque no puede perder el conocimiento adquirido en anteriores
existencias, tampoco le es posible elevarse a más alto nivel en esos cuerpos
prestados; porque en tal caso se convierte sencillamente en vehículo de un
«Hijo de la Luz» perteneciente a una esfera más elevada todavía, y que por
ser arûpico carece de cuerpo astral a propósito para actuar en este mundo.
Estos «Hijos de la Luz», o Dhyâni–Buddhas, son los dharmakâyas de

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manvantaras precedentes que, terminado su ciclo de encarnaciones en el
sentido ordinario, y estando así desprovistos de Karma, hace mucho tiempo
que han abandonado sus Rûpas o formas, y se han identificado con el
Principio superior. De aquí la necesidad de un nirmânakâya que se ofrezca en
sacrificio, y esté dispuesto a sufrir por los pecados y errores del nuevo cuerpo
en su peregrinación terrestre sin recompensa alguna en el orden evolutivo,
puesto que no hay renacimientos para él en el ordinario sentido. El Yo
superior, o mónada divina, no queda en semejante caso ligado al yo inferior;
sino que su conexión es solo temporánea, y casi siempre actúa por decretos
kármicos. Es un verdadero y genuino sacrificio, cuya explicación corresponde
al supremo conocimiento oculto, a la más elevada Iniciación de Gñana. Está
íntimamente relacionado, por la evolución directa del espíritu e involución de
la materia, con el grande y primitivo sacrificio en la manifestación de los
mundos, y el gradual ahogo y muerte de lo espiritual en lo material. La
semilla «no se vivifica si antes no muere»[33]. Por esto mismo, en el Purusha
Sûkta del Rig Veda[34], fuente y origen de todas las siguientes religiones, se
dice alegóricamente que el «kilocéfalo Purusha» fue asesinado cuando la
fundación del mundo, a fin que de sus restos se produjera el Universo. Éste no
es ni más ni menos que la base, la semilla en verdad, del símbolo del
sacrificio del Cordero, símbolo que se encuentra en múltiples formas en
varias religiones posteriores, incluso el cristianismo. Esto no es ni más ni
menos que un juego de palabras. En sánscrito, la palabra «Aja» (Purusha),
con que se designa al eterno y «nonato» Espíritu, significa también «cordero».
Como quiera que el espíritu desaparece, o muere, metafóricamente hablando,
al descender a la materia, de aquí la alegoría del sacrificio del «nonato», o del
«cordero».

Claramente comprenderán por qué Buddha eligió este sacrificio, solo


cuantos, al minucioso conocimiento de Su vida terrena, añadan una completa
comprensión de las leyes kármicas. Sin embargo, casos como el de Gautama
son verdaderamente excepcionales.

Según tradición, los brahmanes cometieron gravísimo pecado al perseguir


a Gautama Buddha y condenar sus enseñanzas, en vez de armonizarlas con
los dogmas del puro hinduismo védico, como más tarde hizo Shankarâchârya.
Nunca se opuso Gautama a los Vedas; sino a sus desarrollos exotéricos y
prejuiciosas interpretaciones, porque eterna es la divina revelación oral
(Shruti), cuyo resultado fueron los Vedas, e hirió el oído de Gautama como
había herido el de los rishis que la transcribieron. Gautama aceptaba la

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revelación; y si bien rechazaba las superposiciones amañadas posteriormente
por la fantasía de los brahmanes, fundó Sus doctrinas sobre la inconmovible
base de la única verdad. Como en el caso de su sucesor occidental. Gautama,
el «misericordioso», «puro» y «justo», fue el primer adepto de la jerarquía
oriental, sino del mundo entero, que estrechó en fraternal abrazo a todos los
hombres sin distinción de cuna, ni casta, ni raza. Fue el que por vez primera
proclamó esa sublime máxima y el que por primera vez la puso en práctica. A
los pobres, a los oprimidos, a los parias y a los miserables invita al festín del
rey, y de él excluye a quienes hasta entonces se habían encastillado en su
egoísmo y altivez, creyendo que los contaminaba la sombra misma de los
desheredados de la tierra. Estos brahmanes no espirituales, tomaron esta
exclusión por agravio y contra Él se revolvieron. Desde entonces sus
semejantes no han olvidado al príncipe mendigo, al hijo de reyes que,
menospreciando su categoría y posición social, abrió de par en par a los parias
las puertas del prohibido santuario, inaccesible, hasta entonces, a hombres de
casta inferior, y con ello antepuso el mérito propio del individuo al hereditario
rango del nacimiento y de la fortuna. El pecado era de ellos, pero la causa era
Suya; y por ello el «Misericordioso y Bendito» no podía salir completamente
de este mundo de ilusión y engendró causas impropiciatorias por los pecados
de todos, incluso de los mismos brahmanes. Si el «hombre afligido por el
hombre» se refugió en el Tathâgata, el «hombre que aflige al hombre» tuvo
también participación en Su sacrificio de ilimitado y misericordioso amor.
Dícese que quiso expiar los pecados de sus enemigos; y únicamente entonces
anheló llegar a la plenitud de dharmakâya, de jîvanmukta «sin residuos».

El término de la vida de Shankarâchârya nos pone frente a frente de un


nuevo misterio. Shankarâchârya se retira a una cueva de los Himalayas sin
consentir que ningún discípulo le siga, y de allí desaparece para siempre de
miradas profanas. ¿Murió? La tradición y las creencias populares responden
negativamente; y algunos de los gurús de la comarca no desmienten el rumor,
aunque tampoco lo corroboran rotundamente. Pero únicamente los gurús
conocen la verdad con todos sus misteriosos detalles, tal como la enseña la
Doctrina Secreta; y ellos tan solo pueden comunicarla a los discípulos
directos del gran Maestro dravidiano, dignos de conocerla. Todavía perdura la
creencia de que este Adepto de Adeptos vive astralmente en su entidad
espiritual, como misteriosa e invisible, aunque imponente presencia, en la
Fraternidad de Shamballa, mucho más allá de las nevadas cimas de los
Himalayas.

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Sección XLIV
«Reencarnaciones» de Buddha

Cada sección del capítulo sobre el «De–zhin Shegs–pa» o «Tathágata»[35] en


los «Comentarios», corresponde a un año de la vida del gran filósofo,
considerado en su doble aspecto de Maestro público y privado. Se nos
muestra al Sabio que tras largos estudios, meditaciones e iniciaciones, alcanza
la iluminación como cualquier otro adepto la hubiera alcanzado, con tal de
pasar por todos los peldaños de la escala del áspero «Sendero de Perfección».
El Bodhisattva llegó a ser Buddha y Nirvâni por su propio esfuerzo y mérito
personal, después de soportar las duras experiencias de cualquier otro neófito,
mas no por virtud de un divino nacimiento, como algunos piensan. Alcanzó el
Nirvâna en vida mortal, a causa de que en existencias precedentes alcanzó
gran adelanto en el «Sendero de Dzyan» (conocimiento, sabiduría). Las
cualidades mentales, o dones intelectuales, y el conocimiento abstracto,
subsisten en un iniciado al renacer; pero ha de adquirir nuevas facultades
fenoménicas, pasando por todas las sucesivas etapas. Ha de adquirir uno tras
otro «los siete preciosos dones» (Rin–ch'enna–dün)[36]. Durante el período de
meditación debe rechazar de su mente todos los fenómenos mundanos del
plano físico. El Vipashya[37] desarrollará en él las más maravillosas
facultades, independientemente de sí mismo. Una vez adquiridos los cuatro
grados de contemplación o Sam–tan (en sánscrito, Dhyâna), todo resulta fácil.
Porque luego que el hombre desecha la idea de individualidad, funde su Yo
con el Yo universal y llega a ser, por decirlo así, como el acero que recibe las
propiedades del imán (Âdi–Buddha o Anima Mundi); y despiertan en él las
potencias hasta entonces latentes, se le revelan los misterios de la Naturaleza
invisible, y haciéndose vidente Thonglam–pa se convierte en Dhyâni–
Buddha. Entonces conoce todas las palabras místicas (zung o dhâranî) del
Lokottaradharma (mundo superior de las causas).

Así, veinte años después de Su muerte física, movido Tathâgata de su


inmenso amor y «piadosa gracia» a los hombres, renunció al paranirvâna[38]

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con propósito de auxiliar a la ignorante humanidad extraviada.

Dice un Comentario:

El que alcanza el sendero de liberación [Thar–lam] y queda


exento de reencarnaciones, ya no puede cumplir Tulpa[39]
alguno, porque el Paranirvâni cierra el ciclo del septenario
Ku–Sum[40]; funde su prestado Dorjesempa [Vajrasattva] en lo
Universal y se hace uno con Él.

Vajradhara o Vajrasattva (en tibetano: Dorjechang y Dorjedzin o Dorjesempa)


es el «Vencedor Supremo», el «Señor de los Misterios», el «Ser sin principio
ni fin», el regente o presidente de todos los Dhyân Chohans o Dhyâni
Buddhas, el más alto, el Supremo Buddha personal; en suma, el Logos del
buddhismo. Como Vajrasattva es el caudillo (Tsovo) de los Dhyâni–Buddhas
o Dhyân Chohans, la Suprema Inteligencia del Segundo Mundo; y como
Vajradhara (o Dorjechang) se le considera todo lo demás que se ha
enumerado. «Vajradhara y Vajrasattva, son uno, y sin embargo son dos», y
sobre ellos está «Chang, el supremo Inmanifestado, la universal Sabiduría sin
nombre». Considerados Vajradhara y Vajrasattva como dos en uno, son la
Potestad que desde un principio venció y sometió al mal, permitiéndole que
dominara solo a los hombres viles de la tierra, pero no a los que lo
despreciaran y odiasen. Fácil es comprender el significado esotérico de esta
alegoría. Vajradhara–Vajrasattva exotéricamente es el Dios ante quien
tiemblan los espíritus malignos, que le juraron no impedir la propagación de
la Buena Ley (la religión buddhista). Por lo tanto, este personaje dual
representa en el canónico y dogmático buddhismo tibetano, el mismo papel
que Jehovah entre los judíos, el Metatron entre los cabalistas y el arcángel
San Miguel entre los cristianos. Sencilla es la demostración. Miguel es «el
arcángel de la faz de Dios, —es decir, el que representa a su Maestro—. Mi
faz irá delante de ti» (en inglés: «presencia»), es decir, delante de los
israelitas, dice Dios a Moisés[41]. «El ángel de mi [Su] presencia» (hebreo:
«de mi faz»), etc.[42] Los católicos identifican a Miguel con Cristo, de quien
le suponen ferouer o «faz» en sentido místico. Este es precisamente el
concepto de Vajradhara o Vajrasattva en el buddhismo septentrional; porque
Vajrasattva en su aspecto superior de Vajradhara (o Dorjechang) solo se
manifiesta a los siete Dhyân Chohans o primitivos constructores y
esotéricamente es el Âtman o séptimo principio de los «Siete» colectivamente
considerados. Exotéricamente hay acerca de él muchas fábulas en el Kâla

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Chakra[43]. Se dice que Vajradhara o Dorjechang (la sabiduría) reside en el
segundo mundo arûpico, lo que lo relaciona con el Metatron del primer
mundo de los espíritus puros, o mundo briático de los cabalistas, quienes
llaman a este ángel El–Shaddai, el omnipotente y poderoso. Metatron es en
griego (Mensajero), o gran Instructor. Miguel lucha con Satán (el
Dragón) y lo vence junto con sus rebeldes ángeles. Vajrasattva, llamado
también Vajrapâni o dominador de los espíritus malignos, vence a Râhu, el
enorme Dragón que está en continuo intento de devorar al Sol y a la Luna
(eclipses). «La guerra en el Cielo», de la leyenda cristiana, está basada en
haber descubierto los malos ángeles la mágica sabiduría de los buenos
(Enoch) y el misterio del «Árbol de la Vida». Quienquiera que lea los
exotéricos relatos de los panteones indo y su derivado el buddhista, advertirá
que ambos se basan sobre la misma primitiva y arcaica alegoría de la Doctrina
Secreta. En los textos exotéricos (indos y buddhistas), los dioses mazan el
océano para extraer el Agua de la Vida, el Amrita o Elixir del Conocimiento.
El Dragón roba parte del amrita y en castigo lo expulsa del cielo Vishnu[44].
Lo mismo nos dice el Libro de Enoch; y el apóstol San Juan lo poetiza en el
Apocalipsis. Y ahora, la alegoría, con todas sus fanáticas supersticiones, es
dogma de fe.

Según diremos más adelante, las bibliotecas de los lamas tibetanos


contienen muchas obras secretas y medio secretas, con las detalladas
biografías de insignes sabios. Muchos pasajes de ellas se han embrollado
adrede, y otros extravían al lector que carece de clave, porque un solo nombre
encubre a distintos instructores que ejercieron análogo magisterio. Así se
encuentra una serie de «Buddhas vivientes», y a varios maestros se les da el
mismo nombre de Buddha.

Dice Schlagintweit:

Cada Buddha humano tiene un Dhyâni–Buddha y un


Dhyâni–Bodhisattva. El ilimitado número de los primeros,
implica también ilimitado número de los segundos[45].

[Pero si esto es así —como lo justifica el uso exotérico y semiexotérico del


nombre— el lector debe fiar en su propia intuición para distinguir los
Dhyâni–buddhas de los buddhas humanos, con sumo cuidado de no aplicar al
gran BUDDHA de la quinta raza todo cuanto se dice del «Buddha» en libros
intencionadamente velados].

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[En uno de estos libros se exponen extrañas y oscuras afirmaciones que la
autora transcribe bajo su exclusiva responsabilidad, puesto que pocos son
capaces de advertir el significado oculto, bajo palabras que alteran el sentido
superficial][46]. Dícese que cansado Shankârachârya de su cuerpo mortal a la
edad de treinta y tres años, «lo dejó» en la cueva a que se había retirado, y el
Bodhisattva, que animaba su inferior personalidad, quedó libre de la carga de
las culpas que no había cometido.

Al propio tiempo se añade que:

A cualquier edad que se desprenda uno voluntariamente de


su cuerpo, a la misma edad habrá de morir violentamente
contra su voluntad, en la vida próxima. Comentario.

Ahora bien; el karma no podía actuar sobre «Mahâ Shankara» (como le


llaman las obras secretas), pues, como avatâra, no tenía ego propio, sino un
Bodhisattva, una voluntaria víctima propiciatoria. Por lo tanto, hemos de
prescindir de este punto, puesto que karma no puede actuar injustamente. En
esta historia está envuelto algún terrible misterio que jamás podrá desentrañar
el no iniciado. Sin embargo, acude a los labios la pregunta: ¿A quién,
entonces, castigó karma? Responda quien lo sepa.

Dícese que algunos siglos más tarde encarnó Buddha en el cuerpo de ***,
y cincuenta años más tarde, después de la muerte de este adepto, reencarnó en
la persona que se llama Tiani–Tsang. No se nos da pormenor alguno acerca
de estas reencarnaciones. Solamente se afirma que el último Buddha había de
apurar los residuos de su karma, cuya acción ni los mismos dioses eluden, y
estaba obligado a ocultar más profundamente ciertos misterios, cuya
incompleta revelación motivó que se interpretaran erróneamente. He aquí el
pasaje que arroja algo de luz sobre el asunto:

Nacido cincuenta y dos años demasiado pronto en la


persona de Shramana Gautama, hijo del rey Zastang[47] y se
retiró cincuenta y siete años demasiado pronto en la persona de
Mahâ Shankara, que se cansó de su forma externa. Esta punible
acción suscitó el enojo del rey Karma, quien mató la nueva
forma de ***[48] a los treinta y tres años[49] de su vida, que era
precisamente la edad del cuerpo abandonado[50]. En su
inmediata existencia murió a poco más de los treinta y dos de

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edad y en la siguiente a los ochenta, según las crónicas
(ilusoriamente), pero a los ciento en realidad. El Bodhisattva
escogió el cuerpo de Tiani–Tsang[51], y después el Sugata fue
Tsong–Kha–pa, quien por ello se convirtió en De–zhin–Shegs–
pa o Tathâgata[52]. El Bendito pudo beneficiar a su generación,
pero no a la posteridad, en la persona de ***, y así encarnó en
Tiani–Tsang solo para apurar los residuos[53]. Los Siete
Senderos y las Cuatro Verdades se encubrieron más todavía. El
Misericordioso atendió desde entonces exclusivamente al
paternal cuidado del corazón de Bodyul, el plantel de las
semillas de la verdad. Los benditos «residuos» han cobijado
desde entonces y reposado en algunos santos cuerpos de
Bodhisattvas humanos.

Ningún otro pormenor ni explicación nos da la obra secreta, en la que todo es


oscuridad y misterio, pues evidentemente se escribió tan solo para quienes
estaban instruidos de antemano. En el original están los nombres propios
sustituidos por asteriscos rojos, y en el texto se notan violentas interrupciones.
La clave del enigma se deja a la intuición del lector, a menos que «los
verdaderos discípulos»[54] de Gautama el Buddha y Shankarâchârya se dignen
darle explicaciones complementarias.

La sección final es una especie de resumen de las setenta secciones en que


se concretan setenta y tres años de vida de Buddha[55]. He aquí un extracto del
último párrafo de dicha sección final:

El Maestro de incomparable misericordia salió de… el más


excelente de los tres lugares secretos [Sang–Sum], después de
haber cumplido mejor que todos los anacoretas el rito de… y
luego de prescindir de ellos[56] percibió por [el poder de] Hlun–
Chub[57] cuál era su próximo deber. El Insigne meditaba y se
preguntaba a sí mismo si esto ayudaría a las futuras
generaciones. Lo que ellos necesitaban era la vista de Mâyâ en
un cuerpo de ilusión. ¿Cuál?… El gran vencedor de penas y
aflicciones levantóse y regresó al lugar de su nacimiento. Allí
Sugata fue bien recibido por muy pocos, porque no conocieron
a Shramana Gautama. «Shâkya [el potente] está en el nirvâna…
Él dio la ciencia a los Shuddhas [Shudra]» dicen los de Damze
Yul[58]… Por esto, nacido de piedad, el glorioso Ser se retiró a

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*** apareciendo después kármicamente como Mahâ Shankara.
Y nació fuera de piedad en *** y otra vez en *** y luego en
Tsong–Kha–pa… Porque el que escoge humillación debe
descender, y el que no ama, permite que karma lo levante[59].

Este pasaje es indudablemente oscuro y escrito para pocos. No es lícito decir


nada más, porque no ha llegado aún el tiempo en que las naciones estén
dispuestas a oír la verdad entera. Las antiguas religiones abundan en
misterios, y la revelación de algunos de ellos tendrían por seguro resultado el
estallido de odios, con derramamiento de sangre, y tal vez peores males. Baste
saber que mientras Gautama Buddha está sumido en el nirvâna desde su
muerte, puede haber tenido que reencarnar Gautama Shâkyamuni. Esta dual
personalidad interna es uno de los mayores misterios del psiquismo esotérico.

«El lugar de los tres secretos» se refiere al sitio en donde residen


superiores iniciados con sus discípulos. Los «secretos» son las tres místicas
facultades: Gopî, Yasodharâ y Uptala[60] Varnâ; que Csomo de Koros
confundió con las tres esposas de Buddha, como otros orientalistas han
tomado por esposa de Buddha la facultad de yoga (Shakti) personificada por
una divinidad femenina. También se ha confundido la facultad espiritual,
llamada Draupadî, con la común esposa de los cinco príncipes pandavas.

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Sección XLV
Un sermón inédito de Buddha

(Se halla en el segundo Libro de Comentarios y lo dirige a los arhats).

Dijo el Todo–Misericordioso: «Bendito seáis, ¡oh Bhikshus! Felices


vosotros que habéis comprendido el misterio del ser y del no–ser, explicado
en el Baspa[61], y preferisteis el no–ser porque sois verdaderamente mis
arhats… El elefante que ve su mole reflejada en el lago, y la mira y se marcha
porque la cree el cuero real de otro elefante, es más sabio que el hombre que
al mirarse en la corriente de la vida dice: “Ése soy yo… Yo soy yo”. Porque
el “Yo”, su ser, no está en el mudable mundo de las doce nidânas, sino en el
del no–ser, único mundo más allá de los engaños de mâyâ… El verdadero
“Yo” [Ego], el Yo del Universo, no tiene causa ni autor, existe por sí mismo,
es eterno y está mucho más allá del alcance de la mutabilidad. El universo de
Nam–Kha[62] dice: “Yo soy el mundo de Sien–Chan”[63]. Las cuatro ilusiones
replican riendo: “Verdaderamente es así”. Pero el realmente sabio advierte
que ni el hombre ni el universo, por donde cruza como ligera sombra, son
reales, como tampoco la gota de rocío que refleja una chispa del Sol, es el
mismo Sol… Tres cosas hay, ¡oh Bhikshus!, eternamente las mismas y que
jamás sufren vicisitud ni modificación: la ley, el nirvâna y el espacio[64]. Los
tres son Uno, puesto que los dos primeros están en el tercero, y éste a su vez
es una mâyâ, en tanto el hombre se halla en el torbellino de las existencias
afectivas. No es necesario que muera el cuerpo físico para evitar las
acometidas de la concupiscencia y otras pasiones. El arhat que guarda los
siete preceptos ocultos de Bas–pa, puede llegar a ser Dang–ma y Lha[65] oír la
santa voz de * * * * [Kwan–yin][66] y hallarse dentro de los límites de
Sanghârâma[67] transferido a Amitâbha Buddha[68]. Al unirse con Anuttara
Samyak Sambodhi[69] puede pasar a través de los seis mundos del Ser
(Rûpaloka)[70] y entrar en el primero de los tres mundos de arûpa… Quien

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escuche mi secreta ley, predicada por mis escogidos arhats, llegará con su
ayuda al conocimiento del Yo y de aquí a la perfección».

E. Burnouf y otros insignes eruditos han deducido de frases tales como


«Mi cuerpo no es cuerpo» y «mi yo no es mi yo», que la psicología oriental se
basa en la aniquilación del Yo. Sin embargo, esto solo puede sostenerse por
tener erróneas ideas sobre el pensamiento oriental y por desconocimiento de
la clave esotérica. Consecuencia de este conocimiento fue que llegase Cousin
al extremo de afirmar, apoyado en la autoridad de Burnouf, que el buddhismo,
opuestamente al hinduismo, niega la persistencia del principio presente. Al
efecto, aduce estas dos proposiciones:

1. El pensamiento o espíritu[71] (porque la facultad no puede separarse


del sujeto) brota únicamente de la sensación y no sobrevive a ella.
2. El espíritu no puede sostenerse a sí mismo, y al dirigir la atención a sí,
solo deduce el conocimiento de su impotencia para verse en cualquier
circunstancia de otro modo que como sucesivo y transitorio.

Esto se refiere al espíritu encarnado; pero no al libre y espiritual Yo en quien


mâyâ ya no tiene influencia. El espíritu no es el cuerpo; por lo tanto, los
orientalistas le llaman el «no–cuerpo» y la nada; y de aquí que califiquen a los
buddhistas de nihilistas, y a los vedantinos de secuaces de una creencia en que
el Dios impersonal se reduce a un mito, y cuyo supremo fin es

la completa extinción de todo poder espiritual, mental y


corporal por absorción en lo Impersonal[72].

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Sección XLVI
Nirvâna – Moksha

Las pocas frases dadas en el texto de una de las secretas enseñanzas de


Gautama Buddha, demuestran cuán injusto es el calificativo de «materialista»
que algunos aplican a quien las dos terceras partes de adeptos y ocultistas
orientales reconocen por su Maestro, sea con el nombre de Buddha o con el
de Shankarâchârya. Según hemos dicho, los ocultistas tibetanos atribuyen a
Buddha el haber enseñado que en el universo hay tres cosas eternas: la Ley, el
Nirvâna y el Espacio. Por otra parte, los buddhistas del Sur afirman que,
según Buddha, solo hay dos cosas eternas: el Âkâsha y el Nirvâna. Pero como
akâsha es sinónimo de aditi[73] y ambos equivalen a «espacio», no resulta
discrepancia, puesto que tanto el nirvâna como el moksha son un estado. El
insigne sabio de Kapilavastu unifica después los dos con el tercero en un
elemento eterno, y concluye diciendo que «aún éste es una mâyâ», para quien
no sea Dang–ma, un alma perfectamente purificada.

Toda la cuestión dimana de los erróneos conceptos materialistas y del


desconocimiento de la metafísica oculta. Para el científico que considera el
Espacio como simple representación mental, como algo existente proforma,
pero sin realidad fuera de nuestra mente, el espacio per se es pura ilusión; y
aunque lo llene de «hipotético» éter, es para él una abstracción. La mayor
parte de los metafísicos europeos distan, desde el oculto punto de vista, de la
debida comprensión del «espacio», tanto como distan los materialistas; si bien
hay que advertir que el error de concepto difiera notablemente en ambos.

Si comparamos el criterio de los antiguos filósofos en este punto con el de


las actuales ciencias físicas, hallaremos que tan solo discrepan en nombres y
deducciones, pero que coinciden en sus postulados reducidos a la más sencilla
expresión. Desde el comienzo de los humanos eones, desde el alba de la
Sabiduría oculta, exploraron los videntes de toda época, las regiones que la
moderna ciencia llena de éter. Lo que el mundo científico tiene por simple

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espacio cósmico, por una representación abstracta, lo tuvieron los rishis indos,
los magos caldeos y los hierofantes egipcios por eterna raíz de todas las cosas,
por escenario de todas las fuerzas de la Naturaleza. Es la originaria fuente de
toda vida terrena; y la morada de aquéllos para nosotros invisibles enjambres
de seres reales, así como de sus sombras, que conscientes o inconscientes,
inteligentes o sin sentido, nos rodean por todas partes e interpenetran los
átomos de nuestro Kosmos, aunque no nos vean ni los veamos por medio del
organismo físico. Para el ocultista, «espacio» y «universo» son sinónimos. En
el espacio no hay aisladamente materia, fuerza y espíritu, sino todo eso y
mucho más. Es el Único elemento, el único Anima Mundi, la Raíz de la Vida
(Espacio, Âkâsha o Luz Astral), que en su eterno e incesante movimiento,
parecido al continuo vaivén del infinito océano único, desenvuelve y absorbe
cuanto vive, siente, piensa y tiene en ello su ser. Según se dijo en Isis sin
Velo, el espacio:

La combinación de mil elementos, y sin embargo la


expresión de un simple espíritu; un caos para los sentidos, y un
Kosmos para la razón.

Así opinaban en este punto los antiguos grandes filósofos, desde Manu hasta
Pitágoras, desde Platón a San Pablo.

Cuando la disolución [pralaya] ha llegado a su término, el


gran Ser [Para–Âtmâ o Para–Purusha], el Señor existente por sí
mismo, por quien y de quien todas las cosas fueron, son y
serán… resolvió emanar de su propia substancia las diversas
criaturas[74].

La mística década [de Pitágoras] (1 + 2 + 3 + 4 = 10) es un


medio de expresar esta idea. El 1 es símbolo de Dios[75]; el 2
simboliza la materia; el 3 expresa el mundo fenoménico, pues
combina la mónada con la dualidad y participa de la naturaleza
de ambas; el 4 es la forma de perfección y significa la vacuidad
de todo; y el 10 o suma de todo, implica el cosmos
completo[76].

El «Dios» de Platón es la «Ideación Universal; —y cuando San Pablo dijo—:


De él, por él y en él, son todas las cosas», pensaba seguramente en un
Principio que en modo alguno podía ser un Jehovah. La clave de los dogmas

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pitagóricos es la misma que la de toda gran filosofía. Es la fórmula general de
la unidad en la multiplicidad, lo Uno que desenvuelve lo vario y lo penetra
todo. En suma, es la antigua doctrina de la emanación.

Espeusipo y Xenócrates sostuvieron, de acuerdo con su insigne maestro


Platón, que:

El Anima Mundi [o «alma del Mundo»], no era la


Divinidad, sino una manifestación. Aquellos filósofos nunca
concibieron a lo Único como una naturaleza animada. El Uno
originario no existía, tal como entendemos la existencia; ni fue
un ser producido hasta unirse lo uno con las varias existencias
emanadas (mónada y duada). El tímion, el algo manifestado,
mora así en el centro como en la circunferencia, pero tan solo es
el reflejo de la Divinidad, el alma del mundo. En esta doctrina
encontramos el espíritu del Buddhismo Esotérico[77].

Y también el del hinduismo esotérico y el de la filosofía advaita vedantina. Lo


mismo enseñaron recientemente Schopenhauer y Hartmann. Los ocultistas
dicen:

Las teorías de las fuerzas psíquicas y ecténicas, del


«ideomotor», de las «fuerzas electrobiológicas» del
«pensamiento latente» y aun del «cerebralismo inconsciente»,
pueden resumirse en estas palabras: La luz astral de los
cabalistas[78].

Schopenhauer sintetizó todo esto llamándolo la Voluntad, y se opuso a los


materialistas conceptos de los científicos, como hizo más tarde Hartmann. El
autor de la Filosofía de lo Inconsciente llama «prejuicios instintivos» a los
conceptos materialistas.

Además, demuestra él que ningún experimentador puede


actuar sobre la materia propiamente dicha, sino sobre las
fuerzas en que la divide. Los efectos visibles de la materia solo
son efectos de fuerza. De aquí deduce él que la llamada materia
es la agregación de fuerzas atómicas que se designan con la
palabra «materia». Aparte de esto, la materia es una palabra
vacía de sentido para la ciencia[79].

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Creemos que lo mismo ocurre con los conceptos de «espacio», «nirvâna» y
otros de que estamos tratando.

Las audaces teorías y opiniones expuestas en las obras de


Schopenhauer difieren notablemente de las de la mayoría de los
científicos[80]. Dice este atrevido pensador: «En realidad no hay
ni materia ni espíritu. La gravitación de una piedra es tan
inexplicable como el pensamiento del cerebro humano… Si la
materia puede caer al suelo sin que nadie sepa por qué, también
puede pensar sin que nadie acierte la causa… Tan pronto como,
aún en mecánica, vamos más allá de lo puramente matemático;
tan pronto como llegamos a las inescrutables fuerzas de
cohesión, gravedad, etc., nos sorprenden fenómenos tan
misteriosos para nuestros sentidos, como la voluntad y el
pensamiento del hombre. Nos hallamos ante las
incomprensibles fuerzas de la naturaleza. ¿En dónde está, pues,
esa materia que tan bien presumís conocer y de cuya
familiaridad con ella deducís todas vuestras conclusiones y le
atribuís todas las cosas?… Nuestra razón y nuestros sentidos
solo conocen plenamente lo superficial; pero nunca podrán
llegar a la interna substancia de las cosas. Tal era la opinión de
Kant. Si admitís que en el cerebro humano hay algo espiritual,
forzosamente habréis de admitirlo también en la piedra. Si
vuestra muerta y manifiestamente pasiva materia propende a la
gravitación o, como la electricidad, atrae, repele y emite
chispas, también podrá pensar como el cerebro. En suma,
podríamos subsistir cada partícula del llamado espíritu por su
equivalente de materia, y cada partícula de materia por su
equivalente de espíritu… Así, pues, no resulta filosóficamente
exacta la cristiana división de todas las cosas en espíritu y
materia; sino que es preciso dividirlas en voluntad y
manifestación, espiritualizando con ello todas las cosas. Lo que
en la división cristiana es real y objetivo (como el cuerpo y la
materia), se transforma en representación, y toda manifestación
es voluntad»[81].

La materia de la ciencia podrá ser «muerta y manifiestamente pasiva» desde


el punto de vista objetivo; más para el ocultista ni un solo átomo está muerto,
porque la «vida está siempre presente en él». Remitimos al lector que desee

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profundizar este punto, a nuestro artículo Transmigración de los átomos
vivientes[82], pues ahora nos contraemos a la doctrina del nirvâna.

Podría esto llamarse un «sistema ateo», puesto que no admite divinidad


alguna ni mucho menos un Creador, desde el momento en que rechaza la
creación. El fecit ex nihilo es tan incomprensible para el ocultista, como para
el materialista, aunque en este punto concluye toda conformidad entre ambos.
Pero si se califica de ateos a los buddhistas y a los hinduistas esotéricos, su
pecado será el mismo que el de los panteístas y aún que el de los cabalistas
judíos, y sin embargo, nadie se atreverá a llamarles ateos a estos últimos.
Excepto los sistemas exotéricos talmúdico y cristiano, ninguna otra filosofía
religiosa, ni en el mundo antiguo ni el moderno, admitió la hipótesis de la
creación de la nada, pues todas coeternizaron la materia y el espíritu.
La mayor parte de los orientalistas consideran el nirvâna de los
buddhistas, así como el moksha de los vedantinos, como sinónimo de
aniquilación. Sin embargo, no cabe mayor injusticia que suponerlo así, y por
lo tanto, conviene disipar y desaprobar tan profundo error. En este
capitalísimo dogma del sistema brahmánico–buddhista, el alfa y el omega del
«ser» y del «no–ser» se funda el edificio de la metafísica oculta. Los que
inclinados a la filosofía

vean en el cristal de las cosas temporales la imagen de cosas


espirituales,

advertirán fácilmente el error relativo al nirvâna; pero quienes no ahonden


más allá de los pormenores de la tangible forma material, no podrán
comprender el significado de nuestra explicación; y aunque comprendan y
aun acepten las lógicas consecuencias de las razones dadas, se les escapará el
verdadero espíritu que en ellas alienta. La palabra «nihil», se ha tomado desde
un principio en erróneo concepto y sigue esgrimiéndose como una maza
contra la filosofía esotérica. Por lo tanto, deber del ocultista es estudiar y
explicar esta palabra.

Como ya se ha dicho, el nirvâna y el moksha tienen su ser en el no–ser, si


semejante paradoja permite aclarar el concepto. El nirvâna, según han tratado
de demostrar algunos ilustres orientalistas, significa «el desvanecimiento»[83]
de toda existencia senciente. Es exactamente como la llama de una vela que
arde hasta consumirse el último átomo de materia combustible, y entonces se
apaga. Sin embargo, como le dijo el viejo arhat Nâgasena al rey que de él se

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burlaba: «El nirvâna es». Y es eterno. Pero los orientalistas lo niegan, y a su
juicio el nirvâna no es la reabsorción en la Fuerza universal, ni la eterna
felicidad y descanso, sino que significa «desvanecimiento, extinción y
aniquilamiento total, y no absorción». El Lankâvatâra, citado por algunos
sanscritistas en apoyo de su opinión, que expone las diferentes
interpretaciones dadas al nirvâna por los brahmanes tirthikas, no es autoridad
para quien acude a las primitivas fuentes de información y especialmente a las
enseñanzas de Buddha que enseñó la doctrina. También citan a los Chârvâka
materialistas, en su apoyo.

Si adujéramos por argumento los sagrados libros del jainismo, en donde


se dice al moribundo Buddha: «Levántate hasta el Nirvi [nirvâna] desde este
decrépito cuerpo al que fuiste enviado… Asciende a tu primera morada, ¡oh
bendito avatâra!»; y si añadiéramos que esto nos parece diametralmente
opuesto al nihilismo, se nos podría decir que solo es una contradicción, una
discrepancia más en la fe buddhista. Además, puesto que, según creen los
discípulos de Gautama, ha vuelto el Maestro a descender algunas veces a la
tierra desde su «primera morada», para bien de la humanidad y de Su fiel
Congregación, resulta incontrovertible que el buddhismo no admite la
aniquilación final. Entonces se nos citarán autoridades que sostienen esa
enseñanza. Pero la autoridad de los hombres nada vale para nosotros en
cuestiones de conciencia, ni debe tampoco valer para cualesquiera otros. Si
alguien profesa la filosofía buddhista, que hable y obre como habló y obró
Buddha; y si alguien se llama cristiano, que siga los mandamientos de Cristo;
no las opuestas interpretaciones de sus sacerdotes y sectas.

En el Catecismo Buddhista se plantea la pregunta como sigue:

P. ¿Tiene el Buddhismo algún dogma de fe?


R. No. Estamos apremiantemente obligados a no aceptar
como materia de fe nada, esté escrito en los libros, enseñado
por los sabios o transmitido por la tradición. El Señor Buddha
dijo que no debíamos creer una cosa tan solo por oírla; ni en las
tradiciones por su antigüedad; ni en los rumores de las gentes;
ni en escritos, porque hayan salido de mano de sabios; ni en
fantasías que sospechemos haber sido inspiradas por un
deva[84]; ni en las deducciones que podamos sacar de alguna
hipótesis que formulemos; ni en lo que nos parezca
analógicamente necesario; ni en la sola autoridad de nuestros

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instructores y maestros. Pero hemos de creer todo cuanto en
enseñanzas orales o escritas sea corroborado por nuestra razón
y nuestra conciencia. «Por esto —dice el Maestro en conclusión
—, os enseñé a creer no lo que habéis oído tan solo por oírlo,
sino que cuando vuestra conciencia crea en ello, obréis de plena
conformidad con ello y fecundamente»[85].

Que el nirvâna, o mejor dicho, el estado en que nos hallamos en nirvâna, es


completamente opuesto a la aniquilación, nos lo dictan «el raciocinio y la
conciencia», y esto es suficiente para la autora personalmente. Para el lector
en general, extraño a este hecho, podemos añadir algo convincente.

Dejando aparte las fuentes contrarias al ocultismo, la Kabalah nos


suministra clara y luminosa prueba de que para los antiguos filósofos la
palabra «nihil» expresaba un concepto enteramente distinto del que hoy día le
asignan los materialistas. Significaba ciertamente «nada» o «no–cosa». En su
obra sobre la Kabalah y los Misterios egipcios[86], explica F. Kircher
admirablemente el significado de la palabra. Dice él que, en el Zohar, el
primero de los Sephiroth[87] tiene un nombre que equivale a «lo Infinito»,
pero que los cabalistas tradujeron e interpretaron indistintamente por
«Ens»[88] y por «Non–Ens», que significan respectivamente «Ser» y «No–
Ser». Le llamaron Ser porque es raíz y fuente de los demás seres, y le
llamaron No–Ser, porque la Causa desconocida, el Ain–Soph, el Ilimitado y
sin Causa, el Principio inactivo e inmanifestado, no tiene analogía con nada
del universo.

El autor añade:

Tal es la razón de que San Dionisio lo llamase Nihil.

Por lo tanto, la palabra «nihil» es verdaderamente sinónima del Principio


infinito y universal, que es no–ser o no–cosa, el En o Ain Soph de los
cabalistas y el Parabrahman de los vedantinos. San Dionisio fue discípulo del
iniciado San Pablo, y así se explica el recto concepto que el areopagita tuvo
de la palabra nihil, que vemos aceptaron hasta algunos teólogos y pensadores
cristianos, especialmente los primitivos, los más próximos a la profunda
filosofía de los paganos iniciados.

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El «Nihil» es esencialmente la Absoluta Deidad en sí misma, el Poder
oculto y omnipresente, que el monoteísmo degradó en un ser antropomórfico,
con todas las pasiones humanas en gran escala. La unión con Eso, no es
aniquilación como suponen los orientalistas europeos[89]. En Oriente, la
aniquilación nirvánica se refiere tan solo a la materia; a la de los cuerpos
visibles e invisibles que, aunque sublimados, son también materiales. Buddha
enseñó que la substancia primordial es eterna e inmutable y que tiene por
vehículo el puro y luminoso éter, el ilimitado e infinito espacio,

de la ausencia de formas no resulta un vacío, sino al


contrario, el fundamento de todas las formas… [Esto] denota
ser la creación mâyîca, cuyas obras nada son ante la Forma
increada [el Espíritu], en cuyos profundos y sagrados abismos
ha de cesar para siempre todo movimiento[90].

El movimiento se refiere aquí solo a objetos ilusorios y a su mudanza en


oposición a la perpetuidad, al reposo; pues el movimiento continuo es la ley
eterna, el incesante hálito de lo Absoluto.

Los dogmas buddhistas solo pueden profundizarse siguiendo el método


platónico, que va de lo universal a lo particular. La clave de todos ellos está
en los principios refinadamente místicos de la vida divina y del influjo
espiritual.

Dijo Buddha:

Quienquiera que desconozca mi Ley[91] y muera en tal estado, debe volver


a la tierra hasta que sea un perfecto Samano [asceta]. Para cumplir este objeto
ha de destruir en su interior la trinidad de Mâyâ[92]. Debe extinguir sus
pasiones, unirse e identificarse con la Ley[93] y comprender la filosofía de la
aniquilación[94].

No es ciertamente en la letra muerta de la literatura buddhista, donde los


eruditos pueden hallar la solución de sus metafísicas sutilezas. Entre los
antiguos, únicamente los pitagóricos las comprendieron; y sobre las, para casi
todos los orientalistas y materialistas, incomprensibles abstracciones del
buddhismo, fundó Pitágoras los principales dogmas de su filosofía.

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Según la filosofía buddhista, aniquilación significa dispersión de materia,
en cualquiera forma o apariencia de forma que pueda tener; porque todo
cuanto tiene forma ha sido creado y más o menos tarde habrá de perecer, es
decir, mudar de forma. Así, pues, las cosas temporales son ilusorias (mâyâ)
aunque nos parezcan permanentes; y como la eternidad no tuvo principio ni
tendrá fin, la duración más o menos prolongada de las formas es comparable a
la de un relámpago. Antes de que tengamos tiempo de advertir lo que hemos
visto, se desvanece la forma para siempre; y hasta nuestros etéreos cuerpos
astrales, son ilusiones de materia en tanto conservan la silueta terrestre. El
cuerpo astral, según la doctrina buddhista, cambia en proporción a los
merecimientos o desmerecimientos de la persona durante su vida terrena; y
esto es la metempsícosis. Cuando la entidad espiritual se desliga
definitivamente de toda partícula de materia, entonces únicamente entra en el
eterno e inmutable nirvâna. Entonces existe en espíritu, en nada objetivo; se
ha aniquilado como forma, como apariencia y semejanza; y por lo tanto, ya no
morirá más, porque el espíritu solo no es mâyâ, sino la única Realidad en un
ilusorio universo de formas siempre pasajeras.

En la doctrina buddhista fundaron los pitagóricos los


principales dogmas de su filosofía. Preguntan ellos: «¿Puede
aniquilarse el espíritu que da movimiento, y vida, y participa de
la naturaleza de la luz? ¿Puede perecer y aniquilarse ese
sensible espíritu, que en los brutos ejercita la memoria, una de
las facultades racionales?». Whitelock Bulstrode en su hábil
defensa de Pitágoras, expone esta doctrina, y añade:
«No admito, como afirmáis vosotros, que los brutos exhalen
su espíritu en el aire y allí se desvanezca. El aire es en verdad el
lugar apropiado para recibirlo, pues, según Laercio, está lleno
de almas; y según Epicuro, lleno de átomos o elementos de
todas las cosas. Porque este mismo lugar en donde nosotros
andamos y vuelan las aves, tiene tanto de la naturaleza
espiritual, que es invisible; y por lo tanto bien puede ser
receptor de formas, pues las formas de todos los cuerpos son
así; solo vemos y oímos sus efectos; y el mismo aire es
demasiado sutil y está sobre nuestra capacidad actual de
percepción. ¿Cómo será entonces el éter de las regiones
superiores, y cuál la influencia de las formas que de allí

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desciendan? Los pitagóricos sostienen que los espíritus de las
criaturas son emanaciones del éter más sublimado, pero no
formas, sino emanaciones, ALIENTOS. El éter es corruptible,
según afirman todos los filósofos; y lo incorruptible dista tanto
de quedar aniquilado cuando se desprende de la forma, que
justifica la pretensión a la INMORTALIDAD».
«Pero ¿qué es lo que carece de cuerpo y forma; qué es lo
imponderable, invisible, indivisible; lo que existe y sin embargo
no es?, —preguntan los buddhistas—. El nirvâna», responden.
Es NADA; no una región, sino más bien un estado[95].

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Sección XLVII
Los libros secretos de «Lam–rin» y «Dzyan»

El Libro de Dzyan[96] es el primer volumen de los Comentarios a los siete


volúmenes secretos de Kiu–te, y un glosario de las obras exotéricas del mismo
título. En poder de los lamas gelugpas del Tíbet, en la biblioteca de cualquier
monasterio, hay treinta y cinco volúmenes de Kiu–te para uso de los profanos;
y también catorce libros de comentarios y anotaciones sobre lo mismo, por los
instructores iniciados.

En rigor, aquellos treinta y cinco libros debieran titularse Versión Popular


de la Doctrina Secreta, pues están llenos de mitos, velos y errores. Por otra
parte, los catorce tomos de Comentarios con sus citas, anotaciones y un
extenso glosario de términos ocultos, todo ello desarrollos de la pequeña obra
esotérica titulada: Libro de la Sabiduría Secreta del Mundo[97], constituye un
verdadero digesto de todas las ciencias ocultas. Estos «Comentarios», al
parecer, los reserva secretos y aparte a su cuidado, el Teshu Lama de Tji–
gad–je [Shigatze]. Los libros de Kiu–te son relativamente modernos, pues se
publicaron en el último milenio; mientras que los primeros volúmenes de los
Comentarios son antiquísimos, y se conservan de ellos algunos fragmentos de
los cilindros originales. Aparte de que los Comentarios explican y rectifican
algunos de los, en apariencia, más fabulosos relatos de los libros de Kiu–
te[98], poco tienen que ver con éstos. La relación entre ellos es análoga a la
que hay entre la Kabalah caldeo–judaica y los libros de Moisés. En la obra
titulada Avatumsaka Sûtra, en la sección que lleva por epígrafe: «El supremo
Âtman [Alma] manifestado en el carácter de los arhats y pratyeka Buddhas»,
se dice que:

A causa de que desde un principio todas las criaturas


sencientes han confundido la verdad y abrazaron el error, vino a
la existencia para su bien un oculto conocimiento llamado
Alaya Vijnân.

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En dicho libro se pregunta: «¿Quién está en posesión del verdadero
conocimiento? —Y la respuesta es—: Los grandes maestros de la montaña
Nevada».

Se sabe que estos «grandes maestros» viven en la «nevada cordillera»


himaláyica desde hace edades sin cuento. Negar que allí moran sus grandes
Gurús parecería ridículo a los ojos de millones de indos, que creen que estos
Gurús viven en los âshramas diseminados en ambas vertientes del Himâlaya.
Cuando Buddha predicó en la India sus âshramas (pues es raro que estos
grandes hombres se encuentren en Lamaserías, excepto durante cortas
visitas), estaban en los puntos que ocupan ahora; y esto ocurría aún antes de
que los mismos brahmanes viniesen del Asia Central para establecerse en el
Indus. Y anteriormente, más de un dvija ario de histórico renombre y fama,
aprendió de ellos lo que culminó más tarde en las principales escuelas
filosóficas. La mayor parte de estos maestros eran ascetas y brahmanes arios.

Ningún estudiante, a menos que esté muy adelantado, obtendrá provecho


de la lectura de las obras exotéricas[99], pues necesitan la clave del
significado, que solo pueden proporcionar los Comentarios. Además, hay
algunas obras relativamente modernas que son positivamente perjudiciales en
lo referente a la comprensión correcta, aún de lo concerniente al buddhismo
exotérico. Tales son el Buddhist Cosmos, del bonzo Jinch'on, de Pekín; el
Shing Tau–ki[100], de Wang Puk; el Hisai Sûtra[101], y algunos otros.

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Sección XLVIII
Amita Buddha Kwan–Shai–Yin y Kwan–Yin

Lo que el «libro de Dzyan» y las comunidades de lamas dicen acerca de


Tsong–Kha–Pa

Como suplemento a los Comentarios hay muchos libros secretos que


tratan de la vida de los Buddhas y Bodhisattvas. Entre estos libros hay uno
acerca del príncipe Gautama y otro sobre su reencarnación en la personalidad
de Tsong–Kha–pa. Este gran reformador tibetano, que floreció en el siglo XIV,
fue, según se dice, encarnación directa de Amita Buddha y fundó la escuela
secreta de Tji–gad–je, [Shigatze], agregada a la residencia particular del
Teshu Lama. En él comienza el regular sistema de las encarnaciones lamaicas
de Buddhas (Sang–gyas) o de Shâkya–Thub–pa (Shâkyamuni). El autor del
Buddhismo Chino considera a Amida o Amita Buddha como personaje
mítico, y dice:

Amita Buddha (Ami–to Fo) es un personaje fabuloso a


quien adoraron fervorosamente como Kwan–yin los Buddhistas
del Norte, pero que es desconocido en Siam, Birmania y
Ceilán[102].

Es probable. Pero Amida Buddha no es personaje «fabuloso», por dos


razones:

1. Porque «Amida» es la forma senzar de «Âdi»; y tanto «Âdi–Buddhi»


como «Âdi–Buddha»[103], según dejamos indicado, son expresiones
empleadas en sánscrito, desde hace muchos siglos, para indicar
respectivamente el «Alma Primitiva» y la «Sabiduría».
2. Porque el nombre de Amida se aplicó a Gautama Shâkyamuni, el
último buddha indo, desde el siglo VII, al difundirse el buddhismo por
el Tíbet. «Amitâbha»[104] significa literalmente «edad sin límites», y es
sinónimo de En–Soph o Ain–Soph, el «Anciano de los Días»; siendo

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un epíteto que le relaciona directamente con el Ilimitado Âdi–
Buddhi[105] de los indos, con el Anima Mundi de todas las antiguas
naciones de Europa, y con el Ilimitado e Infinito de los cabalistas.

Si Amithâbha fuese una ficción de los tibetanos o «un personaje fabuloso»


una nueva forma de Wu–liang–sheu, como dice el autor del Buddhismo
Chino, sería seguramente muy antigua la «fábula». Porque en otro pasaje de
su obra, dice el mismo autor que los libros que contenían

las leyendas de Kwan–yin y del cielo occidental con su


Buddha, Amitâbha, eran anteriores, al concilio de Kashmira, un
poco antes del comienzo de nuestra era[106],

y que

los primitivos libros buddhistas, comunes a las Iglesias del


Norte y Sur, datan de antes del año 246 antes de J. C.

Puesto que los tibetanos no aceptaron el buddhismo hasta el siglo VII después
de J. C., ¿cómo pudieron inventar el Amita Buddha? Por otra parte, los
tibetanos llaman a Amitâbha, Od–pag–med, lo cual indica que en un principio
no aceptaron los tibetanos el nombre, sino la idea abstracta de una Potestad
impersonal, invisible y desconocida, cuyo concepto tomaron del indo «Âdi–
Buddhi» y no del chino «Amitâbha»[107]. Hay gran diferencia entre el popular
Od–pag–med (Amitâbha) que se sienta en el celeste trono del Devachan
(Sukhâvati), según dice el Mani Kah–’bum[108], y la filosófica abstracción
llamada Amida Buddha, cuyo nombre ha pasado ahora al Buddha terreno, o
sea a Gautama.

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Sección XLIX
Tsong–Kha–Pa. – Lohans en China

En un artículo titulado «La Reencarnación en el Tíbet»[109], se dijo cuanto


podía decirse acerca de Tsong–Kha–pa. Este reformador se afirmaba que no
fue, como pretenden los sabios parsis, una encarnación de uno de los celestes
dhyânis o cinco buddhas celestiales que se dice creó Shâkyamuni luego de
alcanzar el nirvâna; sino que fue una encarnación del mismo Amita Buddha.
Los anales conservados en el Gonpa, la principal lamasería[110] de Tda–shi–
Hlumpo [Tashi–hlumpo], indican que Sang–gyas dejó las regiones del
«paraíso occidental» para encarnarse en Tsong–Kha–pa, en vista de la gran
decadencia de sus doctrinas secretas.

Doquiera se puso en luz pública, la Buena Ley de Cheu[111]


degeneró en hechicería o «magia negra». Únicamente los
dvijas, los hoshang[112] y los lamas pudieron emplear sin
peligro las fórmulas.

Hasta la época de Tsong–Kha–pa no había encarnado ningún sanggyas


(buddha) en el Tíbet.

Tsong–Kha–pa prohibió severamente la nigromancia, y dio los signos por


los cuales podía reconocerse en un cuerpo humano la presencia de uno de los
veinticinco Bodhisattvas o Buddhas Celestiales (Dhyân Chohans)[113]. Esto
condujo a un cisma entre los lamas; y los descontentos se aliaron con los
bonzos aborígenes contra el lamaísmo reformado. Aun hoy forman una
poderosa secta, entregada a ritos abominables en las comarcas de Sikkim,
Bhutan, Nepal y en las mismas fronteras del Tíbet. Algo peor sucedió
entonces. Con permiso de Tda–shu o Teshu Lama[114], y para evitar
discordias, unos cuantos centenares de lohans (arhats) fueron a establecerse
en China, en el famoso monasterio de las inmediaciones de Tien–t’–ai, en

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donde muy luego alcanzaron gran fama entre las gentes, y la han conservado
hasta nuestros días. Habíanles precedido otros lohans [arhan, arhat],

los en el mundo famosos discípulos del Tathâgata, apodados


«de la dulce voz» por su habilidad en cantar mantras con
prodigioso efecto[115].

Los primeros lohans allí establecidos llegaron de Kashmir sobre el año 3000
del Kali Yuga (un siglo antes de la era cristiana)[116], y los últimos se
establecieron 1500 años después, a fines del siglo XIV; pero como no cupieran
en la lamasería de Yihigching, fundaron el mayor monasterio hasta entonces
conocido, en la isla sagrada de Pu–to (Buddha, o put en lengua china) en la
provincia de Chusán. Allí floreció durante algunos siglos la Buena Ley, la
«Doctrina del Corazón»; hasta que profanada la isla por una invasión de
occidentales extranjeros, se refugiaron los lohans principales en las montañas
de ****. En la pagoda de Pi–yün–sï, cerca de Pekín, puede verse todavía el
«salón de los quinientos lohans», en cuya parte inferior están colocadas las
estatuas de los que llegaron primero, mientras que inmediatamente debajo del
techo aparece la imagen de un lohan solitario, que parece haber sido erigida
en recuerdo de su visita[117].

Las obras de los orientalistas abundan en indicios de arhats o adeptos,


dotados de poderes taumatúrgicos; pero hablan de ellos cuando no les queda
otro remedio y siempre con manifiesto menosprecio. Si por ignorancia, ya
espontánea, ya maliciosa, intentan explicar los elementos ocultos y simbólicos
de las distintas religiones, apenas se detienen en ello, y aun dejan sin traducir
los correspondientes pasajes. Sin embargo, aunque supongamos que la
fantasía popular y reverencia del vulgo exageren los milagros, no por ello son
menos creíbles ni están menos atestiguados en anales «paganos» que los de
los santos cristianos en las crónicas de las iglesias. Unos y otros tienen el
mismo derecho a figurar en sus respectivas historias.

Sí después de suscitada la persecución contra el buddhismo, ya no se oyó


hablar de los arhats en la India, fue porque, como su regla les prohibía tomar
represalias, hubieron de buscar refugio y seguridad personal en China, Tíbet,
Japón y otros países. Era a la sazón ilimitado el poderío sacerdotal de los
brahmanes; y los Simones y Apolonios del buddhismo tenían tan pocas
probabilidades de que los estimaran los Ireneos y Tertulianos del
brahmanismo, como sus sucesores las tuvieron en los pueblos judío y romano.

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Fue aquello un ensayo histórico de los dramas que siglos después se
representaron en la Cristiandad. Como en el caso de los llamados
«heresiarcas» del cristianismo, no fueron perseguidos los arhats por rechazar
la sílaba sagrada o los Vedas, sino por comprender demasiado bien su secreto
significado; pues sus conocimientos se disputaban por peligrosos e
inconvenientes su presencia en la India, y así se vieron precisados a emigrar.

Sin embargo, no faltaban iniciados entre los mismos brahmanes; y aun


hoy se encuentran sâddhus y yoguis maravillosamente dotados, que han de
mantenerse ocultos en la obscuridad, no solo por el absoluto sigilo a que están
sujetos por su iniciación, sino también por temor a los tribunales anglo–indos,
cuyos magistrados consideran de antemano impostura, charlatanería y fraude,
la exhibición o la simple alegación de facultades anormales. Del pasado se
puede juzgar por el presente. Siglos después de nuestra era, los iniciados de
los templos secretos y comunidades monásticas, o Mathams, eligieron un
Consejo supremo presidido por un poderoso Brahm–Âtmâ, jefe de todos
aquellos mahâtmâs, cuyo pontificado solo podían ejercer los brahmanes de
cierta edad, y que era el único guardián de la mística fórmula, el hierofante
que iniciaba a los adeptos mayores, y a quien le estaba reservada la
explicación de la sagrada palabra AUM y de todos los ritos y símbolos
religiosos. Cualquiera de aquellos adeptos de grado superior que revelase a un
profano la más mínima verdad oculta o el más leve secreto confiado a su
discreción, era condenado a muerte junto con el conocedor del secreto.

Pero había allí, y aún existe en nuestros tiempos, una Palabra mucho más
excelsa que el misterioso monosílabo, la cual casi igualaba a Brâhman a quien
poseía su clave. Únicamente los brahmâtmâs la poseen, y sabemos que
actualmente la conocen dos iniciados de la India meridional. Solo está
permitido comunicarla en el momento de morir, y por eso se la llama la
«Palabra perdida». Ni por tormentos ni por ningún poder humano la revelaría
el brahmán que la conociese, y está bien guardada en el Tíbet.

Sin embargo, este sigilo y este profundo misterio son verdaderamente


descorazonantes, pues tan solo los iniciados de la India y el Tíbet podrían
disipar la densa niebla que envuelve la historia del ocultismo, y vindicarlo. El
délfico mandato: Conócete a ti mismo, lo obedecen muy pocos en nuestro
tiempo; pero la culpa no es de los adeptos, que hicieron cuanto en su mano
estuvo para abrir los ojos del mundo. Sin embargo, mientras los europeos
evitan la pública maledicencia y el ridículo arrojado sobre los ocultistas, los

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asiáticos se ven desanimados por sus mismos Pandits, que actúan bajo la triste
impresión de que no es posible alcanzar el adeptado en la actual Kâlî Yuga
(edad negra). Aun a los buddhistas se les enseña que el Señor Buddha
profetizó diciendo que las facultades superfísicas se desvanecerían «al cabo
de mil años después de su muerte». Pero no hay tal cosa porque en el Digha
Nikâya dice Buddha:

¡Oye, Subhadra! No dejará jamás de haber arhats en el


mundo, mientras los ascetas de mis congregaciones guarden
bien y verdaderamente mis mandamientos.

Análoga contradicción de lo afirmado por los brahmanes expone Krishna en


el Bhagavad Gîtâ, aparte de la innegable existencia de muchos sâddhus
taumaturgos en pasados tiempos, y aun en los presentes. Lo mismo puede
decirse de China y del Tíbet. Entre los mandamientos de Tsong Kha–pa hay
uno que ordena a los arhats hacer un esfuerzo cada siglo, en cierto período del
ciclo, para iluminar al mundo, incluso a los «bárbaros blancos». Hasta hoy
ninguna de tales tentativas ha tenido buen éxito. Los fracasos sucedieron a los
fracasos. ¿Trataremos de explicarlo a la luz de cierta profecía? Dícese que
hasta que Pban–chhen–rinpo–chhe (la gran joya de la Sabiduría)[118]
consienta en renacer en el país de los P’helings (occidentales) como
conquistador espiritual (Chom–den–da) y disipe los errores y la ignorancia de
los tiempos, de poco servirá el intento de extirpar los prejuicios de los
habitantes de P’heling–pa (Europa), porque los hijos de ésta no escucharán a
nadie. Otra profecía declara que la Doctrina Secreta se conservará en toda su
pureza en Bhod–yul (Tíbet) solo mientras los extranjeros no invadan el país.
Las mismas visitas de los europeos, aunque amistosas, serían mortales para
los tibetanos. Este es el verdadero motivo del exclusivismo del Tíbet.

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Sección L
Rectificación de algunos otros conceptos erróneos

A pesar de lo extendidos que están los errores[119] acerca del buddhismo en


general y del buddhismo tibetano en particular, convienen los orientalistas en
que el primordial anhelo de Buddha fue salvar a los hombres, enseñándoles la
práctica de la pureza y virtud en grado sumo, desligándolos del servicio de
este mundo engañoso y del amor al todavía más engañoso, por ilusorio y
vano, yo físico. Mas ¿de qué aprovecharía toda una virtuosa vida de
privaciones y sufrimientos si la aniquilación fuese su resultado final? Si aún
el logro de esa suprema perfección que conduce al iniciado a recordar sus
vidas pasadas, y a prever las futuras por el desarrollo pleno de su divina
visión interna, y adquirir el conocimiento que le revela las causas[120] de los
incesantemente periódicos ciclos de existencia, hubiera de conducirle
finalmente al no ser, y nada más, entonces fuera imbécil toda la doctrina
buddhista; y aun la epicúrea sería mucho más filosófica, que tal Buddhismo.
Quien sea incapaz de comprender la sutil, y no obstante hondísima, diferencia
entre la vida en estado físico y la vida puramente espiritual (el espíritu o la
«vida del alma»), jamás podrá apreciar en su pleno valor, ni aun en forma
exotérica, las excelsas enseñanzas de Buddha. La existencia individual o
personal es causa de pena y aflicciones; la vida colectiva e impersonal está
henchida de divinas bienaventuranzas y sempiternos goces, cuya luz no
eclipsan las causas ni los efectos. La esperanza en esta vida eterna, es la clave
fundamental del buddhismo. Si alguien nos dijera que la existencia
impersonal no es tal existencia, sino que equivale a la aniquilación, como han
sostenido algunos reencarnacionistas franceses, le preguntaríamos: ¿Qué
diferencia puede haber en las espirituales percepciones de un ego, entre si
entra en el nirvâna cargado tan solo con los recuerdos de sus propias vidas
personales[121], o si sumido por completo en el estado parabráhmico se une al
Todo, con absoluto conocimiento y absoluto sentimiento de representar
humanidades colectivas? Un ego que pase tan solo por diez distintas vidas

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individuales, debe perder necesariamente su unitaria individualidad y
fundirse, por decirlo así, con dichos diez yoes. Ciertamente que mientras este
gran misterio sea letra muerta para los pensadores, y especialmente para los
orientalistas occidentales, no lograrán éstos explicarlo conforme a la verdad.

De todas las filosofías religiosas, el buddhismo es la peor comprendida.


Tratadistas como Lassen, Weber, Wassilief, Burnouf, Julien, y aun «testigos
oculares» del buddhismo tibetano, como Csoma de Köros y Schlagintweit, no
han hecho hasta ahora otra cosa que aumentar la perplejidad y la confusión.
Ninguno de ellos bebió en la genuina fuente de un Gelugpa; sino que juzgaron
el buddhismo por las migajas de conocimiento recogidas en las lamaserías
fronterizas, en países densamente poblados por butaneses, leptchas, bhons y
dugpas de capacete rojo, a lo largo de la cordillera de los Himalayas. Se han
traducido y erróneamente interpretado, según añeja costumbre, centenares de
volúmenes adquiridos de manos de buddhistas chinos, buratos y shamanos;
pero las escuelas esotéricas dejarían de merecer el nombre que llevan, si
transmitiesen a los correligionarios profanos, y menos aún al público
occidental, su literatura y sus doctrinas. Así lo exigen la lógica y el buen
sentido; aunque los orientalistas occidentales se hayan negado siempre a
reconocerlo, por lo que han proseguido discutiendo gravemente acerca de los
méritos y absurdos de los ídolos, «mesas adivinatorias», «figuras mágicas de
Phurbu» sobre la «tortuga cuadrada» [Phurbu o P’urbu, significa «rayo
mortífero». Véase The Buddhism of Tibet, or Lâmaism, por L. Austime
Waddell, pág. 340/41]. Todo esto nada tiene que ver con el verdadero
buddhismo filosófico de los Gelugpas, ni aun con el de los más cultos
miembros de las sectas Sakyapa y Kadampa. Todas estas «placas» y mesas de
sacrificio, los círculos mágicos de Chinsreg [ofrendas incineradas], etc.,
fueron adquiridos sin reserva alguna en el Sikkhim, Bhutân y Tíbet oriental,
de manos de Böns y Dugpas; y no obstante, se han considerado como cosas
características del buddhismo tibetano. Tanto valdría juzgar, por ejemplo, de
las obras filosóficas poco conocidas del obispo Berkeley, después de estudiar
el cristianismo en las zarabandas que los leprosos napolitanos bailan ante la
idolátrica imagen de San Pipino, o llevando el ex voto que en Tsernie
reproduce en cera el falo de los Santos Cosme y Damián.

No cabe duda de que los primitivos Shrâvakas (oyentes) y los Shramanas


(los «puros», los «dominadores del pensamiento»), así como otras sectas
buddhistas, han ido degenerando hasta caer en el mero dogmatismo y
ritualismo. Como todas las enseñanzas esotéricas, las palabras de Buddha

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tienen un doble significado, y como cada secta pretendió poseer
exclusivamente el verdadero, se arrogó supremacía sobre las demás. De ahí
que el cisma corroyese, como horrible cáncer, el hermoso cuerpo del
buddhismo primitivo. A la escuela Nâgârjuna Mahâyâna («Vehículo Mayor»)
se opuso la Hînayâna («Vehículo Menor»); y aun la Yogâchârya de
Âryâsanga quedó desfigurada por la anual peregrinación de muchedumbres de
vagabundos bajados de la India a las costas del lago Mansarovara, y que
vestidos de esteras se fingen yoguis y faquires, en vez de trabajar. Una
afectada repugnancia del mundo, y la fastidiosa e inútil práctica de contar las
inspiraciones y expiraciones, como medio de producir absoluta tranquilidad
de mente o meditación, arrastraron esta escuela al campo del Hatha Yoga y la
hicieron heredera de los tirthikas brahmánicos. Y aunque sus srotâpattis,
sakridâgâmines, anâgâmines y arhats[122] lleven los mismos nombres en casi
todas las escuelas, difieren muy mucho sus respectivas doctrinas y ninguna de
ellas es probable sirva para obtener los abhijnas[123] verdaderos.

Uno de los principales errores en (¿?) que los orientalistas incurrieron al


juzgar por «interna (¿?) evidencia», como ellos dicen, fue el de creer que los
Pratyeka Buddhas, los Bodhisattvas y los Buddhas «perfectos», corresponden
a un posterior desenvolvimiento del Buddhismo. En estos tres grados
capitales se fundan los siete y doce de la jerarquía del adeptado. Son Pratyeka
Buddhas los que han alcanzado el Bodhi (sabiduría) de los buddhas, pero que
no son instructores[124]. Los bodhisattvas humanos son, por decirlo así,
candidatos al perfecto buddhado, que alcanzarán en futuros kalpas, aunque
con facultad de emplear desde luego sus poderes en caso necesario. Los
Buddhas «perfectos» son sencillamente los «perfectos» Iniciados. Tanto los
pratyekas como los bodhisattvas y los perfectos son hombres y no seres
desencarnados, según exponen las obras exotéricas de la escuela Hînayâna.
Su genuino carácter solo puede verse en las obras secretas de Lugrub o
Nâgârjuna, fundador de la escuela Mahâyâna, cuyo fundador se dice fue
iniciado por las nâgas[125]. Los anales fabulosos de China guardan memoria
de que Nâgârjuna tuvo su doctrina por opuesta a la de Gautama el Buddha
hasta que las nâgas le revelaron que era precisamente la misma doctrina
enseñada en secreto por el propio Shâkyamuni; pero esta fábula es pura
alegoría y alude a la reconciliación de buddhistas e hinduistas esotéricos, en
un principio rivales. Los hinduistas esotéricos, de quienes derivaron todas las
demás sectas, se habían establecido más allá de los Himalayas muchísimos
siglos antes de Shâkyamuni. De ellos fue discípulo Gautama, a quien le

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enseñaron las verdades de la Shûnyatâ, lo perecedero y transitorio de las cosas
terrenas, los misterios del Prajnâ Pâramitâ o conocimiento del que «atraviesa
la corriente» y toma por fin el suelo firme del «Perfecto Ser» en las regiones
de la Única Realidad. Pero los arhats de Gautama no eran Gautama mismo.
Algunos pecaron de ambiciosos y reunidos en concilios modificaron las
primitivas enseñanzas, por lo que la escuela matriz no quiso admitir a estos
«heréticos» cuando las persecuciones empezaron a expulsar de la India al
buddhismo; hasta que, por último, la mayor parte de las escuelas se
sometieron a la guía y gobierno de los principales âshramas, y la Yogâchârya
de Âryâsanga se refundió en la primitiva Logia, donde desde tiempo
inmemorial, yace oculta la postrera esperanza y luz del mundo, la salvación
de la humanidad. Varios son los nombres dados a esta escuela primitiva y a la
tierra en que se asienta. Los orientalistas la designan con el mítico nombre de
un fabuloso país; pero de esta tierra espera el hinduista a su Kalki Avatâra, el
buddhista a su Maitreya, el parsi a su Soshios, el judío a su Mesías, y también
esperaría el cristiano a su Cristo, si conociese esto.

Allí, y solamente allí, impera el Paranishpanna (Yong–Grüb) o la absoluta


comprensión del Ser y del No–Ser, la inmutable existencia real en espíritu,
aunque éste aparentemente anime al cuerpo. Todos sus habitantes son un no–
ego porque han llegado a ser un perfecto ego. Su vacuidad es «autoexistente y
perfecta» (si los ojos profanos pudieran percibirla), porque se ha hecho
absoluta; y lo ilusorio se ha transmutado en la incondicionada Realidad,
después de desvanecidas en la nada las realidades de este nuestro mundo. La
«Verdad absoluta»[126] venció a la «verdad relativa»[127]; y los habitantes de
esta misteriosa región alcanzaron los estados de Svasamvedanâ[128] y de
Paramârtha[129], que transciende a todo, y por lo tanto, a toda ilusión. Sus
bodhisattvas y buddhas «perfectos» llevan, en todos los idiomas buddhistas,
nombres que denotan celestiales e inaccesibles seres, pero que nada significan
para la obtusa percepción del profano europeo. Mas ¿qué les importa a
quienes están en este mundo, y sin embargo viven mucho más allá de nuestra
ilusoria tierra? Superior a ellos solo hay una categoría de nirvânis: los
dharmakâyas (chos–ku), o nirvânis «sin residuos» los puros y arúpicos
Hálitos[130].

De aquí emergen de cuando en cuando los bodhisattvas en su cuerpo


Prul–pa–ku (nirmânakâya), y con apariencia humana enseñan a los hombres.
Hay encarnaciones voluntarias y conscientes, como las hay inconscientes.

Página 62
La mayor parte de las doctrinas de las escuelas Yogâchâya y Mahâyâna
son esotéricas. Día llegará, en que los hinduistas y buddhistas profanos
desmenucen la Biblia, tomándola al pie de la letra. La cultura se extiende
rápidamente por Asia y ya se ha intentado algo en dicho sentido; de suerte
que tal vez se revuelvan los argumentos contra el cristianismo. Pero
cualesquiera que sean las conclusiones a que lleguen unos u otros, nunca
igualarán en injusticia y absurdidad a algunas de las teorías lanzadas por los
cristianos contra sus respectivas filosofías. Así, según Spence Hardy, al morir
el arhat entra en el nirvâna:

Esto es, cesa de existir.

Y según el mayor Jacob, el Jîvanmukta,

absorbido en Brahma, entra en una existencia inconsciente y


como petrificadas[131].

A Shankarâchârya se le atribuyen las siguientes palabras en su prólogo al


Shvetâshvatara:

Una vez brotado el conocimiento (Gnosis), nada requiere


para la realización de su resultado. Solamente necesita auxilio
para que pueda brotar.

Se arguye diciendo que la eficacia de la gnosis llegaría al extremo de que un


teósofo pudiera obrar bien o mal durante la vida, según prefiriese, sin caer en
pecado; y por otra parte se alega que la doctrina del nirvâna se presta a
inducciones inmorales, y que los quietistas de toda época han sido acusados
de inmoralidad[132].

Según Wassilyef[133] y Csoma de Köros[134], la escuela Prasanga adoptó


un modo especial de

deducir el absurdo y el error de todas las opiniones


esotéricas[135].

El colmo de las erróneas interpretaciones de la filosofía buddhista nos lo


ofrece aquel comentario sobre una tesis de la escuela Prasanga, que dice:

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Un arhat va al infierno si duda de algo[136].

Convirtiendo de este modo en un sistema de fe ciega, la religión más


librepensadora del mundo. La «amenaza» se refiere simplemente a la de sobra
conocida ley de que hasta los iniciados pueden fracasar, y que fracasarán si
por un momento dudan de la eficacia de sus facultades psíquicas. Esto es el
abecé del ocultismo, como saben muy bien los cabalistas.

La secta tibetana de los Ngo–vo–nyid–med par Mraba[137] no puede


compararse en modo alguno con las escuelas nihilistas o materialistas de
India, tales como la Chârvâka, pues sus conceptos son puramente vedantinos.
Y si los Yogâchâryas merecen el nombre de Vishishâdaitis tibetanos, la
escuela Prasanga sin duda equivale en el país a la filosofía adaita. Se
subdividió ella en dos escuelas: La Mârhyamika Svatântrika, fundada
primitivamente por Bhavaviveka; y otra fundada por Buddha–pâlitá. Ambas
tienen sus círculos exotérico y esotérico, siendo preciso pertenecer a este
último para enterarse de algo de las doctrinas secretas de esta secta, la más
metafísica y filosófica de todas. Chandrakîrti (Dava Dagpa), que comentó las
doctrinas de la escuela Prasanga y las enseñó públicamente, afirma que hay
dos medios de entrar en el «sendero» del nirvâna. Un hombre virtuoso puede
alcanzar por Naljorngonsum[138] la intuitiva comprensión de las cuatro
verdades, aunque no pertenezca a ninguna orden monástica ni haya sido
iniciado. En este caso era considerado herético sostener que las visiones
tenidas en semejante estado de meditación o Vishna (conocimiento interno)
no son susceptibles de error, es decir, que no pueden ser falsas visiones
(Namtog), porque lo son. Solo Alaya, raíz y base de todo, invisible e
incomprensible a la visión e intelecto humano, tiene eterna y absoluta
existencia y puede tener, por lo tanto, absoluto conocimiento; pues aun los
iniciados están expuestos en su cuerpo nirmânakâya[139] al ocasional error de
tomar por verdadero lo falso en sus exploraciones del mundo «sin causa».
Únicamente es infalible el bodhisattva dharmakâya en estado real de samâdhi.
Âlaya, o Nying–po, es raíz y fundamento de todas las cosas; pero, ni la vista
ni la inteligencia humana pueden percibirlo ni comprenderlo, y en
consecuencia solo refleja su reflejo y no se refleja a sí mismo. Así, este reflejo
podrá rielar en la desapasionada mente del dharmakâya como la luna en un
agua tranquila y pura; pero lo perturbarán las mudables imágenes percibidas
por una mente propensa a la perturbación.

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En resumen, esta doctrina es la del Râja Yoga en su práctica de las dos
clases del estado samâdhi; uno de los «senderos» conduce a la esfera de
bienaventuranza (Sukhâvati o Devachan), en donde el hombre goza de
perfecta y pura felicidad, aunque todavía relacionada con la existencia
personal; y otro sendero conduce a la completa emancipación de los mundos
de la ilusión, del yo y de la irrealidad. El primer sendero está abierto a todos y
se alcanza sencillamente por merecimientos; el segundo, cien veces más
rápido, se alcanza por medio del conocimiento (la iniciación). Por
consiguiente, los partidarios de la escuela Prasanga se aproximan mucho más
al Buddhismo Esotérico que los Yogâchâryas; pues sus conceptos son
análogos a los de las más secretas escuelas, y en el Yamyangshapada y otras
obras publicadas, tan solo repercute el eco de estas doctrinas. Por ejemplo, en
algunas obras exotéricas se expone la irrealidad de dos de las tres divisiones
del tiempo, diciendo: 1.º Que no hay pasado ni futuro, pues estas dos formas
del tiempo son correlativas del presente; 2.º Que nadie sino quien haya
obtenido el cuerpo dharmakâya, puede percibir y sentir la realidad de las
cosas. De aquí otra dificultad puesto que este cuerpo «sin residuos» conduce
al iniciado a la plenitud del paranirvâna (si admitiéramos literalmente la
explicación exotérica), en donde no puede sentir ni percibir. Pero
evidentemente nuestros orientalistas no advierten las lagunas en tales
incongruencias, y especulan a su antojo sin más detenimiento ni reflexión.
Los sabios debieran estar mejor enterados de estas materias, por cuanto la
literatura mística es copiosísima, y Rusia por sí sola ha adquirido en el Tíbet
bibliotecas enteras, gracias a sus relaciones comerciales con los buratos,
hamanos y mongoles. Sin embargo, basta leer lo que Csoma escribió acerca
del origen del sistema Kâla Chakra[140], o lo que dice Wassilyef sobre el
buddhismo, para perder toda esperanza de que los orientalistas occidentales
ahonden más que en la corteza del «fruto prohibido». Cuando Schlagintweit
afirma que el misticismo tibetano no es yoga[141], sino que está íntimamente
relacionado con el shamanismo siberiano, y «es casi idéntico al ritual
tántrico»; que el Zung del Tibet no es ni más ni menos que el «Dhâranís», y
que el Gyut es igual a los Tantras[142], resulta casi justificada la sospecha de
creer a los orientalistas trabajando en completa amistad y alianza con los
misioneros. Toda localidad desconocida de los geógrafos, les parece fabulosa.
Así leemos:

Dícese que el misticismo nació en un país fabuloso llamado


Sambhala… Csoma, tras cuidadosas investigaciones, coloca

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este [¿fabuloso?] país más allá del Sir Daria (Yaxartes), entre
los 45º y 50º latitud norte. Se le conoció por vez primera en
India el año 965 después de J. C., y por la parte de Kashimir se
introdujo en el Tíbet el año 1025 de la era cristiana[143].

Aquí se refiere al «Dus–Kyi–Khorlo», al ocuparse del Misticismo tibetano.


¡Mentira parece que haya quien atribuya tan solo nueve o diez siglos de
antigüedad a un sistema tan viejo como el hombre, y conocido y practicado en
la India antes de que el continente europeo apareciese en el globo! El texto de
los libros en su actual forma puede «ser» de fecha aún posterior, porque
muchos de ellos han sido adulterados por la fantasía de las sectas. Pero ¿quién
ha leído el primitivo tratado sobre Dus–Kyi–Khorlo, refundido por Tsong–
Kha–pa, con sus Comentarios? Las antedichas afirmaciones son prematuras,
si consideramos que este insigne reformador entregó a las llamas en 1387
cuantos libros de hechicería cayeron en sus manos, y que al morir dejó toda
una biblioteca de sus propias obras[144]. El abate Huc acaricia la hipótesis de
que Tsong–Khapa derivó su sabiduría y obtuvo sus extraordinarios poderes,
de su trato con un extranjero occidental «notable por su larga nariz». Al buen
abate le parece que este personaje era «un misionero europeo» lo cual explica
satisfactoriamente la notable semejanza entre los rituales católico y tibetano.
Sin embargo, el confiado «lama de Jehovah»[145] no dice quiénes eran los
cinco extranjeros que el año 371 de la era cristiana se presentaron en el Tíbet
y se marcharon tan súbita y misteriosamente como habían venido, después de
instruir al rey Thothori–Nyang–tsan acerca del modo de emplear ciertos
objetos contenidos en una cajita que en su presencia «había caído del cielo»
cuarenta años antes, el 331[146].

Respecto de las fechas orientales, hay entre los sabios europeos una
irremediable confusión, que sube de punto en lo concerniente al buddhismo
tibetano. Así es que, mientras algunos aceptan, aproximadamente, en el
siglo VII la introducción del buddhismo en el Tíbet, otros, como por ejemplo
Lassen y Koeppung, le asignan fecha muy anterior. Lassen se apoya en
valiosas autoridades para demostrar que en las vertientes de los montes Kailâs
se edificó un monasterio buddhista hacia el año 137 antes de J. C.[147] Por su
parte dice Koeppung que el buddhismo estaba ya establecido en el Punjab y al
Norte, 292 años antes de la era cristiana. La diferencia entre estas fechas
extremas, aunque es una bagatela (solo un millar de años), no deja de ser
embarazosa. Pero aun esto se explica fácilmente en el terreno esotérico. El

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Buddhismo, como religión exotérica, arraigó públicamente en el siglo VII de
la era cristiana; mientras que el Buddhismo Esotérico real, la flor, el
verdadero espíritu de las doctrinas del Tathâgata, fue llevado al lugar de su
nacimiento, cuna de la humanidad, por los predilectos arhats de Buddha, a
quienes envió en busca de un seguro asilo para estas doctrinas, pues

el Sabio previó los peligros, desde el momento de entrar en el


(«sendero de clarividencia»).

En las comarcas sumidas en la hechicería fracasó el intento; y hasta que la


escuela de la «Doctrina del Corazón» no se fundió con su predecesora,
establecida edades antes en las vertientes que miran al Tíbet occidental, no
quedó el buddhismo definitivamente arraigado en la tierra del Bön–pa, con
sus dos divisiones esotérica y exotérica.

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Sección LI
La «doctrina del ojo» y la «doctrina del corazón»
o el «sello del corazón»

El profesor Albrecht Weber está en lo justo al afirmar que

las Escrituras buddhistas completas las poseen únicamente los


buddhistas del Norte.

Porque los buddhistas del Sur no tienen siquiera idea de la existencia de una
doctrina esotérica (semejante a perla en la concha de cada religión), al paso
que chinos y tibetanos conservan numerosas señales de ella. Aunque
degenerada y corrompida, la doctrina públicamente expuesta por Gautama, se
guarda incólume en los monasterios chinos, a donde no puede llegar la
curiosidad de los viajeros. Y aunque por tiempo de casi dos mil años, los
«reformadores» hayan adulterado algún tanto el original con especulaciones
de su invención, todavía alienta la verdad aun entre las masas. Pero tan solo
en las lejanías transhimaláyicas, vagamente llamadas Tíbet, en los más
inaccesibles parajes del desierto y de la montaña, se conserva hoy día, en toda
su prístina pureza, la esotérica «Buena Ley», el «Sello del Corazón».

No estaba desacertado Swedenborg al decir de la olvidada y tanto tiempo


perdida Palabra:

Buscadla en China; y tal vez la encontréis en la Gran


Tartaria.

Swedenborg declara que así se lo revelaron ciertos «espíritus» que, según


dijeron, practicaban su culto de conformidad con esta antigua y perdida
Palabra. Sobre este particular observamos en Isis sin Velo que:

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Otros estudiantes de Ciencias ocultas tenían, en este caso
especial, mayor motivo de confianza que las revelaciones de los
«espíritus»; pues habían visto los libros en que estaba la
«Palabra»[148].

Tal vez no eran orientales los nombres de los «espíritus» que se comunicaron
con el gran teósofo sueco. Las afirmaciones de un varón de tan reconocida y
patente integridad, cuyos conocimientos en matemáticas, astronomía, ciencias
naturales y filosofía, aventajaban en mucho a los de su época, no pueden
desdeñarse tan de plano como si fueran las de un teósofo moderno. Además,
declara Swedenborg que podía pasar voluntariamente al estado en que el Yo
se desprende de los sentidos físicos, para actuar en el mundo donde, como en
abierto libro, ven los ojos del alma todos los secretos de la Naturaleza[149].
Desgraciadamente, las dos terceras partes de las obras de este autor están
escritas en sentido alegórico; y como los críticos las han tomado literalmente,
no han excluido al gran vidente sueco de las invectivas lanzadas contra otros
videntes.

Después de echar una ojeada sobre las ciencias ocultas y la magia, con sus
respectivos adeptos en Europa, cúmplenos mencionar ahora a los iniciados
orientales. Si tras dos mil años de fe ciega en su texto literal, empieza a
sospecharse en nuestros días el sentido esotérico de las Escrituras sagradas de
Occidente, lo mismo puede afirmarse con respecto de los libros sagrados de
Oriente. Por lo tanto, no es posible comprender sin clave los sistemas
hinduista y buddhista, ni el estudio comparado de las religiones constituirá
una «ciencia» hasta que los símbolos de cada religión descubran sus últimos
secretos. De lo contrario, semejante estudio equivaldrá a perder el tiempo, o
todo lo más a jugar al escondite.

Apoyado en la autoridad de una Enciclopedia japonesa, dice Remusat que


antes de morir reveló Buddha los secretos de su doctrina a su discípulo
Kâshyapa, confiándole la exclusiva y sagrada guarda de la interpretación
esotérica, a la que en China se le da el nombre de Chenfa–yen–tsang
(«Misterio del Ojo de la Buena Doctrina»). A los estudiantes de Buddhismo
Esotérico les parecerá falto de esoterismo el término «Misterio del Ojo»; pero
si en vez de «Ojo» pusiéramos «Corazón» hubiera significado entonces lo que
ahora tan solo se insinúa. «Doctrina del Ojo» significa dogma, letra muerta y
ritualismo eclesiástico, a propósito para quienes se satisfacen con fórmulas
exotéricas. La «Doctrina del Corazón» o «Sello del Corazón» (Sin Yin) es la

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única verdaderamente real. Así lo corrobora Hiuen Tsang, que en su
traducción del Mahâ–Prajnâ–Pâramitâ (Ta–poh–je–King), que consta de
ciento veinte tomos, dice que después de subir al nirvâna el gran Maestro, su
discípulo Kâshyapa, encargado por Él de interpretar sus enseñanzas, confió a
Ananda (discípulo favorito de Buddha) la promulgación del «Ojo de la
Doctrina»; pues el «Corazón» de la Ley quedó en el exclusivo poder de los
arhats.

La esencial diferencia entre el «Ojo» y el «Corazón»[150] está


patentemente establecida en varios volúmenes de la obra sobre «Buddhismo
Chino», escrita por diversos misioneros que, no obstante haber residido
muchos años en China, solo conocen lo que aprendieron de apócrifas escuelas
esotéricas, pues nadie hubiera sido capaz de proporcionar a los declarados
enemigos de su fe, antiguos manuscritos y obras esotéricas.

Esta visible contradicción entre la doctrina y la práctica no parece haber


hecho mella en los tonsurados historiadores occidentales de los secretos
dogmas de extrañas gentes. Así el reverendo Joseph Edkins menciona en la
obra Buddhismo Chino varias escuelas esotéricas, creyendo sinceramente
haber hecho «un examen minucioso» de los dogmas secretos de buddhistas,
cuya obras «habían sido, hasta últimamente, “inaccesibles” en su primitiva
forma». No será demasiado afirmar que aún hoy sigue siendo «inaccesible» la
genuina literatura esotérica y que yerra crasamente dicho respetable caballero
al decir en su obra[151] que:

… Según parece, no hubo ninguna doctrina secreta que no


divulgasen quienes la conocieron.

Digámosle, al propio tiempo, que los Yü luh («Recuerdos de las Sentencias»)


de famosos instructores, son sencillamente velos tanto o acaso más tupidos
que los de los Purânas de los brahmanes. Ocioso fuera transcribir la
interminable lista de los más conspicuos orientalistas occidentales, ni
tampoco tendría utilidad alguna aportar las investigaciones de Remusat,
Burnouf, Koeppen, St. Hilaire y St. Julien, que cobraron fama por haber
descubierto el antiguo mundo indo y publicado los sagrados y secretos libros
del buddhismo; pues cuanto ellos revelan no estuvo jamás oculto. El error de
todos los orientalistas puede inferirse en el que incurrió Max Müller, el más
popular si no el más grande de ellos. Nos referimos a lo que jocosamente dice
del «dios Quien» (Ka). Oigámosle:

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Habían roto tan completamente con el pasado los autores de
los Brâhmanas, que sin acordarse del poético carácter de los
himnos ni del anhelo de los poetas tras la Divinidad
desconocida, exaltaron el pronombre interrogativo ¿Quién?
(Ka) a la categoría de dios… En todos los versículos
interrogativos declara el autor que Ka es Prajâpati, o el Señor de
las Criaturas. Pero no se contentaron con esto. Algunos himnos
en que aparece el pronombre en forma interrogativa se llamaron
Kadvat Kaya, es decir, con Kad o Quid. Pero pronto se formó el
nuevo adjetivo Kaya[152] para calificar no solo los himnos sino
también los sacrificios ofrecidos al dios Ka… En tiempo de
Pânini adquirió esta palabra tal legitimidad que se explicó su
formación por medio de una regla especial. El comentador
identifica aquí a Ka con Brahman.

Si el comentador lo hubiese identificado con Parabrahman, acertara mejor que


equiparándole a «Brahman». Difícil es explicarse por qué razón no se ha de
poder expresar con un pronombre interrogativo el secreto y sagrado Nombre
del Espíritu supremo, absoluto, sin sexo ni forma (a quien nadie se atrevería a
clasificar entre las divinidades manifestadas ni entre los nombres de la
primitiva nomenclatura del simbólico Panteón). ¿Acaso los partidarios de la
religión más antropomórfica del mundo, tienen derecho a atacar a los antiguos
filósofos por una exagerada veneración y respeto religiosos?

Pero estamos ahora tratando del buddhismo. Sus enseñanzas orales y


secretas, transcritas en copias simples por los supremos jerarcas de las
genuinas escuelas esotéricas, están expuestas en una obra de San–Kian–yi–su,
quien dice al comparar a Bodhidharma con Buddha:

«Julai» (Tathâgata) enseñó grandes verdades y las causas de


las cosas, llegando a ser instructor de hombres y devas. Salvó a
multitud de gentes, y expuso oralmente el contenido de más de
quinientas obras. De aquí se derivó el Kiau–men, o rama
exotérica de la doctrina, considerada desde entonces como las
palabras de Buddha. Del cielo occidental [Shamballah] trajo
Bodhidharma el «Sello de la Verdad» (el verdadero sello) y
alumbró en Oriente los manantiales de la contemplación,
encaminándose directamente al corazón y naturaleza de
Buddha, con desdén de la parasitaria y forastera instrucción

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libresca. Así estableció el Tsung–men, o rama esotérica de la
doctrina que entrañaba la tradición del corazón de Buddha[153]

Unas cuantas observaciones del autor del Buddhismo Chino arrojan luz sobre
los universales errores de los orientalistas en general, y de los misioneros en
«tierras gentiles» en particular. Los teósofos, sobre todo los indos, deben
fijarse mucho en ellas, porque se dirigen poderosamente a su intuición.
Transcribiremos en bastardilla las frases más notables:

La palabra ordinaria de las escuelas esotéricas [chinas] es


dan, equivalente a la sánscrita dhyâna… El buddhismo
ortodoxo chino se ha convertido poco a poco, pero con paso
firme, en buddhismo heterodoxo. El buddhismo de los libros y
tradiciones antiguas ha llegado a ser el buddhismo de la
contemplación mística… La historia de las antiguas escuelas
que surgieron hace muchísimo tiempo en las comunidades
Buddhistas de la India solo pueden reconstituirse ahora
parcialmente. Tal vez China ilumine retrospectivamente la
historia religiosa del país de que procedió el buddhismo[154].
Ninguna parte de la historia puede ayudarnos tan eficazmente a
recobrar los perdidos conocimientos como los relatos de los
patriarcas, cuya cronología completó Bodhidharma. Al inquirir
la explicación más satisfactoria de las narraciones china y
japonesa de los patriarcas y los siete Buddhas que terminan en
Gautama o Shâkyamuni, conviene tener en cuenta las
tradiciones jainas, tal como eran en el siglo VI de nuestra era,
cuando el patriarca Bodhidharma conmovió a la nación china…
Al trazar el origen de las diversas escuelas de buddhismo
esotérico, es preciso advertir que estuvieron regidas por un
principio semejante al de la sucesión apostólica. Todas afirman
que recibieron la doctrina por medio de una serie de
instructores, cada uno de los cuales la aprendió personalmente
de su antecesor hasta la época de Bodhidharma, y así
sucesivamente en las series hasta el mismo Shâkyamuni y los
primitivos Buddhas[155].

Más adelante, por considerarlo como una claudicación del buddhismo


estrictamente ortodoxo, se queja de que el emperador de China reciba con

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extremado respeto a los lamas del Tíbet.

Los siguientes pasajes, entresacados de diversas partes de la obra,


resumen los conceptos de Edkins:

No es raro encontrar eremitas en las cercanías de los


grandes templos buddhistas… y no se cortan jamás el pelo…
Rechazan la doctrina de la metempsícosis. El Buddhismo es una
especie de panteísmo basado en que la metempsícosis infunde
vida en toda la naturaleza y que esta vida es la Divinidad bajo
diferentes formas personales. La Divinidad no es un ser
consciente ni una Causa libre y autónoma, sino un Espíritu que
todo lo penetra. Los buddhistas esotéricos de China mantienen
rigurosamente para ellos solos una doctrina[156] en que nada se
dice de metempsícosis… ni de ninguna otra de las partes menos
nobles del sistema buddhista… El paraíso occidental prometido
a los adoradores de Amida Buddha es… incompatible con la
doctrina del nirvâna [¿?][157]… pues promete la inmortalidad,
en vez de la aniquilación. La remota antigüedad de esta escuela
está comprobada por la fecha de la traducción del Amida Sutra
transmitido por Kumârajîva; y además porque el Wu–liang–
sheu–Khing data de la dinastía de Han. El radio de su influencia
se echa de ver en la profunda adoración que tibetanos y
mogoles tributan a este Buddha, y en que el nombre de este
apócrifo [¿?] personaje es más popular en China que el del
histórico Shâkyamuni.

Mucho tememos que el erudito autor tenga equivocados conceptos del


nirvâna y de Amita Buddha. Sin embargo, no carece de importancia que un
misionero corrobore la existencia de varias escuelas de buddhismo esotérico
en el celeste imperio. Al llegar a su apogeo el abuso de las dogmáticas
Escrituras ortodoxas del buddhismo, cuando estaba a punto de perderse el
verdadero espíritu de la filosofía de Buddha, aparecieron procedentes de la
India varios reformadores que inauguraron enseñanzas orales. Tales fueron
Bodhidharma y Nâgârjuna, autores de las más importantes obras de la escuela
china de contemplación, durante los primeros siglos de la era cristiana.
Sábese, además, como dice el Buddhismo Chino, que Bodhidharma fundó
escuelas esotéricas subdivididas más tarde en cinco ramas principales. Los

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datos expuestos en dicha obra son exactos; pero todas las conclusiones, sin
exceptuar una, son erróneas. Dijimos en Isis sin Velo (Vol. II, pág. 566) que:

Buddha enseña la doctrina de los renacimientos tan


claramente como después la enseñó Jesús. Deseoso de romper
con los antiguos misterios, que no admitían en su seno a las
masas ignorantes, declara resueltamente su pensamiento en
varios pasajes, aunque por lo general se mantiene silencioso
respecto de muchos dogmas secretos. Así dice: «Algunos
nacerán otra vez. Los malos irán al infierno [Avitchi]; los
buenos al cielo [Devachan]; los que estén libres de todo deseo
mundano entrarán en el nirvâna»[158]. En otro pasaje dice
Buddha: «Es mejor creer en una vida futura, que depare
felicidad o desgracia; porque si el corazón cree en ella,
abandonará el pecado y obrará virtuosamente; y aunque no
hubiese resurrección [renacimiento] tal vida traerá reputación y
la recompensa de los hombres. Pero quienes creen que a la
muerte sigue la extinción, no reparan en cometer cuantos
pecados les sugiere el antojo, puesto que niegan la vida futura».
(Véase La Rueda de la Ley).

¿Cómo, pues, puede ser la inmortalidad «incompatible con la doctrina del


nirvâna»? Lo antes trascrito son tan solo unos cuantos pensamientos que
Buddha declaró abiertamente a sus arhats predilectos; pero el insigne Santo
dijo mucho más. A título de comentario sobre los erróneos conceptos de los
orientalistas contemporáneos, «que en vano intentan sondear los
pensamientos de Tathagata», al par que sobre las falsas miras de aquellos
brahmanes que «aún hoy repudian al gran Maestro», copiaremos algunos
juicios expuestos con relación al Buddha y al estudio de las ciencias ocultas,
en una obra escrita en chino por un tibetano, y publicada en el monasterio de
Tien–tai para uso de los buddhistas

que viven en tierras extrañas, y están en riesgo de ser


despojados por los misioneros.

Como razonablemente dice el autor, puesto que cada converso no solo queda
«despojado» de su propio credo, sino que es una desdichada adquisición para
el cristianismo. Extractaremos los pasajes, traducidos de intento para la
presente obra.

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Si ningún oído profano escuchó el potente Chau–yan[159] de
Vu–vei–Tchen–jen[160], de nuestro amado Señor y Bodhisâttva,
¿cómo le ha de ser posible a cualquiera afirmar cuáles fueron
sus verdaderos pensamientos? El santo Sang–gyas–
Panchhen[161] nunca deparó la intuición de la Única Realidad a
los Bhikkus[162] no reformados[163]. Pocos son los que, ni aun
entre los Tu–fon[164], los conocen, pues las escuelas de Tsung–
men[165] os encubre más y más cada día… Ni siquiera el Fa–
siong–Tsung[166] puede comunicar la sabiduría enseñada en el
verdadero Naljor–chod–pa[167]… todo ello es doctrina del
«Ojo» y nada más. Se echa de menos una guía restricta, puesto
que escasean los Tch’an–si [instructores] de meditación
interna[168], y a la Buena Ley ha substituido la adoración de los
ídolos [Siang–Kyan]. Los bárbaros[169] solo han oído hablar de
los ídolos y nada saben del Bas–pa–Dharma[170]. ¿Por qué ha de
esconderse la verdad como una tortuga en su concha? Porque,
como el cuchillo tonsural[171] de los lamas, puede hoy
convertirse en arma demasiado peligrosa, aún para manejarla
por el lanu. Por lo tanto, a nadie se ha de confiar
prematuramente el conocimiento. Apenas hay Chagpa–Thog–
mad, y los mejores se han retirado al bendito Tushita[172].

Otro pasaje habla del hombre que pretende dominar los misterios del
esoterismo antes de que el maestro iniciado (Tch–an–si) le considere
dispuesto a recibirlo, y lo compara a quien

sin linterna intentara buscar en noche oscura y en un paraje


lleno de escorpiones, una aguja que hubiese perdido su vecino.

Más adelante se lee:

Quien desee adquirir el Sagrado Conocimiento, ha de


«preparar de antemano la lámpara de la comprensión interna;
—y después—, alumbrado por tan clara luz», servirse de sus
buenas acciones como de un paño para limpiar de toda
impureza su místico espejo[173], de modo que en él brille el
fidelísimo reflejo del Yo… Primero esto; después el Tong–pa–
nya[174]; por último el Sammâ Sambuddha[175].

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Los aforismos de Lin–tsi, en el Buddhismo Chino, corroboran las
afirmaciones expuestas:

Dentro del cuerpo que siente, conoce, piensa y obra, está


Wu–wei–chen–jen, el «verdadero hombre sin posición» que se
hace claramente visible sin que lo encubra la más tenue
película. ¿Por qué no lo reconoces?… Si la mente no viene a la
existencia consciente, hay liberación por doquiera… ¿Qué es un
buddha? Una mente clara y en descanso. ¿Qué es la ley? Una
mente clara e iluminada. ¿Qué es Tau? En todo lugar, la
carencia de impedimentos y la pura iluminación. Los tres son
uno. (VII, págs. 163–4).

El reverendo autor del Buddhismo Chino se mofa del simbolismo de la


disciplina buddhista. Sin embargo, los «bofetones y golpes» que se infligen
los adoradores de Buddha tienen prodigiosa semejanza con los
«disciplinazos» y otras mortificaciones corporales, a que desde los primeros
siglos se entregan los monjes cristianos. Pero tengamos en cuenta que el
reverendo Edkins es un protestante, que substituye la mortificación y la
disciplina por la vida regalada y comodona. Edkins se burla de la sentencia de
Lin–tsi que dice:

El «verdadero hombre sin posición» Wu–wei–chen–jen, está


envuelto en una cáscara espinosa como la de la castaña. No es
posible acercarse a él. Este es Buddha. El Buddha que está en
vosotros.

Verdaderamente:

¡Un niño no puede comprender los siete enigmas![176].

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Algunos apuntes sobre la
significación
de la filosofía oculta en la vida

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Nota

Los apuntes I, II, III, fueron escritos por H. P. B. y circularon privadamente


mientras vivió; aunque con el propósito de que se publicaran algún tiempo
después. Estos apuntes convienen más bien a los estudiantes que al vulgo, y
no dejarán sin recompensa el cuidadoso estudio y atención que a ellos se
aplique. Las «Notas de algunas enseñanzas orales» fueron transcritas por
algunos discípulos suyos y corregidas en parte por ella, sin que nada se haya
hecho para compilar su fragmentario carácter. Tenía H. P. B. el intento de
utilizarlas como base de otros apuntes análogos a los tres primeros; pero su
delicada salud no le consintió llevar a cabo esta tarea. Así es que se publican
con su consentimiento, una vez pasado el plazo durante el cual habían de
restringirse a un reducido círculo de lectores.

Anne Besant – 1897

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Apunte I

Hay en ocultismo una extraña ley comprobada y corroborada por millares de


años de experiencia, y que tampoco ha fallado casi en ningún caso desde la
fundación de la Sociedad Teosófica. Tan pronto como uno presta la promesa
como discípulo «a prueba» experimenta ciertos efectos ocultos, el primero de
los cuales es educir todo cuanto late en la naturaleza del hombre: defectos,
costumbres, cualidades y deseos vencidos, ya buenos, ya malos, ya
indiferentes.

Por ejemplo, si un hombre es vano, sensual, o ambicioso, por atavismo o


por herencia kármica, cabe afirmar que estos vicios recobrarán pujanza aun
cuando hasta entonces haya logrado ocultarlos y reprimirlos. Se manifestarán
irremediablemente, y habrá el hombre de batallar cien veces más duramente
que antes, hasta que extinga semejantes propensiones.

Por el contrario, si es bueno, generoso, casto y moderado, y tiene alguna


virtud oculta y latente en él, se exteriorizará tan irremisiblemente como lo
demás. Así el hombre culto a quien repugne que se le considere santo, y que,
por lo tanto, lo oculta; no podrá encubrir su verdadera naturaleza, ya sea vil,
ya noble.

Esta es una ley inmutable en los dominios de lo oculto.

Su acción es más marcada cuanto más celoso y sincero es el candidato, y


cuanto más profundamente ha sentido la realidad y la importancia de su
promesa.

***

Todo estudiante debe estar familiarizado con la antigua máxima oculta:


«Conócete a ti mismo»; pero pocos, si alguno, comprenden el verdadero

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significado de la sabia exhortación del oráculo de Delfos. Todos conocéis
vuestra terrena genealogía; pero ¿quién de vosotros ha descubierto jamás los
vínculos de herencia astral, psíquica y espiritual que os han hecho lo que
actualmente sois? Muchos han manifestado el deseo de unirse con su ego
superior; y sin embargo, nadie parece conocer el indisoluble lazo que
relaciona su «ego superior» con el Yo único y universal.

Para todos los fines del ocultismo, ya sean prácticos, ya meramente


metafísicos, es requisito indispensable tal conocimiento. Por lo tanto, nos
proponemos comenzar estos apuntes indicando en todos sentidos esta relación
con los mundos absoluto, arquetípico, espiritual, manásico, psíquico, astral y
elemental. Sin embargo, antes de tratar de los superiores mundos arquetípicos,
espiritual y manásico, debemos dominar las relaciones del séptimo, o mundo
terrestre (el prakriti inferior o malkuth, como le llaman los cabalistas), con los
mundos o planos que inmediatamente le siguen.

Om

«Om» dice el adepto ario, el hijo de la quinta raza, que comienza y acaba
con esta sílaba su salutación al ser humano y su invocación a las no–humana
Presencias.

«Om–Mani» murmura el adepto turanio, el descendiente de la cuarta raza;


y tras breve pausa añade: «Padme–Hum».

Los orientalistas han traducido muy erróneamente esta famosa invocación


por la frase: «¡Oh la Joya en el Loto!». Porque, si bien Om es literalmente una
sílaba consagrada a la Divinidad, Padme significa en el «loto», y Mani quiere
decir «piedra preciosa» no son, sin embargo, correctamente traducidas las
palabras en sí mismas ni en su simbólico significado.

En esta fórmula, la más sagrada de todas las orientales, no solo entraña


cada sílaba un secreto poder que produce definido resultado; sino que la
entera invocación tiene siete distintos significados con otros tantos efectos,
que difieren entre sí.

Los siete significados y sus correspondientes efectos, dependen de la


entonación que se dé a la fórmula en conjunto y a cada una de sus sílabas; y
aun el valor numérico de las letras se aumenta o disminuye, según el ritmo

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que se emplee. Ha de recordar el estudiante que el número implica forma y
sonido. El número subyace en la raíz del Universo manifestado; el número y
las proporciones armónicas dirigen las primeras diferenciaciones de la
sustancia homogénea en elementos heterogéneos; y el número y los números
ponen límites a la formativa mano de la Naturaleza.

El conocimiento de los números correspondientes al principio


fundamental de cada elemento y de sus subelementos; el de la interacción y
oficio de los números en el orden oculto de la Naturaleza manifestada; y el de
la ley de analogías y correspondencias, os llevarán a descubrir los mayores
misterios de la vida macrocósmica.

Más para llegar a lo macrocósmico debéis empezar por lo microcósmico,


es decir, por el Hombre, el microcosmos, procediendo en este caso como la
ciencia física, inductivamente, o sea de lo particular a lo universal. Sin
embargo, como para analizar y comprender las combinaciones y
diferenciaciones de sonido se necesita una clave, no debemos nunca perder de
vista el método platónico, que empieza por un examen general del conjunto, y
desciende de lo universal a lo particular. Este es el método adoptado en
matemáticas, las únicas ciencias exactas que hoy día se conocen.

Por lo tanto, estudiemos al Hombre; pero si por un momento lo separamos


del Todo universal, o lo consideramos aislado, en un solo aspecto, aparte del
«Hombre celeste»[177], caeríamos en la magia negra o fracasaríamos
ignominiosamente en nuestro intento.

Cuando se comprende bien la mística frase: «Om Mani Padme Hum, —en
vez de traducirla por las casi incoherentes palabras—: ¡Oh la Joya del Loto!»,
alude a esta indisoluble unión del Hombre y del Universo, interpretada de
siete modos distintos, con la posibilidad de siete distintas aplicaciones a otros
tantos planos de pensamiento y acción.

Desde cualquier punto de vista que la examinemos, significa: «Yo soy lo


que soy»; «Yo estoy en ti y tú estás en mí». En esta íntima unión, el hombre
bueno y puro se convierte en un dios. Consciente o inconscientemente, él
determinará, o inocentemente provocará resultados inevitables. En el primer
caso, si es un iniciado[178], puede orientar una corriente protectora o benéfica
y proteger y beneficiar así a los individuos y aun a naciones enteras. En el

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segundo caso, aunque sin darse cuenta de lo que hace, el hombre bueno se
convierte en una protección para quien quiera que esté a su lado.

Tal es el hecho. Pero debemos, explicar su cómo y porqué, y esto


únicamente podemos hacerlo una vez puesta en claro la presencia y potencia
de los números en los sonidos. Hemos escogido como ejemplo la fórmula:
«Om Mani Padme Hum», a causa de su casi infinito poder en boca del adepto,
y de su potencialidad cuando cualquiera la pronuncia. Id con cuidado los que
esto leáis. No uséis tal palabra en vano, ni cuando estéis coléricos, no seáis la
primera víctima, o lo que es peor, perjudiquéis a quienes amáis.

Los orientalistas profanos que en toda su vida no hacen otra cosa que
desnatar meras exterioridades, os hablarán con ligereza y mofa de la para
ellos superstición de que, en el Tíbet, la frase citada es un poderoso hechizo
comunicado a las naciones del Asia central por Padmapâni, el Chrensi
tibetano[179].

Pero ¿quién es verdaderamente Padmapâni? Todos nosotros hemos de


reconocerle por nosotros mismos, cuando estemos preparados. Cada uno de
nosotros lleva en sí la «Joya en el Loto», llámese Padmapâni, Krishna,
Buddha, Cristo o cualquier otro nombre que podamos dar a nuestro principio
divino, el Yo. El relato exotérico dice así:

El supremo Buddha, o Amithâbha, en el momento de la creación del


hombre emanó de su ojo derecho un rayo de color de rosa. El rayo emitió un
sonido y se convirtió en Padmapâni Bodhisattva. Después la Divinidad emanó
de su ojo izquierdo un rayo de luz azul que, encarnado en las dos vírgenes
Dolma, adquirió el poder de iluminar las mentes de los seres vivientes.
Amithâbha llamó entonces a la combinación, que inmediatamente tomó su
morada en el hombre: «Om Mani Padme Hum». «Yo soy la Joya en el Loto y
en él permaneceré. —Entonces, Padmapâni—, el Uno en el Loto», hizo voto
de trabajar sin descanso hasta conseguir que la humanidad sintiese la
presencia de él en sí misma, y de este modo se salvara de las miserias del
renacimiento. Prometió además conseguirlo antes del término del Kalpa,
añadiendo que, en caso de fracasar, quería que su cabeza se rompiese en
innumerables fragmentos. Terminó el Kalpa sin que la humanidad lo sintiese
en su frío y malvado corazón; por lo que la cabeza de Padmapâni quedó
destrozada y dispersa en mil pedazos. Movida la Divinidad a compasión,

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volvió a juntar los pedazos en diez cabezas, tres blancas y siete de diversos
colores. Desde aquel día, el hombre es un perfecto número Diez.

En esta alegoría, la potencia del Sonido, Color y Número encubre


ingeniosamente el verdadero significado esotérico. Para el profano, parece
uno de los muchos relatos insustanciales acerca de la creación; pero rebosa de
significado espiritual y divino, físico y mágico. De Amitâbha (el incoloro o la
gloria blanca), dimanan los siete diferenciados colores del espectro solar.

Cada uno de éstos emite su correspondiente sonido, que forman los siete
de la escala musical. Así como la Geometría, entre las Matemáticas, está
especialmente relacionada con la Arquitectura y también (respecto de lo
universal) con la Cosmogonía; asimismo los diez Jods de la tétrada pitagórica,
o Tetraktys, simbolizando el macrocosmos, tenían que corresponderse con los
diez puntos en que está dividida su imagen, el hombre o microcosmos. A esto
ha provisto la misma Naturaleza, según veremos.

Pero convienen algunas palabras explicativas antes de probar esta


afirmación y de corroborar la perfecta correspondencia entre el macrocosmos
y el microcosmos.

El estudio de las ciencias esotéricas tiene dos objetos:

1. Probar que la esencia espiritual y física del hombre, es idéntica al


Principio absoluto y a Dios en la Naturaleza;
2. Demostrar la presencia potencial en el hombre de la misma virtualidad
existente en las fuerzas creadoras de la Naturaleza.

Pues bien; el primer requisito para todo el que estudie las ciencias esotéricas
con este doble objeto, es conocer perfectamente la correspondencia entre
colores, sonidos y números. Según hemos dicho, la sagrada fórmula del lejano
Oriente: «Om Mani Padme Hum», es la más a propósito para evidenciar al
estudiante estas correspondientes cualidades y funciones.

En la alegoría de Padmapâni, la Joya (o ego espiritual) en el Loto o


símbolo del hombre andrógino, sobresalen los números 3, 4, 7, 10 que, como

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dejamos expuestos, sintetizan al Hombre la Unidad. El adelanto de un
estudiante de ocultismo depende del completo conocimiento y comprensión
del significado y potencia de estos números, en sus varias y multiformes
combinaciones, y en su mutua correspondencia con sonidos o palabras, y
colores o modos de movimientos, que la ciencia física representa por
vibraciones. Por lo tanto, debemos comenzar por la palabra inicial: Om o
Aum. Om es un «velo. —La frase—: Om Mani Padme Hum», no consta de
seis, sino de siete sílabas; pues la primera sílaba es doble, debidamente
pronunciada (A–um), y tiene esencia trina. Representa la sempiternamente
oculta, primordial y trínica diferenciación, no de lo Absoluto, sino en lo
Absoluto; y en consecuencia, está simbolizada por el 4, o Tetraktys, en el
mundo metafísico. Es el Rayo uno, o Âtman.

Es el Âtman, el superior Espíritu en el hombre que, juntamente con


Buddhi y Manas, constituye la Tríada superior, o Trinidad. Además, esta
Tríada con los cuatro principios humanos inferiores, está envuelta en una
atmósfera áurica como la yema del huevo (el futuro embrión) por la clara y la
cáscara. Los seres superiores perciben este conjunto desde otros planos, de
suerte que cada individualidad es para ellos una esfera oval más o menos
radiante.

Conviene definir los conceptos para indicar al estudiante la perfecta


correspondencia entre el nacimiento de un kosmos, de un mundo, de una
entidad planetaria o de una criatura terrena y pecadora. Quienes sepan
Fisiología lo comprenderán mejor.

Los Purânas exponen la exotérica alegoría del nacimiento de Brahmâ


(masculino–femenino) en el Hiranyagarbha o Huevo del Mundo, rodeado por
sus siete zonas (o más bien dicho, planos), que en el mundo de la forma y de
la materia constituyen siete y catorce lokas. Los números siete y catorce
reaparecen siempre que la ocasión lo requiere.

Sin exponer el secreto análisis, los indos han comparado desde tiempo
inmemorial la matriz del Universo y también la matriz solar con el útero
femenino. Del Universo dicen: «Su matriz es tan vasta como el Meru», y
además se lee:

En las aguas de los grandes océanos futuros, yacen


dormidos los continentes, mares, montañas, estrellas, planetas,

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dioses, demonios y hombres.

El conjunto puede simbolizarse en la pulpa interna de un coco cubierta por


piel y corteza. El Vishnu Purâna[180] añade:

Meru era su amnios, y las otras montañas eran su corión.

Análogamente nace el hombre en la matriz de su madre. Así como Brahmâ,


según las tradiciones exotéricas, está rodeado por siete envolturas internas y
siete externas en el Huevo del Mundo, así también el embrión, es la primera o
la última envoltura, según se empiece a contarlas. La Cosmogonía esotérica
enumera siete capas o envolturas internas y siete externas. La Fisiología
exotérica divide el contenido del útero en siete también; aunque ignora la
similitud de esta división y que es copia de la matriz universal. El contenido
del útero es como sigue:

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1. Embrión.
2. Líquido amniótico que envuelve inmediatamente el embrión.
3. Amnios, o membrana derivada del feto, que contiene el líquido
amniótico.
4. Vesícula umbilical, que sirve para alimentar y nutrir originalmente al
embrión.
5. Alantoides, o alargamiento del embrión en forma de saco ciego, que se
extiende entre el amnios y el corión por en medio del espacio entre
ellos, y que concretado en la placenta sirve para alimentar el embrión.
6. Espacio entre el amnios y el corión, lleno de un líquido albuminoso.
7. Corión, o envoltura externa.

Cada uno de estos siete elementos uterinos se corresponde particularmente y


está formado con arreglo a un antetipo en cada uno de los siete planos de la
existencia; y éstos siete antetipos se corresponden a su vez con los siete
estados de la materia y todas las demás fuerzas, sensacionales o funcionales,
de la Naturaleza.

Daremos ahora un cuadro sinóptico de la correspondencia entre los


contenidos de las matrices de la Naturaleza y de la mujer:

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Ver nota en el anterior párrafo: Proceso Humano (Polo Inferior) Numeral
2a[181]
Ver nota en el anterior párrafo: Proceso Humano (Polo Inferior) Numeral
3a [182]

En la publicación original se salta esta cita. N. E. D.[183]


Ver nota en el anterior párrafo: Proceso Humano (Polo Inferior) Numeral
6[184]

En la evolución misma de las razas, observamos el mismo orden que en la


Naturaleza y en el hombre[185]. La placenta humana y animal no llegó a
formarse hasta la separación de sexos en la tercera raza raíz. En la evolución
fisiológica, la placenta no se acaba de formar ni funciona plenamente, hasta
pasado el tercer mes de la vida uterina.

Desechemos los humanos conceptos de un Dios personal y mantengamos


el concepto puramente divino, de lo que está en todas y cada una de las cosas

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de la ilimitada Naturaleza. Los Vedas lo llaman por su nombre sánscrito
esotérico: Aquello, con lo que designan la incognoscible Raíz sin raíz. Si
mantenemos este concepto, podremos responder a las siguientes preguntas del
Catecismo Esotérico:

1. —¿Qué es el eterno Absoluto?


—Aquello.
2. —¿Cómo tuvo existencia el Kosmos?
—Por medio de Aquello.
3. —¿En dónde se sumirá al caer en el pralaya?
—En Aquello.
4. —¿De dónde procede la animada y la supuesta «inanimada»
Naturaleza?
—De Aquello.
5. —¿De qué sustancia o esencia está formado el Universo?
—De Aquello.
6. —¿En qué se ha convertido y volverá a convertirse una y otra vez?
—En Aquello.
7. —Entonces ¿es Aquello a un tiempo la causa material e instrumental
del Universo?
—¿Qué otro sino Aquello es o puede serlo?

Puesto que el Universo, el Macrocosmos y el Microcosmos[186] son diez


¿por qué ha de dividirse el Hombre en siete «principios»? Ésta es la razón de
dividir en dos el perfecto número diez. En su totalidad, es decir,
superespiritualmente y físicamente, las fuerzas son Diez: Tres en el plano
subjetivo e inconcebible, y siete en el objetivo. Conviene tener en cuenta que
ahora estamos describiendo los dos opuestos polos:

1. El primordial Triángulo que, tan luego como se refleja en el «Hombre


celeste», el superior de los siete inferiores, desaparece y se restituye a
la «Oscuridad y el Silencio»;
2. El hombre astral paradigmático, cuya mónada (âtmâ) está representada
también por un triángulo, pues se va transformando en ternario en los
conscientes intervalos devachánicos.

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El hombre meramente terrestre se refleja en el universo de materia, por
decirlo así, de arriba abajo, y el Triángulo superior, en donde residen la
ideación creadora y la subjetiva potencialidad de la facultad formativa, se
transporte al hombre de barro debajo de los siete. Así, tres de los diez, son
realidad uno solo y contienen en sí el mundo arquetípico solo en ideal y
paradigmática posibilidad, esto es, en potencia y no en acto. La potencia
creadora de formación reside en el Logos, síntesis de las siete Fuerzas o
Rayos, que inmediatamente se convierte en el Cuaternario o sagrada
Tetraktys. Este proceso se repite en el hombre, en quien el inferior triángulo
físico, en conjunción con el femenino Uno, llega a ser el masculino–femenino
creador, o generador. Lo mismo ocurre en todavía más inferior plano en el
mundo animal. Verdaderamente hay misterio arriba y misterio abajo.

Así está relacionado lo supremo, con lo ínfimo y más animal.

Diagrama I

Vemos en este diagrama (página siguiente) que el cuerpo físico del


hombre (o su cuerpo) no participa de las directas y puras ondas de la divina
Esencia que fluyen de lo Uno en Tres (lo Inmanifestado) por medio del Logos
Manifestado[187]. Purusha, el Espíritu primordial, toca la humana cabeza y allí
se detiene. Pero el hombre espiritual, síntesis de los siete principios, está
directamente relacionado con aquél. Aquí hemos de decir algo acerca de la
usual enumeración exotérica de los principios. Al principio se dio tan solo una
clasificación aproximada. El Buddhismo Esotérico comienza por Âtmâ, el
séptimo, y concluye por el Cuerpo Físico, el primero. Ahora bien; no deben
considerarse estrictamente como «Principios» ni Âtmâ, que no es principio
individual, sino una radiación del Logos inmanifestado y uno con Él; ni
tampoco el Cuerpo Físico, que es la corteza o concha el Hombre Espiritual.
Además, el «principio» capital, no mencionado todavía, es el «Huevo
Luminoso» (Hiranyagarbha) o la invisible esfera magnética que rodea a todo
hombre[188]. Es él la directa emanación del Rayo Âtmico en su trino aspecto
de Creador, Conservador y Destructor (Regenerador); y también de Buddhi–
Manas. El séptimo aspecto de esta aura individual, es la facultad de asumir la
forma de su cuerpo y convertirse en el «radiante» y Luminoso Angoeides.
Esto es, en rigor, lo que a veces se convierte en la forma llamada Mâyâvi
Rüpa. Por lo tanto, según explica la segunda parte del diagrama
(representativa del hombre astral), el Hombre Espiritual consta solamente de

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cinco principios, según enseñan los vedantinos[189], quienes substituyen por el
físico el cuerpo áurico y funden en uno los dos principios manásicos o de
conciencia. Así cuentan cinco principio (Koshas o envolturas) y llaman Âtmâ
al sexto, que no es tal «principio». En esto se funda la crítica de Subba Row
acerca de la división expuesta en el Buddhismo Esotérico. Pero veamos ahora
cuál es la verdadera enumeración esotérica.

Diagrama I
1. El macrocosmos y sus 3, 7 o 10 centros de fuerza creadoras

A, B, C. Lo
Incognoscible.

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A. El Logos inmanifestado a, b, c. Es el Pradhâna, la
y sin sexo. materia indiferenciada,
B. La Sabiduría potencial. según la filosofía
Sânkhya, o el bien, el mal y
C. La Ideación universal.
las caóticas tinieblas
a. El Logos creador. (Sattva, Rajas y Tamas),
b. La Substancia eterna. mutuamente
c. El Espíritu. neutralizados. Cuando se
D. Fuerzas espirituales que diferencian son las Siete
actúan sobre la Materia. Potestades Creadoras:
el Espíritu, la Substancia y
(Âtman, aunque el Fuego que
exotéricamente es el séptimo estimulan a la materia
principio, no es un para tomar forma.
principio individual sino que
pertenece al Alma del I, II, III. Son las tres
Universo. El séptimo hipóstasis de Âtman.
principio individual es el La cuarta es su contacto
Huevo áurico, la esfera con la Naturaleza y
magnética que rodea a el Hombre, formando un
hombres y animales). Cuaternario o Tetraktys,
el Yo Superior.

2. El microcosmos (el hombre interno) y sus 3, 7 o 10 centros de fuerzas


potenciales

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1. Buddhi, vehículo de
Âtma.
1, 2, 3, 4, 5, 6. Estos seis
2. Manas, vehículo de principios actúan en
Buddhi. cuatro planos distintos y
3. Manas Inferior[190]. tienen su Envoltura
áurica en el séptimo. Son los
4. Kâma Rûpa, vehículo que
del Manas Inferior. emplean los adeptos de la
5. Prâna, la Vida. derecha, o magos blancos.
6. Linga Sharîra, 1. El cuerpo físico no se
vehículo de Prâna. considera como principio;
se le pasa por alto, y solo se
1. (Buddhi), Ojo
emplea en magia negra.
derecho.
2. (Manas). Ojo izquierdo.
3. (Manas Inferior).
Oreja derecha.

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3. El microcosmos (el hombre físico) y sus 3, 7 o 10 centros de acción

7. La boca el órgano
del Logos Creador.
8, 9, 10. Como quiera
que este ternario
inferior está
directamente relacionado
con la 6.(Vehículo de la Vida).
superior tríada âtmica Ventanilla izquierda de la nariz.
en sus tres aspectos 7. Paradigma del décimo
(creador, conservador y orificio (creador) en Tríada
destructor, o mejor Inferior.
dicho, regenerador), el Estos órganos físicos solo los
abuso de sus emplean los dugpas
correspondientes en la magia negra.
funciones es el más terrible
pecado kármico, el
pecado contra el Espíritu

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Santo, según los
cristianos.

No se había permitido hasta ahora hablar públicamente del cuerpo áurico, a


causa de ser tan sagrado. Después de la muerte física, el cuerpo áurico se
asimila la esencia de Buddhi y Manas y se convierte en el vehículo de estos
principios espirituales, que no son objetivos; y entonces, con la plena
radiación de Âtmâ sobre él, se eleva al estado devachanico como Manas–
Taijasi. Por esta razón se le designa con varios nombres. Es el Sûtrâtmâ, el
plateado «hilo» que «encarna» desde el principio hasta el fin del manvantara,
engarzando en su continuidad las perlas de las existencias humanas, es decir,
es el espiritual aroma de las personalidades que sigue durante la peregrinación
de la vida[191]. También la materia con que los adeptos forman sus cuerpos
astrales, desde el Augoeides y el Mâyâvi Rûpa descendiendo a los menos
sutiles. Después de la muerte física, cuando las más etéreas partículas del
hombre han absorbido en sí los espirituales principios de Buddhi y Manas
Superior y se iluminan con la radiación de Âtmâ, el cuerpo áurico permanece
en devachanico estado de conciencia o, en el caso de un adepto completo
prefiere el estado de Nirmânakâya[192]. Tal adepto reside (invisible) en el
plano astral, en relación con la Tierra y vive con todos sus primeros menos el
Kâma Rûpa y el Cuerpo Físico. En el caso de los que residen en el Devachan,
el Linga Sharîra[193], robustecido por las partículas materiales que el aura deja
tras ella, permanece arrimado al cuerpo muerto, pero fuera de él, y muy luego
se desintegra. En el caso del pleno adepto, se desintegra solo el cuerpo físico
y desaparece con su causa, el cuerpo animal, el centro de los deseos y
pasiones. Pero durante la vida el adepto, todos estos centros están más o
menos activos y en constante correspondencia con sus prototipos los centros
cósmicos y sus microcosmos, los principios. Únicamente por medio de estos
cósmicos espirituales centros, pueden recibir oculta interacción los centros
físicos[194], porque los orificios o aberturas son canales que conducen al
cuerpo las influencias, es decir, las fuerzas cósmicas que la voluntad del
hombre atrae y utiliza.

Por supuesto, que esta voluntad ha de actuar primeramente por medio de


los principios espirituales. Para mayor claridad, pongamos un ejemplo. Si
queremos evitar un dolor, pongamos por caso, en el ojo derecho, hemos de
atraer hacia él la potente fuerza magnética del principio cósmico
correspondiente al ojo derecho y también a Buddhi. Por un poderoso esfuerzo

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de voluntad, cread una imaginaria línea de comunicación entre el ojo derecho
y Buddhi, colocando éste, como si fuese un centro, en la misma parte de la
cabeza. Aunque digamos que esta línea es «imaginaria», adquiere verdadera
realidad en cuanto logréis verla con la vista mental y darle una forma y un
color. Una cuerda vista en sueños no es y, sin embargo, es. Además, según el
color espectral de que dotemos a la línea, así será su activa influencia. Ahora
bien; Buddhi y Mercurio se corresponden mutuamente; y ambos son de color
amarillo radiante y dorado. En el sistema humano, el ojo derecho corresponde
con Buddhi y Mercurio, y el izquierdo con Manas y Venus o Lucifer. Por lo
tanto, si vuestra línea es dorada o plateada, aliviará el dolor; y si roja, lo
agravará, porque el rojo es el color de Kâma y corresponde a Marte. Los
partidarios de la llamada Ciencia Cristiana y los mentalistas han advertido los
efectos sin comprender las causas. Descubrieron ocasionalmente el secreto de
producir semejantes resultados por abstracción mental, y los atribuyen a su
unión con Dios (ellos sabían si personal o impersonal), siendo solo mero
efecto de uno u otro principio. Sea lo que fuere, están en camino de descubrir,
aunque todavía han de divagar durante largo tiempo.

Que no incurran los estudiantes esotéricos en el mismo error. Hemos


repetido varias veces que los cósmicos planos de sustancia y aun los
principios humanos (excepto el plano ínfimo de materia y el cuerpo físico
que, según queda expuesto, no son «principios») no pueden considerarse
situados o imaginados en el espacio y en el tiempo. Así como los planos son
siete en uno, así nosotros somos siete en uno, en aquella misma absoluta
Alma del Mundo, que es a la par material e inmaterial, espiritual e
inespiritual, ser y no–ser. Todos cuantos estudien los misterios del Yo deben
penetrarse bien de esta idea.

Recordad que con solo los sentidos físicos a nuestro servicio, ninguno de
nosotros puede esperar percibir más allá de la materia grosera. Para ello es
necesario en absoluto valernos de alguno de nuestros siete sentidos
espirituales, ya por educación y ejercicio, ya por haber nacido vidente. Sin
embargo, por mucha honradez y sinceridad que adornen a un clarividente
desconocedor de las verdades ocultas, si no es adepto sus visiones en la luz
astral le inducirán a un falso concepto de los moradores de las esferas
ocasionalmente vislumbradas, como les sucedió a Swedenborg y otros.

Estos siete sentidos nuestros se corresponden con los demás septenarios


de la Naturaleza y de nosotros mismos. El aura humana[195] tiene, física

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aunque invisiblemente, siete capas, como las tienen el espacio cósmico y
nuestra piel física. Esta aura es la que, según nuestro puro o impuro estado
físico y mental, nos abre la vista de otros mundos, o nos la cierra
herméticamente, dejándonos tan solo la de este mundo de materia densa.

Cada uno de nuestros siete sentidos físicos (dos de los cuales desconoce
todavía la ciencia profana), y cada uno de nuestros siete estados de
conciencia[196], se corresponde con uno de los siete planos cósmicos,
desenvuelve y utiliza uno de los siete sentidos espirituales y está directamente
relacionado, en el plano terreno–espiritual, con el cósmico y divino centro de
fuerza que lo engendró y que es su creador directo. Cada sentido físico está
también relacionado y sometido a la directa influencia de uno de los siete
planetas sagrados[197]. Todo esto pertenecía a los misterios menores, cuyos
discípulos se llamaban Mystai (los velados), porque solo podían ver las cosas
como a través de una niebla, como si tuvieran los ojos entornados, por decirlo
así, mientras que los iniciados o «videntes» de los misterios mayores se
llamaban Epoptai (o sea los que ven las cosas sin velo alguno). Únicamente
estos últimos aprendían los verdaderos misterios del Zodíaco y las relaciones
y correspondencias entre sus doce signos (dos de ellos secretos), y los diez
orificios humanos, que son actualmente, desde luego, por mera diferencia
externa, diez en la mujer y tan solo nueve en el varón. En el tercer tomo de
esta obra dijimos que hasta el término de la tercera raza raíz, hasta la
separación en sexos del hombre andrógino, los diez orificios existían en el
hermafrodita, primero potencial, y después funcionalmente. Así lo indica la
evolución del embrión humano. Por ejemplo, la abertura que primero se
forma es la cavidad bucal, una especie de «cloaca que comunica con la
extremidad anterior del intestino» y que más tarde se transmuta en boca y
ano. Esto representa físicamente, en ocultismo, que el Logos se diferencia y
emana materia grosera en el plano inferior. Fácilmente puede explicarse la
dificultad con que algunos estudiantes tropezarán, para conciliar las
correspondencias entre el Zodíaco y los orificios. La magia es coetánea de la
tercera raza raíz, cuyos individuos procreaban al principio por Kriyâshakti y
acabaron por engendrar según el actual procedimiento[198]. Como quiera que
la mujer quedó con el perfecto número cósmico de diez (el número divino de
Jehovah), se la diputó por más elevadamente espiritual que el hombre. En el
antiguo Egipto, las estipulaciones matrimoniales contenían una cláusula según
la cual la mujer debía ser la «señora del señor» y su verdadera señora. El
marido se comprometía a «obedecer a su esposa» para la producción de

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resultados alquímicos, tales como el elixir de la vida y la piedra filosofal;
pues los alquimistas varones necesitaban al efecto la ayuda espiritual de la
mujer. Pero ¡ay del alquimista que tomara este auxilio en su muerto sentido
de unión sexual! Semejante sacrilegio lo arrastraría a la magia negra y fuera
irremediable su fracaso. Los verdaderos alquimistas de la antigüedad se
ayudaban de mujeres de edad, evitando escrupulosamente toda relación con
las jóvenes; y si acaso alguno de ellos era casado, trataba a su propia esposa
como hermana algunos meses antes de proceder a la operación alquímica y
mientras la llevaba a cabo.

En Isis sin Velo[199] se explicó ya el error de creer que los antiguos solo
conocían diez signos del Zodíaco. Los antiguos conocieron los doce, pero los
consideraron de distinto modo que nosotros, pues resumieron en un solo signo
los de Virgo y Escorpión, teniendo en cuenta que se referían directa y
simbólicamente al primario hombre dual, y a su separación en sexos. Cuando
la reforma del Zodíaco, se añadió el duodécimo signo de Libra, si bien es un
signo meramente equilibrante, en el punto de conversión de la humanidad
separada en sexos.

El estudiante ha de aprender debidamente todo esto. Entretanto,


recapitulemos cuanto queda dicho:

1. Todo ser humano es una encarnación de su Dios, o lo que tanto vale, es


uno con su «Padre en los Cielos», como dijo el iniciado Jesús. Hay tantos
dioses en el cielo como hombres en la tierra; y, sin embargo, todos estos
dioses son en realidad uno, porque al terminar cada período de actividad se
reconcentran, como los rayos del Sol poniente, en el Luminar patrio, en el
Logos inmanifestado, que a su vez se funde en lo Absoluto. ¿Podemos decir
que estos nuestros «Padres» sean individual o colectivamente nuestros dioses
personales, en caso alguno? El Ocultismo responde resueltamente que nunca.
Todo lo que un hombre vulgar puede conocer de su «Padre» es lo que de sí
mismo, por sí mismo y en sí mismo conozca. El alma de su «Padre Celestial»
está encarnada en él. Esta alma es él mismo, si logra asimilarse la divina
Individualidad mientras mora en su concha física. En cuanto a invocar a este
Espíritu, tanto valdría esto como esperar ser oídos por el Absoluto. Nuestras
oraciones y ruegos serán vanos, a menos que a las potenciales palabras no
añadamos potentes actos y si no hacemos que nuestra aura sea tan pura y
divina que el Dios interno pueda actuar externamente, es decir, que llegue a
ser algo así como una Potestad extraña. Así iniciados, santos y hombres puros

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han podido ser capaces de ayudar a otros, tanto como a sí mismos, en las
necesidades, y obrar lo que inconsideradamente se llaman «milagros», con el
auxilio y por mediación de su Dios interno, que solo ha puesto en condiciones
de actuar en el plano externo.

2. La palabra Aum u Om, correspondiente al Triángulo superior, cuando


la pronuncia un hombre puro y santo, vigorizará o despertará, no solo las
Potestades menos excelsas de los elementos y espacios interplanetarios, sino a
su Yo superior o «Padre» interno. Pronunciada debidamente por un hombre
de vulgar bondad, le ayudará a robustecer su moralidad, sobre todo si entre
dos «Aum» medita de propósito acerca de su Aum interno, y concentra toda
su atención en la inefable gloria. Pero ¡ay de quien pronuncie la sagrada
palabra después de cometer algún pecado trascendental!; porque atraerá a su
impura fotosfera, fuerzas y presencias invisibles, que de otro modo no
hubieran podido abrirse paso en la divina envoltura.
Aum es el prototipo de Amen. Esta última palabra no es hebrea, sino que,
como la de Aleluya, la tomaron judíos y griegos de los caldeos. La palabra
Aleluya se encuentra frecuentemente repetida en ciertas inscripciones
mágicas grabadas sobre vasos y urnas de las ruinas de Nínive y Babilonia.
Amén no significa «así sea», ni «verdaderamente», sino que en la remotísima
antigüedad significó casi lo mismo que Aum. Los judíos iniciados (Tanaïm)
la empleaban con igual objeto y con parecido resultado que los arios iniciados
emplearon la palabra Aum, pues el valor numérico de AMeN en caracteres
hebreos es 91, equivalente a la suma de YHVH[200] = 26 y ADoNaY = 65 o
91. Ambas palabras denotan la afirmación del ser o la existencia de nuestro
asexual «Señor» interno.

3. La ciencia esotérica enseña que todo sonido del mundo visible despierta
su correspondiente sonido en los reinos invisibles, y pone en acción alguna
fuerza oculta de la Naturaleza. Además, cada sonido se corresponde con un
color, un número[201] y una sensación en uno u otro plano. Todos los sonidos
tienen su eco en los elementos superiores, y aun en el plano físico, y ponen en
acción las vidas que hormiguean en la atmósfera terrestre.

Por lo tanto, a no ser que pronunciemos mentalmente la oración y la


dirijamos a nuestro «Padre» en el silencio y soledad de nuestro «cerrado
aposento», determinaremos resultados antes desastrosos que benéficos,
porque las masas desconocen por completo los potentes efectos que así

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producen. Para producir saludables efectos ha de pronunciar la oración «quien
sepa hacerse oír en el silencio», de modo que ya no sea un ruego, sino un
mandato. ¿Por qué se dice prohibió Jesús a sus oyentes que fuesen a las
sinagogas públicas? Seguramente que no todos los orantes eran hipócritas y
embusteros, ni fariseos que gustaban demostrarse devotos a la vista de las
gentes. Suponemos que algún motivo tendría para ello; el mismo motivo por
el cual los ocultistas prohíben a sus discípulos ir a los lugares concurridos,
entrar en las iglesias y asistir a sesiones espiritistas, etc., a menos que se
pongan a tono con los circunstantes.

La advertencia dada a los principiantes de que no se mezclen con las


multitudes, tal vez parezca supersticiosa; pero es verdaderamente eficaz
cuando falta conocimiento oculto. Según saben bien los buenos astrólogos,
los días de la semana no se corresponden ordenadamente con los planetas
cuyos nombres llevan. Esto consiste en que los antiguos indos y egipcios
dividían el día en cuatro partes y ponían cada día de la semana bajo la
protección de un planeta, según corroboran las prácticas mágicas; y cada día,
como acertadamente dice Dionisio Casio, recibió el nombre del planeta que
protegía y guiaba su primera porción. Por lo tanto, debe el estudiante
precaverse contra las «Potestades del Aire» (elementales), que pululan en los
sitios públicos, llevando una sortija del metal consagrado al planeta
correspondiente al día, o bien, una joya del color peculiar de este planeta. Sin
embargo, la protección más eficaz es una conciencia tranquila y un firme
deseo de beneficiar a la Humanidad.

Los planetas, los días de la semana y sus


correspondientes colores y metales

En el Diagrama II (ver página siguiente), los días de la semana no


aparecen en el orden usual, sino que están colocados con relación a los
colores del espectro y a los correspondientes colores de sus planetas regentes.
Los primitivos cristianos tienen la culpa de la confusión introducida en el
orden de los días semanales; pues tomaron de los judíos los meses lunares y
quisieron entremezclarlos con los planetas solares, hasta el punto de no
corresponder el orden de éstos con el de los días actualmente.

Estas correspondencias pertenecen al plano objetivo y terrestre.

Página 101
Âtman no es un número ni corresponde con ningún planeta visible
pues procede del Sol…
Espiritual; ni guarda relación con los sonidos y colores ni cosa alguna,
pues las incluye todas.
Como quiera que los principios humanos carecen de número por sí
mismos, y tan solo se corresponden con números, sonidos, colores,
etc., no se enumeran aquí en su orden exotérico.

PRINCIPIOS DÍAS DE LA
NÚMEROS METALES PLANETAS
HUMANOS SEMANA

KÂMA
RÛPA
1 y 10
Vehículo
Tónica MARTE MARTES
o sede
del HIERRO Planeta de la Die Martis
de las
hombre Generación. o Tiw.
pasiones
físico
e instintos
animales.
EL SOL
EL dador de
vida física.
Espiritual y
2 esotéricamente,
Vida el substituto PRÂNA O DOMINGO
espiritual ORO del JÎVA Die Solis,
y Vida planeta La Vida o del Sol
física intermercurial,
sagrado y

Página 102
secreto para
los antiguos.
3
Porque
Buddhi MERCURIO
MIÉRCOLES
está, por Amalgamado
Die Mercurii
decirlo con el azufre BUDDHI o Woden.
así, entre como Alma
MERCURIO Día de
Âtmâ Buddhi
espiritual Buddha
y Manas y lo está con la Mensajero e
o rayo en el Sur,
forma llama del intérprete
âtmico. y de Woden
con el Espíritu. de los Dioses.
Vehículo en el Norte.
séptimo, o (Véanse las
de Âtmâ. Dioses de la
envoltura definiciones
Sabiduría.
áurica, alquímicas).
la Tríada
devachanica.
4
Principio
intermedio
KÂMA
entre las
MANAS
tríadas SÁBADO
Mente
material Diee
PLOMO SATURNO inferior
y espiritual. Saturni,
o alma
La parte o Saturno.
animal.
consciente
del hombre
animal.
JUEVES
ENVOLTURA
5 ESTAÑO JÚPITER Dies Jovis, o
ÁURICA.
Thor.
COBRE
Su aleación VENUS MANAS
es VIERNES
Lucero de la Mente superior
6 el bronce o Dies Veneris
mañana y de la o alma
principio Frige.
tarde. humana.
dual.

Página 103
7 LINGA–
Contiene en SHARÎRA
LA LUNA LUNES
sí el reflejo PLATA Doble astral Dies Lunae, o
Madre de la
del hombre del hombre.
Tierra Luna.
septenario. Padre del
hombre físico.

Los antiguos colocaban los planetas en el orden siguiente: Luna, Mercurio,


Venus, Sol, Marte, Júpiter y Saturno. Además, en la India y en Egipto, las dos
naciones más antiguas, dividían el día en cuatro partes, cada una de las cuales
estaba bajo la protección y gobierno de un planeta. Con el tiempo cada día
tomó el nombre del planeta que presidía su primera porción, o parte matutina.
Los cristianos procedieron al arreglo de la semana con objeto de poner en
séptimo lugar el día del Sol o domingo, y así fueron dando a cada día de la
semana el nombre del cuarto planeta en turno, es decir comenzando con la
Luna (Lunes), ellos los contaron así: Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte; así
el Martes, el día cuya primera porción era regida por Marte, llegó a ser el
segundo día de la semana y así sucesivamente. Recuérdese que la Luna, como
el Sol, reemplazan cada uno a un planeta secreto.

La actual división del año solar es posterior de algunos siglos al comienzo


de la era cristiana; y nuestra semana no es la misma que la de los antiguos y la
de los ocultistas. La división septenaria de las fases lunares es tan vieja como
el mundo, y tuvo su origen en los pueblos que computaban el tiempo por
lunaciones. Los hebreos no la empleaban (aunque el segundo capítulo del
Génesis parece hablar de ella), pues solo contaban el séptimo día, o sábado.
Hasta la época de los Césares no se nota vestigio alguno de una semana de
siete días en ninguna nación, excepto los indos. De la India la tomaron los
árabes, y el cristianismo la introdujo en Europa. La semana de los romanos
constaba de ocho días, y la ateniense de diez[202]. Así, una de las
innumerables contradicciones y falacias del cristianismo, es la adopción de la
inda semana septenaria del cómputo lunar, conservando al propio tiempo el
nombre mitológico de los planetas.

Los astrólogos modernos, no dan tampoco la correspondencia de los días


y los planetas con sus colores respectivos; mientras que los ocultistas pueden
comprobar razonadamente todos los pormenores de sus tablas cromáticas.

Página 104
***

Para terminar este primer apunte diremos que los lectores han de
agruparse en dos amplios órdenes:

1. Los que no han desechado del todo las usuales escépticas dudas, pero
que anhelan conocer cuánto de verdad haya en las afirmaciones de los
ocultistas.
2. Los que ya libres de las trabas del materialismo y de la relatividad,
advierten que la real y verdadera dicha ha de buscarse únicamente en
el conocimiento y personal experiencia, llamada Brahmavidyâ por los
filósofos indos, y el conocimiento de Âdi–buddha[203] por los arhats
buddhistas.

El primer grupo de lectores puede entresacar de estos estudios aquellas


explicaciones que de los fenómenos de la vida no pueda darle la ciencia
profana. Aun con tales limitaciones, aprenderán en uno o dos años más de
cuanto les hayan enseñado sus colegios y universidades. Respecto de los
lectores sinceramente creyentes, quedará premiada su fe al transmutarse en
conocimiento. El verdadero co*nocimiento es privativo del espíritu y solo
puede adquirirse por la mente superior, el único plano en que podemos
sondear las profundidades de la omnipenetrante Absolutividad. Quien
obedece tan solo a las leyes establecidas por mentes humanas y vive con
arreglo a la falaz legislación de los mortales, toma por estrella guiadora un
faro que brilla en el océano de Mâyâ, o de las ilusiones temporales, y que
únicamente dura una encarnación. Las leyes humanas solo son necesarias para
la vida y bienestar físicos del hombre. Son piloto que lo guía a través de los
bajíos de una existencia, dueño que con él parte, en el dintel de la muerte.
Mucho más feliz es el hombre que en el objetivo plano temporal cumple
estrictamente los deberes de la vida diaria, obedece las leyes de su país, y
dando al César lo que es del César, lleva en realidad una espiritual y
permanente existencia, sin solución de continuidad, sin quebraduras ni
intermedios en ninguna de sus etapas, ni siquiera en los altos y descansos de
la prolongada peregrinación de la pura vida espiritual. Todos los fenómenos
de la mente inferior humana desaparecen como el telón de un escenario, y le
permiten vivir en la región del más allá, en el plano nouménico, el único real.
Si el hombre logra por la supresión, ya que no por el aniquilamiento, de su
egoísmo y personalidad, conocerse a sí mismo tal como es, tras el físico velo
de Mâyâ, pronto transcenderá toda pena y miseria y toda mudanza de donde

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dimana la pena. Semejante hombre será físicamente de materia, y sin
embargo, vivirá fuera y más allá de ella. Su cuerpo estará sujeto a cambios,
pero él permanecerá inmutable en su sempiterna vida, aun en los temporáneos
y efímeros cuerpos. Todo esto puede realizarse por el acrecentamiento del
inegoísta y universal amor a la Humanidad, por la supresión del egoísmo o
personalidad, de que proviene toda humana tristeza y es causa de todo
pecado.

Página 106
Apunte II

En vista de la abstrusa naturaleza de los temas de que tratamos, el presente


estudio empezará con la explicación de algunos puntos que quedaron oscuros
en el anterior, así como con algunas aclaraciones definitivas de lo que tenía
apariencia de contradicción.

Los astrólogos, de los cuales hay muchos entre los esoteristas, es probable
se encuentren suspensos ante algunas afirmaciones completamente contraria a
sus enseñanzas; mientras los desconocedores de la materia tal vez se
encuentren por de pronto combatidos por quienes hayan estudiado los
sistemas esotéricos de la Cábala y la Astrología. Porque téngase presente que
nada de lo que se imprima para todo el mundo y lo que el estudiante pueda
leer y observar en las bibliotecas y museos públicos, es verdaderamente
esotérico; sino que está encubierto de propósito con intencionados «velos», o
por lo menos no puede estudiarse ni comprenderse provechosamente, sin un
completo glosario de términos ocultos.

Por lo tanto, las siguientes enseñanzas explicativas pueden ser de utilidad


a los estudiantes, ayudándoles para la mejor comprensión del estudio
precedente.

En el diagrama I, se ha de observar que los 3, 7 y 10 centros son,


respectivamente, como sigue:

1. El 3 corresponde al mundo espiritual de lo Absoluto, y por lo tanto, a


los tres principios superiores del hombre.
2. El 7 corresponde a los mundos espiritual, psíquico y físico y al cuerpo
del hombre. Lo físico, lo metafísico y lo hiperfísico constituyen la
simbólica tríada del hombre en este plano.
3. El diez, o suma de 3 + 7, es el conjunto del Universo, en todos sus
aspectos, así como de su microcosmos, o sea el hombre con sus diez
orificios.

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Prescindiendo por de pronto de la década superior (el Kosmos) y de la década
inferior (el Hombre), los tres primeros números de la separada septena se
refieren directamente al espíritu, alma y envoltura áurica del ser humano, así
como también al elevado mundo suprasensorio. Los cuatro números
inferiores, o los cuatro aspectos, corresponden también al hombre, así como
también al Kosmos, y su conjunto está sintetizado en lo Absoluto.

Si con arreglo a la simbología de todas las religiones orientales


concebimos estos tres grados distributivos de existencia contenidos en un
Huevo, llamaremos a ese Huevo, Svabhâvat, o el Ser–Todo, en el plano
manifestado. Verdaderamente no tiene este Universo ni centro ni periferia;
pero en la individualizada y finita mente del hombre, sí los tiene, como
natural consecuencia de las limitaciones del pensamiento humano.

En el diagrama II, como allí se advierte, no necesitamos detenernos en los


números de la columna izquierda, pues no son los números característicos de
los principios humanos o de los planetas, sino que se refieren únicamente a
las jerarquías de colores y sonidos en el plano metafísico. Los principios
humanos no admiten numeración, porque todos los hombres difieren entre sí,
de la propia suerte que tampoco hay en la tierra dos briznas de hierba
absolutamente idénticas. La numeración es aquí asunto de progreso espiritual
y del natural predominio de un principio sobre otro. En un hombre puede
tener el Buddhi el número uno; mientras que en otro, por ejemplo, un
sensualista bestial, lo tendrá el Manas inferior. El cuerpo físico, o acaso
Prâna, el principio de la vida, predominará y ocupará el primer lugar o plano,
en quien goce de robusta salud y rebose vitalidad; pero en otros casos dicho
principio ocupará el ínfimo lugar. Además, los colores y metales
correspondientes a los planetas y principios humanos, según puede
observarse, no son los que conocen exotéricamente los modernos astrólogos y
ocultistas occidentales.

Veamos de dónde los modernos astrólogos adquirieron sus nociones


acerca de la correspondencia entre planetas, metales y colores. Y aquí nos
acordamos de un orientalista moderno que, juzgando por las apariencias,
atribuía a los antiguos acadianos, caldeos, indos y egipcios, la grosera
creencia de que el Universo, y lo mismo la Tierra, tenían la forma de una taza
puesta boca abajo. Así lo infería dicho orientalista de las simbólicas
representaciones de algunas inscripciones acadianas y de las esculturas
asirías. Sin embargo, no debemos explicar aquí por qué se equivocó el

Página 108
asiriólogo; pues todas las mencionadas representaciones son meramente
símbolos del Khargakkurra, la Montaña del Mundo, o Monte Meru, y se
refieren tan solo al polo Norte, la tierra de los dioses (véanse los Vol. I y III).
Los asirios exponían como sigue sus enseñanzas exotéricas acerca de los
planetas y sus correspondencias:

DÍAS DE LA
NÚMS. PLANETAS METALES COLORES
SEMANA
Sáb. De (aquí
el sabbath, en
1 Saturno Plomo Negro honor de
Jehovah).
Blanco. A
veces
2 Júpiter Estaño púrpura o Jueves
anaranjado

3 Marte Hierro Rojo Martes

Amarillo
4 Sol Oro Domingo
oro

Verde o
5 Venus Cobre Viernes
amarillo

6 Mercurio Mercurio Azul Miércoles

Blanco
7 Luna Plata Lunes
plata

Éste es el ordenamiento adoptado hoy por los astrólogos cristianos, con


excepción del de los días de la semana, de los que han hecho un deplorable
revoltijo al juntar los nombres planetarios solares con las semanas lunares,
según se dijo en el Apunte I. Éste es el sistema geocéntrico de Ptolomeo, que

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representa el Universo según el siguiente diagrama, con la Tierra en el centro
y el Sol en el cuarto lugar de los planetas.

Y si diariamente se nos ofrecen pruebas de que la cronología cristiana y el


orden de los días de la semana están basados en un error astronómico, ya es
tiempo de empezar a reformar la Astrología, que ha llegado a nosotros
fundada sobre cimientos un tanto equivocados procedentes de las exotéricas
plebes de Caldea y Asiria.

Pero las correspondencias dadas en estos apuntes son puramente


esotéricas. De ello se infiere que cuando los planetas de nuestro sistema solar
se designan o simbolizan como en el diagrama II, no debe suponerse que se
refieran estos nombres a los mismos cuerpos planetarios, sino a los tipos, en
un plano puramente físico, de la septenaria naturaleza de los mundos psíquico
y espiritual. Un planeta material solo puede corresponderse con una cosa
también material. Así, cuando se dice que Mercurio corresponde al ojo
derecho, no significa que el planeta objetivo tenga influencia alguna en este
órgano visual, sino que el planeta y el órgano se corresponden místicamente
por mediación de Buddhi. El hombre deriva su Alma espiritual (Buddhi) de la
esencia de los Mânasa Putra o Hijos de Sabiduría, que son los divinos seres o
ángeles, que gobiernan y presiden sobre el planeta Mercurio.

De la misma manera se indican en correspondencia Venus, Manas y el ojo


izquierdo. Exotéricamente no hay tal relación entre los ojos físicos y los
planetas físicos; pero la hay esotéricamente; porque el ojo derecho es el «Ojo
de la Sabiduría», es decir, que se corresponde magnéticamente con el oculto
centro cerebral a que llamamos[204] el «tercer ojo», mientras que el izquierdo
se corresponde con el cerebro intelectivo, o sea con aquellas células que en el
plano físico sirven de órgano a las facultades del pensamiento. Así lo indica el
cabalístico triángulo de Kether, Chokmah y Binah. Chokmah y Binah, la

Página 110
Sabiduría y la Inteligencia, el Padre y la Madre, o también el Padre y el Hijo,
están en el mismo plano y reaccionan uno sobre otro.

Cuando la conciencia individual se dirige hacia dentro, sobreviene la


conjunción de Manas y Buddhi. Esta conjunción es permanente en el hombre
espiritualmente regenerado, pues el Manas Superior se adhiere a Buddhi más
allá del dintel del Devachan; y entonces se dice que el alma, o mejor dicho, el
espíritu (que no debemos confundir con Âtmâ o el Superespíritu), se dice
entonces que posee el «Ojo Único». En otras palabras, esotéricamente, el
«Tercer Ojo» es activo. Mercurio lleva también el nombre de Hermes, y
Venus el de Afrodita, y su conjunción en el hombre psicofísico le da, por lo
tanto, el nombre de hermafrodita, o andrógino. Sin embargo, el hombre
estrictamente espiritual está completamente desligado del sexo. El hombre
espiritual se corresponde directamente con los superiores «círculos
coloreados», o divino espectro dimanante del blanco e infinito Círculo Único;
mientras que el hombre físico procede de los Sephiroth, llamados las Voces o
Sonidos en la filosofía oriental. Estas «Voces» son inferiores a los «Colores»,
pues equivalen a los siete Sephiroth llamados las Voces o Sonidos en la
filosofía oriental. Estas «Voces» son inferiores a los «Colores», pues
equivalen a los siete menores o sonidos objetivos que se ven y no se oyen,
según indican el Zhar[205] y aun el Antiguo Testamento[206].

De la propia suerte se dice que las ventanas de la nariz por donde se


inspira el «Hálito de la Vida»[207], Corresponden al Sol la derecha y a la Luna
la izquierda, porque Brahmâ–Prajâpati y Vach, u Osiris e Isis, son los padres
de la vida natural. El cuaternario formado por los ojos y las ventanas de la
nariz (Mercurio–Venus y Sol–Luna), son para los cabalistas los ángeles que
guardan los cuatro extremos de la Tierra. Lo mismo dice la filosofía esotérica
de Oriente, con añadidura de que el Sol no es un planeta, sino el astro central
de nuestro sistema, y que la Luna es un planeta muerto, del que se han
desprendido todos los principios. El Sol representa, según el esoterismo
oriental, a un planeta invisible que se halla entre Mercurio y el Sol; y la Luna
a otro planeta que parece haber ahora desaparecido de la vista. Éstos son los
cuatro mâharâjâs[208] los «Cuatro Santos Seres» relacionados con Karma y
con la Humanidad, con el Kosmos y el Hombre, en todos sus aspectos. Son
ellos: El Sol (o su substituto Miguel); la Luna (o su substituto Gabriel);
Mercurio (Rafael); y Venus (Uriel). No necesitamos repetir que los mundos
planetarios son tan solo símbolos físicos, y el sistema esotérico casi nunca se
refiere a ellos, sino que en dichos nombres simboliza sus fuerzas cósmicas,

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psíquicas, físicas y espirituales. En resumen, los siete planetas físicos son los
Sephiroth inferiores de la Kabalah; y nuestro trino Sol físico, del que
únicamente vemos el reflejo, está simbolizado, o mejor dicho, personificado
por la Tríada Superior o Corona Sephirotahl[209].

Conviene indicar, además, que los números adscritos a los principios


físicos en el diagrama I, aparecen inversamente en las obras exotéricas,
porque el orden depende de la escuela a que pertenece el autor. Unas escuelas
cuentan tres, otras cuatro, algunas seis y a veces siete, como los buddhistas
esotéricos. Según hemos dicho[210], la escuela esotérica quedó dividida en dos
ramas desde el siglo XIV; una para los discípulos más aventajados o lanus
internos, y la otra para los discípulos laicos. El señor Sinnet recibió cartas de
un gurú advirtiéndole que no se le podría instruir en la verdadera doctrina
esotérica, únicamente comunicada a los juramentados discípulos del círculo
interno. (Véase The Mahâtmâ Letters to A. P. Sinnett, pág. 494). Los números
y principios no están sobrepuestos como las capas de una cebolla; sino que el
estudiante debe apreciar por sí mismo el número adecuado a cada uno de sus
principios, cuando llegue la ocasión de estudiar prácticamente. Lo expuesto
sugerirá al estudiante la necesidad de conocer los principios por sus nombres
y sus respectivas facultades, independientemente de todo sistema numeral, y
por su relación con los centros de acciones, colores, sonidos, etc., hasta que
éstos lleguen a ser inseparables.

El antiguo y ya familiar método de enumerar los principios, que se expuso


en The Theosophist y en el Buddhismo Esotérico, determinan otra aparente y
embarazosa contradicción, aunque en realidad no lo sea en modo alguno. Los
principios números 3 y 2 (Linga Sharîra y Prâna o Jîva) aparecen en dicho
método inversamente a como los da el diagrama I, que da el orden esotérico,
según el cual, el Linga Sharîra es el vehículo de Prâna o Jîva (el principio
vital), y por lo tanto, ha de ser necesariamente inferior a Prâna, y no superior
como supone la anterior numeración exotérica. Los principios no están
superpuestos, y así no pueden numerarse correlativamente; su orden depende
del predominio de unos u otros, y difiere, por consiguiente, en cada individuo.

El Linga Sharîra es el antetipo protoplásmico, o doble, del cuerpo físico,


que es su imagen. En tal concepto le llama el diagrama II progenitor del
cuerpo físico, es decir, la madre fecundada por Prâna, el padre. La mitología
egipcia simbolizaba esta idea en el nacimiento de Horus, el hijo de Osiris e
Isis; aunque, como todos los mitos sagrados, tenga a la vez una triple

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significación espiritual y una séptuple significación psiquicofísica. Para
terminar, podemos decir, en rigor de verdad, que Prâna, el principio vital, no
tiene número, puesto que compenetra a todos los demás principios, o al total
humano. Así es que cada uno de los siete números puede aplicarse
exotéricamente a Prâna-Jîva, como se aplican esotéricamente al cuerpo
áurico. Según indicaba Pitágoras, el Kosmos no fue formado por el número o
por medio del número, sino geométricamente, es decir, según las
proporciones numéricas.

A quienes desconozcan las exotéricas naturalezas astrológicas atribuidas


en la práctica a los cuerpos planetarios, podrá serles útil que las expongamos
aquí, al modo del Diagrama II, en relación con su predominio en el cuerpo
humano, colores, metales, etc.; explicando al mismo tiempo por qué la
filosofía genuina esotérica difiere de las pretensiones astrológicas.

PARTES
PLANETAS DÍAS METALES DEL COLORES
CUERPO

Oreja
derecha,
[211]
Saturno Sábado Plomo rodillas y Negro
sistema
óseo

Oreja
izquierda, [212]
Júpiter Jueves Estaño muslos, pies Púrpura
y sistema
arterial
Frente,
nariz,
cráneo,
función
Marte Martes Hierro sexual y Rojo

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sistema
muscular

Ojo
derecho,
Sol Domingo Oro corazón y Anaranjado[213]
entrañas
vitales
Barbilla,
mejillas,
cuello,
Venus Viernes Cobre riñones y Amarillo[214]
sistema
venoso
Boca,
manos,
vísceras,
Miércoles Mercurio
Mercurio abdominales Crema[215]
y sistema
nervioso
Pecho, ojo
izquierdo y
sistema
Luna Lunes Plata fluido Blanco[216]
(saliva,
linfa, etc.)

Vemos, por lo tanto, que la influencia del sistema solar en la exotérica


Astrología cabalística, queda distribuida por este método entre todo el cuerpo
humano, los metales primarios y la escala cromática, desde el blanco al negro;
pero el esoterismo no reconoce como colores ni el blanco ni el negro, pues se
atiene estrictamente a los siete colores solares naturales del espectro. El
blanco y el negro son tintes artificiales. Pertenecen a la Tierra, y únicamente
los percibimos gracias a la especial construcción de nuestros órganos físicos.
El blanco es la carencia de todos los colores, y por lo tanto, no es color. El
negro es sencillamente la carencia de luz, y por lo tanto, es el aspecto
negativo del blanco. Los siete colores del espectro son emanaciones directas
de las siete Jerarquías de Seres, cada una de las cuales tiene una directa

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influencia y relación con uno de los principios humanos, puesto que cada una
de estas Jerarquías es, en realidad, originaria y creadora fuente del respectivo
principio humano. A cada color del espectro se le llama en ocultismo el
«Padre del Sonido» que le corresponde; y el sonido a su vez es la Palabra, o
Logos, de su Pensamiento–Padre. Ésta es la razón del porqué los sensitivos
relacionan cada color con un sonido determinado, según admite ya la ciencia
moderna[217]. Pero el negro y el blanco son colores negativos, y no tienen
representación en el mundo subjetivo.

La Astrología cabalística define como sigue la influencia predominante de


los cuerpos planetarios en el cerebro humano. Hay, según dice, siete grupos
primarios de facultades, de los que seis funcionan por medio del cerebro, y el
séptimo por el cerebelo. Esto es correctamente esotérico. Pero no lo es cuando
dice que Saturno preside las facultades afectivas, Mercurio las intelectuales,
Júpiter las simpáticas, el Sol las reguladoras, Marte las egoístas, Venus las
tenaces y la Luna las instintivas. Porque, en primer lugar, los planetas físicos
tan solo pueden presidir sobre el cuerpo físico y las funciones meramente
físicas. Todas las facultades mentales, emotivas, psíquicas y espirituales son
influidas por las ocultas propiedades de la escala de causas dimanantes de las
Jerarquías de los Espíritus Gobernadores de los planetas; pero no por los
mismos planetas. Esta escala, según queda expuesta en el diagrama II,
conduce al estudiante a la percepción de:

1. El color.
2. El sonido.
3. El sonido se materializa en el espíritu de los metales (los elementales
metálicos).
4. Los elementales se materializan en los metales físicos.
5. La esencia armónica vibratoria y radiante pasa luego a las plantas para
darles color y aroma, cuyas «propiedades» dependen de la vibración de
esta energía por unidad de tiempo.
6. De las plantas pasa a los animales.
7. Culmina finalmente en los «principios» del hombre.

Así vemos que la Divina Esencia de nuestros celestiales Progenitores,


atraviesa las siete etapas comprensivas de la transmutación del espíritu en
materia y de la reconversión de la materia en espíritu. Así como en la
Naturaleza hay sonidos inaudibles, así hay colores invisibles, pero sin
embargo audibles. La fuerza creadora, en su incesante trabajo de
transformación, produce colores, sonidos y números, en forma de gradaciones

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vibratorias que agregan y disgregan átomos y molécula. Aunque invisible e
inaudible para nosotros en pormenor, podemos oír la síntesis del conjunto en
el plano material. Esto es lo que los chinos llaman Kung o «el Gran Tono».
Según confesión de la misma ciencia, los músicos afirman que la actual tónica
del mundo físico es el fa medio del piano. Lo oímos distintamente en las
voces de la Naturaleza, en los rumores del océano, en los murmullos de la
selva, en el lejano bullicio de las ciudades, en el viento, en la tormenta, y en
todo cuanto suena y resuena en este mundo. A los oídos de quien escucha
llegan todas estas voces en definido tono de inapreciable diapasón, que, como
hemos dicho, es el fa de la escala diatónica. Estos pormenores descubrirán al
estudiante de ocultismo la diferencia que existe entre las nomenclaturas y
simbolismos exotéricos y esotéricos.

En resumen, la Astrología cabalística, tal como se practica en Europa, es


la ciencia semisecreta adaptada al círculo externo, pero no al interno.
Además, se la deja frecuentemente incompleta o se la extravía de intento para
encubrir la verdad. Mientras que la Astrología cabalística simboliza y adapta
sus correspondencias al aparente aspecto de las cosas, la Filosofía esotérica,
que trata preeminentemente de la esencia de las cosas, acepta dichos símbolos
con el exclusivo fin de abarcar el conjunto, y ofrece un significado a la vez
espiritual, psíquico y físico. Sin embargo, aún la misma Astrología occidental
ha realizado excelente labor al coadyuvar al mantenimiento de una Doctrina
Secreta entre los peligros medievales y su tenebrosa mojigatería,
conservándola hasta nuestro tiempo, en que se ha desvanecido ya todo
peligro.

Exotéricamente se enumeran los planetas por el orden de sus radios


geocéntricos, o sea de su distancia desde la Tierra considerada como centro,
conviene a saber: Saturno, Júpiter, Marte, Sol, Venus, Mercurio y Luna. En
los tres primeros vemos simbolizada la celestial tríada (Brahmâ, Vishnu y
Shiva) del supremo poder en el manifestado universo físico; mientras que los
otros cuatro simbolizan el terrenal cuaternario que preside sobre las naturales
y físicas etapas de las estaciones del año, partes del día, edades de la vida,
puntos cardinales y elementos, como sigue:

Primavera Verano Otoño Invierno


Mañana Mediodía Tarde Noche
Juventud Adolescencia Virilidad Vejez

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Fuego Aire Agua Tierra
Oriente Sur Occidente Norte

Pero la ciencia esotérica no se satisface con analogías en el plano puramente


objetivo de los sentidos físicos; y por lo tanto, es de absoluta necesidad dar
más amplias enseñanzas sobre este punto, explicando con toda lucidez el
verdadero significado de la palabra magia.

Lo que en realidad es la magia

La ciencia esotérica es, ante todo, el conocimiento de nuestras relaciones


con la magia divina[218], inseparable de nuestros divinos Yoes[219]. Por lo
tanto, antes de explicar y poner ejemplos de estas relaciones tal vez sea
conveniente dar al estudiante idea exacta del pleno significado de la tan
tergiversada palabra «Magia». Muchos son los que ardientemente ansían
estudiar ocultismo, pero muy pocos los que tienen idea, ni siquiera
aproximada, de la ciencia oculta. Ahora bien; escasos estudiantes europeos o
americanos pueden allegar provecho de las obras sánscritas ni aun de sus
traducciones, que en su mayor parte son velos para los no iniciados. Por lo
tanto, me propongo ofrecer a su atención demostraciones extraídas de las
obras neoplatónicas cuya traducción es accesible; y a fin de esclarecer lo
hasta aquí obscuro, bastará poner en ello determinada clave. De esta manera
podrán servir admirablemente a nuestro propósito ambas gnosis, precristiana
y postcristiana.

Millones de cristianos conocen el nombre de Simón el Mago y lo poco


que de él se dice en los Hechos de los Apóstoles; pero escasean los que han
oído hablar de los confusos, fantásticos y contradictorios pormenores, que de
su vida recuerda la tradición. La historia de sus pretensiones y de su muerte se
halla tan solo en los tendenciosos y casi quiméricos relatos de los Padres de la
Iglesia, como Ireneo, Epifanio y Justino, y especialmente en el anónimo
Philosophumena. Sin embargo, Simón el Mago es un personaje histórico; y el
sobrenombre se lo dieron unánimemente todos sus contemporáneos, incluso
los caudillos de la Iglesia cristiana, en significación de las taumatúrgicas
facultades de que estaba dotado, sin distinguir si era mago blanco o mago
negro. Esta distinción la hicieron luego en uno u otro sentido los cronistas,
según se inclinaban al paganismo o al cristianismo.

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En el sistema de Simón el Mago y de su discípulo y sucesor Menandro,
descubriremos lo que la palabra «Magia» significaba a la sazón para los
iniciados.

Simón, como todos los demás gnósticos, enseñaba que nuestro mundo
había sido formado por ángeles inferiores, a los que daba el nombre de Eones,
de los cuales solo menciona tres grados, porque, según antes dijimos, era y es
inútil enseñar nada de los cuatro superiores; y en consecuencia empieza él en
el plano de los globos A y G. Su sistema se aproxima a la verdad oculta tanto
como otro cualquiera; de suerte que podemos examinarlo, así como también
los conceptos que él y su discípulo Menandro tenían de la «Magia», para ver
qué significaban con esta palabra. Según Simón, todo lo creado culminaba en
el Fuego. Era éste para él, como lo es para nosotros, el principio universal, la
infinita potencia emanada de la oculta Potencialidad. El Fuego era la
primitiva causa del manifestado mundo de la existencia y tenía un dual
aspecto, manifestado y secreto.

El aspecto secreto del Fuego está oculto en su aspecto


objetivo, que del primero dimana[220].

Así escribe Simón; lo que equivale a decir que lo visible está siempre presente
en lo invisible, y lo invisible en lo visible. Esto era solo nueva forma de la
idea expuesta por Platón acerca de lo inteligible (noêton) y lo sensible
(aisthêton), así como de las enseñanzas de Aristóteles sobre la potencia
(dunamis) y el acto (energeia). Según Simón, era inteligencia todo aquello de
que se podía pensar y todo aquello sobre que se podía actuar. El Fuego lo
contenía todo. Y como todas las partes del Fuego estaban dotadas de
inteligencia y razón, eran susceptibles de desarrollo por emanación y
extensión. Esta es precisamente nuestra doctrina del Logos manifestado, y las
partes primordialmente emanadas son nuestros Dhyân Chohans, los «Hijos de
la Llama y del Fuego», o Eones superiores. Este «Fuego» es el símbolo del
activo y viviente aspecto de la Naturaleza Divina. En él subyace la «infinita
Potencialidad en la Potencialidad», que Simón llamaba lo «que existió, existe
y existirá», o la estabilidad permanente y la inmutabilidad personificada. De
la Potencia Mental, la Divina Ideación se concretaba en acción. De aquí que
las series de emanaciones primordiales del pensamiento engendran el acto,
cuya madre es el aspecto objetivo del Fuego, y cuyo padre es el aspecto
oculto. Simón llamaba sizigias (unidades pares) a estas emanaciones, porque

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emanaban de dos en dos, una como Eón activo y otra como Eón pasivo. Así
emanaron tres pares (seis Eones en total, que con el Fuego eran siete), a los
cuales dio Simón los nombres siguientes: «Mente y Pensamiento; Voz y
Nombre; Razón y Reflexión»[221], siendo el primero de cada par masculino, y
el segundo femenino. De estos seis Eones primordiales emanaban los seis del
mundo intermedio. Pero veamos lo que dice el mismo Simón:

Cada uno de estos seis primitivos seres, contenía


enteramente la infinita Potencia [de su Progenitor]; pero tan
solo en potencia y no en acto. Aquella Potencia había de
actualizarse de conformidad con una imagen, a fin de que se
manifestase en toda su esencia, virtud, grandeza y efectos;
porque solamente entonces podría la emanada Potencia ser
igual a su progenitor, la eterna e infinita Potencia. Por el
contrario, si tan solo hubiese permanecido potencialmente en
las seis Potencias, sin lograr actualizarse de conformidad con
una imagen, entonces la Potencia se hubiera perdido sin
concretarse en acto[222].

Más claramente, se hubiera atrofiado, empleando la expresión moderna.

Ahora bien; ¿dan estas palabras a entender otra cosa, sino que para ser los
Eones iguales en todo a la infinita Potencia, habían de imitarla en su acción, y
ser a su vez principios emanadores, como su progenitor, para engendrar
nuevos seres y transmutarse también en potencias activas? El directo
resultado de este poder es producir emanaciones, tener el don de Kriyâshakti,
cuyo efecto depende de nuestra propia acción. Por lo tanto, este poder es
inherente al hombre como lo es a los Eones primordiales y aun a las
secundarias emanaciones, puesto que así ellos como el hombre proceden del
único y Primordial Principio, de la Potencia Infinita. Vemos, pues, en el
sistema de Simón el Mago, que los seis primeros Eones, sintetizados por el
séptimo, la Potencia progenitora, se actualizan y emanan a su vez seis Eones
secundarios, sintetizados en sus respectivos progenitores. En el
Philosophumena, compara Simón los Eones al «Árbol de la Vida». Y en la
Revelación[223], dice:

Se ha escrito que hay dos ramificaciones de los Eones


universales que no tienen, principio ni fin, como dimanantes
ambas de la misma raíz, la invisible e incomprensible

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Potencialidad cuyo nombre es Sigê [el Silencio]. Una de estas
[series de Eones] procede de arriba. Es esta la gran Potencia, la
Mente universal [la Ideación Divina o Mahat de los indos]. Es
masculina y regula todas las cosas. La otra procede de abajo. Es
el gran Pensamiento manifestado, el Eón femenino,
engendrador de todas las cosas. Estas [dos clases de eones] se
corresponden[224] mutuamente, se conjuntan y manifiestan a
distancia media [la esfera o plano intermedio], el incoercible
Aire, que no tiene principio ni fin[225].

Este «Aire» femenino es nuestro éter o luz astral de los cabalistas; y por lo
tanto, corresponde al «Segundo Mundo» de Simón, nacido del Fuego o
principio de todas las cosas. Nosotros le llamamos la Vida Una, la
omnipresente, infinita, inteligente y divina Llama. En el sistema de Simón,
este Segundo Mundo estaba gobernado por una Potencia, a la par masculina y
femenina, activa y pasiva, buena y mala. De este Ser–Progenitor se dice que,
como la Potencia infinita y primordial, «existió, existe y existirá», mientras
dure el Kosmos manifestado. Al emanar en acto, semejante a su propio
Progenitor no era dual o andrógino. Es el Pensamiento (Sigê) que emanó de lo
que llegó a ser como él mismo (el Progenitor), convirtiéndose en semejante a
su imagen (o antetipo); el segundo fue entonces a su vez el primero (en su
peculiar plano o esfera).

Como dice Simón

Ello [el Padre] era uno; porque conteniéndole en sí mismo


[el Pensamiento], estaba solo. Sin embargo, no era el primero
aunque fuese preexistente; sino que manifestándose a sí mismo
de sí mismo, llegó a ser el segundo [o dual]. No fue llamado
Padre hasta que [el Pensamiento] le dio este nombre. Por lo
tanto, desenvolviéndose de sí mismo por sí mismo, manifestóse
a sí mismo su propio Pensamiento, y así también el
Pensamiento manifestado no se actualizó, sino que vio al Padre
(oculto) en él, esto es, a la Potencia oculta (en sí misma). Y la
Potencia [Dumamis, o sea Nous] y el Pensamiento [Epinoia]
son masculino–femenino; pero al corresponderse
recíprocamente —porque la Potencia en modo alguno difiere
del Pensamiento— son uno solo. Así en las cosas de arriba está
la Potencia, y en las de abajo el Pensamiento. Ocurre, por lo

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tanto, que si bien es uno lo manifestado por ambos, aparece
duple, pues el andrógino lleva en sí mismo el elemento
femenino. Así la Mente y el Pensamiento son inseparables uno
de otro por ser uno, aunque aparezcan en dualidad.
El [Simón] llama Nous y Epinoia, Cielo y Tierra a la
primera Sizigia de las seis Potencias, y de la séptima que
sintetiza el par; el elemento masculino mira abajo desde arriba y
toma al pensamiento por su Sizigia [o esposa], para que la tierra
reciba los frutos intelectuales venidos del cielo y consanguíneos
de la tierra[226].

Análogamente es emanada la tercera serie de seis Eones, con el séptimo, su


Progenitor, que es el Tercer Mundo de Simón. En todos los sistemas
gnósticos resplandece este mismo concepto: el gradual descenso en la Materia
por semejanza. Esta es ley que se remonta al primordial ocultismo, o magia.
Para los gnósticos, como para nosotros, esa séptima Potencia que a las seis
sintetiza, es el Espíritu que alienta sobre las tenebrosas aguas del
indiferenciado Espacio. Es el Nârâyana o Vishnu de los indos, el Espíritu
Santo de los cristianos. Pero mientras que en este último el concepto está
condicionado y empequeñecido por limitaciones que requieren fe y gracia, la
filosofía oriental afirma que el Espíritu penetra a todos los átomos conscientes
o inconscientes. Ireneo completa la información acerca del ulterior
desenvolvimiento de estos seis Eones. Según él, separado el Pensamiento de
su progenitor y deduciendo de su identidad de Esencia con éste, lo que había
de conocer, engendró en el mundo intermedio[227] inferiores jerarquías de
ángeles, potestades, dominaciones y huestes de toda clase, las cuales a su vez
crearon, o mejor dicho, emanaron de su propia esencia nuestro mundo con sus
hombres y demás seres, de quienes vigilantemente cuidan.

De aquí se sigue que todo ser racional (llamado hombre en el planeta


Tierra) es de la misma esencia y posee potencialmente todos los atributos de
los Eones superiores, de los primordiales Siete. A él le compete desenvolver
en acto por imitación de «la imagen del altísimo que ante sí tiene», la
Potencia de que está dotado su primario Progenitor. Aquí podemos citar muy
a propósito el pasaje siguiente:

Así, pues, según Simón, este glorioso e imperecedero


[principio] está oculto en todas las cosas, pero en potencia y no

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en acto. Este principio es lo que «existió, existe y existirá», es
decir, lo que existió arriba en no engendrada Potencia; lo que
existe abajo en la corriente de las aguas, engendrado en una
imagen; lo que existirá arriba junto a la gloriosa e infinita
Potencia, cuando se identifique con esta imagen. Porque según
dice Simón hay tres Eones permanentes sin los cuales nada de
lo engendrado en las aguas a semejanza del progenitor sería,
como es, un Eón celestial y perfecto, en modo alguno inferior
en pensar a la inengendrada Potencia. Así dicen los simonianos:
«Yo y tú [somos] uno; ante mí [estabas] tú; yo estoy después de
ti». Según Simón, estas frases significan la Potencia una,
dividida entre arriba y abajo, que se engendra a sí misma y se
nutre a sí misma, y a sí misma se busca y se halla. Es su propio
padre, madre, hermano, esposa, hija e hijo. Es lo Único, porque
es la Raíz de todos los seres y de todas las cosas[228].

De modo que, de este triple Eón, sabemos que el primero es el increado


Âtman, el Poder que «existió, existe y existirá»; el segundo, engendrado en
las tenebrosas aguas del Espacio[229], de la imagen del primero en ellas
reflejada, moviéndose sobre ellas; el tercer Mundo[230] quedará dotado con
todos los poderes de esa eterna y omnipresente imagen si con ella se
identifica. Porque:

Todo lo que es eterno, puro e incorruptible está oculto en


todas las cosas, pero potencial y no actualmente.

Y además:

Todas las cosas son esta imagen, con tal que la imagen
inferior (el hombre) ascienda en espíritu y pensamiento a la
originaria Fuente y Raíz.

La Materia, en su concepto de Substancia, es increada y eterna. Por esto, ni


Simón el Mago, ni los maestros gnósticos, ni los filósofos orientales, hablaron
de su origen. La «Materia Eterna» recibe sus varias formas en el Eón inferior
por obra de los ángeles Creadores, o Constructores, como nosotros los
llamamos. ¿Por qué, pues, no podría hacer lo mismo el hombre, directo
heredero del supremo Eón, por el poder de su pensamiento, nacido del
espíritu? Esto es lo que se llama Kriyâshakti, o el poder de producir formas en

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el plano objetivo, por la fuerza de la Idea y de la Voluntad, de la Materia
invisible e indestructible.

Verdaderamente dice Jeremías citando la «palabra del Señor»:

Antes de que te formase en el vientre te conocí; y antes de


que salieras de la matriz te santifiqué[231].

Porque Jeremías se refiere en este pasaje al hombre cuando todavía era un


Eón u Hombre Divino, lo mismo que dicen Simón el Mago y la filosofía
oriental. Los tres primeros capítulos del Génesis son tan esotéricos como
cuanto expusimos en el apunte I. Porque, según dice Simón[232], el paraíso
terrenal es la matriz, y el Edén es la región circundante. El río que procedente
del Edén regaba el jardín, es el cordón umbilical, dividido en cuatro partes, o
sean las corrientes que de él fluían, los cuatro canales que sirven para nutrir el
feto, es decir, las dos arterias y las dos venas por donde circula la sangre y
proporcionan el aire respirable; pues como el feto está enteramente envuelto
en el amnios, se alimenta por medio del cordón umbilical y recibe el aire
(según Simón) por medio de la aorta[233].

Hemos dicho todo esto para dilucidar lo que vamos a exponer. Los
discípulos de Simón el Mago eran numerosos y aprendieron la magia de su
maestro. Empleaban «exorcismos» (como les llama el Nuevo Testamento),
hechizos y filtros; creían en sueños y visiones, que producían a voluntad; y
finalmente, sometían a su obediencia a los espíritus inferiores. A Simón el
Mago le apellidaban «el Gran Poder de Dios, —o literalmente—, la Potencia
de la Deidad llamada Grande». Lo que en su tiempo se llamaba Magia es lo
que ahora llamamos Teosofía o Sabiduría, Poder y Conocimiento divinos.

Menandro, discípulo directo de Simón, fue también un mago insigne. Dice


Ireneo, entre otros escritores:

El sucesor de Simón fue el samaritano Menandro, que llegó


al pináculo de la ciencia mágica.

Tenemos, pues, que tanto del maestro como del discípulo se asegura que
alcanzaron el mayor grado de poder en el arte de encantamientos, cuyo logro
atribuyen los cristianos a «la ayuda del demonio»; aunque sus «obras» eran
idénticas a las que el Nuevo Testamento relata como milagrosas por divina
virtud y se creen y aceptan como viniendo de Dios y por Dios. Pero cabe

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preguntar si los llamados «milagros» de «Cristo» y de los apóstoles han
tenido alguna vez más acertada explicación que las mágicas proezas de los
llamados magos y hechiceros. Por mi parte afirmo que nunca la tuvieron. Los
ocultistas no creemos en fenómenos sobrenaturales; y los Maestros se sonríen
al oír la palabra milagro. Veamos, pues, cuál es el verdadero significado de la
palabra Magia.

La fuente y la base de la magia está en el Espíritu y en el Pensamiento, ya


en el plano puramente divino, ya en el plano terrestre. Los que conocen la
historia de Simón, pueden escoger entre las dos versiones, la de la magia
blanca y la de la magia negra, que se dan a su unión con Elena, llamada por él
su Epinoia (Pensamiento). Los que, como los cristianos, tenían interés en
desacreditar a su peligroso émulo, dijeron que Elena era una hermosa mujer
de carne y hueso a quien Simón había encontrado en un lupanar de Tiro, y
que según opinaban sus biógrafos, era la reencarnación de la Elena de Troya.
¿Cómo podía, pues, ella ser el «Pensamiento Divino»? En el Philosophumena
se atribuye a Simón el Mago la afirmación de que en los ángeles inferiores o
terceros Eones había elementos de mal a causa de su materialidad, y que el
hombre, procedente de ellos, adolecía de este vicio de origen. ¿Qué
significaba esto? Que cuando los terceros Eones llegaron a poseer a su vez el
pensamiento divino por la recepción del Fuego, en vez de crear al hombre
como un ser completo, de conformidad con el plan del universo, no le
comunicaron desde un principio la Chispa Divina (el Pensamiento, o Manas
Terrestre), y por ello el hombre insensato, es decir, desprovisto de mente,
cometió el pecado original como milenios antes lo cometieran los ángeles, al
negarse a procrear. Finalmente, después de retener los terceros Eones a
Epinoia (el Pensamiento Divino), prisionera entre ellos, y de infligirle toda
clase de injurias y profanaciones, concluyeron por encerrarla en el ya
corrompido cuerpo del hombre. Después de esto, según interpretan los
enemigos de Simón, Epinoia pasó de uno a otro cuerpo femenino a través de
los siglos y de las generaciones, hasta que Simón la reconoció en el cuerpo de
la «prostituta» Elena, la «oveja descarriada» de la parábola. Pintan a Simón
como el Salvador bajado a la tierra para rescatar esta «oveja» y a los hombres
en quienes Epinoia está todavía bajo el dominio de los ángeles inferiores. De
aquí que los mágicos hechos de Simón se atribuyan al efecto de sus relaciones
sexuales con Elena y se consideren magia negra. Ciertamente, los principales
ritos de esta clase de magia se basan en la repugnante interpretación literal de
mitos, tan nobles como el ideado por Simón para simbolizar sus enseñanzas.
Quienes lo comprendían perfectamente supieron que «Elena» significaba el

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matrimonio de Nous (Âtmâ–Buddhi) con Manas, la unión mediante la cual se
identifican la Voluntad y el Pensamiento y quedan dotados de divinos
poderes. Porque la pura esencia de Âtman, el primordial, eterno y universal
Fuego Divino que «existió, existe y existirá», pertenece a todos los planos.
Buddhi es su vehículo o Pensamiento, generado por el «Padre» a quien
también genera, y a su vez a la Voluntad. Ha existido, existe y existirá
siempre, y en conjunción con Manas se convierte en lo masculino–femenino
tan solo en esta esfera. De aquí que cuando Simón el Mago afirma de sí
mismo que es el Padre, el Hijo y el Espíritu, y dice que Elena es su Epinoia o
Pensamiento Divino, simboliza con ello la unión de Buddhi con Manas. Elena
representaba la Shakti, o potencia femenina, del hombre interno.

Oigamos ahora a Menandro. Según él, los ángeles inferiores eran las
emanaciones de Ennoia (el Pensamiento Proyectante). Ennoia enseñó a
Menandro la ciencia mágica, junto con el arte de dominar a los ángeles
creadores del mundo inferior, o sean las pasiones de la naturaleza inferior.
Los discípulos de Menandro, una vez recibido el bautismo (la Iniciación) de
manos de su maestro, se decía adquirían la «inmortalidad», a despecho de la
vejez, por «resurrección de entre los muertos»[234]. Esta «resurrección»,
prometida por Menandro, significaba simplemente el paso de las tinieblas de
la ignorancia a las claridades de la luz, de la verdad, el despertamiento del
inmortal Espíritu del hombre a la interna e imperecedera vida. Tal es la
Ciencia de la Magia o Râja Yoga.

Cuantos conocen la filosofía neoplatónica, saben que sus principales


representantes, como Plotino y especialmente Porfirio, combatieron la teúrgia
fenoménica. Pero Jámblico, el autor de De Mysteriis, va más allá y explica el
verdadero concepto de la palabra teúrgia, mostrándonos en ella la Divina
Ciencia del Râja Yoga.

La Magia, según Jámblico, es una divina, excelsa y sublime Ciencia,


superior a toda otra.

Es eficaz medicina para todos… No tiene su fuente en el


cuerpo ni se limita a las pasiones del compuesto humano ni a su
constitución; sino que todo se deriva por ella de nuestros dioses
superiores, de nuestros divinos Egos, que como un hilo de plata
se remontan desde nuestra chispa interna al primordial Fuego
divinos[235].

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Jámblico abomina de los fenómenos físicos que, según dice, son producidos
por malignos espíritus que engañan a los hombres (los fantasmas
mediumnímicos), al paso que enaltece vehementemente la Teúrgia Divina,
para cuyo ejercicio es indispensable ser «hombre de alma casta y acendrada
moralidad». La opuesta clase de magia es privativa de hombres impuros y
egoístas, y nada tiene de divina. Los falsos profetas no hallaron jamás en sus
comunicaciones nada que procediese de nuestros dioses superiores. Así, la
Magia Blanca o Teúrgia consiste en el conocimiento de nuestro Padre (Yo
superior), y la Magia Negra supone sujeción a la naturaleza inferior. La
Teúrgia requiere santidad de alma que desecha y excluye toda cosa corporal;
la Magia Negra es la profanación del alma. La Teúrgia es la unión con los
dioses (con el propio Dios interno), y fuente de todo bien; la Magia Negra es
el comercio con el demonio (Elementales), y si no les dominamos nos
dominan hasta arrastrarnos poco a poco a la ruina moral (mediumnidad).

En resumen:

La teúrgia nos une más fuertemente con la divina


naturaleza. Esta naturaleza se engendra por sí misma, actúa por
medio de sus propios poderes, es inteligente, y lo mantiene
todo. Es el ornamento del Universo, y nos incita a la inteligible
verdad, a la perfección y a compartir la perfección con los
demás. Tan íntimamente nos une a todos los actos creadores de
los dioses, en proporción a la capacidad de cada cuál, que luego
de cumplir los sagrados ritos se consolida, el alma en sus
acciones e inteligencias [de los dioses], hasta que se identifica
con ellas y es absorbida por la primordial y divina esencia. Tal
es el objeto de las sagradas iniciaciones de los egipcios[236].

Después nos dice Jámblico cómo ha de realizarse la unión de nuestro Yo


superior con el Alma Universal, es decir, con los dioses. Al efecto, habla él de
Manteia, equivalente al Samâdhi, o éxtasis supremo[237]. También habla del
ensueño, que es visión divina cuando el hombre se transmuta nuevamente en
Dios. Por medio de la Teúrgia o Râja Yoga, logra el hombre los siguientes
poderes:

1. Discernimiento profético mediante el Yo superior, que le revela, las


verdades del plano en que actúa.
2. Éxtasis e iluminación.

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3. Acción en espíritu (en cuerpo astral o por medio de la voluntad).
4. Dominio sobre los demonios insensatos, inferiores (Elementales), por
la naturaleza misma de nuestros Egos purificados. Todo esto requiere
la purificación del ego; y así, según Jámblico, la Magia no es ni más ni
menos que la iniciación en la Teurgia.

Pero antes es preciso educar los sentidos y conocer el Yo humano, en relación


con el Divino Yo. Hasta que el hombre no domine completamente este
estudio, será incapaz de antropomorfizar lo «amorfo», entendiendo por esta
palabra los dioses superiores e inferiores, los seres mundanales y
supramundanales, que los principiantes solo pueden vislumbrar en sonidos y
colores. Porque tan solo los adeptos pueden ver a un «dios» en su verdadera y
transcendental forma, de la que el discípulo (Chela) únicamente percibe el
aura. Las visiones de figuras completas, ocasionalmente percibidas por los
médiums y los sensitivos, corresponden a cualquiera de las tres categorías
siguientes, únicas que pueden ver:

1. Cuerpos astrales de hombres vivos.


2. Nirmânakâyas[238].
3. Fantasmas, Elementarios y Elementales, revestidos de formas tomadas
generalmente de la luz astral, o de figuras que se hallan en el «ojo de la
mente» de los circunstantes o del mismo médium, y que se reflejan en
sus respectivas auras.

Con lo dicho comprenderán ahora mucho mejor los estudiantes la necesidad


de conocer previamente las correspondencias entre nuestros «principios» (o
diversos aspectos del trino hombre físico y espiritual), y nuestro paradigma,
que es su raíz en el Universo.

En vista de ello resumiremos nuestras enseñanzas sobre las Jerarquías,


directa y para siempre relacionadas con el hombre.

***

Bastante hemos dicho para indicar que mientras para los orientalistas y el
vulgo profano, la frase «Om Mani Padme Hum» significa: «¡Oh, la Joya en el
Loto!, —esotéricamente significa—: ¡Oh, mi Dios en mí!». En efecto; hay un
Dios en cada ser humano, pues el hombre fue y volverá a ser Dios. La frase
alude a la indisoluble unión entre el Hombre y el Universo; porque el loto es

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el símbolo universal del Kosmos en su absoluta totalidad, y la Joya es el
Hombre Espiritual, o Dios.

En el precedente apunte expusimos las correspondencias entre los colores,


los sonidos y los «principios»; y quienes hayan leído los tomos III y IV de esta
obra, recordarán que estos siete principios dimanan de las siete Jerarquías
superiores de ángeles, o Dhyâns Chohans, que a su vez están relacionadas con
los colores y sonidos, y constituye colectivamente el Logos Manifestado.

En la eterna música, de las esferas, hallamos la perfecta escala


correspondiente a los colores, y en el número, determinado por las
vibraciones del color y sonido, que «subyace en todas las formas y guía todos
los sonidos», vemos el pináculo del Universo Manifestado.

Podemos corroborar estas correspondencias por la relación entre el color y


sonido, y las figuras geométricas que expresan las progresivas etapas de la
manifestación del Kosmos[239].

Pero el estudiante quedará confuso si al estudiar los diagramas no tiene en


cuenta dos cosas:

1. Que como nuestro plano es de reflejo, y por lo tanto, ilusorio, las


diversas notaciones están invertidas y deben contarse de abajo arriba:
La escala musical empieza por abajo, desde el do grave hasta el si
sobreagudo.
2. Que Kâma Rûpa, que corresponde al do de la escala musical, abarca
todas las potencialidades de la Materia, y es necesariamente el punto
de partida de nuestro plano. Además, por él empieza la notación en
todos los planos, en correspondencia con la «materia» de cada uno de
ellos. Por otra parte, el estudiante debe recordar también que estas
notas tienen que ser dispuestas en círculo, indicando que el fa es el
tono medio de la Naturaleza.

En resumen: las notas musicales o los sonidos, colores y números, proceden


de uno a siete, y no de siete a uno, como erróneamente se enseña, al contar el
rojo en primer término del espectro. Por esto fue preciso poner
arbitrariamente los principios y días de la semana en el diagrama II. La escala
musical y los colores, con relación al número de vibraciones, van del grosero
mundo de la materia al mundo del espíritu de la manera siguiente:

Página 128
ESTADOS
PRINCIPIOS COLORES NOTAS NÚMS. DE
MATERIA

Chhâyâ,
Sombra o Violeta Si 7 Éter
Doble
Estado
Manas
crítico,
Superior,
llamado
Inteligencia Añil La 6
aire en
Espiritual
Ocultismo

Envoltura
Azul Sol 5 Vapor
áurica

Manas Inferior, Estado


o Alma animal Verde Fa 4
crítico

Buddhi o
Amarillo Mi 3 Agua
Alma espiritual

Prâna o Estado
Anaranjado Re 2
Principio Vital crítico
Kâma Rûpa,
sede de la vida
Rojo Do 1 Hielo
animal

De nuevo suplicamos al estudiante, por las razones expuestas, que deseche de


su mente toda otra correspondencia entre los «principios» y los números. La
numeración esotérica no puede corresponder con la convencional exotérica.
La primera es real; la segunda depende de apariencias ilusorias. En el
Buddhismo Esotérico se clasificaron los principios semiveladamente, a fin de
no confundir a los estudiantes.

Página 129
Página 130
COLORES, SONIDOS Y FORMAS

Prosigamos:

El punto central del círculo es el Logos inmanifestado, correspondiente a


la vida absoluta y al sonido absoluto.

La primera figura geométrica, después del círculo o esferoide, es el


triángulo que corresponde al movimiento, color y sonido. El punto del
triángulo representa el segundo Logos, el «Padre–Madre» o el Rayo Blanco
incoloro, puesto que potencialmente contiene todos los colores. Se ve que
irradia del Logos Inmanifestado o Palabra Impronunciada. Alrededor, el
primer triángulo se forma sobre el plano de sustancia primordial (invertido
respecto de nuestro plano):

[240]

a. El doble astral de la Naturaleza, o el paradigma de todas las formas.


b. La Ideación Divina, o Mente Universal.
c. La Síntesis de la Naturaleza oculta, el Huevo de Brahmâ que todo lo
contiene y del que todo dimana.
d. El Alma material o animal de la Naturaleza, fuente de la inteligencia
e instinto de los animales y vegetales.
e. Fohat o el conjunto de las Inteligencias Dhyân Chohanicas.
f. El Principio de Vida en la Naturaleza.
g. El Principio Procreador de la vida en la Naturaleza. El principio que,

Página 131
en el plano espiritual, corresponde a la afinidad sexual en el inferior.

Reflejado en el plano de la Naturaleza grosera, queda invertido el Mundo de


la Realidad y toma en el aspecto terreno de nuestro plano:

a. El rojo es el color de la dualidad manifestada, o del macho y


hembra. En el hombre se manifiesta este color en su ínfima forma
animal.
b. El anaranjado es el color de las vestiduras de los yoguis y sacerdotes
buddhistas, el color del Sol y de la vitalidad espiritual, así como
también el del Principio Vital.
c. El amarillo oro es el color del Rayo Divino y Espiritual en todo
átomo. En el hombre es el color de Buddhi.
d. El verde y el rojo son, por decirlo así, colores intercambiables, pues
el verde absorbe al rojo, por ser sus vibraciones tres veces más fuertes
que las de este último. El verde es el color complementario del
extremo rojo. Por esta razón, el Manas inferior se indica corresponder
al verde, y el Kâma Rûpa al rojo.
e. El Plano Astral, o envoltura áurica de la Naturaleza y del Hombre.
f. La Mente o elemento racional en la Naturaleza y en el Hombre.
g. El más etéreo duplicado del cuerpo humano, el polo opuesto, cuyos
puntos de vibración y sensibilidad están en la misma relación que el
violeta respecto del rojo.

Lo dicho está sobre el plano manifestado; después del cual vienen los siete y
el espectro manifestado, o sea el hombre en la Tierra. Con este último solo el
Mago Negro tiene que ver.

En el Kosmos hay infinitas gradaciones y correlaciones de colores y


sonidos, y por lo tanto, hay infinitos números. Así lo presume la misma
Física, pues se sabe que hay vibraciones más lentas que las del rojo, y más
rápidas que las del violeta, los dos extremos de la percepción visual humana.
Sin embargo, en el mundo físico es limitada la escala de vibraciones.
Nuestros sentidos físicos no alcanzan ni más ni menos que las gradaciones
septenarias de los colores del prisma, porque, aparte de éstas, no hay ninguna
capaz de producirnos sensación de color o sonido. Siempre nos afectará el

Página 132
septenario graduado y no más, a no ser que aprendamos a paralizar nuestro
cuaternario y discernir las vibraciones tanto superiores como inferiores
mediante nuestros espirituales sentidos, residentes en el triángulo superior.

En este plano de ilusión, hay tres colores fundamentales, según


demuestran las ciencias físicas: rojo, azul y amarillo, (o más bien, naranjado–
amarillo), que corresponden a los siguientes principios humanos:

1. Kâma Rûpa, sede de las sensaciones animales, apegado al alma animal


y vehículo de esta alma o manas inferior[241].
2. Envoltura áurica o esencia del hombre.
3. Prâna o Principio de la vida. Pero si de los dominios de la ilusión, del
reino del hombre, tal como vive en la Tierra sujeto solo a sus
percepciones sensorias, pasamos a la esfera de semiilusión, y
observamos los colores naturales, o sea los correspondientes a los
principios, es decir, los colores que en el hombre perfecto absorben a
todos los demás, advertimos que los colores se corresponden
complementariamente como sigue:

Violeta

1. Rojo Verde

2. Anaranjado Azul

3. Amarillo Añil

Violeta

El hombre astral es una neblina de color violeta pálido, dentro de un círculo


azulado ovoide, sobre el cual radian en incesantes vibraciones los colores del
espectro, predominando el color correspondiente al principio más activo de
cada personalidad en el momento de la observación del clarividente. Así
aparece el hombre en estado de vigilia; y del predominio de uno u otro color y
de la intensidad de sus vibraciones, puede inferir el clarividente, si es
conocedor de las correspondencias, el estado íntimo o el carácter de una
persona, que de este modo resulta un libro abierto para los ocultistas
prácticos.

Página 133
Imagen extraída del Tomo XII de la Collected Writings (Plate II)

En estado de éxtasis, el aura cambia completamente y ya no se distinguen


en ella los siete colores del espectro. Durante el sueño tampoco se observa la
«presencia» de todos los colores, y poco o nada se distinguen los
correspondientes a los elementos espirituales del hombre, o sean: amarillo =
Buddhi; añil = Manas Superior; azul = Envoltura áurica. El hombre espiritual
queda libre durante el sueño (aunque su memoria física no pueda recordarlo
en vigilia) y vive, revestido de su esencia suprema, en reinos de otros planos,
en las regiones de lo real, que llamamos sueño en nuestro plano de ilusión.

Por otra parte, un clarividente experto que tuviera ocasión de observar a la


par un yogui en éxtasis y un sujeto hipnotizado, aprendería una provechosa
lección de ocultismo, al advertir la diferencia entre el éxtasis determinado por
voluntad propia, y el estado hipnótico resultante de extrañas influencias. En el
yogui desaparecen enteramente los «principios» del cuaternario inferior y no

Página 134
se ven los colores rojo, verde, rojo–violeta ni el áurico azul, pues apenas se
notan vibraciones del dorado matiz de Prâna, y una llama violeta estriada de
oro, que parece arder en el punto correspondiente al tercer ojo, elevándose
sobre la cabeza y culminando en un punto. Si el estudiante recuerda que el
verdadero violeta, o extremo del espectro, es un color homogéneo (y no una
mezcla de rojo y azul), con vibraciones siete veces más rápidas que las del
rojo; y que el matiz dorado es la esencia de los tres matices amarillos
(anaranjado–rojo, amarillo–anaranjado y amarillo), comprenderá que el yogui
vive en su cuerpo áurico, convertido en vehículo de Buddhi-Manas. Por el
contrario, en un sujeto artificiosamente hipnotizado, por efecto de magia
negra consciente o inconsciente (a menos que lo produzca un elevado adepto),
se observarán todos los principios: el Manas superior, paralizado; el Buddhi,
rigurosamente apartado del Manas a causa astral, enteramente sometido al
verde Manas superior, paralizado; y el rojo–violeta cuerpo astral, enteramente
sometido al verde Manas inferior y al rojo Kâma Rûpa (los dos monstruos
animales que en el hombre anidan).

Número de
Longitud de las ondas
COLORES en milímetros vibraciones en
trillones
Violeta
406 759
Extremo
Violeta 423 709
Violeta–añil 439 683
Añil 449 668
Añil–azul 459 654
Azul 479 631
Azul–verde 492 610
Verde 512 586
Verde–
532 564
amarillo
Amarillo 551 544
Amarillo–
571 525
anaranjado
Anaranjado 583 514
Anaranjado–

Página 135
rojo 596 503

Rojo 620 484


Rojo–
645 465
extremo

Quien comprenda bien las anteriores explicaciones, verá fácilmente cuán


necesario le es al estudiante (ya se esfuerce en actualizar sus ocultos poderes,
ya pretenda tan solo los psíquicos y espirituales dones de conocimiento
metafísico y clarividencia) dominar por completo las correspondencias entre
los principios humanos y los del Kosmos. Por ignorancia niega la ciencia
materialista la existencia del hombre interno y de sus divinos poderes. Por
conocimiento y personal experiencia afirman los ocultistas que esos poderes
son tan naturales al hombre, como el nadar a los peces. Los científicos
materialistas hacen como un Lapón que con toda sinceridad negase que las
cuerdas de un violín, flojamente puestas sobre la caja, puedan producir
sonidos agradables o melódicos. Verdaderamente, los principios humanos son
las siete cuerdas de la lira de Apolo. En nuestra época, en que el olvido ha
ocultado los conocimientos antiguos, las facultades del hombre son como las
cuerdas flojas del violín del Lapón a que nos referíamos. Pero el ocultista que
sepa templarlas y poner su violín a tono con las vibraciones luminosas y
acústicas, arrancará de ellas divinas armonías. La combinación de estas

facultades y la afinación entre el Microcosmos y el Macrocosmos,

darán la geométrica equivalencia de la invocación: «Om Mani


Padme Hum».

Por esta razón exigía la escuela pitagórica el previo conocimiento de la


música y la geometría.

Las raíces del color y del sonido

Además de lo dicho, cada uno de los siete Rayos Primordiales, que


constituyen el Logos Manifestado, es a su vez séptuple. Así como los siete
colores del espectro solar corresponden a los siete Rayos, o Jerarquía, de la

Página 136
propia manera cada Rayo o Jerarquía tienen también siete divisiones,
correspondientes a la misma serie de colores. Pero en este caso, el color
peculiar de la Jerarquía particular predomina en intensidad sobre el conjunto
de los demás.

Tan solo pueden simbolizarse estas Jerarquías como círculos concéntricos


de colores espectrales. Cada Jerarquía puede ser representada por una serie de
siete círculos concéntricos, en que cada círculo representa un color espectral
por el orden de la escala cromática. Pero en cada una de estas «ruedas» habrá
un círculo cuyo color es más brillante e intenso que el de los otros seis; y la
rueda tendrá, por lo tanto, un aura (una franja, como dicen los físicos) de este
color, predominante y característico de la Jerarquía. Cada una de estas
Jerarquías proporciona la esencia (el Alma); y es la «Constructora» de uno de
los siete reinos de la Naturaleza: tres elementales, mineral, vegetal, animal y
el del hombre espiritual[242]. Además, cada Jerarquía proporciona el aura de
uno de los siete principios humanos, con su color peculiar. Por otra parte,
como cada una de ellas gobierna en uno de los planetas sagrados, se
comprenderá fácilmente el origen de la Astrología que, cuando merece este
nombre, tiene fundamento estrictamente científico.

Página 137
Imagen extraída del Tomo XII de la Collected Writings (Plate III).

La escuela oriental representa las Siete Jerarquías o Potestades creadoras,


por una rueda de siete círculos concéntricos, cuyos respectivos colores son los
siete del espectro. Llamadles Arcángeles, si queréis; o Espíritus planetarios, o
Regentes de los siete planetas sagrados, como lo hacemos nosotros. En todo
caso, los círculos concéntricos simbolizan a las ruedas de Ezequiel, según
algunos ocultistas y cabalistas occidentales, y a los «Constructores», o
Prajâpatis, según nosotros.

El estudiante debe examinar con mucho cuidado este diagrama:

Página 138
Página 139
N. E.: la palabra Violado, que aparece en este texto, corresponde al color
Violeta.

El Linga Sharîra deriva del subrayo violeta de la Jerarquía violeta; el


Manas Superior deriva del subrayo añil de la Jerarquía añil, y así
sucesivamente. Cada hombre nace bajo la influencia de determinado planeta,
y por lo tanto, predomina en su constitución el color peculiar de dicho
planeta, y sobresale el «principio» que tiene su origen en la Jerarquía del
mismo color. También habrá en su aura colores derivados de los demás
planetas; pero el del planeta regente será el más fuerte. Ahora bien; un
hombre en quien, por ejemplo, predomine el principio correspondiente al
planeta Mercurio, podrá dominar a otro hombre nacido bajo otro planeta si
actúa sobre el principio mercúrico de este otro hombre; porque el débil
elemento mercúrico de éste quedará vencido por el más vigoroso elemento
mercúrico del dominador, quien, en cambio, tendrá escaso influjo sobre los
hombres nacidos también bajo el mismo planeta. Ésta es la clave de las
ciencias ocultas del magnetismo e hipnotismo.

El estudiante notará que designamos a las Jerarquías por sus


correspondientes colores; y lo hacemos de propósito para no designarlas
numéricamente, y evitar su confusión con los números de los principios
humanos, que no tienen números que les pertenezcan. Todavía no es lícito
revelar los verdaderos nombres de estas Jerarquías.

Sin embargo, ha de recordar el estudiante que los colores que percibe la


vista física, no son los verdaderos y ocultos colores de la Naturaleza, sino
simplemente los efectos producidos en el mecanismo visual, por determinadas
gradaciones vibratorias. Por ejemplo, Clerk Maxwell ha demostrado que los
efectos visuales de un color pueden imitarse mediante apropiadas
combinaciones de otros tres colores. Se infiere, por lo tanto, que nuestra retina
tiene únicamente tres sensaciones distintas de color, y en consecuencia,
nuestro organismo físico no puede percibir los siete colores realmente
existentes, sino las que pudiéramos llamar sus «imitaciones».
Por ejemplo, el anaranjado–rojo del primer «triángulo» no es una
combinación de naranjado y rojo, sino el verdadero rojo «espiritual» si se nos

Página 140
permite el calificativo; mientras que el rojo (color de sangre) del espectro, es
el color de Kâma o el deseo animal, inseparable del plano físico.

***

La unidad de la deidad

El puro y simple esoterismo no habla de un Dios personal; y por esto se


nos tilda de ateos. Pero en realidad, la Filosofía oculta se basa en la ubicua
presencia de Dios, de la Divinidad Absoluta; y aunque sobre lo Absoluto no
especulamos, por ser sagrado e incomprensible a la inteligencia finita, toda la
Filosofía esotérica se funda, sin embargo, en los poderes de la Divinidad
como Fuente de cuanto vive, alienta y existe. Las religiones antiguas
demostraban lo uno por medio de lo vario. En Egipto, India, Caldea, Fenicia,
y finalmente en Grecia, las ideas acerca de la Deidad se expresaban por
múltiplos de tres, cinco y siete; y además, por ocho, nueve y doce dioses
mayores, que simbolizaban los poderes y atributos de la única y sola
Divinidad. Esto se relacionaba con esa infinita subdivisión por números
irregulares y especiales a que sometían a su Divinidad única, los metafísicos
de aquellos pueblos. De esta manera constituido, el ciclo de los dioses tenían
todas las cualidades y atributos de lo Único supremo e incognoscible; porque
en este conjunto de divinas personalidades, o más bien de símbolos
personificados, mora el Dios único, el Dios uno, el Dios de quien dicen los
indos que no tiene segundo.

¡Oh Dios Ani! [Sol espiritual], Tú resides en la


aglomeración de tus divinas personificaciones[243].

Estas palabras indican que los antiguos creían que toda manifestación procede
de la misma única Fuente, que todo emana del idéntico Principio que solo
puede desenvolverse completamente en los colectivos agregados de sus
emanaciones.

El pleroma de Valentino es equivalente al espacio de la Filosofía oculta;


porque pleroma significa «plenitud», las regiones superiores. Es la suma total
de las divinas manifestaciones y emanaciones, que denotan la plenitud o
totalidad de los rayos procedentes del uno que se diferencian en todos los
planos y se transforman en potestades divinas, llamadas ángeles y espíritus
planetarios por los filósofos de todas las naciones. Los Eones y Potestades del
pleroma de los gnósticos, equivalen a los Devas y Siddhas de los Purânas. La

Página 141
Epinoia, la primera manifestación femenina de Dios, el «Principio», de Simón
el Mago y Saturnino, ofrece los mismos caracteres que el Logos de Basílides;
y ambos se remontan a la esotérica Alêtheia, la verdad de los Misterios.
Todos estos conceptos entonan, en diferentes épocas y en distintos idiomas, el
sublime canto de los papiros egipcios de miles de años atrás, según se nos
enseña:

Los dioses te saludan y te adoran, ¡oh inescrutable y única


Verdad!

Y dirigiéndose a Ra, añaden:

Los dioses se prosternan ante tu majestad, loan las almas de


los que los engendraron… y te dicen: Paz a todas las
emanaciones del Padre inconsciente de los dioses… Tú
engendras los seres. Nosotros adoramos las almas que emanan
de Ti. ¡Oh Desconocido! Tú nos engendraste, y así Te loamos
adorando a las almas–dioses que de Ti descienden y en nosotros
viven.

Por esto se dijo:

«No sabéis que sois templo de Dios y que el espíritu de


Dios mora en vosotros»[244].

Esto es señalado en el artículo «Orígenes del ritualismo en la Iglesia y la


Masonería» de la revista Lucifer, de Marzo de 1889. Ciertamente, si se dijo
hace diecisiete siglos: «El hombre no puede poseer la Verdad (Alêtheia), si no
es partícipe de la Gnosis» cabe decir ahora: El hombre no puede conocer la
Verdad si no estudia los secretos del pleroma del Ocultismo. Estos secretos se
encierran todos en la Teogonía de la antigua Religión de Sabiduría, que es la
Alêtheia de la Ciencia Oculta.

Página 142
Apunte III
Algunas consideraciones sobre los primeros estudios

Como quiera que muchos se me han quejado de no haber descubierto


claramente la aplicación práctica de los diagramas incluidos en los dos
anteriores estudios, y otros dicen que son demasiado abstrusos, conviene
esclarecer los conceptos.

En la mayor parte de los casos, la dificultad de comprensión provino de


tomar falsos puntos de vista, en que se confundieron lo puramente abstracto y
metafísico con lo concreto y lo físico. Por ejemplo, los diagramas de página
91 del segundo apunte, son completamente macrocósmicos e ideales.
Conviene recordar que el Ocultismo procede en sus estudios de lo universal a
lo particular, y no de lo particular a lo universal, como la ciencia profana.
Platón seguía el método primero, porque era un Iniciado; pero Aristóteles, que
jamás llegó a serlo, apartóse de las enseñanzas de su maestro para legar en
herencia un sistema propio, posteriormente mejorado y modificado por
Bacon. A toda esotérica enseñanza se le puede aplicar aquel aforismo de
sabiduría hermética que dice: «Como es arriba, así es abajo». Pero nosotros
hemos de empezar por arriba; y debemos aprender la fórmula, antes de que
podamos integrar las series.

Las dos figuras no representan, por lo tanto, dos planos particulares


cualesquiera, sino que son la abstracción de un par de planos, según la ley de
la reflexión, así como el Manas Inferior es un reflejo del Superior. Así, pues,
hemos de considerarlos en su más elevado sentido metafísico.

Los diagramas no tienen otro objeto que familiarizar a los estudiantes con
las ideas capitales de las correspondencias ocultas, pues la verdadera índole
del Ocultismo metafísico, macrocósmico y espiritual, prohíbe el empleo de
figuras, y aun de símbolos, a no ser en calidad de interinos auxiliares. En
cuanto se define verbalmente una idea, pierde su realidad; en cuanto se

Página 143
plasma una idea metafísica, queda materializado su espíritu. Las figuras
deben emplearse tan solo como peldaños para escalar la muralla, que de nada
sirven luego de puesto el pie en las almenas.

Por lo tanto, los estudiantes han de espiritualizar cuidadosamente estos


Apuntes, evitando materializarlos; han de buscar siempre el más, excelso
significado posible, teniendo en cuenta que cuanto más se acerquen a lo
material y visible en sus especulaciones sobre estos estudios, más lejos
estarán de comprenderlos debidamente. Esto sucede especialmente con los
primeros Apuntes y diagramas; porque, como en todas las artes verdaderas,
también en Ocultismo es preciso aprender la teoría antes de que se nos enseñe
la práctica.

Consideraciones sobre el sigilo

Los estudiantes preguntan: ¿A qué tanto secreto sobre los pormenores de


una doctrina, cuyo cuerpo ha sido ya revelado públicamente en el Buddhismo
Esotérico y en la Doctrina Secreta?

A esto el Ocultismo responde con dos razones:

1. La totalidad de la verdad es demasiado sagrada para que se exponga a


todos.
2. El conocimiento de todos los pormenores y eslabones faltantes de lo
exotérico es demasiado peligroso para que se ponga en manos
profanas.

Las verdades reveladas al hombre por los «Espíritus planetarios»[245] (que


aparecen en la tierra como avatâras tan solo al comienzo de cada nueva raza
humana y en las uniones o finales de los dos extremos de los ciclos menor y
mayor) cayeron en olvido con el tiempo, cuando los hombres se sumieron en
la animalidad. Sin embargo, aunque estos instructores únicamente solo moran
en la Tierra el tiempo necesario para imprimir en las plásticas mentes de la
infantil humanidad las eternas verdades que enseñan, su espíritu permanece
vívido, aunque latente, entre el género humano. El pleno conocimiento de la
revelación primitiva, lo han conservado siempre unos cuantos elegidos
(Adeptos), que lo transmitieron de generación en generación. Según dicen los
Maestros en la cartilla Ocultista:

Página 144
Esto se hace así para evitar que las eternas verdades se pierdan
completamente o queden olvidadas en adelante por las generaciones futuras.

La misión del Espíritu Planetario es dar la nota fundamental de la Clave


de la Verdad. Una vez que ha dirigido las vibraciones de modo que prosigan
el no interrumpido curso del encadenamiento de la raza hasta el fin del ciclo,
desaparece de la Tierra en espera del siguiente Manvântara planetario[246]. La
misión de todo instructor de verdades esotéricas, es exactamente la misma, ya
esté en lo alto o al pie de la escala del conocimiento; pues como es arriba, así
es abajo. Por mi parte, recibí solo orden de dar la nota fundamental de las
varias enseñanzas esotéricas entre los estudiantes considerados
corporativamente. Aquellos de vosotros que sobresalgan en el «Sendero»
sobre sus condiscípulos en su esfera esotérica, recibirán, como los «elegidos»
en las Fraternidades originales, los últimos pormenores explicativos y la
definitiva clave de lo que han de aprender. Sin embargo, nadie espere lograr
este privilegio antes que los Maestros (no mi humilde persona) le consideren
digno de ello.

Si deseáis conocer la razón de esta política, voy a decírosla, aunque


cuanto os explique lo sabéis tan bien como yo; porque la experiencia ha
demostrado que al principio toda precaución es poca. Varios de los centenares
de individuos que constituyen nuestra corporación, parece como si no
hubiesen echado de ver ni la pavorosa santidad de la promesa (que algunos
prestan con los puntos de la pluma), ni que su personalidad ha de quedar
completamente descartada en frente de su Yo Superior; o bien que de nada
valen todas sus palabras y promesas si no están corroboradas por las obras.
Esto era propio de la naturaleza humana, y por lo tanto concedió el Maestro
una nueva estipulación. Mas aparte de esto, acecha otro peligro en la índole
misma del ciclo actual; porque si bien la humanidad civilizada está
celosamente protegida por sus invisibles vigilantes, los Nirmânakâyas, que
velan por sus respectivas razas y naciones, se halla, no obstante, sometida por
la ley del karma colectivo, al terrible influjo de los encarnados o
desencarnados «Hermanos de la Sombra», los tradicionales antagonistas de
los Nirmânakâyas. Esto durará, según ya se dijo, hasta el fin del primer ciclo
del Kali Yuga (1897), y unos cuantos años más allá, pues el círculo menor
oscuro influye sobre el mayor. Así es que, a pesar de las precauciones
tomadas, se revelan frecuentemente secretos terribles a gentes no merecedoras
de ello en modo alguno, por los esfuerzos de los «Hermanos Tenebrosos» y

Página 145
su actuación en los cerebros humanos. Esto proviene de que, en ciertos
organismos privilegiados, se abren camino las vibraciones de la verdad
primitiva puestas en acción por los Espíritus Planetarios, y producen lo que
llama ideas innatas la Filosofía occidental, y «relámpagos de genio» el
Ocultismo[247]. Todo lo que a las vigilantes Potestades les cabe hacer cuando
se despierta tal o cual idea basada en la verdad eterna, es evitar su completa
revelación.

Dos aspectos tienen las cosas de este Universo de materia diferenciada: el


luminoso y el oscuro. Estos dos aspectos nos conducen, en su aplicación
práctica, al uso y al abuso respectivamente. Todo hombre puede llegar a ser
botánico sin aparente perjuicio del prójimo; y muchos químicos expertos en la
ciencia, saben que hay sustancias que igualmente pueden curar que matar.
Doble aplicación tienen todos los ingredientes y todas las ponzoñas, desde la
inofensiva cera hasta el mortífero ácido prúsico, y desde la saliva de un niño
hasta la de la serpiente cobra. Esto lo saben, por lo menos teóricamente, los
mismos bisoños en medicina; pero ¿qué químico moderno ha descubierto el
«aspecto tenebroso» de las sustancias animales, vegetales o minerales,
reservado a los ocultistas? ¿Quién pudo penetrar el arcano de la íntima
esencia de las cosas y sus primarias correlaciones? Este conocimiento solo da
a un ocultista la categoría de genuino Iniciado práctico, ya se convierta en un
«Hermano de la Luz» o en un «Hermano de las Tinieblas». La esencia de
aquel sutilísimo e imperceptible veneno, el más activo de todos, que entraba
en la composición de los tóxicos confeccionados por los Médicis y Borgias,
puede curar o matar a cualquier hombre si quien lo maneja está
verdaderamente en la gradación septenaria de su potencialidad en cada uno de
los planos accesibles al hombre terreno; y el resultado dependerá,
naturalmente, de que el operador sea un Hermano de la Luz o un Hermano de
la Sombra. El karma individual o colectivo impide a los hermanos de la luz
realizar todo el bien que podrían; el colectivo esfuerzo de las «Piedras» de la
«Muralla protectora de la Humanidad» no deja que los «Hermanos de las
Tinieblas» acaben su nefasta obra[248].

Es un error creer en los «polvos de proyección», la «piedra filosofal» y el


«elixir de vida». Este último dormita en todos los vegetales y minerales del
globo, pues consiste en la final esencia de las cosas en su camino hacia más y
más alta evolución. Así como no hay bien ni mal que de por sí lo sea,
tampoco hay «elixir de vida» ni «elixir de muerte» ni veneno alguno, per se;
sino que todo está contenido en la misma y única Esencia universal, cuyos

Página 146
contrarios efectos dependen de su grado de diferenciación y de sus diversas
correlaciones. El aspecto luminoso de esta esencia produce vida, salud, dicha
y divina paz; el aspecto tenebroso produce turbación, tristeza, enfermedad y
muerte.

Así lo demuestra el conocimiento de la naturaleza de los más activos


venenos; pues algunos no dañan al organismo en fuertes dosis, mientras que
un miligramo puede matar con la rapidez del rayo. Por otra parte, la misma
dosis será saludable en combinación con otra sustancia. Siete son los grados
diferenciales, como también los planos de su acción, y cada grado tendrá
benéficos o maléficos efectos, según el sistema en que se opere. Los peritos
en estas gradaciones se hallan ya en el camino real del adeptado práctico; pero
la enorme mayoría de «mentalistas», «curanderos», «cristianos científicos»,
etc., operan al acaso y se exponen a deplorables resultados, tanto en sí
mismos como en los demás. Estimuladas todas estas nuevas sectas por el
ejemplo de los yoguis indos, de cuyas prácticas oyeron hablar sin ocasión de
estudiarlas, se han precipitado con los ojos cerrados, temerariamente y sin
guía alguna, en la práctica de negar y afirmar, con lo que han producido más
mal que bien. Algunos han tenido éxito, gracias a sus innatas facultades
magnéticas y saludables, que muy frecuentemente contrarrestan lo que de otro
modo los conduciría al mal. Id con cuidado, os digo. Satán y el Arcángel son
algo más que gemelos. Son un solo cuerpo y una sola mente. Deus est demon
inversus.

¿Es beneficiosa la práctica de la concentración?

Ésta es otra pregunta que se oye con frecuencia y a la que cabe responder
diciendo: Excelente es la genuina concentración y meditación, consciente y
precavida, sobre el yo inferior a la luz de los Pâramitâs y del divino Yo
interno; pero es fatal «dedicarse al Yoga» con solo un somero y a menudo
extraviado conocimiento de sus verdades prácticas; porque el diez por ciento
de estudiantes, o desenvolverán facultades mediumnísticas, o perderán el
tiempo y se aburrirán tanto en la práctica como en la teoría. Antes de
entregarse a tan arriesgado experimento y de ir más allá de un minucioso
examen del propio yo inferior y de sus pasos en la vida, o lo que en
terminología ocultista se llama el «Libro de la Vida diaria del Chela», es
preciso aprender, por lo menos, la diferencia entre la «magia» blanca o divina
y la magia negra o diabólica, y convencerse de que si se «dedica uno al yoga»

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sin experiencia alguna, y sin tener quien le muestre los peligros, antes hay que
cerciorarse de que no se están cruzando de día en día y de hora en hora, los
límites de lo divino para caer en lo satánico. Sin embargo, muy fácil es
conocer la diferencia; pues basta recordar que ninguna verdad esotérica
enteramente revelada se publicará jamás impresa en libros ni periódicos.

Consulten los estudiantes el excelente artículo de Râma Prâsad, titulado:


Las Fuerzas más sutiles de la Naturaleza[249]. El mérito de este trabajo[250] no
estriba tanto en su mérito literario, como en la exposición de enseñanzas hasta
entonces escondidas en un raro y antiguo tratado sánscrito de Ocultismo. Pero
Râma Prâsad no es un ocultista, sino un doctor universitario de mucho talento
y un gran sanscritista, cuyos ensayos están basados casi enteramente en obras
tântrikas, que leídas sin discernimiento por un ocultista novel, le arrastrarán a
practicar la magia negra más abierta. Ahora bien; como la diferencia capital
entre la magia blanca y la negra es el objeto con el cual se practica, pues son
de secundaria importancia los agentes empleados para producir resultados
fenomenales, resulta en extremo tenue la línea divisoria entre ambas. Sin
embargo, no es tan grave el peligro al considerar que los libros llamados
ocultos lo son tan solo en cierto sentido; es decir, que el texto es oculto solo
por razón de los velos. El lector ha de entender acabadamente el simbolismo,
antes de descubrir el genuino significado de la enseñanza. Además, dichos
libros no están nunca completos; pues sus varias partes llevan distintos títulos,
y en cada una de ellas se inserta algún trozo de otra obra; de suerte que sin
una clave, no se encuentra la verdad completa. Ni aun el famoso Shivâgama,
que sirve de base a Fuerzas más sutiles de la Naturaleza, se halla «integro en
volumen alguno», según nos dice el autor. Así es que, como todos los otros,
trata únicamente de cinco Tattvas en vez de los siete de las enseñanzas
esotéricas.

Ahora bien; ¿cómo puede ser esto si los Tattvas son simplemente el
substrátum de las siete fuerzas de la Naturaleza? Hay siete formas de Prakriti,
según nos enseñan el Sânkhya de Kapila, el Vishnu Purâna y otras obras.
Prakriti es la Naturaleza, la Materia (primordial y elemental); y por lo tanto,
es lógico que haya también siete Tattvas. Porque tanto monta que, como
enseña el Ocultismo, Tattvas signifique «fuerzas de la Naturaleza», o que,
según dice el erudito Râma Prâsad, sean «la sustancia de que está formado el
Universo» y la «fuerza que lo mantiene». Son ellos la Fuerza (Purusha) y la
Materia (Prakriti). Y si las formas, o planos de materia, son siete, también han
de ser siete sus fuerzas. En otros términos, los grados de densidad de la

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materia y los grados de la fuerza que la anima, han de corresponderse
paralelamente.

El Universo está formado por el Tattva, mantenido por el


Tattva y desaparecerá en el Tattva.

Así dice Shiva en el Shivâgama, según lo cita Râma Prasâd en Las Fuerzas
más sutiles de la Naturaleza. De esto se infiere que si Prakriti es septenario,
los Tattvas han de ser siete, porque, como queda dicho, son ellos a la par
sustancia y fuerza, o la materia atómica y el espíritu que la anima.

Explicamos esto aquí para que el estudiante sea capaz de leer entre líneas
los llamados artículos ocultos sobre filosofía sánscrita que, de lo contrario,
pudieran extraviarle. Los antiguos brahmanes mantuvieron con mucho sigilo
la sagrada doctrina de los siete Tattvas[251], cuya enseñanza está casi olvidada
en nuestros días, pues raros son los iniciados que hablan de ella, por estar
limitada a las escuelas transhimalâyicas. Sin embargo, la política oculta ha ido
cambiando gradualmente en este punto. Empezaron los chelas a aprender
dicha doctrina a grandes rasgos; y cuando en 1879 se estableció en la India la
Sociedad Teosófica, se me ordenó que la enseñara en su forma exotérica, a
uno o dos. Ahora la expongo esotéricamente.

En vista de que algunos estudiantes tratan de seguir un método de yoga a


su manera, sin otro guía que las escasas e incompletas insinuaciones halladas
en revistas y libros teosóficos (que tienen que ser naturalmente incompletas),
escojo una de las mejores exposiciones de las antiguas obras ocultas, Las
Fuerzas más sutiles de la Naturaleza (Nature’s Finer Forces, Londres, 1897),
a fin de hacer ver cuán fácilmente puede uno extraviarse con sus velos.

Parece que el autor de dicha obra se ha engañado a sí mismo. Los tantras,


leído esotéricamente, rebosan sabiduría como las más nobles obras ocultas.
Estudiados sin guía y llevados a la práctica, pueden determinar varios
resultados fenoménicos en los planos moral y fisiológico. Pero perdido estará
sin remedio quien acepte la letra muerta de sus reglas y prácticas e intente
llevarlas a cabo con algún egoísta propósito. Seguidas con puro corazón e
intenciones inegoístas, con el mero objeto de experimentación, no producirán
resultado alguno, o bien desengañarán y retrasarán al operador, los que
produzca. Pero ¡ay! del egoísta que trate de educir facultades ocultas con el
único fin de lograr beneficios materiales y satisfacer venganzas o ambiciones.

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La separación del Yo superior de los principios inferiores, y el apartamiento
de Buddhi–Manas de la personalidad tântrika, serán las rápidas y terribles
consecuencias kármicas de la Magia Negra.

En Oriente, en la India y en China, se encuentran hombres y mujeres


desalmados, tanto como en el Occidente, aunque allí no toma el vicio tanto
incremento como aquí.

A ello les conduce el olvido de la ancestral sabiduría, y la práctica de la


Magia Negra. Pero de esto hablaremos más adelante, limitándonos por ahora
a añadir: estáis advertidos y conocéis el peligro.

Entretanto, hemos de estudiar, en vista de lo que sigue, la verdadera


división oculta de los principios, en su correspondencia con los Tattvas y
otras fuerzas menores.

***

Sobre los «principios» y «aspectos»

Metafísica y filosóficamente, hablando en estricto sentido esotérico, el


hombre como unidad completa, está constituido por Cuatro Principios básicos
y sus Tres Aspectos en esta Tierra. Las enseñanzas semiesotéricas los
resumen en Siete Principios, para facilitar la comprensión vulgar.

Página 150
Ver nota en el anterior párrafo: Transitorios Aspectos producidos por los
principios. 1°[252]
Ver nota en el anterior párrafo: Principios Eternos y fundamentales.
4°[253]

Como el hombre inferior es la combinación del aspecto físico de la forma


etérea y del psíquico–fisiológico de Kâma–Manas, no se le considera tan
siquiera como un aspecto, sino como una ilusión.

El huevo áurico ha de ser bien estudiado, a causa de su naturaleza y de la


multiplicidad de sus funciones. Así como Hiranyagarbha, el Huevo o Matriz
de Oro, contiene a Brahmâ, colectivo símbolo de las Siete Fuerzas
Universales, de la propia suerte el Huevo Áurico contiene a la vez al hombre
divino y al hombre físico, y está directamente relacionado con ambos. Según

Página 151
dijimos, es eterno en su esencia; y en sus constantes correlaciones y
transformaciones, durante el progreso reencarnante del ego, es como una
máquina de movimiento continuo.

Como expusimos en el tercer tomo de esta obra, los egos o Kumâras que
tomaron carne humana al fin de la tercera raza raíz, no son humanos de esta
Tierra o plano, sino que se convirtieron en tales al animar al hombre animal,
dotándole así de su mente superior. Cada Kumâra es un «Aliento» o
Principio, llamado el Alma Humana, Manas o Mente.

Según dicen las enseñanzas:

«Cada uno de ellos es un pilar de luz. Escogieron su vehículo y se


explayaron para circundar al hombre animal con un aura âkâshica, mientras
el (mânásico) Principio divino se aposentaba en esa humana forma».

Por otra parte, la Sabiduría antigua nos enseña que desde esta primera
encarnación, los Pitris lunares que habían formado hombres de sus Chhâyâs o
sombras, son absorbidos por esta esencia áurica, y cada ego toma al
reencarnarse una forma astral distinta para cada una de las personalidades de
la serie de encarnaciones.

Por lo tanto, el Huevo Áurico refleja todos los pensamientos, palabras y


obras del hombre, y es:

1. El conservador de los anales kármicos.


2. El arsenal de las buenas o malas cualidades del hombre, que por su
voluntad, o mejor diremos, por su pensamiento, admite o rechaza las
potencialidades, transformadas luego en actos. El aura es el espejo en
que los sensitivos y clarividentes sienten, y perciben al hombre interno
como realmente es, y no como parece ser.
3. Suministra al hombre la forma astral, sobre la que se modela el cuerpo
físico, primero como feto y después como niño y hombre; de modo
que la forma astral va creciendo paralelamente a la física. De la propia
suerte suministra a los adeptos vivientes su Mâyâvi–Rûpa o cuerpo
ilusorio, distinto del cuerpo Astral –Vital. Después de la muerte
suministra al hombre el Kâma–Rûpa o Cuerpo de Deseos (el
Fantasma)[254] y la Entidad Devachanica.

En el caso de la entidad Devachanica, el Ego ha de revestirse


(metafóricamente hablando) de los espirituales elementos de las ideas,

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aspiraciones y pensamientos de su anterior inmediata personalidad, a fin de
entrar en un feliz estado; de otro modo, ¿qué es lo que gozaría de felicidad y
recompensa? Seguramente no el Ego impersonal, la Individualidad Divina.
Por lo tanto, debe ser el buen karma del difunto, impreso en la substancia
áurica, el que suministra al alma humana los suficientes elementos
espirituales de la expersonalidad, y lo capacita para creerse todavía en el
cuerpo de que acaba de separarse, y experimentar su fruición durante un
período más o menos prolongado de «gestación espiritual». Porque el
Devachan es una «gestación espiritual» en una ideal matriz; el ideal y
subjetivo nacimiento del Ego en el mundo de los efectos, nacimiento que
precede a su próxima encarnación terrena, determinada por su mal karma, en
el mundo de las causas[255].

En el caso de los Fantasmas, el Kâma Rûpa se forma con las escorias


animálicas de la envoltura áurica, con sus recuerdos kármicos de la vida
carnal, tan repleta de bajos deseos y egoístas aspiraciones[256].

El Linga Sharîra permanece con el cuerpo físico y se desintegra con él,


por lo que es preciso formar una entidad astral, un nuevo Linga Sharîra que
sobrelleve los pasados Tanhâs y el futuro karma. ¿Cómo puede ésta
efectuarse? El Fantasma mediumnístico, el «ángel que nos abandonó, se
desvitaliza y se desintegra también a su vez[257] como completa imagen de la
personalidad que fue, dejando en el mundo Kâmalókico de los efectos, solo el
recuerdo de sus malos pensamientos y malas obras, que en terminología
ocultista se llaman Elementales humanos o Tânhicos». Estos Elementales
constituyen la forma astral del nuevo cuerpo en que el Ego ha de entrar por
decreto kármico al salir del estado Devachanico; y la nueva entidad astral se
forma en la envoltura áurica, y a ella se ha aludido diciendo:

Karma espera en el dintel del Devachan con su hueste de


Skandhas[258].

Porque apenas termina el estado Devachanico de recompensa, queda el Ego


indisolublemente unido, o mejor dicho, arrastrado por la nueva forma etérea
que se dirige, kármicamente, hacia la mujer de cuyo seno ha de nacer la
criatura animal, escogida por karma para vehículo del Ego que acaba de
despertar de su estado Devachanico. Entonces es precipitada en la mujer la
nueva forma etérea, compuesta en parte de la pura Esencia Akâshica del
Huevo Áurico, y en parte de los terrenos elementos de las culpas cometidas

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por la última personalidad. Una vez allí, la Naturaleza modela el feto de
carne, según el patrón del etéreo, valiéndose de los materiales en desarrollo de
la simiente masculina en el terreno femenino. Así, de la esencia de una
simiente que se destruye, brota el fruto o eidolón de la semilla muerta, cuyo
fruto físico a su vez produce dentro de sí otras simientes para futuras plantas.

Podemos volver ahora a los Tattvas, para ver lo que significan en la


Naturaleza y en el hombre, e inferir de ello el grave peligro de aficionarse al
yoga sin conocimiento de causa.

Significado y correlación de los tattvas

En la Naturaleza hay siete fuerzas, o siete centros de fuerza, como hay


siete sonidos y siete colores, pues todo parece responder en nuestro sistema al
número siete; y si bien en los anteriores volúmenes de esta obra no apuramos
la nomenclatura y pruebas de los septenarios, expusimos, no obstante, lo
suficiente para indicar a los pensadores que los hechos aducidos no eran
coincidencias, sino valiosos testimonios de mucho peso.

Por varias razones limitan a cinco los Tattvas, los sistemas indos. Una de
ellas ya se ha mencionado anteriormente; otra es que solo estamos en la
quinta raza, y solo poseemos cinco sentidos (en cuanto alcanzan los
conocimientos científicos); los otros dos, que todavía están latentes en el
hombre, pueden probarse únicamente por testimonios fenoménicos, no
admitidos en modo alguno por los materialistas. Los cinco sentidos físicos se
hacen corresponder con los cinco Tattvas inferiores; y los otros dos, no
desarrollados todavía en el hombre, con sus dos respectivas fuerzas o Tattvas
olvidados por los brahmanes y no reconocidos aún por la ciencia profana, son
tan subjetivos y sagrados, que solo cabe conocerlos por medio de las más
profundas ciencias ocultas. Fácilmente se comprende que el sexto y séptimo
sentidos y el sexto y séptimo Tattvas corresponden a los dos superiores
principios humanos: Buddhi y la Envoltura Áurica, iluminados por la luz de
Âtmâ. A menos que el ejercicio oculto nos abra los sentidos sexto y séptimo,
jamás comprenderemos debidamente sus correspondientes tipos. Así es que,
desde el punto de vista esotérico, resulta errónea la afirmación expuesta en
Las fuerzas más sutiles de la Naturaleza, al decir que el Tattva superior es el
Âkâsha[259], seguido [solo] por otros cuatro, cada uno de los cuales tiene
mayor densidad que el precedente. Porque dado que el casi homogéneo y sin

Página 154
duda universal principio, Âkâsha, se traduce por éter, queda empequeñecido y
limitado a nuestro visible Universo, pues seguramente no es el éter del
espacio. Diga lo que quiera la ciencia moderna, el éter es substancia
diferenciada. El Âkâsha no es substancia, ni aun exotéricamente, ni para
algunos orientalistas[260], pues solo tiene por atributo el SONIDO, cuyo
substrato es, y más bien puede considerarse como el caos o el gran vacío del
espacio[261]. Esotéricamente, el Âkâsha solo es el Divino Espacio, y
únicamente se convierte en éter en el último e ínfimo plano, o sea el terrestre.
En este caso, el velo consiste en decir que el Sonido es «atributo» del Âkâsha,
cuando en realidad no lo es, sino su primaria correlación, su primordial
manifestación, el Logos, o Ideación divina hecho Verbo, y el «Verbo» o
Palabra hecho «Carne». Tan solo podemos considerar el sonido como
«atributo» del Âkâsha si antropomorfizamos este último. No es una
característica del Âkâsha, aunque ciertamente es tan innato en él, como la
idea de «Yo soy Yo» es innata en nuestras mentes.

El Ocultismo enseña que el Âkâsha contiene y abarca los siete centros de


fuerza, y por tanto, los seis Tattvas, de los que él mismo es el séptimo, o
mejor dicho, su síntesis. Pero si el Âkâsha se toma únicamente en concepto
exotérico, como creemos que lo toma el autor de la obra aludida, entonces
está en lo cierto; porque dado que el Âkâsha es universalmente omnipresente,
siguiendo la purânica limitación, para que lo comprendan mejor nuestras
finitas inteligencias, coloca el comienzo del Âkâsha solo más allá de los
cuatro planos de nuestra cadena terrestre (véase Vol. I, pág. 201,
Diagrama III), quedando los dos Tattvas superiores tan ocultos al hombre
vulgar, como los sexto y séptimo sentidos lo están a la mente materialista.

Por lo tanto, mientras la filosofía sánscrita e inda habla generalmente de


cinco Tattvas tan solo, los ocultistas enumeran siete, en correspondencia con
los demás septenarios de la Naturaleza. Los Tattvas se presentan en el mismo
orden que las siete fuerzas macro y microcósmicas, y son las siguientes:

1. ÂDI TATTVA. La fuerza primordial del Universo, emergida al


comienzo de la manifestación (o período «creador»), del eterno e inmutable
SAT, el substrato de todo.
Se corresponde con la envoltura áurica o Huevo de Brahmâ, que circunda
a los globos, los hombres y todos los seres. Es el vehículo que potencialmente
contiene todas las cosas: espíritu y substancia, fuerza y materia. Âdi Tattva es,

Página 155
en Cosmogonía esotérica, la fuerza dimanante del Logos Inmanifestado o
Primer Logos.
2. ANUPÂDAKA TATTVA[262]. La primera diferenciación en el orden o
plano de la existencia (pues la primera es ideal), dimanante de la
transformación de algo superior. Para los ocultistas esta fuerza procede del
segundo logos.
3. ÂKÂSHA TATTVA. Es el punto de partida de todas las filosofías y
religiones exotéricas que lo consideran como éter o fuerza etérea. Por esto se
designaba al «supremo» dios Júpiter, con el nombre de Padre Éter. En la
India, el que fue un día el dios supremo, Indra, es la expansión celeste o
etérea, y lo mismo se dice de Urano, etc. Los cristianos tienen por tercera
persona de su Trinidad al Espíritu Santo, al Pneuma, el aire o viento
enrarecido. Todos estos conceptos los resume el Ocultismo en la fuerza del
tercer logos, o sea la fuerza creadora en el ya manifestado Universo.
4. VÂYU TATTVA. El plano aéreo, en el que la substancia es gaseosa.
5. TAIJAS TATTVA[263]. El plano de nuestra atmósfera.
6. ÂPAS TATTVA. Substancia acuosa o líquida, y su fuerza.
7. PRITHIVÎ TATTVA. Substancia sólida terrena. La fuerza o espíritu
terrestre. Es la fuerza ínfima.

Todas estas fuerzas se corresponden con nuestros principios y con los


siete sentidos y fuerzas del hombre. Según el Tattva o Fuerza engendrada o
inducida en nosotros, así actuará nuestro cuerpo.

Ahora bien, lo que vamos a decir se encamina especialmente a quienes


anhelen educir poderes «dedicándose al yoga». De lo ya expuesto se infiere
que no hay tratado alguno referente al Râja Yoga, que sea público y sirva para
algo; pues todo lo más que dan los libros impresos, es tal o cual insinuación
acerca del Hatha Yoga, cuyo resultado será, a lo sumo, desarrollar la
mediumnidad, y en el peor caso la consunción. Si quienes practican la
«meditación» y tratan de aprender la «ciencia de la respiración» leyeran
atentamente Las fuerzas más sutiles de la Naturaleza, hallarían que tan
peligrosa ciencia solo puede adquirirse por la utilización de los cinco Tattvas.
En la Filosofía Yoga exotérica, y en la práctica del Hatha Yoga, se sitúa el
Âkâsha Tattva en el cerebro físico del hombre; el Tejas Tattva en los
hombros; el Vâyu Tattva en el ombligo[264]; Âpas Tattva en las rodillas; y

Página 156
Prithivi Tattva en los pies. De esta distribución se excluyen y se ignoran los
dos Tattvas superiores y sus correspondencias; pero como quiera que estos
dos Tattvas son los principales factores del Râja Yoga, no es posible
determinar sin ellos ningún fenómeno de superior naturaleza intelectual ni
espiritual, sino tan solo, y a lo sumo, fenómenos físicos. Respecto a los
«Cinco Alientos» o mejor dicho a los cinco estados de la respiración humana,
como en el Hatha Yoga se corresponden con planos y colores terrenos como
se ha indicado, ¿qué resultados espirituales cabe obtener? Por el contrario, son
la verdadera antítesis del plano del espíritu, o superior plano macrocósmico,
reflejados invertidos en la luz astral. Así lo prueba la misma palabra tântrika
Shivâgama. Comparemos.

Ante todo, conviene recordar que, para los ocultistas, el septenario de la


Naturaleza, así visible como invisible, consiste en tres (y cuatro) Fuegos, que
se despliegan en los cuarenta y nueve Fuegos. Esto indica que análogamente a
como el macrocosmos se divide en siete grandes planos de diversas
diferenciaciones de substancia (desde el espiritual o subjetivo hasta el
material o completamente objetivo, desde el Âkâsha hasta la viciada
atmósfera de nuestra Tierra), de la propia suerte cada uno de estos siete
grandes planos tiene tres aspectos, basados en cuatro Principios, según antes
indicamos. Esto parece muy natural, por cuanto la misma ciencia reconoce
tres estados de materia, con más los estados que se llaman «críticos» o
intermedios, entre el sólido, líquido y gaseoso.

Ahora bien; la luz astral no es una masa universalmente difundida, sino


que pertenece tan solo a nuestra Tierra y los demás cuerpos del sistema que se
hallan en el mismo plano de materia que ella. Nuestra luz astral es, por decirlo
así, el cuerpo etéreo o Linga Sharîra de nuestro planeta; con la diferencia de
que, en vez de ser su primordial prototipo, como en el caso del Chhâyâ o
doble humano, es opuestamente al revés. Los cuerpos del hombre y del
animal crecen y se desarrollan adaptados al molde de sus dobles antetípicos;
mientras que la luz astral proviene de las emanaciones terrestres; crece y se
desarrolla según su progenitor prototípico, y en sus traicioneras ondas se
reflejan invertidas, todas las cosas, tanto de los planos superiores como del
inferior y sólido plano terrestre. De aquí la confusión de colores y sonidos
para el sensitivo clarividente y clariaudiente, ya sea médium, ya Hatha Yogui,
que se fía de lo impreso en dicha luz. Las siguientes tablas paralelas de los
Tattvas (ver página siguiente), según su concepto esotérico y tántrico, en
relación con los sonidos y colores, indicarán más claramente lo expuesto.

Página 157
Tablas esotéricas y tântrica de los tattvas

Principios esotéricos, Tattvas o Fuerzas y sus Tattvas tántricos y sus co


correspondencias con el cuerpo humano cuerpo humano, estados
Estados de Partes del
Tattvas Principios Color Tattvas
materia Cuerpo
Circunda y
Substancia
penetra todo
primordial y
el cuerpo. Síntesis de
espiritual;
Huevo Recíproca todos los (a)
(a) Âdi Âkâsha;
áurico emanación, colores. Desconocido
Substrato del
endosmósica Azul
Espíritu del
y
Éter
exosmósica
Esencia
espiritual, o
Espíritu; Tercer ojo, o
(b) (b)
Buddhi Aguas glándula Amarillo
Anupâdaka Desconocido
primordiales pineal
del Profundo
u Océano
Éter del
espacio, o
tercera
(c) Âlaya o Manas,
diferenciación Cabeza Añil (c) Âkâsha
Âkâsha Ego
del Âkâsha.
Estado crítico
de vapor
De la
Kâma Estado crítico
(d) Vâyu garganta al Verde (d) Vâyu
Manas de la materia
ombligo
Esencia de la
materia
Los
densa;
Kâma hombros y
(e) Tejas Rojo (e) Tejas
(Rûpa)

Página 158
corresponde brazos hasta
al hielo los muslos

De los
Linga Éter denso, o
(f) Âpas muslos a las Violeta (f) Âpas
Sharira aire liquido
rodillas
Cuerpo
viviente
De las Rojo–
en Prâna, Estado crítico
(g) Prithivî rodillas a los anaranjado (g) Prithivî
o la y sólido
pies (*)
vida
animal
(*)Puede notarse a primera vista que los colores de los Tattvas quedan
invertidos al reflejarse en la luz astral, pues el añil se le llama negro; al verde,
azul; al violeta, blanco, y al anaranjado, amarillo.
(**)Conviene repetir que los colores no siguen el orden de la escala
espectral (rojo, anaranjado, amarillo, verde azul, añil y violeta), porque esta
escala es un reflejo falso; una mâyâ; mientras que nuestra escala esotérica es
la de las esferas espirituales, o los siete planos del Macrocosmos.

Tal es la Ciencia Oculta en que los modernos ascetas y yoguis de la India


basan su desarrollo y poderes anímicos. Se les conoce con el calificativo de
Hatha Yoguis. La ciencia del Hatha Yoga se apoya en el Prânâyâma o
«detención del aliento» a cuyo ejercicio se oponen unánimemente nuestros
Maestros. Porque ¿qué es el Pranâyâma? Literalmente traducido significa: la
«muerte del aliento vital». Según hemos dicho, Prâna no es Jîva la eterna
fuente de la vida inmortal; ni está en modo alguno relacionado con Pranava,
como algunos piensan, porque Pranava es un sinónimo de Aum en sentido
místico. En Las fuerzas más sutiles de la Naturaleza, se halla todo lo que
sobre esto se ha enseñado pública y claramente. Pero tales prácticas solo
pueden conducir a la magia negra y a la mediumnidad. Varios Chelas
impacientes, a quienes personalmente conocimos en la India, cayeron en las
prácticas del Hatha Yoga, no obstante nuestras advertencias. Dos de ellos se
volvieron tísicos, y uno de éstos murió; algunos quedaron casi idiotas; otro se
suicidó; y uno logró desarrollarse como Tântrika o Mago Negro; pero
felizmente para él, pronto vino la muerte a cortar su carrera.

Página 159
La ciencia de los Cinco Alientos: el húmedo, el ígneo, el aéreo, etc., tiene
un doble significado y dos aplicaciones. Los Tântrikas la toman literalmente,
en lo relativo a la regulación del vital aliento pulmonar; mientras que los
antiguos râja yoguis la referían al aliento mental o de «voluntad», que solo
puede conducir a las superiores facultades de clarividencia, a la función del
tercer ojo y a la adquisición de los verdaderos poderes ocultos del Râja Yoga.
Enorme es la diferencia entre ambos métodos. El primero, según queda
indicado, emplea los cinco Tattvas inferiores; el segundo comienza por
emplear únicamente los tres superiores, para el desarrollo mental y volitivo,
dejando los demás para luego de dominados aquellos tres; por lo que solo
emplean uno (Âkâsha) de los cinco Tattvas tántricos. Según dice muy bien la
obra citada: «los Tattvas son las modificaciones de Svara». Pero Svara es la
raíz del sonido, el substrato de la pitagórica música de las esferas, lo que está
más allá del espíritu en la moderna acepción de la palabra, el espíritu en el
espíritu; o como propiamente se interpreta, «la corriente de la oleada de vida»
la emanación de la Vida Única. El Gran Aliento de que hablábamos en el
primer tomo de esta obra es Âtmâ, que etimológicamente significa: «el
movimiento eterno». Ahora bien; mientras el chela asceta de nuestra escuela
sigue cuidadosamente para su desarrollo mental el método propio de la
evolución del Universo, esto es, de lo universal a lo particular, el Hatha Yogui
invierte los términos y empieza por esforzarse en obtener la supresión de su
(vital) aliento. Pero si, como enseña la filosofía hinduista, «Svara asume la
forma de Âkâsha» al comienzo de cada evolución, y sucesivamente va
tomando las formas de Vâyu (aire), Agni (fuego), Âpas (agua), y Prithivî
(materia sólida)[265], resulta patente la razón de empezar por los superiores y
suprasensibles Tattvas. Los Râja Yoguis no descienden, en los planos de la
substancia, más acá del Sûkshma (la materia sutil), mientras que los Hatha
Yoguis únicamente desarrollan y emplean sus poderes en el plano material.
Algunos Tântrikas colocan los tres Nâdîs, llamados: Sushumnâ, Idâ y Pingalâ,
en la medula oblongada, cuya línea central designan con el nombre de
Sushumnâ, y con los respectivos de Pingalâ e Idâ las divisiones derecha e
izquierda. También colocan en el corazón los tres Nâdîs, con los mismos
nombres. La escuela transhimaláyica de los antiguos Râja Yoguis de la India,
con los cuales no deben confundirse los yoguis modernos, coloca el
Sushumnâ, asiento principal de los tres Nâdîs, en el conducto central de la
medula espinal, e Idâ y Pingalâ a los lados izquierdo y derecho. Sushumnâ es
el Brahmadanda, el canal (de la medula espinal), cuyo oficio desconoce la
Fisiología, como desconoce los oficios del bazo y de la glándula pineal. Son

Página 160
Idâ y Pingalâ los sostenidos y bemoles del fa, tónica de la naturaleza humana
y nota media de la septenaria armonía de los principios que, cuando vibran
convenientemente, despiertan a los centinelas de ambos lados (al Manas
espiritual y al Kâma físico), y subyugan lo inferior por medio de lo superior.
Pero este efecto ha de resultar del ejercicio del poder de la voluntad, y no de
la científica o regulada supresión del aliento. Si observáis una sección
transversal de la médula espinal, advertiréis tres columnas una de las cuales
transmite las órdenes volitivas, y la otra una vital corriente de Jîva[266]
durante lo que se llama el estado de Samâdhi y otros análogos.

Quien haya estudiado ambos métodos, el Hatha Yoga y el Râja Yoga,


echará de ver una enorme diferencia entre ambos: el primero es puramente
psíquicofísico; el segundo puramente psíquicoespiritual. Los tántricos no
parecen ir allá de los seis visibles y conocidos plexos, con cada uno de los
cuales relacionan los Tattvas; y la gran importancia que atribuyen al plexo
principal de éstos, el Mûlâdhâra Chakra (el plexo sagrado) indica su egoísta y
material anhelo de adquirir poderes. Los Cinco Alientos y los cinco Tattvas
de los tántricos, se relacionan principalmente con los plexos prostático,
epigástrico, cardíaco y laríngeo; y como casi desconocen el Âjnâ, nada saben
del sintetizante plexo laríngeo. Muy distintamente les sucede a los discípulos
de la antigua escuela, que comienzan por dominar el órgano a que los
anatómicos occidentales llaman cuerpo pituitario, sito en la base del cerebro,
sobre la faringe. En la serie de los objetivos órganos craneanos,
correspondientes a los subjetivos principios Tâttvicos, está el cuerpo pituitario
relacionado con el tercer ojo (la glándula pineal), como Manas lo está con
Buddhi. El despertamiento y desarrollo del tercer ojo debe lograrse por medio
de aquel órgano vascular, de aquel insignificante corpúsculo del que,
volvemos a repetirlo, nada sabe aún la Fisiología. El uno es el energizador de
la voluntad; el otro, el de la percepción clarividente.

Los físicos, fisiólogos, anatómicos, etc., comprenderán mejor que los


demás lectores las siguientes explicaciones.

Respecto a las funciones de la glándula pineal o Conarium y del cuerpo


pituitario, no hallamos descripción alguna refrendada por las autoridades
académicas. En efecto, al examinar las obras de los más eminentes
especialistas, se advierte la supina ignorancia en que confiesan estar acerca de
la economía humana, vital, tanto en el orden fisiológico como en el psíquico.

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Lo siguiente es cuanto hemos podido entresacar de las autoridades científicas,
acerca de estos dos importantes órganos.

1. La glándula pineal, o Conarium, es un cuerpo oblongo redondeado, de


seis a ocho milímetros de largo, de color gris rojizo obscuro y
conectado con la parte posterior del tercer ventrículo del cerebro.
Tiene en su base dos finas fibras medulares, que se dirigen
divergentemente hacia los tálamos ópticos. Conviene advertir que los
tálamos ópticos son, de acuerdo con los más notables fisiólogos, los
órganos de recepción y concentración de las impresiones más
sensitivas y sensoriales de la periferia del cuerpo[267]. Se nos dice que
las dos bandas de los tálamos ópticos que se inflexionan para
encontrarse ambas, se unen en la línea media, donde se transforman en
los dos pedúnculos de la glándula pineal.
2. El cuerpo pituitario, o hipófisis cerebral, es un órgano pequeño y duro,
de unos doce milímetros de ancho, seis de largo y otros seis de alto.
Está formado por dos lóbulos, uno anterior en forma de habichuela, y
otro posterior y más redondo, uniformemente unidos. Se nos dice que
sus partes constitutivas son casi idénticas a las de la glándula pineal; y
sin embargo, no es posible advertir externamente la más leve relación
entre ambos centros. Los ocultistas saben que están relacionados, aun
anatómica y físicamente. Por otra parte, los disectores estudian
cadáveres; y, como ellos mismos admiten, la substancia cerebral de
todos los tejidos y órganos se contrae y cambia de estructura
enseguida, en realidad pocos minutos después de la muerte. Al cesar la
vida, que esponja y llena las cavidades y vigoriza todos los órganos de
la masa cerebral, ésta se encoge, toma un aspecto pastoso y se
obstruyen pasos antes abiertos. Pero la contracción y aun la
entremezcla de partes, resultante del encogimiento y pastosidad del
cerebro, no prueba que antes de la muerte no haya relación entre el
cuerpo pituitario y la glándula pineal. Según ha indicado el profesor
Owen, existe en realidad en el cráneo del feto humano y en el de
algunos peces una relación entre ambos órganos, tan objetiva como lo
es un surco y un conductor. Un adepto puede ver en un hombre normal
las pulsaciones del aura dorada, en ambos centros, tan continuas como
las del corazón. Sin embargo, este movimiento se intensifica con el
esfuerzo para desarrollar la facultad de la clarividencia, y el aura vibra
con mayor impulso. El arco pulsatorio del cuerpo pituitario crece más
y más hasta que, como corriente eléctrica al herir a un objeto sólido,
choca finalmente con la glándula pineal, y el dormido órgano despierta
y se inflama con el puro Fuego Âkâshico. Tal es la descripción
psicofisiológica de ambos órganos que, en el plano físico, simbolizan

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concretamente los metafísicos conceptos llamados Manas y Buddhi.
Para que Buddhi sea consciente en el plano físico, necesita el más
diferenciado fuego de Manas; pero una vez el sexto sentido ha
despertado al séptimo, la luz que irradia de este séptimo sentido,
ilumina los campos del infinito. Por breve espacio de tiempo es
entonces omnisciente el hombre; lo pasado y lo futuro, el espacio y el
tiempo, son para él un presente. Si es un adepto, almacenará en su
memoria física el conocimiento así adquirido; y nada, excepto el
crimen de entregarse a la magia negra, será capaz de quitárselo. Si tan
solo es un chela o discípulo, almacenará solo partes de la verdad total
en su memoria, con la condición de que durante años repita el
procedimiento, sin consentir que ni un lunar de impureza le mancille
mental o físicamente, antes de recibir la completa iniciación.

Parecerá extraño y casi incomprensible que el principal éxito de la Gupta


Vidyâ, o Conocimiento Oculto, dependa de semejantes ráfagas de
clarividencia, y que éstas a su vez dependan en el hombre de tales dos
insignificantes excrecencias de la cavidad craneal, de «dos verrugas córneas
cubiertas de arenilla gris (acervulus cerebri)», como dice Bichat en su
Anatomía descriptiva. Sin embargo, así es. Pero no hemos de desdeñar esta
arenilla; pues precisamente es lo que indica la interna e independiente
actividad de la glándula pineal, e impide a los fisiólogos clasificarla entre los
atrofiados e inútiles órganos (aun remanentes, en la hoy completamente
cambiada anatomía del hombre), de algún período de su desconocida
evolución. Esta «arenilla» es en extremo misteriosa, y se substrae
burlonamente a las investigaciones de los materialistas. En la cavidad de la
superficie anterior de esta glándula en los jóvenes, o en su sustancia en los
viejos, se encuentra

una substancia amarillenta, translúcida, brillante y dura,


cuyo diámetro no excede de un milímetro[268].

Tal es el «acervulus cerebri».

Esta «arenilla» brillante es una concreción de la misma glándula, al decir


de los fisiólogos; pero nosotros replicamos que tal vez no sea así. La glándula
pineal es para los ocultistas orientales el Devâksha u «Ojo Divino». Es el
órgano principal de la espiritualidad en el cerebro humano, la sede del genio,
el mágico Sésamo pronunciado por la purificada voluntad del místico, que
abre las avenidas de la verdad, para quien sabe cómo aprovecharla. La

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Ciencia Esotérica enseña que Manas, el Ego mental, no se une del todo al
niño hasta los seis o siete años de edad, antes de la cual ningún niño es
responsable, ni según la Iglesia ni según los códigos legales[269]. Ahora bien;
el famoso anatómico alemán Wengel, observó en millares de casos la extraña
circunstancia de que, con rarísimas excepciones, esta «arenilla» o concreción
de color dorado, solo se encontraba en niños mayores de siete años. En los
locos apenas existen estos cálculos, y en los idiotas faltan por completo.
Morgagni[270], Grading[271] y Gum[272] fueron sabios en su tiempo y lo son
hoy, pues son los únicos fisiólogos que han relacionado la arenilla con la
mentalidad. Así, pues, como los niños de corta edad, los viejos decrépitos y
los idiotas no tienen arenilla, ésta debe de estar relacionada con la mente.

Puesto que todos los átomos, ya de materia inorgánica, ya de orgánica,


son concreciones del cristalizado espíritu, o Âkâsha, el Alma Universal, ¿por
qué, pregunta el Ocultismo, ha de haber objeción contra el fenómeno de que
las concreciones pineales resulten de la acción mental eléctrica sobre la
materia circundante por que dichas concreciones estén compuestas, según
demuestra el análisis, de materia animal, fosfato y carbonato cálcicos?

Nuestros siete chakras se hallan todos situados en la cabeza; y estos


chakras capitales gobiernan y dirigen los siete (porque hay siete) principales
plexos o centros del cuerpo, además de los cuarenta y dos menores, a los que
la Fisiología niega este nombre. Nada importa que el microscopio no pueda
descubrir tales centros en el plano objetivo; pues tampoco ha descubierto ni
descubrirá, el microscopio, la diferencia entre los nervios motores y los
sensitivos, que transmiten todas nuestras sensaciones corporales y físicas, a
pesar de lo cual, la sola lógica debiera demostrar la existencia de tales
diferencias. Y si la palabra plexo, así aplicada, no expresa para la mente
occidental la idea requerida por el término anatómico, entonces llamémosles
chakras, padmas, ruedas, corazón, loto y pétalos. Consideremos que la
Fisiología, no obstante su imperfección, admite grupos septenarios en todo el
interior y el exterior del cuerpo, como, por ejemplo, los siete orificios de la
cabeza, los siete «órganos» de la base del cerebro, los siete plexos: faríngeo,
laríngeo, cavernoso, cardíaco, epigástrico, prostático y sacro, etc.

A su debido tiempo, los estudiantes adelantados aprenderán minuciosos


pormenores acerca de los principales chakras, con el uso de ellos; pero,
entretanto, han de aprender cosas no tan difíciles. Si se me pregunta si los
siete plexos o centros Tattvicos de acción son los centros en que vibran los

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siete Rayos del Logos, responderé afirmativamente, con la observación de
que los Rayos del Logos vibran en cada átomo, por vibrar en la materia de
este átomo.

En estos volúmenes hemos revelado casi del todo que los «Hijos de
Fohat» personifican las naturales fuerzas del movimiento, sonido, calor, luz,
cohesión, electricidad y magnetismo o fluido neurótico. Sin embargo, esta
verdad no le enseñará al estudiante a armonizar y acomodar el Kundalini del
plano cósmico con el vital Kundalini, o sea el fluido eléctrico con la fuerza
nerviosa; y si no sabe armonizarlos, de seguro que se ocasionará la muerte,
porque la velocidad del fluido eléctrico es de 460 000 kilómetros por
segundo[273], y la del fluido neurótico tan solo de unos veintiocho metros. Las
siete Shaktis, llamadas Para–Shakti, Jnâna–Shakti, etc., son los aspectos
femeninos de los «Hijos de Fohat». Sin embargo, en el actual estado
evolutivo, sus nombres podrían confundir al estudiante occidental, y así vale
más dar los equivalentes usuales. Como quiera que cada fuerza es septenaria,
suman en total cuarenta y nueve.

El Ocultismo ha resuelto hace siglos la cuestión actualmente suscitada por


la ciencia, acerca de si el sonido es capaz de añadir sensaciones de luz y color
a sus naturales sensaciones sonoras. Toda vibración o impulso de un cuerpo
físico que produce cierta vibración del aire, es decir, que produce la colisión
de partículas físicas, cuyo sonido es capaz de afectar al oído, origina al mismo
tiempo un fulgor luminoso, que asumirá determinado color. Porque en el
reino de las fuerzas ocultas, un sonido audible es solo un color subjetivo; y un
color perceptible solo es un sonido inaudible. Ambos proceden de la misma
sustancia potencial, llamada éter por los físicos y ahora designada por otros
varios nombres; pero que nosotros llamamos el plástico e invisible espacio.
Esto quizá parezca hipótesis paradójica, aunque hay hechos que lo prueban.
Por ejemplo, la sordera completa no supone la imposibilidad de percibir
sonidos; pues la medicina recuerda varios casos probatorios de que la mente
recibe sonidos en forma de sensaciones cromáticas, por medio del órgano de
la vista. La circunstancia misma de que en un principio se escribieran en color
los tonos intermedios de la escala musical, no es ni más ni menos que una
reminiscencia inconsciente de las antiguas enseñanzas ocultas, según las
cuales el color y el sonido son dos de los siete correlativos aspectos que, en
nuestro plano, tiene la primera sustancia diferenciada de la Naturaleza.

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He aquí un ejemplo de la relación entre el color y el sonido, muy digno de
atención para los ocultistas. No solo los adeptos y chelas adelantados, sino
también los psíquicos de inferior categoría, tales como los clarividentes y
psicómetras, pueden percibir en torno de cada individuo un aura psíquica de
varios colores, correspondiente al temperamento del mismo; es decir, que los
misteriosos anales registrados en el Huevo áurico no son exclusivo
patrimonio de evolucionados adeptos, sino también, a veces, de psíquicos
naturales. En esta aura están señalados los pensamientos, pasiones y
cualidades humanas, por los respectivos colores y matices, aunque algunos de
éstos sienten más bien que se perciben. Los psíquicos mejores, según ha
indicado Galton, pueden también percibir colores producidos por las
vibraciones de instrumentos musicales, en que cada nota sugiere un distinto
color. Así como las cuerdas vibran en audibles notas, así también los nervios
del cuerpo humano vibran y tremolan en correspondencia con las diversas
emociones, bajo el general impulso de la circulante vitalidad de Prâna,
determinando de esta suerte ondulaciones con efectos cromáticos en el aura
de la persona.

Por lo tanto, podemos considerar el sistema nervioso del hombre como un


arpa eólica, responsiva al impulso de la fuerza vital, que no es una
abstracción, sino una realidad dinámica que manifiesta en coloraciones los
más sutiles matices del carácter individual. Si estas vibraciones nerviosas se
intensifican lo suficiente y se ponen en relación vibratoria con un elemento
astral, determinan un sonido. ¿Cómo dudar, pues, de la relación entre las
fuerzas microcósmicas y macrocósmicas?

Ahora que he señalado que las operaciones Tántricas (tal como se


describen en el tratado de Râma Prâsad y otros del mismo carácter,
publicados de cuando en cuando en la prensa teosófica)[274], propenden a la
magia negra, y son mucho más peligrosas cuando se toman como medio del
propio desenvolvimiento, espero que los estudiantes estarán en guardia contra
ellas.

Conviene advertir que ningún tratadista coincide con otro hasta hoy en la
localización de los chakras y padmas en el cuerpo; y además, todos invierten
los colores Táttvicos, como sigue:

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a. Âkâsha. Se le da color negro o le dejan sin color,
mientras que en correspondencia con Manas, es añil.
b. Vâyu. Se le da color azul, cuando es verde por
corresponder al Manas inferior.
c. Âpas. Se le da color blanco, cuando, por corresponder al
cuerpo astral, es violeta, con un substrato de color blanco de
plata, lunar.

Únicamente aciertan en el color rojo atribuido a Tejas. Por todo ello es fácil
ver, que estas discrepancias son velos muy peligrosos.

Además, la práctica de los Cinco Alientos resulta mortalmente nociva,


tanto en el orden fisiológico como en el psíquico, según ya hemos indicado.
Es realmente el Prânâyâma, la muerte del aliento, pues sus efectos son la
muerte moral para quien la practica, y muchas veces la muerte física.

Sobre los velos exotéricos y «la muerte del alma»

Como corolario de lo expuesto, y antes de entrar en todavía más abstrusas


enseñanzas, debemos cumplir nuestra promesa, aclarando por medio de otras
aserciones la pavorosa doctrina de la aniquilación personal. Desechad de
vuestras mentes todo cuanto hasta aquí hayáis leído en obras tales como El
Buddhismo Exotérico, y todo cuanto hayáis creído comprender de hipótesis
como la de la octava esfera y la Luna, y la de que el hombre tenga un común
antecesor con el simio. Aun lo por mí expuesto en The Theosophist y Lucifer,
no debéis tomarlo ni aceptarlo como verdad completa, sino como ideas
ampliamente generales, en que apenas se esbozan los pormenores. Sin
embargo, algunos pasajes dan tal o cual insinuación, especialmente las notas
puestas al pie de los artículos traducidos de las Cartas sobre Magia, de
Eliphas Levi[275].

Sin embargo, la inmortalidad personal es condicional, pues hay hombres


«desalmados» [sin alma], según algunas enseñanzas raramente mencionadas,
aunque también se habla de ello hasta en Isis sin Velo[276]. Asimismo existe
un Avîtchi, llamado en rigor infierno, por más que ni geográfica ni
psíquicamente tenga relación ni analogía alguna con el buen infierno de los
cristianos. La verdad conocida por los ocultistas y adeptos de toda época no

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podía comunicarse al vulgo; y por ello, aunque casi todos los misterios de la
filosofía oculta están medio encubiertos en Isis sin Velo y en los cuatro
primeros volúmenes de esta obra, no me consideraba con derecho a ampliar ni
a corregir pormenores ajenos. El lector puede comparar ahora estos seis
volúmenes, y los diagramas y explicaciones de estos estudios, con obras tales
como El Buddhismo Esotérico, para resolver por sí mismo.

A Paramâtmâ, el Sol espiritual, se le puede considerar fuera del Huevo


Áurico del hombre, de la propia suerte que también está fuera del Huevo
Macrocósmico o de Brahmâ. Porque, si bien cada átomo y partícula está, por
decirlo así, empapado en esta esencia Paramâtmica, es impropio llamar al
Paramâtmâ «Principio humano», ni aun siquiera «Principio universal», so
pena de sugerir una falsa idea del filosófico y puramente metafísico concepto.
No es él un principio, sino la causa de todos los principios. Esta última
denominación la aplican los ocultistas tan solo a la sombra de Paramâtmâ, al
Espíritu universal que anima al ilimitado Kosmos, en y más allá del espacio y
del tiempo.

Buddhi sirve como vehículo de esta Paramâtmica sombra. Este Buddhi es


universal, como lo es también el Âtmâ humano. En el Huevo Áurico está
Prâna, el macrocósmico pentáculo[277] de la vida, que contiene en sí el
pentagrama representativo del hombre. El pentáculo universal debe trazarse
con el vértice hacia arriba, como signo de la magia blanca. Por el contrario, el
pentáculo humano, con los miembros inferiores hacia arriba en forma de
«cuernos de Satanás», como les llaman los cabalistas cristianos, es el símbolo
de la materia, del hombre personal y del mago negro. Porque este pentáculo
invertido no representa únicamente a Kâma, el cuarto Principio en la
enumeración exotérica, sino que representa también al hombre físico, al
animal de carne, con todos sus deseos y pasiones.

A fin de comprender debidamente lo que sigue, conviene advertir que


Manas puede simbolizarse por un triángulo superior relacionado con el Manas
inferior mediante una tenue línea. Esta línea es el Antahkarana, el sendero o
puente de comunicación, que sirve de lazo entre la personalidad, cuyo cerebro
físico está bajo el dominio de la mente animal, y la individualidad
reencarnante, el Ego espiritual, Manas, el Manu, el «Hombre Divino». Este
Manu pensante es el único que reencarna. En rigor, las dos mentes, la
espiritual y la física o animal, son una, pero están separadas en dos durante la
reencarnación. Porque mientras aquella porción de lo Divino que anima a la

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personalidad, separándose conscientemente del Ego Divino[278] como pura,
aunque densa sombra, se infunde en el cerebro y sentidos[279] del feto, al
séptimo mes del embarazo, el Manas superior no se une con la criatura hasta
los siete años de edad. Esta desglosada esencia, o mejor dicho, el reflejo o
sombra del Manas superior, se convierte, según crece el niño, en un principio
distinto pensante del hombre, cuyo principal instrumento es el cerebro físico.
No es, pues, maravilla que al advertir los materialistas únicamente esta «alma
racional» o mente, no quieran desglosarla del cerebro y la materia. Pero la
Filosofía Oculta ha resuelto hace siglos el problema de la mente, y ha
descubierto la dualidad de Manas. El Divino Ego propende hacia Buddhi; y el
humano Ego gravita hacia lo inferior, fundido en la Materia, unido con su
mitad superior y subjetiva, solo por el Antahkarana, único lazo de unión
durante la vida, entre la conciencia superior del ego y la humana inteligencia
de la mente inferior.

Para comprender completa y correctamente esta abstrusa doctrina


metafísica, es preciso convencerse (aunque en vano me esforcé en convencer
de ello a la generalidad de teósofos) de que la única y viviente Realidad es lo
que los indos llaman Paramâtmâ y Parabrahman. Ésta es la única eterna
Esencia Raíz, inmutable e inasequible a nuestros sentidos físicos, pero clara y
manifiestamente perceptible a nuestras espirituales naturalezas. Una vez
convencidos de esta idea básica, resulta que si la Esencia Raíz es universal,
eterna, omnipresente y tan abstracta como el mismo espacio, forzosamente
hemos de haber emanado nosotros de esta Esencia, y algún día habremos de
restituirnos a ella; y admitido esto, lo demás resulta fácil.

Si esto es así, tendremos que la vida y la muerte, el bien y el mal, lo


pasado y lo futuro, son palabras sin sentido, o a lo sumo, figuras de dicción.
Si el universo objetivo es en sí mismo transitoria falacia, porque tuvo
principio y ha de tener fin, también han de ser la vida y la muerte meros
aspectos e ilusiones. Son, en efecto, cambio de estado, y nada más. La
verdadera vida está en la espiritual conciencia de dicha vida, en una
consciente existencia en el espíritu y no en la materia. La verdadera muerte es
la limitada percepción de la vida, la imposibilidad de tener conciencia, ni
siquiera existencia individual, aparte de la forma, o por lo menos de alguna
forma material. Quienes sinceramente repudien la posibilidad de la vida
consciente divorciada de la materia y de la sustancia cerebral, son unidades
muertas. Ahora se comprenderán las palabras del iniciado Pablo: «Porque
muertos sois y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios»[280]. Lo cual

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significa: Vosotros sois personalmente materia muerta, inconsciente de su
peculiar esencia espiritual; y vuestra verdadera vida está oculta con vuestro
divino ego (Christos), o fundida con Dios (Âtmâ). Si la vida se aparta de
vosotros, sois hombres sin alma. Hablando en términos esotéricos, todo
materialista recalcitrante es un hombre muerto, un autómata viviente, por
poderoso que sea su cerebro. Escuchemos lo que dice Âryâsanga al tratar de
este asunto:

Tú eres aquello que no es espíritu ni materia, ni luz ni


tinieblas, sino verdaderamente el contenedor y la raíz de todo
esto. La raíz proyecta a cada aurora su sombra sobre sí misma, y
a esta sombra le llamas tu luz y vida, ¡oh pobre forma muerta!
(Ésta) vida–luz fluye hacia abajo por el escalonado camino de
los siete mundos, de cuyos tramos son las gradas cada vez más
densas y oscuras. De esta séptuplemente septenaria escala, eres
tú el fiel escalador y modelo; ¡oh diminuto hombre! Éste eres
tú, pero no lo sabes.

Ésta es la primera lección que se ha de aprender. La segunda consiste en


estudiar debidamente los principios del Kosmos y del hombre, clasificándolos
en permanentes y perecederos, en superiores e inmortales, e inferiores y
mortales; pues solo así podremos dominar y dirigir, primero los principios
cósmicos y personales, y después los impersonales y cósmicos superiores.

Una vez podamos hacerlo así, aseguraremos nuestra inmortalidad. Pero tal
vez diga alguien: «¡Cuán pocos serán capaces de llevar esto a cabo! Quienes
lo realizan son grandes adeptos, y nadie es capaz de alcanzar el adeptado en
una breve vida. —Ciertamente es así; pero cabe una alternativa—. Si no
puedes ser Sol, sé humilde planeta»[281]. Y si aún a esto no alcanzáis,
procurad al menos manteneros dentro del rayo de alguna estrella menor, de
modo que su argentina luz penetre en la lobreguez que sigue el pedregoso
sendero de la vida; pues sin esta divina radiación, arriesgamos perder más de
lo que presumimos.

Por lo tanto, en lo concerniente a los hombres «desalmados» y a la


«segunda muerte» del «alma», mencionados en el tercer volumen de Isis sin
Velo, veréis que hablé allí de esas gentes desalmadas y aun del Avîtchi, por
más que no le diese este nombre[282].

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En la cita de los papiros egipcios se advierte desde luego la triada
superior: Âtmâ–Buddhi–Manas. En el Ritual, llamado ahora Libro de los
Muertos, el alma purificada, el Manas dual, aparece «víctima de la tenebrosa
influencia del dragón Apofis, —o sea la personalidad física del hombre
Kâmarrupico, con sus pasiones—. Si ha logrado el definitivo conocimiento
(gnosis) de los misterios celestiales e infernales», de la magia blanca y negra,
la personalidad del difunto «triunfará de su enemigo». Esto alude al caso de
una completa reunión, después de la vida terrena, del Manas inferior,
henchido de la «cosecha de la vida, —con su Ego. Pero si Apofis vence al
alma—, no puede entonces ésta sustraerse a una segunda muerte».

Estas pocas líneas de un papiro, cuya antigüedad se remonta a millares de


años, contienen una completa revelación, que en aquellos días conocían
únicamente los hierofantes e iniciados. La «cosecha de la vida» consiste en
los más espirituales pensamientos de la personalidad, en la memoria de sus
más nobles y altruistas acciones, y en la constante presencia durante su
felicidad posterrena de todo cuanto amó con divina y espiritual devoción[283].
Recordemos que, según las enseñanzas, el alma humana, el Manas inferior, es
el único y directo medianero entre la personalidad y el Ego Divino. Lo que
constituye en esta tierra la personalidad, confundida por la mayor parte de las
gentes con la individualidad, es la suma de todas las características mentales,
físicas y espirituales que, impresas en el alma humana, producen el hombre.
Ahora bien; de todas estas características, únicamente los pensamientos
purificados pueden quedar impresos en el Ego superior e inmortal, mediante
la reinmersión del alma humana en su esencia, en su originaria fuente, luego
de entremezclarse con su Divino Ego durante la vida, para reunirse
enteramente a él después de la muerte del hombre físico. Por lo tanto, a
menos que Kâma–Manas transmita a Buddhi–Manas semejantes ideaciones
personales, y tal conciencia de su «yo» como pueda asimilar el Ego Divino,
nada de ese «yo» o personalidad puede sobrevivir en lo eterno. Tan solo
sobrevivirá lo digno de nuestro inmortal dios interno, lo por naturaleza
idéntico a la quintaesencia divina, porque en este caso, la mismas «sombras»
o emanaciones del Ego Divino son las que ascienden a él, y él las atrae para
reintegrarse en su Esencia. Ningún pensamiento noble, ninguna aspiración
elevada, ningún anhelo puro, ningún amor inmortal y divino puede
aposentarse en el cerebro del hombre carnal, a no ser como directa emanación
del Yo superior, mediante el inferior. Todo lo demás, por intelectual que
parezca, procede de la «sombra», de la mente inferior, asociada y entre

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confundida con Kâma; y fenece y se aniquila para siempre. Pero las
ideaciones mentales y espirituales del «yo» personal vuelven a él, como
partes de la esencia del Ego, y nunca se marchitan. Así es que de la
personalidad únicamente sobreviven y se inmortalizan sus espirituales
experiencias, la memoria de cuanto en ella hubo de noble y bueno con la
conciencia de su «yo» entremezclada con la de los otros «yoes» personales
que le precedieron. No hay inmortalidad para el hombre terreno, aparte del
Ego que lo caracteriza, y es el único sobrellevador de todos sus alter egos en
la tierra, y su único representante en el estado mental llamado Devachan. Sin
embargo, como la personalidad últimamente encarnada tiene derecho a su
peculiar estado de dicha, libre y sin mezcla de la memoria de las anteriores
personalidades, solo se disfrutan con plena realidad los resultados felices de
la última existencia. El Devachan se compara a menudo al día más feliz entre
los millares de «días» de una vida. La intensidad de su dicha pone al hombre
en olvido de todos los demás días, hasta borrarse los recuerdos del pasado.

Esto es lo que llamamos el estado Devachánico, la remuneración de la


personalidad; y en esta antigua enseñanza se funda la confusa idea del cielo
cristiano, tomada, como otras muchas, de los misterios egipcios. Tal es el
significado del pasaje trascrito en Isis. El alma triunfa de Apofis, el dragón de
la carne. De allí en adelante, la personalidad vivirá eternamente, con sus más
nobles y superiores elementos, con la memoria de sus pasadas acciones,
mientras las «características» del «dragón» se extinguen en Kâma Loka. Cabe
preguntar cómo puede vivir eternamente, si el período Devachánico no dura
más allá de mil a dos mil años. A esto responderemos que vive eternamente,
del mismo modo que el conjunto de cotidianos recuerdos vive en la memoria
de cada uno de nosotros. Pueden servir de ejemplo los días de cualquier vida
personal, y comparar esta vida con la del Ego Divino.

Para hallar la clave de muchos misterios psicológicos, basta comprender y


recordar cuanto estamos explicando. Algunos espiritistas se han indignado
contra la idea de que la inmortalidad sea condicional; y no obstante, tal es la
lógica y filosófica verdad. Mucho se ha dicho ya sobre el asunto; pero nadie
hasta hoy parece haber comprendido debidamente la enseñanza. Además, no
basta con exponer un hecho, sino que el ocultista, o quien vaya en camino de
serlo, debe saber también el porqué; pues una vez comprendido, le será más
fácil desvanecer las erróneas especulaciones de otros y, lo que más importa,
se le ofrecerán oportunidades de salvar a las gentes de una calamidad que,

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triste es decirlo, es muy frecuente en nuestros días, y de la cual vamos a tratar
extensamente.

Muy poco ha de conocer la fraseología de los orientales quien no advierta


en el citado pasaje del Libro de los Muertos, y en las páginas de Isis, una
alegoría de las enseñanzas esotéricas, y «velos» en las palabras «alma» y
«segunda muerte». La palabra «alma» se refiere indistintamente a Buddhi–
Manas y Kâma–Manas. Respecto de la frase «segunda muerte», el calificativo
de «segunda» denota que los «Principios» han de sufrir varias muertes
durante su encarnación; y por lo tanto, únicamente los ocultistas comprenden
el verdadero sentido de tal afirmación. Porque tenemos:

1. La muerte del cuerpo físico.


2. La muerte del alma animal en Kâma–Loka.
3. La muerte del astral Linga Sharîra, siguiendo la del cuerpo.
4. La metafísica muerte, del inmortal Ego Superior, cada vez que «cae en
la materia» o encarna en una nueva personalidad.

El alma animal, o Manas inferior, la sombra del Ego Divino que de él se


desglosa para animar a la personalidad, no puede en modo alguno sustraerse
de la muerte en Kâma Loka, en todo caso, aquella porción de sombra que,
como residuo terrestre, no puede quedar asimilada al ego. Por lo tanto, el
principal y más importante secreto relativo a la «segunda muerte», fue y es en
las enseñanzas esotéricas, la terrible posibilidad de la muerte del alma, esto
es, su separación del ego durante la vida terrena. Es una muerte real (aunque
con probabilidades de resurrección), que no deja vestigio alguno en la
persona, pero que la convierte moralmente en un cadáver vivo. Difícil es
advertir el motivo de que estas enseñanzas se hayan mantenido hasta hoy en
tan riguroso secreto, cuando tanto bien hubieran causado si se difundieran
entre las masas, o por lo menos, entre los creyentes en la reencarnación. Pero
así fue, y no me considero con derecho a criticar la prohibición, que por mi
parte mantuve hasta ahora, con promesa de no publicar la enseñanza que se
me comunicó. Pero ahora recibí licencia de proclamarla a las gentes, y revelar
sus dogmas en primer término a los esoteristas; quienes, luego de
comprendido en toda su entereza este dogma de la «segunda muerte», tendrán
el deber de enseñarlo a otros, y advertir a todos los teósofos del peligro que
encierra.

Para esclarecer la enseñanza, he de ir aparentemente por caminos


trillados, aunque en realidad la expongo con nueva luz y nuevos pormenores.

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En The Teosophist y en Isis hice sobre ella alguna insinuación, pero no logré
darme a entender. Voy a explicarla punto por punto.

Justificación filosófica de esta doctrina

1. Imaginemos, por vía de ejemplo, la única, homogénea, absoluta y


omnipresente Esencia en el peldaño superior de la «escala de los siete planos
mundiales» dispuesta a entrar en su evolucionaria peregrinación. Según
desciende su correlativo reflejo, se diferencia y transforma, primero en
subjetiva, y por último en objetiva materia. Llamemos Luz Absoluta a su Polo
Norte, y designemos con el nombre de Vida Única y Universal a su Polo Sur,
que para nosotros es el cuarto plano o plano intermedio, tanto si empezamos a
contar de abajo arriba como de arriba abajo. Señalemos ahora la diferencia:
arriba, la Luz; abajo, la Vida. La Luz es siempre inmutable; la Vida se
manifiesta en innumerables aspectos y diferenciaciones. De conformidad con
la ley oculta, todas las potencias latentes en lo superior se transmutan en
diferenciados reflejos en lo inferior; y nada de lo diferenciado puede
mezclarse con lo homogéneo.

Además, no es perdurable nada de cuanto vive y alienta y tiene su ser en


las hirvientes olas del mundo de la diferenciación. Buddhi y Manas son los
primordiales rayos de la Llama Única; si Buddhi es el vehículo, upâdi o
vâhana de la única Esencia eterna, y Manas es el vehículo de Mahat o la
Ideación Divina[284] (el Alma inteligente universal), resulta que ni Buddhi ni
Manas pueden aniquilarse ni como esencia ni como conciencia. Pero si se
aniquila la personalidad física con su cuerpo emocional o Linga Sharîra, y el
alma animal con su Kâma[285]. Nacen ellas en el reino de la ilusión, y han de
desvanecerse como se desvanecen los blancos copos de las nubes en el azul
del eterno firmamento.

Quien haya leído algo atentamente esta obra, debe conocer el origen de
los humanos Egos, llamados genéricamente mónadas, y lo que eran antes de
quedar forzados a encarnar en el animal humano. Los seres divinos a quienes
karma condujo a actuar en el drama de la vida manvantarica, son entidades de
superiores y más primitivos mundos y planetas, cuyo karma no estaba
agotado todavía al entrar su mundo en pralaya. Tal es la enseñanza; pero sea o
no así, los Egos Superiores resultan (en comparación con las transitorias y
deleznables formas humanas) seres divinos, dioses, inmortales durante el

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Mahâmanvantara o sean los 311 040 000 000 000 de años que forman la Edad
de Brahmâ. Así como los Egos Divinos han de purificarse en el fuego del
sufrimiento y de las individuales experiencias para reintegrarse en la Esencia
Única, y volver de nuevo al Aum, así también las personalidades o Egos
terrestres, para participar de la inmortalidad de los Egos Superiores, han de
cumplir la misma obra mediante la represión de cuanto únicamente beneficie
a su naturaleza inferior, y por el anhelo de transfundir su pensante principio
Kâmico en el del Ego Superior. Nuestra personalidad se inmortaliza por el
injerto de nuestra pensante naturaleza moral en la trínica y divina mónada,
Âtmâ–Buddhi–Manas, cuyos aspectos son tres en uno y uno en tres. Porque la
mónada, manifestada en la tierra por el Ego encarnante, es el Árbol de la Vida
eterna, que solo puede alcanzar quien come el fruto del conocimiento del bien
y del mal, de la Gnosis o la Sabiduría Divina.

En las enseñanzas esotéricas, este Ego es el quinto Principio del hombre.


Pero el estudiante que haya leído y comprendido los dos primeros Apuntes,
sabrá algo más acerca de este asunto. Sabrá que el séptimo no es un Principio
humano, sino el Principio universal del que participa el hombre, así como
también todo átomo físico y objetivo, y todo cuanto existe en el espacio, sea
sensible o no. Sabrá, además, que si el hombre está más íntimamente
relacionado con dicho Principio y se lo asimila con céntuple poder, es tan solo
porque es el ser de superior conciencia en la Tierra; porque el hombre puede
llegar a ser un deva o un dios en su próxima transformación, mientras que los
minerales, vegetales y animales han de ser primero a su vez hombres, antes de
llegar a tan alto estado.

2. ¿Cuáles son las funciones de Buddhi? En el plano físico, ninguna, a


menos que esté unido a Manas, el Ego consciente. Buddhi es, respecto de la
divina Esencia Raíz, lo que Mûlaprakriti respecto de Parabrahman, según la
escuela vedantina; o como Alaya (el Alma universal) respecto del único y
eterno Espíritu, que trasciende al espíritu. Es su humano vehículo, un trasunto
de lo Absoluto, que no puede relacionarse con lo finito y condicionado.

3. ¿Qué es Manas y cuáles sus funciones? En su aspecto puramente


metafísico, Manas es trasunto de Buddhi en el plano inferior, y no obstante, es
tan intensamente superior al hombre físico, que para ponerse en relación con
la personalidad necesita la mediación de su reflejo, la mente inferior. Manas
es la Conciencia Espiritual en sí misma, y la Conciencia Divina cuando está
unido a Buddhi, que es el verdadero «factor» de la Conciencia Propia

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(Vikâra) por medio del Mahat. Por lo tanto, Buddhi–Manas no pueden
manifestarse durante sus periódicas encarnaciones, sino por medio de la
mente humana o Manas inferior. Ambos están invariablemente enlazados y
tienen tan escasa relación con los Tanmâtras[286] inferiores o átomos
rudimentarios, como lo homogéneo con lo heterogéneo. Por consiguiente, la
función del Manas inferior, o personalidad pensante, cuando se une con su
dios o Ego Divino es paralizar y desvanecer los Tanmâtras o propiedades de
la forma material. Así se desdobla Manas en la dualidad de Ego y mente del
hombre. El yo inferior o Kâma–Manas, alucinado por la falaz noción de
existencia independiente, se cree el «productor» y soberano de los cinco
Tanmâtras y cae en el Ego–ismo, en cuyo caso se le ha de considerar como
Mahâbhûtico y finito, por estar relacionado con Ahankâra o la facultad
personal de «egoencia». De aquí que:

Manas [ha de considerarse como]… eterno y no eterno. Es


eterno por su naturaleza atómica (paramanu rupa), como eterna
substancia (dravya); y finito (kârya rupa), cuando está ligado
en dualidad con Kâma (el deseo animal o volición egoística),
con un producto inferior[287] [en suma].

Por lo tanto, mientras el Ego individual, por su peculiar esencia y nirvâna.


Esto parece difícil de comprender, pero resulta fácil con ayuda que perdura a
través de los ciclos de la vida de la cuarta ronda, su reflejo o semejanza, el
Ego personal, ha de conquistar su inmortalidad.

4. Antahkarana es el nombre de aquel puente ideal, aquella línea


interpuesta entre el Ego Divino y el humano, que si bien son dos Egos durante
la vida terrena, se funden en un Ego en el Devachan o en el nirvâna. Esto
parece difícil de comprender, pero resulta fácil con ayuda de un familiar e
infantil ejemplo. Comparemos al hombre con una brillante lámpara que desde
el centro de una estancia proyecta su luz sobre la pared. La lámpara es el Ego
Divino; la luz reflejada es el Manas inferior; y la pared sobre que se refleja, el
cuerpo físico. La porción de atmósfera que transmite el rayo de la lámpara a
la pared, será el Antahkarana. Supongamos, por otra parte, que la luz así
proyectada posea razón e inteligencia con la facultad de disipar, además,
cuantas sombras siniestras crucen por la pared y de atraer hacia sí, en
indelebles impresiones, toda la brillantez. Ahora bien; el Ego humano puede
disipar las sombras o pecados, multiplicar las brillanteces o buenas obras que
causan aquellas impresiones, y asegurar así por medio del Antahkarana su

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permanente relación, y su definitiva reunión, con el Ego Divino. Recordemos
que esto no puede ocurrir mientras retenga la más tenue mancha terrena; al
paso que tampoco es posible quebrantar enteramente la relación, ni impedir la
reunión definitiva, mientras haya una sola obra espiritual o potencialidad que
pueda servir de nexo; pero en cuanto se extingue esta última chispa y se
desvanece la postrera potencialidad, sobreviene la separación. En una
parábola oriental el Ego Divino es simbolizado por el labrador que envía a sus
braceros a cultivar la tierra y cosechar el fruto, y que se contenta con
conservar el campo en tanto pueda ofrecerle la más mínima remuneración;
pero si el terreno se esteriliza del todo, no solo queda abandonado, sino que el
bracero mismo (Manas inferior) perece.

Sin embargo, empleando el mismo símil, cuando la luz proyectada sobre


la pared, o sea el racional Ego humano, llega al punto de agotamiento
espiritual, desaparece el Antahkarana, ya no se transmite más luz, y la
lámpara no emite rayos. Desaparece la luz, que se ha ido absorbiendo
gradualmente, y sobreviene el «eclipse del alma»; el ser vive en la tierra y
pasa después al Kâma Loka como un mero conglomerado de cualidades
materiales; y no puede entrar en el Devachan, sino que renace
inmediatamente como hombre animalizado, y como una maldición.

Por fantástico que sea este símil, nos facilitará la exacta comprensión de la
idea. A no ser por medio de la entrefusión de la naturaleza moral con el Ego
Divino, no hay inmortalidad para el Ego personal. Únicamente sobreviven las
emanaciones más espirituales de la personal alma humana, sobrellevadora de
la esencia de las obras kármicas del hombre físico; la que durante la vida
terrena queda imbuida de la idea y sentimiento del «yo soy yo», y después de
la muerte física se convierte en partícula de la Llama Divina, el Ego. Se hace
ella inmortal por su vigoroso injerto en la Mónada, que es el «Árbol de la
Vida eterna».

Digamos algo ahora sobre la doctrina de la «segunda muerte», para


explicar lo que le sucede al alma Kâmica humana de los hombres abyectos y
malvados o de las gentes desalmadas. Este misterio será ahora explicado.

En el caso de un hombre que jamás tuvo un pensamiento que no se


refiriese a su yo animal, no teniendo nada que transmitir al Ego superior, o
agregar a la suma de experiencias cosechadas en pretéritas encarnaciones
cuyo recuerdo ha de conservarse eternamente, el alma personal se separa del

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Ego por no poder injertar nada en el inmarcesible tronco cuya sabia fluyó a
través de millones de personalidades semejantes a las hojas de sus ramas, que
se marchitan y caen una vez cumplido su oficio. Estas personalidades brotan,
florecen y mueren; unas sin dejar vestigio, y otras después de entrefundir su
propia vida con la del tronco patrio. Las personalidades o almas humanas que
no dejan huella de su existencia, son las que están condenadas a la
aniquilación, al Avîtchi (estado muy mal comprendido y peor descrito por
algunos autores teósofos), que no solamente está en la Tierra, sino que es la
misma Tierra.

En este caso, el Antahkarana fenece antes de que el yo inferior haya


tenido una oportunidad de identificarse con el superior; y por lo tanto, el
«alma» Kâmica se convierte en entidad separada, para vivir de allí en
adelante, por un período más o menos largo, de conformidad con su karma,
como criatura «sin alma».

Pero antes de entrar en el fondo del asunto, conviene explicar con mayor
claridad el significado y funciones del Antahkarana, que, según ya dijimos,
puede considerarse como un angosto puente, tendido entre el Manas superior
y el Manas inferior[288], que:

A la muerte desaparece como puente o lazo de relación, y


sus restos sobreviven como Kâma Rûpa.

Este Kâma Rûpa es el cascarón o concha astral que los espiritistas ven surgir
a veces en sus sesiones como «formas» materializadas que
inconsideradamente toman por «espíritus de los muertos»[289]. Tan lejos está
de ser así que, aunque en los sueños no desaparece el Antahkarana, la
personalidad se halla tan solo medio despierta; y por tanto, se dice que
durante el sueño normal está Antahkarana beodo o loco. Si tal sucede en la
muerte cotidiana, o sueño físico, puede juzgarse de lo que será la conciencia
del Antahkarana cuando después del llamado «sueño eterno» se convierte en
Kâma Rûpa.

Pero volvamos al asunto. A fin de no perturbar la mente de los estudiantes


occidentales con las abstrusas dificultades de la metafísica inda, consideremos
el Manas inferior, o mente, como Ego personal durante la vigilia; y como
Antahkarana tan solo en los momentos de aspiración hacia el Ego superior, en
que se convierte en el medio de comunicación entre ambos. Por esta razón se

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le llama también «el Sendero». De la propia suerte que los órganos físicos se
debilitan y al fin se atrofian por falta de ejercicio, así también sucede con las
facultades mentales; y de aquí la atrofia de la función mental inferior, llamada
Antahkarana, en las naturalezas completamente materialistas y en las
empedernidamente malvadas.

Sin embargo, la filosofía esotérica da las enseñanzas siguientes:

En vista de que la facultad y función del Antahkarana es un medio tan


necesario como el oído para oír y el ojo para ver, resulta que no debemos
destruir el Antahkarana mientras no hayamos destruido por completo el
sentimiento de Ahamkâra o de egoísmo personal, y llegar a ser uno con
Buddhi–Manas, pues fuera como destruir un puente tendido sobre una
cortadura infranqueable. El viajero no podría pasar a la margen opuesta.
Aquí está la diferencia entre la enseñanza exotérica y la esotérica. La primera,
según el Vedanta, dice que en tanto la mente inferior trepe por Antahkarana
hacia el Espíritu (Buddhi–Manas) le será imposible adquirir la verdadera
sabiduría espiritual (Jnyâna), que solo puede alcanzarse mediante una
relación con el alma universal (Âtmâ); y que únicamente se alcanza el Râja
Yoga, haciendo caso omiso de la Mente Superior.

Nosotros decimos que no es así. No es posible saltar ni un solo tramo de


la escala que conduce al conocimiento. Ninguna personalidad puede ponerse
en comunicación con Âtma, sino por medio de Buddhi–Manas. El intento de
ser Jîvanmukta o Mahâtma, antes de ser un Adepto y aun un Narjol[290], es
como el intento de ir desde la India a Ceilán sin cruzar el mar. Por lo tanto, se
nos dice que si destruimos el Antahkarana antes de que lo personal esté
completamente sojuzgado por el Ego impersonal, nos exponemos a perder el
Ego por separación eterna de él, a menos que nos apresuremos a restablecer la
comunicación, por medio de un supremo y definitivo esfuerzo.

Únicamente hemos de destruir el Antahkarana, luego que estemos


indisolublemente unidos a la esencia de la Mente divina.

Como aislado combatiente que perseguido por un ejército se


refugia en un castillo y a fin de burlar al enemigo destruye
primero el puente levadizo y después se defiende contra los
perseguidores, así debe proceder el Srotâpatti antes de destruir
el antahkarana.

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O como dice un axioma oculto:

La Unidad se convierte en Tres, y los Tres engendran


Cuatro. Por los Cuatro [el Cuaternario] volvemos a los Tres, y
por los divinos Tres nos dilatamos en lo Absoluto.

La mónada que se convierte en dualidades en el plano de diferenciación, y en


tríadas durante el ciclo de las encarnaciones, ni aun encarnada está limitada
por el espacio ni detenida por el tiempo, pero se difunde por los inferiores
principios del cuaternario, y es omnipresente y omnisciente por naturaleza.
Mas esta omnisciencia es innata; y solo puede manifestar su luz refleja, por
medio de lo que al menos sea semiterrestre o semimaterial; como el cerebro
físico que es a su vez el vehículo del Manas inferior, entronizado en Kâma
Rûpa. Éste es el que se va aniquilando gradualmente en los casos de «segunda
muerte».

Pero esta aniquilación[291] no significa la simple discontinuidad de la vida


humana sobre la tierra[292] sino que expulsados para siempre de la conciencia
de la individualidad, el Ego reencarnante, los átomos y vibraciones físicas de
la entonces ya separada personalidad, se encarnan inmediatamente en la
misma Tierra en una criatura todavía más abyecta, que solo tiene de humano
la forma, y queda condenado a tormentos kármicos durante su nueva vida;
con más que, si persiste en su criminal o disoluta conducta, habrá de sufrir
una larga serie de reencarnaciones inmediatas.

Ahora se nos presentan las cuestiones que entrañan estas dos preguntas:

1. ¿Qué es del Ego Superior en tal caso?


2. ¿Qué clase de animal es una criatura humana sin alma?

Pero antes de responder a ellas he de advertir a los lectores nacidos en países


cristianos, que la fábula relativa a la redentora misión de Jesús, tal como hoy
se entiende, la forjaron algunos iniciados de extremada liberalidad, tomándola
del misterioso y fatal dogma de la terrena experiencia del Ego reencarnante.
En verdad, éste es la víctima propiciatoria de su propio karma en pretéritos
manvantaras, que contrae voluntariamente el deber de salvar a lo que sin él
serían personalidades u hombres desalmados. La verdad oriental resulta así
más lógica y filosófica que la ficción occidental. El Christos, o Buddi–Manas
de cada hombre, no es un Dios completamente inocente y sin mancha, aunque
en cierto sentido sea el «Padre», esencialmente idéntico al Espíritu universal,

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y al mismo tiempo el «Hijo», puesto que Manas es el segundo trasunto del
«Padre». El divino Hijo echa sobre sí, al reencarnarse, los pecados de todas
las personalidades que ha de animar; y esto solo puede hacerlo por medio de
su mandatario o reflejo, el Manas inferior. El único caso en que el Ego Divino
puede sustraerse a la individual penalidad y responsabilidad como Principio
guiador, es cuando se separa de la personalidad, porque entonces, la materia,
con sus físicas y astrales vibraciones, por la misma intensidad de sus
combinaciones, se emancipa del dominio del Ego. El dragón Apofis vence; y
el Manas reencarnante se separa poco a poco de su tabernáculo, hasta
desprenderse por completo del alma psíquico–animal.

Así, en respuesta a la primera pregunta, diremos:

1. El Ego Divino recomienza inmediatamente, a impulsos de su karma,


una nueva serie de encarnaciones, o bien se refugia en el seno de su
madre, el Âlaya o Alma Universal, cuyo manvantarico aspecto es
Mahat. Libre de las impresiones de la personalidad, se sumerge en una
especie de intervalo nirvânico, en donde solo puede haber el eterno
presente, que absorbe lo pasado y lo futuro. Por ausencia del
«labrador» se pierden campo y cosecha; y el dueño, en la infinidad de
su pensamiento, no conserva recuerdo de la finita, fugaz e ilusoria
personalidad, que entonces se aniquila.
2. El porvenir del Manas inferior es más terrible y todavía mucho más
terrible para la humanidad que para el ahora hombre–animal. Suele
suceder que después de la separación, el alma, entonces sumamente
animal, se extingue en Kâma Loka como las demás almas animales;
pero dado que lo más material es la mente humana y lo que más dura,
aun en el período intermedio, ocurre frecuentemente que después de
terminada la vida del hombre sin alma, vuelve a reencarnar en
personalidades cada vez más abyectas. El impulso de la vida animal es
demasiado intenso y no puede agotarse tan solo en una o dos
existencias. Sin embargo, en raros casos, cuando el Manas inferior está
destinado a aniquilarse por consunción; cuando no hay esperanza de
que ni la más leve luz, a favor de ciertas condiciones[293], atraiga a sí a
su Ego patrio, y el karma conduzca al Ego Superior a nuevas
encarnaciones, entonces puede suceder algo más espantoso. El despojo
Kâma–Manásico puede convertirse en lo que los ocultistas llaman «el
Morador del Umbral». Este no es el morador tan gráficamente descrito
en Zanoni, sino una verdad de la Naturaleza, y no una ficción o
leyenda, por bella que pueda ser. Sin embargo, Bulwer debió de tomar
la idea de algún iniciado oriental. Este Morador, conducido por la

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afinidad y la atracción, se abre paso en la corriente astral, a través de la
envoltura áurica del nuevo tabernáculo habitado por el Ego patrio, y
declara la guerra a la luz inferior que lo ha sustituido. Sin embargo,
esto solo puede ocurrir en el caso de que la personalidad así obsesa sea
en demasía débil; pues ningún hombre virtuoso y de conducta recta
puede tener semejante riesgo, sino únicamente los de corazón
depravado. Roberto Luis Stevenson vislumbró algo de esto al escribir
su obra titulada: El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, que es una
verdadera alegoría. Todo discípulo echará de ver en esta obra un fondo
de verdad, y en Mr. Hyde un Morador, un obseso de la personalidad, el
tabernáculo del espíritu patrio.

Cierto sujeto que ya no forma en nuestras filas, y que estaba obsesionado por
un «Morador» señaladísimo, un «Mr. Hyde» que lo acompañaba casi siempre,
me decía a menudo que todo esto era «un cuento de pesadilla», objetando que
«cómo era posible cosa semejante sin que uno se diese cuenta de ello». Sin
embargo, así sucede; y antes de ahora dije algo acerca del particular en The
Theosophist:

El alma, la mente inferior, se convierte por costumbres


viciosas en un principio semianimal, casi paralítico, y prosigue
gradualmente inconsciente de su mitad subjetiva, el Señor, uno
de la poderosa hueste; [y] en proporción al rápido desarrollo del
cerebro y los nervios, el alma personal pierde en definitiva, más
o menos tarde, la vista de su divina misión en la tierra.

Verdaderamente:

El cerebro se alimenta y vive y crece, como el vampiro, a


expensas de su padre espiritual… y el alma personal medio
inconsciente se hace insensata, sin esperanza de redención, sin
facultad de escuchar la voz de su Dios. Anhela únicamente
comprender con mayor amplitud la vida natural y terrena; y así
solo puede descubrir los misterios de la naturaleza física…
Comienza por morir virtualmente durante la vida del cuerpo; y
concluye por morir completamente, esto es, por quedar
aniquilada como alma enteramente inmortal. Semejante
catástrofe puede ocurrir muchos años antes de la muerte física.
«Nos codeamos con gentes desalmadas en todas las
circunstancias de la vida». Y cuando llega la muerte… ya no

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hay allí un Alma (el Ego Espiritual reencarnante) para liberar…
pues ésta se apartó años antes.

En resumen: Desposeída de sus Principios reguladores, y vigorizada por los


elementos de Kâma–Manas, la personalidad deja de ser una «luz derivada» y
se convierte en Entidad independiente, para hundirse más y más en el plano
animal; hasta que, llegada la última hora de su cuerpo, sucede una de estas
dos cosas: o renace inmediatamente Kâma–Manas en Myalba[294]; o, si su
maldad es extrema[295], a veces queda para fines kármicos en su activo estado
de Avîtchi, en el aura terrestre. Entonces la desesperación sume a la
personalidad desalmada en la ilimitada maldad del mítico «diablo»; y persiste
en sus elementos, impregnados con la esencia de la materia, porque el mal es
propio de la Materia separada del Espíritu. Y cuando su Ego superior
reencarna nuevamente, revestido de otro reflejo, o Kâma–Manas, el
condenado Ego inferior, semejante a un monstruo de Frankenstein, se sentirá
atraído hacia el padre que lo repudiara, y se convertirá en un ordinario
«Morador en el Umbral» de la vida terrena. Ya insinuamos tiempo atrás[296]
algo de la doctrina oculta, pero sin entrar en pormenores; y en consecuencia,
tuvimos cierta perplejidad al explicarlos. Sin embargo, escribimos bastante
explícitamente acerca de los «inútiles zánganos» que se niegan a ser
colaboradores de la Naturaleza y perecen a millones durante el manvantarico
ciclo de vida; aquellos que, como los del caso de que se trata, prefieren estar
sufriendo continuamente en el Avîtchi bajo el imperio de la ley kármica, a
desasirse «del mal», y por último, los que colaboran destructoramente en la
obra de la Naturaleza. Estos son hombres en extremo malvados y abyectos;
pero no obstante, tan elevada e intelectualmente espirituales para todo lo que
significa el mal, como los que son espirituales para el bien.

Los Egos (inferiores) de éstos tienen la posibilidad de escapar de la ley


final de destrucción o aniquilación en las edades por venir.

Así tenemos en la Tierra dos clases de seres desalmados. Los que han
perdido su Ego Superior en la actual encarnación, y los que ya nacieron sin
alma, por haberse separado de su Ego Superior en la vida precedente. Los
primeros son candidatos al Avîtchi; los otros son «Mr. Hydes», obsesores en
cuerpo humano o fuera de él, es decir, ora encarnados, ora invisibles, pero
poderosos fantasmas. Tales hombres llegan a indecible grado de astucia; y
solo quienes estén familiarizados con la secreta enseñanza en este punto,

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sospecharían que sean seres sin alma, pues ni la religión ni la ciencia
presumen siquiera estos hechos naturales.

Sin embargo, la personalidad que a causa de vicios haya perdido su Ego


Superior, tiene aún esperanza de recuperarlo mientras viva en cuerpo físico; y
puede redimirse por la conversión de su naturaleza material. Porque un
intenso dolor de contrición, un arrepentimiento sincero o una sola ardiente
súplica al Ego separado, y más que nada, el firme propósito de la enmienda,
bastan para que de nuevo pueda volver el Ego Superior. Aún no está roto por
completo el lazo de unión; y si bien el Ego no es ya fácil de alcanzar, porque
la «destrucción de Antahkarana» la personalidad tiene ya un pie en
Myalba[297], todavía no se ha apartado enteramente de la esfera de una
vigorosa invocación espiritual. En Isis sin Velo[298] hicimos otra afirmación
sobre este asunto. Dícese que tan terrible muerte se puede evitar algunas
veces por el conocimiento del nombre misterioso, de la «palabra»[299]. Todos
sabéis que esta «palabra» no es una palabra, sino un sonido, cuya potencia
está en el ritmo o acento. Esto significa sencillamente que los mismos malos
pueden redimirse y detenerse en el sendero de la perdición, por virtud del
estudio de la ciencia sagrada; pero si no están en unión con su Ego
Superior[300], de nada les servirá la «Palabra» aunque cotidianamente la
repitan diez mil veces como un papagayo[301]; sino que, al contrario,
producirá efectos inversos, porque los «Hermanos de la Sombra» la emplean
muy a menudo para siniestros fines, en cuyo caso despierta y agita
exclusivamente los nocivos elementos materiales de la Naturaleza. Pero el
hombre bueno, que sinceramente propende hacia su Yo superior, que es el
mismo Aum, por mediación del Ego Divino que corresponde a la tercera letra,
así como Buddhi a la segunda, repele todos los ataques del dragón Apofis.
Mucho se espera de aquellos a quienes mucho se les dio. A quien llame a la
puerta del Santuario con pleno conocimiento de su santidad y después de
admitido retroceda desde el umbral, o se vuelva en redondo, diciendo: «¡Esto
no vale nada!», y con ello desperdicie la coyuntura de aprender la verdad
entera, no le queda otro recurso que aguardar los efectos de su karma.

Tales son, pues, las explicaciones esotéricas de lo que tan perplejos dejó a
quienes creyeron ver contradicciones en varios escritos teosóficos[302]. Pero
antes de dar por terminado el asunto, debemos añadir un consejo de
precaución, que se ha de retener cuidadosamente en la memoria. A los
esoteristas les parecerá muy natural que ninguno de ellos pueda pertenecer al
orden de gentes desalmadas, y que, por lo tanto, no han de temer al Avîtchi,

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como el buen ciudadano no teme al código penal. Aunque tal vez no estéis
todavía en el Sendero, estáis sin duda bordeándolo, y muchos de vosotros
ciertamente en derechura. Entre las leves faltas inevitables en el ambiente
social, y la espantosa maldad descrita en la nota del editor de la obra
Satán[303], de Eliphas Levi, media un abismo. Si no nos hemos
«inmortalizado en el bien por identificación con (nuestro) Dios» o Aum
(Âtmâ–Buddhi–Manas), seguramente no nos hemos hecho «inmortales en el
mal», tampoco, por identificación con Satán (el yo inferior). Sin embargo,
olvidáis que todo tiene un principio; que el primer resbalón en la escotadura
de una montaña es el necesario antecedente para despeñarse y caer en brazos
de la muerte. Lejos de mí la sospecha de que algún estudiante esotérico haya
llegado a un bajo punto del plano de descenso espiritual. Sin embargo, a todos
aconsejo que eviten dar el primer paso. Tal vez no lleguéis al fondo del
abismo en esta vida ni en la próxima, pero pudierais engendrar las causas de
vuestra segura ruina espiritual en la tercera, cuarta, quinta o más, de las
subsiguientes existencias. En la gran epopeya inda se lee que una madre,
cuyos hijos todos habían muerto en la guerra, se quejaba a Krishna diciendo
que a pesar de tener la suficiente visión espiritual para escudriñar hasta
cincuenta de sus anteriores encarnaciones, no veía en sus atrasadas culpas
fuerza bastante para engendrar tan terrible karma, a lo que respondió Kríshna:
«Si tú pudieras retrover tu quincuagésima primera vida, como yo la veo, te
verías matando con retozona crueldad el mismo número de hormigas que el
de hijos que ahora has perdido». Naturalmente, esto es una figura poética;
pero representa, con extraordinario vigor, la imagen de cómo causas en
apariencia fútiles, producen enormes resultados.

El bien y el mal son relativos; y se agravan o aminoran de conformidad


con el medio ambiente. El hombre que pertenece a la llamada «masa anónima
de la humanidad», al vulgo ignorantón, es irresponsable en muchos casos. Los
crímenes cometidos por ignorancia (Avidyâ) entrañan responsabilidad
(Karma) física, pero no moral. Ejemplos de ello tenemos en los idiotas, niños,
salvajes y gentes rudas que no saben otra cosa. Otro caso muy distinto es el de
quien ha contraído un compromiso con su yo superior. No se puede invocar
impunemente a este Divino Testigo; y una vez que nos colocamos bajo su
tutela, pedimos a la radiante Luz que ilumine los tenebrosos rincones de
nuestro ser. Con ello impetramos conscientemente de la divina justicia del
karma, que tome en cuenta nuestros propósitos, que escudriñe nuestras
acciones y lo anote todo en nuestro historial. El paso que entonces damos, es
tan irregresible como el del niño que nace. Nunca jamás podemos restituirnos

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al estado de Avidyâ e irresponsabilidad. Aunque huyamos a las más apartadas
regiones de la Tierra, y nos ocultemos a la vista de las gentes, o busquemos
olvido entre el tumulto de los agitados remolinos mundanos, allí nos
encontrará esa Luz para delatar nuestros pensamientos, palabras y obras.
Todo cuanto H. P. B. puede hacer es enviaros a todos cuantos esto leáis, su
más sincera y fraternal simpatía envuelta en el deseo de que lleguen a bien
vuestros esfuerzos. No desmayéis empero, sino, por el contrario, perseverad
en el intento[304]; pues nada importan veinte caídas, si les siguen denodados
empeños en escalar las alturas. ¿No se llega así a la cumbre de las montañas?
Y tener también presente que si karma anota inflexiblemente en la cuenta de
un esoterista, culpas que deja pasar por alto en la de un ignorante, también es
cierto que cada buena acción del esoterista es centuplicadamente más intensa,
y poderosa para el bien, por razón de su asociación con el yo Superior.

Por último, no olvidéis que aunque no veáis al Maestro en vuestra alcoba,


ni oigáis ni el más leve rumor en el tranquilo silencio de la noche, allí está la
Santa Potestad, la Santa Luz que resplandece en la hora de vuestras
espirituales necesidades y aspiraciones; y no será culpa de los maestros, ni de
su humilde sierva y pregonera, si alguno de vosotros, por perversidad o
flaqueza moral, se aparta de las potencias superiores y se deja arrastrar por la
pendiente que conduce al Avîtchi.

Página 186
Apéndice

Página 187
Notas sobre los apuntes I, II Y III

Página 418

Los estudiantes occidentales apenas tienen idea, si acaso la tienen, de las


fuerzas latentes en el sonido, ni de las vibraciones âkâshicas que pueden
actualizar quienes sepan cómo se pronuncian ciertas palabras. El Om, o el
«Om mani padme hum», está en espiritual afinidad con fuerzas cósmicas;
pero de poco sirve cuando se desconoce su natural ordenamiento, o
disposición de las sílabas. «Om» es lo mismo, desde luego, que Aum, y puede
pronunciarse como dos, tres o siete sílabas, actualizando distintas vibraciones.

Ahora bien; las letras, como signos fonéticos, no dejan de corresponderse


con notas musicales, y por tanto, con números, colores, Fuerzas y Tattvas.
Quien recuerde que el Universo está formado de Tattvas, comprenderá algo
del poder inherente a los signos fonéticos. Todas las letras del alfabeto, ya se
divida en tres, cuatro o siete septenarios, o en cuarenta y nueve letras, tiene su
peculiar color o matiz de color. Quien conozca los colores de las letras del
alfabeto, y los números correspondientes a los siete colores y cuarenta y
nueve matices de la escala de planos y fuerzas, y al propio tiempo conozca su
respectivo orden en los siete planos, fácilmente dominará el arte de ponerlos
en afinidad y acción. Pero aquí se nos opone una dificultad. Los alfabetos
senzar y sánscrito, así como los de otras lenguas ocultas, entre ellas el antiguo
hebreo de Moisés, tienen, además de otras potencias, número, color y una
sílaba distinta para cada letra. Pero ¿cómo han de aprender los estudiantes
alguna de estas lenguas? Cuando llegue la oportunidad, bastará enseñarles,
por lo tanto, los números y colores correspondientes a las letras del alfabeto
latino[305], si bien esta enseñanza es por ahora prematura.

El color y número, no solo de los planetas, sino también de las


constelaciones zodiacales, que se corresponden con las letras del alfabeto, son
necesarios para hacer una sílaba y aun una letra, especialmente

Página 188
operativas[306]. Si, por ejemplo, quisiera un estudiante hacer operativo a
Buddhi, habría de entonar las primeras palabras del Mantra sobre la nota mi.
Pero acentuaría todavía más el mi, y produciría mentalmente el color amarillo
correspondiente a esta nota en todas las emes de la frase: «Om mani padme
hum». Así es, no porque la nota mi tenga el mismo nombre en nuestros
idiomas, en sánscrito, ni siquiera en senzar, pues ello no importa; sino porque
la letra m sigue a la primera letra y, en la fórmula sagrada, es también la
séptima y la cuarta. Considerada como Buddhi es la segunda; como Buddhi–
Manas es la segunda combinada con la tercera.

H. P. B.

Página 420[307]

El cuadro pitagórico, o Tetraktys, era el símbolo del Kosmos, pues


contiene dentro de sí el punto, la línea, la superficie y el volumen, es decir, la
esencia de todas las formas. Su mística representación es el punto dentro del
triángulo. La Década o número perfecto está contenida en el cuatro, como
sigue:
1 + 2 + 3 + 4 = 10

Página 433

Domingo Lunes Martes Miércoles Jueves Viernes Sábado


Primer
cuarto
Segundo
cuarto
Tercer
cuarto
Cuarto
cuarto

Página 455

Página 189
El oscuro pasaje: «Recordad[308]… un misterio abajo verdaderamente»
aparecerá más claro al estudiante si lo ampliamos algún tanto. El «Triángulo
primordial» es el segundo Logos, que se refleja a sí mismo como Triángulo
en el tercer Logos, u Hombre celeste, y desaparece después. El tercer Logos,
que contiene la «potencia de creación formativa», desenvuelve el Triángulo
en Tetraktys y se convierte así en los Siete (la Fuerza Creadora), que con el
Triángulo originario constituye la Década. Cuando este celeste Triángulo y
Tetraktys se refleja en el Universo de la materia para constituir el hombre
astral paradigmático, quedan invertidos; y el Triángulo, o potencia formativa,
resulta debajo del Cuaternario, con el vértice superior hacia abajo. La Mónada
de este hombre astral paradigmático es por sí misma un Triángulo, que guarda
con el Cuaternario y Triángulo la misma relación que el Triángulo primordial
con el Hombre celeste. De aquí la frase: «El Triángulo superior… está
colocado en el hombre de barro debajo de los siete». De aquí también que el
Punto ampliado en Triángulo, y la Mónada transmutada en Ternario,
constituyan, con el Cuaternario y el inferior triángulo creativo, la Década o
número perfecto. «Como es arriba, así es abajo».

El estudiante debe ahora relacionar estas enseñanzas con la expuestas[309].


Al Triángulo superior le hemos dados los colores violeta, añil y azul; el
primero como paradigma de todas las formas; el segundo como Mahat; y el
tercero como Aura âtmica. En el Cuaternario, el color amarillo corresponde a
la sustancia y se armoniza con el amarillo–anaranjado, correspondiente a la
Vida, y con el rojo–anaranjado, correspondiente a la potencia creadora. El
verde es el plano intermedio.

La etapa inmediata no se ha explicado. El verde se transforma en violeta–


añil–azul, o sea el Triángulo que se abre para recibirlo y formar el cuadrado
violeta–añil–azul–verde. Separado el verde del rojo–anaranjado, amarillo–
anaranjado y amarillo, quedan estos tres en triángulo por haber perdido su
cuarto miembro. Este triángulo se invierte de modo que el vértice quede hacia
abajo para descender en la materia, y «reflejado en el plano de la naturaleza
densa, resulta invertido» y aparece como sigue:

Página 190
En el hombre perfecto, el rojo queda absorbido por el verde; el amarillo se
identifica con el añil; el amarillo–anaranjado se absorbe en el azul; y el
violeta permanece fuera del hombre verdadero, aunque relacionado con él.
Sustituyamos ahora los colores por sus correspondientes principios, y
tendremos: Kâma queda absorbido por el Manas inferior; Buddhi se identifica
con Manas; Prâna queda absorbido en el Huevo áurico; y el cuerpo físico
permanece en conexión, aunque aparte de la vida real.

A. B.

Página 459

A los cinco sentidos que actualmente posee el hombre, se han de añadir


dos más en este planeta. El sexto sentido es el de la percepción psíquica del
color, y el séptimo el de la percepción espiritual del sonido. En el segundo
apunte se dan, debidamente corregidas, las proporciones vibratorias de los
siete colores primarios. Observándolas, se ve que cada color difiere del
precedente por etapas de 6 x 7 = 42.

Página 191
Continuando el procedimiento a la inversa, por sustracción de 42,
veremos que el verde, o color del campo, es el primero para nuestro globo.

La segunda y cuarta octavas serían los rayos caloríficos y actínicos,


invisibles para nuestros actuales medios de percepción.

El séptimo sentido es el de la percepción espiritual del sonido, y así como


las vibraciones del sexto aumentan en 6 X 7, y las del séptimo crecen de 7 x 7

Página 192
, según la siguiente tabla:

El quinto sentido ya lo poseemos, y posiblemente es el de la forma


geométrica, cuya razón sería 5 x 7 = 35.

El cuarto sentido es el de la audición física, música, y crece de 28 en 28, o


sea 4 x 7. Corroboran esta verdad las teorías acústicas referentes a las
vibraciones de las notas musicales. Nuestra escala es la siguiente:

–, 28, 56, 84, 112, 140, 168, 196, 224, 252, 280, 308, 336, 364, 392, 420,
448, 476, 504, 532, 560, 588, 616, 644, 672, 700.

Según la ciencia musical, las notas C, E, G son proporcionales en su


vibración a los números 4, 5, 6. La misma proporcionalidad existe entre las
notas de los tresillos G, B, D, y F, A, C. Esto da la escala, y reduciendo las
vibraciones a C = I, las relaciones de las siete notas respecto de C serán:

Quitando denominadores tendremos para una octava:

Página 193
Análogamente podemos colocar una octava debajo de C’ y otra encima
de C”. Anotando estas tres octavas en línea, y multiplicando por siete,
tendremos una correspondencia casi exacta con nuestra tabla de vibraciones
del cuarto sentido.

H. C. [Dr. H. A. W. Coryn]

Página 194
Notas

Página 195
Sobre algunas enseñanzas orales
Los tres aires vitales

El Âkâsha puro circula por Sushumnâ: sus dos aspectos fluyen por Idâ y
Pingalâ. Éstos son los tres aires vitales, simbolizados por el cordón
brahmánico. Son regulados por la voluntad. La voluntad y el deseo son,
respectivamente, el aspecto superior e inferior de una misma cosa. De ahí la
importancia de que los canales sean puros; porque de lo contrario, los aires
vitales, vigorizados por la voluntad, producirán magia negra. Por esta razón se
prohíbe todo comercio sexual en la práctica del ocultismo.

Desde Sushumnâ, Idâ y Pingalâ, se establece una circulación que desde el


canal central, fluye por todo el cuerpo. (El hombre es un árbol; en sí contiene
el macrocosmos y el microcosmos. De aquí que el árbol se emplee como
símbolo y con él se represente la jerarquía de los Dhyân Chohans).

El huevo áurico

El huevo áurico está constituido por curvas, análogas a las que forma la
arena puesta en un disco vibratorio. Todo átomo, como todo cuerpo, tiene su
huevo áurico cuyo mismo centro forman. Este huevo áurico, con apropiados
materiales atraídos para su constitución, es una defensa. El yogui de esta
suerte resguardado, no ha de temer el ataque de fiera alguna por feroz que sea,
pues no se le acerca siquiera. El huevo áurico del yogui rechaza todas las
influencias malignas. Ningún poder de la voluntad se manifiesta por medio
del huevo áurico.

P. ¿Qué relación hay entre la circulación de los aires vitales y el poder


del yogui que se vale de su voluntad por medio del huevo áurico como de
arma defensiva contra la agresión?

Página 196
R. Es imposible responder a esta pregunta. El conocimiento es la última
palabra de la magia. Está relacionado con Kundalini, que tan fácilmente
puede conservar como destruir. El novicio ignorante puede matarse.

P. ¿El huevo áurico de un niño, es una diferenciación del Âkâsha al que


el adepto puede atraer los materiales necesarios para fines especiales, como
por ejemplo para formar el Mayâvi Rûpa?[310].

R. Si se toma la pregunta en el sentido de que un adepto pueda servirse


del huevo áurico de un niño, responderemos que no, porque el huevo áurico
es kármico, y ni aun los adeptos pueden intervenir en los anales kármicos. Si
un adepto pudiera alterar el huevo áurico de otra entidad humana con algo no
procedente del Yo superior de esta última, ¿podría la justicia Kármica ser
mantenida?

Según el grado del adepto, así podrá relacionar su huevo áurico con el de
su propio planeta o con el del Universo. Esta envoltura es el receptáculo de
todas las causas kármicas, y en ella quedan fotografiadas todas las cosas como
en una película sensible.

El niño tiene un huevo áurico muy pequeño, de color blanco casi puro. En
el momento de nacer, el huevo áurico está formado de Âkâsha poco menos
que puro, con más los Tanhâs que permanecen latentes o en potencia, hasta el
séptimo año de la vida.

El huevo áurico de un idiota no puede llamarse humano, pues no está


coloreado por Manas. Son vibraciones âkâshicas más bien que un huevo
áurico, es decir, una envoltura material, semejante a la de las plantas y
minerales.

El huevo áurico transmite las vidas periódicas a la vida eterna; de Prâna a


Jîva. Desaparece, pero no se desvanece.

La confesión auricular de los católicos romanos y ortodoxos griegos es


nociva y peligrosa, porque el confesor influye en el huevo áurico del penitente
con la fuerza de su voluntad, injerta en él emanaciones artificiales de su
propio huevo áurico y arroja gérmenes en el de su penitente, exactamente lo
mismo que en los casos de sugestión hipnótica.

Página 197
Las anteriores observaciones pueden aplicarse también al hipnotismo,
aunque por ser este último una fuerza psicofísica, resulta muy peligroso. Sin
embargo «un líquido excelente puede pasar por sucios conductos», como
sucede al valerse del hipnotismo para curar de su vicio a los alcohólicos y
fumadores de opio. El ocultista puede servirse del mesmerismo para la
extirpación de costumbres viciosas, si tal propósito es perfectamente puro;
porque en el plano superior la intención lo es todo, y la buena intención ha de
propender necesariamente al bien.

P. ¿El huevo áurico, es la expansión del «Pilar de Luz», o Principio


Manásico, y por lo tanto, no envuelve al niño hasta los siete años de edad?

R. Sí lo es. El huevo áurico es completamente puro al nacer el niño, pero


no se sabe con toda seguridad si en el séptimo año de la vida lo coloreará el
Manas superior o el inferior. La expansión Manásica es Âkâsha puro. El rayo
de Manas desciende en el vórtice de los Principios inferiores; y así
descoloreado y limitado por los Tanhâs Kâmicos, y por los defectos del
organismo corporal, forma la personalidad. El karma hereditario puede
alcanzar al niño antes de los siete años; pero el karma individual no puede
entrar en acción hasta el descenso de Manas.

El huevo áurico es al hombre como la Luz Astral es a la Tierra, el éter a la


Luz Astral, y el Âkâsha al éter.

Los estados críticos se dejan fuera de cuenta. Son los Centros Laya o
eslabones perdidos de nuestra conciencia, y separan estos cuatro planos uno
de otro.

El morador

«El Morador del Umbral» existe en dos casos:

1. Cuando el Triángulo se separa del Cuaternario.


2. Cuando los deseos y pasiones Kámicos son tan intensos, que el Kâma
Rûpa perdura en el Kâma Loka más allá del período Devachanico del
Ego, y sobrevive así a la reencarnación de la Entidad Devachánica (si
ésta reencarna antes de pasados dos o tres siglos).

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El «Morador» se dirige, por atractiva afinidad, hacia el reencarnado Ego a
quien perteneciera en otra vida; pero como es incapaz de reintegrarse a él, se
aferra al kama de la nueva personalidad y se convierte así en el «Morador del
Umbral», vigorizando el elemento Kâmico y prestándole así una fuerza
peligrosa. Algunos enloquecen por esta causa.

La inteligencia

No siempre el adepto de la derecha se distingue por su poderoso talento.


H. P. B. conoció adeptos de muy mediana inteligencia. Los poderes del adepto
dimanan de su pureza de vida, de su amor a todos los seres, de su armonía con
la Naturaleza, con karma y con su «Dios Interno». La inteligencia por sí
misma solo puede conducir a la magia negra, pues va acompañada de orgullo
y egoísmo. Para realzar al hombre es preciso que la espiritualidad se hermane
con la intelectualidad; porque la espiritualidad preserva del orgullo y del
engreimiento.

Lo metafísico cae bajo el dominio del Manas Superior; mientras que lo


físico está sujeto a Kâma–Manas, como lo referente a la ciencia profana y a
las cosas materiales. Kâma–Manas, como los demás Principios, tiene siete
grados. El matemático sin espiritualidad, por sabio que sea, nunca
comprenderá lo metafísico; pero el metafísico dominará los más elevados
conceptos matemáticos, y les dará aplicación, aun sin haber aprendido
matemáticas. A un metafísico nato no le importará gran cosa el plano físico;
advertirá sus errores apenas se ponga en contacto con él, puesto que no es lo
que busca.

Respecto a la música y demás artes liberales, dimanan del principio


Manásico o el Kâma–Manásico, según sobresalgan el espíritu o la técnica del
arte respectivo.

Karma

Después de cada encarnación, cuando el Rayo Manásico se restituye a su


padre el Ego, permanecen esparcidos algunos de sus átomos. Estos átomos
Manásicos, «causas» Tânhicas y de otra clase, son de la naturaleza misma del
Manas, y son atraídos a éste por vigorosos lazos de afinidad, hasta el punto de

Página 199
que en la nueva encarnación del Ego propenden infaliblemente hacia él y
constituyen su karma. Hasta que se reúnen y se encauzan todos estos átomos
dispersos, no está la individualidad libre del renacimiento. El Manas Superior
es responsable del Rayo que emite. Si el Rayo no se mancha, no se engendra
mal karma.

El estado Turîya

Conviene tener presente que, para llegar a no tener karma, se ha de agotar


tanto el bueno como el malo; y que las Nidânas encaminadas a la adquisición
del buen karma, ligan tan fuertemente como las dirigidas en otra dirección.
Porque ambas son karma.

Los yoguis no pueden llegar al estado de Turîya, a menos que el


Triángulo se separe del Cuaternario.

Mahat

Mahat es la Parabrahmica Mente universal, manifestada (durante un


Manvantara) en el Tercer Plano [del Kosmos]. Es la ley según la cual cae y se
diferencia la Luz de plano en plano. Sus emanaciones son los Mânasaputras.

Tan solo el hombre es capaz de concebir el Universo en este plano de


existencia.

La existencia es; pero cuando la entidad no la siente, la existencia no es


para aquella entidad. El dolor de una operación quirúrgica existe, aunque el
paciente no lo sienta, y en este caso no lo haya para el paciente.

Cómo se ha de progresar

P. ¿Cuál es la correcta pronunciación de Aum?

R. Primero se ha de practicar prosódicamente, siempre con igual


entonación, que debe buscarse por el mismo medio que se busca el particular
color del estudiante, pues cada individuo tiene su tono peculiar.

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Aum consta de dos vocales y una semivocal que debe ser prolongada. Así
como la Naturaleza tiene por tónica el fa, así cada hombre tiene su peculiar
tónica; porque el hombre está diferenciado de la Naturaleza. El cuerpo puede
compararse a un instrumento, y el Ego al tañedor. Empezamos por producir
efectos en nosotros mismos; y después, poco a poco, aprendemos a poner en
actividad los Tattvas y los Principios. Aprendemos sucesivamente notas,
acordes y melodías. Una vez que el estudiante domina todos los acordes,
puede empezar a colaborar con la Naturaleza en beneficio de los demás; y
mediante la experiencia adquirida de su propia naturaleza, y por el
conocimiento de los acordes, dará el que sea en beneficio de los demás, y así
será una tónica de resultados beneficiosos.

Hemos de tener más clara representación del triángulo geométrico en cada


plano, de modo que el concepto sea más y más metafísico hasta llegar al
subjetivo Triángulo: Âtmâ–Buddhi–Manas. Únicamente por el conocimiento
de este Triángulo en todas sus formas podemos, por ejemplo, resumir el
pasado y el futuro en el presente. Recordemos que nos es preciso fundir el
Cuaternario en el Triángulo. El Manas Inferior ha de ser impelido hacia arriba
con Kâma, Prâna y Linga, de modo que lo inferior refuerce lo superior,
dejando tan solo en abandono el cuerpo físico.

Aun en el Devachan se puede progresar en Ocultismo, con tal que durante


la vida se orienten hacia él la mente y el alma; pero esto es solo como un
sueño, y el conocimiento se desvanecerá como se desvanece la memoria de un
sueño, a menos que lo conservemos vivo por medio del estudio consciente.

El temor y el odio

El temor y el odio son esencialmente la misma cosa. Quien nada teme,


nunca odia; y quien nada odia, nunca teme.

El triángulo

P. ¿Qué significa la frase: «formarse clara representación del Triángulo


en todos los planos»?. Por ejemplo; ¿cómo hemos de representarnos el
Triángulo en el plano astral?[311]

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R. El yogui solo puede representarse lo abstracto al llegar al estado de
Turîya, el cuarto de los siete grados del Râja Yoga. Antes de dicho estado, la
facultad perceptiva está condicionada, y por lo tanto, han de ofrecérsele en
forma los objetos de percepción, pues no puede representarse lo arrúpico o sin
forma. En el estado de Turîya percibe el yogui el Triángulo en sí mismo y en
sí lo siente. Antes del estado de Turîya es preciso representar simbólicamente
el Âtmâ–Buddhi–Manas. Para hacer posible el pensamiento, el símbolo no es
el mero Triángulo geométrico, sino la imaginada Tríada, de la cual podemos
hacer una representación de Manas, por indistinta que sea; mientras que de
Âtmâ no cabe formarnos imagen alguna. Hemos de intentar representarnos el
Triángulo en planos más y más elevados. Hemos de concebir a Manas
cobijado por Buddhi, e inmergido en Âtmâ. Solo es posible representarnos a
Manas, el Ego Superior; y podemos concebirlo como el augoeides, la radiante
figura descrita en Zanoni. Así lo puede ver un psíquico excelente.

La visión psíquica

Sin embargo, no se ha de apetecer la visión psíquica, puesto que lo


psíquico es terreno y maligno. A medida de los progresos científicos, se irá
abarcando y comprendiendo más y mejor lo psíquico. El psiquismo no tiene
en sí nada de espiritual. La ciencia tiene razón, desde su propio punto de vista.
La ley de la conservación de la energía implica que el movimiento psíquico es
determinado por el impulso; y como quiera que el movimiento psíquico solo
es movimiento en el plano psíquico, que es un plano material, tienen razón los
psicólogos que no descubren en él nada inmaterial. Los animales no tienen
espíritu, pero tienen visión psíquica, y son sensibles a las condiciones
psíquicas, que influyen evidentemente en el estado de salud o en el morboso
de su cuerpo.

El movimiento es la Divinidad abstracta; en el plano supremo es Arûpa,


absoluto; pero en el plano físico es sencillamente mecánico. La acción
psíquica está dentro de la esfera del movimiento físico. Antes de que pueda
desarrollarse en el cerebro y los nervios, allí ha de haber adecuada acción que
la engendre en el plano físico. El animal paralítico que no puede determinar
una acción en el cuerpo físico, no puede pensar. Los psíquicos ven
sencillamente en un plano de diferente densidad material; y si acaso tienen
algún vislumbre espiritual, les llega de planos superiores. La visión psíquica
es comparable a la del hombre que al entrar en una estancia alumbrada por luz

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artificial ve cuanto hay en ella, pero que nada sigue viendo cuando la luz se
apaga. La visión espiritual ve por la luz interna, por la luz que escondida arde
en el fanal del cuerpo y permite ver clara e independientemente de todo lo
exterior. El psíquico ve alumbrado por una luz externa a él, y en
consecuencia, la visión queda coloreada por la naturaleza de dicha luz.

A una señora que le parecía como si viese en tres planos,


respondióle H. P. B. diciendo que cada plano constaba de siete subplanos, el
astral como los demás. Al efecto, puso por ejemplo concerniente al plano
físico, que luego de ver con los ojos abiertos una mesa, la continuamos viendo
aunque los cerremos, a causa de la impresión en la retina, y podemos
conservar su imagen en el cerebro, reproducirla en la memoria, verla en
sueños y concebirla ya como una masa, ya como una disgregación de átomos.
Todo esto en el plano físico. Luego podemos comenzar de nuevo en el plano
astral y obtener otro septenario. Esta insinuación debe ampliarla y definirla el
estudiante.

El triángulo y el cuaternario

P. ¿Por qué es violeta el color del Linga Sharira puesto en el vértice del
△ cuando el macrocosmos está simbolizado por △ y arroja así el amarillo
(Buddhi) en el Cuaternario inferior?

R. No es correcto hablar del «Cuaternario inferior» en el macrocosmos. Es


la Tetraktys, el más excelso y sagrado símbolo. En la más profunda
meditación llega un momento en que el Manas inferior queda absorbido por la
Tríada, convertida de esta suerte en el Cuaternario o Tetraktys de Pitágoras; al
paso que el Cuaternario se reduce a Tríada inferior, pero entonces invertida.
La Tríada se refleja en el Manas inferior. El Manas Superior no puede
reflejarse, pero cuando el verde se traslada arriba, es un espejo de él; y
entonces ya no es verde, pues ha trascendido sus asociaciones. Entonces se
espiritualiza lo psíquico, el Ternario se refleja en el Cuarto y queda
constituida la Tetraktys. Durante la vida es preciso que haya algo que refleje
la Tríada Superior; porque algo ha de haber que traiga a la conciencia
despierta las experiencias adquiridas en el plano superior. El Manas inferior
es como una placa, que conserva las impresiones recibidas durante el éxtasis.

Página 203
El estado de Turîya se inicia en el cuarto sendero, y está representado en
el diagrama de la página 106, en el segundo Estudio.

P. ¿Qué significa un triángulo formado de líneas de luz que surge de


entre una vibrante neblina de azul intenso?

R. Visto desde el exterior no es nada; es un simple reflejo de la tríada


sobre la envoltura áurica, e indica que el vidente está fuera del Triángulo. Ha
de verse de un modo completamente distinto. Habéis de procurar fundiros en
él, e identificaros con él. Estáis viendo meramente cosas en el plano astral;
pero «cuando en algunos de vosotros funcione el tercer ojo, me diréis algo
muy distinto de lo que me decís ahora».

P. En cuanto al «Pilar de Luz» referido en una pregunta anterior, ¿es la


envoltura áurica, el Ego Superior, y, corresponde al Anillo Impasable?[312].

Las nidânas

P. La raíz de las Nidânas es Avidyâ. ¿En qué se diferencia de Mâyâ?


¿Cuántas son, esotéricamente, las Nidânas?

R. También esto es preguntar demasiado. Las Nidânas o concatenaciones


de causas y efectos (no en el sentido que les dan los orientalistas), no
provienen de la ignorancia, sino de los Dhyân Chohans y Devas, a quienes
ciertamente no se les puede achacar ignorancia. Nosotros producimos las
Nidânas ignorantemente. Toda causa puesta en acción en el plano físico,
repercute eternamente en todos los planos. En la «pantalla de la eternidad» se
reflejan de plano a plano efectos eternos.

Manas

P. ¿Cuál es la septenaria clasificación de Manas? Hay siete grados de


Manas inferior, y es de presumir que también haya siete grados de Manas
Superior. ¿Hay, por lo tanto, catorce grados de Manas, o acaso se subdivide
Manas, en conjunto, en cuarenta y nueve fuegos Manásicos?

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R. Ciertamente hay catorce; pero vosotros queréis correr antes de saber
andar. Primero es preciso conocer tres, y después los cuarenta y nueve. Hay
tres Hijos de Agni, que se despliegan en siete, y éstos en cuarenta y nueve.
Pero no sabéis aún cómo se originan los tres. Aprended primero a producir el
«Fuego Sagrado», de que nos hablan los Purânas. Los cuarenta y nueva
fuegos son estados de Kundalini, y han de producirse en nosotros por el roce
de la Tríada. Aprended primero el septenario del cuerpo, y después el de cada
principio. Pero ante todo aprended la primera Tríada (los tres aires vitales).

La médula espinal

P. ¿Qué es el gran simpático y cuáles son sus funciones en Ocultismo? El


gran simpático aparece después de cierta etapa de la evolución animal, y
parece que tiende en complejidad a la formación de una segunda medula
espinal.

R. Al término de la próxima ronda, la humanidad volverá a ser andrógina,


y entonces tendrá cada individuo dos medulas espinales, que en la séptima
raza se fundirán en una. La evolución está en correspondencia con las razas; y
con la evolución de las razas, el gran simpático se transformará, en una
verdadera medula espinal. Hemos de subir por el arco ascendente según
bajamos por el descendente, con añadidura de la propia conciencia. La sexta
raza se corresponderá con los que tuvieron forma de «saco alargado», pero
con perfección de forma y la más elevada inteligencia y espiritualidad.

Los anatómicos empiezan a encontrar nuevas ramificaciones y


modificaciones en el cuerpo humano. Yerran ellos en muchos puntos, como
por ejemplo, cuando dicen que el bazo es solo la fábrica de los leucocitos o
corpúsculos blancos de la sangre, cuando en realidad es el vehículo de Linga
Sharîra. Los ocultistas conocen las más recónditas partes del corazón, y les
han dado las correspondientes denominaciones: vestíbulo de Brahmâ,
vestíbulo de Vishnu, etc., que están relacionados con análogas partes del
cerebro. Los verdaderos átomos del cuerpo son los treinta y tres crores de
dioses.

El gran simpático es puesto en acción por los Tântrikas, que le llaman


Vinâ de Shiva.

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Prâna

P. ¿Qué relación hay entre el hombre y Prâna o la vida periódica?

R. Jîva no se convierte en Prâna, hasta que el niño nace y empieza a


respirar. Es el aliento de la vida, el Nephesh. En el plano astral no hay Prâna.

Antahkarana

P. El Antahkarana es el lazo entre el Manas Superior y el Inferior.


¿Corresponde en proyección al cordón umbilical?

R. No. El cordón umbilical que enlaza el cuerpo físico con el astral, no es


imaginario como lo es el Antahkarana, o puente, entre el Manas Superior e
Inferior. El Antahkarana no aparece hasta que «empezamos a dirigir nuestros
pensamientos hacia arriba y hacia abajo». El Mâyâvi Rûpa, o cuerpo
Manásico, no tiene relación material con el cuerpo físico, ni tampoco tiene
cordón umbilical. Es etéreo y espiritual, y pasa por doquiera sin obstáculo.
Difiere completamente del cuerpo astral que reproduce en lo físico, por
repercusión, el daño recibido. La entidad Devachánica, aun antes de su
renacimiento, puede quedar afectada por Skandhas; pero éstos nada tienen
que ver con el Antahkarana. La afecta, por ejemplo, el deseo de
reencarnación.

P. Dice La Voz del Silencio que hemos de llegar a ser el «sendero


mismo», y en otro pasaje dice que Antahkarana es ese sendero. ¿Significa
esto algo más, aparte de que hemos de tender un puente sobre el vacío que
separa el Manas Inferior del Superior?

R. Eso es todo.

P. Se nos ha dicho que hay siete portales en el sendero. ¿Hay, en


consecuencia, una séptuple división de Antahkarana? ¿Y es Antahkarana el
campo de batalla?

R. Es el campo de batalla. El Antahkarana tiene siete divisiones. A


medida que pasáis de cada una de ellas a la inmediata, os acercáis al Manas
Superior. Al pasar la cuarta os podéis considerar dichosos.

Página 206
Miscelánea

P. Se nos enseña que «debemos ejercitarnos físicamente» en Aum.


¿Significa esto que por ser el color más diferenciado que el sonido, solamente
por el color podremos descubrir el verdadero sonido de cada uno de nosotros,
y que Aum solo puede tener espiritual y oculto significado cuando se dirige
al Âtmâ–Buddhi–Manas de cada persona?

R. Aum significa bien obrar y no simplemente sonido de los labios.


Debéis pronunciarlo en actos.

P. Respecto al △ , ¿no es Âtmâ–Buddhi–Manas distinto en cada entidad,


según el plano en que actúe?

R. Cada Principio está en un plano distinto. El discípulo debe elevarse a


uno tras otro, asimilándoselos sucesivamente, hasta que los tres sean uno solo.
Éste es el verdadero fundamento de la Trinidad.

P. Dice La Doctrina Secreta que Âkâsha es lo mismo que Pradhâna. Sin


embargo, Âkâsha es el huevo áurico de la tierra, y al propio tiempo es Mahat.
¿Cuál es, pues, la relación entre Manas y el huevo áurico?

R. Mûlaprakriti es lo mismo que Âkâsha (en sus siete grados). Mahat es el


aspecto positivo de Âkâsha, el Manas del Cuerpo Cósmico. Mahat es,
respecto de Âkâsha, lo que Manas respecto de Buddhi; y Pradhâna es
sinónimo de Mûlaprakriti.

El huevo áurico es Âkâsha y tiene siete grados. Es sustancia pura y


abstracta, y refleja ideas abstractas, pero también refleja cosas concretas e
inferiores.

El tercer Logos es idéntico a Mahat, Âlaya o la Mente Universal.

Las Tetraktys es la Chatur Vidyâ o el cuádruple conocimiento unificado,


el cuatrifáceo Brahmâ.

Los nâdis

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P. ¿Tienen los Nâdis determinada relación con las vértebras? ¿Pueden
estar situados opuestamente a las vértebras o entre ellas? ¿Se les puede
señalar determinados lugares en la médula espinal? ¿Se corresponden con
las divisiones que los anatómicos establecen en la medula espinal?

R. H. P. B. creía que los Nâdis se corresponden con las regiones de la


medula espinal descritas por los anatómicos. Así hay seis o siete Nâdis o
plexos a lo largo de la medula espinal. Sin embargo, el término no es técnico,
sino vulgar, y se aplica a todos los nudos, ganglios y centros nerviosos. Los
Nâdis sagrados son los que se extienden a lo largo o encima del Sushumnâ.
La ciencia conoce seis y desconoce otro, que está cerca del atlas. Aun los
mismos yoguis de la escuela Târaka Râja tan solo hablan de seis, sin
mencionar nunca el séptimo grado.

Idâ y Pingalâ funcionan a lo largo de la superficie curvada de la medula


en que está Sushumnâ. Son semimateriales, positivo y negativo, Sol y Luna, y
ponen en acción la libre y espiritual corriente de Sushumnâ. Tienen su
peculiar dirección, pues de otro modo se ramificarían por todo el cuerpo. El
«fuego sagrado» se engendra por concentración en Idâ y Pingalâ.

Al sistema del gran simpático, llamado por los indos Vînâ de Shiva, se le
denomina también Vînâ de Kalî.

Los cordones simpáticos, e Idâ y Pingalâ, surgen de un centro sacro, sito


encima de la medula oblongada y llamado Triveni. Es uno de los centros
sacros, otro de los cuales es Brahmarandra, que es, si queréis, la sustancia gris
del cerebro. Es también la fontanela frontal de los recién nacidos.

A la columna vertebral la llaman los indos Brahmadanda o bastón de


Brahmâ, y está también simbolizada por la varita de bambú que llevan los
ascetas. Los yoguis transhimaláyicos, que se reúnen periódicamente en el lago
Mânsarovara, llevan un bastón de bambú con tres nudos, y por ello se les
apellida Tridandines. Esto simboliza, lo mismo que el cordón o cíngulo
brahmánico, que tiene muchos otros significados, además de los tres aires
vitales; por ejemplo, las tres iniciaciones de un brahmán, conviene a saber: 1.ª
En el acto del nacimiento, cuando el astrólogo de la familia le da el nombre
secreto que se supone dictado por los devas[313]; 2.ª A los siete años, al tomar
el cordón; 3.ª A los once o doce años, cuando se le inicia en su casta.

Página 208
P. Si es lícito estudiar el cuerpo y sus órganos, con sus correspondencias,
¿convendrá dar los principales perfiles de estas correspondencias, en
relación con los Nâdis y con el diagrama de los orificios?

R.

El Bazo Corresponde al Linga Sharîra


El Hígado Corresponde al Kâma
El Corazón Corresponde al Prâna
Los Tubérculos–
Corresponde al Kâma–manas
cuadrigéminos
al Manas–
El Cuerpo–pituitario Corresponde
Antahkarana
La Glándula pineal Corresponde al Manas

Esta última correspondencia subsiste hasta que impresionada la glándula


pineal por la vibrante luz de Kundalini, procedente de Buddhi, corresponde a
Buddhi–Manas.

La glándula pineal corresponde al Pensamiento Divino. El cuerpo


pituitario es el órgano del plano psíquico. La visión psíquica se origina del
movimiento molecular del cuerpo pituitario, directamente relacionado con el
nervio óptico, por lo que afecta a la vista y determina alucinaciones. Su
movimiento produce fácilmente relampagueos luminosos, como los que
resultan al oprimir el globo del ojo. La embriaguez y la fiebre ocasionan
ilusiones ópticas y auditivas por la acción del cuerpo pituitario, que a veces se
paraliza por efecto de la embriaguez. Una influencia de esta especie en el
nervio óptico, invierte la corriente y se verá el color complementario
probablemente.

Los siete

P. Si el cuerpo físico no forma parte del verdadero septenario humano,


¿es el mundo físico material uno de los siete planos del septenario Kósmico?

Página 209
R. Así es. El cuerpo físico no es un principio, esotéricamente hablando,
porque está en el mismo plano que el Linga. Por lo tanto, el huevo áurico es el
séptimo. El cuerpo físico es más bien un Upâdhi o vehículo que un Principio.
La Tierra es el Upâdhi de la luz astral, y está tan íntimamente relacionada con
ella como el cuerpo físico con su Linga. La tierra es la subdivisión inferior del
plano físico, y la luz astral es la subdivisión superior. Sin embargo, la luz
astral terrestre no debe confundirse con la luz astral universal.

P. Se nos ha dicho que un objeto físico puede afectarnos en nuestro plano


de siete maneras distintas, a saber: 14 En contacto directo con él; 24 Por
reproducción visual en la retina; 3 Por retención mnemotécnica; 44 Por
sueño; 54 Por su vista en masa atómica; 6 Por su vista en desintegración.
¿Cuál es la séptima? Hay siete medios de verlo, pues todas las cosas
podemos verlas septenariamente. ¿Es objetivamente septenario?

R. Los siete puentes cruzan de uno a otro plano. El último es la idea, la


privación de materia y nos lleva al plano inmediato. Lo superior de un plano
está en contacto con lo inferior del siguiente. El siete es un factor en la
Naturaleza como lo es en los colores y los sonidos. Por ejemplo, en un pedazo
de madera hay siete grados y cada sentido percibe un grado. En la madera, el
olor es el grado más material, mientras en otras sustancias puede ser el sexto
grado. Las sustancias son septenarias independientemente de la conciencia del
observador.

Un psicómetra acierta, por ejemplo, a qué mesa perteneció mil años atrás
un trozo de madera, porque cada átomo refleja el cuerpo entero de que formó
parte, como sucede con las mónadas de Leibnitz.

A las siete subdivisiones del plano físico, suceden las siete del plano
astral, su segundo principio. La materia desintegrada, superior subdivisión
material, es la privación de la idea de ella, el cuarto.

El número catorce es el primer peldaño entre siete y cuarenta y nueve.


Cada septenario es en realidad catorcenario, porque cada subdivisión ofrece
dos aspectos. El catorce significa a su vez la interferencia de dos planos. El
septenario aparece con toda claridad en los meses lunares, las calenturas,
preñeces, etc. En el septenario se fundan la semana de los judíos y las
jerarquías del Señor de las Huestes.

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Los sonidos

P. El sonido es un atributo del Âkâsha; pero si no podemos conocer cosa


alguna en el plano Âkâshico, ¿en qué plano reconoceremos el sonido? ¿En
qué plano se produce el sonido por el contacto físico de los cuerpos? ¿Hay
sonidos en siete planos, y es el plano físico uno de ellos?

R. El plano físico es uno de ellos. No podéis ver el Âkâsha, pero podéis


sentirlo desde el Cuarto Sendero. No podéis tener plena conciencia de él, y sin
embargo podéis sentirlo. El Âkâsha es la raíz de la manifestación de todos los
sonidos. El sonido es la expresión y manifestación de lo que está tras él, y
engendra muchas correlaciones. La Naturaleza toda es una caja de resonancia,
o mejor dicho, el Âkâsha es la caja de resonancia de la Naturaleza. Es la
Divinidad, la Vida una, la Existencia una[314].

El sonido no tiene límites. H. P. B. decía que un golpe dado con un lápiz


sobre una mesa «repercutía en todo el Universo. La partícula perturbada por
el golpe destruye algo que se transmuta en otro algo; pero ello es eterno en los
Nidânas que produce». Todos los sones del mundo físico han de producirse
antes necesariamente en el plano astral, y más antes aún en el plano Âkâshico.
El Âkâsha es el puente entre las células nerviosas y las facultades mentales.

P. Si «el color es psíquico y el sonido es espiritual» y suponiendo que


éstas sean vibraciones correspondientes a la vista y oído, ¿cuál es el orden
sucesivo de los demás sentidos?

R. Esta frase no ha de tomarse aparte de su contexto, a fin de evitar


confusiones. Todos los sentidos están en todos los planos. La primera Raza
tenía el tacto en todo su organismo como caja de resonancia. El tacto se
diferenció en los demás sentidos, que fueron desarrollándose con las razas. El
«sentido» de la primera Raza era el tacto, o sea la facultad que los átomos de
su cuerpo tenían de vibrar al unísono con átomos del exterior. El «tacto»
significaba casi lo mismo que la simpatía.

Los sentidos ocuparon distinto plano en cada Raza. Por ejemplo, la cuarta
tenía sentidos mucho más desarrollados que los nuestros, pero en otro plano,
y fue una Raza muy materializada. El sexto y séptimo sentidos se fundirán en
el sonido Âkâshico. «El sentido del tacto se relaciona con diversos grados de
materia, y de cuáles sean éstos depende el nombre que le damos».

Página 211
Prâna

P. ¿Es Prâna el producto de las innumerables «vidas» del cuerpo


humano, y por lo tanto, del conjunto de células o átomos del cuerpo?

R. No. Prâna engendra estas «vidas». Si, por ejemplo, sumergimos una
esponja en el océano, el agua que la esponja embebe puede compararse a
Prâna, y el agua del océano a Jîva. El principio motor de la vida es Prâna. Las
«vidas» se apartan de Prâna; pero Prâna no se aparta de las «vidas». Si sacáis
la esponja del agua y la escurrís, quedará seca o sin agua, es decir, sin Prâna,
sin vida. Todo principio es una diferenciación de Jîva, pero el movimiento
vital es Prâna o «el aliento de la vida». Kâma depende de Prâna, sin el cual no
habría Kâma. Prâna vitaliza los deseos y despierta a la vida los gérmenes
kâmicos.

La segunda médula espinal

P. Respecto de la segunda médula espinal de la sexta Raza, ¿tendrán Idâ


y Pingalâ distintos conductos físicos?

R. Los cordones simpáticos se juntarán y desarrollarán para formar otra


medula espinal. Idâ y Pingalâ se unirán e identificarán con Sushumnâ. Idâ
está a la izquierda, y Pingalâ a la derecha de la médula espinal.

Iniciados

Pitágoras fue un iniciado y, además, un filósofo y matemático eminente.


Su discípulo Arquitas tenía maravillosas aptitudes para la ciencia aplicada.
Platón y Euclides eran iniciados, pero no lo fue Sócrates. Todos los
verdaderos iniciados se mantuvieron célibes. Euclides aprendió su Geometría
en los Misterios. Los modernos hombres de Ciencia vuelven a descubrir las
antiguas verdades.

La conciencia kósmica

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H. P. B. dijo que la conciencia kósmica, como todas las demás
conciencias, actúa en siete planos, de los cuales tres son inconcebibles y
cuatro están al alcance de los adeptos superiores. Los planos de la conciencia
kósmica aparecen bosquejados en el siguiente diagrama:

Manas–Ego

Kâma–Manas o Psíquico superior

Prâna–Kâma o Psíquico inferior

Astral

Prâkritico o Terrestre

Si consideramos únicamente lo ínfimo o terrestre (llamado después plano


Prâkritico), se subdivide en siete planos, y cada uno de éstos en otros siete, de
lo que resultan cuarenta y nueve.

Terrestre

En consecuencia, H. P. B. subdivide el ínfimo plano terrestre, o Prâkritico,


como sigue:

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Su plano objetivo o sensorio es lo que es perceptible por los cinco
sentidos físicos.

En el segundo plano resultan los objetos invertidos.

El tercer plano es psíquico. A este plano corresponde el instinto que


precave al gatito recién nacido contra el agua en que podría caer y ahogarse.

He aquí la escala de la conciencia objetiva y terrestre, tal como fue dada:

1. Sensoria.
2. Instintiva.
3. Fisiológico–emocional
4. Pasional–emocional
5. Mental–emocional
6. Espiritual–emocional
7. X

Astral

Los tres planos Prakríticos inferiores corresponden análogamente a los


tres planos inferiores del plano astral, que inmediatamente le sigue.

Página 214
Respecto de la primera división del segundo plano, recordaba H. P. B. a
sus discípulos que habían de invertir todo cuanto vieran en él al transportarlo
al físico; por ejemplo, los números que pareciesen al revés. El plano Astral
Objetivo corresponde en todo con el plano Terrestre Objetivo.

La segunda división corresponde a la segunda del plano físico, pero los


objetos son en extremo tenues, como si dijéramos de materia etérea
astralizada. Este plano es el límite de los médiums vulgares, pues no pueden
transcenderlo. Para que una persona ordinaria llegue a este plano es preciso
que se halle dormida, en éxtasis, en delirio febril o bajo la influencia del gas
hilarante[315].

El tercer plano, el Prânico, es de muy intensa y vívida naturaleza. El


delirio agudo lleva al enfermo a este plano, y en el delirium tremens lo rebasa
hasta alcanzar el superior inmediato. Los lunáticos son a menudo conscientes
en este plano, donde ven terribles visiones. Conduce a la cuarta subdivisión,
la peor y más Kâmica y terrible del plano astral. De esta subdivisión proceden
las sombras tentadoras. Las sombras de beodos que vagan en el Kâma Loka
incitan a la bebida a los seres encarnados. Las imágenes de todos los vicios
inoculan deseos criminales en los hombres débiles, que remedan
simiescamente dichas imágenes, cuya influencia los subyuga. Ésta es
asimismo la causa de las epidemias de vicios, de las rachas de males y
desastres de toda clase, que sobrevienen acumuladamente. El delirio en su
más aguda y tremenda modalidad, corresponde a este plano.

La quinta subdivisión es la de los avisos en sueños o de reflejos de la


mentalidad inferior, de los vislumbres de lo pasado y futuro, de las cosas

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mentales, pero no espirituales. El clarividente hipnotizado puede alcanzar este
plano y aun el siguiente, si es bueno.

Del sexto plano proceden las más hermosas inspiraciones del arte, la
poesía y la música; los sueños de naturaleza elevada, las llamaradas del genio.
A este plano corresponden los vislumbres de pasadas encarnaciones, aunque
sin capacidad para puntualizarlas y localizarlas.

Al séptimo plano nos elevamos en el momento de la muerte, o en visiones


excepcionales. Aquí recuerda el que se ahoga, su vida pasada. La memoria de
los sucesos en este plano debe enfocarse en el corazón o «sede de Buddha»,
donde permanecerá; pero las impresiones de este plano no quedan en el
cerebro físico.

Página 216
[Todos los Planos Kósmicos debieran estar representados en este
diagrama del mismo tamaño que el del plano Prâkritico. Además, dentro del
círculo, todos los planos Prâkriticos hubieran debido ser del mismo tamaño
que el más inferior; pero dificultades de impresión han obligado a trazar así el
diagrama, pues ocuparía mucho espacio. —N. del E. de la Edición de 1897].

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Notas generales

Los dos planos descritos son los únicos a que alcanza el Hatha Yoga.

Prâna y la envoltura áurica son esencialmente iguales y, como Jîva, se


identifican con la Deidad Universal, cuyo quinto principio es Mahat y el sexto
Âlaya[316]. Mahat es la Entidad suprema del Kosmos. Más allá de Mahat no
hay otra entidad más divina; está constituida por Sûkshma, o el grado
insuperablemente sutil de la materia. En nosotros éste es Manas, y los mismos
Logos son menos elevados, por no haber adquirido experiencia. La Entidad
Manásica no perecerá, ni aun al término de Mahâmanvantara, cuando los
dioses todos queden reabsorbidos; sino que resurgirá de la latente
potencialidad Parabrâhmica.

La conciencia es la simiente Kósmica de la omnisciencia superkósmica, y


tiene la potencialidad de injertarse en la Conciencia Divina.

La penosa salud física es un inconveniente para la clarividencia, como,


por ejemplo, le sucedió a Swedenborg.

Fohat está por doquier. Se extiende como un hilo a través de todo, y tiene
siete divisiones propias.

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Los seis planos Kósmicos; y el huevo áurico como séptimo.

En la envoltura áurica del Kosmos está todo el karma del universo en


manifestación. Esta envoltura es el Hiranyagarbha. Jîva está en todas partes, y
lo mismo sucede con los demás principios.

* El Cuarto Globo de cada Cadena Planetaria.

El diagrama que antecede representa el tipo de todos los sistemas solares.

Mahat es simple antes de la formación del universo, pero se diferencia al


animar al Universo, como ocurre con el Manas en el hombre.

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Considerando esta figura como representativa de los humanos Principios y
planos de conciencia, tendremos que el 7, 6 y 5 representan, respectivamente,
a Shiva, Vishnu y Brahmâ, que es el inferior.

Aspecto manvantárico de Parabramán y Mûlaprakriti

Página 220
Atributos, Mâyâvi–Rûpas, etc.[317]

Shiva es el cuatrifáceo Brahmâ; el Creador, Conservador, Destructor y


Regenerador.

Página 221
Entre el 5 y el 4 viene el Antahkarana. El ∆ representa el Christos, la
Víctima propiciatoria, crucificada entre los ladrones. Esta es la entidad
bifácea. Los vedantinos le dan veladamente la forma cuaternaria de:
Antahkarana, Chit, Buddhi y Manas.

La vida perceptiva empieza en el astral. Nuestros átomos físicos no son


los que ven, oyen, huelen, gustan y tocan.

La conciencia propiamente dicha comienza entre Kâma y Manas. Âtmâ–


Buddhi actúa más bien en los átomos del cuerpo, en los bacilos, microbios,
etc., que en el hombre mismo.

La conciencia objetiva

La conciencia sensoria objetiva abarca todo cuanto concierne a los cinco


sentidos físicos del hombre y domina en los cuadrúpedos, aves, peces y
algunos insectos. Allí están las «Vidas»; su conciencia está en Âtmâ–Buddhi,
pues carecen completamente de Manas.

La conciencia astral

La poseen algunas plantas, como la sensitiva, y las hormigas, arañas y


algunas moscas nocturnas de la India, pero no las abejas.

Los vertebrados carecen generalmente de esta conciencia; si bien los


mamíferos placentarios tienen todas las potencialidades de la humana
conciencia en estado latente en la actualidad.

Los idiotas están en este plano. La frase vulgar: «ha perdido la razón», es
una verdad oculta; porque cuando a causa de terror y otro motivo se paraliza
la mente inferior, está la conciencia en el plano astral. El estudio de la locura
dará mucha luz sobre estos puntos. El plano astral podría llamarse «plano de
los nervios», pues lo conocemos mediante «centros nerviosos» enteramente
ignorados por los fisiólogos; y así es posible que el clarividente lea con los
ojos vendados, con las yemas de los dedos, con el hueco del estómago, etc. El
sentido astral está sumamente desarrollado en los sordos y mudos.

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La conciencia kâma–prânica

Es la general conciencia de la vida que reside en todo el mundo objetivo,


aun en las piedras; porque si las piedras no tuvieran vida no podrían
degradarse, emitir chispas, etc. La afinidad de los elementos químicos, es una
manifestación de esta conciencia Kâmica.

La conciencia kâma–mânasica

Es la conciencia instintiva de los animales e idiotas en el ínfimo grado; los


planos de la sensación. En el hombre están racionalizados. Por ejemplo, un
perro encerrado en un cuarto tiene el instinto de escapar; pero no puede
porque no está lo suficientemente racionalizado para dar con los medios a
propósito; mientras que el hombre se hace cargo de la situación y sale de ella.
El grado psíquico es el superior de la conciencia Kâma–Mânasica; de suerte
que hay siete grados desde el instinto animal hasta el instinto razonado y
psíquico.

La conciencia mânasica

Desde este plano se extiende Manas hacia Mahat.

La conciencia búddhica

El plano de Buddhi y de la Envoltura áurica. Desde aquí se eleva al Padre


celestial, o Âtmâ, y refleja todo lo que es en la Envoltura áurica. Por lo tanto,
el cinco y el seis cubren los planos desde lo psíquico hasta lo divino.

MISCELÁNEA

La razón oscila entre la justicia y la injusticia; pero la Inteligencia —


Intuición— es superior, es la clara visión.

Para desembarazarnos de Kâma hemos de anonadar todos nuestros


instintos carnales, hemos de «reprimir la materia». La carne se acostumbra a

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todo, y lo mismo propende a repetir mecánicamente las malas que las buenas
acciones. No siempre viene de la carne la tentación; en el noventa por ciento
de los casos, el Manas inferior, con sus imágenes, precipita a la carne en la
tentación.

Los Adeptos superiores se elevan en estado de Samâdhi hasta el Cuarto


Plano Solar, pero no pueden salir del sistema planetario. En el Samâdhi se
equipara el Adepto a un Dhyân Chohan, y lo transciende al elevarse al
séptimo plano (nirvâna).

El Vigilante Silencioso está en el Cuarto Plano Kósmico.

La Mente Superior dirige la Voluntad en derechura; la Mente Inferior la


tuerce hacia el deseo egoísta.

No debe cubrirse la cabeza durante la meditación. Se debe cubrir en el


Samâdhi.

Los Dhyân Chohans son espíritus puros, sin pasiones y sin mente. No
luchan ni han de sojuzgar las pasiones.

Los Dhyâns Chohans han de pasar por la escuela de la vida. Por esto se
dice: «Dios va a la escuela».

Los mejores de entre nosotros serán Mânasaputras en tiempos por venir.


Los inferiores serán Pitris. En la Tierra estamos siete jerarquías intelectuales.
Nuestra Tierra será la Luna de la futura Tierra.

Los «Pitris» son el astral que, cobijado por Âtmâ–Buddhi, cae en la


materia. Los de forma de «saco alargado» tenían vida y Âtmâ–Buddhi, pero
no Manas. Por lo tanto, eran amentes. El motivo de toda evolución es adquirir
experiencias.

En la Quinta Ronda todos seremos Pitris. Habremos de dar nuestros


Chhâyas a otra humanidad, y permanecer hasta la perfección de esta
humanidad. Los Pitris han terminado su misión en esta Ronda y se han ido al
Nirvâna; pero volverán para representar igual papel sobre el punto medio de
la Quinta Ronda. La cuarta jerarquía de Pitris, la jerarquía Kâmica, se
convierte en el «hombre de carne».

Página 224
El cuerpo astral se halla primero en la matriz. Después viene el germen
que lo fructifica, y entonces se reviste de materia, según lo fueron los Pitris.

El Chhâyâ es en realidad el Manas inferior, la sombra de la Mente


superior. Este Chhâyâ forma el Mâyâvi Rûpa. El Rayo se reviste en el
subplano superior del plano astral. El Mâyâvi Rûpa está compuesto del
cuerpo astral, como Upâdhi, la inteligencia guiadora procedente del corazón,
y los atributos y cualidades de la envoltura áurica.

La envoltura áurica recoge la luz de Âtmâ y forma la aureola que circuye


la cabeza.

El Fluido Áurico es una combinación de los principios de la vida y la


voluntad que son uno y lo mismo en el Kosmos. El Fluido Áurico emana de
los ojos y de las manos, cuando lo dirige la voluntad del operador.

La Luz Áurica rodea todos los cuerpos. Es el «aura» que de todos ellos
emana, sean animales, vegetales o minerales. Es la luz que se ve alrededor de
los imanes, por ejemplo.

Âtmâ–Buddhi–Manas corresponde en el hombre a los tres Logos del


Kosmos, y son, además, la radiación desde el Kosmos al microcosmos. El
tercer Logos, Mahat, se convierte en Manas en el hombre, pues Manas solo es
el Mahat individualizado, de la propia suerte que los rayos del Sol se
individualizan en los cuerpos que los absorben. Los rayos solares dan la vida,
fecundizan lo existente y forman al individuo. Mahat fecundiza, y engendra a
Manas. Buddhi–Manas es el Kshetrajna. Mahat tiene siete planos, como todo
lo demás.

LOS PRINCIPIOS HUMANOS

H. P. B. trazó dos diagramas representativos, en diverso modo, de los


principios humanos.

En el primero.

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No se toman en cuenta los dos inferiores, que quedan fuera, se desintegran
y se los pasa por alto. Quedan cinco, bajo la radiación de Âtmâ.

En el segundo

Se considera el Cuaternario inferior tan solo como materia, como ilusión


objetiva, y quedan Manas y el Huevo áurico, pues los Principios superiores se
reflejan en este último. En todos estos sistemas téngase presente que el
concepto capital es el descenso y ascenso del espíritu, tanto en el hombre
como en el Kosmos. El espíritu desciende por gravitación espiritual, por
decirlo así.

Los estudiantes indagaron la causa de ellos, pero H. P. B. les detuvo y solo


insinuó algo sobre los tres Logos:

1. Potencialidad de la Mente (Pensamiento absoluto).


2. Pensamiento en germen.

Página 226
3. Ideación en actividad.

OBSERVACIONES

La acomodación protectora que se nota en la Naturaleza, por ejemplo, al


igualar el color de algunos insectos con el del medio, para de este modo
substraerse a la persecución de sus enemigos, es obra de los elementales o
espíritus de la Naturaleza.

La forma existe en distintos planos, y las formas de un plano pueden no


serlo para los residentes en otro. Los Cosmocratores construyen, según la
Mente Divina, en planos visibles para ellos, aunque invisibles para nosotros.
El principio de limitación es la forma; este principio es la Ley Divina
manifestada en la materia Kósmica, cuya esencia no tiene límites. El huevo
áurico es el límite del hombre, como el Hiranyagarbha es el límite del
Kosmos.

El primer paso para adquirir el poder de Kriyâshakti es el ejercicio de la


imaginación; porque imaginar una cosa equivale a la creación sólida de su
modelo, según nuestro ideal, con todos los pormenores. La voluntad se
actualiza entonces, y transfiere la forma al mundo objetivo. Esto se llama
crear por Kriyâshakti.

Soles y planetas

Los cometas se condensan gradualmente y llegan a fijarse como Soles.


Entonces atraen planetas no sujetos aún a centro alguno, y de este modo se
forma un nuevo sistema solar, al cabo de millones de años. Los planetas ya
agotados se convierten en satélites o lunas de planetas de otro sistema.

El Sol que vemos es un reflejo del verdadero Sol; es su concreto y externo


Kâma–Rûpa. El conjunto de los soles constituye el Kâma–Rûpa del Kosmos.
En su propio sistema planetario el Sol es Buddhi, reflejo de Âtmâ o el Sol
verdadero, invisible en este plano. Todas las fuerzas foháticas[318] pertenecen
a este reflejo.

Página 227
La Luna

En los comienzos de la evolución de nuestro globo, la Luna era mayor que


ahora y estaba más cerca de la Tierra. Se ha alejado de nosotros y disminuido
mucho de volumen. (La Luna transmitió todos sus Principios a la Tierra,
mientras que los Pitris solo dieron sus Chhâyâs al hombre).

Las influencias de la Luna son enteramente psíquicofísicas. Está muerta y


desprende emanaciones nocivas como un cadáver. Es para la Tierra y sus
moradores un vampiro, hasta el punto de que si alguien se duerme bajo sus
rayos pierde no poca energía vital. Para preservarnos de la maligna influencia
de la luz lunar, conviene cubrirnos, especialmente la cabeza, con telas
blancas, que rechazan sus rayos. La máxima influencia de la Luna sobreviene
en el plenilunio. Emite partículas que nosotros absorbemos, y se va
disgregando lentamente. Cuando hay nieve parece un cadáver, y entonces la
nieve le impide producir efectos de vampiro. De aquí que las montañas
nevadas estén libres de su nociva influencia. La Luna es fosforescente.

Dícese que los Râkshakas de Lankâ y los atlantes, subyugaron a la Luna.


Los habitantes de Tesalia aprendieron de ellos las artes mágicas.

Esotéricamente, es la Luna el símbolo del Manas Inferior. También lo es


del Astral.

Hay plantas benéficas bajo la acción de los rayos del Sol, que son
maléficas bajo la de los de la Luna. Las hierbas ponzoñosas lo son mucho más
cuando se arrancan en noches de Luna.

Durante la séptima ronda se acabará de disgregar y desvanecer la Luna


actual y aparecerá otra. Hoy existe detrás de la Luna un «planeta misterioso»
que está muriéndose gradualmente. Ha de llegar el día en que, finalmente,
transmita sus principios a un nuevo Centro Laya, y allí se formará un nuevo
planeta que ha de pertenecer a otro sistema solar, y el actual «planeta
misterioso» será la luna de ese nuevo globo. Esta luna nada tendrá que ver
con nuestra Tierra, aunque estará dentro de nuestro campo visual.

El sistema solar

Página 228
Todos los planetas que sitúan los astrónomos en nuestro sistema solar
pertenecen a él, menos Neptuno. También existen algunos otros, con sus
lunas, que asimismo pertenecen a él; así como «todas las lunas que aún no son
visibles, para las cosas por venir».

Estos planetas solo se mueven en nuestra conciencia. Los Rectores de los


Siete Planetas Secretos no tienen influencia sobre esta Tierra, como la tiene la
Tierra sobre otros planetas. El Sol y la Luna producen no tan solo un efecto
mental, sino también físico. El efecto del Sol sobre la humanidad está
relacionado con Kâma–Prâna, es decir, con nuestros más intensos elementos
Kâmicos. Es el principio vital que favorece el crecimiento y desarrollo. El
efecto de la Luna está principalmente relacionado con Kâma–Mânas, y es
psíquico–fisiológico. Actúa sobre el cerebro psicológico o mente cerebral.

Las piedras preciosas

En respuesta a una pregunta, dijo H. P. B. que el diamante y el rubí


estaban bajo la influencia del Sol, y el zafiro bajo la de la Luna. Pero añadió:
«¿qué os importa?».

El Tiempo

Cuando nos desprendemos del cuerpo y no estamos sujetos a los hábitos


de conciencia formados por otros, no existe el tiempo.

Los ciclos y las épocas dependen de la conciencia. Nosotros no estamos


aquí por vez primera. Los ciclos se repiten, porque volvemos a la existencia
consciente. Los ciclos son medidos por la conciencia de la humanidad y no
por la Naturaleza. Nos ocurre lo presente, porque somos las mismas gentes
que en pasadas épocas.

La Muerte

Los indos consideran impura la muerte, a causa de la desintegración del


cuerpo y del paso de un plano a otro. «Yo creo en la transformación, no en la
muerte».

Página 229
Los Átomos

El átomo es el alma de la molécula. El átomo constituye los seis


Principios, y la molécula es el cuerpo de ellos. El átomo es el Âtmân del
Kosmos objetivo, es decir, que está en el séptimo plano del Prâkriti inferior.

Los Términos

H. P. B. decía que los estudiantes debían conocer el verdadero significado


de los términos sánscritos empleados en Ocultismo, y que les era preciso
aprender la simbología oculta. Para principiar, conviene aprender la genuina
clasificación esotérica y nombre de los catorce (7 x 2) y siete lokas (Sapta) de
que hablan los textos exotéricos. En ellos se exponen de muy confusa manera
y con muchos «velos». Para aclarar esto en algún modo, se dan las tres
clasificaciones siguientes:

Los Lokas

1.ª Clasificación general tántrica y ortodoxa.

Bhûr–loka.
Bhuvar–loka.
Svar–loka.
Mahar–loka.
Janar–loka.
Tapar–loka.
Satya–loka.

El segundo grupo de siete está reflejado.

2.ª Clasificación Sânkhya y de algunos vedantinos.

Brahmâ loka.
Pitri–loka.
Soma–loka.
Indra–loka.
Gandharva–loka.

Página 230
Râkshasa–loka.
Yaksha–loka.

Hay un octavo loka.

3.ª Clasificación de la mayor parte de vedantinos, la que más se aproxima


a la esotérica.

Atala.
Vitala.
Sutala.
Talâtala (o Karatala).
Rasâtala.
Mahâtala.
Pâtâla.

Todos y cada uno de estos lokas, corresponden esotéricamente con las


Jerarquías cósmicas o Dhyân Chohánicas, y con los humanos estados de
conciencia y sus (cuarenta y nueve subdivisiones. Para entender esto conviene
conocer de antemano los significados de los términos, en la clasificación
vedantina).

Tala Significa lugar.

Atala Significa carencia de lugar.

Significa mudanza con mejoramiento. Así tendremos mejora de


Vitala materia en donde esté diferenciada. Vitala es un antiguo término
de ocultismo.

Sutala Significa lugar excelente.

Significa que es posible asir o tocar algo, es decir, el estado de la


Karatala
materia tangible (de kara, que significa mano).

Significa lugar del gusto; el lugar en que es posible sentir con uno
Rasâtala
de los órganos de la sensación.

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Significa exotéricamente gran lugar; pero, esotéricamente,
Mahâtala
significa el lugar que subjetivamente incluye a todos los demás, y
potencialmente a todos cuantos le preceden.

Significa algo debajo de los pies[319]; el upâdhi o base de algo.


Ptla
También significa los antípodas y el continente de América, etc.

Cada loka, lugar, mundo, estado, etc., se corresponde y transforma en


cinco (exotéricamente) y siete (esotéricamente) estados o Tattvas, son
nombres definidos, que en las principales divisiones siguientes, constituyen
los cuarenta y nueve Fuegos:

5 y 7 Tanmâtras, o sentidos externos e internos.

5 y 7 Bhûtas, o elementos.

5 y 7 Jnyânendryas, u órganos de sensación.

5 y 7 Kârmendryas, u órganos de acción.

En general, corresponden éstos a los estados de conciencia, jerarquías de


Dhyân Chohans, Tattvas, etc. Estos Tattvas se transforman en el conjunto del
universo. Los catorce lokas están constituidos por siete, con siete reflejos:
arriba, abajo; dentro, fuera; subjetivo, objetivo; puro, impuro; positivo,
negativo; etc.

Página 232
Explicación de los estados de conciencia
correspondientes a la clasificación
vedantina de los lokas

7. Atala. Estado o lugar âtmico o áurico. Emana directamente de la


Absolutividad, y es el primer algo del Universo. Corresponde a la Jerarquía
de Seres primordiales no sustanciales, en un lugar que no es (para nosotros)
lugar, y cuyo estado no es estado. Esta Jerarquía contiene el plano primordial,
todo cuanto fue, es y será, desde el principio al fin del Mahâmanvantara. Sin
embargo, esta afirmación no implica en modo alguno fatalismo o Kismet,
contrario a las enseñanzas ocultas.

A este loka pertenecen las jerarquías de Dhyâni Buddhas, cuyo estado es


el de Parasamâdhi o Dharmakâya, en que ya no cabe progreso alguno. Puede
decirse que, en este estado, las entidades cristalizan en pureza, en
homogeneidad.

6. Vitala. En este loka están las Jerarquías de los Buddhas celestiales, o


Bodhisattvas, que se dice emanados de los siete Dhyâni Buddhas.
Corresponde en la Tierra al estado de Samâdhi, a la conciencia buddhica en el
hombre. Ningún adepto puede vivir en estado superior a éste; pues al pasar al
âtmico o Dharmakâyico (Âlaya), ya no le es posible volver a la Tierra. Estos
dos estados son puramente hipermetafísicos.

5. Sutala. Estado diferencial que corresponde en la Tierra al Manas


Superior, y por lo tanto, al Shabda (sonido), Logos o nuestro Yo superior.
También es el estado de Mânushi Buddha a que llegó Gautama en este
mundo. Es el tercer estado de los siete Samâdhi. Corresponden a él las
Jerarquías de los Kumâras y Agnishvattas, etc.

4. Karatala. Es el estado correspondiente al Sparsha (tacto), y pertenecen


a él las jerarquías de etéreos y semiobjetivos Dhyân Chohans de la materia

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astral del Mânasa–Manas, o puro rayo de Manas, es decir, el Manas Inferior
(como en los niños de muy corta edad), antes de su entremezcla con Kâma. A
dichas Jerarquías se les llama Devas Sparsha, o sea Devas dotados de tacto.
La primera Jerarquía de estos Devas tiene un sentido; la segunda, dos; la
tercera, tres; y así progresivamente hasta la séptima, que tiene siete. Sin
embargo, los sentidos que respectivamente les faltan, están en potencia. El
sentido del tacto a que nos hemos referido, es más bien afinidad o contacto.

3. Rasâtala o también Rûpatala. Corresponden a él las Jerarquías de los


Devas de la Vista o Devas Rûpa, que están dotados de tres sentidos: vista,
oído y tacto. Comprenden las entidades Kâma–Mânasicas, y los Elementales
superiores. Los rosacruces los llamaron sílfides y ondinas. Su estado de
conciencia corresponde al producido artificialmente en la Tierra por el
hipnotismo y algunos alcaloides, como la morfina, etc.

2. Mahâtala. Corresponden a él las Jerarquías de los Devas Rasa o del


gusto, cuyo estado de conciencia abarca los cinco sentidos inferiores y las
emanaciones de la vida y la existencia. Corresponde con el Kâma y Prâna del
hombre, y con los gnomos y salamandras en la Naturaleza.

1. Pâtâla. Corresponden a él las Jerarquías de los Devas Gandha o del


olfato. También se le llama Myalba, o mundo de los antípodas. El Pâtâla es la
esfera de los animales irracionales, cuyas emanaciones se contraen al gusto de
los sentidos, y cuyo único sentimiento es el instinto de conservación.
Asimismo es el plano, ya en vigilia, ya en sueños, de los hombres sumamente
egoístas. Por esto se dice que Nârada hubo de pasar por el Pâtâla cuando fue
sentenciado a renacer, y declaró que la vida era allí muy agradable para
«quien nunca había salido del lugar de su nacimiento». El Pâtâla es el estado
terrenal y está en correspondencia con el sentido del olfato. Pertenecen a él
los Dugpas animales, los Elementales de animales, y los espíritus de la
Naturaleza.

Más explicaciones de la misma clasificación

7. Âtmico, Áurico o Âlayico. Estado de plena potencialidad, pero no de


actividad.
6. Buddhico. Estado de conciencia en que se siente la unidad con el
Universo, sin asomo de sentimiento de separación[320]

Página 234
5. Shâbdico. Sentido del oído.
4. Spárshico. Sentido del tacto.
3. Rûpico. Estado de conciencia en que el ser se identifica con su forma
corporal.
2. Râsico. Sentido del gusto.
1. Gândhico. Sentido del olfato.

Todos los estados y sentidos Kósmicos y antrópicos se corresponden con


nuestros rudimentarios órganos de sensación (Jnyânendryas), a través del
contacto directo, vista, etc., por medio de los cuales adquirimos experiencias
y conocimientos. Éstas son las facultades de Sharîra, por intermedio de Netra
(ojos), nariz, lenguaje, etc., y también con los órganos corporales de acción
(Karmendryas) manos, pies, etc.

Las facultades comprenden exotéricamente cinco grupos de cinco, o sean


veinticinco, de los cuales veinte son facultativas, y las cinco restantes
buddhicas. La doctrina exotérica atribuye a Buddhi la percepción; pero, según
la doctrina esotérica, Buddhi percibe solo por medio del Manas Superior.
Cada una de estas veinte facultades es a la par positiva y negativa, por lo que
se desdoblan en cuarenta. Hay dos estados subjetivos correspondientes a cada
uno de los cuatro grupos de cinco, o sean ocho estados en total. Como quiera
que estos estados son subjetivos, no pueden desdoblarse. Así tenemos 40 + 8
= 48 «conocimientos de Buddhi», que con Mâyâ, en que todos se resumen,
forman 49[321].

Tabla

5 + 5 Tanmâtras 2 subjetivos
5 + 5 Bhutas 2 subjetivos
5 + 5 Jnyânendryas 2 subjetivos
5 + 5 Karmendryas 2 subjetivos
20 + 20 8

20 + 20 + 8 + Mâyâ = 49

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Los Lokas

En los textos esotéricos cuentan los brâhmanes catorce lokas, Tierra


inclusive, siete de los cuales son objetivos, aunque no aparentes, y siete
subjetivos, aunque enteramente demostrables para el hombre interno. Hay
siete lokas divinos y siete infernales o terrestres.

Lokas infernales
Lokas divinos
o terrestres
1. Pâtâla (nuestra
1. Bhûrloka (la Tierra).
Tierra).
2. Bhuvarloka (entre la Tierra y el Sol [Munis]). 2. Mahâtala.
3. Svarloka (entre el Sol y la estrella polar [Yoguis]). 3. Rasâtala.
4. Maharloka (entre la Tierra y el límite extremo del 4. Talâtala (o
sistema solar)[322]. Karatala).
5. Janarloka (más allá del sistema solar. La morada de los
5. Sutala.
Kumras, que no pertenecen a este plano).
6. Taparloka (todavía más allá de la región Mahátmica; la
6. Vitala
morada de las divinidades Vairâja).
7. Satyaloka (la morada de los Nirvânis). 7. Atala

Los brahmanes leen esto empezando por el final.

Ahora bien; estos catorce lokas son planos de fuera adentro, los siete
divinos estados de conciencia por los que el hombre puede y debe pasar, tan
luego como se determina a recorrer los siete senderos y portales de Dhyâni.
Para ello no es preciso estar desencarnado, pues cabe alcanzarlos todos en la
Tierra, durante una o muchas encarnaciones.

Los cuatro lokas inferiores 1, 2, 3, 4, son rúpicos; esto es, que el hombre
personal los recorre conscientemente, y el hombre interno en plena compañía
de los más divinos elementos del Manas inferior. El hombre personal no
puede alcanzar los tres estados superiores, a menos que sea un completo
adepto. Un Hatha Yogui nunca pasará psíquicamente del Maharloka, ni
físicomentalmente del Talâtala (lugar doble o dual). Para llegar a ser Râja
Yogui, es preciso subir hasta el séptimo portal o Satyaloka que, según se nos
enseña, es el fruto del sacrificio (Yajna). Una vez trascendidos los estados

Página 236
Bhûr, Bhuvar y Svarga, cuando la conciencia del yogui está concentrada en
Maharloka, se halla en el último plano y estado, entre la completa
identificación del Manas inferior con el superior.

Conviene recordar que mientras los estados infernales (o terrestres) son


también las siete divisiones o planos y estados de la Tierra, a la par que son
divisiones kósmicas, los siete lokas divinos son puramente subjetivos y
empiezan en el plano de la luz astral psíquica, para terminar en el estado
Satya o Jîvanmukta. Los catorce lokas o esferas constituyen el Brahmânda, o
mundo entero. Los cuatro lokas inferiores son transitorios, así como sus
moradores; pero los tres superiores son eternos; o mejor dicho, los cuatro
inferiores duran solo un día de Brahmâ y cambian en cada kalpa; los tres
superiores duran una edad de Brahmâ.

En el diagrama V aparecen solo el cuerpo físico, el cuerpo astral, Kâma,


Manas inferior, Manas superior, Buddhi y Âtma áurico. La vida es un
Principio Kósmico universal, y no es propio del individuo, como tampoco lo
es Âtman.

En respuesta a las preguntas que se le dirigieron sobre el diagrama V,


dijo H. P. B. que el tacto y el gusto no tenían orden determinado. Los
elementos guardan orden definido, pero el Fuego los penetra a todos. Los
sentidos se interpenetran mutuamente. No hay un orden universal, sino que el
más desarrollado en cada uno, ocupa el primer lugar.

Los estudiantes han de aprender las correspondencias, y después


concentrarse en los órganos, para alcanzar el respectivo estado de conciencia.
Es preciso empezar por el inferior y actuar resueltamente en ascensión. Un
médium podrá tener irregulares vislumbres de lo superior, pero no adquirirá
un ordenado desenvolvimiento.

Los mayores fenómenos son producidos tocando y concentrando la


atención en el dedo meñique.

Los lokas y talas son reflejos uno de otro. Así también las Jerarquías de
cada loka tienen sus pares de opuestos, en los dos polos de la esfera. Estos
pares de opuestos están por doquiera: bien y mal, luz y tinieblas, masculino y
femenino.

H. P. B. no quiso decir por qué el azul era el color de la Tierra.

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El azul es un color primario. El añil es color, no un matiz del azul, como
el violeta.

Los Vairâjas son los vehementes egos de otros Manvantaras, ya


purificados en el fuego de las pasiones. Los Vairâjas se negaron a crear. Han
alcanzado el séptimo portal, y renunciaron al nirvâna para actuar en sucesivos
Manvantaras.

Las siete etapas de Antahkarana corresponden con los lokas.

Samâdhi es el supremo estado a que se puede llegar sobre la Tierra en el


cuerpo físico. Más allá de este estado, el adepto se convierte en nirmânakâya.

La pureza de mente es de mayor importancia que la pureza del cuerpo. Si


el upâdhi no está completamente puro, es incapaz de guardar memoria de un
estado superior. Cuando se ejecuta una acción sin parar mientes en ella, el
resultado es relativamente de poca importancia; pero si hay premeditación,
son sus efectos mil veces mayores. Así debemos conservar la mente pura.

Conviene advertir que las malas pasiones y emociones de Kâma


contribuyen a nuestra evolución también con el impulso necesario para
perfeccionarnos.

El cuerpo, la carne, la parte material del ser humano, es lo más difícil de


subyugar en el plano físico. El más insigne adepto lucha con tenaces
obstáculos para someter un nuevo cuerpo en que encarna.

En el organismo físico, el hígado es a manera de general, y el bazo es su


ayudante de campo. Todo lo que el hígado deja de hacer, lo lleva
cumplidamente a efecto el bazo.

Dijo H. P. B. en respuesta a una pregunta, que los lokas y Talas


representaban planos de esta Tierra, por algunos de los cuales han de pasar los
hombres en general, y por todos ellos sin excepción, el discípulo que se
encamina al adeptado. Todos los hombres han de pasar por los lokas
inferiores, pero no necesariamente por los talas correspondientes. Todas las
cosas tienen dos polos; y en cada estado hay siete estados.

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Vitala es un estado a la par excelso e infernal. Ese estado, que para la
personalidad del mortal constituye una completa separación del ego, es para
un buddha una separación temporánea. Para el buddha es el Vitala un estado
kósmico.

Los brâhmanes y los buddhistas consideran los talas como infiernos; pero
en realidad esta palabra es simbólica; doquiera haya infelicidad, miseria e
infortunio, allí estará el infierno.

Formas en la luz astral

Los Elementales son reflejos en la luz astral. Todas las cosas de la Tierra
se reflejan en esta luz, por cuyo medio pueden obtenerse algunas veces
fotografías mediumnímicas producidas inconscientemente, al paso que los
adeptos pueden producirlas conscientemente por el poder de Kriyâshakti
mediante un procedimiento comparable al enfoque de los rayos solares en un
espejo ustorio.

Estado de conciencia

Bhûrloka es el estado de vigilia en que normalmente vivimos; y también


es el estado propio de la vida instintiva animal, cuando sienten hambre, temor,
etc. Para estar en svarloka es preciso estar completamente abstraído del plano
físico; de suerte que el cuerpo actúa solo por instinto, de modo que en el
plano material, el comportamiento del cuerpo es puramente animal. Así
ocurre que muchos yoguis transportados al Svarloka, han tenido que recibir el
alimento físico de manos ajenas. Cerca de Allahabad había un yogui que
estuvo cincuenta y tres años sentado en una piedra. Todas las noches lo
metían sus discípulos en el río, y luego lo colocaban otra vez en la piedra.
Durante el día era consciente en el Bhûrloka, esto es, en el plano físico, y se
ocupaba en dar lecciones. En una isla cercana a Calcuta, hubo otro yoguí que
por estar tanto tiempo en un puesto fijo, crecieron raíces alrededor de las
piernas, y tal fue el esfuerzo necesario para despertarlo, que murió de resultas
de los daños sufridos.

P. ¿Es posible tener a la vez dos estados de conciencia?

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R. La conciencia no puede estar plenamente en dos planos a la vez. Los
estados superior e inferior no son por completo incompatibles; pero el que
está en el superior se distraerá del inferior. A fin de acordarse del estado
superior cuando se regresa al inferior, es preciso elevar la memoria. El adepto
puede tener una conciencia aparentemente dual; pues cuando no quiere ver es
capaz de abstraerse, así como le es posible actuar en un plano superior, y sin
embargo, responder a las preguntas que se le dirijan, aunque en este caso
regresará momentáneamente al plano material para remontarse de nuevo al
superior. De esta facultad se vale en las condiciones adversas, como único
recurso.

Cuanto más descendáis en los Talas, os haréis más intelectuales y menos


espirituales. La moralidad es muy diferente de la espiritualidad. La
inteligencia puede estar muy íntimamente unida a Kâma. Un hombre puede
estar en un loka y visitar todos los Talas, por más que su condición dependa
exclusivamente del loka a que pertenece. Así es que el hombre en Bhûrloka al
pasar a los Talas, solo puede ir al mal. El que mora en Bhûrloka no puede
degenerar en tanta malicia. Quien alcanza el estado Satya puede transportarse
sin peligro alguno a cualquier Tala; porque su propia pureza lo mantendrá a
flote. Los Talas son estados de intelectualidad, mientras que los lokas (sobre
todo los tres superiores), lo son de espiritualidad.

Manas absorbe la luz de Buddhi; pero éste es arûpico, y nada puede


absorber. Cuando el ego toma toda la luz de Buddhi, toma también la de
Âtmâ, cuyo vehículo es Buddhi, y así los tres se funden en uno. Al realizarse
esta unión, el adepto completo es una espiritualidad, con un cuerpo. Ha
recorrido el cuádruple sendero y se ha unificado. Los cuerpos de los maestros
son ilusorios, y de aquí que no se ajen ni envejezcan.

El estudiante que no sea psíquico de nacimiento, debe fijar la cuádruple


conciencia en un plano superior y fijarla allí; es decir, formar un haz con las
cuatro inferiores y clavarlo en un estado superior, sin consentir que ni el
cuerpo ni el intelecto descentren de allí su conciencia, y le arrastren; y así,
aunque cumpla todas las funciones orgánicas necesarias a la nutrición y vida
del cuerpo físico, podrá vivir constantemente en el mundo de los ideales.

El amor maternal

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El amor maternal es un instinto tan propio del ser humano como de los
animales, y a menudo más vigoroso en éstos. La continuidad del amor
maternal en los seres humanos, tiene por causa el espíritu de asociación, el
magnetismo o «voz» de la sangre, y la afinidad psíquica. Las familias están
constituidas a veces por seres que convivieron en anteriores existencias,
aunque con frecuencia no ocurre esta circunstancia. Las causas operantes son
muy complejas y han de equilibrarse. A veces, cuando ha de nacer un niño
con muy mal karma, se escogen padres de embotados sentimientos, quienes
también pueden morir antes de que se manifiesten los efectos kármicos. O
bien el sufrimiento por medio del niño, puede ser el karma propio de los
padres. El amor maternal como instinto, tiene su estado entre Rasâtala y
Talâtala.

Los Lipikas son los archiveros del karma humano, cuyos anales imprimen
en la luz astral.

Las gentes vacilantes y tornadizas pasan de uno a otro estado de


conciencia.

El pensamiento precede al deseo. El pensamiento actúa en el cerebro, el


cerebro en el órgano, y entonces el deseo se despierta. No es el estímulo
externo el que despierta al órgano. Por lo tanto, para extinguir los deseos es
preciso desechar los pensamientos; un solo pensamiento puede desbaratar en
cinco minutos una obra de cinco años; y aunque al rehacer esta obra por
segunda vez requiera menos de cinco años, no por ello deja de perderse el
tiempo.

La conciencia

H. P. B. disintió del concepto occidental de la conciencia, que tan


incompletamente definen las principales filosofías, sin distinguir entre
conciencia y autoconciencia, cuya distinción separa precisamente al hombre
del animal. La conciencia, pero no la autoconciencia, es propia de los
animales, pues solo el hombre tiene autoconciencia, es decir, el conocimiento
subjetivo del ego. Hay, por lo tanto, enorme diferencia entre las conciencias
del insecto, del pájaro, del cuadrúpedo y del hombre.

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La plena conciencia del hombre es la autoconciencia, el conocimiento del
«yo actúo», del que dimanan las experiencias, mientras que el animal no tiene
conciencia de su propio Yo. El insigne filósofo Spencer diserta muy
razonadamente sobre la conciencia, pero esquiva las dificultades en vez de
vencerlas. Lo mismo le ocurre al filósofo Hume, cuando dice que en la
introspección ve tan solo sentimientos y no un «Yo», olvidando que sin un
«Yo», no le sería posible ver los sentimientos. El animal no es consciente del
sentimiento de «yo soy yo», pues si bien tiene instinto carece de
autoconciencia, que es un atributo de la mente y no del alma o ánima, de que
se deriva el mismo nombre de animal. La humanidad no tuvo autoconciencia
hasta el advenimiento de los Mânasaputras, o hijos de la mente, en la tercera
raza. La conciencia cerebral, es el campo iluminado por la luz del Ego, del
huevo áurico, del Manas superior. Las células de la pierna, por ejemplo, son
conscientes, pero esclavas de la idea; y así no son autoconscientes, porque no
engendran ideas, aunque cuando están cansadas pueden sugerir al cerebro una
sensación desagradable, y despertar la idea de la fatiga. El instinto es el estado
inferior de la conciencia. La conciencia del hombre pasa por las cuatro claves
de su conciencia septenaria; hay siete escalas de conciencia en su conciencia,
sin menoscabo de su unidad sintética. Los estados de conciencia alcanzan
millones de millones de matices, en tanto número como hay hojas en los
árboles; y así como no hay dos hojas iguales, tampoco puede haber igualdad
en dos estados de conciencia. Jamás se repite exactamente un mismo estado
de conciencia.

¿Es la memoria algo que, nacido en nosotros, pueda dar nacimiento al


Ego? El conocimiento, el sentimiento y la volición, son compañeros y no
facultades de la mente. La memoria es una cosa artificial, un conglomerado
de relatividades; puede aguzarse o embotarse, según las condiciones de las
células cerebrales, que almacenan todas las impresiones. El conocimiento, el
sentimiento y la volición, no proceden uno de otro correlativamente, sino que
son principios de análoga categoría. No es posible el conocimiento, sin la
memoria que almacena, dispone y provee todas las cosas. Si nada le enseñáis
a un niño, nada aprenderá. La conciencia cerebral depende de la intensidad de
la luz reflejada por el Manas superior sobre el inferior, y del grado de afinidad
entre el cerebro y esta luz. La mente cerebral es el campo de conciencia del
Manas; y está condicionada por la capacidad reflectora del cerebro respecto
de dicha luz. El animal tiene latentes la mónada y el Manas, pero su cerebro
no puede responder. En el animal está en potencia todo cuanto ya está

Página 242
actualizado en el hombre. Las teorías occidentales sobre el particular adolecen
de muchos errores, prejuiciosamente aceptados como verdades.

¿Cuántas impresiones puede el hombre recibir simultáneamente en su


conciencia y en su memoria? Los occidentales dicen que una; pero los
ocultistas afirman que normalmente puede recibir siete, y anormalmente
catorce, diecisiete, diecinueve, veintiuna y hasta cuarenta y nueve. Enseña el
Ocultismo que la conciencia recibe siempre impresiones séptuples y las
conserva en la memoria. Prueba de ello tenemos en que si al mismo tiempo
suenan las siete notas de la escala musical, los siete sonidos llegarán
simultáneamente a la conciencia, aunque el oído ineducado solo los perciba
uno tras otro y aun aprecie los intervalos. El oído ejercitado percibirá las siete
notas al mismo tiempo, simultáneamente. La experiencia ha demostrado que,
en dos o tres semanas, puede un hombre ejercitarse en recibir hasta diecisiete
o dieciocho impresiones de color, cuyos intervalos irán decreciendo con la
práctica.

La memoria se adquiere para la vida terrena, y puede aumentarse. El


genio consiste en la mayor adaptación del cerebro físico y de la memoria
cerebral, al Manas superior. La memoria almacena las impresiones recibidas
por cualquier sentido.

Antes de aparecer un sentido físico le precede el sentimiento mental que


lo engendra. Los peces ciegos que viven en las profundidades del mar o en
aguas subterráneas, nacen con vista al cabo de pocas generaciones, después de
haberlos puesto en un estanque; pero en su anterior estado de ceguera, ¿cómo
podrían moverse y vivir desembarazadamente en las tinieblas, y evitar toda
clase de peligros, si no estuvieran dotados de un sentimiento visual, aunque
no del sentido de la vista? La mente recoge y acopia de una manera
inconsciente y mecánica todo cuanto percibe, y lo transmite a la memoria
como percepciones inconscientes. Si la atención aumenta por cualquier causa
sobre determinado objeto, no notamos de pronto las sensaciones dolorosas,
pero al cabo de cierto tiempo nos invade la conciencia del sufrimiento. Así,
poniendo de nuevo el ejemplo anterior de las siete notas que suenan
simultáneamente, recibimos tan solo una sensación, pero el oído percibe las
notas una tras otras, de modo que se imprimen ordenadamente en el cerebro,
porque la inejercitada conciencia no puede registrar las siete a un mismo
tiempo. Todo depende del ejercicio y de la atención. Así resulta que la
sensación recibida por un órgano se transfiere casi simultáneamente a la

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conciencia si estamos atentos al caso; pero si cualquier ruido nos distrae,
entonces transcurrirá una fracción de segundo antes de que llegue a la
conciencia. El ocultista debe ejercitarse en recibir y transmitir,
simultáneamente, todas las impresiones en las siete escalas de su conciencia.
Cuanto más progresa, más reduce los intervalos de tiempo físico.

Hay siete escalas de la conciencia

Hay siete escalas o matices de la conciencia Una; cuatro interiores y tres


superiores. Se manifiestan, por ejemplo, en cualquier momento de placer o
dolor.

1. Percepción Percepción de la célula (si está paralizada existe la


sensoria física: sensación en ella, aunque no la sintamos nosotros)
2. Autopercepción
Autopercepción de la célula.
o apercepción:
3. Apercepción
Del cuerpo astral que conduce a la
psíquica:
4. Percepción Sensibilidad física, sensaciones de placer y dolor, de
vital: cualidad.

Estas son las cuatro escalas inferiores, correspondientes al hombre


psicofisiológico.

5. Autopercepción
Discernimiento Manásico del Manas inferior.
Manásica:
6. Percepción de la Percepción volitiva, la apreciación voluntaria de
voluntad: una idea; la estima o desdén del dolor físico.
7. Apercepción espiritual, Porque alcanza al Manas superior y
enteramente consciente: autoconsciente[323].

Estas escalas se pueden manifestar en cualquier plano. Por ejemplo, una mala
noticia pasa por las cuatro escalas inferiores, antes de llegar al corazón.

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Considerando la mala noticia en su modalidad de sonido, tendremos:

1. Hiere el oído.
2. El oído la percibe automáticamente.
3. Percepción psíquica o mental, que la lleva a la
4. Percepción vital (dura, suave; fuerte, débil, etc.).

El ego

Una de las mejores pruebas de la existencia del Ego, del verdadero campo
de conciencia, es que jamás, como hemos dicho, se reproduce exactamente el
mismo estado de conciencia aunque la vida dure cien años y pase el ego por
millares de millones de tales estados. En un día de actividad son tantos los
estados y subestados de conciencia, que no fuera posible hallar células
bastantes para todos ellos. Esto facilitará la comprensión del porqué algunos
estados mentales y algunas cosas abstractas acompañan al ego en el
Devachan, y por qué otros se disipan en el espacio. Todo cuanto vibra en
armonía con el ego, como por ejemplo, una buena acción, tiene afinidad con
él y le acompaña al Devachan, formando parte integrante de la biografía de la
personalidad que se está desintegrando. Los sentimientos elevados recorren
las siete escalas y alcanzan al ego; y la mente pone en vibración las células
mentales. Podemos analizar y describir la operación de la conciencia; pero no
definir la conciencia sin suponer un sujeto consciente.

Bhûrloka

El Bhûrloka empieza con el Manas inferior. Los animales no sienten


como los hombres. El perro piensa más en la cólera de su amo que en el dolor
del latigazo. El animal no sufre en la memoria y en la imaginación, ni se
representa lo pasado o lo futuro, como sufrimiento actual.

La glándula pineal

El cerebro es el órgano propio de la percepción física, y la percepción está


localizada en el aura de la glándula pineal. Esta aura vibra en respuesta a
todas las impresiones; pero en el hombre viviente solo puede esto sentirse y

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no percibirse. Durante el proceso del pensamiento que se manifiesta en la
conciencia, vibra constantemente la luz de esta aura; y si un clarividente mira
con el ojo espiritual el cerebro de un hombre vivo, puede casi contar las siete
escalas, los siete matices de luz que pasan del tono más oscuro al más
brillante. Si os tocáis la mano, antes del toque vibra ya el aura de la glándula
pineal, con su correspondiente matiz. Esta aura determina el desgaste y
destrucción del órgano, por las vibraciones que establece. El cerebro puesto
en vibración transmite las vibraciones a la médula espinal, y así al resto del
cuerpo. Tanto la felicidad como la desgracia, establecen violentas vibraciones
que desgastan el cuerpo. Así es como las vibraciones muy potentes de alegría
o tristeza, pueden ocasionar la muerte.

El corazón

La septenaria actuación de la luz alrededor de la glándula pineal, se refleja


en el corazón o, mejor dicho, en el aura del corazón, la cual ilumina y pone en
vibración los siete centros cardíacos, de manera análoga a como actúa el aura
alrededor de la glándula pineal. Tal es el Saptaparna (loto de siete pétalos) o
caverna de Buddha, que exotéricamente tiene cuatro, y esotéricamente siete
hojas o compartimentos.

El astral y el ego

El cuerpo astral y el ego difieren en naturaleza y esencia. El cuerpo astral


es molecular, por etéreo que pueda ser. El ego es atómico, espiritual. Los
átomos son espirituales, y nunca visibles en el plano físico. Las moléculas se
agrupan en torno de los átomos, que así permanecen invisibles como
principios superiores de las moléculas. Los ojos son los órganos de más oculta
índole. Al cerrarlos pasamos al plano mental. Si detenemos el funcionamiento
de todos los sentidos, nos hallaremos en otro plano.

La individualidad

Si doce personas están fumando juntas en un mismo aposento, se


mezclará el humo de los cigarros; pero las moléculas de cada humo
permanecerán en recíproca afinidad a pesar de la mezcla. Asimismo una gota

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de agua conserva su individualidad aunque caiga en el océano, porque como
gota que fue tiene vida propia, como la vida de un hombre, y no puede
aniquilarse. Un grupo de hombres reunidos para estudiar en común el
Ocultismo, tendría en la luz astral mayor permanencia y cohesión que
cualquier otro grupo de personas. Cuanto más elevada y espiritual sea la
afinidad, más permanente será la cohesión.

El manas inferior

El Manas inferior es una emanación del superior y de la misma naturaleza


que éste. La naturaleza Manásica puede no recibir ni causar impresión alguna
en este plano. Un arcángel falto de experiencia sería insensible en el plano
físico, sin poder dar ni recibir impresiones. El Manas inferior se reviste así
con la esencia de la luz astral; cuya envoltura le aparta de su Padre, con el
cual queda enlazado solo por medio del Antahkarana, que es su única
salvación. Si este enlace se rompe, queda el hombre convertido en bruto.

El kâma

El Kâma es la vida y la esencia de la sangre, que se coagula cuando el


Kâma la abandona. Prâna es universal sobre este plano; y en nosotros, más
bien que Prâna, es el Principio vital o Prânico.

El carácter individual

Las cualidades determinan la índole del «carácter individual». Por


ejemplo, dos lobos colocados en el mismo ambiente no obrarían de distinta
manera probablemente.

El campo de conciencia del Ego Superior no se refleja nunca en la luz


astral. La envoltura áurica recibe tanto las impresiones del Manas superior
como las del inferior; pero solo las impresiones de este último se reflejan en
la luz astral, que está en un plano demasiado bajo, para recibir la esencia de
las cosas espirituales que alcanzan al Ego Superior o que éste no rechaza.
Pero durante la vida humana, dicha esencia queda impresa en la envoltura
áurica para fines kármicos; y después de la muerte y de la separación de los

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Principios, se une a la Mente Universal[324] para esperar allí kármicamente el
día de la reencarnación del Ego[325]. Porque toda entidad, por elevada que esté
debe tener en la tierra sus kármicos premios y castigos. Las impresiones
espirituales quedan más o menos grabadas en el cerebro, pues de otro modo
no sería responsable el Ego inferior. Hay, sin embargo, algunas impresiones
que no son de nuestras experiencias anteriores, y las recibe el cerebro. El
cerebro del adepto está preparado para retener estas impresiones.

El Rayo Reencarnante puede considerarse en dos aspectos: el Ego Kâmico


inferior se disgrega en Kâma Loka; la parte Manásica recorre su ciclo y
vuelve al Ego Superior, que en realidad es el que sufre la pena. Ésta es la
verdadera crucifixión de Christos (el más abstruso, pero el más importante
misterio del Ocultismo), pues de él depende todo el ciclo de nuestras vidas.
Verdaderamente es el Ego quien sufre; porque la conciencia abstracta de la
conciencia personal superior queda impresa en el Ego, como parte de su
eternidad. Todas nuestras más grandes impresiones se graban en el Ego
Superior, por ser de su misma naturaleza.

El patriotismo y las señaladas proezas realizadas en servicio del país no


son completamente buenas desde el punto de vista de lo supremo. Bueno es
beneficiar a una porción de la humanidad; pero es malo si es a expensas del
resto. Por lo tanto, en el patriotismo está entremezclado el bien con el mal; y
aunque la íntima esencia del Yo superior es inmancillable, puede mancharse
la vestidura externa. Así es que los buenos y malos pensamientos, y las malas
y buenas acciones, quedan impresas en la envoltura áurica, y el Ego echa
sobre sí el mal Karma, aun sin ser culpable de él. Ambos órdenes de
impresiones se esparcen después de la muerte en la Mente Universal; y
cuando el Ego reencarna, envía su rayo a la nueva personalidad en donde
sufre en su autoconciencia resultante de las propias acumuladas experiencias.

Cada Ego tiene tras sí el karma de pasados manvantaras. Hay siete


Jerarquías de Egos, algunos de los cuales, como por ejemplo los de las tribus
salvajes, están comenzando, por decirlo así, su actual ciclo. El Ego surge con
conciencia divina; sin pasado, ni futuro ni separación; pues tarda mucho en
advertir que él es él, y solo al cabo de muchas vidas discierne por experiencia
que es un individuo. Terminado el ciclo de sus reencarnaciones, continúa
siendo la misma conciencia divina, pero se ha convertido en una conciencia
autónoma e individualizada. El sentimiento de la responsabilidad dimana de
la presencia de la luz del Ego Superior. Según va individualizándose el Ego,

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en su ciclo de renacimientos, reconoce con mayor advertencia por efecto del
sufrimiento, la responsabilidad que, finalmente, le lleva a la conciencia
propia, la de todos los Egos del universo. Ser Absoluto, para tener idea o
sensación de todo, ha de pasar individual y no universalmente, por todas las
experiencias; a fin de que al reintegrarse, vuelva con la misma omnisciencia
de la Mente universal, más el recuerdo de todo cuanto pasó.

El día de «Sed con nosotros», ha de recordar el Ego todos los ciclos de sus
pasadas reencarnaciones manvantaricas. Entonces, al ponerse el Ego en
contacto con la Tierra, los siete Principios se resumen en uno y ve cuanto en
la Tierra hizo. Ve la corriente de sus pasadas encarnaciones, iluminada por
una divina luz. Ve la humanidad en conjunto; pero todavía perdura el
sentimiento de individualidad, un algo que es siempre «yo».

Por lo tanto hemos de procurar siempre el acrecentamiento de nuestra


responsabilidad.

El Ego Superior es a manera de un globo de luz pura y divina, una unidad


de un plano superior, en que no cabe diferenciación. Al descender a un plano
de diferenciación, emana un rayo, que solo puede manifestarse por medio de
la ya diferenciada personalidad. Una porción de este rayo, el Manas inferior,
puede cristalizar de tal manera durante la vida, que se identifique con Kâma y
permanezca asimilado a la materia; más la porción que se conserva pura,
forma el Antahkarana. Todo el destino de una encarnación, depende de si
Antahkarana será o no capaz de subyugar el Manas Kámico. Después de la
muerte, la luz superior (Antahkarana) que lleva las impresiones y memoria de
todas las aspiraciones nobles y elevadas, se identifica con el Ego Superior, al
paso que los malos deseos se disipan en el espacio, y vuelven como mal
karma que espera a la personalidad.

El sentimiento de la responsabilidad es el principio de la sabiduría; la


prueba de que ya se inicia el desvanecimiento del Ahamkâra, el comienzo de
la pérdida del sentimiento de la separatividad.

El kâma rûpa

El Kâma Rûpa, se separa algunas veces y pasa a animales. Todos los


animales de sangre roja proceden del hombre. Los de sangre fría o blanca

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proceden de la materia del pasado. La sangre es el Kâma Rûpa.

Los glóbulos blancos de la sangre, los «basureros» o devoradores, son de


naturaleza astral, y de este plano son exudados por medio del bazo. Son los
«nacidos del sudor» de los Chhâyâ. Kâma compenetra todo el cuerpo físico.
Los glóbulos rojos son a manera de gotas de fluido eléctrico; la transpiración
de los órganos exudada de las células. Son ellos la progenie del Principio
Fohático.

El corazón

En el corazón hay siete cerebros, que son los Upâdhis y símbolos de las
siete Jerarquías.

Los fuegos

Los fuegos actúan constantemente en torno de la glándula pineal; y


cuando Kundalini los ilumina por un breve instante, se ve el Universo entero.
Aun en el sueño profundo se abre el tercer ojo. Esto es bueno para Manas,
aunque no lo recordemos.

La percepción

En respuesta a la pregunta sobre los siete estados de percepción,


dijo H. P. B. que concentrando el pensamiento en el séptimo o superior, será
imposible ir más allá en este plano, pues el cerebro no puede servir de
vehículo para ello, sino que es preciso en tal caso pensar sin cerebro. Pero si
el estudiante cierra los ojos y su voluntad no permite la actuación del cerebro,
entonces podrá pasar al plano inmediato. Los siete estados de percepción
preceden al Antahkarana. Al transcenderlos, pasamos al plano Manásico o
mental.

Imaginad algo que exceda a nuestras fuerzas mentales, como por ejemplo
la naturaleza de los Dhyân Chohans. Dejad entonces pasivo el cerebro y pasad
más allá. Veréis una luz blanca, radiante, de brillo argentino y opalescente a
manera de nácar, por la que cruzan coloreadas y cambiantes ondas, desde el

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violeta pálido hasta el añil de brillo metálico, pasando por matices de verde–
bronce. Si veis esto, prueba será de que os halláis en otro plano, al cual
habréis llegado por medio de siete etapas.

Cuando aparezca un color, examinadlo, y si no es bueno, rechazadlo.


Vuestra atención se ha de fijar tan solo en el verde, añil y amarillo, que son
buenos colores. Como quiera que los ojos están relacionados con el cerebro,
el color que más fácilmente distingáis será el de la personalidad. El rojo es
simplemente fisiológico y debéis rechazarlo. El verde–bronce corresponde al
Manas inferior, el amarillo–bronce al Antahkarana, y el añil–bronce al Manas.
Éstos son los colores dignos de observación; y cuando echéis de ver que el
amarillo–bronce se absorbe en el añil, será prueba de que estáis en el plano
Manásico, en donde se ve el Nóumeno o esencia de los fenómenos.

Estas observaciones no se extenderán a otros individuos ni a otras


conciencias, pues bastante tendréis con atender la vuestra. El vidente educado
puede ver siempre los nóumenos. El adepto ve en este mismo plano físico los
nóumenos, la realidad de las cosas; y así no puede engañarse ni ser engañado.

El principiante en los ejercicios de meditación puede fluctuar entre dos


planos, hacia atrás y hacia adelante. En el plano físico oís el tic–tac de un
reloj, y en el plano astral percibís el alma de este tic–tac. Cuando el reloj se
para, las vibraciones perduran en el plano astral y en el éter, hasta que se
destruye el último pedazo de aquel reloj. Lo mismo ocurre en un cadáver, que
desprende emanaciones hasta la desintegración de la última molécula.

En la meditación no existe el tiempo, porque en este plano no hay


sucesión de estados de conciencia.

El color del astral es el violeta. Con él empezáis, pero no debéis


permanecer en él, sino trascenderlo. Cuando veáis una ola violeta, es que
estáis formando inconscientemente un cuerpo ilusorio o Mâyâvi Rûpa. Fijad
la atención; y si vais más allá, mantened firmemente vuestra conciencia en el
cuerpo Mâyâvico; y no lo perdáis de vista, y aferraos a él todo lo que podáis.

La conciencia

La conciencia puramente animal está constituida por la conciencia de


todas las células del cuerpo, menos las del corazón. Este órgano es el más

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importante y el rey de los órganos del cuerpo, hasta el punto de que el
corazón de los decapitados sigue latiendo hasta treinta minutos después de
separada la cabeza del tronco, y continúa palpitando durante algunas horas si
el cuerpo se envuelve en algodón en rama y se coloca en un paraje de
temperatura elevada. Hay en el corazón un punto, centro de la vida, que es
último en cesar de latir. Este punto central se denomina Sede de Brahmâ y es
el primer centro vital que funciona en el feto, y el último que muere en el
organismo. A veces han sido enterrados algunos yoguis que se hallaban en
estado cataléptico, y aunque todo el cuerpo era cadáver, subsistía la vida en
este punto, por lo que es posible resucitarlo mientras viva este último centro
del corazón, que contiene en potencia la mente, la vida, la energía y la
voluntad. Durante la vida irradia este centro irisados colores de matiz
luminoso opalescente. El corazón es el centro de la conciencia espiritual,
como el cerebro lo es de la intelectual; pero la persona no puede guiar a esta
conciencia ni dirigir su energía, mientras no esté a tono con los elevados
principios Buddhi–Manas. Hasta entonces la conciencia guía a la persona, si
ésta se deja guiar. De aquí los aguijones del remordimiento y los escrúpulos
de conciencia, que vienen del corazón y no de la cabeza. En el corazón reside
el Dios único manifestado, que, con los otros dos invisibles forman la tríada
Âtmâ–Buddhi–Manas.

En respuesta a la pregunta de si la conciencia podía concentrarse en el


corazón y recibir así los impulsos del espíritu, dijo H. P. B. que quien así
pudiera concentrarse y unirse a Manas habría unido el Kâma–Manas al Manas
superior, que no puede guiar directamente al hombre, sino por mediación del
inferior.

En el hombre hay tres centros principales: el corazón, la cabeza y el


ombligo, que pueden ser dos a dos positivos o negativos uno del otro, según
su respectivo predominio.

El corazón representa la tríada superior. El hígado y el bazo representan el


cuaternario. El plexo solar es el centro cerebral del estómago.

Respecto a si el corazón, la cabeza y el ombligo simbolizarían el Christos


crucificado entre dos ladrones, respondió H. P. B. diciendo que podían servir
dichos centros de analogía, pero que no era conveniente abusar de estos
simbolismos. Hemos de tener siempre presente que el Manas inferior es de la
misma esencia que el superior, y puede identificarse con éste si rechaza los

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impulsos Kâmicos. La crucifixión del Christos representa el sacrificio del
Manas superior, del unigénito Hijo enviado por el Padre a cargar con nuestros
pecados. El mito de Cristo procede de los misterios. La vida de Cristo es tan
semejante, por la misma causa a la de Apolonio de Tyana, que los Padres de
la Iglesia suprimieron la de este último, para que las gentes no advirtieran su
gran analogía con la del primero.

El hombre psíquico–intelectual reside entero en la cabeza, con sus siete


portales[326]. El hombre espiritual está en el corazón. Las circunvoluciones
cerebrales son un efecto del pensamiento.

El tercer ventrículo cerebral está lleno de luz durante la vida, y no con un


líquido como después de la muerte.

En el cerebro hay siete cavidades, que durante la vida están


completamente vacías. Y en donde se reflejan las visiones que han de
perdurar en la memoria. Estos centros se denominan en Ocultismo las siete
armonías, o la escala de las armonías divinas; y están ocupados por el Âkâsha,
con su peculiar color cada uno, según el estado de conciencia del individuo.
La sexta de estas cavidades es la glándula pineal, que durante la vida está
hueca y vacía; la séptima es el conjunto cerebral; la quinta es el tercer
ventrículo; y la cuarta el cuerpo pituitario. Cuando Manas está unido a Âtmâ–
Buddhi, o cuando Âtmâ–Buddhi está enfocado en Manas, actúa en las tres
cavidades primordiales, e irradia una aureola luminosa, visible a simple vista
en las personas verdaderamente santas.

El cerebelo es el centro y arsenal de todas las fuerzas; es el Kâma de la


cabeza. La glándula pineal se corresponde con el útero, y sus pedúnculos con
las trompas de Falopio. El cuerpo pituitario es solo el paje o portaluz de la
glándula pineal. Así tenemos que el hombre es andrógino, en cuanto
concierne a la cabeza.

El hombre encierra en sí todos los elementos del Universo; de suerte que


nada hay en el macrocosmos que no esté contenido también en el
microcosmos. La glándula pineal, según hemos dicho, está vacía durante la
vida. El cuerpo pituitario contiene varias esencias. Después de la muerte se
precipitan en la cavidad las granulaciones de la glándula pineal.

El cerebro suministra los materiales para la ideación. Los lóbulos frontales


del cerebro pulimentan y afinan los materiales, pero no pueden crear por sí.

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La percepción clarividente es la conciencia del tacto; y así cabe leer
escritos y psicometrizar objetos, con la boca del estómago. Cada sentido tiene
su conciencia peculiar, y por medio de cada sentido podemos tener
conciencia. Puede haber conciencia en el plano de la visión, aunque esté
paralizado el cerebro. Los ojos de una persona, cuyo cerebro se paralice,
expresarán terror. Lo mismo ocurre con el oído. Los ciegos, sordos y mudos
en el plano físico, no están desprovistos de los complementos psíquicos de la
vista, oído y habla.

Voluntad y deseo

El Eros humano es la voluntad del genio creador de obras de arte, del


pintor, músico y poeta, que con ellas beneficia a la humanidad. No tiene nada
de común con el animálico deseo de engendrar. La voluntad es atributo del
Manas Superior, su universal y armónica actuación. El deseo es defecto de la
separatividad, el ansia de la satisfacción del yo en la materia. El camino
abierto entre el Yo superior y el yo inferior capacita al Ego, para actuar sobre
el yo personal.

La conversión

No es cierto que los muy perversos puedan convertirse repentinamente en


muy buenos, porque su vehículo está contaminado en exceso, y a lo sumo
neutralizarán lo malo y apartarán los efectos del mal Karma, al menos en la
actual existencia. No es posible convertir un barril de sardinas en maceta de
rosas, porque la madera está demasiado impregnada del rezumo. Cuando los
malos impulsos y propensiones han modelado la naturaleza física, no pueden
transmutarse de repente. Las moléculas del cuerpo están orientadas en
dirección Kârmica, y aunque tengan suficiente inteligencia para discernir las
cosas en su propio plano, esto es, para evitar lo que pueda dañarlas, no son
capaces de comprender un cambio de dirección, cuyo impulso necesario ha de
proceder de otro plano. Si se las violenta inconsideradamente, sobreviene la
enfermedad, la locura o la muerte.

Los orígenes

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En Parabrahman, que es el movimiento eterno, absoluto e
inconcebiblemente rápido que no es nada y lo es todo, emana una película: es
la Energía o Eros, que se transforma en Mûlaprakriti, o sustancia primordial,
que aún es Energía. Esta Energía, merced a su incesante e inconcebible
movimiento, se transforma a su vez en átomo o, mejor dicho, en «el germen
del átomo», que está en el tercer plano del Universo.

Nuestro Manas es un Rayo del Alma del mundo, que se retira durante el
Pralaya. «Es tal vez el Manas inferior del Parabrahman», es decir, del
Parabrahman del universo manifestado. La primera película es la energía o el
movimiento en el plano manifestado. Âlaya es el tercer Logos, Mahâ–Buddhi,
Mahat. Siempre empezamos en el tercer plano; más allá todo es inconcebible.
Âtmâ se enfoca en Buddhi, pero solo encarna en Manas, siendo éstos el
cuerpo, alma y espíritu del Universo.

Los sueños

En los sueños podemos adquirir experiencias, así malas como buenas. Por
lo tanto, debemos educarnos y adiestrarnos para despertar enseguida que
notemos la tendencia a hacer mal.

El Manas inferior duerme cuando el sueño es sensorio; y entonces la


conciencia animal, guiada por Kâma, se dirige hacia la luz astral. La
propensión es siempre animálica en los sueños sensorios.

Si fuésemos capaces de recordar los que soñamos mientras dormimos


profundamente, también seríamos capaces de recordar todas nuestras vidas
pasadas.

Las nidânas

Hay doce nidânas, exotérica y esotéricamente, según la doctrina


fundamental del Buddhismo.

También hay, según el buddhismo, doce Sûttas exotéricos llamados


midânas, cada uno de los cuales da una midâna.

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Las nidânas tienen un doble significado, a saber:

1. Las doce causas de existencia senciente, mediante los doce lazos entre
la Naturaleza subjetiva y la objetiva.
2. Un encadenamiento de causas y efectos.

Cada causa produce un efecto, que a su vez se convierte en causa. Toda causa
tiene como base o Upâdhi, la subdivisión de una de las nidânas, y también un
efecto o consecuencia.

Tanto las causas como los efectos, pertenecen a una u otra nidâna, y cada
una de éstas tiene tres, diecisiete, dieciocho y veintiuna subdivisiones.
Las doce nidânas son:

1. Jarâmarana.
2. Jâti.
3. Bhava.
4. Upâdâna.
5. Trishnâ.
6. Vedanâ.
7. Sparsha.
8. Chadayâtana.
9. Nâmarûpa.
10. Viñâna.
11. Samskâra.
12. Avidyâ[327].

1. JARÂMARANA. (literalmente, la muerte por decrepitud). Adviértase que


la primera nidâna es la muerte y no la vida. En la filosofía buddhista es
fundamental que todo átomo, en todo momento y desde el momento de nacer,
empieza a morir.

En esto se basan los cinco Skandhas, que son sus efectos o resultados. Por
otra parte, dicha causa se basa a su vez en los cinco Skandhas. Hay
mutualidad en ambas cosas, pues una produce la otra.

2. JÂTI (el nacimiento). De conformidad con uno de los cuatro


procedimientos del Chaturyoni (las cuatro matrices), conviene a saber:

1. Por placenta, como los mamíferos.

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2. Por huevos, como las aves.
3. Por gérmenes líquidos o etéreos, como en el polen de las flores, la
freza de peces e insectos, etc.
4. Por Anupâdaka, como los Nirmânakâyas, dioses, etc.

El nacimiento se efectúa por uno de estos cuatro medios. Nosotros


necesitamos nacer en una de las seis modalidades objetivas de la existencia, o
en la séptima, que es subjetiva. Los cuatro procedimientos antedichos, están
comprendidos en las seis modalidades de la existencia, conviene a saber:

Exotéricamente.

Devas.
Hombres
Asuras
Hombres en el infierno
Pretas[328]
Animales.

Esotéricamente.

Dioses mayores.
Devas o Pitris (de toda clase).
Nirmânakâyas.
Bodhisattvas.
Hombres en Myalba.
Entidades Kâma–Rûpicas[329]
Elementales (Entidades subjetivas).

3. BHAVA. Existencia kármica, no vida actual, sino como un agente moral


que determina el Loka de nuestro nacimiento, es decir, si ha de ser en el
Triloka, en el Bhurloka, en el Bhurvarloka o en el Svarloka (siete Lokas en
realidad).

La causa o nidâna de Bhava es Upâdâna, o sea la propensión a la


existencia, lo que nos hace desear la vida en cualesquiera formas. Su efecto es
el Jâti (o sea el nacimiento) en uno u otro de los Trilokas bajo cualesquiera
condiciones.

Las nidânas son la pormenorizada expresión de la ley kármica bajo doce


aspectos; podemos decir que es la ley de Karma, bajo doce aspectos

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nidânicos.

Los skandhas

Se llaman skandhas los gérmenes de la vida en todos los siete planos de la


existencia, y constituyen la totalidad del hombre subjetivo y objetivo. Cada
vibración actuada por nosotros es un skandha, y todos los skandhas están
íntimamente relacionados con las impresiones en la luz astral, puesto que es
ésta el medio de impresión. Los skandhas, o vibraciones, relacionados con el
hombre subjetivo u objetivo, son los lazos que ligan al Ego reencarnante, los
gérmenes de que temporalmente prescindió al entrar en el Devachan, los
cuales ha de recoger y extinguir la nueva personalidad. Hay skandhas
exotéricos, relacionados con las vibraciones y átomos físicos, o sea el hombre
objetivo; y hay skandhas esotéricos, relacionados con el hombre interno y
subjetivo.

Un cambio mental, o un vislumbre de verdad espiritual, puede convertir a


la verdad a un hombre, aun en el momento de la muerte, y formar de este
modo buenos skandhas para la próxima existencia. En su vida futura, los
últimos pensamientos y acciones del hombre influyen enormemente. En esto
se funda la eficacia de los arrepentimientos de última hora. Pero tendrá aún
que sufrir por sus culpas, y no por ello se detienen los efectos kármicos de la
vida pasada, pues en la futura encarnación habrá de recoger el hombre los
skandhas o vibratorias impresiones que dejó en la luz astral, pues que de la
nada nada se crea, en Ocultismo, y necesariamente ha de haber un eslabón
entre las existencias. Los viejos skandhas engendran otros nuevos.

No es correcto pluralizar la palabra Tanhâ, pues solo hay un Tanhâ: el


deseo de vivir, que se multiplica en un sin fin de deseos. Los skandhas pueden
ser kármicos e inkármicos. Los skandhas pueden producir Elementales por
efecto de Kriyâshakti inconsciente. Todo Elemental creado por el hombre
debe volver a su creador, más o menos tarde, puesto que es vibración suya, y
de esta suerte se convierte en su Frankestein. Los elementales son,
sencillamente, efectos que producen efectos; son buenos o malos
pensamientos emitidos, que cristalizan en la luz astral hasta ser atraídos por
ley de afinidad, y puestos en vibración, cuando su creador vuelve a la vida
terrestre. Sin embargo, podemos paralizarlos por la acción de efectos
contrarios. Los elementales nos invaden como una enfermedad, y por ello son

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peligrosos tanto para nosotros como para los demás. Por esto es tan peligroso
ejercer una influencia sobre otras personas. Los elementales que nos
sobreviven después de la muerte, son los que, por decirlo así, se inoculan en
otras personas; y el resto queda latente hasta que volvemos a la Tierra, y
resucitan en nuestra nueva personalidad. «Por esto, —decía H. P. B.—: Si a
consecuencia de mis enseñanzas se resolviera alguien a cometer acciones
delictuosas, sobre mí habría de recaer todo el karma, pues se habría pecado
por mí. Calvino, por ejemplo, cargó sobre él las consecuencias de sus nocivas
enseñanzas, aunque las diera con buenas intenciones. Lo peor que **** hace
es detener el progreso de la verdad. Aun el mismo Buddha se equivocó al
enseñar a las gentes doctrinas para cuya comprensión no estaban preparadas;
y esto engendró nidânas».

Los cuerpos sutiles

Cuando un hombre se aparece a otro en su cuerpo astral, se reviste del


Linga Sharîra, aunque esto no puede suceder a largas distancias.

Cuando un hombre piensa insistentemente en otro muy lejano, puede


aparecerse a este otro, a veces.

En tal caso se le aparece no en el Linga Sharîra, sino en el Mâyâvi Rûpa,


formado por Kriyâshakti inconsciente; de modo que el aparecido no se da
cuenta de su aparición, pues únicamente los adeptos[330] pueden proyectar con
plena conciencia su Mâyâvi Rûpa. Dos personas no pueden advertir de este
modo simultáneamente su recíproca presencia, a menos que sea adepto una de
ambas. Los dugpas y hechiceros pueden valerse del Mâyâvi Rûpa. Los dugpas
actúan en el Linga Sharîra de los demás.

El Linga Sharîra en el bazo es la perfecta representación del hombre


según su naturaleza, buena o mala. El cuerpo etéreo es la imagen subjetiva del
hombre tal como habrá de ser el germen primordial en la matriz, el modelo
del cuerpo físico, en que la criatura ha de formarse y crecer. Al Linga Sharîra
puede herirlo un instrumento cortante como espada o bayoneta, y sin
embargo, pasa fácilmente a través de una mesa o cualquier otro objeto.

En cambio, no hay arma alguna bastante poderosa para herir al Mâyâvi


Rûpa o cuerpo mental, puesto que es puramente subjetivo. Cuando se esgrime

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la espada contra un espectro, no es el astral de la espada, sino la espada
misma la que hiere. Solo los instrumentos punzantes, pueden penetrar en la
materia astral, mas no así los contundentes. Por ejemplo, dentro del agua no
sentiremos el daño de un golpe, pero sí un corte.

No debemos intentar la proyección del cuerpo astral, si bien puede


ejercitarse el proyectar el Mâyâvi Rûpa por el poder de Kriyâshakti.

El fuego

El fuego no es un elemento, sino un principio divino. La llama física es el


vehículo objetivo del Espíritu supremo. Los Elementales del Fuego son los de
mayor categoría. Todas las cosas de este mundo tienen su aura y su espíritu.
La llama en que encendemos una vela nada tiene que ver con la vela misma.
El aura de un objeto se pone en conjunción con la ínfima parte del otro. El
granito no arde porque su aura es ígnea. Los Elementales del Fuego carecen
de conciencia física, porque son muy elevados, y reflejan la divinidad de su
origen. Los demás Elementales tienen conciencia en el plano físico, pues
reflejan la naturaleza humana. Hay mucha diferencia entre el reino mineral y
el vegetal. Por ejemplo, la torcida de un velón es negativa, pero el fuego la
transmuta en positiva, por medio del aceite. El éter es fuego. La parte ínfima
del éter es la llama que hiere nuestra vista. El fuego es la presencia subjetiva
de la Divinidad en el universo. El fuego universal, en distintas condiciones; se
convierte en agua, aire y tierra. El fuego es el único elemento de nuestro
visible universo, el Kriyâshakti de todas las formas de la vida. El fuego da
luz, calor, vida y muerte, etc. Él es la misma sangre En todas sus diversas
manifestaciones, es el fuego esencialmente uno.

En el fuego se sintetizan los «siete Cosmocratores».

El Antiguo Testamento evidencia la importancia siempre atribuida al


fuego. La zarza ardiendo, la columna de fuego, y el brillante rostro de Moisés,
son otros tantos símbolos ígneos. El fuego es de naturaleza especular, pues
refleja los rayos del primer orden de subjetivas manifestaciones, que se
suponen proyectadas sobre la pantalla de los primeros bosquejos del creado
universo, y que son, en su aspecto inferior, creaciones del fuego.

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En la más grosera modalidad de su esencia, es el fuego la primera forma,
y refleja las formas inferiores de los primeros seres objetivos del universo.
Los Elementales del Fuego son los primeros pensamientos caóticos divinos.
En la tierra ellos toman forma de salamandras o elementales inferiores del
fuego, que revolotean en las llamas. En el aire hay millones de seres vivos y
conscientes que se apoderan de nuestros emitidos pensamientos, también allí
existentes. Los Elementales del Fuego están relacionados con el sentido de la
vista, y absorben a los elementales de los demás sentidos. Así es que con solo
el sentido de la vista podemos oír, oler y gustar, puesto que todos los sentidos
se sintetizan en el de la vista.

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Insinuaciones sobre el porvenir

Según transcurra el tiempo, habrá más y más éter en el aire; y cuando por
completo lo llene, nacerán los niños sin necesidad de padres. En el Estado
norteamericano de Virginia hay una especial variedad de manzano, que
fructifica a pesar de no tener flores ni semillas. Esta suerte de generación se
extenderá primero a los animales, y después a los hombres. Las mujeres darán
a luz sin previa fecundación, y en la Séptima Ronda habrá hombres capaces
de reproducirse por sí mismos. En la Séptima Raza de la Cuarta Ronda, los
seres humanos mudarán la piel todos los años y renovarán las uñas de manos
y pies. Las gentes serán por de pronto más psíquicas, y después espirituales.
Por último, en la Séptima Ronda nacerán buddhas sin mácula. La Cuarta
Ronda es la más larga del Kali Yuga, siguiéndola la Quinta y la Sexta, y la
Séptima será muy corta.

Los egos

Al explicar las relaciones entre el Ego superior y el Ego inferior, el


Devachan y la «Muerte del Alma», se trazó la siguiente figura:

Al separarse los Principios después de la muerte, el Ego superior entra en


el Devachan a causa de las experiencias del inferior. El Ego superior en su
propio plano es el Kumâra.

El cuaternario inferior se disgrega; el cuerpo físico se corrompe, y el


Linga Sharîra se desvanece.

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Al reencarnar el Ego superior emite un Rayo, el Ego inferior, y sus
energías divergen hacia arriba y hacia abajo. Las propensiones ascensionales
se convierten en experiencias Devachanicas, y las inferiores son Kâmicas. El
Manas superior es, respecto de Buddhi, lo que el Manas inferior respecto del
superior.

La cuestión de la responsabilidad puede esclarecerse mediante un


ejemplo. El Ego que encarna en la forma de un Jack el Destripador, ha de
sufrir las consecuencias de las fechorías de esta personalidad, porque la ley le
hará a ésta responsable de los asesinatos y castigará al asesino. El Ego es en
este caso la víctima propiciatoria; de la misma manera el Ego superior es el
Christos, o víctima sacrificial del Manas inferior. El Ego asume la
responsabilidad de los cuerpos en que encarna. Cuando salís por fiadores de
algún préstamo y el prestatario huye insolvente, habéis de pagar la deuda. La
misión del Ego superior es emitir un rayo que sirva de alma a un recién
nacido.

Así reencarna el Ego en miles de cuerpos, y echa sobre sí las culpas de


cada uno de ellos. A cada encarnación emite un nuevo Rayo, que, sin
embargo, es siempre esencialmente el mismo en todos los hombres. Las heces
de la encarnación se desintegran, y lo bueno va al Devachan.

La llama es eterna. En la llama el Ego superior se enciende el inferior, y


de éste derivan sucesivamente los demás vehículos en orden descendente.

Sin embargo, el Manas inferior es tal como él mismo se forma, y puede


actuar diferentemente en igualdad de condiciones, porque discierne lo bueno
y lo malo, lo justo y lo injusto. Está él dotado de todos los atributos del alma
divina, en la que el Rayo es el Manas superior, el signo de la responsabilidad
en la Tierra.

La porción de la esencia es también esencia, pero mientras, por decirlo


así, esté fuera de sí, puede mancharse y contaminarse. El Rayo se puede
manifestar en la Tierra por la proyección de su Mâyâvi Rûpa; pero el Ego
superior no puede manifestarse de este modo, y por ello ha de emitir un Rayo.
Podemos comparar el Ego superior al Sol, y cada Manas personal a sus
Rayos. Si prescindimos del aire y de la luz circundantes, podemos decir que el
Rayo se restituye al Sol. Así ocurre con el Manas inferior y el Cuaternario
inferior.

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El Ego superior solo puede manifestarse por sus atributos.

En casos de muerte repentina se separa el Rayo, y entonces no se


desvanece el Manas inferior ni el Kâma Rûpa del individuo, ni puede
permanecer en el Kâma Loka, sino que su destino es reencarnar
inmediatamente como entidad con alma animal más la inteligencia del
separado Rayo[331]. La manifestación de esta inteligencia en el siguiente
nacimiento, dependerá por completo de la calidad física del cerebro y de la
educación del individuo.

Dicha alma animal podrá volverse a unir con su Ego superior en el


siguiente nacimiento, si el ambiente que la rodea le ofrece posibilidades de
aspirar a la unión[332]; pues de lo contrario, pasará por dos o tres
encarnaciones, durante las cuales se irá debilitando más y más el Rayo hasta
que se separe definitivamente, dejando a la personalidad en idiotismo, con la
disipación en formas inferiores por resultado final.

Hay profundísimos misterios concernientes al Manas inferior.

Algunos hombres de muy poderoso talento están en cierto aspecto, poco


más o menos, en las mismas condiciones que los vulgares, a causa de la
paralización de su Ego superior, y del atrofiamiento de su naturaleza
espiritual.

El Manas puede infundir su esencia en varios vehículos (como por


ejemplo en el Mâyâvi Rûpa), y aún en los Elementales a quienes pueda
animar, según enseñaban los Rosacruces.

A veces alcanza el Mâyâvi Rûpa tan vigorosa vitalidad, que pasa a otro
plano y anima a seres de ese plano.

Las gentes que miman y acarician a los animales domésticos, les infunden
alma hasta cierto punto y les apresuran la evolución; pero, en cambio, tales
gentes absorben la vitalidad y magnetismo de los animales. Por lo tanto, es
contra Naturaleza, y resulta nocivo en último resultado, apresurar de este
modo la evolución animal.

La evolución monádica

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Los Kumâras no dirigen la evolución de los Pitris Lunares. Para mejor
comprender esta verdad, podemos comparar la sangre con el Principio
universal de la Vida, y los glóbulos con las mónadas. Así como hay diversas
clases de glóbulos, hay también diversas clases de mónadas y varios reinos
naturales, cuya distinción no dimana de que la esencia monádica sea distinta,
sino del respectivo ambiente que a cada grupo y reino rodea. El Chhâyâ es la
semilla perpetua; y así es que no iba desencaminado Wessmann al establecer
su teoría sobre el germen hereditario.

Preguntáronle a H. P. B. si había un Ego para una semilla Chhâyâ


permanente durante toda una serie de encarnaciones, a lo cual respondió:
«No; es el cielo y la tierra que se besan».

Las almas animales están en formas y envolturas perecederas, para


adquirir experiencias y disponer en ellas materiales para su evolución
superior.

Hasta los siete años de la vida terrena, los atávicos gérmenes astrales
modelan el cuerpo físico. Desde los siete años en adelante, el cuerpo físico
modela el cuerpo astral.

Los cuerpos astral y mental reaccionan uno sobre otro.

Dicen los Upanishads que los dioses se alimentan de hombres, lo cual


significa que el Ego superior adquiere las experiencias terrenas por medio del
Ego inferior.

El cuerpo astral

El cuerpo astral de una persona puede salir espontáneamente del cuerpo


físico y vagar alrededor de éste.

El Chhâyâ es muy parecido al cuerpo astral.

El germen o esencia de la vida del cuerpo etéreo está en el bazo. Por esto
se ha dicho: «El Chhâyâ está replegado en el bazo». De aquí se forma el
cuerpo etéreo, que al principio es una ondulante neblina rotatoria como humo,
que va tomando forma, según crece, pero que no se proyecta, átomo por

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átomo, del cuerpo físico, pues esta última forma es intermolecular y es el
Kâma Rûpa. Después de la muerte, todas las moléculas y células exhalan su
esencia de la cual se forma el astral del Kâma Rûpa; pero este otro astral no se
exterioriza jamás durante la vida.

Para hacerse visible el Chhâyâ, atrae los átomos de la circundante


atmósfera, pues el Linga Sharira no puede tomar forma en el vacío. Las
exteriorizaciones del cuerpo etéreo explican las consejas y cuentos orientales
sobre trasgos y duendes embotellados, etc.

En los fenómenos espiritistas, el parecido del difunto es casi siempre


efecto de la imaginación, y la vestidura del espectro está formada por los
vivientes átomos del médium, sin constituir vestidura propiamente dicha, ni
tener nada que ver con la del médium. «Toda la vestidura de una
materialización es de prestado».

El cuerpo etéreo es un sostén de la vida, pues sirve como de esponja o


depósito de la vida tomada del ambiente, y es el intermediario entre las vidas
Prânica y física.

La vida no puede pasar inmediatamente de lo subjetivo a lo objetivo,


porque la Naturaleza jamás procede a saltos. Por lo tanto, el Linga Sharîra
absorbe vida y es el intermediario entre Prâna y nuestro cuerpo físico.

En consecuencia, el bazo es un órgano sumamente delicado, si bien el


bazo físico es tan solo una envoltura del bazo real.

La Vida es verdaderamente la Divinidad, o Parabrahman; más para


manifestarse en el plano físico ha de haber asimilación, y como el cuerpo
físico es demasiado denso para ello, se requiere un intermediario que es el
cuerpo astral–etéreo.

La materia astral no es molecular, pero tampoco es homogénea. La luz


astral solo es la sombra de la verdadera Luz divina.

La inteligencia de las entidades (Kâmarrupicas) que residen por debajo


del plano Devachánico, en el Kâma Loka, es análoga a la de los monos. En
los cuatro reinos inferiores no hay entidades inteligentes para comunicarse
con los hombres, pero los Elementales tienen instintos semejantes a los del
animal. Sin embargo, los sílfides o Elementales del aire, que son los más

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perniciosos, pueden comunicarse en circunstancias propicias, pero hay que
atraerlos.

Los fantasmas (entidades Kâmarrupicas) solo son capaces de percibir lo


que ven ante sí, y así ven en el aura de una persona encarnada, aunque ésta no
se percate de la presencia de ellas.

Los espíritus confinados en la tierra son entidades Kâmalokicas tan


sumamente materializadas, que han de tardar mucho tiempo en disgregarse.
Tienen tan solo un vislumbre de conciencia y sufren penosamente por ello, si
bien algunos están dormidos y son inconscientes, no sabiendo qué es lo que
les retiene.

En el caso de individuos de poquísimo mérito Devachanico, la mayor


parte de la conciencia permanece en Kâma Loka, hasta mucho más allá del
normal período de ciento cincuenta años, en espera de la próxima
reencarnación del espíritu, que entonces se convierte en Morador del Umbral
y batalla contra el nuevo astral.

El punto culminante de Kâma es el instinto sexual. Los idiotas tienen tan


solo apetitos de esta clase y de glotonería, etc., sin más.

El Devachan es un estado en un plano de conciencia espiritual Kâma Loka


es un lugar de conciencia física, la sombra del mundo animal y de los
sentimientos instintivos. Cuando la conciencia piensa en cosas espirituales, se
transporta a un plano espiritual.

Si nuestros pensamientos se contraen a la naturaleza física, entonces la


conciencia se transporta al plano material. Pero si los pensamientos se
detienen en las cosas pasionales y en los apetitos físicos, comer, beber, etc.,
entonces la conciencia actúa en el plano Kâmalokico o sea el de los instintos
crudamente animales.

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FIN DEL TOMO SEXTO Y FIN DE LA DOCTRINA SECRETA
No Hay Religión Más Elevada Que La Verdad

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HELENA PETROVNA BLAVATSKY Nació en 1831 en lo que actualmente
es Ucrania, hija de un coronel alemán asignado al Imperio ruso y una madre
novelista aristócrata rusa. Desde niña manifestó poderes psíquicos y a los 20
años se encontró con su Maestro Morya en Londres, a quien había percibido
numerosas veces antes (a nivel astral) pero no sabía quién era.
Fue la emisaria de los Maestros Kuthumí y Morya quienes la instruyeron y
prepararon para que llevara a cabo el resurgimiento moderno del Movimiento
Teosófico.
Fue una de las fundadoras de la Sociedad Teosófica y contribuyó a la difusión
de la teosofía. Sus libros más importantes son «Isis sin velo» y «La Doctrina
Secreta», escritos en 1875 y 1888.
Blavatsky viajó por todo el mundo en búsqueda de conocimientos y
desarrollos ocultos. Sumando alrededor de siete años, su estancia en varios
Ashrams pertenecientes a la Logia de su Maestro y preparándola para su
misión, hasta que finalmente en 1873 fue enviada de Paris a Nueva York con
el objetivo de fundar la Sociedad Teosófica.
En septiembre de 1875, Blavatsky publicó su primera gran obra, «Isis sin
velo», un libro que trata de la historia y del desarrollo de las ciencias ocultas,
la naturaleza y el origen de la magia, las raíces del cristianismo y, según la

Página 269
perspectiva de la autora, los fallos de la teología cristiana y los errores
establecidos en aquel entonces por la ciencia oficial.
En octubre de 1879 se inició la publicación del primer número de la revista de
teosofía, que fue llamada «The Theosophist» (la cual todavía se publica),
siendo Blavatsky la editora responsable. La Sociedad Teosófica creció
rápidamente, teniendo como miembros a personas de gran importancia.
En Wurzburgo, (Alemania), comenzó a escribir «La Doctrina Secreta», que
fue su obra maestra. En mayo de 1887, aceptando la invitación de teósofos de
Inglaterra, se trasladó a Londres. La cual finalizó y publicó en 1888,
simultáneamente en Londres y Nueva York. Sus ayudantes en la transcripción
y la edición de los manuscritos habían sido Bertram Keightley y Archibald
Keightley.
Murió en Londres, el 8 de mayo de 1891.

Página 270
Notas

Página 271
[1]Muchos errores han dimanado de confundir y no expresar debidamente los
planos de existencia. Así, por ejemplo, se han confundido con el nirvâna
buddhista ciertos estados espirituales. El nirvâna buddhista es totalmente
distinto del samâdhi y de la teofanía alcanzados por los adeptos menores.
Después de la muerte física difieren muchísimo los estados espirituales que
alcanzan los adeptos. <<

Página 272
[2]Estas enseñanzas son el único punto posible de conciliación entre los dos
polos opuestos de la religión y la ciencia, que una con sus dogmas cerrados y
otra con sus vanas hipótesis, abonan la cizaña del error. Nunca se
armonizarán, porque están en continua discordia; pero esto no les impide
unirse contra la filosofía esotérica, que durante dos mil años ha debido luchar
contra presuntuosas infabilidades, y ve ahora cómo el materialismo de la
moderna ciencia arremete contra sus verdades. <<

Página 273
[3] De aquí arrancan, tal vez, algunas ideas gnósticas. Cerinto enseñaba que
habiendo caído Jehovah de su primitiva virtud y dignidad permitió el
Supremo que uno de sus gloriosos eones, llamado el «Ungido» (Christo),
encarnara en el hombre Jesús, Basílides negaba la realidad del cuerpo de
Jesús, diciendo que era «ilusorio», y que los tormentos de la pasión y de la
cruz no los sufrió Jesús, sino el Cirineo. Todas estas enseñanzas son eco de
las doctrinas orientales. <<

Página 274
[4] Bhagavad–Gîtâ, por A. Besant. —Estancia IV, 5 a 9, edición española. <<

Página 275
[5]El verdadero adepto iniciado no pierde jamás esta condición, por muchas
veces que reencarne en nuestro ilusorio mundo. La fuerza determinante de
esta serie de encarnaciones voluntarias no es Karma, como generalmente se
supone, sino otra fuerza todavía más inescrutable. Durante sus vidas terrenas
no pierde el adepto su calidad de tal, aunque tampoco pueda elevarse,
entretanto, a superior estado de evolución. <<

Página 276
[6]Desde el Brahmâ Loka o séptimo mundo, más allá del cual todo es arûpico
y puramente espiritual, hasta el ínfimo mundo de las formas microscópicas,
existe un perpetuo renacimiento de la vida. Algunos seres humanos llegan a
estados o esferas desde las cuales solo es posible volver en un nuevo Kalpa o
día de Brahmâ; pero hay otros estados o esferas desde los cuales solo cabe
volver después de cien años de Brahmâ (Mahâ–Kalpa o período de
311 040 000 000 000 de años). El Nirvâna se dice que es un estado del que no
se vuelve. Sin embargo, se afirma que en casos excepcionales puede haber
encarnaciones procedentes del nirvâna; pero tales encarnaciones son tan
ilusorias como todas las cosas del plano físico, como se verá. <<

Página 277
[7] Llamados algunas veces, aunque impropiamente Mâyâvi Rûpa. <<

Página 278
[8]La desaparición del vehículo de egoencia en el adepto completamente
evolucionado, que se supone alcanza en la tierra el estado de nirvâni años
antes de su muerte, ha determinado una de las leyes de Manu, sancionada por
milenios de autoridad brahmánica, según la cual el paramâtma, o adepto
completamente evolucionado, no contrae responsabilidad alguna en cuanto
pueda hacer, (véase el último capítulo de las Leyes de Manu). En efecto, el
yogui puede quebrantar impunemente la ley de castas, que es la más
despótica, rigurosa y tiránica de cuantas rigen en la India. Esto dará la clave
de nuestras afirmaciones. <<

Página 279
[9]H. P. B. emplea con muy poco rigor la palabra «adepto», como si con ella
quisiera expresar únicamente la posesión de un especial conocimiento de
cualquier clase. Aquí parece indicar primero un discípulo no iniciado, y
después un iniciado. (Nota del editor de la edición de 1897). <<

Página 280
[10]Cerca de cincuenta años antes del nacimiento de Copérnico, escribía el
cardenal de Cusa: «Aunque el mundo pueda no ser absolutamente infinito, no
cabe representárnoslo como finito, pues la razón humana es incapaz de
señalarle límite… Porque de la misma manera que nuestra tierra puede no
estar en el centro del Universo como generalmente se cree, también puede no
estarlo la esfera de las estrellas fijas… Así es que este mundo es como una
grandiosa máquina cuyo centro [la Deidad] estuviese en todas partes y la
circunferencia en ninguna (machina mundi quasi habens ubique centrum et
nullibi circumferentiam)… De aquí que si la tierra no está en el centro, ha de
estar, por lo tanto, dotada de movimiento… y aunque es mucho más pequeña
que el Sol, no por ello es lícito suponerla de peor condición… No es posible
ver si sus habitantes son superiores a los que moran cerca del Sol o en otros
astros, puesto que el espacio sidéreo no puede estar inhabitado… La tierra, no
obstante ser uno de los globos más pequeños, es cuna de seres inteligentes,
nobles y perfectos».
Preciso es convenir con el biógrafo del cardenal de Cusa, que causaría
verdadera admiración tal suma de conocimientos previos en un escritor del
siglo XV, sino se les diera por base la verdad oculta; así es que se maravilla
dicho biógrafo ante tal perspicacia, y se la atribuye a Dios que se revelara
particularmente a este hombre de incomparable erudición en las ciencias
filosóficas, a quien dice se le comunicaron ciertos misterios teológicos que
durante siglos habían permanecido velados a la mente humana.
Moreri pregunta: «Pascal pudo leer las obras del cardenal de Cusa; pero ¿de
quién tomaría éste sus ideas?». A esto cabe responder que, dejando aparte la
posibilidad de sus reencarnaciones, bien pudiera haberlas tomado de las obras
de Hermes y de Pitágoras. <<

Página 281
[11]Este es el secreto significado de la jerarquía de prajâpatis o rishis. Primero
se mencionan siete, luego diez, después veintiuno y así sucesivamente. Son
los «Dioses» y creadores de los hombres, los «Hijos de la Mente» de Brahmâ,
los «Señores de los Seres», que en su descenso a la materia llegan a ser héroes
morales, y con frecuencia se los representa como de un carácter muy
pecaminoso. El mismo significado tienen la mística escala de Jacob y la
historia de los patriarcas bíblicos con su genealogía y sus descendientes, que
se reparten la tierra entre ellos. <<

Página 282
[12]El de las «Siete Virtudes» es el que, sin los beneficios de la iniciación,
llega a ser tan puro como un adepto, por su propio mérito. A causa de su
santidad, en la inmediata encarnación sirve su cuerpo de morada a su
«Vigilante» o Ángel de la Guarda, como los cristianos dirían. <<

Página 283
[13] Título de los más elevados, Dhyân Chohans. <<

Página 284
[14] Obra citada, II, 367 (edición inglesa). <<

Página 285
[15]«Después de la muerte sigue el alma en el cuerpo aéreo (astral) hasta que
se purifica de todas sus aviesas y sensuales pasiones. Entonces sobreviene una
segunda muerte (cuando el alma entra en el Devachan) y el cuerpo aéreo
fallece como antes falleció el cuerpo terrestre. Por lo cual dijeron los antiguos
que “el alma está constantemente unida a un cuerpo celeste, inmortal,
luminoso y semejante a las estrellas”». Natural parece, por lo tanto, que el
cuerpo astral de un adepto no sufra segunda muerte, puesto que antes de
separarse del cuerpo físico quedó limpio de toda mancha. El adepto superior
es «Hijo de la Resurrección», igual a los ángeles, e inmortal. (Véase el
Evangelio de San Lucas, XX, 36). <<

Página 286
[16] Esto es, renazca yo a nuevas miserias. <<

Página 287
[17] San Juan XXI, 21–22. <<

Página 288
[18]Véase el extracto, publicado en The Theosophist (Nov. 1881, pág. 38 y
Dic. pág. 75) de una hermosa novela de Dostoievsky, extracto titulado El
Gran Inquisidor. Es una maravilla de ficción en la que se supone la vuelta de
Cristo a España, durante el período álgido de la Inquisición, cuyo jefe
supremo o Gran Inquisidor lo encarcela y sentencia a muerte, temeroso de que
acabe con la obra salida de manos jesuíticas. <<

Página 289
[19]El «Gran Maestro» no significa aquí Su Ego Buddhico, sino el principio
que servía de vehículo a su personalidad. <<

Página 290
[20] Five Years of Theosophy, nueva edición inglesa, pág. 3. <<

Página 291
[21] Obra citada, pág. 183. —(Octava edición inglesa). <<

Página 292
[22] Inútil sería aducir argumentos sacados de obras exotéricas contra las
afirmaciones que en ésta tienden a exponer, aunque superficialmente, las
enseñanzas esotéricas solas. A causa de estar imbuidos en las doctrinas
exotéricas, dicen el obispo Bigandet y otros autores, que la idea de un
supremo y eterno Âdi–Buddha solo se encuentra en obras de fecha
relativamente moderna. Lo que aquí exponemos está tomado de la parte
secreta del Dus Kyi Khorlo, (en sánscrito Kâla Chakra, que significa Rueda
del Tiempo o de la duración). <<

Página 293
[23]Estos tres cuerpos son: 1.º El nirmânakâya, (llamado Pru–lpai–Ku por los
tibetanos), en el cual se aparece el bodhisattva para enseñar a los hombres,
después de entrar en el sendero nirvánico por los seis pâramitâs; 2.º El
sambhogakâya (Dzog–pai–ku) el cuerpo de bienaventuranza impasible a toda
sensación física, del que se reviste quien ha cumplido las tres condiciones de
perfección moral; y 3.º El dharma–kâya (Chos–Ku en tibetano) que es el
nirvánico. <<

Página 294
[24] Five Years of Theosophy, artículo «Personal and Impersonal God»,
pág. 129. <<

Página 295
[25]
Así lo cree la autora de esta obra; pero libres son los lectores de creerlo o
negarlo. <<

Página 296
[26] Adhishtâtha significa el agente operante en prakriti o la materia. <<

Página 297
[27]Vedânta–Sutras, Ad. I, Pada IV, SI. 23. Comentario. En los Sacred Books
of the East, tomo XXXIV, pág. 286, traduce Thibaut como sigue el citado
pasaje: «El Yo es, por lo tanto, la causa operante, pues no hay otro principio
director. También es el Yo la causa material, porque no hay otra substancia de
la que pueda dimanar el mundo». <<

Página 298
[28]En Five Years of Theosophy, artículo titulado «Shâkya Muni’s Place in
History», pág. 234, nota, se afirma que estando un día el Señor en la cueva de
Sattapanni, comparó al hombre con la planta de siete hojas o saptaparna. Al
efecto dijo: «Mendicantes: hay siete Buddhas en cada Buddha, y seis
Bhikshus, pero solo un Buddha en cada mendicante. ¿Cuáles son los siete?
Las siete ramas del completo conocimiento. ¿Cuáles son los seis? Los seis
órganos de los sentidos. ¿Cuáles son los cinco? Los cinco elementos del ser
ilusorio».
¿Y cuál es el Uno que también es diez? «Es un verdadero Buddha que
desenvuelve en él las diez formas de santidad y las somete todas a lo Uno».
Esto significa que cada principio de Buddha era el supremo que podía
desarrollarse en la tierra; mientras que en el caso de cualquier otro hombre
que alcanza el nirvâna, no ocurre necesariamente lo mismo. Aun como simple
mortal o mânushya, fue Gautama Buddha un modelo para todos los hombres.
Pero sus arhats no lo eran. <<

Página 299
[29] es Nebo, el dios de la Sabiduría. <<

Página 300
[30] Véase Isis sin Velo, II, 132 (edición inglesa). <<

Página 301
[31] Las enseñanzas esotéricas dicen que vivió cien años. <<

Página 302
[32] «Antes de llegar al estado de Buddha es preciso pasar por el de
Bodhisattva; y antes de llegar al Bodhisattva se ha de ser Dhyâni–Buddha…
Un Bodhisattva es el camino para llegar al Padre, y del Padre a la única y
suprema Esencia». Así lo explica el tratado sobre el Descenso de los Buddhas
de Âryâsanga, pág. 17; y las palabras del evangelista San Juan (XIV, 6), que
dicen: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie puede llegar al Padre
sino por mí». El «camino» no es la «meta». En ningún pasaje del Nuevo
Testamento se llama Jesús a sí mismo Dios, sino tan solo «Hijo de Dios», el
hijo de un «Padre» sintéticamente común a todos. San Pablo no dijo: «Dios se
manifestó en la carne», sino «El que se manifestó en la carne». (I, Ep. a
Timoteo, III, 16). La masa general de los buddhistas y especialmente los
birmanos, consideran a Jesús como una encarnación de Devadatta, un pariente
que se opuso a las enseñanzas de Buddha; mientras que los estudiantes de
filosofía esotérica ven en el sabio nazareno un Bodhisattva animado del
espíritu de Buddha mismo. <<

Página 303
[33] I, Corintios, XV, 36. <<

Página 304
[34] Obra citada, Mandala X, himno 90. <<

Página 305
[35] Literalmente: «el que sigue la senda de sus predecesores». <<

Página 306
[36]Schmidt, en el Slanong Seetsen, pág. 471, y Schlagintweit, en el Buddhism
in Tibet, pág. 53, consideran estos preciosos dones literalmente y los llaman:
«La rueda; la piedra preciosa; la real consorte; el mejor tesoro; el mejor
caballo; el elefante; el mejor guía. —Después de esto, no cabe maravillarse de
que—, además de un Dhyâni–Buddhi y un Dhyâni–Bodhisattva», se provea
cada Buddha humano de una compañera llamada Shakti, que en verdad solo
es el poder del alma, la energía psíquica tanto del Dios como del Adepto. La
«real consorte» tercero de los preciosos dones indujo a los orientalistas a caer
en este error palpable, muy probablemente. <<

Página 307
[37] Religiosa meditación abstracta o zhine–lhagthong de los tibetanos. <<

Página 308
[38] Un bodhisattva puede alcanzar el nirvâna en vida (como le ocurrió a
Gautama) quedando después de la muerte en pleno albedrío de reencarnarse
en beneficio de la humanidad, a la que puede instruir de varios modos, desde
las regiones Devachanicas situadas en la esfera de atracción de la tierra. Pero
el que alcanza el paranirvâna o «nirvâna sin residuos», esto es, la suprema
condición Dharmakâya completamente extraña a todo lo terreno, transpone el
ciclo de nacimientos, y en consecuencia, no vuelve a encarnar hasta el
comienzo de un nuevo manvantara. <<

Página 309
[39]Tulpa [¿T’ul–Ku?] es la voluntaria encarnación de un adepto en un cuerpo
viviente, sea de un recién nacido, de un impúber o de un adulto. <<

Página 310
[40] Ku–Sum es la triple modalidad del estado nirvânico y su respectiva
duración en el «ciclo del No–Ser». La palabra septenario se refiere aquí a las
siete rondas de nuestro sistema septenario. <<

Página 311
[41] Éxodo, XXXIII, 14. <<

Página 312
[42] Isaías, LXIII, 9. <<

Página 313
[43]
La obra más importante de la división mística Gyut [o (D) gyu] del
Kanjur. <<

Página 314
[44] Equivalente a Vajradhara o el Dios caudillo. <<

Página 315
[45]Buddhism in Tibet, pág. 52. Este mismo uso genérico de un nombre se
encuentra entre los hindúes con el de Shankarâchârya, para no citar sino un
ejemplo. Todos sus sucesores llevan el mismo nombre genérico, aunque no
sean reencarnaciones de dichos maestros. Así sucede con los «Buddhas». <<

Página 316
[46][El texto entre corchetes sirve de antecedente a las afirmaciones expuestas
a continuación en el texto, y que por lo confusas y contradictorias tales como
aparecen, dan motivo a suponer que H. P. B. las hubiera dilucidado, pues las
escribió dos o tres veces con diferente redacción. El manuscrito está
sumamente confuso, y así lo publicamos tal como lo escribió, poniendo las
adiciones entre paréntesis]. –A. B. <<

Página 317
[47] El rey Suddhodana. <<

Página 318
[48] Hay varios nombres substituidos simplemente por asteriscos. <<

Página 319
[49]
Shankarâchârya murió, también, a los treinta y dos de edad, o mejor dicho
desapareció de la vista de sus discípulos, según afirma la tradición. <<

Página 320
[50] Según dice el Comentario, cuando un adepto se desprende
voluntariamente del cuerpo a determinada edad, en la inmediata existencia
habrá de morir a la misma edad contra su voluntad. [N. del Editor de la
edición española]. <<

Página 321
[51]¿Fue «Tiani–Sang» Apolonio de Tyana? Es simple sospecha. En apoyo de
ella hay algo en la vida de Apolonio, pero en cambio hay otras cosas en
contra. <<

Página 322
[52] [«El que sigue el camino de sus predecesores»]. <<

Página 323
[53] [Entendemos que se refiere a los residuos del karma precedente]. <<

Página 324
[54] «Los que se verán repudiados por el buddhismo en el próximo ciclo». <<

Página 325
[55]
Según las enseñanzas esotéricas, vivió Buddha cien años; pero como a los
ochenta alcanzó el nirvâna, se le tuvo desde entonces por muerto para el
mundo de los hombres. Véase el artículo «Shâkyamuri’s Place in History» en
Five Years of Theosophy, pág. 230. <<

Página 326
[56]Es un rito secreto perteneciente a la superior iniciación y tiene el mismo
significado que el a que alude San Clemente de Alejandría al hablar de «la
separación del Cristo» en nosotros como señal de reconocimiento (Strom.
Cap. XIII). Schlagintweit se admira de lo que ello pueda ser, y al efecto dice:
«Siempre se representó típicamente a los eremitas en figura de hombres de
larguísima barba y abundosa cabellera… Un rito muy a menudo preferido,
aunque no veo la razón, es el del Chod (“cortar” o “destruir”), cuyo
significado ocultan los lamas cuidadosamente en profundo secreto».
Buddhism in Tibet, pág. 163. <<

Página 327
[57] El divino Espíritu en el hombre; el supremo grado de clarividencia. <<

Página 328
[58] La India; el país de los brahmanes. <<

Página 329
[59]El secreto significado de esta frase es que karma ejerce su influjo sobre un
adepto tanto como sobre cualquier otro hombre. Los «dioses» están sujetos al
karma lo mismo que los simples mortales. El adepto que entra en el sendero y
alcanza el dharmakâya (el nirvâna del cual no hay vuelta hasta el próximo
gran Kalpa), tiene derecho a elegir una condición inferior, pero con facultad
de volver cuando le plazca y en cualquier personalidad que haya elegido. Para
ello debe estar preparado a sobrellevar toda posibilidad de fracaso,
determinada por la ley oculta. El karma únicamente es justo e infalible en sus
selecciones. El que se aprovecha de los derechos del karma debe soportar sus
consecuencias si alguna sobreviene. Así la primera reencarnación de Buddha
fue determinada por karma y lo condujo a mayor altura que nunca; las dos
reencarnaciones posteriores fueron «sin piedad» y ***. <<

Página 330
[60][Debería leerse Utpala o Utpalam, significando «un loto azul». Varnâ
significa «color»]. <<

Página 331
[61] Doctrina del Dharma. <<

Página 332
[62] La ilusión universal. <<

Página 333
[63]
El Universo de Brahmâ (Sien–Cham; Nam–Kha), es la Ilusión Universal o
nuestro mundo fenoménico. <<

Página 334
[64]Âkâsha. Es casi imposible traducir la mística palabra «Tho–og» por otra
que no sea «espacio»; pues a menos que se invente una adrede, ninguna como
la de «espacio» puede representar con tanta fidelidad la idea en la mente del
ocultista. La palabra «aditi» se traduce también por «espacio», y tiene todo un
mundo de significado en ella. <<

Página 335
[65]
Dang–ma es un alma purificada. Lha es un espíritu libre; pero encarnado
en un cuerpo viviente, es decir, un adepto o arhat. Según las creencias
populares del Tíbet, el Lha es un espíritu desencarnado, algo semejante,
aunque superior, al Nat de los birmanos. <<

Página 336
[66]Kwan–yin es un sinónimo del vocablo empleado en el texto original. Es la
divina voz del Yo, «la voz del Espíritu» en el hombre, idéntica a la «Voz de la
Divinidad» (Vâchishvara) de los brahmanes. Los buddhistas ritualísticos de
China han degradado la significación de la palabra, antropomorfizándola en
una diosa del mismo nombre (Kwan–shai–yin–Bodhisat) con mil manos y
ojos. Es el «daimon» buddhista la voz interna de Sócrates. <<

Página 337
[67]El sancta sanctorum de un asceta. La cueva o lugar que escoge para
entregarse a la meditación. <<

Página 338
[68] «La infinita luz» que permite ver las cosas del mundo subjetivo. <<

Página 339
[69]Se aplica esta denominación a los Jivan–muktas o seres perfectos, y
significa esotéricamente el «corazón de insuperable misericordia y sabiduría».
<<

Página 340
[70]Estos seis mundos (siete con el nuestro) son los mundos de los Nats o
espíritus según los buddhistas birmanos, y los siete mundos superiores de los
vedantinos. <<

Página 341
[71]Dos cosas enteramente distintas. La «facultad no se distingue del sujeto»;
solamente en el plano material, cuando el pensamiento engendrado en el
cerebro físico no queda impreso al mismo tiempo en su espiritual contraparte,
ya sea por atrofia del cerebro o por debilidad intrínseca del pensamiento por
él engendrado, en cuyo caso nunca sobrevive al cuerpo. <<

Página 342
[72] Vedânta Sâra. —Traducción de Jacob, pág. 123. <<

Página 343
[73]Según el Rig Veda, aditi es «el Padre y la Madre de todos los Dioses». Los
buddhistas del Sur sostienen que el âkâsha es la raíz de todo; pues de él
derivan todas las cosas del universo con arreglo a la ley de moción que le es
inherente. El âkâsha equivale al tho–og o «espacio» de los tibetanos. <<

Página 344
[74] Mânava–Dharma–Shâstra, I, 6, 7. <<

Página 345
[75]El «Dios» de Pitágoras (el discípulo de los sabios arios), no es un Dios
personal. Recordemos que enseñaba como dogma cardinal que bajo todas las
formas, cambios y fenómenos del universo, late un Principio de unidad. <<

Página 346
[76] Isis sin Velo, I, pág. XVI (edición inglesa). <<

Página 347
[77] Isis sin Velo, I, XVIII. <<

Página 348
[78] Isis sin Velo, I, 58. <<

Página 349
[79] Isis sin Velo, I, 59. <<

Página 350
[80]
Al paso que tienen muchos puntos de coincidencia con los del Buddhismo
Esotérico o Doctrina Secreta del Oriente. <<

Página 351
[81] Parerga, II, III, 112. —Citado en Isis sin Velo, I, 58. <<

Página 352
[82] Five Years of Theosophy, pág. 338 y siguientes [en la edición de 1910].
<<

Página 353
[83]Max Müller, en una carta al periódico londinés The Times (Abril de
1857), sostiene con vehemencia que nirvâna significa aniquilación en el pleno
sentido de la palabra. (Chips from a German Workshop, I, 284). Pero en 1869,
en una conferencia ante el Congreso general de filósofos alemanes en Kiel,
declaró explícitamente que «el aniquilamiento atribuido a las enseñanzas de
Buddha no forma parte de su doctrina, y que es completamente gratuito
suponer que el nirvâna signifique aniquilación». (Amer: and Oriental Lit.
Rec., de Trubner, 16 de Octubre de 1869). <<

Página 354
[84] Esto se refiere a presumidas inspiraciones espirituales. <<

Página 355
[85]Véase el Kâlâma Sutta del Anguttara Nikayo, citado en A Buddhist
Catechism por H. S. Olcott, primer Presidente de la Sociedad Teosófica (1875
–1907), págs. 32–33 (pág. 58 edición española). <<

Página 356
[86] Œdipus Ægypt, II, i, 291. <<

Página 357
[87]Sephir o aditi, el espacio místico. Los Sephiroth son idénticos a los
prajâpatis del hinduismo, los dhyân chohans del buddhismo esotérico, los
amshaspends del mazdeísmo y los elohim, o sea los «Siete ángeles de la
Presencia» de la Iglesia Católica Romana. <<

Página 358
[88]Palabra latina que significa ser. Ens, entis. De aquí ente y entidad en
lengua española. —N. del T. <<

Página 359
[89]Según el pensamiento oriental, todo procede de lo Uno y de nuevo vuelve
a Ello. La aniquilación absoluta es incomprensible, pues ni siquiera la materia
eterna puede aniquilarse. Se aniquilan las formas y cambian las relaciones. La
aniquilación, en el sentido que la toman los orientalistas europeos, no puede
ocurrir en el universo. <<

Página 360
[90] Isis sin Velo, I, 289. <<

Página 361
[91]La Secreta Ley o «Doctrina del Corazón», así llamada para distinguirla de
la «Doctrina del Ojo» o Buddhismo exotérico. <<

Página 362
[92]La materia ilusoria en su trina manifestación: cuerpo–físico, cuerpo astral
o fontal y alma dual de Platón, la racional y la irracional. <<

Página 363
[93] Las enseñanzas de la Doctrina Secreta. <<

Página 364
[94] Isis sin Velo, I, 289. <<

Página 365
[95] Isis sin Velo, I, 290. <<

Página 366
[96] Derivado de la palabra sánscrita dhyân, que significa meditación mística.
<<

Página 367
[97]La Doctrina Secreta es un extracto de todas estas obras. El texto principal
apenas daría materia para un folleto; pero las explicaciones y notas de los
comentarios y glosarios daría materia para diez volúmenes del tamaño de Isis
sin Velo. <<

Página 368
[98]El monje italiano Della Penna se mofa en sus Memorias (véase la obra
Tibet, por Markham, pág. 309 y sig.) de ciertas afirmaciones contenidas en los
Libros de Kiu–te, y al efecto cita «la gran montaña de 160 000 leguas de
altura» (una legua tibetana tiene cinco millas) en la cordillera de los
Himalayas. Y dice el monje: «Según sus creencias, en el occidente del mundo
hay un paraíso en donde mora un santo llamado Ho pahme que significa santo
de esplendor e infinita luz. Este santo tiene varios discípulos, todos los cuales
son Chang–chub, —esto es—, espíritus que por su perfección no necesitan
santidad y educan e instruyen a los lamas renacidos ayudándolos a vivir». De
esto se infiere que los que Della Penna llama Chang–chub, y cuyo verdadero
nombre es Yang–chhub (presumiblemente considerados «muertos») son ni
más ni menos que bodhisattvas vivientes, conocidos algunos por «los
Hermanos» (Bhante). Respecto a la montaña de 160 000 leguas de altura, el
Comentario que da la clave explica que, según la clave empleada por los
autores del texto, «al occidente de la Montaña Nevada, a la distancia de 160
leguas [las cifras son un velo] contadas en derechura de cierto punto, está el
Bhante Yul [el país o residencia de los Hermanos], residencia del Mahâ
Chohan». Este es el verdadero significado. El «Ho pahme» a que se refiere el
monje Della Penna, es el Mahâ Chohan, el jefe. <<

Página 369
[99]En algunos manuscritos originales del sacerdote Thango–pa Chhego–mo
se lee: «Los pocos misioneros católicos que visitaron nuestro país durante el
siglo pasado (con nuestra protesta), y que pagaron nuestra hospitalidad
poniendo en ridículo nuestra sagrada literatura, han demostrado tener muy
poca discreción y todavía menos cultura. Verdad es que el canon sagrado de
los tibetanos, el Kah–gyur [Kanjur] y Bstanhgyur [Tanjur] comprende 1707
obras distintas, de las cuales 1083 son públicas y 624 secretas. Las primeras
están contenidas en 350 volúmenes en folio, y las segundas en 77. ¿Podrían
decirnos los buenos misioneros, sin embargo, cuándo tuvieron ni el más leve
vislumbre de los libros secretos? Y aun cuando por casualidad hubiesen visto
alguno, sepan los clérigos occidentales que ni siquiera un tibetano de
nacimiento es capaz de comprender estos manuscritos sin dos claves: una para
los caracteres y otra para su significado oculto. En nuestro sistema, todas las
descripciones de localidades son alegóricas, y los nombres y palabras están
intencionadamente encubiertos. Por lo tanto, es preciso estudiar primero la
manera de descifrar, y aprender después la equivalencia de los símbolos y
términos secretos con las palabras del lenguaje religioso. La escritura
hierática de los egipcios es un juego de niños en comparación de los enigmas
de nuestros sacerdotes». <<

Página 370
[100] Memorias de la Iluminación de Tathâgata, escrito el siglo VII. <<

Página 371
[101] Libro de la Creación. <<

Página 372
[102] Véase Chinese Buddhism por Edkins, pág. 171. <<

Página 373
[103]«Budhi» en sánscrito significa «discernimiento» o razón pura (el sexto
principio). «Buddha» quiere decir «sabio», «la sabiduría», y es también el
nombre el planeta Mercurio. <<

Página 374
[104] En chino, «Wu–liang–sheu». <<

Página 375
[105] Alma primitiva y universal. <<

Página 376
[106]Esta curiosa contradicción puede hallarse en la obra Chinese Buddhism,
págs. 171–273. El autor afirma que «para los filósofos budistas… Amitâbha
Yoshi Fo y demás, eran únicamente signos de ideas» (pág. 236). Verdad; pero
también debieran serlo entonces otros nombres divinos, como Jehovah,
Allach, etc.; pues si no fuesen simples «signos de ideas» esto solo indicaría
que las mentes que los aceptan con otro significado, no son mentes
filosóficas. De ninguna manera pueden aducirse fundamentadas pruebas de
que en realidad haya Dioses vivientes, personales, de esos nombres. <<

Página 377
[107]El chino Amitâbha (Wu–liang–sheu) y el tibetano Amitâbha (Od–pag–
med) se consideran ahora como dioses personales que gobiernan la celeste
región de Sukhâvatî o Tushita (en tibetano: Devachan); mientras que el Âdi
Buddhi de los filósofos indos y el Amita Buddha de los filósofos chinos y
tibetanos, son nombres de ideas primordiales y universales. <<

Página 378
[108] El más antiguo libro histórico del Tíbet. <<

Página 379
[109] «Reincarnations in Tibet». The Theosophist de Marzo de 1882, pág. 146.
<<

Página 380
[110] Comunidad de lamas o sacerdotes tibetanos. —N. del T. <<

Página 381
[111] Facultades mágicas. <<

Página 382
[112] Monjes chinos. <<

Página 383
[113]Es interesante la íntima relación entre los veinticinco buddhas
(bodhisattvas) y los veinticinco tattvas (los condicionados) de los indos. <<

Página 384
[114]Es curioso advertir la gran importancia que dan los orientales europeos a
los dalai–lamas de Lhassa y la completa ignorancia en que están de los tda–
shu (o tesht) lamas que son de hecho los «papas» del Tíbet, y en quienes
comenzó la serie jerárquica de las encarnaciones de Buddha. Los Dalai Lamas
fueron instituidos por Nabang–lob–Sang, un Tda–shu considerado como la
sexta encarnación de Amita siguiendo la línea de Tsong–Kha–pa; aunque
muy pocos parecen enterados de esta circunstancia. <<

Página 385
[115] El canto de un mantra no es una plegaria, sino más bien una frase mágica
en que la oculta ley de causalidad se relaciona dependientemente del albedrío
y actos del cantor. Es una sucesión de sonidos sánscritos y cuando la serie de
palabras y frases consecutivas del mantra, se pronuncian con arreglo a las
fórmulas mágicas del Atharva Veda, que muy pocos comprenden, producen
un instantáneo y maravilloso efecto. Esotéricamente, el mantra, o más bien
sus sonidos, contienen el Vâch («el lenguaje místico»); pues de un modo u
otro su efecto resulta de las vibraciones del éter. A los expertos en mantras se
les llamó «dulces cantores». De aquí la leyenda china de que desde sus celdas
oyen los monjes del monasterio de Fang–Kwang, al despertar el día, los
melódicos cantos de los lohans. (Véase Biografía de Chi–K’ai en T’ien–t’ai–
han–chi). [Véase Chinese Buddhism, pág. 177]. <<

Página 386
[116] El famoso lohan Mâdhyantika, que convirtió al buddhismo al rey de
Kashmir con todos sus vasallos, envió una misión de lohans a predicar la
Buena Ley. Este mismo lohan fue el escultor que labró la colosal estatua de
Buddha, de treinta metros de altura, que Hiuen–Tsaumg vio en Dardu, al
norte del Punjab. También menciona el célebre viajero chino un templo, en
las cercanías de Peshawur, que medía ciento ocho metros de circunferencia y
doscientos sesenta y dos de altura, el cual tenía ya una antigüedad de 850 años
en los días de Hiuen–Tsaung (año 550 de J. C.). En este dato se apoya
Kœppen para opinar que en el año 292 antes de J. C. El buddhismo era la
religión dominante en el Punjah. <<

Página 387
[117] Véase Chinese Buddhism, pág. 254. <<

Página 388
[118]
O, Pan–ch’en Rin–po–ch’e. Sobrenombre del Tda–shu–Hlum–po Lama
[Tashi–hlunpo]. <<

Página 389
[119]Muy divertidos para quien conoce algún tanto siquiera las verdaderas
doctrinas. <<

Página 390
[120]
Las doce Nidânas, llamadas por los tibetanos tin–brel chung–nyi, que se
fundan en las «Cuatro Verdades». <<

Página 391
[121] Decenas de miles, según los modernos reencarnacionistas. <<

Página 392
[122]Srotâpatti es el que ha alcanzado el primer sendero de comprensión de lo
real y lo ilusorio; sakridâgâmin, el candidato a una de las iniciaciones
superiores «el que solo ha de nacer otra vez»; anâgâmin, es el que ha
alcanzado el «tercer sendero», o literalmente «el que ya no ha de renacer» a
menos que así lo desee, pues puede optar entre nacer de nuevo en «los
mundos de los dioses» permanecer en el Devachan o tomar cuerpo terreno,
por amor a la humanidad; y arhat es el que ha llegado al sendero supremo y
puede sumirse voluntariamente en el nirvâna, mientras está en la tierra. <<

Página 393
[123] Las cinco facultades sobrenaturales y extraordinarias. <<

Página 394
[124][El Pratyeka Buddha está en el mismo nivel del Buddha perfecto, pero no
enseña al mundo y nada absolutamente se sabe acerca de su misión. En los
libros exotéricos se expone el descabellado concepto de que es egoísta a pesar
de su imponderable altura de poder, sabiduría y amor. Difícil es averiguar de
dónde surgió tan craso error que H. P. B. me dio el encargo de desvanecer,
puesto que en un momento de descuido copió en uno de sus manuscritos
dicha afirmación. —A. B.]. <<

Página 395
[125]
«Sierpes» fabulosas con cuyo nombre se designa simbólicamente a los
mahâtmâs o iniciados. <<

Página 396
[126] Dondam–pay–den–pa. En sánscrito, paramârthasatya. <<

Página 397
[127] Kunza–bchi–den–pa. En sánscrito, samvritisatya. <<

Página 398
[128] La analizadora reflexión sobre uno mismo. <<

Página 399
[129] Absoluta conciencia del ego personal sumido en el impersonal. <<

Página 400
[130]Yerran los orientalistas al tomar literalmente las enseñanzas de la escuela
Mahâyâna acerca de las tres clases de cuerpos, conviene a saber: Prul–pa–ku,
Longehod–dzocpaig–ku [o long–sku] y Chos–Ku, que no corresponden como
de la letra parece inferirse, al estado nirvânico. Hay dos categorías de nirvâna:
El terrestre y el de los espíritus puramente desencarnados. Los tres «cuerpos»
mencionados son tres envolturas, más o menos físicas, de que dispone el
adepto en cuanto recorre los seis Pâramitâs o «senderos» del buddha. Al
entrar en el séptimo ya no puede volver más a la tierra. Véase csoma de
Körös, Jour. As. Soc. Beng. VII, 142 y Schott Buddhismus, pág. 9, quien lo
expone distintamente. <<

Página 401
[131] Vedânta Sâra, traducción del mayor Jacob, pág. 119. <<

Página 402
[132] Vedânta Sâra, pág. 122. <<

Página 403
[133] Der Buddhismus, págs. 327, 357 y sig., cita de SchIagintweit. <<

Página 404
[134] Buddhism in Tibet, pág. 41. <<

Página 405
[135] Jour. of. As. Soc. Bengal. VII, 144. <<

Página 406
[136] Buddhism in Tibet, pág. 44. <<

Página 407
[137]
«Los que niegan la existencia y tienen por ilusoria la Naturaleza toda».
También afirman la existencia de Parabrahman (la Naturaleza única y
absoluta) y lo ilusorio de todas las cosas externas a ella. Creen además que el
yoga basta para conducir al alma individual (Rayo de la «Universal») a la
verdadera existencia real. <<

Página 408
[138] Meditación por autopercepción. <<

Página 409
[139] Nirmânakâya (o también vulgarmente nirvânakâya) es el cuerpo
espiritualizado, del ser «sin residuos» (influencias terrenas). Un iniciado
dharmakâya, o sea en estado nirvânico «sin residuos», es el jîvanmukta, el
perfecto iniciado, capaz de separar su Yo superior completamente de su
cuerpo, durante el samâdhi. [Se advertirá que estas dos palabras se emplean
aquí en distinto sentido que anteriormente. —A. B.]. <<

Página 410
[140]Libros «sagrados» de Dus–kyi–khorlo (Círculo del Tiempo). Véase el
Jour. As. Soc., II, 57. Estos libros cayeron en manos de los dugpas de
Sikkhim, en la época de la reforma de Tsong–Kha–pa. <<

Página 411
[141]En el concepto de la «devoción abstracta por cuyo medio se adquieren
facultades sobrenaturales» según lo define Wilson en su obra Glossary of
judicial and Revenue Terms, art. «Yoga». Citado en Buddhism in Tibet,
pág. 47. <<

Página 412
[142]
El Tantra precristiano es considerado por el ritual de los tântrikas
modernos. <<

Página 413
[143] Buddhism in Tibet, págs. 47–48. <<

Página 414
[144] De las que apenas se conocen la décima parte. <<

Página 415
[145] Sobrenombre que por ironía aplica H. P. B. al abate Huc. —N. del T. <<

Página 416
[146]Buddhism in Tibet, págs. 63–64. Los objetos contenidos en la cajita,
según los enumera la leyenda exotérica, son, por supuesto, simbólicos. Los
menciona el Kanjur, como sigue: 1.º Dos manos entrelazadas; 2.º Un Choten
(Stupa o relicario) en miniatura; 3.º Un talismán con la inscripción: «Om
mani padme hum»; 4.º Un libro religioso, Zamatog (un «vehículo
construido»). <<

Página 417
[147] Alterthumskunde, II, 1072. <<

Página 418
[148] Obra citada, II, 470 (edición inglesa). <<

Página 419
[149]A menos que la información sea exacta y riguroso el método, las visiones
individuales, aunque correctas y verdaderas en la vida del alma, no quedan
fotografiadas en la memoria física, y ciertas células cerebrales es seguro que
estragarán nuestros recuerdos. <<

Página 420
[150]O lo que es lo mismo, entre la forma exotérica y la esencia esotérica,
entre la fría metafísica y la sabiduría divina. <<

Página 421
[151] Pág. 161. <<

Página 422
[152] Como si dijéramos quienésico o sea lo relativo al Quien. —N. del T. <<

Página 423
[153]Chinese Buddhism, pág. 158. El reverendo Edkins ignora tal vez la
verdadera existencia de estas escuelas, y juzga por el disfraz chino de las
mismas, a las que llama «Buddhismo heterodoxo»; y hasta cierto punto es así.
<<

Página 424
[154]Los recuerdos de estas escuelas y de sus enseñanzas se han perdido en
India tan solo para el público en general y para los orientalistas occidentales;
pero se conservan en algunos Mathams (refugios o cenobios de
contemplación mística). Sin embargo, vale más buscarlos en sus legítimos
propietarios, los llamados «míticos» adeptos o mahâtmâs. <<

Página 425
[155] Chinese Buddhism, págs. 155–159. <<

Página 426
[156]Verdaderamente rechazan la vulgar teoría de la transmigración de las
almas o entidades humanas en animales; pero no niegan que los hombres
proceden evolutivamente de los animales, por lo menos en cuanto se relaciona
con los principios inferiores. <<

Página 427
[157]Por el contrario es del todo compatible si se explica según la doctrina
esotérica. El paraíso o «cielo occidental» no es una ficción localizada en
excelsos espacios, sino un desierto lugar circuído de montañas. Está destinado
a residencia de aquellos estudiantes de sabiduría esotérica (discípulos de
Buddha) que han alcanzado la categoría de lohans y anâgâmins (adepto). Se le
llama «occidental» sencillamente por consideraciones geográficas. El «gran
cinturón montañoso de hierro» qué rodea el Avîtchi y los siete lokas que
circuyen el «paraíso occidental», son representaciones muy exactas de
localidades y cosas muy conocidas de los estudiantes orientales de ocultismo.
<<

Página 428
[158] Dhammapada, V, 126, pág. 41, ed. española. <<

Página 429
[159] Los secretos e iluminadores preceptos. <<

Página 430
[160]El Buddha en Buddha. Los orientalistas han traducido extraviadamente
esta palabra por «el hombre sin posición (¿?); —pero significa sencillamente
el ego, o verdadero hombre interno—. Buddha en Buddha» quiere decir que
Gautama era el mismo interna que externamente. <<

Página 431
[161] Uno de los sobrenombres de Gautama Buddha en el Tíbet. <<

Página 432
[162] Monjes. <<

Página 433
[163] No iniciados. <<

Página 434
[164] Tibetanos. <<

Página 435
[165] Escuelas esotéricas de China. <<

Página 436
[166]Escuela de contemplación fundada por el viajero Hiuen–Tsang, y hoy
casi extinguida. Fa–siong–Tsung significa: «Escuela que descubre la interna
naturaleza de las cosas». <<

Página 437
[167]
En sánscrito yogâchârya. Enseñanza esotérica del yoga. (En chino: Yo–
gami–Kiau). <<

Página 438
[168] Tchung–kwan o autocontemplación. <<

Página 439
[169] Los pueblos de Occidente. <<

Página 440
[170] Doctrina Secreta. <<

Página 441
[171]El «cuchillo tonsural» es de hierro meteórico, y sirve, como su nombre
indica, para cortar los «mechones» de pelo que simbolizan el voto del novicio
al recibir las órdenes menores. Este cuchillo tiene una hoja de dos filos tan
aguzados como los de navaja de afeitar, y se guarda en un estuche de asta. Por
medio de un muelle salta la hoja como un relámpago y vuelve a cerrarse con
la misma rapidez. Para servirse de ella es preciso tener habilidad, pues de lo
contrario se expone quien la maneja a herir en la cabeza al joven Gelung o
Gelung–ma (candidatos a sacerdotes y monjas) durante los ritos preliminares,
que son públicos. <<

Página 442
[172]Changpa–Thog–mad es el nombre tibetano de Âryâsanga, fundador de la
escuela Yogâchârya o Naljorchodpa. Dícese que el mismo Maitreya Buddha
(el Buddha que ha de ser de la sexta raza) enseñó «sabiduría» al iniciado
Âryâsanga en Tushita (región celestial presidido por Él) y de Él recibió los
cinco libros de Champaitehos–nga. Sin embargo, la Doctrina Secreta enseña
que Âryâsanga vino de Dejung o Shamballah, llamada la «fuente de la
felicidad» (sabiduría adquirida), que algunos orientalistas diputan por ciudad
«fabulosa». <<

Página 443
[173] Tal vez convenga recordar al lector que el «espejo» pertenecía al
simbolismo del Thesmoforia (una parte de los misterios eleusinos), y que se
empleaba en la investigación del Atmu, el «Ser oculto» o «Yo. —En su
excelente opúsculo sobre dichos misterios, dice el doctor Alejandro WiIder,
de Nueva York—: A pesar de la afirmación de Herodoto y otros autores de
que los misterios báquicos eran egipcios, hay muchas probabilidades de que
procedieran originariamente de la India y tuviesen carácter saivítico o
buddhista. Kore–Persep–honeia era la misma diosa Parasu–pani o Bhavâni, y
Zagreus procede de Chakara, país que se dilata entre dos océanos. Si esto es
una leyenda turania, podemos reconocer fácilmente los “cuernos” como
símbolo del cuarto creciente llevado por los lamas y convenir en que toda la
leyenda [la fábula de Dionisio–Zagreus] está basada en la sucesión y
transmigración de los lamas… Toda la historia de Orfeo… está impregnada
de sabor indo». La leyenda de la «sucesión y transmigración de los lamas» no
tuvo su origen en estos sacerdotes, cuyo establecimiento tan solo data del
siglo VII, sino en los caldeos y brahmanes, pertenecientes a época muy
anterior. <<

Página 444
[174] Estado de completa liberación sin culpa ni deseo alguno. <<

Página 445
[175]Estado durante el cual ve el adepto la larga serie de sus vidas pasadas y
revive todas sus anteriores encarnaciones en éste y otros mundos. (Véase la
admirable descripción contenida en la Luz de Asia). <<

Página 446
[176] Ibíd., pág. 164. <<

Página 447
[177] El Universo, simbolizado por Adam Kadmon o su equivalente en las
distintas filosofías. <<

Página 448
[178] Por supuesto que solo se trata de un adepto del sendero de la derecha. <<

Página 449
[179] Véase tomo III. <<

Página 450
[180] Traducción Wilson, corregida por Fitzedward Hall, I, 40. <<

Página 451
[181] Prâna es en realidad el universal principio de la Vida. <<

Página 452
[182] Empezando a contar desde arriba. <<

Página 453
[183] En la publicación original se salta esta cita. N. E. D. <<

Página 454
[184]Todas las partes uterinas tienen una relación espiritual directa con sus
cósmicos antetipos; y en consecuencia son, en el plano físico, poderosos
instrumentos de magia negra. Por esto se consideran impuras. <<

Página 455
[185] Véase tomo III, Parte I. <<

Página 456
[186] El sistema solar o la Tierra, según el caso. <<

Página 457
[187] Parte superior del diagrama. <<

Página 458
[188] Lo mismo ocurre con los animales, vegetales y aun los minerales.
Reichenbach nunca entendió lo que le dijeron los sensitivos y clarividentes.
Es el fluido magnético, aúrico u ódico, que emana del hombre, pero también
es algo más. <<

Página 459
[189] Véase en el tomo I, 191, la enumeración vedantina exotérica. <<

Página 460
[190] El Manas superior e inferior son dos aspectos de un solo principio. <<

Página 461
[191]
Véase Lucifer, enero de 1889, pág. 408, «Dialogue upon the Mysteries of
After–Life». <<

Página 462
[192]Estado del que por extrema purificación de todo su sistema transcienden
las mismas divinas ilusiones devachanicas. <<

Página 463
[193]El alter ego del cuerpo físico, que durante la vida está dentro de la
envoltura carnal, mientras que el aura radiante está fuera. <<

Página 464
[194] Los siete orificios superiores y la tríada inferior. <<

Página 465
[195] El amnios del hombre físico en todas las épocas de la vida. <<

Página 466
[196]Estos siete estados son: 1.º Vigilia; 2.º Ensueño; 3.º Sueño natural;
4.º Sueño hipnótico; 5.º Estado psíquico; 6.º Estado superpsíquico; 7.º Estado
puramente espiritual. <<

Página 467
[197] Véase tomo II. <<

Página 468
[198] Véase tomo I. <<

Página 469
[199] Obra citada, II, págs. 456, 461, 465 y siguientes (ed. inglesa). <<

Página 470
[200]Jod–Hevah o los masculino–femenino del plano terrestre, según idearon
los judíos, pero que ahora significa Jehovah; aunque real y literalmente
significa: «Dador de ser» y «receptor de vida». <<

Página 471
[201] Una Potestad espiritual, psíquica o física. <<

Página 472
[202] Véase Notice sur le Calendrier, por J. H. Ragon. <<

Página 473
[203] La Sabiduría primordial. <<

Página 474
[204] Véase vol. III. Las Razas con el «Tercer Ojo». <<

Página 475
[205] II, 81, 6. <<

Página 476
[206]«Y el pueblo vio las voces». La interpretación correcta es «voces» o
«sones», y no «truenos» como hasta ahora ha solido traducirse (Éxodo, XX,
18). Estas voces o sones son los Sephiroth. —Véase la obra de Frank: Die
Kabbala, 152 y sig. <<

Página 477
[207] Génesis, II, 7. <<

Página 478
[208] Véase tomo I. <<

Página 479
[209] En corroboración de lo expuesto podemos citar las obras de Orígenes,
quien dice que «los siete daimones gobernantes» (genios o netarios) son
Miguel (el Sol, en figura de león), Júpiter o Suriel, en figura de toro, etc. Los
siete son los «Espíritus de la Presencia» o Sephiroth. El árbol sephirotal es el
árbol de los planetas divinos según lo dio Porfirio, o árbol de Porfirio, como
se llama comúnmente. <<

Página 480
[210] Tomo I. <<

Página 481
[211] Esotéricamente, verde, pues no hay negro en los colores del prisma. <<

Página 482
[212]Esotéricamente, azul claro. El color púrpura se compone de encarnado y
azul, y según el ocultismo oriental, el azul es la esencia espiritual del púrpura,
al paso que el encarnado es su base material. El ocultismo atribuyó a Júpiter
el color azul, porque Saturno, su padre, es verde, y el azul claro contiene
como color espectral gran porción de verde. Además, el cuerpo áurico
contiene mucha parte del color del Manas inferior si el hombre es un
materialista sensual, así como abunda el matiz oscuro cuando predomina el
Manas superior. <<

Página 483
[213]Esotéricamente no puede relacionarse el Sol con el ojo derecho, nariz, ni
órgano alguno, pues, según hemos dicho, no es un planeta, sino el astro
central. Lo consideraron como planeta los astrólogos postcristianos, que
nunca fueron iniciados. Además, el verdadero color del Sol es azul, y si nos
parece amarillo es por efecto de que su atmósfera absorbe vapores
(generalmente metálicos). Todo es Mâyâ en nuestro planeta. <<

Página 484
[214]Esotéricamente, añil, o azul oscuro, que es el complemento del amarillo
en el espectro. (Físicamente, el complemento del amarillo, o sea el color que
le falta para componer el blanco, es el violeta. Aquí debe referirse al
complemento «esotérico». El azul es «la esencia espiritual del púrpura» o
violeta. [Véase este mismo volumen]). El amarillo es un color simple o
primitivo. Manas es de naturaleza dual como su símbolo sidéreo el planeta
Venus, lucero matutino y vespertino; y así la diferencia entre el Manas
superior y el inferior, cuya esencia deriva de la jerarquía gobernadora de
Venus, se expresa por el azul oscuro y el verde. El Manas inferior se asemeja
al color verde del espectro solar que aparece entre el amarillo y el azul oscuro,
o Manas superior. El añil es el intensificado color del firmamento, que denota
la propensión siempre ascendente del Manas hacia Buddhi, o celeste Alma
Espiritual. Este color se obtiene de la planta indigofera tinctoria, cuyas
ocultas propiedades la relacionan con el cobre y que se emplea muchísimo en
las operaciones de magia blanca en la India. La afinidad con el cobre la indica
el que el añil adquiere brillo cobrizo, cuando se le frota con alguna substancia
dura. Otra propiedad del tinte es su insolubilidad en el agua y aun en el éter, y
que pesa menos que cualquier otro líquido conocido. En Oriente no se admitió
jamás símbolo alguno, sin contar como base una razón lógica y demostrable.
Por esto, desde los tiempos primitivos, los simbologistas orientales
relacionaron la mente espiritual del hombre con el azul intenso (añil de
Newton), o verdadero azul, sin mezcla de verde; y la mente animal con el
verde puro. <<

Página 485
[215]Esotéricamente, amarillo, porque el color del Sol es anaranjado, y
Mercurio está tan próximo al Sol en distancia como en color. El planeta
substituido por el Sol estaba todavía más cerca de éste que lo está actualmente
Mercurio, y era uno de los más elevados y secretos planetas. Dícese que
desapareció de la vista humana al fin de la tercera raza. <<

Página 486
[216]Esotéricamente, violeta, tal vez porque es el color que toma un rayo de
Sol al atravesar una lámina muy delgada de plata; y también porque la Luna
refleja sobre la tierra la prestada luz del Sol, así como en el cuerpo humano
resplandecen las cualidades tomadas de su doble, el hombre aéreo o etérico.
Del mismo modo que la forma astral arranca la serie de principios humanos
en el plano terrestre, hacia el Manas inferior, así también del rayo violeta
arranca la serie de colores del prisma hasta el verde. El astral como principio,
y el violeta como color, son los más refrangibles de todos los principios y
colores. Además, todas estas correspondencias de cuerpos celestiales y
terrenales, de colores y sonidos, entrañan el mismo gran misterio del
ocultismo. En suma, y para hablar con claridad, la misma ley de relación
existe entre la Luna y la Tierra, los cuerpos astral y físico del hombre, como
entre el rayo violeta del espectro y los colores añil y azul. Pero ya seguiremos
hablando de esto. <<

Página 487
[217] Francis Galton, Human Faculty. <<

Página 488
[218]
En sentido espiritual y secreto, la palabra magia significa «Gran Vida» o
sea vida espiritual y divina. La raíz es magh, en sánscrito mahat; en parsi
maz, en griego megas, y en latín magnus, todo lo cual significa «grande». <<

Página 489
[219] Con esta palabra Yoes se designa algo más que nuestro espíritu superior.
<<

Página 490
[220] Philosophumena, VI, 9. <<

Página 491
[221] Nows, Epinoia; Phônê y Onoma; Logismos y Enthumêsis. <<

Página 492
[222] Philosophumena, VI, 12. <<

Página 493
[223] La Gran Revelación (Hê Megalê Apophasis), atribuida a Simón. <<

Página 494
[224] Literalmente, que se oponen en pares o hileras. <<

Página 495
[225] Obra citada, VI, 18. <<

Página 496
[226] Id., I. 13. <<

Página 497
[227]Cada mundo consta de dos planos, el superior y el inferior, masculino y
femenino. El último acaba por reunir en sí ambos elementos, y se transmuta
en andrógino. <<

Página 498
[228] Philosophumena, VI, 17. <<

Página 499
[229] El caos, o substancia indiferenciada, nuestro Buddhi. <<

Página 500
[230] Manas en el hombre. <<

Página 501
[231] Profecía de Jeremías, I–5. <<

Página 502
[232] Philosophumena, VI, 14. <<

Página 503
[233]Al principio hay los vasos omfalo mesentéricos, dos arterias y dos venas,
que desaparecen después como el «área vascular» de la vesícula umbilical, de
que proceden. Respecto a los vasos umbilicales, el cordón arrolla en sí de
derecha a izquierda una sola vena umbilical que lleva al feto la sangre
oxigenada de la madre, y dos arterias umbilicales o hipogástricas que llevan a
la placenta la sangre impura del feto. Los vasos ofician así inversamente a
cómo sucede en la vida extra uterina. De esta suerte corrobora la ciencia los
conocimientos del ocultismo antiguo, pues en la época de Simón el Mago,
ningún hombre, excepto los iniciados, sabían absolutamente nada de
Fisiología ni de la circulación de la sangre. Mientras estaba en prensa el
presente estudio, recibí dos folletos del doctor Jerome A. Anderson,
publicados respectivamente en 1884 y 1888, en los que se demuestra con
argumentos científicos la nutrición del feto, tal como queda expuesta en el
apunte I. En resumen, el feto se nutre por ósmosis mediante el líquido
amniótico y respira por medio de la placenta. Poco o nada sabe la ciencia
acerca del líquido amniótico y sus oficios. Si alguien quisiere estudiar esta
cuestión, puede valerse del folleto del doctor Anderson, titulado: Remarks on
the Nutrition of the Fœtus (Wood & Cª, Nueva York). <<

Página 504
[234] Véase Eusebio, Historia Eclesiástica, III. 26. <<

Página 505
[235] De Mysteriis, I, 100 y 109. <<

Página 506
[236] De Mysteriis, cap. V. pág. 290, y cap. VII. <<

Página 507
[237] De Mysteriis, p. III, sección III, pág. 100. <<

Página 508
[238]Adeptos, ya de la derecha ya de la izquierda, cuyos cuerpos han muerto,
pero que han aprendido a vivir en el invisible espacio, en sus etéreas
personalidades. <<

Página 509
[239] Véase volúmenes I, III y IV. <<

Página 510
[240] La tónica o diapasón de la Naturaleza manifestada. <<

Página 511
[241] Según queda dicho, el rojo y el verde son intercambiables. <<

Página 512
[242]Véase Five Years of Theosophy, págs. 273 a 278 (edición de 1885;
págs. 175–8 en la edición revisada de 1894). <<

Página 513
[243] Apud Grebut Papyrus Orbiney, pág. 101. <<

Página 514
[244] San Pablo I, Corintios, III, 16. <<

Página 515
[245]
Los Kumâras superiores que ya no encarnan en el Universo durante este
Mahâmanvantara. <<

Página 516
[246] Véase The Mahâtmâ Letters to A. P. Sinnet, pág. 41. <<

Página 517
[247] Lucifer, Nov. de 1889. pág. 227. <<

Página 518
[248] La Voz del Silencio, págs. 68 y 94. <<

Página 519
[249]«Nature’s Finer Forces», The Theosophist Noviembre de 1887, pág. 98.
Las alusiones que hacemos a las Fuerzas más sutiles de la Naturaleza, se
refieren a los ocho artículos publicados en The Theosophist [1887–8] y no a
los quince ensayos y la traducción de un capítulo del Shivâgama, contenidos
en el libro de aquel mismo título. El Shivâgama es puramente tántrico en sus
pormenores, y solo perjuicio puede producir la práctica de sus preceptos. Por
mi parte disuadiría enérgicamente a los estudiantes de todo intento de todas
estas prácticas de Hatha Yoga, porque o labrarán su propia ruina, o
retrocederán de tal manera que les sea casi imposible recuperar en esta
encarnación el terreno perdido. La referida traducción ha sido
considerablemente expurgada, y ni aun así convenía publicarla; encomia la
magia negra de la peor especie, y es el polo opuesto del Râja Yoga espiritual.
Id con cuidado, os digo. <<

Página 520
[250] Premiado con medalla de oro por los editores de The Theosophist. <<

Página 521
[251] Los principios del Universo y del hombre. <<

Página 522
[252]
Recuérdese que nuestros reencarnados egos se llaman los Mânasaputras,
«Hijos de Manas» (Mahat, la Inteligencia o Sabiduría. <<

Página 523
[253]Prâna es en la tierra, en todo caso, una modalidad solo de la vida, un
constante y cíclico movimiento de dentro a fuera y de fuera adentro, la
inspiración y expiración de Jîva o la vida única, sinónima de la Absoluta e
Incognoscible Divinidad. Prâna no es la Vida absoluta, o Jîva, sino su aspecto
en un mundo de ilusiones. En The Theosophist (Mayo de 1888, pág. 478) se
dice que Prâna es «un estado más sutil que la densa materia terrestre». <<

Página 524
[254]Es un error contar el «Kâma Rûpa» como cuarto principio humano; pues
hasta después de la muerte no adquiere forma, sino que sintetiza los
elementos kâmicos es decir, los deseos y pasiones tales como la cólera,
lujuria, envidia, venganza, etc., que son la progenie del egoísmo y de la
materialidad. <<

Página 525
[255]
La vida terrena es el mundo de las causas, y el estado Devachanico el
mundo de los efectos, en este aspecto. <<

Página 526
[256]En las sesiones mediumnísticas solo se puede materializar este Kâma
Rûpa, y esto es lo que frecuentemente sucede, cuando la aparición no es la del
mismo astral del médium. ¿Cómo es posible, pues, considerar como «ángel»,
ni como espíritu desencarnado, a tan vil haz de pasiones y concupiscencias
mundanas, galvanizado solo por el organismo del médium? Valdría tanto
como diputar por ángeles buenos a los microbios de la peste. <<

Página 527
[257]Esta desintegración ocurre en un período más o menos largo, según el
grado menos o más espiritual de la personalidad cuyas escorias forman el
fantasma. Si prevaleció la espiritualidad, el fantasma o larva, se desintegrará
rápidamente; pero si la personalidad fue muy materialística, el Kâma Rûpa
puede subsistir siglos; y en determinados, aunque raros casos, sobrevive con
ayuda de sus esparcidos Skandhas residuos que, andando el tiempo, se
transforman en elementales. En Key to Theosophy, pág. 141 y siguientes se
explica, sin entrar en pormenores, cómo los Shandhas son gérmenes de
efectos kármicos. <<

Página 528
[258] La Clave de la Teosofía, pág. 141, edición inglesa. <<

Página 529
[259]Siguiendo al Shivâgama, el autor de la citada obra enumera los Tattvas y
sus correspondencias en el orden siguiente: Âkâsha (éter), Vâyu (gas), Tejas
(calor), Âpas (líquido), y Prithivî (sólido). <<

Página 530
[260] Véanse las Notas sobre el Víshnu Purâna, de Fitz–Edward Hall. <<

Página 531
[261]El par de opuestos a que nos hemos referido al hablar de la Vida Una (la
Raíz de todo) y el Âkâsha en su período de prediferenciación se corresponde
con el Brahma neutro y el Aditi de algunos hinduistas, y están en la misma
relación que el Parabrahman y Mûlaprakriti de los vedantinos. <<

Página 532
[262]Anupâdaka (Opapâtika en pâly) significa el «sin padres» o nacido de sí
mismo, por transformación. Ejemplo de ello tenemos en Brahmâ que surge del
Loto (símbolo del Universo) que se nutre del ombligo de Vishnu. En este
símbolo representa Vishnu el ilimitado y eterno espacio; y Brahmâ representa
el Universo y el Logos. El Buddha mítico nace también de un Loto. <<

Página 533
[263] De Tejas, que significa luminoso. <<

Página 534
[264] Sede de todos los dioses fálicos, creador. <<

Página 535
[265] Véase The Theosophist, Febrero de 1888, pág. 276. <<

Página 536
[266] No de Pranâ o la fuerza vital del hombre físico. <<

Página 537
[267]
Según los ocultistas, de la periferia del huevo áurico, por cuyo medio nos
comunicamos con los planos superiores del universo. <<

Página 538
[268] Sœmmerring, De Acervulo Cerebri, II, 322. <<

Página 539
[269]En la Iglesia griega ortodoxa no pueden los niños recibir el sacramento
de la penitencia antes de los siete años, que es para ellos la edad del uso de
razón. <<

Página 540
[270] De Caus. Ep. XII. <<

Página 541
[271] Advers Med. II, 322. <<

Página 542
[272] De Lapillis Glandulæ Pinealis in Quinque Ment Alien, 1753. <<

Página 543
[273]Los experimentos llevados a cabo por varios físicos para determinar la
velocidad del fluido eléctrico difieren notablemente en sus resultados, pues la
velocidad depende del conductor. —N. del T. La velocidad que para la
corriente eléctrica da la autora, coincide con la que encontró Wheastone en
1883, de 463 000 kilómetros por segundo, o 450 000 en un hilo de cobre.
Fizeau y Gonnelle la calcularon en menos de 180 000 kilómetros para un hilo
de hierro. Kischhoff y Maxwell, le asignaron una velocidad de kilómetros o
aproximadamente la de la luz. Según Gould, en los hilos telegráficos
ordinarios es de solo 22 500 a 25 700 kilómetros. Aquí la autora trata del
cuerpo humano, que es un buen conductor. <<

Página 544
[274]Téngase en cuenta que jamás se han publicado las prácticas del
verdadero Râja Yoga. <<

Página 545
[275]
Véase: «Stray Thoughts on Death and Satan, —en The Theosophist, III.
núm. 1. Véase también—: Fragments of Occult Truth», III y IV. <<

Página 546
[276] II, 368 y siguientes. <<

Página 547
[277] Estrella de cinco puntas. —N. del T. <<

Página 548
[278]La esencia del Ego Divino es «pura llama»; una entidad a la que nada
puede añadirse y de la que nada puede quitarse. Por lo tanto, no queda ella
disminuida por las innumerables mentes inferiores, que de ella se desprenden
como chispas de la hoguera. Sirva esto de respuesta a la objeción de un
esoterista que preguntaba cuál era la inextinguible esencia de la misma y
única Individualidad capaz de suministrar un intelecto humano para cada
nueva personalidad en que se encarna. <<

Página 549
[279]El cerebro, o máquina de pensar, no se limita a la cabeza; sino que, como
saben los fisiólogos no materialistas, todos los órganos del cuerpo humano, el
corazón, el hígado, los pulmones, etc., así como los nervios y músculos
tienen, por decirlo así, su peculiar cerebro o máquina de pensar. Como
nuestro cerebro no interviene en las operaciones colectivas e individuales de
cada órgano, preguntamos quién los guía tan certeramente en sus incesantes
funciones; quién los mueve a operar, no como piezas de un reloj (según
alegan algunos materialistas), que al menor tropiezo o rotura se paran, sino
como entidades dotadas de instinto. Decir que es la Naturaleza, es no decir
nada; porque, después de todo, la Naturaleza no es ni más ni menos que el
conjunto de todas esas funciones, la suma de cualidades y atributos físicos,
mentales, etcétera, en el universo y el hombre; la totalidad de agentes y
fuerzas guiadas por leyes inteligentes. <<

Página 550
[280] Epístola a los Colosenses, 3–3. <<

Página 551
[281] Libro de los Preceptos de Oro. <<

Página 552
[282]Léase desde el último párrafo de página 367 hasta el fin del primer
párrafo de página 370 [edición inglesa] y compárese lo escrito entonces con
lo que expreso actualmente. <<

Página 553
[283] Véase Key to Theosophy, págs. 147, 148 y siguientes. <<

Página 554
[284] Mahâ–Buddhi, en los Purânas. <<

Página 555
[285]Dícese que Kâma Rûpa, vehículo del Manas inferior, reside en el cerebro
físico, en los cinco sentidos corporales y en todos los órganos sensorios del
cuerpo físico. <<

Página 556
[286] Tanmâtra significa forma sutil y rudimentaria, el tipo grosero de los
elementos más delicados. Los cinco Tanmâtras son realmente las propiedades
o cualidades características de la materia y de todos los elementos. La
verdadera acepción de la palabra es «algo» o «simplemente trascendental» en
el sentido de propiedades o cualidades. <<

Página 557
[287] Véase: The Theosophist, «The Real and the Unreal», Agosto de 1883. <<

Página 558
[288]En el Glosario de La Voz del Silencio se dice que es una proyección del
Manas inferior, o más bien el lazo entre éste y el Ego superior, o entre el alma
humana y el alma espiritual o divina. Como quiera que el autor de El
Buddhismo Esotérico y El Mundo oculto llama Manas al alma humana y
Buddhi al alma espiritual, dejé estos mismos términos en La Voz del Silencio,
en consideración a que era un libro destinado al público. <<

Página 559
[289]Las exotéricas enseñanzas del Râja Yoga llaman al Antahkarana el
órgano interno de percepción y lo dividen en cuatro partes: Manas inferior,
Buddhi (razón), Ahankâra (personalidad) y Chitta (facultad pensante). Junto
con varios otros órganos forma una parte del Jîva, el alma llamada también
Lingadeha. Sin embargo, los esoteristas no deben dejarse extraviar por esta
versión vulgar. <<

Página 560
[290] Hombre sin pecado. <<

Página 561
[291]Se entiende aquí por aniquilación la carencia en la memoria eterna del
más leve vestigio del alma sentenciada; y por lo tanto significa aniquilación
en la eternidad. <<

Página 562
[292] La Tierra es el Avitchi, y el peor Avitchi posible. <<

Página 563
[293] Un breve período de espiritual aspiración y sincero arrepentimiento. <<

Página 564
[294]Estado de Avîtchi en la Tierra. La vida terrestre es el único infierno que
existe, para los seres humanos de este planeta. Avîtchi no es un lugar, sino el
estado diametralmente opuesto al Devachan. Tal estado puede sufrirlo el
alma, ya en el Kâma Loka como despojo semiconsciente, ya en un cuerpo
humano, cuando renace para sufrir el Avîtchi. Nuestras doctrinas no admiten
otro Infierno. <<

Página 565
[295] Los ocultistas dicen, «Inmortal en Satán». <<

Página 566
[296] Véase The Theosophist, octubre de 1881 y noviembre de 1882. <<

Página 567
[297] La Voz del Silencio, pág. 97 (edición inglesa). <<

Página 568
[298] Pasaje ya citado. <<

Página 569
[299]
En una nota del tomo II (edición inglesa) de Isis sin Velo, se echará de
ver que aún los egiptólogos profanos y hombres que, como Bunsen,
desconocían la Iniciación, quedaron sorprendidos de su descubrimiento al
encontrar la «Palabra» mencionada en papiros antiguos. <<

Página 570
[300]Esta unión equivale en mi concepto al estado que los cristianos llaman
gracia de Dios. —N. del T. <<

Página 571
[301]Por esto afirman los cristianos que de nada valen las oraciones a quien no
está en gracia de Dios. —N. del T. <<

Página 572
[302]
Entre ellos: «Fragments of Occult Truth», en la revista The Theosophist,
tomos III y IV. <<

Página 573
[303] Véase The Theosophist, Octubre 1881, pág. 14 y siguientes. <<

Página 574
[304] Leed La Voz del Silencio, págs. 40 y 63 (edición inglesa). <<

Página 575
[305] Tal como se pronuncian en latín y no en las lenguas europeas. <<

Página 576
[306] Véase La Voz del Silencio, VIII. <<

Página 577
[307]Estas notas han sido proporcionadas por los estudiantes [cuyas iniciales
van al pie] y fueron aprobadas por H. P. B. <<

Página 578
[308] Véanse las explicaciones referentes anteriores al Diagrama I. <<

Página 579
[309] Diagramas II. <<

Página 580
[310][Esta pregunta era algún tanto oscura. Evidentemente, el interrogante
deseaba saber si el huevo áurico es una diferenciación del Âkâsha en la que,
cuando el niño llegue a hombre, y si llega a ser adepto, puede entretejer los
materiales necesarios para fines especiales]. <<

Página 581
[311][H. P. B. quiso saber si esta pregunta se refería al significado del
Triángulo o al modo de representarlo en la «pantalla de Luz». El que
formulaba la pregunta declaró que se refería a esto último, y entonces
dio H. P. B. la respuesta que aparece en el texto]. <<

Página 582
[312]
[Esta pregunta quedó sin respuesta porque iba demasiado lejos. El Anillo
lmpasable está en la circunferencia del Universo, manifestado]. <<

Página 583
[313]Por esto se dice también que le inician los devas. Antes morirá un indo
que revelar este nombre. <<

Página 584
[314]El oído depende de la vibración de las partículas moleculares. El orden
perceptivo se encierra en la frase que dice: «El discípulo siente, oye y ve». <<

Página 585
[315] El gas hilarante es el óxido nitroso que tiene por fórmula NO2 – N. del T.
<<

Página 586
[316] La Vida universal tiene también siete principios. <<

Página 587
[317] El número de rayos es arbitrario y carece de importancia. <<

Página 588
[318] Luz, calor, electricidad, magnetismo, sonido, etc. <<

Página 589
[319] De pada que significa pie. <<

Página 590
[320]Se preguntó por qué el calificativo âlayico se aplica al estado âtmico y no
al buddhico.
R. Porque estas clasificaciones no son cerradas e invariables, sino que cada
término puede mudar de sitio, según sea la clasificación exotérica, esotérica o
práctica. Los estudiantes han de esforzarse en reducir todas las cosas a estados
de conciencia. Buddhi es realmente uno e indivisible. Es un sentimiento
íntimo, y absolutamente imposible de expresar en palabras. Toda catalogación
es inútil para explicarlo. <<

Página 591
[321] El que adquiere el conocimiento de Mâyâ se convierte en adepto. <<

Página 592
[322]
Todos estos «espacios» denotan las especiales corrientes magnéticas, los
planos de substancia y los grados de aproximación que la conciencia del
yogui, o del chela, realiza hacia la asimilación con los habitantes de los lokas.
<<

Página 593
[323]Apercepción significa percepción, acción consciente, no según el
concepto de Leibnitz, sino cuando la atención se fija en la percepción.
Apercepción es en Filosofía, «la percepción del conocimiento interior». <<

Página 594
[324] Se unen aquellas «impresiones» superiores, aún al plano Devachanico.
<<

Página 595
[325]
[Tenemos, por lo tanto, tres órdenes de impresiones que podremos
denominar: Kámicas, Devachanicas y Manásicas]. <<

Página 596
[326] Los ojos, los oídos, las ventanas de la nariz y la boca. —N. del T. <<

Página 597
[327]
[Ordenando inversamente las Nidânas, esto es, del 12.º al 1.º dan el orden
evolucionario. N. del E. de la edición de 1897]. [Para el significado de estas
palabras, véase el Glosario al final de la obra]. <<

Página 598
[328] Demonios o espíritus malignos, que actúan en la tierra. <<

Página 599
[329] De hombres o de animales, en Kâma Loka o en la luz astral. <<

Página 600
[330] [En este caso quiere decir un iniciado, pues con la palabra adepto
expresaba H. P. B. en general cualquiera de los grados de la Iniciación. Como
se ve, ella usaba la expresión Mâyâvi Rûpa en más de un sentido. —N. del E.
de la edición de 1897]. <<

Página 601
[331] Aquí parece referirse la autora al caso de la «muerte del alma». <<

Página 602
[332] Esta posibilidad de aspiración es la «gracia» de los cristianos. <<

Página 603
Página 604

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