El Conejito y El Zorro

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El conejito y el zorro

Autor: Eva María Rodríguez

Edades: A partir de 6 años

Valores: prudencia, aprendizaje

Había una vez un conejito que vivía en el bosque. El conejito se pasaba el día
corriendo de aquí para allá y explorando todos los lugares que encontraba.
Como le gustaba tanto ir de un lado a otro e investigar en el bosque, nunca
tenía tiempo para estar con los demás conejos.

Un día, mientras correteaba cerca de una cueva, se encontró con un zorro. El


zorro se puso muy contento al ver al conejito, y le dijo:

—¡Qué sorpresa encontrar un lindo conejito por aquí! ¿Quieres ser mi amigo?
Te llevaré a sitios increíbles que solo yo conozco.

—¿Me llevarás a explorar nuevos parajes? —dijo el conejito.

—¡Por supuesto! ¡Vamos!

El zorro echó a correr. Iba tan rápido que al conejito le costaba mantener el
ritmo.

—Vamos, amigos, no te quedes atrás —le animaba el zorro.

El conejito quería demostrar que era un digno compañero de aventuras, así


que se esforzó al máximo para correr tan rápido como el zorro.

Día tras día, el conejito y el zorro se encontraban en el lugar en el que se


conocieron y se iba a explorar el bosque.

El hermano mayor de conejito lo seguía todos los días, porque se preocupaba


por él. A ver que se iba con un zorro le entró miedo y fue a avisar a sus
padres.

—Hay que advertirle lo peligroso que es tener un zorro como amigo —dijo
papá conejo.

Esa misma noche hablaron con el conejito. Pero no se lo tomó bien.

—No queréis que tenga amigos y por eso decís esas cosas del zorro —dijo el
conejito, muy enfadado—. Mañana me iré con él y no me volveréis a ver el
pelo.
Al día siguiente, el conejito se levantó antes de lo habitual y se fue al
encuentro del zorro. De camino, el conejito vio al zorro a lo lejos y se acercó a
verlo para darle una sorpresa.

Pero la sorpresa se la llevó él, al ver al zorro a punto de hincarle el diente a


un gazapo que tenía arrinconado.

—¡Zorro! ¿Qué haces? —gritó el conejito.

El zorro se dio la vuelta y vio al conejito. El gazapo aprovechó ese momento


para escapar.

—¡Oh! ¡Mira lo que has hecho! ¡Me he quedado sin desayuno! —dijo el zorro.

—¿Tú comes conejos? —preguntó el conejito.

Tranquilo, solo como crías, como ese gazapo, que son más fáciles de cazar —
dijo el zorro.

—Mis padres tenían razón —dijo el conejito—. Me voy.

—Tú no vas a ninguna parte —dijo el zorro, mientras corría hacia el conejo.

El conejito empezó a correr muy muy pero muy rápido.

—Te cogeré; sabes que corro más que tú —gritó el zorro.

El conejito no contestó. Solo tenía que correr un poco más rápido que el zorro
para huir de él. Y corrió y corrió hasta que perdió al zorro de vista.

A partir de entonces el conejo elige mucho mejor sus amistades y se asegura


primero de que no comen conejos ni otros animales. La última vez estuvo
muy cerca. Tal vez no haya una segunda oportunidad de huir del peligro.

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