NIETZCHE La Voluntad-De-Poder-1

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N ei tz s c h e

La voluntad
de poder
t
Prólogo de
Dolores Castrillo M irat

Biblioteca Edaf
PREFACIO

g r a n d e s c o s a s exigen que no las mencionemos o

L
as

que nos refiramos a ellas con grandeza: con grandeza


quiere decir cínicamente y con inocencia.

Lo que cuento es la historia de los dos próximos siglos.


Describe lo que sucederá, lo que no podrá suceder de otra
manera: la llegada del nihilismo. Esta historia ya puede con­
tarse ahora, porque la necesidad misma está aquí en acción.
Este futuro habla ya en cien signos; este destino se anuncia
por doquier; para esta música del porvenir ya están aguzadas
lodas las orejas. Toda nuestra cultura europea se agita ya
desde hace tiempo, con una tensión torturadora, bajo una an­
gustia que aum enta de década en década, com o si se enca­
minara a una catástrofe; intranquila, violenta, atropellada,
semejante a un torrente que quiere llegar cuanto antes a su
Un, que ya no reflexiona, que teme reflexionar.

El que aquí tom a ahora la palabra no ha hecho, por el con-


Irario, hasta el presente, más que reflexionar; com o filósofo
32 FRIEDRICH NIETZSCHE

y anacoreta, por instinto, que encuentra m ejor ventaja vi­


viendo apartado, al margen, en la paciencia, en la dem ora y
e! rezago, com o un espíritu investigador y atrevido, que ya
se ha extraviado más de una vez en todos los laberintos del
futuro, como un pájaro espectral y profético que m ir a h a c ia
a tr á s cuando cuenta lo que vendrá, primer nihilista perfecto
de Europa, pero que ya ha superado el nihilismo que m oraba LIBRO PRIMERO
en su alma, viviéndolo hasta el fin, dejándolo tras de sí, de­
bajo de sí, fuera de sí. EL NIHILISMO EUROPEO

Porque no hay que engañarse sobre el sentido del título ACERCA DEL PLAN
con el cual este evangelio del futuro será nombrado: « L a vo
lu n ta d d e l p o d e r » . Ensayo de una transmutación de todos los 1. El nihilismo está ante la puerta: ¿de dónde nos lle­
valores. Con esta fórmula se expresa un contramovimiento ga este, el más inquietante de todos los huéspedes? Punto
en relación tanto con el principio como con la tarea: un mo­ de partida: es un error señalar como causas del nihilismo
vimiento que, en cualquier clase de futuro, destruirá ese nihi­ las «crisis sociales», la «degeneración fisiológica», incluso la
lismo perfecto, pero que lo presupone lógica y psicológica­ corrupción. Se trata de la época más honrada y compasiva.
mente y que no puede venir absolutamente sino de él y por él. I,a miseria, la miseria espiritual, corporal e intelectual, no
Pues ¿por qué es ya necesario el surgimiento del nihilismo? tienen en sí toda la capacidad necesaria para producir el
Porque al llegar hasta sus últimas consecuencias, los mismos nihilismo (o sea, el rechazo radical del valor, el sentido,
valores que hemos tenido hasta ahora son los que lo hacen el deseo). Estas necesidades siguen permitiendo interpre­
necesario; porque el nihilismo es la resultante lógica de nues­ taciones diferentes. Sin embargo, en una interpretación
tros grandes valores y de nuestro ideal; porque debemos ex­ muy determinada, la cristiano-moral, se asienta el nihi­
perimentar en nosotros el nihilismo para llegar a comprender lismo.
cuál era el verdadero valor de estos «valores»... Alguna vez 2. La decadencia del cristianismo, en su moral (que es
necesitaremos valores nuevos... inmovible) que se vuelve contra el Dios cristiano (el sentido
tic la verdad altamente desarrollado por el cristianismo, se
transforma en asco ante la falsedad y la mentira de toda in­
terpretación cristiana del mundo y de la historia. La reacción
ilel «Dios es la verdad» en la creencia fanática «todo es falso».
Budismo del h e c h o ..) .
3. Lo decisivo es el escepticismo ante la moral, la de-
nulencia de la interpretación moral del mundo, que ya no
34 FRIED RICH N IETZSC H E
LA VOLUN TA D DE PODER 35

tiene s a n c ió n alguna, después de haber intentado huir hacia


7. Las consecuencias nihilistas de la historia y del «hís-
un más allá, acaba en nihilismo. «Nada tiene sentido» (la in­
loriador práctico», es decir, el romántico. Situación del arte:
consistencia de una interpretación del mundo, que ha sido
absoluta falta de originalidad de su posición en el mundo
dedicada a la fuerza monstruosa, despierta en nosotros la
moderno. Su entenebrecimiento. Supuesto olimpismo de
desconfianza de que todas las interpretaciones del mundo
( ¡oethe.
puedan ser falsas.) Rasgos budistas, nostalgia de la nada.
8. El arte y la preparación del nihilismo: Romanticismo
(El budismo indio no tiene tras de sí un desarrollo del fun­
(final de los «Nibelungos», de Wagner).
damento moral, por eso, para él solamente hay en el nihi­
lismo una moral no superada: el ser como castigo y el ser
como error, combinados, y, por consiguiente, el error tam­
1. NIHILISMO
bién como castigo: una apreciación moral de los valores.)
Los intentos filosóficos de superar el «Dios moral» (Hegel,
1
panteísmo). Superación de los ideales populares: el sabio,
el santo, el poeta. Antagonismo de «verdadero», «bello» y
Nihilismo como consecuencia de la forma en que se han
«bueno».
interpretado hasta ahora los valores de la existencia.
4. Contra la «falta de sentido», por una parte; contra la
apreciación de los juicios morales, por otra: ¿hasta qué punto
toda la ciencia y la filosofía han estado hasta ahora bajo
2
la influencia de los juicios morales? ¿Y si no se tienen en
cuenta la hostilidad de la ciencia? ¿Y el anticientifismo? Crí­
¿Qué significa el nihilismo?: Q u e to s v a lo r e s s u p r e ­
tica del espinosismo. Los juicios de valor cristianos reapare­
Falta la meta; falta la respuesta al
m o s p ie r d e n v a lid e z.
cen por doquier en los sistemas socialistas y positivistas.
«por qué».
Falta una c r ític a d e la m o r a l c ristia n a .
5. Las consecuencias nihilistas de las ciencias naturales
en la actualidad (al mismo tiempo que sus tentativas de es­
3
cabullirse en un más allá). De su actividad se desprende, fi­
nalmente, una autodestrucción, un volverse contra sí, un an­
El n ih ilis m o r a d ic a l es el convencimiento de la insos-
ticientifismo. Desde Copémico ha rodado el hombre desde
lenibilidad de la existencia, cuando se trata de los valores
el centro hacia la periferia.
más altos que se reconocen, añadiendo a esto la compren­
6. Las consecuencias nihilistas de la forma de pensar
sión de que no tenemos el menor derecho a plantear un más
política y económica, en que todos los «principios» llegan,
itllá o un en-sí de las cosas que sea «divino», que sea moral
poco a poco, a caer en la interpretación teatral: el aliento
viva.
de la mediocridad, de la mezquindad, de la falta de sinceri­
lista comprensión es una consecuencia de la «veracidad»
dad, etcétera. El nacionalismo. El anarquismo, etcétera. Cas­
nllíimente desarrollada, y por ello, incluso, una consecuencia
tigos. Faltan la situación y el hombre redentores, el justifi­
de la creencia en la moral.
cador.
36 FRIEDRICH NIETZSCHE LA VOÍ.(JNT,AÍ> DE PODER 37

4 6

¿Qué ventajas ofrecía la hipótesis cristiana de la moral? Esta es la a n tin o m ia .


En tanto creamos en la moral, condenam os la existencia.
1) Concedía al hombre un valor absoluto, por oposición a
su pequeñez y a su contingencia en la corriente del devenir
y el desaparecer. 7
2) Servía a los abogados de Dios, en tanto que dejaba
al mundo, a pesar de la miseria y el mal, el carácter de per­ Los valores superiores, a cuyo servicio debía vivir eí
fección — incluida aquella famosa «Libertad»— , el mal se hombre, especialmente cuando disponían de él de manera
mostraba lleno de s e n tid o . llura y costosa, estos valores s o c ia le s se constituyeron con el
3) Aplicaba al hombre un s a b e r acerca de los valores ab­ l ili de f o r t a l e c e r l o , como si fueran mandamientos de Dios,
solutos y le proporcionaba incluso, de esta forma, un cono­ como «realidad», como «verdadero» mundo, como espe­
cimiento adecuado de lo más importante. ranza y mundo futuro, se construyeron sobre los hombres;
4) Impedía que el hombre se despreciara como hombre, uhora que se hace claro el mezquino origen de estos valpres,
que tomara partido contra la vida, que desesperara del Co­ nos parece que el universo se desvaloriza, «pierde su sen­
nocimiento: era un m e d io d e s u b s is te n c ia . tido»; pero este es solamente un e s ta d o d e tr a n s ic ió n .
En suma: la moral era el gran a n tíd o to contra el n ih ilis m o
práctico y teórico.
8

Consecuencia n ih ilis ta (la creencia en la falta de valor),


5
tumo resultado de la apreciación moral: hemos perdido el
jiii.sto por lo egoísta (aun después de comprender la imposi­
Pero entre las fuerzas que sustentó la moral estaba la ve- bilidad de lo no egoísta); hemos perdido el gusto de lo ne­
esta se vuelve finalmente contra la moral, descubre
r a r id a d :
cesario (aun después de comprender la imposibilidad de un
su te o lo g ía , su consideración in te re sa d a : y ahora la com­ h h e ru m a r b itr iu m y de una «libertad inteligible»). Vemos que
prensión de esa mentira, encamada hace tiempo y de la cuaJ no alcanzamos la esfera en que hemos situado n u e s tr o s va­
no esperamos poder desembarazamos, actúa precisamente lores, con lo cual la otra esfera, en la que vivimos, de ninguna
como estimulante. Ahora constatamos en nosotros mismos, lumia ha ganado en valor: por el contrario, estamos cansa­
enraizadas a través de la larga interpretación moral, necesi­ dos, porque hemos perdido el impulso principal. «¡Todo ha
dades que nos parecen como exigencias de lo no verdadero:
sillo inútil hasta ahora!»
por otra parte, son estas necesidades a las cuales parece estar
unido un valor, las que hacen que soportemos la vida. Este
antagonismo —no estimar lo que reconocemos y no poder 9
estimar ya aquello sobre cuya naturaleza nos gustaría enga­
ñamos— trae como resultado un proceso de desintegración. lil pesimismo como preforma del nihilismo.
LA VOLUN TA D D E POD ER 39
38 FRIED RICH M K TZSCH E

10
«una manera, de tranquilizarse todavía con cualquier cosa:
In vergüenza de sí mismo, como si uno se hubiera mentido a
A. El pesimismo como fortaleza —¿en qué?— en la sí mismo demasiado tiempo... Ese sentido podría haber sido:
energía de su lógica, como anarquismo y nihilismo, como el cumplimiento de un código moral, lo más alto posible, en
lodos los acontecimientos, el orden moral del mundo; o el
analítica.
B. El pesimismo como declive —¿en qué?— , como sua- incremento del amor y la armonía en las relaciones entre los
vizamiento, como sentimentalización cosmopolita, como seres; o la aproximación a un estado general de felicidad:
n incluso, la disolución en un estado de nada universal:
tout com prenda' e historicismo.
La tensión crítica; los extremos se ponen de manifiesto y
una meta sigue siendo un sentido. Lo común en todas estas
concepciones es que debe alcanzarse algo o través del pro­
adquieren preponderancia.
ceso mismo: y, entonces, se comprende que por este devenir
mida se cumple, nada se alcanzará... Por tanto, la desilusión
11
sobre una supuesta finalidad del devenir es la causa del nihi­
lismo: sea con relación a un fin completamente determi-
La lógica del pesim ism o hasta el último nihilism o; ¿qué
imdo, sea generalizando la consideración de la insuficiencia
de todas las hipótesis del fin sustentadas hasta ahora, que
es lo que impulsa aquí? Concepto de la falta de valor, de la
>.r refieren al «desarrollo como un todo» (el hombre que no
fa lta de sentido: hasta qué punto los valores morales están
es un colaborador, y mucho menos el punto central del de­
dentro de todos los demás altos valores.
venir).
Resultado: los juicios morales de valor son condenacio­
nes, negaciones: la moral es la renuncia a la voluntad de Surge, en segundo lugar, el nihilismo como estado psico­
lógico, cuando se ha aplicado una totalidad, una sistemati-
existir.
/nción, incluso una organización en todo suceder y bajo todo
suceder, de manera'que en una representación total de una
lorma suprema de dominio y gobierno se deleite el alma se­
12
dienta de admiracióriy gloria (si se trata del alma de un Ió­
DESMORONAMIENTO DE LOS VALORES nico, bastarán aquella consecuencia absoluta y una dialéc-
COSMOLÓGICOS lica de lo real para conciliario todo...). Una forma de unidad,
*wilquier forma de «monismo»; y, como consecuencia de
rsln fe del hombre en un sentimiento profundo de conexión
A
v dependencia de un «todo» infinitamente superior a él, un
niniliis de la divinidad... «El bien de la totalidad requiere la
El nihilismo, como estado psicológico, surgirá primera
fiilivga del individuo»... ¡Pero hay que darse cuenta de que
mente, cuando hayamos buscado un «sentido» a cualquiei
un existe tal totalidad! En el fondo, el hombre ha perdido la
suceso que no lo tenga, de manera que el que busca acafri
i u-encia en su valor, cuando a través de él no actúa un todo
perdiendo el ánimo. El nihilismo es entonces la consciencia
de un largo despilfarro de fuerzas, la tortura del «en vano», mi initamente precioso: es decir, ha concebido un todo se­
mejante para poder creer en su propio valor.
la inseguridad, la falta de oportunidad para rehacerse de al
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El nihilismo, como estado psicológico, tiene, además, una rías, y que, después de este exam en, el mundo em pieza a no
tercera y última forma. Dadas estas dos consideraciones: que lener valor para nosotros, debem os preguntam os de dónde
no se llega a nada con el devenir, y que bajo todos los deve­ nace nuestra creencia en ellas. ¡Tratemos de averiguar si es
nires no gobierna ninguna gran unidad en la que el individuo posible negarlas! Cuando hayamos desvalorizado estas tres
pueda sumergirse por completo, como en un elemento del más categorías, la dem ostración de su inaplicabilidad en todo no
alto valor, queda entonces com o subterfugio condenar todo es razón suficiente para desvalorizar el universo.
el mundo del devenir com o engaño e inventar un mundo si­ Resultado: la creencia en las categorías de la razón es la
tuado más allá de este y considerarlo como un mundo verda­ m usa del nihilismo; hemos medido el valor del mundo por
dero. Pero tan pronto com o el hombre llega a darse cuenta de categorías que se refieren a un mundo puramente ficticio.
que 'la construcción de tal mundo se debe tan solo a necesida­ Conclusión: todos los valores con los cuales hem os tra­
des psicológicas y no tiene, por tanto, derecho a la existen­ tado hasta ahora de hacernos apreciable el mundo, prim era­
cia, surge la última forma del nihilismo, una forma que com ­ mente, y con los cuales, después, incluso lo hemos desvalo-
porta en sí misma no creer en un mundo metafísico, y que se li/.ado al haberse mostrado estos inaplicables; todos estos
prohíbe, igualmente, la creencia en un verdadero mundo. valores, reconsiderados psicológicamente, son los resultados
Desde este punto de vista, se admite la realidad del devenir tic determinadas perceptivas de utilidad, establecidas para
com o única realidad y se rechaza cualquier clase de camino conservar e incrementar la imagen de dom inio humano, pero
torcido que conduzca al más allá y a las falsas divinidades; proyectadas falsamente en la esencia de las cosas. La inge­
pero no se .soporta ese mundo, aunque no se le quiera negar... nuidad hiperbólica del hombre sigue siendo, pues, conside­
¿Qué es lo que ha sucedido, en suma? Se había alcanzado rarse a sí m ismo com o el sentido y la m edida del valor de las
el sentimiento de la falta de valor cuando se com prendió que cosas.
ni con el concepto «fin», ni con el concepto «unidad», ni con
el concepto «verdad» se podía interpretar el carácter general de
la existencia. Con ello, no se alcanza ni se obtiene nada; falta la 13
unidad que engrana en la multiplicidad del acontecer; el ca­
rácter de la existencia no es «verdadero», es falso..., ya no se El nihilismo representa un estado patológico intermedio
tiene absolutamente ningún fundam ento para hacerse creer a (lo patológico es la m onstruosa generalización, la conclu­
sí mismo en la existencia de un mundo verdadero... En resu­ sión sin ningún sentido), sea porque las fuerzas productivas
men: las categorías «fin», «unidad», «ser, con las cuales he­ mi son todavía bastante fuertes, sea porque la decadencia va­
mos atribuido un valor al mundo, son desechadas de nuevo cila aún y no ha descubierto todavía sus medios auxiliares.
por nosotros, ahora el mundo aparece com o falto de valor... Supuesto de esta hipótesis: que no hay ninguna verdad,
i|tie no hay ninguna cualidad absoluta de las cosas, ninguna
■■cosa en sí». Esto es nihilismo, y, verdaderamente, nihilismo
B iwlremo. Sitúa el valor de las cosas precisamente en el hecho
ile que ninguna realidad corresponde ni correspondió a estos
Admitiendo que hemos reconocido hasta qué punto el valores, sino que son solo un síntoma de fuerza por parte del
mundo ya no puede ser inteipretado con estas tres catego i|tie atribuye el valor, una simplificación para fines vitales.
LA V O L U N T A D D E PO D ER 43
42 FRIED RICH N IETZSCH E

citación que se llama «idealismo». Este mal hábito es más


14
fuerte que la rabia del desengañado.
Los valores y sus variaciones están en relación al des­
arrollo de poder del que aplica el valor.
17
La medida de la no creencia, de la supuesta «libertad del
espíritu» como expresión del aumento de poder.
¿Hasta qué punto el nihilismo de Schopenhauer sigue
«Nihilismo» como ideal del supremo poder del espíritu,
siendo la consecuencia del mismo ideal creado por el teísmo
de la vida más exuberante, en parte destructivo, en parte
irónico. cristiano? El grado de certidumbre con relación al grado más
alto del deseo, a los valores superiores, a la suma perfección,
era tan grande, que los filósofos partían del a p r i o r i como de
una certeza absoluta: «Dios» en la cumbre, como verdad
15
dada. «Llegar a ser igual a Dios», «ser absorbido por Dios»,
listos fueron durante siglos los objetivos del deseo más in­
¿Qué es una creencia? ¿Cómo se origina? Cualquier cre­
genuo y convincente (pero algo que convence no se con­
encia es un tener-por-verdadero.
vierte en verdadero por eso: es únicamente más convincente.
La forma extrema del nihilismo sería la opinión de que
Nota para los asnos).
toda creencia, todo tener-por-verdadero, son necesariamente
Se ha olvidado conceder este planteamiento del ideal a la
falsos porque no existe en absoluto un mundo verdadero.
realidad personal; se llegó al ateísmo. ¿Pero se ha renun­
Por tanto, una apariencia de perspectiva cuyo origen reside
ciado al ideal? En el fondo, los últimos metafísicos siguen
en nosotros (en cuanto que necesitamos constantemente un
buscando en él la «realidad» verdadera, la «cosa en sí», en
mundo más estrecho, más limitado, más simplificado).
relación con la cual todo lo demás solo es apariencia. Su
La medida de nuestra fuerza es hasta qué punto podemos
dogma es que nuestro mundo de apariencias no es visible­
acomodamos a la apariencia, a la necesidad de la mentira,
sin perecer. mente la expresión de aquel ideal, por lo que no puede ser
■■verdadero», y de ninguna forma puede conducir a ese
En esa medida, el nihilismo podría ser una forma divina
inundo metafísico que ellos ven como causa. Lo incondicio-
de pensar como negación de todo mundo verdadero, de
todo ser. imdo, en cuanto representa esa perfección superior, no puede
ser el fundamento de todo lo condicionado. Schopenhauer,
que deseaba que fuese de otra forma, tuvo que pensar en esa
itizón metafísica como antítesis del ideal, como «voluntad
16
mala y ciega»; de suerte que pudo ser entonces «lo apa-
lente», lo que se manifiesta en el mundo de las apariencias.
Si nos sentimos «desengañados», no lo somos en relación
I'ero, incluso con esto, no renunció al ideal absoluto, y.
con la vida, sino porque hemos abierto los ojos a las «con­
cupiscencias» de toda clase. Miramos con cierta rabia bur­ claro: metió la pata...
(A Kant le pareció necesaria la hipótesis de la «libertad
lona lo que llamamos «ideal». Nos despreciamos solo por no
inteligible» para aliviar al e n s p e r fe v tu m de la responsabili­
poder mantener sometida, en todo momento, esa absurda ex­
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dad del ser-así-y así de este mundo; en resumen, para expli­ tareas. La autoridad de la c o n c ie n c ia aparece ahora en pri­
car e! mal y la maldad: lógica escandalosa en un filósofo...) mera línea, como indemnización a cambio de una autoridad
personal (cuanto más se emancipa la conciencia, más impera­
tiva se hace la moral). O la autoridad de la ra zó n . O el in stin to
18 so c ia l (el rebaño). O la h isto ria , con su espíritu inmanente
que tiene su fin en sí, y a la que puede uno a b a n d o n a r s e . Se
El signo más general de los tiempos modernos: el hom­ querría eludir, para anular totalmente a la voluntad, al deseo
bre, a sus propios ojos, ha perdido, increíblemente, dignidad. de un fin, al riesgo, a sí mismo; querríamos libramos de la
Durante mucho tiempo fue el centro y el héroe trágico de la responsabilidad (se aceptaría el fatalismo). En fin: la fe lic i-
existencia; entonces se esforzó, al menos, en demostrarse ■dad y, con cierta tartufería, la felicidad de la mayor parte.
emparentado con las partes más decisivas y valiosas de la Se dice uno a sí mismo:
existencia: como hacen todos los metafísicos que quieren es­
1) Un fin determinado no es necesario en absoluto.
tablecer la dignidad del hombre con la creencia de que los
2) No es posible prever el fin.
valores morales son valores cardinales. El que abandona a
Dios, con tanta más firmeza se a terra a la creencia en la Precisamente ahora que la voluntad sería necesaria en
moral. toda su potencia, es lo más d é b il, lo más p u s ilá n im e . Abso­
luta desconfianza contra la fuerza organizadora de la volun­
tad en conjunto.
19
21
Cualquier valoración moral (como, por ejemplo, la bu­
dista) acaba en el nihilismo; ¡esperamos esto para Europa! E l n ih ilis ta p e r fe c to .—El
ojo del nihilista idealiza dentro
Se cree salir del paso con un moralismo sin fondo religioso: de lo feo, es infiel a sus recuerdos, los deja abatirse, desho­
pero para ello es forzoso el camino hacia el nihilismo. En la jarse; no los protege contra las lívidas decoloraciones que
religión es necesario considerarnos como creadores de valo­ vierte la debilidad sobre lo lejano y lo pasado. Y lo que no
res morales. ejercita contra sí no lo ejercita tampoco contra el pasado
completo de los hombres: lo deja abatirse igualmente.

20
22
La pregunta del nihilismo «¿para qué?» parte de los hábi­ El nihilismo tie n e d o b le s e n tid o :
tos mantenidos hasta ahora, según los cuales el fin parecía
establecido, dado, exigido desde fuera, es decir, por alguna A) El nihilismo como signo del creciente poder del es­
a u to r id a d s o b r e h u m a n a . Al dejar de creer en esta, se buscó, píritu: nihilismo activo.
sin embargo, según la antigua costumbre, otra autoridad que B) El nihilismo como decadencia y retroceso del poder
supiera hablar de forma absoluta y pudiera ordenar fines y del espíritu: nihilismo pasivo.
46 F R IE D R IC H N IE T Z S C H E
LA VO LU NTA D D E PO D ER 47

23
convertir algo en nada por el juicio secunda el convertir algo
en nada por la mano.
El nihilismo como estado normal. Puede ser un signo de
fuerza; la intensidad del espíritu puede haber aum entado de
tal modo que las metas que tenía hasta ahora («conviccio­
25
nes», artículos de fe) resulten inadecuadas (pues una creen­
cia expresa, en general, el apremio de las condiciones vita­
Sobre la génesis del nihilista.— Solo tardíamente se tiene
les; un sometim iento al influjo de las relaciones bajo las
el coraje de adm itir aquello que sabemos con certeza. El que
cuales un ser prospera, crece, gana poder...); por otra parte,
yo, hasta ahora, haya sido fundam entalm ente nihilista, hace
el signo de una potencia insuficiente para establecerse a sí.
muy poco tiempo que me lo he confesado a m í mismo: la
m ismo de forma productiva, de nuevo, una meta, un porqué,
energía, el radicalismo con que seguía adelante com o nihi­
una creencia.
lista m e ocultaron esta verdad esencial. Cuando se va hacia
A lcanza su máximo de fuerza relativa com o potencia vio­
un fin, parece imposible que «la falta de fin en sí» sea una
lenta de destrucción: com o nihilismo activo.
creencia esencial.
Su antítesis sería el nihilismo fatigado, que ya no ataca:
su form a m ás conocida es el budism o, com o nihilism o
pasivo, com o signo de debilidad; la potencia del espíritu
26
puede estar cansada, agotada, de form a que las metas y va­
lores que tenía hasta ahora resulten inadecuados, faltos de
El pesim ism o de las naturalezas vigorosas.— El «para
crédito; de forma que la síntesis de valores y metas (base so­
qué» después de una lucha terrible, incluso aun después de
bre la que descansa toda cultura fuerte) se disuelve y los va­
la victoria. Que es algo cien veces más importante que pre­
lores aislados se hagan le g u erra— disgregación— , que todo
guntamos si nos encontramos bien o mal — instinto funda­
lo que refresca, cura, tranquiliza, aturde, pase a primer plano
mental de todas las naturalezas fuertes— y, en consecuencia,
bajo diferentes disfraces: religiosos, morales, políticos, esté­
si los dem ás se encuentran bien o mal. En resumen, que te­
ticos, etcétera.
nemos una meta y .que por ella no vacilamos en hacer vícti­
mas humanas, arrostrar todos los peligros, tom ar sobre nos­
otros mismos todo lo malo, todo lo peor: la gran pasión.
24

El nihilism o no es solo una reflexión sobre el «¡en


II. CAUSAS REMOTAS DEL N IHILISM O
vano!», no es solo la creencia de que todo m erece morir: se
pone la mano encima, se aniquila... Esto resulta, si se quiere,
27
ilógico; pero el nihilista no cree en la necesidad de ser ló­
gico... Es este el estado de los espíritus y voluntades más
Causas del nihilism o: 1) F alta la especie superior, es
fuertes — y para ellos no es posible detenerse en el no «del
decir, aquella cuya fertilidad y poder inagotables m antie­
juicio»— : el no de la acción está dado por su naturaleza. El
nen la creencia en el hombre. (Piénsese en lo que se debe a
48 FRIED RICH N IETZSC H E LA V OLUN TA D DE PODER 49

Napoleón: casi todas las esperanzas más altas de este t diño instrumento de la ciencia: abrir los ojos a los distintos
siglo.) |K'(|ileños placeres, por ejemplo, con reconocimiento (mo­
2) La e s p e c ie in fe r io r («rebaño», «masa», «sociedad») destia contra sí mismo); generalizar esta modestia contra sí
olvida la modestia y exagera sus necesidades de valores c ó s ­ mismo basta convertirla en p a th o s ; la mística, el goce vo­
m ic o s y m e ta fís ic a s . Por este proceso se v u lg a r iz a la exis­ luptuoso del vacío eterno, el arte «por el arte» («le fait»); el
tencia entera: hasta tal punto que domina la masa, tiraniza a ■•puro conocer» como narcótico del asco de sí mismo; cual­
los hombres de excepción, de manera que pierden la fe en sí quier trabajo estable, cualquier pequeño fanatismo estúpido;
mismos y se convierten en nihilistas. In confusión de todos los medios, la enfermedad por falta de
Todas las tentativas de crear tipos superiores fracasaron moderación en general (la disipación mata el placer).
(«romanticismo», el artista, el filósofo, contra la tentativa de
Carlyle de concederles los más altos valores morales). 1) Debilitación de la voluntad como resultado.
La re siste n c ia contra los tipos superiores como resultado. 2) Contraste de sentimientos entre un orgullo extremo y
O c a s o e in s e g u r id a d d e to d o s lo s tip o s su p e rio re s. La lu­ In humillación de pequeñas debilidades.
cha contra el genio («poesía popular», etcétera). Compasión
por los humildes y por los que sufren como m e d id a de la a l­
tu r a d e l a lm a . 30
Falta el f iló s o fo que descifre la acción, no solo el que la
poetiza. Llega ya la época en que tendremos que pagar el haber
Nido cristianos durante dos milenios: perdemos la fuerza de
gravedad que nos permitía vivir, hace ya tiempo que no sa­
28 llemos de dónde venimos y adonde vamos. Nos precipita­
mos, de repente, en las valoraciones opuestas con el grado
El nihilismo in co m p le to , sus forma: vivimos en medio de él. ile energía que ha despertado, incluso en el hombre, una su­
Los intentos de escapar al nihilismo sin transmutar los va­ pervaloraron extrema del hombre.
lores aplicados hasta ahora: producen el efecto contrario, Hoy todo es completamente falso; todo son «palabras»,
agudizan el problema. mmrquía, debilidad o exaltación.
a ) Se busca una especie de solución terrena, pero en el
29 mismo sentido que el t r i u n fo d e fi n i ti v o de la verdad, del
iimor, de la justicia (el socialismo: «igualdad de la per­
L a s c la s e s d e a u to a tu r d im ie n to . — En lo más interno: ¿no sona»).
encontrar una salida? Vacío. Intentos de liberarse en la em­ b ) Se intenta igualmente mantener el ideal moral (con pre­
briaguez: la embriaguez como música, la embriaguez como ponderancia de lo altruista, de la abnegación, de la negación
crueldad en el placer trágico de la caída de los más nobles, ile la voluntad).
la embriaguez como entusiasmo ciego por hombres o épocas c) Se intenta incluso conservar el «más allá» aunque sea
aisladas (como odio, etcétera). Intento de trabajar sin sentido. solo co m o incó"»^' lo interpreta de ma-
LA V O LU N TA D D E PO D ER 51
50 F R IE D R IC H N IE T Z S C H E

El pesim ism o europeo está todavía en sus comienzos. Un


ñera que se pueda extraer de él, al estilo antiguo, una especie
de consuelo metafísico. testimonio contra sí mismo: aún no tiene aquella monstruosa
y nostálgica fijeza de mirada en que se refleja la nada, como
d) Se intenta leer en el suceder una dirección divina
la tuvo una vez en la India: todavía hay en él mucho «hecho»
de estilo antiguo, una ordenación de las cosas basada en
y no «devenido», dem asiado pesimism o de sabios y poetas;
prem ios y castigos que nos educa y nos lleva hacia la per­
fección. quiero decir, que buena parte de él es pensado o inventado,
es «creado», pero de ningún modo «causa».
e) Se cree, ahora com o antes, en el Bien y en el Mal: de
m anera que se considera el triunfo del bien y la destrucción
del mal com o tarea (esto es muy inglés: caso típico, ese pe­
lirrojo de John Stuart Mili). • 32
f) El desprecio de la «naturalidad», el ansia del e¡>o: in­
Crítica del pesim ism o hasta el presente.— Rechazo del
tento de comprender, com o consecuencia de una desperso­
punto de vista endem onológico com o última reducción a la
nalización y com o désintéressement, incluso la espirituali­
dad y el arte más altos. pregunta: ¿qué sentido tiene esto? Reducción del oscureci­
g) Se permite a la Iglesia que siga entrometiéndose en to­ miento.
Nuestro pesim ism o: el mundo no es, de ningún modo, el
das las vivencias esenciales, en todos los puntos culm inan­
valor que creemos; nuestra fe misma ha hecho aum entar de
tes de la vida individual, para que los consagre y les de un
lal form a nuestra tendencia al conocimiento, que hoy tene­
sentido más alto: seguimos teniendo el «estado cristiano», la
«boda cristiana». mos que decir esto. En primer lugar, el m undo aparece así
como de menos valor, y así lo experimentaremos: solo en
este sentido somos pesimistas, es decir: con la voluntad de
reconocer sin trabas esta transvaloración y no engañarnos o
31
cubrirnos los ojos con la antigua forma de pensar.
Justamente en esta dirección encontram os el pathos que
Ha habido épocas más pensadoras y más profundas que
nos fuerza a buscar nuevos valores. En suma: el mundo pu­
la nuestra; épocas com o, por ejem plo, aquella en que apa­
diera tener más valor del que nosotros creíamos; debemos
reció el Buda, en que el pueblo m ism o, después de largas
unalizar la ingenuidad de nuestros ideales ya que quizá, en
luchas de sectas du ran te siglos, se en contró al final tan
conciencia, para darle la interpretación más alta, no hemos
profundam ente perdido en los laberintos de las opiniones
dado ni tan siquiera una vez a nuestra existencia hum ana un
filosóficas com o tem poralm ente los pueblos europeos en
las sutilezas de los dogm as religiosos. No nos dejem os moderado valor.
¿Qué ha sido divinizado? Los instintos de valor en la co­
nosotros seducir por la «literatura» y la prensa que nos in­
munidad (lo que posibilita su subsistencia).
ducen a tener una gran opinión del «espíritu» de nuestro
¿Q ué ha sido calumniado'? Lo que separaba a los h om ­
tiem po: los m illones de espiritistas y una cristiandad con
bres superiores de los inferiores, el im pulso creador de
ejercicios gim násticos de esa espantosa fealdad que carac­
teriza a las invenciones inglesas ofrecen una m ejor pers­ abismos.
pectiva.
52 FR IE D R IC H N IE T Z SC H E LA V O L U N T A D DH PO D ER 53

33 P orque, en am b o s c a so s, n o se e sta b le c e a q u í n in g ú n o tro


N c n tid oú ltim o ,'s in o la a p a rie n cia del p la c e r o el desplacer.
C a u sa s del su rg im ien to del p esim ism o : I’cro a s í h a b la una c la se d e h o m b res q u e y a n o se a trev e a es-
lublecer u n a v o lu n ta d , u n a in ten ció n , un sen tid o ; p ara c u a l­
1) P o rq u e las ten d en c ias m ás fu ertes y esperanzadoru.s quier c la se d e h o m b re s m á s san a, el v a lo r d e la v id a n o se
de la v ida han sid o calu m n ia d as h asta ah o ra, d e m an e ra que m ide co n el m ó d u lo de esta s co sa s a c c eso ria s. Y si u n a p re ­
la v id a tien e u n a m ald ició n so b re sí, ponderancia del d o lo r sería p o sib le, lo serían tam b ién , a pe­
2) P o rq u e la crecien te v alen tía y rectitu d y la atrevida sar de todo, una v o lu n tad m ás fu erte, un d e c ir-sí a la vida,
d e sc o n fian z a del h o m b re c o m p re n d e n la in d iso lu b ilid ad di' lina n e c esid ad de e sa p re p o n d eran cia.
esto s instintos con resp ecto a la v id a y, p o r lo tanto, se vuel «L a v id a no m erece la p en a» ; « resig n a c ió n » ; « ¿d e qué
ven co n tra la vida. sirven las lág rim as?» ; esta es una fo rm a de p e n sa r d ébil y
3) P o rqu e so lo los m ed io cres, los q u e n o sienten ese con irn tim en tal. «U n m o n stre gai v ant m ieux q u ’un sen tim ental
flic to en a b so lu to , p ro s p e ra n : la c la se s u p e rio r fra c a sa y. rn n u y eu x » .
c o m o eje m p lo d e la d e g en e ra ció n , se crea e n e m ig o s; porque,
p o r o tra p arte, n o s in d ig n a el q u e se presen te lo m ediocre
c o m o finalidad y se n tid o (y tam b ién p o rq u e y a nadie puede 36
resp o n d er a un ¿para qué?).
4 ) P or q ue el e m p e q u e ñ ecim ie n to , la cap a cid ad d e sufrir, lil filó so fo n ih ilista e stá co n v en c id o d e q u e to d o aconte-
la in quietud, la prisa, la con fu sió n crecen sin cesar; p o rq u e l;i i r r no tiene sen tid o , de q u e to d o su ced e en vano, y tam b ién
actu alizació n de to d o este im p u lso , la llam ad a «civilización» ilr que n o d eb ería e x istir n ad a sin sen tid o ni en vano. P ero
es c ad a ve m á s fácil, y el in d iv id u o en fre n tad o a esta m a­ ¿por q u é este no d eb ería? ¿D e d ó n d e se to m a este « sentido»,
q u in a ria m o n stru o sa se desalienta y se somete. t'sla m ed id a? El nihilista q u iere decir, en el fondo, qu e la
c o n sid e ra c ió n d e u n a tal e x is te n c ia v a c ía e inú til n o es s a ­
tisfa c to ria p a ra un filó so fo , le p ro d u c e triste z a y d e se s p e -
34 im ión. U n a co n sid eració n así co n trad ice n u estra m ás sutil
•«fusibilidad c o m o filó so fo s. N os h a c e lle g a r a e sta ab-
El p esim ism o m o d ern o es u n a e x p resió n de la inutilidad iiin la v aloración: el c arácter d e la ex isten c ia d eb ería satisfa-
del m u n d o m o d ern o , no del m u n d o y d e la ex iste n cia en ge­ i rr al filósofo para q u e esta p u ed a m a n ten erse con p len o de-
n e ra l. nvlio...
P artien d o d e a q u í, e s fácil c o m p re n d e r q u e el p la c e r y
el d esp lacer so lo p u ed en ten er el sen tid o de m ed io s d en tro
35 ilrl su ced er; q u e d a ría p o r p re g u n ta r si, d e a lg u n a m a n era ,
i*h |M)sible v e r el «sen tid o » , la «fin alid ad » , si la cu e stió n d e
L a « p re p o n d eran cia del d o lo r sobre el placer» o lo con tu falta de sen tid o , o la co n traria, n o serán insolubles para
trario (el hedo nism o ): estas dos d o ctrin as son ya in d icio s que nosotros.
apuntan al nihilism o...
54 FRIED RICH NIHTZSCHK
LA V OLUNTAD DE PODER 55

37
m ism o o el optim ism o . N o se h a c o m p ren d id o lo q u e está al
iili'imce de la m año: que el p esim ism o n o es un p ro b lem a,
Evolución del pesim ism o al nihilismo.— Desnaturaliza
Miio un síntom a: que la palabra « p esim ism o » d ebería su sti­
ción de los valores. Escolástica de los valores. L os valores,
tuirse por la de «nihilism o»: que la cu estió n de si no ser es
perdidos, idealizados, en lugar de do m in ar y dirig ir la ac
mejor q u e ser, es ya. po r sí m ism a, u n a en ferm ed ad , un signo
ción, se vuelven contra ella, co ndenándola.
ile declive, una idiosincrasia.
C ontradicciones introducidas en lu gar de los grad o s y e;i
lil m ov im ien to nihilista es solo la ex p resió n de u n a de-
tegorías naturales. O dio a la jerarq u ía. L as contradicciones
i mlencia fisiológica.
co rresponden a una ép o ca po pu lach era, p o rq u e son fáciles
de com prender.
El m u n d o rechazado en presencia de un m undo cons
39
truido artificialm ente, «verdadero, válido». Finalm ente, se
descu bre con qué m ateria se edificó el « m un d o verdadero»,
Debe comprenderse: que todas las clases de decaim iento
y ya solo q u ed a el reprobado, cargando en la cu enta de este,
V de dolen cia han ayu dad o , co n stan tem en te, al en ju icia­
esta su prem a desilusión.
miento de v alo res totales; que, en el resu ltad o d e esta v alo­
Y con esto ha llegado el nihilism o: se han con serv ad o los
ración d e co nju n to, la d ecad en cia h a llegado a ser p repo n d e­
valores que sirven para juzgar, ¡y nada más!
rante, h a llegado, incluso, a dom inar; que no solo ten em o s
E sto da lugar al nacim iento del pro blem a de la fuerza y l;i
i (tic luchar contra todas las m iserias actuales, consecuencia de
debilidad:
In degeneración, sino que to d a d e cad en cia p ro d u cid a hasta
1) Los débiles se rom pen aq uí en pedazos. ulioru h a q u ed ad o retard ad a, es decir, to d av ía viva. U na tal
2) Los fuertes destruyen lo que no se rom pe. nhorración general de la h u m an id ad , d e sus instintos fu n d a­
3) Los m ás fuertes superan los valores que sirven pañi mentales, una tal d ecad en cia general de los en ju iciam ien tos
juzgar. dr valores fo rm a la interrogante p ar excellence, el verdadero
m rrtijo que el anim al «hom bre» p ro po n e al filósofo.
Todo esto en conjunto crea Ia edad trágica.

40
III. E L M O V IM IE N T O N IH IL IS T A C O M O EX PR ESIÓ N
D E LA D E C A D E N C IA
Hl concepto «décadence».— L a d esco m p o sició n , la d e­
la c ió n , los residuos, no son algo co n d en able en sí m ism o,
38
*nn solam ente una co n secuen cia n ecesaria de la vida, del
i iccim iento vital. L a aparición de la d ecad en cia es tan esen-
R ecientem ente se han llevado a cab o m u ch o s ab u so s con
i lilimente n ecesaria co m o cu alq u ier su rg im ien to y av ance de
el em p leo de una p alabra fortuita e in adecuad a en todos l o s
In vida, y n o se tie n e en la m a n o el m e d io d e h a cerla d es-
sentidos, se h a b la en todas partes de « p esim ism o » , se intent;i
«piirecer. P o r el contrario , la razón ex ig e qu e resp etem o s sus
a toda co sta solucionar la cuestión de si tiene razón el pesi
ilcrcchos.
56 F R IE D R IC H N IE T Z S C H E LA V O L U N T A D D E P O D E R 57

Es ignominioso que todos los socialistas sistemáticos (La cura: por ejemplo, el militarismo, a partir de Napo­
crean que podrían darse circunstancias, com binaciones so león, que vio a la civilización com o su «enemiga natural».)
ciales bajo las cuales el vicio, la enfermedad, el crimen, ki
prostitución, la miseria, dejen de crecer... Esto significa con
denar la vida... 42
Una sociedad no es libre de perm anecer siempre joven.
Incluso en sus más florecientes momentos de esplendoi Lo que se tuvo hasta el presente com o causas de la dege­
tiene que dejar sus inmundicias, sus detritus. C.uanto con neración son sus consecuencias.
más energía y audacia vaya adelante, más rica será en fraca­ Asimismo, aquello que ha venido considerándose como
sos, en deformidades, y más cercana estará de la caída... L;i nira de la degeneración, son simples paliativos contra cier-
vejez no puede eliminarse con instituciones. Ni la enferme Ihn efectos de ella: los «curados» no son más que un tipo de
dad. Ni el vicio. los degenerados.
Consecuencias de la decadencia: el vicio: la viciosidad; la
enfermedad: la diátesis epidémica; el crimen: la criminali-
41 ildtl; el cebilato: la esterilidad; el histerismo: la abulia; el al-
mholismo: el pesimismo; el anarquismo: el libertinaje (lam ­
Fundam entos sobre la naturaleza de la decadencia: lo inen el espiritual). Los calumniadores, los subversivos, los
que hasta ahora hemos considerado com o sus causas son so escépticos, los destructores...
lamente sus consecuencias.
Con esto se modifica totalmente la perspectiva del pro
blema moral. 43
Toda la lucha moral contra el vicio, contra el lujo y el cri
men, incluso contra la enferm edad misma, peca de ingenui Sobre el concepto «décadence».
dad, parece superflua: no hay posible «enmienda» (contra el I) La duda está m otivada por la decadencia, igualmente
arrepentimiento).
que el libertinaje del espíritu.
La decadencia misma no es algo contra lo que pudiera lu .’) La corrupción de las costumbres está m otivada tam ­
charse: es absolutamente necesaria y propia de todas las épo bién por la decadencia (debilidad de la volición, necesidad
cas, de todos los pueblos. Lo que se debe com batir con to ile estimulantes muy fuertes).
das las fuerzas es la posible contaminación de las partes
') Los m étodos curativos, sicológicos y morales, no al-
sanas del organismo.
Ieiiui la marcha de la decadencia, no la contienen, son fisio­
¿Actuamos así? Hacemos todo lo contrario. Precisamente lógicamente nulos.
en este sentido se orientan los esfuerzos de la humanidad.
¿En qué modo se encuentran relacionados con este pro I lay que considerar la gran nulidad de estas «reacciones»
blema biológico fundamental todos aquellos valores que |iielenciosas; no son más que formas de narcotización utili-
hasta ahora han venido considerándose com o superiores? L;i /iiilas contra ciertas consecuencias fatales; no logran elimi-
filosofía, la religión, la moral, el arte, etcétera. imi totalmente el elemento morboso de la decadencia; no pa­
58 FRIED RICH N IETZSC H E
LA V OLUNTAD DK PODF.R 59

san, a m en u d o , de ser intentos heroico s del h o m b re p a ra anu


■I) Se anhela un estado en el que ya no se sufra. Se con-
lar la d ecadencia, p ara elim in ar un m ín im o de su nocividad.
nlili-ra a la vida como «I motivo de todos los males; se apre-
4) El nihilism o rio es un m otivo, sino ún icam en te la ló
rlnii los estados inconscientes e insensibles (el sueño, los
gica de la decadencia.
ilrsvanecimientos) como incomparablemente más valiosos
5) E l «bueno» y el «m alo» son tan solo dos tipos de la
los conscientes; de aquí una m e to d o lo g ía .
decadencia: se m antien en unidos ante todos los fenóm enos
fundam entales.
6) L a cuestión social es solo un resultado de la decadencia.
45
7) Las enferm edades, sobre todo las n erviosas y cerebra­
les, son signos de que falta la fu erza d efen siva de la n atura­
Sobre la higiene de los «débiles». —Todo lo que se hace
leza fuerte; sucede igualm ente incluso con la irritabilidad, de
tumido en la debilidad fracasa. Moral: no hacer nada. Pero
forana que el place r y el d esp lacer se conv ierten en p rob le­
Id peor es que precisamente el poder de renunciar a la uc-
m as de prim era m agnitud.
uon. de no reaccionar, es el más afectado bajo el indujo
tic la debilidad: no se reacciona nunca más rápidamente
V ciegamente que cuando no debería reaccionarse en ab­
44
soluto...
El vigor de una naturaleza se muestra en el contener
Tipos m ás com u n es de la decadencia:
v retrasar la reacción; una cierta a5ia<po<pta le es tan ca-
imierística como a la debilidad la esclavitud del movi­
1) C reyend o en co n trar rem ed io s se eligen los q ue acele­
miento contrario, la repentinidad, la irrefrenabilidad de la
ran el agotam iento: entre ellos e stá el cristian ism o (por citar
■■ili ción». La voluntad es débil y el remedio para evitar
el caso m ás generalizado del instinto de ap o y arse en falso);
liiK'er tonterías sería tener una voluntad lo suficientemente
entre ellos está el «progreso».
lucilo para no hacer nada... c o n tr a d ic tio ... Una especie de
2) Se pierde la fuerza d e resisten cia co ntra las excitacio ­
imtodestrucción, el instinto de conservación es comprome-
nes — estam os condicion ado s p o r la casualidad— se aum en­
lldo... El débil se daña a sí mismo... Este es el tipo de la de-
tan y exageran las ex perien cias h asta lo m onstruoso... una
nulencia...
«despersonalización» un a disg reg ació n de la voluntad; a
Realmente encontramos una monstruosa reflexión sobre
esto corresponde to d a un a clase de m oral: la m oral altruista,
|inii licas para provocar la impasibilidad. El instinto va hasta
la que lleva a todas horas « la p ied ad » en los labios; en ella
iiquí por el buen camino, en el sentido de que no hacer nada
lo esencial es la d ebilidad d e la person alidad , de m anera que
más útil que hacer algo...
vibra al unísono y tiem b la co n stan tem en te co m o u n a cuerda
Todas las prácticas de las órdenes religiosas, de los filó-
m usical sobreexcitada... u n a irritabilidad extrem a...
■.olós solitarios, de los faquires, se basan en la perfecta valo-
3) Se con fu nde la ca u sa con el efecto; no se entiende la
nirión de que una determinada clase de hombre es tanto más
decad en cia e n su sen tido fisio ló g ico, y se ve en sus conse
Mdl a sí misma cuanto más se impide actuar.
cu encias últim as la c au sa real de la dolencia; a esto corres
ponde to d a la m oral relig iosa
60 FRIED RICH N IETZSCH E LA V OLUNTAD DE PODER 61

46 ilc los fen ó m en o s no rm ales con stitu y en el estad o enferm izo


ll'la u d e B ernard).
D ebilidad de la voluntad: esta es una co m paració n qm De la m ism a fo rm a que «el m al» p uede ser co n sid erad o
p u ed e inducir a equivocaciones. Pues no hay voluntad en ah «orno exageración, com o discordancia y desproporción, puede
soluto y, p o r lo tanto, no hay voluntades fuertes ni débiles ■<cl bien» ser una d ieta pro tecto ra c o n tra los peligros de la
L a m ultiplicidad y la disgregación de los instintos, la falta de exageración, la d isco rd an cia y la d esproporción.
sistem a entre ellos, tiene com o consecuencia «la voluntad dé La debilidad hereditaria co m o sentimiento dominante:
bil»; la coordinación de estos instintos b ajo la preponderan causa de los valores superiores.
cia de uno solo tiene com o resu ltad o la «volu n tad fuerte»; cu Se quiere la debilidad: ¿por qué?... La m ay o r parte de las
el prim er caso, se trata de la oscilación y la falta de discerní veces, po rq u e se es necesariam ente débil.
m iento; en el segundo, la p recisión y la claridad de rum bo. La debilitación c om o tarea: la d eb ilitació n de los apeti-
Ins, de las sensaciones de placer y desplacer, d e la voluntad
de poder, del se n tim ie n to del o rg u llo , del ten e r-y -q u ere r-
47 lener-m ás; la deb ilitació n c o m o h um illación ; la d ebilitación
como creencia: la debilitación co m o repugnancia y vergüenza
L o que se hereda no es la en ferm edad, sino la predisposi­ ilc todo lo natural, co m o negación d e la vida, co m o en ferm e­
ción a la enferm edad; la im poten cia para resistir el peligro dad y debilidad habituales...; la debilitación co m o renuncia a
de penetraciones nocivas, la destrozada capacidad de resis­ lii venganza, a la resistencia, a la en em istad y a la cólera.
tencia, etcétera; ex presado desde el pu nto de vista m oral: la El erro r en el tratam iento: no se q uiere co m b atir la debili-
resignación y la cobardía ante el enem igo. ilud con un sistem a fortificante, sino con una especie de ju s ­
M e he preguntado si no se pueden co m p arar todos estos tificación y m oralizació n , es decir, con u n a interpretación...
valores superiores de la filosofía, de la m oral y la religión, La co nfusión de dos estad o s co m p letam en te diferentes:
tal com o se han desarrollad o hasta ahora, con los valores del por ejem plo, el d escan so de la fuerza, q u e esen cialm en te
débil, del lunático y el n eurasténico, ya que representan, de consiste en ren u n ciar a la reacción (el tipo de d ioses a los
form a m ás atenuada, los mismos males... i|iie nada con m u eve), y el reposo del agotam iento, el éxtasis
El valor de todos los estados m o rbo so s consiste en que llevado hasta la anestesia. T odos los p rocedim ientos filosó-
m uestran, b ajo una lente de aum en to, ciertas situ acio n es ñor Iico-ascéticos se d irigen al segundo, p ero se refieren en re a ­
m ales difíciles de p ercibir precisam ente p o r su norm alidad. lidad al prim ero... p u es confieren a esta situación alcanzada
S alud y enferm ed ad no son esen cialm en te diferentes, los predicados q u e harían p en sar q u e se h ab ía logrado un es-
com o creían los antiguos m éd ico s, co m o creen to d av ía cier­ liulo d ivino.
tos practicones. N o se deben hacer de ellas distintos prin ci­
pios o entidades que luchan en tre sí p o r el organ ism o viv o y
lo convierten en su c am p o de batalla. E sto son cosas estú p i­ 48
d as y sin sentido q ue no sirven p ara nada. E n realidad, hay
e n tre estas dos fo rm as de e x iste n c ia so lo d ife ren c ias de 1.a equivocación m ás peligrosa. — H ay un co n cep to que,
grado: la exageración, la desprop orció n, la falta de arm onía aparentem ente, no d a lugar a n in g u na co nfusión, a ninguna
LA V O L U N T A D DE PO D ER 63
62 F R IE D R IC H N IE T Z S C H E

i|iiiera que se veñeraba se buscaba a alguien que pudiera dar


ambigüedad: es el agotamiento. El agotamiento puede ser
lllHO.
adquirido o puede ser hereditario, pero, en cualquier caso,
Aquí conducía a error la experiencia de la embriaguez.
cam bia el aspecto de las cosas, el valor de las cosas...
lista aum enta al m ás alto grado el sentim iento de poder;
A diferencia de aquel, que, por la plenitud que representa
en consecuencia, el poder era juzgado ingenuam ente. En
y siente, se desprende involuntariamente de algo — algo que
el más alto grado del poder debía estar el más ebrio, el extá­
en todo caso le sobra— y lo aporta a las cosas para hacerlas
tico. (Hay dos puntos de partida de la em briaguez: la pleni­
más plenas, más llenas de poder, más ricas de futuro; a dife­
tud vital desm edida y un estado de nutrición m orbosa del
rencia de aquel, el agotado em pequeñece y estropea todo lo '
cerebro.)
que ve. em pobrece el valor: es nocivo...
Sobre esto no parece posible el error; a pesar de toda la
historia, presenta el hecho espantoso de que los agotados
49
sean siempre confundidos con ¡.os que están más plenos, y
los más plenos con los más nocivos. '
Agotam iento adquirido, no hereditario; 1) Alimentación
El vitalmente pobre, el débil, em pobrece más la vida; el
insuficiente, a m enudo por ignorancia de cóm o debem os
vitalmente rico, el fuerte, la enriquece. El primero es un pa­
nutrimos, por ejemplo, en los sabios. 2) La precocidad eró­
rásito; el segundo aporta algo a ella... ¿Cóm o es posible con­
tica: una maldición, sobre todo en la juventud francesa, so­
fundir al uno con el otro?
bre todo la de París, que sale ya del liceo corrom pida y su­
Cuando el agotado apareció con el gesto de la actividad y
cia para entrar en el m undo y ya no es capaz de liberarse
la energía más altas (cuando la degeneración exigía un ex­
de las cadenas de unas inclinaciones despreciables; ju v e n ­
ceso de descarga espiritual o nerviosa), entonces se le con­
tud irónica y desdeñosa consigo misma, galeotes que poseen
fundió con el rico. Produjo miedo... El culto del loco es
todos los refinam ientos (por lo dem ás, en los casos más
siempre también el culto del vitalmente rico, del poderoso.
frecuentes, es esto un síntom a de la decadencia de raza y
El fanático, el poseído, el fanático religioso, todos los ex
familia, com o toda hiperirritabilidad; y, en la m ism a forma,
céntricos han sido considerados corno tipos superiores del
del co ntag io del m edio: tam bién el dejarse determ inar
poder: com o divinos.
por el am biente es signo de decadencia). 3) El alco ho­
Esta clase de fuerza que despertaba miedo, pasaba ante
lismo, no el instinto, sino el hábito; la imitación estúpida, el
todo por divina; aquí tenía su punto de partida la autoridad,
cobarde o fatuo acomodarse a un régimen dominante: ¡qué
partiendo de aquí se interpretaba, se oía, se buscaba la sabi
cosa tan bienhechora es un judío entre alemanes! Ved qué
duría... Desde aquí se desarrollaba casi siem pre una volun
em brutecim iento, qué cabeza vacía, qué azul el ojo; la fal­
tad de «divinización», es decir, de degeneración típica del
ta de esprit en la cara, en la palabra, en la compostura; la
espíritu, del cuerpo y los nervios: un intento de encontrar el
forma perezosa de estirarse, la necesidad alem ana de re­
cam ino hacia esta clase superior de existencia. Estar en
poso, que no viene de un exceso de trabajo, sino de una as­
fermo, volverse loco, provocar los síntom as de perturba
querosa excitación y sobreexcitación producida por los al­
ción, esto significaba hacerse más fuerte, más sobrehu
coholes.
mano, más tem ible, más sabio. Creíase con ello hacerse tan
rico de poder que se podía donar parte de él. En donde
64 HRIEDRICH N IETZSC H E LA VOLUN TA D D E PODER 65

50 pesimismo actual (fo rm a s to d a s del ideal c ristia n o d e va­


lores).
Teoría del agotamiento.— El vicio, los en ferm o s d e espi O lo u no o lo otro es verdadero: verdadero, es decir, que
ritu (especialm ente los artistas...), los crim inales, los anar i'lcva el tipo hum ano...
quistas, no pertenecen a las clases oprim id as, sino que son d El sacerdote, el pastor d e alm as, co m o form as rech aza­
d esecho de todas las clases de sociedad con o cid as hasl;i bles d e la existencia. T oda la edu cación fue hasta ahora in-
ahora... iltil, inconsistente, sin orientación ni punto de apoyo, llena de
C on el análisis de que todos nuestros estratos so ciales han i'ontradicciones en cu an to a los valores.
sido p em ieab ilizad o s p or estos elem entos, hem o s com pren
dido que la sociedad m o d ern a no es una « sociedad», no es
un «cuerpo», sino un co ng lo m erad o en ferm o de chandalas. 52
una sociedad que ya no tiene fuerzas para la excreción.
H asta qu é punto, a través d e la v id a en com ún d urante si N o es inm oral la N aturaleza cu an do no tie n e com p asión
glos, la en ferm ed ad se ha hecho m ás profunda: |K>r los d egenerados: p o r el con trario, el crecim ien to de los
ulules fisioló gicos y m orales es la consecuencia de una mo-
L a virtud m od ern a | ml enfermiza y antinatural.
La espiritualidad m oderna } co m o form as d e enferm edad ¿D e qué d ep en d e q ue la h um anidad esté co rrom pid a en el
N uestra ciencia I impecto m oral y fisiológico? El cuerp o perece cuand o un ór-
Uiino está alterado. N o se puede v o lv er a llevar el derecho
■id altruism o a la fisiología, de la m ism a form a que no se
51 puede referir el d erecho de ser ayu dad o a la igualdad de la
'tuerte: to d o esto son prem ios para los d eg en erad o s y p ara los
El estado de la corrupción.— C om p ren der la interconexión ■|uc y a nacieron m alparados.
de totlas las form as d e c o rru p ció n , y, en tre ellas, no olvidat N o h a y so lid arid ad en u na so cied ad en la q u e ex isten
la corrupción cristiana (P ascal co m o tipo), ni la corrupción i'lem entos e stériles, im p ro d u ctiv o s y d e stru c to re s, q ue,
socialista-com unista (u n a co n secu en cia d e la cristiana) — l;i íiilemás, ten d rá n d escen d ie n te s m ás d eg en erad o s q ue ello s
m ás alta concepción d e la sociedad en los socialistas es, mismos.
d esde el punto de v ista de las cien c ias físicas y naturales, la
m ás baja en la jerarq u ía d e las sociedades— ; ni la corrup
ción del «m ás allá»: co m o si fu era del m u n d o real, el del de 53
venir, hubiera otro, el del estar siendo.
A q u í no puede h a b er n in g ú n armisticio: a q u í hay qu e eli Hay u n e fe c to p ro fu n d o y c o m p le ta m e n te in c o n scie n te
m inar, destruir, h ace r la g uerra; h ay q u e d esen m ascarar aún ilr la d ecad en cia m ism a sobre los ideales de la ciencia: toda
en todas partes la m ed id a cristian o -nihilista de valores y Muestra socio log ía es un a prueb a de esta afirm ación. Hay
com batirla bajo todos los disfraces en q u e se esco nd e..., poi i|iic reprocharle, sin em b arg o, q u e su única experiencia se
ejem plo, en la sociología actual, en la música actu al, en el I h i s i i en los elem en to s d eclinantes de la sociedad y que in-
66 F R IE D R IC H N IE T Z S C H E LA V O LU N TA D DE PO DER 67

evitablemente tom a sus propios instintos de declive como Un largo reflexionar sobre la fisiología del agotamiento
norm a del juicio sociológico. me forzó a la siguiente pregunta: ¿hasta qué punto los juicios
La vida que declina en la Europa actual formula en ellos di' los agotados se han introducido en el m undo de los va­
sus ideales colectivos; todos ellos se parecen, hasta confun lores?
dirse, a los ideales de viejas razas que aún sobreviven... El resultado fue de lo más asombroso, incluso para mí,
Del m ism o modo, el instinto de rebaño — un poder que i|ue ya me había encontrado familiarizado con algunos m un­
hoy se ha hecho soberano— es algo fundamentalmente di dos bastante extraños: encontré que todos los juicios de va­
ferente del instinto de una sociedad aristocrática: depende lor superiores, a todos los que han llegado a enseñorearse
del valor de las unidades el significado de la suma... Tod;i Nobre la humanidad, al menos sobre la humanidad dom esti­
nuestra sociología no conoce ningún otro instinto que el del cada, se podían rastrear hasta descubrir que eran juicios de
rebaño, es decir, el de la sum a de los ceros, en que cualquiei ngotados.
cero tiene los «mismos derechos» en un lugar donde es un;i Tras los nombres más sagrados deduje las tendencias más
virtud ser un cero... destructoras; se ha llamado Dios a todo lo que debilita, a
La valoración con la que se juzgan hoy las diferentes tor lodo lo que predica la debilidad, a todo lo que infecta de de­
mas de la sociedad es exactamente igual a aquella que con bilidad...; descubrí que el «hom bre bueno» era una auto-
cede un valor más alto a la paz que a la guerra; pero este jui «lirmación de la decadencia.
ció es antibiológico, es, incluso, un aborto de la decadencia de Aquella virtud; de la cual todavía ha dicho Schopenhauer
la vida... La vida es una consecuencia de la guerra, la sociedad que es la superior, la única, el fundam ento de todas las vir-
misma es un medio para la guerra... El señor Herbert Spen ludes, justam ente la piedad, la reconocí yo com o más peli­
cer es un decadente como biólogo; lo es tan bien como moni grosa que cualquier vicio; dificultar esencialm ente la selec-
lista (¡ve algo digno de adm irar en el triunfo del altruismo!) i'ión de la especie y el limpiarla de excrementos, esto se ha
conocido hasta ahora com o la virtud por excelencia... Hay
i|iie honrar a la fatalidad; la fatalidad que dice al débil: «¡pe-
54 rrce!»...
Se ha llamado Dios a lo que com batía a la fatalidad; a lo
He tenido la suerte de volver a encontrar, después de mi \|tlc em pobrecía y corrom pía a la humanidad... No se debe
lenios enteros de extravío y equivocaciones, el cam ino qm iisnr el nombre de Dios en vano...
lleva a un sí y a un no. La raza está corrompida, no por sus vicios, sino por su ig­
Enseño el no contra todo lo que debilita, contra todo le norancia; está corrom pida porque no ha entendido el agota­
que agota. miento com o tal agotamiento: los errores fisiológicos son
Enseño el .sí hacia todo lo que fortalece, acum ula tuerzas i misa de todo mal...
justifica el sentimiento de la fuerza. La virtud es nuestro gran error.
Hasta ahora no se enseñaron ni lo uno ni lo otro: se ha en Problema: ¿cómo llegaron a hacer los agotados las leyes
señado la virtud, el altruismo, la com pasión, se ha enseñad*1 ilr los valores? Dicho de otra forma: ¿cómo llegaron al po-
incluso la negación de la vida. Todos estos son valores ca ilcr los que son los últimos?... ¿Cómo llegó el instinto del
racterísticos de los agotados. Hiinnal hombre a estar cabeza abajo?...
I
68 FRIED RICH N IETZSC H E LA V OLUN TA D DE PODER 69

IV. L A C R ISIS : E L N IH IL IS M O Y L A ID E A ¡Esta es la form a ex trem a del nihilism o!: ¡la nada («el a b ­
DEL RETORNO surdo») eterna!
Form a eu rop ea del budism o: la energía del sab er y de la
55 Tuerza o bliga a una creen cia sem ejante. Es la m ás científica
tic lodas las hipótesis posibles. N egam os las m etas finales: si
L as p osiciones ex trem as no se resuelven co n posiciones lu existencia tuviera un fin, este tendría ya que h ab er sido al-
m oderadas, sino con otras igu alm en te ex trem as p ero contra i'mizado.
rias. Y así sucede con la creencia en la inm oralidad absoluta de •
la naturaleza, con la inutilidad y la falta de sentido de la em an­ ^ :¡: ,-Jí
cipación psicológicam ente n ecesaria, cu an do y a n o se puede
m an ten er la creencia e n D ios y e n un o rd en m oral esencial. E ntonces se co m p ren d e q u e lo que se persigue aq u í es
El nihilism o aparece aq u í no po rqu e la d esg an a p o r la exis Ulia antítesis del panteísm o: puesto que la creen cia de que
ten cia sea m ás grande que antes, sino p orque nos h em os he lodo e s p e rfe c to , d iv in o , e te rn o n o s fu e rz a a a d m itir el
cho d esconfiad os hacia un « sentido» del m al, e incluso d e lu "eterno retorno». U na pregunta: ¿se ha im p ugnado tam bién
existencia. P ereció una interpretación: puesto que, mientras lu m oral, este d ec ir «sí» p an leísta a todas las cosas? En el
la interpretación servía, p areció c o m o si n o h ubiera ningún huido lo que se ha sup erad o es sólo el D ios m oral. ¿T iene
sentido en la existencia, c om o si todo fu era e n vano. wivlido cre er en un D ios « m ás allá del b ien y del m al» ? ¿Se-
tIn panteísm o pen sar en este sentido? ¿S u p rim irem o s la idea
i
* * * l ilr lin alid ad del p ro c e so y, a p e sa r de to d o , c o n firm a re m o s
el proceso? E sto sucedería si den tro de ese pro ceso , en todo
El qu e este «en vano» sea el carácter de nuestro nihilismo m om ento, se alca n z a se un fin, y ese fin fu era sie m p re el
actual q u e d a p o r dem ostrar. L a d esco n fian za co n tra nuestras misino.
apreciaciones de valores anteriores ascien d e hasta la si Spinoza alcanzó una tal posició n afirm ativ a en cuanto
i guíente pregunta: ¿no serán todos los valo res m ed io s de se i|lie cada m o m en to tiene una necesid ad lógica; y él triunfó,
d ucción con los cuales la co m ed ia se alarga p ara q u e no lie | mh m edio de su instinto fun d am en talm en te lógico, sobre
i gue n u nca el desenlace? L a duración con un «en vano» sin nuil tal co nd ició n del m undo.
sentido y sin finalid ad es la idea m ás paralizad ora, sobre
| todo c uando se co m prend e que lo en gañ an a uno y, sin em * % ?¡¡
( bargo, n o está en las fuerzas d e uno el p o d e r evitar.
t l'ero su caso es solo un caso aislado. C u alq u ier rasg o fun-
* % * limuental del carácter que palpite en el fo n d o de cu alq uier
I' Invito, que se exp rese en cu alq u ier acontecer, c u an d o sea
C onsid eram o s e sto s pen sam ien to s e n su fo rm a m ás terri «^perim entado p o r un individuo co m o su rasgo c aracterís­
ble: la existen cia tal co m o es, sin sen tid o y sin finalidad tico fundam ental, debería im p u lsar a ese individuo a ap ro bar
pero in evitablem ente re to m an d o sob re sí, sin llegar a un li lillinlalm ente cad a instante d e la existen cia universal, lm pli-
nal en la nada: «El etern o retorno». Hti'lii. incluso, que se percibiese con placer p ara uno m ism o
70 ERIEDRICH NIETZSCHF, [.A V OLUNTAD OH PODER 71

este rasgo fundam ental del carácter, q u e se co n sid erará destruya. los m alp arad o s ya no h allarían en ella .su c o n ­
bueno y valioso. duelo y p erecerían .
P ero la m oral ha protegido, co n tra (a d esesp eración y el
salto a la nad a en tales h o m b res y estratos, a la vida que ha '■i: :Íi
bía sido v io lentada y oprim id a p o r los h o m bres, p uesto qui­
la im potencia contra los hom bres, n o la im p otencia co n tra la liste p erecim iento se presenta c o m o la ruina de sí m ism o,
naturaleza, testifica la am argura m ás d esesp erad a con tra l;i i m no la elecció n instintiva de lo que forzosam ente destruye.
existencia. L a m oral ha tratado co m o en em igos a los autori I ,ds síntom as de esla autodeslrucción de los m alparados es
tarios, a los que ejercitaban la v iolencia, a los «Señores* lii m ilovivisección, el env en en am ien to , la em b riaguez, el ro ­
co n tra los que debe ser p rotegido, es decir, alentado, fortale­ m an ticism o an te lo d o la tu e rz a in stin tiv a q u e nos lleva a
cido. el hom bre com ún. P or consiguiente, la m oral ha ense lenli/.ar acto s p o r los c u a le s h ace m o s p o d ero so s a n u estro s
ñado a o d iar y despreciar en lo m as pro fu ndo lo qu e es el t'iiem igos m o rta le s (qu e se erig en , c o m o q u ien d ic e , en sus
rasgo característico fundam ental de los do m inado res: su vo I>iopios verd ug os), la voluntad de destru cción co m o volun-
Imitad de poder. N egar, d estru ir y elim in ar esta m oral sera IimI de un m ás pro fu ndo instinto, el instinto de autodestruc-
co n sid erar el instinto m ás o d iad o con un sen tim iento y valo i Itui. la voluntad de la nada.
rización contrarios. Si el q u e sufre, el o prim ido, perdiera la Ir
en su derecho a p oder d esp reciar la voluntad de poder, en * *
traría de lleno en la fase de la desesperación total. Se daría este
caso cuando este rasgo fuera esencial para la vida, cuando !;i l il nihilism o, co m o síntom a de ello, indica que los deshe-
co n secuencia fuera q u e incluso en aquella voluntad de mu itfdmlos ya n o tienen ningún con suelo, q u e destruyen para
ral esta «voluntad de poder» estuviera sola, encubierta, que ni'i destruidos: que, privados de la m oral, ya no tienen nin-
tam bién aquel odio y desprecio fueran una voluntad d e pn tiliuii razón para «entregarse», que están afincados en el te-
der. El oprim ido se daría entonces cu en ta de que estaba ;il iieuo del principio opuesto y tam b ién quieren p oder por su
m ism o nivel que el opresor y no tenía ningún privilegio ih |Mile forzando a los p oderosos a ser sus verdugos. E sta es la
ningún rango superio r sobre este. turnia europea del budism o, el no-activo, después de que
nula existencia ha perdid o su «sentido».

¡M uy al co n trario !, no hay n ad a en la v id a q ue tenga v;i


lor ex cep to el grado de poder, a c o n d ició n , p o r sup uesto , di l a «m iseria» no ha crecido: jal contrario!: «D ios, m oral,
q ue la v id a m ism a sea v o lu n tad de poder. L a m oral proli inmisión» eran m ed icin as contra grados terriblem ente pro-
gía a los m alp arad o s c o n tra el n ih ilism o , al tiem p o qn. luiiilos de d esventura; el nihilism o activo aparece en condi-
c o n ced ía a c ad a u n o un v alo r in fin ito , un v a lo r m etafísico . limes relativam ente m ucho m ás favorables. Ya el hecho
y lo em p laza b a en un o rd en q u e n o esta b a de acu erd o coi. iillimo de q u e la m o ral sea co ncebid a c o m o superada, esta-
el p o d er y el ran g o del m u n d o : e n se ñ a b a la en treg a, la Im iili'i e un g rado relativo de cultura espiritual; y esta, a su vez,
m ild ad . etc. A d m itie n d o q u e la c re e n c ia en esta m oral mi bienestar relativo. U n cierto can san cio espiritual, llevado
72 FRIED RICH N IETZSCH E LA VOLUN TA D D F PODER 73

por la larga lucha de o piniones filosóficas h asta el m ás d es­ cnsualidad, del absurdo, sino que la am aban; los que pueden
esperado escepticism o co ntra la filosofía, caracteriza igual­ pensar en el h o m b re c o n una sig n ific a tiv a a m in o ra c ió n de
m ente la situación, nada inferior, de estos nihilistas, piénsese nu valor, sin p o r e so e m p e q u e ñ e c e rse ni d e b ilita rse : los
en la situación en que ap areció el B uda. L a do ctrina del liuís ric o s en salu d , lo s q u e se han a c o stu m b ra d o a las
«eterno retorno» tendría p resu p u esto s sabios (corno los ten­ m ayores desg racias y p o r ello y a no tem en a la desgracia,
dría la doctrina del B uda, p or ejem plo: el con cepto de la ca­ hom bres que están seguros d e su p o d er y q u e representan
sualidad, etc.). con un o rg u llo co n sc ie n te la fu erza qu e el h o m b re ha a d ­
quirido.
^ 'f*
:¡s * t'fi
¿Q ué significa ento nces «desheredado»'? C onsiderem os
la cuestión sobre todo fisiológicam ente, ya no políticam ente. ¿Q ué pensaría un ho m bre así del «eterno retorno»?
La clase m ás insana del ho m b re de E uropa (en todos los es­
tratos) es la base de este nihilism o; ella co n ceb irá la creen­
cia en el «eterno reto m o » co m o una m ald ició n que cuando 56
hiere hace que 110 se retroceda ante ningún acto; querrá no
ex tinguir pasivam ente, sino ex tin g u ir todo lo que hasta esc V. P E R IO D O S D E L N IH IL IS M O E U R O P E O
punto está falto de sentido y finalidad: a p esar qu e se traía
solo de un espasm o, de una rabia cie g a ante la idea de que El p e r io d o d e o sc u rid a d , de toda clase de tentativas para
todo estaba allí desde la etern id ad , incluso este m om en to de conservar lo viejo y no d ejar escap ar lo nuevo.
nihilism o y de ansia d e destrucción. El v alo r de una crisis tal El p e r io d o d e c la r id a d ; se co m p ren d e q ue viejo y nuevo
reside en qu e purifica, en que fu erza la agru p ación d e ele son co n trad iccio n e s fu n d am en tales: los valores antiguos
m entos sem ejantes y los hace d esco m p o n erse m utuam ente: nacieron de la vida en decliv e, los nu ev o s, d e la vid a as­
en q ue asigna a los h o m b res de form as de p en sar opuestas cendente; se c o m p ren d e q u e todos los an tig u o s ideales son
tareas co m u n es, trayen do a la luz tam bién, d e entre ellos, ;i opuestos a la vida (nacido s de la d ecad en cia y d ete rm i­
los débiles, a los inseguros, y p ro v o can d o así el im pu lso ha nantes de la d ecad en cia, au nq ue estén ad o rn ad o s con el
cia una jerarq u ía de las fuerzas d esd e el punto d e vista de l;< m agnífico traje d o m in g u ero d e la m oral). C o m p ren d em o s
salud: reconociend o por su co n d ició n a los q u e o rd en an y ;i lo antiguo y estam os m uy lejos de ser suficientem ente fuertes
los que obedecen. N aturalm en te, fu era de todas las norm as para lo nuevo.
sociales existentes. E l p e r io d o d e la s tre s g r a n d e s p a s io n e s : el desprecio, la
com pasión, la destrucción.
% * *
E l p e r io d o d e la c a tá s tr o fe : la aparición de una doctrina
que crib a a los hom bres... q u e em puja a los débiles, e igual­
¿Q uiénes se m ostrarán aq u í co m o los m ás fuertes? Lo s mente a los fuertes, a to m ar resoluciones.
m ás m o d e ra d o s, los q u e n o te n ía n n e c e sid a d d e dogm as
e x trem o s, los que no solo acep tab an una b u en a p arte de l:i
» LA V 0 I l : n t a i > d i : p o o f .r 217
216 t-'R lE D R IC H N IE T Z S C H E

der es el que supone haber provocado nosotros nuestros


tende crear 011 el hombre un derecho a tenerse por causa de
estados superiores (nuestra perfección), haberse causado a sí
sus estados y de sus actos superiores: es una forma del .sen­
mismo; dicho de una vez, haberlos querido...
tim iento de orgullo creciente.
(Crítica: toda acción perfecta es precisam ente incons­
I-‘l hombre siente su poder, su felicidad, como suele decirse;
ciente. y no querida; la conciencia expresa un estado perso­
y es preciso que, frente a este estado, su voluntad entre en
nal incompleto y a menudo enfermizo. La perfección perso­
juego: de lo contrario, no le pertenecería. La virtud es \a tenta­
na], com o condicionada por ía voluntad, com o conciencia.
tiva de considerar un hecho de la voluntad, en el presente o en
* com o razón con dialéctica, es una caricatura, una especie de
el pasado, com o un antecedente necesario a cada sentimiento
paradoja... El grado de conciencia hace imposible la perfec­
de felicidad elevada e intensa: si la voluntad de ciertos actos
ción... forma de hipocresía.)
está regularm ente presentada en la conciencia, es posible
prever que su efecto equivalga a un sentim iento de poder.
Esta es una simple óptica de la psicología: siempre con la falsa 288
idea de que nada nos pertenece, a m enos que no sea bajo la
forma de voluntad en nuestra conciencia. La doctrina de la res­ La hipótesis moral, con el fin de justificar a Dios, decía:
ponsabilidad se encuentra vinculada a esta psicología inge­ «Es preciso que el mal se realice voluntariam ente (y esto
nua, a saber: que la voluntad solamente es una causa y que es solo para que se pueda creer que el bien se realiza también
preciso tener conciencia de que esta se ha m anifestado para voluntariam ente), y por otra parte, cualquier mal y cualquier
poder suponerse a sí m ism o com o una causa igualmente. sufrim iento tienen un fin saludable.
El m ovim iento de los moralistas se produce con el m ism o La idea de «falta» no debía remontarse hasta la causa primera
prejuicio de siempre, el de creer que no som os responsables del m undo, y la idea de «castigo» era considerada com o un
sino cuando hem os querido. El valor del hom bre se fija com o beneficio educador; por tanto, com o el acto de un Dios bueno.
valor moral; por tanto, su valor debe ser una «causa prima»; D om inio absoluto de la evaluación m oral por encim a de
por consiguiente, debe haber un principio en el hom bre, un cualquier otra evaluación; se estaba en la seguridad de que
«libre arbitrio» que sería la causa prim era. Siem pre existe, Dios no podía ser m alo ni podía hacer nada malo, es decir,
claro está, una reserva mental: si el hom bre 110 es causa pri­ que a la palabra perfección no se le daba otro sentido que el
mera, es irresponsable en cuanto a voluntad; por consiguiente, de perfección moral.
no existe com peten cia m oral: la virtud y el vicio serían,
pues, autom áticos y m aquinales.
289
«In som m a»: para que el hom bre se respete a sí m ism o es
preciso que sea capaz tam bién de ser m alo.
¡Qué falso resulta decir que el valor de un acto depende de
lo que ie ha precedido en la conciencia! A unque con este cri­
terio se haya m edido la m oralidad, y aun la crim inalidad...
287
El valor de un acto — según los utilitaristas— debe ser
medido por sus consecuencias; evaluarlo por su origen su­
La hipocresía com o consecuencia de ia m oral de «Ubre
pone una im posibilidad: la de conocer este origen.
a rb itrio».— Un paso en la evolución dei sentim iento de po-
218 I K I E D R IC H N IK T Z S C H E
l.A V O L U N T A D D P P O D E R

Pero ,s e pueden asim ism o conocer las consecuencias? saber de qué se trata. El mismo «crimen», por ejemplo, puede
A muy p o c o s pasos, ¿quién puede DECIR todo lo que pro­ ser en algún caso un privilegio superior, y, en otro, una mancha.
voca, lodo lo que suscita un acto, todo lo que excita contra De hecho, el egoísm o de los jueces es el que interpreta una
él? /S irv e de estim ulante? ¿Sirve de chispa que hace arder acción (o el autor de esta) según les es útil o nocivo a ellos
una materia explosiva...? No cabe duda de que los utilitarios m ism os (o en relación con su sem ejanza o desem ejanza).
son ingenuos. Y que, en resum idas cuentas, tenemos que sa­
ber siempre lo que es útil; y, en este punto, tam poco su m i­
rada ve m ás allá de muy pocos pasos... No tienen concepto 291
de la gran econom ía, incapaz de prescindir del mal.
¿Cóm o es posible que sin conocer el origen, sin conocer N orm alm ente, el concepto de «una acción reprensible»
las consecuencias, un acto tenga, en general, algún valor...? nos colm a de dificultades. Nada de lo que ocurre puede ser
Nos queda el acto mismo: los fenómenos que lo acompañan en sí reprensible, pues no se hubiera podido evitar: todas las
en la conciencia, el sí o el no que sigue a su ejecución. D e­ cosas están tan indisolublem ente unidas, que. si tratásem os
biendo preguntarnos: ¿el valor de un acto reside en los fenó­ de excluir alguna, excluiríam os al m ism o tiem po el resto.
menos subjetivos que lo acompañan. (Esto sería medir el valor Un acto reprensible sería, en general, un m undo reprobado...
de la m úsica por el placer o desplacer que nos causa... que Y aun entonces, en un m undo reprobado, la reprobación
causa a su autor...) Resulta indudable que el acto aparece sería tam bién reprensible... Y la consecuencia de una m anera
acom pañado de sentim ientos de valor, del sentim iento de de p ensar que rechazase todo resultaría una práctica que
poder, de coacción, de im potencia, por ejem plo, la libertad, afirm ase todo... D ado que el devenir se nos presenta com o
el espíritu de facilidad; y, de otro m odo, la cuestión: ¿se po­ un gran anillo, todas las cosas tendrán el m ism o valor, serán
dría reducir el valor d e una acción a valores fisiológicos, sa­ igualm ente eternas, igualm ente necesarias. En todas las co ­
ber si es la expresión de la vida com pleta o de la vida difí­ rrelaciones de sí y no, de preferencia y de exclusión, de am or
cil? Q uizá su valor biológico se exprese de este m odo... v de odio, solo se expresa una perspectiva, el interés que pre­
En vista de que el valor no puede ser estim ado ni por su sentan tipos determ inados de la vida: todo lo que es, en d e­
origen, ni por sus consecuencias, ni por los fenóm enos que finitiva. equivale a un sí.
lo acom pañan, hay que reconocer que su valor perm anece
desconocido...
292
290
¿Crítica de los sentim iento s sub jetivos d e va lo r?— A nte
E xiste una desnaturalización de la m oral consistente en el lem a de la conciencia, en otro tiem p o solía pensarse;
qu erer separar los actos de los hom bres que los ejecutan, en cuando la conciencia rechaza una acción, d ich a acción es vi­
querer oponer el odio y el desprecio al «pecado»; creyéndose tuperable. La conciencia reprueba de hech o la acción que ha
que existen actos que, por sí m ism os, son buenos o m alos. icprobado durante largo tiem po. N o hace sino volver a repe-
R establecim iento de la «naturaleza»; un acto po r sí m ism o iii : no crea valores. L o que en otro tiem p o nos llevaba a re-
está co m p letam ente d esprovisto de valor. L o im portante es i lia /a r ciertos actos no era la conciencia, sino el ju ic io (o el
220 I K 1E D R IC H N IE T Z S C H E LA V O LU N TA D D E PO D ER 221

prejuic n > ) d e l a s consecuencias... La aprobación de l a concien­ 1) Se ha falsificado todo desplacer, toda desgracia, com ­
cia, el bienestar que produce (a «paz consigo mismo», son plicando con ellos la culpabilidad (Ja folia); se ha arrebatado,
del m isino orden que el placer de un creador ante su obra, y por consiguiente, toda la inocencia al dolor.
por c onsiguiente, no prueban nada. El contento no sirve para 2) Se han desacreditado todos los sentim ientos de placer
valorizar aquello a lo que se refiere, así com o la falta de con­ intenso (la petulancia, la voluptuosidad, el triunfo, el orgu­
tento no puede servir de argumento contra el valor de una llo, la audacia, el conocim iento, la seguridad y la confianza
cosa. Ignoramos dem asiado para evaluar la m edida de nues­ en sí), haciéndolos sospechosos: viendo en ellos nada más
tros actos, faltándonos la posibilidad de establecer un punto •' que pecado y seducción.
de vista objetivo. P oref hecho de reprobar un acto, no som os 3) Se han dado los nom bres m ás sagrados al sentimiento
jueces, sino partes... Los nobles sentim ientos que acom pa­ de debilidad, a la cobardía íntima, a la falta de valor perso­
ñan a un acto prueban poco en favor de este: sabido es que nal; dignificándolos con los nom bres más sagrados, para su­
un estado de elevación patético lleva al artista a producir brayar que son deseables en el plano más elevado.
en m uchas ocasiones obras insignificantes. Conviene decir 4) Se ha m aliníerprelado (ocio lo que es grande en el
que estas im pulsiones son harto engañosas, y que desviando hom bre, haciendo de ello (a renunciación y el sacrificio de sí
nuestra m irada, nuestra fuerza de ju ic io crítico, desvían la mismo en favor de algo relacionado con los dem ás; aun en
precaución, ¡a intuición de que hacem os una tontería, vol­ el conocedor, en el artista, el despojo de la personalidad ha
viéndonos estúpidos. sido torcidam ente presentado com o la causa del m ás alio co ­
nocim iento, de la sabiduría m ás profunda.
5) Se ha falsificado el amor, considerándolo com o ab an ­
I
293 dono (com o altruismo), cuando en realidad es una tom a de
posesión, y únicam ente en la superabundancia de Ja perso­
D e la herencia de dos m ilenios de vivisección de la nalidad abandona algo de sí m ism o. Sabido es que solo pue­
conciencia y de autocrucífixión, procede nuestro gran ejer­ den am ar las personas enteras: aquellas que cuentan con una
cicio, quizá nuestra maestría, nuestro refinam iento en cada personalidad despojada. Los «objetivos» resultan los peores
caso; no debiendo olvidar nuestra predisposición a confra­ am antes (y si no, que lo digan las m ujeres). Lo m ism o su­
ternizar con la m ala conciencia. cede con el am or de Dios o de la patria: requiere que quien
Sería posible intentar algo en dirección contraría: la inclina­ la encarna descanse fuertem ente en sí (el egoísm o intensifica
ción no natural, es decir, la inclinación a! m ás allá, contraria el yo; el altruism o, el no-yo).
a los sentidos, contraria al pensam iento, contraria a la n atu ­ 6 ) Se ha considerado la vida com o un castigo; la fe! icidatl.
raleza; en una palabra, la tendencia a herm anar el ideal tra com o una tentación; la pasión com o una realidad diabólica;
dicional y calum nioso de la naturaleza con la mala conciencia. la confianza en st m ism o, com o algo totalm ente impío.
En resum en: toda esta psicología es una psicología del
obstáculo, una especie d e am urallam iento por terror. Por una
294 parte, la m ayoría (los desheredados y los m ediocres) se po­
nen en guardia perm anente contra los m ás fuertes (tratando
Los grandes crím enes en psicología: ile destruirlos en su desarrollo); p o r otra, quieren santificar y
I.A V O L U M A I ) D E P O D E R
222 1;R IE D R ¡C H N IE T Z S C H E

dad. El arte, el conocim iento, la moral son m edios. M edios


re serv a rse anuam ente los instintos que les hacen prosperar.
que en lugar de utilizarse para hacer la vida m ás intensa, se
R e d im ie s e el sacerdocio judío.
les ha utilizado en relación con una oposición de la vida, con
«Dios»; com o revelaciones de un m undo superior en cierto
aspecto, al que se ve, de tiem po en tiem po, a través de este...
295
«Bello y feo», «verdadero y falso», «bueno y malo»; se­
paraciones y antagonism os que revelan condiciones de exis­
I .os residuos de la depreciación de la naturaleza en virtud
tencia y degradación, no solo en el hom bre en general, sino
de la trascendencia moral, valor de renunciación, culto del al­
en cualquier com plejo sólido y duradero que quiere .sepa­
truismo, creencia en una recompensa en el curso de los acon­
rarse de sus adversarios. La guerra que en este caso y en d e­
tecimientos, creencia en la «bondad», en el «genio» mismo,
finitiva se crea, es — punto esencial— un m edio de separa­
como si tanto la una com o el otro fueran la consecuencia de
ción que refuerza el aislam iento.
la renunciación; la continuación de la sanción de la Iglesia en
la vida civil; tratar a cualquier precio de desconocer la histo­
ria (como si esta fuera motivo educador para los fines m ora­
297
les). o ser pesimista respecto a la historia (este último estado
de espíritu es una consecuencia de la depreciación de la na­
N aluralism o m ora lista .— R educción del valor m oral, so­
turaleza tanto como de la insistencia seudojustilicadoru. que
brenatural. em ancipado en apariencia, a su «naturaleza» ver­
no quiere reconocer lo que descubre el pesimista).
dadera; vale decir, a la in m oralidad natu ral, a la utilidad
natural, etc. Yo puedo resum ir las tendencias de estas co n si­
deraciones con el nom bre de naturalism o m oralista; mi tarea,
296
sin em bargo, es hacer valer los valores m orales, em an cip a­
dos en apariencia, y que han perdido su naturaleza, a su ver­
«La m oral p or la m o ra l».— Com o últim o valor, aparece
dadera naturaleza, es decir, a su natural «inm oralidad».
este grupo importante en la desnaturalización de la moral.
N. B.: C om párese con la «santidad» judaica en su base
En esta fase, la religión se im pregna de ella: caso del jud ais­
natural; está em ancipada de su naturaleza, así co m o d e su ley
m o, po r ejem plo. E xistiendo una fase en que se separa de
moral soberana (y hasta en oposición con la naturaleza).
nuevo de la religión y en la que ningún Dios le parece bas­
Etapas de la llam ada «idealización», de la d esn atu raliza­
tante moral; es cuando prefiere un ideal im personal... Siendo
ción de la moral. «.
esto lo que ocurre actualm ente.
C om o cam ino para la felicidad individual.
«El arte por el arte», es un principio peligrosísim o, al in­
C om o co n secuencia del conocim iento.
troducirse por él en las cosas una oposición peligrosa, que
C om o im perativo categórico.
acaba en una calum nia de la realidad (idealización de todo
C om o cam ino para la santidad.
lo feo). C uando se deriva un ideal de la realidad, se la rebaja,
C om o negación de la voluntad de vivir.
se la em pobrece, se la calum nia tam bién. «La belleza por la
(L a progresiva oposición entre la m o ral y la vida.)
belleza», «la verdad por la verdad», «el bien por el bien> .
son las tres fórm ulas con bastante mal de ojo para la real i
234 L R IE D R IC H N IE T Z S C H E LA V O L .liN T A D D E PO D K R

necedml? /.Para am argarles la vida con nuestras inquietudes 322


sobre el hombre, los fines, el porvenir, etcétera? N o podría­
mos, adem ás, aunque quisiéram os. Reflejan su digna nece­ La fuerza de virtud de la atracción es que actualmente ya
dad y bondad en todo (en ellos vive el viejo Dios «deus no merece el m enor crédito. Debería intentar poner en el
myops» aún); nosotros somos de otro modo, vemos de otra m ercado algo nuevo, algo más que una inusitada form a de
manera las cosas: la naturaleza de nuestros enigm as, es más aventura y disipación. Exige m ucha extravagancia y limita­
com prendida por nuestras contradicciones, por una sabidu­ ción por parte de sus fieles, para no tener hoy la conciencia
ría mas profunda, más dolorosa. más llena de recelo... contra sí. En realidad, esto debería constituir un nuevo ali­
ciente para los inconscientes e irreflexivos. De ahora en ade­
lante será lo que no fue nunca hasta ahora: un vicio.
319

Todo aquel a quien le resulta fácil la virtud, se ríe en el 323


fondo de ella. N o es fácil de m antener la seriedad en la vir­
tud: siem pre que se la consigue, se da uno a los dem onios. La virtud resulta un vicio más costoso: y lo seguirá siendo.
M ientras tanto, ¡cuán inteligentes parecen todos nuestros
m alos instintos e inclinaciones! ¡Cuánta curiosidad cientí­ 324
fica nos infunden! ¡Puro anzuelo del conocim iento!
Las virtudes son tan peligrosas com o los vicios, siempre
320 que nos dom inen com o autoridad y ley y no sean engendra­
das por nosotros mism os, com o sería lo justo, a manera de
D ebe condim entarse el vicio con algo suficientem ente necesidades personales y com o condición de nuestra existen­
cia y de nuestro desarrollo, conocida y reconocida por nos­
am argo para que lo lleguem os a aborrecer. Este es el célebre
otros, independientem ente de si otros se desarrollan en nues­
caso de Tannhauser. Tannhauser, fuera de sí por la m úsica de
tras m ism as condiciones. Esta afirm ación del peligro que
W agner, no pudo soportar llegado un m om ento a la señora
entrañan las virtudes entendidas objetivam ente, impersonal-
Venus, adquiriendo para él un nuevo encanto la virtud. U na
mente, puede aplicarse tam bién a la modestia: ante la mism a,
virgen turingia adquirió m ayor prestigio; y para llegar a lo
sucum ben los espíritus m ás escogidos. La m oralidad de la
m ás grave, hasta le llegó a gustar la m elodía de W olfram de
m odestia resulta el peor afem inam iento para tales alm as, para
E schenbach...
las cuales solo tiene sentido endurecerse de vez en cuando.

321
325

E l p a tronato de la virtu d .— L a virtu d es tan inq uebranta­


Hay que ir reduciendo poco a poco el reino de la m orali­
ble, porque la avidez, el deseo de dom inar, la pereza, la sim ­
dad; se deben, sobre todo, poner en claro los nom bres de los
plicidad, el am or,.., tienen siem pre un interés en su causa.
'2 3 6 I R I E D R IC H N IE T Z S C H E LA V O LU N TA D D E PO D E R 237

instintos 1(1(0 en ella entren en juego, honrándolos después de 327


haber suhyucido hipócritamente bajo nombres virtuosos; se
debe, por vergüenza, ante la «honorabilidad» de! imperioso ¿Es que yo he perjudicado con esto a la virtud...? Me con-
lenguaje, perder la vergüenza que pudiera negar y poner en ' sidero tan lejos de haberla perjudicado com o están lejos los
l uga los instintos naturales. La medida de nuestra fuerza está anarquistas de perjudicar a los príncipes; solamente, después
en razón directa a como escapamos del reinado de la virtud; de haber disparado contra ellos, se sientan estos con seguri­
pudiéndose imaginar una alta esfera en la cual el concepto dad en sus tronos... Sucede siem pre igual y seguirá suce­
«virtud» encontrase tan poco eco, que sonase como el con­ diendo: nunca se mitifica más algo que persiguiéndolo y
cepto «virtú» en el Renacimiento, extramoralmentc. Sin em ­ azuzándole los perros... Que es lo que en realidad yo he hecho.
bargo, ¡qué lejos estamos de este ideal!
El em pequeñecim iento del campo moral puede ser un V
signo de su progreso. En todos los sitios donde aún no se ha
logrado pensar causalmente se piensa moralmente. EL IDEAL M ORAL

A) Para la crítica ¿¡el ideal


326
328
¿Qué se ha conseguido últimam ente? No hay que ocultar
este maravilloso resultado; yo he prestado a la virtud un nuevo Esta crítica hay que com enzarla, suprim iendo la palabra
encanto; de ahora en adelante actuará com o algo prohibido. «ideal» por lo pronto: convirtiéndola en crítica de lo deseable.
Cuenta ya con nuestra mayor hidalguía com o enem iga; está Q uizá son los menos quienes comprenden que el punto de
salada con el «cum grano salis» del remordimiento de concien­ vista de lo deseable, es decir, el «así debía de ser, pero no es»
cia de la ciencia; está pasada de m oda y anticuada hasta el o el «así debiera haber sido», implica una censura de la marcha
punto de brindarles encantos a los refinados; produce el efecto, general de las cosas. Pues en esta no hay nada aislado, y lo
en una palabra, de un vicio. Solo después de haber admitido más pequeño sirve de base a lo más grande; en tu pequeño en­
que todo es mentira, com o apariencia, resulta lógico volver tuerto está edificado todo el futuro; por consiguiente, la crítica
a esta bella m entira de la virtud. Ya no hay autoridad que nos que condena lo pequeño también condena lo grande. Admi­
lo prohiba; por el hecho de haber dem ostrado que la virtud tiendo que la norma moral, com o la imaginaba Kant, nunca se
es una form a de inmoralidad, la hem os legitimado: hemos llega a realizar completamente y deba permanecer siempre
logrado ordenarla y situarla entre los dem ás valores, for­ como un más allá de la realidad, sin jam ás encajar en ella, la
m ando parte desde ese momento del gran fondo de inm ora­ moral encerrará un juicio sobre todo «lo en sí», lo cual auto­
lidad de la vida, com o una form a de lujo de primer orden, la riza a preguntar de dónde nace el derecho para esto; ¿cómo es
forma más altanera, más costosa y más rara de todos los vi­ posible que la parte se erija en juez del todo? Y aun cuando
cios. La hemos desarrugado y soleado, la hemos salvado del este juicio moral y este descontento ante la realidad fuese,
vulgo impertinente, le hem os quitado su m iope rigidez, su como se ha afirmado, un instinto imposible de desarraigar, ¿no
mirada vacía, su peinado tieso y su musculatura hierática. sería este instinto, con sus indestructibles raíces, una de tantas
238 I K I H D R I C H NII i / M III LA V O L U N T A D DE PO D ER

to n te ría s ilc n u e stra e sp e c ie ? S in e m b a rg o , al d e c ir se m ejan te s P o d ría m o s sa lv a m o s, en p rim e ra in sta n c ia , e sc o g ie n d o


c o sa s, h a c e m o s p re c isa m e n te lo q u e c e n su ra m o s; el p u n to de p o r los te rre n o s q u e n o p e rte n e c e n al se n tim ie n to ; e n s e g u n d a
v ista tic lo d e se ab le, del ju z g a r in c o m p e te n te , e n tra e n el c u rso in sta n c ia ,' c o m p re n d ie n d o la a rro g a n c ia y la n e c e d a d : p e d ir
re g u la r tic las c o sa s, a s í c o m o to d a in ju stic ia y to d a im p e rfe c ­ q u e a lg o se a d e o tro m o d o q u e c o m o es, e q u iv a le a p e d ir q u e
c ió n : n u e stro c o n c e p to d e p e rfe c c ió n e s el q u e n o se ju stifica. to d o sea d e o tra m an era, p u esto q u e su p o n e u n a c rítica del todo.
T odo instinto quiere ser satisfecho, ex p resa su d iscon fo rm idad con P e ro ¡la v id a m is m a c o n stitu y e se m e ja n te d eseo !
el actual e stad o d e cosas. ¿C ó m o ? ¿E stá c o m p u e sto el todo quizá A firm a r lo q u e es, c o m o e s, re s u lta a lg o in fin ita m e n te
d e p a rte s d isc o n fo rm e s q u e a lb e rg a n to d as e n su c a b e z a al tip o m á s se rio , m á s e le v a d o q u e c u a lq u ie r « d e b ie ra se r a sí» , p o r ­
d e la deseabilidad? ¿E s q u izá la m arch a d e las cosas, el «fuera de q u e e sto ú ltim o c o m o c rític a h u m a n a y a rro g a n c ia e s tá un
a q u í» , « fu e ra d e la re alid a d » , el e te rn o d esco n ten to m ism o ? ¿E s p o c o c o n d e n a d o al rid íc u lo . A q u í se e x p re s a u n a n e c e s id a d
la deseabilidad quizá la fuerza que nos m ueve a todos? ¿E s «deus»? q u e p id e q u e n u e stro h u m a n o b ie n e s ta r c o rre s p o n d a al p la n
M e p a re c e im p o rta n te q u e d e s p a c h e m o s el to d o , la u n i­ d e l u n iv e rs o . T a m b ié n la v o lu n ta d in te rv ie n e e n c u a n to e s
d a d , u n a fu e rz a , un a b so lu to ; n o te n d ría m o s m á s re m e d io p o sib le e n e s ta a firm a c ió n .
q u e to m a rlo c o m o s u p re m a in sta n c ia y lla m a rlo D io s. H ay P o r o tra p a rte , e ste d e se o « d e b ie ra se r a sí» , p ro v o c a a q u el
q u e d e s c o m p o n e r e ste to d o , h a y q u e p e rd e rle to d o re sp eto ; o tro d e se o ¿ q u é e s? S in d u d a a lg u n a , s a b e r lo q u e e s, re s u lta
a q u e llo q u e h e m o s c o n c e d id o a lo d e s c o n o c id o , al to d o , re ­ u n a c o n s e c u e n c ia d e a q u e lla p re g u n ta : ¿ C ó m o ? ¿ E s p o sib le ?
c o b ra rlo y d á rs e lo a lo in m e d ia to , a n o so tro s m is m o s . ¿ P o r q u é a sí? E l a s o m b ro a n te la in a rm o n ía d e n u e s tro s d e ­
Si K a n t, p o r e je m p lo , d e c ía : « H a y d o s c o s a s e te rn a m e n te se o s y el c u rs o d e l u n iv e rs o n o s h a lle v a d o a c o n o c e r el u n i­
v e n e ra b le s » (fin al d e la Crítica de la razón práctica), h o y v e rso . Q u iz á e s o tra c o sa : q u iz á a q u e l « d e b ía se r» e s n u e stro
p o d ría m o s d e cir: « L a d ig e s tió n e s m á s v e n e ra b le to d a v ía » . d e s e o d e d o m in a r el u n iv e rso ...
E l to d o n o s r e p la n te a el a n tig u o p ro b le m a : ¿ C ó m o e s p o s i­
b le e l m a l? , e tc é te r a . P o r ta n to , n o h a y g ra n to d o ; fa lta , en
r e a lid a d , el g r a n « s e n s o r iu m » o in v e n ta rio o a lm a c é n d e 331
fu e rz a s.
E s p o sib le q u e h o y a c o g e ría m o s c o n u n a lig e ra iro n ía
329 to d a p re te n sió n d e q u e re r fija r la c o n d ic ió n d e l h o m b re ; n o s
a fe rra m o s a la id e a d e q u e , a p e s a r d e to d o , n o se lle g a a se r
U n h o m b re c o m o d e b e ser: e s to m e su e n a in síp id o y casi si n o lo q u e se e s (a p e s a r d e to d o : q u ie ro d e cir, a p e s a r d e la
lo m is m o , c o m o si se m e d ije ra: « U n á rb o l c o m o d e b e ser». e d u c a c ió n , d e la in stru c c ió n d e l m e d io , d e l a z a r y d e lo s a c ­
c id e n te s). P o r e s o h e m o s a p re n d id o , e n los te rre n o s d e la m o ­
ra l, a in v e rtir d e u n a m a n e r a p a rtic u la r la re la c ió n e n tre la
330 c a u sa y el e fec to — n o h a y q u iz á n a d a q u e n o s d istin g a m á s ra ­
d ic a lm e n te d e los a n tig u o s c re y e n te s e n la m o ra l— . N o s o tro s
Ética, o la «Filosofía de lo deseable ».— D e b ie ra se r de n o d e c im o s , p o r e je m p lo : «S i u n h o m b re d e g e n e ra , d e s d e un
o tra m a n e ra , « d e b ie ra lle g a r a se r d e o tra m a n e ra » : e n tal p u n to d e v is ta fisio ló g ic o , e s p o r c u lp a d e l v ic io » . T a m p o c o
c a s o , el d e s c o n te n to se ría el fo n d o d e la é tic a. d e c im o s: « L a v irtu d h a c e p ro s p e ra r al h o m b re , le c o n c e d e
240 1 R IE D R IC H N 1E T Z S C H K I.A V O L U N T A D D E P O D E R 241

larga vida y felicidad». N uestra opinión es, por el contrario, mentó que desea, veremos en él la más absurda de las bes­
que el v ic io y la virtud en vez de causas, son consecuencias. tias... Parece com o si necesitase una liza de la cobardía, de la
Se llega a ser un hom bre honrado, sencillamente, porque se pereza, de la debilidad, del servilismo, para alivio de sus fuer­
es un hombre honrado: es decir, porque se ha nacido con un tes y varoniles virtudes: analizad las concupiscencias hum a­
capital de buenos instintos y de condiciones prósperas... Si nas, sus «ideales». El hombre que lo intenta se libra de sus
se nace pobre, si se nace de padres que todo lo han dilapi­ eternos valores en sí mismo, de sus actos: en lo insignificante,
dado sin recoger nada, se es «incorregible», estándose dis­ en lo absurdo, en lo pueril. La pobreza de espíritu en él resulta
puesto para el presidio o el manicomio... Nosotros no pode­ espantosa. El ideal es, por así decirlo, el tributo que el hom ­
mos imaginar la degeneración moral desvinculada de la bre paga por el desgaste que tiene, que hace en todas sus ver­
degeneración física: la prim era no es más que un conjunto de daderas tareas. Al cesar la realidad empieza el sueño, la fatiga,
síntomas de la segunda... se es necesariam ente m alo com o se la debilidad: el ideal es justamente una forma del ensueño, de la
es necesariam ente enfermo... La palabra «malo» expresa en fatiga, de la debilidad... Las naturalezas más fuertes y las más
este caso ciertas incapacidades que están fisiológicamente li­ desmayadas se equiparan cuando se entregan a este estado:
gadas al tipo de la degeneración: por ejemplo, la debilidad divinizan la disminución del trabajo, de la lucha, de la pasión,
de la voluntad, la incertidumbre y hasta la multiplicidad de la de la tensión, de la contradicción, de la realidad en suma... de
«persona», la impotencia para suprim ir la reacción a una ex­ la batalla del conocimiento, del descanso del conocimiento...
citación cualquiera y de dominarse, la coacción en cualquier Suele llamarse «inocencia» al estado ideal de ignorancia;
especie de sugestión de la voluntad ajena. El vicio no es una «bienaventuranza» al estado ideal de pereza; «am or» al es­
causa, sino una consecuencia... El vicio sirve para resumir, tado ideal de bestia de rebaño que no quiere tener enemigo.
en síntesis bastante arbitraria, ciertas consecuencias de la de­ De tal forrita han elevado a ideal todo lo que rebaja al hom ­
generación fisiológica. Una proposición general, com o la bre y lo envilece.
que enseña el cristianismo — «el hombre es malo»— , estaría
justificada si se pudiera adm itir que el tipo del degenerado
fuese considerado com o el tipo normal del hombre. Pero de­ 333
cir esto supone en principio una exageración. Lo que es cierto
es que la proposición puede reclam ar derechos allí donde el El deseo dimensiona todo aquello que se desea; y, además,
cristianism o crece y se afinca; pues de este m odo se de­ crece, cuando no es satisfecho; al punto, que las m ás gran­
muestra la realidad de un terreno morboso, de un terreno des ideas fueron creadas en función de los más vivos deseos.
proclive a la degeneración. Damos mayor valor a las cosas cuanto más las deseamos:
cuando los «valores morales» llegan a ser los más altos valo­
res; cosa que revela que el ideal moral es el que menos se ha
332 satisfecho (en cuanto este significa la exención de todo dolor,
una m anera de lograr la bienaventuranza). La humanidad no
Nunca será bastante examinado el hombre que sabe de­ ha hecho más que abrazar sombras cada vez con m ayor ar­
fenderse y sacar partido de las circunstancias orillando todos dor; y, por último, ha llamado a Dios a su desesperación, a su
los obstáculos; pero sí si consideram os al hombre en el mo- impotencia...
242 I R IE D R IC H N IE T Z S C H E LA V O L U N T A D DE PO D E R

334 nos deseaban que esta acabase pronto, que llegara el fin de
la humanidad lo más pronto posible; no habiendo duda al­
I .¿i ingenuidad con respecto a las últimas «debilidades», guna sobre lo que se le hacía sufrir al individuo... El pro­
desconociendo en tanto el «porqué» del hombre. blema de cada individuo se vinculaba a una vida futura; el
valor, el sentido, el círculo de los valores era fijo, absoluto,
formaba una sola cosa con Dios... Todo lo que se apartaba de
335 este tipo eterno era pecam inoso, diabólico, condenable...
El centro de equilibrio del valor estaba para cada alm a en
¿Cuál es la m oneda falsa en lo m oral?— Intentamos creer ella misma: ¡Salvación o condenación! ¡La salvación de las
que sabem os algo, por ejemplo, de lo que es bueno y es almas inmortales! Q uizá la forma más extrem a del egoís­
malo... Esto equivale casi a saber cuál es el destino del hom ­ mo... Cada alm a no puede tener más que un ideal, más que
bre, cuáles son sus fines. Esto supondría saber que el hom ­ un cam ino de salvación... Forma extrem a de igualdad, enca­
bre tiene un fin, un destino... denada a un abultam iento óptico de la propia importancia,
dem asiado absurda... Almas absurdam ente importantes, po­
seídas de una espantosa angustia sobre su destino...
336 Hoy ya no cree nadie en esta absurda im portancia, des­
pués de pasar la ciencia por el tam iz del m enosprecio. A pe­
Q ue la hum anidad tiene una idea específica que realizar, sar de ello, se continúa con el hábito óptico de buscar el va­
que m archa a la consecución de un fin, resulta una idea bas­ lor del hom bre en la aproxim ación a un ser ideal: en el fondo
tante oscura y arbitraria, aunque m uy verde. Es posible que m antenem os toda la perspectiva de autonom ía com o la de
se la deseche antes de que se convierta en idea fija... igualdad de derechos ante el ideal, «In sum nia»; creem os co­
L a hum anidad, en realidad, no es un todo, sino una di­ nocer lo que es la últim a deseabilidad por lo que se refiere al
versidad irreducible de procesos vitales ascendentes y des­ hom bre ideal...
cendentes. por lo que no puede tener una juventud, una m a­ Pero esta le, en realidad, es una enorm e perversión aca­
durez y posteriorm ente una vejez. Por el contrario, las capas rreada por el ideal cristiano: y esto lo confirm a un exam en
están m ezcladas e interpuestas, y en algunos m ilenios se exhaustivo de un tipo ideal. En prim er lugar, se cree saber
pueden dar tipos m ás jóv en es de hom bres de los que pueden que es deseable la aproxim ación a un tipo ideal; se cree tam ­
señalarse hoy. A dem ás, la «decadence» pertenece a todas las bién, en segundo lugar, cuál es este tipo, y, en tercer lugar,
épocas de la hum anidad: por todas partes se encuentran m a­ que toda desviación de este tipo supone un retroceso, un per­
terias de desperdicio y de decadencia, siendo siempre el mismo juicio, una pérdida de fuerza y de poder... Se sueña con es-
el proceso biológico de separación de los productos, des­ lados en los que este tipo de hom bre perfecto consiga el fa­
com posición y decadencia. vor de una gran m ayoría, hasta el punto que nunca hicieron
Bajo la presión de los prejuicios cristianos no se puso esta más nuestros socialistas, ni nuestros señores utilitaristas. Así.
cuestión de m anifiesto: el sentido estaba en la salvación de pareciera señalarse un fin a la evolución humana; en todo caso,
las alm as individuales; no entraba a considerarse el m ás o el la fe en un progreso hacia el ideal es la única form a en que
m enos en la dirección de la hum anidad. Los m ejores cristia hoy se concibe el fin de la historia. «In sum m a»: el hecho de
244 I K IE D R IC H N IE T Z S C H E LA VO LU N TA D DE PO D ER 245

ponerse el «reino de Dios en el futuro, en la tierra, en lo hu­ sí mismo (se abandona algo de sí mismo). El tipo superior:
mano, no quita que se conserve la fe en el antiguo ideal». el ideal clásico com o expresión de la prosperidad de todos
los instintos principales. De nuevo nos encontram os ante
un estilo superior: el grande estilo. Expresión de la voluntad
337 de poder. H asta el instinto m ás tem ido se atreve a afir­
marse.
F orm as m ás escondidas del culto a l ideal m oral cris­ b) Partir de condiciones particulares en las que el mundo
tiano.— La idea cobarde y fem enina de «naturaleza», soñada aparece más vacío, más pálido, más adelgazado; en que la
por los fanáticos de esta (aparte de todos los instintos del as­ «espiritualización», la ausencia de sentido adquieren carác­
pecto, terrible, inexorable y cínico, a la vez el m ás bello), in­ ter de perfección; en que se evita meticulosam ente todo lo
tenta entresacar de la Naturaleza aquella «humanidad» cris- que es brutal, todo lo que es directam ente animal, todo lo
tianomoral — concepto rousseauniano de la natuleza— , como que está dem asiado cerca de nosotros (se calcula, se elige):
si esta supusiese libertad, bondad, inocencia, justicia, idilio, el «sabio», el «ángel»; sacerdotal = virgen = ignorante, esta
siempre el culto de la moral cristiana en el fondo. Reunir lu­ es la característica f isiológica de sem ejantes idealistas: el
gares que han venerado los poetas, por ejemplo, las altas ideal anémico. En estas circunstancias, el problem a puede
montañas, etc. Lo que G oethe quería tener en ella — porque convertirse en el del ideal de las naturalezas que representan
adm iraba a Spinoza— . Com pleta ignorancia de los supues­ el prim er ideal, el ideal pagano (debiendo recordarse que es
tos de este culto... así com o Goethe ve en Spinoza su «santo»).
La idea fem enina y cobarde del hombre, al estilo de c) Partir de supuestos en virtud de los que consideramos
Comte y Stuart Mili, com o objeto posible de culto... Siem ­ el mundo com o un absurdo, com o dem asiado malo, com o
pre volvemos al culto de la moral cristiana bajo un nuevo dem asiado pobre, com o dem asiado decepcionador, para vol­
nombre... los librepensadores, por ejem plo, com o Guyau. ver de nuevo aquí o para desear de nuevo este ideal (se niega,
La idea cobarde y fem enina de «arte» com o com pasión a se destruye): esta es la proyección del ideal en lo que es con­
todo el que sufre, a todo lo mal nacido (Thierry, por ejemplo, tranaturaleza, contrario a los hechos y a la lógica: la condi­
en la historia): regresándose siempre al culto del ideal cris- ción del que así juzga (el «empobrecimiento» del mundo,
tianomoral. consecuencia de los sufrimientos, se toma, no se da), se lla­
Por último, el ideal socialista: que no es en realidad más mará ideal contra Naturaleza (el ideal cristiano es una form a­
que el m ism o ideal cristianom oral, pero mal entendido. ción intermedia entre el segundo y el tercero, predominando
unas veces bajo una forma, otras bajo otra).
Los tres ideales: a) fortalecim iento de la vida (pagano);
338 h) atenuación de la vida (anémico): < ) negación de la vida
(contranatural). Se posee el sentimiento de la «adivinación»:
£ / origen del ideal.— Examen del suelo donde se produce en su m ayor plenitud — en la elección más delicada— , en la
a) Partir de las condiciones «estéticas», en las que el destrucción y el aniquilamiento de la vida...
mundo aparece más pleno, más redondo, más perfecto,
com o es el ideal pagano, donde predom ina la afirm ación de
246 I'R IE D R IC H N IH T /.S C H K
L A V O L U N T A D DF. P O D E R 247

339
C. El tipo estoico.— La firmeza, el dom inio de sí mismo,
el carácter inquebrantable, la paz, consecuencia de una larga
A. /./ tipo consecuente.— Es preciso com prender que no
voluntad implacable — la calm a profunda, el estado de de­
se liono ilerecho a odiar el mal; que no se tiene derecho a re-
fensa, la fortaleza, la desconfianza guerrera— , la firmeza de
sislivlo; que no se tiene derecho a hacerse la guerra a sí principios, la unidad de la voluntad y de la ciencia, el respeto
mismo; que no basta con aceptar el sentimiento que entraña
de sí mismo. Tipo del ermitaño. «El buey perfecto».
semejante práctica; que se vive totalmente en los sentim ien­
tos positivos; que se tom a el partido de los adversarios en la
palabra y en la acción; que, por una superafectación de esta­ 340
dos posibles, se em pobrece el suelo reservado a otros esta­
dos...; que hace falta una práctica continua. ¿Y qué es, en de­ Un ideal que desea afirm arse, suele apoyarse: a) en un
finitiva, lo que se ha alcanzado con esto? El tipo budista o la
supuesto origen; b) en una supuesta afinidad con los idea­
perfecta vaca. les m ás poderosos ya existentes; c) en la m agia del se­
Este punto de vista solo es válido cuando no reina ningún creto, com o si se tratase de un poder indiscutible; d) en el
fanatism o moral, es decir, cuando no se odia el mal por el desprestigio de todo ideal contrario; e) en una falsa doctrina
mal mismo, sino solamente porque crea caminos que nos del provecho, que trae consigo, por ejemplo, la felicidad,
ocasionan perjuicios (la inquietud, el trabajo, los cuidados, tranquilidad de alma, paz o el favor de un Dios todopode­
las com plicaciones, la dependencia). roso, etc. Para la fisiología de los idealistas: Carlyle, Schiller,
Nos encontram os con el punto de vista del budismo, pues Michelet.
al no odiar al pecado, se carece por com pleto de la idea de ¿Se ha refutado un ideal, una vez que se han descubierto
«pecado». todos los expedientes defensivos y protectores con los cua­
B. Tipo inconsecuente.— Al hacerse la guerra al mal, se les se le conserva...? No; se ha em pleado, sim plem ente, to­
cree que la guerra, a causa del bien, no entraña las conse­ dos los medios que suelen utilizar los seres vivos para sub­
cuencias morales que son inseparables de la guerra y no in­ sistir y desarrollarse.
fluye sobre el carácter de la m isma manera. (A causa de es­ En mi criterio, todas las fuerzas e instintos por los cuales
tas consecuencias se detesta la guerra y se la considera como no solo se conserva sino que se desarrolla la vida están pros­
un mal.) De hecho, semejante guerra contra el mal corrompe critos por la moral. Para liberar la vida parece evidente que
más que cualquier enemistad de persona a persona; general­ hay que destruir la moral.
mente, la persona es la que remonta, por lo menos imagina­
tivamente, el puesto del adversario (el diablo, los malos es­
píritus, etc.). Tal actitud hostil de observación y espionaje 341
frente a todo lo que es más negativo en nosotros y podría po­
seer un mal origen, termina por el estado de espíritu más Los idealistas suelen tener la prudencia de no conocer.
atorm entado y más inquieto: de suerte que el «milagro», el Son seres que tienen motivos para acum ular sombras sobre
éxtasis, la solución en el más allá se hacen ahora deseables... sí, puesto que son bastante astutos.
El tipo cristiano o el «perfecto cazurro».
248 I R I E D R I C H N1ETZ.SCHE LA V O L U N TAD D E P O D E R 249

342 se a u n ia n a (c o m p á re s e la c o n la d e P a sc a l, q u e d e d u c e de lo
c ita d o la c o n c lu s ió n d el p e c a d o o rig in a l).
iendencia de la evolución mora!. — T odo in d iv id u o d e se a E s p re c is o c o m p a r a r la ta m b ié n c o n la ló g ic a d e L u te ro .
q u e iu> p re v a le z c a o tra d o c trin a , o e s tim a c ió n d e las c o sa s, E n los d o s c a s o s se b u s c a un p re te x to p a ra in tro d u c ir un in ­
q u e la su y a . L a te n d e n c ia fu n d a m e n ta l d e lo s d é b ile s y m e ­ s a c ia b le in s tin to d e o d io c o n el p re te x to d el d e b e r m o ra l y
d io c re s d e to d o s lo s tie m p o s c o n siste e n d e b ilita r a los p o ­ re lig io s o . El o d io h a c ia la c la se d o m in a n te tra ta d e s a n tifi­
d e ro s o s , tira r h a c ia a b a jo , v a lié n d o se c o m o m e d io p rin c ip a l c a rse ... (la « c u lp a b ilid a d d e Is ra e l» , b a se d el p o d e r d e los
del ju ic io m o ra l. S u e le d e s a c re d ita rs e la c o n d u c ta d e los m á s s a c e rd o te s ).
fu e rte s re s p e c to a lo s m á s d é b ile s, a tal p u n to q u e los e s ta ­ T a m b ié n e s n e c e sa rio c o m p a ra r la ló g ic a a n á lo g a d e S an
d o s s u p e rio re s d e lo s fu e rte s su e le n se r m al c o n c e p tu a d o s. P a b lo . E n e lla la c a u s a d e D io s sirv e d e tra m p o lín a su s re ­
L a lu c h a d e los m á s c o n tra lo s m e n o s , lo h o s tilid a d c o n ­ a c c io n e s, la c a u s a d el d e re c h o d e la h u m a n id a d , e tc é te ra . En
tra lo s d is tin g u id o s , d e lo s d é b ile s c o n tra lo s tu e rte s , d e sta c a c a s o d e C risto , el jú b ilo del p u e b lo se p ro d u c e c o m o c a u s a
e n tre su s m á s fin o s e p is o d io s el q u e los e x c e le n te s , los lin o s, d e la e je c u c ió n ; un m o v im ie n to a n tisa c e rd o ta l d e sd e el p rin ­
los p re s e n tu o s o s , se p re se n ta n c o m o d é b ile s y se v a le n d e los c ip io . E n tre los a n tise m ita s m is m o s , sie m p re e s el m is m o
m á s g ro s e ro s m e d io s d e l poder. g o lp e d e su e rte : a g o b ia r al a d v e rs a rio c o n a rg u m e n to s m o ­
ra le s y re se rv a rse el p a p el d e la ju s tic ia v e n g a d o ra .

34 3
3 45
1) El s u p u e s to in stin to p u ro del c o n o c im ie n to d e to d o s
los filó s o fo s e s tá re g id o p o r su « v e rd a d » m o ral; so lo e n a p a ­ Consecuencia de la lucha.— Q u ie n e s lu c h a n tra ta n de
rie n c ia e s in d e p e n d ie n te ... tra n s fo rm a r a su s a d v e rs a rio s p a ra c o n v e rtirlo s e n su s a n tí­
2) L a « v e rd a d m o ra l» , « a s í se d e b e o b ra r» , e s u n a m e ra p o d a s, e n su e sp íritu so la m e n te . T ra ta n d e c re e r e n sí m is m o s
fo rm a c o n sc ie n te d e un in stin to fa tig ad o , « n o so tro s o b ra m o s d e sd e el p u n to q u e p u e d e te n e r el v a lo r d e la « b u e n a c a u s a »
d e e s ta y la o tra m a n e ra » . El « id ea l d e b e re s ta b le c e r y fo rtifi­ (c o m o si e llo s re p re se n ta s e n a la b u e n a ): c o m o si la ra z ó n y
c a r un in stin to , y c o n s ig u e q u e el h o m b re o b e d e z c a , c u a n d o la v irtu d fu e ra n c o m b a tid a s p o r su a d v e r s a rio ... L a fe q u e
se c o n v ie rte e n un m e ro a u tó m a ta » . n e c e sita ro n c o m o m e d io d e d e fe n s a y d e a g re sió n , el m ás
fu e rte d e to d o s, e s la fe e n sí p ro p io , p e ro m al in te rp re ta d a
c o n el n o m b re d e fe e n D io s. N o im a g in a n n u n c a las v e n ta ­
344 ja s y las u tilid a d e s d e la v ic to ria , b a jo el n o m b re d e « v ic to ­
ria d e D io s» . T o d a c o m u n id a d p e q u e ñ a (lo m is m o q u e to d o
La moraI como m edio de seducción. — « L a N a tu ra le z a es in d iv id u o ), al lu ch ar, trata d e c o n v e n c e rs e d e e sto : « N o s o tro s
b u e n a , p u e s la c a u s a d e la m is m a e s u n D io s sa b io y b u e n o .» le ñ e m o s el b u e n g u sto , el b u e n ju ic io y la v irtu d d e n u e stra
E n to n c e s , ¿a q u ié n p o d e m o s h a c e r re s p o n s a b le d e la c o rru p ­ p a rte ...» . L a lu c h a o b lig a s ie m p re a u n a e x a g e ra c ió n d e lo
c ió n d e los h o m b re s ? L a s c la s e s d irig e n te s , o lo s tira n o s y pro p io .
los s e d u c to re s, h a y q u e a n iq u ila rla s . E sta e s la ló g ic a rous
250 F R IE D R IC H N IE T Z S C H E
l.A V O L U N TAD D K PO D K R 251

346 B) Crítica del hombre bueno, del santo, etc.

Por extraño que resulte el ideal juzgado (el del cristiano, 348
el del «espíritu libre», el del «inmoralista», el del «naciona­
lista») no se debe exigir que sea el ideal; pues con ello se le Fl «hombre bueno » o la hemiplejía de la virtud.— Para to­
quita el carácter de privilegio. Se le debe conservar para dis­ dos los hombres que han conservado el vigor y han perm a­
tinguirse, no para igualarse a otros. necido cerca de la Naturaleza, el am or y el odio, la gratitud y
/.Cómo resulta, en cambio, que la mayor parte de los idea­ la venganza, la bondad y la cólera, la acción afirmativa y la
listas hacen enseguida propaganda com o si no tuvieran nin­ acción negativa, son inseparables. Se es bueno, si de alguna
gún derecho al ideal si los dem ás no lo reconocieran? Esto manera sabemos ser malos; se es malo, porque de otra forma
es lo que de ordinario hacen todas aquellas entusiastas mu- no podríamos ser buenos. ¿De dónde procede, por tanto, ese
jercitas que se permiten el lujo de estudiar latín y m atem áti­ estado enfermizo, esa ideología contranatura, que rechaza
cas. ¿Qué les obliga a ello...? En mi criterio, el instinto de re­ una doble tendencia, que enseña com o virtud suprema no po­
baño, el tem or al rebaño: trabajan por la emancipación de la seer más que un semivalor? ¿De dónde viene esa hemiplejía
mujer, al cultivar su separatismo privado con prudencia bajo de la virtud, inventada por el hombre bueno...? Se exige del
la form a de una generosa actividad, bajo la bandera del «al­ hombre la amputación de los instintos que le permitan llevar
truismo». la contraria, hacer daño, montar en cólera, exigir venganza...
La prudencia de los idealistas consiste en ser únicamente A esta desnaturalización corresponde luego esa concepción
m isioneros y representantes de un ideal: de este m odo se dualista de un ser puramente bueno y de un ser puramente
elevan a los ojos de aquellos que creen en el desinterés y el malo (Dios, el espíritu, el hombre), que resumen todas las
egoísmo. Sin em bargo, el verdadero heroísm o consiste en fuerzas, intenciones y condiciones positivas en el primer
que m ás que cubrirse con la bandera de la abnegación, del caso, y todas las negativas en el último. De este m odo se con­
sacrificio o del desinterés, no se com bate... «A sí soy yo; así sidera que tal valoración es «idealista»; el que así piensa, cree
quiero ser..., ¡y al diablo con los demás!». que ha colocado sus deseos supremos en su personal concep­
ción del bien. Cuando ha alcanzado la cima, contempla un es­
tado del que el mal se habría suprimido y en el que no que­
347 darían com o habitantes m ás que los seres buenos. No admite,
por tanto, com o cierto que, en esta posición, el bien y el mal
Todo ideal arrastra am or y odio, adm iración y desprecio. están condicionados el uno por el otro; quiere, por el cotrario,
Si el sentimiento positivo no es el primer móvil, lo es el ne­ que el mal desaparezca y que el bien perdure, aunque el uno
gativo. Odio y resentimiento dan, por ejemplo, en todo re­ tenga derecho a existir, y el otro no tenga derecho de ningún
sentimiento ideal, el «primum mobile». modo... ¿Cuál es, en suma, el ser que se desea...?
En cualquier tiempo, y particularm ente en las épocas cris­
tianas, la angustia de reducir al hombre a esta semiactividad
que es el bien: hoy día no faltan seres deformados y debili­
tados por la Iglesia para los que esta intención equivale a la
252 I K IE D R IC H N IE T Z S C H E LA V O L U N T A D D E PO D ER 253

«humani/acioii» general, o a la «voluntad de Dios», o tam ­ cosas odiosas, que hay que com batir constantem ente. «El
bién a - la salud del alma». Se busca ante todo que el hom ­ hombre bueno» se ve com o rodeado del mal, perseguido per­
bre no haga el mal, que en ninguna circunstancia perjudique m anentem ente por el mal; aguza su vista y acaba por descu­
ni Icnga el propósito de hacer daño... Para conseguirlo se re­ brir huellas m alignas en todo lo que hace. Terminando, como
com ienda la extirpación de todas las posibilidades de ene- es lógico, por considerar la naturaleza mala; al hombre, co­
mislad, de suprimir los instintos de rencor; se recomienda rrompido; y a la bondad, com o un estado de gracia, y por
ese mal crónico que es «la paz del alma»... tanto, hum anam ente imposible. En resumen: niega la vida,
Semejante tendencia, desarrollada por un tipo particular de concibe el bien com o valor supremo que niega la vida... Por
hombre, deriva de una suposición absurda: considera el bien eso, su ideología del bien y del mal debería ser refutada por
y el mal como realidades en contradicción la una con la otra él. Pero... no se refuta una enfermedad... ¡Y solo así es com o
(y no como valores complementarios, lo que respondería a la concibe otra vida!
realidad); aconseja tomar el partido del bien; exige que el
hombre bueno renuncie y resista al mal hasta sus más pro) lin­
das raíces; siendo esta la forma de que niega absolutamente la 349
vida que en todos sus instintos tiene tanto de «sí» como de
«no». Y lejos por desgracia de comprenderlo, sueña con vol­ La idea de Poder, lo m ism o que se refiera a un Dios o a
ver a la unidad, a la totalidad, a la fuerza de la vida: se ima­ un hombre, existe siempre la capacidad de utilizar y la ca­
gina que ha llegado a un estado de salud cuando, por tin, la pacidad de perjudicar. Ocurriéndole lo dicho a todas las ra­
anarquía interior, las perturbaciones que derivan de estos im­ zones bien constituidas.
pulsos opuestos han concluido. Quizá no haya habido hasta el Un progreso fatal consiste en separar dialíticam ente la
presente ideología más peligrosa, mayor escándalo «in psy- fuerza para lo uno y para lo otro... A unque con esto la moral
chologicis» que esta voluntad del bien: fue ensalzado el tipo se constituya en envenenadora de la vida.
más repugnante, el «tartufo»; se enseñó que es necesario ser
tartufo para descubrir el camino verdadero que conduce a
Dios; que la vida del tartufo es la única que le es grata... 350
Y también en este caso es la vida la que tiene razón — la
vida que no sabe separar la negación de la afirmación— . Crítica del hombre bueno.— La honradez, la dignidad, el
¿Para qué poner toda nuestra fuerza en declarar que la guerra sentimiento del deber, la justicia, la humildad, la lealtad, la
es mala, tratando de no perjudicar, de no decir «no», cuando rectitud, la buena conciencia, a pesar de la sonoridad de ta­
a pesar de todo se hace porque no puede hacerse otra cosa... ? les palabras, ¿afirman y aprueban verdaderam ente las cuali­
El hom bre bueno que ha renunciado al mal, afligido, pues dades por ellas mismas? ¿O es posible que cualidades y
ese es su deseo, con esta hem iplejía del mal, no deja nunca condiciones, indiferentes por su valor, sean consideradas
de hacer la guerra y tener enemigos, de decir «no» por tanto, de desde un punto de vista que en el fondo se lo diera? El valor
obrar negativamente. ¡El cristiano, por ejemplo, que detesta de estas cualidades, ¿reside en ellas mismas o en la utilidad
la mentira, a todo llama mentira. Precisamente, por creer en y el provecho que reportan, que parecen reportar o que se
una oposición entre el bien y el mal. se le llena el mundo de sospecha que reporten...?
•i
l-K IE D R K ’l l N IE T Z S C H E LA V O L U N T A D D E PO D ER 255
254

Desdo mi punto de vista, yo no creo que exista una opo­ 351


sición (.-11110 el «ego» y el «álter» en el juicio: se trata solo de
salx-r si son las consecuencias de estas cualidades lo que E l hom bre bueno com o tirano.— La hum anidad ha insis­
debo loner valor para su representante o para lo que le rodea, tido siempre en el m ism o error: ha hecho de un medio para
para la sociedad, para la humanidad, o si tienen este valor llegar a la vida, una m edida de ella; y en lugar de encontrar
por sí mismas... Dicho de otra manera: ¿es la utilidad la que la m edida en la más extrem a intensificación de la vida, en
impulsa a condenar, reprimir, negar las cualidades opuestas el problem a del crecim iento y agotamiento, ha utilizado los
(la duplicidad, la falsedad, la falta de palabra, la inhumani­ m edios de un género de vida com pletam ente preciso, con
dad)? ¿Se condena la esencia m isma de estas cualidades o exclusión de todas las dem ás formas de vida. Las ha utili­
solamente las consecuencias de estas? Planteándonos el pro­ zado, en resumen, para criticar la vida y hacer una selección
blema con arreglo a otro ángulo: ¿es deseable que no exis­ dentro de ella. El hom bre am a por fin los m edios de un
tan hom bres que no tengan esas cualidades que se llaman género de vida com pletam ente determ inado, con exclusión
falsedad, m ala fe, falta de palabra...? Por lo pronto, esto es de todas las dem ás formas de vida; de suerte que estos m e­
lo que suele creerse... Pero ahí está precisam ente el error, la dios llegan ahora a su conciencia bajo las formas de un fin,
miopía, la limitación del espíritu y el egoísmo más estrecho. com o m edida de fines particulares... Una especie de hombre,
O tam bién: ¿resulta deseable crear condiciones en que en consecuencia, considera sus condiciones de existencia
todas las ventajas estén de parte de los hombres justos, de com o condiciones a im poner legalm ente para «la verdad»,
suerte que las naturalezas y los instintos opuestos se vean el «bien», la «perfección», aunque esta existencia tiranice...
desalentados y perezcan lentamente'/ Una de las formas de la fe, del instinto, hace que una espe­
Considerándola en el fondo una cuestión de gusto y de es­ cie de hombres no se dé cuenta de que su propia especie
tética, ¿sería de desear que la especie de hombres más ho­ está condicionada y no advierte su relatividad en com para­
norables, es decir, la más enojosa, fuese la única que subsis­ ción con las otras especies. Parece, por lo m enos, que ha
tiera? Las personas cuadradas, las personas virtuosas, las concluido una especie de hom bres (pueblo, raza), al hacerse
bravas gentes, las gentes rectas, las bestias con cuernos. tolerante, aceptar derechos por igual y no pretender siempre
Si se suprime con la imaginación la enorme superabun­ ser el ama.
dancia de los «otros», el hombre justo mismo, term inaría por
no tener ya derecho a la existencia, por no ser en realidad ne­
cesario, y por esto se com prende que solamente la grosera 352
utilidad es la que ha podido poner en honor una «virtud» tan
insoportable». «Los hom bres buenos son todos débiles: son buenos por­
Q uizá sea m ejor desear lo contrario: crear condiciones en que no son lo bastante fuertes para ser malos», dijo el jefe
las que el hombre justo fuese rebajado a la humilde condi­ Latuka al panadero.
ción de «instrumento útil» — bestia de rebaño ideal: en el «Para los corazones débiles nunca hay desgracia», suele
m ejor caso, pastor de este rebaño— ; en suma, una condición decirse en Rusia.
en la que ya no estaría colocado en una esfera superior que
reclama otras cualidades.
256 I R IE D R IC H N IE T Z S C H E LA V O L U N T A D D E P O D E R 257

353 nos hubiese desengañado (hubiera traído com o resultado


una valoración más templada).
Modesto, aplicado, benévolo, moderado: ¿es así com o El santo, com o la especie más poderosa del hombre: esta
q u e r é i s al liombre, al hom bre bueno? A m í esto solo m e pá­ idea ha reforzado el valor de la perfección moral. Debemos
rete el ideal del esclavo, del esclavo de porvenir. considerar el conocim iento general esforzándose en dem os­
trar que el hombre moral es poderoso y divino. El dom inio
de los sentidos, de los instintos. Todo infunde temor; la con­
354 tranaturaleza aparece com o sobrenatural, com o más allá...

La metam orfosis de la esclavitud, su encubrim iento bajo


el manto religioso, su transfiguración por la moral. 357

El enam orado y popular Francisco de Asís, el poeta, lu­


355 cha contra las categorías de las almas — «todos son iguales
ante Dios».
El ideal esclavo (el «hombre bueno»). El que no se puede El ideal popular: el hombre bueno, el abnegado, el santo,
poner com o «fin»: el que, en general, no puede derivar de sí el justo. ¡Oh, Marco Aurelio!
mismo un fin, otorga instintivamente su aplauso a la moral
de la abnegación.
Atavismo: sentimiento de dicha inefable, poder obedecer 358
alguna vez.
Aplicación, modestia, benevolencia, moderación, son otros Yo he declarado la guerra al clorótico ideal cristiano, y a
tantos obstáculos del sentimiento de soberanía, de la gran in­ todo lo que de él se deriva o depende, no con el deseo de
ventiva, de los fines heroicos, del aristocrático ser-para-sí. destruirlo, sino únicamente para poner fin a su tiranía y dejar
No se trata de ir delante (esto sería en todo caso ser pas­ libre el cam po para nuevos ideales, para ideales en definitiva
tor, es decir, general de rebaño), sino de poder-ser-para-sí, más robustos... La perduración del ideal cristiano pertenece
para poder-ser-otro. a las cosas más sorprendentes que puedan imaginarse, y ya a
causa de los ideales que junto a él y quizá sobre él se quieren
hacer valer, deben tener fuertes adversarios, para llegar a ser
356 fuertes. Por eso nosotros, los inmoralistas, necesitamos del
poder de la moral; a nuestro instinto de conservación le con­
Es conveniente advertir que todo se ha acumulado corno viene que nuestros adversarios conserven sus fuerzas, preocu­
consecuencia del idealismo moral: que todos los dem ás va­ pado por ser señor de sí mismo.
lores han cristalizado alrededor del ideal. Esto pone de m a­
nifiesto que ha sido perseguido durante m ucho tiempo y con
singular ahínco, que no ha sido alcanzado: de lo contrario.
328 I R IE D R IC H N IE T Z S C H E

460

Quiero aclarar que con las palabras «libertad de espíritu»


aludo a algo muy concreto: a la capacidad de ser cien veces
superior a los filósofos y a otros adeptos de la «verdad», por
el rigor contra sí m ism o, por pureza y valor, por la voluntad
incondicional de decir no, allí donde el no es peligroso. Con­ LIBRO TERCERO
sidero a los actuales filósofos com o despreciables «liber-
lins» protegidos por la capucha de esa m ujer a la que cono­ FUNDAMENTOS DE UNA NUEVA
cemos por «verdad».
VALORACIÓN

LA VOLUNTAD DE PODER
CO M O CO N O CIM IEN TO

a) M étodo de la investigación

461

Lo que califica al siglo xix no es el triunfo de la ciencia,


sino el triunfo de los métodos científicos sobre la ciencia.

462

Historia de los métodos científicos de Augusto Comte


asi elevada a filosofía.

463

(irand es m etodólogos: A ristóteles, Bacon, D escartes,


Augusto Comte.
I L A V O L U N T A D D K PO D H R
330 I K lliD R IC H N IE T Z S C H E

profunda aversión a descansar de manera definitiva en una


464
concepción general del mundo.
Los conocimientos más valiosos son los que han sido
conseguidos más tarde; pero los conocimientos más valiosos
466
son los métodos.
l otlos los métodos, todos los supuestos de nuestra ciencia
La suposición de que hay una moralidad en el fondo de las
aclual han tenido en contra, durante miles de años, el m e­
cosas, que la razón humana está justificada, es la suposición de
nosprecio de las gentes: su práctica hacía que el que los prac­
un carácter honrado y fiel, la consecuencia de la fe en la vera­
ticase fuera expulsado del com ercio con las personas honra­ cidad divina, de la idea de un Dios creador de todas las cosas.
das; se le tenía por enem igo de Dios, com o menospreciador
El concepto de una herencia, procedente de una vida anterior.
del más alto ideal, com o un «energúmeno».
Teníamos todas las pasiones de la humanidad contra nos­
otros; nuestro concepto de la «verdad», de lo que debe ser 467
el servicio de la verdad, nuestra objetividad, nuestro m éto­
do, nuestra conducta tranquila, previsora, desconfiada, eran Refutación de los supuestos «hechos de conciencia». La
com pletam ente despreciados... En el fondo, el más insalva­ observación es mil veces más difícil; el error es. quizá, con­
ble obstáculo que se opuso al avance de la humanidad fue su dición de la observación en general.
gusto estético: creía en el efecto pintoresco de la verdad, pe­
día al sabio que realizase un gran efecto sobre la fantasía.
Esto hace creer que se hubiera superado un contraste, como 468
si se hubiese dado un salto: en realidad, aquellas disciplinas
planteadas por las hipérboles morales prepararon paulatina­ El intelecto no puede criticarse a sí mismo, porque no puede
m ente nuestros actuales sentimientos más sensibles, nuestro compararse con otros intelectos conformados de otra manera y
carácter científico actual... porque su capacidad de conocer solo se revela frente a la «ver­
La conciencia de lo pequeño, el «control» personal de los dadera» realidad, es decir, porque para criticar el intelecto
hombres religiosos, fue una preparación para el carácter cien­ deberíamos ser seres superiores dotados de un conocimiento
tífico: ante todo, la propensión a estudiar los problem as in­ absoluto. Este supone que. descontadas todas las formas par­
dependientem ente de nuestros problem as personales... ticulares de conocimiento y asimilación sensible espiritual,
hay algo dado, algo «en sí». Pero la deducción psicológica de
la creencia en las cosas nos prohíbe hablar de «cosas en sí».
b) E l punto de partida de la teoría del conocimiento

465 469

El encanto de las maneras de pensar opuestas y el no de­ Q ue entre sujeto y objeto existe una cierta relación ade­
cuada; que el objeto es algo que, mirado por dentro, sería su­
jarse llevar por el atractivo del carácter enigmático, crea la
I
332 I K IIiD R IC H N IE T Z S C H E LA V O L U N T A D D E P O D E R 333

jeto a su ve/, es mi ingenioso expediente que, en mi criterio, placer y el desplacer son fenóm enos tardíos y derivados del
tuvo su época. La medida de aquello de que somos cons­ intelecto...
cientes depende de la burda utilidad de la conciencia. ¿Cómo La «causalidad» nos escapa: adm itir entre las ideas un
había de permitir esta perspectiva angular de la conciencia lazo inmediato y causal, com o hace la lógica, es la conse-
decir algo sobre «sujeto» y «objeto» que se relacionase de cuencia de observación más grosera y m ás torpe. Entre dos
algún modo con la realidad? pensamientos hay aún toda clase de pasiones que se entre­
gan a su juego; pero los m ovim ientos son dem asiado rápi­
dos, lo que hace que los desconozcam os, que los neguemos.
470 «Pensar», tal com o lo determinan los teóricos del conoci­
miento. es cosa que no existe; es una ficción com pletamente
La crítica de la nueva filosofía descubre la existencia de un arbitraria, realizada .separando del proceso general un solo
punto de vista deficiente, como si hubiera «hechos de concien­ elemento, sustrayendo todos los dem ás elem entos, un arre­
cia» y ningún fenomenalismo en la autoobservación. glo artificioso para entenderse...
El «espíritu», una cosa que piensa: a ser posible, el espí­
ritu absoluto, «el espíritu puro», esta concepción derivada de
471 la falsa observación de sí mismo, que cree en el procedi­
m iento que consiste en «pensar»: aquí se com ienza a im agi­
«Conciencia»: ¿en qué m edida las ideas representadas, la nar un acto que no se produce de ninguna manera: «pensar»,
voluntad representada, el sentimiento representado (lo único y se imagina, en segundo lugar, un «substratum». sujeto
que conocem os) es com pletam ente superficial'/ ¡Nuestro imaginario en el que cada acto de este pensam iento tiene su
m undo interior es también fenómeno! origen, y nada más: lo que quiere decir que tanto la acción
como el que la ejecuta son simulados.

472
473
Yo mantengo también la fenomenalidad del mundo inte­
rior; todo lo que no deviene sensible en la conciencia ha El fenom enalism o no hay que buscarlo en los sitios fal­
debido ser previam ente dispuesto, sim plificado, esquem a­ sos: nada es más fenomenal, o más exactamente, nada es tan
tizado, interpretado. El verdadero procedim iento de la «per­ ilusorio, com o ese m undo interior que observamos con ese
cepción interior», el encadenam iento de las causas entre lamoso «sentido interior».
los pensamientos, los sentimientos, los deseos, entre el su­ Hemos creído que la voluntad era una causa, hasta el
jeto y el objeto, está por com pleto oculto a nuestros ojos, y punto de que, según nuestra experiencia, hemos supuesto
quizá resulta, solamente en nosotros, motivo de imagina­ una causa todo lo que acontece (es decir, la intención como
ción. Ese «m undo interior en apariencia» es tratado con las causa de lo que sucede).
mismas form as y los mismos procedim ientos que el mundo Creemos que el pensamiento y los pensamientos, tales
«exterior». N osotros jam ás tropezam os con «hechos»; el com o acontecen en nosotros, se encuentran vinculados por
334 IK IL D K IC H NIETZ.SCTIC
I.A V OLUNTAD D E PODER

un encadenam iento de causalidad cualquiera: el lógico, en por las cosas exteriores, y es proyectado posteriormente so­
particular, que habla de casos que efectivam ente no han ocu­ bre nosotros al exterior en form a de «causa» prestada a di­
rrido en la realidad, el lógico se ha acostum brado al prejui­ cho efecto...
cio de creer que los pensamientos ocasionan pensamientos. En el fenom enalism o del «m undo interior» volvem os a
N o s o t r o s creemos — y nuestros filósofos lo creen todavía—
la cronología de la causa y del efecto. El hecho fundamental
que el sentido del dolor y del placer provoca reacciones. Du­ de la experiencia es que la causa se imagina una vez que el
rante miles de años se ha presentado al placer y el deseo de efecto tuvo lugar... Igualmente ocurre con la sucesión de las
sustraerse al desplacer como motivo de toda clase de acción. ideas...: buscamos la razón de una idea antes de que haya sido
Con un poco de reflexión, podemos admitir que todo pasa­ consciente para nosotros, y entonces la razón, y luego su
ría exactamente según el mismo encadenam iento de causas consecuencia, entran en nuestra conciencia... Todos nuestros
y efectos si estos estados de placer y de dolor no existieran: sueños consisten en interpretar sentimientos de conjunto,
engañándonos por creer que dan lugar a algún fenómeno. para buscar sus posibles causas, y tal suerte, que un estado
Son fenómenos secundarios, con una finalidad com pleta­ no deviene consciente sino cuando el encadenam iento de las
m ente distinta de la de provocar reacciones: son efectos que causas, inventado para interpretarlo, se ha hecho presente en
se integran en el proceso de reacción en curso... la conciencia.
«In somma»: todo lo que resulta consciente es un fenó­ Toda la experiencia interior está fundada sobre una irrita­
meno final, una conclusión que no produce ningún efecto; ción de los centros nerviosos, a la que se busca o adjudica
toda sucesión en la conciencia es absolutamente atomística. una causa; y solamente la causa de esta manera buscada pe­
Habiéndose tratado de com prender el mundo en nosotros a netra en la conciencia: esta causa no se adapta en absoluto a
base de concepciones contrarias com o si nada fuera activo, la causa verdadera: es algo así com o un tanteo basado en an­
com o si natía fuese real, sino el pensamiento, el sentimiento, teriores «experiencias interiores», es decir, en la memoria.
la voluntad. Pero la m em oria conserva igualmente el hábito de las inter­
pretaciones antiguas, es decir, de la causalidad errónea; de
suerte que la «experiencia interior» contendrá en ella todas
474 las antiguas falsas ficciones causales. Nuestro «m undo exte­
rior», tal com o suele proyectarse a cada momento, está es­
E l fenom enalism o del m undo ¡m enor.— La causa, por una trechamente unido a los viejos errores de las causas, trata­
inversión cronológica, llega a la conciencia después que el mos de interpretarlo por el esquematismo de los «objetos», etc.
efecto. Hemos averiguado que un dolor puede proyectarse La «experiencia interior» no aparece en la conciencia sino
en un sitio del cuerpo sano, sin ser este su sitio; sabem os que una vez encontrado cierto lenguaje que el individuo pueda
las sensaciones que ingenuamente consideram os com o con­ comprender, es decir, la transposición de un estado a otro
dicionadas por el mundo exterior están, en realidad, condi­ más conocido. «Com prender» es sim plem ente poder expre­
cionadas por el mundo interior; pues la verdadera acción del sar algo de nuevo en el lenguaje de alguna cosa antigua co­
m undo exterior se realiza siempre de una m anera incons­ nocida. Por ejemplo: cuando digo «yo m e siento mal», tal
ciente... El fragmento de mundo exterior de que som os cons­ juicio equivale a una grande y tardía neutralidad por parte
cientes ha nacido después del efecto ejercido sobre nosotros del observador: el hombre ingenuo dirá siempre: una cosa u
336 I RIUDR1CH N IETZSC H E LA V OLUNTAD D E PODER

otra hace que yo me sienta mal; no juzgará claram ente su c) La creencia en el «yo» sujeto
m alestar sino cuando descubra una razón para sentirse mal...
A eslo es a lo que yo llamo una falta de filología; porque po­ 476
der leer un lexlo es la form a más tardía de la «experiencia in­
ferior». quizá una form a probablemente apenas posible... En mi criterio, contra el positivismo que se limita al fe­
nómeno, «solo hay hechos». Y quizá, más que hechos, in­
terpretaciones. No conocem os ningún hecho en sí, y parece
475 I absurdo pretenderlo.
«Todo es subjetivo», os digo; pero solo al decirlo nos en­
No hay ni «espíritu», ni razón, ni pensamiento, ni concien­ contramos con una interpretación. El sujeto no nos es dado,
cia, ni alma, ni voluntad, ni verdad; las citadas, no son sino sino añadido, imaginado, algo que se esconde. Por consi­
ficciones inútiles. No se trata de «sujeto» y «objeto», sino de guiente, ¿se hace necesario contar con una interpretación d e­
una cierta especie animal que no prospera sino bajo el im­ trás de la interpretación? En realidad entramos en el cam po
perio de una justeza relativa de sus percepciones y, ante todo, de la poesía, de las hipótesis.
con la regularidad de estas (de m anera que le es posible ca­ El mundo es algo «cognoscible», en cuanto la palabra
pitalizar sus experiencias...). «conocimiento» tiene algún sentido; pero, al ser susceptible
C om o instrum ento del poder, trabaja el conocim iento. de diversas interpretaciones, no tiene un sentido fundam en­
Realidad que crece, en la m edida que aum enta el poder... tal, sino m achism os sentidos. Perspectivismo.
El sentido del conocimiento: en este caso, com o en el de
la idea de «bien» y de «belleza», la concepción de enten­
derse severa y estrechamente desde el punto de vista antro- 477
pocéntrico y biológico. Para que una especie concreta pueda
conservarse y crecer en su poder es preciso que su concep­ Donde nuestra ignorancia em pieza, donde ya no llegamos
ción de lo real abrace m uchas cosas calculables y constan­ con la vista, ponem os una palabra; por ejemplo, la palabra
tes. con el fin de levantar sobre sem ejante concepción un «yo», la palabra «acción», la palabra «pasión», que son quizá
esquem a de su conducta. La utilidad de la conservación — líneas del horizonte de nuestro pensamiento, pero de nin­
y no cualquier abstracta y teórica necesidad de no ser en ­ guna manera «verdades».
gañado— radicase com o m otivo tras la evolución de los
órganos del conocim iento..., estos órganos se desarrollan
de m anera que su observación baste para conservarnos. 478
De otro m odo, la m edida de la necesidad de con ocer d e­
pende de la m edida del crecim iento de la voluntad de po­ El «yo» se encuentra determ inado por el pensamiento,
d er de la especie; una especie se apodera de una cantidad l>ero hasta ahora se creía en un plano más bien popular, que
de realidad para hacerse dueña de esta, para tomarla a su ser­ en el «yo pienso» había a manera de una conciencia inm e­
vicio. diata, a cuya analogía entendíamos todas, las demás reaccio­
nes causales. Pero por muy normal y necesaria que sea esta
l.A V O L U N T A D D E P O D E R 339
338 FR 1ED R 1C H N IE T Z S C H E

ficción. 110 es posible olvidar su carácter fantástico: puede Los grados en el sentimiento de vida y de poder (lógica y
haber una creencia que sea condición de vida y, a pesar de conexión en lo que ha sido vivido), damos la medida del
ello, falsa. «ser», de la «realidad», de la no apariencia.
Sujeto: se plantea la terminología de nuestra creencia en
una unidad entre los diversos momentos de un sentimiento
479 de realidad superior: entendemos semejante creencia como el
efecto de una sola causa — creemos en nuestra creencia hasta
«Si se piensa, es que hay algo que piensa»; a esto puede el punto de que, a causa de ella, imaginamos la «verdad», la
reducirse la argumentación de Descartes. Pero esto equivale «realidad», la «sustancialidad»— . «Sujeto» es la ficción que
a adm itir com o verdadero «a priori» nuestra creencia en la pretende hacernos creer que muchos estados similares son
idea de sustancia. Decir que. cuando se piensa, es preciso que en nosotros el efecto de un mismo «substratum»; pero somos
haya algo que piensa, es un poco la formulación de un há­ nosotros los que hemos creado la analogía entre estos dife­
bito gramatical que atribuye a la acción un actor. Aquí anun­ rentes estados. La equiparación y la aprestación de estos, he
ciam os, resum iendo, un postulado lógico m etafísico, sin aquí los hechos y no la analogía (es preciso, por el contrario,
contentam os con comprobar... Mientras que por el camino negar la analogía).
de Descartes no se llega nunca a una certidumbre absoluta,
sino solamente a un hecho de creencia muy pronunciada.
Si se redujese la proposición a esto: «se piensa, luego hay 481
pensamiento», estableceríamos una simple tautología, y lo
que precisam ente se pone en tela de juicio, la realidad del Es necesario saber lo que es el ser para decidir si esto o
pensamiento queda intacta — de suerte que, bajo esta forma, aquello son cosas reales (los hechos de la conciencia, por
nos sentimos obligados a reconocer la «apariencia» del pen­ ejemplo); y también para saber lo que es certeza, lo que es
samiento— . Sin embargo, lo que Descartes quería es que el conocimiento y cosas así. Pero com o no sabemos esto, re­
pensamiento no tuviese una realidad aparencial, sino que se sulta un tanto absurda cualquier crítica del conocimiento.
brindase com o algo en sí. ¿Cómo es posible criticar un instrumento que hay que utilizar
irremediablemente para la crítica? Ni siquiera puede defi­
nirse a sí mismo.
480

La idea de sustancia es el resultado de la ideal del sujeto, 482


pero no al contrario. Siempre que sacrifiquemos el alma, el
«sujeto», nos falta com o los elementos para imaginar una El deber de toda filosofía, ¿no es clarificar las suposicio­
«sustancia». Se obtienen grados del ser, se sacrifica al Ser. nes en que se funda el movim iento de la razón; nuestra fe en
C rítica de la «realidad»: ¿a qué viene el «m ás o m enos el «yo» com o en una sustancia, como en la única realidad
de realidad», la gradación de ese ser en el cual nosotros respecto a la cual nosotros atribuimos entidad a las cosas?
creemos? De nuevo, aparece el viejo realismo, al mismo tiempo que

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