Las Fuerzas Del Cielo

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 273

1

LAS
FUERZAS
DEl
CIELO
Marina de Chateaubriand
2

Este libro está dedicado a todos esos jóvenes libertarios, que


hoy, con valor y valentía, luchan por esa patria que un día
nosotros, atrapados entre dos fuegos, no supimos ni
pudimos defender.

Esta vez su única arma es el amor.


En ellos tiene depositada, no solo Argentina, sino todo el
mundo su esperanza.

Nosotros nos vamos, nuestro tiempo para muchos ya acabó,


pero quedáis vosotros para sostener en alto el estandarte de
la lucha. En vosotros depositamos toda nuestra fe y
nuestros más bellos ideales.
De vosotros ahora depende que nuestra patria reencuentre
su vocación de manantial y de refugio y vuelva a brillar como
faro en medio de la oscuridad. Nunca olvidéis que hay sol en
su bandera y un gesto fraternal en su escudo.
Yo solo tengo una pluma, pero vosotros tenéis alas para
volar y ser libres.
Que Dios os bendiga, nos bendiga a todos. Y que las
fuerzas del cielo siempre os acompañen
3

PROLOGO

La niña sentía la conexión directa con La Fuente, con Dios, con la


Divinidad.
Eso llenaba sus días de felicidad, se inundaba de amor y pensaba
que los demás, que los adultos que la rodeaban, sentían lo mismo.
No era así, la mayoría vivía en la dualidad, y requerían que ella
también lo hiciera. Rechazaban al otro, se rechazaban ellos
mismos.
Lo más fácil era ceder, la presión era mucha, pero Marina de
Chateaubriand jamás lo hizo.
Se dio cuenta que podía amar a Jesús, y al mismo tiempo la belleza
y sabiduría de la Torah. Le recriminaron que eso la hacía impura.
No, todo lo contrario. La libertad, y el hábito de buscar
comprender al otro, comprenderse uno, podía disolver todo
conflicto, todo rencor.
Vivió su infancia y juventud entre el bellísimo paisaje de la
Estancia Familar en la Pampa, en los Andes Patagónicos, la
exuberancia del Valle de Cauca Colombiano y los Castillos de
Francia
Si, se podía amar con la misma intensidad a Argentina, Colombia,
y a Francia. Entender las sutilezas del sufismo islámico, y defender
a los habitantes de Israel.
Vió antes que nadie la espiral de violencia donde estaba cayendo
la
Argentina, como los jóvenes eran manipulados para convertir su
voluntad de ayudar al prójimo en odio, como de las palabras duras
se pasaba a los atentados.
4

El odio que partía a la India, a Medio Oriente, a las familias de


todo el mundo. Pero en especial vió el dolor inmenso que esto
causaba.
Marina conocía el secreto, siempre lo supo, es tan simple y fácil de
ver. Ahora la pregunta era como lograr que otros lo vieran.
La respuesta llegó del centro de su ser, escribiendo. Pero,
¿bastarían unas palabras para romper esta inercia de odio y
división? Si, las palabras crean y recrean al mundo, dan vida y
matan. Y liberan.
Toda su obra, entre la que puedo mencionar Las Llaves, La
quintaesencia de la Vida, y una de mis preferidas, Los Caballos del
Cielo, apunta a revelarnos el secreto. Como todo regalo, debemos
aceptarlo o rechazarlo.
Las Fuerzas del Cielo viene a completar toda la obra, a darle el
sentido definitivo. La magia, lo inesperado, la razón, la libertad y
el amor van apareciendo en el relato. El humor, la capacidad de
la autora de llevarnos a esos paisajes, de hacernos sentir lo que
ella sentía, lo vuelve un libro atrapante, casi imposible de dejar.
Pura autenticidad, es entrar al alma de una persona para entender
su mensaje. Era tan simple, ¿cómo no lo vi antes?
¿Será suficiente? ¿Cuantos medios pregonan la división, el odio,
el miedo; cuánto dinero está al servicio del enfrentamiento?
¿Podrá la Libertad, el Amor y la Comprensión abrirse camino?
Si, invocando las Fuerzas del Cielo.
HORACIO RIVARA (escritor)
5

PRIMERA

PARTE
6

LA SERPIENTE Y LA LUCIERNAGA

Cuenta la leyenda, que una serpiente perseguía sin tregua a una luciérnaga
para devorarla. El pequeño insecto hacía hasta lo imposible para huir de la
serpiente.

Tras días de una persecución intensa, la luciérnaga exhausta, se detuvo y le


dijo a la serpiente:

—Ya que voy a morir ¿Te puedo hacer 3 preguntas?

La serpiente respondió

—No acostumbro a dar concesiones, pero como de todos modos te voy a


comer… ¡adelante!

— ¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?

—NO

— ¿Te he hecho algo?

—Nada en absoluto

—Y entonces… ¿Porque quieres comerme?

—PORQUE ME MOLESTA TU LUZ


7

CAPITULO 1

LOS PRIMEROS LATIDOS

Era una niña feliz. Sentía a Dios en lo más profundo de su ser, y ese
sentimiento era una llama que ardía en su interior sin consumirse nunca
llenándola de un exultante gozo que se trasmutaba en un infinito amor hacia
sus semejantes y al mundo que le rodeaba, que brotaba en manantiales de
ternura o en destellos luminosos a través de su sonrisa que hacia latir su
corazón como tambor enloquecido, o arrancaba de sus ojos lágrimas de
gratitud y felicidad simplemente mirando el sol, o admirando una rama de
árbol mecida por el viento.

La belleza de esa naturaleza deslumbrante era una sinfonía y un diálogo


donde todo hablaba de Su Creador, de su infinito amor por su creación y por
todos los seres vivos. Ese sentimiento de conexión no solo la embriagaba de
felicidad, amor y ternura, sino que le proporcionaba un inmenso sentimiento
de libertad, y era tan fuerte e intenso ese amor que ni siquiera en su
imaginación existían dudas o preguntas.

En verdad no le importaba si Dios la amaba o no, no le importaba ni siquiera


si existía y menos si existía un cielo o un infierno. Solo sentirlo y saberse
viva le eran suficiente. Ese presente, como su palabra lo indica, era como un
regalo y la mejor prueba de la existencia de un Ser Superior que lo había
creado con su amor infinito.

Sus ojos vieron la luz en el Valle del Cauca, un día de invierno cuando el
sol llegaba a su zenit, en una tierra tropical y exuberante.

Colombia era la tierra del sol y de la luz, del oro y de la esmeralda, de


sabrosos frutos como el mango, la guayaba, la guanábana, la papaya, la
chirimoya, la piña, el maracuyá, el lulo, el pitayo, el coco e infinitas
variedades más; también era el país de la caña de azúcar, del banano y del
plátano, del arroz y del cáñamo con extensas playas caribeñas, interminables
estepas, sabanas cubiertas de pastizales, escarpadas montañas de laderas
rocosas, de fértiles valles y extensos cafetales, y también las más variadas y
perfumadas flores, como los lirios del campo, las aves del paraíso, las
heliconias, los crisantemos, las hortensias, los geranios o las orquídeas entre
otras.
8

Como si esto no fuese suficiente también ostentaba todos los paisajes y los
más variados climas. Pero también era la tierra de la rumba, de la cumbia,
del merengue las salsas, y los vallenatos. Compartía la selva amazónica con
Brasil.

Sus padres eran argentinos, su madre, que esperaba un niño para salvar su
matrimonio, al ver que era mujer, decepcionada, se niega a verla y la entrega
a los cuidados de una niñera negra que la adoraría y llegaría a considerarla
como su hija.

Así fue como creció salvaje y libre jugando descalza en la calle entre
gamines. Su niñera negra le consentía todo. A su mamá, que seguía sin
querer verla, le contaba sus travesuras, y le decía “es traviesa la niña”.

No recuerda su edad, quizá tendría 3 años, quizá más, quizá menos, cuando
un día su tía la viene a buscar y la trae a Argentina en un barco en el que
viajan con un loro, su madre enferma de paludismo y su hermana mayor.

Que fuese su tía a buscarla, no fue casual, nada es casual. Su padre y su tía
ya se conocían, ambos médicos, fueron compañeros de Facultad, y al acabar
sus carreras montaron una clínica juntos, que, según le contaron, era muy
exitosa. Ambos amaban su profesión. Ella era cirujana maxilofacial y el, un
joven y apuesto cirujano plástico, que llegaría a tener fama y renombre
mundial. Compartieron aventuras de estudiante en esta romántica ciudad,
vivieron la Bohemia de esos años en el Barrio Latino, recorrieron juntos
todas las calles de la ciudad luz, y caminaron por los puentes del Sena bajo
el cielo de Paris. Ambos conservarían recuerdos inolvidables de esos
tiempos que siempre evocarían con nostalgia, y al hacerlo se iluminaban sus
miradas y volvían a rejuvenecer y volvían a ser dos jóvenes estudiantes
cargados de sueños e ilusiones bajo un cielo preñado de promesas. Pero a
pesar de toda la atracción mutua y buen entendimiento, había un
impedimento, o quizá dos. Aparte de ser judío estaba casado. Algo difícil
de asimilar por unos padres católicos chapados a la antigua. Así que su
relación se limitaba a la de camaradas, muy buenos amigos que compartían
mismos intereses y pasiones. Hasta que un, día por azar, si es que el azar
existe, ella le pide que lleve unos regalos a sus padres en Buenos Aires. Así
fue como su padre cargado de presentes, se apareció en la casa de sus abuelos
y su madre le abrió la puerta. El flechazo entre ambos fue instantáneo. A
ella nada le importó que tuviese 10 años más, ni que estuviese casado y
9

dejase huérfano a un niño de 7 años. Este amor prendió como una llama.
Les hizo perder la razón y ambos se fugaron y ahí comenzó su aventura.

En Colombia le ofrecieron fundar la cirugía estética y no se hizo rogar.


Aunque el matrimonio no funcionó desde el principio ella está segura que
fue fruto del amor, quizá de la pasión, esa pasión que se extinguió como una
llama consumiéndose a sí mismas. Pero de la que nunca se apagaron sus
brasas.

Comenzaron crisis, escenas de celos, su padre trabajaba demasiado y no


podía darle el tiempo que su caprichosa esposa exigía. Lo que ella sabe, son
historias que le fueron contadas, a veces hasta con malicia, y las historias al
venir de un lado o del otro, no siempre coincidían. Le pintaban escenas de
infidelidad, así como esas románticas escapadas nocturnas de su madre a la
luz de la luna insinuando que su padre quizá no fuese su padre.

Su pasado estaba lleno de incógnitas y de preguntas sin respuesta, relatos, y


también odiseas, así como ese azaroso viaje que realizaron en avión tren y
barco. El avión cogía todas las turbulencias y no paraba de dar tumbos, el
tren de Bolivia se paraba en mitad de la cordillera de los Andes, y los
pasajeros tenían que bajar y correr a su lado para aligerar el peso, por suerte
no le pedían de empujarlo, su madre muriéndose de paludismo, y ella una
niña que no dejaba de exigir cariño mientras que el loro, que al final resultó
ser una lora, no paraba de hablar.

Su padre lloró mucho su partida. Pidió que por lo menos le dejasen a su niña
pequeña, no quería perder a todos sus hijos. Le cuenta que su madre para
hacerle desistir la cogía en sus brazos y suspendiéndola sobre el precipicio
amenazaba con lanzarla al vacío si se la quitaba. Su padre por supuesto que,
como, esa madre del Rey Salomón amaba a su hija, no seguía insistiendo. A
su hijo primogénito, que resultó ser un varón físicamente idéntico a su padre,
al punto que parecía un calco de él, inclusive llegó a elegir la misma
profesión, le negaron las visitas. Su ex esposa (bueno esposa porque en esa
época no existía el divorcio todavía) enfadada, despechada y dolida, se vengó
de su traición. Sabiendo lo que su padre amaba al hijo, esgrimió esa arma
como un castigo y a modo de revancha.

Así fue como su entrada a la vida comenzó de mal pie, ella que quería hacer
feliz a todos no hizo feliz a nadie, empezando por ese niño que no conocía y
que no quiso conocerla nunca y con el que siempre soñó y amo como a un
10

hermano. Ni siquiera hizo feliz a su madre que había depositado su última


esperanza en su venida, ella no resultó ser ese niño que reemplazaría o haría
olvidar a ese varón perdido. Era simplemente una niña. Así que no pudo
salvar su matrimonio y se sentía culpable como la mayoría de hijos de padres
separados.

Sus abuelos fueron a recibirla a la dársena, ansiosos de conocer a sus nietas.


Como de ese tren de los andes llegaron en barco al puerto, sería otra de los
tantas incógnitas. Era como si solo se pudiese entrar a esa megalópolis por
ese puerto. Nunca preguntó cómo ni por qué, pero esto formaría parte de ese
halo misterioso que rodearía toda su infancia, y que se unirían luego a las
leyendas de su nuevo destino.

Siempre le contaron que venía con un vestidito y gorrito amarillos y al


cogerla sus abuelos en brazos se puso a patear enloquecida. La llamaron
desde entonces “la mulita pateadora”.

Aurora, como se llamaba su fiel niñera, con el corazón partido de dolor se


puso a trabajar y ahorrar dinero para pagarse el viaje e ir a cuidar a su niña.
Es como un día apareció en la puerta de su casa. No solo fue su aurora sino
también un trozo de esa tierra natal que estaba a su lado y la protegía, y en
verdad fue su ángel protector que nunca se apartó de su lado en los primeros
años de su infancia haciéndole el exilio y la separación más llevaderos. En
cambio, su fiel perro Doberman, de nombre Ulises, que la cuidaba al punto
de no dejar a nadie acercarse a su cuna, murió de tristeza tras su partida. Le
contaron que se negó a comer y se dejó morir de hambre.

Su abuela materna era muy religiosa y católica practicante

Un día sus abuelos deciden llevarla a Lujan a bautizar.

Tendría 6 años y recuerda ese momento como uno de los más importantes
de su vida. Su abuela le describía ese acto como la entrada al paraíso y a la
vida eterna, la única vía de redención y salvación posible. No entendía que
podía añadir a esa fe tan fuerte e intensa que sentía un poco de agua bendita
en su cabeza. Menos aún comprendía de qué tenía que salvarse o por qué
11

alguien tenía que morir para redimirla ni el porqué de tamaño sacrificio ¿y


redimirla de qué?

Su abuela con paciencia le explicaba que todos éramos pecadores y que


veníamos a esta tierra a vivir en un Valle de Lágrimas. No entendía cómo
podía ser pecadora si todavía no tuvo tiempo de cometer pecado alguno, y
ese valle de lágrimas se le figuraba un fértil y hermoso valle lleno de vida,
luz, y amor, no entendía que Dios podía disfrutar trayéndola a un mundo tan
hermoso simplemente para verla sufrir.

Pero el amor y admiración hacia su abuela era tan grande que no se atrevía a
cuestionarle nada, aunque en su interior no había más que infinidad de
preguntas. Tampoco quería amargarle esa felicidad que sentía su abuela con
sus inquietudes.

Era sumamente curiosa como los niños de su edad. Asediaba a los mayores
con preguntas que no sabían o no podían responder y que producían en estos
una incomprensible incomodidad y a veces hasta irritación. Lo que estos no
comprendían, es que sus preguntas no tenían como fin incomodarlos sino
escuchar esas respuestas que le ayudarían a encontrar explicaciones que
apaciguaran su insaciable curiosidad.

A las preguntas que los mayores no podían responder, buscaba sus respuestas
en los libros. Así es como devoraba libros. Su favorita era una colección
que le habían regalado y se llamaba “Lo sé todo” y ella que nada sabía,
encontraba respuestas a preguntas que no había formulado y explicaciones
sencillas a aparentes misterios que en vez de saciar su curiosidad la azuzaban
más, abriendo en su mente nuevos interrogantes.

Otras de sus lecturas favoritas era una colección completa de los clásicos
españoles del siglo de oro adaptada a niños. La había heredado de su madre.
Esas lecturas la hacían viajar por esa vieja España, deambular por sitios con
nombres sugestivos, vivir las aventuras y desventuras de todos esos
caballeros andantes o hidalgos que vivían y morían en busca de fama y
renombre.

Esas historias las vivía, las sentía y de un modo incomprensible le tocaban


en lo más profundo de esa vieja herida que se reabría y sangraba en su interior
una y otra vez sin saber ella bien por qué. Era un sentimiento inenarrable,
percibía ese inmenso dolor en sus atribuladas almas y no comprendía esa
12

necesidad constante de dejar su impronta como las huellas de las aves en la


roca, en vez de intentar grabar sus nombres con sus alas en el cielo

Quizá fuese que ella adivinaba en ese eterno deambular y en esas


insaciables ansias de aventura la huida de un pasado que querían olvidar o
hacer olvidar a los demás.

Pero además de honor, valentía, gloria, esos caballeros hablaban de la


importancia de tener la sangre limpia, y su afán por demostrarlo. Algo que
en su mente infantil no estaba del todo claro, pero lo que sí tenía claro era
que la pureza o suciedad de esta dependía de la cantidad de sangre judía
que corría por sus venas. Esa idea rondaba su mente y la atormentaba al punto
que un día bañándose le pregunta a su abuelita “Abuelita. ¿Cómo se puede
limpiar la sangre? “En su inocencia infantil pensaba que para esa limpieza
de sangre existía un detergente o algo mágico. La expresión de dolor y
espanto en el rostro de su abuela le hizo comprender, que, sin querer, había
metido el dedo en la llaga.

También le gustaba leer la obra y la biografía de los místicos, sus favoritos


eran San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. Y así viviendo sin vivir en
ella, soñaba como Teresa, con ir al martirio en tierra de infieles. Pensaba que
así podría demostrar todo ese amor que por Dios sentía porque vivir en tan
alta vida no le interesaba tanto, así como eso de no morir por no morir, lo
único importante para ella era vivir viviendo y sentir ese amor que no espera
nada para sí mismo, ni pide para sí nada a cambio.

“La medida del amor es amar sin medida” decía San Agustín, y eso era el
amor para ella, amar sin medida.

Los domingos eran un día especial.

Su abuelo le traía una revista de “Patorucito” (que había leído previamente


a escondidas) una revista de “Anteojito y Antifaz” llena de actividades, o la
revista educativa Billiken (que significa las cosas como deberían ser) y un
libro sorpresa que solía ser una novela romántica como Jane Eyre o de
aventuras como Sandokan.

Su abuela le llevaba a misa, al salir premiaba su paciencia y fe con masitas


que le encantaban. Lo más difícil de todo era elegir entre tanto surtido, eran
todas exquisitas. No veía la hora de salir para deleitar su paladar con esas
13

delicias. Elegir era una tortura, no era obtener algo, sino perder todo lo que
no se podía elegir.

Las homilías del cura, que ya conocía de memoria, se les hacían eternas e
interminables, esperando el tan ansiado premio.

En uno de esos días tan especiales, en las que todos se reunían para celebrar
que eran familia, su hermana, que era acuario, y como todos los de su signo
amaba todo lo original quiso lucir sus conocimientos estrenando una nueva
palabra, que para ella sonaba bien, y esperando el momento propicio, en
medio de la ceremoniosa mesa exclama: ¡que quilombo! esperando
sorprender a todos, pero la única sorprendida fue ella. Su abuelo se puso
furioso, todos los comensales le clavaron una mirada de reprobación y
desdén. La pobre que ni siquiera comprendía en que podía haber ofendido a
alguien recibe un castigo, sin entender por qué una simple palabra
pronunciada sin ninguna mala intención pudo producir tanto revuelo. La
castigan obligándola a levantarse de la mesa sin acabar de comer. Con
tristeza se despide con la mirada de esos exquisitos manjares que tenía que
dejar en el plato si tocar, y con el rostro arrebolado y húmedo por las
lágrimas, se marcha en silencio para su habitación, sin comprender el por
qué de tan injusto castigo.

Luego comprendió el significado de esa palabra que etimológicamente


significaba burdel, y que para los argentinos, en lenguaje coloquial,
significaba un conflicto sin resolver, y esto es lo que fue en su vida. La
reacción de su familia a ella le pareció injusta y desproporcionada. Se sintió
mal por su hermana pero, en su casa y menos en la mesa dominical, era
inadmisible ningún vocablo malsonante aunque a su hermana le hubiese
sonado muy bien. Las normas son las normas, y era el único momento en
el que se les juzgaba como personas mayores y no se cuestionaba si los niños
sabían o no el significado de cada palabra.

De esta anécdota, que no le ocurrió a ella sino a su hermana, surgió su pasión


por la semiótica. Con el tiempo llegó a la conclusión que muchas veces,
muchas discusiones no son más que debido a errores de semántica. Muchas
veces la gente habla sin conocer el significado ni el trasfondo de cada
vocablo, y es así como es capaz de repetir y sostener auténticas barbaridades
sin darse cuenta siquiera. ,
14

Los domingos lo más agobiante era tener que confesarse.

Su abuela para animarla o darle ejemplo lo hacía primero y parecía no querer


abandonar ese oscuro confesionario. En su mente de niña nunca pudo
comprender como podía tardar tanto tiempo si para ella era una santa,
incapaz de pecar, ni siquiera de pensamiento.

Su primer día, cuando toca su turno, a pesar de haber hecho una lista no
encuentra más pecados. Cuando acaba con la lista de pecados oye la vocecita
que sale de la oscuridad del confesionario “¿Nada más hija mía?”
Sorprendida le dice “No padre”, y piensa para sí “¿será que este señor lee en
mi mente?”

No contenta con su respuesta la vocecita insiste “¿No pecaras de soberbia?”


Ella que ni sabía bien lo que ese vocablo significaba, le responde con un
rotundo “NO”. La vocecita desde el oscuro confesionario, la despide con
varios padres nuestros y aves marías. Así era casi siempre, una auténtica
tortura. Para evitar el reproche de soberbia, que intuía que dependía de la
cantidad de sus trasgresiones, comienza a confesar pecados de los que, ni
siquiera estaba arrepentida, o se inventaba pecados nuevos. Su lista crecía
y crecía mientras su imaginación empezaba a cobrar alas, nunca pensó que
esta llegaría a ser tan fértil y fecunda. Dios desde lo alto se estaría riendo
de ella.

Era un colegio nacional que llamaban “normales” aunque de normal no


tenían nada. Para muchos, más que un colegio parecía un presidio o una
academia militar con un patio de recreos. Para que no los confunda nadie,
todas y cada una de esas escuelas iban numeradas, y le añadían el nombre de
un presidente.

La entrada estaba blasonada por un gran escudo nacional, otro de los


símbolos patrios que junto a las escarapelas o nuestro himno conformaban
nuestra identidad. No era más que un gorro frigio sostenido por una pica
sujeta por dos manos entrelazadas, mientras un medio sol asomaba su cresta
dorada. Le habían explicado que el gorro frigio simboliza la libertad, la pica
su compromiso de mantenerla a todo precio luchando a capa y espada,
aunque tuviese que ser por las armas, los laureles que la rodean serían “los
laureles que con gloria supimos conseguir” y su medio sol naciente, símbolo
15

incaico que anuncia al mundo entero el nacimiento de una nueva nación.


Esos dos brazos que vienen, no sabemos de dónde, y se dan un fuerte apretón
de manos es símbolo de fraternidad. (Este escudo sería retomado más tarde
por Montoneros, con su misma forma ovalada, pero sin laureles, y con el
medio sol reemplazado por su sigla, una M, sin gorro frigio, cambiando la
pica levantada que le sujetaba, por una pica cruzada por un fusil)

En sus aulas y en sus claustros se intercambiaban culturas diferentes y las


más variadas religiones. Lo más importante, es que se mezclaban todas las
clases sociales. Venían tanto niños de familias de la más alta alcurnia, como
hijos de obreros. Ahí nadie hacia distinción y menos los niños, que en esa
época no distinguían la diferencia entre un blanco y un negro, un blanco o
un indio.

Asistir a esos colegios nacionales era una especie de tradición, ahí habían
ido sus abuelos. En esa época, estos colegios, ostentaban la fama de dar la
mejor educación y la mejor disciplina. Se estudiaba además de latín y griego,
artes culinarias. Tenían una gran cocina para enseñar a los niños, y
laboratorios para que puedan investigar y aprender. A los niños les encanta
lo empírico.

También tenía una inmensa biblioteca, su lugar preferido, donde pasaba casi
todos sus recreos, entre esos muros descubrió todo un mundo desconocido.
Recuerda que en ese entonces sus lecturas favoritas eran sobre el mundo de
los animales. Todavía recuerda el que más le impacto, era uno de
Maeterlinck, “la vida de las hormigas”. Estaba fascinada simplemente
porque podía ir al patio o al parque y comprobar con sus propios ojos, todo
lo que lo que estaba escrito en esas páginas.

Pasaba horas y horas embelesada, observando con asombro, admiración


ternura a ese ejército de bichitos perfectamente organizados trabajando en
equipo, sin quejarse nunca, y probablemente por nada a cambio,
simplemente subsistir. Todos cargaban algo, se parecían a Sísifo cargando
su piedra. Se llevaban todas entre ellas, fenomenal, pero cuando se
mezclaban con hormigas de otro color luchaban ferozmente. Así era siempre
entre las hormigas negras y las hormigas rojas. En ese entonces le resultaba
incomprensible que se peleasen tan ferozmente dentro de una misma especie.
Fantaseaba imaginando cómo verían al mundo, al ser ellas tan diminutas,
16

los hombres se les asemejarían a horrendos y despiadados gigantes que de


tanto en tanto las aplastaban o fumigaban en masa sin piedad.

El guardapolvo blanco era símbolo de igualdad, pero si bien ella entraba con
el blanco resplandeciente y almidonado, salía con él llena de lamparones
azules de tinta, y negro de restregar el suelo de los patios. Su abuela siempre
decía que la podía distinguir de lejos porque se destacaba del resto, parecía
que todo el hollín del patio iba a parar a su guardapolvo, así como toda la
tinta de todos los lapiceros. Pronto aprendió a quitar las manchas de tinta con
zumo de limón.

Esa bandera azul celeste como su cielo, blanca como sus nubes y con un sol
en su centro representaba los ideales de una patria que acogió a nuestros
abuelos y nos abrió sus brazos generosamente, una patria fundada por Dios
sobre la tierra y destinada a cumplir sus más elevados designios.

La Argentina para ella era un gran surco abierto y fecundo, ávido de


simientes. Era nuestra historia y la de nuestros antepasados. Ese sentimiento
quizá fuese patriotismo, pero para nosotros en ese entonces, era algo natural
que brotaba de nuestros corazones, nos unía a todos y nos llenaba de orgullo
a la vez que de respeto hacia otras ideas y otras culturas. Respetábamos
nuestros símbolos, y a la vez la de todas las otras culturas. No podíamos
imaginar siquiera, no ya nuestra bandera, sino la de cualquier otro país en
llamas o pisoteada.

Este sentimiento fue forjando en toda una generación ideales de libertad,


amor y tolerancia. Hasta nuestro escudo, con el gorro frigio y dos manos
entrelazadas nos recordaba esa fraternidad, y ese sentimiento tan arraigado
de libertad estaba en nuestro himno que comenzaba con estas potentes
estrofas

“Oíd mortales el grito sagrado LIBERTAD LIBERTAD. LIBERTAD

Oíd el ruido de rotas cadenas.

Ved en el trono a la noble Igualdad”

Esas estrofas fueron el primer grito con el que nos presentamos al mundo y
a nuestros hermanos americanos, y les invitamos a unirnos.

El asistir a esta enseñanza que tanto marcaría su vida, fue una imposición
de su abuelo. EL que nunca imponía nada, esta vez lo hizo, así como dejó
17

que su esposa marcara en sus nietas la impronta cristiana. Es por eso que en
su corazón estaban la cruz y la bandera grabadas a fuego, que para ella eran
el amor universal y ese respeto casi sagrado por su patria, donde el azul del
cielo se confundía con el de su bandera.
18

CAPITULO 2

EL DESPERTAR

Todos tenían su mejor amiga en clase. Ella como todos, también quería tener
una. Elige a una niña pelirroja y extremadamente delgada que le enternecía
por su extrema fragilidad. Como sentía el cariño y aprecio eran recíprocos,
le propone ser su mejor amiga. No se había equivocado en sus sentimientos,
la niña acepta la solicitud llena de entusiasmo. Estaba feliz.
Pero al día siguiente viene llorando y le dice “mis padres no me dejan ser tu
amiga”. “¿Por qué? Pregunta anonadada sin poder disimular su asombro.
La niña le responde “porque eres JUDIA”. ¡Ella orgullosa le corrige “No!
Soy cristiana como tú. Mis abuelos me bautizaron”. Ella se va contenta.
Respira orgullosa y aliviada, gracias a ese viaje a Luján podía conservar a su
amiga y ser aceptada como los demás. Ahora entendía por qué su abuela
había puesto tanto énfasis en ello, y estaba tan feliz por la salvación del alma
de su nieta.
Pero al día siguiente viene su amiga más agitada que nunca. Cuando le
pegunta la razón le explica “Mi mamá me ha dicho que mucho peor. Que no
puedo ser tu amiga porque eres una JUDIA RENEGADA”
Queda petrificada. La primera vez que escucha esta palabra, pronunciada con
tanto odio y desdén que la sintió como un latigazo. Y eso de “mucho peor”
le resultaba incomprensible. En la Iglesia los curas o las monjas les
enseñaban que los judíos habían matado a Cristo. ¿Acaso podía existir algo
peor? A pesar de que todos los evangelios le enseñaban que todos los
primeros discípulos eran judíos, ya que el solo vino a buscar a las ovejas
perdidas del pueblo de Israel.
¿Ellos también serían entonces judíos renegados? ¿El propio Jesús también
lo sería? Corre a casa llorando y le pregunta a su mamá si ella en verdad era
judía renegada, y esperando una respuesta de consuelo, anhelando oír de su
boca algo que le hiciera olvidar toda esa pesadilla y que aliviase su alma, lo
que escuchó de su boca fue todo lo contrario. Su madre le dijo, asintiendo
tristemente con la cabeza “Si, lo eres “en tono lapidario.
Jamás podría borrar de su mente esa sentencia. Desde entonces su vida ya
nunca volvería a ser igual, habría desde entonces un antes y un después. Fue
peor esa respuesta que el descalificativo de su pretendida amiga. No se
correspondía con los valores que le habían inculcado. Algo no encajaba
en ese puzle perfecto. Su edificio comenzaba a resquebrajarse.
19

Fuese lo que fuese, desde entonces esa frase “judía renegada “quedaría
grabada con letras de fuego en su corazón y sería como una espina que no
podría arrancar nunca. Una barrera que la alejaba del resto de los mortales.
Que condicionaría su vida, sus pasos y todas sus decisiones futuras.

Su deseo de libertad estaba emparejado a su anhelo de autenticidad, a una


necesidad de ser amada íntegramente sin concesiones. Pero parecía que hasta
a su propia familia carnal le molestaba que tuviese sangre judía. E
intentaban enfrentarla con su padre. Un famoso cirujano plástico, que solo
conocía en sus viajes a Argentina, y que como para ella no eran lo
suficientemente frecuentes, aprovechando que era médico, había encontrado
la fórmula mágica para hacerlo venir más a menudo: enfermar.

Así que comenzó a tener ciclos periódicos de enfermedades incurables con


fiebres que nadie pudo explicar nunca, eran estos los momentos más felices
de su vida. Bueno, miento, la espera y el encuentro era una gran alegría, pero
cuando partía era una gran tristeza. La reacción de su familia hacia su padre,
que a pesar de su corta edad no le pasaba desapercibida, hacía sangrar esa
vieja herida.

Un señor hablaba en la Tele informando de una gran manifestación que


movilizaba a todas las diferentes comunidades religiosas en una marcha por
la democracia y la libertad. Primera vez en la historia de la nación que todos
los credos se unían en una causa común que estaba muy por encima de su fe
o creencias...

Un amigo de su madre, o quizá fuese algo más, que ese día estaba en su casa,
como estaba casi todos los días, con desprecio le informa: “A la cabeza de
todo esta movilización está tu tío. Él es el que mueve todos los hilos desde
la sombra. Es SIONISTA.”

Ella no entendía porque decía “desde la sombra”, si podía ver su tío a plena
luz del día, hablando a gritos en el Luna Park frente a miles de personas a
las que nadie había forzado ni obligado a ir, y esas personas, a ella no le
parecía que fuesen títeres sin cabeza, sino seres humanos libres y bien
pensantes, anclados en fuertes principios.

Se callaba y no decía nada, imposible discutir con los mayores y menos


cuando estos son fanáticos. De todos modos ella no sabía nada, a los 6 años
20

difícilmente podía saber que significaba ese término, pero por el tono de su
voz podía intuir que no sería nada bueno. Ingenuamente pregunta que
significa, y le responde con solemnidad y a la vez un tono lapidario que le
hiela la sangre: “son la anti patria”

Eso le sonó muy fuerte. Como no entiende, difícilmente un niño podía


entender el odio de los mayores, a guisa de explicación le aclara que son los
que defienden que Israel es su patria. O mejor dicho primero son sionistas y
luego argentinos, o sea aman más a una patria que a la otra, y le aclara que
los buenos judíos son los que están en Israel. Imposible comprender como
en el amor podía haber un antes y un después.

Evidentemente ese amigo de su madre que se preciaba de ser tan religioso,


no había leído la Biblia, ni a Jeremías 29:4 que durante el exilio en Babilonia
les exhorta:” Busquen el bienestar de la ciudad que les acoja y pidan al
Señor por ella, porque el bienestar de Uds. depende del bienestar de la
ciudad. Procurad la paz de la ciudad que os acoge y rezad por ella porque
su paz es vuestra paz.”, y eso fue exactamente lo que han procurado siempre:
buscar esa paz, que traería consigo la prosperidad de esos países adonde
iban. Eran como pequeñas luciérnagas esparcidas por todos los rincones para
alumbrar la oscuridad del mundo con esos tenues destellos de luz, porque
ellos no solo traían paz, sino también luz, esperanza, prosperidad y alegría.

Cuando el pueblo de Israel, obligado a partir, se marchó cantando, el pueblo


español se quedó llorando, y todas las tierras de España se cubrieron de luto.
Todo era soledad, tristeza y vacío, todo era llanto y quebranto, la música del
sábado ya se había desvanecido, y el domingo padecía su viudez en el suelo.

Esa era justamente la imagen que a ella le sugería esos caballeros siempre
vestidos de riguroso luto. Al principio pensó que el negro de las vestimentas
de esos caballeros era para disimular la suciedad, ya que difícilmente en esas
épocas existirían lavanderías. Luego se dio cuenta que la suciedad que
querían disimular la llevaban en su propia sangre, y que este dolor era
mucho más profundo, el simple reír podía levantar sospechas y ser motivo
suficiente para una acusación de judaizante. El negro no era un color sino un
estado de alma, que obedecía a una profunda tristeza.

A la propia Santa Teresa, que era muy alegre, como lo son todas las personas
enamoradas de Dios, le decían : “Teresa, disimula tu alegría”, y ella, que
sabía que no tenía la sangre del todo limpia, no olvidaba a ese abuelo que
21

había ardido en la hoguera, y era consciente que siempre estaría en los ojos
de la Santa Inquisición, les hacía caso, y cubría su rostro y cabello de cenizas
sumiéndose en profundos arrebatos y éxtasis que nadie mejor que ella eran
capaces de describir.

Esa honda tristeza que percibía en la lectura de esos clásicos que tanto le
gustaba leer de pequeña en las lecturas, hacía mella en su corazón.

Claro, que todo esto que traían consigo los judíos, solo se hacía evidente
en todos los países, o momentos históricos, en los que se les han permitido
integrarse en su cultura. No ocurría lo mismo en los sitios donde les
encerraban en la oscuridad de los guetos para impedir que su luz traspasase
sus muros.

Uno de los países en los que se les permitió integrarse fue Argentina, donde
no solo fueron admitidos, sino que también fueron invitados a venir.

Entraron como colonos y no como inmigrantes, y amaban con todo su


corazón esa ciudad, y a ese país que había brindado a sus abuelos tan
generosamente una oportunidad de prosperar y multiplicarse.

A esa tierna edad, imposible comprender el porqué de tanta desconfianza y


tanto odio. No comprendía que mal podía haber en amar a dos patrias.
¿Acaso no amamos a dos padres? ¿No es acaso en el colegio, donde nos
enseña la profesora, que España era nuestra Madre Patria? ¿Por qué ellos no
podían tener dos madres como nosotros? ¿Y quién podría elegir si ama más
a su papá o a su mamá?, pregunta absurda que los mayores suelen hacer a
los pequeños.

Ese “o” sobra porque se ama o no se ama. En vez de un “O” tendrían que
haber puesto un “Y” que en este caso une y no separa. El corazón humano
no conoce esos límites, el verdadero amor simplemente es, y para el no
existe vallas ni fronteras, ni el más ni el menos, ni el ayer ni el mañana.

Tampoco comprendía que mal o que incompatibilidad había en ser sionista


y ferviente argentino ¿Cómo le decían que los mejores judíos estaban en
Israel? Eso no encajaba. Como tampoco su supuesto cristianismo. O quizá
fuese como el de Erasmus de Rotterdam, que afirmaba orgulloso “si ser
cristiano es odiar a los judíos, TODOS somos muy buenos cristianos”, este
gran pensador, que no ocultada su odio, en cambio se jactaba de ser un muy
buen cristiano.
22

Nunca se borró de su mente el odio y desprecio con el que pronunciaron esa


palabra “sionismo”, que para él encarnaba todo lo malo y maldito. Según él,
el único error de Hitler fue no haber acabado con todos los judíos, y como
era de mal gusto odiar a los judíos, por ser judíos, al hacerlo por sionistas, y
encima amparados bajo la bandera de supuestos motivos humanitarios,
parecía más elegante y quedaban mejor ante el mundo y ante su conciencia,
si es que aún conservaban un atisbo de ella.

Como siempre hacía, fue a preguntar a su madre si ella pensaba igual, y con
una sonrisa sardónica y de medio lado, sin mirarla a los ojos le dice “no, yo
los hubiese enviado con una barquita y los hubiese abandonado en altamar”

¿Cómo podía pensar así su madre, que siempre le recordaba que en tiempos
de Hitler ella hubiese sido tratada como judía y hubiese muerto en un campo
de concentración? Y si pensaba así ¿por qué no la había abortado? ¿No era
ella acaso la que se había casado con un judío?

Esa idea que intentó abortarla, fue otro de los tantos relatos de su infancia,
nunca supo si fue verdad o no, de todos modos, le daba lo mismo, prefería
creer que fue fruto del amor, y que su madre, aunque la rechazó al nacer, a
su modo la quería. En esas épocas donde no existían anticonceptivos, media
humanidad habrá sido fruto de un aborto frustrado. El destino de las mujeres
era casarse y engendrar hijos. Santa Teresa siempre decía que se hizo monja
para evitar el destino de todas las mujeres de su época.

Tenía que reconocer que era traviesa, muy traviesa. Ni las frecuentes palizas
que le propinaba su madre, a veces con justificación, otras veces sin ella, la
hacían desistir de sus andanzas o ideas.

Recuerda cuando va su abuelo un día a casa a recogerla para llevarla al


colegio. Le ruega que no la lleve, tenía la cara como un mapa. Su abuelo que
estaba al tanto de todo, y probablemente se debatiría entre el amor a su hija
o a su nieta, sin decir nada la conduce en silencio al colegio.

Ese día se sintió traicionada por su propio abuelo, que se le cayó del pedestal.
Y comenzó a verle como un ser de carne y hueso.

Pero lo peor de todos, fue que cuando llega a clase, la maestra la sienta en
un asiento aparte para que no contagie a sus compañeras.
23

El auténtico calvario para ella no fue la paliza de su madre, que quizá


estuviese justificada, sino que la aislaran y marcaran así sabiendo que sabían
que ella no tenía ninguna enfermedad contagiosa.

Ser expuesta y señalada por toda la clase fue una humillación inenarrable.

Los mapas de la Argentina en ese entonces, eran calcados con algo parecido
al papel manteca, que era transparente pero no del todo, y trazados a tinta
china.

Odiaba la costa chilena, con su cantidad de islas que tenía que delimitar y
luego, encima dibujar en un recuadro aparte la Antártida, tanto como odiaba
ese tintero que se le escurría entre las manos en el momento o instante más
inapropiado, cuando ya tenía el mapa casi acabado.

Eran una autentica tortura china. Aunque se esmeraba ese tintero si no se le


caía, había demasiada tinta en la pluma y se le hacían manchones. Vuelta a
recomenzar.

Los profesores sin valorar su esfuerzo, debían de contar toda esa infinidad
de islas golfos y cabos, porque nunca le ponían el tan ansiado 10. Nunca era
lo suficientemente perfecto para ellos. ¿No se daban cuenta que eran niños,
muy ajenos a disputas territoriales, y que ese papel calcaba, pero no lo
suficiente, la mitad la tenían que adivinar?

Pensaba que si los chilenos eran tan retorcidos como su costa era
comprensible que estuviesen siempre tan serios y tristes. Hasta que un día
que le había salido perfecto, orgullosa entrega el mapa, y para su sorpresa le
ponen un rotundo 1. Desesperada reclama y le explican que todo estaba
perfecto pero que había dado vuelta a los océanos. En realidad, eran simples
letras, tan concentrada estaba en la sinuosa costa y los pequeños islotes, que
no dio importancia al resto, y aunque les cambiasen el nombre seguían en su
mismo sitio, pero para la profesora fue un atentado tremendo que casi
afectaba a la soberanía nacional. ¿No entendía acaso que solo los nombres
cambian pero siguen siendo el mismo océano? NO, no entendía nada, solo
entendía que si no sabía dónde estaba cada océano no merecía estar en ese
colegio de tan alto nivel.
24

Era verdad, su escuela se jactaba de ser uno de los de más alto prestigio al
punto que cuando no cumplías con sus expectativas no les temblaba el pulso
para expulsarles, y ya en ningún otro colegio normal les querían aceptar.
Para ella era lo más similar a un cuartel militar. La hicieron sentir como si
hubiese regalado a los chilenos nuestro Océano Atlántico. Pensó le iban a
poner otra amonestación, o expulsar directamente. Pero no, la indultaron.
Nunca más volvió a confundirse con los océanos, aunque en su mente todo
se entremezclaba y realidad y fantasía no estuviesen tan bien delimitados
como en esos mapas. Ni tampoco había tinta china para trazar tantas
fronteras. Pensaba que lo que sintió sería algo similar que sintió el pobre
Borges, cuando le preguntaron qué opinaba sobre el conflicto con Chile por
las islas Chiloé. El con su extrema ironía les responde “yo se las daría a
Bolivia que no tiene salida al mar”. Por algo tan banal todo el mundo se le
echó encima y comenzó a atacarle y acusarle de anti patria. Pero él no era
simplemente que viviese en la luna, como todos los artistas, sino que a su
patria la veía a distancia. Y a sus habitantes como especies de un inmenso
zoológico. Quizá tan descaminado no andaba.

En ese colegio estricto como una academia militar la disciplina era tan
importante que a las tres amonestaciones le seguían una orden de expulsión.
Ella estaba siempre al límite. Si no le ponían la última amonestación, aunque
siempre la amenazaban con ello, era por sus notas.

Hasta que un día la gota rebasó el vaso. En la clase había un pajarito en la


jaula. Ella acompañada por su inseparable amiga, tan curiosa y traviesa
como ella, idea un ingenioso sistema para soltar de la jaula al pajarito, y logró
hacerlo sin ser vista.

Nadie entendía como en medio de una clase de matemáticas, podía de pronto


volar libre como el aire un pajarito. El pobre animalito aturdido con tantos
espectadores, comienza a revolotear sobre las cabezas de todos. Y todos
reían y palmoteaban de alegría, ellas las que más.

A los profesores no les hizo ninguna gracia, ni encontraron su agudo ingenio


ingenioso. Enseguida, como siempre, dicen que si los culpables no se paran,
pondrían una amonestación a toda la clase.
25

Todas las miradas asesinas se dirigen hacia ellas, evidentemente ya todos


sabían quiénes eran los autores materiales ¿Quiénes iban a ser sino? pero lo
hacían no para descubrir nada sino a fin de avergonzarles ante toda la clase
e invitarlas a confesar su falta en público.

Las dos amigas se armaron de valor, se pusieron de pie y confesaron su


crimen ante toda una clase que parecía disfrutar el espectáculo, pero no sirvió
de nada, ese día por culpa de ellas, todos fueron castigados sin recreo, ellas
por causantes y el resto por haberse reído. En su fuero interno se alegró que
así fuese.

La llaman otra vez a dirección. Como siempre le dan un sermón, y como


siempre no la expulsan por ser tan buena alumna, pero su amiguita no corrió
la misma suerte. En ese entonces la expulsión de un colegio nacional
significaba la no admisión en cualquier otro colegio de cierto nivel.
Desesperada y arrepentida, sintiéndose culpable por su amiga, sabiendo
perfectamente lo que eso significaba en un país donde, al menos en esa
época, todo el futuro y esperanza de progreso estaban basados en la
educación, decide ir a la casa de sus padres a pedirles perdón.

Con consternación descubre que su amiga solo tenía madre y el dolor de esta
era tremendo. Sintió tanta culpa y arrepentimiento que se juró a sí misma
que jamás iba a arrastrar a nadie en sus fechorías. Hubiese preferido mil
veces que el castigo recayese en ella y no en su amiga aún a pesar de todas
las consecuencias, y por supuesto la infaltable paliza que le hubiese dado su
madre, estaba vez con toda la razón del mundo.
26

CAPITULO 3

LA UNION DIVINA

En esa educación ecuménica, la religión era una opción libre, venía a la clase
un cura a buscar a los niños cristianos que quisiesen catequesis, así como
también venían un rabino, un ulema, un pope ortodoxo o un pastor
protestante a buscar a los suyos. Ella se sentía orgullosa, había hecho uso de
su libre albedrío. Estaba dentro de los valores que le habían inculcado de
niña de amor y respeto.

Veía como cada vez más niños se denominaban ateos y preferían creer en el
hombre y echarle a Dios la culpa de los desastres que los hombres habían
ocasionado. Algunos hasta blasfemaban, pero claro, estos ya venían
descreídos y dogmatizados desde su casa. ¿Cómo un niño no va a creer en
Dios Padre o en ese algo más? Ellos ya traen la semilla del reino de los cielos
en sus corazones. Son la alegría y el amor encarnado. Son un nuevo canto,
un nuevo amanecer, el futuro y la esperanza. Desde que vienen al mundo nos
recuerdan que Dios existe y que hay un mañana.

Eso no era más que una nueva moda de los tiempos, ante se les habría hecho
impensable, pero como siempre las modas como vienen se van. Tampoco
hay que darles demasiada importancia. Otros lo vivirían como un acto de
rebeldía, en su soberbia pensaban que desafiaban a Dios en este acto, y Dios
se estaría riendo de ellos y por supuesto no se iba a quejar ni iba a perder Su
tiempo demostrando su existencia. Un día un hombre millonario le dice a
un niño mendigo de la calle: “te doy 100 dólares si me dices donde está Dios”
“y el pequeño en su asombro le responde “Yo le devuelvo esos 100 dólares
si Ud. me dice donde no está Dios”

Esas clases eran un privilegio. Recuerda que ansiosa de aprender, como era
su costumbre comenzó a bombardear a su profesor, que era un cura, con
preguntas. En esos años para los niños sus maestros eran como dioses y más
que sus padres, que no siempre tenían respuestas a todas sus preguntas, en
cambio sus profesores sí, y si en ese momento no las tenían, al día siguiente
les proporcionaban respuestas. (Todavía no existía Google ni siquiera
internet) Y con más razón tenía que tener respuestas una persona que hablaba
con Dios. Pero en lugar de respuestas solo encontró silencio.
27

Una vez se le ocurrió, en su afán de comprender, cuestionar una


interpretación que había hecho el cura de la Biblia y darle otra interpretación,
la suya propia. En ese momento aparte de silencio sin ninguna explicación
se vio expulsada de la clase. Sintió tanta vergüenza y humillación que no
cesaba de llorar. No entendía nada, solo había querido participar en la clase,
dar sus aportaciones y no entendía que mal podía haber en esto.

Intentó pedir explicaciones al cura, y el dulcemente, como toda respuesta la


consoló diciendo “No llores. No necesitas venir a clase. Ya estas preparada
para recibir a Jesús” Esas palabras dichas en tono paternal y llenas de amor
le descolocaron. La expulsión de clase siempre se asocia a un castigo y en
este caso sonaba a excomunión, pero este cura, le hizo sentir todo lo
contrario, le hizo comprender que la expulsión en su caso no era un castigo,
sino que simplemente la apartaron porque ya era digna de recibir al Señor.
Y en verdad todo su ser y su alma anhelaban esa unión. Era un cura bueno,
esos ojos de bondad e infinita misericordia quedaron para siempre grabados
en su alma. Aunque en su interior seguía sin comprender por qué había sido
expulsada de la clase de catequesis.

Un día viene a casa su abuela orgullosa con una cadena de oro con una
medalla también de oro en relieve de la virgen María. Le dice con dulzura
“abuelita, la virgencita no, por favor”. Aunque lo hubiese deseado no podía
ser hipócrita y llevar colgado algo en su pecho que para su corazón no
significaba nada.

Los ojos de su abuela se llenan de lágrimas, sus mejillas palidecen y le clava


una mirada que jamás olvidará, mezcla de dolor y espanto como si estuviese
ante una hereje. Esas lágrimas de su abuela fueron puñales en su corazón.
Intenta enmendarlo y con ternura le dice “cámbiala por un niño Jesús” Los
colores regresaron a las mejillas de su abuela. Y eso hizo.

Por fin llegó el gran día. Recuerda a su abuela la vistió con un vestido
abombado blanco adornado de tul y encajes sujeto a la cintura con un lazo
de seda azul. Le compró un libro de rezos de Nácar, calzó guantes blancos y
depositó un rosario entre sus dedos de plata, y perlas. Puso en su cuello una
preciosa medalla con el niño Jesús, le hizo unos hermosos bucles con una
tenaza de hierro candente, y coronó su cabeza con una diadema de flores Se
mira al espejo y queda maravillada. En verdad parecía una radiante novia
28

que iba al encuentro del Esposo y de eso se trataba, de una unión divina o al
menos ella lo sentía así. O quizá fuese simplemente la mona Jacinta.

Como era la más pequeña (por su inmensa curiosidad, conocimientos


religiosos y deseos de educación cristiana tras un test y no a regañadientes,
aceptaron acogerla 2 años antes. De este modo, coincidía su comunión con
la de su hermana un año y medio mayor)

Marchaba ufana a la cabeza de la fila, no le gustaba en particular la posición


de líder pero ese día ni le importaba. Como no había asistido a las clases no
la habían instruido ni sabía muy bien lo que tenía exactamente qué hacer,
pero le daba lo mismo, sabía hacia donde quería ir, avanzaba con pie firme,
cabeza en alto y sin titubear siquiera, rumbo al sagrario, donde sabía que
Jesús le estaba esperando, y toda la columna la seguía detrás. No caminaba,
casi corría. El Amado la estaba esperando y no quería hacerlo esperar.

Entra por la nave principal como una bala, llega hasta el altar y sube las
escaleras con decisión. De ese momento solo recuerda el rostro de ese cura
que pasó de una expresión de estupor, a la de amor y comprensión, y con un
gesto de infinita dulzura le indica el lateral. Ese cura alegre, bondadoso y
bonachón no podía disimular que en lo profundo de su alma estaba
emocionado, y con suavidad y ternura la dirige con la mano hacia los bancos
del flanco derecho. Con la cabeza gacha se sienta tímidamente en una
esquina, intentando pasar desapercibida, sentía todos las miradas clavadas en
su nunca.

Era tal su vergüenza y humillación que el día más importante de su vida,


cuando iba a unirse con el Amado quedó eclipsado por ese episodio, y lo
peor que había arrastrado a toda la fila que le había seguido sumisa y
obediente. No se atrevía ni a mirar a los otros niños a la cara. Por suerte
ninguno le reprochó nada. Todos guardaron religioso silencio. Tampoco
dijeron nada ninguno de los participantes. En su fuero interno lo agradeció.

Era feliz. Entra como todos los días y chequea al cuadro de honor para
comprobar su postura. Lo único que variaba era su sitio, pero siempre estaba
entre los 5 primeros, por suerte ese día no era la primera. Se siente liberada
de sus responsabilidades, se une a la hilera que desfila en religioso silencio.
El sol bañaba el patio bajo un sol otoñal, mientras la azul bandera ondeaba
altiva en su mástil mecida por una suave brisa, altiva, reluciente y radiante.
Lentamente un alumno iza la bandera como todas las mañanas y todos asisten
29

en actitud solemne. Se sentía feliz y privilegiada de pertenecer a esa insigne


patria y compartir sus nobles y elevados designios.

Para ella era un acto hermoso a pesar de lo cotidiano o reiterativo no perdía


su significado ni su belleza. La emoción nunca dejaba de embargarla y se
renovaba día a día. Lo que más le disgustaba era cuando esa responsabilidad
recaía sobre sus hombros o tenía que llevar la bandera, cuidando que no
toque el suelo en actos oficiales, tanta responsabilidad le agobiaba.

Cada 25 de mayo era una fecha especial, un momento para reflexionar sobre
nuestro pasado. En ese entonces la historia para los niños era un presente
continuo lleno de preguntas, e interrogantes y no eran unos locos sino eran
esos niños los que se plantaban a puertas del cabildo, y revivían ese día en el
que un puñado de hombres se atrevió a soñar que estas tierras podían ser
más justas y más libres, que los hombres podían ser partícipes de su historia
y artífices de su propio destino, y contagiaron al pueblo que se reunió en
Plaza de Mayo a reclamar su independencia. Los profesores nos invitaban a
pensar y soñar esa revolución bajo nuestras propias perspectiva, y sentirnos
cómplices de esta gesta. Además era dibujar el cabildo. Un día dibujó y
pintó con tanta emoción ese día lluvioso lleno de paraguas que aunque a
ella le parecían manchones a los profesores les pareció una autentica obra de
arte. Bueno su madre la ayudó un poco, dotes para el dibujo nunca tuvo,
pero sí mucha imaginación. Su dibujo fue expuesto en el colegio como
ejemplo de libertad, su pecho se hinchó de orgullo, por fin los profesores
comprendieron su amor por su patria. Nunca se sintió ser simplemente una
hija adoptiva.

Había que llevar escarapela, y ella siempre se acordaba a última hora,


cuando iba a buscarla, ya no quedaba ninguna. Era imposible construir la
identidad nacional sin llevar una escarapela adornando nuestro pecho. Su
abuelita la salvaba con un poco de cinta azul y blanca que fruncía
artísticamente.

Otro día era el 9 de julio, la declaración de la independencia en el congreso


de Tucumán, y aunque fue seis años después, para nosotros eran solo unos
meses después. Los niños no comprendían que el 25 de mayo juraron al rey,
el 9 de julio ya no. A esa edad no podían comprender que cada suceso
importante de la historia, fue el resultado de todo un largo proceso, un largo
y arduo camino lleno de avatares y contradicciones. No hay rosas sin espinas.
30

De pronto, sus padres, inesperadamente, deciden inscribirla en un colegio


religioso. Era la época en que el ateísmo de izquierda se infiltraba en los
claustros y envenenaba la mente de los jóvenes idealistas con su
adoctrinamiento, porque si bien quitaban el lenguaje y los símbolos de la
vieja religión, inventaban nuevos, o daba nombres nuevos a los antiguos. En
las paredes de los baños, y por todos lados aparecían pintadas peronistas,
ateas o revolucionarias. Estas comenzaron a ponerse de moda, no solo en
las paredes de su colegio, sino en todos los muros.

Algo estaba cambiando, pero ni esos años de educación esmerada y elitista,


quitaron de su alma esos aires de libertad y patriotismo que habían soplado
en su más tierna infancia. Argentina era para ella, y lo sería para siempre,
ese ideal de fraternidad y libertad, ese oasis de tolerancia, esa promesa de un
mundo nuevo, ese faro en medio de la oscuridad, esa roca firme en medio de
la tempestad, ese árbol que les protegía del calor y donde todos se podían
cobijar; pero por encima de todo, era un país de futuro que todos teníamos
que ayudar a crear dando forma a nuestros más bellos sueños e ideales. No
importaba de dónde veníamos sino hacia donde queríamos ir.

Un día que jamás olvidará en la puerta de la casa finca aparece su padre con
una niña pequeña de la mano vestida con traje de montar. Le sorprendió su
piel trigueña, sus ojos con un halo verde esmeralda y esos rizos a los que el
sol hacia resaltar algún que otro destello dorado. Era luminosa y alegre.
Venía con un osito de peluche apretujado tan fuertemente contra su pecho,
como si tuviese miedo a perderlo, y en la misma mano sostenía la fusta y la
otra mano aferrada a su padre, al que parecía no querer soltar. Nunca se
borrará de su mente esa inmensa sonrisa de lado a lado que iluminó todo su
rostro, y que representaba la alegría de descubrir que tenía hermanas. No
puede expresar lo que sintió, porque sentía un maremágnum de emociones y
sentimientos que no podía distinguir bien, una mezcla de todo un poco, pero
esa imagen quedaría grabada en su retina para siempre.

Sabía que había nacido porque su madre se encargó muy bien en anunciarle
ese nacimiento diciendo con ese tono trágico utilizado solo en ocasiones
especiales: “Tu padre te ha reemplazado, ya no eres más su pequeña”, y ese
día lloro como una magdalena sin parar, sentía como si en su interior una
cuerda se hubiese roto. Sin embargo, aunque supiese de su existencia, verla
ahí, parada frente a ella de la mano de su padre, tan pequeña bella luminosa
y radiante no era lo mismo. Para eso no estaba preparada.
31

Se entera que su padre se había separado de su último matrimonio y


regresaba a BsAs a vivir con sus tres hijas. Alquilaron una casa con jardín
en un barrio de la zona norte. La casita era preciosa y la llamaban la casita
de Blanca nieves. Fue un tiempo maravilloso porque se conocieron y
convivieron las tres hermanas, pero los celos lo empañaron todo. Su
hermana mayor, envidiosa por naturaleza, no hacía más que azuzarla y entre
las dos se dedicaron a atormentar a esa pobre niña que venía en busca de
cariño y sufría el dolor de la ruptura y la pérdida de su madre, ahora lejana.

No se justifica de nada, es verdad su hermana mayor la manipulaba, pero ella


consintió ser manipulada y siempre en su recuerdo está el dolor de esta
actitud. No podía como Adán culpar a Eva. Ella también mordió de esa fruta
envenenada, y fue la única vez en su vida, se sintió avergonzada y juró no
comer nunca más de ella.

Nunca antes había sentido esa mezcla de celos y envidia, pero era un
sentimiento desbastador. Su hermana pequeña, tan alegre, vital y necesitada
de amor se seguía acercando a ellas, aunque la echaran a veces hasta a
patadas, y nunca les reprochó nada. Entre las tres, por una razón u otra, por
sus constantes peleas y discusiones, le hicieron también la vida imposible a
su pobre padre que había dejado su clínica en Colombia funcionando y ellas
no valoraban en ese gesto de su padre todo el amor y sacrificio que encerraba.

Un día su padre, y la niña, regresaron a Colombia. La niña extrañaba a su


madre, y su padre no podía arriesgar sus negocios. Aunque trabajaba en
Buenos Aires no era lo mismo para él, y tenía que regresar a su clínica. Es
así como un día les vio partir a los dos, poniendo fin a esa etapa que quedó
en su memoria como un cuento de hadas, y hubiese sido un maravilloso
cuento, un preludio del paraíso si la serpiente que lo estropea todo, no lo
habría contaminado con su veneno. En ese momento se sintió triste y
culpable. Desde entonces aprendió lo malo y negativo que son los celos, o
su hermana gemela, la envidia, por activa y por pasiva, para el que los padece
y para el que los sufre.

Se prometió a sí misma nunca dejarse llevar por nadie y menos por esos
sentimientos tan irracionales y nefastos que no nos dejan vivir, ni dejan vivir
a los demás.
32

CAPITULO 4

UN INTRUSO EN LA FAMILIA

Nunca olvidará ese día que apareció su padre en la finca de sus abuelos con
una mula, de la que se había encaprichado. La mula comenzó a patearla e
intentó morderla. La mula de un día a otro desapareció de su vista y todos
atacando a su padre llamándole inconsciente porque había regalado una mula
a su niña. Su padre como siempre solo buscaba su felicidad y ya no sabía
que ofrecerle para hacerla feliz.

En otro viaje se apareció en la misma finca con una muñeca que caminaban
de tamaño real y tan real que hasta la azafata la confundió con una niña de
carne y hueso. Era negra, y de su misma estatura, paseaban las dos
orgullosas caminando por todo el barrio, ningún otro niño tenía una muñeca
similar. Hasta que un día, curiosa como era, quiso descubrir ese misterioso
mecanismo y aunque le sacó la cabeza y el brazo no descubrió nada. Solo
logró que no volviese a caminar más. La pobre muñeca quedó sentada para
siempre en casa, ocupando un sillón, se consolaba peinando su larga
cabellera negra, hasta dejarla casi sin pelos. Su otra abuelita para consolarla
con manos de ángel le hacía vistosos vestiditos bordados, y gorritos a cual
más bello, que por lo menos servían para disimular la incipiente calva.

Entre sus recuerdos también está Arturito, ese loro, que se convertiría en
otro miembro más de su familia. Según él, en el más importante. Era como
ese gallo tan engreído que creía que con su canto hacia despuntar el alba.
Parecía que todo giraba en torno suyo, tenía siempre que participar en todo,
hasta en sus conversaciones: Se reía con sonoras y estruendosas carcajadas,
y burlonamente intervenía en todas sus conversaciones con sus típicas
coletillas “Ah sí” “Claro”” “Obviamente” “este...” “bueno” que eran las
palabras que más oía repetían todos. Parecía un eco y siempre tenía que
hacerse notar y meter en todo su pico. Con esto parecía decir “estoy aquí”
“lo escucho todo”

Así era, no se le escapaba nada. En un principio cuando llegó de la selva


amazónica, nadie pensaba que podía hablar, ni siquiera él, hasta que un día
a algún gracioso se le ocurrió darle un poco de vino blanco, al principio cayó
despatarrado, panza arriba con los ojos primero girando como platos, y luego
33

en blanco. Todos pensaban le habían matado y ya comenzaban a enterrarle


cuando de pronto él se levantó y comenzó a hablar como un descosido
dejando mudos y boquiabiertos a los allí presentes.

Lo más impresionante no fue que hablase sino que lo hiciese con tal
coherencia, se dieron cuenta que era tan listo que les estuvo observando
primero sin abrir el pico, hasta que se sintió capaz de hacerlo, o juzgo a los
demás dignos de escucharle, y que se hacía el tonto, pero se quedaba con
todo. Su dicción era perfecta, ya fuese en español, italiano o francés. Estaba
todo el día observándoles, con un ojo primero de un lado, y girando la cara
les observaba con el otro. Era como si desconfiase de su primera impresión.

Cuando discutían, que nunca sabía bien cuándo, porque los argentinos
hablamos con vehemencia, estaba seguro que era por él. Cuando quería pedir
algo, se hablaba a sí mismo y decía “mmmm que rica la papa, papa para
Arturito” y hasta que no le daban algo no paraba. O cuando quería pasear
decía “A pasear Arturito” o “dame la patita”.

Sabia cantar en varios idiomas, pero sabía que idioma utilizar con cada uno.
Iba siempre en el hombro de su abuelo y desde las alturas la desafiaba,
cuando se acercaba a él, le tiraba sibilinos picotazos, procurando siempre que
su abuelo no se diese cuenta. Arturito y ella se llevaban como perro y gato,
probablemente la tenía celos, y cuando la atacaba se vengaba dejándolo en
el suelo y se burlaba al verle caminar como Carlitos Chaplin.

La perseguía furioso con ansias de vengarse como un auténtico Chucky o


muñeco diabólico. Le daba hasta pena verlo caminar tan ridículo, ese loro
prepotente a ras del suelo corriendo con las alas a medio abrir pero bien
separadas del cuerpo, tal eran sus ansias desenfrenadas de venganza, parecía
un ser ridículo e insignificante. Corría como un endemoniado lanzando
picotazos al aire, pero ella corría más rápido. Su abuelo enseguida la
regañaba y le levantaba del suelo.

Le dejaban en la cocina en su jaula, tapada con un lienzo para engañarle y


hacerle creer que la hora de la siesta era la noche, y así lograban callarle,
pero él nunca se callaba, ni se dejaba engañar tan fácil. Cuando ella salía en
puntillas para no ser descubierta, el maldito pajarraco la delataba. Se
vengaba bañándole con el chorro que salía del sifón. Sabía que odiaba el
agua y ese baño no le caía nada bien, y el enfadado plumífero vengativo
como era, no iba a dejar pasar la afrenta y conseguía engañarla para que le
34

abriese la puerta y cuando lo hacía, aprovechaba a darle un picotazo. Cuando


se enfadaba con ella, cosa que era más que habitual, profería su único insulto
“mamarracho”, pero lo más gracioso era el tono que lo pronunciaba. A él le
debía de sonar tremendo, pero en los demás no arrancaban más que
carcajadas.

Era tan listo que siempre se salía con las suyas. Nunca supo si era que el loro
era demasiado listo o ellos demasiados tontos, pero no solo a ellos, también
engañaba a los perros.

Siempre andaba suelto, y su sitio predilecto era una parra que recorría de
punta a punta, cogiendo la mejor uva de cada racimo. Claro que tenía sus
peligros, pero las uvas valían el riesgo, y para todo tenía recursos. Cuando
veía rondar un gato llamaba a los dos pastores alemanes para que acudan en
su auxilio, y como premio a su bravura y nobleza, luego de sacarle el
peligroso felino les ordenaba marcharse a sus “cuchas” Y los dos feroces
mastines, obedientes cual mansos corderitos, marchaban en fila, con las
orejas gachas y el rabo entre las piernas derecho a sus jaulas. Eran los dos,
padre e hijo, valientes canes que cuidaban la casa, y si bien es verdad que
estaban adiestrados para obedecer, pero a los humanos, no a un simple
pajarraco.

Lo más gracioso era su mimetismo, no solo por su color verde imposible


distinguirle entre el follaje, sino por su poder de imitación. Podía imitar tan
bien las voces de cualquiera, sobre todo las de su madre, que haciéndose
pasar por ella daba órdenes al jardinero, y este, como buen gallego obedecía.
Venía con la ensalada cortada y cuando ella preguntaba para que se la traía
le decía “Ud. me la pidió.”

Tardaron mucho en descubrir quién era el misterioso ser que se hacía pasar
por su madre e impartía órdenes similares. Pero antes de que se diese cuenta
el jardinero gallego, que no era tan tonto como lo describían los chistes, ya
no hacía caso hasta no cerciorarse del origen de la orden. Fue el quien
terminó por fin descubriendo sus tretas. De no ser por este astuto jardinero,
hubiese acabado haciéndose pasar por Dios, e impartiendo órdenes a todos
desde la copa de un pino, camuflado entre el follaje. Nos habría hecho creer
a todos que las órdenes venían directas del cielo.

Lo más curioso es que el bicharraco tenía el mismo carácter que su abuelo,


cuando se enfadaba, ambos se quedaban mudos como si alguien le hubiese
35

arrancado la lengua. Dado su naturaleza parlanchina, esto sería un enorme


sacrificio, pero el estoicamente aguantaba. Ambos se callaban y el
endemoniado loro se vengaba desapareciendo. Sabía que su pobre abuelito
le iría a buscar y no cejaría en su intento hasta encontrarle, ambos se habían
convertido en inseparables, parecían carne y hueso. Cada día se sabía
esconder mejor, todos les llamaban a gritos y él muy orgulloso ni se dignaba
a contestar. Sabía que nos hacía a todos sufrir y a mi abuelo encima le hacía
sentir culpable, y él lo disfrutaba. Un día su Arturito, como se llamaba, se
puso a poner huevos haciéndoles dar a entender que hasta en eso les engañó,
no era un loro sino una lora. Lo podían haber sospechado desde un principio,
porque hablaba como un descosido y hasta por los cuatro costados.

Desde entonces, gracias a Arturito que sobrepasaba en inteligencia a todos


y no solo hablaba, sino que sabía muy bien cómo, cuándo, dónde y con quien
emplear sus palabras y también sabía muy bien cuando callarse, de su mente
se le borró la imagen que el hombre era un ser parlante, y mucho menos el
más inteligente sobre la faz de la tierra. Ese bichito con sus tretas y astucias
les sobrepasaba a todos. Lograba siempre salirse con las suyas. Parecía que
la providencia se los había enviado para burlarse de todos, con sus parodias
resaltaba todos sus defectos, era el bufón de la familia

Muchas veces se preguntó si esa inteligencia no le vendría de esas semillas


de girasol que tanto le gustaba y tanto disfrutaba pelar con su pico y tirar la
cáscara, y hacía lo mismo que con todo, descartaba lo inservible y se
quedaba con lo esencial. Pero de ellas le vendría la muerte. Un día le
trajeron semillas como siempre y sin saber estaban llenas de pesticidas.
Arturito dejo de hablar, se fue apagando como una vela hasta finalmente
desvanecerse del todo en las manos de su abuelo.

Su abuelito era campeón de tango. Ella quería que le enseñe a bailar. Con
extremada paciencia le enseñaba las figuras, pero cuando tenía que ponerlas
en práctica, las figuras se le confundían todas en su mente o se le borraban
por completo. Entre tantas pausas y movimientos bruscos e inesperados,
entre tantos cortes, quebradas y firuletes se enredaba sus pies con los de su
abuelito, y como en el tango no se puede uno soltar de la mano del otro,
porque uno no sabe dónde puede ir a parar, siempre iba a parar al suelo con
su abuelito detrás sin soltarle la mano. Este se enfadaba, se negaba a
continuar, y no lograba convencerlo ni con sus lloros y pataleo. Ese llanto
del cornudo se le convirtió en una gran frustración, que hasta el día de hoy
36

no pudo superar ni deslindar el canto del baile. Los mayores nunca tienen
paciencia con los pequeños y aunque su abuelito tenía mucha con ella, con
el tango no tenía ninguna, para él era signo de identidad tan sagrado como
su himno o su bandera. Ella siempre rogaba por un último intento. Seguro
creería se estaba burlando de él, no le entraba en la cabeza que su nieta fuese
tan torpe.

La invitan a su primera fiesta de 15. Ella todavía no tenía aun 15 pero fue a
acompañar a su hermana a la que habían invitado. La primera vez que se
presentaban las chicas a los chicos. Primera vez que se calza tacones, se
sentía un funámbulo caminando sobre una cuerda floja que avanza
intentando mantener el equilibrio sin perder su elegancia, aparentando una
seguridad que estaba lejos de sentir.

Primera vez que probaba maquillaje y no se reconocía ni ella misma. El


miedo era acabar “planchando”(o sea que nadie te saque a bailar y quedarte
parada como una estatua en una esquina, en ese entonces las chicas no
podían sacar a bailar a los chicos ni llamarlos por teléfono. Eran ellos
siempre los que tenían que dar un primer paso) Ella ya estaba mentalizada
que así sería, cuando de pronto un chico rubio apuesto, con ojos azules se
fijó en ella y la saca a bailar. No pararon de bailar toda la noche. Parecían
hechos el uno para el otro, el resto acabo haciendo una ronda alrededor
admirados de tanta resistencia, parecían incombustibles e infatigables, y ella
se admiraba de no haber hecho un ridículo cayéndose al suelo con esos
tacones.

Eran tiempos de rock and roll, de frenesí y rebeldía. Aparte de música


romántica se bailaba como en el baile de San Vito, con puras sacudidas,
giros, volteretas, saltos y contorsiones. Algo que no hubiese sido tan
complicado con otro calzado, pero sus pies se olvidaron que tenían zapatos
y que existía un suelo. Volaba como pájaro por los aires o saltaba como
gacela sin pisar la tierra. ¡Estaba feliz! Comenzaron a salir tímidamente.
Pero ese chico era judío y pronto vio las puertas de su casa cerrada con todos
en contra. Para salir tenía que hacerlo con su hermana y siempre controlada,
todo eran complicaciones.

Su pretendiente era agnóstico, y aunque intentaba valerse de este artilugio


para su familia seguía siendo un judío que había que apartar de su lado. Un
día desesperado le dice “Si eres agnóstico y la religión no te interesa. ¿Por
37

qué no te conviertes al cristianismo? ¿Que más te da?” “Este le clavó una


mirada de dolor que la traspasó como puñales. Esos ojos azules llenos de
lágrimas quedaron grabados para siempre en su alma, y volvieron como un
eco a su mente las palabras “no puedo ser tu amiga porque eres judía
renegada”, y se avergonzó de su sugerencia.
38

CAPITULO 5

NUEVOS AIRES

Pasaba largas estancias en la estancia de sus tíos a los que llamaba papá y
mamá. Vivía prácticamente con ellos o con sus abuelos alternando pequeñas
estadías en casa de su madre, pero los momentos más divertidos y con más
tiempo libre eran los fines de semana y vacaciones que transcurrían en la
finca de sus abuelos, o en las doradas playas de Mar de Plata frente al
Atlántico, o en la quinta de sus tíos o en su estancia. De este modo su vida
pasaba como la de un saltamontes de aquí para allá, o como la oca de casa
en casa y tiro porque me toca. Para ella era normal, todos le aportaban algo
y a todos los sentía como sus padres.

Desde que su tío perdió a la hija que le quedaba, la casa quinta estaba cerrada
a cal y canto, todo era silencio, oscuridad, tristeza, y vacío, pero a su llegada
las ventanas se volvieron a abrir, y el aire y la alegría volvieron a circular
por todos los rincones hasta por ese inmenso y frondoso jardín que se llenó
de plantas y flores con pájaros y mariposas multicolores revoloteando por
doquier; la casa se llenó de luz y de risas, las habitaciones se remodelaron.
El fiel jardinero gallego que vivió todo el luto, estaba contento con esta
metamorfosis y la quería con ternura. Siempre le preguntaba cuál era la flor
más bella del jardín, y después de enumerarle todas, él le decía “la flor más
bella es Ud.”

Ella por su parte sintió todo el amor de unos padres y la estabilidad de un


hogar. Ellos la trataban con ternura y ya no recibía esas tremendas palizas
que eran el pan de cada día. Cada vez las estancias eran más frecuentes y ya
prácticamente era su hogar principal. Vivian felices y en armonía en el mejor
de los mundos posibles. Por fin había cumplido su tan anhelado sueño y su
presencia había devuelto la alegría y la felicidad a otros seres. Les llamaba
“papa y mama” con toda naturalidad porque era así como su corazón lleno
de amor y agradecimiento lo sentía, y ese era el rol que ocupaban en su vida.
Un día decide dejar la casa de su madre y ya no regresaría nunca más.

Su padre se aparece por la puerta del colegio, su sueño al que nunca había
renunciado seguía siendo el de tenerla. Se la lleva con él.
39

Intenta tenerla consigo otra vez y esta vez convive con su hermana pequeña
sin celos ni envidia. Por fin pudo conocer la verdadera libertad. Las dos
estaban solas, al cuidado de una gobernanta y un chofer a su disposición,
pero su padre estaba siempre trabajando y cuando hacían algún plan, un
“paciente” lo arruinaba todo. Horas de cirugía, sumado a su consulta y esas
interminables guardias o llamadas de urgencia. Trabajaba en varios sitios y
siempre le llamaban, parecía que no hubiese otro cirujano plástico en todo
Cali más que él, así como no parecía que nadie en esa ciudad no hubiese sido
tocado con la varita mágica de su bisturí. Ella miraba a todos esos pacientes
que le veneraban y en todas veía la mano de su padre.

Su padre, no era solo famoso por su maestría, sino por su extrema bondad.
Quizá fuese falta de carácter porque parecía incapaz de negarle nada a nadie.
Cuando había una urgencia, ahí estaba él. No hacía falta llamarle. Le vio
salir a altas horas de la noche y partir en avioneta a la selva a curar a algún
accidentado en recónditos lugares donde era imposible llegar por otro sitio
que no fuese por el aire.

Su primer caso que le hizo saltar a la fama internacional fue un chico que
compró a un circo. Este niño de 4 brazos y 3 piernas era consideraba como
un fenómeno de la naturaleza, y su rareza era explotada por sus padres. Su
padre al verlo intentó hacer comprender a sus padres que no era una rareza
sino una enfermedad que necesitaba ser tratada urgente, o podía morir en
breve. El veía en todos y en cada uno un ser humano y en este caso un
paciente. Por supuesto ellos no querían perder su fuente de ingresos y su
padre sin titubear les compensó la perdida pecuniariamente. Le operó gratis
y ese niño que hubiese muerto al poco tiempo, vivió varios años más, siendo
conocido como caso clínico en todos los congresos y tratados médicos.
Resultó ser mucho más famoso que en el circo, gracias a su padre su caso
dio la vuelta al mundo.

Pero esas anécdotas legendarias las escuchaba en boca de otro. Para su padre
hacer el bien era algo totalmente natural que no merecía ni ser resaltado. No
le cabía en la cabeza que pudiese ser de otro modo. A pesar de su agitada
vida encontraba tiempo para correr, jugar al tenis o montar a caballo, los
deportes eran una válvula de escape y le ayudaba a quitar el estrés, y siempre
robaba tiempo al tiempo para estar con sus hijas. Ella se sorprendía de esa
inagotable energía. Se preguntaba ¿a qué horas dormía?
40

Le había regalado un caballo de salto e iban a un club hípico alemán al que


se llegaba subiendo la montaña. Ahí daba clases de equitación, y en este
deporte aprendería una de las lecciones más grandes e importantes de su
existencia. Su profesor de salto le decía: “El animal ante el obstáculo no
siente miedo, su instinto le lleva a saltar sin pensar, pero si se para, es tu
miedo el que le paraliza. Cuando estés frente a la valla no pienses en ella, ni
siquiera la mires, deja que tu caballo lo haga por ti, tu solo imagínate que ya
estás del otro lado”.

Esa máxima aplicaría en su vida en cada obstáculo que se le presentó en su


camino.

Ya sabía lo que era el miedo, un día en los bosques de Fointenbleau,


haciendo la tonta con sus primas, se pusieron a saltar unos troncos, le entró
miedo, tiró demasiado de las riendas delante del obstáculo y su caballo se
paró en seco, se fue hacia atrás, y se cayó encima de ella, casi la aplasta, por
suerte alcanzo a zafarse por el costado y no cayó de espaldas. La primera vez
que montó en un caballo, su madre la tiró al suelo diciéndole “para aprender
a montar hay que saber caerse primero” y eso fue lo primero que aprendió, a
caerse, y cada vez lo haría con más arte. Pero ahora, además de saber caer,
aprendía a permanecer en la montura, a dominarse a sí misma, y a ejercer
control sobre sus propias emociones. El caballo ya no era un animal en el
que estaba trepada, sino una extensión suya. Eran una especie de centauro.

También pertenecían a otro club que se llamaba Shalom, fundado y formado


por judíos. Los judíos cuando fueron rechazados de los otros clubes tuvieron
que abrir el suyo propio. No era por elitismo y mucha menos discriminación
crear un club solo de judíos. Discriminación era la que ellos habían sufrido
cuando les negaron la entrada a sus clubes, y como explicación les decían
que todos podían entrar “menos” ellos, por la única razón de ser judíos. Los
judíos fueron apartados, pero nunca desearon apartarse de la sociedad. Los
ingleses en cambio sí, en Inglaterra hay club de pescadores, de jugadores de
golf, etc. etc. O exclusivos, solo para socios. Al contrario de los judíos que
sueñan pasar desapercibidos, a ellos le encanta segregarse y marcar su
distancia. Eso les viene de su propia historia. Cuando dominaron la India
tenían que justificar su dominio sobre millones de personas, y comenzaron
a elaborar sofisticadas teoría de la raza y su supuesta superioridad. Lo tenían
fácil, sus inspiradores fueron los arios, un pequeño grupo que les había
dominado antes y para justificar su autoridad inventó la teoría de las castas,
41

y para que no comiesen carne, santifico a las vacas. En su país austral, donde
había más vacas que hombres, esto no hubiese funcionado.

Siempre recuerda esos momentos en que quedaba con su padre y realizaban


largos paseos a caballo por la cordillera de los Andes.

Recuerda esas sendas de ripio, esos paisajes majestuosos, esas piedras rojas,
rocosas y esos escarpados precipicios que evitaba mirar porque producían
vértigo, y con la fuerza que apretaba con su pierna la montura de su caballo
contra la ladera de la montaña, intentando disimular su miedo y rezando para
que el caballo no mirase hacia abajo y mucho menos tropezase.

Ella no quería demostrar miedo ante su padre y menos ante su caballo, ya se


lo había advertido su profesor, si él se iba de cabeza por el barranco, la culpa
sería solo suya, y nada más que suya. Estos paseos estaban acompañados de
risas y largas conversaciones. Su padre, aparte de filósofo, era un gran
contador de chistes, su humor tan argentino no le abandonó nunca. Sabia
reírse de todo, pero también, y sobre todo de sí mismo

Entre sus recuerdos esta ese colegio lleno de jardines y pabellones, esa
imagen luminosa contrastaba con la tristeza de los claustros de la gran Urbe.

Su más lindo recuerdo estaba en esa fiesta de 15 que hizo su padre que tiró
la casa por la ventana, y parecía más una boda que una fiesta. No escatimó
nada. Allí vistió de largo y bailo su primer vals con su padre. Recibió
cantidad de presentes, pero casi todos eran alhajas de oro y esmeraldas. Su
hermanita parecía una princesa y acaparaba todas las miradas, descubrió que
su destino era estar frente al público, tenía ese don innato de enamorar a las
cámaras.

Recuerda a esa gobernanta judía alemana huida del nazismo que tenía un
jeep de la guerra. Era todo un personaje. Siempre vital y alegre y sumamente
cariñosa con ellas. A su hermanita le enseño la natación y las dos parecían
dos focas o dos peces en el agua, y le infundió tanto amor que llego a ser
campeona latinoamericana de natación y su sueño era estudiar biología
marina.

En su fiesta, uno de los invitados vino uno con esvásticas decorando su


chaqueta. De pronto vio cómo el rostro la gobernanta se demudaba y le
echaba de ahí. No comprendió por qué, una simple cruz dibujada con los
brazos en movimiento y bordada en una chaqueta, podía haber producido esa
42

reacción en ella. Seguramente el niño se la había puesto a modo decorativo


sin ninguna intención. Era demasiado joven para haber participado en
formaciones nazis, pero intuyó que, si ella tan justa y amable siempre,
reaccionaba así, una razón poderosa tendría, y sintió mucha pena que uno
de sus invitados sin querer o sin saberlo le hubiese producido a su niñera
tanto daño. Fue un incidente bastante engorroso y desagradable, y lo peor
de todo es que ese niño era hijo de otro médico amigo y colaborador de su
padre. Ahora había que explicarle por qué habían tenido que expulsarle.

Pero pronto ese desagradable episodio sería eclipsado por otros mejores. Esa
fiesta y esos momentos fueron como escenas del Dr. Zhivago. La casa de su
padre, aparte del jardín tenía una galería subterránea convertida en museo.

Su pasión era el arte, en especial la escultura. Su abuela rusa guardaba sus


esculturas como valiosas piezas de arte, pero aunque tenía grandes dotes,
como buena familia inmigrante le hizo comprender que no se podía vivir de
eso, tuvo que decantarse por una profesión más exitosa que le permitiese
desplegar sus dotes artísticos y el perteneció a una época donde los cirujanos
no usaban ordenadores para dibujar un rostro, o unos pechos, sino que usaban
su imaginación adaptando cada modificación a su temperamento y a sus
deseos, o a los de los pacientes. Cada paciente, cada caso era único e
irrepetible, parecían haber salido del sueño de un artista, se sentían ser una
exclusiva obra de arte. Aparte de artistas eran psicólogos, y su padre era
mecenas de arte, compensaba su vocación frustrada ayudando a otros.
También coleccionaba Huacas.

No podía quejarse de nada, su padre colmaba todos sus caprichos, le daba


una visa oro para ir a tiendas y tenía crédito en cualquier sitio, aunque casi
no la usaba, porque nada necesitaba, solo hubiese querido estar más tiempo
con su padre. Sin embargo tenía todo para ser feliz y en verdad lo fue sin
saberlo, pero su familia de Argentina no hacía más que llamarla. Era tal la
tristeza de ellos por su ausencia que al fin un día arma su equipaje y parte
dejando otra vez a su padre llorando, y ella también se fue llorando sintiendo
su corazón desgarrado entre dos amores, entre dos países, dos universos. Otra
vez tenía que elegir.
43

CAPITULO 6

LA PAMPA

A la estancia de sus tíos llegaban a veces en coche tras un largo y agotador


viaje de más de 5 horas por senderos polvorientos y llenos de baches, del que
llegaban más muertos que vivos, pero la mayoría de las veces lo hacían en
avión.

El primer día que subió en las alas del Piper Apache se puso a mirar por la
ventana, desoyendo todas las advertencias de no hacerlo, quedo admirada y
boquiabierta observando como esas casitas, animales, coches y hangares
antes tan grandes ahora se iban alejando paulatinamente hasta reducirse a la
nada. Se sentía planear sobre las alas de un ave, lo que antes eran hombres
ahora no eran ni siquiera puntitos, ni siquiera hormiguitas. Los campos
desde los cielos, parecían un mapa trazado en la tierra, podía muy bien ver
las líneas que dividían un campo de otro, las que montando a caballo se le
hacían casi imposible de distinguir.

A medida se elevaba el aeroplano, lo que primero resulto diversión, al ver


toda esa inmensa realidad reducida a nada, le termino produciendo nauseas.
Empezó a devolver y no paró de hacerlo mientras oía a los mayores “ya te
lo advertimos, pero nunca haces caso. Siempre igual” Y tenían razón, era
siempre era igual. Siempre le tocaba oír la misma cantinela. El mundo
parecía estar dividido entre niños ignorantes y desobedientes, y mayores
sabelotodo. Parecían dos mundos paralelos, en uno estaban eses seres que lo
sabían todo pero que no les explicaban nada. Cuando ellos le preguntaban
algo solo les respondían con tono misterioso, o se zafaban con la excusa de
que todavía era demasiada pequeña para comprender.

Los mayores siempre tienen la manía de creer que los niños son como los
animales, incapaces de comprender complejidades. Pero ellos no entendían
que podía ser tan complejo, quizá no tuviesen el brillante razonamiento de
sus padres, pero tenían la lógica incontestable de los niños para los que las
contradicciones no existen, y mucho menos el absurdo porque viven en un
mundo donde el absurdo no existe, y donde el odio, el resentimiento o la
ideología no tienen cabida. Para ellos no es difícil encajar cualquier pieza en
ese puzle mágico que es para ellos la vida.
44

A veces se preguntaba, si es que acaso se olvidaron, que también una vez,


ellos también fueron niños.

En la estancia aprendió a convivir con los gauchos y de ellos aprendió a


utilizar las boleadoras, a domar caballos a arriar ganado y a no retroceder ni
a dejarse intimidar nunca. Esa vasta llanura insuflo en su alma esa impronta
salvaje, ese brío indomable y ese amor ya casi exagerado hacia la libertad.

Esos hombres del campo miraban por sobre el hombro a los que, como ella,
venían de la ciudad, a los que llamaban despectivamente: “cajetillas” Como
todas las cajetillas tuvo que pasar sus pruebas. Como ya les conocía, antes
de montar revisaba la cincha del caballo y el freno de su cabezal. Lo hacía
de modo natural para que ellos no lo tomaran como signos de desconfianza,
con esas miradas concienzudas y burlonas clavadas en ella, se daba cuenta
que tenían cola de paja. Sabía que estos lo ponían flojo adrede para que se
diese vuelta la montura o le quitaban el freno aposta para que el caballo se
les desbocase. Lo sabía por propia experiencia, de migas no se partió el alma,
pero sí se llegó a llevar unos buenos sustos.

Cuando les reprochaban algo se encogían de hombros y decían que no era


culpa suya, sino la del caballo que tenía su tripa hinchada de tanto comer
pasto, o se había soltado el mismo el freno. Hasta ese “patroncita”
pronunciaban con sorna. Sabía que tenían piel fina y cualquier cosa hería su
susceptibilidad, así que tenía mucho cuidado de no hacerlo, y así era con
todo, a todo encontraban excusas y siempre se encogían de hombros no
dándose ni siquiera por aludidos.

Esto se repetía todos los días si no era una cosa era otra. Así era su
idiosincrasia, ellos nunca tenían la culpa de nada, ni tenían por qué sentirse
culpables y menos reconocerlo ante un simple mortal, el cura no había
podido convencerlos de las bondades de su confesión. ¿Para qué iban a
hacerlo si no tenían ningún problema con su conciencia? Tenían ese grado
de astucia y a veces de malignidad que les hacía sentir superiores.

Hasta que llegó a sentirse una de ellos, y poco a poco se hizo respetar por
sus habilidades no sin antes haber superado todas sus pruebas y zancadillas.

Por supuesto ni se le ocurría discutir con ellos cuando llevaba un facón atado
al cincho, ya vio esa hoja plateada brillar demasiado cerca suyo. Nunca lo
delató porque pensó que el pobre hombre no se sabía controlar, quizá hasta
45

tuviese razón, reconocía que era muy socarrona, siempre andaba haciendo
chistes y esos hombres rudos tenía poco o ningún sentido del humor, pero
pensó que tenía una familia grande que mantener, y si su padre le echaba por
violento, sería un desastre. Nunca contó nada. Hasta olvido este incidente,
solo recordaba que se llamaba Castro y era tuerto. Nunca le preguntó cómo,
dónde, cuándo o porque había perdido su ojo.

De este modo, uno tras otro se sucedían los días de modo mágico como en
una gran sinfonía donde cada día traía su propia melodía. Aun vienen a su
mente el canto del grillo en las noches estivales, el croar de las ranas, o esas
misteriosas luciérnagas con sus danzas mágicas alumbrando al unísono y
apagándose a la vez. Le habían contado que esa sincronización surgía solo
cuando hacían parejas, pero esa sintonía de amor se extendía a comunidades
enteras que como nubes luminosas se desplazaban entre la vegetación
ofreciendo un espectáculo romántico.

Al parecer ahí no estaban una, sino todas enamoradas. Esos tiernos bichitos
o escarabajos noctámbulos, entre las tinieblas de la noche dejaban ver su
claridad volviéndose más vulnerables. Corría hacia esa luz, pero cuando
creía atraparlas ya estaban danzando y brillando con fugases destellos muy
lejos de ella, invitándola a seguirlas. Nada podía temer teniendo por guías a
esas pequeñas lucecitas ahora iluminando en perfecta sincronía.

La pampa también era leguas y leguas de yerma extensión que recorría a pie,
a caballo o en bicicleta sin árboles que nos pudieran proteger bajo un sol de
justicia Un poeta la describió como un inmenso océano donde se levantaba
el ombú, “solemne planta aislada que en la pampa se levanta como faro de
aquel mar”, pero para ella esa soledad y esa planicie no eran solo un mar sino
algo lleno de vida y sorpresas, aventuras, e interminables cabalgatas.

Le encantaba participar en las faenas del campo, donde no la llamaban, allí


estaba ella, arriando ganado, marcando a los animales, viendo poner vacunas
a las vacas, viendo ordeñar, enlazaba caballos, participaba en las domas, y
esas actividades que comenzaban con el alba cesaban a la hora de la siesta
cuando toda la pampa dormía hasta los animales del campo, pero ella no,
tenía que seguir enredando. Para ella nunca cesaba su actividad ni siquiera
por la noche cuando salían a cantar los sapos y las ranas y se oía el canto del
grillo rascando sus alas insinuándose a su amada, o brillaban las amorosas
luciérnagas, pero las noches también era quedarse boca arriba m9’irando el
46

cielo cuajado de estrellas, y constelaciones imposibles de distinguir en la


gran urbe donde bajo un cielo gris solo se distinguían las partículas que salían
del humo de las chimeneas y se quedaban suspendidas en el aire revoleteaban
por doquier como negras mariposas; era contar esas titilantes lucecitas e
imaginar que eran las almas de nuestros seres queridos que desde el cielo nos
observan y nos cuidan a años luz de distancia de nosotros, pero tan cercanas
en nuestros corazones. Era descubrir en verano la constelación de Orión, o
las tres marías, iluminando su cielo y tener la certeza de que estaba esa Cruz
del Sur en su firmamento, y no necesitaba ir al planetario para descubrirla y
saber que les guía y protege.

También eran largas veladas alrededor de un fogón, rasgueando las cuerdas


de una guitarra al calor de la lumbre compartiendo momentos e
improvisando payadas.

Las “payadas” es algo muy típico de los gauchos que en un alarde de ingenio
desafían en rimas a su compañero que le responde con otros versos rimados.
Un auténtico duelo en el que las frases van y vienen como pelota de ping
pon. Para ella era un deleite. Esas lidias artísticas hacían mágicas las noches
de la pampa, era sentir esa unión tan única, arropados bajo un poncho de
estrellas donde no faltaban las risas, los cantos, los bailes, con sus zapateos,
sus pañuelos y su revolear de faldas y sus infaltables boleadoras, y por
supuesto la comida. Ahí todo se compartía. El crepitante asado se comía con
el facón, el cuchillo de los gauchos, el mismo con el que se mataba y
cuereaba al animal, como único utensilio, y mientras las adobadas carnes y
el amargo mate pasaban de mano en mano y se compartían en fraternidad
junto al pan y la sal. Era imposible no volverse metafísico o filosófico, tanta
inmensidad no hacía más que hacernos sentir nuestra propia insignificancia
que nos obligaba a reflexionar sobre nuestra condición humana.

La pampa también eran los versos de Martin Fierro que recitaban a la lumbre
en esa noche unitiva que recrea y enamora, y en medio de ese silencio sonoro
esas bellas estrofas resonaban más potentes que nunca, y hasta cobraban
forma y sentido.

Para ella esa soledad era mucho más, era libertad, huir de las estrictas normas
y restricciones, ahí no existían clases sociales, jugaba con todos los hijos de
los peones, a los que amaba profundamente, y sentía una libertad infinita
donde todo era descubrimiento y aprendizaje, también eran enseñanzas o el
47

deseo de compartir conocimientos. Todo lo que había aprendido en Buenos


Aires quería compartir con sus amiguitos del campo, el conocimiento para
ella era como una copa llena que había que vaciar para volver a llenar, y que
aumentaba al compartirlo porque al explicarlo a los demás lo
comprendíamos mejor nosotros, y que mejor cosa que compartirlo con sus
amigos.

Ellos, a pesar de que a veces le sorprendían sus enseñanzas, le discutían todo.


Imposible explicarles que la tierra no era plana, aun así, seguía insistiendo
con la testarudez y énfasis de una niña segura de sus convicciones y para
ello montaba una improvisada clase, pero ellos ponían el mismo énfasis en
defender las ideas contrarias, aunque fuesen absurdas, y cuanto más absurdas
parecían, más se aferraban a ellas.

Un día, cansada de esas vanas discusiones sobre la redondez de la tierra la


desafían a demostrarle empíricamente que era plana y prometen llegar hasta
el horizonte. Acepta a pesar del absurdo, cansada de tanto esfuerzo para tan
pobre resultado. Para comprobarlo salen a caminar y el horizonte se alejaba
cada vez más, o mejor dicho seguía siempre a la misma distancia haciéndoles
comprender que era inalcanzable, y que la tierra no podía ser plana. Entonces
comprendió que los niños del campo eran pequeños “tomasitos” solo
entendían lo que podían tocar o comprobar por sí mismos. Era inútil discutir
con seres tan obstinados, pero a la vez tan realistas, y quizá hasta les
molestaba que los de la ciudad viniesen a enseñarles nada.

Nunca los curas pudieron hacerles comprender por qué para vivir juntos y
tener hijos tenían que pasar por un altar, ni por qué tenían que arrodillarse
ante una mujer. A esos centauros ya les costaba ponerse de pie o mejor dicho
bajarse del caballo, y si ellos, con siglos de experiencia nunca pudieron
menos podría ella. Difícil inculcarles ideas nuevas.

Todo en la pampa era un recordatorio de nuestra propia pequeñez e


insignificancia. Los animales eran nuestros maestros. Se aprendía más de un
sapo o de un pájaro que de otro ser humano. Hasta las vacas rumiando
incansablemente parecía reírse de esos niños que se creían tan importantes
pero que solo eran grandes cuando estaban sobre las grupas de sus caballos.

Cuando les ordenaba que le ensillasen el caballo que quería, no el que ellos
querían, que no siempre era el mismo, le decían “no podemos patroncita”.
Cuando preguntaba por qué le respondían “porque está verde” Ella se
48

enfurecía pensando le tomaban el pelo. No se les imaginaba pintando a un


caballo de verde, menos que creyesen en unicornios, pero fuese lo que fuese
no podía comprender porque no podían ensillarlo y seguía insistiendo igual.
Después de mucho insistir le explicaban que un caballo verde era un caballo
que no había sido montado en mucho tiempo. El verde sería de todo el pasto
con el que se consolaba. Lo que para ella era un caballo cimarrón. El suyo
estaba siempre verde porque no lo montaba nadie más que ella.

Les intentaba convencer, pero viendo que seguían en sus 13 sin querer
ensillárselo, iba desafiante a buscarlo ella misma en medio del campo. Le
tocaba enlazarlo y traerlo ante la mirada burlona de todos. Dudaba
firmemente que tan de repente se preocupasen por su integridad física. Eran
tan inteligentes que sabían hacerse los tontos cuando era necesario.

No sabía que comían esos cuadrúpedos, pero iban siempre mascando,


adornado el camino de bosta, y tirando pedos a mansalva, debían de sufrir
una muy mala digestión.

A veces había que ponerse firme para evitar que tirase hacia los pastizales.
No se les podía aflojar las riendas un segundo ni descuidarse un minuto,
porque aprovechaban a podar más el sendero. Le volvían locos los cardos
que no solo comían sino que iban también llevando en sus cascos de lado a
lado, sembrando de cardos todo el camino

También aprendían viendo una simple flor crecer. Se quedaba admirando


los tractores arando los campos, le admiraba ver como esa fértil tierra
sedienta de semilla se convertía en fértiles campos de trigo, alfalfa, sorgo o
maíz.

Le encantaba jugar con los fardos de heno, esconderse en los hangares y


enredar entre cereales, o ver funcionar los silos. Era uno de los pocos campos
que los tenían. Podían guardar la cosecha y esperar mejor oportunidad para
vender los granos. Le embriagaba ese olor de hierba cortada, y ese olor a
bosta tan especial.

Organizaban desfiles de belleza a la sombra de los pinos, bastaban unas


rosas silvestres, unas manzanillas o simplemente unas margaritas, y
caminaban contorneando las caderas como diosas.
49

En los carnavales iban al pueblo a festejar todos en carromatos viejos y


desvencijados del campo tirados por percherones como si fuesen lujosas
carrozas. Había sulkys pero no cabían todos los niños.

Se divertían viendo a los escuerzos fumar con esas enormes bocas, les
tiraban cigarrillos encendidos, son tan voraces que hasta mueren
atragantados por querer engullir piezas demasiado grandes, con la misma
ansiedad cogían el tabaco, aspiraban y exhalaban el humo hasta que
reventaban. Ahorra entendían la frase fumar como un escuerzo.

Cazaban mariposas y las pinchaban en sus álbumes que exponían como


trofeos. Era cruel pero los niños eran crueles sin darse cuenta, para ellos todo
era descubrimiento, todo era juego, poco y nada bastan para divertirle, en
sus mentes no cabía el sentimiento de maldad de los mayores.

En el casco de la Estancia había cantidad de árboles frutales, de todas las


especies, que le deleitaban generosamente con sus sabrosos frutos.
Recolectaba los frutos en una bolsa e iban todos a jugar con flechas y arcos
que improvisaban al monte de los indios (que así se llamaba, la única loma
en todo el campo donde seguro se libraron cruentas batallas) Iban a los
puestos donde las mujeres le pintaban las caras al estilo salvaje o jugaban a
las escondidas entre rubios trigales o extensos maizales.

Los campos de girasoles eran una sinfonía azul y amarilla, que le recordaban
a los lienzos de Van Gogh, bajo el cielo de la pampa era más llamativo el
contraste entre tonos cálidos y fríos. A ella, al igual que al pintor le
proporcionaban paz, armonía, alegría y a su alma consuelo. Eran un
derroche de belleza y color que salpicaba los campos y hacía sonreír hasta a
los animales y revolotear ebrias de felicidad a las mariposas.

Todo era un desafío: domar potros, aprender a enlazar o lanzar boleadoras


(cosa que nunca aprendió del todo bien), galopar por campos arados con los
ojos cerrados o volar sobre potros salvajes recién domados y nada estaban
exentos de riesgos.

Hasta arrear y reunir el ganado era peligroso, y requería mucha destreza, no


era tan fácil como parecía a simple vista. Había que encontrar la velocidad
exacta, y no era tan fácil controlar el caballo sin que atropelle a las reses y
esto exigía mucho control de la montura y una perfecta sincronización entre
hombre y animal que ahora formaban un tándem. Por supuesto también era
50

necesario una cruza muy especial que tras muchos intentos culminó en el
famoso caballito criollo: “de galope corto y de aliento largo”, y por supuesto
igual de listos, sabían desembarazarse de su montura en bien le veían un
punto débil, o hacerse los tontos cuando les llevabas a trabajar y volver a
toda prisa cuando se daban cuenta iban camino de vuelta, en el menor
descuido, enfilaban hacia casa. Es un animal muy resistente, pero heredó el
carácter testarudo y la astucia de los gauchos. No podría decir cuál de los
dos era más inteligente, ni más testarudo. Cuando no quería hacer nada,
nadie lograba convencerle de lo contrario.

Sus padres le habían regalado un caballo miniatura, era un alazán precioso,


tipo bonsay, nada diferente a un caballo normal, ni nada parecido a los torpes
ponis. Estaba encantada pero se desencantó enseguida al ver que su carácter
variaba con la luna. No era un caballo, era una yegua. Al igual que los
tobianos, esos caballos que siempre veía montar a los indios con manchas
blancas por arriba u overos si las manchas eran por abajo, su yegua tenía muy
mal carácter y era igual de caprichosa. Nunca pensó el color podía
influenciar en el carácter, pero lo hacía y mucho.
51

CAPITULO 7

LOS GUIAS NOCTURNOS

Las noches se le hacían interminables y la oscuridad terrorífica la acechaba


con sus sombras no bien apagaba la luz. Tenía terror a visiones nocturnas,
al apagar su madre la luz de su cuarto, mantenía sus ojos abiertos como
platos, pero inútil, estos seguían viendo con total nitidez, daba lo mismo que
estuviese abiertos o cerrados. Era en esos momentos de duermevela cuando
aparecían esos misteriosos hombrecitos verdes que al principio le daban
miedo, pero que con el tiempo acabaría acostumbrándose a su presencia.

Tiene que decir que estos eran muy educados, como percibían su miedo para
tranquilizarla se presentaban uno por uno, le daban sus nombres y les decía
que ellos desde ese instante serían guías en sus viajes nocturnos. Que no se
dejara llevar por sus aspectos, y a decir verdad, no eran muy agraciados que
digamos. La tranquilizaban diciéndolo que junto a ellos no tenía nada que
temer. La acompañaban, si, la guiaban hasta parajes de belleza insospechada
pero esos compañeros la abandonaban cuando las cosas se complicaban.
Como eran pequeños y de consistencia gelatinosa, se escabullían a toda
velocidad por los agujeros de la tierra (agujeros que hasta ese entonces ni
sabía que existían) desapareciendo completamente de su vista y ella se
quedaba sola, atrapada en la pesadez de su cuerpo sintiendo a veces sus dos
pies anclados al suelo. Entonces, cuando se creía perdida, de pronto
recordaba que podía volar, extendía sus brazos y como un ave se elevaba
ligera por los cielos. Era una sensación de libertad tan mágica e indescriptible
que le producía tanta felicidad, una felicidad que quería compartir con sus
compañeros, quería decirles que como ella, todos podían volar. Cuando se lo
cuenta a sus compañeros de clase, todos se rieron a carcajadas diciendo
“TODOS volamos en nuestros sueños”, y uno de los niños, adicto al
psicoanálisis, como eran casi todos, le explica que su psicoanalista le había
dicho que este era un simple mecanismo para huir de sus problemas. Lo
mismo se lo corroboraron los demás, y encima le recalcaban que sus sueños
con colores tan vívidos como ella se los describía, según los mismos
especialistas, eran indiscutibles síntoma de una infancia problemática.

Al parecer todos iban al psicoanalista menos ella, y todos hablaban de


psicoanálisis como doctores en la materia, que en su época comenzaba a
52

ponerse de moda. Estaba contenta de no haberles contado la presencia de


esos hombrecitos verdes que se aparecían en sus noches en vela, seguro se
volverían a reír de ella, y eso quedó en su vida como un pacto secreto entre
ellos que se prometió nunca compartiría con nadie. Seguro que no la
entenderían. Evidentemente esos seres tan doctos no interpretaban del
mismo modo los sueños, mientras que para los psicoanalistas los sueños eran
simple irrupciones del inconsciente, para ella eran cartas del cielo con
mensajes que tenía que abrir y descifrar.

Menos aún comprendía que problemas podía tener ella, si el problema lo


tenían los mayores que siempre se estaban complicando la vida con lo
sencilla que era.

Le habían enseñado que la inteligencia, Dios nos la dio como herramienta


para hacernos la vida más sencilla, pero al parecer en la práctica, parecía ser
todo lo contrario. Para ella, el modo más simple y expeditivo de resolver
los problemas era encontrando el camino más corto entre dos puntos que
suele ser la recta, pero los mayores no solo no lo buscaban, sino que parecían
querer alargarlo infinitamente, dando vueltas y vueltas hasta perderse por
todos los vericuetos, complicándose la vida y complicándosela a todos, sobre
todo a los pequeños. De modo que si en verdad eran todos tan inteligentes
como se jactaban de serlo ¿Para qué les servía entonces tanta inteligencia si
se pasaban de rosca y en vez de felicidad, les traía miserias?

Con el tiempo aprendió que son justamente las personas más inteligentes y
más preparadas, las que ostentan más títulos universitarios las que pueden
decir y sostener los disparates más grandes. Parece que ambos están en
correlación directa, y a medida crece uno crece el otro. Ya lo dijo Moliere
“un tonto ilustrado es más tonto que un tonto ignorante” Quizá los estudios
produjesen esas alucinaciones que afectaban tanto al pobre hidalgo
manchego.

Su padre en cambio le decía “eres tan inteligente que te haces pasar por
tonta” Claro el en su inmenso amor no entendían que su hija siempre tan
brillante, pudiese hacer o decir tamañas tonterías, así como su abuelo no creía
en su falta de destreza para aprender a bailar. En su familia nunca nadie supo
si era o si se lo hacía, si estaba despierta o dormida al punto que consiguieron
hacerla dudar hasta a ella misma.
53

Los religiosos judíos estilan llevar esas guedejas que caen sobre sus
hombros, que a muchos nos parecen ridículos, pero ellos los llevan para no
olvidar nunca que la cabeza no sirve de nada sin un cuerpo que la sostenga,
y evitar así que se pierda en vanas elucubraciones. La sabiduría de una
cabeza sin corazón es paja en el viento. Ellos nunca olvidan que nuestro
primer pecado no fue la desobediencia sino la soberbia, nada menos que la
de querer ser como dioses. Para que esto no ocurra y recuerden que siempre
esta alguien por encima de ellos, les plantan un gorrito, o un sombrero en la
cabeza.

Un día va el Rey a su Biblioteca. Le atiende el bibliotecario, el rey comienza


a preguntarle por unos libros. El empleado encogiéndose de hombros
responde “no sé”. Le pide su opinión sobre qué obra aconsejarle y todo sigue
respondiendo “no sé” Después de una hora haciendo preguntas y siempre
oyendo la respuesta “no se” le pregunta “Dígame. Si Ud. no sabe ¿Por qué
le pagamos un sueldo?” Este levantando las cejas le responde “Me pagan
por lo que sé, si me pagaran por lo que no sé no habría suficiente dinero en
vuestras arcas para pagarme”

Pero en sentido práctico ella era todo lo contrario, donde todos veían
problemas, tan solo veía soluciones, y era tan así, que con los problemas de
matemáticas le pasaba lo mismo.

Los profesores en vez de admirar esto estaban seguros que se estaba


copiando. A sus maestras, no les cabía en la cabeza que un niño pudiese
llegar a las soluciones sin los largos razonamientos lógicos que ellos les
enseñaban, y ella que no entendía por qué no entendían si para ella todo era
tan lógico y natural, y demasiado simple.

Comenzaron a acusarla de copiar y a aplazarla con ceros que se sucedían uno


tras otro. Y en su casa eran palizas y castigos, porque el cero solo
correspondía a los que se habían copiado. Y aunque ella aseguraba que no,
nadie la creía. Sobre todo, su madre que la llamaba “mentirosa”. Hasta que
un día, conmovida o harta de sus indignadas protestas, acepta ir a hablar con
los profesores. Estos, convencidos de que tenían razón y que los ceros se los
merecía, aunque nunca la habían pillado copiando, decidieron demostrarlo
ante su madre y lo peor de todos, ante toda la clase que tenían razón.

Nunca olvidará ese oprobio. La pusieron en un pupitre aparte, al lado del


escritorio de la profesora, se sentía como un mono de feria Se encomendó al
54

cielo y resolvió ante los ojos incrédulos los mismos problemas haciéndoles
quedar en evidencia. En vez de felicitarla o sentirse orgullosos de su alumna,
le lanzaban llamaradas asesinas de odio que nunca se borrarán de su mente.
Por supuesto no se disculparon y mucho menos reconocieron su error. La
única que respiró aliviada fue ella, y quizá también su madre. Desde ese día
dejó de llamarla mentirosa. Bueno por poco tiempo.

Los hombrecitos verdes no la acompañaron nunca a la pampa. Ahí sus guías


la dejaron tranquila seguros de que tendría a otros mejores que ellos. Allí tan
sólo era sonámbula.

De noche se levantaba como un fantasma, y caminaba con los ojos abiertos,


pero no necesitaba estirar los brazos como en las películas, sabia orientarse
muy bien y podía engañar a cualquiera ya que caminaba segura, con los ojos
abiertos, y respondía a todas las preguntas que le hacía y según le contaron
podía seguir y mantener una conversación coherente, y toda su conducta era
tan natural que ya nadie podía distinguir en sus paseos nocturnos si estaba
despierta o dormida. Tampoco nadie sabía si su trastorno era real o lo estaba
fingiendo para seguir haciendo de sus fechorías. Para todos esta fue su más
grande incógnita, pero para su abuelo fue un sin vivir o mejor dicho un vivir
sin dormir sino velando toda la noche, se lo tomaba muy en serio. En la
estancia la habían puesto en un altillo. Su abuelo subía las escaleras para ver
que hacía al oír el mínimo ruido extraño con el corazón palpitante. Su nieta
era capaz de salir por la ventana y caminar por los tejados sin caerse. No la
podían molestar porque de hacerlo corría el riesgo de perder el equilibrio.
Era un sufrimiento no tanto para ella sino, y sobre todo, para los que la
rodeaban. Ella la verdad lo disfrutaba y al levantarse no recordaba
absolutamente nada. Solo sabía de su sonambulismo por las historias que le
contaban los mayores que nunca sabían dónde iban a encontrarla ni por qué
puerta o ventana se iba a escapar.

Pusieron en su ventana una reja para evitar el sufrimiento de verla caminando


por los tejados. Aun así su sonambulismo no parecía tener cura, pero nunca
perdían la esperanza de que este algún día pasase, como se pasa todo en la
vida. Como la última esperanza es creer que las perdimos todas, cuando ya
creyeron haberlas perdido todas, su familia escuchó, o leyó por algún sitio,
que existía una cura. Decidieron intentarlo y el invento funcionó. Se fue a
levantar como todas las noches y sus pies en vez de pisar el suelo de madera,
dieron de pleno en la palangana de agua helada. Desde esa noche nunca más
55

volvió a ser sonámbula. Se acabaron sus aventuras por los tejados o los
pasillos. Tampoco regresaron más los misteriosos hombrecitos verdes. Ni
siquiera recuerda cuando dejaron de visitarla. Solo seguiría conservando el
don de volar. Pero ya no se lo iba a contar más a nadie, este iba a ser uno de
sus secretos mejor guardados.

Cuando recitaba en francés fabulas de La Fontaine, la premiaban con un


pollito amarillo. Era tal el amor y la ternura que le inspiraba ese ser tan
pequeñito que se lo llevaba consigo a la cama. Cuando amanecía buscaba a
su compañero y este estaba planchado, al pobre lo había aplastado sin darse
cuenta en una de sus tantas volteretas. Y no fue uno sino varios pollitos que
corrieron igual suerte. No sé a quién se le ocurre premiar a una niña tan
cariñosa pero inquieta con un animalito tan desprotegido y frágil, pero le
seguían regalando pollitos, y ella los seguía aplastando sin querer en su
exceso de amor y afán de protección. Ya podía haber tenido un auténtico
gallinero.

Cada vez se prometía que sería la última víctima, que esta vez no volvería a
pasar y se juraba tener más cuidado. Pero el resultado era siempre el mismo.
De nada valían todas sus buenas intenciones, de buenas intenciones está
empedrado el camino del infierno.

Así que las máximas del famoso fabulador se confundían con la tristeza de
ver morir por su culpa a sus pollitos.

Solo recordaba la de ese cuervo envidioso, o la de la hormiguita y la cigala,


fabula que en la realidad parecía ser todo lo contrario. Mientras las
hormiguitas se afanaban trabajando las cigalas seguían cantando y riéndose
de las pobres hormiguitas. La realidad había invertido la fábula: unas tenían
que trabajar para que las otras pudiesen cantar alegremente.

Le gustaba hacer chozas de indios o casitas bajo los árboles. Se pasaba los
horas colgada boca abajo imitando a esos murciélagos que veía por las
noches, o trepada en las ramas hasta que le picaba una avispa. Corría a casa
a que su abuelita le pusiese amoniaco. Solucionado el percance volvía otra
vez a su rama. Parecía, pero no era masoquista. Le encantaba ver el mundo
desde las ramas de pino. Y más de una vez venía con un 7 en sus pantalones.
Por las tardes sus abuelos la obligaban a dormir la siesta, que, junto con la
infaltable sopa todos sus días se convertían en días de duelos y quebrantos.
56

CAPITULO 8

EN EL BAUL DE LOS RECUERDOS

Los emigrantes creían como en un evangelio en los beneficios de la sopa, y


que esta ayudaría a esta nueva generación a crecer. Por lo visto su abuelo
tenía miedo de tener nietas enanitas.

Los italianos que se embarcaron en el Mafalda, marcharon rumbo al sur y,


los que fueron al norte, en el Antonio, y los que llegaron a nuestras costas
nos trajeron la sopa, pero Mafalda éramos todos, porque viniésemos de
donde viniésemos de niños todos odiábamos la sopa, que con tanto italiano
se convertiría en una institución, así como la tradición de los domingos de
comer pasta y reunir a toda la familia en una misma mesa, los fines de mes
eran los infaltables ñoquis que supuestamente nos traerían abundancia.
(Trajeron abundancia para los funcionarios que solo iban a trabajar a fin de
mes para recibir su paga. A lo que los argentinos irónicamente denominaron
“ñoquis”. Este fue el apodo más acertado y sardónico de todos los que había
oído).

Pero también era la pizza, la polenta, el Fernet que según su abuelo era muy
digestivo y lo mezclaban con Coca-Cola, el ponche con huevo crudo que nos
lo ponían, como en la sopa caliente, para tonificar, y nos daban a la hora de
la siesta, al parecer a ella no era la única a la que le costaba irse a dormir ni
le gustaba desperdiciar esas horas de su vida. Para los italianos serían
revitalizantes naturales. A los niños no nos resultaban tan agradables, los
tomábamos como un remedio como se tomaba la leche de magnesio, el aceite
de ricino, un jarabe, o como soportábamos pacientemente los enemas o
cataplasmas.

Las empanadas que su abuela cocinaba con primor, eran tan ricas que antes
que la meta en la pasta cuando su abuela se distraía, le iba comiendo el
relleno, hasta que su abuela se daba cuenta que le iba mermando y la echaba
de la cocina.

En algún sitio había leído que cuando expulsaron a árabes y judíos de


España, ellos se llevaron las joyas y alhajas escondidos en las empañadas.
Esta tradición llego a Argentina, pero sin las gemas preciosas, estas ya se
habrían perdido por el camino.
57

Cuando su abuelita hacía pizza le encantaba meter las manos en la masa y


no bien abría la lata de anchoas se iba comiendo uno a uno esos pececitos
secos y salados que no sabía siquiera por que los comía porque ni siquiera le
gustaban tanto. Su sabor era muy fuerte y hasta para un niño desagradable,
quizá tan solo lo hiciese para hacer rabiar a su abuela. Esta los echaba a la
pizza para darle sabor, pero cuando iba a buscarlos a la latita, no encontraba
más que el aceite. Le decía para calmar su disgusto y enfado “abuelita no
pasa nada, está muy rica, así como está”. Por supuesto ya la había probado
como siempre probaba todo.

Su abuela “gallega “era una experta cocinera (ponemos comillas porque


quizá tuviese algo de gallega, pero era criolla y nieta o bisnieta del famoso
pirata Lafitte. La historia de su familia se mezclaba con famosos poetas,
locos, aventureros y hasta con los Bunge. Y había de todo, desde científicos,
aristócratas o jugadores de casino. Su propio padre tenía aras de caballos de
carrera. Su tango preferido era “por una cabeza”) Su maestría era en cocina
vasca, pero los domingos se convertía en una “mamma italiana”. De sus
manos salían las deliciosas lasañas, los tallarines o los espaguetis, o las ricas
milanesas.

Hacía la mayonesa casera batiendo huevos crudos con aceite de oliva con
cuidado que no se le cortara. Su abuelita le enseñó y hasta a veces la dejaba
terminar la mayonesa que estaba haciendo, pero, como siempre, todo le salía
mal, en su afán por ayudar lo estropeaba todo. Tenía pasión por aprender y
hacer, pero le escaseaba la paciencia, y se le cortaba siempre porque echaba
demasiado a prisa el aceite...Ella decía que no lo echaba que se le caía, pero,
aunque variase el verbo el resultado era siempre el mismo: desastre.
También su obsesión eran los flanes caseros a los que ya había cogido manía.
Ella la miraba admirada, como se admira a un hada que transformaba todo
con su varita mágica. Su abuela hacia todo como los ángeles, pintaba, tejía,
cosía, bordaba, reía, bailaba, cantaba y tocaba el piano aparte de sus dotes
culinarias. Ella no veía más que magia en todo lo que hacía. Era imposible
que un simple mortal tuviese tantos dones, cuando a ella no la habían dotado
de ninguno, bueno exagero, quizá de alguno que ni ella misma conocía. En
este extenso repertorio no podían faltar los deliciosos postres que cocinaba.

Su infancia estaba llena de sabores que aún en la distancia seguían deleitando


su paladar, eran esas finas masitas de las confiterías, los deliciosos alfajores,
el “mantecol “que eran como una especie de pasta de maní, el dulce de leche
58

que comía a cucharadas sin empalagarse, los caramelos mu mu que le daba


a su perro para que no mordiese a sus amigos, el chicle Bazooka, tan
explosivo como lo insinúa su nombre… Pero en ese entonces más que los
sabores de los dulces lo que más le atraía de estos eran los papelitos de
colores que les envolvían. Se escapa al quiosco, que eran su vicio, y se
quedaba una hora extasiada sin poder elegir entre tan brillante surtido. Todas
las vueltas de los recados iban a parar a estos sitios, su madre se enfadaba
porque creía no sabía bien sumar, traía siempre con las vueltas dinero de
menos.

Su madre también era cocinera y tenía un don artístico probablemente


heredado, capaz de convertir cualquier cosa en un ritual mágico. Lo que más
le encantaba era esos muñequitos de azúcar que daba formas artísticas y
todos diferentes. La volvían loca como ver salir esas pompas de jabón.
También era mágico cuando le contaba cuentos. La escuchaba y su
imaginación cobraba alas y viajaba a mundos incognitos con la cadencia de
cada palabra.

Los domingos también eran paseos por Palermo, visitar los Rosedales, o el
Jardín Botánico. Eran ese viejo señor con un papagayo en el hombro tocando
el acordeón, los cacahuetes, los barquillos, y ese aire dominguero y festivo
tan especial.

El Zoológico era su favorito, claro que no la llevaban todos los domingos,


tenía que hacer muchos méritos para ganarse esa visita como premio.
Quedaba extasiada frente a los leones. Ese majestuoso rey de la selva giraba
desesperado en su encierro soñando que un día recobraría su tan añorada
libertad. No podía comprender como un ser tan soberbio y libre se podía
adaptar a esa condición de prisionero. Obviamente lo hacía mal porque no
paraba de rugir y dar vueltas sobre sí mismo. Las leonas apartadas en lo alto
de la colina, parecían adaptarse mejor a su suerte. Solo le separaba una fosa,
pero su abuelo le contaba de todos esos niños traviesos que fueron a parar a
sus fauces y esto le infundía respeto. Pero su abuelo por todos lados veía
monstruos come niños

Le encantaba darles cacahuetes a los monos aunque había un cartelito que


advertía de no hacérselo, pero los niños traviesos no sabían leer o hacían caso
omiso. Todo era maravilloso y su abuelito se convertía en un libro de la
selva, lleno de aventuras pero también de advertencias. Para él todo eran
59

peligros. No hacía más que señalarle los avisos de “cuidado”, o de


“Atención”. Mientras ella se divertía como una enana a su abuelo parecía
que le estaban creciendo los enanos y no veía la hora de traspasar esa gran
verja que decía “gracias por su visita” El agradecido de poder marcharse con
su nieta sana y salva era él.

Su abuelo le iba describiendo la ciudad y le hablaba de cómo eran antes. Se


entristecía de no ver flores en sus balcones y le recitaba

“70 balcones hay en esta casa. 70 balcones y ninguna flor. A sus habitantes
señor que les pasa ¿Odian el perfume, odian el color?”

Ella mientras tanto contaba los balcones y quería decirle que a veces había
más, otras veces menos, y en algunos veía hasta un pajarito enjaulado, pero
callaba, no quería interrumpir su vena poética. Para su abuelito todo era
esa nostalgia que evocaba un pasado glorioso lleno de esperanzas. Le
describía un Buenos Aires que jamás llegó a conocer, pero que a la vez fue
creciendo como un pulpo echando por todos los sitios sus tentáculos, y eso
sería siempre la ciudad para ella, un vasto desierto poblado de casas, edificios
y hombres, y cada tanto una plaza para que los niños pudiesen esparcirse, o
un sitio donde tirarlos para que dejasen de importunar a los mayores.

Pero volviendo a la siesta y la sopa, ella odiaba tanto una como la otra. Con
la sopa se echaba al suelo a llorar, pero no conmovía a nadie. A veces
funcionaba a veces no, y con la siesta había ideado una estratagema, metía
la almohada bajo las sábanas para simular un bulto dormido y cuando sus
abuelos se distraían se escapaba a esa pampa que la llamaba y esperaba. Sus
pobres abuelos sufrían esperando su regreso, angustiados con los ojos
clavados en las agujas del reloj, pero siempre volvía antes que cayesen las
primeras sombras. Seguro su abuelita le había enviado con sus oraciones un
ejército de ángeles para cuidarla.

Su abuela la intentaba echar de la cocina porque no hacía más que enredar y


la volvía loca con sus historias y preguntas. Ella cuanto más la echaban más
la perseguía, era como un incómodo moscardón, revoloteando a su lado y
metiendo sus patitas en todo.

Venía con un mapa viejo y destartalado de España, lo desplegaba con


inmenso cuidado en la mesa de la cocina y le decía “abuelita ¿ves este mapa?
Y por si no lo veía, se contestaba a ella misma: “es el mapa de España. Aquí
60

voy a “VOLVER” Aquí “tengo que volver”. La palabra “ir” ni siquiera


existía en su vocabulario.

En su imaginación infantil, su abuela no era solo española, sino que


representaba a toda España entera. Ella ni siquiera había perdido su acento
y hablaba como españoles porque les educaban en colegios con monjas
españolas. Tenían que saber manualidades y ser buenas cocineras para ser
dignas y fiel esposas de sus maridos, pero los sueños de su padre de enviarla
a España y casarla con algún noble se fueron a pique cuando conoció a un
emigrante italiano, o tano como le llamaban despectivamente, daba lo mismo
que viniesen del norte o del sur o del centro.

Ambos se conocieron por accidente en el entierro del poeta Guido Spano,


hijo de un famoso militar de la independencia, amigo personal de San Martin.
El poeta hizo traer piedras desde 1200 km para construir su tumba a deseo
expreso de su padre que deseaba ser enterrado debajo de su amada cordillera.
Evidentemente su hijo era pragmático, era más práctico traer piedras que
mover montañas, o viajar con un cadáver. Entendía que amase tanto esa
cordillera que tanto le costó cruzar. Nunca nadie comprendió como lo harían
ni como habían podido llegar del otro lado sin casi pérdidas humanas.
¿Habrían sido transportados en alas de un cóndor? Sea como fuese, lo cierto
es que esa fue la hazaña más grande de la historia solo comparable a la de
Aníbal, que llegó casi hasta las puertas de Roma montado en su elefanta
blanca, y que, como todas las grandes hazañas, comenzó con un acto de
desobediencia. Le mandaron cruzar por el norte, pero como buen español
cruzó por el sur.

Sus famosos versos

“He nacido en Buenos Aires.

Que me importan los desaires con los que me trate la suerte,

argentino hasta la muerte, he nacido en Buenos Aires” resonaron en sus


oídos toda su infancia. Su abuelo se le recitaba siempre y aún hoy en día
resuenan esas estrofas en sus oídos. Desde que conoció a esa bella criolla,
que sería su mujer, su pasión por el poeta y sus poesías creció sobremanera.
Ella era colegiala y ocultó sus trenzas en su sombrero lo que hizo creer a su
abuelo era mayor de lo que aparentaba. Cuando se enteró de su verdadera
edad y de los 15 años de diferencia que le separaban intentó alejarse, pero
61

todo resultó vano, Cupido ya los había traspasado con su flecha. El padre
de su abuela, ese estricto bisabuelo, la intentó convencer a toda costa de
dejarle, inclusive le ofreció un viaje por toda Europa para olvidarle, pero
todo resultó en vano, su hija caprichosa, como su bisnieta se negó, lo que le
valió que el tan poco romántico y duro bisabuelo la desheredara.

A ella le daba lo mismo, tan solo pensaba en ese apuesto italiano de cabello
negro y grandes ojos azules. Fue así como ella tuvo esos abuelos y no otros,
que se adoraron y la adoraron hasta el final de sus vidas.

Pero cuando conseguía echarla de la cocina tenía donde escabullirse. Detrás


había un cuarto misterioso que olía a alcanfor, lleno de recuerdos y fotos
antiguas. Ahí estaban hasta los escarpines o gorritos tejidos a sus hijas. Los
primeros vestiditos, las sabanitas bordadas, el primer chupete, mechones de
cabello, en fin, todos los primeros objetos guardados con primor como en
un relicario. Hasta estaba los primeros dientes, por lo visto al ratoncito Pérez
se le olvidó llevárselos.

No podía creer que un ser humano pudiese guardar tantas nimiedades como
si fuesen grandes tesoros. Aprendió que las cosas en sí no valen nada, es el
hombre el que le da su verdadero valor. Para su abuela ahí tenía escondido
su mejor tesoro, y a ella le encantaba desenterrarlo. Sobre todo esas fotos en
blanco y negro que en su imaginación cobraba vida. Ahí estaba su madre y
su tía de niñas felices y sonrientes, hasta parecía que se llevaban bien. Lo
hacía a escondidas porque sabía a su abuela no le hacía ninguna gracia que
enrede tanto, y menos entre el baúl de sus recuerdos. Conocía muy bien a
su nieta y no se fiaba un ápice de ella y mucho menos de sus ideas.

En el cuarto de sus abuelos había un Cristo colgado sobre la cama, justo en


el medio, no se le ocurría como podían tener intimidad por la noche sin
sentirse así vigilados.

Su abuelo ponía trampa para ratones. Ella cuidadosamente ingenia un


mecanismo para sacar el queso y desactivar la trampa. Su abuelito decía
“que ratoncito más inteligente, come el queso y no cae en la trampa”, y el
inteligente ratoncito que ya se había convertido en su amigo, dormía junto a
su cama. Parecía saber que la había salvado de una muerte atroz.
62

Funcionó porque su abuelo no se dio cuenta quien era la que quitaba el queso.
Fue una de las pocas aventuras en la que nunca fue descubierta. El ratoncito
nunca se chivó.

En el salón estaba la foto de un querubín rubio de ojos azules. Siempre le


miraba con su rostro angelical. Su abuela contaba que era su primogénito,
el tan anhelado hijo varón.

Joven y enamorada fue un día al parque con su bebé, y una gitana se le


acerca y de pronto exclama “. ¡Qué niño más precioso! Lástima que no sea
de este mundo” y su abuela se puso a llorar. Ese día vuelve a casa y Bubi
enferma. Recorrió cantidad de médicos, pero nada se pudo hacer. Ese
querubín rubio y precioso había volado al cielo desde donde la estaba
esperando. Su abuela nunca pudo superar el dolor y la frustración de no
poder dar un hijo varón a su marido italiano. Luego la vida a compensó
dándole dos yernos rubios y de ojos azules.

Jugaban a la escondida entre tomatales con su hermana, pero su hermana era


tan torpe que nunca la encontraba, o quizá fuese que ni siquiera se molestaba
en buscarla, y aburrida se ponía a comer esos jugosos tomates rojos, y
ardientes por el calor del sol.

Le gustaba coger las frutas frescas de los árboles y se las disputaba con las
aves que las picoteaban y de esos agujeros salían luego gusanos que más de
una vez había comido más de uno sin darse cuenta. Cuando iba a la mesa no
tenía hambre, pero su abuela que ya la conocía decía “no comer por haber
comido, no hay nada perdido”. Ya sabía que su nieta no pasaba hambre,
sabía autoabastecerse. Su abuelo escondía bajo tierra las sandias y melones
para madurar. Pero ella ya había descubierto todos los escondrijos
cuidadosamente camuflados, y se los robaba. Cuando iba su abuelo a
buscarlos no encontraba más que paja seca.

Habían aprendido a seguir a los teros. Este animalito tan propio del campo
argentino era muy simpático y a la vez patético, cantaba fuera de su nido
para engañar. Pero a ellos no les engañaba y ya sabían dónde había dejado
sus huevos (que los ponían en la tierra) y habían ideado una manera de
atraparlos con un ovillo de lana. Lo hacían por divertirse y burlarse de los
teros, porque luego los devolvían a su nido.
63

Un día recoge un pichón de chimango. Esta ave rapaz de plumaje acanelado


son nuestros cuervos. Cuando había tormenta, no bien parar su abuelita salía
a buscar los pichones caídos de los nidos y le enseñó a alimentarlos con amor,
mimo y ternura. Así que cuando vio este pichón desamparado no dudó en
llevárselo con ella.

Cuando vieron lo que era todos le dijeron que se deshiciese de ese animal.
No quiso, estaba convencida que el amor podía cambiar su naturaleza y
desoyendo a todo el mundo lo alimentó con carne fresca y cuidó con ternura.
Pero un día el pajarito creció y casi le arranca los dedos y comenzó a querer
echársele a los ojos, su voracidad era impresionante. Se dio cuenta que a
pesar de todo el amor que le daba, el pajarito, no podía controlar sus
instintos. A la par que crecía, aumentaba también su agresividad. Recordó
la frase “cría cuervos y te arrancaran los ojos” y antes de poder comprobar
la veracidad de esta sentencia, con todo el dolor de su alma, abrió la puerta
de su celda y lo dejó partir. Se fue tan rápido, sin siquiera decirle adiós, que
solo llego a distinguir su silueta dibujada a lo lejos, pero cada chimango que
veía imaginaba que sería el suyo.

Aprendió que hay que respetar la naturaleza de cada ser, no se puede pedir
peras al olmo y menos forzar nada. Ellos como cada ser en la creación
cumplía su función de mantener el equilibrio ecológico, y en el campo eran
muy útiles porque aparte de comer insectos y prevenir plagas, con su agudo
pico desparasitaban a los caballos a los que curiosamente nunca agredían.
No podía al principio entender como los caballos paseaban encantados con
esa ave rapaz, ávida de carne, en su grupa o subida a sus cabezas, que no
solo no les molestaba sino que parecían entenderse de maravillas.

En el campo le gustaba agacharse para engañarlos y hacerles creer que estaba


muerta. Le dijeron que ellos atacan a cualquier ser que creen muerto o herido.
Al verla caída venían como planeadores y pasaban por su espalda sin
aterrizas ni detener el vuelo, evidentemente eran demasiado inteligentes
como para dejarse engañar por sus tretas. Cuando se daban cuenta que se
estaba haciendo la muerta no regresaban más. Ellos le enseñaron que nada,
ni nadie es por sí mismo ni bueno ni malo, y lo que para unos puede resultar
útil para otros puede ser un incordio, o representar un peligro.
64

A pesar de su pequeño tamaño comparado a otras aves rapaces es


extremadamente valiente, no duda en enfrentarse a cualquier adversario sin
medir su talla. No se achica ante nada ni nadie.

Ella no era como su abuelita que además de una santa, amaba las aves, y las
aves la amaban a ella. Su abuelita las cuidaba y luego las dejaba libres, pero
ellas regresaban a visitarla, en cambio a ella no regresaban a visitarla
ninguna, o muy pocas lo hacían, quizá alguna despistada. Nunca regresó su
chimango al que con tanto amor había salvado de una muerte segura, y había
cuidado con tanto mimo y esmero. Siempre recordaría esos ojos marrones
café y ese pico tan agudo y afilado, esa mirada tan desafiante como
indescifrable que se clavaba con insistencia en la suya. No eran como los
perros que no suelen sostener tanto tiempo la mirada. Ellos podían y era
ella la que tenía que desviarla y así aún sentía que la estaban controlando
siguiendo cada uno de sus gestos.

Su abuela en cambio abría sus brazos y todas las aves agradecidas venían a
posarse en sus brazos, en sus hombros y hasta en su cabeza Era un
espectáculo increíble. Para su abuela las aves representaban esas ansias
irrefrenables de libertad, que desde niña con una educación tan estricta
habían reprimido. Era como a esos pajaritos que cortan las alas, otras veces
la veía como un pajarito encerrado en una jaula dorada.

Permanecía horas extasiadas mirándolas planear en la piscina buscando


aliviar el calor sin ahogarse y seguía con sus ojos sus vuelos. Así como su
abuela amaba y añoraba el mar, quizá fuese por su ascendencia gallega, su
abuelo proveniente de un pueblo del lago di Como, en cambio amaba la
tierra y siempre estaba en el jardín podando los arbustos. Mientras uno
parecía tener alas, el otro tenía raíces, y resolvían esta dualidad alternando
estancias en el campo con estancias en el mar, y es así como pasaban
vacaciones con sus nietas parte en la pampa y otra en Mar del Plata donde
tenían un apartamento.

Su abuelo como Salomón hablaba con las flores y ellas se comunicaban con
él. Compartían un mismo y único lenguaje.

De joven fue seminarista y de un día para otro cuando se iba ya a ordenar lo


dejó todo sin dar explicaciones. Nunca más volvió a pisar una iglesia, ni
volvió a querer ver o siquiera cruzarse con un cura, tampoco nunca quiso
hablar de este cambio repentino, pero siguió su amor a Jesucristo, y su fe
65

viva y firme, tampoco perdió su costumbre de impartir sermones. No pudo


encontrar oídos más atentos que los de sus nietas.

Mezclaba estas enseñanzas de la Biblia con el Martin Fierro, y las máximas


de San Martin dirigidas a sus nietos o a su hija Merceditas. Ahí en la Pampa
tenía su huerta, su jardín lleno de flores que cuidaba con primor y ellas
retribuían ese amor abriendo sus tiernos capullos y no cesando de florecer y
brotar, pero también había recuerdo de grandes peligros. Como esa plaga
de langostas. Era un espectáculo apocalíptico ver esos enjambres que como
nubes avanzaban en oleadas a gran velocidad, y de los cultivos no dejaban
más que los palitos pelados.

Impresionante oír ese infernal crepitar. Las estaban viendo venir en oleadas
sobre los campos sembrados, impotentes, sin poder hacer nada para
detenerlas cuando de pronto inesperadamente cambia la dirección del viento
y ellas desvían su rumbo hacia otros lares dejando sus campos tranquilos.

Había oído que la reproducción se debía a la muerte indiscriminada de


reptiles, cocodrilos, caimanes y serpientes que iban a parar a decorativos
bolsos o cinturones. Supuestamente estos eran los que se comían los
insectos y permitía que el ecosistema funcione. Lo mismo pasó en China con
el gran salto adelante de Mao que creyó a uno de sus “científicos” que la
mala cosecha se debía a que los pajaritos se comían las semillas y no las
dejaban germinar siquiera. Entonces se pusieron a matar pajaritos. ¿Y qué
pasó? Lo mismo que con las langostas, los insectos devoraron las cosechas
y los campesinos murieron de hambre como moscas, se calcula que entre 15
y 55 millones, sin sumar los muertos por palizas, torturas y ejecuciones. Fue
el gran fracaso del comunismo, pero jamás fueron capaces de reconocer sus
errores y menos aún pedir perdón por ellos.

No era la única, como esta plaga ya estaban acostumbradas a muchas otras


tantas plagas que cada tanto arrasaba cultivos o se reproducían y propagaba
entre los animales. No todas se trasmitían a humanos y de hacerlo no de la
misma manera. Imposible ser del campo y no haber pasado la Brucelosis
contagiadas de las vacas, pero que difícilmente se contagiaba entre humanos.

Otro de los momentos apocalípticos fue un incendio que avanzaba devorando


todo a su paso. Pronto llegaría hasta el casco de la estancia donde ellos
66

estaban. Iban a huir, aún estaban a tiempo, e intentan convencer a su padre


de subirse al avión para por lo menos poder salvarlo y salvarse todos. Pero
su padre se negó. Se resistía a abandonar al campo y sobre todo a su gente.
Si el huía, les explicaba ¿qué ejemplo iba a dar a todos? Todos huirían
también. Al igual que el capitán de un barco se quedó ahí dando directrices.

En ese momento, cuando todo ya estaba perdido, como ángeles caídos del
cielo, vienen en su auxilio, los tractores de las estancias vecinas, que
sumados a los propios comienzan a cavar zanjas a toda velocidad. Todos se
quitan sus camisas, y ayudan con sus palas. Era un espectáculo dantesco ver
a todos esos hombres luchando contra el tiempo. No había un minuto que
perder, el fuego parecía imparable, ya estaba casi llegando al casco, podían
olerle en el aire, podían ver esa gran humareda que subía en columnas negras
hacia el cielo y caía en lluvia de ceniza.

Ya había llegado a la pista de aterrizaje e iba derecho hacia la casa, avanzaba


a pasos agigantados devorando todo a su paso, nada ni nadie parecían
detenerle.

Ella que contemplaba este espectáculo anonadada, no entendía ese desfile de


tractores. Lo más lógico hubiese sido ver coches hidrófugos o avionetas, y
pensaba para sí qué esfuerzo tan absurdo. Pero lo comprendería pronto,
cuando parecía todo perdido, el fuego cae sobre esas zanjas y se sofoca a sí
mismo. Ignoraban que el fuego no se extingue con agua sino cavando zanjas
para que el mismo se auto extinga.

Pero lo sabios hombres de la pampa les dieron a los cajetillas una lección de
supervivencia y también de arrojo. Lucharon todos junto a ellos, codo a
codo. No les abandonaron ni un solo instante, ni tampoco retrocedieron ante
el peligro.

Otra vez fue una inundación que parecía el diluvio. Era tal la cantidad de
agua que caía a raudales del cielo que parecía que el propio cielo se les iba a
desplomar encima. Quedaron atrapados viendo por su ventana esas llanuras
convertirse en lagunas o estanques que se llenaban de garzas, grullas,
flamencos y otras aves acuáticas. Nadie sabía de dónde venían, nunca las
habían visto antes ni nunca las volverían a ver después.

Estaban encerrados y llenaban su tiempo leyendo e interpretando obras de


teatro, tanto que la estancia se había convertido en un enorme escenario
67

donde todos interpretaban una obra hasta entre bambalinas. Los gauchos ya
les habían prevenido que esto iba a suceder, pero no les habían hecho caso
ni creían que sería para tanto. ¿Cómo mirando hacia ese cielo con sol y sin
nubes, podían augurar con tanta certeza que vendrían grandes lluvias y quizá
hasta inundaciones? ¿Es que acaso tenían una bola mágica? Se rieron de lo
que consideraron supersticiones.

Pero había acertado inexorablemente y tuvieron que darles la razón. Cuando


pregunta como lo habían adivinado le dicen “sencillo. Cuando las hormigas
trepan las paredes es que van a venir inundaciones”. Y es verdad, se habían
fijado que los días anteriores las blancas paredes se habían vuelto negras.
Tenía su lógica. La supervivencia en los animales es increíble. Ellas como
saben se van a ahogar intentan subir donde pueden. Y estas fueron otras de
las tantas lecciones que le daría la pampa y los gauchos.

Y tantos recuerdos a cuál más tierno y revelador. Pero todos se concentraban


en esa sensación única de libertad que jamás la abandonaría durante toda su
vida.
68

CAPITULO 9

LA CRUZ DEL SUR

Otro de los destinos de sus tiempos de ocio era el Sur. Sus padres tenían una
casa en lo alto de la montaña. Allí viviría experiencias únicas.

Lo que en la pampa era espacio y vastedad, aquí era inmensidad


sobrecogedora y una belleza exuberante e hierática. Esas altas cumbres eran
centinelas que les observaban desde el fondo de las edades. Todo hablaba
de un pasado milenario.

En la Patagonia habían encontrado restos de dinosaurios algo que no podría


extrañar a nadie. Pero también era tierra de misterios, leyendas increíbles y
de relatos de extraterrestres y platos voladores. Muchos aseguraban haberlos
visto y no era de extrañar que seres de otras galaxias aterrizaran en esas
vastas soledades, tan poco pobladas todavía. Pero también tierra de
aventureros que fueron buscando oro y aun lo seguían buscando.

Lo que más le atraía era la leyenda de la famosa ciudad de los cesares, o la


ciudad Errante, la famosa Trapalanda, esa ciudad perfecta y tan bien
escondida que durante más de 500 años ninguno logro encontrar, cosa que
en vez de desanimarles acrecentó su interés y la rodeó de un halo de misterio.
Al igual que estas, se fueron urdiendo infinidad de historias y leyendas como
en una telaraña.

La que más le gustaba era la leyenda de una ciudad perfecta con calles
adornadas de zafiros, esmeraldas, rubíes, topacios, jade, berilo y piedras
preciosas de todo tipo donde el oro y la plata eran tan abundantes que
carecían de todo valor. Se le asemejaba como la nueva Jerusalén celestial
descrita en la Biblia, o esa legendaria ciudad del Preste Juan, pero también
el Sur era compartir escaladas cumbreras con sus amigos, aventuras en balsa
por los rápidos del rio, jornada de pesca con sus padres y largos momentos
de reflexión e intercambio de ideas. También y sobre todo eran momentos
de recogimiento para aprender a estar con ella misma.

Por la noche se reunía con sus amigos en un Club de golf, con unas vistas
espectaculares sobre el lago y platicaban o inventaban juegos.
69

El favorito era el juego de proyección que tanto aman los argentinos adictos
al psicoanálisis. Era un juego que habían inventado ellos, o mejor dicho
había adaptado a su manera, y que consistía en intentar meterse en la piel del
otro, cosa que se les daba muy bien dada su naturaleza mimética.

Con inigualable arte cada uno intercambiaba su rol y fingía ser otro
resaltando sus cualidades y defectos, y por supuesto, sus defectos mucho más
que sus cualidades. Claro que “el otro” solo era lo que el otro proyectaba, o
lo que ellos veían en él. De este modo cada uno veía sus propios defectos o
carencias en el otro como en un juego de espejos distorsionados, y por
supuesto exagerados. Ya lo dijo Sartre “el infierno es la mirada del otro” Y
ser mirados por el otro era descubrirnos a nosotros mismos, y a la vez una
especie de striptease de nuestra alma.

Pasaban largas veladas en ese “teatro mágico” o especie de psicodrama que


habían inventado donde ellos eran actores, y a la vez espectadores, victimas
y jueces, culpables e inocentes, locos y psicoanalistas hasta rayar la
esquizofrenia que para ellos no era ninguna enfermedad mental sino exceso
de imaginación, y esa capacidad innata que tenemos todos de desdoblarnos
y adoptar múltiples personalidades, pero sobre todo era un juego, a esa edad
solo buscaban divertirse y es verdad que se reían de los demás, pero sobre
todo de ellos mismos, hasta que el amanecer les sorprendía y corrían juntos
a participar en ese maravilloso espectáculo donde Dios era el protagonista y
ellos los espectadores, y el actor, era el majestuoso astro rey que emergía con
todo su esplendor sobre las aguas de ese lago helado, el mismo actor que
habían visto sumergirse desde las altas cumbres nevada.

Muchos todavía no eran capaces de distinguir una bella aurora de un bello


ocaso. Y hasta el día de hoy siguen siendo capaces de confundirlos. Todo
un espectáculo de muerte y resurrección cargado de majestuosidad como la
de ese paisaje.

En su casa trabajaba la hija de un Cacique araucano, o mapuche. Ellos se


denominaban simplemente mapuches (gente del sur) pero los españoles los
llamaron araucanos. Y en su país les habían enseñado que los indios se
nombraban por sus direcciones y no tenían arraigo a ninguna tierra porque
no cesaban de desplazarse. Todos eran “che” que en su lengua significa
gente. ¿Será este el origen del famoso “Che” argentino?
70

Los mapuches como todos los demás, inclusive ellos mismos, no eran
autóctonos, porque supuestamente venían de Chile, o de quien sabe dónde,
ni ellos mismos lo sabían, y tampoco les importaba. Ni siquiera los
“científicos” se habían puesto todos de acuerdo sobre su origen.

Hasta la llegada de los españoles no tenían nada escrito, sus recuerdos eran
trasmitidos oralmente y le recordaban el juego del teléfono roto. Un mismo
mensaje era trasmitido de boca a oídos de otro y este a su vez lo trasmitía a
otro y así sucesivamente en una cadena ininterrumpida. Lo divertido del
juego era ver como un mismo mensaje trasmitido de boca en boca se iba
distorsionando al punto de ni parecerse al original. Una escueta frase podía
acabar convertida en un extenso poema. Cada uno iba añadiendo algo de su
propia cosecha.

Al parecer tampoco a los indígenas les importaba mucho sus orígenes. Y


de todos modos daba lo mismo, los seres humanos si bien pueblan la
geografía y están desparramados por todas partes del planeta, no son especies
autóctonas. No son plantas ni árboles, y mucho menos montañas. Dios les
dotó de pies y brazos, y les dio una tierra inmensa para desplazarse que
desconoce fronteras. Tal es así que, si ellos no se mueven por sus propios
pies, Dios o la naturaleza les obligaba a desplazarse para subsistir o para
sobrevivir debido a constantes cataclismos. De todos modos sea lo que sea o
lo que fuese, lo cierto es que una parte había cruzado la cordillera para
instalarse en ese majestuoso sur, y ahí estaban.

La hija del cacique se llamaba Hermelinda, hasta su nombre era mágico y


tenía unos hermosos ojos verdes azulados, una sonrisa diáfana y luminosa y
una larga cabellera lacia y renegrida que contrastaba con una piel blanca
como la nieve.

Trabaron amistad y llegaron a ser grande amigas. Bajaban al pueblo juntas y


perdió el miedo a la soledad de esos bosques. Ella le contaba de su pueblo,
de sus ritos y costumbres y se puso hasta aprender su idioma. Bueno, la
verdad solo aprendió algunas palabras sueltas que le ayudaba a entender el
significado de los nombres de todos los lugares, libros de gramática no
existían. Hasta el Nahuel Huapi ahora no era un lago cualquiera sino la isla
del tigre o de las frutillas. De este modo aprendió que una misma palabra
podía tener varios significados, como su propio pueblo tenía varios nombres,
de modo que podía elegir entre ser mapuches o araucanos. O quizá fuese que
71

esos misioneros que intentaron trascribir a nuestro idioma esos sonidos


guturales y darle forma con nuestro alfabeto eran incapaces de distinguir esos
sutiles matices fonéticos. Todo le sonaría parecido. Eso había convertido a
la lengua araucana polisémica, y una misma palabra podía tener varios
significados y una misma historia múltiples interpretaciones. Cada uno podía
elegir la suya.

Como su lenguaje, era Hermelinda, un eterno enigma, y un perfecto


camaleón que variaba de color según el paisaje, o los estados de ánimo, pero
cautivadora como una hechicera.

Le abrió sus ojos a un mundo nuevo; le enseño sus ritos, fueron a ferias y
apreciaron sus artesanías y descubrió la vibrante vida de una américa
profunda y totalmente desconocida.

Compartieron festividades religiosas que dejaron una honda huella en su


alma. Nunca imagino que esos indios fuesen monoteístas y adorasen a la
Cruz del Sur que llamaban “Huenuleufú” Bueno, al menos eso fue lo que le
contó Hermelinda que le desentrañó como este, muchos otros misterios,
hasta el porqué de esa negrura de su cabellera. Le dijo que de niña les lavaban
los cabellos con orín y ese era el gran secreto de ese negro y brillante
azabache.

El Sur le enseñó mucho, pero sobre todo fue una experiencia metafísica, con
una parte de misterio y otra de revelación. Todo ahí era imponente y
exagerado. Hasta la naturaleza que brotaba después de la nieve era
exuberante. Hermelinda le enseño la flor del copihue y el significado para
su pueblo que aparte de ser su flor nacional, la veneraba y veían en ella, un
símbolo de amor, de lucha y de valentía, pero también, y sobre todo de
libertad. Para ella también era una flor que les salvo de una invasión de ratas.
Esa flor tarda diez años en florecer dando sabrosos frutos, bayas repletas de
semillas de un sabor dulce y agradable, pero toxicas para las ratas. Estas
comieron tanto de esa semilla y se enloquecieron a tal punto que llenas de
sed se lanzaban a morir en las aguas de ese gélido lago. Hermelinda les
contaba hermosas leyendas, donde el color rojo de su flor simbolizaba la
sangre derramada por su pueblo para defender no tanto su tierra como su
libertad. Y a ella no le extrañaba porque en su memoria estaban los recuerdos
de ese valiente cacique Caupolicán.
72

Pero el Sur significaba algo más, mucho más. Allí conocería lo que era el
AMOR con mayúsculas, ese sentimiento sublime que une a las almas en el
infinito, y desconoce prejuicios y barreras.

Si era atractiva o no, no lo sabía, pero tampoco le importaba. Sus amigas


eran mucho más bellas que ella, o al menos eso le parecía y le gustaba que
así fuese. Solo sabía que para ella era más importante amar que ser amada y
la felicidad de los demás era la suya propia. En verdad era simpática y su
espontaneidad y alegría contagiosas ejercían una especie de magnetismo en
los seres que la rodeaban.

La de sentirse plenamente amada, era la base de esa alegría que al parecer en


ella era innata, pero para los demás tenía que tener una justificación, algo
que le costaba comprender.

Cuando le preguntaban por qué estaba tan feliz, no entendía por qué tenía
que justificar algo que brotaba espontaneo como agua de manantial. Ni por
que tenía que tener un motivo. ¿No era suficiente respirar el aire fresco?
¿Ver toda esta naturaleza majestuosa que no dejaba de sorprendernos?
¿Sentir esa tenue brisa acariciar nuestra piel o sentir los rayos del sol
iluminándolo todo y dotándolo de magia, o las gotas de lluvia deslizándose
por nuestro rostro como lágrimas frescas, trayendo consuelo a esos campos
desolados? ¿No era suficiente sentir todo ese amor que no solo nos había
creado de la nada, sino que nos recordaba Su presencia en cada mota de
polvo, en cada latido de nuestro corazón, en cada brizna de aire que entraba
y hacia ensanchar nuestros pulmones, en cada suspiro que exhalábamos, y
no nos abandonaba hasta exhalar el último?

Pero regresemos al amor. Este broto de la forma más inesperada en la forma


de un ángel rubio, de ojos azules, más joven que ella.

Sus miradas se cruzaron fugazmente pero ya la chispa se había encendido en


sus corazones y nada ni nadie la podrían apagar.

Eran sumamente jóvenes, ella apenas tenía 15 años, el un poco menos sin
embargo sus sentimientos eran tan fuertes y maduros como una persona
mayor pero que aún no ha perdido su pudor ni su inocencia primigenia.

Ella no sabía lo que sentía, aún era demasiado joven para comprenderlo, en
esos furtivos encuentros donde el tiempo se detenía sentía electricidad en
todo su cuerpo y mariposas en su estómago, pero no sabía qué hacer con sus
73

manos que delataban todo su nervosismo. Se sucedieron largas veladas


charlando, o mejor dicho, ella hablando sin parar y él escuchándola
embelesado sintiendo esas alas de ángeles aleteando a su alrededor. Todo
era mágico, románticos paseos por las montañas entre esos altivos coihues
que elevaban sus copas al cielo como muda plegaria mientras a sus pies se
extendía un manto vegetal de musgo y helechos traicioneros y resbaladizos.
Cuando tropezaba o caía en esas trampas naturales, él la sostenía con mano
firme impidiendo que llegase al suelo, otras veces le daba su mano para
guiarla por el mejor camino, o la cogía por la cintura.

Hasta que un día, en esos encuentros furtivos en los salones del hotel, al verla
llegar le pregunta ¿Por qué has añadido más cielo a tu mirada? Se ruborizó,
sí, era verdad, ella no se pintaba nunca, pero esa vez había puesto un poco
de sombras azules en sus ojos que había cogido de su madre. Y se sintió
descubierta. Ese día se acerca y le da el primer beso. Ella estaba aterrada
no sabía si huir o quedarse, pero él le dice “por este beso volverás”, con tanta
certeza que la llenó de miedo. Estaba en un famoso Hotel en el Sur sobre un
río que llamaban Correntoso porque en verdad lo era. Su padre amante de
la pesca les llevaba a todos y ella le acompañaba. Y aunque no hubiese
querido volver a ver a ese chico que turbaba su paz este enviaba a su
habitación revistas con cartas de amor escondidas entre sus páginas, cartas
que ella leía a escondidas sintiéndose culpable, y que luego quemaba y tiraba
por la baza para que nadie las pudiese leer. Eran tan hermosas y puras que
parecían inspiradas por ángeles. Esos sentimientos sublimes eran tan
inocentes, sin embargo se sentía culpable de haberlos despertado, y más
culpable aún de transformar esos bellos versos en ceniza.

A pesar de que le hacía entender que no quería más cartas, esa chispa que se
había encendido no podía apagarse y ese chico no dejó de seguir enviándole
cartas que parecían inspiraciones divinas de tan bellas que eran, y que ella
no dejó de leerlas furtivamente, para luego quemarlas sintiéndose
doblemente culpable.

A lo largo de todo ese verano, no hubo un solo día que dejasen de llegar
cartas y cartas camufladas entre revistas que leía a escondidas, pero no podía
conservar.
74

Este chico trabajó toda la temporada en ese Hotel, en la cocina, sin decirle
nunca nada, sin saber ella el porqué de sus constantes desapariciones. A esa
edad todo parece natural, no se necesita buscarle explicaciones a cada cosa.

Luego supo que él trabajó sin otro fin que el de poder ahorrar para comprarle
un anillo de compromiso demostrándole así que sus sentimientos eran
sinceros y no pasajeros. Quería que fuese su compañera para toda la vida.
Un día le confesó su edad y la verdadera intención de sus sentimientos y si
no le importaba esos números en su libreta de matrimonio, era su modo de
declararse. En verdad la diferencia no era mucha, pero a esa edad uno o dos
años cambiaban todo.

Les gustaba ir al bar y hablar con Fritz. Un alemán de aire bonachón y


siempre sonriente y locuaz como la mayoría de los barmans.

Este al igual que hacen todos los que están del otro lado de la barra, y como
si parte de su oficio fuese amenizar las largas veladas de los aburridos
turistas, les entretenía contando historias intentando no tocar su pasado.

De pronto un día les confiesa entre lágrimas que él era uno de los pocos
supervivientes del legendario buque nazi, el almirante Graf Spee, que ardió
en el estuario del Rio de la Plata durante muchos días, y que fue echado a
pique por su capitán y sus propios tripulantes tras perder la batalla. De este
trágico modo sucumbía entre las llamas, el que un día fuese el buque insignia
de la marina alemana. Les narraba con detalles la valentía de su capitán que
no quiso arriesgar la vida de la poca tripulación que aún le quedaba, y les
ayudó a desembarcar sanos y salvos en costas uruguayas, sabiendo que este
país, además de haber permanecido neutral tenía excelentes relaciones con
Inglaterra, para luego, a los pocos días, suicidarse en un hotel de Buenos
Aires vestido con su traje militar de gala y envuelto en la bandera de guerra
del buque.

El que desencadenó toda esta inesperada confesión fue su perro Ajax. Bueno
no el sino simplemente el oír su nombre. Ella no entendía porque el solo
pronunciarlo le erizaba la piel, nunca olvidará la manera que pronunciaba
“Ajax” y ese escalofrío que volvía a recorrerle todo su cuerpo. Ese cuerpo
fornido se quebraba como una frágil caña en el desierto, y hasta su
permanente sonrisa se borraba súbitamente de su rostro, mientras negros
nubarrones nublaban su mirada.
75

Su padre le explicó que Ajax era el nombre del barco inglés que les derrotó
y Helena fue el barco estadunidense que les llevo hasta Buenos Aires. Su
mujer alemana les contaba como aún en las noches sentía bombardeos y se
levantaba sobresaltada. Salvaron sus vidas, pero no pudieron huir de sus
propios recuerdos que les perseguía agazapado en las sombras de las noches
hasta en ese lejano y pacifico sur.

Al final de la temporada de verano, cuando ellos ya se disponían a partir, él


le regala su anillo que era el fruto del esfuerzo y sacrificio de todo un verano,
su más excelsa ofrenda de amor. Recuerda como si fuese hoy que también
estaban sus abuelos con ella. Y el abuelo, al descubrir el anillo en su mano,
el, que nunca intervenía, le obliga a entregarle ese anillo y parte fuera de sí
como un basilisco con la sortija en la mano, echando humo hasta con la
mirada.

No sabía que iba a hacer y menos comprendía el porqué de esa tan inesperada
reacción. Aterrada espía por la ventana y la escena que ve nunca se borraría
de sus pupilas Su abuelo iba con pie firme a encontrarse con el padre de su
pretendiente, un croata que a sus ojos se le asemejaba un oso enorme que
marchaba bamboleando los brazos y balanceando de lado a lado todo su
enorme y robusto cuerpo hacia su frágil pero determinado abuelo.
Observaba impotente desde su ventana la escena con terror. Pensaba que ese
señor tan grande iba a tener una reacción violenta, pero no, tras una animada
y para ella demasiado extensa, charla que no pudo escuchar, se despiden
amistosamente y el hombre con todo el respeto del mundo, tomó el anillo y
pidió perdón por su hijo demostrando su apoyo y comprensión. En los ojos
color de acero de ese hombre enorme le pareció ver brillar unas lágrimas, y
así termino esa historia, pero tuvo un epilogo como todas las bellas historias
de amor.

Cuando regresa a casa y ya creía había borrado ese primer amor platónico de
su mente aparece un día él en la puerta de su casa (una casa quinta blindada
con un portón eléctrico) y le entrega otra vez ese anillo que había desatado
todos esos viejos fantasmas. Se volvieron a ver y otra vez el rubor volvió a
subir a sus mejillas, no podían casi sostenerse la mirada. Pero era tan diáfana
y pura, tan trasparente y azul como las aguas de ese lago e iguales de
húmedas. Le explica que solo venía a entregárselo porque ese anillo era
símbolo de su amor. De un amor que no había muerto ni moriría nunca, y
quería que ella lo conservase siempre. Pero esta no sería la última vez.
76

Muchos años después por caprichos del destino sus vidas volverían a
cruzarse Ya tenían cerca de 20 años, ya no eran esos niños imberbes, sino
estudiantes universitarios, él era un exitoso estudiante de ingeniería y
campeón de wáter polo. Se reconocieron enseguida como dos gotas de agua
y el mismo amor platónico volvió a surgir. Pero las mismas barreras
culturales volvieron a separarles.

Lo triste es que los dos habían comprendido que su amor era como el de
Romeo y Julieta, pero con un final menos trágico.
77

CAPITULO 10

LOS FANTASMAS DEL PASADO

Ella con su ascendencia judía no podía estar con un croata que seguramente
habían huido a Argentina después de la caída del nazismo. Por el puerto de
Buenos Aires habían entrado juntos a los demás inmigrantes, fugitivos nazis
algunos disfrazados de rabinos, pero junto a ellos también llegaron sus
colaboradores de otras nacionalidades: croatas, austriacos, rumanos,
ucranianos y quizá, y por qué no, algún que otro judío. ¿Quién podía
condenarles por aferrarse a la vida y más en un pueblo donde se ama la vida
por encima de todo? Y tanto significado e importancia tiene esta para ellos
que en el hebreo, solo se escribe y se conjuga en plural. ¿Y no son los judíos
acaso igual a cualquier otro mortal? Los únicos que les dan poderes
sobrenaturales son sus enemigos y los antisemitas. Pero parecía como si
todos los supervivientes nazis de Europa no hubiesen encontrado otro destino
mejor que atracar en las costas argentinas.

Con los franceses colaboracionistas ocurrió una extraña metamorfosis,


ninguno había sido colaboracionista sino todo lo contrario, no bien llegar a
nuestras costas, todos afirmaban haber sido valientes héroes de la heroica
resistencia.

No era de extrañar, un aluvión se apuntó a sus listas a última hora cuando


vieron la guerra perdida, hecho que hubiese quedado oculto, o hubiese
permanecido como una simple sospecha, si no se hubiesen obligado, pasado
los 50 años, a abrir los archivos nazis.

Fue recién entonces como bajo el estupor de todos, aparecieron afiliados al


partido infinidad de nombres, algunos de personajes muy conocidos que
presumían de su compromiso y patriotismo, y entre estos nombres estaba el
de un presidente de Francia. Por supuesto y como siempre eran la mayoría
fervientes comunistas. Aunque este lo negó o lo justificó, su pasado no
quedó nunca demasiado claro, como el de nadie. ¿Pero quién podía sentirse
inocente y levantar el dedo acusador contra su hermano? ¿Quién estaba tan
libre de pecado que podía atreverse a lanzar la primera piedra? Más en una
época donde el bien y el mal no estaban bien delimitados, la razón estaba
secuestrada y hasta a Dios le había expulsado. Todos clamaban ¿Dónde está
78

Dios? Y Dios clamaba llorando desde el exilio al que le habían relegado


¿Dónde están mis criaturas? ¿Dónde está mi obra más sublime, la corona de
mi creación? ¿Dónde están mis hijos que ni me buscan ni me llaman? Pero
ni aun así había perdido su fe en nosotros. Más de una vez se preguntó, de
haber vivido en esas épocas, de qué lado hubiese estado.

A su memoria acuden en tropel, todas esas historias que contaban los amigos
de su padre. Uno de ellos en especial le impactó. Lo más gracioso era su
apellido “Le Grand” que no coincidía con su estatura, pero esa escasez de
metros la suplía con la largueza de su imaginación, así como su inigualable
simpatía y su gracia innata para contar historias. Según él se escondía en el
baño y ahorcaba a altos oficiales nazis con un fino cable de acero. Su dolor
y único arrepentimiento fue cuando le tocó también matar a una limpiadora,
pero era su vida o la de ella.

Oía estas y tantas otras historias de héroes y espías y le parecía curioso que
al final de la guerra ninguno hubiese sido colaboracionista, y mucho menos
los que emigraron a su tierra. Pero tampoco al final de la guerra en Francia
lo eran. Volvieron a desempolvar la guillotina, pero las únicas cabezas que
rodaron fueron de las pobres prostitutas que solo lucharon por sobrevivir.
Ellas como las brujas antiguas fueron quemadas en la hoguera del odio y
sirvieron para exorcizar sus propios fantasmas y sentimiento de culpa. Aquí
hay que decir que el odio de los franceses era mucho más hacia los
colaboracionistas que hacia los alemanes, o sea, solo hacia ellos mismos y a
su propia debilidad, y no hay nada peor que el “auto odio”

El Vaticano, creó la ruta de las ratas y su destino, entre otros, serían nuestras
costas. A Perón el oro de los nazis que entró por la Patagonia en submarinos
cargados con toneladas de ello no le venía nada mal. En la famosa película
“oro nazi en Argentina” estaba todo esto bien documentando en un intrigante
film basado en diez años de exhaustiva investigación, donde espías espían a
otros espías y de fondo, una ignominiosa historia de nuestro pasado en la que
colaboraron autoridades nuestras, altos cargos eclesiásticos entre ellos el
Papa y varios obispos católicos y bancos suizos. Junto a esas toneladas de
oro, entraron no solo los asesinos como el famoso médico Mengel o
Eichmann, el arquitecto del Holocausto, sino que aseguran que el propio
Hitler también, y que murió ya de viejo en el sur austral. Cosa que no hubiese
79

sido nada extraña. Ahí podía esconderse cualquiera. Había islas perdidas a
las que era imposible llegar a pie o por carretera.

Muchos le habían filmado y la verdad que se le parecía, pero con ese físico
tan común e insignificante hasta Chaplin logró parecérsele, y se podía
parecerle cualquier otro, pero fuese lo que fuese, este oro junto a los lingotes
con los que le pagaba Inglaterra ayudaron al auge del justicialismo. Así
comenzaría una era que sumiría a Argentina en la miseria más absoluta con
el verso de la justicia social. Ese partido que comenzó siendo de los
trabajadores terminó siendo el de los que no querían trabajar. El estado se
convirtió en un ogro represor controlando todo, no solo a las empresas, sino
hasta la respiración de cada argentino, inmiscuyéndose hasta en su intimidad.

Todos ya sabemos que la “justicia social” no es ni justa ni es social.

Nace como la de Robín Hood del expolio al otro. Es fácil y sale gratis
repartir lo ajeno. Es como ese chiste de un rico escoces con su mejor amigo.
Este le dice: ¿si tuvieses dos castillos me regalarías uno? Su amigo responde;
si, claro, por supuesto, eres mi mejor amigo. Luego le pregunta si tuviese dos
casas o dos coches, etc. y la respuesta es siempre la misma. Y sigue
rebajando sus peticiones hasta llegar a dos camisas. Y su amigo le responde
con un rotundo NO. Sorprendido le pide explicaciones. No entendía como
si este era tan generoso con bienes mucho más valiosos, le podía negar una
simple camisa. Y su amigo le responde: ¡porque las tengo!

Cuando se reparte una riqueza sin seguir produciendo es como una tarta que
se reparte, o un jugoso botín, Pero cuando se acaba la tarta o el botín ¿que se
reparte? Habrá que sacarla de los contribuyentes y cargarlos de impuestos
como hicieron todos los Imperios que en épocas de guerra vivían del pillaje,
pero en eras de paz no tenían a quien robar más que a sus pobres ciudadanos
y tenía hasta que vender su ciudadanía. Así fue en Roma, al punto de que ya
nadie quería comprar la ciudadanía romana, todos soñaban con venderla.
España vendía certificados de limpieza de sangre y títulos de nobleza. En el
Norte, como todos eran cristianos viejos, estos vendían sus apellidos a los
nuevos que necesitaban limpiar los suyos. ¿Sería este el detergente mágico
que le pregunto a su abuela si existía?

Quizá hubiese tenido que preguntar si existía un borrador mágico y no un


detergente. Si es que este existía, ya lo había descubierto Quevedo con su
“poderoso caballero don dinero”
80

El Vaticano para construir la Iglesia de San Pedro vendía indulgencias


papales, o sea pasaportes para que las almas en el purgatorio pasasen al
paraíso sin esperar tanto. Era algo así como el embarque VIP de los
aeropuertos, donde el tiempo de espera variaba según la cantidad abonada
por sus familiares.

Claro que les salió el tiro por la culata porque no todos se tragaron eso de
que las salvaciones de las almas en el otro mundo dependían de lo que
pudiesen pagar o no sus familiares en este.

Así nació el protestantismo que pretendió ser como su nombre lo indica una
simple protesta. Por supuesto, como siempre, confluyeron varias
circunstancias como en todos los sucesos de profundos cambios y de gran
trascendencia.

Coincidía con el hastió de los príncipes ante los abusos y atropellos de Roma,
las ganas del lujurioso Enrique VIII de Inglaterra de cambiar de mujer sin
tener que cortarle la cabeza, los ejércitos de Carlos V de Alemania o Carlos
I de España apalancados ahí, y todo esto se sumaba a la presencia de los
Otomanos que tras la caída de Bizancio, que ahora llamaron Constantinopla,
no cejaban en sus ambiciones de seguir expandiéndose por Europa. Ya no
se conformaban con simplemente asolar sus costas repartiéndose los botines
con Barba Roja, ahora querían extender en Europa su califato. Estas
divisiones le venían de perlas y alentaban sus sueños expansionistas. No
tardarían mucho en llegar hasta las puertas de Viena.

A decir verdad, Lutero resulto muy útil a todos, a muchos colmaba sus
ambiciones o les daba ínfulas para seguir soñando, pero sobre todo a los
príncipes que deseosos de afirmar su independía frente al Papa y al
Emperador le secuestraron, y protegieron de la Santa Inquisición, acelerando
o mejor dicho provocando el cisma.

Los únicos que se tomaron en serio la reforma, y su trasfondo espiritual


fueron los campesinos y recibieron todo el odio y furia de Lutero que no solo
justifico, y ordenó su persecución, tortura, y posterior muerte, sino que los
asemejó al mismo demonio escondido bajo forma de evangelistas.

Dios solo hablaba en boca de Lutero y parecía ser que todos los demonios
habían bajado del cielo y habitaban ahora en la tierra, encarnados en las
almas de esos pobres campesinos.
81

Sus panfletos incendiarios, escritos a modo de cartas, no sólo justificaban la


tortura, sino que ordenaban la muerte de estos. Esto fue una mancha oscura
en su pasado, así como el libelo contra los judíos que ya no eran engendros
del demonio sino “las heces del diablo”, ellos, sus casas y sus libros debían
ser destruidos y su dinero confiscado. No se podía mostrar piedad alguna a
estos “infectos gusanos venenosos” Según él, todos los que no estuviesen
de su lado eran enemigos de Dios y debían ser borrados de la faz de la tierra,
pero los judíos, simplemente por existir eran enemigos, y de no eliminar a
estos enemigos de la raza humana, todos seriamos todos culpables.

Quizá Hitler tuvo miedo de cargar con tamaña culpa, sea lo que fuese lo
cierto es que no necesito buscar mucha más justificación que en las propias
palabras de Lutero. Se podía haber ahorrado su Mein Kampf. No necesitaba
la prosa poética de un idealista como Nietzsche.

Lógico, Lutero era el profeta y escogido de Dios, el nuevo pueblo elegido


tenía que ser él, junto a sus sumisas ovejas. Claro que para eso, el antiguo
pueblo elegido de la Biblia sobraba. Como sobró siempre. Como a todos les
resultaba difícil explicar cómo si ya no eran el pueblo elegido, seguían
existiendo a pesar de todos los intentos de asimilación, conversión y
exterminio. Ese pueblo maldito seguía siendo en su inconsciente una prueba
viviente de Dios y un eco de la voz del Sinaí, pero sobre todo era el único
testimonio vivo de la propia existencia de Jesús, y al pobre le acusaban de
haber sido el causante de la humillación de Alemania, con eso de poner la
otra mejilla. ¿Qué mejor manera de eliminar una planta que matando su raíz?

El Papa tenía a los judíos en un gueto, que llamaba los judíos del Papa,
sumidos en la pobreza sin poder practicar ninguna actividad y los usaba
como amenaza de lo que les iba a ocurrir a los cristianos si se portaban mal.

Este no lo hacía simplemente para humillarlos sino para intentar


convencerlos de los beneficios de la conversión, y a decir verdad estos eran
muchos. Los que se convertían, lógicamente los más débiles o ambiciosos,
gozaban de títulos nobiliarios, grandes riquezas y múltiples beneficios aparte
de una total integración. Pero así y todo su furia y frustración era que no se
convertían tanto como hubiese sido lo lógico, o como ellos mismos
esperaban. La verdad el Papa era más bondadoso, les daba la llave para
cambiar las estrecheces del gueto por una vida lujosa olvidando para siempre
82

sus orígenes. Pero los judíos, pueblo de dura cerviz, despreciaban esas
llaves.

Los predicadores españoles, en cambio, utilizaban otros métodos más


persuasivos como por ejemplo encerrarlos en una torre, iglesia o sinagoga y
tras una predica del evangelio, a los que no habían logrado convencer de las
bondades de la religión cristiana a pesar de su discurso inflamado, los
quemaban vivos. Daba lo mismo que entre estos hubiese niños, hombres,
mujeres o ancianos, todos ardían para mayor gloria de Dios. Pretendían
impresionarles con estas grandes hogueras, sabían por experiencia lo
obstinados y rebeldes que eran los pérfidos judíos. Ni aún convertidos les
dejaban olvidar su mancha en la sangre. La misma mancha que tendrían
Jesús y la Virgen María, así como todos los apóstoles, pero eso no tenían en
cuenta. Ya se habían encargado de hacernos olvidar sus orígenes y de
limpiar su sangre. Al único que nunca discutieron su judeidad fue a Judas,
el único que se le identifica con los judíos, y no creo que fuese solamente
por su nombre…
83

CAPITULO 11

EL ETERNO RETORNO

Pero volviendo a esta historia frustrada de amor, con el tiempo pudo


destilarla y comprender que fue su primera experiencia del amor puro, el
amor verdadero, el amor eterno entre hombre y mujer. No había acabado en
tragedia como la de Romeo y Julieta, sino como semilla de loto que volvería
a renacer al conocer al que sería su actual esposo. Esta semilla reconocida
por su longevidad puede permanecer dormida hasta treinta siglos y de pronto
cuando menos lo esperamos vuelve a renacer como lo había hecho en las
tumbas de los faraones.

Así fue, renació en su corazón cuando conoció al que sería su compañero de


viaje, de la forma y en el momento más inesperado. De ese chico del Sur, ya
no podía recordar siquiera su nombre, pero si su presencia, en su corazón
seguía latente todos esos sentimientos tan elevados que había despertado en
ella.

Al igual que ese primer encuentro, este también fue fortuito, fruto del azar,
y al encontrarse sus cuerpos sus almas se reconocieron como llamas de un
mismo fuego, como gotas de un mismo mar.

¿Cómo fue ese encuentro? Fue con su mejor amiga y su marido a una fiesta
de un club de pintores, a la que fueron invitados y a la que no querían ir.
Estos cada tanto realizaban un viaje juntos para recorrer museos (ellos se
llamaban el club de los museos) y daba la casualidad que acababan de
regresar de un viaje a Tierra Santa.

En ese entonces ellos pertenecían a una Asociación que intentaba crear


vínculos culturales entre Cantabria e Israel y estaban buscando amigos de
Israel. Su amiga, que era la secretaria de la Asociación intentó convencerla
y no lo había logrado del todo.

Esta fiesta se llamaba la de la primavera, pero también del amor, se iniciaba


en estación y terminaba el caballero entregando una flor a su amada. La
celebraban en un lujoso hotel de Santander. Llegaron tarde, algo que no era
extrañar ya que, entre tantos dimes y diretes, lo sorprendente era que
hubiesen llegado, hasta último momento intento persuadir a su amiga de no
84

ir. Entraron echando suertes a ver quién lo hacía primero, y no bien hacerlo
tenían ganas de echarse para atrás o mejor dicho de echarse a correr, no ya
ella sola, sino los tres.

Se dan cuenta que estaban todos en la mesa principal y ellos parados en la


entrada como tres papanatas con la boca abierta contemplando como los
comensales bien avenidos, con el corazón chispeante y alegre compartían
una animada conversación.

Pero lo peor de todo es que ya habían dado comienzo al ágape. ¡Santo


papelón! Se preguntaban qué pintaban ellos tres en este cuadro en el que no
eran pintores ni siquiera aprendices. Ella hubiese preferido que la tierra le
tragase. A primera vista no quedaba ningún sitio libre. El anfitrión que no
solo les había invitado, sino que había insistido en contar con su presencia,
al darse cuenta de la situación de embarazo, como ángel bajado del cielo se
les acerca y les monta en los laterales una improvisada mesa.

Agradecieron su gesto tan delicado. Respiraron aliviados y contentos de no


estar en la mesa grande entre tanta gente totalmente desconocida. No sabían
de qué hablar ya que de museos o pintura poco o nada sabían y no querían
hacer el ridículo.

Y se sientan los 3 en una pequeña mesa de 4. Más arriba estaba el anfitrión,


la de la prensa y los vips. Su amiga comienza a decir “aquí falta alguien “y
lo repetía con tanta insistencia que ella no hacía más que preguntarse por qué
lo decía, quizá se aburriesen con ella, cuando de pronto entra ese alguien
como un rayo, y quizá más embarazado que ellos ya que había llegado más
tarde todavía: si ellos llegaron a los entremeses, él llegó al primer plato, y
ese alguien, recuperando su respiración, se sentó con total naturalidad a su
lado. Su amiga le dice “Te estábamos esperando” que les pareció natural a
todos o al menos logró romper el hielo y dar naturalidad a la escena.

El comenzó recitándole versos de amor de un poeta totalmente desconocido


para ella, José Hierro, que se llamaba “Genésis del amor”, versos que luego
supo, que la mitad los había inventado, lo que le recitó no era ni parecido,
pero como desconocía esos versos no supo entrever las indirectas.

Desde entonces se volverían, sin saber cómo ni por qué, inseparables. Ella
no sabía aun que estaba enamorada. Se fue a Argentina, ese viaje ya estaba
planeado de antemano, mucho antes del encuentro, y pensó que en la
85

distancia la llama de ese amor se apagaría como una tenue vela. Estaba casi
segura que ese chico cántabro pasaría a ser uno más entre sus bellos
recuerdos.

Pero llegaron cartas y más cartas y ese amor se fue encendiendo como el
fuego de una gran hoguera que ya no se apagaría nunca. Le dio una foto
suya que miraba todas las noches, y de pronto sintió que esa mirada la miraba
y le penetraba el alma como puñal despertando un dolor antiguo.

Se enamoró del dolor de esa mirada que le hablaba y la estaba llamando.

Esa mirada la haría regresar así como esas cartas llenas de poesía y amor
que llegaban con pétalos de rosas en su interior, pétalos que aún conservaban
fresca su fragancia.

Esta nueva reencarnación del amor solo podía llegar en la forma de un poeta,
y mejor aún un marinero que en su velero de sueños había surcado los mares,
atracado en todos los puertos y había resistido a las embestidas del mar, a
los temporales, y a esos días y noches de infinita soledad sin tener otro
horizonte que ese mar infinito. Era ambas cosas, en esos días interminables,
sin ver tierra, sus ojos solo podían dirigir al cielo su mirada, mientras que de
su alma brotaban poemas solitarios que arrojaba a la mar y algunos iban a
parar en boca de los peces. Era un filósofo que había viajado a Israel y en el
muro de los lamentos pidió a Dios que le dé una mujer: la suya.

Su inteligencia era natural no aprendida en los libros. Iba a la esencia de las


cosas sin perderse por las ramas. El primer poema que le escribe comienza
así “en tus ojos veo cielos”… que le trajo sin saber por qué viejas
reminiscencias, y sintió al Sur mucho más cercano. Es verdad había
emigrado hacia el norte, al contrario de los guaraníes que siempre van
buscando el sur, pero siempre llevaría en su alma parte de ese Sur.

Hace mucho vivía con sus tíos, les acompañaba en sus viajes cuando sus
estudios lo permitían y eran todos muy felices. Un día le dice que quieren
adoptarla como hija. Les contesta “el amor no necesita papeles” No
necesitaba ningún certificado, y no entendía por qué ni para qué porque no
iba a cambiar nada en sus afectos, pero insistieron tanto que finalmente para
hacerles felices aceptó.
86

Pensó que su vida no iba a cambiar, seguiría como siempre conservando su


libertad y el contacto periódico con su padre biológico y aunque esta fue la
condición, poco a poco le fueron alejando de él, y lo peor de todo tenía
prohibido revelar sus orígenes judíos, ni aún a sus amigos más íntimos. Esto
fue tremendo, no le gustaba que la amaran por lo que no fuese. Tampoco
comprendía por que no podía tener dos padres ¿es que su corazón no era lo
suficientemente grande? Y de solo pensar que, en el caso de que formase un
hogar y tuviese hijos con un nazi, cosa que en el medio y ambiente en el que
vivían y se movían no hubiese sido nada extraño ¿Qué sería luego de sus
hijos? ¿Cómo lo tomarían? Era una mortificación constante.

Se sentía como se sentiría Pedro cuando negó a Jesús 3 veces. Nadie que
no ha estado en una situación semejante puede ni siquiera imaginar lo que
significa. Es verdad que el antisemitismo estaba mal visto, por eso
aparentemente, o sea cara a la galería, ninguno lo era. Pero al estar del otro
lado y al ignorar su origen se despachaban a sus anchas. Tuvo que oír chistes
antisemitas de extremado mal gusto hasta en boca de la persona que menos
lo hubiese imaginado, y cuando sorprendida le preguntaba si era antisemita,
le contestaba riendo “No, que va, tengo “hasta” un amigo judío”, y ese
“hasta” le sentaba fatal, parecía de todo menos una justificación ¿Acaso los
judíos no eran como los demás humanos y no podía tener amigos entre los
gentiles? ¿Dónde quedó ese mandamiento “amarás a tu prójimo como a ti
mismo”? ¿O es que los judíos no eran prójimos, aunque viviesen en el
mismo país y a veces hasta en el mismo barrio?

Se dio cuenta a que grado llegaba la hipocresía cuando un judío adinerado


pidió ser socio del club al que pertenecían. Le dicen que no hay cupo.
Cuando pregunta por qué le mintieron si ella sabía que había cupo, recibe
por toda respuesta miradas asesinas. Se dio cuenta que el único
inconveniente era su origen. No existía otro. Como era habitual en gente
educada o de buena cuna nunca se manifestaba la verdadera razón de frente.
Todo lo contrario, de frente y a la cara le sonreía y simulaban una amistad
que no existía. Era como si temiesen ser contaminados por algo… ¿pero por
qué? Es así como a su amigo judío le comenzaron a inventar falsas
acusaciones para alejarle. Y eso fue muy doloroso y triste.
87

CAPITULO 12

LOS TIEMPOS ESTAN CAMBIANDO

Su familia para protegerla de intrusiones marxistas (muy de moda en esa


época) la llevan a un colegio de monjas donde iba la elite de Buenos Aires.
Recuerda que una compañera suya llegaba rodeada de escoltas. No entendía
a que se debía tanta seguridad, ni que peligro podía albergar el trayecto al
colegio. Luego se enteró que era la hija de un candidato presidencial y que
estaba toda la familia amenazada. Por primera vez, con el secuestro y
posterior ejecución de un expresidente (que no era un cualquiera sino uno de
los que habían derrocado a Perón) se oye la palabra “Montoneros”, que hasta
ese entonces solo la asociaba a las tropas de gauchos que lucharon junto a un
caudillo por nuestra independencia. Se entera que era un grupo guerrillero,
nada extraño en ese contexto internacional y ese estado de guerra fría. En su
país tan multicultural lógicamente habían proliferado como hongos, por lo
menos habría unas veinte organizaciones guerrilleras. Así que, para ellos,
en ese entonces, Montoneros no era más que un nombre más de los tantos,
nombre que posteriormente entraría en la historia de su país, cuando estos
entran en política ahora rebautizados como “la Cámpora”.

Pero ese nombre entraría en su vida y tomaría relevancia cuando una


amiguita suya, que se dio la casualidad era una de sus mejores amigas,
desaparece misteriosamente. La llama a su casa, y nadie responde al
teléfono. Extrañada por este repentina desaparición y silencio, pregunta a
las monjas, y a sus compañeras pero no obtiene respuesta, se miran unas a
otras con miradas cómplices. Pero su curiosidad llega a su límite cuando las
ve cuchicheando en los pasillos o susurrando en las esquinas, y hasta le
pareció que se burlaban de ella. Todo eso la tenía muy intrigada hasta que
finalmente una compañera le dice “Tú siempre en babia, ¿no te has enterado?
¿No has leído los periódicos? “Claro que no, no los había leído, no los leía
nunca. Ya bastante noticias oía cuando su abuelito encendía la radio y
hablaba el que él llamaba “el mentiroso”. En la tele le encantaba el Tato
Bores, ella no entendía mucho pero Tato siempre le hacía reír con su
inocencia y ternura.

Al fin le rebelan el secreto, al parecer al hermano de su amiga fue encontrado


muerto en un atentado, intentando detonar una bomba. Fue de ese modo tan
trágico, como todos se enteraron que era Montonero. Las monjas la invitaron
88

a irse, no podían permitirse tener Montoneros en sus aulas ni nada


relacionado con ellos.

Muchos provenían de familias tradicionales, y alistarse al ejército


montonero era una especie de desafío, o de acto de rebeldía.

En ese entonces no comprendía nada de lo que ocurría a su alrededor. No


entendía por qué, si ella personalmente no había hecho nada, porque tuvo
que dejar la escuela.

Pero si tenía claro es que Argentina no se podía entender sin Perón, parecía
que desde su irrupción en el escenario hubiese un antes y un después. Era
como si antes de Perón no existiese nada, como si la historia anterior no
fuese más que una página en blanco.

Montoneros creían que el único camino para resolver los problemas era la
violencia, algo muy común en su época, pero lo original de los montoneros,
además de haber surgido de sectores católicos, y haber incorporado mujeres
en sus filas, es que eran peronistas. ¿Pero lo eran en realidad?

Al principio les despreciaban, pero luego, en su visión simplista y maniquea,


típica de la izquierda, que divide al mundo en buenos y malos, en blanco y
negro, en ricos y pobres, dieron por hecho que el pueblo era peronista, (error
que continua hasta nuestros días) entonces ellos, si pretendían estar a la
vanguardia de la lucha popular, tenían que ser peronistas.

Supieron unir a todos los diferentes sectores peronistas y movilizar las


masas, y lo hicieron tan bien que solo quedaron ellos y el ERP de corte
marxista en nuestra memoria, mientras que con su enfrentamiento armado
arrastraron a todo el país a una guerra civil (ellos mismos lo reconocieron)
Justificaban su actuar en la misma constitución, articulo 21, y eran ellos, el
brazo armado del pueblo, y tenían que luchar en su nombre contra el
gobierno, no importaba si este fuese democrático, o no.

Sus libros de cabecera era libros peronistas que por lo visto leyeron mal, y la
Biblia que leyeron aún peor, obviamente no tenía los mismos curas que ella,
ni pertenecían a la misma Iglesia.

Ellos eran los ejércitos de Cristo contra los demonios nacionales. Ya les
había dicho Perón que la masa no vale por la calidad o cantidad de sus
integrantes sino por la calidad de sus dirigentes, e intentaron llevarlo a la
89

práctica. Con sus osadas acciones y su gran capacidad de movilización, con


su valentía, y espíritu de sacrificio, provocaron la caída del gobierno militar
y abrieron el camino al regreso de Perón convencidos de este les iba a
reconocer su mérito. El mismo líder desde el dorado exilio en la puerta de
Hierro, les hizo albergar esa falsa esperanza, llamándoles “la juventud
maravillosa”.

En su ingenuidad, no se les ocurrió pensar que Perón era un militar que


pertenecía al ejército y nadie ignora que el ejército estaba dividido y Perón
pertenecía a un grupo secreto dentro del ejército, o logia, el GOU (por sus
siglas grupo de oficiales unidos), de corte nacionalista, que entre otras cosas,
quería mantener a Argentina neutral durante la Segunda Guerra Mundial y
evitar la insurgencia comunista.

El Gral. Perón al aspirar a la política, y lógicamente no tener un partido se


tuvo que unir a los ya existentes, los laboristas y a los sindicalistas, era el
mejor modo de controlar los nacientes movimientos de izquierda que en
Argentina gracias a la inmigración europea, amenazaban la estabilidad de la
nación. Ya lo habían demostrado en la Semana Trágica en la que tuvieron
que intervenir para frenar revueltas obreras. En otras palabras, los utilizó
como medio para lograr sus fines y cuando triunfó gracias a ellos, les
“persuadió” de disolverse en su movimiento al que llamó “Justicialismo”
para diferenciarlo de los otros socialismos extranjeros, y a los que se negaron
unirse, supo cómo convencerles, en eso no le temblaba la mano. Quería un
movimiento de corte nacionalista y típicamente argentino, que llamo
“justicialismo” o peronismo. La mejor definición de su engaño, que para él
era la política, la dio el mismo: “la política es como un violín que se coge del
lado izquierdo, pero se toca con la mano derecha” y él era un experto
violinista

Por supuesto, la historia nos demostró que el peronismo si bien evitó que
Argentina entrase en la Segunda Guerra Mundial como le presionaba EEUU,
fracasó en su intento de frenar y controlar el conflicto social.

Los Montoneros no imaginaron siquiera que les utilizaría igual que lo hizo
con sus antiguos socios. Con su mesianismo típico de la edad, se creían ser
la vanguardia de su movimiento, seguros que contarían con su bendición, se
sentían ser los salvadores de la patria, y no fueron más que la soberbia
armada como dieron en llamarles después. Estaban más que convencidos que
90

Perón cuando regresase de su exilio y viera la realidad del país, sería


revolucionario. Ignoraban que él desde ahí era el eje que unía a todos los
movimientos contrarios.

Desobedeciendo la exigencia de Franco de no interferir en la política


argentina, y menos instalarse en Madrid, acabo instalándose en Puerta de
Hierro y recibiendo dirigentes de uno y otro lado organizando la resistencia
peronista. En 1964 intentó volver a Buenos Aires sin pedir permiso a nadie,
pero lo mandaron detener en Brasil y lo despacharon derecho a España.

De todos modos, todos eran demasiado jóvenes para comprender nada.


¿Cómo lo iban a entender ellos, si aún se sigue sin entender?, si después de
un aluvión de libros este sigue siendo como una especie de religión con su
Dios, sus mártires y santos y su evangelio que despierta pasiones y odio
como los cuadros de futbol. Una especie de Maradona o Papa Francisco.
Mucho menos lo iban a comprender ellos en esos tiernos años.

Esto fue solo el comienzo, se sucedieron infinidad de bombas, atentados


diarios.

Todos contaban la historia de esa niña que se hizo amiga de otra y por la
noche les puso una bomba debajo de la cama que mató a los padres de su
amiga, y si bien no les explicaban nada lo ponían de ejemplo para prevenirla
con las amistades, o la de esas guerrilleras que ponían sus hijos por delante
como escudo. Como esta infinidad de historias que circulaban entre
bambalinas después que se bajaba el telón.

Época muy extraña que estaba dentro de un contexto mundial de guerra fría.
Las autoridades les llamaban “elementos subversivos” y eso es lo que en
verdad eran, porque querían subvertir el orden constitucional para instaurar
uno nuevo, su famosa patria socialista, concepto abstracto que ni ellos
mismos tenían muy claro, o cada uno se lo imaginaba a su manera. Por lo
pronto no parecía más que unas simples guerras de egos. Donde manda
capitán no manda marinero, el problema era que ahí todos querían mandar.

Impusieron el caos y el terror, y no fue solo con sus bombas, cocteles


molotov, ametralladoras, topos, red de inteligencia, infiltrados, espías que
dejaron un reguero de muertes inocentes, sino que se pusieron de moda los
secuestros exprés, y la posterior demanda de rescate. Estos no eran para nada
humildes, el más sonado y el más caro de la historia fue la de los hermanos
91

Born. Algo de este dinero fue a parar a Cuba. ¿Qué hicieron con el resto del
dinero? Y este no era moco de pavo, nadie hasta el día de hoy, nunca supo
nada, esta fortuna fue como la del tesoro del Virrey Sobremonte que de tan
bien escondida nadie la encontró, pero el virrey montañés siempre sostuvo
que el la escondió para evitar que cayese en manos de los ingleses.

A diario se escuchaba la historia de hijos de familias adineradas que se hacían


secuestrar para pedir rescate a sus padres y se repartían el botín. También
estaban a la orden del día los atracos a los bancos.

La quinta donde vivía a las afueras se había convertido en todo un trayecto


no solo peligroso sino también suicida. En cualquier momento, o en
cualquier sitio podían ser interceptados por un coche que les impedía llegar
a destino. Nunca olvidará cuando presencia un secuestro a plena luz del día
y en una hora concurrida en la panamericana.

Le dice a su padre que se detengan, y su padre le responde ¿quieres que nos


maten también a nosotros? Se dio cuenta que tenía razón, estos portaban
armas y probablemente no eran de fogueo. Se sintió muy impotente. La
escalada de crímenes seguía creciendo y las noticias no dejaban de dar cifras
que iban aumentando en un espiral de violencia que parecía imparable.

¿Quién de su generación no recuerda a ese chico alto, rubio, carismático de


grandes ojos azules que parecían lanzar llamaradas de fuego, de hablar
enérgico y apasionado? ¿Quién no recuerda sus inflamados discursos que
fueron tan mal interpretados? ¿Quién no recuerda a ese atípico cura, que
impartía clases de teología, con sus gastados vaqueros, sus pulóveres de
cuello alto, su campera negra, que cambio riquezas y comodidades por su
amor al Evangelio y su compromiso con los pobres?

El padre Múgica, contagiaría su fervor, indignación y celo misionero a los


Montoneros, una llama que prendería en ellos, si el encendió la mecha, ellos
lanzaron la bomba. Él les había formado, les habían acompañado en sus
misiones, había sido su asesor espiritual en la juventud estudiantil católica,
algo que lamentaría siempre. Denuncia la violencia del hambre, y se negó
a apoyar la lucha armada: “No sé si un cristiano tiene el derecho a matar.
Pero si tiene la obligación de morir por sus hermanos” y el murió por ellos
porque fue incapaz de matar, su cristianismo rechazaba la violencia.
92

Intentó frenar la violencia en el peronismo que el mismo con sus discursos


había desencadenado, no lo logró, el tiempo no jugó a su favor. Si bien el
encendió la mecha, fueron los otros los que tiraron las bombas.

Pero, ¿no fue acaso Seneca el tutor del emperador Nerón? ¿No fue su propio
discípulo su peor enemigo? ¿Se puede acusar a Jesús de todas las
barbaridades cometidas en su nombre? Y los ejemplos abundan.

Quizá con los años se habría moderado. Dicen que quien con 20 años no es
de izquierdas, no tiene corazón, pero el que lo sigue siendo a los 50 es que
no tiene cabeza o carece de espíritu crítico.

El padre Múgica le enseñó el tremendo poder de las palabras. Poder que lo


aprendió en su carne, en una anécdota de su infancia: su madre
constantemente manifiesta su aversión y odio a los gatos. Ella, una niña,
encuentra un gato callejero y le mata a pedradas. Todavía recuerda como
luchó ese gato, y con qué saña le mató convencida que era un engendro del
mal. Orgullosa y satisfecha corre a su madre a contarle su hazaña. Espera
que la felicitara, pero ella furiosa le dijo de todo y le hizo comprender que
eran solo palabras, y que no tenía derecho a matar a ningún animal indefenso
por muy malo que fuese. Llorando va a buscar el cadáver del gato al que más
le hubiese gustado resucitar, pero como no puede, lo entierra entre lágrimas,
y hasta el día de hoy todavía se siente culpable de ese acto de crueldad.
Nunca se borró de su mente esa expresión de horror y espanto en ese gato
que no comprendía por qué le apedreaban. Aprendió que la palabra es la más
peligrosa que los fusiles. Un golpe se olvida, una palabra no. Las palabras
también matan, pero también pueden dar vida. Es como el cuchillo que
depende del uso que le demos, sirve para matar o para cocinar al igual que el
fuego. Las palabras en sí no significan nada, son nuestras pasiones las que
les insuflan vida, pasión, demencia. No olvidemos que “Con una palabra el
mundo fue edificado. Con una palabra el mundo puede ser redimido”

Esta historia personal la marcó tanto al punto que hasta el día de hoy es
incapaz de emitir un juicio. Ella sabe más que nadie lo fácil que es dejarse
llevar por unas simples frases.

La historia inversa es la del ratón. Un día estaba en la finca de sus abuelos,


entretenida jugando entusiasmada con un ratoncito. Estaba feliz con su
nuevo amiguito, para ella era un Hámster salvaje con cola. A decir verdad le
era imposible diferenciarlo de los que esos pequeños animalitos que le traía
93

su mamá para que jugase, le encantaba verlas girar por la rueda o hacerla
girar con sus manitas, y como no tenía ningún juego jugaba con el ratoncito
haciéndola girar encima de su pecho y dándole volteretas por el aire. Cuando
sus padres la ven con su nuevo juguete, entran en pánico. A gritos la hacen
dejar al animal, le cazan y a ella la llevan a vacunar contra la rabia. Luego
le dijeron que ese ratoncito era una ratita, pero aunque cambiase de
nomenclatura ella seguía sin poder ver la diferencia entre un ratón y una
rata, o entre un ratón y un Hámster, y sigue hasta el día de hoy, sin ver otra
diferencia salvo que la rata es más grande y el ratoncito es mucho más
inteligente.

El mejor ejemplo de que la palabra es más eficaz que cualquier espada lo


tenemos encarnado en Talleyrand el sacerdote, obispo, político, estadista y
diplomático y ministro de relaciones exteriores de Francia, que lideró su
política exterior durante Revolución francesa, durante el gobierno de
Napoleón y luego el de la restauración, que dirigió dos revoluciones, engaño
a 20 reyes, quizá más, y fundo Europa, considerado por muchos como la
quintaesencia del traidor.

Era la mano derecha de Napoleón, mientras este perdía las guerras en el


campo de batalla, Tayllerand con su astucia y diplomacia las ganaba en la
mesa de negociaciones, demostrando así lo absurdo que es utilizar la
violencia cuando se sabe manejar bien el arte de la palabra. Eso mismo le
enseñó su abuelito cuando veía la ira de su nieta que no podía controlar sus
actos, le decía, “cuando aprendas a dominar la palabra dejarás de recurrir a
tus manos, y dominaras tu ira”

Claro que un elemento a su favor de este diplomático era su formación


eclesiástica que no desvaneció su ligereza de costumbres pero si afilo su
lengua. Dicen que la lengua es la única arma que se afila con el uso.

Hay que reconocer que de los curas del tercer mundo muy pocos apoyaron
la lucha armada. El padre Múgica, igual que la mayoría de los teólogos de
la Liberación, si bien en un principio creyó que el asesinato de Aramburu
bajo el lema de “vuelve Perón” sería un regreso a la democracia, no quiso
seguir por ese camino de violencia que solo engendra violencia y de ahí en
adelante rompería filas con Montoneros, pensaban que cuando Perón
regresase tenían que enterrar los fusiles. “Hay que dejar las armas y empuñar
94

los arados”, pero ya era tarde, sus discípulos no le hacían caso y siguieron
adelante, preferían las armas a los arados.

Hay que aclarar que para Montoneros el regreso de la democracia no era un


fin en sí mismo, sino un medio para cumplir sus ambiciones, imponer su
patria socialista, y realizar su asalto al poder. “El poder político brota de la
boca de un fusil” afirmaba su líder.

El padre Carlos, como le llamaban, intentó detener la violencia dentro del


peronismo, que el mismo, sin querer había desatado, pero ya era tarde, sus
mismos discípulos le traicionaron, o ellos mismos se sintieron traicionados
cuando se negó a defender su lucha armada. Quizá pasó lo mismo con Judas,
que probablemente sería zelote y pensó que Jesús era el Mesías que esperaba
el pueblo judío, o sea el que les libraría de la opresión romana. Intentó
acelerar los tiempos, seguro de que Jesús demostraría que era el Mesías que
estaban esperando, y por eso dice “lo traicionó” cuando fue el mismo el que
se sintió traicionado. Aparte que la historia parece absurda, Jesús caminaba
libremente para aquí y para allá, no se entiende por qué necesitaba a alguien
que le delatase, o entregase a los romanos. A los romanos la religión les tenía
sin cuidado, solo le preocupaban los revolucionarios, en ese entonces zelotes,
una facción violenta del judaísmo, que florecían en los campos de Galilea,
por eso decían “nada bueno puede venir de Nazaret” que en esos tiempos
era un semillero de terroristas. ¿Por qué cuando le van a prender, uno de sus
discípulos, Simón Pedro, le corta una oreja al soldado romano? ¿Qué hacía
con una espada? Que no se llamaba espada sino sica, de ahí el término
sicarios.

Regresa Perón y su regreso fue por una parte gracias esos jóvenes
guerrilleros que, junto al ERP de corte marxista, se habían convertido el
grupo terrorista más importante de esa convulsa década de los 70, y de otra
parte porque ya estaban todos hartos de esa caos, y de esa violencia
irrefrenable. El mito a la distancia, estaba causando estragos, ya nadie sabía
lo que era ser peronista y necesitaban que el propio Perón viniese a
explicárselo. A su regreso, tras 18 años de exilio, había que definir de qué
lado estaría el Perón, y con la intención de dilucidar el misterio, esperaban
todos con ilusión la llegada de su líder, acto que acabó en una auténtica
mascare. Es en esta masacre de Eseiza en 1973 donde se hace evidente las
contradicciones entre las dos facciones más extremas del peronismo,
contradicciones acentuadas desde el exilio por su propio líder, y lo que iba a
95

ser una fiesta donde habían acudido con bombos, platillos, hasta con violines
panderetas y acordeones terminó en un baño de sangre, mientras Perón
aterrizaba sano y salvo en el aeropuerto de Morón.

A pesar de esta emboscada que se saldó con varios muertos y muchos más
heridos, los montoneros siguieron creyendo en su rol de liderazgo.

No fue hasta un primero de mayo de 1974 que fueron a plaza de mayo, con
el propósito de obligar a Perón a definir su postura y comenzaron coreando
su famoso “que pasa General que está lleno de gorilas el gobierno popular”
(se referían a López Reagan, el brujo que crearía las tristemente famosas
triples A desde su puesto de ministro de bienestar social) A Perón la verdad
no le hizo nada de gracia, y mucho menos cuando se metieron con Isabelita
que estaba a su lado.

Ese encuentro fue todo un espectáculo: Mientras ellos cantaban “si Evita
viviera, seria montonera”, o aún peor “si Evita viviera Isabel sería copera”
los otros le respondían “No toques las bolas. Evita hay una sola” y los
canticos iban subiendo de tono haciéndose evidente las divisiones entre ellos,
por un lado, los sindicalistas por otro los Montoneros. La plaza se había
convertido en una auténtica batalla campal

Perón, desde el balcón deja clara su postura y rompe con ellos y de “jóvenes
idealistas” pasaron a ser unos “imbéciles jóvenes imberbes”. Claro que este
calificativo les dolió sobremanera y no se lo perdonaron nunca. Desde el
balcón les acusa de querer monopolizar un movimiento sindicalista de 20
años de trayectoria. Montoneros se van ofendidos al canto “aserrín aserrán
el pueblo ya se va” y en verdad el pueblo se fue y quedó media plaza vacía
dejando en evidencia su poder de mover masas de todos los estratos del
peronismo.

Esas imágenes les recordaban a las del flautista de Hamelin, ellos adelante
con sus grandes pancartas y los otros detrás.

Perón dejo bien claro su postura, les echó, aunque ellos insisten que se
marcharon. La cosa es que si se fueron o les echaron da lo mismo, desde
entonces pasaron a la clandestinidad, que para ellos no fue una derrota sino
una retirada táctica, para seguir en la sombra escribiendo su historia a sangre
y fuego, que también sería la nuestra y la de nuestra generación.
96

CAPITULO 13

SIEMPRE NOS QUEDARÁ PARIS

Un día a su casa vienen unos guardaespaldas. No entendía por qué, si ellos


tenían un pastor alemán entrenado por la policía para que necesitaba a esos
intrusos.

Le gustaba ir por la noche a la piscina y a su perro lo tuvo que atar porque


no se llevaba muy bien con ellos. Ella se sentía mucho más protegida por su
fiel compañero.

Recordaba a su amiguita del colegio, ahora corría igual suerte. Hasta que
un día llega a casa y encuentra a sus padres preocupados y con el ceño
fruncido, les pregunta la razón y por toda explicación le dicen que tiene que
coger sus maletas. (Después de mucho tiempo le explican que se fueron para
proteger su vida. Su padre recibía llamadas amenazantes que le decían “que
hermosa y joven es su hija. Sabemos su nombre y el nombre de su perro.
Lástima que la tengamos que matar”, y a decir verdad, no eran épocas para
tomarse las amenazas a la ligera. )

Sus padres le dicen que recoja lo más importante que tenían que partir en una
hora. Simplemente cogió algo de ropa y sobre todo muchos libros. No le
dieron tiempo ni de llamar al teléfono a nadie por miedo a ser delatados. Le
dice que se van a Paris. No entendía el porqué de tanta premura ni por qué
tenían que huir, así, como ladrones en la noche.

En pocas horas estaba ya lista, sin poder despedirse de nadie, sin decir adiós
a sus amigos, parten rumbo a Paris en un viaje sin retorno.

Ahí comenzó una nueva etapa de su vida. Ya conocía Paris, pero de


vacaciones, ahora le tocaba integrarse a su vibrante vida cultural.

Logró ser aceptada en un prestigioso y exigente colegio francés tras pasar un


examen. Era la única de origen extranjero en toda la clase que había logrado
pasar las pruebas y ser aceptada.

Esta escuela se jactaban por su alto nivel de aprobados en el Bachiller, los


colegios no daban el título, sino que tenían que prepararles para un examen
oficial, en esas épocas muy difíciles. De modo que a pesar de haber sido
97

admitida la directora les recordaba siempre que si bajaban las notas el propio
colegio les invitaría a partir. Eso hacía que su esfuerzo fuese constante y le
impedía bajar la guardia, algo que no resultaba difícil dada su insaciable sed
de conocimientos y necesidad de nuevos desafíos. La misma directora, que
más que directora se parecía la bruja Madame profesora Minerva de Harry
Potter, era la encargada de entregarlas periódicamente a cada uno y ponía la
ultimas cartillas las malas estudiantes, y siempre había una expulsada. O
mejor dicho le daban una advertencia o la invitaban a buscar otro colegio.
Por suerte su cartilla estaba entre las primeras. A la directora gustaba espiar
la clase desde una ventanita que había en la puerta con un cristal que solo era
trasparente de un lado, del otro era un simple espejo, que a los alumnos les
parecía el ojo del Gran Hermano, que lograba que todos fuesen obedientes y
educados (por lo menos durante la clase) Y su marido se ponía debajo de la
escalera, le encantaba desde ahí ver como las chicas subían cono sus faldas,
quizá tuviese miedo que alguna se fuese a caer y se quedaba ahí para cogerla.

La ortografía francesa con sus dobles consonantes y letras que se escribían,


pero no se pronunciaban, eran un tormento. Pero se ve que para los franceses
también lo era porque la ponían a ella como ejemplo para resaltar las faltas
ortográficas de estos.

Este agravio comparativo, a ella le avergonzaba sobremanera, todas las


comparaciones son odiosas, y dudaba que a sus compañeros esta
comparación fuese de su agrado.

Sus compañeras le decían “joujou” porque según sus compañeras era el


joujou o juguete de la clase y la consentida de los profesores. Su carácter
abierto y alegre, su espontaneidad tan poco habitual en ese círculo, su
simpatía y sencillez daban una nota de frescura a la clase y rompían la
monotonía. Aunque ella nunca se sintió serlo, fue tratada igual o con más
rigor que los otros. Solo quizá fuese que se divertían a su costa.

A clase todas iban con su bolso Vuiton y sus foulard de marca (grif) ella
desde entonces no volvió a ponérselas. El uniforme era confeccionado por
un modisto especial, que por su precio parecía haber sido diseñado por el
mismo Pierre Cardín. Todo eran modas y tontería.

La verdad que daba una nota exótica, una nota de frescura en un medio social
momificado, no solo porque hacia todo al revés de lo que veía, siempre le
98

encantó romper los moldes rígidos, sino porque los franceses la mayoría no
sabían distinguir un país de otro.

A Argentina la solían confundir con Brasil y le comentaban orgullosos:


“Conozco tu país, fui con mis padres a Rio de janeiro”. Ella ya ni les
intentaba sacar del error. Se confundían el rio de la plata con el rio de Janeiro,
daba lo mismo, a fin de cuentas, ambos eran ríos y todos la veían como verían
a cualquier sudamericano, bajada de un cocotero, y a decir verdad esa
confusión con un verde Brasil no le disgustaba para nada. Era un sitio mucho
más exótico.

Todos sus profesores le marcaron, pero el que más la marcaría sería su


profesor de Literatura.

Aunque en clase la hacía ruborizar cuando leía el Cándido de Voltaire, el


optimista que viaja por accidente a Buenos Aires y creía vivir en el mejor de
los mundos posibles, o a Saint-Exupery con su vuelo nocturno a la Patagonia
y la señalaba a ella para explicarlo, se lo hacía leer en voz alta ante toda la
clase o le mandaba tareas para casa. Cada vez que llegaba tarde su castigo
era una hora de clase de literatura que aprovechaban para leer e interpretar
textos.

Y como a menudo le costaba llegar puntual ese castigo que se habían


convertido en ritual, dejó de ser un castigo para convertirse en un premio que
cada día disfrutaba más y más.

Este profesor era un catedrático que le enseño a saber leer los libros
descubriendo dentro del entramado del texto la médula del pensamiento o de
la idea central, le hacía comprender que todos los libros encerraban un
mensaje que teníamos que descifrar. Junto a él todos cobraban vida y le
hablaban.

Comenzó con este profesor tan entusiasta un nuevo camino que dejaría en su
mente una honda huella. Ahora las frases eran como un gran rosetón gótico
en medio de una catedral que tenía que descifrar y encontrar su centro sin
perderse por las ramas.

Eran como esas ventanas esféricas dotadas de vidrieras cuyos trazos estaban
dibujados de forma radial, pero todos confluían en un mismo centro.
99

Le decía que las palabras eran como esas obras de arte, iluminan los templos
y consiguen efectos misteriosos cuando se proyecta la luz en su interior. Esa
luz no era otra que nuestra inteligencia o capacidad de compresión.

Ella tenía que encontrar y descubrir entre toda esa baraúnda de palabras la
esencial, buscar la palabra detrás de las palabras, ese mensaje oculto que
esperaba ser descifrado.

Junto a él, comenzó a leer libros donde uno podía perderse y el más simbólico
fue “a la búsqueda del tiempo perdido” de Marcel Proust un tiempo que
ahora creía haber recuperado gracias a esa ayuda de su profesor. Con un
guía así era imposible perderse. Como un sherpa podía subir y bajar las más
escarpadas montañas, como un mono podía saltar de rama en rama sin perder
nunca de vista su objetivo. En su ritmo y cadencia podía sentir y sufrir su
asfixia, la escritura palpitaba, vibraba, cobraba vida y hasta se sentía conectar
con esas almas.

Cuando visitó con sus padres el castillo de Chateaubriand, a instancias de su


profesor que le marcó un mapa de ruta, de pronto sintió que se le erizaba la
piel, una especie de descarga eléctrica le recorrió el cuerpo de pies cabeza.
Sus palabras resonaban en sus oídos como un eco de ultratumba, le parecía
ver a ese padre severo y taciturno caminar de punta a punta del salón con su
ceño fruncido y sus manos cruzadas a la espalda. También vio a ese
misterioso gato y al hombre con pata de palo que en forma de fantasmas tanto
atormentaron al escritor, y de los que luego excavando encontraron sus
esqueletos.

Su obra romántica e individualista en un principio se sumó a la de una época


que le arrastraría en su vorágine, donde por primera vez en la historia
occidental la religión cristiana no solo era atacada, sino que era destronada y
sacadas sus imágenes de todos los altares para subir ese nuevo ídolo: la diosa
razón.

Pero no solo se intentó erradicar de las vidas, los templos y del gobierno sino
también del lenguaje. Hasta los nombres de los meses se cambiaron como
todas las palabras que tuviesen connotaciones religiosas de raíz cristiana,
como si cambiando simplemente las palabras se pudiesen cambiar ese
arraigo de siglos que tenían en el inconsciente. Esos nuevos términos no eran
más que eufemismos. Al grito de “Libertad, igualdad y fraternidad” (que
parecía otro eufemismo o más bien una burla de mal gusto) la guillotina hacía
100

rodar cabezas desde el Rey para abajo. Hacer una revolución a medias era
cavarse una tumba, así que como nadie se sentía listo para ir a parar a una
tumba, ninguno se quedaba a medias, parecían todos desenfrenados.

Las celdas de la Bastilla se llenaban prisioneros esperando ser ejecutados. Y


el romántico escritor se rodeaba de una corte de admiradoras y de esas
mazamorras saldrían muchas de sus tantas amantes.

Nunca se supo exactamente cuántos murieron, pero Francia quedó


prácticamente despoblada a la vez que un viejo orden moría y uno nuevo
nacía que sería el comienzo del Estado moderno y el fin del poder absoluto
de derecho divino de las monarquías.

En ese entonces a Chateaubriand no se le ocurrió nada mejor que defender


con su” Genio del Cristianismo” al cristianismo, pero como no podía hacerlo
éticamente lo hizo estéticamente, por sus creaciones artísticas (algo muy
francés, pueblo amante de la buena vida, la buena mesa y sobre todo de la
belleza) Fue una genialidad porque no podía ser atacado porque sus
esculturas y obras de arte estaban ahí, aunque quisieran ocultarlas. Se erguían
impasibles y desafiantes sus iglesias, estatuas y catedrales y todos esos
maravillosos monumentos. Se podía ver y palpar, aunque violaran monjas
y quemaran iglesias no podían quemarlas a todas.

Estaban mirando campos en Normandía para comprar, y ya imaginaba una


vida bucólica, lejos de las bombas, en esa ciudad tan tranquila y romántica
que era Paris. Estaba feliz, las turbulencias de esos años australes parecían
difumarse en las brumas del pasado. No eran más que borrosos recuerdos.
Aunque algo había cambiado tras la crisis del Petróleo, ya no era la ciudad
luz, las luces se apagaban a medianoche, sumiendo en la oscuridad a esa
ciudad otrora tan luminosa. En sus calles comenzaban a verse emigrantes
argelinos que la seguían en grupo. Algo que le daba miedo y limitaba esa
libertad que sentía.

De tanto en tanto le llegaban cartas que traía el cartero que la conocía aun en
plena huelga de correos, de quién decía llamarse “su admirador secreto”
Hasta que un día la portera le llama y le dice le llegó un envió urgente que
tenía que recoger. Cuando va a recogerlo se encuentra con su amigo judío
que era el supuesto envió escondido detrás de los cubos de basura del patio.
Estaba emocionada y sorprendida.
101

A pesar de todas las barreras él siempre estuvo ahí cerca suyo presente y
seguía todos sus viajes Tuvieron que desplegar todo su ingenio para burlar
censuras y seguir en contacto, pero por lo visto a ambos ingenios les sobraba.

Recuerda que la invita a subir a su moto y recorren juntos Paris recordando


viejos tiempos.

Suben a casa aprovechando la ausencia de sus padres, para escribir una carta
a un amigo común con una tinta invisible que habían inventado. Estaban
divertidos riendo cuando entra su madre y furiosa le echa de casa. Le
intentaron explicar que no estaban haciendo nada malo, pero todo fue inútil.
Entre lágrimas le vio partir. Se fue, pero nunca dejó de seguir enviando
cartas. Ni nunca dejaron de compartir ese humor tan especial que les unía.
O de compartir esa chispa y ese ingenio del que estaban ambos dotados.

Argentina parecía un recuerdo en la distancia, aunque seguían sus noticias


estas parecían ecos lejanos. Cuando de pronto su padre dice tiene que
regresar a Buenos Aires. Había tenido una excelente oferta de gente
interesada en el campo. Ella no podía abandonar el curso, así que se queda
con su madre. El tiempo se le hizo eterno. Por fin su padre regresa, y les
cuenta que vinieron con una maleta cargada de dólares a comprar la estancia,
y aunque la oferta superaba con creces el precio del campo y sus propias
expectativas a última hora se niega firmar. No comprendida por que su padre
rechazaba así tan buena oportunidad. A los pocos meses, cuando acaba el
curso deciden todos regresar. Volvía a sentirse expulsada del paraíso. Había
finalizado una de sus etapas más bellas y enriquecedoras de su vida, otra
nueva comenzaba. Se sentía ser una simple maleta.

Continua su vida en Argentina como antes con idas y venidas a Paris. Por
supuesto “como antes”, es un decir, porque ni el país ni ella serían los
mismos de antes. Su país estaba cambiando poco a poco Y ellos
probablemente también. El aire seguía como antes enrarecido y las sombras
que habían dejado no habían aminorado, sino que no dejaría de crecer y
acecharles.
102

CAPITULO 14

VOLVER

Argentina estaba inmersa en una auténtica guerra civil. La ilusión de que el


peronismo traería paz y reconciliación duró muy poco, enseguida
comenzaría a desvanecerse.

Poco a poco comenzó a sentirse una simple ruleta del destino como lo eran
todos, y buscaría refugio como muchos de ellos, en las lecturas. Quizá lo
que su país o sus padres no podían explicarles esos filósofos podrían. Su
generación, todos esos que estaban en el medio y observaban el devenir entre
bambalinas, que eran la gran mayoría, encontró un refugio en las lecturas.

Las favoritas de su generación y con la que los jóvenes se identificaban y


vestían sus ideas como traje a medida eran Nietzsche, Herman Hesse,
Camus, Sartre, André Gide, entre otros.

Por supuesto, también leían a Marx, que lo único que tenía de atractivo era
su condena de libro prohibido, pero nunca había ella encontrado lectura más
aburrida y reiterativa desarrollada como una pseudociencia. Fue uno de los
pocos libros que no pudo acabar como tampoco el Mein Kampf. Hitler
podría tener dotes de pintor, pero lo que es de escritor ninguno.

El “Así hablo Zaratustra” de Nietzsche marcó su generación.

Esa lapidaria frase; “Dios ha muerto” encontró eco en una juventud que
estaba buscando desesperadamente su propia identidad. Pero a su vez les
quitó la ilusión de encontrar un sentido a su existencia en un Ser Superior.
El sentido a la vida lo tienen que encontrar ahora en ellos mismo.

Tampoco existía ningún camino marcado, cada uno tenía que labrar el suyo
propio. Era un grito de libertad, pero a la vez responsabilidad, sin tener a
nadie en quien refugiarse ni a nadie a quien recurrir ni a quien culpar por sus
errores.

Curiosamente fue justamente en esta negación absoluta que ellos


encontraron un Si gozoso a la vida, a una vida nueva que se les abría como
una gran puerta a lo desconocido. Osar traspasarla abría nuevos desafíos que
les llenaban de angustia existencial como todo lo nuevo
103

Cuando ya creían haber encontrado una respuesta escuchan una voz que les
dice;

“Ahora partiré yo solo, queridos discípulos. Y vosotros también partiréis


solos. Así lo quiero.

En verdad, éste es mi consejo: ¡Alejaos de mí y precaveos contra


Zarathustra!

Mejor aún. ¡Avergonzaos de él! Tal vez os engañó…”

Les estaba diciendo no solo NO ME SIGAS, sino que no sigan a nadie y


menos a un embaucador que les ofrecerá para la salvación yuyitos
milagreros. No creas sin cuestionar, no busques fórmulas mágicas que no
existen, no dejes que te implanten ideas, sino que cree por ti mismo, esta es
la única forma de ser libres y poder crear un nuevo mundo.

Pero a la vez esta libertad les dejaba solos, desamparado y ante sus ojos se
abría un aterrador abismo, la soledad absoluta, el vacío existencial, esa nada
que producía vértigo, pero también nauseas.

Nietzsche a pesar de haber abrazado en una época las ideas del nihilismo o
sea el sinsentido de buscar un sentido a la existencia, o mejor dicho negar
que esta tenga ninguno, en esta obra el busca un sentido a través del
superhombre (que supera al hombre, que no es más que una cuerda tendida
entre el animal y el superhombre. Una cuerda tendida sobre “el abismo”)

Plantea como recurso la idea del eterno retorno como salvación para la
humanidad. Esa idea occidental de repetición cíclica donde el mundo tendía
a destruirse para volver a crearse exactamente igual, en Nietzsche se volvía
instrumento de salvación porque según él, solo cuando el hombre logre vivir
libre y sin miedo logrará amar la vida y deseará el mismo el eterno retorno.
Ese momento llegaría cuando el hombre se atreviese a transformarse en ese
superhombre. Pero antes habría que cruzar esa fina e inestable cuerda tendida
sobre el abismo.

En resumen, el superhombre tenía que superar al hombre.

Sonaba rimbombante, bonito y hasta sencillo. Pero ¿cómo lograban superar


su miedo a la nada? Era como si les dijesen “busca tu tesoro” y no le diesen
104

siquiera una linterna para buscarlo o algún mapa para no perderse. Él mismo
no lo logró, al final de su vida cayo al abismo, como su titiritero, porque no
pudo huir de su pasado protestante y mucho menos de su propia locura, que
quizá no fuese suya sino la de toda esa época que le tocó vivir que con su
sensibilidad y extrema lucidez se hizo más evidente.

Si bien le producía repulsión el nazismo de Wagner, sus ideas supuestamente


dieron forma al nazismo como todos los libros mal leídos y peor asimilada.
Más aún en una obra escrita en un estilo de inusitada belleza, llena de
aforismo liricos, una especie de cantico religioso o de himno, lleno de
parábolas, metáforas y exhortaciones típicas de un predicador profético y
algunas veces milenarista, o simplemente del hijo de un pastor luterano. “Yo
os conjuro hermanos míos” Un estilo que cargado de fina ironía que no
escapa a nadie sus reminiscencias con los evangelios. “En verdad os digo”…

Pero el sumun de la ironía está en su propio título que hace referencia a un


profeta persa prácticamente desconocido en Occidente, que defendía todo lo
contrario: La existencia de un Dios único. La religión de Zartustra más que
un monoteísmo era un henoteísmo que pone a un Dios supremo sobre todos
los demás, y defendía valores éticos muy definidos y claros. Su fe se basaba
en tres principios fundamentales: “buenos pensamientos, buenas palabras,
buenas acciones” Como no la entendieron, condenaron su obra injustamente,
así como inventaron mentiras sobre su vida, Nietzsche jamás fue nacionalista
ni antisemita (el gran amor de su vida fue una judía) ni siquiera nihilista. Ya
lo dijo Santa Teresa: las abejitas y las avispas liban de las mismas flores,
pero mientras unas producen miel, las otras ponzoñas.

De todas formas, leyese lo que leyese ¿qué podía interpretar un ser


acomplejado, lleno de odio y de resentimiento como Hitler? No hacemos
más que leernos a nosotros mismos y cada uno da frutos según nuestra
naturaleza. Una persona llena de odio, resentimiento y frustración solo
puede producir hiel y ponzoña.

Camus era su favorito por su autenticidad, su extrema bondad y su firme


compromiso con la vida. No creía en Dios, pero creía en el hombre y su
capacidad de hacer el bien, y había apostado no simplemente en creer, sino
también, en darle crédito hasta el absurdo y más allá del absurdo.

Pocas obras coinciden con los valores de sus autores y con su propia
trayectoria. Su libro la Peste era un maravilloso reflejo de una época y de su
105

vida. Una obra enternecedora porque hasta en el ser más deleznable, Camus
encontraba más razones para amar que para odiar. Los personajes más
marginados, oscuros, sórdidos e insignificantes en tiempos normales, frente
a la adversidad se convertían en auténticos héroes sacrificando hasta sus
vidas por los demás.

En su mito de Sísifo refleja el nihilismo, que para él es un comienzo no un


fin, al que hay que aspirar, pero sin perder nunca nuestros valores éticos. A
ellos en esos tiempos Sísifo les hablaba de extranjeridad, del síndrome de
Ulises, de esa patria perdida, de un exilio sin recursos, sin la visión de un
paraíso perdido ni la esperanza de una tierra prometida. Sísifo sube su piedra
a la cima y de ahí vuelve a caer y tiene que volver a subirla en un esfuerzo
constante e infructuoso.

En este ensayo Camus siempre positivo, ve a Sísifo, a pesar de ser ciego


feliz. Esa piedra era su vida y Sísifo amaba a esa piedra como amaba su
vida. El amor era el que daba sentido a una existencia aparentemente
absurda e inútil. Era también el amor el que les ayudaba a ellos a superar el
absurdo y encontrar un sentido a sus vidas “La generosidad con el futuro es
darlo todo al presente”, y Camus con su amor y compromiso lo dio todo en
una vida que pasó por el mundo como una estrella fugaz pero que dejó en
sus almas una estela imborrable.

En realidad, más que un nihilismo que suena a derrota era para ella un
humanismo exacerbado. Camus amaba al hombre pero también eso que le
sobrepasa infinitamente al hombre que él lo llamó simplemente “vida “o
“amor”. Aun cuando todo estuviese perdido, el hombre merecía que
creyésemos en él hasta el absurdo.

Sartre atraía por su cinismo e ironía y sutil inteligencia junto a ese espíritu
de contradicción tan suyo. Enemigo hasta la muerte de Camus su vida e
ideología no concordaban con su capacidad de razonamiento. Su
posicionamiento tan extrema le impedía ver la grandeza de su amigo y con
sarcasmo rebatía sus ideas y decía hasta lo que su amigo no había dicho. Pero
esa militancia también le producía anteojeras que enturbiaban su juicio y le
impedían la crítica, en todos los detractores veía solapados enemigos,
admiraba incondicionalmente a Rusia como amaba al Che Guevara. Lógico
que Camus y el estuviesen en las antípodas del pensamiento, pero a todos
nos hizo pensar y nos obligó a enfrentarnos a la náusea y a la nada. Todos lo
106

tomaban como judío y el cansado de repetir que no lo era, concluyó “se es


judío cuando el mundo nos ve como tal”

Herman Hesse era otro autor muy popular en su generación. Uno de los más
leídos en el mundo, y no era para menos, sus libros habían surgido a raíz de
sus propias crisis existenciales, que nunca resolvió.

Las sombras de su pasado le persiguieron como “restos de nacimiento” hasta


su tumba.

Su obra más famosa “el lobo estepario” era lectura obligatoria en su época.
La más famosa y la menos comprendida de todas, tal es así que el mismo se
quejaba siempre de no haber sido comprendido o interpretado correctamente,
cosa que no era difícil hacerlo cuando se mezclaba realidad y fantasía en un
teatro mágico donde era difícil distinguir los límites entre uno y el otro.
Mucho menos aun cuando a los fantasmas del autor uno añadía los suyos
propios, es por eso que cada uno entendía lo que quería entender y lo seguían
leyendo y opinando intentando sacar sus propias conclusiones, poco les
importaba lo que quiso o no quiso decir su autor. Quizá no lo entendieron ni
lo entenderían nunca, quizá el propio autor tampoco lo hizo, a veces nuestras
propias obras nos sobrepasan.

En cambio su Siddhartha fue un libro de autoayuda que trajo mucha paz a


los jóvenes, aunque a él no le haya resuelto sus dudas, ni siquiera le hubiese
transformado su vida. Pero eran libros de una sola lectura, cuando pone
punto final a una historia es que la historia se acabó de verdad.

Y así entre libros, estudios y reuniones familiares transcurrió su juventud.


Casi no fueron capaces de percibir los hondos cambios que se producían a
su alrededor. Sirenas angustiadas en el amanecer, coches de policía sin
placas, extensos controles, amigos que misteriosamente desaparecían,
universidades intervenidas o tiroteadas, artefactos bombas que explotaban
por doquier y en cualquier sitio, secuestros exprés, eran tan habituales y
frecuentes que ya no sorprendían a nadie.

Fue una época donde un libro o una barba podían justificar una persecución.
Muchos de sus amigos fueron rasurados. Fue un tiempo en el que podíamos
pasar una noche detenido e incomunicado en el calabozo por no llevar
documentos donde simplemente estar en la lista de la agenda equivocada
107

podía acarrearnos la desgracia. Fueron tiempos oscuros donde parecía


cernirse el invierno y la oscuridad por doquier, las sombras acechaban y no
se sabía bien en quien confiar. Cualquiera amigo o conocido podía ser un
enemigo o un delator.

Aun sin haber hecho nada todos éramos sospechosos por el mero hecho de
ser jóvenes y nos sentíamos culpables. Nuestro único pecado, nuestro único
crimen era pensar. Un simple libro, o una frase desventurada que
consideraban inapropiados podían servir para condenarnos.

La primera protesta de unos chicos que creyendo que vivían en ese país libre
que les habían enseñado, simplemente reclamaban un boleto estudiantil, en
lo que se denominó “la noche de los lápices” (en alusión a la noche de los
cristales rotos de la Alemania Nazi) fueron torturados y asesinados, nunca
aparecieron sus cuerpos. Es verdad los chicos eran peronistas o Montoneros,
de los barrios pobres, pero no eran militantes ni estaban armados, tan solo
reclamaban un descuento en el autobús. Sin embargo, no fue hasta después
de la caída de la dictadura militar y recién hasta el testimonio de uno de los
supervivientes que el pueblo supo esa historia como tantas otras que
permanecieron ocultas.

Su generación ya había conocido la locura de esos ataques subversivos en


plena democracia donde hubo también secuestros y torturas., de modo que
una dictadura militar no parecía variar mucho de lo que ya conocían. Desde
tiempos del primer peronismo hubo censura, adoctrinamiento, persecución
de opositores. Le contaba su abuelo que entre ellos estaba Astor Piazzolla o
Atahualpa Yupanqui que torturaron, y rompieron su mano derecha para que
deje de tocar la guitarra sin saber que era zurdo, pero todas esas historias que
le contaba su abuelo nunca salieron a la luz ni fueron reconocidas. Durante
el Proceso muchos vivían de espalda a la realidad luchando por sobrevivir y
mantener a sus familias o por encontrar ese sentido a su vida y su propio
camino. Los padres a sus hijos pequeños no les explicaban nada, cuando les
hacían preguntas, solo les ponían a pintar o hacer dibujos en sus cuadernos.
Ellos no se enteraron de nada. Quizá sus padres actuaron así no solo por el
simple ánimo de protegerles sino porque tampoco ellos entendían nada, o
mejor dicho ya estaban acostumbrados a la represión, la violencia y todo era
preferible al caos. Sea lo que fuese, a todos, la realidad les sobrepasaba
infinitamente. Como dijo Hesse:
108

La vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo;

El intento de un camino, el esbozo de un sendero.

Ningún hombre ha llegado a ser él mismo por completo,

Sin embargo, cada cual aspira a llegar, los unos a ciegas,

Los otros con más luz, cada cual cómo puede

. Todos llevan consigo, hasta el fin los restos de su nacimiento…”

O dicho de otra manera, y en pocas palabras: el hombre haga lo que haga,


vaya donde vaya nunca podrá saltar fuera de su propia sombra.
109

CAPITULO 15

TIEMPOS DIFICILES

Sus años universitarios que suelen ser los más felices fueron enturbiados por
las convulsiones de esa época.

En la Universidad conoce a un chico. Trabaron amistad y fue su mejor


amigo.

Era como todos, de origen extranjero. Ella era incapaz de cuestionarse sus
orígenes o de diferenciar a alguien por raza o creencias. Ni siquiera era capaz
de distinguir las diferencias, o mejor dicho veía a estas como pinceladas que
resaltaban la belleza y daba una nota de relieve o color al cuadro.

Es verdad le hubiese gustado saber más de su pasado, pero no para juzgar


sino para comprenderle y porque le tenía inmenso cariño, le inspiraba
sentimientos de ternura, y sentía que había en lo profundo de su alma clavada
una espina y no podía ayudarle, una especie de dolor antiguo que parecía
venir del fondo de los siglos. De todos modos, en su época estaba muy mal
visto hacer demasiadas preguntas sobre el origen, `parecía un acto de
discriminación, por eso tampoco insistió demasiado. Así que de su amigo
sabía lo que el mismo le contaba, pinceladas sueltas. Solo sabía que sus
padres vinieron de Rumania huyendo de la guerra de Rumanía, y que había
nacido en Bolivia, nada más. Por sus ideas dejaba traslucir que era
profundamente antisemita, algo que en ese mundo y en ese ambiente que se
movía no le resulto siquiera extraño. Comenzaron a nacer sentimientos más
especiales entre ellos hasta que un día desaparece misteriosamente sin dar
explicación alguna. Sin saber cómo ni porque se fue de su vida y no lo volvió
a ver más

Comenzó a sufrir crisis de identidad como muchos autores que leía. O le


pasaba lo que a ese hidalgo manchego al que tantas lecturas le habían
devanado los sesos. Sentía que la gente la quería por una imagen, pero no
por ella misma.

Un día va al cine, pasaban una película muy polémica “el Tambor de


Hojalata” del libro de Günter Grass. Conoció un chico con el que comentaron
la película y por primera vez sintió que alguien la quería por sí misma, por
sus ideas Este desconocido con una especie de clarividencia fue capaz de
dar forma a sus angustias y anhelos más inconfesados, no más verla, sin saber
110

nada de su vida, lo primero que le dijo, mirándola fija a los ojos fue “tienes
que partir de Argentina”. Parecía que Dios o algún ser superior pusiesen
palabras en su boca o que simplemente tenía el poder de leer en su mente.
(Poder que luego le demostró que no tenía) ¿Habría leído en sus ojos una
llamada de socorro? Comenzaron a salir y el que no supiese nada de su vida
ni de su historia familiar fue algo que la hizo enamorarse con más facilidad.
Era su sueño, ser amada por alguien que no supiese quien era. Sus padres no
más saber de su nueva relación la fuerzan a dejarle.

Su padre, en un arranque de desesperación le dice una frase que fue un


detonante en su vida, o la mecha que encendió la bomba; “deja a ese “Petit
juif de merde”. Lo que más le hirió fue en el tono que se lo dijo, fue
tremendo, sintió esas palabras clavarse en su pecho como puñales de acero.
No conocía ese tono, y jamás soñó que la persona que más amaba podía
albergar ese sentimiento hacia los judíos o mejor dicho ese desprecio. Si
tenía “hasta” amigos judíos. ¿Acaso na sabía que ella también tenía sangre
judía?

Tampoco comprendió por que le llamaba judío, ni su físico ni su apellido


delataba un origen judío. Era alto, de nariz recta, rubio y de ojos azules, y su
apellido era de origen español de lo más común. Además, para más INRI
era profundamente antisemita. Dolida y ofendida con lo que pensaba era una
injuria, ingenuamente se lo pregunta segura iba a desmentir y para su
sorpresa avergonzado le confiesa “mis abuelos paternos eran judíos que
huyeron de Alemania nazi. Fueron a Bolivia y tomaron el apellido más
común de ahí. Queda petrificada con esta revelación tan inesperada. No
sabía si sus padres tenían un radar para detectar sangre judía, o le habían
hecho investigar por detectives. Siempre parecían saberlo todo, no sabía si
era por la intuición de sus padres o por la traición de su entorno, o de sus
supuestos amigos.

Desde entonces tuvo claro que para su familia ella siempre era y seguiría
siendo judía como este chico. De nada valía cambiar de religión, de país o
de apellido. Tampoco tuvo sentido tanto sacrificio ni tantas dolorosas
renuncias que hizo gustosa por amor, como la de no poder volver a ver a su
padre biológico, escribirle y decirle cosas hirientes que no sentía, apartarse
de sus amigos judíos simplemente porque no eran de su agrado, o porque no
soportaban que su hija estuviese con un judío, y tantas cosas que le venían a
la mente.
111

Renunció todo por amor y no por dinero, su padre biológico jamás le negó
nada y siempre soñó tenerla a su lado, y aunque lo intentó no pudo retenerla,
ella no se adaptaba al nuevo país y extrañaba a su familia y a lo que
consideraba su hogar, donde se había criado. Finalmente, por su felicidad y
con todo el dolor de su corazón aceptó firmar su renuncia, pero antes le
preguntó si seguro esa era su felicidad. Ella dijo sí y el respondió “la
felicidad de un hijo es la felicidad de un padre, ¿Y qué padre no desearía la
felicidad de su hijo? Firmo por ti, no por mí. Pero yo siempre seguiré siendo
tu padre y siempre estaré cuando me necesites, las puertas de mi casa siempre
estarán abiertas para ti”

Sus palabras fueron sinceras y brotaron de su corazón, los hechos lo


demostraron siempre.

Firmó, es verdad, pero solo bajo una sola condición “seguir viendo a su hija
siempre” condición que jamás se cumplió. Quizá pensaron que como
cerraron el trato con un judío no había obligación de cumplir. Siempre
cargaría el dolor de sentir que con su elección le hizo tanto daño.

Ahora todo le parecía tan absurdo. Ella, sus amigos y hasta el país estaban
sumidos en una gran mentira. Sintió que su mundo se derrumbaba y que su
sitio no estaba allí. Que nada de lo que tenía le pertenecía. Desde entonces
no tenía otra idea en mente que huir de ahí. Solo le quedaban dos caminos:
o irse y recobrar su libertad, o suicidarse.

Su padre adivinando sus intenciones secuestró sus documentos. ¿Cómo huir


sin ellos en plena dictadura militar? Parecía una locura, era además de
imposible prácticamente un suicidio, pero logró hacerlo gracias a las fuerzas
del cielo, y gracias a la aparición en su vida de ese chico rubio y de ojos
azules a través de las cuales las fuerzas del cielo volvían a manifestarse en
su vida.

Ya fuera del país, desde la libertad necesita sincerarse. Escribe a su


misteriosamente desaparecido amigo rumano y le confiesa su origen judío.
Sabía que tenía ideas antisemitas y estaba segura se iba a alejar de ella y lo
iba a perder para siempre. Le daba lo mismo. Hubiese querido gritarlo a los
cuatro vientos, ya estaba harta de tanto mentir y de haberlo tenido que ocultar
tantos años, quería y necesitaba quitarse esa losa de encima, necesitaba
amigos de verdad, y estaba segura de su reacción, no dudaba que tras la
confesión volvería a desaparecer de su vida otra vez. Sabía que lo que más
112

odian los antisemitas es haber albergado sentimientos hacia un judío y en su


caso se sumaría al de sentir traicionado porque se lo ocultó.

De modo que no esperaba ninguna respuesta, cuando le llama y le cuenta su


historia.

Le confiesa que él también tenía orígenes judíos. Le cuenta que a raíz de


salir con ella, un día, su padre le lleva a un cementerio judío y señalándole
el cementerio le dice “ves esa losa, aquí están enterrados tus abuelos, es por
eso no puedes salir con esa chica de familia antisemita. La tienes que olvidar.
Ellos son nobles y no te van a aceptar”

El conocer sus orígenes así de golpe de esa manera tan brusca a sus 19 años
fue un shock que jamás pudo superar, y mucho menos asimilar e integrar a
su vida que desde ese entonces se convertiría en un permanente y eterno
deambular, un viaje sin fin, sin encontrar nunca reposo para su ajetreado
corazón.

Y así fue descubriendo que no solo ella sino muchos de sus amigos vivían
en un engaño. Unos a sabiendas otros sin saberlo o sin sospecharlo siquiera.

Sus padres que habían huido para olvidar y soñaban reiniciar una vida
nueva no querían recordar el pasado e intentaban proteger a sus hijos del
sufrimiento. No sabían que, si bien la verdad hiere, es solo una vez, la
mentira hiere siempre.

Se dio cuenta que toda la sociedad en la que vivía estaba sumida


voluntariamente o involuntariamente, sin imaginarlo siquiera, en un
monumental engaño como en sus juegos juveniles, como en ese teatro
mágico de intercambio de roles que habían creado.

Ahora ese país se les había convertido simplemente en un gran escenario.


Era como haber vivido una gran mentira. Ausentes de necesidades
materiales que ocupasen sus pensamientos no podían muchos escapar a su
propia angustia existencial. Mientras los demás conservaban la esperanza de
que las posesiones materiales les harían felices o la resolverían todos sus
problemas, en cambio ellos sabían perfectamente que no y no albergaban
para ellos ninguna esperanza. Sabían que, hasta a veces, eran todo lo
contrario, les hacía blanco de odios, envidias y traiciones.
113

Marchó primero hacia Salta, subieron en el tren a las nubes hasta llegar a la
frontera. Ahí le esperaban militares con grandes fusiles amenazando a los
intrépidos. Les detuvieron y les pidieron su identificación.

Ya no recuerda cómo, pero logró cruzarla utilizando todas sus artes y la más
encantadora de sus sonrisas. Sabía que de no hacerlo sería mujer muerta.
Pero sabía también que sin las fuerzas del cielo hubiese sido imposible. En
esa época no tener papeles era un crimen que se podía pagar con deportación
y muerte.

Dejaba atrás a un país esquizofrénico de múltiples identidades que no supo


cómo armonizarlas todas en una, que recurría a las palabras para disimular
su miedo, que llamaba a los españoles gallegos, a los judíos rusos, a los
árabes turcos, a los italianos tanos, a los gordos apodaba cariñosamente
flacos, a los flacos gordos, a los bajos petisos a los petisos bajos y a los
blancos negritos.

Un país que cualquier psicoanalista hubiese descubierto que era incapaz de


mirarse al espejo, que no soportaba en los demás descubrir partes suyas,
porque dentro de él todavía, no fue capaz, ni supo al igual que ella, pegar
todas sus partes.

Un país que se dividía en locos y en psicoanalistas. Que todo lo explicaba


como irrupciones del inconsciente. Cuando vino Kissinger a visitar la
Argentina, dijo “en Argentina hay hambre” Los argentinos enseguida le
respondieron “no, no tenemos hambre, solo “tenemos angustia oral”

Toma la decisión de remontándose a sus orígenes. No sabía lo que era ser


judío y mucho menos lo que era el judaísmo, pero estaba decidida a
descubrirlo, y a comprender por qué los seres más amorosos que conocía,
los que más la quisieron, los que marcaron su vida fueron justamente los que
no pudieron aceptar su origen.

No podía culparlos, no podía siquiera dejarlos de amar y mucho menos


reprocharles nada, ellos eran parte de su vida.

Pero por ellos, por ella, por todo ese amor compartido, por todos esos
momentos inolvidables vividos, por todas esas lágrimas derramadas se juró
que no se iba a ir de este mundo sin comprender el porqué de ese sentimiento
que destrozó su vida, su familia e hizo sufrir tanto a su padre y a todos, y a
ella le impido ser feliz cuando vino a este mundo con todos los ingredientes
114

para serlo. Su problema era que su felicidad no era solo la suya, solo podía
ser completa viendo felices a los demás a su alrededor, y su frustración era
que justamente intentando hacerles felices hizo todo lo contrario. Todos
sufrieron y todos hicieron daño sin quererlo, y sin saberlo siquiera.

En esa historia no había inocentes ni culpables. Ella también participo y se


prestó a ese juego, a veces desesperada, a veces impulsada por otros, pero no
podía dejar de sentirse parte del elenco en ese drama.

Su padre que la crio sufrió un infarto de corazón y siempre la acusaron de


ello, y siempre se acusó a sí misma.

Su padre biológico sufrió tremendamente cuando tuvo que soportar que no


cumplieran su promesa, y se burlaran de él. Acordaban un encuentro en Paris
y el día anterior la llevaban a Londres y así siempre, y su pobre padre que
venía de tan lejos aprovechando un congreso médico, desviaba su viaje
infructuosamente sin haber podido volver a ver a su hija.

Como esta infinidad de episodios que no vale la pena recordar ni contar


porque nada fue hecho con mala intención, todo fue por exceso de amor,
quizá erróneo, pero en el fondo, todo era el miedo a perderla,

Y ella también tenía su parte de culpa. No podía negar su rol en este drama,
esto produjo que las palabras proferidas en ese tono le hicieran tanto daño y
fuesen la gota que colmó la copa. Comprendía esa frase de Jesús nada de lo
que nos entra puede hacernos daño. Solo lo que sale del corazón del hombre.
En verdad, así es, de un corazón puro no puede salir nada malo, es como el
sándalo perfuma hasta el hacha que le hiere.

El pasado no se podía cambiar pero si podíamos con nuestros actos reparar


los errores del pasado para modificar el futuro.

Y desde entonces comenzaría lo que los judíos llaman Teshuva que significa
“regreso” a Dios o arrepentimiento cristiano pero sin esa carga de culpa, sino
con amor y alegría, con fuerza y fe transformando lo negativo en positivo,
rescatando de ahora en adelante todo lo bueno del pasado porque este se
convertiría en su guía y su brújula, su norte y su Sur y había demasiada
belleza en él, demasiado amor y grandeza que no podían perderse. Por
supuesto .y ante todo dejando de lado la soberbia que tanto daño les había
hecho a todos. Había comprendido que las ramas rígidas se rompen,
mientras que el junco gracias a su flexibilidad siempre logra erguirse.
115

El luto se tenía que transformar en alegría, el gozo en alabanza y el mosto


transformarlo en delicioso vino y desde ahora seguiría los consejos de
Nietzsche en su Zaratustra, seguiría sola, quizá la engañaron, quizá
Argentina la engañó, quizá a Argentina la engañaron, quizá todos fuimos
engañados prisioneros de una época de la que no podíamos escapar. Tenía
que desenmascarar ese engaño. Por ella, por su familia, por sus amigos y
también por su país. Del pasado se llevaría tan solo en su equipaje todo lo
bello y bueno que serían su brújula o la Cruz del Sur en su camino.

Decía Martin Fierro: “Olvidar lo malo es también tener memoria” Y ella


tenía buena memoria, y desde entonces comenzaría a ejercitarla empezando
su vida desde cero. Pero todavía le quedaría por recorrer un largo y solitario
camino por una senda ancha, no estrecha, y muy sinuosa, llena de peligros
y obstáculos.
116

CAPITULO 16

ENTRE DOS FUEGOS

Aquí tenemos que hacer una acotación al margen. Aunque la situación


influyó en su partida esta no fue la causa ni el detonante, sino un cúmulo
inexplicable de cosas que se fueron sumando y confluyendo en su partida y
todo tenía su raíz en una vieja herida.

Sin embargo, así como no puede cortarse el pétalo de una flor sin que titile
una estrella, en un universo tan perfecto donde todo está interconectado es
imposible separar su vida de la de sus contemporáneos, y mucho menos del
destino de su patria. Todos somos, en mayor o menor medida, víctimas de
las circunstancias.

Ya lo decía un filósofo alemán que no podía haber un reloj funcionando bien


sin un gran relojero, creamos o no en ese relojero, aunque le neguemos su
existencia, todos tenemos que rendirnos a la evidencia y reconocer el
universo funciona como un gigantesco engranaje de manera armónica
gracias a leyes universales, pero, sobre todo, su apuesta era por el hombre, y
por eso que sobrepasa infinitamente al hombre. No era el hombre del
individualismo o del existencialismo, no era un ser aislado sino el hombre
cósmico, una parte del universo y una parte esencial de este perfecto
engranaje, una pieza indispensable pero solo una pieza.

O como los rabinos con esta bella imagen enseñan a los niños: “La obra de
Dios es como un gran libro donde cada letra suelta quizá carezca de sentido,
pero que junto a otras forman palabras, y las palabras frases. Y para Dios
cada letra, cada una es única e importante, y ocupa un sitio preciso y
precioso en la creación. No podemos permutarlas sin alterar el sentido de
su Libro” Para el pueblo de la Palabra, Dios es quien inscribe nuestros
nombres en el Libro de la Vida. Es por eso la maldición más fuerte que
puede salir de su boca es “que su nombre sea borrado del Libro de la Vida”

Cada ser humano se pueda auto percibir como quiera, la imaginación no tiene
límites, pero la realidad se los pone, y la realidad es que los demás lo verán
como lo que es, no como él se auto percibe.
117

Ya lo expresó el filósofo francés al que todos vieron como judío y no lo era.


Ni siquiera se sentía serlo. “El infierno es la mirada del otro” y cambiando
simplemente los términos o dando nueva forma a los conceptos, pueden
escapar a este infierno, y mucho menos a la cruda realidad.

Podemos intentar negar esas leyes, pero no podemos hacer que dejen de
funcionar. Si nos tiramos de cabeza por la ventana, acabaremos estrellados
en el suelo lo queramos o no.

Ella por desgracia veía los dos lados y no podía fingir un compromiso que
no tenía. Fue como la mayoría de jóvenes de su época, espectadora y a la
vez víctima. Las víctimas como en todas las guerras son el pueblo que se ve
arrastrando en esa guerra de ideologías o de intereses extremos, atrapados
entre dos fuegos y no participa a no ser que haya sido obligado o empujado
a ello.

Es como el cuento de ese argentino que cruza nadando por una piscina llena
de cocodrilos. Todos lo felicitan y alaban su coraje. Cuando le preguntan
como hizo para cruzar sin ser devorado, el respondió encogiéndose de
hombros; “yo no hice nada, a mí me empujaron dentro de la piscina”. Así
nos sentíamos la mayoría, empujados como ese valiente hombre dentro de
una piscina llena de cocodrilos. Pero así y todo ninguno puede escapar a
sus consecuencias ni decir “esto no tiene nada que ver conmigo” ni puede
aislarse y afirmar: “yo de esta agua no beberé” Todos bebimos de ella,
bebimos de los charcos, de los pozos y hasta de los floreros sin poder saciar
nunca nuestra sed.

Su apuesta también era por la paz, la convivencia y el entendimiento como


lo era para la mayoría de los argentinos que atracaron en esas costas
buscando la paz, la prosperidad y las oportunidades que no encontraban en
sus tierras.

Pero desgraciadamente también a esas mismas costas fueron lanzados los


asesinos que huían llevando no solo sus botines de guerra, sino los conflictos
de la vieja Europa, sus viejos odios, fantasmas y prejuicios a tierras
americanas.

Pensaba en la historia de su amigo rumano ¿Cómo podemos sentirnos


culpables si nos ocultaban la verdad? Si hasta el fin de la dictadura, aunque
se sospechase algo nunca fue nada evidente, ni hubiesen podido caber tantas
118

atrocidades en la mente de un argentino. Nadie habló de las torturas durante


el peronismo, pero todos sabíamos que las hubo, a casa de su abuelo llegaban
supervivientes del infierno que contaban atrocidades sufridas y su abuelo les
ayudaba, pero nadie les creía o quería creer.

Su abuelo fue el primer doctor en Ciencias Económicas egresado de la


Nación. Eso le granjeó un puesto de director de las Cajas de Pensiones. No
había puesto más alto y era por todos respetado y reconocido porque por
sobre todo era una persona recta, justa, al menos intentaba serlo, de altos
valores éticos. Cuando el nuevo gobierno le exigió denunciar a sus
empleados, su abuelo lógicamente se negó rotundamente diciendo “yo no
soy el guardián de ellos. No soy quien para denunciar a alguien” Y nunca lo
hizo, pero no fue así del otro lado. Empezaron a aparecer pintadas en los
baños, y de todo lo que ocurría le hacían a él responsable. Un día le envían
a desfilar a Plaza de Mayo y el sale a la cabeza de sus empleados, pero en
vez de ir a Plaza de Mayo se dirige a una boca de Subte y todos detrás, por
supuesto nunca llegaron a destino, ni nunca tuvo ninguna intención de ir. No
fue fácil retirarlo porque no existían suficiente fundadas razones, pero por
lo visto para los que ostentan el poder, estas no son siquiera necesarias. Su
desobediencia en el desfile sumado a denuncias falsas le valió ser tildado de
enemigo del régimen.

Gracias a esas falsas calumnias toda la ira de Perón recayó sobre él y no se


detuvo hasta lograr quitarle hasta el derecho a su jubilación. Para un ministro
de trabajo, ese puesto era el más codiciado y necesitaba tener un acolito, no
una persona incorruptible.

Ya sabemos que esta caja de jubilaciones es de donde se tira siempre, es


como la hucha del Estado, sabe que el jubilado nunca iba salir a protestar o
a destrozar las calles. Esta injusticia marcaría a toda la familia. Pero sobre
todo a su abuelo que amaba y creía en ese país al que habían emigrado con
su familia desde el norte de Italia. Más fácil y cerca hubiese sido haberse
ido a Milán donde sobraba trabajo en las industrias, pero ellos soñaron otro
futuro para sus vástagos.

Para los italianos ser “doctor” era mucho más que un título nobiliario. Y entre
12 hijos, que educaron con vara de avellana como el mismo relataba de su
infancia, no podía faltar un general ni un cura, cosa que mi abuelo ya había
intentado y fracasó, y por supuesto un doctor, y mejor varios. Pero bastaron
119

simples calumnias para echar abajo el esfuerzo de tantos años y todos sus
sueños quedaron truncados y ya no solo era solo por él, sino por los que
estaban bajo su responsabilidad y sobre todo por ese país al que siempre
soñó servir.

Las consecuencias repercutieron no solo en él, sino en toda su familia que


desde entonces fue a parar en la lista negra. O sea, a la lista donde no estaban
los amigos. Y ya sabemos que “al enemigo ni justicia”.

Así que fue apartado de su puesto sin ninguna razón aparente, sin ninguna
explicación lógica sino bajo falsos testimonios. Su única falta era la de
haberse negado a colaborar, así como no haberse dejado sobornar y menos
aún aceptar traicionar a sus subordinados.

Recuerda que en su casa tenía su despacho y ahí desfilaban cantidad de


personas a los que su abuelo se negaba a cobrar, pero a todos ayudaba. Ella
era pequeña, pero veía llegar a esas personas con las manos cargadas de
regalos con vistosas envolturas y salir con ellos sin siquiera desenvolver. No
comprendía porque su abuelo no aceptaba eso que le traían con tanto amor y
agradecimiento, y su abuelo con sus valores tan rectos no entendía como ella
no entendía.

Su tía también había sido perseguida porque aparte de estudiar ruso, hacia
traducciones. Eso le valió la sospecha de ser comunista y trabajar para la
KGB. Con esa excusa le confiscaron el pasaporte.

Tan descaminados no andaban, ella siempre estaba rodeada de exiliados


rusos que veía pasar por su casa, pero eran justamente del otro lado

La que más recuerda es a esa princesa rusa, cuyo relato de su familia estaba
en el libro de “La guerra y la paz” que huyó a Argentina y se dedicó a dar
clases de buenas maneras a niños argentinos además de clases de ruso, venía
mucho a su casa a darles clases de ruso.

Bueno, le daba a su madre, pero como se demoraba siempre, ella


aprovechaba ese tiempo para aprender y no hacerla esperar.

En esos ojos azules descubría una inmensa tristeza que le recordaban a los
de su abuela paterna, pensaba que era porque como ella, habían venido de
Ucrania. Pero seguro las imágenes grabadas en sus retinas no eran iguales.
120

O quizá sí. Ambas habían visto la barbarie a la que puede llegar un pueblo
desenfrenado y manipulado, empujado hasta los bordes del paroxismo.

En los de su abuela estaban los cosacos que venían por las noches, violaban
y asesinaban a las mujeres y quemaban los poblados judíos. ¿Por qué lo
hacían? ¿Qué ganaban con ello? Nada, quizá unas botellas de vodka para
aplacar esa sed de venganza que llevaban en sus venas. ¿Qué les habían
hecho los judíos a ellos? Absolutamente nada. ¿Qué ganaban con ello?
Nada, tan solo dar una vía de escape a todo su odio e instintos libidinosos y
venían en hordas por la noche galopando a rienda suelta destruyendo todo a
su paso, violando a las mujeres, y abriendo a las embarazadas en canal para
arrancar el fruto de sus vientres ebrios de alcohol y de odio

¿Pero es que el odio se aplaca alguna vez? Nunca. Es como una copa de
vértigo que cuanto más se bebe más embriaga. El que odia no obtiene ningún
beneficio, es como pretender beber una copa de veneno y esperar que al otro
le haga efecto. Solo hace daño al que lo sustenta y beneficia solo a los que
lo instigan, y que viven de ello, que junto al resentimiento es la gasolina y
el motor de todas las revoluciones.

Ambas mujeres sufrieron y vivieron ese odio que fue fustigado por el miedo.
Tenía una relación mágica, comprendía el dolor que había en el fondo de
esa mirada.

Esa princesa rusa le enseñó como una sola palabra podía producir tanto daño.
Cuando leían textos, ahora cambiados los nombres por la revolución donde
los mujik que en ruso significa hombre, y que con el tiempo se transformaría
en sinónimo de campesinos rusos La revolución rusa como todas las
revoluciones los rebautizo como Tovarisch, o compañeros, o mejor dicho
camaradas, como si permutando las palabras, o simplemente cambiando los
nombres se pudiese cambiar la realidad y hacerles olvidar su condición de
servidumbre a la que estuvieron sometidos y automáticamente se subiese de
status borrando de un plumazo todas las herencias, y las heridas del pasado.
Eso les daba la ilusión que eran todos iguales y todos libre

Para su abuela esa palabra eran los “cosacos”. Los judíos no eran siervos
sino campesinos libres que el zar ubicaba en las zonas fronterizas, o sea
limen, sabían muy bien que los cosacos no eran culpables, eran simplemente
la mano que ejecuta no el cerebro que ordena. Estas zonas cambiaban
constantemente con las constantes guerras, y se la repartían entre los
121

contingentes (El zar cuando tenía enemigos en sus fronteras, y no podía


vencerles les anexionaba. Así su imperio crecía y crecía.)

En el corazón de su abuela paterna, una familia de escribas y eruditos, muy


religiosa, educados a la luz de la Tora, y del Talmud no había cabida para el
odio, solo había dolor en su mirada, igual que en la de su profesora rusa, que
al igual que ella comprendía que los campesinos fueron usados como carne
de cañón, y en su nombre se cometieron atrocidades.

Pero lo que más le intrigaba la pregunta que le rondaba en la cabeza ¿Qué


vínculo podía haber entre su abuela y esa princesa rusa? ¿Qué raíz común
había entre ellas? Ni ella misma lo comprendía, pero la raíz de ese odio es
siempre el mismo, les odiaba simplemente por existir y alumbrar con luz
propia. Evidentemente como el famoso cuento de la serpiente y la luciérnaga.
En ellos proyectaban todo eso que odiaban de sí mismo o les hacían recordar
todo eso de lo que ellos carecían. Les habían convencido que eran los
causantes de su miseria y de todos sus males y de este modo se sentían libres
de toda responsabilidad o sentimiento de culpa.

Algo similar al odio de Evita a los estancieros, todo partía de una


experiencia personal el ser hija natural de uno de ellos y no haber sido
reconocida por sus hermanos y padre biológico. Siempre estaría el recuerdo
de ese velorio al que fue sin estar invitada y el desprecio con la que la
recibieron, desprecio que luego se transformaría en odio y sed de venganza
que contagiaría a todo un país.

Odio que sigue aún latente en el subconsciente argentino. Parece que los
que no son reconocidos por los suyos necesitan que el mundo los reconozca.
Muchas páginas de la historia fueron escritas por hijos no reconocidos, y
otras comenzaron como la historia de México con la famosa Malinche y los
hijos de Cortés que España se negó a reconocer.

Pero lo que en Evita era certeza absoluta, e ineludible en Perón era


simplemente sospecha. Nunca supo si su padre era su padre. Todos estos
sentimientos se sumaban a sus partidas de hijos naturales. La madre de
Perón era una cautiva Tehuelche y por las venas de su padre corría algo de
sangre quechua, pero no se casaron hasta 6 años después de venir al mundo,
y en su partida de nacimiento fue apuntado solo con el nombre de su padre,
su madre no aparecía, mientras que en la de bautizo estaba apuntado al revés,
solo con el nombre de su madre.
122

Pero bueno, nada de extrañar en un país donde todos se esforzaban en enredar


tanto sus orígenes que se inventaban hasta biografías falsas, sobre todo,
cuando esos simples mortales se convertían en mitos. Ahí se desataba la
prodigiosa imaginación de los argentinos que en eso de fabricar historias son
inigualables. O en nuestra incapacidad de amar y admirar a seres humanos
con defectos y virtudes.

Esto no hubiese sido más que una anécdota, el problema surgió cuando fue
a la Academia Militar donde le obligaron a esconder sus orígenes ilegítimos
y mestizos. Ella que conocía bien ese dolor, le comprendía. Perón le
preguntaba a su abuela si tenía sangre india pero ella no lo sabía, o no se lo
quiso decir, a él le hubiese gustado poder reconocer sus orígenes, ya que
pensaba la historia la escriben los pueblos originarios. No es de extrañar que
en vez de escribir la historia escribiese una historieta, lo que pudo ser una
Opera prima acabó siendo una Opereta con un final tragicómico.

Para ella estas curiosidades de sus vidas no eran para juzgar sino para
comprender a una personalidad que nos guste o no, había dejado su huella, y
dividido a un joven país ávido de mitos, marcando un antes y un después.
Para ella cada vida tiene un propósito, cada ser viene a este mundo a sanar
una vieja herida que lleva en su alma como música olvidada, y todos vienen
a aprender o a corregir algo. Claro que no todos lo logran, otros ni siquiera
lo intentan, pero todos vienen a este mundo con la capacidad infinita de
asemejarse a sus más bellos sueños e ideales, a llegar a ser la mejor versión
de sí mismos. Claro que antes tienen que fundir sus dos conciencias y
encontrar un sentido a su vida que se base en el amor y no en el odio o el
resentimiento. Muchos a veces creen que sus vidas son absurdas,
insignificantes o inútiles, que carecen de sentido pero de pronto, llega a su
vida ese algo o alguien que da sentido a todo eso, y les hace darse cuenta
que todo lo otro no fue más que formación y aprendizaje para ese momento.

La razón de la vida de Evita era simplemente vengar lo que ella creía una
injusticia y no repararla, si no se sabe perdonar, repararla es imposible.

Los dos momentos más importantes en la vida de un hombre son: Nacer, y


el otro es saber para qué se ha nacido. Evidentemente ni Evita ni Perón
fundieron sus conciencias ni superaron la inseguridad de sus orígenes, ni los
traumas de sus infancias, ahora nos toca a nosotros, los argentinos fundir
esas dos conciencias y superar todas nuestras divisiones y odios.
123

Sin embargo ambos supieron conectar con ese sentimiento de incertidumbre


y orfandad de muchos de nosotros, y con el peor miedo de todos, el miedo a
no ser.

No tuvieron el valor de mirarse dentro de sí mismos, solo quisieron verse en


el espejo del otro, o como Narciso se enamoraron de su imagen reflejada en
el lago, y proyectaron esa imagen en todo un pueblo al que lograron
enfrentar unos contra otros.

Si ellos, hijos de una época llena de prejuicios, nacieron en el limen, y


construyeron una frontera, está en nosotros traspasarlas y derribarlas todas.
En esa época lo más natural era ser hijos naturales, pero para la iglesia o la
sociedad no estaba bien visto. Era una mancha en sus biografías que había
que limpiar sea como sea. Recuerda que la primera vez que escuchó ese
término fue en el colegio. No comprendía que mal había en ello, y exclamó
enfáticamente “yo también soy hija natural, todos los somos” y todos se
rieron y le explicaron la diferencia, aunque en el fondo ella esa “diferencia”
nunca la llegó a comprender del todo. Hasta en esa ilusión de creernos
diferentes, somos todos iguales.

Cuenta la leyenda que la verdad y la mentira salieron juntas una tarde a


bañarse en el rio. La mentira se salió del rio y se vistió con los trajes de la
verdad. La Verdad al ver el engaño prefirió seguir desnuda antes que vestirse
con trajes que no eran suyos. Y es así como anda la mentira engañando por
el mundo, y la verdad triste, sola y desnuda horrorizando a todos a su paso.
Ella aprendió en periodismo que no existe peor mentira que contar una
verdad a medias.

Tenemos que dejar de vernos como rivales sino como lo que somos,
hermanos. Despertar del espejismo. Tener el valor de ver la realidad tan cual
es y amarla. La verdad duele, es cierto, pero la mentira duele siempre y lo
peor es que nada sólido o estable se puede edificar sobre la mentira. Es como
querer edificar un edificio sólido con una piedra angular falsa, ni sus pilares
ni su estructura va a aguantar los embates, o querer construir castillos en la
arena.

La división la inventaron los políticos, y solo a ellos les beneficia. Por eso
no hacen más que fomentarlas hasta haber creado una gran brecha entre
nosotros, cuando en realidad todos soñamos lo mismo, un futuro mejor para
nuestros hijos y para nuestra patria. Aunque nos sintamos frustrados o
124

creamos nos ha defraudado, tenemos que luchar sin egoísmos por su


bienestar, porque sus bienestar es también el nuestro.

El peronismo también lo conoció del otro lado, no solo desde el lado de su


abuelo italiano. Porque el peronismo como los jesuitas, estaba con los pobres
pero también con la oligarquía.

En el campo todos los peones lo eran, porque pensaban debían serlo,


simplemente por su condición de siervos y explotados, o de los olvidados de
la historia.

Como no sabían nada de historia, pensaban que Perón fundó el país,


ignoraban por completo que hubo nueve presidentes constitucionales antes
que él, ignoraban que existían ya leyes que protegían sus derechos, fruto de
una larga lucha social y de los partidos políticos, como por ejemplo el
descanso dominical, el sábado inglés, jornada de 8 horas, protección de
salarios, condiciones igualitarias, etc. Argentina fue le país que tuvo el
primer diputado socialista de toda América Latina, Alfredo Palacios. Y
justamente con Perón es con quien más discrepancia tuvo.

¿Pero qué siervos eran? Si ellos no solo habían venido de su propio pie a
pedir trabajo, sino que podían irse con el mismo pie con el que habían venido
cuando lo quisiesen. Eran libres de ir o venir. Ahí tan solo tenían una casa,
una parcela de tierra que se le concedía donde podían plantar lo que quisiesen
y criar los animales que deseasen. Nadie interfería en sus vidas ni limitaba
los animales que quisieran tener, y menos que nadie los estancieros, que
muy pocos de ellos vivían en las estancias sino en Buenos Aires, ahí solo
estaban el mayordomo y los capataces y los demás se distribuían en sus
respectivos puestos que se numeraban según sus funciones y se ubican en un
sitio estratégico donde también tenían sus viviendas. En estancias muy
grandes esto ahorraba el desplazamiento y redundaba en su rendimiento. La
mayoría de los puestos estaban llenos de perros, gatos y gallinas, y por
supuesto cada uno tenía su caballo. Los que deseaban un futuro mejor para
sus hijos, les enviaban estudiar carreras a Buenas Aires, que en ese entonces
eran totalmente gratis, y todos los meses cobraban como cualquier otro
trabajador.

Ella recuerda las interminables colas y como su padre no solo pagaba uno a
uno, sino que atendía a sus preocupaciones que ella bien conocía de
125

antemano ya que había ido de puesto en puesto, y siempre le daba


sugerencias.

También tenían biblioteca en la estancia, la única en la zona, donde iban a


parar todos sus libros ya leídos. Una camioneta recogía a todos los niños de
su campo y los llevaba al colegio. Ella era una ferviente convencida de que
cuando hay cultura no existen diferencias de clases. Era más fácil, que su
otro padre cirujano que iba tanto a congresos internacionales, se entendiese
mejor con otro colega de cualquier nacionalidad que con un indio de la
Guajira. Por lo menos tendrían más temas en común. Pero los peronistas al
lema de; “alpargatas si, libros no”, venían a adoctrinar con su habitual
paternalismo a sus “cabecitas negras”.

Les explicaban su miserable condición, y ellos ya no eran los gauchos, esos


seres orgullosos, indomables y libres de la pampa, sino pajaritos
desprotegidos a los que había que proteger, y tenían que ser ellos, con el
dinero de los demás. Es como si los gatos hiciesen leyes para proteger a los
ratones. La oveja teme al lobo, pero olvida que es el pastor el que se las
come.

Hay que aclarar para los que lo ignoran que “cabecita negra” es el nombre
de un ave en Argentina, llamada también jilguero encapuchado, o jilguero
peruano, o lucerito. Tardó mucho tiempo en comprender que no era racismo
ni un nombre peyorativo sino un apodo que lo asociaban a un frágil e
insignificante pajarito que según ellos sin su amparo y protección no podían
comer por sí solo y por supuesto muchos menos volar, y Perón lo utilizaba
de modo cariñoso aunque también suena a peyorativo, porque compararlos
con un pajarito y cortarles las alas suena hasta burlón.

Con su sentido práctico, iban al campo y les traían a los niños muñecas.

Ella se preguntaba para que querían muñecas cuando tenían una extensión
infinita para jugar con todo tipo de animales a su alcance. Eso estaría bien
para los niños de la ciudad que se aburrían enseguida con todo y los pobres
no tenían espacio para jugar. En su niñez lo hacían en la calle.

Perón para remediarlo y redimir a los olvidaos de la tierra, estableció el


estatuto del Peón rural. Que con la pretensión de protegerles lo único que
hizo fue crear división, desconfianza y enfrentamiento entre dos clases que
habían convivido en armonía.
126

Quizá hubiese abusos, como en todos los sitios, pero ellos tenían pies y
podían buscar sitios mejores, y las puertas al acceso a la educación nunca
estuvieron cerradas. No solo para los argentinos, sino hasta los extranjeros
podían estudiar en nuestras universidades totalmente gratis. Ningún
estanciero les mantuvo atados con cadenas, de ser así, de nada le hubiesen
servido. Pero ya no podían porque esas aves errantes cuyo destino era
siempre volar, ahora estaban encerrados en jaulitas transformados en frágiles
pajaritos. Recuerda a esta parábola de Stalin que iba desplumando las
gallinas, y estas contentas le seguían detrás agradecidas mientras les iba
echando granos de maíz.

Tampoco lo de “olvidados” de la historia era tan cierto, aquí tenemos que


aclarar que desde Sarmiento en adelante los gauchos fueron un eterno dolor
de cabeza. Sarmiento los veía similares a los árabes, y según sus escritos
mucha gracia no les hacía su idiosincrasia, ni su espíritu trashumante.
Borges alababa su bravura y los políticos no sabían dónde ubicar a estos
seres que no podían dominar, y mucho menos comprender, que no entendían
por qué los campos tenían que tener dueño, ni por qué tenían que estar
separados por alambrados y tranqueras, ni porque ellos tenían que luchar
contra los malones de indios que de tanto irrumpían en las estancias, o
participar en guerras que no les pertenecían.

Los gauchos estaban en todos los frentes y en todas las fronteras, luchaban
contra los indios ayudando a mantener las fronteras o eran reclutados en los
ejércitos a regañadientes ayudando a la expansión de estas.

Una escritora argentina, Virginia Ocampo narra cómo unos gauchos la


montaron a caballo para salvarla de un enjambre de indios que entraban en
oleadas como langostas hambrientas en las estancias.

Entre tanta literatura denostándolos, que un estanciero afincado en Paris,


escribiría el famoso Martin Fierro para realzar su imagen y explicarnos la
idiosincrasia de este grupo peculiar que en el inconsciente de la época estaba
asociado a vagos y maleantes. A tal punto que habían hecho una ley para
controlarles que afectó la oferta de mano de obra rural, con la intención de
controlar la vagancia algo muy extendido en el espacio pampeano. Fierro
rescató esa figura y la elevó hasta convertirla en una auténtica leyenda, lo
que solo la pluma de un escritor puede hacer sobre todo cuando observa su
país desde la distancia.
127

Algo similar a lo que pasó con la figura del beduino, que de ladrones de
caravanas y asaltantes de caminos pasaron a representar la esencia y la
idiosincrasia de los árabes. Hasta multimillonarios árabes, tienen en los
jardines de una mansión una jaima, o típica carpa árabe. Claro que
cambiaron al feo camello por lujosos mercedes Benz de oro que queman en
el desierto, actuando como simples nuevos ricos.

Ya decía don Faustino que no era el indio que hacia el desierto sino el
desierto que hacía al indio. Fueron esas inmensas extensiones las que
forjaron el alma del gaucho como al cow boy en tierras americanas,
encargados de transportar el ganado a través de vastos desiertos.

De él nació el famoso peón que nunca olvidaría sus orígenes y añoraría


siempre su libertad perdida, esas almas errantes y viajeras tenían ahora dos
opciones, o trabajar en las estancias o engrosar la fila de los ejércitos. Todo
quedó legislado en el Código Rural de Buenos Aires que intentaba matar dos
pájaros de un tiro o sea resolver los problemas actuales: ubicar a esos
desadaptados y adaptarse al crecimiento de las estancias donde había más
demanda de trabajo que oferta de mano de obra. Solo pretendía regular
prácticas beneficiosas, limitar abusos y rellenar vacíos.

Entre estos vacíos estaba la disputa que surgía de la disparidad del concepto
de “vagancia” que ni los juristas se ponían de acuerdo y esto se debía a las
necesidades y a la puja de los estancieros que necesitaban mano de obra en
sus campos y los de la ciudad que necesitaban soldados para poder continuar
la guerra en sus fronteras. Cada uno defiende sus propios intereses y
lógicamente llevaba el agua hacia su propio molino.

Claro que el término “vago” no lo inventaron los argentinos. El término de


vagancia era una figura legal muy antigua, que llegó al Rio de la Plata a
través de juristas españoles, pero como hacemos con todo lo adaptamos y
ampliamos el término. Vagos ya no eran solo los que no tenían oficio, ni
beneficio o no querían trabajar sino también los ociosos que se pasaban el
día en casas de juego o bares (las famosas pulperías) o los que usaban un
arma blanca para dirimir sus disputas. Como decía Sábato con su habitual
ironía: “los vagos y mal entretenidos”

Los acusados de vagancia eran reclutados en los ejércitos. Claro que por
vagar no se les detenía, de ser así tendrían que apresar a todos, y a ese tren,
corrían el riesgo de ser todos reclutados y los nacientes campos quedarse sin
128

hombres que los trabajaran. Se les perseguía por conductas asociadas a este
hábito.

Tenían los gauchos que llevar en sus desplazamientos una papeleta de


conchabo con sello oficial que era como una especie de pasaporte o un
certificado de buena conducta. Vago era sinónimo de ladrón o cuatrero Ahí
comenzó a considerarse ilegal la práctica ancestral de ocupar tierras sin
dueños.

En ese entonces, teníamos influencia inglesa es por eso que regía más el
derecho consuetudinario, y las leyes intentaban simplemente reglar esas
costumbres para evitar abusos de ambos lados. Esas leyes fueron
modificándose de acuerdo a los conflictos en juego y los intereses de cada
momento, y todo esto unido a la guerra entre unitarios y federales que
culminó con la victoria de las fuerzas unificadas siendo Mitre su primer
presidente, en un país en plena expansión, que aún se estaba gestando y que
todavía luchaba para defender sus fronteras en una lucha a vida o muerte
para detener el avance de los indios que intentaba recuperar sus territorios.

Con la necesidad creciente de mano de obra entraron en escena los


inmigrantes que no se si resolvieron o complicaron más este eterno conflicto.
Pero a estos por las dudas no se le traía a la pampa, se les daba a elegir entre
el norte y el sur, la Patagonia o ciudades como Corrientes, Entre ríos o Santa
fe. Al desembarcar en la Dársena, tenían que decidirse entre dos vocablos
de pueblos con nombres impronunciables eran el ta te ti de entrada, uno
sonaba a mapuche el otro a guaraní, pero ambos impronunciables, y se
fueron repartiendo en norte o sur según les sonase mejor. Es de este modo
como, hacia finales del siglo pasado, fueron entrando en la historia argentina
las dos ramas de su familia, por un lado, los italianos como simples colonos
y de la de su padre en forma de gauchos judíos. Unos en Entre ríos otros en
Santa Fe.

Con esto tan solo queremos remarcar que los gauchos eran un fenómeno
estructural nuevo que surgió a la par que surgían las estancias, y al igual que
los indios no se sabía bien su origen.

Bueno, decimos les regalaba muñecas “gratis” pero nada es gratis, aunque
sea regalado.
129

Maquiavelo que describió muy bien los pueblos en muy pocas palabras,
decía que los franceses eran esplendidos y generosos con lo robado,
compartían el botín hasta con las víctimas. Al parecer en la derrota no eran
tan generosos ni esplendidos. En cambio, a los españoles no se les volvía a
ver el pelo. Desaparecían con sus botines y se iban con estos, quién sabe
dónde. Nosotros sabíamos muy bien a donde y que hacían con estos trofeos
ya que aparecían por nuestras costas vistiendo ostentosamente todo lo que
habían saqueado en Roma.

Desembarcaron en nuestras costas con sus abrigos de armiño que nunca


comprendimos para que les servirían. Si era para impresionar a los salvajes,
dudosamente cumplieron su objetivo, a estos les gustaba ostentar la
desnudez de sus cuerpos a los que cubrían solo sus partes más pudorosos, o
frágiles, con taparrabos y debieron alucinar al ver llegar del mar a ese
contingente con sus dedos adornados con piedras preciosas engarzadas en
pesados anillos, cadenas de oro, collares de perlas y todo tipo de alhajas y
vestimentas de finos brocados, terciopelo y seda más dignos de un desfile de
modas que de una conquista; y contrastó tanto despliegue de ostentosidad
con el trágico fin de esta conquista que entró en los anales de nuestra historia
como una leyenda llena de tintes trágicos o dramáticos que los escritores se
encargaron de colorear más, o como una advertencia de la soberbia humana
¿de qué sirven tantas esplendidas riquezas cuando no se tiene nada que
comer?

Tan educados y cultos acabaron practicando actos de canibalismo tal era el


hambre que les azotaba. Pero fuese lo que fuese vino a atizar nuestra
imaginación, ya inflamada de por sí, que era tan fértil y sedienta de aventuras
como todo en esa nueva tierra, y se unió a la leyenda de las misiones jesuitas
y sus intrigantes laberintos.

La nuestra fue la expedición más costosa que jamás llego a costas


americanas, que por supuesto como casi todas, no la pagó la corona, que
siempre andaba en guerras e hipotecada. Pero lo más curioso, fue la única
que los hombres llevaron sus mujeres. En esta expedición, fue la única en la
que fueron de todas las nacionalidades y salvo su jefe Mendoza que murió
de sífilis en alta mar, casi ninguno era español. Las mujeres para sobrevivir
se fueron con los indios a vivir y formaron parejas y tuvieron hijos, pero no
sabemos si comieron perdices o no, pero quizá eso explicase el misterio del
color verde azulado de los ojos de Hermelinda.
130

Empezamos nuestra historia con un pie diferente tanto que tuvimos que ser
fundados y refundados, la segunda vez por un vasco y por eso nuestra ciudad
de Buenos aires es tan cuadriculada, no podía ser de otro modo, estos no
querían perderse en laberintos circulares, para eso estábamos nosotros, los
argentinos, especialistas en buscarle tres pies al gato.

Hasta la misma expresión nos resultaba absurda y como nos cuestionábamos


todo también la cuestionábamos ¿y por qué tres y no cinco? Que hubiese
sido lo más lógico ya que el gato tiene cuatro patas, o sea que encontrarle
tres pies no resultaba nada difícil. ¿De que venía esta expresión tan absurda
que todos repetían cono loros? Nosotros sin saberlo compartíamos la lógica
judía y cuando nos preguntaban “por qué” respondíamos automáticamente
“¿y por qué no? “, encogiéndonos de hombros. Era una coletilla automática
o un gesto de autodefensa, como los españoles cuando se les criticaba o
reprochaba algún comportamiento en vez de mirarse en el espejo, y
reflexionar, que hubiese sido lo más lógico, enseguida decían el famoso “y
tú más” que ya se convirtió en una especie de cliché. Actitud autodefensiva
que explotaría la izquierda hasta la saciedad con sus consabidos slogans que
nos venden sus productos como, no solo los mejores, sino los únicos
éticamente aceptables tanto que ya no nos permiten pensar y nos quieren
hacer pasar el blanco por negro, o el gato por liebre.

Quizá no conociesen el dicho árabe “si alguien te dice que eres un camello
no le des importancia, pero si te lo dicen dos, mírate al espejo” o quizá le
conociesen, pero no se lo aplicaban. Pensaba que solo era para camellos o
para rudos hombres del desierto, y eso de mirarse al espejo no es un rasgo
nacional, a decir verdad. Tuvieron que venir psicoanalistas argentinos a
hacerles descubrir el autoanálisis y lógico nos cogieron tirria, y con razón,
no es para nada agradable eso de reconocer nuestros defectos, más fácil es
descubrirlos en el otro y más divertido, era como participar en un juego de
diferencias, y por cierto mucho más cómodo.

En eso estamos todos de acuerdo, como el de pasarle nuestro san Benito a


otro. Jesús nos dijo que cada uno cargue con su cruz, pero nosotros
preferimos pasarle la cruz al otro o creer que ya nos liberó cargando con la
cruz por todos nosotros.
131

Este odio del peronismo a los estancieros se unió al odio a los judíos de la
tradicional izquierda, y ella que había creído huir del fuego había caído en
las brasas, o había saltado de la sartén al fuego.

Imposible decir cuál de las dos era peor o quemaba más. Solo sabía que le
tocó vivir el doble odio y hasta el auto odio, que es el peor odio de todos.
Solo podemos huir de él proyectándolo en el otro, y este arreció
inexplicablemente en las aulas universitarias donde en esas mentes febriles
encontró caldo de cultivo.

Se dio la casualidad, si es que la casualidad existe, que uno de sus profesores


era auditor de la empresa de su padre, y cada vez que daba clase hablaba de
los estancieros, y le clavaba una mirada llena de odio y de resentimiento.
Ella no comprendía nada, y se sentía señalada, pero este odio llegó hasta la
mesa de exámenes. Este profesor había jurado que ella no iba a tener un
título. Según él, era demasiado inteligente y de familia acomodada e
influyente como para encima ostentar un título.

Nunca olvidará el día de ese famoso examen que tuvo que estar frente a
frente a ese profesor que pronunciando con sorna su apellido (tono que jamás
se le olvidará) a modo de introducción le dice “seguro Ud. habrá desayunado
caviar y Champan. Yo en cambio pizza y Seven Up”

Si esperaba que se ría no le causó ninguna gracia, se quedó helada, y ni


siquiera comprendió el porqué de esta frase y mucho menos lo que le quería
decir con ella. Ni a santo de que venía en un examen, pero le sonó mal y
fue como un mal augurio, el resultado le hizo ver que no estaba tan
descaminada, y así fue como ella, que jamás había perdido un examen en su
vida hasta ese entonces, en un examen que había estudiado y lo sabía
aprobado de antemano perdió las posibilidades de un título.

Coincidió en una materia filtro y aunque cursó el último año no se lo


aprobaron, ni consiguió que le dieran ese examen, o lo revisaran siquiera.
Esto fue uno de los peldaños que precipitaran su caída. Es verdad que el
título no le interesaba, su padre pensaba enviarla luego a Harvard, pero fue
una meta que tenía en su mente y tenía que cumplirla por pura obstinación,
era sí o sí.

Su vocación eran los números y luego de su salida de ingeniería, por motivos


personales, se decantó por ciencias económicas por capricho de su familia y
132

para llevar sus empresas. Quería hacer Filosofía y Letras pero la hicieron
desistir porque según ellos no era un modo de ganársela vida, ni era ninguna
carrera “seria”. Quizá tenía razón ese cura que con su vocecita le preguntaba;
“Hija mía, ¿no crees que pecarás de soberbia?”, y si, quizá ese cura tenía
razón y su pecado era y fue la soberbia. ¿Y no fue nuestro primer pecado la
soberbia? ¿La que nos hizo caer del paraíso?, y de la que nadie se redime,
porque es incapaz de arrepentirse.

Dicen los rabinos un soberbio no se arrepiente ni a las puertas del infierno


porque cree que lo enviaron allí a redimir las almas de los otros pecadores.
Le pidió a su padre que fuese a reclamar el examen. Su padre era su héroe,
estaba segura sabría defenderla. Pero regresó preocupado y le dijo que no
regrese más a la Universidad. Esta sería otra de las grandes incógnitas de su
vida y que haría que sus padres fuesen bajando poco a poco del pedestal.

Nunca supo ni sabría la verdad. Nunca sabrá en esa entrevista, que hablo su
profesor con su padre. Lo mismo que no sabemos nada que hablaron San
Martin y Bolívar, ni Hitler cuando se reunió con Franco. Solo sabemos que
San Martin se marchó y que Franco llego a su entrevista con Hitler tarde, a
sabiendas de que a este la impuntualidad le desesperaba.

Su encuentro con el peronismo fue de ambos lados.

De la otra parte no existían experiencias negativas, más bien todo lo


contrario. Perón se había portado bien, así que, aunque no le alababan tanto
ni siquiera le seguían en sus filas, tampoco se podían quejar. La idea es que
hay que tener amigos hasta en el infierno. De la familia su padre había
heredado una vasta estancia. Siempre recuerda ese edificio señorial de altas
columnas y puertas blasonadas con los escudos de la familia a la entrada y
por todos lados, y ese gran estanque con una tortuga acuática que le habían
dicho que era centenaria. Ella enseguida se propuso descubrirlo. No sabía
que iba a descubrir, pero quería conocer a ese ser tan longevo y solo vio un
caparazón resbaladizo que se le escurría entre las manos o la hacía tropezar
en el estanque en que cayó una y otra vez sin poder coger la tortuga.

En esa señorial mansión, no solo la entrada todo era grande desde los sillones
de la sala hasta esa inmensa piscina olímpica que parecía la de la Alhambra
rodeada de galerías, corredores , laberintos, y pasadizos secretos y por todos
lados inexplicables misterios.
133

Era un gran laberinto con cantidad de advertencias “no vayas aquí” “no abras
esta puerta”, “no entres en tal sitio”. Parecía una novela de Agatha Christie,
llena de pistas y enigmas que no podía descifrar, pero no hacían más que
atizar su curiosidad infantil.

De todas las prohibiciones la que más le llamó la atención fue de ir a una


laguna inmensa en medio del campo. Nunca supo por qué. Así que se
decidió a averiguarlo y arrastró a su hermana, con la idea no solo de ir, sino
también de bañarse. Las dos salieron furtivas con los trajes de baño
escondidos bajo la ropa, y aunque se bañaron en las aguas prohibidas no
descubrieron nada del otro mundo, pero no más llegar a casa fueron
descubiertas, y no pudieron negarlo, ellas mismas se delataron, traían los
trajes de baño ocultos debajo de la ropa, pero ahora mojados.

Solo recuerda la paliza que le dieron además de quedar una semana


castigadas. Su hermana lo odió, y con razón, porque como siempre todo
había sido idea suya, tenía razón en hacerlo, y lo más triste que había sido
una aventura sin sentido y un castigo a sus ojos injusto y totalmente
desproporcionado.

Esta estancia eran miles y miles de hectáreas, pero solo se dedicaba a dar
leche. Ese tambo era inmenso y ahí iban las vacas dóciles en fila para que les
extraigan el blanco líquido.

Le gustaba verlas llegar en fila como en un colegio, sin siquiera quejarse,


dejándose mansamente extraer el producto de sus ubres generosas. Le
contaron que siempre dejaban un litro de leche para sus hijos. Le gustaba
ver llegar esos grandes camiones de Nestlé que venían a buscar la leche. Este
era un tambo mecanizado y había muy pocos en esa época. No dejaba de
admirar ese trabajo tan organizado que funcionaba sincronizado y en cadena
donde hasta las vacas colaboraban guardando la fila tan juiciosamente. Se
llegaba al casco de la estancia a través de una larga e interminable pista de
aterrizaje. Su padre era piloto y adoraba pilotear.

Ella estaba curiosa ante tantos misterios que nunca pudo resolver. No supo
porque de pronto la abandonaron, esa estancia se cerró a cal y canto, y nadie
quería tocar ese tema. Como ella lloraba mucho porque amaba el campo
fueron a buscar otro campo, y como sabían su amor por los animales
compraron una estancia de cultivo y producción ganadera, algo de lo que no
tenían ni la más mínima idea, pero fueron todos aprendiendo, trayendo a
134

Argentina la raza Charoláis, y crearon su cabaña propia. Presentaban sus


crías en la Exposición Rural. Ella participó con entusiasmo. Lo que más le
gustaba era eso de poner nombre a los animales. Las vacas dejaban de ser
simples animales y se convertían en miembros de la familia.

Con el tiempo se enteró de que, cuando salió la nueva legislación peronista


del campo, expropiaron parte de su tierra y se las cedieron a los peones. Se
hizo la ley del peón y todo era muy lindo. Pero estos como no sabían cómo
explotarlos se los devolvieron a sus dueños, o sea a la familia de su padre.
Pero estos, soberbios como eran, no las querían y donaron esas tierras al país
que edificó un pueblo al que en su honor llevaría su ilustre apellido. Eso fue
lo que le contaron cuando preguntaba el misterio de esa estancia. Pero no le
resolvió ningún misterio solo supo que lo que ella conoció era solo una parte
de todo eso.

Se enteró que la familia tenía tantas tierras porque hicieron las líneas de
ferrocarriles y como el gobierno nunca podía pagar con dinero, pagaba en
especies o sea en tierra que por lo visto era lo que más le sobraba, y es así
como convirtió a sus acreedores en terratenientes. Hubiesen podido ser los
dueños de toda la Argentina, pero eran jugadores de casino, y esto es ya otra
historia.

Siempre decía su padre de Perón “vaya poco inteligente. Le expropiaron los


ferrocarriles a mi abuelo cuando ya pasaban a propiedad del Estado argentino
y estaban hechos toda una ruina. “Así que su fortuna no era culpa de ellos
sino de las desacertadas medidas de los peronistas que se ve no dominaban
los números como todos los de izquierda, tampoco les preocupaba mucho,
porque a fin de cuentas, el dinero nunca sale de sus bolsillos.

Pero esto de pagar con tierras no fue solo a su familia. También a los
gauchos que participaban en las guerras se les pagaba con papelitos que
simbolizaban un trozo de tierra. Y los pobres, hambrientos, como estaban,
ya que el ganado antes libre ahora tenía dueño, como no se podían comer
esos papelitos o vivir de esos trocitos de tierra, iban a intercambiar esos
papelitos a la tienda del gallego, por comida o bebida.

Estos gallegos, que tenían de todo menos de tontos, iban acumulando


papelitos hasta convertirlos en estancias, y así nacieron los grandes
latifundios.
135

Estas tiendas se llamaban “pulperías”, siempre le extrañó es nombre porque


lo asociaba al pulpo y difícil que, en medio de la pampa, los gallegos por
mucho que viniesen de Galicia, pudiesen conseguir un pulpo. Ahí todos
tenían máximo cuatro patas. Pero un día le explicaron que en Argentina o en
Uruguay pulpo significaba: sitios donde se vendía de todo refiriéndose a los
innumerables tentáculos o pies de ese animal. Eran más listos que ellos, no
le cabían la menor duda. Cada vez que le enviaba a la tienda a comprar podía
corroborarlo. Su madre le daba palizas a ella por tonta. De ahí vino su
temprana habilidad para las matemáticas.

Nunca olvidará a ese simpático señor que con una gran sonrisa de oreja a
oreja y un lápiz siempre detrás de la oreja la miraba con sorna y la llamaba”
nena”. Le fiaban gustosamente todo, eso sí, y a veces hasta sin pedirlo, pero
siempre lo cobraban a su favor. Y estaba convencida gracias a los chistes
que eran tan brutos que viniendo de España no sabían pronunciar bien su
propio idioma. Hasta llegar a España no supo ni imaginó siquiera que eso
que creía era un idioma mal hablado era un dialecto propio. Y también se dio
cuenta lo ridículos que eran los prejuicios.
136

CAPITULO 17

EL LEON HERVIBORO Y LOS IDIOTAS IMBERBES

Pero volviendo al peronismo este marcó su vida, este es proteico capaz de


sobrevivir a todo reinventándose a sí mismo. Su discurso calaba en los
jóvenes como en los viejos y podía adaptarse a cualquier ideología como se
adaptan el resentimiento al odio.

Lo demostró bien en su segundo regreso, cuando el mismo líder, desde su


dorado exilio en Madrid alentaba tanto a la derecha como a la izquierda y
logró que el mismo peronismo estuviese dividido en varias facciones, cada
una de estas fue a recibirle a Eseiza ansiosa de marcar su sitio en el palco,
pero segura de ser la genuino representante del “verdadero” peronismo, que
tras casi dos décadas de exilio ya nadie sabía bien lo que representaba, y
probablemente el que menos lo sabía era el propio Perón ya débil, viejo y
enfermo. Cada uno se imaginaba que hubiese evolucionado a su manera o
según sus propios intereses.

Sus principios eran como los de Groucho Marx “estos son mis principios, si
no le gustan, tengo otros” Y siempre tenía otros, y si no los tenía los
inventaba. Al mismo líder le gustaba decir que él era simplemente un
“conductor de masas” y dicho con sus propias palabas “las masas no valen
ni por el número, ni por la capacidad de sus componentes, valen por la clase
de sus dirigentes”

Para el, conducir, era todo un arte con su técnica y su teoría, pero el resultado
de la obra dependería del artista que era su parte vital. Hay que reconocer,
que en eso de dar definiciones era todo un genio, nadie lo puede negar, así
como la de jugar y reírse de todos. Para el, el conductor (él se consideraba
un conductor) tenía simplemente que dar órdenes y uno tercero ejecutarlas.
Siempre encontraba un tonto de turno que las ejecutase.

Y para que lo comprendamos utiliza genial imagen “Si Dios bajase todos los
días a la tierra a resolver los problemas de los hombres, le perderíamos el
respeto. Y siempre habría un tonto que se le ocurriese reemplazarle, porque
los seres humanos somos así”.
137

Claro como él, en su humildad tan característicamente argentina, creía que


era Dios, pero un Dios en el exilio, aunque igual de invisible, desde la puerta
de Hierro de Madrid dirigía el destino de su país y de todos los argentinos,
cosa que el astuto Franco pudo intuir desde un primer momento, le aceptó a
regañadientes, por el recuerdo del trigo argentino, pero bajo la estricta
condición de no enredar inmiscuyéndose en la política argentina. Para evitar
que esté en la capital, intentó desterrarlo al sur, pero no pudo impedir que
como Dios, fuese donde quisiese. En su estancia solo le vio una vez, a su
partida cuando ya estaba seguro de no volverlo a ver más.

El exilio le vino de perlas y mato varios pájaros de un tiro, por un lado


alimentaba el mito, y por otro le permitió ejercitar su arte de conducir, que
para él era superior a la de los políticos a la vez que impedía que ningún
tonto le reemplazase. Que mejor descripción del peronismo que en sus
propias palabras: “En política no hay nada directo. El conductor hace lo que
el pueblo quiere, el recibe la inspiración del pueblo.” Su referente bíblico
lo encontramos en Aarón que encarna a la figura del sacerdote o al del
conductor. Cuando baja Moisés del monte Sinaí y se encuentra con el
becerro de oro, le dice a Aarón “hermano mío, ¿qué mal te hizo este pueblo
para que dejases caer sobre el tamaño castigo?” Y el simplemente le
respondió “ellos me lo pidieron”. Para él su función no era servir a Dios sino
contentar al pueblo que al parecer comenzaba a impacientarse. Por supuesto
el pueblo amaba más a Aarón que a Moisés y seguro lloraron más su muerte
que la de su hermano. Lo mismo hacían los romanos, que daban al pueblo
lo que el pueblo pedía, “pan y circo”

La conducción es un arte y como todo arte tiene sus técnicas y sus normas
pero la calidad de la obra depende del genio del artista. Es necesario un genio
como Miguel Ángel para pintar la última cena o la capilla Sixtina, eso no lo
hace cualquiera. “La política no se aprende, sino que se comprende.” Esta
es una sucesión de hechos concretos donde las circunstancias varían
diametralmente. Hay cosas que son semejantes, pero igual no hay nada”. Y
con su amor por las anécdotas ilustraba sus ideas con una: “un mariscal de
Sajonia decía que su mula le acompañó en diez batallas, pero todavía no
sabía nada de estrategia. Y lo peor es que él pensaba que sus generales
sabían lo mismo que la mula”. Pero lo verdaderamente peor de todo, es que
él mismo Gral. Perón pensaba de los peronistas lo mismo que este mariscal,
138

de sus generales, no se fiaba de ninguno, creía que eran más o igual de tontos
que esa mula.

Estaba convencido que lo de Eseiza fue una emboscada para matarle y


dormía con una pistola bajo la almohada. Al punto que cuando enfermó se
negó a ir a ninguna clínica por miedo se deshicieran de él. Se fue aislando
tanto, desconfiando de todos hasta de sí mismo, que vivió y murió como
todos los dictadores, en una inmensa soledad.

La verdad jamás escondió ni su cinismo, ni sus ideas. Pero el pueblo vio en


él lo que quería ver. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

En Madrid, desde la distancia, se dedicó a mover los hilos, no le importó


condecorar al dictador de Nicaragua, alentar al Pinochet, o recibir al Che
Guevara disfrazado de capuchino, ni escribir efusivas cartas a Castro. Ya
había manifestado en 1970 que estaba con ellos, con el Che, con Castro y
con los jóvenes revolución cubanos a los que consideraba “justicialistas”
Cuando retomó el poder, a los días de su triunfo en 1973 envía un acta
secreta de apoyo material y respaldo a la junta militar del vecino país andino,
Chile, la única válvula de escape para la guerrilla argentina. Viaja a China
invitado por el propio Mao, es el tercer líder sudamericano que lo hace luego
de Che Guevara y Salvador Allende. Fue el propio Mao el que le había
ofrecido dejar su exilio en Madrid y trasladarse al gigante asiático, pero
como le gustaba más el jabugo que el arroz, declinó la oferta, demostrando
otra vez sus enormes dotes de ambidiestro. Mao halagó su ego declarando
frente a unos guerrilleros peronistas de orientación maoístas: “si yo fuera un
joven argentino sería peronista” pero no era más que un astuto chino ya
veterano, que amaba tanto a los campesinos suyos como Perón a los peones
del campo.

Los argentinos con su chispa natural resaltaron la dualidad de Perón, y la


importancia de utilizar bien los puntos pero sobre todo las comas. Los
peronistas escribían “Perón, Evita, la patria peronista” Los graciosos
antiperonistas (o sea todos los que se negaban a seguir como borregos al
líder) borraban la coma y todo cambiaba de sentido. Y por supuesto leían el
slogan todo de corrido. Ellos hacían lo mismo y no hacían más que circular
historias que ya no daban ni miedo ni impresionaba a nadie. A los jóvenes
Montoneros los llamaba “la juventud maravillosa” sabía lo útil que le eran,
139

y lo bien que le venía que no nos dejasen a nosotros vivir, ni a los tontos
gobernar.

Aquí, no podemos omitir el efecto que tuvo en la conciencia colectiva, el


juicio y posterior asesinato de Aramburu al que le acusaron de robar el
cadáver de Evita, algo de lo que ya nadie se acordaba.

Los militares ya no sabían qué hacer con ese cadáver y lo habían enviado vía
Vaticano a Italia.

Montoneros secuestra por segunda vez a Aramburu, lógicamente no era para


resucitarlo, no pensaban que nadie merecía morir como Lázaro dos veces,
sino para exigir a cambio la expatriación del cadáver de Evita que para ese
entonces andaba por la madre Patria, los generales querían escurrirse el
bulto, así que negociaron con Perón su devolución, y se lo enviaron desde
Italia. Imagínense la cara del pobre general, ya viejo y enfermo, al ver llegar
este regalo a las puertas de su casa, tuvo que aprender a convivir con su nueva
esposa, con el brujo, y el cadáver de su ex mujer como un inquilino más.
Cuenta la leyenda que Isabelita la bañó y peinó con amor, mientras el brujo
hacía sesiones de magia egipcia. Le recordaba la comedia de doña Flor y
sus dos maridos, que significo una bocanada de frescura en una época de
mucho puritanismo y para ellos esta historia era también una distracción de
la situación tan tensa que vivían. Esta era la de “don Pocho y sus dos
esposas”. Y no seguimos porque no queremos dar ideas a los cineastas, ellos
ya saben que la realidad supera con creces a la ficción.

Lo contamos porque nuestra historia ya entra en el ámbito de lo fantástico,


y más que tragedia es una tragicomedia que inspiró hasta un musical, metros
de celuloide y torrentes de literatura, y si no hubiese habido tantos muertos
todos nos reiríamos de ello.

A decir verdad, eso es lo que hacían en su época de juventud, dorada


juventud, en la que nos reíamos de todo y de todos. A nuestra generación no
le hizo falta ni PlayStation, ni internet para alimentar la imaginación, y
cubrir sus ratos de ocio.

Si el sueño de Evita era ser reconocida como actriz, lo logró, convirtió al país
en su escenario.

Sus libros se leían en las escuelas infantiles, y su odio individual, lo


trasformó en amor a los humildes o a los desheredados de la tierra.
140

Este amor tan desmedido tenía que justificarse en un gran odio, que era como
la leña o el carbón que había que tirar al fuego para mantenerlo encendido.
Por eso, ese desprecio con la que la trató su familia natural se transformó en
rencor visceral que se focalizó en los estancieros cuando por paradojas de
su vida, la tierra de la estancia de su padre natural había sido anteriormente
robada a los indios.

Ambos, ella y él había nacido en antiguas ciudades fortín. Al morir tan joven
el pueblo la hizo Santa, y a Perón al irse del país lo convirtió en Dios.

Pero a ella esta historia de su juventud la asociaba a Montoneros, que aparte


de dejar muertos, desenterraban cadáveres y secuestraba tanto a vivos como
a muertos. Esa moda llegó al colmo cuando robaron las manos de Perón en
1987 para pedir un millonario rescate. Cosa que el partido justicialista se
negó rotundamente a pagar. Si Perón era dios como decía la propia Evita,
entonces ¿para que necesitaba tener dos manos?

Las manos no aparecieron nunca ni nadie supo quiénes fueron exactamente


los autores de tamaño sacrilegio, aunque todos hacíamos suposiciones, y a
muchos no les cabía ni la menor duda. Esta historia como la del mismo
Perón entró en el ámbito del misterio de la nueva religión.

Aunque a los jóvenes, les parecía una novela de Agatha Christie, nadie en
su sano juicio se sentía tan valiente como el detective Hércules Poirot porque
todos los que encauzaron la investigación, desde su juez y hasta el
sepulturero del cementerio aparecieron muertos. La verdad éramos curiosos,
pero no hasta ese punto. Ya dicen: la curiosidad mató al gato, y ninguno
estaba preparado para morir por curioso.

Tampoco el cadáver de una muerta era algo que nos quitase el sueño. Y
vivíamos en un país de novela con campeones del mundo, éramos los
mejores y los representantes de Dios en la tierra, al punto que , cuando en el
cielo brillaba un relámpago, mirábamos para arriba y sonreíamos porque
estábamos seguros que era Dios el que nos estaba sacando fotos ¿a quién le
iba a importar el cadáver de una muerta?

Argentina gracias a Montoneros tuvo de vuelta en su panteón a una Santa.


Cuando murió, su viudo, quiso hacerle un ostentoso mausoleo, el
monumento de los descamisados, pero los militares le echaron sin darle
141

tiempo a acabarlo, ni empezarlo siquiera, pero cuando tuvo que marcharse a


la carrera, dejó ahí el cadáver de Evita al cuidado de la CGT.

Los militares se encargaron de hacerle desaparecer. Comenzó a explotarse


el mito y no hay nada que tenga más arraigo que un mito, y mucho más
cuando ese mito tiene una santa y es de cosecha propia. Pero cuanto más se
intente erradicarlo, más fanáticos se vuelven sus acólitos: Sus reliquias se
mueven y multiplican y aparecen por cualquier sitio como las manos de
Santa Teresa, a las que les faltaban un penique, y que acompañaron al
General Franco, otro enviado de la providencia, pero mucho más humilde,
no le quitaba a Dios su trono.

Ya lo remarcó Cervantes, cuando con extrema ironía, habla en boca del


sensato Sancho “¿Por qué no nos hacemos santos en vez de caballeros
andantes? Y alcanzaremos más brevemente la fama que pretendemos”. Y
con su simple lógica le explica: ”y delante de sus sepulturas arden lámparas,
y están sus capillas llenas de gentes devotas que de rodillas adoran sus
reliquias, mejor fama será para este y el otro siglo, que la que dejaron y
dejaren cuantos emperadores gentiles y caballeros andantes que ha habido
en este siglo” Cualquiera creería que nos estaba describiendo la tumba de
Evita en la Recoleta y hablando de nosotros los argentinos, o quizá fuese
simplemente que los montoneros además de la Biblia también leían al
Quijote.

Ya nos advirtieron de los mitos. Estos son como el Golem, esa criatura de
barro que con artes mágicas le insuflan vida, pero que resulta ser tan
desmemoriada que mata a su propio creador. Los rabinos escriben la palabra
“emet”, que es verdad, y verdad es solo Dios, que pegan en su frente. Pero
al quitar la primera letra, el alef, queda “met” que quiere decir muerte.

Montoneros le siguieron hasta Punta del Este, donde desde niña pasaba sus
vacaciones alternándolas en Mar del Plata con sus abuelos. Uruguay era
playa y mar, pero también la tranquilidad, ahí se olvidaban todos los
sinsabores y fanatismos, desconectaba totalmente. Era un oasis de paz, un
faro en medio de las tinieblas, un ojo en medio de ese huracán que parecía
arrastrarlo todo a su paso, la razón en medio de toda esa sinrazón, un puerto
donde atracar.

Era para ella como respirar el aire puro lleno de yodo pero también de
ternura y comprensión. Y también, y sobre todo, de libertad.
142

Era feliz, inmensamente feliz. Y amaba a ese pueblo uruguayo en el que


encontró una sencillez y frescura tan desconocida y tan ausente en sus tierras.
Eran el polo opuesto a los argentinos, eran tranquilos, tolerantes, y sobre todo
muy educados. Nadie se les imaginaba que pudiesen dejarse llevar por los
extremos y menos ser violentos o dejarse polarizar. Demasiado moderados
para dejarse arrastrar por los fanatismos, la irracionalidad, al igual que los
sefardíes, no les gustan los extremos. Pero a pesar de pensar y ser diferente,
no podían aislarse de todas las convulsiones que azotaban al mundo, sobre
todo de las de América Latina que desde la revolución cubana estaba
bastante revuelta.

Recuerda sus paseos en bicicleta, con una cesta que siempre llevaba repleta
de manzanas. Cuando un chico la abordaba ella que no sabía cómo quitárselo
de encima, ni sabía de qué hablar, le daba una de sus manzanas para
mantenerlo entretenido.

Ese pequeño rincón de paraíso albergaba cantidad de anécdotas y momentos


felices. Recuerda con nostalgia esa infinita sensación de espacio y de
libertad.

Pero esa libertad se empañó cuando llegaron los Montoneros. Cuando Perón
les echó de la plaza se fueron, entre otros destinos, al país vecino como
siempre acostumbraban. Lo que no sabía es que los escuadrones de la muerte
se pondrían de acuerdo para detenerles. En ese entonces no existían fronteras
ni neutralidad. El lado uruguayo ya tenían a sus Tupamaros actuando, y
dándoles dolores de cabeza, y ahora encima se le sumaban los de la otra
banda, lógico les devolviesen a su patria.

Los uruguayos de Montevideo que ya veían sus propiedades de Punta


expropiadas, se apresuraron a venderlas. Amaban a Punta, pero por muy
lujosas que fuesen, no eran más que casas de veraneo. Aunque a su padre
en ese entonces le ofrecieron aprovechar oportunidad, no lo tuvo tan claro.
Como nadie lo tenía en esos tiempos, Uruguay a pesar de ser diferente del
resto, era un país chiquito, Así que sus nombres se les aparecían hasta la
sopa. Argentina y Uruguay actuaban sincronizados. Los Tupamaros
comenzaron reclamando tierras, pero al igual que Montoneros, también
creían en la lucha armada, también robaban bancos vestidos de policía,
secuestraban ejecutivos, robaban casinos, para seguir financiando su lucha.
Sus liberaciones de presos de las cárceles les volvieron legendarios así como
143

sus asaltos a las radios y posteriores comunicados, y también, al igual que


Montoneros, con el transcurrir del tiempo, y de regreso a la democracia,
cambiaron sus fusiles por corbatas e irrumpieron en la política y se integraron
en coaliciones de izquierda.

Quien imitó a quien, ya nadie lo sabe, todavía estamos discutiendo si los


gauchos o la costumbre del mate se originaron en Uruguay o en Argentina,
lo mismo que discuten Perú y Chile sobre el origen del pisco, como tampoco
sabemos si fue primero el huevo que la gallina.

En realidad ser el primero o el último da lo mismo, los uruguayos fuesen sus


inventores o no, imposible verles sin sus termos ni sus mates ambulantes. Ya
es más que una costumbre, se los llevan de paseo hasta a la playa. Ambos
son piezas inseparables del paisaje, como el gaucho con su caballo, no se
imagina un uruguayo con las manos vacías. En el campo era un ritual que
se cebaba y pasaba de mano en mano, a nadie se le ocurría tomar un mate
solo, y en el arte de cebarlo, y saberlo absorber poco a poco estaba todo su
misterio. Para los uruguayos ver un atardecer en la playa con su mate en la
mano es todo un ritual. Cuando el astro se hunde para siempre en el
horizonte aplauden efusivamente como si de una obra de teatro se tratase,
con su inseparable mate en la mano como un fiel compañero al que solo
sueltan para aplaudir.
144

CAPITULO 18

EL PREAMBULO

Pero no ahondamos en este tema tratado hasta la saciedad y estudiado por


tantos escritores y eruditos sino en sus consecuencias, y la influencia en su
propia vida. En la década anterior, que dieron en llamar infame se fue
fraguando todo lo que el peronismo con mucha habilidad supo canalizar con
arte magistral. Nadie les puede quitar su mérito.

Cuando la primera revuelta obrera la facción del ejército que se envió a


suprimirla fue en la que estaba Perón. Si él estaba o no, no importa. Lo
cierto es que compartía la ideología de esa facción determinada (el GOU).
Como Maquiavelo pensaban que el fin justifica los medios no escatimaron
en utilizar todos los medios a su alcance para alcanzar sus fines.
Especialmente a él, le mandaron de gira por toda Europa para que vea de
todo un poco, y por lo visto era muy observador porque se quedó con un
poco de todo.

Todos los vientos les resultaron favorables porque sabían muy bien a que
puerto querían llegar. Entre otros destinos aterrizó en Italia con el fin de
conocer in situ al fascismo, y ahí pudo conocer en persona al Duce, y se
enamoró de Benito Mussolini. Esto no lo inventamos, sino que lo reconoció
el mismo, jamás tuvo pudor en manifestar el magnetismo de este leader, la
emoción que le producían sus discursos y la fascinación que sintió al
conocerle. Él se llamaba a sí mismo, el león. Pero aclaraba que era un león
herbívoro. Sin embargo para muchos era simplemente otro Gorila con otra
chaqueta, y para otros más exagerados, era el rey de los Gorilas. Todos
sabemos que el león herbívoro no existe, es otro oxímoron que tanto gusta
a los argentinos, acostumbrados a pervertir e invertir el sentido de todo, y a
jugar con las palabras, pero el lobo con piel de cordero sí.

No es por comparar, las comparaciones son odiosas, pero fue la misma


fascinación que sintieron al conocerse Hitler y Stalin. Al punto que llegaron
a firmar el famoso pacto Molotov-Ribbenttop, o pacto germano-ruso de no
agresión que hubiese seguido en pie si a Hitler no se le hubiese ocurrido
invadir la Unión Soviética imitando a Napoleón y en el que, como todos
sabemos, se dividen y reparten entre ellos los países colindantes. Lo más
curioso que este pacto lleva el nombre ruso de una bomba que no para de
estallar en forma de “coctel Molotov”, quien era en ese entonces ministro de
145

asuntos exteriores de Stalin. Y lo más gracioso es que ese nombre de “coctel


molotov” no se lo pusieron los rusos sino los finlandeses.

Cuando los rusos bombardearon Finlandia, el ministro ruso Molotov


afirmaba que sus aviones no lanzaban sobre la población bombas sino
comida y los finlandeses con fina ironía llamaron a esas bombas “·cestas de
pan Molotov” que ofrecieron enviárselos de vuelta esta vez acompañarlas
con licores. Las fábricas de licores dejaron de fabricar vodka y fabricaban
bombas que lanzaban a los tanques rusos con tan buena puntería que
resultaron muy eficaces. Tal es así que ese nombre se impuso y ahora las
tiran contra todo hasta contra el obelisco. Y por supuesto contra los tanques
rusos.

Volviendo a Hitler y Stalin si no hubiese sido por esa ocurrencia de invadir


Rusia, nadie hubiese confundido la derecha con la izquierda, ni hubiese
asociado a Stalin con la izquierda y al otro con la derecha.

Ni el mundo estaría tan dividido y enfrentado. Los hubiese visto como en


realidad son: ambidiestros “¿No comenzó el nazismo como un nacional-
socialismo? Es más, siempre se definió así y la única diferencia entre las dos
izquierdas, o mejor dicho, entre los dos totalitarismos, era justamente que
una tenía pretensiones nacionales y el otro internacional. ¿Alguien puede
seguir creyendo que las casualidades existen? ¿No dicen acaso que los
extremos se tocan? ¿Y que los polos opuestos se atraen?

Dejando aparte sus diferencias y sin el más mínimo intento de comparación


(las comparaciones son odiosas) ambos para la humanidad encarnaron la
ultra derecha y la bondadosa izquierda. Pero fue Stalin quien enseño a Hitler
a utilizar los campos de concentración, y hasta le enseñó como instalarlos,
dónde y cómo usarlos. Nunca se imaginó no simplemente que fuese tan fácil
matar sino que para hacerlo contase con tantos colaboradores.

Aquí tenemos que detenernos porque cuando fallan los fines tenemos que
redefinir los términos. Creía Maimones que las disputas entre las personas
surgían del mal empleo de los términos, debido en parte por el mal uso que
hacíamos de ellos. Si cada uno les damos un sentido diferente, resulta
prácticamente imposibles llegar a un acuerdo. Según él, el día que
aprendiésemos a utilizarlos correctamente y diésemos el mismo sentido a
las mismas palabras, todos nos comprenderíamos perfectamente. Por eso
sugería que antes de entrar en una discusión redefinamos los términos. Todo
146

esto surgió de la Torre de Babel donde la humanidad dejó de entenderse


debido a sus egoísmos y ambiciones personales, y Dios les castigo en la
confusión de lenguas. Antes de Babel todos nos entendíamos y vivíamos en
armonía, porque todos hablábamos un mismo lenguaje.

Surgen en el mundo dos términos supuestamente opuestos. IZQUIERDA Y


DERECHA que llegaron al paroxismo y son esgrimidos por los políticos
como fantasmas añadiendo la partícula “ultra”, para acentuarlos más como
si el mundo en un afán simplista hubiese trazado una línea imaginaria que
dividiese a la realidad en dos bandos y pusiese de un lado el bien y del otro
el mal, de un lado el lobo y del otro las ovejas, y se olvidasen de los
pastorcitos. Parece el cuento del lobo, pero ese lobo ya ni asusta, y hasta los
niños comienzan a hastiarse del cuento.

En un afán simplista la historia, como muchas teogonías o teologías son


explicadas en una constante dialéctica, una constante lucha del bien contra
el mal, y el fin de la historia culmina con el triunfo del bien sobre el mal.
Algo que a los cristianos no les resultaba para nada desconocido. Esto no
hubiese sido más que una anécdota absurda, si no hubiese conllevado tanto
sufrimiento, tantas divisiones y hubiese dejado en el mundo un reguero de
cadáveres y con media humanidad adorando a una colección de santos y
mártires.

Ella lo viviría en su propia juventud y esa visión de dos extremos, o los dos
demonios odiándose a ese punto, que luego pasarían a ser solo uno, era algo
que jamás comprendería.

Mucho menos ella que no era capaz de distinguir la derecha de la izquierda


de su propio cuerpo. Tenía que imaginar escribir en el aire su nombre para
poder distinguir que lado era cual. Y esto era que de pequeña según la moda
le obligaron a escribir de izquierda a derecha.

Esta definición de izquierda y derecha, tuvo origen en la Revolución


Francesa, o mejor dicho en una simple silla. Lo que en un principio fue el
simple sitio donde se sentaron en la Asamblea Constituyente para delimitar
el poder absoluto al rey los que representaban dos ideas antagónicas.

El grupo conservador se ubicó a la derecha del presidente, como es lógico ya


que es el que corresponde a los invitados de honor. Jesús, nos enseñan de
pequeños en la catequesis, que está sentado al lado derecho de su Padre y
147

desde ahí juzgara a los vivos y a los muertos. Del mismo modo estaban los
conservadores sentados del lado derecho del presidente de la Asamblea.
(Quizá estos nuevos revolucionarios, que en su afán iconoclasta rebautizan
todo, cambien a Jesús de sitio del mismo modo que pretenden poner en duda
su identidad sexual, o su origen. Más de un ignorante dice era “palestino”
cuando en ese entonces palestina ni siquiera existía)

A la izquierda se reunieron los que tenía una visión totalmente contraria que
por supuesto, si ni siquiera eran capaces de ponerse entre ellos de acuerdo,
mucho menos lo harían con sus contrincantes.

Mientras que los demás, o sea la gran mayoría, no ocupó ningún lado, se
sentaron donde pudieron o les vino en gana y algunos hasta se quedaron
parados y hasta afuera de la asamblea.

Justamente fueron estos desplazados la tercera fuerza, esa fuerza invisible


que nunca cuenta pero que representa la gran mayoría, con la que ella se
sentía identificada. Esa fuerza a pesar de no formar parte de los libros de
historia, es la que los escribe y la que la sufre. A su juicio, es esta fuerza que
representaba a los seres libres de intereses y prejuicios, la única capacitada
y los únicos que tienen o tendrían derecho a opinar lo mismo que lo hace un
juez que representa supuestamente a una tercera persona libre de prejuicios.
Algo similar a un el árbitro en un partido

En la votación para derribar el poder absoluto del rey ganaron los que querían
quitarlo. Si hubiese sido a la inversa, otro gallo cantaría.

Ya todos, harto conocemos lo que pasó con las cabezas de los reyes de
Francia, que fueron a rodar por los suelos, pero no fueron los únicas. Para
imponer las nuevas ideas, como no había tiempo para que les entrasen en la
cabeza, prefirieron cortárselas, y había que hacerlas rodar rápido de modo
industrial y lo menos dolorosamente posible.

Los franceses son un pueblo al igual que nosotros, muy civilizado.


Abominan espectáculos públicos de violencia o castigos ejemplares. No
encuentran en ellos nada ejemplar. Así que un cirujano francés, que también
era diputado en esa Asamblea, propuso un método más humano, expeditivo,
y menos trágico de morir. Según él con este método tan humano, “en un
parpadeo se decapita persona que no siente más que frescura”. ¡Y menuda
frescura! No sabe lo que sentirían pero le recordaba a esos pollos que corrían
148

sin cabeza tras ser decapitados, probablemente ni se darían cuenta que ya no


la tenían. Tenía razón este médico, el ardor producido por la mente y la
angustia sería antes porque después de pasar el filo de acero por su cuello ya
pocos ardores sentirían.

Por supuesto estos dos términos, izquierda y derecha, no lo pusieron los


revolucionarios ni mucho menos. Bastante estaban preocupados en salvar
su pellejo, poco tiempo tenían para filosofar. Fue muy posterior.

Es verdad que no sabemos quién fue el ingenioso que dio sentido a estos
términos, siempre hay uno, pero lo que sí tenemos seguro, es que el término
de derecha fue un invento de la izquierda con el que agrupan a todos sus
oponentes. Esto les ahorra el esfuerzo de tener que razonar, y sobre todo el
de tener que dar más explicaciones. En vez de señalarlos uno por uno les
mete a todos en un mismo saco. Es como la palabra judío que se utilizó
tanto y representaba todo lo maligno o lo que odiábamos dentro de nosotros.
Nadie se preguntó siquiera que significaba ser judío. Esto era como un cajón
de sastre donde se metía todo lo malo y le mandábamos como chivos
emisarios al desierto. Curiosamente esta era una costumbre en el antiguo
Israel, en el Levítico (16:10) Dios pedía que se sacrificara a una cabra negra,
que portaría todos los pecados del pueblo, y fuese liberada en el desierto, la
cabra se llamaba Azazel. En algunos pueblos de España todavía se sigue, o
se siguió hasta hace poco antes que llegasen los animalistas, la costumbre de
tirar una cabra viva desde un campanario. En las cruzadas se cambió al chivo
expiatorio por una cabeza de turco. Resultaba más fácil encontrar un turco
que un chivo negro en medio del desierto. Además el verlo así clavado en la
picota impresionaba a todos más. La revolución francesa que comenzó tan
románticamente, para convencer a los indecisos, comenzó a pasearse por las
calles de Paris con cabezas clavadas en la picota.

¿Pero qué propósito tenía eso de dividir el mundo en dos bloques, crear
divisiones irreconciliables que derivaron en una guerra fría? El pensamiento
dicotómico es necesario para difundir una propaganda, y que esta prenda en
nosotros. Es la que utilizan todos los partidos. Se repite como cliché hasta la
saciedad al punto que la gente ya olvida su sentido y por supuesto su origen.
Esa es justamente la idea, que no piensen, para eso está el líder que piensa
por todos ellos. Ya nos dijo la Santa Madre Iglesia que no era necesario
pensar, ya lo hacía ella por todos nosotros. “Doctores tiene la Santa Madre
Iglesia que sabrán responder”. Sabían que el pensamiento ocasionaba la
149

angustia existencial, y normal que su noble propósito no era otro que


ahorrarnos esa horrible angustia y congoja que este acarrea. Mientras ellos
dividieron el mundo entre herejes que merecían morir y redimidos que
subirían derecho al cielo, nos adoctrinaron a todos privándonos de toda
libertad, hasta de la libertad que nuestro propio Creador nos había dado.

Claro que no les dio tiempo de crear ideas nuevas, mejor reutilizar las que
funcionaron en la psiquis humana durante siglos, y manejar el sentimiento
más primario del ser humano: el miedo. En realidad solo existen dos, el
Temor o el Amor. Todos los demás no son más que sus derivados, el que
ama nada teme. Ya lo expresaron los místicos en especial Santa Teresa con
su:

“Nada te turbe, nada te espante todo se pasa,

Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza,

Quien a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta.”

La iglesia que sabía el poder de la oración y de las fuerzas del cielo, pero
también conocía bien la debilidad humana, se arrogaron el poder de ser sus
intermediarios, y al no poder dominarlos por el amor, lo lograron por el
miedo.

Esos relatos de las misiones jesuitas están llenas de esas historias. Como los
indios cautivos se negaban a procrear en los ejercicios espirituales se
disfrazaban hasta de fantasmas para obligarles, sabían bien lo supersticiosos
que eran los aborígenes. Por si se les daba la idea de huir, tenían grandes
fosas cavadas para disuadirlos.

Un cuento ilustra mejor esto: una vez va un periodista a ver el Papa de Roma.
Ve un teléfono rojo, le pregunta que es. Y le dice que es para comunicarse
con Dios en el cielo. Le pregunta si puede llamar y el Papa le dice que sí,
pero le advierte que cada minuto cuesta 1000 dólares. Como le pareció el
precio un poquito elevado el pobre hombre prefiere quedare con las ganas,
y se marcha con ellas. Años más tarde el mismo periodista va a hablar con
el gran Rabino de Israel, y ve el mismo teléfono rojo. Vuelve a preguntar
para que sirve, y vuelve a oír la misma respuesta. Tímidamente pregunta
¿Cuándo cuesta la llamada? y el rabino sonriendo le dice “es totalmente
gratis” Pensando el rabino se reía de él, le cuenta su experiencia en Roma y
no entendía que allí fuese tan caro y aquí gratis. El rabino comprensivo le
150

responde “Normal. Desde su teléfono no es llamada directa, desde el nuestro


teléfono la llamada es local. Nosotros no interferimos en la conversación
para nada”

Los rabinos enseñan que Dios no puso centinelas en los templos, y no puede
existir censura entre el hombre y su oración. Jesús dice que es mejor buscar
a Dios en la soledad que clamar hipócritamente en las sinagogas. Pero con
un juego de palabras con la piedra, pusieron a la cabeza a Pedro en Roma a
quien los romanos lo crucificaron cabeza abajo. Y así lo solucionaron todo.
Al igual que los chiíes que esperan al Magdi, ellos con la excusa de esperar
su regreso, como este se demora, mientras tanto tienen que ser sus
intermediarios, no vaya a ser que se les descarríen las ovejas, y se les vayan
de cabeza por algún desfiladero. Por el contrario los sunníes no reconocieron
ningún intermediario entre Ala y los hombres. Ya tenían sus propios jeques,
o príncipe de los creyentes, que nunca se ponían de acuerdo entre ellos,
debido a sus ambiciones personales. Desde sus inicios comenzó la fitna. Eso
de la gran Umah unida no dejó de ser más que un sueño lejano. Era como
hacerles creer que se llevarían bien dos perros que luchan por un mismo
hueso.

Volviendo a Francia, los supuestos revolucionarios a falta de ideas nuevas,


repetían patrones antiguos. Tenían que encontrar una fe nueva, pero en vez
de crear una nueva se adaptaron a la antigua que contaba con milenios de
experiencia tan solo cambiaron sus ídolos, santo y mártires y entronaron a la
Diosa Razón o Justicia Social en su nuevo altar, y sobre todo cambiaron sus
nombres. Lo rebautizaron todo, hasta en eso copiaron a sus antecesores
demostrando su falta de imaginación y originalidad.

La Santa madre tenía tanto poder de manipulación que era capaz de decir que
los gatos eran engendros del demonio, y lograr que todos en masa fueran a
matar a los gatos. Lo mismo que logró su madre que con sus palabras
inflamadas logró la muerte de un felino. Lógicamente el resultado de este
nuevo delirio fue la peste, porque al morir los gatos aumentaron las ratas.

Se dieron cuenta que solo bastaba invertir los términos, de este modo los
revolucionarios acabaron imitando a esos que tanto odiaban y terminaron
como ellos adoctrinando y manipulando a las masas, que consideraban
incapaces de pensar por cuenta propia. Ese nuevo mundo utópico, termino
en grandes Gulags con inmensos confesionarios con castigos que no era
151

solamente recitar una inocente ave maría o un padre nuestro. Hicieron lo que
Jesús nos dijo de no hacer “poner vino nuevo en odres viejos”

Lógico, eran revolucionarios como su mismo nombre lo indica. Una


revolución es dar un giro de 360 grados volviendo al mismo punto de partida.
Al igual que los astros girando sobre su propia órbita, recorren
incansablemente la misma trayectoria, sin poder evitar que regresase el
nefasto Saturno. Pero fue tomado como símbolo de grandes cambios y
transformaciones que la mayoría de las veces no cambiaron nada. A rey
muerto, rey puesto. Decía el conde de Lampedusa “algo tiene que cambiar
para que todo siga igual”

De la famosa proclama “Libertad igualdad fraternidad” ¿Qué quedaron? De


la libertad quedaron nuevas cadenas, de la igualdad una tierra desolada que
de tantas tumbas parecía un inmenso cementerio y la fraternidad era sola
aplicada a los que pensasen como nosotros, solo esos eran hermanos y
merecían seguir vivos. Como decía Perón: “A los amigos todo, a los
enemigos ni justicia” Nunca mejor definido. Otra de sus frases era: “si el
enemigo huye se le persigue allí donde esté y no se le deja levantar más
cabeza.” Por las dudas en Francia para que esto no ocurriese, se las cortaron.

Camus en su ensayo filosófico del hombre rebelde matizó la diferencia entre


una revolución que regresa al mismo punto de partida y la postura del
hombre rebelde.

El hombre rebelde de Camus es el hombre que empieza diciendo NO, para


analizar la realidad desde diferentes planos, es un hombre consciente que
reflexiona y se cuestiona todo, y no se deja influenciar o manipular por
consignas externas. En su ensayo va describiendo diversas etapas de
rebeldía. A pesar de pertenecer a la época del nihilismo y de compartir con
los intelectuales de su época la misma desilusión, Camus llega más lejos
porque el defendía valores inamovibles como el amor, la igualdad, la justicia,
la libertad y el valor de la vida algo que para él no era negociable.

Su mirada bondadosa hacia los otros seres le hacía descubrir en ellos muchas
cosas más para amar que para odiar. Su inmensa comprensión de la
condición humana le impedía juzgar o condenar a sus semejantes. A pesar
de haber conocido el hambre y la miseria, así como la orfandad, su padre
murió en la primera guerra mundial o la gran guerra, en sus ojos solo había
amor y sus recuerdos de infancia.
152

Camus representa al hombre libre, a ese hombre que se para, dice no, que en
vez de patalear intenta comprender el mundo y a sus semejantes desde el
prisma de su infinito amor. En sus ojos estaban los atardeceres de esas playas
de Oran, y nunca perdió esa mirada de niño sorprendido ante tanta
sobrecogedora belleza ni de ese mar mediterráneo cuyo murmullo nunca dejó
de latir en su corazón, y que se lo ensanchó tanto, al punto que ya no había
cabida en él para el odio ni el resentimiento.

Cuando la guerra de Argelia tuvo que responder al igual que los sionistas, de
qué lado estaba. Francia tampoco permitía a los argelinos tener dos patrias,
dos madres, y él nunca pudo resolver el conflicto de si era un francés de
origen argelino o un argelino con nacionalidad francesa. Tampoco nadie le
ayudó a resolverlo, menos una Francia dividida entre tirios y troyanos,
incapaz de reconocer sus propios errores. A los “pie noir” les prometió el
oro y el moro, cuando llegaron a Francia se encontraron que eran ciudadanos
sí, pero de segunda categoría, logrando que hasta el día de hoy ninguno
pueda olvidar sus orígenes, ni la belleza de esas playas mediterráneas y esos
apoteósicos atardeceres que vieron sus ojos recién venidos al mundo.

Aquí debemos aclarar que con sorpresa descubrió que el término “pie noir”
no es un mote despectivo, sino un calzado de cuero negro que ellos usaban,
y les distinguían del resto. Eran como los de cabecitas negras de Perón. Ellos
estaban orgullosos de su apodo que en la mente de ella sonaba a despectivo.
Pero desde el quilombo que se armó por una simple malinterpretación de una
palabra, ya no dio tanta importancia a los términos, aunque no entendía por
qué inconscientemente todo lo despectivo y negativo estaba asociado al color
negro, como todo lo siniestro a la izquierda, como todo lo que odiamos en
nosotros mismos lo asociamos al término de judío.

Estos franceses de origen argelino, en otras playas de España, que elegirían


como destino vacacional o segunda morada, revivirían esos atardeceres y
descubrirían nuevos amaneceres junto a sus moradores, y cambiarían sus
zapatos de cuero negro por la sensación indescriptible de la fina arena
hundiéndose bajo sus pies, dejando las huellas de sus pies descalzos impresas
en nuestras playas.

Sus ideas nunca fueron comprendidas, así como su eterno enemigo Sartre
tampoco fue capaz de comprender la generosidad y elevación de su alma. Se
le acusó injustamente de palabras que ni siquiera pronunció. Camus, así
153

como rechazaba la violencia de Sartre, también critico la de los franceses


recurriendo a la tortura. Él sabía que el uso de la tortura abría las puertas del
infierno, y daba rienda suelta a la liberación de todos los instintos más bajos
del ser humano desatando todos sus demonios. Según él es preferible sufrir
injusticias que cometerlas y cuestiona la eficacia de la tortura.

Sostenía que la crueldad ejercida de un lado justificaría la barbarie de sus


adversarios, para los cuales poner una bomba a su juicio no sería un acto
terrorista que trunca la vida de inocentes, sino un acto heroico de resistencia.
Heroicidad que la izquierda y los políticos llevarían al límite del absurdo
invirtiendo la historia.

La historia le daría la razón, pero sus ideas no eran compartidas y mucho


menos comprendidas, y el no tuvo tiempo de explicarlas mejor, ni siquiera
de defenderse, porque el desarrollo de su pensamiento se vio truncado en la
carretera, y no son ni siquiera comprendidas hoy, cuando la barbarie
extremista nos trae reminiscencia de esa otra cruenta guerra.

El novelista, dramaturgo, ensayista, filósofo y poeta no llegó siquiera a ver


el fin de la guerra en Argelia, que costó un millón de vidas, en las que sus
esperanzas de convivencia pacífica entre los dos pueblos se vieron para
siempre truncadas. Los árabes nunca olvidan, tienen como los ancianos más
recuerdos del pasado que visión de presente. Lógico que deliren con
respecto a su futuro, delirios que los políticos alimentan en su propio
beneficio, y que sus consecuencias pagaremos entre todos muy caro.

Pero es así como, hasta el día de hoy, permanecen sus secuelas en el


inconsciente colectivo, y los árabes han adquirido a ojos del mundo el
derecho de degollar, descuartizar, mutilar y cometer todo tipo de atrocidades
sin que el mundo no solamente no las cuestione, sino que las justifique como
un acto de legítima defensa. Nada importa que estos actos se realicen contra
su propio pueblo o cualquiera sospechoso de no compartir sus principios.
Ahí, según Camus, entraba el rol del intelectual que buscaría un punto
intermedio para que la razón, la paz y la cordura encuentren su camino.

El creía firmemente no solo en la convivencia entre los dos pueblos, sino


entre todos los seres humanos, se daban cuenta que las diferencias eran
falsas, fomentada por los interesados en dividirles. También creía en el
corazón del ser humano y en su capacidad de razonar. Creía en luchar por la
libertad, por supuesto, pero sin perder nunca la dignidad humana ni sus
154

valores, a diferencia de Maquiavelo, Camus sostenía que los valores


justifican los medios, pero desde el momento que se justificase la violencia
como medio, volveríamos al punto de partida donde todo vale, o volveríamos
a la barbarie más absoluta donde el único principio es la violencia. La
violencia, todos sabemos, engendra más violencia, pero en forma de espiral,
o sea no de igual magnitud sino cada vez más explosiva. Esta nueva fuerza
generada, escaparía a la tercera ley de Newton de simple acción y reacción,
sino que originaría una cuarta fuerza expansiva, dada por la interacción
nuclear de dimensiones insospechadas, descontroladas e ingobernables. Esa
misma fuerza es la que estaría en el interior del átomo actuando entre los
protones y neutrones.

El código de Hamurabi se creó justamente para delimitar estos abusos. El


famoso “ojo por ojo, diente por diente” no era una crueldad ni obedecía una
vendetta, sino era decir que si perdiste un ojo, no podías vengarte arrebatando
la vida a tu adversario. Claro que esta igualdad se mantenía entre pares, y
era más bien un código de comerciantes porque el ojo no se pagaba con otro
ojo sino en su equivalente que solía ser un monto pecuniario, pago que para
muchos sería hasta más doloroso que perder un ojo. Quizá de ese recuerdo
venga la expresión “cuesta un ojo de la cara” Era un modo de circunscribir
la violencia al acto original. El desconocimiento de esas leyes no eximía a
nadie de su cumplimiento y para informar a todos se ubicaba grandes piedras
talladas con la ley en el medio de su plaza principal, pero como la mayoría
no sabía leer, necesitaban un intérprete para explicarla o decir cómo
aplicarla. Probablemente de ahí nacieron los juristas y se originó el oficio de
abogado.

Pero volviendo a izquierda y derecha, ya nadie recordaba la interpretación


antigua de diestra y siniestra. Hasta hace muy poco en los colegios se
obligaba a los estudiantes, sobre todo los de alcurnia, a usar su mano derecha.
Escribir con la izquierda estaba muy mal visto. ¿Y de dónde surgía esa
costumbre durante tantos siglos extendida?

En la antigüedad todos los presagios se leían por el vuelo de las aves o lo


leían en sus entrañas. Tal es así, que augurios viene de la doble raíz: ave y
oír, y escuchar las aves era sinónimo de presagio y mirar las aves era
auspicio.
155

La palabra “siniestro” se refería justamente al sentido de su vuelo. Cuando


volaban de derecha a izquierda traía malos presagios. Todavía usamos la
expresión de ser pájaro de mal agüero cuando anunciamos noticias que nadie
quiere oír. ¿Será que ellos se anticiparon a nosotros? Nunca pudo entender
cómo se podían orientar, ni predecir las estaciones y migrar recorriendo sin
brújula esos inmensos espacios. ¿Cómo se orientaban? ¿Cómo sabían el
peso exacto de sus cuerpos para ser lo suficientemente ligeros para
acompañarles en el viaje, y a la vez conservar toda esa energía que tanto
necesitaban para tan largo recorrido? Los griegos observaron que las aves no
volaban cuando había aire enrarecido. Así descubrieron los cráteres de los
volcanes, y se dieron cuenta que, a diferencia de las montañas, algo tóxico
escondía en sus entrañas.

Y la misma palabra de infierno estaba asociada a Averno, o sea sitio “sin


aves” que no era más que la entrada al infierno para ellos. Claro que a los
griegos la otra vida les tenía sin cuidado. No podían siquiera imaginar la
eternidad, así que los castigos eternos solo estaban destinados a los
semidioses, no a los simples mortales, el Hades no era para ellos. Tampoco
el sentimiento de culpa, ya bastante tenían con el terror a envejecer.

Los trabajadores de la mina para saber la peligrosidad llevaban un canarito


en una jaula. Cuando el canario moría eso indicaba que el aire se estaba
tornando tóxico y tenían que salir de ahí.

En resumen para los antiguos todo lo oscuro, pérfido, malévolo,


espeluznante, aterrador, trágico, catastrófico, amenazador, en pocas palabras
tolo lo malo era zurdo, estaba al lado izquierdo. Lo bueno, recto, bondadoso,
feliz o afortunado del lado derecho. Nadie se imagina a Jesús sentado del
lado siniestro de su Padre. Aunque los zurdos son capaces de encontrarle la
vuelta, como son capaces de trastocar las leyes de la naturaleza y decir los
disparates más grandes sin que nadie siquiera ose cuestionárselo, por miedo
a ser tildado de facha, retrogrado, homófono o racista. Herederos de los
curas, para evitar angustias existenciales al pueblo, se arrogan el derecho
divino de imponer sus principios disparatados, que emana de una supuesta
justicia, entendida a su manera. Como Dios no existe para ellos, había que
reemplazarlo.

Para ella la única diferencia entre uno y otro, no fue su orientación. Como
recordamos estos términos fueron tomados de la revolución francesa, nada
156

que ver con el sentido de “siniestro” de los antiguos, la gran diferencia y


única diferencia que veía, estribaba en el hecho de que mientras unos
perdieron la guerra, los otros supuestamente la ganaron (decimos
“supuestamente” porque fue no sin ayuda) Mientras unos campos de
concentración fueron desinstalados y expuestos al mundo a la luz del día
como museos, los otros siguieron en pleno funcionamiento en la oscuridad y
a escondidas y nadie los menciona, ni a nadie interesa saber o recordar que
existieron o que aún peor, siguen aún existiendo.

La historia la cuentan los vencedores.

Un escritor ruso de nombre impronunciable describió esos horrores en su


famoso libro: “Archipiélagos del Gulag” que comenzó difundiendo
oralmente al principio y al ver que nadie le creía, lo intentó en forma de
manuscrito en los que relataría su viaje a través del miedo, el frio, el hambre,
el dolor, la muerte y el silencio con el que el totalitarismo comunista acalló
a la disidencia, con lujo de detalles. A su abuelo le encantaba, le sonaba a
música conocida y no dejo de leer a este autor hasta su muerte. La verdad
que los libros rusos son como los orientales, historias interminables, o
cuentos de nunca acabar, pero en especial lo fue esta obra histórica que ante
la incredulidad de la gente su autor tardó casi una década en recopilar datos
y más de 800 páginas en describirlos, repartidas en tres tomos, sabiendo la
importancia que estas revelación acarrearía al mundo. Esta obra magna
sacudiría los cimientos del totalitarismo comunista, revelando al mundo su
lado oscuro o mejor dicho su verdadero rostro, y dejando descubierta toda su
hipocresía. Por supuesto la izquierda prefieren leer los delirios de Marx, que
nunca trabajó en su vida y prefirió ver morir a sus hijos de inanición antes
que hacerlo, que la obra de este autor ruso, testigo directo del horror de esas
ideas utópicas llevadas a la práctica.

En su fuero interno estaba segura que su abuelo lo había acabado ya que


sabía que al igual que ella, a los libros que le atrapaban le gustaba releerlos.
Vio estos libros demasiado tiempo en las manos de su abuelo, o quizá fuese
que él también se sentía atrapado en ese inmenso Gulag y no podía salir de
él.

En España fueron las “checas”, y ahí no solo dieron sus huesos a parar
opositores sino simples críticos.
157

De unas de esa terrible experiencia surgió una de las novelas más famosas y
emblemáticas de nuestro siglo: “1984”, del escritor británico que nació en la
India y escribió bajo el seudónimo de George Orwell.

Toda su obra de ese mundo distópico, hasta la descripción detallada de las


torturas, fueron tomadas de experiencias personales, nada fue fruto de su
imaginación sino de sus propias vivencias, aunque a muchos nos resultasen
crueles y horrorosas, nada de todo lo descrito fue inventado.

Este escritor nacido en la India, primero luchó contra el imperialismo


británico luego lucharía contra el totalitarismo tanto nazi como estalinista.
Su espíritu ácrata no gustaba a la izquierda que siempre tuvo terror al
pensamiento independiente. Llegó a Barcelona cargado de idealismo, y se
unió al bando republicano.

La guerra civil española que no fue más que un ensayo en un escenario


reducido de lo que se interpretaría años después en un escenario más amplio,
o dicho en otros términos, no vino más que a ser preámbulo de la única y
misma novela.

Para su espíritu rebelde contrario a toda opresión fuese la que fuese, viniese
del lado que viniese, luchar contra los nazis eran un deber en esos tiempos
pero se desengañó dándose cuenta que todo era una gran mentira.

No fueron los fascistas, que en ese entonces era el bando nacional, contra los
que luchaba los que le torturaron sino sus propios compañeros estalinistas

En su libro1984, lectura indispensable en su época, nos deja el testimonio


del horror de un Estado todopoderoso mediante la implementación del terror
y la tortura, que impulsa la delación y la traición entre sus súbditos, e
implanta un sistema de control y vigilancia con la excusa del bien común.
Una especie de Gran Hermano.

Su libro “Rebelión en la granja “es una parodia del socialismo soviético, los
animales se rebelan contra sus dueños y crean un sistema mil veces peor que
la de sus antiguos dueños. Lenin, Stalin y Trotsky y otras figuras están
parodiados entre estos animales. Por supuesto, a los comunistas, carentes de
todo sentido del humor, esta parodia no les sentó nada bien, aunque era una
sátira no les causó ninguna gracia.
158

Para ella y para casi toda su generación este escritor era el prototipo del
hombre rebelde de Camus, un verdadero revolucionario en sus propias
palabras: “En tiempos de engaño universal decir la verdad se convierte en
un acto revolucionario” No era un solitario planeta girando sobre su propio
eje sino que formaría parte de la galaxia, y hasta del firmamento.

Por supuesto sus más acérrimos enemigos fueron los de la izquierda, no hay
peor astilla que la del mismo palo. Estos como es lo habitual, nunca
reconocieron su totalitarismo, ni a las torturas a que le sometieron,
prefirieron tildarle de loco y relegarle al ámbito de escritores de ciencia
ficción. Pero en su juventud sus mensajes calaron hondo, y fueron
anclándose en un rechazo acérrimo a toda estructura totalitaria y a todo tipo
de totalitarismo sea del signo que fuese.

Lo mismo que pasó en Argentina pasó en Europa en los campos de


concentración, todos sabían que existía, pero nadie se lo creía. Los alemanes
eran demasiado cultos y civilizados como para imaginar que cometiesen
atrocidades semejantes. Ni ellos mismos se lo creían. Ya se lo dijo un nazi
en el campo de concentración a Wiesenthal: “si nosotros que estamos aquí y
lo vemos, no nos lo creemos, ¿Qué podemos esperar de los otros que no lo
ven?” y es por eso que se dedicó a hacer dibujos de sus caras.

Luego cuando sale a la luz, los crímenes del otro bando, las otras víctimas,
la de los terroristas que ponían bombas y hasta sus hijos como escudos, esas
ya no existen. Y se comienza a narrar la historia, que es una gran mentira
porque solo es una parte de la historia distorsionada, una fábula grotesca,
una simple parodia, que es lo que es la historia de un solo lado. El otro
simplemente se ignora. En periodismo aprendió que no hay peor mentira
que una verdad contada a medias.

Si antes la historia la narraban los ganadores, en tiempos modernos la narran


los que perdieron la guerra, y lo hacen no con sentimiento de comprender, y
sacar las enseñanzas, sino con un sentimiento tardío de revancha. Los que
cuando había dictadura, si no vegetaban se buscaban un sitio acomodado
ahora son los que más presumen de antifascismo. “Dime de lo que presumes
y te diré de que careces”

Como desconocemos lo que hubiese sido la otra historia se la inventan como


en un cuento de hadas. En una contienda atroz entre hermanos, donde no
hubo vencedores ni vencidos, ni buenos ni malos, donde se cometieron
159

atrocidades de ambos bandos, donde los mismos actores prefirieron sepultar


el hacha de guerra y abrazarse como hermanos, ahora están sus hijos
desenterrando muertos y realizando juicios póstumos.

Un revanchismo tardío y postmorten que ya lo vimos durante la Revolución


francesa que se juzgaban hasta muertos que sacaban de sus tumbas. O
durante la misma Inquisición que en su afán de reemplazar a Dios juzgaban
tanto a vivos como a muertos, y realizaban juicios póstumos, seguidos de
pomposos autos de fe, esos autos de fe que el pueblo amaba tanto, como no
había tele en esos tiempos veían como en una pieza de teatro “los ricos
también llora”, y si eran los más enviados, bellos y exitosos que se retorcían
entre las llamas, mucho más emotivo, eso les consolaba de sus miserias
cotidianas. Era preferible seguir siendo pobres, que pasto de las llamas o
sometidos a horrendas torturas y humillaciones públicas. Tal era así que la
Inquisición que ya era una ruina que no podía sostener tanta pompa y boato
como en los viejos tiempos, se abolió en todo el mundo, y tardó más España
porque aunque ya no encontraban más herejes ni judíos, el pueblo la
reclamaba, y seguía pidiendo pan y circo a gritos. La Iglesia, como Aarón
el primer sacerdote tenía primero que contentar al pueblo y esta costumbre
ya era una tradición tan popular y arraigada como las corridas de toro. Ahora
por suerte la quema de monigotes se reduce a año nuevo, o de la sardina en
los carnavales. Y el desfile de bonetes puntiagudos a los pasos de Semana
Santa. Sarmiento en Argentina prohibió enseguida ese espectáculo grotesco.
Ahí en el inconsciente estaba más bien el espectáculo contrario. De todos
modos la costumbre de colgar san benitos a la gente sigue en ambos
continentes.
160

CAPITULO 19

TIEMPOS DIFICILES

Muchos argentinos eran llamados por sorteo a la guerra de las Malvinas, y


los que no acudían, aunque estuviesen en países lejanos perdían su
ciudadanía. Así fue como muchos amigos suyos fueron llamados a fila,
nadie quería perder la ciudadanía, aunque no supiese bien a estas alturas que
beneficios le traía y muchos como no tuvieron la suerte de dibujar esos
minuciosos mapas, de modo que no eran capaces de ubicar ese archipiélago
remoto del Atlántico sur, con cientos y cientos de islas e islotes de terreno
escabroso y costas bordeadas de riscos. Pero la patria era la patria.

Fueron tiempos difíciles. De mucha confusión, sobre todo, para los que como
ella no estaban en ningún bando que eran la gran mayoría. La gran mayoría,
como en todos los sitios y en todos los tiempos, tan solo quiere vivir en paz
y en orden. Les habían enseñado a nunca discutir de futbol o política. La
famosa recomendación de sus padres era justamente “no te metas”

La verdad, cuando las bombas estallaban llevando vidas inocentes, cuando


morían a manos de terroristas personas que no habían hecho nada, cuando
los secuestros estaban a la orden del día, todos deseaban una mano fuerte que
pusiese orden y fin al caos. Por naturaleza todos tenemos miedo al caos. Si
es así en todo el mundo en esa parte de América más, el caos fue nuestro
fantasma desde siempre, a esa constante amenaza siempre latente de una
guerra fratricida que pendía sobre nuestras cabezas como una espada de
Damocles. Guerra que Evita quiso provocar cuando Perón estaba preso,
dando armas al pueblo como en la guerra civil española, pero Perón lo
prohibió y la evitó a toda costa. A fin y al cabo era un militar, y los militares
tomaron el poder justamente con la excusa de evitar un derramamiento de
sangre. Esta misión que se arrogaron estaba tan al día en sus discursos, que
al general Onganía su generación le puso el apodo de Tampax.

Les recordaba a ese chiste mexicano que uno viene gritando “viva la
menstruación” Otro le corrige y le dice “bruto no se dice la menstruación
sino la revolución” Y este encogiéndose de hombros responde “qué más da,
lo importante es que corra la sangre”. Pero la sangre siguió corriendo igual,
pero ya no la veíamos en las calles.
161

A Onganía luego le bautizaron “supositorio”, porque entró a la fuerza, y


salió, o le hicieron salir, ya sabemos todos como.

San Martin cuando ve que era imposible detener la guerra fratricida, entrega
su espada y parte al exilio diciendo “mi espada jamás se manchará con la
sangre de mis hermanos”

Lo mejor que hizo, sino le hubiesen destripado, como hicimos con todos
nuestros héroes. Exiliado al principio en Bélgica, a los 5 años intentó volver.
A tal fin embarcó desde Europa bajo nombre falso a modo de eludir los
servicios de espionaje francés y español, pero al desembarcar en Rio de
Janeiro se enteró de una triste noticia que le llenó de consternación y dolor,
haciéndole meditar sobre la conveniencia de su regreso. Uno de sus antiguos
granaderos, que él había formado, el Gral. Lavalle, había derrocado,
perseguido y hecho fusilar a Dorrego, dando inicio a una cruenta guerra civil,
algo que él a toda costa quería evitar.

Algo similar ocurrió en España con el Gral. Franco que estuvo toda su vida
obsesionado con la posibilidad de una nueva guerra civil hasta su muerte, no
consideraba al pueblo español maduro para la democracia, de modo que trajo
al Rey para garantizar la constitución y dejó un sistema de partidos
transitorio que ningún partido quiso cambiar ya que todos aspiraban a lo
mismo, al poder por el poder, y les daba lo mismo tener que compartirlo con
quien sea. Ya estaban acostumbrados a cambiar de chaqueta, más de uno le
tocó pelear en ambos bandos, según en qué zona estuviese.

En ese entonces no existían divisiones entre fascistas o zurdos, eso fue muy
posterior, se crearon esos términos para justificar que perdieron la guerra,
olvidaron que España siempre estuvo luchando contra sus enemigos y no
tenía que buscarlos muy lejos, siempre los encontraba en casa. No hay peor
astilla que la de un mismo palo.

Hasta la famosa leyenda negra fue de fabricación casera, los otros


simplemente la difundieron. Claro que sus vecinos aprovechaban sus riñas
internas para invadirles.

Decía Quevedo “España es como un hoyo, más grande cuanta más tierra le
quitan” y muchos se tomaron a pecho esta frase, y se dedicaron con celo a
contribuir en su grandeza. Hay que decir que en su época, estaban seguros
162

que los españoles iban a correr el mismo destino que el del pueblo judío. Por
las dudas ya habían puesto un pie en otro continente.

¿Quién no recuerda los escritos de Bartolomé de las Casas quien en su afán


de detener la injusticia justifica la esclavitud? En su celo de amor cristiano
tan proclive a denunciar y luchar contra la injusticia, para defender a los
indios privó a los negros de alma.

Por supuesto, los explotadores españoles, ya se dieron cuenta que a los


indios eso de forzarlos a trabajar no les iba, en las minas morían como
moscas, tampoco les gustaba mucho el cautiverio. Eran tan frágiles que
murieron más por la viruela que por las armas. Así que sus ideas vinieron de
perlas a muchos, y prendieron como fuego entre cañaverales. Solo sirvieron
para alimentar la leyenda negra, y dar una pinceladas de color a la ya de por
sí colorida América, o nuevos ritmos musicales. El llanto de sus corazones
rotos lo aliviaron con la alegría de su música y su folklore, en sus carnavales,
su candombe, con el retumbar de sus tambores, y se refugiaron en su magia
y sus supersticiones. En las costas uruguayas, todos los 2 de febrero, pudo
asistirá a la celebración a orillas del mar la maravillosa fiesta de Iemanja,
La reina de las aguas. Alrededor de una barca donde colocaban sus ofrendas
entre ellas dinero, frutos frescos, dulces y miel, sus fieles danzaban vestidos
de largas túnicas blancas, descalzos en la arena entre fogones, velas
encendidas, cantos, y tambores, hasta que finalmente empujaban la barca
hasta verla desaparecer en el mar lanzando de despedida coronas de flores.

En Uruguay, curiosamente donde menos población negra hay, es donde más


pura se conserva la cultura africana. Quizá sea porque el puerto de
Montevideo fue la única puerta de entrada a la esclavitud en toda América.
En sus mercados convertidos en lugares de ocio con bares y restaurantes, se
vendían y distribuían por todo el continente.

Volviendo al viejo continente que prefirió traer negros a judíos o


musulmanes por temor a que se “disfrazaran” entre su población y dividió a
la sociedad en varias castas según su cruza de sangre de las tres razas
reconocidas o visibles: blanca amarilla y negra.

¿Quién no recitó en su infancia las rimas de Machado? ¿Quién no sintió en


sus venas helársele la sangre?

Ya hay un español que quiere


163

Vivir y a vivir empieza,

Entre una España que muere

Y otra España que bosteza.

Españolito que vienes

Al mundo te guarde Dios.

Una de las dos Españas

Ha de helarte el corazón.imquis

¿Quién no vio todo el horror del cainismo y de las dos Españas reflejado en
los lienzos de Goya?

Pero qué podemos esperar del pueblo si hasta sus propios reyes les
traicionaron, y como todos los pueblos con historia conflictiva tienen
tendencia a olvidar, por eso están obligados a repetirla.

Cuando estalla la guerra civil, que no es más que la continuación de la


guerra intestina y larvada de siempre, había simplemente dos bandos:
nacionalistas y “extranjerizantes”

Los nacionalistas como siempre luchaban por su territorio, defendía la


unidad de su patria, su familia, su religión, su identidad y sus valores
tradicionales, los del bando rival eran como los antiguos “afrancesados”, o
los acomplejados de siempre, que se dejaban seducir por cantos de sirena, y
corrían a entregar sus riquezas en bandeja a extranjeros. En Argentina los
llaman los “vende patrias” o “elementos extranjerizantes” En España los
nacionales luego llamaron franquistas en memoria del caudillo, y luego
pasaron a ser los “fachas” o el espantapájaros con el que protegen esos
campos sembrados que ellos mismos plantan y que ellos mismos cosechan.

Pero esto fue muy posterior. Hitler, o Adolfito como lo llama su Santidad, lo
usaban de espantapájaros, como perdió la guerra y nadie podía ya saber si
estaba vivo o muerto, no iba a venir a quejarse. Franco era un fenómeno
local que nada tenía que ver con el modelo italiano. El fascismo fue un
movimiento nacionalista italiano que lo único común es que resaltaba el
sentimiento nacional. Pero muy diferente porque si España fue la primera
nación Europea en unirse, Italia fue la última. Estaba dividida en principados
enzarzados en guerra permanente. El Vaticano era un estado dentro del
164

Estado con sus propios ejércitos, demasiado débil para dominar todos los
reinos pero lo suficientemente fuerte como para evitar que estos se uniesen,
y no lo hicieron hasta Garibaldi.

Maquiavelo, soñando con la unidad nacional, tomó a Fernando el católico


como ejemplo de su príncipe. Mussolini, otro soñador que confundía épicas
batallas romanas con el presente, soñaba en revivir las glorias del Imperio
romano y se unió a los delirios de Hitler, o creyó en sus falsas promesas. En
su intento de transformar a Italia en el Segundo Imperio Colonial Italiano
metió a sus ejércitos en guerras absurdas en África donde desaparecieron
bajo las arenas del desierto legiones enteras. España era lo contrario a esas
políticas expansionistas, lo que menos quería justamente era en meterse en
más guerras imperialistas. Ya lo expresó claro “ni China ni la Cochinchina”
(Francia la metió a España en una guerra en Indochina donde no sacó ningún
provecho, es más perdió, así que cuando la quisieron involucrar en la Guerra
del Opio se negó con esta famosa frase. Ya había aprendido la lección. Gato
escaldado del agua huye) De su propia experiencia aprendió a no inmiscuirse
en asuntos externos, y siempre se negó a hacerlo. Nunca sabremos lo que
habló con Hitler pero por lo visto con delirios de glorias pasadas o de
grandeza no logró tentarlo. No sufría los delirios ni las megalomanías de
otros líderes de su época, era bastante realista, e inclusive moderado
comparado con la época delirante que le tocó vivir entre unos que querían
instaurar el milenio en la tierra, y los otros que intentaban reconstruir el
Imperio romano, o revivir las glorias de Pedro el grande o Pedro el cruel
según se mire, de la Rusia Zarista. Así andaba el patio en esos tiempos.

Franco nunca fue manipulador de masas. Todo lo contrario, fueron las masas
la que lo eligieron y aclamaron, les guste o no a los zurdos de hoy. Los
nacionalistas llamaron al Gral Franco junto a otros militares que estaban en
África para que vengan a salvar su patria. Franco tras tantos atentados
fallidos a los que sobrevivió, como les ocurre a todos los supervivientes se
sintió un enviado del destino. Si lo fue o no, nadie a estas alturas lo puede
decir. La otra España la desconocemos, pero si sabemos que todo su oro fue
a parar a manos extranjeras, y de su triste reinado solo queda de recuerdo el
caos y como herencia las checas.

Pero da lo mismo, solo entra en el ámbito de la leyenda y las conjeturas, lo


único cierto es que la España de hoy se la debemos a Franco, nos guste o no,
es parte de su historia. Pueden mandar a quitar sus estatuas, pueden
165

desenterrar sus huesos, pero no pueden borrarlo de su pasado. Lo otro


pertenece a la leyenda.

Hasta la bandera de la Republica que lucen tanto ahora con tanto orgullo, no
fue más que una bandera de España desteñida que sacaron de algún baúl por
error. Ese famoso morado no era más que un rojo desteñido. Ni en eso
fueron originales, aunque en su soberbia siempre creen que están
reinventando el mundo, y reescribiendo la historia, o escribiendo en una
página en blanco, porque creen y nos quieren hacer creer que antes de ellos
no había nada. Si no fuese por ellos estaríamos todos como los hombres de
las cavernas, o lo hombres Ulises convertidos en cerdos pastando entre lirios
y azucenas.

Los que ahora se autodenominan “progresistas”, o sea los que creen que
antes de ellos la humanidad estaba parada, papando moscas, se asemejan a
la hermosa Circe que encantaba a los hombres con su voz, transformándolos
en animales para su entretenimiento o venganza, ellos en su desprecio a la
humanidad les veían y les ven como ovejas a las que tenían que proteger y
conducir. No juzgan a los humanos suficientemente maduros como para
decidir por su cuenta. Quién sabe si ni siquiera les consideran humanos, pero
si sabemos que ellos se equiparan a dioses y no hay quién les baje de su
Olimpo.

Franco en su imaginario no estaba reconstruyendo España y evitando que


no entre en guerras que no le atañen, sino que estaba vegetando y tan solo se
dedicaba a fusilar y perseguir enemigos, mientras los españoles bostezaban.

Se olvidan que en vida no hubo nadie en la historia más amado, aclamado y


aplaudido, que levanto a un país casi destruido, recordándoles su identidad y
devolviéndoles su orgullo nacional que estaba por los suelos recordándoles
la gran Nación que eran envidiadas por todas.

Los antifranquistas cuando acabó la guerra ya sabemos dónde fueron,


siguieron la ruta del oro robado.

En México pensaron que ese maná que les caía del cielo era simplemente
justicia divina por habérselo robado antes a Moctezuma. Fundaron
bibliotecas.

A Chile el famoso poeta Neruda, que no fue capaz de ocuparse de su propia


hija con hidrocefalia a la que abandonó a su suerte y llamó monstruo, recibió
166

a todos los huérfanos de los rojos, claro que solo del país vasco, ya sabemos
que el amor y la justicia socialista es bastante limitada.

En Rusia ayudaron a la mentira del milagro económico socialista. Stalin fue


tan astuto, que ni siquiera firmó el oro que recibía para que a nadie se le
ocurriese un día venir a reclamárselo.

Hasta en eso del término “fascista” no fueron originales, pero les suena más
fuerte e internacional que franquistas, ya ni saben lo que este término
significa, de tanto usarlo lo gastaron al punto que ya da risa y no asusta a
nadie.

Es la coletilla de todos los discursos o la muletilla cuando agotaron los


recursos. Es el hombre del saco, el coco o el sacamantecas con que los
mayores asustan a los niños que se resisten a dormir o se niegan a tomar la
sopa, ya saben que la noche para los niños es larga y oscura y alberga peligros
desconocidos, donde los chirridos de la puerta, y hasta los ruidos de las
cañerías pueden ser fantasmas que vienen a asesinarles. Nada ha variado,
nos volvemos más viejos, pero hasta el día de hoy la pronunciación del
nombre, o las mismas tinieblas despiertan los terrores de ese niño que todos
llevamos dentro, y ellos lo saben, por eso agitan a viejos fantasmas para
asustarnos.

El quid del asunto no es ese, la pregunta que todos se hacen es ¿qué hacían
ellos, o sus padres, en esos tiempos? ¿Estarían todos durmiendo la siesta? ¿O
se escondieron debajo de las camas? En sus discursos “facha” o “nazi” lo
usan con total ligereza, lo utilizan para descalificar a cualquiera que no
comparte sus ideas, o para hacerle callar la boca al punto que ya perdió todo
sentido original.

Es como los que recriminan a los españoles sobre sus desmanes en tierras
americanas. Esto le recuerda que los que emigraron fueron sus antepasados,
y es a estos a quien deberían reclamar y con los que tienen que rendir cuenta,
no con ellos.

En nuestro territorio, San Martin estaba tan obsesionado como el Gral


Franco con el fantasma del desorden y la anarquía. Así que llegó de
incognito hasta el puerto de Buenos Aires, divisó la figura de su amada
patria, y no quiso desembarcar, fiel a su lema: “mi sable jamás se
desenvainará en guerras civiles.
167

Renunció a su idea de un retiro bien merecido en su tierra, aunque, al igual


que todos los emigrantes, no perdería jamás la recóndita esperanza de volver
algún día.

En vez de en Buenos Aires desembarcaría en el país vecino, en el puerto de


Montevideo. No se quiso quedar ni como árbitro para dirimir disputas y
partió rumbo a ese largo exilio que terminaría en las costas de Francia, en un
pueblito francés desde el que soñaría con la silueta de su Patria amada, y ya
casi ciego esa silueta se iría desdibujando con el tiempo a medida que su vida
se apagaba hasta que por fin lograría descanso eterno ese cuerpo ya viejo y
cansado, maltrecho con heridas de tantas batallas, prisionero del dolor de la
incomprensión y de la nostalgia.

Muy triste acabar nuestros días como extranjero en tierra extraña, sobre todo
para un hombre que realizó tamañas proezas.

Desde las costas francesas nos llegaría su mejor legado, sus más bellas
reflexiones, las que escribía en forma de máximas para su hija y sus nietos,
máximas que en boca de su abuelito marcarían toda su infancia, y en
nosotros dejaría ese sabor amargo mezcla de sentimiento de orfandad, culpa
y tristeza por tanta ingratitud a tan grande prócer que en su día no supimos
valorar ni comprender. Poco a poco su leyenda cargada de añoranza haría
crecer su figura al punto de transformarlo en el Santo de la Espada.

Es increíble como seres aborrecidos en vida o criticados llegan a ser


beatificados tras su muerte, y se les asocia a sus años dorados o a su paraíso
perdido.

Algo similar pasó con el Rey Solomon que en su época los judíos
recriminaban sus delirios faraónicos que tenían que pagar entre todos pero
con el tiempo representó esos años dorados que ya nunca más volverían. Y
así fue seguramente con todos los emperadores romanos. Solo criticaron a
Calígula que tildaron de loco, lo enamoraron de Incitatus, su famoso caballo
que vivía en caballeriza de mármol con pesebres de marfil, dormía con
mantos de color púrpura y tenía para su cuidado numerosos sirvientes a su
disposición que vivían en villas con jardines. Su demencia llegaría a los
extremos de querer nombrar a su caballo cónsul.

Quizá esta absurda historia inspiró a Orwell en su rebelión en la granja,


porque rivalizaba con cualquier historia fantástica del vate más fantasioso:
168

Invictus casado con la hermosa Penélope, comía copos de avena mezclados


con oro, bebía vino en copas de marfil devoraba calamares, almejas,
langostas, cangrejos, jamón jabugo, pollo, mejillones y hasta ratones, y
siempre iba vestido de púrpura, luciendo en su cuello collares de las más
preciadas y variadas piedras preciosas.

Claro que la historia de dar un cargo público a su caballo no era más que una
sátira para describir el desprecio que le merecían al emperador las
autoridades públicas de Roma, en especial el Senado, el cual se vengó
haciéndolo pasar a los anales de la historia como un simple loco. Su locura
fue la de quitarles sus privilegios e ir contra los senadores, y estos eran
justamente los que relataban la historia de Roma.

Pero todos recordamos a Calígula como un loco que pretendió nombrar


cónsul a su caballo, como a Nerón el que quemó Roma. Pero nadie recuerda
a ese emperador romano que llamaron “Juliano el apóstata” que intentó
regresar al paganismo. Este era hijo de un hermanastro de Constantino, el
único superviviente de la purga que acabó con todos sus familiares. Su vida
fue retratada por una escritora francesa. Este no fue el único intento de
regresar al helenismo neoplatónico, pero si el primero.

Hasta nuestros días siempre existió ese sueño de desempolvar el pasado y


quitarse de encima de la conciencia a ese rabino judío que les decía de amar
a sus enemigos y poner la otra mejilla cuando les ofenden, y al que acusaban
de todas sus derrotas, su atraso y su decadencia actual.

Según Hitler y muchos la razón de sus derrotas era el cristianismo. Pero en


vez de buscar en el panteón griego fueron a revivir sus raíces vikingas, y así
resucitaron a Thor, el dios del trueno y el rayo , además de campeón de la
raza humana, a la que defendía de todos los males presentes en los nuevos
reinos.

Su mítico martillo se utilizaba como amuleto protector y lo llevaban hasta en


la proa de sus barcos. Ahora es una figura de los comics como lo fueron en
su tiempo el murciélago llamado Batman. Hitler, en vez de un martillo,
llevaba en su cuello un escapulario de los reyes católicos

La razón de esta actitud de San Martin y su aversión a toda revuelta popular,


la tenía en una historia del pasado que le marcaría de por vida, presenciar el
asesinato de su amigo personal, el Gral. Riego. Este hecho le hizo entender
169

lo voluble que son las masas, vio cómo, el que sería luego el emblema del
liberalismo, no tardaría mucho en ser traicionado por el propio pueblo y por
su propio Rey.

Esa es la razón por la que siempre huyó de los honores, su experiencia


española le enseño la vanidad de estos y decía que “las mismas manos que
elevan nuestro altar son las mismas que atizan los fuegos de la hoguera”.
En su testamento dejaría su famoso sable con empuñadura de madera de
ébano, y su vaina recubierta de cuero y bronce, empuñado la guerra de
independencia, al dictador Gral. Rosas.

Tras la muerte de Riego estos sueños libertarios serían sofocados, sueños


que duraron lo que dura una noche de verano, volvía la vieja España a abrazar
una monarquía absoluta al grito de “viva la Pepa” El pueblo prefería las
cadenas, a la anarquía, elegía la seguridad absoluta a la inquietante
incertidumbre, “dame pan y llámame tonto”.

Luego llegarían a España la expedición de los cien mil hijos de San Luis,
nombre poético dado por el escritor romántico Rene de Chateaubriand
entonces ministro del Rey Luis XVIII que sería uno de sus arquitectos.
Chateaubriand pidió financiamiento a los Rotchild pensando que al ser judíos
albergaban sed de venganza contra España, y al negárselo, el que amaba a
los judíos se volvió antisemita, y ese nefasto sentimiento amargó los últimos
días de su existencia.

Daba por hecho que ellos fueron los causantes de su ruina, y no su mujer
que en venganza a su desfile de amantes destinaba todos sus ahorros a actos
de caridad cristiana. Se negaba a concederle el divorcio, en el lapso de esos
12 años que fue posible. Pero encontró su modo de resarcirse de tanta traición
y ya todos sabemos que las mujeres cuando son vengativas superan a los
hombres. Quizá simplemente sea que poseen más imaginación. El propio
Dios se dio cuenta de que era más inteligente, y sagaz, por eso todas las
iglesias las apartaron del estudio. Dios no le encomienda al hombre que
combata a la astuta serpiente sino a la mujer, que sabía más astuta aún que
el reptil, y con lengua mucho más afilada. La apartó de los estudios o mejor
dicho la eximió de estos, porque sabía que si no era solamente más
inteligente, o mejor dicho de otro tipo de inteligencia, sino que tenía más
intuición y podía legar más lejos.
170

En España fue el único país que no se quemaron las brujas. Si a la mujer no


se la consideraba capaz de comunicarse con Dios, mucho menos con el
demonio. Las únicas que se quemaron fueron en el país vasco pero más por
razones políticas que por otra cosa. Así que no las apartaron simplemente las
ignoraron. Solo las tuvieron en cuenta con los “alumbrados” que
cuestionaron su autoridad, pusieron su sistema en jaque, y comenzaron a
perseguirles con saña.

Los alumbrados o iluministas como se les dio en llamarles coincidieron con


los tiempos de la reforma y de Erasmo. Estos creían en la comunicación
directa con Dios a través del Espíritu Santo mediante visiones y experiencias
místicas. Por supuesto no le preocupaban esas visiones en los que los
inquisidores no creían, solo les preocupaba su ataque a su propia autoridad
que cuestionaba hasta la razón de ser de la Iglesia. ¿Si los seres humanos
podían comunicarse directamente con Dios, para que necesitaban intérpretes
o intermediarios?

Santa Teresa que las comprendía demasiado bien, ella misma con sus
visiones místicas fue acusada junto a tantos otros místicos, solucionó pronto
el problema creando conventos de carmelitas descalzas, donde fueron a
refugiarse todas las iluministas. Se daba la extraña curiosidad, si es que la
casualidad existe, que la gran mayoría eran mujeres.

El escritor romántico no comprendía que los judíos no pierden tiempo ni


esfuerzos en venganzas, y los Rothschild eran primero ingleses y como les
enseñaron en su Libro, los intereses de la patria en la que vivían eran también
los suyos. Nunca iban a ir en contra.

Pero así como él, no lo entendieron muchos ni lo entienden hoy todavía. Les
cuesta comprender que los judíos clamen por justicia no por venganza, ni
que pongan la otra mejilla cuando les ofenden o simplemente ni siquiera
respondan pensando lo inútil que es razonar con irracionales que solo se
dejan llevar por prejuicios.

Claro que en ese entonces, ninguno de su generación, o mejor dicho la gran


mayoría nunca creyó llegaría esa dictadura con mano de hierro y lo peor de
todo torturando y tirando cadáveres al mar.

En sus extensos discursos se jactaban de traer la paz, y en verdad la trajeron,


pero la paz de los cementerios, con muertos que no estaban muertos, por lo
171

menos oficialmente, que no tuvieron ni siquiera una tumba donde descansar,


y que tampoco cuentan porque los desaparecidos nunca están muertos hasta
tanto no aparezcan sus cadáveres, y nadie quiere perder las esperanzas de
encontrarles por algún sitio con vida.

Nunca se supo ni se sabrá su cifra real, a muchos sus propias familias les
ayudaron a desaparecer sacándoles un pasaje a otros países. Por lo visto
muchos muertos gozaron de buena salud. Ella lo sabía porque amigos suyos,
que creyó muertos, luego los reencontró resucitados en Paris.

Lo que hicieron los militares a los subversivos todos lo sabemos, o nos lo


hicieron saber, se hicieron cantidad de películas, documentales, libros y
libros, videos, testimonios, canciones etc. Pero lo que los subversivos les
hicieron a su generación y a los militares no está escrito todavía en ningún
libro, las acciones del otro lado solo se menciona como una escueta
cronología que acaban en “azo” como Cordobazo, unas simples e ingenuas
insurrecciones contra el gobierno de la dictadura de Onganía. Esos muertos
no cuentan no tienen rostro ni nombre.

Por supuesto la cifra de desaparecidos no importa, son solo números, los


seres humanos no son un número. Cada vida humana es única, preciosa e
irrepetible.

El problema de esta suma y lo inmoral de este asunto es que los inocentes


muertos del otro lado jamás contaron y no fueron siquiera indemnizados, ni
siquiera reconocidos como lo que eran, victimas, mientras del otro lado sí,
y muchos se aprovecharon e hicieron como los franceses que se pasaron al
maquis aprovechando que los archivos nazis hasta después de 50 años no
podían abrirse, y más fácil resultaba en un país donde no hubo archivos y ni
siquiera se encontraron los cadáveres. Los muertos dependían de su filiación
ideológica y de quienes hacían el cómputo, y había que creerles. Nadie podía
desmentirlos. Si alguien osaba tan siquiera cuestionar la cifra, enseguida le
acusaban de “gorila”

Lo más irónico es que los crímenes de los montoneros salieron a la luz


cuando el juicio a los militares, y la casualidad, si es que la casualidad existe,
es que ambos fueron al mismo tiempo indultados, y ya nadie se acordó de
los crímenes de los Montoneros tan entretenidos estaban en resaltar los
horrores del otro lado. Los zurdos además de zurdos suelen ser tuertos, y
172

además hipermétropes, son capaces de ver injusticias a miles de kilómetros,


pero incapaces de ver las de su hermano que tienen al lado.

A los desaparecidos les aparecían hijos por todos lados que reclamaban como
nietos suyos las abuelas de la Plaza de Mayor. Esta mancha fue, y seguirá
siendo siempre, una sombra que planeará sobre nosotros y un misterio sin
resolver.

Para unos fue un negocio, que no solo les dio dinero, sino también prestigio
y acceso a cargos políticos aparte de un sentimiento de superioridad moral
sobre todo un pueblo que como el pueblo judío tuvo que cargar con todas las
culpas de los desmanes tanto de un lado como del otro sin haber sacado
ningún beneficio de ninguno de ellos, que vivieron los peores años de sus
vidas atrapados entre dos fuegos, contra la pared y la espada.

Según estos revolucionarios, como en su soberbia se creían ser los


representantes del pueblo, los únicos que se salvaban eran los que no estaban
en el país. Los que no lucharon eran colaboracionistas, ninguno permaneció
escondido esos años debajo de la cama. Para los extremistas solo existía o
“estás conmigo o estas contra mi” Era todo o nada.

La mejor definición del peronismo la hizo su propio leader “a los amigos


todo. A los enemigos ni justicia” Y eso fue el justicialismo no un gobierno
para todos sino una secta solo para los amigos y sus acólitos convirtiendo al
gobierno en una auténtica cueva de Ali Baba. Con esos principios tan
elevados fueron llevando poco a poco el barco a la deriva, hasta lograr
ponerlo de proa al borde del abismo amenazando echarlo a pique. Todavía
hoy sigue suspendido nadando entre dos aguas, una corriente que le empuja
un pasito más adelante, y otra que intenta detenerle y salvarle de la caída.

La dictadura se mantuvo porque, aunque corrían rumores y había sospechas,


nadie vio nada. No había fusilamientos públicos, estos están prohibidos en
la constitución argentina que no autoriza siquiera la pena de muerte.

A diferencia de Franco o Pinochet que no tuvieron que esconder nada, ellos


tuvieron que idear un método para hacerles desaparecer sin levantar
sospechas ni dejar rastros. Sabían que los argentinos, un pueblo pacífico por
naturaleza y civilizado, jamás iban a tolerar el espectáculo público de actos
de crueldad a los que no estaba siquiera acostumbrado, y por supuesto menos
iban a tolerar las torturas.
173

Pero la guerra de las Malvinas ya fue el final, la gota que rebalsó el vaso. La
nuestra fue la primera dictadura que no trajo prosperidad, y acabó con una
guerra suicida que fue todo un desastre.

Imaginaron que Inglaterra nunca respondería, nos sentíamos ser hijos suyos,
y una madre no mata a sus hijos…o que sería como el amago de guerra con
Chile del año anterior, donde intervino el Papa, y se tiraron un farol, pero
esta vez el cálculo les salió mal.

Si la primera vez fue una farsa, la segunda acabaría en tragedia. Alguien


sugirió que los argentinos estamos tan enamorados de nuestro pasado que
tenemos tendencia a repetirlo. Pero ella pensaba que la vida es como un
examen. Si no lo pasamos, nos hacen otro y otro y otro, y si no aprobamos
no pasamos de curso o de nivel. El único problema es que es al revés de la
escuela, que nos explican la lección y luego nos ponen al examen, en la vida
primero pasamos la prueba y luego somos nosotros mismos los que tenemos
que aprender la lección para que ese examen no se repita más. Eso explica
por qué inexplicablemente muchos están repitiendo una y otra vez el mismo
examen. Y nunca pasan de nivel.

Este conflicto con Chile lo vivió en el sur. A 300 kms de la frontera vio a
los dos pueblos armados y separados por una trinchera que cavaron como
una gran zanja artificial. Miraba sus rostros imberbes, y eran todos niños que
recién despertaban a la vida y se abrían como una flor. ¿Qué interés podían
tener en cortar el tallo de la de sus vecinos? Cualquier chispa o incidente
podía prender la mecha y si fuese así, esta no sería la primera vez que ocurría.

Los militares confiscaron todo lo que querían o les daba la gana. A su padre
aparte del coche le confiscaron el avión y decía con su típico sentido del
humor “a mí no me quisieron como piloto, me dejaron de lado por obsoleto”.
A ella lo que más le dolió fue que también se llevaron su cachorro, un
precioso pastor alemán. Nunca jamás se lo devolvieron.

Pero de paso, ya que estaban en pre guerra aprovecharon para devolver los
chilenos a su tierra. Estos hacen al igual que los alemanes, primero mandan
colonos que se instalan y luego reclaman esa zona como territorio propio, y
al igual que ellos siempre se iban extendiendo un poco más hacia el este.
Pero tenían más justificación ya que estaban acorralados en una estrecha
franja de tierra entre el mar y las cordilleras, normal reclamasen su espacio
vital. Siempre les gustó nuestro sur y nuestro carácter más alegre, vital y
174

abierto. Ellos, no sé si es por esa geografía tan tortuosa o por su herencia


araucana o española, eran sobrios y tristes. Éramos hermanos, pero
putativos. Y todo a causa de los cartógrafos, o los políticos de turno que
nunca se pusieron de acuerdo en dividir bien el mapa y marcar los limites.
No nos poníamos, ni ellos se ponían de acuerdo, si debía ser por las
cordilleras o por la salida de los ríos al mar. Es por eso que muchos ríos los
teníamos que compartir, aunque no nos resultase nada agradable. Cuando no
llegábamos a poner de acuerdo, salomónicamente lo convertíamos en
parques nacionales. En fin, esa historia sigue viva todavía y es la de toda
América.
175

SEGUNDA

PARTE
176

CAPITULO 20

DESCUBRIENDO EL ALTIPLANO

Al traspasar la frontera, llega a Bolivia, y siente por fin la libertad. Hasta la


primera sandía que comió le supo más sabrosa y perfumada. Si el norte de
su país le era totalmente desconocido, este país andino mucho más.

Se encuentra del otro lado con seres vestidos de fiesta y con un país lleno
de folklore que le recordaba sus celebraciones patrias, donde se zapateaba
y bailaban chacareras. La indumentaria de ambos eran similar, solo faltaban
la guitarra, el violín, los platillos y el bombo. Le parecía súper pintoresco.

Le sorprendieron las indias, cholitas, con sus amplias polleras de colores


claros, sus blusas blancas que hacían resaltar sus renegridas trenzas, y sus
cuellos, orejas y dedos cargados de oro, a las que en su imaginación las veía
bailar y revolear sus faldas.

Lo que más llamó su atención fue tanta ostentación de oro. Quizá este oro
fuese su banco ambulante o su caja de ahorros. O quizá no tuviese el mismo
significado para ellos que para nosotros.

¿Y si se los robaban? Recuerda que le contaron que la leyenda del Dorado,


una ciudad cubierta de oro, esmeraldas y otras piedras preciosas no fue más
que una leyenda que hizo que los españoles, para los que el oro tanto
significaba perdiesen hasta la cordura, al punto que llegaron a confundir el
dorado de la arena con oro en polvo. En su búsqueda si bien no encontraron
el tan preciado metal, reconquistaran nuevas tierras.

Pero para los indios este metal no significaba nada, no tenía más valor que
un guijarro del camino, o los granos de arena en la playa Solo les
deslumbraban su brillo y lo veían más agradable para los dioses, que para
ellos mismos.

Como toda leyenda, siempre hay un trasfondo de verdad, con más razón en
esta que le contaban los indios para que les dejasen en paz, y llegaron a
creerla porque todos coincidían en el mismo relato. A los nativos mucho les
costaba comprender esa absurda obsesión por el oro. Para sacárselos de
177

encima les mandaban más al norte y les contaban la leyenda de esa mítica
ciudad cuyas casas, palacios y hasta sus calles estaban empedradas en oro.

El Dorado existía y estaba en Colombia, en Cundinamarca, pero no era una


ciudad, era un lugar mítico, la laguna de Guatavita, en una ceremonia el
emperador iba en una balsa ostentosamente adornada con su cuerpo
enteramente cubierto de oro en polvo, y braseros encendidos para quemar
un exquisito sahumerio, hasta el medio de la laguna. Concluida la ceremonia
de investidura, pueblo arrojaba al agua sus ofrendas de oro y piedras
preciosas para agradar a los dioses y hacer que estos guíen y bendigan al
nuevo cacique, y por supuesto sean pródigos y benevolentes para con ellos.

Ahora muchas de sus piezas recuperadas son expuestas en el museo del oro.
Aunque las más bellas piezas duermen en la profundidad de esas aguas, más
de uno ya ha propuesto drenar la legendaria laguna. En Egipto a nadie se le
pasa por la cabeza sumergirse en aguas pobladas de cocodrilos, aquí tampoco
se atreven, vaya uno a saber que monstruos esconden sus aguas, o que
venganza de algún Dios podría acarrear.

Otra leyenda fue la del tesoro maldito de Moctezuma que tanto buscaba
Cortes y que desapareció misteriosamente, lo intentaron sacar por mar, pero
con tan mala suerte que las naves españolas fueron atacadas por corsarios
franceses, y la mayor parte del tesoro fue a parar a las arcas reales francesas.

Ella lo vivió en su clase con la historia de una de las alumnas de la


Universidad, historia que rodó de boca en boca. Esta chica tomaba apuntes
con signos extraños que ella creía había inventado. Pero tenía otra
peculiaridad extraña que llamó la atención de su profesor, detestaba el oro,
y justamente este profesor tenía un reloj de oro que se tenía que quitar cada
vez que le impartía clases. Eso provocó que su profesor, que conocía algo
de escrituras antiguas, aunque no lo suficiente, le pidiese un día las notas.
Y lo llevo a un especialista que le dijo que este era un idioma del antiguo
Egipto.

Como en esa época no se cuestionaba nada, no pidió más detalles, le pareció


natural que en nuestros genes llevásemos conocimientos heredados que
nosotros mismos ignoramos, y es así que no pasamos copiando sabiduría
milenaria creyéndonos ser originales. Muchos solamente reescriben las
frases, otros las escriben tal cual sin darse cuenta ya que estas forman parte
de su acervo cultural, y como se lo apropian y hacen suyo llegan a creer que
178

han sido de su propia cosecha. Ya nos dijo el Rey Salomón “No hay nada
nuevo bajo el sol” El pueblo judío podía comprenderlo, en siete décadas o
sea en una misma vida vieron levantarse y caer varios imperios. Todos
surgían con ruido y soberbia y todos sucumbían y eran relegados al silencio
o el olvido

La originalidad para el ser humano en Occidente es tan importante, que se


llegan a citar citas de citas de otros escritores y ya nadie sabe a quién se le
ocurrió la frase primigenia y se suele citar al último que la repitió, sin darse
cuenta que ya forman parte del acervo cultural y de la memoria colectiva, y
que ningún pensamiento fue original. Ni siquiera los pensadores griegos que
lo tomaron de Oriente. En Oriente eran más humildes, el conocimiento se
compartía generosamente. El mismo Confucio siempre remarcó que él no
era ningún filósofo sino simplemente un recopilador de sabidurías antiguas,
y eran tantas de fuentes tan diversas que ya ni valía la pena citarlas. Las
caravanas de la ruta de la Seda llevaban a lomo de sus camellos todo el saber
de un sitio para el otro. Es así como llegaron libros de Buda desde la India
hasta China, y viceversa.

Tampoco Jesús lo consideró necesario, de todos modos él se dirigía


solamente a las ovejas perdidas de Israel y a nadie más, que aunque muchos
no tenían acceso a las fuentes, las conocían de oídas. La tradición oral
siempre estuvo presente en todas las culturas, y en esa época la Biblia ni
siquiera estaba separada en versículos, no tenía vocales porque estaba escrita
en un idioma consonántico, el hebreo, ni estaba separado un texto bien del
otro. Moisés recibió las tablas sin punto ni comas, en una piedra redonda que
se podía leer en todos los sentidos, como una especie de cubo mágico. Nada
que ver con la imagen que nos muestran. Organizar y ordenar su lectura fue
muy posterior, que llevó muchos años, y mucho trabajo de equipos de sabios
y eruditos.

Lo novedoso no eran las ideas en sí, sino la interpretación que cada uno le
fue dando

. No fue interpretado de igual manera el budismo en China, como el


zoroastrismo en Grecia.

Chateaubriad lo definió perfectamente: “un escritor original no es el que no


imita a nadie sino al que nadie puede imitar” y en eso demostró ser muy
original. Se daba cuenta que cualquiera que tuviese cultura libresca iba a
179

tomar sin querer pensamientos prestados, y él tenía una demasiado amplia


biblioteca, y tiempo y paciencia para leer. De hecho pasó como muchos
otros, a ser el escritor menos leído y más citado, sus citas aparecen en todas
partes, hasta en los libros de Sarmiento, que nadie al día de hoy ya lee.

Moctezuma para ella era una diversión en el parque de atracciones de


California, otra región donde buscaron oro como locos todos los
aventureros, que se llamaba “la venganza de Moctezuma. Y el que se atrevía
a subir a esa especie de martillo gigante que bajaba y subía, al salir le
producía nauseas todo, hasta el oro.

Pero regresando a Bolivia, con inocencia pregunta que fiesta estaban


celebrando. Como respuesta le lanzaron miradas asesinas, no volvió a
preguntar más nada.

La familia de Alejandro vivía en Oruro, era una ciudad textil. Ahí tenían
fábricas de lana. Recorrieron junto todas las ciudades, subieron a la Paz, la
ciudad más alta del mundo, las callejuelas parecían que querían tocar el
cielo, a ella se le asemejaban senderos más aptos para cabras que para seres
humanos, ya no sabía si era más fácil subirlas que bajarlas, las subidas la
dejaban totalmente sin aliento y bajando no lo recuperaba, el miedo a
resbalar no la dejaban ni respirar.

Le encantaban sus ferias y mercadillos constantes. Pero estos estaban casi


siempre en la cima de la montaña. Siempre parecían estar celebrando algo
con sus vistosos y coloridos trajes y sus vendedoras ambulantes siempre
estaban ofreciendo algo. Portaban grandes cestas cargadas en sus cabezas
que parecían estar rellenas de aire, no les pesaban, solo las hacían caminar
con más donaire. Sin embargo lo que ella percibía como una fiesta, para
ellos era un trabajo y podía percibir la tristeza o el dolor en esas miradas que
se reflejan en los surcos de esos ojos curtidos por el altiplano. Cuando
sonreían estos personajes, descubrían sus dientes de oro, pero no había
alegría en sus risas, ni luz en sus miradas, tan solo una infinita tristeza.
Camus si los hubiese visto los hubiese comparado con su Sísifo, pero hubiese
tenido que usar un derroche de imaginación para imaginarlos felices.

Un día enferma. Creía morir, sus labios se pusieron morados, sentía,


taquicardia, nauseas, vómitos, mareos, todo el altiplano le daba vueltas en la
cabeza. Pensaba para sí, que triste huir de su país para morir en el altiplano
boliviano, pero si el Che pudo haber sobrevivido a esto a pesar de su asma,
180

ella también podía. Llaman al médico y le dice que es normal, sufre del
Soroche, o mal de alturas, típico de la puna, o sea el mal de gente que no
está habituada a respirar o vivir con tan poco oxígeno en la sangre, y como
toda receta le da a tomar té de coca que enseguida le quitó todo mal, o por lo
menos le ayudó a olvidarlo. En su piel comenzaron a salir extrañas manchas
blancas, le dijeron que era del sol, que tuviese cuidado con sus rayos. Ni
siquiera el astro dorado se portaba igual en todos los sitios, y no era igual
para todos.

En Cochabamba conoció el mercado más grande del país y el más grande


del continente. Le aseguraron que había unos cien mil puestos, les creyó, de
todos modos no se iba a poner a contarlos. Pero tanta riqueza, abundancia y
variedad había, que esta contrarrestaba con la idea de pobreza que le habían
inculcado. En su país le llamaban despectivamente “bolitas” y la verdad no
les tenía en muy alta estima que digamos. Claro que no es lo mismo ser
inmigrante en tierra extraña que ser libre en nuestra propia tierra. No solo
de pan vive el hombre, y comida parecía no faltarles. Una ley permitía a
agricultores y ganaderos comerciar directamente con sus productos. Uno
entre tantos puestos tan variados, encontraba lo que buscaba y lo que no
buscaba, en estos había de todo, hasta embrujos, y objetos para hechicería.
Se dio cuenta que seguían siendo muy supersticiosos, y siempre estaban
pidiendo a los dioses alimento, cuando a ella le parecía que era lo que más
abundaba. Seguramente eran tan precavidos que no pedían para hoy sino
para mañana, y para que nunca les faltase un pan, ni sal en la mesa. Comían
cualquier cosa, hasta un sándwich simplemente de huevo frito y pan sabía
delicioso, y bebían muchos zumos de fruta fresca, aparte del popular
Singani, un aguardiente de uvas elaborado a partir de la destilación de uvas
moscatel procedentes de Alejandría, que junto a las hojas de coca les hacía
olvidar las durezas de la vida y de inhóspito altiplano.

Estaba encantada, sus ojos se abrían como platos y su cabeza giraba como
peonza deslumbrada por tanto derroche de color y tanta abundancia. Todo
se compartía, hasta los taxis. Para ella Bolivia no era más que un gran
carnaval. Después de salir de Buenos Aires, que ahora le parecía sosa, esto
era un despilfarro de imaginación. Todo le resultaba pintoresco.

Quedo prendada de Bolivia y de los bolivianos, un pueblo tan sufrido,


callado, taciturno, humilde y a la vez tan educado. Eran mayormente bajitos
pero para que querían altura si podían trepar a la cima de la montaña como
181

cabras y de nada les serviría en el altiplano, es como los indios que podían
subirse a los árboles. Por lo contrario tenían la caja torácica ancha, quizá no
fuese tan estético pero les resultaba mucho más útil. La jirafa tiene el cuello
largo porque es tan torpe que no sabe trepar a los árboles, y no podría
alimentarse de los frutos más frescos. Lo mismo que el elefante con su larga
trompa, que al parecer le es muy útil, aunque esta debe de ser un incordio, y
si el abejorro vuela es porque no sabe que no puede volar. Con ese cuerpo
gordo y esas alas pequeñas vuelan porque nadie les dijo que según las leyes
de la aerodinámica era imposible que pudiesen levantarse del suelo. Eso sí,
necesitan su espacio o su pista de despegue para arrancar vuelo. Ella lo pudo
comprobar con su innata curiosidad, no lo hizo para discutir las leyes de la
aerodinámica sino porque le parecía mágico, una especie de milagro que
estos bichitos volaran. Al encerrarlos en una caja se dio cuenta del truco,
ninguno se le escapaba, necesitaban coger viada para levantar vuelo, y para
eso era necesario una pista de despegue.

Dios en su infinita inteligencia dotó a cada ser de su creación con la


inteligencia estrictamente necesaria para la supervivencia de cada especie, si
muchos peces no fuesen tan tontos y abriesen la boca ya hubiesen
desaparecido. Menos al ser humano. Le dio inteligencia ilimitada, pero sin
un manual de instrucciones, al punto que ya muchos olvidaron para que Dios
les dio tanta inteligencia, y ya no saben cómo usarla, ni en que emplearla.
Así que en vez de ser un beneficio es una maldición ya que no les sirve para
nada. Es como un avanzado aparato sin su manual, o un sofisticado aparato
que ignoramos sus beneficios e infinitas aplicaciones y solo utilizamos para
las funciones básicas.

Le hablaron de su multitud de lenguas, de 36 pueblos reconocidos siendo el


quechua y el aymará los más difundidos. Le enseñaron que antes tuvieron
un océano y que es el único país que tiene armada naval sin tener un puerto,
y como no les creían les llevan al lugar más famoso para visitar, el salar de
Uyuni, un sitio desértico que en un pasado fue un mar como también lo fue
el Sahara o la Patagonia, pero que ahora no era más que un vasto desierto de
miles de miles de kilómetros.

Cuando a Borges en pleno conflicto con Chile, le preguntaron su opinión


sobre las islas Chiloé, él dijo “se las daría a Bolivia, así tiene salida al mar”
182

Por esta tontería, que no era más que una ironía tan típica de él, le valió
que le tildasen de anti patria y fuese prácticamente proscrito. Y la culpa era
de ellos, y de esa famosa manía de preguntar a los escritores o gente ilustres
su opinión, aunque estos no tuviesen ninguna idea o interés en la política.
¿No nos enseñan “zapateros a tus zapatos? Es como preguntarle a un albañil
qué opina de la teoría de la relatividad. O como hizo Heródoto, que preguntó
a los campesinos quién había construido las pirámides, estos podían haber
bien dicho que fueron los hipopótamos, no sabían quién las construyó y
mucho menos cuando fueron construidas.

Los poetas o escritores ante todo son artistas, no políticos. Borges era ante
todo y siempre lo fue como lo son la mayoría, simplemente un poeta, un
escultor del idioma al que le supo dar belleza, elegancia, sencillez y
sobriedad, y supo muy bien mantenerse al margen de todo, pero siempre
tenían que pedirle su opinión sobre todo, y nadie comprende para qué, si
nunca les gustaba lo que decía. ¿Para qué preguntarles nada?

Si se hacen preguntas ridículas, a las personas inapropiadas, solo puede


esperar respuestas similares, y si no le agradan las respuestas, ¿para que
preguntar?

Evidentemente el arte de saber preguntar no lo domina cualquiera.

Potosí en cambio, le sorprendió por su miseria que contrarrestaba con tanta


riqueza mineral. Por supuesto ahí todos mastican coca, no solo para curar el
mal de altura, sino para sobrellevar tanta miseria.

A pesar que intentaba distraerle, su corazón estaba inquieto, un día llama a


su padre, sabía que él estaba ansioso esperando su llamada y en su corazón
anhelaba su regreso. A su pedido regresa a Buenos Aires a despedirse y a
recoger sus papeles, había partido sin ellos. Le va a buscar a
Eseiza, fue un reencuentro muy triste, ellos que acostumbraban hablar tanto,
en todo el viaje casi no intercambiaron palabras, sabían que estas eran
incapaces de expresar ese maremágnum de sentimientos que sentían fluir en
su interior. Imposible soslayar el dolor en la mirada de su padre.

Le pide de regresar y olvidar todo. Responde que ya no puede, que ya había


traspasado esa puerta del no retorno, pero para aquietar todo temor, se ofrece
voluntariamente a firmar su renuncia, de este modo si ella moría, nadie iba a
183

reclamar nada en su nombre. Su padre ya había pasado por esa experiencia.


Sabe que además de un apellido había una inmensa herencia de por medio,
y el temor hacia este chico era el de siempre, el de todos los que se le
acercaban a su hija; que fuese un caza fortunas.

Intentó hacerla desistir, no quería su renuncia. Le dijo palabra que jamás


olvidará. Era tanto su dolor y amor, había perdido dos hijos y no soportaba
perder otro más, siempre le decía que si cruzaba esa puerta el no sobreviviría.
Mucho menos aun soportaba perder a una hija que era más que una hija
porque no fue impuesta sino elegida. Siempre le decía “te amo más porque
te elegí, nos elegimos” y era verdad, fue una elección. Ella le amaba tanto
que no podía soportar la sola idea de volver a hacer daño a alguien, y el dolor
más grande de su vida, el que tendría que arrastrar siempre era ese el daño
que causó a los seres que más amaba y más le amaban, junto a ese dolor de
no sentirse comprendida nunca.

Intentó disuadirla por todos los medios, hasta con psiquiatras, creían que no
comprendía a todo lo que estaba renunciando. Tras una larga angustia firmó.
Su padre prometió que esos papeles los guardaría en una caja fuerte, que solo
los usaría llegado el caso, pero para el en su corazón seguía y seguiría siendo
siempre su hija, y así fue, hasta el final de sus días, siempre la tuvo en su
corazón y murió en sus brazos sin dejar nunca de demostrar su amor y todo
el sufrimiento que le ocasionó su partida, del que siempre le acusaron, fue
justamente por este sentimiento que nunca menguó que la odiaron más y
más. Se encargaron de romper sus cartas, y romper todo vínculo entre ellos.
La ausencia y la distancia se encargaron del resto. Desgraciadamente cuando
hay tanto dinero e intereses de por medio no existen sentimientos, ni se
escatiman esfuerzos, el dinero no conoce hermanos, pero ella no es quien
para juzgar a nadie. Demasiado pesadumbre había ya en su corazón y
sentimiento de culpa que nunca podría arrancar de su pecho. Más tarde supo
que tras su partida a su padre le tuvieron que operar a corazón abierto, jamás
se lo perdonaron, ni jamás se lo perdonaría ella misma.

En ese entonces firmó pero no sabía que con una firma no se borra otra,
como no se borra con la diestra lo que se escribe con la siniestra, como no se
borran todos esos años vividos y compartidos de un plumazo, estos
conformaban ya parte de su identidad, estaban pegados como la piel a la
carne.
184

No se daba cuenta que justamente son esos pequeños gestos, como el acto
de jurar una bandera, al parecer tan insignificantes, que condicionan toda
nuestra existencia.

Con las tradiciones religiosas pasa algo similar, tampoco se olvidan unas
gotas de agua bendita en la cabeza, del mismo modo que esas mismas gotas
no son capaces de hacernos olvidar toda una herencia ancestral de siglos,
los que lo intentaron solo lo pudieron hacer a sangre y fuego. La historia
demostró que los peores enemigos del pueblo judío fueron siempre los
conversos, o los renegados, desde Paulo de Tarso en adelante.

Ella no podía explicar a nadie ese “por qué” que ni ella misma comprendía.
Era una fuerza que la llevaba a buscar su libertad aún a costa de tanto
sacrificio, y a pesar del dolor de cargar con la culpa de haber sido la causante
de tanto sufrimiento. Sentimiento de culpa que arrastró y arrastraría toda
su vida hasta su muerte.

Regresa a Bolivia, ya ni el sol del altiplano la alumbraba. Sentía como si esa


fiesta folclórica hubiese llegado a su fin, o formaba parte de ese gran carnaval
en el que se había convertido su vida. Empacan sus maletas y organizan su
viaje a Colombia.
185

CAPITULO 21

LA TIERRA DOBLEMENTE PROMETIDA

No reemplazaba a un padre por otro, en su corazón había cabida para los dos,
y hasta probablemente más, así como una madre ama a todos sus hijos sin
hacer distinción entre ellos ¿Por qué no podía ser a la inversa?

Solo necesitaba remontarse a las fuentes y descubrir en el fondo quién era.


Ella tan solo había pedido un tiempo. Necesitaba resolver su crisis de
identidad que nada tenían que ver con los sentimientos.

Sabía que de ahora en adelante su camino sería largo y solitario, este dolor
que llevaría siempre dentro no lo podría compartir con nadie, en un mundo
que basa su felicidad en el éxito o el dinero difícilmente podría ser
comprendida, ya no volverían sus guías esos hombrecitos verdes que la
animaban a seguirles incitándola a ir cada vez más lejos, y cuando lo hacía
siempre la abandonaban, pero que ahora ya la habían abandonado para
siempre, o quizá no. Estaba sola o así se sentía, y de ahora en adelante
estaría mucho más sola todavía.

Es más, si algún día se atrevía a compartir sus cuitas, se reirían de ella como
ya muchas veces lo hicieron. Parecería que en este mundo solo tienen
derecho a sufrir o a quejarse de la injusticia los pobres, o los ricos que hablan
en su nombre. Ella como venía de una familia acomodada ya no tenía
derecho a nada, ni siquiera a opinar. El reino de los cielos es de los pobres
pero el de la tierra también. Parecería que hubiese una cierta santidad en ser
pobre y una maldición en ser rico. ¿Será por eso que el socialismo, que dice
amarles tanto, les multiplica? ¿O será que leyeron e interpretaron el
Evangelio a su manera? ¿Pero qué es ser rico o ser pobre? Una persona
enamorada Dios no necesita nada más en este mundo, porque se siente el ser
más rico de la tierra. “A quien Dios tiene, solo Dios le basta” ¿No nos dijeron
no solo de pan vive el hombre?

Nadie puede comprender que no hay dolor más grande que el dolor de no
ser, y peor aún si a este dolor encima se suma el dolor de no ser
comprendidos. Sabía que ese sería el duelo más grande y su condena el saber
que lo tendría que arrastrar en solitario hasta su tumba. A nadie podía
confesarlo porque nadie la iba comprender. Muy pocos comprenden que hay
186

seres para los que las riquezas tienen el mismo valor que las arenas del
desierto, seres que desde que nacieron nunca pudieron saciar de sus almas
esa sed de infinito, ni ningún fuego logró aplacar ese amor tan grande.
“fuerte es el amor como la muerte, y tenaz como saetas el sepulcro. Como
llama divina es el fuego, el fuego ardiente del amor. Ni las muchas aguas
pueden apagarlo ni los ríos pueden extinguirlos”

La vida para ella no era más que una experiencia terrenal. Pero a la vez
humana, y tan humana que nada de lo humano podía serle indiferente.

Si fuese esto cierto, si fuese verdad que el dinero lo solucionase todo e hiciese
feliz a los pueblos ¿por qué es pobre el pueblo Palestino que recibe ingentes
cantidades de dinero, lo que no recibió jamás en ayudas ningún otro pueblo
de la historia, no solo de ONGs y de organismos internacionales, sino
también de los países árabes? ¿Por qué son vistos como el paradigma del
pueblo más miserable de la tierra, símbolo de la opresión e injusticia?

Todos ponen sus pañuelos en la cabeza, algunos hasta los usan para ocultar
sus rostros ¿pero por qué no se ponen en su piel o dentro de sus zapatos?

Sus hermanos también dicen que les quieren, pero no en sus tierras, porque
en ningún país árabe quieren acogerles, ni ninguno quiere que normalicen su
condición, por eso les niegan hasta la nacionalidad. El único país que les
acoge y trata como un ciudadano más es Israel, donde representan un 20%
de su población y les dan visados o permisos de trabajo. Ahí pueden ser
médicos, periodista, políticos, científicos o lo que deseen y están
representados hasta en el Parlamento. En una palabra les tratan como seres
humanos normales, como cualquier ser de este mundo merece ser tratado. Es
una realidad que se puede comprobar. ¿Por qué omiten este dato que
cualquier puede constatar? ¿Por qué prefieren seguir creyendo a la mentira
por muy adornada que se vista? Ahí no se distinguen entre cristianos,
samaritanos, drusos etc. Todos conviven y es el único país donde los
cristianos no son perseguidos ni discriminados.

Pero sus hermanos árabes tras perder todas las guerras y comprender que no
podía echar los judíos al mar, crearon un arma mucho más poderosa y eficaz
para destruirles, la mentira. Inventaron al pueblo palestino, un pueblo que
pertenecían a un país inexistente. Hasta ese entonces, Palestina era un
nombre, un invento primero de los romanos luego de los británicos.
187

Cuando el mandato británico se quedó con ese territorio marcado a cartabón,


se vio en la obligación de ponerle un nombre. No le puso por nombre Israel,
que hubiese sido lo más lógico, sino que llamaron a esa región Palestina.
Los ingleses sabían que los judíos, que soportaron tantos oprobios como
corderos, y llegaron a encarnar el inconsciente colectivo de todo lo malo no
se iban a quejar por un nombre ahora que se les prometía un trozo de tierra
en su tierra ancestral, en cambio los árabes en su orgullo de pueblos recién
nacidos del desierto solo se sentían pertenecer a esa gran nación árabe, no
iban a soportar un nombre con connotaciones históricas, como Israel. De
modo que con su lema divide y vencerás, los británicos prometieron ese
trozo de desierto a los dos pueblos mientras ellos huían como lo hacen
siempre, como lo hicieron en su día de la India. Convirtiéndola a esas región
en la tierra doblemente prometida.

Los islamistas, lograron su objetivo, ganaron la lucha que en el frente tras


tantas guerras daban ya por perdida, lograron con sus mentiras poner a todo
el mundo en contra de ese pequeño estado que no era más que un faro de
esperanza y progreso en la región, que no solo no molestaba a nadie sino que
les beneficiaba a todos pero sobre todo a ellos, a sus vecinos. Su único
pecado que ofendía a todos era que era el único estado judío en el mundo.
Para los árabes una cuña de Occidente o un nuevo cruzado que había que
echar de tierras musulmanas. A unos porque desde siempre intentaron
hacerlos desaparecer, sea a través de asimilación, persecuciones o
conversiones, y a los otros porque les ofendía comprobar que mientras otros
evolucionaban y progresaban ellos estaban dormitando la siesta o bostezando
junto a sus camellos.

Esos primeros colonos que llegaron huyendo del odio y de la intransigencia,


tan solo soñaba con regresar a vivir junto a sus primos, olvidar el pasado y
traer al mundo hijos que crecieran en una tierra donde por fin no fuesen
extranjeros ni señalados como judíos, ni tuviesen que negarlo, esconderlo o
avergonzarse por ello. Ilusionados se pusieron a comprar tierras durante el
Imperio Otomano a los “efendis” o señores de la tierra que creían que los
judíos eran tontos al ver los precios desorbitados que pagaban. A ellos poco
les importaba que esa tierra fuese un erial lleno de pantanos que tuvieron que
disecar. Una tierra que ya desde la última guerra judía los romanos
consideraron maldita y llenaron de sal para asegurarse que jamás volvería
a crecer la hierba bajo los pies, pero sobre todo para impedir que, a ese
188

pequeño pueblo tan soberbio e indómito que había osado desafiar al más
grande Imperio de la época, se le ocurra volver a resurgir. Con esa intención
de borrarlo hasta de su memoria, le cambiaron su nombre, y preguntaron a
los judíos quienes eran sus peores enemigos, esto le dijeron los Filisteos,
pero como los árabes no pueden pronunciar la F, acabaron pronunciando en
vez de Filistea, Palestina.

Su creación, historia que ya todos conocemos, fue algo imposible de


comprender sin las fuerzas del cielo. Israel, un pequeño pueblo que sin odio
ni venganza renacía de sus cenizas, venía a enseñarle al mundo que el amor
es más fuerte que la muerte. Pero para el mundo en vez de un ejemplo a
admirar se convirtió en el blanco de todo su odio y el causante de todos sus
males. Les ofendía que este pequeño pueblo que intentaron destruir y
cuando ya creían haberlo logrado, renacía de sus cenizas y desafiaba al
mundo entero volviendo de la muerte a la vida.

Ellos comprendieron que su mejor venganza era justamente esa: la de existir,


y en ese SI gozoso a la vida, en la reconstrucción de su antigua patria
centraron toda su energía. Había demasiado que hacer y poco espacio o
tiempo para perderlo en rencores. No sabían nada de agricultura, pero
buscaron las especies que describía la biblia y aunque científicos decían no
podían crecer, lograron hacerlas florecer, la fe mueve montañas y es más
poderosa que cualquier ciencia. Convirtieron los desiertos en vergel y
crearon sistemas para resolver el problema del agua, deseosos de compartir
con sus vecinos. Cuando contamos con un socio como Dios, nada resulta
imposible.

Pero a pesar de todos esos intentemos de opacarla. Israel nunca deja de


proyectar su luz como un sol naciente que anuncia al mundo que todavía
quedan esperanzas. Su solo nombre nos eriza la piel, nos recuerda la lucha
de Jacob y el Ángel. No es ni siquiera un nombre, es un verbo: “el que lucha
junto a Dios, y junto a los hombres”. E Israel lo veamos o no, es una luz
que lucha contra toda la oscuridad del mundo, y no lucha solo por su
supervivencia sino por la de todos nosotros. Ellos son la vanguardia, detrás
suyo están nuestros valores. Son el comienzo pero no el fin. Ellos no son tan
soberbios, saben que no son tan importantes, saben que simplemente son el
primer objetivo, el más fácil y cercano y que para su destrucción sus
enemigos cuentan con la complicidad o el silencio del mundo. Además sus
enemigos al dotarles de poderes sobrenaturales creen que están luchando
189

contra el mismo Dios en persona. Cuando el ángel le dice a Jacob: “Déjame,


porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices.
27 Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. 28 Y el
varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has
luchado con Dios y con los hombres, y has vencido”

Mencionamos al pueblo palestino porque es el ejemplo más escandaloso que


solo sirvió el dinero a hundir a un pueblo en la miseria más absoluta y
profunda mientras nunca pudo satisfacer a la ambición de sus líderes, porque
las ambiciones materiales son como el agua de mar, cuanto más se bebe más
sed se tiene de ellas.

Para el pueblo palestino ese aluvión de dinero tan solo significó opresión,
miseria, corrupción que solo sirvió para vivir como rehenes, atrapados en
una cárcel de la que no pueden escapar, en un conflicto inventado y sin
solución, ya que el mundo se encarga bien de que no se solucione nunca, en
vez de observar el conflicto como árbitros se ponen en un equipo o en el otro
como si de un partido de futbol se tratase. Solo sirven para salir en las
noticias, y fomentar eso que tanto necesita la masa: compasión y algunos
canalizar su odio o dar nombre a su miedo.

¿Merece un pueblo sufrir tanto? ¿Merecen cargar como una cruz una
situación de parias entre los parias? ¿Tanto les odia el mundo, o es
simplemente el mismo viejo odio a los judíos que necesita retroalimentarse
y justificarse constantemente? Y esta vez la leña que da pábulo a ese viejo
fuego son los palestinos. ¿Qué pueblo en el mundo, en vez de admiración y
respeto, desea estar expuesto a los ojos del mundo y tan solo merecer su
pena? Se les considera tan ineptos e inútiles que ni siquiera se les considera
capaces ni lo suficientemente maduros como para resolver ellos sus propios
problemas. “Aparentemente” hasta el día de hoy tras 75 años fueron
incapaces de resolverlo. Digo apartemente porque no fue culpa suya, otros
muchos se encargaron que les resultase imposible hacerlo.

Algo que jamás podría comprender, el porqué de tanto engaño con las
palabras. Hasta el mismo término de “refugiados” es un absurdo. Un estado
transitorio lo convirtieron en un estatus permanente.

¿Cómo se puede denominar refugiados a unos seres que llevan más de 75


años fuera de su tierra? ¿Es que acaso este nuevo status de refugiados, que
nunca existió antes a pesar de haber habido tantas guerras con sus
190

consecuentes desplazados en el mundo, se hereda como una especie de


estigma? Encima ellos son refugiados de guerras que iniciaron sus hermanos
árabes bajo la promesa de eliminar al Estado Judío, que lógicamente se negó
a colaborar en su propio exterminio, y que al ver que perdían en el campo de
batalla la siguieron mediante propaganda, engaño y mentiras.

Los judíos a consecuencia de la guerra también fueron expulsados de sus


tierras árabes en las que llevaban siglos viviendo, mucho antes que llegaran
los otomanos, o que ni siquiera existiera el Islam. Se encontraron tumbas en
Irak datadas del Exilio de Babilonia. Abandonaron todo y fueron reubicados
en Israel, y nunca fueron refugiados. Al igual que ellos, a lo largo de la
historia y a consecuencia de todas las guerras, hubo millones de desplazadas
pero todos reencontraron un nuevo hogar, menos los palestinos, que ya ni
recuerdan ni siquiera cual fue el suyo, porque por generaciones solo
conocieron ocho guerras oficiales y campos de refugiados, en su corazón
sus líderes les hicieron albergar el resentimiento y la idea de que todo era
culpa de los judíos, no de ellos que no solo provocaban las guerras, sino que
se enriquecían con su sangre y sufrimiento.

Es así como, pasaron no solo a representar a los refugiados por antonomasia,


sino un problema de la ONU y no de ellos. Era la ONU y el mundo que tenían
que ocuparse y alimentar a ese monstruo que ellos mismos habían creado.
Ellos tenían cosas más importantes de las que ocuparse, como ser la
reconquista de las tierras sagradas del Islam para instaurar la gran nación
árabe, y considerando su causa ya ganada siguieron su viaje en patera a las
costas de Europa, mientras otros aterrizan en aviones o jets privados.

Para ellos Israel no es una nación judía simplemente, sino que representa
esa civilización occidental que tanto odiaban. No es más que un obstáculo
en su camino hacia Occidente, una incómoda cuña clavada en su mapa. El
Islam y el judaísmo jamás han rivalizado por su primogenitura. Ambos hijos
de Abraham, solamente cambiaron al hijo de la promesa. Pero siempre han
convivido dentro del respeto mutuo a sus ideas religiosas, su lucha de ahora
es existencial, de mentalidades diferentes, es la eterna lucha entre
civilización y barbarie.

Los pobres niños palestinos pagarían el precio de toda esta mentira.


Expulsados de una tierra que nunca conocieron y que probablemente no
llegarían a conocer nunca, hartos de promesas de sus hermanos qué jamás se
191

cumplieron, vienen al mundo hastiados y enfermos, nacen muertos sin fe ni


esperanza. El único futuro que le ofrecen es en el cielo al que solo pueden
aspirar llegar a través del martirio. ¿Les podemos reprochar que terminen
siendo terroristas? La sangre de esos niños es la que necesitan los
mercaderes del odio para llenar sus arcas, sangre que multiplican en los
noticieros. Matar judíos es lo único que alimenta su pequeño Ego, desde
niño les enseñan cómo hacerlo en las escuelas de la ONU. Bajo el nombre
de “los derechos humanos” les niegan todos sus derechos como seres
humanos en esté mundo, derechos dados por Dios y no por los hombres.

Los que usan como arma la propaganda y el engaño, saben que en el fondo
de su corazón todos los hombres son buenos, todos aspiran a la justicia, todos
son solidarios y en mayor o menor medida todos sueñan con ayudar a sus
semejantes, pero sobre todo saben muy bien que todos aman a los niños
porque todos algún día lo fueron y de ese sentimiento tan natural e innato se
fueron aprovechando. Aun los que están con Israel no se atreven ni a opinar,
se sienten asesinos de niños.

Ya usó la Santa Madre Iglesia este fantasma acusándoles de beber sangre de


niños cristianos, ya no eran el pueblo deicida sino el asesino de niños, imagen
que quizá siga aún latente en el inconsciente de muchos cristianos.

Otra falacia que repiten hasta la saciedad es la creación de dos Estados. ¿No
es algo que ya se viene intentando en mesa de negociaciones y siempre
encuentre un rotundo NO del lado árabe? En los acuerdos de Oslo,
ofrecieron a Arafat condiciones inigualables. El único líder árabe que habría
podido decir si, gozaba de suficiente carisma. Cuando le preguntó el
presidente americano por qué rechazó tan golosa oferta, respondió “si acepto
los árabes me matarían” Murió igual y todo sigue no igual sino peor.

Paz por territorio la intentó Israel cansado de tantas muertes, el pueblo judío
ya sufrió suficiente a lo largo de su historia. Si existiese un premio al
sufrimiento la palma de oro se llevarían sin duda los judíos. Solo sueñan y
anhelan paz, pero también quieren vivir para gozar esa paz. Su amor por la
vida y por esa tierra que hicieron revivir de la nada, lo han demostrado
siempre con valentía. No podemos pedir que colaboren con los que quieren
destruir su país y echarles al mar. Los árabes tienen millones de metros
cuadrados de territorio para elegir, los judío no tienen ningún otro sitio en el
mundo donde ir. Molestan hasta en una diminuta franja de tierra que a nadie
192

importaría si no fuese gracias al antisemitismo atávico y visceral. A ellos


ningún país europeo les recibe aunque lleguen a sus costas en patera. En el
puerto de Buenos Aires llegaban barcos que habían huido de los campos de
concentración nazis, con niños de pecho en brazos de sus madres, con seres
anhelantes de un trozo de tierra donde poder rehacer sus vidas, y el gobierno
de Perón, que en cambio aceptó tantos nazis, no les dejó siquiera atracar.
Fueron obligados a volver al mar. Su tío lo intentó, jamás se le borrará de
la retina esas imágenes. Impotente vio partir a esa gente superviviente del
horror condenados a un destino incierto, a pesar de todos sus esfuerzos, no
pudo hacer nada.

Los judíos en Argentina siguen ingenuamente creyendo que los peronistas


les aman. Con eso de que no son antisemitas porque tienen “hasta” amigos
judíos, y con ese extraño modo de manifestar su amor y respeto les engañan.
¿Cuándo se les caerá la venda oscura?

Tras perder la guerra del Sinaí, Egipto entrega Gaza a Israel (fue un
intercambio no un regalo) una franja de territorio con salida al mar, frontera
con su país. Estaba contento porque tampoco lo quería no era más que una
zona conflictiva, la conservaba solo por orgullo pero no era más un foco de
problemas. Le tira la sartén ardiente a Israel e Israel la coge por el mango
tan deseoso estaba de finalizar la guerra. Cuando se dio cuenta del error, ya
era tarde. Al principio la entregó para a la Autoridad Palestina, para que la
administre, y no solo se retira sino que le entrega sus granjas perfectamente
funcionado. Lo primero que hacen es quemarlas porque eran “sionistas” y
sí, hay que reconocer que eran “sionistas”, a estas alturas ya comprendió
lo que ese término simboliza: esfuerzo, progreso, trabajo, lucha por la
dignidad humana pero por encima de todo LIBETAD, y no todos quieren
libertad ni siquiera están preparados para ello. Menos la quieren sus líderes.
Israel creyó que eran como ellos, y construirían una pequeña Singapur en
ese terreno, o por lo menos comenzaría poniendo las piedras que
constituirían el embrión de lo que sería una futura nación.

Todos sabemos lo que construyeron con todos los fondos llegados de Qatar,
la UE la ONU, y de todo el mundo que fueron a parar a manos de HAMAS.
Los hospitales los usan como cuarteles donde guardan municiones, bajo cuyo
suelo operan sus comandos o los usan para evacuar a sus soldados caídos
(que no son más que terroristas sanguinarios). Lo mismo con las escuelas
donde se encontraron armas bajo el silencio cómplice de los medios que
193

lloriquean por la crisis humanitaria que sus propios gobiernos contribuyeron


a crear. En esas escuelas solo les enseñan cómo matar judíos. Es lo único
que produce no solo ganancia sino también reconocimiento, y al único
destino al que pueden aspirar. Después de pasar por una cárcel israelí,
además de acabar sus estudios pueden soñar con cargo político, es su modo
de ascender socialmente.

Cuando le preguntaron a un miembro de HAMAS por que construían con el


dinero de las ayudas túneles en vez de refugios para los habitantes de Gaza,
respondió “la mayoría de los habitantes de Gaza son refugiados, nos son
problema nuestro, son problema de la ONU, lo nuestro es simplemente la
Guerra Santa”. Lo digan o no en ello es en lo que destinan el dinero que les
llueve del cielo como mana. Ni siquiera se avergüenzan de manifestar tan
abiertamente sus intenciones. Saben que hay muchos que, por h o por b, les
apoyan. Solo quieren destruir a Israel porque les molesta esa luz que a uno
les ciega y a otros les hiere porque les hace patente su atraso. Ya no pueden
mantener su leyenda del andaluz. Olvidaron que si esa leyenda existió y fue
posible, fue gracias a la comprensión y convivencia entre diferente culturas.
En ese entonces las más avanzadas eran la judía y la árabe. Pero los árabes
siguen transformando sus derrotas en victorias y engañando al mundo con
sus espejismos. Cuando no podían ganar por las armas a los cruzados, lo
hacían con astucias y mentiras, usaban la guerra de zapa. Para desinformar,
como no había internet usaban las palomas mensajeras que pronto los
cristianos aprendieron a usar también. Ahora, hacen lo mismo con las redes,
en vez de recuperar su glorioso pasado, teniendo de vecinos un pueblo
deseoso de compartir sus logros, ya que su prosperidad es la de todos,
declinan todas las ofertas.

¿Tiene Israel la culpa de la ineficacia o ambición de sus líderes? ¿Tiene


derecho el pueblo palestino a ser usado como arma arrojadiza?

Los mismos políticos que crean problemas que no existen, inventan


soluciones que por supuesto no solucionan nada sino todo lo contrario.
¿Cómo se puede llegar a soluciones viables partiendo de premisas falsas?
Según ellos hay dos pueblos, y los dos quieren tener un país. No será
porque los árabes no lo dicen bien alto y bien claro, que el único fin que
persiguen es la destrucción total del Estado judío, ellos pertenecen a la gran
Nación Árabe, el concepto de país es muy diferente al nuestro, y por lo visto
no está en sus mentes, en 75 años lo demostraron no intentando siquiera
194

poner una primera piedra. La total destrucción del Estado judío como primer
paso para la instauración del gran Estado islámico, está escrito en la misma
carta fundacional de HAMAS. Ni Hitler fue tan descarado con la solución
final, lo firmó a escondidas e intentó que nadie viera los campos de
concentración, los que contaban los horrores, nadie les creyó. Ahora en
cambio son ellos mismos que lo claman a los cuatro vientos, ¿nadie les cree?
La única diferencia es que antes las torturas se hacían a escondidas, ahora a
plena luz del día, hasta graban las atrocidades con cámaras, pero si matan a
bebes o violan a judías no existen feministas que las defiendan, ni derechos
humanos que clamen justicia. ¿Cómo se puede explicar tanta ceguera ? O
mejor dicho tanto odio.

Los ridículos que hablan de Imperialismo sionista ¿es que acaso han mirado
el mapa? ¿No saben que Israel tiene tan solo 470 k de largo y apenas 135km
de ancho? Tienen que usar hasta una lupa para descubrirlo en el mapa.
¿Desde cuándo los judíos han querido conquistar nada? No existe ni un solo
ejemplo en la historia que lo haya soñado siquiera. Todo no han sido más
que difamaciones y falsas acusaciones que demostraron ser todas mentiras.
Después de 8 guerras oficiales, en las que intentaron echarles al mar, y
borrarles del mapa, de cantidad de intentos y acuerdos de paz con sus vecinos
¿se puede pensar es un Estado invasor? ¿Pueden ser Imperialista un país que
ha creado la única democracia de Medio oriente? ¿Se puede llamar “nazi” al
único ejército en el mundo que antes de bombardear lanza panfletos, o
anuncia por parlantes que evacuen? ¿Que arriesga la vida de sus soldados
para defender la huida del pobre pueblo palestino mientras sus propios
líderes les masacran? Estos les tiene prohibido huir, las ayudas dependen de
cuántos más palestinos caigan. Israel da agua, electricidad, alimentos,
combustible y visados de trabajo a los habitantes mientras sus líderes les
usan de escudos humanos y venden su sangre y su sufrimiento (sufrimiento
que nadie niega) a los medios ávidos de noticias truculentas, alimentando así
su morbo. Ya sabemos que las buenas noticias no son noticias. Hasta
cuando boicotean sus productos, los de los kibutz se los da a sus hermanos
de Gaza para que los vendan bajo etiqueta falsa.

No importa lo que se diga o razone, los que odian a los judíos ya encontrarán
justificaciones suficientes, da lo mismo que sean absurdas y ninguna pueda
probarse, cuánta más absurdas más se aferran a ellas. Son como esos que
primero ponen la flecha, y luego dibujan la diana. No actúan con la razón
195

si lo hicieses se reirían de ellos mismos. La paz llegará como llega siempre


cuando los árabes comprendan que redundará en su propio beneficio, y
cuando le dejen de llover ayudas del cielo. Pero será de adentro, nadie puede
imponer una convivencia que ellos no desean. O será cuando dijo Golda
Meir “cuando los árabes amen más a sus hijos de lo que odian a los nuestros”.

Ella está convencida que un día será, que ellos mismos abrirán los ojos. Si
un día ya fue ¿Por qué no puede repetirse? Y esto será cuando el mundo deje
de engañarlos y darle pábulo a esas ínfulas de la conquista del mundo y el
establecimiento del Gran estado islámico.

Si aprenden a leer su Corán, no como instrumento de guerra, sino como


puente para la paz, allí está anunciado el regreso de los hijos de Israel a su
tierra, que significará la unión de toda la Umah al final de los tiempos. Al
igual que los judíos se despiden y saludan con la palabra paz. La paz aunque
muchos no la veremos un día será posible. Hay que esperar que llegue la
primavera. Imposible remover la nieve en invierno.

Mientras tanto sus soldados siguen en primera línea luchando junto a Dios
por nuestros valores, y por todos nosotros, ante el silencio y la indiferencia
del mundo, que encima les condena, y que con doble vara les juzga.

Cuando en su casa hablaban de los hijos muertos decían que una ventanita
se habría en el cielo y ellos desde ahí les estaban escuchado. Así sentía
ahora recordando a su padre, veía esa ventanita que se abría y su padre le
sonreía desde lo alto, sabía que en lo profundo de su corazón siempre la había
comprendido, y que no eran tan diferentes, lo único diferente eran sus
miedos.

Su padre desde joven vivió la orfandad, la vida le arrebató dos hijos pero su
corazón siempre siguió puro, lleno de amor y nunca perdió la esperanza ni
esa necesidad de ser amado, ni su amor y pasión por la vida. Lo que les unía
no era la sangre sino compartir ese amor tan infinito que sentían, y parte de
ese dolor tan grande era el de no saberse amados plenamente por lo que en
verdad eran. Su padre sabía en su interior que muchos solo le amaban por
su dinero. Es por eso que en vida siempre tuvo terror a la pobreza, tal era su
necesidad de amor.
196

CAPITULO 22

VALLE DEL CAUCA.

En Cali le reciben su padre y su hermanita, ya convertida en una preciosa


joven con una belleza deslumbrante, tan exótica como salvaje. Ella con su
flamante compañero o amigo. Comenzaron a buscar trabajo. El venía
diciendo que no podía trabajar al no tener papeles, y en verdad ninguno de
los dos los tenía.

En los registros de nacimiento la hoja de su nacimiento había sido arrancada.


De modo que su padre tuvo que ir a certificar ante Notaria que era su hija, y
que él era su padre. Tal es así, que en sus documentos en vez de `ponerle el
nombre de su ciudad natal le pondrían el de la notaria.

Todo esto desembocó en un complejo de Peter Pan, mientras los otros niños
habían nacido en una ciudad normal, ella nació en una ciudad que ni siquiera
existía, a la que solo conocía por relatos o por un mapa, y era extranjera
`porque vino de un país del que no recordaba nada, y eso explica que se
refugiase en el país de Nunca Jamás, rodeada de piratas, hadas, sirenas,
indios y hombrecitos verdes.

A los “niños perdidos” los iba a visitar a los orfanatos los fines de semana
con su iglesia, se sentía ser una huérfana más, hasta que un día dejó de ir
porque era tal la alegría de su llegada como dolorosa su despedida, y esta
última se volvió más dolorosa que su llegada. Ya no sabía cómo consolar a
esos pequeños que les decía volvería la próxima semana, y a ellos una
semana se les hacía un siglo, para ellos el mañana es ahora. No entendían
por qué tenían que esperar tanto. Pero desde entonces nació su amor inmenso
y su afinidad tan grande con esos pequeños seres tan indefensos e inocentes
como incomprendidos, amor que jamás declinaría, todo lo contrario. Ella se
sentía igual de incomprendida que ellos, sola frente a un mundo lleno de
dogmas y prejuicios que despreciaban sus ideas y la tildaban de utópicas, y
a ella de ingenua le erizaba la piel. ¿Pero quienes eran en verdad los utópicos
que al llevar sus utopías a la práctica sembraron el mundo de cadáveres y
campos de concentración? ¿Quiénes eran en verdad los ingenuos que se
creen cualquier cosa que les dicen sin cuestionársela siquiera?

Este hecho la llevó a reflexionar que mucho más absurdo hubiese sido si sus
padres, ambos casados legalmente en previas nupcias, la hubiesen tenido en
197

Buenos Aires, y ahí entonces la hubiesen tenido que inscribir en los registros
como hija natural o ilegitima, ya que en ese entonces no existía el divorcio.

Dios en su extrema bondad e infinita sabiduría la hizo nacer en Cali, en esa


bella y exótica tierra tropical como hija legal, no todos tuvieron igual suerte.
Ella le estaría permanentemente agradecida. Pero eso le hizo pensar que en
el fondo todos nuestros problemas o traumas son fortuitos, frutos del azar o
un simple accidente geográfico. Su otro padre era francés pero también
argentino porque había nacido en la embajada argentina. Para ella el ser
argentina fue una elección o una opción que tuvo que afirmar en un acto
solemne en la que le hicieron jurar su bandera, y la tuvo que jurar dos veces.
En cambio no la obligaron a volver a bautizarse, siendo la fe de bautismo el
único documento válido para los ilegítimos.

Está otra vez en ese hermoso valle que se divide claramente en caña de
azúcar y algodón. Cali no es solo la ciudad más bella, alegre e impactante
y con las mujeres más hermosas del mundo, también es la capital de la salsa,
de gente cálida y rumbera. Una hermosa y alegre ciudad bañada por
abundantes ríos. Recordaba esos enormes gallinazos paseando a la vera del
rio, que tanto abundan en los cuentos de Márquez, pero que dejaba enanos a
sus chimangos. Ceibas, arrayanes, sauces, palmeras, cañaverales, acacias
rosadas, guacamayos, lluvia de oro asiática discurrían antes sus ojos
asombrados y acompañan la vista de este hermoso valle que no se cansaba
de admirar. Ahí crecían y florecían las más bellas variedades de lirio. El
lirio era la flor nacional de Colombia, como el seíbo la de Argentina, que
como todo en su país, más dramático lloraba sangre en su cielo, aunque a
ellos de pequeños a esas flores rojas y forma extraña, les gustaba convertir
en pajaritos y echarlos a volar.

Es verdad que como todos los paraísos tienen sus serpientes, y ahí había
miseria o violencia pero nada comparado con la violencia que se desataría
con el tiempo. Algo que laceraba su corazón eran esos gamines en la calle
con sus caritas de picardía. Niños que tenían que mendigar para los que a esa
edad todo era un juego. Aprendió a no detenerse en los semáforos en rojo
porque le podían pegar un tiro o arrancarle de un manotazo una cadena de
oro. Ahí tenía que tener hasta ojos en la espalda.

Pero al abrir los ojos por la mañana, Cali era el canto de los mirlos y las
cigarras, y el olor a hierba mojada. Eran esos mágicos amaneceres y
198

arrebatadores atardeceres. Las gotas de rocío, el frescor de las mañanas que


regresaba por las tardes, en aire cálido con esa humedad que venia del mar,
cuando todos volvían a salir a sus portales, y por las noches las luciérnagas
brillando entre los cañaverales. Corrían a atraparlas, las tenían unos
minutos entre las manos y las echaban nuevamente a volar.

Por las mañanas era el olor de ese café recién molido, tan especial, que
parecía recién salido de los cafetales, con pan de bono caliente, era comer
una arepa, beber un zumo con frutas frescas recién recolectadas.

A su casa venía una negrita con su cesto de chontaduros en su cabeza


llevándola con elegancia y desplazándose como una gacela y le ofrecía su
sonrisa que descubría un collar de perlas de un blanco reluciente, pero a
ella lo que más le gustaba era esa sonrisa que lo iluminaba todo, todos los
peligros y miedos se desvanecían, todo se olvidaba y se mezclaba con el
sabor tan especial de los chontaduros, que tenían fama de afrodisiacos. En
los mercados y ferias todos cantaban “con chontaduros hijos seguros”. Era
como esos mangos verdes con sal cortados en rodaja, que al principio son
incomibles y luego se convierten en un exquisito manjar. Es increíble como
el ser humano se adapta a todo.

Para resolver el problema de Alejandro deciden casarse. Se demoraron


complementando aburridos trámites burocráticos, finalmente se casan por
iglesia porque por lo civil les faltaban aún más papeles, parecía misión
imposible o un cuento de nunca acabar.

De luna de miel van Cartagena a un apartamento que tenía su padre con


vistas al mar.

Lo que más le llamó la atención eran esos negros con ojos azules, algunos
con rizos rubios que parecían lavados con lejía, sin lugar a dudas descendía
de los piratas que asolaron sus costas, todos hablaban además de español,
inglés sin acento, a la ciudad la llamaban “la heroica”.

Recorrieron todos los fuertes, sus castillos amurallados, el Palacio de la


Inquisición, la Torre del Reloj, su barrio medieval, y degustaron sus
deliciosos manjares. Pero lo más bello eran sus extensas playas de arena
blanca y rosa, con mezclas de molusco y de coral, su agua diáfana que deja
traslucir su fondo, sus chozas o sombrillas de paja tan típicas, para
199

protegerles del sol, sus sangrantes atardeceres, una especie de paraíso


terrenal.

Por la noche fueron a bañarse a la luz de una plateada luna aprovechando la


calidez de ese mar, y unos lugareños le dicen que tengan cuidado, las redes
para detener tiburones se habían roto. Salieron corriendo. Recordaba esas
historias que le contaba su madre de pequeña, de esos negritos que se
zambullían a coger monedas que les arrojaban los turistas y muchos
regresaban sin alguno de sus miembros devorado por un tiburón.
Horrorizada les describía esas escenas y les veía caminando sin sus manos o
pies, a todos les faltaba algo. Así que salieron corriendo, y ya se le quitaron
las ganas de baños románticos bajo los pálidos reflejos de una plateada luna.
Esa visión se la dejaba a los poetas.

Desde entonces comenzaron a surgir las desavenencias, volviéndose una


relación toxica con violentas discusiones casi siempre ocasionadas por los
celos de Alejandro y por la inmadurez de ambos. Parecían perro y gato.

Ella consiguió su primer trabajo independiente, como profesora en el Liceo


Francés. Para ella fue un gran orgullo, y un desafío. A pesar que paso
exámenes, hizo un curso especial, estaba nerviosa, era su primera vez,
quitando sus experiencias en la pampa, frente a un aula llena de niños.

Claro que tener que explicarles a los niños que en francés hay que escribir
cantidad de consonantes que no se pronuncian, pero en cambio sí se
escriben, no era nada fácil y eso no era nada, además le tenía que enseñar
que existía cinco acentos que algunos no sirven para nada a no ser que se
sepa latín. Por ejemplo el circunflejo que reemplaza a la “s” que era una
especie de sombrerito o techito a dos aguas. ¿A quién le importaba recordar
sus raíces si ya nadie habla esos idiomas muertos? Recuerda que latín solo
le habían enseñado en su primer colegio. Luego ya pasó de moda, ni las
misas eran en latín.

El francés tenía además ligaduras y vocales que según donde estén se


pronuncian de un modo u otro. Esto convierte en tarea imposible predecir
la escritura basándose únicamente en la pronunciación, en resumen no existe
lógica ni reglas fijas. Los pobres niños con su coherencia, no comprendían
para que tenían que escribir tantas letras impronunciables, y a ella le tocaba
explicarles lo que ni ella misma comprendía. Intentaba amenizar tal tortura
con juegos ingeniosos. Sus clases más que lecciones eran juegos de
200

adivinanzas o acertijos. Nunca se imaginó que el francés un idioma tan


natural en ella fuese tan complicado en su ortografía, hasta que tuvo que
enseñarlo, y tuvo que convencer a los pequeños de escribirlo, y lo peor de
todo calificarles en una escala totalmente arbitraria.

En su clase, por cierto la más ruidosa de todo el colegio, era donde había más
niños paseando por los pasillos. Pero el colmo fue un día que se fue a pasear
la clase entera.

Un niño comenzó a estornudar, le dejo salir, luego otro y otro. Y así fue
dando permisos a todos. La directora enseguida le llamó la atención furiosa.
Ella les explicaba que se acatarraron todos de golpe y no paraban de
estornudar. Ni se le pasó por la cabeza que estaban aspirando pimienta y
eran estornudos provocados.

Ese día la pusieron en una clase de niños más pequeños que no le tomarían
el pelo tan fácil porque son más inocentes, y la enviaron a infantil. Estaba
feliz. En esas tiernas criaturas veía la fuerza de los cielos que brotaba en
manantiales de ternura a través de sus risas frescas y el amor en sus miradas
tiernas.

Lo que suponían un descenso de categoría, para ella fue todo lo contrario,


ya no estaba enseñando sino aprendiendo a mirar el mundo a través de esos
ojos cargados de inocencia y asombro.

Los graciosos de la pimienta se arrepintieron, seguro no volverían a tener


nunca otra profesora tan divertida. Le recordaban la “maldad polimorfa de
los niños” que representaban la esperanza del hombre de mañana. A ella ya
no le importaba que papel jugarían en el futuro, pero si en su vida en la que
ya no serían más que un picante recuerdo.

Esos mocosos antes tan graciosos, ahora lloraban a moco tendido, y rogaban
a la directora que hiciese volver a su profe. Pero ella no volvió ni quiso
volver. Le hicieron una preciosa fiesta de despedida donde no faltó uno que
otro lagrimón. De ahora en adelante ellos se tuvieron que aguantar a una
sargenta gruñona, se lo tenían bien merecido por traviesos.

Comenzó un nuevo desafío. La mandaron a enseñar a esos niñitos que solo


querían estar con su madre, y en todos lados veían una mamá sustituta.
201

Es verdad eran más ingenuos pero no era tan fácil entretenerles ni engañarles
o mantener su atención. Esta volaba como mariposa revoloteando hacia
cualquier otro sitio. Mucho menos eran capaces de mentir.

Tuvo que desplegar toda su imaginación y creatividad para mantenerles


entretenidos. Y cuando no lo lograba les sacaba al jardín a pasear, y ahí
todos juntos descubrían las maravillas de la naturaleza. Para ellos todo era
nuevo, todo era un milagro o un nuevo descubrimiento. Vieron como un
simple gusano podía llegar a ser una mariposa, y un tierno capullo abrirse en
una flor y ellas simplemente eran, nunca preguntaban si eran bellas o si
agradarían a otras, si iban a perfumar o no el aire, o iban a adornar bellos
floreros, los árboles daban fruto sin preocuparse quien iba a comerlos.

Toda esa tierra exuberante y maravillosa se convirtió en una sala de estudio,


y sus las clases en unas fiestas o en auténticas exploraciones. Lo único que
lamentaba no saber cantar y no acompañar con la guitarra. Pero su amiga
francesa lo hacía por ella y cantaba por todos.

Era un grupo muy feliz y sumamente unido. Muchos franceses eran “pie
noir”, o sea de origen argelino.

Iban a la selva los fines de semana a una finca de uno de ellos. No podía
dejar de pensar que Arturito había venido de por ahí, quien sabe de qué árbol
le cazaron. El pobre nunca soñaría que de esa selva iba a acabar en Buenos
Aires, o en la gran Babilonia.

Era un sitio mágico por la compañía y el entorno tan exuberante.

Por la noche, organizaban “lunadas” mientras uno rasgaba las cuerdas de


una guitarra, los otros cantaban o charlaban a la lumbre de una hoguera con
la plateada luna alumbrándoles siempre.

Alejandro iba con ella, pero sus celos en vez de amainar parecían ir en
aumento día a día. Le amargaba todas las veladas con sus infantiles escenas
de celos, pero era consciente estaba casada y debía ser así. De todos modos
lo pasaban maravilloso. Por el día iban a recorrer la selva. Recuerda que
una vez intentó sacar una foto a una india, le dijo que no, que le robaba el
alma, lo solucionaron enseguida, si con la cámara se la quitaba, con el dinero
la recuperaba enseguida. Le recordaba a las cholitas. Pero a estas no pudo
convencerlas.
202

Su padre la ponía de guardiana de su hermana. Pero ella era muy inteligente


y conseguía enredarla y hacía la rabona o sea faltaba a clase y empleaba su
tiempo en irse al club Shalom, le encantaba estar charlando con las amigas
tumbada al sol, y no asfixiada en un aula, y ella como en su fondo la
comprendía, la alcahueteaba, y tenía que urdir mentiras nuevas e inventar
excusas increíbles. La directora la llamaba y pedía hablar con su padre, pero
ella decía que su padre estaba muy ocupado, e iba en su lugar. Así logro
engañarlas e impedir que la expulsasen, hasta que un día ya se le agotaron
todas las excusas, o se agotó su imaginación para inventarlas.

Compartían con su hermana un coche y ella nunca venía a la hora. Hasta que
con su primer sueldo compró a plazos un Renault 4, que le pareció el coche
más hermoso del mundo.

Ese día regresaban de la Selva. Parten en caravana todos juntos cuando el


sol se acercaba a su zenit, después de compartir una velada maravillosa

Iban por la carretera, que llaman de la muerte, jalonada de cruces que


recordaban seres queridos que dejaron sus vidas en esa carretera. Detrás de
ellos iban unos amigos franceses. Comenzó a caer una fina lluvia. Iban
ellos bajando por esas carreteras de ripio, a su derecha la ladera de escarpadas
rocas y a su izquierda el precipicio. Cuando ve un autobús venir a
contramano en una curva, esto era común, los que subían tenían tanto miedo
de acercarse al precipicio que preferían acercarse a la montaña. Ellos iban
bajando y se encuentran de frente con la muerte, el autobús no se desvía,
sigue de frente. Ella lo intenta pero su coche pierde equilibrio y comienza a
girar como un trompo enloquecido.

En ese momento recuerda que le asaltó la pregunta de que decidir, solo tenía
dos opciones, o ir contra la roca o precipitarse al vacío, y se dijo a si misma:
“prefiero el precipicio porque tardo más en morir”. En el momento de
aceptar su muerte le embargó una paz infinita, y una sensación de inmensa
libertad. No bien hace el gesto de girar el volante hacia el vacío, vio desde
lejos sus manos paralizadas, intentó moverlas pero le fue imposible, parecían
las de una estatua. El volante seguía girando como enloquecido pero ella ya
no era dueña de sus manos.

Comenzó a ver una película de su vida, pero en esas escenas no existía ni el


bien ni el mal, lo único que le angustiaba era todo eso que pudo hacer y no
hizo. El dolor y la angustia era por esa palabra no dicha, ese tiempo perdido,
203

esa caricia no dada, y todo eso que sintió su corazón y su mente se lo impidió
hacer, era una sensación inenarrable. Estaba absorta deleitándose con esa
película maravillosa, quería ver el final, estaba tan entusiasmada, pero la
película no acababa y la angustia crecía, hasta que de repente siente una
mano que le toca el brazo y le dice “eres un as al volante” ¿Un as? ¡Si no
había hecho nada! Solo se había abandonado a su suerte después de decidir
qué tipo de muerte prefería.

No estaba segura si estaba en el cielo o en la tierra, si estaba despierta o


soñando, se restriega los ojos por las dudas. Luego vinieron sus amigos que
estaban justo detrás, y que sin ser especialmente religiosos no pararon de
rezar. Le decían cuántos aves marías y padres nuestros les había dado tiempo
a recitar.

Recuerda no viajaba sola y mira a su acompañante asombrada. Estaba a su


lado petrificado y mudo, y seguía sin hablar como una esfinge a quien le han
sellado los labios. Después de un largo e interminable silencio le pregunta
¿Alejandro que viste? Y por sola respuesta le dice “lo mismo que tu” Nunca
le dio más explicaciones, ni nunca se las llegaría a dar. Le extrañó su silencio,
seguro antes del accidente estarían discutiendo como era lo habitual. Lo
cierto es que desde entonces jamás volverían a discutir

Salen del coche tímidamente, sin dar crédito aun a lo ocurrido, sin estar muy
seguros de estar en este mundo o en el otro. Ven que en medio de esa ladera
de rocas rojas, había un hueco, un pequeño trozo de tierra removida (quizá
fuese que acababan de remover las piedra para desencajar un coche, y se
percata que enfrente había una cruz con flores frescas) El coche estaba
intacto. Nadie salía de su asombro, regresaron conduciendo hasta casa sin
dirigirse una sola palabra. Era como si un inmenso silencio se hubiese
instalado entre ellos, y les separaba como una barrera invisible. Este
silencio como una hiedra iría creciendo cada día más.

Otra vez sentía las fuerzas del cielo actuar en su vida. Era prácticamente
imposible no solo salvarse, sino hacerlo sin un rasguño, sin dañar siquiera
ese coche que con tanto sacrificio había comprado. El reguero de cruces en
su camino que bordeaban al precipicio se lo corroboraban. Si eso no puede
considerarse como un milagro ¿Qué es entonces un milagro?
204

Pero ahora desde arriba le decían que todavía no podía irse porque como
le mostraron en esa película, todavía le quedaba aún mucho por hacer y más
aún por aprender hasta llegar al último acto.

A los días siguientes Alejandro, que seguía encerrado en su mutismo, lo


rompe para comunicarle su intención de ir a Bolivia donde iba a trabajar en
las empresas de su padre. Ella supuestamente iría detrás mientras él se
instalaba. Le dio su maleta con todos los recuerdos, entre ellos viejas fotos,
de todos modos se volverían a encontrar en corto tiempo, no era un adiós
sino un hasta luego. Y le despidió en el aeropuerto, convencida que pronto
se reencontrarían.

Su padre no le decía nada. No le gustaba Alejandro por su antisemitismo


que no ocultaba. Pero no quería influir en su hija, respetaba su elección. Un
día se acerca a su cuarto y le pregunta ¿Qué piensas hacer? Ella sin
comprender la pregunta, con toda naturalidad le responde: “esperarle e ir
juntos cuando me vuelva a buscar o ir cuando me llame.”

En ese momento, debido a su educación, se le hacía imposible plantearse un


divorcio, este ni entraba en su cabeza. Su padre, sin decir nada le sugiere:
“muy bien hija. Pero por qué no vas mientras tanto a Inglaterra, a un colegio
de idiomas a perfeccionarlo. Así no pierdes tu tiempo”. Y cuando dijo que
iba a pensarlo, él no pierde su tiempo y organiza un precioso viaje a una
ciudad de Inglaterra cerca del mar, Bournemouth, viaje tan fabuloso y bien
montado que resultaba prácticamente imposible resistirse. Además esa
espera se le estaba haciendo demasiado larga.

Acabaron sus tiempos en el Liceo, sus clases de equitación, las estancias con
su hermana y prepara ese viaje.

Así es como deja esa tierra tropical y se va a una isla lejana y brumosa.

Está varios meses en un prestigioso colegio y regresa. No solo perfeccionó


su inglés sino que vivió experiencias únicas, y entabló una amistad que sería
clave, y decisiva en su vida.

De Alejandro no supo nada, ni volvería a saber nada. No le llegan cartas y


tampoco regresa a buscarla. En su vida sería otro misterio más que quedaría
sin resolver. Después de su periplo en Inglaterra regresa a Cali. Sigue sin
noticias de Alejandro. El tiempo va pasando y parecía irlos separando cada
vez más. Su recuerdo se iría desvaneciendo poco a poco en la distancia pero
205

nunca en el olvido. La experiencia que vivieron juntos les marcaría con su


huella imborrable.

Ahora da clases de equitación a niños, y entrena caballos para salto, que


habían abandonado porque se negaban a saltar.

Su preferido era uno que nadie podía montarle. Su dueña le tenía miedo.
Cada vez que intentaba saltar con él la tiraba al suelo.

Distinguido, que se llamaba así, tuvo un accidente en una de las vallas y


como dueño se cayó y no lo volvió a montar, guardó siempre un trauma.
En salto, es muy importante cuando se tropieza en una valla volver a montar
aunque sus patas sangren, esto impide que ese obstáculo o esa experiencia
negativa se graben para siempre en su memoria.

Lo intentaron los carabineros pero no pudieron con él. Así que se lo


entregaron convencidos que ella tampoco podría. Si ellos no podían, nadie
podría. Claro que el valor de un caballo de salto baja si este se niega a saltar.
Como había un concurso, se puso a entrenarle y se propuso lograr que
Distinguido superase su trauma.

Recuerda que un día, estaba su padre mirándola orgulloso, y tenía que saltar
la última valla, el muro vertical, el mismo que Distinguido siempre se negaba
a saltar. En salto es el más difícil porque el caballo pierde la visión de lo que
hay del otro lado, tiene que confiar ciegamente en su jinete. Por el contrario
las puertas, las vallas paralelas, cruzadas o combinadas con setos, aunque
parezcan más aparatosas para ella no eran tan temibles.

Se acerca a su padre y le confiesa “papá, tengo miedo” Y su padre le dice


“no te preocupes, yo soy médico y si te caes te llevo enseguida a urgencias”
Le hizo tanta gracia esta reflexión que saltó con tanta determinación que
logro superar el mayor obstáculo y Distinguido logro superar y olvidar su
miedo. Su determinación era tal que ambos confiaron ciegamente el uno en
el otro y ya no existió más muro infranqueable.

Siempre le enseñaron que los animales sienten nuestro miedo, que si no pasa
la valla es culpa del jinete.

Había un compañero suyo que volaba por los aires y retomaba la montura
del otro lado, tal era la confianza del uno en el otro. Para ella fue un gran
206

trabajo de superación personal. Distinguido recobró su valor, y ella


recobraría su libertad.

Su padre tenía razón, prefería la muerte a no vencer el miedo. Sabía cómo


el miedo encadena, y de él surgen todos los sentimientos negativos, nos
vuelve débiles y altamente manipulables.

Una vez un general le pregunta a otro: “General, ¿me tiene miedo? “Y le


responde “a ti no, tengo miedo a tu miedo”. Y desde entonces ya no tuvo
miedo a nada ni a nadie, o intentó dominarlo.

Tímidamente al principio, pero poco a poco fue trabando nuevas amistades.


Una de ellos fue un amigo especial que conoció practicando judo. Como
siempre le atrajo ese dolor que percibía en su mirada. Este luego le contaría
que había perdido a su novia y que participo en la cirugía, tuvo que abrirla
en canal y era algo que no podía olvidar. Todavía estaba bajo los efectos de
ese trauma.

En Colombia y quizá en otras partes de Latinoamérica, los médicos


comienzan sus prácticas mucho antes de acabar su carrera. Por eso cuando
salen tienen tanta experiencia. A sus universidades acuden estudiantes de
todo el mundo para seguir sus carreras allí. Poder practicar en pacientes vivos
antes de recibirse de médicos, era una posibilidad que sus países no les era
permitido ni siquiera soñar. Iniciaron una amistad, ella también quería
olvidar. Alejandro ya era un fantasma difuso.

Fue tan inesperada su partida y tan obstinado su silencio que la respuesta que
en su momento le resultó tan natural se convertiría en una acuciante pregunta
¿Qué fue lo que vio en realidad?, y no hay nada peor que un enigma sin
resolver.

Su amistad se reducía a ir a una finca a las afueras, donde había una cascada
que se despeñaba en hebras de plata, hasta ir a morir a un lago de agua
siempre fresca y cristalina. Su padre tenía minas de carbón, y esta era una
de ellas.

Ahí comenzaron a estudiar juntos, a leer libros en voz alta, algo muy habitual
en la juventud de entonces que como no tenían PlayStation, ni internet
compartían actividades al aire libre y disfrutaban su ocio junto a sus autores
favoritos. Era un modo de compartir e intercambiar ideas.
207

A esa edad para ellos leer no era solo una aventura, sino también un viaje
iniciático. Subían en alguno de esos barcos, y después de una azarosa
travesía despeñándose por la cascada de palabras, intentando no perderse en
cada recodo o de no dejarse arrastrar en los rápidos o los remolinos, a veces
si a veces no, llegaban a un dulce remanso para atracar en una isla desierta
donde oían una tenue vocecita que les decía “mis queridos lectores, si es que
aún me queda alguno”, y se sentían ser de cierto modo los únicos
supervivientes. Le tocaba esperar el próximo barco que viniesen a
rescatarles.

Por eso a veces le gustaba partir acompañada, es por eso que compartía
lectura con sus amigos. Había oído un proverbio africano que dice: “si
quieres ir pronto, ve solo. Si quieres llegar lejos ve acompañado “y como
ella quería llegar lejos le gustaba ir acompañada. Las lecturas ya no eran
encuentros solitarios sino que se convertían en largos viajes compartidos

Es así como la Peste de Camus lo leyó tantas veces y con tantos amigos, y
las veladas los fines de semana se extendían hasta el amanecer. Entre esa
paz, esa quietud, todas las inquietudes y las preocupaciones parecían
disiparse

Iniciaba sus prácticas de psicología pero antes cada uno tenía que hacerse
un autoanálisis junto a otro compañero. Ella que tanta experiencia tenía en
el tema, que tanto le apasionaba, se ofrece a ser ese otro. Ya estaban
acostumbrados a leer juntos y a estudiar alguna que otra materia. Además
ella venía de la capital del psicoanálisis donde hasta los animales o las
plantas son pacientes, y cualquiera en la calle, o en los cafés imparte clases.

Llega el día de la práctica y nunca olvidará ese día. Sus amigos, jóvenes
estudiantes de medicina, se ponen todos de acuerdo para hacerla pasar por
una médica argentina. Era un secreto compartido entre todos, y aunque
habían practicado muy bien antes, cuando traspasaron las puertas del
psiquiátrico, todos sintieron mariposas en el estómago. Si eran pillados en
la mentira, no solo ella quedaba mal, sino todos. El más valiente, o más hábil
en mentir, la presenta, y se monta toda una historia, tan bien montada y
aderezada que se la creyeron todos, hasta ellos mismos.

Le enseñan a la paciente que les tocaba, una mujer. No se podían acercar a


ella. Estaba en una celda de aislamiento, con las paredes y el suelo acolchado
para que no se hiciese daño, ni tampoco hiciese daño a nadie, descalza,
208

vestida con una túnica blanca salpicada con manchas de sangre, acurrucada
en un rincón, mordiéndose las uñas y al parecer aterrada.

La miran y le hablan por la pequeña mirilla de esa puerta blindada que se


les asemejaba a la de una cámara frigorífico. Al darse cuenta la están
observando, se abalanza hacia la puerta enloquecida como un animal rabioso,
por suerte estaba cerrada. Su amigo la mira espantado. Parecía no solo
agresiva con su entorno sino hacia ella misma, capaz de autolesionarse. La
tenían que sacar de esa celda pero no imaginaba como podría granjear su
confianza. Le pidió a ella, que aunque también le parecía imposible,
prometió intentarlo por su amigo, y así tras un largo camino de paciencia
lograron su confianza, y la sacaron del encierro para lograr que la misma
paciente colaborase.

Su amigo comenzó a hacerle preguntas pero se cerraba en banda. Ella lo


intentó y poco a poco se fue abriendo. Quizá confiase más en ella
simplemente por su calidad de mujer o por su estatus de médica al que sus
amigos la habían ascendido, pero sea lo que fuese, el témpano de hielo que
les separaba se fue derritiendo poco a poco y la relación de paciente-medico
paso a la de amistad. Algo que sabían no estaba bien visto en ese rubro.
Gracias a su ayuda pudieron realizar un buen diagnóstico. Al parecer su
esquizofrenia se desencadenó cuando se unió a una secta religiosa y tenía un
trasfondo de búsqueda metafísica, quizá la drogaron, no recuerda. Pero la
gran mayoría de las esquizofrenias tenían su origen en drogas o alcohol, así
que no les sonó nada raro. Con todos estos datos su amigo pudo elaborar su
tratamiento y darle un diagnóstico correcto.

El psiquiátrico era un sitio paradisiaco en la cima de la montaña. Los locos


se habían acostumbrado a ella y ella a ellos. Mientras sus amigos trabajaban,
para no aburrirse se iba con los locos. No solo sabía escucharles y seguirles
la corriente sino que también jugaba al dominó o a las cartas.

Había uno en especial que le advirtieron que podía ser peligroso. Ella
haciendo caso omiso seguía hablando, o mejor dicho escuchándolo como a
cualquier otro. Hasta que un día le encierra contra una esquina. Sus amigos
se asustaron y vinieron todos en su socorro pero no fue necesario. Este la
dejó partir, probablemente al ver que no reaccionaba como casi todo el
mundo, no le manifestaba ni miedo o rechazo, quedó totalmente
descolocado.
209

Esto le abrió los ojos, se dio cuenta que estaba poniendo en peligro a todo
el grupo, y si seguía así la encerrarían y terminaría formando parte del
elenco. De modo que fue espaciando las visitas hasta dejar de ir. El periodo
de prueba ya se estaba acabando para todos, casi todos habían acabado sus
estudios. Ellos siguieron viendo a la su paciente a la que tenían inmenso
cariño. Pero por su parte esta había creado lazos de dependencia que tenían
que ir soltando, entendieron el por qué de tantas advertencias de los
especialistas. Tuvieron que hacerle comprender, poco a poco, que ella ya
había acabado su tratamiento, y que de ahora en adelante no necesitaría
muletillas ni bastón, que ya había roto sus cadenas, que era libre, libre como
el viento para correr y respirar el aire puro. Que no tenía que sentirse obligada
ni agradecida, ellos tan solo habían hecho su trabajo, y gracias a ella la tesis
fue una de las mejores cualificadas.

Le costó, tal era su agradecimiento, pero por fin comprendió que ya no


necesitaba a nadie y que estaba totalmente curada.

Su amigo soñaba con ser neurocirujano, decía que le atraía porque era una
ciencia aún en pañales con mucho para descubrir y avanzar. Un día bajan
del club Shalom por una carretera desierta. En su camino encuentran un
chico junto a su moto llorando desolado y su novia en el suelo había
comenzado a entrar en convulsiones. Iban a seguir de largo, pero su amigo
la detiene: “Para! Está entrando en coma. Si no la salvamos va a morir. No
hay un minuto que perder. Tenemos que llevarla urgentemente a un
hospital”.

Era una locura porque tocar a cualquier accidentado era peligroso, y estaba
prohibido hacerlo si no se era una persona autorizada. Además de no poder
probar como había sido el accidente podían inculparles. ¿Y si se nos moría
en el trayecto? Pero esa solitaria y apartada carretera era muy poco
transitada. Difícilmente alguien les encontraría, y de pedir socorro, una
ambulancia tardaría mucho en venir.

Lo piensan pero él le dice “Se todo lo que estás pensando, lo sé, correremos
el riesgo de ir a la cárcel, pero si yo no la salvo no tendría el valor de mirarme
a la cara y mucho menos la de ser médico”

Lo comprendió perfectamente, no podían abandonarla en esa desolada


carretera sin sentirse unos asesinos, la cogieron con cuidado, la subieron al
coche, no cesaba de vomitar y seguía en convulsiones. Subieron al coche
210

todos, y sin mediar palabra fueron a toda velocidad al Hospital, su amigo iba
en el asiento trasero intentando mantener sus constantes y evitar que entrase
en coma, y el chico a su lado no paraba de llorar angustiado.

Al llegar la internaron de urgencia y enseguida les vino a detener la policía.


Ya se veían en la cárcel por años, pero por suerte el novio declaró y relató
cómo fue el accidente y atestiguó que ellos no tuvieron nada que ver con el
accidente, solamente la habían socorrido. Les dejaron partir. Estuvieron
pendientes de ella, y supieron que se salvó. Se sintieron aliviados y felices.
“Quien salva la vida de una persona salva a toda la humanidad”, ellos sin
medir el peligro ni las consecuencias habían salvado a una.

Entre sus recuerdos están sus estancias en Cartagena con su hermana y


amigos. Se divertían levantando barriletes en la playa. Un día se encontraron
con Julio Iglesias, corrió a saludarles, estaba muy agradecido que su padre le
había operado en un accidente que tuvo en el escenario sin dejarle ninguna
huella. Les invitó a tomar algo y regaló cantidad de discos. En ese entonces
eran de pasta.

Todo eran hermosos recuerdos, el Caribe era surrealista por el color de sus
aguas, no parecían pertenecer al mundo terrenal, Sin embargo todos los
océanos son iguales y las aguas tienden al color verde, lo único que los hace
diferente es su profundidad y la luz del sol. Ese tono tan mágico de las aguas
del Caribe no dependen del océano sino del fondo de arena y plancton o
sedimentos marinos que reflejan las aguas, las aguas cálidas y poco
profundas son de ese mágico verdeazulado o azul turquesa, en cambio las
aguas profundas y frías son oscuras porque no dejan que la luz se filtre e
ilumine el fondo.

También su sabor salado dependía de los ríos que diesen al mar, o la cantidad
de lluvias, es por eso que el océano Pacifico era mucho menos salado que el
Atlántico. Había visto cantidad de fotos en internet que mostraban la
diferencia del color de sus aguas, los internautas nos quieren hacer creer que
el agua de los dos océanos grandes no se mezclan, pero es ficticio, solo
creíble gracias a absurdos convencionalismos humanos que basan todo en
una simple nomenclatura, creen que al cambiar un nombre cambia todo, pero
los océanos no solo son iguales, no solo se juntan sino que son inseparables,
y ambos confluyen en el mar austral
211

Tenía ganas de decirle eso a su profesora, que los océanos no solo tienen el
mismo nombre sino que son iguales. Y que no merecía ese despiadado e
injusto 1 que le puso, que le hizo detestar hasta la geografía.

Le costaba creer que sus indios de esa maravillosa costa fuesen caníbales, y
que fuesen los mismos que llegaron al fuerte Navidad y devoraron a todos
los habitantes que quedaron del viaje de Colón. Este al regresar y ver a todo
su campamento muerto por los indios, pensó eran los nativos de la isla y
tomó venganza contra ellos, que eran igual de víctimas que ellos.

Los pobres indios intentaron explicarle que vinieron caníbales del mar, los
españoles no le creyeron. Este fue el primer malentendido o desencuentre
entre las dos culturas a causa de una malinterpretación... Parece que aún Haití
y República dominicana no hubiese podido superar la sombra de su
atribulado pasado, en cambio en el Caribe solo quedan los voraces tiburones
rondando por sus costas.
212

CAPITULO 23

CALIFORNIA LA TIERRA DE LECHE Y MIEL

Repentinamente expresa a su padre su intención de ir a Chicago. Le habían


ofrecido un trabajo en una compañía petrolera.

Su padre que nunca se oponía en nada y siempre la ayudaba a cumplir sus


sueños le dice “A EEUU es el único sitio que no quiero que vayas. A mí me
han retirado la visa y no podría visitarte. Si vas tienes que pagarte tú el viaje.
Además esa gente que te invitó no me inspira confianza, y no quiero sentirme
responsable de tus errores”. E intenta hacerla desistir, pero imposible, la
decisión ya estaba tomada.

En pocos días estaba organizando su viaje. El dinero no era problema, vendió


a Distinguido, ya tenía mucha ofertas y con ese dinero compró su pasaje.
Otro destino la esperaba.

Llegó a Chicago. Entendió por qué la llamaban la ciudad del viento. Este no
paraba un segundo de hacerse remarcar, soplaba enfurecido como un
endemoniado, le parecía estar en tierra del fuego. Hasta se podía apoyar en
el cómo en un muro. Un poco es agradable, parece insuflar vida a la escena
y a los paisajes, pero cuando no para, es como los columpios que empiezan
siendo una diversión y terminan produciendo nauseas.

Todo estuvo genial, era una gran empresa como en las películas de Dallas,
que se dedicaba a extraer petróleo y vender participaciones. Vestía de
cowboy con grandes y aparatosos sombreros de fieltro tipo Marlboro,
cinturones anchos de piel y botas de cuero. La trataban como a una reina y
no como a una forastera. Todo iba sobre ruedas, y transcurría como en un
cuento de hadas, hasta el día que ella se dio cuenta que la empresa estaba
vendiendo participaciones en extracción de pozos donde sabían muy bien de
antemano que no había petróleo. Le explican que venden la ilusión, una
participación de 1000 dólares podía multiplicar 10 veces su valor... era una
apuesta 50% o mitad y mitad de posibilidades no simplemente de ganar sino
multiplicar con creces inversión. Y a los americanos a los que les gusta
apostar, apuestan sobre sus equipos de futbol, les atraía tentar a la suerte.
Todo eso le parecía muy bien, lo que no le parecía bien era que vendiesen
acciones donde sabían no había petróleo. Era vender una quimera, y en su
213

diccionario estafar. Claro que, cuando se dieron cuenta, que ella ya se había
dado cuenta, se acabó su trabajo y tuvo que huir. Eran muy poderosos pero
no quería decirle nada a su padre que había tenido razón. No tendría que
haber venido. No eran gente de fiar. Les había conocido en Cali cuando
venían a las corridas de toros y eran clientes de su padre, y ella una
imprudente, creyó en sus promesas y se marchó sin conocerles de nada. Se
lo merecía por ingenua.

Así que tras muchas peripecias huye a California tierra que solo conocía por
las películas de Hollywood y Disneylandia. Le decía que no fuese que era
una tierra de locos y pervertidos, y hacían un juego de palabras con los
términos bíblicos pero otra vez se va desoyendo todos los sabios consejos.
Ella solo pensaba en el buen clima, el mar, el sol, la playa y la libertad. En
su cabeza había demasiadas películas.

Ahí vivió veinte mil peripecias que comenzaron en una casa donde fue a
pedir trabajo.

La señora enseguida la contrata y le enseña su cuarto, una soleada y preciosa


habitación con grandes ventanales que daban sobre un jardín con una tele en
su cuarto. Estaba en la gloria, le parecía pisar el paraíso y no la tierra. Nunca
pensó que conseguir trabajo en California sería tan fácil. Al día siguiente,
les presenta a los otros integrantes de la casa y le da una lista de sus tareas.

La lee de arriba abajo, y como sabía ni por dónde empezar, decide ir


haciéndolo por orden, nunca se imaginó que un día daba para tanto. Se
consuela pensando que no parece complicado, era una casa moderna y todo
supuestamente lo hacían las maquinas. Hace lo mejor que puede todo, y en
el estricto orden que venía apuntado, cuando llega su jefa mira los platos y
le pregunta ¿los has lavado? Asombrada le contesta: “claro, los puse en el
lavaplatos. Quizá fuese que su lavaplatos no funcionaba correctamente”,
replica a guisa de explicación porque la verdad al mirarlos más
detenidamente se dio cuenta que no estaban tan limpios que digamos. Ella
lo abre para cerciorarse y le pregunta ¿has puesto detergente? La mira
anonada, primera noticia que tenía que la maquina necesitaba que le pusiese
jabón, no era tan autosuficiente como ella creía. Ya no podía más seguirle
echando la culpa al lavaplatos. Esta montó en cólera, segura de que le estaba
tomando el pelo, pero ella la tranquiliza diciendo que no va a ocurrir más.
214

Al día siguiente en la lista, como añadido, estaba poner la lavadora. Ella la


puso, y se fue a seguir sus tareas. Esta vez, por las dudas, se cercioró de echar
bien de jabón, no vaya a ser que le pasase lo mismo que con el lavaplatos, y
tan bien, o tanto le echó que los vecinos corren en su ayuda. Al principio,
tan entretenida estaba en sus otros quehaceres que no entendió como sabían
que tenía un problema, que hasta ella misma ignoraba. Le dicen que habían
visto despavoridos el agua llena de espuma llegar hasta su jardín. Fue
entonces donde miró también y se dio cuenta de la que había montado.

El vecino se pone a solucionar el percance, hasta las tuberías estaban


taponadas, y el agua mezclada de espuma salía por todos lados no solo del
infernal aparato que si le costó ponerlo a funcionar, ahora no sabía bien ni
como pararlo.

Siempre había escuchado que a los amigos los da Dios pero que a los vecinos
los da el diablo, pero a estos ángeles se los había enviado Dios, no le cabía
la menor duda. Si no hubiese sido por ellos no sabe que hubiese sido de su
vida. Su jefa la habría matado y esta vez con razón. Pero creyendo haber
aprendido la lección del detergente ahora tenía que aprender que al Jabón
hay que dosificarlo no echarlo a bulto como hizo ella, y también aprendió
que las máquinas reemplazan al hombre pero no le superan en inteligencia.
Ni una máquina puede crear otra máquina.

Aspiraba el comedor cuidadosamente y los perros como si estuviesen


esperando que acabe, no bien hacerlo, iba los dos compinches corriendo a
echarse en la alfombra llenando todo de pelos. Ella no entendía por qué los
dos canes estaban absortos observándola. Parecía que lo hacían aposta.

La niña traía sus amigas a casa y se divertían manchando lo que ella acababa
de limpiar. Luego se dio cuenta que no tenía que seguir el orden literal de la
lista, sino usar su sentido común. Entre sus tareas de la casa estaba la de dar
clases de español a la niña y ayudarla en sus tareas escolares, que era lo
único que se le daba bien y hacía con gusto. Ella a su manera la quería y le
daba pena tuviese esos padres tan exigentes, que parecía no contentarse con
nada.

Su jefa le iba dando cada vez tareas más imposibles de realizar, ya se había
dado cuenta que ni planchar sabía, y ella contaba los días en el almanaque
para que se acabe ese interminable mes. Su único consuelo era hablar con
215

ese amigo español que había conocido en Londres. El por lo menos le


escuchaba y podía desahogarse y contar todas sus cuitas y miserias.

Hasta los perros se reían de ella. Habían tomado la costumbre de escaparse


por esas montañas y retozar libres y felices por esos montes llenos de robles,
entre lirios y azucenas. El pueblo se llamaba justamente los mil robles. Ella
les comprendía, en su lugar hubiese hecho lo mismo. Cuando se daban cuenta
de su ausencia la acusaban a ella. Aunque protestaba, pataleaba y les decía
que les había encerrado bien, ellos insistían que era su responsabilidad
cuidarlos. No comprendía como podían escaparse, y lo descubrió porque,
lo que al principio comenzó siendo un disimulado pozo acabo siendo un
descarado túnel. Daba lo mismo, sus dueños seguían haciéndola a ella
responsable como lo era de todo lo que pasaba en la casa, ya no había nada
desplazado o roto que no fuese culpa suya. Le acusaban hasta de lo que
ocurriría la semana siguiente. No era muy difícil adivinar que su jefa quería
deshacerse de ella y para hacerlo la agobiaba de tareas imposibles. Antes la
invitaban a su mesa, ahora ya solo le dejaba para comer nueces, cacahuetes,
y otros frutos secos. Un día le dice de donde saco esa costumbre de
contestarle a todo, le dijo que era argentina. Su desilusión llegó al límite,
ella la tomó convencida de que era mejicana, por lo visto saben hacer lo que
nosotros nunca aprendimos: callarse, y la pobre mujer ya no sabía cómo
invitarla a dejar esa casa y la verdad lo intentaba por todos los medios a su
alcance. Ella que lo podía intuir, un día encontró la oportunidad perfecta.
La mandaron a buscar los canes y ella se plantó y dijo: vaya a buscarlos Ud.
Y así acabo su aventura. Le pagaron rápido, cogió sus bártulos y marchó.
Todos quedaron contentos. Esta fue la despedida menos triste de su vida.
Fue la primera partida que no lloró nadie, ni siquiera ella.

Fue cambiando de trabajo, y poco a poco se dio cuenta que lo difícil no era
conseguirlos sino conservarlos.

Entró a trabajar en un estudio fotográfico. Era la primera tienda de revelado


en una hora, toda una novedad. Nadie podía creer que sus fotos se pudiesen
ver en tan sola una hora. En ese entonces todo era manual. Tenía que
corregir la luz en la toma nocturna, y compensar con filtros los colores, era
toda una obra de arte. Venían de sus viajes y le daban sus rollos con una
ilusión tremenda. No comprendía tanta impaciencia, parecía que no podía
esperar ver sus fotos, así que todos trabajaban a un ritmo frenético.
216

Lo más difícil era tener que decir que sus fotos no habían salido. Muchos sin
querer les salían veladas. Lo más triste fue cuando a unos viejitos, que
habían ahorrado toda su vida para realizar ese viaje tan soñado, vinieron a
recoger sus fotos, y les tuvo que decir que sus remembranzas no quedaban
nada, había sacado preciosas fotos pero habían colocado mal el rollo en la
cámara. Los únicos recuerdos serían esos que estaban grabados en sus
retinas. Pero muchos, pensando recuperarlos en papel no conservaban nada.
Es como eso que apuntan todo en una agenda y luego la extravían. No podían
creer que era verdad. Nunca olvidará el rostro de tristeza y decepción de esos
pobres viejitos que vieron que esos dulces momentos con los que esperaban
impresionar a sus familiares y amigos, no quedaba nada

Tenía un amigo fotógrafo puertorriqueño. Fue junto a él que descubrió el


arte de la fotografía. Le encantaba aprender.

Un día regresa de un viaje y comparte emocionada su colección de fotos con


su amigo. Ella era una apasionada “amateur” y nunca mejor expresado,
amaba la fotografía. Con una paciencia infinita, era capaz de esperar horas y
horas hasta dar con la luz exacta que resaltase los perfiles de las montañas o
esos maravillosos paisajes. El sol era su cómplice y la naturaleza un enorme
estudio fotográfico.

Su amigo al ver su álbum, queda impresionado, ella nunca supo si fue por la
calidad o la cantidad de fotografías o el entusiasmo con las que se las
exponía al igual que auténticas obras de arte. De pronto le pregunta si alguna
vez pensó en ser fotógrafa profesional. No, la verdad nunca se le pasó por
la mente. Le pregunta por qué lo decía y le explica que tiene un ojo especial
para captar el momento y el ángulo preciso.

Ella pensó que se lo decía conmovido al verla gastar tanto, el revelado de las
fotos eran muy caro en ese entones. Nunca se le ocurrió, ni imagino siquiera
que de algo que era para ella un hobby, pudiese hacer un modo de vida. Pero
aunque no lo fuese el hobby le podía salir más barato. Recordó las palabras
de Confucio “si trabajas y haces lo que te gusta. No trabajarás un solo día de
tu vida” ¿Y quién no sueña en dejar de trabajar?

Cuando era joven jugaba al golf. Su profesor que había sido varias veces
campeón, le enseño el swing con el que acompañaba la pelota con el
movimiento de su brazo, pero aún más importante le decía, es el timing que
según él era el secreto del golf, y de todos los deportes. Para él era un don y
217

estaba firmemente convencido de que ella lo poseía. Pero el que no poseía


era el de la paciencia, al acercarse al hoyo, al que no le costaba mucho llegar
dada su energía, luego daba vueltas por sus bordes sin caer en él, la pelotita
parecía reírse de ella.

Siempre hablaba con su padre y le decía “cuando su hija juegue al golf y no


con el golf, podría llegar bien lejos” Sus pronósticos no se cumplieron. Ella
no llegó a ningún sitio, ni siquiera lo intentó. Se divertía en la cancha que
la veía como un paseo, se pasaba mirando los pajaritos o cuando se aburría
lanzaba la bola bien lejos del terreno de juego para irse, con la excusa de
buscarla, y pensaba que con la fotografía pasaría algo similar. Le divertía y
gustaba demasiado como para tomársela en serio.

Su amigo le vendió su cámara profesional que ya no existe más que de


colección, o está expuesta en algún museo, en ese momento uno de las más
buscadas y costosas del mercado. Aunque al lado de cualquiera cámara
digital de hoy en día esta resultaría ser un auténtico mamotreto, y en especial
esta. Su mirilla estaba en la parte superior, así que no la podía poner detrás
del ojo, y tenía que disparar con perilla y mirar para abajo. Y sus films eran
de un tamaño diferente, 6x6, muy caros y difíciles de conseguir.

Se armó de todo un equipo y se presentó a la entrevista de trabajo disfrazada


de fotógrafa y con un back ground impresionante que incluía hasta safaris
por África. A sus entrevistadores no le impresiono con sus experiencias,
todo eso tenía que demostrarlo en el campo, y por el modo con el que la
miraban, probablemente poco le creyeron y tampoco les importaban estas
mucho. Además en América las empresas buscan otro perfil, no les
impresionan los títulos académicas sino su disposición a desplazarse, su
adaptabilidad y prefieren formarles ellos a su modo, antes que vengan
formados o deformados de otros sitios. Ya le habían dicho que ser over
qualified o sea sobre cualificado, no era ninguna ventaja todo lo contrario.
Pero le había entusiasmado tanto su amigo en ese puesto que no quería
decepcionarle. Encima estos eran iraníes, estaba convencida que tenían más
imaginación que ella, pero estos eran pragmáticos, estaban a vender no ha
dejarse comprar. Enseguida le ofrecen trabajo. Concurre a las clases y
cuando menos lo espera le dan un mapa y las direcciones de las casas donde
la estaban ya esperando. El sueldo era por rollo entregado. Salieran bien o
mal las fotos le pagaban lo mismo. No mucho, la verdad, pero era tan el
deseo de aprender y el privilegio que sentía que se fue a probar suerte.
218

Todos los días venía con sus rollos que por la cara de sus jefes, las fotos no
deberían ser tan buenas como ella creía, porque casi nadie las compraba.

Es que una cosa era la teoría, pero en la práctica los niños se movían
demasiado y más de uno se salía del marco, o quedaban sus caras fuera de
foco, y claro, ningún padre quiere comprar fotos de su bebe sin pies, manos
o cabeza, y mucho menos si este es su primer bebe.

El modus operandi de la empresa era siempre el mismo. Regalaban una foto


como gancho, concertaban citas, iban a la casa, ofrecían la primera foto
gratis y si querían más tenían que pagarlas. Para tentarles le preparaban
preciosos cuadros con sugestivas fotos donde su bebe parecía un ángel caído
del cielo, o un extraterrestre venido de algún otro planeta. Aunque en sus
primeras fotos los pobres niños parecerían engendros caídos del Olimpo. Se
aplicó el dicho “para hacer tortilla primero hay que romper los huevos”, y
ella no los rompía sino también los sacaba del cascarón.

Pero con el tiempo aprendió a dominar esto y sus fotos comenzaban a


venderse muy bien, aunque su sueldo seguía siendo el mismo que al
comienzo. Seguro querían recuperar la pérdida de todos esos rollos y fotos
que fueron a la basura.

Finalmente la competencia le ofrece trabajo. El que llevaba la empresa era


un judío canadiense que le ofrece hacerse socia. Ahí todos los trabajadores
eran socios. Hasta los del laboratorio, unos alemanes. Era el modo de trabajar
de muchas empresas que compartían beneficios y riesgos. Hablo con sus
jefes iraníes pero siguieron inamovibles en su postura. Les explicó que
apenas ganaba para llenar su tanque de gasolina, nunca imagino que Los
Ángeles fuese tan grande ni que la tuviese que recorrer de punta a punta.
Anunció que se iba, la dejaron marchar.

Comenzó una experiencia nueva con nuevos compañeros. Había un chino,


un judío, un japonés, una uruguaya, un canadiense, de todo un poco. Y era
un trabajo sumamente democrático porque iban a las casas tanto de ricos
como de pobres. Podían ser negros de barrios marginados o negros de clase
alta que ostentaban alguna profesión. Los de clase media alta vivían en otro
barrios muy tranquilo con casitas claras, luminosas, muy coquetas y
cuidadas, con paredes color pastel y las reconocía porque todas eran de estilo
1900. Y ellos eran sumamente educados. Pero todos, pobres o ricos, tenían
la manía de untar en aceite a los bebes, y cuando les cogía se escurrían entre
219

sus manos haciéndola temblar de miedo, a uno le tuvo que coger al vuelo y
desde entonces quedó traumada, a pesar de tener un buen seguro no es
agradable estrellar a un niño contra los suelos, y menos negrito, podía traer
el agravante de ser acusada de racismo o xenofobia. Para ella además de una
nueva aventura, era un modo de hacer competencia a sus antiguos socios que
no supieron valorar sus obras de arte.

Al principio confundía chinos y japoneses y al darse cuenta que les


molestaba dejó de confundirlos. Les distinguida desde lejos por el olor de
sus comidas.

Los árabes ricos los reconocía a la legua porque eran los más ostentosos,
tendrían miedo de pasar desapercibidos. Fuera del desierto los seres humanos
ya no destacan tanto ni son tan visibles. Tenían un Porsche, un Mercedes u
otro coche de alta gama pero todos de color negro, a la entrada de sus casas,
como marcando su terreno. Y vivían en las zonas más caras de Beverly Hills.
Ya los había conocido en Londres que se puso de moda los petrodólares.
Inundaban todas las universidades y tenían coches bañados hasta en oro.
Imposible pasar desapercibidos. A ellos tampoco se les pasaban
desapercibidos las rubias inglesas de ojos azules. Ella no se podía imaginar
cómo se podía tener tan mal gusto.

También a veces le tocaba ir a Pasadena, la zona donde estaban todas las


estrellas y famosos. Nunca comprendió por qué, habiendo enclaves tan
maravillosos se iban a esconder en medio del desierto. Era la zona más
desértica, inhóspita e inhabitable de todo el condado. Un día le acompañan
unos amigos argentinos, paran en un parque a hacer un asado y se descalza
para estar más cómoda. Cuando va a buscar sus zapatos estos habían
desaparecido, alguien los había encontrado más útiles. Tuvo que regresar
descalza. Le extrañó que en ningún barrio pobre la habían robado. Tuvo
que venir al de los ricos para que le ocurriese. Entre sus clientes favoritos
estaban los Lakers, a más de uno les hizo fotos de sus hijos y familia. Le
sorprendían por su sencillez y sabiduría. Sus amigos se enfadaban porque
no les había pedido autógrafos, ella no sabía nada de deportes ni ligas, menos
de ídolos y a todos trataba igual. Le encantaba descubrir esos modos de vida
y pensar tan diferente que conformaban el tejido de esa gran ciudad. Nunca
imaginó podía llegar a ser tan variopinto. Se sentía estar en un gran
zoológico humano conociendo y descubriendo todas las distintas especies.
220

Para ella fue mucho más que un trabajo, fue una experiencia única e
irrepetible. Con la excusa de sacar fotos le abrían las puertas de las casas y
llego a descubrir y conocer otras culturas y mentalidades. Muchos la
invitaban a comer, o le preguntaban cosas sobre sus hijos, ella ya se había
vuelto una experta Cuando venía y los veía dormidos, sabía cómo
despertarlos dulcemente, cuando lloraban podía adivinar por qué. No le fue
difícil arrancarles su mejor sonrisa y sacar lo más bello de su interior. Amaba
a esos seres pequeños. Con los caballos aprendió que ellos captan todas
nuestras emociones y las hacen suyas. Así era los niños, si ella venía
nerviosa de la carretera lloraban, en cambio sí estaba feliz y relajada ellos
también. No eran más que un espejo de sus estados anímicos, que le
ayudaron a conocerse más a sí misma, y a saber controlarlos.

A esos pequeños no les podía engañar. Esos ojos que parece no ver nada lo
ven todo, dicen los rabinos que cuando un bebe sonríe es porque ha visto a
un ángel, y a veces les miraba mirar hacia el techo y sonreír. Aunque ella ya
no los veía no le cabía la menor duda de que había seres alados revoloteando
en esa habitación.

En sus tiempos libres le gustaba escaparse a la playa. Estas eran de un tono


inusual para ella, estaban formadas por la erosión de la piedra caliza gris
azulada que se mezclaba con la piedra volcánica verde de las laderas de las
montañas circundantes.

Como iba con sus perros, solo podía concurrir a esas playas llenas de
surfistas. Ahí rompía el bravío Pacifico y llegaba a sus costas en mansas olas
de espuma que morían a sus pies. Pero tenía que tener cuidado donde metía
sus pies que siempre acababan caladitos de brea, y estaba horas para arrancar
eso gelatinoso que no solo sus pies sino que impregnaba sus ropas y zapatos.
Era muy desagradable. Estaba lleno de pozos petroleros, que formaban parte
del paisaje como las palmeras en sus paseos, los molinos de viento en la
Mancha, o los campos de tulipanes en Holanda. Ya desde Chicago se le había
hecho familiares. Los surfistas aprovechaban su presencia para dejarle sus
tablas al cuidado. No entendía como podían confiar en ella, y menopara que
tenían tantas, a ella con una sola ya le habría bastado. Le explicaban la
diferencia entre las olas, pero ellas las miraba y le parecían todas parecidas.
También le enseñaban sobre la importancia de las corrientes y de saberse
llevar. Todo un arte que no entendía, pero le gustaba ver sus acrobacias, y
por supuesto admiraba su valentía. A ella el mar le infundía un respeto
221

profundo. Parecía que así iban por la vida, dejándose llevar sin oponer
resistencia sino galopando sobre las olas. Los veía como jinetes de los
océanos, cabalgando intrépidamente a pie sobre una tabla.

Todos sus amigos eran protestantes. En todas las casas había una Biblia
abierta. Ella la cerraba por costumbre, y se enfadaban. Le decían que la
dejaban abierta para oír la palabra de Dios, y aunque pusiera atentamente su
oído no oía nada. De todos modos las dejaba abierta para no interferir en la
muda conversación. Comenzó a ir a lecturas de la Biblia, Recorrió todas
las iglesias y no concordó con su interpretación tan textual y literal del Texto
Sagrado.

Cuando llego a un punto donde no podía soñar más, porque ya Dios le había
dado todo hasta más de lo que había soñado, cuando ya hablaba el inglés lo
suficientemente bien y sin acento como para hacerse pasar por cualquier
americana, cuando ya ganaba dinero sin tener hijos ni obligaciones comenzó
a preguntarse que seguía haciendo ahí en California. Y desde que comenzó
este cuestionamiento las fuerzas del cielo comenzaron a actuar. ¿Era para eso
para lo que había venido de tan lejos?

Tuvo un sueño. Estaba muriendo y alguien se acerca a preguntarle su


nombre. Ella no puedo contestar, quiso hacerlo y sintió una inmensa
impotencia, no le salía nada, se quedó muda sin poder articular palabra, solo
recordaba que su apellido era extranjero. Luego leyó que los judíos tienen
una leyenda que viene el ángel de la muerte y pregunta tres veces nuestros
nombres. Si no podemos contestar ellos se marchan. Claro que parece una
tontería, pero en ese estado de inconsciencia si no fue quien debía ser, ni
vivió la vida que vino a la tierra a vivir, sino la vida de otro, le pasa como a
ella, que no pudo contestar, y siente en su interior esa impotencia y angustia
inenarrable.

La importancia de los nombres es una tradición muy grande, hasta ese sueño
nunca había podido comprenderlo. Ese sueño o visión le hizo comprender
con dolor que todavía no había resuelto el suyo.

Los judíos creen que todos vienen a encarnar una misión en la tierra, y a ser
ese nombre que les fue asignado, pero muchos solo vienen de vacaciones y
piensan que los viajes no son un medio sino un fin por sí mismo, y van y
vienen de aquí para allá sin saber bien lo que buscan o lo que esperan
222

encontrar. Todas las culturas se movieron en pos de un sueño, o de una


leyenda como la del dorado.

Otro sueño es que estaba esperando en un hospital que la viniesen a degollar.


Se van llevando a todos uno a uno, ya no faltaba ninguno solo ella. Pero no
vienen, parecía que la habían olvidado. Aburrida de esperar va a la oficina a
preguntar. La atiende un señor y le pide sus papeles. Se dice a sí misma
horrorizada: “Dios mío, ¿hasta para morir se necesitan papeles?” Un hondo
escalofrío recorrió todo su cuerpo.

Todo eso y mucho más fueron diciéndole que tenía que ir a resolver sus
problemas. Que todavía no había asumido ni descubierto su identidad. Que
ni siquiera sabía cuál era su verdadero nombre.

Pero aunque sabía que su plazo se había cumplido, que ya había acabado esa
lección en su vida, pensaba que ya no sería capaz de vivir en ningún sitio que
no fuese California.

Se sentía que por fin había encontrado su paraíso en la tierra, no podía


imaginar otro mejor. Miraba sus costas cortadas abruptamente, su belleza tan
singular mezcla de montañas y playa, esos bellos atardeceres, o esos
magníficos atardeceres, y ese pueblo tan alegre, ingenuo y puro que le
parecía imposible poder partir. Ya era parte del paisaje y de su gente. Junto
a ese mar bravío había recobrado su sentimiento ya casi olvidado de
LIBERTAD. Por fin estaba haciendo lo que más le gustaba y hasta le
pagaban por ello.

Un día conduciendo por Sunset Boulevard, la avenida de las estrellas y la


más famosa, siente un fuerte impacto y su coche se voltea. Logra salir sin
entender bien lo que ocurrió. Estaba todavía en shock cuando llama a la
policía, y estos lo primero que le preguntan es si hay sangre. Cuando le
dijo que no, no se dieron ninguna prisa, y mientras les esperaba sus manos
se llenaron de tarjetas de abogados que iban dejando las suyas. Cuando de
repente bajan dos jóvenes trajeados de un lujoso coche negro, se presentan y
le dicen “Hemos visto todo. Coge el mejor abogado de los Ángeles, y dale
nuestros nombres” Al ver su cara de asombro prosiguen “sabemos que te
cuesta creernos, estás en los Ángeles, y aquí nadie tiene tiempo que perder.
Pero no te preocupes, nosotros iremos a juicio por ti” No podía salir de su
asombro, restregaba sus ojos para cerciorarse no eran una visión. En los
Ángeles se dice que si alguien caen en un pozo, los malos le hunden más y
223

los buenos le saltan por encima” Así que no podía creer lo que sus ojos
estaban viendo y sus oídos oyendo, se los restregó fuerte por las dudas.

Lo comenta a sus amigos, sin creer todavía que todo eso fuese cierto. A
pesar de que tenía la tarjeta en las manos, las palabras las podía haber
imaginado. Sus amigos le animan a ir al mejor abogado y así lo hace.
Recuerda un inmenso rascacielos y la oficina en lo alto donde se veía toda la
ciudad a los pies como en una maqueta. Solo le toman los datos, entrega las
tarjetas y le dicen que la van a llamar. No le preguntaron nada, y se fue sin
decir nada. En realidad no había visto nada ni tenía nada que decir. Tan solo
le entrega la tarjeta de esos dos fantasmas.

Estaba lesionada en la espalda, le costaba caminar. Su seguro la envía al


mejor neurocirujano. Le dice que la pueden operar pero no garantizan que
pueda volver a caminar nunca más. Le dan como opción ir a un
quiropráctico, pero no le ofrecen ninguna garantía. En esa época todavía
no era una profesión muy reconocida o aceptada por el cuerpo médico, pero
decide intentarlo. Y poco a poco recupera de sus lesiones y la llaman del
bufete. Le dan un cheque. Le explican que una mujer mexicana, sin papeles
ni permiso de conducir, estaba haciendo prácticas y confundió el pie, cuando
vio el semáforo rojo, se ofuscó y en vez de frenar aceleró cruzándose con
ella en su camino. Le pidió la tarjeta de sus benefactores para agradecerles
su testimonio, pero le dijeron que ellos le habían pedido de no dársela. No
querían que les contacte. Se dio cuenta que como tonta no había guardado
sus nombres, ni se le había ocurrido.

Ahora ya no tenía excusa para no partir. Ya le habían avisado que su tiempo


había llegado a su fin. Ahí no acabaría siendo más que una tumba anónima
más enterrada en una fosa común. Nadie vendría nunca a reclamarla, ni a
llevarle flores, ni siquiera sabrían que ya no estaba en este mundo, ni siquiera
sabría cuál era su verdadero nombre, ni ella misma lo sabía a estas alturas, y
ahora mucho menos, que para no tener que decidir, había tomado la
identidad de una muerta. En un cementerio enterró sus crisis de identidad.

Organizo todo y partió en un vuelo hacia su próximo destino.


224

CAPITULO 24

LA IMPOTENCIA ANTE EL ABSURDO

Su padre como siempre le recibe ilusionado. Comienza una nueva etapa.


Esta vez iba a buscar trabajo con su último oficio, y se ofreció como reportera
gráfica en el más prestigioso periódico de Cali, el diario de Occidente.

Como siempre no le costó entrar, y aquí especialmente, tuvo la gran suerte


que acababan de asesinar al subdirector y a uno de sus empleados, faltaban
periodistas y sobraban vacantes. Así que enseguida la preparan y la tiran al
agua. A ella que venía ávida de aprender, no le enseñan nada, la tiran a la
palestra con su cámara en la mano como única objetivo y única arma. Otra
vez iba sola por el mundo, no le habían hecho una lista como lo hizo su
primera jefa, sino que tenía que buscarse la vida y estar ahí donde hubiese
movimiento o muertes.

Recuerda una vez la envían a cubrir una vendetta donde de la familia no


dejaron vivo ni al canario, corría un rio de sangre y era tanta que se tuvo que
arremangar los pantalones, y sus zapatos blancos quedaron rojos de sangre.
No sabía si sentir asco o rabia, no estaba acostumbrada a ver la muerte tan
descaradamente ni tan de frente, y lo peor era retratar la sorpresa ante la
muerte de esas caras inertes transidas de espanto. No entendía el porqué de
tanto morbo. ¿A quién podían importar esos muertos más que a sus
familiares? Claro que luego no las sacaban en las portadas, ni en sus titulares,
muchas iban a parar a los archivos.

Al principio sintió horror, repulsa, pero lo más horroroso del horror es que
uno se acostumbra a él como nos acostumbramos a todo. A veces conducía
la camioneta del periódico para hacer la repartición, ya no sentía ni los
cadáveres bajo las ruedas de su vehículo, solo sabía que no podía desacelerar
y menos se podía parar si no quería ser otro fiambre más adornando la
carretera.

A veces la mandaban a cubrir fuegos cruzados entre ejército y guerrilla. Le


aconsejaron sacarse la camisa para demostrar era periodista. Al principio,
como siempre, hizo caso omiso a sus advertencias, pero pronto no tardó a
quedarse en cueros, era mejor perder la vergüenza que perderlo todo en una
lucha que no era suya. Al parecer no había otro modo más rápido y
225

expeditivo de demostrar su identidad. Ya bastante había tenido que ver y


aguantar en su país.

También la mandaron a una corrida de toros en Palmira, fue la única y última


vez, y la primera vez que presenció de tan cerca una corrida de toros. Se
perdió en la plaza, la tuvieron que rescatar uno de los trabajadores y llevarla
sana y salva a su casa hasta que viniesen su padre y hermana a rescatarla.

No le impresionó solo la corrida de toros, sino los ojos inyectados de sangre


de los espectadores que presenciaban la escena entusiasmados y entretenidos
como en un circo romano. Ya no sabía para adonde enfocar, encima
coincidió que el torero quedara atrapado entre los cuernos del espantado
animal, parecía un muñeco de trapo. En vez de captar con su obturador este
clímax, se dio vuelta para no mirar y así perdió la mejor foto, no sacó ni esa,
ni ninguna, ese día, o mejor dicho al día siguiente, volvió sin fotos. Pero
con la firme idea de jamás volverse a dejarse embaucar en otra aventura. No
hizo más que un papelón, todos se reían de ella. Más en un país con tan gran
afición a las corridas de toro, acostumbrado al espectáculo de la muerte y la
violencia.

Ella solía compartir desinteresadamente sus fotos con los otros periodistas
de su periódico rival, para ella era natural, no los veía como rivales, sino
como compañeros de trabajo. Estos no comprendían que nadie lo hiciese,
no era lo habitual. Ese día después de la corrida, todos sus amigos periodistas
del otro periódico, al enterarse del percance, vinieron corrieron a darle las
suyas para cubrir el evento, evitando de este modo que pasase un enorme
bochorno. Así ocurre siempre con las cosas que se hacen con amor, siempre
regresan a nosotros multiplicadas del modo, en el momento y la forma más
inesperados.

Por la noche se quedaba hasta altas horas de la madrugada, para revelar sus
fotos. No le resultaba nada extraño ver llegar a esos señores muy serios, con
trajes oscuros que iban a ver lo que se estaba publicando. Le dijeron que
eran del cartel de Cali, y para hacerse respetar la miraban muy fijo a los ojos
como diciéndole que tuviese mucho cuidado con lo que se escribía.
Revisaban concienzudamente todos los titulares, como queriendo dar a
entender que eran todo menos analfabetos.

Con amigos teólogos de la liberación visitaban las cárceles y no tuvo mejor


idea que hacer un reportaje. Había un preso español, que le contaba que
226

estaba ahí porque pusieron drogas en su maleta, y nadie, ni su propio padre


fue capaces de creer en su inocencia. Estaba seguro que lo mismo le pasaría
a ella, y podía llenar un libro de sus aventuras y desventuras, se sentía estar
en el oeste, cada día era un milagro de supervivencia. Cada despertar se
sentía que podía dar gracias al Creador de dejarla abrir los ojos y contemplar
un día más su grandiosa obra. Aunque se lo ofrecían, se negaba a cubrir
eventos con escolta. Esas ruidosas motos le incordiaban además no le
inspiraban ninguna confianza.

Aprendió que las fibras de alma de un ser humano son como las cuerdas del
arpa. Solo los artistas saben arrancar de ellas las más bellas e inusitadas
sinfonías. Algunos saben sacar un arpegio, un concierto, una ópera y otro tan
solo arrancan lamentos o sonidos desafinados, o ni siquiera eso.

En América aprendió el piropo más grande que puede decir un ser humano
a otro: “Tu sacas lo mejor de mí”. (You take out the best of me) Cada vez
que alguien que estimaba se lo decía se sentía emocionada. También
aprendió que no había buenos ni malos, sino seres que a veces hacían cosas
buenas y a veces malas, y que hacía más daño el silencio de los buenos que
la maldad de los malos.

Cuando la enviaban a sacar fotos a un barrio conflictivo, buscaba al ladrón


del barrio que era justamente el que le protegía de los otros. Al dirigirse a él
como si fuese un ser humano toda su humanidad dormida despertaba y no
deseaba más que protegerla.

Y miles de historia que se mezclaban con fotos de fiestas y de la alta


sociedad, totalmente ajena a tanta violencia. Parecía un auténtico carnaval.
Ella los retrataba en la columna, “caras y caretas”, pero se ve que veía más
caretas que cara, cosa que no le acarreaba la simpatía de nadie. Ya le
advirtieron que moderara su pluma, pero para un argentino hacerlo es como
dejarle desplumado. Así que pronto le pidieron que no colabore más con sus
ácidos comentarios, aunque para ella tenían mucho humor, en Colombia el
humor argentino nadie entendía y menos apreciaba. Poco a poco fue dejando
de aportar su pluma a la columna. Prefería dejarla volar por cualquier otro
sitio, de todos modos recortaban la mitad de sus comentarios.

Hasta que un día va a cubrir a la DEA una detención de drogas, pero en vez
de apuntar a los detenidos la apuntaban a ella. Eso le hizo intuir algo así
como una amenaza solapada, sobre todo por esas miradas de resentimiento
227

y odio que le lanzaban. Sin parpadear o dejarse intimidar, les informa que se
equivocaron, y que estaban apuntando al revés. Se da cuenta que la detienen
más de la cuenta y no solo tardaron mucho en devolverle sus documentos,
sino que pudo adivinar cuchicheos y sonrisas entre ellos. Probablemente su
remarca no les había sentado nada bien.

Su padre comenzó a insistir que se tenía que ir, que se había pasado de tinta
o mejor dicho de la raya, y para enmendarlo le pidió que escribiese lo
contrario. Pero mentir se le daba bastante mal, en vez de arreglarlo
probablemente la embarró más. Su padre desesperado seguía insistiendo,
prefería su hija lejos pero viva. Ella comenzaba ya a plantearse si toda esa
lucha suya por la justicia era en realidad útil o era simplemente un
instrumento más del sistema. Ahí era solo espectadora, encima si no las
cortaban tergiversaban todas sus palabras e ideas.

Su periódico a instancias de su padre, la envían a cubrir la vuelta de España


del ciclismo. Y con esta meta a modo de salida otra vez empaca sus maletas
y parte rumbo a lo desconocido.

Extrañaba a sus hombrecitos verdes, a sus valientes compañeros nocturnos


pero ni sabía bien lo que extrañaba, si ellos cuando veían complicada la cosa
se escabullían enseguida. Pero ella sentía, que aunque no estuviesen, desde
sus escondrijos en el fondo de la tierra la seguían protegiendo. ¿Qué harían
sin ella a la noche siguiente? Aunque hace mucho les dejara de ver seguían
en sus recuerdos, y su corazón en lo profundo sabía que ellos nunca la habían
abandonado del todo. Simplemente ella ya no era capaz de verlos.

Es así como llega al aeropuerto de “el Dorado”, lista para embarcar a


Barajas. Por un altoparlante les anuncian que el vuelo había sido detenido
porque encontraron un alijo de drogas en una maleta. Lo que era una simple
escala en Bogotá, terminó siendo una especie de encerrona. Las puertas se
cerraron a cal y canto, solo había una al final que nadie sabía hacia donde
conducía.
Recuerdan esas enormes cristaleras que eran como una jungla de cristal
alrededor suyo, mientras unos perros drogados y temblorosos que sacaban
babas por la boca, comienzan a inspeccionarles minuciosamente uno a uno.
Cuando se le acercan y la olfatean de arriba abajo sintió repulsión y pena por
esos animales maltratados.
228

Por el alto parlante anuncian que van a dar un número de billete. El que
tenga ese número tiene que pasar por la puerta trasera, la única abierta quien
sabe hacia dónde.

Ni mira su billete, sabía perfectamente que en su maleta no encontrarían


nada. Como nadie se dirigía a la puerta comenzaron a mirarse los unos a
otros con enfado e impaciencia, intentando adivinar cuál era el culpable de
ese retraso. Pero nadie se para, y repiten el numero una y otra vez. A la
tercera vez decide mirar su pasaje y ante su espanto descubre que el tan
anunciado número era el suyo.

Sintió un vacío en su interior, y que todo giraba a su alrededor, se levantó


lentamente ante la mirada recriminatoria de todos y se dirigió lentamente
hacia la misteriosa puerta, intentando no dejar traslucir su miedo. La puerta
no daba a ningún sitio, solo tenía una escalera, que comienza a bajar igual
que un condenado a muerte bajaría peldaño a peldaño hacia su cadalso. Ahí
estaba su maleta, había un señor que debía ser el jefe y otros tres apuntándola
con sus rifles. ¿No se daban cuenta que era una simple e indefensa mujer y
no tenía donde escapar? Le pidió ese señor, con tono entre burlón y
autoritario la llave. No quería darle el gusto de dejar traslucir su nerviosismo
pero ya ni las piernas le sostenían, tenía miedo que le traicionaran. Busca
pero sus manos tiemblan y a pesar de buscar no encuentra nada. El con
sonrisa sarcástica abre en dos segundos el candado con una herramienta
especial, y comienza lentamente a revolver en sus maletas sin apartar su
mirada en ella. Se sentía manoseada con ese tanteo, a cada rato se paraba y
la observaba para adivinar su expresión, después de un tiempo que se le hizo
demasiado largo, cuando ya no había más que rebuscar ni por donde
revolver, dice “Bueno, esta vez no encontramos nada. La próxima no se” Y
le clava una mirada asesina y amenazante. La dejan partir. No podía creerlo
y el vuelo reemprende el viaje hacia Madrid. No se atrevía ni a mirar a los
otros pasajeros a la cara, podía sentir sus reproches en el aire que se clavaban
en su cuerpo como cuchillos.

Otra vez las fuerzas del cielo la sacaban de apuro y en esas inmensas alas la
conducía hacia su próximo destino, sana y salva.
229

CAPITULO 25

VIENTO DEL NORTE

“Me embruja el murmullo del río y del monte

Con lluvia de mayo me quiero mojar

Voy a correr como el lobo en la noche

Pretendo sentir toda tu inmensidad

Me guía la luz de un rayo de luna

La clara del alba al amanecer

Me llena de vida toda la hermosura

De esta tierra verde que aprendo a querer

Quiero saltar de la rama de un roble

Gritar tu nombre y echar a volar

Tengo la fuerza del viento del norte

Y esa bravura que viene del mar

Un puño de tierra, de arena o de nieve

Hacen tan pequeño lo poco que soy

Que a veces me alienta y otras me hiere

Yo vengo de ti y no sé dónde voy

Quiero saltar de la rama de un roble


230

Gritar tu nombre y echar a volar

Tengo la fuerza del viento del norte

Y esa bravura que viene del mar

Nando Agüero

Allí la esperaba su gran amigo, el que conoció en su viaje a Inglaterra y


siempre le hablaba de su región del otro lado de la Mancha. Nunca desde
ese entonces dejaron de comunicarse con asiduidad. Fue en la brumosa
Inglaterra la primera vez que su amigo le dibujó esa región en su
imaginación, tan verde como mágica, de valles y cañadas con frondosos
bosques de robles y hayas poblados de elfos y duendes, con montañas con
nieve coronando sus altas cumbres, y siempre le decía que a esa región un
día tenía que ir, con una certeza que se le hacía inexplicable.

En los picos de Europa, en el legendario Monte Vindio se refugiaron las


cántabros seguro que llegarían antes las olas del mar que las armas romanas.
Como los judíos de Massada, en Numancia los cántabros resistieron a las
legiones romanas y prefirieron suicidarse a ser esclavos de ellos. Símbolo
de coraje y resistencia.

Esta región heroica, con fuerte raíces celtas está rodeada por un mar bravío,
con bruscos acantilados, extensas playas de arena dorada, y tierra fértil
bañada por veinte ríos y afluentes, donde nace el Rio Ebro que recorre como
una arteria a todo el país antes de deshacerse en forma de delta en el
Mediterráneo.

Le parecía mentira encontrar todo junto, cuando en Argentina tenía que


elegir o mar o montaña, o campo y recorrer cientos de kilómetros para
cambiar de paisaje.

Esta tierra verde que aprende a querer la embruja y lo que era un breve
paréntesis en su viaje de regreso a California, la atrapó con su magia, lo que
era una estancia de días terminó siendo largos años hasta echar sus raíces y
formar una familia.

Se dio cuenta que primero tenía que encontrar su identidad. Si quería dar
fin a tan largo exilio tenía que comenzar a recordar….Pero antes tenía que
comprender y dar respuesta a un sinfín de preguntas.
231

A la mente se le vino un vívido sueño, o una clara visión de hace años,


cuando tenía 19 años y ni en su imaginación siquiera cabía la idea de dejar
a su bello país, y que nunca pudo borrar o apartar de su mente. Todavía
resuena esa música en sus oídos. La buscó por todos los sitios, pero
imposible, era diferente. Nada que ver con una música celestial venida del
cielo, era otra cosa.

Estaba en lo alto de una colina, oculta por un frondoso bosque, y ve bajo un


árbol a toda su familia reunida alrededor de un pañuelo manchado de
sangre. Aunque les observa desde lejos y sabe no puede acercarse, sabe
perfectamente que la están juzgando.

Eso le extrañó, porque nunca solían estar todos juntos. A causa de su partida
rompieron relaciones acusándose unos a otros mutuamente. Todas la
incriminaban al unísono y el pañuelo se iba volviendo rojo como la grana,
desde lejos podía oír sus reproches, y ella volvía a sentir clavarse como
puñales en su pecho todo el dolor de tanta incomprensión.
Quería explicarles todo, pero sabía que ni siquiera la escucharían. Ellos ya
habían dictado su sentencia.

De pronto una luz intensa detrás suyo que sabía no podía mirar de frente, ni
darse vuelta, le dice, con una voz que no es una voz humana, sino una energía
que entra por todo su cuerpo. “tienes que escribir un Libro”

El pedido le pareció absurdo, no tenía papel ni lápiz y era todo menos una
escritora. A ella le gustaba leer no escribir, y sobre todo vivir. ¿Y escribir
dónde?, si estaba en medio de la naturaleza. Impotente cayó de rodillas y se
dio cuenta que delante suyo tenía solo una gran piedra, y aunque lo hubiese
deseado, lo veía completamente inasequible.

De todos modos comienza a intentarlo, toma unos guijarros del suelo y


mueve sus manos automáticamente simulando que escribía palabras cuando
de pronto escucha un rumor de canticos y un aleteo de alas en el cielo que le
hacen mirar hacia arriba, y sorprendida ve que eso que ella estaba
garabateando inconscientemente en la piedra, se grababa en imprenta con
letras de oro en el cielo. No existen palabras humanas para narrar esa
sensación tan sobrecogedora. Todo su ser vibraba como cuerdas de un arpa
tocada por manos invisibles.
232

Su mirada regresa a su familia, ya casi se había olvidado de ellos que


seguían discutiendo bajo el árbol, angustiada de no poder intervenir, cuando
de pronto brota un agua desde la tierra como un suave surtidor, que va
borrando todas las manchas, el pañuelo rojo como la grana queda reluciente
como la nieve, y desde lejos oye que uno a uno va diciéndole “te
comprendo”, palabras que soñó, pero nunca llegó a escuchar de sus labios,
y sintió como si las puertas del paraíso se hubiesen abierto de par en par, no
solo para ella, sino para todos los suyos.

Entre ellos tan solo hubo amor, quizá exceso de amor o amor mal
comprendido. Pero al fin al cabo siempre hubo amor. Y no todos saben
amar del mismo modo, o del modo que nosotros esperamos.

Comprendió que para ese libro tenía que prepararse. Las fuerzas del cielo la
ayudaron a partir de América, le proporcionó los medios y las herramientas
ahora estaba en ella ponerse a estudiar y demostrar su gratitud.

Se detuvo en ese paraíso vegetal y plegó sus alas no uno sino varios años en
los que dedicó el dinero del juicio en aprovisionarse de una gran biblioteca.
Entendió que ya había viajado suficiente, al igual que Marco Polo tenía que
destilar las enseñanzas de tan largo deambular. Tenía que dar forma a esa
visión que tenía grabada en su mente.

En esa estadía tan enriquecedora se propuso responder todo ese porqué que
le rondaban en su mente.

Comenzó su estudio, alternando con libros, bibliotecas, asistiendo a


conferencias, y se inscribió en curso de psicoanálisis infantil. Ahí solo
aceptaban a gente que ya tuviese su carrera, o un grado ya sean médicos,
psicoanalistas, psiquiatras, psicólogos, enfermeras, etc.

Ella les explicó que estaba escribiendo un libro y necesitaba esos


conocimientos. Le hicieron comprender que era una pérdida de tiempo, que
ellos no le podrían dar un título que la acreditara. No comprendía para que
quería un título, solo quería aprender para utilizar esos conocimientos.
Logró convencerles que aunque sea la dejen de oyente. Finalmente lo logró
y al ver su entusiasmo y participación, constantemente le repetían con
tristeza que no la podía cualificar. No entendía el por qué de esa tristeza, si
era feliz de adquirir todas esas herramientas que le serían de tanta ayuda. Y
aunque la miraron como un ser de otro planeta ese curso para ella fue como
233

un tesoro. Siempre les estaría agradecida. El curso tenía no solo teoría sino
partes prácticas.

Lo que más le impresiono fue un experimento con un bebe sobre una mesa
de vidrio, con una simulación de vacío en el medio, imposible comprendiese
que había un cristal que le protegía de caer. El bebé gateaba hasta donde veía
o creía ver el peligro, y automáticamente, miraba a su madre. Si ella tenía
miedo, él bebe retrocedía, si ella le daba confianza él bebe seguía gateando
seguro sin mirar siquiera hacia abajo.

Eso le hizo recordar las enseñanzas de su padre, y lo que aprendió en sus


cursos hípicos. Lo que más le impresionó que la reacción siempre era la
misma, lo único que cambiaba era el bebé o la mamá.

Pasaron una temporada en Barcelona, en cada de una amiga que compartía


la bohemia como ellos, junto a su maravillosa familia a la que llegó a querer
como si fuese propia. Allí, mientras sus padres trabajaban, cuido a la niña
de 8 años que para ella fue una experiencia de aprendizaje, junto a los
pequeños despertaba nuevamente de su interior esa alma de niña que jamás
la había abandonado.

Un día vino a su balcón una paloma blanca, era mensajera porque llevaba
un anillo en la pata. La visitó todos los días, posaba en su biblioteca y ella
se echaba al suelo y el ave le daba besos con el pico. Estuvo mucho tiempo
viniendo, al punto que se convirtió habitual el verla. Pasaron los meses y era
un personaje más de la casa que venía y se iba libre. Hasta que un día dejo
dos huevos encima de un mueble de la cocina y no regresó más. Por mucho
que los cuido no salió nada de los huevos. Si no fuese por esas fotos que
aún conserva hubiese creído que era tan real como sus hombrecitos verdes.
En ella vio un mensaje del cielo. El solo verla la llenaba de una
incomprensible sensación de paz, y beatitud. Desde entonces sintió que
tenía que remontarse a las fuentes.

Su familia le hizo entender que no podía pretender escribir nada ignorando


sus propias raíces, y en verdad se dio cuenta que de su familia judía no sabía
nada. Fue a raíz de su pretensión que se dedicaron a buscar su árbol
genealógico, y la invitaron a Israel para que aprenda que si su familia
234

adoptiva era nobles, ellos no se quedaban atrás, y no tenía nada que esconder
ni de lo que sentirse avergonzada.

Su famoso tío “sionista” le invita a su casa. Solo le conocía por las visitas
de su padre a Buenos Aires que es cuando quedaban los dos hermanos y solo
sabía que era alegre, con exquisito sentido del humor, y extremadamente
simpático.

Solían ir a algún restaurante. Pero desde la guerra de YomKipur dejo de


verlo.

Su tío había ido de visita a Israel, y estaba en un concierto de Zubin Meta ,


director de la orquesta sinfónica de Israel. Zubin era uno de los más
importantes del mundo, que a pesar de profesar la religión de Zoroastro,
amaba a Israel y admiraba al pueblo judío. (Todo lo contrario a Daniel
Barenboim de origen judío pero que se avergonzaba de serlo) En pleno
concierto, les sorprendió la guerra, sin entender aún nada, ve como los
músicos de la banda, que no deja de tocar, van abandonando ordenadamente
sus puestos para ocupar sus puestos en el ejército. Le admiró la valentía de
ese pueblo y se quedó a vivir allí. A su medio siglo de vida, abandonó una
profesión brillante, todos sus logros, su amada tierra, su lengua y recomenzó
de cero una vida nueva con otro idioma. Su tío fue un faro en su vida. Por
su gran amor, su gran sabiduría y su infinita bondad.

Ahí se enteró que también en esto le habían mentido, o no les habían contado
la verdad.

Su abuelo no era un emigrante rumano que se dedicaba a hacer cascos de


caballo en la pampa. No venía de la tierra de Drácula sino de la tierra de
Jesús. Su familia había fundado el primer pueblo judío, Rishon leZion, y
trabajaban en los viñedos de los Rothschild. Con 18 años cuando vinieron
los turcos a alistarle al ejército (a los judíos les tenían 20 años, a los árabes
ninguno, porque no se fiaban un ápice de ellos. Los judíos en cambio eran
considerados una etnia fiel) le fueron a alistar en sus filas, pero él se escapó
y recorrió junto a su hermano mellizo todo Egipto caminando hasta llegar a
Casa blanca donde consiguió un pasaporte español para embarcar. En
principio como era etnólogo habían conseguido trabajo en el sur de Francia
y ya iba a embarcar cuando atrapó su atención un pequeño cartelito que decía
“se necesitan etnólogos en Argentina”. No tenía ni idea de dónde ubicarlo
en el mapa. Solo pensó se hablaba sefardí.
235

Pero aún más hermosa era la historia de sus tatarabuelos. Ellos vivían en un
pueblito de Besarabia. Solo tenían hijas mujeres. Desesperado por tener un
hijo varón reúne todos sus ahorros y sin pensarlo siquiera, recorre a pie
kilómetros y kilómetros en busca de un famoso rabino. Llega ante él, este
le escucha, reza a Dios y le dice “lo tendrás. Pero si le tienes tenéis que ir a
vivir a Israel” Ir a Israel en esa época era toda una locura. No solo porque
Israel estaba bajo el Imperio Otomano, sino porque había un largo y tortuoso
trayecto y había que cruzar el Mediterráneo infectado de piratas. Nace el tan
anhelado hijo varón, esperan un año para poder viajar, y tras un largo periplo
llegan todos sanos y salvos a Eretz Israel. El niño crece y se casa con una
bella sefardí cuya familia venía desde Salónica, en la que desembarcaron
tras el incendio de Esmirna, llevando en su equipaje como único tesoro sus
libros y los recuerdos de sus baúles. Al parecer pudo saber que descendían
en línea directa del famoso Abraham Senior, consejero de los reyes católicos,
que se convirtió al cristianismo, y se dedicó a socorrer a los judíos que
querían escapar a nuevos destinos, o a proteger a los que caían en garras de
la Inquisición. Y le recordaba la historia de las 3 palomas. Un rabino para
explicar el destino de los judíos tras la orden de expulsión: deja volar una
paloma y a las otras dos las despluma o degüella. La primera representaba
a los que se iban las otras dos a los que se quedaban.

A ella le recordaba ese viejo mapa que casi se caía a pedazos con los que
perseguía a su otra abuela que para ella representaba España. Evidentemente
se había confundido de abuela. La suya probablemente sería de origen
marrano como eran casi todos los argentinos criollos, tan atormentada como
ella.

La recoleta era el único cementerio que encima de una tumba podía convivir
una cruz y una Menorah, o candelabro judío. Argentina es el único país en
el que la investidura de un presidente es bendecida por todos los cultos que
conforman la nación, inclusive y especialmente por un rabino.

Dicen que el primer grito de independencia fue contra Lima y la Inquisición,


y no contra España. Estaba toda su familia tan orgullosos de venir del último
pirata dueño del último mensaje del romanticismo de los mares y solo sabían
que nació en Bayona pero no sabían que su madre era una judía sefardí cuya
familia llegó a Francia huyendo de España, al morir su madre fue criada por
su abuela judía con infinidad de relatos de esas lúgubres mazmorras de la
Inquisición, que le hizo de mayor ir con su hermano a México con el único
236

fin de vengarse de las persecuciones religiosas. La historia del pirata como


la suya, se mezcla con leyendas tan misteriosas como la del supuesto tesoro
que está enterrado supuestamente en la península del Yucatán, ni su origen
ni su muerte están del todo claros. Toda la tierra tiene que estar llena de
tesoros escondidos, seguro que sus hombrecitos verdes los estarían
celosamente cuidado.

El pirata Lafitte curiosamente recuerda a BarbaRoja, con su insaciable sed


de venganza, pero su madre no era sefardí sino andalusí expulsada también
de España. Era el Robín Hood de los mares, se apoderaba de barcos
europeos que transportan granos y distribuía alimentos por toda la costa.
Liberaba a los esclavos y cautivos musulmanes de las galeras, hundía naves
y rescataba a los moriscos que huían de España y los conducía a lugar
seguro, asentándolos en las pequeñas poblaciones.

Su abuelo paterno embarca rumbo a Argentina, allí conoce a una bella rusa
que había embarcado en el puerto de Odesa con toda su familia. Ella venía
de una familia de escribas y talmudistas, que huían de los pogroms. El amor
fue una pasión irrefrenable, a su abuelo le deslumbró no solo por su belleza
sino por su inteligencia, y ella quedó deslumbrada por el valor y espíritu
aventurero que descubrió en su abuelo. Él le dijo que su sueño era regresar a
Israel y ella de tan enamorada que estaba le decía a todo que sí. En ese
nuevo país van a Entre Ríos y comienzan su historia como gauchos judíos.
Supuestamente tenía jugueterías pero como regalaba los juguetes a los niños,
la familia no nadaba en la bonanza. Encima todo el dinero que ganaba lo
enviaba a Israel. De dónde sacó su papá la idea de que ponía herraduras en
los cascos de caballos no se lo podía imaginar, quizá fuese porque su padre
adoraba los caballos y la equitación era su pasión.

Cuando su padre tiene 4 años, le llegan los pasaportes para viajar a Israel,
entonces Palestina, pero su abuela que había por amor prometido ir, le dice
llorando: no puedo soportar que mis hijos vuelvan a vivir tanto odio, yo viví
el odio de los cosacos, no querría vivir ahora el odio de los árabes, ni que
mis hijos sufran lo que sufrí. De solo pensarlo enferma del corazón, tal eran
los recuerdos de tanto odio, y tanta barbarie que nunca pudo borrar de su
memoria. Y había en su corazón tanto dolor. Su abuelo la amaba tanto que
renuncia a su sueño de regresar. Sus hijos lo harían por él. De nuestros
antepasados heredamos sus sueños, somos su prolongación en la tierra.
237

¿Por qué su padre le había ocultado todo? Solo cuando dijo iba a escribir
comenzaron a buscar sus raíces y le hicieron un árbol genealógico. Si no
hubiese sido por eso, jamás habría sabido nada de sus raíces. Fue su familia
de Israel la que la invita a conocer su propia historia, y la acompaña en ese
maravilloso viaje hacia las fuentes. Fue todo un descubrimiento.

Allí conoció a cabalistas en Safed, y hasta pensó en quedarse, tal era la paz
y armonía que sentía su alma, que se sentía regresar a su verdadero hogar.

Tuvo un amigo americano especial, mixto como ella, que sintió que Jesús le
llamaba y le pedía de abandonarlo todo e ir a vivir a Israel, y así lo hizo. (A
los judíos se les suele aparecer Jesús, nunca su madre) En EEUU era un
exitoso compositor de música, lo abandonó y cambio la música por el
estudio de la cábala. Su amigo le invitó a Safed, y ella estuvo entre ellos,
jamás vio gente tan feliz, parecían vivir en un eterno éxtasis, miraban al cielo
y sonreía, pero cuando la miraban se ruborizaban y bajaban hacia el suelo
pudorosamente la mirada. Tienen prohibido mirar a una mujer a los ojos

Su amigo compartía sus conocimientos con ella, iban juntos a visitar tumbas
de cabalistas, y le encendían velas. Eso marcaría su vida, allí entre esas
tumbas pintadas del color del cielo sintió toda la energía de esos seres tan
evolucionados, iban una a una rezándoles y encendiéndoles una vela. Podían
sentir esos espíritus tan elevados conectar con ellos. Fue una sensación
inenarrable. Era una especie de energía y un calor y una luz que inundaba
todo su cuerpo.

Pero su amigo le hizo comprender que tenían que casarse. No podían seguir
siendo amigos simplemente. A los cabalistas les aconsejan casarse para no
perturbar sus pensamientos, al parecer la misma energía sexual, que es la
energía de la vida, es la que impulsa a los místicos a acercarse a Dios.
Comprendió las imágenes infernales que atormentaban a los místicos y les
llevaban a flagelarse. Como las dos energías se confunden, esas visiones
eran totalmente normales. Esta es la razón por qué en las sinagogas se
separa los sexos, para que nada interfiera en ese encuentro divino, o sin
querer no se confundan.

Cuando rezan, se elevan sus espíritus tanto y al hacerlo la luz se va volviendo


tan intensa que tienen que cubrirse con el Talid, o manto de rezo, el mismo
que pone Jesús sobre su cabeza cuando su energía se elevaba.
238

El judaísmo no humaniza a Dios, la idea es elevar el hombre a Dios, por eso


tiene que tener cuidado de nunca olvidar su parte humana, debe superarla
pero tampoco debe dejarse llevar por ella. Tiene que superar el ego, pero
nunca abandonarlo porque es el mismo Ego que le ayuda a elevarse, pero
también a caer sino no sabe dominarlo. Muchos autores si no se hubiesen
puesto ellos delante hubiesen llegado a abarcar con su visión mucho más
lejos. A Sarmiento tal era su ego que le llamaban “Don yo” y no Faustino.
Lo mismo decían del escritor francés.

Con tristeza decide partir, ya no podía estar más entre cabalistas. Tenía que
tomar una decisión y aunque sintió un remanso de paz, su viaje aún no había
acabado, Recluirse del mundo, algo que pensó en su juventud, y encontró la
oposición de toda su familia, fue la única vez que todos se pusieron de
acuerdo, no estaba aún entre sus planes.

También conoce a su prima escultora que vive en un pueblo artístico, todos


los fines de semana las casas se convierten en talleres donde todos pueden
compartir y descubrir sus habilidades usando pinturas y pinceles. En esa
ciudad conviven en armonía árabes y judíos.

Recorre todos los sitios cargados de historia, desde el Santo Sepulcro hasta
la fortaleza de Massada. Deja su papel con sus deseos en el muro. Conoce
Eilat en el Mar Rojo, y va a cantidad de sitios que le recomiendan sus guías.
Nunca comprendió como en tan pocos metros cuadrados se podían encerrar
tantos siglos de historia, ni podía reunir tantos acontecimientos.

A ese viaje se sucedieron varios más, quedando en su recuerdo como una de


las más bellas experiencias de su vida. Ahí se mezclaba la historia, con la
espiritualidad y una energía desconocida.

-------------------------------------------------------------------------------------------
239

EL ÚLTIMO ADIOS

A su padre logró volverlo a ver. Necesitaba ese encuentro para sanar su


alma.

Un momento clave en su vida es cuando le hace llamar su padre y le pide de


venir a Paris a despedirle.

Insistió tanto en verla, su familia furiosa porque siempre habían intentado


que la olvidase, tuvo que llamarla a regañadientes, no se atrevieron a negarle
un último pedido. Él se negaba a morir sin despedirse de su hija.

Llegan a ese hospital de Paris lleno de jardines y la dejan entrar a la


habitación donde yace su padre, al verla traspasar la puerta su mirada se
ilumina y exclama “eres un amor”. Estaba entubado y le dice resignado
“mira como estoy” Luego entraría en agonía. Le pasan a otra habitación.

Al verla entrar se llena su rostro de alegría, con una tenue sonrisa murmura;
“eres un ángel” y estas fueron sus últimas palabras de despedida. Se
desvaneció dulcemente en sus brazos, con una sonrisa en los labios mientras
su alma iba al encuentro de su Creador.

Partió justo en ese preciso instante en que su hermana y sobrina, que no se


apartaban de su lado, salieron de esa habitación. Para ella esos instantes y
esa mirada cargada de amor fue lo más importante en la vida, y el más bello
regalo del cielo fue poder estar a su lado antes de tan largo viaje. No quería
irse sin verla y la estuvo esperando. Hasta el final intentó comprenderla y
jamás la dejó de querer. Ese amor valía más que cualquier otra herencia que
pudiesen dejarle en esta tierra. El sabernos tan inmensamente amados es una
fuerza que nos hace traspasar fuertes y fronteras. Quizá no fuese ella
merecedora de tanto amor. Ahora sabía que tenía que escribir. No por nada
llevaba el nombre de un escritor y su propio padre le decía “si alguien en
esta familia merece llevarlo eres tú” Él siempre estuvo tan orgullosa de ella,
sabía que nunca la abandonaría, desde el cielo la estaba mirando.

Y a su mente vinieron versos del Cantar de los cantares

“fuerte es el amor como la muerte, y tenaz como saetas el sepulcro. Como


llama divina es el fuego, el fuego ardiente del amor. Ni las muchas aguas
pueden apagarlo ni los ríos pueden extinguirlos”
240

Solo podía llorar y bendecir a Dios. Él le había enviado todas las fuerzas del
cielo para poder sentir ese alivio que su alma tanto anhelaba. Ahora sabía
que sus almas se reencontrarían y reconocerían nuevamente. Ese amor tan
grande ya habría traspasado las barreras de la muerte. Las últimas palabras
de su padre en la primera despedida fueron “no te entiendo pero te admiro”,
en ese entonces sintió mucho dolor de no sentirse comprendida y partió al
largo exilio con ese dolor en el alma. Sin embargo en su fuero interior sabía
que en el fondo de su corazón, en virtud de ese amor, su padre si la
comprendía, porque le verdadero amor todo lo comprende y todo lo perdona
aunque no pueda o no sepa cómo expresarlo en palabras. Eso fue lo que al
resto de su familia tanto le costó comprender, y aceptar.

A los años enferma su padre biológico también la mandó llamar, pero llegó
demasiado tarde.

Los cuatro hermanos por fin se reunían por primera y quizá última vez en la
vida, cumpliendo así uno de los grandes sueños de su padre, que en vida
nunca vio cumplirse, juntar a sus 4 hijos. Todos tomaron vuelos desde
distintos destinos, y se reencontraron en el aeropuerto de Cali, pero todos
llegaron tarde. Por unos minutos ninguno de los 4 llegó a tiempo para darle
un último adiós.

Nunca olvidará ese encuentro que cambiaría su vida para siempre.

Cuando entró en esa habitación su padre yacía en un ataúd de roble cubierto


con un lienzo negro de seda con la estrella de David bordada en hebras
dorada. Una vela cuidaba el ataúd, se agitaba pensativa y parpadeante.

Su hermana mayor estaba a sus pies recitando Salmos. Poco a poco, a


medida que iban llegando se fueron alternando todos. Cuando se cansaba ella
le relegaba otro y seguía y así se iban turnando entre los hermanos mientras
la vela crepitaba y se estremecía danzando al ritmo de esas cadencias como
si estuviese allí el alma de su padre o alguien atento estuviese escuchando y
vibrando con cada palabra de los salmos. Fue una experiencia inenarrable.

Sus hermanos leían en hebreo y ella en español y estuvieron


ininterrumpidamente acompañándole en su viaje sin dejarle solo ni un solo
instante.

Allí aprendió la importancia de los Salmos y su poder transformador.


Transcurrieron largas horas que parecieron segundos y la noche se hizo día
241

y el día se hizo noche hasta no existir noche ni día, ni silencio ni oscuridad,


ni muerte ni vida.

Es verdad que en California en todas las iglesias protestantes escuchó


salmos. También en su juventud y contactos misioneros, o de retiros
espirituales se reunían todos a la luz de la lumbre y rasgueaban la guitarra
para alabar a Dios y elevar sus canticos de alabanzas.

Pero la vez donde los Salmos tomaron una relevancia sobrehumana y sintió
todo su poder era ahora. No estaba su padre, pero sí podían sentir su
presencia. Sabían que les estaba escuchando y observando con su infinito
amor y su imborrable sonrisa.

Estas palabras resonaron como bálsamos divinos capaces de aliviar y dar


sentido a su dolor.

Luego viene un rabino de Israel llamado para la ocasión. Les reúne a todos
los hermanos, les hace sentar en el suelo frente a una gran mesa y les dice
“desde ahora comienza una etapa de duelo para vosotros. Tenéis, mientras
dure el duelo, que olvidar las comodidades de la vida” Y tomando un huevo
lleno de cenizas les invita a comerlo. Nunca se quitará de sus labios el
sabor a ceniza de ese huevo que fue pasando de mano en mano. El huevo en
el judaísmo simboliza la vida, ellos como pueblo se consideran como el
huevo, duro por fuera y blandos por dentro. Pero era también, como en esta
ocasión símbolo de duelo.

También les recomienda de quitar el calzado de cuero, nuestros pies tienen


que tener contacto directo con la tierra no a través de la piel de un animal.

El día del entierro, tras una emotiva ceremonia donde se habla de su padre,
y todo el mundo recordaba con amor sus actos en la tierra para acompañarle
en el tribunal del cielo que en esos momentos le estaría juzgando. El rabino
habla de la “Belleza” Sabía que su padre era un cirujano plástico, enamorado
de la belleza, y su primera pregunta es “¿la belleza es buena o mala?” y
comienza una ronda de reflexiones que parecían no concluir nunca. Todos
y cada uno recordaban anécdotas de su padre. Cuando agotaron el repertorio
el rabino comienza hablar de la letra “Y” que era conexión y la vez
separación. Y esa “Y” quedó flotando en su mente sin poder aun
comprender la profundidad de su significado.
242

Acabada la ceremonia salen todos al patio, lavan sus manos en una fuente, a
la vez que recitan un rezo de bendición al agua, y el rabino les vuelve a
reunir otra vez. Va uno a uno diciendo un rezo que deben repetir y con una
cuchilla rasga sus camisas. Era en hebreo, como no sabe nada lo intenta
repetir lo mejor que puede, intentando que el rabino no se dé cuenta de su
ignorancia.

Es el único momento en el que se les está permitido llorar y dar curso libre a
esos sentimientos reprimidos. Luego siguen todos recitando salmos.

A sus cementerios los judíos no los llaman casa de los muertos, sino la casa
de la vida, casa de la paz, o casa de la eternidad. Son grandes bibliotecas a
cielo abierto. Mira las lápidas y casi todos eran supervivientes del
Holocausto. Llegan a la tumba, bajan en un lienzo el cuerpo de su padre, y
van pasando un cesto con piedras para que arrojen uno a uno. La piedra era,
además de un recuerdo de los vivos, símbolo de la eternidad frente a lo
efímero, del recuerdo frente al olvido. Ellos consideran que el alma
permanece un año en este mundo. Por eso no se coloca lápida sino que se le
deja la tierra removida. Se recomienda a los familiares no visitar
cementerios durante ese año.

En las casas tapan todo con lienzos para que el muerto no se entretenga
admirando cosas materiales.

Todos los días durante una semana rezarían el Kadish, el rezo por los
difuntos que era a su vez el más santo de sus rezos. Su hermano que era el
primogénito, es el encargado de leerlo. Se sienta a su lado y le pide que se
lo traduzca. Le dice que está en arameo, y no se lo traduce pero finalmente
logra encontrar la traducción Se pone a llorar, no era un recuerdo del muerto
sino un panegírico a Dios donde se pide la venida del Mesías. Su misma
palabra significa “Santificación”. Se dio cuenta que los judíos solo piden la
redención del mundo y le piden a Dios que intervenga y acelere esos
tiempos. Jamás se cansaron de esperar. No rezan solo por ellos, ni siquiera
por el muerto al que ni siquiera mencionan, sino por toda la humanidad.

Es tan elevado este rezo, genera tanta energía y luz que tiene que rezarse un
mínimo de 10 personas, lo que llaman un Myniam. No fue difícil conseguir
ese número. Ya se acercaba el fin de la Shiva, los 7 días de duelo, en esos 7
días los dolientes o familiares cercarnos no comen su propia comida sino que
es la comunidad la que los alimenta. En esas grandes comidas en la
243

Sinagoga estaban todos juntos compartiendo enseñanzas talmúdicas y


reflexiones. Su rabino narraba parábolas, pero luego paraba y ellos tenían
que continuar esa historia y extraer las enseñanzas. Se acercaba el fin de la
Shiva, pero también se acercaba uno de las fiestas más hermosas del
judaísmo, y la más simbólica, el Shavout, que significa semana. Como todas
las fiestas judías parten de ese Éxodo, ese pasaje de la esclavitud a la libertad,
que es pasado y también presente en el que cada uno en cada generación
tiene que realizar ese pasaje, es la segunda de las tres fiestas, que conmemora
la entrega de las tablas de la Ley por parte de Dios a Moisés en el monte de
Sinaí.

Los hermanos emocionados decían “Papa, que en esta vida tanto le costó ser
judío, ahora sube al cielo a recibir la Torah de manos de su Creador”. Y a
todos les pareció ver a su amado padre cogiendo con amor en sus manos la
Torah.

A los siete días el luto acaba. La camisa desgarrada la tiene que enterrar y
quemar para olvidar el duelo. Desde entonces tiene que sentir felicidad por
esa alma que ya cumplió su misión en la tierra, y que por fin encuentra un
descanso eterno a tantas vicisitudes. No era Dios ni mucho menos pero su
corazón estaba seguro que su padre con tantos actos de bondad ya había
ganado su sitio en el cielo.

Este tiempo acabó pero marcaría toda su existencia. Desde entonces ya nada
volvería a ser lo mismo, o ella no volvería a ver todo con los mismos ojos.
244

CAPITULO 26

EN EL NOMBRE DE DIOS

“cuantas lagrimas hay que derramar para lograr el perdón de los hombres
cuando a Dios una simple y sincera lágrima basta.”

Rene de Chateaubriand

Esta fue otras de sus grandes crisis de identidad. Responder ¿Quién era
realmente? Tenía que cerrar el último capítulo, de su vida para encontrar esa
paz que tanto anhelaba.

Cuando tuvo que elegir su apellido, no supo cual elegir. Uno lo llevaba en
su sangre, pero el otro lo llevaba en las fibra más íntimas de su ser, en su
piel, en su nostalgia, en sus oídos, en sus pensamientos, en sus frases, en sus
sueños, en su infancia y hasta en la cadencia de sus palabras. Era el de su
padre pero también era el suyo. Eran horas de lectura leyendo e intentando
comprender lo que le estaba pidiendo, era como si una música antigua
profundamente conocida y olvidada volviese a vibrar en sus oídos, que no
era pasado, era futuro, era presente, era un ruego, un pedido…él famoso
escritor francés, que había enterrado un siglo al igual que ella, que había
vivido un cambio de era, había partido de este mundo con una tristeza
profunda, y esa tristeza estaba grabada en su alma, como estuvo en la de
Caro Baroja, la de su tío.

Su idea era que de los antepasados únicamente heredamos sus sueños. Y ella
quería comprender tan solo eso, lo que el escritor quiso decir pero no pudo.
Tan solo quería ser capaz de comprender para poder dar forma a esos sueños
245

y que su silencio o sus más íntimos anhelos encontrara su voz en la suya. A


su memoria vino al gran Caro Baroja. Su tío, un famoso novelista, Pio
Baroja, era antijudío, no de sentimiento, en su fuero interno admirada a los
judíos, lo era por tradición y moda de la época, sobre todo dentro del
ambiente intelectual fuertemente influenciado por la cultura germana.
Había escrito muchos libros donde no les ponía muy bien que digamos.
Cuando Pio huye en la guerra civil unos judíos no solo le salvan la vida, sino
que le ayudan. Estaba tan arrepentido, hubiese querido borrar de sus libros
todas esas palabras llenas de odio, pero no podía destruirlas, ya estaban
impresas.

Pide a su sobrino Caro Baroja, antropólogo e historiador, que lo haga y le


hereda a él su caserío.

Toda la vida de Caro fue hacer comprender la Inquisición, no como reproche,


sino a modo de amar a los judíos, de hacernos compartir su dolor y asimilar
ese sufrimiento que fue el de todos los españoles, porque desde su expulsión
ya ningún español pudo dormir tranquilo, nadie sabía si le iban a acusar o
no, e inclusive hoy en día nadie puede afirmar que no lleva en sus venas
aunque sea unas gotas de sangre judía. Sus obras, fruto de años de
investigación exhaustiva, fueron un modo de arrojar luz sobre un pasado
oscuro, afín de redimirlo a través de la Teshuvá o el arrepentimiento judío,
convirtiendo los errores del pasado en un presente luminoso.

Un día unos nobles se jactaban de no tener sangre judía, y Caro le dice “como
se nota que no conocéis bien vuestra genealogía”

Las lecturas de Caro la hicieron penetrar en ese nervio tan doloroso. De esas
denuncias lo que le impactó profundamente, es “Ud. ha visto, oído o “le
han contado” Cualquiera podía ser sospechoso, cualquiera podía ser delatado
o acusado.

Lloró tanto, su parte cristiana se sentía culpable, pero su parte judía le decía
“no les culpes, ellos no sabían lo que hacían”. Pero ella se sentía igual de
culpable como cuando mató a ese gato, y después de días de llanto, pensando
jamás podría dar forma a ese dolor, sintió una paz infinita y sobre todo una
gran liberación.

Ella iba a decirles a los cristianos que los judíos no les guardaban rencor, que
son sus hermanos mayores y estaban deseosos de poder compartir su
246

herencia con ellos, y que les estaban esperando con los brazos abiertos. Que
ellos tan solo guardaron la ley y las enseñanzas celosamente para que nunca
se olviden y para que nadie niegue que existió un rabino judío capaz de tanto
amor que tocó la fibra de muchos corazones y llegó a transfórmalos.

En el fondo de su alma sabía que en muchos de esos seres no había un


resquicio de maldad sino ignorancia y prejuicios inculcados. El ser más
bello y amoroso que conoció y que más la amó era su abuela, y así y todo
ella jamás pudo superar este prejuicio. Claro que ella tan solo estaba
preocupada por salvar el alma de su nieta.

No sabía si sería capaz de trasmitir nada, hasta que no cayó en sus manos el
libro de Gloria, de Benito Pérez Galdós.

Los Pérez habían tenido que borrar sus rastros casándose con vascos, y como
era común en ese entonces, mejor si este era un Inquisidor.

Benito siempre tuvo que esconder sus orígenes, hasta en el vestir, usaba
tonos sombríos para pasar desapercibido. Su amor a sus raíces las llevaba en
el alma, o las guardaba en su casa en una inmensa biblioteca repleta de
tomos sobre el judaísmo y el pueblo judío, o se consolaba leyendo en los
ribetes de sus cortinas trozos de los Salmos. Pero su dolor fue tenerlo que
esconder siempre, y partió en silencio llevándose a su tumba ese eterno dolor,
y su secreto amor: «Mi amor es secreto, misterioso y oculto, como las perlas,
que además de estar dentro de una concha están en el fondo del mar”
(confesado en boca de uno de sus personajes) sin poder siquiera
compartirlo.

Galdós con su sencillez y enorme timidez, odiaba ocupar un sitio Publico,


no podía comprender por qué la gente se interesaría en saber más si le
gustaba la sopa de arroz que la de fideos en vez de intentar comprender su
obra. El escribió las historias de la historia, ¿y que no es la “historia” más
que la suma de todas las nuestras pequeñas historias individuales? pero su
historia, la verdadera, nunca pudo ser contada.

Sin embargo los judíos sí le comprendieron, ellos sabían de donde venía


su dolor, y cual era ese amor secreto que conservaba celosamente.
Misteriosamente su legado que debía de pasar a manos del Estado español al
estallar justo la guerra, pasa a manos de un judío de Chicago, que se lleva
toda su amada biblioteca, probablemente una de las más grandes de España,
247

así como esas cortinas de raso blanco que llevaban grabadas en sus ribetes y
en sus orlas en letras hebreas palabras de los Salmos.

Su peor opositor, que condena su libro a la hoguera, fue su mejor amigo


Pereda de origen cántabro, su crimen haber descrito demasiado
bondadosamente a un judío. Su incomprensión fue su dolor más grande, y
un absurdo mayor cuando muchos le acusarían luego de cristiano
ultramontano, o sea de ser más papista que el Papa, o de anticlerical. Cuando
quieren desacreditar a una persona utilizan todas las muletillas y ponen en su
boca frases o palabras que nunca dijo. El odio o la envidia se retroalimentan
y autoabastecen a sí mismo, no necesitan siquiera razones o pruebas.

La España en ese entonces prefería la comodidad de mantenerse en su zona


de confort, y no querer abrir sus ojos a la luz por miedo de no poder
soportarla tan de golpe.

Toda su vida tomó sentido en ese momento en que termino de leer Gloria de
Benito Pérez Galdós, en esa historia trágica de amor entre un judío y una
cristiana, vio reflejada su propia historia, al leer las últimas palabras lloró
como una magdalena pero no solo por ella sino por él, por España por Jesús
y por toda esa triste historia de desencuentros y malentendidos, a la vez que
sintió en su interior un poderoso llamado imposible de eludir. Benito le
estaba pidiendo que escriba su historia.

Estas fueron sus palabras

“Tú, precioso y activo niño Jesús, estás llamado sin duda a intentarlo; tú,
que naciste del conflicto y eres la personificación más hermosa de la
humanidad emancipada de los antagonismos religiosos por virtud del amor;
tú, que en una sola persona llevas sangre de enemigas razas, y eres el
símbolo en que se han fundido dos conciencias, harás sin duda algo grande.
Hoy juegas y ríes e ignoras; pero tú tendrás treinta y tres años, y entonces
quizás tu historia sea digna de ser contada, como lo fue la de tus padres.”

A pesar de que sabía que toda historia humana es digna de ser contada,
sintió que tenía que contar la suya aunque pensase que no iba a interesar a
nadie. Quizá esto animase a otros a contar de ellos.

Ella no era más que otra soñadora, pero que tuvo siempre la convicción que
su sueños no le pertenecían, o mejor dicho les pertenecían a todos, eran parte
del inconsciente colectivo, estaba convencida que en lo profundo de su ser
248

todos anhelaban lo mismo, que aunque la señalaron ella nunca fue diferente
al resto, ni siquiera se sintió serlo. Hasta en esos son iguales todos los
hombres, en su pretensión de creerse diferente y en su infinito anhelo de ser
felices.

También estaba convencida que no solo ella sino que cada persona, cada
una tenía que fundir en su interior dos o más conciencias, y emprender su
propio Éxodo personal, que no era más que un camino hacia su propia
libertad.

Ella se sentía ser como todos, que la vieran diferente fue su dolor más
grande.

Estaba segura que si ella volaba, todos podían volar, que si ella escuchaba
mensajes, todos podían hacerlo. No era nada del otro mundo. Los judíos
creen que llegará un momento en el que todos podremos escucharlo, pero
eso será cuando todos tengan las antenas puestas. Dios está deseando
comunicarse con sus criaturas.

Los mensajes son como el WIFI

No nos llega la señal si no tenemos puesta una antena o un receptor para


recibirla. Ella en su corazón pedía ferviente a Dios que la guie, solo pedía
ser su instrumento en la tierra, y poder transmitir algo de todo ese infinito
amor que sentía, y rezaba a Su Padre como Jesús nos enseñó en el Padre
Nuestro. Hablaba con Él y lo más maravilloso que sentía que El la
escuchaba. No estaba en el cielo sino en su corazón

Su mente infantil nunca borró estos versos:

“Anoche soñé que veía a Dios. Y que con Dios hablaba.

Luego soñé que me oía y luego soñé que soñaba”

Transitó por todas las religiones y tras una larga y sinuosa travesía llega
siempre al mismo destino solitario. A ese encuentro con el Creador, a
vivenciar los entresijos de Dios y el hombre solo, donde solo el judaísmo
que había desarrollado durante siglos las herramientas necesarias para no
perdernos en este encuentro, podía guiarla.

Después de mucho deambular comprendió que la engañaron, solo hay un


Dios y diferentes modos de acercarnos a Él. Las religiones, al igual que los
249

colores tal como los vemos no existen, son frecuencias vibracionales de la


luz. Las diferencias de colores son percepciones que hace nuestro cerebro de
la información que le envían las células de la retina. Solo existen el Amor,
y la Luz. Lo opuesto al amor es el Miedo. El color negro o la oscuridad
tampoco existen, son simplemente la ausencia de luz.

Entendió que cada religión es tan solo un puente o una escalera, y hay tantos
modos de adorarle como almas humanas en el mundo. Dios no ha puesto
centinelas en los templos y no puede haber censura entre el hombre y su
oración.

La única religión verdadera es el AMOR

Le hicieron creer que sin Cristo no había salvación.

Estudió todas las religiones pero descarto el judaísmo con la convicción de


que fue superado por el cristianismo. No se dio cuenta que descartó su piedra
angular. Era su raíz y el cristianismo sin el judaísmo es como una planta sin
raíz y sin sabia, tan frágil e inconsistente que más de un poderoso la habría
echado a la Gehena o relegado al olvido.

Creía, porque así se le hicieron creer, que las puertas del cielo solo se abrían
con las aguas del bautizo. Pensando que el judaísmo era algo arcaico, lo
descartó. Ignoraba que el judaísmo no era siquiera un religión, era una ética
que intentaba ayudar al hombre a encontrar su sentido a la vida, una guía
para elevar al hombre a Dios.

Eso quería decirle a su abuelita, que con unas gotas de agua bendita no salvó
su alma del infierno, tan solo derramó el amor infinito de Jesús sobre todas
las fibras de su ser. El mismo amor tan fuerte que dentro de ella ya existía.

Pero también grabó en su alma las lágrimas de Jesús por el sufrimiento


infringido a su pueblo. No comprendía por qué seguía clavado en el madero
con ese rostro bañado de lágrimas. En cada afrenta a su pueblo le dolían sus
clavos, le dolía su sangre, y se incrustaban en su cabeza cada espina de su
corona.

Los judíos que consideraban que ellos aceptaron libremente esa carga, nunca
quisieron convertir a nadie, ni pasársela a nadie. Lo veían absurdo, e
innecesario, solo intentaron recordar al hombre su esencia divina y a
250

enseñarle como elevar su alma al cielo y conectar con su Creador. Mientras


tanto ellos tenían que ir labrando el camino.

Curiosamente el Corán supuestamente no intentaba obligar a nadie. Decía


que preferían un buen cristiano a un mal musulmán, y que cada pueblo será
juzgado según su Libro. A los no practicantes le hacían pagar la “Yizia” o
un impuestos especial, y era un modo de llenar sus arcas. Solo en España se
les arruinó el negocio porque se convertían en masa, los famosos muladíes,
y no se fiaban de ellos un ápice. Nunca se sabrá, si las conversiones eran por
fe, o por conveniencia.

Cada uno tenía su misión especial, la que se arrogó o le arrogaron al nacer.


Así como en un cuerpo, no puede decir la cabeza a los pies: yo no necesito
de ti, nosotros no podemos juzgar quien es más o menos, todos forman parte
de un plan divino. Cada uno cumple su función específica. Si todo fuesen
ojos, ¿Cómo podríamos caminar?

El judaísmo no es pasado, es un eterno presente de un pacto que en cada


generación o en cada uno que nace se renueva. No se hereda, sino que se
acepta libremente y en cada mandamiento que cumplen en vez de verle como
una carga que hay que sobrellevar, lo ven como bendición.

Los judíos desde que se levantan hasta que se van a dormir bendicen a Dios
por todo lo malo y todo lo bueno que les envía, por los rayos de sol, por un
nuevo despertar y hasta por el agua con la que lavan las manos todas las
mañanas. Bendicen a Dios cada vez que cumplen alguno de los 613
mandamientos que les ha dado.

Pero la humanidad solo se rige por las leyes noajidas, los siete mandamientos
que le dieron a los hijos de Noe, y no está obligada a tantos. Es como si
exigiésemos a cada cristiano prepararse para ser un sacerdote. Jamás nadie
pretende poner esa exigencia. Cada uno como en la sociedad humana se
prepara y desempeña su rol. Cada uno como los órganos en un cuerpo
humano desempeña su función específica. Nadie es más ni menos porque
todos estamos interconectados.

Cuando las aves parten en vuelo totalmente sincronizado, una va a la cabeza


a guiar a las otras, y cuando se cansa, es relevada por otra que toma el rol de
guía. Gracias a esta alternancia la bandada no se detiene nunca y llega a
destino. Ella les ve por su ventana cuando se aprestan a partir. Se alimentan
251

para el viaje y se reparten por los árboles en grupos, el primer grupo va


buscando a las otras árbol por árbol para emprenden todas juntas su largo
viaje a sitios cálidos. Tras reunirse todas, parten al unísono creando mágicas
figuras tan llamativas como hipnóticas. Lo hacen para despistar
depredadores, no para encantar a espectadores como ella, y lo logran. Nunca
pudo comprender como esas avecillas tan pequeñas, podían saber que peso
exacto para volar, y como burlar al más depredador y letal de las aves rapaces
del cielo, al halcón peregrino, y mucho menos como se guiaban por el cielo
sin brújula en tan largo viaje.

Los judíos saben muy bien que no se puede apagar una lámpara que alumbra
si no se tiene una que alumbre mejor

Ellos saben que SI la tienen, pero que de nada vale porque no todos están
preparados para recibir y canalizar tanta luz. Por eso es que guardan sus
lámparas cargadas de aceite para dárselas al que se la pida. Están deseosos
de compartir, porque todos los bienes de Dios cuando se comparten se
multiplican y traen alegría y luz al mundo en vez de llantos, y oscuridad.

También saben que de nada vale dar una linterna para que busque un tesoro
en un cuarto oscuro a alguien que no sepa lo que busca ni lo que piensa
encontrar.

Hoy en día ya no está oculta como antes. Hay demasiado anhelo de ese algo
más, el que quiera sabiduría puede acceder a ella. Para algo tiene que servir
tanta modernidad, antes las almas no podían conectare tan fácilmente,
requería muchos viajes, y traslados hoy lo pueden hacer sin siquiera moverse
de casa.

Abuelita, sé que tu estas en el cielo, y desde el cielo me escuchas ¿te diste


cuenta cuando hablabas de Jesús a mi padre, que este te miraba con ojos de
infinita bondad y a la vez tristeza? Te veía tan ingenua e inocente, al igual
que una niña pequeña, tan sincera, tan llena de amor que jamás intentó
siquiera perturbar esa fe tan pura y sencilla y esa bondad tan natural que
tenías. Aunque en su fuero interno hubiese deseado que tú le comprendieses
y respetaras su fe. Pero todos sabemos que todo lo hiciste con y por amor.
Nadie te reprocha nada.

Los judíos como hermanos mayores se sienten responsables, asumieron esa


herencia que tanto les pesó y de la que muchos se arrepintieron y hasta
252

renegaron de ella, que no solo les hacía hijos de Dios, sino también sus
socios en la Tierra, como indica su nombre Israel, que no es siquiera un
nombre sino un verbo; el que lucha junto a Dios y junto a los hombres, y
vence. Es por eso que hoy Israel y sus guerreros están luchando por todos
nosotros codo a codo con Dios.

Solo deseaban traer la luz para transformarla en un nuevo Edén, y así todos
volver a vivir como hermanos como antes de la Torre de Babel, cuando las
ambiciones personales todavía no nos habían dividido haciéndonos
confundir las lenguas.

La luz la tienen guardaba en sus libros sagrados, en su Torah, en el Talmud,


en la Cábala en sabiduría recopilada durante siglos y siglos que mientras los
príncipes y poderosos luchaban por lograr sus ambiciones en la tierra, el
pueblo de Israel fiel a sus promesas de permanecer hasta el fin de los tiempos,
simplemente luchaba para poder subsistir. Mientras la Iglesia construía
catedrales de piedra en el espacio, ellos recluidos en sus guetos dedicaron
todo su amor y volcaron su sabiduría en construir auténticas catedrales en el
tiempo, monumentos al saber humano

Abuelita, ese pecado original del que tanto me hablabas, no fue siquiera un
pecado, no fuimos castigados por comer del árbol del conocimiento, sino por
hacerlo cuando aún no estaban preparado para ello, y en vez de ser
beneficioso, solo sirvió para llenarnos de soberbia y creer que éramos como
dioses. Nuestro culpa fue la de sentirnos apartados de su vista,
avergonzarnos de nuestros cuerpos sin darnos cuenta que formábamos parte
de Él. Y ese es el infierno y nuestro peor castigo, sentirnos alejados de Su
Presencia.

En la caída está la esperanza del retorno, si la soberbia y el deseo de


conocimiento fueron nuestro primer pecado. El regreso al Edén es el camino
inverso, cuando hayamos rectificado nuestras almas. La soberbia fue mala
en ese entonces, pero no por ella en sí misma sino por el uso que le dimos.
Dios nos la puso como herramienta para ayudarnos a progresar, a querer
superarnos y a aprender. Solo la verdad y la búsqueda de ese conocimiento
con bondad y humildad podían redimirnos.

¿Qué mayor soberbia la de querer comprender a Dios? Como decía


Chateaubriand el día que lo hiciésemos seríamos como dioses. Y
volveríamos a caer en la soberbia.
253

Si sabemos cómo usar esta valiosa herramienta, podemos conocer al mundo


y acercaros así a Él. Pero si el saber lo utilizamos solo para beneficio propio
sin compartir, este no se multiplica ni beneficia a nadie. Es como una copa
que si no se vacía, ya no se puede volver a llenar. El agua cuando no fluye,
se convierte en agua estancada o se transforma en pantano.

Dice el Sagrado Corán que una persona con fe e ignorante, no es una persona
con más fe sino una persona con más ignorancia. Alah dio al hombre la
inteligencia para que la utilice.

La palabra inteligencia después de la palabra fe son las que más se repiten


en el Corán. Otras de sus frases es “más valioso es ante los ojos de Ala la
tinta de sus sabios que la sangre de sus mártires”

Claro esto fue hace siglos cuando ese pueblo salido del desierto busco el
conocimiento desde su cuna hasta su tumba. Ahora por desgracia, tras siglos
de historia, en los que no fueron capaces de una mínima autocrítica, se
recrean en espejismos fantaseando sobre su pasado. Mientras occidente
despertaba de la noche oscura, ellos, incapaces de asumir su derrota irían
poco a poco cayendo en un largo y profundo letargo. La verdad, ni siquiera
fueron capaces de echar a los cruzados de sus tierras, lo hicieron los
mamelucos, soldados esclavos. Eso les ocasiona bastante frustración. Ahora
necesitan a toda la ayuda Europea y del mundo para expulsar los judíos de
Israel, a los que ven como a los nuevos cruzados. Para ello utilizan armas
modernas, las redes, la mentira y la propaganda. Aprendieron de Goebels
que una mentira que se repite muchas veces acaba siendo una verdad, y
mucho más cuando de los judíos se trata.

Quería gritarle a su abuelita que ya había comprendido que no hacía falta que
nadie tuviese que morir por nosotros.

No podemos culpar a un ciego porque es incapaz de ver, ni a nadie que obra


sin entendimiento. Nadie puede cargar con los pecados de otro, cada uno es
responsable de sus actos, ni los hijos pueden cargar los pecados de sus
padres, ni los padres con lo de los hijos. (Ezequiel 18:20.) Existía un antiguo
refrán hebreo que decía que si los padres comen uvas agrias los hijos
sufrirán dentera Pero esto no será así en el futuro (Jeremías 31:29). Eso
ocurría y quizá siga ocurriendo entre clanes rivales que siguen vengando un
crimen o un agravio que ya ni recuerdan cual fue su origen.
254

Los cristianos citan deliberadamente un versículo de Éxodo 20:5. Que se


refiere al pecado de idolatría. Y dice de un castigo hasta la cuarte generación
nada más, y esto se debe a que un pecado tan grande como la desobediencia
necesitaba varias generaciones para revertirlo. Y mucho más en la
generación en la que vieron los prodigios que obró Dios

Fue justamente para no olvidar este crimen tan grave, que dejaron la imagen
tan negativa del Becerro de oro que tantas malinterpretaciones y
persecuciones les causó, y que a ella tanto le costó comprender, ¿cómo
pudiendo embellecer su historia como lo hicieron o harían todos los pueblos,
los sabios judíos deliberadamente dejaron ese recuerdo por generaciones y
generaciones? Era dar pábulo al antisemitismo que utiliza esa historia para
justificar su odio. En ella ven el amor por las riquezas del Pueblo judío y su
culto a Mammon dios de la avaricia, como en Judas a la del traidor por
antonomasia. No saben que antiguamente se les excluía de todos los oficios
y que los nobles les usaban para recaudar impuestos y así lograr que el odio
del pueblo recayera sobre los judíos y no sobre ellos.

Pero a ella esa historia le llevaba a una reflexión muy diferente: ¿Cómo
podían tener tanto oro un pueblo de esclavos? Si no quería un becerro de
oro, ¿para que les manda pedir pendientes, collares y sarcillos hasta a las
mujeres egipcias?, algo difícil de entender, no que lo pidieran, sino que estas
accediesen a dárselo. ¿Y para que les servía tanto oro en el desierto?
Supuestamente les cargaban de impuestos, ¿desde cuándo los esclavos pagan
impuestos? Los colonos americanos, hartos de trabajar para el inglés, tiraron
todo el té al mar en protesta por los elevados e injustos impuestos y tasas.
Así iniciaron la guerra de independencia, pero a diferencia de los judíos que
tuvieron que salir de Egipto ellos simplemente echaron a los ingleses de sus
costas.

Obviamente los judíos en Egipto tan mal no vivían, no hacían más que llorar
por las ollas de Egipto, al pobre Moisés lo tenían agobiado, no hacían más
que quejarse, protestaban diciendo ¿No había acaso suficientes tumbas en
Egipto que nos traes aquí, a morir en el desierto?, y hasta le amenazaban con
retornar a Egipto. Todo le hace sospechar que esa esclavitud a la que se
refiere no era tan solo material, era la de la idolatría.

Sus sabios deliberadamente al recopilar la tradición oral, dejaron este relato


del Becerro de Oro a modo de advertencia, para que ni ellos ni el mundo
255

jamás lo olvide y recaiga en ese error, y también para evitar el sentimiento


de soberbia, para que el pueblo de Israel comprenda que si ellos que fueron
testigos, y vieron tantos prodigios y milagros que obraba Dios, y aun así
dudaron ¿Qué pueden esperar de los demás pueblos que no presenciaron
nada?

Los judíos ni tan siquiera se consideran el primogénito, sino simplemente el


que acepto la entrega de la Tora y promete cumplirla. Una especie de pueblo
“autoelegido” porque participo en esta elección aceptando la Torah y
prometiendo acatarla. De todos modos elegidos o autoelegidos da lo mismo
cuando somos víctimas de esa elección.

Los seres humanos, envidiosos por naturaleza desde tiempos de Abel y Caín
vieron en esta elección un privilegio, cuando para el pueblo de Israel era
simplemente una responsabilidad libremente asumida. La humanidad no
comprende que si Dios nos dio el libre albedrío es mucho más sagrado para
El que para nosotros. Nosotros lo podemos violar pero Dios nunca, por eso
jamás nos va a pedir algo que nosotros no aceptemos libremente ni algo que
no podamos cumplir ni esté a nuestro alcance, aunque nos parezca imposible
siempre va a poner los medios y las herramientas a nuestro alcance, así como
tampoco nos va a dar algo que de corazón no se lo pidamos.

De ahí el significado del Anuncio hecho a María, si ella hubiese dicho no,
Jesús no habría venido a este mundo. Por la misma razón que Moisés
insistió en que cada judío diese un paso adelante y aceptase libremente la
Torah. Las mujeres como siempre lo dieron primero, los hombres
avergonzados detrás, y todos dijeron esa frase mágica “aceptamos y
acatamos “y desde entonces lo que de otro modo hubiese sido una carga
termina siendo una bendición.

La Biblia dice que a muchos pueblos se la ofrecieron pero eso de no matar o


no robar no iba mucho con ellos, antiguamente se vivía del pillaje.

A Egipto se le dio el conocimiento, pero el Faraón en vez de repartirlo lo


acaparó diciendo “míos son los ríos, míos son los canales” Su pecado fue la
soberbia. Nadie lo niega con todos los recuerdos faraónicos que nos dejaron,

Otro pueblo elegido en el saber que menciona la Biblia, fue el fenicio, y al


que se le dio todos los dones, pero ese pueblo de comerciantes uso el saber
en su propio beneficio, y sucumbió bajo el peso de su propia avaricia y
256

ambición. Sacrificaban sus primogénitos al dios Baal, pero como eran


comerciantes, adoptaban niños pobres para ser devorados por el fuego. A
cambio de esos sacrificios el dios les prometía éxitos materiales.

Probablemente hubo más, pero Moisés fue el único que exigió que el saber
fuese dado a todo el pueblo, y fuese trasmitido de generación en generación.
Eso es el significado del Éxodo y el comienzo del “judaísmo”.

Al despedirse Elías le dice a su discípulo Eliseo que pida lo que quiera y


Eliseo le pide dos partes de su espíritu sabiendo que los dones del espíritu
cuando se comparten se multiplican, no por 2 sino por 10.

Responde Elías que esto solo será posible si puede verle subir al cielo. (2
Reyes: 9) Y sube en un torbellino el carro de fuego conducido por caballos
de fuego (la famosa merkabá, o carro en arameo) pero deja su manto que
Eliseo parte en dos partes y con él comienza a hacer milagros.

Quería explicarle a su abuelita que era una ética y una dignificación y


santificación de la vida. El hombre, la corona de su creación, no era solo hijo
de Dios sino también su socio y colaborador en la tierra. Cada vida humana
aun la más insignificante tiene importancia y cumple su función en el plan
divino. No existía viaje sino un remontarse a las fuentes donde mana el agua
pura, el mensaje del Sinaí que teníamos que revivir y reinterpretar. El único
viaje es el Éxodo, el camino de la esclavitud a la libertad, camino que en
cada generación, cada uno tiene que revivir y realizar, cada uno tiene que
sentirse como salido de Egipto.

Todas las religiones comenzaron con un fundador mítico, ninguna con un


ser humano común y corriente, figura a la que cualquier líder puede aspirar
imitar. Cualquiera puede, y debería a aspirar a ser como Moisés que
representa al guía perfecto, el que amaba tanto a Dios como a su pueblo.

En ninguna su líder religioso exigió que la revelación no fuera dada a él


solo, sino a todos y a cada uno de su pueblo, exigió que todos vieran y oyeran
y aceptaran la Torah libremente, para que los hijos y los hijos de sus hijos
mantuviesen su mensaje hasta el fin de los tiempos. No ignoraba lo volubles
y olvidadizos que pueden ser los humanos.

Sabía bien Moisés que Zaratustra había convencido a pocos discípulos,


apenas a su mujer, sus hijos y a alguno más, por eso tuvo que buscar la gracia
de los reyes y plegarse a sus exigencias. Tampoco en verdad se consideraba
257

el fundador de una religión nueva, sino reformador de una existente como


lo serían luego otras, que con el tiempo crecerían en número y poder,
olvidando hasta sus propios orígenes.

Esa zarza ardiente que arde y no se quema le recordaba demasiado al fuego


sagrado de Zaratustra.

Ahora comprendía que su mirada de niña jamás le engaño, ese amor tan
fuerte era el amor de Dios depositado en su corazón.

Le quería decir a su abuelita que la tierra no era ese valle de Lágrimas que
le habían enseñado, sino un maravilloso Edén reflejo de la sabiduría de su
Creador y su inmensa fe en el hombre. Que no hacía falta que lo siguiese
regando con sus lágrimas. Que no había que morirse para entrar al paraíso,
todo lo contrario, el que no degustó sus mieles en la tierra ni sintió ese
inenarrable gozo, difícilmente podría reconocerlo en el cielo.

Que la fe en Dios no era tan importante, no importaba si creemos en el o no,


Lo esenciales que El si cree y tiene fe en nosotros, nunca perdió su fe en sus
criaturas. Nos dejó toda su creación en nuestras manos y nos puso a nosotros,
simples mortales como su corona. No quería solo hijos sumisos y obedientes,
sino seres maduros, con plena conciencia y libres, para ello nos dotó de
inteligencia

La creación no comienza por la primera letra, el Alef que se asocia al eterno,


la Alef está compuesta por un corchete inclinado en diagonal con dos iuds ,
una arriba y una abajo conectadas por la vav, en español la “y griega.” Esto
simboliza la conexión entre ambos mundos, el superior y el inferior.

Si Dios hubiese creado al mundo simplemente como una manifestación de


su Gloria, y nos hubiese creado a nosotros, sus criaturas para que solamente
le adorásemos hubiese comenzado la creación por el Alef.

¿Pero que Dios tan cruel y ególatra sería ese que solo crea al ser humano a
su imagen y semejanza simplemente para que le rindiesen culto? Y si era
tan perfecto, ¿por qué nos iba crear tan imperfectos, sin esperanza siquiera
de asemejarnos a Él? ¿Y cómo podía ser a tal punto cruel que tuviese que
enviar a su hijo para que con su muerte y sacrificio nos redimiese de una
258

culpa original que ni siquiera se nos explicó bien cual fue? ¿Tan poco
confianza tenía en sus hijos?

Jesús para ella no era un cordero de Dios que quita los pecados del mundo,
sino un ser que amó tanto a los hombres como amaba a Dios, y ese amor tan
grande le convirtió en divino, y le hizo eterno.

Con su ejemplo, su ternura, su sabiduría, su humildad y su infinito amor nos


mostró el camino para también nosotros poder acercarnos a nuestro Padre.
Nos enseñó a rezar. A saber pedir que se haga Su voluntad y no la nuestra.
Jesús para ella era simplemente el amor encarnado, encarnaba la versión
más excelsa de la sabiduría judía que tan magistralmente supo condensar.

Es por eso que en el Génesis, en hebreo Bereshit, no comienza con la primera


letra del alfabeto hebreo, sino con la segunda letra del alfabeto, Bet, que
significa casa, para dar a entender que la creación no fue un capricho de un
dios lejano y aburrido, sino un acto libre de amor con el fin de hacer de la
tierra su morada.

No creó al hombre de su mente, ni con Su Palabra sino con su aliento, Ruaj,


que en hebreo significa soplo, hálito, espíritu, alma, o exhalación divina, el
Ruaj Hakodesh.

La misión de los hombres no era solo de ser sus hijos, sino sus colaboradores
en la tierra, sus socios. Para ello nos dotó del libre albedrío que si es tan
sagrado en la tierra, lo sería mucho más en los cielos. Es tan sagrado que
Dios nunca interviene en nuestras vidas a menos de que nosotros le pidamos
que lo haga.

Nuestra herramienta y teléfono de contacto directo es la oración. Eso del


verbo encarnado es un concepto griego con influencias neoplatónicas que se
nota influyeron en la escritura del último de los evangelios, el de Juan,
escrito muy posterior a su muerte, por alguien que lo más probable es que no
haya conocido a Jesús personalmente. No se sabe a ciencia cierta, pero se
cree que fue escrito en Efeso, en la diáspora, muy lejos del pensamiento de
los judíos que vivían en Israel bajo ocupación romana.

Dios es como un pintor que pinta un cuadro y deja medio cuadro sin pintar
para darle la oportunidad al hijo de terminarlo, le da los pinceles, le da los
colores, y le proporciona las normas.
259

Aunque no le veamos nunca nos abandona, simplemente se retira de nuestra


vista para que desarrollemos nuestra individualidad y desde ella le
busquemos.

Siempre responde a nuestro llamado como el padre pródigo, siempre espera


que su hijo díscolo regrese y nunca pierde las esperanzas. Aunque no lo
vemos El si nos ve y nunca nos abandona. Su ausencia es solo una ilusión
de nuestras mentes escindidas. Algo similar al niño en el feto de la madre,
no la ve físicamente pero ambos están unidos por un cordón umbilical.

Como en esta bella parábola: que como todas las bellas parábolas es
anónima, a Dios no le gusta poner su rúbrica. El suele hablar en boca de
cualquiera hasta en la de un idiota. Cuando quiere enviar sus mensajes
siempre se las ingenia para que lleguen a los corazones de quienes están
preparados o abiertos a recibirlos: “Huellas en la arena”

Una noche soñé que caminaba por la playa con Dios. Durante la caminata,
muchas escenas de mi vida se iban proyectando en la pantalla del cielo.

Con cada escena que pasaba notaba que unas huellas de pies se formaban
en la arena: Unas eran las mías y las otras eran de Dios.

A veces aparecían dos pares de huellas y a veces un solo par. Esto me


preocupó mucho porque pude notar que, durante las escenas que reflejaban
las etapas más tristes de mi vida, cuando me sentía apenado, angustiado y
derrotado, solamente había un par de huellas en la arena. Entonces, le dije
a Dios:

“Señor, Tú me prometiste que si te seguía siempre caminarías a mi lado. Sin


embargo, he notado que en los momentos más difíciles de mi vida, había sólo
un par de huellas en la arena. ¿Por qué, cuándo más te necesité, no
caminaste a mi lado?”.

Entonces Él me respondió:

“Querido hijo. Yo te amo infinitamente y jamás te abandonaría en los


momentos difíciles. Cuando viste en la arena sólo un par de pisadas es
porque yo te cargaba en mis brazos…”.
260

EPILOGO

Quería decirle a su abuela que el dar no era suficiente. Dar por obligación
es añadir más oscuridad en el mundo, solo dar con amor y alegría trae luz al
mundo, y era capaz de redimirlo. Lo que antes era un sacrificio ahora era un
acto de amor infinito que regresa a nosotros multiplicado. Quería decirle
que ya no era necesario reír a escondidas. Dios no quiere luto ni sacrificio.
Quiere corazones alegres no contritos. La alegría es un mandamiento muy
importante.

Le quería decir a su abuelita que pasaba tantas horas en ese confesionario


que el arrepentimiento no era el “mea culpa” que le enseñaron. No era
mortificación, humillación, penitencia, sino todo lo contrario. Que una vez
que la persona comprendió su pecado, recordarle sus faltas en lugar de hacer
que las olvide, era similar a grabarlas más en el corazón. En hebreo es
Teshuva, por eso Jesús eligió entre los pecadores a sus discípulos.

La Teshuvá judía es todo lo contrario, es el despertar de la conciencia, no


es mortificarse sino comprender el error y retornar a Di-s con más energía.
Di-s prefiere a un pecador arrepentido que un santo soberbio. De ahí la
leyenda del santo pecador, o la parábola del hijo pródigo.

El poder de la Teshuvá es convertir el mal en bien, es el poder de la VAV


de invertir los tiempos verbales, de convertir el pasado y futuro en un
permanente presente. La Teshuvá es el maestro del tiempo, el que unifica
contrarios y trasciende el tiempo, proyectándose al porvenir.

La Teshuva nos enseña la importancia del AMOR, si uno se arrepiente por


temor los errores quedan como estaban. Pero si es por amor, sus trasgresiones
pasadas se transforman en méritos y sus pecados rojos como la grana quedan
blancos como la nieve, tan limpios y resplandeciente como ese pañuelo que
vio en sus sueños.

No son suficientes simples rezos sino que exige con un cambio radical de
actitud.
261

El perdón individual se pide todos los días, pero un día al año lo piden los
judíos como pueblo.

Ese día tienen que intentar reparar el daño ocasionado y pedir perdón ya sea
a vivos como a muertos.

Ese arrepentimiento colectivo se invoca con el triste soplo del Shofar, ese
instrumento uno de los más antiguos del mundo hecho con cuerno de
carnero.

Imposible comprender el judaísmo sin comprender el hondo


estremecimiento que produce en el alma el simple sonido de un Shofar. Es
una llamada divina y un recordatorio, Moises lo tocó en el Sinaí para llamar
a su pueblo, y es tan ceremonioso que solo puede ser tocado en contadas
ocasiones y siempre de día, nunca de noche.

Una vez un rabino estaba haciendo el ayuno, y ve una fuente que despierta
una sed irrefrenable. Iba a beber pero se detiene, recuerda no había concluido
aún su ayuno. Pero su alma se llenó de tanta soberbia que avergonzado fue
a beber a la fuente, prefería pecar que ser presa del peor pecado en el
judaísmo: La soberbia. “No te engrías…tan solo recuerda que extranjero tú
fuiste en la tierra Egipto”

Quería decirle a su abuelita que el mundo se puede reparar luego de haber


hecho nuestra propia corrección, todos vinos al mundo para ello. Cuando lo
logramos nos corresponde El tikun Olam o sea la reparación del mundo

Tantas cosas le hubiese querido decir a su abuelita, y ahora estaba segura


que desde el cielo la escuchaba. En la tierra su respuesta a sus preguntas
siempre fueron silencio y lágrimas.

Pero sabía que había alegría en su interior, salía en destellos de luz por sus
pupilas, aunque sus labios hablaran de sufrimiento su mirada la delataba,
había cielo en su mirada. Sus ojos color miel impregnaban todo su entorno
con su dulzura, y eran reflejo de ese amor infinito. Cuando se posaban en
los niños parecía que los estaba acariciando y los envolvía como en un manto
de ternura tal era su afán de cuidarles y protegerles.

Cuando su abuelita sonreía siempre lo hacía a escondidas, cuidando que


nadie la viera, pero su nieta la descubrió más de una vez y con sorpresa la
vio encogiéndose de hombros y riendo como una niña en un rincón que tiene
262

que hacerlo a escondidas para no enfadar a los mayores. Ahora desde el cielo
todos los días le sonreía.

Supo que desde su partida vivió rezando y orando por su nieta. Tenía en su
habitación un altar con su foto delante, y una vela parpadeante siempre
encendida. Quizá fueron sus rezos que salvaron su vida en esa carretera.
Su abuela que tanto la amó incapaz ya de protegerla siempre le pidió a Dios
que enviase un ejército de ángeles para proteger a su nieta.

Le contaron que se fue dulcemente cómo vivió, se desvaneció como una vela
sin separarse nunca de su foto. No es de extrañar, no podía ser de otra
manera, su alma estaba anhelando ese encuentro, su misión en esta tierra ya
había concluido. Sintió no poder despedirla, pero ni siquiera le avisaron,
quizá ya ni sabían cómo ni donde localizarla.

Su familia siempre la culpó por haber ocasionado tanto sufrimiento también


a su abuela, como si ya no cargase suficiente culpas en su mochila.

Se fue pero nunca la olvido, desde EEUU le escribía frecuentemente o la


llamaba por teléfono, pero un día la llamó su madre para decirle que no lo
haga más. Le dijo que su abuela cada vez que recibía una carta suya la
guardaba como un tesoro en su pecho, la besaba e iba como enloquecida por
la calle y se negaba a separarse de ella. La alteraban demasiado, así como
sus llamadas tras las cuales rompía en desconsolado llanto, aunque su
intención fuese tranquilizarla. Si seguía así haciéndole tanto daño llegaría
un momento que su corazón no podría soportarlo.

Por amor a su abuela y por no hacer más daño, dejo de llamarla y escribirle
pero siempre estuvo en su corazón presente. Aunque siempre se sentiría
arrepentida de haberles hecho caso, pero en ese entonces no era capaz de
cargar con más culpas sobre sus espaldas, ya pesaba demasiado su mochila.

Su abuela siempre sintió que no era de este mundo. Ella encarnaba todas
las virtudes cristianas que tanto inculcan y con mucho más ahínco los que
no las poseen.

¿Cómo podía no amar a los cristianos? ¿Qué culpa tenían si la verdad a ellos
les fue ocultada deliberadamente? ¿Cómo culparles, si creían en sus
corazones que ese amor a Jesús era suficiente para redimirles? ¿Y que no
existía otro medio de salvación posible? ¿Se puede culpar a un ciego de no
ver? Ahora se sentía como explicando a los ciegos la magia de los colores.
263

Sabían que muchos hasta no abrir los ojos, se reirían de ella. Que muchos
seguían creyendo que el hombre es un lobo para el hombre, o aplicaban la
frase “piensa mal y acertarás”. Aplicaban la fórmula mágica de
Abracadabra que en arameo significa “lo que yo digo será” ¡Claro que
siempre iban a acertar!

Ella solo soñó con verla y hacerla feliz. Nunca comprendió sus silencios y
su tristeza. Ahora entiende que era su educación tan sobria, y estaba tan
arraigada en ella que ya no era capaz ni de percibirla.

Su abuela le enseñó el poder de la oración, y también el poder de las


lágrimas. Dicen los rabinos “si la oración hace temblar las puertas del cielo,
las lágrimas las abren” Su abuela pudo más con una simple lágrima que
hizo más mella en su corazón, que todos los golpes, castigos o amenazas.

A su partida de este mundo, su hermana que andaba siempre enferma y tenía


pronosticada una larga muerte en hospitales viendo a su hermana tan bella y
joven siempre como una niña enamorada de Dios quiso seguir su ejemplo y
se puso a orar como ella. Pidió al cielo que cambie su muerte por una muerte
dulce, y así fue, el cielo se lo concedió. Nunca más pisó un hospital. Quedó
dormida en la mesa de su cocina con una beatifica sonrisa en sus labios. Su
ejemplo enseñó a la familia que teniendo a Dios como socio lo imposible se
puede lograr.

Existen almas tan perfectas y elevadas que solo aceptan venir a este mundo
por amor y sirven de guías para los seres que les rodean, como su abuela.
Otros como ese querubín rubio son simplemente ángeles encarnados que
vienen y se van. Otros aceptan venir en cuerpos deformes o como “seres
especiales” que según los rabinos son almas tan puras y evolucionadas que
aceptaron venir al mundo solo para ayudar a sus padres o a los seres que les
rodean a evolucionar. Tal es así que cuando los cabalistas se cruzan con uno
de estos seres, quitan su sombrero o su kipá, se inclinan ante ellos y les
piden que les bendigan.

Cada alma viene con su propio nivel a vivir su propia experiencia. Es como
un árbol que tiene diferentes etapas de crecimiento. Primero es una semilla
que vive en la oscuridad profunda de la tierra, luego germina y echa raíces,
Luego echa su tronco y luego sus ramas. Por último da brotes, y echa flores
y frutos.
264

Cada etapa es importante y parte de su crecimiento. Así en la vida cada ser


humano está en su etapa. Nadie puede juzgar si es mejor o peor, todas son
necesarias. Una flor sin tallo, ni hojas ni raíces languidece enseguida. Un
árbol sin raíces se quiebra con el viento. No se puede ni pedir que un pez
vuele, ni que un ave nade. Ni se les pueden juzgar por no hacerlo.

Tampoco se puede forzar a nadie. Cada ser humano trae su propia sed, no se
puede dar de beber de la fuente viva a quien no anhela recibirla, esa agua
solo puede saciar la sed del alma que la anhela. En cambio quién no lo desea
se atraganta con ella.

Decía Quevedo con ironía para ilustrar esto: “Como les dijeron “amaras a
Dios por sobre todas las cosas” Muchos se apresuran a tener todas las cosas
para poder amar a Dios” Tenemos que respetar cada etapa de crecimiento.
No se pueden forzar los tiempos, no se puede sacar la nieve de una montaña
en invierno con potentes excavadoras, cuando en primavera ella se derrite
sola y sin esfuerzo.

Sus ojos se abrieron cuando leyó la historia de ese pueblo perseguido,


injuriado injustamente, maltratado desfigurado martirizado cuyo único
pecado esa simplemente ser judíos, expulsados de su tierra, condenado a ser
errante sin otra patria que sus libros sin ningún puerto al que regresar lloró
tanto y no paró de llorar hasta que ya no le quedaron más lágrimas. Y se
preguntó ¿por qué? Estaba dispuesta a descubrir el por qué de tanto
ensañamiento, aunque lo había intentado, había comprendido que no existía
un fundamento racional para tanto odio.

Ahora solo sentía en su alma las lágrimas de Jesús y era como si le volviesen
a insultar, humillar, escupir y coronasen de nuevo su cabeza de espinas.

¿Cuál era ese misterio de Israel que no podía nadie comprender y que tantas
persecuciones y dolor ocasionaron al pueblo judío? ¿Y tanto odio e ira
despertó entre las naciones? ¿Por qué su mera existencia molesta tanto a los
poderosos? ¿E irrita a todos los gobiernos de la tierra? Muchas veces fue
solo este odio que les unía. Pero el odio ata, no une. Encadena, no libera.
El que odia es prisionero del objeto odiado, ni vive ni deja vivir. Y en vez de
destruirles, ese odio a los judíos les hace más fuertes y más unidos como
pueblo. En el libro de Esther aparece narrada el primer intento de genocidio
del pueblo judío. Amán le dice al rey Asuero que tiene que exterminar a
todos los judíos de su reino. El rey le pregunta a su pérfido consejero ¿Por
265

qué? Este responde: “porque ellos no pertenecen a ningún reino, tiene a su


Dios y no se arrodillan ante ningún Rey, y además poseen muchas riquezas”.
Al rey no le gustó que no se plegaran ante él, las riquezas le importaban
menos, estas se las prometió al pérfido Amán y selló a instancia suya la
primera orden de destruir, matar y exterminar a todos los judíos, jóvenes y
ancianos, niños y mujeres, en un mismo día, y de apoderarse de sus bienes

Buscó en todas las religiones pensando que eran diferentes y siempre llegó
al mismo destino se dio cuenta que solo variaba el viaje. Todas decían lo
mismo. Solo variaban el método o las palabras. Era como un mismo
caramelo con envoltura diferente, y todas se parecían en sus fundadores
míticos y narraciones extraordinarias llenas de hechos sobrenaturales que
solo podían explicarse como inexplicables misterios, y en el hecho de
sentirse ser la única verdadera.

Todas menos la judía. Era tan prodigioso su relato que no necesitaba añadir
nada más a lo humano. Era la única religión donde el protagonista era Dios
y no el hombre, así que no necesitó ni teología ni demostrar Su existencia.
El cristianismo que suponía ser hijo suyo, y como se dio cuenta que la madre
no murió en el parto, quiso matar a la madre, y al ver que no podía, invirtió
todos sus conceptos, poniendo al pueblo de Jesús en las antípodas, y
convirtiéndoles tan irreconciliables como lo son la mentalidad griega y la
judía. Por supuesto el cristianismo se creyó nuevo, pero los romanos no los
diferenciaban. Dividían al mundo en paganos y monoteístas. Jesús ni sus
apóstoles por supuesto pensaron inventar una religión nueva. De hacerlo
probablemente muy diferentes habrían sido sus enseñanzas. Por lo pronto
partiría de cero, o por lo menos habría mencionado las fuentes.

Comprendió que el judaísmo no era una religión siquiera, era una revelación
revivida por generaciones. Los rabinos son simples maestros que aprenden
de sus alumnos. Hasta la misma Biblia es una gran metáfora, una eterna
pregunta que narra la relación íntima de un pueblo con su Dios, amor que va
en crescendo y termina en el Cantar de los Cantares, la unión mística entre
el hombre y Dios. Amor que a través de Jesús quisieron compartir con todos
nosotros.

Todos sus ritos salvo Purim recuerdan ese peregrinaje por el desierto, y
todos sus ritos o rezos están centrados en la aceleración de la venida del
266

tiempo mesiánico, ese tiempo donde toda la humanidad al fin podrá


comprender y descubrir la belleza de su hermano Abel, o mejor dicho la
belleza y sencillez de su mensaje, tan bello y simple que hasta un niño
pequeño puede comprenderlo.

Todo está reflejado en el tetragrama, o el nombre de Dios (Que se lee IOD


HEI VAV HEI. O “yo soy el que soy”, que se tradujo mal como Yahveh y
peor aún como Jehovah)

Comienza por la IOD, la letra más pequeña que dijo Jesús NO SE VA A


MOVER, ni una tilde, ni una iota de la Ley hasta el final de los tiempos. Y
luego aparecen las letras hebreas HEI separadas en el medio por la VAV,
que en hebreo es un corchete, o un rayo de luz.

La HEI es la quinta letra del alfabeto hebreo, es una letra que siempre se
dibuja abierta, es ventana, iluminación y se identifica con la energía divina
porque su sonido no sale de la garganta sino que se exhala desde nuestro
interior al igual que el aliento de la vida. Es una letra que se aspira.

Con la letra HEI Dios cambia el nombre de Abraam que se pasará a llamar
como le conocemos Abraham porque le pone por padre de muchedumbres.
Y a Sarai cambia su nombre por Sarah. Fue introducida la Hei como simiente
de vida, para embellecerla con su gracia, y bendecir su vientre que florecerá
y dará frutos.

Se asocia a la energía del Creador. A Su aliento divino.

Hablamos de la VAV. Esa Y que el rabino dejó abierta en su mente, y le


enseñó la importancia tan grande: la de unir y separar. Y lo ilustró con relatos
bíblicos. En ese momento no fue capaz de comprender su significado.

La VAV, se puede usar como consonante, como “V”, pero también se puede
usar de vocal “O” o “U”. Eso impide que sepamos exactamente como se
pronuncia el nombre de Dios

La VAV nunca se escribe sola, siempre al inicio de las palabras y su


presencia delante de un verbo, es capaz de invertir los tiempos verbales.
Para nosotros es la “Y” griega y siempre la escribimos separada entre dos
palabras.

En el hebreo antiguo no existía el tiempo verbal, por eso la Torah la


recibieron en presente. Se lee e interpreta en un eterno presente adaptando
267

sus enseñanzas a cada situación de la vida. Tampoco existían las vocales,


que fueron añadidas posteriormente por los rabinos.

Pero aparte de invertir los tiempos la VAV es conexión y división. Une y


separa a la HEI

Pero este corchete también separa, pero es una separación de nuestras


mentes. Cuando en Génesis dice “Creo el cielo Y la tierra”, esa “Y” divide
o distingue el uno del otro. Aunque los veamos aparentemente separados, al
leerlo en hebreo cielo y tierra se conectan.

Todo el judaísmo es un intento de unir tierra y cielo distinguiendo bien el


uno del otro. Vivir la experiencia terrenal como una experiencia divina,
caminar dejando huella en la tierra, con nuestra cabeza alta en los cielos.

En otras palabras actuar en la realidad como si Dios no existiese y vivir como


si todo dependiese de Dios. O como dicen los españoles un poco más
brusco: “a Dios rogando y con el mazo dando”

Lo que llaman Emuná, la fe judía muy diferente a la interpretación cristiana.


No es una fe irracional en hechos sobrenaturales, sino una certeza absoluta
que todo viene del Creador, que cada vida humana por insignificante que
sea tiene sentido, y cada cosa que pasa esconden un por qué último que ellos
ahora desconocen, de modo que se bendice tanto lo bueno como lo malo.
Tampoco se cuestiona o se plantea la existencia de Dios, es algo que se vive,
se siente en cada latido de nuestro corazón, es tan natural como respirar.

Cuando Maimonides prueba la existencia de Dios, en vez de la suma


Teológica de Tomas de Aquino (que le tocó leer y explicar a su hijo, algo
que ni ella fue capaz de entender nunca, y su hijo mucho menos) en vez de
un intento de racionalizar, Maimónides habla de lo que no es Dios. Se llama
teología negativa.

Para los judíos el hablar del infinito con palabras finitas es un absurdo. No
se cuestionan siquiera la reencarnación o el regreso a la vida. Nacer o renacer
es el mismo milagro. Si no nos sorprende que hoy estemos aquí, ¿por qué
va a sorprendernos que volvamos a estar? ¿Cómo distinguir un renacimiento
de un nacimiento? ¿Un bello amanecer de un ocaso?

Por eso plantearse la venida o el regreso del Mesías es un absurdo. Qué más
da si va a venir o regresar. Lo importante es esperarlo juntos. El Mesías de
268

Israel que iba a liberar a su pueblo y al mundo de la opresión evidentemente


no llegó, ahora lo podemos esperar juntos, mientras tanto es nuestro deber ir
preparando ese tiempo mesiánico donde la humanidad reconciliada en el
amor habrá quitado su venda oscura de los ojos.

¿Habéis percibido la belleza literaria de los Salmos? ¿Habéis sentido alguna


vez con alguna otra lectura vuestra alma arrancada de vuestro pecho de puro
gozo? ¿Habéis leído algo más bello que el Cantar de los Cantares?

Los evangelios están llenos de reminiscencias. Por eso nos resultan tan
bellos y eternos, aunque no comprendamos la profundidad de su mensaje,
son el eco de un eco infinito por eso llegan a nuestras almas y las acarician
y elevan. No es culpa nuestra no comprender, las fuentes nos fueron
enturbiadas, y nos hicieron creer que les habíamos superado. Ahora intentan
hacer lo mismo con Dios. A los poderosos no les gusta que nadie les haga
sombra, y menos que se cuestione algo o piense por su cuenta. Son como
ese emperador chino cuando le preguntan cómo domina a tantos millones de
seres. Le dice, muy fácil, y muestra un campo de trigo y le pregunta “¿ve
esas espigas que sobresalen? Pues yo les corto la cabeza”. Cuando el
presidente de EEUU hablando con Israel se jacta de gobernar sobre tantos
millones de americanos, el de Israel le dice: “imaginase lo que sería mandar
a 7 millones de presidentes”.

Hasta esa frase que supuestamente superaba a las demás religiones “amaras
a tu prójimo como a ti mismo” estaba escrita en Levíticos.

Jesús no pretendió crear una religión nueva sino trasmitir la esencia más bella
y profunda de las enseñanzas a un pueblo que no tenía acceso a los libros
más que de oídas o por relatos de sus maestros. Y que se sentía desamparado
y asfixiado bajo el yugo romano y los pesados impuestos.

Los romanos en base a un censo de cada región calculaban la carga de


impuestos. Esto lo recaudaban de los publicanos que adelantaban el dinero
y luego lo recuperaban de sus víctimas sin escatimar medios para
conseguirlo, por supuesto con abundantes ganancias porque se quedaban con
la diferencia de lo recaudado.

Era normal que el pueblo judío odiase a los publicanos y a los saduceos que
eran en ese entonces los colaboracionistas con la ocupación romana, y no
269

comprendía que un rabino judío no solo que los sentara a su mesa sino que
los tuviese entre sus apóstoles.

Jesús no se molestó en entorpecer sus enseñanzas con citas bíblicas como


hacían todos los rabinos o estudiosos porque no lo juzgo necesario. Solo
hablaba a las ovejas perdidas de Israel. El solo vino a sanar a los enfermos
¿es que acaso los sanos necesitan de un médico? Por eso tradujo sus
enseñanzas a la lengua de un niño. No tenía que demostrar erudición sino
que venía a trasmitir un mensaje directo, sencillo, más fresco. Habla al
corazón de los hombres, sin embargo, a pesar usaba parábolas sencillas no
todos podían ni supieron entenderlas.

Solo los niños pequeños podían comprenderle, por eso se dirigió a esas
avecillas del paraíso, a esos pequeños seres inmensamente grandes que
llevan en sus corazones las semillas del reino de Dios. “Dejad que los niños
vengan a mi”

Según él si no regresábamos a ese estado de inocencia y pureza primigenia


de un niño no podríamos entrar en el reino de los cielos.

Al comprender todo esto fue como haber encontrado una perla oculta. Ahora
comprendía el porqué de tanto odio que trascendía ya a lo humano, y siempre
rayaba con lo irracional.

Ella sabía el nombre de esa venda: EL ANTISEMITISMO.

Y ya había aprendido como quitársela. Y sabía cómo TODOS también


podían quitársela.

Quería contarle a su abuelita que por fin había comprendido que el judaísmo
era simplemente la unión del nombre de Dios, ahora separado por esa VAV.
Y esa VAV no era otra que el antisemitismo, esa venda oscura que pusieron
en nuestros ojos, es la barrera que nos impide subir al cielo, es la losa sobre
el sepulcro de Jesús.

Nuestro amor al pueblo judío: Am Israel, nos unen a Dios, nuestro odio nos
aleja de Él.

No es solo malo para ellos sino y sobre todo para nosotros porque nos priva
de libertad. En las naciones es copa de vértigo y en todos los pueblos y en
todos los hombres es piedra de tropiezo y escándalo.
270

Su valor numérico es el 6. ¿Será esto casualidad? ¿No es acaso el número


de la Bestia?

Le quería decir a su abuelita que ya no tenía nada que sufrir por el alma de
su nieta. No había nada malo en ser judío. Que no era una carga sino una
responsabilidad libremente asumida.

No la podía culpar, así la habían educado. Si a ella le llevó toda una vida
comprenderlo ¿Cómo iba a comprenderlo su abuelita? Si a ella también la
habían educado así, si a ella también le habían ocultado su belleza.

Recién ahora comprendió que ese tesoro escondido, no estaba ni oculto ni


escondido, era asequible y no estaba guardado en una ostra en el fondo del
mar, sino en los libros que condesaban la sabiduría milenaria de un pueblo
deseoso de compartir tanta riqueza. Fueron los prejuicios, y la ignorancia los
que nos privaron de sus mágicos destellos.

Esa puerta siempre estuvo abierta para cada uno de nosotros como en el
cuento “Ante la Ley” de Kafka, pero los prejuicios y el antisemitismo que
nos inculcaron nos impidió traspasarla. En el cuento de Kafka se cerró, pero
por suerte aún ahora para todos nosotros sigue abierta de par en par. Cada
vez que intentaron trasmitirla sus libros fueron a parar a la hoguera y ellos
fueron expulsados o perseguidos, pero jamás abandonaron la esperanza de
que un día la humanidad comprendiese y quisiese traspasar juntos esa puerta.

Los judíos no eran otra religión rival, no eran enemigos, simplemente


nuestros hermanos mayores. Revelan la presencia divina, mientras nuestro
antisemitismo es esa VAV que la oculta, que la esconde para ocultarnos su
mensaje de libertad y su extrema belleza, haciéndonos más tristes, pequeños
y vulnerables, y por supuesto mucho menos libres.

Nos une porque ellos tienen esa escalera para subir al cielo, son ese puente y
ellos están deseosos de compartir su sabiduría y sus libros que conservaron
también para nosotros. Los que le valieron tantas persecuciones de la Iglesia
incapaz de comprenderlos pero capaz de entender que eran un canto de amor,
libertad y esperanza, algo que hacía cuestionar su papel en la tierra.

Ese pequeño pueblo de dura cerviz que desafió a los más grandes imperios
con su simple existencia y su amor por la vida, también amenazaba su
autoridad. Cuestionar su Biblia era cuestionar sus propias raíces, y
convertirles, lo que intentaron por siglos les resultó infructuoso. Cuando más
271

les perseguían ellos más afirmaban su fe y su voluntad de seguir viviendo,


esa fue única venganza. Si es que podemos llamar venganza la emuná y el
amor a la vida.

Eran el pueblo de la Palabra, pero también de la esperanza, que esperaban


contra toda esperanza, cuando no había ya nada que esperar se abría la última
esperanza porque creían más allá del absurdo en un mundo donde el absurdo
no existe, y mucho menos las contradicciones.

Dios que les sacó de Egipto, no necesita nada sobrenatural para creer en él,
no necesita manifestarse ni ser expuesto en una feria.

No necesita ningún milagro para que sepamos que existe. Es el sentido de


todo. Inclusive si dudamos de su existencia, si actuamos como si existiese,
estamos afirmando su presencia.

Su mera supervivencia es la prueba más sobrenatural de que Dios existe. Si


no existiese ¿cómo un pequeño pueblo disperso, sin ejército ni tierra fue
capaz de sobrevivir a tantos intentos de asimilación, conversión o muerte?

Sería imposible de explicar sin esas fuerzas que le vienen del cielo. Porque
no solo renacieron de sus cenizas, sino que lo hicieron sin rencor solo con fe
y amor. Demasiado preocupados estaban en volver a la vida, que poco
tiempo o ninguno tenían para la venganza. Ni siquiera merecía su tiempo,
porque lo veían absurdo, se daban cuenta que los demás no son más que
marionetas que manipulan otros, meros instrumentos. No son siquiera
responsables. Es como atacar al hacha que nos hiere o cortar el brazo que
mata.

Puede a veces ocurrir que tu mano cometa un error y te pegue, ¿pero tomarías
un palo y la castigarías por haber obrado sin entendimiento aumentando así
tu dolor? , y la verdad, aunque nos ofenda reconocerlo, ellos como hermanos
mayores nos vieron como niños pequeños. No nos dieron siquiera tanta
importancia a todos nuestros gritos y pataleos, que a sus ojos no eran más
que berrinches de ciegos e ignorantes, y ni siquiera nos culparon por ello.

Rezó, rezó y rezó hasta comprender algo tan sencillo y bello. Lástima no
tener a su abuelita a su lado para compartir tanta felicidad. Su único anhelo
era gritarle a su abuelita y al mundo, que por fin había descubierto esa perla
y que nunca estuvo oculta ni escondida. Estaba al alcance de todos.
Mientras en el mundo haya antisemitismo seguirá habiendo judíos. Todos
272

los que conectamos con Dios y lo buscamos ardientemente somos judíos.


Como todos los que amamos a Su Pueblo. Podemos llamarnos “enamorados
de Dios” si nos disgusta el término. En realidad no existen dos religiones,
esto es una división de las mentes escindidas que los políticos utilizan en su
propio beneficio.

Pascal, quien a través de las ciencias encontró a Dios, que se dio cuenta que
el hombre era ese medio entre la nada y el todo, y que sin Dios era la nada
“¿qué es el hombre ante el infinito? Un todo frente a la nada, una nada frente
al todo”, antes de morir comprendió este misterio, y las últimas palabras que
encontraron grabadas en un papel pegado a su pecho fue “Creo en el Dios de
Israel, en el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. FUEGO FUEGO
FUEGO” O sea en el Dios de las promesas.

Los judíos desaparecerán cuando hayan cumplido su misión y la venda


oscura caiga de nuestro rostro.

Nos están y siempre nos estuvieron esperando.

Cuando esto ocurra, como un día ocurrirá, en vez de perder nuestras energías
en odiar o intentar destruirle, o más absurdo convertirles, juntaremos
nuestras almas, corazones y pondremos toda nuestra energía en construir
juntos como hermanos, una tierra y unos cielos nuevos.

Por fin después de tanto peregrinar, de tanta búsqueda espiritual se le reveló


el “misterio de Israel” que no era ningún misterio. El anti judaísmo al dividir
a las dos religiones lo transformó en misterio. Las palabras de Paulo de Tarso
nunca fueron comprendidas.

Entendió la razón de ser, y de seguir siendo de Israel y su función en el plan


divino de Dios; aparte de testimonio de la revelación son testimonio de que
de las entrañas de ese pueblo surgió su más bella y sublime encarnación del
amor que resume todas las enseñanzas de la Torá: Jesús.

Al comprender todo esto todo su ser se siente invadido por una paz infinita
y oye una voz muy dulce que le dice desde lo alto

“LA VERDAD OS HARA LIBRES”


273

Vio como chorros de luz bajaban desde el cielo y se desparramaban en


haces sobre la tierra.

Desde entonces se sintió mucho más libre, y mucho más feliz, y al reino de
los cielos mucho más cercano.

. FIN

También podría gustarte