Domingo Corpus Christi

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CELEBREMOS EL DOMINGO EN FAMILIA

El Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

Ecce panis angelorum


(he aquí el Pan de los Ángeles)

Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien coma de este pan vivirá para siempre
Mantener el pequeño altar con su mantel para colocar allí con respeto y
devoción la Sagrada Biblia, el crucifijo y con la imagen de nuestra Madre
la Virgen María. Una veladora que debe ser encendida con precaución y
seguridad.

Si es posible colocar en unas pequeñas cartulinas los nombres de los que


viven en la casa con el fin de orar juntos por cada uno.

Recomendación: El que dirige la celebración, los lectores y el salmista


deben ensayar convenientemente los respectivos textos que se van a
proclamar en la celebración familiar.

En el momento determinado, se congrega la familia en el lugar dispuesto


para dar inicio a la celebración.

Esta festividad del Corpus Christi, ya no en jueves sino en el domingo


siguiente, fue instituida por Urbano IV en 1264, quien le encomendó a
Santo Tomás de Aquino un oficio completo, algunos de cuyos himnos y
antífonas han pasado a la historia de la liturgia como la expresión
teológica más alta de este misterio inefable de la Eucaristía.

Descubrir las raíces últimas, culturales y religiosas de este sacramento de


la Iglesia, que se retrae a la última cena de Jesús con sus discípulos, es un
reto para una comunidad y para cada uno de nosotros personalmente, ya
que como dice el Vaticano II, este sacramento es como la «culminación de
toda la vida cristiana» (LG 11) y también en cuanto en él «vive, se edifica y
crece sin cesar la Iglesia de Dios» (LG 26).

Pero la Eucaristía no es un sacramento cosificado, como algo sagrado,


sino que siempre se renueva y se crea de nuevo desde el compromiso de
Jesús con su comunidad, con la Iglesia entera. En cada Eucaristía acontece
siempre algo nuevo para nosotros, porque siempre tenemos necesidades
nuevas a las que el Señor resucitado de la eucaristía acude en cada una de
ellas. Por ello, los textos de la liturgia de hoy están transidos de ese
carácter inefable que debemos buscar en este sacramento.
Saludo:

Quien guíe la oración puede decir:

Jesús nos dice hoy en el Evangelio: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien
coma de este pan vivirá para siempre; y el pan que yo doy para la vida del
mundo es mi carne”. Que Jesús, el Señor, nos dé siempre este pan y que
permanezca siempre con ustedes.

En este domingo del Corpus Christi, en la que echamos de menos las


procesiones eucarísticas por las calles de nuestros pueblos y ciudades,
circunstancias excepcionales impiden a muchos participar en la celebración
de la Eucaristía.

Sin embargo, sabemos que cuando nos reunimos en su nombre, como los
apóstoles y María en el Cenáculo, Jesucristo está presente en medio de
nosotros. Y recordamos que cuando se lee la Escritura en la Iglesia, es el
Verbo mismo de Dios quien nos habla y el Espíritu nos hace viva la Palabra.

Su palabra es alimento para nuestra vida; por ello, en comunión con toda la
Iglesia, vamos juntos a ponernos a la escucha de esta Palabra. Durante esta
celebración, rezaremos especialmente para que cese la pandemia que
amenaza al mundo, por los enfermos y los que han muerto, por sus amigos y
sus familiares, y por todos aquellos que trabajan al servicio de los demás en
la lucha contra este flagelo.

En este domingo del Corpus Christi, tenemos la ocasión de adorar a


Jesucristo en lo profundo del corazón, agradeciendo su cercanía, su entrega y
que se haya hecho nuestro alimento. El ayuno eucarístico prolongado en esta
pandemia sea ocasión para acrecentar en nosotros nuestra hambre de él.

Preparémonos ahora a abrir nuestros corazones, guardando un momento de


silencio.
RITOS INICIALES

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo

Todos: Amén

Introducción por el Celebrante.

Un Pan, un Cuerpo ¿Dónde, en nuestra vida cristiana, encontramos a Jesús el


Señor con más frecuencia y al más profundo nivel? ¿Acaso no es en la
eucaristía, donde él se convierte para nosotros en alimento y bebida? ¿Acaso
no es éste el centro de toda nuestra vida cristiana? Nuestra fe nos dice: Aquí
está el Señor; aquí se nos da a sí mismo, en su cuerpo, alma y divinidad. ---
Aquí él nos enseña a darnos a nosotros mismos, unos a otros. --- Demos,
pues, gracias a Jesús que está siempre con nosotros.

Acto Penitencial.

En la eucaristía Jesús nos hace participar en su vida, pero nuestros pecados


nos impiden ser como Jesús. Pedimos ahora al Señor que nos perdone.
(Pausa)

Señor Jesús, tú multiplicaste el pan para dar de comer a una muchedumbre


hambrienta: R/ Señor, ten piedad de nosotros.

Cristo Jesús, tú te diste a ti mismo totalmente en la Última Cena y en la cruz:


R/ Cristo, ten piedad de nosotros.

Señor Jesús, tú tuviste sed y pediste a la mujer junto al pozo agua para beber,
y sin embargo ahora tú te das a ti mismo como nuestra bebida de vida y
alegría. R/ Señor, ten piedad de nosotros.

Ten misericordia de nosotros, Señor, danos el pan de tu perdón y la bebida


de alegría de tu bondad compasiva. Y llévanos a la vida eterna. R/ Amén.
Recitamos el Gloria.
Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres
que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria
te alabamos,
te bendecimos,
te adoramos,
te glorificamos,
te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor, Hijo único, Jesucristo,
Señor Dios, Cordero de Dios,
Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros,
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor,
sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo
en la gloria de Dios Padre.
Amén.

Oración.
Pidamos al Señor, Jesús, que sea siempre nuestro alimento de vida. (Pausa)

Señor, Jesús:
Tú nos pides que seamos tu cuerpo
para la vida del mundo.
Aliméntanos con tu palabra de vida,
danos tu cuerpo como comida
y tu sangre como bebida de alegría,
para que logremos ser más semejantes a ti
y aprendamos de ti a vivir
no ya solo para nosotros mismos
sino para Dios y para los hermanos.
Haz que logremos ser una sola mente y un solo corazón,
para que el mundo reconozca
que tú vives en nosotros.
Sé nuestro Señor y Salvador,
ahora y por los siglos de los siglos.

Primera lectura

Lectura del libro del Deuteronomio (8,2-3.14b-16a):

Moisés habló al pueblo, diciendo: «Recuerda el camino que el Señor, tu Dios,


te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto; para afligirte, para
ponerte a prueba y conocer tus intenciones: si guardas sus preceptos o no. Él
te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que
tú no conocías ni conocieron tus padres, para enseñarte que no sólo vive el
hombre de pan sino de todo cuanto sale de la boca de Dios. No te olvides del
Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud, que te hizo recorrer
aquel desierto inmenso y terrible, con dragones y alacranes, un sequedal sin
una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca de pedernal; que te
alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 147,12-13.14-15.19-20

R/. Glorifica al Señor, Jerusalén

Glorifica al Señor, Jerusalén;


alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R/.
Ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz. R/.

Anuncia su palabra a Jacob,


sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios


(10,16-17):

El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de


Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? El
pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo,
porque comemos todos del mismo pan.

Palabra de Dios

Secuencia.

He aquí el pan de los ángeles,


hecho viático nuestro;
verdadero pan de los hijos,
no lo echemos a los perros.

Figuras lo representaron:
Isaac fue sacrificado;
el cordero pascual, inmolado;
el maná nutrió a nuestros padres.

Buen Pastor, Pan verdadero,


¡oh, Jesús!, ten piedad.
Apaciéntanos y protégenos;
haz que veamos los bienes
en la tierra de los vivientes.
Tú, que todo lo sabes y puedes,
que nos apacientas aquí
siendo aún mortales,
haznos allí tus comensales,
coherederos y compañeros
de los santos ciudadanos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo –dice el Señor–; el que coma de
este pan vivirá para siempre

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lectura del santo evangelio según san Juan (6,51-58):

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del
cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi
carne para la vida del mundo.» Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede
éste darnos a comer su carne?»

Entonces Jesús les dijo: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del
hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi
carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come
mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha
enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por
mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que
lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.»

Palabra del Señor

Permanecemos unos minutos en silencio de meditación personal.


Nos levantamos para profesar el Credo.
Creo en Dios, Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna.
Amén.

Oración de los Fieles.

Oremos para que Jesús, el Señor, sustente a todos los que tienen hambre de
él en el camino de la vida. Y digámosle: R/ Quédate con nosotros, Señor.

1. Para que en todo el mundo nuestro Señor sea la fuerza de los que
reciben su cuerpo y su sangre, y sea su compañero en la vida,
roguemos al Señor: R/ Quédate con nosotros, Señor.

2. Para que Jesús, nuestro Señor, sea la fuerza de los que comparten su
pan con sus hermanos, de forma que sirvan de inspiración para los
que no saben todavía cómo compartir, roguemos al Señor: R/ Quédate
con nosotros, Señor.

3. Para que Jesús sea la fuerza de los que ganan su pan con dificultad y
de todos los que o no tienen o han perdido su empleo, roguemos al
Señor: R/ Quédate con nosotros, Señor.
4. Para que Jesús, nuestro Señor, sea la fuerza de los enfermos que lo
reciben en comunión y también de los que no pueden recibirle, para
que de algún modo él esté siempre cercano a todos ellos, roguemos al
Señor: R/ Quédate con nosotros, Señor.

5. Para que Jesús, nuestro Señor, sea la fuerza para todos nosotros, que
él sea nuestra alegría y la fuente de nuestra unidad y de nuestra
entrega a los hermanos, roguemos al Señor: R/ Quédate con nosotros,
Señor.

Quédate con nosotros, Señor, sé nuestra vida y nuestra felicidad, ahora y por
los siglos de los siglos. R/ Amén.

Introducción al Padrenuestro

Dios es nuestro Padre


que da pan a su pueblo.
Con las palabras de Jesús,
pidámosle el verdadero pan del cielo
que da vida al mundo.

R/ Padre nuestro…

E inmediatamente todos proclaman:


Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
El guía sigue diciendo:
Acabamos de unir nuestra voz
a la del Señor Jesús para orar al Padre.
Somos hijos en el Hijo.
En la caridad que nos une los unos a los otros,
renovados por la Palabra de Dios,
podemos intercambiar un gesto de paz,
signo de la comunión
que recibimos del Señor.

Todos intercambian un gesto de paz. Si fuera necesario, siguiendo las


indicaciones de las autoridades, este gesto puede hacerse inclinando
profundamente la cabeza hacia el otro o, en familia, enviando un beso a
distancia con dos dedos en los labios.
Nos sentamos.

COMUNIÓN ESPIRITUAL
El guía dice:
Dado que no podemos recibir la comunión sacramental, el Papa Francisco
nos invita apremiantemente a realizar la comunión espiritual,
llamada también “comunión de deseo”.
Podemos ahora inclinar la cabeza, cerrar los ojos y recoger nuestro
espíritu.
Pausa en silencio
En lo más profundo de nuestro corazón, dejemos crecer el ardiente deseo
de unirnos a Jesús, en la comunión sacramental, y de hacer que su amor
se haga vivo en nuestras vidas, amando a nuestros hermanos y hermanas
como Él nos ha amado.
Permanecemos unos minutos en silencio en un diálogo de corazón a
corazón con Jesucristo. Se proclama la siguiente oración
Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo
Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en
mi alma. Pero como ahora no puedo recibirte sacramentado, ven al
menos espiritualmente a mi corazón.

Se hace una pausa en silencio para adoración.


Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a ti. No
permitas, Señor, que jamás me separe de ti. Amén.

Bendición final.
Todos la pueden pronunciar, mirando hacia la cruz, para pedir la
bendición del Señor.
Que la paz de Dios guarde nuestros corazones y nuestros pensamientos en
Cristo Jesús, nuestro Señor. Amén.
Se hace la señal de la cruz.
Oración del papa Francisco a María en la pandemia.

Oh María, tú resplandeces siempre en nuestro camino como


signo de salvación y de esperanza. Nosotros nos confiamos a
ti, Salud de los enfermos, que bajo la cruz estuviste asociada al
dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe. Tú, salvación de
todos los pueblos, sabes de qué tenemos necesidad y estamos
seguros de que proveerás, para que, como en Caná de Galilea,
pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de
prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la
voluntad del Padre y a hacer lo que nos diga Jesús, quien ha
tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros
dolores para conducirnos, a través de la cruz, a la alegría de la
resurrección. Bajo tu protección buscamos refugio, santa
Madre de Dios.
No desprecies nuestras súplicas, que estamos en la prueba, y
líbranos de todo pecado, oh Virgen gloriosa y bendita. Amén.

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