Reseña Scorpio City

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MENDOZA, Mario. “Scorpio City”. Editorial Planeta. Bogotá. 2020. 160 páginas.

Sobre el escenario se debe conocer que el autor nos sumerge en una ciudad en donde el
entorno que rodea a los personajes es inseguro, frío,oscuro y realista. Uno de estos lugares
peligrosos que menciona Mendoza sería el barrio Santa fé, que podemos encontrar en el
centro de la ciudad, este lugar fué y sigue siendo muy peligroso. Además de ser conocido
anteriormente por ser famoso en vandalismo, robos, prostitución, abuso de menores, consumo
y venta excesivos de drogas.

En los años 90 Bogotá vivió un periodo muy oscuro oculto en estos lugares, allí se veían
personas rebuscando comida, dinero y posada, pasaban el día entero entre la basura para
luego, al final del día intercambiarla por dinero suficiente para comer, y, en muchos de sus
casos, comprar drogas. Así fué como, en la Bogotá antigua se crearon bandas de
narcotraficantes que se que se ubicaban distribuidas por el Bronx, la L y cinco huecos,
lugares que se caracterizaban por cometer actos de asesinato y tortura.

Mario Mendoza Zambrano, un destacado escritor colombiano, nació el 6 de enero de 1964 en


Bogotá. Es conocido por su contribución significativa a la literatura contemporánea. Educado
en la Universidad Javeriana de Bogotá, Mendoza se graduó en literatura hispanoamericana y
fue profesor visitante en la Universidad James Madison en Virginia, EE.UU. Su primera
novela, "La ciudad de los umbrales", se publicó en 1994, y su obra más conocida, "Satanás",
ganó el Premio Biblioteca en 2002.

El asesinato de Maria Ortega desencadena una investigación liderada por Leonardo


Sinisterra, un inspector alcoholico amigo de Zelia, una exprostituta que ahora dirige una
iglesia cristiana conocida como "Iglesia de los Pobres". Sobre este asesinato la conocida del
inspector le da indicios de algunos posibles testigos de la muerte de la víctima, consigue
averiguar que se dedicaba a practicas striptease en un lugar llamado "Casa show", aunque
esta información no le fue del todo importante, nada de lo que le dijeron los testigos había
contribuido con su busqueda, volvió a quedar como en el principio. El inspector acudió a
donde su amiga indignado, la amenazó con mandar policías a su lugar de trabajo, finalmente
Zelia accedió dándole la dirección de "El Apostol".

Después de seguir algunas indicaciones acerca de la ubicación de Pablo "El Apóstol", por fin
encuentra el lugar e intenta sacarle toda la información posible, al principio creía que no
lograría hallar nada si Pablo se encontraba seriamente drogado, pero a medida que Sinisterra
insistía, él empezaba a divagar, al parecer algo inteligible para el inspector, pero que poco a
poco comenzó a tener sentido cuando mencionó que las muertes se relacionaban con un
círculo influenciado por los signos zodiacales, y finalmente le dijo que muy probablemente
Geminis, la dualidad, era la siguiente víctima, el inspector confundido intenta sacarle más
información sobre la identidad del asesino, pero "El Apóstol" no respondió más.
Sinisterra decidió no comentarle a sus superiores lo que sucedía, ya que no era nada oficial.
Junto a González comenzaron la investigación, iniciaron por las fechas de todas las
trabajadoras del centro junto con sus nombres y signos zodiacales, pasaron varios días en la
investigación, y no encontraron nada.
Sinisterra volvió a buscar a Pablo, quien le ayudó con algunas pistas, como de costumbre,
eran confusas al inicio, pero después de irse del lugar y caminar un rato empezó a darse
cuenta de lo que se refería aquel tipo, todo lo que había dicho le indicaba que la siguiente
víctima sería un travesti. Llamó a Gonzales para confirmar la información, este le ayudó con
la fecha de nacimiento asegurando que la víctima era géminis. En ese momento Sinisterra
llegó al lugar, para impedir el posible crimen, pero cuando entró se encontró con una escena
muy perturbadora, la víctima yacía en el suelo, acompañada de su asesino. Ambos muertos. Y
a un lado, en la ventana estaba el Apóstol, él le dijo que en esta ocasión no dejó que el
criminal escapara, aunque llegó un poco tarde. Dijo que Dios lo había elegido para impedir el
mal, aunque sabía que tendrían que detenerlo inculpandolo de asesinato.

Cuando Sinisterra creyó que todo terminaría descubrió a través de la radio que otra prostituta
había sido asesinada. El inspector vuelve a hablar con el apóstol preso, quien le comentó que
el asesino que él había matado hacía parte de una secta religiosa.
De regreso a la comisaría Sinisterra y González empiezan su búsqueda, obteniendo toda la
información posible de las agrupaciones religiosas, a su vez, es momento de que el inspector
se prepare para informar a sus superiores sobre su investigación y de antemano pide
automóviles para transportarse.
Luego de un par de días comienzan a buscar cada una de las sectas y a visitar los lugares
donde se ubicaban hasta que logran dar con una que parece ser la indicada.
Comienzan a vigilar con más detenimiento, una noche en que custodiaban la casa de la secta,
el inspector decidió colarse en la casa rompiendo una ventana de la primera planta y
adentrándose en las escaleras del sótano oyendo la conversación entre todos los hombres del
lugar, hablaban de el inspector Sinisterra, al parecer querían matarlo, pero según ellos
levantarían sospechas.
A su vez escuchó que planeaban mover algunas influencias en la policía para sacarlo del
caso, querían matar a el Apóstol y comprar a Gonzales.
Poco después el inspector se vio obligado a dejar el lugar cuando escuchó que todos se
marchaban.

Pero al siguiente día todo parece ser diferente, los superiores de Sinisterra lo habían retirado
de la investigación y como recompensa le reembolsaron un cheque, el cual le regaló a Zelia
para que lo usara como quisiera. El inspector quería tomar un descanso, pero en el momento
de salir fuera de la casa de su amiga, lo capturaron en una furgoneta llevándolo a un
manicomio ubicado a las afueras de la ciudad.
En el momento de llegar al lugar lo someten a electrochoques y cada mañana le inyectan un
desconocido líquido amarillo que le hace perder la memoria a medida que pasa el tiempo.
Sinisterra ya ni se reconocía a sí mismo, su apariencia física estaba en un lamentable estado,
comienza a delirar recordando momentos importantes de su adolescencia e infancia; Como
cuando perdió su virginidad a los 15 años o también su primer enamoramiento de una mujer.
El inspector empeoraba, se sentía en un estado amnésico, ni siquiera reconocía los alimentos,
y se veía con una imagen cada vez más terrible

Una noche Sinisterra fue sacado de su celda, le cambiaron la ropa y lo devolvieron dejándolo
tirado en El parque de los periodistas en Bogotá.
El inspector comienza a deambular por las calles de la ciudad a causa del frío, recorre la
Candelaria hasta encontrarse fumando con un grupo de jóvenes. Después siguió andando por
las calles sin sentido alguno, para luego detenerse ante un lugar de comidas rápidas atacando
la tienda para comérselo todo, similar a un perro. El dueño de la tienda le golpeó fuertemente
la cabeza dejándolo inconsciente.
Despertó en la calle, adolorido. Un hombre quiso ayudarlo, lo llevó a comer mientras le
hablaba sin esperar respuesta por parte de Sinisterra, le decía que se parecían en ciertas cosas,
contó que él estuvo una vez en el lugar de él, le explicó que estuvo atrapado en La Zona, un
lugar poderoso e intenso, donde una persona entra sin darse cuenta.
Luego de un rato el hombre seguía hablando aunque esta vez no se preocupaba por recibir
algún comentario por parte de su compañero. Siguieron así hasta ser interrumpidos por una
mujer, al parecer dueña de la tienda, diciendo que iba a cerrar el establecimiento. Pero antes
de marcharse el hombre cayó en un profundo sueño sobre la mesa.

Después de caminar por las calles de su ciudad durante semanas enteras, Sinisterra fue
empezando a recuperarse por pequeñas partes, cortó su cabello y barba.
Una noche, se adentra en el barrio “El Cartucho" encontrando a su paso decenas de basureros.
Poco después construyó su propio carro de reciclador y se unió al grupo que se ubicaba en
este lado de Bogotá.
En la madrugada de uno de esos días, arribó una camioneta, con individuos armados que
comenzaron a disparar contra aquellos que no lograron ponerse a salvo, fué en ese instante
donde el inspector vio a González, su antiguo compañero en la policía, este no le disparó pero
Sinisterra estaba seguro que lo vendería a todos los que acabaron con su vida anterior.
Desde ese día el inspector recobró la memoria y junto a sus compañeros idearon planes
relacionados con armas intentando cobrar venganza a todo lo que hicieron en su momento.
Leonardo puso en marcha a todo el grupo de recicladores entrenándolos y enseñándoles a
manejar armas.
En una tarde de esas Sinisterra se acercó a la guarida de Zelia, le contó toda su historia y lo
que había sucedido en todo el tiempo que estuvo ausente, ella no lo podía creer, como
pudieron hacerle eso.
El inspector solo le pidió que contactara a Isabel, su pareja y que le explicara lo sucedido.
Leonardo le preguntó por la última víctima: Sagitario, lo que significaba que el ciclo se había
completado y la secta había logrado su objetivo.

En unas cuantas semanas el momento que había estado esperando finalmente llegó. Al
escuchar el ruido de un motor, se pusieron en alerta y, en cuestión de segundos, cuando los
policías bajaron del auto, ya estaban muertos. Esa misma noche Sinisterra y su equipo de
recicladores dispararon una vez más a los cadáveres, entre ellos incluido González y los
devolvieron en el mismo auto donde venían, dejándolos tirados en una de las calles
Bogotanas.
Este asesinato tuvo un impacto en la sociedad y los medios de comunicación se inundaron de
reportajes y titulares alarmantes.

Ancianos, mujeres y niños del cartucho tuvieron que ser trasladados a un barrio de basureros
que se ubicaba en un potrero a las afueras de la ciudad, así estarían a salvo por si acaso. En
cambio los hombres se quedarían en el barrio trabajando. Pero nada de esto funcionó, en una
sola noche mataron y exterminaron a todos los traslados. Todo había sido un error, los jefes
del cartucho le pidieron que se retirara de ser reciclador, él se lo tomó bien, agarró sus
pertenencias y se marchó, sin rumbo fijo.

Logró evadir varios intentos de asesinato y siempre se sentía observado. Una noche, al ser
perseguido, escapó y se escondió en una alcantarilla. Creyendo que el peligro había pasado,
intentó salir, pero se golpeó al empujar la tapa que la cubría.
Quedó herido durante varios días, sin comer, llorando, con sed y alucinando. Al parecer este
ya sería su final, no podía hacer nada más, solo esperar a descansar en una eterna muerte, y
así fué.

En definitiva, la limpieza social solo ha hecho que miles de vidas se hayan perdido sin causa
alguna, pagando crímenes que otros cometieron. Violentan el derecho a la vida injustamente,
torturando y amenazando a seres humanos considerados “indeseables”. Un ejemplo de lo
mencionado se podría presentar en el momento en que llegó González en la camioneta junto a
sus compañeros disparando a todos los que estuvieron a su alcance sin importar quién fuera
cada uno.
Un segundo caso visto en el libro que se puede poner como ejemplo es cuando los
organismos de seguridad llegaron a Las ciudadelas de cartón y masacraron familias
desarmadas de recicladores. Dispararon sobre niños y mujeres, quemaron viviendas y se
divirtieron amputando dedos y orejas.
Un acontecimiento real se pudo ver a finales de los años 70 en Pereira (Risaralda) cuando los
atracadores que robaban por necesidad, eran marcados con tinta roja en las manos y en la cara
como sentencia de muerte. Estos marcados comenzaron a aparecer muertos en la calle. Las
víctimas solían ser jóvenes.
Otro hecho real sucedió en 1978 en Bucaramanga cuando un grupo de personas realizaron
una campaña que apoyaba la limpieza social. Repartían carteles mencionando la siguiente
frase: “Los niños buenos se acuestan temprano, los malos los acostamos nosotros” Con el fin
de no encontrar menores a altas horas de la noche, de no ser así los matarían. Por su falta de
conocimiento muchos jóvenes murieron inocentemente.

Según el autor Carlos Mario Perea Restrepo, no hay ningún motivo que legimite el asesinato
de una persona, por más razones que se den referentes a cómo vivía su vida y cómo eso
contrariaba los preceptos de la mayoría. Así, un asesinato es un acto horrible tanto si se trata
de alguien que es tenido como una persona de bien como una persona que por una u otra
razón se dedicaba por ejemplo a robar. Entonces la limpieza social sólo ha causado más
daños a la sociedad.

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