BUTLER. Desposesion. Lo Performativo en Lo Politico-11-20

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l.

DESPOSESIÓN APORÉTICA O EL PROBLEMA


DE LA DESPOSESIÓN

M: El concepto de "desposesión" es bastante inquietante. Tan


inquietante que, a medida que buscamos escribir algo sobre
él, es muy posible que nos ponga en un problema. Con el ob­
jetivo de poner este concepto inquietante a trabajar -esto es,
con el objetivo de entablar un diálogo con las maneras en las
cuales nos mete en problemas- debemos confrontar una apo­
ría. Por un lado, la desposesión significa una inaugural sumi­
sión del sujeto-a-ser a las normas de inteligibilidad, una su­
misión que, en su paradój ica simultaneidad con el dominio,
constituye los ambivalentes y tenues procesos de sujeción.5 Es
por eso que resuena con las forclusiones6 psíquicas que deter-

5 Traducimos aquí el término inglés subjection por "sujeción" , siguiendo


la interesante reflexión en torno a esta palabra realizada por Jacqueline Cruz
en su traducción del libro de Judith Buder Mecanismos psíquicos sobre elpoder.
Teorías sobre la sujeción (Madrid, Cátedra, 200 l, pp. 7 y 8). "Sujeción" en lu­
gar de "sometimiento" , otro de los significados posibles, permite también alu­
dir al término "subjetivación" , fuertemente implicado con cualquier idea de
"sometimiento" en la teoría filosófica y política de Buder. [N. del T.]
6 Traducimos así el término "foreclosures", el cual tiene una amplia arrai­

gambre psicoanalítica, especialmente, en la línea lacananiana. A lo largo del


libro, el término, consideramos, se ha referido no tanto a la idea de "ejecución

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minan cuáles "vínculos apasionados" son posibles y plausibles
para que "uno" se convierta en sujeto. En este sentido, la des­
posesión incluye las pérdidas constituidas, preferentes, que
condicionan el ser desposeído (o el dejarse ser desposeído) por
otro: uno es movido hacia el otro y por el otro, expuesto y
afectado por la vulnerabilidad del otro. El sujeto viene a la
"existencia'' a través de colocar dentro de sí mismo objetos
perdidos j unto con las normas sociales que regulan la despo­
sesión del sujeto en dirección al otro. Por otro lado (el alcan­
ce de este sentido asumido como "otro" deberá quedar, por
ahora, en suspenso) , ser desposeído se refiere a los procesos e
ideologías a través de los cuales las personas son repudiadas y
rechazadas por los poderes normativos y normalizadores que
definen la inteligibilidad cultural y que regulan la distribución
de la vulnerabilidad: pérdida de tierra y comunidad; perte­
nencia del cuerpo por otra persona, como sucede en las his­
torias de esclavitud; sujeción a la violencia militar, imperial y
económica; pobreza, regímenes securitarios, subjetivación bio­
política, individualismo liberal posesivo, gubernamentalidad
neoliberal y precarización.
Si en el primer sentido "desposesión" aparece como una
condición heterónoma para la autonomía o, quizás de una
manera un poco más precisa, como un límite a la auto-sufi-

en sentido legal de una propiedad" o, i ncluso, de "repudio" , sino que es un


uso particular del término en función de la ya antedicha categoría lacaniana.
Leemos en el Diccionario de psicoanálisis de Laplanche y Pontalis, en la entra­
da de " Repudio" (en francés, Jorclusion, en alemán , Verwerfang) : "Término
introducido por Jacques Lacan: mecanismo específico que se hallaría en el
origen del hecho psicótico; consistiría en un rechazo primordial de un 'signi­
ficante' fundamental (por ejemplo, el falo en tanto que significante del com­
plejo de castración) fuera del universo simbólico del sujeto ( . . . )". Jean La­
planche y Jean-Bertrand Pontalis, Diccionario de psicoanálisis, Buenos Aires,
Paidós, 2007, p. 380. [N. del T.]

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ciencia autónoma e impermeable del sujeto liberal a través de
esta nociva aunque necesaria dependencia y relacionalidad
fundamental; en el segundo sentido, la "desposesión" implica
lesiones impuestas, interpelaciones dolorosas, oclusiones y for­
clusiones, modos de la sujeción que reclaman ser abordados.
En el primer sentido, admitimos que el trazo de pasiones y
pérdidas primarias -en tanto vínculo psíquico y social a la ley
que determina la disposición de cualquiera a la alteridad- es
una condición necesaria para la supervivencia del sujeto; en
el segundo sentido, "desposesión" es una condición dolorosa
impuesta por la violencia normativa y normalizadora que de­
termina los términos de subjetividad, supervivencia y rasgo
de vivible. En ambos sentidos, la desposesión implica la rela­
ción del sujeto con las normas, su modo de ser a través de la
asunción y resignificación de interpelaciones dolorosas y pa­
siones imposibles. La tarea aquí, la tarea de dirigirse hacia lo
performativo en lo político, es la de entrelazar las dos valen­
cias de la desposesión y la de realizar este entrelazado de las
dos valencias más allá y contra la lógica de la numeración y
lo calculable; en lugar de ordenar atributos en una secuencia
coherente y fija. Por eso, debemos inclinarnos hacia lo que
resiste a la asimilación dentro del marco de la desposesión.

JB: Es verdad que la desposesión implica esta doble valen­


cia y que como resultado es difícil entender su significado has­
ta que vemos el valor efectivo en una de estas modalidades y
rechazamos o nos resistimos a admitir la otra. Como bien has
dicho, la desposesión puede ser un término que marca el lími­
te de la auto-suficiencia y que nos establece como seres inter­
dependientes y relacionales. Sin embargo, la desposesión es
precisamente lo que sucede cuando las poblaciones pierden su
tierra, su ciudadanía, sus medios de supervivencia y se trans­
forman en sujetos de la violencia militar y legal. Nos opone­
mos a esta última forma de desposesión porque es tanto for-

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zosa como privativa. En el primer sentido, estamos desposeídos
de nosotros mismos por virtud de algún tipo de contacto con
el otro, por virtud de ser movilizados o incluso sorprendidos
o desconcertados por el encuentro con la alteridad. La expe­
riencia en sí misma no es sencillamente episódica, pero puede
y debe revelar una base de relacionalidad -no nos movemos
simplemente a nosotros mismos, sino que somos movidos por
lo que está más allá de nosotros, por otros, pero también por
lo que sea que reside "afuera" de nosotros-. Por ejemplo, so­
mos movidos por otros en maneras que nos desconciertan, po­
niéndonos fuera de lugar, colocándonos en la posición de un
desposeído; a veces ni sabemos precisamente quiénes somos,
o qué es lo que nos maneja, después de entrar en contacto con
otro o con otro grupo, en tanto resultado de las acciones de
alguien más. Uno puede ser desposeído en la medida en que
siente pena o sufre una pasión -digamos, en esos momentos
en que somos incapaces de encontrarnos a nosotros mismos-.
Gran parte de la tragedia griega recae en esta perdición de las
formas autosuficientes de deliberación, la desposesión ocasio­
nada por la pena, el amor, la furia, la ambición, el éxtasis. Es­
tas formas de experiencia nos llevan a cuestionar si somos, en
tanto individuos racionales y deliberados, auto-propulsados y
auto-conducidos. En efecto, esta situación sugiere que somos
movilizados por varias fuerzas que preceden y exceden nuestro
sí mismo deliberativo y racionalmente limitado. En tanto ta­
les, no podemos entendernos a nosotros mismos sin en algún
sentido perder la confianza en la noción que indica que el sí
mismo es el base y la causa de su propia experiencia. Un nú­
mero de postulados emergen de esta cuestión: podemos decir
que la desposesión establece al sí mismo como social, como
pasional, esto es, como conducido por pasiones que no pue­
den ser totalmente tomadas como base o siquiera comprendi­
das, dependiendo de los ambientes y de los otros que soportan
o incluso motivan la vida del sí mismo.

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El segundo sentido de la desposesión está ligado al prime­
ro. En tanto somos seres que pueden ser privados de su lugar,
sustento, refugio, comida y protección, si podemos perder
nuestra ciudadanía, nuestras casas, nuestros derechos, enton­
ces somos fundamentalmente dependientes de esos poderes
que alternativamente nos dan sustento o nos privan de cosas,
y eso implica un cierto poder sobre nuestra misma supervi­
vencia. Incluso cuando tenemos derechos, somos dependien­
tes de un modo de gobierno y de un régimen legal que con­
fiere y le da sustento a esos derechos. O sea que, en definitiva,
ya estamos afuera de nosotros mismos antes de que exista
cualquier posibilidad de ser desposeídos de nuestros derechos,
tierra y modos de pertenencia. En otras palabras, somos seres
interdependientes cuyo placer y sufrimiento dependen desde
el principio de un determinado mundo social que puede dar
sustento, de un determinado ambiente que puede sostener
estos derechos. Lo cual no quiere decir que todos hayan na­
cido en un mundo capaz de sostener estas cuestiones. Para
nada. Pero cuando alguno nace con problemas de malnutri­
ción o físicamente expuesto o con alguna otra condición de
extrema precariedad o pobreza, vemos precisamente cómo la
privación de ese m undo que da sustento puede y en efecto
impide o quiebra una vida. Así que toda vida se encuentra en
este sentido afuera de sí misma desde el comienzo, y esta "des­
posesión" , en el sentido forzoso o privativo, sólo puede ser
entendida contrapuesta a este trasfondo. Sólo podemos ser
desposeídos porque ya estamos desposeídos. Nuestra interde­
pendencia establece nuestra vulnerabilidad a las formas socia­
les de privación.

AA: Estoy de acuerdo contigo cuando afirmas que "sólo


podemos ser desposeídos porque ya estamos desposeídos" , tal
como dij iste, pero también me permito dudarlo. Tengo la sen­
sación de que el lenguaje nos puede fallar aquí en la medida

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en que esta formulación colabora en el establecimiento de un
vínculo causal entre "ser" desposeído, por un lado, y "conver­
tirse en" o "haber sido" desposeído, por el otro. Aunque los
dos sentidos de la desposesión están ligados uno al otro, no
hay un vínculo ontológico, causal o cronológico entre "ser
desposeído" (como una primordial disposición a la relación
con otro que descansa en un nivel fundamental de la sujeción
y señala un constitutivo auto-desplazamiento, esto es, la cons­
titución del sujeto a través de cierto tipo de forclusión y pér­
dida preventiva) y "convertirse en desposeído" (como resul­
tante o condición derivada de la privación con uso de fuerza
de tierra, derechos, deseo, sustento o modos de pertenencia) .
Deberíamos ser cautelosas de mezclar o delimitar ontológica­
mente estos matices de la desposesión. De hecho, uno de
nuestros esfuerzos en esta intervención debe ser el de buscar
desnaturalizar y repolitizar los modos en los que "ser siempre
ya desposeído" es a menudo invocado para legitimar una ab­
dicación de responsabilidad política para formas sociales de
privación y desposesión.
Hay una dinámica muy complicada afectivamente, psí­
quicamente y políticamente implicada en los múltiples ma­
tices del "convertirse en desposeído" , una que nos lleva a los
traumas de muchas capas de la subjetivación y las forclusio­
nes que estructuran nuestros "vínculos pasionales" , las for­
clusiones que producen melancolía en la determinación de
qué vínculos pasionales son posibles y viables, y cuáles no
(por ejemplo, la negación del deseo del mismo sexo) . ¿Cómo
pensamos estos dos modos de desposesión j untos? Además,
¿cómo esta doble valencia de la desposesión se relaciona con
las violentas forclusiones del género y la sexualidad con te­
mas problemáticos convergentes de nuestro tiempo, como la
falta de Estado, el racismo, la pobreza, la xenofobia y las mo­
dalidades resultantes de exposición a la violencia y la impo­
sibilidad de recurrir a determinados derechos?

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La noción de desposesión, en todas sus intrincadas mane­
ras de señalar la producción contemporánea de discursos so­
ciales, modos de poder y sujetos, es un tropo teórico que pue­
de servirnos para empezar a dirigirnos hacia el hecho de que
la des posesión carga en sí la presunción de que alguien ha sido
p rivado de algo que por derecho le corresponde. En este sen­
tido, la desposesión es algo relacionado con el concepto mar­
xista de la alienación, el cual opera en dos niveles: los sujetos
trabajadores son desprovistos de la habilidad de tener o poseer
algún tipo de control sobre sus vidas, pero al mismo tiempo
son negados de la conciencia de este yugo al ser interpelados
como sujetos de una libertad inalienable. Al mismo tiempo,
es igualmente importante pensar sobre la desposesión como
una condición que no es simplemente contrarrestada con la
apropiación, un término que restablece la posesión y la pro­
piedad como las prerrogativas primarias de la personalidad
creadora de sí misma. El desafío al que nos enfrentamos aquí,
y es un desafío simultáneamente ético, político y teórico, es
doble. Primero, debemos elaborar cómo pensar sobre la des­
posesión por fuera de la lógica de la posesión (como una mar­
ca distintiva de la modernidad, el liberalismo y el humanis­
mo) , esto es, no solamente evitando sino también poniendo
en cuestión el cálculo de exclusión de propiedad en las formas
de poder del liberalismo tardío; y, en segundo lugar, debemos
elaborar la razón por la cual este gesto reflexivo es política­
m ente significan te.

JB : Sí, y en relación a tal fin, debemos preguntarnos por


q ué cie rtas formas de privación humana y explotación son
llam adas "desposesión" . ¿Hubo alguna vez una propiedad que
fue en algún sentido primeramente poseída y luego robada?
A veces, sí. Sin embargo, ¿qué hacemos con la idea de que te­
nemos propiedades en nuestras propias personalidades? ¿Son
las personas formas de propiedad, y seremos alguna vez capa-

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ces de entender esta formulación legal si no fuese por las con­
diciones históricas de esclavitud y esas formas de individua­
lismo posesivo que pertenecen al capitalismo? Me parece que
MacPherson nos da una importante genealogía de la produc­
ción del individuo posesivo, una que efectivamente implica
que, cuando no hay posesión de propiedad, no hay indivi­
duo. 7 En definitiva, creo que estamos trabajando contra esta
construcción clave del capitalismo al mismo tiempo que nos
oponemos a la formas de robo de tierra y desposesión territo­
rial. Esto me lleva a preguntarme si podemos encontrar mo­
dos éticos y políticos de oposición a la desposesión forzosa y
coercitiva que no dependan de la valorización del individua­
lismo posesivo.

AA: Exacto. Esta es una cuestión que refleja nuestro in­


tento de comprometernos críticamente con las variadas for­
maciones discursivas, subjetivas, institucionales y afectivas del
razonamiento del liberalismo tardío en contextos nacionales
y globales. Es en esta perspectiva que debemos enfocarnos en
los regímenes discursivos y performativos así como en las res­
puestas críticas a ellos. Y es en esta perspectiva que debemos
oponernos a los regímenes forzados de desposesión en con­
textos de gubernamentalidad liberal, donde "poseer" siempre
denota un "individualismo posesivo" .

J B : Esas formas de filosofía moral que son la base de las


objeciones al robo de tierras, basadas en el derecho del indi­
viduo a la propiedad, usualmente se desvían de las condicio­
nes coloniales bajo las cuales la propiedad es sistemáticamen-

7 C. B. McPherson, lhe Political lheory ofPossessive Individualism: Hob­

bes to Locke, Oxford, Clarendon Press, 1 962 [La teoría política del individua­
lismo posesivo: de Hobbes a Locke, Madrid, Trotta, 2005] .

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re confiscada. En efecto, uno podría no entender o incluso
objetar el robo de propiedad en Israel/Palestina sin entender
la función de la confiscación de tierras palestinas desde 1 948
como parte de una colonización de poblamiento y la funda­
ción de un Estado-nación sobre principios de soberanía j udía.
Así que, aunque en cada instancia de la confiscación de tierras
una porción correspondiente a una persona ha sido tomada,
y esa "persona" permanece como un ser singular e irreducti­
ble, es igualmente cierto que todo el que perdió su tierra a
través de estas medidas forzosas {estamos hablando de
750.000 personas afectadas sólo en 1 948) está implicado en
procesos de colonización y formación de Estado. En otras pa­
labras, no podemos entender qué le sucedió a una porción de
tierra correspondiente a un individuo si no entendemos tan­
to la forma social de propiedad como la forma social de indi­
vidualidad.
Aquellos que basan sus objeciones en los reclamos propios
del individualismo posesivo tienden a argumentar que un in­
dividuo posee tierra como resultado de trabajarla, o como re­
sultado de un contrato que obliga al reconocimiento de esa
propiedad. En los primeros años del sionismo, era claro que
los j udíos invocaban principios que remitían a la filosofía de
John Locke para reclamar que, porque ellos habían trabajado
la tierra y establecido redes de irrigación, esa actividad laboral
implicaba derechos de posesión, incluso derechos de perte­
nencia nacional del territorio. Podemos ver cómo los objeti­
vos tanto de la colonia como de la nación dependían de una
ideología de individualismo posesivo que fue transformándo­
se en nacionalismo posesivo.
En Palestina, las escrituras de propiedad y los contratos
ex plícitamente legales fueron desatendidos en nombre del in­
terés nacio nal. De igual manera, la teoría del valor del traba­
jo fue invocada por los sionistas para contrarrestar reclamos
de co ntratos y títulos de propiedad existentes. Así que la cues-

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tión no es si el individualismo posesivo es una buena o mala
ontología; sino que la pregunta fundamental es cómo opera,
y al servicio de qué obj etivos políticos lo hace. Si cuestiona­
mos el "deseo a la posesión" como una propiedad natural de
los individuos, entonces podemos, como lo hace MacPherson,
empezar a hacer la pregunta histórica de cómo el deseo de po­
seer propiedades en una base individual fue convertido, con
el paso del tiempo, en una característica natural, sino esencial,
de la personalidad humana, y bajo qué propósitos. Desde un
punto de vista filosófico, podemos luego preguntar también,
si esta producción de individualismo posesivo depende de una
negación de modos de existencia más primariamente sociales,
dependientes y relacionales. En el caso de Palestina, podemos
preguntarnos cómo la confiscación sistemática de tierras so­
cava las condiciones legales y económicas de la cohabitación.
En ese sentido, la forma privativa de desposesión hace a la
forma relacional de desposesión imposible. Creo que eso está
bastante cerca de lo que has llamado, Athena, la heterónoma
condición de autonomía.

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