T-59 Kant

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Tema 52: La síntesis escolástica de Santo Tomás de Aquino

1. Introducción

En la época del autor, pleno siglo XVIII, era imposible no separar ciencia de religión,
conocimiento riguroso del especulativo. Por un lado, la ciencia moderna newtoniana como
explicación unitaria de la realidad desde la física y leyes matemáticas y, por otro lado, la metafísica
racionalista como explicación sobre los principios abstractos de la realidad con pretensión de
universalidad, eran dos visiones enfrentadas en la época de Kant y parecían posturas
irreconciliables, por lo que urgía encontrar un punto de acuerdo para que la filosofía no se quedase
en medio de esta escisión, viéndose obligada a escoger entre el escepticismo y el dogmatismo
respectivamente.

Al comienzo de su formación, Kant fue partidario del racionalismo de DESCARTES y WOLFF


(que se le puede considerar un continuador de LEIBNIZ), que defiende que la razón por sí misma nos
permite conocer el mundo, pero tal y como cuenta el autor, HUME y su requisito de que el
conocimiento parta de la experiencia le “despertó de su sueño dogmático”. Por eso, a partir de
entonces el de Könisberg desarrolló el criticismo, el proyecto de una nueva metafísica entendida
como ciencia rigurosa, cuyo fundamento son las posibilidades del conocimiento humano. Este
proyecto es el recogido en Crítica de la Razón pura (1781). Esta nueva metafísica tiene que superar
el vicio de las teorías idealistas tradicionales, desde Platón hasta Wolff, que no reconocen los límites
de la razón, y a la vez, evitar caer en el escepticismo humeano, que niega la posibilidad de todo
conocimiento universal y necesario.

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2. Razón pura y esquematismo del sujeto trascendental

La Crítica de la Razón pura (KrV sería su abreviación en alemán) arranca con la distinción
entre juicios analíticos y juicios sintéticos. En los analíticos, la verdad del juicio ya está contenida en
el propio juicio, mientras que en el sintético la verdad se obtiene a partir de la comprobación en la
experiencia real. Por este motivo es por el que los juicios analíticos son a priori (independientes de
la experiencia) mientras que los sintéticos son a posteriori (contingentes), y pese a que exista la
tendencia a ponderar la veracidad de los primeros sobre los segundos porque son universales y
necesarios, resulta que se limitan a un papel explicativo. Son los juicios a posteriori los que son
extensivos y añaden nueva información, a diferencia de la redundancia de las tautologías analíticas.
A partir de estos se puede inducir información de nuevos casos particulares en vez de deducirla a
partir de premisas, pero precisamente por eso se corre el riesgo de errar. Tal y como explicó Hume
antes de Kant, no se puede derivar necesidad de enunciados de este tipo. De hecho, el filósofo
pragmatista PEIRCE asemejó los juicios inductivos a los abductivos debido a que en esencia son lo
mismo, inferir sin ninguna garantía metafísica y ateniéndose exclusivamente al tribunal de la
experiencia. Volviendo a Kant, el caso es que por sí mismos, ninguno de estos dos tipos de juicios
permite hacer ciencia. Como el propio autor indica, “los pensamientos sin contenido son vacíos, las
intuiciones sin concepto son ciegas”, y es por esto que “el entendimiento no puede intuir nada, ni
los sentidos pueden pensar nada. Sólo de su unión puede salir el conocimiento”.

La clave radica entonces en dar con juicios sintéticos a priori, que incluyan contenido de la
experiencia, pero sean universales, o, mejor dicho, trascendentales. Según Kant, “llamo
trascendental a todo conocimiento que se ocupa no tanto de objetos, cuánto de nuestro modo de
conocerlos”. Así pues, habrá que investigar esta trascendentalidad, ya que lo universal y necesario
no emana del objeto de conocimiento sino de nuestra estructura cognitiva. De hecho, sin esta
estructura, el sense data, o lo que Hume denominó “teatro de la conciencia”, sería un torrente
continuo de información amorfa, incomprensible y evanescente. La forma de conciliar los extremos
del racionalismo y del empirismo es hallar fundamentos indubitables que no ignoren las intuiciones
sensibles de la experiencia, y es esto a lo que denominará sujeto trascendental, que en resumidas
cuentas es la estructura fundamental de la conciencia.

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Es por esto por lo que se considera a Kant “el giro copernicano de la filosofía”, porque basa la
epistemología en el estudio del modo de conocer del sujeto, el agente gnoseológico, y no en el
objeto de conocimiento. El motivo por el que este nuevo enfoque fue revolucionario se debe a que
el objeto de conocimiento no es algo externo a lo que acceder, sino una mediación que ha pasado
antes por la conciencia. Es decir, hay que partir del cómo se da dicho objeto en la conciencia, pero
no a nivel psicológico, sino de la forma más elemental y compartida por todo sujeto de
conocimiento, y esto es la estructura trascendental de la conciencia. Es así como el idealismo
trascendental de Kant culmina el proceso que LUIS ARENAS denomina “el giro onto-epistémico de la
modernidad”, la retracción de la filosofía del objeto a la conciencia. DESCARTES con sus
Meditaciones metafísicas inició el proceso, pero víctima de su realismo epistemológico seguía
buscando en el objeto el fundamento del conocimiento. A partir de Kant, la forma ya no pertenece a
la cosa, no se descubre, sino que viene dada por nuestro acceso epistemológico a la realidad, pues
no podemos relacionarnos directamente con la realidad; estamos predeterminados por nuestra
estructura trascendental. Es el sujeto quien impone a la realidad sus leyes internas, y no al revés
como se había pensado hasta entonces (a excepción quizá de BERKELEY y de su idealismo subjetivo).

La estructura básica de la obra de Kant sería el siguiente:

1. Doctrina trascendental de los elementos

1.1.Estética trascendental (conceptos puros de la intuición)

 Espacio
 Tiempo

1.2.Lógica trascendental (conceptos puros del entendimiento)

1.2.1. Analítica trascendental

o Categorías de la cantidad (unidad, pluralidad, totalidad)

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o Categorías de la cualidad (realidad, negación, limitación)


o Categorías de la relación (inherencia y subsistencia, causalidad y dependencia, y
comunidad [interacción agente-paciente])
o Categorías de la modalidad: (posibilidad-imposibilidad, existencia-inexistencia,
necesidad-contingencia).

1.2.2. Dialéctica trascendental (conceptos puros de la Razón)

 Alma
 Dios
 El mundo

2. Doctrina trascendental del método

2.1. Disciplina de la razón pura


2.2. Canon de la razón pura
2.3. Arquitectónica de la razón pura
2.4. Historia de la razón pura

La Estética trascendental estudia la parte a priori de la percepción, las intuiciones puras del elemento
sensible: el espacio y el tiempo.

La Lógica trascendental estudia la parte intelectiva de los elementos a priori, y se centra principalmente en
la analítica trascendental, que analiza cómo se aplican los conceptos del entendimiento a la intuición. Se
basa en los conceptos puros del entendimiento: las 12 categorías. Aparte, explica el proceso de síntesis
trascendental e intenta resolver las problemáticas metafísicas de sus predecesores.

La dialéctica trascendental se aplica a objetos no susceptibles de aparecer en una intuición (“hiperfísicos”).


Estos objetos, que no pertenecen al entendimiento, son las ideas de la razón pura: el alma, Dios, y el
mundo.
Se tratan en tres capítulos los paralogismos de la razón pura, las antinomias de la razón pura y lo ideal de la
razón pura respectivamente.

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En esta primera parte de la obra, Kant introduce nociones muy sugerentes. Por ejemplo, en su
diferenciación entre el espacio y el tiempo como intuiciones puras de dimensión externa e interna
respectivamente, está sirviendo de preludio para concepciones del tiempo contemporáneas, como
la durée de BERGSON o la temporeidad de HEIDEGGER.

Otro aspecto reseñable es su crítica al sujeto cartesiano. El cogito ergo sum es considerado el
fundamento metafísico de la modernidad, y sin embargo Kant lo supera de forma lúcida. El
argumento que esgrime es que el sujeto cartesiano es fenoménico, pues pese a que esté exento del
mundo al culminar el proceso de duda metódica, no lo está sin embargo de la dimensión del tiempo,
siendo ésta un parámetro de la intuición pura del entendimiento. No puede considerarse por tanto
un sujeto trascendental, la razón en estado puro y objetivo. Más bien, se queda a un paso de
lograrlo, y por eso mismo, la consideración del cogito como sustancia (res cogitans) es ilegítimo
(VILLORO).

La otra gran crítica que lleva a cabo Kant es la crítica del escepticismo de HUME. Para el escocés la
causalidad era fruto de la inducción, y su necesidad no era sino un mero hábito dado por hecho y
del que, aunque se haya dado miles de veces en la línea del tiempo, cabría la posibilidad de que no
se diera así, rompiendo por tanto su sostenibilidad metafísica. Este problema es resuelto por el
prusiano gracias al esquematismo de los conceptos puros del entendimiento, es decir, sus
categorías, transformando lo que para Hume es una falsa certeza subjetiva debida a la inducción en
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parámetros trascendentales. “UNIDAD TRASCENDENTAL DE APERCEPCIÓN”. Cada individuo tiene su


mente, aunque formalmente idéntica gracias a sus rasgos trascendentales, dentro de los cuales se
puede explicar la necesidad del principio de causalidad. Además, en la consideración de las
categorías ontológicas como estructuras innatas del sujeto cognoscente está criticando la metafísica
de ARISTÓTELES. Para Kant son trascendentales, no objetivas (propias del objeto) como diría el
estagirita.

El mundo como fenómeno (erscheinung) se sintetiza a través de la intuición y el entendimiento,


conformando el Fenómeno (Phaenomenon). Kant distingue entre ambos para no confundir la
materia prima fruto de la aprehensión o receptividad de lo que será el contenido epistemológico
generado en el proceso de la síntesis trascendental. ¿Imaginación?.

Todo el conocimiento válido ha de ser fenoménico, y aquello que no esté acotado a estos límites
directamente no será conocimiento, pues no tenemos acceso humanamente posible a la realidad en
bruto, al noúmeno. En todo caso, hay conocimiento que intenta trasgredir en vano esos límites, y
que intentando ser neumónico se limita a ser especulación, pues de lo que no podemos conocer no
queda otra cosa que implicar a la imaginación e inventar. Este sería el caso de SWEDENBORG, que
afirmaba haber visto ángeles en el cielo en una visión, y motivo por el cual Kant se enfrentó a él y a
su pretensión de verdad.

De todas formas, los sucesores de Kant (el idealismo alemán liderado por FICHTE, SCHELLING y
HEGEL, y podríamos incluir a SCHOPENHAUER como una reinterpretación idealista de Kant), no
estaban de acuerdo con él en esto, y aunque se desvían de lo propuesto en esta obra sí que tenían
algo a lo que aferrarse para desenterrar la metafísica: las ideas puras, los postulados de la razón de
Crítica de la Razón práctica y los juicios teleológicos en Crítica del juicio. Dejando a un lado estas
obras y limitándonos a KrV, más allá de los parámetros trascendentales de la intuición y el
entendimiento, encontramos también como algo trascendental las ideas de la razón pura, que
vendrían a ser ideales regulativos innatos. De todas formas, su contenido es trascendente pero no
trascendental, pues se hallan en el límite de la experiencia posible. De estas tres grandes ideas, la
que supone un mayor reto filosófico seguramente sea la de la existencia de Dios. Es interesante que
Kant propone a Dios como un postulado indemostrable de la razón, ya sea a favor o en contra de su
existencia. Tras refutar todos los argumentos clásicos para demostrar su existencia (argumento
ontológico, teológico cosmológico), se mantiene en una posición agnóstica, que para la época en la
que se encontraba es un gran avance en pro de la secularización del saber. De hecho, Newton, el

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buque insignia de la visión mecanicista del mundo, fue incapaz de dejar fuera a Dios, al igual que
otros grandes pensadores de la modernidad como Descartes, Leibniz o incluso Darwin en el s. XIX.

4. Conclusión

Estética Analítica Dialéctica

sensibilidad entendimiento Razón

intuiciones conceptos ideas

Conocimiento científico Ilusiones metafísicas


(fenómenos metafísicamente posibles) (objetos fuera de la
Habría
experiencia posible)
que
considerar que la razón no nos lleva sólo al conocimiento del mundo, sino que nos traslada a sus
propios límites, arrojándonos más allá de la experiencia. Kant nos dice en el prólogo que
“entusiasmada con semejante prueba de poder de la razón, nuestra tendencia a extender el
conocimiento no reconoce límite alguno”. Sin embargo, Kant sigue diciendo: “la ligera paloma, que
siente la resistencia del aire que surca al volar libremente, podría imaginarse que volaría mucho
mejor aún en un espacio vacío”. Lo que viene a decir es que las más elevadas y, a sí mismo,
inaccesibles cuestiones a las que aspira el ser humano son meros postulados de la razón: Dios, la
inmortalidad y la libertad. Por continuar con la metáfora, las alas sólo permiten el vuelo en el aire,
por lo que el ser humano, por lo menos en principio, está limitado al conocimiento del mundo.
Trascender hasta esos límites (noúmeno) le lleva a la especulación, pues en el “vacío” no hay
experiencia alguna en la que apoyarse. Por esto mismo, es por lo que Kant pretende, antes de
encomiarse a estas problemáticas, cimentar con una metafísica sistemática todo conocimiento
humano, comprendiendo a las ciencias y a la religión en los límites de la razón.

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