Rio - Traduccion Clan Nocturno

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DEDICATORIA

Gracias especiales a Cherith Baldry.

Libro original: “Warriors: A Starless Clan #1: River” por Erin Hunter.

Arte del libro: Owen Richardson.

Traducción: Ariana Curbelo del Clan Nocturno.

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Última actualización: 1/12/23


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Novelas:
El Viaje de Estrella de Nube.
La Venganza de Arce Sombrío.
La Decisión de Estrella de Pino.
La Maldición de Pluma de Ganso.
La Deuda de Cola Roja.
El Juicio de Patas Negras.
El Secreto de Ala de Mariposa.
El Presagio de Estrella Vaharina.
La Despedida de Cuervo.
El Silencio de Ala de Tórtola.
Las Raíces de Árbol.
El Clan de Trigueña.
La Familia de Dalia.

Súper Ediciones:
El Secreto de Fauces Amarillas.1
La Profecía de Estrella Azul.
La Sombra de Corazón de Tigre.
La Esperanza de Esquiruela.

Novelas Gráficas:
Exiliados del Clan de la Sombra.
Una Sombra en el Clan del Río.
El Camino de Cuervo.
Vientos de Cambio.

1 Traducción en conjunto: hecha por Ariana Curbelo (del Clan Nocturno) junto con Karian, Milly
Mendoza y Belu Morison.
CONTENIDO
DEDICATORIA……... 2
FILIACIONES………. 5
PRÓLOGO…………... 14
CAPÍTULO 1………... 17
CAPÍTULO 2………... 25
CAPÍTULO 3………... 37
CAPÍTULO 4………... 45
CAPÍTULO 5………... 54
CAPÍTULO 6………... 65
CAPÍTULO 7………... 70
CAPÍTULO 8………... 79
CAPÍTULO 9………... 86
CAPÍTULO 10………. 94
CAPÍTULO 11………. 103
CAPÍTULO 12………. 109
CAPÍTULO 13………. 115
CAPÍTULO 14………. 123
CAPÍTULO 15………. 129
CAPÍTULO 16………. 138
CAPÍTULO 17………. 146
CAPÍTULO 18………. 154
CAPÍTULO 19………. 163
CAPÍTULO 20………. 172
CAPÍTULO 21………. 178
CAPÍTULO 22………. 184
CAPÍTULO 23………. 192
FILIACIONES
CLAN DEL TRUENO

LÍDER ESTRELLA ZARZOSA — atigrado marrón oscuro de ojos


ámbar.

LUGAR-
TENIENTE ESQUIRUELA — gata rojizo oscuro de ojos verdes y una
pata blanca.

CURANDE-
ROS GLAYO — gato atigrado gris de ciegos ojos azules.
CORAZÓN DE ALISO — gato rojizo oscuro de ojos
ámbar.

GUERREROS
(gatos y gatas sin crías)
CANDEAL — gata blanca de ojos verdes.
BETULÓN — atigrado marrón claro.
RATONERO — gato gris y blanco.
APRENDIZ, ZARPA DE LAUREL (atigrado
dorado).
ROSELLA — gata moteada carey y blanca.
CORAZÓN DE LIRIO — pequeña gata gris oscuro atigrada
con manchas blancas, de ojos azules.
APRENDIZ, ZARPA FLAMEANTE (gato negro).
LÁTIGO DE ABEJORRO — gato gris claro con rayas
negras.
CAÍDA DE CEREZA — gata rojiza.
BIGOTES DE TOPO — gato marrón y crema.
CARBONERA — gata gris oscuro atigrada.
APRENDIZA, ZARPA DE PINZÓN (gata carey).
FLORES CAÍDAS — gata tricolor con manchas blancas en
forma de pétalos.
CHARCA DE HIEDRA — gata blanca y plateada atigrada
de oscuros ojos azules
ALA DE ÁGUILA — gata rojiza.
APRENDIZA, ZARPA DE MIRTO (gata marrón
claro).
NARIZ DE ROCÍO — macho gris y blanco.
OREJA DE CLAVELINA — gata gris oscuro.
NUBE DE TORMENTA — gato gris atigrado.
MECHÓN DE CARRASCA — gata negra.
CANCIÓN DE FRONDAS — macho amarillo atigrado.
GARRA VOLTEADA — macho atigrado.
PELAJE DE MIEL — gata blanca con manchas amarillas.
MANTO DE CHISPAS — gata naranja atigrada.
RAYA DE ACEDERA — gata marrón oscuro.
RAMAJE DE RAMITAS — gata gris de ojos verdes.
ALETA SALTARINA — gato marrón.
PELAJE DE CARACOLA — gato carey.
CIRUELA DE PIEDRA — gata rojiza y negra
HOJA SOMBRÍA — gata carey.
LEONADO — macho dorado atigrado de ojos ámbar.

REINAS
(gatas embarazadas o al cuidado de crías pequeñas)
DALIA — gata color crema de pelaje largo, viene del
cercado de los caballos.
PELAJE MANCHADO — atigrada manchada gris y blanca
(madre de Pequeña Erizada, atigrada naranja y blanca;
Pequeño Tallo, atigrado naranja; y Pequeño Gris, gatito
blanco con manchas grises).

VETERANOS
(guerreros y reinas ya retirados)
ESPINARDO — atigrado marrón dorado.
NIMBO BLANCO — gato blanco de pelo largo y ojos
azules.
CENTELLA — gata blanca con manchas canela.
FRONDE DORADO — atigrado marrón dorado.
CLAN DE LA SOMBRA

LÍDER ESTRELLA DE TIGRE — atigrado marrón oscuro.

LUGAR-
TENIENTE PATAS DE TRÉBOL — gris atigrada.

CURANDE-
ROS CHARCA BRILLANTE — macho marrón con manchas
blancas.
VISIÓN DE SOMBRA — macho gris atigrado de ojos
ámbar.

GUERREROS
TRIGUEÑA — gata moteada de ojos verdes.
ALA DE PIEDRA — macho blanco.
PELAJE DE CARBÓN — gato gris oscuro de orejas
rasgadas, una está cortada.
PATAS DE LINO — atigrado marrón.
COLA DE GORRIÓN — gran macho atigrado.
AGUZANIEVES — gata de un blanco puro y ojos verdes.
HOJA DE MILENRAMA — gata rojiza de ojos amarillos .
CORAZÓN DE BAYA — gata blanca y negra.
CORAZÓN DE HIERBA — gata marrón pálido atigrada.
MANTO DE ESPIRAL — gato gris y blanco.
BIGOTES DE LÚPULO — gata calico.
FUEGO ARDIENTE — gato blanco y rojizo.
TALLO DE FLOR — gata plateada.
COLMILLO DE SERPIENTE — gata atigrada color miel.
PELAJE PIZARRA — liso macho gris.
PASO SALTARÍN — gata gris.
SALTO DE LUZ — gata marrón atigrada.
CAÍDA DE GAVIOTA — gata blanca.
GARRA DE ESPIRAL — gato negro y blanco.
SALTO HUECO — gato negro.
RAYO DE SOL — atigrada marrón y blanca.
REINAS
ALA DE TÓRTOLA — gata gris claro de ojos verdes
(madre de Pequeño Serbal, un gatito rojizo; y Pequeño
Betulo, gatito marrón claro).
COLA DE CANELA — gata marrón atigrada con patas
blancas.

VETERANOS
ROBLEDO — pequeño gato marrón.
CLAN DEL CIELO

LÍDER ESTRELLA DE HOJAS — gata atigrada color marrón y


crema, de ojos ámbar.

LUGAR-
TENIENTE ALA DE HALCÓN — gato gris oscuro de ojos amarillos.

CURANDE-
ROS PELAJE DE PECAS — gata moteada marrón claro
atigrada con piernas manchadas.
COPO INQUIETO — gato negro y blanco.

MEDIADOR ÁRBOL — gato amarillo de ojos ámbar.

GUERREROS
MANTO DE GORRIÓN — gato marrón oscuro atigrado.
MACGYVER — gato blanco y negro.
BROTE DE ROCÍO — robusto gato gris.
BROTE DE RAÍZ — gato amarillo.
GARRA DE ACÍCULA — gata negra y blanca.
SAUCE DE CIRUELA — gata gris oscuro.
NARIZ DE SALVIA — gato gris pálido.
CICATRIZ DE AZOR — gato rojizo.
ARROYO HARRY — gato gris.
COLA DE CEREZA — gata peluda carey y blanca.
NUBE NEBLINOSA — gata blanca de ojos amarillos.
PASO DE TORTUGA — gata carey.
SALTO DE CONEJO — macho marrón.
VUELO DE MATRACA — dorada atigrada.
GARRA DE JUNCO — pequeña gata pálida atigrada.
APRENDIZ, ZARPA DE ESCARABAJO (gato
atigrado).
PELAJE DE MENTA — gata gris atigrada de ojos azules.
MANCHA DE ORTIGA — gato marrón claro.
NUBE DIMINUTA — pequeña gata blanca.
CIELO PÁLIDO — gata blanca y negra.
VIOLETA BRILLANTE — gata negra y blanca de ojos
amarillos.
HOJA BELLA — gata naranja claro de ojos verdes.
PLUMA DE CODORNIZ — gato blanco de orejas negras.
PATAS DE PALOMA — gris y blanca.
BIGOTES RAYADOS — gata blanca con manchas
marrones.
NARIZ DE GRAVA — gato color canela.
MANTO SOLEADO — gata rojiza.
APRENDIZA, ZARPA DE ABEJA (gata blanca y
atigrada).
SON DE NÉCTAR — gata marrón.

REINAS
CORAZÓN FLORECIENTE — gata blanca y rojiza (madre
de Pequeña Cresta, gatita rojiza de nariz blanca; y
Pequeño Crepúsculo, gatito blanco de patas y orejas
marrones).

VETERANOS
GAMA DE FRONDAS — gata marrón pálida que ha
perdido el sentido del oído.
CLAN DEL VIENTO

LÍDER ESTRELLA DE LEBRÓN — macho marrón y blanco.

LUGAR-
TENIENTE CORVINO PLUMOSO — gato gris oscuro.

CURANDERO VUELO DE AZOR — gato gris moteado con manchas


blancas como plumas de azor.
APRENDIZA, ZARPA SILBANTE (gata gris
atigrada).

GUERREROS
NUBE NEGRA — gata negra.
ALA MOTEADA — gata marrón moteada.
MANZANA BRILLANTE — gata amarilla atigrada
HOJOSO — gato atigrado oscuro de ojos ámbar.
SON DE MADERA — gata marrón.
RESCOLDO — gato gris con dos patas oscuras.
VENTOLERO — macho negro de ojos ámbar.
COLA BRECINA — gata atigrada marrón claro de ojos
azules.
MANTO DE PLUMAS — gata gris atigrada.
PATAS ACECHANTES — gato rojizo.
SALTO CANTARÍN — gata carey.
CAÑAMERA — gata atigrada marrón claro.
PATAS AGITADAS — gato marrón y blanco.
PATAS LEVES — gato negro con una mancha blanca en el
pecho.
GARRA DE AVENA — macho atigrado marrón pálido.
BIGOTES ULULANTES — gato gris oscuro.
FRONDA RAYADA — gata gris atigrada.

REINAS
ALA DE ALONDRA — gata atigrada marrón pálido (madre
de Pequeño Rayado, atigrado gris; y Pequeño Arroyo,
gatito negro y blanco).
VETERANOS
NARIZ DE BIGOTES — gato marrón claro.
GENISTA — gata de color blanco y gris muy claro, de
ojos azules.

CLAN DEL RÍO

LÍDER ESTRELLA VAHARINA — gata gris azulado de ojos


azules.

LUGAR-
TENIENTE JUNCAL — gato negro.

CURANDE-
RAS ALA DE MARIPOSA — gata dorada moteada de ojos
ámbar.
APRENDIZA, ZARPA ESCARCHADA (gata gris
claro de ojos azules).

GUERREROS
VESPERTINA — gata atigrada marrón.
COLA PALOMINA — gata gris oscuro.
NARIZ MALVA — gato marrón claro atigrado.
MANTO REFUGIADO — gata negra y blanca.
LUZ DE VAINA — macho gris y blanco.
MANTO RELUCIENTE — gata plateada.
COLA DE LAGARTIJA — gato marrón claro.
NUBE DE ESTORNUDOS — gato gris y blanco.
MANTO DE HELECHOS — gata carey.
COLA SALPICADA — macho marrón atigrado.
NARIZ DE NIEBLA — gris y blanca.
NÍVEA — gata blanca de ojos azules.
APRENDIZA, ZARPA DE NEBLINA (atigrada carey
y blanca).
LIEBRE LUMINOSA — gato blanco.
PLUMA RIZADA — gata marrón claro.
NARIZ DE BÚHO — gato marrón atigrado.
GARRA DE AULAGA — gato blanco con orejas grises.
CIELO NOCTURNO — gata gris oscuro de ojos azules.
CORAZÓN DE BRISA — gata blanca y marrón.
APRENDIZ, ZARPA GRIS (atigrado plateado).

VETERANOS
MUSGOSA — gata blanca y carey.
PRÓLOGO
La luna llena flotaba sobre las copas de los árboles, arrojando una luz fría
sobre la Asamblea. Los gatos se amontonaban alrededor del Gran Roble;
en sus ramas, sus líderes estaban agazapados, medio ocultos por las hojas
teñidas del dorado y marrón de la temprana estación de la caída de la hoja.
Solo sus ojos, brillantes como pequeñas lunas, delataban su presencia.
El Clan de la Sombra había sido el último en llegar, y los gatos
seguían escurriéndose entre la multitud para encontrar lugar. Uno de ellos,
un gato blanco y negro, se quedó atrás, recorriendo con la mirada a los
gatos reunidos hasta que se fijó en una gata del Clan del Cielo. Su manto
blanco, manchado de marrón, brillaba a la luz de la luna. Un ronroneo se
acumuló en su garganta. La gata levantó un poco la cabeza cuando su
mirada se encontró con la de él, y se deslizó silenciosamente hacia atrás
hasta encontrar un espacio a la sombra de un arbusto en el borde del claro.
El gato se le unió y se sentaron uno al lado del otro.
—Pensé que no vendrían —murmuró la gata.
El gato se estremeció al sentir el calor de su aliento cerca de su oreja.
—A Estrella de Tigre le gusta hacer una entrada —respondió.
Apenas había terminado de hablar cuando el líder del Clan de la
Sombra soltó un fuerte aullido, erguido sobre una rama del Gran Roble.
—Gatos de todos los Clanes —maulló mientras el sonido de la charla
se extinguía—. Bienvenidos a la Asamblea.
Estrella Zarzosa, el líder del Clan del Trueno, fue el primero de los
líderes en dar sus noticias, pero sus palabras bañaron al gato del Clan de la
Sombra como una brisa cálida que apenas erizó su pelaje. Toda su
atención estaba en la gata a su lado. Su placer por estar con ella era casi
como dolor. Recordaba cuánto tiempo hacía que se querían, cómo habían
empezado con miradas compartidas y charlas cortas en las Asambleas, y
luego habían conseguido tener algunos encuentros en la frontera que
compartían junto al lago. Cada momento que habían pasado juntos había
sido tan valioso y, a la vez, tan desleal. «¿Qué dirían nuestros parientes y
compañeros de Clan si lo supieran?». A veces, el gato del Clan de la
Sombra esperaba que todo saliera bien. Después de todo, su líder de Clan,
Estrella de Tigre, se había enamorado de una gata del Clan del Trueno, y
ella había dejado su Clan natal para estar con él. Pero aún recordaba
cuánto había tardado el Clan de la Sombra en aceptar a Ala de Tórtola.
«Ambos somos leales a nuestros Clanes —pensó, con una mirada cariñosa
a la gata del Clan del Cielo—. No queremos perder a nuestros parientes,
ni a nuestros amigos».
Deleitándose al ver la curva elegante de su cuello, recordó también
cómo había llegado al Clan de la Sombra para ayudar a custodiar al
impostor, Cenizo, cuando fue encarcelado allí. El gato se estremeció al
recordar al malvado espíritu que se había apoderado del cuerpo de Estrella
Zarzosa y había liderado al Clan del Trueno hasta que su engaño salió a la
luz. Mientras se había aferrado al poder, casi había destruido a los Clanes
en su determinación de erradicar a los traidores al código. Aquella había
sido una experiencia terrible para los Clanes, y el gato sintió una punzada
de culpabilidad por lo maravillosa que había sido para él y para la gata
marrón y blanca. Antes, todo lo que podían haber esperado eran momentos
arrebatados junto a su frontera compartida. Pero una vez que Cenizo fue
hecho prisionero en el Clan de la Sombra, custodiado a su vez por
guerreros de los otros Clanes, sus deberes la habían llevado al campamento
del Clan de la Sombra. Entonces habían tenido raras oportunidades de
sentarse uno junto al otro y hablar, de estar juntos sin sentir que le estaban
robando tiempo a sus Clanes. Lo mejor de todo era que, al final, su terrible
miedo a ser tachados de traidores al código se había desvanecido como una
ramita en las inundaciones de la estación de la hoja verde. El código
guerrero cambiaría. El Clan Estelar ya no les prohibiría estar juntos.
Los pensamientos del gato se vieron interrumpidos cuando la gata del
Clan del Cielo le dio un toque en el costado.
—¡Despierta! —susurró. Sus ojos brillaban y su cola temblaba de
emoción—. Estrella Vaharina va a hablar de los cambios al código
guerrero. Esto es lo que vinimos a oír.
Cuando Cenizo había sido finalmente derrotado, a varios gatos vivos
se les había concedido el privilegio de pisar los terrenos de caza del Clan
Estelar. Cuando habían regresado, se les había dado el título de Luces en la
Niebla, y habían traído un plan que cambiaría las cosas para todos los
Clanes. «Especialmente para gatos como nosotros», pensó el gato, con
una mirada cariñosa a la gata.
El gato levantó la mirada para ver a la líder del Clan del Río que se
dirigía lentamente hacia el final de su rama. Se quedó atónito al notar por
primera vez su aspecto frágil; el pelaje que rodeaba su hocico estaba
grisáceo por la edad, y su manto gris azulado, alguna vez grueso y
hermoso, ahora estaba delgado y apagado. Pero seguía mirando a los gatos
reunidos con toda la dignidad de una líder de Clan cuando empezó a
hablar.
El gato del Clan de la Sombra y la gata del Clan del Cielo
intercambiaron una mirada de expectación, y luego centraron toda su
atención en Estrella Vaharina. Todos los demás gatos hacían lo mismo;
ningún gato los miraba. En silencio, se acercaron y entrelazaron sus colas.
El corazón del gato blanco y negro latía tan fuerte que pensó que se le
saldría del pecho. «Las cosas están cambiando… —se dijo a sí mismo—.
Oh, Clan Estelar, pase lo que pase, déjennos estar juntos».
CAPÍTULO 1
Agazapado junto al montón de carne fresca, Zarpa Flameante arrancó un
bocado del ratón que yacía a sus patas. Pero la suculenta carne le supo a
hojas muertas en la boca y, cuando la engulló, se le asentó en el vientre
como una roca. No podía pensar en otra cosa que no fuera su evaluación
de guerrero, que empezaría en cuanto él y los demás aprendices terminaran
de comer. A su lado, su hermano de camada adoptivo Zarpa de Laurel, que
compartía su ratón, dejó de comer para mover vigorosamente los cuartos
traseros, y luego se lanzó en un enorme salto, aterrizando con sus patas
delanteras aferradas a un guijarro que yacía en el suelo del campamento
del Clan del Trueno.
—¡Te tengo! —aulló—. Ese fue mi mejor salto —declaró mientras
saltaba hacia Zarpa Flameante. Sus ojos brillaban de emoción—. Voy a
cazar muchas presas. ¡Ratones y ardillas, cuidado! ¡Zarpa de Laurel va a
por ustedes!
—Sí, claro —murmuró Zarpa Flameante.
Zarpa de Laurel se agachó a su lado y le dio un toque amistoso, con
una mirada tranquilizadora.
—Hey, no te preocupes —maulló—. Estarás bien. Eres un gran
cazador.
Zarpa Flameante asintió y se obligó a darle otro mordisco al ratón.
Con la esperanza de distraerse de su próxima evaluación, dirigió las orejas
hacia un grupo de gatos mayores que estaban compartiendo presas cerca
de donde estaba, con las cabezas juntas en lo que parecía una conversación
seria.
—No sé qué es lo que opino sobre hacer cambios al código guerrero
—Betulón maulló con inquietud—. Especialmente esta idea de que
podríamos deshacernos de un líder. Sería como decirle al sol que no brille.
Charca de Hiedra soltó un bufido de desaprobación.
—Nos habría encantado deshacernos de Cenizo —señaló—. Incluso
cuando aún creíamos que era Estrella Zarzosa. Murieron gatos porque
seguimos aceptándolo como nuestro líder, a pesar de que enviaba a los
gatos al exilio y sospechaba de todos nosotros por deslealtad, como si
tuviera abejas en el cerebro.
—¿Pero cuántas veces tendremos que lidiar con un gato como
Cenizo? —preguntó Betulón.
—Una vez fue suficiente —Espinardo contestó con un movimiento de
orejas—. Creo que Charca de Hiedra tiene razón.
—Pero Cenizo no era un verdadero líder —insistió Betulón—. Si no
hubiera robado el cuerpo de Estrella Zarzosa, ningún gato lo habría
aceptado. Y el Clan Estelar nunca le dio sus nueve vidas y su nombre.
Estas nuevas reglas tratan de destituir a un líder que fue aprobado por el
Clan Estelar. Eso es muy diferente.
—En eso tienes razón —admitió Espinardo a regañadientes.
—Aunque —Charca de Hiedra maulló—, no es como que el Clan
Estelar sea infalible. Al primer Estrella de Tigre le dieron nueve vidas.
—Eso es cierto. Aunque, si un Clan destituye a su líder, no entiendo
qué pasaría con sus nueve vidas —dijo Caída de Cereza—. Esas vidas las
da el Clan Estelar; los gatos vivos normales no pueden quitárselas,
¿verdad?
—Podríamos intentarlo, si el líder fuera tan vil como Cenizo —maulló
Ratonero, desenvainando las garras. Sus ojos brillaban de enojo, y Zarpa
Flameante recordó que el guerrero había perdido a dos de sus hermanos
como resultado de las mentiras de Cenizo.
Dos o tres gatos del grupo lanzaron exclamaciones de asombro, y
Zarpa Flameante intercambió una mirada horrorizada con su hermano
adoptivo.
—Un líder es un líder —insistió Látigo de Abejorro, mirando al gato
gris y blanco—. No se desobedece a un líder, no se destituye a un líder, y
desde luego no se mata a un líder. Eso seguro te llevaría al Bosque Oscuro.
—Que no se te caiga el pelo. —Espinardo agitó la cola hacia el gato
más joven, quien se echó hacia atrás con expresión ofendida—. No
conoces el Bosque Oscuro, no como Charca de Hiedra y yo. Y el código
nunca ha sido tan rígido. Muchos de ustedes son demasiado jóvenes para
recordarlo, pero yo nunca olvidaré cuando el Clan de la Sombra expulsó a
su líder Estrella Rota, allá en el viejo bosque. Si alguien se lo merecía, era
él. Pero el Clan Estelar no le quitó sus nueve vidas, y no le dieron nueve
vidas al siguiente líder del Clan de la Sombra, Estrella Nocturna.
Leonado, que hasta ahora había escuchado en silencio, se raspó el
manto dorado pensativamente con la lengua.
—Eran otros tiempos, Espinardo. —Su voz era un cálido rumor en su
garganta—. Ahora el Clan Estelar podría estar de acuerdo en quitar las
nueve vidas. Después de todo, ellos animaron a las Luces en la Niebla a
hacer estos cambios al código.
Espinardo agitó una oreja, molesto.
—Ojalá Látigo Gris estuviera aquí para explicarlo —murmuró—. Él
sabía cómo funcionaban las cosas en aquellos tiempos. Simplemente no
entiendo lo que pasó en el Bosque Oscuro, ojalá lo entendiera.
—Muchos gatos desean eso —respondió Leonado—. Pero tenemos
que confiar en que nuestros líderes entienden y harán lo correcto.
La única respuesta de Espinardo fue un gruñido.
—¿Qué opinas tú, Zarpa Flameante? —Zarpa de Laurel murmuró
alrededor de un bocado de ratón—. ¿Deberíamos ser capaces de
deshacernos de nuestro líder?
Zarpa Flameante arrastró su atención de la conversación de los
guerreros veteranos.
—Claro que deberíamos —contestó, medio esperando que los
guerreros veteranos lo escucharan—. Excepto que no creo que eso vaya lo
suficientemente lejos. Tal vez los Clanes funcionarían mejor si
cambiáramos de líderes regularmente.
Los ojos de Zarpa de Laurel se abrieron de golpe, y se atragantó con
su presa, tragándola con dificultad.
—¡¿Qué?!
—Bueno, ¿cuál es la alternativa? —Zarpa Flameante maulló a la
defensiva—. Tal y como está ahora, un gato elegido por el líder anterior
puede mandar a todos los gatos hasta que hayan pasado por nueve vidas
enteras. ¿Cómo es eso justo?
Recuperándose, su hermano adoptivo puso los ojos en blanco.
—Quizá no quieras decir eso muy alto —señaló él—, sobre todo
teniendo en cuenta que nuestro líder, Estrella Zarzosa, es pariente tuyo.
Zarpa Flameante encorvó los hombros.
—De todos modos, nadie me haría caso —murmuró malhumorado.
Obligándose a comer más del ratón, Zarpa Flameante deseó en
silencio que todos los gatos dejaran de juzgarlo por su sangre. Su madre
era Manto de Chispas, hija del líder del Clan, Estrella Zarzosa, y de su
lugarteniente, Esquiruela, quien a su vez era hija de Estrella de Fuego, el
mayor líder que el bosque había conocido jamás. Ningún gato se daba
cuenta de lo duro que era llevar la sangre de gatos como esos en sus venas.
«Hasta medio que me llamo en honor a Estrella de Fuego», pensó Zarpa
Flameante. Mirándose las patas negras, añadió para sí: «Lo cual es raro,
porque yo no soy nada color fuego. Supongo que Estrella de Fuego era un
gato tan grande, que para Manto de Chispas era más importante recordar
a todos los gatos que soy su descendiente, en vez de fijarse en cómo soy en
realidad. Me pregunto si mi padre habría estado de acuerdo».
La mayoría de los gatos nunca mencionaban al padre de Zarpa
Flameante, Canto de Alondra, quien había muerto antes de que tuviera la
oportunidad de conocerlo. La mentora de Zarpa Flameante, Corazón de
Lirio, era la madre de Canto de Alondra, y a veces le contaba historias
sobre él. «Tal vez Canto de Alondra me habría entendido —pensó Zarpa
Flameante con nostalgia—. Corazón de Lirio dice que me parezco a él».
Tragó el último bocado de ratón; Zarpa de Laurel ya había terminado
de comer y estaba sentado, limpiándose los bigotes. Mientras Zarpa
Flameante se pasaba la lengua por las mandíbulas, su madre, Manto de
Chispas, se acercó a ellos.
—Buena suerte en sus evaluaciones —maulló ella.
—¡Gracias, Manto de Chispas! —respondió Zarpa de Laurel,
poniéndose de pie de un salto.
Zarpa Flameante inclinó la cabeza cortésmente.
—Gracias.
—Seguro que lo harás muy bien —le dijo Manto de Chispas.
Zarpa Flameante deseó no sentirse tan rígido e incómodo con su
madre. Sabía que Manto de Chispas lo quería. «Bueno, tiene que hacerlo,
ya que es mi madre». Pero no estaba seguro de que le agradara mucho. A
veces pensaba que ella no lo conocía lo suficiente como para que le
agradara. Manto de Chispas no lo había criado de joven; había estado
demasiado deprimida por la muerte de su padre, Canto de Alondra, y de su
otro cachorro, Pequeño Destello. En su lugar, Raya de Acedera se había
hecho cargo de él.
Más tarde, Manto de Chispas y Zarpa de Pinzón, la hermana de
camada superviviente de Zarpa Flameante, se habían vuelto cercanas
cuando el impostor las había exiliado juntas, dejando a Zarpa Flameante
atrás en el campamento del Clan del Trueno. Tal vez por haber sido
separado de ella tan joven, Zarpa Flameante aún sentía como si apenas
conociera a Manto de Chispas. Ni siquiera estaba seguro de querer
conocerla; se debatía entre esperar su atención porque era su madre y estar
resentido con ella por haberlo abandonado.
Ahora Manto de Chispas no parecía saber qué decirle. Mientras Zarpa
Flameante seguía allí de pie en incómodo silencio, ella hizo una última
inclinación de cabeza, y luego cruzó el campamento hacia donde Zarpa de
Pinzón estaba compartiendo carne fresca con Zarpa de Mirto, la hermana
de camada de Zarpa de Laurel. Zarpa Flameante pudo notar en seguida que
Manto de Chispas se relajó mucho más, entrechocando narices con Zarpa
de Pinzón y dándole un cariñoso lametón alrededor de la oreja. Apartando
la mirada, Zarpa Flameante vio a la madre de Zarpa de Laurel y Zarpa de
Mirto, Raya de Acedera, quien los había acogido a él y a Zarpa de Pinzón.
Ahora les hacía a él y a Zarpa de Laurel un movimiento alentador con la
cola. Inclinando la cabeza en respuesta, Zarpa Flameante dejó escapar un
largo suspiro. «A veces desearía que Raya de Acedera fuera mi madre».
Su mentora, Corazón de Lirio, ya estaba esperando cerca de la entrada
del campamento. Mientras Zarpa Flameante observaba, el mentor de Zarpa
de Laurel, Ratonero, y la mentora de Zarpa de Pinzón, Carbonera, se
acercaron a ella. Un momento después, Ala de Águila, la mentora de Zarpa
de Mirto, salió de la guarida de los guerreros y corrió por el campamento
para unirse a los demás.
—¡Vamos, Zarpa Flameante! —llamó Corazón de Lirio—. ¡Ya es
hora!
Zarpa Flameante se puso de pie mientras el resto de los mentores
llamaban a sus aprendices, y siguió a los otros jóvenes gatos hacia la
entrada del campamento. Aullidos de «¡Buena suerte!» sonaron en sus
oídos de más de sus compañeros de Clan en el claro a su alrededor. Zarpa
Flameante sintió que su tristeza se desvanecía como agua en tierra seca,
sustituida por una emoción nerviosa que le recorría desde las orejas hasta
la punta de la cola.
Afuera del campamento, los cuatro mentores y sus aprendices se
dirigieron en diferentes direcciones. Antes de seguir a Ratonero, Zarpa de
Laurel se detuvo para darle un toque tranquilizador a Zarpa Flameante.
—Tú puedes —maulló.
—Tú también —Zarpa Flameante respondió, apretando el hocico
contra el hombro de Zarpa de Laurel. Luego siguió a Corazón de Lirio
hacia el bosque, en dirección al lago.
Una vez que los olores de los otros gatos y el sonido de sus pasos se
hubieron desvanecido, Corazón de Lirio se detuvo.
—Bien, tienes que ir a cazar —le dijo—. No me verás, pero te estaré
vigilando. Espero que caces muchas presas, así impresionaremos a todos
los gatos del campamento con lo buen cazador que eres.
El tono alegre de Corazón de Lirio, y la forma en que obviamente
esperaba que lo hiciera bien, despertaron la ambición de Zarpa Flameante.
«¡Voy a atrapar algo realmente espectacular!».
Quieto, con todos los sentidos alerta, abrió las fauces para saborear el
aire. Suculentas fragancias de presas fluyeron hacia él, diciéndole que sería
un buen día para cazar. Casi de inmediato distinguió el olor de un ratón y
oyó un roce. Avanzando, localizó el sonido entre un montón de hojas
caídas; incluso pudo ver cómo se movían. «Ahí es donde se esconde el
ratón, ¡puede que incluso haya dos!». Adoptó brevemente la postura del
cazador, pero luego dudó; los ratones no eran presas especialmente
impresionantes. «¡Cualquier bola de pelos tonta puede cazar ratones!».
No le bastaba con aprobar su evaluación cazando cualquier presa; quería
que Corazón de Lirio quedara realmente impresionada.
Enderezándose, Zarpa Flameante se adentró en el bosque, pasando por
alto otro ratón y una musaraña que prácticamente corrió hacia sus patas al
cruzarse en su camino. «Tal vez un pájaro estaría bien —pensó—. Son
más difíciles de cazar».
Unos pasos más adelante, Zarpa Flameante rodeó el borde de un
zarzal y se encontró con una ardilla que mordisqueaba algo con las patas
delanteras a un par de colas de distancia del árbol más cercano. «¡Se ve tan
gorda y jugosa! Sería una presa estupenda para llevar». Zarpa Flameante
se colocó con cuidado en posición y empezó a avanzar sigilosamente,
comprobando que el viento soplara hacia él y apoyando las patas tan
ligeramente como podía. La ardilla parecía no darse cuenta de su
presencia, toda su atención estaba fija en lo que tenía entre las patas. Pero
antes de que Zarpa Flameante estuviera lo bastante cerca como para
abalanzarse, recordó un movimiento que había practicado una o dos veces
con Zarpa de Laurel. Corazón de Lirio nunca lo había visto. «¡Eso seguro
la impresionaría!». El gato negro abandonó su postura y saltó hacia
adelante, lanzándose en un poderoso salto, no hacia la ardilla, sino hacia el
árbol que había detrás. Su intención era girar en cuanto chocara contra el
árbol y rebotar lejos de él, cortando la ruta de escape de la ardilla mientras
huía en busca de seguridad. Pero el espectacular movimiento no funcionó.
Zarpa Flameante chocó contra el árbol con una pata aplastada bajo él; el
dolor le subió por la pata hasta el hombro. Jadeando, intentó corregir su
posición mientras se impulsaba. Pero se enredó en sus propias patas y
calculó mal el salto. Cayó al suelo entre las raíces del árbol, sin aliento. La
ardilla saltó por encima de él y subió corriendo por el tronco, deteniéndose
en una rama baja para proferir insultos a Zarpa Flameante antes de
desaparecer entre las hojas.
El aprendiz se puso de pie, luchando por recuperar el aliento. Los
escombros de entre las raíces se aferraban a su pelaje. Peor aun, cada pelo
de su manto estaba caliente de vergüenza, porque sabía que Corazón de
Lirio debía de estar mirando. Ella habría visto cómo había estropeado el
movimiento; y todavía peor, el alboroto que él y la ardilla habían hecho
habría asustado a cualquier otra presa que hubiese estado lo
suficientemente cerca como para escuchar.
Sacudiéndose la tierra y los restos de hojas del manto, Zarpa
Flameante siguió caminando, decidido ahora a hacer unas cuantas buenas
capturas, capturas sencillas que cualquier guerrero entrenado podría hacer.
«No más alardes», se dijo a sí mismo con severidad.
Se detuvo junto a una mata de helechos, con las orejas aguzadas por el
sonido de una presa escondida en las profundidades de las frondas. No oyó
nada, pero cuando se abrió paso hasta el otro lado, vio inmediatamente una
urraca picoteando el suelo a unas cuantas colas de distancia. Zarpa
Flameante sintió un hormigueo de emoción. ¡Aquella era otra presa
excepcional! Volvió a ponerse en la postura del cazador, comprobando
cuidadosamente que tenía las patas bien metidas y la cola enroscada a lo
largo del costado. Luego, paso a paso, se acercó sigilosamente a la urraca.
«¡Tengo que atrapar esta!». Deslizó una pata hacia delante y estuvo a
punto de posarla sobre una hoja enroscada, pero consiguió retroceder un
latido antes de pisarla y alertar a su presa. Necesitó todas sus fuerzas para
seguir avanzando lentamente, cuando lo que quería era saltar sobre el
pájaro y clavarle las garras. Zarpa Flameante estaba seguro de no haber
hecho ningún ruido, pero antes de alcanzar la mejor distancia para
abalanzarse, la urraca levantó la mirada, ladeando la cabeza como si
hubiera oído algo. «¡Va a salir volando!». Zarpa Flameante se lanzó hacia
delante en un gran salto. Sus garras rozaron la cola de la urraca, que
despegó con un aleteo y un grito áspero, dejando al aprendiz negro con las
garras clavadas en una sola pluma.
—¡Excremento de zorro! —gruñó.
Se quedó mirando al ave con total frustración, luego se obligó a
concentrarse de nuevo y miró sombríamente a través de los árboles. La
ruidosa huida del pájaro habría espantado a la mayoría de las presas
cercanas, una vez más. el estómago de Zarpa Flameante se revolvía
mientras se ponía en camino una vez más. Era plenamente consciente de
que el sol se acercaba a su punto más alto, y esperaba ver en cualquier
momento a Corazón de Lirio saliendo a su encuentro. «Y no he cazado ni
una sola presa. Oh, Clan Estelar, por favor envíame algo… ¡lo que sea!».
Zarpa Flameante siguió avanzando y respiró aliviado cuando percibió
el olor de un ratón y vio a un espécimen flacucho correteando bajo un
arbusto de acebo. Esta vez se deslizó hacia delante con cuidado, sin apenas
atreverse a respirar, y sus patas rozaron ligeramente el suelo. Atrapó a su
presa con un limpio zarpazo, y en el mismo momento otro ratón salió
disparado de su escondite; Zarpa Flameante arremetió con las garras
extendidas y lo atrapó también.
—Gracias, Clan Estelar, por estas presas —maulló con sincera
gratitud.
Pero sabía que no lo había hecho lo suficientemente bien y, lo que era
peor, había perdido la ardilla y la urraca por su propia estupidez. «Podría
haberlo hecho mucho mejor». Solo podía esperar que aún le quedara
tiempo suficiente para añadir más a su patético montón.
Comenzó a rascar rápidamente un agujero para enterrar las dos
capturas, solo para oír la voz de Corazón de Lirio detrás de él,
pronunciando su nombre. Se giró para ver a su mentora saliendo de entre
la maleza. La cola de Zarpa Flameante cayó al ver la mirada de Corazón de
Lirio: donde vio simpatía mezclada con decepción. Su pelaje estaba
caliente de vergüenza. No necesitaba que le dijera que había fallado su
evaluación. «Sé que lo he hecho. Y sé que me lo merecía».
CAPÍTULO 2
—Quédate quieta —maulló Pluma Rizada. Su lengua raspó el manto gris
claro de Zarpa Escarchada con movimientos largos y hábiles—. Sabes que
tienes que estar especialmente limpia y aseada. Es un día muy importante.
Zarpa Escarchada hizo lo que su madre le dijo, aunque sintió como si
su vientre se llenara de mariposas. Sentía tanta emoción que quería saltar,
chillar y perseguirse la cola. «Pero ya no puedo comportarme así —se dijo
a sí misma—. Ya no soy una cachorra; al final del día, seré oficialmente
una aprendiza de curandera».
Durante el último cuarto de luna, Zarpa Escarchada había estado
ayudando a Ala de Mariposa en la guarida de curandería, y ahora estaba
lista para hacer su primer viaje a la Laguna Lunar para la reunión de media
luna. Allí conocería a los otros curanderos, los de los otros Clanes, y
tendría su ceremonia de aprendiza.
—No puedo esperar —exclamó, sin poder reprimir una mueca de
expectación—. Pero también tengo un poco de miedo.
—Tonterías, estarás bien —Pluma Rizada contestó, rozando con la
cola el costado de Zarpa Escarchada—. ¿No hemos sabido siempre que
eres especial? ¿Acaso el Clan Estelar no te eligió para ser una curandera
para el Clan del Río?
—¿En serio crees que lo hicieron? —exhaló Zarpa Escarchada.
—Claro que sí. ¿Recuerdas que soñaste que Garra de Arrendajo te
dejaba sola en el campamento? ¿Y luego murió unos días después? —La
voz de Pluma Rizada se suavizó por un momento al hablar de su pareja, el
padre de Zarpa Escarchada.
Zarpa Escarchada agachó la cabeza. Era demasiado joven cuando
Garra de Arrendajo había muerto como para recordar mucho a su padre,
pero a veces se preguntaba cómo habría sido su vida si él hubiera vivido.
¿Sería su madre tan protectora con ella y sus hermanos de camada?
Un latido después, Pluma Rizada continuó con más energía:
—Predijiste aquella tormenta hace apenas unos días. Y has estado
trabajando duro con Ala de Mariposa en su guarida los últimos días,
aprendiendo todo sobre hierbas y curación. Incluso sacaste esa espina de la
almohadilla de Luz de Vaina. Por supuesto que vas a ser una buena
curandera.
Agradecida por el consuelo, Zarpa Escarchada se recostó en el suave
pelaje marrón de su madre, con un ronroneo en la garganta. «Pluma
Rizada es una gran gata. Si ella cree que puedo hacerlo, sé que estaré
bien». Mientras Pluma Rizada terminaba de acicalarla con un rápido
lametón alrededor de las orejas, Zarpa Escarchada vio a la líder del Clan
del Río, Estrella Vaharina, salir de su guarida, seguida de su lugarteniente,
Juncal.
—La caza ha sido buena hoy —maulló Estrella Vaharina—. El
montón de carne fresca está bien abastecido. Pero cuando envíes a la
patrulla fronteriza, Juncal, tienes que decirles que comprueben si ese tejón
sigue por aquí.
—Claro, entendido —Juncal respondió. Se puso en marcha con un
movimiento de la cola, llamando a sus compañeros de Clan a medida que
avanzaba.
Observando a su líder de Clan, Zarpa Escarchada no pudo evitar
pensar en lo cansada que había sonado su voz, y cómo empezaba a parecer
delgada y frágil. «Me pregunto cuántas vidas le quedan. Tal vez cuando
sea una curandera, sabré cosas como esa».
Sus pensamientos fueron interrumpidos por una voz aguda detrás de
ella.
—Vamos, Zarpa Escarchada, deja de soñar despierta. Es hora de irnos.
Zarpa Escarchada se giró y vio a la curandera del Clan del Río, Ala de
Mariposa, detrás de ella. Había una mirada de impaciencia en sus
hermosos ojos ámbar, aunque le dio a Zarpa Escarchada un toque amistoso
en el hombro con la punta de la cola.
—Está lista —maulló Pluma Rizada, dándole a Zarpa Escarchada un
hocico de despedida—. Sé que lo harás bien —ronroneó.
Mientras Zarpa Escarchada se sacudía el manto, oyó un correteo, y los
nuevos aprendices de guerrero del Clan del Río, sus hermanos de camada,
Zarpa de Neblina y Zarpa Gris, corrieron hacia ella.
—¡Buena suerte! —Zarpa de Neblina aulló con entusiasmo.
—Sí, lo harás bien —añadió Zarpa Gris—. Hasta ahora has hecho un
gran trabajo ayudando a Ala de Mariposa. ¿Cómo podrían los otros
curanderos no aceptarte?
Zarpa Escarchada se giró para seguir a su futura mentora fuera del
campamento, luego miró hacia atrás por encima de su hombro.
—¡Oh, espero que tengas razón! —maulló con fervor.

El sol se ponía mientras Ala de Mariposa dirigía el camino a través del


territorio del Clan del Río hacia el cercado de los caballos, y luego a lo
largo de la orilla del Clan del Viento. Zarpa Escarchada avanzaba a su
hombro, intentando no sentir miedo ante todo el espacio abierto que la
rodeaba. Era la primera vez que salía del campamento, y nunca había
imaginado que el páramo pudiera ser tan escarpado, ni que el lago se
extendiera tanto, con su superficie escarlata a la luz del atardecer.
—A los curanderos se les permite atravesar otros territorios —informó
Ala de Mariposa a Zarpa Escarchada al cabo de un rato—, pero aun así, es
mejor quedarse cerca del agua. Los gatos del Clan del Viento pueden ser
muy susceptibles, y no tiene sentido provocarlos.
Zarpa Escarchada asintió solemnemente, empezando a sentirse
realmente especial mientras Ala de Mariposa le enseñaba las costumbres
de los curanderos. «¡Voy a aprender mucho!».
En la frontera entre el Clan del Viento y el Clan del Trueno, Ala de
Mariposa se zambulló en el arroyo y Zarpa Escarchada la siguió. La
aprendiza de pelaje gris claro se estremeció al sentir el agua fría de la
estación de la caída de la hoja empapando su pelaje, y luego se relajó poco
a poco. «Es algo agradable, una vez que te acostumbras». A medida que
se alejaban por el páramo, Zarpa Escarchada se dio cuenta de que ya no
podía oler las marcas de la frontera del Clan del Viento.
—¿Por qué el Clan del Viento dejó de marcar su frontera? —le
preguntó a Ala de Mariposa.
—Porque ahora estamos fuera del territorio del Clan del Viento —Ala
de Mariposa le respondió—. Estamos fuera del territorio de cualquier
Clan.
Zarpa Escarchada jadeó, casi sin poder evitar rebotar de aquí a allá por
la emoción. «No es solo mi primera vez fuera del campamento —se dijo a
sí misma—. Es la primera vez que salgo del territorio de los Clanes.
¡Espera a que se lo cuente a Zarpa de Neblina y a Zarpa Gris!».
Pero Zarpa Escarchada pronto se olvidó de rebotar. Sus piernas se
estaban cansando a medida que ella y Ala de Mariposa subían la larga
pendiente del páramo, pero no se atrevió a pedir un descanso. Sabía que su
madre se habría detenido antes de que Zarpa Escarchada necesitara
siquiera pedirlo, acurrucándose a su alrededor como refugio contra el
viento. Ala de Mariposa se concentraba en llegar a su destino. A Zarpa
Escarchada le daba un poco de miedo, pero al mismo tiempo le gustaba la
forma en que Ala de Mariposa asumía que podía seguirle el ritmo. «Ya no
me trata como a una cachorra».
—¿Qué pasará cuando lleguemos a la Laguna Lunar? —preguntó.
Ala de Mariposa la miró de reojo.
—Bueno, primero conocerás a los otros curanderos —maulló—. Son
un grupo amistoso, en general. Quiero decir, Visión de Sombra del Clan de
la Sombra es muy raro, pero es un gato valiente, y Glayo… —Dejó que su
voz se desvaneciera, y luego comenzó de nuevo—. Glayo es el curandero
mayor del Clan del Trueno. Es ciego, pero no creas que por eso es menos
hábil. Puede que sea brusco contigo, pero no debes dejar que te moleste. Él
es brusco con todos los gatos, pero si yo estuviera enferma o en problemas,
no hay otro gato al que preferiría pedir ayuda.
Zarpa Escarchada pensó en privado que Glayo sonaba intimidante,
dijera lo que dijera Ala de Mariposa.
—¿Y qué pasará después? —maulló.
—Intercambiaremos noticias de nuestros Clanes —le dijo Ala de
Mariposa—, y luego te presentaré ante el Clan Estelar como aprendiza de
curandera del Clan del Río.
Zarpa Escarchada soltó un grito ahogado.
—¿Quieres decir que iré a ver al Clan Estelar?
—No en ese preciso momento —respondió Ala de Mariposa. Hizo una
pausa mientras caminaban alrededor de un grupo de arbustos de aulaga, y
luego añadió—: Solo sabemos que están escuchando, ¿verdad? Después,
todos los gatos nos reuniremos alrededor de la laguna y pondremos
nuestras narices en el agua.
—¿Yo también? —La pregunta de Zarpa Escarchada salió como un
chillido, y agachó la cabeza avergonzada.
—Tú también —confirmó Ala de Mariposa—. Será entonces cuando
quizá veas al Clan Estelar.
—¡Qué emocionante! —Zarpa Escarchada exhaló. Casi había
olvidado el cansancio en sus piernas y la dureza del rígido pasto bajo sus
almohadillas—. ¿Cómo es?
Pasaron un par de latidos antes de que Ala de Mariposa respondiera.
—No puedo decírtelo. Es diferente para cada gato.
Mientras hablaba, Zarpa Escarchada recordó lo que había llegado a oír
decir a algunos de los guerreros del Clan del Río.
—¿Es cierto que no hablas con el Clan Estelar? —preguntó, y luego
se acaloró de consternación por haberse atrevido a hacer la pregunta.
De nuevo Ala de Mariposa dudó antes de responder.
—Sí, es verdad. —Su voz sonó nítida, pero no enojada—. Los otros
curanderos te ayudarán si lo necesitas —terminó.
Zarpa Escarchada siguió pensando en eso mientras caminaba por el
páramo. Esperaba que Ala de Mariposa tuviera razón, porque veía que iba
a necesitar mucha ayuda. Siempre había imaginado entrenarse para ser una
guerrera como sus hermanos de camada; los tres habían observado a los
aprendices e intentado imitar sus movimientos de batalla. Nunca había
pensado ni por un instante que el Clan Estelar la elegiría para ser una
curandera.
Para entonces la última luz del día ya se había desvanecido; los
primeros guerreros del Clan Estelar aparecían en el cielo, y una media luna
arrojaba su fría luz sobre el páramo. El viento se había vuelto gélido y
Zarpa Escarchada temblaba cuando le penetraba profundamente en el
manto. Le empezaban a doler las patas, pero no quería preguntarle a Ala de
Mariposa cuánto faltaba para llegar a la Laguna Lunar. Miró hacia la cima
de la pendiente que estaban subiendo; parecía estar muy lejos. «Esta tiene
que ser la última colina antes de la Laguna Lunar», se dijo a sí misma.
Pero cuando llegaron a la cima de la colina, todo lo que había frente a ella
era más páramo, un pliegue tras otro, hasta donde alcanzaba la vista. Todo
lo que rompía la extensión de duro pasto era un afloramiento ocasional de
rocas, y aquí y allá un espino retorcido.
—Es… grande —maulló, con el ánimo un poco decaído.
—Sí, lo es. Pero no nos queda mucho. —El tono de Ala de Mariposa
fue brusco pero reconfortante—. ¿Por qué no te hago una prueba con las
hierbas que te enseñé ayer? Eso te distraerá y hará que el tiempo pase más
rápido. —Sin esperar a que Zarpa Escarchada respondiera, continuó—:
¿Qué usarías para frotar unas patas adoloridas?
—Hojas de romaza —respondió Zarpa Escarchada.
«Ojalá tuviera algunas aquí».
—Esas hojas grandes de color verde oscuro que crecen junto al arroyo
cerca de tu guarida.
—Muy bien. ¿Y qué harías para la tos?
—Oh… nébeda. Las plantas altas con flores de color púrpura pálido.
Y a veces, si no hay en nuestro territorio, podemos encontrarla en los
jardines de los Dos Patas.
Ala de Mariposa dejó escapar un ronroneo de aprobación.
—Has recordado bien. Pero, ¿y si no encontramos nébeda? ¿Qué
usarías entonces para la tos?
Zarpa Escarchada se quedó pensativa. Recordaba a Ala de Mariposa
diciéndole esto, pero no podía recordar el nombre de la hierba.
—¿Raíz de perifollo? —adivinó al fin.
Ala de Mariposa suspiró, moviendo la cola de forma impaciente.
—No, tanaceto —maulló—. O posiblemente fárfara, aunque la nébeda
es lo mejor. La raíz de perifollo es para el dolor de estómago. Necesitas
recordar estas cosas, Zarpa Escarchada. Saber encontrar y usar hierbas
curativas es lo más importante para un curandero.
—Sí, Ala de Mariposa —contestó Zarpa Escarchada—. Lo siento.
«De todos modos, en realidad lo más importante que hace un
curandero es comunicarse con el Clan Estelar —pensó ella—. ¡Estoy
esperándolo tanto!». Estaba segura de que sería más emocionante que
aprender los nombres y usos de las hierbas. Se volvió hacia Ala de
Mariposa, casi dispuesta a discutir con ella, pero cuando vio la expresión
prohibitiva de su mentora, se lo pensó mejor. Para alivio de Zarpa
Escarchada, antes de que Ala de Mariposa pudiera seguir interrogándola,
llegaron al pie de una ladera rocosa y empinada. Zarpa Escarchada podía
percibir el olor de muchos gatos desconocidos flotando hacia ella en la
brisa.
—¿Llegamos? —preguntó.
Ala de Mariposa asintió.
—Sí. Solo tenemos que escalar estas rocas y estaremos sobre la
Laguna Lunar.
Zarpa Escarchada trepó siguiendo los pasos de Ala de Mariposa,
sintiendo lo resbaladizo de la roca bajo sus almohadillas e intentando no
pensar en lo que pasaría si se cayera. En un lugar especialmente empinado,
sus cortas piernas no alcanzaban el siguiente escalón; Ala de Mariposa
tuvo que dar media vuelta, agarrarla por el pescuezo y subirla. «¡Como si
fuera una cachorra! —pensó Zarpa Escarchada con indignación—. ¡Y ya
no soy una cachorra!».
En la cima de las rocas, la aprendiza encontró su camino bloqueado
por una hilera de arbustos espinosos. El olor de los gatos era más fuerte
ahora y podía oír el ruido del agua al caer, pero seguía sin ver ninguna
señal de un estanque.
—Sígueme —maulló Ala de Mariposa, sumergiéndose entre los
arbustos.
Zarpa Escarchada se retorció tras ella, tratando de ignorar los arañazos
de las espinas en su manto. «¡Creo que me estoy dejando la mitad del
pelaje!». Liberándose de las espinas, salió de los arbustos y se detuvo
asombrada. Frente a ella, el agua caía de las rocas en una cascada
interminable que brillaba con el resplandor de las estrellas. Caía en un
estanque en el fondo de una profunda hondonada; la superficie brillaba con
el reflejo de la media luna. Zarpa Escarchada se quedó boquiabierta; Ala
de Mariposa le había hablado de la Laguna Lunar, pero nunca había
imaginado que pudiera ser tan hermosa ni tan misteriosa. Cuando Zarpa
Escarchada se recuperó, se dio cuenta de que varios gatos estaban reunidos
junto al agua y todos la miraban. Por un momento quiso zambullirse de
nuevo entre los arbustos y correr por el páramo hacia la comodidad y
seguridad del campamento del Clan del Río y su lecho en la guarida de
curandería.
—Vamos —maulló Ala de Mariposa, con tono firme—. ¡No te quedes
ahí como una coneja aturdida! Todo saldrá bien.
Haciendo señas con la cola, se encaminó por el sendero que llevaba a
la orilla del agua. Zarpa Escarchada se dio cuenta de que formaba una
espiral, curvándose suavemente alrededor de la hondonada. Mientras
seguía a su mentora, sintió que sus patas resbalaban en otras marcas de
patas que hacían hoyuelos en la superficie de la piedra. «Deben de haber
sido hechas hace mucho tiempo —pensó, sintiendo cómo se le erizaban los
pelos del manto de asombro—. ¿Quiénes fueron los gatos que las
hicieron? ¿A dónde fueron?». Entonces Ala de Mariposa y ella llegaron al
final del camino y ya no tuvo tiempo para pensar.
Los otros curanderos se reunieron alrededor de Ala de Mariposa,
saludándola y lanzando miradas curiosas a Zarpa Escarchada, que se
mantuvo tan erguida como pudo bajo su escrutinio, a pesar de que sus
piernas querían doblarse debajo de ella y su cabeza quería caer.
—Esta es Zarpa Escarchada, mi nueva aprendiza —anunció Ala de
Mariposa, colocando la cola sobre los hombros de Zarpa Escarchada.
—¡Excelente! —exclamó una atigrada marrón moteada—. Has estado
llevando una pesada carga últimamente, Ala de Mariposa, sin Blima.
Ala de Mariposa no respondió más que con un leve movimiento de
cabeza. Zarpa Escarchada supuso que seguía extrañando a su compañera
curandera, que había dado la vida en la lucha contra el impostor, Cenizo.
«Y Ala de Mariposa no puede hablar con el Clan Estelar». Zarpa
Escarchada sintió una repentina punzada de compasión. «Nunca volverá a
ver a Blima».
—Zarpa Escarchada, estos son Pelaje de Pecas y Copo Inquieto del
Clan del Cielo —comenzó Ala de Mariposa bruscamente. Señaló con la
cola a la gata que había hablado y a un gato blanco y negro.
Zarpa Escarchada agachó la cabeza cortésmente y murmuró:
—Saludos.
—Luego tenemos a Charca Brillante y a Visión de Sombra del Clan de
la Sombra —Ala de Mariposa continuó.
Zarpa Escarchada examinó a los gatos del Clan de la Sombra con
curiosidad. Charca Brillante era un gato marrón con manchas blancas en el
manto, y Visión de Sombra, el gato al que Ala de Mariposa había llamado
raro, era un delgado atigrado gris con rayas oscuras a los lados. «A mí no
me parece raro —pensó Zarpa Escarchada—, aunque tiene muchas
cicatrices para ser un curandero. Tal vez cuando lo conozca mejor, sabré a
qué se refería Ala de Mariposa». Su mentora le dio un toque y Zarpa
Escarchada se dio cuenta de que se había quedado mirando. Avergonzada,
agachó la cabeza y se volvió con alivio hacia los siguientes gatos que
señalaba Ala de Mariposa.
—Aquí tenemos a Vuelo de Azor y a su aprendiza, Zarpa Silbante, del
Clan del Viento —maulló su mentora—. Zarpa Silbante no lleva mucho
tiempo entrenando.
Zarpa Escarchada se sintió aliviada de no ser la única aprendiza.
Vuelo de Azor, un gato gris moteado, le hizo un gesto frío con la cabeza,
pero la mirada de Zarpa Silbante fue cálida y amistosa.
—Bienvenida —maulló ella.
—Y por último, pero no menos importante —Ala de Mariposa
continuó—, Corazón de Aliso y Glayo, del Clan del Trueno.
Corazón de Aliso era un gato robusto, con su pelaje rojizo oscuro
esponjado contra el frío. Hubo un ronroneo en su voz cuando murmuró:
—Saludos.
A Zarpa Escarchada instintivamente le cayó bien.
No podía decir lo mismo del escuálido gato gris atigrado que estaba a
su lado. Glayo la miró con unos ciegos ojos azules que de todas formas
parecían atravesarla. Era difícil devolverle la mirada. Zarpa Escarchada se
sentía abrumada por estar en presencia de tantos gatos importantes, aunque
le habían dado la bienvenida. «¡Pero yo también soy importante! —se dio
cuenta de repente—. O lo seré pronto».
Glayo seguía examinándola, moviendo las fosas nasales como si
estuviera memorizando su olor.
—Ala de Mariposa —maulló al cabo de un momento—, ¿el Clan
Estelar te dio alguna señal de que Zarpa Escarchada es su elección? El
Clan del Río necesita poder hablar con sus ancestros.
Ala de Mariposa, quien se había apartado para hablar con Pelaje de
Pecas, se giró para mirar a Glayo.
—Sí, Zarpa Escarchada ha tenido sueños enviados por el Clan Estelar
—espetó—. Muchas gracias por tu preocupación.
La única respuesta de Glayo fue un gruñido.
—Zarpa Escarchada, espero que sigas los pasos de Blima. —La voz
de Corazón de Aliso era solemne, pero sus ojos ámbar eran amables—. Y
sé una curandera considerada y de buen corazón, como ella.
Todos los gatos callaron por un momento. Zarpa Escarchada tragó
saliva, recordando a la dulce Blima, que era la curandera que mejor había
conocido durante toda su vida. Ala de Mariposa había estado ausente
durante tanto tiempo, exiliada en el campamento del Clan de la Sombra
porque había apoyado a los dos guerreros del Clan del Río que Estrella
Vaharina había expulsado injustamente del Clan.
—Prometo que lo intentaré —maulló ella con voz ronca. Varios gatos
ronronearon de aprobación.
—Entonces, ¿qué noticias hay en sus Clanes? —preguntó Glayo—.
Pongamos en marcha esta reunión. Estamos desperdiciando la luz de la
luna.
Charca Brillante comenzó a quejarse de la basura de los Dos Patas
abandonada en el lago, y contó que un par de jóvenes guerreros habían
acabado con dolor de estómago por probar la comida de los Dos Patas.
«Raíz de perifollo para eso», pensó Zarpa Escarchada, y se sintió
gratificada al oír a Ala de Mariposa sugerirlo, aunque resultó que Charca
Brillante había estado tratando a sus compañeros de Clan con menta
acuática.
Mientras se generaba una discusión, Zarpa Escarchada sintió un suave
toque en el hombro y se giró para ver a Zarpa Silbante de pie junto a ella.
—¿Estás bien? —preguntó la aprendiza del Clan del Viento,
manteniendo la voz baja para no molestar a los demás—. Tu primera vez
puede dar un poco de miedo.
Zarpa Escarchada asintió, sintiéndose tímida incluso con Zarpa
Silbante; la gata atigrada gris parecía mucho mayor y más grande que ella.
—Estoy bien —susurró.
—Será bueno tener a otra aprendiza aquí —continuó la otra gata—.
Solo he estado entrenando durante unas pocas lunas. Empecé como
aprendiza de guerrero.
Los ojos de Zarpa Escarchada se abrieron con sorpresa.
—¿No sabías que habías sido elegida por el Clan Estelar?
—Al principio no. Pero entonces ayudé a Vuelo de Azor cuando
estaba tratando a unos gatos enfermos, y se ofreció a entrenarme. Fue
entonces cuando me di cuenta de que los sueños extraños que había estado
teniendo eran en realidad el Clan Estelar tratando de ponerse en contacto
conmigo.
—¿Y ahora puedes hablar con el Clan Estelar? —Zarpa Escarchada
preguntó.
—Sí, en estas reuniones en la Laguna Lunar —respondió Zarpa
Silbante—. ¡Es tan increíble! Cascarón, quien fue el mentor de Vuelo de
Azor, ha venido a verme un par de veces, y ya me ha enseñado mucho.
Zarpa Escarchada parpadeó, muy impresionada. «Zarpa Silbante
parece muy agradable. Me alegro de que estaremos aprendiendo juntas».
—¿Y ves…? —empezó, pero se interrumpió cuando Ala de Mariposa
se acercó a su lado y le dio una palmada en el hombro con una pata.
—Basta de charla por ahora —maulló—. Vamos, Zarpa Escarchada.
Es hora de tu ceremonia de aprendiza.
Ala de Mariposa llevó a Zarpa Escarchada al lado de la Laguna Lunar,
frente a la brillante cascada de agua, mientras los otros curanderos se
reunían alrededor.
—Zarpa Escarchada —comenzó su mentora, mirándola
profundamente a los ojos—, ¿es tu deseo compartir el conocimiento más
profundo del Clan Estelar como una curandera del Clan del Río?
Zarpa Escarchada sintió como si un duro trozo de presa se alojara en
su garganta. Al principio pensó que, por mucho que lo intentara, no le
saldrían las palabras; estaba muy nerviosa, preguntándose si el Clan
Estelar realmente la estaba observando en ese momento. Entonces se dio
cuenta de que todos los gatos la estaban esperando. Tragó saliva y
respondió:
—Lo es.
—Guerreros del Clan Estelar —Ala de Mariposa continuó—, les
presento a esta aprendiza. Ha elegido el camino de una curandera.
Concédanle su sabiduría y perspicacia para que pueda entender sus
caminos y sanar a su Clan de acuerdo con su voluntad. —Hizo una pausa,
con una mirada llena de recuerdos, y Zarpa Escarchada se preguntó si
estaría pensando en su anterior aprendiza, Blima, y en que nunca podrían
volver a hablar juntas. Entonces Ala de Mariposa dio un tirón decidido a
sus orejas, y anunció—: A partir de ahora, esta gata será conocida como
Zarpa Escarchada.
A Zarpa Escarchada la atravesó un estremecimiento de emoción.
Estrella Vaharina le había dado su nombre de aprendiza hacía media luna,
cuando Ala de Mariposa había decidido empezar a entrenarla, pero esta
noche era la primera vez que lo oía pronunciar fuera de su Clan. Casi
esperaba que los otros curanderos lo gritaran como hacían los gatos en los
Clanes cuando los cachorros se convertían en aprendices de guerrero. Pero
en lugar de eso, todos se quedaron escuchando en solemne silencio.
—Ahora, Zarpa Escarchada, acércate al borde del agua y agáchate
para poder tocar el agua con la nariz.
Mientras la gata gris ocupaba el lugar en una roca plana que su
mentora le indicaba, los otros curanderos encontraron sus propios lugares
al borde del estanque. Solo Ala de Mariposa —y, para desconcierto de
Zarpa Escarchada, Visión de Sombra— se sentaron más atrás.
Zarpa Escarchada aún no estaba segura de lo que debía hacer, hasta
que Zarpa Silbante, que estaba agachada a su lado, le dio un toque
amistoso.
—Así —susurró, inclinando el cuello hacia delante para poder tocar el
agua con la nariz.
Imitándola, Zarpa Escarchada se estiró hacia delante hasta que su
nariz rozó la superficie de la laguna. «¡Está muy fría!». Durante un rato
observó los reflejos de las estrellas y la media luna, hasta que sintió que se
le cerraban los párpados.
Cuando sus ojos se cerraron, empezó a ver las caras de otros gatos,
que se arremolinaban a su lado como si estuvieran atrapados en un río. Al
principio no reconoció a ninguno, hasta que vio a una gata gris que estaba
segura de que era Blima. Una cálida felicidad la inundó; también se sintió
aliviada, porque sabía lo importante que era poder hablar con el Clan
Estelar, especialmente para ella, ya que Ala de Mariposa no podía. Ahora
sí que podría ayudar a su Clan. «¡Voy a ser una verdadera curandera! ¡La
curandera que el Clan del Río necesita!».
CAPÍTULO 3
Rayo de Sol se estiró sobre una roca plana en el campamento del Clan de
la Sombra, disfrutando del calor de los rayos del sol que se filtraban entre
las ramas de los pinos. A su lado, Fuego Ardiente le acariciaba el hombro
con firmes lengüetazos. «Me siento tan feliz, tan segura, aquí con Fuego
Ardiente —pensó, mirándole a la cara—. Y pronto seremos pareja, eso
será aún mejor».
—¿Qué tal la patrulla del alba? —le preguntó somnolienta—. ¿Alguna
señal de problemas?
Fuego Ardiente se encogió de hombros, mientras su pelaje rojizo y
blanco ondulaba.
—Ni un bigote. Así que puedes seguir tomando el sol todo el tiempo
que quieras. Sabes —añadió burlonamente—, tienes el nombre correcto,
Rayo de Sol. Nunca he conocido a alguien a quien le gustara tanto tomar el
sol como a ti.
Rayo de Sol le acarició la nariz con la cola.
—Estoy segura de que pronto tendré un aprendiz —maulló—.
Entonces tendré que perseguirle todo el tiempo. —Cuando Fuego Ardiente
no respondió, ella continuó—: Todavía falta un tiempo, pero dentro de
unas lunas, los cachorros de Ala de Tórtola y Estrella de Tigre necesitarán
mentores. Y Cola de Canela tendrá a sus cachorros con Pelaje Pizarra en
cualquier momento.
—Bueno, espero que pase mucho tiempo antes de que yo tenga un
aprendiz —declaró Fuego Ardiente—. Me gusta poder hacer lo que quiero,
cuando quiero.
—¡Oh, eres tan rebelde! —Rayo de Sol soltó un pequeño ronroneo de
risa—. Pero aun así —añadió más seria—, ayudaremos al Clan formando
aprendices, y eso es importante.
—Eso es exactamente lo que Estrella de Tigre querría que dijeras —le
maulló Fuego Ardiente, dándole un toque con el hombro—. ¡Qué perfecta
pequeña guerrera del Clan de la Sombra eres!
El manto de Rayo de Sol se erizó de vergüenza; no estaba segura de si
Fuego Ardiente estaba bromeando o no. A veces se preocupaba por seguir
demasiado las reglas. Y cuando Fuego Ardiente se burlaba de ella, nunca
estaba segura de lo serio que estaba siendo. Para su alivio, antes de que el
incómodo momento pudiera prolongarse más, Salto de Luz se acercó a
ellos, agitando la cola con entusiasmo.
—¿Quieren ir a cazar? —preguntó.
—Claro —Rayo de Sol contestó, poniéndose de pie con entusiasmo.
Fuego Ardiente se quedó donde estaba.
—No, acabo de volver de la patrulla del alba. Vayan ustedes y
déjenme descansar las piernas.
Por un momento Rayo de Sol estuvo tentada a cambiar de opinión y
quedarse con él allí en la roca calentada por el sol, pero después de pasar
toda la mañana holgazaneando, pensó que cazar con Salto de Luz sonaba
divertido.
Casi tan pronto como salieron del campamento, vieron a un estornino
picoteando el suelo entre piñas caídas. Con la cola, Salto de Luz hizo un
gesto a Rayo de Sol para que diera la vuelta y se acercara a la presa desde
la dirección opuesta. Rayo de Sol obedeció, manteniéndose alejada del
estornino mientras se arrastraba con el pelaje del vientre rozando el suelo.
Salto de Luz se agachó detrás de una mata de pasto más larga. Cuando
Rayo de Sol estuvo en posición, se levantó y saltó hacia el pájaro, que
lanzó un grito de alarma y revoloteó hacia arriba. Salto de Luz saltó al aire
con un aullido de triunfo y arrebató al estornino del aire cuando intentaba
huir.
—¡Gran captura! —Rayo de Sol maulló mientras corría para
inspeccionar la presa.
—Somos un buen equipo —respondió Salto de Luz, cavando un
agujero para enterrar al pájaro y recogerlo más tarde—. Veamos qué más
podemos encontrar.
—¿Escuchaste a Robledo anoche? —Rayo de Sol preguntó mientras
se adentraban en los árboles—. Hablando de la vida en el viejo bosque, y
de lo mucho mejor que era el territorio del Clan de la Sombra allí.
Salto de Luz dejó escapar un bufido de diversión.
—Sí, ¡como por décima vez! Pero es un veterano. Eso es lo que hacen
los veteranos. Las cosas siempre eran mejor cuando eran gatos jóvenes.
—Las cosas eran mejores porque eran gatos jóvenes —señaló Rayo de
Sol—. Espera a que nosotras seamos veteranas, Salto de Luz. ¡Tendremos
algunas historias que contar!
—Hay algunas historias que no quiero contar —Salto de Luz maulló
con un escalofrío.
Al ver la profundidad del miedo en los ojos de su amiga, Rayo de Sol
pudo adivinar a qué historias se refería. Salto de Luz debía estar
recordando la terrible época en que Cenizo había robado el cuerpo de
Estrella Zarzosa y atrapado a los espíritus felinos en el Bosque Oscuro
para que cumplieran sus órdenes e invadieran el mundo de los vivos. Salto
de Luz se había ofrecido voluntaria para ir al Bosque Oscuro a luchar
contra Cenizo, pero en el último momento le había fallado el valor. Ahora
no solo tenía que luchar con el recuerdo del peligro que todos los Clanes
habían compartido, sino también con su propio fracaso.
—No deberías… —empezó Rayo de Sol, pero se interrumpió al oír el
sonido de un roce que provenía de debajo de un tronco podrido. Aguzó el
oído en esa dirección—. Por allí —susurró.
Salto de Luz se dirigió a un extremo del tronco y Rayo de Sol al otro.
Luego ambas se arrastraron hacia el centro, de donde provenía el sonido.
Cuando apenas las separaba una cola de distancia, varios ratones salieron
disparados de un nido de acículas de pino. Rayo de Sol saltó hacia delante,
atrapando dos, uno con cada pata delantera. Salto de Luz atrapó a un
tercero; el resto escapó.
—No está mal —maulló Rayo de Sol con satisfacción. Pinchó un
ratón con la nariz—. Gracias, Clan Estelar, por estas presas.
Salto de Luz parecía alegre de nuevo mientras enterraban a los ratones
y continuaban su camino.
—Oíste lo que le pasó a Paso Saltarín, ¿verdad? —preguntó—.
¿Cómo fue perseguida por un perro cerca de la zona de ocio de los Dos
Patas?
—Algo oí —respondió Rayo de Sol. Recordó cómo la hermana de
Salto de Luz había regresado al campamento, con el pelaje erizado pero
con una mirada de triunfo. Aunque solo había oído el resumen de la
historia—. ¡Debió estar muy asustada!
—Fue lista —Salto de Luz contestó—. Engañó a ese estúpido cerebro
de pulga: Se subió a un árbol, corrió por una rama y saltó a otro árbol.
Dejó al perro ladrando al pie del árbol equivocado, y se tomó su tiempo
para volver al campamento.
—¡Gran Clan Estelar, eso fue valiente! —comentó Rayo de Sol, con el
estómago revuelto al imaginarse las fauces abiertas y los dientes afilados
del perro—. Probablemente yo no habría estado tan tranquila como para
pensar en eso con un perro persiguiéndome.
Salto de Luz olfateó con desdén.
—No fue tan valiente —maulló, con los ojos brillantes—. Cualquier
guerrero podría haberlo hecho. Yo no habría huido. Le habría arañado los
ojos a ese perro hasta que huyera.
Rayo de Sol sintió como si el corazón se le hundiera en las patas.
Desde que Salto de Luz había perdido los nervios y se había echado atrás
antes de cruzar al Bosque Oscuro, y las Hermanas habían enviado al
hermano de Salto de Luz, Visión de Sombra, en su lugar, ella había estado
tomando un montón de riesgos innecesarios para demostrar lo valiente que
era. Había estado en problemas con su padre, Estrella de Tigre, una media
luna antes, por colarse a través de la frontera con el Clan del Río porque
Bigotes de Lúpulo la había desafiado. La regañina que había recibido de
Estrella de Tigre había resonado por todo el campamento, y Salto de Luz
había sido castigada teniendo que hacer ella sola todas las tareas de
aprendiz durante media luna.
—¿Crees que hemos cazado suficiente? —preguntó Rayo de Sol, con
la esperanza de distraer a Salto de Luz de la historia de valentía de su
hermana.
Pero Salto de Luz estaba observando a dos ardillas que se perseguían
en las ramas de un árbol cercano.
—¡Mira esto! —exclamó, subiéndose al tronco del árbol de al lado.
A Rayo de Sol se le encogió un poco el corazón cuando Salto de Luz
la miró y vio la mirada de impaciencia temeraria en los ojos de su amiga.
Mientras Salto de Luz corría por una rama, tan ágil como una ardilla, Rayo
de Sol se debatía entre la admiración y el horror por los riesgos que corría
su amiga. Se dio cuenta de que Salto de Luz pretendía saltar al siguiente
árbol y atrapar a una de las ardillas mientras intentaba escapar. Pero era un
salto largo, y las ramas del otro árbol no eran muy gruesas. «¿Siquiera
soportarán el peso de un gato? ¡Salto de Luz es mucho más pesada que
una ardilla!». Con el manto erizado por la ansiedad, Rayo de Sol corrió
por debajo de la rama en la que se balanceaba Salto de Luz. No podía creer
lo peligroso que parecía ahora que estaba más cerca. Salto de Luz saltó y,
por un instante, Rayo de Sol pensó que lo conseguiría. Su cuerpo se elevó
en el aire y aterrizó con las cuatro patas en la rama a la que apuntaba.
«¡Gran salto!», pensó Rayo de Sol, con las piernas temblorosas de alivio
mientras saltaba hacia delante, siguiendo a la guerrera marrón oscuro
desde el suelo. Pero casi de inmediato, la rama de Salto de Luz se hundió
bajo su peso. La gata clavó las garras en ella, colgando brevemente, y
luego soltó un chillido de terror al caer. Rayo de Sol sintió como si el
horror le hubiera congelado las patas. Vio a Salto de Luz cayendo en
picado y se preparó para el impacto. Con una dolorosa sacudida, Salto de
Luz aterrizó encima de ella y la obligó a caer al suelo con un golpe que la
dejó sin aliento. Quedó echada de lado, luchando por respirar, mientras
Salto de Luz se incorporaba sin parecer herida en absoluto.
—¡Oh, Rayo de Sol, lo siento mucho! —exclamó—. ¿Estás bien?
Rayo de Sol intentó levantarse, pero en cuanto se movió se dio cuenta
de que se había torcido algo en la espalda y no podía apoyar una de las
patas delanteras en el suelo.
—No, no estoy bien —jadeó—. Tendrás que ayudarme a volver al
campamento.
—¡Lo siento mucho! —repitió Salto de Luz—. Pero por favor, Rayo
de Sol, no le cuentes a ningún gato lo que pasó. Acabo de dejar de tener
problemas.
—Bueno —Rayo de Sol aceptó, aunque no estaba segura de si debía
hacerlo.
«¿Por qué debería salirse con la suya siendo tan estúpida?».
Ahogando un suspiro, añadió para sí misma: «Porque es mi amiga,
supongo».
—Pero tienes que dejar de tomar riesgos —le dijo a Salto de Luz.
La única respuesta de la guerrera fue poner los ojos en blanco.
«¡Podría intentar ser un poco agradecida!», pensó Rayo de Sol.
Dejando a las presas para recogerlas más tarde, las dos gatas se
dirigieron directamente al campamento, Rayo de Sol apoyada pesadamente
en el hombro de Salto de Luz. Estaba mareada de dolor cuando se abrieron
paso entre los arbustos que protegían el campamento del Clan de la
Sombra.
—Llévame directo a Charca Brillante —le maulló entre dientes.
Pero antes de que llegaran a la guarida de los curanderos, más de sus
compañeros de Clan empezaron a reunirse a su alrededor, soltando
exclamaciones de preocupación al ver las heridas de Rayo de Sol.
—¿Qué te pasó? —Paso Saltarín preguntó con ansiedad.
—¿Fueron zorros? —exigió saber Pelaje Pizarra.
—No, nada de qué preocuparse —les dijo Salto de Luz—. Rayo de
Sol se cayó y se hizo daño en la espalda, eso es todo. ¿Verdad, Rayo de
Sol?
Rayo de Sol miró fijamente a su amiga. Le dolía mentir, pero tampoco
quería meter a Salto de Luz en problemas. Aun así, le molestaba que la
pusieran en esa situación.
—Sí, no miraba dónde ponía las patas —Rayo de Sol respondió,
esforzándose por no mostrar su fastidio.
—Aunque atrapamos buenas presas —continuó Salto de Luz—. Solo
tengo que volver y recogerlas. Y Rayo de Sol estará bien —añadió con un
movimiento despectivo de la cola.
«Tal vez, pero ahora mismo me duele mucho». Rayo de Sol no veía
ningún signo de que Salto de Luz se preocupara de verdad por ella o se
sintiera culpable por lo que había hecho. En vez de eso, parecía satisfecha
por el éxito de su cacería.
—Por favor, ¿podemos ir a la guarida de los curanderos? —suplicó.
El grupo de gatos preocupados se separó para dejar pasar a Rayo de
Sol y Salto de Luz y, apoyándose en el hombro de su amiga, Rayo de Sol
fue capaz de cruzar el campamento y entrar en la guarida. «Al menos está
ayudando», pensó, y su irritación se suavizó un poco.
Visión de Sombra era el único gato que estaba allí; levantó la mirada
de un montón de hojas marchitas cuando aparecieron las dos gatas.
—¿Y ahora qué pasó? —preguntó.
Salto de Luz volvió a explicar que Rayo de Sol se había caído y se
había hecho daño.
—Ahora estarás bien —maulló, volviéndose hacia Rayo de Sol—. Si
tienes que quedarte aquí, te traeré algo de carne fresca más tarde. —Salió
de la guarida sin esperar su respuesta.
«Sí, claro, estoy perfectamente bien —pensó Rayo de Sol, y su enojo
volvió a aumentar—. No hace falta que te quedes por aquí, ¡para nada!».
Mientras tanto, Visión de Sombra había desaparecido en el almacén de
hierbas en la parte posterior de la guarida, y ahora regresó con algo
doblado en una hoja. Cuando lo puso en el suelo delante de Rayo de Sol,
tiró de la envoltura hacia atrás para revelar dos semillas de adormidera—.
Lámelas —le dijo—. Te aliviarán el dolor.
Agradecida, Rayo de Sol le obedeció. «¡Al menos a alguien le importa
mi dolor!». Se quedó quieta mientras Visión de Sombra la examinaba,
palpándole la espalda con una suave pata y olfateándole bien desde el
cuello hasta la cola.
—Bueno, te torciste la espalda —maulló—, y tienes el hombro
dislocado. Puedo arreglarlo, pero te dolerá.
Rayo de Sol apretó los dientes.
—Bueno, adelante. —Se quedó quieta, cerrando los ojos y tratando de
imaginar lo bueno que sería cuando todo aquello hubiera terminado y
pudiera compartir lenguas con Fuego Ardiente de nuevo mientras tomaban
el sol en el borde del campamento.
Visión de Sombra estaba medio echado sobre ella, sujetándole la
pierna delantera ilesa al suelo con una pata, mientras que con los dientes y
la otra pata delantera le retorcía el hombro herido. Rayo de Sol lanzó un
chillido de agonía; durante un instante, sintió como si unas garras ardientes
la estuvieran atravesando. Se desplomó contra el suelo, temblando. Pero a
medida que el dolor disminuía, se dio cuenta de que se sentía mucho
mejor.
—Gracias, Visión de Sombra —jadeó.
—Tu espalda debería curarse sola, con reposo —maulló Visión de
Sombra—. Me gustaría que te quedaras aquí uno o dos días, para que
podamos vigilarte. —Mirándola con los ojos entrecerrados, añadió—:
¿Qué fue lo que pasó en realidad?
—Oh, eh… Supongo que me tropecé —Rayo de Sol respondió.
—Sí, y los erizos vuelan —contestó Visión de Sombra, mirando hacia
la entrada de la guarida donde Salto de Luz había desaparecido—. Vamos,
una gata sana como tú no se hace heridas así solo por tropezar. —Hizo una
pausa y luego añadió—: ¿Estás segura de que Salto de Luz no tuvo nada
que ver con esto?
Rayo de Sol dudó. Había acordado no decirles a sus compañeros de
Clan nada que pudiera meter a Salto de Luz en problemas, pero era obvio
que Visión de Sombra ya sospechaba parte de la verdad. «Además, estoy
muy preocupada por el comportamiento de Salto de Luz. Intenté hablar
con ella sobre lo imprudente que está siendo, pero no me escuchó. Puedo
decirle a Visión de Sombra —decidió—. No es como si la estuviera
traicionando con Estrella de Tigre o Patas de Trébol». Visión de Sombra
era el hermano de Salto de Luz; tal vez él podría hablar con ella y hacer
que se calmara.
Ya decidida, Rayo de Sol se lanzó a contar cómo la guerrera había
caído de un árbol cuando intentaba cazar unas ardillas. Visión de Sombra
escuchó en silencio, con preocupación en los ojos.
—Nunca solía ser así —terminó Rayo de Sol, enormemente aliviada
de compartir sus preocupaciones—. Es como si no le importara si se
lastima o no.
—Tienes razón, últimamente parece imprudente e infeliz —Visión de
Sombra maulló pensativo—. Creo que siente que fracasó porque no pudo
obligarse a ir al Bosque Oscuro. —Suspiró profundamente—. No hay
necesidad de que se sienta así; fue valiente siquiera al intentarlo.
Rayo de Sol murmuró que estaba de acuerdo. Las semillas de
adormidera empezaban a hacer efecto y se sentía como si se hundiera en
un reconfortante manto oscuro. Las últimas palabras de Visión de Sombra
parecían venir de muy lejos.
—No te preocupes. Intentaré averiguar qué hacer.
CAPÍTULO 4
Avanzando por la orilla del lago de camino a la Asamblea, Zarpa
Flameante no podía sentir ningún placer en la clara noche iluminada por la
luna, ni en la emocionada charla de sus compañeros de Clan.
—No puedo esperar a oír lo que los líderes han decidido —Oreja de
Clavelina maulló con entusiasmo—. Cambios al código guerrero… ¡Las
cosas serán tan diferentes!
—Sí —coincidió su hermano Garra Volteada—. Podremos decidir por
nosotros mismos lo que queremos hacer.
Betulón, que caminaba justo delante de los gatos más jóvenes, miró
hacia atrás por encima del hombro.
—¿Tienen abejas en el cerebro? —preguntó—. Durante temporadas,
los Clanes se han llevado muy bien con el código guerrero, hasta que
Cenizo lo volvió contra nosotros. Tenemos que seguir el código, no
empezar a meternos con él. No todos los cambios son para mejor.
Garra Volteada miró a su hermana y puso los ojos en blanco, pero no
respondió.
Zarpa Flameante no podía interesarse por la discusión. Tenía la
sensación de que solo lo habían elegido para ir a la Asamblea porque
Corazón de Lirio se lo había sugerido a Estrella Zarzosa. Sabía que se
sentía mal por él; más de una vez la había sorprendido dirigiéndole una
mirada esperanzada mientras viajaban juntos junto al lago. «Quiere que me
anime, aunque haya fallado la evaluación —pensó—. Todos mis parientes
también quieren que sea feliz en el Clan del Trueno. Pero yo no lo siento,
¡y no puedo obligarme a sentirlo!». Desde que el impostor Cenizo había
sido derrotado, sus compañeros de Clan se habían felicitado entre sí por
vivir en el Clan más increíble de todo el bosque. Pero Zarpa Flameante no
lo veía así en absoluto. «Ningún gato lo entiende».
Cuando Zarpa Flameante se abrió paso entre los arbustos que
rodeaban el claro de la isla, se encontró con que los otros Clanes ya habían
llegado, y estaban amontonados alrededor del Gran Roble, donde los
líderes estaban sentados en las ramas. El aire estaba lleno de sus aromas
mezclados; la luz de la luna brillaba en sus mantos y se reflejaba en sus
ojos. Zarpa Flameante vio a un grupo de aprendices de diferentes Clanes, y
caminó hacia ellos, murmurando: «Saludos», antes de encontrar un lugar
para sentarse en el borde exterior. Los nuevos guerreros del Clan del
Trueno y unos pocos gatos del Clan de la Sombra estaban sentados cerca;
Zarpa Flameante no quería unirse a ellos y tener que escuchar a sus
compañeros de Clan describiendo cómo habían pasado sus evaluaciones.
A unas cuantas colas de distancia, un gato se acercaba lentamente a
Charca de Hiedra; Zarpa Flameante reconoció a Brote de Raíz, el gato raro
del Clan del Cielo. El gato amarillo inclinó la cabeza para saludar a Charca
de Hiedra, quien lo acarició cariñosamente mientras se sentaba a su lado.
Brote de Raíz, recordó Zarpa Flameante, era uno de los gatos que habían
viajado al Bosque Oscuro con Escarcha Erizada. Ellos y otros gatos vivos
se habían aventurado allí para salvar al verdadero Estrella Zarzosa y
recuperar la conexión entre los Clanes del bosque y el Clan Estelar. «En mi
opinión, todo eso suena muy extraño». No era que Zarpa Flameante no
creyera las historias, exactamente; solo con observar a Brote de Raíz, su
actitud retraída y su tensión mientras hablaba con Charca de Hiedra, podía
notar que el gato del Clan del Cielo había pasado por algo horrible. Y
Escarcha Erizada nunca había regresado, perdida para los Clanes vivos y
para el Clan Estelar debido a su muerte en el Bosque Oscuro. Pero a Zarpa
Flameante le costaba mucho entenderlo. «¿Por qué el destino de todos los
Clanes estaba en las patas de unos pocos gatos?». Él era muy joven
cuando Estrella Zarzosa había empezado a actuar de forma extraña:
demasiado joven para recordar cómo había sido antes el líder del Clan.
Pero, ¿realmente había sido poseído por un gato totalmente diferente? Una
parte de Zarpa Flameante se preguntaba si el Clan del Trueno solo
necesitaba alguien a quien culpar por la forma en que todo había ido mal.
Pero nunca se atrevería a decirlo en voz alta. «¡Mi familia me mataría si
soltara un solo chillido!».
Intentó alejar esos oscuros pensamientos cuando Estrella de Tigre
soltó un fuerte aullido, erguido sobre una rama del Gran Roble.
—Gatos de todos los Clanes —maulló cuando el sonido de la charla se
apagó—. Bienvenidos a la Asamblea.
Todos los gatos se calmaron, aunque Zarpa Flameante aún podía sentir
la emoción en el aire. El líder del Clan de la Sombra ronroneó mientras
anunciaba:
—El Clan de la Sombra tiene cuatro nuevos cachorros, nacidos de
Cola de Canela hace apenas unos días: Pequeño Abeto, Pequeña Corriente,
Pequeña Floreciente y Pequeño Susurro. Se unen a mis jóvenes cachorros,
Pequeño Betulo y Pequeño Serbal, en la maternidad. ¡Charca Brillante y
Visión de Sombra han estado muy ocupados!
Zarpa Flameante miró a Betulón, cuyos ojos brillaban de orgullo.
Todos los gatos suponían que Pequeño Betulo había sido nombrado en
honor del guerrero veterano. Mientras los gatos reunidos ronroneaban de
diversión, Estrella de Tigre agitó la cola para ceder su lugar a Estrella
Zarzosa; Zarpa Flameante se preguntó si sería el momento de anunciar los
cambios en el código guerrero.
Cuando Estrella Zarzosa comenzó, sin embargo, fue solo para
transmitir las noticias habituales del Clan.
—El Clan del Trueno tiene tres nuevos guerreros —maulló con
orgullo—. Flor de Mirto, Laurel Brillante, y Pinzón Luminoso. Les
deseamos lo mejor mientras asumen sus nuevos deberes en su Clan.
La hermana de Zarpa Flameante y sus parientes adoptivos se
levantaron, sus ojos brillaban con una mezcla de orgullo y vergüenza.
—¡Flor de Mirto! ¡Laurel Brillante! ¡Pinzón Luminoso! —aullaron
sus compañeros de Clan, y al cabo de un momento Zarpa Flameante se
unió a ellos, junto con los gatos de los otros Clanes.
Pero incluso mientras animaba a sus compañeros de Clan, sentía como
si todos los gatos lo estuvieran mirando, y deseaba poder arrastrarse a un
agujero. Una ira repentina con Corazón de Lirio lo acuchilló. ¿Por qué le
había hecho venir a presenciar el triunfo de los gatos que habían sido sus
compañeros de aprendizaje?
Una de las gatas jóvenes con las que estaba sentado se giró para
mirarle con curiosidad.
—¿Qué pasó? —le preguntó ella—. ¿No deberías ser un guerrero
junto con ellos?
—Sí, ¿qué hiciste? —preguntó otro aprendiz.
—Es lo que no hice —explicó Zarpa Flameante con amargura,
sabiendo que seguirían molestándolo a menos que les dijera algo—. Estaba
intentando cazar una ardilla, y fallé mi evaluación porque no supe rebotar
en un árbol.
Varios bufidos y ronroneos de risa recibieron a sus palabras.
—Claro, cerebro de ratón —se burló Zarpa Gris, un gato del Clan del
Río—. Tienes que cazar las presas que puedes atrapar. ¿Acaso no te
enseñaron eso?
—¡Por el Clan Estelar, cállense! —Una nueva voz irrumpió en la
conversación, aguda y molesta.
Zarpa Flameante giró la cabeza para ver a una joven gata atigrada
marrón y blanca que miraba a los aprendices. No la reconoció, aunque
pudo percibir su olor a Clan de la Sombra.
—Hagan silencio —continuó—. Están pasando cosas importantes en
los Clanes, y se lo van a perder todo si siguen molestando al pobre… —Le
lanzó una mirada inquisitiva a Zarpa Flameante.
—Zarpa Flameante —respondió él.
La gata ladeó la cabeza, mirándolo de arriba abajo.
—Es un nombre precioso —maulló—, pero en realidad no pareces un
Zarpa Flameante, ¿verdad?
La gratitud del aprendiz hacia ella murió abruptamente. Estaba a punto
de decir: «Soy consciente de ello», en un tono helado, pero la gata ya se
había dado la vuelta y volvía a prestar atención a la Asamblea.
Estrella Zarzosa había cedido su lugar a Estrella Vaharina, que había
avanzado casi hasta el final de su rama para dirigirse a los Clanes. Zarpa
Flameante nunca la había visto tan de cerca, y se dio cuenta con una
punzada de lo vieja que se veía. «Ella también es una de los gatos que
lucharon en el Bosque Oscuro —pensó con asombro—. ¿Cómo es que
sobrevivió a eso?».
A pesar de su edad, la voz de Estrella Vaharina fue fuerte, y resonó en
el claro.
—El Clan Estelar ha enviado al Clan del Río una nueva aprendiza de
curandera. Por favor, den la bienvenida a Zarpa Escarchada.
Zarpa Flameante miró a través del claro hacia donde estaba sentada
Ala de Mariposa entre los otros curanderos; estaba instando a una pequeña
gata gris claro a ponerse de pie. La aprendiza parecía aterrorizada ante el
clamor de los gatos reunidos que la llamaban por su nombre.
—¡Zarpa Escarchada! ¡Zarpa Escarchada!
Cuando el aullido se hubo calmado, Estrella Vaharina dejó que su
mirada recorriera el claro.
—Gatos de todos los Clanes —comenzó—, sé que todos estamos aún
conmocionados por el daño causado por Cenizo. Pero debemos seguir
adelante, y eso me lleva a un asunto importante. Los líderes de los Clanes
y los curanderos han acordado cambios en el código guerrero. Los
curanderos presentarán los cambios al Clan Estelar en la próxima reunión
de media luna.
Zarpa Flameante levantó las orejas; estaba interesado a pesar de lo
desgraciado que se sentía. El código era lo único de lo que había hablado
el Clan del Trueno desde que las Luces en la Niebla habían vuelto de
hablar con el Clan Estelar. Uno de los cambios, sabía, era permitir a los
gatos cambiar de Clan si querían ser pareja de alguien en otro Clan. Zarpa
Flameante apenas conocía a ningún gato de los otros Clanes, ciertamente
no lo suficiente como para querer emparejarse con ellos, pero aun así se
daba cuenta de que era algo muy importante.
—Cualquiera podrá cambiar de Clan para vivir con una pareja —la
líder del Clan del Río prosiguió—. Sé que algunos gatos lo han hecho
antes, pero a menudo conducía a mucho conflicto y angustia. Ahora habrá
un proceso oficial para que su unión sea aceptada, por el Clan Estelar y por
los Clanes vivos.
—¿Qué tipo de proceso? —exclamó algún gato desde la multitud.
—A eso voy. —Estrella Vaharina crispó la cola por la impaciencia
ante la interrupción—. Primero, los dos gatos deben declarar su intención
en una Asamblea. Luego, el gato que desee cambiar de Clan deberá
realizar una tarea elegida por el Clan al que pretende unirse, para
demostrar que va en serio. Si lo consigue, podrá cambiar de Clan.
Estrella Vaharina apenas había terminado de hablar cuando estalló un
clamor entre los gatos reunidos.
—¡Eso es demasiado fácil! —gritó Patas de Lino del Clan de la
Sombra.
—¡Sí! —Rescoldo del Clan del Viento coincidió—. Acabaremos con
gatos cambiando de Clan cuando simplemente les guste el aspecto de
alguien. ¿Y si no funciona cuando tengan que vivir juntos?
Un coro de acuerdo recibió a las palabras de Rescoldo, interrumpido
casi al instante por Rosella, compañera de Clan de Zarpa Flameante.
—Yo no creo que el código deba cambiarse en absoluto —declaró—.
Los gatos de nuestro propio Clan deberían ser lo suficientemente buenos.
—Los líderes de los Clanes hemos discutido esto a fondo —recordó
Estrella Vaharina a la gata del Clan del Trueno, con un filo en la voz—.
Hemos decidido que el código será cambiado.
Más clamores, de acuerdo y protesta, surgieron de la multitud de
gatos, solo para apagarse cuando Brote de Raíz se levantó de un salto, con
su manto amarillo erizado.
—Necesitamos este cambio, y es lo correcto —maulló él, su voz
temblaba de pasión—. Puede causar dolor, claro, pero evitará mucho más
dolor del que causa.
Las voces de los otros gatos se fueron apagando poco a poco. Todos
los gatos sabían lo que Brote de Raíz había sufrido cuando Escarcha
Erizada, la gata que amaba, había muerto en el Bosque Oscuro, incluso
con su espíritu perdido para siempre, por lo que nunca podría esperar
encontrarse con ella de nuevo en el Clan Estelar. Si cambiar de Clan
hubiera sido posible para ellos, podrían haber tenido lunas para vivir juntos
como pareja, en lugar de perder ese tiempo porque ninguno de los dos
gatos podía enfrentarse a traicionar a su Clan. Incluso podrían haber tenido
cachorros. Todos los gatos sentían un gran respeto por Brote de Raíz, que
había llorado en soledad el horror que él y Escarcha Erizada habían
sufrido.
Una idea repentina surgió en la mente de Zarpa Flameante.
—¡Ya sé lo que deberíamos hacer! —gritó—. ¿Y si fuera más difícil
para el gato dejar su Clan? ¿Y si tuvieran que ser degradados a aprendices
o algo así?
Uno de los aprendices que estaba sentado cerca se giró para lanzarle
una mirada burlona a Zarpa Flameante.
—Claro, eso es lo peor que le puede pasar a cualquier gato, ¿verdad,
Zarpa Flameante? —maulló con sorna.
Todo el grupo soltó una carcajada desagradable, mientras Zarpa
Flameante ardía de vergüenza.
—Ya basta —dijo Estrella Vaharina desde el Gran Roble, con
autoridad—. La decisión está tomada. A continuación, tenemos que hablar
de cómo los Clanes podrían destituir a un líder.
«Ni siquiera habló de mi sugerencia —pensó Zarpa Flameante,
sintiéndose aún más miserable—. ¿Por qué vine a esta Asamblea?».
—Esto es lo que decidieron los líderes y los curanderos —continuó
Estrella Vaharina—. Primero, tres cuartas partes de los miembros del Clan
deben estar de acuerdo en que el líder es dañino, y ese número debe incluir
a los curanderos del Clan. A continuación, presentarán su caso a los demás
líderes. Si están de acuerdo, entonces los curanderos presentarán el caso al
Clan Estelar. Si el Clan Estelar está de acuerdo, se le quitarán las vidas
restantes al líder, y nueve vidas serán dadas al lugarteniente, quien se
convertirá en el nuevo líder.
—¿Siempre el lugarteniente? —exclamó algún gato.
—Por supuesto —Estrella Vaharina respondió—. ¿Quién más debería
ser elegido? Esta no será una forma de que algún gato ambicioso se haga
con el poder. Y —añadió—, por esa razón, ningún lugarteniente puede ser
quien inicie este proceso.
Se desató una discusión, principalmente sobre el papel que jugaría el
Clan Estelar y la transferencia de las nueve vidas, pero ningún gato parecía
estar tan apasionadamente en contra como lo habían estado de que los
gatos cambiaran de Clan. Zarpa Flameante supuso que el recuerdo de
Cenizo era demasiado fuerte. Perdiendo el interés, dejó de escuchar. Pensó
que todo aquello no tenía sentido. ¿Cómo se podía conseguir que tantos
gatos se pusieran de acuerdo en algo? Incluso cuando Estrella Zarzosa,
bajo el control del impostor, había estado en su peor momento, aún había
habido gatos en el Clan del Trueno que lo habían defendido. Zarpa
Flameante no estaba seguro de que tres cuartos del Clan hubieran estado
de acuerdo en deshacerse de él.
Por fin la Asamblea llegó a su fin. Zarpa Flameante se dio cuenta de
que los cambios propuestos iban a ser presentados al Clan Estelar en la
forma que Estrella Vaharina había esbozado, a pesar de que muchos gatos
se habían opuesto. «Típico —pensó—. Los líderes quieren que todos los
guerreros crean que importan, pero las grandes decisiones siempre las
toman ellos cinco».
Cuando los gatos empezaron a salir del claro hacia el árbol puente y
sus propios territorios, Zarpa Flameante encontró a Corazón de Lirio
caminando a su lado.
—Para que lo sepas —le murmuró al oído—, los aprendices no suelen
hablar en las Asambleas.
Zarpa Flameante se dio cuenta de que estaba avergonzada de que él
hubiera hablado sobre su idea de cambiar de Clan. «¡Eso es de cerebro de
ratón! ¿Cómo se supone que vamos a resolver cualquier problema si solo
los gatos mayores pueden hablar?».
Pero Zarpa Flameante no se atrevió a decir nada de eso. En vez de eso,
agachó la cabeza.
—De acuerdo —murmuró.
—Nos vemos mañana, entonces —maulló Corazón de Lirio—.
Haremos un poco de entrenamiento de batalla. —Se alejó entre los
arbustos que rodeaban el claro.
Zarpa Flameante se quedó, esperando evitarla a ella y a los nuevos
guerreros que habían sido sus compañeros de guarida. Cuando el claro
estaba casi vacío y pensó que era seguro marcharse, vio a Estrella Zarzosa,
que seguía de pie al pie del Gran Roble, mirando a su alrededor como si
estuviera perdido. A Zarpa Flameante le costaba entender al líder de su
Clan, a pesar de que eran parientes. Sobre todo, Zarpa Flameante lo había
conocido cuando estaba poseído por el impostor Cenizo, y ahora que
Estrella Zarzosa había vuelto a su propio cuerpo, parecía más pesado y
pensativo de lo que debería ser un líder de Clan. Al cabo de un momento,
cuando Estrella Zarzosa seguía sin moverse, Zarpa Flameante se acercó a
él.
—¿Estás bien? —preguntó vacilante.
Estrella Zarzosa parpadeó lentamente, como si acabara de despertar de
un sueño.
—¿Qué? Sí, Zarpa Flameante, estoy bien. Absolutamente bien.
Zarpa Flameante pensó que sonaba como si estuviera tratando de
convencerse a sí mismo tanto como cualquier gato.
—Corazón de Aliso estaba aquí —maulló—. Podría ir a buscarlo por
ti.
El líder del Clan del Trueno se sacudió rápidamente el manto.
—No, gracias, Zarpa Flameante. Estoy bien, en serio. A veces es
extraño estar de vuelta. Me encuentro desapareciendo en mis recuerdos.
—Sí —coincidió Zarpa Flameante—. A veces es extraño incluso
cuando has estado aquí todo el tiempo.
Los bigotes de Estrella Zarzosa se movieron con diversión.
—Supongo que debe de serlo. Vamos, vamos a casa.
Zarpa Flameante y él fueron los dos últimos gatos en cruzar el puente.
El aprendiz se sorprendió de que su líder siguiera caminando a su lado
mientras rodeaban el lago, apoyándole la cola en la espalda.
—Te esforzarás al máximo en tu próxima evaluación, ¿verdad? —le
preguntó Estrella Zarzosa—. Sé que tienes lo que se necesita para ser un
fuerte guerrero del Clan del Trueno. Para empezar —añadió con una
mirada de reojo y burlona—, lo llevas en la sangre.
—Lo intentaré —Zarpa Flameante prometió—. Realmente quiero ser
fuerte para mi Clan. —Su voz se quebró en las últimas palabras, y se dio
cuenta de que era verdad. A pesar de todos sus problemas, seguía deseando
con todas sus fuerzas que el Clan del Trueno fuera el Clan que la mayoría
de sus compañeros de Clan parecían creer que era. Y quería ser una parte
importante de él.
—Sé que lo quieres —ronroneó Estrella Zarzosa, sus pasos de repente
parecieron más ligeros—. Y estoy seguro de que lo harás.
CAPÍTULO 5
Zarpa Escarchada estaba agachada afuera de la guarida de los guerreros,
compartiendo un campañol con su madre, Pluma Rizada. Una fuerte brisa
soplaba en el campamento del Clan del Río, enviando nubes blancas a
través del cielo. El aire estaba lleno del aroma del agua y el suave gorgoteo
de los arroyos que rodeaban el campamento.
—Estaba tan orgullosa de ti anoche —maulló Pluma Rizada entre
bocados—. ¡Mi hija, una verdadera curandera! Todos los Clanes te
aclamaban.
—Me dio un poco de miedo —confesó Zarpa Escarchada.
—¡Tonterías! —El tono de Pluma Rizada era vigorizante—. Te lo
merecías.
Zarpa Escarchada no contestó, solo comió del campañol. Sabía que a
su madre no le gustaba que pareciera nerviosa por su nuevo lugar en el
Clan. «Espera mucho de mí —pensó—. Espero poder hacerla sentir
orgullosa».
Mientras comían, Juncal salió de la guarida de los guerreros y saltó
hacia el grupo de guerreros que estaban alrededor del montón de carne
fresca.
—Patrulla de caza —anunció alegremente—. Nariz de Niebla, Luz de
Vaina, Cola Salpicada, vienen conmigo.
Los gatos que había nombrado se levantaron y se dirigieron hacia la
entrada del campamento.
—Pluma Rizada, te llevaré a ti también —añadió Juncal al pasar por
donde Zarpa Escarchada y su madre comían juntas.
—De acuerdo. —Pluma Rizada tomó un último bocado del campañol
y se puso de pie, pasándose la lengua por las mandíbulas—. Tu guías,
Juncal.
Zarpa Escarchada observó a su madre mientras se unía a la patrulla, y
no se dio cuenta de que Ala de Mariposa se había acercado a ella hasta que
la curandera habló.
—¿Por qué tengo que venir a buscarte? —preguntó—. No deberías
estar perdiendo el tiempo con presas cuando podría haber gatos en nuestra
guarida que necesitan curación.
—No estaba… —Zarpa Escarchada comenzó a defenderse.
—Ala de Mariposa tiene razón —Pluma Rizada se volvió para
interrumpir—. Ve. Tus habilidades son importantes, ¡y tu Clan te necesita!
Sintiéndose un poco molesta, Zarpa Escarchada abandonó los restos
del campañol y comenzó a seguir a Ala de Mariposa. Estrella Vaharina,
sentada afuera de su guarida con las patas metidas debajo de ella, le dedicó
a Zarpa Escarchada una inclinación de cabeza alentadora mientras ella y
Ala de Mariposa pasaban por delante de ella.
Pero antes de que las dos gatas alcanzaran la cima del banco sobre la
guarida de curandería, Manto de Helechos pasó rozándolas con rabia, casi
haciendo caer a Zarpa Escarchada. Al volverse, la aprendiza la vio
detenerse frente a Estrella Vaharina, con el pelaje carey erizado por el
enojo.
—Estrella Vaharina, dinos cómo te sientes realmente respecto a los
cambios en el código —exigió—. Si el Clan Estelar te hizo líder —ella
continuó cuando Estrella Vaharina no respondió—, ¿cómo puede algún
gato quitarte eso? Después de todo lo que has guiado al Clan, ¿qué se
siente el saber que podríamos empezar a conspirar para deshacernos de ti?
—Sí —coincidió la veterana Musgosa, que se acicalaba cerca—. Todo
suena muy extraño. ¿Se supone que debemos creer que lo que pasó en el
Bosque Oscuro justifica todos estos cambios?
Ala de Mariposa no se había movido, observaba la escena con una
mirada ámbar perturbada. Zarpa Escarchada se quedó a su lado; había
creído que esto se había resuelto en la Asamblea de la noche anterior, pero
obviamente se había equivocado. «Esto es muy raro —pensó—. ¿De
verdad se les permite a los gatos discutir así con nuestra líder?».
Estrella Vaharina se puso de pie y dio un azote con la cola ante las
quejas de sus compañeras de Clan, luchando claramente por mantener la
compostura. En lugar de responder a Manto de Helechos y Musgosa, se
subió al tocón del árbol que usaba para dirigirse al Clan y abrió las fauces
en un aullido de mando.
—¡Que todos los gatos lo bastante mayores para nadar se reúnan para
escuchar mis palabras!
La mayor parte del Clan ya estaba en el claro; más gatos aparecieron
de la guarida de los guerreros, y uno o dos se escabulleron entre las zarzas
que rodeaban el campamento, viniendo de la dirección del lago.
—Es una lástima que Juncal acabe de salir en esa patrulla —murmuró
Ala de Mariposa a Zarpa Escarchada—. Estrella Vaharina podría necesitar
su apoyo.
Cuando el resto del Clan estuvo reunido, sentados en un círculo
alrededor del Tocón Elevado, Estrella Vaharina continuó.
—Debemos discutir esto —dijo a su Clan—. Musgosa, entiendo que
esto es mucho para asimilar, pero les he explicado muchas veces lo que
ocurrió en el Bosque Oscuro. ¿Es que tú y los demás no entienden lo que
pasó? ¿O es que no me creen?
Zarpa Escarchada vio que Musgosa encorvaba los hombros y la punta
de la cola se le movía con inquietud. Pensó que a la veterana no le gustaba
que la pusieran en un aprieto así, delante de tantos compañeros de Clan.
—Es que… es un cambio demasiado grande —maulló, mirando a los
demás.
—No es que no confiemos en ti, Estrella Vaharina —Vespertina
maulló—. Pero en el pasado, cuando ocurría algo tan importante como
para que cambiáramos el código guerrero por ello, estaba a la vista de
todos los gatos. Es difícil entender cómo esto sucedió y solo cinco gatos
vivos lo vieron.
—¿Por qué creen que les mentiría? —preguntó Estrella Vaharina, con
la voz tensa.
—No mentir… —Musgosa protestó—. Sabemos que no eres una
mentirosa. Pero… tal vez los otros gatos tenían sus propias ideas, y te
convencieron de que era necesario hacer cambios.
—Eso es posible —señaló Manto Refugiado—. Brote de Raíz y
Corvino Plumoso ambos amaban gatas que no pertenecían a su Clan. Al
igual que Látigo Gris, cuando estaba vivo.
—Sí, y los padres de Visión de Sombra comenzaron su vida en Clanes
separados —añadió Nariz de Búho—. Si hablamos de eso, Estrella
Vaharina, tú misma eres una gata mestiza.
Estrella Vaharina giró la cabeza y dedicó una fija mirada azul a Nariz
de Búho.
—Me niego a asumir la responsabilidad de algo que sucedió antes de
que yo naciera —espetó—. Mi parentesco nunca fue un problema para
Estrella Leopardina cuando me nombró su lugarteniente. Y claramente no
fue un problema para el Clan Estelar cuando me dieron mis nueve vidas y
mi nombre. ¿O crees que sabes más que el Clan Estelar, Nariz de Búho?
—Estrella Vaharina, yo nunca dije… —Nariz de Búho comenzó a
protestar.
Zarpa Escarchada pudo ver que Estrella Vaharina se estaba enojando,
el pelaje de sus hombros se erizaba y su cola empezaba a crisparse.
También jadeaba un poco, como si le costara tomar aire. Zarpa Escarchada
abrió las fauces para interrumpir, pero Vespertina habló antes de que
pudiera empezar.
—¿Es posible que algunos de estos cambios no fueran necesarios, sino
que solo queridos por algunos de estos gatos? —sugirió la atigrada marrón.
Los ojos azules de Estrella Vaharina brillaron de enojo.
—¿Me estás incluyendo a mí? —exigió—. ¿Crees que les he estado
mintiendo? ¿O estás cuestionando mi juicio? ¿No he sido siempre una
guerrera leal, viviendo mi vida según el código y guiando a mi Clan en
consecuencia?
—Por supuesto —Manto Reluciente maulló en tono tranquilizador—.
Pero mira al Clan del Trueno, por ejemplo. Todo ese lío en el que se
metieron con Cenizo y Estrella Zarzosa. Claro que pensarían que necesitan
una forma de deshacerse de un líder. Pero eso nunca pasaría en el Clan del
Río, porque tú eres una líder verdadera y justa, Estrella Vaharina, ¡con la
bendición del Clan Estelar!
Estrella Vaharina agitó una oreja, pareciendo incómoda.
—Eso es muy amable de tu parte —dijo—, pero no estoy segura de
estar de acuerdo con que el Clan del Río esté por encima de ese tipo de
problemas. Si hubiéramos tenido una regla como esta, tal vez Estrella
Leopardina nunca habría logrado unirnos al Clan del Tigre.
Manto Reluciente se movió torpemente.
—Bueno, sí. Pero eso fue antes. Hemos aprendido la lección, ¿no?
—Sí —coincidió Nariz de Búho, con su pelaje atigrado marrón
empezando a erizarse—. Y si los Clanes hacen estos cambios para el Clan
del Trueno, podrían poner en peligro al Clan del Río en el futuro. ¿Qué va
a impedir que un Clan destituya al líder de otro Clan, para hacerse con el
poder?
—Así no es como se supone que funcione en absoluto —comenzó
Estrella Vaharina, pero por ahora ningún gato la estaba escuchando.
—Es un riesgo definitivo —maulló Musgosa, esponjando el pelaje de
su cuello—. ¿Qué significa ahora ser líder, si los gatos ordinarios de Clan
pueden quitarlo? —Resopló exasperada—. No me hagas hablar de cómo el
código nos dice que la palabra del líder es el código guerrero. ¿Cómo es
eso cierto si los gatos del Clan pueden deshacerse de su líder?
Zarpa Escarchada pudo ver que Estrella Vaharina estaba al final de su
paciencia cuando bajó la cabeza y dibujó sus labios hacia atrás en un
gruñido. Con una exclamación de alarma, Ala de Mariposa corrió hacia
delante para ponerse al lado del Tocón Elevado.
—Yo no viajé al Bosque Oscuro —declaró, alzando la voz para que
todos los gatos pudieran oírla—. Pero me senté junto a la Laguna Lunar a
esperar a los gatos que sí fueron, y a tratar algunas de sus heridas. Sé que
todo lo que Estrella Vaharina nos ha contado es cierto. Miren… —jadeó,
dejando que su mirada recorriera a los gatos reunidos—. No siempre he
tenido la mejor relación con el Clan Estelar. Pero creo firmemente que
Estrella Vaharina y las otras Luces en la Niebla hablaron con el Clan
Estelar sobre esto. Y todos estuvieron de acuerdo en que estos cambios
eran necesarios.
El silencio se extendió por todo el claro, y por un momento Zarpa
Escarchada pensó que los gatos reunidos podrían estar convencidos. Pero
entonces Vespertina se abrió paso hasta el frente de la multitud y se volvió
para dirigirse al Clan.
—Si me preguntan a mí —empezó—, parece que más gatos vivos
deberían ayudar a decidir las reglas por las que vivimos. No estoy diciendo
que Estrella Vaharina esté tratando de engañarnos. Pero, ¿qué tienen de
especial las Luces en la Niebla? ¿Quiénes son? Estrella Vaharina, Corvino
Plumoso, Visión de Sombra, Brote de Raíz, y Violeta Brillante. ¿Por qué
deberían ellos decidir las reglas para todos los gatos de Clan? Al menos tú
eres una líder, Estrella Vaharina, pero Visión de Sombra es el gato que nos
metió en todo el lío con Cenizo, Corvino Plumoso era un traidor al código
él mismo, y no estoy segura de saber lo suficiente sobre los gatos del Clan
del Cielo como para confiar en ellos.
Zarpa Escarchada siempre había conocido al Clan del Cielo como uno
de los Clanes del lago, pero las palabras de Vespertina le recordaron que
habían llegado hacía solo unas pocas temporadas, cuando Cola Oscura
invadió el bosque. «Supongo que ningún gato sabe mucho de ellos
todavía».
Estrella Vaharina dio con rabia un azote con la cola.
—Los Luces en la Niebla fueron los gatos lo bastante valientes como
para viajar al Bosque Oscuro —siseó—. Que es más de lo que algunos de
ustedes hicieron. Lucharon contra Cenizo y nos salvaron a todos: Al Clan
Estelar, al Bosque Oscuro y al mundo viviente. Después de todo lo que las
Luces en la Niebla hicieron y sacrificaron, ¿qué derecho tienes tú,
Vespertina, a dudar de sus intenciones? Escarcha Erizada y Látigo Gris
dieron sus vidas.
Zarpa Escarchada podía oír lo molesta que se estaba poniendo la líder
del Clan, pero Vespertina no parecía darse cuenta, o no le importaba.
—No estoy convencida de que el mundo viviente necesitara ser
salvado —maulló la atigrada marrón—. Hubo peleas por el impostor,
claro, pero me parece recordar una época, Estrella Vaharina, en la que nos
tenías peleando para defenderlo. ¿Ahora estás convencida de que lo que
hizo fue suficiente para acabar con todo el código?
El pelaje de Estrella Vaharina estaba erizado de furia, y Zarpa
Escarchada pudo verla clavando las garras en la parte superior del tocón,
como si estuviera desgarrando un trozo de presa.
—Sí —admitió al fin, con una extraña tensión en su maullido—. Me
equivoqué al defender a Cenizo cuando se hacía pasar por Estrella
Zarzosa. Pero, ¿no ves que por eso…?
La líder del Clan se interrumpió. Horrorizada, Zarpa Escarchada vio
cómo su rostro cambiaba mientras se lanzaba hacia delante, caía del Tocón
Elevado y se desplomaba en el suelo.
Al instante, Ala de Mariposa estaba a su lado.
—Estrella Vaharina, ¿qué pasa? —preguntó, pasando las patas por la
garganta y el pecho de Estrella Vaharina.
—Necesito ayuda. —La voz de Estrella Vaharina fue tan débil que
Zarpa Escarchada apenas pudo distinguir las palabras.
—Estoy aquí —Ala de Mariposa maulló de forma tranquilizadora—.
Quédate quieta. Aquí… —Miró a su alrededor y se dirigió al gato más
cercano—. ¡Nube de Estornudos! Ve a buscar agua.
Nube de Estornudos salió corriendo.
—¿Qué comiste últimamente? —preguntó Ala de Mariposa a Estrella
Vaharina—. ¿Siquiera comiste?
Estrella Vaharina giró un poco la cabeza y fijó su mirada azul en la
curandera.
—Esto no se trata de presas —murmuró.
Entonces sus ojos se cerraron y todo su cuerpo se quedó flácido.
—¿Dónde está mi aprendiza? —Ala de Mariposa preguntó.
Zarpa Escarchada podía oír el pánico en su voz. Su propio corazón
latía salvajemente, se abrió paso entre la multitud de gatos.
—Aquí estoy, Ala de Mariposa. ¿Qué quieres que haga?
—Presiona su pecho. Así. —Ala de Mariposa hizo una demostración,
empujando con las patas delanteras hacia abajo con tanta fuerza que Zarpa
Escarchada se preguntó si podría romper las costillas de la líder del Clan.
Rápidamente tomó el lugar de Ala de Mariposa e imitó lo que había
hecho, poniendo toda su fuerza mientras presionaba el pecho de Estrella
Vaharina. La ansiedad la invadió al recordar cómo Ala de Mariposa le
había enseñado la técnica apenas unos días antes. «Pero nunca la había
hecho con un gato vivo —pensó, angustiada—. Oh, Clan Estelar,
¡ayúdame a hacerlo bien!».
—Así es —maulló Ala de Mariposa, inclinándose sobre la cabeza de
Estrella Vaharina y separando las mandíbulas para comprobar que tenía la
garganta despejada para poder respirar—. Otra vez. Y otra vez. Sigue
haciéndolo. Tan fuerte como puedas.
Zarpa Escarchada hizo lo que le decía, sus patas delanteras ya
empezaban a dolerle. No había señales de que Estrella Vaharina se
despertara. Su respiración era tan superficial que Zarpa Escarchada se
preguntaba si cada respiración sería la última.
Mientras tanto, la alarma en la voz de Ala de Mariposa se había
extendido a los otros gatos.
—¿Qué pasó? —preguntó Manto de Helechos.
La voz de Nariz de Búho temblaba de ansiedad.
—¿Estará bien?
Cola Palomina, que había escuchado toda la discusión en silencio,
encaró a Vespertina.
—¿Cómo pudiste? —le preguntó, con la voz llena de indignación.
—Retrocede un poco. Dale espacio para respirar —ordenó Ala de
Mariposa. Parecía cada vez más angustiada, con las garras clavadas en el
suelo y las orejas gachas.
—¿Puedo traer alguna hierba? —preguntó Zarpa Escarchada,
presionando de nuevo—. ¿Quizá perifollo?
Ala de Mariposa negó con la cabeza.
—Es demasiado tarde para hierbas —susurró—. Estrella Vaharina está
muriendo. Ya puedes dejar de presionar —añadió a Zarpa Escarchada—.
No hay nada que podamos hacer para salvarla.
Zarpa Escarchada se apartó, temblando por el esfuerzo. El pecho de
Estrella Vaharina seguía subiendo y bajando, pero los movimientos ahora
eran tan pequeños que Zarpa Escarchada esperaba que cada uno fuera el
último. «Estrella Vaharina no puede estar muriendo —se dijo a sí misma,
la pena empezaba a acecharla como un gato acechando a su presa—. El
Clan Estelar le dio nueve vidas». Intentó recordar historias de cuando la
líder de su Clan había perdido vidas en el pasado, pero su cerebro daba
demasiadas vueltas como para contarlas.
—¿Le queda alguna vida? —preguntó en voz baja.
Ala de Mariposa se limitó a negar con la cabeza. Zarpa Escarchada no
sabía si estaba diciendo «No» o «No lo sé». Un escalofrío recorrió el
cuerpo de Estrella Vaharina; cuando se desvaneció, Zarpa Escarchada
esperó a que volviera a respirar. Pero el momento no llegó. Los latidos se
arrastraban como estaciones, y seguía sin llegar. Se oyeron jadeos de
horror entre los guerreros reunidos, y algún gato soltó un gemido que
resonó por todo el campamento. Nube de Estornudos regresó con la boca
llena de musgo goteante y se detuvo, mirando fijamente a la líder del Clan.
Vespertina y Nariz de Búho intercambiaron una mirada horrorizada.
—Solo está consiguiendo su próxima vida —maulló Vespertina,
aunque su voz era hueca, y Zarpa Escarchada podía notar que realmente no
lo creía—. Pronto despertará. Esperen y verán.
Ala de Mariposa permaneció inmóvil unos instantes, con la mirada fija
en Estrella Vaharina. Luego, finalmente, se apartó, lanzando un profundo
suspiro.
—No va a volver. No pude evitar tener esperanzas, aunque estaba
bastante segura de que estaba en su última vida. Pero ya habría tomado la
siguiente si tuviera alguna.
La tristeza envolvió a Zarpa Escarchada como una nube oscura al
darse cuenta de que Estrella Vaharina estaba realmente muerta. Era como
si el lago hubiera desaparecido de la noche a la mañana, dejando un
agujero en el paisaje que nunca podría llenarse. Zarpa Escarchada nunca
había conocido a otro líder del Clan del Río. No podía imaginar a su Clan
liderado por otro gato.
Más gatos empezaban a lamentarse al contemplar el cuerpo inerte de
Estrella Vaharina y darse cuenta de que ya no le quedaban más vidas. Ala
de Mariposa se volvió hacia Zarpa Escarchada, con pena y desesperación
en los ojos.
—Zarpa Escarchada, has caminado con el Clan Estelar —maulló, su
voz urgente y baja para que sus compañeros de Clan no la oyeran—.
¿Puedes hablar con ellos, verdad, y asegurarte de que Estrella Vaharina
encuentre el camino hacia ellos? ¿Puedes ayudarla? Esto no puede acabar
así…
Zarpa Escarchada se sintió intimidada por la idea de que pudiera hacer
algo por Estrella Vaharina o su Clan devastado.
—Lo intentaré —murmuró tras un momento de vacilación. Podía ver
lo perturbada que estaba su mentora; cualquier cosa que pudiera hacer
ayudaría a Ala de Mariposa tanto como a Estrella Vaharina.
Se estiró para tocar la pata aún caliente de Estrella Vaharina y cerró
los ojos. Con toda la concentración que pudo reunir, envió su mente,
intentando alcanzar el Clan Estelar. Al principio, todo lo que Zarpa
Escarchada podía ver eran remolinos de colores oscuros que se
desvanecían en otros más claros. Después de un rato, le pareció distinguir
un destello de estrellas en la distancia. «Ayúdenla —pensó—. Por favor,
cuiden de Estrella Vaharina». Durante un rato no vio nada más. Entonces,
un par de brillantes ojos verdes aparecieron frente a ella, junto con un
tenue conjunto de orejas y bigotes.
—Te escucho —le maullaron—. Ahora es una de nosotros. Entierren
su cuerpo y dejen que su espíritu camine con sus ancestros guerreros.
Zarpa Escarchada abrió los ojos y se volvió hacia Ala de Mariposa,
temblando de alegría por su éxito.
—¡Lo logré! —exclamó—. Estrella Vaharina está a salvo en el Clan
Estelar.
El alivio iluminó las profundidades de los ojos ámbar de Ala de
Mariposa.
—¡Oh, gracias al Clan Estelar! —exhaló—. ¿Qué pasó? —añadió con
más fuerza—. ¿Con quién hablaste? ¿Fue la propia Estrella Vaharina? ¿O
Blima? Ella cuidará de Estrella Vaharina, lo sé.
Zarpa Escarchada no había podido ver con claridad al gato, y ahora los
detalles se difuminaban en su mente. «¿Era Blima?». Intentó concentrarse
en la imagen borrosa, para ver si coincidía con su recuerdo de la curandera
muerta. No estaba segura. Pero sabía cuánto reconfortaría a Ala de
Mariposa saber que su líder estaba a salvo con su querida exaprendiza.
—Sí, estoy segura de que era Blima —maulló.
Ala de Mariposa respiró hondo y saltó a lo alto del Tocón Elevado.
—Gatos del Clan del Río —empezó—, nuestra líder ha muerto, y
todos la lloramos. Pero podemos consolarnos sabiendo que Estrella
Vaharina está ahora en el Clan Estelar.
—¿Estás segura? —preguntó Manto de Helechos—. Zarpa Escarchada
podría haberse equivocado.
—Sí, esto es lo que pasa cuando tu curandera no puede hablar con el
Clan Estelar —Nariz de Búho añadió—. ¡Tienes que confiar en una
aprendiza a medio entrenar!
Otros gatos expresaron su acuerdo. Zarpa Escarchada sintió que unas
garras frías se le clavaban en el vientre ante la falta de confianza en ella
por parte de sus compañeros de Clan.
Ala de Mariposa levantó una pata para silenciar a sus compañeros de
Clan.
—Mi aprendiza, Zarpa Escarchada, es perfectamente capaz —anunció
con una voz tan gélida como el viento helado del lago—. Ella habló con
Blima, quien dio la bienvenida a Estrella Vaharina en el Clan Estelar. Esta
noche velaremos a nuestra líder, seguros de que su espíritu caza con sus
ancestros guerreros.
Zarpa Escarchada pudo ver cómo sus compañeros de Clan se
relajaban; seguían apenados, pero su pena desesperada se estaba
desvaneciendo. Sintió que ella también se relajaba; las palabras de Ala de
Mariposa habían convencido claramente a los otros gatos de que podían
creerle.
—Bien hecho, jovencita —maulló Musgosa. Lanzó un suspiro, como
si le costara trabajo forzar las palabras, y luego añadió—: Vas a ser una
gran curandera.
Varios otros corearon su nombre.
—¡Zarpa Escarchada! ¡Zarpa Escarchada!
Consciente de que todos los gatos la miraban, Zarpa Escarchada
agachó la cabeza y se dio unos cuantos lametones, avergonzada. Aun así,
sus elogios la reconfortaron. Miró a su alrededor buscando a Pluma
Rizada, en parte porque quería el consuelo de su madre tras la muerte de
su líder, y en parte porque quería que viera lo bien que había llevado a
cabo su primera tarea real como curandera. Pero Pluma Rizada no estaba
por ningún lado. Entonces Zarpa Escarchada recordó que había salido
antes con la patrulla de caza. «Esto es terrible —pensó—. Estará muy
perturbada cuando vuelva y descubra que Estrella Vaharina ha muerto».
—¿Dónde está Juncal? —preguntó Nariz Malva—. Ahora será nuestro
líder. Tendrá que viajar a la Laguna Lunar esta noche para recibir sus
nueve vidas de parte del Clan Estelar y convertirse en Estrella de Juncal.
—Se fue en una patrulla de caza —Manto Refugiado maulló—.
Deberían volver en poco tiempo.
—Qué terribles noticias para volver —maulló Nívea, con una
preocupada mirada azul—. ¿Crees que deberíamos enviar a algún gato a
buscarlos?
Ala de Mariposa negó con la cabeza.
—Podríamos pasarnos todo el día buscando y no encontrarlos. Ahora
no podemos hacer nada más que esperar.
Una punzada de compasión por Juncal atravesó a Zarpa Escarchada
como una espina. Estrella Vaharina era su madre; tendría que aceptar su
pérdida al mismo tiempo que asumía las responsabilidades de líder. «Pero
es un buen gato —pensó Zarpa Escarchada mientras escuchaba a los
guerreros veteranos y cómo hablaban de Juncal con respeto—. Siempre ha
sido muy amable conmigo. Será un buen líder».
CAPÍTULO 6
Rayo de Sol estaba acurrucada en la guarida de los curanderos,
acicalándose somnolienta y preguntándose cuándo le permitirían volver a
sus deberes de guerrera. Su pata delantera estaba tan fuerte como siempre
y el dolor de espalda estaba desapareciendo, aunque aún podía
sobresaltarla con una punzada aguda si se movía descuidadamente. Charca
Brillante había salido a recoger hierbas, dejándola con Visión de Sombra,
quien había traído materiales de lecho frescos y ahora los estaba revisando
para asegurarse de que no tuvieran espinas.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó a Rayo de Sol, sin levantar la
mirada de su tarea—. ¿Quieres más semillas de adormidera?
—No, gracias —respondió Rayo de Sol—. ¿Cuándo crees que podré
volver a la guarida de los guerreros?
—¿Por qué, estás cansada de que me tropiece con tu cola? —La voz
de Visión de Sombra estaba cálida con humor—. Tal vez deberías
mantener la cola metida.
—Mi cola está bien, gracias. —Rayo de Sol usó la punta para limpiar
un trozo de helecho en la nuca de Visión de Sombra—. Pero es bastante
aburrido aquí, sin nada que hacer.
—Bueno, cuando Charca Brillante regrese, te haré una cataplasma
fresca de hojas de saúco —Visión de Sombra prometió—. Eso debería
ayudar a tus músculos torcidos. Por la mañana te examinaremos y
tomaremos una decisión.
—Gracias, Visión de Sombra. —Rayo de Sol estiró las mandíbulas en
un enorme bostezo—. ¿Sabes lo que le pasará a Salto de Luz? —preguntó
después de un momento—. Dijiste que le habías contado a Estrella de
Tigre cómo me lastimé.
El sentimiento de culpa le punzó todo el manto. «Le prometí a Salto
de Luz que no le contaría a ningún gato lo que había pasado. Nunca pensé
que Visión de Sombra lo contaría».
—¿Estará en problemas?
—Probablemente —contestó el curandero gris oscuro, sin sonar
particularmente preocupado—. Pero no es más de lo que se merece. Si al
menos hablara más de cómo se siente. Cuando no pudo… —Su voz se
quebró, sacudió la cabeza y añadió con más firmeza—: Debería dejar de
obsesionarse con el hecho de que no pudo ir al Bosque Oscuro.
«¿Está intentando demostrar algo?». No era la primera vez que a
Rayo de Sol se le pasaba ese pensamiento por la cabeza. «¿A todos
nosotros? ¿O a sí misma?».
Antes de que pudiera decir algo más a Visión de Sombra, escuchó
pasos afuera de la guarida, y una voz familiar llamó:
—¿Puedo entrar?
—¡Fuego Ardiente! —exclamó Rayo de Sol.
Mientras, Visión de Sombra respondía:
—Claro que puedes.
Llena de alegría al ver al gato blanco y rojizo, Rayo de Sol sintió que
se relajaba. Fuego Ardiente siempre la hacía sentir segura y como en casa.
Cruzó la guarida y le dejó un ratón gordo en las patas.
—Yo mismo lo atrapé —maulló.
—¡Oh, gracias! Me muero de hambre. —Rayo de Sol le dio a Fuego
Ardiente una mirada radiante antes de comerse el ratón. Cuando se le quitó
el hambre, preguntó—: ¿Qué cosas emocionantes hiciste hoy, sin alguien
que te dijera lo que tienes que hacer?
Durante un par de latidos, Fuego Ardiente se quedó callado y Rayo de
Sol temió haber dicho algo equivocado. Pero entonces Fuego Ardiente
dejó escapar un gruñido de diversión.
—Oh, me aventuré en el bosque, a través de fuego, inundaciones y
espíritus oscuros, luchando contra todos ellos para traerte de vuelta un
trofeo: ¡este magnífico ratón!
El alivio inundó a Rayo de Sol. No podía imaginarse la vida sin Fuego
Ardiente, y lo último que quería era disgustarle. Creía que lo había amado
desde que era una cachorra, viajando con él y los otros gatos desde la
hondonada donde nació hasta el territorio del Clan de la Sombra.
—¡Qué guerrero tan valiente!—lo elogió.
—¿Y cómo está tu espalda? —preguntó Fuego Ardiente, mientras le
recorría el manto con la punta de la cola.
—Mucho mejor —Rayo de Sol le dijo—. Visión de Sombra dice…
Se interrumpió al oír pasos veloces afuera, y un instante después Salto
de Luz irrumpió en la guarida. Su manto se erizó de furia mientras se
acercaba a Rayo de Sol y la fulminaba con la mirada.
—¡Sé que fuiste tú quien me traicionó! —gruñó—. ¡Le dijiste a mis
padres que había estado actuando como una estúpida porque tengo una
especie de deseo de muerte!
—Eso no es… —comenzó Rayo de Sol, pero Salto de Luz siguió
largando palabras furiosas, sin escuchar nada de lo que ella decía.
—Estrella de Tigre y Ala de Tórtola realmente me hicieron pasar un
mal rato por mis elecciones de ayer. Y tienes que haber sido tú quien se los
dijo: tenían detalles que solo tú sabías.
Cuando Rayo de Sol tomó aliento para defenderse, Visión de Sombra
se interpuso entre las dos gatas.
—No fue Rayo de Sol quien se los dijo —maulló—. Fui yo.
Por un momento, Salto de Luz se quedó mirándolo boquiabierta,
dándole a su hermano la oportunidad de explicarse.
—Nadie está enojado contigo, Salto de Luz —le dijo—. Solo estamos
preocupados. No deberías esforzarte tanto por demostrar tu valía al Clan.
Yo he hecho lo mismo en el pasado, lo sabes tan bien como yo, y eso me
hizo cometer algunos errores bastante graves. Eres una fuerte guerrera del
Clan de la Sombra y una valiosa parte de nuestra familia. ¿No puedes
conformarte con eso?
Rayo de Sol estaba impresionada por la sabiduría de Visión de
Sombra; podía recordar lo inseguro de sí mismo que había sido cuando era
más joven. Se había hecho mucho más fuerte después de lo que había
sufrido en el Bosque Oscuro. Pero Salto de Luz claramente no lo veía así;
sus palabras solo la enfurecieron más.
—Ese parloteo te queda muy grande —se burló—. ¡Tú eres quien
permitió a Cenizo entrar a los Clanes y luego lo liberó!
Visión de Sombra dio un paso atrás, con una mirada herida. Rayo de
Sol sabía que Salto de Luz había sido una de sus pocos partidarios durante
los días más oscuros del reinado de Cenizo. Debía dolerle terriblemente
ver que estaba tan enojada como para culparle por eso.
—No necesito tu pena, ni tus consejos —continuó la guerrera—. Soy
perfectamente capaz de vivir mi propia vida. —Se dio la vuelta y salió de
la guarida.
Visión de Sombra lanzó una mirada incómoda a Rayo de Sol y a
Fuego Ardiente, y luego la siguió.
Rayo de Sol lo siguió con la mirada y luego dejó que su cabeza
descansara en el hombro de Fuego Ardiente.
—Esto es terrible —maulló—. Cuando le conté a Visión de Sombra la
verdad sobre cómo me lastimé, no esperaba que se lo dijera a Estrella de
Tigre. Sé que no es culpa mía, pero me siento culpable. ¡Salto de Luz es mi
mejor amiga!
Fuego Ardiente giró la cabeza para darle una reconfortante lamida en
la oreja.
—No te preocupes —le dijo—. Salto de Luz solo está pasando por un
momento difícil.
—Ojalá pudiera ir tras ella —Rayo de Sol respondió—. Si pudiera
salir de la guarida de los curanderos… —Luego se enderezó, mirando a
Fuego Ardiente a los ojos—. ¿Crees que podrías ir y hablar con Salto de
Luz por mí? —preguntó.
—¿Yo? —Fuego Ardiente parecía dudoso—. No estoy seguro de saber
qué decir.
—Oh, por favor —suplicó Rayo de Sol—. Tú me conoces lo
suficiente, solo dile a Salto de Luz lo que yo querría decirle. Eres el único
gato en quien confiaría para ayudar.
Fuego Ardiente dudó un momento más, luego asintió.
—De acuerdo, lo intentaré. Pero no puedo prometer que sirva de algo.
—¡Gracias! —Rayo de Sol presionó el hombro del gato blanco y
rojizo con la nariz—. Eres el mejor, Fuego Ardiente.
—Sí, lo sé —refunfuñó el gato de buen humor—. Hablaré con ella
más tarde. Ahora tengo que salir a patrullar. Solo vine a ver cómo estabas
antes de salir. —Se inclinó para entrechocar narices con Rayo de Sol y se
marchó con una palabra de despedida.
Todavía ansiosa, Rayo de Sol se terminó lentamente el ratón que le
había traído Fuego Ardiente; estaba tragando el último bocado cuando
Visión de Sombra regresó, con aspecto totalmente incómodo.
—¿Cómo está Salto de Luz? —Rayo de Sol preguntó.
—Sigue muy molesta —respondió Visión de Sombra—. Y me temo
que se dio cuenta de que debes haber sido tú quien me habló de su
comportamiento el otro día.
—Oh, supongo que debería haberlo visto venir —Rayo de Sol gimió,
y luego añadió—: Salto de Luz no es estúpida.
—Lo siento, pero hay algo más —Visión de Sombra maulló
suavemente—. Tan pronto como estés bien, Estrella de Tigre quiere hablar
contigo sobre el papel que jugaste en lo que pasó.
Rayo de Sol hizo una mueca. «Esto se pone cada vez peor —pensó—.
Primero me lastiman, luego mi mejor amiga se enoja conmigo, aunque fue
culpa suya… y ahora tengo problemas con el líder del Clan. ¿Dónde
acabará todo esto?».
CAPÍTULO 7
—Bien, probemos otra vez —maulló Corazón de Lirio.
Zarpa Flameante y su mentora estaban practicando movimientos de
lucha en un claro a las afueras del campamento del Clan del Trueno.
Corazón de Lirio estaba enseñando a Zarpa Flameante a zambullirse bajo
las patas extendidas de su oponente y derribarlo desde debajo. «Como si
no hubiera hecho esto tantas veces antes —refunfuñó para sí—. ¡Podría
hacerlo hasta dormido!».
—¿Ves esa rama baja? —Corazón de Lirio continuó—. Imagina que
es un gato atacándote. Ahora veamos el movimiento.
Zarpa Flameante reprimió un suspiro. «Era mucho más divertido
entrenar con los otros aprendices —pensó—. En ese entonces tenía un
oponente de verdad, no una estúpida rama». Era solo un recordatorio más
de que sus compañeros aprendices eran guerreros ahora, y él no.
—Vamos. —Corazón de Lirio movió los bigotes con impaciencia—.
El otro gato ya te habría arrancado el pelaje.
Apretando los dientes, Zarpa Flameante saltó hacia adelante, se
zambulló bajo la rama, y golpeó en donde estarían las patas del gato
imaginario. Luego rodó, rebotó de nuevo y se volvió hacia Corazón de
Lirio.
—Eso estuvo muy bien —comentó—. Aunque podrías apartarte
rodando más rápido. El único inconveniente de este movimiento es que
corres el riesgo de quedar aplastado bajo tu enemigo al caer. Inténtalo de
nuevo.
Zarpa Flameante volvió a intentarlo, asegurándose de rodar tan pronto
como hubo asestado el golpe.
—Sí, mucho mejor —lo elogió Corazón de Lirio—. Excepto que tu
cola se agitaba por todas partes. Mantenla metida. Ahora inténtalo de
nuevo.
La paciencia de Zarpa Flameante lo abandonó abruptamente.
—¡Ya sé todo esto! —se quejó.
Corazón de Lirio entrecerró los ojos.
—Está claro que no —espetó—, o ya serías un guerrero de pleno
derecho.
Zarpa Flameante no pudo reprimir un grito ahogado. Nunca habría
esperado que Corazón de Lirio dijera algo que le doliera tanto. La gata
parpadeó a modo de disculpa, pareciendo arrepentirse de sus duras
palabras.
—Mira, vamos a tener que trabajar juntos si quieres aprobar la
evaluación esta vez —maulló, con voz más suave—. Y tienes que recordar
que, independientemente de lo justo o injusto que te parezca todo esto,
sigues siendo mi aprendiz. Eso significa que lo que yo diga se hace.
Zarpa Flameante asintió, aceptando a regañadientes que su mentora
tenía razón.
—Lo sé. Lo siento, Corazón de Lirio. ¿Debería hacer el movimiento
de nuevo?
—No, creo que hemos terminado por ahora —contestó Corazón de
Lirio, mirando al cielo—. Se acerca el mediodía, y tengo que hacer una
patrulla fronteriza. Lo siento, Zarpa Flameante, tú no —añadió cuando
Zarpa Flameante se animó de repente—. Hay que cambiar los lechos de
los veteranos, así que puedes quedarte en el campamento y hacer eso.
«¡Eso no es justo!», pensó Zarpa Flameante, conteniendo un gemido.
Como ahora era el único aprendiz del Clan, todas las tareas aburridas y
desagradables recaían sobre él, y le llevaban más tiempo de lo normal.
Hubiera preferido patrullar la frontera del Clan del Viento con Corazón de
Lirio, pero después de haber sido regañado por quejarse, sabía que no
debía arriesgarse de nuevo.
—Está bien, Corazón de Lirio, yo me encargo —maulló, con la cola
caída.
Deslizándose de vuelta al campamento a través del túnel de espinas,
Zarpa Flameante se dirigió a la guarida de los veteranos bajo los arbustos
de avellano. Fronde Dorado era el único gato que estaba allí; se apartó
mientras Zarpa Flameante empezaba a recoger todo el musgo y helechos
sucios.
—Gracias, Zarpa Flameante. —El viejo gato ahogó un bostezo—.
Será bueno dormir sobre un lecho fresco. —Hizo una breve pausa y luego
agregó—: Así que… tu hermana, Pinzón Luminoso, es una guerrera ahora.
—Así es. —Zarpa Flameante mantuvo su respuesta corta. «Realmente
no quiero hablar de esto».
Pero Fronde Dorado pareció no darse cuenta de que estaba incómodo.
—No lo lograste esta vez —continuó—. ¿Por qué?
—Fallé mi evaluación.
—Sí, eso lo oí. —Fronde Dorado levantó una pata trasera para
rascarse la oreja—. Mala suerte. Pero, ¿qué salió mal?
«Oh, genial, así que tenemos que pasar por todo esto de nuevo. Por
favor, Clan Estelar, ¡dame paciencia para no arrancarle las orejas a este
cerebro de ratón!».
—Metí la pata en mi caza —Zarpa Flameante le dijo al veterano.
—Bueno, seguro que aprobarás la próxima vez —le maulló Fronde
Dorado amablemente—. A algunos gatos jóvenes les lleva un tiempo
crecer para que les quede el pelaje.
«Oh… cállate de una vez, ¿quieres?».
—Ciertamente vienes de una línea de grandes gatos —declaró Fronde
Dorado—. Sé que estarás a la altura.
Zarpa Flameante se limitó a asentir bruscamente. Sabía que el viejo
gato pretendía ser amable, pero todo lo que decía Fronde Dorado no hacía
más que enojarle más. Se sintió aliviado cuando un coro de chillidos
emocionados estalló detrás de él; se volvió para ver a los cachorros de
Pelaje Manchado, Pequeño Tallo, Pequeña Erizada y Pequeño Gris,
aparecer saltando de la nada.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Pequeño Tallo.
Pequeña Erizada olfateó con curiosidad los materiales de lecho.
—¡Oh, todo eso apesta! —exclamó, saltando hacia atrás.
—¡Queremos ayudar! —Pequeño Gris aulló.
Mirando a su alrededor en busca de su madre, Zarpa Flameante se dio
cuenta de que Pelaje Manchado dormitaba afuera de la maternidad. Se
preguntó si debía despertarla, pero luego pensó que probablemente
necesitaba descansar y que era divertido estar con los cachorros.
—Eres un aprendiz, ¿no? —preguntó Pequeña Erizada, mirando a
Zarpa Flameante con los ojos muy abiertos—. ¡Eso es genial!
Bueno, al menos algún gato piensa que ser aprendiz es algo
emocionante, pensó Zarpa Flameante, con la diversión sustituyendo a su
enfado.
—Queremos ser aprendices —Pequeño Tallo le informó a Zarpa
Flameante—. Pero Pelaje Manchado dice que tenemos que esperar hasta
que tengamos seis lunas.
—¡Falta una eternidad! —se quejó Pequeño Gris—. Queremos ser
aprendices ahora.
—Entonces seremos aprendices ahora —Pequeña Erizada anunció—.
Zarpa Flameante, tú serás nuestro mentor.
—De acuerdo, entonces —maulló Zarpa Flameante, entrando en el
espíritu del juego—. Si son aprendices, tienen que ayudarme a limpiar este
viejo lecho.
—¡Claro! Podemos hacerlo —Pequeño Gris aceptó con entusiasmo.
Pequeño Tallo y Pequeño Gris se zambulleron en la guarida de los
veteranos y empezaron a apilar el musgo y helecho con sus pequeñas
patas. Pequeña Erizada dudó un momento, arrugando la nariz, y luego se
lanzó alegremente a los montones con sus hermanos de camada. Zarpa
Flameante pensó que se les pegaba más en el manto de lo que recogían,
pero al menos lo intentaban.
Fronde Dorado soltó una risita desde lo más profundo de su pecho.
—Tienes las patas llenas —comentó.
Con Zarpa Flameante ayudando y dirigiendo, los cachorros pronto
habían limpiado dos de los cuatro lechos de los veteranos. El gato negro
estaba empezando a hacer bolas con el musgo y las helechos para llevarlas
fuera del campamento, cuando oyó a una gata aullar desde el centro del
claro.
—¡Cachorros! ¡Cachorros, ¿dónde están?!
Al girarse, Zarpa Flameante vio a Dalia, la gata de color crema que
ayudaba en la maternidad, dando vueltas con aire agitado mientras buscaba
a los cachorros. Agitó la cola para atraer su atención.
—¡Hey, Dalia! Están por aquí.
Dalia llegó saltando a través del campamento hasta la guarida de los
veteranos, mirando asombrada mientras su mirada se posaba en los
cachorros.
—Zarpa Flameante, ¿qué crees que estás haciendo? —preguntó—.
¡Pequeño Gris, deja eso!
Volviéndose hacia la guarida, Zarpa Flameante vio que Pequeño Gris
había encontrado una ramita en alguna parte, la estaba agarrando con las
mandíbulas y la estaba agitando; Pequeño Tallo tuvo que retroceder de un
salto para evitar que se la clavara en el ojo. Al oír la voz de Dalia, Pequeño
Gris soltó la ramita y se quedó mirando con cara de culpabilidad.
—Solo están jugando a ser aprendices —Zarpa Flameante explicó—.
Querían ayudar.
—Hay una razón por la que los cachorros no se hacen aprendices
hasta que tienen seis lunas de edad —maulló Dalia, moviendo las orejas,
irritada—. Son demasiado jóvenes para ayudar con seguridad.
—Supongo… —Zarpa Flameante murmuró, empezando a sentirse tan
culpable como Pequeño Gris. «Me está hablando como si fuera un
cachorro».
—En el futuro —continuó Dalia—, si ves a los cachorros corriendo
sin supervisión, deberías buscarme a mí o a Pelaje Manchado. Vamos,
pequeños, hora de la siesta.
Los tres cachorros salieron de la guarida, deteniéndose para sacudirse
el manto, rociando a los gatos mayores con restos de musgo y escombros.
—¡Nunca podemos divertirnos! —se quejó Pequeño Gris.
—¡Sacarse un ojo no es divertido! —Dalia exclamó, moviendo la cola
alrededor de los cachorros para llevarlos de vuelta a la maternidad.
Zarpa Flameante los vio irse y empezó a recoger el resto del lecho.
Movió la cola con frustración. «No puedo hacer nada bien —pensó—. Ni
siquiera jugar con los cachorros».
El sol se había ocultado tras los árboles, pero aún había luz en el cielo
cuando Manto de Chispas, quien estaba comiendo una ardilla junto al
montón de carne fresca, llamó a Zarpa Flameante con un movimiento de la
cola.
—Ven a compartir —le invitó.
Zarpa Flameante sintió un cálido pulso de sorpresa de que su madre lo
hubiera elegido. Mientras se acercaba, se preguntó si ella le preguntaría
por su evaluación fallida. Aunque había ocurrido hacía varios días, aún no
habían hablado de ello. «Porque nunca hablamos de cosas difíciles».
Estaba claro que Manto de Chispas no iba a hablar de ello ahora.
—¿Tuviste un buen día? —preguntó; Zarpa Flameante pensó que
sonaba tan educada y formal como si estuviera hablando con un gato de
otro Clan.
—Sí, gracias —Zarpa Flameante contestó, igual de educado—. Hice
entrenamiento de batalla con Corazón de Lirio.
—Seguro que lo hiciste bien. —Manto de Chispas empujó a la ardilla
hacia él—. Vamos, come.
Zarpa Flameante se relajó un poco al hincarle el diente a la suculenta
carne, solo para levantar la mirada con recelo cuando Corazón de Lirio se
acercó a él a grandes zancadas, con el pelaje atigrado oscuro erizado y la
punta de la cola crispada. «¡Oh, no! —gimió Zarpa Flameante para sus
adentros—. ¿Y ahora qué hice?».
—Acabo de hablar con Dalia —su mentora maulló, deteniéndose a su
lado—. ¿Estabas usando a los cachorros de Pelaje Manchado para ayudarte
con tus tareas de aprendiz?
—¡No, no lo hice! —replicó Zarpa Flameante indignado—. Vinieron a
mí cuando estaba limpiando la guarida de los veteranos, y querían jugar a
ser aprendices. Simplemente les dejé; no pretendía hacerle daño a nadie.
Corazón de Lirio lo miró durante varios latidos, con los ojos
entrecerrados.
—No hay nada malo en jugar con los cachorros —declaró al fin—.
Pero tienes que tener cuidado. No deberían hacer tareas para aprendices.
Zarpa Flameante sintió que la frustración aumentaba en su interior y
luchó por mantener la calma. Entonces, para su sorpresa, su madre levantó
la mirada de su presa y encaró a Corazón de Lirio.
—¡En serio, Corazón de Lirio! —maulló—. Parece un malentendido
honesto. Los cachorros son muy lindos, y no aceptan un «no» por
respuesta cuando tienen una idea en sus cabecitas peludas. Estoy segura de
que Zarpa Flameante aprendió la lección y no volverá a cometer el mismo
error, ¿verdad, Zarpa Flameante?
—Claro que no —el aprendiz coincidió, agradecido de que su madre
lo entendiera.
Corazón de Lirio dudó un momento, y luego asintió satisfecha.
—Bueno, te veré para más entrenamiento por la mañana. —Se dirigió
al montón de carne fresca para elegir una presa para ella.
—Gracias, Manto de Chispas —maulló Zarpa Flameante.
—No hay de qué. Seguro que tenías buenas intenciones. Ahora deja de
preocuparte y disfruta de tu ardilla.
Zarpa Flameante se alegró de hacer justamente eso. Manto de Chispas
comió en silencio durante unos momentos, luego levantó la cabeza, dando
a Zarpa Flameante una mirada incómoda.
—He notado, bueno, realmente no pude no notar, que pareces estar
luchando con tu aprendizaje.
Mientras ella hablaba, Zarpa Flameante sintió que su manto empezaba
a arder de vergüenza e incomodidad. Se había sentido muy bien cuando
Manto de Chispas lo había defendido. «Y ahora me está regañando, ¡como
cualquier otro gato!».
—Debe de ser duro para ti —continuó su madre—, que Pinzón
Luminoso fuera nombrada guerrera de pleno derecho y tú no. ¿Te pone
ansioso?
—¿Y a ti qué te importa? —soltó Zarpa Flameante, con la vieja rabia
creciendo en su interior.
Manto de Chispas parecía aún más incómoda, encontrando claramente
difícil sostener la mirada de Zarpa Flameante.
—Me importa porque eres mi hijo.
—¡Oh, claro! —se burló el gato negro.
—Hay grandes expectativas puestas en ti debido a tu sangre —ella
continuó, ignorando la interrupción—. Perteneces a una familia que ha
hecho grandes cosas por nuestro Clan: Corazón de Aliso, Esquiruela,
Estrella Zarzosa, todo el camino hasta…
—Estrella de Fuego —Zarpa Flameante terminó amargamente.
—Sí. Y puedo entender que no quisieras esa presión, Corazón de Aliso
y yo también la sufrimos, pero no podemos controlar quiénes somos. No
podemos controlar lo que nuestros compañeros de Clan piensan cuando
nos miran, o cómo hablan cuando uno de nosotros está… bueno, cuando le
está costando. Pero es un regalo, realmente, tener a Estrella de Fuego en
nuestra sangre.
—¡Yo no lo quiero! —espetó Zarpa Flameante. No había planeado
decir eso, pero cuando vio que Manto de Chispas lo miraba sorprendida,
supo que tenía que justificarse—. Nunca pedí ser pariente de Estrella de
Fuego. No me siento como un pariente de Estrella de Fuego. Todos los
gatos dicen que tú te pareces a él, y Pinzón Luminoso al menos tiene un
poco de naranja en su pelaje, ¡pero yo soy un gato completamente negro!
Mientras hablaba, algo empezó a hincharse dentro de Zarpa
Flameante, tal vez porque el peso de las expectativas de su madre se había
vuelto demasiado para soportar, o tal vez porque, por fin, estaba hablando
de cosas serias con su madre.
—Además —añadió, esforzándose por mantener la voz firme—,
tampoco me siento unido a ti, porque me abandonaste cuando te
necesitaba. ¡Incluso Pinzón Luminoso me abandonó cuando se unieron al
campamento de los exiliados!
—No tuve elección —comenzó Manto de Chispas.
—¡Tal vez sea cierto, pero ni siquiera viniste a ver cómo estaba! —la
interrumpió Zarpa Flameante, su resentimiento se desbordaba.
Manto de Chispas abrió los ojos de par en par y levantó las orejas;
estaba claro que le habían dolido sus palabras. Después de unos latidos,
maulló suavemente:
—Eres todo negro, igual que tu padre.
Zarpa Flameante se miró las patas.
—Quizá Canto de Alondra me habría entendido —murmuró—. Pero
nunca lo sabré.
Manto de Chispas sacudió la cabeza con impotencia, pareciendo no
saber qué más decir. Zarpa Flameante ni siquiera recordaba qué había
querido cuando le dijo esas cosas a su madre. Con todos los pelos del
manto ardiendo, se levantó y se alejó pesadamente, completamente
consciente de las miradas de algunos compañeros de Clan que estaban
cerca. Pasó junto a Corazón de Aliso, quien lo observaba con amable
curiosidad, y casi se detuvo para hablarle. Corazón de Aliso nunca había
sido más que amable. Pero no era un padre. Zarpa Flameante siguió
caminando a través del túnel de espinas y se detuvo bajo un grupo de
árboles, tratando de calmarse. «Me siento como una estúpida bola de pelo
—se dijo, preguntándose por qué siempre se sentía así cuando trataba de
explicar sus problemas—. ¿Qué quería que dijera Manto de Chispas?
¿Qué podía decir?».
—¿Zarpa Flameante?
La voz de Raya de Acedera sonó desde algún lugar detrás de él; Zarpa
Flameante se volvió y vio, acercándose desde la dirección del
campamento, a la gentil gata marrón oscuro que lo había cuidado cuando
Manto de Chispas estaba deprimida.
—Parecías molesto —maulló—. Lo siento mucho. ¿Hay algo que
pueda hacer para ayudarte?
Aunque Zarpa Flameante todavía luchaba por encontrar las palabras
que expresaran lo que sentía, siempre había sido más fácil hablar con Raya
de Acedera que con su propia madre.
—Es que… Hoy dejé que los cachorros me ayudaran, solo por
diversión, y Corazón de Lirio me regañó por ello. ¿Por qué siempre siento
que estoy haciendo las cosas bien, pero todos los demás gatos piensan que
estoy mal? Pensé que era un buen aprendiz. Pensé que sería un buen
guerrero…
—Lo eres, y lo serás —Raya de Acedera le aseguró, apretándole la
mejilla reconfortantemente con la nariz—. Si estás seguro de estar
preparado, deberías pedirle a Corazón de Lirio otra evaluación. No tienes
que esperar a que ella crea que estás listo. Puedes demostrárselo a ella, a
todos los gatos. Especialmente a ti mismo, Zarpa Flameante. Yo creo en ti
—ronroneó.
Zarpa Flameante se sintió tan conmovido por sus palabras que durante
varios latidos no pudo hablar. Por fin, acercó su nariz a la de ella.
—Gracias, Raya de Acedera.
—No me lo agradezcas —le maulló su madre adoptiva—. En vez de
eso, demuéstramelo.
De repente lleno de resolución, Zarpa Flameante se irguió.
—Lo haré —prometió—. Haré lo que haga falta para que estés
orgullosa de mí.
CAPÍTULO 8
El sol se estaba poniendo sobre el campamento del Clan del Río mientras
el Clan esperaba el regreso de Juncal y su patrulla de caza. Todos los gatos
habían encontrado alguna razón para estar en el claro; Zarpa Escarchada
podía saborear la anticipación nerviosa en el aire, y sentía el corazón
palpitando fuertemente contra su caja torácica. Le hormigueaba el pelaje
de expectación, pero aun así temía el momento en que Juncal se enterara
de la terrible noticia. A su lado, Ala de Mariposa estaba de pie, con los
pensamientos nadando como pececillos en sus ojos ámbar. Había aceptado
ser la gata que anunciara la muerte de Estrella Vaharina al hijo de la líder
del Clan.
Los olores mezclados de gatos y presas anunciaron el regreso de la
patrulla de caza. Un zumbido de emoción y aprensión recorrió a los gatos
reunidos, como si un enjambre de abejas hubiera descendido de repente
sobre el claro. Zarpa Escarchada observó cómo los guerreros se
arrastraban a través de los matorrales de avellanos y zarzas que rodeaban
el campamento. Luz de Vaina iba en cabeza, seguido de Nariz de Niebla,
Cola Salpicada y luego Pluma Rizada. Zarpa Escarchada esperó unos
latidos, esperando ver a Juncal en la retaguardia, pero no apareció. Los
otros cuatro gatos arrastraban una enorme cantidad de presas, pero el
lugarteniente del Clan no estaba con ellos.
Ala de Mariposa se adelantó.
—¿Dónde está Juncal? —preguntó así sin más.
Luz de Vaina se detuvo, moviendo la cola mientras dejaba caer los dos
campañoles que llevaba.
—También me alegra verte, Ala de Mariposa —maulló, con una
mirada divertida—. ¿Juncal no está aquí con ustedes?
Ala de Mariposa negó con la cabeza, mientras un murmullo confuso
se elevaba desde el Clan. A Zarpa Escarchada le picaron las almohadillas
con la repentina sensación de que algo estaba mal.
—Seguro volverá pronto —maulló Nariz de Niebla—. ¿Vieron todas
las presas que trajimos? ¡Fue un día de caza fantástico!
Ala de Mariposa dejó que su mirada viajara lentamente sobre la
patrulla.
—Hay noticias terribles —anunció—. Estrella Vaharina ha muerto.
La diversión se esfumó de los ojos de Luz de Vaina y miró a Ala de
Mariposa con incredulidad.
—¿Cómo? —preguntó finalmente—. ¡Seguro que no estaba en su
última vida!
—Fue repentino —la curandera de pelaje dorado explicó—, y no creo
que sintiera mucho dolor. Pero esta era su última vida. Ahora se ha unido
al Clan Estelar; Zarpa Escarchada habló con Blima, quien acogió a Estrella
Vaharina en sus terrenos de caza.
Los cuatro gatos de la patrulla se quedaron mirándose unos a otros en
un silencio atónito durante unos momentos. Zarpa Escarchada pensó que
su madre parecía especialmente sorprendida, con los ojos muy abiertos e
incrédulos. Fue ella quien habló al fin.
—Fue una gran líder.
Su mirada se posó por un momento en Zarpa Escarchada, cálida y
comprensiva, como preguntándole si estaba bien. La aprendiza asintió con
la cabeza.
—Estrella Vaharina era increíble —Pluma Rizada continuó, con los
bigotes caídos—. ¿Recuerdan cómo volvió a unir al Clan después de que
Cola Oscura casi nos destruyera?
—Y después de eso fue tan valiente, al adentrarse en el Bosque
Oscuro para derrotar a Cenizo —Luz de Vaina maulló, con la voz llena de
asombro—. Ella debía haber sabido que estaba en su última vida en ese
entonces.
—Sacrificó tanto por su Clan —declaró Cola Salpicada.
Murmullos del mismo asombro surgieron de los gatos reunidos
mientras se unían con más recuerdos de Estrella Vaharina, acurrucándose
entre sí como si sintieran la pérdida de su líder como un viento frío que
barría al Clan.
Finalmente, Ala de Mariposa interrumpió.
—Sobre Juncal… Lo necesitamos urgentemente. Tendrá que ir pronto
a la Laguna Lunar, para reclamar sus nueve vidas y convertirse en Estrella
de Juncal.
Luz de Vaina sacudió la cabeza, desconcertado.
—No sé a dónde fue. Perdimos su rastro; pensé que se había alejado,
persiguiendo a un conejo o algo así.
—Así es —maulló Pluma Rizada—. Intentamos buscarlo, seguimos su
rastro de olor, pero anoche llovió y el suelo está demasiado húmedo para
retener algún aroma. Al final pensamos que estaría esperándonos aquí en el
campamento.
—Bueno, no está aquí —Nariz Malva dijo.
Cielo Nocturno parpadeó ansiosamente.
—¿Creen que deberíamos preocuparnos? —preguntó ella.
—Es un poco pronto para eso. Pero Juncal es un guerrero responsable
—murmuró Ala de Mariposa, medio para sí misma—. No se iría así como
así. —Zarpa Escarchada vio un destello de pánico en los ojos de su
mentora, aunque en un latido se recompuso, luchando claramente por
mantener la calma—. No —declaró al fin—. Probablemente Luz de Vaina
tenga razón. Lo más probable es que se distrajera persiguiendo alguna
presa y la siguiera hasta un barranco del que le está costando salir, o que se
perdiera.
«¿De verdad?». Zarpa Escarchada no pudo reprimir sus dudas.
«¿Cuando conoce nuestro territorio tan bien?». Aunque esperaba que Ala
de Mariposa tuviera razón, empezó a creer que algo podría haberle pasado
a Juncal. Tal vez había tenido un accidente, o se había encontrado con un
zorro o un tejón. «Pero no puedo decir eso. Solo hará que todos se
preocupen aun más».
—La luz se está desvaneciendo —Ala de Mariposa continuó,
irguiéndose más con aparente confianza—. Necesitamos enviar grupos de
búsqueda ahora si queremos tener alguna esperanza de encontrarlo esta
noche.
—Sí, debemos encontrarlo pronto —señaló Pluma Rizada.
—Es el peor momento posible para que esto suceda —Vespertina
declaró, erizando el manto.
—¿En qué estaba pensando? —refunfuñó Nariz de Búho—. ¡Se
suponía que debía liderar la patrulla, no vagar como un aprendiz tonto!
Algún gato habló desde el fondo de la multitud, con la voz hueca de
ansiedad.
—¿Y si nunca lo encontramos?
—Claro que lo encontraremos —Pluma Rizada maulló con
brusquedad—. Tenemos que hacerlo. Si no… —Dejó que su voz se
desvaneciera.
Zarpa Escarchada vio que Ala de Mariposa se estremecía, aunque no
dijo nada. Pero la curandera no necesitó hablar para que Zarpa Escarchada
entendiera lo que su madre quería decir: «Si no, el Clan del Río se quedará
sin líder». ¿Y entonces qué pasaría? «¿Había pasado esto antes?».
—Ala de Mariposa, ¿vas a elegir los grupos de búsqueda? —Pluma
Rizada preguntó.
Por un momento, Ala de Mariposa dudó. Zarpa Escarchada la vio
mirar a su alrededor, y de pronto se dio cuenta de que no había ningún gato
obvio que debiera tomar la decisión. ¿Era Ala de Mariposa, como
curandera, quien debía hacerlo, o debía ser un guerrero veterano?
Entonces la gata atigrada se sacudió el manto.
—Sí, gracias, Pluma Rizada. Nariz de Búho, Manto Refugiado, Cola
de Lagartija, ustedes pueden liderar. Llévense a los gatos que quieran. Luz
de Vaina, tú y tu patrulla no necesitan salir de nuevo, pero organicen una
guardia aquí, en caso de que haya problemas que no conozcamos.
—Nos aseguraremos de que el campamento esté a salvo —prometió
Pluma Rizada.
—¿Qué deberíamos hacer si nos encontramos con una patrulla
fronteriza del Clan de la Sombra o del Clan del Viento? —preguntó Nariz
de Búho mientras los gatos se dividían en grupos—. ¿Deberíamos
mencionar…?
—Todavía no —Ala de Mariposa maulló con decisión—. Lo último
que necesitamos es que los otros Clanes se metan en nuestros asuntos.
Pero si Juncal sigue desaparecido por la mañana, no tendremos otra
opción.
El campamento parecía desolado una vez que los grupos de búsqueda
se habían ido. La patrulla de caza añadió sus capturas al montón de carne
fresca, haciéndolo tan grande como Zarpa Escarchada nunca lo había visto,
pero ningún gato podía hacer más que picotear sin entusiasmo las presas.
—Debemos prepararnos para la vigilia de Estrella Vaharina —Ala de
Mariposa declaró.
Zarpa Escarchada se sintió exhausta con solo pensarlo. La conmoción
por la desaparición de Juncal había alejado de su mente la idea de la
despedida del Clan a su líder.
—No será difícil rendir homenaje a Estrella Vaharina —maulló Manto
Reluciente—. Era una gata tan importante para nosotros los del Clan del
Río. Hizo tanto por tantos…
Un sonido ahogado salió de la garganta de Ala de Mariposa. Girando
sobre sí misma, huyó a través del claro y desapareció en dirección a su
guarida.
—Debe de estar agotada —Zarpa Escarchada murmuró a su madre—.
Trató de salvar a Estrella Vaharina, y luego tuvo que ser fuerte para el resto
del Clan. Supongo que, ahora que las patrullas están fuera, ya no puede
ocultar su dolor.
Pluma Rizada sacudió la cabeza, dejando escapar un suspiro de pena y
compasión.
—Ala de Mariposa y Estrella Vaharina fueron cercanas durante mucho
tiempo —maulló—. Tal vez más cercanas aun desde que resolvieron su
disputa sobre los rebeldes, y Ala de Mariposa regresó del Clan de la
Sombra.
Nariz de Niebla asintió.
—¿Cómo nos las arreglaremos sin Estrella Vaharina? Ella guió a
nuestro Clan en tiempos tan difíciles.
—Juncal será un buen líder —Luz de Vaina declaró con tristeza—.
Pero no será lo mismo.
Mientras sus compañeros de Clan seguían discutiendo la pérdida de
Estrella Vaharina, Zarpa Escarchada se puso lentamente de pie. Ante la
mirada interrogante de su madre, murmuró:
—Debería ir a ayudar a Ala de Mariposa.
Zarpa Escarchada inclinó la cabeza hacia el resto de los gatos, luego
salió del claro y saltó al tramo de guijarros entre el arroyo y la guarida de
curandería. Apartando la vegetación colgante que cubría la entrada, vio a
Ala de Mariposa profundamente acurrucada en su lecho, con las patas y la
cola sobre la cara. Profundos escalofríos recorrían su cuerpo.
—¿Ala de Mariposa? —Zarpa Escarchada maulló suavemente.
La curandera no respondió.
Adentrándose en la guarida, la gata gris claro puso una pata en el
hombro de su mentora.
—Lo siento mucho —continuó—. Sé que eras muy cercana a ella.
—No puedo creer que nunca volveré a hablar con ella. —La voz de
Ala de Mariposa estaba ahogada; no se movió ni miró a la aprendiza—.
Perdimos tanto tiempo mientras estuve con el Clan de la Sombra. Tal vez
fui demasiado orgullosa.
—Estrella Vaharina también era orgullosa. —Zarpa Escarchada se
acomodó junto al lecho, rozó el manto de Ala de Mariposa con el suyo—.
Pero admitió que estuvo mal luchar del lado de Cenizo. Y sé que entendió
por qué no volviste —maulló.
Ala de Mariposa dejó escapar un largo suspiro y giró la cabeza para
mirar de reojo a Zarpa Escarchada.
—¿Tú crees que Estrella Vaharina estaría dispuesta a hablar conmigo?
—le preguntó—. ¿Podrías ir a ver cómo está en el Clan Estelar?
—No estoy segura de que funcione así —contestó Zarpa Escarchada.
Era extraño tener que explicarle aquello a su mentora, cuando acababa
de ser nombrada aprendiza. «¿Y quién me explica las cosas a mí?».
—Por lo que tengo entendido, los gatos del Clan Estelar se comunican
con nosotros, no al revés. No puedes elegir con quién hablar.
—Pero podrías intentarlo. —La mirada ámbar de Ala de Mariposa
ardía de entusiasmo—. No sé cómo funciona. Siempre he estado aislada
del Clan Estelar, o me aislé yo misma. Pero… ¿no podrías intentarlo,
Zarpa Escarchada?
Zarpa Escarchada no estaba segura de que funcionara; solo había
contactado con el Clan Estelar dos veces. E incluso entonces no había sido
capaz de hablar con el espíritu. Pero se preocupaba por su mentora, tan
desesperadamente afligida, y quería aliviar su dolor.
—Por supuesto —respondió.
«Por favor, Clan Estelar, no me dejes fracasar —rezó—. Eso solo
lastimaría más a Ala de Mariposa».
Estiró las patas, las puso sobre las de Ala de Mariposa y cerró los ojos,
intentando recordar lo que había hecho para facilitar el paso de Estrella
Vaharina al Clan Estelar. «Por favor —pensó, intentando elevar su mente a
través de una distancia incalculable hacia las estrellas—. Por favor,
Estrella Vaharina…». Durante mucho rato, Zarpa Escarchada no pudo ver
nada, solo una neblina gris. Pequeños recuerdos del día parpadearon en su
mente: Estrella Vaharina cayendo; Pluma Rizada advirtiendo que pronto
tendrían que encontrar a Juncal; el enorme montón de carne fresca.
Entonces sonó una voz en su cabeza: Debemos seguir adelante.
El corazón de Zarpa Escarchada empezó a latir más rápido al
reconocer la voz de Estrella Vaharina, que sonaba tan clara como cuando la
líder convocaba a su Clan a una reunión. Concentrándose para recordar
cada detalle del rostro de Estrella Vaharina, captó un repentino destello de
sus ojos azul hielo. «¡Estrella Vaharina! —pensó con fiereza—. ¿Eres tú?
¿Estás bien?». Pero el destello azul se había desvanecido. Una y otra vez
Zarpa Escarchada trató de recuperarlo, el silencio se hacía más pesado
mientras esperaba ansiosa que se reanudara el contacto. Pero no podía ver
nada, excepto la neblina gris que se arremolinaba. Ahora incluso sus
recuerdos la habían abandonado; tenía que aceptar que por ahora todo
había terminado.
Por fin Zarpa Escarchada abrió los ojos y vio a Ala de Mariposa
mirándola esperanzada.
—¿Viste algo? —preguntó la curandera.
Zarpa Escarchada asintió.
—Sí —contestó en voz baja—. Estrella Vaharina me dijo que debemos
seguir adelante.
Ala de Mariposa respiró asombrada.
—Sabía que nos hablaría —murmuró—. Sabe que la extrañaré
mucho… Pero tiene razón. Todos debemos seguir adelante. —Estiró una
pata y la puso sobre la de Zarpa Escarchada—. Gracias —maulló—.
Gracias desde el fondo de mi corazón.
Zarpa Escarchada aún se sentía débil por el dolor de los terribles
sucesos del día, pero las palabras de Ala de Mariposa la llenaron de
calidez. «Ayudé a mi mentora, y a mi Clan».
CAPÍTULO 9
Rayo de Sol saltó por el campamento, las patas le picaban por las ansias de
moverse. Por fin la habían liberado de la guarida de los curanderos y le
habían permitido volver a sus deberes de guerrera, y por primera vez en
días podría unirse a una patrulla de caza. Casi podía saborear la calidez de
la presa que cazaría. Trigueña estaba reuniendo a su patrulla afuera de la
guarida de los guerreros. Pelaje de Carbón y Manto de Espiral estaban con
ella; los pasos de Rayo de Sol se ralentizaron cuando se dio cuenta de que
la cuarta gata era Salto de Luz. La ansiedad se apoderó de ella, su
entusiasmo disminuyó, al recordar cómo Estrella de Tigre le había hablado
el día anterior sobre su participación en el accidente cuando Salto de Luz
había caído árbol. No la había castigado, pero la había culpado de haber
seguido la mentira de la atigrada oscura.
—Ten cuidado —le había advertido—. Porque te estaré vigilando.
«¡Qué injusto! —pensó para sus adentros—. Yo no hice nada malo, y
aun así terminé en problemas». Pero incluso más que el recuerdo de la
reprimenda del líder del Clan, Rayo de Sol estaba preocupada por la forma
en que Salto de Luz ya no quería ser su amiga. «¿Cómo puedo
concentrarme en patrullar si sigue siendo tan hostil?».
Trigueña guió a su patrulla hacia el lago en dirección a la zona de ocio
de los Dos Patas en la frontera con el Clan del Río. Los olores del
campamento no se habían desvanecido del todo antes de que Rayo de Sol
notara que Salto de Luz se había quedado en la retaguardia del grupo,
caminando desganada con la cabeza gacha y la cola caída. Rayo de Sol
aflojó el paso y dejó que el resto de la patrulla se adelantara un poco para
poder caminar junto a Salto de Luz. «Si me deja explicarle por qué se lo
dije a Visión de Sombra, entenderá que solo intentaba ayudar. Tal vez
entonces podamos volver a ser amigas de verdad».
—Salto de Luz, tengo que hablar contigo —comenzó—. Nunca quise
meterte en problemas. Se lo conté a Visión de Sombra porque…
—Sí, se lo contaste a Visión de Sombra —Salto de Luz siseó, girando
la cabeza para mirar a Rayo de Sol—. Cuando prometiste no decírselo a
nadie. ¡Confié en ti!
—Lo siento, pero solo quería ayudar —se defendió Rayo de Sol—. Sé
lo infeliz que estás, Salto de Luz. Pero, en serio, ningún gato te culpa por
no haber ido al Bosque Oscuro. Yo no me habría atrevido a poner una pata
allí, ni por todos los ratones que hay en el bosque. No tienes que…
—No quiero hablar del Bosque Oscuro —Salto de Luz interrumpió,
con los labios contraídos en un gruñido—. Y desde luego no quiero hablar
contigo.
—Pero yo solo quiero que seamos amigas…
Rayo de Sol dejó que su voz se apagara mientras Salto de Luz
aumentaba la velocidad para alcanzar a la patrulla principal. Cuando estaba
a punto de alcanzarlos, pareció darse cuenta de que tampoco quería estar
con ellos; se desvió hacia un lado, de modo que seguía caminando sola.
Rayo de Sol sintió un dolor en el pecho, como si una enorme zarpa le
oprimiera el corazón. «¡Salto de Luz ni siquiera quiere hablarme!».
Entonces oyó un pequeño chillido, que se cortó cuando uno de sus
compañeros de Clan atrapó un ratón. Rayo de Sol se dio cuenta de que
desde que había salido del campamento, sus pensamientos habían estado
llenos de Salto de Luz; ni siquiera había intentado saborear el aire o
escuchar si había presas. «Voy a echar a perder esta patrulla si no tengo
cuidado».
Levantando la cabeza, Rayo de Sol llamó a Trigueña:
—¡Voy a probar aquí abajo! —Señaló con la cola un lugar donde la
maleza era más espesa.
—¡Está bien! —Trigueña le contestó.
Rayo de Sol siguió un estrecho sendero cubierto de pasto entre los
helechos, aguzando el oído y deteniéndose a probar el aire cada pocos
pasos. Pronto llegó a una hondonada donde podía agazaparse sin ser vista
bajo las frondas arqueadas y esperar a su presa. Pero ni siquiera ahora
podía concentrarse en los olores y los pequeños movimientos a su
alrededor.
«¿Salto de Luz superará esto algún día y volverá a ser mi amiga? ¿Y
si no lo hace?». Distraída por sus oscuros pensamientos, Rayo de Sol no se
dio cuenta de la ardilla que pasó correteando junto a ella hasta que su cola
casi le rozó la punta de la nariz. Salió corriendo de entre los helechos,
agarrando a la ardilla con las patas delanteras, pero llegó demasiado tarde.
La persiguió mientras su presa se dirigía al árbol más cercano, pero la
ardilla subió corriendo por el tronco cuando ella aún estaba un par de
zorros por detrás y se detuvo por encima de su cabeza, en una rama que
Rayo de Sol sabía que era demasiado delgada para soportar su peso.
—Excremento de zorro —gruñó, mirando a la ardilla—. Bien, esta
vez has tenido suerte. ¡Pero ten cuidado, eso es todo!
Fallar lo que debería haber sido una captura fácil hizo que Rayo de Sol
se sintiera aun peor. «¡Tengo que concentrarme y empezar a comportarme
como una guerrera!».
Cuando se dio la vuelta, decidida a dejar a un lado sus preocupaciones
y concentrarse en la caza, Rayo de Sol oyó un aullido de rabia en algún
lugar muy por delante de ella, como si un gato hubiera sido sorprendido de
repente por un enemigo. Fue seguido —de forma débil, debido a la
distancia— por el gruñido húmedo de un gato que luchaba. Rayo de Sol se
quedó inmóvil y aguzó el oído en la dirección de los ruidos. No oyó nada
más; con cautela, empezó a dirigirse hacia el ruido, manteniéndose al
refugio de los helechos o de las sombras proyectadas por los troncos de los
árboles mientras se abría paso entre ellos. Con el corazón latiéndole
desagradablemente, Rayo de Sol trató de pensar quién podría estar
luchando en el territorio del Clan de la Sombra. «Ahora mismo no tenemos
enemigos». Desde el regreso de Estrella Zarzosa del Bosque Oscuro y la
derrota de Cenizo, había paz entre los Clanes. «Debe tratarse de
proscritos». El coraje de Rayo de Sol vaciló ante la idea. Nunca había
tenido mucho trato con proscritos, pero los gatos mayores que se juntaban
alrededor del montón de carne fresca por las noches contaban historias
terribles sobre ellos. Intentó imaginarse a sí misma luchando, repasando
los mejores movimientos y técnicas a utilizar, pero eso solo le hizo darse
cuenta de que no tenía ni idea de a cuántos gatos se enfrentaría. Era muy
consciente de que se había separado de la patrulla de caza; ahora estaba
completamente sola. «¿Es realmente prudente que me meta en una
pelea?». Rayo de Sol decidió que lo más sensato que podía hacer era
buscar al resto de sus compañeros de Clan y contarles lo que había oído.
Trigueña, como guerrera más veterana, podía decidir qué hacer. «Además
—añadió para sí misma—, el ruido estaba muy lejos. Por lo que sé, podría
haber provenido del Clan del Río, y si fue así, es su problema».
Cuando se dio la vuelta, dirigiéndose hacia el lugar donde se había
separado de la patrulla, se levantó una brisa que agitó las hojas e hizo que
las frondas de los helechos se balancearan de un lado a otro. La nariz de
Rayo de Sol se agitó al percibir un olor. Al instante lo identificó como
Clan de la Sombra, y sintió un alivio repentino al saber que debía de estar
más cerca de la patrulla de lo que esperaba. Entonces el olor se hizo más
fuerte y Rayo de Sol pudo identificar a quién pertenecía. «¡Salto de Luz!».
Las frondas de los helechos se abrieron y la gata atigrada marrón salió
cojeando, viniendo de la dirección en la que Rayo de Sol había oído los
extraños ruidos. Cuando vio a Rayo de Sol, se detuvo, con una expresión
incómoda que rápidamente se transformó en sospecha.
—¿Me has estado siguiendo? —preguntó con voz áspera—. ¿Me estás
espiando?
—No, de verdad —Rayo de Sol respondió—. Intentaba espiar presas,
pero esta ardilla maldita por el Clan Estelar se me escapó.
Su intento de humor no tuvo efecto en Salto de Luz, quien
simplemente le dio la espalda y se alejó cojeando.
—¿Qué pasó? —Rayo de Sol la persiguió.
«¿Fue a Salto de Luz a quien oí luchar contra los proscritos? Tal vez
corrió otro de esos locos riesgos. ¿Está malherida?».
Salto de Luz se detuvo y la miró por encima del hombro.
—No pasó nada —replicó—. Pisé una espina, eso es todo. Ahora
déjame en paz.
Rayo de Sol la siguió, lista para regañarla por ignorar su herida
cuando podría ser una amenaza para el Clan. «Si hay proscritos en nuestro
territorio, entonces Estrella de Tigre debería saberlo». Ansiosa, escaneó a
Salto de Luz en busca de otras heridas, pero para su alivio no pudo ver
nada; no parecía una gata que hubiera estado en una pelea. «Podría estar
diciendo la verdad —pensó—, y se enojaría aun más conmigo si insinúo
que miente».
Había decidido no decir nada cuando Salto de Luz se detuvo de
repente, giró sobre sí mismo y se enfrentó a ella.
—¡Deja de seguirme como si fueras una cría estúpida! —le espetó—.
¡¿Qué parte de «déjame en paz» no entiendes?!
—¡Estoy intentando ser tu amiga! —protestó Rayo de Sol—. Pero
Gran Clan Estelar, Salto de Luz, lo haces difícil.
Durante un par de latidos pensó que podría haber llegado a Salto de
Luz, quien se quedó rígida, mirándola en silencio. Pero el momento no
duró. La gata soltó un siseo de enojo y se dio la vuelta para marcharse,
dejando a Rayo de Sol sintiéndose aun peor que cuando se había separado
del resto de la patrulla de caza. De alguna manera, en lugar de
reconciliarse con Salto de Luz después de la pelea, había vuelto a su amiga
aun más hostil.
«Será mejor que encuentre a los demás —pensó cansada—. Y no creo
que le diga a Trigueña sobre el ruido después de todo. No quiero volver a
meterme en problemas. La última vez no me fue muy bien delatando a
Salto de Luz. De todos modos, estoy segura de que no fue nada».

Rayo de Sol estaba sentada afuera de la guarida de los guerreros en el


campamento del Clan de la Sombra, con la mirada fija en Salto de Luz,
quien estaba agazapada junto al montón de carne fresca, compartiendo
presas con su hermana, Paso Saltarín. Aunque Rayo de Sol acababa de
regresar de la patrulla del alba, y su estómago estaba lleno del ratón que
había comido cuando llegó al campamento, no estaba contenta. Seguía
sintiendo con inquietud que debería haber investigado los extraños ruidos
que había oído el día anterior, o haber informado de ellos a Trigueña. Pero
tenía un problema aun más acuciante: ¿Salto de Luz superaría algún día la
sensación de que Rayo de Sol la había traicionado, para que pudieran
volver a ser amigas? Después de regresar de la caza, Rayo de Sol había
intentado varias veces hablar con ella, pero Salto de Luz le daba la espalda
con frialdad o la ignoraba mientras hablaba con otros compañeros de Clan.
«¿Y qué estaba haciendo ayer por su cuenta?».
Un movimiento en la entrada del campamento la distrajo de sus
pensamientos; se incorporó al ver a la última patrulla de caza escoltar a
Nube de Estornudos y Manto de Helechos del Clan del Río hasta el claro.
Sus cabezas estaban levantadas y sus ojos muy abiertos; sus piernas
parecían rígidas mientras se dirigían al centro del campamento. Rayo de
Sol se dio cuenta de que algo estaba mal. Patas de Trébol se levantó de
donde estaba compartiendo una ardilla con Hoja de Milenrama cerca del
montón de carne fresca y caminó hacia los recién llegados. Rayo de Sol
también se levantó y se acercó, curiosa por saber de qué se trataba todo
esto. Salto de Luz siguió a la lugarteniente del Clan, con los ojos brillantes
de interés. «No parece preocupada ni culpable —pensó Rayo de Sol con
alivio—. Esto no puede ser por lo que pasó ayer».
—Saludos —Patas de Trébol comenzó, con una ligera inclinación de
cabeza; su tono era frío—. ¿Por qué están aquí?
—Saludos, Patas de Trébol. —Manto de Helechos se detuvo frente a
la lugarteniente del Clan—. Queríamos preguntar si alguno de tus gatos ha
visto a Juncal.
Patas de Trébol parpadeó, pareciendo un poco desconcertada.
—Yo no —dijo. Se dio la vuelta y dejó que su mirada recorriera a los
miembros del Clan que estaban en el claro—. ¿Juncal? ¿Alguien?
No hubo respuesta, salvo algunas cabezas que negaban.
—¿Qué les hace pensar que Juncal habría estado en territorio del Clan
de la Sombra? —preguntó Patas de Trébol—. Seguro no van a admitir que
podría haber estado traspasando, ¿no?
Nube de Estornudos, de pie junto al hombro de Manto de Helechos,
lanzó a su compañera de Clan una mirada alarmada ante esto, pero la gata
carey mantuvo la calma.
—Por supuesto que no, Patas de Trébol —respondió—. No tenemos
motivos para pensar que está aquí. Pero salió a cazar y Estrella Vaharina
quería que volviera al campamento. No hay nada de qué preocuparse.
—Entonces me despido. Mis compañeros de Clan los escoltarán hasta
la frontera.
Manto de Helechos abrió las mandíbulas como para protestar que no
hacía falta, luego las cerró de nuevo, claramente pensándolo mejor.
—Gracias por su ayuda —maulló al fin.
Flanqueados a ambos lados por su escolta, los gatos del Clan del Río
salieron del campamento. Justo antes de que desaparecieran entre los
arbustos, Nube de Estornudos miró hacia atrás por encima del hombro.
—Si alguno de ustedes lo ve —maulló—, díganle que lo estamos
buscando.
Los gatos del Clan de la Sombra empezaron a charlar animadamente
en cuanto se fueron los del Clan del Río. Fuego Ardiente se acercó hasta
ponerse al lado de Rayo de Sol.
—¡Qué raro fue eso! —exclamó ella, volviéndose hacia él.
Fuego Ardiente se encogió de hombros.
—No deberías darle demasiadas vueltas —le aconsejó—. El Clan del
Río siempre ha sido un grupo raro, ¿verdad?
—Supongo que sí.
Aunque estaba de acuerdo con Fuego Ardiente, Rayo de Sol recordó el
ruido de la lucha en el bosque, y la forma en que Salto de Luz había
aparecido, cojeando, durante la cacería. «¿Todo esto está conectado de
alguna manera?».
—Hay algo que tengo que decirte —le maulló a Fuego Ardiente—.
Sígueme; iremos donde ningún gato nos oiga.
Fuego Ardiente puso los ojos en blanco de buen humor, pero siguió a
Salto de Luz sin protestar hasta su roca plana favorita cerca del borde del
campamento.
—Sigo muy preocupada por Salto de Luz —Rayo de Sol continuó
cuando se instalaron. Describió cómo la gata había abandonado la patrulla
de caza, y más tarde ella misma se había separado para cazar sola—. Y
cuando volvimos a encontrarnos, Salto de Luz me acusó de espiar. Sé que
lo está pasando mal —terminó—, pero si está tramando algo secreto, sea lo
que sea, ¿quién sabe lo que puede pasar?
Rayo de Sol hizo una pausa, reacia a compartir sus peores temores,
incluso con Fuego Ardiente. «¿Y si Salto de Luz sí vio a Juncal y peleó con
él? Puede que incluso lo atacara porque estaba en nuestro territorio, pero
si fue así, ¿por qué no lo reportó? ¡Oh, no puedo contárselo a ningún
gato! Empeoraría aun más las cosas entre Salto de Luz y yo».
Obviamente, Fuego Ardiente estaba esperando a que ella continuara;
Rayo de Sol pensó rápidamente en algo que decir que no sonara demasiado
a cerebro de ratón.
—Una guerrera distraída podría ser una carga para sus compañeros de
Clan, ¿verdad?
Para su consternación, Fuego Ardiente no parecía tan preocupado
como ella había esperado.
—Solo te encontraste con Salto de Luz porque tú te alejaste —señaló
fríamente—. ¿No contarías tú también como una «guerrera distraída»?
—Eso es diferente —Rayo de Sol protestó, aunque sabía que estaba
haciendo un mal trabajo convenciendo a Fuego Ardiente.
—Sé que estás preocupada por Salto de Luz —continuó el gato blanco
y rojizo, apoyando brevemente la punta de la cola en el hombro de Rayo
de Sol—. Eres una buena amiga. Pero no puedes ser demasiado dura con
ella, ni quedarte demasiado atrapada en las reglas. El padre de Salto de
Luz es nuestro líder, recuérdalo, no tú.
—¡Sé quién es nuestro líder! —replicó Rayo de Sol, dolida de que
Fuego Ardiente la regañara en lugar de simpatizar con ella.
—Entonces tal vez deberías aflojar un poco —sugirió él.
—Quizá. —Rayo de Sol apenas pudo pronunciar la palabra.
Había estado tan segura de que Fuego Ardiente la apoyaría. En lugar
de eso, estaba desechando sus preocupaciones sobre Salto de Luz como si
estuviera sacudiendo una mosca de su presa fresca. Por lo general, él
estaba de acuerdo con ella, o se burlaba cariñosamente de cómo se
centraba en las reglas, pero ahora no estaba bromeando. Rayo de Sol giró
la cabeza para ocultar su sensación de traición. «Oh, Fuego Ardiente, ¡sé
que algo está muy, muy mal! Y en nombre del Clan Estelar, ¿qué voy a
hacer al respecto?».
CAPÍTULO 10
Zarpa Flameante se paseaba de un lado a otro al pie del acantilado bajo la
Cornisa Alta, echando de vez en cuando una mirada a la entrada de la
guarida del líder del Clan. Se sobresaltó al oír pasos detrás de él y se giró
para ver a su hermana, Pinzón Luminoso.
—¡Casi se me cae el pelo del susto! —exclamó.
—Lo siento —contestó Pinzón Luminoso, rozando la cola contra su
costado—, pero no hay necesidad de alterarse tanto.
—Para ti es fácil decirlo —Zarpa Flameante refunfuñó—. Tú ya eres
una guerrera. Esta nueva evaluación es realmente importante para mí.
—Relájate —maulló Pinzón Luminoso, apretando el hocico contra el
hombro de Zarpa Flameante—. Confía en tus instintos, y no pienses en
cómo lo estropeaste la última vez.
«¿Cómo lo estropeé?». Por un momento, Zarpa Flameante se
enfureció con su hermana por ser tan directa. «Pero tiene razón —admitió
para sí mismo—, así que no tiene sentido enojarme con ella. O conmigo
mismo…». Zarpa Flameante asintió, tratando de que su furia persistente
contra sí mismo se desvaneciera como la niebla bajo el sol. Sabía que no
debería haber intentado presumir. «Si no hubiera sido una bola de pelo tan
estúpida, ya sería un guerrero».
—Tienes razón —le dijo a Pinzón Luminoso—. Tengo que quitarme
todo eso de la cabeza. Estrella Zarzosa ha accedido a venir a verme hoy, a
apoyarme, porque soy su pariente.
Decir esas palabras hizo que Zarpa Flameante se sintiera
inmensamente orgulloso. «¡El líder de mi Clan se está tomando molestias
especialmente por mí! Si tengo que estar a la altura de la presión de mi
famosa familia, al menos saco algo de ello», añadió para sí con ironía.
—¿Estás seguro? —preguntó Pinzón Luminoso, con una mirada
dubitativa hacia la Cornisa Alta—. Ningún gato ha visto mucho a Estrella
Zarzosa hoy. Hace épocas que no sale de su guarida. Y estoy segura de que
lo escuché a él y a Esquiruela discutiendo allí arriba más temprano.
—Estrella Zarzosa prometió que estaría allí —Zarpa Flameante le
aseguró—. Y nuestro líder de Clan no rompe sus promesas.
Recordó cómo se había visto Estrella Zarzosa cuando hizo la promesa:
el interés y la aprobación brillando en sus ojos ámbar. Durante mucho
tiempo Zarpa Flameante no había creído que pertenecía a su Clan, pero
finalmente, bajo esa cálida mirada, pudo ver una manera de probarse a sí
mismo.
Ahora flexionaba las garras con impaciencia; sentía como si cada pelo
de su manto se esforzara por comenzar la evaluación. «¿Debería decirle a
Estrella Zarzosa que voy a empezar? ¿Eso lo haría ponerse en marcha?».
Zarpa Flameante dio unos pasos inseguros hacia el fondo de las rocas
desplomadas que conducían a la Cornisa Alta, solo para detenerse cuando
se oyó un grito de Ramaje de Ramitas, quien estaba de guardia en la
entrada del campamento.
—¡Gatos del Clan del Río!
Volviéndose hacia el ruido, Zarpa Flameante vio a cuatro gatos
saliendo del túnel de espinas. Rosella iba en cabeza, seguida de dos
guerreros del Clan del Río: Zarpa Flameante creyó reconocer a Cola
Palomina y Manto Refugiado. Bigotes de Topo iba en la retaguardia.
—Nos encontramos con estos gatos mientras patrullábamos la frontera
—anunció Bigotes de Topo a sus compañeros de Clan. Con una mirada a
los recién llegados, preguntó—: ¿Quieren ver a Estrella Zarzosa?
Las dos gatas negaron con la cabeza.
—Oh, no querríamos molestarlo —Cola Palomina maulló—. Solo
queríamos saber si algún gato había visto a Juncal. ¿Ha estado aquí?
Zarpa Flameante lanzó una mirada confundida a Pinzón Luminoso.
—¿Juncal, aquí? ¿Tienen abejas en el cerebro? —murmuró.
Todos los gatos del Clan del Trueno miraban a los recién llegados con
idénticas expresiones vacías.
—¿Por qué habría venido aquí, tan lejos del Clan del Río? —preguntó
Bigotes de Topo—. ¿Especialmente cuando tendría que cruzar otros
territorios para llegar aquí? ¿Necesitaba reunirse con Esquiruela o Estrella
Zarzosa?
—Oh, por nada. —Zarpa Flameante se fijó en la rapidez con que Cola
Palomina contestó: tanta que empezó a preguntarse si estaría ocultando
algo—. No tiene importancia.
—Salvo que se fue sin decirle a ningún gato a dónde —explicó Manto
Refugiado—. Mientras patrullábamos, se nos ocurrió pasar a preguntar si
alguien lo había visto.
—No. No lo hemos visto. —La voz de Látigo de Abejorro era fría.
Cola Palomina bajó la cabeza cortésmente.
—Gracias, de todos modos. Nos vamos, entonces.
—Sentimos molestar —añadió Manto Refugiado.
Las dos gatas se dieron la vuelta y salieron corriendo por el túnel de
espinas. Su escolta del Clan del Trueno, sorprendida por su abrupta
marcha, tuvo que correr para alcanzarlas.
—Qué raro —Zarpa Flameante comentó, avanzando con Pinzón
Luminoso para unirse a los gatos que empezaban a reunirse cerca de la
entrada del campamento.
Látigo de Abejorro, acercándose tras él, dejó escapar un bufido
burlón.
—El Clan del Río siempre ha sido raro.
—Debe ser todo ese pescado que comen —Caída de Cereza añadió—.
Y ahora parece que han perdido a su lugarteniente. ¿Cómo es que pasó
eso?
Oreja de Clavelina se encogió de hombros.
—¿Quién sabe?
—Lo que me gustaría saber es esto —empezó Espinardo, alzando la
voz para que se le oyera por encima de la charla general—. ¿Podrían esos
dos haber estado realmente en una patrulla que los llevó hasta la frontera
del Clan del Trueno? Tendrían que haber cruzado el territorio de otro Clan.
No llegaron por casualidad. Vinieron aquí por una razón, y tal vez no fue
para buscar a Juncal.
—Espinardo tiene razón —Ramaje de Ramitas maulló—. ¿Hay
alguien que no esté preocupado de que puedan estar tramando algo? No
olviden que Estrella Vaharina se puso del lado del Estrella Zarzosa falso.
¿Cómo podemos estar seguros de que ella tiene los mejores intereses de
los Clanes en el corazón ahora?
Pelaje de Miel miró a Ramaje de Ramitas, con el pelaje de los
hombros erizado y la punta de la cola crispada.
—¿Y qué si Estrella Vaharina se puso del lado del impostor? —espetó
ella—. ¡Muchos gatos lo hicieron, incluso aquí en el Clan del Trueno!
Un clamor siguió a sus palabras. Los gatos que se habían rebelado
cuando Cenizo controlaba a Estrella Zarzosa se enfrentaron a los que
habían permanecido leales al gato que creían que era su líder. Zarpa
Flameante retrocedió un paso, alarmado por los pelajes erizados, las colas
furiosas y los labios contraídos en un gruñido. Él había sido solo un
aprendiz cuando el impostor gobernaba el Clan del Trueno, pero Manto de
Chispas se había puesto en su contra, y eso había separado a Zarpa
Flameante de su madre y su hermana. Mirando a su alrededor, vio a Manto
de Chispas entre la multitud; su pelaje naranja se erizaba mientras miraba a
Pelaje de Miel.
—Siempre estaremos preparados para futuras traiciones —le siseó
Leonado—. Ningún impostor volverá a engañar al Clan del Trueno.
—Pero seguro que nada así podría volver a ocurrir. —Aleta Saltarina
obviamente intentaba sonar razonable—. ¿Cuántos gatos como Cenizo
puede haber?
La única respuesta de Leonado fue un gruñido desde lo profundo de su
garganta.
—No van a luchar en serio, ¿verdad? —murmuró Zarpa Flameante a
Pinzón Luminoso.
Su hermana parpadeó inquieta.
—Algún gato debería detenerlos —contestó, con una mirada hacia la
Cornisa Alta.
Para alivio de Zarpa Flameante, Esquiruela salió de la guarida del
líder y corrió ligeramente por las rocas derrumbadas para detenerse al
margen del grupo de gatos furiosos.
—Gran Clan Estelar, ¿qué está pasando aquí? —exigió saber—. No,
no me lo digan. No quiero saberlo. Solo sepárense. ¿Ninguno de ustedes
tiene deberes que debería estar haciendo?
Sus mordaces palabras calmaron a los furiosos gatos, que se alejaron
unos de otros, avergonzados de sí mismos. Ramaje de Ramitas volvió a su
lugar en la boca del túnel, mientras Leonado empezaba a reunir una
patrulla de caza. Esquiruela observó un momento con agudos ojos verdes
hasta asegurarse de que el tormentoso intercambio había terminado, y
luego se volvió hacia Zarpa Flameante.
—¿Estás listo para comenzar tu evaluación? —preguntó.
Zarpa Flameante dio un respingo; en medio de toda la conmoción casi
se había olvidado de su evaluación. Al oír las palabras de Esquiruela, su
optimismo flaqueó un poco.
—¿Estrella Zarzosa no va a venir?
La mirada de Esquiruela volvió hacia la guarida del líder del Clan, y
una sombra cruzó su rostro. Zarpa Flameante pensó que parecía
preocupada, aunque estaba claro que intentaba ocultarlo.
—Estrella Zarzosa tiene otras cosas de las que ocuparse —explicó,
pareciendo elegir sus palabras con cuidado—. Así que yo te observaré en
su lugar. Ve a buscar a Corazón de Lirio y nos pondremos en marcha.
Zarpa Flameante asintió.
—Claro, Esquiruela.
Sin embargo, mientras atravesaba el campamento hacia la guarida de
los guerreros para llamar a su mentora, Zarpa Flameante se sentía
agobiado por la decepción. Se había sentido especial, realmente
importante, cuando pensó que el líder de su Clan iba a observar su
evaluación. Le había dado confianza, una esperanza de que realmente tenía
talento. «Los gatos siempre me dicen que soy especial, pero por un
momento realmente me sentí especial». Pero ahora no iba a ser así. «Tal
vez Estrella Zarzosa no venga porque sabe que fracasarás», sugirió una
voz molesta en la mente de Zarpa Flameante. Sabía lo descerebrada que
era esa idea, pero no podía quitársela de la cabeza. «Debería haberlo
sabido —pensó amargamente—. Debería haber sabido que Estrella
Zarzosa no cumpliría su promesa. Ninguno de mis parientes cumple las
suyas, así que ¿por qué él iba a hacerlo?».

Zarpa Flameante se agazapó en el largo pasto junto al viejo Sendero


Atronador, a la sombra de la guarida abandonada de Dos Patas. Esta vez
no estaba buscando algo impresionante. Estaba decidido a atrapar
cualquier cosa que se cruzara en su camino. Solo que tenía la mala suerte
de que hasta ahora las presas no corrían bien. «Es como si llevara aquí
lunas —pensó—. Corazón de Lirio me va a reprobar otra vez porque no
hay ninguna presa».
Saboreando el aire con cuidado, Zarpa Flameante captó un olor muy
débil a tordo, junto con el olor de otra ave que no podía ubicar. Estaba
lejos, pero era el único olor que había detectado desde que estaba allí. «¿Y
si esto es parte de la prueba? —se preguntó—. ¿Y si Corazón de Lirio me
dijo que empezara aquí para que pudiera mostrar iniciativa?». Zarpa
Flameante se deslizó fuera del largo pasto y avanzó por el viejo Sendero
Atronador en dirección al olor. Pronto divisó al tordo, revoloteando de un
arbusto a otro. «¡Sí!». Achatando el vientre contra el suelo, Zarpa
Flameante se arrastró, moviéndose tan silenciosamente que ni siquiera
podía oír sus propios pasos. Se acordó de comprobar la dirección del
viento y escudriñó el suelo en busca de ramitas sueltas u hojas muertas que
pudieran delatarle si las pisaba. «Espero que Corazón de Lirio esté viendo
esto». El tordo había volado hasta la rama baja de un árbol. El corazón de
Zarpa Flameante palpitaba de expectación mientras esperaba a que
volviera a bajar. A medida que pasaban los momentos, empezaba a
sentirse cada vez más impaciente, preguntándose qué posibilidades tendría
si intentaba saltar él mismo al árbol.
Entonces, una sombra se cernió sobre él. Mirando hacia arriba, Zarpa
Flameante se dio cuenta de a quien había pertenecido el otro olor a ave.
«¡Un halcón!». El aprendiz tenía una buena vista de sus grises alas
barradas, su pico ganchudo y sus garras mientras el halcón descendía en
picado sobre su cabeza, y luego volvía a ganar altura. «¿Habrá visto al
tordo o solo está volando?», se preguntó. Observando cuidadosamente al
halcón, Zarpa Flameante se dio cuenta de que debía de haber visto la
presa, de lo contrario habría salido volando o habría encontrado una rama
en la que posarse. «¿Soy más rápido que un halcón?».
El gato negro cerró los ojos para pensar, y luego los volvió a abrir
cuando lo recorrió una punzada de pánico. Eso de cerrar los ojos cuando
había un halcón volando alrededor había sido de cerebro de ratón,
reflexionó. Pero no sería un cerebro de ratón si pudiera arrebatar el tordo
de debajo del pico del feroz pájaro. Se preguntó si su mentora tendría que
aprobarlo si conseguía ganarle la presa a un halcón.
Sacó las garras, clavándolas profundamente en el suelo. Todo su
cuerpo se curvó en un nudo de tensión nerviosa. Se imaginó a la propia
lugarteniente del Clan elogiándole por su osadía. Sus ojos verdes se
abrirían de par en par asombrados por su habilidad. Le diría que nunca
había visto una captura tan espectacular. Incluso se lo diría a Estrella
Zarzosa, y entonces el líder del Clan lamentaría no haberlo visto. Dejando
que la escena fluyera por su mente, Zarpa Flameante se convenció de que
tenía que hacerlo.
Esperó hasta que el halcón volvió a volar más alto. Entonces reunió
sus cuartos traseros bajo él y se impulsó en un salto masivo hacia la rama
donde el tordo todavía estaba posado. Con una de sus patas delanteras, lo
desequilibró y se abalanzó sobre él cuando cayó al suelo. El tordo aleteaba
salvajemente bajo sus garras. Zarpa Flameante lo agarró con la boca y
corrió hacia su escondite original. Detrás de él podía oír el batir furioso de
las alas del halcón, pero cuando se arriesgó a echar un vistazo por encima
del hombro, no parecía seguirlo. Una vez que Zarpa Flameante se sintió a
salvo, aminoró la marcha. Al instante, el tordo intentó escapar de su
agarre, luchando con tanta fuerza que temió perder un diente. Agachó la
cabeza hacia el suelo, abrió las mandíbulas y volvió a cerrarlas para matar
a la presa. Dejó caer el cuerpo inerte y se sentó sobre sus cuartos traseros.
«Me fue bastante bien», se felicitó.
Mientras recuperaba el aliento, su mentora y la lugarteniente del Clan
salieron de detrás de la guarida abandonada de Dos Patas.
—Eso fue muy valiente —maulló Corazón de Lirio con un gesto de
aprobación.
Zarpa Flameante sintió que un ronroneo le subía a la garganta ante las
palabras de su mentora, solo para sofocarlo un latido después al ver la
expresión crítica de Esquiruela.
—Valiente, sí —asintió la lugarteniente del Clan—. Pero Zarpa
Flameante, ¿no ves lo imprudente que fuiste al ponerte en una posición en
la que podrías tener que haber luchado contra un halcón? Ni siquiera
guerreros experimentados harían eso a la ligera. ¿Y si hubieras perdido?
¿Dónde habría estado entonces el Clan del Trueno?
—Pero… —Zarpa Flameante intentó interrumpir. Su visión de
Esquiruela elogiándolo se desvaneció como la neblina bajo el sol de la
mañana.
Sin embargo, Esquiruela continuó.
—Si atrapar una presa conlleva tanto riesgo, harías bien en pensar en
tus opciones y tomar mejores decisiones.
Corazón de Lirio escuchaba a la lugarteniente con una mirada confusa.
—¿Significa que no debo aprobarlo? —preguntó.
—Es tu decisión, Corazón de Lirio —Esquiruela respondió—. Yo solo
ofrezco mi opinión.
Corazón de Lirio hizo una pausa, frunciendo el ceño, mientras Zarpa
Flameante sentía que la tensión le recorría desde las orejas hasta la punta
de la cola. Por fin su mentora lo encaró, mirándole directamente a los ojos.
—Lo siento, Zarpa Flameante —maulló—, pero creo que necesitas
más tiempo, para adquirir hábitos más precavidos.
Zarpa Flameante se quedó boquiabierto, sin poder creer lo que
acababa de oír. «¿Me está reprobando otra vez? Me dijeron que cazara
una presa, y la cacé, ¡y fui más listo que un halcón! ¿Me van a reprobar
por eso?». Enojado, clavó las garras en el suelo. «A lo mejor lo único que
quieren es un aprendiz que haga todos los trabajos horribles». Con la
decepción palpitando en su interior, Zarpa Flameante no encontraba nada
que decir. Esquiruela era su pariente, la madre de su madre, y eso se
suponía que era importante. Por eso tenía ese nombre que no le quedaba en
absoluto, por el que luchaba para estar a la altura, aunque no quería tener
que estarlo. Zarpa Flameante tuvo que reunir todas sus fuerzas para evitar
que el resentimiento se reflejara en su rostro cuando se dio la vuelta y
comenzó a caminar hacia el campamento.

Zarpa Flameante se agazapó cerca de la pared de la hondonada de


piedra, a la sombra de un arbusto de saúco que estaba enraizado en una
grieta sobre su cabeza. Se miraba fijamente las patas para no encontrarse
por accidente con la mirada de alguno de sus compañeros de Clan. Desde
que se había corrido la voz de que había vuelto a fallar la evaluación, todo
había sido muy incómodo. Sus compañeros de Clan también parecían muy
contentos de evitarlo; se daba cuenta de que ningún gato sabía qué decirle
a un aprendiz que había reprobado dos veces su evaluación de guerrero.
Unas pisadas irrumpieron en sus pensamientos, seguidas de la voz de
su hermana, Pinzón Luminoso.
—¿Quieres venir a comer?
Zarpa Flameante la miró.
—No tengo hambre —espetó.
Durante un instante, Pinzón Luminoso parpadeó pensativa y luego se
sentó a su lado, tan cerca de él que sus mantos se rozaban.
—La próxima vez pasarás —maulló.
—Para ti es fácil decirlo —replicó Zarpa Flameante, girando la cabeza
hacia otro lado—. No te defraudaron los dos padres de nuestra madre.
—Estoy segura de que Esquiruela tenía sus razones —Pinzón
Luminoso insistió—. Probablemente hacía lo que creía mejor para el Clan.
Zarpa Flameante soltó un bufido.
—¿La familia no debería ser más importante que el Clan?
—¡No! —Pinzón Luminoso lo miró con incredulidad—. Nada es más
importante que el Clan, y el Clan del Trueno tiene un largo camino por
recorrer antes de recuperarse de lo que hizo Ceni…
—¿Hasta cuándo vamos a seguir hablando todos de Cenizo, y de lo
que pasó? —exigió saber Zarpa Flameante, sacudiendo la cabeza como si
quisiera deshacerse de una molesta mosca. Su enojo con su hermana iba en
aumento; solo deseaba que se fuera—. ¿Hasta cuándo vamos a hacer de
eso la excusa para todo? Apuesto a que los otros Clanes no están tan
obsesionados con eso como nosotros.
Los ojos de Pinzón Luminoso se abrieron de par en par por la
conmoción, pero su voz fue tranquila al responder.
—El Clan del Trueno siempre ha sido el líder natural de todos los
Clanes —señaló—. Por esa razón, tenemos que mantenernos a un nivel
más alto.
—¡Eso es de cerebro de ratón! —Zarpa Flameante soltó una carcajada
furiosa—. Intenta decírselo a Estrella de Tigre y verás lo que dice. O a
cualquiera de los otros líderes. De todos modos —añadió—, Esquiruela
probablemente ahora me odia porque no cree que mi nombre deba
pertenecer a un fracasado.
La expresión de asombro de Pinzón Luminoso se intensificó, y la
punta de su cola se crispó irritada.
—¿De verdad piensas eso? —preguntó.
Zarpa Flameante no contestó. Se limitó a encorvar los hombros y a
mirarse las patas. «Deja de maullar y vete», pensó.
Su hermana soltó un fuerte suspiro y sacudió la cabeza, poniéndose de
pie.
—Si realmente eres tan inmaduro como para creer eso —le dijo—,
entonces tal vez sí sea lo correcto que sigas siendo un aprendiz.
CAPÍTULO 11
Zarpa Escarchada separó las mandíbulas en un enorme bostezo y luego se
levantó para arquear la espalda y estirarse. La noche anterior, el Clan del
Río había velado a su líder muerta; a pesar de la pena de Zarpa
Escarchada, había sido una experiencia maravillosa para ella quedarse
despierta toda la noche y escuchar las historias sobre lo grande que había
sido Estrella Vaharina, lo mucho que la habían querido y los
acontecimientos que habían ocurrido antes de que Zarpa Escarchada
siquiera naciera. Por fin, cuando Musgosa había sacado el cuerpo de
Estrella Vaharina para enterrarlo, ayudada por Ala de Mariposa y
Vespertina, y se habían realizado las tareas esenciales del nuevo día, la
mayoría de los gatos se habían instalado a dormir, agotados por el dolor.
Ahora el sol se ponía sobre el campamento del Clan del Río y los
gatos volvían a despertarse. Zarpa Escarchada se daba cuenta de que
seguían agobiados por la pérdida de su líder, pero lo que realmente le
preocupaba era la tensión que podía percibir en casi todos los gatos del
campamento: una tensión que se había apoderado del Clan como garras
que se clavaban profundamente en su pelaje mientras se preguntaban qué
le había pasado a Juncal. Los gatos que habían sido enviados a preguntar al
resto de los Clanes habían vuelto para informar que nadie lo había visto. Y
no había rastro de él en ningún lugar del territorio; aunque su olor podía
percibirse aquí y allá, no había ningún rastro claro que indicara a dónde
había ido. «¿Dónde puede estar Juncal?».
Zarpa Escarchada nunca había experimentado el cambio de un líder a
otro. Pocos gatos del Clan del Río tenían edad suficiente para recordar a su
anterior líder, Estrella Leopardina, ya que Estrella Vaharina había sido su
líder durante mucho tiempo. Se preguntaba ansiosa qué iba a pasar. ¿El
Clan Estelar se enojaría si tuvieran que esperar a que el nuevo líder viajara
a la Laguna Lunar? «¿Siquiera nos dejarán tener un nuevo líder si no
podemos encontrar a Juncal?».
Poco a poco, los gatos empezaron a juntarse alrededor del montón de
carne fresca, intercambiando miradas de preocupación entre ellos. Zarpa
Escarchada corrió hacia ellos y se detuvo junto a su madre.
—¿Deberíamos tener un líder provisional? —sugirió Vespertina, con
la voz temblorosa por el nerviosismo—. Si Juncal no…
—¡Juncal va a volver! —Luz de Vaina interrumpió a su madre con
dureza—. ¿Por qué alguien pensaría que no lo hará? No queremos tentar al
destino así, ¿verdad?
—Por supuesto que ningún gato quiere tentar al destino —respondió
Nariz de Búho con más cautela—, y definitivamente no queremos sembrar
el pánico, pero si algo hemos aprendido de nuestros recientes problemas,
es que debemos estar preparados para adaptarnos cuando sea necesario.
—Nariz de Búho tiene razón —Cielo Nocturno coincidió, con un
movimiento de sus orejas hacia el gato atigrado marrón—. Si todos los
Clanes están haciendo sugerencias al Clan Estelar sobre cómo destituir a
un líder, entonces seguramente deberíamos pensar en las decisiones que
tomaremos si nos encontramos sin un líder o un lugarteniente.
—Pues bien, algún gato tiene que asumir la responsabilidad por ahora
—afirmó Pluma Rizada, con una mirada a su alrededor como si se
preguntara qué gato podría ser el adecuado.
—A mí me parece obvio —respondió Vespertina—. Debería ser
nuestra curandera.
Nariz Malva asintió.
—Sí, los curanderos son sabios.
—Pero la nuestra no venera exactamente al Clan Estelar —señaló
Manto Reluciente—. Y Zarpa Escarchada es una aprendiza novata.
Zarpa Escarchada sintió que cada pelo de su manto comenzaba a
erizarse de puro terror. «No me pedirían que liderara, ¿verdad? ¡No
pueden! Pero… ¿y si lo hicieran?». Se miró las patas, desesperada por no
captar la mirada de ningún gato. «Soy demasiado joven… No tengo
experiencia, ¡y no quiero tenerla!». Le vino a la mente una imagen de sí
misma sentada en el Tocón Elevado, con el Clan reunido a su alrededor,
escuchándola. «Supongo que sería lindo, pero no tengo ni idea de lo que
les diría. ¿Y si nos atacan? ¡No podría llevar al Clan a una pelea!». Un
escalofrío la recorrió hasta la punta de las garras. «¿Y si tuviera que
resolver una disputa fronteriza con Estrella de Tigre o Estrella de
Lebrón? ¡Sería horrible!». Zarpa Escarchada lanzó un profundo suspiro.
Sabía que lo que realmente quería era ayudar a otros gatos, no decirles lo
que tenían que hacer. «Soy una curandera, no una líder».
Mientras tanto, todos los gatos habían girado la cabeza para mirar a
Ala de Mariposa. Hasta el momento no había dicho nada, sentada con las
patas recogidas debajo de ella y sus ojos ámbar revoloteando de un gato a
otro mientras hablaban.
—Manto Reluciente tiene razón —maulló ella, parpadeando con
lentitud—. Además, liderar un Clan no es el papel de un curandero.
Zarpa Escarchada sintió una oleada de alivio. Entre la multitud, vio a
su hermana de camada, Zarpa de Neblina, observándola con ojos
compasivos. Zarpa Gris estaba cerca. Por un momento, Zarpa Escarchada
deseó poder alejarse de Ala de Mariposa e ir a acurrucarse con sus
hermanos, como habían hecho cuando eran pequeños, antes de que Pluma
Rizada se diera cuenta de que estaba teniendo visiones. A veces deseaba
unirse a ellos en la guarida de los guerreros, tanto para estar cerca de ellos
como para tener la oportunidad de ver discusiones como esas sin tener la
responsabilidad de resolver los problemas. A veces, ser una aprendiza de
curandera era muy solitario.
—Tal vez algún día Zarpa Escarchada podría hacerlo —declaró Pluma
Rizada—, pero por ahora creo que es mejor que lo asuma uno de nuestros
guerreros veteranos.
—A mí no me importaría hacerlo —ofreció Luz de Vaina.
Nariz Malva lo fulminó con la mirada, y el pelaje de sus hombros
comenzó a erizarse.
—¿Por qué tú? —preguntó—. Tengo tanto derecho…
—¡Estúpidas bolas de pelo! —interrumpió Cola de Lagartija—. ¿Qué
sentido tiene discutir cuando Juncal volverá pronto?
Zarpa Escarchada ronroneó su acuerdo, complacida de ver al antiguo
aprendiz de Juncal dar la cara por él. Pero para su consternación, pocos
gatos escucharon a Cola de Lagartija.
—Eso no lo sabemos —replicó Vespertina, fulminándolo con la
mirada.
—¿Y se supone que tenemos que quedarnos sentados de patas
cruzadas esperando a que vuelva? —Manto Reluciente exigió—. Mientras
tanto, yo estoy feliz de actuar como líder…
Un coro de aullidos ahogó lo que estaba diciendo. Zarpa Escarchada
trató de ignorar las voces mientras luchaba contra la tensión que sentía
crecer en su interior. Sabía que no les quedaba mucho tiempo esperando
que Juncal regresara, y la preocupación la envolvía como una telaraña al
pensar que el Clan del Río se quedaría sin líder. Se sobresaltó nerviosa al
sentir el contacto de una nariz en su oreja, y levantó la mirada para ver a
Pluma Rizada que la miraba con compasión.
—Todo esto es demasiado para ti, ¿verdad? —murmuró su madre—.
¿Por qué no vas a tu guarida y buscas algo útil que hacer? No tienes por
qué escuchar todas estas tonterías.
Zarpa Escarchada le dio a su madre un ronroneo de agradecimiento.
—Eso haré —respondió—. Hay algunas hierbas frescas que necesitan
ser clasificadas.
Sintió que la tensión empezaba a desaparecer mientras saltaba por el
claro, se abría paso a través de los arbustos que lo rodeaban y saltaba
desde la orilla hasta la franja de guijarros frente a la guarida de curandería.
Pero cuando entró en la guarida, donde ella y Ala de Mariposa habían
guardado las hierbas que habían recogido antes, notó algo extraño en su
propio lecho. Había acomodado su lecho como a ella le gustaba, con una
capa de musgo sobre el montón de helechos, pero ahora en él yacía una
gran hoja de romaza en el borde. «Eso no estaba ahí cuando guardamos
las hierbas», pensó. Olfateó la hoja. Pero había tantos olores dentro de la
guarida que no descubrió nada útil. Sin embargo, Zarpa Escarchada se dio
cuenta de que no era una simple hoja de romaza. Partes de ella habían sido
arrancadas, por lo que parecía casi una estrella. «¿Una estrella?». Zarpa
Escarchada sintió un escalofrío desde las orejas hasta la punta de la cola.
Algo le decía que era muy importante. ¿Era un mensaje del Clan Estelar,
con consejos que podría dar a su Clan? ¡No podía significar que estaba
destinada a ser una «Estrella», una líder! «Solo soy una aprendiza», se dijo
a sí misma. Era consciente de su inexperiencia y no se sentía preparada
para lidiar con toda la confusión del Clan. «Ojalá todo terminara, para
poder tener un aprendizaje normal».
Zarpa Escarchada estaba reacia a mostrar la hoja a cualquier otro gato,
incluso a Ala de Mariposa. Tenía demasiado miedo de que lo tomaran
como una señal de que ella debía ser la líder. Pero al final se dio cuenta de
que solo era una hoja, y lo único que podía hacer era agarrarla y
enseñársela a su mentora y a sus otros compañeros de Clan.
Cuando regresó al claro, la discusión seguía, pero Pluma Rizada la vio
cuando se acercaba, y se puso de pie.
—¿Qué tienes ahí? —preguntó.
Zarpa Escarchada se dirigió al lado de su mentora y dejó caer la hoja.
—Encontré esto en mi lecho —explicó—. No estaba allí antes.
Las voces de sus compañeros de Clan se apagaron mientras se
amontonaban para ver lo que Zarpa Escarchada había traído.
—Parece una estrella —murmuró algún gato.
—¿Podría ser…?
—Tal vez sea una señal.
—¿Podría significar que el Clan Estelar nos está haciendo saber que
no nos han abandonado? —Pluma Rizada preguntó, mirando fijamente a
Ala de Mariposa—. ¿Podría ser una señal de que estamos en el camino
correcto?
—Sí, y que el Clan Estelar quiere que nuestras curanderas asuman
más responsabilidades —Manto Refugiado asintió—. Que colaboren con
nuestros guerreros veteranos hasta que tengamos un líder aprobado por el
Clan Estelar.
Ala de Mariposa claramente desaprobaba las palabras de Pluma
Rizada y Manto Refugiado, y los murmullos de acuerdo que provenían de
sus compañeros de Clan.
—Realmente no quiero la responsabilidad —refunfuñó—, y en
cualquier caso, yo no sería la primera elección del Clan Estelar para líder,
¿verdad? Y me siento más cómoda curando que liderando.
—Eso puede ser cierto —maulló Pluma Rizada—. Pero necesitamos
algún tipo de arreglo hasta que encontremos a Juncal.
—Zarpa Escarchada puede hablar con el Clan Estelar —señaló Luz de
Vaina—. Aunque todavía no es una curandera completa, tal vez pueda ser
su mensajera, y transmitir su sabiduría a Ala de Mariposa.
Una marea de aprensión envolvió a Zarpa Escarchada ante la idea de
tanta responsabilidad, pero antes de que pudiera protestar, un coro de
aprobación estalló ante la sugerencia de Luz de Vaina. Por el entusiasmo
de sus compañeros de Clan, Zarpa Escarchada se dio cuenta de que todos
los gatos estaban hartos de discutir y listos para cualquier solución que
salvara al Clan si se quedaban sin líder.
Aunque Ala de Mariposa seguía sin parecer entusiasmada, no parecía
tener más remedio que ceder.
—Muy bien —declaró—. Si nunca encontramos a Juncal, y si alguna
vez nos encontramos en la terrible situación de estar sin líder, Zarpa
Escarchada y yo lideraremos el Clan hasta que el Clan Estelar nos guíe
hacia un nuevo líder. Pero lo que más me preocupa —continuó— es que
no tenemos experiencia. ¿Qué opinan de pedir ayuda a uno de los otros
líderes?
Casi antes de que pudiera terminar, el resto del Clan le aulló.
—¿Humillarnos ante otro Clan? —Nariz Malva sonaba tan
sorprendido como si se le fuera a caer el pelo—. ¡Nunca!
—Todo son especulaciones, en cualquier caso —les recordó Ala de
Mariposa a la defensiva—. Juncal volverá pronto, y todos olvidaremos que
alguna vez tuvimos esta discusión.
Una vez más, Zarpa Escarchada se alejó, tratando de no imaginar el
oscuro futuro en el que tendría la responsabilidad de liderar al Clan.
Aunque no estaba sucediendo, y nunca sucedería, podía sentir su peso en
la espalda, empujándola hacia abajo como un enemigo que pretendía
dejarla sin aliento. Envuelta en sus preocupaciones, saltó cuando Pluma de
Rizo apareció a su lado.
—¿Qué pasa? —le preguntó su madre con dulzura.
—Tengo miedo de que el Clan me pida demasiado —confesó Zarpa
Escarchada—. No sé lo suficiente. No puedo ser una líder, ni siquiera
puedo darle a Ala de Mariposa la ayuda que necesita.
—No tienes por qué preocuparte —murmuró su madre, dándole un
cariñoso lametón en la oreja—. Si alguna vez tienes que asumir el
liderazgo además de tus deberes de curandera, sabes que siempre estaré
aquí para ayudarte.
Zarpa Escarchada se relajó un poco ante las cariñosas palabras de su
madre. Por muy mal que estuvieran las cosas, al menos tenía a su madre a
su lado. ¡Y no era como si alguna vez fuera a pasar!
CAPÍTULO 12
El sol naciente aún no había aclarado los árboles, y el aire se sentía
húmedo y fresco, con la neblina aún persistente en las hondonadas
sombreadas. Rayo de Sol caminaba a lo largo de la frontera del Clan de la
Sombra, junto a Salto Hueco y Bigotes de Lúpulo. Aunque le había
costado despertarse para la patrulla del alba, le alegraba la distracción de
sus preocupaciones por Salto de Luz, y su frustración porque Fuego
Ardiente se había negado a ponerse de su lado. «Es difícil, Salto de Luz me
evita y no quiero hablar con Fuego Ardiente en este momento —pensó
Rayo de Sol—. Me llevo bien con Bigotes de Lúpulo y mi hermano, pero
no es lo mismo».
—No espero que nos encontremos con problemas —maulló Bigotes
de Lúpulo, quien lideraba la patrulla—. Todo ha estado muy tranquilo
desde que nos deshicimos de Cenizo.
Un suave gruñido salió de la garganta de Salto Hueco.
—Nunca olvidaremos lo que nos hizo ese manto de sarna. Pero ahora
al menos parece que los cinco Clanes están más unidos que nunca.
Bigotes de Lúpulo asintió.
—¿Quién sabe? —murmuró ella—. Tal vez un día no muy lejano haya
tanta paz y estabilidad que ni siquiera sea necesaria una patrulla fronteriza.
Salto Hueco soltó un ronroneo de diversión.
—Solo esperas eso para no tener que dejar más tu agradable y cálido
lecho al amanecer.
La líder de la patrulla dio un empujón juguetón a su compañero de
Clan.
—¡Eso no es cierto! —insistió—. No me gustaría para nada. ¡Sería tan
aburrido!
—No —Salto Hueco presionó—. Habría más tiempo para cazar y
entrenar movimientos de batalla.
—¿Entrenar movimientos de batalla? —Bigotes de Lúpulo puso los
ojos en blanco—. No tendría sentido entrenar para batalla si todo fuera
pacífico. Nos quedaríamos tirados por ahí, engordando y holgazaneando.
¡Bien podríamos ir y volvernos mascotas!
Rayo de Sol se sentía demasiado deprimida para unirse a las bromas.
—Tengo la horrible sensación de que siempre habrá enemigos —ella
declaró—. Siempre habrá gatos que se vuelvan malos.
Bigotes de Lúpulo y Salto Hueco se quedaron en silencio, mirando
fijamente a Rayo de Sol, antes de mirarse entre ellos, y luego girar la
mirada de nuevo hacia ella.
—¡Gran Clan Estelar, qué alegre estás hoy! —maulló su hermano
Salto Hueco.
Rayo de Sol no respondió, y un momento después Bigotes de Lúpulo
hizo una señal de silencio mientras se acercaban a la zona de ocio de los
Dos Patas que formaba su frontera con el Clan del Río. Esta mañana no
había Dos Patas, pero había muchas pruebas de que habían estado allí.
Estudiando el medio puente que se adentraba en el lago, y la franja de
terreno abierto cubierta del material duro y negro del Sendero Atronador,
Rayo de Sol pudo ver basura de Dos Patas esparcida por todas partes. El
hedor que desprendía le llenaba las fosas nasales.
—¡Solo miren eso! —exclamó Salto Hueco—. Es asqueroso.
—¿Por qué dejan tanto desorden? —Rayo de Sol preguntó—. ¿Creen
que sus guaridas también son así?
—No me sorprendería —refunfuñó Bigotes de Lúpulo—. Pero
deberíamos revisarlo, ¿y si este desastre esconde presas?
Caminó hacia el borde del terreno abierto y comenzó a olfatear un
objeto blanco arrugado como una hoja enorme. Un momento después
retrocedió, soltó un aullido de dolor y levantó una pata delantera. Mientras
Rayo de Sol y Salto Hueco corrían hacia ella, se desplomó de lado y se
acurrucó sobre sí misma, gimiendo de dolor. Cuando la alcanzó, Rayo de
Sol vio que la pata de Bigotes de Lúpulo sangraba; al mirar más de cerca,
vio un feo corte en sus almohadillas.
—¿Qué pasó? —preguntó.
Bigotes de Lúpulo señaló con la cola.
—Me corté con esa… cosa.
Debajo de la hoja arrugada, Rayo de Sol vio algo duro y brillante, con
un borde irregular más afilado que una garra.
—¡Dos Patas! —exclamó—. Me gustaría arrancarles el manto. No es
la primera vez que tenemos problemas con su basura.
—Eso no importa —maulló Salto Hueco—. Mejor llevemos a Bigotes
de Lúpulo con Charca Brillante y Visión de Sombra de inmediato.
Rayo de Sol miró brevemente hacia atrás en la dirección por la que
habían venido.
—Estamos más cerca del Clan del Río que de nuestro propio
campamento —señaló—. Deberíamos llevar a Bigotes de Lúpulo a Ala de
Mariposa. —Cuando Salto Hueco le dirigió una mirada dudosa, añadió—:
Tardaremos una eternidad en llevarla a casa así, y hay muchas
probabilidades de que la herida se ensucie e infecte. Eso hará mucho más
difícil para los curanderos tratarla. Ala de Mariposa será más rápida.
—Mientras más rápido mejor —siseó Bigotes de Lúpulo entre dientes
apretados—. Esto en serio duele.
Salto Hueco aún parecía dudoso; dio un par de pasos en dirección al
Clan del Río, estudiando la maleza. Rayo de Sol lo siguió, y se detuvo
cuando una poderosa ola de olor la bañó desde el otro lado de la frontera.
—¿Hueles eso? —maulló Rayo de Sol—. Debe haber una patrulla del
Clan del Río. Podría preguntarles.
—De acuerdo —aceptó Salto Hueco.
Rayo de Sol corrió a través del tramo del Sendero Atronador. Mientras
corría, vio a dos gatos del Clan del Río frente a frente entre la maleza.
—¡Hola, Cola de Lagartija! ¡Hola, Cielo Nocturno! —les gritó—.
¿Nos pueden ayudar?
Los guerreros del Clan del Río se volvieron hacia ella, pareciendo
sobresaltados. Rayo de Sol estaba desconcertada; ahora que se había
acercado, no parecían gatos patrullando. Era como si hubieran estado
manteniendo una tensa conversación y no les hubiera gustado la
interrupción. Deteniéndose frente a ellos, Rayo de Sol agachó la cabeza
cortésmente.
—Tenemos una guerrera herida —maulló—. Por favor, ¿podemos
llevarla a Ala de Mariposa?
Cola de Lagartija y Cielo Nocturno intercambiaron una mirada.
—¿Por qué no pueden llevarla de vuelta al Clan de la Sombra? —le
preguntó Cola de Lagartija.
Rayo de Sol se desconcertó brevemente; no había esperado una
respuesta tan fría, no cuando los Clanes estaban en paz.
—Nuestro campamento está muy lejos —explicó—. Bigotes de
Lúpulo tiene una herida profunda en la pata que podría infectarse
gravemente. —Cuando los dos gatos del Clan del Río todavía dudaban,
añadió con más urgencia—: Esto es asunto de curanderos, ¿verdad? Se
supone que a los curanderos no les importan las fronteras.
Cielo Nocturno y Cola de Lagartija intercambiaron una mirada. Rayo
de Sol pensó que Cielo Nocturno en particular parecía agitada; ambos
gatos parecían realmente querer negarse, pero no se les ocurría ninguna
forma de discutir lo que Rayo de Sol acababa de decir.
—De acuerdo —maulló Cielo Nocturno secamente.
Rayo de Sol corrió hacia donde había dejado a sus compañeros de
Clan. Salto Hueco y ella ayudaron a Bigotes de Lúpulo a levantarse entre
ambos, y la apoyaron a través de la frontera hasta donde esperaban los
gatos del Clan del Río. Cola de Lagartija y Cielo Nocturno los guiaron por
la orilla del lago, en dirección al campamento del Clan del Río. Rayo de
Sol estaba desconcertada; aún podía sentir tensión entre los guerreros del
Clan del Río. «No puede ser solo porque estamos aquí. Ya les pasaba algo
antes de que llegáramos». Su escolta los llevó al lugar donde uno de los
arroyos que rodeaban el campamento del Clan del Río desembocaba en el
lago. Cielo Nocturno se detuvo en la orilla.
—Pueden esperar aquí —les indicó—. Iré a buscar a Ala de Mariposa.
—Se alejó saltando antes de que algún gato pudiera objetar.
—Eso no tiene sentido —maulló Salto Hueco, mirando a la gata gris
oscuro con una expresión de confusión—. ¿Por qué traer a Ala de
Mariposa aquí, donde no tendrá provisiones?
La única respuesta de Cola de Lagartija fue un encogimiento de
hombros.
No habían pasado muchos momentos cuando apareció Ala de
Mariposa, caminando por la orilla del arroyo con su aprendiza, Zarpa
Escarchada, siguiéndola. Ambas gatas llevaban envoltorios de hojas con
hierbas en las mandíbulas.
—Bien, Bigotes de Lúpulo —maulló Ala de Mariposa mientras dejaba
las hierbas junto a la gata herida—. Echemos un vistazo a esta pata. Zarpa
Escarchada, ve si puedes encontrar algunas telarañas. Entre las raíces de
los árboles es un buen lugar.
Zarpa Escarchada salió corriendo, mientras Ala de Mariposa inclinaba
la cabeza sobre la herida de Bigotes de Lúpulo y la olfateaba
profundamente.
—Bien, lámela para limpiarla —continuó—. Te haré una cataplasma
de cola de caballo. Eso debería ayudar a detener la hemorragia.
Mientras Bigotes de Lúpulo obedecía, Rayo de Sol intercambió una
mirada ansiosa con Salto Hueco. Podía ver en sus ojos la misma sospecha
que ella sentía. «Es como si algo estuviera pasando en el Clan del Río,
pero, ¿qué? ¿Por qué no quieren que vayamos a su campamento?».
Mientras Ala de Mariposa estaba concentrada en su trabajo, Rayo de
Sol se alejó sigilosamente, luego saltó al otro lado del arroyo y trepó por la
orilla. En la cima se zambulló entre los arbustos y se deslizó hacia adelante
hasta que pudo echar un vistazo al campamento del Clan del Río. No había
muchos miembros del Clan en el claro, y todos parecían tener el mismo
aire de tensión que Cielo Nocturno y Cola de Lagartija. Uno o dos iban de
un lado a otro, moviendo la cola y erizando el pelaje de los hombros. Otros
tenían las cabezas juntas, como si estuvieran discutiendo seriamente sobre
algo. Ningún gato hacía nada útil, y no había rastro de Estrella Vaharina ni
de su lugarteniente. «Todo esto es muy raro…». Con tanta cautela como si
estuviera acechando a un ratón, Rayo de Sol salió de entre los arbustos y
huyó por la orilla hasta cruzar el arroyo. Respirando aliviada de que
ningún gato del Clan del Río la había visto, rodeó un grupo de helechos y
casi chocó con Zarpa Escarchada, quien se tambaleaba sobre tres patas con
un grueso fajo de telarañas agarrado en su cuarta pata.
Rayo de Sol contuvo el pánico.
—Lo siento —maulló, sujetando a la aprendiza y esperando que no le
preguntara dónde había estado. Mientras caminaban juntas de vuelta a la
orilla del lago, continuó—: ¿Manto de Helechos y Nube de Estornudos
tardaron mucho en encontrar a Juncal?
Zarpa Escarchada la miró sorprendida, como si no supiera lo que Rayo
de Sol estaba maullando, o tal vez sí lo sabía, pero no tenía idea de cómo
responder.
—Oh, Juncal está bien, gracias —respondió al fin. Todos lo estamos
—agregó amablemente—, y espero que ustedes también lo estén en el
Clan de la Sombra.
«Pero eso no es lo que pregunté», pensó Rayo de Sol. Si no había
sospechado ya que algo raro pasaba en el Clan del Río, sin duda lo
sospechaba ahora.
Cuando volvió con sus compañeros de Clan junto al lago, Ala de
Mariposa ya había aplicado la cataplasma de cola de caballo a la pata de
Bigotes de Lúpulo.
—Oh, Zarpa Escarchada, eso es perfecto —maulló la curandera—.
Más que suficiente para vendar la herida. Esto servirá por hoy —le dijo a
Bigotes de Lúpulo mientras le vendaba la pata herida—, pero dile a Charca
Brillante que mañana te quite la telaraña y te ponga un vendaje nuevo.
Necesitarás reposar por un tiempo.
—Gracias, Ala de Mariposa —Bigotes de Lúpulo respondió, luchando
por ponerse de pie—. Ya me siento mejor.
Rayo de Sol repitió la gratitud de su compañera de Clan.
—Y dale las gracias también a Estrella Vaharina, por permitirnos estar
en tu territorio —añadió—. Has sido de gran ayuda.
—Sí, claro, Rayo de Sol. —Ala de Mariposa sonaba inusualmente
incómoda, y los otros gatos del Clan del Río intercambiaron miradas
incómodas—. De nada.
Caminando de vuelta a lo largo de la orilla del lago, ayudando a Salto
Hueco a sostener a Bigotes de Lúpulo y mantener su pata herida lejos del
suelo, Rayo de Sol estaba aun más convencida de que algo estaba mal en
el Clan del Río. Todos los gatos parecían muy nerviosos; seguramente no
podían estar sintiendo los efectos de lidiar con Cenizo. Era más como si
estuvieran ocultando algo. «Me pregunto si debería decírselo a Estrella de
Tigre —se preguntó—. Siento que debería, pero si no sé cuál es el
problema, ¿solo estaré causando más problemas? Además, Estrella de
Tigre me dijo que tuviera cuidado. Si no tengo cuidado, me estaré
causando problemas a mí misma».
CAPÍTULO 13
Zarpa Flameante caminaba por el túnel de espinos detrás de Corazón de
Lirio y los otros dos gatos, Nube de Tormenta y Ramaje de Ramitas, que
formaban la patrulla de caza. Era un día frío y húmedo, y todas las presas
se habían escondido en sus madrigueras; Zarpa Flameante solo había
conseguido cazar un campañol. Nube de Tormenta y Corazón de Lirio
habían cazado una ardilla gracias a un hábil trabajo en equipo, mientras
que Ramaje de Ramitas había cazado un ratón tras acecharlo
pacientemente por las afueras de un zarzal. «¡Tanto trabajo y poco que
mostrar!».
Nube de Tormenta condujo a la patrulla hasta el montón de carne
fresca para depositar sus presas. El montón parecía bastante escaso a estas
horas de la mañana; Zarpa Flameante solo podía esperar que las otras
patrullas tuvieran mejor suerte.
—Eso no es mucho.
La voz era de Estrella Zarzosa; Zarpa Flameante se dio la vuelta para
ver al líder del Clan de pie a unas pocas colas de distancia, mirando con
desaprobación su captura.
—Las presas no estaban corriendo bien hoy —explicó Corazón de
Lirio, inclinando la cabeza hacia su líder.
Estrella Zarzosa no parecía impresionado.
—Aun así el Clan necesita comer —maulló—. Ramaje de Ramitas,
¿un ratón? ¡Vamos, puedes hacerlo mejor que eso!
Para sorpresa de Zarpa Flameante, Ramaje de Ramitas se agachó
delante de Estrella Zarzosa. Tenía las orejas gachas y los ojos muy abiertos
y asustados.
—Lo-lo siento, Estrella Zarzosa —balbuceó—. Volveré a salir. Lo
haré mejor la próxima vez, lo prometo.
Sin esperar respuesta, salió corriendo y desapareció por el túnel de
espinas.
Nube de Tormenta parpadeó nervioso ante Estrella Zarzosa.
—No fue culpa suya —protestó—. Ninguno de nosotros pudo… —Se
interrumpió, y luego añadió—: Iré con ella. —Y saltó por el campamento
tras Ramaje de Ramitas.
Corazón de Lirio, sin embargo, no se sintió intimidada por su líder de
Clan.
—No podemos cazar presas si no hay presas que cazar —espetó,
flexionando las garras—. ¡Y Ramaje de Ramitas atrapó a ese ratón con el
mejor acecho que he visto en lunas!
—No estaba tratando de… —Estrella Zarzosa comenzó.
La mirada furiosa de Corazón de Lirio le dijo a Zarpa Flameante que
no estaba de humor para escuchar.
—Vamos, Zarpa Flameante —ordenó, agitando la cola para hacerle
señas—. Nosotros también iremos. —Mientras la seguía a través del
campamento, la atigrada gris oscuro añadió—: Vamos a probar la guarida
abandonada de Dos Patas. Suele ser buena para uno o dos ratones.
Antes de sumergirse en el túnel, Zarpa Flameante miró hacia atrás por
encima de su hombro. Estrella Zarzosa les seguía con la mirada, con la
cola caída. Mientras Zarpa Flameante lo observaba, el atigrado marrón se
dio la vuelta y empezó a subir lentamente por las rocas hacia su guarida.
«Eso es muy raro —pensó el aprendiz de pelo negro—. Esa no es forma de
comportarse para un líder de Clan. Es casi como si hubiera olvidado
cómo liderar». Una punzada de ansiedad lo sacudió desde las orejas hasta
la punta de la cola. «Gran Clan Estelar, ¡que no le pase nada malo a
Estrella Zarzosa!».

—Vamos a pensarlo bien —maulló Pinzón Luminoso de forma


alentadora—. ¿Qué haces cuando quieres cazar una presa?
Zarpa Flameante lanzó un largo suspiro. Sabía que su hermana
intentaba ayudarlo, convenciéndolo de que fuera más paciente y evaluara
todo lo que lo rodeaba antes de acercarse sigilosamente a su presa.
También era bueno pasar tiempo con ella. Pero aunque no era su intención,
Pinzón Luminoso estaba despertando todas sus frustraciones sobre su
última evaluación y cómo había fallado por segunda vez.
Él y Pinzón Luminoso estaban sentados juntos en la hondonada de
piedra, no muy lejos de las rocas que conducían a la Cornisa Alta. De vez
en cuando el sol asomaba entre las nubes, pero se había levantado una
brisa gélida que agitaba las ramas de los árboles en lo alto de los
acantilados. Las hojas muertas giraban en el aire; Zarpa Flameante se
sacudió el manto contra el frío.
—¿Esta va a ser mi vida a partir de ahora? —refunfuñó, medio para
sus adentros—. ¿Voy a estar siempre practicando para una evaluación que
nunca voy a aprobar?
Pinzón Luminoso le acarició la oreja.
—Claro que esta vez aprobarás —le dijo con voz firme.
—Para ti es fácil decirlo. —Zarpa Flameante suspiró—. Parece que el
Clan del Trueno se toma tan en serio a sí mismo. Apuesto a que los gatos
de los otros Clanes no son tan desgraciados como yo.
Su hermana parecía un poco desconcertada, haciendo una pausa por
un momento antes de responder.
—Es bueno que los estándares del Clan del Trueno sean tan altos —le
insistió al fin—. ¡Es lo que nos convierte en el mejor Clan!
—¡Ja! —refunfuñó Zarpa Flameante—. Probablemente todos los
Clanes piensan que son el mejor Clan.
Se contuvo de expresar sus dudas de que el Clan del Trueno fuera
realmente el mejor; no quería discutir con Pinzón Luminoso, no cuando
estaba intentando ayudarle. Pero ella le preguntó amablemente:
—¿Qué pasa?
Entonces se dio cuenta de que no había podido ocultar cómo se sentía.
Zarpa Flameante dudó unos instantes, intentando encontrar las palabras
adecuadas.
—Supongo que estoy triste —confesó al fin—. Y confundido. Se
supone que soy este brillante guerrero del Clan del Trueno, de una línea de
importantes guerreros del Clan del Trueno, así que ¿por qué me siento tan
fuera de lugar? ¿Es que no encajo bien en este Clan? ¿Es por eso que mi
madre no estuvo ahí para mí cuando era un cachorro acobardado en la
maternidad, preocupado por el gato malo que se había apoderado del Clan?
Pinzón Luminoso escuchó en silencio, con los ojos muy abiertos y
brillantes de simpatía.
—Nuestra madre estaba desconsolada tras la muerte de Canto de
Alondra —murmuró, acercando la nariz a la oreja de Zarpa Flameante—.
No es que no quisiera estar para ti; es que no podía. Y luego la exiliaron,
eso tampoco pudo evitarlo. Ahora se siente tan desgraciada.
«¿Pero seguramente el Clan podría haber evitado que los gatos
fueran exiliados? Si el Clan del Trueno es tan perfecto, ¿por qué dejaron
que el Estrella Zarzosa falso tomara el poder en primer lugar? —se
preguntó Zarpa Flameante con resentimiento—. Deberían haberse dado
cuenta de que no era bueno cuando empezó a echar gatos del Clan».
Giró la cabeza hacia otro lado, intentando que no se le notaran las
dudas, pero era muy consciente de que era imposible ocultarle nada a
Pinzón Luminoso; ella lo conocía demasiado bien.
—No fue culpa de Manto de Chispas —repitió ella, pinchándole el
costado firme pero suavemente—. Nos exiliaron, después de todo.
—Lo entiendo —contestó Zarpa Flameante, y luego añadió con una
punzada de celos—: Me pregunto si eres mucho mejor que yo porque
pudiste pasar ese tiempo con nuestra madre.
Manto de Chispas le habría enseñado a Pinzón Luminoso todos sus
movimientos de caza, y cómo defenderse… Hubiera sido tan genial.
—Hey, ¿quién dice que soy mejor que tú? —Pinzón Luminoso
preguntó con un ronroneo reconfortante—. Yo pasé mi evaluación primero,
eso es todo. De todos modos, supongo que estar con Manto de Chispas
podría haberme ayudado a aprender mis habilidades de guerrera, pero ella
hablaba de ti todo el tiempo mientras estábamos en el exilio. Te extrañaba
con cada latido de su corazón. Y sé que se volverán cercanos con el
tiempo. Solo ten paciencia.
—Espero que sea verdad. —Zarpa Flameante suspiró de nuevo—.
Simplemente no puedo imaginar cómo puede suceder.
—No nos preocupemos por eso ahora —Pinzón Luminoso maulló—.
Concentrémonos en que superes tu evaluación. Imagina que…
Cualquier cosa que pudiera haber dicho fue interrumpida por un
aullido furioso por encima de sus cabezas. Al levantar la mirada, Zarpa
Flameante vio que Esquiruela acababa de aparecer de la guarida del líder.
Dio un paso a lo largo de la Cornisa Alta, luego se volvió para hablar con
Estrella Zarzosa.
—¡Tu decisión podría dejar vulnerable al Clan del Trueno!
—¿Qué decisión? —Zarpa Flameante susurró al oído de Pinzón
Luminoso—. ¿De qué está hablando?
Mientras Estrella Zarzosa salía a la Cornisa Alta para reunirse con su
lugarteniente, le dijo algo a Esquiruela, su voz era demasiado baja para que
Zarpa Flameante pudiera distinguir las palabras. Lleno de curiosidad,
empezó a trepar cautelosamente por las rocas para poder oír mejor.
Pinzón Luminoso siseó:
—¡No seas tan metiche!
Pero Zarpa Flameante no le hizo caso y se agachó detrás de una roca
saliente para poder escuchar sin ser descubierto.
—Bien, una patrulla del Clan del Viento se adentró por accidente en
nuestro territorio mientras perseguían una presa —maulló el líder—. Pero
era Corvino Plumoso quien la lideraba, así que ¿cuál es el problema?
—¿«Se adentró por accidente en nuestro territorio»? —gruñó
Esquiruela—. ¡Su guerrero saltó el arroyo, por el Clan Estelar!
—Corvino Plumoso ya lo explicó —respondió Estrella Zarzosa
secamente—. Era un campañol del Clan del Viento que nadó por el arroyo
y salió por el lado del Clan del Trueno. Y…
—Momento exacto en el que se convirtió en un campañol del Clan del
Trueno —Esquiruela interrumpió—. Pero Bigotes Ululantes saltó al otro
lado y lo atrapó. Si nuestra patrulla no los hubiera visto, ¿crees que nos
habríamos enterado?
Estrella Zarzosa dejó escapar un profundo suspiro.
—Hemos compartido un vínculo con Corvino Plumoso desde que
viajamos al lugar donde se ahoga el sol para encontrar a Medianoche. Y
ahora se aventuró en el Bosque Oscuro para ayudar a expulsar a Cenizo.
Sabemos que podemos confiar en él; no tenemos que sospechar de sus
intenciones. Si Corvino Plumoso dice que fue un error genuino, yo no
dudo de él.
—Pero aun así se quedaron con el campañol —espetó Esquiruela—.
Era nuestra presa y deberían habérnosla devuelto. De verdad, Estrella
Zarzosa, ¿vas a dejar que se salgan con la suya?
Estrella Zarzosa soltó otro suspiro que parecía salir del fondo de su
pecho.
—Esperaba que pudiéramos disfrutar de un poco de paz, después de
todos los problemas que causó Cenizo.
—¡Hay una diferencia en que haya paz, y dejar que otro Clan nos
pisotee! —Esquiruela espetó. Cuando Estrella Zarzosa no respondió, ella
continuó—: Creo que deberíamos ir al Clan del Viento y al menos hacerles
saber que esto no puede volver a suceder. Es más importante que nunca
defender nuestro territorio después de todo lo que le pasó al Clan del
Trueno. ¡No podemos dejar que los otros Clanes piensen que somos tan
débiles que permitimos que el Clan del Viento robe nuestras presas!
Estrella Zarzosa dio un encogimiento de hombros incómodo.
—No quiero pelear con un gato que fue al Bosque Oscuro por
nosotros —insistió—. Corvino Plumoso es una de las Luces en la Niebla.
Estaría mal olvidar los riesgos y sacrificios que hicieron esos gatos.
—Ningún gato que haya viajado a ese terrible lugar lo olvidará jamás
—señaló Esquiruela. Sonaba como si su paciencia se estuviera agotando
rápidamente—. A mí no me preocupa en absoluto —continuó—. Lo que
necesitamos es un recordatorio amistoso y firme al Clan del Viento de que
respete nuestros límites. Las fronteras son importantes; no podemos tener
confusión sobre eso. No te preocupes, Estrella Zarzosa. No se convertirá
en una batalla.
El líder del Clan todavía parecía desgarrado, como si equilibrar el
consejo de su lugarteniente contra su amistad con Corvino Plumoso fuera
demasiado difícil.
—Estoy cansado —maulló—. Voy a descansar un poco. En serio,
Esquiruela, todo saldrá bien. Confío en Corvino Plumoso.
Con la cabeza inclinada y la cola caída, se retiró a su guarida. Zarpa
Flameante se acordó irresistiblemente de su retirada más temprano ese día,
tras su crítica injusta a la patrulla de caza. «Esto no está bien —pensó, más
preocupado que nunca—. Y Esquiruela también lo sabe».
Esquiruela se quedó mirando tras su líder y pareja por un momento,
flexionando las garras en señal de frustración, luego sacudió el manto y
caminó a lo largo de la Cornisa Alta hasta la cima de las rocas caídas.
Zarpa Flameante tuvo el tiempo justo de volver al nivel del suelo junto a
Pinzón Luminoso antes de que la lugarteniente bajara rápidamente para
unirse a un grupo de guerreros veteranos cerca del montón de carne fresca.
—Supongo que todos escucharon eso —empezó.
Los guerreros, entre ellos Leonado y Manto de Chispas, se miraron
entre sí y arrastraron las patas, avergonzados, como si tampoco estuvieran
seguros de que era correcto que hubiesen escuchado.
—No es ningún secreto —Esquiruela continuó—. Me imagino que
todo el Clan sabe lo del campañol robado. Caída de Cereza, tú estabas en
la patrulla, ¿verdad?
La gata rojiza asintió.
—No podía creer lo que veían mis ojos cuando Bigotes Ululantes
saltó el arroyo —maulló—. Es decir, ¿para qué sirven las fronteras?
—Exacto —coincidió Esquiruela—. Así que voy a llevarme una
patrulla para ir al Clan del Viento mañana al amanecer. Necesito hablar
con Estrella de Lebrón sobre ese campañol. No puede pensar que el Clan
del Viento se va a salir con la suya, solo porque Estrella Zarzosa y yo
seamos amigos de Corvino Plumoso. —Hizo un movimiento exasperado
con la cola.
Los ojos de Leonado brillaron de aprobación, y dejó escapar un
gruñido bajo de su garganta.
—Pero tenemos que tener cuidado y no ser demasiado agresivos —le
recordó Esquiruela—. No queremos empezar una guerra con el Clan del
Viento. Yo hablaré.
Mientras hablaba, Bigotes de Topo lanzó una mirada incierta hacia la
Cornisa Alta, donde el líder del Clan había desaparecido.
—¿Estás segura de esto? —le preguntó a Esquiruela—. No parecía
que Estrella Zarzosa quisiera que nos enfrentáramos al Clan del Viento.
—No será un enfrentamiento —Esquiruela le informó con crudeza—.
Será una discusión. No quiero un grupo grande —continuó—. Solo uno o
dos gatos más, no los suficientes como para ser amenazantes. Manto de
Chispas, vendrás conmigo.
Manto de Chispas se enderezó, parpadeando de placer por haber sido
elegida.
—Estaré lista, Esquiruela —maulló.
Leonado miró esperanzado a la lugarteniente, pero Zarpa Flameante
adivinó que Esquiruela no lo querría en esta delicada misión. «No parece
que esté contento sin pelear». Pero se sorprendió un momento después
cuando Esquiruela giró sobre sí misma y lo miró fijamente con su mirada
verde.
—Tú también vendrás, Zarpa Flameante —le dijo—. Será una buena
experiencia para ti, para que veas cómo llevamos los asuntos serios del
Clan. Podría ayudarte a aprobar tu próxima evaluación.
Zarpa Flameante sintió un estremecimiento de emoción que le hizo
temblar el manto. Se había mantenido a unos pasos de los guerreros
veteranos, seguro de que Esquiruela lo echaría si lo veía escuchando.
Nunca se había imaginado que lo elegiría para una patrulla importante.
—¡Gracias, Esquiruela! —soltó, enderezándose y haciendo todo lo
posible por parecer enérgico y competente.
Un momento después, todas sus viejas dudas se apoderaron de él. «¿Y
si vuelvo a meter la pata? ¿Y realmente deberíamos ir al Clan del Viento
cuando nuestro líder de Clan no lo aprueba?».
El grupo se separó y Leonado empezó a convocar gatos para una
patrulla de caza. Zarpa Flameante se quedó para hablar con Esquiruela.
—¿Estrella Zarzosa está bien? —preguntó.
—Claro que sí —insistió Esquiruela.
Pero su mirada se desvió hacia la guarida del líder, y Zarpa Flameante
sintió una punzada de preocupación bajo el manto. No creía que estuviera
segura de su respuesta. «¿Y qué va a pasar con el Clan del Trueno si
nuestro líder no está bien?».
CAPÍTULO 14
Unas motas de nubes se cernían sobre la media luna, pero la luz era lo
bastante brillante como para que Ala de Mariposa y Zarpa Escarchada
pudieran ver su camino mientras caminaban por el páramo para reunirse
con los otros curanderos en la Laguna Lunar. A lo lejos, Zarpa Escarchada
podía distinguir las figuras de Corazón de Aliso y Glayo.
—¿Qué vamos a decirles a los otros curanderos? —preguntó Zarpa
Escarchada a su mentora.
Ala de Mariposa y los guerreros más veteranos habían estado reunidos
discutiendo ese mismo día; Zarpa Escarchada se había sentido bastante
aliviada cuando su mentora la había enviado fuera del campamento para
reponer las reservas de cola de caballo. Pero ahora se sentía tan nerviosa
como la primera vez que había viajado a la Laguna Lunar, aunque por una
razón diferente.
—¿Sobre la muerte de Estrella Vaharina y la desaparición de Juncal?
—añadió cuando Ala de Mariposa no respondió de inmediato.
—No tenemos que decirles nada —contestó Ala de Mariposa con
calma—. Encontraremos a Juncal pronto, así que no hay necesidad de
involucrar a otros Clanes en los asuntos del Clan del Río.
—¿Pero y si ven a Estrella Vaharina en el Clan Estelar? —Zarpa
Escarchada maulló.
«¿Y si ven a Juncal?», añadió en silencio. No se atrevía a sugerirle a
su mentora que Juncal podría estar muerto; ella misma apenas se atrevía a
pensar en ello.
Ala de Mariposa pareció brevemente incómoda.
—No lo había pensado —admitió. Luego se sacudió el manto—. Por
lo que me han dicho los demás, la mayoría de las veces se encuentran con
espíritus ancestrales de su propio Clan. Si ven a Estrella Vaharina, yo
responderé a sus preguntas. No tienes por qué preocuparte.
«Es fácil decirme que no me preocupe —pensó Zarpa Escarchada
cuando su mentora hizo una pausa—. ¡Eso en realidad no ayuda!».
—En cualquier caso —Ala de Mariposa continuó—, esta noche vamos
a contarle al Clan Estelar los cambios al código guerrero que hemos
decidido. Ese será el centro de la reunión, y ningún gato tendrá tiempo de
hacer demasiadas preguntas.
Zarpa Escarchada se daba cuenta de que Ala de Mariposa no estaba
tan segura de sí misma como intentaba aparentar. Su propio nerviosismo
crecía con cada paso que daba hacia la Laguna Lunar. El Clan Estelar
seguramente desaprobaría mentir a los otros curanderos, y no decirles algo
importante era casi lo mismo que mentir. «Aun así, todo se solucionará
pronto —trató de tranquilizarse—. Solo tengo que llegar allí y hablar con
el Clan Estelar. Tal vez nuestros antepasados del Clan del Río puedan
decirme dónde está Juncal, y todo saldrá bien».
Abriéndose paso entre los arbustos en la cima de la hondonada, Zarpa
Escarchada vio que casi todos los demás curanderos ya estaban reunidos
alrededor de la Laguna Lunar. Solo faltaban Charca Brillante y Visión de
Sombra. Siguió a Ala de Mariposa por el camino en espiral, inclinando la
cabeza amablemente hacia los otros gatos mientras se acercaba a ellos.
—¡Hola, Zarpa Escarchada! —la saludó Zarpa Silbante, acercándose
para entrechocar narices con ella—. Me alegra volver a verte.
Los otros gatos murmuraron palabras de bienvenida, la calidez en sus
ojos mostraba a Zarpa Escarchada lo felices que estaban de tenerla entre
ellos. La gata gris claro se dio unos cuantos lametones avergonzados en el
pelo del pecho.
—Espero que mantengas a raya a Ala de Mariposa —maulló Glayo—.
Ala de Mariposa, viendo que Zarpa Escarchada es la que habla con el Clan
Estelar, ¿significa que ella está al mando?
La aprendiza no sabía cómo responder a eso. Había un tono
humorístico en el tono de Glayo, pero no podía estar segura de si estaba
bromeando o no.
—Zarpa Escarchada y yo nos ayudaremos mutuamente —Ala de
Mariposa contestó con frialdad—. Justo como lo hicimos Blima y yo. Solo
los gatos machos se preocupan por quién tiene más poder.
Al menos Ala de Mariposa no pareció ofenderse por las palabras de
Glayo, asegurando a Zarpa Escarchada que solo eran bromas amistosas.
Probablemente.
Pero hubo un tono sarcástico en el tono de Glayo cuando le preguntó a
Vuelo de Azor:
—¿Has comido algún buen campañol últimamente?
Vuelo de Azor no respondió, aunque entrecerró los ojos y miró a
Glayo como si el gato ciego pudiera verlo.
«¿De qué trata todo eso?», se preguntó Zarpa Escarchada, y luego se
encogió de hombros. Si había algo entre los curanderos del Clan del Viento
y del Clan del Trueno, no era asunto suyo. Mientras seguía
preguntándoselo, hubo un movimiento en la cima de la hondonada. Zarpa
Escarchada levantó la mirada para ver a Charca Brillante y Visión de
Sombra salir de los arbustos y correr por el camino en espiral.
—Lamentamos llegar tarde —jadeó Charca Brillante mientras se
detenía junto a los otros—. A uno de los guerreros más jóvenes le dolía el
estómago justo cuando estábamos a punto de salir.
—¡Guerreros jóvenes! —Pelaje de Pecas sacudió la cabeza—.
Siempre metidos en algún lío.
Los curanderos se instalaron cómodamente junto al estanque y
empezaron a intercambiar noticias de los Clanes. Zarpa Escarchada pensó
que todo lo que mencionaban sonaba realmente poco importante: un
aprendiz picado por abejas en el Clan del Cielo, una pata herida en el Clan
de la Sombra.
—Gracias por su ayuda —maulló Charca Brillante, inclinando la
cabeza hacia Ala de Mariposa y Zarpa Escarchada.
—El placer es nuestro —Ala de Mariposa respondió brevemente.
Zarpa Escarchada recordó el encuentro con los gatos del Clan de la
Sombra junto al lago, y cómo había encontrado telarañas para vendar la
herida de Bigotes de Lúpulo. Esperaba que no se hubieran dado cuenta de
por qué Ala de Mariposa se había asegurado de que se mantuvieran lejos
del campamento del Clan del Río. También se preguntó si el Clan del Río
era el único Clan con problemas en el bosque, o si los otros Clanes
también tenían más problemas de los que los curanderos tenían ganas de
mencionar.
—¿La patrulla que vino al Clan de la Sombra encontró a Juncal? —le
preguntó Visión de Sombra a Ala de Mariposa.
—Sí, lo hicieron, gracias —respondió Ala de Mariposa, su tono y sus
modales fueron perfectamente fríos al decir la mentira.
—Espera un momento —maulló Glayo—. También enviaron una
patrulla al Clan del Trueno. ¿Qué…?
—Y al Clan del Cielo —interrumpió Copo Inquieto.
—Y a nosotros. —La mirada de Vuelo de Azor recorrió el grupo de
curanderos antes de posarse en Ala de Mariposa—. Así que enviaron
patrullas a todos los Clanes, buscando a Juncal. ¿Qué está pasando, Ala de
Mariposa?
Zarpa Escarchada sintió un revoloteo desagradable en el estómago al
ver que Ala de Mariposa empezaba a perder la calma.
—No pasa nada —espetó—. El asunto está resuelto. Además, era un
asunto de guerreros, no de curanderos.
—Todos los asuntos son de curanderos —Glayo murmuró.
Zarpa Escarchada esperó nerviosa a que los otros gatos siguieran
interrogando a Ala de Mariposa, pero aunque seguían mirándola con
suspicacia, no dijeron nada más. La gata de pelaje dorado permanecía
rígida, con el pelaje de los hombros erizado y una mirada desafiante en sus
ojos ámbar.
Finalmente, Corazón de Aliso soltó un largo suspiro.
—Ya basta. Es hora de hablar con el Clan Estelar. —Mientras él y los
otros gatos encontraban sus lugares a lo largo del borde de la Laguna
Lunar, continuó—: Recuerden que presentaremos los cambios que hemos
sugerido al código guerrero. Debemos buscar la aprobación de los espíritus
de nuestros ancestros, e informarnos unos a otros cuando hayamos
terminado.
El resto de los curanderos estiraron sus cuellos hacia delante para
tocar con las narices la superficie del estanque, y Ala de Mariposa se
inclinó y susurró a Zarpa Escarchada:
—¿Estás lista?
Zarpa Escarchada asintió.
—Lo haré lo mejor que pueda.
Mientras inclinaba la cabeza hacia el agua, se sintió casi abrumada por
el brillo de la luna y las estrellas reflejadas, como si pudiera caer hacia el
cielo. Estaba ansiosa por hablar con sus ancestros, pero por un par de
latidos dudó, un puro nerviosismo la congelaba. «¿Estoy lista? —se
preguntó—. ¿Y si a nuestros ancestros no les gustan nuestros planes para
el código guerrero? ¿Y si no lo explico bien? ¿Y si fracaso?».
Se preparó, dejó que su nariz tocara el agua y sintió el escalofrío que
la recorría. Parecía estar encerrada en un círculo resplandeciente, como si
los espíritus del Clan Estelar la rodearan, pero no se mostraran ante ella.
Deseó poder preguntar a alguno de los otros curanderos si lo estaba
haciendo bien, pero cuando se atrevió a mirar a un lado, vio que todos
estaban sumidos en los sueños en los que caminaban con el Clan Estelar.
Zarpa Escarchada volvió a tocar el agua y cerró los ojos, haciendo un
enorme esfuerzo por concentrarse.
—Por favor, háblenme, espíritus del Clan del Río —suplicó, con voz
temblorosa—. Su Clan necesita su ayuda desesperadamente. —Cuando
ningún gato se le apareció, añadió—: ¿Estrella Vaharina está ahí?
Seguía sin haber respuesta en palabras, pero ahora Zarpa Escarchada
pensó que podía ver formas de gatos solidificándose en la niebla brillante.
Aparecieron y desaparecieron de su vista, y al principio no reconoció a
ninguno de ellos, aunque sintió un gran alivio de que al menos estuvieran
allí. Finalmente, una gata apareció con más claridad: una atigrada dorada
con el manto moteado y brillantes ojos ámbar. Zarpa Escarchada nunca la
había visto, pero había oído historias sobre la época en que lideraba al
Clan del Río.
—¿Eres Estrella Leopardina? —aventuró, tratando de reprimir su
decepción por la ausencia de Estrella Vaharina. «Pero la he visto una vez,
se dijo a sí misma. Tal vez sea suficiente».
La gata dorada inclinó la cabeza.
—¿Qué tienes que decirme, joven?
Dudosa al principio, Zarpa Escarchada fue ganando confianza a
medida que relataba las sugerencias que los Clanes habían hecho sobre
cambios al código. La expresión de Estrella Leopardina permaneció en
blanco; mientras Zarpa Escarchada explicaba, no podía adivinar lo que
pensaba la líder.
—¿Te parece bien? —preguntó Zarpa Escarchada cuando hubo
terminado.
Estrella Leopardina asintió, pero cuando habló, fue sobre algo
completamente diferente.
—El Clan del Río está en problemas —declaró—, pero si actúas
rápido, Zarpa Escarchada, puede salvarse. Veo a Juncal en un lugar
sombrío, dentro de sus propias fronteras. ¡Escucha!
Zarpa Escarchada aguzó las orejas, y le pareció oír el sonido de voces
de Dos Patas en la distancia. Entonces se sintió cayendo… cayendo con
estrellas a su alrededor, y la voz de Estrella Leopardina resonando en sus
oídos.
—¡Cuidado! —Esa era la voz de Ala de Mariposa; la mentora de
Zarpa Escarchada la agarraba del hombro con una pata delantera,
arrastrándola hacia atrás—. ¡Casi te caes!
Zarpa Escarchada abrió los ojos y se encontró echada sobre una piedra
plana al borde del agua. Jadeaba, como si hubiera corrido desde el
campamento del Clan del Río hasta allí.
—¿Y bien? —Ala de Mariposa preguntó, moviendo los bigotes de
manera impaciente—. ¿El Clan Estelar digo algo? ¿Hablaste con Estrella
Vaharina?
—¡No, pero vi a Estrella Leopardina! —jadeó Zarpa Escarchada,
emocionada al recordarlo.
—¿Y está de acuerdo con los cambios al código?
Mirando a su alrededor, Zarpa Escarchada vio que los otros
curanderos ya estaban reunidos, discutiendo lo que habían visto. Parecía
que el Clan Estelar había aprobado los cambios propuestos. Zarpa
Escarchada medio esperaba que algún gato se dirigiera a ella y a Ala de
Mariposa y les preguntara por qué nunca habían informado de que Estrella
Vaharina había muerto. Pero todos parecían concentrados en el código
guerrero. «Ala de Mariposa debe tener razón, respecto a que los gatos del
Clan Estelar solo se muestran a su propio Clan», pensó con un suspiro de
alivio. Desde luego, no iba a arriesgarse a revelar ningún secreto
preguntando a los otros curanderos si eso era cierto.
—¿Y bien? —repitió Ala de Mariposa, dando golpecitos con una pata.
—Sí —Zarpa Escarchada respondió, recordando la forma en que
Estrella Leopardina había asentido—. A ella le pareció bien. Pero aprendí
algo aun más importante.
—¿Qué? —preguntó Ala de Mariposa.
Zarpa Escarchada sintió que iba a estallar de emoción, pero se las
arregló para mantener la voz baja para que los otros curanderos no la
escucharan.
—¡Sé dónde está Juncal! —anunció.
CAPÍTULO 15
Dos mirlos, un macho y una hembra, picoteaban juntos algo en el suelo.
Rayo de Sol hizo un gesto con la cola para que Caída de Gaviota se
escabullera en un amplio círculo y pudiera acercarse a las presas desde el
lado opuesto. La gata blanca se aplastó contra el suelo y desapareció entre
el largo pasto. Ante un gesto de Rayo de Sol, Hoja de Milenrama comenzó
a moverse en la otra dirección. Los pájaros aún parecían ignorar que una
patrulla de caza se acercaba a ellos.
—¡Ahora! —aulló Rayo de Sol.
Los pájaros lanzaron graznidos de pánico cuando su chillido rompió el
silencio y tres gatos saltaron hacia ellos desde tres direcciones diferentes.
Volaron hacia arriba, pero ya era demasiado tarde. Rayo de Sol enganchó
una garra en un ala batiente y derribó a un pájaro para que Hoja de
Milenrama pudiera romperle el cuello de un zarpazo certero. Mientras
tanto, Caída de Gaviota había agarrado al otro pájaro por el cuello y lo
sacudió hasta que quedó flácido.
—Gracias, Clan Estelar, por estas presas —jadeó Rayo de Sol.
La caza había ido bien. Antes, Hoja de Milenrama había atrapado una
ardilla, y los mirlos eran bonitos y gordos, una buena adición al montón de
carne fresca.
—Creo que podemos volver al campamento —Rayo de Sol maulló—.
Hoja de Milenrama, si vas a buscar tu ardilla, Caída de Gaviota y yo
llevaremos estos.
—Claro, Rayo de Sol.
Hoja de Milenrama se dirigió a través de los árboles, mientras Rayo de
Sol y Caída de Gaviota se alejaban caminando una al lado de la otra.
—Sabes, Rayo de Sol, eres una cazadora realmente buena —maulló
Caída de Gaviota, hablando con dificultad alrededor del ala del mirlo que
llevaba—. Deberías sentirte muy orgullosa de ti misma.
Rayo de Sol se encogió de hombros, un poco avergonzada.
—Todas lo hicimos bien hoy.
—Pero tú liderabas —Caída de Gaviota insistió—. No te das
suficiente crédito. Creo que eres de los mejores cazadores del Clan.
«Eso ya es demasiado», pensó ella, preguntándose por qué su
compañera de Clan la elogiaba tanto por una captura rutinaria. De repente
se le ocurrió que Caída de Gaviota sonaba como si estuviera tratando de
animarla, lo que en cierto modo era aun más extraño. «¿Por qué cree que
necesito eso?». Rayo de Sol estaba triste porque Salto de Luz seguía sin
hablarle, pero era extraño que Caída de Gaviota se hubiera dado cuenta.
«¿Cuántos otros gatos lo habrán notado? —se preguntó, mientras su
pelaje se erizaba de incomodidad—. ¿Todo el Clan está chismorreando
sobre mí?».
—Sabes, en serio, estoy bien —dijo, respondiendo a lo que Caída de
Gaviota no había dicho.
—Me alegra mucho oír eso. —Había alivio en la voz de la guerrera
blanca—. ¿Entonces te reconciliaste con Salto de Luz? ¿Cómo le va?
—No estoy segura —contestó Rayo de Sol—. No hemos pasado
mucho tiempo juntas últimamente.
—Interesante… —Caída de Gaviota murmuró, moviendo las orejas—.
Debe molestarte que ella esté pasando tanto tiempo con Fuego Ardiente.
No te culpo…
Rayo de Sol se detuvo tan bruscamente como si una roca hubiera
surgido del suelo y la hubiera golpeado en el pecho.
—¿Qué quieres decir? No he hablado mucho con Fuego Ardiente
últimamente, pero sigue siendo mi… mi amigo especial.
Caída de Gaviota la miró, desconcertada.
—N-no quise decir… —tartamudeó—. Tal vez me equivoqué. No es
que se gusten, no de esa manera. Estoy segura de ello.
La única respuesta de Rayo de Sol fue un gesto seco con la cabeza,
pero durante todo el camino de vuelta al campamento le tembló el
estómago y sintió como si quisiera salirse de su manto. «¿Hace cuánto
está pasando esto?». Recordó que le había pedido a Fuego Ardiente que
hablara con Salto de Luz por ella, pero no se había dado cuenta de que los
dos habían pasado tanto tiempo juntos. «Tal vez es por eso que Fuego
Ardiente no me apoyó el otro día cuando vi a Salto de Luz alejarse de la
patrulla de caza».
Cuando llegó al campamento, Rayo de Sol se obligó a cumplir con su
deber llevando el mirlo al montón de carne fresca, y luego empezó a
buscar a Fuego Ardiente. No estaba en el claro, y su lecho en la guarida de
los guerreros estaba vacío. Saliendo de nuevo al claro, Rayo de Sol vio a
Visión de Sombra en la entrada de la guarida de los curanderos. Se acercó
a él y le preguntó:
—¿Has visto a Fuego Ardiente?
—Creo que se fue con una patrulla de caza hacia la frontera del Clan
del Cielo —respondió el curandero, sonando un poco reacio a decírselo—.
Salto de Luz estaba con él, y algunos otros.
Algo en la forma suave en que habló el atigrado gris oscuro hizo que
Rayo de Sol se sintiera aun peor, como si todo el Clan de la Sombra
supiera que Fuego Ardiente y Salto de Luz estaban juntos. Su reacción
inmediata fue salir y tratar de seguir el rastro del olor de Fuego Ardiente,
pero se dijo a sí misma lo estúpido que sería; fácilmente podría terminar
persiguiéndolo por el bosque y perderse por completo. O, si lo encontraba,
sería muy vergonzoso interrumpir una patrulla de caza, como si lo
persiguiera como una gatita perdida. En lugar de eso, se sentó en una roca
plana desde donde podía observar la entrada del campamento. Cuanto más
esperaba el regreso de la patrulla de caza, más rabia sentía en su interior,
hasta que la sintió como un enorme bulto de carroña en el estómago. «Me
pregunto si es por esto que Salto de Luz me ha estado evitando». Rayo de
Sol raspó furiosamente la roca con las garras. «Todo este problema
comenzó porque estaba preocupada por ella, y tratando de ser una buena
amiga. ¡Y ahora me hace esto!».
El sol se estaba poniendo, proyectando largas sombras sobre el
campamento, antes de que Colmillo de Serpiente y Manto de Espiral
regresaran, arrastrando entre los dos un gran conejo. Rayo de Sol se
levantó de un salto y corrió a enfrentarse a los dos guerreros.
—¿Estaban en la misma patrulla que Fuego Ardiente y Salto de Luz?
—exigió saber.
—Así es —Colmillo de Serpiente respondió, intercambiando una
mirada incómoda con Manto de Espiral—, pero se fueron por su cuenta.
—Sí, les perdimos el rastro —confirmó Manto de Espiral. Dudó, y
luego añadió—: ¿Por qué no vienes a comer con nosotros? Estoy seguro de
que volverán muy pronto.
De alguna manera, que el gato gris y blanco fuera amable con ella
hizo que Rayo de Sol se enojara aún más.
—Sean honestos conmigo —maulló entre dientes, mirando de Manto
de Espiral a su antigua mentora—. ¿Fuego Ardiente ha estado pasando
mucho tiempo con Salto de Luz?
Una vez más Manto de Espiral miró inquieto a Colmillo de Serpiente.
—Bien-bueno-seguro, a veces —tartamudeó él.
—Solo como amigos. —Colmillo de Serpiente estaba tan ansiosa por
sacar las palabras que Rayo de Sol sospechó que realmente no creía lo que
estaba diciendo. ¿Estaba tratando de hacer sentir mejor a su antigua
aprendiza? Luego dijo—: Quiero decir… son todos amigos, ¿no?
Rayo de Sol quería descargar su ira contra estos gatos que intentaban
ocultarle la verdad, pero cuando abrió las fauces para hablar, un aullido
sonó desde el bosque más allá del campamento. Escucharlo en el
crepúsculo creciente le dio un escalofrío espeluznante que le recorrió cada
pelo del manto.
—¿Qué fue eso? —preguntó Manto de Espiral.
Antes de que ningún gato pudiera responder, el aullido se repitió, y
Salto de Luz irrumpió por la entrada del campamento, con las orejas
gachas y el pelaje erizado.
—¡Vengan rápido! —chilló—. Necesito ayuda. ¡Fuego Ardiente está
herido!

Rayo de Sol corrió por el bosque al lado de Salto de Luz, en dirección


a la frontera del Clan del Cielo. Visión de Sombra y Colmillo de Serpiente
les pisaban los talones.
—¿Qué pasó? —Rayo de Sol preguntó.
—Cazábamos entre unas rocas. Atrapamos muchos ratones —le
explicó Salto de Luz, sus palabras venían en ráfagas cortas mientras
jadeaba para respirar—. Había una especie de túnel. Algunos ratones se
escondían allí. Reté a Fuego Ardiente a que entrara y los sacara. Lo hizo,
pero el túnel era demasiado estrecho. Empujó una roca y el túnel se le vino
encima. ¡Dos enormes rocas lo están inmovilizando!
La furia se apoderó de Rayo de Sol; sacó las garras y bien podría
haberse abalanzado sobre Salto de Luz si Visión de Sombra no hubiera
aparecido a su lado. «¿Cómo pudo poner a Fuego Ardiente en peligro de
esa manera?».
—¿Los dos tienen cerebro de ratón? —Visión de Sombra miró
sorprendido a la atigrada marrón—. ¿Por qué hicieron eso? Dijiste que ya
habían cazado muchos ratones. ¡No necesitaban las presas!
Salto de Luz lanzó una mirada angustiada al curandero.
—¡No quería que acabara así! —se lamentó—. ¡Se suponía que iba a
ser divertido! Fuego Ardiente suele ser tan rápido. ¿Recuerdas cuando
éramos cachorros en la enorme guarida de Dos Patas y…?
—No hay tiempo para eso —Visión de Sombra maulló con severidad;
lanzó una mirada a Rayo de Sol, quien supuso que debía estar viendo el
dolor en su cara.
Recordó que Visión de Sombra, Fuego Ardiente y Salto de Luz se
conocían de cuando vivían con Estrella de Tigre y Ala de Tórtola en el
gran Poblado de los Dos Patas. A Rayo de Sol nunca se le había ocurrido
sentir celos de que Salto de Luz conociera a Fuego Ardiente desde hacía
más tiempo, pero ahora sentía como si los celos la quemaran, como si cada
pelo de su manto fuera una llama.
Salto de Luz los condujo casi hasta la frontera con el Clan del Cielo, a
una parte del bosque donde el suelo era irregular y las rocas asomaban
entre el pasto. Rayo de Sol reprimió un grito de consternación cuando vio
a Fuego Ardiente inmóvil bajo dos grandes rocas, inmovilizado por la
cola, una pata trasera y parte del costado.
Visión de Sombra corrió hacia él, le puso una pata en el cuello y lo
olfateó.
—¿Está muerto? —La voz de Salto de Luz temblaba—. Estaba
despierto cuando lo dejé para buscar ayuda.
—No, solo inconsciente —respondió Visión de Sombra—. Tenemos
que quitarle estas rocas de encima, y entonces podré echarle un mejor
vistazo.
A pesar de su enojo anterior, a Rayo de Sol le invadió una oleada de
preocupación por Fuego Ardiente. Junto con Colmillo de Serpiente, puso
toda su fuerza en empujar las rocas hasta que el gato rojizo y blanco estuvo
libre. Observó ansiosamente como Visión de Sombra comprobaba su
respiración y pasaba las patas suavemente por todo el cuerpo de Fuego
Ardiente.
Finalmente, el curandero se incorporó.
—Tendremos que llevarlo al campamento —anunció—. Tiene la pata
rota, pero no estoy seguro de qué otras heridas pueda tener.
A Rayo de Sol le pesaba el corazón mientras ayudaba a llevar a Fuego
Ardiente por el bosque. Colmillo de Serpiente lo balanceaba en su espalda,
mientras Rayo de Sol lo sostenía a un lado y Salto de Luz al otro. Rayo de
Sol no quería mirar a Salto de Luz ni hablarle, y mucho menos tener que
cooperar con ella para ayudar a Fuego Ardiente.
El sol se había puesto y las sombras se acumulaban bajo los árboles.
Cada paso era un esfuerzo, y no solo por el peso de su compañero de Clan
herido. «¿Sobrevivirá?», se preguntó Rayo de Sol. Y si lo hacía, ¿se
recuperaría del todo?
Cuando regresaron, Charca Brillante los esperaba en la guarida de los
curanderos. Algún gato debía de haberle contado lo sucedido, porque ya
había preparado un lecho para Fuego Ardiente y una hoja con tres semillas
de adormidera para aliviar su dolor.
Todo el camino a través del bosque Fuego Ardiente había
permanecido flácido y sin responder, pero cuando los curanderos lo
acomodaron en el lecho, se agitó un poco y sus ojos ámbar parpadearon.
—¿Rayo de Sol? —murmuró.
—Sí, estoy aquí —respondió ella, inclinándose para acariciarle la
oreja.
Se dio cuenta de que Salto de Luz estaba cerca, observándolos. «No
preguntó por ella», pensó, y luego se avergonzó de sí misma por sentirse
tan mala.
Fuego Ardiente dejó escapar un ronroneo y giró la cabeza para lamer
las semillas de adormidera que le ofrecía Charca Brillante. Luego se
hundió de nuevo en el lecho, cerrando los ojos otra vez.
—Tenemos que encontrar palos para acomodarle la pata —le maulló
Charca Brillante a Visión de Sombra—. Mejor hacerlo mientras está
inconsciente.
—Rayo de Sol, deberías irte ahora y volver por la mañana —Visión
de Sombra le dijo—. Fuego Ardiente debería estar despierto para entonces.
—¿Estará bien? ¿Volverá a caminar? —preguntó Rayo de Sol, aunque
temía la respuesta.
Visión de Sombra lanzó una mirada grave a Salto de Luz.
—Solo el tiempo lo dirá —respondió.
Rayo de Sol siguió a Salto de Luz fuera de la guarida de los
curanderos. Desde que había visto a Fuego Ardiente inmovilizado bajo las
rocas, la conmoción y la ansiedad la habían llenado de una especie de
entumecimiento. Eso se estaba desvaneciendo ahora, permitiendo que su
ira se filtrara de nuevo.
—¿Cómo pudiste? —preguntó, dejando que se le erizara el pelo de los
hombros mientras se volvía hacia la atigrada marrón oscuro que había
creído su amiga.
La mirada de Salto de Luz estaba llena de culpa y tristeza, como si por
fin se hubiera dado cuenta de la gravedad del asunto.
—Solo era un juego —protestó—. No tenía ni idea de que Fuego
Ardiente saldría herido.
—No hablo solo de eso. —Rayo de Sol trató de poner el viento helado
de la estación sin hojas en su tono—. Sabes que he amado a Fuego
Ardiente desde que era una cachorra. Entonces, ¿por qué…?
Los ojos de Salto de Luz se abrieron de par en par.
—Sí, Fuego Ardiente y yo hemos pasado tiempo juntos —maulló—.
¡Pero solo como amigos! Tenemos mucho en común, eso es todo. Nos
gusta hacer tonterías y correr riesgos, mientras que a ti… Rayo de Sol, a ti
solo te importan las reglas.
—A veces seguir las reglas ahorra muchos dolores de corazón —le
señaló Rayo de Sol, con un movimiento de cabeza en dirección a la
guarida de los curanderos.
Salto de Luz parpadeó miserablemente.
—Lo siento —murmuró.
Una parte de Rayo de Sol quería perdonar a su amiga, pero ya había
aguantado todo lo que podía por un día. Además, no estaba segura de
creerle a Salto de Luz que ella y Fuego Ardiente fueran solo amigos. Con
un movimiento de cabeza, se dirigió rápidamente a la guarida de los
guerreros, encontró su lecho y se acurrucó firmemente en él, cubriéndose
la cara con la cola. «Ojalá pudiera despertar y descubrir que todo esto no
ha sido más que un terrible sueño».

Rayo de Sol se levantó de su lecho para darse cuenta de que la patrulla


del alba se marchaba. Abriéndose paso a empujones, se sacudió pedazos
de escombros de su manto y corrió por el campamento hasta la guarida de
los curanderos. Cuando entró, vio que Visión de Sombra seguía
acurrucado en su lecho, pero Charca Brillante estaba despierto, inclinado
sobre Fuego Ardiente. La miró por encima del hombro y le hizo una seña
con la cola.
—Está despierto —le dijo el curandero—, pero aún aturdido por la
semilla de adormidera. Puedes verlo unos momentos.
Se retiró a la parte trasera de la guarida mientras Rayo de Sol se
apresuraba hacia Fuego Ardiente. Estaba echado de lado; una de sus patas
traseras se mantenía recta gracias a unos palos atados fuertemente a ella
con zarcillos de hiedra, y tenía una especie de cataplasma pegada a la cola
con telarañas. Rayo de Sol había deseado tanto verlo, pero ahora que
estaba allí, mirando al gato que había pensado que sería su pareja, se dio
cuenta de que no sabía qué decirle. Cada pelo de su manto se erizaba de
alivio al ver que parecía recuperarse, pero seguía sintiéndose enojada de
que él hubiese sido tan imprudente, y también un poco culpable por
haberle pedido que hablara con Salto de Luz. «¿Eso los llevó a correr
riesgos juntos?». El gato que creía conocer no habría actuado así, y su
dolor por lo que fuera que estuviera pasando entre él y Salto de Luz seguía
revoloteando en su vientre. Pero no sabía cómo expresarlo con palabras.
—Me asustaste —fue todo lo que consiguió decir.
Fuego Ardiente parpadeó y sus ojos ámbar se nublaron de dolor.
—Lo siento —maulló.
—No pasa nada —contestó Rayo de Sol—. O sea, ¡deberías haber
sabido que no debías meterte en ese túnel! Pero te recuperarás y todo
estará bien, y nosotros…
Su voz se interrumpió cuando se dio cuenta de que Fuego Ardiente
seguía luchando por hablar.
—Quería decirte… —maulló, con la voz borrosa—. Planeaba
decirte… Te quiero, creo que siempre te querré, pero no creo que seamos
una buena pareja.
Rayo de Sol sintió como si un gato le hubiera lanzado una piedra al
pecho; por un momento no pudo respirar. «¡No puede estar diciendo eso!
¡No puede!».
Fuego Ardiente hizo una pausa, como si estuviera reuniendo fuerzas, y
luego continuó.
—Somos demasiado diferentes. Y no sería justo hacerte esperar
mientras me recupero, si es que alguna vez lo hago, para que luego no
funcione.
Rayo de Sol escuchó en silencio, tratando de asimilar lo que Fuego
Ardiente le decía. Se sentía aturdida, como si todo su mundo se hubiera
desvanecido de repente y no hubiera dejado más que un enorme pozo
vacío. Toda su vida había pensado que acabaría convirtiéndose en la pareja
de Fuego Ardiente. Había creído que lo conocía. «Y realmente no sabía
nada».
—¿Estás bien? —preguntó Fuego Ardiente.
Rayo de Sol quería chillarle, preguntarle cómo era posible que
estuviera bien cuando acababa de perder al gato que amaba y la vida que
había creído que tendrían. Pero Fuego Ardiente estaba enfermo y
sufriendo, y a pesar de todo, él seguía importándole.
—Sí, estoy bien —maulló con brusquedad, poniéndose de pie—. No
tienes que preocuparte por mí. —Entonces, incapaz de contener su
amargura, miró hacia atrás cuando estaba a punto de salir de la guarida—.
Solo pensé que eras un gato diferente.
CAPÍTULO 16
La pálida luz del amanecer se filtraba en el campamento del Clan del
Trueno. El cielo estaba gris de nubes, y una brisa fría erizaba el pelaje de
Zarpa Flameante mientras esperaba cerca del túnel de espinos a que
Esquiruela y Manto de Chispas se le unieran. Flexionó las garras con
inquietud, clavándolas en la tierra. El día anterior, cuando la lugarteniente
del Clan lo había elegido para formar parte de la patrulla que iría al Clan
del Viento, se había sentido emocionado. Ahora le parecía incómodo estar
en una misión con su madre y la madre de ella. «Las dos estarán ahí para
verme cuando vuelva a meter la pata».
Al otro lado del campamento, vio a Esquiruela salir de la guarida de
los guerreros, seguida casi a la vez por Manto de Chispas. Saltaron hasta
llegar a su lado.
—Bien, ya estás listo. —Esquiruela le dio a Zarpa Flameante una
breve inspección; inmediatamente sintió como si tuviera polvo en el manto
o una hoja en la oreja—. Vamos.
Pero antes de que Esquiruela pudiera abrir camino hacia el túnel,
Zarpa Flameante captó el sonido de otro gato que se acercaba desde el
exterior. Un instante después, Estrella Zarzosa entró en el campamento. El
aprendiz se quedó helado. No sabía si Esquiruela le había dicho al líder del
Clan que pensaba ir al Clan del Viento, pero estaba seguro de que Estrella
Zarzosa no lo aprobaría. Sin embargo, la mirada del líder pasó sobre los
tres gatos con poco interés, y le dio a Esquiruela un breve asentimiento.
—Buena caza —maulló, y se dirigió a su guarida.
Esquiruela le devolvió la inclinación de cabeza, pero no intentó decirle
a Estrella Zarzosa a dónde iban realmente. El pelaje de Zarpa Flameante se
erizó de inquietud, pero no dijo nada. Todo lo que quería era terminar con
esa misión del Clan del Viento y demostrar que estaba listo para ser un
guerrero. «Sea cual sea el problema entre Esquiruela y Estrella Zarzosa,
no es asunto mío».
Pero los tres gatos apenas habían dejado atrás la hondonada de piedra
cuando Manto de Chispas aceleró el paso para caminar junto a su madre.
—¿Qué le pasa a Estrella Zarzosa? —preguntó ella—. ¿No sabe que
vamos de camino al Clan del Viento?
Pasaron unos latidos antes de que Esquiruela respondiera.
—Estrella Zarzosa solo necesita tiempo para recuperarse —maulló al
fin.
«Pero eso no responde a la pregunta de Manto de Chispas», pensó
Zarpa Flameante, sorprendido de que Esquiruela no fuera del todo sincera,
ni siquiera con su hija. Recordó la conversación que había escuchado el
día anterior, cuando el líder del Clan había dicho que el enfrentamiento era
innecesario, y se fijó en la mirada escéptica que Manto de Chispas dirigió
a su madre. A Zarpa Flameante le pareció que la reacción de Manto de
Chispas demostraba que tenía razón: Esquiruela estaba haciendo algo que
no debía.
—¿Cómo está Estrella Zarzosa? —preguntó Manto de Chispas, con
los ojos verdes ensombrecidos de ansiedad por su padre—. Debe de
haberlo pasado terrible en el Bosque Oscuro.
Esquiruela dejó escapar un largo suspiro.
—Sí, lo que pasó allí lo afectó profundamente —admitió, y luego
añadió rápidamente—: Está bien, completamente bien. Es un gran líder, y
absolutamente él mismo… pero no está durmiendo bien. Sigue soñando
con el Bosque Oscuro.
—No me sorprende —Manto de Chispas murmuró—. ¿Qué tipo de
sueños tiene?
—Sueños inquietantes —respondió Esquiruela—. Cuando estábamos
allí, el espíritu de Estrella Zarzosa a veces estaba bajo el control de
Cenizo, como todos los espíritus que estaban varados allí. Y Cenizo hacía
que Estrella Zarzosa luchara por él. —Dudó, y luego añadió—: Hubo una
vez en que lo hizo atacarme.
Zarpa Flameante contuvo un grito de asombro. Había oído hablar de
algunos sucesos en el Bosque Oscuro, pero nada tan terrible como aquello.
Apenas podía imaginarse cómo sería si tuviera que luchar contra Pinzón
Luminoso, o incluso contra Manto de Chispas. No era de extrañar que
Estrella Zarzosa no estuviera durmiendo bien.
—Estrella Zarzosa ha estado soñando con la vez que se volvió contra
mí —Esquiruela continuó—. Y los demás en el Clan del Trueno. No quería
hacerme daño, pero no pudo evitarlo
Zarpa Flameante pensó que parecía aliviada de tener a alguien más
con quien hablar, aunque no podía imaginarse a sí mismo eligiendo nunca
a Manto de Chispas si tuviera algo importante de lo que necesitara hablar.
«No es la gata más fácil en la que confiar».
—Creo que todos lo sabemos —le dijo Manto de Chispas, tocándole
el hombro a su madre con la punta de la cola.
Esquiruela le dirigió una mirada de agradecimiento.
—Pero no es solo eso —dijo—. Algunos del Clan no han olvidado la
época en que Cenizo nos lideraba en el cuerpo de Estrella Zarzosa, y él se
perturbó profundamente cuando se enteró de algunas de las cosas que hizo.
Estaba absolutamente horrorizado al saber que algunos de sus compañeros
de Clan pensaban que podría haber sido él quien las hiciera. Ahora dice
que se da cuenta de que a veces le tienen miedo.
Zarpa Flameante comprendió de repente el extraño encuentro con
Estrella Zarzosa junto al montón de carne fresca del día anterior. Estrella
Zarzosa había criticado a la patrulla de caza por su mal resultado, lo cual
era un poco injusto pero no irrazonable para un líder que quería asegurarse
de que su Clan se alimentara. «Asustó a Nube de Tormenta, y aterrorizó a
Ramaje de Ramitas».
Cuando el impostor había estado al mando del Clan del Trueno, Zarpa
Flameante había sido demasiado joven para entender todo lo que había
pasado, pero ahora lo entendía. Sabía que Ramaje de Ramitas había sido
exiliada por traidora al código, aunque se le había prometido la
oportunidad de expiar su culpa si traía una excesiva cantidad de presas de
regreso. Pero a pesar de haberlo hecho, Cenizo no la había dejado volver al
Clan. «¡No es de extrañar que se asustara cuando Estrella Zarzosa la
regañó por no cazar lo suficiente!». La gata gris debía de haber sentido
que estaba en peligro de ser exiliada de nuevo.
—¿En serio? —Manto de Chispas sonaba desdeñosa mientras
respondía a lo que Esquiruela le había dicho—. ¿Tienen miedo de nuestro
propio líder?
—No todo el tiempo —contestó Esquiruela—. Pero siempre que
Estrella Zarzosa es siquiera un poco contundente. Quiere evitar eso, por
encima de cualquier cosa.
—Pero se supone que debe ser contundente —Manto de Chispas
señaló—. Los líderes de Clan son contundentes.
Esquiruela se encogió de hombros.
—Le molesta, eso es todo.
Manto de Chispas lo pensó un momento.
—Pero si tiene miedo de que lo consideren agresivo, ¿cómo puedes
estar segura de que está tomando las mejores decisiones para el Clan?
La lugarteniente del Clan no respondió a esa pregunta. En lugar de
eso, permaneció en silencio mientras los gatos salían de los árboles y
comenzaban a dirigirse a lo largo de la orilla del lago hacia el arroyo que
formaba la frontera con el Clan del Viento. Pero Zarpa Flameante sabía
exactamente lo que habría respondido. «Debe estar de acuerdo con Manto
de Chispas. ¿Por qué si no iba a enfrentarse al Clan del Viento sin avisar
al líder del Clan?». La ansiedad retorció el vientre de Zarpa Flameante,
tan dolorosa como si se hubiera tragado un zarzal. Sabía que ningún Clan
podía sobrevivir sin un líder fuerte, pero casi todos los demás gatos
parecían ignorar que Estrella Zarzosa tenía problemas. Esquiruela
claramente lo sabía, pero solo había confiado en su propia hija, fingiendo
ante el resto del Clan que todo, incluyendo su líder, estaba bien. «Pero,
¿qué otra cosa puede hacer? —se preguntó—. ¿Qué puede hacer un
lugarteniente si ya no puede confiar en su líder?».
La luz del amanecer se había fortalecido; en algún lugar detrás de las
nubes debía haber salido el sol, pero no había señales de él. Al aire libre, el
viento también era más fuerte, aplastando el pelaje de Zarpa Flameante
contra sus costados y surcando la superficie del lago.
—Zarpa Flameante le está yendo muy bien —le dijo Esquiruela a
Manto de Chispas al cabo de unos instantes, cambiando totalmente de
tema—. Solo que aún no está del todo listo. Ha estado teniendo problemas
con los juicios.
«Ignórenme —pensó Zarpa Flameante, resentido y avergonzado a la
vez—. Sigan hablando de mí como si fuera un… ¡un tocón de árbol!».
Manto de Chispas giró la mirada hacia él.
—Eso siempre es un problema para los gatos jóvenes —murmuró.
—Pero tú siempre has demostrado buen juicio —continuó la
lugarteniente—. ¿Por qué no le das un poco de ayuda extra?
Manto de Chispas pareció sorprendida.
—Estaría feliz de hacerlo —respondió después de un momento.
Zarpa Flameante se dio cuenta de que su madre realmente no quería
hacerlo.
—Ya estoy recibiendo ayuda de Corazón de Lirio —espetó—. Para
eso tengo una mentora.
Los bigotes de Manto de Chispas se crisparon ante su tono.
—Está bien, entonces —maulló.
Esquiruela bajó la cara, y Zarpa Flameante se sintió aun peor. Manto
de Chispas parecía contenta de tener una excusa para no ayudarlo, tal vez
porque había sido grosero con ella, o tal vez porque realmente no le
importaba si se convertía en guerrero o no. Y Esquiruela también podía
notarlo.
Fue un gran alivio para Zarpa Flameante cuando llegaron a la orilla
del arroyo fronterizo y las dos gatas dejaron de hablar de él. El viento
llevaba el olor de las marcas olorosas del Clan del Viento, pero no había
señales de ningún gato. El gato negro miró a su alrededor en busca de un
lugar adecuado para esconderse, solo para sentir la cola de Esquiruela
tocándole el hombro.
—No hay necesidad de escabullirse —le dijo ella—. Queremos que
los gatos del Clan del Viento nos vean. Estamos aquí para hablar. —Se
sentó y empezó a lavarse las patas con calma.
Zarpa Flameante se sentó junto a ella y Manto de Chispas, y su
nerviosismo crecía con cada latido mientras esperaban. «Mantén la boca
cerrada —se dijo a sí mismo—. Así no puedes meterte en problemas».
Le pareció que llevaban lunas sentados en la orilla, pero en realidad no
pasó mucho tiempo antes de que un fuerte olor a gato lo bañara y una
patrulla del Clan del Viento emergiera de la maleza en el lado opuesto del
arroyo. Nube Negra iba en cabeza, con Cañamera y Garra de Avena al
hombro. La gata negra aguzó las orejas cuando vio a la patrulla del Clan
del Trueno, y su pelaje se erizó cuando se detuvo.
—¿Qué quieren? —exigió.
—Saludos, Nube Negra —Esquiruela respondió, inclinando la cabeza
cortésmente—. Venimos a hablar con Estrella de Lebrón, si nos permiten
cruzar su frontera.
Nube Negra vaciló durante unos latidos, evaluando a la patrulla del
Clan del Trueno con una mirada que era poco amistosa, si no francamente
hostil. Era una gata hermosa, pensó Zarpa Flameante, con el típico cuerpo
enjuto del Clan del Viento y un elegante pelaje negro. «Claro, su nombre
le queda perfecto», se dijo, ahogando un suspiro.
—No —maulló por fin Nube Negra—. Quédense ahí, en donde
pertenecen. Garra de Avena, corre al campamento y pregúntale a Estrella
de Lebrón si quiere venir a hablar con la lugarteniente del Clan del Trueno.
Garra de Avena echó a correr de inmediato, con la cola escurriéndose
tras él mientras desaparecía entre los árboles. Cuando se fue, las gatas del
Clan del Viento se acomodaron para esperar a su lado del arroyo. Se hizo
un silencio un poco incómodo.
—¿Cómo están las presas en el Clan del Viento? —preguntó Manto de
Chispas después de un momento.
—Bastante bien —Nube Negra replicó secamente.
—¿Y va todo bien en el Clan del Trueno? —añadió Cañamera en un
tono más suave.
Esquiruela se lanzó a contar la historia de una patrulla que había
rastreado a un zorro hasta que finalmente había decidido marcharse al
territorio no asignado al otro lado de la frontera. Zarpa Flameante tuvo que
admirar su tacto: destacar el valor y la competencia del Clan del Trueno
sin decir nada que pudiera interpretarse como una crítica al Clan del
Viento. La lugarteniente estaba terminando su historia cuando Garra de
Avena reapareció. Iba acompañado de Cola Brecina, y no escoltaban a
Estrella de Lebrón, sino al lugarteniente del Clan del Viento, Corvino
Plumoso.
—Estrella de Lebrón estaba ocupado —anunció bruscamente mientras
se detenía a la orilla del arroyo—. Me envió a mí en su lugar. ¿Qué puedo
hacer por ustedes?
—Saludos, Corvino Plumoso. —El tono de Esquiruela era
genuinamente cálido, y su mirada verde era amistosa—. ¿Te has
recuperado de tu tiempo en el Bosque Oscuro?
Corvino Plumoso se relajó visiblemente.
—Sí, gracias, Esquiruela. Espero que tú también, y Estrella Zarzosa.
—Sí, todos estamos bien —le dijo Esquiruela.
«Por supuesto —pensó Zarpa Flameante—. Aunque esté preocupada
por Estrella Zarzosa, nunca se lo diría a un gato del Clan del Viento.
Nunca le diría las cosas que le dijo a Manto de Chispas».
—Creo que sabes por qué hemos venido —continuó Esquiruela,
sonando ahora enérgicamente eficiente—. Ayer Bigotes Ululantes saltó el
arroyo fronterizo y atrapó un campañol en territorio del Clan del Trueno.
Ese campañol era nuestro, Corvino Plumoso. Sabes que eso es parte del
código guerrero.
Corvino Plumoso pareció brevemente avergonzado, pero se encontró
con la mirada de Esquiruela directamente.
—Seguro que no has olvidado que el Clan del Viento les ayudó a
recuperar a su líder del Lugar Sin Estrellas —maulló—. Tal vez no vale la
pena pelear por un campañol o dos.
—Esto no es una pelea —Esquiruela contestó firmemente—. Es una
simple petición.
Su tono contundente impresionó a Zarpa Flameante; la lugarteniente
del Clan del Trueno había dejado bastante claro que esto podía ser una
pelea, si eso era lo que el Clan del Viento quería. Al mismo tiempo, le
preocupaba lo que podría pasar si el enfrentamiento realmente se convertía
en una pelea, y en problemas entre el Clan del Trueno y el Clan del Viento.
«¿Qué haría Estrella Zarzosa si eso pasa? —se preguntó—. Tendría que
apoyar a Esquiruela, o dejar que el Clan del Viento piense que puede
tratarnos como quiera».
El aire hormigueaba de tensión entre los dos lugartenientes; el pelaje
de los hombros de Esquiruela empezaba a levantarse, mientras que la
punta de la cola de Corvino Plumoso se movía de un lado a otro con
irritación.
Entonces Corvino Plumoso bajó lentamente la cabeza.
—Muy bien —concedió—. Arreglaré para enviarles alguna presa,
para compensar el campañol. Después de todo, no me gustaría que Estrella
Zarzosa se enfermara preocupándose por las relaciones entre nuestros dos
Clanes, no mientras está debilitado por lo que Cenizo le hizo.
Esquiruela había empezado a dejar que su pelaje se alisara, pero ante
las últimas palabras de Corvino Plumoso se erizó de nuevo.
—Ya te dije que Estrella Zarzosa está bien —siseó.
El lugarteniente del Clan del Viento movió los bigotes, no muy
convencido. Pero cuando volvió a hablar, había sinceridad en su voz.
—No intento causar problemas. Estoy realmente preocupado por
Estrella Zarzosa —maulló—. Siempre sentiré un vínculo con él, después
de nuestro viaje al lugar donde se ahoga el sol. Ningún gato debería tener
que sufrir lo que él sufrió en el Bosque Oscuro. Y pocos gatos podrían
haber salido ilesos. Debes cuidar de él, Esquiruela, y cuidar de ti misma.
El Clan del Trueno siempre ha sido un Clan fuerte, y Estrella Zarzosa un
líder noble, pero ambos han pasado por mucho. Espero de verdad que
puedan recuperar eso.
Por un momento, Esquiruela lo miró como si no estuviera segura de
qué responder. Zarpa Flameante tampoco sabía qué pensar de las palabras
del gato del Clan del Viento. Sus compañeros de Clan siempre habían
dicho que los otros Clanes admiraban al Clan del Trueno. Pero aunque
Corvino Plumoso ya no era hostil, no sonaba como si los admirara en
absoluto. «Suena más como si el Clan del Viento nos tuviera lástima».
Eventualmente, Esquiruela le dio a Corvino Plumoso una brusca
inclinación de cabeza.
—Agradezco tu preocupación, Corvino Plumoso —maulló—. Pero
Estrella Zarzosa no necesita que lo cuiden. Tienes razón, ningún gato
debería haber soportado lo que enfrentó en el Bosque Oscuro, y te digo
que muy pocos gatos podrían haberlo hecho. Ojalá todos los Clanes
tuvieran la suerte de tener un líder tan fuerte. En cuanto a ti, Corvino
Plumoso —terminó—, no te olvides de esa presa.
Sin esperar respuesta, dio media vuelta y se dirigió a través de los
árboles hacia el campamento del Clan del Trueno. Siguiéndola a ella y a
Manto de Chispas, Zarpa Flameante pensó en lo que había pasado. Habían
conseguido la promesa de presa que querían, y sin tener que luchar por
ella, pero de algún modo no se sentía tan triunfante como había esperado.
No podía evitar sospechar que solo habían complicado más la situación.
CAPÍTULO 17
Zarpa Escarchada se estremeció al salir de su guarida. El sol aún no había
salido, aunque un resplandor dorado en el horizonte le indicaba que pronto
lo haría. Recorrió el tramo de guijarros hasta el arroyo para beber un trago,
notando el frío que hacía. La estación de la caída de la hoja estaba en pleno
apogeo, lo que significaba que la estación sin hojas no estaba lejos. Una
vez saciada su sed, Zarpa Escarchada se estaba acicalando cuando Ala de
Mariposa bajó por la orilla y se detuvo a su lado.
—Bien, estás despierta —maulló su mentora—. Acabo de elegir a
algunos gatos para una patrulla que irá a buscar a Juncal, y quiero que tú la
dirijas.
Zarpa Escarchada sintió una sacudida en el vientre como si alguien le
hubiera lanzado una piedra.
—¿Yo? —exclamó, mirando fijamente a Ala de Mariposa—. ¡Oh, no,
no puedo!
—Claro que puedes —contestó Ala de Mariposa con calma—. Tú eres
quien tuvo la visión de dónde encontrarlo.
—Pero… —Zarpa Escarchada no podía creer que su mentora la
hubiera elegido para esa tarea. Quería sentirse orgullosa, pero en cambio
cada pelo de su manto temblaba de aprensión—. ¡Me uniré a la patrulla,
claro que sí, pero no puedo liderarla!
Por un momento Ala de Mariposa se sentó mirándola con la cabeza de
lado.
—Zarpa Escarchada, eres una curandera —maulló al fin, en un tono
que no admitía discusión—. Es tu destino asumir una gran responsabilidad
por el bienestar de tu Clan, y no hay mejor momento para que empieces.
Confío plenamente en que podrás hacerlo, así que dejémonos de tonterías.
Ven y sírvete algo de carne fresca, y luego puedes ponerte en marcha.
Con la cola caída, Zarpa Escarchada siguió a Ala de Mariposa por la
orilla y se apresuró hacia el montón de carne fresca. Mientras engullía un
ratón, vio a Ala de Mariposa cruzar el campamento hasta donde tres gatos
—Pluma Rizada, Cola Salpicada y Garra de Aulaga— esperaban cerca de
la entrada. Ala de Mariposa les dijo algo, en voz demasiado baja para que
Zarpa Escarchada pudiera oírlo, pero oyó bien a Garra de Aulaga, la voz
del gato blanco se escuchaba claramente en el aire frío de la mañana.
—¿Zarpa Escarchada nos va a dirigir? ¿Tienes abejas en el cerebro,
Ala de Mariposa?
La respuesta de Ala de Mariposa fue tan gélida como la brisa que
corría por el campamento.
—Zarpa Escarchada es una curandera que ha tenido una visión de
dónde podemos encontrar a nuestro nuevo líder. Y necesitarán una
curandera en caso de que Juncal esté herido. ¿Quién más debería liderar la
patrulla?
—Pensé que tú lo harías, Ala de Mariposa —maulló Cola Salpicada.
—Sí, eso funcionaría muy bien —Ala de Mariposa espetó—. Viendo
que no tengo la menor idea de a dónde ir. —Se dio la vuelta—. ¡Zarpa
Escarchada!
Tragando el último bocado de ratón, Zarpa Escarchada se pasó la
lengua por las mandíbulas y saltó por el campamento para ponerse al lado
de su mentora.
—Estoy lista, Ala de Mariposa —maulló, intentando que no le
temblara la voz.
Ala de Mariposa le dedicó una brusca inclinación de cabeza.
—Adelante, entonces.
Zarpa Escarchada sintió como si una dura presa se le clavara en la
garganta. Los tres guerreros la miraban; Pluma Rizada tenía un brillo de
afecto en la mirada, pero tanto Garra de Aulaga como Cola Salpicada
parecían dudosos, como si estuvieran esperando a que cometiera un error.
Sus patas parecían congeladas en el suelo; intentó obligarlas a moverse,
pero no la obedecieron.
—La última vez que vimos a Juncal, en esa patrulla —comenzó Pluma
Rizada en un tono servicial—, estábamos cazando cerca de la zona de ocio
de los Dos Patas. Podríamos empezar por ahí. Si te parece una buena idea,
Zarpa Escarchada —añadió.
Zarpa Escarchada agradeció en silencio al Clan Estelar que su madre
formara parte de la patrulla. Tragó saliva.
—Es una gran idea —aceptó. Intentó poner algo de autoridad en su
voz, pero pensó que debía sonar como una gatita asustada—.
Empezaremos yendo en esa dirección.
Zarpa Escarchada sintió como si toda una bandada de mariposas se
arremolinaran en su estómago mientras abandonaba el campamento del
Clan del Río a la cabeza de la patrulla. Todavía le costaba creer que Ala de
Mariposa le hubiera dado esa responsabilidad; solo esperaba que su
mentora hubiera hecho bien en confiar en ella. «Oh, Clan Estelar, por
favor, déjenme encontrar a Juncal —rezó en silencio, y para sí misma
añadió—: Con vida».
Si tan solo pudiera volver al campamento con el lugarteniente, el gato
que debía haberse convertido en líder del Clan, con alguna explicación de
dónde había estado todo este tiempo, entonces los problemas del Clan del
Río habrían terminado. Pero Zarpa Escarchada no podía creer que eso
fuera a suceder.
Al salir al territorio, Zarpa Escarchada se sintió reconfortada por la
presencia de su madre a su lado, con Garra de Aulaga y Cola Salpicada
justo detrás. Estaba segura de que, fuera lo que fuera lo que les esperaba,
los tres guerreros se asegurarían de que nada saliera mal. Aunque intentaba
parecer segura de sí misma, la aprendiza gris claro era consciente de que
no conocía el territorio lo suficiente. Después de que la hicieran aprendiza,
Ala de Mariposa la había llevado a recorrer las fronteras, y salían casi
todos los días a recoger hierbas. Así que Zarpa Escarchada conocía los
mejores lugares para encontrar cola de caballo y caléndula, pero no tenía ni
idea de dónde podría estar el lugar profundo y sombrío que había visto en
su visión.
—Me pregunto si los Dos Patas podrían haberse llevado a Juncal —le
sugirió a su madre mientras giraban hacia la zona de ocio de los Dos Patas.
Pluma Rizada movió los bigotes pensativamente.
—He oído historias donde eso pasa —respondió—. ¿Coincide con lo
que viste en tu visión?
—No lo creo. —Zarpa Escarchada negó con la cabeza.
Cada vez le costaba más recordar exactamente lo que había visto en la
Laguna Lunar, pero el lugar de su visión le había parecido más salvaje y
desolado que cualquier cosa relacionada con los Dos Patas. «Aunque me
pareció oír voces de Dos Patas a lo lejos —se recordó a sí misma—. Eso
podría significar que vamos en la dirección correcta».
Zarpa Escarchada guió a su patrulla por la orilla del lago hasta que
casi habían llegado al medio puente. Dudando un momento, deseó una vez
más conocer el territorio lo suficiente como para guiar a la patrulla. No
había rastro del lago en su visión, así que la opción obvia era desviarse de
la orilla hacia la frontera, que se extendía a lo largo de muchos zorros de
distancia junto a las primeras guaridas del Poblado de los Dos Patas.
—Por aquí —maulló, agitando la cola, esperando sonar segura.
Pero cuando Zarpa Escarchada se dirigió a la frontera, se dio cuenta
después de unos pasos que Cola Salpicada no la seguía.
—¿Por qué Juncal habría ido por aquí? —gruñó—. No hay muchas
presas cerca del Poblado de los Dos Patas. —Y añadió, en voz lo bastante
alta como para que Zarpa Escarchada lo oyera—: ¡Aprendiza con cerebro
de ratón!
La molestia le dio a Zarpa Escarchada el coraje para discutir con un
guerrero.
—¿Quién lidera esta patrulla? —exigió.
Cola Salpicada se encogió de hombros.
—Como quieras. No me culpes si todo sale mal.
El terreno era casi llano cerca del lago, pero a medida que la patrulla
se alejaba de él, la pendiente se acentuaba rápidamente. Al llegar a la
cresta, Zarpa Escarchada se dio cuenta de que estaba al borde de un
barranco, con helechos y arbustos enraizados en un acantilado rocoso. En
el fondo había un camino serpenteante de piedras afiladas; Zarpa
Escarchada supuso que en tiempo de lluvia podría haber un pequeño
arroyo, pero por ahora las rocas estaban secas. El pelaje de Zarpa
Escarchada se erizó al contemplar el barranco. Una sensación de náuseas
se le hinchó en el vientre y le subió a la garganta; tuvo que contenerla. Su
visión oscura volvió a su mente: Este era un lugar sombrío, justo como del
que Estrella Leopardina había hablado. Y estaba cerca del lugar donde su
madre le había dicho que la patrulla había estado cazando.
—¿Sientes algo aquí? —Pluma Rizada preguntó.
—Creo que sí. —La voz de Zarpa Escarchada temblaba, e hizo un
gran esfuerzo para estabilizarla—. Deberíamos investigar el barranco.
Para empezar, los guerreros se extendieron a lo largo de la cima del
acantilado, gritando el nombre de Juncal, una y otra vez. No hubo
respuesta. Con cada latido que pasaba, Zarpa Escarchada se sentía más y
más preocupada. «Algo terrible pasó. Si Juncal estuviera vivo y sano, ya
habría vuelto al campamento».
—Esto es inútil —maulló finalmente Garra de Aulaga—. Tendremos
que bajar.
Cola Salpicada echó una mirada dubitativa al acantilado.
—Podríamos rompernos el cuello.
—No, estará bien —le dijo Garra de Aulaga—. He cazado aquí antes.
Cuando el arroyo corre, es un buen lugar para las presas. Y conozco un
camino para bajar. Síganme.
A unas cuantas colas a lo largo de la cima del barranco, un estrecho
sendero descendía entre las rocas, zigzagueando por la cara del acantilado.
Garra de Aulaga tomó la delantera; Zarpa Escarchada lo siguió, con Pluma
Rizada justo detrás de ella y Cola Salpicada en la retaguardia.
—Cuidado con donde pones las patas —Pluma Rizada advirtió a
Zarpa Escarchada—. Si resbalas, intentaré atraparte.
«¡No soy una cachorra! —pensó Zarpa Escarchada, indignada por los
líos de su madre—. Soy una curandera, al frente de una misión muy
importante».
Los cuatro gatos llegaron al fondo del acantilado sin contratiempos.
—Será mejor que nos separemos y busquemos —sugirió Zarpa
Escarchada, un poco avergonzada por estar dirigiendo a guerreros
experimentados.
—Buena idea. —Garra de Aulaga le dirigió una mirada de aprobación,
haciéndola sentir mejor—. Avisaremos si encontramos algo.
La patrulla partió en distintas direcciones. Zarpa Escarchada caminaba
por el arroyo seco, con las almohadillas adoloridas por las piedras afiladas.
No muy lejos podía oír a su madre llamando:
—¡Juncal! ¡Juncal!
Zarpa Escarchada no se sentía lo suficientemente esperanzada como
para gritar el nombre del lugarteniente. Una piedra fría parecía haberse
asentado en su vientre; estaba segura de que el lugarteniente estaba
muerto.
Por delante suyo el barranco se estrechaba, los acantilados a ambos
lados se unían formando una barrera infranqueable. Se dio cuenta de que
tendría que dar media vuelta. Al mismo tiempo, oyó un gemido
escalofriante detrás de ella y reconoció la voz de Garra de Aulaga. Al
instante, Zarpa Escarchada se dio la vuelta y empezó a correr por donde
había venido, sin pensar ya en sus almohadillas adoloridas. Cola Salpicada
y Pluma Rizada aparecieron de entre la maleza mientras corría, y los tres
gatos corrieron juntos por el fondo del barranco hasta llegar a Garra de
Aulaga. El gato blanco estaba de pie en lo alto de un montón de rocas.
Cuando el arroyo fluía, habrían formado una cascada. El gato miraba hacia
abajo; jadeando a su lado, Zarpa Escarchada siguió su mirada. Estirado en
el fondo de las rocas estaba el cuerpo de Juncal.
—¡Oh, no! —exclamó Pluma Rizada, con la voz llena de angustia—.
¡Está muerto! ¡Lo sabía!
—Deberíamos bajar —Garra de Aulaga maulló—. Tal vez solo esté
inconsciente.
Zarpa Escarchada estaba segura de que el gato blanco se equivocaba,
y que el lugarteniente del Clan realmente estaba muerto: tenía la cabeza en
un ángulo extraño, como si se hubiera roto el cuello. Lo último que quería
hacer era bajar a comprobarlo, pero sabía que como curandera era su
deber. Lentamente, Zarpa Escarchada empezó a descender por las rocas
hacia el cuerpo inmóvil de Juncal. Oyó a su madre advertirle que tuviera
cuidado, pero estaba demasiado concentrada para responder. Podía
imaginarse a sí misma resbalando y aterrizando junto a Juncal, muerta
como él o gravemente herida, y tuvo que concentrarse y evitar que le
temblaran las patas.
—Si hubiera tenido la visión antes —maulló, con una oleada de culpa
que la invadía—. Entonces podríamos haber llegado a tiempo para
salvarlo.
—No fue culpa tuya —Pluma Rizada respondió rápidamente—.
Ningún gato podría haber hecho nada. Parece que la caída lo mató.
Zarpa Escarchada esperaba que su madre tuviera razón, pero su
sentimiento de culpa no desaparecía. Finalmente llegó al fondo de las
rocas y se acercó al cuerpo de Juncal. El gato negro yacía con las
extremidades extendidas; tenía los ojos entornados y los dientes apretados
como si estuviera gruñendo a un enemigo. Cuando Zarpa Escarchada
estiró una pata tentativa y le tocó el hombro, estaba rígido y frío. Un
momento después, Pluma Rizada estaba a su lado, rozando el hombro de
su hija con la cola y dándole un reconfortante lametón en la oreja.
—Siento que tengas que ver eso —suspiró, y luego añadió—: Mira
esos rasguños a lo largo de su espalda. Ahí es donde debe haberse
golpeado con las rocas afiladas al caer.
Zarpa Escarchada miró más de cerca, y vio varios rasguños a lo largo
de la columna de Juncal, donde el pelaje había sido arrancado para
exponer la carne debajo. Los rasguños habían sangrado, aunque la sangre
ya estaba seca.
—Casi parecen las garras de un tejón —reflexionó.
—Tonterías, eso no se parece en nada a un tejón —Pluma Rizada
maulló—. La caída debe haberlo matado. Deberíamos llevarlo de vuelta a
su Clan.
Retrocediendo, vio que Garra de Aulaga y Cola Salpicada también se
le habían unido al pie de la ladera. Ambos estaban de pie con las cabezas
inclinadas, y cuando levantaron la mirada, Zarpa Escarchada vio pena y
aprensión en sus ojos.
—Lo llevaré en mi espalda —declaró Garra de Aulaga—. Cola
Salpicada, Pluma Rizada, pueden caminar conmigo y ayudarme a
equilibrarlo.
Zarpa Escarchada observó mientras sus compañeros de Clan
levantaban el cuerpo del lugarteniente a la espalda del gato blanco. Su
mente daba vueltas mientras intentaba averiguar qué le depararía el futuro
al Clan del Río.
Fue Cola Salpicada quien puso palabras a sus dudas.
—¿Qué pasará ahora con el Clan del Río? —preguntó—. ¿Cómo
sabremos quien debe ser líder?
—Eso depende del Clan Estelar —Garra de Aulaga contestó—. Ellos
decidirán.
Cada pelo del manto de Zarpa Escarchada empezó a temblar de
nerviosismo. «Ala de Mariposa no puede contactar con el Clan Estelar.
Eso significa que depende de mí hablar con ellos y decirle a mi Clan quién
es su elección para líder».
Juntos, los tres guerreros lograron subir el cuerpo de Juncal por el
estrecho sendero hasta la cima del barranco, y Zarpa Escarchada los
siguió. Sus patas se sentían pesadas, como si su cuerpo se hiciera eco de su
negación a regresar al campamento y hacer frente a la abrumadora
responsabilidad que había sido depositada sobre ella.
Cuando llegaron a la cima y se dispusieron a cruzar el territorio,
Pluma Rizada le hizo señas con las orejas.
—Me doy cuenta de que estás nerviosa —le maulló en voz baja a
Zarpa Escarchada—, pero no tienes por qué estarlo. El Clan Estelar te
ayudó a encontrar a Juncal, ¿verdad? Vas a ser una gran curandera, y
deberías confiar en tus instintos. —Movió la cola para tocar el hombro de
la gata gris—. Sabrás cuando el Clan Estelar haya elegido al nuevo líder
—prometió.
Zarpa Escarchada se sintió alentada por las palabras de su madre y su
toque tranquilizador, pero su tarea todavía se cernía ante ella como un
enorme árbol que se veía obligada a escalar.
—Espero que tengas razón —respondió a Pluma Rizada.
Las caras de sus compañeros de Clan parecían nadar frente a ella, cada
uno de ellos era un gato leal y talentoso. «¿Por dónde empiezo? ¿Cómo
sabré a quién ha elegido el Clan Estelar?».
—Lo haré lo mejor que pueda —resolvió.
CAPÍTULO 18
Rayo de Sol yacía acurrucada en su lecho en la guarida de los guerreros,
con la cola enrollada sobre la nariz. Se sentía demasiado deprimida para
siquiera estirar una pata, y mucho menos para salir de la guarida e intentar
unirse a una patrulla. «Sé que estoy desanimada —admitió para sí—. Y no
puedo seguir así para siempre. Pero si hay alguien que se merezca un
poco de tristeza, soy yo, ahora mismo». No todos los días el gato que
esperabas que algún día fuera tu pareja hacía algo muy estúpido a tus
espaldas e inmediatamente después te decía que no eran el uno para el
otro. «¿Qué hay de malo conmigo?», se preguntó.
Salto de Luz le había dicho que no estaba enamorada de Fuego
Ardiente, pero eso no significaba que Fuego Ardiente no se hubiera
enamorado de ella. A Rayo de Sol le costaba creer que fuera una
coincidencia que hubiera decidido que ellos dos no serían una buena pareja
justo después de empezar a pasar mucho más tiempo con Salto de Luz.
«¿Eso significa que soy aburrida? —se preguntó miserablemente—. ¿Tal
vez debería ofrecerme voluntaria para ir al Bosque Oscuro, luego
asustarme demasiado y sentirme mal por ello? ¿Eso me haría una pareja
más atractiva?». Rayo de Sol se estremeció internamente. Sabía que no
estaba siendo del todo justa con Salto de Luz. «¡Pero nada de esto es
justo!».
Levantó la cabeza al oír el ruido de alguien rozando las ramas bajas
que protegían la guarida. Abrió los ojos y vio a su hermano Garra de
Espiral caminando entre los lechos vacíos para reunirse con ella.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó—. ¿Estás bien?
—Oh, sí, claro —respondió Rayo de Sol, con un tono sarcástico—.
Todo es sol y margaritas en este momento, gracias por preguntar.
Garra de Espiral dejó escapar un suspiro y se acomodó a su lado con
las patas recogidas bajo él. Rayo de Sol no solía ser especialmente cercana
a él, pero la había atrapado justo después de que Fuego Ardiente le dijera
que nunca serían pareja. Luchando con la miseria y la ira, le había contado
a Garra de Espiral toda la historia sobre Fuego Ardiente y Salto de Luz. Su
amabilidad había sido como un cálido manto que la envolvía, y ahora sus
ojos estaban llenos de simpatía.
—Lo siento, de verdad —murmuró—. El amor es complicado.
Rayo de Sol no pudo reprimir un bufido.
—¿Qué sabrás tú de eso? —Su hermano de camada nunca había
mostrado el menor interés por ninguna de las gatas del Clan de la Sombra.
Por un instante, Garra de Espiral no la miró, y Rayo de Sol se sintió
culpable por haberle hablado mal.
—No debería haber dicho eso —maulló—. Sé que no debería
desquitarme contigo, pero estoy tan enojada y triste que no pude evitarlo.
Quizá no debería estar cerca de nadie durante un tiempo.
—Pero no puedes esconderte aquí para siempre —objetó Garra de
Espiral, sonando dinámico y práctico—. ¿Realmente te hace sentir mejor?
Rayo de Sol tuvo que negar con la cabeza.
—No —admitió.
—Entonces sal ahí fuera —la instó su hermano—. Ve y vive tu vida.
Demuéstrales a esos cerebros de ratón que no pueden molestarte. Te
sentirás mucho mejor.
Garra de Espiral estaba siendo tan molesto como de costumbre, pero
Rayo de Sol no podía negar que lo que decía tenía sentido.
—Bueno —respondió, exhalando la palabra en un suspiro—. Lo
intentaré, si te hace feliz.
—Bien. —Garra de Espiral se inclinó para tocarle el hombro con la
nariz—. Patas de Trébol está organizando patrullas de caza. Estará
contenta de tener otros dos pares de patas.
Con un gran esfuerzo, Rayo de Sol se levantó y se sacudió los restos
de lecho del manto. «Garra de Espiral tiene razón. Necesito algo con lo
que distraerme de todo esto». Deslizándose entre las ramas hacia el
exterior, Rayo de Sol vio a Patas de Trébol rodeada por un grupo de
guerreros mientras organizaba las patrullas.
Rayo de Sol saltó hacia ella.
—¿Puedo unirme?
—Claro que sí —contestó la lugarteniente—. A ver, puedes ir con
Aguzanieves y Manto de Espiral.
Aguzanieves asintió amistosamente a Rayo de Sol mientras se
acercaba a la patrulla, cojeando un poco como siempre. Cuando la gata
blanca se volvió para guiar a los demás fuera del campamento, Rayo de
Sol se dio cuenta de que, junto con los otros dos guerreros, Caída de
Gaviota también venía con ellos. «¡Oh, no, ella no!». Caída de Gaviota no
hablaba, y Rayo de Sol ciertamente no iba a hablar de Fuego Ardiente con
ella, pero podía sentir la mirada compasiva de su compañera de Clan
posada en ella mientras se adentraban en el bosque. Le escocía, como si un
nido entero de hormigas se arrastrara por su manto.
Dando unos pasos por delante de la patrulla en sus esfuerzos por evitar
a Caída de Gaviota, Rayo de Sol se concentró en su caza, y se las arregló
para atrapar un ratón mientras se escabullía para cubrirse entre las raíces
de un árbol.
—¡Gran salto! —exclamó Manto de Espiral.
—Sí, eres una cazadora brillante —Caída de Gaviota añadió, todavía
con esa exasperante mirada de simpatía en los ojos.
—Gracias —maulló Rayo de Sol entre dientes.
«Si no deja de intentar animarme, voy a…».
La caza continuó: Aguzanieves y Manto de Espiral cazaron una ardilla
con un buen trabajo en equipo, e incluso Caída de Gaviota dejó de mirar a
Rayo de Sol el tiempo suficiente para atrapar un mirlo. «Garra de Espiral
tenía razón —pensó Rayo de Sol—. Me siento mejor aquí fuera, en vez de
escondida en la guarida».
—Esto va bien —Manto de Espiral comentó—. Deberíamos tener un
buen montón de carne fresca.
Bordeando un grupo de pinos achaparrados, la patrulla llegó a un claro
medio cubierto por un matorral de zarzas. Patas de Lino y Salto Hueco
estaban de pie junto a él, mirando a la masa de zarzas con una expresión de
disgusto en sus rostros.
—¿Qué les pasa? —preguntó Aguzanieves, saltando hacia adelante
para unirse a sus compañeros de Clan.
—Atrapamos un par de palomas —Patas de Lino explicó, mientras
Rayo de Sol y los demás se acercaban—. Al menos, Salto Hueco atrapó a
la suya, pero yo estaba acechando la mía a lo largo de esa rama de árbol
allá arriba. —Señaló con la cola una larga rama de pino que se extendía
sobre las cabezas de los gatos—. La maté, pero mis garras se engancharon
en las plumas de sus alas y cayó en las zarzas de aquí. —Dejó escapar un
suspiro de exasperación—. La espesura es demasiado densa para que
entremos a agarrarla. Era linda y regordeta.
—Torpe bola de pelo —maulló Salto Hueco, dándole a su compañero
de Clan un amistoso empujón con un hombro.
Rayo de Sol se asomó entre las zarzas. Podía distinguir las plumas
grises y blancas de la paloma, casi completamente ocultas por los
enredados zarcillos.
—Iré a buscarla —anunció.
—¿Qué? —Aguzanieves se volvió hacia ella, con una mirada de
consternación—. De ninguna manera.
—Solo te harás daño —añadió Manto de Espiral.
—Sí, y sentiré que fue mi culpa. —Patas de Lino apoyó la cola un
momento en el hombro de Rayo de Sol—. Es porque fui descuidado que la
estúpida cosa cayó allí en primer lugar.
—El Clan no se morirá de hambre por la pérdida de una paloma —le
señaló Aguzanieves.
—Dije que lo haría —Rayo de Sol señaló.
Estaba desesperada por hacer algo, y no tenía paciencia para esperar la
aprobación de sus compañeros de Clan. Sin más demora, Rayo de Sol se
echó sobre su vientre y se arrastró hacia la espesura de zarzas, tratando de
abrirse paso hacia adelante donde los zarcillos eran más delgados. Sentía
las espinas clavándose en su pelaje, pero siguió adelante hasta que pudo
agarrar el ala de la paloma con las mandíbulas. Pero cuando trató de
retroceder, arrastrándose hacia atrás junto a la paloma, las espinas se le
clavaron más profundamente, arañándole el pelaje y la carne que había
debajo. «Tal vez los otros tenían razón —pensó—. Pero es demasiado
tarde para cambiar de opinión. Solo tengo que salir de aquí». Más
decidida que nunca, tiró con más fuerza de la paloma, ignorando las
innumerables punzadas de dolor de las espinas. Los zarcillos se
enroscaban a su alrededor, casi como si estuvieran vivos y ella fuera su
presa. Pero finalmente salió, se tambaleó hasta ponerse de pie, y se volvió
para dejar caer la paloma delante de Patas de Lino.
—Aquí tienes —maulló—. De nada.
Sus compañeros de Clan simplemente la miraron consternados y
boquiabiertos. Rayo de Sol se dio cuenta de que debía parecer que tenía
abejas en el cerebro. Su pelaje estaba raspado a contrapelo, estaba cubierta
de arañazos, y había dejado suficiente pelaje en la espesura como para
forrar un lecho.
—¿Qué? —preguntó.
Al no obtener respuesta, se dio la vuelta y se alejó. Casi de inmediato
se dio cuenta de que Aguzanieves y Caída de Gaviota la seguían y la
escoltaban, una a cada lado.
—Vas a volver directamente al campamento —ordenó Aguzanieves en
un tono que no admitía discusión—. Necesitas que los curanderos revisen
esos arañazos.
—¿Y nuestras presas? —Rayo de Sol preguntó.
—Manto de Espiral y los demás se encargarán de eso —respondió la
gata blanca.
—Sí, tienes que cuidar de ti misma, después de lo que has pasado
estos últimos días —añadió Caída de Gaviota, enroscando la cola
alrededor del cuello de Rayo de Sol—. Sabes que solo estás empeorando
las cosas.
Su indeseada simpatía acabó con la paciencia de Rayo de Sol.
—¡Guárdate la cola para ti! —le espetó.
—Bueno, discúlpame. —Caída de Gaviota saltó hacia atrás, su tono
no sonó nada a disculpa—. Solo intentaba ayudar.
Rayo de Sol la ignoró. Volvió al campamento con la cabeza bien alta.
Cuando llegó a la guarida de los curanderos, medio disfrutó de la mirada
atónita que le lanzó Visión de Sombra cuando apartó la atención del
almacén de hierbas.
—¿Qué pasó? —preguntó—. ¿Te atacó un zorro?
—No, ella atacó un matorral de zarzas —le dijo Aguzanieves, con voz
filosa—. Insistió en meterse en él para recuperar una paloma que se había
caído allí. Vamos, Caída de Gaviota. Hemos terminado aquí.
Cuando sus compañeras de Clan se fueron, Rayo de Sol se sentó y
esperó mientras Visión de Sombra la examinaba, olfateando
cuidadosamente sus rasguños. Ahora le empezaban a doler de verdad, y
podía sentir la sangre goteando a través de su manto. «Ojalá hubiera
podido hacer algo atrevido y temerario que no me doliera tanto», pensó
con pesar.
—Sabes, esto es lo más estúpido que he visto en lunas —le dijo Visión
de Sombra cuando terminó de examinarla—. Si tienes mala suerte, estos
arañazos podrían infectarse, y la infección podría matarte. ¿De verdad
quieres morir de una forma tan horrible y vergonzosa?
Visión de Sombra solía ser tan gentil que Rayo de Sol se sobresaltó
por su tono feroz.
—Yo no… —empezó.
—¿No pensaste? —interrumpió el curandero, fulminándola con la
mirada—. No, de eso me doy cuenta. En el futuro, recuerda que los
curanderos ya tienen bastante con curar heridas que no fueron deliberadas,
¡y ni hablar de los gatos con cerebro de ratón que se hieren a sí mismos por
diversión!
La culpa se apoderó de Rayo de Sol como un viento frío del lago.
—Lo siento —maulló.
—¡Más te vale! —Visión de Sombra resopló. Con más tranquilidad,
continuó—: Sé que lo estás pasando mal, pero hacerte daño no es la
solución. Quédate quieta y te pondré musgo húmedo en la espalda para
aliviarte el dolor. Luego traeré algunas hojas frescas de caléndula y gotearé
el jugo en esos rasguños. Y por el Clan Estelar, Rayo de Sol, ¡no vuelvas a
hacer esto nunca!
Cuando el curandero la dejó con la fresca humedad del musgo
empapándole el pelaje, Rayo de Sol se sentó en silencio, relajándose a
medida que el dolor disminuía. Entonces, por primera vez, recordó que no
era la única gata que estaba en la guarida de los curanderos,
recuperándose.
«¡Fuego Ardiente!». El gato blanco y rojizo la observaba con
curiosidad desde su lecho, al otro lado de la guarida. Entre las sombras de
la guarida y la concentración en sus propias heridas, Rayo de Sol no se
había fijado en él. Lo miró fijamente, sintiéndose de repente estúpida por
haberse hecho daño a sí misma, por no mencionar el aspecto que debía de
tener con los mechones de pelo que le faltaban y el musgo pegado a la
espalda.
—Esos rasguños deben ser realmente dolorosos —comentó Fuego
Ardiente después de un momento—. ¿Qué te poseyó para que te metieras
en las zarzas?
—No te debo ninguna explicación —Rayo de Sol le espetó, girando la
cabeza hacia otro lado—. ¡No te debo nada!
—Lo sé —maulló Fuego Ardiente en voz baja.
Se hizo el silencio; después de unos latidos, Rayo de Sol no pudo
resistirse a volver a mirarlo.
—¿Cómo está tu pierna? —preguntó.
—Es demasiado pronto para saberlo —el guerrero contestó con un
suspiro—. No puedo moverla. Visión de Sombra me da semillas de
adormidera para el dolor, pero me dan sueño.
A pesar de todo lo que había pasado entre ellos, Rayo de Sol no pudo
evitar sentirse preocupada por él.
—¿Qué harás si tu pierna no se cura bien? —Le costaba mantener la
voz firme—. Podrías tener problemas para caminar el resto de tu vida.
Fuego Ardiente se encogió de hombros.
—Supongo que lidiaré con eso cuando y si sucede. Pero sí, cuando
estoy despierto, la idea se apodera de mi mente.
Rayo de Sol luchó contra una oleada de irritación mezclada con
compasión. «No debería importarme tanto, pero sí me importa».
—Quizá deberías haber sido más cuidadoso —le dijo.
Fuego Ardiente miró sus heridas con detenimiento.
—Yo podría decirte lo mismo —maulló.
Rayo de Sol casi soltó un gruñido de diversión, hasta que recordó que
las cosas no estaban bien entre ella y Fuego Ardiente. En lugar de eso, se
dio la vuelta.
—Pero tienes razón en una cosa —Fuego Ardiente continuó—. Podría
haber sido mucho más cuidadoso contigo. Puedo notar que estás herida, y
no te mereces eso.
Una vez más, se hizo el silencio.
Después de unos latidos, Rayo de Sol reunió todo su coraje para
preguntar:
—¿Amas a Salto de Luz ahora?
—¡No! —Fuego Ardiente sonó sorprendido—. Admiro mucho a Salto
de Luz, pero solo somos amigos. Espero que tú y yo también podamos ser
amigos, Rayo de Sol.
El alivio calentó a Rayo de Sol hasta la punta de las garras, y el dolor
alrededor de su corazón se aligeró un poco. De alguna manera era capaz de
soportar mejor la pérdida de Fuego Ardiente si no era porque él andaba
detrás de Salto de Luz.
—Tal vez podamos —maulló.
Después de un rato, los ronquidos suaves y rítmicos de Fuego
Ardiente sonaron por toda la guarida, y Rayo de Sol pudo relajarse.
«¿Cómo sería volver a ser amiga de Fuego Ardiente? —se preguntó—.
Tal vez si solo es amigo de Salto de Luz, haya esperanza para nosotros en
el futuro».

Rayo de Sol dormitaba cuando la despertó el sonido de otro gato que


entraba en la guarida. Abrió los ojos esperando ver a Visión de Sombra,
pero la recién llegada era su madre, Corazón de Baya. Rayo de Sol se
preparó para otra reprimenda. Para su madre, ser una guerrera productiva
del Clan de la Sombra era algo extremadamente importante. Su madre
había abandonado al Clan de la Sombra cuando era una gata joven para
seguir a Cola Oscura y su Hermandad, y lo había perdido todo, incluyendo
a su hija, Cola de Acícula. Fue solo por casualidad que Corazón de Tigre
había encontrado a Corazón de Baya y Cola de Gorrión en su camino de
regreso al territorio del lago con Ala de Tórtola y sus cachorros, y su
familia se unió de nuevo al Clan de la Sombra cuando revivió bajo el
liderazgo de Estrella de Tigre. Rayo de Sol y sus hermanos de camada
habían nacido en ese viaje. Corazón de Baya les decía a menudo lo
importante que era servir a su Clan: usar buen juicio, seguir las reglas y
contribuir al montón de carne fresca. «¡Esta vez fallé en dos de tres!».
Corazón de Baya se detuvo un momento, contemplando los ronquidos
de Fuego Ardiente, y luego se acercó para sentarse a su lado. Para sorpresa
de Rayo de Sol, su voz era suave.
—No te culpo por haberte comportado así. Esa familia, todos los
parientes de Estrella de Tigre creen que pueden hacer lo que quieran.
Rayo de Sol nunca había esperado oír eso de su madre. Para Corazón
de Baya, respetar a su líder era parte de ser una buena guerrera del Clan de
la Sombra.
—¿Qué quieres decir? —le preguntó.
—No es importante —Corazón de Baya respondió, obviamente
arrepentida de haber dicho tanto—. Solo algo que se me ha estado pasando
por la cabeza.
Pero Rayo de Sol estaba desesperada por algo que la distrajera del
dolor de sus heridas y de todo el lío con Fuego Ardiente y Salto de Luz.
—Por favor, dímelo —suplicó.
Pensativa, Corazón de Baya se lamió una pata delantera y luego se la
pasó por la oreja.
—Es toda esta charla sobre cambiar el código —maulló al fin—,
cuando son gatos como Estrella de Tigre y Ala de Tórtola los que más se
beneficiarán. Obviamente, no soy Cenizo —continuó—. Él fue demasiado
lejos en su obsesión por el código. Pero a veces creo que demasiados gatos
son indignos de confianza, y cuando eso sucede, el código está ahí para
ayudarles a hacer lo correcto. —Se interrumpió de repente—. Lo siento,
estoy divagando —terminó.
—Creo que lo entiendo —Rayo de Sol le dijo, dándole a su madre un
cariñoso lametón alrededor de la oreja.
La simpatía de su madre era agradable. Y Corazón de Baya le había
dado mucho en qué pensar. Salto de Luz no la había traicionado al
convertirse en pareja de Fuego Ardiente, como ella había supuesto al
principio, pero aun así había sido una traición convencer a Fuego Ardiente
de correr semejante riesgo sin motivo. Y había sido una traición a todo el
Clan debilitarlo al alentar a un guerrero a arriesgarse a ser herido. ¿Aún
podía llamarse a Salto de Luz una gata digna de confianza? Rayo de Sol
lanzó un profundo suspiro. «¿Debería haber sido una mejor amiga para
Salto de Luz? ¿Debería haberle hecho comprender lo importante que es el
código guerrero? Parece lista para guiar sus patas a un camino oscuro.
¿Había algo que yo podría haber hecho para cambiar las cosas?».
CAPÍTULO 19
Mientras Zarpa Flameante saltaba desde el extremo del árbol puente y
subía por la pendiente hacia el centro de la isla de la Asamblea, podía
sentir cada pelo de su manto erizado por una mezcla de rabia y miseria. No
estaba seguro de querer estar cerca de sus propios compañeros de Clan, y
mucho menos de los gatos de todos los demás Clanes. Cuando lo habían
elegido para ir a la Asamblea, lo primero que pensó fue en negarse. Pero
Manto de Chispas y Corazón de Lirio no aceptaban un «No» por respuesta,
así que lo único que Zarpa Flameante podía hacer era apretar los dientes y
esperar que todo acabara pronto. La bilis le subió al estómago y un sabor
amargo le llenó la boca al recordar su segunda evaluación fallida y cómo
sería ridiculizado una vez más por no tener su nombre de guerrero.
«Mantendré los ojos abiertos por si veo a los aprendices de la última vez.
¡No me sentaré cerca de ellos!».
Lanzó una mirada esperanzada al cielo, pero las nubes que lo habían
cubierto antes se habían despejado, y la luna flotaba serenamente sobre los
árboles. No había señales de que el Clan Estelar pudiera enfadarse y hacer
que la Asamblea terminara antes de tiempo. Todo lo que Zarpa Flameante
quería era irse por su cuenta y reflexionar sobre la forma injusta en que lo
trataba su Clan. Cuanto antes terminara la Asamblea, antes podría hacerlo.
Se abrió paso entre los arbustos siguiendo los pasos de sus
compañeros de Clan y se dejó caer en un lugar sombrío, lo más lejos
posible de los demás. No quería unirse a ellos en saludar amigos de otros
Clanes e instalarse a intercambiar chismes. «No tengo amigos».
Estrella de Tigre, Estrella de Lebrón y Estrella de Hojas ya estaban en
posición en las ramas del Gran Roble; Estrella Zarzosa cruzó rápidamente
el claro y saltó para ocupar su propio lugar. Solo faltaban los gatos del
Clan del Río.
El tiempo pasaba; varios gatos empezaban a moverse inquietos y a
lanzar miradas en dirección al árbol puente. Era evidente que los líderes en
el Gran Roble se estaban consultando entre sí. Finalmente, cuando Estrella
de Lebrón se puso de pie para comenzar la Asamblea sin ellos, una ráfaga
de olor del Clan del Río llegó desde el lago, y los primeros de sus gatos
empezaron a aparecer de entre los arbustos.
—¡Ya era hora! —alguien exclamó en voz alta.
Pero mientras los gatos del Clan del Río encontraban sitio en el claro,
Zarpa Flameante se dio cuenta de que Estrella Vaharina no estaba con
ellos. Su lugarteniente, Juncal, tampoco estaba; quien saltó al Gran Roble
para unirse a los líderes fue Ala de Mariposa.
«Qué raro —pensó Zarpa Flameante—, ¡y qué injusto! Si una líder de
Clan no se molesta en aparecer en una Asamblea, ¿por qué yo tengo que
estar aquí? Ni siquiera soy un guerrero todavía».
Al menos, el aprendiz reflexionó, Ala de Mariposa no parecía más
feliz de estar allí que él mismo.
—Estrella Vaharina y Juncal no pueden estar aquí hoy —anunció con
una nerviosa inclinación de cabeza hacia los líderes de los Clanes—. El
Clan del Río está lidiando con un brote de tos blanca. —Un rumor de los
gatos en el claro recibió sus palabras, y Ala de Mariposa se apresuró a
añadir—: Lo tenemos bajo control, y todo estará bien. No hay de qué
preocuparse.
Corazón de Aliso se levantó de donde estaba sentado con los otros
curanderos.
—¿Necesitas ayuda, Ala de Mariposa? —preguntó—. Podría ir y
llevar un poco de nébeda extra conmigo.
—Gracias, Corazón de Aliso —la curandera atigrada contestó con una
educada inclinación de cabeza—, pero no es necesario. Preferimos
arreglárnoslas por nuestra cuenta, y tenemos mucha nébeda de los jardines
del Poblado de los Dos Patas.
Corazón de Aliso agachó la cabeza y volvió a sentarse.
Zarpa Flameante pensó que Ala de Mariposa parecía agradecida
cuando Estrella de Lebrón se adelantó en su rama y anunció que
comenzaría la Asamblea.
—Estrella Zarzosa —maulló el líder del Clan del Viento—, ¿te
gustaría empezar con las noticias del Clan del Trueno?
Mirando hacia arriba, Zarpa Flameante vio a su líder de Clan dar un
respingo, como si su mente hubiera estado en otro lugar. Sus ojos estaban
desenfocados cuando se levantó, y pasaron unos latidos antes de que
hablara.
—Todo está bien en el Clan del Trueno.
Estrella de Lebrón inclinó la cabeza a un lado.
—Tal vez sea por esa sabrosa musaraña que envió el Clan del Viento
—sugirió.
Corvino Plumoso, quien estaba sentado en las raíces del Gran Roble
con los otros lugartenientes de los Clanes, soltó un ronroneo de risa, y más
gatos del Clan del Viento lo imitaron. Estrella Zarzosa se limitó a
parpadear, confundido; estaba claro que no tenía ni idea de qué se trataba
todo eso.
Zarpa Flameante lanzó una mirada curiosa a Esquiruela. «¿Aún no le
contó a Estrella Zarzosa lo de nuestro viaje al Clan del Viento para
recordarles las reglas sobre las fronteras?».
Por la mirada sucia que Esquiruela dirigió a Corvino Plumoso, supuso
que no. Entonces ella se puso de pie de un salto y anunció claramente:
—Las presas corren bien en el Clan del Trueno. Tenemos todo lo que
necesitamos para comer.
Estrella de Lebrón estrechó los ojos hacia Esquiruela con una curiosa
inclinación de cabeza. Pareció darse cuenta de que estaba cubriendo a su
líder de Clan, desviando la atención de su desconcierto. Volviéndose hacia
Estrella Zarzosa, preguntó:
—¿Hay alguna otra noticia del Clan del Trueno?
Zarpa Flameante fue consciente de que los gatos de los otros Clanes se
volvían para mirarlo. Ese era el momento que había temido, porque si
había sido nombrado guerrero, ahora era cuando su líder lo anunciaría.
Pero Estrella Zarzosa se limitó a negar con la cabeza y dar un paso atrás.
Fijando la mirada en el suelo, Zarpa Flameante clavó las garras en la tierra.
Quería arremeter contra alguien, gritarle a Estrella Zarzosa o a Esquiruela
por lo injusto de todo. Pero incluso en su tumulto de emociones, sabía que
eso solo empeoraría las cosas. «¿Para esto me hizo venir Esquiruela? —se
preguntó—. Tal vez piense que necesito pasar una buena vergüenza, como
si hubiera fracasado por no esforzarme lo suficiente».
Entonces oyó a Esquiruela aclararse la garganta.
—El Clan del Trueno no tiene más noticias que dar —maulló—, pero
seguro que pronto las tendremos.
Zarpa Flameante enseñó los dientes en un gruñido. «Sí, Esquiruela,
¡qué útil!».
Estrella de Tigre habló a continuación, lanzándose a una complicada
historia sobre una nueva mascota en la guarida de los Dos Patas en el
territorio del Clan de la Sombra, y Zarpa Flameante ya no era el centro de
atención. Pero aun podía sentir que algunos gatos le lanzaban miradas de
lástima. Su bochorno y vergüenza se hincharon en su interior hasta que
pensó que lo consumirían por completo, pero justo cuando creía que no
podría soportarlo más, Estrella de Lebrón alzó la voz para hacer su propio
anuncio.
—En la última media luna, todos nuestros curanderos fueron a la
Laguna Lunar y caminaron en sueños con el Clan Estelar, para presentarles
nuestras ideas sobre los cambios al código. Estoy seguro de que cada
curandero informó a su propio Clan, pero yo fui elegido para hacer el
anuncio aquí en la Asamblea.
Hizo una pausa, dejando que su mirada recorriera el claro; la atención
de todos los gatos estaba firmemente centrada en él. Incluso Zarpa
Flameante levantó la mirada y aguzó las orejas para escuchar.
—Como probablemente saben —prosiguió el líder—, el Clan Estelar
ha aprobado nuestras ideas, y por eso ahora anuncio que a partir de este
momento, estos cambios se añadirán al código guerrero.
Un murmullo de muchas voces se levantó de la multitud de gatos en el
claro. Zarpa Flameante medio esperaba protestas, especialmente de los
guerreros que habían argumentado en contra de los cambios, pero todos los
gatos parecían darse cuenta de que el momento de protestar había pasado.
—Debido a esto, tengo otro anuncio que hacer —continuó Estrella de
Lebrón—. La guerrera Fronda Rayada del Clan del Viento ha decidido
dejar nuestro Clan, y unirse al Clan del Trueno para estar con Pelaje de
Caracola. No estoy feliz por la idea de perder a una de nuestras guerreras,
pero todos estuvimos de acuerdo con este cambio al código sobre las
relaciones entre los diferentes Clanes, así que no puedo negar su petición.
Se enfrentarán a los desafíos que los Clanes han acordado, y que eso
decida el resultado.
Una vez más se levantó un murmullo de los gatos en el claro, en parte
conmoción, en parte aprobación, pero casi de inmediato la voz de Estrella
de Hojas lo atravesó.
—Yo también recibí una petición, de Bigotes Rayados —la líder del
Clan del Cielo anunció—. Ha pedido dejar el Clan del Cielo y unirse al
Clan de la Sombra porque quiere estar con Garra de Espiral.
El murmullo se hizo más fuerte, y Zarpa Flameante pudo sentir la
emoción hormigueando en el aire. Suponía que muchos gatos habían
aceptado la idea de los cambios sin pensar que realmente ocurriría nada, y
sin darse cuenta de la agitación que aquello causaría en la vida de los
Clanes. No había esperado que los gatos quisieran aprovecharse de los
cambios, y menos tan pronto. Se preguntó si alguna vez se preocuparía lo
suficiente por una gata como para dejar su Clan por ella.
En la confusión, Corazón de Baya del Clan de la Sombra se levantó de
un salto y alzó la voz para hacerse oír por encima del tumulto.
—Sé que se acordó que a los gatos se les daría la oportunidad de
seguir sus corazones a un nuevo Clan —comenzó—, pero no pensé que
ningún gato aprovecharía la oportunidad con tanta rapidez.
Estrella de Hojas la miró con simpatía en sus ojos ámbar.
—Hablé con Bigotes Rayados —le aseguró a la consternada gata—, y
no tomó esta decisión a la ligera. Por mucho que ame al Clan del Cielo,
ama más a Garra de Espiral, y está dispuesta a hacer lo que sea necesario
para estar con él.
Obviamente, Corazón de Baya intentaba ocultar su irritación, pero no
pudo evitar que la punta de su cola se moviera de un lado a otro. «Por
supuesto, es la madre de Garra de Espiral —recordó Zarpa Flameante—.
Esto le importa».
Antes de que Corazón de Baya pudiera decir algo más, Garra de
Espiral se levantó de un salto y la miró.
—Bigotes Rayados es una gran gata —declaró—. Será muy valiosa
para el Clan de la Sombra.
Corazón de Baya giró la cabeza para mirarlo.
—Eso no te corresponde decirlo a ti —le espetó—. No tienes el
sentido común ni de una cría de un día.
—Ya basta —Estrella de Tigre interrumpió desde donde estaba
sentado en la rama del Gran Roble—. Estas discusiones pertenecen a
nuestro propio campamento, no a una Asamblea.
Garra de Espiral parecía avergonzado e inclinó la cabeza hacia su líder
de Clan antes de sentarse de nuevo. Pero Corazón de Baya seguía de pie.
—Entiendo que Bigotes Rayados quiera cambiar de Clan —continuó
secamente—. Cualquier gata sería afortunada de estar con mi hijo Garra de
Espiral. Pero tengo que preguntar: ¿Estos gatos están siendo demasiado
rápidos en renunciar a encontrar el amor dentro de sus propios Clanes? Y
si hay gatos tan ansiosos por cambiar de Clan por amor, ¿cuánto tiempo
pasará antes de que empiecen a encontrar otras razones para cambiar?
¿Cuánto tiempo pasará antes de que hayan tantos cambios que ya no
existan Clanes reales? —Hizo una pausa, el enojo desapareció de su voz
para ser reemplazada por una profunda incertidumbre—. Me encanta el
orgullo del Clan de la Sombra. Me encanta la forma en que hacemos lo que
queremos y no necesitamos depender de ningún otro Clan. Dejar mi Clan
para seguir a Cola Oscura fue el mayor error que he cometido. Significa
todo para mí que ahora soy una verdadera guerrera del Clan de la Sombra,
y me asusta pensar que podría estar en peligro de perder eso.
Ante las palabras de Corazón de Baya el ruido se apagó hasta volverse
un silencio incómodo. Sin ningún comentario por parte de los líderes de
los Clanes, los gatos del claro empezaron a dividirse en pequeños grupos,
discutiendo en voz baja e intensa lo que había dicho la gata del Clan de la
Sombra.
Zarpa Flameante se quedó donde estaba, pensando en lo que acababa
de oír. Si el Clan de la Sombra podía cambiar, pensó, entonces también
podía hacerlo el Clan del Trueno. «¿Me importaría a mí? —se preguntó—.
¿Si el Clan del Trueno ya no fuera el Clan del Trueno? ¿Acaso tenemos
algo que nos haga especiales, o nos deshicimos de ello como un trozo de
carroña cuando pensamos que Cenizo era nuestro líder?».
—¡Típico del Clan de la Sombra!
La exclamación distrajo a Zarpa Flameante de sus pensamientos; giró
la cabeza para ver a un grupo de gatos mayores de su propio Clan. El que
hablaba era Espinardo; su pelaje atigrado se erizaba mientras miraba con
odio a Corazón de Baya.
—¿Quiénes se creen que son? —continuó—. ¡Hablando como si
fueran el mejor Clan del bosque!
—Bueno, todos los Clanes se creen el mejor Clan —Candeal maulló,
posando la punta de la cola sobre el hombro de Espinardo.
—Sí, ¡pero cuando nosotros lo decimos, tenemos razón! —refunfuñó
Látigo de Abejorro—. Pero no la tendremos, no por mucho tiempo, si los
otros Clanes nos roban a todos nuestros mejores guerreros.
—Y nos mandan a los vagos y a los alborotadores —Espinardo
coincidió.
Zarpa Flameante se adentró aun más en las sombras, disgustado con
sus compañeros de Clan y esperando poder evitar hablar con ellos o con
cualquier otro gato. Mirando a su alrededor, pudo ver que no era el único.
En el otro extremo del claro vio a la gata atigrada marrón y blanca que
recordaba de la Asamblea anterior, la guerrera del Clan de la Sombra que
le había dicho que no parecía un Zarpa Flameante. Parecía tan desdichada
como él, con la mirada fija en sus propias patas. «Me pregunto qué le
estará pasando».
Pero la atención de Zarpa Flameante se distrajo de la gata por voces
susurrantes mucho más cerca de él.
—¿Qué pasa con él?
—¿Por qué aún no se ha vuelto un guerrero?
—Bueno, podríamos preguntárselo.
Levantando la mirada, Zarpa Flameante vio a un grupo de gatos
jóvenes mirándolo con curiosidad. No los reconoció, pero por sus formas
delgadas pensó que debían ser del Clan del Viento. Zarpa Flameante
ciertamente no iba a responder a sus preguntas. Poniéndose de pie, se
escabulló por la línea de arbustos hasta que llegó a un estrecho hueco que
conducía a un trozo de tierra oculto por arbustos y con vistas al lago. Era
un lugar tranquilo para sentarse y meditar, hasta que oyó crujir los arbustos
cuando alguien más se abrió paso.
—Este lugar está ocupado —espetó sin levantar la mirada—. Así que
lárgate, ¿sí?
—Este lugar no te pertenece —le informó una voz molesta—. Tengo
tanto derecho a estar aquí como tú.
Zarpa Flameante giró la cabeza para ver a la gata marrón y blanca del
Clan de la Sombra, con expresión furiosa y triste a la vez.
—Lo siento —le maulló, dejando escapar un suspiro—. Solo quería
estar solo.
—Yo también —contestó la gata del Clan de la Sombra—. No sabía
que este lugar estaba aquí, pero es perfecto para esconderse. —Se sentó a
su lado y metió las patas debajo de ella—. Zarpa Flameante, ¿verdad?
El gato negro asintió.
—No sé cómo te llamas.
—Soy Rayo de Sol. Aunque, para ser honesta, siento que debería ser
Nube de Lluvia ahora mismo.
—¿De qué te estás escondiendo? —Zarpa Flameante le preguntó—.
Me pareció que te veías algo molesta cuando hablaban de dejar tu Clan por
amor.
«¿Tal vez ese es su problema?».
—¿Tenía algo que ver con…? Bueno, ¿con eso? —preguntó vacilante.
—¿Era tan obvio? —Rayo de Sol preguntó, dándose unos cuantos
lametones avergonzados en el pelo del pecho.
Por un momento Zarpa Flameante pensó que no respondería, como si
no quisiera compartir sus sentimientos con un completo desconocido.
Luego se encogió de hombros y continuó:
—Creía que iba a ser pareja de Fuego Ardiente, pero me dijo que no, y
anda siempre con la gata que era mi mejor amiga. Dicen que no quieren
ser pareja, y yo les creo, pero aun así perdí a mi amiga y al gato que amo,
todo al mismo tiempo.
—Eso es duro —murmuró Zarpa Flameante con simpatía.
—Y eso no es todo —Rayo de Sol continuó—. Ahora acabo de
descubrir que mi hermano Garra de Espiral ha estado detrás de Bigotes
Rayados del Clan del Cielo en secreto, y nunca me lo dijo. Y mis padres
están furiosos por ello, especialmente Corazón de Baya.
—Podría ser peor —el aprendiz sugirió—. Garra de Espiral podría ser
el que dejara su Clan y se fuera al de ella.
—Lo sé —suspiró Rayo de Sol—. Pero si Bigotes Rayados viene con
nosotros, Garra de Espiral estará demasiado ocupado con ella para pensar
en mí, y mis padres estarán demasiado enojados para hablar. Me siento tan
sola.
—No me sorprende. Es horrible. —Zarpa Flameante sintió que el
enojo se acumulaba en su interior de nuevo, no por sí mismo esta vez, sino
por la gata del Clan de la Sombra que había sido tan gravemente
traicionada—. Tal vez deberíamos hacer lo que Bigotes Rayados y Fronda
Rayada están haciendo —sugirió, solo medio en broma—. Buscar a
alguien en otro Clan del que enamorarnos, y dejar atrás nuestros propios
Clanes.
Rayo de Sol soltó un bufido.
—Dudo que a mi madre le parezca bien —maulló—. Ya es bastante
malo que Bigotes Rayados intente unirse al Clan de la Sombra para estar
con Garra de Espiral. Ya oíste lo que acaba de decir Corazón de Baya,
sabes que es nuestra madre, ¿verdad? Estoy segura de que no quiere tener
parientes del Clan del Cielo. No es que haya nada malo en el Clan del
Cielo, pero obviamente nuestra madre preferiría que Garra de Espiral
encontrara pareja en nuestro propio Clan, igual que yo quería ser pareja de
Fuego Ardiente. Pero supongo que ninguno de los dos obtendrá lo que
quiere.
Zarpa Flameante le lanzó una mirada comprensiva.
—Fuego Ardiente se lo pierde —declaró—. No te conozco muy bien,
pero pareces una gran gata.
—Gracias. —Rayo de Sol lo miró, parpadeando con gratitud—. Eres
muy amable. Entonces, ¿por qué estás aquí? —añadió después de un
momento—. ¿Cuál es tu problema?
—Reprobé mi evaluación —confesó Zarpa Flameante—. Por segunda
vez. Realmente no creo que fuera culpa mía, pero aun así Esquiruela
convenció a mi mentora para que me reprobara. —Flexionó las garras con
frustración—. ¡Es tan injusto! Sé que tengo lo que se necesita para ser un
guerrero, pero aquí estoy, todavía atrapado como un aprendiz. —Ponerlo
en palabras solo hacía que el dolor mordiera más agudamente; Zarpa
Flameante se preguntaba cómo podría seguir soportándolo—. Si vuelvo a
fracasar —confesó, medio sorprendiéndose a sí mismo—, no creo que
quiera formar parte del Clan en absoluto.
—Eso está muy mal. —La voz de la guerrera marrón y blanca era
comprensiva, pero no estaba armando un escándalo por él como una madre
cuyo gatito tuviera una espina clavada en la pata—. Estoy segura de que
aprobarás la próxima vez y podrás dejar todo esto atrás. —Hizo una pausa
y añadió—: Pero ahora tienes todo el derecho a estar enojado.
Zarpa Flameante la miró. Ningún gato de su Clan le había dicho eso.
«Todos actúan como si mis problemas fueran culpa mía». Pero aquí había
una gata de un Clan diferente, una gata que realmente lo veía, que sabía lo
que estaba pasando. «Se siente genial ser entendido, pero es una gata del
Clan de la Sombra, así que tal vez no vuelva a hablar con ella».
Se le hizo un nudo en la garganta, pero logró susurrar una palabra.
—Gracias.
CAPÍTULO 20
La luna llena se alzaba por encima de las colinas, proyectando su luz
plateada sobre el duro pasto del páramo, mientras Zarpa Escarchada se
dirigía a la Laguna Lunar con Cola Salpicada a su lado.
—¿Estás segura de que quieres hacerlo sin los otros curanderos? —le
preguntó suavemente
Más que nada, Zarpa Escarchada quería responder «No» y volver
corriendo a la seguridad de su guarida en el campamento del Clan del Río.
La idea de lo que tenía que hacer le pesaba tanto como si intentara cargar
con un zorro sobre los hombros, pero sabía que no había forma de dar
marcha atrás.
—Tengo que hacerlo —respondió con un suspiro.
Vespertina, Pluma Rizada y Ala de Mariposa habían decidido que si
iba a la Laguna Lunar durante la Asamblea, no habría muchas
posibilidades de que otro gato la viera y se preguntara por qué iba hacia
allí. Y había tanta confusión en el Clan del Río, al no haber ningún gato a
cargo, que no se había sentido con derecho a discutir.
—Tengo que hacer esto por nuestro Clan.
—Tienes razón, pero es difícil —coincidió Cola Salpicada.
—Bueno, hasta que sepamos cómo podemos elegir a un nuevo líder,
no podemos dejar que nadie de los otros Clanes sepa lo que está pasando
—continuó Zarpa Escarchada.
Miró a Cola Salpicada, preguntándose si debería comentar lo mucho
que la había apoyado últimamente. Eran amigos desde que eran jóvenes,
pero aún le dolía pensar en cómo la había insultado en la patrulla para
encontrar a Juncal. «Tal vez eso le ayudó a darse cuenta de que soy
capaz», pensó.
—Depende de mí hablar con el Clan Estelar y averiguar quién debe
ser nuestro nuevo líder. Solo que… ¿y si no puedo hacerlo? —Todos los
miedos que Zarpa Escarchada había tratado de desterrar volvieron
corriendo; se sentía como si estuviera tratando de mantenerse de pie en una
inundación furiosa—. ¿Y si el Clan Estelar me envía un mensaje, pero me
equivoco? Solo soy una aprendiza, y lo que diga podría afectar al Clan
durante temporadas.
Cola Salpicada le puso la cola sobre los hombros en un gesto de
consuelo.
—Deberías tener fe en ti misma —le dijo—. Eres una aprendiza de
curandera brillante y con talento, y el Clan Estelar no te guiaría mal.
Agradecida por sus palabras, Zarpa Escarchada solo podía esperar que
tuviera razón. En cualquier caso, no tenía otra opción que intentarlo.
«Además —se dijo a sí misma con firmeza—, nuestro Clan está lleno de
guerreros dignos que quieren ver triunfar al Clan del Río. Estoy segura de
que quien yo elija estará a la altura del desafío».
Finalmente Zarpa Escarchada y Cola Salpicada treparon por la ladera
rocosa y se detuvieron junto a la línea de arbustos que cerraba la entrada a
la Laguna Lunar.
—Tendrás que esperar aquí —le dijo la gata gris a Cola Salpicada—.
Tengo que hacer esta parte sola.
—Claro. —Cola Salpicada se sentó y envolvió la cola alrededor de sus
patas—. Buena suerte, de todos modos. Estaré aquí esperándote si me
necesitas.
Zarpa Escarchada bajó la cabeza en señal de agradecimiento,
sintiéndose reconfortada por el apoyo de su amigo. Se abrió paso entre los
arbustos y se detuvo brevemente en la cima del camino en espiral, con la
respiración entrecortada por la belleza que se extendía ante ella. Nunca
había visto la Laguna Lunar bajo la luna llena. La cascada parecía luz
líquida, y la superficie del estanque brillaba cuando el agua en movimiento
rompía el reflejo de la luna y las estrellas. Entonces Zarpa Escarchada se
sacudió el manto. «No puedo quedarme aquí boquiabierta como un gatito
cuando abre los ojos por primera vez. Pero, oh, Clan Estelar, ¡me alegro
tanto de haber visto esto!».
Temblando con una mezcla de asombro y terror, empezó a caminar
por el sendero en espiral, sintiendo cómo sus patas se deslizaban por las
huellas de aquellos gatos de hacía tanto tiempo. Era extraño estar allí sola.
Ala de Mariposa o Corazón de Aliso deberían haber tomado la delantera, o
Glayo debería haber encontrado algo de lo que quejarse. En vez de eso,
solo estaba ella acercándose al estanque en el vasto silencio y el brillo de
la noche. Zarpa Escarchada se sentó en el borde de la Laguna Lunar y se
concentró en aquietar su mente para poder comunicarse con el Clan
Estelar. Cerró los ojos y respiró hondo varias veces, llamando con el
pensamiento a los espíritus de sus antepasados guerreros. Cuando se
inclinó hacia delante y tocó con la nariz el agua fresca, estaba segura de
que podía oír un susurro de algo en sus oídos. Pero no pudo distinguir las
palabras.
Los momentos pasaban mientras Zarpa Escarchada permanecía
inmóvil, esforzándose con todos sus sentidos por captar algún mensaje,
cualquier mensaje, del Clan Estelar. En un momento dado, oyó un leve
sonido procedente de algún lugar por encima de ella, pero no se repitió, y
finalmente aceptó que debía de ser un ave o algún animal pequeño.
Después de lo que parecieron lunas, Zarpa Escarchada tuvo que sentarse,
desplomándose de decepción. «¿El Clan Estelar no tiene nada que decir?
¿O es que no tienen nada que decirme a mí?». Se preguntó qué le diría a
sus compañeros de Clan cuando volviera al campamento sin noticias del
Clan Estelar. ¿Qué pensarían? ¿Sería Cola Salpicada el único que seguiría
teniendo fe en sus habilidades como curandera?
La preocupación recorría a Zarpa Escarchada desde las orejas hasta la
punta de la cola, pero no podía hacer nada más. Se puso de pie, rígida por
haber estado tanto tiempo agachada junto al agua, y comenzó a subir
lentamente por el camino en espiral para reunirse con Cola Salpicada. Pero
en su camino de subida, vio algo blanco en el pasto junto al camino.
«¿Qué podría ser?». Se acercó y miró más de cerca, dándose cuenta de
que era una pluma. Una pluma rizada. Zarpa Escarchada agachó la cabeza
para olfatear la pluma, luego probó el aire, pero todo lo que pudo captar
fue el aroma del tomillo silvestre que crecía alrededor. Volvió a mirar la
pequeña cosa blanca y se preguntó si podía distinguir un tenue brillo
helado en los bordes.
De repente, Zarpa Escarchada comprendió lo que estaba viendo; sintió
una opresión en el pecho y la respiración se le entrecortaba en la garganta.
«El Clan Estelar no solo habla en sueños y visiones… también nos guían a
través de señales. ¡Y esto es una señal! El Clan Estelar me habló después
de todo». Y la señal no podía ser más clara. El Clan Estelar había colocado
una pluma rizada exactamente en el lugar adecuado para que Zarpa
Escarchada la encontrara. La única gata a la que podía referirse era Pluma
Rizada. ¡La madre de Zarpa Escarchada estaba destinada a ser la próxima
líder del Clan del Río!
Durante unos instantes, Zarpa Escarchada se quedó rígida, como si
fuera una gata de hielo. En parte sintió sorpresa, pero sobre todo una
enorme sensación de alivio. Pluma Rizada era tan capaz; guiaría al Clan
del Río al igual que había guiado a Zarpa Escarchada y a sus hermanos
desde que habían nacido. «Ya no tendré que sentirme tan responsable,
porque sé que puedo confiar en Pluma Rizada. Oh, Clan Estelar, ¡gracias
por hacer que todo vuelva a estar bien!».
Emocionada, Zarpa Escarchada saltó por el camino, alejándose de la
pluma, y se escurrió entre los arbustos para encontrar a Cola Salpicada
esperándola pacientemente.
—¿Y bien? —preguntó—. ¿Obtuviste la respuesta que buscabas?
Zarpa Escarchada asintió vigorosamente. Quería soltarlo todo,
contarle a su compañero de Clan la maravilla que había sucedido, pero
sabía que no debía hacerlo.
—Primero tengo que decírselo a Ala de Mariposa —le explicó—. Y
luego ella lo anunciará al Clan.
Para su alivio, Cola Salpicada no la presionó para que se lo dijera.
—Está bien —maulló—. Será mejor que nos vayamos antes de que se
haga más tarde.

Zarpa Escarchada pensó que se le caerían las patas cuando saltó el


arroyo y trepó por la orilla hasta el campamento del Clan del Río. Para
entonces el cielo palidecía hacia el amanecer; aparte de Luz de Vaina, que
estaba de guardia, no había gatos en el claro.
—Estarán durmiendo tras la Asamblea —Cola Salpicada señaló, con
un enorme bostezo—. Yo también estoy listo para dormir.
—Gracias por venir conmigo —maulló Zarpa Escarchada, tocándole
la oreja con la nariz—. Nos vemos luego.
Zarpa Escarchada se apresuró a cruzar el campamento y saltó al tramo
de guijarros fuera de la guarida de curandería. Ala de Mariposa acababa de
salir, parpadeando y temblando en el aire frío de la mañana.
—¡Lo conseguí! —Zarpa Escarchada anunció con entusiasmo—. El
Clan Estelar me ha dicho quién debe ser la nueva líder.
Ala de Mariposa agitó las orejas y sacudió la cabeza para deshacerse
de un trozo de musgo.
—¿Y? ¿Quién es?
—¡Pluma Rizada! —anunció Zarpa Escarchada con orgullo.
Había esperado elogios de su mentora; en cambio, Ala de Mariposa
parecía sorprendida y un poco dudosa.
—Pluma Rizada… —murmuró—. No sé si me lo esperaba.
—¿Pensabas que debería ser alguien más? —preguntó la aprendiza
con ansiedad.
«¿Quién más sería mejor líder que Pluma Rizada?».
—No, es solo que… No. —Ala de Mariposa sonaba incómoda—.
¿Estás segura de que eso es lo que dijo el Clan Estelar? —continuó
después de un par de latidos—. A veces pueden ser un poco vagos. ¿No
estarás interpretando lo que dijeron de una manera que convierta a tu
madre en líder?
—¡No! —Zarpa Escarchada estaba indignada de que Ala de Mariposa
siquiera sospechara de ella de algo tan terrible como malinterpretar
intencionadamente las intenciones del Clan Estelar a favor de Pluma
Rizada—. El Clan Estelar no me habló en absoluto. En cambio, me
dejaron una señal: una pluma rizada junto al camino que lleva a la Laguna
Lunar. No se puede ser más claro que eso, ¿no?
Ala de Mariposa seguía negando con la cabeza.
—Tú no lo sabrías, pero mi hermano, Alcotán, una vez dejó un ala de
mariposa afuera de la guarida del curandero del Clan del Río para que me
eligiera como su aprendiza. Desde que me enteré de eso, siempre he
sentido que no debemos poner demasiada fe en las señales.
El corazón de Zarpa Escarchada empezó a latir con fuerza, horrorizada
de que cualquier gato se atreviera a falsificar una señal, y dolida de que su
mentora sospechara que mentía.
—¿Crees que yo puse la pluma ahí? ¿O que me lo estoy inventando
todo?
—No, claro que no —Ala de Mariposa le aseguró rápidamente—. Te
creo que estás siendo sincera. Pero creo que deberías dormir y pensarlo.
Deberías estar segura antes de que se lo digamos al resto del Clan, eso es
todo.
Zarpa Escarchada vaciló, luchando contra el enojo. «Ala de Mariposa
no habla con el Clan Estelar, así que tengo que hacer todo esto por mi
cuenta. ¡Y encima me dice que lo estoy haciendo mal!». Pero no se atrevía
a expresar todo eso en palabras y pelearse con la mentora a la que aún
respetaba, a pesar de todo.
—Bien —aceptó al fin—. Estoy tan agotada ahora, que estoy lista
para ver si el Clan Estelar me envía un sueño.
Se dirigió a la guarida y se acurrucó en su lecho. Exhausta por el largo
viaje, se relajó y dejó que el sueño la envolviera como un manto oscuro.
Casi de inmediato, Zarpa Escarchada se encontró de nuevo junto a la
Laguna Lunar. Pero esta vez, el suelo junto al estanque y todos los lados
de la hondonada estaban cubiertos de rizadas plumas blancas. Mientras
Zarpa Escarchada miraba, hipnotizada, las plumas se elevaron hacia el
cielo y se convirtieron en aves, girando alrededor de su cabeza como una
ventisca.
Una voz clara habló desde el cielo.
—Ten fe en ti misma, Zarpa Escarchada.
Medio despierta de su sueño, la gata gris claro dejó escapar un suspiro
de satisfacción.
—No se puede tener una respuesta más clara que esa —murmuró,
enterrándose más profundamente en su lecho.
CAPÍTULO 21
—¡Empuja!
—¡Vamos, Bigotes Rayados!
—¡Puedes hacerlo!
Rayo de Sol miró como Bigotes Rayados, una gata blanca con
manchas marrones del Clan del Cielo, luchaba por empujar una rama de
árbol caída fuera del campamento del Clan de la Sombra. Los guerreros
más jóvenes del Clan de la Sombra saltaban de emoción y la animaban a
seguir adelante. Obviamente, pensó Rayo de Sol, estaban atrapados en el
momento, sin pensar en lo que realmente significaba para los Clanes. «Si
realmente hubieran pensado en dar la bienvenida a una gata del Clan del
Cielo al Clan, no estarían tan entusiasmados. El Clan del Cielo solo ha
vivido junto al lago durante unas pocas temporadas. ¿Qué sabemos
realmente de ellos?». El que más animaba era Garra de Espiral, el hermano
de Rayo de Sol, pero él sabía exactamente lo que aquello significaba. Era
la primera prueba de fuerza en realizarse para decidir si a alguien se le
permitiría cambiar de Clan. Si Bigotes Rayados tenía éxito en esa prueba,
sería aceptada en el Clan de la Sombra y podría convertirse en la pareja de
Garra de Espiral.
La rama era pesada; se habían necesitado tres o cuatro guerreros para
arrastrarla hasta el campamento para la prueba. Bigotes Rayados tuvo que
reunir todas sus fuerzas para moverla, sobre todo porque había una
pendiente ascendente desde el centro del campamento hasta la barrera de
arbustos que lo rodeaba.
La mayor parte del Clan estaba en el claro para observar. Estrella de
Tigre estaba al frente de la multitud; su expresión no mostraba nada de lo
que estaba pensando. Ala de Halcón, el lugarteniente del Clan del Cielo,
quien había venido con Bigotes Rayados para presenciar la prueba, era
más fácil de leer para Rayo de Sol. Su mirada estaba llena de
desaprobación; claramente quería que Bigotes Rayados fracasara, o que
entrara en razón.
Bigotes Rayados había conseguido empujar la rama del árbol hasta la
cima de la pendiente. Pasó algunos momentos difíciles mientras la
empujaba a través de la línea de arbustos hasta que desapareció, pero
entonces Rayo de Sol pudo oír cómo bajaba por la ladera del otro lado.
Jadeando y con los ojos brillantes de triunfo, Bigotes Rayados dio
media vuelta y saltó hacia el centro del campamento. Estrella de Tigre
salió a su encuentro.
—Bigotes Rayados ha logrado completar este desafío —anunció.
Los gatos más jóvenes del Clan de la Sombra estallaron en coreos,
mientras Garra de Espiral corría hacia delante para entrechocar narices con
la gata que amaba. Pero no todos los gatos estaban contentos con el
resultado. Rayo de Sol vio a su madre, Corazón de Baya, con un pequeño
grupo de gatos mayores, todos sacudían la cabeza como si hubiera
ocurrido algo terrible. Rayo de Sol se acercó para poder oír lo que decían.
—Esto es espantoso —Corazón de Baya murmuró—. Nunca pensé
que vería algo así.
—¿Qué tiene de espantoso? —preguntó Trigueña.
—Bueno, puede que a ti no te lo parezca. —Corazón de Baya miró a
la gata carey de arriba abajo, y Rayo de Sol recordó que Trigueña había
nacido en el Clan del Trueno, hermana de su líder Estrella Zarzosa—. Pero
siempre imaginé a Garra de Espiral con una gata del Clan de la Sombra,
incluso tenía algunas en mente. Juntos habrían dado vida a unos hermosos
cachorros del Clan de la Sombra. Pero ahora —Corazón de Baya continuó,
dando un azote con la cola—, voy a tener descendencia mestiza cuya
madre siempre tendrá una pata en el Clan del Cielo. ¡Y todo por esta
estúpida farsa de prueba!
Trigueña pareció reprimir un siseo y se marchó. Rayo de Sol la vio
irse, recordando que se había unido al Clan de la Sombra mucho antes de
que ella naciera, proveniente del Clan del Trueno. «No debe gustarle todo
este asunto del mestizaje», pensó.
—Corazón de Baya —maulló el padre de Rayo de Sol, Cola de
Gorrión—, quizá deberíamos dejar que…
Pero Aguzanieves lo interrumpió:
—¿Por qué crees que fue una farsa? —preguntó.
Cola de Gorrión parecía dolido mientras Corazón de Baya soltaba un
bufido de desaprobación.
—Para empezar, fue demasiado fácil. Hasta los aprendices más
jóvenes saben limpiar los escombros de las guaridas. ¿Qué tiene de difícil
apartar una rama? ¿Y viste lo que hizo Bigotes Rayados antes de empezar?
Rompió algunas de las ramas y ramitas más pequeñas que la habrían
frenado, para que la rama fuera más lisa y fácil de rodar.
«Pero eso no es hacer trampa —pensó Rayo de Sol mientras Cola de
Gorrión se ponía de pie y se alejaba—. Eso solo es sentido común. Tal vez
deberíamos alegrarnos de recibir en nuestro Clan a una guerrera brillante
como Bigotes Rayados».
—La última parte del desafío fue en terreno llano, en lo alto de la
ladera —continuó Corazón de Baya—. Y una vez que lo hizo pasar por los
arbustos, rodó por el otro lado por sí solo. ¡Toda esta idea es de cerebro de
ratón!
—Si eso es cierto —maulló Corazón de Hierba, confundida—,
entonces, ¿por qué Estrella de Tigre estaría de acuerdo? ¿Está siendo
parcial?
—¿Yo cómo voy a saber lo que se le pasa por la cabeza? —Corazón
de Baya exigió, encogiéndose de hombros con enojo—. Tal vez solo quiere
robar una guerrera al Clan del Cielo. Tal vez desde que Pequeño Serbal y
Pequeño Betulo nacieron, y son tan pequeños y frágiles, le gustaría otra
guerrera adulta para ayudar a protegerlos. ¿Quién sabe? Pero te diré una
cosa: dudo que Estrella de Tigre se muestre tan tranquilo cuando un
guerrero del Clan de la Sombra quiera irse. Entonces verá el daño que
puede causar el cambiar así de Clanes.
Murmullos de acuerdo llegaron de los gatos a su alrededor.
—¿Pero qué podemos hacer? —Aguzanieves se preguntó.
—El código guerrero prohibió esto por una razón —Corazón de Baya
respondió—. Tal vez el Clan solo necesita un recordatorio.
«¿Un recordatorio?». Rayo de Sol retrocedió fuera del alcance del
oído, no le gustaba nada como sonaba eso. La forma en que su madre
hablaba sonaba como alguien planeando crear problemas para el Clan. Y
después de todo lo que habían pasado con Cenizo, Rayo de Sol pensó que
Estrella de Tigre debería saberlo de inmediato, para poder cortarlo de raíz.
«Pero, ¿puedo delatarla así? —se preguntó a sí misma—. ¡Gran Clan
Estelar, es mi madre!». Recordó cómo había dicho la verdad sobre Salto de
Luz, y lo mal que le había ido. Si hubiera mantenido la boca cerrada, no se
habría peleado con su mejor amiga ni habría tenido problemas con el líder
de su Clan. Además, lo último que Rayo de Sol quería era meter a Corazón
de Baya en problemas, especialmente si estaba equivocada. Su madre
podría estar simplemente desahogándose, sin intención real de hacer nada.
Rayo de Sol recordaba cómo Fuego Ardiente solía burlarse de ella por
estar demasiado pendiente de las reglas. «Pero si Corazón de Baya termina
haciendo algo, y yo lo sabía pero no dije nada, ¿cómo me sentiré?».
Desde el primer día que Rayo de Sol había sido aprendiza, le habían
enseñado que la lealtad al Clan era incluso más importante que la lealtad a
la familia. Si Corazón de Baya estaba planeando algo que se pareciera en
algo a las malvadas conspiraciones de Cenizo, entonces Estrella de Tigre
tenía que saberlo. Decírselo era lo correcto. Lo que hiciera con la
información dependía de él.
Respirando profundamente, Rayo de Sol se preparó y miró a su
alrededor en busca de Estrella de Tigre. Pronto vio al líder del Clan de pie
a un lado, mirando con orgullo a los jóvenes gatos que estaban reunidos
alrededor de Bigotes Rayados, felicitándola por su éxito. «Es el momento
perfecto para hablar con él». Se acercó a su líder de Clan y se aclaró la
garganta.
—¿Tienes un momento? —preguntó tímidamente.
—Por supuesto —contestó Estrella de Tigre, inclinando la cabeza—.
Siempre tengo tiempo para hablar con mis guerreros. ¿Qué tienes en
mente?
Las palabras que Rayo de Sol quería decir estaban en la punta de su
lengua, como pájaros a punto de despegar de una rama. Pero cuando vio a
su madre en el otro lado del campamento, y luego vio como Garra de
Espiral alababa alegremente a Bigotes Rayados, se le secó la garganta y las
palabras quedaron sin pronunciar. «Si le digo a Estrella de Tigre lo que oí,
¿qué le pasará a Corazón de Baya? ¿La castigará? ¿La exiliará? ¿Y qué
pasará con Garra de Espiral? Si Estrella de Tigre piensa que nuestra
madre es una traidora, ¿pensará lo mismo de él?». Rayo de Sol podía
imaginarse a Estrella de Tigre castigando a Garra de Espiral negándose a
aceptar a Bigotes Rayados en el Clan. «¿Y habría alguna buena razón
para ello? —se preguntó—. De todas formas, ¿qué sé yo realmente?».
Corazón de Baya no estaba haciendo planes concretos cuando Rayo de Sol
la oyó. Si ahora expresaba sus sospechas a Estrella de Tigre, sin más
pruebas que la desaprobación de su madre ante la idea de cambiar de Clan,
solo parecería una tonta. «¡No quiero volver a tener problemas con él!».
Estrella de Tigre seguía esperando a que ella hablara; sus bigotes
habían empezado a crisparse con impaciencia.
—¿Y bien? —le preguntó—. ¡Escúpelo!
—Oh… eh… Solo quería ir a la próxima patrulla de caza —maulló
Rayo de Sol desesperadamente.
Estrella de Tigre la miró como si le hubiera salido otra cabeza.
—¿Eso es todo?
Cuando Rayo de Sol se limitó a asentir, continuó:
—Bueno, está bien. Solo avísale a Patas de Trébol.
—Gracias, Estrella de Tigre —se atragantó ella.
—¿Está todo bien contigo? —le preguntó el atigrado oscuro—. Sé que
lo has pasado mal últimamente. —Dudó, y luego añadió torpemente—: Si
necesitas hablar…
Rayo de Sol tembló interiormente ante la idea de desahogarse con su
líder de Clan, quien no era conocido por su paciencia.
—No, está bien, Estrella de Tigre —le aseguró apresuradamente—.
Gracias igual.
Se alejó corriendo, sintiéndose completamente ridícula, y solo
esperando que su líder no pensara que tuviera un cerebro de ratón.
Rayo de Sol se dirigió al montón de carne fresca, con la esperanza de
que un jugoso ratón la hiciera sentir mejor. Pero casi tan pronto como se
sentó a comer, Corazón de Baya apareció a su lado.
—¿Estás bien? —le preguntó.
Rayo de Sol levantó la mirada, alarmada. «¿Me vio hablando con
Estrella de Tigre? ¿Sabe lo que pensaba decirle?».
—Estoy bien —consiguió responder—. ¿Por qué?
Corazón de Baya se inclinó hacia ella.
—Soy muy consciente de lo que estás pensando —murmuró—. Soy tu
madre y te conozco mejor que tú misma. Vi tu cara cuando nos escuchabas
hablar a los demás y a mí, y parecía que te molestaba.
Rayo de Sol sintió que todos sus músculos se tensaban mientras
esperaba que su madre la acusara de delatarla ante Estrella de Tigre. Pero
para su alivio, Corazón de Baya no dijo nada más, limitándose a
permanecer con la cabeza ladeada esperando una respuesta.
—Después de todo por lo que han pasado los Clanes —respondió
Rayo de Sol con una débil inclinación de cabeza—, solo quiero que todos
se lleven bien.
Corazón de Baya le lanzó una mirada sarcástica de reojo que hizo
sentir a Rayo de Sol que lo que acababa de decir era una tontería.
—Yo también quiero eso —Corazón de Baya maulló—. Pero si
realmente me escucharas a mí y a algunos de los otros, estoy segura de que
estarías de acuerdo con nosotros sobre lo que es mejor para el Clan.
Después de todo, quieres que el Clan de la Sombra sea lo más fuerte y
unido posible, ¿verdad?
—Claro que sí.
—Entonces, ¿por qué no te unes a la discusión la próxima vez? —le
sugirió Corazón de Baya. Su voz era agradable, pero de alguna manera
envió un escalofrío hasta la punta de las garras de Rayo de Sol—. Solo
estamos tratando de preservar el Clan de la Sombra que todos conocemos
y amamos, seguro que estás de acuerdo con eso.
Rayo de Sol asintió en silencio, sintiéndose más incómoda con cada
latido de su corazón.
—Entonces únetenos —su madre maulló—. Puede que te guste lo que
oigas.
CAPÍTULO 22
Avanzando silenciosamente con pisadas suaves como musgo, Zarpa
Flameante apenas se atrevía a respirar. Deslizándose por el suelo del
bosque, con cuidado de no hacer ruido, sus sentidos alerta ante cualquier
cambio en la brisa, cualquier hoja muerta crepitante que pudiera delatarlo a
su presa. En algún lugar cercano, sabía, Corazón de Lirio y Esquiruela lo
estarían vigilando, pero esperaba que el conejo que estaba rastreando no
pudiera verlo. Lo había visto salir de su madriguera, moviendo la nariz
mientras trataba de encontrar algo suculento para comer. Se había
acurrucado en el largo pasto mientras el conejo saltaba hacia delante y
hundía el hocico en una mata de brillantes hojas verdes. Luego empezó a
abrirse camino hasta la boca de la madriguera. «Gracias al Clan Estelar
soy bastante delgado —pensó—. Tengo el tamaño justo para esto». Zarpa
Flameante llegó a la abertura y se dio la vuelta para meterse de espaldas en
el túnel. Cuando estuvo lo suficientemente lejos de la entrada como para
no ser visto, se sentó a esperar pacientemente.
En poco tiempo pudo oír el arrastre de las patas del conejo en el suelo
de tierra, y el crujido de una última hoja. Entonces los sonidos cesaron.
Zarpa Flameante no podía ver nada en la oscuridad de la madriguera, pero
supuso que el conejo había captado su olor. Pero era demasiado tarde.
Impulsándose hacia delante, se abalanzó sobre su presa y le clavó los
dientes en el cuello. El conejo se defendió, golpeando el costado de Zarpa
Flameante con sus patas anchas y planas; el gato negro aguantó, hundiendo
aun más los dientes y sacudiendo al conejo hasta que se desplomó en un
montón inerte.
—Gracias, Clan Estelar, por esta presa —jadeó Zarpa Flameante.
Sacar el conejo de la madriguera fue más difícil de lo que esperaba.
Pesaba mucho y era demasiado grande para pasar por el estrecho túnel.
Tuvo que empujar, jadeando por el esfuerzo, hasta que consiguió sacarlo a
la luz.
Corazón de Lirio salió de un helecho cercano, con los ojos brillantes
de emoción.
—¡Eso fue muy inteligente! —exclamó ella—. ¡Qué buena idea, y
brillante acecho!
—Gracias —Zarpa Flameante respondió.
Su elogio le hizo sentir calidez, pero su corazón comenzó a latir
desagradablemente cuando le hizo la pregunta inevitable; casi tenía
demasiado miedo de escuchar la respuesta.
—¿Eso significa que apruebo?
Corazón de Lirio miró por encima de su hombro, y Zarpa Flameante
vio a Esquiruela merodeando junto a los árboles cercanos. Lentamente, la
lugarteniente del Clan se acercó a ellos, y se quedó un momento mirando
al aprendiz y al conejo sin vida.
—Gran Clan Estelar, Zarpa Flameante —maulló al fin—. Siempre
tienes que encontrar formas raras de hacer las cosas, ¿verdad?
Lejos de latir con fuerza, el corazón de Zarpa Flameante parecía a
punto de detenerse. «¿Me está diciendo que reprobé mi evaluación por
tercera vez?».
Esquiruela se relajó, con un brillo de humor en sus ojos verdes. Luego
asintió.
—Yo diría que esta es una evaluación aprobada, ¿verdad, Corazón de
Lirio?
—Sí —asintió la guerrera—. Bien hecho, Zarpa Flameante. Sabía que
al final lo conseguirías.
Zarpa Flameante quería saltar, chillar de emoción, como un gatito
jugando a la bola de musgo. Pero sabía que los guerreros no se
comportaban así. En lugar de eso, tratando de ser digno, inclinó la cabeza
hacia su mentora y su lugarteniente.
—Gracias —maulló.
—Zarpa Flameante, espero que sepas que solo fui dura contigo porque
siempre supe de lo que eras capaz —Esquiruela le dijo—. No quería que te
conformaras con menos. Ahora has demostrado que serás un guerrero
inteligente y valiente, y un orgullo para el Clan del Trueno.
Zarpa Flameante repitió su agradecimiento. A una parte de él le habría
gustado argumentar que sentía que había demostrado su valía durante su
evaluación anterior, pero apartó ese pensamiento, feliz de ser un guerrero
al fin.
—Será mejor que vuelvas al campamento —continuó Esquiruela—.
Corazón de Lirio y yo llevaremos tu conejo. Es demasiado grande para un
solo gato.
Zarpa Flameante quería mantener la calma y el autocontrol, pero le
picaban las patas de orgullo y alivio, y para cuando llegó a la hondonada
de piedra, estaba atravesando los árboles a toda velocidad, ansioso por
compartir sus noticias con todos sus compañeros de Clan. Salió disparado
a través del túnel de espinas e irrumpió en el campamento.
—¡Lo logré! —aulló—. ¡Aprobé!
Su hermana, Pinzón Luminoso, quien estaba afuera de la maternidad
jugando con los cachorros de Pelaje Manchado, miró hacia arriba, luego
corrió a través del campamento para reunirse con él.
—¡Felicidades! —ronroneó, acariciándole el hombro—. Cuéntamelo
todo.
—Bueno —Zarpa Flameante comenzó—, había un conejo enorme…
Mientras contaba la historia, más de sus compañeros de Clan se
acercaron para felicitarle. Glayo fue uno de los primeros, asintiendo a
Zarpa Flameante.
—Ya era hora —dijo con voz rasposa.
—Un conejo grande, ¿eh? —Nimbo Blanco se pasó la lengua por las
mandíbulas—. El Clan comerá bien esta noche.
—Buen trabajo, jovencito —lo elogió Leonado, mientras sus ojos
ámbar brillaban—. Serás un buen guerrero.
Ver lo contentos que estaban le dio a Zarpa Flameante una sensación
cálida desde las orejas hasta la punta de la cola; había temido que a ningún
gato del Clan, excepto a su hermana, le importara si aprobaba o no. Se
sintió aun más feliz cuando vio a su madre, Manto de Chispas, abriéndose
paso entre la multitud y mirándolo con aprobación en los ojos.
—¡Así que aprobaste! —maulló—. Estoy muy orgullosa de ti, Zarpa
Flameante.
—Gracias —Zarpa Flameante contestó, sintiéndose más cercano a ella
de lo que se había sentido en mucho tiempo.
—Sabía que podías hacerlo —continuó Manto de Chispas—. Después
de todo, eres descendiente de Estrella de Fuego. Ser un cazador experto
está en tu sangre.
Zarpa Flameante sintió de pronto que se le apretaba el pecho, como si
no pudiera tomar suficiente aire. Estaba harto de que le dijeran que tenía
que poner las patas en un determinado camino porque Estrella de Fuego
era su antepasado. Además, él no había pasado su evaluación gracias a los
gatos con los que estaba emparentado. Había aprobado porque se había
esforzado mucho. «¿Realmente Manto de Chispas no se dio cuenta de
cuánto tiempo pasé practicando? ¿Aumentando mi fuerza, aprendiendo
todas las técnicas de lucha y caza que podía? ¿Y todo eso mientras hacía
también mis deberes de aprendiz? Todos los deberes de aprendiz, porque
yo era el único». Zarpa Flameante se preguntaba cuándo su madre le daría
crédito por sus esfuerzos, en lugar de señalar las habilidades de algún
pariente lejano que ni siquiera había conocido. La respuesta parecía ser
nunca. «Incluso me nombraron más o menos en honor a Estrella de Fuego,
aunque mi manto es negro». Sus parientes parecían pensar que lo estaban
honrando, pero Zarpa Flameante se sentía tan atrapado como un ratón
prisionero bajo sus garras. O como si caminara a través de sus días bajo
una enorme sombra, una sombra proyectada por el gran líder Estrella de
Fuego.
—El sol se está poniendo —prosiguió Manto de Chispas, quien
parecía no darse cuenta de lo que sentía su hijo—. Tendremos que celebrar
tu ceremonia de guerrero mañana. —Le dio un rápido lametón en la oreja a
Zarpa Flameante—. ¡Estoy segura de que no puedes esperar!
El aprendiz de pelaje negro trató de recuperar su entusiasmo anterior,
pero era difícil. Sentía que se estaba convirtiendo en un guerrero en un
Clan que solo lo valoraba por ser pariente de Estrella de Fuego, negándose
a ver el gato que era. «Esta será mi última noche como aprendiz, pero no
estoy deseando que llegue mañana».

—¡Que todos los gatos lo bastante mayores para cazar sus propias
presas acudan aquí bajo la Cornisa Alta para una reunión del Clan!
La voz de Estrella Zarzosa sonó por todo el campamento; Zarpa
Flameante, quien había estado esperando afuera de la guarida de los
aprendices, flexionando nerviosamente las garras, se levantó y se dirigió al
centro del campamento.
El sol acababa de aclarar las copas de los árboles sobre la hondonada
de piedra. La patrulla del alba había regresado, y aunque Esquiruela había
organizado las primeras patrullas de caza, aún no las había hecho salir. En
su lugar, el Clan comenzó a reunirse. Nimbo Blanco, Centella, Fronde
Dorado y Espinardo se deslizaron fuera del arbusto de avellano que
formaba la guarida de los veteranos y encontraron un lugar soleado donde
podían relajarse. Pelaje Manchado y Dalia estaban sentadas juntas en la
entrada de la maternidad, mientras los cachorros de la reina gris y blanca
jugaban frente a ellas. Corazón de Aliso saludó a Zarpa Flameante con un
movimiento de la cola cuando salió de la guarida de los curanderos,
seguido de Glayo. Los guerreros del Clan formaron un círculo irregular
con Zarpa Flameante en el centro. Esquiruela y Corazón de Lirio se
colocaron una junto a la otra al frente de la multitud. El corazón de Zarpa
Flameante empezó a latir con fuerza. «¡De verdad va a ocurrir!».
Manto de Chispas saltó hacia él y le dio unos cuantos lametones en la
cabeza y los hombros, mientras Zarpa Flameante se retorcía de vergüenza.
—¡No soy un cachorro! —protestó.
—Este es el día más importante de tu vida —Manto de Chispas señaló
con calma—. No es momento de lucir desaliñado.
Zarpa Flameante lanzó un profundo suspiro y se quedó quieto
mientras su madre terminaba de acicalarlo.
Mientras tanto, Pinzón Luminoso se le acercó y entrechocó narices
con él.
—Me pregunto qué nombre te pondrá Estrella Zarzosa —maulló—.
¿Tal vez algo sobre la presa que mataste para aprobar tu evaluación? ¿O
quizá tenga que ver con tus largos bigotes?
Zarpa Flameante no tenía ni idea de qué nombre de guerrero tenía
pensado Estrella Zarzosa para él. Ni siquiera sabía qué nombre quería,
excepto que deseaba no estar atascado con «Flameante».
Finalmente, Estrella Zarzosa bajó por las rocas caídas y se reunió con
Zarpa Flameante en el centro del círculo. El gato negro lo miró y vio un
brillo de aprobación en los ojos ámbar de su líder.
—Una de las tareas más importantes de un líder de Clan es la
formación de un nuevo guerrero —Estrella Zarzosa comenzó—. Y a quien
honramos hoy esperó mucho tiempo para esta ceremonia. —Volviéndose
hacia Corazón de Lirio, continuó—: ¿Ha aprendido tu aprendiz las
habilidades de un guerrero, y comprende las exigencias del código
guerrero?
Corazón de Lirio inclinó la cabeza.
—Lo ha hecho, y lo hace.
—Entonces yo, Estrella Zarzosa, líder del Clan del Trueno, solicito a
mis antepasados guerreros que observen a este aprendiz. Ha entrenado
duro para entender el sistema de su noble código, y se los encomiendo a la
vez como guerrero. —El líder del Clan miró con los ojos muy abiertos a
Zarpa Flameante, y continuó—: Zarpa Flameante, ¿prometes respetar el
código guerrero, y proteger y defender a este Clan, incluso a costa de tu
vida?
Zarpa Flameante levantó la cabeza. Todo su duro trabajo, todas sus
luchas, incluso sus dos evaluaciones fallidas, habían valido la pena para
este momento.
—Lo prometo —respondió.
—Entonces, por los poderes del Clan Estelar, te doy tu nombre de
guerrero —Estrella Zarzosa continuó—. Esquiruela me dice que mostraste
una paciencia e ingenio extraordinarios en tu última cacería, al igual que
Estrella de Fuego. Para honrar esa conexión, a partir de este momento
Zarpa Flameante será conocido como Corazón Flameante, y le damos la
bienvenida como guerrero de pleno derecho del Clan del Trueno.
Zarpa Flameante se quedó mirando al líder de su Clan, con la boca
abierta de asombro. No podía creer el nombre que su líder le había dado.
Ya era bastante malo que «Flameante» formara parte de él, cuando era un
gato negro. Pero ahora Estrella Zarzosa quería cargarlo con el nombre de
guerrero de Estrella de Fuego también. «¿Alguna vez me apreciarán por lo
que soy?».
Mientras tanto, los gatos reunidos lanzaron aullidos de aprobación.
—¡Corazón Flameante! ¡Corazón Flameante!
Zarpa Flameante reunió todo su coraje y levantó la cola para pedir
silencio. Estrella Zarzosa no podría haber dicho palabras que le hubieran
dolido más, hablando de su pariente en un momento especial que debería
haber sido solo para él. Sintió como si le hubieran atravesado el corazón
con garras heladas. «Pero eso solo hace que sea más fácil hacer lo que voy
a hacer ahora».
Sus compañeros de Clan habían empezado a darse cuenta de que algo
estaba mal. Sus alegres coreos se volvieron irregulares e inseguros, hasta
que se apagaron por completo. Todos los gatos miraban a Zarpa Flameante
confundidos. Cuando la hondonada de piedra quedó en silencio, Zarpa
Flameante se levantó.
—Corazón Flameante no será mi nombre —anunció.
Jadeos de asombro recorrieron la multitud. Zarpa Flameante podía
adivinar por qué: Hasta donde sabía, ningún gato había rechazado nunca su
nombre de guerrero, y mucho menos en su ceremonia de nombramiento.
Esquiruela fue la primera en hablar, sus ojos verdes estaban
encendidos de furia.
—¿Qué quieres decir? —preguntó—. ¡¿Cómo te atreves a rechazar tu
nombre?!
A Zarpa Flameante le costó enfrentarse a ella sin estremecerse.
Después de todo, Estrella de Fuego era el padre de Esquiruela; no podía
culparla por estar enojada.
Antes de que pudiera responder, Estrella Zarzosa se volvió hacia su
lugarteniente y le agitó la cola en un gesto tranquilizador. Luego volvió a
mirar a Zarpa Flameante.
—Si no quieres llamarte Corazón Flameante, ¿cómo quieres llamarte?
—preguntó.
—Todavía no lo sé —Zarpa Flameante confesó—. Solo sé que quiero
algo que refleje el gato que soy, no un gato del pasado que todos ustedes
desean que sea. —Su enojo se desbordó, y escupió las palabras—: ¡No soy
Estrella de Fuego! Ni siquiera me parezco a él, por si no se habían dado
cuenta. Pensaré en un nombre perfecto para mí y se los haré saber.
Los gatos intercambiaban miradas desconcertadas, claramente sin
saber cómo reaccionar. Pero Zarpa Flameante creyó ver un destello de
comprensión en los ojos de Estrella Zarzosa. Ningún gato habló con Zarpa
Flameante, excepto su madre, Manto de Chispas, quien se separó de la
multitud y saltó hacia su lado.
—Estás siendo irrespetuoso y un cerebro de ratón —siseó—. Así no te
haces querer por tu Clan.
—¡Eso no es justo! —La protesta vino de la hermana de Zarpa
Flameante, Pinzón Luminoso—. Zarpa Flameante fue humillado cuando le
hicieron tomar su evaluación tres veces, a pesar de que todos saben que
merecía ser un guerrero hace mucho tiempo. ¡Así que lo menos que
pueden hacer es dejarle elegir su propio nombre!
—¡Los guerreros no eligen sus propios nombres! —Esquiruela replicó
con frialdad, erizando su pelaje rojizo oscuro.
Gruñidos y maullidos se elevaron desde el Clan reunido cuando todos
los gatos comenzaron a unirse a la discusión. Al ver cómo había hecho
enojar a Manto de Chispas y a Esquiruela, Zarpa Flameante empezó a
preguntarse si había ido demasiado lejos. Desesperado, se aferró a su
convicción de que tenía razón, pero necesitó todas sus fuerzas para ignorar
la agitación que lo rodeaba y mantener la mirada fija en Estrella Zarzosa.
El líder de su Clan aún permanecía en calma en medio de la agitación,
manteniendo a Zarpa Flameante en su tranquila atención.
Finalmente alzó la voz, y su Clan se quedó en silencio.
—Llegaremos a un acuerdo —anunció—. Zarpa Flameante, te daré un
nombre que refleje mejor tu apariencia y comportamiento, pero que aun así
honre a tu ancestro. Así es este Clan, y te guste o no, Zarpa Flameante,
vemos algunas de las cualidades de Estrella de Fuego en ti. —Levantó la
cola cuando Zarpa Flameante abrió las fauces para protestar—. Tienes
razón en que tu manto no recuerda al fuego —continuó—. Al igual que tu
padre, Canto de Alondra, eres negro como la noche. Así que a partir de
ahora, Zarpa Flameante, serás conocido como Corazón Nocturno.
CAPÍTULO 23
—Así que, Zarpa Escarchada, el Clan Estelar te envió un sueño anoche?
—Ala de Mariposa levantó la mirada de su aseo tan pronto como Zarpa
Escarchada salió de su guarida, parpadeando a la pálida luz del amanecer.
Zarpa Escarchada se detuvo un momento antes de responder. Los
últimos pedazos de su sueño aún se aferraban a ella, y se resistía a
renunciar a la maravilla a cambio de un día ordinario en el campamento
del Clan del Río. «Pero no es un día ordinario —se recordó a sí misma—.
¡Es el día en que tendremos a nuestra nueva líder!».
—¿Y bien? —Ala de Mariposa preguntó, con un borde de impaciencia
en su tono.
—Sí, tuve un sueño —contestó Zarpa Escarchada al fin—. Estaba de
vuelta en la Laguna Lunar, y todo el suelo estaba cubierto de plumas
blancas y rizadas. ¡Era tan hermoso!
—Hmm… Así que Pluma Rizada será nuestra nueva líder
Por un momento Zarpa Escarchada pensó que Ala de Mariposa sonaba
casi decepcionada, o tal vez dudosa, como si de alguna manera no
estuviera contenta de que el Clan Estelar hubiera enviado el sueño.
«¡Seguro que no puede estar celosa de mí! Nunca pareció celosa de
Blima porque podía hablar con el Clan Estelar y ella no».
Cuando Ala de Mariposa volvió a hablar, sonaba tan enérgica y capaz
como siempre; Zarpa Escarchada pensó que debía de estar imaginando
cosas.
—Será mejor que hagamos un anuncio al Clan, para que tú y Pluma
Rizada puedan partir hacia la Laguna Lunar.
Sin esperar una respuesta de Zarpa Escarchada, Ala de Mariposa saltó
más allá de la abertura de su guarida, por la orilla, y a través de los
arbustos hacia el centro del campamento. Zarpa Escarchada la siguió más
despacio, ahogando un gemido al pensar en la interminable extensión de
páramo que tendría que cruzar por segundo día consecutivo.
Para cuando Zarpa Escarchada salió de los arbustos, Ala de Mariposa
estaba de pie en el Tocón Elevado.
—¡Que todos los gatos lo bastante mayores para nadar se reúnan para
escuchar mis palabras! —aulló.
La patrulla del alba, con Luz de Vaina a la cabeza, estaba a punto de
partir, pero se volvió al oír la llamada de Ala de Mariposa. Más guerreros,
Pluma Rizada entre ellos, salieron a toda prisa de su guarida, bostezando y
parpadeando para quitarse el sueño de los ojos. Musgosa salió
sigilosamente de la guarida de los veteranos, se echó en la entrada y
empezó a lavarse las orejas.
En cuanto Ala de Mariposa vio a Zarpa Escarchada, bajó de un salto
del Tocón Elevado.
—Arriba —le maulló, inclinando las orejas para decirle a Zarpa
Escarchada que ocupara su lugar—. Tú deberías hacer el anuncio.
Zarpa Escarchada retrocedió.
—Ala de Mariposa, no puedo… —protestó.
—Tonterías, claro que puedes. —El tono de Ala de Mariposa era
agudo, pero sus ojos ámbar eran cálidos y alentadores—. Fue tu señal.
Sabiendo que no tenía sentido discutir, Zarpa Escarchada se subió al
Tocón Elevado y miró a su Clan. Era muy consciente de las caras de todos
sus compañeros de Clan, levantadas hacia ella, cada una con la mirada
firmemente fija en ella.
«Por favor, Clan Estelar, ayúdame a hacer esto».
—Gatos del Clan del Río —empezó, y luego se dio cuenta de que su
voz era demasiado aguda; casi chillaba como una gatita. Tragó saliva y
volvió a empezar—. Ayer en la Laguna Lunar, el Clan Estelar me envió
una señal, y anoche me la confirmaron con un sueño, un sueño de plumas
blancas y rizadas. Su significado es claro: Pluma Rizada será la nueva líder
del Clan del Río.
Durante unos latidos, el Clan permaneció en silencio, como si
necesitaran tiempo para asimilar lo que Zarpa Escarchada acababa de
decirles. Mientras tanto, Pluma Rizada le dirigió una mirada de sorpresa,
que poco a poco se transformó en una expresión de placer y orgullo.
—¿Yo? —preguntó—. ¿En serio, yo? Oh, gracias, Zarpa Escarchada.
Juro por el Clan Estelar que daré lo mejor de mí para ser una verdadera
líder de este Clan.
Pero mientras hablaba, algunos de sus compañeros de Clan se
volvieron unos a otros, intercambiando miradas incómodas. De la multitud
surgieron murmullos de duda. «¿Y si no aceptan lo que les dije?», pensó
Zarpa Escarchada con ansiedad.
—¿Estás de acuerdo, Ala de Mariposa? —preguntó finalmente Nariz
de Búho.
La curandera agachó la cabeza en respuesta.
—Confío en los instintos de Zarpa Escarchada y en su conexión con el
Clan Estelar —maulló—. Si ella dice que el Clan Estelar ha elegido a
Pluma Rizada, entonces Pluma Rizada será nuestra líder. Además, el Clan
Estelar aún debe aprobarla dándole sus nueve vidas y su nombre. Si se
niegan, sabremos que Zarpa Escarchada estaba equivocada.
El Clan pareció relajarse ante las palabras de Ala de Mariposa,
reuniéndose alrededor de Pluma Rizada para felicitarla. Los hermanos de
Zarpa Escarchada, Zarpa Gris y Zarpa de Neblina, la acariciaron con
orgullo.
—Si no puedo ser líder yo misma —declaró Vespertina, la madre de
Pluma Rizada—, entonces me alegro de que mi hija lo sea. Eres una buena
guerrera, Pluma Rizada, y todos confiamos en ti.
Murmullos de acuerdo surgieron del Clan reunido, sus dudas parecían
desvanecerse como la neblina de la mañana. Zarpa Escarchada sintió alivio
al ver que por fin se había resuelto el problema del liderazgo. El
campamento estaba desordenado: el montón de carne fresca no estaba tan
lleno como de costumbre y los lechos de las guaridas se habían vuelto
rancios. Una líder fuerte y un lugarteniente eficiente pronto se encargarían
de todo eso. «El Clan del Río revivirá pronto y será tan fuerte como
siempre», se dijo Zarpa Escarchada.

El cielo era de un azul claro y pálido mientras Zarpa Escarchada y


Pluma Rizada pasaban por delante del cercado de los caballos, pero los
rayos del sol apenas daban calor, y cada brizna de pasto estaba cubierta de
escarcha. Las hojas de los árboles al otro lado del lago en el territorio del
Clan del Trueno habían cambiado casi todas de verde a marrón y dorado.
«La estación de la caída de la hoja realmente está aquí», pensó Zarpa
Escarchada.
—Estoy segura de que serás una gran líder —le dijo a su madre—,
pero ojalá la decisión no hubiera dependido de mí.
Pluma Rizada acarició cariñosamente el hombro de Zarpa Escarchada
con la cola.
—El resto del Clan parece contento —maulló—. Y no me elegiste
porque soy tu madre, ¿verdad?
—¡No! —Zarpa Escarchada la miró atónita—. ¡Yo no haría eso!
Realmente vi una pluma rizada junto a la Laguna Lunar, y tuve el sueño.
No le mentiría a mi Clan.
—Claro que no —Pluma Rizada ronroneó, pareciendo satisfecha por
la respuesta de Zarpa Escarchada—. Y te prometo que haré lo mejor por el
Clan, desde hoy hasta el final de mis nueve vidas. Solo desearía que
parecieras más feliz al respecto. Si viste la pluma…
—La vi, pero mi decisión se basó en cómo interpreté esa pluma. —La
gata gris claro no podía compartir la confianza de su madre—. ¿Cómo
puedo estar segura de que tengo razón?
—Deberías confiar más en ti misma. —La voz de Pluma Rizada era
vigorizante—. Tu decisión se basó en algo más que esa pluma. Fue tu
conexión con el Clan Estelar la que te mostró la señal y te ayudó a darte
cuenta de lo que significaba. Y fue el Clan Estelar quien te envió el sueño.
—Supongo que tienes razón, pero…
—Si necesitas pruebas —Pluma Rizada interrumpió—, estoy segura
de que te sentirás más tranquila una vez que reciba mis nueve vidas de
parte del Clan Estelar.
—Espero que sea verdad —maulló Zarpa Escarchada—. Más que
nada, el Clan del Río necesita estabilidad y fuerza, y nombrar a una gran
líder como tú ayudaría. Solo espero que todo salga bien. Cuanto antes
recibas tus nueve vidas, mejor.
En privado, sin embargo, Zarpa Escarchada todavía tenía sus dudas.
Sabía que normalmente lo único que tenía que hacer un curandero era
acompañar al nuevo líder a la Laguna Lunar. Pero tal vez esta vez tendría
que hacer más. Pluma Rizada nunca había sido lugarteniente del Clan, y
hasta donde sabía, el Clan Estelar nunca había dado nueve vidas a un gato
en una situación como aquella.
Ala de Mariposa le había contado cómo Estrella Nocturna, quien había
liderado al Clan de la Sombra en el viejo bosque, nunca había recibido sus
nueve vidas, porque el anterior líder, Estrella Rota, todavía estaba vivo, a
pesar de que había sido destituido por su salvaje maltrato a su Clan. Y el
Clan Estelar había resucitado al segundo Estrella de Tigre porque su Clan
lo necesitaba para liderarlos. Pero nada de eso era igual a lo que el Clan
del Río estaba enfrentando ahora.
Soltó un largo suspiro.
—Todo esto es territorio nuevo —murmuró.
Pluma Rizada le dio un lametón alentador en la oreja.
—Entonces me alegro de que lo exploremos juntas.
Zarpa Escarchada y su madre llegaron al arroyo fronterizo entre el
Clan del Viento y el territorio del Clan del Trueno, y lo siguieron cuesta
arriba hasta que encontraron un lugar lo suficientemente estrecho como
para cruzarlo de un salto. Pronto habían dejado atrás los árboles del Clan
del Trueno y salieron al páramo abierto.
Un viento frío soplaba justo en sus caras, pegando el pelaje de Zarpa
Escarchada a sus costados y haciéndole lagrimear. El duro pasto se sentía
frío bajo sus patas. El largo camino a la Laguna Lunar la desalentaba, pero
anhelaba llegar y terminar con todo aquello, para poder regresar a su Clan.
Clan con su nueva líder. «Todos estarán tan aliviados de que los
problemas hayan quedado atrás. Y entonces podré echarme una larga
siesta, sabiendo que el Clan está en buenas patas».
Zarpa Escarchada tenía las piernas cansadas por el viaje del día
anterior. Casi habían llegado a la cima cuando oyó un aterrador aullido.
—¿Qué fue eso? —exclamó Pluma Rizada.
Zarpa Escarchada miró por encima de su hombro y vio a tres perros
que salían del bosque que acababan de dejar atrás. Durante un par de
latidos se quedó paralizada de pánico al ver a las enormes criaturas, sus
cuerpos musculosos y sus mantos manchados, con las fauces abiertas
mientras aullaban. Entonces Pluma Rizada la empujó bruscamente, casi
haciéndola caer.
—¡Corre! —aulló su madre—. ¡Vuelve a los árboles!
Zarpa Escarchada se quedó boquiabierta, mirando a su madre con
horror. «¿Me está diciendo que corra hacia los perros?».
—¡Corre! —repitió Pluma Rizada—. ¡Tenemos que salir del páramo!
Entonces Zarpa Escarchada comprendió. Allí, al aire libre, no había
dónde esconderse, dónde evitar a las temibles criaturas que ya estaban más
cerca, soltando ladridos de lo más profundo de sus gargantas mientras
seguían el rastro de las gatas. «Y somos gatas del Clan del Río, no del Clan
del Viento; no tenemos su velocidad».
Sacando todas sus fuerzas, Zarpa Escarchada corrió ladera abajo, con
el pelaje del vientre raspando el pasto del páramo. Pluma Rizada la seguía.
Pero los árboles apenas parecían acercarse, mientras que los perros se
habían desviado para interceptar a las gatas que huían antes de que
pudieran ponerse a salvo. Durante un horrible latido, Zarpa Escarchada
pensó que chocarían. Vio lenguas que salían de fauces abiertas e hileras de
dientes afilados. Luego ella y Pluma Rizada habían pasado, con una clara
carrera hacia el bosque, pero con los perros aún pisándoles los talones.
«¿Es este el final? —pensó Zarpa Escarchada—. ¿Habrá más tragedias
para el Clan del Río? ¿Qué harán si nos pierden a las dos?».
Pluma Rizada esquivó una mata de aulagas; Zarpa Escarchada la
siguió, esperando que las ramas espinosas frenaran a los perros. Echando
un vistazo por encima del hombro, vio que habían ganado un poco de
ventaja, pero los perros parecían estar comiéndose el terreno con sus
piernas largas y garras voladoras, jadeando y babeando solo a unas pocas
colas de distancia por detrás. El hedor a carne fresca de su aliento la
inundó y se le atoró en la garganta.
Zarpa Escarchada se sentía como si hubiera estado corriendo una
eternidad, tratando de forzar la velocidad extra de sus doloridas piernas,
pero al final llegaron a un roble periférico, con sus ramas extendidas y
abiertas cerca del suelo. Zarpa Escarchada saltó hacia la rama más baja,
pero sus garras apenas la rozaron y cayó hacia atrás, sin aliento y
temblando de terror.
—¡Sube! —aulló Pluma Rizada.
Metió los hombros bajo el vientre de Zarpa Escarchada y la impulsó
hacia el tronco. La aprendiza de curandera arañó frenéticamente la áspera
corteza hasta que consiguió llegar a la seguridad de la rama.
—¡Sigue! —Pluma Rizada la instó.
—¡Entonces sígueme! —Zarpa Escarchada aulló en respuesta—.
¡Sálvate!
Volviéndose, esperaba ver a Pluma Rizada trepando tras ella. Pero los
perros ya estaban sobre ella; Zarpa Escarchada soltó un aullido de horror
cuando vio al perro líder hundir los colmillos en los cuartos traseros de su
madre. Su cabeza se agitó y sintió como si todo el árbol se inclinara a su
alrededor.
—¡Pluma Rizada! —lloró—. ¡No!
Pluma Rizada la miraba fijamente, con los ojos llorosos de amor y
sentimiento.
—¡Mantén a salvo al Clan del Río! —Su voz se elevó en un chillido
agónico—. ¡Y no confíes en nadie!
Luego desapareció bajo una maraña de perros gruñones.
Zarpa Escarchada cerró los ojos con fuerza, pero no pudo acallar los
gritos de dolor de su madre ni los gruñidos y mordiscos de los perros.
Temblaba tanto que casi se caía de la rama. Solo el hecho de saber que
seguía en peligro la ayudó a recobrar la compostura. Ratón a ratón,
consiguió subir a una rama más alta. Luego, al ver que se extendía hasta
las ramas de otro árbol, cruzó, y nuevamente cruzó a otro. El suelo, tan
distante, parecía girar a su alrededor; se quedó paralizada, cerrando los
ojos con fuerza. «¡No puedo moverme! ¡Me voy a caer!». Pero aún podía
oír los horribles gritos de su madre en algún lugar detrás de ella, y sabía
que tenía que seguir adelante. «Mi madre dio su vida para salvar la mía.
No la dejaré morir por nada».
Zarpa Escarchada se obligó a seguir hasta que ya no pudo oír a los
perros. Saboreó el aire: Incluso su olor se había desvanecido. Durante unos
latidos se quedó donde estaba, con todos los sentidos alerta, hasta que
estuvo segura de que estaba lo bastante lejos de los perros como para bajar
al suelo sin peligro. No tenía idea de dónde estaba, excepto que debía de
estar en territorio del Clan del Trueno; los olores de los gatos del Clan del
Trueno la rodeaban. «Por favor, Clan Estelar, ¡que no me atrapen!».
Por un momento, la gata gris claro se preguntó si debía ir a la Laguna
Lunar, hasta que se dio cuenta de que ya no tenía sentido. Con una
aplastante sensación de derrota, supo que lo único que podía hacer era
volver a casa y contarle a su Clan la terrible noticia de lo que le había
pasado a Pluma Rizada. «No hay prisa —pensó con tristeza—. Es
demasiado tarde para salvarla».
Zarpa Escarchada se detuvo a escuchar y pudo distinguir el sonido del
agua corriendo; se dirigió en esa dirección y finalmente llegó a la orilla del
arroyo fronterizo. Con un grito de alivio, saltó al otro lado y lo siguió hasta
el lago. Aturdida y exhausta, aún encontró fuerzas para caminar por la
orilla del lago hasta que pasó por delante del cercado de los caballos y
volvió al territorio del Clan del Río.
Cuando Zarpa Escarchada entró al campamento a tropiezos, con el
manto tembloroso y arañado, y el corazón adolorido, el primer gato que
vio fue a Nariz Malva, alertado, de guardia. Sus ojos se abrieron de par en
par al verla y corrió a su lado.
—¡Zarpa Escarchada! —exclamó—. ¿Qué pasa? ¿Qué pasó?
—¡Perros! —Zarpa Escarchada jadeó—. Nos atacaron a Pluma Rizada
y a mí.
Nariz Malva la miró sorprendido por un momento, luego se dio vuelta
y gritó por todo el campamento.
—¡Ala de Mariposa! ¡Vespertina! ¡Cola Salpicada!
Los guerreros que había nombrado salieron de sus guaridas, seguidos
por varios de sus compañeros de Clan. Ala de Mariposa apareció por el
arroyo y cruzó el campamento hasta llegar a Zarpa Escarchada.
—¿Qué pasó? ¿Dónde está Pluma Rizada? —preguntó la curandera.
Con voz temblorosa, Zarpa Escarchada contó la historia de cómo ella
y su madre habían sido atacadas por perros en su camino a la Laguna
Lunar, y cómo Pluma Rizada la había empujado a un árbol en el borde del
bosque para ponerla a salvo.
—¿Dónde está ese árbol exactamente? —Ala de Mariposa preguntó
cuando Zarpa Escarchada terminó—. Tengo que encontrar a Pluma Rizada
y tratarla.
—Es demasiado tarde —escupió la aprendiza tras un atraganto—. Los
perros la mataron. —Brevemente estaba de vuelta en el árbol, mirando
hacia abajo mientras su madre era abrumada por los perros, y escuchando
sus gritos agonizantes.
Jadeos de horror siguieron a sus palabras, con gritos de protesta e
incredulidad. Zarpa Gris y Zarpa de Neblina se dirigieron al frente de la
multitud, con los ojos muy abiertos y las mandíbulas abiertas. En la mente
de Zarpa Escarchada, sus voces se mezclaron con las de todos los demás
en un único lamento de angustia. Todo el campamento parecía inclinarse y
girar a su alrededor. Era vagamente consciente de que Ala de Mariposa y
Cola Salpicada la llevaban hasta la guarida de curandería, donde se
derrumbó en su propio lecho.
Afuera podía oír a Ala de Mariposa y a algunos guerreros discutiendo
cómo podrían reunir una patrulla para encontrar el cuerpo de Pluma
Rizada y traerlo de vuelta al campamento. Zarpa Escarchada se acurrucó
más en su lecho, con los ojos cerrados y la cola enroscada alrededor de las
orejas mientras intentaba bloquear las voces, y el resto del mundo con
ellas. No quería creer que su madre se había ido de verdad.
Al mismo tiempo, Zarpa Escarchada seguía oyendo las últimas
palabras de su madre, forzadas en su grito agónico cuando los perros la
derribaron. «¡No confíes en nadie!». ¿Qué significaban? ¿Acaso no debía
confiar en Ala de Mariposa? ¿No debía confiar en ninguno de sus
compañeros de Clan?
Mientras Zarpa Escarchada luchaba por encontrarle sentido a todo
aquello, sintió que algo cálido y suave se deslizaba en el lecho junto a ella.
Cuando abrió los ojos, casi jadeó: Zarpa de Neblina y Zarpa Gris se habían
colado en la guarida de curandería y se acurrucaban con ella, cada uno a
un lado.
—Shhh —susurró Zarpa de Neblina—. Nadie sabe que estamos aquí.
Pero necesitábamos estar cerca de ti ahora.
Zarpa Escarchada lamió la oreja de su hermana agradecida.
—Es difícil de creer —Zarpa Gris maulló—. Pero… somos todo lo
que tenemos ahora.
Zarpa Escarchada se movió más cerca de sus hermanos, y por fin se
sumió en sueños inquietantes.
Cuando despertó, no estaba segura de cuánto tiempo después, sus
hermanos se habían ido. Todavía podía oír a Ala de Mariposa y a algunos
de los guerreros hablando afuera de la guarida, pero podía notar por la luz
roja y dorada que el día estaba llegando a su fin. Se puso de pie y salió
tambaleándose al exterior. Ala de Mariposa estaba sentada junto al arroyo
con Nariz Malva, Vespertina y Cola Salpicada. Los ojos de Vespertina
estaban apagados por la pena, y su cola caída; se veía como si la muerte de
Pluma Rizada la hubiera hecho envejecer estaciones en un solo día. Zarpa
Gris y Zarpa de Neblina estaban sentados cerca con sus mentores, Corazón
de Brisa y Nívea. Parecían tan perdidos y desolados como se sentía Zarpa
Escarchada.
Cuando Zarpa Escarchada salió, su mentora la vio enseguida y se
acercó a ella.
—Encontramos el cuerpo de tu madre —maulló suavemente—. Esta
noche la velaremos y luego la enterraremos a la manera de los Clanes.
Zarpa Escarchada inclinó la cabeza en señal de gratitud, pero estaba
demasiado apesadumbrada como para encontrar palabras.
—Entonces, ¿qué vamos a hacer ahora? —Nariz Malva preguntó—.
Se suponía que Pluma Rizada sería nuestra nueva líder.
—Tal vez deberíamos seguir como hasta ahora, con un grupo de gatos
que nos guíen —sugirió Cola Salpicada—. Ala de Mariposa, podrías elegir
a dos o tres de los guerreros veteranos…
—¡Eso es de cerebro de ratón! —lo interrumpió Nariz Malva con
dureza—. Un Clan siempre ha tenido un líder. Tenemos que esperar hasta
que Zarpa Escarchada pueda hablar con el Clan Estelar de nuevo.
La aprendiza gris claro miró al atigrado marrón con consternación.
—¡No puedo volver a la Laguna Lunar! —lloró—. ¡No me hagan
hacerlo! —Tenía los músculos flácidos por el cansancio y sentía las patas
pesadas como piedras. Y pensar en los perros le provocaba retortijones de
terror.
—Nariz Malva, tú eres el que tiene cerebro de ratón. —Vespertina
puso la cola suavemente sobre los hombros de Zarpa Escarchada—. No
deberíamos pedirle eso a Zarpa Escarchada. Acaba de perder a su madre.
Zarpa Escarchada sintió que su miedo disminuía y se apoyó
agradecida en el hombro de Vespertina. Una gran ola de alivio la envolvió
cuando Ala de Mariposa inclinó la cabeza hacia Vespertina.
—No —maulló la curandera—. No podemos hacer pasar a Zarpa
Escarchada por eso ahora. Sé que no querrán oír esto, pero… —Hizo una
pausa y tomó una respiración profunda—. Es hora de decírselo a los otros
Clanes. Necesitamos ayuda.
Libro original: “Warriors: A Starless Clan #1: River” por Erin Hunter.

Arte del libro: Owen Richardson.

Traducción: Ariana Curbelo del Clan Nocturno.

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