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Reseña al libro: Como una gente. El uso del arpa entre los pueblos indígenas de
México coordinado por Alejandro Martínez de la Rosa

Presentation · November 2019


DOI: 10.13140/RG.2.2.33917.10723

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Georgina flores mercado


Universidad Nacional Autónoma de México
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GEORGINA FLORES MERCADO
Instituto de Investigaciones Sociales
Universidad Nacional Autónoma de México

ALEJANDRO MARTÍNEZ (COORD.),


COMO UNA GENTE: EL USO DEL ARPA
ENTRE LOS PUEBLOS INDÍGENAS
DE MÉXICO. GUANAJUATO: UNIVERSIDAD
DE GUANAJUATO, 2018
Maderas, calendarios lunares,
cuerdas de tripas de gato,
de mapache, de coyote, de
perro, gato montés o zorrillo.
Pescuezo, costillas, cabeza, cara,
patas. Afinaciones y temples
cuidadosamente regulados o
bien cuerdas a las que poco
importa afinar, aparentemente.
Seres divinos, dones, las arpas
pueden ser servidoras de santos
o vírgenes, de animales y bosques
míticos y deben ser protegidas con
amuletos. Vocabularios, palabras
o ideas con las que se recorren los
significados que los pueblos tenek,
nahuas, mazatecos, tsotsiles,
totonacos, yoreme y amuzgos,
han construido en torno a este
ancestral instrumento llamado
arpa.
Si bien las arpas llegaron al comienzo de la Conquista en las naves
españolas, las arpas de las que nos hablan quienes escribieron este libro vienen
y tienen sus lugares claros y definidos, sea en los rituales en los que participan
o bien en las geografías sagradas de los pueblos. Por ejemplo, en la fiesta de
pascola la posición de los músicos y el arpa depende de la localización del
templo o enramada, y entre los nahuas de la huasteca la música y el arpa
vienen del mar del Oriente o por donde sale el sol.

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Alejandro Martínez (Coord.), Como una gente: el uso del arpa...

Tienen además lugares para su construcción, sean talleres bajo una


enramada cercana al mar, como sucede entre los nahuas de la costa michoacana,
o bien dentro de la propia casa sin demarcaciones estrictas entre habitaciones,
como ocurre en San Juan Chamula en los Altos de Chiapas. También el arpa
tiene sus tiempos. Con su canto, las arpas definen los momentos rituales
diferenciándolos de los tiempos cotidianos. En muchos casos sus afinaciones
y temples no responden a formas actuales ni académicas y están más allá de las
modas musicales, ya que las afinaciones pueden reproducir formas antiguas
europeas o seguir los ritmos del día y la noche o el de los vientos.
Si bien para muchos de estos pueblos la música y los instrumentos
vienen del mundo sagrado, también éstos existen porque fueron parte de un
reclamo de los humanos a los dioses, como lo señala el relato mítico de los
yoreme cuando el hombre le reclama a dios diciéndole: “¿Para qué nos creaste
si no nos das la música?”
Los músicos y quienes danzan o bailan deberán seguir reglas sociales en
torno a este instrumento; reglas definidas por oposiciones o similitudes: “El
arpa no es un juguete, se debe tratar respetuosamente”, “No debe ser vista por
mujeres durante su construcción”, o “Si ya se le puso su copita, el arpa no se
puede vender”.
El arpa no es un objeto sino un sujeto, es… “como una gente”, pues las
arpas cantan, declaran, son sensibles y perciben sentimientos como envidias
y, por ello, “luego no quieren cantar” o se rompen las cuerdas. Igualmente las
arpas tienen cabeza, costillas, pies y, sobre todo, corazón; es más, son corazón.
Los conocimientos musicales pueden venir de los sueños, emanan de
ojos de agua, ríos, cuevas, se adquieren en el momento de las danzas o cuando
viene una anciana del cerro que “te va diciendo cómo tocar y cómo afinar”;
aunque también se dice que estos conocimientos vienen de los abuelos, es
decir, del costumbre. Lo mismo sucede para su construcción.
Y aunque existen estas significaciones, los autores y las autoras no
escatimaron en registrar y traducir en el papel pautado lo que le fue explicado
acerca de sus sonoridades. Así, tenemos varias páginas dedicadas a la labor
musicológica, la cual permitirá en un futuro no lejano tener por lo menos una
memoria escrita de estas sonoridades, para cuando esas arpas hayan dejado
de sonar, de existir.
Las formas de construcción son también un aspecto sustancial en el
libro. Con el término de etnolaudería se nos explican las formas culturalmente
diferenciadas para construirlas. Sus maderas y sus tiempos de corte, sus
rituales y santos que acompañan el proceso, el uso del cuerpo del laudero para
producir su instrumento; técnicas que encierran cosmovisiones y una larga
historia colonial que hasta la fecha se mantienen vivas en muchos de estos

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GEORGINA FLORES MERCADO

talleres y que lamentablemente han sido poco exploradas, pues su estudio se


ha limitado a su registro y catalogación en una ficha técnica.
Los artífices de este libro están convencidos de que el arpa —las arpas—
encierran un mundo de significados, así como sus creadores y dueños. Con
esta convicción echaron mano de distintas perspectivas: estructuralista,
sistémica, hermenéutica, performativa o histórica del arpa, para encontrar
no al instrumento como un objeto fijo y bien delimitado, sino una realidad
compleja, desigual y problematizada.
Al finalizar la lectura queda claro que el arpa no existe, que su
materialidad no termina en el conjunto de maderas y cuerdas que la
conforman, sino que es ahí donde empieza su historia y simbología. Las arpas
como construcciones histórico–sociales son como un libro, o mejor que un
libro, son un mundo social frente al que, quien investiga, no puede dar las
cosas por hecho ni sentirse que está frente a un mismo objeto, por muy similar
que sea su fisonomía. Desentrañar sus significados implicó tanto indagar en
archivos históricos como en la psicología de quienes les dotan de sentido y
significado.
Lejos de querer mostrar el lado exótico del arpa en estos pueblos, en el
libro se busca resaltar su importancia en su vida social, y por ello entre sus líneas
encontramos una firme denuncia de la pérdida no sólo del instrumento sino
de una forma de entender el mundo, la cual, lamentablemente, será difícil de
impedir dado que muchas de las comunidades sufren el fenómeno migratorio
o muchos de sus jóvenes están “apantallados” con tablets y televisores. De
igual forma, en estas páginas se hacen claras observaciones hacia el actuar
institucional, se detectan sus intervenciones y se hacen algunas propuestas
para que este instrumento siga sonando.
Este libro es un gran paso para el conocimiento y la valoración de
las culturas de los pueblos que habitan nuestro país. Los textos, fotografías,
imágenes y registros musicológicos nos muestran la lucha por la existencia
y la resistencia “a cambiar por cambiar” en medio de contextos adversos. No
obstante, vivimos tiempos de patrimonializaciones, por lo que mi preocupación
en torno al contenido de este libro es que se convierta en material de folletería
turística, para que el turismo experimente “lo exótico” o “lo auténtico”, en
lugar de encontrar en el arpa su gesto rebelde, digno y contestario, como lo es
de quienes las tocan, construyen o investigan.

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