Plan Lector Jueves 21 de Marzo

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TRABAJO EN CLASE

TEMA: El alacrán de Fray Gómez


Estaba una mañana Fray Gómez en su celda entregado a la meditación, cuando dieron a la puerta unos
discretos golpecitos, y una voz de quejumbroso timbre dijo:
- ¡Deo gratias... ! ¡Alabado sea el Señor... !
- Por siempre jamás, amén. Entre, hermanito - contestó Fray Gómez.
Y penetró en la humildísima celda un individuo algo desarrapado vera efigie del hombre a quien acongojan
pobrezas, pero en cuyo rostro se dejaba adivinar la proverbial honradez del castellano viejo.
Todo el mobiliario de la celda se componía de cuatro sillones de vaqueta, una mesa mugrienta y una tarima
sin colchón, sábanas ni abrigo, y con una piedra por cabezal o almohada.
- Tome asiento, hermano, y dígame sin rodeos lo que por aquí le trae - dijo Fray Gómez.
- Es el caso, padre, que yo soy hombre de bien a carta cabal...
- Se le conoce, y que persevere deseo, que así merecerá en esta vida terrena la paz de la conciencia, y en
la otra, bienaventuranza.
- Y es el caso que soy buhonero, que vivo cargado de familia y que mi comercio no cunde por falta de
medios, que no por holgazanería y escasez de industria en mí.
- Me alegro, hermano, que a quien honradamente trabaja, Dios acude.
- Pero es el caso, padre, que hasta ahora Dios se me hace el sordo, y en socorrerme tarda...
- No desespere, hermano, no desespere
- Pues es el caso que a muchas puertas he llegado en demanda de habilitación por quinientos duros, y todas
las he encontrado con cerrojo y cerrojillo. Y es el caso que anoche, en mis cavilaciones, yo me dije a mí
mismo: - ¡Ea, Geromo!, buen ánimo y vete a pedirle el dinero a Fray Gómez; que si él lo quiere, mendicante
y pobre como es, medio encontrará para sacarte del apuro. Y es el caso que aquí estoy porque he venido,
y a su paternidad le pido y ruego que me preste esta puchuela por seis meses, seguro que no será por mí
por quien se diga:
En el mundo hay devotos que un beneficio de ciertos santos, da siempre vida a ingratos la gratitud les dura
desconocidos lo que el milagro;
- ¿Cómo ha podido imaginarse, hijo, que en esta triste celda encontraría ese caudal?
- Es el caso, padre, que no acertaría a responderle; pero tengo fe en que no me dejaría ir desconsolado.
- La fe le salvará, hermano. Espere un momento. Y paseando los ojos por las desnudas y blanqueadas
paredes de la celda, vio un alacrán que caminaba tranquilamente sobre el marco de la ventana. Fray Gómez
arrancó una página de un libro viejo, dirigióse a la ventana, cogió con delicadeza la sabandija, la envolvió
en el papel, y tornándose hasta el castellano viejo, le dijo:
- Tome, buen hombre, y empeñe esta alhajita; no olvide, sí, devolvérmela dentro de seis meses.
El buhonero se deshizo en frases de agradecimiento, se despidió de Fray Gómez, y más que aprisa se
encaminó a la tienda de un usurero.
La joya era espléndida, verdadera alhaja de reina morisca, por decir lo menos. Era un prendedor figurado
un alacrán. El cuerpo lo formaba una magnífica esmeralda engarzada sobre oro, y la cabeza un grueso
brillante con dos rubíes por ojos.
El usurero, que era hombre conocedor, vio la alhaja con codicia y ofreció al necesitado adelantarle dos mil
duros por ella; pero nuestro español se empeñó en no aceptar otro préstamo que el de quinientos duros por
seis meses, y con un interés judaico, se entiende.
Extendiéronse y firmáronse los documentos o papeletas de estilo, acariciando el agiotista la esperanza de
que a la postre el dueño de la prenda acudiría por más dinero, que con el recargo de intereses lo convertiría
en propietario de la joya tan valiosa por su mérito intrínseco y artístico.
Y con este capitalito fuele tan prósperamente en su comercio, que a la terminación del plazo pudo
desempeñar la prenda, y envuelta en el mismo papel en que la recibiera, se la devolvió a Fray Gómez. Este
tomó el alacrán, lo puso sobre el alféizar de la ventana, le echó una bendición y dijo:
- Animalito de Dios, sigue tu camino. Y el alacrán echó a andar libremente por las paredes de la celda.

RICARDO PALMA.
TRABAJO EN CLASE
TEMA: El alacrán de Fray Gómez
Estaba una mañana Fray Gómez en su celda entregado a la meditación, cuando dieron a la puerta unos
discretos golpecitos, y una voz de quejumbroso timbre dijo:
- ¡Deo gratias... ! ¡Alabado sea el Señor... !
- Por siempre jamás, amén. Entre, hermanito - contestó Fray Gómez.
Y penetró en la humildísima celda un individuo algo desarrapado vera efigie del hombre a quien acongojan
pobrezas, pero en cuyo rostro se dejaba adivinar la proverbial honradez del castellano viejo.
Todo el mobiliario de la celda se componía de cuatro sillones de vaqueta, una mesa mugrienta y una tarima
sin colchón, sábanas ni abrigo, y con una piedra por cabezal o almohada.
- Tome asiento, hermano, y dígame sin rodeos lo que por aquí le trae - dijo Fray Gómez.
- Es el caso, padre, que yo soy hombre de bien a carta cabal...
- Se le conoce, y que persevere deseo, que así merecerá en esta vida terrena la paz de la conciencia, y en
la otra, bienaventuranza.
- Y es el caso que soy buhonero, que vivo cargado de familia y que mi comercio no cunde por falta de
medios, que no por holgazanería y escasez de industria en mí.
- Me alegro, hermano, que a quien honradamente trabaja, Dios acude.
- Pero es el caso, padre, que hasta ahora Dios se me hace el sordo, y en socorrerme tarda...
- No desespere, hermano, no desespere
- Pues es el caso que a muchas puertas he llegado en demanda de habilitación por quinientos duros, y todas
las he encontrado con cerrojo y cerrojillo. Y es el caso que anoche, en mis cavilaciones, yo me dije a mí
mismo: - ¡Ea, Geromo!, buen ánimo y vete a pedirle el dinero a Fray Gómez; que si él lo quiere, mendicante
y pobre como es, medio encontrará para sacarte del apuro. Y es el caso que aquí estoy porque he venido,
y a su paternidad le pido y ruego que me preste esta puchuela por seis meses, seguro que no será por mí
por quien se diga:
En el mundo hay devotos que un beneficio de ciertos santos, da siempre vida a ingratos la gratitud les dura
desconocidos lo que el milagro;
- ¿Cómo ha podido imaginarse, hijo, que en esta triste celda encontraría ese caudal?
- Es el caso, padre, que no acertaría a responderle; pero tengo fe en que no me dejaría ir desconsolado.
- La fe le salvará, hermano. Espere un momento. Y paseando los ojos por las desnudas y blanqueadas
paredes de la celda, vio un alacrán que caminaba tranquilamente sobre el marco de la ventana. Fray Gómez
arrancó una página de un libro viejo, dirigióse a la ventana, cogió con delicadeza la sabandija, la envolvió
en el papel, y tornándose hasta el castellano viejo, le dijo:
- Tome, buen hombre, y empeñe esta alhajita; no olvide, sí, devolvérmela dentro de seis meses.
El buhonero se deshizo en frases de agradecimiento, se despidió de Fray Gómez, y más que aprisa se
encaminó a la tienda de un usurero.
La joya era espléndida, verdadera alhaja de reina morisca, por decir lo menos. Era un prendedor figurado
un alacrán. El cuerpo lo formaba una magnífica esmeralda engarzada sobre oro, y la cabeza un grueso
brillante con dos rubíes por ojos.
El usurero, que era hombre conocedor, vio la alhaja con codicia y ofreció al necesitado adelantarle dos mil
duros por ella; pero nuestro español se empeñó en no aceptar otro préstamo que el de quinientos duros por
seis meses, y con un interés judaico, se entiende.
Extendiéronse y firmáronse los documentos o papeletas de estilo, acariciando el agiotista la esperanza de
que a la postre el dueño de la prenda acudiría por más dinero, que con el recargo de intereses lo convertiría
en propietario de la joya tan valiosa por su mérito intrínseco y artístico.
Y con este capitalito fuele tan prósperamente en su comercio, que a la terminación del plazo pudo
desempeñar la prenda, y envuelta en el mismo papel en que la recibiera, se la devolvió a Fray Gómez. Este
tomó el alacrán, lo puso sobre el alféizar de la ventana, le echó una bendición y dijo:
- Animalito de Dios, sigue tu camino. Y el alacrán echó a andar libremente por las paredes de la celda.

RICARDO PALMA.

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