1 Pedro 1.3 Dios Noa Hizo Renacer

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DIOS NOS HIZO RENACER


Pastor Oscar Arocha
21 de Enero, 2007
Iglesia Bautista de la Gracia
Santiago, República Dominicana

Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande


misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo
de los muertos - 1 Pedro 1:3

Este versículo resume el fundamento del Cristianismo, lo cual es dicho así: “Nos
hizo renacer para una esperanza viva”; en otras palabras es la regeneración de un
Creyente. Esta es la principal doctrina, y fue encomendada para ser predicada en todo el
mundo. Esta es la instrucción esencial que hemos de enseñar, y sembrar en el corazón
de todos los hombres que habrían de ser llamados con toda propiedad bíblica, hijos de
Dios.
En aquella circunstancia fue necesario, y ahora también. Estuvieron bajo
persecución, perdían sus bienes y hasta sus vidas, y les recuerda que su herencia no es
en este mundo, sino en el porvenir, nótelo: “Pedro, apóstol de Jesucristo, a los
expatriados de la dispersión… Para una herencia incorruptible, incontaminada e
inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros” (v1,4). Los bienes que uno obtenga
aquí abajo no pueden ser disfrutado por siempre, finalmente lo perdemos, pero hay un
mundo donde la riqueza no se pierde (v5). Esto aplica a nuestra situación, al Creyente y
al hombre común, porque está generalizado que si no se posee dinero o bienes, no es
feliz, y Pedro les recuerda que la verdadera riqueza no está en este mundo, sino en el
otro (v13). Además dice como alcanzarla: “Nos hizo renacer para una esperanza viva,
por la resurrección de Jesucristo de los muertos” (v3). Entonces se puede decir: Que
renacer espiritualmente es absolutamente necesario para ser feliz en esta vida y la que
viene.
Haremos dos preguntas: Uno, ¿Qué es renacer espiritualmente? Dos, ¿Por qué es
necesario este renacer?

I. ¿QUÉ ES RENACER ESPIRITUALMENTE?


Leamos nuestro versículo: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que
según su grande misericordia nos hizo renacer”; el renacer es una obra de exclusiva
autoría divina. Renacer es una metáfora tomada de la vida humana, o que si un hombre
hace nacer un hijo, la criatura viene con su imagen y semejanza: “Y vivió Adán ciento
treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su
nombre Set.” (Gén.5:3). Así también es cuando Dios hace nacer al que ya ha nacido, lo
renace, o que da vida divina a su alma. Renacer es la vida de Cristo implantada en el
corazón de una persona: “Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos
también la imagen del celestial.” (1Co.15:49). Otro texto lo confirma con más colorido:
“El cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento
pleno” (Col.3:10). O que todo renacido por Dios, inevitablemente, irá creciendo:
“Conforme a la imagen del que lo creó se va renovando”.
Pregunta: ¿Cómo saber si la persona es renacida de Dios? Esto se sabe en dos
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asuntos: Que el individuo quiere hacer lo que Dios le manda. Y escoge la gloria de Dios
como su mayor anhelo. Veamos estos dos particulares.
Hacer lo que Dios le manda. Todo lo que Dios manda a sus hijos se resume en
esta palabra: santificación: “Porque ya sabéis qué instrucciones os dimos por el Señor
Jesús; pues la voluntad de Dios es vuestra santificación” (1Tes.4:2-3). Téngase en
cuenta que el fin de la santificación es que el renacido sea transformado hasta llevarlo a
semejanza con el carácter santo y puro de Jesucristo. Y el medio o instrumento es la
Palabra de Dios, la cual es poderosa para cambiar el viejo hombre en uno nuevo. El
bebé se le da alimento que lo haga crecer; del mismo modo la verdad es el alimento del
alma o nueva criatura. Cuando el Creyente hace la palabra de Dios con corazón de fe, el
poder de Dios actúa y transforma la persona. Mírelo: “Desead, como niños recién
nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” (1Pe
2:2). La comida hace crecer, pero requiere ser cocinada e ingerida; el Evangelio
entendido y obedecido hace crecer. El aparato digestivo espiritual es obedecer por amor
o con fe.
La gloria de Dios como mayor anhelo. El principio que motoriza todo ser
humano es el egoísmo, eso mueve sus sentimientos, razón, voluntad y planes. En
cambio cuando una persona es renacida de Dios, ya no más el egoísmo, sino la gloria de
Dios. Este anhelo es natural a una nueva creación, como el individualismo a la vieja
naturaleza. Oiga como lo enseña Jesús: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a
sí mismo, y tome su cruz, y sígame.” (Mt.16:24). Nacer de nuevo o ser un verdadero
Cristiano es hacer el interés de Dios en esta tierra, mi propio interés por siempre. El
renacido tiene una forma propia. A eso la Biblia llama nacer de nuevo por el poder de la
Gracia de Dios, pues sin tal poder nadie puede negarse al egoísmo y servir a Cristo. De
modo semejante ninguna persona puede someterse al gobierno del Evangelio, a menos
que haya un cambio en su naturaleza. Hasta el día en que una persona nace de nuevo el
gobierno de todo su ser es dirigido por su mente natural, tal como ha aprendido de sus
padres, de sus semejantes y en la escuela; al nacer de nuevo entra un nuevo gobierno,
el gobierno del Evangelio. Como un empleado no labora a su antojo, sino que la
administración del negocio regula en qué, cuándo y cómo gastar sus talentos y tiempo
laboral. Es cierto que el renacido a menudo esté expuesto a tentaciones y desviaciones
de su amor a Cristo, y comete infidelidades, pero su corazón tiende a buscar siempre la
gloria de Dios en todo. En un dado momento el bebé pudiera comer tierra, pero esa no
es su comida.
¿Cómo saber si la persona es renacida de Dios? Esto se sabe porque la persona
quiere hacer lo que Dios le manda. Y escoge la gloria de Dios como su mayor anhelo.

II. ¿POR QUÉ ES NECESARIO ESTE RENACER?


Veremos tres razones: La condición natural del hombre, la necesidad de obra
espiritual, y la sinceridad del amor.
Por la condición humana. El ser humando tal como nace y crece en este mundo,
es dicha así: “La mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la
ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo” (Ro.8:7 BLA). Lo natural es contrario a Dios,
hay una oposición o enemistad del ser humano hacia su Creador. Los amigos se ayudan
mutuamente; los enemigos se desagradan; es una enemistad bajo engaño, de tal modo
que si se lo preguntase a cualquiera lo negaría, aunque sus hechos le delatan. Es
necesario que en el ser humano ocurra un nacimiento nuevo que ponga poder y reglas
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para sujetar su enemistad natural, y el nuevo hombre nacido del espíritu actúe que
agrade a Dios. Su inclinación natural es contraria al Señor. En otras palabras, que la
persona ponga sus intereses espirituales por encima de sus deseos e intereses carnales.
Ningún ser humano obedece al Evangelio desde que nace, las cosas que hacemos por
naturaleza son enseñadas por hombres y su propósito es agradarse a sí mismo y a los
demás, pero nunca para agradar a Dios; aunque quisiera, tampoco puede; porque es
necesario nacer de nuevo.
La obra espiritual. Ningún deber del Evangelio que agrade a Dios puede ser
realizado sin una nueva naturaleza. Véase este texto: “Este es el pacto que haré con la
casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la
escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no
enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a
Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más
grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su
pecado.” (Jer.31:33-34). La ley debe ser hablada por el Espíritu Santo, recibida en la
mente y escrita en el corazón, antes de ser puesta por obra. Una semilla no puede dar
frutos si no fue sembrada. Los deberes del Evangelio son frutos. Nadie puede dar frutos
como Cristiano, si no lo es Creyente. Las naranjas agrias producen naranjas agrias, pero
no dulce. Si queremos dulces hay que sembrarla de naranjo dulce. Nadie puede dar los
frutos del Espíritu si no lo tiene en él. Todo buen servicio está relacionado a una causa
buena. Hacemos notar que nos referimos a buenas obras delante de Dios, la cual tiene
dos partes, una motivación espiritual y otra humana. La buena obra lo es desde su
origen; motivación del corazón hasta su realización plena. Dios pesa lo que los hombres
no pueden ver: la causa de la obra como también el fruto.
Por una decisión de su razón y buena educación, el hombre pudiera hacer cualquier
acto; pero teniendo la conciencia contaminada por su naturaleza caída en pecado, dichos
actos son corruptos, porque su alma es corrupta. Se requiere limpiarla para que dé
buenos actos. No puede hacer actos espirituales, si no ha nacido del Espíritu. Los
hombres han nacido de sus padres por naturaleza, pero no del Espíritu. Un deber como
este: "Dad gracias a Dios en todo" (1Tes.5:18), no podría ser ejecutado. Un acto sin una
causa espiritual, no puede ser llamado espiritual. Hay hombres fieles a sus esposas,
padres responsables, honestos y diligentes, y ayudadores de su prójimo, pero eso lo
hacen ciertos animales por instinto, y algunos hombres por su raciocinio o
temperamento, pero no pueden ser definidos como buenos, piadosos o espirituales, la
causa espiritual está ausente. Como dijera un puritano: Es su causa lo que define una
acción como instintiva, racional o espiritual. Es la procedencia, no la apariencia lo que
definiría la moralidad de una acción. En fin: El principio que causa y regula una acción es
lo que define su esencia. Hay frutos de moralidad, de conciencia, pero no espirituales, lo
cual Dios requiere. En conclusión es necesario ser renacido de Dios, para hacer buenas
obras que den gloria a Cristo.
El elemento de sinceridad y amor en la regeneración. La sinceridad no puede
ser posible a menos que uno haya renacido. Este texto lo explica: “Y cuando ofrecéis el
animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el
enfermo, ¿no es malo? Preséntalo, pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le
serás acepto? dice Jehová de los ejércitos.” (Mal.1:8). Si hubiesen tenido motivos
divinos nunca hubiesen ofrecido el ciego, lo que consideraban inadecuado para sí
mismos, sin embargo lo vieron bueno para darlo a Dios. Los hombres nunca tienen
tiempo para adorar a Dios. Supongamos que una persona aspira a sacar el título de
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abogado en una universidad, y pretende comenzar la carrera en el tercer año, en lugar


del primero; no sería aceptado, pues pretende violar las normas. El incrédulo ha
despreciado el orden divino, el cual e establece así: “Y este es su mandamiento: Que
creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha
mandado. (1Jn.3:23). Primero creer en Cristo y luego buscar el beneficio del prójimo. El
incrédulo está fuera de orden, no hay reglas en su corazón, y la sinceridad requiere las
reglas o luz del cielo, y de ese modo todo sea en orden. Oiga este otra verso: “Todas las
cosas son puras para los puros, más para los corrompidos e incrédulos nada les es puro;
pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas.” (Ti.1:15). En términos
bíblicos, la mente de los incrédulos no es pura, la pureza prohíbe el desorden. La
sinceridad es pureza y verdad.
Pregunta: ¿Por qué se levanta el miedo? Por causa del pecado, el sentido de culpa
produce miedo al castigo que merece la transgresión. Su motivación tiene una causa de
pecado. ¿Cuál es el pecado? El egoísmo. Los actos religiosos del incrédulo tienen como
causa el pecado, no hay pureza, no hay sinceridad, no hay obediencia a Dios, sino a su
propio instinto de conservación, por eso para poder ser aceptos por Dios y servirle, es
necesario nacer de nuevo. No podemos decir que un reloj tiene vida porque se mueve,
ni decir que alguien es hijo de Dios porque obedece ciertos mandamientos. El reloj se
mueve pero no por causa racional, sino mecánica. Lo mismo se aplica a las aparentes
buenas obras del incrédulo; no tienen causa espiritual. Para eso es necesario ser
renacido de Dios.
Más aun, que una misma acción pudiera ser hecha por diferentes motivos. Óigalo:
“Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por
cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.” (Mt.10:41-42).
Alguien pudiera dar un vaso de agua por causas humanitarias y otro por amor a Dios. La
acción es la misma, pero diferentes motivaciones. Uno por ayudar a su prójimo en
miseria, y el otro, por agradar a Cristo. Uno por compasión humana; el otro, por un
principio de Gracia. La diferencia es notoria: Lo natural y la Gracia de Dios. Es necesario
que la persona sea renacida para meterle dentro una causa generadora de obras
espirituales. Con esto no decimos que las obras humanitarias en los incrédulos sean
criminales; sólo decimos que no son espirituales. La sinceridad del amor requiere
pureza, y por eso es necesario ser renacido.
Pregunta: ¿Cómo tener propósitos santos? Para responder diremos, que la
perfección de una obra requiere cumplir el propósito para lo cual fue hecho. Si alguien
ordena construir un canal para agua, pero el canal no lo logra; decimos que no sirve,
por más bonito que sea. Es, pues, necesario un nuevo gobierno que use todo tu ser
natural como instrumento, que el gobierno natural que hay en ti desde tu nacimiento
sea derrocado, y en su lugar reine el Espíritu de Cristo.
Se hicieron dos preguntas: ¿Qué es renacer espiritualmente? Es cuando la vida de
Cristo es implantada en el corazón humano, y esto por fe. En tal caso la persona quiere
hacer lo que el Señor le manda. Y escoge la gloria de Dios como su mayor anhelo. ¿Por
qué es necesario este renacer? Por la condición natural del hombre caída en pecado,
para poder hacer obras espirituales, y el requisito de la sinceridad del amor. Esta es la
clave para ser feliz.

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APLICACIÓN

1. Amigo: Si aspiras ser feliz, no puedes esperar seguridad y gloria en tu


estado natural. No podrás separar lo que Dios ha unido. El Creador ha juntado carne y
destrucción; nacer de nuevo y salvación. Lo que por naturaleza lleva al infierno, no te
podrá llevar al cielo. Las piedras pertenecen a la tierra, lo natural a la condenación.
Jamás podrá obtener felicidad aun cuando acumules abundante obras humanitaria. Para
alcanzar el bien divino hay que tener la motivación del Espíritu de Cristo, y así harás
obras de fe. Oye esto: Sólo Dios puede hacerlo, nadie más. Esta es la clave para ser feliz
Por tanto: No dejes pasar ni un minuto sin pedirle a Dios que te haga nacer de
nuevo. Cuando regreses a tu hogar échate sobre tus rodillas y no te levantes hasta que
recibas la respuesta divina que te haz hecho nacer de nuevo. Lo notarás por un cambio
de disposición en tu alma. En esto te ruego imitar al Creyente Abraham: "Hizo tal como
Dios le había dicho" (Gén.17:23). Haz tú lo mismo; no te tardes. No hay oportunidades
después de la muerte, antes de meter la cerámica al horno hay tiempo de rehacerla,
estás a tiempo no lo dilates más. Es hoy.
AMÉN

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