Sistema Circulatorio

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Sistema circulatorio

Explicamos qué es el sistema circulatorio, sus partes, funciones y cómo


funciona.

Corazón, venas y arterias son los componentes fundamentales del sistema


circulatorio
¿Qué es el sistema circulatorio?
El sistema circulatorio es el sistema de órganos del cuerpo humano que se
encarga de mover la sangre por todo el cuerpo para distribuir distintos
elementos a todas sus células. Está compuesto por dos subdivisiones: el
sistema cardiovascular, principalmente formado por el corazón y todos los
vasos sanguíneos, y en segundo lugar, el sistema linfático, formado por los
órganos linfoides y los vasos linfáticos.
Las principales funciones de este sistema tienen que ver con el transporte de
gases, nutrientes y desechos desde y hacia las células, así como con la
defensa del cuerpo frente a patógenos, toxinas u otros agentes
potencialmente peligrosos.
Dichas funciones no solo se relacionan con los órganos de este sistema, sino
también con el tejido protagonista: la sangre. La sangre está formada por
células -glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas- que están suspendidas
en un fluido conocido como plasma, rico en distintos tipos de moléculas
solubles y proteínas.
Es por medio de la sangre y de sus componentes que el sistema circulatorio
puede transportar gases (los eritrocitos o glóbulos rojos), nutrientes (el
plasma) y centinelas celulares para la protección inmune (los leucocitos o
glóbulos blancos).
Partes del sistema circulatorio (órganos)
El sistema circulatorio está formado por dos subdivisiones importantes: el
sistema cardiovascular y el sistema linfático.
El sistema cardiovascular está formado por el corazón y los vasos sanguíneos,
mientras que el sistema linfático está formado por los vasos linfáticos y los
tejidos linfoides en el interior del bazo, el timo, las amígdalas y los nódulos
linfáticos.
Sistema cardiovascular
El corazón
El corazón es la bomba muscular que mueve toda la sangre por todo el
cuerpo. El cuerpo humano generalmente tiene el tamaño de un puño y se
encuentra en la región media-izquierda del pecho, entre ambos pulmones.
Este órgano está compuesto por cuatro cámaras huecas formadas por
músculo: las aurículas y los ventrículos, izquierdos y derechos. Las aurículas
son las cámaras superiores y los ventrículos las cámaras inferiores.
La aurícula izquierda está conectada con el ventrículo izquierdo y la aurícula
derecha con el ventrículo derecho, pero aurícula y ventrículo izquierdos no
están directamente conectados con aurícula y ventrículo derechos, estos se
asocian indirectamente a través de la circulación pulmonar.
Entre estas cámaras, además, existe una serie de válvulas que impiden el
movimiento de la sangre en el sentido contrario, por lo que son
fundamentales para el funcionamiento adecuado del corazón.
Sangre oxigenada y desoxigenada
Las aurículas y los ventrículos tienen la capacidad de contraerse
rítmicamente para propulsar la sangre hacia los vasos sanguíneos y de allí
hacia todo el cuerpo.
La aurícula derecha recibe la sangre proveniente de los tejidos, que es pobre
en oxígeno, y desde allí la conduce al ventrículo derecho, desde donde es
bombeada hacia los pulmones. La aurícula izquierda recibe sangre oxigenada
de los pulmones y la conduce hacia el ventrículo izquierdo, que la bombea
hacia el resto del cuerpo.

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Contracción del corazón


Las paredes musculares de las aurículas y los ventrículos se contraen para
expulsar la sangre en su interior y eventualmente encaminarla hacia su
destino final. El corazón se contrae continuamente, de eso depende nuestra
vida; lo hace cuando comemos, leemos, caminamos, hablamos, nos
ejercitamos, e incluso cuando dormimos.
Es importante mencionar que, aunque el corazón está conectado también
al sistema nervioso, que es el que impulsa la contracción de otros músculos
de nuestro cuerpo, su contracción (que provoca el bombeo de la sangre) no
depende de este, sino de las propias células del corazón, que se excitan
espontáneamente.
Los vasos sanguíneos
Los vasos sanguíneos funcionan como la tubería que utiliza el corazón para
distribuir la sangre hacia los tejidos y para conducirla de vuelta hacia sí. Hay
distintos tipos de vasos sanguíneos:
– Las arterias son las que están directamente conectadas con el corazón y
con los ventrículos, es decir, se encargan de transportar la sangre fuera del
corazón. Las arterias se ramifican progresivamente, formando “ramas” cada
vez más pequeñas; las más pequeñas se conocen como arteriolas.
– Las venas, en cambio, se encargan de transportar la sangre de vuelta al
corazón. Estas también se ramifican, y las más pequeñas de todas se
llaman vénulas.
– Los capilares, son los vasos sanguíneos más pequeños de todos; todo el
intercambio de gases, fluidos, nutrientes y desechos que se relaciona con las
funciones de transporte del sistema circulatorio ocurre a través de estos
numerosos y minúsculos vasos sanguíneos.
Sistema linfático

El sistema linfático es una red de órganos y tejidos cuya función principal es


transportar un fluido conocido como linfa, compuesto, entre muchas cosas,
por una pequeña parte de la fracción fluida de la sangre (plasma) que sale de
los capilares.
La linfa transporta células, grasas y otras sustancias, y eventualmente es
devuelta al tejido sanguíneo, pero primero es “limpiada” en unas estructuras
conocidas como nódulos linfáticos, las cuales están distribuidas por el
cuerpo.
Además de sus funciones de transporte y filtrado, el sistema linfático juega
un papel crucial para el sistema inmunológico, que es el principal sistema de
defensa del cuerpo.
Las células de este sistema, los linfocitos, están especializadas en el
reconocimiento y la eliminación de los agentes extraños que ingresan a
nuestro cuerpo y que pueden ser perjudiciales.
 Vasos linfáticos
Al igual que el sistema cardiovascular, el sistema linfático hace uso de una
red de tuberías para su distribución por el cuerpo, pero los componentes de
esta se conocen como vasos linfáticos. Los más grandes vasos linfáticos se
denominan ductos y los más pequeños son capilares linfáticos.
 Órganos linfoides
Algunas células del sistema linfático son producidas por centros germinales
en los órganos linfoides: el timo, las amígdalas y el bazo; mientras que otras
son producidas por la médula ósea, igual que los glóbulos rojos. Dada la
importante tarea de estas células, estos órganos también son muy
importantes para la salud de nuestro cuerpo.

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Funciones del sistema circulatorio


Transporte de gases respiratorios
Gracias al corazón, la sangre es bombeada por todo el cuerpo para ejercer
una de sus funciones fundamentales: entregar oxígeno y recibir dióxido de
carbono.
Por un lado, la sangre es impulsada desde el corazón hacia los pulmones,
donde establece un estrecho contacto con esta porción del aparato
respiratorio, descargando los gases producidos por el metabolismo de las
células y “recargándose” de los gases necesarios para la respiración celular.
Por otro lado, la sangre es impulsada hacia el resto del cuerpo.
Los gases respiratorios son dos: el oxígeno, necesario para la obtención de
energía a través de la respiración, y el dióxido de carbono (CO₂), el desecho
metabólico gaseoso que se produce durante la respiración y que debe ser
eliminado de las células y del cuerpo a través de los pulmones.
Unas células cóncavas en forma de disco llamadas eritrocitos o glóbulos
rojos, son las responsables del transporte de estos gases en la sangre. En su
interior estas células tienen una proteína, la hemoglobina, que es capaz de
unirse a los dos gases: al oxígeno en los pulmones, para entregarlo a las
células, y al CO₂ en las células, para entregarlo a los pulmones.
Transporte de moléculas nutritivas
Mientras que el aparato digestivo se encarga de “romper” física y
químicamente las partículas de los alimentos que consumimos todos los días
para extraer la energía que nuestro cuerpo necesita para sobrevivir, el
sistema circulatorio se encarga del transporte de las moléculas que son
absorbidas.
Esto es posible porque la fase de absorción intestinal ocurre de tal manera
que los nutrientes alcanzan la sangre y la linfa, desde donde son distribuidos
y repartidos a todas las células corporales por el sistema circulatorio.
Transporte de desechos metabólicos
El dióxido de carbono no es el único desecho metabólico que es producido
por las células, otros compuestos como la urea, ciertos iones y moléculas que
no son necesarias para el cuerpo, así como el exceso de líquido, deben ser
eliminados y son transportados por la sangre.
Las células descargan estos desechos hacia el tejido sanguíneo y esta sangre
es transportada, impulsada por el bombeo del corazón, hacia los riñones -que
forman parte del aparato excretor- donde son eliminados en forma de orina.
Regulación
El sistema circulatorio participa también en la regulación de dos aspectos
muy importantes:
– La temperatura del cuerpo, gracias al movimiento de la sangre desde la
superficie de la piel hacia las regiones más internas y viceversa -dependiendo
de la temperatura ambiental.
– La regulación hormonal, debida al transporte de las hormonas de su sitio de
producción hacia sus órganos o tejidos blanco distantes.
Protección
El sistema circulatorio es fundamental para la protección de nuestro cuerpo
frente a microorganismos peligrosos o sustancias tóxicas, así como para
prevenir la pérdida excesiva de sangre debido a heridas. Estas funciones
tienen que ver con:

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– Las funciones inmunes de las células que circulan en la sangre, los


leucocitos o glóbulos blancos, que viajan en la sangre y que maduran en los
órganos linfoides.
– Los mecanismos de coagulación que actúan sobre vasos sanguíneos que
han sufrido algún daño físico y que previenen la pérdida de sangre.
Funcionamiento
El sistema circulatorio funciona gracias al corazón, que mantiene la sangre en
movimiento en un circuito cerrado, que comienza y termina en el propio
corazón.
El lado derecho del corazón se encarga de impulsar la sangre hacia los
pulmones, donde esta puede cargarse de oxígeno y liberar el CO₂ de desecho
que trajo del resto del cuerpo.
El lado izquierdo, en cambio, recoge la sangre oxigenada y la envía hacia el
resto del cuerpo para que entregue a las células el oxígeno y los nutrientes.
Cada contracción del corazón hace que el movimiento de la sangre sea
constante, por lo que esta es empujada de nuevo hacia el corazón, donde se
repite el proceso.
La sangre que deriva de las cámaras izquierdas del corazón se conoce como
sangre sistémica, mientras que la que deriva de las cámaras derechas se
conoce como sangre pulmonar. Ambas constituyen, anatómicamente
hablando, la circulación sistémica y la pulmonar.
Cuidados del sistema circulatorio y del corazón (consejos)
Como cualquier sistema de nuestro cuerpo, el sistema circulatorio puede
sufrir daños y/o enfermedades, algunas de las cuales podemos prevenir con
solo tomar en consideración algunos consejos:
 Beber abundante agua; el promedio recomendado es una cantidad
cercana a los 2 litros diarios.
 Practicar deportes, hacer ejercicio o tratar de tener una vida lo más
activa posible. Lo más recomendable es tener un periodo diario de
actividad física de, al menos, 30 minutos.
 Tener una alimentación balanceada, preferiblemente evitando los
excesos: de grasas, de dulces y de carbohidratos (harinas).
 Tratar de comer más frutas y vegetales ricos en antioxidantes, así
como frutos secos que son ricos en ácidos grasos saludables.
 Evitar permanecer demasiado tiempo sentado o de pie, ya que el
movimiento favorece la circulación y evita, por ejemplo, la hinchazón
de las piernas y los pies.
 Evitar el uso del cigarrillo y de otras drogas, pues estas afectan
considerablemente la salud, pudiendo provocar daños directamente al
corazón o los vasos sanguíneos, o a cualquier otro órgano relacionado.
 Tratar de evitar el estrés, pues se ha comprobado que este puede
tener unos efectos negativos para la salud cardíaca.
 Dormir al menos 8 horas, pues la falta de sueño se ha vinculado con
incrementos en la presión arterial, lo cual potencialmente podría
conducir a enfermedades del corazón.
Referencias
Berne, R., & Levy, M. (1990). Physiology. Mosby; International Ed.
Fox, S. I. (2009). Fundamentals of human physiology. McGraw-Hill.
West, J. B. (1991). Physiological basis of medical practice. Williams & Wilkins.

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