435 Rosmital

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VACLAV SCHASCHEK
GABRIEL TETZEL

VIAJE DE LEÓN DE ROSMITAL


POR ESPAÑA EN 1466

Viajes por España de Jorge Einghen, del barón León de Rosmithal


de Blatna, de Francisco Guicciardini y de Andrés Navajero.
Traducidos, anotados y con una introducción
por Antonio María Fabié, de la Academia de la Historia.

Colección Libros de Antaño


Librería de los Bibliófilos
Madrid, 1879

https://archive.org/details/viajesporespaa00fabiuoft

Introducción...................................................................3

Relación de Schaschek,
traducida al latín por Estanislao Paulowiski.................25

Fragmentos de la relación hecha por Tetzel


del viaje del Barón Rosmithal por España...................56

CLÁSICOS DE HISTORIA 435


3

INTRODUCCIÓN

I.

La segunda narración o itinerario contenido en la presente obra se refiere al insigne bohemio


León de Rosmithal y de Blatna, que vino a España en una época en que estas excursiones eran muy
poco frecuentes, porque ofrecían grandísimas dificultades y peligros; el objeto de este viaje, según
en el contexto de sus dos versiones se manifiesta con mucha repetición, fue sólo conocer las
costumbres de los diversos países y estudiar la disciplina militar que en cada uno de ellos se
practicaba, para determinar lo que en esta parte fuese más ventajoso a la profesión de las armas, que
era entonces la principal de la nobleza. También tuvo gran influjo en la voluntad del viajero el
sentimiento religioso; por esto las cosas que más por menor se refieren en el texto son las visitas a
los templos e imágenes famosas por sus milagros, pudiéndose asegurar que la venida de Rosmithal
a España se debió muy principalmente al deseo de ir a Compostela para hacer la romería de
Santiago, por entonces casi tan importante y devota para los cristianos de Europa, como la
peregrinación a Jerusalén, adonde pensó ir el noble bohemio, no habiéndolo podido realizar por los
motivos que luego diremos.
Algunos críticos modernos, entre ellos Augusto Scheler y el Sr. D. Pascual Gayangos 1, en la
noticia que han dado de este viaje, sospechan que Rosmithal tuvo para emprenderle otros motivos
además de los dichos, y que fueron esencialmente políticos y religiosos: fundóse para ello el Sr.
Gayangos en que Jorge de Podiebrad, rey de Bohemia y cuñado de Rosmithal, subió al trono en
1458, cuando la herejía de Juan de Hus contaba muchos secuaces en Alemania, y el Rey fue
mientras vivió celoso partidario e intrépido campeón de esta secta, por lo cual, llamado a Roma por
Pío II, desoyó al Pontífice, que le excomulgó solemnemente en 1464, dando esto lugar a que desde
entonces hasta su muerte, ocurrida en 1471, su reinado fuera una continua guerra civil y extranjera,
pues no sólo se levantaron contra él sus propios vasallos, sino el rey de Polonia Matías Corvino, que
era próximo deudo suyo.
En tales circunstancias, y al año siguiente de la solemne excomunión de su cuñado, el rey
Jorge de Bohemia, emprendió su viaje León de Rosmithal; dos relaciones de él han llegado hasta
nosotros, ambas escritas por personas que formaban parte de su lucido y numeroso
acompañamiento; el autor de la una es un llamado Schaschek, que debía formar parte de la
servidumbre propia del Barón de Blatna, y que tal vez sería uno de sus secretarios, como opina el
Sr. Gayangos; porque siempre habla con gran respeto y hasta con humildad de Rosmithal, a quien
llama constantemente «el señor». El original de esta relación se ha perdido, pero se conserva su
traducción latina hecha por el canónigo de Olmutz Estanislao Paulowiski, e impresa en 1577. La
otra relación, escrita en alto alemán medio, es obra de Gabriel Tetzel, patricio de Nuremberg, que
también acompañó a Rosmithal en su viaje, y ambas se publicaron el año 1844 en el tomo VII de la
colección de Literatura nacional que dirige la Sociedad literaria de Stutgart.
La relación de Schaschek se escribió probablemente por mandado del principal personaje de
esta peregrinación en forma de Diario y como lo prueban los nombres de los lugares que cita, la
expresión de sus distancias respectivas y las cartas o diplomas de los soberanos que en ella se
copian. La de Tetzel parece el relato hecho por un anciano padre de familia a sus hijos y a sus
criados, de lo que en años pasados ha visto en países remotos, y de lo que en ellos le ha acontecido,
haciendo menos caso de los nombres que de las cosas; así que apenas menciona la cuarta parte de
1 El Sr. Scheler, en una Revista que se publicaba en Bélgica, y el Sr. Gayangos en la Española de ambos Mundos,
tomo I, pág. 739 y siguientes.
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los de lugares que refiere Schaschek, y los que cita están tan desfigurados, que no se acierta con
ellos en ningún mapa, mientras que los errores de este género que comete Schaschek son de menos
importancia y pueden atribuirse a la traducción latina. Como apéndice a la versión que de ésta
hemos hecho al castellano, pondremos los principales fragmentos de la relación que Tetzel hace de
las cosas que vio en Castilla, Aragón y Cataluña.

II.

Salió de Praga Rosmithal el 26 de Noviembre de 1465 con un acompañamiento de cuarenta


personas y cincuenta y dos caballos, provisto de una recomendación de la Reina, su hermana, para
el emperador Federico III, y pasando por Toeplitz, Baireuth y Gräfenberg, llegó a Nuremberg,
donde visitó las reliquias de los santos que allí se conservaban; luego fue a Heidelberg y de aquí a
Francfort, donde pasó la Pascua de Navidad; de allí siguió a Mayensa, cuyo Arzobispo no se dignó
recibirle.
En Colonia estuvieron Rosmithal y los suyos durante la fiesta de los Reyes; fueron muy bien
acogidos por el elector Rupers, protegido de Carlos el Temerario, asistiendo a las fiestas y danzas
que el Arzobispo dispuso en honor suyo. Aix-la-Chapelle les llamó mucho la atención por sus
numerosas reliquias, y Neuss por la hermosura de las canonesas, de las cuales dice Tetzel que eran
muy elegantes y que bailaban muy bien, teniendo en el claustro cada una su escudero o paje.
En el ducado de Güeldres, cuyo soberano era de escasa estatura y estaba en guerra con Felipe
de Borgoña, vieron magníficos caballos; y atravesando, no sin dificultades por causa de la guerra,
Bois-le-Duc, Turnhout, Sierre y Malinas, llegaron los viajeros a Bruselas, donde presenciaron las
fiestas que se hacían en honor del Conde de Carolais, que acababa de sojuzgar a los de Lieja.
Pasando por Tremoud y por Gante, cuya grandeza les admiró, se detuvieron en Brujas para pasar el
Carnaval bajo la protección del bastardo de Borgoña; de aquí, por Dunquerque y Gravelinas,
llegaron a Calais, único punto de Francia ocupado todavía por los ingleses, y desde este puerto
pasaron a Inglaterra. La travesía fue incómoda, y lo primero que visitaron, después de su llegada,
fue la ciudad de Cantorbery, asiento del primado de aquel reino; contemplando los monumentos que
recuerdan el martirio de Santo Tomás, de que dan larga noticia ambas relaciones. En Londres
estuvieron los viajeros dos semanas, siendo muy bien recibidos por el rey Eduardo IV, asistiendo a
las ceremonias de la primera salida después del parto de la reina Isabel Woodville, segunda mujer
del Rey; y habiendo sido condecorado por éste con su orden de caballería, partió Rosmithal con los
suyos para Windsor, residencia de los caballeros de San Jorge, y por Reading y Andower llegaron a
Salisbury, donde admiraron las bellezas de la abadía, asistiendo con Jorge, duque de Clarence,
hermano del Rey, a una magnífica procesión del domingo de la Pascua de Resurrección, que
llamamos Florida.
Embarcados en Pool después de varias aventuras y de correr una tempestad, arribaron los
viajeros a Nantes, capital del último duque de Bretaña Francisco I. En los alrededores de Saumur
fueron muy agasajados por Renato de Anjou, que se titulaba rey de Sicilia, y lo que allí más
admiraron fue su colección de fieras. En Orleans visitaron a la Duquesa, madre de Luis XI, y en un
lugar, a tres jornadas de Tours, que Tetzel llama Kaudis y Schaschek, Madinuum, vieron a Luis XI y
su familia, quien los recibió muy bien y les invitó a que fueran con él a París y a que pasaran allí un
año entero. No acertamos a determinar el pueblo o sitio que se designa con estos dos nombres tan
diferentes: no parece que pueda ser Plessis-le-Tour, habitual residencia de Luis Onceno, pues dista
muy poco de Tours, y nos inclinamos a creer que donde vio Rosmithal a aquel monarca debió ser en
Amboise, que se había incorporado poco antes a la corona y donde hizo largas residencias aquel
Rey atraído por el placer de la caza en que abundaban los vecinos bosques y por este motivo
continuó los edificios que había empezado allí Carlos VII.
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En Tours admiraron el sepulcro de San Martín, pero no quiso verlos Magdalena, hermana del
rey Luis XI, prometida del rey Ladislao el Póstumo, la cual casó luego con el hijo del Conde de
Foix, de quien tuvo a Francisco Febo y a Catalina, que ambos reinaron sucesivamente en Navarra.
Siguiendo el Consejo de Luis XI fueron a Chatelleraud, donde llegaron el 6 de Junio, viendo allí a
Carlos de Anjou, hermano del titulado Rey de Sicilia, y siguiendo el camino de Poitiers, por Melle,
Pous y Mirambeau, llegaron a Blaye, en la desembocadura del Garona. Sobre esta villa, dice
Schaschek: «En otro tiempo poseyeron esta ciudad los ingleses cerca de ciento cincuenta años, pero
fue recobrada por cierta mujer fatídica que reconquistó de los ingleses casi toda la Francia. Esta
mujer, hija de un pastor, fue dotada por Dios de grandes virtudes para alcanzar este fin; pero cogida
por el Rey de Inglaterra, fue paseada ignominiosamente por Londres y quemada luego, arrojando
sus cenizas al mar.» Tal era entonces la historia de Juana de Arco, apenas desfigurada por la
leyenda, que no sin razón la elevó a la categoría de heroína y de santa.
Los viajeros, pasando por Burdeos y Bayona, entraron en España, y lo relativo a su
peregrinación por ella es lo que hemos traducido y publicamos.
Saliendo de España, después del Rosellón los viajeros visitaron a Narbona, Montpellier,
Nimes, Carpantras, Tellard, Ambrum, y en las fronteras del Delfinado, Brianzon y Lausana,
entrando en el Piamonte por Susa, y pasando por Rivoli llegaron a Turín. En Vercellas encontraron a
Guillermo, duque de Monferrato, y atravesaron sus estados para llegar a Novara, pasando desde allí
a Milán. El duque Galeazo María, hijo de Francisco Sforza, su madre Blanca y su hermano Felipe
María, recibieron con mucha honra y amor a Rosmithal y a los suyos, que estuvieron allí ocho días
visitando la catedral y demás monumentos. De Milán fueron a Venecia, pasando por Brescia,
Verona, Vicencia, Padua y Treviño.
León Rosmithal visitó en Venecia al dux Cristóbal Moro, quien le hizo todas las honras
debidas a su clase. Esta ciudad llamó la atención de los viajeros, que mencionan con particularidad
los templos y las riquezas que contienen, el arsenal y el palacio de un mercader, que les llenó de
admiración por su magnificencia, describiéndose también por el viajero bohemio ciertas costumbres
y ceremonias políticas que apenas menciona el narrador de Nuremberg, quien hace notar que no
dieron resultado las gestiones practicadas allí para procurarse dineros, que ya iban faltando a los
caminantes; y a los ocho días de estar en Venecia salieron para Alemania.
Atravesaron Rosmithal y los suyos el Friul, la Carintia, que entonces pertenecía al obispo de
Bamberg, deteniéndose en Gratz, capital del ducado de Stiria, donde estaba Federico III con varios
príncipes; celebrándose la vuelta de Rosmithal con unas justas y armando algunos caballeros. Nota
Tetzel, el patricio de Nuremberg, que el Emperador les dio vino y vituallas, pero no dineros.
De Gratz fueron a Neustadt, residencia de la Emperatriz, a quien entregó Rosmithal las cartas
de su hermano el Rey de Portugal, refiriéndole lo que había visto en aquel país, mostrándole los
negros y el mono que de allí traía. Un judío usurero les dio lo necesario para proseguir el viaje, que
hubieran continuado hasta Tierra Santa, si no les hubiera negado su permiso para atravesar la
Hungría el rey Matías Corvino, sucesor de Ladislao el Póstumo: esto les decidió a volver a
Bohemia, no sin correr algunos peligros, entrando con gran pompa en la ciudad de Praga, después
de quince meses de viaje y de haber visitado las principales naciones de Europa.

III.

Según las fechas de los diplomas o cartas del rey de Portugal y de su hermano, así como de la
de Enrique IV, Rosmithal llegó a España entrado ya el año de 1466; la época es por tanto de sumo
interés para los aficionados a nuestra historia nacional; porque el año anterior había sido depuesto,
como se ha dicho, en Ávila el rey de Castilla por los grandes, que alzaron en su lugar por monarca a
6

su hermano Don Alfonso, hallándose, por consiguiente, el reino trabajado por una verdadera guerra
civil; pero antes de penetrar el viajero en territorios de la Corona de Castilla, como entró en la
península atravesando el Bidasoa, lo primero que vio fueron las provincias Vascongadas y algo de
los dominios del reino de Navarra, que detentaba entonces el famoso Don Juan II, el cual, como
todos sus hermanos, tomó tanta parte en los disturbios de que fue teatro Castilla durante los
azarosos reinados de D. Juan II y de D. Enrique IV, de lo que ya hemos hablado al dar noticia del
viaje de Jorge de Heinghen, que tuvo lugar nueve años antes que el del barón boemio, y cuando
estaban en su punto más crítico los disturbios del reino de Navarra.
Cuando Rosmithal entró en España había muerto hacía pocos años el ilustre y desgraciado
príncipe de Viana, quizá, como sospechan muchos historiadores, por las malas artes de la ambiciosa
Doña Juana Enríquez, segunda mujer de Don Juan de Aragón y de Navarra, y madre de Don
Fernando el Católico, como queda dicho. Don Juan retenía el reino de Navarra, aunque de derecho
pertenecía ya a su hija D.ª Blanca, primera mujer de Enrique IV de Castilla; pero su otra hija Doña
Leonor se había casado con el Conde de Foix, de cuyo matrimonio había nacido D. Gastón de Foix,
que a su vez contrajo matrimonio con Mad. Magdalena, hermana del famoso Luis XI de Francia, el
cual, según aseguran los historiadores2, pactó, como condición de este matrimonio, que el reino de
Navarra había de recaer en D. Gastón, a cuyo efecto se había de entregar a los Condes de Foix la
desgraciada D.ª Blanca, hermana mayor de Doña Leonor, siendo aquélla, como hemos dicho, la
primera mujer que tuvo el rey D. Enrique IV de Castilla, de quien se separó declarándose nulo el
matrimonio por impotencia relativa de ambos cónyuges3.
El rey D. Juan de Aragón, para granjearse el apoyo de Francia en sus guerras contra navarros,
catalanes y castellanos, no tuvo inconveniente en acceder a tal condición, porque este monarca,
después de su segundo matrimonio con D.ª Juana Enríquez, parecía, más bien que padre, enemigo
de los hijos que había tenido en el primero; así es que no sólo no se opuso a tan inmoral pacto, sino
que lo cumplió con una crueldad repugnante, dando encargo a mosen Pierres de Peralta de llevar
por fuerza a la desdichada D.ª Blanca a Bearne; y, en efecto, a principios de Mayo de 1462, Mosen
Fierres entregó la Reina de orden de su padre al Captal del Buch, quien la llevó al castillo de Ortez,
en Bearne, donde estuvo encerrada hasta que murió el 2 de Diciembre de 1464, de veneno que le
dio una dama de la Condesa de Foix, su hermana, según refieren autores fidedignos, entre ellos
Zurita y Nebrija, de donde lo tomó Aleson, continuador en los anales de Navarra4.
El Conde de Foix, encargado por su suegro del gobierno de Navarra, quiso dar principio a su
mando con un hecho importante, y aprovechándose de las discordias que dividían a Castilla, se
apoderó por sorpresa y a traición de la ciudad de Calahorra en el año de 1465, enviando en seguida
embajadores a D. Enrique y a D. Alfonso, que se disputaban la corona de Castilla, para proponerles
la devolución de Calahorra a cambio de las villas del reino de Navarra, que habían quedado en
poder de Castilla de resultas de la pasada guerra. El rey D. Enrique acogió con su natural debilidad
a los enviados del de Foix, y para tratar del canje mandó a su capellán y cronista Enríquez del
Castillo a Calahorra; refiere menudamente éste en el capítulo LXXXIII de su Crónica todo lo que

2 Zurita y Aleson, Anales de Navarra, parte segunda, libro IX, cap. IV, pág. 630.
3 Colección diplomática de la Crónica latina de Enrique IV, escrita por Alfonso de Palencia, documento núm. 35, que
es la sentencia de divorcio entre el Príncipe de Asturias y la princesa D.ª Blanca, su mujer, pronunciada por D. Luis
de Acuña, administrador apostólico de Segovia, en Alcazuren, el 11 de Mayo de 1453. Existe en el archivo histórico
nacional.
4 Nebrija dice sobre esto lo siguiente en el cap. 1 del lib. I de su Guerra de Navarra: «Quid si ex causa aliqua nobis
oculta voluit Deus Navarriam materno rem gerentem avo, a Joanne in Corolum, hoc est a Gallis ad hispanos
reducere? Et quae alia potuit justior esse causa, quam quod regnum injuste acquisitum juste amiteretur? Nam quis
ignorat, Blancam juniorem Joannis Navarriae ac deinceps tarraconensium Regis ex Blanca uxore filia Coroli
procreatam, quae fuit Enriquo hujus nominis Hispanorum regem quarto nupta, ac deinde repudiata, veneno
interceptam a Leonora sorore, ejusque marito Foxensi comite, ut ad ipsos regni successio perveniret? Id quod in
illos male vertit. Nam intra dies quindecim poste quam oibi regium nomen adoptavit miserabileter et digne periit.»
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aconteció entonces, que vino a parar en gran ignominia del Conde de Foix, quien, rechazado de
Alfaro, que intentó tomar por fuerza de armas, y sublevándose a poco contra él los de Calahorra,
que degollaron la guarnición francesa, tuvo que retirarse a Bearne.
La lucha entre agramonteses y beamonteses estaba por este tiempo en su mayor auge; los
primeros capitaneados por Mosen Fierres de Peralta, fueron secuaces siempre de D. Juan II de
Navarra, pero los beamonteses hablan sido fieles al príncipe de Viana, y muerto éste, miraron con
recelo a D. Juan y a sus partidarios. Tal era en resumen la situación del reino de Navarra, cuando
entraron en nuestra península Rosmithal y sus compañeros, los cuales, sin embargo, se ocuparon
más del as-pecto del país y de sus costumbres que del estado político en que se encontraba; y es de
notar que ni siquiera trataron de ver, como era su costumbre, a las autoridades superiores de
aquellas tierras, siendo éste quizá el único caso, en que no se encuentran en la relación del viaje
diplomas o cartas de las personas que ejercían el supremo gobierno del país visitado por el ilustre
viajero.
Las observaciones que respecto a la agricultura, a la industria y a los usos del país vascongado
hacen los compañeros de Rosmithal, coinciden de un modo notable con las que años después hizo el
perspicaz Navagero, embajador de Venecia, como haremos ver más especialmente cuando tratemos
de su viaje; limitándonos ahora a llamar la atención de los lectores sobre lo que ambos dicen acerca
el extraño modo de arreglar sus cabellos que tenían las mujeres de esta región; costumbre que debe
haber desaparecido hace tiempo, pues que no tienen ni aun noticia de ella las personas más
instruidas de aquel país, a quienes hemos preguntado sobre este punto, movidos por el deseo de
averiguar en qué consistía ese adorno, que parecería sin duda muy extravagante a nuestras lectoras
del día, pues no puede ni aun formarse idea del resultado que había de tener para la hermosura la
costumbre de cortarse el pelo, dejando sembrada la cabeza de delgadas mechas de cabellos largos.

IV.

Entrando los viajeros en Castilla por la parte de Valmaseda, la primera ciudad importante que
visitaron fue Burgos, y cuanto de esta ciudad refieren los autores de las relaciones de este viaje es
muy interesante, y hemos procurado aclararlo con las notas que hemos puesto a esta parte del texto.
En la capital de Castilla la Vieja fue donde por primera vez presenciaron los viajeros una fiesta de
toros, que no debía parecerse mucho a las que todavía se usan en las principales ciudades de
España, constituyendo un rasgo especial y característico de nuestras costumbres; pero sin duda eran
iguales a las que aun se ven con harta frecuencia en los pueblos de corto vecindario, donde todos los
alborozos públicos se celebran corriendo uno o varios toros por calles y plazas, y tomando parte en
la diversión los mozos del lugar, y no personas que hacen oficio de esta peligrosa lucha.
Las dos cosas más dignas de llamar la atención entre todas las que los compañeros de
Rosmithal cuentan de Burgos, son la historia del famosísimo Cristo que aun se venera en la catedral
de esta ciudad, y lo que refieren de su entrevista con uno de los hijos del ilustre D. Pablo de Santa
María, judío converso, que llegó a ser obispo de Burgos, en cuya silla le sucedió su hijo D. Alfonso,
siendo ambos prelados famosos por su virtud y por su ciencia, y habiendo contribuido en gran
manera al renacimiento de los estudios y de la cultura intelectual en Castilla.
Como en otros muchos pasajes, se nota bastante confusión en lo que el compañero de
Rosmithal cuenta respecto de ambas cosas; para esclarecer lo relativo al Cristo de Burgos, hemos
puesto por nota lo que acerca de este asunto dice el P. maestro Flórez en el tomo XXVII de su
España Sagrada, y el lector resolverá, en vista de estas dos versiones, lo que puede haber de cierto
en esa piadosa leyenda, limitándonos a hacer notar que el viajero dice que, si bien el famoso Cristo
había hecho antes muchos milagros, de siglos atrás había dejado de hacerlos.
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Tampoco reina, en lo que dicen los viajeros respecto a la familia de los Santa María o
Cartagena, mayor claridad y exactitud que en lo tocante a la historia del Cristo de Burgos, pues el
narrador confunde al padre con uno de los hijos. En la nota que hemos puesto a este pasaje queda
esclarecido este punto, por tantos respectos interesante para nuestra historia literaria, política y
religiosa; y, en resumen, la verdad de lo que refiere el secretario de Rosmithal, es que D. Pablo, de
raza hebrea y de religión mosaica, se convirtió al cristianismo, según algunos autores, de resultas de
las predicaciones de San Vicente Ferrer 5, y según otros, por el profundo conocimiento que tenía del
Viejo Testamento y de la ciencia rabínica, la cual no bastaba a justificar la pertinacia de sus antiguos
correligionarios en oscurecer las profecías que tan claramente anunciaban la venida del Mesías, en
el tiempo y circunstancias en que aconteció. A esta opinión sirve sin duda de fundamento la obra
que escribió D. Pablo con el título de Scrutinium scripturarum, que es la más famosa de las suyas.
Su conversión tuvo lugar siendo ya de edad de más de cuarenta años; le administró el
bautismo D. García Alfonso de Covarrubias, arcediano de Treviño y dignidad de Tesorero de la
iglesia de Burgos; era ya casado y tenía cuatro hijos, que recibieron a par de él el bautismo, aunque
la madre de éstos, mujer de D. Pablo, persistió todavía largo tiempo en sus errores, cediendo al fin a
los ruegos y exhortaciones de su marido, cuando era ya éste uno de los más famosos prelados de su
época. Después de su conversión perseveró D. Pablo en sus estudios y se graduó de doctor en
Teología en la Universidad de París; en la corte de Benedicto XIII fue predicador apostólico, y en
Castilla obispo de Cartagena y de Burgos, Canciller del rey D. Juan, testamentario de Enrique III,
patriarca de Aquileya y gobernador del reino durante la ausencia de D. Fernando de Antequera,
elegido rey de Aragón. Convirtió a la fe de Cristo más de cuarenta mil familias de judíos 6 y escribió
además del Scrutinium scripturarum, las obras siguientes: una de Cœna Domini, otra de la
Generación de Jesucristo, y las Adiciones a Nicolás de Lira, cuyas obras se conservaban originales
en la librería de San Pablo de Burgos, empezado a construir por él, según dice Diego Rodríguez de
Almella, familiar de su hijo D. Alfonso, en el cap. IX del libro VIII de su Valerio de las historias.
Los cuatro hijos de este insigne prelado fueron Gonzalo, obispo de Plasencia y de Sigüenza,
que nació en 1379 y murió en 1448; D. Alfonso, que nació en 1384 y murió en 1456, el cual sucedió
a su padre en el obispado de Burgos, siendo aun más ilustre que él en las letras, pues según el
mismo Rodríguez de Almella, escribió el Defensorium fidei, el Doctrinal de caballeros, el
Duodenario, un libro sobre las Éticas, otro confutatorio, otro racional, dos tratados sobre
precedencia en la capilla del Pontífice contra Inglaterra; otro para probar que las conquistas de
Canarias, Tánger, Fez y Marruecos pertenecían a Castilla; una Apología sobre el salmo Judica me
Deus; un libro de la Genealogía de los Reyes de España, hasta Enrique IV, y tradujo además del
latín Doce libros de Séneca, glosando los lugares oscuros.
Su gran ciencia fue causa de que se le eligiera para embajador del rey de Castilla en el
Concilio de Basilea, y era ya tal su fama, que al anunciarse su llegada a Roma, dijo el Pontífice
Eugenio IV: Si viene a nuestra corte, con gran vergüenza nos sentaremos en la silla de San Pedro.
En este viaje, así como en los que hizo por Alemania en calidad de embajador del emperador
Alberto, hubo de acompañarle su hermano D. Pedro, que sobrevivió a los demás, y que, como
puede verse en nuestro texto, acogió con gran benevolencia a Rosmithal a su paso por Burgos, en
cuya ocasión le dijo que él había estado en Bohemia, donde había recibido la orden militar de
Caballería en el sitio de la ciudad de Tabora, que fue tomada a los husitas por los años de 1438. Gil
González Dávila dice en la Vida de D. Alfonso, que en la jornada que éste hizo a Alemania, pasando
por Bohemia, se vio en gran peligro, por estar el país inficionado de herejes, y salió libre, porque el
Emperador le dio mil caballos que le pusieron en salvo.

5 Gil González Dávila, Historia de las antigüedades de la ciudad de Salamanca. Salamanca, 1606, pág. 376.
6 Gil González, Teatro Eclesiástico, tomo III, páginas 76 y siguientes.
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Según resulta del epitafio que hemos copiado en la nota referente a la familia de los
Cartagenas, D. Pedro, que sobrevivió a todos sus hermanos, y que tenía ya cerca de ochenta, en el
de 1466, cuando Rosmithal y sus compañeros estuvieron en Burgos, vivió hasta el 10 de Mayo de
1478, llegando a contar más de noventa años; fue del Consejo del Rey de Castilla, y regidor de la
ciudad de Burgos, y en la capilla de Santiago de la catedral se ve en un libro manuscrito, que
pertenece a una cofradía fundada bajo la advocación del Apóstol, y a la que sólo pertenecía gente
principal, el retrato a caballo y con armas de este personaje, interlocutor de los viajeros7.
Rosmithal y sus compañeros fueron de Burgos a Lerma y de allí a Roa, y en esta villa, donde
estaba como desterrado el famoso Duque de Alburqueque, por exigencia de los magnates que
seguían al infante D. Alfonso, no se les permitió entrar, por estar trabajada aquella región por la
guerra. En efecto, y como ya hemos indicado, en aquel año la anarquía más terrible y sangrienta
reinaba en Castilla; el anterior la mayor parte de los magnates se hablan alzado contra Enrique IV,
cuya impotencia intelectual corría parejas con la física, y de cuyos repugnantes vicios dan noticias
todos los escritores del tiempo, salvo su cronista Enríquez del Castillo, que por los cargos que
desempeñaba en su corte no ofrece ninguna garantía de imparcialidad, si bien con frecuencia señala
las debilidades y errores del Rey; y aunque tampoco nos merezca fe Palencia en sus Décadas, ni el
otro cronista castellano que corre con su nombre, claramente nos revelan los vicios de Enrique IV, y
el estado a que había venido a parar el reino, las coplas del provincial y de Mingo Revulgo. Notable
es por más de un concepto el retrato moral y físico de Enrique IV, que hace Palencia en sus
Décadas, no sólo distinto, sino contrario al que traza en su crónica Enríquez del Castillo;
habiéndose impreso esta obra en la colección de crónicas que en el pasado siglo dio a luz el editor e
impresor D. Antonio Sancha, es conocido del público este retrato, no así el de Palencia, cuya obra
espera todavía los honores de la imprenta, que por tantos títulos merece; y por ser curiosísimo y al
par breve, me permitiré trasladarlo a este lugar, pudiendo el lector comparar las palabras del
cronista con la imagen que acompaña a la relación del viaje de Jorge de Ehingen, de la que se
publica en esta edición una copia. Para acreditar la opinión común acerca de la impotencia del Rey,
dice Palencia que en todos su actos manifestaba D. Enrique que no sentía el amor conyugal.
«Esto lo mostraba en la angustia que sentía cuando estaba con su mujer, apartándose de ella
de repente; en sus discursos entrecortados, en su frente anublada y en su afán de buscar lugares
escondidos y sendas solitarias. Era el Rey muy descuidado en su persona, y andaba siempre con
vestidos lúgubres, sin collar ni adorno alguno militar ni regio, y con calzas comunes y borceguíes
ordinarios, viendo todos su manifiesto tedio. Era enemigo de cabalgar con pompa regia, y prefería
la manera que en esto usaban los moros, llamada a la jineta, propia para las algaradas y
escaramuzas, al uso nuestro o de los italianos, cuyo aparato es más venerable en la paz y más fuerte
y sólido en la guerra; le desagradaba el brillo de las armas, de los arneses y de las sillas y cuantas
pompas señalaban lo excelso de su dignidad, y no quería mostrarse ante el concurso de la gente.
Amaba la oscuridad de las selvas, y no reposaba sino en la frondosidad de los bosques, para lo cual
mandó labrar en inaccesibles montes cercas y edificios propios para morar y recrearse, encerrando
en ella multitud de fieras y alimañas; puso en estas heredades hombres incultos para cuidarlas, para
alimentar a las fieras y para ahuyentar a las gentes, mientras él se encerraba en aquellos lugares con
algunos facinerosos, los cuales andaban armados por las encrucijadas de los caminos, persiguiendo
a caballo a los que procuraban allegarse al Rev para negociar o para honrarle: era muy inclinado a
estos y otros hombres torpes y oscuros, y no admitía con gusto a ninguno que fuese ilustre por su
nobleza o dotado de saber. Estas aficiones salvajes mostraba la misma figura de Enrique: sus ojos
eran torvos y su mismo color indicaba la fiereza; nunca estaban parados, y su volubilidad extrema
revelaba la sospecha o la amenaza. La nariz era deforme y ancha y quebrada por medio de resultas
de una caída que dio cuando niño, de suerte que parecía la de un mono: tenía los labios muy
delgados y no daban gracia alguna a la boca, y la anchura de sus mejillas afeaba toda su cara. La

7 El Sr. Gayangos da esta noticia en su artículo ya citado.


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barba levantada hacía cóncavas las líneas de la frente, como si se hubiera quitado algo de la mitad
superior del rostro; sus demás partes parecían de un hombre bien hecho, pero las sienes bastante
hermosas, las traía siempre cubiertas de pieles o con algún capuz o birrete; su color era blanco y
sonrosado; el cuerpo membrudo y sus piernas bien proporcionadas, las afeaba, como ya he dicho,
con vestiduras toscas y más toscas calzas. La mano, que es uso en Castilla se bese a los príncipes,
no la daba a nadie, lo que algunos atribuían a humildad, pero en verdad aquella simulada humildad
ocultaba su sordidez, como lo demostraron sus acciones; el olor que exhalaba era insoportable, y él
se deleitaba con el hedor de las cosas corrompidas, del estiércol, de las raeduras de los cascos de los
caballos, y con el de cosas semejantes y aun peores. Sus innumerables pasiones seguían esta norma,
y puede juzgarse de los otros por este sentido del olfato.»
Es de notar que conviniendo en general este retrato con el de Diego Enríquez y con la
miniatura de que publicamos copia, en cuanto a los rasgos que al cuerpo se refieren; resultan
contrarias, como hemos dicho, ambas imágenes en el conjunto, pues dice el capellán cronista del
Rey, «que era éste persona de larga estatura y espeso en el cuerpo y de fuertes miembros; tenía las
manos grandes y los dedos largos y recios; el aspecto feroz, casi a semejanza de león, cuyo
acatamiento ponía temor a los que miraba; las narices romas e muy llanas; no que así naciese, mas
porque en su niñez recibió lesión en ellas; los ojos garzos e algo esparcidos; encarnizados los
párpados; donde ponía la vista mucho le duraba el mirar; la cabeza grande y redonda, la frente
ancha, las cejas altas, las sienes reunidas, las quijadas luengas y tendidas a la parte de ayuso; los
dientes espesos y traspellados; los cabellos rubios; la barba luenga y pocas veces afeitada; la tez de
la cara entre rojo y moreno; las carnes muy blancas, las piernas muy luengas e bien entalladas; sus
pies delicados. Era de singular ingenio y de grande apariencia, pero bien razonado, honesto y
mesurado en su habla, placentero con aquellos a quienes se daba: holgábase mucho con sus
servidores y criados: había placer por darles estado y ponerles en honra: jamas deshizo a ninguno
que pusiese en prosperidad: compañía de muy pocos le placía: toda conversación de gentes le daba
pena: a sus pueblos pocas veces se mostraba: huía de los negocios: despachábalos muy tarde: era
muy enemigo de los escándalos: acelerado y amansado muy presto: de quien una vez se fiaba, sin
sospecha ninguna le daba mando e favor: el tono de su voz dulce e muy proporcionado: todo canto
triste le daba deleite: preciábase de tener cantores, y con ellos cantaba muchas veces: en los
divinales oficios mucho se deleitaba: estaba siempre retraído: tañía dulcemente el laúd: sentía bien
la perfección de la música: los instrumentos de ella le placían. Era gran cazador de todo linaje de
animales y bestias fieras: su mayor deporte era andar por los montes, en aquéllos hacer edificios y e
sitios cercados de diversas maneras de animales e tenía con ellos grandes gastosa.»
Felipe de Coninces, en sus Memorias, con mucha brevedad confirma lo que leemos en
Palencia, pues dice, hablando de Enrique IV: «El Rey de Castilla era feo y mal tallado, y su traje no
agradaba a los franceses que llevaban donaire dél.»
Todo el amor y toda la parcialidad de Enríquez del Castillo no bastan para disimular los
defectos y los vicios de Enrique IV, cuyo retrato popular está en las coplas de Mingo Revulgo, las
cuales confirman lo dicho por ambos cronistas de un modo tan notable que, aun cuando sea con
temor de alargar este estudio, las insertaremos aquí en parte, porque nos parece el asunto curioso y
sobremanera interesante. He aquí las coplas en que se habla de Enrique IV, designándole con el
nombre de Candaulo, rey de Libia, que por sus vicios perdió la vida y elreino:
III.
A la he, Gil Aribato
sé que en fuerte hora allá echamos
quando a Candaulo cobramos
por pastor de nuestro hato!
11

Ándase tras los zagales


por estos andurriales todo el día embebecido,
holgazando sin sentido,
que no mira nuestros males.
IV.
¡Oja, oja los ganados
y a la burra con los perros,
quales andan por los cerros
perdidos, descarriados!
Por los santos te prometo
que este dañado baltrueto
(que nol medre Dios las cejas)
ha dejado las ovejas
por folgar tras cada seto.
V.
¿Sabes, sabes? el modorro
allá donde anda a grillos
búscanle los mozalvillos
que andan con él en el corro;
Ármanle mil guadramañas
uno pela las pestañas,
otrol pela los cabellos,
ansí se pierde tras ellos
metido por las cabañas.
VI.
Uno le quiebra el cayado,
otro le toma el zurrón,
otrol quita el zamarrón,
y él tras ellos desbabado.
¡Y aun él, torpe majadero,
que se precia de certero,
fasta aquella zagaleja,
la de Navaluciteja8,
le ha traído al retortero!
VII.
La soldada que le damos,
y aun el pan de los mastines,
cómeselo con ruines.
¡Guay de nos que lo pagamos!
Y de cuanto ha llevado
yo no le veo medrado,
otros hatos ni jubones,

8 La dama de doña Juana, con quien tuvo amores Enrique IV, y con quien pasó la escena en el castillo de Madrid,
cuando aquélla le golpeó con el chapín.
12

sino un cinto con tachones


de que anda rodeado.
VIII.
¡O mate mala ponzoña
a pastor de tal manera,
que tiene cuerno con miera
y no les unta la roña!
Vee los lobos entrar
y los ganados balar,
él risadas en oyllo,
ni por eso el caramillo
nunca deja de tocar.
IX.
Apacienta el holgazán
las ovejas por do quieren,
comen hierbas con que mueren,
mas cuidado no le dan.
¡No vi tal desque hombre so!
y aun más te digo yo,
aunque eres avisado,
que no atines del ganado
cuyo es o cuyo no.
X.
Modorrado con el sueño,
no lo cura de almagrar:
porque no entiende de dar
cuenta de ello a ningún dueño.
Cuanto yo no amoldaría9
lo de Cristóbal Mexía
ni del otro tartamudo,
ni del Meco, moro agudo,
todo va por una vía.
XI.
Está la perra Justilla10,
que viste tan denodada,
muerta, flaca, trasijada;
juro a diez que habrás mancilla.
Con su fuerza y corazón
cometía al bravo león
y mataba el lobo viejo;

9 Estos últimos versos significan que estaban confundidas y tenidas por iguales las personas y las cosas de los
cristianos, judíos y moros que vivían a la sazón en España; a los últimos, esto es, a los moros, ya sabemos que tenía
Enrique IV gran preferencia.
10 Representa la virtud cardinal llamada Justicia.
13

ora un triste de un conejo


te la mate en un rincón.
XII.
11
Acerilla , que sufrió
cuatro lobos denodados12,
y ninguno la mordió;
todos fueron mordiscados,
¡Rape el diablo el saber,
que ella ha de se defender.
Las rodillas tiene floxas
contra las ovejas coxas
muestra todo su poder.
XIII.
La otra perra Ventora13,
que de lexos barruntaba,
y por el rastro sacaba
qualquier bestia robadora,
Y las veredas sabía
donde el lobo acudiría
y aun las cuevas raposeras,
está echada allí en las eras
doliente de modorría.
XIV.
Tempera14 quita pesares,
que come muy concertado,
reventó por los ijares
del comer desordenado:
Ya no muerde, ni escarmienta,
a la gran loba hambrienta,
y aun los zorros y los osos
cerca de ella dan mil cosos;
pero no porque la sientan.
XV.
Vienen los lobos hinchados15
y las bocas relamiendo,
los lomos traen ardiendo,
los ojos encarnizados:
Los pechos tienen somidos,
los ijares regordidos,
que no se pueden mover,
11 Acerilla representa la Fortaleza.
12 Los pecados capitales.
13 Ventora representa la Prudencia.
14 Tempera representa la Templanza.
15 Los lobos, aquí y en toda la composición, son los magnates castellanos.
14

mas cuando oyen los balidos,


ligeros saben correr.
XVI.
Abren las bocas rabiando
de la sangre que han bebido;
los colmillos regañando,
parece que no han comido:
Por lo que queda en el hato,
cada hora en gran rebato
nos ponen con sus bramidos,
desque hartos, más transidos
los veo, cuando no cato.
XVII.
¿No ves, necio, las cabañas,
y los cerros, y los valles,
los collados y las calles
arderse con las montañas?
¿No ves quán desbaratado
está todo lo sembrado,
las ovejas esparcidas,
las Mestas todas perdidas,
que no saben dar recaudo?
XVIII.
Allá por esas quebradas
verás balando corderos,
por acá muertos carneros,
ovejas abarrancadas.
Los panes todos comidos
y los vedados pacidos,
y aun las huertas de la villa:
¡Tal destrozo en Esperilla16
nunca vieron los nacidos!
XIX.
Ala he, Revulgo hermano,
por los tus pecados penas,
si no haces obras buenas,
otro mal tienes de mano:
Mas si tú enfotado17
fueses y ardiente tierra pacieses,
y verdura todo el año,
no podrías haber daño
en el ganado ni en mieses.

16 Esperilla es España, de Hesperia.


17 Enfotado, significa el hombre que tiene fe.
15

Tal es la descripción del Rey, de sus vicios y de la situación de España, que, si bien hecha de
un modo alegórico, es exactísima, según las noticias que se tienen de aquella época. Estas coplas
fueron escritas en 1464, según afirma Fernando del Pulgar, su primero y más hábil glosista, tenido
por muchos como autor de ellas; aun no habían llegado a su colmo los males y los escándalos de
Castilla, pero ya los anuncia en las siguientes coplas; especialmente en la XXIV, dice así:
Yo soñé esta trasnochada,
de que estoy tremuloso,
que ni roso ni velloso
quedará de esta vegada.
Echa, échate a dormir,
que en lo que puedo sentir,
según andan estas cosas,
asmo que las tres rabiosas
lobas habrán de venir.
Y vinieron en efecto, porque el siguiente año de 1465 los magnates depusieron, como hemos
dicho, a Enrique IV en Ávila, alzando por rey a su hermano Alfonso, y entonces se desencadenó la
guerra civil con sus naturales consecuencias, la peste y el hambre, que son las tres lobas rabiosas de
que habla el poeta.

V.

En medio de esta gran confusión llegaron a Castilla Rosmithal y sus compañeros; las ciudades
y villas del reino estaban unas por D. Enrique y otras por D. Alfonso, y merced a tanto desorden, los
magnates de cada parcialidad solían hacerse individualmente la guerra, arrancándose por fuerza de
armas los lugares y las fortalezas que por distintos títulos poseían. Justamente en este año de 66
hubo una verdadera y sangrienta guerra en Extremadura, entre el Maestre de Alcántara y el clavero
de la misma orden, Alfonso de Monroy, que empezó por los lances de una fiesta de cañas que se
hizo para celebrar la boda del hermano del Maestre. En tal situación, se explica que los viajeros, que
venían con verdadero aparato de guerra, encontraran con frecuencia dificultades para ser admitidos
en las ciudades y villas; esto les pasó en Roa, donde no les permitieron entrar, teniendo que alojarse
en la inmediata aldea de Duron; allí se les unió un legado de cierto obispo, que les acompañó hasta
Segovia. Nada notable les ocurrió en esta parte del camino, pero tampoco les dejaron entrar en la
ciudad, dándoles por excusa, que no podían aposentarse en ella por tenerla toda ocupada el Rey y su
gente, lo cual era en efecto verosímil, porque, como ya hemos dicho que andaba por entonces rota la
guerra, y en el verano de 66, el Rey solía ir siempre acompañado de su hueste; y si alguna vez no
tomaba esta precaución, corría grandísimo peligro, como se infiere del siguiente hecho, que se narra
en el capítulo VI del año 1466 de la Crónica castellana atribuida a Palencia: «En este tiempo, dice
con notable sencillez el cronista, como el rey D. Enrique y la reina doña Juana y la hija suya
estuviesen en Olmedo, tomóse consejo en Ávila que el Arzobispo de Toledo fuese a los prender, el
cual se partió de Ávila y llegó a Godon con este propósito, donde fue certificado que el Rey y la
Reina con su hija eran idos a Segovia, lo cual sabido por el Arzobispo, se volvió a Ávila.» Es
probable que de resultas de esta huida estuviese el Rey en Segovia, cuando llegó allí Rosmithal, y
por eso se tomaron tan exquisitas precauciones, y se obró con tal suspicacia, que el viajero no logró
ver por entonces a Enrique IV, que traía a la sazón una vida tan asendereada.
Aun después de ido el Rey no permitieron entrar en el alcázar de Segovia a los viajeros sino
con grandes precauciones, y entre otras la de que sólo cinco de ellos estuviesen a un tiempo dentro
del edificio, que era, además de regio palacio, poderosa fortaleza, de la cual lograron por cierto
16

apoderarse, poco después de visitada por Rosmithal, los confederados enemigos de D. Enrique,
vengándose con entregarla Pedrarias de la falsía del Rey, que le mandó matar en Madrid, siendo
fidelísimo criado suyo, por sugestiones del Arzobispo de Sevilla, según dice el cronista Enríquez del
Castillo.
No hemos de repetir aquí lo que se cuenta en el texto, de las cosas que admiraron los viajeros
en Segovia, aunque no estará de más notar lo que se refiere a las efigies de los reyes colocadas en el
alcázar, pues ni fueron nunca de oro, ni hemos visto en autor alguno apuntada la especie de que
fuese menester, como dice el Secretario de Rosmithal, que juntara el Rey tanto oro como pesaba su
cuerpo para tener derecho a figurar entre sus antecesores. La leyenda relativa al acueducto
segoviano está ya consignada en esta relación, tal como todavía se conserva en la tradición popular,
que arranca sin duda de los tiempos más oscuros de la Edad Media, en los que se rompió, para la
masa común de las gentes, la cadena de los sucesos históricos, rodeando de misterio y convirtiendo
en fábulas los hechos más claros, aunque estuviesen comprobados por monumentos tan fáciles de
interpretar y reconocer como este grandioso acueducto, que da tan alto testimonio del poder y de la
ciencia de los romanos.
Enrique IV salió de Segovia para Olmedo, y le siguieron Rosmithal y los suyos a fin de verle
en esta villa, ya que no pudieron en aquella ciudad, y aquí refiere el compañero de Rosmithal varias
cosas que son del mayor interés para el conocimiento del estado social de Castilla en aquella época:
es la primera la lucha que sostuvo Juan Scherowitz con un español, a quien venció por primera vez
el bohemio casualmente, siendo vencido la segunda en presencia del Rey, de dos obispos y de otros
señores que le acompañaban; el pueblo, que también asistía al espectáculo, prorrumpió en
estrepitosas manifestaciones de júbilo por el triunfo obtenido sobre el extranjero, lo cual ofendió
mucho al Rey y a su corte, que con razón miraron como groseras y soeces aquellas exclamaciones.
Esto que dice el narrador se explica por la cultura y refinamiento de costumbres a que habían
llegado las clases elevadas de aquel tiempo; casi se puede asegurar que uno de los obispos que
asistieron al espectáculo sería D. Pedro de Mendoza, que ocupaba entonces la silla de Calahorra,
que obtuvo luego la de Sigüenza, y que llegó por último a ser arzobispo de Toledo, siendo conocido
bajo el nombre de Gran cardenal de España, pues es sabido que toda su familia fue siempre fiel al
rey Don Enrique. Don Pedro de Mendoza era hijo del insigne Marqués de Santillana, D. Íñigo, gran
caballero, egregio poeta y protector espléndido de las letras, cuyo palacio de Guadalajara fue sin
duda el templo más famoso que tuvieron en aquella época las musas; allí se crió el obispo,
nutriéndose en las delicadezas y en las exquisitas doctrinas que en él se profesaban, siendo
familiares a su padre todas las obras de la clásica antigüedad que por entonces se descubrieron en
Italia, y las que Dante, Petrarca, Bocaccio y otros ingenios de aquel privilegiado país habían ya
producido, como lo demuestran, a más de los libros escritos por D. Íñigo, los códices que le
pertenecieron y aun se conservan en la biblioteca de sus sucesores los Duques de Osuna.
Otro punto de que hace mención Rosmithal es la corrupción extraordinaria de las costumbres
de los vecinos de Olmedo, y este testimonio imparcial justifica cumplidamente cuanto refieren
acerca de los vicios del Rey y de su corte Palencia en sus Décadas y el cronista castellano que corre
con su nombre; no hemos de repetir aquí lo que en el texto se dice; pero observaremos que siendo
Olmedo uno de los lugares en que con más frecuencia moraba Enrique IV, la inmoralidad que allí
reinaba tiene explicación fácil, porque sabemos que la compañía habitual del monarca y la que le
era más íntima, se componía de moros y de gente facinerosa, que obraban de la manera que da a
conocer el siguiente hecho ocurrido en Sevilla en el ario de 1455, y que cuenta la crónica castellana
que se ha tenido generalmente por obra de Alfonso de Palencia, de donde lo tomó el analista
Zúñiga.
«Esperaba a Enrique IV esta ciudad (Sevilla) con prevenciones para pública entrada, porque
desde el año 1406 no hablan visto la cara de su rey; pero frustrólas entrándose en secreto por el
postigo del Alcázar, siguiéndole con igual embozo la reina. Sólo la prevención del hospedaje
17

lograron con su numerosa corte, en cuyo tropel venían muchos moros por el rey, que con la licencia
de su gracia cometían graves insultos; uno entre los más favorecidos de ellos, llamado Monjarrás,
soberbio y rico, estando hospedado en casa de Diego Sánchez de Orihuela, mercader principal y
estimado, enamorado de una hija que tenía por casar, se la robó con violencia y la sacó de la ciudad
a donde por fuerza siguiese el antojo de su lascivia, a que había resistido casta y cristiana.
Alborotados sus padres y deudos, acudieron al Alcázar poblándolo de clamores, aunque hallaron
más enfado que clemencia y justicia, oyéndose culpar en no haber guardado su hija, y no viendo
diligencias contra el aleve agresor; repulsa indigna de rey cristiano con que la afligida madre repetía
sus lamentos, y juntándose gente a ellos, se veían indicios de popular conmoción, de que
nuevamente indignado el Rey, mandaba apartar con ignominia la mujer llorosa, arriesgando la
irritación de la plebe, de que lo disuadió el Conde de Benavente; pero quedaron sin castigo éste y
otros insultos, y no obstante el general descontento de verse así tratada de la inferior canalla
palaciega, esta leal y poderosa ciudad, con su acostumbrada grandeza, festejó a los reyes con todo
género de regocijos hasta los últimos días del año, en que salieron para Castilla.»
Más explícito en esta parte que Schaschek, el viajero natural de Nuremberg, que formaba
parte de la comitiva de Rosmithal, llamado Tetzel, dice lo siguiente al dar cuenta de la recepción
que les hizo Enrique IV en Olmedo: «El Rey tiene muchos moros en su corte, habiendo desterrado
de ella a gran número de caballeros cristianos, dando sus tierras a aquéllos; come, bebe, se viste y
ora a la usanza morisca, y es enemigo de los cristianos; quebranta los preceptos de la ley de gracia y
lleva una vida de infiel. Al tercer día dio audiencia al Señor. El Rey y la Reina estaban juntos,
sentados en tierra, y uno y otro dieron las manos al Señor y a cuantos le acompañaban,
concediéndonos cuanto se le pidió; habló con todos y nos dio varios regalos, tocándome alguno a
mí, y nos otorgó su orden regia, autorizando al Señor para que la otorgase a otros. La Reina se
maravillaba sobremanera de nuestros cabellos, y ella es una señora linda y morena, y el Rey es su
enemigo y no yace con ella; por esto la aborrece y hasta dicen que no puede haberse con ella como
marido; en cambio comete muchas torpezas. Por esto, por expulsar a los cristianos de sus tierras, de
sus castillos y lugares y dárselos a los moros, se levantó en armas el reino, haciendo rey a su
hermano.»
Quien ejerciendo la autoridad suprema no sólo dejaba impunes tales excesos, sino que los
disculpaba y los cometía mayores; no podía menos de llevar donde quiera que fuese la corrupción y
el desorden; por eso no se deben creer exageradas las cosas que el secretario de Rosmithal y Tetzel
cuentan de los vecinos y habitantes de Olmedo.
La epístola comendatoria dada por Enrique IV a Rosmithal está escrita toda ella en latín,
menos la firma del monarca, que consiste en la antiquísima fórmula «Yo el Rey»; su fecha es en la
villa de Olmedo a veintidós del mes de Julio de 1466, y aunque no he podido comprobar, ni por las
crónicas, ni por otros documentos, que el rey estuviese allí entonces, no hay motivo para ponerlo en
duda, pues anduvo todo aquel año de una en otra población, constando que estuvo en Valladolid, en
Segovia, en Madrid, en Olmedo y en otros lugares varias veces, ya en son de guerra, ya para
negociar con los grandes rebelados, a lo que le inclinaba siempre su natural tímido y débil,
manteniéndole en esta intención D. Juan Pacheco, su antiguo favorito, sin cuyo auxilio se sentía
incapaz de dirigir los negocios públicos, y a quien mostró siempre grandísima afición, no obstante
su carácter desleal y ambicioso, y a pesar de las grandes felonías que le hizo este magnate, que no
parecía sino que le tenía hechizado, alcanzando sobre la voluntad del Rey tan gran imperio, que
logró que favoreciese el plan de casarse con su hermana Isabel; y no sabemos, si la princesa, que
con tanta gloria ocupó el trono de Castilla, hubiera conseguido romper aquel casamiento, pues
Pacheco murió desesperado cuando más cerca se creía del logro de sus ambiciosos intentos.
Los viajeros pasaron de Olmedo a Medina del Campo, en cuyo palacio nacieron los famosos
infantes de Aragón, que tanta parte tomaron en las revueltas de Castilla durante los reinados de Don
Juan II y de su inmediato sucesor. Estos príncipes, ilustres por su nacimiento, lo fueron aun más por
18

sus hazañas militares, y por su amor a las ciencias y a las letras; hijos de D. Fernando el de
Antequera y nutridos en la literatura que prevalecía en Castilla, extendieron su influencia a Aragón,
a Navarra y aun a Cataluña, y por su dominación en el reino de Nápoles aumentaron y facilitaron la
comunicación intelectual que ya existía entre Italia y España. Como en la nota correspondiente a
este pasaje corregimos los errores genealógicos cometidos por el viajero, no hacemos aquí más
larga mención de estos príncipes, que tanta parte tuvieron antes y después de la época en que estuvo
Rosmithal en España, en los sucesos de la Península, y si bien fueron causa de las graves
perturbaciones que en ella hubo, y por tanto de males y ruinas; como ya hemos dicho al hablar del
viaje de Ehingen, a la política sagaz, aunque no escrupulosa, de los descendientes del gran D.
Fernando de Antequera se debió que España llegase a ser el Estado más poderoso de Europa bajo el
cetro de Carlos I y de Felipe II.
Tampoco diremos nada de la singular aventura ocurrida a los viajeros junto a una aldea,
distante cuatro leguas de Cantalapiedra, con el ermitaño, en quien creyeron ver al rey de Polonia
Ladislao Jagellon, porque no hemos encontrado, ni en la tradición ni en documento alguno, rastro
de la venida a España de tal personaje, y la cosa parece obra de la imaginación y de la ignorancia de
los viajeros, causas de una credulidad que hoy nos parece inexplicable; pero sí llamaremos la
atención del lector hacia lo que dice el compañero de Rosmithal de esa estepa central de España
donde no se veía un árbol, teniendo que usar sus habitantes, en vez de leña, estiércol y paja para
hacer lumbre, aridez que da aun hoy a esa región un aspecto tan triste y desolado.
Breve, pero honrosa, es la mención que se hace de Salamanca en la relación del viaje, pues se
dice que quizá no florecían tanto como en ella los estudios en ninguna otra provincia de la
cristiandad. También asistieron en esta ciudad el ilustre Romisthal y sus compañeros a una fiesta de
toros, dada para solemnizar el día del apóstol Santiago; las fieras que se lidiaron debían ya ser tan
terribles, como lo son hoy las que se apacientan en los términos de Peñaranda de Bracamente, pues
se dice en el viaje, por cierto con una concisión y frialdad notables, que el tercer toro mató dos
hombres, hiriendo además otros ocho y un caballo.
Continuando su viaje hacia Portugal, los viajeros llegaron a Ciudad-Rodrigo, pasando desde
allí a San Felices; sobre la posesión de aquella ciudad se dice que había pleito entre el rey D.
Enrique y su hermano don Alfonso, por lo cual había dado el Rey el lugar y el castillo a su Obispo.
Sobre todo el reino había pleito en aquella sazón entre Enrique IV y D. Alfonso, o mejor dicho,
entre aquél y los magnates, que se servían de este príncipe, que apenas tenía trece años, para traer
revuelta a Castilla; en el viaje se dice, y es cierto, que la mayor parte de ellos seguían el partido de
D. Alfonso.

VI.

Pasado el Duero en una balsa, por donde es ya tan caudaloso, que dice el narrador que le
pareció el río más grande de Castilla, penetraron Rosmithal y sus compañeros en el reino de
Portugal, siendo Freixo da Spada el primer pueblo a que llegaron, llamándoles en alto grado la
atención los ásperos y empinados montes de aquella región, poblados de árboles, para ellos
desconocidos, y también de fieras y alimañas, que se describen en tales términos, que se conoce a
tiro de ballesta que tiene en la pintura más parte la imaginación que la realidad, pues nunca han
existido en aquellas partes más reptiles venenosos que las víboras; y los camaleones, que deben ser
los lagartos volantes de que se habla en la relación, son, como se sabe, animales inofensivos y hasta
objeto de curiosidad y de afición para algunos, que los conservan en sus casas y los cuidan, aunque
es muy difícil tenerlos vivos mucho tiempo.
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Después de pasar por varios pueblos de Portugal, llegaron a Braga los viajeros, y el aspecto de
aquella naturaleza semi-oriental debió sorprenderles agradablemente, pues Schaschek refiere con
complacencia que se crían allí árboles del paraíso, naranjos, limoneros y granados, en tanto número
como no los había visto en ninguna parte, y que hasta las almenas de las murallas estaban cubiertas
de yedra. Allí encontraron por primera vez al rey D. Alfonso V de Portugal, para quien llevaban
cartas de su hermana doña Leonor, casada con el emperador de Alemania Federico III de este
nombre, que poseyó la corona imperial más de cincuenta años, y que fue bisabuelo del invictísimo
Carlos V de Alemania y I de España, empezando así el enlace de las dos monarquías que, reunidas
en el César, produjeron tantas glorias efímeras y tantas calamidades y desastres para España, pues
tomó como suyas las empresas de los monarcas de la dinastía austríaca, las cuales ninguna relación
tenían con los grandes y permanentes intereses de la nación española, que con el descubrimiento y
conquista de América y con el cuidado de mantener su poder en Italia tenía sobrada materia en que
emplear su actividad y sus fuerzas, que no podían bastar para atender también a las cosas de
Alemania y de los Países Bajos.
Con tal recomendación no podía menos de ser muy afectuoso el recibimiento que el Rey de
Portugal hiciera al ilustre bohemio y a sus compañeros, a quienes ofreció todo lo que necesitaran;
ellos no quisieron aceptar riquezas, alegando Rosmithal que no había salido de su tierra y
emprendido tan largo y penoso viaje con ideas de lucro, sino para ganar honra y para instruirse,
visitando las más ilustres cortes de Europa; así que sólo pidió dos negros y un simio, que le fueron
otorgados como cosa baladí, según le dijo el hermano del Rey, que asistía a esta entrevista; pero que
llamaría en alto grado la atención de los viajeros, que venían de tierras donde no se conocían los
resultados de las conquistas de los portugueses en África.
No muchos años antes, el infante D. Enrique, tío de Alonso V, había navegado las costas de
Guinea y tomado en ella muchos puertos, adjudicándole el Papa la propiedad de estas conquistas
por una Bula que confirmó luego Calixto III; desde entonces, como dijo a Rosmithal el hermano del
Rey, el ejército portugués hacía frecuentes excursiones al interior del África, cogiendo gran número
de prisioneros negros, que parte venían a Portugal, donde eran vendidos con las condiciones y
circunstancias que el texto indica, siendo éste el origen de la trata y no el celo del padre Las Casas
en favor de los indios de América, como algunos han asegurado.
Siguiendo Rosmithal su camino hacia Santiago, pues uno de los principales objetos de su
viaje era visitar el sepulcro del famoso apóstol, volvieron a entrar en los dominios de Enrique IV, de
que formaba parte el reino de Galicia, y aquí empezaron de nuevo los trabajos y los peligros de los
viajeros. Al ir de Pontevedra a la Coruña, atravesando un bosque, la imprudencia de un muchacho
que les acompañaba puso a todos en riesgo de perder la vida al volver por aquella región, después
de haber visitado el sepulcro del Apóstol, por las causas y con las circunstancias que la narración
explica.
Nada diremos aquí acerca de la leyenda relativa a la venida y predicación de Santiago, ni de la
crueldad de la llamada reina Lupa con los discípulos del Apóstol, arrojados al dragón formidable y a
los toros feroces, que se humillaron ante ellos, produciendo tan estupendo milagro la conversión de
la Reina y de sus cortesanos; todos estos accidentes y circunstancias, creados por la imaginación
popular, son análogos a los que adornan las vidas de los santos, tales como la tradición y los
escritores de la Edad Media las refieren, habiéndose después fabricado, para darles alguna
apariencia de valor histórico, por el famoso padre Román de la Higuera las falsificaciones de
Dextro y de otras crónicas de que hizo justicia, aun en tiempo en que la crítica no estaba tan
adelantada como en el nuestro, el erudito y sagaz D. Nicolás Antonio en su Examen de historias
fabulosas.
Lo que tiene verdadera importancia por su valor histórico es el cuadro que bosqueja
Schascheck del estado en que hallaron los viajeros la ciudad y la iglesia de Santiago, del cual no
20

hemos podido ver confirmación directa en ningún cronista del tiempo ni en los libros y papeles que
tratan del antiguo reino de Galicia que nos ha sido posible examinar, no encontrando otra mención
de sucesos tan graves sino la que se hace en el último párrafo de los Apéndices a la Historia
Compostelana, tal como están en el manuscrito de Salamanca, y los copió el P. Maestro Flórez en su
España Sagrada. Con esto basta para comprobar la veracidad de Schaschcek, tratándose además de
un hecho que entonces era frecuente. A causa de las luchas intestinas de aquella época, en que tanta
parte, tomaron los Obispos y Cabildos de las iglesias catedrales, se veía sin admiración, aunque no
sin escándalo, que estos eclesiásticos se encastillaban en los mismos templos, que además de ser
edificios por lo común fuertes y casi inexpugnables para las armas de aquel tiempo, se fortificaban
todavía más con obras apropiadas al efecto, cuando las circunstancias lo requerían. Justamente el
arzobispo de Santiago don Alfonso Fonseca, que fue ocasión, aunque no quizá motivo, del desorden
que Scheschek describe, lo fue asimismo poco tiempo antes de otro muy parecido en la ciudad de
Sevilla, como puede verse en su analista Ortiz de Zúñiga, en los años de 1463 y 64; y estando
íntimamente enlazados los sucesos de Sevilla con los de Santiago, los referiré brevemente,
siguiendo en la narración la crónica de Enrique IV atribuida a Palencia, lo que dice González Dávila
en el tomo I de su Teatro Eclesiástico, capítulo XVIII, de la iglesia de Santiago, y lo que, conforme
con ambos, cuenta el analista Zúñiga.
Fue el caso que D. Alonso Ulloa y Fonseca, conocido sólo por el apellido materno, que usó
siempre, personaje muy introducido en la corte, como dice Pulgar hablando de él en sus Claros
varones, después de varios obispados, obtuvo el de Sevilla en tiempo de D. Juan II, por intercesión
de don Enrique, de quien era capellán mayor. Su gran favor, tanto cuando menos como los méritos
de su sobrino, llamado también D. Alfonso Fonseca, fue causa de que, habiendo vacado el
Arzobispado de Santiago, por muerte de D. Rodrigo de Luna, ocurrida en 1460, se le confiriese esta
mitra, siendo ya deán de la iglesia de Sevilla; pero el Conde de Trastamara tenía alborotado el reino
de Galicia, y se había apoderado de gran parte del arzobispado y provincia, por manera que pareció
cosa difícil que el sobrino pudiera bracear tan gran negocio. El tío, porque el sobrino quedase con la
dignidad, tomó para sí lo de Santiago, y el sobrino quedó con lo de Sevilla, mientras se apaciguaba
lo de Galicia, y así se capituló y firmó. Entendió el tío que estaba ya sosegada Galicia en el año de
1463, y exigió del sobrino que le devolviese la iglesia de Sevilla; pero éste, bien hallado en ella, o
como creen otros, contentos con él los sevillanos, resistió o resistieron sus amigos el trueco,
alegando varias causas ante el rey Enrique IV, hasta que el Papa despachó contra el sobrino un
Monitorio penal, y viniendo a Sevilla el Rey ejecutó la devolución, pacificó a Sevilla y ahorcó a
seis hombres de las ventanas de sus casas para castigo de la inobediencia y rebeldía, destruyéndose
además las obras con que se había fortificado la iglesia, que volvió a la posesión de D. Alfonso de
Fonseca, el tío.
Razón tenía el sobrino para repugnar el cambio de la mitra de Sevilla por la de Santiago, pues
lejos de estar pacífico el reino de Galicia, se hallaba tan revuelto, que, según lo que cuenta
Rosmithal y confirma el Apéndice de la Historia Compostelana que hemos citado, el año siguiente
al de su toma de posesión, D. Alfonso de Fonseca, el sobrino, fue preso por Bernardo Juanes o
Seoane, y seguía preso por Julio o Agosto del año 1466, tiempo en que tenía sitiada a su madre en la
misma catedral de Santiago el Conde de Trastamara, o mejor dicho, sus partidarios. Era a la sazón
conde de Trastamara D. Álvaro Pérez Osorio, a quien el rey D. Enrique había hecho el año anterior
de 1465 Marqués de Astorga, por haberle servido fielmente en los grandes alborotos que contra él
levantaron los magnates de Castilla, siendo uno de los primeros que llegaron a Zamora con gran
golpe de gente para sostener la causa del Rey, y contribuyendo mucho a que los rebeldes levantaran
el sitio de Simancas. Después de estos hechos, vuelto a Galicia, los caballeros le hicieron jefe de las
tropas que se juntaron para contener los excesos de las hermandades, y en el año de 1466, en que
Rosmithal estuvo en Galicia, le mandó Enrique IV que fuese a sofocar una rebelión que había
estallado en Asturias. Era el Conde un señor tan magnífico, que recibían su acostamiento y sueldo
21

más de doscientos hijosdalgos, uno de los cuales sería sin duda Bernardo Juanes o Seoane, que
prendió al Arzobispo, y que pertenecía a la ilustre familia de este apellido en el reino de Galicia,
según puede verse en Gándara18.
El estado de perturbación y de verdadera anarquía que se representa en el cuadro que de la
ciudad de Santiago y de su iglesia nos ofrece Schaschek, se prolongó mucho tiempo, no habiendo
terminado aquellos desórdenes hasta que, después de la batalla de Toro, los Reyes Católicos D.
Fernando y doña Isabel estuvieron en posesión pacífica e indisputada del trono de Castilla: a estos
Príncipes sirvió fidelísimamente el arzobispo D. Alfonso de Fonseca, el sobrino, a quien dejaron por
Regente del reino durante la conquista de Granada, habiendo ido a acompañar a la infanta doña
Catalina cuando fue a Inglaterra a casarse con el Rey, la cual contrajo después segundas nupcias con
su hermano y heredero Enrique VIII, matrimonio tan infeliz y que tan tristemente influyó en las
cosas de España durante muchos años. Este prelado, siendo ya muy viejo, renunció su mitra de
Santiago en favor de su hijo, llamado también D. Alfonso, y con este motivo se cuenta que el gran
Cisneros, a quien la Reina Católica consultó el caso, dijo que debía declararse la iglesia de Santiago
mayorazgo de los Fonsecas, porque, en efecto, tres individuos de esta familia la obtuvieron sin
interrupción. A pesar de esta reconvención sarcástica, la Reina accedió a los deseos de D. Alfonso
de Fonseca, dando a su hijo del mismo nombre el Arzobispado de Santiago, y quedando el padre
con la dignidad de Patriarca de Alejandría.
Al pasar por Finisterre, a cuyo lugar llama estrella oscura el traductor latino de Schaschek,
engañado por el sonido de la palabra alemana Fin estenner y refiere éste la misteriosa historia de
una singular expedición marítima mandada hacer por un Rey de Portugal, cuyo nombre no se
menciona; expedición que, real o fingida, tiene la circunstancia notable de parecerse mucho a la que
algunos años adelante emprendió con tanta gloria suya y de España el inmortal Colón. Esto se
explica porque desde el primer tercio del siglo XV empiezan a manifestarse, con mayor fuerza que
antes, todos los sentimientos, todas las ideas y propósitos que habían de tener su más cumplido
desarrollo en la siguiente centuria, que se señala como principio de la Edad Moderna, la cual no
podía menos de tener íntimo enlace con la época anterior, y lo tiene hasta el punto de ser imposible
establecer entre ellas un límite que las determine, pues en las letras, en las artes, en las ciencias y en
sus aplicaciones, el siglo XV puede disputar al que le sigue la gloria de haberse iniciado y aun
perfeccionado en él muchas de las invenciones y reformas que consideramos propias del XVI.
Después de haber adorado el sepulcro del apóstol Santiago, los viajeros volvieron a entrar en
Portugal, y visitaron al conde D. Fernando, hijo de don Alfonso, duque de Braganza, en su villa de
Guimaraens, que el Rey su sobrino le había dado el año 1449 por haber estado de su parte para
combatir la rebelión del infante D. Pedro, tío y suegro del Rey, muerto en la batalla de Aforrobeyra,
que sucedió aquel año, y que puso fin a la rebelión. También vio Rosmithal de nuevo al Rey en la
ciudad de Braga, y aun le acompañó hasta la de Ebora, donde se separó de él, volviendo a entrar en
Castilla.
Dice Schasseck que el reino de Portugal era, más que por otras cosas, famoso por las ciudades
que el Rey tenía en África, contando como la primera a Al-Kazar, la cual afirma que había
conquistado don Alonso V hacía ocho años; y como esto se dice en el de 1466, resulta que la
conquista de dicha ciudad fue en el año de 1458, y no en el de 1453, como han pretendido algunos
escritores.
Rosmithal y los suyos entraron esta vez en Castilla por Extremadura, pasando de Elvas a
Badajoz y subiendo la corriente del Guadiana. Breve es la mención que Schaschek hace de la
antigua Emérita, de la cual dice que fue destruida por los romanos, no sabemos con qué
fundamento, pues por el contrario, levantaron en ella monumentos tan importantes como el circo, la
naumaquia, el puente, el arco de Trajano y otros, cuyos restos dan testimonio de su poder y de su

18 Armas y triunfos de Galicia.


22

gran predilección por aquella ciudad, cabeza de la Lusitania en lo político, como lo fue más tarde en
lo religioso. En cambio, y ya en la provincia de Cáceres, el Secretario de Rosmithal, que sin duda
no era muy entendido en antigüedades ni en historia, describe menudamente, y con las señales de
una ingenua y grande admiración, el suntuoso monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe, ya
entonces tan rico y tan poderoso. No ampliaremos aquí sus noticias, refiriéndonos a las notas que
hemos puesto en este pasaje del texto, a lo que se dice en el viaje de Navagero, y a los Apéndices
que sobre este monasterio se insertan en el lugar correspondiente de esta obra.
Siguiendo su viaje, llegaron Rosmithal y los suyos a Toledo, de cuya ciudad trata Schasseck
brevísimamente, limitándose a decir que tiene un hermosísimo templo, y refiriendo a su modo el
milagro de la casulla traída por la Virgen Santísima en persona a San Ildefonso. Ya hemos notado la
afición a lo sobrenatural y maravilloso que muestra el Secretario de Rosmithal, de la que
participarían éste y sus compañeros, pues era achaque propio del tiempo, aunque no tan graduado
como lo fue en los anteriores.
Gran placer causa a un español amante de las letras ver que, al llegar los viajeros a Alcalá de
Henares, y no teniendo que pasar por Guadalajara, hacen mención del famoso marqués D. Íñigo
López de Mendoza, a quien suponen vivo, aunque había muerto ocho años antes, diciendo de él que
era de los más sabios próceres de Castilla, y añadiendo que poseía un hermosísimo palacio, que aun
se conserva como testimonio elocuente del amor de D. Íñigo a las bellas artes y de su exquisito
gusto, sí bien lo son más duradero sus obras, de las que se podría decir, como Horacio de las suyas,
que resistirán más que el bronce.
Siguiendo hacia Aragón los viajeros, hace notar Schaschek que desde Medinaceli el país está
habitado por infieles; y en efecto, todavía algunos años adelante, hace la misma observación
Navagero, lo cual prueba que en tiempo de la Reconquista, y a pesar de su carácter religioso,
nuestros antepasados tuvieron gran tolerancia con los pobladores moriscos, los cuales, dedicados
especialmente a la agricultura, contribuían de un modo notabilísimo al aumento de la riqueza
pública; esta tolerancia se convirtió alguna vez en marcadísimo favor, especialmente en el tiempo
en que Rosmithal estuvo en Castilla, pues, como ya hemos dicho, Enrique IV sentía gran afición a
los moros, cuyas costumbres seguía y de cuyos vicios participaba en altísimo grado. Con ocasión de
atravesar un territorio poblado por los moriscos, Schaschck refiere, en términos breves y de un
modo muy incompleto, las costumbres de los que todavía dominaban el reino de Granada, hablando
de la poligamia que practicaban y de la facilidad que entre ellos tenía el repudio, y añadiendo que
vivían con ellos en paz los judíos. En verdad, aunque no respetado, este pueblo infeliz no sufría
entre los moros aquellas periódicas y terribles persecuciones que padecieron en Castilla, en las
cuales tantos perdieron sus vidas o sus haciendas, siendo, al fin, expulsados con poco acierto por los
Reyes Católicos, que cometieron con esto un error impropio de su sabiduría, y para España
funestísimo.

VII.

Por fin llegaron Rosmithal y sus compañeros a Zaragoza cuando el Rey D. Juan II celebraba
Cortes, que, empezadas aquel año en Zaragoza, se continuaron en Alcañiz, «y a 7 de Octubre se
prorrogaron para continuarse en la ciudad de Zaragoza dentro de diez días 19, con objeto de procurar
estrecha confederación con los grandes que tenían en su poder, como rey, al príncipe Don Alfonso,
y para que se tratase del matrimonio de este príncipe, proclamado Rey de Castilla, con la infanta
Doña Juana, hija del Rey de Aragón.» Estas ocupaciones y las de la guerra, que en Cataluña estaba
en todo su vigor, fueron causa de que el Rey no recibiera desde luego a Rosmithal, así como su
genio astuto le movió a informarse detenidamente de quién era y de dónde venía aquel viajero con
19 Zurita, Anales, lib. XVIII, cap. IX.
23

tan gran séquito antes de otorgarle audiencia. Disipó estas dudas Rosmithal entregando a los
caballeros que vinieron a verle de parte del Rey las cartas que llevaba de la Emperatriz de Alemania
y de los demás reyes y príncipes que antes había visitado. El rey D. Juan debió quedar satisfecho
con el examen de estos diplomas, y a los pocos días fueron recibidos Rosmithal y sus compañeros
con gran aparato y con muestras visibles de respeto por el Monarca aragonés, quien les confirió su
orden regia, que probablemente sería la de la Jarra, autorizándoles para que pudiesen conceder por
sí la misma orden a los caballeros virtuosos que juzgasen dignos de ella.
Dice Schaschek, hablando todavía de Zaragoza, que «andaban alborotados los grandes del
reino cuando él y sus compañeros estuvieron allí, porque el rey D. Juan quería que jurasen fidelidad
a su hijo y le reconociesen por sucesor suyo.» Y añade: «Pero ellos alegaban contra el Rey muchas
causas.»
Ya hemos notado la confusión e inexactitud que hay en algunas noticias de este viajero, lo
cual puede atribuirse en la relación de Schaschek al traductor latino; pero además, como observa el
Sr. Gayangos, ignorando las lenguas que se hablaban en España, Rosmithal y sus compañeros
tendrían que valerse de intérpretes, pues no siempre podría servirles a este fin Haroldo, que era de la
comitiva, y que, sin duda por conocer el latín, solía ser intermediario entre los bohemios y los
naturales de los pueblos que iban visitando; pero teniendo presente lo que dicen acerca de esta
época y sus sucesos los historiadores aragoneses, catalanes y castellanos, y especialmente Zurita, se
debe entender este pasaje de la relación limitando a los varones y al pueblo de Cataluña la
repugnancia a jurar, como heredero de la corona aragonesa, al príncipe Don Fernando, que la
poseyó luego uniéndola a la de Castilla por su feliz enlace con doña Isabel. Las Cortes que se tenían
en Zaragoza cuando allí estuvo Rosmithal, no se ocuparon del juramento del Príncipe, y los
catalanes no concurrían a ellas, porque las celebraban aparte y porque se hallaban en estado de
rebelión contra don Juan; lo estuvieron desde antes de la muerte de su hijo, el desgraciado Príncipe
de Viana, ocurrida en 1462; y después que tuvo lugar este suceso trágico, el odio de los catalanes
contra D. Juan se aumentó con la sospecha, que ellos tenían por hecho cierto, de haber perecido el
Príncipe con hierbas que le dieron por mandato de su madrastra doña Juana Enríquez, y entonces
ofrecieron el Condado de Barcelona a D. Enrique IV de Castilla, viniendo a este efecto a su corte
una embajada en que tenía el cargo principal Mosen Compons o Copones, como le llaman las
crónicas castellanas del tiempo. La irresolución de D. Enrique le hizo perder esta ocasión de
aumentar sus Estados, y entonces los catalanes eligieron por su soberano en el año 1463 al
condestable D. Pedro de Portugal, por ser biznieto de D. Pedro el Ceremonioso, rey de Aragón, y
nieto de doña Leonor, su hija, infanta de Aragón, que fue mujer de D. Jaime, conde de Urgel y
vizconde de Ajar. Los catalanes desde Ceuta, donde estaba con el rey D. Alonso V de Portugal
haciendo guerra a los moros en dicho año de 1463, llevaron a D. Pedro de Portugal, a la ciudad de
Barcelona, y jurando allí los fueros de Aragón y sus privilegios, fue alzado por los catalanes rey de
Aragón y conde de Barcelona, sosteniendo desde entonces sangrientas guerras con el rev D. Juan,
hasta que aquél murió en el año de 1466, «y sucedió su fin repentina con grande sospecha de
veneno, género de muerte que mucho se usaba en estos tempestuosos siglos.»20
Muerto el condestable D. Pedro de Portugal, los catalanes no cesaron en su rebeldía, a pesar
de la guerra que les hizo el rey D. Juan, cuya mujer, doña Juana Enríquez, con su hijo el príncipe
don Fernando, les tomó varias importantes ciudades, entre ellas a Tortosa y Castellón; y para buscar
los rebeldes el auxilio de Francia eligieron por rey a Renato de Anjou, que envió a Cataluña por
lugarteniente suyo a su hijo el Duque de Lorena.
Claro está que hallándose en Zaragoza los viajeros, cuya piedad y espíritu religioso parecen
tan exaltados, habían de visitar la Virgen del Pilar y su santuario, y de referir su leyenda tradicional
en la relación del viaje; ya en las notas del texto remitimos a los lectores curiosos, para ampliar las

20 Garibay, lib. XXXV, cap. XV, pág. 879.


24

noticias que en él se dan, al libro del P. J. Diego Murillo, advirtiéndoles que, como todos los de su
clase y de su época, está viciado por la fe que da su autor a los falsos cronicones.
Según acontece de ordinario con la guerra civil, estaba infestado de ladrones el Principado de
Cataluña y sus costas, siendo notable la aventura que ocurrió a los viajeros entre Martorell y Molins
de Rey, donde unos piratas, con grande osadía, trataron de cautivar a dos compañeros de Rosmithal.
Cuando aportó Navagero a estas costas, no había disminuido este peligro, si bien no eran los
catalanes mismos los que pirateaban, sino las fustas de moros que daban continuos asaltos a los
pueblos y campos de las orillas del Mediterráneo.
En la misma ciudad de Barcelona no estaban seguros los viajeros, y el dueño de la posada en
que moraron les aconsejó que no saliesen solos ni aún en grupos de dos o tres, sino todos juntos,
para evitar que los piratas los cogieran, y, llevándolos a sus naves, los vendiesen luego como
esclavos, según acostumbraban hacerlo. Con este motivo Schaschek formó de los catalanes un
juicio que apunta ya, cuando refiere la leyenda relativa a la invención del Cristo de Burgos,
diciendo de ellos que, aunque son cristianos, no tienen de tales sino el nombre, siendo peores que
los infieles paganos. Apasionado es sin duda este juicio, pero indica el carácter aventurero y el valor
indomable de los heroicos almogávares que hicieron las expediciones a Oriente, y que todavía en el
siglo XVI eran los grandes marinos que, compitiendo con genoveses y venecianos, pusieron coto a
las invasiones de los turcos.
Por lo que toca a los hechos verdaderamente históricos que Schaschek menciona, nótase, en lo
relativo a Cataluña, la confusión que repetidas veces hemos criticado; aquí, al hablar de los
pretensos Reyes de Aragón, que levantaron los catalanes para contrarrestar a D. Juan II, confunde al
Príncipe de Viana con el Condestable de Portugal, y se da a éste el concepto de santo en que los
rebeldes tuvieron al hijo primogénito de D. Juan, el infortunado D. Carlos, a quien, según refiere
Zurita, llegaron los catalanes a poner en los altares, atribuyéndole muchos y grandes milagros.
También parece que Schaschek señala como hijos de D. Pedro de Portugal, que no se sabe que los
tuviera, a los que lo eran del mismo Príncipe de Viana, uno de los cuales dice que estuvo en la
posada de Rosmithal, y que era un hermoso niño. El Príncipe de Viana dejó dos hijos y una hija
naturales, que se llamaron D. Felipe, D. Alonso y doña Ana, única de quien hemos podido averiguar
alguna noticia, pues consta que fue habida por el Príncipe en doña María de Almendáriz, y que casó
con el primer duque de Medinaceli D. Luis de la Cerda, elevado a aquella dignidad por los Reyes
Católicos; de aquélla no tuvo el Duque más que una hija, llamada doña Leonor, que fue mujer de D.
Rodrigo de Mendoza, hijo del Gran Cardenal de España, y Marqués del Cenete, a quien no dio
sucesión21. Es de creer que los hijos varones del Príncipe de Viana morirían como murieron todos
los que podían ser obstáculo para que el príncipe D. Fernando llegara a regir la monarquía
aragonesa.
Continuando su viaje, Rosmithal y su comitiva salieron del condado de Barcelona, entrando
en el Rosellón, donde los dejaremos; pues, si bien curiosa bajo muchos aspectos, no tiene para
nosotros la relación de las aventuras del noble bohemio en los demás países de Europa el interés de
las que le ocurrieron en los varios Estados en que estaba en su tiempo dividida la Península
española.

21 López de Haro, Novil., tomo I, pág. 81.


25

Relación de Schaschek,
traducida al latín por Estanislao Paulowiski

Bayona dista tres millas de San Juan de Luz, pueblo situado a la orilla del mar, cuyas casas
están techadas con tejas, y cerca hay unos montes que tuvimos que atravesar. A una milla de este
pueblo, y en el camino de Compostela, hay una ciudad puesta en una eminencia junto al mar, por la
que pasa un río que sirve de límite a cuatro regiones, a saber: Francia, España, Navarra y Gascuña;
este río se llama el Bidasoa, y la ciudad Fuenterrabía.
San Juan de Luz dista cinco millas de Hernani; esta ciudad está entre montañas y pasa por ella
el río Uronico22; en los montes que la rodean hay tanta abundancia de manzanos que no he visto
cosa igual en ninguna otra parte; los siembran como entre nosotros se siembra el cáñamo 23; un solo
vecino o labrador es dueño de millares de ellos: la causa de sembrar tantos manzanos es que, no
teniendo vino y no conociendo la cerveza, hacen con las manzanas una bebida fermentada 24. Esta
región, cercada de montes altísimos, se llama Vizcaya 25; aquí vimos por primera vez las mujeres y
las mozas con las cabezas rapadas, salvo algunos mechones que se dejan de cabello largo, y su
vestido es tan extraño que no lo hay semejante en ninguna de las regiones que visitamos26.
El camino de Hernani a Toloseta son tres millas; esta última ciudad está en la falda de unos
montes y por ella pasa el río Orio, muy abundante en truchas y que tiene dos puentes de piedra: de
Toloseta a Virealium hay cuatro millas; este pueblo está rodeado de altas montañas. De Virealium 27
a Dunaco28 hay cuatro millas y media; Dunaco es una aldea que está entre los montes en un valle
pantanoso y dista cinco millas de Divaium 29, ciudad no muy grande, pero bien poblada, situada
entre montañas y por la cual pasa un río llamado Belbada 30, sobre el cual hay un puente de piedra;
de los montes se saca hierro y hay algunos pagos de viña junto a esta ciudad, que dista del mar una
milla: a otra más allá de Divaium empieza una región llamada Balmaseda.
De Divaium a Balmaseda hay cinco millas; éste es un pueblo murado, aunque pequeño y pasa
junto a él un río llamado Cadecum 31: en un espacio de cinco millas vadeamos diez y siete veces este
río, en el cual nos ocurrió un caso notable; hay sobre este río un puente de madera no muy largo y
en uno de sus extremos una torre de bella arquitectura, en la que residen los que cobran el pontazgo
a los caminantes; cuando llegamos al puente, como no habíamos pagado esta especie de tributo en
ninguna parte, nos negamos a hacerlo, y los caballos que llevaban nuestros bagajes fueron tomados
por los publicanos y demás gente que había en la torre, que nos quiso matar; para repeler el ataque

22 Río Uronico.―El Urumea, que desemboca al Este de la ciudad de San Sebastián.


23 Véase sobre este punto la observación de Navagero que es casi idéntica.
24 Esta bebida es el zumo fermentado de las manzanas llamado sidra, sucedáneo del vino en las Provincias
Vascongadas y en Asturias.
25 Bajo el nombre de Vizcaya se comprende aquí todo el país vascongado.
26 Sobre el traje antiguo de los vascongados véase la obra del Licenciado Andrés Poza, De la antigua lengua,
poblaciones y comarcas de España, págs. 229 a 234.
27 Virealium es probablemente Vergara, villa famosa por su Seminario y por el convenio celebrado en 1839, que puso
fin a la guerra de los siete años.
28 Dunacum... ¿Durango?
29 Divaium. Casi seguramente es Bilbao, y por lo que se ve, ya existía entonces el puente de San Antón.
30 Belbada es sin duda el Nervión, que entonces tendría el nombre que hoy tiene el pueblo.
31 Cadecum, el Cadagua.
26

apuntamos contra ellos nuestras escopetas32; pero el Señor33 prohibió que se dispararan y que se
tiraran flechas; porque, si heríamos a alguno de aquellos, nos matarían a todos, lo cual confesó
después uno de ellos, diciendo que habían concertado, que si uno solo recibía una herida, todos
moriríamos y aplicarían lo que llevábamos en nuestros cofres y alforjas para pago del pontazgo.
Satisfecho este tributo nos volvieron los caballos y recibimos las cartas preinsertas para que, si nos
acontecía otra cosa semejante, estuviéramos con su protección más seguros34.
Balmaseda dista de Villasana35 tres leguas; es éste un lugar murado en que habitan juntos y en
paz judíos y cristianos; éstos comen los sábados las entrañas o asaduras de los animales y se
abstienen de otras carnes; y preguntándoles nosotros la causa de esto, nos respondieron que aquello
no era carne, aunque estaba en ella. En este lugar murió el caballo en que el Señor tenía más
confianza, porque le había criado y tenido mucho tiempo; el pueblo está entre unos montes, por los
cuales seguimos nuestro camino, y en ellos murió otro caballo; en estos lugares encontramos por
vez primera cristianos que comían carne los sábados36, y en este camino montuoso empleamos trece
días.
Villsana dista cinco millas de Medina de Pomar, ciudad que está a la falda de los montes y
que parece que está sujeta a un Conde; pasa junto a ella un río llamado Rivo, y se ve cerca un
hermoso monasterio37. A dos millas hay un lugar del mismo Conde, en el cual se hace sal de este
modo: el agua se recoge en piscinas o lagunas, donde se deja algún tiempo para qué se cuaje y
endurezca, y esta sal se pone como piedras 38. De Medina de Pomar hay siete millas a Ezernelum 39;
pasado este pueblo entramos en unos montes donde no crecen más árboles que bojes, y anduvimos
por ellos tres días, sintiendo todos nosotros fuertes dolores de cabeza por el olor penetrante que
estos árboles, humedecidos y calentados entonces por la lluvia, exhalaban, aspirando por lo tanto
nosotros estas emanaciones nocivas. En estos montes hay gran abundancia de unos arbustos que
llaman romero, y en estos lugares hacen lumbre con el boj y con el romero. Cernego dista de
Burgos siete millas, y dos antes de llegar a esta ciudad acaba la Vizcaya y empieza España40.
Burgos es una ciudad coronada por un castillo, situada en España, bella y extensa y la última
de este reino; todo se vende allí al peso; tiene un hermosísimo templo cuyo retablo está tan
bellamente pintado y cincelado, que deja muy atrás cuantos yo he visto; hay también una estatua de
la Virgen toda de plata dorada, que pesa trescientos marcos, y la hechura vale otro tanto. En este

32 Schlopetum: arma portátil de donde viene el nombre de las de fuego que ahora se usan. (Véase esta palabra en el
Glosar. de Ducange.)
33 Así llama siempre el cronista a Rosmital. El sitio donde debió ocurrir este lance sería cerca de la torre vieja de la
Jara: forma allí el río un recodo dominado por un cerro, en el que estaba la torre hasta principios del siglo, hoy
convertida en casa de labranza; se ven allí las ruinas de un puente que sustituiría al de madera de que habla el
cronista.
34 No es fácil determinar a cuál de las cartas de reyes y príncipes que anteceden a este pasaje se referirá el cronista,
pero debe advertirse que ya entraban en territorio del Rey de Castilla, y D. Enrique IV, a la sazón reinante, no le dio
carta hasta que llegaron los caminantes o peregrinos a la villa de Olmedo.
35 Villasana, el texto dice Vilsanum, es hoy cabeza del Valle de Mena.
36 El Papa había concedido bulas para esto, como más tarde concedió el indulto cuadragesimal.
37 Medina de Pomar pertenecía al Señorío de la Casa de Velasco, que fueron Condes de Haro, los cuales tenían allí un
magnífico palacio, hoy arruinado, y fundaron en ella el convento de monjas de Santa Clara, de que aquí se habla,
convento muy hermoso y elegante; en el coro están sepultados en bellos y suntuosos sepulcros los fundadores
padres del Conde de Haro que fue Condestable de Castilla.
38 El pueblo se llama hoy Salinas de Rosa.
39 Llámase Cernégula y vulgarmente Cernaula: está al pie de la meseta o páramo de Villalta y sobre el camino de
Burgos a Castro Urdiales, construido en 1828; entre la gente vulgar se le llama el lugar de las Brujas, por ciertas
consejas en que ellas figuran, y el boj abunda en aquellos montes, aunque no produce su olor los efectos de que
habla el cronista.
40 Aquí hay error evidente, pues nunca han llegado los límites de Vizcaya hasta donde se indica.
27

templo se muestran y se guardan muchas reliquias, y tiene dos elegantes torres construidas con
piedras talladas, y se edificaba otra tercera cuando nosotros estuvimos: tienen una horca en la
ciudad y otra fuera de ella, en un sitio elevado.
A una milla de Burgos hay un monte que tienen que pasar los que van a la ciudad, y es muy
dañoso ir por él cuando hace sol, porque está lleno de unas guijas relucientes que reflejan el sol
como espejos, lo cual hace mucho mal en los ojos 41. La ciudad está en la falda de un monte y la
riegan dos ríos42 que no tienen nombre, pero el que pasa junto a Burgos se llama el Arlanzón y hay
en él dos puentes de piedra.
Fuera de la ciudad se ve un nuevo y elegante monasterio fundado por un Obispo que
desciende y trae su origen de la familia de la Madre de Dios; tuvo cuatro hermanos que todos
profesaron la fe de Cristo y recibieron el bautismo, pero sus padres fueron judíos. En el tiempo en
que estuvimos en España vivía aún uno de ellos, que era de la Orden de Caballería, y nos visitó en
nuestra posada felicitando al Señor y a sus compañeros por haber llegado sanos y salvos; nos
preguntó de qué parte veníamos, y habiéndole dicho que de Bohemia, que otros llaman alta
Alemania, nos dijo que él también había estado en Bohemia y que allí había alcanzado la dignidad
ecuestre cuando el rey Alberto ganó la ciudad Taborense... Rogó después al Señor que visitara el
monasterio fundado por su hermano el Arzobispo, y donde éste, así como sus padres y demás
hermanos, estaban enterrados; y accediendo a ello el Señor, nos llevó a dicho templo, nos mostró el
sepulcro del Arzobispo, el de sus hermanos y el suyo propio, que había hecho labrar con
magnificencia para que le enterrasen acabada su vida. Así el Arzobispo como todos sus hermanos
están en olor de santidad entre los españoles, y el que todavía estaba vivo era tenido por un varón
santo. El Arzobispo rescató con su dinero de poder de los infieles trescientos cautivos cristianos, los
vistió y les dio socorro, y las vestiduras que tenían cuando estaban en cautividad las vimos colgadas
en el templo para perpetuar la memoria del suceso43.
Hay otro monasterio poco más distante de la ciudad, en el que se guarda una cruz, y en ella
clavada la imagen de un hombre con cabello y barba. Los sacerdotes tocaban sus miembros con
gran reverencia, cantando y tañéndose todas las campanas. Refirieron después al Señor que aquella
imagen se había encontrado en la mar hacía quinientos años, añadiendo que nadie había podido
averiguar de qué parte del mundo provenía; y que se habían hallado con la imagen, en una caja
embreada, unas tablas en que estaba escrito que en cualquiera playa a que las olas arrojasen aquel
sagrado cuerpo lo recibiesen con magnificencia y lo colocasen en lugar decoroso; contaban además
que el hallazgo había sido de este modo: «unos marineros españoles que se dirigían a cierta región,

41 Sin duda estas piedras brillantes deben ser yeso especular, llamado espejuelo o espejo de burro.
42 Dos esguevas como las de Valladolid.
43 Este arzobispo era D. Alfonso, hijo de D. Pablo de Santa María, ilustre prelado de familia de judíos, y que también
lo fue hasta que se bautizó en Burgos ya entrado en años, casado y con cuatro hijos, que se bautizaron al mismo
tiempo; separado de su mujer cultu disparitatis entró en el estado eclesiástico, fue Arcediano de Treviño, canónigo
de Sevilla, Obispo de Cartagena y después de Córdoba, siendo uno de los personajes de más cuenta en los reinados
de Enrique III y Juan II, gran teólogo y escritor de lo más notable de su tiempo, siendo su obra más famosa la
titulada Escrutinio de las escrituras. Fueron sus hijos Gonzalo, Obispo de Plasencia; Alfonso, asimismo Obispo de
Burgos, no menos famoso que su padre; Pedro y Sancho, siendo Pedro el que aun vivía cuando Rosmital estuvo en
Burgos. La iglesia fundada por D. Pablo y D. Alfonso, donde está el sepulcro de éste y de sus hermanos, es San
Pablo de Burgos. El padre está sepultado en la catedral, porque, así como su hijo Alfonso, contribuyó mucho a las
obras y engrandecimiento del templo. Sobre estos ilustres sujetos puede verse a Flórez, España Sagrada, tomo
XXVI, y por lo que se refiere a sus obras literarias y a su influencia en la cultura de Castilla, al Sr. Amador de los
Rios, Historia general de la literatura española, tomos VI y VII, y a Fernando de Pulgar, que pone a D. Alfonso
entre los Claros varones de Castilla, dedicándole capítulo especial; D. Alfonso fue, como su padre, insigne escritor
y gran teólogo. Don Pedro estaba enterrado, como sus hermanos, en la iglesia de San Pablo, y su epitafio es como
sigue: «Aquí está sepultado el cuerpo del virtuoso y honrado caballero D. Pedro de Cartagena, del Consejo del Rey
nuestro señor, e su regidor de esta ciudad, con D.ª María de Saravia y D.ª Mencia de Rojas, su primera y segunda
mujeres; finó a 10 de Mayo de 1478 en edad de noventa años.—Ponz, tomo XII, pág. 70.
28

surcando el mar, tropezaron con un galeón en que iba aquel sagrado cuerpo: cuando vieron de lejos
esta nave temieron que fuese de enemigos; se sobrecogieron de temor y se prepararon a la
resistencia, como es costumbre en la mar; creyeron que el galeón era de catalanes (los cuales,
aunque son cristianos, se entregan al robo en los mares, y por esto todos concibieron gran miedo);
acercáronse algo, si bien con recelo, a la nave y no vieron nada en ella, pero temieron que
estuvieran ocultos acechando, y por eso enviaron algunos hombres en una barca ligera para que
explorasen, y si había peligro se volviesen con presteza; acercáronse éstos poco a poco, y no
sintiendo ningún rumor se atrevieron algunos de ellos, no sin gran temor, a subir al galeón, donde
no encontraron más que el cuerpo antedicho, y determinaron volverse con él y con la nave hacia
Burgos, que era su patria.» Todos los que íbamos con el séquito del Señor vimos la imagen, y nada
nos admiraba tanto como lo que decían los sacerdotes de que nadie sabía de dónde había venido
este cuerpo, que es de gran estatura y robusto; un sacerdote se subió en el altar, tocó los pies, las
manos y los demás miembros y movió todas las coyunturas. Doscientos años atrás aquella cruz y
aquel cuerpo habían obrado en aquel monasterio grandes milagros, y hasta habían vuelto a la vida
algunos muertos, pero desde entonces ha dejado de hacerlos44.
También vimos en esta ciudad una fiesta de toros bravos, a los cuales acosaban y sujetaban
alanos. En España y en Portugal los ganados no están en las casas, sino que sus dueños les ponen
una señal y pastan libres en las selvas y en los desiertos; no se hace aquí queso ni manteca, y los
naturales no saben lo que son estas cosas; en lugar de manteca usan aceite, de que hay gran
abundancia. Por lo demás, en los días festivos tienen gran recreación con los toros, para lo cual
cogen dos o tres de una manada y los introducen sigilosamente en la ciudad, los encierran en las
plazas, y hombres a caballo los acosan y les clavan aguijones para enfurecerlos y obligarlos a
arremeter a cualquier objeto; cuando el toro está ya muy fatigado y lleno de saetas sueltan dos o tres
perros que muerden al toro en las orejas y lo sujetan con gran fuerza; los perros aprietan tan recio
que no sueltan el bocado si no les abren la boca con un hierro. La carne de estos toros no se vende a
los de la ciudad, sino a la gente del campo; en esta fiesta murió un caballo y un hombre y salieron
además dos estropeados.
Todavía más lejos de Burgos hay otro monasterio, que tiene el retablo del altar mayor de
plata; este monasterio lo fundó el Rey de España por promesa que hizo, si Dios le daba victoria
sobre los infieles; hay en él hermosísimas monjas, todas de alta alcurnia, pues no se consienten
plebeyas, perteneciendo todas a familias de Duques, Condes, Caballeros y Nobles. Recibieron estas
monjas al Señor y su séquito muy humanamente y le festejaron con juegos y otras diversiones,
como danzas, cantares y cosas semejantes, y los introdujeron en hermosos jardines llenos de árboles
y hierbas exquisitas45.

44 Este es el famoso Cristo de Burgos, sobre el cual dice el P. Flórez, tomo XXVII, columna 495, 17; «Lo más
sobresaliente de esta casa (la de San Agustín) es el soberano crucifijo que por sus muchos milagros se ha hecho
célebre entre los muchos santuarios del mundo. El primor de la imagen es lo bien que representa lo imaginado. La
figura, los nervios y llagado todo está muy al vivo. Las carnes tan flexibles, que si un dedo las comprime bajan y
vuelven al natural. La cabeza se mueve al lado que la inclinan; los brazos, si se quitan del clavo, caen al modo de
los del cuerpo humano, sin que al subirlos ni al bajarlos haya en ellos ni en el cuello arruga ni doblez de
encañonado que oculte el artificio; los cabellos, las barbas y las uñas no están como pegados, sino como nacidos...
19. »El modo con que Dios le trajo y mantiene en esta casa es también maravilloso. Un mercader de Burgos,
muy devoto de los Agustinos de San Andrés, pasó a Flandes; pidióles les encomendasen a Dios en su viaje,
ofreciendo traerles alguna cosa preciosa. A la vuelta halló en el mar un cajón a modo de ataúd, que recogido y
abierto, tenía dentro de sí una caja, y en ella la soberana imagen del Crucifijo, de estatura natural, con los brazos
sobre el pecho...»
El convento de San Agustín está pasado el puente que llaman de Santa María, y contribuyó a la obra de la
iglesia, labrando la capilla mayor, el hermano del Obispo D. Pablo de Cartagena, antes citado, Alvar García de
Santa María, que algunos dicen fue autor de la Crónica de D. Juan II.
45 Aquí se trata de las renombradas Huelgas de Burgos, cuya historia no refiero por ser tan conocida, y puede verse,
entre otros autores, en el tomo XXVII citado de la España Sagrada.
29

De Burgos fuimos a Lerma, que hay ocho millas 46; esta ciudad está situada en un monte, tiene
junto un castillo y pertenece a un Conde; por el camino veíamos muchos arbustos llamados romeros
y otros no muy grandes que tienen unas flores parecidas a las rosas y dan muy buen olor, no las
flores, sino las hojas de esta planta47.
De Lerma a Roa hay siete millas. Esta ciudad está en un collado que se alza en medio de una
llanura y a su lado tiene un castillo; parece que este lugar es del Obispo de Castilla 48. Para llegar a
Roa atravesamos una selva en que no había más árboles que enebros y sabinas, como los que
siembran en nuestros jardines, después fue nuestro camino por tierra yerma en que no había más
que salvia y romero en leguas. Al llegar a la ciudad no quisieron dejarnos entrar, porque el país
estaba trabajado por la guerra; en este camino perdimos un caballo.
Fuimos de Roa a una aldea que está media milla, llamada Duron, y allí nos detuvimos tres
días esperando carta del Rey de España, porque es costumbre de aquel reino que el extranjero que
quiere andar por él para visitar los lugares famosos, obtenga carta del Príncipe para caminar seguro
por sus provincias. Por este lugar de Duron pasa un río llamado Durio (Durius), sobre el cual hay
un puente de piedra no muy grande49; desde aquí a la Nava hay dos millas; es este un lugar situado a
la falda de unos montes y pertenece a un Obispo, el cual nos envió un legado suyo para que nos
guiase hasta Segovia, donde residía el Rey. Desde Nava hasta Fuentidueña hay tres millas; junto a
esta ciudad pasa un río llamado Castama50. De Fuentidueña a Villafuente hay cinco leguas; este
pueblo está en una llanura y rodeado de hermosos majuelos; pero el camino es, durante cinco
leguas, desierto e inculto, sólo se ven pinos, romero, salvia, poleo y otras muchas hierbas. En toda
nuestra peregrinación no vimos ninguna región en que hubiese más pinos que en ésta, pues aunque
abundan en Francia, no es tanto ni se ven con tanta frecuencia. Recuerdo mejor que otras cosas
estos pinares, porque cansados nuestros caballos, atravesamos dos de nosotros a pie estas selvas, y
sedientos por el gran calor que hacía, por más que hicimos, no pudimos hallar de beber y
hubiéramos comprado a peso de oro agua o vino. En este día nos separamos del Señor, porque no
podíamos seguirle; deseosos de encontrar a nuestros compañeros, no sabíamos qué camino tomar,
hasta que un sacerdote nos guió y acompañó por espacio de dos millas a donde aquellos estaban.
De Villafuente a Cantipalos hay seis millas; en este lugar vi por primera vez la manera de
trillar con mulos y bueyes; una mujer con su hija iba sentada en un instrumento o máquina, que era
un trillo en forma de rollo, guarnecido de dientes de madera o de pedernal, que se pone en la parva
y se arrastra por ella hasta que la paja está bien machacada; al estramen llaman paja y la dan de
comer aquí a los caballos y bueyes porque no tienen otro pasto. En este lugar estuvimos seis días.
De Cantipalos hay tres millas51 a Segovia, que es una ciudad junto a un castillo, donde
encontramos al Rey de España. No se nos dio desde luego licencia para entrar en la ciudad, sino que
nos mandó el Rey que fuéramos a una aldea llamada Santescopa, Santescopum 52, que dista de la
ciudad media legua; porque mientras que el Rey estaba en la ciudad no había en ella lugar para que
nos aposentásemos; pero cuando el Rey se marchó pudimos entrar en Segovia, y por entonces no
llegamos a verlo.
Después que el Rey se fue nos llevaron por orden suya a un monasterio que había fundado y
mandado labrar magníficamente desde los cimientos doce años antes; en la iglesia hay un hermoso
46 La distancia de Burgos a Lerma es de seis leguas y media.
47 La jara o cistus ladaniferus de que habla con más extensión Navagero.
48 Aquí debe entenderse por Obispo de Castilla el Obispo de Burgos, no existiendo ya en la época de este viaje el
obispado de Auca o de Oca.
49 Este río es el Duero.
50 Fuentidueña está situada a la margen izquierda del río Duraton.
51 La distancia verdadera de Cantipalos a Segovia es de dos leguas.
52 No puedo determinar qué pueblo de las cercanías de Segovia es Santescopum.
30

retablo adornado de oro y plata, y según fama, el templo con sus adornos tuvo de costa al Rey doce
mil áureos53. El coro estaba adornado de artificiosísimas esculturas de piedra y oro, que los más
peregrinos artífices no podrían esculpir en madera con mayor habilidad. No habíamos visto antes un
claustro más hermoso que el de este monasterio; pero más adelante, en nuestra peregrinación, vimos
otros más adornados. En medio del claustro había un jardín muy ameno, lleno de cipreses y de otros
diversos géneros de árboles y hierbas; los frailes de este convento pertenecen a la Orden de San
Francisco. Al día siguiente nos llevaron al alcázar, donde no entramos todos juntos, sino cinco a
cinco, lo cual hacían porque allí se guardan los principales tesoros del Rey y había en el país
entonces guerra54. En el alcázar hay un elegantísimo palacio adornado de oro, plata y de color
celeste que llaman azul, y con el suelo de alabastro: se ven también allí dos patios edificados con
esta piedra. En este palacio están las efigies de los reyes que desde el principio ha habido en
España, por su orden, en numero de treinta y cuatro, hechas todas de oro puro, sentados en sillas
regias con el cetro y el globo en las manos. Todos los Reyes de España están sujetos a esta ley; que
desde que ciñen la corona y bajo su reinado junten tanto oro como pese su cuerpo, para que puedan
ocupar, en muriendo, su lugar entre los otros Reyes en el palacio de Segovia 55. No vi en España un
alcázar más hermoso que éste, ni que tuviese tantas riquezas de oro y plata y alhajas 56, porque
acostumbran los Reyes de España a tener guardados sus principales tesoros y preseas en esta
fortaleza. En este mismo palacio nos llevaron a otras cinco salas o cámaras adornadas y hechas de
alabastro y oro con pavimentos de mármol; entre ellas la que sirve de dormitorio al Rey tiene un
artesonado de reluciente oro, y las ropas del lecho estaban tejidas con oro, así como el tapete que lo
cubría, el cual, por el trabajo, a más de la materia, le había costado al Rey de Francia más de mil
setecientos cornados, según decían; otras muchas cosas vimos en el alcázar dignas de admirarse57.
El tercer día nos llevaron a otro monasterio situado a otra parte de la ciudad, cuya fábrica
dispuso también el Rey juntamente con la de otros doce, todos muy bellos. La ciudad está colocada
en un valle que forman los montes, por lo que no es muy ancha; por un lado de la ciudad y del
alcázar se ven montes elevadísimos; por el otro no son tan altos, y en todos ellos hay tal abundancia
de lagartos y alacranes, que nunca habíamos visto tantos juntos. El lugar en que está la ciudad es
poco elevado y viene a ella un río por un puente de piedra tan elevado que no pueden pasar por él
carros ni caballerías, sino solo gente a pie, porque la subida es muy pendiente y la bajada muy
rápida; nos refirieron que este puente, todo de sillería, lo había hecho el Diablo en una sola noche,
durante ella todos se sintieron sobrecogidos de un gran temor, sin saber de qué causa procedía, y al
amanecer vieron aquel puente, que nunca antes habían visto; esto sucedió antes que nosotros allí
llegásemos58.

53 Estas indicaciones parecen referirse al famoso monasterio del Parral, que fundó y labró desde los cimientos Enrique
IV, según se puede ver en Colmenares, capítulos XXX y siguientes; pero como después se dice que era de frailes
franciscos, no puede afirmarse que aquí se hable del Parral, que siempre fue de frailes Jerónimos. En tiempo de
Enrique IV se dio a los franciscos observantes el convento de San Antonio, pero el Rey no hizo en él iglesia
suntuosa, como la que describe el viajero bohemio.
54 De Arévalo habla traído el Rey a nuestra ciudad cuantos señores le seguían para ver nuestras fábricas. Y con
ostentación hizo mostrar a castellanos y granadinos los tesoros de oro y plata labrada y joyas; todo puesto en
aparadores ostentosos, en una espaciosa sala del Alcázar. Refiere Palencia, que había más de doce mil marcos de
plata y más de doscientos de oro, todo esto en piezas de vajilla y servicios de mesa, sin las joyas de adorno,
collares, cintos, azorcas y apretadores, que entonces se usaban, en que era excesivo el oro y pedrería. Tesoro grande
en corto reino, en poco tiempo y sin extorsiones de vasallos, que nunca las causó este Rey, siempre bueno en lo que
todos son malos, y malo en lo que todos son buenos, pues le faltaron codicia y severidad (Colmenares, Historia de
Segovia, cap. XXX, §. IV); todas estas riquezas se consumieron pronto, de resultas de las revueltas que hubo en
Castilla desde antes de la época en que estuvo en España Rosmithal, quedando Enrique IV reducido a extrema
pobreza.
55 Los retratos o bultos de los Reyes se empezaron a poner en el Alcázar de Segovia por D. Alfonso el Sabio.
56 Clenodium, véase el Glosario de Ducange en esta palabra.
57 Después del último incendio apenas quedan más vestigios del suntuoso alcázar que sus muros y torres.
31

De Segovia a Santyuste (Santiusto) hay ocho millas; en esta aldea esperamos hasta que el
Rey, que estaba en Olmedo, nos recibió. Olmedo dista tres millas de Santiuste. En Olmedo, donde
hallamos al Rey, el Sr. Juan Zehrowitz luchó con cierto español ante tres obispos y otras muchas
personas; pero el Rey no asistió a este certamen; antes de empezar dijeron a D. Juan la ley o
condición de la lucha, tal como allí se observa por costumbre, y consiste en que los luchadores no
pueden asirse de los miembros inferiores, sino de cintura arriba; empezado el combate, el Sr. Juan
Zehrowitz asió de los hombros a su contrario y le empujó hacia un escaño de piedra, y al tropezar
con él le faltó un pie; D. Juan hizo que resbalase para que cayera, y ya caído en tierra se sentó sobre
él (D. Juan era hombre membrudo y de gran estatura, y su contrario era pequeño), pero esta victoria
la debió sólo a la fortuna, porque el vencido protestó, y los obispos y demás espectadores quedaron
muy admirados, pues nunca aquel hombre había sido, en aquella suerte de lucha, antes vencido.
Enterado el Rey del suceso envió a los obispos y a otros caballeros a que rogaran al Señor en su
nombre que hiciese que D. Juan luchase nuevamente; resistíase D. Juan, pero el Señor, no queriendo
descontentar a los obispos, le mandó que luchase segunda vez con aquel hombre, y entonces con
gran ligereza el luchador puso a D. Juan en tierra. Esta vez asistió el Rey con los obispos a
presenciar la lucha con muchas gentes, que con gran alborozo y ruido felicitaban al luchador; pero
el Rey, los obispos y los nobles se ofendieron mucho con sus gritos59.
Después fue el luchador a la posada del Señor, el cual le dijo que sin duda debía ser su cuerpo
de grandísima fuerza, y tomando entonces aquel hombre al Señor de la mano lo arrastró hacia sí
poco a poco con gran admiración del Señor, que no sabía lo que aquello era, llegando después a
donde estaba Juan Zehrowitz le puso la mano en el hombro y saltó a pie juntillas sobre el hombro y
sobre la mano; entonces dijo D. Juan al Señor que por su vida no había visto jamas cosa semejante y
que un hombrecillo tan pequeño tuviese tanta fortaleza; si yo no hubiera estado presente no lo
hubiera creído. Era fama que aquel hombre, si bien esto no lo vimos, cargado con las armas corría
cinco o seis millas tan velozmente que no le alcanzaba, y mucho menos le dejaba atrás nadie,
aunque sólo fuese vestido de lienzo. El rey suele morar con frecuencia en la ciudad de Olmedo; el
Señor y sus compañeros le pidieron las insignias de su Orden de caballería, y el rey mandó que se le
diesen60.
De esta ciudad no tengo que escribir otra cosa sino que sus habitantes son peores que los
mismos paganos, porque cuando alzan en la misa el Cuerpo de Dios ninguno dobla la rodilla, sino
se quedan en pie como animales brutos, y hacen una vida tan impura y sodomítica, que me da pena
y vergüenza contar sus maldades, y ellos mismos dicen que no se encuentra otra ciudad a ésta
semejante en toda Castilla, lo cual creo que sea así sin ningún reparo, porque a nosotros nos
embistieron tres veces con furia, queriendo entrar en nuestras posadas para saquearnos, y cuando
alguno de nosotros salía le escupían y afrentaban de muchas maneras, buscando motivo para poder
matarnos y robarnos más cómodamente lo que teníamos. Viven entre ellos muchos paganos que
llaman sarracenos; pero ¿quiénes son mejores, los cristianos o los paganos? No juzgo fácil
resolverlo. También nos hicieron esta otra injuria: retozando Juan Zehrowitz con una muchacha le
palpó un pecho, y habiéndolo visto un castellano, lo maldecía en su lengua, aunque al pronto no le
entendimos; D. Juan le dio una puñada y lo echó de casa; mas apenas habían pasado dos horas,

58 Como se ve, este viajero dista mucho en ilustración y saber de Navagero; todavía pertenece a la Edad Media, y por
eso no conoció que el acueducto de Segovia no es puente, que es una obra hecha por los romanos, y refiere sin
vacilar la leyenda que consiste en atribuir al Diablo esta maravilla tan celebrada por cuantos la han visto.
59 De las Crónicas no resulta claramente que Enrique IV estuviese este año y en esta época en Olmedo, lo cual no
quiere decir que no estuviese, pues fue uno de los más revueltos de este infeliz reinado. Los Grandes hablan
verificado el anterior, en Ávila, la famosa deposición del Rey, alzando en su lugar a su hermano el infante D.
Alfonso, y desde entonces existía de hecho en Castilla una guerra civil y de sucesión: por lo demás, los nobles y
obispos castellanos eran en aquella época muy ilustrados, y parece natural que se ofendiesen de las groseras
manifestaciones de júbilo que hacía el pueblo por el triunfo del castellano sobre el extranjero.
60 Esta orden no puede ser sino la de la Banda.
32

volvió aquel hombre con cerca de otros cuatrocientos y rodeó la posada con deseo de matarnos, lo
cual sabido por el Rey, envió al punto unos nobles para que apaciguasen aquel bullicio.
En este tiempo había una grave disensión entre los grandes del Reino, pues la mayor parte
querían por rey al hermano de D. Enrique; por esta causa uno de los rebeldes, preso por el rey, fue
llevado al suplicio con sus vestidos de oro, y atado al rollo fue asaeteado en aquel traje; y
preguntando por qué usaban aquel género de suplicio, me respondieron que era costumbre de
aquella tierra ejecutar así a los condenados a muerte, no habiendo otra manera de suplicio 61; al que
ha de sufrirlo le ponen la señal del blanco en la tetilla izquierda, y al que acierta le dan veinticuatro
maravedises, que es una moneda de cobre, y el que yerra paga un castellano de oro; el dinero que
así ganan los gastan en fiestas banquetes; puede tirar el que quiera, y esto no causa deshonra, antes
se tiene a honor; yo presencié este suplicio y vi que muchos erraron el blanco y pagaron sendos
castellanos de oro62.
También vi en Vizcaya otro género de suplicio: llevaban al condenado a muerte al lugar de la
ejecución y lo ataban con una cadena por mitad del cuerpo a una columna o barra de hierro, ponían
alrededor cuatro haces de leña más altos que la columna y les daban fuego; antes de que se
convirtiera el fuego en cenizas se quemaba todo el hombre, quedando sólo los huesos; vi también
otros géneros de suplicios que no se usan en nuestra tierra. En Vizcaya tienen en cada ciudad algo
grande horcas levantadas en medio de la plaza, y cuando ahorcan alguno le dejan tres días colgado y
después lo bajan y lo entierran en el cementerio; castigan allí los robos con tal rigor, que si alguno
hurta valor de un óbolo lo ahorcan.

Carta comendatoria del rey don Enrique de Castilla


«Enrique por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, de Toledo, de Galicia, de Sevilla, de
Córdoba, de Murcia, de Jaén, de los Algarbes, de Algeciras y de Gibraltar; Señor de Vizcaya y de
Molina, a todos y a cada uno de nuestros serenísimos hermanos los Reyes, a los ilustres y
venerables príncipes seculares y eclesiásticos, a los magníficos Duques, Marqueses, Barones y
demás nobles y clientes; a los oficiales de cualesquiera ciudad, tierra, villa, fortaleza, donde quiera
que estén constituidos, ya de nuestra jurisdicción o de la de otros, de cualquiera grado, dignidad,
preeminencia o condición que sean, a quienes estas nuestras letras fueren presentadas, salud y
aumento de amor en el Señor. Habiéndose presentado ante Nos el noble barón León de Rosmitad y
Blatna, deudo del muy ilustre Federico, siempre augusto sagrado Emperador de Romanos y su
amado vasallo; y deseando, por ciertas causas que mueven su ánimo, ir a diversos lugares de
nuestros reinos y de otras partes del mundo, aprobando Nos su laudable propósito y deseando que el
susodicho León goce en su camino y en todas partes plena seguridad y franquicia, a todos vosotros
os encomendamos con verdadero afecto y os rogamos, y a nuestros súbditos mandamos, que a
donde quiera que vaya, si llega a vos, en su viaje, le acojáis en contemplación nuestra y lo tratéis
favorablemente, y en lo tocante a la seguridad y presteza del viaje le mostréis buena voluntad a él, a
su séquito, a sus caballos, a sus cosas y a todos sus bienes para que vaya por pasos, puentes, tierras,
reinos, dominios, distritos, ciudades, fortalezas, castillos y villas y cualesquiera otros lugares de
nuestra jurisdicción o de la vuestra por tierra o por agua, sin pagar ningún tributo, peaje, gabela o
cualesquiera otra exacción y sin ninguna molestia, y le consintáis ir y venir y morar a él y a los
suyos y a sus caballos y cosas dónde y cómo le fuere menester, proveyéndole los arriba nombrados
por su parte de seguro y salvoconducto, lo que os tendremos por cosa muy grata y por singular
servicio, ofreciéndonos a lo mismo y a mayores cosas. Dado en Olmedo a veinte días del mes de
Julio del año del Señor de mil y cuatrocientos y sesenta y seis, duodécimo de nuestro reinado.

61 Esto no me parece exacto, pues ya se usaba la horca para los delitos comunes, y a los nobles se les degollaba, como
sucedió con D. Álvaro de Luna en el reinado anterior.
62 En ningún libro ni impreso ni manuscrito he encontrado rastro de tan extraña y bárbara costumbre.
33

»Yo el Rey.
(En castellano.)
»Por mandato del Serenísimo Rey mi Señor,
Juan de Viterbo Secretario, m. pa.»

Olmedo dista de Medina del Campo tres millas; estas dos ciudades están situadas, la una en
un monte, la otra en un llano; la segunda es harto grande, la primera es más chica; en la que está en
llano, que es Medina, hay una casa amplia y labrada con magnificencia y riqueza, en la que han
nacido dos revés, uno de Aragón y otro de Navarra; éste fue padre 63 de aquel príncipe que vimos en
la corte del Rey de Francia, el cual cuando estuvimos en ella iba a casarse con Magdalena, hermana
del Rey, que había sido desposada antes con el rey Ladislao, de gloriosa memoria, y aquel príncipe
es legítimo heredero del reino de Navarra; pero no lo poseía en el tiempo en que estuvimos en la
corte de Francia, porque lo usurpaba el Rey de Aragón; pero aquel mismo año se le debía restituir,
en virtud de un pacto con el Rey de Francia, la Navarra, cuya corona se había de ceñir, siendo
confirmado en el reino. Volviendo a los reyes que nacieron en Medina del Campo, diré que tuvieron
un tercer hermano, pero a todos sobrevivió el Rey de Navarra64.
Al salir de esta ciudad no encontramos en quince leguas prados ni bosques; los habitantes
usaban para hacer fuego el estiércol de los animales, y así guisaban su comida; también gastan en
lugar de leña césped, que arrancan y amontonan en el verano para que se seque, y sarmientos de
viña.
De Medina a Cantalapiedra hay seis leguas; este último lugar parece que es de un Obispo; a
cuatro leguas de Cantalapiedra hay una aldea, y junto a ella una casa en que vive un ermitaño, el
cual dicen que es el Rey de Polonia, que según fama fue muerto por los infieles, aunque yo no lo
afirmo65; pero contaron al Señor que, aunque sin duda era rey cuando fue vencido por los infieles se
condenó a soledad perpetua por no haber guardado con los infieles la fe jurada. Cuando llegamos al
castillo nos dijeron que la ermita distaba tres millas; pero el Señor, con deseo de ver aquel hombre,
se puso en camino y llegamos después de haber caminado quizás más de cuatro millas. Nos
advirtieron que la casa estaba rodeada de bosque y que si nos divisaba se ocultaría entre la maleza;
considerando esto el Señor, llevó consigo a Juan Zehrowitz, a Heroldo, a Froduaro y a Schascheon,
y el demás séquito lo dejó en el camino. Entonces el que guiaba advirtió al Señor diciéndole:
«Señor, el ermitaño nos puede ver desde muy lejos y ocultarse», por lo cual el Señor mandó que
fuese delante el que nos guiaba para que detuviese al ermitaño cuando lo encontrara, hasta que
nosotros fuésemos, sin que ninguno se separase. Cuando llegamos a su retiro salió de la ermita y el
Señor le preguntó, por medio de Heroldo, de qué tierra era, a lo que replicó: «¿Y qué le importa a tu
Señor o a tu Príncipe saber con tal diligencia, si soy de ésta o de la otra provincia? Yo no conozco al
honrado varón que tengo delante, pobre ermitaño que vivo en este desierto.»

63 No fue sino abuelo.


64 Este rey es D. Juan II, padre del Príncipe de Viana don Carlos; el rey D. Juan sobrevivió a sus hermanos; vino a ser
Rey de Aragón, de Navarra y de Sicilia, y por muerte del desventurado Príncipe de Viana heredó todas estas
coronas el rey D. Fernando el Católico; el viajero se equivoca cuando dice que era hijo de D. Juan II el príncipe que
vio en la corte de Francia, pues era su nieto, hijo de la reina D.ª Leonor de Navarra y de Gastón de Foix, el cual
casó con Madama Magdalena, hermana de Luis onceno, y se llamaba Gastón como su padre, el cual murió antes de
reinar, dejando por sucesor a su hijo llamado Francisco Febo. Sobre éste y los demás sucesos del largo y azaroso
reinado de D. Juan II pueden verse la continuación de los Anales de Morer, por Aleson, tomo IV, libro VII, y el
Diccionario de Yanguas en los artículos correspondientes; además del tomo IV de los Anales de Aragón, de Zurita,
y de las Crónicas de D. Juan II, de D. Enrique IV, y de D. Álvaro de Luna.
65 Este rey, según el Sr. Gayangos, «no puede ser otro que Wladislao o Ladislao Jaguellon, rey de Polonia y Hungría,
el cual, a pesar de haber hecho treguas con Murad o Amurates II, se decidió, a instancias del Papa Eugenio II, a
atacarle, y fue vencido y muerto en Varna en 1444.»
34

Se nos había agregado en el camino un peregrino polaco que vino cincuenta leguas andando
junto a nuestros caballos, y éste rogaba al Señor que mandase al ermitaño que se descalzase, porque
decía que si en cada pie tenía seis dedos, sin duda era el Rey de Polonia, que se creyó que habían
matado los infieles; suplicóselo el Señor, pero el ermitaño resistió mucho tiempo; rindióse al fin a
las súplicas y se quitó los zapatos; viendo entonces el polaco que tenía en los pies seis dedos, se
acercó a él, se hincó de rodillas y le abrazó las piernas, diciéndole: «Tú eres nuestro Rey y Señor, el
que fue vencido por los infieles»; y el ermitaño respondió: «Me admira que te postres ante mí y que
abraces mis piernas, sabiendo que no soy digno de esa honra, porque soy un hombre lleno de
grandes pecados, que me he retirado al desierto para purgarlos, si Dios grande y bueno consiente
que persevere en tal propósito.» Dicho esto se levantó y se retiró a la ermita llorando. Cuando
volvimos dijo aquel polaco al Señor: «Has de saber, Señor, que la estatura y la señal que le he visto
en los pies, de cierto muestran que ese hombre es el Rey de Polonia, porque recuerdo esas cosas de
cuando era niño.» Este ermitaño tendría como hasta setenta años; su cara era larga, la nariz saliente,
los cabellos negros y la barba crecida y canosa, vestía un sayal largo ceniciento, pero tenía debajo
una túnica de seda que tapaba para que no se le viese.
De aquella aldea dista Salamanca nueve millas; esta ciudad es grande, situada en un llano y
tiene junto un castillo; acude a ella gran numero de estudiantes de letras y ciencias, y quizá no
florecen tanto como aquí los estudios en ninguna otra provincia de la cristiandad; en medio de la
plaza está la horca, y si algún criado roba, lo cuelgan y lo dejan allí por tres días, y al cabo de ellos
lo entierran en el cementerio; a los forasteros acostumbran ahorcarlos en otra horca que hay fuera
del lugar. Por esta ciudad pasa un río llamado el Tormes, que tiene un puente de piedra no muy
grande; reside aquí el obispo, que nos acogió cortés y benignamente. Los nobles de esta ciudad
suelen correr toros en la plaza el día de Santiago, y vimos esta fiesta porque nos cogió allí este día;
el tercer toro mató dos hombres e hirió a otros ocho y un caballo.
De Salamanca a Bóveda (Bovedum) hay ocho leguas y no había yo visto en ninguna parte
tantas cigüeñas como en este lugar, pues pienso que pasaban de mil; tampoco vi nunca tanta
muchedumbre de langosta, tal era su número que podrían cubrir un gran trecho. De Bóveda a
Ciudad Rodrigo hay nueve leguas de camino; esta ciudad está unida a un castillo y no es muy
grande, aunque tiene silla episcopal; está en los confines de Portugal y hay en ella catorce templos y
monasterios; se halla situada en un llano rodeado de montes; trataron allí al Señor más
honradamente que en ninguna otra parte de Castilla y en lo demás de su peregrinación; no tiene
arrabales, salvo tres casas que se ven delante de la puerta de la ciudad.
De Ciudad Rodrigo hay cinco millas a San Felices, lugar grande cercado parte de muros y
parte de setos, y tiene además un castillo grande y hermoso; sobre este lugar había pleito entre el
Rey de Castilla y su hermano cuando nosotros estábamos allí, por lo cual el lugar y el castillo los
dio el rey al Obispo de Ciudad Rodrigo; los grandes del Reino y los nobles estaban unos a favor del
Rey y otros favorecían a su hermano, si bien éste tenía los más de los grandes 66. De San Felices a
Hinojosa67 (Hinosiozam) hay tres leguas; es este lugar grande, con casas de piedra y cubiertas de
tejas, y está sujeto al mismo obispo. De Hinojosa al río Duero hay una milla; tiene el río mucha
agua, tanta que creo que no haya otro mayor en Castilla; aquí están los límites de Portugal y de
Castilla, siendo una ribera de cada reino. Pasado el río están unos montes altísimos que se
atraviesan por un camino muy áspero. Llegados al río tuvimos que pasarlo enviando de cada vez
dos caballos o dos hombres, porque no cabían más en la barca que servía para esto. Desde el río hay

66 Tan sucintamente refiere el viajero la sangrienta guerra civil que entonces asolaba a Castilla, pues, como se sabe, el
año anterior había tenido lugar la ceremonia del destronamiento de Enrique IV en Ávila.
67 Claramente se ve que aquí se trata de Hinojosa de Duero, provincia de Salamanca, partido judicial de Vitigudino, y
distante doce leguas de Ciudad Rodrigo; ¿sería de aquí la vaquera de la Finojosa que cantó el Marqués de
Santillana?
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tres millas a Freixo68, lugar con un castillo grande y bello, que es la primera fortaleza del Rey de
Portugal, situada entre los montes para oponerse a las correrías de los castellanos; este lugar está
rodeado de muchas y buenas viñas. De Freixo a Torre de Moncorbo hay cinco millas y media; esta
ciudad está situada en lugar montañoso, y los caminos que llevan a ella son difíciles y ásperos; en
estos montes se crían árboles que ni yo ni los que conmigo venían habíamos visto nunca; de Torre
de Moncorbo a Alebra hay seis millas; este lugar está en un monte tan alto que no se puede subir a
caballo, y es difícil a pie; por bajo del monte corre un río que se llama Tua 69; todos los caminos que
van al pueblo son muy ásperos.
En los montes de estas cercanías hay gran número de lagartos, serpientes y alacranes. Las
serpientes son pequeñas, pero gruesas, con alas parecidas a los murciélagos y con la cabeza armada
de un espolón o cornezuelo70; siguen al hombre volando y a los ganados, y los hieren con el
cornezuelo de la cabeza; suelen volar por espacio de dos estadios o más. Los escorpiones tienen el
tamaño de perros medianos de caza, y la espalda pintada de colores, y son tales como jamás
habíamos visto; los lagartos no son menores que gatos, y con la cabeza semejante a la de éstos y de
color verde71; el que quiera caminar por estos montes ha de hacerlo cuando haga más calor y ha de
llevar consigo triaca, pues de otro modo no podrá pasar, por las mordeduras de estas sabandijas,
pues muere al punto el herido, si no se le arranca toda la parte envenenada y se le aplica luego la
triaca. Caminamos por estos montes más de diez millas, y como he dicho, conviene pasarlos cuando
hace más calor; porque entonces las sabandijas se esconden entre las piedras y matorrales, y cuando
refresca salen y se posan sobre las piedras y en la tierra; pasamos muy deprisa por estos montes, y
cuando el calor menguaba procurábamos retirarnos al punto a alguna posada; hay en ellos gran
cantidad de fieras que no las matan las sabandijas. Son estos montes muy altos y pedregosos y en
las ciudades y pueblos situados en ellos no pueden tener ningún ganado, por causa de las sabandijas
y de las serpientes, que vuelan y lo acometen de lejos. En estos montes hay árboles que no crecen
en nuestras tierras; tienen las hojas como el peritre, y echan un fruto 72 que frotado da un olor muy
fuerte; vimos allí también otros árboles no muy altos, cuyas hojas tienen un olor suave; hay además
tres clases de encinas, una tiene las hojas como el cardo, otra las tiene blancuzcas y lanosas por
debajo; la tercera es como la que crece en nuestra tierra en cuanto a las hojas, aunque tienen en la
punta muchos pezoncillos y rendijas; hay además otros muchos árboles y hierbas que no se crían en
otros parajes.
Pasados estos montes, entramos verdaderamente en Portugal; bajo los árboles que los pueblan
había muchas fresas de las que llaman fresas marítimas, y aquel verano fue muy grande la cosecha,
pudiendo cogerlas cualquiera sin que nadie se lo vedase: en esta región abundan mucho los higos,
las almendras y el vino mulso, que nosotros llamamos vino de Grecia 73, y aunque no tiene minas de
oro ni de plata, es muy rica de las demás cosas que se adquieren con esos metales.
Alebra dista de Villa Panca siete millas, y este último es un lugar situado entre montes; todo el
camino se va por grandes selvas en que apenas hay más árboles que castaños. El camino de Panca a
Barcodevonde 74 es de cuatro millas; este lugar está compuesto de casas separadas y se va a él
siempre entre montes altísimos que nos parecieron mayores que cuantos habíamos pasado; corre
entre ellos un río llamado Tameca75, que tiene un puente de piedra muy elevado; más allá del puente

68 Freixo da spada.
69 Tua; conserva el mismo nombre.
70 Esta descripción me induce a creer que eran camaleones los animales que el viajero tomó por serpientes.
71 Tales escorpiones, y lagartos los vio el viajero con los ojos de la fantasía y no con los de la cara.
72 Por estas señas no se puede calcular la especie a que se refiere el autor.
73 En Castilla suelen llamar a este vino, hecho con la uva algo pasa, supurado.
74 ¿Villa de Ponte?
75 Tameca, este río se llama hoy Támaga.
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se le une otro río que no tiene nombre, pero que asimismo tiene un puente; en el espacio de seis
leguas entran en este río sesenta y dos arroyos, que hacen que sus aguas sean muy puras y
abundantes en truchas.
Barcodevonde dista seis millas de Lanhoso; este lugar está señoreado por un castillo derruido,
y en estos montes se ven otros castillos desmantelados que habitan algunos campesinos, que se
mantienen de lo que labran; pero como hay pocas tierras labrantías en algunas leguas, la vida que
llevan estos hombres es penosa y miserable; al salir del lugar se ve a un lado una iglesia donde está
sepultado Santo Domingo, cuyo sagrado cuerpo visitamos; este monasterio dista cuatro leguas de
Lanhoso y pasa junto a él un río llamado Ava.
De Lanhoso a Braga hay dos millas; Braga 76 es una ciudad con su castillo, situada entre
montes, de la cual dista, según dicen, treinta millas no grandes Santiago de Compostela; en aquella
ciudad tiene su silla el Arzobispo de Portugal y se crían en ella árboles del paraíso, naranjos,
limoneros, granados y otros muchos árboles y hierbas que yo nunca había visto en tanto número
como en las cercanías de Braga; hasta en sus almenas crece la hiedra. A tres millas de la ciudad hay
una plaza de armas grande llamada Guimaraes; el camino es áspero y difícil, y junto a él crecen por
todas partes la salvia, el poleo y otras hierbas olorosas. En Braga hallamos al Rey de Portugal, que
acogió al Señor y a sus compañeros muy honradamente; traía éste cartas para el Rey de su propia
hermana, mujer que era del Emperador77, escritas de su puño; paramos allí ocho días,
despidiéndonos y separándonos después del Rey, el cual estuvo tan humano con el Señor, que
primero a él mismo y después por medio de Heroldo 78, le dijo estas palabras: «Sé que eres de noble
alcurnia, y por tanto, te ruego por honra mía y de mi reino que pidas lo que te plazca y te se
otorgará.» Oídas estas razones, el Señor dio muchas gracias al Rey por la honra y el amor que le
mostraba, y le rogó que le diese dos etíopes; al oír esta petición, el hermano del Rey 79, que estaba
presente, prorrumpiendo en risa, dijo: «Lo que quieres es de muy poco momento; pide algo más y
más valioso que estos etíopes; mas pues de esa manera los deseas, te ruego que por mí aceptes el
don de este ximio para que todo lo lleves a tu patria cuando a ella vuelvas, pues tal vez no tengáis
en vuestras tierras etíopes ni ximios, y por eso pedís principalmente estas cosas.» Y como el Señor
dijo que raras veces se ven en ella, replicó el Duque (De Viseo): «Pues entre nosotros abundan, el
Rey mi hermano tiene en África tres ciudades y todos los años suele enviar un ejército a esa región;
y ninguna expedición, por breve que sea, deja de traer cien mil o más etíopes de todos sexos y
edades, los cuales se reparten como ganados; es costumbre que acudan de todas partes a un punto
que sirve de mercado para comprarlos, y el rey junta, por la porción del precio que le toca, mayor
suma que por todos los tributos de su reino. Los etíopes pequeños cuestan en Portugal de doce a
trece áureos80; los grandes son mucho más caros. Es también costumbre que el que adquiere un
etíope robusto y propio para el trabajo, si lo ha bautizado, no lo venda ni enajene, aunque lo puede
donar a un amigo, pero mientras no ha sido bautizado, lo puede vender su dueño.» Cuando nos
separamos del Rey, éste dio al Señor dos hermosos caballos que llaman jinetes 81, que quizá no se
críen de igual ligereza y gallardía en ninguna provincia de la cristiandad; el rey además nos
aposentó y pagó todo el gasto.

76 No hay para qué decir que esta ciudad es la Bracara augusta de los romanos y que su Arzobispo es el Primado de
Portugal. Hay historia especial de ella escrita por el arzobispo don Rodrigo d’Acunnha, e impresa en el siglo XVII.
77 Esta señora era D.ª Leonor de Portugal.
78 El traductor latino usó como propio el nombre de Heroldo, pero, por su intervención en los lances que aquí se
narran, tengo por seguro que era el heraldo que acompañaba al Barón según costumbre de la época.
79 Este hermano del rey no podía menos de ser D. Fernando, Duque de Viseo, como se infiere de lo que luego dice el
mismo texto.
80 Es difícil adivinar qui moneda designa el viajero con el nombre de áureo.
81 Este nombre se deriva de la tribu berebere de los Zenetas, grandes caballeros, y por extensión se dio en Castilla el
nombre de Jinetes a cierta especie de caballos enteros. (Véase el Glosario de Dozy, págs. 276 y 77.)
37

De Braga fuimos a Puente de Lima, ciudad que dista de aquélla cinco millas y que está
situada entre montes; para ir a ella se pasa el río Cavada (Cavadum), que corre no lejos de Braga,
bajo un puente de piedra no muy grande. Puente de Lima está cercada de muros de cantería con
torres cuadradas, y de este punto a Valencia de Miño hay cinco millas; esta ciudad, que no es muy
grande, se levanta en un collado entre montes y la riega el Miño.
Este río divide a Portugal de aquella parte de Galicia en que yace sepultado el glorioso
Santiago, hasta que desemboca en el mar, y nosotros lo pasamos a la ida y a la vuelta; a la orilla
opuesta está situada una ciudad con su castillo, que se llama Tuy, y pertenece a unos caballeros a los
cuales tienen que pedir salvoconducto los que desean visitar el sepulcro de Santiago. Al salir de
Valencia hay que atravesar un monte82 muy alto y pedregoso, por donde no pueden ir los caballos, y
aun para los peones apenas es transitable; los caballos tuvieron que hacer un rodeo de dos millas de
tan mal camino que no podía ser peor. En Tuy está sepultado San Pedro de Sala 83, que en otro
tiempo resplandeció por sus muchos milagros y socorrió a muchos hombres que iban en
peregrinación a visitar su sepulcro. Tuy dista cinco millas de Redondela, que es plaza de armas, no
muy grande, situada entre montes cerca del mar. Cuando salimos de Redondela se mostraba a la
derecha el reino de Escocia84, que está en medio del mar y junto a Inglaterra; los ingleses y
escoceses están en continua guerra hace muchos años. Esta tierra no tiene Rey sino que elige el
Señor que le parece y a él se somete, y nosotros lo vimos 85. En Redondela hay un monasterio
dedicado a San Pedro y puesto en un sitio que circuye el mar. Pontevedra es una plaza de armas que
está en el camino de Santiago y tiene un puente de piedra no muy largo sobre un brazo de mar; de
Redondela a Pontevedra hay tres millas; éste es lugar grande y rico que tiene además un puente
largo sobre unos remansos del mar que cercan el pueblo por un lado.
Desde este lugar hay diez millas de camino a Santiago, y doce de nosotros fuimos a pie desde
aquí a esta ciudad; el Señor iba con nosotros, a veces a pie, a veces a caballo. Cuando llegamos en
este camino a un bosque de castaños, un muchacho, paje del Señor, con una varilla, al efecto
aparejada, tiraba piedras por aquellos bosques, porque lo había visto hacer a los de la tierra, que de
este modo arrojan las piedras muy lejos y muy altas, y él para imitarlos quiso hacer como ellos, y
por imprudencia y sin que nosotros lo viéramos, hirió a un hombre hasta hacerle echar sangre, el
cual, por medio de Heroldo, nos increpó con ira, amenazándonos con que habíamos de pagar
nosotros aquella culpa; a lo que le respondió Heroldo: «¡Buen hombre! No te indignes tanto por ese
suceso, pues sabes que ese muchacho, como no te veía, te ha herido sin intención»; dicho esto, nos
fuimos. Junto a aquel camino había una venta, donde suelen detenerse los caminantes a comer y
beber, porque en cinco millas no hay lugar ni castillo.
Cuando volvíamos de Santiago, caminando algunos a pie y otros a caballo, al llegar a esta
venta encontramos cerca de cien hombres que había congregado el que fue herido por el paje,
armados de espadas, picas y ballestas para matarnos. Nuestro Heroldo les increpó en lengua gallega,
diciéndoles: «¿Por vengar una herida tan leve queréis matarnos a todos? ¿Ignoráis que este Señor es
de alta y nobilísima alcurnia y que va peregrinando para ver las cortes de los Reyes como a tal
varón cumple? Por tanto, sabed que si nos matáis tan sin causa, no quedaréis impunes.» Oído esto
se separaron unos cincuenta para consultar lo que harían, mientras nos rodeaban los restantes; por
su parte el Señor exhortaba a los suyos diciéndoles: «Queridos amigos, ved si estos hombres
determinan nuestra destrucción, y si así fuese, será menester que les resistamos y nos defendamos
con bizarría, porque las súplicas no serán de provecho; si lo pide el caso les acometeré, y vosotros

82 Este monte se llama Monte de Hoya.


83 Ni Sandoval ni Flórez hablan de San Pedro de Sala, y esto debe referirse a San Pedro González Telmo, sepultado en
la catedral de Tuy, beatificado en 1254 por Inocencio IV, y que desde entonces tuvo gran fama por sus milagros.
84 Las islas Británicas distan mucho de las costas de Galicia y no podían desde ellas verlas los viajeros.
85 Esto es aplicable a las behetrías de mar a mar que hubo en Castilla, pero el Rey era el soberano de todas ellas.
Entiendo que la frase esta tierra se refiere a la parte de Galicia que recorrían los viajeros y no a Escocia.
38

imitadme y seguidme; y si perecemos en el trance, nuestro nombre quedará perenne y glorioso por
el valor que mostremos en nuestro fin.» Pero después que hablaron entre sí aquellos hombres,
respondieron a Heroldo: «Di a ese ilustre Señor que no queremos hacerle fuerza ni a él ni a sus
compañeros; que olvidamos lo acontecido, y que si lo desea estamos prontos a acompañarle hasta el
punto donde vaya a posar.» De esta manera nos separamos de aquella gente sin recibir ninguna
injuria.
De Pontevedra a Padrón hay seis millas; esta ciudad está bañada por dos ríos que vienen de
diversas partes; uno de ellos que se llama Ulla86, tiene un puente de piedra; el otro no tiene ni puente
ni nombre, y por aquél se puede navegar hasta Santiago. Señorea a Padrón un castillo que se llama
Roty-a-planta, en el cual la reina infiel llamada Lupa, cuando predicaba Santiago a Cristo en
Galicia, le hizo encerrar; esta Reina era muy cruel, como suelen serlo los infieles. Un año entero
predico Santiago en esta ciudad, pero no pudo convertir más que dos hombres a la fe de Cristo. En
el monte que domina la ciudad hay una iglesia en el mismo sitio en que predicaba Santiago, y junto
a ella un gran risco que tapa la boca de una cueva, y a este risco llaman la peña de Santiago, porque
en aquella cueva solía el santo retraerse.
Quien con ánimo devoto entra en esta cueva, alcanza el perdón de muchos pecados; yo entré
en ella con Buriano, Kmeskio y su hermano, Petipescensio Mirossio y Juan Zehrowiense; éste al
entrar se sofocó y apenas pudimos sacarlo, porque el agujero por donde se entraba era muy
estrecho, por lo cual el Señor, que también quería entrar, desistió a tiempo de su propósito. El
Pontífice concede a los que entran en esta cueva el perdón de muchos pecados, porque cuando los
paganos acometían a pedradas a Santiago solía refugiarse en aquel antro.
En estos montes en que moraba el Santo hay un templo dedicado a Santa María Magdalena;
una vez que los paganos apedrearon y azotaron a Santiago, quedando con los tormentos muy
postrado y devorado de ardiente sed, rogó a Dios con estas palabras: «¡Dios mío! Todo lo sufro con
paciencia por tu causa; mírame y dame agua con que humedezca mi lengua.» Dicho esto hirió la
tierra con su báculo y al punto brotó en aquel lugar un río que puede mover un molino, y se ha
labrado allí una hermosa fuente, donde suelen beber los peregrinos que llegan.
Santiago, hostigado por muchas contrariedades, no pudiendo permanecer en Galicia, fue a
otras tierras, y por último, a Jerusalén, y predicando allí a Cristo y convirtiendo a los judíos, fue
preso por Herodes, que le cortó la cabeza con una hacha, la cual está puesta en un altar junto a su
sepulcro; sus discípulos recogieron ocultamente su cuerpo, poniéndole en una nave que estaba en la
ribera del mar, y cuyo rumbo guiaba un ángel que bajó de los cielos y se mostró a sus discípulos; en
el cielo apareció también una luciente estrella que les mostró el camino hasta la ciudad de Padrón,
en que Santiago había residido, la cual dista cuatro millas del lugar donde está ahora sepultado.
Cuando llegaron al río de dicha ciudad, que se llama el Sar, pusieron el sagrado cuerpo sobre una
peña, que todos vimos y en la que está impresa la figura del cuerpo, la cual se ve todavía como si
estuviera acabada de hacer, y habiendo oído el Pontífice 87 que los peregrinos quebrantaban por
todas partes aquella peña, la sumergió en el agua y labró unos escalones desde donde pudiera la
gente contemplarla, y aunque el agua es harto honda es tan clara que se ve bien la peña desde
aquellos escalones.
Los ministros de la reina Lupa, cuando supieron que había llegado aquella nave, fueron al
alcázar y le dijeron que había llegado aquel Jacobo o Yago, que había estado antes en aquellos
lugares seduciendo al pueblo. También fueron al alcázar los discípulos de Santiago para suplicarle
que les diera algunos bueyes o mulas para conducir el cuerpo del Santo al lugar que la estrella había
señalado, pero aquella inhumana Reina tan cruel, principalmente con todos los cristianos, tenía un

86 Este río conserva el mismo nombre, y viene del centro de Galicia bañando amenos valles, riega la comarca llamada
Rivadulla, y desemboca frente a Padrón.
87 Aquí por Pontífice hay que entender al Obispo de la diócesis.
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dragón fiero y sanguinario, al cual echaba aquellos que quería matar, y al punto los destrozaba;
también tenía dos toros ferocísimos a los cuales arrojaba a aquellos cuya muerte resolvía, y los toros
mataban al punto a los que cogían, de suerte que nadie osaba acercarse a ellos. La Reina mandó
primero que echasen los discípulos de Santiago al dragón para que los destrozase, diciéndoles: «Id
al punto y tomad las bestias que necesitáis para conducir el cuerpo.» Y al encontrarse con el dragón
que había de devorarlos, no sólo no les hizo ningún daño, sino lo que es maravilla, parecía que los
veneraba y se humillaba ante ellos para hacerles honra, lo que causó gran admiración a los que
estaban presentes; también se admiró de esto mucho la Reina cuando lo supo, porque cuantas
personas se hablan antes echado al dragón las había devorado al punto; mas viendo que entonces no
lo había hecho, mandó que arrojasen los discípulos a los toros, a que nadie osaba acercarse; pero en
cuanto los vieron se llenaron de terror y los que esto presenciaron fueron a relatárselo a la Reina, la
cual, conmovida y aterrada con tales milagros, se convirtió a la fe de Cristo con todos los suyos,
mandando que se dieran a los discípulos aquellos toros, con los cuales condujeron el cuerpo de
Santiago al lugar a donde la estrella los guiaba, y llegados a cierto punto, la estrella se quedó
inmóvil y los toros se pararon por su voluntad; allí colocaron el cuerpo, y en ese sitio está hoy el
sepulcro donde Santiago con muchos milagros patentes ha convertido innumerables infieles a la fe
de Cristo, y allí erigieron el templo dedicado a su nombre, que hoy resplandece hasta el punto que la
ciudad que le está unida, dejando su antiguo nombre de Compostela, se llama ahora Santiago88.
De Padrón a Santiago hay cuatro millas de camino montuoso, junto al cual, bajo unos tilos,
que son árboles de notable frondosidad y belleza, brota una fuente, de la que solía beber Santiago
cuando reposaba en aquella umbría; de aquí a la ciudad hay una milla; nosotros descansamos bajo
aquellos árboles y bebimos de la fuente; es común creencia que los que beben este agua, por la
protección del divino Santiago, están libres durante todo el año del peligro de tener calenturas. La
ciudad de Santiago está situada entre grandes montes, es muy espaciosa y está ceñida de una sola
muralla, cuyas almenas están por una parte llenas de violetas amarillas, que se ven desde lejos, y
por otra los muros están tan cubiertos de hiedra que parecen un bosque; rodea la ciudad un ancho
foso y coronan el muro torres cuadradas de antigua fábrica, que distan muy poco espacio unas de
otras; llegamos a Santiago el martes que antecede al día en que se celebra la Asunción a los cielos
de la Santísima Virgen.
En aquellos días, tomada ya la ciudad, asediaban el templo en que Santiago está sepultado,
habiendo preso antes al Arzobispo con veintitrés sacerdotes; pero su madre y su hermano, cerradas
las puertas, se sostenían y resistían el asedio. Por causa de esta profanación el Pontífice había puesto
entredicho al que tomó la ciudad, a los que atacaban el templo y a todos los sacerdotes de Galicia,
mientras tuvieran presos al Arzobispo y a los canónigos; por esto no se decía misa en toda la
provincia ni se bautizaban los niños, y estaban insepultos los muertos. A pesar de esto toda aquella
tierra estaba de parte de su Señor, que era el que asediaba el templo89.
Por esta guerra y discordia no pudimos visitar el templo hasta el tercer día, en que pedimos
licencia a aquel barón que lo expugnaba. El Señor mismo fue a verle y le rogó que al menos no le
impidiese visitar el sepulcro de Santiago, si lograba el permiso de los que estaban en la iglesia;
porque él había visitado muchas cortes y peregrinado por muchas tierras hasta de infieles para venir
al sitio donde estaban los huesos de Santiago, y los que le acompañaban ardían en deseos de ver
aquellos famosos lugares, a lo cual le respondió: «Conozco y entiendo que eres un ilustre barón,
quizá príncipe de alguna tierra, porque llegó a mí tu fama antes que tú vinieses; pero te digo que, si
88 Sobre esta leyenda, que ya nuestro Ambrosio de Morales consideró como una invención piadosa, puede verse en
especial el tomo XX, cap, IV, párrafo 10 de la España Sagrada del P. M. Flórez, que no copiamos por no alargar
esta nota: sólo diremos que ni aun en la historia compostelana se hace mención de las maravillas que refiere el
viajero tomándolas de la tradición.
89 Al fin de la historia compostelana, publicada por el P. Flórez y tomado del último apéndice del MS. de Salamanca,
se lee este párrafo, que es el último: «Item, Dnus. Alfonsus de Fonseca ejus consobrinus de Ecclesia Hispalensi ad
Compostellanam translatus, in I.° anno captus fuit per Bernardum Joannis in Villa Doncia, anno Dni. 1465.»
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te otorgo lo que me pides, podrás entrar en el templo, pero es dudoso que te den licencia para salir,
porque está en el templo una mujer malvada, madre del Arzobispo, muy diferente de él, la cual no
tiene consigo ningún hombre honrado ni cuidadoso de su fama; por lo que no te aconsejaré que
entres.» La verdadera causa porque deseaba aquel barón disuadir a nuestro Señor de que entrase era,
porque la madre del Arzobispo le había de acusar por haberse rebelado, violando la ley contra aquel
a quien debía estar sometido, ocupando la ciudad y tomándole muchos castillos.
Cuando entramos en el recinto de la catedral, encontramos primero varios soldados que
salieron a recibir muy benignamente al Señor y a todo su séquito; después vino la madre del
Arzobispo con otro hijo suyo y se mostró contenta de que hubieran llegado en salvo el Señor y sus
compañeros, acusando al que había preso a su hijo y expugnaba aquel famoso lugar, queriendo
destruir las sagradas reliquias que en él se guardan; después dijo al Señor: «¿Amigo, no sabes que
estás excomulgado? Porque los que hablan con esos hombres, comen y beben con ellos, son reos del
mismo delito que los que los ayudan; porque su delito es público.»
Por su mandado nos llevaron a una torre que servía de reparo contra los enemigos del templo,
en la cual había una fuente que estaba entonces seca, porque habían cortado el agua los sitiadores;
estando allí descalzos y postrados de rodillas, según nos mandaron, salió de la iglesia el Legado con
el coro de sacerdotes y seminaristas, precedidos de una cruz negra, y quedándose en el porche que
está delante de la puerta de la iglesia, entonaron las preces que tiene la Iglesia para reconciliar a los
excomulgados, y después que fuimos absueltos, bajo el Legado las escaleras del porche y nos tocó a
todos, primero al Señor y luego a los demás, con la estola o cíngulo90.
Púsose luego de pie el Señor; nos mandó que nos levantásemos y entrásemos todos en la
iglesia descalzos; allí nos mostraron los sacerdotes, haciéndonos mucha honra, todas las reliquias
que en el templo se guardan; nos enseñaron primero el sepulcro en que está Santiago, hecho en el
mismo altar, en el que se ve también la hoz o hacha con que le cortaron la cabeza atada al ara con
una cadena de hierro. Sobre el sepulcro se celebran todos los días los sagrados misterios; los
sacerdotes de esta iglesia son del orden que se llama de los Canónigos, como los de la iglesia de San
Wenceslao de Praga; después nos enseñaron el báculo que llevó el Santo en sus peregrinaciones, el
cual está sujeto a un altar y revestido de plomo, porque los peregrinos a hurtadillas le arrancaban
pedazos y lo hubieran destruido, si el Sumo Pontífice no hubiera mandado sabiamente que lo
revistiesen de plomo; por esto sólo se ve del báculo el clavo de hierro que tiene abajo, el cual se
puede tocar con las manos. Después nos mostraron la cabeza de Santiago el menor, apellidado Ali-
feo91, y una espina de la corona de Cristo, un pedazo de madera de la Santa Cruz, y además otras
muchas reliquias de santos que no se nombran, ni se enseñan sino el año de jubileo.
Vimos después la bandera de Santiago que llevan los cristianos que van a la guerra contra los
infieles: es de color rojo y tiene pintada la imagen del Santo con vestidura blanca y montado en un
caballo también blanco; el caballo y las vestiduras tienen pintadas unas conchas como las que
suelen traer en sus esclavinas los peregrinos; esta bandera está ya muy consumida por los años.
Contaban los sacerdotes que en la primera batalla a que habían ido con aquella bandera, trece mil
cristianos que bajo ella estaban y que se habían convertido después de la muerte de Santiago,
derrotaron y ahuyentaron a cien mil infieles con el auxilio divino y de Santiago. Apareció en aquella
batalla ceñidas ropas blancas y montado en un caballo blanco, como está pintado en la bandera, y
esto ocurrió después de la muerte de Santiago92.

90 Hasta ahora no he podido comprobar los hechos que aquí se refieren y que aun en el reinado de Enrique IV
debieron ser muy notables: los cronistas de este Rey que conozco no los mencionan, pero lo que dejo copiado del
apéndice compostelano parece comprobarlo.
91 La reina D.ª Urraca dio esta reliquia al arzobispo don Diego Gelmírez, y en la historia compostelana, publicada por
Flórez, pág. 221, se refiere cómo fue descubierta y traída a España; el mismo P. Flórez habla de esto en el tomo
XIX, página 252, de la España Sagrada.
41

Nos enseñaron después la cadena con que fue atado el Santo, la cual está clavada en una
columna a la entrada del coro. La iglesia es grande, pero oscura y tenebrosa por dentro; la rodean
seis torres; de ellas, cuatro son redondas y dos cuadradas; una se levanta en un ángulo no lejos de la
puerta de entrada, junto al porche de que hemos hablado. Fuera de la ciudad, sobre un collado, hay
un convento de Santo Domingo: también fuera de la ciudad, pero unida a las murallas, hay otra
iglesia en donde entierran a los peregrinos que mueren en la ciudad y a los pobres del Hospital. En
el término de media legua de la ciudad hay ocho conventos.
De Santiago a Estrella Oscura93 (Stellam obscuram) hay catorce millas, pero tan pequeñas que
se pueden andar en medio día; este lugar se suele llamar por los naturales el fin de la tierra.
Cuando íbamos a este lugar, casi a mitad de camino vimos en la costa una nave con sus
remos, cables y demás aparejos, hecho todo de piedra, y aseguran que esa nave trasportó a Dios con
su madre, y desembarcando allí, subieron al monte llamado Finisterre, y se fundó en aquel lugar un
templo de la Virgen, que todavía existe94; más abajo hay un pueblo grande; más allá no hay nada
más que las aguas del mar, cuyo término nadie más que Dios conoce.
Está escrito en los anales de la historia que un rey de Portugal mandó hacer tres navíos, los
proveyó de todas las cosas necesarias y puso en cada uno doce escribanos con bastimentos para
cuatro años, a fin de que navegaran cuanto más lejos pudiesen en este tiempo, mandando a los de
cada nave que escribieran todas las regiones a que aportasen y lo que en el mar les sucediese. Estos,
según nos dijeron, cuando llevaban ya dos años de surcar los mares, llegaron a una región de
tinieblas, que tardaron en atravesar dos semanas, y al salir de dichas tinieblas arribaron a una isla, y
saltando en tierra encontraron unas casas labradas bajo tierra, llenas de oro y plata, pero no se
atrevieron a tocar a nada: encima de las casas había huertos y viñas (como sucede en algunas partes
de Francia). Cuando salieron de aquellas casas estuvieron cerca de tres horas en la isla consultando
entre sí lo que habían de hacer, si se llevarían algo de lo que allí había o no, y uno de ellos dijo:
«Soy de parecer que no nos llevemos nada, porque no sabemos lo que nos sucedería.» Convinieron
todos en esto y se embarcaron; cuando a poco de empezar segunda veza navegar, vieron unas olas
como montañas que parecía que llegaban a las nubes, con lo cual todos sintieron un terror tan
grande como si hubiera llegado el día del juicio, y por esto detuvieron la marcha que habían
emprendido las tres naves, y deliberando entre sí, dijeron: «Ya vemos lo que nos habrá de suceder, y
la voluntad de Dios está patente: ¿qué conviene que hagamos, penetrar entre esas alteradas ondas o
volvernos?» A lo que respondió uno de ellos: «¿Como hemos de volvernos? ¿Qué cosas y qué
maravillas contaremos entonces a nuestro Rey, que nos envió a este descubrimiento? Veamos más
de cerca lo que es ese fragor de las ondas.» Entonces determinaron que fueran dos naves adelante y
que la tercera esperase en aquel lugar, y dijeron los que habían de ir: «Nosotros entraremos por
aquellas ondas; vosotros esperad aquí, y si no volvemos al cuarto o quinto día, tened por cierta
nuestra muerte.» Dicho esto, dos de las naves entraron por aquellas ondas; los de la tercera nave
esperaron diez y seis días, y como los otros no volviesen, no sabiendo lo que fuese de ellos, llenos
de temor dieron la vuelta a Lisboa, ciudad grandísima y cabeza de Portugal, a donde llegaron
después de dos años de ausencia.

92 Esta es la tradición de la batalla de Clavijo, referida aquí con la vaguedad del que sólo la ha oído una vez y no
recuerda con exactitud sus pormenores, por lo cual también comete el error cronológico de suponer esta batalla a
poco de la muerte de Santiago, habiendo ocurrido algunos siglos después.
93 Finisterre. El traductor latino, por la analogía de sonido, tradujo del alto alemán Finisterre por stella oscura.
94 A las inmediaciones de Mugía, que está cerca de Finisterre, hay una gran roca bañada por el mar y que dicen que
alguna vez se mueve como una embarcación, por lo que se llama vulgarmente La Barca de Mugía, y en la costa hay
un santuario de mucha devoción que se conoce con el nombre de Nuestra Señora de la Barca, sobre la roca, y la
tradición que a ella se refiere escribió un poema D. Antonio de Rioboo y Seixas, con el título de La Barca más
prodigiosa, que fue impreso en Santiago hacia el año de 1720.
42

Cuando entraron en el puerto, las gentes de la ciudad les salían al encuentro y les preguntaban
quiénes eran y de dónde venían. Ellos respondían que eran aquellos que el Rey había enviado a
explorar los confines de la mar para que escribiesen las maravillas que vieran; algunos decían
entonces: «Nosotros estábamos también presentes cuando el Rey envió aquellas naves, y no iban en
ellas hombres de vuestro continente y tan canos, sino mozos de veintiséis años.» Esto era un gran
milagro de Dios, porque los navegantes tenían en la ciudad y sus cercanías muchos deudos y de
ninguno eran conocidos por estar tan canos como los árboles cubiertos en el invierno de escarcha.
Cuando anunciaron estas cosas al Rey de Portugal se admiró mucho de que hubieran envejecido
tanto, no habiendo estado en el mar sino poco más de dos años, y decía: «Todo lo que esos hombres
cuentan de que yo los envié, y las demás cosas, es verosímil y probable que lo sepan, porque quizá
se hayan apoderado de las naves, matando a los que iban en ellas, pero antes les contarían los
mandatos y encargos que les recomendamos. Les preceptuamos que después de salir de Finisterre,
si llegaban a algunas islas o regiones desiertas o les ocurría alguna fortuna de mar, lo escribieran y
anotaran todo, para lo cual pusimos treinta y seis notarios, doce en cada nave.»
Cuando llegaron al Rey, éste les dijo así: «Amigos, ¿qué ha pasado que habiendo enviado tres
bajeles sólo uno ha vuelto?» Y ellos contestaron: «Clementísimo Rey, todo te lo contaremos.
Cuando tu majestad puso en cada bajel doce escribanos que anotaran cuanto viesen en la mar,
partimos de la costa y estuvimos navegando quince meses, en cuyo tiempo juzgamos que habíamos
andado seis mil millas sin que nos detuviera impedimento ni obstáculo alguno, y teniendo vientos
muy favorables. Después, al año y medio de nuestra partida, llegamos a una región del mar
tenebrosa y oscura, que atravesamos en dos semanas, abordando luego a una isla que tendría tres
leguas de ancho y otras tantas de largo, y desembarcando en ella la recorrimos y examinamos
durante tres horas; allí vimos bellos edificios labrados bajo tierra, llenos de oro y plata, pero sin
gentes, y nada tomamos. Sobre aquellas casas había jardines y viñas muy hermosas; viendo esto nos
reunimos y dijimos: hemos encontrado grandes e inauditas riquezas, pero si nos llevásemos algo de
ellas no sabemos lo que después sucedería; entonces dijeron algunos: es nuestro parecer que no
tomemos nada, sino que volvamos con presteza a nuestras naves, porque tal vez evitaremos así
algún peligro, y en efecto nos embarcamos sin que ningún mal nos sucediese.
»Partiendo de allí estuvimos navegando algún tiempo y volvimos a las mismas tinieblas, y
deliberamos si debíamos entrar en ellas o volvernos; algunos no querían volver, porque el Rey nos
había mandado que fuésemos hasta donde las naves pudiesen llegar, para notar lo que viésemos; se
resolvió al cabo que entrásemos en aquellas oscuridades y navegamos por ellas algún tiempo, hasta
salir al Océano abierto y claro; yendo adelante algunas leguas, descubrimos unas ondas tan grandes
que sus cimas parecía que tocaban al cielo y hacían tan horrible estrépito, que transidos de temor
todos nosotros creíamos que era llegado el último día; entonces consultamos de nuevo si
atravesaríamos por aquellas ondas o sería mejor volvernos; los que iban en las otras dos naves nos
dijeron: quedaos aquí con el tercer bajel y nosotros iremos a ver más de cerca lo que es eso;
esperadnos cuatro días, y si no volvemos, tened por cierto que hemos perecido; dicho esto se
metieron entre el fragor de aquellas ondas; les esperamos en aquel lugar diez y seis días, y como no
venían, teniendo miedo de pasar adelante y queriendo volver, nos dirigimos a Lisboa adonde en
efecto hemos llegado.» Estas cosas están escritas como las referimos en los anales de Portugal95.
De Finisterre, que llaman Estrella Oscura 96, volvimos por el mismo camino a Braga, donde
habíamos visto al Rey de Portugal. De Braga a Grimaraes (Gimarantem) hay tres millas; esta ciudad
está en lugar montuoso y tiene dos castillos; es de un Conde muy rico y que es tenido por el primer
prócer de Portugal, el cual recibió y trató muy honradamente a nuestro Señor y a sus compañeros, y
allí vimos el baile de los moros.
95 Esta leyenda es curiosa, pues da idea del espíritu que reinaba en la época en que Rosmital visitó a Portugal, espíritu
que fue causa de las expediciones a la India y luego del descubrimiento de América.
96 Ya hemos dicho por que da el nombre de Estrella Oscura el traductor latino a Finisterre.
43

Cartas del conde D. Fernando hijo del Duque de Braganza.


A los Reyes, Príncipes espirituales y seculares, Duques, Marqueses, Condes, Barones,
Proceres, Nobles, militares, vasallos, Rectores, Potestades, Vicarios, Oficiales, Jueces y
Regimientos da las Universidades, castillos y villas, a todos y a cada uno y a cualesquiera otros a
quienes se muestren las presentes, yo el Conde Fernando, primogénito del Duque de Braganza mi
señor, Marqués (delectabilis) de Villa, Conde de Barcelos, de Oren, de Rayólos y de Neina, Señor
de Peñafiel y de Monforte, con deseo de serviros y de complaceros os deseo de buena voluntad y
con sincero afecto salud y todo bien. Serenísimos, ilustres, preclaros, magníficos, generosos, nobles
y famosos señores, amigos carísimos y los demás asimismo muy sinceramente amados. Por cuanto
el noble León de Rosmital v de Blatna, de mí muy particularmente amado, para adquirir mayor
experiencia y a fin de poder comparar las costumbres de los diversos reinos y las mejores y más
probadas artes y géneros de las cosas de la milicia, desea ir a diferentes lugares de este y de otros
reinos, aprobando yo en gran manera este su virtuoso y marcial propósito y deseando que goce en el
progreso de su viaje plena seguridad, os encomiendo con todo encarecimiento a vosotros y a
vuestros amigos, y a mis súbditos expresamente mando que cuando el antedicho León llegue a vos
o a vuestras tierras y lugares, le acojáis a su paso y le tratéis por mi contemplación benignamente,
en lo que toque a su seguridad en el camino, y le mostréis buena y graciosa voluntad a él y a los
suyos, y los dejéis transitar a ellos, a sus caballerías y a sus cosas por todos los lugares, pasos,
puertos, puentes, tierras, fortalezas y reinos, dominios, alfoces, castillos, villas y ciudades y
cualesquiera otras jurisdicciones vuestras, así por tierra como por agua, sin que paguen tributos,
peajes, portazgos, gabelas ni ninguna otra manera de pechos, y que no le pongáis impedimentos y
quitéis los que hubiere y le permitáis pasar, ir, estar, vivir y morar segura y libremente, así como a
los suyos, donde desee y sea menester, proveyéndole los arriba nombrados y rogados, de seguro y
salvoconducto, en lo que recibiré merced, ofreciéndome a lo mismo a todos vosotros y a los
vuestros en cualquier lugar y tiempo. Dado en nuestra villa, año de MCDLXVI.»

La principal ciudad del reino de Portugal es Lisboa; en sus alrededores, por espacio de cinco
leguas, cobra el hermano del Rey un gran tributo sobre el vino, que allí suele estar ya bueno y
clarificado el día de San Juan Bautista, y si no se lo pagan en vino, recibe en dinero la equivalencia.
Guimaraens dista ocho millas de Oporto97 donde tiene el Obispo su palacio, situado en una
altura; la ciudad está entre montes y cerca del mar, entrando por un lado de ella una ensenada que
nosotros pasamos; en ninguna otra ciudad marítima vimos tantas naves como en ésta, porque
aportan aquí muchas mercancías de otros mares. Hay en esta ciudad muchos infieles que venden los
cristianos, porque todos los años llegan aquí cautivos muchos millares de ellos, que se compran y
venden, y nunca vuelven a sus tierras, si no los llevan los que los compran. Cuando han sido
bautizados, sus dueños no los venden, aunque los pueden dar a sus amigos; pero si no los dan, los
retienen hasta su muerte. Algunos de estos esclavos pueden reconocerse porque tienen las barbas
pintadas de modo que nunca se destiñen; otros tienen el cuerpo lleno de pinturas; de unos y de otros
hay en Portugal grandísimo número. El rey de Portugal hace con su ejército entradas en las tierras
orientales todos los años y trae de ellas millares de hombres, mujeres y niños; las mujeres y los
niños los reparten entre los vecinos de sus ciudades para que los mantengan a su costa; los varones
adultos se venden como esclavos por los oficiales del Rey, y de esto se saca mucho dinero para el
Real Erario, y los hijos que tienen los esclavos también se venden cuando llegan a la edad adulta.
De Oporto a Rifana98 hay cinco millas de camino; este último es pueblo situado en lugar
montuoso, no lejos del mar, y todo el camino desde Oporto se hace por la costa, llevando el mar a la

97 La ciudad e iglesia de Oporto tienen una historia muy interesante: aunque no sea la antigua Cale, que debió estar en
las alturas, fue el puerto de esta antigua ciudad, y su nombre Porto Cale se extendió a todo lo que hoy constituye el
reino de Portugal. Véase Flórez, España Sagrada, tomo XXI, cap. I.
98 Rifana: hoy se llama este pueblo Arifana.
44

derecha; en aquella parte no hay ningún rey ni príncipe cristiano, sino que está habitada por los
sarracenos, que los hay negros y blancos 99; de Rifana a la Aguada100 hay seis millas; junto a este
lugar pasa un río llamado Aguada, que le da nombre, y sobre él hay un puente de piedra. De la
Aguada hay cuatro millas a Annilado (Anniladum) 101, que es una aldea de cuatro casas, situada en
las montañas; de aquí dista tres millas Coimbra, cuya ciudad y castillo baña el Mondego (Monda),
que tiene un puente de piedra no muy largo. Está Coimbra situada en la falda de un cerro; no es
grande, pero sí muy bella y bien proveída; por bajo de la ciudad, y siguiendo el río, hay una vega
amenísima; el camino para venir a ella es entre montes, que producen anís, y no lejos se ven otros
montes poblados de olivos, entre los cuales hay viñas y otras especies de árboles. Junto a Coimbra,
del lado allá del río, hay un hermoso monasterio donde se ven muchos cipreses y hermosos jardines.
No entramos en la ciudad, porque reinaba la peste; pasamos junto en ella y fuimos a dormir a
cierta aldea distante cuatro leguas, que se llama Rabagal, situada en lugar montañoso y que sólo
tiene cuatro casas. De Rabagal a Alvayazero (Alvayazerum), lugar montañoso, hay cuatro millas, y
de aquí a Tomar (Tomaram), otras cuatro 102; éste es un lugar abierto, pero grande, situado entre
montes, señoreado por un buen castillo y regado por un torrente sin nombre. En este lugar vimos de
qué modo festejan a los recién ordenados cuando dicen la primera misa. Concluida ésta, aquel día y
los siguientes se pasean por la ciudad al son de trompetas, bailando y cantando, hombres y aun
clérigos, todos con grande algazara, llevando en procesión al nuevo sacerdote y siguiéndole los
demás. Esta misma costumbre se observa en las exequias de los muertos: cuando alguno muere,
llevan a la iglesia vino, carne, pan y otros manjares, y los parientes del difunto siguen el funeral
vestidos con unas ropas blancas con capuchas como las de los monjes, en las cuales se rebozan de
una manera singular; los que van pagados para llorar llevan vestiduras negras y lloran a grandes
voces, como los que entre nosotros están muy alegres o borrachos103.
De Tomar (Tomaram) a Punhete (Punnetum) hay tres millas; este lugar está en sitio montuoso,
lo domina un castillo desmantelado y lo riegan dos ríos que vienen de diversas partes y que más allá
del lugar se juntan formando uno solo; el más pequeño tiene el nombre de Dura y están sus fuentes
en Portugal; el otro se llama el Tajo, que nace en Castilla y corre por Portugal, desembocando en
Lisboa. De Punhete a Montargil hay siete millas; este lugar está situado entre montañas, y el camino
para venir a él se hace entre desiertos y olivares, y en el espacio entre Punhete y Montargil no hay
pueblo alguno; junto al último de los dichos hay tal abundancia de liebres y de conejos, que no
puede creerse, sino viéndolo, cuan grande es su número; nos dijeron como cosa cierta que podían
cogerse de una vez doscientos o trescientos, y esto siempre que se quisiera, y tienen licencia para
cazar, no sólo los vecinos del lugar, sino los de otros muy remotos, pues por todas partes es grande
la abundancia de estos animales. De Montargil al Real (Realum) 104 hay siete millas; es el Real una
plaza fuerte, señoreada por un castillo y y situada en lugar montuoso; el camino es áspero y
desierto, y de este punto dista Braga tres millas.

99 Esta región estaba ya de antiguo sometida al poder de los reyes cristianos, por más de que en ella, como en otras de
la península, fuese casi exclusiva entonces y mucho después la población sarracena.
100 Aguada hoy se llama Águeda.
101 En el camino que llevan los viajeros hay dos pueblos que se llaman ahora Avelaus y Mehalada, y aunque el primero
tiene más analogía de sonido con Anniladum, parece que éste es el segundo, porque es población antigua por donde
siempre pasó el camino; y por que las distancias que marca el itinerario son más conformes con su posición
geográfica.
102 En Albayazer y en Tomar tuvo su asiento la orden militar de Cristo desde 1356.
103 La costumbre de llevar en los entierros plañideras fue muy usada en España, y sobre ella han legislado varios de
nuestros antiguos códigos; también lo era la de comer en las iglesias, y aun existía en el siglo XVII, como puede
verse en algunas comedias de Tirso y otras en que se hace mención de esta costumbre; lo más notable de cuanto
aquí se refiere, es la manera de festejar a los misacantanos.
104 El traductor latino debió equivocarse por el sonido y el pueblo que designa con el nombre del Real debe ser el que
hoy se llama Arroyollos, que dio nombre a un antiguo condado que desde 1375 se incorporó en la casa de Braganza.
45

Braga es otra ciudad cabeza del reino de Portugal, donde encontramos al Rey con su corte; no
tiene castillo, sino sólo un palacio episcopal y otro ducal, que es del hermano del Rey, ambos
magníficos. El episcopal está cercano a una iglesia que tiene una bella portada de piedra y un jardín
ameno con variedad de árboles y hierbas. La ciudad está en llano rodeada de viñas que producen un
vino tan fuerte y áspero que es menester mezclarlo con agua, pues de otro modo no puede beberse;
hay en ella muchos sarracenos y hasta tres mil etíopes de ambos sexos, y en verdad esto aumenta su
valor. En esta región madura y se recoge el trigo a los tres meses de sembrado; tiene esta campiña
catorce leguas hasta Lisboa; se llama Santaren y es feracísima en toda clase de frutos105.
Este reino es, más que por otras cosas, memorable por las ciudades que el Rey tiene en África;
una de ellas se llama Al-Kazar, que la conquistó hace ocho años el mismo Rey que ahora la posee;
otra la tomó su abuelo cuarenta años antes; vimos en el palacio del Rey de Portugal unos animales
que tenían un olor muy suave, llamados Gatos de Algalia.

Carta de Alfonso Rey de Portugal.


«Alfonso, por la gracia de Dios Rey de Portugal y de los Algarbes, Señor de Scepta y de
Alcázar en África106.
»A todos y cada uno de los Reyes mis amados hermanos, salud, y asimismo a los príncipes
eclesiásticos y seculares. Duques, Marqueses, Condes, Varones, Nobles, Vasallos; a cualesquiera
Oficiales, Capitanes, Burgraves, Vicarios generales, Potestades, Ancianos, Gobernadores,
Presidentes, Jueces, Cobradores, Receptores, y a los guardianes de los pasos, ciudades, fortalezas,
villas y lugares, y a los demás de cualquier dignidad y preeminencia que fueren, salud y verdadero
afecto de amor. Serenísimos, magníficos, ilustres nobles y demás dichos: Por cuanto el noble León
Rosmital de Blatna, para mayor experiencia y para poder juzgar el mejor fruto de la vida y la mejor
disciplina militar, comparando las costumbres de diversos reinos, ha procurado ir a diferentes
estados y regiones del orbe, y ya ha hecho parte de esta obra; aprobando Nos mucho este propósito,
deseoso de que en el progreso de su viaje goce de plena seguridad, os lo recomendamos con sincero
afecto, exhortándoos, y mandando eficazmente a nuestros regnícolas y provinciales y a los súbditos
de nuestras tierras que cuando el Señor León llegue a vos o a vuestras tierras, le protejáis en lo
tocante a su seguridad, y le mostréis buena y graciosa voluntad, así a él como a los suyos y a sus
caballos y a sus cosas y bienes de toda especie por todos los pasos, puertos, puentes, tierras, reinos,
dominios, distritos, ciudades, fortalezas, castillos, villas y cualesquiera otros lugares de nuestra
jurisdicción o de la vuestra, así por tierra como por agua, sin que le hagáis pagar tributo, peaje,
pontazgo, gabela ni otra ninguna especie de exacción, removiendo cualesquiera obstáculos; y le
permitáis pasar, estar, morar y volver segura y libremente a él y a los suyos dónde y como fuere
menester, y por parte de los arriba nombrados y exhortados se le provea de seguro y salvoconducto,
en lo que seremos servidos. Dado en nuestra ciudad de Ebora, a 13 de Setiembre del año del Señor,
1466.
»El Rey. V. y Doctor y V.
Epnus Columbrien.»

Cartas de Fernando, Duque de Viseo y de Begia.


«Nos el Infante D. Fernando, Duque de Viseo y de Begia, Señor de Corvilha y Maura,
Maestre de las Ordenes militares de Nuestro Señor Jesucristo y de Santiago en Portugal y los
Algarbes; Prefecto de la caballería: a todos los Reyes y a cada uno ofrecemos nuestros servicios, a
los Duques, Marqueses, Condes y demás Príncipes, nuestro amor; a los Varones, Caballeros,
105 En toda la región meridional de España se cría esa clase de trigo que suelen en Andalucía llamar tremes; por lo
demás, el valle de Santaren es en efecto tan feraz como indica el viajero, a quien llamarían mucho la atención las
producciones casi tropicales que en él pueden darse.
106 Sin duda estas ciudades son Ceuta y Alcazarquivir, célebre por la batalla donde desapareció el Rey Don Sebastián.
46

Escuderos y a los demás nobles, a las Comunidades y a los Señores de lugares y tierras, nuestra
benevolencia; a los Condestables, Mariscales, Almirantes, Capitanes de gentes de armas y de los
que hacen la guerra, así por tierra como por la mar; a los Senescales, Bailíos, Prepósitos,
Scultetos107, Merinos, Regidores, Gobernadores, Capitanes y tenientes de los lugares, villas,
ciudades, fortalezas, castillos, puentes, puertos y distritos, oficiales súbditos, amigos y confederados
del Rey mi señor y míos, establecidos en cualquiera parte, y a cualesquiera otros a quienes se
muestren las presentes cartas, salud. Por cuanto el ilustre y magnífico Señor León de Rosmital, alias
de Blatna y Frimperg del Reino de Bohemia, vino a mi presencia y me manifestó que por devoción
y peregrinación y también para examinar y conocer las condiciones, calidades, virtudes y
costumbres de los varones ilustres y nobles de los diversos reinos, provincias, lugares y tierras, y
asimismo para ejercitar su ánimo más ampliamente en acciones levantadas, dispuso ir a diversas
partes del mundo próximas y remotas, pidiéndome que le recomendásemos, a cuya petición y
nobles propósitos no pudimos menos de acceder; y porque nos trajo cartas del Emperador y de otros
príncipes de Alemania, por el aspecto de su persona y porque conocimos sus muchas virtudes,
suplico a los poderosos Reyes mis Señores, ruego a los Duques, Marqueses, Condes y a los de-mas
Príncipes y a todos y a cada uno de los otros exhorto y requiero, y a mis súbditos, vasallos y
servidores, eficazmente preceptuó, y asimismo mando, que, cuando llegue a vos el sobredicho
Señor León, así por su nobleza como por consideración a sus relevantes méritos y por mi
intercesión, le acojáis, tengáis y tratéis con todo favor, así a él como a las cuarenta personas nobles
y principales108 y a los servidores que forman su comitiva y a sus iguales e inferiores, y que cuidéis
de sus caballos y de sus cartas, oro, plata, cofres, bolsas, fardos y cualesquiera cosas y bienes que
les pertenezcan, y que les permitáis ir, venir, pernoctar y morar en y por vuestros reinos y
provincias, jurisdicciones, ciudades, distritos, pasos y lugares, así vuestros como míos, y en
cualesquiera en que tengáis poder, salvos, pacíficos, libres y quitos en sus cuerpos, en sus cosas y en
toda especie de bienes suyos, de día y de noche, por tierra y por mar y por ríos, cuantas veces y por
cualesquiera lugares que les plazca, sin sucitarles querellas ni obstáculo alguno, y sin que paguen
pechos, tributos, peajes ni gabelas, proveyéndoles de seguro y salvoconducto, de guías, de vituallas
y de las demás cosas necesarias, y mandando que los provean aquellos por cuyos lugares pase; y
haciendo lo dicho nos ofrecemos a lo mismo y a mayores cosas con buena voluntad a los Reyes,
Príncipes y demás personas antedichas, y espero que mis súbditos y servidores merezcan mi
aprobación por su pronta y eficaz obediencia y no castigo por inobedientes. Estas cartas tendrán
valor por un año y no más, contado desde el día de su fecha. De la ciudad de Ebora, a diez y seis
días del mes de Setiembre del año del Señor de 1466.»

Nos separamos del Rey de Portugal en la ciudad de Ébora y salimos aquella noche para
Eboramonte109, que dista cuatro millas y que está situada en sitio montuoso; no es lugar grande y no
hay en él fuentes ni pozos; los vecinos tienen que ir fuera por el agua, y los molinos se mueven con
caballerías. De Eboramonte hay dos millas a Estremoz, que así como el castillo que lo señorea están
en unos montes elevadísimos; el pueblo está rodeado de olivares. Estremoz dista seis millas de
Elvas, que es ciudad grande, unida a un castillo, situada en un alto, entre montes y mirando por una
parte a la campiña; está a cuatro millas cortas de los confines de Castilla; no entramos en Elvas sino
después de haber prestado juramento110.

107 «Scultetus, vox ejusdem originis ac Sculdais Praetor, Praefectus, Ballinis, judex opidi» (Glosario de Du Canze). De
modo que Scultetus equivale a Corregidor o Alcalde.
108 Esta expresión nos muestra que los viajeros que iban con Rosmital formaban una especie de pequeño ejército o
cabalgata, pues además de los cuarenta caballeros que la componían hay que contar los criados, que serían muy
numerosos, pues ya se sabe que entonces había que llevar un gran bagaje, porque no se encontraba nada de lo
necesario para la vida en largos espacios de camino.
109 Eboramonte es célebre por el convenio de 26 de Mayo de 1834 que puso término a la guerra de sucesión entre don
Miguel y Doña María de la Gloria, dando el triunfo a ésta y al sistema constitucional.
47

De Elvas hay tres millas a Badajoz, que es una ciudad y castillo situados en una altura,
bañados por el Guadiana (antes llamado Anas) y que está en la misma raya de Portugal; dista cinco
leguas de Lobao, lugar situado en un cerro rodeado de campiñas y que baña también el Guadiana.
De Lobao (Lobona) a Mérida se cuentan cuatro millas. Mérida es una ciudad arruinada, situada en
un valle; la destruyeron en otro tiempo los romanos, y parece que era tan grande que puede
compararse a las mayores que nosotros habíamos visto. Roma la asoló y reedificó varias veces; la
riega el Guadiana, que viene por una cueva por espacio de siete leguas debajo del monte que
domina la ciudad, y vuelve a parecer cerca de ella 111. Saliendo de Mérida se camina durante cinco
leguas por yermos en que sólo hay anís y poleo. De Mérida a Medellín hay cinco millas; esta ciudad
está señoreada por un castillo no muy grande, y está cercada por todas partes de llanuras, menos por
un lado, en que hay un monte en cuya cima se ve el castillo, y el lugar se extiende por sus faldas.
Medellín dista seis millas de Madrigallego, que es un lugar situado en llano, y el camino es por
medio de selvas amenísimas en que abundan varias especies de animales, y entre ellos ciervos,
gamos y otros.
En este lugar hay unos magníficos edificios que aventajan a los demás que lo forman y que
pertenecen a cierto monasterio de que después hablaremos; suelen posar en ellos caballeros que
pagan su gasto y tienen unas caballerizas en que caben más de cien caballos, porque esta hospedería
es casi regia. De Madrigallego a Guadalupe hay ocho millas: éste es un lugar en que hay un
convento dedicado a la Virgen, situado entre altos montes, siendo muy ásperos y difíciles los
caminos que a él llevan: es fama que en ninguna región de la cristiandad suele haber tan gran
concurso de gente, como aquí, por devoción y piedad. En este convento está enterrado con su mujer
el Rey de Portugal, padre del que reinaba cuando estuvimos en aquella provincia, que lo enriqueció
con grandes dones de valor inestimable, y su hijo, emulando su piedad, le ha hecho aun mayores
munificencias. Los dones del padre y del hijo nos fueron mostrados, como luego decimos,
juntamente con otras muchas reliquias y alhajas de oro, plata y pedrería, que no las hay iguales en
ninguna parte. El monasterio es rico y abundante de todas las cosas, y como no puede hallarse otro
semejante. Los frailes nos contaron de qué modo fue fundado el convento. Unos pastores
encontraron, apacentando sus ganados, una imagen de la Virgen en el sitio en que está el
monasterio, la cual se conserva y la vimos el Señor y cuantos con él íbamos, y está adornada con
muchos milagros y con muchos regalos hechos por Reyes y Príncipes; también nos dijeron que el
convento tiene de renta cuarenta mil trescientos veinticuatro doblones, que son unas monedas
portuguesas de oro que corren también en Castilla, del mismo valor que los ducados de Hungría; el
convento fue edificado por los frailes, que adornaron también con magnificencia la aldea inmediata,
de manera que los edificios son como los de una buena ciudad. El mismo convento es grande y
hermoso y tiene treinta y dos caños de agua, que no he visto más en ningún monasterio; el primer
establecimiento de los monjes fue hace mil trescientos ochenta y nueve años 112, pues antes sólo
110 Siendo Elvas plaza fronteriza y yendo tanta gente con Rosmital, era natural que tomasen precauciones los que la
gobernaban en una época tan revuelta.
111 Hay aquí una confusión que probablemente debe ser obra del traductor latino: diría el viajero que el Guadiana corre
oculto algunas leguas después de su nacimiento, como particularidad notable de este río, que después de Villarrubia,
en la Mancha, no vuelve a ocultarse, atravesando ya muy caudaloso una gran parte de Extremadura.
112 Esto es visiblemente inexacto; el vaquero de Cáceres Gil Cordero encontró la imagen de la Virgen en 1322, y
después se fundó una ermita, a que concedió privilegio Alfonso XI, el 22 de Febrero de 1358, en Salamanca. Este
Rey se encomendó a esta imagen en la batalla del Salado. Don Juan I, en Octubre de I 387, a causa de que los
clérigos que antes había no eran a propósito, dio a los monjes de San Jerónimo la ermita de Guadalupe, y después
se fundó el magnífico monasterio, en donde a mediados del siglo XVI se estableció una imprenta, que fue quizá la
primera de Extremadura. La antigüedad que se atribuye aquí al establecimiento de los monjes es debida sin duda a
la mala inteligencia de la tradición, que atribuía una grande antigüedad a la imagen misma: en virtud de ella, y
fundándose en documentos que merecen poca fe, y que tal vez no han existido, los historiadores de Guadalupe
afirman que dicha imagen fue la que sacó San Gregorio en procesión para que acabara la peste en Roma; que éste la
remitió a San Leandro, Arzobispo de Sevilla, y que el clero de esta diócesis la ocultó en tiempo de los moros donde
fue hallada; sobre esto véase la Historia de Nuestra Señora de Guadalupe por F. Gabriel de Talavera. Toledo 1597,
48

había en él ermitaños de familia noble. Tienen los monjes por regla que si alguien, yendo a la guerra
o peregrinando para visitar los santos lugares, llegase allí y cayese enfermo, están obligados los
frailes a recogerlo en el convento y a proporcionarle todo lo necesario; si muere le han de hacer
funeral proporcionado, y si convalece de su dolencia y él los pide, han de darle los medios de que
llegue a donde iba, costeándole el viaje, pues así se manda en su regla.
En este convento enfermó Buriano de Schamberg, y teniendo que detenerse por esto, le
dejamos allí, yendo nosotros a ver al Rey de Aragón; habiendo luego sanado, vuelto a su patria,
publicaba la humanidad de aquellos frailes, la manera como lo trataron y como cuidaron de él
durante su viaje por toda España, hasta que llegó a la frontera de Francia; este monasterio está
situado en los límites de España, de Francia, de Navarra y de Portugal113.
Allí se nos refirió lo siguiente: Habitaba en aquel lugar un ermitaño que hizo una capilla de
madera; pero obrándose grandes milagros, empezó a acudir gente que dio dineros para que se
labrase un templo mayor: muerto aquel ermitaño le sucedió otro que levantó una capilla de piedra.
Según los frailes, se refiere también en los anales del monasterio que cuando éste empezó a
fundarse se apareció la Madre de Dios a los trabajadores en forma de doncella, suministrándoles las
piedras. En este monasterio nos mostraron primero las reliquias de varios santos, y después un cáliz
de oro primorosísimo, adornado con piedras preciosas, regalo del Rey de Portugal, mayor que
cuantos antes habíamos visto; vimos también la custodia en que se coloca y muestra el cuerpo del
Señor, asimismo de oro y piedras preciosas, tan grande que no la puede levantar un hombre;
también vimos unas ráfagas y varas que tenían de oro puro y que eran harto grandes 114; todo esto lo
había dado el Rey de Portugal que vivía cuando nosotros estuvimos en este reino, porque están allí
sepultados su padre y su madre, y él mismo tiene allí dispuesto su sepulcro para cuando muera; el
nombre de este rey es Alfonso115. El monasterio parece una ciudad, y en él se dicen cada día lo
menos cien misas, excepto los de la última cena de Cristo, de la Pasión y el sábado siguiente (la
semana mayor); y es tan rico este convento de todas las cosas necesarias, como no lo es ciudad
alguna.
Guadalupe dista de Pedroso (Bedrosum) siete millas, y es éste un lugar situado entre grandes
montes; de Pedroso, andando dos leguas, llegamos a Puente del Arzobispo, que es pueblo grande,
junto al cual corre el Tajo, que tiene allí un puente de piedra con dos lindas torres; pasados otra vez
los montes, llegamos a la llanura; a seis millas de Puente del Arzobispo se halla Talavera, que es
una ciudad con castillo, situada en campos regados también por el Tajo, y el camino es por olivares
y viñas que rodean la ciudad por dos lados.
Talavera dista de Burvion (Burvionum) que es un lugar situado en un valle, ocho millas y de
Burvion hay cuatro millas a Toledo. Es Toledo una ciudad que tiene un castillo, y que está situada
en un collado que rodea un llano y por su importancia es quizá la segunda ciudad de Castilla; hay en
ella un hermosísimo templo en que se guardan muchas reliquias de santos, y es fama que cuando los
primer libro y primer tratado, y la Historia universal de la primitiva y milagrosa imagen de Nuestra Señora de
Guadalupe por el P. Fr. Francisco de San Josef. Madrid, 1743, capítulo 11, párrafo XIII. La historia del P. Talavera
está bellísimamente escrita, y para probarlo, pondré en los Apéndices la elegante descripción del sitio de
Guadalupe, cap. III, fol. 8.
113 Esto tampoco es exacto, pues Guadalupe está en Extremadura, cerca de Portugal; pero dista mucho de Navarra, y
todavía más de Francia.
114 Fr. Gabriel de Talavera dedica el capítulo XIII de su tercer libro a la enumeración de las principales reliquias que
había en su tiempo en Guadalupe, y el XV a las alhajas; entre éstas habla de un porta-paz de oro regalado por D.
Alonso V de Portugal, por haber sanado de una dolencia por intercesión de la Virgen, pero no hace mención del
cáliz de que en el texto se trata, y sí de otro regalado por Nunho de Cunha, Gobernador das Indas, Véase en el
Apéndice la descripción de estas alhajas.
115 No hay en Guadalupe más sepulcros de Reyes de Portugal que los de D. Dionis y D.ª Juana, que no llegaron a
reinar por las causas que los historiadores de Portugal refieren. Sobre esto, véase al P. Talavera, cap. IX, fol. 193
vuelto.
49

infieles conquistaron esta ciudad perdonaron o respetaron el templo por su elegancia 116 y belleza;
pero la ciudad fue reconquistada de los infieles, cuando Ildefonso era Arzobispo de su iglesia 117. En
otro tiempo, cuando el divino Ildefonso iba a celebrar la fiesta de la Natividad de Cristo, se le
apareció la Virgen y le ofreció una casulla para que él solo y no otro dijese misa con ella. El Tajo
corre también junto a Toledo, y desde esta ciudad a Cabañas (Cabaniasum) hay tres millas. Cabañas
es un lugar sobre un collado que está en una llanura, y de él a Getafe hay siete millas; también este
lugar está en llano y dista dos millas de Madrid, que es un lugar no muy grande, situado en una
colina que cercan campos y dista seis millas de Alcalá de Henares, lugar murado y con castillo, que
por una parte mira a unos montes muy elevados y por otra a una llanura; de aquí dista cuatro millas
Guadalajara, donde mora un Marqués llamado D. Íñigo118, que es de los más eruditos próceres de
Castilla y tiene un palacio magnífico; la ciudad está edificada en un valle entre montes; a Hita hay
desde Guadalajara cuatro millas y es una ciudad con castillo, situada en la falda de un monte, en
cuya cima está la fortaleza.
De Hita a Sigüenza hay siete millas; Sigüenza es una ciudad junto a un castillo, situada en un
valle que forman los montes; es de los obispos de Sigüenza, y puede compararse por su extensión y
comodidad a cualquier ciudad de Castilla; desde ella hay cuatro millas a Medinaceli, que es una
ciudad y castillo situados en sitio montuoso y muy alto, donde habita un conde 119, y dista cuatro
millas de las fronteras de Aragón. Desde esta ciudad el camino es por tierra de infieles, que ocupan
una gran región y que no consienten que viva entre ellos ningún cristiano; desde el camino se ven a
lo lejos tres castillos. Medinaceli dista cinco millas de Monreal, que es un lugar situado entre
montes, señoreado por un castillo que ya pertenece a Aragón; más allá de él hay unas grandes
piedras que marcan los linderos de Aragón y de Castilla, pero antes de entrar en este reino, pasamos
por tierras que pertenecían al Rey de Aragón120. De Monreal a Bubierca hay cuatro millas de
camino; Bubierca es un lugar anejo a un castillo que lo domina y que está entre unos montes, por
entre los cuales pasa un torrente llamado el Jalón (Schalem), que después corre por Aragón.
Bubierca dista de Calatayud, que antes se llamó Bilbilis, tres millas. Calatayud es ciudad
colocada en lugar montuoso que señorean dos castillos, y en su arrabal se ven muchas casas
labradas en la misma roca, que son como cuevas. Saliendo de la ciudad entramos a poco en unos
montes muy ásperos, por donde anduvimos cuatro días antes de salir al llano. De Calatayud hay
116 Todavía es tradición vulgar entre la gente más ínfima de Toledo que la iglesia mayor que hoy vemos fue construida
antes de la irrupción de los árabes; pero nadie ignora que hasta el reinado de Fernando III no empezó a construirse
el templo actual, si bien en el sitio del antiguo; la obra duró siglos y ha tenido, como todas las de su tiempo,
infinitas modificaciones; fue dirigida por varios maestros, desde Petrus Petri a Juan Guas.
117 Dice el texto latino: Sed haec urbs ab Ethnices vicisim recuperata est cum Alphonsus ejus templi Archiepiscopum
egert. En este pasaje, como en la mayor parte de aquellos en que el viajero refiere sucesos anteriores al tiempo en
que él estuvo en España, hay gran confusión e inexactitud. Cuando Alfonso VI, llamado el Emperador, ganó a
Toledo, no había en ella Arzobispo, y nombró para este cargo a D. Bernardo, monje benedictino, de nación francés,
y confesor de la Reina, que también era francesa; es asimismo singular el modo de narrar la tradición piadosa
relativa a la casulla de San Ildefonso, que es como sigue: Tempore quodam, cum die natalitionem Christi Divus
Alphonsus primicium suum sacrum celebraret, ferum apparuisse et genitricen Dei vestem missalem oferentem, etc.
Esta aparición, según Cixila, el Cerratense, y demás autores que han escrito la vida de San Ildefonso, ocurrió no el
día de Navidad, sino el de la Anunciación; pero como discutir y esclarecer estos puntos sería muy largo, me limito a
las indicaciones más precisas para rectificarlos errores del viajero.
118 La gran fama del primer Marqués de Santillana es sin duda la causa de suponerle todavía vivo y residiendo en
Guadalajara; pero en el año 1466 ya había muerto hacía años, pues falleció el 25 de Marzo de 1458 y llevaba su
título su hijo mayor D. Diego, ilustre como todos sus hermanos, siéndolo más que ninguno el gran Cardenal de
España; todos fueron fieles a D. Enrique IV.
119 El que vivía entonces fue el quinto Conde de Medinaceli, D. Luis de la Cerda, elevado a Duque por los Reyes
Católicos en 1491.
120 Esto se puede explicar de dos modos, ya porque D. Juan, que a la sazón reinaba en Aragón, tuviese villas y lugares
en Castilla como infante que era de este reino, ya porque las ocupara a título de conquista por las frecuentes guerras
que hubo entre ambos Estados en el tiempo en que estuvo aquí Rosmithil.
50

cinco millas de camino a la Almunia, que es lugar fuerte no muy grande, situado en la campiña. De
Almunia a Muela hay también cinco millas y es una aldea situada en los montes.
Las costumbres de los sarracenos granadinos son éstas: cada uno tiene siete mujeres, y si no le
place alguna, la puede repudiar y casarse con otra; entre ellos vimos muchos judíos con quienes
viven en paz; si no están contentos con su Rey, le destronan o le matan y ponen otro, lo cual hacen
con frecuencia; en aquel país son las mujeres muy hermosas y bien ataviadas, pero los hombres son
muy feos. La tierra es muy buena y abundante en frutos. Tiene mezquitas muy bellas, según su
gusto, y muy limpias121.
De Muela a Zaragoza (que los latinos llamaban Cesaraugusta) hay cuatro millas; esta ciudad
es cabeza de Aragón, está situada en llano, rodeada por una parte de hermosas viñas y por otras de
pantanos y lagunas; corre junto a ella un gran río llamado el Ebro, que cuando se desborda causa
daños en la ciudad y en algunas leguas alrededor, y tiene un largo puente de piedra: aquí
encontramos al Rey de Aragón con su hijo122.
Cuando llegamos a nuestras posadas y nos apeamos de los caballos, el Rey envió al punto
varones y nobles que eran ministros suyos, que dirigieron al Señor y a los que le acompañaban
palabras muy honrosas y dulces, en nombre del Rey; y con gran acatamiento le rogaron que fuese
servido de decir de qué reino o provincia era, y nos preguntaban a nosotros, sus compañeros y
familiares, si era algún Rey o Príncipe, pues venía tan honradamente a la corte de Aragón. Entonces
el Señor les mostró las cartas que tenía de los Reyes y Príncipes que había visitado antes de llegar a
Aragón, y habiéndolas leído, le hicieron grandísimo acatamiento por las eficaces recomendaciones
de tan altos príncipes y reyes, y dijeron al Señor que si pedía al de Aragón cartas, oro o plata, no
desoiría ninguna de estas peticiones. El Señor entonces les dio gracias, así como a su Rey, por la
buena voluntad que le mostraban. Los nobles y barones rogaron al Señor que les diera las cartas que
les había mostrado, pues si se las llevaban al Rey le sería esto muy grato, y le daban su fe de que se
las devolverían sin daño alguno; a esto contestó el Señor que era contento de hacer lo que le pedían,
y entregó las cartas al punto.
Al día siguiente volvieron aquellos mismos nobles y le presentaron con grande honra las
dichas cartas, poniéndolas sobre la mesa, dándole muchas gracias, haciendo otro tanto el Señor por
el crédito que a las cartas daban. Trajeron al mismo tiempo presentes para el Señor y dijeron que
eran de parte del Rey, añadiendo que cuanto pidiese le sería otorgado, a lo que respondió el Señor:
«Amigos carísimos, ante todo doy muchas gracias al Rey y después a vosotros por los honores que
a mí y a mis compañeros hacéis; mas por mi parte no pido a Su Majestad oro ni plata, y lo que yo y
los míos le rogamos humildemente es que nos dé su Real sello como nos le han otorgado otros
príncipes y reyes, porque yo y los míos no hemos salido de nuestra patria para recibir dones, sino
para visitar las cortes de los Reyes y adoctrinarnos en ellas.» A los tres días volvieron los legados
del Rey a rogar al Señor que no se impacientase por no haber sido todavía recibido por el Rey, que
estaba ocupado en graves negocios.
Los Grandes de este reino, cuando nosotros estuvimos en él, andaban alborotados, pues les
obligaba el Rey jurar fidelidad a su hijo para el caso en que él viniese a morir, pero ellos alegaban
contra el Rey muchas causas123. Hay en Zaragoza una casa magnífica en que se suelen tener las
121 Este episodio sobre las costumbres de los moros de Granada no tiene relación con lo demás del texto, y como el
autor no estuvo en Granada, sólo de referencia podía tener estas noticias, que aunque breves, pueden compararse
con las que da Navagero en su itinerario y en las cartas que más adelante verá el lector. Podrá ser que el viajero
llame moros granadinos a todos los que vivían en diferentes regiones de España.
122 El Rey de que aquí se trata era D. Juan II de Aragón, y su hijo el que luego fue el famoso D. Fernando el Católico,
que nació en Sos en 1452, de la segunda mujer de D. Juan, llamada D.ª Juana Enríquez, hija del Almirante de
Castilla.
123 Esta indicación tan vaga no se puede referir sino a los catalanes, que, aun después de la muerte del desgraciado
Príncipe de Viana y por causa de este hecho, continuaron rebeldes contra el rey D. Juan, buscando diferentes
51

Cortes. La ciudad es tan antigua, que se cree que no haya otra que lo sea más en la cristiandad, y fue
conquistada de los infieles por el Rey de Francia, de quien muchos príncipes y familias de este reino
se creen descendientes.
Allí ha sido preso y después llevado al suplicio el Rey de los infieles. También estuvo en esta
ciudad el Apóstol Santiago predicando a los paganos, pero su predicación no aprovechó y no pudo
convertir a nadie a la fe de Cristo; le fue, sin embargo, otorgado que edificase una capilla a la
Virgen, y él hizo con sus propias manos la imagen de Nuestra Señora, la cual, así como la capilla, se
conservan hasta el día de hoy entera e inviolada, y por cierto que no hay en ningún reino ni
provincia de la cristiandad una imagen de la Santísima Virgen tan antigua como aquella 124. Úsase en
Zaragoza para la lumbre leña de ciprés, de acebuche y de romero, porque allí los campos son muy
abundantes de estas plantas, y en cuarenta millas que anduvimos por aquellas tierras no vimos más
que salvia y romero.
En aquel tiempo, la Reina sitiaba con el ejército alguna de las ciudades que se habían rebelado
contra el Rey125. Al cuarto día vinieron a la posada del Señor algunos barones y caballeros que lo
acompañaron, así como a su comitiva, para ir a ver al Rey. Llegados a palacio, el Rey se adelantó
unos pasos al encuentro del Señor, y le recibió muy honradamente y también a su comitiva; el Señor
saludó entonces al Rey por medio de Heroldo, según la costumbre de todos los reyes y príncipes, y
el Rey le dijo luego: «Sé que recorres y visitas las cortes de los reyes como cumple a un noble
varón, y por esto, caro amigo, cualquier cosa que me pidieres te será otorgada.»
Y entonces el Señor rogó humildemente que no tuviese a mal honrarle a él y a los suyos con
las insignias de su Real Orden de caballería: el Rey se lo prometió así al punto, con ánimo generoso,
y le dijo además que si deseaba dineros se le darían al punto, a lo cual respondió el Señor:
«Serenísimo Rey, ciertamente no he dejado los patrios lares para volver a ellos rico en dones, sino
para visitar las cortes de los reyes y príncipes, para ganar saber y consejo; por esto he pedido a tu
Majestad, y de nuevo te pido en mi nombre y en el de mis compañeros, que nos otorgues las
insignias de tu regia Orden de Caballería.» Oído esto el Rey mandó al punto que se la otorgasen,
para lo cual estaba todo dispuesto.
Tomando entonces el Rey las insignias en sus manos, se las puso primero al Señor, y después
a los demás que le acompañaban, y dijo: «Te concedo plena y absoluta facultad para que puedas dar
estas insignias de que ahora te he investido a los varones virtuosos y de noble sangre, con la misma
autoridad con que pudiéramos hacerlo nosotros en nuestro solio, y esto por lo que te durare la vida.»
El Señor dio al Rey por esto muy encarecidas gracias, pues le juzgaba a él y a los suyos dignos de
tan grande honor. Después de esto dijo el Rey: «Por obligación de la Orden que se os ha conferido,
debéis primeramente hacer oración a Dios, con frecuencia castigar vuestros cuerpos con ayunos, y
dar limosna a los pobres.» Prometido por el Señor y sus compañeros que lo harían así, y despedidos
del Rey, volvieron a sus posadas, y al quinto día salimos de Zaragoza acompañados por gente del
Rey hasta los confines de Cataluña.

príncipes para que reinasen sobre aquellas tierras, hasta que fueron vencidos y sojuzgados con grandes daños de que
hace todavía mención Navagero.
124 Todo lo relativo a la Virgen del Pilar y a la fundación milagrosa de su capilla se trata muy por menor en el libro del
P. F. Diego Murillo sobre este asunto, impreso en Zaragoza en el año de 1616. Lo que en el viajero es todavía la
tradición vaga, está en el autor citado, referido como verdad histórica, sirviéndole de fundamento los falsos
cronicones, especialmente el falso Dextro del P. Fr. Román de la Higuera, como lo demuestra D. Nicolás Antonio
en su censura de historia fabulosa. Libro 3.'°, capítulo VI, especialmente en el párrafo VI de dicho capítulo.
125 Los historiadores de Aragón no comprueban directamente este hecho, que es sin embargo muy verosímil, dado el
carácter de D.ª Juana y los sucesos de este año de 1466, en que los catalanes, por muerte de D. Pedro de Portugal,
eligieron por Rey a Reyner, Duque de Anjou; lo que está comprobado es la presencia del Rey D. Juan en Zaragoza
el 20 de Octubre de este año, en cuyo día está fechada la carta que dio a Rosmital, pues el 17 siguieron en dicha
ciudad las Cortes empezadas en Alcañiz. Véase Zurita, parte IV, título XVIII, folio 150, columna 2.ª
52

Cartas de Juan, Rey de Aragón.


«A los Serenísimos y muy poderosos Reyes y Príncipes mis hermanos, deudos e ilustres
amigos:
»Juan, por la gracia de Dios, Rey de Aragón, de Navarra, de Sicilia, de Valencia, de Mallorca,
de Cerdeña, de Córcega; Conde de Barcelona, Duque de Atenas, de Neopatria y también Conde de
Rosellón y Cerdaña; salud y prósperos sucesos. A los ilustres, reverendos y venerables príncipes
eclesiásticos y seculares, duques, marqueses, condes, vizcondes, varones, nobles, militares,
capitanes, senescales, gobernadores, y a los demás de cualquier estado o condición que sean, aliados
y amigos muy queridos, entera salud, dicha completa y todo bien. Oficiales y súbditos nuestros de
toda especie, a quienes se presenten estas cartas salud y amor. Por cuanto el noble León de Rosmital
de Blatna, deudo del Ilustrísimo Rey de Bohemia, para mayor experiencia y para sacar mejor fruto
de la vida, conociendo las costumbres de los diversos reinos, y para comparar las diferentes
maneras de disciplina militar, ha peregrinado por diversas partes del mundo y llegado a nuestra
Majestad, aprobando nos en gran manera este su militar propósito, y deseando que el susodicho
León, en el progreso de sus peregrinaciones goce de plena seguridad, os le recomendamos con
sincero afecto, y os rogamos y a nuestros oficiales y súbditos mandamos que cuando llegue León a
vos o a vuestras tierras y lugares, en contemplación a mí, le acojáis a su paso y le tratéis
favorablemente, y en lo que toca a la seguridad y celeridad de su camino le mostréis buena y
graciosa voluntad, a él y a su séquito, a sus caballos, a sus cosas y a todos sus bienes y les dejéis
pasar por cualesquiera sitios, puertos, puentes, tierras, reinos, dominios, distritos, ciudades, plazas,
campamentos, castillos y villas y otros cualesquier lugares de nuestra jurisdicción o de la vuestra sin
paga de ningún telonio126, peaje, portazgo, gabela, gustamia127 ni ningún otro pecho, removiendo
cualquiera impedimento o molestia, y le permitáis estar, morar y volver segura y libremente a su
familia, sus caballos y sus cosas, mientras fuere menester, y por parte de los antes rogados y
mandados se le provea de seguro y salvoconducto, lo cual tendremos por merced y
recompensaremos cuando haya ocasión. Dado en Zaragoza el día 20 de Octubre del año de la
Natividad de 1466.
»Por mandado del Rey mi Señor,
»Felipe Clemente.»

De Zaragoza a Osera hay seis millas. Osera es lugar fuerte, cuyos habitantes son todos infieles
y moros, menos tres, que adoran a Cristo-Dios; aquí los infieles (judíos) permitieron al Señor que
viese el lugar en que suelen orar; en este camino los infieles poseen muchas plazas, castillos y
aldeas; son aquí de tez blanca.
Cerca del camino por donde íbamos crecen enebros dobles, vulgares y rojos; tienen el tronco
tan grueso que apenas los pueden abarcar dos hombres con los brazos extendidos; son tan altos
como pinos, y las ramas se extienden formando una pira; más allá el camino va por unos desiertos
que no crían más que romero, salvia y ajenjos; pero el ajenjo crece aquí de un modo diferente que
en nuestra tierra, porque aquí es muy delicado y florece dos veces al año en el invierno por
Cuaresma y en otoño por San Martín; esta región es cálida. De Osera a Peñalva se cuentan siete
millas; domina este lugar, situado en un valle, un castillo grande pero abandonado; Peñalva dista
cuatro millas de Fraga, que es una plaza fuerte sobre un río y colocada en la falda de un monte; el
río se llama Cinca (Cinga) y tiene un puente de madera sobre su álveo profundo; Fraga está a dos
millas de Alcaraz, y esta ciudad está en los límites de Aragón y de Cataluña; dista una milla de
Lérida, que es la primer ciudad de Cataluña, viniendo de Aragón; es grande y está al pie de un
monte; baña por un lado sus murallas un río llamado el Segre (Sergra), y por otro la rodean campos
126 Telon, que se escribe de muy diversas maneras, como Telonius, Teloneus, Theloneus, Tributus de mercibus
maritimis circa litus. Glosario de Duccange.
127 Gustamia. Yantares?
53

abiertos que son muy abundantes en granados. De Lérida a Tarragona hay seis millas de camino;
esta plaza fuerte está en una llanura, por una parte la cercan lagunas y por otra viñas; dista una milla
de Cervera, ciudad situada en lugar montuoso y que es insigne por residir en ella el Cardenal 128. De
Cervera a Monmoneu (Mommaneum) hay tres millas; éste es un lugar señoreado por un castillo; de
aquí a Igualada hay otras tres millas; esta ciudad está en llano al pie de un monte y dista dos millas
de Piera, que es lugar fuerte en tierra montuosa. De Piera a Martorell hay tres millas; es Martorell
plaza de armas que por un lado mira a un monte y por otro a la campiña; la señorea un castillo
labrado en lugar muy alto, y la riegan por varias partes dos ríos uno mayor que otro; el mayor se
llama Llobregat, el otro no tiene nombre conocido. De Martorell hay dos millas a Molins de Rey,
que es una ciudad por donde pasa el río antes nombrado; para ir a ella es menester caminar junto a
unas lagunas marinas por una senda que dista dos leguas del mar y es tan estrecha que van con
trabajo los caballos y los peones; la domina un empinado monte de riscos y peñascos.
Cuando pasamos por esta senda salieron de las breñas dos ladrones de mar y cogieron a
Schaschonio, que se quedó un poco atrás de la comitiva, cuando pasaba aquellos peñascos; notólo
Juan Zehroviense, y gritó a los suyos diciéndoles que no sufriéramos que se lo llevasen, y queriendo
salvarlo, corría por debajo del vientre de los caballos para llegar más pronto, porque la senda era
muy estrecha; viendo los ladrones que les querían quitar la presa de las manos, trataban de
arrojarlos al agua, pero como los compañeros venían muy deprisa, los dejaron y se ocultaron en
aquellas breñas, tan veloces que ninguno pudo seguirlos.
Cuando llegamos a Molins de Rey vino a nuestra posada un catalán válido y robusto que nos
invitó more militare a la lucha; aceptado el desafío, le venció y derribó Juan Zehroviense; el
vencido le provocó a un segundo combate a la barra; y en él dejó muy atrás a Juan Zehroviense,
porque en este ejercicio están allí muy prácticos; después, y como a cosa de las tres de la noche, se
levantó gran tumulto en la ciudad; por todas partes se oía el tañer de las campanas y una gran
muchedumbre de gente acudía a nuestra posada, armada de flechas, y empezaron a combatir la casa,
sin que nosotros, por más que lo pensábamos, pudiéramos dar con el motivo de tal suceso. El Señor
entonces, animando a los suyos, les dijo: «Amigos, estos hombres no traen buenos intentos, vienen
armados y combaten la casa, y yo creo que no quieren sino matarnos; ánimo, pues, y resistámosles
como cumple a buenos y fuertes varones, hasta donde nos alcancen las fuerzas: yo aunque tengo el
mismo temor por el éxito que cualquiera no me apartaré de vosotros, vivos o muertos.» Fortificados
con esta plática, tomamos las armas y nos pusimos en lo alto de las escaleras que iban a nuestras
habitaciones, y el Señor mandó que cada uno se defendiese y que no abandonase su puesto mientras
le quedara vida.
Entonces aquellos hombres dijeron a nuestro Heroldo que nos querían hablar, diciéndonos que
nos sosegásemos; el Señor mandó a Heroldo que dijese, que no podíamos estar sosegados viendo
acometida nuestra posada y rodeándonos tanta gente con armas, lo cual no podíamos atribuir sino a
que nos querían matar a todos, y si era así, debían saber que no habían de salir ilesos; dicho esto se
apartaron y se adelantaron a la muchedumbre cuatro varones nobles de ilustre nacimiento, que
dijeron a Heroldo: «Di al Señor y a los demás buenos varones que con él están, que nos dejen entrar
y les contaremos la causa de este alboroto; que prometemos que serán libres de todo peligro, y por
si los demás acometen, nosotros nos quedamos en vuestro poder como rehenes.» Oído esto, el Señor
consultaba a los suyos lo que se haría, y todos opinaban que debía dejarse entrar a los cuatro para
hablar con ellos y a ninguno más; una vez en el atrio, hablaron así: «Señor, no conturbe tu ánimo
este bullicio, porque su causa es la siguiente: aquel soldado que estuvo hoy en vuestra casa y luchó
y tiró a la barra con uno de los vuestros, ha sido sorprendido en adulterio y muerto por el marido, y
buscamos al homicida en vuestra posada, por creer que se haya refugiado en ella, y como no

128 El Cardenal de Cardona, hermano del Conde de Prades, que falleció a poco de haber pasado por aquella región
Rosmital, en dicha ciudad de Cervera el 1 de Diciembre de 1466. Véase Zurita, Anales, parte IV, capítulo CX, folio
150, columna 3.ª
54

pudimos entrar, por eso la acometimos.» A lo que el Señor les contestó: «Nosotros no quisimos
dejar que entraseis, porque os vimos correr armados y preparados para darnos muerte.» Rogaron
después al Señor que no se enojase, porque la causa de lo ocurrido era la dicha, lo cual no acabamos
de tener por cierto, porque los catalanes son hombres pérfidos y malvados, que se llaman cristianos;
pero que son peores que los infieles, y Borista fue apresado por ellos129.
De Molins de Rey vinimos a Barcelona (llamada Barchio por los latinos), que dista dos
millas; esta ciudad es grande y bella, famosa en Cataluña y situada junto al mar, por donde traen
muchas mercaderías; en ninguna región de cuantas hablamos andado vimos tantos castillos como en
Cataluña ni tanta muchedumbre de palmas como junto a esta ciudad. En el tiempo que estuvimos en
ella había muerto el Rey de aquella tierra, dejando un hijo que le sobrevivió, que era un niño
hermosísimo que vimos porque le llevaron a nuestra posada. Había gran disensión en el reino, pues
unos querían dar el poder supremo al Duque de Calabria y otros al Rey de Aragón, porque el Rey
difunto era su hijo, y otros, por último, pensaban que debía conservarse el reino para el hijo del Rey
difunto, pues era su legítimo heredero130.
Mientras estuvimos en esta ciudad nos advirtió nuestro huésped que no saliéramos de la
posada sólo dos o tres, sino todos juntos, si queríamos pasearnos, porque decía que había muchos
corsarios que cogían ocultamente a los hombres para venderlos. Cuando prendían a alguno lo
llevaban a sus barcos, y allí lo amarraban para que no pudiera escaparse, y después los vendían
como esclavos, y al apartarse de la orilla no los desataban sino cuando ya no se veía más que cielo y
agua, para que de ningún modo pudiese huir, y al acercarse a la tierra volvían a atarlos, y así reunían
hombres para venderlos como un rebaño.
No sé qué otra cosa cuente de esta provincia sino que los que la habitan son los más pérfidos y
malvados de los hombres, y tales como no los hay en ninguna tierra. Tres provincias de infieles
recorrimos, Bárbaros, Sarracenos y Granacerenos, y entre ellos estuvimos más seguros que entre los
catalanes. El año que estuvimos allí había muerto su rey, llamado Pedro, y le puso el Pontífice en el
número de los santos por los muchos milagros que hizo en aquel tiempo, y vimos su cuerpo en el
templo en que está sepultado131.
Barcelona es una ciudad grande y hermosa, y sus plazas tan limpias que aunque llueva mucho
no se ensucian los pies con el lodo, porque todas están empedradas, y la lluvia arrastra los
inmundicias y las lleva al mar, pues la ciudad está en la misma orilla; en ella hay un barrio en que
los mercaderes que llegan hacen feria de sus mercancías; en los alrededores hay palmas que crían
dátiles, pero no dan fruto hasta los cien años, y es semejante a los higos, pero más dulces y
agradables: tienen las palmas gran altura, y el tronco está revestido desde el pie hasta lo alto de
escamas, y en la cumbre echa las ramas y el fruto; estas palmas son como aquellas con que salieron
a recibir a Cristo cuando fue a Jerusalén. Referiré a este propósito un suceso relativo a cierto varón

129 Parece que este Borista sería uno de los compañeros de Rosmital que cogieron en el camino de Molins de Rey.
130 En este párrafo se echan de ver las inexactitudes y la confusión que en otros puntos, y que tal vez provenga de la
infidelidad de la traducción latina. El Rey difunto de que aquí se habla no puede ser sino el Príncipe de Viana, que
no llegó a titularse ni Rey de Aragón ni Conde de Barcelona, y que falleció sin sucesión legítima. Después de su
muerte los catalanes eligieron por Señor a D. Pedro de Portugal, que también falleció sin sucesión, y el mismo año
de 1466, en que Romistal estuvo en Cataluña, llamaron los rebeldes a Reiner Duque de Anjou para que ocupase el
trono. Véanse los Anales de Zurita, parte IV.
131 Aquí hay también inexactitudes análogas a las que ya hemos notado; es cierto que D. Pedro de Portugal murió en el
año que estuvo aquí Rosmital, pero no lo es que lo tuviesen los catalanes por santo; esto sucedió con D. Carlos,
príncipe de Viana, el cual no llegó a ser canonizado, ni aún beatificado por el Pontífice; sobre esto dice Zurita en el
lugar citado lo siguiente:«Informábase al Papa de parte del Rey que no solamente habían aquéllos (los catalanes)
cometido este crimen de lesa majestad contra él; pero otro mayor que fue procurando de canonizar la memoria del
príncipe D. Carlos y que fuese puesto en el número de los santos, y adorando y haciendo reverenciar su sepultura y
sus imágenes, teniendo en sus iglesias y en sus casas retablos con fingidas historias de milagros del Principe, como
si fuera canonizado.»
55

de quien proceden unos Condes que vimos en Francia. Cuando uno de los reyes de Francia hizo una
peregrinación para visitar a Santo Domingo, yendo por Cataluña, vio un viejo que sembraba una
palma, y le llamó diciéndole: «Amigo, ¿qué siembras?» Y como dijese que una palma, el Rey le
replicó: «¿Y por qué haces eso, si, según dicen, ese árbol no da fruto hasta los cien años?» A lo que
él dijo: «Serenísimo Rey, tú ves muchos árboles de éstos no plantados por mí, cuyos frutos gozo, y
por eso siembro esta palma, para que muerto yo, los que me sobrevivan cojan su fruto.» El Rey dijo
entonces: «Ya te entiendo, tú no sólo cuidas de ti, sino de la posteridad; y por tu justa solicitud y
cuidado, yo te llevaré conmigo y te pondré en alto lugar.» A este hecho atribuyen su origen los
Condes que según dije vimos en Francia.

Carta española.
«Los diputats del General del principat de Cathalunya residents en Barcelona. Als nobles,
magnifichs e honorabls, tots e sengles Capitans así generals com particulars, gents darmes, caballers
de la geneta, les armes exercints per lo dic prlncipat, jurats, consols, regidors e prohomens de
ciutats, viles, castells e lochs de obedientia del Serenísimo Senyor nostre lo Senyor Rey e a nostres
deliberations adherants, salut. Con lo Egregi e gran baró lo Sinyor don Leo de al Rosita y Banna 132
de la Ilustrísima Regina de Bohemia germano ab sa companya precant lo mon sie arribat en la
present ciutat de Barcelona se pertine de aquilla bulle e entene andar la via de Pepenya; per so
considerants la gran casa don es y que ab si aporte la divisa o em... del Serenísimo Senyor Rey don
Johan primogenit nostre, Duch de Calabria y encara ia ab ell per conduhir hun araud del Illustrísimo
monsir de Chaloys al qual molt desciam complaure, al tenor del presents vos pregam e encarregan
quant mes poden que lo dic don Leo ab tota su companya lexen passat liberament fahentli bona
companya sine contradiccio alguam. Datum en Barcelona a dos de Nohembre lay de la Nativitate de
nostro Senyor MCDLXVI133.
»Colom Arcediam.»

De Barcelona hay tres millas a Mamoleu (Mammoleum), que es un lugar rodeado por una
parte de selvas y lagunas, y por otra, de altos montes. Desde Mamoleu hay seis millas hasta
Hostalrich, que es ciudad colocada entre montes y dominada por un castillo, junto a la cual corre el
río Tordera. De Hostalrich a Gerona (antes Gerunda) hay cinco millas; esta ciudad tiene un castillo;
por un lado da a un llano y por otro a unos montes, entre los cuales se ve otro castillo; bañan los
muros de Gerona dos ríos, el mayor de ellos es el Ter, que tiene un puente de piedra, y el otro se
llama el Fluviá (Fluvina), que riega la ciudad por diversas partes. De Gerona hay cinco millas de
camino hasta Figueras, ciudad puesta en un llano y rodeada de amenos jardines y de florestas
pantanosas; dista nueve millas italianas de Perpiñán, que es una ciudad con castillo, bañada por el
Ter, en que tiene un puente de piedra no largo.
Cuatro millas antes de llegar a esta ciudad acaba Cataluña y empieza una provincia que se
llama el Rosellón, sujeta al Rey de Francia, pero la tiene empeñada al Rey de Inglaterra por
trescientas mil coronas (coronatorum); no es grande esta provincia y confina con Francia, Cataluña
y Castilla. De Perpiñán hay siete millas a Sigu; esta ciudad tampoco es muy grande, y está situada
en un llano junto al mar, pero el Rey de Francia saca de ella, por el derecho de la sal, seis mil
coronas todos los años; una corona equivale a un ducado o a un áureo de Hungría.

132 Así están estos apellidos en el texto.


133 Aunque hay muchas incorrecciones en el texto de esta carta, las respetamos por que desconocemos su original.
56

Fragmentos de la relación hecha por Tetzel


del viaje del Barón Rosmithal por España.

Llegamos a los estados del Conde de Harr (Haro), cuya capital se llama también Haro. El
Conde honró mucho a mi Señor, lo proveyó de todo lo necesario, tratándolo espléndidamente, y se
maravilló sobremanera de que viniese desde tan lejos. En sus tierras y hasta en su corte hay
cristianos, moros y judíos. A todos los deja vivir en paz en su fe. Dicen que el Conde es cristiano,
pero no se sabe la religión que profesa. Mi Señor permaneció allí hasta la fiesta de San Juan y un
día después, y perdió entonces su mejor caballo de batalla. En aquel lugar mora un pueblo asesino y
malvado, que tuvo contiendas con nosotros, no pudiéndose vivir con seguridad ni de día ni de noche
y siendo preciso tener siempre embrazado el escudo.
Desde allí, con gran calor, cabalgamos por montes muy altos días enteros, sin ver casas ni
gente, y llegamos a un puente cuyo paso nos impedían cristianos, judíos y moros, si no dábamos
cierto dinero. Atacámosles, pues, y nos abrimos paso entre ellos. Saliéronnos luego al encuentro en
un estrecho sendero abierto en la montaña y nos hicieron mucho daño con sus ballestas y dardos,
disparando también contra ellos los nuestros que llevaban ballestas. Al cabo nos apuraron tanto y se
reunieron en tan crecido número, que mi Señor hubo de pagarles el portazgo, como ellos decían,
para que nos dejasen seguir en paz134 nuestro camino.
Luego entramos por una sierra horrible en donde no se veía gente ni huella humana, ni se
encontraba agua, sino rocas desnudas y frías, sin ninguna hierba ni árbol, y llegamos a una de las
ciudades principales de España, llamada Burgos. Los habitantes honraron mucho a mi Señor en la
ciudad, y sirviéronle rico vino y dulces y le ofrecieron en una plaza el espectáculo de un combate de
toros bravos, que trajeron del campo a unos chiqueros, y los soltaron después; tenían grandes perros
españoles que lanzaban contra los toros; derribábanlos con violencia y los sujetaban el tiempo
necesario para que llegasen los lidiadores y los atasen de los cuernos, llevándolos a la carnicería y
despedazándolos; y ningún cortador podía despedazar carne de toro y venderla sin haberlo cazado
con los perros. Esta es la mejor carne que se come, y la única que hay de animales salvajes.
En la ciudad habita un pueblo malvado y asesino compuesto de hombres groseros. Un gran
milagro vimos nosotros allí. Fuera de la ciudad, y a la distancia de un tiro de ballesta, hay un
monasterio de monjas que tiene señorío y su abadesa es casi un Obispo, y en otro convento de
frailes que está en la vega hay un crucifijo del largo y grueso de un hombre, y nadie sabía de dónde
había venido. No está hecho de madera ni de piedra, y el cuerpo se asemeja enteramente a un
hombre muerto. Crécenle el cabello y las uñas, y sus miembros se mueven cuando se les toca, y se
palpa el cutis que los cubre, y su rostro es terriblemente grave. Los maestros dicen que Nicodemus
pidió a Dios cuando lo bajó de la cruz poseer una imagen semejante a la del Crucificado, y que de
noche se le apareció el Crucifijo, y lo tuvo largo tiempo en su poder, siendo desde entonces
reverenciado. El día en que nosotros le vimos se verificaron tres grandes milagros: un niño muerto
tres días antes, otro con las dos piernas rotas y un hombre con un carbunclo, se pusieron buenos en
un día, y así suceden de continuo innumerables milagros.
He aquí cómo vino el crucifijo a la ciudad, sin saber nadie de dónde. El año cuatrocientos
doce del nacimiento de Nuestro Señor apareció en la mar un buque con las velas desplegadas;
viéronle unos piratas y se propusieron robarlo; abordáronlo y no encontraron en él a nadie, ni vieron
otra cosa que un gran cofre, y cuando lo quisieron abrir cayeron todos como muertos, de modo que
134 Nótese la diferencia que existe entre esta narración y la del mismo suceso traducida del texto latino que me parece
la verdadera, por ser más verosímil.
57

no pudieron abrirlo, aunque se apoderaron del cofre y del buque. Levantóse entonces una gran
tempestad, empujándolo con fuerza hacia Burgos, de donde no pudieron moverlo; así conocieron
que esto era milagro y orden divina, y no osaron dejarse ver en público, temiendo ser encerrados en
la cárcel de Burgos, y buscaron un ermitaño a quien llevaron al buque y le enseñaron el cofre
pidiéndole consejo. Díjoles éste que en Burgos había un santo obispo, de raza judía, al cual le
contarla él todo lo ocurrido para que diese su prudente dictamen. Cuando llegaron a visitar al
Obispo estaba durmiendo y soñaba que había un crucifijo en un barco y que flotaba en la mar, y su
traza y forma era la de Jesucristo al morir en la Cruz, y cuando el ermitaño y los marineros llegaron
a visitar al Obispo y le hablaron del barco y del cofre que estaba en él, el cual nadie había visto,
recordó el prelado su sueño y mandó que confesaran todos los clérigos y seglares y que después
comulgasen, y que con la mayor devoción fuesen todos procesional-mente hacia el buque, y el
Obispo con algunos sacerdotes entró en el barco y se prosternaron y arrodillaron delante del cofre.
Este se abrió entonces por sí mismo y el Obispo vio allí el crucifijo. Tomóle con la mayor
veneración, llevándolo al pueblo y a la iglesia en donde hoy se halla; quisieron los de Burgos
trasladar el crucifijo a su ciudad y se apoderaron de él con violencia y lo depositaron en la iglesia
mayor, y siempre que hacían lo mismo en gran procesión, desaparecía de allí por la noche y volvía
al monasterio y a la iglesia en donde se encuentra.
Es de saber también que el santo Obispo que sacó del cofre la santa cruz (nadie más que él
hubiera podido hacerlo) tenía cuatro hermanos, todos los cuales eran judíos en la época del suceso
referido, aunque después no vivieron largo tiempo en esta creencia; todos cuatro se convirtieron a la
religión cristiana y fueron arzobispos en España, y rescataron con sus bienes muchos cristianos del
poder de los infieles, y edificaron muchas suntuosas iglesias, y vivieron santamente. El hermano
mayor llegó a ser tan virtuoso que el crucifijo habló con él y movió la cabeza en su presencia, y
vivió en donde estaba el crucifijo, y repartió todos sus bienes entre los pobres, dotando las doncellas
honradas que lo eran y ayudándolas a casarse; y cuando sabía que algún cristiano era cautivo de los
infieles lo rescataba, sin reservar para sí nada de sus rentas, no pidiendo a los cristianos a quienes
salvaba más que la vestidura que llevaban al rescatarlos. Así es que se ven en la iglesia muchos
centenares de vestidos de las formas más extrañas. En otros tiempos había muchos infieles en
Burgos y en sus cercanías, y ahora también hay algunos. Hay ahora también en Burgos muchas
grandes iglesias, bellas y suntuosas135.
En la ciudad reside ahora un poderoso Conde que llevó a su palacio a mi Señor y a sus
compañeros, acudiendo también hermosas doncellas y señoras ricamente ataviadas a la usanza
morisca, las cuales, en toda su traza y en sus comidas y bebidas, siguen dicha usanza. Unas y otras
bailaban danzas muy lindas al estilo morisco, y todas eran morenas, de ojos negros, comían y
bebían poco, saludaban alegres al Señor y eran muy amables con los tudescos. Desde Burgos no
tomamos el camino ordinario, sino fuimos en línea recta en busca del Rey. Tuvimos, pues, que
cabalgar por terrenos eriales, sufriendo calor insoportable por altas montañas, en donde se siente,
así en invierno como en verano, pues como no cae ninguna nieve, el sol calienta con exceso.
Caminamos algunas jornadas, y cuando llegábamos a villas o lugares no querían darnos albergue y
hubimos de acampar en despoblado. Si deseábamos beber o comprar pan o cualquiera otra cosa,
había de ser con el dinero por delante, y en cuanto al vino, sólo había el que trasportaban con mulas
por medio de las montañas para los hatos y aldeas. Si pedíamos pan, nos daban harina pesada por
libras, con la cual y con agua hacíamos una torta y la poníamos sobre cenizas calientes. Si
queríamos que comiesen algo los caballos, debíamos salir a buscar hierba y segarla y traerla, y lo
mismo sucedía con el grano, que teníamos que pagar caro. Si apetecíamos comer carne, sólo se
encontraba de cabra, que debíamos despedazar y comprar los utensilios necesarios para guisarla,

135 Aquí se convierte la tradición del famoso Cristo de Burgos ea una especie de aventura caballeresca, haciendo
intervenir en ella arbitrariamente a uno de los Cartagenas, que parece ser D. Alfonso, hijo de D. Pablo, ambos,
como se sabe, Obispos de Burgos.
58

por lo cual creo que hasta los gitanos viven en todos los países mucho más espléndidamente que
nosotros en éste. Se encuentran muy pocas gallinas, huevos, queso y leche, pues no hay vacas y se
come poca carne, alimentándose la gente sólo de frutos.
En España, cuando viaja por tierra un personaje importante, cabalga él en una mula, y todos
sus servidores, con frecuencia en número de treinta o cuarenta, han de ir a pie al paso de su Señor,
andando a veces al día doce o catorce millas, y precediéndole algunos. Cuando quiere comer o
dormir han de guisarle y prepararle la comida, y con lo que deja han de contentarse sus criados. Es
éste un pueblo que sufre bien el hambre y los trabajos. Soportamos nosotros infinitas fatigas los
muchos días que hubimos de pasar entre ellos; veíamonos obligados a cuidar de nuestros cuerpos y
de nuestras vidas, y a defendernos, porque nos acechaban y nos hubieran asesinado a todos por
robarnos. Atravesamos de esta manera un desierto horrible y árido, y llegamos a los dominios de un
Conde que no era partidario del antiguo Rey, sino de su hermano más joven.
Entonces estaban en guerra un hermano con otro y cada uno quería ser Rey de España, y unos
seguían el partido del antiguo Rey y otros el del joven, y había muchos disturbios y guerras.
Llegamos, pues, a los dominios de un conde secuaz del Rey más joven. Enfurecióse mucho porque
mi Señor llegara a su señorío sin su licencia, y lo condujo hasta las tierras de un caballero que
seguía el partido del antiguo Rey. Este mismo caballero llevó a mi Señor a una población distante
una milla de cierta ciudad llamada Gabry (Segovia), en donde estaba a la sazón el Rey de España.
Quedóse en ella mi Señor cinco días y envió a los señores Juan Frodner, Pittipeski, Muffel y a mí en
busca del Rey, para noticiarle su viaje y pedirle permiso para visitar su reino y para que le
acompañase una escolta. El Rey nos dio pronto audiencia, sentado en tierra sobre tapices a la usanza
morisca; ofreció a todos la mano y oyó nuestra pretensión y cuanto le referimos del viaje de mi
Señor, y dijo que debíamos pasarlo mal en la población en donde estábamos, pues era de poca
importancia y no se podía vivir en ella con agrado. Quiso, llevado de su amabilidad hacia mi Señor,
que pasase a otra ciudad distante cuatro millas de Gabry (Segovia), para recibirlo como debía y
darle solemne audiencia, Diputó a mi Señor un caballero que debía acompañarlo hasta la misma
ciudad. Y cuando el Rey se marchó de Segovia, condujo este caballero a mi Señor al salón regio, de
construcción singularmente suntuosa, en donde el Rey hizo preparar una espléndida comida, y en
donde permanecimos dos días.
En la ciudad hay un Obispo poderoso, acaso más que el mismo monarca, que invito también a
su palacio a mi Señor y lo honró extraordinariamente. Fuera de la ciudad hay dos iglesias soberbias
por su arquitectura y ricos altares. Hay también dos conventos de descalzos y de Jerónimos.
Después llevó aquel mismo caballero a mi Señor a una villa pequeña llamada Olmedo, en donde
encontramos al Rey. Estuvimos en un pobre alojamiento con sólo dos habitaciones en el piso bajo,
viéndonos obligados a llevar nuestros caballos fuera de la villa. Sus habitantes son infieles en su
mayor parte. El Rey tiene muchos en su corte, habiendo expulsado a numerosos cristianos y cedido
sus tierras a los moros. Come, bebe, se viste y ora a la usanza morisca y es enemigo de los
cristianos; quebranta los preceptos de la ley de gracia, y lleva una vida de infiel. Al tercer día dio
audiencia a mi Señor; él y la Reina estaban sentados juntos en tierra, y uno y otra dieron a mi Señor
y a cuantos le acompañaban la mano, concediendo a mi Señor cuanto le pidió; habló con él y con
cuantos le acompañaban, e hizo algunos regalos a todos y a mí, otorgándonos su orden regia,
autorizando al Señor para que la otorgase a otros.
La Reina se maravillaba sobremanera de nuestros cabellos, y es una linda señora morena; el
Rey no la quiere y no yace con ella, y hasta dicen que no puede haberse con ella como marido. En
cambio comete él grandes torpezas. Por esto y por expulsar a los cristianos de sus tierras y
apoderarse de ellas, de sus castillos y ciudades y darlas a los moros, se ha levantado en armas el
reino, haciendo rey a su hermano. La mayor parte de sus súbditos son partidarios del joven Rey, por
su mayor inclinación a los cristianos, creyéndose generalmente que el joven monarca suplantaría
por completo al antiguo. Mientras permanecimos con el Rey y en su corte, tuvimos varios choques
59

con los moros, que deseaban acabar con nosotros. Un día quisieron penetrar con violencia en la
habitación de mi Señor, pero pudimos rechazarlos. Promovióse entonces un gran motín y vinieron
más de cuatrocientos a la casa de mi Señor, y nos forzaron a armar nuestras ballestas y a defender la
casa, siendo heridos algunos de los nuestros y algunos de ellos; más al fin huyeron a toda prisa.
Atropellaban al Rey cuando querían, y se veía obligado a consentirlo. Hacen de él lo que se les
antoja y el Rey nada puede contra ellos. En la corte del Rey luchó el Sr. Juan con un mozo que se
tenía por el hombre más fuerte de toda España, y ambos se derribaron en tierra. Y el Sr. Juan no
quiso luchar más con él por su fuerza extremada, aun cuando era bajo y rehecho.
En nada honró el Rey a mi Señor: no le hizo presente alguno, y ni aun le pagó su alojamiento;
creemos que lo hizo por miedo a los moros. Sin embargo, entregó a mi Señor un salvoconducto para
todo su reino.
Resolvimos entonces emprender de nuevo nuestra peregrinación y visitar al joven Rey, y mi
Señor le envió un heraldo, y con un guía nos encaminamos a su encuentro. Cuando regresó el
heraldo dijo a mi Señor que el Rey se había encolerizado mucho con él, y que no quería dejarlo
pasar ni visitar ninguna de sus ciudades, ni darle escolta, por haber visto al antiguo Rey, tratándolo
como a tal: nos mandó que abandonáramos cuanto antes sus dominios, si queríamos salvar nuestras
vidas. Es posible que si mi Señor hubiese visitado primero al joven Rey hubiera sido muy atendido;
vímonos, pues, forzados a procurar nuestra seguridad, encaminándonos a Portugal. Hicimos algunas
jornadas muy molestas, albergandonos miserable y pobremente, y llegamos la noche del día de
Santiago a una gran ciudad del antiguo Rey, llamada Salamanca. Hay en ella un Obispo muy
poderoso y muy lleno de temor de Dios, que celebró suntuosamente la fiesta de Santiago y dijo él
mismo la misa. También hay cristianos ortodoxos en esta ciudad, y la gente más piadosa que se
puede encontrar en toda España. Reconocen por su Señor al antiguo Rey; pero cuando quiere algo
que no les parece regular, no le obedecen, confiados en lo mucho que pueden.
El Obispo tributó a mi Señor muy grandes honores, y proveyó su alojamiento de cuanto podía
necesitar. Y sus caballeros y servidores, así como los más poderosos de la ciudad, ofrecieron a mi
Señor un espectáculo. Tenían toros bravos que traían a la plaza, y montados en caballos muy
ligeros, disparaban contra los toros dardos que llevaban, distinguiéndose el que estaba más tiempo a
caballo y clavaba más dardos. Y se encolerizaban los toros, que corrían tras ellos, y los acosaban de
manera que aquel día se llevaron dos hombres como muertos. Después que se terminó la corrida
pelearon entre sí, y se dispararon sus lanzas, parando los golpes con sus escudos, como suelen
hacerlo los moros cuando combaten, no habiendo visto en mi vida caballos ni gente más ágil136.
Montan con los estribos muy cortos, y llevan las rodillas casi sobre la silla, como hacen los moros.
Mi Señor y nosotros estuvimos en una casa con otros de la ciudad, y desde ella vimos el
espectáculo, y había allí con nosotros bellas mujeres, que bebieron y comieron y se regocijaron.
Hay también en la ciudad de Salamanca una escuela superior, creyéndose que en toda la
cristiandad no hay hombres tan sabios como en esta ciudad.
Desde allí pasamos un río que sirve de límite a España: en cuanto se llega a la otra orilla se
entra en el reino de Portugal.
Y envió delante mi Señor a Frodner y a Gabriel Tetzel hacia Santiago para pedir escolta. En
aquella sazón había allí mucha guerra: un poderoso señor había acampado delante de la iglesia. Con
él estaban los de Santiago y tenían la iglesia enteramente cercada, tirando tiros de pólvora y
contestando los de dentro. Y el señor y la gente de la ciudad tenían prisionero en un castillo, fuera
de la población, al Obispo; y la madre y el hermano del Obispo y un cardenal estaban encerrados en
la iglesia. La gente de la ciudad y el señor mencionado, enemigo del Obispo, habían atacado la
iglesia el mismo día de Santiago. El señor fue el primero que dio el asalto, siendo herido con una
flecha que dispararon desde la iglesia, penetrando en su cuello, de suerte que se le hinchó,
136 Es claro que aquí se trata del juego de cañas.
60

falleciendo después. Nadie fue herido más que él, aunque dieron el asalto sobre cuatro mil hombres,
por cuyo razón se creía que lo habían castigado Dios y Santiago, siendo herido él solo; nadie pudo
extraer el dardo ni curarlo. Frodner se acercó y le dijo que le haría un emplasto para sacarle la
flecha. Hízolo así y lo aplico a la parte herida; pero como debíamos escoltar a mi Señor y
acompañarle a la vuelta, conseguimos de los de Santiago y del señor herido, con la mejor voluntad
del mundo, que nos diesen permiso para entrar en la iglesia.
Sin embargo, los que estaban en ella, la madre y hermano del Obispo y el Cardenal, ni
quisieron darnos licencia ni que mi Señor entrase: decían que éramos enemigos suyos y de la iglesia
y de Santiago, por haber querido socorrer a sus enemigos y extraer la flecha al herido, castigado por
Dios y por Santiago como hablamos visto. Añadieron que habíamos incurrido en la pena de
excomunión mayor, molestándonos bastante que mi Señor hubiera de partir sin que se le permitiese
ver la iglesia. Para remediar este contratiempo hablamos con cierto caballero, el cual consiguió del
hermano y de la madre del Obispo y también del Cardenal, que se permitiese visitar la iglesia a mi
Señor con su séquito, excepto a Frodner, por haber intentado extraer la flecha al señor herido.
Añadieron además que todos estábamos excomulgados, y que antes de entrar debían absolvernos de
nuestro pecado. Mi Señor llegó el día siguiente. El mismo día hicieron ambos partidos la paz,
obligándose a honrar a mi Señor, sin duda porque pensaban que haría un gran regalo a la iglesia, y
el mismo día dejaron que mi Señor entrase por una puerta, obligándonos a todos a ir descalzos por
el atrio de la iglesia, donde nos arrodillamos.
Entonces vino el Cardenal en procesión con muchos sacerdotes; nosotros nos descubrimos, el
Cardenal purificó a mi Señor y a todos sus compañeros, y estuvo leyendo muchas oraciones delante
de nosotros; después todos con cirios encendidos recorrimos la iglesia de Santiago. Mi Señor rogó
entonces que se dejase entrar a Frodner, que hubo de sujetarse también a la indispensable
purificación.
Después nos acercamos al altar de Santiago, dentro del cual se encuentra su cuerpo.
Ofreciéronnos en seguida un asiento en una capilla pequeña y allí nos enseñaron la cabeza de
Santiago el Menor, un trozo de la Santa Cruz y de la corona de espinas, y otras muchas reliquias
notabilísimas. En la capilla estaban colgadas las armas de los señores y adalides del país. Mi Señor
y su séquito dejaron también las suyas. Lleváronnos de allí y nos enseñaron una cadena que había
servido a Santiago. Y si cualquiera se refugia allí en busca de asilo y rodea su cuerpo con ella,
queda libre.
La iglesia de Santiago es bella y vasta, con ricas columnas de piedra de cantería. Habia en ella
caballos y vacas; todos tenían allí habitación y se guisaba y se dormía dentro. Presentáronnos
después a la madre del Obispo, mujer alta y seca; quejóse a mi Señor de sus penas, pues que su hijo,
el Obispo, estaba preso, y aseguró que moriría antes que entregar la casa de Dios. Se creía que en la
iglesia existiesen grandes tesoros. La madre del Obispo tenía consigo al hermano de éste, joven de
unos ocho años.
También hay fuera de la ciudad un templo pequeño, que se cree del tiempo de Santiago y en
donde residió casi siempre mientras predicaba en Galicia. A pesar de sus predicaciones, no pudo el
Santo convertir más que dos hombres en vida, aunque a su muerte se hizo cristiano todo el reino.
Un día se alejó Santiago unos tres tiros de ballesta y se sentó en una piedra, y comenzó a llorar y a
lamentarse por no haber podido convertir más que a dos hombres, y aquejándole la sed hirió con su
báculo la tierra, brotando una hermosa fuente, que subsiste todavía cerca de la ciudad, creyéndose
que siempre bebía en ella cuando tenía sed. Mi Señor y todos nosotros bebimos también esta agua.
Santiago es una ciudad bella, no grande, y sus habitantes son muy piadosos, aunque
estuvieran a la sazón en guerra con la iglesia y con el obispo.
61

Desde Santiago fuimos a Finisterre, como le llaman los campesinos, palabra que significa el
fin de la tierra. No se ve más allá sino cielo y agua, y dicen que la mar es tan borrascosa que nadie
ha podido navegar en ella, ignorándose por tanto lo que hay más allá. Dijéronnos que algunos,
deseosos de averiguarlo, habían desaparecido con sus naves y que ninguno había nunca vuelto.
Regresamos, pues, a Santiago, y desde aquí nos encaminamos a una villa distante cuatro
millas, llamada Padrón. Allí nos anunciaron que el señor herido en el asalto de la iglesia de Santiago
había muerto. Entonces el hermano y los amigos suyos y los habitantes de la ciudad, habían llevado
al Obispo ante la iglesia para que lo viesen su madre, su hermano y el Cardenal y cuantos había en
ella, decapitándolo en su presencia137.
En la misma villa de Padrón había habitado también Santiago, y allí había aportado
milagrosamente su cuerpo, y hecho muchos milagros en vida y en muerte, y habiendo querido llevar
su cuerpo del Padrón, colocáronlo sobre una carreta tirada de bueyes y en donde se pararon los
bueyes se edificó la iglesia de Santiago, no habiendo sido posible moverlos por más tentativas que
se hicieron, guardándose el cuerpo en donde ahora está la iglesia de Santiago, y a nadie es dado
moverlo de allí o trasladarlo más lejos; y por esto se edificó en aquel lugar la iglesia y la ciudad de
Santiago.
En la villa de Padrón hay una gran piedra que se ha cubierto de agua por orden del Papa,
porque los peregrinos se llevaban grandes trozos, y todavía se ve muy bien en el agua. En esta
misma piedra vino por la mar el cuerpo de Santiago, y siempre sobrenadaba. Todavía se ve en la
piedra la huella de su cuerpo, que ha quedado impresa milagrosamente como en cera. Algunos creen
que Santiago murió allí, llegando por mar hasta Padrón, y otros creen que fue crucificado y que
murió en Jerusalén.
Después de visitar al Rey de Portugal, cabalgó mi Señor hacia Castilla, y hubimos de
atravesar una región cuyos habitantes eran partidarios del Rey nuevo en donde ardía la guerra y
robaban a la gente. Vímonos, pues, obligados a caminar sin descanso, siempre inquietos y
recelosos, y no quisieron dejarnos penetrar en ninguna de las ciudades partidarias del joven Rey.
Llegamos al territorio del antiguo y luego al del nuevo. En todas partes ardía terrible guerra, sin
garantía alguna de seguridad para nadie hasta que llegamos a Mérida, ciudad que fue un tiempo la
mayor de Castilla, y tan grande como Roma. Mérida fue destruida y reedificada luego por Roma.
He aquí cómo sucedió esto: En cierto tiempo hubo tal mortandad en Roma, que casi nadie quedó
con vida; había en aquel tiempo un romano de regia estirpe, el más poderoso de Roma, que sólo
tenía una hija; huyó él entonces de la muerte a la ciudad de Mérida; la doncella tenía doce años, y
su padre le dio muchos bienes y la rodeó de una brillante corte. Cuando pasó un año en Mérida le
agradó tanto que no quiso volver a Roma. Entonces comenzó a edificar un palacio suntuoso.
Pretendiéronla para esposa muchos reyes poderosos; desdeñólos a todos, porque era muy prudente y
tenía consejeros muy sabios. Pero había uno entre esos reyes que se tenía por el más hermoso y por
el más sabio de cuantos había entonces en toda la cristiandad. Entabló, pues, con él secretamente
relaciones amorosas. Violo un día cabalgar por la ciudad, y su amor creció entonces sobremanera. Y
ella hizo saber a su padre sigilosamente la pretensión de todos aquellos reyes. Su padre entonces la
aconsejó también que tomase por esposo a aquel a quien amaba. Mas la doncella era tan prudente,
que, temiendo por la vida de su predilecto, no fuese que sus rivales le quisieran matar, se aconsejó,
para evitarlo, de su padre y de sus consejeros, quienes le dijeron que convocase la corte.
Vinieron a ella muchos reyes y señores poderosos a quienes descubrió ella sus pensamientos.
Había una fuente distante tres millas de Mérida y ella dijo que el que fuera tan ingenioso que trajese
la fuente a su palacio de modo que brotase dentro de su recinto, había al fin de desposarla. Procedió
ella así, creyendo que ninguno sería tan sabio que pudiera traer la fuente a su palacio sino aquel a
quien amaba, a causa del mucho saber que se le atribuía. Comenzaron, pues, a trabajar, el predilecto

137 Esto no es exacto, pues el arzobispo Fonseca murió de muerte natural algunos años después.
62

suyo y otro rey moro, pensando cada uno que él y no el otro traería el agua al palacio de la doncella.
Y el rey cristiano adelantó mucho en su trabajo al rey pagano, nada menos que medía milla; mas
cuando terminaron llevó la ventaja el infiel, porque el agua traída por su traza brotó antes en el
palacio que la del cristiano. Cuando la doncella lo supo y se convenció de que era cierto,
presenciándolo desde lo alto de las almenas de su palacio, sufrió tan horriblemente ante la necesidad
de casarse con el infiel a quien detestaba, que cayó muerta desde las almenas. A su padre y a los
romanos llegó la noticia de que la gente de Mérida había asesinado a la doncella precipitándola
desde lo alto de su palacio. Levantáronse entonces en armas los romanos para destruir a Mérida,
porque todas las ciudades, excepto ésta, yacían sometidas a su imperio. Súpose en Mérida que
venían contra ella los romanos, armáronse también los de la ciudad, y acordaron buscar a los
romanos y combatir con ellos en donde quiera que los encontrasen. Y decretó el Todopoderoso que
no pudieran avistarse unos con otros ni venir a las manos. Prosiguieron, pues, adelante, y los de
Roma destruyeron a Mérida138.
Mérida es todavía hoy una ciudad regular, y puéblanla infieles, judíos, moros y cristianos, de
suerte que en esta época había en ella seis religiones diversas.
Desde aquí caminamos por unas montañas horriblemente desiertas, llamadas de Guadalupe,
donde hay un monasterio, creyéndose que en ninguna otra parte de la cristiandad hay una Virgen
más graciosa que la que se adora en este monasterio, que es de la orden de San Jerónimo, y el
numero de monjes ha llegado a ser de ciento cincuenta sacerdotes o prestes y cincuenta lectores. En
la iglesia y y en su altar mayor está la imagen de Nuestra Señora con un niño en los brazos, ante la
cual oró en otro tiempo San Gregorio. La pintura es de San Lucas y muy agradable de ver, tan linda
como grave. Durante todo el año hay una continua y grande peregrinación a este santuario, y se ven
allí en la iglesia muchos hierros que han llevado los cristianos cautivos de los moros; los que hacen
voto a esta santa iglesia lo hacen con la obligación de traer los hierros que han llevado en su
cautiverio, y cuando se ven libres vienen en peregrinación a visitar a esta Santa Virgen. Figúraseme
que el hierro traído aquí por los cautivos no podrá ser trasportado ni por doscientos carros. El
claustro es singularmente suntuoso y rico, y hay allí un magnífico hospital en el cual se observa el
orden siguiente: cuando un Rey, Duque, Conde, Señor, caballero, escudero, pobre o rico está
enfermo y es admitido en él, tiene, según su estado, su guardia y servidumbre, su habitación
separada, escudero y doncella, dos médicos jurados, y su botica, y todo con arreglo a su
enfermedad, así pobre como ricos, son visitados diariamente por los médicos, y en la botica y en las
cocinas se cuida de prepararles lo que sirve para su cura, lo cual creo yo que ha de alabarse, porque
en su propia casa quizás no se hiciera; cuando el enfermo llega a sanar se le devuelve lo que ha
traído; si no tiene recursos se le socorre y nada tiene que pagar, pero si muere, lo que deja queda
para el hospital.
En el claustro hay los monjes más devotos que he visto, siempre ocupados en las misas y en el
coro; el superior era un tudesco, y guardan una regla muy severa. En sus asientos en la iglesia, en
las mesas en donde comen y en sus lechos, se ve escrito: tú has de morir. Siempre, pues, ya coman,
canten en el coro, estén acostados o levantados, tienen que pensar asiduamente en esto y en guardar
su regla; así es que se ven algunos que cuando reflexionan en ella, lloran copiosamente. El claustro
es singularmente suntuoso y bien construido, con magníficas galerías y fuentes, y todavía se
prosigue allí trabajando. Cuando nosotros estuvimos había sobre seiscientos trabajadores,
peregrinos en su mayor parte, que continuarán en él hasta que se acabe la obra; se les da bien de
comer y de beber. En tres millas alemanas alrededor del claustro no crece nada, ni granos, ni frutos,
ni viñas; por consiguiente, hay que alejarse mucho para encontrar bastimentos, Pero el monasterio
es, sin embargo, muy rico y poderoso por sus rentas y propiedades. El claustro tiene también
riquísimos ornamentos, imágenes de oro y plata con piedras preciosas, y muchas reliquias
138 No sé qué fundamento tenga esta fábula, que presenta todos los caracteres de las que se contienen en los libros de
caballerías que en la época de este viaje empezaban a estar en boga.
63

inestimables. En cierto tiempo sucedió allí un gran milagro. Un rey de Castilla acometió al claustro,
cercólo con todas sus fuerzas y quiso apoderarse de sus tesoros, de su plata y de sus bienes.
Castigólo entonces Dios y su Santa Madre, cegándole a él y a cuantos le acompañaban. Conoció
entonces el Rey que era castigo de Dios, y suplicóle, así como a la Virgen, que devolviesen la vista
a todos, que él en cambio daría al Monasterio cuanto había en torno del mismo en una extensión de
diez millas alemanas. En cuanto hizo su voto recobraron todos la vista: así ha llegado a ser tan rico
este convento139. Creo que no hay dos príncipes alemanes que posean en sus dominios nada tan
notable.
En el hospital dejamos al Sr. Buyan de Schwanburk, a un bohemio y a un escudero alemán,
que estaban enfermos. Contaron después maravillas cuando volvieron a ver a mi Señor en Bohemia,
ponderando la abundancia y la amabilidad con que los habían tratado.
Desde el convento fuimos a una ciudad llamada Doleta (Toledo), también de Castilla. Allí
reside el obispo más poderoso de este reino; se cree que puede gastar diariamente mil coronas. En la
misma ciudad había también un conde rico y poderoso, amigo del Obispo. Uno y otro enviaron al
alojamiento de mi Señor cuanto fue necesario y le invitaron a sus casas, y lo honraron sobremanera.
En la ciudad vimos la cabeza de San Juan Bautista, y muchas preciosas reliquias y la Biblia de más
precio, que, según se opina, hay en toda la cristiandad. Son tres grandes libros, y el texto y la glosa
escritos con letras de oro y en la otra cara de cada hoja una figura pintada; creen también que es la
pintura de más valor que haya en el mundo.
De esta ciudad fuimos a Medinaceli, a visitar a un poderoso Señor que debe ser un margrave,
partidario del antiguo rey. Este posee un magnífico castillo defendido por murallas y fosos. Ofreció
a mi Señor su casa y envió a su alojamiento todo lo necesario y convidó a comer a mi Señor y a
cuarenta más; y cuando llevaban la comida al comedor, iban delante todos sus trompetas y clarines,
y dos moros con grandes tambores al estilo morisco, y otros muchos músicos, que cuestan
sobremanera, todos los cuales estuvieron presentes a la comida para festejar a los comensales.
De allí nos encaminamos a una ciudad del partido del rey joven, en donde no quisieron
recibirnos. Y todas las ciudades y castillos del antiguo rey y todos los señores y nobles que lo
apoyaban nos trataban con el mayor respeto y consideración, no así las del rey nuevo y sus gentes.
El poderoso y rico Obispo de Doleta (Toledo) estaba indignado contra el antiguo rey por la
vida anticristiana que llevaba, propia sólo de infieles; reunió muchos obispos, prelados, señores y
caballeros partidarios del antiguo y del nuevo rey. Juntóse una numerosa asamblea en la ciudad de
Doleta, exponiendo en ella el Obispo la manera de vivir indecorosa del antiguo rey, y excitándola a
deliberar sobre esto. Hiciéronlo así y pusieron en el centro de la ciudad una gran tienda, y en medio
de ella una figura imitando al antiguo rey en el cuerpo y en el rostro, con todos los atributos más
preciosos de la majestad. Delante habían escrito un epígrafe diciendo que aquel era el antiguo Rey
de España. Después vinieron los mismos obispos y caballeros, todos montados, y entraron y
salieron en la tienda, y rindieron grandes honores al rey de madera y de metal. Luego leyeron en un
papel que era rey no cristiano en su vida, refiriendo las vergonzosas maldades que cometía, y el
haber despojado a los cristianos y dado sus haciendas a los moros. Y cuando leía el Obispo un cargo
de los que le hacían, preguntaba a los señores más poderosos qué castigo merecía por él el Rey. Y
contestaban que era digno de que se le arrancase la corona de la cabeza. Después, que se le debía
quitar el cetro de las manos, y por ultimo, que merecía que se le arrancase también de ellas el
mundo que llevaba. Y a medida que se expresaban así, obedecíalos el Obispo y era el ejecutor de
sus sentencias. Luego dijeron que se le debía desceñir la espada, después quitarle las espuelas, en
seguida despojarle de sus vestiduras reales, y finalmente, que era justo que se le echase de la tienda
y que se le atravesase el corazón con su propia espada. Y así lo ejecutó el Obispo de Doleta

139 Ningún dato hay que confirme este suceso y en los apéndices puede verse el origen de las riquezas de Guadalupe, y
más por extenso en la obra del P. Talavera antes citada,
64

(Toledo), clavando en la imagen, como sí fuera en el Rey, su propia espada y atravesándole el


corazón. Hicieron luego venir al joven rey con gran pompa y le sentaron en el solio, le pusieron la
corona, dieronle el cetro y el mundo, adornáronle con las vestiduras reales y demás insignias que
había tenido el antiguo rey, y lo eligieron y reconocieron como a soberano legítimo de España;
leyeron después un decreto en el que decían que la nación había acabado con el antiguo rey por su
vida anticristiana, eligiendo al joven Alfonso, y todos se prosternaron y le rindieron homenaje. Así
ayudaron y eligieron al joven rey, no dudándose de que, contando ya con el apoyo del pueblo,
suplantaría por completo al antiguo140.
Después caminamos ocho jornadas largas. Residen en este país infieles partidarios del antiguo
rey, y aquí también es en donde habitaban los cristianos expulsados por él, y en cuyas ciudades les
han dejado entrar los moros. Estos nos honraron y acompañaron, y la verdad es que vivíamos entre
ellos más seguros que entre los cristianos.
Los moros dejaron que mi Señor se informase de sus costumbres, y lo llevaron a su templo.
Dentro no hay más que muchas lámparas, y mostraron a mi Señor el agua que tienen allí para
lavarse el rostro, bajo los sobacos y los pies. Hay además en el templo una sola abertura abovedada,
en donde se coloca su principal sacerdote cuando oficia. Pónese bajo ella y se deja caer en tierra, y
extiende las manos y da voces al estilo moro, y lo que él hace hacen también los demás. Todas las
lámparas han de estar encendidas cuando rezan o gritan. No hay dentro pintura alguna. Los hombres
son derechos y de rostro agraciado, pero las mujeres muy mal formadas, viven pobremente y beben
poco vino.
Después pasamos otra vez desde el país de los moros del antiguo rey al de sus malvados
sectarios de Cristo. Su aspecto es el de los gitanos que merodean por nuestras tierras. Por lo demás,
llevan la vida de aquellos, robando y haciendo fechorías. Sufrimos mucho viviendo siempre
inseguros.
Habiendo traspasado las fronteras de los reinos de Castilla y entrando en Aragón, llegamos a
una gran ciudad llamada Callatur (Calatayud). El Rey había salido de ella poco antes de llegar
nosotros; seguímosle, pues, y le encontramos en una gran ciudad, capital de Aragón, que se
denomina Zaragoza. Allí vimos al Rey, hombre viejo y pequeño y enteramente ciego y pobre. En
esta época había también dos reyes en Aragón, que peleaban entre sí. Gran número de sus súbditos
se han separado del antiguo rey, declarándose por el nuevo, especialmente toda Cataluña. Con el
antiguo pasamos tranquilamente en Zaragoza algunos días. Condújose muy amablemente con mi
Señor, haciendo que toda su corte se tratase con nosotros, y él habló con cada uno en particular,
facultando a mi Señor y a mí y a los demás para que le pidiéramos lo que quisiéramos.
Zaragoza es una ciudad grande y poderosa, en la cual hacen importantes negocios mercaderes
de todos los países. Antes reinó en ella un monarca moro, y en su recinto y en sus cercanías había
también infieles, pero se levantaron doce nobles de origen real y la flor de Francia, y vinieron
contra ella, y a viva tuerza, guiados por la fe cristiana, ganaron la ciudad y sus cercanías, y mataron
y expulsaron al rey moro y a todos sus vasallos141.
Desde aquí caminó mi Señor por Cataluña. En vano se empeñaron en disuadirle de su
propósito el Rey y el Consejo de Zaragoza; no quiso obedecerlos y se dirigió a Presalaun
(Barcelona). Pasamos entonces entre los mayores ladrones y malvados, y atravesamos un país pobre
y árido sin seguridad alguna para nuestras vidas y siempre llenos de sobresaltos, porque querían
matarnos a todos y robarnos; había allí espantosa guerra y era preciso tener siempre embrazado el
escudo. Llegamos al extremo de vernos obligados a dar un gulden del Rhin por ocho libras de carne
y otro por treinta y dos panes, si habíamos de comer; pero a los habitantes no se vendía tan caro. Mi
140 Tetzel cuenta esto de referencia, pues la deposición de Enrique IV se verificó antes de la llegada de Rosmithal a
Castilla; por esto no es de extrañar que suponga a Toledo teatro de los sucesos ocurridos en Ávila.
141 Nótese la manera con que aquí se refiere la tradición de la conquista de Zaragoza por Carlomagno y sus doce pares.
65

Señor envió un heraldo y uno de sus criados para que nos dejasen pasar por Cataluña; pero fueron
hechos prisioneros y les robaron cuanto llevaban, y hasta quisieron asesinarlos, metiéndolos en una
mazmorra. Mi Señor se empeñó entonces en atacar a los malhechores, poniéndonos a todos a riesgo
de perecer, de modo que al fin, con grandes fatigas y trabajos pudimos librarlos, y devolvieron parte
de lo que les quitaron, guardándose la otra parte. Vímonos, pues, en la necesidad de atravesar el
país estrechamente unidos. Estuvo en muy poco que no nos robasen cuanto poseíamos, y nos
cautivasen para vendernos como esclavos.
En fin, con la ayuda de Dios llegamos a Parsalaun (Barcelona), bella y gran ciudad, capital de
Cataluña, situada a orillas del mar. Tiene gran comercio con todo el mundo y gran tráfico por mar.
Se cree que los de Parsalaun (Barcelona) poseen tantos buques como los venecianos, y hay en la
ciudad gentes muy ricas y poderosas. Es opinión común que Parsalaun (Barcelona) posee tanta
riqueza como todo el reino de Aragón y Cataluña. Y los de Parsalaun (Barcelona) honraron y
acompañaron a mi Señor mientras estuvo en ella. Entonces eran enemigos del antiguo rey y querían
que lo fuese suyo el Duque de Calabria, y hasta corría el rumor de que se habían concertado ya con
él. La causa de haber negado los de Parsalaun (Barcelona) obediencia al antiguo rey y el motivo de
su rebeldía es la siguiente: El viejo rey se había casado con una Princesa de Portugal 142, de la cual
tuvo un hijo. Llevólo a Parsalaun, cuyos habitantes le eran muy adictos y se llevaba muy bien con
todo el reino. Muriósele luego su primera mujer y se casó con otra de Castilla, de origen innoble 143;
indignóse su hijo y no quiso que fuese su madre.
Después se propuso el Rey que su hijo se casase con otra mujer de la misma familia que su
esposa, pero no quiso el hijo, y fue enviado a Parsalaun por su enfurecido padre. Envióle después
mensajeros rogándole que se volviera con él, dándole salvoconducto y ordenándoselo por escrito.
Con este motivo celebró consejo en Parsalaun, acordándose que le obedeciese él solo tal como se le
ordenaba por escrito, y en efecto, fue en busca de su padre; éste quiso entonces obligarle a que
tornase esposa castellana; él no quiso obedecerle; el padre se apodero entonces de él a pesar del
salvoconducto, púsolo en prisión, y como tampoco quisiera obedecerle, vino la madrastra, lo
enveneno y murió. Supiéronlo los de Parsalaun, que se quejaron a su señor, y desde entonces se han
declarado contra el Rey por la causa indicada144
De Parsalaun fuimos a Perpiñán; es una plaza fuerte y bella, en la cual hay mucho tráfico: un
conde, que es el que manda allí, ofreció a mi Señor su casa y lo honró sobremanera. De paso vimos
en una iglesia una cadena y tres santos; quien se refugia en ella y se rodea al cuerpo la cadena,
queda libre.

142 De Navarra debiera decir.


143 Doña Juana Enríquez, segunda mujer del Rey D. Juan, aunque no de estirpe regia, era de la primera nobleza de
Castilla.
144 Sería muy largo referir por vía de rectificación la lamentable historia del Príncipe de Viana, que es el hijo del rey de
que aquí se habla.
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CLÁSICOS DE HISTORIA
http://clasicoshistoria.blogspot.com.es/

434 Andrea Navagero, Viaje por España 1524-1528


433 Georg von Ehingen, Viaje por España en 1457
432 Francesco Guicciardini, Relación de España 1512-1513
431 Santiago Ramón y Cajal, Patriotismo y nacionalismos. Textos regeneracionistas
430 Julián Ribera, Lo científico en la historia
429 Juan Gálvez y Fernando Brambila, Ruinas de Zaragoza en su primer sitio
428 Faustino Casamayor, Diario de los Sitios de Zaragoza
427 Georges Desdevises du Dézert, Ideas de Napoleón acerca de España
426 Wenceslao Fernández Flórez, Columnas de la República 1931-1936
425 Berman, Low y otros, Antes de la catástrofe. Caricaturas políticas en Ken 1938-1939
424 Dolores Ibárruri “Pasionaria”, Artículos, discursos e informes 1936-1978
423 Gregorio Marañón, Artículos republicanos 1931-1937
422 Emil Hübner, La arqueología de España
421 Alexandre de Laborde, Grabados del Voyage pittoresque et historique de l’Espagne
420 Pompeyo Trogo, Los asuntos de España
419 Frederick Hardman, Escenas y bosquejos de las guerras de España
418 Fustel de Coulanges, Alsacia alemana o francesa, y otros textos nacionalistas
417 Theodor Mommsen, A los italianos (la guerra y la paz)
416 Fustel de Coulanges, La ciudad antigua. Estudio sobre el culto, el derecho y las instituciones
415 Historia Augusta. Vidas de diversos emperadores y pretendientes desde el divino Adriano...
414 Anténor Firmin, La igualdad de las razas humanas (Fragmentos)
413 Fermín Hernández Iglesias, La esclavitud y el señor Ferrer de Couto
412 José Ferrer de Couto, Los negros en sus diversos estados y condiciones
411 Textos antiguos sobre el mito de las edades: Hesíodo, Platón, Ovidio, Virgilio, Luciano
410 Tertuliano, Apologético
409 Flavio Arriano, Historia de las expediciones de Alejandro
408 Luciano de Samósata, Cómo ha de escribirse la Historia
407 Vasco de Quiroga, Información en derecho sobre algunas Provisiones del Consejo de Indias
406 Julián Garcés, Bernardino de Minaya y Paulo III, La condición de los indios
405 Napoleón Colajanni, Raza y delito
404 Ángel Pulido, Españoles sin patria y la reza sefardí
403 Ángel Pulido, Los israelitas españoles y el idioma castellano
402 George Dawson Flinter, Examen del estado actual de los esclavos de la isla de Puerto Rico
401 Vicente de la Fuente, Historia de las sociedades secretas antiguas y modernas en España
400 Francisco Guicciardini, Historia de Italia… desde el año de 1494 hasta el de 1532 (2 tomos)
399 Anti-Miñano. Folletos contra las Cartas del pobrecito holgazán y su autor
398 Sebastián de Miñano, Lamentos políticos de un pobrecito holgazán
397 Kenny Meadows, Ilustraciones de Heads of the people or Portraits of the english
396 Grabados de Les français peints par eux-mêmes (2 tomos)
395 Los españoles pintados por sí mismos (3 tomos)
394 Ramón de Mesonero Romanos, Memorias de un setentón natural y vecino de Madrid
393 Joseph-Anne-Marie de Moyriac de Mailla, Histoire generale de la Chine (13 tomos)
392 Fernando de Alva Ixtlilxochitl, De la venida de los españoles y principio de la ley evangélica
391 José Joaquín Fernández de Lizardi, El grito de libertad en el pueblo de Dolores
390 Alonso de Ercilla, La Araucana
67

389 Juan Mañé y Flaquer, Cataluña a mediados del siglo XIX


388 Jaime Balmes, De Cataluña (y la modernidad)
387 Juan Mañé y Flaquer, El regionalismo
386 Valentín Almirall, Contestación al discurso leído por D. Gaspar Núñez de Arce
385 Gaspar Núñez de Arce, Estado de las aspiraciones del regionalismo
384 Valentín Almirall, España tal cual es
383 Memoria en defensa de los intereses morales y materiales de Cataluña (1885)
382 José Cadalso, Defensa de la nación española contra la Carta Persiana... de Montesquieu
381 Masson de Morvilliers y Mariano Berlon, Polémica sobre Barcelona
380 Carlo Denina, ¿Qué se debe a España?
379 Antonio J. de Cavanilles, Observaciones sobre el artículo España de la Nueva Encyclopedia
378 Eduardo Toda, La vida en el Celeste Imperio
377 Mariano de Castro y Duque, Descripción de China
376 Joseph de Moyriac de Mailla, Cartas desde China (1715-1733)
375 Dominique Parennin, Sobre la antigüedad y excelencia de la civilización china (1723-1740)
374 Diego de Pantoja, Relación de las cosas de China (1602)
373 Charles-Jacques Poncet, Relación de mi viaje a Etiopía 1698-1701
372 Thomas Robert Malthus, Ensayo sobre el principio de la población
371 Víctor Pradera, El Estado Nuevo
370 Francisco de Goya, Desastres de la guerra
369 Andrés Giménez Soler, Reseña histórica del Canal Imperial de Aragón
368 Los juicios por la sublevación de Jaca en el diario “Ahora”
367 Fermín Galán, Nueva creación. Política ya no sólo es arte, sino ciencia
366 Alfonso IX, Decretos de la Curia de León de 1188
365 Codex Vindobonensis Mexicanus I. Códice mixteca
364 Sebastián Fernández de Medrano, Máximas y ardides de que se sirven los extranjeros…
363 Juan Castrillo Santos, Cuatro años de experiencia republicana 1931-1935
362 Louis Hennepin, Relación de un país que... se ha descubierto en la América septentrional
361 Alexandre Olivier Exquemelin, Piratas de la América
360 Lilo, Tono y Herreros, Humor gráfico y absurdo en La Ametralladora
359 Julián Zugazagoitia, Guerra y vicisitudes de los españoles
358 Revolución y represión en Casas Viejas. Debate en las Cortes
357 Pío Baroja, Raza y racismo. Artículos en Ahora, Madrid 1933-1935
356 Diego de Ocaña, Ilustraciones de la Relación de su viaje por América del Sur
355 Carlos de Sigüenza y Góngora, Infortunios de Alonso Ramírez
354 Rafael María de Labra, La emancipación de los esclavos en los Estados Unidos
353 Manuel de Odriozola, Relación... de los piratas que infestaron la Mar del Sur
352 Thomas Gage, Relación de sus viajes en la Nueva España
351 De la Peña, Crespí y Palou, Exploración de las costas de la Alta California (1774-1799)
350 Luis de Camoens, Los lusíadas
349 Sabino Arana, Artículos de Bizkaitarra (1893-1895)
348 Bernardino de Sahagún, Las ilustraciones del Códice Florentino
347 Felipe Guaman Poma de Ayala, Ilustraciones de la Nueva Crónica y Buen Gobierno
346 Juan Suárez de Peralta, Noticias históricas de la Nueva España
345 Étienne de la Boétie, Discurso de la servidumbre voluntaria
344 Tomás de Mercado y Bartolomé de Albornoz, Sobre el tráfico de esclavos
343 Herblock (Herbert Block), Viñetas políticas 1930-2000
342 Aníbal Tejada, Viñetas políticas en el ABC republicano (1936-1939)
341 Aureger (Gerardo Fernández de la Reguera), Portadas de “Gracia y Justicia” (1931-1936)
340 Paul Valéry, La crisis del Espíritu
68

339 Francisco López de Gómara, Crónica de los Barbarrojas


338 Cartas de particulares sobre la rebelión de Cataluña (1640-1648)
337 Alejandro de Ros, Cataluña desengañada. Discursos políticos
336 Gaspar Sala, Epítome de los principios y progresos de las guerras de Cataluña
335 La Flaca. Dibujos políticos de la primera etapa (1869-1871)
334 Francisco de Quevedo, La rebelión de Barcelona ni es por el huevo ni por el fuero
333 Francisco de Rioja, Aristarco o censura de la Proclamación Católica de los catalanes
332 Gaspar Sala y Berart, Proclamación católica a la majestad piadosa de Felipe el Grande
331 François Bernier, Nueva división de la Tierra por las diferentes especies o razas humanas
330 Cristoph Weiditz, Libro de las vestimentas (Trachtenbuch)
329 Isa Gebir, Suma de los principales mandamientos y devedamientos de la ley y sunna
328 Sebastian Münster, Cosmographiæ Universalis. Mapas y vistas urbanas
327 Joaquim Rubió y Ors, Manifiestos catalanistas. Prólogos de Lo gayter del Llobregat
326 Manuel Azaña, La velada en Benicarló. Diálogo de la guerra en España
325 François Bernier, Viajes del Gran Mogol y de Cachemira
324 Antonio Pigafetta, Primer viaje en torno del Globo
323 Baronesa D’Aulnoy, Viaje por España en 1679
322 Hernando Colón, Historia del almirante don Cristóbal Colón
321 Arthur de Gobineau, Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas
320 Rodrigo Zamorano, El mundo y sus partes, y propiedades naturales de los cielos y elementos
319 Manuel Azaña, Sobre el Estatuto de Cataluña
318 David Hume, Historia de Inglaterra hasta el fin del reinado de Jacobo II (4 tomos)
317 Joseph Douillet, Moscú sin velos (Nueve años trabajando en el país de los Soviets)
316 Valentín Almirall, El catalanismo
315 León Trotsky, Terrorismo y comunismo (Anti-Kautsky)
314 Fernando de los Ríos, Mi viaje a la Rusia Sovietista
313 José Ortega y Gasset, Un proyecto republicano (artículos y discursos, 1930-1932)
312 Karl Kautsky, Terrorismo y comunismo
311 Teofrasto, Caracteres morales
310 Hermanos Limbourg, Las muy ricas Horas del duque de Berry (Selección de las miniaturas)
309 Abraham Ortelio, Teatro de la Tierra Universal. Los mapas
308 Georg Braun y Franz Hogenberg, Civitates orbis terrarum (selección de los grabados)
307 Teodoro Herzl, El Estado Judío
306 Las miniaturas del Códice Manesse
305 Oliverio Goldsmith, Historia de Inglaterra. Desde los orígenes hasta la muerte de Jorge II.
304 Sor Juana Inés de la Cruz, Respuesta de la poetisa a la muy ilustre sor Filotea de la Cruz
303 El voto femenino: debate en las Cortes de 1931.
302 Hartmann Schedel, Crónicas de Nuremberg (3 tomos)
301 Conrad Cichorius, Los relieves de la Columna Trajana. Láminas.
300 Javier Martínez, Trescientos Clásicos de Historia (2014-2018)
299 Bartolomé y Lucile Bennassar, Seis renegados ante la Inquisición
298 Edmundo de Amicis, Corazón. Diario de un niño
297 Enrique Flórez y otros, España Sagrada. Teatro geográfico-histórico de la Iglesia de España.
296 Ángel Ossorio, Historia del pensamiento político catalán durante la guerra… (1793-1795)
295 Rafael Altamira, Psicología del pueblo español
294 Julián Ribera, La supresión de los exámenes
293 Gonzalo Fernández de Oviedo, Relación de lo sucedido en la prisión del rey de Francia...
292 Juan de Oznaya, Historia de la guerra de Lombardía, batalla de Pavía y prisión del rey...
291 Ángel Pestaña, Setenta días en Rusia. Lo que yo vi
290 Antonio Tovar, El Imperio de España
69

289 Antonio Royo Villanova, El problema catalán y otros textos sobre el nacionalismo
288 Antonio Rovira y Virgili, El nacionalismo catalán. Su aspecto político...
287 José del Campillo, Lo que hay de más y de menos en España, para que sea lo que debe ser...
286 Miguel Serviá († 1574): Relación de los sucesos del armada de la Santa Liga...
285 Benito Jerónimo Feijoo, Historia, patrias, naciones y España
284 Enrique de Jesús Ochoa, Los Cristeros del Volcán de Colima
283 Henry David Thoreau, La desobediencia civil
282 Tratados internacionales del siglo XVII. El fin de la hegemonía hispánica
281 Guillermo de Poitiers, Los hechos de Guillermo, duque de los normandos y rey de los anglos
280 Indalecio Prieto, Artículos de guerra
279 Francisco Franco, Discursos y declaraciones en la Guerra Civil
278 Vladimir Illich (Lenin), La Gran Guerra y la Revolución. Textos 1914-1917
277 Jaime I el Conquistador, Libro de sus hechos
276 Jerónimo de Blancas, Comentario de las cosas de Aragón
275 Emile Verhaeren y Darío de Regoyos, España Negra
274 Francisco de Quevedo, España defendida y los tiempos de ahora
273 Miguel de Unamuno, Artículos republicanos
272 Fuero Juzgo o Libro de los Jueces
271 Francisco Navarro Villoslada, Amaya o los vascos en el siglo VIII
270 Pompeyo Gener, Cosas de España (Herejías nacionales y El renacimiento de Cataluña)
269 Homero, La Odisea
268 Sancho Ramírez, El primitivo Fuero de Jaca
267 Juan I de Inglaterra, La Carta Magna
266 El orden público en las Cortes de 1936
265 Homero, La Ilíada
264 Manuel Chaves Nogales, Crónicas de la revolución de Asturias
263 Felipe II, Cartas a sus hijas desde Portugal
262 Louis-Prosper Gachard, Don Carlos y Felipe II
261 Felipe II rey de Inglaterra, documentos
260 Pedro de Rivadeneira, Historia eclesiástica del cisma de Inglaterra
259 Real Academia Española, Diccionario de Autoridades (6 tomos)
258 Joaquin Pedro de Oliveira Martins, Historia de la civilización ibérica
257 Pedro Antonio de Alarcón, Historietas nacionales
256 Sergei Nechaiev, Catecismo del revolucionario
255 Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios y Comentarios
254 Diego de Torres Villarroel, Vida, ascendencia, nacimiento, crianza y aventuras
253 ¿Qué va a pasar en España? Dossier en el diario Ahora del 16 de febrero de 1934
252 Juan de Mariana, Tratado sobre los juegos públicos
251 Gonzalo de Illescas, Jornada de Carlos V a Túnez
250 Gilbert Keith Chesterton, La esfera y la cruz
249 José Antonio Primo de Rivera, Discursos y otros textos
248 Citas del Presidente Mao Tse-Tung (El Libro Rojo)
247 Luis de Ávila y Zúñiga, Comentario de la guerra de Alemania… en el año de 1546 y 1547.
246 José María de Pereda, Pedro Sánchez
245 Pío XI, Ante la situación social y política (1926-1937)
244 Herbert Spencer, El individuo contra el Estado
243 Baltasar Gracián, El Criticón
242 Pascual Madoz, Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España... (16 tomos)
241 Benito Pérez Galdós, Episodios Nacionales (5 tomos)
240 Andrés Giménez Soler, Don Jaime de Aragón último conde de Urgel
70

239 Juan Luis Vives, Tratado del socorro de los pobres


238 Cornelio Nepote, Vidas de los varones ilustres
237 Zacarías García Villada, Paleografía española (2 tomos)
236 Platón, Las Leyes
235 Baltasar Gracián. El Político Don Fernando el Católico
234 León XIII, Rerum Novarum
233 Cayo Julio César, Comentarios de la Guerra Civil
232 Juan Luis Vives, Diálogos o Linguæ latinæ exercitatio
231 Melchor Cano, Consulta y parecer sobre la guerra al Papa
230 William Morris, Noticias de Ninguna Parte, o una era de reposo
229 Concilio III de Toledo
228 Julián Ribera, La enseñanza entre los musulmanes españoles
227 Cristóbal Colón, La Carta de 1493
226 Enrique Cock, Jornada de Tarazona hecha por Felipe II en 1592
225 José Echegaray, Recuerdos
224 Aurelio Prudencio Clemente, Peristephanon o Libro de las Coronas
223 Hernando del Pulgar, Claros varones de Castilla
222 Francisco Pi y Margall, La República de 1873. Apuntes para escribir su historia
221 El Corán
220 José de Espronceda, El ministerio Mendizábal, y otros escritos políticos
219 Alexander Hamilton, James Madison y John Jay, El Federalista
218 Charles F. Lummis, Los exploradores españoles del siglo XVI
217 Atanasio de Alejandría, Vida de Antonio
216 Muhammad Ibn al-Qutiyya (Abenalcotía): Historia de la conquista de Al-Andalus
215 Textos de Historia de España
214 Julián Ribera, Bibliófilos y bibliotecas en la España musulmana
213 León de Arroyal, Pan y toros. Oración apologética en defensa del estado... de España
212 Juan Pablo Forner, Oración apologética por la España y su mérito literario
211 Nicolás Masson de Morvilliers, España (dos versiones)
210 Los filósofos presocráticos. Fragmentos y referencias (siglos VI-V a. de C.)
209 José Gutiérrez Solana, La España negra
208 Francisco Pi y Margall, Las nacionalidades
207 Isidro Gomá, Apología de la Hispanidad
206 Étienne Cabet, Viaje por Icaria
205 Gregorio Magno, Vida de san Benito abad
204 Lord Bolingbroke (Henry St. John), Idea de un rey patriota
203 Marco Tulio Cicerón, El sueño de Escipión
202 Constituciones y leyes fundamentales de la España contemporánea
201 Jerónimo Zurita, Anales de la Corona de Aragón (4 tomos)
200 Soto, Sepúlveda y Las Casas, Controversia de Valladolid
199 Juan Ginés de Sepúlveda, Demócrates segundo, o… de la guerra contra los indios.
198 Francisco Noël Graco Babeuf, Del Tribuno del Pueblo y otros escritos
197 Manuel José Quintana, Vidas de los españoles célebres
196 Francis Bacon, La Nueva Atlántida
195 Alfonso X el Sabio, Estoria de Espanna
194 Platón, Critias o la Atlántida
193 Tommaso Campanella, La ciudad del sol
192 Ibn Battuta, Breve viaje por Andalucía en el siglo XIV
191 Edmund Burke, Reflexiones sobre la revolución de Francia
190 Tomás Moro, Utopía
71

189 Nicolás de Condorcet, Compendio de La riqueza de las naciones de Adam Smith


188 Gaspar Melchor de Jovellanos, Informe sobre la ley agraria
187 Cayo Veleyo Patérculo, Historia Romana
186 José Ortega y Gasset, La rebelión de las masas
185 José García Mercadal, Estudiantes, sopistas y pícaros
184 Diego de Saavedra Fajardo, Idea de un príncipe político cristiano
183 Emmanuel-Joseph Sieyès, ¿Qué es el Tercer Estado?
182 Publio Cornelio Tácito, La vida de Julio Agrícola
181 Abū Abd Allāh Muhammad al-Idrīsī, Descripción de la Península Ibérica
180 José García Mercadal, España vista por los extranjeros
179 Platón, La república
178 Juan de Gortz, Embajada del emperador de Alemania al califa de Córdoba
177 Ramón Menéndez Pidal, Idea imperial de Carlos V
176 Dante Alighieri, La monarquía
175 Francisco de Vitoria, Relecciones sobre las potestades civil y ecl., las Indias, y la guerra
174 Alonso Sánchez y José de Acosta, Debate sobre la guerra contra China
173 Aristóteles, La política
172 Georges Sorel, Reflexiones sobre la violencia
171 Mariano José de Larra, Artículos 1828-1837
170 Félix José Reinoso, Examen de los delitos de infidelidad a la patria
169 John Locke, Segundo tratado sobre el gobierno civil
168 Conde de Toreno, Historia del levantamiento, guerra y revolución de España
167 Miguel Asín Palacios, La escatología musulmana de la Divina Comedia
166 José Ortega y Gasset, España invertebrada
165 Ángel Ganivet, Idearium español
164 José Mor de Fuentes, Bosquejillo de la vida y escritos
163 Teresa de Jesús, Libro de la Vida
162 Prisco de Panio, Embajada de Maximino en la corte de Atila
161 Luis Gonçalves da Câmara, Autobiografía de Ignacio de Loyola
160 Lucas Mallada y Pueyo, Los males de la patria y la futura revolución española
159 Martín Fernández de Navarrete, Vida de Miguel de Cervantes Saavedra
158 Lucas Alamán, Historia de Méjico… hasta la época presente (cuatro tomos)
157 Enrique Cock, Anales del año ochenta y cinco
156 Eutropio, Breviario de historia romana
155 Pedro Ordóñez de Ceballos, Viaje del mundo
154 Flavio Josefo, Contra Apión. Sobre la antigüedad del pueblo judío
153 José Cadalso, Cartas marruecas
152 Luis Astrana Marín, Gobernará Lerroux
151 Francisco López de Gómara, Hispania victrix (Historia de las Indias y conquista de México)
150 Rafael Altamira, Filosofía de la historia y teoría de la civilización
149 Zacarías García Villada, El destino de España en la historia universal
148 José María Blanco White, Autobiografía
147 Las sublevaciones de Jaca y Cuatro Vientos en el diario ABC
146 Juan de Palafox y Mendoza, De la naturaleza del indio
145 Muhammad Al-Jusaní, Historia de los jueces de Córdoba
144 Jonathan Swift, Una modesta proposición
143 Textos reales persas de Darío I y de sus sucesores
142 Joaquín Maurín, Hacia la segunda revolución y otros textos
141 Zacarías García Villada, Metodología y crítica históricas
140 Enrique Flórez, De la Crónica de los reyes visigodos
72

139 Cayo Salustio Crispo, La guerra de Yugurta


138 Bernal Díaz del Castillo, Verdadera historia de... la conquista de la Nueva España
137 Medio siglo de legislación autoritaria en España (1923-1976)
136 Sexto Aurelio Víctor, Sobre los varones ilustres de la ciudad de Roma
135 Códigos de Mesopotamia
134 Josep Pijoan, Pancatalanismo
133 Voltaire, Tratado sobre la tolerancia
132 Antonio de Capmany, Centinela contra franceses
131 Braulio de Zaragoza, Vida de san Millán
130 Jerónimo de San José, Genio de la Historia
129 Amiano Marcelino, Historia del Imperio Romano del 350 al 378
128 Jacques Bénigne Bossuet, Discurso sobre la historia universal
127 Apiano de Alejandría, Las guerras ibéricas
126 Pedro Rodríguez Campomanes, El Periplo de Hannón ilustrado
125 Voltaire, La filosofía de la historia
124 Quinto Curcio Rufo, Historia de Alejandro Magno
123 Rodrigo Jiménez de Rada, Historia de las cosas de España. Versión de Hinojosa
122 Jerónimo Borao, Historia del alzamiento de Zaragoza en 1854
121 Fénelon, Carta a Luis XIV y otros textos políticos
120 Josefa Amar y Borbón, Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres
119 Jerónimo de Pasamonte, Vida y trabajos
118 Jerónimo Borao, La imprenta en Zaragoza
117 Hesíodo, Teogonía-Los trabajos y los días
116 Ambrosio de Morales, Crónica General de España (3 tomos)
115 Antonio Cánovas del Castillo, Discursos del Ateneo
114 Crónica de San Juan de la Peña
113 Cayo Julio César, La guerra de las Galias
112 Montesquieu, El espíritu de las leyes
111 Catalina de Erauso, Historia de la monja alférez
110 Charles Darwin, El origen del hombre
109 Nicolás Maquiavelo, El príncipe
108 Bartolomé José Gallardo, Diccionario crítico-burlesco del... Diccionario razonado manual
107 Justo Pérez Pastor, Diccionario razonado manual para inteligencia de ciertos escritores
106 Hildegarda de Bingen, Causas y remedios. Libro de medicina compleja.
105 Charles Darwin, El origen de las especies
104 Luitprando de Cremona, Informe de su embajada a Constantinopla
103 Paulo Álvaro, Vida y pasión del glorioso mártir Eulogio
102 Isidoro de Antillón, Disertación sobre el origen de la esclavitud de los negros
101 Antonio Alcalá Galiano, Memorias
100 Sagrada Biblia (3 tomos)
99 James George Frazer, La rama dorada. Magia y religión
98 Martín de Braga, Sobre la corrección de las supersticiones rústicas
97 Ahmad Ibn-Fath Ibn-Abirrabía, De la descripción del modo de visitar el templo de Meca
96 Iósif Stalin y otros, Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la U.R.S.S.
95 Adolf Hitler, Mi lucha
94 Cayo Salustio Crispo, La conjuración de Catilina
93 Jean-Jacques Rousseau, El contrato social
92 Cayo Cornelio Tácito, La Germania
91 John Maynard Keynes, Las consecuencias económicas de la paz
90 Ernest Renan, ¿Qué es una nación?
73

89 Hernán Cortés, Cartas de relación sobre el descubrimiento y conquista de la Nueva España


88 Las sagas de los Groenlandeses y de Eirik el Rojo
87 Cayo Cornelio Tácito, Historias
86 Pierre-Joseph Proudhon, El principio federativo
85 Juan de Mariana, Tratado y discurso sobre la moneda de vellón
84 Andrés Giménez Soler, La Edad Media en la Corona de Aragón
83 Marx y Engels, Manifiesto del partido comunista
82 Pomponio Mela, Corografía
81 Crónica de Turpín (Codex Calixtinus, libro IV)
80 Adolphe Thiers, Historia de la Revolución Francesa (3 tomos)
79 Procopio de Cesárea, Historia secreta
78 Juan Huarte de San Juan, Examen de ingenios para las ciencias
77 Ramiro de Maeztu, Defensa de la Hispanidad
76 Enrich Prat de la Riba, La nacionalidad catalana
75 John de Mandeville, Libro de las maravillas del mundo
74 Egeria, Itinerario
73 Francisco Pi y Margall, La reacción y la revolución. Estudios políticos y sociales
72 Sebastián Fernández de Medrano, Breve descripción del Mundo
71 Roque Barcia, La Federación Española
70 Alfonso de Valdés, Diálogo de las cosas acaecidas en Roma
69 Ibn Idari Al Marrakusi, Historias de Al-Ándalus (de Al-Bayan al-Mughrib)
68 Octavio César Augusto, Hechos del divino Augusto
67 José de Acosta, Peregrinación de Bartolomé Lorenzo
66 Diógenes Laercio, Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres
65 Julián Juderías, La leyenda negra y la verdad histórica
64 Rafael Altamira, Historia de España y de la civilización española (2 tomos)
63 Sebastián Miñano, Diccionario biográfico de la Revolución Francesa y su época
62 Conde de Romanones, Notas de una vida (1868-1912)
61 Agustín Alcaide Ibieca, Historia de los dos sitios de Zaragoza
60 Flavio Josefo, Las guerras de los judíos.
59 Lupercio Leonardo de Argensola, Información de los sucesos de Aragón en 1590 y 1591
58 Cayo Cornelio Tácito, Anales
57 Diego Hurtado de Mendoza, Guerra de Granada
56 Valera, Borrego y Pirala, Continuación de la Historia de España de Lafuente (3 tomos)
55 Geoffrey de Monmouth, Historia de los reyes de Britania
54 Juan de Mariana, Del rey y de la institución de la dignidad real
53 Francisco Manuel de Melo, Historia de los movimientos y separación de Cataluña
52 Paulo Orosio, Historias contra los paganos
51 Historia Silense, también llamada legionense
50 Francisco Javier Simonet, Historia de los mozárabes de España
49 Anton Makarenko, Poema pedagógico
48 Anales Toledanos
47 Piotr Kropotkin, Memorias de un revolucionario
46 George Borrow, La Biblia en España
45 Alonso de Contreras, Discurso de mi vida
44 Charles Fourier, El falansterio
43 José de Acosta, Historia natural y moral de las Indias
42 Ahmad Ibn Muhammad Al-Razi, Crónica del moro Rasis
41 José Godoy Alcántara, Historia crítica de los falsos cronicones
40 Marcelino Menéndez Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles (3 tomos)
74

39 Alexis de Tocqueville, Sobre la democracia en América


38 Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación (3 tomos)
37 John Reed, Diez días que estremecieron al mundo
36 Guía del Peregrino (Codex Calixtinus)
35 Jenofonte de Atenas, Anábasis, la expedición de los diez mil
34 Ignacio del Asso, Historia de la Economía Política de Aragón
33 Carlos V, Memorias
32 Jusepe Martínez, Discursos practicables del nobilísimo arte de la pintura
31 Polibio, Historia Universal bajo la República Romana
30 Jordanes, Origen y gestas de los godos
29 Plutarco, Vidas paralelas
28 Joaquín Costa, Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno en España
27 Francisco de Moncada, Expedición de los catalanes y aragoneses contra turcos y griegos
26 Rufus Festus Avienus, Ora Marítima
25 Andrés Bernáldez, Historia de los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel
24 Pedro Antonio de Alarcón, Diario de un testigo de la guerra de África
23 Motolinia, Historia de los indios de la Nueva España
22 Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso
21 Crónica Cesaraugustana
20 Isidoro de Sevilla, Crónica Universal
19 Estrabón, Iberia (Geografía, libro III)
18 Juan de Biclaro, Crónica
17 Crónica de Sampiro
16 Crónica de Alfonso III
15 Bartolomé de Las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias
14 Crónicas mozárabes del siglo VIII
13 Crónica Albeldense
12 Genealogías pirenaicas del Códice de Roda
11 Heródoto de Halicarnaso, Los nueve libros de Historia
10 Cristóbal Colón, Los cuatro viajes del almirante
9 Howard Carter, La tumba de Tutankhamon
8 Sánchez-Albornoz, Una ciudad de la España cristiana hace mil años
7 Eginardo, Vida del emperador Carlomagno
6 Idacio, Cronicón
5 Modesto Lafuente, Historia General de España (9 tomos)
4 Ajbar Machmuâ
3 Liber Regum
2 Suetonio, Vidas de los doce Césares
1 Juan de Mariana, Historia General de España (3 tomos)

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