La Verdulera
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salen los mas ardorosos gritos. Deslizase briot , preboste de Paris, queriendo po
junto al claustro de las Bernardinas; pasa ner un freno á estos odiosos escesos habia
por Mauvoisin, donde se habían reunido fortificado el Chatelet para hacer de él
muchos grupos ; y llega al fin casi en bra un baluarte contra sus violencias. Algu
zos de la muchedumbre á la calle de nas compañías de archeros á sus ordenes
Toaurre. debían ayudarle á asegurar la tranquili
Qué tumulto! qué desorden! Todos dad pública, y algunos calabozos del Cha
los escolares de la ciudad se habían reu telet estaban destinados para los culpa
nido en el cuartel de la universidad. Los bles. Ya el sabio ministro habia empezado
estudiantes, juventud turbulenta venida á poner sus planes en ejecución ; pero los
no solo de las provincias si que también gefes de la universidad, creyendo com
de países estranjeros, eran entonces el pelerles esclusivamente el derecho de
terror de Paris: las asonadas eran sus ele castigar á sus discípulos , y declarándolos
mentos favoritos. ¿Qué pedían hoy dia inviolables , se habían sublevado contra
con tales vociferaciones? La muerte del las medidas de Aubriot. Los doctores y
famoso Aubriot, ministro de Carlos V. teólogos habian desencadenado contra su
Los escolares de la capital , en perpe persona las aulas ; y luego la corporación
tua lucha con los paisanos , ya por el do de eruditos sostenida por el populacho
micilio que pedían con altivez, ya por las habia jurado su muerte. Las arengas de
limosnas que arrancaban daga en mano, los bonetes cuadrados de la instrucción
ya por amoríos con las jóvenes á quienes habian escitado el entusiasmo de la hez
insultaban, eran unos jóvenes que lo osa del pueblo. Los truanes armados se ha
ban todo y no temian nada. Hugo Au- bian apresurado á elevar su voz de trueno
24
LA VERDULERA. CAP. I. 9.5
bajo los balcanes del palacio de S. Pablo; gente habia probado por la mañana á sal
la corte se estremecía, y el desgraciado var á la ilustre víctima ; pero tronaba la
pieboste, arrestado , juzgado y condena rebelión: aterrado Luis de Anjou, acaba
do , se había visto cobardemente abando ba de hacer una nueva concesión á la
nado del poder á merced del furor de anarquía. El desgraciado preboste habia
sus verdugos. sido echado como presa á la animosidad
Hugo Aubriot, ministro inteligente y de los doctores de la Sorbona , á los cle-
celoso , habia prestado inmensos servi ricillos de Bfuneau y á los descamisados
cios á Paris, habia construido puentes y de distintas aulas.
varias otras obras públicas , pero queria Savoisy, confundido entre la muche
ejercer una policía severa. Amaba la jus dumbre miraba con la mayor sorpresa
ticia , odiaba la rebelión , habia construi las oleadas de estudiantes que se prolon
do la Bastilla : y semejante hombre era gaban recorriendo las calles con las con
un monstruo para los enemigos del or vulsiones del delirio. Estos, con la cabe
den (1). za desnuda , descabellados , el semblante
El mismo dia en que Riperto llegaba á encendido por efecto del vino, blandían
la abadía de San Víctor iba el populacho agudas dagas y marchaban con bandera
á dar tortura á Aubriot. El Duque re- desplegada. Esotros , grotescamente ves
tidos , y llevando imágenes sagradas , en
(1) IR gobierno abandonó á los furiosos á Hugo tonaban los himnos délos escolares. Estas
Aubriot, ese hombre ilustre á quien la Grecia hu tumultuosas hordas insultaban las ricas
biera levantado estatuas. Levesque tom. 2.° pág moradas, en tanto que los despilfarrados
476. ’ ' truanes aplaudían con transporte y desa
26 LA VERDULERA.
cap. i. 27
foradamente tan monstruosas bacanales. estrañas saturnales, anhelaba saber su
Oyese la campana de las oraciones. Los esplicacion , cuando de improviso algu
que guian al populacho , y los archuros nas aclamaciones mas ardorosas, y nue
con capacetes de hierro daban orden para vas oleadas del pueblo mudan en horror
la retirada. Vanos ensayos de un poder su sorpresa. Las masas negras que se pre
sin nervio! Solo los silbidos contestan á cipitaban hacia él escoltaban una espe
sus palabras. cie de carro fúnebre en el que aparecía
«Fueia los estafermos de San Pablo! de pie una imagen con la frente corona
esclamaba la muchedumbre desenfre da de una mitra, en camisa, y con una
nada. cuerda al cuello Esta inconcebible figu
— Al saco con ellos! respondían las ra, pálida , y casi cubierta de lodo , es'
prostitutas. puesta al escarnio público, y maniatadas
— Una cuerda para el cuello de los no sus manos sobre su espalda, era el gran
tables 1 reponía la hez del pueblo. preboste de Paris.
Y los clérigos dando carcajadas respon Los archeros arrollados por los escola
dían entonando ó mas bien rugiendo es res triunfantes , dejaban libre el campo
tas palabras: al desorden. El populacho desencadena,
—-Gloria á los hombres del saco y de do marchaba entre las glorias de la asona
la cuerda ! da y las sublimidades de la destrucción.
La obscuridad empezaba á difundirse Palabras de odio, de amenaza y de iro
por la población ; aparacen encendidos nía resonaban al rededor de Anbriot.
muchos faroles en atrios subterráneos. Una alegría salvaje animaba el rostro de
Savoisv, ignorando aun la causa de tan los caníbales. Estallaba á la vez en todas
cAr. i. »9
2g LA VERDULERA.
gale la negra Bastilla veces de madre.
partes una risa estrepitosa como un true ’ —No, no , no hay prisión: un cadalso:
no y dando silbidos como los dragones, que nos den una buena cuerda ; el cáña-
una risa infernal. Se hubiera dicho que era ma le irá mejor al cuello.
un soplo de fuego , y su contagio eléctri — Mira! tiene miedo. Qué facha de
co enardecia los furores y venganzas : ah! magistrado! Cáspita que el hombre es
sin duda desde lo alto de los cielos, la
curro.
patrona de Lutecia, velado el rostro, — Estoy seguro que ya no tiene ideas.
volvia la cabeza... y lloraba. Su facha es toda animal: ya solo le que
„Ea ! caballero preboste ! esclama da una probabilidad de hombre.
un discípulo de la universidad , ya estas — Ola , seor Daniel! tú cuyo santo pa
en el garlito. Llama á tu socorro la Bastí trón tenia amigos que permanecían no
lia que creaste. Tal vez acudirá de parte sé cuantas horas en un horno ardiente
de San Roque , San Pedro, y Sainl-Clond sin quemarse un pelo : acércate; Aubrio-
tus amigos en arquitectura. Muy bueno tin está á obscuras; colócale tu farol de
fuera que una hija bien educada, y que bajo de la nariz para que nos vea y nos
estima á su padre , le tendiese la mano arengue.
cuando vacila. — Ya no tiene palabra.
_ Creo que su hija tiene el corazón — Y sin embargo en San Pablo habla
muy duro, responde un bribonzuelo. ba mas que siete.
__por vida de Dios! dice un escolar , —¿Recordáis su charla cuando se bur
sus entrañas son calabozos. laba de la Sorbona y quemaba sus privi
_ _Que entre pues en el seno de su hi legios?
ja! añade un malandrín descamisado; há
5o LA VERDULERA. cap. i. 3i
— Muera Balaan! grita un borracho; dejaban entrever dientes de una blancu
de sus cuernos que le sirven para escu ra admirable, pero agudos como los del
charnos quiero hacerme un par de zapa tigre. Llevaba oculto un puñal.
tos, para que sus mismas orejas puedan Nicolás acababa de llegar de Inglater
aplastarle la nariz. ra , lleno de ideas revolucionarias del cé
— Truanes ! grita de improviso una lebre John Bull, había aprendido de este
voz luerte ; faroles, vengan faroles y an demagogo á predicar al pueblo la igual
torchas! la casa del colector será un lu dad de condiciones , los derechos sagra
minar admirable. Fuego con el pre dos del ciudadano . y la destrucción de
boste.» los tronos. Habíale acompañado en Lon
Mi! aclamaciones responden á estas pa dres, donde ayudó á sus discípulos á de
labras. La muchedumbre se ha alineado gollar á los gentilhombres, á incendiar, á
con respeto delante del gefe incendiario. llenar las cárceles , á saquear el palacio
Era ¡Nicolás Flamand , el famoso bandido del Bey , y á poner en fuga á la misma
cuya mano feroz habia en otro tiempo Reina. Feliz con haber figurado en todos
asesinado á dos mariscales de Francia esos triunfos de gloria popular, Nicolás
ante el delfín Carlos. Este ente horrible Flamand , misionero de lo que él llama
mente afamado en los fastos de la sedi ba santos furores déla libertad, habia
ción , era pequeño, fornido y barbudo- vuelto á París. Su dignidad de hombre y
Sus ojos encendidos eran de fuego en asesino se habia aumentado en el suelo
una órbita estrecha y cóncava. Su calva británico , realzándole las estravagancias
era de color aceituno. Sus labios gruesos que habia oido y las atrocidades que ha
y sombreados de largos y sucios pelos, bia cometido. Sus palabras tenian aquella
32 LA VERDULERA. cap. i. 33
elocuencia salvaje que inflama las pasio oro, de ese cobarde, en otro tiempo tan
nes del populacho. Poseia en alto grado fiero , y que hoy día recibe los sarcasmos
los dones que encantan á la muchedum sin murmurar? Vamos, acabemos con élj
bre : una actividad devoradora, unas Fuera esa ilustración de fantasmagorías;
inspiraciones ardorosas, una voluntad No queremos nosotros esos ciudadanos
fuerte , un brazo y unos pulmones de que se han vuelto barones , y que solo
hierro, la mirada del ave de rapiña y la saben arrastrar en pos de sí al pueblo-
osadía del león. Nuestra monarquía , á Dios gracias , si
Sé ha puesto fuego al edificio que aca es que Dios existe , está ya de patitas al
baba de señalar ; elévanse nubes de hu. cielo. Su caida se acerca , y por cierto
mo , y al través de esos negros vapores que ninguno de nosotros la levantará de
prosigue su marcha el carro de Aubriot. nuevo, o
«Adelante bravos compañeros! re Esta multitud de imágenes, esta in-
pone Nicolás Flamand ; no es esta la pri coerencia de ideas y de amenazas , á las
mera madriguera que he reducido á ce que mezcla el bandido las blasfemias con
nizas esta noche. Mirad allá bajo ! de allí acento sonoro acompañado de gestos ter
llego. Que hacéis aquí del gran preboste , ribles , todo maravilla al populacho. Ni.
de este noble amigo de los parapetos y colás Flamand prosigue :
barbacanas , de este agente de las insolen «Amigos! Qué pequeños son nuestros
cias aristocráticas , de ese hombre que no tiranos cuando levanta su cabeza el pue
dejaría permanecer nuestras cabezas so blo ! ya desde mucho tiempo esos pechos
bre sus cuellos si en los tuétanos de los de doradas insignias han hecho íntimo
huesos se encontrase polvo para hacer conocimiento con los filos de mi daga.
tomo i. 3
54 LA VERDULERA. cap. i. 35
través de su sonrisa hay un fondo de gra de su edad, habia tomado desde su niñez
ves pensamientos, de melancólicas ilu sus maneras elegantes , las elevadas ideas
siones y alguna vez de elevados designios. y el acento puro de las altas clases. Su
Semejante á la Velleda de la isla de Say- posición era feliz y su suerte parecia ase
na por sus inspiraciones semi-salvajes y gurada.
su energía semi-profética, reúne á la in Pero una imprevista desgracia , la
trepidez guerrera y á los prestigios de la muerte, se cebó en su protectora. Riper-
sacerdotisa , la imprevisión de un niño y to el amigo de su infancia sirve bajo los
el rendimiento de una muger. Sus estandartes del Rey ; van á lucir para ella
ojos son negros y brillantes, y sus cejas dias desgraciados.
suavemente arqueadas. La vivacidad de El tabernero del Chatelet acababa de
su lenguaje templada por la dulzura de perder á su mitad: y se habia echado
su sonrisa tenia un encanto irresistible. entre las oleadas de los revoltosos juran
Su genio era el de un héroe y su can do guerra á los nobles. Cierto dia , de
dor el de una virgen. plorable para siempre , se dirige á la mo
Unica hija de Pablo Maillard-Morand, rada de Savoisy; y pidiendo con insolen
rico tabernero del Chatelet y hermana cia á su hija al chambelán de Carlos V. ,
de leche de Savoisy, habia pasado sus pri roba á la vez á Elisa su porvenir, su for
meros años, junto la madre de este, en tuna y su felicidad.
los dorados salones de Paris. La condesa Morand era entonces rico todavía; pe
ro comprometido pronto en conspiracio
de Savoisy, à quien entró en cariño , la
tuvo á su lado durante quince años ; y nes, arruinado por los sediciosos y per
admitida Elisa á los juegos de las nobles seguido de la justicia, vió acercarse su
4° LA VERDULERA. cap. ii. 4»
ruina. Todo eran desgracias y pérdidas: acento se columbraban dos séres distin
Moraud queda sepultado en la indigencia. tos, la verdulera y la noble dama. El con
Qué fué de Elisa ? Ay de mí! abruma junto era un atractivo encantador, una
da por el destino , le fué forzoso dar un originalidad embelesadora. La delicade
adiós á todas las comodidades de la vida. za de sus formas corria constantemente
Condenada á penosos trabajos, verdule en contraste con las exigencias de su es
ra del Cbatelet, se veia en la necesidad tado. Su lenguaje adaptado alas circuns
de sustentar a su padre. La muchedum tancias, y pendiente de las dos estremi-
bre corría á verla en la taberna de Mo- dades de la cadena social, era poético o
raud : era tan graciosa!... se hablaba de vulgar según la situación y el auditorio.
ella con entusiasmo como de un modelo Grande en fin hasta en su abatimiento ,
de amor filial y un ejemplo de virtud. era una estatua sin modelo , que no repre
Nada le faltó desde aquel momento á su sentaba nada conocido , ni divinidad , ni
padre. Su fama se aumentaba de dia en mortal , sino una mezcla de todo , no
dia, y la rodeaba un enjambre de admi obra de artífice, sino formada como por
radores. En efecto , sus encantos eran es- via de encantamiento.
traordinarios. Misteriosa amalgama de Y su corazón? otro motivo de pasmo :
abandono plebeyo y de diguidad noble, parecia enteramente negado al amor. Por
al conformarse Elisa con su posición to entre los homenajes se adelantaba con la
mando los modales de la ciudad habia calma de la insensibilidad, y se reía de
guardado como en reserva las gracias de las adoraciones como de unas armas inú
la corte. Frecuentemente mezclaba en tiles. Muy fácil era hechizar á mil aman
trambos géneros. En su ademan y en su tes con esos medios que tienen tan á la
42 LA VERDULERA. 43
cap n.
mano las mugeres ; pero su divisa era opiniones democráticas que tendían á ni
guerra al amor. velar las clases. Mas no era como furia
¿Puede decirse sin embargo que su co salvaje que presidia ella á los revoltosos :
razón estuviese muerto para todas las se solo volaba allá para moderar sus efec
ducciones del sentimiento? Ah ! no; so tos. Hubiera querido sin ayuda del cri
bradamente habia hablado. Pero el ser men aumentar el poder del pueblo y dis
que le hizo latir era un secreto : secreto minuir el de los grandes , equilibrar los
impenetrable y profundo, secreto oculto derechos de cada cual y hacer felices á
hasta para el que le habia encontrado. todos : voto seductor, pero absurdo sue
Elisa amaba á Savoisy. ño. Compeliendo al pueblo á defender
Conocía muy bien la distancia que la sus intereses, la Verdulera del Chatelet
separaba del Conde para no soñar en ser idolatraba el bien hasta en el estravio de
su esposa ; era harto orgullosa y pura pa las pasiones, aborrecia los crímenes, y
ra poder ser su cortesana : ay de mí!., y era entusiasta del valor y de los sublimes
el pueblo con quien trataba no podía arranques de las virtudes. La desgraciada
ofrecerle un refugio ni un consuelo. Esos daba candorosamente un impulso hac.a
hombre ignorantes , sin educación y sin el mal: mas, al verle delante de ella ,
modales, estaban tan lejos de su altura! cuando la revolución tronaba, arrepen
los desechaba tanto su corazón.'.. En tan tida Elisa hubiera querido detener su
fatal posición, sin presente y sin porve curso : ¡vanos esfuerzos !. Ya no era tiem
nir , no podiendo subir hasta un noble po. Entonces, triste á la vez y risueña,
esposo ni bajar hasta un marido vulgar , desolada y puesta á las nubes , la heroína
no pudo menos de abrazar con ardor las triunfaba , y la bella joven derramaba
44 LA VERDULERA,
cap. ii. 45
amargas lágrimas por los desórdenes. como luminosas estrellas. Joven obscura
Al ruido de las aclamaciones apresura y beldad poderosa, sentia en este mo
Elisa sus pasos. Su ademan lan capricho mento, en medio de las adoraciones pú
so como notable por su gracia , ni mas ni blicas , una de esas felicidades del amor
meuos que su Ira ge, ofrecia una mezcla propio, vagas é indefinidas , que se con
singular de sencillez y de nobleza, de templan con admiración y se catan con
descuido y palidez. Un sombrerillo ver transporte.
de , ladeándose sobre su frente con una «Mandadnos ! mandadnos ! »
pluma de pavo daba a su fisonomía algo Tal era el grito general.
de marcial. Su jubón de un tisú grosero « Pronto, traed las insignias para nues
era sin embargo de un corte elegante ; un tra soberana » .
ropaje de lana purpurina señalaba sus Pocos momentos han bastado para for
formas divinas ; flotaba sobre sus espal mar una especie de trono portátil, desde
das un velo en eslremo fino y blanco, el cual Elisa , al modo de la hija de las
pendia de su cuello una santa imágen; y Druidas, ha podido servir de oráculo al
al rededor de su cintura brillaba una ca pueblo.
dena de metal. ¡ Cuan hermosa era en esta tribuna
«Elisa! esclamaba la muchedumbre, aérea, rodeada de antorchas y de una
viva la bella Elisa! » muralla animada! Un indecible respeto
La Verdulera del Chatelet sentia su contenia los transportes del populacho en
corazón latir de orgullo , su pecho estaba sus justos límites, era un sacrificio tanto
oprimido , sus penetrantes miradas al mas prodigioso , cuanto se ofrecia a los
través del caos de la asonada aparecían encantos del bello ideal por los héroes
46 LA VERDULERA, CAP. II. 47
de raza innoble , á lo gracioso por lo di sale? quien le mete en este asunto?
forme , al pudor por el vicio. — Es el retoricillo Calmon, dice uno
• Amigos! dice la Verdulera , ¿porqué de sus compañeros , el que sostenia ayer
esas antorchas de incendio ? porqué ese en cátedra pública que madama Eva lia-
aparato de muerte? La libertad , la liber bia sido creada fuera del paraiso. Elisa,
tad; mas fuera crímenes! No haya san respondedle. »
gre ! » Sonriese ligeramente la joven , y se
Elisa estaba , por decirlo así, dotada vuelve hacia Calmon.
de ese gesto mágico, que conjura el es «Eva ha nacido en el paraiso , porque,
píritu del mal, y de las palabras de las ella es quien le ha creado. Existia tal vez
Hadas , que realzan el genio del bien. La antes que ella? No : no hay paraiso sin
muchedumbre repetía en torno suyo : muger. «
«No mas crímenes! no mas incendio, Un vivo entusiasmo ha recibido esta
tiene razón ; vigor y clemencia ! ilustra respuesta. La Verdulera se habia apresu
ción y libertad!» rado á coger la tesis, medio seguro y po
Pero un escolar atrevido , de ronca voz deroso para cambiar el curso de las ideas,
y de corazón fiero, interrumpe á los su para quitarlas sus feroces tintes , y darlas
yos , y esclama : una dirección risueña. Asíes que repone
«Piedad para Aubriot! no, perezca! con calor:
Anatema á los grandes ! solo su sangre «Qué veo! una hoguera!., y para quien?
puede romper nuestras cadenas.» — Para el preboste de Paris.
Mas la muchedumbre le silba. — Cómo! hubierais querido?..
«Fuera ese lobo salvaje! de donde — Su muerte.
48 LA VERDULERA. 49
CAP. II.
Meaux, casi privada de sentido , perma ración, que se encuentra sin buscarse.
necía entonces inánime : sus rubios ca Además : ¿qué hubiera podido añadir?..
bellos esmaltados de oro y perlas flota La indignación de su rostro era un libro
ban sobre sus espaldas blancas como la abierto , en que estaban impresas las
nieve, su ropaje de escarlata, guarnecido amenazas y un mudo torrente de elo
de armiño , con todos los lujosos adornos cuencia. Sus ojos habiau clavado sobre
del arte , dejaba al descubierto un pecho la muchedumbre una de.sus miradas de
donde brillaba un reliquiario guarnecido fuego , después de las cuales son frías to
de coral. Estaba brillante , y sus brazos das las palabras, y están por demás. En
hermosos se veian circuidos de piedras tan fatal momento ese hombre, sin otro
preciosas. apoyo que su espada, y adelantándose
Y siu embargo, tanta dignidad, tanta contra una masa de furiosos; este hom
nobleza , se encontraba en la calle sobre bre lleno de un valor estraordinario , y
el lodo! tantos adornos solo eran objeto atreviéndose á llamar cobardes á los que
de ultrajes! Qué contraste entre su situa tiene á la vista ; ese joven atrevido , fiero
ción y su nobleza!.. y terrible, ofrece todo un drama de pa
Resuena entre la muchedumbre el gri siones, todo un poema de padecimientos
to aterrador de Riperto. y todo un mundo de heroismo.
«Cobardes!.... atormentáis asi á una La noble dama reanimada estendia sus
muger?» brazos hacia Riperto. Preséntase Nicolás
Solo ha podido pronunciar estas pala Flama nd.
bras, pero con aquella fuerza de alma v «De qué caverna sale ese tordo? esclama
sublimidad de acento que son una inspi elinfame bandido; ¡no es pájaro de núes-
58 ' LA VERDULERA. CAP. III. 59
tra especie, y se atreve contra nosotros el La inesperada aparición de Riperto Ra
temerario!.. Camaradas, emplumémosle. bia vuelto en sí de su sorpresa al oir la
— Es un noble disfrazado. VOZ de trueno del Conde, y el grito del
—-Es preciso curtirle la piel. gefe de los bandidos. Poniendo otra vez
— Es un espía de la corte. en juego su vivacidad y caprichoso ade
— Al saco con él y al rio •'» man para seducir al efecto de vencer,
Y el gentío se adelanta contra Savoisy Rabia acudido precipitadamente. Colóca
para hacerle pedazos. se de nuevo entre la desgracia y el crimen.
Pero nada intimida al bravo , antes re «Qué hacéis? esclama: á qué tanto
siste y les rechaza. furor con un hombre solo? un espía ! os
Muchos clérigos que no habian toma engañáis : le conozco y respondo de él.
do parte en la escena veian con admira — Quién es pues?
ción los esfuerzos sobrenaturales de Ri- — Mi hermano.
perto , pronto se declaran cu favor suyo: — Vuestro hermano !
se interponen cu la lucha , y se atrope — Si, lo juro, un mismo pecho nos
llan mutuamente unos á otros. Aquí en ha alimentado.»
tran puñadas y amenazas; lodo á la vez Resuenan numerosas aclamaciones:
es furibundo y bullicioso , mortífero y «Soltadle ! soltadle •'
salifico. Empezaba ya á derramar su san — Y la desconocida? pregunta Nicolás
gre, cuando de improviso se suspenden Elamand.
en el aire los aceros, y resuenan nume — La tomo bajo mi protección, res
rosos vivas. Ya no mas batallas. De nuevo ponde con energía la joven ; la asisten de
se presenta Elisa. rechos sagrados , puesto que es muger. »
6o CAP. III. 61
LA VERDULERA.
músicos. Salidos del interior de la ciudad instrumentos; pero todos ellos estaban
se dirigen hacia el palacio de San Pablo. ebrios. Esa tumultuosa comitiva daba
Qué objeto llevan? luego va á saberse. vueltas á una y á otra parte blandiendo
Los colegiales de San Jaime , embria antorchas. Aumentábase á cada paso ;
gados con el triunfo que la universidad también han acudido allá las compañeras
había logrado sobre el gobierno , habian de Elisa. Todo este tumulto se agita ha
determinado venir á cumplimentar con cia el palacio de San Pablo. Todo'sin
una especie de escarnio salvaje al Regente embargo va desapareciendo por grados,
y á la corte, al pie de las ventanas mis con sus resplandores y sus horrores : solo
mas de palacio. Con cánticos , con bailes el ruido permanece estacionario. Va no
y con músicas se iba á insultar al poder. hay batallas ni contiendas; aquello es un
Esos estudiantes , que no habian asistido torrente de estravagancias. Era preciso
á los horrores de sus compinches, cor variar los espectáculos ; y heos ahí al po
rían ahora á reunirse á ellos junto á la pulacho que está bailando.
morada regia , saliendo de las tabernas y La calle donde habia acaecido el de
garitas donde habian preparado sus in sastre á la Vizcondesa estaba entonces de
fernales serenatas. Algunos de ellos lle sierta. Solo se veian dos mugeres y el
vaban nudosos palos para batirse mutua conde de Savoisy.
mente en caso de necesidad. Los demas , o Noble dama , dice la Verdulera , ya .
como si asistiesen á la fiesta de los locos, nada teneis que temer. Apoyaos en mi,
disfrazados de faunos, de osos, de sáti levantaos: es una voz amiga la que os
ros y otras bestias salvajes, ejecutaban habla.»
danzas grotescas, algunos tocaban varios El acento de la jóven era dulce , co
64 LA VERDULERA. 65
CAP. III.
aire alivia su pecho. Levántase su cabeza, un sér divino pronto á huir de este valle
y la antorcha que está en manos de Sa- de miserias para volar al cielo. Admirado
voisy hiere con sus resplandores á una Riperto la estaba contemplando con éx
nueva beldad. tasis.
Qué elegancia, y qué gracias.' No era Elisa examina al caballero, y ha podi
esta la belleza viva , ardiente y capricho do columbrar su entusiasmo.
sa de la Verdulera de rostro encarnado , «Conde! le dice en voz baja, ¿no es
de negros ojos y labios encendidos: la verdad que es muy hermosa? »
vizcondesa de Meaux, débil, delicada, ¿Esperaba tal vez una respuesta de
aérea , muger y nube , era de cutis blanco consuelo? Se habia tornado pálida. En
y transparente que es mas bien objeto de trañaban tal vez sus palabras una res
la poesía y de la pintura que de la vida y puesta de vida ó de muerte? Ay de mí!
de la realidad. se hubiera podido creerlo: porque aun
Ah! sin duda habia sido necesaria to que su acento era el de la ingenuidad,
da una raza de altos barones y nobles habia no obstante algo de fúnebre en su
castellanas para producir esta suave com última palabra : no es verdad ?
binación de nobles rasgos, de perfiles Síguese un profundo silencio. Este si
puros, de gracia real y majestad lángui lencio entre tres corazones que están á la
da , que la colocaban entre sus semejan vista, era el principio de una larga serie
tes en una esfera radiante. Sus formas , de tormentos y sacrificios, de desgracias
su mirada y sus modales todo en ella era y de cariño : camino penoso de empezar,
armonía. Y cuando la sangre ardorosa pero vasta carrera una vez dado el im
animaba sus mejillas, parecia entonces pulso.
68 LA VERDULERA. cap. iii 6g
£1 conde lia roto finalmente el silencio. Esto era un secreto aun para ella
«Noble dama! os falta un guia: osad misma.
confiaros á mí. Mi vestido es solo un dis La mano delicada liabia cogido el bra
fraz forzoso : soy Riperto de Savoisy.» zo de Riperto : dichoso este , pero turba
Clávale la Vizcondesa una lánguida é do , se sentía como á la entrada de un
inquieta mirada. Ciertamente le es cono nuevo mundo de sensaciones y de ideas.
cido el nombre del paladín. Poco antes Nada aprisiona con mas fuerza y preste
la liabia admirado el denuedo de que Ri za como los peligros comunes.
perto liabia dado pruebas , pero su rostro Algunos minutos de sociedad en el
varonil, aumenta ahora su sorpresa. Ya seno del dolor unen mas intimamente
está tranquila , y renacen sus fuerzas co que muchos años de reunión en el seno
mo por encanto con la poderosa égida de los placeres. Su conversación es ani
del Conde. mada -, se establece entre ellos un cam
«Caballero, le responde con una voz bio invisible de confianza y simpatía. Se
tierna y reconocida, bendito sea el cielo hubiera dicho que desde mucho tiempo
que os envia á mi socorro. Acepto vues se buscaban , y solo entonces habían po
tros cuidados generosos. dido encontrarse.
Levántase, y apoyándose en Savoisy Vivamente oprimido Riperto, no osaba
con un abandono lleno de encanto, quie espresarse ni callar. Esta era la muger á
re dar algunos pasos , pero tiemblan Lo- la que acababa de salvar contra todo un
davía sus rodillas. ¿Era tal vez un resto de populacho desencadenado -. le parecía
flaqueza , ó liabia mezcladas en ello otras conquista suya. Tal vez era la que le
causas? destinaba la Providencia , y aquella á
cap. íii. 7l
?O ÍÁ VERLCLEBA.
Vizcondosa, os debemos tanto... él y yo!
quien llamaba su pecho. Heos aquí que
_ ¡El y yo!... Como tanta intimidad
vuelven para él los primeros transportes
de la juventud , las primitivas emociones tan pronto! murmura en voz baja la Ver
del amor, que suspenden la razón, so dulera.
brecogen y atormentan : suplicio encan En seguida añade con conciso tono.
tador de la edad primera, audaz á la vez, — No importa. ¿Donde vais?
estúpido y sublime. —-Al palacio de Meaux.
La Vizcondesa habitaba el palacio de —Por aquí podemos llegar allá sin pe
Meaux no muy distante. Encamínase allá ligro?
el Conde, pero le detiene un sordo ge Esta pregunta es para Elisa un dardo
mido. La Verdulera del Chatelet, de pie, agudo.
con una antorcha en la mano , rodeada —Sin peligro ! según y como , caba
llero. ¿De quien deseáis guardaros ? Hay
de sombras nocturnas, helada como una
visión lúgubre , inmóvil y olvidada , los algunos contra los cuales no podría de
veia partir en silencio. Esperaba de Ri- fenderos.»
perto una señal , una palabra, un adiós : Estas palabras pronunciadas con voz
ay de mí! el cruel parecia no verla. lúgubre han alarmado a la Vizcondesa.
Sin embargo , vuelto en sí al oir á la Su mirada encuentra en este momento la
joven, la llama. Pero ya era tarde : se apasionadadeElisa.yseestremece. Aprie
habia dado un golpe terrible. ta el brazo de su guia.
• Vuélvese Riperto. «Estraña muger! Noble Conde, sus
«Ven, Elisa , síguenos. ideas y sus palabras me espantan.
— Sí, añade con reconocimiento la La ha oido la Verdulera.
7» LA VERDULERA. CAP. II!.
faneis esta palabra pronunciándola como embargo, esta noche solo me hau visto
por piedad ó por política ! Riperto, deje entre ellos para detener el mal y ensayar
mos ui] lenguaje engañoso. La buena fe el bien. En todo caso, libre sobre mi
del corazón es un tesoro sagrado que un suerte, ¿no tengo derecho de dañarme?
paladin no debe comprometer.» Lo teneis acaso vos de imponerme una
Y aprieta el paso. Ilabia vuelto el ros carrera que no esté á mis alcances? Ca
tro, porque este hubiera hablado dema líais... basta. ¿Recordáis tal vez , mi joven
siado. hermano , que hemos partido juntos en
« Hace mucho tiempo que no os ha el camino de la vida dándonos alegre
bía visto, continua después de una pau mente la mano? Ay de mí! fué preci
sa ; hablemos de nuestros antiguos re so separarnos allí donde se divide el ca
cuerdos, hablemos sin amargura y con mino... vos lomasteis la derecha, yo la
calma. Las tempeslades de la vida habrán izquierda. Dios os preste sus auxilios , ca
sin duda pasado sobre vos sin dejar sur ballero »
cos profundos. No así para mí; las mu- Y las lágrimas que bañaban sus me
geres no pueden como los hombres po jillas caían á la vez amargas con sus pa
ner la mano sobre su corazón, ahogarle labras , ambas de fuego. Su voz pura y
y esclamar : Paz! confieso que no debe melodiosa era concisa y terrible.
ría hablaros de tal cosa ; no os habéis ..Elisa! esclama el guerrero, tú, mi
acercado para oir semejante lenguaje; primera amiga! mi hermana 1 ábreme tu
pero, estoy tan turbada !.. ¿Qué me de alma sin temor ; habla.
cíais? ah! ya me acuerdo; condenabais — No: no mas confesiones, repone
mi presencia entre los sediciosos. Y sin vivamente Elisa ; dispensadme de esas
8o LA VERDULERA.
CAP. III. 81
preguntas de fuego y de esas respuestas
se aisla pero es dado á muy pocos po
de hielo. Dad un momento de descanso
der elevarse encima de la vida para no
á mis sentimientos ; harto agitados están.
tocaren esta tierra de perfidias, que aja
Esto destroza y devora, ¡y tengo tanta ne-
todo lo que acaricia, y acostumbra herir
cesidad de reposo ! »
de muerte!...»
Sus bellos ojos estaban animados por
Detiénese la joven , y mudando repen
la súplica. Pero, fijos en Piiperto, tenían
tinamente de ideas, procura tomar esa
una espresion tan tierna, que alarmada
fisonomía maliciosa y móvil que poco
ella misma se ha apresurado á elevarlas
antes entusiasmaba al populacho.
al cielo para darles un aspecto religioso:
«A Dios , caballero , repone. Bajo á
dulce refugio, apoyo tutelar, un amor
reunirme con los mios; subid vos á en
se cobija bajo de otro; el divino salva
contrar á los vuestros. Olvidadla especie
al terrestre.
de desvario que me ha causado vuestra
«¡Qué estraño lenguaje! observa el
presencia inesperada. Tal vez soy menos
caballero ; apenas te reconozco. Tú , en
digna de lástima de lo que los dos cree
otro tiempo tan viva y tan alegre!., ha
mos ; puede que con las dos educaciones
brás padecido mucho ! confiésamelo.
que he recibido logre mirar con des
— Quien no padece, caballero? Pre
precio ambos mundos, abandonándolos
guntádselo al corazón mas tierno , al pri
uno tras otro sin volver la cabeza , dejan
mero que se os presante., y si quiere ser
do solo un recuerdo en lo pasado. No ha
franco algún peso tendrá de que aliviarse,
alguna dolencia de que sanar, algún do gáis lo mismo, no : no haya semejanza
entre los dos ; gozad cuanto pocéis acá
lor de que consolarse. Sabio es aquel que
en la tierra. La corte y sus beldades os
TOMO I. 6
82 LA VERDULERA. cap iv. 85
inos decidido la cuestión. El tabernácu teológico ,es cosa muy fútil, pero tened
lo del Señor no está ya en san Pedro de entendido que el sofisma y el hierro lo
Roma , sino en Aviñon. allanan todo.
—Sin embargo, el sagrado Colegio... — Príncipe! la iglesia tiene sus luces.
—Basta; me cansan vuestras observa — Sí; que desde el principio de la era
ciones. o cristiana pasan de mano en mano, que
El Principe á clavado en líiperto una se estinguen ; en vano gritan : Abrid los
de esas altivas miradas del peder supre ojos ; todos miran y no ven nada.
mo , que abrumando al inferior, vana — He concluido mi misión, permitid
paralizar sus facultades; pero Riperto, que me retire.
frunciendo las cejas, levanta sin temor — Tan pronto ? dice el Regente con to
la cabeza , y mira de frente al Príncipe. no satírico. Paróceme que estás en dis
Luis de Anjou repone mas tranquilo: posición de tomar partido en las argucias
«Nuestro santo padre Clemente Vil del cisma. En este caso no veo razón
lanzará su anatema sobre Duras, bende porque condenes la asonada de ayer,
cirá mi nuevo cetro; todavía mas , me porque hay algo sagrado que se mezcla
ha prometido que en cuanto me baile en los delirios sediciosos de la universi
en Italia unirá á mis estados de Ñapóles dad , cosa que merece examen, lu urba
muchas provincias de la iglesia, bajo el no VI es el Ídolo de la Sorboua. Por lo
titulo de reino Adriático. Hombres, pais. demas, el orden renacerá, mas que sea
campiñas y ciudades, todo me pertene solo por efecto del desorden; poique el
cerá, Savoisy; porque la Francia secun mayor enemigo de la revolución son sus
dará mis esfuerzos. Tocante al debate mismos escesos. Dejadle que arda! el
92 LA VERDULERA. CAP. IV. 93
rápidas carcajadas , una gravedad que á Delfín , si bien que de mas edad que él.
veces se mudaba en precipitación y lige Los primeros afectos de la infancia no se
reza , las reflexiones de un anciano sobre borran fácilmente. Gárlos VI se interesa
la frente de un joven, todo le daba un ba vivamente por sus compañeros, y Ri
aspecto singular. Su humor era a.fable¡y perto era bien quisto en la corte.
dulce, pero fantástico y melancólico: « Acércate, dice el joven Monarca con
reia muchas veces sin motivo , y se estre bondadoso acento: te volvemos á ver con
mecía frecuentemente sin causa. De ante alegría : tu ausencia ha sido muy larga.»
mano y ya de lejos parecía que el futuro Estas palabras animaban seguramente.
esposo de Isabela de Baviera llevaba im El discípulo de Ambrosio se inclina , é
preso el sello del infortunio. iba á salir de sus labios una respuesta
Rodeábanle algunos nobles jóvenes. respetuosa, cuando el duque de Anjou
Gno de ellos, que cautivaba la atención toma la palabra.
«¿Porqué pues, Riperto, nos has ocul
délas damas de la corte era el paje del
caballero de Plucilli. Junto á él se notaba tado esta mañana los altos hechos de tus
Boucicault, que debia inmortalizarse un aventuras nocturnas?.. Seguramente nos
dia en gloriosos hechos de armas. La mu hubieran gustado , pues no hay nada mas
notable. Un populacho desenfrenado ,
chedumbre deseaba acercarse al Monar
una noble dama entregada sin defensa á
ca : veíanse allí todos los nombres céle
bres de Francia. la brutalidad mas vil: en seguida como
Gárlos VI percibe á Riperto. Hijo esté por milagro un guerrero vestido de clé
de un favorito del difunto Rey, habia rigo , un libertador con espada en mano,
muchas veces entrado en los juegos del un héroe, un dios... Savoisy !»
104 J.A VERDULERA. io5
CAP. V.
obligaba á hacerlo , y vos me decidís.» réola de felicidad. Las flores y las piedras
Eloina deMeaux, dama de la duque preciosas eran para ella un adorno senci
sa de Borgoña. habia sido casada á sus llo y á la vez lujoso que la daban una es-
quiuce años por atenciones de familia presión scmi-ideal. Sus encantos domina
con un anciano achacoso. Restituida al ban con todo su esplendor.
convento así que salia del altar, no habia Acostumbrada Eloina á las adoracio
vuelto á ver á su marido. El vizconde de nes, se entregaba demasiado tal vez á sus
Meaux habia muerto pocos dias después prestigios. Idólatra del mundo , reinaba
de la ceremonia nupcial; y viuda Eloi en él. jComo hubiera podido Riperto re
na sin haber sido en realidad casada, ha sistir ála hechicera que le dirige la pala
bia entrado en el mundo tres años des bra con preferencia en medio de un cír
pués con el título de dama de honor, culo de rivales! Su lánguida mirada pare
con una inmensa fortuna y con el título cía alentar sus homenajes. Qué turbación
de vizcondesa. agitaba áSavoisy! Entregábase ya á todos
Recibe á su libertador con la sonrisa los encantos de la velada con todo el
del placer y del reconocimiento. Oh ! pá abandono de la juventud y de la inespe-
lida y exánime la víspera , era sin duda riencia. Elisa , su padre, el duque de An
muy bella; pero las tinieblas y el miedo jou. Trie-Chateau, é Inés Desmarets,
echaban sobre su rostro un velo fúnebre. todo era olvidado. Sentándose ora al
Qué completo cambio ahora ! Ya no mas lado de Eloina , ora guiándola á la dan
dolores y espanto. El radiante brillo de za , escuchaba su dulce voz , y mezclaba
las luces reflejaba en su semblante , y al con ella tiernos suspiros. Luego sus ho
rededor de su frente se notaba una au menajes habían sido bien recibidos!.....
ro8 cap. v. »09
LA VERDULERA.
Oh •' todo eran prestigios y maravillas en csquisilos , con platos, pasteles y dulces
torno suyo... Gozaba y se encantaba como de toda especie, miel cristalizada, frutos,
si por la primera vez sintiese en sí una licores, conservas, y panes de azúcar de
alma y sentidos. Un mundo nuevo , des- ftodas.
Los convidados dejan el salou del baile
conocido é inmenso se abría delante de
él: toda la creación era risueña para su y se precipitan con transporte hacia la
pecho. El vaporoso ensueño de una no galería de los banquetes. Riperto guiaba
Tos pasos de Eloina. En la turbación
che de placeres de música y baile . esos
roces de flores y de armiños, esas luces y ocasionada por el movimiento general ,
qué tiernas miradas! qué tímidos atreví
atmósfera de perfumes, de voluptuosi
dad , y de amar, esas medias palabras míenlos! Las palabras de Savoisy, corta
que son el lenguaje del alma y que pro das, breves y confusas, casi no tenían sen
nunciadas al azar son acogidas con entu tido. O delicias de una pasión en sus
siasmo, osos contactas eléctricos, esos asomos! primeros ¡ensayos de un amor
temores de haber hablado demasiado niño que juguetea con la turbación ,
mezclado al pesar de no haber dicho y hace de los suspiros conlesiones!.....
bastante: oh! qué magia ! qué delirio! Eloina y Riperto, muy agenos del es
eran sobradas emociones para el momen pectáculo que les rodeaba, porque ella
to. La lelicidad pasaba sus límites y ame Eloina también empezaba á amar, y
nazaba llegar al infortunio. Riperto en medio de un mundo festivo
Iba á darla hora de la media noche. Se veian otro mundo para ellos solos ,
abre una nueva galería: se hablan colo » otra fiesta , otro espectáculo á parte : una
cado en ella mesas con vinos y manjares alma para entrambos.
110 LA VERDULERA. cap. v. 111
liaber herido al padre, su venganza ame noble dama... de una parte Inés , y de la
nazaba al hijo. Ay de mí! el leal caballe otra Elisa.
ro , incapaz de proferir una mentira y te — F.lisa ! esclama el Rey.
miendo comprometer á los ojos del pú — Sí, la Verdulera del Chatelet, la
blico á Inés Desmarets, titubeaba en dar
■■■■■
heroina de las asonadas, repone Luis de
una respuesta; guardaba un profundo si Anjou ; esta por lo menos es hechicera.
lencio y la Vizcondesa estaba allí. Savoisy la llama mi hermana; y esta her
— Habla pues, Riperto! dice el Rey. mana , sino nos engañan ciertos rumores,
Amas tal vez á esa Inés ’,esmarels? se muere en secreto desde el fondo de las
— Señor! responde Savoisy con tono tabernas de amor por su hermano.
decidido , hasta hoy dia ninguna mugcr — Señor! interrumpe Riperto levan-
me ha permitido dirigirle estas palabras taudo una frente tranquila, pensad que no
osamo; y vuelto ayer de Italia , todavía puedo defenderme. Señor, el respeto me
tenia el corazón libre. encadena ; si mi indignación enmudece,
Habiéndose desasido la vizcondesa de no comprendéis la causa! Es que sin arma
Meaux del brazo de Riperto, permanecia alguna contra vos, tengo delante de mí
como clavada á su lado. al 'lio del Rey.
— Libre ó no, añade el Regente , tu Eloina ya no escuchaba : al nombre de
corazón toma estraños arranques. Qué Elisa, al recuerdo de la Verdulera y de
aventuras vas á arrostrar de frente! Ya se su lenguaje iuesplicable , se apodera de
ve, con tales éxitos , lo que es amar siem ella un frió mortal: estaba esplicado un
pre ; casarse nunca. Vaya una forluna de enigma. Vuélvese lánguidamente hacia un
cidida ! aquí una paisana , mas allá una escudero.
I
Il6 LA VERDULERA. cap. v. “7
Si, sí, esclauiau sus camaradas bre se ha suicidado junto á este sitio la
muera el traidor ! muera el Regente ! última semana , y de tiempo en tiempo
— Su corazón es de seda , y el nuestro noche y dia azotan su cadáver (i).
es de acero. Podrá la seda contra la es. — Que no sea el del Regente 1
pada ? _ Pobre Morand! dice Culdoé, cuan
— Nicolás! dice Juan Culdoé , el hom do recibió en Monfaucon trescientos pa
bre vil que nos gobierna ha tomado re los no era ciertamente un cadáver á
cientemente una nueva barragana: ¿sabéis quien azolaban. Cuanto habrá debido
quien?... la hija del judío Isaac. Todas sufrir!
las noches pasa á su morada , y dicen que — Y su hija!
para mayor secreto el Duque disfrazado — Tal vez mas que él.
va con barba postiza. — De este modo vengará su muerte ,
— Impío, vestido de armiño! añade repone Nicolás Flamand ; los Ruanenses
un barbero ; de allí pasará sin duda á los armados hasta los dientes están prontos á
aliares , y besará de rodillas las reliquias. romper sus cadenas; solo esperan la se
Por el judío errante del Calvario! mar ñal , y Elisa la dará.
chemos contra él sin descanso; marche — Qué rey escogerán?
mos con los zapatos herrados y las pier — Ninguno.
nas desnudas hasta que hollemos con —pue3 qUé no pondrán á nadie en su
nuestros pies su rostro. lugar ?
—Silencio! interrumpe un marinero: — Muy al contrario , pondrán á todos.
ois algún ruido?
— Ya sé lo que es, camarada : un hom ( t) Singular costumbre de la época.
122 lA VERDULERA 1 23
CAP. VI.
Mucho será. ¥ podrán entenderse? tros solo usamos palos ; oid el crujido de
Procuremos destruir primero , y 1 as armas.
luego veremos lo que sucederá. _ Sí, sí, no hay duda , es un duelo.
— Algún peligro veo en ello; observa Qué negra está la noche ! donde estamos?
un pescador. — Frente del prado de Oleres.
— Tienes miedo? responde Nicolás — Si fuese una emboscada?., un ase
con tono fiero; ah.' miserable pesecillo! sinato ?
en este caso perteneces tú á esa cobarde — No : es un combate de muerte ; es
especie que prefiere ganar el oro tendien te es el sitio donde se acostumbran matar.
do la mano, antes que buscar la gloria — Silencio!.. oís que grito ?
arriesgando la cabeza. Esclavo! si así — Alguien ha muerto.
piensas, sal de nuestras filas : solo quiero — Amigo! no seria bueno desembar
hombres. car? tal vez salvaríamos á un hombre.
— Mirad !.. dice otro , hacia aquel la — Y á un bravo.
do veo linternas suspendidas de los ár — Corramos! á ello pues!
boles. Seguramente es un combate noc — Corramos ! »
turno. La góndola toca en la orilla; Nicolás
Yesque la ley prohíbe los duelos: Flamand y los suyos se dirigen hacia las
preciso es esconderse para matarse. linternas : oyénse gemidos plañideros:
— Se ven desde aquí los campeones? llegan al teatro del combate : sus pies es-
No, que la niebla los oculta. . táu pisando sangre.
— Chito .'..oigo las espadas que se cru- Dos cuerpos están tendidos sobre el
ian; son caballeros, son nobles, noso-, suelo, atravesados ambos de parte á par
la4 EA VERDULERA,
cap. vil. is5
que mas convenía al caballero Riperlo , estado , las pocas palabras que salían de
sin conocimiento, no podia espresar sus sus labios rompian el corazón de la joven
deseos ni su voluntad. Lleváronle allá; «Eloína! ven... yo te llamo... Y tu cin
fue llamado al instante uno de los mas fa ta!... aquí está... sálvame.»
mosos médicos ; ningún medio perdonó Después llamaba á Trie-Chateau.
Desmarets para salvar sus dias ; y junto á «Colores de esperanza !.... Señor....
la cama de su discípulo , Ambrosio oraba porqué no?... Salgamos!... espada!...
noche y dia. muerte. »
Ah ! siu duda los socorros del arte , y Inés escuchaba con dolor estas pala
solícito cuidado de un segundo padre ha bras sin sentido. Otras no hubieran sa
bían contribuido poderosamente á mejo cado nada en claro , pero ella lo colum
rar á Riperto pero , sus esfuerzos ha bró lodo.
brían sido insuficientes tal vez sin la ayu Con frecuencia habia visto á Riperlo
da de otro móvil poderoso... junto al jo antes de su partida para Italia, lina vaga
ven estaba Inés Desmarets. esperanza de matrimonio su habia ofre
i Cuantos dolores atormentaron su al cido á su pensamiento, como un sueño
ma durante los accesos del delirio del de felicidad y de alegria. Entonces se en
desgraciado herido ! Desde muchos años treveia en ella una beldad naciente , y el
la pobre Inés amaba á Savoisy. que poseia su corazón la habia mirado
Riperto, colocado entre la vida y la frecuentemente con dulce y tierno inte
muerte , ignoraba todavía donde se en rés. Oh dolor! poco después una enfer
contraba : á nadie habia conocido. Su medad funesta habia robado á su rostro
delirio era continuo : y en su deplorable los claveles de la juventud, y á sus fac-
128 LA VERDULERA,
CAP. VII. 129
cioues los encautos de la belleza. Inés, pura y serena, ála que Dios por una serie
descolorida y enfermiza , solo Labia con de pruebas queria hacer penar acá en la
servado la espresion de su rostro , la ele tierra antes de hacer de ella un ángel en
gancia de su talle, lo rubio de sus cabe los cielos. AL! cuando de rodillas, jun
llos, y la blancura de su cutis. Sus ma tas sus manos, y vestida de blanco, cla
nos eran delicadas, sus dientes admira vaba sus ojos en la bóveda inmortal, era
bles... pero... Labia perdido la flor su tan pura de humanos deslices, tan bella
lustre. de esperanzas divinas, que se hubiera
Graciosa y melancólica se adelantaba podido esclamar: ¿Espirita celestial, don
en la vida con la triste persuasión de que de están tus alas ?
desgraciada por naturaleza,y condenada Riperto Labia notado vagamente los-
por lo mismo á un eterno aislamiento de alectuosos cuidados de la que velaba por
corazón, jamás seria amada. Exageran- sus dias. Observó como curaban sus he
do la desgracia su falla de atractivos, La ridas , y aun como por instinto , la diri
bia renunciado á Ripéelo. Ya no mas ma gió algunas palabras de reconocimiento.
trimonio para ella. Pobre niña!., buena En punto á bebidas , no queria tomarlas
y resignada, sin salud ni placeres , llega mas que de su mano, y solo obedecia su
da apenas á sus diez y siete años, pasaba voz. Quién era, pues, la joven?., no lo
como errante sombra al través de las ale habia preguntado. Conocia sus faccio
grías de la tierra, sin suspiros, sin que nes ?.. aun no.
jas ni murmullos. La tierna joven mira Al fin su razón despierta ; cierta ma
ba ; mas luego volvia silenciosa la cabe ñana, sentado en su cama, ve á su lado
za , y seguia su camino Era una alma á un sacerdote.
tomo 1
9
iSo LA VERDULERA, CAP. VII.
— Carlos VI , continua el sacerdote , te, que dicen está apasionado por ella,
quería vengar la muerte de Trie-Chateau; la ha aconsejado un viaje en sus altas
pero sabiendo que te encontrabas á la miras políticas. La presencia de la Vizcon
orilla del sepulcro , ha suspendido su fu desa en Rúan puede ser muy útil en las
ror. Sin embargo, todavía no está obte actuales circunstancias. La capital de
nido tu perdón y te amenaza un decreto Normandía está dispuesta á dar un sacu
de destierro. dimiento .... engéndrase allí una revolu
Me someteré sin murmurar. ción.
— No para aquí, repone el Abad ; — Ambrosio!... qué peligro para ella !
aquella cuyo nombre se encuentra fatal — Todos la idolatran en Rúan, y el
mente mezclado á tus escandalosas proe pueblo es su esclavo.
zas , la vizcondesa de Meauv ha dejado — Y creeis vos en el amor del pueblo ?
París y la corte. Habiendo perecido por — No; pero sí en el poder de las rique
tu mano su futuro esposo, ha partido zas, en el influjo de los grandes , y en el
con el alma traspasada... prestigio de la beldad.
— Hacia donde? — Otras son mis ideas, padre mió; solo
— A Rúan ? creo en la sed del desorden , en la pasión
— En busca de un retiro? del pillaje , en el amor de los destrozos.
— No lo creo, Riperto : no le conviene — Tus ideas no escluyen las mias ;
el retiro : una chusma de adoradores la Dios lo decidirá con el tiempo. El rey
rodearan en Rúan como en Paris. Posee reúne sus ejércitos; marchará si conviene
allí vastos dominios, y ejerce mucho in á la cabeza de los suyos contra toda ciu
flujo ; por otra parte, el príncipe Regen dad rebelde : si se obtiene tú perdón , si
*4® IA VERDULERA, i43
CAP. VIH.
no recae sobre tí ningún decreto de des ahora no lo es. ¿Qué le dijisle al Regente
tierro, te reunirás á sus valientes. de Francia? « Me casaré con Inés Desma
— Con transporte.... con felicidad, rets: mi padre me lo ha mandado.» Estas pa
locante al himeneo prescrito por labras, pronunciadas con energía y repe
tu padre , estás resuelto ? tidas por cien voces , han adquirido fuer
— Todavía no. za de ley. Publicadas por el duque de
— Porqué ? Anjou sin que le hayais contradicho, y
— Vos os opusisteis, lo que es para mi en presencia del Monarca , son para vos
un obstáculo. un lazo muy fuerte, lian sancionado el
. Riperto!... quieres seguir mis con- decreto pronunciado por el autor de
sej os ? vuestros dias ; han comprometido á la
—Sin titubear; qué debo hacer? hija de Desmarets... y lo repito, hijo
—Casarte con Inés Desmarets. mió, si Riperto es hombre , si oye la voz
— Qué oigo!... En la abadía , no pen del deber , ya no le son permitidas dudas;
sabais así hace poco : no era esta vuestra su obligación es sagrada. Las pasiones
opinión. tienen muchos senderos ; mas él honor
— Las circunstancias han mudado. solo uno , Savoisy. »
— Esphcaos!... no puedo comprende- Nada contesta el caballero, y en el fon
ros. do de su corazón medita lo que acaba de
Pregúntalo á tu conciencia ; ya no oir. El modo como ha hablado el abad
eres libre de disponer de tu suerte. de Champeanx de la vizcondesa de Meaux,
— Lo sé... el mandato paternal... hiela en su alma terribles recuerdos. Pa
Era en otro tiempo un secreto ; mas rece que le desencantan. Tal vez lo que
i44
LA VERDULERA. CAr. vni. i45
acaba de perder Eloína , lo está ganando miserable sin recursos, Mas , no está aquí
Inés.... El santo anciano observa , y pro el peligro' el verdadero móvil de la re
sigue : belión, la rueda de la convulsión, es
«Desecha tu corazón á Inés? una muger.
— No , padre mió ; antes la presta ho — Es posible?
menaje. Espresa lo que siente por ella , —Joven y hermosa.
que es reconocimiento y admiración... — Joven y hermosa! interrumpe el
— Te comprendo: lodo..... escepto Abad , lo adivino... es Elisa.
amor. — Elisa !... esclama Ripcrto.
— Tal vez necerá. —Ella misma. La guia un poderoso ge
— Síj no lo dudo. » nio , la venganza. Exaltada con su dolor
Interrúmpesela conversación. El abo filial, fanatiza al pueblo. El ejemplo de
gado general Desmarets, cuya fisonomía María Gertrudis , que insurrecciona hoy
habitualmente austera mudaba rara vez dia la Flándes , anima sus esfuerzos. Es
de espresion , se presenta inquieto y tur imponderable su elocuencia : les ha dicho
bado. Su paso era precipitado. vencerémos ! y ha vencido.
«Señor Abad! dice el magistrado , lle — Se vende tal vez por inspirada ? pre
ga el caso que yo había previsto. El fue gunta Ambrosio.
go délas sediciones , comprimido en Pa- — No por cierto, responde Desmaretá.
)is , estalla con violencia en otras partes: Solo la anima una idea: vengar la muer
Rúan se halla en completa revolución. te de su padre. Ah!..... decidme, señor
— Qué gefe manda á los rebeldes? Abad: Pablo Morand mutilado, asesinado
— Un mercader, llamado Gros , un delante su misma hija, ¿no fué un espee-
tomo 1. 10
l4S LA VERDULERA. i CAP. VIII. 1¿¡7
Son calumnias, asilo creo, respon. pitarse á caer en la tierra sin remedio.
de con una voz severa; pero no me admiro ■—El abogado generalse vuelve fría
de ello , vuestras palabras pueden liabei- mente al conde de Savoisy.
dado margen .. — Joven! hace tiempo qne debia ha
También vos abrigáis odiosas sos blaros de un importante negocio ; el mo
pechas! dice el magistrado indignado. mento ha llegado ya. Cuando colocado al
Pero se setena al instante. frente de la magistratura de Francia ocu
-El porvenir me justificará, prosigue paba un lugar distinguido en Paris . con
con tono solemne; fiel servidor del Rey, fieso mis deseos de que pudieseis llegar á
voy á obedecerle sin murmurar. Con to ser mi hijo : asi lo quería vuestro padre ,
do, no seré traidor á la causa del pueblo, y ésta alianza me hubiera sido grata. Hoy
y venga lo que viniere estoy pronto á pe dia se desvanece todo; tal vez ya he per
recer por ella. dido poder, dignidades y riquezas; ya
— Si es así, esclama Ambrosio con do no me encuentro en situación de ofrece
lor, os predigo que pereceréis. ros un porvenir dichoso. Esto debe mu
Enhorabuena, cúmplase mi destino. dar nuestras resoluciones ; ya no mas ma
— Pues qué! repone el abad deCliam- trimonio , lliperto ; lejos de mí la idea de
peaux, luego no hay lecciones ni espe- asociaros á mi desgracia , á mi destierro ,
riencia en materia de fe política ? según á las desgracias tal vez terribles que me
esto no mudaréis de pensar ! Ah! conti amenazan ; Ambrosio acaba de ver para
nuad , adelantaos en la fatal carrera en la mi el cadalso. Savoisy! nuestros vínculos
que os habéis empeñado; partid ! pero están rotos, prosigue Desmarets con cal
tened entendido que es muy fácil preci ma ; os restituyo la libertad.
156
I-A VERDULERA. CAP. VIII. 107
— Mi libertad ya no la tengo , escla- Pensad que sobre mi cabeza pesa boy dia
ma con ardor el caballero; las palabras una sentencia de destierro.
que acabais de pronunciar me encadenan —Cabalmente es el destino que nos une
a vos para siempre ; os pido solemnemen á entrambos, interrumpe Riperto. ¿No es
te la mano de vuestra bija. Ayer, cuando toy yo mismo amenazado de un destier
era feliz vuestra situación y brillante ro? Además me parece que oigo la voz
vuestra existencia , podía temer , en la de mi padre en el lecho de mi madre
edad en que las pasiones ciegan, no ser moribunda: Si la desgracia persigue d Des-
digno de Inés , y me era permitida la ir marets , sé su protector, sé su hijo. Padre
resolución ; pero hoy dia que la prosperi mió, bendíceme délo alto de los cielos!
dad os abandona, ya no es lícito titubear; te obedeceré.»
mi vida os pertenece, osla ofrezco, dis Su actitud era sublime; ningún desor
poned de ella. den ni fogoso arranque; su fisonomía
No, responde con emoción el ma tranquila y hermosa , estaba brillante de
gistrado ; no, no acepto lo que un pri valor y piedad filial ; su voz no tenia na
mer movimiento de generosidad acaba de da de exaltado; no se traslucía exagera
dictar á vuestro noble corazón ; antes es ción en su lenguaje; era sosegada su mi
perare que la reflexión baya reemplazado rada, y tranquilo y fijo su aspecto. Am
al entusiasmo , y los cálculos de la razón brosio está lleno de admiración.
hayan sucedido en vos á las inspiraciones «Bien, hijo miü, bien! dice el santo
del sentimiento. Poco honroso seria para sacerdote ; sigue adelantándole de este
mi aprovechar un momento de exaltación modo en la vida... Dios le bendecirá.
para sujetaros á mi destino para siempre. —Qué ! interrumpeSavoisy, ¿aprobáis
»58 LA VEIlDULEftA. cap. viii. i5g
pues bien queremos. Sienta mal la leni- Ay de mí! sin embargo el pais era di
dad y seremos enérgicos. Ved el rebaño choso antes de imaginar que no era li
que pace por los campos: le guian tal bre !
vez los corderos?.... Pero volvamos á tí — Se calumnia á Juan Desmarets, res
bello caballero : te prometes la felicidad ponde Riperlo con energía. He leído el
did matrimonio que proyectas : nada mas fondo de sus pensamientos , y solo he
natural, porque la esperanza y la vida visto amor á sus semejantes, abnegación
confundidas en nosotros , como el calor de sí mismo y lealtad para con la monar
y la luz en una antorcha, solo seestin- quía. Señor! no le juzguéis sin oirle.
guen juntas: pero tal vez ignoras que — Conocida es su elocuencia interrum'
Desmarets está desterrado de Paris por pe Luis de Anjou, y no le faltarán espe
orden del bey. ciosos argumentos para probarnos la rec
— Parte esta noche, lo sé Señor. Algu titud y pureza de sus intenciones. Tam
nas veces la severidad es justicia ; sin em bién Satanás rebelado contra Dios tenia
karg0> ¿es el verdadero deber de un prín miras elevadas, quería emancipar á los
cipe mirar la clemencia como un error, ángeles. Por lo demas entre el populacho
y la bondad como un crimen ? apelo á encontrará Desmarets menos obstáculos-,
todo corazón noble, perdonad, señor no tendrá un cielo que corromper.»
Regente! solo me dirijo al Rey. Gustánle poco á Carlos los sarcasmos,
Juan Desmarets, repone Garlos, es y volviendo la espalda al Regente solo
tá acusado dé ser él foco de las discordias contesta á Riperto :
civiles, y de encaminar al pueblo á la in • So odiamos ciertamente al abogado
dependencia por medio de la rebelión. general de Paris, porque recordamos que
CAP. IX. 17®
17 2 LA VERDULERA.
rana y el brillo de la grandeza suprema
sirvió con lealtad á Felipe de Valois, al
brillaban en este noble arranque. Carlos
rey Juan , y A nuestro padre Carlos V. No
te prohibimos casarte con su hija; pero te VI levantaba su frente, y era imperativo
mandamos que no la conduzcas al altar su ademan. Luis saluda y se retira.
hasta que hayas llenado tu misión. Si pa Fugitivo rayo de sabiduría! efímero
ra entonces abjurando Desuñareis sus fal movimiento de energía! el vastago de
sas doctrinas, repara sus faltas, y seso- Carlos el sabio, cayendo de nuevo en su
mete A uuestra voluntad soberana , le ad- languidez apática , ya no era el vigoroso
mitirémos A nuestra presencia, ratifi heredero de Felipe Augusto, sino un dé
caremos tu himeneo concediéndole su bil niño.
perdón. Pero que se ausente de París y «Mandad! donde debo dirigirme? di
no se meta en ninguna intriga. Repítele ce Riperto con transporte; mi brazo,
estas palabras. mi fortuna, mi vida , mi carrera , mi vo
— Permitid!... Interrumpe el Duque. luntad, todo lo que el corazón del hom
—Esta es nuestra voluntad, dice el Rey. bre posee , lodo os pertenece.....
—Pero señor! yo, dice el Príncipe.... Carlos VI le clava una de aquellas
— Duque! repone Carlos indignado, miradas que solo denotan debilidad de
si vos sois regente, nos somos monarca. los órganos y estincion de la vida. De es
Ha llegado nuestra mayor edad, y den te modo A una espansion ardorosa acos
tro poco acaban vuestros poderes. Por tumbraban A suceder en él los sentimien
otra parte la Italia os llama, y Ñapóles tos de la nada. Esta interrupción de toda
reclama A su rey.» facultad moral era en verdad momentá
Todo el prestigio de la majestad sobe- nea en esta época de su reinado ; pero no
>74 cap. ix. iy5
LA VERDULERA.
por esto dejaba de ser nn continuo obje es la única: el espíritu de revolución re
to de espanto para sus leales servidores. volotea sobre nuestras provincias. Las
La superstición lo atribuía á los malefi principales ciudades del Poitou , Auber-
cios. Ay de mí! el hijo de Carlos V, es nia y Langiiedoc , relacionadas con Pa
tremeciéndose delante del porvenir co rís, se declaran independientes. Los doc
lumbraba ya á lo lejos la demencia de tores de la emancipación trabajan del
Carlos VI. norte al sur, Suiza, Inglaterra y Flan-
“ Señor ! continua Savoisy después de des, han dado el grito de : guerra á las
un largo silencio, qué misión me dais? monarquías !■■■■ grito que ha encontrado
Pronto estoy á llenarla. Espero las órde eco. Desgracia!.... desgracia al mundo
nes de mi Rey. » entero y el trono es derribado en Fran
Pero Cirios con la cabeza inclinada , cia !....
estaba penosamente tranquilo: perdida — No, señor, no lo será; cuenta con
su memoria, estraviada en los recuerdos, fuertes apoyos.
podia apenas formar una idea ; su acti — Y tengo poder todavía , añade viva
tud era la del recogimiento : para poder mente el Príncipe : mi mano puede blan
contestar la voz esperaba al pensamiento. dir una espada. Nada me es difícil. No
Poco á poco se reaniman sus sentidos. ignoro que para el reposo general solo
«Nuestras órdenes !.... son estas , Ri- es larga la noche de los gobernados cuan
perto : mañana partirás para Rúan. do es corta la de los reyes. También par
Pero, Señor!.... ignoráis que la tiremos nosotros para Rúan.
ciudad — Guiaréis el ejército á los combates?
— Se ha sublevado, lo sabemos. No — Todavía mas; á la victoria. Tú, R¡-
l7® VERDULERA, cap. íx. 177
perto, te adelantarás. Toma algún dis los que en breve iba á verse espuesto.
fraz , y logrando ser introducido secreta «Inés! Inés! murmura.»
mente ála capital de Normandía , procu Y su acento se dirigía en voz baja á la
ra reunir á nuestros defensores en lo in hija del abogado general como una que
terior, mientras atacamos nosotros las ja contra su destino, ó como un suspiro.
murallas. Procuremos por medio de la Hablaba en él el instinto del corazón.
astucia evitar el horror del combate. No ha sido notada su secreta agitación,
Abre alguna puerta á nuestras tropas. y el Rey continua :
Hoy dia se halla en Rúan una dama de «Todavía mas, Riperto. Existe en
elevada alcurnia, que por sus riquezas Rúan otra muger mas poderosa todavía
ejerce influjo sobre el pueblo ; es entera que Eloina. Esta se halla al frente de la
mente adicta á nuestra causa : es menes rebelión, y sus encantos y elocuencia la
ter que la veas, que te pongas de acuerdo han grangeado un imperio irresistible.
con ella, y que unas tu valor á sus esfuer Fascina al populacho : es la famosa Eli
zos. Peligrosa es la empresa... por esto es sa. Sé muchas particularidades de su vida;
mas digna de tí. es tu hermana de leche, y te ama. Fué
— Señor... el nombre de la dama? la amiga de tu niñez; debes verla también
— La vizcondesa Eloína de Meaux. y hablarla. El amor de la Verdulera para
Trasmudase Riperto. Está turbado y contigo puede servir al Rey y á la Fran
pálido. El noble caballero ha esperimen- cia. Vuélvenos á Elisa! Todo lo puedes
tado toda la gravedad del terrible peso sobre de ella, puesto que le ama.
de sus relaciones secretas con la encanta Frunce Riperto las cejas.
dora , y ha sentido lodos los peligros á — Me ama! repite. Solo el Regente
tomo 1. 12
178 LA VERDULERA. CAP. IX. >79
me lo lia dicho : pero nada me prueba — En nombre de su Rey.
este amor. Sin embargo, aun que fuese — ¡Bendito sea para siempre vuestro
verdadero, queréis que con fingidas pro reinado.
testas haga uso de un sentimiento como — Tocante al padre de Elisa no pode
de una arma, para burlarme en seguida mos restituirle la vida. Parte , Riperto :
de la víctima engañada ? No , Señor, soy valor y virtud. No te pedimos que vayas
incapaz de esto. á fingir amor á la Verdulera para sedu
— Pero la pérfida Elisa. cirlay engañarla : lejos de nosotros se
— Es culpable, lo confieso. Pero tam mejante designio. No ; lo que eximos de
bién delante de ella , y casi en sus brazos tí es que uses noblemente de tu ascen
han asesinado á su anciano padre, dicien diente sobre ella para apartarla del abis
do lo manda el Rey. Señor, tenia una al mo á que quiere precipitarse. Abandone
ma de fuego , y el grito de su sangre fué: ella sus banderas , y aseguraré su existen
Venganza'. Ya lahanprecipitado alcrímen, cia y velaré por su suerte. Con el tiempo
Príncipe. Hay pérfidos pilotos que por cuando el transcurso de este que lima los
medio de imprudentes maniobras hacen sentimientos mas profundos habrá cal
naufragar la nave del Estado. Señor ! es- mado su desesperación filial, ya no le
cusad mi atrevimiento. Mi lenguaje es seremos odiosos. Tu misión es hermosa,-
amargo, y mis ideas son desordenadas; Riperto. Perdón, olvido, paz y felicidad;
¡pero quiero á Elisa! Piedad por mí, he aquí mis ideas y tus instrucciones. El
clemencia por ella. Rey te envia guíete el cielo !»
— Riperto! ve á ofrecerla el indulto. El Monarca tendia su mano al paladin.
— ¿En nombre de vos? Riperto la lleva á sus labios.
i8o LA VERDULERA,
cap. x. 181
de San Pablo: la alegría brillaba en sn cho que miraba á su felicidad para go
semblante. zar de toda su estension, para compren
«Inés, concluida que sea mi misión , derla.
dice Savoisy con tono conmovido, vol «Porqué llorar? pregunta Riperto.
veré alegre y orgulloso á poner á vuestros — No vais á partir ? dice Inés.
pies mi destino. Renuncio á la corte , á — Sí, la ausencia será corta, y pronto,
las ilusiones de la grandeza y á las vani puesto que me amais...
dades de la tierra. Vivirémos solos, en Interrúmpele admirada Inés.
paz , lejos del mundo, y no envidiaremos — Puesto que os amo! repite con un
la suerte á nadie. La verdadera felicidad candor ingenuo; luego lo sabéisI.....
necesita muy poco espacio : huye del bri como pues! yo que creia que este secreto
llo y teme el ruido. Nada respondéis? estaba sepultado en el fondo de mi alma :
— Estoy llorando. Riperto ! no abuséis de mi confianza.
La joven en este momento veia abrirse Su pura y candorosa mirada tenia una
delante de ella un porvenir inaudito de espresion encantadora : parecia reflejar
felicidades. Sollozaba, se sentía desvane la de los ángeles. En este momento Inés
cer, y pedia lágrimas á su alegría, lágri era hermosa , sí, hermosa con todos los
mas que no le negó el sentimiento. atractivos de la inocencia y con todas las
Nada se aleja mas pronto de un cora gracias de la melancolía : además, Eloína
zón amante que un pasado doloroso, no estaba presente.
cuando empieza á sonreírse el presente. — Quien , yo! repone el caballero, yo
Inés tenia los ojos bajos. A vista de su abusar de tal confesión!... hacerme in
contemplación suave y fija se hubiera di digno de vos! ah ! como podéis creerlo ?
cap. x. 189
188 LA VERDULERA.
baria culpable de una falta -. esto seria
Dejad que se esplique sin temor vuestra una desgracia y no lo quiero. Es tan her
alma ! son tan dulces estas palabras con mosa por otra parte la confianza ! como
que los corazones se corresponden unos poder amar sin creer? El amor es en
á otros! deslizase el sentimiento cuando cierto modo una fe religiosa: la fe de
se comprime demasiado : el amor se es-
una alma en otra alma.
tingue cuando raciocina. — Sí, Inés teneis razón : fiaos en mí y
— Ah! me espantáis! dice Inés; un len nada turbará vuestra existencia. »
guaje tan peligroso !..... es demasiado ; Pero la joven se estremece; su mano
os he hablado con sobrada precipitación.
colocada sobre su pecho acababa de en
Dejadme permanecer pura y tranquila.
contrar una cinta que había ocultado
Yo quisiera... Es preciso, Riperto, llamar
aquella mañana misma: trasmúdase sobre
me vuestra al pie de los altares , pura , en.
manera. Escápasele la cinta, y cae : Sa-
teramente pura.
voisy la ha reconocido ; era la de Eloina.
— Inés! el amor no quita la pureza Mil vagos y coufusos sentimientos agi
cuando permanece intacto , infeliz de la
taban el corazón de Riperto : enmudece
muger que no ha amado! Desposados en ante el mundo acusador. Inés se vuelve
cierto modo nos pertenecemos ya uno á
tristemente hacia un espejo que tiene al
otro. Inés! Inés amadme sin temor.
lado, se ofrece su rostro á sus miradas.
— Y vos! responde la dulce joven , y
« Oh! suspira en voz baja, ella y yo,
vos!... debo yo acaso amar sola ?
qué diferencia!»
En seguida añade:
Estas palabras tan cándidas y sencillas ,
— Pero no, hago mal en preguntaros: pronunciadas sin odio ni amargura , eran
no me diríais la verdad desnuda, y os
’9» la VERDULERA, CAP. X. >9’
muy poderosas para Riperto; deseaba les lágrimas , que espresaban su pesar.
responder pero temiendo Inés mas la jus Qué va á responder el guerrero ? Su
tificación que el silencio continua: corazón está vivamente agitado , y su voz
«Ah! cuanto suspiro, no ciertamente conmovida.
por aquella primera juventud en que se — Inés ! quien os ha dado esa cinta ?
columbraban en mí algunas gracias ; sino — Ah! esclama la joven , segura esta
esos dias de paz, en que sin temor ni es ba de que volveríais á hablar de ella. Pues
peranza me adormecia al modo de las bien! cuando os transportaron á esta casa
aves ! entonces una antigua leyenda, las casi moribundo , la encontré sobre vues
flores de un bordado , un paseo á la ori tro corazón. En los dias de fiebre y de
lla de las aguas bastaban á mi existencia. delirio me la pediais sin cesar , pero no
Ay de mí ! no quisiera sin embargo vol osaba entregárosla. Era temible toda
ver a esta época : cuando mas huirá de emoción... tambian me deciais: La amo !..
mi la existencia, tanto me adelantaré sa- oh! y no era á la cinta.
tifecha. Porqué ese ademan de quejas? — Creíais en las palabras del delirio?
ah! no hay queja ni siquiera amargura en — No, Riperto ; por otra parte, qué
mis palabras. Oh, Savoisy! muy ingrata importa? La muger solo ama una vez, y
seria para con la Providencia , para con para su vida entera... pero el hombre!...
él cielo y la tierra , si murmuraba toda A Dios! el deberos llama. Idos á vencer,
vía, porque al fin voy á ser feliz! que yo... voy á orar.
Cuan melancólico era el acento de la — Por mí, Inés.... ¿no es verdad que
desposada de Savoisy! al tiempo que de por mí ?
cía aqyú ser feliz derramaba abundan- — Por lodos... y aun por ella.
J92 LA VERDULERA.
CAP. XI. 1^3
— La Vizcondesa!...
—Se encuentra en Rúan , y eu bastan menos así me lo prometo: parto sin ha
te peligro de todas partes. beros merecido, y volveré digno de vos.
— Como ?
Sus enemigos son Jos esterminado-
res... y su apoyo seréis vos.
La joven se ba levantado, y su gesto
eia un tierno adiós.
Riperto , incapaz de proferir la menor
mentira, no se sintió con fuerzas para
asegurar el corazón de su futura, negan
do su primer cariño ; pero su admiración
por Inés babia al escucharla tomado un
carácter de ternura y de entusiasmo que
se acercaba al amor.
- No os lleváis la cinta ? dice la joven
con acento tímido.
— No, responde el leal caballero ; no
quiero salir de esta casa con otro recuer
do que el de Inés: vos habéis hecho que
mi alma tomase un magnánimo vuelo
hácia la vuestra. Pocas palabras tengo
para responderos; pero verdaderas... á lo
TOMO I i5
ig4 LA VERDULERA. CAP. XI. lg5
den público : iba á bañar sus manos con podía indagar, y se impacientaba.
sangre y al mismo tiempo decretaba hu Un brillahte sol alumbraba la capital
manidad. Llenaba de víctimas los cala Normanda. Una multitud innumerable
bozos, y pronunciaba al mismo tiempo de artesanos y demas individuos del pue
el sagrado nombre de emancipación. blo bajo llenaban la plaza del mercado,
Savoisy esperaba á favor de su traje lle donde se preparaba un solemne espectá
gar en breve á la morada de la vizconde culo. El gentío conduce á él á Riperto.
sa de Meaux-, pero un imprevisto obstácu Qué estraña solemnidad! La revolu
lo vino de improviso á destruir sus planes. ción de Rúan por una especie de consa
La poderosa dama, objeto de las violen gración pública quiere entrar en pose
cias de los esterminadores, se habia visto sión de sí misma é instalarse en sus fun
precisada á huir de su palacio ; los rebel ciones. Oyénse músicas melodiosas, y es
des armados de antorchas y picas, le ha que se abre la escena.
bian asaltado para incendiarle y destruirle, Doscientos miserables alineados en fa
.apenas tuvo tiempo Eloina de sustraerse lange se adelantan al través del gentío.
á su furor. Sí bien contaba con nume Llevan en medio al elegido de la rebe
rosos partidarios en la ciudad, aun en lión : el soberano improvisado de una
tre el bajo pueblo, sin embargo ya no república naciente, es Gros, el merca
podia considerarse segura.... y habia de- der de telas.
saparecido. Habian echado grotescamente sobre
Qué contratiempo para Savoisy! en sus espaldas un manto de púrpura al mo
vano procuraba descubrir por todos los do del de los monarcas; llevaba una es
medios posibles su mansión oculta -. nada pecie de cetro en la mano; una corona
19 8 LA VERDULERA. cap. XI. >99
enorme vientre del sublime ciudadano rencia: yes que el amo montaba el asno.
Gros, ial vez corrían en contraste con el _ Pues bien ! Gros nos ha puesto la al-
carácter enérgico que la poesía pide al barda. Cáspita ! que viene á ser lo mismo.
heroísmo ; pero S. M. en cambio era an — Compadre fuera chufletas : respetad
cho de espaldas, tenia una salud á toda al dueño'
prueba, unos pulmones formidables, y — Al dueño! bomba! es una palabra
si bien era estúpido y grosero, imponía que hemos sacado del nuevo alfabeto.
en cierto modo á la muchedumbre con Puesto que nos liemos sublevado para
cierta brutalidad que ejercía ascendiente no obedecer a las cabezas coronadas , se
sobre de ella : Gros era tenido por un ria muy vergonzoso humillarse ante esta
hombre de chapa. alteza de nuevo cuño y despilfarrada.
Su arenga ha obtenido aplausos. Sin — Como despilfarrada ! mira sobre sus
embargo en medio de ellos se oyen algu hombros el armiño que le cae linda
nas befas; porque la Francia fue en to mente.
dos tiempos satírica. Trasladaremos al — Según como se mire : algunas man
gunos rumores del populacho : chas he obse/vado yo en su Irage. Por lo
“Hola camaradas! que lenguaje tan demás sus carrillos son la única purpura
chillón 1 que lleva..................
— Qué boca 1 parece un horno. — Tanto mejor. : .la purpura sienta
Te parece si tiene discernimiento ? bien sobre el trono.
— Como la burra de Balaam cuando — Al diablo con los tronos ! son unos
hablaba con su dueño. asnos nuestros camaradas?.. Lo que des
— Me parece que hay una gran dife- mantelaban ayer lo están componiendo
204 LA VERDULERA,
cap. xi. ao5
hoy, sin seguir ningún sistema. adelanta hacia el estrado en que estaba
—Mira que tienes razón. ¿Si fuese que Gros.
hubiésemos sacado nueslra daga del es —Grande ciudadano! esclama Nico
tuche solo para pasar de una dominación lás ; en nombre del pueblo de Rúan ven
á otra, de un rey añejo á otro nuevo? go á pedirte un acto solemne , una de
ciertamente que nos hubiéramos lucido. claración nacional, un decreto de alta
— Chito! ¿sabes que Gros es un hom justicia, la abolición de todos los tribu
bre de escelente cabeza ? tos.
— Oh! tocante á esto nadie se lo pue El feroz acento del gefe , su actitud
de negar : es ancha y robusta. imperiosa, las salvajes figuras que le es
— Sus riñones son de elefante, y su coltaban , y su sangrienta espada levan
voz es la de un toro. tada , aterran al nuevo soberano. Gros
— Sus muslos son de vaca , y sus pies se estremece; pero no le es permitido
de buey. permanecer irresoluto : se levanta y es
— Callaréis malditos !» clama con voz de trueno :
Hubiera continuado la crítica, y tal —Están abolidos todos los tributos.
■■M I
vez en pos de ella hubieran tenido lugar Todo el pueblo le aplaude.
reyertas, cuando Nicolás Flamand agi —Todavía mas, repone Nicolás, no te
tando con su mano la bandera de Rúan, sientes en el alto trono á que te ha ele
en la que se veia bordado en relieve un vado el grito universal sin haber descar
carnero atravesado con una espada, vie tado al pais del peso de todos sus gravá
ne á llamar la atención general. A la ca menes. Oye el voto de la Francia: ¡ Abo-
beza de una cohorte armada de picas se ilcion de la nobleza !
2ofi LA VERDULERA. cap. xr. 207
Gtos se levanta con pesadez. bría ha pasado por delante de su rostro,
—Venimos en aboliría nobleza. lívido es su semblante, sus rodillas tiem
Nuevos transportes, sonatas y repique blan. ¿Era efecto de temor ó de horror?
de campanas. 0 tal vez ha percibido á Riperto errante
— ¡ Ilustre ciudadano , consuma tu entre el gentío ?
obra ! añade el'héroe popular. Confisca A las últimas palabras de la máquina
ción de los ricos señoríos! revolucionaria promovida á la soberanía
(iros esclama con voz terrible. nacional, un enjambre de fieras se había
—Confiscarnos todos los ricos seño lanzado de todas partes hácia las casas de
ríos. los empleados y magistrados de Cárlos VI.
Síguese el mayor entusiasmo ; tíranse Conocidas son las habitaciones de los ri
sombreros al aire, se dan palmadas y sue cos , y en ejecución de los decretos de la
nan bocinas. libertad , va á tener lugar un degüello
— Concluye ! repone Nicolás. ¡ Mueran general.
los enemigos del pueblo! Nicolás Flamand, entronizado en el
Aterrado Oros , esclama : estrado republicano, se dirige en este mo
— ¡Mueran los enemigos del pueblo!» mentó al pueblo.
Un rugido general mezclado de risa —A las armas! bravos lluanenses! No'
sardónica y del inarmónico sonido de los hasta que os hayais elevado á la altura de
instrumentos de cobre , responde al de las águilas , antes es necesario que os sos
creto de sangre concedido por el temor tengáis en los espacios como un firma
á la ferocidad. La Verdulera del Cbatelet mento de estrellas. Os amenazan grandes
lleva la mano á su frente : una nube som peligros ; los enemigos se hallan al pie de
2<j8 LA VERDULERA. CAP. xi. 309
vuestras murallas , y con ellos viene Gar querido interrumpir las arengas de Nico
los VI. lás, pero la voz poderosa del gefe, hu
—Mueran los tiranos esclama la mu biera sofocado sus débiles acentos.
chedumbre. — Ruanenses ! prosigue el bandido,
—A las armas, ciudadanos! acabo de prohibir que de hoy en adelan
—A las armas ! te entre nadie en nuestras murallas si
Los clarines anuncian la victoria, y tiadas ; he prescrito además una pesqui
Nicolás Flamand continua: sa general en todas las casas particulares
—Amigos! son de temer traiciones: y las de huéspedes: así nos apoderare
tengo pruebas seguras de que se lian in mos de los desconocidos. Mas tarde serán
troducido entre nosotros basiantes es ya respetados los domicilios. Hoy dia no
pías y emisarios del campo real. Estos vi será por demas una vigilancia en estremo
les agentes de corrupción , trabajan aquí activa. No reine una piedad mal enten
secretamente para entregar la ciudad al dida : fuerza es destruir ó ser destruido;
Duque de Anjou, y establecer pérfidas la virtud consiste en vencer , y el crimen
inteligencias entre la ciudad y el enemi en ser vencido. En tiempos de revueltas
go. Camaradas! fuera toda desunión; y de guerra , preciso es adelantarse siem.
'tened abiertos dia y noche los ojos : sea pre : si uno retrocede está perdido. Ade
tenido por sospechoso todo estranjero... más... ¿queréis vivir?., matad.»
y muera todo sospechoso !... Así lo quie Pero la Verdulera del- Chatelet , para
re la libertad. destruir la impresión producida por tan
La mirada de Elisa , despedia chispas horroroso lenguaje, procura mudar el
de indignación y de encono: hubiera curso de las ideas: coge el estandarte de
TOMO i. »4
210 LA VERDULERA. CAP. XI. 21 I
peí brillante en los nuevos debates, quie fanles , arrastrando en pos de sí sus
re hacer un acto de principe: y pavo víctimas. Van á degollarlas en la misma
neándose como juez supremo, pronuncia plaza.
en nombre del estado : Elisa se aprovecha del desorden que
«Oida la nación , consentimosen ello, este nuevo incidente motiva en el teatro
joven. ¡Interrogad á este ciudadano! revolucionario para apresurar su marcha
que os siga á la caledral! hacia la catedral. Se colocan en dos hile
í como el representante del pais debe ras á su paso, y la saludan con respeto.
evidentemente ser la espresion del voto Nicolás, cuya atención acaban de llamar
nacional , ha sido obedecido sin mormu sus recienvenidos bandidos , ya no detie
rar : sus palabras tienen fuerza de ley. El ne á Elisa, de manera que esta con la ca
pueblo se lia creido consultado ; precisa beza erguida y la mirada tranquila atra
mente debe ser él quien manda, A pesar viesa un largo espacio. Aparta con su es
pues de Nicolás Flamand , único que cudo cuanto detiene sus pasos. Gran par
amenaza aun á Savoisy, la bella Verdu te del pueblo se precipitaba hacia donde
lera triunfa. se trataba de degollar á los cautivos. Sa
En un ángulo de la plaza estallaba en voisy seguia á la Verdulera '• nadie le in
este momento un tumulto horroroso. sulta..... y los dos jóvenes llegan al tem
Eran los tigres de la rebelión , una de las plo.
hordas de Nicolás, que despees de haber Elisa penetra en la morada del Señor,
allanado las casas de los magistrados, de y su corazón, hasta entonces compri
los colectores , de los nobles y de los ri mido , parece que se abre á la vida. Atra
cos de la ciudad , volvían fieros y triun- viesa rápidamente la vasta nave, y su
22 0 LA VERDULERA, CAP. XI. 22 i
mirada recorre con religioso reconoci salia de sus labios: permanecía inmóvil.
miento las bóvedas del asilo sagrado. Allí Mirábala Riperto con una admiración
hay un altar, un Dios; hay socorro y sal que iba en aumento. Al rededor de ella
vación ; allí no se oye el ruido del mun vagaba una atmósfera á parte , un mun
do , y entre santas tinieblas , lejos de las do , una existencia , un cielo que no era
funestas pasiones humanas, solo la pie posible encontrar en otro punto; ningu*
dad humilde y candorosa halla un trono. na muger sobre la tierra se parecia á Eli
Está desierta la Basílica; los sacerdotes sa. Su vestido estraordinario , su casco
aterrados con el sacudimieulo de las ma de oro con plumas blancas , sus negros y
sas se habían dispersado hacia todos la rizados cabellos agitados por el soplo de
dos. Detiénese Elisa debajo la enorme los vientos, sus hermosos ojos, el brillo
lámpara de plata que alumbraba el sau. de su tez, su agitación y su desorden, todo
tuario , y se echa de rodillas. El amor en ella parecia distintivo de las badas.
y el valor han tenido necesidad de un Conmovido el caballero á pesar suyo, la
auxiliar, y este es la oración. Levántase miraba con una espresion desconocida ,
la Verdulera, Riperto está a su lado : am con uña turbación lenta y triste; hubiera
bos se hallan solos. querido permanecer helado, pero su in
Hay momentos en que las palabras del terior ardia.
sentimiento son tan imposibles como re Ya no dudaba de lo que le habia ma
coger las ideas. Solo respiraba con es nifestado el duque de Anjou : Savoisy era
fuerzo el oprimido pecho de Elisa; su amado. La conducta y la agitación de
mirada vaga despedia chispas fantásticas, Elisa se lo decian claramente, puesto que
pero ningún acento, ninguna palabra en su fisonomía espresiva se podía leer el
SSS LA VERDULERA, CAP. XI. 223
devora. Aquí nos hallamos delante de —Venís aquí por mi!.. vos, Riperto! »
Dios: aquí se borran las distancias... ig Y el torrente de su cólera que iba á sa
noro si el estravío de mi razón es un cas lir violentamente de madre, se apacigua
tigo del Ser Supremo, pero mi corazón de improviso; su oprimido pecho vuelve
quiere abrirse á tí, aunque me cueste el á respirar- para sobrellevar de nuevo el
envilecimiento :¿debo hacerlo, Riperto? peso del sentimiento.
quieres que lo haga ? «Habéis venido por mí! repite ; ah!
— Tu corazón!., interrumpe Savoisy-, no me engañes, Riperto : sobrado sé que
acaso no está enteramente entregado á la tu destino no debe contar por nada con
venganza ? migo. Serias capaz de hablarme de este
—Ah! es verdad, vos me lo recordáis, modo para adormecerme en el seno de
responde la Verdulera levantando su ca las ilusiones á fin de que abandone la
beza con toda la altivez de un orgullo he senda de las venganzas? Oh! esto seria
rido en lo mas vivo; es verdad yo me iudigno de ti , seria una crueldad cobar
apartaba del sendero. También vos teneis de. Mi alma se aviene poco á poco con
uno ! y sin duda aquí se han cruzado los su fatal aislamiento; por piedad ! no me
caminos de entrambos. No es verdad que hagas dar cabida á la esperanza, á esa
hay un complot ?... Negadlo! antorcha de júbilo que el viento de la
— Jamás mentir. desgracia apaga tan pronto, esta chispa
— Pues bien que anheláis? incendiaria que no alienta y consume.
— Ver á una moger. Por favor no me engañes : la verdad des
— Como se llama. nuda , Riperto !
— Elisa, — Hela aquí, responde el guerrero:
tomo 1. l5
320 LA VERDULERA.
CAP. XI. 227
enviado de Carlos VI, vengo á hablarte fria y desnuda. Riperto se estremece an
en su nombre.
te la dignidad sombría y desdeñosa de su
— A mí , en nombre de Carlos VI! in lenguaje. No osa oponerse de frente á
terrumpe con ironía la Verdulera, un
una alma tan fuerte y ála vez tan tierna,
embajador! qué gloria! según esto hice antes busca un rodeo y responde con voz
bien en pensar que no os traía aquí nin conmovida:
gún sentimiento del corazón. Enhorabue
» Hermana , yo be llorado á tu ancia
na. ¿Qué me ofrece el Rey para ser traido
no padre. No acuses de su muerte al Rey:
ra á los Rnanenses?.. Porque . sin duda
él no la mandó, antes se ba mostrado in
será esta la alta misión que os habrá con
dignado por ella. Sabes bien, Elisa, que
fiado. Me ofrece oro, no es verdad, una
horroriza á mis labios la mentira : pues
renta -. oro por sangre ; y á vos os encar
bien ! lo juro por el honor que CárlosVI
gan la negociación. Está decidido pues
ha llorado tu infortunio, y que quisiera
que mi vida lia de ser una llama conti
restituirte á la felicidad. El mismo me
nuamente atizada por el soplo de las tem
ha hablado en estos términos : Usa de tu
pestades ! Huye, pérfido mensajero! en
imperio sobre de ella para sacarla del
tre vuestros príncipes y yo se baila una
abismo á que se ba precipitado : vuélve
barrera inmensa....... el ensangrentado
nos á Elisa!
cuerpo de mi anciano padre!»
— Basta! interrúmpele la Verdulera.
Una sonrisa de sarcasmo y de indigna
Usa de tu imperio sobre de ella/luego tam
ción surcaba sus pálidos labios. Su pen
bién sabe el Rey?.. No importa ! se pue
samiento al modo de un puñal que sale
de publicar por toda la tierra : nos amá
de una herida, se retiraba sangriento ,
bamos desde la niñez ; ó mas bien . Ri-
.i
228 LA VERDULERA.
cap. xi. 229
pérto, yo te amaba. Este afecto antes tan muerte nos rodea, ¿que este recinto pia
tranquilo ora un dulce sueño de flores. doso santifica los votos del alma, y que
Hoy dia que ya hemos dispertado, esta Dios oye aquí todos los dias las confesio
ternura aumentada con la edad , y heri nes de los padecimientos... Ay de mí! y
da de las largas impresiones, de los pe del arrepentimiento?.. Ah! no: jamás
sares y dolores que se identifican con la me arrepentiré de haberte preferido á
vida, ya no es mas que una tempestad toda la tierra , porque tú me has salvado
eterna. Es un suplicio... y sin embargo, de esos hombres de voz brutal, de obs
suplicio necesario : perecería sin él. Sé curo rango, de groseros modales, que
que la suerte nos separa, pero me he re me estaban destinados por mi posición ,
signado á ello, y me he trazado un sen pero cuyo aliento de hielo y cuyo lengua
dero. Creo que hay en la vida otras cosas je me irrita , á quienes miro con despre
que el amor, y si bien estoy por condi cio , y de quienes me aparto : tú me has
ción lejana de las grandezas , no por es elevado , si bien que no hasta á tí, pero
to lo estoy de las virtudes. El espíritu si hasta la nobleza de tu corazón. Mi
puede errar pero el alma ama la rectitud. amor que entre los hombres me ha va
Riperlo! desearía serte útil; es acaso pre lido para siempre el ser desechada me
ciso que muera poi- tí? dispuesta estoy á deja al menos grande y pura. Ah! mi
ello. Porque siento que no puedo curar lenguaje es muy desordenado!.... tantos
me del amor que te tengo ni pasarme sin pensamientos!., tan poco raciocinio! in
él. Yo misma no comprendo como soy terrúmpeme, Savoisy! tu silencio casi es
osada á decirte semejantes cosas , y como aquí ternura : haz por manera que no
puedes tú escucharlas, ¿pero será que la me engañe!»
23o LA VERDULERA. CAP. XI. 23 1
bastantes los separan. Abandona un ca ga. Engaños! pobre joven, ay de mí, vi-
mino funesto ; y uno junto a] otro , si me vir y morir por amarte , he aquí toda mi
amas , marchemos juntos. carrera: no será muy larga. Tanto me
—Detente ! esclama la Verdulera ; de jor; solo me habrás conocido en la flor
tente ! mis fuerzas me faltan. Acabas de de la juventud con la beldad de la pri
dirigirme palabras muy tiernas, palabras mavera, con el lenguaje del amor..... te
indefinibles ; pero por mas tiernas que habré dejado recuerdos, sin haber des
me parezcan , me abruman : no son las vanecido la ilusión.
que yo hubiera escogido. No importa! Su energía de heroina se habia desva
las accepto (ales cuales son , con recono necido ante las ilusiones de la amante.
cimiento con efusión: no podías ofrecer Una lánguida melancolía se pintaba en
mas. Con qué derecho te hubiera podido su semblante al modo de un vapor , y su
decir : ¿ no son bastantes ? nosotros, mar tierna mirada fija sobre Riperto parecía
char juntos, Savoisy! muy bien sabes bañarle de luz y de amor. El noble ca
que es imposible. Tú tienes necesidad de ballero eslaba turbado, seducido y fas
grandezas, de fortuna, de porvenir, de cinado; escuchábala fuera de sí, olvi
gloria : como podria marchar contigo yo, dando su misión y peligros , al Rey y á
tan distante de tu posición , un átomo la ciudad rebelde , á Inés y á la misma
acá en la tierra ! sin embargo , cuando el Eloína.
corazón está poseído de un amor inmen Síguese uu largo silencio.
so , se creería con fuerzas para empren —Savoisy ! repone la Verdulera: tú,
derlo lodo, para crear y rehacer un mun que eres la franqueza y el honor mismo,
do , para decir esto quiero, y esto se ha- no abuses de mi credulidad : ¿ es por mí,
a34 235
LA VERDULERA. CAP. XI.
verdaderamente por mí que lias espuesto con la del desgraciado conde de Trie,
tu vida introduciéndote en Rúan?.. • res- la que. por dos veces habia comprometi
ponde! do vuestra existencia , aquella cuyos he
Riperto vacila y calla. chizos, rango y fortuna alucinan, por
Enmudeces! repone la ¡oven; ¿ no quien empezó á latir vuestro corazón de
temes que yo lo diga?... Ah .' trasluzco lante de mí, la que puede ser vuestra es
la verdad. Dentro de estos muros se ha posa y que tal vez os ama !... Adiós . Ri
lla una dama de noble alcurnia .. por la perto.»
«pie uno tira de su espada... por la que Ha pronunciado estas últimas palabras
uno mala á su semejante. Feliz y pode- con tono brusco. Los lejanos gritos del
losa en Rúan , se habla formado una es populacho resonaban en este momento
pecie de corte : hoy día proscrita y ocul hasta en el fondo del santuario : Elisa se
ta , es el foco de las conspiraciones. Sin ha estremecido.
duda necesitaba un auxiliar... Atrévete á —Oigo la voz de los mios que me lla
negarlo... te esperan. man : cumpla cada cual su deber, Savoi-
—Negar la verdad! jamás, dice Riper. sy. Yo, ya sé donde dirigir mis pasos...
to con frialdad: dos mugeres me llama —Pues yo no; nadie me llama en Rúan
ban á Rúan : ¿á qué ocultarlo?... la pri ni nadie me espera. Solo el puñal me
mera eres tú. persigue y me busca.
—Pero la otra , esclama Elisa con el " —¡Nadie te espera! mentira. ¿Y la
acento de los zelos irritados, la otra es la vizcondesa de Meaux?...
vizcondesa de Meaux, la seductora Eloi- —No sabe ni mi partida, ni mis pla
na, la que os hizo cruzar vuestra espada nes , ni mi llegada. Todavía ignoro don-
a36 CAP xi. 2ñ7
LA VERDULERA.
— Solo tiemblo por tí. Esta noche sal los bandidos. Se le erizan á Savoisy los
drás de Pman. cabellos , no puede volar al socorro de
— Y qué diré de tu parte al Rey? sus desgraciados hermanos cuyos acentos
— Que no puedo ser traidora para con de desesperación llegan á sus oidos.... y
mis hermanos, pero que aquí apoyando sin embargo tiene una espada !...
la desgracia, puedo impedir un derrama Crece el tumulto, se acerca , todo son
míenlo de sangre. Al menos haré para asesinatos : en cada playa hay un holo
ello todos mis esfuerzos. Díle que horro causto , encada calle una hoguera : las
rizada del crimen he querido permane trompetas y clarines saludan á los trofeos
cer dentro los muros de esta ciudad de la muerte. Los espacios bastan apenas
emancipada para oponer un dique al tor para abarcar las monstruosas y salvajes
rente furioso de las venganzas populares . palabras de la impiedad y de la furia re
y para servir, no su causa sino la de la volucionaria.
humanidad. No puedo hacer mas : nadie «Dios lodo poderoso ! esclama Riperto
obtendrá otra cosa de mí.» centelleando de furor su mirada, como
Interrumpenla feroces clamores. Un 110 te dejas ver y lanzas el rayo sobre los
frió mortal recorre las venas del caballe verdugos!...»
ro. El pueblo está nadando en las ale Estas palabras casi lanzadas contra Eli
grías del asesinato : en este momento , á sa y que parccian compararla á los ban
algunos pasos de la catedral, eslá dego didos de la rebelión , indignan á la jo
llando á los parlidarios de Carlos VI. Ore ven, y vuelven su atención á la venganza
se el grito de las víctimas unido á los cla y á su anciano padre.
mores de los verdugos y á la zambra de «El todo poderoso! repite, ah! 110
2 4o LA VERDULERA.
sia.... Se abre con estrépito la puerta sa precipitadamente tras de sí la puerta la'
grada, y se presenta Nicolás Flamand. teral de la Iglesia, entra de nuevo en el
— Ven! sígueme!... esclama la Verdu recinto sagrado, y se adelanta con paso
lera. tranquilo hácia los hijos de la rebelión.
Y cogiendo de la mano á Savoisy le La ve Nicolás Flamand , corre á ella , y la
conduce con la rapidez de la flecha ; van dice con voz de trueno :
á una pequeña puerta lateral que da á «Donde está este sacerdote?
una calle solitaria , y señalándole un pa — Ha salido.
sadizo estrecho y obscuro , añade conci — Con qué derecho salváis á ese hom
samente : bre ?
— Allí á la derecha , ocúltate! entre — Con qué derecho le queréis matar?
tanto detendré á los que te buscan. Esta — Quienes dice que quiera yo su san
tarde iré á buscarte á la calle del puente, gre?
allí donde sabes. En seguida, en medio — Vuestra daga ensangrentada con los
de la noche haré que los dos salgáis de asesinatos. » o
Ruau á favor de una poterna. Ah! por Admirado del acento enérgico y deci
toda recompensa , decidme después en dido de la joven, el bandido permanece
trambos : os aborrezco! indeciso algunos momentos tocante á la
-— Oh Elisa ! resolución que va á tomar. Violentamen
•—Silencio! Savoisy. te perdido por Elisa, no queria irritarla:
— Una palabra! la venganza no estingue en él á la volup
— Nada escucho. » tuosidad. Estas dos pasiones no eran en
Le rechaza á su vez la joven , cierra él dos armas opuestas , sino dos llamas
a44 LA VERDULERA. CAP. XI. 24b
S° amaba á Riperlo. Al verle hubiera manos llenas el oro? Sin duda que sí: se
querido atrincherar su pasión naciente encontraba en posición de lograr una
tras la dignidad Je su infortunio y la re alta celebridad , pero necesitaba la ener
lación de sus peligros : pero en punto á gía del valor, la tenacidad de la volun
amor no hay detenciones; si uno no re tad y los arranques del entusiasmo, vir
trocede, adelanta. tudes que le fallaban : su carácter era la
La Vizcondesa , llamada para dar lu inconstancia, y sus amores la frivolidad.
gar á acciones de heroísmo, se asociaba Ay de mü La encantadora Eloina en
con jubilo á Savoisy. Hacer un papel bri medio de las revueltas , de las intrigas y
llante era una gloria, y esta era toda su de los asesinatos no tenia por todas ar
ambición : brillar era para ella ser feliz. mas mas que las gracias de la coquetería,
Tenia secretas inteligencias con las fa los prestigios de la grandeza , y los capri
milias mas elevadas de Rúan ; el dueño chos de la beldad .
de su habitación le servia de mensajero El duelo del prado de Clores no pudo
y de intermediario, teniéndola al cor quedar siu recuerdo en la larga entrevis
riente de los acontecimientos : aun entre ta de Eloina y Riperto ¡ este fatal aconte
los bandidos tenia espías pagados , y en cimiento estaba acompañado de crueles
tre los servidores adictos, sereunian mu recuerdos. ¿Pero cual es la muger que no
chos secretamente en distintos puntos, perdona á su amante haber sacado por
preparándose á tomar las armas á la pri ella su espada, y aun haber dado la
mera señal. ¿Podia la vizcondesa deMeaux muerte á su rival?
ejercer algún predominio desde el fondo La Vizcondesa habia hablado al prin
de su obscura morada, derramando á cipio con indignación tocante á la que-
25a
LA VERDULERA. cap. ai. -a55
relia y al combate ; mas recordando la la Verdulera del Chatelet. Riperto! cier
grave herida y la larga enfermedad del tamente que es muy hermosa.
vencedor se había ido suavizando, y la Se habia empeñado demasiado la Viz
cólera habia perecido ante las lágrimas. condesa para que Savoisy pudiese eva
Dos nombres, entre otros muchos, dirse fácilmente. Así es que responde con
asomaron distintas veces en los labios de voz tranquila.
Eloína ¡ su altivez se negaba á pronun —Oh sí! muy bella y muy peligrosa.
ciarlos ; eran los nombres de Inés y de _ Por cierto que lo sabia, señor Conde;
Elisa. La noble dama recordaba todavía pero vos podíais dejar de confesarlo. El
la terrible noche de la asonada, cuando acento de Eloina era el del despecho; sin
la célebre hermana de leche de Riperto embargo no se ha conmovido Riperto.
la desafiaba á que la olvidase. También —Porqué negar la evidencia ? respon
tema muy presentes los sarcasmos del de friamente. Elisa, ayudada del poder
duque de Anjou , cuando públicamente de sus hechizos é impelida de la sed de
en el palacio de San Pablo dirigia á Ri- las vengauzas es una enemiga terrible.
perto estas palabras : Qué de aventuras ar — Una enemiga 1 caballero , esta pala
rostra de frente! ac¡ui Inés , mas allá Eli bra me admira en vuestros labios.
sa. Todavía resonaban en sus oidos estas —Y sin embargo nada hay en ello de
palabras, y de repente dice con tono frió estraño. Acabo de verla esta mañana.
á Savoisy. _ Tan pronto ! ya la habéis visto esta
Junto á estas habitaciones he visto mañana!
desfilar las cohortes de la rebelión; he vis —El Rey me lo habia mandado.
to su bandera, su gefe y aun su heroína, —Comprendo, respóndela Vizconde-
s54 a55
LA VERDULERA. CAP. XII.
sa con estraña sonrisa ; pasa por terrible, —Dadme noticia de vuestros planes.
sin embargo, lo probarémos todo para —Nuestros gefes, responde Garnier,
vencerla. Forzoso será hablarla , seducir me envian á este fin. Escuchad con aten
la : hay muchos medios de triunfo... La ción. Eu una parte de las murallas que
misión era importante y os convenia á rodean la ciudad hacia el lado de la
maravilla. montaña de santa Catalina , se halla una
—Sin embargo, me he llevado chasco. poterna bastante mal guardada...
Las palabras y el acento del Conde lle —Y bien!
vaban impreso tal sello de sinceridad, que —La abriremos al Rey.
se han disipado en parte las zelosas sos — ¿No temeis ningún obstáculo?
pechas de la Vizcondesa. Llaman... y se —Tal vez que sí, pero con valor se
presenta Garnier. vencen.
—Grande noticia ! noble dama. El rey —Quiéralo el cielo ! dice Savoisy; ¿pe
Gárlos VI, se halla bajo las murallas de ro como podréis abrir la poterna sin ser
Rúan. Se ha establecido ya una corres vistos ?
pondencia secreta, entre él y nuestros —Esta situada de un modo singular,
gefes. Esta misma noche se entrega la en una antigua fortificación, al remate
ciudad. de un jardín solitario, donde no hay na
—Es posible! eselama Savoisy. da de facción ni centinelas.
—Chito, hablad mas bajo, dice Gar — ¿A quien pertenece este jardín?
nier : las paredes oyen. — A una anciana muger del pueblo
—Como se entrega Rúan. que tiene junto á él una casita aislada y
Por medio de la astucia. sin defensa.
256
LA VERDULERA. cap. xn. 267
Decidme el nombre de esa muger «Irían ser comprometidos los mejores pla
anciana? nes. En todas partes peligros! Savoisy
—Magdalena Bernabé , hermana del queda abismado en profundas meditacio
difunto Pablo Morand. nes.
—Que decís! ¿La tia de Elisa? inter —Y la Verdulera! repone , la Verdu
rúmpele Riperto. lera que queria hacerme salir esta noche *
—Si , caballero. de Rúan para no caer en manos de los
— ¿ Y es allá donde se debe ir esta no rebeldes!... ah! tal vez seré yo quien de
che ? ba sustraerla á ella de las violencias del
Sí ; los realistas armados se apode Regente!
rarán de la poterna , y están tomadas to —Os habéis llevado chasco con ella,
das las medidas para el buen éxito de la dice la Vizcondesa de Meanx , ¿y quisie
empresa. El Rey está avisado, y el golpe rais defenderla ?
se dará á media noche. —Le debo la existencia , responde el
Estiaña complicación de acontecimien caballero; sin su apoyo estaba yo perdi
tos!... He aquí que unos van á cruzarse do: pensad que desea salvarnos á los dos...
con otros ! ¿como salir de este laberin ; á vos y á mí!
to? Seguir á Elisa cuando va á venir pa —Error! ella á jurado mi pérdida.
ra ejecutar su proyecto de evasión, seria —No: le era conocida vuestra morada,
necedad y cobardía. Desechar su socor y ella misma me la ha indicado. En su
ro y sus cuidados, permaneciendo á pe mano estaba entregaros á los asesinos:
sar de ella en Rúan, seria imprudencia y mas no lo ha querido. Aun mas; ella es
locura; se atizarían las sospechas , y po- quien debe venir esta noche en secreto
tomo z j7
258 LA VERDULERA.
cap. xii. 2¡Jg
á buscarnos para que quedemos libres de
(idos sobremanera sencillos. Eloina , al
todo peligro y para que podamos huir.
resplandor de una lámpara que acaba de
— Elisa venir aquí ! dice la Vizconde alumbrar el dueño de la habitación , la
sa : Ah! su proyecto da al traste con los
examina atenta y dolorosamente. Elisa te
nuestros : su auxilio va á sernos fatal. No
nia movimientos bruscos y precipitados.
‘ podemos partir ni seguirla.
Latia con desigualdad su corazón, como
—Silencio ! interrumpe Garnier ; oigo si estuviese devorado por la fiebre. Sus
que alguien llama. miradas despedian vagos resplandores , y
— Sin duda es Elisa , murmura entre sin embargo al través de ese desorden
dientes Savoisy. Esta es la hora señala
moral resaltaba mas brillante que nunca
da... Al anochecer. Lo ha prometido , y la beldad de su persona.
cumple su palabra. «Caballero de Savoisy ! dice , todo lo
— Forzoso es abrir y escuchar. Luego he arreglado para vuestra fuga: antes que
después verémos el partido que se puede asome la aurora podéis estar ya fuera de
tomar. peligro.
— Riperto! dice Eloína , estoy tem
— ¡Según esto, responde Eloina en los
blando.»
dias de peligr o habéis venido á ofrecerme
Al cabo de pocos momentos tendíale dos veces vuestro brazo!
el guerrero su mano á Elisa. Garnier per-
— Sí, responde la Verdulera, acercán
' manece á cierta distancia. dose á su rival con una especie de inte
La hija de la rebelión viene cubierta rés penoso y lleno de curiosidad ; sí, dos
de un manto pardo. Ya no aparece sobre' veces habré venido á ofreceros mi brazo.
su frente el casco ni el penacho : sus ves- ¿ No es verdad que no habéis olvidado la
260 LA VERDULERA,
CAP. XII. 261
primera noche que nos encontramos? Re lena Bernabé, hermana de mi padre, ha
cordáis mis palabras ? Quiera el cielo que bita al eslremo de la ciudad una aislada
la fatalidad no vuelva á ponernos una fren
casa cuyo jardines á propósito para nues
te de otra.
tro proyecto. Vosotros iréis allá al mo
Su voz era sombría , y en su ademan
mento ; y allí, cerca la media noche, en
como en su mirada , se columbraba la
el mismo disfraz en que os halláis os ha
triste revelación de una alma destrozada
ré salir de Rúan por cierto lugar secreto
sin esperanza y sin recursos... Eloina se
y oculto.
muestra turbada.
—Será tal vez por una poterna?
«No lo dudéis repone la Vizcondesa ;
— Sí , tengo la llave en mi poder.»
mi profundo reconocimiento....
Píntase la consternación en el semblan
— No aspiro á él: le desecho, responde
te del Paladin. ¡Qué embarazos sobre
vivamente Elisa; no sabria merecerlo.
embarazos !... Qué singular mezcla de
Riperto que guia á vos : por él solo os
coincidencias en un mismo momento y
salvo : á él debeis dar las gracias.
lugar. Ah ! el dedo de la Providencia está
— Oh! dice la Vizcondesa , arrebatada
visiblemente marcado en esta concentra
de un involuntario movimiento de sor
ción imprevista de intrigas opuestas. Pe
presa y casi de admiración , qué lengua
ro, donde encontrar el hilo de salvación
je ! es decir que le amais !
para este peligroso laberinto? Cnal podrá
Riperto se apresura á contestar.
ser el resultado? Qué confuso caos ! ¿las
—Elisa! los momentos son preciosos...
distintas pasiones que van á combatirse
cual es vuestro plan de evasión?
de frente dando encontrados empujes, no
— Etelo aquí: nada mas fácil. Mada-
pueden tal vez destruirse mutuamente?
262 CAP. XII. 263
LA VERDULERA.
Estas palabras son de hielo para el Hubiera querido ocultarsu agitación, pe
corazón de Elisa. ro sus facciones la manifestaban clara
— Porqué me habíais de este modo ? mente. Vuélvese á Savoisy.
queréis acaso impelerme á que os pierda? «Seáis ó no conspirador , partid : me
-Y porqué me pedís vos un imposi es imposible abandonaros. Ella y vos ,
ble. esto equivale á decirme que perezca. aunque seáis traidores , seréis arrancados
—Una sola palabra vuestra me hubiera á la muerte , aunque deba abrir yo bajo
tranquilizado. mis pies un abismo. Tienen puñales vues
Esta no saldrá de mis labios. tros conjurados? pues decidles que pri
Esto equivale á la confesión de un mero me traspasen á mí. Tal vez está es
complot. Es como si dijeseis estoy cons crito que lodo aquel que salva debe ser
pirando. víctima: cúmplase mi destino. Pero, cuen
-Si lo temeis , entregadnos. ta con ello , caballero .' cuando yo ya no
— Pereceríais en el mismo acto. Nico exista , podrá levantarse delante de vos
lás Flamand os busca y tiene sobre vos su una figura de venganza, un espectro eter
hacha levantada : al momento os condu no... el remordimiento.»
ciría al suplicio. Elisa al proferir estas palabras se retira.
— Si lo temeis, salvadnos. Garnier lo habia escuchado todo desde
— Hombre singular ! esclama Elisa , el cercano aposento , y sale con aire de
Dios mioí como se complace en torturar triunfo.
me ! qué corazón de tigre es el suyo Jo «Muy bien va todo! el cielo nos se
Da algunos pasos entregada á la irreso cunda.
lución del terror y de la desesperación. — No , dice la Vizcondesa alarmada ;
266 I.A VERDULERA,
cap. xir. 267
antes se multiplican los embarazos ; crú y vigilaremos por aquellos alrededores.
janse los planes adoptarlos: es una con Al menor grito acudiremos al momento :
fusión horrible. Qué deberemos hacer? y cuando se abra la poterna , cuando el
— Es preciso partir noble dama. Elisa Rey penetrará en la ciudad , nos precipi-
sin saberlo favorece grandemente nues tarómos á su encuentro para guiarle y
tros designios Vos y el caballero de Sa- defenderle. El triunfo me parece seguro.
voisy seréis introducidos sin obstáculo en — Conde! repone la Vizcondesa ; ¿por
la habitación de Magdalena, quien os da que no nos dais vuestro parecer ? Muy
rá la llave déla famosa poterna. Allí, singular es este silencio.
merced al mismo enemigo, seréis dueños Riperto abismado en profundos recuer
de la ciudad: ¿pueden á uno servirle mas dos , coge del brazo á Garnier.
á pedir de boca? Heos aquí que vencéis — Si se apoderan de dos mugeres, res
sin disparar un tiro, Voy á prevenir al peten al menos su existencia ! No manci
ejército real. Cárlos VI se encontrará al llemos la justa causa con crueldades y
pie de las murallas de la ciudad, allí mis con el crimen. El Rey protegerá á Elisa,
mo donde vos os habréis abierto paso. En porque tiene derechos á su clemencia...
el momento mismo en que vos llegaréis y porque es mi hermana adoptiva.
de una parte , llegará de otra el Monarca — Vuestra hermana ! basta, caballero.
con sus cohortes. Procurad que esto acon — Apresuraos, que es tarde ya.»
tezca á la media noche. Apresúrase Juan Garnier, adicto y ac
— Y vos Garnier ? dice Eloína. tivo servidor, á salir en busca de los con
— Yo con los mios rodearé durante es» jurados. Parte al momento un mensajero
te tiempo la morada de la viuda Bernabé, fiel y seguro para el acampamento real.
268 LA VERDULERA, jttevas jsttUíxactOttes.
Rcúuense , se arman precipitadamente...
cercano está el momento decisivo. Cuan ( ENCUADERNADAS A LA RUSTICA ).
tos corazones están deseando que llegue
la media noche!
DIARIO COMPLETO
DE LA
£a Ituma íjebteit,
POR
EDICION SIN ESPURGAR.
HISTORIA CRITICA
DICCIONARIO HISTORICO .
Or la Juquisician.
HOMBRES CÉLEBRES.
í -j'ium ¿/fánfonio- S£&r&n¿».
8 tomos 8°, láminas: gO rs. 13 tomos 4°, con 160 retratos: 900 rs.
COMPENDIO
DE ANATOMIA, .
PARA LOS QUE DEBEN SER EXAMINADOS, CON
EMANCIPACION
literaria.
Xeccioitpó de íPoeóux.
$trr Mtbot
I tomo 16o : 8 reales vcllou.