Juan Torres Lopez Capitulo 11.
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y la política fiscal
2. Empresas públicas. Son las empresas que actúan normalmente en los merca-
dos pero cuya propiedad es de alguna de las diferentes administraciones que
acabamos de señalar.
Desde posiciones más críticas con el modelo neoclásico y con las prácticas po-
líticas de inspiración keynesiana, se interpreta que la intervención del Estado es una
consecuencia de la tendencia a la baja de la tasa de beneficio privado. Frente a ello,
no cabrían más alternativas que la concentración de capitales (para encontrar mejo-
res y más rentables posiciones de mercado) o que la financiación pública se hiciera
cargo de las actividades necesarias pero no rentables al capital privado (sanidad,
formación, administración civil, etc.).
James O’Connor, por ejemplo, entiende que las dos grandes funciones del Esta-
do en las economías capitalistas son las de acumulación y legitimación.
La primera persigue aumentar la tasa de beneficios privados, y para ello la in-
versión y el consumo social se destinan a incrementar la productividad o a reducir
los costes de reproducción de la mano de obra. La segunda trata de garantizar un
estado adecuado de armonía social, y para ello utiliza los gastos sociales en destinos
que permitan crear un clima de consenso social, o al menos que eviten el conflicto
inmediato por la apropiación de la renta.
O’Connor considera que el crecimiento de la intervención estatal ha tenido
como consecuencia el impulso del sector monopolista de la economía y que da lu-
gar a grandes contradicciones: mientras que se socializan cada vez más los costes
del capital (lo que origina una brecha entre los gastos y los recursos públicos que
provocan lo que denominó la crisis fiscal del Estado), el excedente social es apro-
piado por el sector privado.
Como acabamos de señalar, una función esencial del sector público es la regu-
lación de la vida económica, es decir, establecer las normas que deben respetarse,
los procedimientos que deben seguirse a la hora de que los agentes económicos ac-
túen por su propia cuenta para resolver los problemas económicos.
La intervención del sector público como regulador de la vida económica no es
solamente necesaria porque todas las relaciones humanas en general precisan de
normas y leyes de comportamiento que todos debemos respetar. Además, hay razo-
nes económicas de peso que justifican esta función pública.
ciendo períodos de análisis y medidas de control que, aunque son muy cos-
tosos, garantizan que los medicamentos que se ponen en el mercado reúnen
todas las garantías deseadas.
c) Mercados ineficientes. Otras veces, resulta que el mercado no es eficiente,
por ejemplo, porque las empresas que actúan en él no tienen la dimensión
adecuada. En esos casos, el sector público debe regular la actividad para
garantizar lo que se llaman las economías de escala, es decir, el tamaño
oportuno para que las empresas obtengan el máximo rendimiento.
d) Competencia imperfecta. Finalmente, el sector público no sólo debe regular
la vida económica cuando no se esté dando la suficiente competencia, sino
que a veces tiene que intervenir justamente para evitar que se produzca de
la forma despiadada que muchas veces predomina en los mercados y que
tiene efectos muy negativos, tanto sobre las propias empresas como sobre
los consumidores y los intereses generales de la sociedad.
El sector público regula una amplísima gama de actividades que tienen que ver
con los asuntos económicos. Y eso ocurre prácticamente de forma generalizada en
todos los países del mundo.
Sus principales campos de actuación reguladora son los siguientes:
La actuación estatal más importante desde el punto de vista del análisis macro-
económico es la intervención del Gobierno sobre las grandes magnitudes económi-
cas con el fin de alcanzar los objetivos que conforman lo que Nicholas Kaldor de-
nominó un «cuadrado mágico»: el crecimiento económico, la estabilidad de los
precios, el pleno empleo y el equilibrio exterior.
Para tratar de lograr esos objetivos se dispone de una amplia gama de políticas
e instrumentos:
Los gastos públicos son extraordinariamente variados y por ello resulta útil cla-
sificarlos, lo que puede hacerse utilizando diversos criterios.
De forma general y atendiendo a un criterio económico, se puede distinguir en-
tre tres grandes tipos.
Los gastos corrientes son los destinados a la retribución del personal al servicio
del sector público, así como a la adquisición de bienes y servicios, y a las transfe-
rencias corrientes.
Los gastos de inversión son aquellos con los que el sector público contribuye a la
formación bruta de capital en la economía o transfiere recursos de capital a otros sectores.
Los gastos financieros son los destinados a hacer frente a los intereses y a la
carga de la deuda del Estado.
También se puede distinguir entre gastos reales (o bilaterales), que llevan con-
sigo una contraprestación del sector al que van destinados, y gastos de transferencia
(o unilaterales), que se realizan sin que el sector público reciba pago alguno del
agente al que se destinan.
Con un criterio funcional se distinguen las diferentes áreas o destinos a los que
se aplica el gasto (justicia, obras públicas, educación, pensiones, deuda pública...).
Como es natural, y sea cual sea la causa de su aumento, los gastos públicos de-
ben financiarse. Eso se puede hacer por tres vías: con los ingresos por la venta de
los bienes y servicios que producen las empresas públicas, por vía coactiva (princi-
palmente por medio de impuestos) o acudiendo al endeudamiento.
La vía de los ingresos coactivos es la más importante, y dentro de ella destacan
sobremanera los que se obtienen de los impuestos y las cotizaciones sociales.
Los primeros constituyen el pago obligado que familias y empresas realizan al
Estado o a otros sujetos económicos dependientes de él, sin contraprestación y se-
gún las condiciones fijadas por la ley. Aunque hay una gran variedad de impuestos,
aquí sólo señalaremos dos. Los impuestos directos son los que gravan la riqueza o
la renta en sí mismas y de manera inmediata o personal. Por ejemplo, el impuesto
sobre la renta, el del patrimonio o el del beneficio de las empresas. Todos ellos re-
caen sobre un sujeto determinado en virtud de obtener un determinado ingreso o
beneficio o tener un patrimonio. Los impuestos indirectos gravan determinadas acti-
vidades sin atender a la capacidad económica del agente que las realiza. Por ejem-
plo, el impuesto sobre el valor añadido (IVA) que se establece en diferentes porcen-
tajes sobre determinadas actividades.
Las cotizaciones sociales son pagos que se realizan al Estado vinculados a la
percepción de los salarios por los trabajadores. Constituyen una especie de salario
indirecto, pues con cargo a ellas se financia la Seguridad Social y todas sus presta-
ciones, que constituyen rentas en especie percibidas por los trabajadores.
Desde el punto de vista de la demanda agregada, lo que interesa destacar es que
los impuestos constituyen disminuciones de la renta disponible de las familias o las
empresas y, por lo tanto, su magnitud e incluso su naturaleza concreta influirán de-
cisivamente en la determinación del equilibrio económico.
incrementos del gasto realizado por el sector público aumentan la demanda agrega-
da y, en consecuencia, permiten elevar el nivel de renta nacional.
El efecto multiplicador del gasto público es lo que hace que la intervención del
gobierno por esta vía sea particularmente atractiva y eficaz para lograr incrementos
en el nivel de renta. Pero es muy importante tener en cuenta que ese efecto se pro-
duce efectivamente sólo si se dan unas condiciones muy precisas, entre las que des-
tacan las siguientes:
— Deben existir recursos ociosos en la economía. De no ser así, un incremento
del gasto público no podría producir más aumento en la producción y la
renta, sino tan sólo subidas de precios.
— La propensión marginal al consumo debe mantenerse constante o aumentar a
medida que aumenta la renta. Si se reduce, como los análisis empíricos parecen
demostrar, el efecto final del incremento del gasto público sería mucho menor,
puesto que aumentos sucesivos en la renta se irían traduciendo cada vez en más
ahorro, es decir, en menos gasto de consumo y efecto multiplicador más reducido.
— El incremento del gasto público debe aumentar no sólo la renta nacional,
sino también la renta disponible de las familias. Si se consigue un aumento
de la renta nacional pero luego hay impuestos, cotizaciones o beneficios no
distribuidos que reducen ese incremento, resultará que no hay efecto final de
incremento de la renta.
— Los incrementos de consumo inducidos por el gasto público deben darse en
bienes nacionales. Si se dedican a la compra de bienes extranjeros, no su-
pondrán aumentos de la renta nacional.
La polémica acerca de la eficacia del gasto público como fórmula de impulso de
la demanda agregada se ha basado, precisamente, en verificar si estas circunstancias
se cumplen o no, es decir, hasta qué punto el efecto multiplicador es significativo y
tiene potencia suficiente para generar movimientos en la renta de mayor magnitud
que otras componentes de la demanda agregada.
La mayor parte de los ingresos públicos (en España algo más del 80%) proviene
de los impuestos de diferentes tipos que establece el Estado y puede recaer sobre
muy distintos tipos de actividades económicas, según el objetivo que se persiga con
ellos.
Por ejemplo, pueden establecerse sobre las diferentes rentas de las personas fí-
sicas (impuesto general sobre la renta), sobre los beneficios de las empresas (im-
puestos sobre sociedades), sobre la renta gastada en el consumo (impuesto personal
sobre el gasto) o sobre el consumo en el momento de la venta (impuesto sobre las
ventas), entre otros.
Todas estas posibilidades dan lugar a tipos muy variados de impuestos, cada
uno de ellos con efectos singulares sobre las variables macroeconómicas y, en gene-
ral, sobre el sistema económico. Se estudian en los cursos de Hacienda Pública y
aquí nos limitamos a señalar su incidencia en la demanda agregada de forma ele-
mental.
Es decir,
CONCEPTOS CLAVE
Ámbito del sector público.
Regulación.
Instrumentos de política económica.
Política fiscal.
Gastos públicos.
Ingresos públicos.
Impuestos.
Cotizaciones sociales.
Déficit público.
Efecto incentivo.
Efecto sustitución.
Efecto renta.
Estabilizadores automáticos.
PREGUNTAS DE REPASO
1. ¿Qué diferentes instituciones conforman el sector público?
2. Señale las diferentes funciones económicas del Estado y coméntelas.
3. Indique los principales modos de actuación del sector público en la vida eco-
nómica.
4. ¿Qué se entiende por regulación de la vida económica y qué razones la pueden
justificar?
5. Indique los ámbitos en que se da la regulación económica del sector público.
6. Comente las ventajas e inconvenientes de la regulación.
7. Enumere instrumentos que puede utilizar la política económica.
8. ¿En qué se diferencia un gasto público corriente de uno de inversión? Ponga
algún ejemplo de ambos.
9. Señale las características del gasto público en las etapas del gasto clásico, de
bienestar, intervencionista y neoliberal.
10. ¿Por qué la mayor participación de las rentas más bajas en los procesos de
decisión originó, según Atkinson y Stiglitz, aumentos en el gasto público?
11. Defina lo que es el déficit público y la deuda pública y comente sus principa-
les efectos sobre el conjunto de la economía y el bienestar.
12. ¿Por qué es preciso que existan recursos ociosos en la economía para que el
efecto multiplicador del gasto público se produzca efectivamente?
13. ¿En qué diferentes momentos del proceso económico se pueden establecer los
impuestos?
14. ¿Qué es un estabilizador automático? Señale los que conozca.
BIBLIOGRAFÍA
Otros manuales
Begg, D., Fisher, S., Dornbusch, R. y Fernández Díaz, A. (2006). Economía. McGraw-
Hill. Cap. 21.
Bernanke, B. S. y Frank, R. H. (2007). Principios de Economía. McGraw-Hill. Madrid.
Cap. 5.
Krugman, P., Wells, R. y Olney, M. L. (2012). Fundamentos de Economía. Reverte.
Cap. 18.
Mankiw, N. G. (2012). Principios de Economía. Thomson. Cap. 26.
Mochón, F. (2009). Economía, Teoría y Política. McGraw-Hill. Cap. 14.
O’Sullivan, A. y Sheffrin, S. M. (2007). Economía. Principios e instrumentos. Pren-
tice Hall. Cap. 26.
Samuelson, P. y Nordhaus, W. (2006). Economía. Ed. McGraw-Hill. Caps. 23, 24.
Schiller, B. R. (2008). Principios de economía. McGraw-Hill. Cap. 12.