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Artículos
Manager del Center for International Finance, IESE Business School ([email protected])
Suma r i o:
I. Introducción
II. Relación entre la economía y las finanzas
III. Relación entre mercado bursátil y economía: modelos de valoración de activos financieros
1. El modelo «Capital Asset Pricing Model» (CAPM)
2. Arbitrage Pricing Theory (APT)
3. Modelos de valoración multifactorial con variables macroeconómicas definidas «a priori»
IV. Conclusiones
V. Bibliografía
Resumen: En la literatura financiera, la relación entre la evolución de los índices bursátiles y las
variables macroeconómicas se aborda a partir del estudio de los modelos de valoración de
activos financieros. En este trabajo se analizan los resultados principales obtenidos por la
evidencia empírica en este campo, partiendo del modelo Capital Asset Pricing Model (CAPM),
cuyo desarrollo dará lugar a la Arbitrage Pricing Theory (APT) y su desglose posterior en los
modelos multifactoriales de valoración de activos con variables macroeconómicas definidas a
priori.
Abstract: In the financial literature, the relationship between the evolution of stock market
indices and macroeconomic variables is discussed from the study of the models of valuation of
financial assets. This essay reviews the principal results obtained by the empirical evidence with
respect to this subject, starting from the Capital Asset Pricing Model (CAPM), whose development
will lead to the Arbitrage Pricing Theory (APT) and its subsequent breakdown in the
multifactorial models of valuation of financial assets with macroeconomic variables previously
defined.
Keywords: Asset valuation models; stock market indices; macroeconomic variables; Capital
Asset Pricing Model (CAPM); Arbitrage Pricing Theory (APT).
I. INTRODUCCIÓN
La investigación en torno a las crisis se remonta de forma destacada a la Gran Depresión de los
años 30, que dio pie a un controvertido estudio acerca de sus causas macroeconómicas y
financieras. Existe una amplia literatura publicada al respecto. Del estudio de la misma se puede
destacar la ingente diversidad de aproximaciones a la hora de abordar el tema, así como la
numerosa variedad de variables y metodologías aplicadas en su plasmación en los modelos
macroeconómicos al introducir y considerar la variable financiera.
a) Punto de partida: Modelo Capital Asset Pricing Model (CAPM) y Modelo Arbitrage Pricing
Theory (APT).
Por un lado, autores como Robinson (1952) o Lucas (1988) llegan a la conclusión de que las
finanzas no generan ningún tipo de crecimiento económico, sino que el desarrollo financiero
simplemente sigue al crecimiento económico. En palabras de Robinson (1952, p. 86): «donde
rigen las empresas, surgen las finanzas». De acuerdo con este punto de vista, el desarrollo
económico genera una demanda de ciertos mecanismos financieros y el sistema financiero
establece una respuesta automática simplemente frente a esa demanda. Otros economistas
simplemente no creen en la existencia de una relación importante entre las finanzas y el
crecimiento, como el mencionado Lucas (1988), que sostiene que los economistas asignan una
importancia desmesurada a los factores financieros en el crecimiento económico.
En línea opuesta, siguiendo el paradigma actual, Bagehot (1873) sostiene que el sistema
financiero fue crucial en el proceso de industrialización en Inglaterra al permitir la movilización
del necesario capital para abordar el proceso.
En esta misma línea, Schumpeter (1912) establece que las entidades bancarias que funcionan
bien pueden identificar con facilidad a los empresarios con los productos más innovadores y los
más desarrollados medios de producción, estimulando así la innovación tecnológica.
Partiendo de la división del sistema financiero de los países entre el sistema bancario y el
mercado de capitales, investigaciones como la de Levine y Zervos (1996, 1998) y Beck y Levine
(2004) demuestran que mercados de capitales más desarrollados, medidos en función de una
serie de índices que miden su tamaño, liquidez e integración, contribuyen definitivamente al
crecimiento económico a largo plazo en los países.
En esta última línea, Levine (2002) explora la relación entre desempeño económico y estructura
financiera, basada en cada país en el mercado bursátil o el sistema bancario. Afirma que los
sistemas financieros basados en la banca fomentan el crecimiento económico en un grado
mayor que los sistemas financieros basados en el mercado bursátil. Pero, por otro lado, aporta
evidencia de que los mercados bursátiles proporcionan servicios financieros claves que
estimulan la innovación y el crecimiento a largo plazo. Así pues, este autor establece en sus
conclusiones que distinguir a los países por la estructura financiera no ayuda a explicar las
diferencias en el desempeño económico a largo plazo de los países. Sin embargo, aquellos países
con mayor grado de desarrollo financiero, del tipo que sea, están fuertemente ligados con
crecimiento económico.
Resultan interesantes en este sentido las publicaciones de Mishkin (1978, 1995, 1997, 2000, 2002)
donde establece la necesidad de controlar los riesgos financieros como parte básica de una
buena política económica, ya que las fricciones financieras, provocadas fundamentalmente por
asimetrías de información, provocan destacables recesiones económicas. Se argumenta que los
cracks bursátiles forman parte de las crisis económicas (Kindleberger, 1992; Hubbard, 1997;
Greenwald y Stiglitz, 1988).
Hoy en día, especialmente tras la crisis financiera recientemente vivida que empezó a
propagarse en 2008, son muy consideradas las teorías de Minsky, que hablaba en 1974 de las
oscilaciones del sistema financiero como parte integrante del proceso que generan los ciclos
económicos. Según Minsky, es empíricamente fácil constatar que las economías capitalistas
experimentan de vez en cuando preocupantes procesos de inflación o de deflación por
sobreendeudamiento. Dichos episodios históricos suponen de esta forma una evidencia
contraria a los preceptos clásicos de Smith o Walras, que conciben la economía como un sistema
estable en constante búsqueda del equilibrio (Minsky, 1992). Estos procesos se explican
esgrimiendo que, en periodos de ciclo expansivo, la financiación del gasto de inversión en las
economías capitalistas da lugar a un endeudamiento que incrementa hasta tal nivel el pasivo de
empresas, hogares e instituciones financieras que impide en algunos casos que puedan hacer
frente a sus diversos compromisos de pago por falta de liquidez (Minsky, 1964).
A su vez, estos ciclos económicos recesivos y sus simultáneos desplomes bursátiles van a afectar
en última instancia a la financiación de las empresas. Bernanke y Gertler (1989) demuestran que
las restricciones de acceso al crédito afectan destacadamente a las empresas de menor tamaño o
con menor capacidad de inversión, que se ven especialmente perjudicadas al ver reducida así
gravemente su actividad económica.
Dentro de las problemáticas financieras presentes en las crisis, otros estudios van a introducir
aquéllas principalmente ocasionadas por las imperfecciones del canal del crédito o por la
política monetaria. Se pueden consultar el respecto las publicaciones de Bernanke, Gertler y
Gilchrist (1999), Gertler (1988), Eckstein y Sinai (1986), Wojnilower et al. (1980), Gertler y
Hubbard (1988), Jaffee y Stiglitz (1990), Bernanke (1993), Calomiris (1993), Gertler y Gilchrist
(1993), Kashyap y Stein (1994), Bernanke y Gertler (1995), Hubbard (1995), Kaufman (1986),
Rudebusch y Wu (2008), Borio (2008), Hume y Sentance (2009) y Christiano et al. (2015).
Así pues, se puede afirmar que todas estas teorías que se han mostrado en las numerosas
investigaciones expuestas en este apartado concluyen afirmando la existencia de una clara
relación entre la macroeconomía y el sistema financiero.
I I I . RE L AC IÓ N ENTRE MERCAD O B UR SÁT IL Y E CONOMÍ A: MODE LOS DE
VA LO RACI ÓN DE ACTIVO S FINANCIE ROS
En esta línea, se puede afirmar que el origen de los modelos de valoración de activos financieros
se encuentra en Sharpe en 1964, cuando formula el Capital Asset Pricing Model (CAPM) como
modelo de valoración de este tipo de activos. A partir de este modelo y como desarrollo del
mismo, aparecerán los modelos multifactoriales de valoración de activos, comenzando con el
modelo que enuncia Ross en 1976 basándose en su teoría Arbitrage Pricing Theory (APT). En
primer lugar, los estudios se centrarán en el contraste de este modelo APT frente al CAPM,
juzgando su bondad frente al primero y realizando diversos análisis respecto al número de
factores que debe incluir y otras problemáticas diversas. Posteriormente, este modelo dará lugar
a posteriores desarrollos a su vez, fundamentalmente en dos submodelos que dependen de las
variables explicativas de la rentabilidad de los activos, como son:
a) Aquellos que incluyen variables definidas a priori, esto es, variables macroeconómicas, como
pueden ser la producción industrial, los tipos de interés, los tipos de cambio, la inflación..., que
se desarrollarán posteriormente en el apartado III.C).3.
El Capital Asset Pricing Model (CAPM) fue introducido por William Sharpe en 1964 y ha sido
posteriormente estudiado y desarrollado por otros autores como John Lintner (1965), Jan Mossin
(1966) y Eugene Fama (1968), principalmente.
Sharpe de hecho recibió en 1990 el Premio Nobel de Economía por su trabajo sobre este modelo.
Este modelo aparece en un momento de destacable crecimiento del mundo financiero. Acaban
de producirse importantes aportaciones como son los trabajos de Von Neumann y Morgestern
(1944) y Savage (1954) sobre métodos para la toma de decisiones. Así mismo, en paralelo,
Markowitz (1952) desarrolla la teoría de carteras.
Previamente Sharpe había enunciado un modelo diagonal donde concluye que los rendimientos
de los activos están en general positivamente correlacionados con un índice, distinguiendo así
entre riesgo sistemático y no sistemático que posteriormente empleará en su desarrollo del
modelo CAPM.
Dentro del campo de la teoría de carteras se pueden destacar también las aportaciones de Tobin
que establece las hipótesis de expectativas homogéneas y la existencia de un activo libre de
riesgo. Según Tobin, los inversores elegirán una cartera que se halle en la «línea de mercado de
capitales», basándose en sus expectativas sobre riesgos y rentabilidades esperadas.
El CAPM trata de establecer qué cartera de acciones y renta fija ha de formar un inversor que
tiene aversión al riesgo. Se puede afirmar que por aversión al riesgo se entiende que, a igualdad
de rentabilidad esperada, un inversor siempre preferirá la que tenga menor volatilidad
(Fernández, 2015).
Las premisas en las que se basa este modelo de valoración de activos financieros son las del
modelo de Markowitz citado, que se resumen como sigue:
a) Todos los inversores tienen expectativas homogéneas sobre la rentabilidad futura de todos los
activos, sobre la correlación entre las rentabilidades de todos los activos y sobre la volatilidad de
todos ellos. Es lo que viene a decir que el mercado es eficiente y perfecto, esto es, toda la
información disponible es descontada inmediatamente en el mercado y conocida por todos los
participantes en el mismo, y ningún inversor individual puede influir sobre los precios de
equilibrio.
c) Existe una conducta racional de los inversores: tratarán de maximizar los rendimientos y
minimizar el riesgo. Los inversores tienen aversión al riesgo.
d) No hay costes de transacción. Los costes de transacción y los impuestos son iguales para todos
los inversores, por lo que pueden despreciarse.
e) Existe un activo libre de riesgo Rf sobre el que el inversor puede pedir prestado o prestar
cualquier cantidad de dinero que desee.
Según este modelo, un sujeto económico, en un período determinado, podrá invertir todo su
presupuesto en un activo sin riesgo, que le proporcionará una rentabilidad Rf. Pero también se
le presenta la posibilidad de invertir en activos con riesgo o en una cartera mixta, en cuyo caso
exigirá una rentabilidad superior suficiente que compense el riesgo que asume. Supuesta la
inversión en la cartera de mercado, a la diferencia entre la rentabilidad exigida Rm y la
rentabilidad libre de riesgo Rf, se le denomina prima de riesgo del mercado. En general, para
cualquier título individual o cartera i:
Ri = Rf + ßi (Rm-Rf)
donde el segundo sumando representa la prima de riesgo, y el riesgo es determinado, en
definitiva, por el coeficiente beta (ß), puesto que tanto Rf como Rm son comunes para cualquier
inversión.
Las investigaciones centradas en este modelo son muy cuantiosas (Sharpe, 1964; Lintner, 1965;
Mossin, 1966; Fama, 1968; Gruber y Ross, 1978; Shanken, 1982, 1985).
En esta línea y siguiendo la línea de Markowitz (1952), Fama (1970) va a desarrollar la teoría de
los mercados eficientes. Esta teoría afirma que el precio de los activos refleja intrínsecamente la
más completa y mejor información disponible por parte de los agentes inversores sobre los
resultados de las empresas y de los mercados. Cuando existe una nueva información disponible,
la misma se incorpora muy rápidamente al precio de los activos, de manera que éstos siguen
reflejando su valor intrínseco. Por tanto, este modelo sostiene que, a largo plazo, la probabilidad
de un agente de obtener retornos superiores al promedio, resultado de una sobrevaloración del
precio de los activos, es casi nula (Fama y Blume, 1996). Pero en cambio, admite que en el corto
plazo puede que toda la información relevante no esté incorporada correctamente, por lo que
las cotizaciones de algunos activos podrían estar sobrevalorados o infravalorados, con lo cual
algún inversor podría obtener un beneficio superior al promedio del mercado. No obstante, este
beneficio es producto del azar, se deriva de un proceso completamente aleatorio y no se puede
predecir a priori. Así, no pueden predecirse los precios futuros de las acciones y bonos en el
corto plazo.
Sin embargo, existe una significativa falta de unanimidad en los resultados de estos numerosos
trabajos con relación al modelo CAPM y además ha recibido numerosas críticas junto a la teoría
de los mercados eficientes de Fama. En palabras de Fernández (2015, p. 2): «El CAPM es un
modelo absurdo porque sus hipótesis y sus conclusiones/predicciones son opuestas a la realidad
(describen "un mundo" que no es el nuestro). La hipótesis más extravagante es que los
inversores tienen expectativas homogéneas (todos esperan la misma rentabilidad y la misma
volatilidad de todas las acciones) y la predicción más contraria a la realidad es que la cartera de
renta variable de todos los inversores es idéntica en su composición: todas las acciones del
mercado ("el mercado"). Es imposible determinar "la prima de riesgo del mercado" y "la beta de
mercado de una empresa" porque tales números no existen debido a las heterogéneas
expectativas de los inversores. De la hipótesis absurda de "expectativas homogéneas", se derivan
otros absurdos:
a) Todos los inversores esperan la misma rentabilidad del mercado y, por consiguiente, la misma
rentabilidad diferencial del mercado (de renta variable) sobre la renta fija. A esta diferencia se
le llama "prima de riesgo del mercado esperada" y, como es compartida por todos los inversores,
también es la "del mercado".
b) Cada acción tiene una beta y todos los inversores aplican esa beta. Por eso puede hablarse de
"betas de mercado".
c) Las compraventas de acciones no se deben a discrepancias entre los inversores sobre el valor
de las mismas porque todos los inversores coinciden en el valor de las acciones. El valor de las
acciones es exactamente el precio de mercado».
Dentro de los trabajos empíricos sobre la valoración de activos financieros con modelos
multifactoriales se pueden distinguir dos vertientes: por un lado, se encuentran los trabajos que
contrastan el modelo de este tipo denominado Asset Pricing Model (APT), propuesto por Ross
(1976), donde los factores empleados como variables explicativas son desconocidos a priori y se
obtienen a través de procedimientos econométricos y estadísticos diversos. Por otro lado, están
los estudios en los que los factores explicativos se definen a priori y se trata de variables
macroeconómicas. Se analizan ambos tipos en los siguientes apartados.
2. ARBITRAGE PRICING THEORY (APT)
El modelo que propone la Arbitrage Pricing Theory (APT) fue formulado por Ross en 1976. A
diferencia del CAPM, el rendimiento de los activos va a depender de múltiples factores,
representados cada uno de ellos por un coeficiente Beta (ß), de acuerdo a la siguiente ecuación:
Al igual que en el CAPM, las ß se hallan a partir de una regresión lineal de los valores históricos
que toma el activo con respecto al factor que representa cada ß.
Las hipótesis de partida de este modelo son menos restrictivas y son las siguientes:
c) No hay oportunidades de arbitraje. Los modelos son eficientes (Coronado et al., 2012).
En este modelo se elimina, mediante el arbitraje, la posible ganancia de los inversores en el caso
de generarse desequilibrios en el precio de los activos.
Roll y Ross (1980) desarrollan este modelo y lo contrastan en el mercado bursátil estadounidense
mediante un análisis factorial de corte transversal. Su objetivo consiste en contrastar
empíricamente el modelo APT de Ross y llegar a especificar el número de factores a utilizar
como variables explicativas en este modelo. En su análisis extraen cinco factores.
Posteriormente, con estos factores realizan un contraste del APT siguiendo un proceso de tres
etapas como el propuesto por Fama y MacBeth (1973). Finalmente, estos autores establecen que
en la valoración de las acciones son importantes al menos tres de los factores extraídos y que no
es probable que sean más de cuatro.
A partir de este trabajo, son muy numerosos los estudios que se centran en el contraste del
modelo APT como alternativo al CAPM.
La mayoría de ellos aportan evidencias a favor del APT frente al CAPM (Chen, 1983; Bower et al.,
1984), destacando además su robustez en cuanto que éste proporciona una mejor medida del
riesgo y mejores estimaciones de la rentabilidad esperada considerando además el tamaño de la
empresa.
Se pueden destacar una serie de publicaciones donde los investigadores se esfuerzan por
determinar el número de factores apropiados para este análisis, utilizando fundamentalmente el
análisis factorial. En sus conclusiones, algunos de estos trabajos establecen un número de
factores a incluir para valorar el modelo APT más bien pequeño, de seis como máximo (Brown y
Weinstein, 1983; Cho et al., 1984). Otros autores demuestran que dicho número de factores
depende del tamaño muestral y de la frecuencia de los datos (Dhrymes et al., 1985; Huang y Jo,
1995; Diacogiannis, 1986), así como de la amplitud del horizonte temporal (Kryzanowski y To,
1983).
Siguiendo esta línea, otros numerosos estudios continúan la investigación sobre el número de
factores ideal en el modelo, utilizando muy diversas técnicas econométricas y llegando a
diversos resultados en cuanto a dicho número. Puede verse al respecto el caso de Faff (1988) y
Wood (1991) sobre el mercado bursátil australiano usando la técnica de componentes
principales asintóticos o el trabajo de Yli-Olli y Virtanen (1992) en el mercado bursátil finlandés.
Las conclusiones de las investigaciones realizadas en España con respecto a este tipo de modelos
presentan también falta de unanimidad. La diversidad en cuanto a activos, periodos temporales
y metodologías es amplia. Algunos estudios concluyen favorablemente en relación al APT
(Bergés, 1984; Nieto, 2004), pero otros lo rechazan (Gómez-Bezares et al., 1994).
En resumen, en cuanto a la contrastación del modelo APT como alternativa al CAPM y sin
variables especificadas a priori, se pueden establecer las siguientes conclusiones:
b) Respecto a las técnicas estadísticas más apropiadas para el análisis del modelo, no
existe unanimidad tampoco en los estudios, empleándose técnicas variadas como la
máxima verosimilitud, componentes principales asintóticos, método de los momentos, etc.
Por todo ello, la conclusión fundamental es la falta de unanimidad en los resultados de las
investigaciones en general.
3. MODELOS DE VALORACIÓN MULTIFACTORIAL CON VARIABLES MACROECONÓMICAS
DEFINIDAS «A PRIORI»
Una vez expuestos los modelos CAPM y el APT sin variables a priori, en este apartado se
desarrolla la revisión literaria del modelo APT en el que ya se incluyen variables a priori de tipo
macroeconómico.
En esta línea, es muy destacable la investigación de Chen, Roll y Ross (1986) sobre los factores
que afectan sistemáticamente a los flujos de caja o tasa de descuento que determinan el precio
de un activo. Establecen que sólo los cambios no anticipados en las variables de estado pueden
afectar al precio de los activos. Utilizando datos de las acciones de la Bolsa de Nueva York desde
enero de 1953 a noviembre de 1983, y empleando la metodología de Fama y MacBeth (1973),
regresión de sección cruzada en dos pasos, identifican empíricamente una serie de variables
macroeconómicas explicativas, que son: la variación mensual de la producción industrial, la
prima por riesgo de insolvencia, la variación de la inflación y los cambios no anticipados en la
estructura temporal de los tipos de interés. Estos autores concluyen así que los rendimientos de
las acciones reaccionan sensiblemente a noticias económicas, especialmente acontecimientos de
tipo económico inesperados.
En esta misma línea, existe otra serie de investigadores estadounidenses que comienzan a
demostrar en sus estudios que existe una fuerte relación entre los rendimientos del mercado
bursátil y la actividad real económica futura. Muchos de ellos analizan el mercado
norteamericano con datos que abarcan un periodo temporal entre 1920 y 1987. En su análisis
utilizan fundamentalmente la técnica estadística de la regresión lineal sobre series temporales.
Los factores que seleccionan en sus investigaciones se refieren a la economía y al mercado
financiero en general. Ninguno de estos factores tiene influencia o control en el mercado por sí
solo, sino en conjunto con los demás. Resulta destacable que no existe un fuerte consenso sobre
el conjunto mejor de factores a emplear, como vemos en los párrafos siguientes.
Los tipos de interés son considerados bien analizando su evolución, o bien considerando la
diferencia entre los tipos de interés a largo plazo y a corto plazo (Keim y Stambaugh, 1986;
Schwert, 1989; Bulmash y Trivoli, 1991; Fama, 1981, 1990; Chen, 1991; Booth y Booth, 1997;
Cutler, Poterba y Summers, 1991; Hodrick, Ng y Sengmueller, 1999; Lamont, 1998). Este factor
presenta una relación opuesta con respecto al precio de los activos. Como se ha demostrado, una
subida de tipos de interés puede suponer mayor gasto empresarial o menor inversión, menor
beneficio y, por tanto, menor dividendo y menor valoración de ese activo; o bien, puede originar
mayores tasas de descuento y consecuentemente disminución en el precio de los activos. De esta
forma, los estudios demuestran empíricamente su influencia sobre el rendimiento de los activos
financieros, resultando un factor muy significativo en las investigaciones de Bulmash y Trivoli
(1991) y Chen (1991).
Respecto a los tipos de interés, también se emplea la diferencia entre los tipos de interés de los
bonos del Estado a largo plazo y a corto plazo. En general esta diferencia presenta una relación
de signo positivo con el precio de los activos, pero resulta bajo su impacto sobre la valoración del
rendimiento de los mismos (Chen, Roll y Ross, 1986; Fama y French, 1989; Booth y Booth, 1997;
Hodrick, Ng y Sengmueller, 1999).
Especialmente estudiado hoy en día es la problemática a la que se han tenido que enfrentar los
bancos centrales tras la crisis desatada en 2008, que han visto que sus medidas tradicionales de
política monetaria basadas por ejemplo en los tipos de interés a corto plazo no lograban
reactivar la economía y evitar la deflación al enfrentarse a tipos nominales inferiores al 0%
(Jordan, 2012). De hecho, existe una abundante línea de investigación que demuestra que
cuando los tipos de interés superan la línea por debajo del 0%, la volatilidad de las variables
reales y nominales aumenta porque los bancos centrales no son capaces de responder a shocks
adversos mediante sus habituales instrumentos (Fuhrer y Madigan, 1997; Coenen et al., 2004;
Reifschneider y Williams, 2000; Wolman, 2005; Williams, 2009; Bodenstein et al., 2009; y Amano
y Shukayef, 2012).
La inflación es considerada en los estudios de muy diversas formas. Así, se utiliza este dato
introduciendo la inflación histórica, la inflación esperada o las variaciones en la inflación
esperada. La relación entre este factor y el rendimiento de los activos presenta signo negativo en
los estudios, fundamentado especialmente en el trabajo de Geske y Roll (1983), ya que una
creciente inflación incrementa los costes empresariales y por tanto disminuye el beneficio y así
el valor de la acción. Aunque será posteriormente discutido por Kaul (1987) que establece que
depende de la evolución de los tipos de interés y de la oferta y demanda monetaria. Destacan
otros estudios como el de Lintner (1975), Bodie (1976), Jaffe y Mandelker (1979) y Fama y
Schwert (1977) donde asimismo se establece la correlación negativa entre inflación y
rendimiento de los activos.
Para Fama (1981) la relación entre rendimientos bursátiles e inflación esperada es espuria y la
denominó de hecho «hipótesis proxy». Lo argumenta aduciendo que, en la regresión de la tasa
de inflación esperada sobre los rendimientos bursátiles, la inflación actúa como una variable
proxy de la actividad real que suele ser un reflejo de la relación negativa entre la variable
inflación y la variable actividad económica. Esta misma hipótesis es defendida por otros autores
ya mencionados como son Geske y Roll (1983) y Kaul (1987), que llegan a la misma conclusión
considerando que la política monetaria es contracíclica ya que las autoridades monetarias
elevan los tipos de interés para controlar los momentos de presión inflacionista y esto suele
tener un efecto negativo sobre los rendimientos de los mercados bursátiles.
Siguiendo esta línea, en el mercado londinense, se puede destacar el trabajo de Beenstock y Chan
(1988), que identifican cuatro variables relevantes en la valoración de las acciones en el
mercado bursátil de Londres, que son las siguientes: inflación, oferta monetaria, costes de las
materias primas y tipos de interés. En este mismo mercado, Priestley (1996), en su investigación,
va a emplear el filtro de Kalman sobre el mercado bursátil de Londres. Para este autor los
factores macroeconómicos con mayor influencia en la valoración de activos financieros serán la
producción industrial, los tipos de cambio y los tipos de interés.
De igual forma, Poon y Taylor (1991) replican el estudio de Chen, Roll y Ross (1986) sobre el
mercado londinense también. Sus resultados muestran que las variables macroeconómicas no
afectan a la valoración bursátil londinense como lo hacen a la americana y sugieren utilizar
otras variables u otro tipo de metodología, afirmando incluso que los autores norteamericanos
pudieron llegar a una posible relación espuria entre las variables.
Peiró (1996) elabora una investigación muy similar a la desarrollada por Fama en 1990 para el
mercado norteamericano, pero para el caso de las economías de Francia, Inglaterra y Alemania.
Entre sus conclusiones llega a afirmar que el modelo mejora su capacidad predictiva cuando se
amplía la frecuencia de los datos y además establece que existe una relación entre las
variaciones que experimentan los tipos de interés y la rentabilidad bursátil. Aunque dicha
relación tiene un significado estadístico pequeño.
Darrat (1990) estudia la influencia de la política monetaria y fiscal sobre el mercado bursátil
canadiense. En sus resultados establece que los déficits presupuestarios, los tipos de interés a
largo plazo, la volatilidad de los tipos de interés y la producción industrial influyen en los
movimientos de la Bolsa.
Hamao (1988) replica el trabajo de Chen, Roll y Ross (1986) en Japón. Concluye que en la
evolución del mercado bursátil japonés es destacable la influencia de variables
macroeconómicas como las variaciones en la inflación esperada y de los tipos de interés, los
tipos de cambio y la prima de riesgo. En un trabajo posterior, Brown y Otsuki (1990) añaden a
las variables establecidas por Hamao (1988) otras como son los cambios en el precio del petróleo
y la oferta monetaria.
Clare y Priestley (1998) también realizan un modelo similar al de Chen, Roll y Ross (1986) pero
esta vez para el mercado bursátil de Malasia. Sus principales fuentes de riesgo sistemático
resultan ser en este mercado no sólo distintas variables de carácter macroeconómico del país
sino también una variable proxy del riesgo internacional.
Las variables utilizadas como factores de riesgo por parte de Araguas (1991) en el mercado
bursátil español son la producción industrial, la inflación no anticipada, la estructura temporal
de los tipos de interés y la prima de riesgo o diferencial de insolvencia.
Continuando esta misma línea, Altay (2003) contrasta el mercado bursátil alemán y turco. En
este caso, los resultados corroboran una única prima de riesgo destacable para el mercado
alemán, que resulta ser el tipo de interés no anticipado, y ninguna variable relevante en el
mercado turco.
Al igual que en los modelos con variables sin definir a priori, también en este caso surgen
desavenencias con respecto a las técnicas estadísticas y econométricas empleadas por los
anteriores estudios. Este es el caso de McElroy, Burmeister y Wall (1985), que plantean una
nueva técnica de análisis, que será aplicada su vez por McElroy y Burmeister (1988). Contrastan
el modelo multifactorial en el mercado norteamericano pero empleando una técnica de
regresiones cuadráticas no lineales (que afirman que elimina el posible error de estimación de
la regresión lineal) con la que demuestran la relevante sensibilidad de los rendimientos del
mercado bursátil estadounidense a ciertas variables macroeconómicas similares a las de Chen,
Roll y Ross (1986), como son el diferencial de insolvencia, los cambios no anticipados de los tipos
de interés, la inflación inesperada y el crecimiento inesperado en las ventas reales finales.
En resumidas cuentas, toda esta literatura revisada refleja que en las investigaciones sobre
modelos multifactoriales se emplean diversas variables macroeconómicas a la hora de realizar
contrastes con respecto a su influencia sobre los rendimientos de los activos bursátiles en los
diferentes países. Así mismo se utilizan diversas técnicas de análisis estadístico. Los resultados
también son dispares entre estudios y entre países.
Tabla 1. Resumen de las principales investigaciones que utilizan modelos con variables
macroeconómicas a priori
Prima
Producción Tipos de Oferta Tasa Tipos de Precio
de
industrial Interés Monetaria Inflación cambio petróleo
País Riesgo
Beenstock y
Chan (1988) Reino Unido ✓ ✓ ✓ ✓
Priestly (1996) Reino Unido ✓ ✓
Wasserfallen
(1988) Europa (3) ✓ ✓ ✓
Asprem (1989) Europa (10) ✓ ✓ ✓
Groenewold y
Fraser (1997) Australia ✓ ✓ ✓
Japón ✓ ✓ ✓ ✓
Hamao (1988)
Brown y Otsuki
(1990) Japón ✓ ✓ ✓ ✓ ✓ ✓
Clare y Preistly
(1998) Malasia ✓ ✓ ✓
Darrat (1990) Canadá ✓ ✓ ✓
Araguas (1991) España ✓ ✓ ✓ ✓
Alemania y
Altay (2003) Turquía ✓
Fama (1981,
1990) EE. UU. ✓ ✓
Geske y Roll
(1983) EE. UU. ✓ ✓ ✓ ✓
Chen, Roll y Ross
(1986) EE. UU. ✓ ✓ ✓ ✓
Keim y
Stambaugh
(1986) EE. UU. ✓ ✓
Anderson (1987) EE. UU. ✓
Kaul (1987) EE. UU. ✓ ✓ ✓
Fama y French
(1989) EE. UU. ✓ ✓
Schwert (1990) EE. UU. ✓ ✓
Shanken y
Weintein (1990) EE. UU. ✓ ✓ ✓
Chen (1991) EE. UU. ✓ ✓
Cutler, Poterba y
Summers (1991) EE. UU. ✓ ✓ ✓
Bulmash y
Trivoli (1991) EE. UU. ✓ ✓ ✓ ✓
Lee (1992) EE. UU. ✓ ✓ ✓
Booth y Booth
(1997) EE. UU. ✓
Lamont (1998) EE. UU. ✓
Hodrick, Ng y
Sengmueller
(1999) EE. UU. ✓ ✓
Estas técnicas permiten analizar la relación a largo plazo entre el valor de los activos y las
variables macroeconómicas. Además, posteriormente, los modelos de vectores autorregresivos
(Johansen, 1991) posibilitarán el estudio de estas relaciones tanto a corto como a largo plazo.
Utilizando estas técnicas, Kwon y Shin (1999) analizan el mercado de Corea. Indican en su
estudio que si las variables económicas se encuentran significativa y consistentemente bien
valoradas y reflejadas en el rendimiento de los mercados financieros entonces seguramente
deben de estar cointegradas. Estos autores utilizan la metodología de la cointegración de Engle y
Granger y especifican un modelo de vector autorregresivo. También emplean el test de
causalidad de Granger. Entre los resultados a los que llegan establecen que el índice bursátil
coreano tiene relación a largo plazo con las siguientes variables macroeconómicas: el índice de
producción industrial, el agregado monetario M1, el tipo de cambio y la balanza comercial. Sin
embargo, también recalcan que dicho índice no es un indicador adelantado de estas variables
macroeconómicas consideradas de modo individual.
Cheung y Ng (1998) utilizan datos trimestrales de los mercados de Estados Unidos, Canadá,
Alemania, Italia y Japón y también concluyen que existe a largo plazo relación entre los
movimientos de los índices bursátiles y variables como el precio del petróleo, consumo, oferta
monetaria y producto interior bruto en estos cinco países.
En Europa, Nasseh y Strauss (2000) entre otros, emplean técnicas de cointegración para
demostrar en un grupo de países de la Unión Europea (Francia, Alemania, Italia, Países Bajos,
Suiza e Inglaterra) que el nivel de precios de las acciones está significativamente relacionado
con la producción industrial, los índices de precios al consumo y los tipos de interés a corto y
largo plazo. Los resultados obtenidos están en línea con la conclusión respaldada por los
modelos teóricos antes mencionados de que los rendimientos bursátiles recogen expectativas
sobre futuros cash flows resultantes de cambios en diverso sentido en variables relacionadas
con la producción. Estos autores utilizan el procedimiento de Johansen, que consideran más
potente que el test de Engle-Granger, ya que es válido sólo en un contexto univariante. Su
análisis se centra en el periodo 1962-1995 y emplean datos trimestrales. Sus conclusiones
establecen que existe una fuerte relación de cointegración entre el precio de las acciones y las
variables macroeconómicas, tanto domésticas como internacionales, en todas las economías
consideradas. Los tipos de interés, la producción y los precios de los índices bursátiles alemanes
tienen influencia significativa a su vez sobre el resto de economías en estos años. Los tipos de
interés a largo plazo están negativamente relacionados con el precio de las acciones lo cual es
consistente con el paradigma existente, dado su papel de factor de descuento. Sin embargo, por
el contrario, los tipos de interés a corto están relacionados positivamente con el precio de las
acciones.
Un estudio en esta misma línea es el trabajo realizado por McMillan (2001) para el caso de la
economía de Estados Unidos. Sus conclusiones son prácticamente idénticas a las obtenidas
previamente por los anteriores autores.
Ansotegui y Esteban (2002) demuestran la existencia de relación a largo plazo entre los
movimientos de la Bolsa de Madrid (España) y variables macroeconómicas como la producción
industrial, la inflación y los tipos de interés.
La producción industrial, la inflación y los tipos de interés también resultan ser las mismas
variables que influyen en el mercado griego según el estudio de Dritsaki (2005), destacando sin
embargo claramente la variación de la inflación en el estudio realizado por Apergis y Eleftheriou
(2002).
En Noruega también se demuestra la influencia de los tipos de interés, la inflación y los precios
del petróleo sobre el mercado bursátil (Gjerde y Saettem, 1999).
Mukherjee y Naka (1995) aplican la técnica del vector de corrección de error para demostrar la
relación entre el mercado bursátil japonés y seis variables que son: el tipo de cambio, la
inflación, la oferta monetaria, la producción industrial, las exportaciones y los tipos de interés a
corto y largo plazo.
Estas mismas variables mencionadas son analizadas por Maysami y Koh (2000) para el mercado
de Singapur, resultando destacable la influencia significativa sobre este mercado bursátil de los
tipos de cambio y los tipos de interés. Así mismo, demuestran la integración existente entre el
mercado de Singapur y el de Japón y Estados Unidos.
Son estas variables las que influyen también en los mercados de Hong Kong y Singapur
(Maysami y Sim, 2002), Malasia y Tailandia (Maysami y Sim, 2001a) y Japón y Corea (Maysami y
Sim, 2001b).
El estudio de estas variables sobre el mercado bursátil de Nueva Zelanda con datos de 1990 a
2003, determina la influencia de los tipos de interés, la oferta monetaria y el producto interior
bruto principalmente sobre el mercado bursátil de este país (Gan et al., 2006).
Sobre el mercado bursátil malasio las variables macroeconómicas que van a influir son el
consumo, los tipos de cambio y el crédito según un estudio de Ibrahim (1999). Islam (2003)
concluye en este mismo mercado la relación tanto a corto como a largo plazo entre el índice
bursátil y cuatro variables de tipo económico: tipos de interés, tasa de inflación, tipos de cambio
y producción industrial.
En la India, las investigaciones realizadas sobre la Bolsa de valores de este país reflejan la
existencia de influencia a largo plazo sobre la misma de las variables económicas producción
industrial, tipos de interés, inflación y tipo de cambio (Vuyyuri, 2005; Agrawalla y Tuteja, 2008).
En este mismo país, Naka et al. (1998) analizan la relación a largo plazo entre el índice bursátil
de Bombay y una serie de variables macroeconómicas como son la producción industrial, el
índice de precios al consumo, la oferta monetaria y los tipos de interés. Emplean el modelo VAR
en su análisis, concluyendo que existe cointegración entre las variables a largo plazo y
resultando la producción industrial la variable que más influye positivamente y la inflación la
más significativa de forma negativa.
En Australia, Wang y Lim (2010) demuestra que la influencia de variables como la producción
industrial y el tipo de cambio con respecto al dólar son factores significativamente influyentes
sobre el índice bursátil australiano ASX200.
En Ghana destaca la influencia de variables como los tipos de interés, oferta monetaria, tipos de
cambio e inflación (Ibrahim y Musah, 2014), a los que se añaden en Turquía el precio del oro, el
precio del petróleo y las exportaciones (Ozcan, 2012).
Humpe y McMillan (2009) comparan las variables macroeconómicas que influyen en los
mercados bursátiles de Japón y Estados Unidos, tomando datos mensuales desde 1965 a 2005 y
usando técnicas de cointegración. Las variables que incluyen son la producción industrial, el
índice de precios al consumo, oferta monetaria y tipos de interés a largo plazo. Los resultados de
su estudio en Estados Unidos muestran una relación positiva entre la producción industrial y la
evolución del índice bursátil norteamericano Standard&Poor's 500, y negativa entre la inflación
y los tipos de interés con respecto a este índice bursátil. La oferta monetaria no tiene influencia
significativa en el mismo. En el caso de Japón, la influencia de la producción industrial es
superior sobre el Nikkei 225 que la que tiene en Estados Unidos. La inflación no tiene una clara
relación negativa con el índice, ya que incluyen en este caso largos periodos de deflación en el
país. La oferta monetaria y los tipos de interés tienen menor significatividad.
Existen también estudios con resultados negativos con respecto a la influencia económico-
financiera, como es el estudio comparativo desarrollado por Gay (2008), para Brasil, Rusia, India
y China, donde las variables macro que estudia, tipos de cambio y precio del petróleo, no
resultan influyentes en los movimientos de los índices bursátiles de cada uno de esos países.
Sin embargo, la investigación realizada por Liu y Shrestha (2008) sobre la relación existente a
largo plazo entre el índice bursátil del mercado chino y una serie de variables
macroeconómicas, refleja que existe dicha relación de cointegración con las variables oferta
monetaria, producción industrial, inflación, tipos de cambio y tipos de interés, resultando
negativa la relación con las tres últimas.
En primer lugar varían las variables empleadas en los estudios y en segundo lugar su influencia
resulta dispar en los resultados de unos y otros trabajos, incluso dentro del mismo país.
Por tanto, el repaso de la literatura existente muestra una clara relación entre la evolución de
índices bursátiles y de variables macroeconómicas, si bien se da una destacable diversidad de
variables empleadas y de formas econométricas de aproximación al tema. Al mismo tiempo, es
patente la falta de homogeneidad en cuanto a los resultados sobre qué variables son más
decisivas en esta relación de influencia.
Algo que sí parece concluirse de forma algo más unánime es el signo en la relación de dichos
índices bursátiles con las variables macroeconómicas, que se exponen en la Tabla 3 a
continuación.
Tras la revisión de la literatura realizada en este capítulo, se pueden extraer una serie de
conclusiones que se exponen a continuación en este apartado.
Es fundamental por ello conocer y controlar los riesgos fundamentales de los sistemas
financieros como parte de una buena gestión de la política económica (Mishkin, 1978, 1995,
1997, 2000, 2002). Las fricciones financieras son parte de un proceso que genera las diferentes
etapas de los ciclos económicos (Minsky, 1974). Los cracks bursátiles forman parte de las crisis
económicas (Kindleberger, 1992).
Por tanto, debe existir una relación entre los índices bursátiles, como indicadores financieros, y
las variables macroeconómicas. El análisis de dicha relación se concreta en los modelos de
valoración de activos financieros.
Como se ha podido observar, la literatura parte del criticado modelo de valoración de activos
financieros Capital Asset Pricing Model (CAPM) propuesto por Sharpe (1964) y Lintner (1965). Su
posterior desarrollo da lugar a la aparición de la teoría Arbitrage Pricing Theory (APT), que
formula Ross en 1976, cuyo modelo establece la existencia de múltiples factores de riesgo a la
hora de valorar un activo financiero.
Entre las múltiples y muy diversas investigaciones sobre el número y el tipo de variables a
introducir en este último modelo, se encuentran los trabajos que emplean variables
macroeconómicas en la determinación del valor de estos activos financieros, destacando en la
literatura el estudio de Chen, Roll y Ross (1986) que será la base de numerosas posteriores
investigaciones. Estos autores identifican empíricamente una serie de variables
macroeconómicas explicativas de los rendimientos de los activos bursátiles, que son: la
variación mensual de la producción industrial, la prima por riesgo de insolvencia, la variación
de la inflación y los cambios no anticipados en la estructura temporal de los tipos de interés.
Establecen en sus conclusiones así que los rendimientos de las acciones reaccionan
sensiblemente a noticias económicas, especialmente acontecimientos de tipo económico
inesperados.
Muchas investigaciones posteriores van a llegar a similares conclusiones sobre dicha relación a
través de la realización de este análisis en diversos países, utilizando variables
macroeconómicas distintas y técnicas estadísticas y econométricas diferentes (Fama 1981, 1990;
Geske y Roll, 1983; Keim y Stambaugh, 1986; Kaul, 1987; Fama y French, 1989; Schwert, 1990;
Ferson y Harvey, 1991; Lee, 1992; Bulmash y Trivoli, 1991; Chen, 1991; Anderson, 1987; Booth y
Booth, 1997; Hodrick, Ng y Sengmueller, 1999; Fama, 1981, 1990; Cutler, Poterba y Summers,
1991; Lamont, 1998; Beenstock y Chan, 1988; Poon y Taylor, 1991; McElroy, Burmeister y Wall,
1985).
Estas técnicas permiten analizar la relación a largo plazo entre el valor de los activos financieros
y las variables macroeconómicas, complementadas posteriormente además con los modelos de
vector autorregresivo de Johansen (1991). En esta línea destacan los estudios comparativos entre
diversos países que realizan Mukherjee y Naka (1995), Cheung y Ng (1998) o Nasseh y Strauss
(2000), entre otros. Sus conclusiones parten de la existencia de una destacable influencia de los
factores macroeconómicos sobre la evolución de los índices bursátiles, si bien difieren en
función de los países, del momento y de las técnicas econométricas empleadas en cuanto a las
variables que mayor efecto provocan.
Así pues, la evidencia empírica existente respecto a la relación entre la evolución de los índices
bursátiles y las variables macroeconómicas es significativamente amplia y numerosa. Concluye
de forma unánime sobre cuál es el sentido de la relación de dichos índices bursátiles con las
variables macroeconómicas, que se han expuesta en la Tabla 3 anterior, pero no es unánime en
diversos ámbitos como son:
– Tipo de modelo a contrastar y su validez: existe como hemos visto controversia respecto al
modelo que resulta más apropiado para el análisis. Unos autores consideran mejor el CAPM y
otros el APT en sus diversas modalidades, esto es, con variables a priori o no. Aun así, la
evidencia empírica refleja la preferencia en los últimos años por modelos multifactoriales con
variables macroeconómicas.
– Medición de variables macroeconómicas: como hemos visto, no hay unanimidad con respecto
a la medición de las variables empleadas en las investigaciones, ya que, por ejemplo, existen
autores que utilizan el diferencial de tipos de interés, otros usan su evolución histórica, etc. De
igual forma, algunos estudios introducen series temporales en forma de logaritmo y otros no,
por ejemplo. Unos toman datos anuales y otros trimestrales o diarios.
En cuanto a las técnicas de análisis econométrico, la evidencia empírica demuestra que en los
estudios de los últimos años se están empleando técnicas de cointegración como metodología de
análisis. Además, las líneas de investigación actuales se dedican principalmente al análisis
comparativo entre países.
Pero esta relación entre activos financieros y variables macroeconómicas puede haber sufrido
variaciones tras la aplicación de las medidas no convencionales de política monetaria
implantadas tras la crisis económico-financiera que estalla en 2008. La situación que se generó
dio lugar a graves tensiones y distorsiones en los mercados financieros. Ello obligó a los
principales bancos centrales a adoptar medidas no convencionales, denominadas así por su
carácter atípico e inédito (Disyatat, 2009), para estabilizar el sistema financiero y remontar la
recesión económica.
Una de estas medidas no convencionales fue la bajada conjunta de los tipos de interés oficiales
en octubre de 2008 por parte de los bancos centrales principales a niveles cercanos a cero para
activar la liquidez y estimular a la economía. Pero las distorsiones en el mercado interbancario
que se generaron provocaron la ruptura del canal tradicional de transmisión de la política
monetaria. Así los bancos centrales introdujeron nuevas medidas de compras de activos y
expansión de balance para enfrentarse a la situación, todavía hoy vigentes y con sus efectos en
estudio.
Existe abundante literatura que demuestra la influencia de las decisiones de política monetaria
sobre la economía y sobre el sistema financiero de diversas formas (Friedman y Schwartz, 1963;
Bernanke y Kuttner, 2005; Lee, 1992; Bernanke y Blinder, 1992; Gertler y Gilchrist, 1994; Rigobon
y Sack, 2004; Bernanke, Gertler y Gilchrist, 1993; Goodhart y Hofmann, 2000, 2001; Cecchetti,
Genburg, Lipsky y Wadhwani, 2000; Berganza et al., 2014).
El principal canal de transmisión de la política monetaria es del tipo de interés, que logra sus
efectos en la estabilidad de precios a través de su influencia en los tipos de interés del mercado
monetario, en los precios de los activos, en los tipos de cambio, en la oferta de crédito y en las
expectativas de los inversores.
Las distorsiones generadas en este canal de transmisión por la abrupta bajada de los tipos de
interés, así como las crecientes compras de activos mediante la expansión de balance de los
bancos centrales, hacen por tanto suponer variaciones en su forma de influir sobre las variables
macroeconómicas y sobre el precio de los activos. Por tanto, es de suponer también que se hayan
producido variaciones en el sentido o signo de la relación entre las variables macroeconómicas y
los activos financieros, en este caso, los representados por los índices bursátiles.
V. B I B LI O GRAFÍA
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