Im A Dragon
Im A Dragon
Im A Dragon
Summary
El reino esperaba celebrar la boda del príncipe Izuku, pero en medio de las nupcias es
secuestrado por un dragón ante los ojos de su prometido, familiares y amigos, siendo llevado
a una remota isla.
Encerrado en un calabozo de piedra, su único contacto es con un joven de ojos rubí.
¿Quién es el y que esta haciendo en ese lugar?
En la tierra en donde la gente no tenía felicidad y sus ojos estaban llenos de lágrimas. En vez
de corazón, sentían horror. En vez de cielo, tenían una condena.
El paisaje austero y desolado se rompía por los gritos. Las ancianas del poblado preparaban a
las y los jóvenes vírgenes con atuendos blancos como la nieve. Por más que suplicaban
mientras eran arrastrados a las orillas del lago, sus quejidos morían en el viento.
Frente a los botes y ante la tristeza de sus familiares, sus cabezas eran decoradas con una
corona de cuentas rojas, mientras que sus cabellos eran trenzados por sus madres, las cuales
derramaban sus lagrimas con desolación.
Un hombre entre la multitud se acerco con decisión, no soportaba que se llevaran a la persona
que amaba. El cántico del antiguo ritual comenzó y este, avanzando por la multitud, intento
detener lo inevitable, mientras era reducido por un par de hombres.
Los y las jóvenes caminaban por un camino de frutos rojos que contrastaban con sus pálidas
ropas. El cielo gris se reflejaba en las aguas y uno a uno fueron subiendo al bote tapizado en
pieles oscuras, recostados fueron empujados hacia el centro y observando con miedo el
gigantesco cielo que se extendía hacia las estrellas.
El cántico de las mujeres se hizo más fuerte y el viento lo desplazaba hasta el horizonte.
Un fuerte gruñido se escucho entre las profundas nubes grises cargadas de lluvia, mientras las
ráfagas de viento se volvían más violentas. Ante ellos, el cuerpo de un dragón paso por
encima de sus cabezas eligiendo su presa, agitando las aguas en donde se encontraban.
Llego el silencio y después un grito profundo de la joven que fue tomada, ante los ojos
estupefactos de su amado.
Pero hubo un hombre cuyo amor fue más fuerte, más fuerte que el miedo.
El guerrero juró salvar a su amada. Por largo tiempo deambuló por mar y tierra buscando al
dragón
Pero cuando finalmente descubrió la guarida del dragón. Ya era demasiado tarde. Su amada
estaba muerta.
Lucho valientemente contra el dragón. Toda su furia y dolor se concentraron en un golpe,
atravesando el corazón de la bestia.
Pasaron los años y la tragedia se olvido. El terrible rito se volvió una costumbre de boda y
llegó el día en que el nieto del "dragón", Todoroki Shouto, tomaría como esposo al hijo
pequeño del rey Toshinori, Izuku.
La boda
La capital del reino estaba cubierta por la última nevada del invierno, sobre la ciudad algunas
nubes se movían y el viento estaba calmado. Los pobladores daban los últimos toques a los
adornos de las calles, se acomodaban en el pequeño lago que cruzaba la ciudad y que por el
este daba al mar. Era la mejor vista hacia el palacio, que se situaba al otro lado de las aguas
en calma.
Por el mar del este, un barco con la bandera de un dragón rojo en su vela, se acercaba a la
localidad. En esa estructura que surcaba las aguas venia el prometido del príncipe, el cual era
recibido por aclamaciones de las personas quieres agitaban sus manos con afecto y
recibimiento.
En el palacio, más específicos en el cuarto de Izuku, las sirvientas iban de un lado a otro
intentando terminar de arreglar al pecoso. Su madre, Inko, trenzaba los largos cabellos
verdosos mientras que su pequeño yacía sentado sosteniendo un libro con entusiasmo.
- ¿Escuchas eso, Izuku? Tu prometido ha arribado – dijo alegre una castaña pero el peliverde
estaba leyendo con afán- Trae el collar y la camisa –ordenó a otra mujer- ¿Por qué sigues
leyendo? –comentó.
- Es una historia sobre una tierra de dragones –habló Izuku con brillo en su mirada- Pienso
que es una lástima que ya no hayan dragones –dijo pensativo.
- ¿De qué estás hablando? –preguntó Ochako- ¿Quieres acaso que un dragón te secuestre? –
comentó con risa- ¿No te daría pena enviar a Todoroki a rescatarte? –habló arreglando las
mangas de la ropa del príncipe.
- Deja de hacerte preguntas hijo –dijo su madre a sus espaldas escuchando al príncipe
suspirar.
- No estés en las nubes –dijo la castaña con una sonrisa- La boda comenzara muy pronto y tu
ni siquiera te preocupas de estar perfecto.
Antes que el príncipe pudiera pedir que se lo devolviera, afuera del cuarto unos pasos se
acercaban y al abrirse la puerta de la habitación, un hombre rubio entro con autoridad,
seguido de un par de soldados.
- Todos están esperando y tu encerrado en uno de tus libros de fantasía, sobre dragones y
princesas–rió acariciando la cabeza de su hijo- Mi pequeño, debes madurar, dejar la infancia
atrás. Vas a casarte, tienes un deber que cumplir –se puso de cuclillas frente al menor- Se que
te agradara tu prometido y llegaras amarlo, como él te amara a ti –tomó las pequeñas manos
del príncipe- Confía en el corazón de tu padre, si hay amor todo estará bien –concluyó
sonriendo teniendo de respuesta una pequeña sonrisa de su hijo.
Izuku se dejo terminar de vestir, su camisa blanca estaba debajo de un chaleco verde con un
hermoso bordado, sus pantalones blancos eran contrastado con el café de sus botas. Por
encima de sus ropas y para protegerse del frió del exterior, llevaba un abrigo con el cuello
blanco de piel para luego bajar con una tela verde bordada con hilos dorados. En su cabeza,
varias cuentas de color esmeralda como sus ojos estaban entretejidas a lo largo de su cabello.
- Te ves muy bien Izuku, quien se imaginaria que mi hermanito se casaría antes que su
hermano mayor –soltó una carcajada.
- Piensan que olvidamos los tiempos oscuros, cuando nuestros hijos e hijas eran ofrecidos al
dragón –habló el rey Toshinori con fuerte voz- Lo recordamos, y siempre lo recordaremos a
aquel que destruyó al dragón –miro a su hijo- Ahora nuestros hermosos y gloriosos hijos, son
héroes de nuestro reino.
El bote que llevaba al príncipe Izuku fue puesto en las tranquilas aguas ante la mirada y los
gritos de celebración de los pobladores. Mientras tanto sus familias desde el amplio balcón
observaban como el peliverde se alejaba de ellos.
- Hoy entrego a mi hijo menor Izuku, al glorioso nieto del héroe que destruyo el dragón –dijo
el rey causando halagos de su gente- No hay mejor marido en todo el reino que Todoroki
Shouto –concluyó.
Ante los gritos de la gente, cuya mirada paso del rey hacia el prometido del príncipe Izuku.
Quien estaba ubicado en el muelle contrario vestido con sus elegantes ropas y rodeado de
algunos de sus más leales soldados.
Entretanto la nieve caía sobre su rostro, el peliverde miro de reojo a Todoroki. Sonrió y
espero con ansias poder estar a su lado, se esforzaría para amarlo y que él lo amara, solo tenía
que poner de su parte para que este matrimonio funcionara.
Un soldado le pasó a Shouto la cuerda que al otro extremo tenia sujeta la barca, con fuerza
comenzó a jalar y un cántico a sus espaldas empezó causando ecos en el lugar.
- ¿Por qué cantar la canción del dragón? –preguntó Inko a su esposo teniendo sus ojos sobre
su pequeño.
- Para recordar que ya no quedan, que los extinguieron –explicó su marido con una sonrisa
tomando la mano ajena.
Aun con el grueso abrigo el frió colaba hasta su piel, observando el amplio cielo cerró los
ojos escuchando el sonido de las voces y de cómo las aguas se agitaban al paso de su bote.
Estaba tranquilo pero el viento aumento tu intensidad levantando la nieve asentada en el
suelo, provocando un temblor en la embarcación. Abrió sus ojos esmeraldas con temor y un
bramido lejano le aterró.
La bestia de escamas rojizas, voló sobre sus cabezas y con sus grandes patas tomo el bote
donde yacía Izuku. Al hacerlo el agua cubrió su cuerpo quedando totalmente empapado e
intentando llenar sus pulmones con aire.
Ante sus ojos tenía un verdadero dragón, el pánico lo invadió. Se le había ocurrido saltar pero
ya estaba a varios metros de altura hasta que su prometido, con ayuda de sus soldados, tiró de
la cuerda, provocando que esta se liberará de aquellas garras. Sin embargo, el dragón atrapó a
Izuku en plena caída, dejando a la barca estrellándose en el suelo cerca del bicolor.
- ¡Izuku! –gritó impotente al ver como el príncipe y el dragón desaparecían en las espesas
nubes.
Atrapado
La lluvia golpeaba su rostro, los truenos sonaban sobre él y el fuerte viento oprimía su
agitado respirar. Lo único que podía ver era a la bestia batir sus alas mientras era llevado a
través de los cielos a quien sabe dónde, las garras del dragón apretaban su costado y el dolor
se expandía por el resto de su cuerpo.
El dragón disminuyo la altura hasta que pudo divisar el mar bajo de él, las fuertes olas se
agitaban de un lugar a otro mientras los rayos se reflejaban en ella. Miro hacia adelante y una
oscura isla se situaba en la cercanía, con velocidad entraron en una cueva donde la criatura lo
arrojó sobre las duras rocas.
Giro con violencia por la pendiente, su abrigo se quedo atrapado en una piedra filosa
quedando suspendido a unos metros del fondo de una fosa. Escucho como la tela se
desgarraba y a los pocos segundos cayó al vacío. En la oscuridad del lugar, intento buscar una
salida, pero la única era por la apertura de donde había caído. Intento escalar la pared con sus
manos desnudas, pero un animal apareció frente a su rostro y con un fuerte grito se soltó,
volviendo a tocar el duro suelo.
Aquel curioso animal, parecido a un mono, bajo por las paredes y se acerco con violencia y
rudes, gruñéndole. Se apego a la pared con miedo encontrando con su mano una roca. La
tomo entre sus dedos lastimados y la levanto decidido a lanzarla.
- No lo hagas idiota, solo lo enfadarás mas –habló una voz entre las paredes- Arroja la piedra
–ordenó pero Izuku seguía decidido y con temor- ¡Hazlo! –la piedra toco el suelo mientras el
pecoso levantaba sus manos rendido- No lo mires a los ojos y recuéstate, muéstrale tu cuello
–el peliverde obedeció.
Cuando estuvo contra el frió y polvoriento suelo temblando de miedo, aquel animal se acerco
con rapidez y mostró sus filosos dientes a unos centímetros de su cuello emitiendo un furioso
gruñido. Con los ojos cerrados sentía la respiración en su rostro, para luego oír cómo se
alejaba y trepaba las paredes con tanta facilidad, que lo envidio. Cansado se ergio
apoyándose en las paredes, mientras una mirada seguía sus movimientos.
- ¿Quién eres? –preguntó aun con su respiración agitada observando a su alrededor, buscando
un indicio de donde había provenido esa voz- ¿Te envió Todoroki a liberarme? –preguntó
intentando pensar.
- Ayúdame, soy el hijo de un rey –comento con esperanza- Mi padre te recompensará –habló
girando buscando alguna respuesta.
- ¿Y qué era esa criatura? –habló mirando sus manos lastimadas- ¿Nos mantendrá aquí? –sus
ojos esmeraldas estaban llenándose de lagrimas sin derramar.
- Durmiendo –dijo aquella voz- Es mejor no decir nada –comentó sin ninguna emoción.
- ¿Por qué estoy aquí? –preguntó con sus lagrimas deslizándose por sus mejillas- ¿Qué me
sucederá? –apretó sus labios y contuvo un sollozo.
- ¡No! –entro en pánico- Habla conmigo, por favor quédate –se acerco a la pared con
desesperación hasta que un dolor en su costado lo hizo inclinarse. Poso su mano en la herida
y se recostó en el suelo.
- ¿Por qué cantaron la canción del dragón? –preguntó ignorando el dolor ajeno.
- Pensaban que ya no habían mas dragones –respondió entre cortado aun llorando por la
tristeza y el agudo dolor.
- Mi prometido –habló respirando con algo de hipo- No sabía lo que pasaría, tan solo iba a
casarme –dijo con llanto acurrucándose con sus ropas sucias y estropeadas, su cabello
revuelto y enredado.
Temblaba por el creciente frió, no había podido dormir ni siquiera unos minutos, los
recuerdos de su captura volvían ante sus ojos. Un crujido de las piedras le hizo levantar la
cabeza con esfuerzo, al fijar sus ojos al frente pudo ver un pequeño orificio entre la dura y
gruesa roca.
- Ten esto –dijo aquella voz mostrando un mano pero aun así, Izuku sentía algo de
desconfianza- Es para tus heridas, ponlo en ellas –comentó impaciente.
Con algo de tambaleo camino, sus piernas dolían por las innumerables caídas además de sus
brazos. Se acerco y poso sus manos en las ajenas para retirar la mezcla de hierbas, al volver a
levantar su miraba pudo ver a través de agujero unos increíbles ojos rubí. Observo a aquella
persona, tenía los cabellos claros y tez blanca.
- No luces como un prisionero –comentó sin apartar sus ojos esmeraldas de los rojizos.
- ¿No luzco como uno? –preguntó con una mueca.
- Pensé que te verías... -se sintió tímido- Sucio, lleno de telarañas, pero eres diferente –
comentó ante la observación intrigante del contrario- Gracias –susurro alejándose para
sentarse al otro extremo del foso, acerco el medicamento a su nariz y la olfateo- Huele bien,
¿Qué es? –preguntó con curiosidad, había leído varios libros pero según ellos los ungüentos
tenían un mal olor.
- Las hojas que están por encima, si las mueles ayudan a sanar las heridas –respondió el oji-
rubí mientras el pecoso untaba un poco en sus manos lastimadas soltando un pequeño
quejido.
- ¿Sabes que pensé? –preguntó posando sus dedos en los botones de su camisa.
- Aun no nos hemos presentado –comentó con una pequeña sonrisa- Mi nombre es Izuku,
¿Cuál es el tuyo? –preguntó poniéndose un poco de la mezcla en su mejilla.
- Katsuki –comentó volviendo a posar sus ojos en el peliverde quien estaba deslizando su
camisa por los hombros, dejando ver varias heridas, raspones y moretones por su pálida
espalda. Los orbes rubí siguieron el movimiento de sus manos por su cuerpo, grabando la
suavidad de aquella piel sin ni siquiera tocarla.
- ¿Me estas espiando? –dijo Izuku con un leve sonrojo en su rostro y muriéndose de la
vergüenza por dentro.
- ¿Cómo que por qué? ¿Acaso no entiendes? –preguntó entre avergonzado y furioso.
- No, observo a las aves, los peces –comentó con tranquilidad- ¿Por qué no puedo mirarte a
ti? –preguntó observándolo.
Iba a responderle de una manera nada acode a un príncipe pero algo en el suelo llamo su
atención, entre al barro de podía divisar un collar que cuentas multicolor que se usaban solo
para ocasiones especiales. Su respiración de agito, he intento ordenar sus ideas.
- No hay forma de huir de aquí –aseguro el rubio cenizo- Estamos en una isla –puntualizó.
- Haremos lo que yo diga, los dos juntos –siguió revolviendo el piso- Tu lo distraerás
mientras lo golpeo o mientras el dragón duerme, huiremos –comenzó a hablar sin parar.
- No deberías salir del pozo –comentó con sus ojos rubí bien abiertos- Necesitamos al caza
dragones, solo él sabe como matar a un dragón –hablaba cada vez mas fuerte- El vendrá por
ti, solo debes ser paciente –concluyó.
- ¡No funcionara, inútil! –gruñó el rubio cenizo- El lo ve todo, lo escucha todo... ¡No puedes
ni imaginártelo! –protestó.
- Eres un cobarde –le dijo el pecoso- ¡Ni te atrevas a volver a mirarme! –gritó tapando el
orificio que lo unía al contrario, recargándose y sollozando contra sus manos lastimadas.
Caminó al centro y miró hacia arriba, la salida era inalcanzable pero ya se le había ocurrido
una idea.
Dragón
Ya no escuchaba la descontrolada tormenta a las afueras, los rayos que alumbraban la rocosa
estancia fue remplazada por la plateada luz de la luna. Observo con cuidado la altura que
necesitaba superar para poder salir de la fosa mientras que el sonido del viento contra las
rocas le hacía erizar la piel.
Estaba decidido a salir de ahí, tener su libertar. Poso su mano sobre su nuca y la deslizo por la
larga trenza estropeada y sucia que descansaba sobre su espalda. Recordó a su madre cuando
lo peinaba y alababa su suave cabello, sin embargo la longitud de este no le gustaba. Por lo
menos ahora serviría para algo.
Busco por los rincones alguna piedra con filo, se sentó sobre sus rodillas y sin pensarlo,
comenzó a cortar las largas hebras verdosas. Su cabeza se sentía más ligera y su cuello con la
briza se estremecía, tarareando una canción tomo sus mechones que estaban extendidos en el
polvoriento suelo y empezó a crear una especie de cuerda.
- Hey –dijeron a sus espaldas- ¿Qué crees que haces? –preguntaron en un tono nada
agradable.
- Para que lo sepas, no soy un maldito cobarde –gruñó – También odio al dragón, pero no
tengo la fuerza para luchar contra el –susurró.
Busco entre las piedras que había utilizado y escogió una más o menos rectangular, la poso
en el extremo y la amarro con fuerza. Miro hacia su espalda y se levanto suspirando, caminó
hacia el lugar que había sido su conexión con el rubio cenizo, en donde saco la roca que no
permitía apreciar los ojos rubí.
- Hagamos las paces –comentó con una pequeña sonrisa levantando su mano.
- ¿Para que querría hacer las paces con un Deku como tú? –dijo con una sonrisa torcida.
- ¿Deku? –pregunto curioso- ¿Qué significa eso? –interrogó acercándose para observar mejor
las facciones ajenas.
- ¡Eso es grosero! –habló con sus mejillas levemente sonrojadas- T-Tú eres... -intentaba
buscar un insulto pero no encontraba ninguno y al verlo en esa situación la cara de Katsuki
hacia una mueca de diversión- ¡Kacchan! –nombro dejándolo con los ojos rubí bien abiertos.
Con una mueca, Katsuki levanto su mano y la aproximó a la contraria estrechándola, aquella
diminuta y suave mano, era lo opuesto a las suyas, las cuales eran ásperas y callosas. Por su
parte, el peliverde se sorprendió con la calidez de la extremidad ajena, aun con el abrumante
frialdad a su alrededor podía sentir como el calor pasaba a su piel.
Iba a decir unas palabras pero fue agarrado con fuerza por Katsuki, quien lo tiro hasta que
choco contra la pared, para luego escuchar el gruñido del dragón haciendo eco en la estancia.
- ¡Es el dragón! –pronunció el rubio cenizo con dificultad- No salgas del foso –le advirtió al
momento de soltarlo.
Izuku se cayó hacia atrás y miro con un profundo miedo por donde provenían aquellos
alaridos. Las piedras comenzaron a moverse por los temblores que causaba la gran bestia, se
escuchaba cerca y cuando alzo sus ojos hacia la salida de la fosa, el dragón apareció.
Fue un instante y esta enorme criatura intento alcanzarlo. Gritando de terror se deslizo hacia
un extremo. Agradeció que el lugar donde estaba era pequeño y profundo, uno donde el gran
cuerpo del dragón no podía alcanzarlo, pero algunas rocas se desprendían y caían hasta el
piso con violencia. Los gruñidos se hacían más fuertes y las rocas se azotaban con fuerza
cerca de su cuerpo. Sollozo y se cubrió su cabeza, mientras los movimientos del dragón se
alejaban.
Camino apresurado hacia donde debía estar el agujero que lo conectaba con Katsuki.
- ¡Kaccha! ¿Dónde estás? –grito con terror- ¡kacchan! –sollozo pensando el peor escenario.
Con decisión en su mirada esmeralda, a sujeto la improvisaba cuerda que yacía en el suelo a
unos pocos metros de el. Con la fuerza que le permitían sus brazos lanzo la parte que estaba
amarrada la roca hacia arriba, con la esperanza que quedara incrustada en alguna saliente para
poder escalar la pared después. Tomo varios intentos y lagrimas derramadas, comprobó la
firmeza y comenzó a subir, sin embargo a unos pocos metros de la salida esta se despedazo.
Volviendo a estrellarse contra el suelo.
Furioso por su incompetencia tomo una piedra de gran tamaño y comenzó a descargar su
frustración. En unos de esos golpes la pared que había quedado inestable por el repentino
ataque del dragón se desplomó. Vio hacia el otro lado y algunas partículas de ceniza flotaban,
con algo de dificultad paso por el agujero y salió. Estaba en una cueva realmente enorme, por
el suelo algunas ramas estaban siendo consumidas por el fuego.
- Kacchan –nombro buscándolo caminando hacia lo profundo del lugar- ¿Dónde estás? –
pronuncio subiendo una pequeña pendiente.
La luz de la luna se filtraba por las rendijas en los costados y en el techo de la cueva, observo
intentando adaptarse a la luminosidad. Siguió dando pasos entre algunas columnas que
triplicaban su tamaño, respiraba agitado hasta que vio una salida. Se acerco pero desde las
sombras emergió el dragón. Corrió de vuelta pero la bestia voló y fijo sus ojos rubí en el,
cayó al suelo pero eso no fue impedimento para detenerse, lastimado y cansado, diviso una
pequeña cueva en un costado, se tiro al suelo antes de que la bestia lo atrapara con sus filosas
garras y entró..
La briza se hizo más fuerte que golpeaba su rostro, al salir apresurado de la oscuridad en la
que se había sumergido se encontró con una saliente suspendida a varios metros de altura.
Observo hacia abajo y sintió un temblor en las piernas, era realmente alto.
- ¡No te muevas! –dijeron a su espalda lo que hizo que el pecoso se girara viendo a Katsuki.
- ¿Por qué saliste del pozo? Te dije que no lo hicieras –hablo enojado mirándolo con furia
pero Izuku se fijo en el animal que había a su lado, el mismo que lo había atacado- Retrocede
–le ordenó al animal.
- ¡No te acerques! –grito el pecoso retrocediendo los pasos que el contrario avanzaba.
- Idiota, esto es muy difícil de explicar –hablo Katsuki quien iba vestido solo con una tela
alrededor de su cintura.
- ¡El dragón no me tendrá! –pronuncio dando un paso hacia atrás pero el camino se había
acabado cayendo al abismo.
Vio como las aguas del mar se iban acercando, cerró sus ojos pero una mano se deslizo por su
cintura. Katsuki lo atrajo a él y lo giro. Un gruñido salió de la garganta ajena y en su pecho
unas diminutas llamas comenzaban a expandirse por su cuerpo, quería alejarse de el pero este
se lo impedía. Sus ojos rubí brillaron con intensidad y frente a él una gran llamarada cubrió el
cuerpo ajeno de donde el dragón emergió y lo agarró en sus garras, estrellándose juntos en las
frías aguas del mar.
Tormenta
El cielo estaba en calma, las estrellas y la luna resplandecían sobre su cabeza sin rastros de la
desenfrenada tormenta que había azotado el día anterior. Salió de las frías aguas tiritando por
la baja temperatura, llego a la rocosa orilla y ahí observo como el dragón yacía tendido
respirando con dificultad. Con el miedo recorriendo su cuerpo se alejo en busca de ayuda
para irse de aquella isla que al mirarla se percató que era los restos de un gigantesco dragón,
sin embargo la realidad de su soledad fue dicha por el oscuro mar que lo rodeaba y el único
sonido era las olas que rompían en las rocas.
En otro lugar, el príncipe Todoroki estaba embarcado en las peligrosas aguas para ir en la
búsqueda de su prometido, la bruma densa era un gran impedimento en la visibilidad pero
contaba con marineros experimentados. Encontraría la isla donde yacía el dragón y le pondría
fin a su insignificante vida.
-Jamás había visto niebla tan densa –comentó la mujer de cabellos oscuros que viajaba a su
lado- He oído acerca de ella, se supone que hay un secreto para escapar de esto –dijo mirando
por la borda- ¿Qué te dijo tu abuelo? –preguntó observando al bicolor.
- Lo hemos hecho todo al pie de la letra –hablo sin fijar sus ojos apretando sus puños- ¡Pero
al parecer no me lo contó todo y al final aparece un dragón! –bramó subiendo la voz.
- Solo espero que el príncipe Izuku no esté muerto, que no lleguemos demasiado tarde –habló
preocupada mientras la espesa niebla los volvía a cubrir.
El pecoso caminada de un lado a otro buscando alguna salida o a alguien, pero unas
diminutas brazas que eran empujadas por el viento llamaron su atención. Retrocedió por sus
pasos viendo como estas se intensificaban iluminado tenuemente la noche, el cuerpo del
dragón estaba desapareciendo formando aquellas partículas. Ante él, el cuerpo desnudo de
Katsuki aparecía tendido en las rocas cerca de la corriente de las aguas que en cualquier
momento podían llevárselo.
¡Por todos los dioses era un dragón! Estaba terriblemente asustado, solo quería huir de ahí y
dejar todo atrás, había confiado en el pero todo había sido una descarada mentira. Las olas se
hicieron más fuertes empujando el cuerpo inherente del rubio cenizo, intentando llevárselo
con él.
Dio unos pasos hacia atrás, debería matar al dragón. Eso es lo que una persona dentro de
todos sus sentidos haría, pero sin antes poder decidirse la mascota de Katsuki apareció
pasando por su lado llegando a donde estaba el oji-rubí. El animal intentaba sacar a su amo
del paso de las olas sin ningún progreso.
- Que no lo haga yo, sino el mar –murmuró el pecoso apartándose escuchando los quejidos
del animal de pelaje rojizo oscuro- El mar también mata... -se decía a sí mismo para no mirar
atrás, pero su conciencia lo hizo volver con rapidez hacia el cuerpo para tomarlo por los
brazos y sacarlo con gran esfuerzo hacia mas altura- ¿Tenias que caer de cabeza? –se quejaba
mientras el animal traía consigo su abrigo- ¿Qué se supone que haga con eso? –dijo cansado
sentándose en el suelo, la mascota indico con la cabeza- ¿No puedes ser un poco más claro?-
tomó la prenda para escuchar un pequeño gruñido del animal hacia su amo para luego señalar
con la cabeza la cima de la isla.
En esos segundos se dio cuenta de la desnudez ajena y sus mejillas se tiñeron de rojo, se
acerco y envolvió su abrigo en Katsuki desviando la mirada hacia cualquier otro lugar,
aunque se había fijado en el torso marcado y en los tatuajes que tenía en su brazo izquierdo.
Ya cuando estaba todo dispuesto, tomo las mangas de la prenda y comenzó a arrastrarlas
hacia la pendiente.
- No quiero seguir arrastrando esto ¡Por los dioses! –se quejo unas horas después cuando el
sol comenzaba a salir por el horizonte- ¿Qué si me salvó? ¡yo lo salvé a él! –decía al animal
rojizo quien también ayudaba a cargar al oji-rubí- ¡El me secuestro! Y luego se estrello solo
contra esa roca y ahora tengo que arrastrarlo –se sentó unos segundos para descansar- ¿Y
quién me ayudará? ¿Lo hará el? – paso su mano por sus cabellos verdosos- ¿Cuánto mas
tengo que llevarlo? –preguntó al animal quien indico con la cabeza la cima, recién ni iban en
la mitad. Quería llorar pero se abstuvo y volvió a la labor- Bueno, está bien, no tengo más
que hacer excepto regresar a casa –bramó subiendo por la pendiente y al cabo de unas horas
ya le falta menos- No pensé que te agradaría tanto mi abrigo –decía a unos pocos metros de
llegar- Quédate con el –habló con su respiración agitada llegando por fin al lugar.
Dejo a Katsuki en el borde para poder enderezarse y girarse, ante él la blanca piedra era
iluminada por los rayos del sol, aquel lugar parecía resguardado de la posible lluvia por las
intrincadas rocas naturales que cubrían el lugar. Un sonido a su espalda lo hizo voltearse con
rapidez, alcanzó a agarrar a Katsuki antes de que se cayera por la pendiente. Suspiro y miro al
animal que lo observaba con enojo. Otra vez arrastro el cuerpo ajeno, pero ahora lejos del
peligro.
- Recuéstate –comentó tocando los cabellos cenizos para apoyar la cabeza con cuidado en el
suelo- No sé donde duermes, así que hoy dormirás aquí –dijo cansado tirándose al lado del
contrario para descansar.
- El dragón de fuego debe ser destruido –murmuro Katsuki desde su inconsciencia alertando
a Izuku.
Justo cuando sus manos tocaron al contrario un gruñido salió de la boca del rubio cenizo y las
diminutas llamas se extendieron por el pecho. Su abrigo comenzó a quemarse y el se aparto
con terror cuando Katsuki se puso de pie pero a los pocos segundos volvió a desmayarse.
Dejando a Izuku con los ojos llorosos y temblando de miedo.
Corrió sin importar el cansancio, las heridas y el dolor de sus extremidades. Llego a la orilla
de la playa donde el paso de la tormenta había dejado sus rastros, busco a su alrededor y
encontró una especie de bote que debió haber encallado hace ya muchos años, aparto los
objetos que se entrometían en su paso y con sus últimas fuerzas saco la embarcación de ahí.
Se sintió feliz, podía volver a casa pero al escuchar y observar las olas que rompían con
fuerza y el amplio mar que se extendía, además de las crecientes nubes de tormenta que se
acercaban, se arrepintió.
Las gotas de lluvia comenzaron a caer sin contemplación, con los truenos y rayos sobre su
cabeza corrió hacia la pendiente para llegar a la cima. Otra vez con sus ropas empapadas y
con frió busco algún refugio donde resguardarse, encontró una antigua vela de un barco junto
al mástil, la cual estaba caída sobre un montón de madera. Con rapidez e ingenio creó una
especie de carpa, en donde cubrió a el y a Katsuki, quien no se había movido ni un centímetro
y yacía boca abajo dejando su espalda lastimada a plena vista de los ojos esmeraldas.
Izuku desde pequeño tenía la costumbre de ayudar a cualquiera, no era una obligación ni
nada parecido, era algo que nacía desde el fondo de su corazón. De vez en cuando escuchaba
a su madre decir que era demasiado bueno para este mundo donde las guerras podían
desatarse en cualquier momento.
Busco a su alrededor algunas hierbas mientras la lluvia se hacía más potente y la noche caía,
tomo las hojas y las molió en una roca plana para luego acercarse con cuidado donde estaba
el rubio cenizo.
- No te muevas –dijo con su mano tambaleante cuando aplico el ungüento sobre la herida
ajena, tomo la manga de su camisa y la tironeo para sacarla, con el fin de crear un vendaje
para que la medicina no se saliera del lugar aplicado- Tranquilo, buen dragón –murmuraba
cuando lo estaba volteando para dejarlo boca arriba, limpio algún rastro de sangre en la
coronilla- Viste, cuando quieres... -dijo cuando bajaba por el pecho ajeno, donde de un susto
Katsuki agarro su mano y aquel fuego comenzó a expandirse por el cuerpo- ¡Tranquilo! –
hablo con miedo acariciando los cabellos ajenos mientras su muñeca era apretada y los
gruñidos del dragón comenzaban a salir, por lo que comenzó a tararear una canción de cuna
aun temblando de pies a cabeza. Pareció funcionar porque la respiración contraria se
normalizó y fuego comenzó a extinguirse.
Ya calmado y rogando a los dioses, se recostó en el suelo con la intención de dormir pero el
frío estremecía su cuerpo tiritando en el pobre intento de entrar en calor. Miro a sus espaldas
donde el oji-rubi yacía a unos metros, pensó por unos segundos y se acerco al cálido cuerpo
ajeno. Quedando con su espalda tocando la ajena y al animal rojizo a sus pies.
Depende de ti
La calidez del cuerpo de Katsuki suprimió el imponente frío que lo recorría desde la punta de
los pies hasta el último cabello verdoso, se sintió calmado para caer en un profundo sueño.
En su subconsciente en calma los sueños comenzaron a presentarse. En ellos podía apreciar
como Todoroki llegaba a la isla en una noche con luna llena, la cual lo alumbraba a sus
espaldas, mientras él podía verlo subir la pendiente, cada vez que sus pasos se acercaban
sentía una alegría inimaginable, corrió a sus brazos cuando quedaron a pocos metros de
distancia. Había venido a rescatarlo, cruzo las peligrosas aguas para llegar a él.
-¡Lo sabía, sabía que vendrías! –decía Izuku contra su pecho, sin embargo al subir la mirada
no vio a su prometido sino a unos ojos rubí que lo observaban como un león a su presa.
Intentó apartarse pero las fuertes manos del rubio cenizo lo tomaron por la cintura, golpeo el
marcado pecho ajeno pero este no hacía nada contra la violencia, su cuerpo comenzó a
relajarse por la cercanía mientras sus ojos esmeraldas no se apartaban de los ajenos aun
cuando la distancia se reducía hasta poder sentir la respiración de Katsuki a unos pocos
centímetros de su nariz.
Se movió por la incomodidad de la luz pegando en su rostro, abrió los ojos con algo de
recelo, escucho el sonido del mar y las gaviotas, se ergio y encontró sobre él una especie de
manta. Observo a su lado pero Katsuki no se encontraba, miró hacia el otro extremo y una
fogata ardía, camino hacia ella y encontró algún tipo de fruta de aquel lugar. No lo pensó
tanto, su estomago gruñía y necesitaba comer, dio el primer mordisco y le encanto el sabor,
era dulce y jugosa.
Salió de la improvisada carpa para observar la distancia el mar azul, sin embargo se fijo en
Katsuki quien se encontraba en la orilla rocosa pescando. Se acerco con cuidado de no caerse,
el rubio cenizo llevaba una tela alrededor se su cintura, sus cabellos con la luz del sol se veían
más claros y brillosos.
- Buenos días, Kacchan –dijo el peliverde cuando el contrario se volteo y le arrojó un pescado
a su mascota- Gracias por la comida y la manta –comento sin escuchar respuesta y ya al cabo
de unos minutos de solo silencio, se hartó - ¿Por qué haces esto? Me secuestras, me arrojas a
un pozo y luego me salvas. ¡No entiendo! –habló acercándose a Katsuki que aun estaba de
espalda- Kacchan, ¡Contéstame! –miro al rubio cenizo, luego a la mascota que estaba a su
lado y por ultimo sumergió sus pies en el agua, para patear una buena cantidad hacia el
cuerpo de Katsuki, el cual fijo sus orbes rubí cargados de enojo hacia el- Me hablas o no te
dejare en paz –comentó el pecoso con una sonrisa- Y no podrás evitarme –lo observo
fijamente.
- Maldito Deku –gruño acercándose- Ahora entiendo porque mis ancestros después de
secuestrar no dejaban que hablaran –insinuó.
- Creo que no quieres matarme como tus ancestros –comento algo nervioso por la cercanía
ajena- Si es así, no tengo porque quedarme en esta isla, podrías llevarme a casa –hablo con
sus ojos esmeraldas iluminados por los rayos del sol.
- No es tan simple –murmuro el rubio cenizo con pesadez.
- Entre los dos podemos encontrar una forma –comento mirando como Katsuki se sentaba en
una roca que estaba a su lado para luego recargar su cabeza en sus rodillas comenzando a
hablar mientras sus ojos estaban fijos en la lejanía.
- Hace tiempo un niño vivía en esta isla junto a sus padres, los cuales eran dragones -comentó
sintiendo como Izuku se ganaba a su lado- Aunque el mocoso no quisiera admitirlo, adoraba
a sus padres, su madre tenía un temperamento explosivo y era una gran guerrera, por otro
lado su padre era calmado e inteligente -suspiro relajándose unos momentos- Soñaba ser
como ellos pero un día le revelaron lo que realmente eran, unos dragones. El niño no deseaba
convertirse en aquella bestia y sus padres no querían ese destino para el menor, uno donde tu
mente se perdía ante el instinto y la sed de sangre aclamaba a cada minuto -miro por unos
segundos el rostro pecoso lleno de curiosidad- Después de eso, un barco apareció en el
horizonte y de él descendieron varios guerreros, mata dragones -hizo un pausa- Sus padres
convertidos en dragones lucharon ferozmente pero atraparon al niño que no podía defenderse,
ante eso el padre fue atravesado por una lanza justo en su corazón -apretó sus manos en
ambas piernas- Mientras la madre derrotaba a una decena de hombres y al ver a su hijo
siendo arrastrado hacia el barco para llevárselo, no le importo la cantidad de sujetos que se
interponían en su camino, ni las heridas de su cuerpo, salvo a su hijo para dejarlo a salvo en
la cima de la isla para después volver a terminar con los intrusos -suspiro volviendo a
recordar aquel momento- La madre fue abatida por los hombres, los cuales volvieron a la
embarcación para irse triunfantes, dejando al último dragón totalmente solo -el peliverde que
escuchaba en silencio dejaba derramar un par de lagrimas- La amargura, la furia y la sed de
venganza que se apoderaron del niño, lo impulsaron a saltar del acantilado y convirtiéndose
así, en un dragón. Cuando esto sucedió todas las memorias de sus antepasados lo
embargaron, vio todo lo que los antiguos dragones vieron y sintió todo lo que ellos sintieron -
la mascota paso por su lado para colocarse a los pies de Katsuki- Por cientos de años los
dragones tomaron esposas con el sangriento ritual, los pobladores entregaron a sus hijas
cantando la canción del dragón pero yo no quería eso. Frente a mis ojos murieron cientos de
novias, aquellos recuerdos eran terribles e inimaginables, ahí el niño comprendió que sus
padre no lo incitaron a saltar para que no se convirtiera en un monstruo, pero ya era
demasiado tarde, había despertado la bestia en su interior-relato con una sonrisa irónica- Jure
no volver a convertirme en un dragón, quería volver como era antes pero no sabía. Lo
controle gracias a que en la parte inferior de la isla hay un espacio angosto, un hombre puede
pasar, pero el dragón no puede salir -miro a Izuku- Durante todos estos años me las arregle,
pero tenían que celebrar una boda y cantar la maldita canción -el pecoso se sintió
avergonzado ante los ojos rubí que lo analizaban de arriba abajo- Lo primero que recuerdo es
a un debilucho atrapado en mis garras, apenas pude evitar enterrar aun mas mis zarpas. Pude
recobrar en algo la conciencia para lanzarte al pozo, ese lugar no era tu prisión, era un refugio
para mantenerte alejado de mi -paso una mano por su cabello- Pensé que tenía todo bajo
control pero cuando toque tu mano, el dragón volvió. Este despertó por tu toque. Por lo cual
no puedo llevarte a tu reino, no puedo dejar que el dragón me controle, tendrás que esperar a
tu prometido y si él viene por ti yo no me opondré, simplemente no vuelvan a cantar la
canción del dragón -comentó mirando las olas romper en la orilla.
- ¿A qué te refieres con que si viene? ¿Crees que no lo logrará? –preguntó con nerviosismo.
- Todo depende de ti –comentó el rubio levantándose restándole importancia.
- ¿Cómo que depende de mí? –preguntó siguiendo con la mirada a rubio cenizo.
- ¿Cómo puede depender de mí si viene o no? –volvió a preguntar mientras caminaba entre
las rocas con dificultad.
Sus pasos seguían los ajenos, el paisaje rocoso se volvió más suave a medida que avanzaban,
la arena que ahora pisaban sus pies era blanca. Las distintas aves volaban sobre su cabeza,
todo a su alrededor era nuevo ante sus ojos.
- Mira a tu alrededor, toda la isla es un dragón, uno de mis ancestros –caminaron hasta llegar
al borde, donde una rocosa formación impediría a cualquier barco acercarse- Piedras y
rocas... todas son sus huesos, era el guardián de este lugar. Desde aquí puedes ver cielos
despejados, pero por el contrario, la gente de los barcos solo ve una espesa niebla y están
condenados a deambular hasta el fin de sus días. La corriente arroja objetos y partes de los
naufragios pero ningún tripulante llega a la isla -comentó volteando hacia el peliverde- Solo
si un corazón devoto les espera aquí pueden alcanzar la isla, eso decía mi madre.
-Les mostrará el camino como un faro -dijo Katsuki mirando las claras aguas.
-Fue así como el mata dragones logro llegar, gracias al amor de la chica que le esperaba aquí
-giro su rostro hacia el más alto y algo en sus ojos lo dejo en silencio.
- Como dije, todo depende de ti -le dio la espalda al peliverde- Si lo amas, llegará -comentó.
Estancia
El príncipe suspiro mirando las gaviotas emprender vuelo, nunca había visto a su futuro
esposo, en las fiestas que se celebraban en palacio, salia su nombre en una que otra
conversación trivial, por lo que tener un sentimiento tan fuerte hacia el, lo tenían dudoso.
Agitó la cabeza para sacar esos pensamientos, no tenía que tener dudas. Si su amor hacía el
era fuerte, Todoroki llegaría a la isla. Sin embargo, algo en las palabras de Katsuki sembró la
curiosidad.
- Entonces, ¿Cómo llegaron los otros mata dragones? -se volteó cuando la briza agitó su corto
cabello.
- El primer mata dragones dejo indicaciones de como llegar, pero aunque sepas el camino,
necesitas mas que un mapa -respondió viendo las aguas azules- El mar es traicionero, la
niebla te hace perder la orientación, sino te rindes en los primeros días de navegación puede
que pierdas más que solo la cordura -pronunció alejándose de Izuku.
El pecoso proceso las palabras, debía tener esperanza, no se daría por vencido. Al observar el
horizonte, sus ojos se fijaron en unas flores que crecían a sus pies, se agacho y las toco con la
puntas de sus dedos para luego sacar un par y olfatearlas, acordándose de lo que decía su
madre, aquellos recuerdos lo llenaron de tristeza.
Ante ese comportamiento extraño, que se quedara en completo silencio, el rubio cenizo lo
observó intrigado al percatarse de como acercaba las flores a su rostro.
- Mi madre suele decir que cuando le das flores a alguien, la otra persona sabrá que lo amas.
Es algo que ocurre entre dos personas –comentó conectando sus miradas esmeralda y rubí por
unos instantes- Además dice que si arrojas flores al mar, quien quiera que sea la persona
amada, podrá sentir tus sentimientos y entenderá que lo tienes en tus pensamientos –dijo
arrojando la flor rosada y purpura a las aguas que poco a poco fueron arrastradas hacia el mar
abierto.
- Entonces si lo que dices es cierto, tu prometido debería llegar –habló al lado del pecoso.
- Será mejor que te apresures -ordenó Katsuki caminando de vuelta- Esperaras a ese sujeto en
el pozo - comentó acercándose a la pared rocosa.
-¿Quieres que vaya a ese lugar de nuevo? -preguntó incrédulo- Kacchan ¿Y qué pasa si aún
no ha zarpado? -caminó siguiendo los pasos ajenos.
- Si es asi, será una larga espera -bramo cuando su herida de la espalda se volvía abrir, se
recargo en una roca y sintió como algo de sangre se deslizaba por sus músculos- Mierda -
gruñó ante el dolor.
- ¡No te acerques ni me toques! -gruñó el rubio cenizo mirándolo con intensidad- Solo ve al
maldito pozo, ¿Acaso no lo entiendes? -mascullo entre dientes.
- No es eso Kacchan -respondió con calma- No puedo dejarte así -observó la herida
preocupado.
- Vete -pronunció sentándose en el suelo- Estaré bien, no me aproblema estar solo -comentó
viendo como el peliverde se acercaba y se ganaba frente suyo.
- Esa es una mentira -habló con una sonrisa ante la cara algo sorprendida del contrario- Si te
gustara estar solo no me habrías abrigado con esas mantas -comentó arreglándose unos
mechones de cabello que le molestaban en su cara.
- Debias ser bastante Deku -pronunció Katsuki- El dragón puede escapar en cualquier minuto
-habló mientras se ponía de pie.
- Si así fuera, ¿Por qué no lo ha hecho? -preguntó ladeando su cabeza, en donde el sol
iluminó su rostro mostrando así, mas aun sus pecas.
- Debe ser porque estoy herido -comentó dando unos pasos en la dirección correcta.
- Ya soy fuerte -admitió Katsuki- Aunque no estaría mal serlo aun mas - comentó altanero.
- Si lo eres -afirmó- Me has salvado, me diste comida. Te preocupas por mi -sonrió el pecoso-
Creo que puedes vencer al dragón que llevas dentro, te ayudaré mientras espero que Todoroki
venga por mi -comentó con determinación siguiendo los pasos de Katsuki
- ¿Y en que podrías ayudarme? -preguntó el oji-rubí- Por lo que puedo ver eres muy débil -lo
observó analizándolo.
- He leído varios libros sobre guerreros y dragones -comentó nervioso ante la mirada fija del
rubio cenizo- Algo de verdad deben tener esas historias -susurró.
- Solo un poco -murmuró tranquilo- Kacchan -nombró- Necesito un lugar donde quedarme -
apretó sus rasgadas y sucias ropas.
- ¡No quiero quedarme ahí! -alzó la voz- Es oscuro, frío y estoy solo -comentó- ¿No hay otro
lugar en esta isla donde pueda estar? -preguntó esperanzado.
- Hay uno -murmuró Katsuki sintiendo la mirada esmeralda en el- Sígueme, si te quejas de
nuevo yo mismo te lanzaré al pozo -mascullo volviendo por el camino.
El sol estaba en su máximo esplendor y ninguna nube perturbada el cielo azul, ambos
caminaron de vuelta a la hacia la cima de la isla, que era el cráneo del antiguo dragón. Izuku
había recorrido ese camino cuando cargo al rubio cenizo, sin embargo entraron por un
intrincado pasaje que llevaba a una especie de cueva alumbrada por el sol de medio día.
Quedo en el centro del lugar, era mas grande que su habitación en el palacio, a su derecha
podía ver el mar por una ventana natural, las paredes de hueso y el suelo estaban en buen
estado, salvo el polvo y varias cosas regadas por el piso. Seria un buen refugio donde
guarecerse del frió y de la lluvia.
Katsuki fue hacia un cofre cubierto de polvo, quedo unos segundos mirándolo en donde el
pecoso con curiosidad se acercó, observando el delicado tallado de la madera.
- Era de mi padre, el lo hizo -comentó el oji rubí cargando el cofre- Solíamos vivir aquí -
hablo viendo el lugar vacío- Puedes quedarte aquí si quieres, es poco probable que te alcance
el dragón -pronunció mientras se alejaba para salir al exterior.
- Pero no hay nada aquí -comentó agitando los brazos- ¿Puedes ayudarme a traer algunas
cosas? -preguntó acercándose al contrario
- ¡Ni lo sueñes! -respondió observando como la expresión ajena cambió- ¿Es necesario? -
murmuró gruñendo.
- ¡Por supuesto! -dijo animado- Solo son un par de cosas -sonrió al contrario.
Bajaron de nuevo a la orilla rocosa donde la marea traía los restos de las embarcaciones que
no lograban llegar a su destino. Ahí entre las rocas, los ojos esmeraldas se fijaron en varios
baúles, algunos cubiertos por el mar y otros en la orilla secos de cualquiera rastro de
humedad.
Con la ayuda a regañadientes de Katsuki, puedo sacar un par de las aguas en donde en su
interior habían utensilios de metal y una gran variedad de tela. En los de la orilla y para su
sorpresa, encontró una colección de libros sin ningún daño, ni las páginas estaban rotas ni la
tinta corrida, además de algunas prendas que podrían ayudarle a recuperar algo de decencia.
Cuando estuvieron de vuelta en la estancia, el pecoso limpio todo el polvo que pudo. Ante la
mirada rubi, quien estaba sentado en el suelo, el menor fue por algo de leña seca y encendió
fuego en la antigua chimenea rústica esculpida en el hueso.
Ya con esa fuente de calor puso a secar algo de ropa, mantas y telas. Ordenó algunos
utensilios y reviso a fondo los baúles.
- No eres tan inútil como pensé -mencionó el rubio cenizo observando las llamas moverse
con suavidad.
- Se lo básico -murmuró pasando sus manos por un libro y pasaba las hojas- Mi hermano me
enseño a como prender una fogata -sonrió ante el recuerdo- Me costó bastante pero al final
pude hacerlo sin ayuda -habló con un leve rubor en sus mejillas.
Luego de esa pequeña charla, el peliverde reviso la ropa y al notar que estaba perfecta para
cambiarse, busco con sus ojos un lugar apartado donde el oji-rubí no lo estuviera observando.
Ya con la nueva muda de ropa, una camisa blanca y unos pantalones café, regresó a donde
estaba y comenzó a revisar los títulos de los libros mientras murmuraba a una rapidez
impresionante entre tanto Katsuki analizaba una daga a unos pocos metros de el.
- Ahora si que pareces un sabelotodo -comentó el rubio cenizo levantando su mirada hacia el
príncipe.
- Lo tomare como un cumplido -dijo Izuku alzando su mano para tocar su nuca- Es raro tener
el cabello tan corto -habló con tristeza.
- Sabes, tienes razón -habló alegre- Siempre tenía que cuidarlo, peinarlo y tener a una
sirvienta para que lo arreglara -comentó dejándose caer sobre la manta- Envidio tu libertad -
murmuró observando el blanco del techo.
- A ustedes, los dragones -alzo sus manos hacia arriba- Pueden hacer lo que quieran, volar
donde deseen, debe ser emocionante -giro su cabeza para observar a Katsuki- Nunca he ido a
ninguna parte -dijo apenado.
- Lo soy, pero eso no es sinónimo de libertad -suspiró- Cada paso que daba fuera del palacio
era vigilado por los guardias, mi padre y mi hermano -se volvió a sentar para subir la manga
de su brazo, mostrando varias cicatrices- Fui secuestrado cuando pequeño y me lastimé
intentando escapar. Después de eso viví en una jaula de oro -mencionó- Por eso no me
permitían salir, ni viajar -con la punta de sus dedos toco algunas paginas del libro que estaba
a su lado.
- Tampoco he ido a ninguna parte, he pasado mi vida en esta isla -dijo sin importancia- No
quería convertirme en el dragón -miro fijamente al peliverde.
- Entonces tu y yo -murmuró con timidez- ¿Ambos volamos por primera vez? -preguntó con
un brillo singular en sus ojos esmeraldas.
- Encontré esto entre la ropa -sacó una capa rojiza con piel blanca en la parte superior y un
pantalón azul oscuro- Pensé que te quedarían bien -dijo avergonzado tendiéndosela al mas
alto.
Katsuki solo miró las prendas y luego al pecoso, el cual parecía un animal asustado, en sus
labios se formó una leve sonrisa, tomó la capa y el pantalón para retirarse en silencio.
Viento
El de cabellos verdosos al quedar solo en aquella estancia, la cual comenzaba a verse más
acogedora, ordenó y movió los objetos menos pesados a su antojo. Observo un baúl apartado
y lo empujo hasta el rincón, ya que no tenía la fuerza de Katsuki, puso sobre él los libros que
ya había ojeado y que leería mas tarde. En esos momentos su estomago gruño por la falta de
alimento, sintió una leve vergüenza pero a los segundos después de repuso, dejo cualquier
tarea y camino por el pasillo angosto que daba a la cima donde había pasado la noche
anterior.
Ahí vio la improvisada carpa que había hecho para cubrirse de la torrente lluvia, podía
modificara con algunas telas y alfombras. Sonrió por su idea y guió sus pasos a la hoguera,
buscando algo de comida.
A un lado estaba el pescado fresco que había capturado el rubio cenizo, no era un experto en
la cocina pero no debería ser tan difícil. Analizando cada uno de sus movimientos puso asar
el pescado, estaba atento a cualquier indicio que estuviera quemándose. Respiró aliviado
cuando este estaba cocido casi uniformemente, para ser la primera vez había resultado bien.
Se felicito mentalmente a sí mismo.
Al momento de comer y ante la falta de tenedor o cuchillo, tuvo que hacerlo como nunca lo
había hecho, con su mano. Fue una experiencia nueva y le gustó, no tenia que pretender ser
perfecto con modales impecables. En la isla ya no era el príncipe Izuku, era solo Izuku o
mejor dicho, Deku.
Descanso unos minutos mirando el tranquilo cielo, sus ojos se cerraban con somnolencia pero
se levanto, tenia cosas que hacer. Volvió hacia la estancia y tomo unas mantas que tenían un
mal olor por estar dentro de un baúl húmedo donde las aguas se habían filtrado por la madera.
Los ojos rubí lo seguían a la distancia desde que llego a la playa, entro al agua que ahora
estaba cálida y sumergió la tela. Los rayos del sol se reflejaban en el mar, su piel pálida
estaba tornándose rojiza por el esfuerzo y ya con todo limpio, tendió las mantas en una roca
cercana para que se secaran. A los pocos metros se sentó en la blanca arena para descansar,
respiró con tranquilidad y observó los movimientos de las olas.
Suspiró, aprovecharía estos momentos para estar en calma antes de que su prometido viniera
por él y por ende, volver al palacio. Se irguió y volvió a entrar a las aguas, el paisaje esa
hermoso, el cielo azul reflejado en las aguas cálidas, sonrió pero no se dio cuenta que una ola
venia hacia el empapándolo por completo y dejándolo estupefacto.
Escuchó la risa de Katsuki y se volteo hacia él con una pizca de enojo, estaba sentado en una
roca a la distancia. Iba a reclamarle la burla pero de sus labios salió una sonora carcajada. Sus
voces hicieron eco en la silenciosa playa, mezclándose con el sonido de las olas y de las aves
que volaban sobre sus cabezas. En el instante que sus miradas rubí y esmeralda se
encontraron surgió una especie de conexión, un entendimiento que ninguno noto al principio.
Ya con un leve dolor en sus costillas por tanto reírse, salió con la dignidad que le quedaba
mojado de pies a cabeza con la ropa pegada a su cuerpo, la cual secaría al regresas a su
refugio. Camino y comprobó que las telas estaban secas, al sentirlas sin rastro de humedad
las dobló y las cargo hacia la cima.
Katsuki lo siguió con la mirada para luego bajarse de donde estaba y seguir los pasos ajenos.
El príncipe pecoso le causaba curiosidad y cuando sus ojos esmeraldas lo miraban no lo veían
como un monstruo, el miedo se había suprimido por el momento y eso le hacía olvidar su
condición de incertidumbre.
Izuku entro al lugar, se cambió las prendas por unas similares, dejando las húmedas cerca de
la chimenea. A los pocos minutos comenzó acomodar varias alfombras en modo de colchón,
le puso unas improvisadas almohadas y unas telas como sábanas en caso que la temperatura
descendiera en la noche. Tenía un lugar cómodo donde dormir.
Tomo unas mantas, telas y dos alfombras restantes, salió de su refugio para arreglar la
improvisada carpa del día anterior. Movió el mástil como pudo por medio de una palanca, lo
posicionó de tal manera para que soportara el clima tropical. Tendió en el suelo las alfombras
y acomodo a su alrededor los objetos que había cargado con el rubio cenizo.
Cuando pudo divisar a Katsuki ya estaba cómodamente sentado leyendo un libro, lo observo
de reojo y se sorprendió que llevara las prendas que le había dado, un leve sonrojo afloro en
sus mejillas lo que capto la curiosidad del contrario.
Con algo de esfuerzo el peliverde siguió con la lectura, pero esta vez en voz baja, tal vez al
rubio cenizo le interesara la historia que estaba escrita en aquellas hojas. Enfrascado en las
palabras pudo sentir la presencia ajena cerca de él, de reojo lo vio sentarse en un rincón para
luego cerrar los ojos.
Llego la noche, dejo el libro de lado y observo el cielo estrellado. Quedo impresionado por la
majestuosidad de la escena, la luna parcialmente brillante estaba rodeada por los centelleantes
tintineos de las estrellas. Sonrió maravillado, una fresca brisa le hizo estremecer. Tomó el
libro y se giro para irse a dormir, pero antes miró al oji-rubí que aun yacía con los ojos
cerrados.
- Buenas noches -murmuró antes de ponerse a caminar hacia la estancia para ir a dormir.
Cuando el pecoso ya había desaparecido del lugar, Katsuki abrió sus ojos. Respiro
profundamente para luego soltar un leve gruñido, se acomodó la capa sobre los hombros y se
tumbo en la alfombra observando el cielo nocturno. Tener a otra persona en la isla lo hacía
recordar aquellos días cuando sus padres aun estaban con él, sintió nostalgia pero la suprimió,
de nada servía eso, lo que había pasado no podía cambiarse.
Levanto sus manos para mirarlas unos segundos, Deku tenía que irse de ahí y pronto. No
sabía cuando ni donde el dragón podía liberarse, lo último que quería era matarlo y
convertirse en un monstruo.
- Mierda -bramó pasando su mano derecha por su cabello con desesperación. El prometido
del pecoso era realmente un inservible ¿Cuánto se tardaría en encontrarlo?
Los días que prosiguieron, exactamente seis, Katsuki estaba completamente convencido que
Todoroki no era capaz de leer un mapa. Por su parte, Izuku había empezado una rutina, se
levantaba y enseguida preparaba algo de comer, siempre había fruta y pescado cerca de la
hoguera. Después de su desayuno, paseaba y exploraba la isla, algunas veces solo o
acompañado por el rubio cenizo a la distancia, el cual le gritaba cada vez que quería alcanzar
algo o se perdía, lo cual ocurría a menudo. Nunca había visto vegetación tan variada, flores
de tanto colores que no podía recordar, cada una le generaba curiosidad por lo que a cada
minuto le preguntaba al rubio cenizo por ella.
Con los días se había acercado a Kacchan, se podía decir que muy poco pero por lo menos
ahora podía tener una leve conversación. También se sorprendió al notar la cercanía con la
mascota rojiza, ya no le mostraba los dientes sino que dejaba que lo acariciara, hasta algunas
noches dormía a sus pies.
El día estaba nublado pero caluroso, luego de ingerir una que otra fruta, se sentó mirando al
mar. Ya había pasado una semana desde que Katsuki, en su forma de dragón, lo había
secuestrado y todavía ni un rastro de su prometido. Tenía unas enormes ganas de gritar de
frustración, no sabía si echarle la culpa a Todoroki o a él, por no tener sentimientos fuertes
hacia él.
Limpio con sus dedos un par de lágrimas que descendían por sus mejillas, tenía que amarlo,
no había otra forma. Se estaba levantando cuando a medio camino se acordó del pequeño
barco que había encontrado, podía salir de la isla por sí mismo. Sus pasos por la arena blanca
eran borrados por las olas, llego a la embarcación y la reviso, la madera en algunas parte
estaba astillada, pero podía sobrevivir a un viaje en alta mar, solo necesitaba arreglar la vela y
provisiones.
Respiro con calma, podía hacerlo pero su experiencia navegando era pobre. Reuniría lo
necesario pero solo se embarcaría si fuera totalmente necesario, tenía la esperanza de que
fueran por él.
Iba de regreso cuando el animal rojizo llego a sus piernas para dar vueltas alrededor suyo, rio
y se inclino para acariciarlo terminando tendido en la arena con él en sus brazos observando a
la distancia. Sintió los pasos del rubio acercándose para luego sentarse a unos metros del, el
animal salió de sus brazos para ganarse en medio de los dos.
- Ha pasado una semana -habló el oji-rubí- Y aun no veo ningún barco acercarse, tu
prometido es un inútil -miro a Izuku- Creo que mas que tu -comentó.
- El llegara -intento que su voz sonara segura para luego levantarse y emprender su caminata
hacia la cima.
Igual que los días anteriores, por la tarde se había acostumbrado a leer y al parecer a Katsuki
le gustaba oírlo porque llegaba casualmente antes de que se sentara sobre la alfombra. Ese día
había tomado uno con la portada que estaba parcialmente desecha por el agua, los colores
azules y amarillos en ella estaban mezclados, lo que dificultaba diferenciar el titulo.
Los minutos y las horas pasaron, cada uno en su mente con las palabras iba imaginado lo que
el autor quería transmitir, los paisajes y las acciones de los personajes. Era la típica historia
de príncipe y dragón, los cuales se batían a muerte por la princesa cautiva. El peliverde le
encontró algo de gracia, ya que tenía algo se similitud con su actual estado. Luego de una
pequeña pausa prosiguió relatando, llegando al final en donde el dragón mal herido se retiro
de la batalla para volar por los cielos oscuros donde nunca más se volvió a ver.
- ¿Qué tan lejos puede volar un dragón? -le pregunto a Katsuki que yacía tumbado cerca
suyo.
- Lejos -respondió sin apartar la mirada hacia al cielo que traía unas sospechosas nubes- El
viento ayuda pero cada dragón es distinto y tiene sus cualidades -respondió, se había
acostumbrado a las preguntas del pecoso, era mejor responderle a que siguiera hablando por
horas y horas- Cuando ves el viento sabes si podrás llegar más allá del horizonte -hablo
irguiéndose hasta sentarse.
- ¡¿Qué?! -gritó sorprendido dejando a Katsuki con una mueca de fastidio- ¿Puedes ver el
viento? -preguntó emocionado acercándose un poco.
- Por supuesto que lo veo -dijo altanero- ¿Acaso tu no? -pregunto con una sonrisa de altanera.
- ¿Y cómo lo ves? -preguntó curioso con sus ojos esmeraldas viéndolo fijamente.
- Lo ves y lo sientes al mismo tiempo -dijo moviendo sus manos hacia un lado y otro- Sabes
qué dirección tomar y la más rápida.
- ¡Kacchan! Explícame -dijo apartando el libro de sus piernas- No puedes dejarme con la
duda -se cruzo de brazos indignado.
- Tendría que mostrártelo para que tu pequeño cerebro lo entendiera -comento pasando su
mano por sus cabellos cenizo con fastidio.
Katsuki se levanto de mala gana hasta donde estaban varias flores, tomo algunas en sus
manos y con una seña permitió que el pecoso se acercara a donde estaba. Casi en el borde de
aquella cima, donde al alzar la vista podías ver como el sol comenzaba a ocultarse,
reflejándose en las inmensas aguas dándole un tomo anaranjado y rojizo.
El peliverde lo miraba atento, en las manos ajenas los pétalos de las flores eran apartados de
tallo. Los ojos rubí observaron hacia los lados, su rostro sentía como la suave briza acariciaba
sus mejillas y movía su cabello, alzo una mano hacia el frente con un pétalo entre sus dedos y
lo soltó.
Ante los orbes esmeraldas siguieron la trayectoria, con suavidad el pétalo se balanceaba en un
espiral. A los segundos, unos de otros colores siguieron el recorrido elevándose en una
tranquila danza que con un ritmo constante las llevaba de un lado a otro, pasando por el lado
del más alto hasta rodear al príncipe para luego volver a ascender. Escuchaba los susurros de
la briza por las rocas, volteo para seguir observando los colores que se iban al cielo.
Era hermoso y único, impresionado podía decir que ahora entendía las palabras de Kacchan.
Volvió a girarse para encontrarse de frente al rubio cenizo, sus ojos rubí se venían más
brillantes por el sol del atardecer. Lo quedo mirando y el no aparto la mirada, los pétalos
rodearon sus cuerpos como si fueran uno y con el paso de los segundos fueron
desapareciendo en la inmensidad del cielo.
- ¿Qué cosa? –preguntó el pecoso mirando a los lados, pero la respuesta vino sobre su cabeza.
Las gotas de lluvia empezaron a caer sin violencia, al sentirlas en su rostro soltó una pequeña
carcajada. Sus pies no se movieron ni tampoco los contrarios, sin desaparecer su sonrisa su
corazón latió más rápido de lo normal.
Pensó que era por lo recién vivido, pero cuando Katsuki se quito su capa, la puso sobre su
cabeza y sus hombros, el ritmo se volvió desenfrenado.
Luces en el cielo
La lluvia repentina caía sobre sus cabezas, las gotas humedecían el cabello de Katsuki para
luego deslizarse por su rostro hasta su barbilla y caer al suelo. Este absorto de su alrededor
solo tenía en su cabeza aquellos peculiares ojos esmeraldas que con los últimos rayos del
atardecer se tornaban más brillantes y con pequeños rastros de ámbar. Por su parte, para
Izuku el tiempo se había detenido, el eco de la lluvia lo escuchaba a la lejanía y lo único que
captaba su entera atención eran esos ojos rubí que lo miraban como si nada mas en el mundo
existiera. Al repasar eso por su cabeza, sus mejillas se tornaron casi del mismo color de la
capa rojiza que lo cubría del aguacero.
Avergonzados por esos pensamientos cubrió sus mejillas con sus manos en un vago intento
de calmarse, ocultó parcialmente su rostro y bajo la cabeza.
Para el rubio cenizo eso le causo intriga, quería saber el por qué de esas acciones y de las
suyas. Su cabeza era un lío e intentaba poner en orden sus pensamientos pero no lo estaba
logrando, cada vez que miraba esos ojos, algo en su interior se sentía tranquilo y en paz. No
percibía al dragón que quería ser liberado, solo un grato sentimientos expandiéndose por su
pecho.
El príncipe levanto la mirada, la esmeralda y el rubí se conectaron una vez más para luego
cortarse cuando el más bajo salió corriendo hacia su improvisado hogar, dejando a Katsuki
con una ceja levantada y observando la retirada a tropezones.
Al llegar con su respiración agitada se recargo en la blanca pared, sus piernas tiritaban y
cuando estas no pudieron sostenerlo se deslizo hacia el suelo. Quedo ahí tendido en silencio
con su corazón agitado. ¿Qué había sido eso? Se preguntaba mientras una pequeña sonrisa se
formaba en su rostro, había sentido algo entre ellos cuando sus ojos se encontraron, una
conexión que no necesitaba palabras.
Agito su cabeza para sacar esos pensamientos. Se iba a casar con el príncipe Todoroki no
podía estar sintiendo nada por ninguna otra persona. Solo debía amar a su futuro marido para
que viniera pronto por él.
Pasaron los minutos y no encontró respuesta, se irguió recargándose en la pared y guió sus
pasos a la chimenea en donde se agacho frente al fuego. Sin darse cuenta olfateo el aroma
que desprendía la capa que aun estaba en su cuerpo, se arropó aun más con ella y quedo
observando las llamas.
La noche llego junto a una fría briza, se arropo entre las mantas pero sus pensamientos no
estaban en quedarse dormido sino en una sola persona que capaz que estuviera durmiendo a
las afueras.
Cuando los rayos del sol lo despertaron sus cansados ojos, por dormir pocas horas, se
abrieron, bostezo y salió de la estancia para ir por algo de comer. Había pasado directo hacia
donde siempre estaba la comida por lo que no se percato hasta unos segundos después, que el
rubio cenizo yacía dormido plácidamente sobre la alfombra con su mascota en su pecho.
Sonrió y una pequeña risa salió de sus labios, la cual cubrió enseguida para no despertarlo, no
quería tenerlo frente a frente tan temprano, todavía tenía estragos en su interior por lo que
mejor sería pasar la mañana lo mas lejos de él.
Luego de comer y asegurarse que Katsuki seguía dormido, fue a buscar la prenda que había
dejado secar la noche anterior, la doblo y la dejo al lado del cuerpo ajeno.
Camino con tranquilidad por los arboles que se extendían en el interior de la isla, ya los
caminos se le hacían conocidos y rogó por no perderse, las diversas flores captaban su
atención por lo que a unos cuentos pasos se detenía para contemplarlas y pasar sus dedos por
los suaves pétalos, eso sí, tenia cuidado de no acercarse a las que eran venenosas, todavía
recordaba los improperios que el oji-rubí le había gritado cuando su mano casi palpo una que
era peculiarmente hermosa y atrayente, pero muy peligrosa.
Siguió el sendero hasta llegar a unas piscinas naturales que se habían formado por la erosión
y las curvas propias del terreno, rodeadas por los espesos arboles que dejaban pasar algunos
rayos del sol que se reflejaban en la superficie cristalina. Ahí la temperatura del agua era más
cálida que la del mar, dejo la muda de ropa que traía bajo el brazo izquierdo sobre una roca y
comenzó a desprenderse de las que llevaba puestas.
Soltó un suspiro de alivio cuando su piel toco las cálidas aguas y su cuerpo se relajo al
instante. Se sumergió por unos segundos y paso sus manos por el cabello verdoso al salir,
nado un poco para luego lavarse su cuerpo mientras la briza mecía las copas de los arboles.
Fue al borde y se recargo sobre sus brazos, cerró los ojos y escucho los sonidos de la
naturaleza. Mientras estaba en eso sintió que algo húmedo tocaba su rostro por lo que abrió
sus ojos en el instante alejándose, la mascota de Katsuki yacía a su lado observándolo
moviendo su cola.
Miro hacia los alrededores para asegurarse que el rubio cenizo no lo estaba observando, al
darse cuenta que estaba solo se calmo para luego acariciar al animal y salir de las aguas para
vestirse con las prendas limpias. Al terminar comenzó el viaje de regreso, este acompañado
por el intrépido animal que se cruzaba de un lado a otro, haciéndolo reír y a veces tropezar.
Siguió su camino seguido por unos ojos rubí, quien se recargó en el tronco oculto por las
hojas verdes con algunas tonalidades amarillas, lo había empezado a seguir luego de dejar la
prenda rojiza a su lado. Se acomodo para tener una vista más amplia, estaba tratando de
descubrir que era aquella curiosidad que le hacía estar pendiente del príncipe. No lo entendía,
era un debilucho, torpe e irritante por todas las preguntas que salían de su boca.
Soltó varias maldiciones y paso frustrado la mano por sus cabellos, no debía hacerse tantas
preguntas, Izuku se iría tarde o temprano con su prometido.
Ya al medio día entró a la estancia para dejar la ropa recién lavada para que se secara.
Sonriendo recorrió el lugar con la mirada y se fijo en un libro que todavía le faltaba algunas
hojas por acabarlo. Se sentó cerca de la ventana que daba una impresionante vista del mar y
comenzó a leer, envolviéndose en el mundo imaginario que las palabras describían.
Escucho el ruido del animal entre sus cosas, se acerco y lo encontró con la cabeza metida en
un bolso donde había guardado algunas provisiones en caso de que llegara el momento en
que partiría solo de la isla. Hace unos días entre los libros encontró un mapa parcialmente en
buen estado, no era mucha información pero le serviría, además de otras cosas que le
preguntaría al rubio cenizo cuando llegara el momento.
- ¿Qué haces? –le dijo al animal arrodillándose para quitarle algunas cosas de la boca- Esas
son mis cosas –recogió lo que estaba tirado en el suelo y volvió a meter en la bolsa ante la
mirada de aquel animal- Es solo en caso de emergencia, tal vez ni lo use –murmuro para que
la mascota se tranquilizara- No soy capaz de vencer al dragón pero Kacchan puede dominarlo
–dijo viendo como el animal se acercaba a él esperando que lo acariciara.
Luego de dejar aquella bolsa en un lugar oculto, volvió a tomar el libro entre sus manos y
seguido por la mascota, salió a la cima donde se sentó unos momentos para apreciar el paisaje
y después guió sus ojos a la lectura. Los minutos pasaron y su estomagó gruño, estaba tan
enfrascado en las palabras y avanzar en los capítulos que no había sentido el hambre que
tenia, dejo el libro sobre la alfombra marrón, camino hasta la improvisada cocina y puso
manos a la obra para calma su apetito.
Había preparado algunas cosas de mas, en caso que el rubio cenizo se dignara a aparecer pero
cuando ya había terminado su parte, este aun no se veía por ningún lado. Suspiro y tumbo de
espalda, era raro no tener a Kacchan cerca gritándole por cualquier cosa que hacia mal o
simplemente cometía por su torpeza natural. Escucho un ruido del animal, se giro para
búscalo y lo pilló sacando el pescado que había cocido.
- Eso no era tuyo -regaño el pecoso levantándose y dirigiéndose donde el animal, quien
devoraba la carne.
- Otra vez lo mismo -comentaron a su espalda- Te lo advertí, Deku -dijo Katsuki- Esta mierda
es un ladrón de comida -tomo al animal que todavía tenía el pescado en su boca- Imagínate lo
que paso cuando la marea arrastró un barril de ron –comentó mientras el pecoso pasaba la
mirada del más alto al animal rojizo- Este imbécil se lo bebió y entró en estado salvaje–habló
dejando a la mascota en el suelo, la cual corrió para posicionarse detrás del peliverde,
mientras el más alto tomaba algo de fruta para comer.
- Por cierto, encontré algo para ti –dijo Izuku buscando entre las cosas que había traído,
cuando estaba ordenando la estancia había hallado entre el polvo y el resto de utensilios
algunas piezas de joyería- Son del color de tus ojos –comentó tendiendo varios collares
fabricados con una especie de colmillos rojizos, el otro era de un color esmeralda más claro
que el de sus ojos y el ultimo, más delgado y angosto, era de un rojo anaranjado. Katsuki se
quedo en silencio observándolos, limpio sus manos con torpeza y tomo los collares en sus
manos.
- Eran de la bruja de mi madre –mencionó delineando las rojizas piezas con sus dedos- Se los
regalo mi padre cuando yo nací –aparto la mirada para fijarla en los últimos rayos del
atardecer.
- Son hermosos –comento el pecoso con una sonrisa alargando la mano para tocar la pieza de
color rubí.
- ¿Dónde los encontraste? –preguntó viendo como el animal igual se acercaba.
- Entre los restos de un cofre, estaba todo cubierto de polvo –comentó volviéndose a sentar
cerca de la chimenea- También encontré otra cosas –dijo dudoso- Pero no tengo idea de lo
que es –miró a Katsuki.
-¡Tu tampoco sabrás lo que es! -retó el de cabellos verdosos levantándose para ir a buscar el
objeto que le causo intriga, al volver el rubio cenizo lo observo levantando usa ceja.
- ¿Sabes lo que es? –preguntó algo a avergonzado viendo la respuesta en el rostro del rubio
cenizo.
- Deku hoy, Deku siempre –dijo acercándose al más bajo y tomando aquellos objetos que
cargaba en sus brazos para apartarse hasta el borde de la cima.
Ahí, ante el cielo parcialmente oscuro, posicionó aquellos objetos sobre una roca de manera
vertical para después prender la mecha inferior con algunas chispas que salían de sus dedos.
Izuku intrigado, observó cada movimiento de Katsuki y con expectación quedo de pie
mientras este se ganaba a su lado observando la oscuridad. Cuando escucho un par de
estruendos dirigidos al cielo abrió sus ojos con sorpresa al contemplar como este se
iluminaba y pequeños rastros de luz caían en forma circular. Parecían flores en el cielo, los
colores rojizos centellaban como las estrellas para luego caer y desaparecer, nunca había visto
eso en su vida.
- Es hermoso –comentó con una sonrisa sin apartar del espectáculo que había en las alturas-
Probablemente las ven desde el otro lado del mundo –comentó con una carcajada agarrando
la capa de Katsuki entre sus dedos.
Este al sentir un pequeño jalón a su costado volteó sus ojos hacia la persona que tenía al lado,
esa sonrisa todavía no desaparecía, su boca de movía mientras hablaba pero él no le estaba
poniendo atención.
Unas enormes ganas de tocar esas mejillas pecosas nació de en lo más profundo de su ser,
cuando movió su mano derecha unos centímetros para levantarla los ojos ajenos conectaron
con los suyos.
Ninguno apartó la mirada, aun cuando las luces del cielo se habían extinto.
Confusión
La oscuridad poco a poco cayó sobre ellos como un manto silencioso y expectante de la
acción de cada uno. Katsuki continuó moviendo su mano para alcanzar la mejilla ajena, entre
tanto el de cabellos verdosos se sonrojaba con violencia ante la cercanía del cuerpo esculpido
que la tenue luz de la luna dejaba a su vista, respiró profundamente y levantó la mirada, que
había bajado hace unos segundos, para toparse con los ojos rubí que reflejaban parcialmente
la luna. Nunca había visto algo tan hermosos como esos orbes. Quería decir algo pero ni su
mente ni sus labios reaccionaron, tal vez no había nada que decir.
Su corazón latía deprisa, su mano tocó la mejilla de Izuku, la cual estaba fría al tacto y con su
pulgar trazó algunas pecas que podía divisar con la poca luz. En su interior el dragón
aclamaba por salir, su pecho quemaba pero intentó dejar la incomodidad de lado, delante
suyo tenía algo que captaba su completa atención.
La mano del rubio cenizo era cálida, quería tocarlo de la misma manera pero recordó la
advertencia sobre su toque, la bestia podía ser liberada. Suspiro y dejo que aquella
temperatura recorriera su cuerpo, cerro los ojos unos instantes para luego abrirlos y
encontrarse a unos pocos centímetros del rostro ajeno.
Sentía su respiración tan cerca, sus latidos se apresuraron y cuando sus labios se tocaron
sintió que sus piernas se volvían mas débiles y sucumbían a la sensación. Fue un toque leve y
suave, una caricia que le transmitió un sin fin de sentimientos que su cabeza no procesaba.
Cuando se apartaron el frío viento hizo extrañar la cercanía de sus cuerpos. El príncipe, que
estaba con la mirada baja, sonreía y se llevaba una mano a sus labios, con la respiración
agitada elevó sus ojos esmeraldas para divisar el rostro contrario.
Quedó helado cuando observó como los ojos rubí brillaban y las pequeñas llamas se
extendían por el pecho de Katsuki, el cual retrocedió con violencia mientras de sus manos
salían algunas chispas que eran movidas por el viento. Este vio el pánico y miedo en los ojos
ajenos, no dijo absolutamente nada y solo se alejo lo mas rápido posible para manejar aquella
bestia que desgarraba su interior para poder salir.
Izuku quedó ahí de pie con el frío invadiéndolo, sus esmeraldas observaron como esa persona
que lo había hecho sentí esa calidez y suavidad, se alejaba para ni siquiera mirar atrás.
Abrazándose a si mismo, camino hacía la estancia para descansar. En el lugar, se sentó en la
improvisada cama y pensó en lo ocurrido.
No debió haber pasado, por los dioses, el se iba a casar. Su vida estaría ligada a Todoroki, se
tendría que mudar de su palacio a las lejanas tierra de su esposo. Todo estaba planificado
desde hace años, mejor dicho desde que eran niños, no podía darle la espalda a lo que su
padre quería.
Sollozo mientras a lo lejos escuchaba los ecos del gruñido del dragón. Su cuerpo tembló y se
decía a si mismo que la criatura no llegaría a él o que Katsuki no lo lastimaría, había algo en
el que lo atraía pero su miedo a la criatura suprimía el afecto que crecía dentro de el.
Sacudió la cabeza para despejarla, no podía querer a nadie, solo a su prometido. Cerró sus
ojos en un intento de quedarse dormido, con los ojos rubí en su mente y la suavidad de sus
labios, sucumbió al cansancio.
La luna parcialmente iluminada adornaba el cielo junto a las estrellas que brillaban a su
alrededor, Izuku, quien yacía durmiendo plácidamente entre las suaves mantas, sintió una
suave pero fría brisa sobre su cuerpo provocando que despertara de un salto. La oscura noche
se presento frente a él, se irguió somnoliento arreglando en algo su desordenado cabello,
desplazo las sabanas lejos de su cuerpo para levantarse con incertidumbre. Su intuición le
decía que no saliera de ahí, pero su curiosidad era mas grande.
No escucho respuesta, solo un profundo silencio mientras guiaba sus pasos hacía la salida de
la estancia. Paso por el estrello pasillo levemente visible por la luz de la luna en donde las
sombras daban el aspecto de querer arrastrarlo hacia las profundidades, pero no se rindió al
miedo ni a las mil cosas que pasaban por su cabeza. Caminó hasta llegar a la cima y con
rapidez fue a buscar a Katsuki, pero no lo halló, dudoso miro por los alrededores intentando
hallar alguna presencia.
Se arropó en sus prendas para seguir buscándolo pero cuando iba a dar unos pasos escucho
un estruendo a su espalda. Con los nervios brotando se giro lentamente hasta que sus ojos
encontraron al dragón a unos metros sobre la maciza roca. Ahogó un grito y respiro
profundo, retrocedió con la intención de correr pero al leve movimiento la bestia situó su
mirada en el, como un carnívoro preparándose para atrapar su presa.
Intento correr pero a los pocos segundos el enorme cuerpo de la criatura se interpuso en su
trayecto. Retrocedió un paso para quedar observándolo con el corazón agitado, tiritando por
el miedo que se hizo más profundo cuando un fuerte rugido salio de las fauces ajenas, notó
como este se erguía y dejaba sus alas a sus costados.
Aquellos ojos rubí ardían como el fuego, poso sus manos en su pecho para regular su
respiración y sus latidos desenfrenados. Lo observo sin hacer ningún movimiento, cuando se
calmo y su temor estaba bajo control, conectó sus miradas. Podía verlo, en el fondo era
Katsuki quien estaba frente de el, no debía temerle, pero decirlo era mas fácil que hacerlo.
Dio un paso adelante y al ver que el dragón no se alejaba o lo atacaba, prosiguió. Sin desviar
sus ojos con los ajenos, se desplazo con lentitud, exhalo todo el aire que tenía en sus
pulmones para dar el último paso y al estar lo suficientemente cerca para tocar la dura piel
ajena, alzo su mano para tocarle el pecho. La calidez lo abrumo, mientras que sentía los
latidos de la bestia cada vez mas rápidos, escucho un gruñido firme e imponente, pero no se
detuvo.
Los segundos pasaron y palpo como el corazón ajeno latía con mas fuerza, extrañado alzó la
cabeza para encontrarse con un potente y feroz gruñido, observo su mano y se percato que la
piel debajo comenzaba a arder cual fuego, al sentir que se quemaba la retiro y retrocedió. El
dragón volvió a rugir dándole un profundo temor.
Debía escapar, movió sus pies con la mayor rapidez que podía pero su torpeza natural hizo
que se tropezara y cayera al suelo, se levanto pero eso duro poco. La criatura lo empujo hacia
la pared con una de sus alas, provocando que soltara un quejido.
Ya en el suelo diviso como este se acercaba imponente, rugió y todo su cuerpo tembló y el
pánico lo invadió. Sabia lo que ocurría, no debió haberlo tocado. A un metro el dragón se
detuvo y lo observo como una presa indefensa, aspiro y bramó para abrir la boca mostrando
los afilados dientes.
Despertó con las mejillas humedecidas, gritando y frente a un malhumorado Katsuki, quien
había oído los quejidos de Izuku tan desesperados que no supo lo rápido que había llegado a
su lado.
- Al fin despiertas –dijo mientras se apartaba del peliverde- Tus gritos despiertan a cualquiera
–comentó poniéndose de pie.
- Era una pesadilla –dijo mientras abrazaba sus rodillas para soltar un sollozo- Kacchan -
nombró captando la atención ajena- Tengo miedo del dragón -comentó mientras algunas
lagrimas se deslizaban por su rostro.
- Pero le temo -paso su mano por el rostro para limpiar las lagrimas- Estos últimos días he
recolectad... -fue interrumpido por el rubio.
- El dragón no te hará daño Deku -comentó impaciente- Nunca, no lo permitiré -dijo casi con
un gruñido saliendo del lugar maldiciendo una y otra vez.
El pecoso lo observo partir, quedando en silencio otra vez. Se recostó e intento volverse a
dormir arropándose entre las suaves y cálidas mantas. Mientras tanto, el rubio cenizo a las
afueras soltaba un sin fin de improperios, paso sus manos por los rubios cabellos con
desesperación, no sabia que se le estaba pasando por la cabeza.
Todo era culpa del príncipe peliverde, con aquellos brillantes ojos esmeraldas que lo hacían
querer protegerlo pero de lo único que no podía, era de si mismo. Por momentos lo quería
lejos pero a su vez lo necesitaba cerca.
Era tan confuso, pero lo único que tenía claro era que no deseaba que el prometido del pecoso
llegara nunca a la isla.
Altar
Katsuki le siguió dando vuelta a los diferentes e intrincados pensamientos que se formaban
en su cabeza, a ratos maldecía para luego quedarse en un silencio que duraba poco ya que
volvía a lanzar palabras al viento. Frustrado por no entenderse, se recostó mirando las
parpadeantes estrellas con sus manos detrás de su nuca.
Sus ojos rubí se trasladaron a un par de libros que reposaban cerca de su cuerpo, sin mucho
interés tomo uno entre sus manos para ojearlo. Sus padres le habían enseñado a leer pero sin
la práctica de los años, la tarea se le estaba dificultado, sino fuera por las ilustraciones que
salían en algunas páginas habría tirado el objeto contra la pared.
La historia trataba de una princesa de un reino lejano que fue secuestrada por un malévolo y
temible dragón, en donde los padres de la muchacha cayeron en una profunda pena y
desesperación. Sin embargo un príncipe vecino alzo la voz entre la muchedumbre y ahí juro
rescatar a la princesa de la cual había estado enamorado.
¿Enamorado? Esa palabra quedo en el subconsciente del rubio cenizo haciendo eco en lo más
profundo de su mente. Después de ignorar aquella palabra siguió leyendo.
Aquel hombre se enfrasco en una larga búsqueda, paso por diferentes peligros y vio lugares
que nunca antes había contemplado. Cuando llegó a la guarida del feroz dragón combatió con
todas sus fuerzas y aunque la espada que sostenía se agrietaba, acertaba con golpes precisos
hasta que dio el golpe de gracia, justo en el corazón.
Katsuki quedo apretando los dientes por el final, la princesa y el príncipe volvieron al reino
para casarse y vivir felices para siempre. Soltó unas palabrotas para tomar el siguiente libro,
que para sorpresa tenía una historia parecida. La chica era secuestrada por un dragón, un
apuesto caballero la iba a rescatar, matando a la criatura para llegar a ella y luego regresar a
su hogar para casarse.
En esos dos relatos, el príncipe se quedaba con la princesa mientras el dragón era asesinado.
Lanzo el libro contra la pared y se levanto con rabia, camino por el lugar gruñendo un vasto
vocabulario de groserías para después bajar a la playa. Ahí mirando las olas llegar a la orilla
y algo más calmado, pensó en todo lo que había pasado desde que Izuku puso un pie en la
isla. Quería entenderse, saber el porqué de sus acciones y admitir que en lo más profundo de
su corazón, sentía algo por aquel príncipe. Pero no todo era tan fácil, ni en los libros que
había leído lo era. El, que era un dragón nunca se quedaría con la princesa, y en su caso por
más que quisiera tener al peliverde a su lado, eso no sería posible, estaba comprometido con
un príncipe quien podía darle todo lo que él quisiera. ¿Qué podría darle él?
Frustrado se quedo sentado observando el amanecer, aun sin hallar respuesta a su pregunta.
Ya a media mañana, el pecoso despertó con la calidez de los rayos del sol acariciando su
mejilla, se giro entre las mantas para abrir sus ojos que de apoco se acostumbraron a la luz.
Se sentía con energía y lleno de vitalidad, se levanto estirando sus manos hacia el cielo y
busco con su mirada algunas prendar que ponerse después del baño.
Camino por el sendero tarareando un canción, los arboles se mecían dejando caer algunas
hojas a su paso, no podía negar que le encantaba estar al aire libre y andar sin que nadie lo
detuviera porque era peligroso que estuviera solo.
Llego a las aguas cálidas de las piscinas naturales, dejo su ropa limpia a un lado y lejos de la
humedad para posteriormente desprenderse de las que llevaba puesta, se sumergió suspirando
por la agradable temperatura. Lavo su cuerpo y su cabello, el cual al ya no tenerlo largo le
ahorraba mucho trabajo. Permaneció en silencio contemplando el azul del cielo y como las
nubes al moverse formaban algunas figuras que de iban borrando con el pasar de los minutos.
Exhalo y poso sus manos en su rostro para luego posarse en sus labios recordando la
suavidad y la calidez de los ajenos, su corazón comenzó a latir con rapidez, sus mejillas se
tornaron rojizas y abrió sus ojos con sorpresa.
- No puede ser -pronuncio perplejo- No debo tener estos sentimientos hacia el -tapo su rostro.
Movió la cabeza hacia los lados tratando de despejarla, pero por más que lo intentara no
podía sacarse al rubio cenizo de su mente. Eso estaba mal, tenía un deber que cumplir pero su
corazón le decía otra cosa- ¿Qué debo hacer? -preguntó al silencio.
El oji-rubí se paseaba de un lado a otro viendo la gran variedad de flores que estaban a pocos
metros, su mascota lo seguía de un lado a otro mientras se decidía si tomarlas o no. Hace un
par de horas había recordado lo dicho por Izuku, que si alguien le regala flores a otra persona
significaba que esta tiene sentimientos hacia ella.
- No soy un cobarde -mascullo entre dientes acercándose a unas hermosas flores de color
purpura- Ese sabelotodo va a ver con quien se ha metido -murmuro para sí mientras recogía
las flores con cuidado.
Se puso en marcha hacia la estancia donde el peliverde estaba leyendo un libro con varios
materiales a sus pies, supuestamente intentaba armar una cometa pero le estaba costando. Lo
quedo observando a la distancia, como inflaba las mejillas cuando había cometido un error o
la simple sonrisa que se formaba en su rostro al ver su progreso.
Dio un paso adelante decidido pero a los segundos retrocedía hasta la entrada, volvía a
adentrarse pero regresaba.
Avanzó ya calmado por el pasillo sosteniendo el ramo, vio el perfil de Izuku y cuando iba a
poner un pie dentro de la estancia, su pecho comenzó a arder. Percibía como el calor
abrasador recorría su cuerpo y al ver su mano, diviso como aquellas delicadas flores se iban
quemando una por una dejándolas caer al suelo.
Se alejó del lugar suprimiendo a la bestia que desgarraba su interior, anduvo con
complicaciones apoyándose en la pared rocosa y respirando con lentitud, apretó sus puños
para que las chispas no salieran y maldijo hasta que poco a poco el dolor fue disminuyendo.
No podía estar cerca del príncipe, cada vez que lo tenía a su lado la criatura se volvía
incontrolable.
-¡Kacchan! -nombro el pecoso saliendo hasta la cima- Mira lo que he hecho -decía con una
sonrisa mientras en su mano sostenía un cometa de color rojo. Se acercó al nombrado
sonriendo, entre tanto el más alto intentaba mantener al dragón en su interior- Aquí estabas,
¡Mira! -decía alegre por lo que había hecho- Es como un dragón -soltó una pequeña
carcajada- ¿Me enseñas a ver el viento? necesito saber si puede volar -preguntó cerca de
Katsuki.
- Le temes al dragón, sin embargo juegas con algo parecido a él -pronunció observando como
el brillo de las esmeraldas se apagaba y bajaba la mirada- ¿Por qué tu prometido no viene por
ti? -preguntó con rudeza.
- No lo hicimos -levanto su rostro- El dragón vino primero, ni siquiera he hablado con él,
solo lo he visto a la distancia una vez -comentó deprimido.
Las primeras lágrimas aparecieron en sus ojos, sin importarle las dejo recorrer su rostro hasta
caer al suelo, ahogando un sollozo. Extrañaba a sus padres y a su hermano, la voz de su
madre cuando le hablaba sobre las aventuras de su padre y las bromas de Mirio acerca de los
soldados. Limpio con la manga su cara, en ello escucho como los pasos ajenos se acercaban.
Lo notaba a su espalda y luego sintió como la mano cálida toco la suya alzando el cometa que
sostenía.
- Te enseñare a ver el viento -habló cerca de su oído. Sus brazos lo rodearon, posiciono una
mano sobre la contraria y la otra sostenía la cuerda que conectaba al objeto- Cierra los ojos -
ordenó mientras elevaba el cometa y la briza soplaba con más ímpetu- Imagina la distancia
que no puedes ver, siéntelo con la puntas de tus dedos y con todo tu cuerpo, escucha los
susurros y luego en tu interior se revelará aquello que desconocías -murmuraba sobre su
hombro.
El peliverde estaba rodeado de oscuridad, la voz del oji-rubí provocaba que su corazón latiera
deprisa. Sus manos unidas eran acariciadas por el frió viento que comenzaba a surgir,
mientras percibía la respiración ajena sobre su piel y el calor del torso sobre su espalda.
Sintió un leve tirón en sus manos y abrió los ojos, observo como el cometa se elevaba al cielo
y con una sonrisa se recargaba en Katsuki quien puso su nariz en los cabellos verdosos
reconociendo su aroma y guardándolo en su memoria
Aquel preciado momento llego a su fin cuando su pecho volvió a arder con mucha más
intensidad y violencia, con rapidez se apartó del pecoso y corrió hacia lo más profundo de la
isla.
- ¿Kacchan? -preguntó cuando ya no sentía su calor cerca, miro a los alrededores pero no lo
encontró.
Las frías y duras rocas eran el lugar perfecto para encarcelar al dragón, su torso empezó a
emanar betas de llamas hacia sus brazos y sus manos emitían chispas sin detenerse.
Tambaleándose y golpeándose contra las paredes, intentaba mantener todo bajo control.
Emitió un gruñido mientras sus ojos comenzaban a brillar con vigor, el calor abrazador lo
estaba rodeando y el dolor aprecia no disminuir. Sin embargo, en aquella bruma de
sufrimiento se aferró al recuerdo de la piel del pecoso sobre la suya, el aroma de su piel y el
sonido de su voz.
Con el pasar de los minutos el fuego que lo recorría comenzó a disminuir, caminó hacia la
salida que daba a la playa para sentir el frió viento de la noche. Aun adolorido observo el
paisaje nocturno y se terminó de calmar con el sonido de las olas.
Un objeto entre las rocas llamó su atención, se acercó teniendo cuidado en las afiladas
piedras que estaban cerca de la orilla. Entre algunas ramas que dejaba la marea había un
barco con algunas provisiones, un nuevo remo y la vela completamente reparada.
- Maldito Deku -gruño recordando el miedo reflejado en los ojos esmeraldas, el terror que le
tenía a él, era obvio que pretendía alejarse.
El peliverde extrañado por la desaparición del rubio cenizo se sumergió en las diferentes
cuevas de la isla, la noche había llegado y era difícil orientarse con tan poca iluminación.
- Kacchan ¿Puedes oírme? -habló avanzando entre las paredes rocosas- ¿Dónde estas? -
pregunto llegando a una estancia amplia.
- ¿Por qué me dices esto? -preguntó con frío volteándose a mirar al oji-rubí.
- Porque es la verdad -dijo tajante- ¡Me convertiré en un maldito monstruo! -grito con
desesperación.
- Pero Kacchan, escucha... -dio un paso adelante pero no pudo seguir hablando.
-¡Deja de llamarme con ese maldito apodo! -gritó- Ahora lo entiendo, no querías quedarte en
el pozo pues esperabas poder escapar -paso una mano por su cabello- Me hiciste buscar
cofres, alguna señal que te permitiera atraer a los barcos y solo te faltaba una sola cosa, para
no perderte en la espesa niebla que rodea a la isla necesitabas poder navegar, aprender sobre
el viento -hizo una mueca al momento de mirarlo.
- Kacchan -nombro con lagrimas en los ojos cuando este le daba la espalda.
-¡Suficiente! por la mañana te subirás al bote, izaras la vela hacia el viento este y así lograras
llegar a mar abierto -dijo antes emprender camino hacia los intricados pasadizos.
-¡No te vayas! -le grito siguiéndolo pero se tropezó con las rocas del suelo, cayendo con
fuerza pero sin importar el dolor, volvió a levantarse.
-¡Lo único que hay aquí es el dragón! -le gritó tan fuerte que llego a retroceder unos pasos,
los ojos rubí ardían como el fuego- ¡Lárgate! -pronunció antes de desaparecer en la
oscuridad.
Quedo de pie en aquel enorme lugar, las lagrimas que recorrían su rostro ya no las podía
contener y un fuerte dolor en su pecho se hizo presente, tapo su cara mientras a la distancia
podía escuchar los rugidos del dragón. Quería ir hacia él, ayudarlo de algún modo pero este
no lo quería cerca. Un nuevo rugido estremeció el lugar y un resplandor rojizo provino en la
dirección que se había marchado Katsuki.
Se aparto de ahí con pasos lentos y vacilantes, al salir el sol de la mañana le daba la
bienvenida, pero en vez de sentirse con ánimos, todo su ser estaba hundido en una profunda
pena. Sus pies tocaron la arena para luego pasar a sumergirse en las aguas, no le importo que
su ropa se mojara solo retiro el bote de las rocas que lo sostenían y lo guió a la corriente,
mientras aun caían lagrimas de sus ojos.
Ya en la embarcación cerró los ojos para sentir el viento, recordó la instancia en que el oji-
rubí le había enseñado y volvió a sollozar. Saliendo de esas memorias, encontró que dirección
del viento seguir, alzó la vela y volteo a ver a la isla mientras se alejaba.
Un grito animal lo sobresaltó, la mascota de Katsuki intentaba alcanzarlo, subiendo por las
rocas y nadando hacia él. Suprimió un grito ahogado que iba a salir de su garganta.
- No vengas detrás de mi -pronunció apretando sus manos en los pantalones- Por favor, cuida
de Kacchan -habló antes de volver a romper en llanto mientras el animal regresaba a la isla
emitiendo un sonido de pena al ver que el barco se alejaba a donde ya no podía alcanzarlo.
El rubio cenizo estaba tirado en el duro suelo con varias heridas en su cuerpo, sus uñas
estaban rotas al intentar aferrarse en la pared en un vago intento de control. Ajeno a todas las
lesiones, en su mente ya tenía la respuesta a la pregunta sobre que podía darle al pecoso.
Era simple, le había dado su libertad para que encontrar una vida mejor. Estaría a salvo lejos
de él.
Canción
El mar era traicionero y peligroso, Izuku lo sabía, aun así aferrado a la bolsa donde tenía las
pocas pertenencias que había guardado, procuró de mantenerse positivo ante la espesa niebla
que hacia borroso su camino. Unos momentos atrás estudió el mapa con el cual contaba y,
más sus conocimientos de navegación, debería estar en buen camino. Cuando empezó a
anochecer y al caer la temperatura, se abrigó con una manta mientras escuchaba el suave
toque de las olas contra la embarcación, llevándolo a un estado de somnolencia.
- Príncipe Todoroki, estar tantos días con las velas izadas en medio de la niebla, es una
muerte segura –comento la mujer de pelo oscuro- Si usamos los remos podremos encontrar el
camino de vuelta –se giro para observar al hombre.
- Otra vez rocas, ¡maldita niebla! –habló Momo observando hacia las aguas- Deberíamos
volver –dijo acercándose al príncipe.
- Le prometí al rey Toshinori que recuperaría a su hijo –dijo con calma- Le di mi palabra,
además será mi suegro –dijo observando el cielo nocturno.
Antes que Todoroki pudiera decir algo, el oscuro e impenetrable cielo fue iluminado por unas
brillantes luces, aquellos colores alcanzaban una gran distancia para después irse
desvaneciendo a medida que bajaba. La tripulación sorprendida se acercó a la proa.
- ¡Dragón! –gritó un hombre sacando su espada pero el príncipe detuvo a quienes intentaban
hacer lo mismo.
- ¡No es el dragón! –habló con claridad divisando con la tenue luz un barco a la lejanía- Es
una señal –comentó antes de ordenar a sus hombres cambiar la dirección, a los poco minutos
al estar cerca de la embarcación se dio cuenta de quien la navegaba –Príncipe Izuku –
nombró.
El pecoso antes de sucumbir al sueño aprovecho de usar una señal en la espesa niebla, si un
barco estaba cerca seguro lo verían. A los pocos minutos una gran barco se acercaba a su
pequeño bote, grande fue la sorpresa al reconocer al príncipe Todoroki, quien lo ayudo a
subir a la embarcación y lo envolvió en una gruesa manta para capear el frío que se colaba
por su ropa. Aunque nunca se habían hablado, parecía una persona amable y preocupada por
sus hombres, luego de ayudarlo le pregunto con cordialidad que había pasado y como había
llegado ahí.
- Cuando el dragón me llevó, quedamos atrapados en una tormenta, la lluvia y el viento eran
implacables por lo que se estrelló contra las rocas –narró la mentirá que había estado
pensando durante su viaje, protegería a Kacchan a su manera- Quede atrapado solo en una
isla –comentó ante la mirada de la tripulación- Habían restos de naufragios y entre ellos
encontré el bote –concluyó abrazándose a sí mismo para desviar sus ojos esmeraldas al mar.
- Gracias por venir a buscarme –dijo volteándose para mirar su rostro, quedo unos segundos
esperando alguna reacción de su corazón pero no ocurrió nada.
- Príncipe Izuku –nombraron a su espalda y al girarse se encontró con una mujer de cabellos
negros- Me alegro que esté a salvo pero debemos ir a la isla –pronunció creando un leve
pánico en el pecoso- Se que será difícil pero debemos hacerlo para asegurarnos que el dragón
no esté –habló observándolo y luego a Todoroki.
- No hace falta, el dragón esta muerto –dijo Izuku con toda la seguridad que podía transmitir
en ese momento.
- Todoroki –nombro el peliverde ignorando la pregunta- Quiero ir a casa –dijo para luego
apartarse de aquellas personas.
La noche paso en un abrir y cerrar de ojos, el imponente frío fue menguando con los cálidos
rayos del sol del amanecer. A la distancia sus ojos esmeraldas pudieron reconocer los
edificios de su reino y una sonrisa se formó en su rostro, cuando pudo abrazar a su familia
sintió que gran parte de la angustia que estaba en su corazón desaparecía, sin embargo el
recuerdo de aquellos ojos rubí los tenia grabados en su memoria.
Había estado fuera de su hogar casi dos semanas, podía notar los rastros de cansancio en los
rostros de sus padres, pero aun así al día siguiente ambos estaban repuestos para la
celebración de su boda con el príncipe del otro reino.
Izuku yacía en su habitación dejándose vestir por las sirvientas que andaban de un lado para
otro. Su cabello verdoso fue peinado por su madre la cual le puso una fina corona para que
sus risos se mantuvieran en su lugar, vio su reflejo en el espejo, sus pantalones oscuros
contrastaban con la blanca camisa con algunos bordados, la cual estaba debajo de su abrigo,
el cual no era tan grueso para el clima otoñal.
- Pronto olvidaras toda esa pesadilla –dijo su madre acomodándole algunos mechones-
Comenzaras una nueva vida –comentó a su lado con una sonrisa posando sus manos sobre los
hombros de su hijo.
Las puestas de su cuarto fuero abiertas mostrando a su padre quien entraba con una sonrisa
vestido con elegancia, seguido por un par de soldados y por su hermano.
- ¿Dónde está mi pequeño? –dijo acercándose al pecoso quien lo abrazo- Cuando te llevaron
lamente no haberte dicho una cosa –arregló un mechón verdoso atrás de su oreja- Debes estar
con aquellos que amas, aquellos que sientas que puedes confiar con el corazón –comentó
limpiando unas lagrimas en el rostro de su hijo.
Las palabras hicieron eco en su cabeza, aun cuando las sirvientas y su familia se marcharon
para dejarlo unos momentos solo, se quedo de pie frente al espejo. Se veía tan distinto, aquel
que se reflejaba era el príncipe Izuku, pero el simplemente anhelaba ser Deku. Recordó a
Katsuki con su cabello rubio cenizo y sus ojos rubí, los cuales lo observaban como si nada
más le importaba, su cálida piel contra la suya y del sonido de su voz.
Fue sacado de sus pensamientos por una sirvienta que le anunciaba que ya estaba todo listo
para la ceremonia. Respiró profundamente antes de salir de su cuarto.
Me diste algo que había perdido hace ya años, aquellos recuerdos de esos días donde aun
mis padres estaban vivos. Aunque fue solo un momento, fue suficiente.
Me parece que todo lo sucedido fue un sueño o unas de esas historias que estaban en tus
libros.
Se feliz y adiós.
Su hermano lo estaba esperando a los pies de escalera, bajo con cuidando para después
apoyarse en Mirio, quien intento animarlo dándole una cálida sonrisa, sin embargo algo lo
oprimía, a cada paso que daba sentía que el aire le faltaba. Con ayuda se subió al bote
adornado como había estado hace semanas atrás, la gente a su alrededor sonreía y lo
felicitaba pero esas alegres emociones no le llegaban.
Al salir, el cielo gris lo recibió y los sonidos de las voces de la población lleno sus sentidos.
Las mujeres tiraban pétalos a su paso, entre tanto el príncipe Todoroki se acercaba al muelle
para agarrar la cuerda que conectaba con su bote entre sus manos.
En la isla y bajo el cielo lluvioso, Katsuki estaba de pie ante el acantilado observando el mar
furioso que azotaba contra las rocas a varios metros bajo sus pies. Los truenos retumbaron en
la distancia mientras las gotas golpeaban su rostro con violencia, camino hasta el borde y
respiro mientras se giraba, observo el cielo por última vez para lanzarse al vacío mientras
retenía al dragón en su interior.
Los aplausos y los gritos de celebración se hacían cada vez mas fuertes a medida que la barca
era atraída por el de cabellos bicolor, algunas gotas cayeron sobre su rostro pero las ignoro.
Intentaba respirar con normalidad y estar cómodo, pero aun sobre las suaves pieles, su cuerpo
se negaba a cooperar.
Cerró los ojos por unos momentos pero lo único que logro fue pensar en Kacchan, solo había
pasado un corto periodo con el pero eso había sido suficiente para dejarlo entrar en su
corazón y dejarlo quedarse. Porque justo en ese momento tenía que admitir que se había
enamorado de él, si tan solo hubiera sido más valiente y haberle dicho lo que sentía antes,
todo hubiera sido tan distinto. No quería estar ahí, quería estar con la persona que amaba.
Se sentó en la barca ante la mirada de los espectadores, los sonidos de las voces cesaron para
comenzar a escuchar murmullos a lo lejos.
- No puedo seguir así –se dijo a si mismo sacándose aquellos adornos de su cabello mientras
su familia lo observaba, su madre iba a decir algo pero fue tranquilizada por la mano de su
marido.
- ¡No te amo! –gritó teniendo todo claro en su interior entre tanto la gente mostraba asombro.
- Izuku, no puedes hacer esto, no luego de haber ido por ti –comentó con poca paciencia.
El de cabellos verdosos observo cómo la gente lo señalaba y como sus ojos lo recriminaban,
había silencio y solo el sonido del viento entre los edificios llegaba a oír. Algunos copos de
nieves comenzaron a caer y al mismo tiempo diviso como el príncipe Todoroki tomaba la
cuerda con más fuerza para traerlo a él, sin embargo Izuku fue más rápido y desato el
extremo que estaba en su bote.
- Izuku ¡Detente! –ordenó Todoroki- Te matará, nos matará a todos –bramó pero eso no
detuvo al pecoso.
La briza se hacía más fuerte y el sonido de su voz alcanzaba a todos los asistentes a la
celebración, algunos estaban en silencio mientras otros cantaban en voz baja, al igual que
Inko, quien observaba hacia el cielo pero a medida que la canción avanzaba la bestia no se
mostraba.
Los últimos versos fueron dichos pero Katsuki no aparecía, bajo su cabeza al tiempo que sus
lágrimas comenzaban a deslizarse por sus mejillas y la nieve caía sobre su cabeza, apretó su
ropa con ambas manos con ganas de sollozar pero hubo un cambio en el viento y el pudo
notarlo.
Levantó los ojos esmeraldas y pudo ver al dragón acercándose soltando un gruñido, una
sonrisa se formo en su rostro al momento que este lo tomo entre sus garras con cuidado
elevándolo del bote y llevándolo hacia el cielo, desapareciendo a la distancia.
- Así que es eso lo que decidió tu corazón –murmuró su padre con una leve sonrisa.
Vio el cielo despejándose y como los rayos del sol calentaban levemente su rostro, el mar
debajo suyo se hacía conocido y cuando se adentraron en la cueva, su cuerpo toco la dura
roca quedando tendido en el suelo.
Adolorido quedo observando al dragón que estaba a solo un par de metros, sus ojos rubí
brillaban con intensidad mientras su pecho comenzaba a encenderse, sin embargo aun con
algo de temor acercó a él para tocarle el rostro y darle un leve beso, con el cual la bestia se
alejo con rapidez.
-¡Quédate! –dijo levantándose para acercarse- Solo debo acostumbrarme a estar asustado –
comento entre tanto el dragón gruñía con ferocidad- Como hombre o como dragón, te amo –
habló con lagrimas en los ojos- Sin importar la forma que tengas –miro a la bestia a los ojos,
se arrodillo y espero que esta se acercara- Que sea lo que desees, pero no te vayas –murmuro
bajando la mirada y cerró sus ojos, escucho como la criatura iba hacia él y emitía un leve
gruñido antes de poner su cabeza sobre sus rodillas, sorprendido levanto la mano para posarla
en la cabeza- Quédate conmigo, nos acostumbraremos –dijo ante de recargarse sobre él.
Percibió como la criatura desaparecía para dejar paso al hombre, quien al tenerlo tan cerca
poso sus manos en las mejillas pecosas sin dejar pasar ningún detalle de los ojos esmeraldas,
se aproximó con lentitud y con suavidad, beso los labios ajenos de los cuales salió un
pequeño grito de sorpresa para luego pasar sus brazos por los hombros desnudos del rubio
cenizo.
- Se mío, Deku -murmuró después de apartarse unos centímetros de los delicados labios del
príncipe.
Y así termina la historia del príncipe que salvo al dragón, además de amar tanto al hombre
como a la bestia, le dio su posesión más valiosa.
-¡Papá! –dijo un pequeño de cabellos rubios cenizos- ¿Qué fue lo que le dio? –preguntó
dando saltos sobre la cama- ¿De dónde vienen los niños dragones? –preguntó agarrando con
su pequeña mano la capa de Katsuki.
- Eres tan preguntón como Deku –habló levantándose y tomando al pequeño entre sus brazos
para acostarlo- Cada día te pareces mas a él, al final terminaras siendo igual de sabelotodo.
- Kacchan –nombraron a su espalda- Dai debería estar acostado –habló acariciando los
cabellos de su hijo, quien tenía los ojos esmeralda igual que los suyos.
-Solo le conté una historia pero comenzó a hacerme varias preguntas –comentó mientras
acomodaba al niño en su cama.
- Quiero saber que sigue –dijo Dai sentado en su cama con los brazos cruzados.
-Esa parte de la historia todavía no se ha escrito –dijo Izuku quien vio bostezar al menor, lo
arropó y se quedo viéndolo hasta que se quedo dormido entre tanto Katsuki lo abrazaba por la
espalda.
- Salgamos de aquí antes que despierte –dijo Katsuki tomando la mano ajena- Y tu, cuídalo –
le ordeno a su mascota, la cual se acomodó al lado del menor.
Caminaron juntos hasta salir del intrincado pasillo, el sol estaba casi oculto dando los últimos
tonos de color al cielo e Izuku siguió los pasos del rubio cenizo hasta llegar casi al borde
donde este lo abrazó. Quedo apoyado en el pecho ajeno escuchando los latidos de su corazón
y de cómo estos se aceleraba, levanto la cabeza para sentir los labios de Katsuki sobre los
suyos antes de apartarse.
Por el pecho desnudo del rubio cenizo las betas de llanas comenzaron a expandirse hasta sus
brazos, sus ojos rubí se volvieron más brillantes y a los pocos segundos el hombre se
convertía en dragón, la cual se acerco al pecoso para inclinarse frente de el. Poso su mano en
la dura y escamosa piel, con poco esfuerzo se subió sobre la criatura, quien se acercó al borde
y emprendió vuelo.
Volaron por el cielo que comenzaba a cubrirse de estrellas, estas parecían estar tan cerca que
pensaba que era capaz de tomar varias en sus manos, sonrió ante aquella fugaz idea y la saco
de su mente. Se concentro en el paisaje nocturno y de como la briza golpeaba su rostro.
Nunca se habría imaginado que su vida sería como una de las tantas historias que le encantan
leer, aunque esta vez el príncipe se enamoró del dragón.
FIN
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