Claves de La Razón Práctica 285
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EN ESTE NÚMERO
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de Razón Práctica
7 E N C L AV E D E H U M O R
55 A. Dolfo
C A R TA D E L D I R E C T O R
Fernando Savater
PolíticA
12 56 Adiós al socialismo liberal
2
N ÚMERO 285 · NOVIE MB R E / DICI E MBRE 2 0 2 2
132 G. W. Hegel,
EN el filo de la vida
Líneas fundamentales 172 Aquel viaje de invierno
de la filosofía del derecho de Javier Marías
Antonio Lastra Jesús Ferrero
3
de Razón Práctica
“Todos los derechos reservados. En virtud de lo dispuesto en los artículos 8 y 32.1, párrafo segundo, de la Ley de Propiedad Intelectual,
quedan expresamente prohibidas la reproducción, la distribución y la comunicación pública, incluida su modalidad de puesta a
disposición, de la totalidad o parte de los contenidos de esta publicación, con fines comerciales, en cualquier soporte y por cualquier
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PUNTOS DE VENTA
de Claves de Razón Práctica
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C A R TA D E L D I R E C T O R
MIEDO
Poco antes del año dos mil un historiador francés de cuyo nom-
bre no puedo acordarme, aunque bien quisiera, publicó un libro
sobre los supuestos peligros que atemorizaban a los europeos
en vísperas del siglo xx. Era un catálogo de modas e inventos mas
o menos útiles, pero en ningún caso especialmente amenazadores
para la humanidad (v.gr.: una fuente de pánico especialmente esca-
lofriante era la reciente costumbre de incinerar los cadáveres). Hoy
sonreímos con la superioridad imbécil que da el paso del tiempo
ante aquellas infundadas predicciones catastrofistas. Pero en aquel
momento histórico nadie temía al nacionalismo o al control total
de los ciudadanos por el Estado, que pocos años mas tarde causarían
guerras mundiales y convertirían a algunos países en jaulas para
multitudes. Fue la imaginación distópica de varios escritores, como
Zamiatin, Orwell o Aldous Huxley, la que mejor supo ver las autén-
ticas amenazas que traía el nuevo siglo. Quizá dentro de cincuenta
7
años gran parte de los terrores que hoy estremecen a muchos de
nuestros contemporáneos (como por ejemplo el cambio climático
o la sobrepoblación del planeta) sean vistos con displicencia por
nuestros tataranietos, que tendrán que enfrentarse con amenazas
que hoy ni soñamos... afortunadamente.
8 Fernando Savater
Sin duda el nombre que recordamos con mas emoción es el de
Javier Marías, desaparecido cuando aún tanto cabía esperar de su ya
probado talento. que nos acompañó en los primeros tiempos de esta
revista con una serie magistral de retratos de escritores que yo sigo
considerando lo mejor de su obra ensayística. Jesús Ferrero le despide
ahora, pero probablemente volveremos mas extensamente sobre su
figura y su vasta creación literaria. La Casa de citas de este número,
es sobre una gran novelista de identidad embozada, Elena Ferrante.
Y con esta entrega acabamos este año, cuyo balance dejo que
hagan otros.
FERNANDO SAVATER
Director
9
E N P O R TA D A
MIED O
Hablamos del miedo ancestral,
del miedo a los peligros reales e
imaginarios, a uno mismo y a los
otros, del terror y del temor social que
los grandes mensajeros del miedo,
las redes digitales y los medios de
comunicación, avivan cada día.
E N P O R TA D A
PA N F O B I A :
UNA ANATOMÍA
DEL TEMOR
Hoy estamos sometidos a un clima
catastrófico de alarma generalizada
que aquí he calificado de ‘panfobia’,
y que procede en primera instancia
del alarmismo que difunden las redes
digitales y los medios informativos:
nuestros grandes mensajeros del miedo.
E N R I Q U E G I L C A LVO
12
L
a máxima de Roosevelt “a lo único que hay que temer
es al miedo” significa que dejarse ganar por el temor
conduce a la parálisis, inhibiendo la capacidad de enfren-
tarse al peligro. Pero hay otra posible interpretación, y
es que el miedo más peligroso es el que carece de fun-
damento: el miedo abstracto, virtual o químicamente
puro, que no está causado por ningún peligro real. Es el miedo que
atenaza al tímido, quien sabe que su mayor debilidad es dejarse invadir
por temores exagerados o absurdos. Un miedo aprensivo que se abs-
trae de los concretos objetos de temor sobre los que se proyecta para
cobrar vida propia y erigirse en un temor autónomo que da miedo
por sí mismo: es el temor por el temor, el miedo al miedo mismo. Un
temor metafísico, abstraído de todo objeto de referencia, que afecta
tanto a los timoratos como a toda la sociedad, que cae víctima del
discurso mediático del miedo, como analicé en El miedo es el mensaje.
En este escrito se van a explorar las formas que adopta la panfobia:
ese miedo catastrofista que recubre con su plusvalía excedente todos los
peligros reales o imaginarios que nos acechan o que generamos. Para
ello describiré las capas sucesivas del temor social emergente, desde las
puramente personales a nivel micro, que podemos calificar de autofobia,
o miedo de ego a sí mismo, a las colectivas a nivel macro, que Teresa
San Román bautizó como alterofobia: el temor ante alter (los otros
o el Otro generalizado), al que se teme por ser transmisor de miedos
contagiosos, ya sean realistas o ficticios, o por su capacidad de hacernos
daño. Y concluiré analizando la estructura narrativa de la morfología
del miedo en sus dos formatos: el thriller que argumenta el temor al
otro, y el relato de terror, matriz mediática del pánico colectivo.
13
dos, desencadena en nuestro cuerpo respuestas biológicas de temor
(sudor frío, temblor de piernas, aumento de la presión cardiaca, ganas
de vaciar el vientre…) que nos impulsan a huir. Y son miedos a uno
mismo porque suponen amenazas existenciales: tememos perder la
vida, en definitiva, pues nos da miedo nuestra insuperable debilidad.
También nos causan pavor los temores aprendidos en la infancia,
como el miedo a la oscuridad, el temor a lo desconocido, el miedo a
crecer y hacerse adulto teniendo que hacer frente en soledad a todo
mal. O los temores corporales por la salud, la gordura, la edad, la
vejez, la muerte. Y los miedos biográficos: el temor a emparejarnos
perdiendo la libertad; el miedo a tener hijos sin saber protegerlos ni
educarlos; la ansiedad por caer en crisis como el despido, el divorcio y
la ruina. Son temores autófobos porque nos da miedo no ser capaces
de superar la prueba, no saber qué hacer ni cómo reaccionar.
Todos esos miedos son a uno mismo, a nuestra inseguridad, nuestra
impotencia, nuestra incapacidad. Y para no reconocer nuestro miedo lo
reprimimos y sublimamos para transferirlo al temor de Dios, que todo
lo ve, conoce nuestros actos y temores inconfesables y nos castiga por
ello, con causa o sin ella. Pero tras el temor de Dios se esconde el temor
de sí, pues el castigo divino es el autocastigo que cada uno se impone
con la pretensión más que la esperanza de salvarse, o de no condenarse
al menos, al dejarse atraer por el vértigo del suicidio. De ahí la literatura
de autoayuda, producto del miedo a uno mismo, que nos proporciona
protocolos de autosuperación, a modo de piadosos ejercicios espirituales
que nos prometen salvarnos del infierno de la autofobia.
El miedo antropógeno
Así llegamos al último círculo dantesco en el abismo de la panfobia, el
del pánico colectivo cuyo único objeto de referencia es el comporta-
miento ajeno, que es la demostración más pura del dictamen sartriano
sobre el infierno social. Habitualmente, los pánicos estallan porque