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Hay cierto consenso en la periodización de esa “larga duración” que marca la crisis del 30 como
emergencia de un nuevo RSA dejando atrás el modelo agroexportador y dando inicio de forma
gradual a la etapa de industrialización por sustitución de importaciones que encontrará su
consolidación durante el primer peronismo y su largo declive a partir del 55. Los disensos se
encuentran en torno al punto de llegada o al inicio de uno nuevo. Nosotros elegimos centrarnos
en aquello que se modifica a partir de la hiperinflación del 89 y la llegada del menemismo al
gobierno hasta el 95. Para eso, incorporamos trabajos posteriores al de Nun y Portantiero
“ensayos sobre la transción democrática en la argentina” fue escrito en 1987 y evidentemente, la
crisis hiperinflacionaria del 89 todavía no aparecía como posible momento de quiebre. Estos
trabajos pueden ser identificados desde dos perspectivas distintas pero que las haremos
complementarias. Por un lado, lo que algunos autores llaman el enfoque “institucionalista” o un
enfoque político como son Marcos Novaro y Vicente Palermo (Política y poder en el gob de
Menem), José Nun (1995, populismo representación y menemismo) o Halperin Donghi con (La
larga agonía de la argentina peronista (1994), que coinciden en que 1989 resulta un momento de
quiebre, un punto de llegada de un largo proceso marcado por conflictos políticos y dificultades
económicas que se condensan a mediados de los 70 pero encuentran su nacimiento con el primer
peronismo. Por otra parte, la perspectiva que también se suele denominar “clasista” o con mayor
peso en lo económico del RSA representado en la figura de Eduardo Basualdo, que
particularmente elige datar el inicio de un nuevo RSA en 1977 con la Reforma financiera de
Martínez de Hoz – y que encuentra en 1989-1991 en particular, la conslidación del mismo.
Denominado de Valorización Financiera.
Por nuestra parte, como dijimos, optamos por centrar la exposición en la coyuntura ’89-’95, que
es el momento que nosotros entendemos como “consolidación” del nuevo RSA, pero
entendiendo que su “emergencia” fue unos años antes, como propone Basualdo. El derrumbe y
colapso en el 2001 y la posterior etapa que se abre nos afirma en la idea que el menemismo fue
el momento de consensos y consolidación de una nueva etapa. Es importante considerar,
además, que las líneas programáticas llevadas a cabo por los distintos gobiernos en el periodo
1976-2002 se corresponden con ciertos lineamientos políticos y económicos internacionales,
tanto en el resto de América Latina como en los países centrales. En los ’70, luego de la
denominada “crisis del petróleo”, los países árabes inyectaron de petrodólares a los Bancos
Transnacionales, quienes desplegaron créditos baratos en diversos países del denominado tercer
mundo, coincidiendo con el momento de auge neoliberal con las teorías de Von Hayek y Milton
Friedman. Del mismo modo que en los ’90, aquella nebulosa difusa de neoliberalismo se
estableció como Consenso, direccionado desde Washington. Sin embargo, estas tendencias – tan
importantes para el análisis – no deben opacar la especificidad configurada por nuestro caso
nacional, resultando elemental enfatizar sobre los aspectos institucionales de Argentina, ya que
no existe un vacío social, político y cultural de recepción de aquellas directrices globales.
Nos referimos a una “consolidación” justamente porque lo que proponían Nun y Portantiero en
su texto de 1987 es una suerte de periodización de los RSA en tres etapas: una de emergencia,
otra de consolidación y, por último, una de declive y colapso. Nosotros podemos encuadrar
nuestro análisis en dicho esquema, hallando en la dictadura de 1976 la emergencia del RSA que
se consolida en la década de los ’90. Esto es, el inicio de un RSA basado en la valorización
financiera, siguiendo a Basualdo.
Esto supone la emergencia de nuevos actores – devenidos agentes económicos – que pujan en la
arena política por tender nuevas alianzas y posicionamientos que antes eran ocupados por otros
actores de mayor peso en el RSA precedente. En ese punto es donde lo económico se articula
con lo político: los nuevos grupos de interés – grupos económicos locales, capital financiero
internacional, acreedores locales, tecnócratas de la Escuela de Chicago – que pujan por ingresar
con sus estrategias y proyectos de reformas, deberán coincidir con la lucha y resistencia de las
corporaciones empresarias y sindicales por no quedar afuera de las negociaciones políticas y
económicas que tienen al Estado como agente canalizador y propulsor de medidas congruentes a
sus intereses. Este modelo – extremadamente dependiente de la coyuntura internacional – tendrá
su declive a partir de 1995, momento en el cual los vaivenes de la economía mundial regional
(crisis del Tequila y default en México, Brasil devalúa su moneda y se hace más competitivo que
la Argentina) tendrán fuerte repercusión en el país y ya no logrará sostener el régimen. Lo
sucesivo, serían maniobras destinadas a salvar de alguna manera al mismo, pero ya no habría
margen. El desenlace fue en diciembre de 2001 con el estallido social que indujo la renuncia del
Presidente, el abandono de la Convertibilidad y, en 2002, la devaluación del signo monetario y la
cesación de pagos.
Diagnostico: Antes de avanzar con la relación encadenada de medidas económicas del programa
de reformas estructurales -que consideramos fundamentales para explicitar esta nueva etapa de
consolidación del RSA- nos parece importante destacar el diagnostico consensuado, que se logró
instalar en el país sobre la causa de la crisis económica y sobre la quiebra del Estado, que fue
uno de los facilitadores de la implementación de reformas de gran envergadura en tan poco
tiempo en la Argentina. Hacia fines de la década del ´80 la pobreza había aumentado, el salario
había caído, y todas las variables que refieren a las condiciones de vida de la población estaban
en niveles muy bajos. En este contexto, uno de los grandes logros, no sólo de los sectores
concentrados de capital sino también de muchos representantes de instituciones locales y de
organismos internacionales que interpretaron esta crisis, fue instalar la noción de que esta era una
crisis del Estado de Bienestar, la última y que esto probaba la inoperancia del Estado y la
intervención pública en la economía. Se catalogó al Estado como políticamente corrupto, como
socialmente inequitativo y como económicamente ineficiente. Este diagnóstico se instaló muy
fuertemente y permitió avanzar con un gran nivel de consenso social en un programa que
proponía eliminar, acotar, reducir a su mínima expresión la intervención pública. La economía
neoclásica va a proveer un marco intelectual, teórico, muy sofisticado que, sumado al contexto
de hiperinflación, al deterioro de los servicios públicos, etc., facilitó las privatizaciones y la
implementación del programa de reformas estructurales.
Marco jurídico: Uno de los hitos fundacionales de la década fue el programa de reformas
estructurales que se terminó de consolidar en el primer tramo de la decada. Se instaló en el
contexto de la hiperinflación más grande que conoció la historia económica argentina. ( En 1989
la inflación fue de 3.000% anual y en 1990 de 2.300%). Ahora bien, en 1989 se sancionan dos
leyes fundamentales para crear el marco jurídico de las transformaciones que van a tener lugar a
lo largo de la década: la Ley de Reforma del Estado y la Ley de Emergencia Económica (esta
última, ley que pone fin al capitalismo asistido que entre otras medidas se suspenden los
regímenes de promoción industrial). Esta legislación, en particular la Ley de Reforma del
Estado, otorga al Poder Ejecutivo Nacional la posibilidad de avanzar en un programa de
privatizaciones a partir de Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU), Esta nueva
institucionalidad concentró en el Poder Ejecutivo un poder enorme en el marco de un Poder
Legislativo que cede esas atribuciones y un Poder Judicial que también, a lo largo de la década,
sufre algunas modificaciones –como el aumento de los miembros de la Corte Suprema de
Justicia— que lo hacen funcional a la Presidencia de la Nación. Lo que debe quedar claro este
modelo no solo avanzó en términos económicos sino que se aplicaron reformas en la misma línea
en el área de salud, en el sistema de jubilaciones y pensiones, en el sistema educativo. Es decir,
fue un modelo abarcativo, integral y sumamente compacto.
Ley de convertibilidad: Esta ley fue presentada como un complemento, como una condición
necesaria. La Ley de Convertibilidad es la respuesta que da el gobierno a ese marco de
hiperinflación y se presenta inicialmente como un Plan de Estabilización. Y, de hecho, fue
absolutamente efectivo como estabilizador de precios. Básicamente, la Ley de Convertibilidad
instituye un régimen de tipo de cambio fijo a una paridad de $1 = US$1. El lanzamiento de este
plan se inscribe en un contexto internacional favorable, ya que la década del ´90 fue, no sólo para
la Argentina, una década de abundante disponibilidad de capitales financieros a nivel
internacional los cuales fueron fundamentales para mantenerla. Ahora bien, para sostener una
moneda sobrevaluada tiene que haber una condición económica fundamental: abundancia de
dólares. Para que el BCRA pueda sostener un dólar barato, es decir, para que pueda vender
dólares a todos aquellos que le ofrezcan pesos a la paridad establecida por ley, tiene que haber
mucha oferta de dólares.
Plan Brady y nuevo ciclo de endeudamiento: Un nuevo hito de la década que termina de
perfeccionar el paquete inicial de reformas estructurales fue la firma del Plan Brady en el año
1992. Básicamente, este Plan propone reemplazar la deuda bancaria externa argentina por
nuevos bonos. Lo cual habilita el inicio del muy pronunciado nuevo ciclo de endeudamiento
externo durante la década de 1990. Ordenadas las finanzas públicas y ordenada la situación
externa del sector público, la situación es apta para empezar de nuevo un ciclo de endeudamiento
externo.
Otro punto fundamental que incluyó el paquete de reformas estructurales fue el de una
liberalización muy fuerte del comercio exterior. La Argentina reduce muy significativamente sus
aranceles externos, tanto de importación como de exportación. En materia de importaciones esto
tiene dos efectos. Por un lado, un aumento en un contexto donde es muy barato importar del
resto del mundo, y además no hay que pagar impuestos adicionales, se promueven las
importaciones. Pero, por otra parte, la apertura es otro de los componentes de la política anti-
inflacionaria de principios de la década.
La fuga de capitales: Para entender mejor en qué consiste el esquema de valorización financiera
es central incorporar al análisis la Fuga de capitales. La deuda externa era de US$ 61.000
millones en el año 1991 y pasó a ser de US$ 140.000 millones en el 2001, es decir, llegó a ser
más del doble. Paralelamente, durante toda la década hubo un aumento de las colocaciones de los
residentes argentinos en el exterior, eso es lo que llamamos “fuga de capitales”. Esta dinámica de
fuga revela en parte el funcionamiento de la valorización financiera en los ´90. La dinámica
básicamente era la siguiente: los sectores concentrados del capital, tanto locales como
internacionales, tenían un incentivo a endeudarse y a traer divisas del resto del mundo para
valorizarlos internamente a tasas de intereses muy altas, o a rentabilidades económicas muy
atractivas, para después, una vez que esos valores estaban multiplicados, fugarlos al exterior en
dólares a un tipo de cambio muy bajo. Esta era la dinámica de la valorización financiera en los
´90. En el principio de la década las privatizaciones permitieron contar con los dólares
necesarios. Pero en la segunda fase de la década fue el endeudamiento el que proveyó las divisas
para sostener el tipo de cambio. En particular, el endeudamiento externo público garantizó la
provisión al mercado interno de los dólares baratos necesarios para completar el circuito de la
valorización financiera. Deuda y fuga un solo corazón.
Si enmarcamos temporalmente estas medidas en la década del 90, podríamos identificar una
primer etapa del 89 al 91 de ensayos y errores, un segundo momento considerado edad de oro en
entre 91-94 en la cual se empiezan a ver los “beneficios” del ingreso de capitales, los que
generan un boom de consumo. Tiene lugar un crecimiento impulsado básicamente por el ingreso
de capitales externos. Hay un aumento del crédito, un auge muy importante de la demanda de
consumo, y esto permite una gran reactivación (comparada a la de 1990). Esta primera etapa fue
en parte financiada por los capitales del resto del mundo, y estuvo marcada por el ingreso de
inversión extranjera, y también por deuda externa. Luego de este ciclo de auge, con crecimiento
promedio de 7,1% del PIB, tuvo lugar la primera crisis fuerte en 1995. En ese momento la
economía se contrae de manera importante. Vemos que un modelo de valorización financiera
basado en la recepción de capitales sufre su primer batacazo cuando se frenan esos capitales. En
el año 1995 hay una contracción del 2,8%. A continuación, hubo un nuevo ciclo de expansión en
1996–98, que es el segundo ciclo económico financiero de la convertibilidad. Ya no es un auge,
sino una expansión. Hay una recuperación de la actividad que ya no es de la misma envergadura
que la de principios de la década. Finalmente, en el último trimestre de 1998 comienza un ciclo
de depresión importante que termina en el colapso absoluto del esquema en el año 2001.