Cuento de Torito

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Érase una vez en un tranquilo pueblo rodeado de verdes praderas, vivía una vaca llamada

Luna. Luna era una vaca especial, no solo por sus grandes y amables ojos, sino también porque
tenía una curiosidad insaciable por el mundo que la rodeaba.

Cada mañana, mientras las demás vacas pastaban pacíficamente, Luna exploraba cada rincón
del campo. Se maravillaba con las mariposas que volaban de flor en flor, con el canto de los
pájaros y con el suave murmullo del arroyo que serpenteaba por la pradera.

Un día, mientras investigaba cerca del arroyo, Luna vio algo brillante entre las piedras. Con
mucho cuidado, usó su hocico para empujar las piedras y, para su sorpresa, encontró un
pequeño cofre. Dentro del cofre había una llave dorada y un mapa antiguo.

Emocionada, Luna decidió seguir las indicaciones del mapa. El camino la llevó a través de
bosques y colinas, hasta que finalmente llegó a una cueva oculta detrás de una cascada. Con el
corazón latiendo de emoción, Luna usó la llave para abrir una pesada puerta de madera dentro
de la cueva.

Detrás de la puerta, descubrió un mundo maravilloso. Había campos interminables de hierba


fresca, árboles llenos de frutos jugosos y un cielo siempre despejado. Pero lo más
sorprendente de todo era que en ese lugar, los animales podían hablar.

Luna fue recibida por un sabio búho llamado Oliver, quien le explicó que había encontrado el
Valle Encantado, un lugar donde los animales vivían en armonía y podían comunicarse entre sí.
Oliver le dijo que no todos los días llegaban nuevos visitantes, y que Luna tenía un corazón
puro y valiente, lo cual le había permitido encontrar el valle.

Luna pasó días maravillosos en el Valle Encantado, haciendo nuevos amigos y aprendiendo
sobre las diferentes criaturas que vivían allí. Sin embargo, sabía que debía regresar a su hogar y
compartir sus aventuras con las demás vacas.

Antes de partir, Oliver le dio a Luna una pluma mágica, diciéndole que siempre que la
necesitara, podría usarla para regresar al Valle Encantado.

De vuelta en el pueblo, Luna contó sus increíbles aventuras a sus compañeras vacas, quienes la
escucharon con asombro. Aunque algunas dudaban de su historia, muchas otras empezaron a
mirar el mundo con más curiosidad y asombro, inspiradas por las palabras de Luna.
Desde ese día, Luna supo que aunque viviera en un tranquilo pueblo, su corazón siempre
pertenecería a las maravillas del Valle Encantado, y cada vez que necesitaba un poco de magia
en su vida, solo tenía que sostener la pluma mágica y recordar sus aventuras.

Y así, Luna vivió feliz, sabiendo que la verdadera magia reside en la curiosidad y en el deseo de
explorar el mundo con ojos llenos de asombro.

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