Indicativo Roberto Clínica P1

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Terapias que no funcionan en la actualidad en psicología

Una parte importante de las dificultades que tenemos para investigar tratamientos
psicológicos tiene sus raíces en la propia psicopatología. Según Cuijpers (2019), si
realmente aún no sabemos muy bien qué son los trastornos mentales, cómo deberían
definirse y cuáles son los mecanismos causales que conducen a ellos, ¿cuáles
deberían ser los objetivos de los tratamientos y cómo podemos medir sus resultados?

Casi toda la investigación, y en especial los ECAs, se han centrado en la reducción de


síntomas como variable principal, en congruencia con la dominancia de los sistemas de
diagnóstico categoriales DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) e
ICD (International Classification of Diseases). Sin embargo, se cuenta con escasa
información sobre otras variables como los resultados percibidos por el paciente,
resultados intermedios, desenlaces negativos, resultados económicos y otras variables
relacionadas.

Aunque llevan con nosotros desde siempre, la situación ha empeorado con la fulgurante
entrada en escena de las pseudoterapias. Muchas de ellas están disfrazadas de
cientifismo y exprimen al máximo el efecto placebo, el be-friendly (ser amable o tratar al
paciente como a un amigo), el carisma (y la manipulación) y las habilidades
terapéuticas aplicadas a personas predispuestas, algunas de ellas incluso
desesperadas.

Se considera pseudoterapia a la sustancia, producto, actividad o servicio con


pretendida finalidad sanitaria que no tenga soporte en el conocimiento ni en la evidencia
científica que avale su eficacia y su seguridad. Se basan en teorías que parecen
científicas y muy lógicas, siendo los falsos terapeutas verdaderos especialistas en
explicar de forma sencilla y para todos los públicos, teorías no contrastadas de una
forma mucho más didáctica de lo que somos capaces de hacerlo muchos psicólogos,
profesores y científicos.

Según la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP),


muchas personas acuden a curanderos y pseudoterapeutas porque el paciente se
encuentra en una situación emocional de debilidad, porque requiere de una serie de
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necesidades que no están cubiertas por el sistema sanitario público o, simplemente,


porque alguien lo ofrece como eficaz. Así mismo, las visitas a pseudoterapeutas se
mantienen por comportamientos supersticiosos, casualidades, placebo, carisma, por
compañía ante la soledad o, sencillamente, por estar en disposición de pagar porque
alguien les preste atención.

El Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad publicó un documento en el que


identificaba y analizaba 139 técnicas en el ámbito de las terapias naturales, de las
cuales solo una parte (según el documento) tiene influencia directa sobre la salud y el
resto van fundamentalmente dirigidas al “bienestar o confort del usuario”. En este
informe se afirma que la evidencia científica disponible sobre su eficacia es muy escasa
y si bien en la mayoría de los casos estas terapias son inocuas, no están
completamente exentas de riesgos. Precisamente, por esta razón, y aun en el supuesto
caso de que fueran “inocuas”, el ciudadano tendría el derecho de ser informado por la
administración de las evidencias de una actividad ofertada como sanitaria, para que
cada persona decidiera si finalmente quiere hacer uso de ella. Pero quizás, más
apropiado que hacer un listado de pseudoterapias sería más pertinente hacer un listado
de terapias eficaces con sus correspondientes niveles de evidencia.

Hay muchas terapias que se encuentran en sus inicios, en fases experimentales, en las
que todavía no han tenido tiempo para la demostración empírica con estudios
controlados. ¿Qué pasaría entonces con las nuevas terapias psicológicas? ¿Podrían
quedar clasificadas como pseudoterapias? Podría darse el caso de que una nueva y
moderna terapia psicológica antes de contar con ECAs u otras evidencias a su favor se
clasifique como pseudoterapia. Por esta razón, lo más importante sería ir actualizando y
publicitando aquellos tratamientos que aportaran evidencias y analizar su nivel y su
correspondiente evolución. También, en algunas ocasiones, podría cambiarse la
denominación “tratamiento” por otras con otras implicaciones (p.ej. actividades no
científicas ni sanitarias que podrían aumentan el bienestar personal).

Algunas de las terapias que no tienen evidencia científica y continúan ofertándose son:

1. Bioneuroemoción: Es la pseudoterapia más presente detrás de los retiros espirituales


que se anuncian en redes sociales este verano. Se basa, sin ninguna evidencia
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científica, en que las enfermedades graves se originarían a partir de un “shock”


emocional y que la reacción de, enfermedad sería la “respuesta del cuerpo para
sanarse”. Así, casi siempre es posible identificar varios problemas emocionales en la
vida de las personas y, si no es así, el participante en bioneuroemoción se encargará
de fabricarlo o atribuirlo a su “inconsciente”. Como explica el informe, creer en esta
pseudoterapia implica embarcarse en costosos cursos, ideas de pensamiento mágico,
culpabilización, vinculaciones ilusorias, intrusismo profesional, perdida de contacto
social y familiar y, finalmente, en los casos más graves colaborar a fallecimientos
evitables al tratar de aplicar a otros o autoaplicarse la pseudoterapia en casos en los
que existe una cura posible en la Medicina. Su máximo representante en España es el
psicólogo catalán Enric Corbera.

2. MMS/CDS o “solución mineral milagrosa”: Difundida principalmente en nuestro país


por el agricultor Josep Pámies, se trata de compuestos químicos que pertenecen a la
familia de las lejías, son altamente oxidantes y se utilizan para blanquear, desinfectar y
eliminar manchas. En los retiros espirituales impulsados por el grupo del agricultor
aprovechan para difundir las supuestas bondades de este compuesto, diluido, para
curar enfermedades, totalmente falsas. Se trata de un producto que en puro es 60
veces más tóxico que la lejía del hogar. Por su riesgo solo se utiliza industrialmente,
carece de aplicación terapéutica en humanos, cualquier indicación al contrario conlleva
o bien ignorancia o bien mala fe.

3. Ayunos (con agua, zumos o caldos): Se trata de una tendencia bastante polémica,
pues algunos estudios, realizados en animales, lo defienden. Sin embargo, es
precipitado recomendarlo e irresponsable como práctica general. Puede conllevar
riesgo de complicaciones si son realizadas por personas con otras enfermedades
(diabetes, etc.) e incluso disparar sintomatologías de trastornos mentales (trastornos de
conducta alimentaria) Toda mejora que pueda derivarse está relacionada con la
reducción de la ingesta excesiva y los ayunos deben hacerse siempre bajo supervisión
médica y con perspectivas razonables, nunca con medidas de ayuno intermitente o
radical.
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4. Reiki: Las llamadas terapias energéticas siguen siendo similares a la imposición de


manos, pero no en una derivación religiosa en la que tradicionalmente se oraba por la
persona afligida, sino con la intencionalidad de convertirse en el canal de una presunta
energía. El reiki está siendo progresivamente expulsado de entornos sanitarios, ya que
no existe prueba alguna de sus beneficios contra patologías como la depresión o la
ansiedad. Algunos de sus practicantes lo usan para aprovechamiento de personas
vulnerables.

5. Constelaciones familiares: Bert Hellinger se sitúa en el centro de esta presunta


terapia que es una mezcla de lo aprendido en su deambular vital. Los seguidores de
esta pseudoterapia deben aportar altas sumas de dinero en un sistema piramidal de
formación con diversos grados de participación. La carencia de titulación sanitaria o
médica para realizarla y los altos grados demostrados en sus publicaciones de uso de
presión, machismo, homofobia y culpabilización, así como justificaciones aberrantes
(como, por ejemplo, la violación como sanación del clan) convierte a las constelaciones
familiares en una de las terapias presentes en los retiros espirituales más
descontroladas y peligrosas del panorama actual.

Otras terapias que están prohibidas en nuestro país pero que aún pueden presentarse
en la clandestinidad son:

Las terapias de conversión o ECOSIG (Esfuerzos para Corregir la Orientación Sexual e


Identidad de Género): son “tratamientos” psiquiátricos, psicológicos y hasta espirituales,
con la finalidad de cambiar la orientación sexual, la identidad, o la expresión de género
de aquellas personas diferentes a una heterosexualidad binaria cisgénero. Sesiones
que prometen “curar” a quienes se sometan a las mismas, cuando en realidad son un
tipo de tortura para las personas LGBTQ+.

La terapia de aversión: es una terapia utilizada en años anteriores. Consistía en


inyectar al paciente altas cantidades de adrenalina para que ésta le provocara un miedo
extremo. Una vez así, proyectar imágenes con contenido homoerótico para provocarle
un rechazo. Este tipo de terapia fue llevada a la pantalla grande en La naranja
mecánica (1971).
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