Las Flechas Del Tiempo - Richard Morris
Las Flechas Del Tiempo - Richard Morris
Las Flechas Del Tiempo - Richard Morris
Reseña
Índice
I. ¿Qué es el tiempo?
II. Tiempo cíclico y tiempo lineal
III. Tiempo abstracto
IV. El cálculo infinitesimal y la noción de determinismo
V. El descubrimiento del pasado y la idea de progreso
VI. La edad del mundo
VII. Entropía y dirección del tiempo
VIII. Las cinco flechas del tiempo
IX. Tiempo relativista
X. Tiempo cósmico
XI. Origen y fin del tiempo
XII. ¿Qué es el tiempo?
El autor
Capítulo I
¿Qué es el tiempo?
Hace unos 1.600 años, san Agustín hizo una observación muy justa
a este respecto. Preguntó: « ¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo
pregunta, sé lo que es, pero si se lo quiero explicar a quién me lo
pregunta, entonces, no lo sé.» Por supuesto, no se puede tomar tan
insólita declaración al pie de la letra. Cuando un filósofo dice no
conocer la contestación a una pregunta, generalmente se ha de
esperar que a esa profesión de ignorancia le siga un análisis
exhaustivo. En eso, san Agustín no fue ninguna excepción. Después
de hacer semejante afirmación, desarrolló ampliamente el tema,
concluyendo al final que el tiempo era algo que residía en el alma.
No pretendo estudiar en detalle el análisis que san Agustín hace del
tiempo ni tampoco voy a extenderme sobre la opinión de otros
filósofos que han intentado abordar este tema. Me interesa más
considerar bajo un punto de vista científico la cuestión de lo que es
el tiempo, pues considero que se debe conocer lo que la ciencia
puede desvelar sobre el mismo antes de determinar cuáles son los
planteamientos filosóficos que se le han de aplicar. De enfocar el
tema de cualquier otra manera, el esfuerzo intelectual será
improductivo. Así, sería inútil filosofar sobre el origen de los tiempos
ignorando lo que la física y la cosmología dicen al respecto.
Desde el inicio de la revolución científica del siglo XVI, la ciencia ha
ido apropiándose de muchos de los temas tradicionalmente
pertenecientes a la filosofía. Así es como, para los griegos de la
época clásica, era una actividad filosófica la de indagar la
naturaleza del mundo físico. Platón trató extensamente de
Capítulo II
Tiempo cíclico y tiempo lineal
función de ciclos. De ahí que fuera muy lógico pensar que debían
observarse ciclos semejantes en la Tierra.
Según escritos antiguos, en algún momento comprendido entre 290
y 270 a.C., el sacerdote babilónico Beroso habría emigrado a la isla
griega de Cos, donde impartió enseñanza de la filosofía babilónica.
El filósofo romano Séneca, que vivió unos trescientos años después,
relata que Beroso expuso una doctrina sobre el Gran Año. Según
parece, éste enseñaba que el mundo sufriría periódicamente su total
destrucción, para volver a ser creado, a intervalos periódicos,
cuando todas las estrellas se agolparan en la constelación de
Cáncer. Cada nueva creación marcaría el inicio de un nuevo Gran
Año, durante el cual los acontecimientos que se produjeran en la
Tierra serían paralelos a los del Gran Año inmediatamente anterior.
Según dicha doctrina, los sucesos terrestres mostraban unos
esquemas cíclicos punto por punto paralelos a los que se leían en el
cielo.
Ignoramos cuál es la fiabilidad del relato que hace Séneca de las
creencias en vigor durante la dinastía caldea. Cuesta creer, sobre
todo, que los caldeos pensaran que las estrellas se iban a agolpar
finalmente en una sección del cielo. Con toda seguridad, tenían
suficientes conocimientos de astronomía como para saber que sólo
los planetas cambiaban de posición relativa.
No obstante, es muy probable que los caldeos creyeran en algo
similar al Gran Año. En los escritos griegos de la época clásica
existen numerosas referencias a este concepto, y es probable que lo
año, pocos eran los campesinos que supieran en qué año vivían.
Cabe además suponer que muchos serían los miembros de la
aristocracia que tampoco lo sabrían. Era esa una época en la que
sólo los clérigos sabían leer y escribir.
Capítulo III
Tiempo abstracto
2La mecánica es la parte de la física que estudia la acción de la energía y las fuerzas sobre los
cuerpo
d ∝ t2
v = at
d = ½at2
Capítulo IV
El cálculo infinitesimal y la noción de determinismo
Sería absurdo afirmar que una de las tres leyes de Newton sea más
importante que las demás, pues se necesitan las tres para analizar
el movimiento. No obstante, pudiera considerarse que la segunda es
la que tiene un significado más profundo, pues constituye un
enunciado, en términos de lenguaje, de lo que es una ecuación
diferencial. Cuando Newton utiliza las palabras «cambio de
movimiento» está refiriéndose al coeficiente de variación en el
tiempo. La segunda ley suele expresarse por medio de la siguiente
fórmula matemática:
F = ma
Antes de explicar los fallos que tiene, quiero hacer observar que, en
cierto sentido, el determinismo es una teoría del tiempo.
Si se sostiene que la configuración actual del Universo presupone,
por lógica, todas las configuraciones futuras del mismo, el futuro ha
de estar —en cierto sentido— contenido en el presente. Si sólo hay
un futuro posible, puede considerarse, de alguna forma, que los
acontecimientos futuros «existen» ya. Por otra parte, de haber
muchos futuros posibles, los acontecimientos futuros no son sino
potencialidades. En la teoría de Laplace, no se distingue realmente
entre el pasado y el futuro, al estar ambos contenidos en el
presente.
Esto no impide que quien quiera seguir creyendo en el libre
albedrío, lo haga si así lo desea, puesto que el razonamiento de
Laplace contiene dos fallos distintos. El primero consiste en
pretender que el espíritu super humano del que habla pueda
conocer con exactitud las leyes de la naturaleza. Semejante punto
de partida quizá no sea válido. Sabemos hoy día que no hay
seguridad alguna de que existan leyes físicas exactas.
Durante los siglos XVII y XVIII los sabios creían que estaban
descubriendo los principios físicos y matemáticos que Dios usara
cuando creó el Universo. No obstante, es hoy día un hecho
generalmente admitido que las «leyes de la naturaleza» que la
ciencia va descubriendo no son, en realidad, sino aproximaciones.
Si bien la ciencia avanza, no descubre verdades fundamentales Tan
sólo se aproxima a ellas con mayor precisión. Así, las leyes de
predecir lo que iba a ser válido en todos los tiempos. Cuanto más
lejos intentara indagar en el futuro, más se multiplicarían las
inexactitudes. En semejante caso, se podría decir que el
razonamiento del determinismo sólo tiene una validez muy relativa.
En segundo lugar, en el razonamiento de Laplace, se sostiene que la
posición y la velocidad de todas las partículas de que está
constituido el Universo pueden determinarse con exactitud, al
menos, en principio. Sin embargo, el descubrimiento de la mecánica
cuántica, a principios del siglo XX, demostró que esa suposición no
era válida.
La mecánica cuántica es la teoría que trata del comportamiento de
la materia a nivel del átomo. Uno de sus resultados más
fundamentales se materializa en el Principio de indeterminación o de
incertidumbre de Heisenberg; que lleva el nombre del físico alemán
Werner Heisenberg; quien lo descubrió en 1927. El principio de
indeterminación enuncia que la posición y el momento (o la posición
y la velocidad, puesto que se define el momento como el producto de
la velocidad y la masa) de una pequeña partícula, como un átomo o
un electrón, no pueden determinarse simultáneamente. Por
supuesto, podemos medir cualquiera de esas cantidades con toda la
precisión que deseemos, pero, cuanto mayor grado de precisión
alcancemos en una, menor será en la otra. Si pudiéramos localizar
un electrón en el espacio, su momento (y, por lo tanto, su velocidad)
sería totalmente desconocido.
3 Así, tenemos la interpretación de la mecánica cuántica, según la cual hay «mundos múltiples»,
al sostener que el Universo se divide en un par de universos paralelos siempre que se toma una
«opción» cuántica. Remitimos al lector a quien le interese esta interpretación a la obra Otros
mundos, de Paul Davies publicada en la colección Biblioteca Científica Salvat.
Capítulo V
El descubrimiento del pasado y la idea de progreso
fue creado tan sólo cinco días después de empezar el tiempo, todo el
período que abarca desde la creación hasta el éxodo no hubiera
durado más de cinco o seis generaciones (cierto es que algunas eran
largas, pues se cree que Matusalén vivió hasta los 969 años). Y, a
pesar de todo, ese período, tal como se suponía en la Edad Media y
el Renacimiento, era mucho más largo que el que quedaba de
existencia. Por eso, no es de extrañar que a quienes vivieran en la
Edad Media les preocupara la eternidad, o que durante el
Renacimiento no se tuviera demasiada noción del progreso.
Cuando se inició la Reforma protestante a principios del siglo XVI,
se reforzó la creencia en la cronología de la Biblia, al menos en los
países que aceptaron los nuevos dogmas protestantes. Los
protestantes rechazaron la autoridad de la Iglesia católica romana, y
promovieron la interpretación literal de la Biblia. Mientras los
estudiosos católicos, desde los tiempos de san Agustín hasta
principios del siglo XV, admitían una interpretación alegórica de los
relatos bíblicos, los protestantes insistían en que Dios había dictado
los libros de la Biblia, por lo que eran un relato histórico fiel a la
realidad. Martín Lutero, por ejemplo, ridiculizó la hipótesis de
Copérnico según la cual la Tierra giraba alrededor del Sol,
apoyándose para ello en la interpretación literal de las escrituras.
Señaló que la Biblia afirmaba que Josué había hecho detenerse el
Sol —no la Tierra. Lutero también adoptó el año 4000 a. C. como
año de la creación, por lo que pensaba que el fin del mundo estaba
próximo. «El mundo se extinguirá dentro de poco», decía. «Estamos
a las puertas del día final, y creo que al mundo no le quedan más de
cien años de existencia.»
Cuando, en 1572 y 1604, aparecieron en el cielo unas «nuevas
estrellas» (actualmente conocidas como explosiones de supernovas),
se las consideró, en general, como presagios de la destrucción
inminente. Anteriormente, se creía que las constelaciones
permanecían inmutables. Por eso, cuando se observaron las
supernovas, se tomó como una señal de que la corrupción que
reinaba en la Tierra se había extendido a los cielos. Y cuando los
astrónomos vieron con su nuevo instrumento, el telescopio, las
manchas solares, concluyeron que también el Sol se descomponía.
Para el poeta isabelino. John Donne, incluso las montañas eran
síntoma de degeneración. En base a la idea entonces generalizada
de que la Tierra había sido en su origen una esfera perfecta, Donne
hablaba de los montes y los valles como si fueran «verrugas y
señales en la cara de la Tierra», y advertía: «Recapacitad, y
arrepentiros, en este mundo cuya proporción está desfigurada.»
Un contemporáneo de Donne, sir Walter Raleigh, coincidía con él.
Cuando Raleigh empezó a escribir su History of the World (Historia
del mundo) en 1604, mientras estuvo encarcelado en la Torre de
Londres (se le había condenado a muerte por alta traición; una
suspensión de la pena hizo que se retrasara su ejecución hasta
1618), aceptó implícitamente la cronología de la Biblia. Según él, la
fecha de la creación se situaba en 4032 a.C. Teniendo en cuenta,
como la mayor parte de sus contemporáneos, que el mundo había
Leibniz añadía que Dios sólo dotó a las almas de razón cuando
evolucionaron los primeros hombres.
Si bien Leibniz y Descartes podían discurrir sin impedimento alguno
sobre unos eones del tiempo largos y posiblemente sin fin, la mayor
parte de sus contemporáneos se seguían sintiendo coaccionados por
la cronología de la Biblia. Hasta bien adentrado el siglo XVIII, era un
hecho ampliamente aceptado el que el mundo tuviera una
existencia de menos de 6.000 años.
Pero esta imagen se fue resquebrajando poco a poco. Algunos
individuos fueron suficientemente observadores para darse cuenta
de que si el mundo era tan joven como se pretendía, eran difíciles de
explicar algunas pruebas fósiles y de geología de que se disponía.
Así, en 1663, el naturalista británico John Ray estudió las huellas
fósiles de una selva virgen, lo cual le dejo profundamente turbado.
Capítulo VI
La edad del mundo
5 Después de que Einstein publicara su teoría restringida de la relatividad en 1905, se tuvo que
modificar ligeramente, ya que la famosa ecuación E = mc2 significa que la masa y la energía son
intercambiables. La masa se convierte en energía en un reactor nuclear, o en la explosión de
una bomba de hidrógeno, por ejemplo.
6 Se tratará con mayor detalle la teoría del big bang en los capítulos XI y XII.
7 La velocidad de rotación de una galaxia está relacionada con la cantidad de masa que
contiene, la cual está relacionada, a su vez, con su luminosidad.
Capítulo VII
Entropía y dirección del tiempo
de por sí no basta para que ocurran esas cosas, sino que han de
estar presentes niveles diferentes de energía.
Así, la energía gravitatoria que contiene el agua hará girar la rueda
de un molino o suministrará la energía que generará potencia
eléctrica al pasar por una turbina. Para eso, sin embargo, es
necesario que el agua caiga de un nivel a otro. Nunca se ha
generado potencia con el agua de un lago sin desagüe, por mucha
energía gravitatoria que poseyera el lago en cuestión. Esta energía
no tendría utilidad, aunque el lago estuviera situado mucho más
arriba del nivel del mar. Para poder utilizar la energía, ha de existir
una caída de agua, pues lo que importa en este caso no es la altura
geográfica a la que se encuentre la masa de agua, sino la diferencia
de altura entre el lugar desde donde se precipita y el lugar donde
cae.
Cualquier sustancia más caliente que el cero absoluto ( 273°C, la
temperatura en la que se anula el movimiento molecular) contiene
energía calorífica. Pero nadie ha encontrado la forma de hacer
funcionar un barco sirviéndose de la energía calorífica que poseen
los océanos de todo el mundo, por muy considerable que sea. Dicha
energía calorífica no puede convertirse en energía cinética mientras
no haya diferencias de temperatura. Por eso, la energía calorífica de
los océanos está desprovista de utilidad.
Del mismo modo, un motor de vapor no podría funcionar si el vapor
producido en su caldera no estuviera a mayor temperatura que su
entorno. Tampoco funcionarían los aparatos eléctricos de la casa si
acoplando dos tubos a la caja. Si, por medio del sistema de tubos,
se permite que pase el gas de un lado de la caja al otro, ese flujo
podrá utilizarse para hacer funcionar un dispositivo mecánico
cualquiera, o incluso para generar una pequeña cantidad de
electricidad. El principio es el mismo que genera electricidad al
hacer pasar agua por una turbina.
Supongamos ahora que se perfora un agujerito en el centro de la
caja, permitiendo así al gas pasar de un lado a otro. Una vez hecho
esto, el gas fluirá hasta que se iguale la presión en ambos lados. El
desequilibrio desaparecerá, la entropía aumentará, y se perderá la
capacidad de realizar un trabajo. Este proceso es comparable al que
se observa cuando se produce una cesión de calor al poner en
contacto sistemas calientes y fríos.
Muchas veces se define la entropía asimilándola al desorden. Bajo
mi punto de vista personal, la noción de desequilibrio esclarece de
modo más intuitivo la noción de entropía. No obstante, el recurrir a
la idea de desorden presenta la ventaja de que no obliga a definir la
entropía en términos de su opuesto (no se podría definir la entropía
en términos de equilibrio por ser el equilibrio un estado final,
mientras que la entropía puede ir en aumento a medida que se
acerca a ese estado).
El desorden —y la entropía— aumenta cuando se introduce un
cubito de hielo en un vaso de agua para que se disuelva. En este
ejemplo, la disposición ordenada de las moléculas de agua en el
cristal de hielo es sustituida por la distribución aleatoria, más
funcionar, sin que esto quiera decir ni mucho menos que la entropía
aumente en todas las circunstancias. En realidad, es bastante
frecuente que disminuya. Así, la entropía decrece cuando se hacen
cubitos de hielo en la nevera, o cuando se fabrica un envase
metálico que contiene gas a presión, o cuando se carga una batería
recargable. La entropía también se reduce cuando una planta
absorbe parte de la energía solar por fotosíntesis, o cuando un ser
humano se come un filete.
Aunque la segunda ley diga que la entropía aumenta en los
sistemas que están aislados de su entorno, nada dice respecto a los
sistemas sometidos a las influencias externas. Sin embargo, éstas
son ciertamente importantes en los ejemplos citados más arriba.
Una nevera no es ningún sistema aislado, puesto que consta de un
motor que bombea el calor de su interior y lo expulsa al recinto en
que se encuentra. Cuando hablamos del gas que se halla a presión
dentro de un envase, tampoco se trata de un sistema aislado; se
necesita energía para comprimir el gas en cuestión.
A pesar de todo, la segunda ley sí puede aplicarse en estos casos.
Tan sólo necesitamos para ello aplicarla al sistema ampliado
formado por el objeto junto con lo que le rodea. Es verdad que la
entropía disminuye dentro de una nevera, pero si tomamos como un
conjunto el sistema de que forma parte la nevera, comprobaremos
que se respeta la segunda ley de termodinámica, pues la entropía
aumenta en el sistema que está compuesto por la nevera, el recinto
donde se halla, y los circuitos eléctricos que suministran la energía
nada en la física que sirva para describir ese flujo. La física no dice
nada sobre la velocidad a la que el tiempo «queda atrás» con relación
a nosotros (de no ser que seamos nosotros quienes nos desplazamos
en un tiempo sin movimiento). Todo lo más que se puede decir es
que el tiempo avanza a razón de un segundo por segundo o de una
hora por hora, lo cual, por supuesto, es muy poco esclarecedor.
Todavía me quedará algo que decir sobre el «fluir» subjetivo del
tiempo en el siguiente capítulo. De momento, es preferible volver al
análisis de la segunda ley de la termodinámica. Cuando dije que
ninguna de las leyes fundamentales de física distinguía entre las
dos direcciones del tiempo, estaba excluyendo intencionadamente
esta segunda ley. La ley de aumento de la entropía es sólo una ley
estadística; no es «fundamental» porque no es capaz de describir el
comportamiento de un átomo o una molécula en particular: sólo
trata del comportamiento de la media de un gran número de ellos.
La entropía no es pues una noción que se pueda aplicar con un
significado concreto a una sola partícula, ni incluso a un pequeño
número de partículas.
Esto se aprecia con claridad si volvemos a algunos de los ejemplos
que hemos utilizado anteriormente. Consideremos, por ejemplo, el
flujo de calor que se establece entre un objeto caliente, del que
parte, hacia el objeto frío, al que se dirige, y recordemos que el calor
no es sino una vibración molecular. La temperatura está en relación
con la velocidad media de un gran número de moléculas. Cuando
decimos que un objeto está «caliente», eso significa que, en
8Estas duraciones de vida son unos promedios estadísticos similares a las vidas medias de la
desintegración radiactiva.
9 Salvo en el caso de una excepción menor, poco frecuente, de la que se hablará en el capítulo
siguiente
Capítulo VIII
Las cinco flechas del tiempo
10 Hasta hace relativamente poco, se creía que los neutrinos y los antineutrinos carecían
totalmente de masa. Unos experimentos recientes (controvertidos) parecen indicar que no
necesariamente es así. No obstante, de tener masa los neutrinos, ésta es sumamente pequeña,
lo que dificulta mucho los experimentos con los que se intenta medir. No se han conseguido
resultados definitivos hasta la fecha.
11La expresión «partícula elemental» no es apropiada, puesto que de acuerdo con la teoría
admitida actualmente, la mayor parte de esas partículas están constituidas, en realidad, por
una combinación de otras partículas más pequeñas, incluso más fundamentales, llamadas
quarks. En mi libro Desmantelamiento del Universo expongo el papel que desempeñan los
quarks.
12Efectivamente, éste es el «profundo McTaggart» que cita William Butler Yeats, en su poesía «A
Bronze Head» (cabeza de bronce).
Capítulo IX
Tiempo relativista
13 Por supuesto, no lo verán ocurrir hasta las 9 h 52. puesto que la luz tarda diecisiete minutos en
recorrer la distancia que separa la órbita de Marte de la Tierra.
Como todo ello puede sonar muy raro, vale más dejar para más
adelante las implicaciones de la teoría restringida de la relatividad, y
comenzar por explicar, en primer lugar, lo que es esta teoría, y cómo
se descubrió.
La noción de «relatividad» no fue inventada por Einstein. De hecho,
también es relativista la mecánica de Newton, si bien en un sentido
más restringido que las teorías de Einstein. La mecánica de Newton
obedece al principio conocido como relatividad de Galileo. Según las
leyes del movimiento de Newton, no existe forma de detectar el
movimiento absoluto; todo lo más, se puede observar el movimiento
de dos cuerpos en relación uno con el otro.
Este principio se llama relatividad de Galileo porque fue él quien
señaló por primera vez que no existe ningún experimento que se
pueda llevar a cabo en un barco navegando por el océano, que
permita averiguar si éste se mueve o no. Por ejemplo, un objeto que
se dejara caer desde un mástil hasta la cubierta siempre parecerá
que cae en línea recta hacia abajo, ya se esté moviendo o no el barco
con respecto a la tierra o al agua. Si, por ejemplo, el barco se
desplaza a una velocidad de diez nudos, el objeto se moverá con la
nave a una velocidad horizontal de diez nudos mientras cae. Para
quienes lo observen desde la cubierta, sólo será aparente el
movimiento vertical.
A principios del siglo XX, Einstein observó que si bien las leyes del
movimiento de Newton obedecían al principio de la relatividad, la
teoría de electrodinámica de Maxwell no se ceñía a éste. Así, la
14 No incide para nada el que la nave se esté acercando a la Tierra o alejando de ella, puesto
que la dilatación de tiempo que se producirá no está relacionada con la dirección, sino con la
velocidad relativa.
(Había una jovencita llamada Bright, / Mucho más veloz que la luz,
/ Que se fue un día / Por la vía relativa, / Y volvió la noche
anterior.) A su manera, esta descripción es perfectamente correcta.
Según la teoría restringida de la relatividad, si algo pudiera
desplazarse a mayor velocidad que la luz, retrocedería en el tiempo.
No obstante, es muy improbable que la señorita Bright o cualquier
otra persona fuera capaz de ir y volver la noche anterior. Esta teoría
también postula que la velocidad de la luz es una velocidad límite:
es posible aproximarse a ella, pero sin poderla alcanzar nunca.
La relatividad restringida prevé igualmente que los objetos que se
mueven a gran velocidad experimentan un incremento de masa. Así,
Capítulo X
Tiempo cósmico
15En realidad, ésta es una versión moderna del postulado de Euclides, pues él mismo lo expuso
de una manera algo más complicada.
que pueden existir semejantes agujeros negros con una super masa
de ese tipo en el centro de las galaxias. Hay tal cantidad de materia
en los núcleos galácticos que bien pudieran crearse agujeros negros
de semejante tamaño. Una vez que se creara un agujero negro en
esa región, aumentaría muy rápidamente de tamaño, ya que sus
campos gravitatorios capturarían cantidades enormes de gases y
polvo interestelar, y engullirían hasta estrellas enteras.
El diámetro de un agujero negro de un millón de masas solares
mediría unos seis millones de kilómetros. Una nave que cruzara el
horizonte de los acontecimientos podría encontrarse a suficiente
distancia de la singularidad como para que su tripulación pudiera
explorar toda la región interior del agujero, al menos durante un
breve tiempo. Es evidente que sería un suicidio, puesto que, ya
dentro del agujero negro, serían atraídos hacia la singularidad, y lo
que quedara de su nave desaparecería al llegar a la misma.
Por otra parte, los observadores a bordo de la nave no sólo podrían
estudiar lo que ocurriera en el agujero negro, sino contemplar
también lo que estuviera sucediendo en el universo exterior. La luz
no puede escaparse de un agujero negro, pero es evidente que
puede penetrar el horizonte de los acontecimientos viniendo desde
fuera. Así, los tripulantes de la nave serían incluso capaces de
recibir los mensajes que se les mandara desde el universo exterior.
Ahora bien, les sería imposible contemplar la singularidad en el
centro. La luz, al igual que otras formas de radiaciones
electromagnéticas, puede dirigirse a una singularidad, pero luego
18 Cierto es que en esto hay un pequeño fallo: la dilatación del tiempo aminoraría tanto la
velocidad de las vibraciones sonoras que ya no se oiría la nota. Quizá más vale ignorarlo para
no estropear la anécdota.
Capítulo XI
Origen y fin del tiempo
Existen tres tipos importantes de pruebas de que hubo tal big bang.
Primero, el hecho de que el Universo se esté expandiendo.
Observando las galaxias lejanas, se comprueba que eso se viene
produciendo desde hace miles de millones de años. Por
consiguiente, el Universo debe haberse encontrado en un estado
relativamente comprimido en algún momento del pasado.
Realmente, si se parte de la expansión actual y se vuelve la vista
atrás, difícil es no concluir que el Universo debió ser una bola de
fuego muy densa, que explotó.
El admitir que existió esa bola de fuego lleva a sacar dos
importantes conclusiones. La primera, que se debería poder
observar todavía la luz que desprendía. Efectivamente, los
astrónomos no conocen nada que le impidiera seguir viajando a
través del espacio durante los cerca de 15.000 millones de años que
han transcurrido desde que se emitió. La segunda conclusión que se
desprende de la existencia de tal bola de fuego en cierto momento,
es que el Universo debería tener una determinada composición
química para que se pudieran producir en ella cierto tipo de
reacciones nucleares. Los productos de esas reacciones todavía
deberían estar presentes en el Universo actual.
Ambas cosas han sido comprobadas. Se puede ver la luz del
acontecimiento que supuso la creación, y el Universo tiene la
composición que era de esperar. Así, puesto que no hay ninguna
teoría más que sea capaz de justificar estas observaciones con
suficiente credibilidad, los científicos han concluido que el Universo
o grados por encima del cero absoluto. Puesto que el cero absoluto
es igual a -273 °C, los kelvins se convierten en grados Celsius
restándoles 273. Por consiguiente, 3.000 °K corresponderían a
2.737 °C. En la práctica, 2.700 °C daría una aproximación
suficiente, puesto que no estamos trabajando con cifras exactas.
El enfriamiento del Universo a 3.000 °K supuso una transición
importante en su evolución. Efectivamente, mientras la temperatura
fue superior a ese valor, no hubiera podido existir materia en forma
de átomos normales. El calor era tan intenso que los átomos
debieron ionizarse; la energía que fluía entonces en el Universo era
tal que los electrones salían despedidos de los átomos en cuanto
eran capturados.
Pero resulta que la luz ejerce una interacción bastante fuerte en los
electrones libres. A veces, los electrones absorben la luz, y la emiten
de nuevo una fracción de segundo después, aunque lo más
frecuente es que la dispersen, haciendo que ésta gane o pierda
energía en ese proceso. De haber existido observadores conscientes
en el Universo en aquella época, lo único que hubieran podido ver
sería una niebla densa que despediría una luz amarilla.
Y entonces, cuando el Universo tenía algo menos de un millón de
años, la expansión progresiva hizo que la temperatura descendiera
por debajo de los 3.000 °K. Súbitamente, los electrones libres
pudieron unirse a los núcleos atómicos que estaban presentes en
todas partes, y así es cómo se formaron los átomos. Como los
átomos provocan una mucha menor dispersión de la luz que los
han ido perdiendo energía durante los 15.000 millones de años que
han transcurrido desde que fueron creados, y que, actualmente, su
energía debe ser la milmillonésima parte de la que poseen los
neutrinos que son subproductos de las reacciones nucleares que se
producen en el Sol. Teniendo en cuenta que incluso son difíciles de
detectar los neutrinos solares, con su relativa energía, cabe
imaginar la inutilidad aparente de intentar observar los neutrinos
cósmicos, en el estado presente de la técnica experimental.
No obstante, se nos ofrecen nuevas oportunidades si volvemos la
vista algo más atrás. Sabemos, por medio de cálculos, que
aproximadamente una milésima de segundo después de la creación,
se debieron formar múltiples quarks, que son los componentes
teóricos de unas partículas como los protones y los neutrones. La
mayor parte de los quarks debieron combinarse entre sí para
producir neutrones, protones y otras partículas. Como se tienen
motivos para creer que algunos de ellos se quedaron sin pareja, al
igual que ocurrió a los núcleos de deuterio que fueron creados tres
minutos después y no consiguieron combinarse para formar helio,
se han llevado a cabo experimentos para descubrir los restos de
esos quarks, aunque, hasta la fecha, sin éxito. Tampoco han podido
detectar los físicos ninguna de las demás partículas residuales que
teóricamente deben seguir existiendo.
Según las teorías actuales sobre las interacciones híper energéticas,
se debieron crear monopolos magnéticos, o sea, polos magnéticos
aislados, al sur y al norte, durante el big bang. En ese caso, debería
O sea, que el big bang puede haber significado el inicio del tiempo,
con lo que carece de sentido preguntarse lo que ocurrió antes, pues
no existiría tal «antes».
No porque los astrónomos y los cosmólogos acepten, en general, la
teoría del big bang en su conjunto, dejan de ser conscientes de sus
limitaciones. Efectivamente, son varios los fenómenos a los que no
da explicación. Así, no nos aclara por qué la curvatura media del
espacio-tiempo es tan próxima a cero.
Los astrónomos no han sido capaces de averiguar si vivimos en un
Universo cerrado, de curva positiva, o en uno abierto, de curva
negativa. Sólo saben que la densidad de la masa en el Universo se
sitúa en algún punto comprendido entre una décima parte del valor
crítico y diez veces éste. Podría pues decirse que el Universo
permanece indeciso en un punto intermedio.
A primera vista, una incertidumbre igual a diez veces en un sentido
u otro no parece poderse considerar pequeña. Sin embargo, los
cálculos indican que en una época anterior el Universo ha debido
encontrarse en un equilibrio mucho más precario. Para hallarse
actualmente tan cerca del límite, ha debido expandirse, en el tiempo
de Planck, a una velocidad igual a un valor crítico, con una
precisión del uno por 1060. De haberse expandido tan sólo algo más
despacio, la gravedad hubiera interrumpido rápidamente esta
evolución, y el Universo hubiera experimentado un nuevo
hundimiento, acompañado de una gran detonación —o big burp
(gran eructo), como se ha dado en llamar con cierto sentido del
región del tiempo las condiciones eran tan extremas que las leyes de
física dejan de ser aplicables. Pero, si bien se trata de una
especulación, tampoco es pura fantasía. No puede uno imaginarse
lo que le apetece, sino que se deben contrastar las nuevas ideas con
lo que se sabe actualmente de los acontecimientos que se
produjeron después del tiempo de Planck.
De ser correcta la teoría del Universo inflacionario, resulta que, a los
10 43 segundos, el Universo era una burbuja diminuta de espacio-
tiempo que contenía escasa materia, o ninguna. Es posible que
antes del tiempo de Planck existiera algún tipo de caos primigenio.
Por supuesto que semejante caos, de haberlo, no existió ni en el
espacio ni en el tiempo, puesto que ni uno ni otro habían sido
creados todavía.
Cabe pensar que del caos nacieran unas burbujitas de espacio-
tiempo. Algunas se contraerían, otras se expandirían, aunque la
mayor parte de ellas debieron desaparecer casi en el momento de
formarse. Pero, de tiempo en tiempo (es una forma de decir, puesto
que no cabe hablar de intervalos de tiempo cuando éste pudiera no
haber existido todavía) algunas de ellas seguirían existiendo durante
un período superior al tiempo de Planck. Mientras unas
desaparecieron enseguida, otras se siguieron expandiendo
lentamente, hasta ser alcanzadas por la expansión inflacionaria que
según la teoría de Guth se inició al cabo de unos 10 35 segundos.
Una de esas burbujas se habría transformado en el Universo en el
que vivimos actualmente.
Capítulo XII
¿Qué es el tiempo?
El autor