UNAMUNO
UNAMUNO
UNAMUNO
Las olas de la Historia, con su rumor y su espuma que reverbera al sol, ruedan
sobre un mar continuo, hondo, inmensamente má s hondo que la capa que ondula
sobre un mar silencioso y a cuyo ú ltimo fondo nunca llega el sol. Todo lo que
cuentan a diario los perió dicos, la historia toda del “presente momento histó rico”,
no es sino la superficie del mar, una superficie que se hiela y cristaliza en los libros
y registros, y una vez cristalizada así, una capa dura no mayor con respecto a la
vida intrahistó rica que esta pobre corteza en que vivimos con relació n al inmenso
foco ardiente que lleva dentro. Los perió dicos nada dicen de la vida silenciosa de
los millones de hombres sin historia que a todas horas del día y en todos los países
del globo se levantan a una orden del sol y van a sus campos a proseguir la oscura
y silenciosa labor cotidiana y eterna, esa labor que como la de las madreporas
suboceá nicas echa las bases sobre las que se alzan islotes de la historia. Sobre el
silencio augusto, decía, se apoya y vive el sonido; sobre la inmensa humanidad
silenciosa se levantan los que meten bulla en la historia. Esa vida intrahistó rica,
silenciosa y continua como el fondo mismo del mar, es la sustancia del progreso, la
verdadera tradició n, la tradició n eterna, no la tradició n mentira que se suele ir a
buscar al pasado enterrado en libros y papeles, y monumentos, y piedras. (27-8).
“Y no me olvidaré jamás del día en que diciéndole yo: “Pero, Don Manuel, la verdad, la
verdad ante todo”, él, temblando, me susurró al oído -y eso que estábamos solos en
medio del campo-: “¿La verdad? La verdad, Lázaro, es acaso algo terrible, algo
intolerable, algo mortal; la gente sencilla no podría vivir con ella”. “¿Y por qué me la
deja entrever ahora aquí, como en confesión?”, le dije. Y él: “Por que si no, me
atormentaría tanto, tanto, que acabaría gritándola en medio de la plaza, y eso jamás,
jamás, jamás. Yo estoy para hacer vivir a las almas de mis feligreses, para hacerles
felices, para hacerles que se sueñen inmortales y no para matarles. Lo que aquí hace
falta es que vivan sanamente, que vivan en unanimidad de sentido, y con la verdad,
con mi verdad, no vivirían. Y esto hace la Iglesia, hacerlos vivir. ¿Religión verdadera?
Todas las religiones son verdaderas en cuanto hacen vivir espiritualmente a los
pueblos que las profesan, en cuanto les consuelan de haber tenido que nacer para
morir, y para cada pueblo la religión más verdadera es la suya, la que le ha hecho. ¿Y
la mía? La mía es consolarme en consolar a los demás, aunque el consuelo que les
doy no sea el mío». Jamás olvidaré estas sus palabras.”
La ley del levirato es un tipo de matrimonio en el cual una mujer viuda que no
ha tenido hijos se debe casar (obligatoriamente) con uno de los hermanos de
su fallecido esposo.
ABEL SÁNCHEZ
¡La envidia! Esta, esta es la terrible plaga de nuestras sociedades; esta es la íntima
gangrena deI alma española. ¿No fue acaso un español, Quevedo, el que escribió aquella
terrible frase de que la envidia está flaca porque muerde y no come?
En la novela, Abel Sánchez se pone a pintar un cuadro de Caín y Abel, y discute el
proyecto con su amigo Joaquín Monegro. Abel lee el relato bíblico en voz alta, y
después lo discute con Joaquín. Entonces Joaquín pregunta:
-¿.Por qué miró Dios con agrado la ofrenda de Abel y con desdén la de Caín?
-Aún no ...
-Acaso porque Dios veía ya en Caín el futuro matador de su hermano, al envidioso ...
-y dime, ¿no te inspira tu mujer algo para ese cuadro?, ¿no te da alguna idea?
-¿Qué hice yo para que Dios me hiciese así, rencoroso, envidioso, malo? ¿Qué mala
sangre me legó mi padre?
el poso de la espuma.