Claire Cullen - Omegas Perdidos - 3 El Deseo Del Alfa

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El deseo del alfa

~Omegas perdidos: Libro tres~

Claire Cullen
Esta traducción está realizada por fans y para fans sin
ánimo de lucro, por favor, comprad la versión original del
autor para poder seguir disfrutando de estas maravillosas
historias que tanto nos gustan
ÍNDICE
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo uno

Debería haber sido una noche gloriosa; comida, vino caliente, charlas y
risas. El calor de la habitación contrastaba con el suelo cubierto de nieve del
exterior. Matthew estaba sentado a la derecha de su padre; orgulloso del
lugar. Eso nunca había ocurrido antes; el honor siempre había sido para sus
hermanos Alfas mayores. Esta noche era toda suya. Debería haber sido
increíble, su momento de mayor orgullo, una señal de que finalmente estaba
creciendo y tomando su lugar en la familia.
Pero todo estaba mal.
El Alfa de Bear Lake se sentó justo enfrente de Matt. En los tres meses
transcurridos desde que su padre había anunciado que era hora de encontrar
pareja para Matthew, el Omega había estado esperando esta noche. Había
soñado con este momento durante años, desde que le dijeron que era un
Omega y lo que eso significaba.
Su abuela le había contado todas las historias, una y otra vez; sobre
verdaderos compañeros, vínculos e hijos. Se aferraba a esas historias cuando
las cosas se ponían difíciles; cuando sus hermanos se burlaban de él y lo
intimidaban, cuando lo escondían durante las reuniones de la manada, cuando
su padre lo ignoraba en favor de sus hermanos y cuando la atención de su
madre se desviaba hacia sus hijas menores. Podía soportar la soledad porque
conocía su destino. Tendría un vínculo verdadero, más fuerte que cualquier
otro. La espera valdría la pena.
Entonces conoció a su compañero destinado. Y sus sueños se hicieron
añicos.
Su alfa previsto era mayor de lo que Matt esperaba y ya estaba acoplado.
Su pareja, una mujer de cabello castaño rojizo, estaba sentada a su lado. Los
fríos ojos del Alfa pasaron por encima de él, pero la mirada de ella volvió a él
muchas veces durante la noche, sus ojos ardiendo con un odio feroz.
A medida que avanzaba la velada, se enteró de su historia a cuentagotas
ya medida que los rumores le pasaban en susurros cada vez que se levantaba
de la mesa. Ella nació humana, fue infectada cuando era adolescente por un
rebelde y luego fue acogida por Bear Lake. Había llamado la atención del
sucesor del Alfa, pero su padre, el Alfa de la Manada, había prohibido su
apareamiento. Cuando murió, nada se interpuso entre ellos y se unieron. Pero
pasaron tres años y no había habido ningún niño. Incluso si lo hubiera habido,
sus posibilidades de concebir un Alfa eran escasas.
A ella no parecía importarle la falta de bebés, pero que un Alfa no tuviera
herederos no era aceptable para ninguna Manada. Se rumoreaba que la
Manada lo estaba presionando para que rompiera su vínculo y encontrara una
nueva pareja. Casi al mismo tiempo, el padre de Matthew había anunciado en
voz baja que Briar Wood tenía un omega que había alcanzado la mayoría de
edad y comenzó a hacerle propuestas a otras manadas. Matthew era la
solución obvia al problema de Bear Lake. No solo elevaría la posición de su
Manada, sino que produciría herederos, herederos Alfa y, si tenían suerte, un
Omega o dos.
La realidad no se parecía en nada a las historias que le había contado su
abuela. Nada como lo que había imaginado y soñado todos estos años. No
sentía nada por su Alfa previsto y el hombre claramente no sentía nada por él.
Era un medio para un fin.
Se le ocurrió una visión de su futuro, cruda y sombría. Un apareamiento
de conveniencia, viviendo en una casa Alfa donde la jerarquía era clara; el Alfa,
su compañera femenina, y en algún lugar al final de la fila, él. Sus bebés no
serían suyos para criarlos, serían de ella. Allí no habría amor, ni pasión, sus
apareamientos serían una pura formalidad alimentados por hormonas. Peor
aún, el Alfa podría resentirse por la necesidad de un Omega. Si no fuera
indiferente, sería cruel. Matt viviría su vida a merced de la verdadera pareja
del Alfa, su cuerpo atado a un embarazo tras otro. Y, una vez que hubiera
sobrevivido a su utilidad, una vez que la familia del Alfa estuviera completa,
¿entonces qué?
En el mejor de los casos, lo dejarían languidecer en la casa del Alfa,
viendo crecer a sus hijos. ¿Tal vez lo harían a vivir solo en algún lugar del
territorio de la Manada? O, y solo pensar en esto lo hizo tragarse un nudo de
miedo, encontrarían otra manera para que él fuera útil. Había oído hablar de
burdeles donde las lobas iban de un lado a otro por dinero. ¿Cuánto valdría un
Omega?
Cuando la noche finalmente llegó a su fin, su padre se llevó aparte al Alfa
de Bear Lake. Hablaron en voz baja, demasiado bajo para que Matthew los
oyera, aunque sus oídos se esforzaron al máximo. Luego, los dos se dieron la
mano con firmeza y el Alfa se fue, con su esposa del brazo. Él no miró hacia
atrás, pero ella sí, lanzando una última mirada venenosa en su dirección. Se
estremeció ante tal odio puro.
Pasar algún tiempo ayudando a limpiar la mesa también ayudó a despejar
su mente. No podía seguir con esto. No estaba bien Tendría que decírselo a su
padre. Se habría dado cuenta, ¿no? No estaba destinado a ser.
Su padre estaba junto a la chimenea, con un vaso de líquido ámbar en la
mano.
—¿Padre?
—Son una manada fuerte, con un Alfa fuerte. Digno de una alianza con
nosotros.
—Padre... —Fue difícil pronunciar las palabras. Nunca antes había
desafiado a su padre, pero no podía pasar por esto—. No puedo aparearme
con él. No siento ninguna conexión… no está ahí.
Un silencio cayó sobre la habitación cuando su padre dejó su vaso sobre
la repisa de la chimenea. Cuando habló, su voz era tranquila. Peligroso.
—Eres mi hijo. Elegí a tu futura pareja con cuidado, por el bien de nuestra
Manada. Anders es un Alfa digno.
—Pero ya tiene pareja. No quiero ser el segundo de ella, solo estar allí
para darles hijos. Quiero un apareamiento verdadero, un vínculo verdadero,
como dijo Nana…
—Debería haber evitado que tu abuela te llenara la cabeza con esas
historias sin sentido. Eso es todo lo que son, fantasías. —Su padre se volvió
para mirar a la madre de Matthew, que permanecía en silencio junto a la mesa.
Matt trató de hablar de nuevo, pero su padre levantó una mano para
silenciarlo.
—Silencio. Nunca he estado más decepcionado contigo que en este
momento. Eres un Omega. No eres diferente a tus hermanas. Te aparearás con
quien te diga que te aparees.
—Padre, por favor. No puedo aparearme con él. —Odiaba lo débil que
sonaba su voz y sabía que su padre también lo haría. El Alfa despreciaba
cualquier señal de debilidad.
Una mano lo sujetó por la parte superior del brazo y su padre lo sacudió
con fuerza.
—Harás lo que se te diga.
—No, por favor. Mira de nuevo. Encuentra otro. ¿No quieres que sea feliz?
—Matthew, basta —dijo su madre, dando un paso adelante—. Patrick, ha
sido una noche larga, déjalo ir a la cama. Estoy segura de que verá todo
diferente por la mañana.
—No lo haré. No me voy a aparear con él. No es mi Alfa.
Su propia voz lo sorprendió, fuerte y enfadada. Pero sabía que había ido
demasiado lejos, había dicho demasiado. Su padre atacó, el golpe lo alcanzó en
la cara y lo envió tropezando contra la chimenea.
—Basta —ladró su padre, agarrándolo por el brazo y arrastrándolo hacia
las escaleras y hacia arriba. Cuando llegaron al descansillo, su padre siguió
moviéndose, arrastrando a Matthew con él. El cuerpo delgado del Omega no
era rival para la amplia estatura de su padre. Los pasos los siguieron escaleras
arriba.
—Abajo, todos. Me ocuparé de esto —dijo su padre, abriendo la puerta de
la habitación de Matthew y empujándolo dentro.
—Patrick, por favor. No lo dijo en serio, está abrumado. Déjalo pensar
sobre las cosas y hablar con nosotros nuevamente por la mañana.
Su padre se volvió hacia su madre, desabrochándose el cinturón y
sacándolo de las presillas.
—Ningún hijo mío me desafía sin consecuencias. Sé lo que es mejor para
él. Me ocuparé de que aprenda eso esta noche.
—No es un lobo que sane rápidamente, Patrick. Bear Lake podría no estar
contento si llega allí marcado.
Matthew se sentía como si tuviera diez años otra vez, mirando el rostro
preocupado de su madre mientras su padre, cinturón en mano, estaba parado
en la puerta de su dormitorio.
—Bien. —Se volvió hacia Matthew—. A. Tu. Cama. No quiero escuchar
otra palabra de tus labios que no sea 'sí, padre'. ¿Me entiendes?
—Sí, padre —respondió Matthew, agachando la cabeza para evitar la
mirada ansiosa de su madre. Ella debía haber sabido lo que le deparaba el
futuro, cuáles eran los planes de su padre. Durante mucho tiempo había
dudado de que ella lo amase, pero nunca lo había sentido más intensamente
que en ese momento. Cuando ella lo miraba, solo parecía ver fallas. Sin
embargo, no podía escapar de la culpa que sentía por ser la causa de su
preocupación una vez más.
La puerta de su dormitorio se cerró firmemente, dejándolo de pie en la
oscuridad. Podía sentir un hilo de sangre en su barbilla. Moviéndose
lentamente, buscó a tientas el interruptor de la luz a lo largo de la pared y lo
encendió. Las voces del rellano bajaron las escaleras.
Acercándose al espejo que colgaba de su pared, inspeccionó el daño.
Estaba casi tan familiarizado con el cinturón de su padre como lo estaban sus
hermanos, pero el puño de su padre le había tocado la cara solo unas pocas
veces antes. Fue malo esta vez; su padre no se había contenido. Tenía el labio
partido y la sangre brotaba lentamente de la herida. Su barbilla y mandíbula
comenzaban a hincharse, la piel roja e hinchada.
No se atrevió a salir de su habitación para conseguir hielo para la
hinchazón, contentándose con detener la hemorragia con un pañuelo. Dolería
más por la mañana. Acostado en su cama, no se molestó en desvestirse. ¿Con
que motivo? No dormiría mucho, no ahora.
Capítulo dos
Mucho más tarde, después de que todos los demás se habían ido a la
cama, la puerta de su habitación se abrió poco a poco. Su hermana menor,
Cara, entró de puntillas con un pequeño bulto envuelto en una toalla en las
manos. Ella siempre era la que lo vigilaba después de una visita de su padre.
—Ay, Mattie. Tu pobre cara —susurró—. Toma, traje un poco de hielo.
Colocó la toalla suavemente contra su barbilla. El frío se asentó
lentamente, quitando el escozor de su herida. Se sentaron en silencio hasta
que no pudo soportarlo más.
—No puedo hacerlo, Cara, no puedo —susurró, alejándose para ahogar su
sollozo contra la almohada. Ella puso una mano cálida en su hombro.
—Vi cómo me miraba. Soy un medio para un fin, para darles bebés —dijo
entre dientes.
La voz de Cara era suave mientras hablaba, acariciando su espalda con la
mano.
—Padre no va a cambiar de opinión. Lo oí hablar con mamá. Quieren
acelerar las cosas porque estás siendo muy difícil. La ceremonia se celebrará
en Nochebuena en lugar de Año Nuevo.
Faltaban dos días para eso.
—¿Tan pronto? —susurró, sus lágrimas secándose mientras se sentaba
de nuevo.
—Cuanto antes mejor, dijo padre.
—¿Qué voy a hacer, Cara? No es mi compañero Alfa. Sé que no lo es.
Hubo un silencio entre ellos, ambos conscientes de que solo había una
opción abierta para él. Cuando habló, su voz era vacilante.
—Si vas a escapar, tendrá que ser ahora, esta noche. Una vez que te hayan
dicho que adelantarán la ceremonia, serás observado como un halcón hasta
que estés en Bear Lake.
Se puso de pie, buscó una bolsa debajo de la cama y comenzó a meter
cosas en ella. Ropa. Su navaja. La pequeña cantidad de dinero que había
escondido en el cajón de los calcetines. Ni siquiera sabía que ella sabía sobre
eso.
—No será fácil, pero no veo otra manera. Espera aquí —dijo y salió de la
habitación.
Dejó la toalla y terminó de meter la ropa que Cara había sacado,
ignorando el dolor persistente en su rostro.
Un crujido de la puerta señaló su regreso. Dejó las botas y la ropa exterior
sobre la cama y luego deslizó un bulto envuelto en su bolso. El olor a carne y
pan le despertó el estómago. Comida para el viaje. Tendría que hacerlo durar.
Cara cerró la cremallera de la bolsa mientras él se ponía las botas antes
de ponerse el abrigo, el sombrero y los guantes.
—Si padre se entera de que me ayudaste...
—Voy a tratar de ser la que descubra que te has ido mañana por la
mañana, pero si no, bueno. —Se encogió de hombros—. Padre estará
furibundo, por supuesto. Pero sabes que no nos castiga a las chicas como lo
hace con los chicos.
—Esta vez podría ser diferente.
—Madre no lo permitirá. Diré que fue su dura reacción lo que hizo que
huyeras.
Ella se estiró, levantando el cuello de su abrigo.
—Ve al este. Hay un autobús en la carretera principal que sale de la
ciudad y pasa poco después de las cinco de la mañana. Te sacará de nuestro
territorio y no podrán rastrearte tan fácilmente desde allí.
—¿Cómo sabes eso? —Su padre no les permitía ni a él ni a sus hermanas
viajar fuera de su manada.
—No eres el único que podría ser vendido para aparearse por el bien de
la Manada. Tengo casi diecinueve, Mattie. —Poco más de un año menor que él.
Y, como él, podría tener su primer celo en cualquier momento después de
cumplir los veinte.
Su labio inferior temblaba mientras lo miraba.
—Te voy a extrañar.
Él tiró de ella en un abrazo, abrazándola con fuerza.
—Gracias, no solo por esto, por todo. No olvidaré Pase lo que pase. Y si
puedo sacarte, cuando llegue el momento… —dejó el resto sin decir.
Se separaron y, evitando la puerta, se acercó a la ventana. Apenas hizo un
sonido cuando la abrió. La nieve, apilada en lo alto del suelo, silenciaría su
aterrizaje.
—Buena suerte. —Escuchó susurrar a Cara y, un momento después, saltó.

El frío adormeció el dolor de su labio y mandíbula mientras caminaba por


el bosque. Llegó a la parada de autobús justo antes de las cinco de la mañana,
de pie en las sombras, fuera del haz de luz de la farola. Era un autobús
interurbano que salía de algún lugar del sur a medianoche y viajaba hacia el
norte, pasando de ciudad en ciudad.
Escuchó el autobús mucho antes de verlo y se movió para pararse en la
parada, visible bajo la brillante luz naranja. Hubo un momento de confusión
en el que trató de averiguar cómo hacer que el autobús se detuviera, pero
luego recordó cómo la gente hacía eso en las películas. Extendiendo la mano,
hizo señas al autobús, aliviado cuando se detuvo y la puerta se abrió.
Ofreciendo un último adiós a la casa de su infancia, abordó. No era así como
pensaba que entraría en la edad adulta.
El conductor lo miró fijamente a la cara, pero perdió interés una vez que
Matt mostró el dinero para su pasaje. El autobús estaba escasamente ocupado
y consiguió un asiento para él solo cerca de la parte de atrás. Por primera vez,
mantuvo la cabeza gacha, ahora quería que alguien lo viera mientras todavía
estaban en territorio de la Manada.
Pronto estuvieron en el camino abierto, su hogar quedando cada vez más
atrás de ellos. El sol se elevó sobre el horizonte y Matt pasó el tiempo mirando
la vista desde la ventana, el sol destacando los muchos campos cubiertos de
nieve en la distancia.
Intentó planear su próximo movimiento. Lo que necesitaba era alejarse lo
suficiente para que no pudieran rastrearlo, pero sin terminar en medio del
territorio de otra manada. Un nuevo lobo no pasaría desapercibido y no les
llevaría mucho tiempo descubrir quién y qué era. Sin una manada detrás de él,
no tendría protección. Era mejor que se escondiera en las afueras de un
territorio o en una de las zonas vacías entre dos. Todavía habría riesgo allí,
debido a los lobos rebeldes, pero al estar escasamente poblado, tenía más
posibilidades de vivir sin ser molestado.
Los destinos del autobús aparecieron en una pantalla cerca del frente.
Los pasó por su mente, tratando de superponerlos en un mapa mental de los
territorios de la Manada y lamentándose de su escasa geografía. Ahora
estaban en territorio de Knoll Grange. Para la hora del almuerzo, habrían
atravesado y llegado a Yellow Rock. A última hora de la tarde, estarían en las
afueras entre Yellow Rock y Bear Lake. Bear Lake era el último lugar en el que
quería estar y estaba cerca del destino final del autobús. Dejó clara su elección.
Tendría que bajarse en Yellow Rock y dirigirse hacia el este, alejándose de
Bear Lake. Si recordaba correctamente la geografía de su manada, allí había
una gran área de tierra que era popular entre los rebeldes en el verano, pero
menos en el invierno debido a la escasez de presas para cazar.
El autobús se detuvo para descansar y se arriesgó a bajar para estirar las
piernas antes de comer algo de la comida que Cara le había preparado.
Volvía a oscurecer cuando el autobús llegó a las afueras del territorio de
Yellow Rock. Saliendo al frío, Matt vio cómo se alejaba y simuló seguir el
camino hasta que desapareció en una esquina. Luego, se dio la vuelta y se
dirigió directamente al bosque.

Se arrepintió de su elección horas más tarde mientras su cuerpo exhausto


caminaba por la nieve rodeado de árboles oscuros. El frío se había filtrado a
través de cada centímetro de su piel. Los cambiaformas eran fuertes, podían
soportar mucho más que un humano, pero no eran invencibles. Y ciertamente
él no lo era, ser un Omega significaba que era físicamente inferior, un punto
que sus hermanos siempre aprovechaban rápidamente.
Necesitaría cobijo para pasar la noche, algún lugar para protegerse del
frío, pero aunque miró no había nada, ni cabañas, ni casas. Unas pocas horas
más y se estaba volviendo somnoliento. Su ritmo se había ralentizado hasta
que apenas se movía. Aunque sabía que dormir era lo peor que podía hacer, su
cuerpo no cooperaba con sus intentos de mantenerse despierto y en
movimiento. Su alivio al no sentir más el dolor de su rostro y articulaciones
fue mitigado por la comprensión de que eso no era una buena señal.
Los abetos que lo rodeaban estaban cubiertos con cálidas capas de nieve.
Sintió envidia de su impermeabilidad al frío.
Su pie se enganchó en una roca y tropezó, cayendo pesadamente al suelo,
dejando caer su bolsa. Poniendo sus manos debajo de él, trató de ponerse de
pie, pero no pudo.
Usando lo último de su energía, obligó a su cuerpo a cambiar, sin
importarle que destrozara su ropa. Su lobo tendría más protección contra el
frío y estaba lo suficientemente lejos de la civilización como para que su rastro
de olor fuera difícil de detectar y sería más seguro dormir.
Siguió adelante todo el tiempo que pudo hasta que sus patas comenzaron
a arrastrarse con cada paso. Luego se obligó a avanzar un poco más, hasta que
estuvo debajo del árbol más cercano y se acurrucó contra el tronco. Fue solo
cuestión de segundos que sus ojos se cerraran.
Capítulo tres
Zack estaba haciendo todo lo posible para no dejar que la soledad lo
afectara. O la ira. Las circunstancias que lo habían llevado a estar aquí, en
medio de la nada, lejos de la manada, ahora estaban fuera de su control. No
debería haber sido así. Su familia había mantenido la línea Alfa secundaria
durante generaciones. Ser expulsado de la manada a los veintiséis años era
impensable. O, al menos, debería haberlo sido. Y no le habían dejado otras
opciones abiertas, incluso prohibiendo su solicitud para unirse a los
Ejecutores de Interpack , la única opción legítima cuando su Manada lo obligó
a irse.
No creía que hubieran llegado tan lejos si no hubiera sido por Derek. Era
el segundo hijo menor del Alfa, veintiocho años, y no era Alfa, por lo que no
estaba en la línea de sucesión. No había habido la misma presión sobre él para
aparearse y producir herederos. Esa era la única razón por la que él y Derek se
habían arriesgado a una relación, siempre con cuidado de mantenerlo en
secreto, fuera de la vista.
Pero habían sido descubiertos. Alguien los había visto. Alguien había
hablado. Y se había dado un ultimátum. Si querían continuar la relación,
podían hacerlo fuera de la Manada, en el exilio. A Zack no le había sonado tan
mal. Estarían juntos y ¿no era eso lo más importante?
No fue suficiente para Derek. El hijo del Alfa hizo un trato por sí mismo,
arrojando a Zack a los lobos. Había accedido a aparearse y casarse con una
mujer de la elección de su padre, a cambio de escapar del exilio que su padre
amenazaba. Y le había dicho a su padre que Zack lo había presionado para que
mantuviera la relación, lo persiguió implacablemente. Había sacrificado a Zack
para salvarse a sí mismo.
Derek había estado con el grupo de lobos que vinieron por Zack, se había
quedado al margen mientras lo sacaban a rastras de la casa de su familia, le
había dado la espalda cuando Zack trató de hablar con él y observó en silencio
mientras Zack recibía una paliza salvaje. Luego, para colmo de males, Derek
había asestado el último y feroz golpe antes de que lo arrastraran hasta un
vehículo que esperaba y se lo llevaron.
Zack había creído que estaban enamorados. Ahora lo sabía mejor, sabía lo
tonto que había sido.
La cabaña que había convertido en su nuevo hogar estaba vacía. Nadie
había vivido aquí durante mucho tiempo. Las primeras semanas dedicó su
tiempo a hacer el lugar habitable mientras exploraba el área en busca de
trabajo. Nunca había estado tan contento con la insistencia de sus padres en
que tuviera una educación, una carrera. Su previsión tenía más que ver con los
cambios que habían visto en la manada durante las décadas anteriores que
cualquier sospecha sobre el futuro de Zack, pero lo apreciaba de todos modos.
Se había formado como paramédico en el servicio de Bomberos y Rescate
porque a la Manada le resultó útil tener personal propio disponible en caso de
emergencia. Había ayudado a evitar descubrimientos cercanos varias veces.
Además, a Zack le gustaba el esfuerzo y la adrenalina, ya que participó en
múltiples rescates, desde accidentes automovilísticos hasta excursionistas
perdidos. La energía y la fuerza añadidas que venían con ser un cambiaformas
era una clara ventaja. Los incendios eran menos comunes, pero ocurrían,
generalmente debido a que los turistas desprevenidos los encendían en el
clima seco.
Preguntando por sus primeras semanas, rápidamente se encontró
formando parte del servicio de rescate auxiliar para el área. Dado lo
escasamente poblada que estaba la región, no necesitaban empleados a
tiempo completo. Y así fue como se encontró trabajando con el servicio
forestal. Limpiar árboles de los bordes de las carreteras, revisar las líneas
eléctricas caídas, reparar barreras y cercas. Era un trabajo duro, pero
disfrutaba del agotamiento físico que lo dejaba con poco tiempo para
reflexionar sobre su situación.
Con solo un día hasta Navidad, la soledad era algo que sentía
intensamente. La Navidad era un tiempo familiar; sus padres, su manada,
Derek. Obligó a su mente a alejarse de eso. De nada servía vivir en el pasado.
Todo había cambiado y no podía deshacer lo que estaba hecho.
Había elegido estar de guardia durante las vacaciones para mantenerse
ocupado. Llegó un informe de un árbol caído cerca de una línea eléctrica. A
pesar de lo temprano que era, el lugar estaba cerca de su cabaña, así que fue a
comprobarlo. Todavía estaba oscuro cuando se fue, la estrella de la mañana
brillaba intensamente hacia el este. Tuvo el impulso irracional de pedir un
deseo y, aunque trató de ignorarlo, la idea se formó espontáneamente en su
mente. Deseaba no volver a pasar otro año solo.

Encontró el árbol, pero determinó que no era un riesgo para la línea


eléctrica. Todavía tendrían que quitarlo, pero podría incluirse en la lista de
trabajo de rutina a terminar después de las vacaciones. No hay necesidad de
llamar a los otros muchachos y alejarlos de sus familias.
Justo cuando se volvió para regresar a la casa, vio huellas en la nieve.
Tenían que ser recientes. Había habido fuertes nevadas en la primera mitad de
la noche, por lo que las huellas recientes significaban que alguien había
pasado por aquí después de la medianoche. Eso era inusual. El área estaba
tranquila, no había otra vivienda cerca de él. Se inclinó para mirar más de
cerca y un olor familiar lo golpeó. Lobo. Después de todo, no estaba solo en el
bosque.
Tenía dudas sobre el seguimiento del otro cambiaformas. Los rebeldes
eran un problema, nueve de cada diez veces. Pero no podía imaginar qué
estaría haciendo uno tan lejos en pleno invierno. Y había el más mínimo
indicio de algo más bajo el olor del lobo.
Enderezándose, comenzó a caminar a lo largo de la ruta que había
tomado el lobo, cada huella se destacaba claramente. Se detuvieron
abruptamente, un par de huellas de manos en la nieve, ropa hecha trizas,
luego huellas inconfundibles de patas continuaron. El rebelde había cambiado.
Continuó rastreando las marcas, notando cómo las huellas se
intercalaban con otras más profundas, lo que sugería que el lobo se movía
lentamente y se detenía. Su paso también se acortó, presumiblemente del
cansancio. Finalmente, las huellas se desviaron hacia un lado.
Zack se agachó, mirando en esa dirección. No fue difícil localizar al
rebelde, un bulto de piel leonada que sobresalía entre la nieve circundante. Se
había refugiado debajo de un árbol.
Acercándose, Zack llamó.
—Ey, despierta. No es un buen momento ni lugar para dormir.
El lobo no se movió, ni siquiera un tic. Zack podía oír el latido de un
corazón y el suave sonido de una respiración, pero era lento.
Se acercó, usando una mano para sacudir al lobo, listo para retroceder si
el rebelde le mordía.
—Despierta.
Aun así, no se movió. Su cuerpo estaba frío bajo la mano de Zack. Muy
frío.
—Maldita sea —se quejó, usando dos manos para sacar al lobo de debajo
del árbol.
El lobo era un adulto, pero joven, y algo pequeño para un cambiaformas.
Zack se tomó un momento para decidir qué hacer, aunque en realidad no
había que tomar una decisión. Tomó al lobo en sus brazos y emprendió el
largo camino de regreso a su cabaña.
Estaba a mitad de camino cuando el cuerpo del lobo se estremeció. Esa
fue toda la advertencia que tuvo Zack, el tiempo suficiente para dejarlo en la
nieve antes de que volviera a su forma humana. Era joven. Diecinueve, veinte
tal vez. Pequeño, también. No un Alfa, eso había quedado claro solo con su
olor. Pero tampoco tenía pinta de rebelde; recién afeitado, el cabello bien
cortado, las uñas sin estar rotas. Solo un labio partido empañaba la apariencia
de perfección. ¿Un fugitivo de la manada, tal vez?
Zack se quitó la chaqueta y envolvió al otro cambiaformas en ella antes de
volver a levantarlo y reanudar su viaje. De todas las cosas que encontrar
debajo de un árbol en Nochebuena, tenía que encontrar un extraviado.
A medida que se acercaba a la cabina, el cuerpo en sus brazos se retorció,
la cara se volvió hacia arriba y los ojos se abrieron. Miró a Zack y murmuró
dos palabras antes de que sus vidriosos ojos verdes se cerraran lentamente.
—Mi alfa.
Capítulo cuatro
Zack hizo un trabajo rápido de encender un fuego, el rebelde yacía
inmóvil en el sofá, cubierto por el abrigo de Zack. Su piel estaba helada cuando
Zack lo levantó, con abrigo y todo, y lo depositó en el suelo frente a la
chimenea.
Fue a su armario de la colada y sacó todas las mantas que pudo
encontrar, que no eran muchas. A los cambiaformas normalmente no les
importaba mucho el frío.
Cuando regresó, el rebelde estaba exactamente donde lo había dejado.
¿Se había fugado de su manada? ¿O forzado a salir como él, por capricho de un
Alfa? Dejó esos pensamientos a un lado mientras cubría al lobo con mantas. El
fuego se había prendido, un cálido calor impregnaba la habitación y eliminaba
el frío del aire.
Entrando en su pequeña cocina, comenzó a preparar una sopa para
cuando su visitante se despertara. Intuyó que podría pasar un tiempo, pero no
estaba alarmado. Una vez que el lobo entrara en calor, su cuerpo pasaría de la
conservación a la curación. Cuando despertaba, lo haría con hambre.
Una vez que la sopa se estaba cocinando en la cocina, Zack terminó de
enviar su informe sobre el árbol caído y agregó el trabajo a la lista de
mantenimiento de rutina.
El día transcurrió lentamente. A la hora del almuerzo, con poco para
distraerse de su soledad, tomó un poco de vino caliente.
Cuando cayó la noche, se había tomado cuatro copas. Ahogar sus penas
había sido su plan para el día todo el tiempo, solo que no esperaba compañía.
Un aumento en el ritmo cardíaco del extraño indicó que se estaba
despertando. Levantándose de la mesa de la cocina donde estaba su portátil,
Zack se movió para detenerse en la puerta. No quería problemas para no
bloquear la salida del rebelde.
El bulto de mantas emitió un suave suspiro y luego se movió. Perplejo,
Zack se acercó y miró al joven. El rebelde se dio la vuelta, con la cara inclinada
hacia arriba antes de que los ojos verdes se abrieran. No hubo reconocimiento
al principio, solo otro suspiro y un largo bostezo. Una mano salió de debajo de
las sábanas y el lobo pareció momentáneamente hipnotizado por ella, como si
no fuera la suya.
Entonces los ojos del rebelde se centraron en Zack, sus fosas nasales se
ensancharon y se sentó.
—Alfa.

Se despertó tibio y pesado por el sueño; extremidades no del todo suyas,


su cabeza borrosa. Vio a una persona observándolo; un hombre alto y
musculoso con cabello rubio y ojos oscuros. Su olor llegó un momento
después. Rico, tentador y emocionante.
—Alfa.
Todo su cuerpo reaccionó a sus propias palabras, pasando de cero a
noventa en cuestión de segundos. Se puso de pie, dejando que las mantas se
acumularan a sus pies, sin avergonzarse de su desnudez. No importaba, nada
importaba en ese momento, excepto el Alfa frente a él.
Dio un paso hacia él, observando cómo las fosas nasales del Alfa se
ensanchaban, su cabeza se inclinaba mientras sus ojos se entrecerraban,
asimilando todo lo que el Omega tenía para ofrecer.
Matt dio un paso tambaleante hacia adelante, luego otro, hasta que
estuvo justo en frente del otro hombre. Extendió una mano, rozando el pecho
vestido del Alfa.
—¿Qué estás haciendo?
La voz del Alfa, profunda y áspera, envió una emoción a través de él.
—Tocándote. —Su voz sonaba más áspera que de costumbre, pero no le
importaba. Su cuerpo anhelaba lo que el hombre frente a él tenía para ofrecer.
Se inclinó, frotando su mejilla contra el hombro del Alfa.
Las manos del Alfa sujetaron sus brazos y lo empujaron hacia atrás. Eso
no era lo que Matt quería en absoluto.
—Necesito esto, te necesito a ti —se quejó, empujando hacia adelante—.
Tú también lo necesitas. Puedo sentirlo.
Y podía. Su propio cuerpo estaba caliente, excitado, pero podía oler la
propia excitación del Alfa.
—¿Qué estabas haciendo en la nieve? Casi mueres ahí fuera. —La
profunda voz del Alfa resonó dentro de él.
—Te estaba buscando.
Eso era cierto. En algún nivel primario, había estado buscando a su
compañero Alfa. Y ahora, lo había encontrado.
—De acuerdo. ¿Sabes tan siquiera mi nombre?
Ignorando la pregunta del Alfa, se apretó contra él, poniéndose de
puntillas para frotar su mejilla contra la barbilla sin afeitar del Alfa.
El Alfa todavía tenía las manos en sus brazos y parecía listo para alejarlo
de nuevo, pero en lugar de eso, olió a Matt, presionando la nariz contra el
cabello de Matt.
Matt dejó que sus manos se deslizaran hacia los botones en el frente de la
camisa del Alfa y comenzó a desabrocharlos, uno por uno. El Alfa no trató de
detenerlo.
—¿Estás seguro de que esto es lo que quieres?
—Estoy seguro. —Matthew nunca había estado tan seguro de nada en su
vida.
—Entonces, dime algo, cualquier cosa. El día, la fecha... tu nombre.
—Martes, 24 de diciembre, Matthew —susurró, presionando un beso en
la piel recién expuesta del Alfa.
Finalmente desabrochó la camisa del Alfa y se la quitó de los hombros.
—Basta de hablar —murmuró—, más acción.
—Si estás seguro —dijo el Alfa de nuevo—. Soy Zack, por cierto. —El Alfa
parecía distraído por el ángulo de la mandíbula de Matt, un dedo
arrastrándose por ella, el toque enviando chispas de placer a través de él.
Matt luchó por pensar por qué el Alfa estaba haciendo tantas preguntas.
¿No podía sentir la necesidad de vincularse?
Presionó contra el bulto en la parte delantera de los pantalones del Alfa.
—Tan seguro como tú, Zack —dijo, frotándose contra el otro hombre. El
Alfa se rindió, finalmente, envolviéndolo con los brazos, bajando la cabeza
para que sus bocas se encontraran. El primer beso fue caliente y pesado, el
sabor del vino caliente persistía en la lengua de Matthew.
El Alfa lo hizo caminar hacia atrás hasta que estuvieron frente al fuego,
luego los bajó a ambos para que se acostaran sobre la pila de mantas. Sus
manos fueron a su cinturón y Matthew hizo lo mismo, ansioso por ayudar.
Y entonces la boca del Alfa estuvo sobre él otra vez, besando su cuello,
succionando el punto del pulso hasta que Matthew gimió ruidosamente ante la
sensación. Estaba caliente, duro y goteando cuando el Alfa empujó una mano
entre sus cuerpos y lo agarró. Presionando más cerca, empujó en el toque. Sus
manos estaban sobre los bíceps del Alfa, sintiendo los músculos flexionarse
bajo su palma. La polla del Alfa empujó contra la suya. La fricción se sentía
increíble, pero quería más.
Intentó girarse, pero el cuerpo del Alfa lo inmovilizó contra el suelo.
—Te quiero dentro de mí —gimió, empujando contra el pecho del Alfa.
Ojos oscuros con lujuria lo miraron, la mano del Alfa deslizándose desde su
ingle hasta su cadera, su otra mano apartando su cuerpo del de Matt. Matthew
se dio la vuelta, sintiendo el calor del fuego recorrer su cuerpo mientras
descansaba sobre manos y rodillas. Su cuerpo palpitaba de necesidad, una
necesidad que este Alfa podía satisfacer. Se llenaría, Matt lo sabía, cuando las
manos agarraron sus caderas y el Alfa empujó contra él. Agachó la cabeza,
estremeciéndose cuando el Alfa presionó lentamente dentro de él. Estaba
apretado y caliente. Apretó y una ola de placer lo atravesó cuando el Alfa
gimió sobre él. Saliendo con una lentitud enloquecedora, el Alfa volvió a
hundirse, llenándolo de nuevo. Y así fue, una y otra vez, acelerando el ritmo
con cada embestida.
—Más fuerte —exigió, empujando hacia atrás contra Zack. El Alfa gruñó,
tirando de él más cerca. Su siguiente embestida envió otra ola de placer a
través de él, lo suficiente como para enroscar los dedos de sus pies. Una mano
soltó su cadera, rozando la parte inferior de su abdomen y hundiéndose más
para agarrarlo de nuevo. Zack aceleró el paso, cada embestida aumentaba el
placer de Matt.
Apoyando ambas manos contra el suelo, empujó hacia atrás para
encontrarse con Zack. El Alfa se detuvo con un gruñido, las manos
presionando las caderas de Matt mientras el calor lo llenaba. Los dedos de
Zack rozaron el pliegue del interior de la cadera de Matt y se corrió, un placer
duro y devastador lo recorrió de pies a cabeza antes de hundirse lentamente
en el montículo de mantas, estirando las piernas. El Alfa salió y se tumbó
medio encima de él, su cálido cuerpo protegiéndolo. Susurró dos palabras al
oído de Matt.
—Jodidamente increíble.
Capítulo cinco
El roce de una mano sobre su cadera lo despertó. Se estiró, satisfecho y
saciado, y se volvió boca arriba, con el cuerpo tibio y pegajoso. El Alfa. Su Alfa,
se recordó a sí mismo cuando los eventos de la noche volvieron a él. Era difícil
de creer que hacía solo un día, le hubiera parecido que su vida había
terminado. Y ahora, apenas estaba comenzando.
Sin embargo, algo no estaba del todo bien. No podía identificarlo, así que
se contentó con volverse hacia el cálido cuerpo presionado contra su espalda.
El Alfa gruñó, apretando un brazo alrededor de él posesivamente.
Matt inclinó la cabeza hacia atrás para mirar el rostro de su Alfa. Le había
dicho a Matt su nombre, ¿no? Zack. Eso fue todo. Zack todavía dormía, con los
ojos cerrados. Matt se arriesgó a estirar su cuerpo un poco, saboreando todos
los puntos en los que se tocaban. Su cuerpo le dolía como nunca antes. A
diferencia del latido de su labio después de encontrar la mano de su padre,
este no era un dolor desagradable. Se sentía… bien. Como la forma en que
debería sentirse después de un vínculo de apareamiento.
Dobló el cuello, anticipando el dolor agudo de su mordedura de vínculo,
pero nunca llegó. Espera. Había habido un mordisco, ¿no? Matthew recordó la
boca del Alfa chupando su cuello, un dolor intenso aumentando el placer. No
recordaba el mordisco en sí, pero tenía que haber uno, ¿no?
Tentativamente, llevó una mano a su cuello, palpando la suave piel. Sintió
el más mínimo borde levantado pero ninguna marca de mordedura. ¿Cómo
era posible? Había estado en celo. Se habían apareado. ¿Cómo podría no haber
vínculo?
Se movió de nuevo en los brazos del Alfa y unas pocas palabras cortas
solo se sumaron a su creciente pesadilla.
—Vuelve a dormir, Derek. Es temprano.
Le tomó un tiempo pronunciar las palabras para responder, su boca
estaba seca, el corazón latía con fuerza en su pecho.
—¿Alfa? ¿Zack?
Los ojos del Alfa se abrieron lentamente, con una pizca de confusión en
ellos. Su mirada se amplió cuando vio a Matthew, luego miró más allá de él,
observando su entorno.
—Maldita sea. Bueno, al menos te calentamos. —El Alfa se sentó y se
estiró, haciendo una pequeña mueca cuando sus ojos captaron el desorden de
mantas y cuerpos—. Matthew, ¿verdad? ¿Hambriento? Tengo un poco de sopa.
Matt asintió lentamente, viendo como el Alfa se levantaba y desaparecía
por la puerta hacia la habitación de más allá.
Fue a seguirlo, solo para darse cuenta de que todavía estaba desnudo.
Agarrando una de las mantas, la envolvió con fuerza alrededor de él antes de
seguir al Alfa.
De pie en la puerta, vio cómo Zack encendía el fogón y calentaba una
cacerola de sopa.
—Casi te mueres ahí fuera —comentó el Alfa mientras revolvía la sopa.
Miró a Matt, pareciendo divertido ver su figura envuelta en una manta.
—Espera, te conseguiré algo de ropa. Vigila la sopa, no dejes que se
queme.
Se fue y Matt tomó la cuchara, revolviendo la sopa lentamente.
Zack regresó, entregándole un bulto de ropa a Matt.
—Te quedarán grandes, pero es lo mejor que puedo hacer. Perdiste la
tuyo en la nieve.
Matthew miró de la ropa al Alfa y viceversa.
—Nos apareamos —espetó.
—Sí, lo hicimos. Estabas realmente metido en eso. He oído hablar de
cambiaformas eufóricos después de un sueño reparador, pero eso era otra
cosa.
—Estaba en celo —murmuró Matt, pero ahora no estaba tan seguro. Él
había estado en celo, ¿no? Su cuerpo había estado dolorosamente cálido y
excitado, húmedo y listo para el sexo. Se suponía que eso solo pasaría si estaba
en celo. Pero no debería haber terminado tan rápido. Los celos, de los que
había leído en los viejos registros de la Manada, habían durado días, no horas.
Sin embargo, y luchó por recordar los detalles, hubo algunas menciones de
celos inducidos. Desde cosas como la proximidad a su Alfa después de una
larga separación o después de curar una herida importante. Los celos
desencadenados eran de corta duración, un estallido de hormonas de unión
que se agotaba rápidamente.
Perdido en sus pensamientos, no se dio cuenta de que sus palabras
habían silenciado al Alfa hasta que volvió a levantar la vista. Zack lo miraba
fijamente, con el ceño fruncido en su rostro.
—¿En celo? —preguntó—. Es gracioso, no pareces una mujer.
Las palabras hicieron que el corazón de Matthew se hundiera más hacia
sus pies. Sin mordedura de vínculo y su compañero ni siquiera sabía la verdad
de lo que era.
—Soy un Omega.
Su voz era pequeña, débil.
El Alfa se rio, agravando aún más la creciente humillación de Matt. Años
de soñar con su vínculo, su pareja perfecta, y en su lugar había tenido una
aventura de una noche con un extraño que no tenía idea de lo que era.
—Claro que lo eres, vagando por el bosque en busca de tu compañero
destinado.
Levantó la vista, confrontando la mirada del Alfa firmemente.
—Deberías ser capaz de saberlo por mi olor.
El olor de un Omega no era obvio antes de su primer celo, pero después
de eso, cambiaba irrevocablemente, una señal para otros lobos de que era
Omega y estaba vinculado.
Sus palabras borraron la sonrisa del rostro de Zack, el primer atisbo de
duda se arrastró en la arrogante confianza del Alfa. Zack se acercó más, las
fosas nasales dilatadas mientras olía profundamente.
—No huelo nada más que a se… —Hizo una pausa, con los ojos muy
abiertos, y dio un paso atrás—. Maldita sea.
Se volvió hacia la cocina, quitando la sopa del fuego.
—He escuchado rumores e historias sobre Omegas. Recientemente. El
Alfa de Glenoak se ha apareado con uno. Esa disputa que Grey Valley tuvo con
su ejecutor también fue por un Omega. Demonios. —Puso su cabeza entre sus
manos—. Al menos eso explica lo de anoche. Fue bastante alucinante.
Se volvió hacia Matthew.
—¿Significa esto… que estamos vinculados? Quiero decir, nos apareamos,
¿verdad? Y estabas en celo.
—Nos apareamos, pero no hubo mordedura de vínculo —admitió
Matthew en un susurro, una mano alcanzando reflexivamente la parte
posterior de su cuello.
—Bueno. —El Alfa dejó escapar el aliento en un largo silbido, el cuerpo
hundido por el alivio—. Esa habría sido toda una complicación. Vamos, vamos
a comer. Debes estar hambriento.
Matthew dejó caer la manta y se puso la ropa que Zack le había dado.
Mientras se vestía, Zack sirvió la sopa en tazones y cortó unas rebanadas
gruesas de pan. Le hizo un gesto a Matt para que tomara asiento en la pequeña
mesa de la cocina y luego puso la mesa con cucharas, vasos, una jarra de agua
y un cartón de zumo.
—Que aproveche —dijo el Alfa, sentándose frente a él.
El estómago de Matthew estaba retorcido en un apretado nudo. Aún así,
siguió el ejemplo del Alfa, metiéndose la sopa caliente en la boca.
Capítulo seis
—Así que, ¿tu nombre es Matthew?
El lobo más joven asintió lentamente ante la pregunta de Zack.
—¿Tienes un apellido?
Matthew volvió a asentir, pero no dijo nada más, ignorando la ceja
levantada de Zack.
—¿Cómo terminaste en el bosque? Estabas más muerto que vivo cuando
te encontré.
El Omega, si eso es lo que realmente era, se encogió de hombros pero
permaneció en silencio.
—De acuerdo. Entonces, no querrás decirme tu nombre completo o cómo
llegaste aquí.
Matthew mordió un trozo de pan, masticó y tragó. Sus palabras, cuando
llegaron, fueron una sorpresa.
—Escapé de un apareamiento arreglado. No quería seguir adelante con
eso.
—¿En su lugar, corres al medio de la nada y saltas a la cama con el primer
lobo que encuentras?
—¿Normalmente duermes con cambiaformas que encuentras medio
muertos en el bosque? —respondió Matthew, con más calor del que Zack
había esperado.
—Está bien, tú ganas. Lo siento. —Zack bebió un poco de agua, tratando
de pensar en cómo superar la situación. Se había equivocado. Debería haberse
dado cuenta de que el otro hombre no tenía el control al cien por cien cuando
se había acercado a él con tanta fuerza la noche anterior. No era la manera de
Zack dormir así.
—Estabas respondiendo a las feromonas de mi celo —dijo Matthew,
como si leyera su mente—. Hace que sea más difícil controlar tus propias
acciones. Y no es que no estuviera dispuesto. Estaba buscando a mi Alfa, me
desperté y ahí estabas. Mi cuerpo estaba en celo y listo para unirse. Parecía el
destino.
Había un tono melancólico en la voz de Matthew y sus ojos tenían una
mirada lejana.
—¿Como compañeros destinados y toda esa basura? —Zack sabía que
esas cosas eran más un cuento de hadas que una realidad.
—Es lo que dicen todas las historias, sobre Omegas. Tienen una pareja
destinada, un lobo en todo el mundo con el que están destinados a formar un
verdadero vínculo.
Matthew sonaba joven y perdido, pero Zack no estaba allí para cuidarlo a
él y sus cuentos de hadas.
—Bueno, no soy tu compañero destinado. Fue una noche; un estúpido
error alimentado por hormonas. Eso es todo. Si estás buscando un vínculo de
por vida, tendrás que buscar en otra parte.
El otro lobo agachó la cabeza, el cuerpo se puso rígido ante las agudas
palabras de Zack.
—Pero fue agradable, ¿no? ¿Estuvo bien?
Zack hizo una mueca ante el tono del Omega. Como un cachorro pateado.
—Sí, como dije, fue sexo alucinante. Es solo que… no estoy buscando a
largo plazo.
Matthew lo miró con ojos calculadores.
—¿Qué hay de a corto plazo? —Antes de que Zack pudiera responder,
agregó—: Necesito pasar desapercibido durante un tiempo, solo hasta que las
cosas del apareamiento concertado se diluyan y mi manada no esté buscando
tanto por mí.
Estaba en la punta de la lengua de Zack decir que no, insistir en que el
lobo tenía que irse. Pero recordó esos pocos momentos en la nieve cuando
había tirado del cuerpo frío e insensible hacia él. Echarlo ahora era poco
probable que condujera a un mejor resultado. Y si hubiera nacido en la
manada toda su vida y se hubiera criado como un Omega, habría estado
protegido. El mundo fuera de las manadas era peligroso y arriesgado. Él no
tendría el conocimiento o la experiencia para navegar con éxito. La próxima
persona que encontrara aquí podría no ser tan amable como Zack, no es que
toda esta situación lo fuese mucho mejor.
—Bien. Puedes quedarte hasta el Año Nuevo. Pero lo que pasó entre
nosotros anoche, eso no volverá a suceder. No estoy buscando una relación en
este momento, casual o de otro tipo.
El Omega jugó con su cuchara, formando remolinos en las últimas gotas
de sopa.
—Gracias, Zack.
—¿Quieres algo más? —preguntó Zack, señalando su cuenco vacío. Mateo
asintió con entusiasmo. Zack sirvió otra porción para el Omega y otra para él y
volvió a sentarse.
—¿Por qué huiste de tu apareamiento?
Matthew hizo una pausa como si estuviera considerando qué respuesta
dar. Mientras hablaba, levantó la vista y sus claros ojos verdes se encontraron
con los de Zack.
—Era mayor. Y ya tenía una compañera, una mujer. Solo me querían
porque no podían tener hijos propios.
Las lágrimas comenzaron a acumularse en los ojos del Omega y Zack tuvo
que apartar la mirada.
—No se suponía que fuera así. Se suponía que era un vínculo verdadero,
como lo tenían los Omegas de antaño. De lo contrario, ¿cuál era el punto de
todo esto? Toda la intimidación de mis hermanos, las burlas de mis hermanas,
mis padres... —Se detuvo abruptamente y Zack se dio la vuelta para verlo
restregarse los puños bruscamente por la cara—. Padre dijo que era por el
bien de la manada, pero no pude seguir adelante.
—Y tu labio, ¿cómo sucedió eso? —Estaba casi curado ahora, solo
quedaba la más mínima marca roja.
—Padre no tolera la desobediencia.
—¿Te golpeaba a menudo?
Matthew negó con la cabeza.
—Cinturón por lo general, pero no tan a menudo como a mis hermanos.
Solo otra forma en que era diferente.
Zack pensó en su propio padre, siempre tranquilo, ecuánime y paciente.
Cuando escuchó la verdad sobre la relación de Zack con Derek, escuchó en
silencio, luego se puso de pie y lo alcanzó, poniendo una mano pesada sobre el
hombro de Zack. Aunque no había dicho las palabras, Zack las había
recordado de sus muchas conversaciones mientras crecía. 'Tú no eliges nacer
como eres, ninguno de nosotros lo hace. Haz lo mejor que puedas'. Siempre
había asumido que su padre había estado hablando de que eran licántropos.
Solo ahora se preguntaba si su padre sabía que Zack era diferente en otros
aspectos.
—Sí, no es fácil ser el raro —dijo.
El lobo más joven bostezó, moviendo los hombros mientras cerraba los
ojos.
—No fue tan malo cuando pensé que era especial. Ahora solo soy algo
para que mi manada intercambie. Como una parcela de tierra fértil.
A pesar de su edad, Matthew tenía bastante facilidad con las palabras.
—Vamos, debes estar vencido después de los últimos días. Puedes
quedarte con mi cama, tengo trabajo que hacer.
Retiró los tazones de la mesa, luego esperó tan pacientemente como pudo
a que el Omega se pusiera de pie. Su energía había menguado rápidamente y
Zack tuvo que tomar su codo y guiarlo hacia el dormitorio.
—Podrías unirte a mí —dijo Matthew, mientras Zack lo ayudaba a
acostarse.
—Como dije, Matthew, no eres lo que estoy buscando.
Cerró las cortinas, arrojando la habitación a la oscuridad. Cuando se fue,
las palabras suaves lo siguieron hasta la puerta.
—Pero eres todo lo que soñé.

La existencia de Matthew se había reducido a una serie de despertares y


cada vez que abría los ojos su vida se veía un poco peor. Se sentía tan en
conflicto. La noche que había pasado con Zack había sido increíble, todo lo que
había querido, y también había sido bueno para Zack. Pero había significado
tan poco para el Alfa. Mientras que Matt había pensado que era el comienzo de
su nueva vida.
Faltaba una semana para el Año Nuevo. Le daba algo de tiempo para
planificar. O, pensó, para cambiar la mente del Alfa. Su abuela le había dicho
que los Alfas no siempre sabían lo que querían. Algunos de ellos necesitaban
una mujer fuerte u Omega para guiarlos.
Si pudiera entrar en celo de nuevo, sería tan simple. Zack había tenido
dificultades para resistirse a él la primera vez, ¿por qué sería mejor la
segunda? Las posibilidades de un segundo celo en el espacio de una semana
eran pequeñas. Minúsculas. Ínfimas. Pero, tal vez, su proximidad sería
suficiente. Teniendo un Omega con el que ya te habías apareado dando
vueltas, día tras día, ¿algún Alfa con sangre en las venas realmente sería capaz
de resistirse?
Oyó pasos caminando por la nieve y un minuto después se abrió la puerta
principal. El Alfa había regresado. Pronto sería su Alfa. Al menos eso esperaba.
Capítulo siete
Matthew salió y encontró a Zack en la cocina, saqueando los armarios.
—Acabo de regresar para almorzar. ¿Quieres algo?
Matt negó con la cabeza, viendo como Zack se preparaba un sándwich.
—¿Vas a salir de nuevo?
—Sí, con las fuertes nevadas, ha habido informes de árboles caídos cerca
de las carreteras de acceso y las líneas eléctricas. Tengo que ir a revisarlos,
decidir si son un problema y qué tan rápido debemos trabajar en ello.
—Pero es Navidad.
—Y me ofrecí para trabajar. ¿Parece que tengo la alegría de las fiestas? —
Zack hizo un gesto alrededor de la habitación.
Matthew se fijó en la escasa cabaña, sin un árbol o decoración a la vista.
—Supongo que no. —Se mordió el labio. Si Zack iba a pasar la mayor
parte de su tiempo al aire libre, Matt también tenía que hacerlo.
—¿Tal vez podría ir contigo?
Zack le dirigió una mirada que decía que sabía exactamente lo que estaba
haciendo Matt.
—Yo... no estoy acostumbrado a estar solo. —Aunque había tenido una
infancia solitaria, rara vez estaba solo, constantemente rodeado por su familia.
El escepticismo del Alfa vaciló ante la franca admisión de Matt.
—Bien, si quieres acompañarme, puedes hacerlo. Pero tienes que
mantenerte al día, hay mucho terreno por recorrer.
Se fueron unos minutos más tarde, una vez que Zack encontró a Matt
unas botas y un abrigo para ponerse. Eran grandes para él, pero servirían por
ahora.
Mientras caminaban por la nieve blanda, Zack inició una conversación.
—Entonces, Matthew, ¿de qué manada eres?
Y esa no era una pregunta que Matt quisiera responder. ¿Por qué hacer
que sea más fácil para él ser devuelto?
—Va a ser una semana larga, Matthew, si me vas a hacer el tratamiento
del silencio.
—Prefiero Matt —ofreció el Omega, aumentando el ritmo para seguir el
ritmo de las largas zancadas de Zack.
—No te culpo. Zachariah tampoco sale exactamente de la lengua. —El
Alfa le sonrió—. ¿Y tienes hermanos y hermanas?
Matt asintió. Esto se sentía como un territorio más seguro. Las familias de
la manada eran generalmente grandes.
—Hermanos mayores. Alfas. Hermanas menores.
—Y te quedaste en el medio, ¿eh? No puedo decir que sepa mucho sobre
cómo es eso, soy hijo único.
—¿Pero eres de una manada? —Había algo en Zack que no coincidía con
lo que Matt imaginaba que sería un lobo rebelde.
—Era. Ahora no lo soy. —El tono del Alfa dejó en claro que esto estaba
fuera de los límites.
—¿Para quién trabajas? —Matt desvió cuidadosamente el tema de
conversación, feliz de ver que la tensión en los hombros de Zack se relajaba.
—El Servicio Forestal y el servicio auxiliar de Bomberos y Salvamento.
Soy un paramédico capacitado. Esta área está escasamente poblada por
humanos, especialmente en invierno. Las cosas mejoran en el verano, pero
también lo hacen los incendios y las personas que se pierden o se lesionan
mientras acampan o hacen senderismo.
Caminaron en silencio durante unos minutos.
—¿Cuánto tiempo hace que sabes que eres un Omega?
Matt se encogió de hombros.
—Mis padres me lo dijeron cuando tenía ocho años. Mi abuela había
reconocido mi marca Omega cuando era un bebé, así que lo supieron desde
entonces. No querían decírmelo hasta que tuviera la edad suficiente para
guardar silencio al respecto.
—¿Por qué querrían eso? Los Omegas son apreciados, cada Manada
mataría por tener uno.
—Eso era antes, cuando se esperaba un Omega en una Manada. No había
habido ninguna en medio siglo. A mis padres les preocupaba que me
convirtiera en un objetivo. Pensaron que era más seguro mantenerlo dentro
de la familia hasta que tuviera la edad suficiente para aparearme.
—¿Cómo fue eso, ocultar quién eres? —Había algo en el tono de voz de
Zack. Pensó en las palabras de Zack cuando despertó, el nombre que había
pronunciado. Las manadas más tradicionales no siempre eran las que más
aceptaban las relaciones entre personas del mismo sexo, excepto los
apareamientos Omega.
—Era fácil cuando éramos jóvenes. A medida que fui creciendo, se hizo
más difícil, todos los chicos hablaban de jugar con las chicas, emparejarse
cuando eran demasiado mayores para eso. Las chicas esperando sus celos,
decidiendo si querían un apareamiento permanente o no. Y luego estaba yo.
Zack había disminuido la velocidad para caminar a su lado, escuchando
atentamente sus palabras.
—¿Esperabas ser como todos los chicos, pero sabiendo que estabas
destinado a una vida diferente?
—Sabes que el vínculo de un Omega no se puede romper, ¿verdad? No
como puede ser un vínculo de cambiaformas masculino y femenino. Una vez
que complete un vínculo, eso es todo, de por vida, a menos que su Alfa muera.
Como Omega, puede que sobrevivas con una o dos series de diferencia, pero
luego mueres. El Alfa, pueden sentirlo, pero no es fatal para ellos.
—Entonces, para ti, un vínculo infeliz es una vida infeliz. —La mano de
Zack apretó su hombro—. No te culpo por huir de tu futura pareja. Un
matrimonio de conveniencia por lo general no conduce a parejas felices,
especialmente cuando hay una tercera persona involucrada.
—Hay amor verdadero entre ellos, pude verlo. Incluso un Omega en celo
no puede competir con eso. ¿Y tú?
Matt no tenía la intención de ser tan abierto, pero necesitaba hablar y
Zack parecía feliz de escuchar y no solo de censurarlo o corregirlo como solían
hacer sus padres.
—¿Qué hay de mí? —El Alfa retrocedió, examinando los bosques que los
rodeaban.
—Tenías a alguien, ¿verdad? ¿Derek?
La cabeza del Alfa giró rápidamente, entrecerrando los ojos.
—¿Cómo sabes ese nombre?
—Lo dijiste mientras dormías después de que...
Eso no pareció apaciguar a Zack, sus ojos brillaban de ira. Dio un paso
adelante, en el espacio de Matt, su mano en puño en el cuello del abrigo de
Matt, tirando hacia arriba para que el Omega se viera obligado a ponerse de
puntillas.
—Eso no es de tu incumbencia. Mira, eres un extraño que acaba de entrar
en mi vida. No me conoces No somos amigos. Tienes suerte de que no te tire
en la cuneta.
Lo soltó abruptamente, empujando a Matthew hacia atrás.
—Vuelve a la cabaña. No quiero tu compañía.
Se alejó, dejando a Matthew de pie en la nieve, mirándolo. Una vez que
Zack desapareció de la vista, se volvió lentamente y comenzó a seguir sus
huellas por donde habían venido.
Fue difícil entender la reacción de Zack. Claramente, era un tema
delicado. ¿Pero por qué?
Capítulo ocho
Estaba oscuro cuando Zack regresó a la cabaña. Casi esperaba que Matt se
hubiera ido y ya no fuera su problema. La otra mitad de él lamentaba haber
sido tan duro con el otro lobo.
Escuchó los latidos del corazón de Matt mucho antes de que abriera la
puerta. El Omega estaba sentado en la oscuridad de la sala de estar de Zack.
Zack encendió la luz y se tomó el tiempo para quitarse el sombrero, los
guantes y las botas.
Matt no habló ni se movió.
—Mira, siento haberme comportado contigo de esa manera. —Lo sacó a
la luz, sin tener miedo de admitir sus fallas.
—No, lo siento, no debí entrometerme. Mi padre siempre dice que soy
demasiado curioso para mi propio bien. Hago demasiadas preguntas y no soy
lo suficientemente respetuoso.
Había algo un poco ensayado en las palabras de Matt como si estuviera
repitiendo algo que había escuchado una y otra vez.
—¿Tu padre era bueno en eso? ¿Ser respetuoso?
Matt asintió.
—Para él, como nuestro padre y Alfa de la manada, y para con mis
hermanos Alfa.
—¿Tu manada sigue la doctrina Asenian? —Zack recordó haber
aprendido sobre ellos en las lecciones de historia de la Manada. Los Asenian
eran tradicionalistas cuya estructura de manada era aún más jerárquica que la
manada promedio. Los Alpha eran vistos no solo como líderes
predeterminados, sino también como aquellos a los que se les debe otorgar el
mayor respeto. Un Omega, por otro lado, se consideraba un subordinado.
—En la época de mi tatarabuelo, la Manada eran seguidores estrictos. Mi
abuelo era más moderado y muchas de las reglas más duras se eliminaron
durante su reinado. Mi padre es más tradicionalista. Una vez que tomó el
poder, comenzó a reintroducir un seguimiento más cercano de las viejas
costumbres fomentando los apareamientos concertados y las muestras de
respeto. Creía que mi nacimiento era una señal de que las cosas estaban
volviendo a su orden correcto.
Una orden donde los Omegas eran muy deseados, pero tratados como
ciudadanos de tercera clase. Eso explicaba la facilidad con la que el padre de
Matthew podía acceder a un apareamiento que le daba a su hijo tan pocas
posibilidades de felicidad. Zack no podía imaginar a su padre tomando ese tipo
de decisión.
—Suena como un lugar pésimo para ser un Omega.
—Podría haber sido peor. Tuve suerte. Y creo que tal vez me aman, es
solo que a veces el bien de la manada tiene que estar antes que la felicidad de
tus hijos.
Zack no creía que hubieran hecho un gran trabajo como padres si su
propio hijo no estaba seguro de su amor.
—Bueno, supongo que todos tenemos que tomar decisiones difíciles —
dijo Zack, y luego pensó en algo para aligerar el estado de ánimo sombrío en el
que habían caído.
—¿Te sientes con ganas de venir a correr? Luna llena esta noche, el
pronóstico dice que no caerá nieve hasta la mañana.
Matt se animó, saltando a sus pies.
—No he salido a correr desde hace mucho tiempo. A mi padre le
preocupaba que provocara mi primer celo antes de que terminaran los
arreglos.
—Bueno, demasiado tarde para preocuparse por eso ahora. Vamos.
Abrió la puerta y salió, indicándole a Matthew que lo siguiera.
—Cerraremos la puerta para mantener el calor dentro y cambiarnos aquí.
—Se quitó la ropa y la arrojó dentro, esperando que Matthew hiciera lo mismo
antes de cerrar la puerta.
Al ver los leves moretones en la cadera de Matthew, tomó el brazo del
Omega y le dio la vuelta. Con una mano, pasó los dedos por las marcas,
consciente de su origen.
—Lo siento. Supongo que fui un poco rudo.
Matthew, que se había quedado quieto ante su toque, sus ojos verdes
observando dónde estaba la mano de Zack, negó con la cabeza.
—No fue nada que no quisiera. Además, me gusta tenerlos. De lo
contrario, podría comenzar a creer que nuestra noche juntos fue solo un
sueño.
Zack entendió lo que quería decir. Había una cualidad mágica y de
ensueño en su apareamiento. Había sido algo más que sexo.
—Será mejor que cambiemos. No ha pasado mucho tiempo desde tu
experiencia cercana a la muerte, por lo que no eres tan inmune al frío como lo
serías normalmente.
Asintiendo, Matthew tardó en alejarse del toque de Zack. Pero lo hizo,
dándole la espalda a Zack y agachándose en el suelo. Zack flexionó los dedos,
preguntándose por la extraña sensación que había surgido al entrar en
contacto con la piel de Matt. Mientras observaba al Omega, aparecieron ondas
debajo de la piel del lobo más joven. Zack se giró para atender su propio
cambio antes de que se completara la transformación de Matt.
Cuando miró hacia atrás, el lobo de Matthew estaba mirando hacia el
bosque. Estaba ansioso por irse, pero esperó la pista de Zack. El Alfa no era de
los que decepcionaban. Sabía que si Matt no hubiera estado corriendo por un
tiempo, estaría ansioso por estirar las piernas y ¿qué mejor manera de hacerlo
que cazando?
Se adentró en el bosque y escuchó a Matthew seguir su estela. Los olores
y los sonidos ahogaron sus preocupaciones, sus problemas humanos
quedaron muy atrás en la cabaña.
Matthew se mantuvo cerca mientras exploraban. Zack entendió. Este era
un territorio desconocido. Probablemente nunca había estado fuera del
territorio de la Manada, especialmente siendo un Omega. También estaba
bastante abajo en el orden jerárquico en lo que respecta a la caza, por lo que
dudaba que el padre de Matt se hubiera tomado el tiempo para mejorar las
habilidades de Matt.
El olor a conejo lo hizo desviarse hacia un área más densa de árboles,
Matt unos pasos detrás de él mientras avanzaba lentamente. Pero el fuerte
ulular de un búho ahuyentó al conejo, obstaculizando su caza.
Siguieron adelante, Matt comenzó a hacer algunos avances. Fue sutil al
respecto, al principio. Rozando su cuerpo contra el de Zack mientras estaban
uno al lado del otro, luego recostó su cabeza sobre la espalda de Zack. Zack se
lo quitó de encima las dos primeras veces. La tercera vez gruñó y dejó escapar
un ladrido agudo que sobresaltó a Matt.
Zack pudo ver que el Omega comenzaba a cansarse, así que los llevó a
casa.

Matt se había ofrecido a cocinar después de correr, pero Zack lo echó de


la cocina.
—Ve a sentarte junto al fuego y caliéntate. Hay lasaña en el congelador,
no tardará mucho en cocinarse.
Comieron con el plato en el regazo junto al fuego. Matt, reacio a agitar el
temperamento del Alfa nuevamente, se detuvo dos veces de hacer preguntas
que podrían ser demasiado personales.
—Escúpelo, Mattie, no te morderé, te lo prometo —dijo Zack como si
hubiera leído la mente de Matt. El apodo trajo una sonrisa a su rostro.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí? —preguntó.
El Alfa tomó otro bocado de lasaña y Matt pensó que no iba a obtener una
respuesta mientras masticaba y tragaba lentamente.
—Desde principios de marzo. Me exiliaron de mi manada en febrero.
Intenté unirme a los Ejecutores, pero mi manada acabó con ese plan. Vine
aquí, encontré la cabaña y conseguí algo de trabajo.
—¿Por qué… —Estaba en la punta de la lengua de Matt preguntar, pero
de nuevo se detuvo.
—¿Por qué me exiliaron? Esa es una larga historia. Pero supongo que
puedo darte la versión corta.
Zack dejó su plato y se recostó contra el sofá.
—Derek y yo nos habíamos estado viendo durante tres años. Era uno de
los hijos de nuestro Alfa de Manada, pero él mismo no era un Alfa. Nuestra
familia tiene la línea Alfa secundaria. O, al menos, la teníamos.
Zack suspiró y estiró las piernas hacia el fuego.
—Mantuvimos nuestra relación en secreto porque la Manada no acepta
que las relaciones entre personas del mismo sexo sean abiertas. Pero supongo
que, después de tres años, nos habíamos vuelto complacientes. No fuimos lo
suficientemente cuidadosos. Alguien se enteró e informó al padre de Derek.
Nos dijeron que tendríamos que dejar la Manada. Mientras hablaba con mis
padres, antes de que tuviera tiempo de hablar con Derek, vinieron por mí. Los
hermanos y primos de Derek, y el mismo Derek. Hice lo mejor que pude para
luchar contra ellos, pero eran siete contra uno y no estaban siguiendo las
reglas de la Manada.
Las Leyes de Manada habrían significado un retador y una pelea justa,
supuso Matthew, en lugar de siete contra uno.
—Resultó que Derek había hecho algún tipo de trato con su padre para
permanecer en la Manada. Aceptó aparearse con una hembra elegida por su
padre y no tener más contacto conmigo después de ayudar a hacer cumplir mi
castigo y exilio.
—¿Participó en la golpiza?
—Propinó el último golpe, mientras dos de sus hermanos me sostenían.
—Zack sonrió amargamente—. Debe haber sido amor verdadero, ¿eh?
—La manada lo es todo para nosotros. Dejarla es dejar atrás una parte de
ti mismo.
Zack asentía con la cabeza.
—Sí, pero supongo que pensé que nuestro amor contaba para algo. Tres
años, ¿sabes? Y la Manada despojó a mi familia de la línea Alfa secundaria. Un
linaje que hemos portado durante generaciones.
Eso explicaba la ira de Zack ante la mención del nombre de Derek. Había
sido agraviado de una manera terrible y siempre sufriría por eso.
Zack cambió el tema de discusión y Matt lo dejó, sabiendo que no tenía
verdaderas palabras de consuelo para ofrecer.
Dos días después, Zack regresaba de una llamada. Un automóvil chocó
contra un trozo de hielo negro, se salió de la carretera y se estrelló contra un
árbol. Afortunadamente, el único daño causado fue al vehículo, pero les llevó
algunas horas arreglar todo.
Condujo de regreso a la cabaña, estacionando al final del camino de
acceso. Tratar de conducir más lejos no valía la pena el riesgo de que su coche
quedara cubierto de nieve, así que recorrió a pie la última milla.
No había viajado mucho cuando captó el olor de un lobo desconocido.
Desde que había llegado, habían pasado un puñado de rebeldes. A la mayoría
nunca los vio y supuso que siguieron adelante una vez que supieron que había
otro lobo allí. Pero habían pasado semanas desde que alguno se había cruzado
en su camino. No estaba tan preocupado por sí mismo, pero era muy
consciente de que Matthew era vulnerable y lo había dejado solo.
Cuanto más se acercaba a la cabaña, más fuerte se volvía el rastro de olor.
Si bien la mayoría de los rebeldes pasaban una vez que sabían que el área
estaba ocupada, algunos venían en busca de pelea. Su instinto era correr
directamente hacia la cabaña, atacar al rebelde de frente, pero sabía que esa
no era la opción más inteligente. Se obligó a detenerse y escuchar.
Voces, a lo lejos, desde la dirección de la cabaña. Palabras que no pudo
entender del todo y luego, sin previo aviso, un grito de dolor.
Vio rojo, el instinto venciendo a la razón. Cambiando, su ropa
arrancándose de su cuerpo cambiante, aulló fuerte y corrió hacia la cabaña.
Capítulo nueve
Matt escuchó pasos crujiendo a través de la nieve. Zack regresaba. Era
extraño que no hubiera oído el motor del coche de Zack, aunque su oído no
era muy agudo.
Había estado paseando por la sala de estar, tratando de planificar sus
próximos pasos. Si Zack no cambiaba de opinión acerca de completar un
vínculo, Matt necesitaría otras opciones. Supuso que su próximo celo sería
pronto, acelerado porque su primer celo había resultado en un apareamiento
sin vínculo. Eso no se suponía que sucediera para un Omega. De hecho, todo lo
que había leído decía que no podía suceder. Bueno, ahora lo sabía mejor.
Se levantó y fue a la puerta para dejar entrar a Zack, aliviado de que el
lobo mayor hubiera regresado. Estaba solo, solo con el eco de su propio latido
del corazón para hacerle compañía. Mientras se acercaba a la puerta, un olor
desconocido lo detuvo en seco. Un segundo después, llamaron a la puerta.
Quienesquiera que fueran, sabían que estaba aquí. Habrían oído los
latidos de su corazón, lo habrían olido. También podían saber que era un
Omega. Su olor había cambiado desde su celo, aunque no era tan obvio según
Zack.
El golpe volvió a sonar, esta vez más fuerte. ¿Tal vez eran amigos de
Zack? No es como si un rebelde fuera a llamar a la puerta, ¿verdad?
Dando pasos lentos, se acercó a la puerta, empujando hacia abajo la
manilla y dejando que se moviera lentamente hacia adentro.
Allí estaba un hombre, con el cabello rubio sucio y una barba desaliñada.
Miró a Matt de arriba abajo, silbó lentamente y luego sonrió.
—Bueno, mírate. No eres lo que esperaba. Aquí estoy buscando una
buena pelea y un lugar cálido para dormir. Pero eres un poco joven y un poco
pequeño para lo que tenía en mente.
Dio un paso hacia Matt, quien dio un paso atrás, moviéndose para cerrar
la puerta. La mano del rebelde atrapó la puerta, manteniéndola en su lugar.
—Tampoco eres el Alfa cuyo olor está por todo este bosque.
Dio un paso más cerca, olfateando profundamente antes de que sus ojos
se entrecerraran.
—Ahora hay un olor que no había olido antes. No es de un Alfa, no es de
un Beta común y corriente. Supongo que eso deja una opción. Lo que hace que
este sea mi día de suerte.
Su sonrisa se volvió depredadora cuando dio otro paso, empujando la
puerta hacia dentro. Cuando Matt se tambaleó hacia atrás, extendió la mano,
enganchando el brazo del Omega.
—Ah ah. Ahora, ¿adónde crees que vas? Tú y yo tenemos algunas cosas
que discutir antes de que regrese tu Alfa.
La mano del rebelde se tensó.
—Suéltame —dijo Matt, tratando de sacar su brazo del agarre del otro
lobo.
—Oh, realmente no quieres que haga eso, ¿verdad?
—Sí, suéltame —insistió Matt, usando su mano libre para apartar los
dedos del rebelde.
El rebelde tiró con fuerza, tirando de Matt hacia él y haciéndolo perder el
equilibrio. Agarró a Matt por la nuca y tiró de él más cerca, empujando su
nariz contra el cuello de Matt e inhalando profundamente.
—¿Cómo es posible —preguntó, con el aliento agrio en el rostro de Matt
—, que un hermoso Omega como tú, que vive en el desierto con un Alfa, no
esté vinculado? Si yo fuera él, habría saltado sobre tus huesos en la primera
oportunidad que hubiera tenido. Quiero decir, un Omega, eso tiene que ser
algo especial. Probablemente yo también sería inteligente como él. El sabor es
una cosa, pero piensa cuánto vale un bocado como tú. Algún Alfa rico
simplemente te atrapará.
Empujó a Matt a la distancia de un brazo, mirándolo de arriba abajo otra
vez.
—Maldita sea, me he ganado el premio gordo aquí. Y todo lo que
esperaba era una pelea a muerte y una cama caliente para pasar las
vacaciones.
Cuando Matt volvió la cabeza, trató de apartar la mirada, el pícaro tomó
su barbilla con una mano, arrastrando su mirada hacia atrás para encontrarse
con la cara del rebelde. Matthew le escupió y luego hundió los dientes en el
brazo del pícaro.
El rebelde gruñó y le dio un revés, haciéndolo caer al suelo con un grito.
Hubo un pesado silencio, roto por el poderoso aullido de un lobo que se hizo
más fuerte a medida que pasaban los segundos. Zack.

El lobo de Zack irrumpió por la puerta, gruñendo en voz alta. Matt se


quedó abajo, observando cómo el rebelde se giraba, pareciendo crecer en
estatura mientras observaba a Zack. Zack no esperó a que el rebelde hiciera
un movimiento, se lanzó hacia adelante y encima de él. El otro lobo levantó un
brazo para proteger su cuello, el movimiento lo salvó de que le arrancaran la
garganta.
Zack no se detuvo, atacando una y otra vez. El rebelde no tuvo la
oportunidad de cambiar, pero trató de luchar, pateando el área expuesta del
estómago del Alfa.
Cometió el error de usar sus manos para tratar de empujar a Zack,
dejando su garganta vulnerable a los dientes de Zack. Solo los rápidos reflejos
del rebelde impidieron que las mandíbulas de Zack se cerrasen alrededor de
su garganta cuando su puño golpeó a Zack con fuerza en el cuello. La fuerza
del golpe apartó a Zack del rebelde, quien se retorció, puso los pies debajo de
él y se tambaleó hacia la puerta, con sangre derramándose de su brazo y
vientre.
Zack gruñó, bajo y amenazante, siguiendo al rebelde hasta la puerta, pero
no más allá. El rebelde siguió moviéndose, acelerando su paso a una carrera
vacilante. Matthew se puso de pie, cauteloso y vigilante.
Una vez que el rebelde estuvo fuera de la vista, Zack se volvió hacia él,
moviendo la cola peligrosamente, la sangre goteando de su pelaje. Luego se
agachó y cambió, Matt observando cómo los huesos y los músculos se
ondulaban y se movían bajo la piel del Alfa. Entonces Zack estaba agachado
allí, un Zack humano, de rodillas. Se limpió la sangre de la cara y se levantó.
—¿Estás bien? ¿Estás herido?
—Estoy bien. Me golpeó, pero estoy bien —repitió—. ¿Y tú?
—Estoy bien —respondió Zack, mirando la sangre en su piel con disgusto
antes de volverse hacia la puerta abierta.
—Eso es probablemente lo último que veremos de él. Tendrá problemas
para curar esas heridas. Iré tras él en unas pocas horas, me aseguraré de que
haya volado o muerto.
Cerrando y bloqueando la puerta, se volvió hacia Matt.
—¿Estás seguro de que estás bien?
Matt asintió de nuevo.
—Bien. Voy a lavarme. —Se dio la vuelta para irse, luego se detuvo—.
Seamos cautelosos. Será mejor que te quedes conmigo. —Le hizo un gesto a
Matt para que lo siguiera.
—¿Lo conocías? —preguntó Matt, apoyándose en el lavabo del baño
mientras Zack abría la ducha.
—No, nunca lo había visto antes. No reconocí su olor. —El vapor
comenzó a ondear a través del aire frío.
—Dijo que estaba buscando pelea, pero luego me encontró y…
—Descubrió que eras un Omega. Sí, eso va a suceder ahora. Tu olor se ha
vuelto más llamativo en los últimos días.
Zack se metió bajo el agua, dejando que le corriera por la cara. El agua se
tiñó de rosa mientras lavaba la sangre de su piel. Matt no podía apartar los
ojos de la vista cuando Zack se pasó las manos por el cuerpo, mostrando sus
brazos musculosos, su estómago plano y tonificado y un rastro de cabello
oscuro que se dirigía hacia abajo. Fue suficiente para que la boca de Matt se
secara y su corazón se acelerara. Deseaba, más que nada, poder anular la
biología justo en ese segundo, si su celo llegara, les daría a ambos una excusa.
Un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza cuando el cálido vapor
contrastó con el aire frío del baño.
Zack se inclinó hacia adelante, apoyándose contra la puerta abierta de la
ducha.
—Estás temblando. Entra aquí, déjame echarte un vistazo más de cerca.
Matt se quitó la camiseta y los pantalones, luego entró mientras Zack
retrocedía.
—La adrenalina es una cosa graciosa —murmuró el Alfa—. Bloquea el
dolor, oculta las lesiones.
Pasó los dedos por la mejilla magullada de Matt, luego dirigió su atención
al resto del cuerpo del Omega, arrastrando las manos por sus brazos mientras
examinaba su pecho, abdomen y piernas.
—Date la vuelta —le indicó Zack.
Matt giró sobre sí mismo, conteniendo el aliento cuando el aire frío de un
lado amortiguó el calor de la ducha del otro.
Las manos de Zack comenzaron en sus hombros, rozando lentamente
hacia abajo. Se detuvo en un punto a la mitad de la espalda de Matt.
—¿Esto te duele? —preguntó, presionando suavemente.
—No mucho —respiró.
Era enloquecedor; cada toque de los dedos del Alfa sobre su piel
quemaba un camino de placer hacia abajo.
—¿Qué tal esto? —Zack puso presión en un punto más bajo. El dolor
forzó un gruñido de la garganta de Matt y lo hizo tirar hacia adelante.
—Espera —dijo Zack, tomándolo del hombro—. No tan rápido. Te has
torcido un músculo, está en espasmo. Necesita un poco de esfuerzo para
resolverlo.
Guió a Matt hacia adelante para que se apoyara contra la pared de
azulejos de la ducha.
—Apóyate contra la pared. Eso es —animó mientras Matt sostenía su
brazo contra la pared y apoyaba su frente en él, sosteniendo su segunda mano
plana contra el fresco azulejo.
Matt volvió la cabeza para ver a Zack arrodillado detrás de él.
El Alfa estaba concentrado en su espalda, ambas manos subiendo
alrededor de su cintura, sus pulgares presionando, suavemente al principio,
luego con más y más firmeza. Matt cedió al toque, dejando que su cabeza
descansara contra las frías baldosas. Dolía pero se sentía demasiado bien al
mismo tiempo.
Se mordió el labio para ocultar un gemido bajo; mitad dolor, mitad placer.
Finalmente, las manos de Zack detuvieron su implacable presión.
—¿Cómo te sientes ahora?
—Mejor —murmuró Matt.
—Siempre es bueno tener un par de manos sanadoras fuertes, ¿eh? —
preguntó el Alfa, sus manos deslizándose hacia arriba mientras se ponía de pie
hasta que descansaron sobre los hombros de Matt. Lo ayudó a darse la vuelta.
Matt miró hacia arriba mientras se giraba, sosteniendo la mirada de Zack.
Podía ver la excitación en los ojos de Zack y sabía que se reflejaba en los
suyos. No estaba en celo, pero aún así quería al Alfa. Quería sentir esas manos
sobre su cuerpo, sentir a Zack dentro de él.
Zack dio un paso adelante, acercando su cabeza a la de Matt. Sus labios se
encontraron y Matt empujó más cerca, envolviendo sus brazos alrededor de
Zack mientras la mano del Alfa presionaba contra la parte posterior de su
cabeza. Zack profundizó el beso, empujando su lengua dentro de la boca de
Matt mientras sus manos se deslizaban más abajo.
El Alfa se echó hacia atrás con un suspiro, descansando su frente contra la
de Matt.
—Esto no es justo. Para cualquiera de nosotros. Has dejado claras tus
intenciones y yo también. —Presionó otro beso hambriento en los labios de
Matt y este disfrutó el contacto mientras su piel hormigueaba.
—No puedo prometerte nada. Si hacemos esto ahora, será solo sexo, no
vinculación y ni siquiera tendremos tu celo como excusa.
—No me importa —susurró Matt, presionándose más cerca y sintiendo
cómo Zack se endurecía contra él.
—Sí —respondió Zack, con un último beso lento en los labios de Matt
antes de que se apartara con desgana.
—Podrías cambiar de opinión. Estaríamos bien juntos.
Zack ahogó una carcajada.
—Un exiliado y un fugitivo, un cuento de hadas de la vida real. Esos no
terminan bien, Mattie, créeme.
Empujó a Matt, saliendo de la ducha y alcanzando una toalla para secarse.
Matt se apoyó contra la puerta de la ducha, mirándolo.
No era justo. El Alfa era todo lo que Matt quería y Matt estaba seguro de
que podía ser todo lo que Zack quisiera. ¿No podrían darle una oportunidad?
Zack se apretó la toalla alrededor de la cintura y levantó la vista, sus ojos
oscuros se encontraron con los de Matt.
—Dios, tienes esa mirada de cachorro pateado al dedillo. Sin embargo,
tengo razón, incluso si no estás de acuerdo. No quieres sexo, quieres un
vínculo. Me estaría aprovechando de ti. Y así no soy yo.
Salió, dejando a Matt solo. Suspirando, su labio inferior temblando, volvió
su rostro hacia el chorro de agua, dejando que lavara sus lágrimas.
Capítulo diez
Zack salió tras el rebelde, siguió su rastro durante unas pocas millas
hasta que estuvo seguro de que el rebelde no iba a volver. Regresó a la casa
para encontrar a Matthew cocinando en la cocina.
—Se fue. Dudo que regrese, pero solo para estar seguro, querrás pensar
en seguir adelante en unos días.
Matthew asintió en reconocimiento, pero mantuvo sus ojos en la olla de
pasta que estaba cocinando. Zack sabía que no había nada que pudiera decir
para arreglar esto. No podía darle a Matt lo que quería.

Las cosas permanecieron tensas entre ellos durante el día siguiente. Zack
se las arregló para pasar la mayor parte de su tiempo al aire libre,
comprobando cualquier rastro del pícaro y repasando su lista de trabajo. No
había muchos trabajos nuevos en la lista, la mayoría de los viajes de
vacaciones se habían agotado.
Se estaba maldiciendo a sí mismo por haber dejado que las cosas con
Matthew fueran tan lejos la noche anterior. Claro, su adrenalina había estado
bombeando después de la pelea con el rebelde y luego el impulso de mantener
a Matthew cerca había sido imposible de resistir.
Pero sintió que había hecho añicos los sueños del Omega una vez más
cuando se alejó, admitiendo que el sexo era todo lo que tenía en mente cuando
sabía que Matt todavía esperaba un vínculo. No estaba ni cerca de estar listo
para el compromiso, sin mencionar el tipo de problemas que traería
vincularse al Omega fugitivo de una manada.
Pisando fuerte a través de la nieve, hizo su camino de regreso a la cabaña.
Había conducido para abastecerse de comestibles, viendo que dos de ellos
comiendo habían agotado sus suministros más rápido de lo esperado. Supo en
el momento en que estuvo a la vista de la cabaña que algo andaba mal, pero el
olor que transportaba el viento no era el del rebelde, era demasiado familiar.
Derek.

Matt estaba aceptando su segundo rechazo a manos de Zack en cuestión


de días. Había pensado, cuando el Alfa no había podido quitarle las manos de
encima, que tal vez las cosas habían cambiado. Pero engañar a Zack para que
se vincularan tampoco iba a funcionar. Quería que Zack se vinculase a él
porque eso es lo que el Alfa realmente quería. Y ahora Zack no confiaba en sí
mismo cuando se trataba de Matt, evitándolo lo más posible.
Había pasos en la nieve. Era demasiado pronto para que Zack regresara.
Matt estaba de pie y se movía hacia la ventana. Si fuera el rebelde, correría.
—Zack, soy Derek —llamó una voz. El corazón de Matthew se heló. ¿El ex
de Zack? ¿Aquí?
Fue hacia la puerta, abriéndola lentamente mientras el hombre se
acercaba. Tuvo unos segundos para ver bien al extraño que se acercaba. Derek
era más alto que él, pero más bajo que el Beta promedio. Tenía el pelo oscuro,
corto y lacio que contrastaba con sus ojos azul claro, ojos que eran fríos al
percibir la presencia de Matthew.
—Hola. —Miró a Matthew de arriba abajo, claramente poco
impresionado por lo que vio—. ¿Y tú eres…
—Zack no está aquí.
—Pero vive aquí, ¿verdad?
Matthew asintió.
—Y volverá…
—Más tarde —respondió Matt concisamente, cruzándose de brazos.
—Bueno, no le importará si entro y espero —dijo el otro lobo, empujando
a Matthew y entrando en la cabaña.
Matthew lo siguió adentro, cerrando la puerta.
La expresión de disgusto en el rostro de Derek se extendió más allá de
Matthew hacia la cabaña mientras observaba la pequeña sala de estar y se
asomaba a la cocina.
Se giró para examinar a Matt de nuevo antes de comentar en voz baja.
—Me supongo que Zack podría haber acogido a un extraviado.
—No soy un extraviado —dijo Matthew, entrecerrando los ojos—. Y si los
muebles no son de tu agrado, puedes esperar a Zack fuera.
Derek rio, un sonido retorcido.
—Grandes palabras para un niño. —Sus fosas nasales se ensancharon—.
¿Y un niño Omega además? Dime, no estarás intentando pescar a Zack,
¿verdad? No estás a su altura, muchacho.
Se erizó ante las palabras, odiando cómo le ardían las mejillas.
—No soy un niño. Y no eres bienvenido aquí.
—Esperaré a escuchar eso del mismo Zack, si no te importa —dijo Derek,
tomando asiento en el sofá y cruzando las piernas—. ¿Me vas a ofrecer
refrescos o tengo que ir a hurgar en esa cocina asquerosa?
Cuando Matt lo miró, chasqueó la lengua.
—Quizás quieras mostrar más respeto al hijo del Alfa de una manada.
Una palabra al oído de mi padre y todos las Manadas y Ejecutores de todo el
país te perseguirán.
Ante la amenaza de Derek, Matthew se giró para ocultar su expresión,
caminando hacia la ventana para mirar y escuchar el regreso de Zack.
—No estáis vinculados, ¿verdad? —comentó Derek, en un tono que
sugería desinterés—. Eso es inusual, o eso me han dicho. Los omegas siguen
siendo muy raros en estos días.
Algo en la voz de Derek hizo crecer una sensación de inquietud dentro de
Matt. Se giró para ver una mirada extrañamente calculadora en el rostro del
lobo que rápidamente fue reemplazada por una suave cortesía.
Un sonido del exterior llamó su atención y los hombros de Matthew se
hundieron de alivio cuando vio a Zack corriendo hacia la cabaña.
—¿Por qué no sales y nos das un poco de privacidad? —dijo Derek detrás
de él, su voz aceitosa enviando un escalofrío por la piel de Matthew.
Matthew caminó hacia la puerta y se encontró con Zack justo fuera.
—Tienes un visitante —dijo, mientras pasaba junto a él, sin detenerse ni
siquiera cuando escuchó al Alfa decir su nombre.
Un momento después, escuchó la voz de Derek.
—Zack. Ha pasado demasiado tiempo.

Matthew sabía que debería seguir caminando. Corre, aléjate, encuentra


otro lugar donde estar, pero no pudo evitar reducir la velocidad hasta
detenerse justo al alcance del oído. Era poco probable que Zack y Derek
prestaran atención a lo lejos que estaba, estarían demasiado envueltos el uno
en el otro.
Se perdió sus primeras palabras por los latidos de su corazón.
—¿Qué haces aquí, Derek? ¿Cómo me encontraste?
—No fuiste fácil de encontrar, Zack, pero tengo conexiones. En cuanto a
por qué estoy aquí. Hubiera pensado que era obvio… te extraño.
—¿Por qué ahora, después de todo este tiempo? —La duda en la voz de
Zack era clara.
—Tenía que esperar, ¿no? Demasiado pronto y levantaría sospechas. Me
han estado observando de cerca desde que te fuiste. Solo ahora que estoy
apareado de forma segura han llevado su atención a otra parte.
—¿Te has emparejado?
—Sí. Con una de las hijas del Alfa de Foxdale. Recuerdas a Molly, ¿verdad?
—Por supuesto. ¿Sois… sois felices?
Derek hizo un sonido de exasperación.
—¿Contento? He cumplido con mi deber, como exigía mi familia. Era la
única forma de quitármelos de encima sin perderlo todo.
—Excepto a mí —señaló Zack y el dolor en su voz era tan crudo que tiró
del corazón de Matt.
—¿Crees que eso es lo que quería? Pero, ¿qué tipo de vida habríamos
tenido aquí? Mira dónde estás viviendo. La compañía que estás manteniendo.
No puedes decirme que esto es vivir.
—Es mejor que vivir una mentira.
—Realmente no lo dices en serio.
—No me digas lo que quiero decir, Derek —argumentó Zack—. Perdiste
ese derecho hace meses.
—Tienes razón, lo siento. —La voz de Derek era contrita—. Vine aquí
para disculparme por haberte hecho daño. Y para ver si había algo todavía
entre nosotros. No ha pasado un día que no haya pensado en ti. Me
preguntaba cómo estabas, si estabas bien. Me preguntaba si todavía me amas
tanto como te amo yo.
—Así que vienes aquí ahora, cuando ya tienes una compañera, cuando
formaste una familia en la Manada mientras yo estoy atrapado aquí, sin poder
volver a casa.
La respuesta de Derek fue más suave, difícil de escuchar.
—Sabes que eso nunca fue lo que quise para nosotros. Pero ahora,
tenemos que aprovechar al máximo la realidad de nuestras vidas. Vine aquí
esperando que pudiéramos reavivar las cosas. Tengo permiso de mi padre
para estudiar parte del año, algo en beneficio del negocio de la Manada.
Mantendré un apartamento fuera del territorio de la Manada. Molly se
quedará en casa, con la Manada. Podrías vivir allí conmigo. Tendremos que
tener cuidado, pero estaríamos juntos.
Matthew se hundió lentamente en el suelo mientras escuchaba. Podía
imaginar lo tentadora que sería una oferta para Zack. La emoción en su voz
dejó en claro que sus sentimientos por Derek aún eran profundos.
—Por supuesto. Tal vez había entendido las cosas mal. Tal vez has
seguido adelante. Quiero decir, estás viviendo con otro hombre y todo eso —
dijo Derek.
Matthew levantó la cabeza, esperando con gran expectación la respuesta
de Zack.
—No es así. Sólo ha estado aquí unos días. Lo encontré medio muerto en
la nieve.
—Siempre fuiste un buen samaritano. Pero sabes que la naturaleza no es
lugar para un Omega. No es seguro. A menos que planees vincularte con él, e
incluso entonces, no estaría seguro fuera de la protección que brinda una
manada.
—No, no nos vamos a vincular. Que se quede aquí es solo algo temporal,
mientras se recupera.
—Sabes, podríamos ayudarlo y ayudarnos a los dos al mismo tiempo.
Esa sensación de inquietud en el pecho de Matthew creció al recordar la
mirada en los ojos de Derek cuando se dio cuenta de que Matt no estaba
vinculado.
—Un Omega sin estar apareado, bueno, es algo de lo que ninguna manada
se burlaría. Si se lo llevas a mi padre, para que lo cuide, para encontrarle una
pareja adecuada, eso contribuirá en gran medida a reparar las cosas.
Restauraría el linaje alfa secundario de tu familia, podrías venir a casa.
Todavía tendríamos que ser discretos, por supuesto, y también tendrías que
vincularte para mantener las apariencias, pero podríamos estar juntos, a largo
plazo, no solo durante unos años mientras completo algunos estudios.
Volverías con tu familia, estarías entre la manada. Y ese Omega de ahí fuera
estaría a salvo en manos de nuestra manada.
Matthew había oído suficiente. No creyó ni una palabra de los labios de
Derek. Si su propia familia había estado dispuesta a entregarlo a cambio de un
buen trato comercial, ¿qué harían unos extraños con él?
Se internó en el bosque.
Capítulo once
Ver a Derek de nuevo fue como si alguien le clavara un picahielos en el
corazón. Escuchar su voz, su olor familiar acercándose a él, trajo de vuelta
todos esos sentimientos que había enterrado bajo la ira y la traición.
La oferta de Derek era lo que había deseado desde su exilio; compañía, la
oportunidad de evitar la soledad con la que había sido cargado.
Pero Zack había tenido meses para analizar su relación, cada una de sus
interacciones y las elecciones de Derek. Por primera vez en años, los había
visto bajo una luz más fresca. Así que, cuando Derek propuso entregar a
Matthew a cambio del regreso de Zack a la manada, confirmó la vena egoísta y
manipuladora de Derek que los meses de introspección de Zack habían
resaltado.
Derek nunca fue quien se arriesgó o tomó decisiones difíciles. Siempre
había sido Zack. Era Zack quien organizaba sus encuentros, Zack el que se iba
primero, se aseguraba de que nadie estuviera cerca para verlos antes de
enviarle un mensaje de texto a Derek para decirle que la costa estaba
despejada. Fue él quien se había arriesgado cada vez más a instancias de
Derek hasta que fueron atrapados.
Y, cuando llegó el momento, fue él quien puso su relación por encima del
bien de su familia, hasta el final, mientras que Derek lo abandonó en el primer
obstáculo y dejó que Zack se llevara la culpa por sus decisiones conjuntas. No
era una sorpresa que estuviera dispuesto a utilizar a un lobo inocente como
Matthew para sus propios fines. No se trataba realmente de él, Zack había
comenzado a darse cuenta. Derek estaba aburrido con su nueva vida, su nueva
pareja. Quería la comodidad de tener a Zack a mano, ya fuera en un
apartamento fuera de la Manada o de vuelta en la Manada, donde no estarían
tan vigilados una vez que ambos estuvieran emparejados. Y Zack volvería a
estar a disposición de Derek para calmar su aburrimiento.
Pero, ¿hasta dónde estaría realmente dispuesto a llegar Derek? Zack
quería averiguarlo.
—No creo que Matthew vaya a venir con nosotros de buena gana.
Derek, claramente alentado por la contemplación de su oferta por parte
de Zack, dio un paso adelante, dejando que su mano descansara sobre el brazo
de Zack.
—Lo rescataste, es agradecido y confiado. Estoy seguro de que, con un
poco de persuasión por tu parte, aceptará venir con nosotros.
—No me lo parece. Simplemente escapó de un apareamiento concertado;
no querrá caminar directamente hacia otro.
Apoyó su mano sobre la de Derek, saboreando el contacto cercano
incluso mientras su estómago se revolvía esperando la respuesta de Derek.
—Bueno, no es rival para nosotros dos, ¿verdad? Si tenemos que ser más
que persuasivos, bueno, es por su propio bien. Las zonas salvajes como esta
no son lugar para un Omega sin vincular.
—¿Quieres llevarlo ante tu padre por la fuerza?
—Estoy seguro de que Matthew no tardará en darse cuenta de la
inutilidad de tratar de luchar contra nosotros. Vendrá en silencio.
—Y yo también, ¿verdad?
Derek pareció sorprendido por el cambio en el tono de Zack.
—Eso es lo que quieres, ¿no? Yo, a tu entera disposición. La comodidad
de tenerme cerca para cuando te aburras y quieras soltar un poco de tensión.
Esto no tiene nada que ver con que intentes compensar lo que hiciste. Solo
eres tú siendo el egoísta habitual y al diablo con las consecuencias para
cualquier otra persona.
—Zack, por favor. —Derek dio un paso hacia él mientras Zack retrocedía.
—Tu padre no va a ser amable con Matthew. No le va a dar a elegir con
quién quiere aparearse. Tú y yo sabemos cómo es.
—¿Por qué te preocupas tanto? —El rostro de Derek se torció, una
expresión fea—. Lo acabas de conocer. Él no es nada para ti. Yo sí. Soy tu
verdadero amor. ¿A quién le importa lo que le pase a él? ¿Qué es un Omega en
estos días excepto para ser apareado y unido por quien pueda pagar más?
¿Crees que alguien más va a salir de su camino para defender su bienestar?
Será atendido, donde sea que termine. Los Omega son valiosos, ya que todavía
son muy raros.
Zack dio otro paso atrás, poniendo más distancia entre ellos.
—Lo eras.
Derek hizo una pausa, frunciendo el ceño.
—Fuiste mi verdadero amor. Ahora solo eres el hijo cobarde del Alfa de la
Manada que me traicionó y traicionó a mi familia. Todo el amor que tenía por
ti murió hace meses. Todo lo que queda es un eco.
—No puedes decir eso, Zack. Vine hasta aquí por ti.
—No, viniste aquí por ti , a tu conveniencia. ¿Dónde estuviste todos esos
meses que estuve solo?
—Zack, por favor. —Derek volvió a alcanzarlo y Zack apartó su mano de
un golpe.
—Vete. Vete y no vuelvas. No eres bienvenido. Y mantén la boca cerrada
sobre Matthew. Él no es asunto tuyo.
Hablando de Matthew, ¿dónde estaba? ¿Cuánto había oído por
casualidad?
Empujó a Derek, ignorando lo que decía el otro lobo, y se dirigió a la
puerta. Afuera, corrió por la nieve siguiendo las huellas y el olor de Matthew.
Aquí. Se había detenido aquí, las huellas más profundas. Las huellas que
conducían eran menos profundas, el paso más largo. Matthew había huido.
Fue fácil juntar las piezas. Matt se detuvo, escuchó su conversación y
luego corrió cuando escuchó el plan de Derek. ¿Se había quedado el tiempo
suficiente para escuchar la respuesta de Zack? Improbable, ya que Zack no
podía oírlo en la distancia. Había tenido tiempo de cubrir algo de terreno. Y
todavía existía el riesgo de que el pícaro estuviera en alguna parte. Maldita
sea. Matthew corría de cabeza hacia un mal final digno de un cuento de hadas.
Zack corrió tras él, notando a la distancia que Derek lo estaba llamando.
Pero no importaba. Nada importaba en ese momento excepto encontrar a
Matthew y mantenerlo a salvo.

Solo unos minutos después de haber salido corriendo de la cabaña,


Matthew estaba perdido. A diferencia de la familiaridad de las tierras de la
manada, estos bosques eran un laberinto en el que no podía navegar. ¿Era por
ahí por dónde él y Zack habían ido el día anterior? No lo creía. Necesitaba
encontrar un camino, encontrar transporte y alejarse mucho. Podía hacer
autostop, ¿no? Un humano inconsciente podría apiadarse de él y llevarlo al
pueblo más cercano. Y a partir de ahí... bueno, tendría que resolver las cosas
sobre la marcha.
Un sonido delante de él desaceleró su paso. No era humano. Un borrón
atravesó los árboles, trotando hacia él. Lobo. Se detuvo a unos metros delante
de él, dejando escapar un gruñido bajo.
Matthew retrocedió, observando al lobo cuidadosamente. Era un
cambiaformas, pero su olor no coincidía con el del rebelde.
El crujido de una rama detrás de él lo hizo girar.
Tres lobos más, en forma humana, se acercaban a él. Uno de ellos era el
rebelde, cojeando, sus heridas aún sanando.
—Es ese. El Omega que el Alfa estaba custodiando. Por su olor, todavía no
están vinculados.
El rebelde estaba hablando con otro lobo que miraba a Matthew con ojos
curiosos. El hombre no reconoció las palabras del rebelde, sino que se dirigió
a Matthew.
—Tienes prisa. ¿Cuál es el motivo?
Matthew no respondió, sus ojos iban del lobo detrás de él a los otros que
se extendían para rodearlo. Dio un paso apresurado hacia un lado, tropezando
con una roca.
—Cuidado, ahí. —El orador saltó hacia adelante, lo agarró del brazo y lo
enderezó—. ¿Qué dices si ralentizamos las cosas, de acuerdo? Soy Andrew.
Ese es Graham, y Paul es el lobo detrás de ti. —Hizo una pausa y agregó—:
Creo que ya conoces a nuestro amigo Cain.
El lobo en cuestión se abrió paso a empujones, agarrando a Matthew por
el hombro.
—¿Dónde está ese bastardo Alfa tuyo que me dejó por muerto? —Sus
dedos se clavaron en la piel de Matthew.
—Ah-ah —dijo Andrew, aferrándose al brazo de Cain y separándolo del
hombro de Matthew—. Como dije, no apresuremos las cosas. Somos extraños
y probablemente no parezcamos muy amistosos. ¿No es así, Matthew?
Matthew comenzó a asentir antes de que la implicación de las palabras
del hombre lo golpeara. El rebelde no sabía su nombre, entonces, ¿cómo lo
sabía Andrew? Al darse cuenta, dio un paso atrás mientras Andrew apretaba
con más fuerza el brazo de Matthew.
—Es Matthew, ¿verdad? Solo tenemos algunas preguntas para ti.
—Suéltame —dijo mientras trataba de sacudirse el agarre del hombre.
—Te soltaré si prometes escuchar mis preguntas y no huir. —La actitud
abierta de Andrew no concordaba con la situación. Zack le había dicho que los
rebeldes no solían viajar en grupos. Y Matt dudaba que normalmente se vieran
tan bien afeitados como Andrew, quien contrastaba con Cain con su barba
sucia y ropa rasgada.
Matthew asintió con cautela y Andrew lo soltó.
—El Alfa con el que estabas, es Zack, ¿verdad? Zack Brown.
Matthew estaba confundido. Si lo estaban buscando , ¿por qué sabrían el
nombre de Zack? El conocimiento sorprendió al rebelde.
—¿Cómo diablos sabes el nombre de ese alfa bastardo... —Dio un paso
hacia adelante solo para que Graham lo agarrara y lo impulsara hacia atrás.
—Matthew y yo estamos hablando, Cain. No interrumpas —dijo Andrew
amablemente mientras Graham mantenía una mano de advertencia sobre el
hombro de Cain.
—Ahora, ¿dónde estábamos? Ah, sí. Zack es el Alfa con el que estabas
cuando te encontraste con Cain aquí.
—Él irrumpió en la cabaña y me atacó. Zack solo me estaba defendiendo.
—¿Es eso cierto? —Andrew miró fijamente a Cain, quien retrocedió.
—Te lo dije. Ese Alfa me atacó . Casi me arranco la garganta.
—Hmm —Andrew no parecía impresionado por las palabras de Cain
mientras se volvía hacia Matthew—. ¿Y dónde está Zack ahora?
Matthew se quedó en silencio. No iba a regalar el Alfa después de todo lo
que había hecho por Matt, incluso si planeaba usarlo para deshacer su exilio.
—Puedo suponer, dado que su olor es fuerte para ti, que estuviste con él
recientemente. De vuelta por ahí, ¿verdad? —Andrew señaló hacia donde
había venido Matthew—. Y tampoco solo. Vamos a saludar.
Capítulo doce
Zack siguió las huellas de Matt a través de la nieve manteniendo un ritmo
rápido hasta que los olores llevados por el viento lo detuvieron.
Cambiaformas. Más de uno. Incluido el rebelde. Su instinto fue correr hacia
Matt, proteger al Omega, pero luchó contra él. No le haría bien meterse de
cabeza en problemas, no cuando estaba claramente superado en número. En
su lugar, se quedó quieto, escuchando atentamente.
Quienesquiera que fueran, se dirigían hacia él. Estaban hablando, pero él
no podía distinguir ninguna palabra. Los olores se hicieron más fuertes,
desconocidos a excepción de Matt, el rebelde y un tercero que reconoció
débilmente. Fue suficiente para decidirse y se adelantó para encontrarse con
ellos.
Lo habían oído venir y se detuvieron en el centro de un claro. Zack gruñó
por lo bajo cuando vio que uno de ellos tenía una mano en el brazo de
Matthew. El cambiaformas escuchó su gruñido, quitó su mano y puso la más
mínima distancia entre él y Matt.
—Zack, ha pasado mucho tiempo.
Zack le dio al cambiaformas familiar una mirada más profunda. Conocía
ese olor, conocía ese rostro.
—¿Andrew?
—El mismo que viste y calza. Es bueno verte otra vez.
Zack trató de recordar la última vez que había visto a Andrew. Había sido
una reunión de la manada, para celebrar el apareamiento entre un alfa de la
manada de Andrew y un primo de Derek, hace casi una década. Había oído,
más o menos un año después, que Andrew había sido exiliado por una disputa
trivial. Su padre se había enfadado con la noticia, otro joven lobo expulsado de
una manada sin otra razón real que su condición de alfa. '¿Dónde han ido las
cosas tan mal?', había preguntado su padre, '¿que han repudiado a sus propios
hijos?'.
—¿Lo conoces? —escupió el pícaro, lanzando dagas a Zack.
—No eres el rebelde más inteligente —comentó Andrew, antes de
dirigirse a Zack de nuevo—. Cain dice que lo atacaste.
—Lo encontré en mi casa, agrediendo a Matthew. Estaba buscando pelea,
así que le di una.
—Matthew dijo lo mismo, y ninguno de vosotros está mintiendo. —
Andrew se volvió hacia el rebelde—. He oído hablar de ti, Cain. Has estado en
el radar de los Guerreros una o dos veces antes. Si yo fuera tú, no me gustaría
volver a llamar nuestra atención. Considera esta tu única advertencia. La
próxima vez, te garantizo que nuestro encuentro no será tan agradable.
El rebelde gruñó, pareciendo listo para discutir.
—¿Quieres que acabe con él? —ofreció Zack, dando un paso hacia él. El
rebelde retrocedió, agachándose en señal de sumisión mientras retrocedía
antes de convertirse en un lobo sarnoso, sacudiéndose la ropa hecha jirones
mientras se escabullía entre los árboles.
—Ha sido rápido para sobrevivir a su utilidad, aunque nos haya ayudado
a encontrar a Matthew —comentó Andrew.
Si bien la huída del rebelde había aliviado la tensión, todavía había tres
lobos entre él y Matthew. Claro, había conocido a Andrew hace muchos años,
pero si un año en el exilio había cambiado a Zack, entonces una década como
rebelde significaba que ya no conocía al hombre que estaba frente a él.
Andrew debe haber sentido sus pensamientos. Le dio un codazo a
Matthew para que avanzara.
—Tu Alfa te quiere junto a él antes de que nos pongamos manos a la obra.
Pudo ver a Matthew abrir la boca para negar la conexión y habló antes de
que pudiera hacerlo.
—Matthew, ven y ponte a mi lado. Podemos discutir los entresijos de
nuestra relación más tarde.
Matt dio un paso adelante rápidamente, de pie justo detrás y al lado de
Zack. El Alfa colocó una mano en su hombro, apretando suavemente, aliviado
de que Matthew estuviera en una sola pieza. El Omega le lanzó una mirada
llena de incertidumbre, claramente eligiendo al demonio que conocía en lugar
del que no conocía.
—¿Qué te trae a ti y a tus amigos por esta parte del bosque? —preguntó
Zack, volviendo su atención a Andrew y sus amigos. Su mejor suposición era
que estaban rastreando a Matthew pero, si eso era cierto, ¿por qué entregarlo?
—No eres el hombre más fácil de encontrar. Teníamos una ubicación
aproximada de un rebelde con el que tuviste un encontronazo el mes pasado,
así que pensamos en probar suerte. Encontramos a Cain y nos indicó la
dirección correcta, luego nos encontramos con Matthew aquí, aunque no
estaba tan interesado en ayudarnos a encontrarte.
Fue alentador para Zack escuchar que, aunque Matthew había huido,
desconfiando de los motivos de Zack, no lo había traicionado.
—¿Eres parte de los Guerreros de Fenrir?
Había oído hablar de ellos, por supuesto. Habían sido el principal tema de
conversación de todas las reuniones de Interpack desde que Grey Valley había
perdido a su sucesor Alfa. Se rumoreaba que había habido una pelea con su
Ejecutor por un Omega, y Joshua había perdido.
—Sí, y me encantaría contártelo todo. ¿Quizás podríamos regresar a tu
casa y sentarnos?
Andrew parecía serio, no había sensación de engaño. Su interés parecía
ser el propio Zack y no Matthew como había supuesto.
—Claro, estamos a unos cinco minutos de mi cabaña —respondió,
dándose la vuelta, llevando a Matthew con él.
Matthew miraba entre él y Andrew. Zack estaba a punto de preguntarle
qué estaba mal cuando Omega habló con Andrew.
—Si estabas buscando a Zack, ¿cómo sabías mi nombre?
Andrew sonrió.
—Llámalo una conjetura acertada. Tu manada y Bear Lake han estado
tratando de buscarte sin decir por qué, pero los rumores viajan bastante
rápido y no fue demasiado difícil averiguar qué había sucedido. —Su
expresión se volvió comprensiva—. Es difícil ser expulsado de tu Manada.
Pero aún más difícil elegir irse por su propia voluntad. Me alegro de que te
hayas encontrado con Zack, hay cosas mucho peores ahí fuera.
Matt miró hacia atrás en la dirección que había tomado el rebelde.
Andrew vio hacia dónde miraba y asintió.
—Sí, como Cain, aunque era más un oportunista. Probablemente pensó
que era su día de suerte cuando se encontró contigo. Luego maldijo su suerte
cuando apareció Zack. —Andrew le sonrió a Zack, pero rápidamente se puso
serio.
—Por supuesto, probablemente correrá la voz de que estás aquí.
—Derek también lo hará, ahora que he rechazado su oferta.
—¿Derek? Por supuesto. El hijo del Alfa del que eras… —Empezó a decir
Andrew.
—Sí —dijo Zack rápidamente—. Quería reavivar las cosas, en secreto,
hasta que descubrió lo de Matthew y pensó que sería una moneda de cambio
útil para que la usáramos contra su padre.
Matthew estaba tratando de ocultar su interés en la conversación y Zack
tuvo cuidado de dirigir sus palabras a Andrew.
—No creo que estuviera muy feliz cuando salí detrás de Matt.
Ahora no había nada encubierto en la atención de Matthew, los ojos del
Omega en él.
—Bueno, sea lo que sea lo que elijas hacer a continuación, Matthew no
puede quedarse aquí. Y no es probable que vivas una vida tranquila una vez
que los detalles salgan a la luz.
Zack sabía que Andrew tenía razón. En el momento en que eligió a
Matthew sobre Derek, se había enredado en los problemas de Matthew. El
Omega no podía quedarse aquí, y Zack tampoco.
—Si Derek todavía está en la cabaña, tal vez pueda razonar con él —
sugirió, sin creer sus propias palabras.
Pero Derek se había ido hacía mucho tiempo, la puerta principal de la
cabaña estaba entreabierta.
Zack los invitó a entrar, pero Andrew envió a Graham y Paul a explorar
los bosques circundantes.
—No quiero que nadie se nos acerque sigilosamente. Una pequeña
advertencia será útil —comentó el cambiaformas.
Zack animó a Matt a tomar asiento en el sofá, sentándose a su lado.
Andrew se sentó frente a ellos.
—Entonces, como dije, hemos estado tratando de rastrearte durante
bastante tiempo. Cuando digo nosotros, me refiero a los Guerreros de Fenrir.
—¿Cuánto tiempo has estado con ellos? —preguntó Zak. No podía
imaginarse a Andrew eligiendo unirse a un grupo de pícaros como el FW.
—Oh, desde los primeros días. Vagué durante aproximadamente un año
después de que me exiliaran. A través de las afueras de las tierras de la
Manada, evitando a otros rebeldes, peleando cuando tenía que hacerlo.
Cuando James me encontró, prácticamente había perdido las ganas de vivir.
Un grupo de rebeldes, conocidos por rastrear a los lobos más jóvenes, había
captado mi olor. Habían estado en mi pista durante semanas y había llegado al
punto en que había dejado de importarme. Solo quería que terminara.
Sus ojos tenían una mirada distante, los recuerdos claramente dolorosos.
—Me atraparon, me arrastraron a esta casa llena de otros jóvenes
cambiaformas. Dirigían una red de peleas ilegales y un burdel. Estaba
demasiado débil para pelear, así que decidieron que me ganaría el sustento de
otras maneras. Pero supongo que no fue tan complaciente como esperaban.
Dejé a mi primer cliente sangrando. Uno de los manejadores me arrastró
fuera, prometiéndome la paliza de mi vida. Pero entonces James estaba allí,
interponiéndose entre el rebelde y yo. Luchó contra él, lo mató. Yo estaba... yo
estaba en mal estado. No había comido en días, no había dormido en una
semana. Me desmayé. Me desperté un día después, en una casa con un puñado
de otros de la casa. Eran en su mayoría como yo, echados de sus manadas,
dejados a su suerte. James lo llamó una casa de transición. Fue una especie de
proceso de selección. Observaban cómo te iba mientras estabas allí, para ver si
había una razón por la que tu manada había decidido que eras un rebelde.
—¿Y si encuentran uno? —preguntó Zak.
—Por lo general, se mudaban, a veces se les pedía que lo hicieran, a veces
se les decía que lo hicieran.
—¿Y el resto?
—Había trabajos que hacer. Te presentaban a otros. A veces ibas a
trabajar en el mundo humano. Pasé unos meses recogiendo fruta un verano y
cuidando árboles de Navidad otro. El tipo de cosas que se pagaban en efectivo
y a nadie le importaba demasiado si eras quien decías ser. No era la manada,
pero era mejor que estar solo.
—Entonces, ¿te mantuvieron cerca para el trabajo manual? —Zack no
trató de ocultar su escepticismo. Esto no sonaba como ningún grupo de
rebeldes del que hubiera oído hablar.
—Nos estaban dando tiempo para crecer, madurar, aprender a
controlarnos. Entonces comenzó el verdadero trabajo.
—¿Trabajo de verdad?
—Vigilancia, intervención en situaciones que contravenían la ley de la
manada, ese tipo de cosas.
—¿Me estás diciendo que a los Guerreros de Fenrir les importa un carajo
la ley de la Manada? —La ironía no pasó desapercibida para Zack, ni para
Matthew, por la expresión en el rostro del Omega.
—Más que la mayoría de las manadas, en estos días —respondió Andrew,
sin elevar la voz para igualar el calor en el tono de Zack.
—Entonces, ¿dónde entro?
Andrew sonrió.
—A James le gustaría que consideraras unirte a nosotros. No es Manada,
pero es mejor que cualquier otra cosa que encuentres aquí.
—¿Qué te hace pensar que estaría interesado?
El otro hombre se encogió de hombros.
—Te habrías unido a los Ejecutores si te lo hubieran ofrecido, así que
sabes la verdad sobre la vida aquí. Por ti mismo, no será largo y feliz. Con
nosotros, hay una posibilidad.
—¿Una oportunidad para qué? —Zack no podía averiguar exactamente
qué se le ofrecía.
—Una vida real, con seguridad y compañía. No del tipo que habías
planeado, pero del que puedes estar orgulloso. Los Guerreros de Fenrir
defienden la justicia de la Manada. Haciendo lo correcto. Mantener a salvo a
los inocentes y vulnerables. Y no permitir que el poder de los lobos
individuales incline la balanza aún más a favor de los usurpadores.
—¿Usurpadores? —preguntó Matthew, sorprendiendo tanto a Andrew
como a Zack con su interjección.
—El liderazgo de la manada solía ser algo bastante estable. Claro, había la
muerte ocasional de un Alfa en una pelea entre Manadas, pero era raro que
una disputa interna derrocara a una línea Alfa primaria o secundaria. En los
últimos cien años, ha estado ocurriendo cada vez más. La estabilidad de las
Manadas ha estado en peligro durante mucho tiempo. Nuestro objetivo es
restaurarlo.
Fue un gran discurso que coincidía con un gran plan.
—Mira, no tienes que tomar ninguna decisión ahora. A James le gustaría
reunirse contigo. Es mejor en todas estas cosas de reclutamiento, pero en este
momento está siendo empujado en múltiples direcciones a la vez y pensamos
que una cara familiar podría ir mejor que un extraño. Sin embargo, tenemos
que irnos, y pronto.
Zack no podía tomar ninguna decisión sin hablar con Matthew. ¿Quién
sabía lo que estaba pasando por la cabeza del Omega en este momento? Zack
quería verlo a salvo, ya sea que el FW pudiera ayudar con eso o si Matthew
tenía otras ideas, Zack se quedaría con él hasta que lo resolvieran.
Andrew captó la mirada que intercambió con Matthew.
—¿Por qué no os doy un momento a los dos? Tengo algunas llamadas que
hacer.
Salió por la puerta principal y se adentró en el bosque. Zack se puso de
pie y se acercó a la ventana, observando la espalda de Andrew mientras se
alejaba.
—Pensé que estaban aquí por mí —dijo Matthew detrás de él—. Creí que
eran de Bear Lake.
Se giró para ver a Matthew sentado hacia adelante, con las manos en las
rodillas.
—¿Qué vas a hacer? —le preguntó el Omega.
—No sé. ¿Y tú?
—Bueno, no puedo quedarme aquí. Cain sabe que estoy aquí y Derek
también. No pasará mucho tiempo antes de que mi familia y Bear Lake me
localicen. Supongo que, ¿tal vez podría ir con ellos? —Señaló con la cabeza en
la dirección en que se había ido Andrew—. No parecen demasiado malos.
—Creo que ambos deberíamos ir con ellos. Por ahora al menos. Tenemos
que poner algo de distancia entre nosotros y la cabaña. El FW parece más
ingenioso de lo que me había dado cuenta.
La expresión pensativa de Matthew cambió a una de alivio. Fue suficiente
para que Zack se decidiera. Se irían con ellos. Escucharía a los Guerreros
Fenrir y él y Matthew se apoyarían mutuamente hasta que llegara el momento
de separarse.
Zack empacó una bolsa de pertenencias y una segunda de comida, y
salieron en busca de Andrew. El otro Alfa indicó las bolsas que llevaban.
—¿Eso es un sí?
—Es un 'ya veremos'. Escucharé a James, veré lo que tiene que decir.
—Bien —Andrew vaciló—. No habíamos tenido en cuenta a Matthew en
la ecuación, o tu conexión, y la necesidad de trasladarte tan pronto. Tuvimos
que cambiar un poco nuestros planes para encontrarte un lugar seguro donde
esconderte hasta que las cosas se calmen.
—¿No vamos a ir contigo? —preguntó Matthew, arrastrando los pies un
paso más cerca de Zack.
—Sí y no. Creemos haber encontrado un lugar neutral donde estareis a
salvo. Si elegís uniros a nosotros, os encontraremos un lugar más permanente.
Vamos, tenemos un largo viaje por delante.
Capítulo trece
Condujeron durante toda la tarde y la noche, los Guerreros turnándose al
volante. Zack se ofreció a hacerse cargo para darles un respiro, pero Andrew
cortésmente lo rechazó. Zack observó a Matthew luchar contra el sueño
durante una hora más o menos después de la medianoche antes de que el lobo
más joven finalmente se rindiera y se durmiera. Zack no podía culparlo por
ser tan cauteloso. Estaban entre extraños, extraños amistosos, pero aun así,
Matt no podía sentirse muy seguro en ese momento.
Andrew recibió algunas llamadas durante el viaje y poco después del
amanecer se detuvieron en un área de descanso.
—Bien, aunque suene a cliché, vamos a intercambiar vehículos —anunció
Andrew—. Vosotros dos vendréis conmigo en ese SUV, Pamela que está allí,
irá con Graham y Paul.
No pareció ser una sorpresa para ninguno de los otros dos hombres, Paul
sustituyó al volante a Andrew mientras salían. Pamela apartó a Andrew y
habló en voz baja antes de entregarle un juego de llaves.
—Buen viaje —gritó mientras se deslizaba en el asiento trasero del coche
del que acababan de salir.
Zack se tomó un momento para estirarse, mirando bien a su alrededor. El
área no parecía familiar, solo una más en medio de la nada. Subieron al
vehículo nuevo, Zack hurgó en la bolsa para ofrecerles a Matthew y Andrew
una especie de desayuno. A los cambiaformas no les iba muy bien con el
estómago vacío.
—Deberíamos llegar a nuestro destino a la hora del almuerzo. Resulta
que tendréis algo de compañía. Estamos tratando de advertirles sobre vuestra
llegada.
—¿Qué pasa si no quieren que nos quedemos? —intervino Matthew
desde el asiento trasero.
—No os preocupéis —les aseguró Andrew—. Son comprensivos. Pero si
tuviéramos que hacerlo, os encontraríamos en otro lugar.
Apaciguado, Matt volvió a comer y mirar por la ventanilla.
—Entonces, ¿cuánto tiempo habéis estado juntos? —preguntó Andrew,
mirando a Zack por el rabillo del ojo.
—No estamos… —comenzó a decir Matthew.
—No estáis vinculados, no, pero vuestros olores están uno sobre el otro.
—Andrew tenía una sonrisa de complicidad en su rostro.
—Es complicado —respondió Zack en breve.
—¿No es siempre así? —estuvo de acuerdo Andrew, tratando
visiblemente de sofocar su sonrisa ante la mirada ceñuda de Zack.
Las cosas permanecieron en silencio durante un tiempo antes de que
Andrew intentara entablar una pequeña conversación con Matthew. El Omega
parecía distraído, dando respuestas vagas y poco entusiastas. Gradualmente,
las carreteras se volvieron más transitadas y la atención de Andrew se
concentró en conducir y transitar. Salieron de la arteria principal, transitando
por caminos secundarios más pequeños antes de que Andrew se desviara por
un sendero cubierto de nieve. Las ruedas atravesaron la nieve fácilmente.
Cinco minutos más tarde, una cabaña apareció a la vista y redujeron la
velocidad hasta detenerse.
—Esperad aquí un minuto mientras miro si os están esperando —dijo
Andrew mientras salía del auto, caminando penosamente hacia la puerta.
—Se ve más bonito que la cabaña —comentó Zack, mirando a Matthew a
través del espejo retrovisor.
—Me gustaba la cabaña —respondió Matthew, mordiéndose el labio
inferior mientras estiraba la cabeza para observar el progreso de Andrew.
—Va a estar todo bien, Matt. Nos mantendremos unidos hasta que
descubramos el próximo movimiento. —Zack no estaba seguro de si sus
palabras tranquilizarían al lobo más joven. Tenía que estar preguntándose en
qué diablos lo había metido Zack, entre rebeldes, un ex y ahora los Guerreros
Fenrir. ¿Qué seguía?
Lo que a continuación resultó ser otra cara familiar, siguió a Andrew
desde la cabaña hacia el coche. Zack se enderezó, tratando de averiguar en qué
exactamente se habían metido.
—¿Qué diablos está haciendo él aquí? —murmuró por lo bajo.
—¿Quién es? —preguntó Matthew, extendiendo una mano para sujetar el
brazo de Zack.
—Es el Alfa de una Manada. Debes haberlo visto antes…
Matthew estaba negando con la cabeza.
—Mi padre me mantenía fuera de camino cuando teníamos visitas.
—Es el Alfa de Glenoak. Pero, ¿qué está haciendo él aquí ? No estamos ni
cerca de las tierras de su manada. —Sus cavilaciones fueron interrumpidas
cuando decidió que era mejor salir del coche.
—Quédate aquí un minuto, ¿de acuerdo, Matt? —Quería a Matthew fuera
del camino hasta que supiera lo que estaba pasando.
—¿No tiene un Omega? —preguntó Matthew mientras Zack abría la
puerta y salía. Cerró la puerta, cortando el final de la pregunta de Matthew,
pero el otro hombre había hecho un muy buen punto. De los dos Omegas
conocidos que existentes, Sebastian estaba emparejado con uno y tanto él
como los Guerreros Fenrir tenían una conexión con el segundo.
Aparentemente, era un mundo pequeño en lo que respecta a los Omegas.
Los ojos de Sebastian se entrecerraron cuando lo vieron antes de que lo
reconociera.
—Por supuesto, Zack, el hijo de Greg Brown. No hice la conexión. —El
otro Alfa asintió a modo de saludo, mirando más allá de él hacia el coche—. El
mensaje que recibimos fue corto. Algo sobre un Alfa y un Omega que necesitan
un refugio seguro.
—No tuvimos tiempo de entrar en detalles —dijo Andrew en tono de
disculpa—. Matthew es un fugitivo, de la manada Briar Wood. Parece que
escapó de un apareamiento concertado y se encontró con Zack en su huída,
pero su manada y la manada de su pretendiente se estaban acercando. Las
cosas son... complicadas —Andrew imitó las palabras de Zack.
—No estamos vinculados —aclaró Zack—. Somos… no estoy seguro de lo
que somos. Pero Matthew no quiere volver y parece que ahora tampoco es
una opción para mí.
Los ojos de Sebastian fueron de Zack a Matthew y viceversa. Parecía
confundido y a punto de hacer otra pregunta cuando Andrew lo interrumpió.
—Estamos trabajando en un alojamiento alternativo, pero puede llevar
algo de tiempo. Te agradeceríamos que pudieras alojarlos durante unas
semanas.
¿Semanas? Zack miró a Matthew para ver si se había enterado, pero la
noticia no pareció molestarlo.
—Será un espacio pequeño para los cuatro, pero nos las arreglaremos —
respondió Sebastian—. ¿Por qué no me presentas a Matthew? Luego los
llevaré a todos adentro para que conozcáis a Robert.
Zack podía oler el olor del otro Omega en Sebastian, como el de Matthew,
excepto que no despertaba el mismo interés en él que el olor de Matt.
Abrió la puerta trasera, dejando salir a Matthew. Andrew le presentó a
Sebastian. Matthew parecía un poco asombrado, pero saludó al Alfa
cortésmente. Se agachó, doblando las rodillas, pero Zack lo agarró del brazo,
anticipándose a su intento de mostrar respeto.
—No necesitas hacer eso —murmuró, relajándose cuando Matt se
enderezó y se inclinó hacia su toque.
—Encantado de conocerte, Matthew —dijo Sebastian. Zack estaba casi
seguro de que los agudos ojos del Alfa se habían percatado de lo que Matthew
estaba a punto de hacer y sus siguientes palabras lo confirmaron—. Hemos
eliminado muchas de las formalidades más antiguas en Glenoak, aunque sé
que algunas manadas ponen un fuerte énfasis en la tradición.
Matthew asintió lentamente, aparentemente tranquilizado por las
amables palabras del Alfa.
—Entra y conoce a Ro. Estará emocionado de conocer a otro Omega. —
Pero parecía que Robert se les adelantó, apareció en la puerta de la cabaña y
se dirigió hacia ellos.
Sus ojos los miraron a los tres, pero estaba claro que su interés era Matt.
—Ro, estos son Matthew, Zack y Andrew —dijo Sebastian, señalando a
cada hombre por turno.
Matthew era más alto que Ro, pero no mucho.
—Hola —ofreció el Omega con cautela—. Seb dijo que venías a quedarte
con nosotros.
—Solo durante un tiempo —aclaró Zack—. Mientras solucionamos
algunos problemas.
—¿Cuánto tiempo habéis estado emparejados los dos? —preguntó
Robert, poniéndose al lado de Sebastian, quien pasó un brazo alrededor de sus
hombros.
Zack abrió la boca para responder, pero Matt se le adelantó.
—No lo estamos. Es complicado. —El tono de Matthew era un poco
brusco, lo que provocó que Robert se tensara. Incluso Andrew se sorprendió.
—Debes estar cansado después de tu viaje —dijo Sebastian, suavizando
las cosas—. ¿Por qué no entras?
—Tengo que irme —interrumpió Andrew, dando un paso hacia el coche
—. Sebastian, James me pidió que le pasara un mensaje. Se lo habría dado
directamente a Ben, pero dadas las circunstancias. —Se encogió de hombros.
La expresión de Sebastian se volvió seria.
—¿Cuál es el mensaje?
—No hemos encontrado a Tobias. Todavía lo estamos buscando.
El mensaje no significaba nada para Zack, pero claramente lo hizo para
Seb, quien tiró de Ro un poco más cerca, el Omega pasó una mano
tranquilizadora por el brazo del Alfa.
Andrew se despidió de ellos allí mismo, prometiendo regresar tan pronto
como pudiera.
Sebastian los llevó adentro y les mostró los alrededores.
—Estaremos un poco apretados de espacio, pero nos las arreglaremos.
Hay dos dormitorios, así que tú y Matthew podéis ocupar el segundo.
—Puedo dormir en el sofá —ofreció Zack, mirando alrededor de la sala
de estar de planta abierta.
—También hay una cama plegable. Podría ser más cómodo —
contrarrestó Sebastian.
—Ven y siéntate —dijo Ro, señalando el sofá. Les ofreció café y comida,
que Zack aceptó agradecido en nombre de los dos. Matthew permaneció
obstinadamente en silencio y Zack no estaba seguro de cuál era el problema.
Seb y Ro trabajaron juntos en la pequeña cocina mientras Zack y Matthew
se sentaban en silencio.
—Sé que ha sido una semana larga —dijo Zack—, pero después de comer
y descansar, las cosas no parecerán tan sombrías.
—No has cambiado de opinión. —No era una pregunta.
—Vamos, Mattie. Sólo nos conocemos de días. Queremos cosas
diferentes. —Zack se inclinó hacia adelante, dejando que su barbilla
descansara sobre su mano.
—Lo siento. Es difícil ver a alguien más con la vida que siempre quisiste
—admitió Matthew en voz baja.
—¿Estás celoso? —Zack no había pensado en eso, en lo que sería para
Matthew ver a otra pareja Alfa-Omega.
—Supongo —admitió Matt.
Zack no pudo evitar la sonrisa en su rostro cuando Matthew agregó en
voz baja:
—Un monstruo de ojos verdes de la vida real.
Observó a Matthew luchar para mantener una cara seria mientras notaba
la diversión del Alfa. El Omega cedió, estallando en una sonrisa que coincidía
con la suya.
Capítulo catorce
Sebastian y Robert salieron a caminar mientras Matt y Zack comían.
—¿Por qué no aceptaste la oferta de Derek? —quería saber Matthew.
—¿La oferta de venderte a su padre para que pudiésemos volver a
escabullirnos a espaldas de todos? —preguntó Zak.
—Supongo que, cuando lo pones así, no suena tan bien —admitió
Matthew—. No es que me sonara bien en primer lugar. —Bostezó, con la mano
cubriendo su boca y sus ojos cerrándose.
—¿Por qué no te acuestas un rato? —sugirió Zack. Matthew asintió
lentamente, luego se dirigió al dormitorio que Sebastian les había mostrado.
Cuando Sebastian y Robert regresaron de su paseo, Robert se excusó para
preparar la cena. Zack se ofreció a ayudar, pero terminó hablando con
Sebastian.
—Tienes preguntas —supuso Sebastian—. ¿Por ejemplo, por qué el Alfa y
Omega de Glenoak están tan lejos de casa?
—Sí, se me pasó por la cabeza —admitió Zack.
—¿Conoces a Benjamin Reeve?
—Claro, el ex-Ejecutor que mató al sucesor Alfa de Grey Valley. —Había
sido de lo único que se había hablado ese año.
—Él y Adam, su Omega, se unieron a nuestra Manada el año pasado.
Adam está esperando.
Eso todavía no explicaba por qué Seb y Ro estaban aquí.
—¿Sabes mucho sobre las relaciones Alfa-Omega y su posición en las
Manadas?
Zack negó con la cabeza, preguntándose por el cambio de tema. Sin
Omegas, esa información parecía obsoleta hoy en día.
—Resulta que había una muy buena razón por la que cada Manada
normalmente solo tenía una pareja Alfa-Omega. Piensa en la sobreprotección
de un Alfa cuya pareja femenina está embarazada y amplíalo por diez. Solo ha
empeorado a medida que avanzaba el embarazo. Adam debe salir de cuentas
en cualquier momento y las cosas deberían calmarse una vez que hayan
pasado las primeras semanas.
—¿Dejaste tu propia manada por otro Alfa? —Zack no podía entender
eso.
—Solo después de que Ben y yo casi llegamos a las manos un par de
veces. Obligar a Adam a irse en su estado era inaceptable tanto para Ro como
para mí. Además, hemos estado buscando una excusa para escaparnos por
unas semanas, para tomarnos un tiempo para nosotros mismos.
Eso solo hizo que Zack se sintiera aún más incómodo. Seb notó su
incomodidad.
—Ya llevamos aquí casi tres semanas, Zack. Vuestra compañía, si
inesperada, es bienvenida. Matthew tiene mucha suerte de haberte
encontrado, hay cosas mucho peores por ahí.

Zack despertó a Matthew para la cena. Se sentía somnoliento y


malhumorado, su estado de ánimo empeoró al ver a Robert y Sebastian al otro
lado de la mesa. ¿Por qué su padre no pudo encontrarle a alguien como
Sebastian con quien aparearse? El Alfa parecía devoto, sus ojos rara vez se
apartaban de Ro. Robert, a su vez, parecía obtener consuelo y confianza de su
vínculo. No era tímido ni cobarde, como se decía que eran algunos de los
Omegas de antaño. Decía lo que pensaba sin miedo al reproche.
Matthew había crecido constantemente censurado por sus padres.
Desanimado de decir lo que pensaba, de hacer preguntas. Solo su abuela
materna lo complacía e incluso entonces, solo cuando su padre no estaba
cerca. Y aunque no conocía bien al Alfa de Bear Lake, el Alfa apenas lo había
mirado y no había dicho una palabra. No había cariño allí, no habría
indulgencia por parte del Alfa por la naturaleza curiosa de Matthew. Su
apetito se desvaneció y jugó con la comida en su plato.
—Come, no juegues con la comida —dijo Zack en tono de broma,
mientras le daba un codazo a Matt. Suspirando, Matt manejó otro bocado de
espagueti.
Después de la cena, Zack decidió que quería inspeccionar el área.
Sebastian lo acompañó, asegurándoles a los Omegas que permanecerían cerca
de la cabaña para escucharlos.
Eso dejó a Matthew y Robert solos en un silencio incómodo.
—Entonces, ¿cuánto tiempo lleváis vinculados tú y Sebastian? —Matthew
le devolvió la pregunta de Robert.
Ro sonrió ante la pregunta y Matthew tuvo que reprimir su irritación al
tener que enfrentarse a la flagrante felicidad del Omega.
—Dos años y medio.
—¿Fue un apareamiento concertado?
A pesar de sus celos, Matt tenía curiosidad. ¿Cómo obtenían los Omegas
un final feliz en estos días?
Pero Ro estaba negando con la cabeza.
—No, en absoluto. Es una historia un poco larga, pero mi manada quería
deshacerse de mí y Glenoak me acogió y cuidó de mí. Entonces Seb se dio
cuenta de que era un Omega y decidimos aparearnos.
—Entonces, ¿tu propia manada te rechazó? ¿Por qué te escondías siendo
un Omega?
Robert se movió con incomodidad.
—Es más complicado que eso. Y no sabía que era un Omega, nadie lo
sabía, hasta que Seb reconoció mi marca Omega.
—¿Y se apareó contigo, a pesar de que tu propia manada te había
rechazado?
—Mi Manada no me rechazó, ellos…
—Querían deshacerse de ti, eso es lo mismo. —Matthew sabía que no
estaba siendo justo. Estaba siendo cruel, como sus hermanos habían sido con
él. Pero la injusticia de todo esto dolía. Un Omega cuya propia manada ni
siquiera lo quería, ni siquiera sabía lo que era, y había conseguido el
verdadero vínculo que Matthew siempre había querido.
Parecía haber dejado a Robert en silencio, pero tenía una última carga en
su andanada.
—¿Y por qué no le has dado un bebé a Sebastian? ¿Eres estéril?
Robert se puso de pie abruptamente y cruzó hacia la puerta principal,
abriéndola y desapareciendo fuera. La ira que se había acumulado dentro de
Matthew se apagó de repente y una punzada de vergüenza creció en su lugar.
Voces llegaron a través de la puerta abierta y tres pares de pasos regresaron.
Matthew no podía levantar la vista cuando los tres entraron. Los ligeros
pasos de Ro cruzaron la habitación y desaparecieron por el pasillo hacia los
dormitorios. Los otros dos conjuntos de pasos se acercaron al sofá donde
estaba sentado Matthew.
La voz de Sebastian, cargada de emoción, llenó la habitación.
—Robert fue entregado a nuestra manada como pago de una deuda de
sangre por un asesinato en el que no participó. Su Manada de origen era
viciosa, abusiva y ciega al hecho de que él era un Omega. Robert no ha tenido
una vida fácil. Sé por hablar con Zack que has tenido momentos difíciles en las
últimas semanas, pero Ro no es tu enemigo ni tu competencia. Con tan pocos
Omegas en el mundo, es lo más parecido a un hermano de la manada que
tendrás. Necesitáis estar juntos, apoyaros unos a los otros. Como mínimo,
mientras seas nuestro invitado, esperamos que seas cortés y consciente del
efecto de tus palabras en los demás.
Matthew levantó la vista y se encontró con los ojos del Alfa. No había la
ira y la decepción que siempre habían llenado los ojos de su padre, solo
tristeza.
—Lo siento —sus palabras fueron un susurro.
Sebastián asintió.
—Nos vemos por la mañana.
Matt vio como el Alfa se dirigía a su habitacione, el murmullo de voces lo
siguió un momento después.
—¿En qué estabas pensando, Matthew?
Zack sonaba como si estuviera esforzándose mucho por mantener a raya
su ira, pero teniendo menos éxito que el que había tenido Sebastian. Las
manos del Alfa estaban cerradas en puños a sus costados.
Matt se encogió de hombros, mirándolo con cautela.
—Lo siento, no estaba pensando. Solo sintiendo. Sé que no debí haber
dicho lo que dije. Fue injusto y cruel.
El Alfa se movió y Matt se quedó muy quieto. Había visto a Zack enfadado
pero, aparte de esa vez, no había tenido esa ira dirigida hacia él. El Alfa se
sentó pesadamente a su lado.
—Puedes dejar de mirarme así. Yo no soy tu padre. No uso mis puños
para comunicarme. —La voz cansada de Zack atrajo los ojos de Matt hacia el
rostro del Alfa. Zack bostezó, provocando a Matt a su vez. Extendió la mano,
agarrando la camiseta de Matt y atrayendo al joven para que se apoyara
contra él. Cedió al consuelo del abrazo de Zack; el calor de su cuerpo debajo de
su camisa, el subir y bajar de su pecho y el retumbar de sus respiraciones
profundas.
Se despertó con Zack levantándolo en sus brazos y llevándolo hacia la
habitación de invitados. El Alfa lo acomodó en la cama y luego se alejó.
—Quédate, por favor —pidió, su mano cerrándose alrededor del brazo de
Zack—. Hay espacio para dos.
Estaba lejos de casa, lejos de la manada, y no quería estar solo.
El Alfa se acomodó junto a él.
Capítulo quince
Se disculpó con Ro al día siguiente, pero el otro Omega parecía
comprensiblemente cauteloso y no demasiado dispuesto a pasar mucho
tiempo con él. Llevaban un tiempo sin cambiar a forma de lobo, por lo que
Zack arregló que ellos dos salieran a correr. Otro bosque desconocido con
diferentes olores y vistas. Cuando regresaron a la casa, Ro estaba trabajando
en un ensayo para la universidad mientras Sebastian trabajaba en las cuentas
de su Manada.
Andrew llamó para hablar con Zack, quien salió a atender la llamada.
Matt se distrajo mirando a través de las estanterías. La mayoría de los libros
no le interesaban, pero en un estante encontró libros antiguos escritos a mano
sobre la historia de la Manada. Eligió uno y se sentó a leerlo en el suelo,
buscando alguna mención de Omegas. Encontró algunas oraciones aquí y allá,
en su mayoría señalando un nacimiento o un apareamiento.
Zack regresó y Matt lo ayudó a preparar el almuerzo para los cuatro.
—Andrew enviará a alguien mañana para que me lleve a conocer a James,
el líder de la FW. Estaré fuera un día o dos.
—¿Me vas a dejar aquí? —Había asumido que iría a dondequiera que
fuera Zack y no había anticipado estar separado del Alfa tan pronto.
—Estarás a salvo aquí con Seb y Ro, más seguro de lo que estarías en
movimiento. Y el FW tiene gente en el área vigilando las cosas.
Matt no estaba seguro de creer eso y no le gustaba la idea de separarse de
Zack. Pero, se reprendió a sí mismo, no sería bueno encariñarse demasiado.
Zack había dejado en claro que no quería un vínculo y después de su
comportamiento con Ro ayer, Matthew no podía culparlo.
Aún así, su infelicidad debió haberse mostrado en su rostro. Zack se sentó
a su lado en la mesa.
—Deberías hablar con Sebastian sobre encontrar pareja. Estoy seguro de
que te encontraría a alguien que cuidaría de ti y una manada que te
mantendría a salvo.
—¿Incluso después de lo que le dije a Ro?
—No tendrá eso en tu contra. —Zack parecía muy seguro de eso—.
Venga, vamos a comer.

Un coche se detuvo tarde a la mañana siguiente. Zack reconoció a


Graham, uno de los lobos que había estado con Andrew en la cabaña. Matthew
lo siguió hasta la puerta.
—Volveré en un día más o menos. Hablaré con ellos para ayudarte a
encontrar un lugar seguro para vivir y deberías hablar con Sebastian,
comenzar a hacer algunos planes.
El Omega asintió lentamente.
—Cuídate —le gritó a Zack, quien lo despidió con la mano mientras subía
al auto.
—Tenemos un largo viaje —comentó Graham mientras se alejaban—.
Espero que te guste el jazz. —El otro lobo presionó un botón en el estéreo y el
auto se llenó de música. Zack cerró los ojos y dejó que el sonido lo inundara.
Graham no bromeaba cuando le prometió a Zack un largo viaje. Se
detuvieron en un autoservicio para almorzar, pero volvieron directamente a la
carretera.
Estaba oscureciendo cuando llegaron a su destino. Una casa apartada,
fuera de las carreteras principales, rodeada de bosques. No fue una sorpresa
los cambiaformas. Había un puñado de autos estacionados fuera y Zack contó
a tres personas haciendo guardia en varios puntos alrededor de la propiedad.
Zack siguió a Graham al interior, consciente por los sonidos que podía
escuchar de que había mucha gente en la casa.
Había un guardia en la puerta, de brazos cruzados, que no parecía muy
impresionado por su llegada.
—¿James? —Graham le preguntó. El guardia no habló, solo sacudió la
cabeza para indicar una puerta al final del pasillo.
Graham abrió el camino, Zack miró hacia arriba para ver que su progreso
estaba siendo observado por algunos lobos más jóvenes en la parte superior
de las escaleras. Algunos de ellos se agacharon cuando los sorprendió
mirando, mientras que uno lo miró desafiante.
¿Quiénes eran todas estas personas y por qué estaban aquí? Por lo mejor
que Zack podía decir, estaban en otra zona fronteriza de la Manada,
claramente no bien vigilada por quienquiera que fuera el dueño del territorio.
Entraron en una habitación donde estaba sentado un grupo de lobos
adultos; un hombre, un Alfa siguiendo su olor, y dos mujeres.
Al verlos entrar, el Alfa se puso de pie.
—Gracias, Graham, y bienvenido, Zack. —Se volvió hacia los demás—. Si
nos disculpais, Zack y yo tenemos mucho de qué hablar.
Los demás se pusieron de pie, pasaron junto a Zack y salieron por la
puerta. Graham fue el último en irse y le dio una palmada en el hombro a Zack.
—Escúchalo, no te arrepentirás.
—Tú eres James —supuso Zack una vez que se quedaron solos. Era más
joven de lo que Zack había esperado, Zack supuso que en sus treinta.
—Así es. Aunque he pasado por más de unos pocos nombres en mi
tiempo. Estoy seguro de que te estarás preguntando por qué estás aquí.
—Andrew me contó la mayor parte.
—Oh, de alguna manera lo dudo. —El hombre mayor sonrió y le hizo un
gesto a Zack para que tomara asiento.
—Tendrás que disculpar cualquier interrupción, ha sido un día bastante
ocupado aquí.
—¿Quienes son todas esas personas? —¿Estaban todos trabajando para
los Guerreros Fenrir?
—La mayoría de ellos son miembros de la FW.
—¿Incluso los niños? —Esos habían sido ojos jóvenes mirándolo desde
las escaleras.
—No, los niños no. —Los ojos del otro Alfa se volvieron tristes.
—¿Qué es este lugar?
A Zack le recordó a una manada, donde todas las generaciones se
mezclaban, ruidosas y llenas de vida. Envió una punzada de anhelo a través de
él, recordándole por centésima vez lo que había perdido.
—Es una casa segura. Llevamos a cabo una redada esta mañana
temprano en un ring de lucha ilegal. De ahí provienen la mayoría de los
jóvenes. Rescatamos a nueve en total, seis machos y tres hembras.
Zack no sabía qué pregunta hacer primero.
—¿Por qué? ¿No es ese el tipo de cosas que se supone que los Ejecutores
deben abordar?
James se recostó en su silla, arañando con los dedos el reposabrazos.
—Los Ejecutores tienen una gran debilidad; sus actividades dependen de
los informes proporcionados por las Manadas. Si las Manadas no informan
sobre actividades ilegales o personas desaparecidas, los Ejecutores no tienen
nada que hacer. Este ring ha estado funcionando, de una forma u otra, durante
casi cinco años. Nos enteramos hace unos tres meses.
—¿Pero cómo podría ser eso? ¿Seguramente habría llamado la atención
de las Manadas antes de ahora?
—Indudablemente. Diría que algunos de las manadas están íntimamente
familiarizadas con el establecimiento, considerando que al menos tres están
activamente involucrados en mantener el lugar en funcionamiento.
Zack se inclinó hacia adelante, mirando a James con incredulidad.
—¿No estás seguro de creerme? Oh, se pone mucho peor que eso. ¿Quién
crees que proporciona los lobos para las peleas, sin mencionar el burdel?
—¿Estás... estás diciendo...
—La facturación no es demasiado alta, pero necesitan algunas caras
nuevas cada año. Hacen sus elecciones con cuidado, eligen lobos ya
marginados, al margen de una manada. No es demasiado difícil idear un poco
de conflicto, entonces los machos simplemente son exiliados o se van por su
propia voluntad. El ring es advertido y los recoge poco después de que se
vayan. Es un poco más difícil con las hembras ya que exiliarlas es casi
inaudito. Pero unas pocas docenas de chicas desaparecen cada año, se vuelven
locas por forasteros guapos, las etiquetan como problemáticas por sus
manadas y las descartan.
Zak negó con la cabeza.
—Pero el Consejo de la Manada…
—Un testaferro vacío demasiado agobiado por la burocracia para ver lo
que está pasando justo debajo de sus narices. Y si alguien huele, hay muchas
personas en el Consejo con intereses creados que están muy felices de mirar
hacia otro lado. De vez en cuando, por un golpe de suerte, hay un desarrollo
positivo. Los Ejecutores lograron acabar con una red de trata de mujeres hace
poco más de dos años. Devolvió un puñado de lobos a sus manadas, encontró
un hogar para dos más. Cuando las revisamos un año después, todas menos
tres habían desaparecido nuevamente. Y nadie las estaba buscando esta vez.
Ciertamente, no sus manadas.
Zack recordó que había sido una gran noticia en ese momento, en parte
porque Glenoak había perdido a una hembra y había provocado una tormenta
hasta que el Consejo de la Manada puso a los Ecutores en alerta para
investigar. Parecía que James había leído su mente.
—Creemos que los traficantes cometieron un error. Se volvieron
codiciosos o demasiado confiados al agarrar una loba de una manada que no
estaba dispuesta a descartarla como algo que podía suceder. Glenoak forzó la
mano del Consejo y eso puso a los Ejecutores en el trabajo. El equipo que
consiguió el trabajo fue un poco más diligente de lo que hubiera sido la
mayoría. De hecho, hicieron lo que se propusieron hacer.
—¿Estás diciendo que las Manadas están eligiendo a su propia gente para
ser capturada?
—Estoy diciendo que sacan ganancias de ello. Pagan más por mejores
luchadores, los niños más bonitos y si pueden cuánto más jóvenes mejor.
Obtienen su parte como todos los demás.
Zack se sintió enfermo ante la idea. Si hubiera sido exiliado a la misma
edad que Andrew, ¿habría sido este su destino?
—Vamos, ¿por qué no te muestro los alrededores? —ofreció James.
Condujo a Zack a la cocina donde dos adolescentes estaban sentados en
una mesa viendo a uno de los hombres cocinar. Les hablaba mientras
trabajaba, explicándoles lo que estaba haciendo. Los chicos parecían
cautelosos, con ojos cautos mirando a su alrededor, evaluando a Zack cuando
entró en la habitación. Podía ver moretones recientes en sus rostros y brazos.
James les habló brevemente, con una tranquilidad casual que hizo que
ambos se relajaran un poco. Agarró dos trozos de pan de ajo del mostrador,
mostrando una sonrisa ante la aguda réplica del cocinero, y le entregó una a
Zack mientras regresaban.
James lo presentó a todos mientras atravesaban la casa, un mar de
rostros y nombres a los que Zack luchó por aferrarse. Masticó el pan,
hambriento dado que el almuerzo había sido muchas horas antes.
Le indicó a Zack que saliera por la puerta principal y se adentrara en la
noche. La brisa le dio un mordisco y se alegró de su chaqueta.
Caminaron en silencio durante unos minutos, Zack observando la luna
creciente mientras desaparecía y reaparecía detrás de un banco de nubes.
—Nada de esto me dice por qué estoy aquí.
—Eres un paramédico entrenado, ¿no? ¿Trabajaste con los servicios de
bomberos y rescate?
—Así es —respondió Zack.
—Bueno, da la casualidad de que estamos muy cortos en el frente médico.
Tenemos un médico y dos enfermeras. No llega muy lejos cuando nuestra
gente y nuestras operaciones están dispersas por todo el país. Cuando
asaltamos algún lugar como ese ring de combate, lo hacemos con un gran
riesgo. Y nunca sabemos lo que nos vamos a encontrar. Estoy tratando de
formar una especie de equipo de respuesta a emergencias. Básicamente, como
una segunda ola que no toma parte en la redada real, pero que luego se
abalanza para cuidar a los heridos y rescatados. Ya tenemos una configuración
suelta por la que tenemos personas que entran una vez que termina la pelea
pero, en la mayoría de los casos, no tienen más que los primeros auxilios
básicos —suspiró James, mirando al cielo.
—Hace unos seis meses, perdimos a un adolescente que habíamos
rescatado. Tenía una herida en la cabeza, pero estaba demasiado desnutrido
para curarse y no nos dimos cuenta a tiempo de lo gravemente herido que
estaba. Después de eso prometí que lo haríamos mejor. Si hubiéramos
reconocido las señales y lo hubiéramos llevado a un hospital, es muy probable
que hubiera sobrevivido.
—Quieres que yo sea…
—Nuestro paramédico. Y para formar a otros en algo más que lo básico.
Necesitamos a alguien que tenga experiencia trabajando con el sistema de
salud humana, en caso de que sea necesario.
Mientras daban la vuelta a la casa, dos lobos pasaron corriendo. Por sus
olores, Zack reconoció a los chicos de la cocina.
—¿Qué pasa con ellos? —preguntó, señalando a los jóvenes.
—Desde aquí los trasladamos a alojamientos más permanentes. Para
quedarse con familias más pequeñas que viven fuera de las Manadas si son
más jóvenes. Descubrimos que a los mayores les va mejor en grupos más
grandes, por lo que tenemos casas como Casas de Manada en las que pueden
quedarse. Se les enseña oficios y cuando son mayores pueden elegir si quieren
unirse a los Guerreros. La mayoría lo hace, pero no todos.
Parecía una configuración tan segura y sensata para un grupo que solo
había cobrado prominencia en los años anteriores que provocó otra pregunta.
—¿Cuánto tiempo has estado haciendo todo esto?
—Ya hace más de dos décadas. Las cosas han crecido mucho desde que
empezamos y solo recientemente comenzamos a usar el nombre de Guerreros
Fenrir. Antes de eso, queríamos permanecer en el anonimato y no dar la
apariencia de un grupo organizado. Ahora bien, nuestro objetivo es ser
escuchados. ¿Y qué mejor nombre para invocar que Fenrir cuando quieres que
alguien te escuche? —James le sonrió y abrió el camino de regreso al interior.
Capítulo dieciséis
El primer día sin Zack, Matthew se mantuvo reservado y distrajo su
mente leyendo sobre la historia de la Manada. Sebastian trató de entablar una
conversación con él un par de veces, pero la atención de Matt fue fugaz. Ro
trabajaba en su ensayo, saliendo a la superficie cada pocas horas para comer o
para pasar un rato con Sebastian. Cayó la noche y Zack aún no había
regresado.
Sonó el teléfono de Sebastian. Matt supo de inmediato que era Zack.
—Quiere hablar contigo —dijo Seb, entregándole el teléfono.
—Hola, Mattie, ¿te mantienes ocupado? —La voz del Alfa se apoderó de
él, un bálsamo tranquilizador.
—He estado leyendo sobre la historia de Grey Valley.
—Yo diría que es un pasado accidentado. —Zack sonaba desconcertado.
—Tal vez las cosas recientes, pero las más antiguas son bastante
aburridas. ¿Cuándo vas a volver?
—Mañana. Estaré allí a primera hora de la tarde.
—¿Va todo bien?
Podía oír la diversión en la voz de Zack.
—Eso depende de tu definición de bien.
Había voces de fondo y podía escuchar al Alfa hablando con alguien.
—Escucha, Matt, tengo que irme. Volveré mañana por la tarde y
podremos hablar entonces.
—Está bien, adiós, Zack.
Le devolvió el teléfono a Sebastian.
—¿Va todo bien? —preguntó Seb.
Matthew asintió.
—Volverá mañana.
Deseó que el tiempo volara.

Pasaba algo en Glenoak. Sebastian tomó tres llamadas en el espacio de


una hora, saliendo a la calle para contestar cada una. Tenía algo que ver con el
Omega embarazado, Adam. Ro, que se había levantado temprano para hacer el
trabajo de la universidad, parecía infeliz y distraído, observando al Alfa con
preocupación.
—¿Qué estás estudiando?
Matt casi pensó que Ro no iba a responder, tan larga fue la pausa.
—Ingeniería.
—Oh. Mi hermano Brett estudia eso. Él también es muy inteligente.
—¿Tú no estudias? —Ro dejó su pluma, dándole a Matt toda su atención.
—No. Padre no creía que fuera apropiado para un Omega. Todos mis
hermanos Alfa han trabajado o estudiado y mi hermana Cara se está formando
dentro de la manada para ser enfermera y partera. Annie quiere ser bombero,
pero solo tiene diez años. Mi padre no aceptaría eso, pero podría dejar que se
entrene como enfermera también.
—Debes sentirte excluido.
Matt se encogió de hombros.
—Cuando eres diferente te tratan diferente. Pero no siempre de manera
justa —añadió en voz baja.
—No, no siempre de manera justa —estuvo de acuerdo Ro.
—Entonces, ¿cómo es que tu primera manada te permitió estudiar
ingeniería? —preguntó Matt, tomando asiento al otro lado de la mesa frente a
Ro.
—No lo sabían. Lo mantuve en secreto, estudié a escondidas. No les
importaba demasiado, así que no me vigilaron de cerca.
—Mi familia era todo lo contrario. Me observaban constantemente, me
corrigían por cada pequeña cosa. Tenían buenas intenciones, querían que
aprendiera a ser un Omega adecuado para que fuera una buena pareja cuando
concertasen mi apareamiento.
—¿Entonces qué pasó?
La actitud defensiva de Ro estaba disminuyendo y parecía curioso acerca
de la historia de Matt.
—El Alfa que eligieron, ya estaba emparejado, pero no podían tener hijos.
—¿Solo querían que gestaras a sus bebés? —Ro se inclinó hacia delante,
apoyándose en los codos—. No sabía que ese tipo de cosas sucedían.
—Yo tampoco. No fue solo eso. El Alfa fue muy frío. Apenas me miró.
¿Cómo podría vincularme a alguien así?
—Y entonces, ¿huiste?
Mateo asintió.
—Y terminé en el bosque, en la nieve. Hacía mucho frío y estaba cansado.
No pude encontrar ningún refugio. Estaba más muerto que vivo cuando Zack
me encontró. Cuando me desperté estaba en celo, Zack no se dio cuenta y
nosotros… ya sabes. —Su rostro se calentó ante la admisión.
Ro asintió.
—¿Pero no os vinculasteis?
Matt negó con la cabeza.
—¿Pero quieres hacerlo? —presionó Ro.
—Zack no. —Las palabras eran de plomo, pesando mucho sobre él.
—Hay muchos Alfas por ahí. Muchos de ellos son buenos y amables, como
Sebastian, como Zack. Estoy seguro de que podemos ayudarte a encontrar
uno.
Matt asintió lentamente. Zack había dicho lo mismo. Pero su abuela le
había dicho que solo había un verdadero Alfa por cada Omega. ¿Podría ser
realmente uno que no fuera Zack? Zack, quien Matt había sabido que era suyo
desde el momento en que lo había visto. ¿Era solo la biología hablando? ¿Las
hormonas lo habían obnubilado?
—No es fácil ser un Omega. —Ro interrumpió sus cavilaciones.
—No, no lo es —estuvo de acuerdo Matthew mientras Sebastian
regresaba.
Ro se puso de pie, moviéndose hacia él.
—¿Va todo bien?
Sebastian se acercó a él, acercándolo más.
—Sí. Adam se puso de parto. Hubo algunas complicaciones y parecía que
se necesitaba ayuda externa, pero Alicia se las arregló. Adam está bien.
—¿Y los bebés?
—Ha nacido el primero, un niño. Están esperando al segundo, pero él o
ella está bien posicionado, por lo que debería ser sencillo.
Ro sonrió, el alivio en su rostro ante las palabras de Seb. Matthew
reprimió sus celos por su intimidad, no queriendo arruinar la feliz noticia,
pero un sonido en la distancia llamó su atención. Seb y Ro, hablando en voz
baja, no parecían escucharlo. De pie, Matt se dirigió a la ventana, escuchando
atentamente. Si bien había algún vehículo que pasaba ocasionalmente, no
había mucho por aquí para traer gente al área. Ciertamente, no hay razón para
que dos coches se dirijan hacia ellos.
—¿Sebastian? Creo que viene alguien.
Un momento después, el Alfa estaba en la ventana junto a él, su rostro era
una máscara de concentración.
—Tienes razón. Dos vehículos, viajando rápido y se dirigieron hacia aquí.
—¿Deberíamos despegar? —preguntó Ro.
—Simplemente nos encontraríamos con ellos en el camino en lugar de en
la cabaña.
—¿Tal vez es el FW con Zack?
—Zack dijo que no volverían hasta esta tarde —respondió Matthew. No
se sentía bien con esto, fuera lo que fuera—. Vienen a por mí, ¿no?
—No lo sabemos. Pero solo para estar seguros, nos preparémonos para
partir. Toma zapatos y abrigos, yo cogeré las llaves del coche.
Los vehículos se detuvieron justo cuando salían de la cabaña. El sonido de
una moto que venía del otro lado de la cabaña anunció la llegada de otro
extraño y con él, un cambiaformas en forma de lobo.
—Están con el FW —dijo Sebastian, guiando a Ro y Matt hacia ellos.
Los cambiaformas salieron de los otros dos vehículos. Matt reconoció a
un miembro de su propia manada, al consejero de su padre, Morgan, y a uno
de los visitantes de Bear Lake que se les había unido para cenar.
—Matthew —llamó Morgan—. Estoy muy contento de verte ileso. Todos
hemos estado preocupados. Tienes que venir con nosotros.
—Matthew está aquí bajo nuestra protección —interrumpió Sebastian.
—No es tuyo para protegerlo —dijo el cambiaformas de Bear Lake—. Es
nuestro.
—¿Por qué no le preguntamos a Matthew qué quiere hacer? —Sebastian
razonó.
Otro cambiaformas dio un paso adelante, uno que Matthew nunca había
visto antes. Sonrió, torciendo el rostro desagradablemente, con un brillo
peligroso en sus ojos que envió un escalofrío a través de Matthew.
—Así no es como va a suceder. Tienes diez segundos para entregarlo.
—No va a ser —respondió Sebastian, irguiéndose en toda su altura,
sonando tan aterrador e intimidante como el cambiaformas contra el que se
enfrentaba.
Los dos cambiaformas FW avanzaron para detenerse a cada lado de él,
formando un semicírculo suelto alrededor de Matt y Ro. Ro parecía cauteloso,
pero levantó los puños y tomó una postura de fortaleza. Matt, casi sin
experiencia en peleas, trató de terminar las cosas de la única manera que
sabía.
—Iré con ellos —ofreció débilmente.
—¿Quieres ir? ¿Honesta y sinceramente? —preguntó Sebastian, sin
volverse hacia él.
Matt vaciló.
—Entonces no tienes que ir a ningún lado —dijo el Alfa.
Morgan dio una señal y algunos de los lobos se movieron mientras otros
se acercaban en forma humana. Pasó del orden al caos en el espacio de un
latido, Sebastian y el FW se enfrentaron a los agresores sin dudarlo. Sebastian
derribó a uno con un fuerte golpe en un lado de la cabeza, luego se agachó y
rodó hacia un lado para evitar al lobo que se abalanzó sobre él, pateando al
animal lo suficientemente fuerte como para tirarlo hacia atrás.
Dos lobos saltaron sobre uno de los Guerreros y este cayó de rodillas. La
barrera rota, dos de los hombres corrieron hacia ellos, uno yendo por
Matthew y el otro por Ro. El segundo guerrero se abalanzó sobre el primer
hombre, derribándolo a media zancada y el otro fue tomado por sorpresa
cuando Robert lo golpeó con los puños, rompiéndole la nariz, antes de que
Sebastian agarrara al intruso por el cuello segundos después y lo empujara de
nuevo al interior de la convulsa pelea.
Matt buscó al extraño que había hablado. Había cambiado a forma de lobo
cuando la pelea había comenzado. Estaba encima del primer guerrero, con el
hocico mojado de sangre. Luego levantó la vista y vio a Robert que, en ese
momento, estaba desprotegido. El lobo se abalanzó sobre él.
Matthew actuó por instinto, del tipo que habría enorgullecido a su padre,
y se empujó frente a Ro, recibiendo la peor parte del impacto cuando el lobo
los golpeó. Hubo una llamarada de dolor cuando las garras del lobo se
clavaron en él y sus mandíbulas se cerraron. El ruido y las voces a su
alrededor se desvanecieron en la distancia a medida que el dolor se hizo más
fuerte, eclipsando todo lo demás.
Capítulo diecisiete
Zack estaba deseando volver a ver a Matt. Lo cual era estúpido ya que
pronto se separarían para siempre. Pero había estado ansioso por escuchar la
voz de Matt en el teléfono la noche anterior y ahora, al regresar a la cabaña, se
sentía un poco como volver a casa. O al menos, lo más cerca que había estado
de ese sentimiento en mucho tiempo.
Tal vez necesitaba reconsiderarlo. Si él y Matt pudieran pasar algún
tiempo juntos, llegar a conocerse, tal vez podría haber algo más entre ellos.
Las palabras de James habían sido suficientes para convencerlo de que, con los
Guerreros, podría ofrecerle a Matthew algo más que la vida inestable de un
exiliado, esperando que el próximo rebelde intentara eliminarlos. No era la
seguridad y estabilidad de una manada, pero era algo más que una vida de
soledad y peligro. Si eso era algo que Matthew quería o si, con tiempo para
considerarlo, vería el error de sus elecciones, bueno, eso era algo que a Zack le
interesaba saber. Y sabía que podían pasar ese tiempo juntos. James le había
prometido eso.
Estaban a veinte minutos de la cabaña cuando Graham recibió una
llamada.
—Tenemos problemas —fue todo lo que dijo mientras ponía el pie en el
acelerador.
—¿Qué tipo de problema? ¿Matthew está bien?
Graham no respondió, solo condujo más rápido.
Fuera lo que fuera lo que había pasado, todo había terminado cuando
llegaron. Había un puñado de Guerreros de Fenrir dando vueltas. Ro estaba
cerca de la puerta, luciendo pálido y conmocionado, pero aparte de algunos
cortes y moretones, parecía ileso.
—Ro, ¿dónde está Matthew? —llamó Zack, corriendo hacia él. Ro señaló
hacia la casa. Zack podía oler el olor de Matt, pero fue eclipsado por el olor a
sangre.
Al entrar, la escena que lo recibió era tan mala como cualquier escena de
accidente a la que hubiera asistido como paramédico.
Uno de los Guerreros yacía sobre la mesa, la sangre brotaba de las
heridas profundas en su pierna y cuello. Otros dos lo atendían.
Sebastian se arrodilló junto al sofá y en él yacía Matthew, inmóvil y
silencioso. Estaba respirando, cada respiración laboriosa, su corazón aún latía,
pero lentamente. La mayor parte de su camisa estaba empapada en sangre.
—Ha sido gravemente mutilado —dijo Sebastian, presionando las manos
firmemente contra las heridas en el cuello y el abdomen de Matt—. Trajeron a
un rebelde con ellos, un rastreador de renombre, pero inestable. Matthew
intentó proteger a Ro, pero una vez que el rebelde estuvo sobre él, no se
detuvo. Los propios lobos de Bear Lake lo sacaron.
Graham siguió a Zack, hablando animadamente por su teléfono.
—Tres horas hasta nuestra ayuda médica más cercana —le dijo a
Sebastian.
Seb negó con la cabeza.
—Prueba en las manadas cercanas. Asegúrate de que estén al tanto de la
urgencia y de que es un Omega. Podría ser suficiente para influir en ellos.
Asintiendo, Graham volvió a salir.
Los Guerreros movieron a su propio hombre afuera.
—Estará bien. Necesita un poco de atención —dijo uno de ellos cuando se
fueron.
Zack se agachó cerca de la cabeza de Matthew, dejando pasar una mano
por el pálido rostro del Omega. Matt no reaccionó a su toque. Zack trató de
echar un vistazo más de cerca a sus heridas y Sebastian se hizo a un lado para
él.
Estaba mal. Muy mal.
—No sobrevivirá el tiempo suficiente para curar todo esto sin ayuda.
—Lo sé —respondió Seb—. Tenemos que llevarlo a un centro médico. Las
manadas vecinas son nuestra mejor apuesta.
Trajeron un botiquín de primeros auxilios y Zack se apresuró a aplicar
vendajes de presión sobre la peor de las heridas, concentrándose en su
trabajo y no en la realidad que tenía frente a él.
Graham volvió, sacudiendo la cabeza.
—No ayudarán. Conexiones con Bear Lake y Grey Valley. Estamos solos.
Si lo subimos al coche ahora, podemos tenerlo en una clínica en tres horas.
—No lo logrará. Tiene una hora, dos como máximo. Necesita una
transfusión de sangre y cirugía para cerrar las laceraciones de los vasos
sanguíneos en el cuello y el abdomen. —La verdad de las propias palabras de
Zack fue cruda cuando se dijo en voz alta. Matthew iba a morir sin ayuda. Y
solo quedaba una opción para conseguirlo.
—¿Dónde está el hospital humano más cercano?
Hubo una breve pausa antes de que Sebastian respondiera.
—A cuarenta minutos de distancia.
—Puedes llevarte nuestro vehículo, pero no podemos ser parte de esto —
dijo Graham.
—Lo llevaré yo mismo —respondió Zack, moviéndose para tomar a
Matthew en sus brazos.
—Iremos contigo —ofreció Sebastian.
—No. —Zack negó con la cabeza—. Será menos sospechoso si voy solo.
Te ves horrible y Ro no está mucho mejor. Cuida de él. Haré todo lo posible
para cuidar de Matt.
Recogió el Omega, siguiendo a Graham, quien abrió el camino hacia el
coche y lo ayudó a colocar a Matthew en el asiento trasero. Sebastian le dio
instrucciones para llegar al hospital mientras acomodaban a Matthew lo más
cómodamente posible, cubriéndolo con una manta.
Cuando Zack se movió para entrar, Seb lo agarró por el hombro y le puso
un teléfono en la mano.
—Llámenos tan pronto como puedas.
Asintió agradeciendo y subió, puso el coche en marcha y se alejó a toda
velocidad.

Zack agradeció lo bien señalizado que estaba el hospital. Se detuvo junto


al letrero urgencias y llevó a Matt adentro, ignorando al guardia de seguridad
que le gritaba que no podía estacionar allí.
La sala de espera estaba en silencio.
—Necesito ayuda aquí, por favor. Ha perdido mucha sangre.
Llevó un momento para que sus palabras tuvieran algún efecto, la
recepcionista lo miró. Luego hubo llamadas y gritos y las puertas dobles de la
sala de urgencias se abrieron, una mujer con bata se dirigió a su lado.
—¿Qué sucedió? —Intentó mirar a Matthew.
—Fue atacado. Un perro o un lobo, algo así. No lo vi bien.
—Necesitamos una camilla aquí —gritó la mujer por encima del hombro
antes de guiar a Zack hacia las puertas—. ¿Cómo se llama?
—Matthew. Tiene veinte años.
La camilla se materializó y Zack acostó a Matthew. Casi de inmediato, lo
apartaron a empujones mientras más personas se arremolinaban a su
alrededor, empujando la camilla hacia adentro. La siguió.
—Este es Matthew, varón, veinte años, víctima de un ataque animal —
repitió la mujer.
—Veo heridas en el cuello, el pecho y el abdomen y evidencia de una
pérdida significativa de sangre —dijo un hombre con un estetoscopio
alrededor del cuello mientras realizaba una inspección rápida.
—Hay pulso carotídeo —dijo la enfermera, presionando los dedos contra
el cuello de Matt—. Débil, pero presente.
—No hay pulso radial —gritó alguien más.
—De acuerdo, gente, vamos a ponernos al tanto de esto. Barry, toma un
juego de signos vitales. Annette, coloquemos dos vías intravenosas de gran
calibre, tomemos muestras de sangre y hagamos un grupo y crucemos. Una
vez que las líneas estén colocadas, inyectaremos los fluidos. Ethan, trae algo
de O negativo de las reservas, empezamos con eso hasta que consigamos
algunas pruebas cruzadas. Llamaré al cirujano de guardia y le haré saber al
quirófano que vamos para allí.
Zack estaba ansioso por intervenir y ayudar, conocía la rutina
íntimamente, pero también sabía que estorbaría más de lo que ayudaría. Era
vital que comenzaran a reemplazar parte del líquido que Matthew había
perdido. Todavía tenía pulso, Zack podía escuchar el débil latido de su
corazón, pero estaba luchando, sus extremidades estaban mal perfundidas.
Observó cómo le introducían una vía en el brazo y, después de algunas
dificultades, otra en la ingle. El monitor de presión arterial tuvo problemas
para obtener una lectura.
Un hombre en bata entró corriendo en el cubículo, dirigiendo una rápida
mirada a Zack antes de volver su atención a Matthew.
—¿Qué tenemos?
—Shock hemorrágico por ataque de un animal. Tiene laceraciones en el
cuello, el pecho y el abdomen. Pérdida masiva de sangre. Sin pulsos
periféricos. Las heridas en el cuello y el abdomen siguen sangrando.
—El quirófano dos nos está esperando. El anestesista nos encontrará
arriba. No perdamos el tiempo.
Zack fue a seguirlos mientras conducían a Matthew hacia el ascensor. Fue
detenido por una mano en su brazo. El recepcionista.
—Hay una sala de espera. Te la mostraré. Y tengo algunos formularios
para que llenes. ¿Eres familia?
—Hermano —respondió con voz ronca, sabiendo que era la única
respuesta que le permitiría mantenerse informado.

Los minutos pasaban con una lentitud insoportable. Zack comenzó a


pasearse por la sala de espera vacía. Llamó a Sebastian para avisarlo de que
había llevado a Matthew al hospital y luego llamó a Andrew.
Finalmente, llegó el cirujano, quitándose una máscara quirúrgica y
tomando asiento. Zack lo tomó como una señal para sentarse también,
luchando por mantenerse quieto.
—Lo trajiste justo a tiempo. Está fuera de peligro. Hemos reparado lo
peor del daño, le hemos transfundido sangre y está estabilizado. Está siendo
transferido a la unidad de cuidados intensivos, pero si todo sale bien,
esperamos trasladarlo a una habitación normal mañana por la mañana.
—Gracias. ¿Puedo verlo?
El hombre lo miró.
—Puedes, una vez que esté instalado. ¿Hay algo que deba saber sobre
Matthew? ¿Alguna vez ha estado enfermo antes, se ha hecho escáneres, algo
así?
—No nada de eso. Siempre ha sido saludable. ¿Encontró algo por lo que
deberíamos estar preocupados? —Exteriormente, Zack estaba preocupado,
pero tranquilo. Por dentro, estaba entrando en pánico. ¿Qué habían
encontrado? ¿Algo en su sangre? ¿Estaban al borde del descubrimiento?
—Había algunas… irregularidades en sus órganos que pudimos ver en el
ultrasonido. No hay nada de que preocuparse. Es raro, pero a menudo está
presente desde el nacimiento y, por lo general, se encuentra de manera
incidental.
Zack tardó un minuto en darse cuenta de lo que quería decir el médico.
Pero claro, Matthew era un Omega. Para la tecnología humana, probablemente
parecería un hermafrodita, con órganos sexuales masculinos y femeninos.
—Mientras esté bien.
—No mentiré. Ha perdido mucha sangre y su recuperación será larga.
Tendrá cicatrices pero ningún daño permanente en sus órganos internos.
Zack ya estaba calculando lo rápido que tendría que sacar a Matthew del
hospital. El primer día o dos estaría bien, simplemente parecería que se estaba
recuperando muy bien. Pero después de tres o cuatro días, la curación
excepcional se haría evidente. Empezarían a hacer preguntas, a hablar de más
pruebas. Zack y Matthew tenían que haberse ido mucho antes de eso.
Era casi medianoche cuando le permitieron entrar para ver a Matthew.
Estaba conectado a máquinas, pálido y demacrado. Pero su pecho se elevaba
con regularidad y el latido de su corazón era fuerte. Zack se sentó al lado de su
cama, extendiendo una mano y entrelazando sus dedos con los de Matt.
—Me alegra que estés bien. Cuando te vi tirado allí, en toda esa sangre…
—Un ruido lo hizo mirar hacia arriba, mientras una enfermera los revisaba.
Bajó la voz, sabiendo que si Matthew estaba escuchando, lo escucharía igual
de bien—. Fuiste tan valiente, saltando para proteger a Ro de esa manera. Él
no olvidará eso. Glenoak no lo olvidará.
Apretó la mano de Matthew, con la esperanza de que el joven pudiera
oírlo, supiera que estaba allí.
—Hablé con James sobre ti. Sobre nosotros. De eso iba a volver a hablar
contigo. Pensé que, tal vez, si me uno a la FW podrías venir conmigo. Pueden
mantenerte a salvo, pueden mantenernos juntos. Podríamos pasar algún
tiempo juntos; ver a dónde van las cosas. No digo que sea fácil, porque no lo
será. No será la vida fácil de una Manada. Habrá peligro y trabajo duro y
mucho movimiento. Pero he visto lo que están haciendo los FW. Sería una vida
honorable. Una vida que vale la pena vivir. Más que esos cuentos de hadas con
los que creciste. Más que sostener la línea secundaria en una Manada que
juzga acciones y no personas.
Matthew se movió y suspiró, apretando la mano de Zack a cambio antes
de volver a dormir.
Capítulo dieciocho
Despertar fue mucho más difícil de lo que Matthew pensó que debería
ser. Luchó y perdió una docena de veces, hundiéndose de nuevo en el sueño.
Algo seguía tirando de él hacia abajo, pero poco a poco su cuerpo comenzó a
ganar la batalla. Rápidamente deseó que no lo hubiera hecho.
Dolía. Un dolor como nunca antes lo había sentido. La luz asaltó sus ojos y
movió una mano para cubrirlos, solo para encontrarse atado a algo.
—Está bien, Matthew. Trata de no moverte. Estás en el hospital —dijo
una voz extraña. Se quedó inmóvil, girando la cabeza para ver a una mujer
desconocida parada a su lado.
—¿Qué sucedió? —Su voz era ronca.
—¿No te acuerdas? Fuiste atacado por un perro y gravemente herido.
¿Perro? Le tomó un minuto orientarse y entender las cosas. La mujer era
humana, no una cambiaformas. Y fue atacado por un compañero
cambiaformas y no por un perro. ¿Cómo había terminado en un hospital
humano? Era una de esas cosas que nunca deberían pasar a menos que
estuvieras cerca de la muerte. Oh.
Trató de moverse de nuevo, el dolor lo atravesó. Había cables pegados a
su piel, tubos que sobresalían de él. A su alrededor, las máquinas emitían
fuertes pitidos. ¿Cómo estaba aquí? ¿Dónde estaba Zack? Podía oler al otro
lobo, muy débilmente, debajo del olor a antiséptico.
—Matthew, por favor quédate quieto. ¿Necesitas más alivio del dolor? —
La enfermera se movió para que estuvieran cara a cara, su cara preocupada
mirándolo.
—¿Dónde está Zack? —preguntó. Fue una lucha pronunciar las palabras,
tenía la garganta seca y dolorida.
—¿Tu hermano? Acaba de salir. Estoy segura de que volverá en cualquier
momento.
La enfermera hizo algo y el mundo de Matthew se volvió borroso, el
sueño lo sacó del mundo una vez más.
Se despertó y encontró a una enfermera diferente junto a su cama. El
dolor seguía allí, pero mitigado por lo que fuera que corría por sus venas.
Mirando hacia abajo a su cuerpo, parecía ser más un vendaje que carne. Lo
peor del dolor estaba en su cuello y su abdomen. Solo ese pequeño
movimiento agotó su energía y se recostó, dejando que sus ojos se cerraran.
—Les diré a tus familiares que pueden entrar.
Volvió a dormirse, despertándose de nuevo al abrirse la puerta.
Parpadeando, abrió los ojos y se volvió para saludar a Zack.
—Matthew. —Era una voz que conocía bien, pero no era la de Zack.
—¿Madre? —La mujer en cuestión estaba junto a la puerta, como si
tuviera miedo de adentrarse más en la habitación.
—¿Dónde está Zack? —preguntó. Había estado aquí, ¿no? Matt estaba
seguro de que había olido su aroma antes.
—Desapareció. Te dejó en la puerta y se fue.
No, eso no podría ser correcto. Zack no lo habría dejado sin más. Y Matt lo
había oído mientras dormía, se había despertado con su olor.
—Él no me habría dejado.
—¿Qué puedes esperar cuando te asocias con un rebelde, Matthew?
La decepción era fuerte en su voz, una emoción con la que estaba muy
familiarizado.
—Zack no es un rebelde.
Su madre frunció los labios.
—Fue exiliado de su manada.
Sabía que nada de lo que dijera la haría cambiar de opinión.
La puerta se abrió de nuevo y su hermano mayor, Arthur, entró.
—Ya casi estamos listos. Padre está hablando con el médico.
—¿Listos para que? —¿Dónde estaba Zack?
—Para llevarte a casa, por supuesto —respondió Arthur, exasperado
incluso por ese pequeño intercambio. Nunca había tenido mucha paciencia
con Matt—. Ya has causado suficientes problemas, Matthew. No hagas las
cosas peor de lo que ya son.
—No me voy a casa. Me voy con Zack. —Él no había soñado eso, ¿verdad?
¿Zack diciéndole que se iban juntos? Pero el recuerdo estaba desvaído y
borroso. ¿Habían sido las drogas las que hablaban? ¿El subconsciente de
Matthew? ¿Y si no hubiera sido Zack? ¿Y si el Alfa nunca hubiera estado aquí?
—¿Ese rebelde con el que estabas haciendo cabriolas por todo el país? Se
fue. Te dejó aquí y se fue. Tienes suerte de que te encontrasemos porque no
iba a volver. Podría haber pasado cualquier cosa. Cualquiera podría haberte
recogido.
La puerta se abrió por tercera vez y la persona que Matt menos deseaba
ver estaba parada allí, sin cruzar el umbral.
—Nos vamos. Vístelo.
La enfermera regresó, empujando a su padre.
—Realmente debería reconsiderarlo. No está lo bastante bien como para
ser movido. Todavía está tomando líquidos intravenosos y analgésicos.
—Nuestro propio médico lo cuidará —le aseguró su madre.
Hubo un breve enfrentamiento, la enfermera, con las manos en las
caderas, mirándolos. Pero eran tres contra uno y, aunque lo hizo bien para ser
humana, no era rival para la voluntad de tres cambiaformas.
—Si salen un momento, lo prepararé para que lo trasladen.
Su madre se quedó mientras su padre y su hermano salieron. Estaba
agradecido de que su madre desviara la mirada mientras la enfermera sacaba
el catéter, luego sacó la cánula intravenosa y lo desconectó de las máquinas
que lo monitoreaban.
—El médico está preparando su carta de alta y una receta para
antibióticos y analgésicos.
Su madre sacó algo de ropa de una bolsa, pero cuando no hizo ningún
movimiento para ayudarlo a vestirse, la enfermera se hizo cargo, le pasó la
camiseta por la cabeza y la colocó alrededor de sus vendajes, luego lo ayudó a
ponerse un par de pantalones de chándal.
—Esos vendajes necesitarán cambios frecuentes. Las grapas y los puntos
deberán sacarse dentro de una semana. Tu médico puede hacer eso.
Miró a su madre, esperando su asentimiento de reconocimiento antes de
continuar.
—Si comienza a sangrar nuevamente, si tiene problemas para respirar, si
hay signos de infección, debe ir directamente a su hospital local.
Su hermano empujó una silla, ayudó a Matthew a sentarse en ella y luego
lo llevó al pasillo. Su padre se quedó allí, con los brazos cruzados, sin siquiera
mirar en su dirección. El doctor estaba de pie junto a él, retorciendo
nerviosamente sus manos alrededor de un sobre que sostenía.
—Como dije, realmente creemos que sería mejor que Matthew pasara
unos días más aquí. Necesita tiempo para recuperarse. También encontramos
algunas irregularidades en los resultados de sus pruebas que realmente
deberían ser objeto de seguimiento.
Su padre le arrebató el sobre de las manos al médico.
—Nuestro propio médico es perfectamente capaz de atender las
necesidades de Matthew. Lo llevaremos a casa ahora. Necesita estar con la
familia.
El tono de su padre no admitía negativas y el doctor palideció.
—Por supuesto. Bueno, he documentado todo en la carta de alta.
Asegúrate de que haga un seguimiento de los resultados del análisis de sangre.
El padre de Matthew no respondió, simplemente se alejó hacia el
ascensor. La silla de Matthew se sacudió hacia adelante, su hermano los guió
detrás de su padre, su madre caminaba a su lado. Se hizo el silencio en el
ascensor mientras descendían. Su hermano se arrodilló a su lado, sacando una
jeringa de su bolsillo.
—¿Qué es eso? —preguntó.
—Más alivio para el dolor, para ayudarte a atravesar el viaje. Las cosas
del hospital desaparecerán pronto. —Siguió un pequeño pinchazo de dolor.
Trató de pensar en una salida a esta situación. Pero si Zack realmente lo
había abandonado a su suerte, ¿qué más le quedaba ahora? Su familia no iba a
dejar que simplemente se marchara. No podría en este momento incluso si lo
intentara. Resignado, se recostó en su silla con una mueca de dolor y observó
cómo el mundo pasaba a su lado. Adquirió una confusión familiar cuando las
drogas entraron en acción.
Justo afuera de la entrada del hospital, su padre se detuvo abruptamente,
volteándose y mirando a Matthew por primera vez.
—Toma una decisión. La vida allá afuera, donde tu destino pende de un
hilo momento a momento o la vida que elegimos para ti. —Su padre señaló la
distancia. Matthew miró, su cabeza dando vueltas. Por un momento, creyó ver
a Zack y se inclinó hacia adelante, listo para gritar, pero su visión se volvió
borrosa y la imagen desapareció, el olor de Zack no se encontraba por ninguna
parte. Su Alfa se había ido. Él nunca había sido realmente su Alfa.
Matthew agachó la cabeza.
—Solo quiero irme a casa.
Capítulo diecinueve
Habían aumentado la dosis de analgésicos de Matthew después de
descubrir que parecía ser un metabolizador rápido. Solo otro signo de
interrogación para agregar a todos los demás. Significaba que Matthew
durmió durante su traslado de la UCI a la sala de cirugía general.
Zack salió mientras lo trasladaban, llamando a Sebastian con una
actualización. Caminó por el costado del edificio, lejos de todo el ruido y la
actividad. Mantuvo su conversación corta y al punto. Matthew estaría bien.
Zack lo sacaría del hospital mañana.
Tuvo la sensación de ser observado momentos antes de captar el olor del
cambiaformas en el viento. Volviendo sobre sus pasos, se encontró cara a cara
con dos lobos desconocidos.
—¿Zachariah Brown?
No respondió.
—¿Quién eres?
—Somos la familia de Matthew. La gente de la que lo apartaste.
—Yo no lo aparté de vosotros. Huyó por su propia cuenta.
—Y casi muere.
—Eso fue culpa vuestra, no mía. ¿Quién envía a un rastreador deshonesto
que no puede controlarse a sí mismo tras un Omega?
—No estoy aquí para debatir contigo —respondió el mayor de los dos—.
Estoy aquí para llevar a mi hijo a casa.
—Matthew viene conmigo.
—¿Tú? ¿Un rebelde? ¿Qué puedes ofrecerle? Ni una manada, ni un hogar.
Ni seguridad ni estabilidad para sus hijos.
—Un vínculo verdadero —respondió Zack.
Se rieron.
—Tu cabeza está tan llena de tonterías como la de Matthew. Y no es de
extrañar con tu reputación. No, Zachariah. Matthew se vinculará con el Alfa de
Bear Lake. Alguien que pueda ofrecerle todo lo que realmente necesita, no lo
que cree.
—No me voy a marchar sin más —respondió.
—Oh, no te preocupes —dijo una tercera voz y miró hacia arriba para ver
a tres cambiaformas más acercándose—. Con mucho gusto le ayudaremos con
eso. Deberíamos estar agradecidos contigo, Zack. Fue tu antigua manada quien
nos dijo que Matthew estaba contigo, quien nos ayudó a localizarte.
Derek. Derek había hecho esto. Lo traicionó de nuevo, hirió a Matthew.
No podía negar que había algo de verdad en lo que decía la familia de
Matthew. Pero quería que la elección fuera de Matthew.
—Preguntémosle. Pregúntale a Matthew qué quiere hacer.
El padre de Matt dio un paso adelante.
—Matthew hará lo que sea mejor para la familia.
—Pregúntale a él —insistió Zack.
Los cambiaformas de Bear Lake lo escoltaron hasta la entrada del
hospital mientras la familia de Matthew entraba. No lo dejarían seguir.
—El chico necesita tiempo con su familia después de lo que ha pasado,
puedes esperar aquí con nosotros.
La espera fue interminable, pero lo que Zack no podía entender era por
qué estaban considerando su insistencia en ver a Matthew.
—Es demasiado pronto para sacarlo del hospital —trató de argumentar
en vano.
Finalmente, las puertas se abrieron y empujaron a Matthew en silla de
ruedas. Zack trató de caminar hacia adelante para saludarlo, pero los
cambiaformas lo detuvieron.
El padre de Matthew habló, sus palabras se escuchaban claramente en el
aire quieto.
—Bueno, Matthew. Toma una decisión. La vida aquí, con rebeldes, o la
vida segura que elegimos para ti.
Matthew miró hacia arriba, miró directamente a Zack. Por un momento,
Zack pensó que le iba a hablar, pero luego bajó la mirada hacia su regazo.
—Solo quiero irme a casa.
Y luego estaban girando, alejándose hacia el estacionamiento.
Uno de los cambiaformas le dio una palmadita en el hombro.
—Acéptalo, Zack, nunca ibas a ser tú. Al chiquillo prácticamente le
arrancaron la garganta porque te siguió.
Trató de encogerse de hombros.
—¿Qué? ¿Crees que Bear Lake te dejará marchar?
Zack sabía que no lo iban a hacer, pero estaba cansado y no esperaba otra
pelea.
Caminó con ellos alejándose del hospital y fuera de la vista, preparándose
para defenderse. Tres contra uno no eran probabilidades que le gustaran.
—Este lugar se está llenando bastante —comentó una voz familiar.
Zack no pudo ocultar una carcajada cuando los cambiaformas de Bear
Lake giraron.
Graham estaba de pie, apoyado contra un coche.
—Caballeros. Zack y yo tenemos algunos asuntos que atender, así que
dejemos lo pasado en el pasado y retomemos las cosas otro día.
Uno de los cambiaformas dio un paso hacia Graham y Zack supo que no
tenían más opción que luchar.

Quince minutos después, estaban en la carretera, ambos luciendo nuevos


moretones.
—James recibió tu mensaje. Sin embargo, pensé que iban a ser los dos —
dijo Graham.
—Matthew cambió de opinión. Supongo que esta no era la vida que él
quería para sí mismo.
—No es la vida que ninguno de nosotros quería, pero es la que tenemos
—respondió Graham, extendiendo una mano para subir el volumen de la
radio. Zack se alegró por la música, ya que ahogó la espiral descendente de sus
pensamientos.

No era el regreso a casa que había esperado. Los primeros días fueron
borrosos, despertando en su propia habitación, con la cabeza inundada por el
dolor y las drogas.
Al tercer día, se despertó con su madre sentada junto a su cama, haciendo
labores de punto. Tosiendo, alcanzó con manos temblorosas el vaso junto a su
cama. Ella lo miró pero no ayudó.
—Madre… —La puerta se abrió, la imponente figura de su padre de pie
allí.
Su madre dejó su trabajo de costura y se puso de pie mientras su padre se
dirigía al lado de la cama de Matthew.
—Madre, padre, siento mucho…
—Basta —ladró su padre—. No quiero escuchar una palabra más de ti. Lo
sabemos, Matthew. Te apareaste con ese rebelde, que ni siquiera tuvo la
decencia de formar un vínculo contigo, y te metiste en la condición más
vergonzosa. Si no fueras un Omega, no serías hijo mío.
Matthew se sentó, luchando por seguir las palabras de su padre.
—Bear Lake ha accedido a honrar nuestro acuerdo. Te quedarás aquí
hasta que nazca el niño, luego irás a ellos, para cumplir con tu deber.
—¿Niño? —¿De qué estaba hablando?
—El granuja con el que te acostaste. ¿Ni siquiera consideraste las
consecuencias de tus acciones?
—Estaba en celo…
—Una débil excusa después de que huiste de tu familia, de tus
responsabilidades. Te criamos mejor que eso, Matthew. Pero subestimé tu
naturaleza omega pecaminosa.
—Pero Zack…
—No permitiré que se pronuncie el nombre de ese granuja bajo mi techo.
Tenemos suerte de que Bear Lake esté dispuesto a mirar más allá de tus
indiscreciones. El niño se criará aquí, en las afueras de nuestra Manada. Tú y
él nunca os veréis una vez que nazca.
Su padre se volvió y le hizo un gesto a la madre de Matthew para que
saliera de la habitación antes que él. La conversación había terminado. Bueno,
menos conversación, más lectura de la sentencia por sus crímenes, que, a ojos
de su familia, eran geniales. ¿Cómo habían sabido que estaba embarazado
cuando él no tenía ni idea?
Mirando su cuerpo todavía vendado, trató de imaginar lo que había
dentro. ¿Un bebé? Suyo. Y de Zack. ¿Qué habían hecho?

Su hermana Cara vino a verlo más tarde y llenó los espacios en blanco.
Sobre cómo el médico humano había enviado los resultados de algunas
pruebas. Habían resaltado el resultado de una prueba para el seguimiento por
temor a que significara algo siniestro porque era hombre. Mirado con el
conocimiento de que era un Omega, indicaba claramente que estaba
embarazado.
Cara describió los próximos dos días. Cómo sus padres habían pasado
horas hablando con el médico de la Manada y con Morgan, el consejero de su
padre. Y luego se pusieron en contacto con Bear Lake. Todos los arreglos se
habían hecho antes de que despertara por completo.
—Pensé que ibas a encontrar a tu Alfa, a vincularte —dijo Cara, incapaz
de evitar el tono acusador de su voz.
—Yo… lo intenté. Quería. Pero todo sucedió tan rápido. Entré en celo tan
pronto como Zack y yo nos conocimos. Había sido exiliado de su manada. No
quería un vínculo, no sabía lo que era yo, lo que significaba aparearse
conmigo. Ni siquiera sabía que podía quedar embarazado sin un vínculo.
Ella le pasó una mano tranquilizadora por la frente.
—Yo tampoco. Oh, Mattie, lo siento.
—Yo también. Pero no hay nada que hacer ahora. No puedo volver a salir.
Zack no me quiere y no puedo mantenerme a salvo. No puedo mantener a este
bebé a salvo. Al menos aquí, se criará entre la manada.
Cara sostuvo su mano con fuerza mientras las lágrimas caían.
Capítulo veinte
Seis meses después

Otra redada, otro grupo de niños traumatizados. Zack odiaba esto. Sus
miradas temerosas y enojadas, evaluando a sus rescatadores porque no
confiaban en que esto no fuera un viaje de la sartén al fuego. Aparte de
rasguños y magulladuras, la única lesión fue una sufrida por uno de los suyos,
una herida desagradable por mordedura en el antebrazo. Zack lo vendó con
fuerza, luego dejó al Warrior continuar. Estaban listos para irse.
Una moto se detuvo.
—Maldita sea, parece que me perdí toda la acción —dijo Andrew,
bajándose. Los jóvenes lo miraban con incertidumbre.
—Andrew, ha pasado un tiempo.
El otro hombre estrechó la mano de Zack y le dio una palmada en el
hombro.
—Sí, tiempos ocupados —dijo, y luego bajó la voz—. Sebastian, de
Glenoak, ha estado tratando de comunicarse contigo. Dice que es importante.
—Sí, lo escuché. —El Alfa había intentado contactarlo por primera vez
hacía más de un mes. Zack había ignorado el mensaje, con la intención de
hacer todo lo posible para olvidar el pasado. El trabajo ayudó, distrayendo su
mente de todo lo que había sucedido, todo lo que había tenido y perdido. La
gente con la que trabajaba era buena gente. A veces un poco nerviosos y
propensos a actuar tanto desde el corazón como desde la cabeza, pero tenían
buenas intenciones y querían lo mejor para sus jóvenes protegidos.
—¿Y qué? ¿Simplemente vas a ignorarlo? No va a abandonar. Se está
convirtiendo rápidamente en uno de los Alfas más fuertes de esta generación.
—Bien por él —respondió Zack brevemente, guardando su equipo.
—James pone mucho peso en que los Guerreros de Fenrir tengan una
buena relación con Glenoak. Me envió aquí personalmente para pedirte que
contactes a Sebastian y lo escuches.
Zack se giró para irse pero Andrew lo detuvo con una mano en el hombro.
—Sé que el pasado es doloroso. Todos sabemos eso. Huir de el no es la
solución. Porque a veces está manteniendo el ritmo justo detrás de ti.
Andrew sacó un teléfono celular de su bolsillo y lo empujó hacia la mano
de Zack.
—Me quedaré unos días. James siente que te vendría bien una mano
amiga. Aquí había el doble de lobos de lo que esperábamos.
Había pruebas de que habían planeado trasladar a la mayoría a otro
lugar, pero nadie estaba muy seguro de dónde y por qué. Los pocos
manipuladores que habían capturado con vida no hablaban.
—Haz la llamada, Zack. Hoy —dijo Andrew, luego se dirigió al auto donde
estaban cargando al primer grupo.
Zack maldijo, metiendo el teléfono en su bolsillo.

Acomodaron a los jóvenes en la casa de seguridad en las primeras horas


de la mañana. Zack fue a la cocina a prepararse una taza de café, sabiendo que
tendría que hacer esa llamada más temprano que tarde. Esperó hasta las ocho
de la mañana, sabiendo que Sebastian probablemente era un madrugador.
Deambulando hasta fuera, puso cierta distancia entre él y la casa antes de
hacer la llamada, porque no quería que lo escucharan.
Sonó el teléfono y Zack tuvo que reprimir el instinto de colgar. Respondió
al tercer timbre.
—¿Hola?
—Sebastian, soy Zack, Zack Brown.
Hubo una pausa.
—Zack, es bueno saber de ti. —No se mencionaron los múltiples
mensajes que Zack sabía que Seb le había dejado.
—Escuché que has estado tratando de contactarme.
Otra pausa, luego una voz de fondo.
—Espera un momento, Zack —dijo Seb, luego todo quedó amortiguado
como si Seb hubiera tapado el altavoz con la mano. Zack todavía podía
entender lo que se decía—. Sí, Ro, es Zack. Finalmente. Danos unos minutos,
por favor.
Seb volvió a la línea.
—Lo siento, Zack. Sí, esperaba hablar contigo. ¿Has tenido algún contacto
con Matthew?
¿Qué clase de pregunta era esa?
—No, claro que no. Debe estar emparejado con el Alfa de Bear Lake a
estas alturas.
—Mmm. —Seb no pareció demasiado sorprendido por su respuesta—.
Quizás te interese saber que, hasta el momento, eso no ha sucedido. Todavía
está en casa.
—Bueno, bien por él. Su familia debe estar reconsiderando el arreglo.
—Oh, no. Todavía sigue adelante. En algún momento del Año Nuevo.
Eso no tenía sentido para Zack. Matt había tenido un celo desencadenado
en diciembre. Y ya debería haber tenido otro celo. ¿Cómo y por qué estarían
esperando?
—Bueno, no he sabido nada de él y no sé nada al respecto. —¿Por qué
Sebastian estaba arrastrando de nuevo esto ahora?
—¿Todavía piensas en él?
—Hago mi mejor esfuerzo para no hacerlo.
—¿Pero lo haces? —insistió Sebastian.
—Claro, eso creo. —Era difícil de evitar, el Omega siempre estaba en su
mente.
—¿Sueñas con él? —Bien, esto se estaba volviendo extrañamente
personal.
—Seb, ¿a qué quieres llegar exactamente?
—Hemos estado intentando averiguar por qué Matt no estaría ya en Bear
Lake. Adam ha estado investigando un poco sobre los rituales de vinculación
de Omega y creemos que puede haber un problema.
—No hay un problema, Seb. Nunca nos unimos. Sólo tuvimos sexo.
—Sexo mientras Matthew estaba en celo.
—Pero no hubo mordedura de apareamiento
Hubo una pausa antes de que Seb continuara.
—Un mordisco puede no ser del todo necesario. Adam ha estado leyendo
algunos manuscritos antiguos de la manada. El mordisco parece haber sido
incorporado a los rituales de vinculación más tarde y se considera que
aumenta la potencia del vínculo en lugar de ser esencial para su formación.
Zack no podía creer lo que estaba escuchando.
—No hay vínculo, Seb. Matt y yo lo hubiéramos sabido si lo hubiera
habido.
—¿Estás seguro? —insistió el Alfa—. Con un celo desencadenado entre
dos lobos sin conexión previa y sin mordedura de vínculo, puede ser difícil
distinguir un vínculo débil del tipo de sentimientos que podría tener al
comienzo de una relación.
—No hay vínculo —replicó Zack, incapaz de entender por qué el Alfa era
tan persistente.
—Entonces, ¿no has estado soñando con Matthew? ¿No escuchas los
latidos de su corazón ni lo hueles? ¿Has podido acostarte con otras personas,
formar otras relaciones?
Había tenido ofertas, pero no tenía interés. Por supuesto, lo había
atribuido a que necesitaba toda su energía para el trabajo y no quería meterse
en nada después de Derek y Matthew. Pero siempre estaba la voz en su
cabeza, la que señalaba que, sin importar en quién pusiera los ojos, no era el
Omega de ojos verdes que estaba buscando.
—¿Cuál es el punto de todo esto, Sebastian?
El Alfa resopló de frustración, pero se contuvo antes de responder.
—El Alfa de Bear Lake todavía tiene la intención de vincularse con
Matthew. La única razón que puedo ver para tal retraso es que saben que él ya
formó un vínculo, por lo que no pueden continuar a menos que rompan ese
vínculo. Y la única manera de que hagan eso…
—Es matarme.
—James conoce nuestras sospechas. Su gente está atenta a cualquier
movimiento en Bear Lake, pero sospechamos que no han podido encontrarte
para hacerlo.
Zack se llevó una mano a la frente. Esto era una maraña mucho más
compleja de lo que había imaginado.
—Está bien, entonces tengo un objetivo en mi espalda, genial.
Hubo silencio al otro lado del teléfono antes de que Seb se aclarara la
garganta.
—¿Has pensado en esto desde la perspectiva de Matthew?
—Si entra en celo…
—Pueden estar sedándolo durante los celos, pero es peligroso y pasa
factura. Eventualmente, vuestra separación resultará fatal. Y hay algo más.
¿Cómo podría haber algo además de la muerte inminente de Matthew?
—¿Qué, qué es?
—Sabemos que todavía está en casa, en Briar Wood, pero nadie lo ha
visto. Lo mantienen apartado del resto de la Manada. Su familia es muy
tradicional. Huir y formar un vínculo no aprobado sería visto como algo
terriblemente vergonzoso.
—Entonces, incluso si él sabe que hay un vínculo entre nosotros, es
posible que no haya podido irse para venir a buscarme.
Seis meses de separación y aislamiento, y probablemente Matthew había
pasado por al menos un celo sin un Alfa. Zack más que nadie sabía lo que ese
tipo de aislamiento le hacía a un cambiaformas.
Sebastian debió haber adivinado sus pensamientos.
—Si decides ir por él, no vayas solo. Te matarían tan rápido como lo haría
Bear Lake. Este acuerdo entre sus Manadas significa mucho para ellos. La
muerte de un rebelde no les molestaría en comparación.
Zack sabía que Seb decía la verdad. Si el sufrimiento de su propio hijo no
los había conmovido, no tendrían ningún problema en sacar a Zack del
camino.
—Si podemos ayudar de alguna manera, lo haremos —le prometió
Sebastian—. Pero no podemos tomar medidas oficiales a menos que podamos
probar un vínculo. Por ahora, es suposición, no realidad. No sabrás toda la
verdad hasta que tú y Matthew os reunáis.
Capítulo veintiuno
Encontró a Andrew solo en la cocina y se sentó a su lado.
—¿Hablaste con Sebastián?
—Sí.
—¿Y?
—¿Estás listo para un viaje por carretera?
—¿Por qué, qué dijo Sebastian? ¿Adónde vamos?
Intentó ordenar sus pensamientos, dar una respuesta coherente.
—Seb cree que Matthew y yo tenemos un vínculo. Cree que Bear Lake
quiere matarme y que la manada de Matthew lo ha estado escondiendo,
posiblemente sedándolo durante los celos.
Andrew se reclinó en su silla.
—Maldita sea. James me dijo que le preocupaba que Bear Lake te
persiguiera. No me dijo por qué.
—Sebastian podría estar muy equivocado, pero no puedo pensar en
ninguna otra razón por la que no habrían seguido adelante con el plan de
aparear a Matthew con el Alfa de Bear Lake.
—Y si es verdad, entonces no se producirá un vínculo.
—Necesito ver a Matthew. Necesito saber si... si está bien y si hay alguna
razón por la que no puedo sacármelo de la cabeza.
—Si lo están escondiendo, no va a ser fácil. ¿Estamos seguros de que
todavía está en tierras de la manada?
—Seb parece bastante seguro.
—Llamaré a James, lo consultaré con él, veré qué podemos armar.

Andrew volvió unas horas más tarde.


—James dice que debemos mantener esto pequeño. Solo tú y yo.
—¿Tiene alguna idea sobre cómo entraremos y saldremos sin ser vistos?
—De hecho, lo hace. La hija de Yellow Rock se unirá al sucesor Alfa de
Briar la próxima semana. Habrá dos días de celebraciones, muchos extraños
yendo y viniendo. Podemos colarnos mientras las cosas están ocupadas y ellos
están distraídos, localizar a Matthew y averiguar qué está pasando
exactamente.
—Es arriesgado. Muy arriesgado. Debería ir solo.
—No, Zack. No, no deberías. Has sido un activo para los Warriors estos
últimos meses. Has salvado vidas. Y James cree firmemente en el verdadero
vínculo entre Alfa y Omega.
—¿Pero él no tiene un Omega propio?
—Si va a ser, será. Así es como funciona esto.
Entonces, ¿vamos a buscar a Matthew?
—Nos vamos esta noche. Tardaremos dos días en llegar. Justo a tiempo
para las celebraciones.
Andrew le dio una palmada en el hombro.
—Ve a descansar un poco. Necesitaremos nuestro ingenio despejado.

La soledad se hizo más llevadera a medida que pasaban las semanas. Su


hermana Cara lograba visitarlo una o dos veces por semana y, a veces, incluso
convencía a quien lo vigilaba para que los dejara salir a caminar. Estaban tan
cerca de las afueras de la Manada que las posibilidades de encontrarse con
alguien más eran bajas.
El resto de su familia eran visitantes poco frecuentes. Sus hermanos
nunca acudían, su padre sólo cuando se había considerado absolutamente
necesario. Su madre venía una vez a la semana, sin falta, aunque nunca lo
miraba, miraba fijamente un punto en la pared detrás de él o miraba por la
ventana mientras estaban sentados en silencio.
Su vergüenza era grande y pesaba mucho sobre él, creciendo cada día con
el hinchamiento de su vientre. Ya habían visto tener a un Omega como una
bendición a medias, pero ¿un Omega sin vínculos que había hecho lo
impensable y había quedado embarazado de un rebelde? Su nombre debe salir
de sus labios como una maldición.
Mientras se recuperaba de sus heridas, sus padres lo habían dejado
quedarse en su propia habitación. Pero todo eso cambió una vez que sanó.
Establecieron muy claramente lo que sucedería a continuación.
No debía haber interrupción del embarazo, por indeseable que fuera, por
temor a dañar su futura fertilidad. Permanecería en la tierra de la Manada
hasta que diera a luz y luego Matthew sería entregado a Bear Lake, para
aparearse y vincularse con su Alfa en su próximo celo.
Al principio, pensó que todo era lo mejor, pero a medida que el bebé
crecía, también crecían sus dudas. Pensaba en Zack constantemente; el Alfa
acechaba tanto en sus horas de vigilia como en sus sueños. Cien veces había
considerado tratar de hacer contacto. Si hacía llegar una carta a las manos
adecuadas, sabía que le llegaría a Zack. Pero no podía soportar la idea de
hacerse ilusiones solo para sufrir otro rechazo. Zack lo había abandonado en
el hospital, no podía permitirse olvidar eso.
El sonido de una puerta abriéndose lo sacó de sus pensamientos. Se puso
de pie, olfateando a Cara antes de verla.
—Dorothy está de servicio. ¿Qué tal si salimos y estiramos las piernas?
Él la siguió, ansioso por tomar un poco de aire fresco. No lo dejaban salir
solo y quien fuera el encargado de cuidarlo, del pequeño grupo elegido por sus
padres por su discreción, no podía estar en la misma habitación que él a
menos que fuera absolutamente necesario.
—Te ves cansado. ¿Has estado durmiendo?
Sacudió la cabeza.
—Sigo soñando. Con Zack.
Habían hablado un poco sobre él durante semanas y meses, pero era un
tema doloroso.
—¿Has pensado en tratar de contactarlo? —aventuró ella.
—No querrá saber nada de mí.
—Vas a tener su bebé —dijo ella intencionadamente—. Y sabes cómo son
los alfas con respecto a los niños.
—No quería un vínculo ni una pareja para toda la vida, no querrá un hijo.
Me dejó solo en ese hospital por una razón.
Cara se estremeció ante sus palabras, una extraña expresión cruzó su
rostro.
—¿Qué? ¿Qué dije?
—¿Quién te dijo que te abandonó en el hospital? —preguntó con cuidado,
sus ojos fijos en el camino delante de ellos.
—Él no estaba allí cuando me desperté, mamá y papá me dijeron que me
acababa de dejar allí. ¿Por qué?
Ella no respondió, la expresión en su rostro era una que no había visto
antes.
—Cara, ¿qué pasa?
—Escuché a Arthur hablando con Simon y Brett. Presumiendo, en
realidad. Sobre cómo habían impedido que Zack te alcanzara en el hospital y
luego te engañaron a ti y a él drogándote y manteniéndolos contra el viento
mientras se iban mientras los cambiaformas de Bear Lake lo sujetaban, para
que no supieras que estaba allí.
Dejó de caminar y se quedó mirándola.
—Zack… ¿Zack no me abandonó?
—Se suponía que Bear Lake lo llevaría a un lado y lo mataría.
Sus palabras enviaron una descarga eléctrica a través de él, el aire
succionado de sus pulmones. ¿Zack, muerto?
—Pero no lo hicieron —se apresuró a decir—. Otro cambiaformas
apareció y lo ayudó a escapar. —Y así, su aliento volvió a él y arrastró largas
bocanadas de aire.
—No deberías estar tan apegado a un cambiaformas al que no estás
vinculado, Matthew. No es saludable. Solo vas a hacerte más miserable.
Zack no me dejó. Se quedó conmigo. Esas palabras, esas promesas
vagamente recordadas. ¿Habían sido reales? ¿Habían sido de Zack?
—Quiero enviarle un mensaje a Zack —le dijo. Por primera vez en mucho
tiempo, ella le sonrió.
—Ahí está mi hermano. Estaba empezando a pensar que lo había perdido.
Caminó con él de regreso a la casa, prometiendo ver qué podía hacer para
enviar una carta.
Capítulo veintidós
No hacía mucho tiempo que había regresado cuando llegó el médico,
trayendo la máquina de ultrasonido con él. A Matthew nunca le gustó. No solo
la imagen del bebé en crecimiento que se esforzaba por no mirar, sino que la
actitud del médico lo hacía sentir incómodo. Siempre había estado muy
interesado en el hecho de que Matthew era un Omega. Ahora, con Matthew
embarazado, parecía aún más emocionado de estar documentando los
cambios en el cuerpo de un Omega. El doctor lo vio como una oportunidad
única, pero lo hizo sentir como un experimento científico.
—Ahora, Matthew, vamos a hacer una exploración más larga hoy. ¿Algo
nuevo que informar?
Había una cosa, pero dudaba en mencionarla.
—Escúpelo, Matthew. Quieres dar a luz a un bebé sano, ¿no?
—Las cosas están doloridas... ahí abajo.
Era difícil articular dónde estaba el dolor, excepto que estaba en algún
lugar donde no creía haber sentido dolor antes.
—Bueno, este es el momento en que la entrada al canal de parto debería
comenzar a formarse. Creo que puede ser algo incómodo. Echaré un vistazo
después del escaneo.
Quería decirle al médico que no era necesario, pero sabía que no serviría
de nada. Estaban tan preocupados por proteger su fertilidad que los controles
eran muy minuciosos.
El escaneo duró lo que pareció mucho tiempo. El tiempo suficiente para
que el sol comenzara a hundirse hacia el horizonte y el médico tuvo que
levantarse a la mitad para encender las luces. El doctor Blake no dijo mucho,
solo tarareó y bufó. La sonda que presionaba su estómago comenzó a doler,
pero para entonces la exploración había llegado a su fin.
—Muy bien, Matthew, solo quítate esos pantalones y haré un examen
rápido.
Cerró los ojos, agarró las sábanas con ambas manos y respiró a pesar de
la incomodidad.
—Tu cuello uterino ha comenzado a moverse en preparación para el
parto, pero aún está bien cerrado —comentó el médico—. La ternura no es
nada de qué preocuparse. Es tal como lo sospechaba, se está formando la
entrada al canal de parto. No se abrirá hasta que esté más cerca del
nacimiento. No debería causar nada más que un poco de incomodidad.
Palmeó a Matthew en la cadera antes de alejarse para recoger su equipo.
—A la misma hora la próxima semana —gritó alegremente mientras se
iba.

Cara convenció a su vigilante para que los dejara salir a dar otro paseo al
día siguiente. Se había vuelto bastante buena en subir el encanto.
Esta vez, en lugar de la caminata pausada que solían tomar, ella lo
apresuró, tomando un camino muy directo, pero a qué destino, él no lo sabía,
excepto que se adentraban más en el territorio de la Manada.
Se detuvo abruptamente, empujando a Matthew para que se parara a su
lado a la sombra de un gran árbol.
—Shh —dijo ella—. Escucha.
Así lo hizo. Más allá de los sonidos del exterior, en la distancia cercana,
podía escuchar voces. Su padre. Su madre. Y Morgan, la mano derecha de su
padre.
El tema de conversación era Matthew, por supuesto. Y la visita del médico
de ayer. Matthew había tratado de no mirar demasiado de cerca la pantalla de
ultrasonido. No podía encariñarse, el bebé nunca sería suyo.
—Sé que María y yo teníamos la intención de que el bebé fuera criado por
una familia dentro de la Manada, pero ya no creemos que ese plan sea factible.
A partir de los escaneos, el doctor Blake dice que es un niño y cree que existe
una gran posibilidad de que el bebé sea un Omega. Creemos que sería mejor,
para todos los interesados, si eso se colocara en otro lugar.
¿Eso? ¿Un omega?
—Por supuesto, Alfa. Lo manejaré con sensibilidad y discreción.
—Siempre podemos confiar en ti, Morgan. Tienes nuestra máxima
confianza.
Su madre permaneció en silencio.
No iban a mantener al bebé aquí. Lo único que había pedido Matthew,
que el bebé se criara dentro de la manada, y ni siquiera se lo iban a dar. No
quería que el niño sufriera por su propia estupidez, que se criara en el caos y
el estigma que conlleva ser un rebelde. Especialmente si era un Omega.
Cara tomó su mano y la apretó con fuerza cuando escucharon que sus
padres se marchaban. Lágrimas calientes se acumularon detrás de sus ojos y
no pudo evitar que cayeran. Ella lo atrajo hacia sí, presionando su rostro
contra el de él y susurrándole al oído.
—Lo siento, Mattie.
Se pasó el dorso de la mano por los ojos. No estaría bien sentir lástima
por sí mismo. ¿A quién sino a sí mismo tenía que culpar? Alejándose del árbol,
se movió para regresar a la casa, solo para que la voz de Morgan continuara
con la brisa mientras se iba.
—Hola. Soy yo. Tengo algo para ti. —Hubo una pausa, el otro lado de la
conversación demasiado débil para escuchar—. No, mejor que eso. Te dije que
su hijo Omega quedó preñado, ¿verdad? Creen que el bebé también es un
Omega y quieren deshacerse de él. Saca las antenas, ¿quieres? Genera un poco
de interés. El paquete de alegría debería estar listo para partir en dos o tres
meses.
Hubo otra pausa.
—No, no más machos nuestros este año. El Alfa no es estúpido y no es
malicioso. A menos que alguien realmente la cague en los próximos meses, el
bebé es todo lo que recibirás de nosotros. Tengo el ojo puesto en algunos
alborotadores que puedo erradicar el próximo año. Y una chica que fácilmente
podría hacer que un extraño le hiciera volar la cabeza. Haremos un buen
dinero con ellos.
Matt compartió una mirada de horror con Cara. Morgan, el amigo de
confianza de su padre, vendía lobos jóvenes y planeaba vender el bebé de
Matthew. Esperaron hasta que Morgan subió a su coche y se alejó antes de
atreverse a hablar.
—¿De verdad vas a dejar que eso suceda? Tienes que poner fin a esto,
Matthew.
—¿Cómo? ¿Cómo puedo detener esto?
—Nos pondremos en contacto con Zack. Merece saberlo y asumir cierta
responsabilidad por el lío en el que te ha metido.
—Me metí en ese lío, Cara, al irme la primera vez. No volveré a cometer
ese error.
—Entonces, está bien simplemente entregar a tu bebé, sin saber dónde
terminará.
—Hablaré con mamá. Ella no permitirá que papá se lleve al bebé. Me
prometieron que se criaría aquí.
—Padre no tiene intención de mantener esa promesa. Solo hace lo que
cree que es mejor. Siempre lo ha hecho —respondió ella con amargura.
—Luego le hablaremos de Morgan, de lo que oímos.
—¿Crees que nos creería si lo hiciéramos? —preguntó ella, ojos brillantes
observando los suyos.
Consideró la pregunta. ¿Evaluaría su padre las palabras de su deshonrado
hijo Omega y su obstinada hija sobre las de su asesor?
—No, nunca nos va a creer. No sin pruebas.
—Y ni siquiera sé cómo haríamos para conseguir eso —dijo Cara.
Regresaron a la casa con el corazón apesadumbrado.

Su madre visitó justo a tiempo. Matthew sacó el tema de una manera


indirecta.
—¿Has elegido la familia que va a criar al bebé?
—Tu padre se está encargando de eso —respondió ella, con la mirada fija
en la ventana.
—¿Pero te asegurarás de que sean buenas personas? ¿Qué se encargarán
de él?
Observó cada una de sus expresiones y supo que sus palabras habían
llegado a ella, pero su respuesta envió un escalofrío a través de él.
—Tu padre se encarga de ello, Matthew. No te lo diré de nuevo.
Ella se levantó para irse.
—Por favor, madre. Necesito saber que estará a salvo.
—Basta, Matthew. Es demasiado tarde para pensar en eso ahora. Has
hecho tu cama. Y te acostarás en ella, quieras o no.
Ella lo dejó con sus pensamientos poco después. Eso era todo lo que tenía
en estos días, pensamientos y sueños. Sus sueños eran principalmente de
Zack, intercalados con pesadillas sobre el lobo rebelde que lo había mutilado.
Las patadas del bebé lo despertaban la mayoría de las veces y estaba
agradecido por eso. A veces se preguntaba si el bebé podría sentir su angustia
y qué daño podría causar. Solo otra preocupación encima de muchas.
Cuando su familia lo llevó a casa, se sintió tan agradecido de estar de
vuelta en la manada que decidió acceder a sus deseos. Ser Manada era mejor y
más seguro, ahora lo sabía. Sería lo mejor para sus hijos. Pero, ¿tendría que
sacrificar a este niño por la seguridad de sus futuros hijos? ¿Podría?
Volvió a caer en un sueño inquieto.
En su sueño, un bebé estaba llorando. Lo buscó y lo buscó. Cuando lo
encontró, estaba en los brazos de Cain, la sonrisa cruel del rebelde hizo que su
corazón latiera más rápido. Dio un paso adelante para tomar al bebé, pero
encontró que lo sujetaban por los brazos. Miró hacia atrás para ver a su padre
y al Alfa de Bear Lake frenándolo.
—Este fue el trato que hiciste —repitió la voz de su padre.
—Has hecho tu cama. —La voz de su madre lo rodeaba, aunque no podía
verla.
—No, no. Este no era el acuerdo. Lo prometiste —gritó, suplicando a su
padre—. ¡Por favor, lo prometiste!
Se despertó bañado en sudor frío, el corazón le latía con fuerza cuando se
incorporó y el bebé pateaba con fuerza. Dejándose caer de nuevo en la cama,
dejó que su mano recorriera su vientre.
—Tengo que verte a salvo. Lo que sea que eso signifique.
Capítulo veintitrés
Pasó casi una semana antes de que Cara regresara y lo sacara a dar otro
paseo.
—Una carta podría tardar semanas o meses en llegar a Zack, ¿no es así?
—Supongo. No podemos simplemente enviarla por correo. Tendríamos
que encontrar a alguien para pasársela a otra persona con la esperanza de
que, eventualmente, le llegue a él.
Demasiado lento. Se le estaba acabando el tiempo rápidamente.
—Si tuviera que ir a buscar a Zack en su lugar, ¿cómo saldría de aquí?
Cara puso los ojos en blanco.
—De la misma manera que lo hiciste la última vez. Tomando el bus.
—Eso no es lo que quiero decir. Me vigilan día y noche. Se darán cuenta
de que estoy desaparecido minutos después de que me haya ido. No llegaré
lejos.
—He estado pensando en eso. La próxima semana vendrá Yellow Rock,
para celebrar el compromiso de Arthur con Gina. —Gina era la única hija del
Alfa de Yellow Rock. Que ella se apareara con su sucesor Alfa se consideraba
una pareja auspiciosa para ambos.
—Dorothy se iba a quedar contigo todo el día, pero sabes que odia
perderse una buena celebración, así que me ofrecí para sentarme contigo. Iré
a la fiesta un par de veces, les diré que estás durmiendo la siesta. Ellos no
sospecharán. Tendrás unas buenas ocho o diez horas antes de que alguien se
dé cuenta de que no estás donde deberías estar.
Le daría una ventaja inicial. Y eso podría ser suficiente.
—¿Pero adónde irás? —presionó Cara.
—Pensé en ir a la cabaña donde conocí a Seb y Ro, pero no creo que nadie
esté allí ahora.
—¿Zack no estará todavía allí?
Se encogió de hombros, luchando por recordar lo que se había dicho hace
tantos meses.
—No me lo parece. Fue solo algo temporal.
—Entonces, ¿dónde? No puedes simplemente vagar por el país, con la
esperanza de encontrarte con Zack, especialmente no en tu condición.
—Iré a Glenoak. Me ayudarán a encontrar a Zack y, si no pueden, pueden
estar dispuestos a albergarme, al menos hasta que nazca el bebé. Se
asegurarán de que esté a salvo.
—¿Puedes confiar en ellos?
Pensó en la amabilidad de Seb y la voluntad de Ro de darle una segunda
oportunidad. Y recordó palabras medio recordadas a través de la neblina de
sus heridas. Glenoak no lo olvidará.
—Puedo confiar en ellos.

La semana transcurrió, Matthew preocupándose cada día de que algo


cambiaría en su situación, de que decidirían trasladarlo o colocar un vigilante
adicional con él. Pero a medida que su embarazo avanzaba, había sucedido
casi lo contrario. Parecía que habían dejado de preocuparse de que pudiera
despegar y ahora estaban más interesados en asegurarse de que el resto de la
manada no lo viera.
Cara no dijo una palabra hasta que estuvieron afuera y lejos de la casa.
Había consultado mapas y horarios y regresado con un plan.
Le tendió una hoja de papel con instrucciones toscamente garabateadas.
—Te llevará casi dos días completos de viaje llegar allí. No hay autobús
directo, por lo que tendrás que cambiar dos veces y viajar millas fuera de tu
camino. Tomarás el mismo autobús que la última vez, yendo por la dirección
opuesta de regreso a la estación principal de autobuses. Desde la estación,
toma este autobús hacia el este durante medio día. Luego toma un autobús
nocturno que te llevará a las afueras de Glenoak a primera hora de la tarde.
Irás a pie desde allí o podrías intentar hacer autostop.
—Lo haces parecer tan fácil.
Ella sacudió su cabeza.
—Será más difícil esta vez. Llevas mucho más contigo que la primera vez
que te fuiste y no me refiero solo al bebé.
—Puedo hacer esto. Soy más fuerte de lo que parezco.
Ella sonrió ante sus palabras, pero esta vez estaba teñida de tristeza.
—Sé que lo eres, Mattie.

Tuvo que soportar una visita más del médico el día antes de su partida.
Por primera vez, estuvo casi agradecido de obtener el visto bueno del doctor
Blake, de escuchar los fuertes latidos del corazón del bebé. Ambos
necesitarían su fuerza para el viaje por venir.
Su madre llegó justo cuando el médico se iba. Lo cual era extraño, ya que
no era su día habitual para ir a verlo. La visita no fue nada fuera de lo común y
ella dijo muy poco. Por el bien de las apariencias, preguntó por Arthur y los
planes para la fiesta. Eso pareció animarla durante unos minutos mientras
hablaba de la comida y los preparativos antes de que la conversación se
apagara de nuevo. Había un consuelo en el silencio. Se había vuelto familiar.
Levantó la vista para encontrarla mirándolo y, por primera vez en meses,
sus ojos se encontraron. Los suyos eran brillantes y claros. Trató de hablar
pero no pudo pronunciar las palabras, parpadeando mientras dos lágrimas
solitarias caían.
—Matthew —ella se atragantó, forzando sus ojos lejos de los de él—. Sé
que no siempre ha parecido así. Sé que no siempre lo he demostrado. Pero
eres mi hijo y te amo.
Se puso de pie abruptamente y le tendió un paquete que había estado
acunando en su regazo.
—Algo de comida para tu viaje. Y algo más. No lo abras hasta que llegues
allí. Prométemelo.
Lo tomó de ella, sorprendido casi en silencio por sus palabras.
—Lo prometo.
Se acercó como si fuera a abrazarlo, pero los pasos indicaron el regreso
de Dorothy y, en cambio, se dio la vuelta y salió a saludar a la mujer mayor. Le
dio tiempo a Matt para escabullirse escaleras arriba y esconder el paquete
debajo de su cama. Se sentó allí hasta que la escuchó irse.
Luchó por entender sus motivaciones. Si bien a menudo trataba de
calmar el temperamento de su padre, rara vez había hecho más que eso. Rara
vez lo defendía de alguna manera, grande o pequeña. ¿Por qué ahora? ¿Por
qué esto?
No durmió mucho esa noche. Demasiado lleno de nervios para descansar.
El bebé también los sintió, levantando una tormenta.
A la mañana siguiente, la hora de llegada de Cara llegó y pasó. Comenzó a
ponerse ansioso, pero trató de tranquilizarse. Había muchas razones por las
que ella podría haberse retrasado y nada que sugiriera que se había
descubierto su plan, excepto el conocimiento de su madre.
Cuando alguien finalmente llegó para relevar a Dorothy, fue su padre y
Justin, otro vigilante. Matthew sabía que eso no presagiaba nada bueno. En
lugar de llamarlo abajo, su padre fue a verlo a su habitación.
—Tenemos que ser extremadamente cautelosos durante los próximos
dos días, dados nuestros visitantes. Te quedarás en tu habitación. Justin estará
abajo y Don estará fuera. Nadie, Manada o no, entra o sale de esta casa hoy.
Se dio la vuelta para irse y, aunque Matthew quería devolverle la llamada,
no podía imaginar una sola palabra que superara la ira de su padre. Fue solo
cuando la puerta se cerró y escuchó el clic de la cerradura que se dio cuenta de
que el Alfa no le había estado diciendo que se quedara en su habitación, se
estaba asegurando de ello.
Cara no vendría. No habría escapatoria, ni hoy, ni en las próximas
semanas.
Capítulo veinticuatro
Condujeron hasta las afueras del territorio de Briar Wood y estacionaron.
Andrew había esbozado el plan. Entraría primero, solo, con el pretexto de
entregar un regalo a la feliz pareja, y comprobaría el lugar.
Justo cuando se iba, Zack tuvo una idea.
—Matthew era cercano a una hermana, Cara. Ella lo ayudó a escapar la
primera vez. Si puedes encontrarla, ella podría señalarte hacia Matthew.
No le gustaba dejar que Andrew entrara solo, pero dado que el padre y el
hermano de Matthew lo conocían de vista y olor, su presencia haría las cosas
mucho más arriesgadas para ambos.
Pasaron las horas mientras pasaba de estar sentado en el coche a caminar
de un lado a otro junto a él. Estaba tan cerca de Matthew después de todos
estos meses. Cada terminación nerviosa de su cuerpo estaba al límite.
Andrew regresó en forma de lobo, con la ropa en la boca. Fue una lucha
esperar a que el otro cambiaformas cambiara, escuchar lo que tenía que decir.
Mientras Andrew se vestía, le sonrió a Zack.
—Encontré a Cara. Había muchos ojos alrededor, por lo que no podía
decir mucho, pero pudo decirme dónde lo tienen retenido.
—¿Está bien?
—Parecía preocupada —dijo Andrew, lo que solo alimentó los temores
de Zack.
—Razón de más para que lo encontremos. ¿Entonces cómo hacemos
esto?
—Esperamos hasta el anochecer, exploramos el lugar, luego entramos y
salimos con el menor derramamiento de sangre posible.
Zack se congeló ante las palabras.
—Nunca hablamos de derramamiento de sangre. Se trata de encontrar a
Matthew y asegurarse de que esté bien.
—Vamos, Zack, sé realista. No van a dejar que se vaya de allí. Tienen que
tener gente protegiéndolo. Haremos nuestro mejor esfuerzo para no matar a
nadie, pero no vamos a llegar a ningún lado siendo pasivos.
—¿Y James está de acuerdo con esto?
—Solo has visto el lado del salvador de la operación de los Guerreros de
Fenrir. El lado militante activo es mucho más pragmático. La gente ha muerto
y morirá en las batallas por venir, para hacer las cosas bien. Estas son cosas
por las que vale la pena luchar. Y lo que tienes que preguntarte es, ¿Matthew
es alguien por quien estás dispuesto a luchar?
Zack sabía la respuesta tan bien como conocía el latido de su propio
corazón. Matt era más que un cambiaformas con el que se había acostado.
—Sí, lo es.
—Bueno. Entonces lo hacemos. Esta noche.

El día de Matthew pasó lentamente. Se preocupó. Preocupado de que se


hubiera descubierto el plan de Cara. Preocupado de que su madre los hubiera
traicionado. Preocupado de que su padre tomaría medidas más drásticas. Se lo
comieron los nervios mientras el sol viajaba por el cielo.
La caída de la noche fue una bendición, dejando descansar sus ojos, si no
su mente. Hubo un cambio de turno en algún momento, bromas y risas
reverberando a través de las tablas del suelo.
Se quedó dormido, con los oídos medio atentos a los sonidos de peligro,
con un brazo envuelto protectoramente alrededor de su vientre.
Pero no fue el sonido lo que lo despertó. Fue el silencio. Una quietud
extraña, antinatural. Se incorporó, escuchando. Pasos. En el frente de la casa.
El crujido de una puerta al abrirse, luego más pasos en las escaleras.
El corazón de Matthew comenzó a acelerarse, sus palmas sudorosas. En
medio de la noche, ¿quién vendría por él? ¿Dónde estaba su vigilante?
Poniéndose de pie, se paró en medio de la habitación y esperó.
Los pasos se acercaron y Matthew pudo oír los latidos del corazón del
cambiaformas. El clic de la llave girando en la cerradura lo hizo retroceder un
paso, con ambas manos protectoramente sobre su vientre. El bebé se movió y
pateó en respuesta a su miedo.
Matthew cerró los ojos, solo por un momento, sintiendo su conexión con
el niño dentro de él, y deseando que hubiera una manera de hacer esto bien.
Recordó el aroma de Zack, embriagador y calmante, y Alfa. El recuerdo le dio
la fuerza para abrir los ojos y enfrentarse al cambiaformas al otro lado de la
puerta.
—¿Matt?
—¿Zack? —Una palabra teñida de esperanza e incredulidad. ¿Podría el
Alfa realmente estar aquí?
Zack entró en la habitación, sin molestarse con el interruptor de la luz.
Pasó un largo momento mientras se miraban el uno al otro antes de que
la mirada de Zack se posara en las manos de Matt donde acunaban su vientre.
—Estás... oh.
—Es tuyo —ofreció Matthew, incapaz de contener las palabras una vez
que había comenzado—, pero debido a que no hay vínculo, todavía quieren
que me aparee con Anders. Van a enviar al bebé lejos, lo van a criar fuera de la
Manada, pero ahora Morgan está tratando de venderlo, porque es un Omega.
Pensé… pensé que tal vez Glenoak podría llevárselo, mantenerlo a salvo.
—¿Y que hay de ti? ¿Quién te mantendrá a ti a salvo? ¿Quién se asegurará
de que seas feliz?
Zack dio un paso hacia él, acercándose. Una mano se acercó y tomó la
mejilla de Matt. No pudo evitar apoyarse en el toque, cerrando los ojos. Había
querido esto durante tanto tiempo.
—Andrew está afuera. Tenemos que irnos. Ven conmigo, Matt, ven a
hacer una vida conmigo. No será todo lo que esperabas, pero será mejor que la
vida que tendrías en Bear Lake.
Zack se acercó más, presionando sus labios contra los de Matt y el Omega
quería perderse en el beso.
Un agudo silbido procedente del exterior hizo que se desenredaran.
—Hora de irse. ¿Tienes algo que llevar contigo?
Matt sacó su bolso ya empacado de debajo de su cama. Ante la mirada de
Zack, explicó.
—Cara me estaba ayudando a escapar de nuevo, pero no funcionó.
Zack tomó la bolsa de él y lo guió hacia la puerta y hacia las escaleras.
Fuera, Andrew estaba esperando. Matthew vio un cuerpo en el suelo y se
sobresaltó.
—Simplemente está inconsciente, estará bien —le aseguró Andrew—.
Vamos, el coche no está lejos.
Lejos era un término relativo, pensó Matthew, cuando parecieron
caminar durante mucho tiempo, con la espalda punzada en señal de protesta,
el estómago pesado. Zack le explicó la situación a Andrew, cuyos ojos se
desviaron repetidamente hacia el vientre de Matt.
—Al menos ahora sabemos por qué Bear Lake no buscaba tu sangre —
comentó Andrew mientras caminaban—, pero ¿por qué alguien pensaría que
podría haber un bebé sin vínculo?
Matthew se sorprendió por la pregunta y miró a Zack en busca de
respuestas.
—Seb ha estado investigando un poco. Puede ser que un vínculo no
requiera una mordida de enlace. Solo un Omega en celo y sexo.
—Pero nunca he sentido un vínculo —respondió dudoso.
—El sentimiento podría no ser tan fuerte dadas las circunstancias. El
bebé sería un fuerte argumento a favor de la presencia de un vínculo. La
mayoría de los cambiaformas no pueden llevar a término a un niño sin uno.
—Pero los Omegas son diferentes —comentó Matthew con amargura.
—En ese sentido, probablemente no —respondió Andrew alegremente, y
agregó—: Vosotros dos no tenéis remedio, ¿lo sabíais? Claramente, una pareja
hecha en el cielo.
Cuando llegaron al coche, Matthew estaba cansado, le dolían los pies y la
punzada en la espalda se hacía más fuerte. Se alivió cuando se sentó en el
coche, Zack se deslizó a su lado en el asiento trasero.
—Una vez que esos guardias se despierten, se desatará todo un infierno
—dijo Andrew, entregándole a Zack su teléfono antes de poner el coche en
marcha—. Llama a James, ¿quieres? Hazle saber la situación.
Matthew apoyó la cabeza en el hombro de Zack mientras se iban,
escuchando la llamada telefónica. Era extraño escuchar la voz del Alfa
mientras revelaba el embarazo, pero la respuesta de James pareció
tranquilizarlo.
—James quiere que vayamos a la casa segura de Riverside. Dice que está
tranquilo allí ahora mismo.
Matt, temeroso de dejar que sus ojos se cerraran en caso de que fuera un
sueño del que despertaría, luchó por mantenerse despierto durante la
primera hora. Las punzadas en su espalda se hicieron más fuertes, luego se
trasladaron a su costado y estómago. Fue algo tan raro y gradual que el primer
calambre propiamente dicho lo tomó por sorpresa, cuando se inclinó hacia
adelante para aliviar el dolor.
—¿Qué pasa, Matt? ¿Qué ocurre?
La voz preocupada de Zack lo alcanzó cuando la mano del Alfa frotó
círculos en su espalda.
—No sé, solo un dolor.
—¿Qué clase dolor?
—Solo dolor. Estaba en mi espalda, pero ahora está en todas partes.
—Matthew, piensa. ¿Puede ser una contracción? ¿Podrías estar de parto?
—Los ojos del Alfa lo escaneaban, la preocupación grabada en su rostro.
Sacudió la cabeza.
—Es demasiado pronto. No salgo de cuentas hasta dentro de dos meses.
El dolor se alivió un poco y se sentó, captando la mirada compartida entre
Zack y Andrew.
—Estoy bien. Ahora es más llevadero.
Zack lo ayudó a recostarse en el asiento y luego le tendió la mano.
—¿Te importa?
Matt negó con la cabeza, sin saber qué estaba preguntando Zack pero
confiando en que el Alfa estaba tratando de ayudar. Zack dejó descansar su
mano, con la palma hacia abajo, en la parte inferior de su vientre.
—Simplemente cierra los ojos, respira lento y suavemente e intenta
relajarte.
Hizo lo mejor que pudo, tranquilizado por la proximidad de Zack, sus
manos firmes y su voz segura. El Alfa sabía lo que estaba haciendo. Matt
estaba a salvo en sus manos.
No estaba seguro de cuánto tiempo pasó antes de que llegara la siguiente
ola de dolor. Jadeando, trató de inclinarse hacia adelante de nuevo,
obstaculizado por las manos de Zack que lo sostenían.
—Solo respira, Mattie, respiraciones lentas y suaves, inspirando y
exhalando por la boca. —El Alfa lo entrenó a través de tres o cuatro conjuntos
de respiraciones con un suave estímulo.
—Está bien, eso definitivamente fue una contracción. Pude sentirlo —dijo
Zack.
—Pero no puede ser —argumentó Matt—. No estoy listo. El bebé no está
listo. El canal de parto ni siquiera se ha abierto todavía.
Hubo un silencio sobre él antes de que Andrew comentara.
—No me mires, mi conocimiento de la anatomía Omega es irregular en el
mejor de los casos.
—No conozco a nadie que no lo sea —dijo Zack.
Pero Matthew lo hacía.
—¿Qué hay de la doctora de Glenoak? ¿La que trajo al mundo a los bebés
de Adam? Ella sabría qué hacer. Ella podría ayudarlos.
—Glenoak está más cerca que nuestras propias instalaciones médicas —
comentó Andrew.
—Está bien, entonces iremos allí —dijo Zack.
—Llama a James. Cuéntale sobre el cambio de planes. Puede allanar el
camino para nuestra llegada. Puede que no estén muy contentos con que
lleguemos sin avisar.
—Creo que harían una excepción en lo que respecta a Matt —respondió
Zack, pero ya estaba marcando.
—Aguanta, Matt. Todo va a estar bien.
Capítulo veinticinco

Pero no estaba bien. Las contracciones se hicieron más frecuentes y el


dolor empeoró. Zack podía verlo en el rostro de Matthew, en el latido
acelerado de su corazón y en el brillo del sudor que cubría su cuerpo. Zack
también podía escuchar los latidos del corazón del bebé, seguro al principio
de que parecía fuerte.
Andrew condujo rápido, pero tuvieron que desviarse para detenerse a
cargar gasolina unas horas después del viaje. Volvieron a la carretera.
—Estaremos allí en tres horas. Sólo aguanta, Matthew —dijo Andrew,
pero Zack pudo ver la preocupación en el rostro del otro cambiaformas. No se
veía bien. Ni por Matthew, ni por el bebé.
James había hecho su magia y logró que Alicia, la doctora de Glenoak,
hablara por teléfono con Zack. La puso en el altavoz, la voz confiada de la
mujer era tranquilizadora, al menos para él.
—Está bien, ¿qué tal si todos respiran hondo? Matthew, sé que te duele
cariño, pero está bien. Las contracciones son algo bueno. ¿Cómo son los
latidos del corazón del bebé, Zack? ¿Puedes contarlos?
Zack admitió que iba un poco demasiado rápido para obtener un conteo
adecuado.
—Eso es bueno, eso es realmente bueno. Lento es malo, rápido es bueno.
La primera etapa del parto suele ser larga. Pero puede que no sea tan largo
como lo normal, ya que es prematuro y el bebé es un poco más pequeño.
—Pero el canal de parto está cerrado —dijo Matt, sus ojos temerosos se
encontraron con los de Zack.
—Lo sé, pero eso es algo que podemos manejar, Matthew, si se trata de
eso. Un cuchillo afilado hará el truco.
Zack sacó el teléfono del altavoz y se lo acercó a la oreja. Necesitaba
escuchar esto, Matthew no.
—Dime de qué estamos hablando aquí. No soy cirujano —dijo en voz
baja.
—No necesitas serlo, Zack. Es solo un trozo delgado de piel y tejido que
debes cortar para que salga el bebé.
—Pero, ¿y si el canal no se ha formado correctamente, y si su cuerpo no
está listo para dar a luz?
—Debería estarlo, pero, si es necesario, una incisión abdominal sacará al
bebé. No digo que sea fácil, pero Matthew sanará. De cualquier manera, la
parte difícil no será sacar al bebé.
Zack esperó a escuchar sus siguientes palabras. Si esa no era la parte
difícil, ¿entonces qué era?
—Que nazca ocho semanas antes es prematuro para un bebé. Podría
tener problemas respiratorios, podría necesitar oxígeno y una incubadora.
—Un hospital humano…
—Es una opción, definitivamente, pero complicada. Y si el bebé es un
Omega, como dijo Matt, eso solo aumenta la complicación. Abandonar a un
recién nacido en un hospital no es algo que vaya a pasar desapercibido y
recuperar al bebé en esas circunstancias va a ser complicado.
—Entonces, ¿cuál es el resultado final aquí?
—Cuanto más tiempo permanezca el bebé en el útero, mejor. Dos
problemas que la obligarán a actuar son si Matthew comienza a sangrar
internamente o si el ritmo cardíaco del bebé disminuye. Entonces tienes que
sacar al bebé. ¿Tienes todo eso?
Zack cerró los ojos, fortaleciendo su determinación.
—Lo tengo.
—Bien. Estaré junto a mi teléfono. Llámame si algo cambia. ¿Puedes
ponerme con Matthew durante un minuto?
Zack le dio las gracias y le entregó el teléfono a Matt. Andrew quería
saber qué le había aconsejado, así que se perdió lo que le dijo a Matthew, pero
fuera lo que fuera, funcionó. Matthew se incorporó mientras le devolvía el
teléfono y asintió con confianza a Zack.
—Podemos hacer esto. Podemos llegar a Glenoak.

Las siguientes tres horas fueron duras, las contracciones se hicieron cada
vez más fuertes y rápidas. Zack controló los latidos del corazón de Matthew y
del bebé. Cuando llegaron al territorio de Glenoak, el corazón del bebé
comenzó a desacelerarse.
Un automóvil los recibió en la frontera con Glenoak, el conductor corrió
para saludarlos y luego el automóvil los condujo a la clínica de la Manada.
—Estamos a minutos de distancia —dijo Andrew, acelerando—. Espera.
Se detuvieron frente a una casa anodina y dos personas corrieron a
recibirlos. Uno era Sebastian. Zack supuso que la mujer era Alicia y dirigió sus
palabras a ella.
—El ritmo cardíaco del bebé se está desacelerando.
Volvió su atención a Matthew.
—Vamos a llevarte adentro, todos estamos listos.
—¿Zack? —Matthew se acercó a él.
—Ya voy, no te preocupes —dijo, apretando la mano del Omega, luego
levantándolo en sus brazos. Siguieron a Alicia al interior y dejó a Matthew en
la mesa de examen.
Alicia sacó una manta y cubrió a Matthew de cintura para abajo.
—Veamos qué tenemos aquí —dijo y Matthew la ayudó a quitarse los
pantalones de chándal.
Zack se movió para situarse al lado de la cabecera de la cama,
sosteniendo la mano de Matthew.
Se dio cuenta de que el examen era incómodo cuando Matthew hizo una
mueca, con la mano libre agarrando el costado de la cama.
—Está bien, Matt —Alicia se alejó, tirando de una bandeja de
instrumentos al lado de la mesa—. La cabeza del bebé está justo ahí,
presionando el suelo pélvico. Sólo tenemos que darle un poco de espacio para
salir. Voy a usar un poco de anestesia, luego haré un pequeño corte y luego
tendrás que empujar muy fuerte en la próxima contracción. Agárrate fuerte a
la mano de Zack y te ayudaremos a superar esto, ¿de acuerdo?
Asintió, echando la cabeza hacia atrás. La mano libre de Zack apartó el
cabello de su frente.
—Sentirás el anestésico un poco frío —advirtió y Zack vio que Matt
cerraba los ojos.
—¿Puedes sentir eso? —preguntó unos minutos después.
—No —respondió Matt, y agregó—: Estoy listo.
—Sentirás un poco de presión, pero no dolor —dijo Alicia y Matthew se
retorció incómodo.
—Genial, Matthew, lo hiciste muy bien. Ahora, vamos a ponerte en una
mejor posición para la siguiente parte. Zack puede ayudar a que te apoyes.
Alicia lo instó a ponerse de rodillas, levantando la cabecera de la cama
para que Matthew pudiera apoyarse contra ella.
—Está bien, cuando llegue la próxima contracción, quiero que empujes y
presiones con fuerza. Necesitas tomar toda tu energía, toda tu fuerza y
enfocarla hacia abajo.
Parecía una espera angustiosa.
—Te asegurarás de que esté a salvo, ¿verdad? —Matthew le dijo a Zack
con repentina urgencia.
—Lo mantendremos a salvo, los dos, juntos.
—¿Juntos?
—Has estado en mi mente cada momento desde que nos separamos, tú y
yo tenemos algo. Tal vez sea un vínculo, tal vez no, pero quiero averiguarlo.
Llegó la contracción y llegó el momento de empujar. Matt se aferraba con
fuerza a la mano de Zack.
—Eso es, Matthew, un buen empujón fuerte. Bien, muy bien. La cabeza
está casi afuera.
Alicia le palmeó la espalda.
—Tómate un descanso ahora, solo respira.
Siguió la siguiente contracción, Alicia nuevamente animándolo a empujar.
—La cabeza ha salido. Bien hecho, Matthew. Solo descansa un minuto.
Zack frotó círculos lentos en la parte superior de la espalda de Matt.
—Lo estás haciendo muy bien, Matt. Casi estámos.
Pasaron unos momentos, el rostro de Matthew se contrajo por la
concentración.
—Los hombros están fuera —dijo Alicia.
La siguiente contracción golpeó.
—Ahora un pequeño empujón, Matt, solo uno pequeño.
Zack se dio cuenta de que era difícil controlarlo, Matthew agarraba la
parte superior de la cama con tanta fuerza que le hizo muescas. Retiró el
cabello de la frente de Matt y los ojos del Omega se encontraron con los suyos,
manteniendo el contacto mientras empujaba.
—Ya está, sigue, ya casi, ya casi.
Matthew se relajó, la parte superior de su cuerpo desplomándose contra
la cama, la mano de Zack sosteniéndolo.
—Eso es, Matthew, ya ha terminado.
Zack miró a Alicia pero su atención estaba completamente en el bebé.
Pasó un momento antes de que escuchara el chasquido de las tijeras y luego
ella se movió, llevando un bulto envuelto en una manta a otra mesa. Un bulto
silencioso y luego un débil grito resonó en la habitación.
—¿Está bien? —preguntó Matthew y Zack lo ayudó a darse la vuelta para
poder ver a Alicia.
La observaron succionar las vías respiratorias y luego administrar
oxígeno. El bebé volvió a llorar, esta vez más fuerte.
—Poniéndose muy bien —gritó ella—. Pero posiblemente deberemos
usar la incubadora durante un tiempo.
Observaron ansiosamente mientras trabajaba.
—¿Qué tal un hola? —dijo, llevando al bebé arropado hacia ellos y
sosteniéndolo.
—Felicidades. Tenéis una niña.
Los ojos sobresaltados de Matthew miraron a la doctora.
—¿No es un Omega?
—No, definitivamente mujer.
—Pero el doctor Blake dijo…
—El doctor Blake parece haber cometido un error. Los ultrasonidos
pueden ser complicados. No sería la primera vez que alguien que espera un
niño recibe una niña.
Ella y Zack ayudaron a quitarle la camisa a un lado para poder colocar al
bebé sobre su pecho, cubriéndolos a ambos con una manta.
—Es perfecta —susurró Matthew mientras el bebé se acomodaba contra
él.
—Lo es —coincidió Alicia—. Quizás un poco pequeña, así que tendremos
que vigilarla de cerca durante los primeros días y semanas.
—Mira lo que hicimos —dijo, volviendo la cabeza hacia Zack, con los ojos
brillantes por las lágrimas.
Zack luchó por entenderlo. Tres días antes, había sido un soltero
perpetuo. Ahora, parecía que tenía un compañero vinculado y un bebé. Le
acarició la mano con un dedo, maravillándose de lo diminuta que era y de lo
suave que se sentía su piel. Olía a Matthew, a familia y a Manada.

Zack se hizo cargo del bebé mientras Alicia se ocupaba cuidadosamente


de la placenta y arreglaba a Matthew. Luego, tomó a la bebé y la revisó
nuevamente.
Su preocupación era clara de ver.
—Su respiración no es tan buena como me gustaría, así que la meteremos
en la incubadora y le ayudaremos con eso.
Observaron con ansiedad cómo Alicia la colocaba en la incubadora y le
ponía una máscara de oxígeno para ayudarla a respirar.
Se instaló rápidamente y cuando la preocupación de Alicia se calmó,
también lo hizo la de ellos.
—No habría pensado que una manada de tu tamaño tendría este tipo de
equipo —comentó Zack. Por lo general, las manadas se aventuraban a ir a
hospitales humanos cuando surgían problemas con los recién nacidos. Dado
que la capacidad de cambiar no se desarrollaba de inmediato, se consideraba
seguro, en términos relativos.
—No lo hicimos hasta Ro y Adam. Por supuesto, se descartó un hospital
normal. Y con Adam esperando mellizos y partos múltiples a menudo
pequeños o prematuros, decidimos invertir en algunos equipos. La mayor
parte es de segunda mano, pero funciona. —Comprobó un monitor que había
empezado a sonar. Zack observó con preocupación e incluso Matthew, que
dormitaba en la cama, se despertó y se sentó.
—No te preocupes. Todo está bien. Vas a escuchar muchas alarmas y
pitidos en los próximos días. Pero los bebés cambiaformas son más
resistentes que los niños humanos. No preveo ningún problema a largo plazo.
Existe la posibilidad de infecciones en este grupo de edad, pero Matthew le
transmitirá anticuerpos a través de su leche que la protegerán.
Presionó un botón para silenciar la alarma y luego se volvió hacia ellos.
—Ambos os veis como si estuvierais en estado de shock. Os prescribo
comida, descanso y tanto tiempo de abrazos con ella como podamos. Matthew,
me gustaría que te quedes aquí unas horas más mientras te controlo. Zack,
puedes quedarte en mi habitación libre por ahora. Me pondré en contacto con
Lianna, nuestra enfermera y partera en formación, y ella estará disponible
para ayudar.
—Gracias —dijo Zack—, por todo.
—Vosotros dos hicisteis la mayor parte del trabajo, manteniendo la calma
en lo que debe haber sido una situación aterradora.
Mentalmente, Zack estuvo de acuerdo. Habían sido unas cuantas horas
difíciles y aterradoras, sin saber qué pasaría, si llegarían a tiempo. Matthew se
recostó de nuevo, con los ojos hundidos y cerrados. Zack arregló la manta para
que lo cubriera, sonriendo cuando el Omega se acurrucó de lado para que
quedar frente a la incubadora. Rodeó el costado de la mesa de exploración y se
paró junto a ella, observando cómo subía y bajaba el pecho del bebé. Alicia le
había puesto un pañal pero por lo demás la dejó sin ropa. Zack protestó al
principio hasta que ella le explicó que la incubadora le proporcionaba todo el
calor que necesitaba. Ahora dormía, aunque volvía la cabeza de vez en cuando
como si intentara quitarse la máscara.
—Veremos cómo le va en unas pocas horas. Si se está defendiendo,
deberías poder abrazarla de nuevo —dijo Alicia, antes de excusarse para salir
y actualizar a Sebastian y Andrew.
—Tenemos que elegir un nombre para ti, bella durmiente —murmuró
Zack, observando cómo sus diminutos dedos se curvaban hacia adentro—.
Aunque no pareces una Aurora.
—En el cuento de hadas, se llama Briar Rose —dijo Matthew, con los ojos
aún cerrados aunque una sonrisa se dibujaba en sus labios.
—El nombre de mi abuela era Rosalie —recordó Zack.
—Rosalie —dijo Matthew lentamente como si estuviera probando cómo
sonaba el nombre.
—Rosie para abreviar, mientras es pequeña —dijo el Alfa.
Matt abrió los ojos y se sentó, mirándola.
—La pequeña Rosie, una rosa de Briar. —Miró a Zack—. No puedo creer
que sea nuestra. No iban a dejar que me la quedara, iban a echarla.
Zack se sentó en el borde de la cama.
—Bueno, ahora está aquí. Ambos. Y no dejaré que ninguno se pierda de
mi vista.
Eso pareció suficiente para calmar los temores de Matt y se recostó en la
cama.
Alicia volvió a aparecer con el bolso de Matt.
—Andrew pensó que podrías querer esto. Se va ya, dijo que te llamaría en
uno o dos días.
Matt se sentó de nuevo, alcanzando su bolso. Mientras Zack observaba,
buscó un paquete envuelto.
—Mi madre me dio esto. Me hizo prometer que no la abriría hasta que me
alejara de Briar Wood.
Pasó una mano por el envoltorio y luego lo abrió con cuidado.
—¿Qué es? —preguntó Zack.
—Es una manta. Una manta de bebé —respondió Matt, sacudiéndola.
Zack se acercó y pasó los dedos por ella. Era suave y rosa claro intercalado con
estrellas blancas. Matt sostuvo una esquina y la rozó contra su mejilla—.
Huele a manada.
—Es muy bonita, Matt.
—La hizo ella. Para el bebé. —Había lágrimas brillando en los ojos del
Omega. Podía ver que significaba mucho para Matthew.
—Y ella sabía que sería una niña —dijo Zack, preguntándose cómo la
madre de Matt sabía lo que ni siquiera su médico sabía—. Dame. —Extendió la
mano hacia la manta y Matthew se la dio. Colocándolo sobre la incubadora,
miró a Rosie—. Así ella se familiariza con el olor —le dijo a Matt.
Sonriendo, Matthew cerró los ojos y se quedó dormido mientras Zack los
vigilaba a ambos.
Capítulo veintiséis
Alicia consideró que Rosie estaba fuera de peligro cuatro días después, y
Zack y Matthew fueron invitados a quedarse en la mansión de la manada
durante un tiempo mientras se orientaban.
Matthew luchó con sus emociones, cambiando de feliz a abrumado en un
abrir y cerrar de ojos. Zack se llevó la peor parte de la mayoría de estos
cambios de humor, pero al Alfa no pareció importarle. Fue paciente, pero
firme cuando Matthew lo necesitaba. Pero Matt todavía no sabía cómo se
sentía realmente el Alfa acerca de todo esto y sintió, de alguna manera, que lo
había engañado.
En su primera noche en la manada, se despertó temprano y encontró a
Zack sentado en el borde de la cama junto a la cuna de Rosie. Volteándose y
apartando el sueño de sus ojos, vio claramente la mirada de asombro en el
rostro de Zack.
—Lamento haberte metido en todo esto.
Zack agachó la cabeza, respirando lenta y profundamente.
—Pedí un deseo, la mañana de Nochebuena, que nunca pasaría otro año
solo. Y luego te encontré. Supongo que los deseos no siempre se hacen
realidad de la manera que esperas. Hay muchas cosas que cambiaría, Matt,
pero no a ti, ni a ella.
Sus palabras fueron un bálsamo para el alma cansada de Matthew. Si
realmente había un vínculo entre ellos, no podía sentirlo, pero tal vez eso era
porque estaba esperando algo grande, fuerte y obvio , cuando un vínculo como
el suyo y el de Zack podría ser más como una resaca, escondida debajo de la
superficie, invisible a la vista, pero con una fuerza inesperada que te
succionaba.
—Si pudiera regresar y hacerlo todo de nuevo, aún me escaparía, aún
correría hacia ti —respondió, alcanzando a tocar la mano de Zack donde yacía
sobre la cama. Los dedos de Zack se entrelazaron con los suyos.
—Necesitamos hablar sobre a dónde vamos desde aquí. Los Guerreros de
Fenrir han dicho que nos llevarán a los tres. La vida con ellos significaría una
vida en movimiento, no sería fácil. No creo que quedarme aquí sea una opción.
Ya tienen dos Omegas, y nuestro vínculo generará mucha tensión entre las
manadas.
Daba mucho que pensar.
—¿Qué crees que deberíamos hacer? —Matthew iría adonde fuese Zack,
el Alfa conocía el mundo en general mejor que él.
—Mi instinto dice que me quede con el FW. Eso nos mantiene fuera de
todas las cosas de Interpack, pero nos brinda mucha más protección de la que
tendríamos solos en la naturaleza.
—Soy más fuerte de lo que parezco. Estaría bien ahí fuera.
—Te quiero a salvo y haré lo que sea necesario. Si eso significa dejaros a
ti y a Rosie aquí, no lo dudaría.
Esa idea no le sentó bien a Matthew.
—No quiero que nos separemos de nuevo.
—Yo tampoco. Déjame hablar con Andrew, ver qué pueden hacer.
Un grito de Rosie llamó la atención de ambos. Zack se inclinó,
levantándola y alzándola.
—Tiene hambre —dijo Matt, sentándose. Zack la meció durante un
momento y luego se la entregó. Se calmó, respondiendo al olor de Matt,
habiendo aprendido rápidamente que significaba comida.
Zack se recostó a su lado, Matthew disfrutando de su cercanía.

A Matt le gustó Adam incluso antes de conocerlo. El otro Omega había


enviado una bolsa con lo que consideraba esencial a la casa de Alicia el día que
nació Rosie; peleles, pañales, mantas, gorros, patucos.
Vino de visita el día después de que se mudaron a la casa de la manada y
Matt se encontró sentado en la cama de invitados, acunando a Rosie en sus
brazos, mientras que Adam y Ro se unieron a él con los gemelos. Los pequeños
de siete meses eran activos, retorciéndose en medio de la cama, balbuceando
y riendo.
Zack estaba abajo hablando con el alfa de Adam, Ben. Matt podía oír el
murmullo de sus voces a través de las tablas del suelo.
—Las primeras semanas son las más difíciles —decía Adam—, pero, una
vez que entras en algún tipo de rutina, se vuelve más fácil.
Mientras hablaban, Matt notó que la actitud de Adam era diferente con
los dos bebés. Ambos niños estaban vestidos de manera similar con monos,
pero Noah era el más pequeño de los dos y Adam parecía más protector con él.
Xander, por el contrario, era fornido y bullicioso y parecía adorar a Ro,
constantemente buscaba su atención, sus pequeñas manos lo agarraban. Matt
no sintió que fuera apropiado preguntar. Estaba claro que Xander era un Alfa,
pero si Noah era un Omega, es posible que no quisieran que se supiera.
Matthew sabía el tipo de presión que ejercía sobre un niño, el peso de ser
diferente y todas esas expectativas que tenía la gente. Por no hablar del
peligro.
Rosie gorgoteó, arrugándose la nariz. A esta edad, su sentido del olfato
era más avanzado que el de la vista y tanto el de él como el de Zack eran olores
que reconfortaban.
—¿Ya cambiaron los mellizos? —preguntó. El primer cambio ocurría
pronto, generalmente entre cuando comenzaron a gatear y caminar. El cambio
de forma no sucedía a menudo a esa edad, porque requería energía que se
usaba mejor para crecer, pero podían pasar mucho tiempo en forma de lobo.
—Todavía no. Alicia nos contó todas las señales a tener en cuenta.
Comienzan a posicionarse primero, rodando boca abajo y luego hacen este
tipo de movimiento con los brazos y las piernas. Habrá otras señales de alerta
temprana y tendremos que mantenerlos fuera de la vista de los humanos
hasta que averigüemos cuáles son. Será más fácil cuando lleguen a tres o
cuatro y comiencen a tener cierto control sobre ello.
La etapa de los niños pequeños siempre era difícil, lo había visto con sus
hermanas, aunque las niñas generalmente eran más fáciles, hasta que llegaban
a la adolescencia, al menos.
—Esperamos tener tiempo para verlos pasar esa primera etapa antes de
que vuelva a entrar en celo. Las cambiaformas no entran en celo hasta que el
bebé es destetado, pero Alicia no está tan segura de los Omegas.
Y eso trajo otra pregunta al frente de su mente. Dudó antes de preguntar.
—¿Significa eso que Zack y yo no deberíamos...
Les tomó un momento a los demás entender su significado. Ro se puso un
poco rojo pero Adam sonrió.
—No. Le pregunté a Alicia después de que nacieran nuestros dos hijos.
Dijo que es mejor esperar unos días hasta que estés curado antes de sentirte
demasiado acalorado y pesado. La idea de que no hay sexo fuera del celo es
vieja, está desactualizada. El sexo es bueno para un vínculo. Especialmente
para vosotros dos. Sé que tú y Zack habéis estado separados durante mucho
tiempo. Y hay otras formas de estar cerca, si estás impaciente.
Ro había superado su vergüenza y asentía con la cabeza.
—Simplemente nosotros… solo esa vez —admitió Matt.
—En ese caso, si hay algo que quieras saber, solo pregunta —dijo Adam,
agarrando a Noah mientras rodaba hacia el borde de la cama—. Nosotros, los
Omegas, tenemos que mantenernos unidos, dado que somos pocos.
—Deberíamos formar un club —bromeó Ro, haciéndole cosquillas a
Xander, el bebé se retorcía y reía.
Matt sonrió ante la idea. Era genial tener gente con quien hablar que
entendiera, que supiera lo que era ser un Omega. Sabía que la historia de
Adam era sombría y la de Ro no mucho mejor. En comparación, había tenido
una buena vida. Tal vez no la familia amorosa que siempre había querido, pero
había sido acogido y protegido y eso contaba para algo.
Xander comenzó a quejarse y Ro lo levantó, haciéndolo rebotar
suavemente. En ese momento, Seb apareció en la puerta. Sus ojos fueron
atraídos hacia Ro y Xander. Matthew pudo ver que le gustaba lo que vio, una
mirada de anhelo apareció en su rostro antes de aclararse la garganta.
—¿Qué tal un almuerzo, caballeros? —Entró en la habitación y apoyó una
mano en el hombro de Ro. El Omega lo miró y Seb se inclinó para presionar un
beso en su boca. Xander lo miró con los ojos muy abiertos antes de levantar
ambas manos hacia Seb. Riendo, el Alfa se abalanzó sobre él—. Este jovencito
va a mantenernos ocupados. Ni siquiera tiene un año todavía y no le gusta ser
eclipsado.
Xander gorgoteó felizmente, presionando su boca contra el hombro de
Seb y mordiéndolo.
—Le están saliendo los dientes —dijo Adam, a modo de disculpa—.
Ambos lo son —le dijo a Matt—. Ten eso en mente.
—Será peor cuando empiecen a cambiar —bromeó Seb, extendiendo una
mano para ayudar a Ro a levantarse—. Los cachorros mastican todo a esta
edad.
El grupo bajó las escaleras, Matthew disfrutando de la sensación de ser
parte de algo después de tanto tiempo solo.
Capítulo veintisiete
Matthew se preguntó cómo abordar el tema de que él y Zack pasaran
tiempo a solas como había sugerido Adam. El problema se resolvió para él
cuando el Alfa fue a encontrarse con Andrew cerca de la frontera de Glenoak
una tarde.
Zack estuvo fuera durante horas y la separación lo tenía agitado. Su piel
picaba y se encontró caminando de un lado a otro, meciendo a Rosie en sus
brazos mientras escuchaba el regreso del Alfa. Se sintió aliviado cuando Zack
llamó para decir que ya regresaba. Ro, que le había estado haciendo compañía,
se ofreció a llevarse a Rosie durante unas horas.
—No deberías estar tan inquieto. Sólo se ha ido una tarde. Necesitáis un
tiempo a solas juntos, para fortalecer vuestro vínculo.
Matt sabía que Ro tenía razón. Habían estado tan concentrados en Rosie
que no habían tenido tiempo para ellos mismos.
Zack regresó a tiempo para unirse a ellos en la cena.
—Le conté a Andrew sobre Morgan y el tráfico. Van a investigarlo. Briar
Wood no estaba en su radar para el tráfico de lobos, por lo que puede haber
otra red en funcionamiento.
—Hablaré con Ben —agregó Seb—, puede usar sus contactos de Ejecutor
para obtener más información.
Matthew se sintió aliviado al saber que habría gente investigando. Si los
Ejecutores podían demostrarle al Consejo lo que estaba sucediendo, su padre
no podría ignorarlo.
La conversación se convirtió en cosas más agradables, Seb y Ro hablando
de intentar escaparse para otras vacaciones durante las vacaciones.
Durante la cena, Matt notó algunas miradas de soslayo de Zack, pero cada
vez que lo miraba, el Alfa simplemente sonreía. Fue una lucha mantenerse
sentado, su cuerpo aún inquieto por la ausencia de Zack. La mano del Alfa
encontró la de Matt sobre la mesa, sosteniéndola suavemente mientras su
pulgar dibujaba círculos sobre la palma de Matt. El toque era enloquecedor, la
sensación viajaba por su brazo mientras el calor se acumulaba en su ingle.
Apartó la mano, temeroso de que los demás notaran su reacción, pero
mantuvieron un flujo constante de conversación, aparentemente ajenos.
Después, Ro repitió su oferta de cuidar a Rosie y Sebastian accedió de
inmediato.
—Vosotros dos necesitáis algo de tiempo juntos. No os preocupéis, Ro y
yo podemos encargarnos de Rosalie. Además, estarás arriba si te necesitamos.
Matt había esperado que Zack protestara, pero el Alfa no lo hizo, llevando
a Matthew arriba de la mano.
—Sabes, realmente me vendría bien una ducha —dijo Zack cuando
llegaron al rellano—. ¿Quieres acompañarme?
Matt recordó la última vez que se bañaron juntos. Había querido al Alfa
más que nada en ese momento y el rechazo de Zack le había dolido. El
recuerdo también debe haber estado en la mente de Zack mientras acercaba a
Matt.
—Podríamos recuperar el tiempo perdido. —Sus ojos se arrastraron
hacia abajo mientras hablaba.
Matthew, con la boca seca, solo pudo asentir, dejando que el Alfa lo guiara
al baño. Zack abrió la ducha, ajustando la configuración.
Cuando Matt fue a desabrochar los botones de su camisa, las manos del
Alfa lo detuvieron, cerrándose sobre las suyas y empujándolas suavemente
mientras empujaba a Matt contra la encimera del baño. Sus propias manos
reemplazaron a las de Matt, desabrochando botón tras botón, empujando su
camisa fuera de sus hombros en un rápido movimiento. Cogió su propia
camiseta y se la quitó por la cabeza antes de que sus manos alcanzaran a Matt
de nuevo, agarrando el broche de sus vaqueros. Las manos de Matt
descansaron sobre las suyas, deteniéndolo.
—Las cosas siguen siendo... diferentes.
El Alfa asintió en comprensión, inclinándose para besar el cuello de Matt.
—Lo sé. Tengo manos sanadoras, ¿recuerdas? Confía en mí.
Matt lo hizo. Claudicó, rindiéndose al toque del Alfa mientras hacía un
trabajo rápido con el resto de su ropa. Matt entró en la ducha a instancias de
Zack. El cálido calor se sentía maravilloso y pasó un momento simplemente
disfrutando la sensación en su piel. Entonces Zack estaba en la ducha, su
cálido cuerpo presionado contra la espalda de Matt. Los brazos del Alfa lo
rodearon antes de que su boca descendiera sobre la nuca de Matt,
presionando besos en cada centímetro de piel a su alcance. Matt arqueó la
espalda cuando la boca del Alfa chupó un punto sensible detrás de su oreja. El
pulgar de Zack arrastró una larga línea a través de su nuca y envió una chispa
de placer a través de él que lo hizo temblar. Los agudos sentidos del Alfa
captaron esto, su boca siguió el rastro de su pulgar, lamiendo y chupando
antes de morder suavemente.
La chispa de placer surgió y se derramó, calentando cada centímetro de la
piel de Matt.
—Guau —susurró Zack.
—¿Puedes sentir eso también? —jadeó Matt.
—Oh, sí.
—Tal vez deberíamos detener esto. No es justo pedirte que te contengas.
—Hablé con Alicia, dijo que una vez que la piel esté curada, está bien
siempre y cuando seamos suaves.
Matt se giró para mirar al Alfa.
—¿Hablaste con Alicia?
—Me llamó después de que Seb la llamara a ella.
La pregunta de por qué estaba en sus labios cuando Zack continuó.
—Sabes que estás en celo, ¿verdad?
Sorprendido, se aferró a los anchos brazos del Alfa mientras sus piernas
se debilitaban.
—No, no puedo ser... ¿cómo? —Pero explicaba cómo se sentía, demasiado
cálido e incómodo en su propia piel. Sin mencionar la desesperación por estar
cerca de Zack. Su primer celo había sido tan rápido, abrumándolo en
segundos, este era mucho más lento.
Zack asintió contra él.
—Reencontrarse después de una larga separación. Alicia cree que por eso
te pusiste de parto tan pronto después de que te encontré. Tu cuerpo
reaccionando de la única manera que sabía, haciendo todo lo posible para
fortalecer nuestro vínculo, para evitar que me fuera de nuevo.
Matthew soltó una carcajada.
—La biología apesta.
—No siempre —respondió el Alfa, presionando su boca contra la de Matt,
con los dedos alcanzando su nuca una vez más. Matt no pudo contener su
gemido cuando los hábiles dedos del Alfa encontraron el punto dulce y
presionaron. El sonido fue tragado por la boca del Alfa sobre la suya.
Se sintió endurecerse y supo que Zack, apretado contra él, también lo
sentía.
—¿Qué tal si lo aliviados un poco? —dijo el Alfa, deslizando una mano
entre ellos. Su mano rodeó a Matt, quien no pudo evitar resistirse al toque, con
la piel exquisitamente sensible.
Cuando Matt se acomodó contra él, el Alfa comenzó a masturbarlo
lentamente, aplicando la presión suficiente con cada deslizamiento de su
mano para tener a Matt de puntillas, con las manos aferrándose a los hombros
de Zack.
La otra mano de Zack trabajó en el manojo de nervios sensibles en la
parte posterior del cuello de Matt, haciendo círculos con el pulgar,
presionando más y más fuerte.
—Zack —gritó Matt, apoyando su frente en el hombro del Alfa mientras
las fuertes manos lo acariciaban, el placer creciendo a cada momento que
pasaba. Gritó algo ininteligible mientras se corría, largo y fuerte, antes de
murmurar—; Alfa —con un suspiro mientras su cuerpo se hundía flácido en el
abrazo de Zack.

Zack ayudó a Matt a acostarse una vez que se limpiaron en la ducha.


Yacían uno al lado del otro, las caderas tocándose. El Omega había estado un
poco aturdido en la ducha, pero ahora estaba mirando a Zack, con los ojos
llenos de lujuria. Se deslizó por la cama hasta quedar cara a cara con la ingle
del Alfa. Zack estaba casi duro solo por su proximidad.
—¿Qué estás haciendo?
—Aprovenchándome —respondió Matt, haciéndose eco de las primeras
palabras de Zack. Se inclinó hacia adelante, con una mano apoyada en la
cadera de Zack, la otra agarrando la polla de Zack. Miró a Zack por debajo de
sus gruesas pestañas, luego se inclinó y tomó a Zack en su boca.
Zack gimió y se estremeció cuando Matt lo tragó más profundamente.
Estirando un brazo hacia abajo, dejó que su mano se enredara en el cabello de
Matt, sintiendo los suaves mechones bajo sus dedos mientras la cabeza de
Matt subía y bajaba. El calor de la boca de Matt y la fricción se sentían
increíbles.
Matt parecía atento y ansioso, manteniendo una presión constante con la
mano mientras su boca hacía su magia. La mano de Zack apretó el cabello de
Matt a modo de advertencia.
—Espera, Matt, estoy...
El Omega se alejó, un poco sin aliento cuando habló.
—¿Debería terminar o quieres…
Zack pudo ver la necesidad en los ojos de Matt. Estaba en celo, su cuerpo
ansiaba el del Alfa. Solo había una forma verdadera de satisfacer eso.
Respondió con acción en lugar de palabras, levantando a Matthew y
guiando sus rodillas para que se asentara a horcajadas sobre sus caderas. La
mano de Matt se agachó para agarrarlo de nuevo y lo guió dentro, los ojos del
Omega se cerraron.
Zack apoyó las manos en las caderas de Matt. El Omega abrió los ojos, la
mirada llena de necesidad.
—No duraré mucho —advirtió Zack, con la voz quebrada. Ya estaba en el
borde. Matt se apoyó contra Zack cuando comenzó a moverse, levantando las
caderas hasta que solo la punta permaneció dentro de él y luego volvió a
hundirse. Repitió el movimiento, cada vez más rápido, apretando las rodillas
alrededor de las caderas de Zack.
Zack observó el rostro de Matt, los ojos del Omega estaban cerrados, su
rostro y labios sonrojados, su boca entreabierta mientras jadeaba con cada
embestida. Zack no pudo mantenerse quieto, empujando hacia arriba para
encontrarse con él. El Omega se apretó a su alrededor y lo arrojó por el borde,
su cuerpo se detuvo mientras ola tras ola de placer se estrellaba contra él.
Atrajo la parte superior del cuerpo de Matthew hacia abajo, el Omega
atrapado en su propio placer. Rodó, poniendo a Matt boca abajo en la cama.
Cuando presionó su boca contra la nuca de Matt, las manos del Omega se
estiraron hacia él.
— Sí. Quiero esto. Por favor, Zack.
Ese fue todo el estímulo que el Alfa necesitaba para morder. Matthew
arqueó la espalda, un segundo orgasmo lo golpeó mientras se estremecía con
fuerza en los brazos de Zack.
Saciados, yacían juntos, los cuerpos superpuestos. Su vínculo, tan débil e
intangible antes, surgió entre ellos.
—Un final digno de un cuento de hadas, ¿eh? —preguntó Zack cuando
recuperó el aliento.
Matt no respondió, solo se acercó más, presionando un beso en la mejilla
de Zack.
Capítulo veintiocho
La segunda mañana de su celo, bajaron para unirse a Seb y Ro para el
desayuno. Alicia llamó y dejó una pequeña bolsa de papel a su lado. Él la miró
inquisitivamente.
—Control de la natalidad. Si decides que no quieres otro bebé de
inmediato.
Matt recogió la bolsa. Su recuerdo del largo y solitario embarazo, sin
mencionar el doloroso y aterrador parto, todavía estaba muy fresco en su
mente. Tal vez en el futuro, cuando estuviera listo... cuando ellos estuvieran
listos. Miró a Zack para asegurarse de que esta era la elección correcta. El Alfa,
meciendo a una quisquillosa Rosie, le dirigió una mirada mesurada y luego
asintió. Alicia lo llevó aparte para ponerle la inyección.
Volviendo a la cocina, tomó a Rosie de Zack. Ella ayudaba a amortiguar un
poco su celo, dándole más espacio para pensar más allá de lo delicioso que olía
Zack.
—Estaba pensando que Seb y yo podríamos a Rosie a casa de Ben y Adam
esta mañana —sugirió Ro—. Para daros a ti y a Zack la mañana.
Matt sintió una punzada de culpa porque esencialmente estaban echando
a los líderes de la manada de su propia casa, junto con su recién nacido, pero a
Sebastian no pareció importarle en absoluto.
—¿Cómo se las arreglaba una manada cuando los Omegas eran comunes?
—se preguntó en voz alta.
—Estaban mucho más dispersos. Por lo general, solo uno o dos Omega
unidos en una manada como máximo, junto con los niños. Tres Omega unidos
al mismo tiempo habría sido un arreglo muy inusual —dijo Sebastian.
—¿Cuántos más crees que hay? —dijo Zack.
—¿Omegas? Es muy difícil de saber. Puede haber otras manadas que
oculten el estado de su Omega, como Briar Wood. Y lo más probable es que
haya algunos Omega dentro de las comunidades rebeldes, aunque los
Guerreros de Fenrir no han localizado ninguno y han estado buscando.
—¿Qué significa para el futuro que los Omegas hayan regresado? —
preguntó Matthew.
—Tal vez tu Padre tiene razón. Es una señal de que las cosas entre las
manadas están mejorando —dijo Zack.
—Me gustaría creer eso —comentó Seb—, pero todo indica lo contrario.
Las tensiones están aumentando y los Guerreros de Fenrir están
construyendo algo.
—Entonces tal vez no sea una señal de que las cosas están mejor, tal vez
nos esté dando la oportunidad de mejorar las cosas —dijo Matt—. Mi abuela
me dijo que antes de que los números de Omega declinaran y las alianzas se
rompieran, los Omegas eran apreciados, no se unían por el comercio sino por
el amor. Y el comercio aún ocurría debido a las fuertes conexiones formadas
entre las Manadas a través de esos lazos.
—Me gusta esa idea. Somos un signo de esperanza, un incentivo para
tomar las decisiones correctas —dijo Ro.
—Esperemos que alguien escuche —agregó Seb con un suspiro.

Solo dos días después, su calor se estaba desvaneciendo rápidamente.


Estaba dividido entre la decepción y el alivio. Había sido incómodo, dado el
lugar donde estaban, pero apreciaba la intimidad con Zack, cada uno de sus
besos y caricias los acercaba más, fortaleciendo su vínculo.
Un grito de Rosie lo despertó esa mañana, pero antes de que pudiera
levantarse, el brazo de Zack cayó sobre él, sujetándolo a la cama mientras el
Alfa se inclinaba y le daba un beso detrás de la oreja.
—Yo me ocupo.
—Ese es un grito de hambre. Creo que podría estar mejor equipado para
manejar eso que tú —bromeó.
—Bueno, cuando lo pones así —dijo el Alfa, saltando de la cama y
alcanzando a Rosie donde yacía en su cuna. Dejó de quejarse cuando él la
levantó. Se volvió hacia la cama y Matthew quedó impresionado por la imagen
que tenía delante. El Alfa fuerte, bronceado y musculoso acunando al pequeño
bebé en sus brazos. Su familia.
El teléfono de Zack sonó, perturbando el momento, y Matt tomó a Rosie
de él mientras respondía.
—¿Hola? Eí, Andrew…
La llamada fue rápida.
—Está bien, te veo después.
Zack se volvió hacia él, pareciendo sorprendido.
—Los FW están en camino hacia aquí. Están listos para trasladarnos.
—¿Ya? —Matthew había estado seguro de que llevaría más tiempo.
—Hay muchos murmullos entre Briar Wood y Bear Lake. Parece que
saben que estamos aquí. Cuanto más nos quedemos, más probable es que
traigamos problemas a Glenoak. Los FW son nuestra mejor oportunidad de
mantenernos a salvo.
Matthew salió de la cama y abrazó a Rosie.
—Entonces será mejor que estemos listos cuando lleguen aquí.
Zack corrió escaleras abajo para darles la noticia a Seb y Ro. Matt se vistió
y lo siguió más despacio con Rosie.
Cuando llegó a la cocina, Zack y Sebastian estaban discutiendo, Ro estaba
de pie a un lado, mirando con preocupación.
—No conocemos el fin del FW, Zack, o sus verdaderas motivaciones.
Están buscando una pelea. ¿Quieres estar en medio de eso?
—Trabajé con ellos durante meses, Seb. Hicieron más para proteger a los
lobos vulnerables en ese momento que las manadas en años. Son la solución a
todos los problemas que están creando las manadas. Están aceptando lobos
mordidos que las manadas ignoran, incluso cuando sus propios lobos son los
responsables de crearlos.
—¡Están formando un ejército! Están entrenando guerreros. No haces eso
si tu plan es la paz.
—Nunca llegaremos a Eagle Creek o a Grey Valley simplemente hablando.
Lo sabes, lo has intentado. Son corruptos hasta la médula, por lo que sea que
sucedió en esa manada del norte de la que vinieron. Solo responden a la
fuerza.
Ro intervino.
—¿Quizás si te reunieras con James, Seb, cara a cara? ¿Saber de él, cuáles
son sus planes? Ben confía en él. Y cuando Eagle Creek trató de llegar a mí
después de que nos unimos, James se paró a mi lado para luchar contra ellos.
Si todo lo que realmente quería era poder y control, y planea obtenerlo solo a
través de la violencia, entonces tiene una forma extraña de hacerlo.
¿Ro había conocido a James, pero Seb no? Matt podía ver que esa era otra
razón por la que Sebastian no estaba muy interesado en el hombre. Un Alfa
extraño interactuando con tu compañero vinculado era una forma segura de
causar tensión, incluso si había sido con buenas intenciones.
Matthew los trajo de vuelta al asunto en cuestión.
—No podemos quedarnos aquí. No sin traer la ira de dos, tal vez incluso
tres, manadas sobre vuestras cabezas. Zack confía en el FW para mantenernos
a salvo. Y confío en Zack.
Seb miró de Ro a Zack y al propio Matt y luego asintió lentamente.
—Si estás seguro. Pero recuerdad, Glenoak siempre será un lugar seguro
para los tres.

Adam y Ben vinieron a despedirlos, los gemelos a cuestas. Al principio,


Ben parecía hostil y Zack notó que Matt desconfiaba un poco de él. Pero su
comportamiento fue muy diferente con Adam y los mellizos. De los tres, Zack
no estaba seguro de quién adoraba más al Alfa. Se había encariñado con ellos
después de sus primeros encuentros y Zack se alegró de haber venido con
Adam para despedirse.
Alicia también llegó y se llevó a Matt a un lado para hablar. Zack pudo
adivinar de qué hablaron y no se sorprendió cuando ella le dio su número.
—Llámame. De día o de noche —dijo—. Tengo algunas llamadas a
domicilio que hacer, así que me despediré ahora.
Tomó a Rosie un momento, meciendo al bebé de un lado a otro.
—Necesita un hogar estable. Dale uno, ¿quieres?
—Lo haremos lo mejor que podamos —prometió Matt.
Veinte minutos después se detuvo un automóvil, dos rostros familiares
en los asientos delanteros; Andrew y Graham. Zack se adelantó para
saludarlos. Matt, que sostenía a Rosie, se quedó atrás un poco, pero se acercó
más ante el estímulo de Zack.
—Es bueno ver que tú y la pequeña se ven tan bien —dijo Andrew,
estirando una mano para acariciar con un dedo la mejilla de Rosie.
Mantuvieron el resto de sus despedidas cortas.
Seb y Ro les desearon lo mejor, Seb y Zack se dieron la mano, disipando
cualquier tensión persistente entre ellos. Matthew atrajo a Ro en un abrazo,
feliz cuando el lobo se lo devolvió con fuerza. Había visto la mirada de
añoranza en el rostro del otro Omega cuando miraba a los demás con sus
hijos. Claramente, él y Seb querían lo mismo. Esperaba que obtuvieran su
deseo pronto.
—Manteneros en contacto, hacednos saber cómo os está yendo —dijo
Adam, y agregó—: Y cómo os está yendo a los dos, por supuesto. —Les sonrió
a sabiendas. Ben puso los ojos en blanco ante las palabras de Adam mientras
él y Zack metían las maletas en el maletero.
—No temas, Adam es excelente para descubrir todo lo que quiere saber.
Si quieres que él lo sepa, bueno, eso es otra cosa. —La sonrisa del Alfa sacó el
aguijón de sus palabras.
—Gracias por todo —dijo Zack—. No lo olvidaremos.
Ayudó a Matt a subir al coche y le entregó a Rosie antes de correr para
subir por el otro lado.
Mientras el coche se alejaba por el camino de entrada, miraron por la
luna trasera y saludaron a los extraños que los habían acogido como si fueran
de la familia.
—Volveremos —dijo Zack—. Le prometí a Seb que los visitaríamos. Y
Alicia quiere que tú y Rosie vengáis a chequeos. Ella es la autoridad sobre los
Omegas y los niños nacidos de Omega en estos días.
—¿Entonces adónde vamos? —preguntó Matthew, mirando a Graham y
Andrew en busca de una respuesta.
—A casa —dijo Andrew.
Matthew se acomodó contra Zack, con una Rosie dormida en sus brazos.
—A casa —repitió—. ¿Dónde está eso?
—Para mí —dijo Zack—, es donde sea que estéis tú y Rosie.
Matthew sonrió.
—Entonces ya estamos allí.

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