Las Emociones y Su Expresion en La Prime
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PRIMERA INFANCIA.
Las vías facial y vocal
JOSÉ LUIS MARTÍNEZ HERRADOR
Escuela Universitaria E.G.B. Ávila
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1. La emoción
Tabla 1
De esta clasificación, los tres últimos tipos han sido aplicados al estudio de
la expresión facial de las emociones, por lo que nos extenderemos en su descrip-
ción.
Para poder resolver las dificultades que los códigos observacionales presen-
tan, derivadas de su dependencia de teorías o de códigos etológicos, se han desa-
rrollado los denominados códigos anatómicos que permiten realizar análisis muy
finos y detallados de las expresiones faciales con el fin de distinguir los movi-
mientos expresivos, teniendo en cuenta la anatomía funcional de la cara, de otros
movimientos faciales producidos aleatoriamente, una vez detectados, se hacen
corresponder con categorías «descriptivas». Las unidades básicas de este sistema
son acciones discretas, mínimamente distinguibles, de los músculos faciales.
Este código es potencialmente comprehensivo y el único que permite evaluar
cambios evolutivos de forma precisa y objetiva, Oster (1978).
Las aportaciones más importantes de códigos anatómicos se deben a Ekman
y Friesen (1978), que publican su código Facs-Facial Action Coding System— y a
Izard (1979) que publica el MAX —The maximally discriminative facial move-
ment coding system—. Siendo de estos dos el FACS el más utilizado. Consiste en
un repertorio de 33 categorías elementales de conducta facial, denominadas uni-
dades de acción facial, claramente diferenciadas en términos de su base muscular
y de los cambios de apariencia visible que permiten su identificación. Los autores
son conscientes de que se trata de un instrumento descriptivo que, en sí mismo,
no implica asunciones previas sobre las unidades naturales de la conducta social
o de los correlatos emocionales de los movimientos musculares faciales. Partien-
do de acciones musculares elementales y sus consecuencias podemos encontrar
regularidades en las pautas de movimientos faciales.
Si bien estas técnicas han aportado una metodología rigurosa en el análisis
de la expresión facial y en su evolución, no han resuelto todos los problemas ya
que según señala Oster (1980), estos estudios quedan a un nivel descriptivo y con
unidades de análisis de orden tan inferior que encontrar pautas más complejas
con significación emocional o psicológica es un salto especulativo que ofrece
pocas garantías; Saarni (1978) hace una reflexión sobre la posibilidad de errores
LAS EMOCIONES Y SU EXPRESIÓN EN LA PRIMERA INFANCIA 75
Tabla 2
A modo de ejemplo, parece demostrado que los niños ciegos muestran una
expresividad facial menor que los videntes, por otra parte, niño anencefálicos o
con síndrome de Down ponen de manifiesto la existencia de una expresividad
emocional disminuida, lo que podría confirmar la hipótesis de la participación de
las estructuras subcorticales, especialmente troncoencefálicas, en el control y dis-
posición de los patrones específicos de expresión emocional, aunque la posterior
integración de esos patrones en una cultura determinada —normas expresivas—
elicitarían un sistema'de feedback que permitiría, por un lado, una más compleja
maduración del patrón motor de expresión facial y, a su vez, una diversificación
en función de las normas expresivas propias de cada cultura. Esto, podría en par-
te explicar las clásicas controversias entre la universalidad de la expresión facial y
los detractores de ella.
Algunos de los aspectos más relevantes del desarrollo evolutivo de la expre-
sión emocional son ya descritos por Ekman y Oster (1978). Se han encontrado
pruebas de la existencia de patrones motores organizados en movimientos expre-
sivos como la sonrisa, fruncimiento de cejas y «pucheros» en recién nacidos,
Oster y Ekman (1978), Oster (1978). Aunque hay que decir que no se ha investi-
gado prácticamente en su desarrollo evolutivo, ni en la diferenciación entre el
llanto y el malestar. No se sabe si los diferentes movimientos faciales correspon-
den a clases de llanto distintos acústicamente o a diferentes orígenes del malestar.
Los niños recién nacidos muestran ya expresiones semejantes al desagrado
de los adultos, así como de sobresalto.
También, en el caso de la sonrisa, ésta parece estar ligada a la actividad
regleja —aparece en el sueño REM—, en los recién nacidos; en cambio, la «son-
risa social» aparece por primera vez a los 3 ó 4 semanas, la sonrisa social abierta
y clara —más expresiva— aparece durante el tercer mes; en este caso, esta sonrisa
parece implicar ya un proceso cognitivo activo. Hacia el cuarto mes la sonrisa se
especializa, siendo otorgada más exclusivamente a cuidadores y figuras de apego.
Lo que no parece muy claro, por no haber sido muy estudiado, son los diferentes
patrones expresivos de estas sonrisas «sociales», «juguetonas» o de «dominio
cognitivo».
La risa aparece, por primera vez, a los cuatro meses, habiéndose centrado
los trabajos en los cambios y en los determinantes que la provocan, Sroufe
(1978).
Otro campo de trabajo está interesado en averiguar en qué edades los niños
son capaces de reconocer las expresiones faciales y vocales.
Los primeros estudios indicaban que los niños no empiezan a discriminar
expresiones faciales diferentes hasta los 5 ó 6 meses, Charlesworth y Kreutzer
(1973). Algunos estudios recientes han encontrado diferencias en la fijación
visual ante diapositivas que presentaban caras alegres, neutras o enfadadas y de
sorpresa en edades de 3 a 4 meses, Young-Borwney y col. (1977) y Trevarthen
(1977).
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Ya hemos indicado anteriormente que el niño a los pocos meses ya está capa-
citado para reconocer determinadas expresiones faciales, mostrando respuestas
diferenciadas a estos estímulos, pero resulta bastante evidente que las expresiones
emocionales faciales van acompañadas, a su vez, de sonidos que pueden ser
igualmente codificados en forma expresiva emocional. El reconocimiento de las
emociones a través de la voz es un tema que ha recibido también una atención por
parte de los investigadores de la emoción, aunque su estudio presenta mayores
dificultades metodológicas que para la expresión facial.
Ya en 1872, Darwin señaló la importancia de los aspectos no verbales del
habla como medio de expresión, aunque su estudio sistemático sólo ha tenido
lugar en la última década. Las dificultades de tipo tecnológico que conlleva la
evaluación de la conducta vocal, la confusión respecto a su status como conducta
no verbal, son dos de las razones que han motivado este desfase con respecto a la
expresión facial, Scherer (1982).
Los estudios sobre la expresión vocal de la emoción pueden encuadrarse en
dos grandes tipos o grupos:
Los primeros tienen como objetivo básico determinar cómo un estado emo-
cional se expresa o exterioriza a través de la voz, Brown y Bradshaw (1985). La
evaluación de ésta puede realizarse a varios niveles, entre ellos el análisis acústico
y los juicios preceptivos de parámetros acústicos que han sido los más utilizados,
Scherer y Oshinsky (1977).
Los estudios de reconocimiento tratan de conocer en qué medida el receptor
es capaz de identificar, a través de los aspectos no verbales de la voz del emisor, el
estado emocional expresado por éste. Rosenthal (1982), Brown y Bradshaw
(1985); para ello, se debe antes proceder a separar el canal vocal del verbal, sepa-
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ración que puede presentar algunos problemas metodológicos, dado que es básico
que el contenido lingüístico del mensaje no condicione los juicios sobre el estado
afectivo del codificador.
Varios han sido los métodos utilizados para proceder a esta separación-verbal-
vocal-: Filtrado de frecuencia, Fechner (1978), Scherer, Ladd y Silvermann (1984);
análisis de envolvente, Blanck y col. (1981), Scerer y col. (1984); en otros casos se
han utilizado actores que verbalizaban frases neutras en distintas condiciones emo-
cionales, Bezooijen (1984).
En general, las metodologías más recientes apuntan a la manipulación de
diferentes parámetros acústicos para lograr encontrar cuál es el parámetro vocal
que permite la codificación o decodificación de la expresión emocional; sin duda
alguna, esta década ha sido, a través del desarrollo de nuevas tecnologías, la más
fecunda en este tipo de trabajo.
Una de estas técnicas es la utilizada por Jiménez (1985) que consiste en la
manipulación de la conducta vocal por medio del modelo de predicción lineal
—LPC— de análisis y síntesis de voz, que permite verificar uno o varios paráme-
tros de la voz, asignándoles aquellos valores que se deseen y, de esta forma, sinteti-
zar de nuevo las muestras de habla codificadas. Así, resulta posible examinar los
efectos que tiene sobre el reconocimiento, la manipulación de cualquiera de los
parámetros aislados, Scherer (1979). Estos parámetros pueden ser: Tono, rango de
frecuencia, amplitud de tono, pich o frecuencia fundamental, amplitud, ritmo, etc.
Algunos trabajos relacionan varios de estos parámetros con emociones discretas.
Así, la tristeza se caracteriza por un bajo nivel de tono, Scherer y Waldott (1988).
La cólera se caracteriza por un elevado nivel de tono, Levin y Lord (1975).
En algunos casos parece que existen indicios de que las diferencias de recono-
cimiento en diferentes culturas están caracterizadas por señales más sutiles que las
anteriormente expuestas y que varían de una cultura a otra, señales que
podrían ser de naturaleza espectral. Bezooijen (1984).
Las investigaciones hasta ahora realizadas presentan dificultades de bases
explicativas, Scherer (1985). Este autor señala la necesidad urgente de que sean
razones teóricas las que motiven la elección de los parámetros vocales a estudiar, en
lugar de proceder, como hasta ahora, de una manera casi aleatoria.
En su opinión, ést es sólo posible si se profundiza en el conocimiento, tanto de
los patrones fisiológicos, que caracterizan los estados emocionales discretos, como
de la neuropsicología de las expresiones vocales con significación afectiva.
Insiste también en la necesidad de investigar en ciertas áreas como la etológica
—comparada— y la investigación evolutiva. También parece evidente la necesidad
de estudiar las dificultades que la separación de los diferentes canales tienen para
su compromiso funcional, puesto que es evidente que la codificación y la decodifi-
cación no se hace por canales aislados, sino fundamentalmente integrados.
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