Informe Anual de DDHH UDP 2018 - Organized
Informe Anual de DDHH UDP 2018 - Organized
Informe Anual de DDHH UDP 2018 - Organized
DE ACCESO A LA
JUSTICIA CIVIL
EN CHILE1
1 Capítulo elaborado por Macarena Vargas y Ricardo Lillo. Este trabajo contó con la co-
laboración de Claudio Fuentes, profesor Facultad de Derecho Universidad Diego Por-
tales. Agradecemos también la participación de los siguientes alumnos: Giselle Carter,
Ignacio Fuentes, Gabriela González y Daniela Soto.
353
SÍNTESIS
355
INTRODUCCIÓN
En los Informes de los años 2007, 2008 y 2010, se han destinado ca-
pítulos para analizar el cumplimiento de los estándares desarrollados
en el Derecho Internacional de los Derechos Humanos en materia de
acceso a la justicia. En cada uno de ellos se han analizado diversos
aspectos del sistema de justicia para brindar un estudio acabado no
solo de los estándares normativos, sino también de su funcionamiento
concreto.
En el Informe 2007 se examinó la entonces reciente reforma a la
justicia de familia, a partir de la entrada en vigencia de la Ley 19.968
que creó, en 2005, los Tribunales de Familia. En ese artículo se llamó
la atención sobre diversos problemas en su implementación, los que
más tarde dieron origen a la elaboración de una serie de mejoras nor-
mativas.2
En el capítulo del año 2008, junto con desarrollar conceptual-
mente el acceso a la justicia como un derecho humano fundamental,
se analizaron los diversos mecanismos nacionales para brindar asis-
tencia jurídica gratuita. Se señalaba que las corporaciones de asis-
tencia judicial, los abogados de turno y el privilegio de pobreza, por
razones técnicas, operativas y de financiamiento, no permitían dar
pleno cumplimiento a las normas internacionales y constituciona-
les. Se destacaba, también, la irrupción de figuras como la Defensa
Penal Pública y las Oficinas de Defensa Laboral (ODL) que, aunque
permitieron aumentar los niveles de acceso a sectores desaventajados,
dejaban en evidencia importantes desigualdades en la cobertura y
calidad de sus servicios.3
Finalmente, en el Informe 2010 se evaluó el cumplimiento de están-
dares internacionales en materia de acceso a la justicia para mujeres
2 Informe 2007, pp. 137 a 159. Para mayor información, véase también: Ministerio de
Justicia, Antecedentes Generales Ley 20.286, 2013; Pedro García, “Herramientas de Ges-
tión Judicial para los Juzgados de Familia”, Revista de Derecho (Universidad Católica de
la Santísima Concepción), Vol. 1, N° 25, 2012, pp.155-181.
3 Informe 2008, pp. 175 a 206.
357
víctimas de violencia doméstica. Como se señalaba en dicha oportu-
nidad, para la adecuada protección de los derechos de las afectadas
no basta solo con la existencia de una ley, sino que es necesario que se
produzca un real acceso a la justicia, permitiendo a las víctimas obtener
una respuesta estatal pronta y eficaz.4
En el actual Informe, hemos querido revisitar los estándares in-
ternacionales en la materia para analizar qué tipo de avances y/o
retrocesos ha experimentado el Estado chileno en el cumplimien-
to de sus obligaciones. Nos centraremos en un aspecto específico
y poco explorado en nuestro país: el nivel de acceso al sistema de
justicia civil. Entendemos por justicia civil en un sentido amplio, la
provisión de servicios legales para casos civiles, cuyo conocimiento
hoy se encuentra radicado principalmente en los tribunales de letras
con competencia en lo civil y, en alguna medida, en los juzgados de
policía local.
Nos interesa abordar esta área pues, desde hace años, se viene
denunciando que la justicia civil se encuentra cooptada por gran-
des empresas como la banca y el retail que persiguen la cobranza de
sus créditos, mientras los casos donde se discuten controversias de
ciudadanos comunes y corrientes –como un problema de arriendo–
representan una bajísima proporción de la carga de trabajo de los
tribunales civiles. Algo similar ocurre en la justicia de policía local:
se encuentra saturada, principalmente, por causas de infracción a la
ley del tránsito y no pago del peaje electrónico (TAG), mientras que
los problemas que afectan a los consumidores –una de las materias
de competencia de estos tribunales– no alcanzan siquiera al 1,0% del
total de causas ingresadas.
A ello hay que añadir que existe una amplia gama de conflictos de
baja complejidad y poca cuantía que no encuentran hoy en la justicia
civil una respuesta ágil y accesible. Nos referimos, por ejemplo, a
conflictos cotidianos –lo que se ha denominado pequeñas causas–
como problemas por productos defectuosos, cobro de bajos montos
de dinero o conflictos de convivencia vecinal, para cuyos involucra-
dos el acceso a la justicia se ve lejano y costoso, principalmente por el
tiempo y dinero que ello demanda y porque los procedimientos judi-
ciales, por lo general, no son sensibles o no recogen las particularida-
des de este tipo de asuntos. Así, por ejemplo, es probable que quien
se vea afectado por un problema de filtración de agua proveniente
de la casa vecina lo pensará dos veces antes de acudir a un tribunal
a ejercer las acciones legales que la ley le franquea. Esta omisión se
produce porque acudir al sistema de justicia implica iniciar un pro-
cedimiento que, por regla general, un ciudadano de a pie desconoce;
358
porque, además, en la mayoría de los casos requiere de asesoría letra-
da si desea tener éxito en su demanda, y significará, asimismo, dis-
poner de tiempo para hacer algunas gestiones o asistir al tribunal en
caso de audiencias u otras comparecencias. Lo señalado opera –qué
duda cabe– como un poderoso desincentivo para acudir al sistema de
justicia formal.
¿Qué sucede entonces con este tipo de conflictos? ¿Encuentran
solución en el sistema de justicia formal o quedan irresolutos? ¿Qué
ha hecho el Estado chileno en los últimos años para abordar este tipo
de controversias y cumplir con los estándares internacionales en esta
materia? ¿Cumple los estándares internacionales de acceso a la justicia
un sistema que conoce principalmente del cobro de deudas de grandes
empresas, infracciones de tránsito y de cobro de peajes?
En este capítulo queremos analizar algunas de las iniciativas im-
plementadas en los últimos años, así como algunas propuestas de re-
formas, con el fin de evaluar de qué manera nuestro país se ha hecho
cargo de los problemas de acceso a la justicia civil.
Veremos que los datos existentes muestran un panorama desolador.
No solo hay una gran cantidad de necesidades legales insatisfechas en
materia civil, sino que además el Estado en estos últimos años –ha-
biendo tenido oportunidades de hacer algunas reformas o plantear
propuestas de cambios– no ha explorado la posibilidad de incorporar
nuevos procedimientos o instituciones procesales que se hagan cargo
de estas necesidades. Por el contrario, la única experiencia de carácter
estatal implementada en esta materia, las Unidades de Justicia Vecinal
impulsadas por el Ministerio de Justicia en 2011, han sido reciente-
mente disueltas.
En este capítulo, en primer lugar, se analizan los estándares in-
ternacionales en materia de acceso a la justicia, desarrollados en el
sistema interamericano de protección de los Derechos Humanos y,
también, en el sistema universal y el europeo. En segundo lugar, y a
partir de estudios efectuados desde los años noventa en adelante, se
realiza un diagnóstico sobre las principales necesidades legales que
plantean los ciudadanos y los caminos que siguen para resolverlas.
En tercer lugar, se analiza el proyecto piloto de Unidades de Justicia
Vecinal y el proyecto de ley de reforma a la justicia civil presentado,
en 2012, al Congreso Nacional. Finaliza este capítulo con algunas
conclusiones y recomendaciones.
359
sirve para garantizar y hacer efectivos los demás derechos reconocidos
por el ordenamiento jurídico. Tal como señalan Cappelletti y Garth,
si bien ha habido una importante ampliación de los derechos sustan-
tivos con el objeto de crear sociedades más igualitarias y justas, hoy el
desafío es cómo hacer efectivos esos derechos.5
Aunque existen diferencias al momento de delimitar conceptual-
mente el acceso a la justicia, suelen incluirse dentro de este concepto
diversas dimensiones: la posibilidad de llegar al sistema judicial con-
tando con la representación de un abogado; de obtener un pronuncia-
miento judicial en un tiempo prudencial; de conocer los derechos y los
medios para poder ejercerlos y de contar con asistencia jurídica gratuita
para los sectores más desaventajados, entre otras.6
Más allá de las dificultades dogmáticas para definir el concepto
de acceso a la justicia, pareciera que lo relevante es que, tanto a nivel
internacional (sistema universal,7 interamericano8 y europeo)9 como
a nivel nacional,10 se reconoce que se trata de un derecho humano
y como tal entraña obligaciones positivas y negativas para los Esta-
dos.11 Existen dos formas de comprender este derecho. En un sentido
estricto, el acceso a la justicia es entendido como “…la capacidad
para acudir a los tribunales y obtener una resolución justa sobre un
conflicto o disputa…”.12 Otra óptica propone una mirada amplia,
en virtud de la cual los Estados tienen la obligación de garantizar
no solo la posibilidad efectiva de acceder a los tribunales (acceso al
360
proceso en un sentido estricto), sino también a otro tipo de dispositi-
vos que permitan a las partes resolver sus conflictos en forma directa
y colaborativa, como es el caso de la mediación, la negociación, o la
conciliación. En este sentido amplio, se incluye también la noción de
una protección o tutela judicial efectiva13 que asegure a los ciudada-
nos la posibilidad de obtener una respuesta congruente sobre el fondo
del asunto planteado y que, en caso de ser favorable, sea susceptible
de ser efectivamente cumplida.14
El acceso a la justicia, entonces, no es solo el poder acceder a los tri-
bunales: es el acceso a un remedio eficaz para un problema tutelado por
el derecho. En este sentido, una política de acceso a la justicia implica
crear o fortalecer toda instancia, estatal o comunitaria, centralizada o
descentralizada, que coadyuve a garantizar el ejercicio de los derechos
y que sea capaz de dar respuesta a las demandas de las personas, en
especial de aquellas más desfavorecidas.15
Asumir una visión amplia del acceso a la justicia tiene dos impor-
tantes implicancias. Por una parte, el estudio de políticas públicas
orientadas a mejorar el acceso a la justicia no puede estar restringido
solo a observar lo que sucede en el ámbito judicial exclusivamente
(es decir, el Poder Judicial), sino que desde la esfera estatal impor-
tará también observar los mecanismos y políticas impulsados por el
Ejecutivo a través de proyectos pilotos, reformas de ley u otro tipo
de iniciativas. Por otra parte, esta noción obliga a estudiar más allá
del estricto ámbito estatal, dando una mirada a las prácticas y meca-
nismos comunitarios que posibilitan o mejoran el acceso a la justicia
(como en aquellos casos donde las comunidades han mantenido sus
mecanismos tradicionales de ejercer justicia, que se combinan con los
mecanismos estatales) y también a las iniciativas impulsadas por sec-
tores no estatales, como las organizaciones de la sociedad civil, uni-
versidades u otras instancias educativas. El estudio de las experiencias
generadas en estos ámbitos puede ofrecer una visión comprensiva y
más rica, en términos de contenido, de la situación en materia de
acceso a la justicia en un país.
En el Sistema Interamericano de Derechos Humanos, el acceso a la
justicia se ha comprendido fundamentalmente a partir de los artículos
361
8.1. y 25 del Pacto San José de Costa Rica.16-17 De esta manera, se
exige a los Estados no solo otorgar una serie de garantías judiciales
mínimas para la determinación de derechos y obligaciones a través
de instituciones y procedimientos que cumplan los requerimientos
expresados en el artículo 8, sino también proveer a los individuos
los medios necesarios para poder acceder a dichos procedimientos e
instituciones.18
Ello se observa con claridad en el caso Claude Reyes vs. Chile don-
de la Corte IDH señala que “el recurso efectivo del artículo 25 de
la Convención debe tramitarse conforme a las normas del debido
proceso establecidas en el artículo 8.1 de la misma, todo ello dentro
de la obligación general, a cargo de los mismos Estados, de garantizar
el libre y pleno ejercicio de los derechos reconocidos por la Conven-
ción a toda persona que se encuentre bajo su jurisdicción (artículo
1.1)”.19 Recalca, además, como ha sido parte de la jurisprudencia de
los últimos años, que no basta con que los recursos existan formal-
mente, sino que los mismos deben tener efectividad, pues la garantía
consagrada en el artículo 25 constituye un pilar básico de un estado
de Derecho.20
De este modo, el derecho de acceso a la justicia supone acceder a un
proceso judicial con las debidas garantías y debe aplicarse sin discri-
minación alguna, según ha sido entendido por la Corte IDH respecto,
por ejemplo, a casos de expulsiones administrativas de migrantes o de
solicitudes de asilo.21
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (en adelante,
la CIDH) ha señalado que los Estados tienen la obligación de remo-
ver aquellos obstáculos que impidan o limiten el acceso a la justicia
16 El Artículo 8.1. de la Convención señala: “Toda persona tiene derecho a ser oída, con las
debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez o tribunal competente,
independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la sustanciación
de cualquier acusación penal formulada contra ella, o para la determinación de sus
derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter.”
17 El Artículo 25 de la Convención señala:
1. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso
efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que
violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la pre-
sente Convención, aun cuando tal violación sea cometida por personas que actúen en
ejercicio de sus funciones oficiales.
2. Los Estados Partes se comprometen:
a) a garantizar que la autoridad competente prevista por el sistema legal del Estado
decidirá sobre los derechos de toda persona que interponga tal recurso;
b) a desarrollar las posibilidades de recurso judicial, y
c) a garantizar el cumplimiento, por las autoridades competentes, de toda decisión en
que se haya estimado procedente el recurso.
18 Cecilia Medina, op. cit., p. 246.
19 Corte IDH, Claude Reyes y otros vs. Chile, 19 de septiembre de 2006, párr. 127.
20 Ibíd, párr. 131.
21 Cecilia Medina, op. cit., p. 247.
362
producto de la posición socioeconómica de las personas. Para ello, ha
venido reconociendo que factores como los costos del proceso, la ubi-
cación geográfica de los tribunales, o ciertas situaciones estructurales
de desigualdad pueden afectar la posibilidad de acceder a la justicia y
ocasionar la consecuente violación de este derecho fundamental. En
estos casos, la CIDH ha destacado que contar, entre otros mecanismos,
con la provisión de asistencia jurídica gratuita bajo ciertas condiciones,
con el fortalecimiento de dispositivos comunitarios y la provisión de
información sobre los derechos, son fórmulas adecuadas para asegurar
el derecho de acceso a la justicia.22
En esta dirección, en el caso Cantos vs. Argentina, la Corte Intera-
mericana de Derechos Humanos señaló que “…los Estados no deben
interponer trabas a las personas que acudan a los jueces o tribunales en
busca de que sus derechos sean determinados o protegidos. Cualquier
norma o medida del orden interno que imponga costos o dificulte de
cualquier otra manera el acceso de los individuos a los tribunales, y que
no esté justificada por las razonables necesidades de la propia adminis-
tración de justicia, debe entenderse contraria al precitado artículo 8.1
de la Convención”.23
Por otro lado, se trata que los Estados no interpongan barreras o
trabas directas o indirectas, de iure o de facto, para que los individuos
accedan al sistema de justicia. Por ejemplo, en el caso Fernández Ortega
vs. México, la Corte IDH consideró vulnerado el derecho de acceso a
la justicia de la víctima al no haber contado esta, inicialmente, con
un intérprete provisto por el Estado a fin de presentar su denuncia ni
tampoco recibir en su idioma información sobre las actuaciones deri-
vadas de su querella. Todo lo anterior, en los momentos preliminares
del procedimiento, implicó un trato que no consideró la situación de
vulnerabilidad de la señora Fernández Ortega, basada en su idioma y
etnicidad, implicando un menoscabo injustificado en su derecho de
acceder a la justicia.24
La Corte IDH también se ha pronunciado sobre las restricciones
que los Estados pueden imponer en esta materia. Al respecto, seña-
la que los Estados pueden limitar este derecho, pero dicha limitación
debe guardar una relación de proporcionalidad entre los medios em-
pleados y el propósito buscado por la restricción, y que, además, no
implique la denegación total de este derecho.25 En este sentido, señaló
en el caso Cantos vs Argentina, antes mencionado que “…[c]ualquier
22 CIDH, El Acceso a la justicia como garantía de los derechos económicos, sociales y cultura-
les. Estudio de los estándares fijados por el Sistema Interamericano de Derechos Humanos,
OEA/Ser.L/V/II.129, Doc. 4, 7 septiembre 2007, pág. 2.
23 Corte IDH, Cantos vs. Argentina, 28 de noviembre de 2002, párr. 50.
24 Corte IDH, Fernández Ortega y Otros vs. México, 30 de agosto de 2010, párr.201.
25 Cecilia Medina, op. cit., p. 250.
363
norma o medida del orden interno que imponga costos o dificulte de
cualquier otra manera el acceso de los individuos a los tribunales, y que
no esté justificada por las razonables necesidades de la propia adminis-
tración de justicia, debe entenderse contraria al precitado artículo 8.1
de la Convención”.
Por su parte, en el marco del Consejo de Europa y, fundamental-
mente gracias a la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos
Humanos (en adelante, Tribunal EDH), se suele señalar que el acceso
a la justicia se debe entender en un sentido amplio. Así, abarcaría no
solo el acceso a tribunales o a mecanismos alternativos de resolución de
conflictos, sino también el derecho a obtener una reparación o tutela
efectiva en el caso de determinarse que los derechos de un individuo
han sido violados. Mediante esta concepción, la aplicación del derecho
de acceso a la justicia alcanzará a diversas materias, permitiendo a los
individuos recibir protección contra vulneraciones a sus derechos fun-
damentales, reparar ilícitos civiles, responsabilizar al Poder Ejecutivo
y defenderse a través de procedimientos penales. Así, se le caracteriza
como un importante elemento del Estado de Derecho que atraviesa los
más diversos ámbitos.26
Ahora bien, es importante señalar que las contravenciones al dere-
cho de acceso a la justicia no solo pueden provenir de disposiciones
legales que la transgredan, sino también las prácticas de hecho pueden
constituir violaciones a los derechos consagrados.27 En el Caso Airey
vs. Irlanda se destaca que lo relevante es que el acceso –en los térmi-
nos del artículo 6.1 del Convenio Europeo de Derechos Humanos (en
adelante, el Convenio)– debe ser efectivo o no ilusorio.28 Se argumentó
que el derecho de acceso, en este caso en particular en que se discutía
si la asistencia jurídica gratuita obligatoria pertenecía solo al ámbito
penal o si se debía extender también a otras materias, no implicaría que
el Estado debería prestarse en todos y cada uno de los asuntos civiles,
sino solo en aquellos casos en que las circunstancias lo ameriten como
indispensable para un acceso efectivo al tribunal. Lo precedente, ya sea
porque la representación legal en ámbitos civiles sea exigida por el dere-
cho interno o como consecuencia de la complejidad del procedimiento
o del caso.29
364
En este mismo sentido se ha pronunciado el Comité de Dere-
chos Humanos, en el ámbito del sistema universal de protección de
los DDHH, reconociendo que la vulneración de este derecho puede
producirse de iure o de facto. Se prohíbe también toda restricción
relativa al acceso a los tribunales y cortes de justicia que no esté
basada en derecho y que no pueda justificarse con fundamentos ob-
jetivos y razonables. La garantía se infringe si a determinadas per-
sonas se les impide entablar una acción contra cualquier otra por
razones como raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o
de otra índole, origen nacional o social, posición económica, naci-
miento u otra condición.30
Para la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Eu-
ropea el concepto amplio de acceso a la justicia se vincularía con dos
elementos centrales: el derecho a un juicio justo (o a un debido proceso)
y a una tutela efectiva (en inglés, effective remedy). El primero de estos
elementos se encontraría en el artículo 6 del Convenio y el segundo,
la provisión de un recurso o mecanismo de reparación efectivo, en el
artículo 13 del mismo instrumento internacional.
De este modo, el acceso a la justicia comprende, en primer lugar,
la existencia de tribunales competentes para conocer del asunto en
cuestión, disponibilidad de traducción, asistencia jurídica y acceso a la
información. Implica, en segundo lugar, hacerse cargo de la ubicación
geográfica de los individuos si es que ello impide una efectiva parti-
cipación de los ciudadanos.31 En otras palabras, los Estados estarán
obligados a proveer un mecanismo que haga que el acceso a tribunales
sea efectivo y no meramente ilusorio, como ha dicho reiteradamente el
Tribunal EDH.
Ahora, más allá del deber de eliminación o la no imposición de ba-
rreras u obstáculos que impidan que el individuo pueda llegar a los
tribunales, el acceso a la justicia busca también garantizar que, una vez
que el asunto es llevado a las instancias correspondientes sea procesado
mediante ciertos estándares mínimos que se traducen en el debido pro-
ceso y, luego, que las condiciones que se creen para la protección de los
derechos no sean solo formales, sino efectivas en la práctica.32
Esta visión integradora de ambos derechos se ve claramente refleja-
da en el artículo 47 de la Carta de los Derechos Fundamentales de la
365
Unión Europea.33 En el marco de la Unión Europea, se ha señalado
que la garantía de la tutela judicial efectiva implica una obligación,
para los Estados miembros, de asegurar una protección efectiva de
los derechos de los individuos en las diversas áreas cubiertas por la
Unión. Esto se basaría en los principios de efectividad y equivalencia.
El primero implicaría que el derecho doméstico no haga imposible o
excesivamente complejo el goce de los derechos y, el segundo, requiere
que las condiciones de las demandas surgidas del derecho de la Unión
Europea no sean menos favorables que las acciones equivalentes o simi-
lares de derecho interno.34
33 Artículo 47. Derecho a la tutela judicial efectiva y a un juez imparcial. Toda persona cu-
yos derechos y libertades garantizados por el Derecho de la Unión hayan sido violados
tiene derecho a la tutela judicial efectiva, respetando las condiciones establecidas en
el presente artículo. Toda persona tiene derecho a que su causa sea oída equitativa y
públicamente y dentro de un plazo razonable por un juez independiente e imparcial,
establecido previamente por la ley. Toda persona podrá hacerse aconsejar, defender
y representar. Se prestará asistencia jurídica gratuita a quienes no dispongan de re-
cursos suficientes, siempre y cuando dicha asistencia sea necesaria para garantizar la
efectividad del acceso a la justicia.
34 Tribunal de Justicia de la Unión Europea, Mohamed Aziz vs. Caixa d´Estalvis de Catalun-
ya, Tarragona i Manresa (Catalunyacaixa), 14 de marzo de 2013, párr. 50.
366
las barreras de carácter socioeconómico que limitan el acceso de los
grupos más vulnerables. Los estudios realizados y las iniciativas plan-
teadas se centraron principalmente en los mecanismos para proveer
asistencia jurídica gratuita a los más pobres.35
Una serie de investigaciones de carácter empírico fueron realizados
en esa década, los que, en general, dieron cuenta de la mala percepción
y desconfianza de la ciudadanía hacia el sistema de justicia, fundamen-
talmente porque este no era accesible ni respondía a las necesidades
legales de las y los ciudadanos.36
Uno de los análisis más relevantes fue realizado por el Centro de
Estudios Públicos en 1991, donde se identificó una percepción negati-
va de la justicia.37 Si bien la mayor parte de esta apreciación se refiere a
la falta de eficiencia del sistema penal de la época, la idea que la justicia
favorece principalmente a grandes empresas era otro factor que incidía
en esta imagen negativa, pues estas compañías serían las que utilizarían
mayormente el sistema.38
Las investigaciones de Jorge Correa y Luis Barros, realizadas en
1993 y 1997, respectivamente, daban cuenta que la opinión respecto
de la justicia era mayoritariamente negativa, 82,8% en 1993 y 88%
en 1997, dando como motivos la lentitud, la ineficiencia y el carácter
discriminatorio de la justicia en contra de los pobres.39
En relación a las necesidades legales, el estudio de 1993 muestra que
fuera de los problemas de carácter penal (que sumaban el 46,8%), los
problemas de tipo civil constituyeron el segundo grupo más importante con
un 24,5%. Dentro de esta área, aquellos más relevantes eran los prés-
tamos de dinero sin devolución (20,7%) y el engaño al comprar pro-
ductos o contratar servicios (15,7%). Por su parte, los asuntos laborales
representaban el 16,2%, siendo los más destacados la falta de contrato
y/o pago de imposiciones cuando se trabaja de forma dependiente, con
367
un 22% de ese total, y el despido injustificado y sin desahucio, con un
17%. Finalmente, los temas de familia ocupaban un 12,5% del total
de problemas legales, y dentro de esta materia los principales eran la
custodia de los hijos (10,7%) y las pensiones alimenticias (11,9%).40
En relación con los caminos seguidos para resolver estas necesida-
des, algo más de la mitad (55,2%) de quienes registraron haber teni-
do problemas legales declaró haber denunciado, fuese personalmente
o por medio de algún familiar. El 44,8% restante manifestó, sin em-
bargo, no haber hecho denuncia alguna.41 Esto ocurría principalmen-
te en los asuntos no penales. Los problemas legales de familia –que
mostraban también una alta tasa de ingreso al sistema de justicia
formal (46,9% de los ocurridos)– se referían principalmente a casos
de pensión alimenticia, uno de los pocos asuntos que, en esa época,
no requería del patrocinio obligatorio de un abogado para accionar.
Por su parte, los temas laborales representan una alta proporción de
las demandas o denuncias ante las autoridades, aunque dirigidas,
fundamentalmente, a la Dirección del Trabajo y no a tribunales. Por
último, aquellas necesidades legales de carácter estrictamente civil,
tenían una tasa de denuncia o de presentación a tribunales inferior
al 10%.42
En la investigación realizada en 1997 se observa que los problemas
civiles pasaron a constituir los de mayor prevalencia con porcentajes
muy superiores a los del estudio anterior. Así, por ejemplo, un 49,3%
de los encuestados dijo tener problemas como consumidores y un 47%
dijo ser acreedor de deudas impagas.43
Otro estudio, realizado en 1995, mostraba que el grueso de las cau-
sas ingresadas a los juzgados civiles no revestían un carácter jurisdic-
cional, es decir, no existía un conflicto sometido al conocimiento del
tribunal, sino que se trataba más bien de asuntos donde los jueces rea-
lizaban gestiones de naturaleza administrativa44 vinculadas, principal-
mente, a materias de orden comercial.45 Por otra parte, se agregaba que
la ubicación física de los juzgados, sobre todo en las grandes ciudades,
muy distanciados de los lugares de habitación de los sectores de escasos
recursos (generalmente ubicados en la periferia), generaba un impedi-
mento material y económico para llegar a ellos.46
368
Otro aspecto considerado en aquella época, fue el funcionamiento
de la justicia civil. Estudios de los años 90 ya caracterizaban los pro-
cedimientos civiles como altamente formales, por ser escriturados en
casi todas sus etapas, por existir muy poca inmediación quedando la
mayoría de las decisiones en manos de funcionarios inferiores y por un
excesivo y siempre demoroso recurso a la segunda instancia.47 Trámites
que se suponía serían orales, como el llamado a conciliación u otros
dentro del procedimiento sumario, habrían devenido en un formalis-
mo más del proceso.48
47 Por ejemplo: Carlos Cerda, Duración del procedimiento civil ordinario en los juzgados
de Santiago, Santiago, FONDECYT, 1992; Carlos Cerda, Duración del procedimiento civil
sumario en los juzgados de Santiago. Santiago, 1993. Para un análisis de los diversos es-
tudios sobre la duración de los procedimientos civiles realizados en esa época, véase:
Riego y Lillo, op. cit., pp. 9-54.
48 Vargas y Correa, op. cit., p. 39.
49 Ministerio de Justicia, Informe Final, Encuesta Nacional de Necesidades Jurídicas y Acceso
a la Justicia, Santiago, Gfk Adimark, 2015, p. 7.
50 Ministerio de Justicia, Informe, op. cit., p. 27.
369
Cuadro 1: Población con necesidades jurídicas durante 2014.
0 5 10 15 20 25 30 35
Penal 15,4
Vivienda 10,3
Economía y 8,9
Patrimonio
Salud 8,4
Trabajo 8,0
Familia 6,2
Discriminación
y vulneración de 5,7
derechos
Seguros de 5,3
Salud
Infracciones 4,3
Educación 3,6
Además del ámbito penal, que ocupó un 34,6% del total de nece-
sidades legales declaradas por los encuestados,51 las principales necesi-
dades jurídicas en materia civil se dan en temas de vivienda (22,5%),
economía y patrimonio (20%) y salud (18,9%). Le siguen los proble-
mas sobre temas de trabajo (17,9%), familia (14%), discriminación y
vulneración de derechos (12,8%), seguros de salud (11,8%) y educa-
ción (8,1%). Por supuesto, un mismo individuo podía declarar más de
una necesidad legal insatisfecha y en diversas materias.52
Dichas necesidades no se presentan de manera homogénea dentro
de la población, sino que es posible ver diferencias según variables seg-
mentadoras. Así, en cuanto a la zona de residencia, las urbanas poseen
mayor prevalencia de necesidades legales que las zonas rurales. En rela-
ción a la edad, es posible observar una mayor ocurrencia de necesidades
jurídicas en la población adulto joven y menor en los adultos mayores.
En cuanto al grupo socioeconómico, a menor grupo socioeconómico
disminuye el reconocimiento de necesidades jurídicas. La escolaridad
también es una variable a considerar, ya que hay un menor nivel de
reconocimiento entre quienes presentan más bajo nivel de escolaridad.
La pertenencia a pueblos originarios también incide, en tanto quie-
nes declaran pertenecer a ellos poseen un mayor reconocimiento de
51 Ibíd., p. 30.
52 Ibíd., p. 30.
370
necesidades jurídicas; y, por último, la actividad laboral, ya que quienes
trabajan poseen un mayor porcentaje de necesidades jurídicas declara-
das que aquellos que no pertenecen al mundo del trabajo remunerado.
En relación al sexo de los encuestados, no existen diferencias estadísti-
camente significativas (45% de hombres y el 44% de mujeres afirmó lo
mismo), salvo respecto de ciertas necesidades jurídicas.53
En términos de duración, las necesidades legales declaradas en pro-
medio tenían una antigüedad de, aproximadamente, un año y medio
(549 días), siendo más prolongadas las relativas a materias de familia y
economía y patrimonio. Estos resultados pueden complementarse con
la proporción de casos solucionados, un 37%, mientras que aquellos
no resueltos representaban un 62% del total de casos registrados, gran
parte de los cuales se encontraba vigente y en espera de resolución.54
Finalmente, en términos de las acciones tomadas por los encuesta-
dos, se destaca la heterogeneidad de los caminos seguidos. Los cursos
de acción que muestran una mayor prevalencia, en términos generales,
son casos en que las personas conversaron con los involucrados (38%)
y aquellos en que no se hizo nada (31%), es decir, de personas que no
acudieron a ninguna vía formal para resolver sus problemas, sino que
intentaron una salida colaborativa o derechamente dejaron el asunto
sin resolver. Respecto de las personas que sí se acercaron al sistema de
justicia formal, se observa que un 17% interpuso una denuncia, un
7% pidió consejo legal, un 7% demandó y un 3% acudió a un método
colaborativo.55
En síntesis, es posible sostener que alrededor de un 50% de los en-
cuestados tiene o ha tenido una necesidad legal, según la definición an-
tes señalada, que esos requerimientos en promedio tienen una duración
de un año y medio y que poco más de un tercio de las personas consul-
tadas (34%) acude al sistema de justicia formal en busca de una solu-
ción. Lo más grave es que, cualquiera sea el camino seguido, un 62% de
los encuestados sostiene que el problema o situación no se ha resuelto.
Desde el lado de la oferta, es decir, desde la respuesta del sistema
de justicia civil a las necesidades de los usuarios, un estudio de 2011
(realizado con datos del 2009) elaborado por el Centro de Estudios
de Justicia de las Américas (en adelante, CEJA), representativo para la
jurisdicción de Santiago, daba cuenta de dos aspectos medulares.
371
El primero de ellos dice relación con la composición de los litigios
que llegan a los juzgados civiles. El estudio muestra que el 96,4% de
las causas terminadas en el año 2009 eran ejecutivas. De ellas, un 30%
correspondía a gestiones preparatorias de la vía ejecutiva y un 61% a
procesos de ejecución propiamente tales.56
Ello significa que el porcentaje de causas correspondientes a juicios
ordinarios y sumarios no supera al 5% del total de causas ingresadas.57
En efecto, el estudio muestra que el procedimiento ordinario tiene
una prevalencia ínfima dentro del tipo de ingresos en tribunales civi-
les (1,46%). Por su parte, el procedimiento sumario, diseñado precisa-
mente para brindar una solución rápida a través de un procedimiento
sencillo y verbal, según señala la ley, ocupa una proporción aún menor
(0,98%) del total de causas ingresadas., tal como se observa en la si-
guiente tabla.58
Tabla 1 Causas terminadas por tipo de procedimiento (2009)
Procedimiento 2009
Ordinario 1,46%
Sumario 0,98%
Otros 1,11%
Total 100%
Fuente: CEJA.59
56 Macarena Vargas, “Reflexiones en Torno a la Figura del Oficial de Ejecución”, en: Fran-
cisco Javier Leturia (ed.), Justicia Civil y Comercial: Una Reforma ¿Cercana?, Santiago,
Ediciones LYD, 2011, pp. 471-488, p. 479.
57 Ibíd., pp. 471-488, p. 479.
58 Centro de Estudios de Justicia de las Américas, Estudio de análisis de trayectoria de las
causas civiles en los Tribunales Civiles de Santiago. Informe Final, Santiago, Ministerio de
Justicia, 2011, p. 15.
59 Ibíd., op. cit., p. 17.
60 Ibíd., op. cit. p. 15.
61 Ibíd., p. 28.
372
Tabla 2 Causas ejecutivas por tipo de término (2009)
Tipo de término Total ejecutivo % respecto al total % acumulado
Fuente: CEJA62
62 Ibíd., p. 28.
63 Requerimiento de información en poder del autor. Agradecemos la respuesta obteni-
da de parte de la Unidad de Estadística e Informática del Poder Judicial.
64 Centro de Estudios de Justicia, op. cit., p. 67.
65 Ibíd., p. 63.
66 Ibíd., pp. 65-66.
373
3. ¿QUÉ HA PASADO EN LOS ÚLTIMOS AÑOS?
67 Instituto Nacional de Estadísticas, Justicia. Informe Anual 2014, Santiago, 2015, pp.
103-107.
374
Ilustración 2: Ingresos en Juzgados de Policía Local 2014.
Infracción ley de
servicio nacional
del consumidor
0%
Infracción ley de
Leyes especiales tránsito
0%
48%
Falta al
Código Penal
Infracción TAG
0%
39%
Infracción ordenanzas
construcción
0%
Infracción
ley electoral
1% Infracción
Infracción ley de alcoholes
ley de rentas Infracción ordenanzas Otros
5%
1% municipales 4%
2%
68 Ibíd., p. 118.
69 Por ejemplo, los Small Claims Courts de California. Al respecto, véase: Ricardo Lillo,
“Access to Justice and Small Claims Courts: Supporting Latin American Civil Reforms
through Empirical Research in Los Angeles County, California”, Revista Chilena de
Derecho, Vol. 43 N° 3, 2016, pp. 955-986.
375
de información, la manera en que la prueba es rendida ante un de-
legado del juez (un proveedor o actuario); sin la debida inmediación
y garantías que proporciona un juicio oral, en la práctica hace que sí
se requiera de un profesional a cargo. El problema es que, sumando
los honorarios de un abogado, más las notificaciones, considerando el
tiempo invertido en tramitar un caso, resulta que el beneficio esperado
no supera de ninguna manera los costos asociados. Esto termina, en-
tonces, por desincentivar el acceso a la justicia de policía local por parte
de los ciudadanos comunes y corrientes.
A ello hay que añadir que, pese al auge que en los últimos años han
experimentado los mecanismos alternativos de resolución de conflictos,
por ejemplo, en materia de familia70 o daños en salud,71 ellos no han
sido incorporados en los procedimientos de policía local. Con excep-
ción de la conciliación judicial que existe en nuestro ordenamiento jurí-
dico desde tiempos inmemoriales, la mediación, la negociación u otras
fórmulas autocompositivas, no se contemplan dichos mecanismos en
ninguna etapa del proceso judicial ni en forma previa a este, salvo por
medio de instancias voluntarias y extra judiciales, como la mediación fi-
nanciera que ofrece el Servicio Nacional del Consumidor (SERNAC).72
Por otra parte, desde la óptica de la asistencia jurídica gratuita, la
oferta estatal permanece intacta. Se mantienen las Corporaciones de
Asistencia Judicial, con los mismos objetivos, la misma orgánica y la
misma distribución territorial desde su creación. En lo medular no han
sufrido cambios estructurales, pese a varios anteproyectos y proyectos
de ley que han intentado modificarlas. Con todo, es justo reconocer
que en algunas áreas han diversificado sus servicios, incorporando, por
ejemplo, desde hace ya un par de décadas, mecanismos alternativos de
resolución de controversias. Se mantienen también incólumes, aunque
con dudas acerca de su eficacia, las figuras del abogado de turno y el
privilegio de pobreza.
En un escenario prácticamente estático como el descrito, se obser-
van dos iniciativas que abren (o abrieron) una ventana de oportunidad
para la mejora del acceso a la justicia en nuestro país. Nos referimos,
por una parte, al proyecto piloto de las Unidades de Justicia Vecinal
70 Artículo 106 de la Ley 19.968 que crea los Tribunales de Familia, publicada en Diario
Oficial el 30 de agosto de 2004, modificada por la Ley 20.286, publicada en el Diario
Oficial el 15 de septiembre de 2008.
71 Artículo 43 de la Ley 19.966 sobre Régimen de Garantías en Salud, publicada en el Dia-
rio oficial el 30 de septiembre de 2004. Véase también: Reglamento de mediación por
reclamos en contra de prestadores institucionales públicos de salud o sus funcionarios
y prestadores privados de salud N° 47. 1 de febrero de 2005.
72 Artículo 55 N° 3 y siguientes de la Ley 20.555 que modifica Ley N° 19.496, sobre pro-
tección de los derechos de los consumidores para dotar de atribuciones en materias
financieras, entre otras, al Servicio Nacional del Consumidor, publicada en el Diario
Oficial el 5 de diciembre de 2011.
376
y al proyecto de ley de Nuevo Código Procesal Civil 2012,73 ambas
iniciativas impulsadas por el Ministerio de Justicia durante el gobierno
del presidente Sebastián Piñera. A continuación se analiza brevemente
cada una de ellas.
377
Por su parte, el estudio realizado por la Dirección de Presupuestos
del Ministerio de Hacienda, en 2013, evaluó positivamente el modelo
de las UJV. Sostuvo que este modelo era coherente con la recomenda-
ción del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en
esta materia, toda vez que la oferta de distintas alternativas de resolu-
ción de conflictos permitía acercar la justicia a las personas. Dichos
resultados confirmaron la hipótesis que para conflictos de baja comple-
jidad y cuantía, como lo son los conflictos vecinales y comunitarios, las
personas están dispuestas a participar en este tipo de instancias previas
antes de acudir al sistema judicial.80
Al inicio del proyecto se crearon 4 UJV en las comunas de Paine,
Cerrillos, Macul y Renca, las que más tarde aumentaron su rango de
cobertura territorial recibiendo casos y consultas de otras comunas de
la Región Metropolitana. En su etapa final las UJV fueron integradas
dentro de la oferta de servicios de la Corporación de Asistencia Judicial
de la Región Metropolitana.
Si bien el modelo de las UJV era perfectible, ellas constituyeron un
serio esfuerzo del Estado chileno de dar cumplimiento a los estándares
internacionales en materia de acceso a la justicia para asuntos de baja
complejidad y cuantía, de una manera innovadora y multidimensional.
Se atrevieron a ampliar la oferta de tutela de los derechos de las perso-
nas a través de mecanismos adjudicativos y alternativos, incluyeron en
su modelo el apoyo y orientación legal para sus usuarios y propiciaron
la construcción de una red de servicios sociales a nivel local.81
Sin embargo, el trabajo y la experiencia acumulada en los cinco
años de funcionamiento de estas unidades no fueron suficientes para
convencer al Ejecutivo de mantenerlas e incluso ampliarlas. En marzo
de este año el Ministerio de Justicia puso término al proyecto piloto
de las UJV.
3.2. La reforma a la justicia civil
378
revisada y vuelta a presentar el año 2012 bajo el gobierno del presidente
Sebastián Piñera.84 Ese mismo año se inicia la discusión parlamentaria,
la que sin embargo, desde 2014, se encuentra paralizada.
En el Mensaje Presidencial que acompañó la última versión del pro-
yecto de ley, se señalaba que la reforma a la justicia civil se llevaría
a cabo respondiendo a una visión de política pública en pos de un
cambio sistémico e integral destinado a mejorar el acceso a la justicia
de todos los ciudadanos. Así, se señalaba que: “Los chilenos y chile-
nas necesitan mejores y eficientes herramientas para la solución de sus
conflictos civiles y comerciales, permitiendo la garantía efectiva de los
derechos, la defensa de los intereses de las personas en condiciones de
igualdad y con posibilidades de un real acceso a la justicia”.85
La nueva propuesta inspirada en los principios de oralidad, publici-
dad e inmediación y basada en la realización de una o más audiencias
constituyen, sin duda, un importante avance procesal. Sin embargo,
los procedimientos e instituciones que el proyecto de ley de NCPC
contiene no fueron pensados para hacerse cargo de los problemas de
acceso a la justicia que la ciudadanía enfrenta en la práctica cotidiana.
Si bien el proyecto de ley de NCPC modifica sustancialmente la
estructura de los procedimientos y los unifica en solo dos de natura-
leza declarativa general –con excepción de algunos especiales–, todos
ellos mantienen la misma lógica actual sin que se observen cambios
en algunos aspectos claves para facilitar la comprensión del sistema
judicial por parte de los usuarios o para otorgar mayor ductibilidad y
agilidad a los procedimientos.86 En efecto, salvo el caso del procedi-
miento monitorio, la propuesta no regula procedimientos simples, rá-
pidos y amigables para aquellos casos cotidianos que reemplacen a los
actualmente vigentes, los que resultan muy costosos en términos de
tiempos, costos de oportunidad y valor monetario, más aún tomando
en consideración la exigencia de representación profesional en todas
las circunstancias.
No se contemplan tampoco, en forma previa o extrajudicial, me-
canismos alternativos de resolución de conflictos, con excepción de la
conciliación intraprocesal que mantiene las mismas características que
la regulación actualmente vigente, a pesar, como ya se ha dicho, de
la masiva inclusión que estos mecanismos han experimentado en los
últimos años.
Uno de los procedimientos especiales que se propone –con el ob-
jetivo declarado de ampliar el acceso a la justicia– es el denominado
379
procedimiento monitorio que tiene por objeto el cobro de deudas
cuando no provengan de un título ejecutivo perfecto o no se encuen-
tren documentadas. Si bien este procedimiento cumple una impor-
tante finalidad en tanto permite obtener un título ejecutivo en forma
rápida y sencilla,87 solo se hace cargo de un tipo de asuntos que afecta
a un tipo muy específico de usuarios.
Todo lo anterior resulta sorprendente si se piensa que, durante la
tramitación parlamentaria de este proyecto de ley el proyecto piloto de
las UJV se ejecutaba por el propio Ministerio de Justicia.
CONCLUSIONES
380
problema similar con ocasión de las infracciones de tránsito y el co-
bro del TAG. Un sistema que se encuentra virtualmente capturado por
empresas y personas jurídicas en calidad de demandantes deja poco
espacio para conflictos cotidianos y de baja monta que afectan a gran-
des sectores de la población, principalmente personas naturales. Ello
pugna con uno de los estándares desarrollados por el Derecho Inter-
nacional de los Derechos Humanos que exige a los Estados contar con
mecanismos efectivos, no teóricos ni ilusorios, que permitan a todos los
ciudadanos el goce pleno de este derecho. Los procedimientos y las ins-
tituciones existen, de eso no hay duda, pero si quisiéramos dar cabida
efectiva a los conflictos cotidianos en los tribunales con competencia
en lo civil, debiéramos diseñar procedimientos simples y flexibles, uti-
lizar un sistema de formularios para presentar demandas y prescindir
en algunos casos de la asistencia letrada. Claro que ello podría traer
aparejado una explosión de la demanda imposible de procesar sin cam-
bios estructurales. Una justicia civil colmada de juicios de cobranza
no puede materialmente –aunque quisiera– hacerse cargo de nuevas
tipologías de conflictos.
A ello se suma una escasa oferta de soluciones amistosas que, a
juzgar por los resultados del proyecto piloto de las Unidades de Jus-
ticia Vecinal, muestran tener un enorme potencial tanto en términos
de resultados como de duración de sus procesos y pueden operar
como opciones previas al proceso judicial. Tal como ha señalado la
jurisprudencia internacional de derechos humanos, los mecanismos
alternativos de resolución de controversias hacen parte del derecho
de acceso a la justicia en un sentido amplio, pero en nuestro medio
brillan por su ausencia y tampoco se contemplaron en la reforma a
la justicia civil de los últimos años. Lo mismo se puede decir de los
dispositivos comunitarios que ofrecen información y orientación de
derechos, como los centros municipales o locales, que podrían ac-
tuar como un puente entre las demandas de los ciudadanos y el sis-
tema de justicia formal, aliviando con ello la carga de los tribunales
y acercando la justicia a las personas de una manera más amigable
y menos rígida.
Este panorama resulta preocupante si se toman en consideración los
estudios recientes que muestran la existencia de un alto porcentaje de
necesidades legales no penales insatisfechas (65.4%) y que en la gran
mayoría de los casos los afectados no acuden al sistema de justicia for-
mal en busca de información, orientación o una alternativa de solución
(66%), con excepción de los casos de familia.
La Reforma a la Justicia Civil de 2012 pudo haber sido una excelen-
te opción para hacerse cargo de este tipo de conflictos. Podrían haber-
se regulado procedimientos simples y flexibles para las pequeñas causas,
que contemplaran una fuerte dosis de incentivos para la utilización de
381
mecanismos alternativos y contaran con el apoyo de sistemas de infor-
mación y orientación legal de fácil acceso para los ciudadanos. Hasta el
momento estas problemáticas no se consideran en el proyecto de ley de
nuevo Código Procesal Civil, pero ello no quita que en el futuro –de
retomarse nuevamente la discusión parlamentaria– estos tópicos puedan
ser incluidos.
No obstante, todo indica que el proyecto de ley de nuevo Código
Procesal Civil fue pensado desde la lógica de la creación de nuevas
instituciones procesales, pero sin tomar en cuenta los elementos de po-
lítica pública que este requiere para mejorar el acceso a la justicia. Por
ejemplo, se echa de menos un análisis de las necesidades legales que la
población enfrenta en este ámbito, las que debieran ser, justamente, su
justificación y fundamento.
RECOMENDACIONES
382