Sobre Madeleine Delbrel - La Civiltà Cattolica
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VIDA DE LA IGLESIA
Madeleine Delbrêl
Escribir sobre Madeleine Delbrêl es escribir sobre «una de las más grandes místicas
del siglo XX», cómo dijo el cardenal Martini[1]. Y si es verdad lo que el mismo
cardenal afirmó sobre la Iglesia – «La Iglesia está atrasada 200 años. ¿Cómo es
posible que no se sacuda? ¿Tenemos miedo, miedo en lugar de coraje?»[2] -,
releyendo la vida de Madeleine podemos decir que en esta hija suya, en su
testimonio de vida y en su pensamiento, la Iglesia se adelantó 80 años.
Retrato
Su amigo y propagador de sus obras, Jacques Loew, nos brinda su mejor retrato,
escrito por Krystyna W., compañera de Madeleine, del que tomamos un fragmento:
«Vista de lejos, daba el perfil de una mujer sutil, ágil y frágil, pero su porte, y cada
gesto, trasuntaba la energía y la decisión de un viejo combatiente en quien el
reflejo de estar preparado para entrar en acción siguiendo las órdenes recibidas ha
dejado huellas indelebles. Si uno se acercaba a ella, aparecían sus ojos: grandes,
luminosos, color marrón claro, que te miraban con atención. Incluso si no tenías
ganas de hablar hasta ese momento, algo hacía que se entablara un diálogo, una
conversación, en el sentido profundo, etimológico de la palabra. Si no eras capaz
de hablar o si no tenías necesidad, todo podía limitarse a un estrechón de manos,
a una mirada profunda. Pero, si dejándote atraer por la expresión de su rostro, te
animabas a correr el riesgo de dejar entrever un poco de tu alegría o de tu pena,
entonces todo su rostro se animaba, como si el viento hiciera temblar la superficie
transparente del agua: las expresiones de la compasión, de la comprensión
auténtica, del sufrimiento realmente sentido, permitían ver, como a través de una
puerta entreabierta, el inmenso camino que había tenido que recorrer esta mujer
para llegar a generar encuentros así»[4].
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Madeleine Delbrêl es una de las Santas de la puerta de al lado de las que siempre
habla el Papa; una mujer que situó su vida en medio de las barriadas pobres
marxistas y ateas de Ivry. Es la mujer que, para escuchar a Dios, no se va al desierto
de arena, sino al desierto de las multitudes, al medio de la calle, al metro, a los
barrios más pobres: va con la actitud de la que quiere ser hermana de todos y
servir a todos y, escuchando a cada uno, aprender a escuchar la voz de Dios, que
habla siempre a través de los más pequeñitos y abandonados.
Esa misma semana, una amiga sudamericana de Madeleine que había visitado la
comunidad, no habiendo podido comprar flores para dejar de regalo, compró un
billete de lotería. Lo dejó sobre la mesa y nadie le prestó atención, hasta que se
dieron cuenta de que era un billete ganador. ¡Y exactamente de la suma que se
requería para hacer un viaje como el que quería hacer Madeleine! Fue así como
ella viajó dos días y dos noches, estuvo 12 horas casi ininterrumpidas rezando en
San Pedro – «à cœur perdu… et à perdre cœur» – y luego regresó a su tierra. Toda
esta peripecia la hacía sin saber que un tal Jean Guègen la estaba esperando ese
6 de mayo de 1952 en Termini, con un billete para una audiencia con Pío XII.
Para construir la Iglesia hay que permitirle al Señor que se haga lugar. «A los veinte
años – confesaría años despúes Madeleine – fui literalmente “deslumbrada por
Dios”; lo que había encontrado en Él no lo había encontrado en nada. Fue el abad
Lorenzo quien hizo estallar, para mí, el Evangelio… el cual se convirtió no sólo en el
libro del Señor vivo, sino en el libro del Señor para ser vivido»[18].
Madeleine descubre a un Señor que está del lado de la vida. Un Dios que no niega
la danza, la poesía, la música, la literatura, el teatro, la filosofía… Ahora que ve la
vida de esta manera cada minuto adquiere una importancia singular. Gracias al
abad Lorenzo Dios deslumbró a Madeleine, el Evangelio se abrió paso en su vida no
como una luz que viene de lo alto y entra en la oscuridad de un bosque, sino como
una luz que «estalla», como una onda expansiva de luz que se expande desde
adentro hacia afuera. Así concebirá Madeleine la misión del cristiano, como la
misión de dar vida y salud al que nunca la tuvo o ya no la tiene. Afirma: «Si los
cristianos deben recibir la Gracia en ellos, rezar y sufrir para que la evangelización
del mundo sea eficaz, para que los pecadores sean curados, esto no puede
eximirlos de ser, cada uno en la frontera con el no creyente con el que confina =
brecha para el Evangelio»[19].
Recibir la gracia en sí está en tensión con ser brecha para que la gracia llegue a los
demás. No se trata solo de «ser» iluminados por el Evangelio, sino de, al mismo
tiempo, ser «brecha» para que pase a los otros esta luz. Y no solo para que pase:
importa también discernir dónde esta luz del Evangelio está ya operante: «Discernir
en toda persona lo que es luz, incluso fragmentaria, incluso distorsionada. Ser
conscientes de que es difícil arrancar la cizaña sin arrancar el trigo bueno. Buscar
poner en toda persona siempre más y más grano bueno, sin ocuparse de la cizaña.
Respetar a cada uno: no ensuciar su ideal a causa de sus desencantos o rencores.
No combatir contra el mal, sino sembrar un poco de vida donde se encuentra el
mal, ya que el mal es ausencia de bien[20].
Situarse
Para construir la Iglesia hay que situarse. Madeleine fue una mujer situada, que
encontró su lugar en el mundo y allí echó raíces y fructificó. El lugar tiene que ver no
solo con la construcción, sino con las cosas superfluas que se dejan de lado para
que la vida crezca en lo esencial. Se va a vivir a las barriadas pobres porque la
palabra, para ser experimentada y escuchada y entendida, necesita este espacio
de la proximidad y cercanía.
Pero lo que maravilla es cómo se concreta esta concepción suya, que es a la vez la
más simple y tradicional: la del mal como ausencia de bien. Se concreta en ir a vivir
allí donde, más que «haber» mal, lo que hay es «ausencia de bien». Sin ocuparse de
la cizaña, ir a sembrar un poco de bien y de vida donde falta. No se trata de ir a
arrancar la cizaña sino a sembrar(se) como un poco de trigo bueno. Es todo lo
contrario de alejarse del mundo e ir al desierto para vivir allí la propia santidad.
Para Madeleine, es en medio de los hombres donde Dios ama estar. Se convierte así
en la mujer que una y otra vez pone su vida como levadura en la masa. Madeleine
como las santas de la puerta de al lado, se mete en medio de su pueblo para
hacerle lugar a Dios en la acción y en la palabra.
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La acción con la que Madeleine le hace lugar al obrar de Dios tiene que ver con el
estilo de las bienaventuranzas. Afirma Madeleine en «Felices los mansos»: «Para
cumplir tu obra sobre la tierra, tú Señor no tienes necesidad de nuestras acciones
sensacionales, sino de un cierto volumen de acatamiento amoroso, de un cierto
grado de obediente docilidad, de un cierto peso de ciego abandono, situado no
importa donde en medio de la multitud de los hombres. Y si en un solo corazón se
encontraran juntos todo este peso de abandono, este acatamiento amoroso y esta
docilidad, el aspecto del mundo cambiaría, ciertamente. Porque este solo corazón
te abriría el camino, se convertiría en la brecha para tu invasión, en el punto débil
donde cedería la rebelión universal»[21]. La invasión de la que habla Madeleine
recuerda lo que dice el papa Francisco acerca del «desborde de la Misericordia»:
«Se trata de discernir el punto concreto – de apertura, de fragilidad, de
abajamiento – que permite el desborde de Dios. Cuando decimos “punto
concreto”, nos referimos al hecho de que el desborde puede ocurrir sea por medio
de una intervención en el momento justo, sea por un cambio de tono, o quizás por
un gesto de abajamiento y/o de acercamiento al otro, que desequilibria lo que
bloqueaba la relación vital»[22].
Profundizar
Escuchemos a Madeleine sobre los espacios y tiempos para rezar: «El retiro al
desierto puede consistir en cinco estaciones del metro al fin de un día en el cual
estuvimos perforando un pozo (profundizando con nuestro deseo de Jesús) hacia
esos mínimos instantes que la vida nos regala. Y por el contrario, el desierto mismo
puede ser sin “retiro” si hemos esperado a estar allí para empezar a desear el
encuentro con el Señor. Nuestras idas y nuestros retornos – y no solamente aquellos
que se hacen de un lugar a otro, sino también los momentos en los que nos vemos
obligados a esperar – ya sea para pagar en la caja, para que se libere el teléfono o
para que se haga un lugar en el micro, son momentos de oración preparados para
nosotros en la medida en que nosotros nos hayamos preparado para ellos. A ver
los momentos desperdiciados porque no estábamos listos, podemos considerarlos
como aquello que son: un pecado venial. Pero si un día en nuestra relación con el
Señor no se tratará más de considerar pecados, sino amor, quizá tomaríamos
conciencia de haber sido ridículos amantes»[28]. «¡Ridículos amantes!» Qué bien
captado lo esencial y qué bien expresado. El que ama aprende rápido de sus
errores sin necesidad de que otro se los eche en cara.
Incluir
Un modelo actual de inclusión era para ella Charles de Foucauld. «Para estos
hombres [como el padre de Foucauld] el amor a Jesucristo lleva al amor a todos
nuestros hermanos. […] Sin esperar resultados, sin alterarse por su total fracaso;
conserva su paz cuando, después de pasar toda su vida en el desierto, su único
balance es la conversión – no muy firme – de un africano y de una anciana. Ama
por amar, porque Dios es amor y está en él, y porque amando «hasta el extremo» a
todos los suyos, imita – en la medida de lo posible – a su Señor” [30]. «Señor, haz que
todos los humanos vayan al cielo», es la primera oración que se propone enseñar a
los catecúmenos que nunca tendrá[31]. Para Madeleine, el Padre de Foucauld ha
resucitado para nosotros «la figura fraterna de todos de Jesús en Palestina, que
acoge en su corazón, a lo largo de los caminos, a obreros y sabios, judíos y gentiles,
enfermos y niños, tan sencillo que a todos les resulta inteligible. Nos enseña que, al
lado de los apostolados necesarios, en los que el apóstol debe impregnarse del
medio que tiene que evangelizar y con el que casi tiene que desposarse, hay otro
apostolado que requiere una simplificación de todo el ser, un rechazo de todo lo
adquirido anteriormente, de todo nuestro yo social, una pobreza que da vértigo.
Esta especie de pobreza evangélica o apostólica nos da una disponibilidad total
para reunimos en cualquier sitio con cualquiera de nuestros hermanos, sin que
ningún bagaje innato o adquirido nos impida correr hacia él. Al lado del
apostolado especializado, se plantea la cuestión del todo a todos[32].
Reza Madeleine en su «Liturgia de los sin oficio», una noche entre 1945 y 1950, en que
va con sus compañeras a un café y contempla a tantas personas que «solo están
allí por no estar en otro sitio»: «Dilata nuestro corazón para que quepan todos;
[33]
grábalos en ese corazón para que queden inscritos en él para siempre» . Para
construir la Iglesia hay que incluir a todos. La presencia de todos en el deseo básico,
inicial, cotidiano, y el trabajo por hacer real esta inclusión de todos, uno a uno, será
lo que dé la medida y las estructuras de la construcción. El uno a uno es un
universal concreto: es por donde se desborda la misericordia de Dios.
2. Cfr G. Sporgill, «Chiesa indietro di 200 anni», en Corriere della Sera (https//bit.ly/36pxMHI), 1 de
septiembre de 2012. ↑
3. Ibid. ↑
4. M. Delbrêl, Noi delle strade, Milano, Gribaudi, 1969, 8-9, con la introducción de Jacques Loew, de 1957. ↑
5. Cfr. Ibid., 17; M. Delbrêl, Ville marxiste, terre de mision, París, Editions du Cerf, 1957, 225. ↑
6. La caridad de Jesús fue el nombre que dieron a su comunidad de mujeres laicas Madeleine y sus
primeras compañeras en 1933. El grupo no estaba ligado a ninguna organización, no preveía votos ni
promesas oficiales. La vida común era muy intensa. El fin era unirse lo más posible a Cristo en pleno
mundo, imitar su vida, obedecer al Evangelio y transmitirlo. Lo cual exigía una vida de oración fuerte y
dejarse conducir por la caridad hacia una acción siempre concreta, viendo un hermano en el
prójimo, tratándolo sin tacticismos, sino con todo el amor de Jesús (cfr M. Delbrêl, «Pedido de
información a propósito de su modo de vida», en
https://it.cathopedia.org/wiki/Anne_Marie_Madeleine_Delbrêl#La_Charit.C3.A9_de_J.C3.A9sus. ↑
7. En 1937 obtiene con la nota máxima el diploma de asistente social. Su tesis «Amplitud independencia
del servicio social» es publicada inmediatamente. En 1938 publica «Nosotros, gente de la calle» en la
revista Études Carmelitaines. El 21 de septiembre de 1939 es nombrada asistente social de la comuna
de Ivry. En 1940, la administración comunista es destituida en Ivry y Madeleine coordinará todo el
servicio social. Cuando regresen los comunistas, en 1944, continuará su trabajo colaborando con
ellos. ↑
10. «L’Église, il faut s’acharner à la rendre aimable. L’Église, il faut s’acharner à la rendre aimante»: «Hay
poner todo el empeño para volver amable a la Iglesia, hay que esforzarse al máximo para hacerla
amable». (M. Delbrêl, Nous autres, gens des rues, París, Seuil, 1995, 137). ↑
13. L. Luppi, «Delbrêl, la mistica che ama le periferie come Bergoglio», en Credere, 15 de Marzo de 2015, 48-
51. ↑
14. Cfr J. Guèguen, Madeleine Delbrêl. Una mistica nel mondo, Milano, Massimo, 1997, 6-8. ↑
15. «Jean se convierte en el hombre de confianza y el facilitador de los contactos cada vez que va a
Roma. Este visita con frecuencia el 11 rue Raspail, en Ivry, y se vuelve un familiar de los “Equipes
Madeleine Delbrêl”, bastante después de la muerte de Madeleine, el 13 de octubre de 1964» (G.
François, «Décès du Père Jean Gueguen, premier postulateur de la cause en béatification de
Madeleine Delbrêl» en Église catholique en Val-de-Marne [https://bit.ly/36qm5R7]. ↑
16. Le escribe Madeleine a Jean: «Cuatro personas que no conocía antes de estos últimos años me
ayudaron sin motivo. Tú eres una de ellas y puedo decirte que las cuatro, en diferentes terrenos, me
han dado incomparablemente más de lo que puedes imaginar» (M. Delbrêl, La alegría de creer, cit.
27). ¿De qué se había «hecho cargo» Madeleine cuando le escribió: «Lo que tengo como encargo, es,
después de Dios, gracias a ti»? (traducción nuestra del francés). Tal vez, sin Jean Guéguen, Madeleine
«sólo» habría ido a Roma a rezar. Para ella eso era lo esencial. Pero Jean la había «cargado» (con una
misión) poniéndola en contacto con Pío XII y con el obispo Veuillot. A partir de entonces, Madeleine
fue a Roma cada año durante los siguientes diez años. Guéguen la había ayudado a concretar ese
«indispensable ir y venir entre la jerarquía y los fieles», sin el cual la misión no podría prosperar. Sobre
todo y más allá de eso, Jean fue también el amigo inesperado durante los años más difíciles, de 1955
a 1958, cuando la «Caridad» estaba en crisis y el apoyo a Madeleine se había esfumado. Fueron
entonces cuatro los que ayudaron a Madeleine «sin razón», cuatro personas providenciales mientras
Madeleine vivía con gran dificultad este tiempo de gran dolor y aislamiento (cfr J. Guéguen,
Madeleine Delbrêl. Una mistica nel mondo, cit., 66-67). ↑
19. M. Delbrêl, «Lettera del 18 aprile 1951 a padre J. Loew», en Id., Insieme a Cristo per le strade del mondo,
vol. 2: Corrispondenza 1942-1952, Milano, Gribaudi, 2008, 167. ↑
22. D. Fares, «Il cuore di “Querida Amazonia”. Trabbocare mentre si è in cammino», en Civ. Catt. 2020 I 535.
↑
30. Id., «Por qué amamos al Padre de Foucauld», en La alegría de creer cit., 40-41. ↑
Diego Fares
Fue un miembro del Colegio de Escritores de
La Civiltà Cattolica, entre 2015 y 2022. Ingresó
a la Compañía de Jesús en 1976, se ordenó
sacerdote en 1986: su padrino de ordenación
fue el entonces Provincial de los jesuitas en
Argentina, Jorge Mario Bergoglio. Tras
graduarse en teología, obtuvo un doctorado
en filosofía con una tesis sobre “La
fenomenología de la vida en el pensamiento
de Hans Urs von Balthasar” (1995). Antes de
incorporarse a nuestra revista, fue profesor
de Metafísica en la Universidad del Salvador
(USAL), en Buenos Aires, y de la Pontificia
Universidad Católica Argentina (UCA). Entre
los años 1995 y 2015 trabajó como Director de
El Hogar de San José, para personas en
situación de calle y pobreza extrema. El
padre Fares falleció el día 19 de julio de 2022,
dejando un valioso legado de escritos sobre
diversos temas.
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