Evaluacion Del Fingimiento y La Mentira
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PAPELES DEL
PSICLOGO
EVALUAR LA SIMULACIN, EL FINGIMIENTO Y LA MENTIRA
Sumario Contents
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Consejo Asesor
Director
Serafn Lemos Girldez
Consejo Editorial
Junta de Gobierno del Colegio Oficial de Psiclogos
Decano
Francisco J. Santolaya Ochando
Vicedecano 1
Eduardo Montes Velasco
Vicedecano 2
Manuel Berdullas Temes
Secretario
Manuel Mariano Vera Martnez
Vicesecretario
Julin Baltasar Jaume
Tesorero
Juan Manuel Egurtza Muniain
Vocales
Rosario Carcas, Fernando Chacn, Aurora Gil lvarez, Jos Ramn Fernndez Hermida, Lorenzo Gil, Rosa Jimnez Tornero, Margarita Laviana, Cristina Lpez Daz, Manuel Enrique Medina, Manuel Rodrguez Fernndez y Concepcin Santo Toms de Abajo.
Jos Antonio Aldaz, Esteban Alonso, Isaac Amigo, Jos Arvalo Serrano, Pilar Arrnz, Jos Mara Arredondo, Dositeo Artiaga, Ma Dolores Avia, Sabino Ayestarn, Francisco Bas, Vicent Bermejo, Amalio Blanco, Cristina Botella, Carmen Bragado, Gualberto Buela, Jos Buenda, Vicente Caballo, Francisco Cabello, Jos Cceres, Rosa Calvo, Fernando Calvo, Amalia Caas, Antonio Capafons, Jos Carlos Caracuel, Helio Carpintero, Mario Carretero, Jos Antonio Carrobles, Miguel Costa, Antonio Coy, Sixto Cubo, Piedad Cueto, Fernando Daz Albo, Mara Jos Daz-Aguado, Jess A. De Diego, Ral De Diego, Andrs Duarte Lpez, Roco Fernndez Ballesteros, Nicols Fernndez Losa, Jorge Fernndez Del Valle, Concepcin Fernndez Rodrguez, Alfredo Fornos, Enrique Garca Huete, Miguel Anxo Garca lvarez, Csar Gilolmo, Jess Gmez Amor, Jorge L. Gonzlez Fernndez, Julio Antonio Gonzlez Garca, Jos Gutirrez Terrazas, Adolfo Hernndez Gordillo, Florencio Jimnez Burillo, Cristbal Jimnez Jimnez, Annette T.Kreuz, Francisco Javier Labrador, Jos Carlos Len Jarriego, Jess Ramn Loitegui, Roberto Longhi, Aquilino Lousa, Araceli Maci, Emiliano Martn, Mara Angeles Martnez Esteban, Jos Joaqun Mira, Luis Montoro, Jos Muiz, Nicomedes Naranjo, Conrado Navaln, Jos Ignacio Navarro Guzmn, Luis De Nicols, Soledad Ortega Cuenca, Pedro Prez Garca, Marino Prez lvarez, Flix Prez Quintana, Jos Luis Pinillos, Jos Antonio Portellano, Jos Mara Prieto, Ismael Quintanilla, Francisco Ramos, Jess Rodrguez Marn, Carlos Rodrguez Sutil, Jos Ignacio Rubio, Carlos Samaniego, Aurelia Snchez Navarro, Javier Urra, Miguel Angel Vallejo y Jaime Vila.
Directores asociados
Jos Ramn Fernndez Hermida, Manuel Enrique Medina Tornero, Jos Carlos Nez Prez y Jos Mara Peir Silla
Diseo y Maquetacin
Juan Antonio Pez Martnez
Impresin
Intigraf S.L. C/ Cormoranes, 14. Poligono Industrial La Estacin. 28320 Pinto Madrid
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M-27453-1981 / ISSN 0214-7823 De este nmero 92 de Papeles del Psiclogo se han editado 46.600 ejemplares. Los editores no se hacen responsables de las opiniones vertidas en los artculos publicados. Papeles del Psiclogo est incluida en Psicodoc y en las bases de datos del ISOC (Psedisoc) y en IBECS. Tambin se puede consultar en la pgina WEB del Colegio de Psiclogos:
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Serafn Lemos Girldez Facultad de Psicologa. Universidad de Oviedo
s evidente que la simulacin, el engao y la mentira forman parte de la naturaleza humana y estn presentes tanto en la esfera personal como en la vida social. Desde los ms breves saludos estructurados, del estilo de Buenos das, qu tal ests? Bien, gracias, en donde las palabras pierden su significado genuino para dar paso a meras frmulas de cortesa, hasta las formas ms elaboradas de comunicacin en el complejo entramado social se apoyan en un juego de roles, en donde se entremezcla lo que la persona es con lo que aparenta ser, la realidad con la imagen, la funcin de autor con la de actor. El engao no es exclusivo de la especie humana sino que es tambin una caracterstica que est presente en los primates y en otros animales que viven en entornos sociales de gran complejidad; y en los reinos animal y vegetal son numerosos los seres vivos que han desarrollado, en el proceso evolutivo, capacidades de camuflaje y de adaptacin muy elaboradas, que han prosperado gracias al efecto de confundir a sus competidores o a sus depredadores. La supervivencia en un medio social complejo ha favorecido el desarrollo de la neocorteza cerebral en el ser humano y en otros mamferos superiores, que ha hecho posible la adquisicin de habilidades mentales extraordinarias, como son la auto-conciencia y la teora de la mente, que permiten no slo reconocer caractersticas personales sino tambin anticipar los pensamientos e intenciones de los congneres, aumentando as las habilidades sociales y la cohesin grupal. Sin entrar a discutir si el primate es consciente de su conducta, si su pensamiento es reflexivo o si sus actos obedecen a un plan preconcebido (hiptesis mentalista), o bien si dichas habilidades son resultado de meros reflejos innatos o de procesos de aprendizaje instrumental (hiptesis conductista), lo que parece evidente es que estas capacidades estn en el origen de lo que Whiten y Byrne (1997) han denominado inteligencia maquiavlica; teora segn la cual los primates han conseguido desarrollar diversas estrategias sociales que son ventajosas para la supervivencia, recurriendo al uso convenenciero de comportamientos agonistas o cooperativos, segn lo exija la situacin. La inteligencia maquiavlica es una capacidad que parece haber sido inducida por la necesidad de dominar formas cada vez ms refinadas de manipulacin y defraudacin en el medio social, y que se manifiesta a travs del uso de estrategias de disimulo, mentira y engao tcticos. Como tambin seala Smith (2005), la inteligencia maquiavlica
pudo haber sido el motor que empuj a nuestros antepasados a ir adquiriendo cada vez mayor inteligencia y a hacerse cada vez ms aficionados a mudar de opinin, a cerrar tratos, a farolear y a confabularse con otros; por lo que estima que los seres humanos son mentirosos natos, habiendo desarrollado formas mucho ms sofisticadas de disimulo que nuestros parientes primates ms cercanos. Pero el disimulo y el engao a los dems no hubiera alcanzado tales rdenes de magnitud si los humanos no hubiramos desarrollado tambin la habilidad de engaarnos a nosotros mismos. El autoengao nos ayuda a mentir a otros de manera ms convincente, y la capacidad para creernos nuestras propias mentiras nos ayuda a embaucar ms eficazmente a los dems. Por otra parte, nos permite alcanzar el grado de perfeccin de mentir con sinceridad, sin necesidad de hacer un montaje teatral para fingir que estamos diciendo la verdad. Esta es la tesis del sociobilogo Robert Trivers (2002), quien sostiene que la funcin capital del autoengao es poder engaar ms fcilmente a otros, por cuanto la credulidad en el propio cuento lo hace ms convincente para los dems. As pues, el disimulo, la mentira implcita o el engao deliberado forman parte de todos los escenarios en los que transcurre la vida social humana. En un proceso evolutivo cuyas etapas se van consumiendo desde la infancia, se va perdiendo la espontaneidad conforme se asienta la conviccin de que la sinceridad no siempre es posible ni conveniente, porque puede perjudicar a la otra persona o a uno mismo. Por eso, mienten los amigos bien intencionados con el fin de halagar, de edulcorar la realidad, de dar apoyo o de proteger a la persona estimada; mienten los gobernantes y los lderes sociales para conseguir sus propsitos, para evitar problemas o para seducir al electorado (llegando a la paradoja de que son los ms mentirosos quienes muestran el mayor empeo en desenmascarar las mentiras de sus adversarios); mienten los medios de comunicacin, ocultando informacin o publicando informacin interesada, enfatizando noticias o contrarrestndolas con otras; mienten los publicistas y los vendedores en todas las transaciones comerciales para persuadir a sus clientes; y, entre otros, mienten tambin los profesionales para defender sus intereses, el reconocimiento social o para lograr la satisfaccin de sus clientes. En definitiva, todas las personas intentan acomodar la realidad a sus propias intenciones, expectativas o necesidades; pero lo sorprendente es que, a sabien-
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das de que el mundo es as, actuamos como si todo fuera verdad o tal vez necesitamos persuadirnos de que lo es. En los diferentes mbitos del ejercicio profesional del psiclogo, el disimulo, el encubrimiento, la exageracin, el filtrado y el falseo de la informacin suministrada o la negacin de problemas son fenmenos muy frecuentes, y constituyen un importante obstculo a la hora de realizar una correcta evaluacin de cada caso y de tomar decisiones. Con toda seguridad, los mismos inconvenientes existen en cualquier otra actividad profesional; pero en nuestro medio, sin embargo, dichos comportamientos suelen estar determinados por diversas causas, a veces patolgicas (la existencia de algn trastorno mental), criminolgicas (la necesidad de evitar responsabilidades jurdicas) o meramente adaptativas (conseguir determinados objetivos en circunstancias adversas) (Rogers, 1997). Una premisa imprescindible para el ejercicio profesional del psiclogo es la cooperacin y la honestidad del cliente o paciente; de tal manera que la correcta evaluacin y el diagnstico psicolgicos dependen de la honestidad y del deseo de aportar informacin, por la persona evaluada, as como de la precisin y veracidad de los datos que sta suministra. Aunque, en la prctica profesional, se suele asumir la veracidad de los testimonios y de los datos ofrecidos por los clientes o pacientes cuando describen sus comportamientos, sus estados, sus sntomas o sus problemas psicolgicos, este supuesto puede ser ingenuo. Como sabemos, numerosas razones pueden dar lugar a la reserva y a la falta de cooperacin, como son la bsqueda de un determinado objetivo (econmico, profesional o judicial), la duda respecto a la confidencialidad de los datos, el desacuerdo con los puntos de vista y con los valores del profesional, la defensa de los propios intereses, la voluntariedad o la imposicin de la evaluacin o, simplemente, la inadvertencia en la realizacin de test y en la cumplimentacin de escalas o cuestionarios. La simulacin, las actitudes defensivas o de camuflaje, no obstante, no son fenmenos dicotmicos sino que suelen presentarse con niveles de intensidad variable, dependiendo de las circunstancias o de los motivos que las impulsan. Con el propsito de analizar estas cuestiones, hemos invitado a expertos en diversos campos de la actuacin profesional de los psiclogos a expresar sus puntos de vista sobre cmo el disimulo, el engao y la mentira pueden afectar a la validez de la evaluacin psicolgica y cules son los procedimientos y estrategias utilizados para contrarrestar su efecto. Los trabajos de Ramn Arce y Francisca Faria, y de Vernica Godoy y Lorenzo Higueras abordan una cuestin muy polmica, como es la credibilidad del testimonio en entornos forenses. La pregunta clave es si puede la credibilidad de un testimonio ser objeto de investigacin cientfica o si, por el contrario, sta pertenece al mbito de la subjetivi-
dad. En el trabajo de Arce y Faria se presenta un procedimiento sistematizado que estos autores han desarrollado para tomar decisiones respecto a la fiabilidad y validez de las declaraciones, o la veracidad de la huella psicolgica aducida o denunciada por los demandantes; mientras que el trabajo de Godoy e Higueras somete a crtica un procedimiento dudosamente vlido para determinar la credibilidad de los testimonios, cual es el Anlisis del Contenido Basado en Criterios (ACBC), utilizado por algunos psiclogos forenses. El artculo de Jaume Masip aborda exhaustivamente tambin una importante cuestin, de posible inters en el mbito forense, como es si est fundamentada la creencia popular de que la mentira puede detectarse mejor a travs de conductas no verbales que mediante el anlisis de los mensajes verbales. Otros dos artculos analizan la simulacin y el engao en el mbito clnico. El trabajo de Mercedes Inda y cols. ofrece algunas matizaciones conceptuales y metodolgicas para el estudio de las conductas de simulacin; describe las condiciones clnicas en las que, con mayor frecuencia, se manifiestan dichas conductas; y presenta algunos instrumentos especficamente diseados para su desenmascaramiento. Manuel Porcel y Rubn Gonzlez, asumiendo abiertamente que la mentira y el disimulo forman parte esencial del comportamiento humano, sostienen que las conductas patolgicas son mera cobertura ficticia de los problemas de la vida y que las intervenciones psicoteraputicas, para tener xito, deben operar bajo este supuesto. El anlisis y el manejo de la simulacin y de la deseabilidad social en las evaluaciones psicolgicas llevadas a cabo en los contextos organizacionales, fueron magnficamente abordados por Jess F. Salgado; mientras que, finalmente, el disimulo y las respuestas de acomodo o deseabilidad social en el MMPI-2 son expuestos en el trabajo realizado por Hctor Gonzlez Ord e Iciar Iruarrizaga. Agradecemos a todos los autores su participacin en este monogrfico, y esperamos que las contribuciones aqu presentadas sern de gran inters y utilidad prctica para los psiclogos profesionales. REFERENCIAS Rogers, R. (Ed.). (1997). Clinical assessment of malingering and deception. New York: Guilford Press. Smith, D. L. (2005). Mentirosos natos. Mente y Cerebro, 14, 64-69. Trivers, R. (2002). Natural selection and social theory: Selected Papers of Rober Trivers (Evolution and Cognition Series). New York: Oxford University Press. Whiten, A. y Byrne, R. W. (Eds.). (1997). Machiavellian intelligence II: Extensions and evaluations. Cambridge: Cambridge University Press.
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PERITACIN PSICOLGICA DE LA CREDIBILIDAD DEL TESTIMONIO, LA HUELLA PSQUICA Y LA SIMULACIN: EL SISTEMA DE EVALUACIN GLOBAL (SEG)
Ramn Arce* y Francisca Faria** * Departamento de Psicologa Social, Universidad de Santiago de Compostela **rea de Psicologa Bsica, Universidad de Vigo
El presente trabajo presenta un procedimiento de deteccin de la mentira y el engao en procesos judiciales adaptado al sistema judicial espaol: el Sistema de Evaluacin Global. El S.E.G. resulta de un compendio de diversas estrategias de anlisis de la fiabilidad (CBCA y Reality Monitoring) y validez de la declaracin (SVA y SRA) a la vez que de la huella psicolgica y de la simulacin de la misma. Adems, para poder obtener unos protocolos susceptibles del presente anlisis se revisan y presentan los diversos modos productivos y efectivos en la obtencin de la declaracin con adultos, menores, discapacitados as como la entrevista clnico-forense para la valoracin del dao psquico y de la simulacin. This paper presents a protocol adapted to the Spanish judicial system for the evaluation of malingering and deception in testimony, the Global Evaluation System (GES). The GES is the product of a combination of different strategies of assessment of the reliability (CBCA and Reality Monitoring) and validity (SRA and SVA) of the statements, as well as the evaluation of the psychological injury and malingenring. Moreover, this procedure has been validated for different cases and witness (children, adults and handicapped), thus we review the productive and effective interview protocols for the estimation of the credibility and the psychological injury.
a formacin de juicios legales y la subsecuente plasmacin de los mismos en sentencias judiciales, que constituyen la pieza angular del Sistema Judicial (Sallmann y Willis, 1984), descansan en las dos dimensiones bsicas formuladas por los Modelos de Integracin de la Informacin: la fiabilidad y la validez (Ostrom, Werner y Saks, 1978). Sucintamente, un juicio es una evaluacin de las pruebas en una dimensin. Los juicios estn basados en un conjunto de creencias sobre las pruebas (v. gr., inferencias sobre los motivos del acusado, las capacidades) que son relevantes para la dimensin de evaluacin, de tal modo que cada creencia tiene un peso que incide en la evaluacin de la prueba para la dimensin de juicio. Este peso es conocido como el valor escalar de la creencia. Ahora bien, no toda creencia contribuye por igual a la valoracin de la prueba. Dicha contribucin es el resultado de la estimacin de la fiabilidad y validez de la creencia. La fiabilidad en la Sala de Justicia viene definida fundamentalmente por la credibilidad de los testigos. Por su parte, la validez est determinada por la relevancia de la prueba para el juiCorrespondencia: Ramn Arce. Facultad de Psicoloxa. Departamento de Psicoloxa Social, Bsica e Metodoloxa. Universidade de Santiago de Compostela. 15706 Santiago de Compostela. Espaa. E-mail: [email protected].
cio a llevar a cabo. No obstante, la credibilidad de los testigos aporta el valor escalar ms elevado en el juicio alcanzado tanto por jurados (Arce, Faria y Real, 2000) como por jueces (Arce, Faria, Novo y Seijo, 2001) y es la pieza clave para alcanzar juicios contrapuestos (p. e., la asignacin de una alta credibilidad al testimonio de la vctima es un predictor muy robusto de culpabilidad en tanto la falta de credibilidad en el testimonio de la vctima pronostica fehacientemente un juicio de inocencia). La estimacin de la credibilidad de un testimonio viene a ser la apreciacin de la exactitud que el testigo o una parte de su declaracin le inspira al evaluador y le induce a creer que los hechos sucedieron tal y como declara (Mira, 1989). Para la estimacin de la credibilidad se han formulado dos modelos: el modelo subjetivo o social y el modelo objetivo o cientfico (Vrij, 2000). Por modelo social se entiende el recurso a indicadores subjetivos no validados cientficamente de credibilidad, en tanto el modelo objetivo presupone la asuncin de criterios empricos de credibilidad. En la prctica judicial diaria tanto los expertos, esto es, jueces y magistrados (Pieiro, 2005) como los legos en derecho, o sea, jurados (Arce, Faria y Seijo, 2003) se sirven de criterios subjetivos para la estimacin de la credibilidad de los testimonios que no son eficaces en la correcta clasificacin de la exacti-
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tud del testimonio. Por ello, la Sala de Justicia ha de acudir a tcnicos que valoren de un modo emprico la credibilidad de los testigos mediante tcnicas productivas y cientficamente validadas. Al respecto, una revisin de la literatura puso de manifiesto que los procedimientos llevados a cabo por psiclogos basados en el anlisis de contenido de las declaraciones eran los ms efectivos, clasificando correctamente, en contextos de simulacin (o sea, con testigos simulados en casos de laboratorio), entre el 65% y el 85% de las declaraciones, en tanto que en estudios de campo (esto es, en condiciones de realidad) la eficacia llegaba al 100% (Vrij, 2000). No obstante, estos instrumentos presentan algunas limitaciones que es preciso encarar. Primera, las categoras de los diversos procedimientos propuestos para el anlisis de contenido no son homogneas inter-sistemas. Segunda, no suelen cubrir a todo tipo de testigos (generalmente se proponen para nios). Tercera, estos procedimientos no van acompaados de protocolos de actuacin, a la hora de obtener la declaracin, adecuados para cada contexto (menores, adultos, discapacitados). Cuarta, dichos procedimientos no analizan la totalidad de la tarea judicial (se suelen centrar en la supuesta vctima, obviando al supuesto agresor, que puede ser la vctima real). Quinta, los mismos no se orientan a la bsqueda de la huella psicolgica del crimen: el trastorno de estrs postraumtico. Sexta, no incluyen metodologas adecuadas para la evaluacin clnica en el contexto forense en el que debe sospecharse simulacin, esto es, la mentira clnica. Sptima, los sistemas basados en el anlisis de contenido de las declaraciones propuestos para el estudio de la credibilidad son tcnicas semi-objetivas que precisan ajustarse para alcanzar una mayor objetividad. Partiendo del estado de la literatura sobre la evaluacin emprica de la credibilidad del testimonio y con el objetivo de afrontar las limitaciones previamente enumeradas, hemos creado (Arce y Faria, 2002, 2005, en prensa) un protocolo psicolgico forense, fruto de numerosos estudios propios y de la prctica profesional, en el que abordan la tarea en su totalidad, el Sistema de Evaluacin Global. Para su desarrollo revisaremos incialmente y de un modo somero los procolos de obtencin de la declaracin, que constituyen requerimientos sine qua non se pueden aplicar los sistemas categoriales de anlisis de contenido. Posteriormente, presentaremos los sistemas de anlisis de la credibilidad basados en el anlisis de contenido ms productivos y efectivos. En tercer lugar presentaremos un protocolo de evaluacin de la huella psquica del acto delictivo y de la deteccin de
la simulacin. Finalmente, integraremos todo ello en un procedimiento adaptado al contexto legal espaol que evala la realidad de la huella de memoria y la huella psquica con el control de la simulacin: el Sistema de Evaluacin Global. LA OBTENCIN DE LA DECLARACIN Las herramientas fundamentales para la obtencin de informacin de los testigos son los interrogatorios y entrevistas. Es bien sabido que el xito de dicha entrevista o interrogatorio va a depender de factores tales como la pericia del entrevistador, el grado de colaboracin del entrevistado, el tiempo transcurrido desde el suceso, y, evidentemente, del tipo de entrevista (vase Memon y Bull, 1999). Los interrogatorios conforman el instrumento por excelencia de la obtencin del testimonio en las actuaciones policiales y judiciales, pero la declaracin obtenida mediante stos no es productiva para la aplicacin de los sistemas de anlisis de la credibilidad basados en el contenido de las declaraciones. Asimismo no todos los tipos de entrevitas son vlidas para estos fines. De facto, las entrevistas dirigidas o semidirigidas pueden introducir informacin engaosa en las narraciones de los eventos de personas sinceras (p. e., Loftus, Korf y Schooler, 1988), de modo que las distoriones no seran fruto de la mentira, sino de la informacin introducida por el entrevistador. En consecuencia, se precisa de entrevistas en las que el entrevistador no mediatice la informacin a recuperar por el testigo. Las entrevistas en formato narrativo de discurso libre, tal como la entrevista cognitiva, se ajustan a estas demandas. Sobre stas, Khnken, Milne, Memon y Bull (1999), tras una revisin de la literatura, observaron que facilitaban una mayor tasa de recuperacin de informacin, sobre todo correcta (36%), pero tambin incorrecta (17,5%). Ahora bien, esto no significa que la exactitud global sea mayor en un tipo de entrevista que en otro. De hecho, el porcentaje promedio de informacin correcta es en el formato de entrevista policial (esto es, interrogativa) del 82%, en tanto en la entrevista cognitiva se cifra en el 84%. En esta lnea se han propuesto formatos de entrevista narrativa ajustados al contexto y a las capacidades del entrevistado. A continuacin revisamos brevemente cada uno de ellos. LA ENTREVISTA COGNITIVA1 La entrevista cognitiva comprende cuatro tcnicas generales de recuperacin de memoria:
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que su declaracin sea lo ms sincera y productiva posible. c) La tercera tcnica, el cambio de perspectiva, trata de animar al testigo a que se ponga en el lugar de la vctima, o de otro testigo del suceso, incluso del sospechoso, y que informe de lo que vio o hubiera visto desde esa perspectiva, si estuviera ocupando el lugar de esa persona. Esta tcnica se apoya en los estudios de Bower (1967), quien advirti que los sujetos, al imaginarse los personajes de una historia, recordaban ms detalles propios de la perspectiva del personaje con quien se haban identificado, que de otros personajes. De esta manera se obtiene una segunda versin de la entrevista, desde una perspectiva diferente. d) El ltimo componente es la instruccin que invita al recuerdo desde diferentes puntos de partida, el recuerdo en orden inverso. En otras palabras, se pretende que el individuo narre los hechos desde un orden diferente a como se desarrollaron (v. gr., desde el final al principio, desde el medio, hacia atrs) con el objetivo de recuperar pequeos detalles que puedan haberse perdido al hacer una narracin de los hechos siguiendo la secuencia temporal que stos tuvieron. Esta tcnica intenta reducir los efectos que los conocimientos previos, las expectativas y los esquemas producen en el recuerdo y, adems, puede ser efectiva para elicitar detalles adicionales (Memon, Cronin, Eaves y Bull, 1993). No en vano, como sealan Bower y Morrow (1990), tendemos a recordar el esquema o modelo mental que nos formamos de un evento ms que el evento mismo. La aplicacin de la entrevista cognitiva no est limitada a la reproduccin de un suceso de episodio nico, ya que permite extender su utilizacin para recordar hechos que ocurren frecuentemente de una manera similar (Mantwill, Khnken y Ascherman, 1995). La entrevista cognitiva incluye, a su vez, tcnicas suplementarias tales como: a) Gimnasia memorstica para la recuperacin de la apariencia fsica: Te record el intruso a alguien a quin conozcas? Haba algo inusual en su apariencia? b) Nombres: Trata de recordar la primera letra del nombre, recorriendo una a una todas las letras del alfabeto. c) Objetos: Describe los objetos que haba dentro y fue-
a) La primera tcnica consiste en reconstruir mentalmente los contextos fsicos y personales que existieron en el momento del crimen (o del hecho a recordar), esto es, la reinstauracin de contextos. Esto implica que al testigo se le pida que trate de situarse mentalmente en el lugar del suceso teniendo en cuenta: - Elementos emocionales (p.e., trata de recordar cmo te sentas). - Elementos secuenciales (v. gr., piensa en lo que estabas haciendo en ese momento). - Caractersticas perceptuales (vbgr., retoma la imgen de la escena del crimen y haz un dibujo de la habitacin A qu ola? Qu oas?). La razn que subyace a esta primera tcnica es el principio de codificacin especfica de Tulving, esto es, la informacin contextual de un suceso se codifica junto con el evento y se conecta asociativamente (Tulving y Thompson, 1973). A su vez, la recuperacin verbal del suceso depende del grado en que los ndices ambientales de la situacin a recuperar se solapen con propiedades previamente codificadas (Tulving,1983). Esta primera tcnica de la entrevista cognitiva es similar a la usada por parte de jueces y polica, la llamada reconstruccin de los hechos, con la salvedad de que la reconstruccin en la entrevista cognitiva se realiza de forma mental. b) La segunda tcnica, el recuerdo libre, consiste en pedirle al testigo que narre todo lo sucedido, absolutamente todo, incluyendo la informacin parcial e incluso detalles que considere banales para la investigacin, porque stos pueden llevar a otros, asociados entre s en la memoria, que sean relevantes. Esta estrategia se presenta especialmente importante a la hora de combinar la informacin de diferentes testigos. Adems, los pequeos detalles, en ciertos casos, pueden producir buenas pistas. Con estas dos instrucciones, recuperacin de la imagen mental de los hechos e informar de todos los detalles accesibles, se obtiene una primera versin de lo sucedido. Esta declaracin, por tanto, es de tipo narrativo, dejando al testigo hablar sin interrupciones ni preguntas. Es preciso sealar que, en todo momento, ha de procurarse un ambiente propicio para la concentracin del testigo, sin ruidos ni personas que lo distraigan, y es obvio que el entrevistador ha de ganarse la confianza del testigo para
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ra de la habitacin Parecan pesados de llevar? d) Conversaciones y caractersticas del habla: Se utilizaron palabras extranjeras o inusuales? Advertiste algn acento? Tartamudeaba? e) Nmero de matrculas de automviles: Te recordaron los nmeros o las letras de la matrcula a alguna cosa? Los nmeros eran altos o bajos? Adems de esta versin estndar de la entrevista cognitiva, Fisher y Geiselman (1992) propusieron una versin mejorada. sta responde a una adaptacin al contexto judicial. No obstante, la efectividad y el procedimiento en trminos cognitivos es el mismo. Las siguientes fases resumen la estructura general mejorada de la misma. - Fase 1. Presentaciones y personalizacin de la entrevista (presentacin, usar el nombre del entrevistado). - Fase 2. Establecimiento de la comunicacin (creacin de una atmsfera agradable, de confianza a travs de la formulacin de preguntas neutras). - Fase 3. Explicacin del propsito de la entrevista. - Fase 4. Reinstauracin de contextos. - Fase 5. Recuerdo libre. - Fase 6. Preparacin para el interrogatorio (pedirle que se concentre intensamente, que diga lo que se le viene a la mente tal como llega, sin fabricarlo, que puede decir no comprendo, no s, no recuerdo, que active y contraste imgenes). - Fase 7. Interrogatorio compatible con el testigo (cada testigo tiene una secuencia de memoria distinta del evento debiendo el entrevistador ajustarse a esa secuencia). - Fase 8. Recuerdo desde diferentes perspectivas. - Fase 9. Recuerdo en orden inverso. - Fase 10. Resumen (realizado por el entrevistador en funcin de lo que el entrevistado ha informado). - Fase 11. Cierre (desactivacin emocional y de tensiones en el entrevistado). LA ENTREVISTA A NIOS TESTIGOS Cuando los testigos son nios, el uso del procedimiento de la entrevista cognitiva merece ciertas consideraciones. Primera, uno de los hallazgos ms consistentes respecto a la memoria de los nios se relaciona con el rendimiento. Sucintamente, en tareas de recuerdo libre los nios recuperan significativamente menos informacin que los adultos; esto es, el nivel de detalles y exactitud con el que se recuerda un suceso se incrementa con la edad (Davies, Tarrant y Flin,1989). Segunda, cuando la tarea de recuerdo est relacionada con un contexto significati-
vo y familiar, las habilidades de memoria que exhiben los menores son superiores a cuando se trata de un contexto desconocido y vaco de significado (Bauer y Mandler, 1990). En otras palabras, en estos contextos la informacin que restauran no es necesariamente menos productiva y exacta. Ya que el principal objetivo de la entrevista cognitiva es aumentar la informacin recuperada, ste es el procedimiento ms indicado para utilizar con nios (Memon y Bull, 1991). No obstante, se han de modificar las instrucciones para que el nio comprenda lo que se le est pidiendo y adaptar las demandas de la tarea a las capacidades mentales del mismo. Con el propsito de adaptar la entrevista cognitiva a nios, el Ministerio de Interior y el Departamento de Salud Britnicos (Home Office and The Department of Health, 1992; en castellano puede encontrarse desarrollado en Bull, 1997) encargaron a los profesores Diane Birch y Ray Bull la concrecin de un protocolo de actuacin para la obtencin de la declaracin de menores testigos. Sobre la base del borrador elaborado por estos profesores, junto con un foro de discusin con tcnicos, se cre un protocolo de actuacin especfico para menores. Previamente a la entrevista en s, recomiendan recabar informacin sobre el estado evolutivo del nio, nivel de lenguaje, y maduracin fsica, social y sexual. Dicho protocolo consta de cuatro fases que debe completar el entrevistador por este orden especfico: entendimiento y compenetracin, recuerdo libre, interrogatorio y conclusin. La primera fase, entendimiento y compenetracin con el menor, es de una importancia transcendental para la obtencin del testimonio. De no conseguirse que el nio se relaje y se sienta cmodo, no se obtendr un buen flujo comunicativo. As, ha de tenerse presente que los nios generalmente estn educados para no hablar con extraos. Por ello, se recomienda iniciar la tarea hablando de acontecimientos neutros tal como aficiones, amigos o colegio. El entrevistador tambin ha de mostrar un cuidado especial con los nios que puedan sentirse culpables o creer que han hecho algo malo. Por todo ello, es necesario insistir y dejar muy clara la necesidad de que digan la verdad. Por ltimo, esta primera fase tiene por objeto informar al nio de lo que se espera que haga a partir de ese momento. En la segunda fase, el recuerdo libre, se les pide que cuenten todo lo acontecido (v. gr., hay algo que te gustara contarme? sabes por qu estamos aqu?). El entrevistador puede actuar como facilitador pero nunca formular preguntas especficas. Una atencin especial merecen las posibles cogniciones del nio. De hecho,
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nombres, porque nuestros procedimientos de estimacin de la realidad son para hechos, con lo que la transposicin o cambio intencionado de personas no podra ser detectado por nuestros medios. La cuarta fase, el cierre de la entrevista, consiste en una recapitulacin en la que se indaga, usando un lenguaje adaptado a la evolucin del nio, sobre si lo obtenido en la entrevista es correcto; y una clausura, en la que se pretende establecer un nivel de angustia y tensin normalizados (al igual que al inicio de la entrevista se introducen cuestiones neutras, se le agradece la colaboracin, y se le hace saber que ha respondido adecuadamente). A este protocolo general, nosotros le hemos aadido unos procedimientos complementarios de actuacin para casos especficos. Primero, cuando nos proporciona informacin sobre conceptos que el menor an no ha operativizado adecuadamente, tal como la estimacin de tiempos, longitudes u otros, acudimos a comparaciones con otros referentes bien establecidos. As, si queremos conocer la extensin temporal de un determinado evento lo podemos comparar con un recreo (p. e., fue ms corto, ms largo o igual que un recreo? Si la respuesta fuera ms corto, sta nos indicara que muy probablemente dur menos de media hora). Segundo, procedemos con otros lenguajes complementarios para aquellos casos en que el nivel de desarrollo lingstico del menor as lo aconseja; esto es, en ocasiones el menor tiene las imgenes de los hechos, pero no las destrezas lingsticas suficientes para transformar algunas imgenes mentales en palabras, o la falta de habilidades es tal que la declaracin es muy corta y, por tanto, no es productiva para nuestros propsitos. En estos casos, el recurso a otros procedimientos de comunicacin con el menor, no slo son adecuados, sino tambin convenientes. Los sistemas de comunicacin a los que recurrimos son los trazos de dibujos, la representacin de los hechos o el uso de utensilios, tales como bolgrafos, con los que se les pide que ejecuten una determinada imagen mental que poseen. Obviamente, estos lenguajes son complementarios y no deben usarse en aislado, porque pueden inducir fcilmente a un error de interpretacin. Pero, cuando describen o intentan describir hechos que no comprenden y su vocabulario no est formado pueden dibujarlo, sealarlo en un modelo o en s mismos, hacer una representacin de los mismos o reproducir la accin con objetos. Ha de tenerse presente que entre los objetos no es aconsejable que se usen muecos anatmicamente correctos, ya que conllevan una alta probabilidad de error en las interpretaciones del perito (Dammeyer, 1998), al tiempo
con cierta frecuencia creen que los adultos ya saben lo que ocurri, o entienden que no deben informar sobre los hechos (como ya hemos advertido previamente, los nios generalmente estn instruidos para no hablar con desconocidos). Por todo ello, es preciso insistir en que tienen que contarlo todo. A lo largo de la entrevista, el entrevistador debe adoptar una postura de escucha activa, esto es, controlarse de intervenir en las pausas y silencios largos. La tercera fase, el interrogatorio, presenta el siguiente orden de prelacin en la formulacin de las cuestiones: preguntas abiertas, preguntas especficas pero no sugestivas, preguntas cerradas y preguntas profundas. Una vez el entrevistador est totalmente seguro que el recuerdo libre ha terminado puede formular, en su caso, preguntas abiertas a fin de que el menor proporcione ms informacin sobre algunos puntos no aclarados. Ahora bien, es preciso tener presente que las preguntas con el formato por qu? pueden originar en el nio un sentimiento de culpabilidad. En consecuencia, estas cuestiones han de formularse con ciertas cautelas. Adems, tanto la reformulacin de preguntas como la solicitud de repeticin de una respuesta deben evitarse sobre la base de que pueden interpretarlas como una crtica o una respuesta incorrecta, respectivamente. Las preguntas especficas tendrn como objeto la aclaracin de algunos contenidos obtenidos previamente. Pero, ha de ejercerse un control efectivo sobre la sugestin inherente a este tipo de preguntas, esto es, la pregunta no llevar implcita la respuesta. Del mismo modo, las preguntas con dos alternativas de respuesta bipolares (por ejemplo, s vs. no) tampoco tienen cabida en este momento de la entrevista. En todo caso, los contenidos de las preguntas estarn mediados por el nivel de desarrollo del nio. Las preguntas cerradas, por su parte, tendrn lugar si los modos anteriores no han dado los resultados apetecidos. Las preguntas con slo dos alternativas de respuesta han de evitarse en la medida de lo posible, dado que los menores presentan una tendencia a dar la primera alternativa disponible, especialmente si es un s, por lo que, de considerarse imprescindibles, se ha de proporcionar una salida de escape como no s o no recuerdo. Finalmente, el entrevistador puede formular preguntas profundas que son aquellas que llevan implcita la respuesta. En desacuerdo con el protocolo original, desaconsejamos que se pregunte sobre la identidad del autor del delito por dos motivos. Primero, no es tarea del perito identificar al autor, sino emitir un dictamen sobre la fiabilidad de los hechos descritos. Segundo, sera muy aventurado dar
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que la memoria elicitada va estos muecos tambin incrementa el nmero de respuestas incorrectas entre los ms nios (Goodman y otros, 1997). En todo caso, recordamos que la informacin obtenida por estos medios ha de ser nicamente aclaratoria o de investigacin, y nunca por s sola prueba de acusacin. Cmo saber qu procedimiento seguir para recurrir a la entrevista cognitiva o al protocolo de menores? La diferencia bsica de ambos procedimientos est en las habilidades cognitivas que se le exigen al menor. La entrevista cognitiva requiere de capacidad de empata para, por ejemplo, el cambio de perspectiva. As, si sta se adquiere de forma gradual a partir de los 8-9 aos (Vrij y Winkel, 1996), es aconsejable recurrir al protocolo de nios con edades anteriores a stas. En todo caso, los menores de 7 aos tienen dificultades para seguir las tcnicas comprendidas en la entrevista cognitiva (Memon, Cronin, Eaves y Bull, 1996). Si bien, la entrevista cognitiva puede ser efectiva en menores de edades superiores a 7 aos, se corren determinados riesgos tal como que las respuestas estn mediatizadas por las caractersticas de la demanda (Memon, Wark, Bull, y Khnken, 1997). En los otros casos, es recomendable iniciar con el protocolo de entrevista cognitiva y de observarse falta de destrezas cognitivas en el entrevistado cambiar al protocolo de menores. Nosotros hemos comprobado que este sistema es factible en la prctica, no dando lugar a distorsiones. LA ENTREVISTA A PERSONAS DISCAPACITADAS La literatura cientfica sobre la entrevista a personas discapacitadas es muy poco prolfica, siendo necesaria ms investigacin sobre las tcnicas concretas a aplicar (Bull, 1995). De hecho, se ha encontrado que mediante la entrevista cognitiva recuperan en torno a un 32% ms de informacin correcta, pero, al mismo tiempo, aumenta significativamente el nmero de confabulaciones. En todo caso, deben considerase an ms los problemas de las preguntas sugestivas, de las preguntas cerradas y profundas. En esta lnea, Cahill y otros (1988, citado en Bull 1995) han confeccionado un listado de aspectos que se han de evitar: a) La aquiescencia del testigo con preguntas sugestivas, de modo que la respuesta sea la solicitada. b) Una presin indebida que conduzca al testigo a confabular (p. e., sentirse parte de un evento del que no ha sido testigo). c) Preguntar repetidamente sobre un punto particular, provocando que los testigos establezcan conjeturas
o se desven de su respuesta inicial (las preguntas repetidas les conducen a asumir que la respuesta no era correcta). d) Que el entrevistador no se precipite en etiquetar de ambiguo o pobre el lenguaje usado por parte de estos testigos. e) Que el entrevistador ofrezca descripciones a los testigos que tienen dificultad en encontrar sus propias palabras (v. gr., si la chaqueta no era oscura o clara, entonces diras que era una especie de color marrn?). f) Que el entrevistador proporcione alternativas de respuesta cerradas a los testigos (vbgr., llevaba un revolver o una escopeta?). g) Cuando el testigo utilice una muletilla tal como no sabes?, el entrevistador debe proceder de modo que no se quede sin informacin (una posibilidad es advertir directamente al testigo que el entrevistador no sabe, que se explique). h) No ignorar un fragmento previo de informacin proveniente del testigo que no se ajuste con la asuncin que el entrevistador tiene sobre lo que ha ocurrido. i) Que el entrevistador no comprenda todo lo que el testigo narra. j) Que el entrevistador no compruebe, usando los medios apropiados, que ha comprendido al testigo. Ante este estado de la literatura y respondiendo a las demandas que se han formulado desde las Salas de Justicia, Arce, Novo y Alfaro (2000) crearon unas pautas y un protocolo de actuacin en estos casos. Previamente a proceder a realizar una evaluacin del testimonio de una persona supuestamente discapacitada, es preciso determinar su capacidad como testigo. No en vano nuestro sistema jurdico prev, primeramente, la obligacin general de declarar: La LECrim, en el Artculo 410, fija que toda persona que viva en el territorio espaol, nacional o extranjero, est obligado a concurrir al llamamiento judicial para declarar. Pero, asimismo, tambin establece una serie de exenciones a la obligacin a declarar entre los que se incluyen los incapacitados fsica o moralmente (V. Artculo 417, prr. 3). El procedimiento se inicia con la cumplimentacin de las escalas de Wechsler correspondiente, generalmente el WAIS. stas nos proporcionan informacin muy fiable sobre la capacidad intelectual del individuo, y, adems, son un indicador robusto de lesin cerebral. En concreto y en el WAIS, nos alertan de lesin posiblemente relevante aquellos resultados con una diferencia significativa entre las subescalas verbal y manipulativa (unos autores apun-
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pre que tengan la visin intacta, pueden almacenar y recuperar informacin visual (Freed y otros, 1989; Hart y OShanick, 1993; Winograd, Smith y Simon, 1982). De facto, slo sera necesaria la reinstauracin del contexto (tngase presente que muchos de ellos padecen de enlentecimiento con lo que puede demorarse y, por tanto, se debe ser muy paciente a fin de no truncarlos en medio de la bsqueda). Bajo esta contingencia, no es posible una mentira efectiva, y lo trascendente es buscar un sistema de comunicacin que vendr definido por el anlisis neurolgico, siendo el ms accesible la representacin de los hechos. Este procedimiento se ha mostrado productivo con muy diferentes tipos de deficiencias y ha sido validado judicialmente en varios casos. LA ENTREVISTA CLNICO-FORENSE Una ltima fuente de obtencin de informacin con implicaciones para la fiabilidad de un testimonio procede del mbito clnico. Los instrumentos usuales de medida clnica estn desarrollados sobre la base de que estamos ante un paciente. Por tanto, no tiene inters el estudio de la simulacin. Por ello, las entrevistas estructuradas o semi-estructuradas, al igual que los listados de sntomas e instrumentos de medida psicomtricos, no cumplen con el propsito de controlar la simulacin de un trastorno mental al propiciar informacin que la facilita. Por ejemplo, ante la pregunta tiene usted dolores de cabeza? (1 pregunta del SCL-90-R, Derogatis, 2002), el sujeto simulador tiene ante s un efecto facilitador de respuesta de simulacin. Este tipo de preguntas proporcionan al sujeto un camino conducente para la seleccin de los sntomas asociados a una determinada enfermedad psquica, con lo que ya slo sera suficiente que tenga la habilidad precisa para discriminar entre tem pertenecientes a una patologa u otra. Al respecto, los datos muestran que no hay referencias basadas en la entrevista clnica tradicional que lleguen al diagnstico de simulacin (v. gr., Rogers, 1997), a la vez que los sujetos son capaces de simular efectivamente una enfermedad y discriminarla de otras (p. e., Arce, Carballal, Faria y Seijo, 2004; Arce, Faria y Pampilln, 2002). Si bien algunos instrumentos psicomtricos cuentan con escalas del control de validez de los datos del registro, no son prueba suficiente para establecer fehacientemente simulacin porque: a) el diagnstico de simulacin es compatible con la formulacin de otras hiptesis alternativas (p. e., Graham, 1992; Roig-Fust, 1993), b) no clasifica correctamente a todos los simuladores (v. gr., Bagby, Buis y Nicholson, 1995), y c) no proporcionan diagnsticos sino impresio-
tan >10 puntos en tanto otros los elevan a 15) (vase Wechsler, 1976 para una revisin) y, en el caso que nos atae, debe ser mayor el coeficiente manipulativo que el verbal (posible organicidad en el hemisferio izquierdo). Asimismo, las entrevistas y antecedentes del sujeto aportarn informacin importante para definir si es o no factible una lesin a la vez que el grado de minusvala. Sin embargo, no toda lesin cerebral incapacita a los sujetos para dar informacin, incluidos aquellos casos que puedan ser incapacitados como testigos en la Sala de Justicia. As pues, se procede, una vez detectada una posible lesin cerebral o deterioro mental, a identificar las reas sobre todo cognitivas afectadas por la lesin o deterioro. Las herramientas aconsejables son el Test Barcelona (Pea-Casanova, 1990) y el ERFC (Gil, 1999) por su fiabilidad y aunar en un nico instrumento la evaluacin de las reas que permiten ajustar al testimonio sobre los hechos judiciales las limitaciones que tiene el testigo. En una primera aproximacin, las lesiones operativas se clasifican en afasias, alexias y acalculias. Obviamente, las lesiones suelen centrarse en alguna de ellas. No obstante, cada agrupacin se subdivide en reas. Tras la evaluacin global deber realizarse una evaluacin de la adecuacin del testimonio (esto es, concrecin de las reas accesibles, las deficitarias y de los modos de obtencin del testimonio), y bajo qu condiciones se podra obtener un testimonio fiable (p. e., un testimonio ante un forense experto en este tipo de evaluaciones puede ser vlido, pero no as ante un juez, polica o abogados). As, por ejemplo, una persona con anomia y praxis orofonatoria puede evidenciar dificultades en identificar comportamientos verbalmente e intercambiar palabras (v. gr., vejiga por vagina), lo cual no indica que carezca de fiabilidad en el testimonio aportado. Tambin es frecuente encontrar testigos que presentan anomalas con claras implicaciones para la obtencin de la declaracin en la tarea memoria verbal de textos. En concreto, puede que no sean capaces de recuperar directamente el evento, pero s de responder a un interrogatorio sobre el mismo, esto es, carecen de memoria episdica pero no de memoria de los eventos si es guiada por preguntas. En consecuencia, pueden responder perfectamente a un interrogatorio y no tienen capacidad para crear un testimonio falso congruente al adolecer de memoria episdica (hemos observado este cuadro entre consumidores habituales de drogas). En el ms adverso de los casos, o sea, cuando la deficiencia es severa, los sujetos pueden aportar igualmente informacin ya que las personas con dao neurolgico, siem-
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nes diagnsticas. En consecuencia, la toma de decisiones fundada nica y exclusivamente en estos instrumentos deja la puerta abierta a la comisin sistemtica de dos tipos de errores: falsos positivos (catalogar a enfermos reales como simuladores) y errores de omisin (no detectar como simuladores a sujetos que realmente estn simulando). Todo ello ha llevado a que se proponga, a fin de minimizar estas fuentes de error, la adopcin de una estrategia de evaluacin multimtodo (p. e., Rogers, 1997). En este contexto, es donde tiene cabida una entrevista de orden clnico que permita un diagnstico y sirva de contraste a los datos obtenidos por otros mtodos. As, hemos concretado lo que denominamos Entrevista Clnico-Forense. La entrevista, llevada a cabo por un entrevistador entrenado y con conocimientos de psicopatologa, consiste en pedir a los sujetos que relaten en un discurso narrativo libre los sntomas, conductas y pensamientos que tienen en el momento presente en comparacin con el estado anterior al delito (esto es, EEAG en el eje V del DSM-IV-TR). Si los sujetos no responden de motu propio, les ser requerido por medio de preguntas abiertas, de acuerdo con el eje V del DSM-IVTR (American Psychiatric Association, 2002), que informen igualmente sobre sus relaciones familiares (EEGAR); relaciones sociales (EEASL) y relaciones laborales (EEASL). Con este procedimiento, se solicita a los sujetos la ejecucin de una tarea de conocimiento de los sntomas que padecen en tanto con las entrevistas estructuradas, semi-estructuradas, listados de sntomas e instrumentos psicomtricos desempean una tarea de reconocimiento de sntomas. Es por ello que la entrevista no es en formato de interrogatorio, sino no directiva y orientada a la reinstauracin de contextos. O sea, seguimos el procedimiento de entrevista abierta y en formato de discurso libre seguida de una reinstauracin de contextos. Este procedimiento de entrevista se mostr fiable, vlido y productivo en la deteccin de simulacin de un trastorno de estrs postraumtico ligado a una falsa agresin sexual e intimidacin (Arce, Faria y Freire, 2002), violencia de gnero (Arce y otros, 2004), accidente de trfico (Arce, Faria, Carballal y Novo, 2006) y de un trastorno mental no imputable (Arce, Faria y Pampilln, 2002). La obtencin de esta informacin clnica debe ser grabada y procederse al anlisis de contenido de la misma. Las categoras de anlisis son los sntomas descritos en el DSM-IV-TR. As, creamos un sistema categorial mutuamente excluyente, fiable y vlido, en lo que Weick (1985) ha denominado sistemas de categoras metdicas. Una vez construidas las hojas de registro se marcan
los diferentes sntomas detectados. Si bien la gran mayora de los sntomas, incluidos los ms adversos, pueden ser informados directamente por los sujetos (Lewis y Saarni, 1993), algunos slo pueden observarse. En consecuencia, la deteccin de las categoras responde a dos mtodos complementarios: expresin directa del sujeto e inferencias de los codificadores tras analizar los protocolos. Por ejemplo, el deterioro de memoria puede ser manifestado directamente por el sujeto o ser inferido por el codificador tras la entrevista. EN BUSCA DE LA VERDAD: ANLISIS DE CONTENIDO DE LA DECLARACIN La revisin y puesta en comn de la literatura sobre anlisis de contenido de las declaraciones nos han llevado en el Sistema de Evaluacin Global a fraccionar la estimacin de la credibilidad de las declaraciones de los testigos en funcin de dos parmetros: la validez y la fiabilidad. La validez sirve para establecer la admisibilidad de la prueba para el anlisis de contenido en tanto la fiabilidad se relaciona con los indicios de realidad contenidos en la declaracin. ANLISIS DE LA VALIDEZ DE LA DECLARACIN El estudio de la validez como prueba de la declaracin se aborda a partir del procedimiento completo (v. gr., declaraciones ante la polica o juez, otros testimonios, otras pruebas insertas en el procedimiento) y de las grabaciones de las declaraciones prestadas ante los peritos. Dos son los sistemas que dan entrada a un anlisis sistemtico de la validez de las declaraciones: El SRA y el SVA. El SRA, Statement Reality Analysis (Undeutsch, 1967, 1988), aborda el estudio de la validez de la declaracin a travs de las siguientes categoras: a) Criterios negativos o de control: - Carencia de consistencia interna (contradicciones). - Carencia de consistencia con las leyes de la naturaleza o cientficas. - Carencia de consistencia externa (discrepancia con otros hechos incontrovertibles). b) Criterios derivados de las secuencias de declaraciones: - Carencia de persistencia (estabilidad en el tiempo y contextos). - Declaracin inconsistente con la anterior. Por su parte, el SVA, Statement Validity Analysis (p. e., Steller, 1989), recoge las siguientes categoras de evaluacin:
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siete primeros se vinculan a veracidad y el octavo a falsedad, resultando ms efectiva esta nueva recategorizacin. El contraste de los resultados de la declaracin con las prescripciones del modelo es el procedimiento habitual de validacin del origen de los atributos de memoria, pero sta tambin puede llevarse a cabo a travs de un proceso de razonamiento que implica el anlisis de las caractersticas cualitativas del trazo, las caractersticas de los trazos relacionados, y las suposiciones mnsicas. El SRA (Undeutsch, 1967, 1988), tambin contiene categoras para la evaluacin de la realidad de la declaracin. stas son: a) Criterios generales, fundamentales: - Anclaje, fijacin espacio-temporal (concrecin de la accin en un espacio y tiempo). - Concrecin (claridad, viveza). - Riqueza de detalles (gran cantidad de detalles en la narracin). - Originalidad de las narraciones (frente a estereotipos o clichs). - Consistencia interna (coherencia lgica y psicolgica). - Mencin de detalles especficos de un tipo concreto de agresin sexual. b) Manifestaciones especiales de los criterios anteriores: - Referencia a detalles que exceden la capacidad del testigo (que van ms all de su imaginacin o capacidad de comprensin). - Referencia a experiencias subjetivas (sentimientos, emociones, pensamientos, miedos). - Mencin a imprevistos o complicaciones inesperadas. - Correcciones espontneas, especificaciones y complementaciones durante la declaracin. - Autodesaprobacin (declaracin en contra de su inters). Con todos estos criterios de decisin se procede a una evaluacin conjunta, en la que los dos factores criterios generales y manifestaciones especiales de los criterios generales ponderan positivamente hacia la veracidad, esto es, la presencia de estos criterios indica que la declaracin es verdadera, pero su ausencia no implica que sea falsa. Por su parte, la presencia de los criterios de validez los criterios de control y los criterios derivados de las secuencias de declaraciones restaran valor de verdad a la declaracin. En todo caso, debe tenerse presente que cada criterio tiene un peso limitado en la
a) Caractersticas psicolgicas: - Adecuacin del leguaje y conocimientos. - Adecuacin del afecto. - Susceptibilidad a la sugestin. b) Caractersticas de la entrevista: - Preguntas coercitivas, sugestivas o dirigidas. - Adecuacin global de la entrevista. c) Motivacin: - Motivos del informe. - Contexto del informe o declaracin original. - Presiones para presentar un informe falso. d) Cuestiones de la investigacin: - Consistencia con las leyes de la naturaleza. - Consistencia con otras declaraciones. - Consistencia con otras pruebas. Como sistema de evaluacin global de la declaracin proponen el mejor ajuste a una de las siguientes categoras: creble, probablemente creble, indeterminado, probablemente increble o increble. LA FIABILIDAD DE LA DECLARACIN El estudio de la fiabilidad de las declaraciones, esto es, la bsqueda de criterios de realidad en los contenidos de las declaraciones, que se lleva a cabo a partir de las grabaciones de las declaraciones prestadas ante los peritos, ha conformado la gran aportacin de la Psicologa Forense a la valoracin de la prueba. Tres son los sistemas categoriales, basados en el anlisis de contenido, propuestos que se han mostrado productivos y efectivos en la estimacin de la fiabilidad de la prueba: el Reality Monitoring, el SRA y el CBCA. El Reality Monitoring, en la propuesta seminal (Johnson y Raye, 1981), establece que las declaraciones verdaderas contienen ms atributos contextuales (espacio-temporales) y sensoriales (sonidos, olores, etc.) en tanto las fabricadas incluyen ms operaciones cognitivas, esto es, informacin idiosincrsica (por ejemplo, yo pens, recuerdo ver, me senta nervioso). Sprer (1997) ampli a ocho la lista de criterios: claridad (claridad, viveza en vez de vaguedad), informacin perceptual (informacin sensorial tal como sonidos, gustos o detalles visuales), informacin espacial (lugares, ubicaciones), informacin temporal (ubicacin del evento en el tiempo, descripcin de secuencias de eventos), afecto (expresin de emociones y sentimientos sentidos durante el evento), reconstruccin de la historia (plausibilidad de reconstruccin del evento tras la informacin dada), realismo (plausibilidad, realismo y sentido de la historia) y operaciones cognitivas (descripciones de inferencias hechas por otros durante el evento). Los
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determinacin categrica (verdadera vs. falsa) o del grado en que una declaracin representa algo vivido por el testigo. Adems, prescribe el seguimiento de cuatro mximas en la determinacin de si la narracin describe un evento real o no: - La intensidad o grado de las manifestaciones en los diferentes criterios. - El nmero de detalles de la narracin que se relacionan con un criterio (o ms). - Las capacidades del declarante para informar (edad, inteligencia, sugestin). - Las caractersticas del evento narrativo (p. e., complejidad, relevancia). En 1994, Steller y Khnken propusieron, a partir de las aproximaciones anteriores, un sistema integrado de categoras que tiene por objeto la evaluacin de las declaraciones de menores vctimas de abusos sexuales. El CBCA consta de cinco categoras principales con 19 criterios a evaluar, que son: a) Caractersticas generales: - Estructura lgica (coherencia y consistencia interna). - Elaboracin inestructurada (presentacin desorganizada). - Cantidad de detalles (abundancia de detalles o hechos distintos). b) Contenidos especficos: - Engranaje contextual (ubicacin de la narracin en un espacio y tiempo). - Descripcin de interacciones (cadena de acciones entre el testigo y otros actores). - Reproduccin de conversaciones (rplica de conversaciones). - Complicaciones inesperadas durante el incidente (por ejemplo, interrupcin imprevista). c) Peculiaridades del contenido: - Detalles inusuales (detalles con baja probabilidad de ocurrencia). - Detalles superfluos (detalles irrelevantes que no contribuyen significativamente a los hechos). - Incomprensin de detalles relatados con precisin (explicitacin de detalles que el menor no comprende pero realmente s tienen sentido). - Asociaciones externas relacionadas (inclusin de informacin externa a los hechos en s pero relacionada con ellos, tal como en una agresin sexual recordar conversaciones anteriores sobre este tema). - Relatos del estado mental subjetivo (referencias a
sentimientos, emociones o cogniciones propias). - Atribucin al estado mental del autor del delito (referencias al estado mental del agresor y atribucin de motivos). d) Contenidos referentes a la motivacin: - Correcciones espontneas (correcciones espontneas o mejoras de la declaracin). - Admisin de falta de memoria (reconocimiento de lagunas de memoria). - Plantear dudas sobre el propio testimonio. - Auto-desaprobacin (actitud crtica sobre su propia conducta). - Perdn al autor del delito (la declaracin de la vctima favorece al acusado, o evitacin de ms acusaciones). e) Elementos especficos de la agresin: - Detalles caractersticos de la ofensa (descripciones que contradicen las creencias habituales sobre el delito). Estos criterios de contenido pueden analizarse como presentes o ausentes, o puntuarse en cuanto a fuerza o grado en que aparecen en la declaracin. En cualquier caso, stos, si se manifiestan, se interpretarn en el sentido de que la declaracin es verdadera en tanto que de su ausencia no puede desprenderse que sea falsa. Sobre el punto de corte para discriminar entre declaraciones propias o no de realidad, Steller (1989) encontr que las declaraciones verdaderas contenan, al menos, 7 criterios de veracidad. EN BUSCA DE LA HUELLA PSQUICA DEL DELITO: LA DETECCIN DE LA SIMULACIN EN LA EVALUACIN CLNICA Se entiende por victimacin el hecho de haber sido objeto de un delito pero tambin la amalgama de consecuencias de este acto. stas pueden ser de muy diversos tipos: fsicas, econmicas, sociales o psquicas. La huella psquica, al igual que la huella de memoria, puede en una evaluacin pericial convertirse en prueba de cargo. Pero, en un contexto como el que nos ocupa, el medicolegal, no es suficiente con diagnosticar un trastorno o trastornos, sino que ha de sospecharse simulacin (American Psychiatric Association, 2002). Para este doble objetivo, el diagnstico clnico y control de la simulacin, no es efectiva la evaluacin clnica ordinaria. De hecho, la evaluacin clnica tradicional nunca ha informado de simulacin (i.e., Rogers, 1997). Para la medida de la huella psquica y el control de la simulacin (hiptesis a contrastar en la medida de la huella psquica de un deli-
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de reconocimiento de sntomas, y a una medida mediante una tarea de conocimiento, la Entrevista Clnico-Forense. En relacin al instrumento psicomtrico a utilizar, el MMPI es el instrumento de referencia para la evaluacin de dao psquico en la prctica forense (Butcher y Miller, 1999), pero requiere de un alto nivel de comprensin por parte del evaluado. Cuando ste presenta dificultades para cumplimentar el MMPI, el checklist SCL-90-R permite superar ese inconveniente al tiempo que cuenta con medidas de control de la validez del protocolo. Por ello, recomendamos este instrumento como sustituto del MMPI o, en caso de duda, como complementario. La primera medida a tomar ha de ser a travs de la entrevista para controlar el efecto del aprendizaje de la tarea psicomtrica en la tarea de conocimiento. En lo referente a la concordancia inter-medidas debe tenerse presente que sta no va a ser total. No se nos debe escapar que incluso las medidas test-retest distan mucho de la perfeccin. b) Anlisis de la consistencia interna de las medidas: escalas de control de los instrumentos psicomtricos, y, en la entrevista, anlisis de contenido en busca de las estrategias habituales de simulacin. Las escalas de control de validez del MMPI-2 (Hathaway y Mckinley, 1999) con implicaciones para el estudio de las simulaciones segn este protocolo son las escalas originales de validez (escalas de no respuestas, L, F y K), los indicadores adicionales de validez del protocolo (F posterior, TRIN, VRIN), as como los ndices que se han mostrado efectivos en la deteccin de la simulacin de trastornos, el ndice F-K, y el perfil en V invertida (Duckworth y Anderson, 1995). Si la evaluacin psicomtrica se obtiene a travs del SCL-90-R (Derogatis, 2002), las escalas de validez seran la PST, PSI, GSI y PSDI. Por su parte, las entrevistas se someten a un anlisis de contenido tomando como categoras las estrategias que siguen los simuladores en las entrevistas: evitacin de respuestas, sntomas raros, combinacin de sntomas, sntomas obvios, consistencia de sntomas, sntomas improbables, agrupacin indiscriminada de sntomas y severidad de sntomas. c) Es aconsejable que dos evaluadores, por separado, lleven a cabo la evaluacin, con lo que se podr contrastar la consistencia inter-evaluador. Sucintamente, esta salvaguarda sirve para controlar posibles sesgos de medida e interpretacin en el evaluador.
to), Arce, Faria y Pampilln (2002) han creado y validado un protocolo de actuacin en funcin de las respuestas y estrategias seguidas por los simuladores. ste parte de la distincin operativa entre criterios positivos, que validan el protocolo, y negativos, que invalidan o mitigan la validez del protocolo, de la simulacin. Los criterios positivos seran aquellos que no se detectan en los protocolos de los simuladores y stos fueron la no evitacin de respuestas y la deseabilidad social. En concreto, aquellos sujetos que sean evaluados por las escalas de control del MMPI en el sentido de que se abstienen significativamente de dar respuestas (Escala de Interrogantes) y que tiendan a dar respuestas de deseabilidad social, no siguen las estrategias tpicas de simulacin, lo que debe interpretarse ms como indicio de veracidad del protocolo que un intento de simulacin. Es preciso tener en mente que la ausencia de colaboracin con la evaluacin (no respuestas) se haba propuesto como un indicador fiable de simulacin (v. gr., Rogers, 1992; Lewis y Saarni, 1993; Bagby y otros, 1997), pero esta contingencia nunca fue observada entre los simuladores en una evaluacin forense. Los criterios negativos, esto es, observados en los protocolos de los simuladores, fueron: 1) los sistemas de medicin, MMPI, entrevista u otros, no detectan, en protocolos vlidos, enfermedad mental (en otras palabras, si los instrumentos de medida no detectan enfermedad mental alguna no se puede sostener la misma en el contexto legal); 2) las escalas de control de validez del MMPI y sus combinaciones detectan simulacin; 3) la deteccin de alguna estrategia de simulacin en la entrevista; y 4) la ausencia de concordancia inter-medidas. El primer criterio es eliminatorio, o sea, si la enfermedad mental no es medible, no se puede sostener una huella psquica en la victimacin. Los restantes, en s mismos, no son determinantes, con lo que se requerir, cuando menos, la complementacin de dos criterios y el estudio de las hiptesis alternativas para concluir en relacin a la simulacin de la huella psquica. Para estos ltimos indicios de no validez es para los que formulamos el concepto de invalidez convergente que requiere de, al menos, dos indicios totalmente independientes de invalidez para desestimar un protocolo como invlido. En funcin de estos criterios se formul la siguiente propuesta de protocolo de actuacin: a) Recurso a sistemas de medida complementarios y concordantes, que presupongan la ejecucin de tareas distintas y que contengan sistemas de control de la validez. As, se propone someter al sujeto a una evaluacin psicomtrica, que implica una tarea
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d) Estudio de la fiabilidad de la evaluacin: consistencia interna, inter-medidas, inter-contextos (antecedentes, pruebas documentales, etc.), e inter-evaluadores (Wicker, 1975). e) Control de falsos positivos, esto es, enfermos reales, a travs de un estudio de los antecedentes e historia general del sujeto, de las hiptesis alternativas en cada indicador de no validez (vase Roig Fust, 1993, Graham, 1992), y del cumplimento de los criterios del Modelo de Decisin Clnica para el establecimiento de la simulacin (Cunnien, 1997). f) Anamnesis o estudio de los antecedentes. Con ste se pretende, en su caso, reforzar la evaluacin con los antecedentes del sujeto, datos del entorno, un estudio de su comportamiento, el recabamiento de pruebas documentales, otros testimonios, etc. g) Estudio psicolgico de la huella psquica. Las medidas clnicas proporcionan datos respecto a lo que legalmente se denomina evaluacin biolgica, pero sta requiere, tambin segn la demanda legal, de lo que llaman evaluacin psicolgica en la que se clarifique la relacin entre la huella psquica medida y la huella psquica esperada para ese caso. h) Finalmente, tambin se puede poner a prueba la validez discriminante. En otras palabras, realizar una medida no relacionada con el caso, tal como de valores o personalidad (16-PF, SIV), esperando que no presente relacin alguna con la evaluacin objetivo y se descarte un intento de manipulacin de la imagen, tanto en positivo como en negativo. La impresin resultante sobre la simulacin se ha de ajustar a las siguientes categoras: probablemente simulador o probablemente no simulador. Es importante dejar a un lado la intencin de establecer la certeza (por ejemplo, situar la impresin en una escala de varios puntos) porque crea confusin a los decisores (p. e., sentencia del TS de 29 de octubre de 1981, RA 3902), al tiempo que es importante utilizar trminos probabilsticos puesto que la evaluacin psicolgica est sujeta a error. EL SISTEMA DE EVALUACIN GLOBAL El Sistema de Evaluacin Global (SEG) se estructura en torno a 9 tareas que se describen y justifican brevemente a continuacin: obtencin de la declaracin, repeticin de la declaracin, contraste de las declaraciones recabadas a lo largo del procedimiento judicial, anlisis del contenido de las declaraciones, anlisis de la fiabilidad de las medidas, medida de las secuelas clnicas del hecho traumtico, evaluacin de la declaracin de los ac-
tores implicados, anlisis de la personalidad y capacidades de los actores implicados, y, finalmente, implicaciones para la presentacin del informe. Las tareas a ejecutar estn mediadas por el caso a evaluar (p. e., si en un caso no es posible la evaluacin del acusado, esa fase no se lleva a cabo). Las fases en la versin ms completa del sistema son: a) Obtencin de la declaracin (la huella de memoria). Para que el procedimiento de evaluacin psicolgico forense de las declaraciones y la huella psquica sea productivo, fiable y vlido requiere de unos instrumentos de obtencin de la declaracin y medida del estado clnico que permitan los subsecuentes anlisis de las mismas. Por ello, las declaraciones han de obtenerse, segn se trate de adultos, menores o discapacitados, por los siguientes procedimientos: Entrevista Cognitiva Mejorada (Fisher y Geiselman, 1992), Memorandum de Buenas Prcticas (Bull, 1997), o la Entrevista Forense a Discapacitados (Arce, Novo y Alfaro, 2000). Por su parte, el dao o huella psquica en tarea de conocimiento se obtiene a travs de la Entrevista Clnico-Forense (Arce y Faria, 2001; Arce, Faria y Freire, 2002; Arce, Pampilln y Faria, 2002). b) Repeticin de la obtencin de la declaracin. Los mtodos propuestos se basan en una nica medida de la huella de memoria. Ahora bien, con una nica medida perdemos la posibilidad de anlisis de la consistencia de la declaracin en el tiempo (posteriormente se discute sobre la validez de las otras obtenidas a lo largo del proceso judicial). En otras palabras, no se da entrada a uno de los modos de contraste de la validez de la informacin: la consistencia temporal o intra-testigo (p. ej., Wicker, 1975; Schum, 1977). Asimismo, la doctrina legal ha perfilado la fiabilidad de un testimonio en funcin de los criterios de oportunidad (oportunidad para observar, etc.), sesgo (control de los posibles intereses), consistencia temporal, plausibilidad, consistencia inter-testigos y crdito (Schum, 1977). Tambin nuestra jurisprudencia (p. e., Sentencia del TS de 29 de abril de 1997) establece, cuando el testimonio de la vctima sea la nica o la prueba central de cargo, que el testimonio debe reunir las 3 siguientes caractersticas: ausencia de incredibilidad subjetiva, alguna corroboracin perifrica de carcter objetivo y persistencia en el tiempo sin ambigedades ni contradicciones. En esta lnea, ya se han dictado sentencias que han anulado el valor de prueba del
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suceso que el sujeto acomodara a la nueva reconstruccin. El interrogatorio slo procedera tras la obtencin en discurso libre de la segunda declaracin. Tercero, el sujeto que dice verdad narra imgenes con lo que la descripcin de los hechos an siendo muy semejante, ser de construccin distinta al no responder a esquemas episdicos. En suma y en formato de recuerdo libre, la declaracin verdadera ser menos consistente y aunque el evento sea el mismo, la narracin ser significativamente distinta tanto en su recuperacin como en el contenido (omisiones, elicitacin de eventos distintos a los hechos pero relacionados con ellos, inconsistencia en informacin perifrica, recuperacin de nueva informacin poco relevante para los hechos). Por su parte, el sujeto mentiroso narra historias aprendidas con lo que las repetir bsicamente igual guiado por un esquema episdico. Es importante tener presente que esta segunda declaracin siempre debe ser vista desde la ptica de que no contribuya significativamente a una victimacin secundaria. c) Contraste de las declaraciones recabadas en el proceso judicial. Asimismo, se analizan, de acuerdo con el procedimiento de estudio de la validez del SRA y del SVA, las otras declaraciones hechas a lo largo del proceso judicial (v. gr., sumario, diligencias). Ahora bien, el valor de stas es relativo. Es preciso tener en mente que muchas de ellas son transcripciones de lo que un testigo ha dicho con lo cual no reflejan fehacientemente lo testificado. Adems, el tipo de interrogatorio puede haber mediatizado la respuesta. Al respecto han de observarse, en lnea con el SVA, los efectos sobre la validez de la declaracin de las caractersticas de la entrevista (tipo de preguntas formuladas y adecuacin de la entrevista) y motivacin (motivos, contexto y presiones). Por ejemplo, en el caso de interrogatorios a menores hemos encontrado muchas expresiones y conceptos que preguntado el menor no sabe qu son (v. gr., en la declaracin del menor aparece la expresin ech semen, si preguntado el menor qu es semen, y ste no lo sabe, es que no responde a su declaracin tal expresin). A su vez, las declaraciones se suelen referir a expresiones (v. gr., me viol) no a narraciones de hechos (esto es, un evento narrativo de los hechos) con lo que no se puede contrastar su fiabilidad y validez. Por tanto, la falta de consistencia de las declaraciones obtenidas ante los peritos y otras re-
anlisis de contenido (CBCA y SVA) de las declaraciones basados en una nica declaracin (v. gr., AP de Pontevedra, Seccin 6, de 21 de enero de 2004). En suma, tanto la metodologa cientfica como la doctrina legal y la jurisprudencia nos demandan ms de una declaracin para el estudio de la consistencia temporal. Al respecto, se ha encontrado que la repeticin de la obtencin de la declaracin no tiene porqu contaminar los datos procedentes de una entrevista no viciada externamente (v. gr., Campos y Alonso-Quecuty, 1999), tal y como ocurre en los protocolos de obtencin de la declaracin anteriormente mencionados. En consecuencia, en la primera medida no se ha de proceder de ningn modo con un interrogatorio, esto es, slo se ha de acudir a la reinstauracin de contextos, recuerdo libre, cambio de perspectiva y recuerdo en orden inverso. El interrogatorio, de ser necesario, se deja para la segunda medida a fin de no contaminar la memoria de eventos con el interrogatorio. De una segunda medida se obtiene un anlisis de la consistencia que, de acuerdo con la hiptesis Undeutsch (1967, pg. 125), debe entenderse en funcin de la centralidad/periferia del material que entra en contradiccin. As, seala que slo es relevante la contradiccin si afecta a detalles centrales para la accin de juicio. La inconsistencia en la informacin perifrica o la omisin de cierta informacin slo es importante si es trascendente para la construccin de un evento verdadero. Nosotros, para dar cabida a las interferencias (teora de la interferencia del olvido), a la entrada de nueva informacin (hiptesis constructiva del olvido) y a la curva del olvido, estimamos el tiempo a transcurrir entre entrevista y entrevista en superior a 1 semana (pero no mucho ms all). Los axiomas que asumimos al respecto son tres. Primero, como quiera que el acto delictivo constituye un evento vital estresante el efecto del desuso ser menor (referido al testimonio tanto del denunciante como del denunciado, y contiguo a los hechos). Segundo, una teora de racionalidad por parte del mentiroso que se plasma en que la mentira es planificada, aprendida y, por extensin, consistente en el tiempo con lo que no estar mediada por interferencias e informacin postsuceso (hiptesis constructiva). Para esto, es imprescindible obtener la primera declaracin en formato de discurso libre sin ningn interrogatorio porque a travs de ste entrara informacin post-
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cogidas en el sumario tiene un valor muy relativo. En su caso, debe explicarse que esta falta de consistencia no es relevante para el anlisis de la plausibilidad de la declaracin. Por otra parte, es importante tomar con ms precauciones de las que podran esperarse a priori las confesiones por parte del acusado, y, muy especialmente, de las incriminaciones a cambio de beneficios para el informador. La fuente de sesgo viene de la mano de los interrogatorios. As, las tcnicas habituales para conseguir una confesin se basan en estrategias tales como las amenazas; la atribucin de responsabilidad a causas externas como la provocacin por parte de la vctima; minimizacin de la seriedad del crimen; o el desarrollo de una relacin personal con el sospechoso (esto es, la tpica estrategia de dos entrevistadores uno hostil, y otro amigable y protector). Finalmente, la estrategia basada en el dilema del prisionero para la obtencin de la declaracin puede llevar bien a estrategias de cooperacin bien de competicin que distorsionan la emisin del testimonio (v. gr., Kelley y Stahelski, 1970). Al respecto, una decisin de la Corte Suprema de los Estados Unidos (Miranda v. Arizona, 1966) declar este tipo de interrogatorios coercitivos. d) Anlisis de contenido de las declaraciones referidas a los hechos. El anlisis de contenido de las declaraciones se dirige a dos dimensiones: la validez y la fiabilidad del testimonio. De acuerdo con el Sistema de Evaluacin Global, el primer cometido de la evaluacin pericial consiste en la estimacin de validez de la declaracin no como prueba judicial en s, que corresponde a los rganos Judiciales, sino como prueba para ser sometida a anlisis de la fiabilidad de la misma. Al respecto, los ataques a la validez pueden ser dos. Primero, la declaracin puede ser de tamao insuficiente para ser objeto de un anlisis de la realidad (Raskin y Steller, 1989). Segundo, la declaracin puede resultar prueba no vlida porque as lo informen los criterios de validez del SRA y SVA (p. e., carencia de consistencia interna; carencia de consistencia externa con otras pruebas robustas o incontrovertibles, tal como las periciales, recabadas en el proceso judicial; declaracin inconsistente con la anterior; carencia de persistencia en las declaraciones, inconsistencia con las leyes cientficas y de la naturaleza) y, en el caso de menores, indicios que limitan la validez (indicios
de sugestin, inadecuacin del afecto, inadecuacin del lenguaje y conocimientos). De resultar prueba no vlida, se concluye que las declaraciones no constituyen prueba admisible o suficiente, y, de ser vlida, se pasa al anlisis de la fiabilidad (consistencia con los criterios de realidad) de las declaraciones. Como listado categorial de referencia tomamos las categoras del CBCA. Este procedimiento de anlisis, creado en principio para el testimonio de menores vctimas de agresiones sexuales, es igualmente efectivo con adultos (Landry y Brigham, 1992; Zaparnuik, Yuille y Taylor, 1995; Sprer, 1997; Vrij, Edward, Roberts y Bull, 1999), en secuencias de medidas, y en otros casos diferentes a la agresin sexual (Porter y Yuille, 1996; Sprer, 1997; Arce, Faria y Freire, 2002). En estos nuevos contextos obviamente no todas las categoras son productivas. As, Landry y Brigham (1992) limitan el uso a 14 categoras con adultos porque tres de ellas slo son aplicables a menores (incomprensin de detalles relatados con precisin; perdn al autor del delito; y detalles caractersticos de la ofensa) mientras que otras dos (elaboracin inestructurada y asociaciones externas relacionadas) no eran productivas. Sin embargo, nosotros (Arce, Faria y Freire, 2002) encontramos que la categora perdn al autor del delito era productiva, en declaraciones de adultos, tanto en agresiones sexuales como en amenazas, esto es, la productividad est sujeta a un efecto de contexto. En suma, en principio deben considerarse todos los criterios en el anlisis porque la productividad depende del tipo de caso, de las particularidades de la accin a examinar y del perfil sociodemogrfico del entrevistado. A su vez, la combinacin de los criterios del CBCA y RM es posible y efectiva, ya que pueden sumar sus efectos (Sprer, 1997; Vrij y otros, 1999). En concreto, la combinacin de ambos sistemas de evaluacin, resultando de aadir al CBCA los criterios informacin perceptual y operaciones cognitivas del RM (Vrij, 2000), mejora ligeramente la fiabilidad del sistema. Por tanto, procede a la inclusin de estos dos nuevos criterios a aadir a los del CBCA. Este procedimiento se puede aplicar en medidas repetidas (vanse las hiptesis a contrastar en el apartado repeticin de la obtencin de la declaracin). e) Anlisis de la fiabilidad de las medidas. Los sistemas originales de anlisis de contenido de las declaraciones constituyen unas tcnicas semi-objetivas por-
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(TEP) (Blanchard y Hickling; 2004, Echebura y Corral, 1998; Echebura, Corral, Zubizarreta y Sarasa, 1995). Por ello, la medida del TEP es clave para la deteccin de la huella psicolgica. Especial cuidado debe tenerse con las medidas indirectas del TEP (p. e., hipocondriasis, histeria, depresin, ansiedad, distimia, aislamiento social, inadaptacin social), que pueden servir como potenciadores del diagnstico del TEP pero no sustituirlo. Adems, es preciso descartar otras causas al margen del acto delictivo. Por ejemplo, la unin de un proceso de separacin con malos tratos, puede no permitir diferenciar cul es el origen del trastorno, dado que ambas contingencias producen una huella psicolgica semejante. En todo caso, el perito ha de tener en cuenta las siguientes mximas: no todos los actos delictivos producen un TEP en la vctima; y la no presencia del TEP no implica que la agresin no haya ocurrido. Al mismo tiempo, una vez identificada la huella psicolgica del dao psquico es preciso controlar que sta no sea producto de una simulacin por lo que se sigue el protocolo anteriormente descrito para la medida de la huella psquica con control de la simulacin. g) Evaluacin de la declaracin de los actores implicados. Si bien en un principio las tcnicas de anlisis de contenido de las declaraciones y la evaluacin del dao psquico fueron creadas para la valoracin del testimonio del denunciante, el mismo procedimiento de anlisis de contenido de las declaraciones tambin es susceptible de aplicacin al denunciado, lo que permite llevar a cabo un estudio de las dos versiones. El procedimiento de justicia inquisitorial, como es el nuestro, permite esta doble confrontacin, no as un sistema de adversarios. Con este procedimiento obtendremos una estimacin de la validacin convergente de los datos. h) Anlisis de la personalidad y capacidades de los actores implicados. El estudio de la personalidad de las partes puede ser de suma trascendencia para explicar bien la denuncia, bien las claves explicativas de la agresin o cualquier enfermedad mental del denunciado con implicaciones jurdicas relevantes, o sea, se somete a estudio, dado el caso, la imputabilidad del encausado [en Arce, Faria y Pampilln (2002) puede verse como se lleva a cabo el estudio de la imputabilidad]. Como quiera que la evaluacin clnica no es suficiente en el contexto forense, se sigue el protocolo de evaluacin clnica
que slo someten a contraste la fiabilidad y validez de los instrumentos, pero no contienen procedimientos de control de la medida concreta, esto es, de la medida pericial. Para subsanar esta laguna metodolgica y acercarnos a un sistema objetivo, proponemos proceder con una metodologa que posibilite verificar la fiabilidad de la medida a travs del anlisis de la consistencia inter- e intra-medidas, interevaluadores e inter-contextos (Wicker, 1975). La fiabilidad inter-contexto se afronta recurriendo a un evaluador entrenado que haya sido efectivo y consistente en otros contextos previos, o sea, en pericias anteriores. El recurso a dos evaluadores, habiendo sido al menos uno de ellos entrenado y fiable en evaluaciones anteriores, que ejecuten la tarea por separado posibilita obtener una aproximacin a la consistencia inter-evaluadores. Como herramienta estadstica de anlisis de la consistencia inter-evaluadores proponemos el ndice de concordancia [IC= Acuerdos/(acuerdos+desacuerdos)], que es ms restrictivo que los valores kappa, tomando como punto de corte ,80 (Tversky, 1977). En otras palabras, slo se consideran los resultados fiables si dos evaluadores, por separado, concuerdan en ms de ,80 del total de evaluaciones en cada categora de anlisis. El constraste de la consistencia inter- e intra-medidas se aborda a travs de la consistencia interna de las medidas (p. e., las escalas de validez del MMPI, de las declaraciones o del estudio de las estrategias de simulacin en la entrevista clnica), de la consistencia entre distintas medidas (v. gr., concordancia entre MMPI y entrevista clnica, de las declaraciones en el tiempo) as como de la consistencia, esto es, complementacin o no (verbigracia, una presenta indicios de veracidad y la otra de falsedad o estn ausentes) de las evaluaciones obtenidas del denunciante y denunciado. f) Medida de las secuelas clnicas del hecho traumtico. El acto delictivo produce una serie de daos en la vctima que bsicamente son de orden fsico, psquico y econmico. El dao psquico conforma la denominada huella psquica del delito y, como tal, puede aportarse como prueba de cargo. En relacin con la valoracin del dao psquico y la subsecuente prueba judicial, los actos delictivos (p. e., lesiones, allanamientos de morada, malos tratos, abusos sexuales, secuestros) pueden producir una respuesta psicolgica que se corresponde con el diagnstico del trastorno de estrs postraumtico
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con control de la simulacin de Arce, Faria y Pampilln (2002). Por su parte, las capacidades cognitivas de los actores se miden a travs de la Escala Wechsler correspondiente y como fuente de contraste o para muestras con dificultades de lenguaje, mal escolarizadas o escolarizadas fuera del territorio espaol, se toma el test de inteligencia no verbal TONI-2 (Brown, Sherbenou y Johnsen, 1995). La fiabilidad de esta ltima medida se coteja a travs de la correspondencia de las respuestas con el gradiente de dificultad de las preguntas y la consistencia inter-medidas. De la evaluacin de las capacidades cognitivas nos servimos para informar de la capacidad de testimoniar y, en su caso, de sus efectos en la responsabilidad criminal. i) Implicaciones para la presentacin del informe. El sistema de la credibilidad de las declaraciones en 5 categoras de respuesta, tal y como se recoge en el SVA, no se ajusta a los requerimientos de nuestro sistema de justicia. As, el TS exige la seguridad plena, no la alta probabilidad (p. e., sentencia del TS de 29 de octubre de 1981, RA 3902). No obstante, toda medida, y muy especialmente la psicolgica, est sujeta a error, por lo que debemos reconocerlo, pero abstenindonos de establecer grados de certeza que, de acuerdo con las consideraciones del TS, slo conllevan a una mayor confusin. De este modo, las categoras ms ajustadas seran probablemente cierto, probablemente no-cierto y, en su caso, indeterminado (el perito psiclogo interesado podr obtener de los autores un formato de pericia basado en el SEG).Tngase presente tambin que el sistema es ms robusto en la identificacin de la verdad que de la mentira. Asimismo, no es aconsejable que se haga una descripcin de los hechos basada en frases, sino en acciones de conjunto, porque el procedimiento valida hechos y no partes aisladas. Por ello, en ningn caso se recomienda identificar al agresor porque el procedimiento no valida tal punto. CONSIDERACIONES FINALES La fiabilidad de todo el procedimiento recae, en ltima instancia, en el entrevistador/evaluador. Es por ello que se hace preciso que la intervencin se realice por profesionales con alta formacin y experiencia, as como con una alta capacidad de objetividad (Alonso-Quecuty, 1993). Por eso, es imprescindible un entrenamiento exhaustivo. ste debe incluir: a) entrenamiento en los mo-
dos de obtencin de la informacin en todas sus modalidades (un procedimiento puede verse en Fisher y otros, 1987); b) entrenamiento en anlisis de las declaraciones [un programa estructurado puede verse en Khnken (1999)]; c) entrenamiento en evaluacin de la personalidad y la huella psquica, no con fines clnicos, sino forenses (vase Arce, Faria y Freire, 2002; Arce, Faria y Pampilln, 2002; Echebura, Corral y Amor, 2002; Rogers, 1997); d) entrenamiento en la deteccin de la simulacin (vase en Arce, Faria y Pampilln, 2002 los pasos a seguir); y e) ejecucin de las primeras evaluaciones forenses en compaa de un perito con experiencia. Finalmente, nuestra experiencia nos dice que el material de entrenamiento en anlisis de contenido y evaluacin clnica ha de ser real y no simulaciones pues la tarea ejecutada en estos contextos es distinta y la eficacia del procedimiento tambin (Vrij, 2000). La Unidad de Psicologa Forense de la Universidad de Santiago de Compostela organiza peridicamente cursos de entrenamiento en estas tcnicas. Agradecimientos: Esta investigacin fue financiada por la Secretara Xeral de Investigacin e Desenvolvemento, Xunta de Galicia, en el proyecto de Excelencia Investigadora Cdigo PGIDIT03CS037401PR. REFERENCIAS Alonso-Quecuty, M. L. (1993). Interrogando a testigos, vctimas y sospechosos: La obtencin de informacin exacta. En M. Diges, y M. L. Alonso-Quecuty (eds.), Psicologa forense experimental (pp. 85-98). Valencia: Promolibro. American Psychiatric Association, (2002). Manual diagnstico y estadstico de los trastornos mentales (IV Edicin-Texto Revisado). Barcelona: Masson. Arce, R. y Faria, F. (2001). Construccin y validacin de un procedimiento basado en una tarea de conocimiento para la medida de la huella psquica en vctimas de delitos: La entrevista clnico-forense. Manuscrito Indito, Universidad de Santiago de Compostela. Arce, R. y Faria, F. (2002). El Sistema de Evaluacin Global para la evaluacin de la credibilidad y el engao en el testimonio judicial. Manuscrito Indito, Universidad de Santiago de Compostela. Arce, R. y Faria, F. (2005). El Sistema de Evaluacin Global (SEG) de la credibilidad del testimonio: Hacia una propuesta integradora. En R. Arce, F. Faria, y M. Novo (eds.). Psicologa jurdica (pp. 101-118).
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SE PILLA ANTES A UN MENTIROSO QUE A UN COJO? SABIDURA POPULAR FRENTE A CONOCIMIENTO CIENTFICO SOBRE LA DETECCIN NO-VERBAL DEL ENGAO
Jaume Masip Universidad de Salamanca
Existe una serie de creencias populares sobre los indicadores conductuales del engao que no se ven corroboradas por la evidencia emprica. Determinados libros de autoayuda contribuyen a la difusin de las mismas. En este trabajo se revisan varias dcadas de investigacin en psicologa y comunicacin sobre la deteccin no-verbal del engao. Al contrario de lo que propugnan los libros de autoayuda y de lo que sostiene la sabidura popular, detectar la mentira a partir del comportamiento no-verbal es extremadamente difcil, apenas s existen claves conductuales que permitan discriminar entre verdades y mentiras, su significado y poder de discriminacin varan en funcin de diversas variables contextuales, y la eficacia de los programas de entrenamiento es muy limitada. Frente a las cuestionables afirmaciones de determinados libros populares y dadas las graves consecuencias que en ciertos mbitos pueden tener los juicios de credibilidad errneos, es necesario desmontar los falsos mitos existentes sobre la deteccin no-verbal de la mentira, sustituyndolos por informacin ms vlida y cientficamente contrastada. There is a series of popular beliefs about the behavioral indicators of deception that are not supported by empirical research. A number of self-help books are contributing to the spreading around of these beliefs. In this article, several decades of psychological and communication research on the nonverbal detection of deception are reviewed. Contrary to the claims of self-help books and to the tenets of popular wisdom, detecting deception from behavioral cues is extremely difficult, there are almost no behavioral cues to differentiate between truths and lies, their meaning and usefulness are under the influence of a number of contextual variables, and training programs have yielded only very limited improvements in accuracy. In view of the misleading contents of certain popular books and the serious consequences of wrong credibility judgments in a number of contexts, it is necessary to dispel the existing false myths about the nonverbal detection of deceit, providing instead valid and scientifically tested information.
a psicologa social ha abordado en diversas ocasiones la relacin entre el conocimiento psicolgico y el sentido comn (por ej., Garrido, Herrero y Masip, 2004; Teigen, 1986; vanse las consideraciones de Kelley, 1992). Como han sealado algunos autores (por ej., Myers, 1999/2000), se critica la psicologa social porque estudia cosas que todo el mundo sabe, es decir, que son de sentido comn (Kelley, 1992; Schlesinger, 1949). Esta crtica se formula, casi siempre, una vez se ofrece al crtico la respuesta correcta (esto ya lo saba yo!); pero por lo general le cuesta adivinar de antemano tan obvia respuesta (Kelley, 1992; Lazarsfield, 1949). Hay dos mbitos por los que siento un inters profesional especial desde hace algunos aos en los que la distancia entre el sentido comn y los hallazgos cientficos
Correspondencia: Jaume Masip. Departamento de Psicologa Social y Antropologa. Universidad de Salamanca. Facultad de Psicologa. Avda. de la Merced, 109-131. 37005 Salamanca. Espaa. E-mail: [email protected]
es notable. Tales mbitos son el de la comunicacin noverbal y el de la deteccin del engao. Probablemente por su atractivo intrnseco, ambos estimulan la imaginacin popular, dando lugar a teoras y visiones de lo ms extravagantes que, por lo general, no tardan en ganar la ms amplia aceptacin popular. A esta difusin suelen contribuir un sinnmero de libros oportunistas, mal llamados de autoayuda, firmados, en muchos casos, por profesionales de formacin dudosa que se aprovechan de la ingenuidad del lector, movidos probablemente por intereses econmicos, obrando con ello de modo ticamente reprobable. No pretendo cuestionar todos los libros de autoayuda. Ciertamente, algunos de ellos son obra de reputados investigadores y estn escritos con absoluto rigor cientfico. Pero buena parte de las publicaciones de este tipo se basan en las creencias ingenuas y sin contrastar de sus autores, y no en el estado de conocimiento cientfico sobre el tema. Ello hace escaso bien a la difusin popular del conocimiento, y no contribuye a la auto-ayuda que pueda ofre-
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teoras implcitas a menudo equvocas que el verdadero conocimiento cientfico de nuestra disciplina. Un buen ejemplo de la difusin de este tipo de creencias lo constituye el popular libro El lenguaje del cuerpo, de Allan Pease (1981/1988). El autor, un vendedor a comisin, empez a interesarse por el lenguaje del cuerpo al asistir a un seminario ofrecido en 1971 por el antroplogo Ray Birdwhistell. Resulta desafortunado que, en su obra, Pease no haga honor a la indiscutible reputacin cientfica de Birdwhistell, pese a la engaosa afirmacin que incluye en el prlogo de que en este libro he resumido algunos de los estudios realizados por los mejores especialistas en el comportamiento humano (Pease, 1988, p. 9). Si bastante daina es ya la difusin de falsas creencias disfrazadas de conocimiento cientfico por legos en la materia, el tema adquiere tintes escandalosos cuando quienes las difunden son supuestos profesionales. Paolo Abozzi, que se erige en director de un llamado Centro di Comunicazione Integrale en Roma y que afirma tener formacin en comunicacin e hipnosis (vase http://digilander.libero.it/magopaolo/PAOLO%20AB OZZI.html), es autor de, entre otras obras, el libro La interpretacin de los gestos (Abozzi, 1996/1997). La naturaleza del mismo es idntica a la del volumen de Pease, y lo cierto es que el Centro di Comunicazione Integrale no es, como en principio podra pensarse, un centro de investigacin, sino un organismo que se dedica a ofrecer cursillos y vdeos sobre hipnosis, grafologa, programacin neurolingstica y temticas similares (http://digilander.libero.it/magopaolo/index2.html). El peligro que supone la difusin de falsos conocimientos por supuestos profesionales se fundamenta en el conocido impacto de la credibilidad de la fuente sobre la persuasin (Kruglansi et al., 2005). El cliente ingenuo va a considerar ciertas esas informaciones por provenir de un experto en el tema, por lo que creer a pies juntillas todas sus aseveraciones y seguir las recomendaciones ofrecidas. Ello puede llevar a decisiones errneas de graves consecuencias en contextos como el interpersonal, el laboral o el jurdico. El segundo mbito al que haca referencia anteriormente es el de la deteccin de la mentira. Siendo tan intrigante como el del comportamiento no-verbal, se ve amenazado por idnticos peligros. Estos se han concretado, por ejemplo, en diversas tcnicas o procedimientos elaborados por veteranos policas o militares cuya experiencia profesional
cerse a s mismo el interesado lector (razn por la que se entrecomilla en este trabajo el calificativo de autoayuda referido a tales libros). Resulta curioso que, precisamente, sea el desconocimiento que el lector tiene de la disciplina el factor que, por una parte, le impulsa a acudir a esas publicaciones, mientras que por otra parte le impide apreciar el escaso valor cientfico de las mismas, hacindole vulnerable a la desinformacin que stas destilan. Especficamente en relacin con el mbito de la comunicacin no-verbal (o lenguaje del cuerpo, como se suele llamar en tales libros) se da la circunstancia de que, tal como ocurre en otros campos de la psicologa, todo el mundo sabe sobre el tema, y todo el mundo opina al respecto, osando negar, relativizar o matizar la palabra del verdadero experto. Es como si los estereotipos populares tuvieran ms valor que el conocimiento cientfico obtenido mediante los rigurosos procedimientos aceptados en el mbito de las ciencias. A menudo uno se sorprende al encontrar publicidad en que se anuncian cursillos de comunicacin exitosa, o con sensacionalistas ttulos como el lenguaje del cuerpo para las ventas o similares, ofrecidos por consultoras u otros organismos ajenos a nuestro mbito de especializacin, e impartidos por personas cuyos escasos conocimientos en psicologa o comunicacin interpersonal no les capacitan en absoluto para impartir esos contenidos. Sera absurdo que un psiclogo pretendiera ofrecer un cursillo sobre derecho, economa o ingeniera. Sin embargo, algunos abogados, economistas, ingenieros y profesionales de otros gremios alejados del nuestro no dudan en considerarse capacitados para adentrarse sin vacilar en el campo de la psicologa, la comunicacin y otras ciencias sociales afines para impartir conocimientos especializados. En mi opinin, esto merece el calificativo de intrusismo profesional. El resultado de tal estado de cosas no puede sino ser la difusin de falsas creencias sobre el significado del comportamiento, as como ofrecer la imagen distorsionada de que la conducta no-verbal es un juego de nios, con gestos de significado inequvoco y carente de todo relativismo. As, por ejemplo, muchos creen que cruzar las piernas o los brazos significa indudablemente que la persona no est abierta psicolgicamente al otro, que proyectar la mandbula hacia delante es un signo de dominancia, etc. Uno no puede sino sonrerse ante la ingenuidad de tales creencias, que reflejan ms una serie de
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en contextos en que la mentira es frecuente les dota de cierta credibilidad popular1. Pero el que un profesional tenga experiencia no implica necesariamente que deba ser un experto (en este sentido, y aplicado especficamente al mbito de la deteccin no-verbal del engao, vanse los trabajos de DePaulo y Pfeiffer, 1986; Garrido, Masip y Herrero, 2004; Meissner y Kassin, 2002; Strmwall, Granhag y Hartwig, 2004). En consecuencia, sus recomendaciones pueden ser equivocadas. El auge de aparatos tales como los evaluadores del estrs vocal (Masip, Garrido y Herrero, 2004) o de procedimientos como la Tcnica SCAN (Masip, Garrido y Herrero, 2002a) son claros ejemplos de lo dicho. Desarrollados por veteranos profesionales de los cuerpos de seguridad, tales artilugios y procedimientos gozan de gran popularidad en mbitos aplicados, debido en parte a la profesin de sus creadores y en parte a los poderosos mecanismos de mrketing desarrollados a su alrededor. Sin embargo, su utilidad real para detectar mentiras ha sido seriamente cuestionada por la investigacin emprica. El riesgo es, una vez ms, la gravedad de las consecuencias derivadas del uso de la informacin errnea proporcionada. Si el mito de que los evaluadores del estrs vocal o la Tcnica SCAN son instrumentos o procedimientos vlidos y fiables est bien enraizado en la sociedad, probablemente la judicatura admita como prueba en los juicios la evidencia obtenida con ellos. Pero si en realidad no discriminan adecuadamente entre personas veraces y mentirosas se puede estar condenando de forma injusta a sospechosos inocentes, al tiempo que los verdaderos culpables quedan en libertad (en este sentido, vase el informe del National Research Council, 2003, referido al empleo de polgrafo). Si el problema ya resulta de consideracin al tomar en cuenta separadamente el comportamiento no-verbal y la deteccin de la mentira, no debe sorprender que la situacin sea poco alentadora cuando se trata de detectar la mentira a partir del comportamiento no-verbal. Hace unos aos encontr anunciado en un catlogo un libro escrito por alguien llamado David Lieberman (1998) que llevaba por ttulo Never be lied to again (algo as como Que no te mientan nunca ms). Lo solicit, si bien con abierto escepticismo dada la naturaleza sensacionalista del ttulo y mi absoluto desconocimiento del autor (era evidente que no se trataba de ningn investi1
gador relevante en esta rea). El libro, subtitulado cmo saber la verdad en 5 minutos o menos en cualquier conversacin o situacin, no contiene informacin alguna con valor cientfico o prctico, sino una coleccin de absurdos consejos de naturaleza completamente engaosa. Lo ms indignante del caso son las letras Ph.D. que figuran en la cubierta y el lomo del volumen junto al nombre del autor, y que designan que ste es Doctor. Asimismo, en la solapa se ensalzan las supuestas virtudes profesionales de dicho autor. No soy contrario a que cada cual se exprese libremente, escribiendo las ms fantasiosas excentricidades; pero otra cosa muy distinta es intentar hacer pasar por informacin cientfica y contrastada (como evidencia la inclusin de las letras Ph.D. y los datos de la solapa del libro) una serie de contenidos de ningn valor. Se trata, simple y llanamente, de un fraude, y deberan emprenderse acciones legales contra fraudes de esta naturaleza. Slo queda esperar que ningn profesional (polica, juez, abogado, etc.) de cuyas decisiones sobre la sinceridad de otra persona dependa el destino de sta lea el libro o se lo tome con seriedad. Un ejemplo dramtico de las consecuencias prcticas que puede tener la difusin de datos o procedimientos acientficos lo constituye el controvertido entrenamiento de Inbau, Reid, Buckley y Jane (2001). Impartido por la empresa John E. Reid & Associates, dicho entrenamiento se dirige a miembros de los cuerpos de seguridad que deban interrogar a sospechosos. La compaa se jacta de haber entrenado a ms de 300.000 profesionales desde el primer seminario sobre interrogatorios y entrevistas celebrado en 1974 (vase http://www.reid.com). Parte del entrenamiento de Inbau et al. (2001) se centra sobre las claves conductuales del engao. Sin embargo, las claves que se ensean se apartan de aquellas pocas que la investigacin emprica ha mostrado que pueden ser tiles (vase el interesante contraste ofrecido por Blair y Kooi, 2004). Asimismo, atender a tales indicadores reduce la precisin de los policas al juzgar la credibilidad de declaraciones verdaderas (Mann, Vrij y Bull, 2004). Adems, Kassin y Fong (1999) han mostrado empricamente que el entrenamiento en los indicadores de Inbau et al. produce una reduccin en la precisin global alcanzada, acompaada de un sesgo a decir que
Por ejemplo, Garrido, Masip y Herrero (2004) hallaron que se considera que los policas son ms capaces de diferenciar entre verdades y mentiras que la poblacin en general.
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PRECISIN: SE PILLA ANTES A UN MENTIROSO QUE A UN COJO? Una creencia popular muy extendida es la que se refleja en el dicho se pilla antes a un mentiroso que a un cojo. En otras palabras: es fcil pillar al mentiroso. Es correcta esta creencia? El examen de la precisin (nivel de aciertos) al hacer juicios de veracidad ha sido uno de los temas ms estudiados en el rea del engao. El procedimiento experimental empleado suele consistir en presentar a una muestra de sujetos observadores o receptores una serie de declaraciones efectuadas por un conjunto de sujetos emisores (los potenciales mentirosos). Dichas declaraciones se presentan en formato audiovisual o auditivo, empleando grabaciones electromagnticas o una representacin en vivo (vase el Captulo 3 de Miller y Stiff, 1993, para una descripcin de los paradigmas experimentales empleados). En algunas ocasiones se permite que emisor y receptor interacten libremente (Buller y Burgoon, 1996). Los receptores deben indicar, habitualmente en un formulario, si cada una de las declaraciones presentadas es verdadera o falsa. En ocasiones tambin se solicita de ellos que expresen el grado de confianza en cada juicio y los indicadores a los que han atendido para formular dicho juicio. Normalmente la mitad de las declaraciones presentadas son verdaderas y la otra mitad son falsas. De modo que, slo por azar, los observadores pueden acertar la mitad de los juicios, es decir, pueden tener una precisin del 50%. Cul es la precisin alcanzada realmente en los estudios empricos? En 1980, Kraut public una revisin de los estudios realizados hasta el momento. En ella se indicaba que la precisin media era del 57%. Veinte aos despus, Vrij (2000) promedi la precisin obtenida en 39 estudios relevantes. sta fue casi idntica a la hallada por Kraut: 56.6%. Aproximadamente un tercio (n = 12) de los experimentos revisados por Vrij arrojaban una precisin que se situaba en el estrecho rango limitado por el 54% y el 56%. En ningn experimento la precisin estaba por debajo del 30% ni por encima del 64% (Vrij, 2000). Ms recientemente se han realizado revisiones mucho ms exhaustivas y actualizadas, basadas en un muestreo ms meticuloso de estudios. Aamodt y Mitchell (en prensa) han llevado a cabo un meta-anlisis sobre el efecto de diversas variables individuales sobre la precisin al efectuar juicios de credibilidad. Examinando un total de
los sujetos mienten y de un incremento de la confianza en los juicios. Si se tiene en cuenta que, en muchos pases, antes de someter al sospechoso a un severo interrogatorio la polica sostiene una entrevista ms distendida con l para establecer su inocencia o culpabilidad sobre la base de los indicadores conductuales del engao, el peligro de la desinformacin que proporciona John E. Reid & Associates es obvio. Pero este peligro se magnifica si se tiene en cuenta el tipo de interrogatorio que John E. Reid & Associates propone, pues se trata de una aproximacin altamente agresiva y coercitiva que puede llevar a muchos inocentes a confesar el delito que se investiga (por ej., Kassin, 2005; Kassin y Gudjonsson, 2004). En definitiva, pues, la polica: (a) entrevista a un sospechoso; (b) observa determinados indicadores conductuales de escaso valor diagnstico pero que cree asociados con el engao, y en consecuencia resuelve que el sospechoso miente; y entonces (c) desde este convencimiento somete al sospechoso a un duro proceso de interrogatorio cuya naturaleza puede hacer que incluso muchas personas inocentes confiesen (Kassin, 2004, 2005; Kassin y Gudjonsson, 2004). Este proceso puede explicar buena parte del elevado nmero de casos, registrados en pases como los Estados Unidos (donde la tcnica de Inbau y Reid goza de cierta popularidad entre los miembros de las fuerzas de seguridad), de personas que han sido encarceladas sobre la base de una confesin que ms tarde se ha demostrado fehacientemente que era falsa (Drizin y Leo, 2004). El objetivo del presente trabajo consiste en desmantelar una serie de creencias populares errneas, en muchas ocasiones difundidas a travs de cursillos o libros escritos por personas poco cualificadas, referentes a un tema claramente psicolgico como es la deteccin del engao a partir del comportamiento no-verbal. La informacin que se proporciona en las siguientes pginas est basada en la ms rigurosa investigacin cientfica en psicologa y comunicacin interpersonal. Dicha informacin ser de indudable inters para el profesional de la psicologa debido a tres razones: ser parte de su disciplina, la utilidad que puede tener en muchos mbitos aplicados de la misma, y por el papel asesor que el psiclogo desempea al ser interpelado por otros profesionales, a cuyas consultas debe responder segn la ciencia psicolgica, cuestionando las creencias engaosas que pueda tener el que inquiere.
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193 muestras distintas de receptores, con una cantidad total de 14.379 observadores, han hallado una precisin media del 54.5%. En otro trabajo ms amplio (incluye un total de 349 muestras de receptores, con 22.282 sujetos que evaluaron la credibilidad de los mensajes de 3864 emisores), Bond y DePaulo (en prensa) hallaron una precisin media del 53.4%. Si bien sta es significativamente superior al 50% esperado por azar, en trminos absolutos es una precisin extremadamente pobre. Significa que de cada 100 mensajes hay 47 que se juzgan errneamente. Es decir, tenemos casi la misma probabilidad de acertar nuestros juicios que de fallarlos. La precisin de los detectores humanos al hacer juicios de credibilidad sobre la base de la observacin del comportamiento es, pese a lo que dice la sabidura popular, extremadamente limitada. De hecho, de las diversas aproximaciones a la deteccin del engao, la no-verbal es la que arroja unos niveles de precisin ms bajos2. Esta limitacin se extiende asimismo a aquellos profesionales para los cuales detectar mentiras es importante y que tienen experiencia en tareas de evaluacin de la credibilidad. As, frente a la precisin del 54.2% obtenida por estudiantes universitarios legos, Aamodt y Mitchell (en prensa) informan de niveles del 50.8% para las muestras de detectives, del 54.5% para policas federales norteamericanos, del 55.3% para policas y para agentes de aduanas, del 59.0% para jueces y del 61.6% para
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las cuatro muestras de psiclogos incluidas en su metaanlisis. Bond y DePaulo (en prensa) utilizan contrastes estadsticos para comparar la precisin de expertos (personal de los cuerpos de seguridad, jueces, psiquiatras, auditores...) y no-expertos. Ni en las comparaciones intraestudio (al considerar conjuntamente todos los experimentos en que se haba hecho esta comparacin) ni en las comparaciones interestudio (comparacin del nivel de precisin en experimentos en que los observadores haban sido expertos con experimentos en que stos haban sido no-expertos) las diferencias resultan significativas. En las comparaciones interestudio los niveles de precisin hallados han sido 52.9% para los expertos y 56.9% para los no-expertos. En definitiva, los profesionales familiarizados con el engao no son mejores detectores que los observadores legos. La precisin no slo es baja, sino que adems es uniformemente baja. Hay evidencia de que existe un conjunto de factores situacionales y personales que influyen de forma estadsticamente significativa sobre los juicios y los niveles de precisin (Masip, Garrido y Herrero, 2002b). As, Bond y DePaulo (en prensa) hallaron que determinadas variables (canal de comunicacin, motivacin del emisor, preparacin, exposicin previa a la conducta del emisor e interaccin vs. no-interaccin emisor-receptor) tenan un impacto significativo sobre el nivel de aciertos3. Sin embargo, lo cierto es que para
En un reciente informe oficial de la British Psychological Society elaborado por Bull, Baron, Gudjonsson, Hampson, Rippon y Vrij (2004), se presentan los resultados de diversas revisiones sobre la validez del polgrafo. Con el empleo de la Prueba de la Pregunta Control (CQT), el porcentaje de mentirosos identificados oscila, segn la revisin considerada, entre el 83% y el 89%, y el porcentaje de persona veraces identificadas oscila entre el 53% y el 78%. Con el empleo de la Prueba del Conocimiento del Culpable (GKT), el polgrafo permite identificar prcticamente a todas las personas veraces (precisin del 98% y del 94% segn la revisin considerada), pero posee una pobre capacidad para detectar a los mentirosos (42% y 76%) (Bull et al., 2004). Entre los procedimientos verbales para evaluar la credibilidad destacan el Anlisis de Contenido Basado en Criterios (CBCA) y la aproximacin del Control de la Realidad (RM). Con el CBCA se pueden identificar correctamente un 73% de las declaraciones verdaderas y un 72% de las declaraciones falsas (Vrij, 2005). La precisin del RM es similar, alcanzando un nivel de discriminacin del 72% al clasificar tanto declaraciones verdaderas como falsas (Masip, Sporer, Garrido y Herrero, 2005). Sealbamos en otro lugar (Masip, Garrido y Herrero, 2002b) que, a diferencia de los poligrafistas o los evaluadores que emplean el CBCA y el RM, los observadores de los experimentos llevados a cabo desde la aproximacin no-verbal no estn entrenados, por lo que la comparacin es inadecuada. Sin embargo, segn se seala ms adelante en el texto, los incrementos obtenidos mediante el entrenamiento en indicadores no-verbales son muy limitados. Una metodologa que permiti buenos resultados a partir del anlisis del comportamiento noverbal es la empleada por Vrij, Edward, Roberts y Bull (2000), si bien sus hallazgos deben ser replicados. Sobre este tema, vase Masip et al. (2002b). 3 Ms exactamente, la precisin fue menor cuando los observadores estuvieron expuestos al canal visual que cuando estuvieron expuestos a los canales auditivo y audiovisual; las comparaciones intraestudio (pero no las interestudio) mostraron que se detecta mejor a los emisores motivados que a los no-motivados; tambin slo en las comparaciones intraestudio la precisin fue menor cuando el emisor haba podido preparar el mensaje que cuando no lo haba podido preparar; la exposicin previa a la conducta habitual del emisor favoreci la deteccin; y las comparaciones intraestudio (no pudieron hacerse comparaciones interestudio por haberse variado este factor slo en raras ocasiones) indicaron que durante una interaccin emisor-receptor la deteccin es mayor que cuando el receptor observa un mensaje continuo e ininterrumpido enviado por el emisor (Bond y DePaulo, en prensa).
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la mayor parte de ellos son ciertos (Anderson, Ansfield y DePaulo, 1999). Recientemente, sobre la base de dos estudios que muestran que cuanta ms informacin se proporciona al receptor menor es el sesgo de veracidad, hemos propuesto que ste pudiera deberse a un artefacto experimental (Masip, Garrido y Herrero, 2005, en prensa). Ciertamente, en la investigacin realizada hasta el momento los fragmentos de la conducta del emisor que se han utilizado como material estimular han sido muy breves. Esta brevedad limita la cantidad de informacin que el observador puede recibir del emisor, de forma que, a la hora de formular sus juicios, el observador se ve obligado a emplear un modo de procesamiento heurstico. Y se da la circunstancia de que en tareas de evaluacin de la credibilidad los juicios heursticos suelen ser juicios de verdad (vanse Gilbert et al., 1990; Millar y Millar, 1997; Stiff et al., 1992). Por lo tanto, el sesgo de veracidad hallado en la investigacin pudiera deberse a la brevedad de las muestras conductuales empleadas. En consonancia con esta idea, hemos mostrado que el empleo de muestras de conducta ms extensas e informativas reduce este sesgo (Masip, Garrido y Herrero, 2005, en prensa). Sin embargo, este hallazgo debe ser replicado por otros equipos de investigacin, y quedan todava algunas preguntas por responder (Masip, Garrido y Herrero, 2005, en prensa). En cualquier caso, la tendencia a juzgar las declaraciones como verdaderas parece ser menor entre aquellos profesionales para quienes la deteccin de la mentira es ms relevante que en otras personas (Bond y DePaulo, en prensa). Se ha llegado incluso a afirmar, sobre la base de los resultados empricos, que en realidad tales profesionales presentan un sesgo opuesto que les lleva a considerar que las declaraciones son falsas (Meissner y Kassin, 2002), y que presentan una tendencia generalizada a cuestionar la veracidad de las comunicaciones emitidas por los dems4 (Masip, Alonso, Garrido y Antn, 2005). En resumen, la investigacin revisada en este apartado muestra que: (a) la capacidad de los seres humanos para discriminar entre mensajes verdaderos y falsos es muy escasa; (b) esto es as incluso entre personas para quienes dicha discriminacin tiene importancia profesional; (c) aunque hay algunas variables que afectan significati-
alguna de ellas (motivacin y preparacin) ste slo apareci en las comparaciones intraestudio, pero no en las comparaciones interestudio. Y adems, pese a la significacin de algunas diferencias, prcticamente en todos los casos en que los autores sealan los ndices de precisin stos estuvieron por debajo del 60%. Por lo tanto la influencia de estas variables, pese a ser estadsticamente significativa, es realmente muy reducida en trminos absolutos. Por su parte, el trabajo meta-analtico de Aamodt y Mitchell (2005) muestra que variables individuales tan importantes como la edad de los receptores, su sexo, su nivel educativo/capacidad cognitiva y los rasgos de extraversin y neuroticismo no se relacionan significativamente con la precisin de los juicios. Slo la automonitorizacin parece tener una dbil relacin positiva con ella (r = .14). Estos resultados se refieren a la deteccin de mentiras y verdades (reflejan el porcentaje de clasificaciones correctas al considerar conjuntamente declaraciones verdaderas y falsas), pero qu pasa especficamente con la deteccin de la mentira? La investigacin muestra que las personas identificamos con mayor facilidad verdades que mentiras (Levine, Park y McCornack, 1999). Esto es as porque presentamos una tendencia a considerar que los dems dicen la verdad, lo cual incrementa nuestra precisin al juzgar verdades y la reduce al juzgar las mentiras (Levine et al., 1999; Masip et al., 2002b). As, por ejemplo, en el metaanlisis de Bond y DePaulo (en prensa) se hall que el porcentaje medio de juicios de verdad fue del 55.0%, significativamente superior al 50% esperado por azar. Esto hizo que la precisin al juzgar declaraciones verdaderas se situara en el 60.3%, sensiblemente por encima de la precisin al juzgar declaraciones falsas, que alcanz tan slo la tasa del 48.7%. Esta tendencia a juzgar las declaraciones como verdaderas puede deberse a varias razones (vase Levine et al., 1999). Es posible que est basada en un modo de procesamiento heurstico (Stiff, Kim y Ramesh, 1992), o en el propio funcionamiento de la mente, que en principio representara como cierta toda aquella informacin entrante que comprende (Gilbert, Krull y Malone, 1990), o puede derivarse de la estrategia adaptativa de creer los mensajes que se reciben, ya que en la vida cotidiana
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Recientemente, Kassin, Meissner y Norwick (2005) han hallado que los policas tienden ms que los no-policas a considerar verdaderas una serie de confesiones falsas de delitos, por lo que han modificado su visin inicial y sostienen que, ms que un sesgo a considerar que las declaraciones son falsas, lo que presentan tales profesionales es un sesgo a considerar que los emisores de tales declaraciones son culpables.
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vamente al nivel de aciertos, en trminos absolutos las variaciones oscilan entre el 50% y el 60%, mantenindose siempre por debajo de niveles de precisin aceptables; (d) la investigacin muestra que las personas tendemos a prestar credibilidad a lo que otros nos dicen, por lo que detectamos ms verdades que mentiras; sin embargo, hay indicios de que este resultado pudiera deberse al modo en que habitualmente se ha hecho la investigacin; (e) por el contrario, los profesionales para quienes la evaluacin de la credibilidad es importante muestran una tendencia a considerar que los mensajes son falsos. CONFIANZA: SOMOS CONSCIENTES DE NUESTRA (IN)CAPACIDAD PARA DETECTAR MENTIRAS? Una vez establecido que es difcil detectar mentiras sobre la base del comportamiento no-verbal pasamos a otra cuestin examinada por la investigacin: existe alguna relacin entre la confianza depositada en nuestros juicios y nuestra precisin? DePaulo, Charlton, Cooper, Lindsay y Muhlenbruck (1997) hicieron un meta-anlisis de la investigacin sobre la confianza al hacer juicios de veracidad. Con la muestra de los 18 estudios relevantes que pudieron localizar, encontraron una correlacin media prcticamente nula: r = .04. Aamodt y Mitchell (en prensa) han examinado la misma cuestin, aadiendo experimentos ms recientes a los incluidos en el metaanlisis de DePaulo et al. (1997). La correlacin promedio en 58 estudios hallada por Aamodt y Mitchell es virtualmente la misma: r = .05. En definitiva, las personas no tenemos conciencia de lo correctos o incorrectos que son nuestros juicios de credibilidad. Otro hallazgo de inters relacionado con la confianza es la evidencia de que tendemos a sobreestimar nuestra capacidad de discriminar entre verdades y mentiras. DePaulo et al. (1997) compararon la confianza y la precisin en seis estudios en los que ambas variables se haban medido en una escala de 0 a 100 (o en los que las puntuaciones se podan transformar a dicha escala). Hallaron una
precisin media del 57.20% y una confianza media en sus juicios del 72.91%, claramente superior. INDICADORES: MRAME A LOS OJOS Y DIME LA VERDAD Muchos libros populares sobre comunicacin no-verbal presentan la deteccin de la mentira como una tarea sencilla: basta con examinar si el emisor muestra determinadas seales conductuales claramente visibles para determinar si est mintiendo o no. Por ejemplo, Lieberman (1998) y Pease (1981/1988) afirman que taparse la boca, tocarse la nariz, frotarse un ojo o el cuello o tirar del cuello de la camisa son indicacin de que el interlocutor est mintiendo. Asimismo, las personas tienen creencias muy claras sobre cules son los indicadores conductuales del engao (vanse entre otras las revisiones de Strmwall et al., 2004; Vrij, 2000). Por ejemplo, una creencia popular muy extendida (y que tambin se encuentra en el libro de Lieberman) es que los mentirosos apartan su mirada. En un reciente trabajo transcultural se ha hallado que este estereotipo tiene validez universal. Cuando se pregunt a personas de 58 pases distintos Cmo puedes saber si alguien est mintiendo?, los habitantes de 51 de ellos mencionaron que las personas apartan la mirada al mentir (Global Deception Research Team, en prensa). En un segundo estudio se emple un cuestionario con preguntas cerradas. Una de stas aluda al contacto ocular. Las tres opciones de respuesta eran que la gente mira ms a los ojos del interlocutor al mentir que al decir la verdad, que mira menos, y que mira en igual medida. En 61 de los 63 pases estudiados los participantes escogieron la segunda de estas tres opciones con ms frecuencia que ninguna de las otras dos (Global Deception Research Team, en prensa). En qu medida son correctas tales creencias? Existen indicadores claros del engao? Cules son? En diversas revisiones se han comparado los resultados de los estudios centrados en los indicadores reales del
5 Los indicadores reales del engao se estudian comparando la medida en que diversas categoras conductuales (por ej., direccin de la mirada, tartamudeos, etc.) estn presentes en comunicaciones verdaderas y falsas. Para examinar los indicadores percibidos del engao la comparacin se establece entre comunicaciones juzgadas verdaderas y comunicaciones juzgadas falsas por los observadores. Las creencias o estereotipos sobre los indicadores del engao se estudian preguntando a las personas qu claves creen ellas que permiten diferenciar entre comunicaciones verdaderas o falsas. Como hemos visto al presentar los resultados del trabajo del Global Deception Research Team (en prensa), se pueden emplear preguntas abiertas o cerradas. Adems, stas pueden formularse en trminos generales (cmo puedes saber si alguien est mintiendo?) o, como sucede en Masip, Garrido, Herrero, Antn y Alonso (en prensa), pueden referirse a un juicio o conjunto de juicios especficos (en qu te has basado para concluir que esta persona estaba mintiendo/diciendo la verdad?).
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Una posible explicacin de esta falta de concordancia entre creencias y realidad nos la ofrece Kelley (1992) cuando hipotetiza que las nociones del sentido comn probablemente sean menos vlidas cuando se refieren al micronivel que cuando se refieren al mesonivel. En el micronivel, Kelley ubica los acontecimientos que ocurren rpidamente ..., en escalas pequeas de magnitud o masa (por ej., pequeas contracciones de los msculos faciales o cambios en la fijacin ocular), y a menudo de forma invisible... (Kelley, 1992, p. 6). El mesonivel es el nivel de la conducta individual molar... (Kelley, 1992, p. 6), y comprende consecuencias inmediatas y directas, periodos de tiempo de minutos a das ... Este nivel es el centro de atencin en la vida diaria... (Kelley, 1992, p. 6). Indudablemente, la identificacin de claves discretas del engao se inserta en el micronivel de Kelley. Sea como fuere, la discrepancia entre los estereotipos populares y la realidad emprica puede dar cuenta del escaso valor de las claves conductuales para formular juicios correctos de mentira. Park, Levine, McCornack, Morrison y Ferrara (2002) preguntaron a un grupo de estudiantes que recordaran un caso en el que hubieran descubierto que otra persona les haba mentido y que indicaran qu estrategias haban empleado en esa ocasin para descubrir el engao. Los resultados muestran que los mtodos ms usados fueron la informacin de terceras personas, la evidencia material y la confesin del propio mentiroso. Prestar atencin a las claves noverbales y verbales estuvo entre las estrategias menos empleadas (2.1%). En definitiva, el papel de tales claves para formular juicios correctos de mentira es nfimo6. El trabajo de Vrij (2000) descrito anteriormente revisa slo parte de la literatura. Con posterioridad al mismo, DePaulo, Lindsay, Malone, Muhlenbruck, Charlton y Cooper (2003) han publicado el trabajo meta-analtico ms exhaustivo realizado hasta el momento sobre los indicadores no-verbales y verbales del engao. Aunque no comparan tales indicadores con las creencias populares, sus resultados son del mximo inters, pues permiten aislar las claves que, potencialmente, pueden ser tiles para discriminar entre verdades y mentiras. DePaulo et al. examinaron un total de 116 informes de investigacin en
engao (conductas que diferencian entre declaraciones verdaderas y falsas) con los de aquellos estudios que han examinado los indicadores percibidos o las creencias de la gente sobre los ndices del engao. Los indicadores percibidos son aquellos que las personas utilizan realmente para hacer sus juicios de credibilidad, y las creencias son los indicadores que las personas dicen que son tiles para discriminar entre verdades y mentiras5 (Masip y Garrido, 2000, 2001). En general, las coincidencias entre las ltimas dos categoras y la primera son muy escasas, reflejando que las personas tenemos un gran desconocimiento de las claves que realmente pueden discriminar entre comunicaciones verdaderas y falsas (Burgoon, Buller y Woodall, 1994; DePaulo, Stone y Lassiter, 1985; Vrij, 2000). Por ejemplo, Vrij (2000) observa que si bien la gente cree que, en comparacin con quienes dicen la verdad, los mentirosos mueven ms sus extremidades, desvan ms la mirada, parpadean ms, sonren ms, muestran ms automanipulaciones y gestos ilustrativos, cambian con mayor frecuencia de postura y mueven ms el tronco, los resultados de la investigacin emprica muestran que, en realidad, los mentirosos mueven sus extremidades menos que los veraces, y que la relacin entre las dems conductas y el engao no es significativa. Otras creencias populares examinadas por Vrij, como que los mentirosos cometen ms errores y presentan ms vacilaciones al hablar, que hacen ms pausas, etc., no han recibido apoyo claro de la investigacin, puesto que se han hallado resultados contradictorios debido a que determinadas variables, como la complejidad cognitiva de la mentira, pueden mediar la expresin de las conductas relevantes. Hay dos creencias populares que, segn Vrij, son acertadas: la de que al mentir se habla con un tono de voz algo ms agudo y la de que las pausas al hablar son de mayor duracin al mentir que al decir la verdad. En conclusin, la abrumadora mayora de las creencias populares sobre los indicadores no-verbales del engao son errneas. Por desgracia, sucede lo mismo con las creencias que presentan profesionales tales como policas, jueces, etc., las cuales se solapan en gran medida con las del ciudadano medio (vase Strmwall et al., 2004, para una discusin en profundidad).
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Park et al. (2002) interpretan los resultados como indicativos de que las personas no emplean indicadores verbales y no-verbales para hacer sus juicios de credibilidad. Sin embargo, al haber limitado los autores su exploracin a mentiras que llegaron a descubrirse, slo podemos concluir que tales claves tienen un efecto limitado sobre los juicios correctos de mentira. Es posible que esas claves se utilicen con frecuencia pero que sean muy poco discriminativas.
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los que se explora la relacin de 158 claves conductuales con el acto de mentir o decir la verdad. Los autores diferenciaron entre dos conjuntos de claves. Primero, aquellas que se haban examinado por lo menos en tres ocasiones distintas, habiendo podido calcular con precisin el tamao del efecto para al menos dos de ellas. El tamao del efecto es, en este caso, un ndice de la relacin entre la presencia/ausencia de la clave y si el emisor miente o dice la verdad. Slo puede calcularse con exactitud si se proporciona la suficiente informacin en los informes de investigacin originales, lo cual no suceda en todos los examinados por DePaulo et al. El segundo conjunto de claves comprenda a todas las dems. Los clculos referentes al primer conjunto son ms vlidos, dado el mayor nmero de muestras y la mayor precisin en los clculos del tamao del efecto. Los autores hallaron que slo 24 claves de las 88 del primer grupo diferenciaron entre declaraciones verdaderas y falsas. A stas se aadieron 17 del segundo grupo. En conjunto, 24 + 17 = 41 claves de un total de las 158 examinadas; esto es el 26.0%. Si slo consideramos las 24 claves significativas del primer grupo, cuyo clculo presenta ms garantas, el porcentaje es del 15.2%. En conclusin, a diferencia de lo que promulgan una serie de libros de autoayuda y de lo que sostiene la sabidura popular, hay muy pocas diferencias entre la conducta de las personas cuando mienten y cuando dicen la verdad. Con el fin de aislar los indicadores ms vlidos del engao, DePaulo et al. (2003) se centraron en aquellos basados en un nmero de comparaciones superior a cinco y con un tamao del efecto igual o superior a 0.20 en valores absolutos. Slo hallaron 12 de tales indicadores, la mayora de naturaleza verbal. La clave ms discriminativa (d = -0.55) parece ser la inmediaticidad verbal y vocal. Esto significa que al mentir las personas responden de manera menos directa, relevante y clara que al decir la verdad, y que adems lo hacen de forma evasi7
va e impersonal (DePaulo et al., 2003). Adems, en comparacin con las comunicaciones de quienes dicen la verdad, las comunicaciones de los mentirosos parecern ms ambivalentes y discrepantes (por ej., habr falta de concordancia entre lo expresado a travs de unos canales y otros) (d = 0.34). Asimismo, las mentiras tendrn menos detalles (d = -0.30), una estructura menos lgica (d = -0.25) y un menor engranaje contextual (d = -0.21) que las verdades. stos son tres criterios verbales del Anlisis de Contenido Basado en Criterios o CBCA7 (Garrido y Masip, 2000, 2004; Masip, Garrido y Herrero, 2003; Vrij, 2005). Las narraciones falsas tambin parecern menos plausibles (d = -0.23) y contendrn ms afirmaciones negativas y quejas (d = 0.21) que las verdaderas. El narrador parecer inseguro y vacilante en su voz y en sus palabras (d = 0.30), dar la impresin de estar ms nervioso o tenso (d = 0.27), su voz tambin sonar tensa (d = 0.26) y de hecho su tono fundamental (frecuencia de la voz) ser ms agudo (d = 0.21). Adems, la implicacin personal del narrador a nivel verbal y no-verbal ser menor en declaraciones falsas que en declaraciones verdaderas (d = -0.21). Es importante sealar que ninguna de las pintorescas claves antes mencionadas que describe Pease (1981/1988) se encuentra en esta lista basada en un riguroso meta-anlisis de la investigacin relevante, ni tampoco el contacto ocular8. Es extremadamente importante tener en cuenta que estos resultados se derivaron de todo el conjunto de estudios y condiciones experimentales de los trabajos analizados por DePaulo et al. (2003). Pero se detectaron una serie de circunstancias que influyen sobre la utilidad de los indicadores para discriminar entre declaraciones verdaderas y falsas. As, la motivacin del emisor, el objeto que se persigue con el engao (ocultar una transgresin vs. otros fines), la extensin de la respuesta (tiempo durante el que el emisor se expresa) y la preparacin previa de la mentira influyeron sobre el significado y el
La estructura lgica implica que los diversos detalles describen idntico curso de sucesos, la declaracin en su conjunto es coherente y lgica y sus partes encajan. Por engranaje contextual se entiende que el acontecimiento descrito est inserto en un contexto espacio-temporal rico y complejo (vase Garrido y Masip, 2001). 8 El tamao del efecto para el contacto ocular fue d = 0.01, y para la conducta de desviar la mirada d = 0.02; ambas ds fueron no-significativas. Las claves que arrojaron tamaos del efecto superiores a 0.20 en valores absolutos pero que se calcularon sobre la base de 5 o menos comparaciones (en realidad 3 a 5 comparaciones) fueron cooperatividad (d = -0.66), admisin de falta de memoria (d = -0.42), dilatacin pupilar (d = 0.39), duracin del discurso (d = -0.35), asociaciones externas relacionadas (d = 0.35), inmediaticidad verbal (d = -0.31), correcciones espontneas (d = -0.29), elevacin de la barbilla (d = 0.25), atribuciones sobre el estado mental del otro (d = 0.22), repeticiones de palabras y frases (d = 0.21) y autodesaprobacin (d = 0.21). Los valores positivos de d indican que la conducta se muestra ms al mentir que al decir la verdad; los valores negativos tienen el significado opuesto.
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cin sobre sus resultados, de forma que puedan aprender de sus errores y sus aciertos al ir efectuando los juicios de credibilidad. Otro tipo de entrenamiento se basa en una estrategia informacional, consistente en indicar a los observadores cul es la verdadera relacin entre determinados indicadores y el engao. Un tercer tipo de entrenamiento se basa en una estrategia atencional, en que se focaliza la atencin de los observadores sobre determinadas claves reveladoras (sin explicitar necesariamente su significado), o bien sobre aquellos canales ms transparentes (por ej., el canal auditivo). Segn Vrij, con independencia del mtodo empleado, en general los observadores han logrado incrementar su nivel de aciertos en la condicin de entrenamiento. Pero el autor tambin indica que tales incrementos han sido muy pobres: precisin media del 54% en los grupos no-entrenados vs. del 57% en los grupos entrenados. En un trabajo posterior al de Vrij (2000) y ms sistemtico que ste, Frank y Feeley (2003) meta-analizan la investigacin realizada hasta el momento sobre el entrenamiento no-verbal en deteccin de la mentira. Su trabajo considera 20 comparaciones efectuadas en 11 trabajos publicados, con un total de 1072 observadores en los grupos de entrenamiento y 1161 en los grupos control. Encuentran que el incremento de precisin debido al entrenamiento es estadsticamente significativo, pero muy pequeo: se informa de un nivel medio de aciertos del 54% en los grupos no-entrenados y del 58% en los grupos entrenados; ntese que los valores son casi idnticos a los hallados por Vrij (2000). Los autores argumentan que la escasa calidad de los programas de entrenamiento empleados puede estar detrs de tan pobre incremento. Sin embargo, aunque es cierto que los programas empleados presentan una serie de limitaciones, un problema ms fundamental atae a la escasa relacin, antes sealada, entre indicadores conductuales y el engao, as como el relativismo de esta relacin en funcin de diversas circunstancias (DePaulo et al., 2004). Esto puede afectar negativamente a la eficacia de las tres modalidades de entrenamiento identificadas por Vrij (2000). As, lo que se pueda aprender mediante la retroalimentacin en un programa del primer tipo ser confuso, relativo y de escaso valor. En el caso de una estrategia informacional, poca ser la informacin consistente y vlida a nivel transituacional que pueda proporcionarse a los observadores. Por ltimo, el empleo de una estrategia atencional tambin
poder discriminativo de diversos indicadores (DePaulo et al., 2003; DePaulo y Morris, 2004). Por ejemplo, cuando la comunicacin no estaba preparada de antemano la latencia de respuesta (tiempo transcurrido entre el final de la pregunta y el inicio de la respuesta del emisor) fue mayor al mentir que al decir la verdad, pero cuando la comunicacin estaba preparada de antemano la latencia fue mayor al decir la verdad que al mentir. Asimismo, hubo varias claves (por ej., parpadeos) que discriminaron cuando se menta sobre transgresiones pero que no discriminaron al mentir sobre otros temas (para una descripcin completa de los efectos de las variables moderadoras sobre los indicadores, vanse DePaulo et al., 2003; DePaulo y Morris, 2004). En resumen: (a) el significado de los mismos indicadores (por ej., latencia de la respuesta) puede cambiar segn las circunstancias; (b) hay conductas (por ej., parpadeos) que discriminan significativamente en unas circunstancias pero no en otras; y (c) hay claves (por ej., parpadeos) que no discriminan en trminos generales pero que s lo hacen en circunstancias muy especficas, y viceversa. As pues, al contrario de lo que se afirma en muchos libros de autoayuda, no slo hay pocas claves del engao, sino que stas son muy especficas de cada situacin. Como seala Kelley (1992), el sentido comn es ms sensible a los efectos principales que a las interacciones que la ciencia desvela, y adems la ciencia descubre factores subyacentes que no estn en el punto de vista del observador lego y que tienen gran influencia en los resultados. ENTRENAMIENTO: EXISTE ALGUNA REMOTA ESPERANZA? El panorama que se dibuja en las pginas anteriores es ciertamente desolador: los seres humanos somos psimos detectores de mentiras, nuestra confianza no se relaciona con la precisin de nuestros juicios, tendemos a sobreestimar nuestra capacidad de detectar mentiras, nuestras creencias sobre los indicadores del engao son errneas y utilizamos claves equivocadas al hacer tales juicios. Existe alguna esperanza de aprender a hacerlo bien? Se han realizado muchos intentos de entrenar a las personas para detectar el engao (vanse las revisiones de Bull, 2004; Frank y Feeley, 2003; Vrij, 2000). Vrij observa que se han utilizado tres tipos de entrenamiento. Uno consiste en proporcionar a los sujetos retroalimenta-
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presenta problemas. Si se orienta a los observadores a que focalicen su atencin sobre determinadas claves discretas, stas tendrn necesariamente una validez limitada y dependiente de las circunstancias. Y si lo que se pretende es focalizar la atencin de los observadores sobre los canales auditivo y audiovisual, significativamente ms transparentes que el canal meramente visual en el metaanlisis de Bond y DePaulo (en prensa), antes se debe tener en cuenta que, en las comparaciones interestudio (Bond y DePaulo no presentan los ndices concretos de precisin en las comparaciones intraestudio), los niveles promedios de precisin alcanzados ante tales canales fueron del 53.7% (canal auditivo) y del 53.9% (canal audiovisual), frente al 50.2% del canal visual. Recurdese que el nivel de aciertos por azar est en el 50%, y que la precisin total corresponde al 100%. Poca es, en consecuencia, la precisin final que podrn alcanzar los observadores al pedirles que presten atencin a los canales auditivo o audiovisual. Sobre la base de un anlisis parcial de la investigacin relevante, Meissner y Kassin (2002) sugieren que, ms que incrementar la precisin, lo que hacen los programas de entrenamiento es incrementar la tendencia de los observadores a decir que los mensajes son falsos. De forma consistente con tales apreciaciones, en el metaanlisis ms amplio de Frank y Feeley (2003) el incremento debido al entrenamiento fue nulo al juzgar verdades (precisin del 58% en los grupos no-entrenados vs. 56% en los entrenados), pero sustancial al juzgar mentiras (49% vs. 55%). Este efecto no debe sorprender. Aunque Vrij (2000) identificara las tres aproximaciones descritas anteriormente, en realidad la mayora de los programas de entrenamiento se han basado en la estrategia de informar a los observadores sobre la supuesta relacin entre ciertas claves conductuales y el engao. Normalmente tales entrenamientos se centran especficamente sobre los indicadores de la mentira, y no sobre los indicadores de la verdad. Se sealan ciertas conductas, se dice que suelen aparecer con ms frecuencia al mentir que al decir la verdad, y se invita a los observadores a que traten de identificarlas en los vdeos experimentales para determinar si los emisores estn mintiendo (y no para diferenciar si los emisores mienten o dicen la verdad). Pero el que determinadas claves aparezcan con mayor frecuencia al mentir que al decir la verdad, no significa que aparezcan exclusivamente cuando se mien-
te. De modo que los observadores buscarn activamente esas claves indicadoras de engao, y en cuanto perciban su ms mnimo atisbo resolvern de inmediato y con firmeza que el emisor est mintiendo. sta puede ser la razn de que el entrenamiento incremente slo la frecuencia de juicios de mentira, pero no la precisin al juzgar verdades. Probablemente, un entrenamiento focalizado sobre las claves de la verdad, o bien un entrenamiento ms equilibrado en el que se presenten, con idntico nfasis, los indicadores de la verdad y los de la mentira (sus opuestos), y en el que la tarea no consista en detectar mentiras, sino en discriminar entre declaraciones verdaderas y falsas, tendra efectos muy distintos. Nuestra investigacin ms reciente est explorando esta posibilidad. CONCLUSIONES La sabidura popular sostiene que es ms fcil pillar a un mentiroso que a un cojo. La mayora de personas muestra gran confianza en sus juicios de veracidad. Existen adems claros estereotipos populares sobre el comportamiento de las personas al mentir. Se encuentra asimismo en el mercado un sinnmero de libros de autoayuda, que cuentan con gran aceptacin popular, en los que se presenta la deteccin de la mentira a partir del comportamiento no-verbal como una tarea sencilla de aprender, y en los que se ofrecen extensas relaciones de supuestos indicadores del engao de validez universal. Frente a las creencias populares y a las afirmaciones de los libros de autoayuda, se han presentado en estas pginas los resultados de varias dcadas de rigurosa investigacin realizada por psiclogos y comuniclogos. Es importante que el lector tenga en cuenta que la mayor parte de los hallazgos descritos en el presente trabajo proviene de estudios meta-analticos muy abarcadores, por lo que las muestras son extremadamente amplias y heterogneas (y, por ende, representativas), y los resultados reflejan fielmente los hallazgos globales de virtualmente toda la investigacin realizada. Tales resultados se oponen frontalmente a las creencias populares y a lo que se afirma en la mayora de los libros de autoayuda. As, se concluye lo siguiente: (a) la capacidad del ser humano para discriminar entre verdades y mentiras es extremadamente limitada; esto es as incluso en grupos profesionales para quienes la deteccin del engao es una tarea importante en su trabajo; (b) las personas
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ban la informacin ms rigurosa y actualizada en el rea de la deteccin del engao. Los psiclogos estn entre ellos, pero tienen adems la importante responsabilidad adicional de asesorar a otros profesionales (y a legos) sobre la verdadera relacin entre las claves conductuales y el engao. En este sentido, quisiera haber podido ofrecer una lista clara de indicadores conductuales especficos, claramente perceptibles, y carentes de ambigedad que fueran indicadores incuestionables de la mentira. Esto es lo que hacen los libros de autoayuda, pero, por desgracia, la realidad es mucho ms compleja. sta es la leccin que conviene aprender. Agradecimientos: El autor desea expresar su agradecimiento a Eugenio Garrido, Nuria Hernndez y Roberto Vivero por su amabilidad al acceder a leer versiones anteriores de este trabajo y formular comentarios y sugerencias de gran ayuda. REFERENCIAS Aamodt, M. y Mitchell, H. (en prensa). Who can best catch a liar? A meta-analysis of individual differences in detecting deception. Forensic Examiner. Abozzi, P. (1997). La interpretacin de los gestos. Barcelona: Martnez Roca. (Publicado originalmente en italiano en 1996 por LAirone Editrice, Roma, Italia). Anderson, D. E., Ansfield, M. E. y DePaulo, B. M. (1999). Loves best habit. Deception in the context of relationships. En P. Philippot, R. S. Feldman y E. J. Coats (Eds.), The social context of nonverbal behavior (pp. 372-409). Nueva York: Cambridge University Press. Blair, J. P. y Kooi, B. (2004). The gap between training and research in the detection of deception. International Journal of Police Science and Management, 6, 77-83. Bond, C. F., Jr. y DePaulo, B. M. (en prensa). Accuracy of deception judgments. Personality and Social Psychology Review. Bull, R. (2004). Training to detect deception from behavioral cues: Attempts and problems. En P.-A. Granhag y L. A. Strmwall (Eds.), The detection of deception in forensic contexts (pp. 251-268). Cambridge: Cambridge University Press. Bull, R., Baron, H., Gudjonsson, G., Hampson, S., Rippon, G. y Vrij, A. (2004). A review of the current scientific status and fields of application of polygrap-
no tenemos conciencia de lo correctos o incorrectos que son nuestros juicios de credibilidad; (c) tendemos a sobreestimar nuestra capacidad de identificar verdades y mentiras; (d) utilizamos claves equivocadas al hacer juicios de credibilidad; (e) las creencias populares sobre los indicadores del engao son errneas; (f) las creencias de los profesionales para quienes la deteccin del engao es una tarea importante son tambin errneas y similares a las de las otras personas; (g) no se ha demostrado que los indicadores conductuales que se mencionan en la mayora de los libros de autoayuda permitan una adecuada discriminacin entre verdades y mentiras; (h) existen muy pocas conductas que realmente permitan diferenciar entre verdades y mentiras; (i) al contrario de lo que se da a entender en muchos libros de autoayuda y de lo que sostiene la sabidura popular, el significado y el poder de discriminacin de las claves conductuales dependen de una serie de variables situacionales; (j) tambin al contrario de lo que afirman determinados libros dirigidos al gran pblico, aprender a discriminar entre verdades y mentiras es extremadamente difcil, como muestra la limitada eficacia de distintos programas de entrenamiento; y (k) en lugar de incrementar la precisin global, los entrenamientos al uso aumentan el sesgo a decir que las declaraciones son falsas. En ocasiones, determinados colectivos profesionales cuya labor les exige evaluar la credibilidad se dejan llevar por sus creencias ingenuas. Otras veces, en un loable afn de aprender y capacitarse profesionalmente, buscan informacin en determinados libros, en muchas ocasiones aparentemente escritos por reputados profesionales de la psicologa, pero que de hecho son obra de autores poco cualificados que slo ofrecen ingenuos consejos de nulo valor cientfico. En otras ocasiones van ms all y asisten a cursillos o seminarios; pero a menudo stos son impartidos por personas ajenas a los campos de la psicologa o de la comunicacin, o por compaeros ms experimentados que, en muchos casos con la mejor de las intenciones, se limitan a transmitir sus intuiciones y creencias de sentido comn, desvinculadas del avance cientfico en el campo de conocimiento relevante. En determinados mbitos, las consecuencias de un juicio errneo de la credibilidad pueden ser devastadoras (condena de un inocente; limitacin del acceso a determinado empleo o su prdida; etc.), por lo que es necesario que quienes deban hacer tales juicios reci-
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o es poco comn que en las investigaciones policiales se cuente nicamente con la declaracin de la vctima y la declaracin del acusado como nicas pruebas disponibles del delito. Ante esta necesidad, varios investigadores se han centrado en el desarrollo de mtodos sistemticos que ayuden a identificar informes honestos de aquellos informes que han sido fabricados. Vrij (2000) y Vrij, Edward y Bull (2001) han clasificado estos procedimientos en tres grupos. El primero se centra en el registro y anlisis de la actividad psicofisiolgica de la persona que miente. El segundo se encarga de examinar la conducta no verbal del sujeto (Vrij, Edward, Roberts y Bull, 2000). El tercer grupo, y sobre el cual nos vamos a centrar, se encarga del estudio del contenido de la declaracin del testigo (Masip, Sporer, Garrido y Herrero, 2005; Ruby y Brigham, 1997).
DESARROLLO DEL ANLISIS DE CONTENIDO BASADO EN CRITERIOS (CBCA) El Statement Validity Assessment (SVA) (Evaluacin de la Validez de la Declaracin) es la tcnica ms empleada para evaluar la veracidad de las declaraciones verbales (Vrij, 2000). El SVA se desarroll en Alemania y se sustent en la experiencia clnica de diversos psiclogos.
Correspondencia: Vernica Godoy Cervera. Facultad de Psicologa. Universidad de Granada 18071. Granada Espaa. E-mail: [email protected]
Alrededor de 1950, Udo Undeutsch realiz la primera descripcin del SVA (ver Undeutsch, 1989) y posteriormente fue modificada hasta su forma actual por Steller y Khnken (1989) y Raskin y Esplin (1991). En un principio, el SVA se desarroll para valorar las declaraciones verbales de nios que haban sido vctimas de abuso sexual. Sin embargo, en aos recientes se ha intentado validar y generalizar la aplicacin de este instrumento a adultos (Vrij et al., 2001; Vrij et al., 2000). A pesar de que es un instrumento ampliamente utilizado en el mbito forense como prueba psicolgica no se le debe considera un test o una escala estandarizada, sino un mtodo semi-estandarizado para la evaluacin de la credibilidad de las declaraciones (Steller, 1989). El desarrollo del SVA est fundamentado en lo que Steller (1989) ha denominado la hiptesis de Undeutsch. De acuerdo a esta hiptesis, un testimonio basado en una experiencia real difiere en cuanto a su calidad y contenido de un testimonio basado en un acontecimiento imaginado. El Criteria-Based Content Anlisis (CBCA) (Anlisis de Contenido Basado en Criterios) es el componente principal del SVA lo que lo ha llevado a ser el elemento ms frecuentemente estudiado por los investigadores (Ruby y Brigham, 1997) y sobre el cual se va a centrar este trabajo. El SVA est formado por tres componentes mutuamente dependientes: a) una entrevista estructurada con la vctima, b) el CBCA que evala el contenido de la de-
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(para una descripcin detallada de estos criterios vase Steller y Khnken, 1989). El anlisis de la entrevista a travs de los 19 criterios del CBCA se realiza otorgando puntuaciones numricas a cada uno de los criterios. Segn indica Steller (1989), se asigna 2, 1 0 puntos en funcin de si el criterio se encuentra fuertemente presente, presente o ausente en la declaracin. Otros autores (Lamb, Sternberg, Esplin, Hershkowitz, Orbach y Hovav, 1997) proponen se punte 1 0 si el criterio est presente o ausente en la declaracin. Ni la entrevista ni los resultados obtenidos a partir de los criterios son completamente vlidos hasta que hayan sido puestos en contexto por medio de la Lista de Validez, la cual, est compuesta por cuatro categoras generales de informacin (Steller y Khnken, 1989): a) Caractersticas psicolgicas. En esta categora es importante evaluar la adecuacin del lenguaje y el afecto y la susceptibilidad a la sugestin.
TABLA 1 EL ANLISIS DE CONTENIDO BASADO EN CRITERIOS (CBCA). MODIFICADO DE STELLER Y KHNKEN (1989)
claracin de la persona, y c) la integracin del CBCA con la informacin derivada de un set de preguntas denominado Lista de Validez, el cual combina la informacin extrada del anlisis del contenido de la declaracin con otra informacin relevante del caso y con la informacin obtenida a partir de la exploracin de la entrevista o entrevistas previamente realizadas (Horowitz, 1991). La entrevista debe preceder a la aplicacin de los criterios del CBCA. El objetivo primordial es obtener material sobre el cual aplicar dichos criterios. Es importante que el entrevistador est familiarizado con el contenido de los criterios ya que de ello depender que la entrevista se desarrolle de forma adecuada. As mismo, debe intentar obtener la mayor cantidad posible de informacin empleando una entrevista diseada de forma que maximice la cantidad de informacin aportada por el testigo y minimice cualquier tipo de contaminacin generada ya sea por el entrevistador o por cualquier otro adulto (Raskin y Esplin, 1991). El CBCA se aplica al contenido de la declaracin y su propsito es determinar si su calidad y sus contenidos especficos son indicativos de una narracin generada a partir de registros de memoria o si son producto de la invencin, la fantasa o la influencia de otra persona. Cualquier anlisis realizado empleando el CBCA se ve influenciado por las caractersticas de la entrevista y por lo que el sujeto ha experimentado o no. A lo largo de este proceso, es importante que el entrevistador tome en cuenta la edad de la persona, su experiencia y el nivel de sus habilidades cognitivas (Raskin y Esplin, 1991). Una de las mayores limitaciones del CBCA es la dificultad que presenta al ser aplicado a situaciones en las que el testigo tiene informacin a partir de la cual puede inventar una acusacin que incorpore algunos de los criterios. Por ejemplo, un nio que ha sido abusado sexualmente con anterioridad puede suministrar un testimonio falso pero que parezca convincente derivado de registros de memoria originados de otras experiencias. Este aspecto debe ser considerado cuando se lleve a cabo la revisin del caso a travs de la Lista de Validez (Raskin y Esplin, 1991). El contenido verbal de la declaracin es analizado mediante la aplicacin de una serie de 19 criterios (vase Tabla1), los cuales estn organizados dentro de cinco grandes categoras y tienen como finalidad diferenciar entre declaraciones verdaderas y declaraciones fabricadas. Se parte de la idea de que un testimonio veraz contiene un mayor nmero de criterios
Caractersticas Generales 1. Estructura lgica. 2. Elaboracin desestructurada. 3. Cantidad de detalles. Contenidos especficos 4. Engranaje contextual. 5. Descripcin de interacciones. 6. Reproduccin de la conversacin. 7. Complicaciones inesperadas durante el incidente. Peculiaridades del contenido 8. Detalles inusuales. 9. Detalles superfluos. 10. Incomprensin de detalles relatados con precisin. 11. Asociaciones externas relacionadas. 12. Alusiones al estado mental subjetivo. 13. Atribucin del estado mental del autor del delito. Contenidos referentes a la motivacin 14. Correcciones espontneas. 15. Admitir fallos de memoria. 16. Plantear dudas sobre el testimonio. 17. Auto-desaprobacin. 18. Perdn del autor de delito. Elementos especficos de la ofensa 19. Detalles especficos de la ofensa.
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b) Caractersticas de la entrevista. El evaluador deber realizar un anlisis sobre la calidad de la entrevista valorando el tipo de preguntas formuladas (preguntas sugerentes, directivas o coactivas) y la adecuacin global de la misma. c) Motivacin para realizar acusaciones falsas. Esta categora pretende descartar aquellos aspectos de ndole motivacional que pudieran estar influyendo para que la persona proporcione una declaracin falsa. No hay que olvidar tambin que el menor podra estar presionado por una tercera persona para falsear su testimonio. Un aspecto importante de esta categora es hacer una valoracin del contexto en el que se genera el informe. d) Aspectos relacionados con la investigacin. Este apartado est diseado con el fin de valorar la consistencia entre las declaraciones e investigaciones previas y partes mdicos. El evaluador deber analizar la informacin relacionada con las cuatro categoras antes mencionadas y en funcin de ello determinar si dicha informacin apoya el testimonio de la persona. As mismo, la Lista de Validez tiene por objetivo valorar varias hiptesis explicativas examinando toda la informacin del caso con la que se cuenta. Raskin y Esplin (1991) plantean que son cinco las hiptesis que deben ser comprobadas por el evaluador: a) La declaracin es vlida, pero el menor ha remplazado la identidad del agresor por la de una persona distinta. b) La declaracin es vlida, pero el menor ha sido influenciado o ha inventado informacin adicional que no es verdadera. c) El menor ha sido presionado por una tercera persona para que formule una versin falsa de los hechos. d) Por intereses personales o para ayudar a terceras personas el menor ha presentado una declaracin falsa. 3) A consecuencia de problemas psicolgicos, el menor ha fantaseado o inventado su declaracin. Es importante resaltar que el propsito del SVA es realizar una evaluacin de la credibilidad del contenido de la declaracin, no realizar una valoracin sobre la credibilidad de la persona en s (Steller y Khnken, 1989). Una de las grandes limitaciones del CBCA es que hasta ahora no se ha fijado una regla de decisin que nos ayude a establecer cuntos criterios determinan que una declaracin sea clasificada como creble o no creble. Menos an se ha precisado el peso que cada criterio de-
be recibir. Alonso-Quecuty (1999) plantea que el peso de cada criterio debe ser asignado tomando en cuenta diversos factores, tales como: el nmero de entrevistas previas por las cuales ha atravesado el nio, la complejidad del incidente, la edad del menor y el paso del tiempo. Una vez aplicados los criterios del CBCA y la Lista de Validez, el resultado final del anlisis nos permite clasificar cualitativamente la declaracin segn cinco categoras (Alonso-Quecuty, 1999; Steller, 1989): - Creble. - Probablemente creble. - Indeterminado. - Probablemente increble. - Increble. INVESTIGACIONES REALIZADAS EN TORNO AL CBCA En aos recientes, los estudios sobre el CBCA han incrementado debido a su alta incidencia en el contexto judicial. Las lneas de investigacin han seguido dos vertientes: 1) aquellas que emplean casos reales de menores que presuntamente han sido abusados sexualmente y en las que se utilizan otros elementos del caso como medidas de veracidad; y 2) estudios experimentales en los que se induce a los sujetos a manipular su declaracin proporcionando ya sea un testimonio verdadero o uno falso (Ruby y Brigham, 1997). Estudios realizados con nios Debido a que el CBCA fue diseado para ser aplicado a las declaraciones de menores presuntas vctimas de abuso sexual, la mayora de las investigaciones publicadas han trabajado con muestras de estas caractersticas. A continuacin se exponen brevemente algunos estudios realizados con menores. Una investigacin importante por cuanto trabaja con nios que presuntamente haban sufrido abuso sexual la realizaron Lamb et al. (1997). Su muestra estuvo compuesta por 98 nios israeles (28 nios y 70 nias), con edades de entre 4 y 13 aos (media 8,72). Como medida de la veracidad de la declaracin emplearon otros elementos del caso como: evidencia material o fsica, la declaracin del acusado, etc. Tal y como haban predicho, hubo una mayor presencia de los criterios del CBCA en los relatos crebles (media 6,74) en comparacin con los relatos no crebles (media 4,85). Sin embargo, los autores afirman que las diferencias encontradas no fueron tan significativas como lo fueron en estudios anteriores.
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dantes como lo son en el caso de menores. A continuacin comentaremos algunas de ellas. Algunas investigaciones se han centrado en analizar qu criterios son los que se encuentran presentes en mayor medida en las declaraciones veraces y que por consiguiente seran los ms sensibles en la discriminacin de testimonios veraces y falsos. Por ejemplo, en un metaanlisis Ruby y Brigham (1997) encontraron que los criterios que ms se presentaban en las declaraciones veraces eran el 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 12, 14, y 15. Por otro lado, Khnken, Schimossek, Aschermann y Hfer (1995) hallaron que los testimonios veraces incluan un mayor nmero de detalles (criterio 3), eran desestructurados (criterio 4) y las personas tendan a admitir en mayor medida falta de memoria (criterio 15). Tambin encontraron que cinco de los seis criterios adicionales que incluyeron en su experimento resultaron significativos (expresin de inseguridades, estilo de reporte, justificacin de la falta de memoria y clichs). No obstante, uno de estos seis criterios (repeticiones) result significativo, pero en contra de las predicciones se present en mayor medida en las narraciones de sujetos sinceros (para una descripcin detallada de los criterios adicionales incluidos en este estudio ver Khnken et al., 1995). As mismo, Vrij, Akehurst, Soukara y Bull (2004a) reportaron que los criterios 1, 3, 4, 5 y 6 fueron los ms efectivos para diferenciar entre testimonios veraces y falsos. La gran mayora de los estudios que analizan la eficacia del CBCA ha empleado muestras de sujetos europeos o sujetos de raza blanca. Por este motivo, Ruby y Brigham (1998) investigaron las diferencias que podan surgir entre sujetos pertenecientes a distintos grupos tnicos. Los autores partieron de la idea de que existen diferencias a nivel verbal, en cuanto al estilo y contenido, entre las narraciones aportadas por individuos de diferentes razas. Plantearon como hiptesis que, debido a que el CBCA se desarroll en una cultura europea de raza blanca, la aplicacin de la prueba slo sera eficaz para discriminar entre los testimonios realizados por personas de esta raza y que las narraciones realizadas por personas de raza negra incluiran significativamente menos criterios. Los resultados reportaron que el CBCA funcionaba diferente segn la raza de la persona y que distintos criterios fueron mejores predictores de veracidad para un grupo tnico que para otro. En las narraciones veraces realizadas por sujetos de raza negra, los criterios que ms se presentaron fueron el 3, 6, 12, 14, y 17
Ms recientemente, Santtila, Roppola, Runtti y Niem (2000) analizaron el efecto que la edad, la habilidad verbal (medida con la escala verbal del WISC-R) y el estilo emocional del entrevistador tenan sobre la presencia de los criterios del CBCA en las declaraciones de 68 nios pertenecientes a tres grupos de edad diferente: 7-8, 10-11 y 13-14 aos. En el experimento, se le pidi a cada nio que narrara dos experiencias personales, una real y una falsa. Los resultados mostraron una tasa de clasificacin correcta del 66%. Tambin comprobaron que la edad y la habilidad verbal del menor, as como la conducta del entrevistador influan en el nmero de criterios del CBCA que se presentaban en las declaraciones, independientemente de que stas fueran verdaderas o falsas. As mismo, hallaron que se presentaban diferentes criterios segn el rango de edad en el que se encontraba el menor. Los autores sugieren integrar la informacin del CBCA con la lista de validez, y concluyen que las decisiones judiciales no deberan recaer exclusivamente en los resultados aportados por el CBCA-SVA. Los estudios tambin se han centrado en analizar la influencia que la familiaridad del suceso a recordar tiene sobre la presencia de los criterios del CBCA. Por ejemplo, Pezdek et al. (2004) realizaron un experimento con 114 nios y se plantearon como hiptesis que las descripciones de eventos familiares tenan mayor probabilidad de ser catalogadas como veraces que las descripciones de eventos no familiares. Los resultados apuntaron a una mayor presencia de criterios del CBCA en las narraciones de sucesos familiares que en las narraciones de sucesos no familiares. En esta misma lnea, Blandon-Gitlin, Pezdek, Rogers y Brodie (2005) empleando una muestra de 94 nios analizaron la interaccin entre la familiaridad del suceso y la veracidad del mismo. En el estudio se encontr que las puntuaciones obtenidas a travs del CBCA fueron ms fuertemente influidas por la familiaridad del suceso que por la veracidad del mismo. En ambos estudios, los autores concluyen sugiriendo que el CBCA, en su forma actual, es de limitada utilidad como herramienta para evaluar la credibilidad del testimonio en menores. Estudios realizados con adultos Debido a los buenos resultados obtenidos con nios, la aplicacin del CBCA ha intentado generalizarse a adultos. Sin embargo las investigaciones no son tan abun-
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en comparacin con las narraciones veraces de los sujetos de raza blanca. En las narraciones veraces proporcionadas por sujetos de raza blanca en comparacin con las narraciones de sujetos de raza negra no existi ningn criterio que se presentara de forma significativa con mayor frecuencia. Considerando los testimonios de los sujetos de ambas razas, se observ que determinados criterios se presentaban significativamente ms en las declaraciones veraces (criterios 2, 5, 7, 8, 9, 14 y 15). Sin embargo, en las narraciones falsas tambin hubo una mayor presencia de ciertos criterios: 1, 4, 11, 12 y 17. En cuanto a la clasificacin de las declaraciones los resultados no fueron positivos. Encontraron que si se tomaban como veraces todas aquellas declaraciones en las que se encontraban presentes 5 criterios, el porcentaje de clasificacin correcto para las narraciones veraces era del 89%, sin embargo, con esta regla un alto porcentaje de narraciones falsas eran clasificadas tambin como veraces (92%). Cuando emplearon criterios de decisin ms rgidos (tomando en cuenta la presencia de 6 o 7 criterios), el nmero de narraciones veraces correctamente clasificadas descenda y el nmero de narraciones falsas correctamente clasificadas ascenda, es decir, con este criterio menos narraciones falsas eran clasificadas como verdaderas. Por otro lado, los estudios tambin han revelado que existen diferencias en las puntuaciones del CBCA cuando se comparan los resultados de nios y adultos. As lo revela un estudio realizado por Vrij et al. (2004a). Tambin se ha encontrado que el conocimiento previo del contenido de los criterios del CBCA influye de forma negativa en la validez del instrumento y que los sujetos instruidos para mentir que anticipadamente conocen los criterios pueden proporcionar declaraciones que podran aparentar ser verdaderas (Vrij, Akehurst, Soukara y Bull, 2002). La eficacia del CBCA tambin ha sido comparada con otros procedimientos de evaluacin del contenido de las declaraciones y se ha investigado si la combinacin de estos mtodos mejora la clasificacin de los testimonios, concretamente es el reality monitoring (Jonson y Raye, 1981) el procedimiento con el que ms se le ha comparado. El reality monitoring, que, procediendo de la investigacin bsica, tuvo ms tempranas aplicaciones clnicas, mbito en el que ha desarrollado una abundante investigacin (vase por ejemplo, Bentall, Baker y Havers, 1991; Brebion, Smith, Gorman y Amador, 1997; Harvey, 1985; Johnson, Raye, Hasher y Chromiak,
1979; Raye y Johnson,1980) y que posteriormente fue aplicado al mbito forense (vase para una revisin Mitchell y Johnson, 2000), postula que los recuerdos de lo realmente visto tienen unas caractersticas distintas de lo no visto. Las autoras plantean que las memorias de origen externo tendran ms atributos contextuales y sensoriales, seran ms detalladas semnticamente y tendran menos informacin de operaciones cognitivas que las memorias de origen interno (Jonson y Raye, 1981). Un estudio que contrasta los resultados del CBCA y del reality monitoring es el realizado por Sporer (1997). En su experimento emple una muestra de 40 estudiantes de psicologa (20 varones y 20 mujeres). A los sujetos se les daba la instruccin de narrar dos experiencias personales: una que fuera real y otra falsa. El objetivo del autor era comprobar la eficacia del CBCA y el reality monitoring en la discriminacin de narraciones fabricadas y veraces y si el empleo de ambas pruebas mejoraba la clasificacin de dichas narraciones. Los resultados demostraron que el CBCA fue efectivo en el 65% del total de las clasificaciones, con un 70% de eficacia en la clasificacin de las narraciones verdaderas y un 60% de eficacia en la clasificacin de las narraciones falsas. En lo que concierne al reality monitoring, el 71,3% de las declaraciones fueron correctamente clasificadas. De las declaraciones verdaderas el 75% fueron correctamente clasificadas y de las narraciones falsas el 67,5% fueron correctamente clasificadas. Al integrar el CBCA y el reality monitoring el porcentaje de clasificacin increment a un 79%. En un estudio posterior, Vrij, Akehurst, Soukara y Bull (2004b) encontraron que los testimonios veraces obtenan mayores puntuaciones tanto en el CBCA como en los criterios del reality monitoring, con una eficacia de clasificacin del 60% y el 74% respectivamente. No obstante, al integrar los resultados de ambas pruebas no encontraron mejoras y el porcentaje de clasificacin se mantuvo en un 74%, en esta ocasin no se encontraron mejoras al integrar ambas tcnicas. Varios estudios tambin han planteado como opcin combinar los procedimientos de evaluacin del contenido verbal de las declaraciones con indicadores conductuales del engao. Vrij et al. (2001) encontraron que las personas que mentan obtenan menores puntuaciones en los criterios del CBCA y en lo del reality monitoring y presentaban en mayor medida determinadas conductas que eran indicativas de engao, como esperar mucho tiempo antes de dar una respuesta, hablar ms rpido,
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del criterio 10 (incomprensin de detalles relatados con precisin). En esta misma lnea, tambin hace falta estudios encaminados a definir un grupo de criterios aplicables a los testimonios de adultos. En cuanto al peso que debe recibir cada criterio, las investigaciones distan an ms en cuanto al establecimiento de un parmetro general. Sin embargo, se ha encontrado que ciertos criterios discriminan mejor que otros entre testimonios veraces y falsos (Ruby y Brigham, 1997, 1998). Posiblemente algunos de estos criterios deban recibir una mayor puntuacin en la valoracin general del CBCA, no obstante es indispensable realizar futuras investigaciones que nos ayuden a esclarecer esta problemtica. De acuerdo a lo expuesto, una alternativa viable en la deteccin de testimonios engaosos es la combinacin de varias tcnicas, como lo son el reality monitoring y los indicadores conductuales del engao (Vrij et al., 2001; Vrij et al., 2000) que, como expusimos, en la mayora de las ocasiones mejoran la clasificacin de las declaraciones. Con base en los inconvenientes antes mencionados, lo que s queda claro es que el CBCA debe considerarse exclusivamente como un instrumento de apoyo y nunca como herramienta nica sobre la cual se base la toma de decisiones judiciales (Santtila et al, 2000), o al menos no por el momento. REFERENCIAS Alonso-Quecuty, M.L. (1999). Evaluacin de la credibilidad de las declaraciones de menores vctimas de delitos contra la libertad sexual. Papeles del Psiclogo, 73, 36-40. Bentall, R.P., Baker, G.A. y Havers, S. (1991). Reality monitoring and psychotic hallucinations. British Journal of Clinical Psychology, 30, 213-222. Blandon-Gitlin, I., Pezdek, K., Rogers, M. y Brodie, L. (2005). Detecting deception in children: an experimental study of the effect of event familiarity on CBCA ratings. Law and Human Behaviour, 29, 187-197. Brebion, G., Smith, M.J., Gorman, J.M. y Amador, X. (1997). Discrimination accuracy and decision biases in different types of reality monitoring in schizophrenia. Journal of Nervous and Mental Disease, 185, 247-253. Harvey, P.D. (1985). Reality monitoring in mania and schizophrenia: the association of thought disorder and performance. Journal of Nervous and Mental Disease, 173, 67-73.
etc. Incluso encontraron que tanto el CBCA como el reality monitoring eran las herramientas ms sensibles en la deteccin del engao en relacin a otras variables como la conducta no verbal. En un estudio anterior, Vrij et al. (2000) encontraron que utilizando de forma conjunta indicadores no verbales e indicadores verbales del engao (CBCA y reality monitoring) el porcentaje de clasificaciones correctas incrementaba. Estos resultados fueron ratificados en un estudio ms reciente por Vrij et al. (2004a) al examinar la conducta verbal y no verbal de nios y adultos. CONCLUSIONES El Anlisis de Contenido Basado en Criterios (CBCA) an dista mucho de ser una herramienta completamente eficaz en la deteccin de testimonios engaosos y an queda mucho por refinarla. Independientemente de que esta tcnica se aplique a nios o a adultos existen muchos factores que influyen de forma negativa y que pueden modificar sus resultados. Como muestran las investigaciones, existen diferencias individuales, como la edad, la habilidad verbal, la actitud del entrevistador (Santtila et al., 2000), la familiaridad del evento (Blandon-Gitlin et al., 2005; Pezdek et al., 2004), el conocimiento previo de la prueba, (Vrij et al., 2002) y el grupo tnico de la persona (Ruby y Brigham, 1998), que hay que tener en cuenta y controlar en la medida de lo posible cuando se emplee esta tcnica y que, por consiguiente impiden la inmediata aplicacin individual del CBCA. Por otro lado, y aunque los estudios demuestran que las declaraciones veraces contienen un mayor nmero de criterios frente a las declaraciones fabricadas, la principal y mayor desventaja del CBCA es que no existe un consenso general que establezca un nmero mnimo de criterios que debe incluir una declaracin para ser catalogada como creble y el peso que cada uno de ellos debe recibir. Landry y Brigham (1992) han propuesto como mnimo la presencia de cinco criterios para que una declaracin sea catalogada como veraz. Sin embargo otros autores han manipulado en su experimento el nmero de criterios en la clasificacin de las declaraciones y sus resultados no fueron tan positivos como esperaban (Ruby y Brigham, 1998). As mismo, an queda por definir el nmero de criterios que deben incluirse en la valoracin del testimonio de adultos. Debido a que el CBCA se desarroll para valorar las declaraciones de menores, es probable que algunos criterios no funcionen con adultos, como es el caso
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l trmino simulacin, en su vertiente psicolgica, est lleno de matices por cuanto alude a actitudes de encubrimiento (en el ingls britnico, descritas como dissimulation o deception), de fingimiento o engao (en el ingls americano, faking), o bien de invencin consciente y deliberada de un trastorno mental o fsico (en ingls, malingering), o de una incapacidad producida por un accidente o enfermedad, que en realidad no fueron causantes de esta, y de la que se deriva alguna ventaja personal. Esta es la acepcin utilizada en el DSM-IV cuando la define como la produccin intencionada de sntomas fsicos o psicolgicos desproporcionados o falsos, motivados por incentivos externos como no realizar el servicio militar, evitar un trabajo, obtener una compensacin econmica, escapar de una condena criminal u obtener drogas. Bajo algunas circunstancias, la simulacin puede representar un comportamiento adaptativo: por ejemplo, fingir una enfermedad mientras se est cautivo del enemigo en tiempo de guerra (American Psychiatric Association, 1995, p. 698). Este concepto es matizado por Resnick (1997) cuando diferencia entre simulacin pura (pure malingering) o fingimiento de un trastorno no existente; simulacin parcial (partial malingering) o la exageracin consciente de sntomas presentes o de un trastorno ya superado; y falsa imputacin (false imputation), la atribucin errnea de sntomas reales a una determinada causa, debido a
Correspondencia: Mercedes Inda Caro. Facultad de Psicologa. Universidad de Oviedo. Plaza Feijo, s/n. 33003 Oviedo. Espaa. E-mail: [email protected]
un engao inconsciente o a una mala interpretacin de la situacin. Gorman (1982) diferenci tambin entre el acto y el estado de simular, por cuanto un acto implica voluntad, actitud asertiva de deseo y de propsito; mientras que el estado, desde un punto de vista legal, sera inherente a la persona, debido a su condicin social o a posibles limitaciones. Por otro lado, se plantea la cuestin de si la simulacin puede ser, en s misma, reflejo de algn trastorno mental. Ello puede resultar bastante claro en el llamado trastorno facticio o ficticio (American Psychiatric Association, 1994), en donde la persona finge sntomas fsicos o psicolgicos intencionadamente, con el fin de asumir el papel de enfermo; en el trastorno histrinico de la personalidad, por la falta de control sobre su conducta manipuladora; pero tambin pudiera ser un comportamiento neurtico la exageracin consciente de molestias fsicas o mentales para conseguir un objetivo econmico, laboral, profesional, etc., ya que ninguna persona en sus cabales suele llegar a esos extremos, ni escogera rutas tan tortuosas y dolorosas, para obtener posibles ganancias. Sin embargo, desde el Derecho, no se hacen estas matizaciones y se considera que ciertos comportamientos tienen una intencin clara por parte de la persona que los lleva a cabo (Gorman, 1982). La incidencia de la simulacin despus de un accidente no es muy conocida, estimndose entre el 1 y el 50% de los casos (Henderson, 1986; Miller y Catlidge, 1972), dependiendo de si la fuente de informacin es el abogado del demandante o las compaas de seguros. Un factor in-
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fluyente son las condiciones econmicas y laborales, ya que se ha observado que aumenta cuando se esperan despidos inminentes en una empresa y disminuye cuando las personas mejoran su situacin financiera o laboral. La disparidad respecto a la incidencia de la simulacin puede deberse a la dificultad existente a la hora de diferenciar entre quienes inventan completamente los sntomas y las personas que exageran molestias ya existentes; en cuyo caso, podra hablarse ms bien de pacientes. Por otra parte, la identificacin de simuladores y la investigacin sobre estos comportamientos han sido tradicionalmente muy complicadas. As, por ej., en el mbito de la reclamacin de indemnizaciones por secuelas derivadas de algn accidente, al igual que en procesos judiciales en donde se reclaman derechos o la exencin o atenuacin de responsabilidades, se comprueba que las personas que tienen acceso a informacin relacionada con las alteraciones cerebrales y las pruebas neuropsicolgicas pueden alterar con mayor probabilidad sus resultados (Coleman, Rapport, Millis, Ricker y Farchione, 1998; Youngjohn, Lees-Hayley y Binder, 1999). Los estudios de simulacin han mostrado que el entrenamiento (como es proporcionar informacin de los dficit ms comunes asociados con una lesin cerebral o llamar la atencin sobre la presencia de medidas en la deteccin de posible simulacin) es otro de los factores que puede afectar a la validez de los ndices de simulacin. Los estudios que se realizan con estudiantes universitarios, entrenados en simular una enfermedad orgnico-cerebral, muestran que sus ejecuciones se parecen ms a las de los pacientes reales que la que realizan simuladores novatos o sin experiencia en el campo de la evaluacin neuropsicolgica. Sin embargo, su ejecucin es exageradamente peor que la que realizan personas con verdaderas lesiones cerebrales. Una de las muchas limitaciones observadas en este tipo de investigaciones es la excesiva utilizacin de muestras de estudiantes universitarios, a quienes se les invita a simular un dao cerebral (Strauss et al., 2002; Vickery, Berry, Inman, Harris y Orey, 2001), por cuanto no son comparables con los verdaderos simuladores, ya que estos buscan un beneficio econmico por su lesin, suelen tener un amplio conocimiento del problema por haber estado expuestos a mltiples evaluaciones por diferentes expertos, frecuentemente repetidas en intervalos de entre una y dos semana, han observado a otros pacientes como ellos, pasando por un entrenamiento inadvertido e inconsciente, y suelen tener ms tiempo para preparar su futura evaluacin. Obviamente, los verdaderos simuladores no reconocen dicha condicin y, en consecuencia, difcilmen-
te son incluidos en estudios de investigacin. Pese a estas dificultades, en los estudios con anlogos es posible abordar la simulacin a travs de las inconsistencias en las ejecuciones repetidas de una prueba. De hecho, es bastante difcil mantener la misma ejecucin cuando se emplean bateras de gran amplitud, por lo que este mtodo permite obtener un ndice vlido para detectar una posible simulacin (Cullun, Heaton y Grant, 1991). Cuando se comparan pacientes implicados en litigios por sus lesiones con pacientes con las mismas lesiones pero sin demandas judiciales, se ha encontrado que en el primer grupo hay menor consistencia entre sus evaluaciones que en el segundo grupo, siendo los resultados de las ltimas evaluaciones peores que los de las primeras evaluaciones (Reitan y Wofson, 1996, 1997). TRASTORNOS QUE SUELEN SER OBJETO DE SIMULACIN Trastorno de estrs post-traumtico (TEPT) Para establecer el TEPT es necesario hacer una descripcin meticulosa de los sntomas, los tratamientos previamente aplicados, y una cuidadosa corroboracin sobre la veracidad de la informacin. En la fase de obtencin de informacin, el clnico debe ser muy cuidadoso de no proporcionar informacin alguna a la persona sobre cuales son los sntomas claves de este trastorno. Adems, si el clnico comienza la evaluacin cuestionando las respuestas del paciente, la naturaleza agresiva de la evaluacin podra afectar al estilo de respuesta y a la posibilidad que la persona intentase justificar su dao con la presencia de sntomas extremos. Uno de los inconvenientes que tiene el diagnstico clnico es que se basa en el auto-informe del paciente sobre los sntomas subjetivos; por lo que la actividad que tena la persona supuestamente afectada una semana antes a la ocurrencia del estresor deber ser comparada con la actividad que mantiene en el momento de la evaluacin, y examinar si existe una razonable relacin entre los sntomas y el estresor, el tiempo transcurrido entre el estresor y los sntomas desarrollados, y la relacin entre algn trastorno previo y los sntomas actuales. El psiclogo debe insistir en que el sujeto proporcione una descripcin detallada de los sntomas del trastorno. Los simuladores puede que tengan un amplio conocimiento acerca de cuales son los sntomas caractersticos que configuran el TEPT, pero normalmente fallan en adecuar esos sntomas a su vida cotidiana dando una descripcin poco detallada. Los sntomas inventados suelen ser vagos o bastantes artificiosos y forzados (Pitman, Sparr, Saunders y McFarlane, 1996). Otra indicacin que habr que seguir
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simples, que pueden ser realizados correctamente incluso por personas con dao cerebral, en los que los simuladores suelen mostrar mayores dficit que los verdaderos pacientes. Se denomina efecto suelo cuando el simulador novato exagera su papel y comete muchos fallos en estas pruebas; sin embargo, Cercy, Schretlen y Brandt (1997) sealan varios problemas en el empleo de estas tcnicas. En primer lugar, las personas con experiencia en simular sntomas amnsicos se dan cuenta de esta estrategia y evitan ejecutar demasiado mal las pruebas. En segundo lugar, a pesar de la aparente simplicidad de las pruebas, algunos pacientes con verdaderos daos cerebrales o con trastornos neuro-psiquitricos tienen bastante dificultad en ejecutarlas correctamente.
para considerar una posible simulacin es si la persona minimiza otras posibles causas de sus sntomas y exagera como causa de sus sntomas el accidente o situacin por la que solicita una compensacin. Resnick (1997) sugiere que terceras personas no deberan estar presentes durante la evaluacin, por dos razones: la primera, porque la presencia de parientes o amigos cercanos pueden ser empleados como fuentes independientes para corroborar la veracidad de los sntomas; y la segunda porque es mas fcil para el clnico hacer frente a un posible simulador cuando se enfrenta a l solo. Otro aspecto que seala este autor es la conveniencia de que el clnico adopte una postura amable y cordial a la hora de comunicar al sujeto que se sospecha que puede estar exagerando los sntomas, y no hacerlo con una actitud que exprese agresividad o humillacin, empleando, p. ej., testigos; ya que de este modo puede negarse a admitirlo y mostrar enfado. Resnick establece algunos criterios a seguir por el clnico que sospecha de la existencia de un TEPT simulado (Tabla 1), y un modelo de decisin clnica para determinar la existencia de simulacin de este trastorno (Tabla 2). Sndrome de dao cerebral post-traumtico Este trastorno es bastante frecuente en la sociedad actual, en gran medida como consecuencia de accidentes laborales y de trfico. Se suele manifestar con dolores de cabeza, mareo, estados de ansiedad, inestabilidad emocional, visin borrosa, dficit de concentracin y problemas de memoria. De todos los sntomas, los ms fciles de simular son los emocionales. El dao cerebral post-traumtico puede ser confundido con el TEPT, al ser tambin bastante frecuente despus de sufrir un traumatismo craneoenceflico. Ambos trastornos tienen componentes comunes como son la amnesia de algn elemento del hecho traumtico, sntomas depresivos (anhedonia, afecto restringido, actitud pesimista hacia el futuro), alteraciones del sueo, irritabilidad, dificultades de concentracin e intolerancia a los sonidos fuertes; sin embargo, algunos autores, como Price (1994), sostienen que no es posible que ambos trastornos se encuentren en la misma persona porque, quien ha sufrido una lesin cerebral con prdida de la conciencia, no va a poder reexperimentar el acontecimiento traumtico, de modo que el carcter excluyente de ambos trastornos justificara la conclusin de simulacin cuando se presentan conjuntamente. Amnesia Las principales medidas desarrolladas para detectar la simulacin de trastornos de la memoria incluyen test muy
TABLA 1 CRITERIOS A SEGUIR EN LA EVALUACIN DE UN POSIBLE CASO DE SIMULACIN DEL TEPT (RESNICK, 1997). LA PRESENCIA SIMULTANEA DE DOS O MS DE ESTAS CARACTERSTICAS SUGIERE QUE LA PERSONA SE ENCUENTRA EN EL UMBRAL DE UNA SIMULACIN 1. Registro de un pobre rendimiento. 2. Anteriores situaciones de incapacitacin. 3. Discrepancia entre el rendimiento mostrado y el realizado en su tiempo libre. 4. Sueos repetitivos e invariables. 5. Rasgos de personalidad antisocial. 6. Funcionamiento excesivamente bueno antes del accidente o suceso traumtico. 7. Actitud evasiva ante ciertas preguntas. 8. Descripcin inconsistente de los sntomas.
TABLA 2 MODELO DE DECISIN CLNICA PARA ESTABLECER UN DIAGNSTICO DE SIMULACIN DEL TEPT (RESNICK, 1997) A. Establecimiento de un motivo lgico y plausible para simular un TEPT. B. Presencia de, al menos, dos de los siguientes criterios: 1. Situacin laboral irregular o insatisfaccin en el trabajo. 2. Reclamaciones anteriores por daos. 3. Capacidad para realizar actividades en su tiempo libre, pero no en el trabajo. 4. Ausencia de pesadillas, o presencia de pesadillas que son exactas al hecho traumtico sucedido. 5. Rasgos de personalidad antisocial. 6. Actitud evasiva y contradicciones. 7. Actitud de no cooperacin durante la evaluacin. C. Confirmacin de simulacin por una de estas dos situaciones: 1. Admisin de estar simulando los sntomas. 2. Evidencia psicomtrica inequvoca de simulacin o fuerte corroboracin de estar simulando los sntomas.
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Una nueva corriente se est desarrollando para poder detectar la simulacin de los trastornos amnsicos, representada por el anlisis del fenmeno de la interferencia proactiva. Este fenmeno sucede cuando una informacin aprendida interfiere en la adquisicin o el recuerdo posterior de un nuevo mensaje, y ello se analiza, por ejemplo, mediante el paradigma de aprendizaje de una lista de palabras, segn su posicin serial en la misma. La interferencia proactiva se manifiesta como un declive en el recuerdo, a medida que se va avanzando en la lista de palabras, de modo que las primeras palabras aprendidas interfieren la codificacin y almacenamiento de las ltimas. La interferencia es mayor cuando la nueva informacin es muy similar a la ya almacenada anteriormente, como sucede con palabras que pertenezcan a la misma categora semntica, que cuando se presenta una categora de palabras diferentes de las previamente almacenadas; lo que produce cierta recuperacin en los procesos de memoria (Wikens, 1970). El efecto de la interferencia proactiva se ha constatado en pacientes con verdaderas lesiones cerebrales, pero no en las personas que quieren simular daos en su memoria, recordando mejor las ltimas palabras de la lista que las primeras. Este fenmeno, sin embargo, no ha sido confirmado por otros autores, al no haber encontrado diferencias de grado entre simuladores y pacientes con un genuino dao cerebral (Baker, Hanley, Jackson, Kimmance y Slade, 1993). El inters por utilizar la interferencia proactiva como detector de simulacin parte del supuesto de que es este un proceso cognitivo automtico, que est fuera del control consciente del sujeto. Baker y cols. (1993) investigaron tambin la influencia que tendra un distractor en el recuerdo de un conjunto de estmulos cuando aparece entre la exposicin estos y la tarea de recuerdo; pero no encontraron diferencias significativas cuando el recuerdo de los tem se solicitaba despus de un intervalo de 20 segundos en los que lo sujetos deban contar hacia atrs. Los falsos pacientes, en cambio, ejecutaron mucho peor esta prueba. Otros estudios se han centrado en la deteccin de la simulacin a travs de pruebas de memoria implcita (Garca Domingo, Gregredo Lpez y Fernndez Guinea, 2004). Las personas amnsicas generalmente muestran una cercana a las personas normales en la ejecucin de test con el efecto del priming, y en tareas que no requieren un recuerdo explcito del episodio aprendido. Por ejemplo, cuando un paciente con amnesia procesa una serie de palabras sin anunciarle que posteriormente se le va a pedir que las recuerde, y ms adelante se le presenta la raz de la palabra o fragmentos de la misma, la
probabilidad que recuerden la palabra correcta es muy grande. Este fenmeno de priming se considera que est controlado por procesos neurocognitivos independientes. Wiggins y Brandt (1988) sospecharon que los simuladores realizaran ms pobremente estas pruebas de memoria implcita que los verdaderos pacientes, y, efectivamente, encontraron que la ejecucin de los simuladores fue comparativamente peor, pero no encontraron diferencias estadsticamente significativas. Otro procedimiento para detectar a los simuladores ha sido valorando lo que se ha llamado feeling-of-knowing, o la sensacin del individuo acerca de si tiene un recuerdo parcial; es decir, si es consciente que sufre amnesia; sin embargo, algunos autores consideran limitado este ndice, debido a la variabilidad existente entre los verdaderos pacientes amnsicos. S se ha encontrado que personas que simulaban trastornos de memoria y que haban ejecutado peor un test de eleccin forzada mostraron niveles bajos en el feeling-of-knowing (Schacter, Harbluck y McLachlan, 1984). Psicosis La prevalencia del fingimiento de la psicosis es desconocida, pero Resnick (1984) considera que, debido al movimiento de la desinstitucionalizacin, podra ir en aumento, ya que miles de enfermos crnicos, que preferiran vivir en un ambiente ms protegido, se encuentran en la actualidad en situacin de marginalidad social. Con los drsticos recortes en los programas sociales y las mejoras en las condiciones de hospitalizacin, las personas con trastornos mentales podran exagerar sus sntomas para conseguir una ayuda mdica; como es el caso de los pacientes con esquizofrenia, que muestran notable habilidad para parecer sanos o enfermos segn los objetivos que tengan en el momento (Rogers, Kropp, Bagby y Dickens, 1992). La simulacin de un trastorno psictico puede responder a diversas razones: evitar responsabilidades en el caso de estar implicado en juicios penales; tiempo atrs, evitar realizar el servicio militar o librarse de un destino peligroso; obtener algn beneficio econmico por secuelas o daos psicolgicos; o dejar de permanecer en prisin, simulando un estado psictico para conseguir el traslado a un hospital, para obtener ms fcilmente drogas o para tener ms oportunidades de escapar. Los especialistas se lamentan de la falta de criterios diagnsticos para establecer la existencia de simulacin en estos casos. Resnick (1997), no obstante, sugiere algunos principios a tener en cuenta por el clnico que sospecha de un caso de simulacin. As, respecto a las
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misma manera independientemente si previamente ven o no el estmulo doloroso; mientras que los simuladores respondern de manera diferente dependiendo si anticipan o no el estmulo doloroso. Si la persona ve al examinador aproximarse con un alfiler, mostrar una pequea reaccin, ya que previamente habrn tensado los msculos; pero si se le pincha sin haber visto el alfiler mostrar menor contraccin muscular y dilatacin pupilar. En el caso de los trastornos de conversin, es ms difcil determinar si se est produciendo una situacin de simulacin. Resnick seala que el criterio diferencial es si la conducta de mutismo se encuentra bajo el control voluntario de la persona. Conocer los detalles exactos a cerca de cmo la persona dej de hablar es muy importante, a juicio de este autor. Las personas con un trastorno de conversin suelen ser capaces de escribir y de susurrar, y suelen tener historia de otros sntomas de conversin, como un trastorno disociativo; mientras que es ms frecuente hallar en la historia del simulador conducta antisocial con frecuentes mentiras o un historial criminal. Respecto a la simulacin de una depresin psictica, es sabido que la variacin diurna de los sntomas forma parte de su manifestacin clnica; mostrando el paciente genuino mayor gravedad de los sntomas y estados de nimo ms disfricos por las maanas y una cierta mejora al final de la jornada. Esta oscilacin clnica es ms probable que no sea referida por los simuladores, al carecer de un conocimiento profundo del trastorno. MTODOS DE EVALUACIN Los procedimientos de valoracin de la simulacin, en el mbito clnico, se han basado en el uso de medidas neuropsicolgicas convencionales y en el empleo de test especficos para tal fin. Dentro de la primera opcin, se han analizado las curvas de ejecucin en tareas de dificultad variable (Baker et al., 1993; Frederick, Crosby y Wynkoop, 2000; Tehula y Sweet, 1996), los aciertos en pruebas de recuerdo, de reconocimiento y tareas en las que se exige discriminar entre dos tipos de estmulos (Coleman et al., 1998; Slick, Iverson y Green, 2000; Suhr y Gunstad, 2000; Sweet et al., 2000), tareas de memoria (Davis, King, Bajszar y Squire, 1995; Hanley, Baker y Ledson, 1999), la amplitud de memoria para los dgitos (Strauss et al., 1999; Suhr, Tranel, Wefel y Barrash, 1997); la comparacin de ndices de atencin e ndices de memoria (Mittenberg, Azrin, Millsaps y Heilbronner, 1993), y el conocimiento semntico (Mittenberg, Theroux-Fichera, Heilbronner y Zielinski, 1995). Si bien pruebas de este tipo se han considerado muy ptimas para detectar posi-
alucinaciones auditivas, los simuladores debern ser preguntados acerca de las estrategias que emplean para reducir o hacer desaparecer las voces. Adems de que los verdaderos pacientes suelen tener una disminucin de este tipo de alucinaciones cuando la esquizofrenia se encuentra en una fase de remisin mientras que en los brotes agudos se dan con mucha frecuencia, las estrategias de afrontamiento que emplean los pacientes con esquizofrenia incluyen realizar actividades especficas como trabajar o ver la televisin, cambiar la postura, por ejemplo tumbarse o andar, mantener una conversacin con una persona cercana, o tomar rpidamente la medicacin. En general, comprueban que sus alucinaciones suelen disminuir cuando se implican en cualquier actividad. Estas acciones espontneas y el correspondiente efecto amortiguador de las alucinaciones, debera evaluarse en los supuestos simuladores; ya que si la persona no tiene un conocimiento profundo de la enfermedad, durante la entrevista no proporcionar esta informacin. Las alucinaciones genuinas se caracterizan por un amplio rango de susurros a gritos sin sentido; sin embargo la cadencia del discurso es normal. Por el contrario, los simuladores a veces refieren el contenido de sus alucinaciones con un lenguaje artificioso y demasiado complicado. Respecto a las alucinaciones visuales, seala tambin Resnick que cuando el contenido es dramtico o atpico debe ser sospechoso de simulacin. En relacin con los delirios, los simuladores refieren su aparicin de repente, cuando es sabido que un delirio real se va construyendo a lo largo de meses o aos, hasta su sistematizacin. Cuando aparecen las ideas delirantes, estas suelen tener poca influencia en la vida diaria del paciente, aunque est convencido de la veracidad de las mismas. En la valoracin del carcter genuino de un delirio, Resnick indica que hay que tener en cuenta su contendido. El contenido de los delirios fingidos suele ser persecutorio, y en ocasiones de grandiosidad, pero raras veces auto-despreciativos. Adems, el comportamiento de los simuladores no suele ser acorde con el supuesto delirio, mientras que en las personas con una verdadera psicosis es mayor la relevancia conductual. Otro sntoma que suelen presentar las personas con un trastorno psictico es la conducta de mutismo. El mutismo puede aparecer como sntoma aislado o como parte de una psicosis simulada. La conducta catatnica o la flexibilidad crea son muy difciles de mantener durante un periodo prolongado; de modo que una manera de comprobar si una persona esta fingiendo puede ser observar cmo reacciona a un pinchazo en la espalda. Las personas con un verdadera catatonia respondern de la
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bles casos de simulacin, se contempla la necesidad de aplicar pruebas complementarias para mejorar la validez y fiabilidad de los resultados. Lezak (1995) refiere los siguientes test neuropsicolgicos clsicos para la deteccin de posibles simuladores: - Test de Bender, con la recomendacin de llevar a cabo un retest, transcurridos bastantes das desde la primera evaluacin, ya que al sujeto se le olvidar cules eran los patrones de respuestas, e invirtiendo el orden de las tarjetas. - Test de Retencin Visual Benton, en donde los simuladores cometen ms errores de distorsin que los pacientes con lesiones cerebrales, pero no ms errores de omisin. - La Batera de Halstead-Reitan (incluyendo el WAIS), en la que los simuladores ejecutan peor los test que los pacientes lesionados, a excepcin del Test de Categoras, el Test de Ejecucin Tactil y la parte B del Test de Trazado (Trail Making Test). - El MMPI, en donde tambin los simuladores obtienen peores perfiles que los verdaderos pacientes. - El PICA (Porch Index of Communicative Ability), para la simulacin del trastorno afsico. Entre las pruebas diseadas especficamente para evaluar la simulacin, se advierten dos vertientes metodolgicas. Una se basa en el llamado paradigma de validacin de sntomas (Pankratz, Fausti y Peed, 1975), originalmente diseado para evaluar los dficit en el funcionamiento sensorial, siendo luego extendido para detectar el fingimiento de lesiones relacionadas con la memoria (Binder y Willis, 1991; Frederick y Foster, 1991; Iverson, Franzen y McCracken, 1991; Pankratz, 1983). Este paradigma implica la administracin de pruebas de eleccin forzada de dos alternativas de respuesta, que basan los resultados en trminos de probabilidades (Slick, Hopp, Strauss y Thompsom, 1997; Tombaugh, 1996), y en las que se establecen unos intervalos de confianza, por debajo o por encima de los cuales se consideran las puntuaciones como indicativas de fingimiento o exageracin de sntomas y se establecen puntos de corte a partir de los cuales se seleccionan las respuestas. Por ejemplo, en una persona que no est intentando simular, sus respuestas debern tener al menos un 50% de aciertos, que es el resultado esperado cuando se responde al azar. Este fue el primer sistema de corte empleado, pero se encontr que, cuando se ensayaba con personas normales que fingan ser simuladores, estas no puntuaban por debajo de los niveles de respuesta esperados por azar, aunque s tenan mayor nmero de errores que los verdaderos pacientes daados y honestos; por ello, se opt por establecer pun-
tos de corte en relacin con la ejecucin que se espera de una persona con una verdadera lesin y sin propsitos de exageracin o fingimiento. Algunos investigadores han empezado a explorar la utilidad de medidas encubiertas, obtenidas a partir de las respuestas objetivas que emiten los simuladores, que no puedan ser manipuladas por estas personas o mejoradas con las sucesivas evaluaciones. Un ejemplo de ello es la versin computerizada del Portland Digit Recognition Test de Rose, Hall y Szalda-Petree (1995), en la cual incluye una medida de la latencia de respuesta del sujeto. Estos autores encontraron que la incorporacin de esta medida a la versin original creada por Binder y Willis (1991) mejoraba la sensibilidad de la prueba en la identificacin de los posibles simuladores. La segunda vertiente metodolgica consiste en el estudio del tipo de respuesta que ejecuta el paciente; por ejemplo, la manera en que el paciente lee palabras muy sencillas o cuenta el nmero de puntos que aparecen en una pantalla (Boone et al., 2000; Strauss et al., 2002). Un ejemplo sera el Dot Counting Test (Binks, Gouvier y Waters, 1997), prueba en la que al sujeto se le presenta una serie de tarjetas con puntos agrupados y sin agrupar y se pide que cuente el nmero del puntos que ve en la pantalla, se mide el nmero de aciertos y el tiempo empleado en contar los estmulos. EVALUACIN MEDIANTE ENTREVISTAS Y AUTOINFORMES Otra manera de detectar la simulacin consiste en valorar la sintomatologa conductual del problema. Las primeras aproximaciones se hicieron mediante pruebas cuyo objetivo especfico no era la deteccin del engao, pero que incluan alguna subescala para medir la validez del instrumento. El primero de ellos y el ms conocido es el Minnesota Multiphasic Personality Inventory (MMPI), cuya Escala F tiene el fin de detectar estilos atpicos de respuesta. Con esta escala, sin embargo, se detectaron varios problemas, como el solapamiento entre las puntuaciones obtenidas por verdaderos pacientes y las obtenidas por los posibles simuladores, y la falta de sensibilidad de esta escala para detectar situaciones concretas de simulacin como, por ejemplo, la simulacin de trastornos de memoria. Tambin se ha puesto en cuestin la utilidad de la subescala DM del 16 PF de Cattell para estos fines. El M Test (Beaber, Marson, Michelli y Millis, 1985) fue el primer instrumento desarrollado con el objetivo primario de detectar posibles simuladores. Sin embargo, los estudios de validacin tambin han puesto en entredicho
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honestidad (Direct Appraisal of Honesty, DA); Actitud de estar a la defensiva (Defensive Symptoms, DS); Sntomas iniciales (Symptom Onset,, SO); Sntomas demasiado especficos (Overly Specified Symptoms, OS); Sntomas de inconsistencia (Inconsistency of Symptoms, INC). Las preguntas se pueden agrupar en tres categoras: (a) preguntas detalladas, que se dirigen a explorar la gravedad de sintomatologa especfica; (b) preguntas repetidas, de control, sobre las respuestas a las preguntas del apartado a; y (c) preguntas generales, que tratan de investigar patrones de sntomas y problemas psicolgicos. Para la creacin de la SIRS, Rogers (1984) realiz una revisin literaria para identificar estrategias de posible utilidad para la deteccin de simuladores. A partir de aqu, seleccion las estrategias que cumplan los siguientes criterios: (a) las que parecan relevantes para detectar la simulacin de una enfermedad mental en contraposicin a otras formas de engao, y (b) aquellas estrategias que eran fciles de estandarizar. Basndose en estos criterios, Rogers seleccion quince estrategias, a partir de las cuales gener 330 preguntas, que conformaron la primera versin de la SIRS. La construccin formal de las escalas se llev siguiendo dos pasos: por un lado, mediante el consenso de ocho expertos en simulacin se busc la validez aparente y validez descriptiva de las escalas propuestas, asignando los tems a la estrategia que crean ms adecuada, de modo que cuando al menos cinco de los ocho expertos coincidan con la clasificacin de Rogers el tem era situado en la escala correspondiente; y, por otro lado, se calcul las correlaciones item-escala, eliminndose aquellos tems que no correlacionaban con la escala asignada. Los coeficientes alpha de las escalas se situaron entre 0.66 y 0.92, con una media de 0.86 (Rogers, 1997). Los resultados para cada una de las escalas son clasificados en cuatro categoras: honestos, indeterminados, probable fingimiento o engao definitivo. Se considera que la persona est intentando engaar si la puntuacin en tres o ms de las escalas primarias se sita en el rango de fingimiento probable; o si la puntuacin total del SIRS (la suma de los tems de las preguntas generales y las detalladas) excede de 76. Se considerar que est siendo honesta si la puntuacin en seis o ms de las escalas primarias est en el rango de honesto o la puntuacin global es igual o inferior a 71. Finalmente, la SIMS (Structured Inventory of Malingered Symptomatology) (Smith y Burger, 1997) es otro instrumento para evaluar la simulacin, que consiste en un autoinforme de 75 tem dicotmicos (verdadero/falso), agrupados en cinco escalas desarrolladas para detectar
esta prueba, indicando Hankins, Barnard y Robbins (1993) que parece detectar ms bien a personas que manifiestan dficit o deterioro cognitivo. En un intento de mejorar este test, Rogers y cols. desarrollaron un nuevo sistema de puntuacin para este test obteniendo resultados ptimos en la diferenciacin entre pacientes psiquitricos de un correccional y de un hospital (Rogers, Bagby y Gillis, 1992). Smith, Forum y Schinka (1993), sin embargo, no confirmaron estos resultados con una poblacin similar. La Malingering Scale (Schretlen, 1986) ha sido otro intento de construir una prueba para detectar a los simuladores mediante una evaluacin psicomtrica. Este instrumento consta de dos escalas: la escala de simulacin de deficiencia mental (malingering retardation, MgR), y la escala de simulacin de locura (malingering insanity, MgI). Sin embargo Smith y Burger (1997) indican que los estudios que se han desarrollado para la validacin de la prueba tienen dficit metodolgicos, relativos a la seleccin sesgada de la muestra, as como prcticos, como la longitud de la prueba (150 tem) y la necesidad de contar con un evaluador experimentado para la aplicacin de la misma. Rogers y cols. han desarrollado la SIRS (Structured Interview of Reported Symptoms) con el objetivo de desenmascarar a las personas que estn fingiendo o exagerando algn trastorno mental (Rogers, Gillis y Bagby, 1990; Rogers, Gillis, Dickens y Bagby, 1991; Rogers, Kropp et al., 1992). La SIRS es una entrevista que consta de 172 preguntas, distribuidas en 8 escalas primarias y 5 escalas adicionales o complementarias. Las primeras se emplean para diferenciar entre personas que son honestas en sus respuestas y simuladores, as como en la descripcin de los estilos de respuestas. Las escalas primarias exploran: Sntomas raros (Rare Symptoms, RS) (genuinos, pero poco comunes); Sntomas improbables y absurdos (Improbable and Absurd Symptoms, IA); Combinacin de Sntomas (Symptoms Combination, SC) (en referencia a la poca probabilidad de que dos sntomas verdaderos se produzcan simultneamente); Sntomas Obvios (Blatant Symptoms, BL); Sntomas Sutiles (Subtle Symptoms, SU) (en referencia a sntomas que son vistos por los pacientes como problemas, cuando en realidad no lo son); Sntomas selectivos (Selective Symptoms, SEL); Sntomas graves (Severity Symptoms, SEV); y Sntomas referidos frente a observados (Reported versus Observed Symptoms, RO). Con las escalas complementarias el clnico puede realizar una interpretacin de los estilos de respuesta del sujeto. Este segundo bloque lo forman: Valoracin directa de
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posible falsacin en las cinco condiciones clnicas ms comunes de simulacin: baja inteligencia, trastornos afectivos, dao neurolgico, psicosis y amnesia. Se obtiene una puntuacin total a partir de las cinco escalas. Los tem fueron obtenidos de dos fuentes diferentes: la primera, a partir de instrumentos ya existentes como el MMPI, el SIRS y el WAIS-R, los cuales han demostrado cierta utilidad en la deteccin de una posible simulacin. Estos tem fueron modificados para aumentar su sensibilidad en la deteccin de situaciones concretas de simulacin. Y una segunda fuente fue a partir de las caractersticas cualitativas de personas simuladoras (Resnick, 1984; Rogers, 1984; Seamons, Howell, Carlisle y Roe, 1981). CONCLUSIONES La simulacin, el engao o el fingimiento, potencialmente se pueden manifestar en todo tipo de enfermedades somticas y trastornos mentales. Por eso, es necesario utilizar tambin procedimientos de evaluacin diferentes para desenmascarar a las personas que pudieran presentar o exagerar sntomas de muy diverso orden; ya que no es lo mismo simular dao fsico, como una lesin cerebral, que dao psicolgico, como un trastorno mental. Cualquiera que sea la naturaleza de los sntomas, con frecuencia es conveniente contar con la participacin del psiclogo, a la hora de evaluar su autenticidad; y en particular cuando las molestias referidas por la persona afectan a las funciones cognitivas, como la atencin o la memoria, y son susceptibles de evaluacin neuropsicolgica. A pesar de que las exploraciones mdicas pueden descartar daos o alteraciones orgnicocerebrales, en ocasiones el paciente no deja de referir problemas en su vida diaria a la hora de conducir, de acordarse de cosas, etc., siendo estos los argumentos empleados por los peritos en las diferentes causas judiciales y sobre los que es necesario tomar una decisin. La credibilidad sobre el carcter verdadero o simulado de los sntomas o de estos testimonios, en cuanto que entra dentro de las opiniones subjetivas, difcilmente puede ser objeto de investigacin cientfica. Sin embargo, s puede ser analizada la validez de los sntomas o del cuadro clnico que la persona manifiesta, para determinar con criterios cientficos una probable situacin de fingimiento o exageracin. En este sentido, se sugiere hacer una aproximacin multifactorial para determinar la existencia de una situacin de simulacin; para lo cual, es necesario: (1) determinar la gravedad del dao, mediante un registro de los diferentes sntomas; (2) evaluar al paciente mediante pruebas estandarizadas; (3)
considerar diagnsticos psicolgicos o mdicos alternativos para explicar la causa del los sntomas aducidos por la persona; (4) utilizar pruebas que se ajusten a las caractersticas demogrficas de los sujetos evaluados; y (5) utilizar, simultneamente, pruebas neuropsicolgicas e indicadores de validez especficos, para determinar la posible simulacin de los sntomas. Esbec Rodriguez y Gmez-Jarabo (1999) han descrito, por ejemplo, hasta veinte caractersticas que pueden indicar la existencia de simulacin de un trastorno mental; de entre las cuales, destacan dos como las ms importantes: la presencia de algn beneficio o ganancia externa clara por el padecimiento de estos sntomas y la constatacin que el sujeto ya haba presentado previamente sntomas similares a los alegados en el momento actual. La Psicologa Forense, en consecuencia, tiene en Espaa un importante reto por delante, en lo que se refiere a la determinacin, con base cientfica, de la validez de los testimonios y de la sintomatologa aducida por personas que estn en proceso de enjuiciamiento o que han sido vctimas de accidentes o agresiones. En particular, es necesario desarrollar procedimientos estructurados y estandarizados, que permitan emitir juicios fundamentados sobre la posible existencia de simulacin. Los procedimientos desarrollados por Arce y Faria (2005), en este sentido, son un ejemplo a seguir en la consecucin de este objetivo. REFERENCIAS American Psychiatric Association. (1995). Manual Diagnstico y Estadstico de los Trastornos Mentales (4 ed.). Barcelona: Masson. Arce, R. y Faria, F. (2005). Peritacin psicolgica de la credibilidad del testimonio, la huella psquica y la simulacin: El Sistema de Evaluacin Global (SEG). Papeles del Psiclogo, 26, 59-77 Baker, G. A., Hanley, J. R., Jackson, H. F., Kimmance, S. y Slade, P. (1993). Detecting faking of amnesia: Performance differences between simulators and patients with memory impairment. Journal of Clinical and Experimental Neuropsychology, 15, 668-684. Beaber, R. J., Marson, A., Michelli, J. y Millis, M. J. (1985). A brief test for measuring malingering in schizophrenic individuals. American Journal of Psychiatry, 142, 1478-1481. Binder, L. M. y Willis, S. C. (1991). Assessment of motivation after financially compensable minor head trauma. Psychological Assessment, 3, 175-181. Binks, P. G., Gouvier, W. D. y Waters, W. F. (1997).
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xisten diversas frases que, de forma condensada y efectista, pretenden definir al hombre: el hombre es un animal que usa herramientas; el hombre es un animal que posee la capacidad de lenguaje; el hombre es una animal que come pan. Nuestra contribucin al catlogo de frases es la siguiente: el hombre es un animal que miente. Es evidente que otros animales utilizan las apariencias para sobrevivir, pero es quizs el hombre el nico animal que trata con la mentira de manera reflexiva, es decir, el nico capaz de usar la mentira en relacin a su persona, a su identidad. Si un camalen camufla su cuerpo los humanos seran capaces de camuflar hasta lo ms profundo de sus entraas. La sugestin es un prodigio de la mentalidad genuinamente humana. Slo el hombre puede ver fantasmas. Aunque excede en mucho los austeros objetivos de este artculo, queremos manifestar que la importancia de la mentira, en cuanto que se puede relacionar con la suCorrespondencia: Rubn Gonzlez Fernndez. E-mail: [email protected]
gestin, es mxima, porque detrs se esconde el fundamento de la propia psicologa: el yo, la reflexividad. LA VERDAD DE LA VIDA Y TEXTURA VITAL DE LOS PROBLEMAS PSICOLGICOS Vamos a discutir este punto de la exposicin ayudndonos de una metfora y esto lo vamos a hacer as por dos motivos fundamentales. El primero es por un motivo didctico y facilitador de la comprensin y de la explicacin. El segundo es en honor a la psicoterapia que nosotros ejercitamos, que no es otra que una actualizacin o acomodacin de una psicoterapia genrica conocida como Terapia de Aceptacin y Compromiso. Y si utilizamos una metfora, le hacemos honor a esta terapia porque uno de sus principios generales es el convencimiento de que las metforas son verdaderas herramientas teraputicas en el contexto clnico. Se utilizan para hacer ver al cliente una serie de conceptos y de fenmenos que, de otra manera, seran mucho ms difcil de discernir. La metfora que vamos a utilizar es la del camino. Y no vamos a pensar en un camino potico, poco transita-
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do y perdido en un paraje que, precisamente, por estar perdido, tiene un encanto y misterio particulares. No va a ser de esta especie. El camino que vamos a usar como metfora es un camino moderno, urbano, con su rotondas o glorietas, con sus centros comerciales a los lados, con cruces de caminos muy transitados y regulados por semforos, pasos de peatones, cedas el paso, etc. Y tiene que ser un camino moderno, urbano, porque los problemas psicolgicos han surgido en un contexto moderno y urbano que no es otro que el contexto de la ciudad. En las sociedades arcaicas haba poco espacio para los problemas psicolgicos en tanto que la vida estaba muy normalizada. Era una sociedad cerrada y esto significa que el modo de vida y los problemas derivados de tal modo de vida estaban estrictamente pautados. La ciudad, en cambio, es en su gnesis un cruce de modos de vida. Podramos decir que ya no es la familia la que regula los modos de vida sino el mercado. Ahora todo se comercializa: el alimento, la ropa, los enseres de la vida. Pero tambin se mercadea con los modos de vida y se ofrecen diferentes alternativas profesionales, familiares, de ocio, que no slo son alternativos sino que adems, en muchos casos, son incompatibles y contradictorios. Y el problema de tener diferentes modos de vida disponibles para usar es que el individuo empieza a ejercitar la responsabilidad de elegir. Podramos decir, y ya adelantamos la que ser nuestra tesis ms fuerte, que los problemas psicolgicos van a tener que ver, de una manera ms o menos directa u oblicua, con esta responsabilidad de elegir. Volviendo a nuestra metfora del camino moderno y urbano, imaginemos que la vida es una rotonda. Una rotonda tiene la funcin de repartir el trfico. Es la ordenacin de un cruce de caminos y es la parte del camino urbano que nos facilita dejar una direccin para coger otra. Qu ocurrira si no existiesen estas rotondas? Probablemente uno dejara un camino y emprendera otro sin ms dilacin, de manera directa, sin una estacin de trnsito. No habis dado alguna vez ms de una vuelta a nuestra rotonda para aclarar las ideas en cuanto a la direccin que tenemos que tomar? Es una especie de tiempo extra-decisional. Pero, y si permanecemos en la rotonda por tiempo indefinido sin tomar ninguna ruta? Estos son para nosotros los problemas psicolgicos. Es un atasco vital en la decisin de qu camino emprender a partir de un determinado momento. Tenemos varios alternativos y todos ellos presentan sus ventajas y sus inconvenientes. Unos son muy fciles de recorrer pero nos llevan a lugares poco atractivos. Otros son muy
duros, con mucho trfico, con semforos, no obstante nos llevan a lugares ms atractivos que los anteriores. Pero no tomamos una decisin, estamos atascados. Mientras slo uno de nosotros est atascado en la rotonda, no hay mayor problema. El problema crece cuando la rotonda se colapsa y ya no permite que otros la utilicen adecuadamente. Es cuando el problema psicolgico individual se convierte en un problema de calado social. Y el problema tambin aumenta cuando, al estar permanentemente en la rotonda, no llegamos a ningn destino, no cumplimos con nuestro trabajo en la ciudad, no cumplimos con nuestras obligaciones familiares, etc. A tal fin se ha creado todo un entramado circulatorio alternativo y ajeno a la vida que nos permite seguir conduciendo, aunque a ningn destino. Conducimos en crculo porque necesitamos movernos. No tenemos ms objetivo que permanecer en pausa el tiempo que necesitemos para volver a nuestro camino urbano ordinario. Este entramado circulatorio alternativo, ajeno a la vida y estril es la psicologizacin. Y no nos referimos solo a la psicologizacin que se ejercita mediante el verbo, sino tambin aquella que se practica con frmacos, con flores lanse las flores de Bach por ejemplo-, con magia, con futurologa. Todo este entramado est al servicio de aquellos que quedaron atrapados en la rotonda indefinidamente y que no lograron tomar una decisin vital. La psicoterapia se ha convertido en una institucin intermedia (Prez lvarez, 1999), entre instituciones que fallan. Cuando la gente se colapsa entre varias alternativas de vida y ninguna de ellas le satisface, surge una va encubierta, con sentido momentneo pero sin sentido ltimo que son los problemas psicolgicos. La institucin psicoteraputica ofrece la cobertura necesaria a los problemas psicolgicos dando una explicacin funcional. Una persona puede vivir entre las alternativas conflictivas de querer estar delgada y atracarse de comida. El colapso vital de esta persona estara en diferir infinitamente la decisin que ha de tomar por uno u otro camino. Atiborrarse de comida no importando las consecuencias o intentar llevar una alimentacin adecuada. El camino intermedio (la rotonda de la vida psicopatolgica) suele ser atiborrarse y purgar lo ingerido. Soportar la certeza de que tomar uno u otro camino depende de uno mismo es, a todas luces, insoportable. Es as como se alimenta la tercera va muerta y vaca de llamar a esta ausencia de decisin personal: problema psicolgico. Empieza aqu todo un entramado normativo que da cobijo y explicacin al comportamiento tan irracional de atiborrarse y purgar lo ingerido. El problema psicolgico se llama bulimia y el profesional que ha
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porta la direccin elegida sino, sobre todo, cuando ignoramos o pretendemos ignorar que en realidad, sin remedio, hemos tomado algn camino que tiene aparejado una serie de consecuencias. Este es el sentido que ya le daba Plutarco al trmino, cuando expresaba que el autoengao era algo ms que la incapacidad de reconocer que no sabemos de muchas cosas, pues al fin lo dramtico es que no sabemos lo que somos. Si la incertidumbre y la inseguridad nos paraliza y por prudencia decidimos estancarnos, cabe preguntarse si la parlisis no ser tambin una opcin acompaada de riesgos y, por tanto, en ocasiones, carente de prudencia. Una mentira puede tener distintas variantes. Puede ser inocente, humorstica, puede ser algo perversa y puede ser hasta bondadosa y til. El autoengao, en cambio se podra decir que, sin perjuicio de su consideracin como inocente, humorstico, perverso, piadoso y til, no toma ninguna variante especial siendo acaso un poco de todo. El engao apunta a un objetivo consciente, pero el autoengao es inconsciente no sabiendo uno lo que hace, porque, como dijera el famoso escritor, ms de un espejo es un velo (Wilde 1889). Los trastornos psicolgicos exhiben esta peculiaridad en la mayora de las ocasiones. As, una persona afectada de anorexia ignora muchas veces su temor al rechazo pblico afanndose en adelgazar o pelendose con su cuerpo. Un neurtico con conductas compulsivas ignora que, tras la conducta de lavarse las manos constantemente y su pavor a la contaminacin, se esconde su obstinacin de no aceptar el carcter obligadamente incierto de la vida. El problema principal que se encuentra un psiclogo suele ser el de mostrar claramente cul es el verdadero problema, que por lo general est oculto a los ojos de quien lo padece. De manera general, la persona con problemas psicolgicos sufre por algo que ella misma excluye o aparta y con lo que, sin embargo, est comprometida. La voluntad consciente, diramos, est entregada a la actitud de pelearse reflexivamente con los elementos psicolgicos molestos y, por tanto, la distraccin favorece el descuido en reconocer, y si acaso vencer, el verdadero problema que est afectando su vida. Como bien ha detectado la filosofa de la Terapia de Aceptacin y Compromiso y otras filosofas y autores antes, lo que subyace a la dedicacin o la lucha de una persona en el control de los sntomas emocionales y cognitivos (que paradjicamente acaba por alimentar) es una evitacin existencial o vital (experiencial), una dificultad en aceptar las cosas que no se pueden cambiar (Luciano y Hayes, 2001).
de acabar con ella es el psiclogo o psiquiatra. Justo desde este momento la nica persona que podra dar un golpe de efecto a esta situacin la persona con bulimiaqueda subyugada a la institucin psicoteraputica que ya hace las cosas por ella. Es precisamente esta prdida de responsabilidad lo que hace que los problemas de la vida, los atolladeros coyunturales, se conviertan en problemas psicolgicos, en callejones sin salida estructurales. Pero claro, por paradjico que parezca, es nicamente desde la psicoterapia desde donde se puede restablecer la cordura perdida. A saber, es a travs de psicoterapia como hemos de revertir los problemas psicolgicos en problemas de la vida, en pruebas o dificultades que requieren una continua toma de decisiones por parte del que vive. Cuando la toma de decisin se enquista y nos atrapa la rotonda- estamos alimentando un problema hasta hacerlo psicolgico. Para decirlo con una frase, hemos de despsicologizar al cliente desde la propia psicologa. Despsicologizar significa, en este contexto, eliminar la cobertura psicolgica, por tanto externa e inafrontable por parte del cliente, de los problemas de la vida. Las decisiones las tiene que tomar el cliente y el deber del psiclogo es precisamente no caer en la tentacin de hacerle llegar las suyas propias. Utilizando la conjugacin que permite una explicacin cabal y comprehensiva de los problemas psicolgicos, autor-actor (Quiroga Romero, 1999), decimos que la psicoterapia desde los quicios que manejamos aqu (contextual, conductual, ontolgica) es sencillamente el intento de hacer pasar al cliente por el gradiente desde una irresponsabilidad e indecisin de la vida que est viviendo siendo meramente actor de un papel, hasta la responsabilidad y toma de contacto real con la vida que le ha tocado vivir llegando a ser el propio autor de la misma. Cmo lograr este cambio es algo que intentamos explicar ms abajo. EL AUTOENGAO COMO MODULADOR DE LOS TRASTORNOS PSICOLGICOS Un aspecto relevante en la casustica psicopatolgica se nos revela con el fenmeno del autoengao. Si el engao en general es un elemento de interaccin social absolutamente extendido en el funcionar de las sociedades modernas, que va desde los aspectos econmicos y polticos hasta los ms ntimos, el autoengao, se podra decir, resulta ser la extensin de-generada que acaba por impregnar de caminos obtusos la conciencia y la voluntad personal. Podramos definir el autoengao como un modo de dirigir nuestra vida cuando no slo ignoramos lo que com-
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Aparece aqu el fenmeno del autoengao como algo crucial, en el sentido de que el esfuerzo en concentrarse en los elementos psicolgicos acaba por ocultar los elementos sustanciales de un conflicto personal no resuelto (Fuentes Ortega, 1994) y eso termina por dar naturaleza psquica a un problema que slo el afrontamiento personal finalmente puede resolver. Un individuo que se queja de depresin puede ensombrecer as su responsabilidad en el afrontamiento del dolor, el sufrimiento y la pena por su insistencia de permanecer acostado, aptico y poco activo. Pero slo cuando se abandona a una continua tortura auto-inflingida, reprochndose su actitud deprimida, cristaliza el autoengao o un verdadero problema psicolgico (se cierra el circulo), pues en la reflexin crtica consigo mismo acaba por crear un espacio inerte, donde se dedica a intentar despejar un entramado psquico cuyo ltimo sentido es oscurecer el afrontamiento del verdadero problema. En este esquema el auto engaado acaba por perder ya la perspectiva del problema original y muchas veces reclama ayuda para salir de un circuito fatal que fue emprendido con la intencin de calmar la percepcin molesta de un conflicto, pero que acabar, posteriormente, por dejar a la persona sin capacidad de respuesta o ciego ante ese conflicto que, no por no percibir, deja de inquietar y en el fondo sostener y consolidar el malestar psicolgico. Al respecto resulta sugerente el ejemplo que hace Paul Watzlawick cuando recuerda cmo la antroploga Margaret Mead distingua a los americanos de los rusos diciendo que mientras los primeros simulaban dolor de cabeza para eludir responsabilidades, los segundos, necesitaban realmente sufrir el dolor de cabeza para el mismo fin (Watzlawick, 1975). Pues bien, tal vez un problema psicolgico sea, sobre todo, un dolor de cabeza ruso generado por uno mismo para pasar de puntillas por aspectos importantes de la vida, y ya sobrevenido, se agudiza cuando uno se dedica a intentar buscar analgsicos para un mal que la cefalea slo trataba de sortear. Al fin el autoengao, como pretendemos dibujarlo, es perfectamente solidario con la idea del sntoma segn ha sido descrito en un ensayo reciente (Prez lvarez, 2003), y comparte el trance de la expresin o manifestacin de un problema real, pero tambin cumple la funcin de ser un intento adaptativo, una tregua o incluso una forma de vida. LA EXTRAA VERDAD DE LOS TRATAMIENTOS PSICOLGICOS En multitud de ocasiones, un psiclogo tiene que disimular, callar, decir verdades a medias, hacer comentarios
sesgados que tienen que ver con el engao, con la mentira o, cuando menos, con no mostrar la verdad desnuda. Unas veces por no herir la sensibilidad de su paciente y otras por mera educacin. Sin embargo pensamos que la funcin simulativa y la apariencia juegan un papel sustancial y no slo anecdtico en el trabajo teraputico. Utilizando un ejemplo de la medicina, diramos que el cirujano puede operar sin la conciencia del paciente. La medicacin, por lo dems, funciona con relativa independencia de las creencias reales de la persona que las toma, pero no ocurre lo mismo en el quehacer psicolgico. Si algo caracteriza a la terapia psicolgica es la importancia radical del fenmeno de la apariencia, hasta el punto de ser imposible desarrollarla sin aparentar, sin aparentrsele el psiclogo al paciente y viceversa (incluso cabra dudar si una verdadera terapia se podra realizar sin conciencia de que tal proceso -el teraputicoest en marcha). El mdico puede estar ausente, el psiclogo tiene que estar, al menos, co-presente. Bajo nuestro punto de vista, un tratamiento psicolgico es algo similar al juego en un partido de ftbol (otras analogas similares han sido ensayadas anteriormente: la terapia como una partida de ajedrez y en general como un juego y como un desafo lleno de giros inesperados aparecen, por ejemplo, en las novelas del psiclogo existencialista Irvin D. Yalom (Yalom, 1992; 1996). El juego determinar la victoria aunque, para ganar, el juego debe desarrollarse en el marco de un partido que obliga a ciertas reglas, pero que nunca fija de antemano el xito. El tratamiento psicolgico se da en el marco de una ceremonia (Garca Sierra, 2001), la ceremonia psicoteraputica, la podemos llamar.Respecto a la importancia del concepto de ceremonia para la psicologa, se puede recurrir a la lectura de un trabajo significativo de Juan Fuentes y Ernesto Quiroga (Fuentes y Quiroga, 1998). Al decir esto, pretendemos simplemente indicar que la terapia siempre se desarrolla en el marco de una serie de secuencias transitorias que obedecen a ciertas normas: las sesiones tienen unos tiempos aproximadamente pautados tanto para el inicio como para su finalizacin, el psiclogo y el paciente pueden hablar en turnos sucesivos donde las correcciones se hacen ms en un sentido que en otro, donde la autoridad le pertenece ms a uno que a otro, etc. Dicho esto, nuestra postura es la siguiente: un tratamiento o terapia es, sobre todo, una tctica puesta en juego, como lo es en el ftbol la tctica del entrenador, pero que debe ajustarse de continuo a las condiciones
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que hace que el proceso de habituacin se ponga en marcha y es con la libre decisin del paciente con la que no puede dejar de trabajar nunca un psiclogo. Las tcnicas racionalistas cognitivas tambin tienen su punto de pericia engaosa, pues se basan muchas veces en contrarrestar un rgido pensamiento catastrofista con evidencias contrapuestas igualmente sesgadas, porque lo cierto es que el discurso del terapeuta no es, muchas veces, ms que un decir, que en realidad l puede readaptar a cada caso hasta el punto de decir una cosa y la contraria, segn convenga, con el objetivo funcional de vencer una rigidez ms que de convencer al pensante de otra verdad, lo que podra ser contraproducente. Algunas tcnicas como el intercambio de papeles dejan patente en qu consiste el juego teraputico, a saber: encontrar la verdad a travs de la apariencia. El psiclogo adopta el papel de paciente para que ste se de cuenta de que algn elemento de su discurso es un obstculo para avanzar. Pero, por qu no decrselo directamente? El sentido de la tcnica es que el cliente se de cuenta sin sentirse agraviado o atacado de modo que reaccione defensivamente e ignore lo fundamental. Todas las terapias, se podra decir, contienen elementos paradjicos y tanto en terapias conductistas, cognitivas y otras, abundan componentes de este orden. Pero a decir verdad, los apuntes anteriores con respecto al moldeamiento, los sesgos y el cambio de papeles habran de interpretarse como casos particulares de una clase o modo general posible de abordar la terapia. En la literatura psicolgica aparece incorporada, de hecho, una tcnica aplicada con carcter plenamente consecuente, global y, creemos, particularmente exitosa si cumple la funcin para la que est diseada y pensada; a saber, la tcnica de la intencin paradjica. Ya desde Adler, pasando por Vctor Frankl hasta la actual Terapia de Aceptacin y Compromiso existe una tradicin que ha hecho de ella todo un modo de proceder. En esta tradicin psicolgica la tcnica mencionada puede interpretarse no ya tanto como una tcnica ms o como un aspecto residual de programa teraputico, sino como toda una manera de tratar con los problemas psicolgicos. Esa es, por otra parte, la postura comprometida en el presente trabajo. La intencin paradjica nos revela ntidamente el fenmeno del autoengao presente en los trastornos psicolgicos. Alguien con una disfuncin erctil puede desear las relaciones sexuales pero no quiere arriesgarse a quedar mal parado. Un fbico social puede desear la relacin con otras personas pero le cuesta aceptar la
reales de lo que ocurre en el campo, de lo que se habla en la consulta. Un psiclogo no puede aplicar sin ms una serie de pasos hasta alcanzar un fin porque tiene que acompasar continuamente sus pasos con los del paciente, como lo hara un delantero con respecto al defensa del equipo contrario, y esto significa, digmoslo sin tapujos, que la terapia es un juego de mentiras arriesgadas donde el psiclogo tiene que mantener al paciente en el convencimiento de que le va a dar una solucin a su problema, solucin que decamos antes, nunca tiene lograda previamente, que slo ser verdad en la medida que se consiga mantener durante el proceso la mentira de que se dispone de tal solucin. Se puede resumir todo esto eufemsticamente: El psiclogo, si aspira a ser merecedor de tal ttulo, debe mantener la credibilidad. Pero sin eufemismos aadimos: a travs de distintos movimientos de prestidigitacin. El moldeamiento es un procedimiento utilizado por los terapeutas de conducta que consiste en partir de una serie de comportamientos previos e ir extendiendo progresivamente logros parciales hasta alcanzar un punto o logro final. Un agorafbico puede, por ejemplo, aceptar circular por ciertos lugares pero no aceptara otros en absoluto. El secreto, se podra decir, consiste en lograr que el paciente recorra los lugares que no aceptara recorrer empezando por lograr que recorra aqullos que acepta recorrer sin mucha resistencia. Si uno lo piensa detenidamente, se da cuenta de que lo que realmente est en juego es la voluntad del paciente y que para controlarla, de alguna manera, hay que someterla a engao, porque realmente no est claro que la habituacin no pudiera alcanzarse haciendo directamente lo que no se quiere hacer, pero puede resultar ms efectivo conseguir que haga lo que no le importa hacer para, finalmente, indicarle hacer lo que no hara por mucho que se lo pidisemos y que realmente es lo necesario para tener xito. Las tcnicas de aproximaciones sucesivas tienen este sentido. No es que un fbico a los ascensores sea incapaz de subir a un sexto piso, es que el psiclogo tiene que conseguir que se decida a subir a dicho piso y, adems, debe ser el propio paciente quien decida subir por el ascensor voluntariamente pese a acudir a la ayuda del profesional porque no est dispuesto a subir por voluntad propia. No es difcil adivinar que todo lo que hay por medio contiene mucho de creencia ms que de realidad, pues el cliente tiene que atribuir al procedimiento un valor que no es estrictamente cierto: no es la habituacin la que hace disminuir el miedo y por tanto le permite subir a un piso alto, es su decisin de subir la
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posibilidad de tener contratiempos en las relaciones sociales. Alguien puede desear insinuarse a otra persona pero teme ponerse colorada. Hay quien desea adelgazar pero no le agrada la posibilidad de hacer ejercicio ni dieta. En todos estos casos la empresa del paciente acaba por enfocarse hacia la lucha contra los elementos secundarios de orden psicolgico (miedo, angustia, rumiaciones...) no afrontando el conflicto original. De esta manera, la intencin paradjica resuelve, o trata de resolver, el enredo con un disfraz, a saber, intentando involucrar al paciente en elementos secundarios paradjicos para as arrojarle al enfrentamiento con el conflicto base. Si producto de la angustia alguien comienza a rumiar el modo de no atascarse al hablar se pide al paciente que desee voluntariamente tropezar al hablar, ya que as el elemento rumiativo pierde sentido funcional, enfrentando a la persona con el conflicto de hablar aun a riesgo de tropezarse, lo que muy fcilmente ayudar a la fluidez del hablante. La maniobra de la intencin paradjica se basa en desacreditar al conflicto secundario (psicolgico) intentando que el cliente se involucre en provocar un mal que l atribuye a una emocin o sentimiento y no a la voluntad de no afrontar. As las cosas, si el paciente pone su voluntad a trabajar para sufrir los efectos psicolgicos incmodos, estos desaparecern. La intencin paradjica aprovecha el autoengao de la persona que vive su problema (emocin como impedimento de la accin de afrontar) para alentar un logro psicolgico (alivio cognitivo-emocional) a travs de la accin. El xito, como se entender, es ms que probable, pues aunque el afrontamiento se ponga en marcha con intenciones de alivio psicolgico, la accin est deshaciendo de facto el conflicto de base que explica todo el entramado. Lo que destruye la intencin paradjica es la coartada de anteponer el contenido psicolgico a la accin y esto lo consigue haciendo creer al paciente que mediante una accin paradjica, que por lo dems se mostrar efectiva, desaparecer el contenido psquico adverso. Y desaparecer probablemente, pero, como decimos, porque deja de tener sentido utilitario para la persona al estar de hecho enfrentando el conflicto primario, es decir, corriendo el riesgo de tomar una direccin y no quedarse indefinidamente dando vueltas en la rotonda. Tampoco es asunto menor que la intencin paradjica, por su sustancialidad e importancia al hacer figurar el conflicto de fondo, viene bien presentarla (esconderla) bajo el formato del humor consistente en rerse de uno mismo (Frankl ,1946)
Acabamos ya diciendo que lo escrito supone slo un intento franco de reconocer que la mentira, la estrategia, la va oblicua, son aspectos ineludibles y definidores de gran parte de lo que llamamos Psicologa, lo que no hemos de ver necesariamente como despectivo. Acaso ya lo expresara de otro modo uno de los padres de nuestra disciplina, Alfred Binet, cuando para medir la inteligencia descubri que lo que realmente haca era asignar valor a los fallos y no a los aciertos: mientras la Lgica se interesa por los procesos intelectuales que tienen que ver con la verdad, la Psicologa se interesa especialmente por los procesos intelectuales que tienen que ver con el error. REFERENCIAS Frankl, V. (1946/2004). El hombre en busca de sentido. Barcelona: Editorial Herder. Fuentes Ortega, J.B. (1994) Introduccin del conflicto de normas irresuelto personalmente como figura antropolgica (especfica) del campo psicolgico. Psicothema, 6 (3), 421-446. Fuentes Ortega, J.B. y Quiroga Romero, E. (1998) A propsito de Mesmer y la Hipnosis. La distincin entre ceremonias abiertas y ceremonias cerradas. Revista de Historia de la Psicologa, 19 (2/3), 421-429. Garca Sierra, P. (Ed.). (2001). Diccionario filosfico manual del materialismo filosfico. Oviedo: Pentalfa Ediciones. Hayes, S.C. (1984). Making sense of spirituality. Behaviorism, 12, 99-110. Luciano, M.C. y Hayes, S.C. (2001). Trastorno de evitacin experiencial. Revista Internacional de Psicologa Clnica y de la Salud, 1 (1), 109-157. Prez lvarez, M. (1999). Psicologa clnica y iatrognesis. En J. Buenda (Ed.). Psicologa clnica: Perspectivas actuales. Madrid: Pirmide. Prez lvarez, M. (2003). Las cuatro causas de los trastornos psicolgicos. Madrid: Editorial Universitas. Quiroga Romero, E. (1999). La personalidad como estructura dinmica conductual definida por la conjugacin Autor-Actor. Apuntes de Psicologa, 17 (3), 309-325. Watzlawick, P. (1975/1986). El arte de amargarse la vida. Barcelona: Editorial Heder. Wilde, O. (1889/2000). La decadencia de la mentira. Madrid: Editorial Siruela. Yalom, I. D. (1992/1999). El da en que Nietzsche llor. Buenos Aires: Editorial Emec. Yalom, I. D. (1996/2000). Desde el divn. Buenos Aires: Editorial Emec.
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PERSONALIDAD Y DESEABILIDAD SOCIAL EN CONTEXTOS ORGANIZACIONALES: IMPLICACIONES PARA LA PRCTICA DE LA PSICOLOGA DEL TRABAJO Y LAS ORGANIZACIONES
Jess F. Salgado Universidad de Santiago de Compostela
Este artculo presenta una revisin de la validez de las diversas medidas de personalidad para predecir diversos criterios organizacionales, entre los que se incluyen, el desempeo laboral, el xito en la formacin, la emergencia del liderazgo, la eficacia del liderazgo, los accidentes laborales, la satisfaccin laboral, la rotacin en el empleo, las conductas contraproductivas, el absentismo y el salario. Seguidamente, se ocupa de examinar uno de los problemas principales a los que se han enfrentado las medidas de personalidad en el trabajo: la deseabilidad social y la distorsin de las respuestas a los cuestionarios. De este examen se desprende que la deseabilidad social tiene un efecto promedio de inflar (o desinflar) las puntuaciones alrededor de 0.38 unidades de desviacin en contextos de seleccin, aunque no afecta a la validez predictiva de las medidas de personalidad, ni es una variable mediadora, moderadora o supresora de la validez de dichas medidas. Tambin se osberva que la deseabilidad social no est relacionada con el desempeo en el trabajo. En tercer lugar, se revisan las distintas estrategias utilizadas para reducir y neutralizar la deseabilidad y se observa que slo dos de ellas son efectivas: (a) informar a los evaluados de que se examinarn sus respuestas en relacin con la deseabilidad social y que la distorsin podr tener consecuencias negativas para los distorsionadores, y (b) crear baremos a partir de muestras de solicitantes o de personas que contestan a las medidas de personalidad en contextos que puedan suscitar la deseabilidad social (pe., decisiones de promocin). La ltima parte del artculo contiene las conclusiones y las sugerencias para los profesionales de la Psicologa del Trabajo y las Organizaciones. This article consists of four sections. The first section presents a validity review of personality measures for predicting several organizational criteria, including job performance, training success, leadership emergence, leadership effectiveness, work accidents, job satisfaction, turnover, counter-productive behaviours, absenteeism, and salary. Next, the literature on social desirability and the distortion of responses to the personality questionnaires, one of the main problems of personality measures, is examined. This examination points out that social desirability has an average effect size of 0.38 standard deviation units on the personality measures, inflating the scores in personnel selection settings. However, social desirability has no effect on the predictive validity of personality measures and it is not a moderator, mediator or suppressor variable. It is also observed that social desirability is not related to job performance. In the third section, the various strategies developed for reducing social desirability are reviewed and it was found that only two are effective: (a) warning applicants that the responses will be checked for social desirability and that the distortion will be penalized, and (b) to develop norms using applicant samples or samples including individuals responding personality measures in contexts which can produce social desirability (e.g., promotion decisions). The article finishes with some conclusions and some suggestions for the practitioners of Work and Organizational Psychology.
n los ltimos quince aos, la evaluacin de la personalidad se ha convertido en un tema de gran inters para los profesionales e investigadores de la Psicologa del Trabajo y las Organizaciones debido a su utilidad para tomar decisiones en relacin con procesos revelantes para el trabajo. Diversos metaanlisis llevados a cabo tanto en Amrica, como en Europa, frica y Asia, han llegado esencialmente a las mismas conclusiones: las medidas de personalidad son
Correspondencia: Jess F. Salgado. Departamento de Psicologa Social, Bsica y Metodologa. Universidad de Santiago de Compostela, 15782 Santiago de Compostela. Espaa. E-mail: [email protected]
buenos predictores de diversos criterios organizacionales relevantes (ver Barrick y Mount, 1991; Barrick, Mount y Judge, 2001; Hogan y Holland, 2003; Hough, 1992; Hurtz y Donovan, 2000; Mount y Barrick, 1995; Rothman, Meining y Barrick, 2002; Salgado, 1997; 1998; 2002; 2003; Yoo y Ming, 2002). La base fundamental de estas conclusiones convergentes es la utilizacin del modelo de personalidad de los cinco grandes factores (Big Five) como taxonoma para integrar los resultados de los centenares de estudios de validez singulares (locales) llevados a cabo durante ms de sesenta aos. De acuerdo a este modelo, cinco grandes dimensiones de
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TABLA 1 RESUMEN DE LOS RESULTADOS META-ANALTICOS SOBRE LA RELACIN ENTRE LAS MEDIDAS DE PERSONALIDAD Y DIVERSOS CRITERIOS Y VARIABLES ORGANIZACIONALES. (Fuente original de la Tabla: Salgado y De Fruyt, 2005)
Dimensin K N Validez
Desempeo Laborala 133 33,668 108 19,880 111 21,916 82 13,895 110 21,911 xito en la Formacin b 20 3,909 25 3,753 21 3,484 18 3,177 24 4,100
Emergencia del Liderazgo c Conciencia 17 nd Estabilidad Emocional 30 nd Extroversion 37 nd Apertura a la Experiencia 20 nd Amigabilidad 23 nd Efectividad del Liderazgo c Conciencia 18 nd Estabilidad Emocional 18 nd Extroversion 23 nd Apertura a la Experiencia 17 nd Amigabilidad 19 nd Satisfaccion Laboral d 79 21,719 92 24,527 75 20,184 50 15,196 38 11,856
Conductas Desviadas (Contraproductivas) (Invertida la Validez) e Conciencia 13 6,276 .26 Estabilidad Emocional 15 3,107 .06 Extroversion 12 2,383 -.01 Apertura a la Experiencia 8 1,421 -.14 Amigabilidad 9 1,299 .20 Rotacin en el Empleo (Invertida la Validez) e Conciencia 5 748 Estabilidad Emocional 4 554 Extroversion 4 554 Apertura a la Experiencia 4 554 Amigabilidad 4 554 Accidentes Laborales (Invertida la Validez) f Conciencia 9 1125 Estabilidad Emocional 13 1198 Extroversion 12 1524 Apertura a la Experiencia 7 570 Amigabilidad 7 420
Nota. K= numero de estudios; N= Tamao total de muestra; nd= no disponible; a=Salgado (2004); b Barrick, Mount y Judge (2001); c Judge, Bono, Ilies, y Gerhardt (2002); d Judge, Heller y Mount (2002); e Salgado (2002); f Clarke y Robertson (2005).
personalidad han resultados replicables a travs de diferentes muestras, en diferentes culturas, con diferentes lenguajes y diferentes tcnicas evaluativas. La denominacin de tales factores vara entre los diversos investigadores del campo de la psicologa de la personalidad en el trabajo, pero la ms ampliamente utilizada es la sugerida por Costa y McCrae (1992). De acuerdo a ellos, las cinco dimensiones o factores de la personalidad seran: estabilidad emocional (reverso de neuroticismo), extraversin (opuesto a introversin), apertura a la experiencia (frente a cierre a la experiencia), amigabilidad (opuesto a antagonismo) y conciencia (frente a irresponsabilidad). Las denominaciones de los factores de estabilidad emocional y extraversin son las que ms consenso han obtenido. Las tres restantes, quizs por ser ms recientes, han recibido otras denominaciones alternativas. Por ejemplo, la dimensin de apertura a la experiencia ha sido denominada tambin cultura o intelectualidad; la dimensin de amigabilidad ha sido tambin llamada amistosidad y la dimensin de conciencia ha recibido etiquetas tales como escrupulosidad, minuciosidad, responsabilidad o afn de logro. Los resultados de los meta-anlisis mencionados ms arriba han demostrado que dos factores de personalidad, estabilidad emocional y conciencia, son predictores vlidos del desempeo ocupacional en todas las ocupaciones. Tambin se ha demostrado que estos dos factores junto con extraversin son predictores vlidos de xito en la formacin (training proficiency) y que el factor de conciencia y el de amigabilidad predicen el comportamiento contraproductivo. Adems de lo anterior, la investigacin en el mbito de la personalidad en las organizaciones tambin ha demostrado que las medidas de la personalidad centradas en criterios ocupacionales (Criterion-focused Occupational Personality Scales, COPS), tales como los tests de integridad, orientacin al servicio del cliente, potencial de direccin, tolerancia al stress o potencial comercial son excelentes predictores de diversos criterios organizacionales, incluyendo el desempeo ocupacional, el xito en la formacin y los comportamientos contraproductivos (ver Ones y Viswesvaran, 2001a y b, para un resumen). La investigacin tambin ha demostrado que estas medidas (COPS) son una combinacin de tres de los factores bsicos de la personalidad: estabilidad emocional, amigabilidad y conciencia. En las Tablas 1, 2 y 3 que aparecen a continuacin, figura un resumen de la validez de
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Hace sesenta aos ya que Mehl y Hathaway (1946) y Ellis (1946) sealaron que, en efecto, las personas cuando se les instruye para hacerlo pueden distorsionar las respuestas a los cuestionarios de personalidad LA DISTORSIN DE LAS RESPUESTAS A LOS TEMS DE LAS MEDIDAS DE PERSONALIDAD La distorsin y el sesgo en las respuestas a los tems de las medidas de personalidad, especialmente en contextos organizacionales, donde las decisiones basadas en las respuestas a los cuestionarios de personalidad tienen importantes implicaciones para las personas que contesTABLA 3 RESUMEN DE LOS RESULTADOS META-ANALTICOS ENTRE VARIAS VARIABLES DE PERSONALIDAD (Y MODELOS) Y DIVERSOS CRITERIOS Y VARIABLES ORGANIZACIONALES. (Fuente original de la tabla: Salgado y De Fruyt, 2005)
Dimensin K Desempeo Laboral Conciencia-NFFM a 36 25 26 29 31 11 35 40 xito en la Formacin Autoeficacia Generalizada b 4 422 .29 5,874 4,541 4,338 4,364 4,573 1,506 4,310 5,145 .18 .05 .08 .08 .13 .43 .22 .26 Estabilidad Emotional-NFFM a Extroversion-NFFM a Apertura a la Experiencia-NFFM a Amigabilidad-NFFM a Autoeficacia Generalizada b Locus de Control c Autoestima c N Validez
las distintas dimensiones y compuestos de personalidad para la prediccin de diversos criterios organizacionales. A la vista de los resultados de las investigaciones metaanalticas mencionadas, resulta evidente por qu las medidas de personalidad han sido utilizadas profusamente en las decisiones organizacionales en la ltima dcada y que hayan suscitado el inters de los profesionales. Aunque de modo prioritario se han utilizado para propsitos de seleccin de personal, tambin se han utilizado en procesos de formacin, de desarrollo (p.e., coaching), o para el establecimiento de perfiles de competencias. Sin embargo y a pesar de este reciente xito de las medidas de personalidad para predecir el desempeo ocupacional, su utilizacin en mbitos organizacionales no est exenta de problemas y dificultades. Entre ellos, la distorsin y el sesgo en las respuestas a los tems que componen dichas medidas han sido dos de los que han recibido mayor inters y sobre los que ha habido mayor preocupacin, resultando, en consecuencia, abundantes los estudios que se han ocupado de esta cuestin en los ltimos aos.
TABLA 2 RESUMEN DE LOS RESULTADOS META-ANALTICOS SOBRE LA RELACIN ENTRE COPS Y DIVERSOS CRITERIOS Y VARIABLES ORGANIZACIONALES. (Fuente original de la tabla: Salgado y De Fruyt, 2005)
Dimensin K N Validez
Desempeo Laboral Integridad (tests de personalidad)a 102 Escalas de Drogas y Alcohol b Escalas de Tolerancia al Stress b Escalas de Servicio al Cliente b Escalas de Violencia c 7 13 33 14
2,364
.38
15 27 8 80 56 Salario
Conductas Desviadas (Contraproductivas) (Invertida la Validez) e Integridad (tests de personalidad) a 138 158,065 .32 Escalas de Tolerancia al Stress b Escalas de Servicio al Cliente b Escalas de Violencia c 5 5 4 594 740 533 .42 .42 .46
Autoeficacia Generalizada b
5 Absentismo
468
.28
5,435
.36
Autoeficacia Generalizada b
718
.21
Nota. K= numero de estudios; N= Tamao total de la muestra; a =Ones, Viswesvaran y Schnmidt (1993); b = Ones y Viswesvaran (2001a); c = Ones y Viswesvaran (2001b); d= Ones y Viswesvaran (1998a); e= Ones, Viswesvaran y Schmidt (2003).
Nota. K= nmero de estudios; N= Tamao total de la muestra; NFFM= medidas a partir de cuestionarios no basados en el modelo de los cinco grandes factores; a =Salgado (2003); b=Salgado y Moscoso (2000); c =Judge y Bono (2001) d=Van Rooy y Viswesvaran (2004); e =Connolly y Viswesvaran (2000).
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tan a dichos cuestionarios (pe., ser contratado o no), ha recibido considerable atencin desde hace ms de cincuenta aos. La distorsin en las respuestas puede ser tanto de signo positivo (pe., tratar de causar una buena impresin), como de signo negativo (pe., tratar de sugerir que hay un problema o trastorno psicolgico). En el mbito de las organizaciones, aunque el segundo tipo de sesgo existe en determinadas circunstancias, es el primero, la distorsin positiva, la que ha resultado ms preocupante, dado que las medidas de personalidad han sido utilizadas preferentemente con propsitos de seleccin de personal y, por tanto, `tratar de causar una buena impresin es una opcin frecuente como respuesta a los tests y cuestionarios. A la vista de que la distorsin de las respuestas en un sentido favorable podra favorecer las posibilidades de los candidatos para ser contratados, Seisdedos (1988), en uno de los escasos estudios realizados en Espaa sobre este fenmeno en las organizaciones, ha denominado a este sesgo Adaptacin Inteligente. Sin embargo, las denominaciones frecuentes para este sesgo son otras, tales como`Deseabilidad Social, `Sinceridad y `Distorsin Motivacional. Tambin se han utilizado denominaciones como `Simulacin, `Virtudes Infrecuentes o `Distorsin de la Respuesta. De todas estas denominaciones, `Deseabilidad Social es la ms frecuentemente utilizada y todas las dems caben dentro de esta etiqueta. La deseabilidad social o distorsin de la respuesta ha sido definida como la tendencia a contestar a los tems de modo que se responde a las presiones sociales o normativas en lugar de proporcionar un autoinforme verdico (Ellingson, Smith y Sackett, 2001, p.122). Aunque muchas veces la deseabilidad social ha sido considerada como un constructo unidimensional y muchas medidas slo proporcionan una medida global de la misma, de acuerdo a la investigacin ms reciente, llevada a cabo principalmente por Paulhus (1984, 2002), la deseabilidad consiste en dos dimensiones, que han sido denominadas manejo de impresiones (impresin management) y auto-engao (self-deception). El manejo de impresiones indica una tendencia a adaptar intencionalmente la imagen pblica de uno mismo con objeto de obtener una visin favorable por parte de los dems. El auto-engao, por el contrario, se refiere a la tendencia no intencionada de describirse a uno mismo de un modo favorable y que se manifiesta en auto-descripciones ses-
gadas positivamente pero en las que se cree honestamente. En este sentido, el manejo de impresiones es una manipulacin voluntaria de la propia imagen para que los dems nos perciban de modo positivo mientras que el auto-engao no es una manipulacin deliberada aunque pueda conducir a distorsiones en la percepcin que los otros tienen de nosotros. Teniendo en cuenta esta diferenciacin entre las dos dimensiones de la deseabilidad social, en el mbito de la Psicologa del Trabajo y las Organizaciones, los efectos del manejo de impresiones sobre las puntuaciones de las medidas de personalidad parecen ms relevantes. La diferenciacin entre manejo de impresiones y autoengao es relevante a la vista de los sugerido por algunos investigadores del campo de la psicologa de la personalidad y segn lo cual existen diferencias individuales en la deseabilidad social (Block 1965; McCrae y Costa, 1983). Esto significa que la deseabilidad social podra no ser slo una tendencia a adaptarse a las situaciones sino una caracterstica estable de la personalidad que indicara diferencias ms sustantivas y significativas. Por ejemplo McCrae y Costa, (1983), Ones, Viswesvaran y Reiss (1996) y Salgado, Iglesias y Remeseiro (1996) han encontrado que la deseabilidad social correlaciona con la estabilidad emocional y con la dimensin de conciencia. Como han sealado McCrae y Costa (1983), esto significara que una persona que verdaderamente punta alto en el factor de conciencia, que es emocionalmente estable y cooperativo (punta alto en amigabilidad) aparecera tambin como alto en deseabilidad social. Sin embargo, y esta es la paradoja, sera una persona honesta y fiable pero sera acusada de distorsionar o mentir en los cuestionarios de personalidad. Los efectos de la deseabilidad social sobre las medidas de la personalidad y sobre otros instrumentos evaluativos (pe., entrevistas) estn ampliamente documentados en la literatura y son particularmente conocidos por los responsables de la seleccin de personal en las organizaciones. El principal efecto es que la deseabilidad social tiende a inflar (aumentar) las puntuaciones en las dimensiones que estn (o que los candidatos creen que estn) relacionadas positivamente con el desempeo laboral y a desinflar (reducir) las puntuaciones en aquellas dimensiones que estn (o que los candidatos creen que estn) relacionadas negativamente con el desempeo laboral. La investigacin reciente ha revisado meta-analticamen-
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tamao de la distorsin. Este mismo tipo de estudios se realizaron con las medidas de compuestos de personalidad (COPS), por ejemplo los tests de integridad, y los resultados han sido muy semejantes ya que la diferencia entre las personas instruidas para contestar de un modo distorsionado positivo frente a las personas instruidas para contestar honestamente ha sido de 0,50 unidades de desviacin. Los resultados acabados de exponer pueden considerarse indicadores de los efectos de la deseabilidad social en situaciones de rendimiento mximo (cuando trata de encontrarse la mayor diferencia posible entre las condiciones de deseabilidad y de honestidad). Sin embargo, los estudios sobre los efectos de la deseabilidad social en condiciones reales, esto es, cuando se comparan las respuestas de las personas distorsionadoras y las no distorsionadoras en situaciones verdaderas de seleccin, seran indicadores de situacin de rendimiento tpico (cuando se trata de encontrar la diferencia habitual entre las dos condiciones mencionadas en un contexto tpico laboral). A este respecto, Hough (1998) llev a cabo tres estudios particularmente relevantes. En el primero de ellos compar una muestra de 963 ocupantes de puestos en la industria de las telecomunicaciones con una muestra de 14.442 solicitantes de empleo en la misma industria y encontr que, en una medida de responsabilidad (una de las subdimensiones del factor de conciencia), exista una distorsin promedio de 0,45 unidades de desviacin a favor de los solicitantes. En un segundo estudio, en puestos para la polica local, con una muestra de ocupantes de 508 personas y otra de solicitantes de 24.433, usando una medida del factor de conciencia, encontr que la distorsin promedio era de 0,33 unidades de desviacin a favor de los solicitantes. En el tercer estudio, con una muestra de 270 guardias estatales y otra de solicitantes de 681 personas, encontr una distorsin promedio de 0,13 en una escala de personalidad compuesta de las facetas de bsqueda de experiencia, y auto-estima. Otros estudios llevados a cabo por Hough, Eaton, Dunnette, Kamp y McCloy (1990), reflejan resultados semejantes. Por tanto, en conjunto los datos disponibles indican que en el tercer tipo de diseo de investigacin (comparacin de ocupantes y solicitantes en situaciones reales), los efectos promedio de la deseabilidad social, aunque existen, son mucho menores que los encontrados en las situaciones de laboratorio. En otras palabras, en situaciones de rendimiento tpico (pe.,
te y mediante estudios con muestras grandes los efectos de la deseabilidad social sobre las respuestas a las medidas de personalidad. En general, tal investigacin emprica ha consistido en la utilizacin de tres tipos de diseos: (a) comparaciones entre grupos en situaciones de laboratorio, con participantes instruidos para distorsionar sus respuestas; (b) comparaciones intra-sujetos en situaciones de laboratorio, con participantes instruidos para distorsionar, y (c) comparaciones en situaciones reales de seleccin, examinando las diferencias entre las personas que muestran deseabilidad social y las que no. Ones y sus colaboradores (Ones y Viswesvaran 1998a y b ; Ones, Viswesvaran y Reiss, 1996; Viswesvaran, Ones y Hough, 2001), Hough y sus colaboradores (1998; Hough, Eaton, Dunnette, Kamp y McCloy, 1990; Hough y Paullin, 1994) y Christiansen y sus colaboradores (Christiansen, Goffin, Johnston y Rothstein, 1994; Goffin y Christiansen, 2003) son los principales investigadores de los efectos de la deseabilidad social en mbitos organizacionales, aunque muchos otros investigadores han hecho contribuciones relevantes. Los principales resultados han sido los siguientes. En los estudios con comparaciones entre grupos en situaciones de laboratorio con distorsin positiva inducida se encontr que, en los cuestionarios que miden dimensiones de personalidad (pe., los Big Five) las personas distorsionadoras puntan, en promedio, 0,6 unidades de desviacin ms que las no distorsionadoras. Esto significa lo siguiente: si utilizamos puntuaciones T (media=50; SD=10), el grupo de personas distorsionadoras puntuara en promedio 56 frente a una puntuacin de 50 correspondiente al grupo de personas no distorsionadoras. Cuando los estudios realizan comparaciones intrasujeto en situaciones de laboratorio con distorsin inducida y con respuesta honesta, la diferencia en las puntuaciones en las medidas de las dimensiones de personalidad entre las dos condiciones para los mismos sujetos es de 0,72 unidades de desviacin tpica, lo que en trminos de puntuaciones T significa que la distorsin hace elevar las puntuaciones de una misma persona de 50 a 57,2 puntos. Cuando no se tiene en cuenta el tipo de diseo, la diferencia es de 0,5 unidades de desviacin. Por tanto, estos resultados indican que la deseabilidad social tiene efectos sobre las puntuaciones de las personas distorsionadoras que se sitan ligeramente por encima de media unidad de desviacin. Tambin muestran que el tipo de diseo de investigacin tiene efectos importantes sobre el
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seleccin de personal), los efectos de la deseabilidad social se reducen en comparacin con los encontrados en situaciones de rendimiento mximo (pe., manipulacin experimental). Adems del efecto de inflar las puntuaciones en las medidas de personalidad, un segundo posible efecto que ha sido mencionado en diversas ocasiones y que, probablemente, es el que ms ha preocupado a los profesionales de la Psicologa del Trabajo y las Organizaciones que tienen responsabilidades derivadas del uso de las medidas de medidas de personalidad (pe., decisiones de contratacin, formacin desarrollo, promocin, etc.), es el que se refiere al impacto de la deseabilidad sobre la validez de dichas medidas. Algunos investigadores y no pocos profesionales creen que la deseabilidad social afecta negativamente a la validez de las medidas, haciendo que esta se reduzca y que, en consecuencia, lleguen a ser invlidas. Dicho en otras palabras, la capacidad de prediccin del desempeo ocupacional y otros criterios organizacionales que tienen las medidas de personalidad se vera sustancialmente reducida o incluso anulada como consecuencia de los efectos de la deseabilidad (Goffin y Christiansen, 2003; Mueller-Hanson, Heggestad y Thornton, 2003; Rosse, Stecher, Miller y Levin, 1998). Esta creencia ha llevado a que se haya cuestionado seriamente el uso de las medidas de personalidad en mbitos organizacionales y que incluso algunos profesionales rechacen abiertamente su utilidad para tomar decisiones. A este respecto, se han llevado a cabo recientemente investigaciones meta-analticas y estudios singulares con muestras grandes (N > 1200) que han examinado los efectos de la deseabilidad social sobre la validez de las medidas de personalidad. As, por ejemplo, en relacin con la validez de constructo, Ones, Viswesvaran y Reiss (1996) han demostrado que la deseabilidad social apenas tiene efecto sobre la validez convergente y discriminante de las medidas de personalidad, siendo los crementos promedio en las correlaciones del orden de .015, es decir, irrelevantes desde el punto de vista prctico. Por lo que respecta a la validez de criterio (predictiva), Ones y Viswesvaran (1998b) han examinado sus efectos tanto si se la considera como una variable moderadora, mediadora o supresora. Los resultados de sus meta-anlisis indican que la deseabilidad social no tiene impacto sobre la validez de las medidas de personalidad, tanto sean referidas a las dimensiones bsicas (pe.,
Big Five), como a compuestos (pe., integridad), permaneciendo la validez esencialmente la misma una vez que han sido parcializados los efectos de la deseabilidad social. Los estudios de Hough (1998; Hough y otros, 1990) llegaron bsicamente a los mismos resultados. En consecuencia, se demostr que era falsa la creencia sostenida por algunos investigadores y bastantes profesionales respecto a los efectos negativos de la deseabilidad social sobre la validez de las medidas de personalidad. COMO SE DETECTA (MIDE) LA DESEABILIDAD SOCIAL? Dado el inters que ha suscitado la cuestin de la deseabilidad social y sus efectos sobre las puntuaciones de las medidas de personalidad, diversos investigadores se plantearon como detectarla y, a lo largo de los aos, diferentes instrumentos han sido creados, aunque casi todos ellos beben en la fuente comn del Minessota Multiphasic Personality Inventory (MMPI). En efecto, los creadores del MMPI, Hathaway y MacKinley, desarrollaron dos escalas para detectar la posible distorsin en las respuestas al cuestionario. Una es llamada la escala K y con ella se trata de detectar los sesgos negativos o, lo que es lo mismo, la tendencia a aparentar una peor imagen de uno mismo. La segunda es la escala Lie (mentira) que en ocasiones se interpreta como sinceridad y que trata de detectar los sesgos positivos o la tendencia a aparentar una buena imagen personal. Ambas escalas fueron desarrolladas como tests o pruebas orientadas al criterio, como lo haban sido las restantes escalas del MMPI. Siguiendo la senda del MMPI, Harrison Gough, el creador del California Personality Inventory (CPI; 1987) y alumno de Hathaway, desarroll tambin una escala para medir la deseabilidad social en su cuestionario y la denomin Good Impression Scale (Escala de Buena Impresin). Puesto que el CPI estaba diseado para evaluar la personalidad normal (ajustada) a diferencia del MMPI que se haba diseado para evaluar desrdenes de personalidad (desajuste), el inters de Gough resida en la tendencia a distorsionar positivamente. Eysenck, en su primer cuestionario de personalidad, Maudsley Personality Inventory (MPI; predecesor del Eysenck Personality Inventory; EPI), incluy tambin una escala para evaluar la deseabilidad social. Dicha escala fue derivada tambin de la escala L del MMPI. Sobre esta senda, a lo largo de los aos, se han creado multitud de escalas para medir la deseabilidad social y muchos cuestionarios de perso-
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puntan moderadamente alto (pe., 2 unidades de desviacin sobre la media) en dichas escalas; (c) usar las escalas de deteccin y subjetivamente ajustar las puntuaciones en las medidas de personalidad de aquellas personas que puntan moderadamente alto en las escalas de deseabilidad; (d) usar escalas de deteccin y corregir mecnicamente las puntuaciones en las medidas de personalidad de aquellas personas que distorsionan moderadamente alto y utilizando para ello una frmula matemtica; (e) informar a los evaluados sobre la existencia de mtodos de deteccin durante la evaluacin e instruirlos sobre las posibles consecuencias de la distorsin; (f) desarrollar baremos especficos para muestras de solicitantes en vez de utilizar los baremos de las muestras normativas de la poblacin general. En la Tabla 4 figura un resumen de las estrategias anteriores En la actualidad es realmente escasa la utilizacin de escalas con formato de eleccin forzosa para evaluar la personalidad en ambientes organizacionales y, especialmente, para propsitos de seleccin de personal. No obstante, existen cuestionarios que emplean este formato con la idea de que reducir la distorsin de las respuestas. Ejemplos de cuestionarios de personalidad que utilizan este formato de respuesta son el Occupational Personality Questionnaire 3.2 (OPQ 3.2; SHL, 1999), el Personality Inventory de Thomas, tambin conocido como el DISC (Thomas Internacional) o el Description in Cinq Dimensions (D5D, Rolland y Mogenet, 2001). El supuesto de partida de los creadores de cuestionarios con este formato es que si los tems estn agrupados, por ejemplo en ttradas, con similar deseabilidad social y los evaluados tienen que indicar cual de los tems es el que mejor lo define y cul es el que peor, descartando los otros dos, la respuesta final reflejar mejor sus caractersticas de personalidad y eliminar los efectos de la deseabilidad social. Hicks (1970, p.181) sugiri que la justificacin para el uso de medidas de eleccin forzosa (ipsativas) requerira demostrar tres condiciones: (1) que existe un sesgo importante en las respuestas a los cuestionarios de personalidad, (2) que este sesgo disminuye la validez y (3) que el formato de eleccin forzosa disminuye el sesgo y aumenta la validez en mayor cantidad que lo hacen otros controles no ipsativos del sesgo. Este autor concluy que no se haba dado ningn caso en el que se demostrasen esas tres condiciones conjuntamente. Veinticinco aos mas tarde, Bartram (1996) consideraba
nalidad incluyen entre sus tems alguna escala o medida de esta distorsin. Adems de las mencionadas ms arriba, han sido muy populares, por ejemplo, la escala de deseabilidad social de Edwards (1957), la escala de deseabilidad social de Crowne-Marlowe (1964), la escala de sinceridad de Eysenck (Eysenck y Eysenck, 1964; originalmente es una escala de mentira), la escala de distorsin motivacional positiva del 16PF (Cattell, Eber y Tatsuoka, 1970) y la escala de deseabilidad social de Occupational Personality Questionnaire (SHL, 1999). La totalidad de estas escalas fueron confeccionadas considerando que la deseabilidad social es un concepto unidimensional. Sin embargo, a raz de las investigaciones de Paulhus ya mencionadas, hoy se acepta que la deseabilidad social consiste en dos dimensiones y el Balanced Inventory of Desirable Responding (BIDR, Paulhus 1984, 2002) es el ms popular de los inventarios modernos. Este inventario contiene 40 items, con dos subescalas de 20 items cada una, que evalan el `manejo de impresiones y el `auto-engao. No obstante, es de sealar tambin que en la actualidad muchos de los cuestionarios recientes de personalidad, sobre todo los basados en el modelo de los cinco grandes factores, no utilizan ninguna escala para detectar la deseabilidad social. Este es el caso, por ejemplo, del NEO-PI-R (Costa y McCrae, 1992), el Hogan Personality Inventory (HPI, Hogan y Hogan, 1995), el IP/5F (Salgado, 1996) y el Jackson Personality Inventory (JPI, Jackson, 1994). ESTRATEGIAS PARA REDUCIR LOS EFECTOS DE LA DESEABILIDAD SOCIAL Una vez determinados los efectos de la deseabilidad social en contextos organizacionales y viendo que stos se reducen a la inflacin o deflacin de las puntuaciones de las medidas de algunas dimensiones y facetas de la personalidad, la siguiente cuestin a tratar es cmo se pueden reducir o anular dichos efectos. A este respecto, a lo largo de los aos, se han propuesto diversas estrategias de muy distinta naturaleza. Entre las mismas figuran las siguientes: (a) utilizacin de escalas con tems de eleccin forzosa, habiendo emparejado los items de acuerdo a su similitud en deseabilidad social (esta modalidad se denomina tambin `medida ipsativa o `puntuacin ipsativa), (b) usar escalas de deteccin de la deseabilidad y descartar a aquellas personas que
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que lo conclusin de Hicks segua siendo verdad. A este respecto hay que indicar lo siguiente: (a) la investigacin ms reciente y exhaustiva, mencionada en apartados precedentes, ha demostrado que existe un sesgo y que puede ser importante en situaciones reales de evaluacin en contextos organizacionales (pe., seleccin de personal) y (b) la investigacin tambin ha demostrado que la deseabilidad social no disminuye la validez. Con respecto a la tercera condicin, la referida a que los formatos de eleccin forzosa (ipsativos) disminuyen el sesgo y aumentan la validez, en los ltimos aos se han publicado diversas investigaciones que examinaron esta cuestin. Por ejemplo, Christiansen, Burns y Montgomery (2005) han realizado un conjunto de estudios en los que muestran que (1) las escalas de eleccin forzosa son tan susceptibles de ser distorsionadas como las escalas tradicionales normativas, (2) que las personas con pun-
tuaciones ms altas en las medidas de habilidad mental general tienen ms xito en mejorar sus puntuaciones en las escalas de eleccin forzosa (en el sentido de ser ms ajustados al perfil deseable), sugiriendo, por tanto, que tales escalas son manipulables en funcin de la habilidad mental general de los evaluados. Baron (1996), una ardiente defensora de este formato para las medidas de personalidad, reconoce que un pequeo grupo de candidatos distorsiona de un modo potente las puntuaciones en estos cuestionarios. En consecuencia, la tercera condicin planteada por Hicks no se cumple en la prctica a la luz de los datos recientes. Por tanto, y teniendo en cuenta que este formato de respuesta tiene muchas y serias limitaciones de ndole psicomtrica, tanto en lo que se refiere a su fiabilidad, como a su factorizacin, como a su validez y a la comparacin entre individuos (vanse, por ejemplo, las revisiones de Baron, 1996; Bartram, 1996;
TABLA 4 ESTRATEGIAS DE REDUCCIN DE LA DESEABILIDAD SOCIAL Y SUGERENCIAS A LOS PROFESIONALES Estrategia Escalas de Eleccin Forzosa Descripcin Elegir entre tems con similar grado de deseabilidad social Incluir una medida de distorsin y excluir a los que punten por encima de un punto de corte. Se ajustan subjetivamente las puntuaciones de los sujetos que se consideran distorsionadores, basndose en la experiencia del evaluador. Se ajustan mecnicamente las puntuaciones de los sujetos que se consideran distorsionadores, basndose, por ejemplo, en una ecuacin de regresin. Se informa a los evaluados que existe la posibilidad de ser eliminados o penalizados si distorsionan sus respuestas. Baremar las puntuaciones de los evaluados despus de crear un baremo confeccionado con muestras de solicitantes en vez de una muestra de la poblacin en general. Limitaciones Tericas, metodolgicas y prcticas Tericas, prcticas y legales Eficacia Limitada Recomendacin No recomendable
Usar escalas de Deseabilidad Social y descartar a los sujetos altos en DS. Usar escalas de Deseabilidad Social y ajustar las puntuaciones de los distorsionadores (Estrategia Subjetiva)
Ineficaz
No recomendable
Tericas y prcticas
Ineficaz
No recomendable
Usar escalas de Deseabilidad Social y ajustar las puntuaciones de los distorsionadores (Estrategia objetiva)
Tericas y prcticas
Ineficaz
No recomendable
No tiene
Eficaz
Recomendable
No tiene
Eficaz
Recomendable
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del Trabajo y las Organizaciones en determinadas prcticas en contextos laborales. La tercera y la cuarta estrategias consisten en usar las escalas de deteccin y subjetivamente ajustar las puntuaciones en las medidas de personalidad de aquellas personas que puntan moderadamente alto en las escalas de deseabilidad o bien corregir mecnicamente las puntuaciones en las mediadas de personalidad de aquellas personas que distorsionan moderadamente alto y utilizando para ello una frmula matemtica. Como puede apreciarse, ambas estrategias son muy semejantes y tienen problemas parecidos. La correccin de las puntuaciones, aumentando o disminuyendo la puntuacin de las personas, segn el grado de distorsin detectado en la escala de deseabilidad social ha sido una estrategia muy habitual entre los psiclogos en general y entre los psiclogos del trabajo y las organizaciones en particular. Ello se debe a que dos de los ms utilizados y populares cuestionarios de personalidad incluan sistemas de `correccin de las puntuaciones: el MMPI y el 16PF. En el caso de estos dos cuestionarios, la estrategia es la cuarta, es decir, la correccin mecnica (a partir de una ecuacin de regresin derivada de la distorsin motivacional), pero ha dado lugar a que muchos profesionales considerasen la correccin de un modo subjetivo, basado en la experiencia o en el `ojo clnico del evaluador y ajustasen las puntuaciones de acuerdo a dicha experiencia. Un problema comn a los dos mtodos, y habitualmente no considerado por los profesionales, es que la correccin de las puntuaciones altera la validez de constructo de los cuestionarios (vase, Ones y Viswesvaran, 1998a y b) y, por tanto, implica la alteracin de la medida y su fiabilidad, no mejorando su validez de criterio (predictiva) y s pudindola empeorar (vase, Hough 1998). Por tanto, las puntuaciones derivadas de la correccin y ajuste de los datos directos podran no responder a las autnticas caractersticas de personalidad del evaluado. Adems, la estrategia tercera es prcticamente inviable cuando hay que tratar con un nmero elevado de evaluados ya que requiere el examen de cada perfil particular para llegar a hacer la correccin. En consecuencia, tambin estas dos estrategias son contrarias a una buena prctica profesional basada en el conocimiento emprico disponible hasta el momento. No es de extraar, por tanto, que en la ltima versin del 16PF la correccin las puntuaciones haya dejado de utilizarse.
Closs, 1996; Cornwell y Dunlap, 1994; Hicks, 1970 y Meade, 2004), la decisin respecto a esta estrategia es que debera ser descartada y no utilizada con propsitos de evaluacin en contextos organizacionales en los cules haya que comparar personas entre s (pe., seleccin). La segunda estrategia, descartar a aquellas personas que puntan alto en las escalas de deseabilidad social introduce serias complicaciones de orden terico, prctico e incluso podran ser de orden legal. Desde el punto de vista terico, es posible, como han sealado McCrae y Costa (1983) que personas totalmente honestas en sus respuestas, pero con unas caractersticas de personalidad que se ajustan al perfil tpico del distorsionador, sean excluidas sin ms consideracin. Es decir, estaramos ante casos de `falso positivos y esta estrategia no los considerara. Adems, y desde el punto de vista terico, habr que demostrar que las personas que puntan ms alto en las escalas de distorsin motivacional muestran posteriormente un desempeo laboral inferior al de las personas que no distorsionan. Y esto no slo no se ha demostrado, sino que se ha demostrado que no hay relacin entre la deseabilidad y el desempeo laboral (Ones y Viswesvaran, 1998b). Por otra parte, tampoco se ha demostrado que las personas que distorsionan y, consecuentemente, presentan puntuaciones ms altas en algunas dimensiones de personalidad (pe., conciencia) relacionadas con el desempeo en el trabajo, muestren posteriormente cuando han sido contratadas, un desempeo inferior al de las personas que puntan en niveles semejantes pero que no han distorsionado sus respuestas. Desde el punto de vista prctico, la exclusin de un nmero de personas del conjunto de evaluados puede ser contraproducente si el ratio de seleccin es alto (por ejemplo se aproxima a 1), esto es, si el nmero de vacantes y de candidatos es semejante. Por ltimo, desde el punto de vista legal, la exclusin de candidatos basndose en sus respuestas distorsionadas no puede ser defendible ante los tribunales cuando se sabe, como ahora sabemos, que no hay relacin negativa entre deseabilidad social y desempeo laboral. Por tanto, haber distorsionado no puede ser causa de exclusin desde un punto de vista legal, y cualquier candidato que recurriese ante los tribunales una decisin basada en este punto tendra muchas posibilidades de obtener una sentencia favorable. En consecuencia, esta estrategia tampoco debera ser utilizada por los profesionales de la Psicologa
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La quinta estrategia mencionada ms arriba consiste en informar a las personas que estn siendo evaluadas mediante cuestionarios de personalidad que entre los mismos se incluyen mtodos de deteccin de la deseabilidad social y otros posibles sesgos, solicitando que sean lo ms sinceros y honestos posible. Al propio tiempo se les instruye que, aquellas personas que sean detectadas como distorsionadotas, podran ser excluidas de posterior consideracin o cualquier otra penalizacin o consecuencia negativa que se considere apropiada para el caso. Por ejemplo, Hough (1998) utiliz esta estrategia en varios procesos de seleccin e instrua a los solicitantes dicindoles que aquellas personas que distorsionaran sus puntuaciones en el cuestionario de personalidad seran detectadas y los que fuesen identificados por haber proporcionado auto-descripciones excesivamente virtuosas seran descalificadas del proceso de seleccin durante seis meses, momento en el que podran ser evaluados otra vez. Aunque Hough no estim la eficacia de esta estrategia ya que ella estaba interesada en comparar la diferencia de sesgo entre los ocupantes y los solicitantes, a partir de los datos proporcionados por Hough (1998) y los proporcionados por Ones, Viswesvaran y Reiss (1996) podemos establecer el grado de eficacia de esta quinta estrategia. Los tres estudios de Hough (1998) tienen una muestra total acumulada de 40.297 personas y la distorsin promedio ponderada por el tamao de la muestra de los solicitantes frente a los ocupantes es de 0,37 unidades de desviacin. Teniendo en cuenta que en el presente caso se trata de comparar a los distorsionadores frente a los no distorsionadores, se puede utilizar como estimacin de esta ltima comparacin la obtenida por Ones et al. (1996) para comparaciones entre grupos en situaciones de rendimiento mximo y que result ser de 0,60 unidades de desviacin. Por tanto, descontado 0,37 unidades correspondientes a los distorsionadores en situaciones de seleccin de 0,60 unidades que es la distorsin mxima alcanzable, se obtiene un resultado de 0,23 unidades de desviacin menos, que son directamente atribuibles a la estrategia de informacin a los evaluados. As pues, los resultados de estos dos estudios indican que esta estrategia es eficaz en la reduccin de la deseabilidad social, consiguiendo reducir la misma en ms de un 38%. Dado que la penalizacin sugerida por Hough slo postpone la decisin de contratacin de los candidatos distorsionadores, esta estrategia es legalmente defendible. Ms recientemente, McFarland (2003) examin, en un contexto
de laboratorio, los efectos de esta estrategia para reducir la distorsin y evalu sus efectos sobre las reacciones de los solicitantes en relacin con la justicia organizacional percibida. Los resultados de McFarland indicaron que la estrategia era muy eficaz para reducir la deseabilidad social (0,45 unidades de desviacin en promedio) y que, adems, no tiene efectos negativos sobre las percepciones de los solicitantes (en un caso incluso fueron positivos) y reduce la multicolineraridad entre las variables de personalidad. En consecuencia, esta es una estrategia vlida (reduce la distorsin) y econmica, ya que no es necesario incluir una medida de la deseabilidad social, basta con informar que existe y que puede ocasionar una penalizacin. La ltima estrategia mencionada consiste en desarrollar baremos especficos para contextos de seleccin de personal. En otras palabras, en vez de utilizar los baremos correspondientes a la poblacin general o a grupos particulares que se confeccionaron a partir de puntuaciones recogidas en situaciones en las cules las personas no tenan ningn inters en distorsionar dichas puntuaciones, esta estrategia sugiere que se confeccionen baremos a partir de las puntuaciones obtenidas en situaciones en las que las personas tengan un inters directo en distorsionar (pe., en situaciones de seleccin de personal). Es obvio que los baremos confeccionados de esta manera incluyen ya una parte de la puntuacin normativa que corresponde a la distorsin y que es comn a todos los evaluados. Por tanto, la deseabilidad habr sido ya parcialmente neutralizada. Es decir, se habr desarrollado y aplicado un marco comn a todos los evaluados, en vez de utilizar un marco que slo es comn a las personas que no distorsionan nunca, como sera el basado en los baremos creados con una poblacin normativa que contest al cuestionario en una situacin de nula deseabilidad social (pe., con muestran de estudiantes no inducidos a distorsionar). CONCLUSIONES Y SUGERENCIAS PARA LA PRCTICA La posibilidad de que las respuestas a los cuestionarios de personalidad sean distorsionadas, tanto de modo positivo como de modo negativo, es real y desde hace ms de sesenta aos se conoce este fenmeno. Este hecho ha preocupado y sigue preocupando a los profesionales de la psicologa del trabajo y las organizaciones que tienen responsabilidades en la utilizacin de medidas de personalidad para sus trabajos cotidianos (pe., seleccin de
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gna medida auto-informe de personalidad que esta libre de deseabilidad social. 3) La deseabilidad social, como distorsin relevante, slo afecta a un porcentaje pequeo de las personas evaluadas en los procesos organizacionales. 4) El efecto de la deseabilidad social vara segn la forma elegida para suscitar dicha deseababilidad. En las situaciones habituales de seleccin, la deseabilidad tiene un efecto promedio de 0.38 unidades de desviacin. Puesto en puntuaciones T, hace que se incrementen o decrementen las puntuaciones en 3.8 puntos. 5) La deseabilidad social se compone de dos factores, el manejo de impresiones y el auto-engao. En los contextos organizacionales, el primero es el ms relevante y el que infla (o desinfla) las puntuaciones en los cuestionarios de personalidad. 6) La deseabilidad social no esta relacionada con el desempeo laboral, por tanto no tiene efectos sobre la validez de las medidas de personalidad. En otras palabras, si se eliminan los efectos de la deseabilidad social de las medidas de personalidad, stas no tienen una validez ms alta para predecir el desempeo ocupacional. Por tanto, la creencia mencionada ms arriba, referida a que la deseabilidad social invalida la capacidad predictiva de las medidas de personalidad es simplemente errnea. 7) A lo largo de los aos se han desarrollado diversas estrategias para neutralizar o reducir los efectos de la deseabilidad y la mayora de ellas ha resultado ser ineficaz o contraindicada: a) La estrategia de los tems de eleccin forzosa no impide que sean distorsionados, no mejora la validez predictiva de las medidas, afecta negativamente a su fiabilidad, tiene serios problemas psicomtricos y no permite comparar a los evaluados entre s, por lo cual no puede ser utilizada apropiadamente en aquellas situaciones que requieran comparar a los candidatos (pe seleccin, formacin). Por tanto, no debera ser utilizada. b) La estrategia de descartar a los candidatos que punten alto en las escalas de deseabilidad social tiene serias complicaciones tericas, prcticas y legales. Por tanto, no debera ser utilizada. c) La estrategia de corregir las puntuaciones de modo subjetivo tiene complicaciones tericas y
personal). Dicha preocupacin ha conducido a dichos profesionales a optar por diferentes aproximaciones a la hora de posicionarse sobre el uso de las medidas de personalidad. Entre tales posiciones ha habido tres ms frecuentes: (a) la de aquellos que a la vista de la posible distorsin de las respuestas, descalificaron la utilizacin de las medidas, considerando que la distorsin invalidaba la capacidad predictiva de las mismas y que no se podan tomar decisiones correctas a partir de dichos cuestionarios de personalidad. Por tanto, la opcin correcta era descartarlas de la bolsa de herramientas del psiclogo organizacional; (b) la de aquellos que, aun reconocimiento que exista la posibilidad de distorsin, consideraban que las medidas de personalidad seguan siendo vlidas y tiles para el trabajo profesional y, por tanto, deberan buscarse frmulas para superar o neutralizar esta deficiencia. Este es el caso de los psiclogos que utilizaban medidas correctoras de las puntuaciones. (c) la ltima posicin vendra representada por aquellos que consideraban que la deseabilidad social no era un problema importante y que sera mucho peor no utilizar medidas de personalidad en su prctica profesional. La investigacin llevada a cabo en las dos ltimas dcadas y especialmente en los ltimos diez aos, ha permitido llegar a conclusiones slidas sobre los efectos y los posibles paliativos de la deseabilidad social. Lo siguiente es un resumen de dichas conclusiones: 1) Las medidas de personalidad, tanto las basadas en el modelo de los cinco grandes factores, como los cuestionarios de personalidad ocupacional orientados al criterio, como otra medidas de personalidad basadas en modelos alternativos, son excelentes predictores de desempeo ocupacional, del xito en el aprovechamiento de la formacin, de las conductas contraproductivas, del liderazgo, de la satisfaccin laboral, del compromiso organizacional, de la adquisicin del conocimiento y de muchos otros criterios relevantes para las organizaciones. En algunos casos, las medidas de personalidad son los mejores predictores de dichos criterios (pe., conductas contraproductivas, satisfaccin). 2) La deseabilidad social afecta a todos los mtodos de evaluacin de la personalidad basados en cuestionarios, incluso a aquellos que pretendidamente no les afecta, como son los cuestionarios de eleccin forzosa o medidas ipsativas. Es decir, no existe nin-
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prcticas. Afecta a la validez de constructo y predictiva de las pruebas y es inviable con nmeros elevados de candidatos. Por tanto, no debera ser utilizada. d) La estrategia de corregir mecnicamente (pe., mediante una ecuacin de regresin) las puntuaciones adolece de las mismas complicaciones tericas que la estrategia anterior. Por tanto, no debera ser utilizada. e) La estrategia de informar a los evaluados sobre la existencia de detectores de distorsin y alertarlos sobre las posibles consecuencias de dicha distorsin reduce considerablemente la misma y es un medio barato de control de la deseabilidad social. Debera ser utilizada en todos los procesos y evaluaciones en los que la deseabilidad social pudiera estar presente. f) La estrategia de crear baremos a partir de muestras de solicitantes de empleo neutraliza los efectos de la deseabilidad social. Por tanto, debera ser utilizada en todos los procesos de seleccin. Y los profesionales deberan utilizar en tales casos instrumentos que hayan elaborado tales baremos. 8) La combinacin de las estrategias de informar a los evaluados y usar baremos elaborados con muestras de solicitantes produce los resultados ptimos para la reduccin de la deseabilidad social. Esta ltima es la mejor opcin para los profesionales. Las anteriores conclusiones estn basadas en la evidencia disponible en la actualidad, fundamentalmente lograda a partir de meta-anlisis y de estudios con muestras grandes (N > 1200). A la vista de las mismas, los profesionales de la psicologa del trabajo y las organizaciones pueden utilizar con confianza las medidas de personalidad para tomar decisiones, con las limitaciones inherentes a cualquier medida psicolgica (es decir, fiabilidad, validez y utilidad), sin que la deseabilidad social sea un problema que inhabilite su uso. Ms bien parece que la cuestin de la deseabilidad social ha sido la manifestacin de la creacin artificial de un problema de escasa relevancia para la profesin. REFERENCIAS Baron, H. (1996). Strenghs and limitation of ipsative measurement. Journal of Occupational and Organizational Psychology, 69, 49-56.
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Correspondencia: Dr. Hctor Gonzlez Ordi. Departamento de Psicologa Bsica II (Procesos Cognitivos). Facultad de Psicologa. Universidad Complutense de Madrid. Campus de Somosaguas s/n. 28223 Madrid. Espaa. E-mail: [email protected]
constituyente del proceso de interaccin social, conocido, aceptado y consensuado por las partes integrantes, siempre y cuando dichas estrategias se encuentren dentro de los dominios de lo socialmente admisible (Kashy y DePaulo, 1996). El mbito de la evaluacin psicolgica mediante autoinforme no es ajeno a la existencia de distorsiones de la informacin producidas por diversos motivos por los sujetos evaluados: las distorsiones de respuesta (MiguelTobal, 1993; Baer, Rinaldo y Berry, 2003). El estudio de las distorsiones de respuesta y de las estrategias o instrumentos ms eficaces para detectarlas es un campo en pleno auge y evolucin que, sin duda, tiene y tendr importantes consecuencias en la prctica clnica, forense y mdico-legal. Entre los distintos tipos de distorsin de respuestas podemos encontrar los siguientes (Baer, Rinaldo y Berry, 2003): 1. Patrones de mala imagen, estilos de respuesta sobredimensionados, o simulacin (faking bad o malingering), cuando el sujeto intenta deliberadamente crear la impresin de tener alguna alteracin o deterioro mediante la exageracin o fabricacin de sntomas, problemas y maximizando las caractersticas negativas de si mismo.
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2. Patrones de buena imagen, estilos de respuesta infra-dimensionados, defensividad, deseabilidad social o disimulacin (faking good), cuando el sujeto pretende deliberadamente presentar una impresin favorable de si mismo, soslayando, negando o encubriendo sntomas, problemas y destacando sus caractersticas positivas. 3. Estilo de respuesta aleatorio, cuando el sujeto responde independientemente del contenido de los tems, debido a dificultades de lectura y/o compresin de los mismos, falta de cooperacin, descuido, falta de concentracin o presencia de estados confusionales. Dentro de este apartado, la aquiescencia y la no-aquiescencia, reflejan la tendencia a responder indiscriminadamente verdadero o falso, respectivamente, sin considerar el contenido de los tems a los que se est respondiendo. INVENTARIO MULTIFSICO DE PERSONALIDAD DE MINNESOTA: MMPI, MMPI-2 Y MMPI-A El Inventario Multifsico de Personalidad de Minnesota (MMPI), desarrollado originalmente por Hathaway y McKinley (1940) y su posterior revisin y restndarizacin para adultos, el MMPI-2 (Butcher, Dahlstrom, Graham, Tellegen y Kaemmer, 1989) y adolescentes, el MMPI-A (Butcher, Williams, Graham, Archer, Tellegen, Ben-Porath y Kaemmer, 1992), realizada a finales de la dcada de los 80, es uno de los cuestionarios ms ampliamente utilizados para evaluar alteraciones psicopatolgicas en el mbito clnico en general (Lubin, Larsen y Matarazzo, 1984; Piotrowski, 1998) y en el contexto forense en particular (Bartol y Bartol, 2004; Boccaccini y Brodsky, 1999). Como veremos, el MMPI-2 incluye diversos indicadores de validez que han demostrado su utilidad en la deteccin de simulacin (Elhai, Naifeh, Zucker, Gold, Deitsch y Frueh, 2004; Guriel y Fremouw, 2003; Rogers, Sewell, Martin y Vitacco, 2003). De hecho, segn Rogers (1997), el MMPI y MMPI-2 son los instrumentos multiescalares de amplio espectro mejor validados para explorar estilos de respuesta aleatorios, simulacin de psicopatologa y defensividad. Butcher y Ben-Porath (2004) enumeran algunas de las caractersticas que contribuyen a la popularidad y amplia aplicacin de este instrumento de evaluacin psicopatolgica de amplio espectro a lo largo de ms de sesenta aos de existencia: (1) incluye una amplia serie de factores psicopatolgicos y de personalidad que han demostrado ser fiables, vlidos y estables a lo largo del tiempo; (2) se han ido incorporando nuevas escalas para dar cuenta de los avances conceptuales en psicopatologa, renovando y re-actualizando el instrumento; (3) permite contrastar perfiles individuales con una amplia base de datos normativa acumulada durante decenios de investigacin; (4) permite una interpretacin objetiva siguiendo normas estandarizadas; y (5) se ha traducido y adaptado a diversos idiomas y pases, lo que permite la comparacin cross-cultural. La adaptacin espaola del MMPI-2 (Butcher, Dahlstrom, Graham, Tellegen y Kaemmer, 1999) incluye 7 escalas de validez, las 10 escalas clnicas bsicas originales del MMPI con sus 31 subescalas especficas, 15 escalas de contenido y 15 escalas suplementarias de diversos autores, que se han ido aadiendo a la prueba a lo largo de los aos. En total, 78 escalas y subescalas, que confieren a esta prueba una riqueza de informacin realmente nica, amplia y diversa, tal y como puede verse en la Tabla 1. PROCEDIMIENTO DE EVALUACIN DE LAS DISTORSIONES DE RESPUESTA MEDIANTE EL MMPI-2 El protocolo de valoracin de las distorsiones de respuesta que seguiremos en este artculo est basado en los pasos de evaluacin de la validez del MMPI-2 propuestos por Greene (1997), que en esencia consta de cinco fases, tal y como puede verse en la Tabla 2: una vez que el MMPI-2 ha sido administrado y cumplimentado, se procede a la deteccin del nmero de omisiones (tems no respondidos) e tems mal respondidos por parte del sujeto; tras lo cual se valora el grado de consistencia y fiabilidad de las respuestas emitidas y, siempre y cuando las distorsiones encontradas no aconsejen lo contrario, se procede finalmente a la interpretacin clnica de las escalas bsicas y sus subescalas, escalas de contenido y escalas suplementarias. A continuacin, nos detendremos con mayor detalle en cada una de estas cinco fases. Administracin del MMPI-2 El MMPI-2 en su versin completa o estndar (la ms habitual y recomendable), es un cuestionario de 567 tems, con un formato de respuesta dicotmico verdadero-falso, que est diseado para ser aplicado en adultos ( 18
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TABLA 1: MMPI-2 Escalas y subescalas contenidas en la adaptacin espaola (modificado de Gonzlez Ordi y Gmez Segura, 2002) ESCALAS DE VALIDEZ ?= Interrogantes K= Correccin (Defensividad sutl) TRIN= Inconsistencia a respuestas verdadero ESCALAS CLNICAS BSICAS 1. Hs= Hipocondria 2. D= Depresin D1= D2= D3= D4= D5= Depresin subjetiva Retardo psicomotor Disfuncin fsica Enlentecimiento mental Rumiacin Negacin de ansiedad social Necesidad de afecto Lasitud-malestar Quejas somticas Inhibicin de la agresin Discordia familiar Problemas con la autoridad Frialdad social Alienacin social Autoalienacin
F= Escala de Infrecuencia (Exageracin de sntomas) VRIN= Inconsistencia a respuestas variables Subescalas de Harris y Lingoes
3. Hy= Histeria
Hy1= Hy2= Hy3= Hy4= Hy5= Pd1= Pd2= Pd3= Pd4= Pd5=
5. Mf= Masculinidad-Feminidad 6. Pa= Paranoia Pa1= Ideas persecutorias Pa2= Hipersensibilidad Pa3= Ingenuidad Sc1= Sc2= Sc3= Sc4= Sc5= Sc6= Alienacin social Alienacin emocional Ausencia control del yo, cognitivo Ausencia control del yo, conativo Aus. control del yo, inhibicin defectuosa Experiencias sensoriales extraas Amoralidad Aceleracin psicomotrz Imperturbabilidad Autoenvanecimiento
9. Ma= Hipomania
Subescalas Si Si1= Timidez/autocohibicin Si2= Evitacin social Si3= Alienacin respecto a si mismo y a los otros ASP= Conductas antisociales FRS= Miedos LSE= Baja autoestima DEP= Depresin FAM= Problemas familiares BIZ= Pensamiento extravagante TRT= Indicadores negativos de tratamiento R= Represin O-H= Hostilidad excesivamente controlada Mt= Inadaptacin universitaria PK= Escala de estrs postraumtico APS= Escala de potencial de adiccin TPA= Comportamiento Tipo A SOD= Malestar social WRK= Interferencia laboral CYN= Cinismo
ESCALAS DE CONTENIDO ANX= Ansiedad OBS= Obsesividad HEA= Preocupacin por la salud ANG= Hostilidad
ESCALAS SUPLEMENTARIAS A= Ansiedad MAC-R= Escala revisada de alcoholismo de MacAndrew Re= Responsabilidad social GF= Rol de gnero femenino MDS= Malestar matrimonial
Es= Fuerza del Yo Do= Dominancia GM= Rol de gnero masculino PS= Escala de estrs postraumtico AAS= Escala de reconocimiento de adiccin
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aos), con un tiempo de administracin estimado entre 1 y 2 horas para la mayora de los casos. En pacientes con psicopatologa severa puede conllevar un tiempo de administracin ms prolongado, entre 3 y 4 horas. ExTABLA 2 PROCEDIMIENTO DE EVALUACIN DE LAS DISTORSIONES DE RESPUESTA MEDIANTE EL MMPI-2 (BASADO EN GREENE, 1997) FASES OBJETIVOS ESCALAS Estndar: 567 tems Abreviada: 370 tems Escala de interrogantes (?)
cepcionalmente existe una forma de aplicacin abreviada, administrando solamente los tems del 1 al 370, aunque resulta poco recomendable debido a que nicamente se podran obtener resultados fiables para las escalas clnicas bsicas y las escalas de validez, pero no para el resto de las escalas (Nichols, 2001). Deteccin de omisiones o respuestas errneas Una vez que el MMPI-2 ha sido adecuadamente cumplimentado, el primer paso en la valoracin de las distorsiones de respuesta es detectar el nmero de omisiones o respuestas errneas que el sujeto evaluado haya podido cometer, a travs de la Escala de Interrogantes (?). Al ser una prueba larga, es frecuente que la mayora de los individuos, presenten psicopatologa o no, dejen de responder a algunos tems o marquen ambas respuestas, verdadero y falso, errneamente. De hecho, Greene (1997) ha estimado que el rango esperable de omisiones suele encontrarse entre 1-15 para sujetos normales y 0-20 para pacientes psicopatolgicos. En general, se considera que el protocolo de administracin quedara invalidado si el individuo deja sin contestar 30 ms tems dentro de los primeros 370; si estas omisiones se producen a partir del tem 370, pueden interpretarse las escalas clnicas bsicas y las escalas de validez, pero no el resto de las escalas. Se considera que la omisin excesiva de tems suele estar relacionada con patrones de defensividad, indecisin, descuido, fatiga o incapacidad para leer y comprender el contenido de los tems (Butcher y Williams, 1992; Graham, 1993). Valoracin de la consistencia de las respuestas Una vez que hemos confirmado que el nmero de omisiones e tems errneamente respondidos se encuentran dentro de los lmites aceptables asegurar la validez del protocolo, la siguiente fase en la valoracin de las distorsiones de respuesta en el MMPI-2 es estudiar si el sujeto evaluado ha respondido consistentemente a los tems de la prueba. El sujeto puede responder inconsistentemente a los tems de varias maneras: contestando preferentemente verdadero (aquiescencia), contestando preferentemente falso (no aquiescencia) o simplemente respondiendo de forma aleatoria. Los perfiles distorsionados que se obtienen en el MMPI-2 cuando se producen estas tres formas de respuesta inconsistente pueden verse en la Figura 1.
Fase 3 Valoracin de la consistencia Perfiles aleatorios, Escalas de las respuestas VRIN y TRIN, Escalas F y Fb, tendencia a contestar verdadero o falso Fase 4 Valoracin de la fiabilidad de las respuestas: 1. Patrones de respuesta sobredimensionados 2. Patrones de respuesta infradimensionados Interpretacin clnica del MMPI-2
Fase 5
FIGURA 1 PERFILES DE RESPUESTA DISTORSIONADOS EN EL MMPI-2 TODO VERDADERO, TODO FALSO Y ALEATORIO (EN PUNTUACIONES T)
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Una de las escalas ms sensibles del MMPI-2 para detectar patrones de respuesta inconsistente es la Escala de Infrecuencia o escala F (Clark, Gironda y Young, 2003; Sewell y Rogers, 1994), que como puede apreciarse en la Figura 1, aparece inusualmente elevada (por encima del punto de corte normativo T=65) para las tres formas de respuesta inconsistente. La Escala F, y su homnima la Escala F posterior (Fb), son escalas diseadas para detectar respuestas infrecuentes o respuestas que responderan afirmativamente menos de un 10% de la poblacin normativa; en este sentido, las puntuaciones altas en F y Fb (T 65) indicaran una desviacin significativa de los patrones normativos y preponderancia de estilos de respuesta no convencionales (Nichols, 2001). Una vez confirmada la elevacin significativa de la Escala F, resta averiguar cul es la direccin del patrn de respuestas inconsistentes. Las Escalas TRIN y VRIN resultan de gran utilidad para discriminar las caractersticas del supuesto patrn inconsistente de respuesta. La Escala TRIN (True Response Consistency Scale) est diseada para detectar si existe un patrn distorsionado de respuestas aquiescente (tendencia a contestar verdadero) o no-aquiescente (tendencia a contestar falso). Como puede observarse en la Figura 1, el perfil de respuestas de todo verdadero se caracteriza por elevaciones muy marcadas en la Escala TRIN; mientras que en el perfil de respuestas todo falso, TRIN presenta puntuaciones extremadamente bajas. La Escala VRIN (Variable Response Consistency Scale) sin embargo est diseada para detectar especficamente estilos de respuesta aleatorios, no consistentes con el contenido de los tems. Efectivamente, en la Figura 1 puede apreciarse que VRIN slo aparece inusualmente elevada para el caso del perfil de respuesta aleatorio, pero no en los casos de todo verdadero y todo falso. TRIN nos confirma que el sujeto ha respondido descuidadamente a la prueba, sin reparar excesivamente en si su respuesta al contenido de los tems era consistente o no. Valoracin de la fiabilidad de las respuestas La valoracin de la fiabilidad de las respuestas pretende explorar la existencia o no de patrones de respuesta distorsionados que dificulten la adecuada interpretacin clnica del MMPI-2. Bsicamente, existen dos tipos de patrones a considerar en este apartado: (1) patrones de mala imagen, estilos de respuesta sobredimensionados, o simulacin (faking bad o malingering) y (2) patrones de buena imagen, estilos de respuesta infradimensionados, defensividad, deseabilidad social o disimulacin (faking good). Estilos de respuesta sobredimensionados Las escalas de infrecuencia (F y Fb) han demostrado su utilidad para identificar eficazmente individuos que pretenden presentarse de forma poco favorable (mala imagen), simulando o sobredimensionando deliberadamente sntomas psicopatolgicos (Bury y Bagby, 2002; Elhai, Naifeh, Zucker, Gold, Deitsch y Frueh, 2004; Graham, Watts y Timbrook, 1991; Nicholson, Mouton, Bagby, Buis, Peterson y Buidas, 1997; Strong, Greene y Schinka, 2000). De hecho, estas escalas contienen tems seleccionados para detectar estilos de respuestas atpicos o inusuales, ya que el contenido de sus tems est centrado en sntomas extravagantes o inusuales de psicopatologa severa (Nichols, 2001). Como acertadamente indica Greene (1997), las puntuaciones altas en estas escalas pueden deberse a la existencia de estilos de respuesta inconsistente (tal y como vimos en el apartado anterior), a la presencia de psicopatologa real severa, o bien a un patrn de simulacin de respuestas, lo que en definitiva, sobredimensionar las puntuaciones de las escalas clnicas bsicas del MMPI-2; mientras que las puntuaciones bajas suelen asociarse a la ausencia de psicopatologa real, o bien a patrones de defensividad, infradimensionando las puntuaciones obtenidas en las escalas clnicas bsicas del MMPI-2. Respecto a los patrones de mala imagen o sobredimensionados, Butcher (2005) recomienda considerar la existencia de simulacin, o exageracin deliberada de sntomas, cuando F y/o Fb muestren puntuaciones T mayores de 100 y VRIN sea menor o igual a 79. Otro indicador interesante de simulacin es el ndice FK de Gough (1950). Este ndice se obtiene substrayendo la puntuacin directa de la Escala K de validez respecto de la puntuacin directa de la escala F de validez (F menos K). Si el ndice es positivo a partir de un determinado punto de corte, el sujeto evidenciara una tendencia a la exageracin deliberada de sntomas (fake bad o mal simulador); si el ndice es negativo a partir de un determinado punto de corte, el individuo mostrara una tendencia a la negacin o encubrimiento de sntomas defensividad (fake good o buen simulador).
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Uno del los problemas del ndice F-K es que no existe consenso entre los diversos autores en relacin a los puntos de corte definitivos recomendados para clasificar eficazmente a individuos simuladores de individuos que no lo son, ya que dichos puntos de corte dependen en gran medida de las muestras utilizadas en su obtencin. De hecho, la literatura cientfica seala puntos de corte recomendados para exageracin de sntomas que oscilan entre +6 y +27 y entre -11 y -20 para el encubrimiento o negacin de sntomas, siempre en muestras norteamericanas (ver Butcher y Williams, 1992; Greene, 1997; Meyers, Millis y Volkert, 2002; Nichols, 2001; Pope Butcher y Seelen, 1993). Respecto al uso del ndice F-K en nuestro pas, se han calculado especficamente los puntos de corte estimados para exageracin y encubrimiento de sntomas tanto para el MMPI-2 (Gonzlez Ordi y Gmez Segura, 2002) como para el MMPI-A (Gonzlez Ordi, 2005) en base a las muestras de referencia que sirvieron para la adaptacin espaola de ambas pruebas. A pesar de que investigaciones recientes sugieren que no es ms eficaz en la deteccin de simulacin que la escala F por s sola (Bury y Bagby, 2002; Butcher, 2005; Nicholson et al., 1997), este indicador es suficientemente sensible a la deteccin de la exageracin de sntomas (de hecho se comporta mucho mejor que con la evaluacin del encubrimiento o negacin de sntomas segn Nichols, 2001) como para que merezca la pena seguir tenindolo en cuenta como informacin adicional en la deteccin de simulacin, porque adems correlaciona positiva y significativamente con instrumentos de evaluacin de la simulacin mediante autoinforme de ltima generacin, como es el caso del SIMS - Structured Inventory of Malingered Symptomatology (Widows y Smith, 2005) y sigue teniendo un uso extendido en el mbito de la evaluacin forense como ayuda en la deteccin de la exageracin deliberada de sintomatologa psicopatolgica (Ben-Porath, Graham, Hall, Hirschman y Zaragoza, 1995; Gonzlez Ordi y Gancedo Roj, 1999). Estilos de respuesta infra-dimensionados Los ndices del MMPI-2 ms ampliamente utilizados para valorar patrones infra-dimensionados de respuesta son las escalas L y K (Baer y Miller, 2002). La escala de Mentiras, escala L, consiste en quince tems seleccionados con el fin de identificar a individuos que tratan deliberadamente de mostrar un patrn defensivo de respuestas en el sentido de ocultar aquellos aspectos ms negativos de su personalidad, especialmente si se obtienen puntuaciones T por encima de 66 (Butcher, 2005). Las puntuaciones T entre 60 y 65 reflejaran un intento del individuo por mostrar una imagen lo ms favorable posible de s mismo (disimulando problemas de ajuste personal o a la realidad), incapacidad para admitir las transgresiones morales ms leves y un excesivo sentido de la virtud y la moralidad (Butcher y Williams, 1992; Graham, 1993). La escala K fue desarrollada como una medida de defensividad y como un factor corrector de la tendencia de los individuos a negar la existencia de problemas psicopatolgicos (Butcher, 2005). Como factor corrector, se aplica en diferentes valores a las escalas clnicas bsicas Hs, Pd, Pt, Sc y Ma para ajustar su puntuacin final. Como escala de validez independiente, cuando K presenta puntuaciones T entre 60 y 69 refleja la tendencia del individuo por mostrar una imagen favorable de s mismo, minimizando su problemtica en lo posible; cuando K presenta puntuaciones T igual o superiores a 70, es factible considerar que el individuo presente un patrn defensivo de respuestas (Butcher y Williams, 1992; Pope. Butcher y Seelen, 1993). Finalmente, tambin el ndice F-K puede resultar til como informacin adicional respecto a la tendencia del individuo a infra-dimensionar sus respuestas en el MMPI-2, tal y como ya se seal anteriormente. Es importante hacer notar en este punto que, mientras que las escalas diseadas para explorar la tendencia a sobredimensionar las respuestas en el MMPI-2 (F, Fb, ndice F-K positivo) han gozado de un mayor inters investigador y cuentan con un mayor respaldo emprico en cuanto a su eficacia para detectar la exageracin deliberada de sntomas psicopatolgicos y clasificar correctamente a los llamados malos simuladores de los no simuladores, las escalas diseadas para detectar la tendencia a ofrecer una imagen favorable de uno mismo, disimulando u ocultando sntomas o problemtica psicopatolgica (L, K, ndice F-K negativo) no presentan un apoyo emprico tan unnime y generalizado, y es necesario un mayor esfuerzo investigador en este sentido (ver Baer y Miller, 2002). ESCALAS DERIVADAS DEL MMPI-2 PARA LA EVALUACIN DE LAS DISTORSIONES DE RESPUESTA Adems de las escalas de validez incluidas rutinariamente en la versin castellana del MMPI-2, existen un
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cierto nmero de escalas derivadas empricamente del propio MMPI-2 pero que no formaban parte originariamente del mismo y que han que actualmente se utilizan como fuente de informacin adicional para la evaluacin de patrones de distorsin de respuesta. Escala F Psicopatolgica [F(p)] La escala F Psicopatolgica o F(p) (Arbisi y Ben-Porath, 1995) fue creada como una medida de validez adicional para explicar ms especficamente las elevaciones encontradas en la escala F de validez del MMPI-2. De hecho, Arbisi y Ben-Porath (1995) sugieren que cuando F y F(p) presentan puntuaciones elevadas, es ms probable atribuir con mayor seguridad dichas elevaciones a un patrn de simulacin de respuestas que a la existencia de psicopatologa real severa, especialmente si las escalas VRIN y TRIN no estn elevadas significativamente. En este sentido, considerar conjuntamente las escalas F y F(p) resultara ms eficaz para discriminar entre grupos con psicopatologa genuina de grupos de simuladores que la escala F por s sola (Bury y Bagby, 2002; Rothke, Friedman, Jaffe, Greene, Wetter, Cole y Baker, 2000; Storm y Graham, 2000; Strong, Greene y Schinka, 2000). Escala FBS (Fake Bad Scale) La escala FBS (Less-Haley, English y Glenn, 1991) se dise especficamente con el fin de ayudar a detectar simulacin de quejas somticas en el mbito forense. Incluye tems referidos a sntomas somticos, alteracin del sueo, sntomas relacionados con tensin y estrs, falta de energa o anhedonia, etc. Aunque recibi cierto volumen de investigacin como posible escala para deteccin de simulacin durante la dcada de los noventa, recientes estudios desaconsejan utilizarla como escala para detectar patrones de simulacin, sealando ms bien que se tratara de una escala que evala la tendencia a la expresin de sintomatologa psicopatolgica severa, centrada en los aspectos ms somticos, y distrs emocional (Butcher, Arbisi, Atlis y McNulty, 2003). Escala de Disimulacin de Gough revisada [DsR] La escala de Disimulacin de Gough revisada (Gough, 1957) o escala DsR ha sido empleada en el mbito forense para diferenciar entre sujetos que simulan sntomas de carcter neurtico, pacientes con sntomas genuinos y poblacin normal. Aunque su empleo est menos extendido que otras escalas para detectar estilos sobredimensionados de respuesta, como la F(p), sigue siendo utilizada como indicador adicional de posible simulacin (Bury y Begby, 2002; Storm y Graham, 2000). Escala Superlativa (S) La escala Superlativa o escala S (Butcher y Han, 1995) fue diseada para detectar individuos que se presentan a s mismos de manera superlativa, potenciando exageradamente los aspectos positivos de s mismos. De hecho, correlaciona positiva y significativamente con la escala K de validez (Greene, 1997), ofreciendo informacin adicional sobre la tendencia a ofrecer una imagen favorable de uno mismo, disimulando u ocultando sntomas o problemtica psicopatolgica; en este sentido, Butcher (2005) sugiere que cuando la escala S presente puntuaciones tpicas superiores a 70 se considere la posibilidad de existencia de un patrn defensivo de respuestas. Escala de Deseabilidad Social (Wsd) La escala de Deseabilidad Social o escala Wsd (Wiggins, 1959) es un instrumento clsico en la historia del MMPI y se dise para evaluar la tendencia a presentarse de manera socialmente deseable. Es una de las escalas ms tradicionalmente utilizadas para la exploracin de los estilos infradimensionados de respuesta o patrones de defensividad. A lo largo del texto, hemos intentado exponer las posibilidades que ofrece el MMPI-2 para explorar las distorsiones de respuesta y la simulacin. A lo largo de sus 65 aos de vida, el MMPI y su re-estandarizacin, el MMPI2, han resultado ser instrumentos de evaluacin de psicopatologa en continuo cambio y renovacin, con un inters especialmente centrado en la elaboracin de estrategias mediante autoinforme para deteccin de distorsiones de respuesta, que han tenido y tienen importantes consecuencias y aplicaciones en los contextos clnico, forense y mdico-legal. El MMPI-2 en la actualidad ofrece mltiples posibilidades para la evaluacin de los estilos de respuesta sobredimensionados (escalas F, Fb, F(p), ndice F-K positivo, FBS y DsR), estilos de respuesta infra-dimensionados (escalas L, K, ndice F-K negativo, S y Wsd) y estilos de respuesta aleatorios (escalas ?, F, Fb, VRIN y TRIN). El empleo de la in-
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formacin que se deriva de estas escalas permite asegurar la deteccin de las distorsiones de respuesta que se puedan producir cuando un individuo se enfrenta a la realizacin de esta prueba, especialmente si pretende simular; pero para el establecimiento definitivo de la existencia de simulacin de respuesta, el profesional cualificado deber tener en cuenta otras fuentes de informacin adems de la aportada por el MMPI-2, ya que el estudio de la simulacin requiere necesariamente una evaluacin psicolgica multimtodo/multisistema pormenorizada (Gonzlez Ordi y Gancedo Roj, 1999). REFERENCIAS Arbisi, P.A. y Ben-Porath, Y.S. (1995). On MMPI-2 infrequent response scale for use with psychopathological populations: The Infrequent Psychopathology Scale F(p). Psychological Assessment, 7, 424-431. Baer, R.A. y Miller, J. (2002). Underreporting of psychopathology on the MMPI-2: a meta-analytic review. Psychological Assessment, 14, 16-26. Baer, R.A., Rinaldo, J.C. y Berry, D.T.R. (2003). Self-report distortions (including faking, lying, malingering, social desirability). En R. Fernndez-Ballesteros (Ed.), Encyclopedia of Psychological Assessment. Vol. 2 (pp. 861-866). London: SAGE. Bartol, C.R. y Bartol, A.M. (2004). Introduction to forensic psychology. London: SAGE. Ben-Porath, Y.S., Graham, J.R., Hall, G., Hirschman, R. y Zaragoza, M.S. (Eds.) (1995). Forensic applications of the MMPI-2. London: SAGE. Boccaccini, M.T. y Brodsky, S. (1999). Diagnostic test usage by forensic psychologists in emocional injury cases. Professional Psychology: Research and Practice, 30, 253-259. Bury, A.S. y Bagby, R.M. (2002). The detection of feigned uncoached and coached posttraumatic stress disorder with the MMPI-2 in a sample of workplace accident victims. Psychological Assessment, 14, 472484. Butcher, J.N. (2005). Assessing MMPI-2 profile validity. En G.P. Koocher, J.C. Norcross y S.S. Hill III (Eds.), Psychologists desk reference. 2nd edition (pp. 128132). New York: Oxford University Press. Butcher, J.N., Arbisi, P.A., Atlis, M.M. y McNulty, J.L. (2003). The construct validity of the Less-Haley Fake Bad Scale. Does this scale measuring somatic malingering or feigned emotional distress?. Archives of Clinical Neuropsychology, 18, 473-485. Butcher, J.N. y Ben-Porath, Y.S. (2004). Use of the MMPI-2 in medico-legal evaluations: An alternative interpretation for the Senior and Douglas (2001) critique. Australian Psychologist, 39, 44-50. Butcher, J.N., Dahlstrom, W.G., Graham, J.R., Tellegen, A. y Kaemmer, B. (1989). MMPI-2: Manual of administration and scoring. Minneapolis, MN: University of Minnesota Press. Butcher, J.N., Dahlstrom, W.G., Graham, J.R., Tellegen, A. y Kaemmer, B. (1999). MMPI-2: Inventario Multifsico de Personalidad de Minnesota-2. Manual. (Adaptacin espaola realizada por A. Avila-Espada y F. Jimnez-Gmez). Madrid: TEA Ediciones. Butcher, J.N. y Han, K. (1995). Development of a MMPI2 scale to assess the presentation of self in a superlative manner: The S scale. En J.N. Butcher y C.D. Spielberger (Eds.), Advances in personality assessment. Vol. 10 (pp. 25-50). Hillsdale, NJ: Erlbaum. Butcher, J.N. y Williams, C.L. (1992). Essentials of MMPI-2 and MMPI-A interpretation. Minneapolis, MN: University of Minnesota Press. Butcher, J.N., Williams, C.L., Graham, J.R., Archer, R.P., Tellegen, A., Ben-Porath, Y.S. y Kaemmer, B. (1992). MMPI-A (Minnesota Multiphasic Personality InventoryAdolescent): Manual for administration, scoring, and interpretation. Minneapolis, MN: University of Minnesota Press. Clark, M.E., Gironda, R.J. y Young, R.W. (2003). Detection of back random responding: effectiveness of MMPI-2 and Personality Assessment Inventory validity indices. Psychological Assessment, 15, 223-234. Elhai, J.D., Naifeh, J.A., Zucker, I.S., Gold, S.V., Deitsch, S.E. y Frueh, B.C. (2004). Discriminating malingered from genuine civilian posttraumatic stress disorder: A validation of the three MMPI-2 infrequency scales (F, Fp, and Fptsd). Assessment, 11, 139-144. Gonzlez Ordi, H. (2005). Informe interpretativo informatizado del Inventario Multifsico de Personalidad de Minnesota para adolescentes (MMPI-A): Manual. Madrid: TEA Ediciones. Gonzlez Ordi, H. y Gmez Segura, J. (2002). Informe interpretativo informatizado del Inventario Multifsico de Personalidad de Minnesota-2 (MMPI-2): Manual. Madrid: TEA Ediciones.
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