El Amante Dragón

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© Maialen Alonso
Web de la Autora:
www.maialenalonso.es
www.facebook.com/MaialenAlonsoofficial
ISBN-13: 978-1514338834
ASIN: B00ZIU3KGI
Vectores:vectorgraphicsblog
Diseño y maquetación: Maialen Alonso
He sido lectora del género, pero no me había atrevido a experimentarlo
hasta ahora.
Como soy del pensamiento de que es gratificante romper con las
costumbres para experimentar algo fresco y nuevo, he decidido
animarme. Claro que no dejaré la fantasía, que es lo que más disfruto
relatando, pero he abierto una nueva puerta y espero que este camino, sea
igual de gratificante para mí, como autora.
La historia extra Oscuro Deseo, que encontrarás al final del libro,
contiene lenguaje más soez que El amante Dragón, por lo que si no es del
tipo de lectora que te gusta, ya eres consciente de lo que vas a leer y
puedes ignorarlo sin problemas.
No olvides dejar tus impresiones, las que leeré con alegría y de las que
puedo asegurar, aprenderé con gusto a mejorar.
También te pido, que le des una oportunidad al resto de mis libros, ¡no
te defraudarán!
Para más información, tienes la FanPage de Facebook:
https://www.facebook.com/MaialenAlonsoofficial
Y la web:
http://maialenalonso.es/
Índice

1 Nueva Vida
2 Un desastroso comienzo
3 Gris profundo
4 Primeros problemas
5 Un secreto
6 Desolada
7 Intrusión
8 Cruel mentor
9 Un Desafortunado Comienzo
10 Adiós
11 La fiesta
12 Un fiero Dragón
13 Juntos
14 Un nuevo comienzo
15 Dolor ajeno
16 Hoy, Mañana y Siempre
17 Blanco Puro
Extra-Oscuro Deseo
Nueva Vida

Las cajas de la mudanza ya estaban vacías, desmontadas y apiladas en la


pared de color crema que se levantaba junto a la puerta de salida. Una
mujer joven observaba el duro trabajo realizado con los brazos en jarras
y una amplia sonrisa que iluminaba su rostro de piel clara. Los rizos de su
cabello caían de forma graciosa escapándose del torpe moño que se había
hecho y, sus ojos amarillentos brillaban de emoción.
«Mi primera casa». Se dijo con orgullo.
El éxito había llegado de forma inesperada, los años de durísimo
trabajo y frustración, al fin habían dado un maravilloso fruto, y qué fruto...
¡Tenía más dinero del que podría gastar en toda su vida, en esta y en varias
más!
Mira era una escritora novel que había pasado a consagrarse con su
último trabajo. Siempre había creado historias repletas de fantasía,
aventuras y puritanos romances. Por desgracia, no le habían llevado a
ningún lugar más allá de la auto-publicación, a amasar un pequeño grupo
de fans y a la más grande de las frustraciones. Pero entonces, un día
decidió experimentar, se levantó antes del amanecer con una idea en la
cabeza... si la gente quería historias llenas de erotismo y sexo, ¿por qué no
probar? Comenzó su nuevo trabajo con una mezcla de miedo e ilusión.
Miedo ante su propio desconocimiento y escasa experiencia, e ilusión ante
lo excitante que resultaba ser lo desconocido...
Presentó su libro ante varias editoriales que se dedicaban especialmente
al género adulto, con mayor fuerza en las pequeñas, donde vio una
oportunidad real de publicar. Hubo muchas respuestas negativas y otras
tantas, cuyo contenido delataba que ni siquiera se habían tomado la
molestia de leer su manuscrito, y entonces un día ocurrió, el teléfono sonó
y su nuevo editor la felicitó desde el otro lado. Aquel sentimiento inmenso
hizo flaquear sus piernas obligándola a sentarse mientras el hombre la
apremiaba a una entrevista cara a cara.
Nerviosa, miraba la pequeña oficina en la que se encontraba sentada. El
hombre con el que había hablado dos días atrás la recibió con un generoso
abrazo, era un señor de avanzada edad que le presentó a su hija y sucesora
en el negocio familiar. Amanda no tardó en poner sobre la mesa un
suculento contrato, usarían todos sus fondos y contactos para aquel
manuscrito, lo que instantáneamente creó un remolino de nervios en la
joven de veintiséis años. Si fracasaba, haría un daño irreparable en la
pequeña editorial, pero ver la confianza que tenían ambos en su novela la
hinchó de valor, ellos veían salida, y si la veían era porque la tenía.
Apenas había digerido su pequeño éxito al encontrar una editorial
cuando la bomba explotó. Amanda tomó la iniciativa de enviar el libro a
un grupo de blogs con gran fuerza en la esfera, antes de que saliera a la
venta. Las críticas fueron completamente increíbles, poniendo así el
mecanismo en marcha. El día que salió el libro a la venta la respuesta fue
mucho mejor de lo esperado, y los tomos comenzaron a venderse a miles.
El repentino éxito le quedó grande, por lo que Mira decidió mantenerse en
el anonimato y utilizar un seudónimo; Mystic M.
En menos de un año los derechos del libro se habían esparcido por
medio planeta y pronto estaría en prácticamente todos los idiomas
importantes, lo que se expresó en su cuenta bancaria en un número repleto
de ceros que la mantendría de por vida, a ella y a la pequeña editorial que
vio el éxito asegurado, aquella que puso su total confianza en ella.


Amanda se ocupó de buscar aquella nueva casa, pues Mira se había
empeñado en tener un hogar modesto similar al que la vio crecer. Sin
embargo, la editora decidió que era más seguro y tranquilo un lugar como
el escogido, uno de los edificios más lujosos de la ciudad se convirtió en
su nuevo estudio, además de en un hogar gigantesco. Siete plantas para
catorce casas y dos porteros dispuestos día y noche para los inquilinos.


Estaba a punto de cumplirse un año, el primer aniversario de la firma de
su contrato, y había conseguido cumplir su mayor sueño, ahora se podía
llamar a sí misma escritora, pues era una vocación además de un trabajo y,
a lo que ahora se dedicaba con gran placer a tiempo completo.
Definitivamente, poder dedicarse todos los días a su pasión no tenía
precio, ya no había preocupaciones por llegar a fin de mes, ni trabajos a
tiempo completo... Ahora era maravillosamente libre.
—Vale, ordenador colocado, libreta, café, libros de información... ¡Y
gafas puestas!
Miró el enorme escritorio, rio al pensar que aquel orden impoluto
pronto desaparecería, pues ella era de naturaleza desordenada, incapaz de
mantener un lugar recogido durante más de tres días seguidos.
Justo cuando se iba a sentar sonó el estridente timbre haciendo que diese
un pequeño brinco. Corrió hasta la puerta y abrió con timidez sintiendo
que las gafas de pasta negra se le deslizaban por la nariz, al otro lado se
encontró a una mujer rubia y de grandes ojos azulados sosteniendo una
bandeja gigante que reposaba sobre ambas palmas.
—¡Hola vecina! —gritó ampliando la sonrisa que traía puesta—
¡Bienvenida!
—Hola... —apremiada cuando la recién llegada dio un paso al frente
para invadir su casa, Mira se apartó dejando vía libre.
—Me llamo Hanna, vivo en el primer piso. Ten, un regalo de
bienvenida, son pasteles.
—Soy Mira, un placer. Gracias por tomarte la molestia.
—No es molestia, la verdad es que tenía ganas de ver el ático, y de tener
al fin una vecina de mi edad.
—Eres.... ¿la única chica joven?
—Bueno, de menos de treinta y cinco —rio.
Mira la invitó a sentarse en la sala mientras preparaba un café y servía
los pequeños pastelitos caseros de colores rosas y blancos.
—Te ha tenido que costar un ojo de la cara —comentó dando un sorbo y
rodando los ojos por toda la estancia—. Si los primeros apartamentos son
caros, los áticos tienen que valer una verdadera fortuna.
—Bueno... —ni sabía lo que costó aquel lugar, ni quería.
—Mi padre me mandó aquí esperando que espabilase, soy una niña de
papá —soltó demostrando que no era una mujer que se guardase las cosas
para sí—, pero también trabajo, no creas que me mantiene por completo.
—Es... interesante —respondió incómoda.
Hanna continuó hablando como si se conocieran de toda la vida, lo que
era contrario al carácter de Mira, que siempre había sido una chica
reservada a la que le costaba bastante abrirse y confiar. Sin embargo, fue
un soplo de aire fresco, aquella chica era pura energía.
Al final, la conversación resultó ser divertida, Hanna era sincera,
graciosa y desde luego, una persona que hablaba sin tapujos. Mira
aprovechó el momento para preguntar por el resto de vecinos, descubrió
que había cuatro familias adineradas provenientes de diferentes países,
después estaban ellas dos. Frente a la puerta de Hanna vivía la señora
Smith, que era una anciana seca y solterona que se pasaba el día gruñendo,
quedaban tres pisos vacíos, Tom, que ocupaba el segundo derecha y que
nunca salía de casa al sufrir pánico a todo, y un par de hermanos
millonarios ocupaban los dos pisos del tercero y que no se dirigían la
palabra por algún lío de faldas.
—¿Y mis vecinos? —preguntó tras hacer un cálculo y darse cuenta de
que no había mencionado el otro ático.
—Ah, ahí vive Kwon... pero solo viene un par de semanas al mes, o cada
trimestre... —Mira vio incomodidad en su nueva conocida al mencionar a
aquel hombre.
—¿Es agradable? —tanteó con la esperanza de saber qué debería
esperarse de él cuando ocupase su casa.
—Si te refieres a si está bueno... sí —sonrió con picarda terminándose el
café— Es el tío más caliente que vayas a conocer en tu vida. Admito que
nunca me ha ido el rollo asiático, es coreano —añadió—, pero él es un
ejemplar único. Sin embargo... no es muy recomendable.
—Ah, ya veo. Me mantendré alejada entonces —respondió enarcando
las cejas, pues no quería saber la razón de que fuese un hombre poco
recomendable, aunque teniendo su puerta pegada a la de él, acabaría
descubriendo más de lo deseado.
—Eso es lo más inteligente querida. No puedo contarte mucho más, mi
relación con él se limita a hola y adiós cuando anda por aquí.
Media hora después, Mira se despidió de Hanna sin haber saciado toda
su curiosidad. Aquella frase podría abarcar muchos ámbitos... aunque
finalmente supuso que si era tan atractivo como decía ella, significaba que
tendría una amplia agenda femenina.
Un Desastroso Comienzo

Mientras revoloteaba por la casa apartando las preguntas sobre su


misterioso vecino, sonó el teléfono, al otro lado una dicharachera editora
le dio los buenos días preguntando qué tal se estaba adaptando a su nueva
casa. Tras el informal saludo comenzó a preguntar por su nuevo proyecto,
aún sin empezar.
—Tengo un par de sugerencias para tu nuevo trabajo cielo —gritó
Amanda emocionada—. Llevamos unas semanas realizando un estudio de
mercado, y deja que te diga que te olvides de lo erótico, ahora se lleva lo
duro.
—¿Duro? —preguntó con duda.
—¡Sexo duro! Ataduras, azotes, sumisión... toda esa temática.
—No tengo ni idea de esas cosas Amanda... —admitió Mira sintiéndose
avergonzada sin razón alguna.
—Sé que puedes hacerlo, tienes un talento extraordinario para crear
parejas increíbles. Dame una historia, dame una chica virgen sin
experiencia y un mazizorro cabronazo capaz de hacer que las lectoras
deseen tenerlo en su cama.
—Eso suena muy... explícito...
—Sí, y eso es o que va a vender, te lo aseguro. La mayoría de editoriales
están preparando un surtido impresionante para el próximo año, todas.
¡No podemos quedarnos fuera! Tienes medio año para trabajar. Dame
material pronto para ver cómo podemos sacar el mayor partido.
Tras un rápido adiós colgó el teléfono, Amanda era un completo
torbellino que arrasaba incluso a distancia.
Mira se tiró en el sofá con un gruñido. No se lo había puesto fácil, no
del todo. Ella era virgen, lo que le daba acceso al punto de vista de la
protagonista, para ello usaría su propia experiencia. Pero él... y las
escenas... aquello sería lo complicado. Sabía cosas del tema, había leído
mucho, y sí, le había parecido un mundo excitante, en especial para su tipo
de carácter. Pero siempre le había dado pánico desnudarse, y no le gustaba
mostrar su cuerpo, aunque en aquel mundo no era algo tan importante.
Mira sabía perfectamente que ella era una sumisa, y aún así, imaginarse
estar desnuda le cerraba la mente por completo. No pensaba que fuera
guapa ni fea, se veía una chica más, normal y corriente, simplemente del
montón... Claro que había ligado, y algunos hombres se habían insinuado,
pero era incapaz de verse en una relación, y con el paso del tiempo,
decirle a un pretendiente que era virgen a sus veintiséis años... la
avergonzaba hasta acabar con las pocas posibilidades que tenía de entablar
en una relación sentimental. Para colmo de males, era el tipo de mujer que
se excitaba con facilidad, lo que la había llevado a experimentar. Una vez
intentó penetrarse con un dedo, pero le molestó tanto que no volvió a
probar, se limitó a contentarse con caricias superficiales.
Con molestia, apartó todo aquello de su cabeza y se sentó en su nuevo y
reluciente escritorio. Tenía que empezar a trabajar y tenía una idea que
esperaba, diese los frutos deseados.

La primera semana en su nueva casa ya conocía prácticamente a todos
los vecinos. Resultó curioso ver lo variopintos que eran, aunque por
suerte, la mayoría fueron agradables, le dieron regalos de bienvenida y
palabras de ánimo.
La décima noche, a eso de las cuatro de la mañana, la cabeza de Mira se
inclinó levemente tras romperse el silencio en el que tan a gusto trabajaba.
—¿Qué diantres ha sido eso?
Se levantó y dio unos pasos. Una mujer gritó haciéndola dar un pequeño
brinco. Por instinto, se pegó a la pared, donde apoyó suavemente la cabeza
aplastando los revoltosos rizos castaños. Un nuevo grito retumbó con
fuerza.
—Está...
Otro, y otro.
La mujer que gritaba estaba a punto de ahogarse entre gritos
desesperados y jadeantes gemidos llenos de pasión.
—El vecino...
El misterioso inquilino del otro ático había llegado por todo lo alto y,
los ruidos del otro lado, parecían estar en la misma habitación que ella,
como si no hubiese una pared entre ambas casas.
—Así no puedo trabajar —se quejó frunciendo el ceño—. Pero tampoco
puedo ir y decirle que se corte...
Se sirvió un café, después de quince minutos los sonidos continuaban
retumbando por todos lados, incluso intentó ponerse los cascos para
escuchar música, pero seguía captando a la mujer, o tal vez era producto
de su imaginación... de todas formas, no fue capaz de escribir más de
media página.
Una hora, dos horas... ¡Por fin terminó!
—Espera —se dijo tras el momento de alegría—. ¿Voy a tener que
soportar esto dos semanas al mes? Jamás terminare el maldito libro...
Nerviosa, dio vueltas por la estancia preguntándose cual sería la mejor
manera de suavizar la situación.
—Seré correcta y amable.
Sentada en la mesa, observaba un papel de color blanco. Estaba
nerviosa, lo cual se transfirió a su mano, lugar en el que el bolígrafo
bailaba creando un efecto óptico.
—Venga, venga... —se animó— Ahí voy.
«Querído Vecino;
Soy la nueva inquilina del ático.
Desgraciadamente te escribo esta nota con la esperanza de
que la leas.
¿Sería posible que los ruidos disminuyeran un poco?
Lamento ser impertinente, pero trabajo de madrugada y
tengo fechas de entrega.
Un saludo, Mira».
Salió sin hacer ruido y pegó la nota en la puerta de color negro con un
pequeño trozo de cinta adhesiva. Automáticamente se sintió una completa
intrusa en la privacidad de un desconocido, pero el tiempo apremiaba y
solamente tenía medio año para acabar el dichoso libro nuevo... en
ocasiones desesperadas, medidas desesperadas.
Cerca del medio día salió con la intención de hacer la compra, se fijó en
la puerta del vecino, no había nada.
«Bien, la nota ha llegado a su destinatario». Pensó con alegría.
Llegó casi una hora más tarde, cuando estaba a punto de meter la llave
en la cerradura vio en el suelo una pequeña cajita de color blanco sobre la
que reposaba un papel. Lo recogió y entró en la casa extrañada.
Extendió el papel y vio una caligrafía cuidada con aire victoriano. Supo
al instante que había escrito con pluma.
«Querida vecina, bienvenida al edificio.
Debo pedirte que no te inmiscuyas en mi vida, de igual forma lamento que tu vida sexual
sea tan plana como supongo, lo será tu pecho.
Tu petición me ha transmitido amargura, por lo que me gustaría decirte que lo siento
profundamente, pero no cambiaré mi vida sexual por tu trabajo.
Te adjunto con la nota un regalo de bienvenida
Un saludo, Kwon».

Con la mandíbula completamente contraída por la furia creciente,


aplastó el papel con la mano al tiempo que abría la pequeña caja. La ira
que surgió de su interior la quemó al ver dos pequeños tapones para los
oídos. Encima de reírse de ella intentaba dejarla en ridículo.¡Era el colmo!
Inundada por la cólera, se dirigió al escritorio corriendo y comenzó a
escribir la respuesta, que a pesar de que intentó mantenerse fría y
tranquila, el resultado no fue el esperado.
«Odioso vecino,
deja que te diga que mi pecho está lejos de ser plano.
Te devuelvo tu estúpido e inservible regalo.
Me alegro de que tengas una vida sexual plena, pero no
molestes al prójimo con tus perversiones o me veré obligada
a tomar medidas.
Mira».
Con un golpe pegó la nota en la puerta y volvió a casa furiosa.
—¿Pero qué coño se ha creído ese estúpido?


Mira solía levantarse sin necesidad de despertador a las tres o cuatro de
la mañana, pero antes de que su sueño se interrumpiera de forma natural,
algo la despertó.
—¡Kwon, Kwon! —la voz desconocida de una mujer le perforó los
oídos.
—Será... —gruñó ella al instante.
Dio un golpe con el puño cerrado sobre el colchón y después intentó
taparse la cabeza con la almohada.
—¡Por el amor de Dios! —volvió a gritar la desconocida.
Los gritos eran mucho más altos que la noche anterior, y la mujer
definitivamente era otra. Mira supo al momento que su agradable vecino
lo estaba haciendo a propósito con la intención de molestarla.
Medio dormida y en su límite ya, fue hasta la puerta y la abrió con la
intención de aporrear la que estaba al lado, pero la nota a sus pies la paró
en seco. Cerró los ojos y respiró antes de cogerla, no podía dejar que la
furia la controlase.
Se sirvió un café y se sentó en el sofá, miró el papel perfectamente
doblado y, cuando estaba segura de que su estado volvía a la mayor
normalidad posible, lo abrió para desvelar su contenido.
«Querida vecina, por tu respuesta parece que te has sentido profundamente insultada.
Por lo que considero, estoy obligado a disculparme.
Me alegra saber que tu pecho está lejos de ser plano, pero insisto, no cambiaré mis
hábitos sexuales por tu petición, y como sospecho que tu irritación puede ser provocada
por un tiempo
excesivo sin sexo, te animo a que busques compañía masculina con urgencia, o bien
femenina, por supuesto, siempre a tu gusto.
Si te resulta complicado por tu aspecto, te recomiendo al final de esta nota, un club en el
que podrás encontrar profesionales de alto nivel, que viendo donde vives, sé que podrás
permitirte pagar sin problemas.
Saludos, Kwon

P.D; Night Moon.


Tlf. xxxxx».
—¡Tienes que estar de broma! —se escandalizó— Me acaba de...
¿recomendar un puticlub? Es completamente surrealista. Ese tío es un
maldito enfermo.
Esta vez se lo pensó antes de responder, y aunque le escocía
profundamente, acabó tirando la línea que tenía escrita. Acabaría el juego
ya, no permitiría que continuase insultándola de aquella manera tan
gratuita. Si tenía que aguantar sus juergas dos semanas al mes, intentaría
cambiar sus hábitos y escribir de día.
—Al final ese bastardo se ha salido con la suya...
Gris Profundo

Un par de días después, quedó con Amanda en un bar cercano para


comentarle la idea que tenía para el proyecto. Sería un respiro después de
la tortura que estaba sufriendo, porque su vecino parecía empeñado en
convertir sus hasta ahora tranquilas noches, en un auténtico infierno, pues
el misterioso individuo no se tomaba ni un solo descanso.
—¡Me encanta tu idea! Creo que va a salir algo grande Mira, ¡algo
gigantesco! —gritó sacudiendo el taco de papeles en el aire.
—Vamos, vamos —sonrió con cierta timidez—. Todavía es un
esquema... hoy empezaré con los primeros capítulos.
—Estoy deseando leerlos, pásamelos en cuanto los tengas, aunque solo
sea uno. ¡Oye muchacho, lléname la copa!
—Enseguida vuelvo Amanda —se disculpó al tiempo que se levantaba.
Entró al impoluto baño de mármol blanco. Necesitaba suspirar. Había
temido que el borrador de su primera idea fuese una auténtica basura, pero
tampoco imaginó que Amanda se excitase tanto. Sintió un pequeño
orgullo, la cosa parecía marchar bien, lo que se llevó sus miedo... se
esforzaría todo lo posible.
«Puedo hacerlo, y... ¡Lo haré!». Gritó en su mente con energía.
Con una amplia sonrisa salió del baño llena de felicidad, giró la esquina
adornada con una enorme planta y... «plaf» su trasero se pegó al suelo de
forma dolorosa.
Levantó la cabeza por instinto sin tan siquiera intentar eliminar el
reproche de sus ojos amarillentos, cuyas pupilas se dilataron
instantáneamente al chocar contra un par de esferas grises y brillantes que
habrían iluminado el lugar. El hombre sonrió estirando una mano hacia
ella, que la aceptó completamente atontada. El cuero del guante resultó ser
aterciopelado y llegaba a desprender el calor de aquel hombre.
—¡No me hagas esto por favor! —aquel desgarrador grito rompió el
momento de atontamiento en el que estaba sumida.
Mientras el hombre la impulsaba hacia arriba sin esfuerzo, Mira giró la
cabeza con sorpresa, pues no se había percatado de la presencia de la
mujer rubia y claramente multi-operada.
—Suficiente Natali —la miró y, lo que vio la obligó a dar un paso atrás
mientras el llanto llenaba su cara.
La mujer negaba con la cabeza mientras continuaba alejándose, parecía
estar aterrada por algo que Mira no llegaba a ver. Tras unos segundos se
giró y salió corriendo.
—Disculpa — él volvió a llevar su atención a ella sin haber soltado la
mano de Mira. La estrechó propulsando su corazón con aquella sonrisa de
cuento de hadas—. ¿Te has hecho daño?
—No... —murmuró sin voz. Carraspeó intentando salir del
embobamiento en el que se había sumergido— No —repitió con mayor
firmeza.
—Eso es bueno.
Despertó como si le acabaran de tirar agua en la cara, de un tirón se
soltó de la mano de aquel hombre y con un rápido adiós, se despidió.
Cuando volvió a su mesa intentando no tambalearse vio que Amanda
estaba de pie pagando la cuenta.
—Tengo que irme, me acaban de llamar los de marketing histéricos, de
verdad que son insoportables. Oye, ¿esta noche me mandarás la ficha de
nuestro personaje masculino?
—¿Eh?
La imagen del hombre de ojos grises apareció en su mente... ¡Era
perfecto!
—Sí, sí... ¡Tengo algo que te va a gustar!
Salió del bar mordiéndose el labio inferior con una enorme y pícara
sonrisa. Aquel hombre era perfecto, definitivamente sería su caliente y
exótico protagonista, aquel al que ninguna fémina podría resistirse.
Tras caminar un par de metros comenzó a darse cuenta de que las
mujeres del camino cuchicheaban, algunas se quedaba embobadas y otras
parecían hacer comentarios de forma descarada. Por un momento pensó
que tenía algo en la cara, alguna mancha o el maquillaje corrido, pero el
brillo de aquellos ojos no era de mofa. Miró el cristal del local por el que
estaba cruzando y se vio normal... ¡No era por ella! El hombre de los ojos
grises caminaba a su espalda sonriente, pasándose la mano enfundada que
le tendió rato atrás por el pelo de color negro, colocándoselo así, de
forma elegante y excitante.
«Me está... siguiendo... ¡Dios!» Su menté comenzó a sacar toda clase de
extravagantes conjeturas.
«¿Qué hago? ¿Le digo algo? Igual solo va por el mismo camino que yo...
Vale, ahí está mi portal».
Aceleró el paso nerviosa y entró, saludó con rapidez al portero y giró
por el pasillo hasta el ascensor plateado. Una vez en la soledad de aquel
pasillo, suspiró adaptándose a la emoción que acababa de sufrir. Rio
llevándose una mano al pecho, sintiéndose como una verdadera loca
¿Cómo diablos iba a seguirla? ¿A interesarse por ella? Un hombre como
aquel tendría todo lo que desease, todas las mujeres caerían a sus pies con
una simple sonrisa.
Levantó la cabeza sin parar de reír suavemente y se quedó petrificada al
ver el reflejo del metal. Con los ojos abiertos de par en par vio cómo a su
espalda se alzaba un metro ochenta y cinco de puro hombre, con abrigo
largo, ojos grises y guantes... ¡¿Por qué estaba allí?!
«Ding»
Entró y se arrinconó en una esquina nerviosa, agachó la cabeza y
carraspeó al sentir una incómoda presión en la garganta.
«Las casualidades existen. Vendrá a ver a alguien... Deja de ser una
estúpida paranoica, Mira».
Primer piso, segundo piso... tercer piso... no bajó en ninguno y,
finalmente, llegaron a la cuarta planta, lugar en el que se encontraban los
áticos.
—Por cierto, me había olvidado tras nuestro pequeño accidente en el bar
—él se paró en las puertas abiertas, justo en el lugar idóneo para que no se
cerrasen—. Un placer conocerte vecina.
Sonrió de forma socarrona mirándola de soslayo y después se giró para
ir hasta su puerta.
Se había quedado tan ensimismada al verle que no se había percatado de
que aquellos magníficos ojos grises estaban afilados... el odioso vecino
era de origen asiático, y él había sabido desde el principio que ella era
ella, su vecina... ¿Cómo era posible?
Tras la emoción inicial y ya en la seguridad de su casa, sintió cómo una
losa de una tonelada le caía encima. Se había reído en su cara y se sentía la
mujer más ridícula del planeta... era un auténtico monstruo, por mucho
atractivo o sex appeal que tuviese, le odiaba.
Primeros
Problemas

Los días pasaron, los ruidos continuaron y ella le evitó por todos los
medios. Su paranoia la llevó a mirar por la pequeña mirilla antes de salir
de casa con tal de no tener que encontrárselo, se sentía abatida y
avergonzada.
—¿No se supone que se quedaba dos semanas? —se preguntó tras
terminar el borrador perteneciente al tercer capítulo de su nueva obra—
Maldita sea, ya lleva dieciséis días. En algún momento tendrá que largarse,
por el amor de Dios.


Al otro lado se extendía una casa decorada de forma elegante y oriental
en la que predominaban los tonos grises y negros, y esplendorosas figuras
de dragones reposaban en varios lugares, guardando la vivienda con
fiereza.
La cama de gran tamaño estaba completamente deshecha, una mujer
atada gemía con fuerza mientras la embestían de forma salvaje. Kwon
cerraba los ojos, la imagen de la mujer que vivía al otro lado de la pared
en la que posaba la mano le inundaba como pocas veces le había ocurrido,
hasta el punto de adelantar sus vacaciones y cambiar su residencia oficial
al lugar que utilizaba para saciar su apetito sexual.
Días atrás la vio salir. Sorprendido, decidió llevarse a una de sus
amantes tras ella, rompería en cualquier lugar con tal de asegurarse de que
acababa de ver bien, porque si era sincero, tras aquellas notas había
esperado un adefesio que vivía en una casa oscura y solitaria, y resultó
que sus suposiciones sacaron a la luz su ceguera, porque aquella vecina de
caderas redondeadas y pecho no tan plano resultó convertirla en una
delicia de la que pronto disfrutaría. Aunque por supuesto, se desharía de
aquellas horrorosas gafas capaces de ocultar unos felinos ojos que
merecían ser vistos.
Kwon no era un hombre fácil de sorprender, menos aún teniendo en
cuenta a qué se dedicaba... pero aquel pastelito lo había conseguido, ahora
tocaba comenzar un divertido juego.


El timbre resonó llevándola hasta la puerta, cometió un error al abrir
sin mirar, ¿pero cómo diablos iba a imaginar que tendría la cara dura de ir
a su casa con aquella seductora sonrisa en la cara?
—¿Qué quieres? —frunció el ceño incómoda.
—Siento la molestia vecina, pero me temo —comenzó como en sus
malditas notas—, que hay humedad en una de tus paredes, me atrevo a
decir que en el baño.
—¿Por qué tiene que ser la mía y no la tuya? Vale, pasa —le invitó
incómoda cuando vio que enarcaba una ceja de forma peligrosa—. Espera
aquí un momento, tengo que recoger.
—No te alarmes, no me voy a asustar por ver tu ropa interior —ella le
miró aterrada, no tenía ni una pizca de vergüenza—, aunque estoy
esperanzado en que uses tangas, o mejor aún, algo con puntilla, a ser
posible, negro.
—Mi ropa interior no es de tu maldita incumbencia —espetó cerrando la
puerta con un golpe seco.
—Pero lo será —murmuró sin que ella escuchase mientras comenzaba a
pasear por la estancia repleta de libros.
Kwon vio el ordenador encendido y se quedó mirando con sorpresa
aquel caliente párrafo. Desde luego, aquella mujer era una verdadera caja
de sorpresas.
—¿Qué crees que haces? Eso es privado.
—Nunca habría imaginado que una mujer que se queja por el acto
sexual de su inocente vecino escribiera erótica. La verdad, me
desconcierta.
—Soy escritora —respondió con orgullo apagando la pantalla.
—Entonces deberías agradecérmelo, seguro que te inspiro.
—Engreído... Ve al baño —ordenó Mira alzando un dedo para señalar el
camino.
—A sus órdenes.
Tras ver que su pared también estaba húmeda, llegaron a la decisión de
llamar a uno de los porteros para que pudiera arreglar aquello antes de
que se viniera abajo. Mientras esperaban a que subiera para ver la
gravedad de la avería, el teléfono de Mira sonó.
La desesperación cayó sobre ella. Era Amanda, había llamado después
de leer la mitad del borrador perteneciente al nuevo trabajo. Estaba
contenta de que hubiera ido tan rápido, y de que la historia fuera tan
original, pero había un fallo demasiado grande que no podría dejar pasar,
las escenas calientes eran una auténtica porquería.
—Tienes que hacer algo Mira, este libro es digno de ser un best-seller,
llegarás a millones de lectoras y a muchas les cambiarás la vida, pero no
con estas escenas, quiero sexo puro, dame más sentimiento. La verdad es
que no me he excitado ni un poco —admitió apesadumbrada.
—Vale, haré algo... haré algo... Ahora no puedo hablar de esto.
—¡Haz que me ponga cachonda al leer el libro Mira, me da igual cómo,
pero hazlo! —gritó tan alto que su voz llegó hasta Kwon.
—Cállate Amanda, luego hablamos.
—Parece que tienes problemas.
—Si alguien me dejara escribir tranquila esto no habría pasado
—refunfuñó corriendo a la puerta para dar paso al portero y no seguir
hablando más con él.
Logró deshacerse de ambos hombres al mismo tiempo y quedarse sola.
Al menos hasta la mañana siguiente, cuando volvería para arreglar la
pared.
Un Secreto

Se tiró en el sofá agobiada, no sabía qué hacer. Era perfectamente


consciente de en qué puntos fallaba el libro, no era capaz de explicar
correctamente los sentimientos, lo que sentía su protagonista en las
escenas... era frío y sin sentimiento. Lo que a su vez provocó un vacío en
su interior... resultaba ser más doloroso de lo que nunca había imaginado,
eso de no saber qué se siente al recibir un beso en el cuello, una caricia
ajena y furtiva...
—¿Qué hago?
Se mordió el labio y se levantó de sopetón, llegó al escritorio y abrió el
cajón, allí estaban las notas de Kwon guardadas, acto que ni sabía por qué
había realizado.
Miró el teléfono que le había apuntado... podría ser la respuesta a su
problema.
Se sentó de nuevo, había aparecido un leve temblor en sus manos
cuando agarró el aparato. Ser capaz de aquello... Sí, lo era, era capaz de
cualquier cosa con tal de poder seguir escribiendo libros.
—Tengo que hacerlo...
Comenzó a marcar y pronto tuvo línea. Una mujer habló al otro lado.
—Buenas tardes, Night Moon a su servicio... —no hubo respuesta,
esperó unos segundos y preguntó— ¿Hola?
—Ho-Hola —tras casi atragantarse, logró hablar.
—Hola cielo. ¿Es la primera vez que llamas?
—Sí —cerró los ojos con fuerza, si no se concentraba parecería una
loca.
—¿Te han dicho que nuestros servicios son de lujo?
—Ah... sí, sí, no es problema.
—Perfecto cariño —rio la mujer amablemente—. Puedo mandarte esta
noche a quien desees. ¿Mujer u hombre?
—...Ho-hombre.
—¿Qué gustos tienes?
—Pues... —se quedó en blanco al no saber qué decir.
—Pareces tímida, así que te mandaré un verdadero especialista, mi chico
más especial. ¿Te parece bien? —su voz se suavizó al ser capaz de ver la
clase de clienta que tenía al otro lado.
—Vale, muchas gracias... ¿y el pago?
—Tranquila, Johan te cobrará. Veamos, ¿te va bien a eso de las diez?
—Sí, gracias.
Colgó el teléfono y lo observó sin creerse lo que acababa de hacer. Se
había vuelto completamente loca. Acababa de contratar a un profesional
del sexo para perder la virginidad. Pero sabía que si quería crear un libro
en condiciones, tenía que hacerlo.


Las horas pasaban de forma lenta y tortuosa. Cara vez que veía
acercarse la hora en el reloj de la pared sentía cómo su corazón
aumentaba el nervioso ritmo. Le iba a dar un maldito ataque de pánico.
«Vale, tendría que prepararme, ¿no?»
Decidió ducharse y ponerse lo más atractivo que tenía en la cómoda.
Miró el cajón de la ropa interior pensando en qué sería lo más
oportuno, y vio un conjunto oscuro con puntilla, un regalo de promoción
que le habían mandado una conocida marca. No lo había usado nunca, y
aunque le parecía bonito y muy picante, pensó que no le pegaba... Sin
embargo, las palabras de Kwon resonaban ahora en su cabeza... eso les
gustaba a los hombres, ¿verdad?
—Madre mía... espero no hacer el ridículo.
Se puso por encima un vestido sencillo con botones en el pecho, dejó
abierto el último, pues no le ataba, aunque ya estaba acostumbrada, era
algo que le solía pasar a menudo. Ella era una mujer de caderas
generosas, al igual que de pecho, pero tenía una cintura estrecha, por lo
que las tallas nunca encajaban a la perfección, pero siendo sincera... casi
nunca se probaba la ropa, simplemente la cogía y se la llevaba.
«Cintura de avispita», recordó que le decía siempre su abuela.
Se peinó los rizos lo mejor que pudo y se maquilló de forma sencilla
quitándose las gafas que, aunque solo las necesitaba para leer, se sentía
protegida con ellas. Cuando acabó se miró en el espejo... su confianza se
desplomó hasta los pies. Vale que iba a pagar por tener sexo, pero... pensar
en que el joven se sintiera obligado y asqueado le daba nauseas. Jamás
podría obligar a alguien a algo como aquello.


Miró de nuevo el reloj, solamente quedaban diez minutos para la hora...
estaba tan nerviosa que una debilidad aplastante ocupó cada músculo y
cada célula de su cuerpo.
—De verdad que me va a dar algo —murmuró hundiendo la cabeza en
las manos—. ¿Qué le digo?
El timbre sonó y su corazón se alzó presionando la garganta, como si
quisiera salir expulsado. De un saltó se encontró frente a su puerta, con la
mano extendida hasta la manilla, vio como le temblaban los dedos, cerró
los ojos, cogió aire y abrió sintiendo un fulgor en las mejillas.
Cuando abrió los ojos, se encontró frente a ella un chico joven, de
hecho parecía demasiado joven... Tenía el pelo rubio y tan brillante que
casi la cegaba. Con unos hermosos ojos azules y una encantadora sonrisa
blanca que relucía con mayor fuerza gracias a su piel tostada.
—Soy Johan.
—Pa-Pasa...
Mira se apartó y el muchacho entró. Era alto, y muy musculoso. Normal
que se cuidara con un trabajo como aquel, tenía que ser atractivo a la
fuerza.
—¿Tomamos una copa? —preguntó él al verla tan nerviosa.
Sirvió vino y se sentaron en el sofá, inmediatamente un incómodo
silencio se adueñó de la casa, y Mira podía sentir el peso de aquellos ojos
brillantes sobre ella provocándole escalofríos. Tenía que hablar, preguntar
y confesar, mejor darse prisa, cuanto antes acabase aquel infierno, mejor.
—Eres... —carraspeó al sentir el leve temblor de su voz— Muy joven,
¿no?
—Ah, no tanto, tengo veinticinco.
—Uno menos que yo... parecías mucho más joven, me asusté.
—Aunque sea joven tengo más experiencia que muchos treintañeros
—rio con un orgullo mal disimulado.
—No... ¡no lo decía por eso!
—Por fin me miras —susurró.
—¿Eh?
Johan apoyó un brazo sobre el sofá, con la mano libre cogió la
temblorosa copa de las manos de Mira y la dejó sobre la pequeña mesa de
color blanco. Al momento se inclinó con suavidad, acercándose hasta que
ella fue capaz de sentir su aliento templado sobre los labios ya resecos.
—Espe... espera —soltó un murmuro mientras posaba una mano de
protección en la boca del joven— Antes, tengo que saber... yo entiendo que
es tu trabajo y que... bueno, aveces tienes que hacer cosas que no quieres
¿no? —nerviosa, comenzaba a tartamudear— la cosa es que... si no
quieres, no estás obligado, que yo te pagaré igual —hablaba tan rápido
que Johan se sorprendió.
—¿A qué viene eso? —preguntó con las cejas enarcadas.
Mira soltó un suspiro y agachó la mirada apesadumbrada.
—A que si te repugno, no tienes que obligarte. Te pagaré de todas
formas.
Una carcajada alta resonó por toda la casa, reía y reía hasta casi
ahogarse, como un niño frente al grupo de payasos de su fiesta de
cumpleaños.
—¿Cómo me vas a repugnar? —preguntó cuando logró frenar las
carcajadas.
—Tengo casi veintisiete años y soy virgen —soltó de pronto, con tono
seco.
La risa paró por completo devolviendo el estado de silencio a la
estancia. Él no se movió, pero la miró fijamente, no se lo creía.
—¿Lo dices en serio?
—Solo me han besado una vez —continuó sintiéndose vencida—. Eso
creo... estaba tan borracha que ni sé si es producto de mi imaginación.
—No puedo hacerlo —se levantó poniéndose serio por primera vez.
Mira se hundió al instante.
Johan la cogió de la mano y la levantó, después, agarrándola del mentón
la obligó a mirarle.
—No pienses en mierdas que no son —avisó serio al ver cómo los ojos
de Mira brillaban peligrosamente—. La verdad, ojalá todas mis clientas
fueran como tú. Pero hay algo que yo respeto, y eso es la pureza... no
quiero que el día de mañana te arrepientas de tus actos porque un
profesional del sexo te desvirgó. No es justo, te lo puedo asegurar.
Tras soltarla caminó hasta la puerta, Mira le siguió. Abrió y se giró.
—Te lo digo en serio, esta no es la manera... Pero cuando pase, espero
que me llames, te aseguro que te haré volar. Gratis —añadió guiñando un
ojo—. Será por auténtico placer, no por negocios.
—Lo siento por el viaje... y gracias —sonrió agradecida por sus
palabras mientras se estrujaba las manos— Toma.
—No hay pago sin servicio —rechazó el sobre.
—Quiero que lo cojas, de verdad que me haría feliz.
Se frotó la cabeza agradecido y cogió el dinero, Mira estaba segura de
que se lo había ganado.
—No lo olvides, llámame —pidió de nuevo girándose, entonces se paró
en seco y Mina abrió la boca sintiendo que aparecía un abismo a sus pies
—. ¡Kwon!

El fin del mundo había llegado para destrozarla.


—Johan... ¿Trabajando? —la sonrisa no estaba en su boca, sino en los
brillantes ojos, se estaba mofando y los clavaba directamente en ella.
—Adiós —se despidió Mira soltando un horrible jadeo. Cerró la puerta
de golpe dejando a los conocidos solos.


Una charla interesante, información inesperada... Encontrarse a Johan
había causado muchas cosas. Se acordaba de ese momento, horas atrás.
Salió del ascensor y se sorprendió al ver a aquel muchacho que conoció
un par de años atrás, cuando su amigo y dueño de Night Moon lo contrató.
Un sentimiento un poco agrio le invadió al verle en la puerta de Mira.
Tras el encuentro, se había propuesto sacarle toda la información de la
cita, ¡y vaya información! Johan le confesó que no pudo acabar el trabajo
cuando ella confeso su inexperiencia.
—Conociéndote, me sorprende que siga siendo virgen —admitió
acabando la copa de Whisky que Kwon le había servido—. Un caramelito
así al otro lado de la puerta... ¿en serio? Has perdido completamente tu
toque.
—¿Me lo reprochas? Tú eres al que ha contratado, y el que se ha rajado.
—Oye, oye, yo la he respetado. No me sentiría bien conmigo mismo.
Joder, cuándo me lo ha dicho y ha puesto esa cara de cordero degollado
me han dado ganas de arrancarle el vestido y matarla a polvos.
—Bueno, nada de lo que me has dicho cambia mis planes —pensó en
alto.
—Ah... ya me extrañaba que no tuvieras nada en mente —admitió
levantándose—. Se ve a la legua que es una sumisa, tu debilidad. Aunque
no es del tipo al que estás acostumbrado —avisó con picardía.
—Será mía. Ella, su virginidad, sus jadeos y esa preciosa boca me
pertenecerán.
—Veo más interés del que sueles mostrar, me intrigas. Ya me contarás—
caminó hasta la puerta con Kwon—. Y por favor, no seas una bestia con
ella.
—Parece que ya tiene un defensor —rio con irritación mal disimulada
—. ¿Te parece bien si la dejo solamente dos días en cama sin poder
levantarse? No creo que pueda ser más suave.
—Eres de lo que no hay —soltó una carcajada cerrando la puerta tras
despedirse con la mano—. Nos vemos tío.
—Cuídate.
Miró el cielo nocturno a través de la gigantesca ventana abierta, la suave
brisa le acariciaba con mimo. Apoyó una fuerte mano sobre el metal y
sonrió. Aquello iba a ser muy, muy interesante, y desde luego se
aseguraría de disfrutarlo.
Desolada

Mira abrió los ojos observando el oscuro techo. Solo había bebido una
copa, pero tenía una horrible sensación de resaca. Encontrarse a Kwon,
que la viera con Johan, que le conociera... él seguramente sabría a qué se
dedicaba el muchacho, le había dado la mejor artillería pesada para
humillarla.
—Es una broma del maldito destino, joder —se quejó levantándose.
Entró en el baño y se lavó la cara. Se miró a sí misma en el espejo.
Tenía un aspecto penoso, al otro lado solamente veía una mujer que se
sentía profundamente avergonzada y completamente vencida, su pequeña
guerra contra él estaba perdida. Debía evitar encontrárselo por todos los
medios posibles.
—Pues nada, intentaremos levantar la cabeza como sea —dijo
intentando animarse.
Desayunó desganada y se sentó frente al ordenador comenzando a releer
su manuscrito. Amanda tenía razón, las escenas de sexo daban verdadero
asco... ella había leído cientos de libros eróticos y todos ellos eran mucho
mejor que el suyo. El resto estaba genial, la historia, los personajes y los
sentimientos... el problema era que fallaba en lo más importante, lo que
realmente atraería a la mayoría del público.
Se pasó el día leyendo fragmentos de libros, pero todo cuanto se le
ocurría, no iba más allá del plagio, y para colmo, mal hechos y sin
sustancia. Definitivamente, ella no iba a llegar al límite de copiar, eso
jamás.
Al caer la noche era incapaz de conciliar el sueño, e irónicamente al fin
tenía paz, para su suerte, parecía que Kwon había ido a copular a otro
lugar.
—¿No está? —se preguntó al cabo de un rato. Colocándose de rodillas,
apoyó la cabeza en la pared, cerrando los ojos... su imaginación le jugó
una mala pasada al crear una nítida imagen de aquel hombre desnudo,
sudado...
Suspiró, era endiablado, cruel... pero un Dios quedaría a la altura de sus
zapatos de firma italiana. ¿Que si era sexy? Sí, desde luego que sí,
infernalmente caliente, tal y como dijo su vecina. Vale que no habían
empezado con buen pie, y que la irritaba de sobremanera, pero había que
ser sincera, especialmente con una misma.


Amaneció y ella apenas había dormido, pensó e imaginó toda clase de
escenas, pero cuanto intentó plasmarlas no lo consiguió, no del todo, al
menos. No podía describir lo que sentía su protagonista al ser atada,
lamida y extasiada. Entonces, el teléfono resonó perforándole las sienes y
sacándola de su tortura mental, estaba cansada, amargada y asqueada de
absolutamente todo, la voz chillona y alegre de Amanda al otro lado le
ordenó ir a la oficina de la editorial a las doce en punto, tenía una
magnífica sorpresa para ella.
Sin prepararse más de lo necesario y con unas gigantescas ojeras en la
cara, salió no sin antes asegurarse de que Kwon no estaba cerca, en aquel
momento le apetecía bien poco aguantar sus ataques.
Llegó, subió a la última planta, saludó a la joven y simpática secretaria y
entró suspirando. El lugar estaba un poco oscuro, Amanda se encontraba
sentada en su escritorio mirando el ordenador y en la ventana del fondo
había una silueta.
—¡Llegas tarde! —la riñó con cariño al tiempo que se levantaba para
abrazarla.
—Lo siento, he pasado una noche de perros... —se frotó la frente con
cansancio y besó a Amanda en la mejilla como saludo.
—¡Podías haberte arreglado mujer! Tenemos un invitado —añadió con
un tono más discreto—. Menuda suerte tienes, maldición.
—¿De qué hablas?
Frunció el ceño confusa. Después hubo un terremoto bajo sus pies que la
hizo tambalear, la silueta se había girado, le veía sonriente y con las
manos metidas en los bolsillos. ¿Por qué estaba Kwon allí?
—¡Cielos, estás pálida! Crisrty, trae un Té de inmediato —ordenó a la
secretaria con un fuerte y seco grito. Cogió a Mira por el brazo y se la
llevó, la muchacha tenía cara de haber visto un fantasma—. Deja que te
presente. Kwon trabaja con la mayoría de empresas de juguetes eróticos,
es directivo en las más grandes y administra un club privado y exclusivo.
Si hay alguien en el mundo capaz de ayudarte, sin duda es él.
—Tú... ¿Qué haces aquí? —tartamudeó con los ojos abiertos de par en
par sin aceptar la mano que él tendía.
—¡Pero bueno! ¿Os conocéis?
—Por supuesto, somos vecinos —Mira pudo sentir en lo más hondo de
su ser el disfrute de aquel diablo.
—¡Genial! —Amanda soltó una carcajada de alegría que no sacó a Mira
de su estado— Eso hace todo más fácil. Mira, él te enseñará todo lo que
necesitas, responderá a tus preguntas y te ayudará en todo, será tu mentor
sexual —bromeó.
Está vez definitivamente había llegado el fin del mundo, de su mundo...
no podría librarse de él ni aunque le escupiera en la cara.
—Es fantástico que viváis uno junto al otro. 24h al día disponible, una
maravilla, ¿eh? —continuó Amanda empujándola de forma sutil a la
salida, no la dejó replicar absolutamente nada—. Pues tómate el Té que te
ha preparado Cristy, vete a casa y manos a la obra. El tiempo apremia y
necesitamos el libro en menos de tres meses. ¡Suerte!
La puerta se cerró a su espalda y ella, estática, intentaba procesar
mentalmente todo lo que acababa de ocurrir.
—Va a ser divertido, mentor de una «virgen». Qué interesante —escupió
vacilante mientras se frotaba la barbilla pensativo.
«Maldito Johan, no perdió el tiempo en contarle todo...»
—¿Lo estás disfrutando no? —escupió ella con enfado.
—Sí, ciertamente.
Mira soltó un gruñido y comenzó a caminar tras darle las gracias a la
secretaria y pedir perdón por no tomar el Té. Necesitaba meterse en casa,
debajo de la cama y tirarse de los pelos entre gritos de frustración. Por
supuesto, el día no había terminado, Kwon la siguió de cerca hasta los
apartamentos. Ya en el ático y antes de poder entrar en su casa, él la agarró
del brazo sin dejarla adentrarse a su refugio.
Le miró enfadada.
—Dame el manuscrito, quiero leerlo y saber en qué fallas o necesitas
mayor refuerzo.
Increíblemente se puso serio, no hubo burla ni nada insultante... ¿Se lo
iba a tomar en serio? Si ese era el caso, tal vez podría ser de gran ayuda.
—Te lo doy ahora, tengo un par de copias impresas.
Segundos después le dio el taco de papeles impresos y vio como entraba
en casa sin decir nada más, desde luego que con la cara seria parecía otro
hombre.
—¡Mier...! —no cerró la puerta, y estuvo a un paso de aporrear la de él
— Seré idiota... maldita estúpida.
Entró refunfuñando, pues ni había pensado en que Kwon podría darse
cuenta de que el personaje masculino era clavado a él, incluso el detalle de
su origen asiático estaba plasmado en el libro. Otra bomba más que le
entregaba sin esfuerzo.
—Me rindo ante mi estupidez, qué más da... —comenzó a recoger la
casa intentando deshacerse de la frustración que emanaba de cada célula de
su ser—. Si hasta sabe que soy virgen, de perdidos al río... Lo único que
me tiene que importar es que el libro salga y sea perfecto. ¿Y qué diablos
hago hablando sola?
Hablar sola se estaba convirtiendo en algo demasiado común en ella.
Desde que se había mudado a aquel lugar algo empezaba a ir mal en su
cabeza.
Intrusión

A unque ya era plena noche y solo había una lámpara encendida, Kwon
estaba cómodamente sentado en un sillón blanco, con las piernas cruzadas
y la cabeza apoyada sobre su puño izquierdo. Junto a él, en la pequeña
mesa de cristal, había una copa a medio llenar y una botella recién
empezada.
En su cara se dibujaba una sonrisa ladeada, y es que resultaba ser
irónico que aquel hombre fuera exactamente igual que él, era tan evidente
que se había basado en su persona, que pensó que era tonta por no haber
intentado disimularlo.
Aunque en su opinión personal, aquel protagonista era demasiado
blando, lo pasó por alto teniendo en cuenta que Mira aún no conocía su
verdadero y perverso lado oscuro, por supuesto, por el bien del libro,
tendría que conocerlo...
—Cualquiera con experiencia que lea este libro... —murmuró dando un
largo sorbo— se dará cuenta de que es virgen. Alguien que no sabe lo que
se siente, jamás podría describirlo con palabras.
Miró el reloj, rozaban las doce de la noche. Tenía el pequeño impulso
de levantarse e ir a la casa de al lado, le había excitado pensar que se había
basado en ellos dos para escribir su libro, y seguramente así era, estaba
seguro de que había despertado algo más que molestia en aquella
muchacha sencilla. Negó con la cabeza riendo, no se podía ni imaginar el
sufrimiento de un cuerpo tan abandonado al que le había negado el mayor
de los placeres... que existía en la vida.
¡Qué desperdicio de mujer!
Claro, que también tenía curiosidad por conocer los motivos de aquella
situación, porque no parecía una chica tan tímida, ni depresiva... Le
causaba mucha curiosidad saber qué la llevó a permanecer tan inmaculada.


Otra horrible mañana en la que Mira se levantó con la espantosa
sensación de resaca. Mudarse allí pasó de ser algo nuevo y excitante a
convertirse en un peso sobre todo su ser. ¿Por qué tenía tan mala suerte?
Mientras desayunaba escuchó cómo la puerta de al lado se cerraba de
golpe haciendo brincar su corazón, pues por un momento pensó que su
timbre sonaría estrepitosamente, pero los segundos pasaron y nada de lo
que imaginó acabó ocurriendo. Automáticamente miró el reloj, que
marcaba las ocho en punto. ¿Tendría que ir al trabajo?
«Relájate...» Se dijo a sí misma, las paranoias comenzaban a volverla
loca.
Decidió no tocar el libro hasta escuchar el veredicto de Kwon, que supo
desde el principio, acabaría escociendo como si pusiera sal en una herida
abierta. Aquel hombre disfrutaba metiéndose con ella.


Pasó la mañana recogiendo la casa, bajó a comprar algunas cosas para
llenar la vacía nevera y se volvió a sentar en el sofá. Estaba nerviosa, ¿por
qué tardaba tanto? Igual no había leído aún el libro... Y si ese era el caso,
tal vez tenía una oportunidad de cambiar al protagonista masculino para
que no se pareciese a él.
«No es una mala idea...»
Sí, podría ser efectivo... De un salto corrió al ordenador y comenzó a
modificar las cien páginas que tenía hasta aquel momento. Media hora más
tarde puso la impresora en marcha y suspiró pensando que podría haber
llevado a cabo el plan en cuanto él salió de casa, ¡qué estúpida era!
Vale, se había dicho que le daba igual que Kwon se diera cuenta, pero
tras recapacitar y percatarse de que aquello era como decirle a la cara;
«quiero tener sexo salvaje contigo a pesar de ser virgen», se sintió morir,
ridícula y una verdadera cabeza hueca.
Cogió el taco de papeles con los nuevos cambios y salió al balcón,
dónde un pequeño muro separaba una casa de otra. No era muy alto,
apenas metro y algo, una silla ayudaría a saltarlo sin problema. Buscaría
rápidamente el que le dio ayer y daría el cambiazo.
Entró por la puerta de cristal, a aquella altura no era necesario tener
pestillos, a menos, claro está, que apareciese Spiderman convertido en
ladrón.
Observó la casa en busca del manuscrito, lo vio junto a una silla y le
pidió a todo ser supremo que no lo hubiese abierto aún. Se dejó caer en el
sillón aterrada y lo ojeó, no había marcas ni páginas señaladas, por lo que
no creyó que se lo hubiera leído tan rápido, así que...
¡Maldición!
Alguien acababa de meter una llave en la cerradura.
«Oh joder, joder, joder... Estoy muerta».
Miró buscando un escondite, pues estaba demasiado lejos del balcón,
pero se acabó paralizando el tiempo y le vio allí, claramente sorprendido,
con los ojos abiertos de par en par y las finas cejas enarcadas. La sorpresa
era palpable en su níveo rostro.
«El apocalipsis...»
Entró sin apenas cambiar su expresión y cerró la puerta a su espalda con
fuerza.
—¿Tienes algún extraño fetiche? No te pega eso de colarte en casa
ajenas...
—Yo... yo...
¿Qué podía decir en su defensa?
—Oh... —murmuró él bajando la vista y mirando la mano de Mira,
donde agarraba el taco de papeles con tanta fuerza que las primeras
páginas se habían doblado— Tarde.
Dejó las llaves sobre una cómoda de oscura madera que descansaba
junto a la puerta y se quitó la chaqueta caminando hacia ella, que tragaba
saliva horrorizada. En la cara de Kwon se anchó de pronto, una siniestra
sonrisa.
—Ya he disfrutado de la lectura. ¿Así que soy tu fantasía sexual? Es un
verdadero alago teniendo en cuenta que eres virgen.
Mira sintió un mareo, y sí, seguramente se puso pálida por la impresión
de sus impertinentes palabras.
—Sin embargo, no me conoces —continuó—, porque de hacerlo no
habrías escrito de forma tan suave.
La rodeó con pasos pequeños y se puso a su espalda, Mira observaba al
frente, quieta como una estatua. Brincó cuando sitió el peso de sus manos
sobre los hombros.
—Lo... lo siento... yo...
—Tú... —la cortó— Pensaste que te podías colar en mi casa, dar el
cambiazo y largarte tan contenta sin que me enterase.
Presionó hacia abajo y la sentó en la misma silla en la que él estuvo
descansando la noche anterior mientras leía. Después cogió el manuscrito
original y lo abrió.
«... Apretó con los dientes los duros pezones y ella se revolvió agarrando
las sábanas, después llevó una de las manos hasta su pelo resolviéndolo...»
Leyó en voz alta sin inmutarse.
—Este párrafo es uno de los pocos realmente creíbles que hay en todo el
libro. Aunque sinceramente, yo preferiría que en ese instante, estuvieras
bien atada, pareces ser de las que sueltan golpes —soltó atrayendo su
mirada estupefacta—. Ahora dime porqué eres virgen.
—¿Qué?
—Responde —apremió volviendo a posar las manos sobre sus hombros
temblorosos, de forma que no podría levantarse y salir corriendo.
—No sé...
—Quiero saberlo, me provoca curiosidad.
—Simplemente pasó así...
—Simplemente pasó así... —repitió pensativo— Tu libro dice mucho
más de ti de lo que piensas. Pueden verse tus deseos, y la parte en la que la
protagonista tan inocente acaba masturbándose de forma desesperada... la
verdad es que me excitó imaginarte de la misma forma, sé que te basaste
en tu propia experiencia, es la parte del libro más creíble.
¡Qué horror! Lo peor fue que tenía razón, pero era algo tan íntimo y
privado... que admitirlo delante de aquel monstruo la mataría. Por supuesto
que se había masturbado, era una mujer joven, sana y llena de deseo.
—Claro que tocarse a uno mismo no tiene nada que ver a que lo haga
otro.
—Quiero irme —susurró suplicante.
Comenzaba a sentirse mal, ridícula, estúpida... se estaba riendo de ella
tan descaradamente que comenzaban a escocerle los ojos.
—Vamos, no hay prisa —canturreó.
—¿Disfrutas haciéndome sentir mal? —rugió ella de pronto sacando
una ira hasta entonces escondida, que emergía furiosa desde algún oscuro
algún lugar— No todos somos tan impresionantes como tú. A la gente
normal nos rechazan a menudo, más si encima la mitad de tus amigas son
modelos y la otra mitad lo parecen. ¿Quién diablos va a querer acercaste a
ti si tienes al lado a una Naomi Campbell? —explotó mirándole y
perforándole con enfado.
—Es bueno que saques esas mierdas —respondió sin mostrar ninguna
expresión. Aquello la descolocó.
—¿Crees que los hombres preferimos a las modelos? —preguntó
levantándola de la silla y sintiendo su temblor casi como propio— Puede
que los chavales de dieciocho años, por modas y gilipolleces así, sí. Pero
cuando ya vas teniendo una edad prefieres una mujer de verdad.
Apartó las manos de sus hombros y las puso de golpe sobre sus caderas
redondeadas.
—Esto es lo que buscamos, esto es femenino y hermoso —ella giró la
cabeza y le miró de soslayo, le sorprendió ver sinceridad en sus brillantes
ojos grises, totalmente inesperado según lo que conocía de él. Provocó
que su corazón latiese reviviendo—. Personalmente no se me pone dura
con una mujer huesuda que perfectamente podría partirse con cualquier
práctica sexual que vaya más allá de... un simple mete saca —prosiguió
con un desdén de manos.
«No se avergüenza ni un poco...» Pensó anonadada. «Eso es confianza en
estado puro».
—Esto también es importante —subió las manos colocándolas justo
debajo de sus pechos, presionando levemente para que se alzaran
estremeciéndola—, lo natural es esencial. Un delicioso movimiento puede
hacer que se muevan de forma espectacular.
Mira comenzaba a sentir que estaba en un sueño, húmedo y excitante.
¿Lo hacía apropósito? Su ropa interior empezaba a pegarse de forma
molesta ante la creciente humedad. Sentir aquellas manos tan cerca... en
aquel instante le habría gustado que las subiera hasta cubrirlos por
completo, que apretase y sentir aquel éxtasis.
—Jamás serás capaz de escribir algo bueno si no lo experimentas en
primera persona —aquello lo sintió como un balde de agua helada.
—Lo intenté... —dijo sin pensar.
—¿Con Johan? —sonrió maliciosamente— Va de duro, pero en el
fondo es un chico demasiado amable. Sin embargo... ¿Cómo dijo?
—continuó preguntándose a sí mismo. Después le susurró en el oído—
Algo así como; «me han dado ganas de arrancarle el vestido y matarla a
polvos».
—Eso no tiene gracia.
—No, claro que no. La verdad no tiene que ser graciosa.
Con cada palabra, cada frase... la descolocaba más aún. Empezaba a
dudar de si se estaba insinuando, si se estaba riendo, quedándose con ella
o, simplemente le estaba dando unas útiles lecciones. Se sentía agobiada y
al no saber cómo tomarse aquello, no supo cómo actuar.
—Vale —se decidió tras unos segundos pensativa—, lo pillo. Haré algo
al respecto, puede que con...
—¿Con quién? —en aquel momento, a Mira le pareció escuchar tensión
en su voz— Si pensabas llamar a Night Moon para que te manden a otro,
olvídate. Ya me he encargado de avisar de que no te atiendan. Soy tu
mentor, y estoy aquí para enseñarte.
—E... ¡HEY!
Kwon se deshizo de los escasos centímetros que separaban sus manos de
la totalidad del pecho y los aprisionó con fuerza. Ante la impresión, Mira
le agarró las manos, no se había esperado aquella intromisión tan
descarada con la que la pilló, completamente desprevenida. Hizo que su
corazón saltara por los aires.
—Solo quiero que lo sientas, no seas vergonzosa.
—¿Cómo... Cómo no lo voy a ser?
—Te tiembla la voz —afirmó.
—¿Eres idiota? —le salió un gemido cuando masajeó los pomposos
pechos de forma excitante.
—¿Te atreves a insultarme en esta situación? Eres muy atrevida vecina,
pero no te olvides de que hay formas de quitarte esa agresividad.
La soltó de pronto y ella se abalanzó hacia delante, se giró y le miró con
ojos acusadores. Él sonreía de forma cautivadora.
—Esa mirada... ¿en serio? Solo ha sido una pequeña e inocente
intromisión, y no estás desnuda —comenzó a caminar hacia ella
quitándose la corbata—. No te olvides de que tú te has colado en mi casa,
donde yo soy rey y señor.
Mira comenzó a caminar hacia atrás sin quitar los ojos de Kwon.
—La verdad es que nunca pensé que mi quejica vecina fuera tan
deliciosa —admitió de pronto descuadrándola—. Supongo que en el
fondo... ¿te molestaban los gemidos por envidia? Eso es un pecado muy
feo.
—Te has... ¿vuelto loco? Yo no tengo ninguna envidia —mintió. Abrió
los ojos como platos y le señaló con un dedo acusador— ¿Q-Qué haces?
Kwon comenzó a desabotonar su camisa blanca.
—No me gusta que en el libro describas tan poco de mi cuerpo, me
cuesta muchas horas de gimnasio mantenerlo —admitió dolido—, así que
quiero que lo veas bien, que lo toques.
—No voy a tocarte.
—¿En serio? Acabarás suplicándome.
Abrió la boca un poco impresionada, vale que lo que comenzaba a ver
bajo la tela era merecedor de todo elogio. Pero, ¿cómo podía ser tan
descarado? ¿Y cómo podía verse tan endiabladamente sexy quitándose la
ropa?
Sus ojos rasgados estaban fijos en ella, brillando con aquel color gris
tan espectacular. Era excitante, no podría negarlo aunque quisiera.
Dejó de dar pequeños pasos atrás mientras él continuaba acercándose.
Ya no estaba segura de querer escapar después de que tirase la camisa al
suelo. Aquel torso tallado a la perfección y su nívea piel... ¡no era del
planeta tierra!
Al cabo de unos segundos se paró frente a ella, llegando una cabeza más
allá que Mira. Ella miraba al frente, la piel parecía tan suave... Nunca había
tenido a un hombre semi desnudo tan cerca y, desde luego, verlo en la tele
no le provocaba aquel cosquilleo.
Kwon le cogió las manos mientras ella permanecía en alguna clase de
trance y las posó sobre su pecho. Mira pareció despertar de pronto y le
miró sorprendida.
—¡Me da vergüenza! —gritó con un hilillo de voz.
Él se sorprendió ante la sinceridad de la muchacha, pues había esperado
que mostrase timidez. Desde luego que aquella chica era interesante, le
provocaba ternura ver que su sinceridad era causada por su inocencia al
experimentar su tacto, por primera vez.
Cruel Mentor

Era tan suave como el terciopelo, tanto que su mente comenzó a traer
escenas de libros devorados con ansia hasta su imaginación, provocando
así que quisiera sacar la lengua y lamer cada parte de aquel cuerpo
templado y escultural. ¿Qué diablos le estaba pasando?
—Creo que no es justo que sea el único en quitarse la ropa —murmuró
llevando las manos esta vez, a la blusa azulada que vestía Mira y,
dirigiéndose con rapidez hasta los primeros botones.
—¡Oye, oye! —le paró— Te has desvestido porque has querido, yo no
te he obligado...
Enarcó una ceja y ella fue bajando el tono de voz.
—Date la vuelta —ordenó con un movimiento de mano.
Con cierta desconfianza, decidió hacerlo. Inquieta, giró un poco la
cabeza para mirarle, pero con otro gesto de dureza por parte de Kwon, se
puso derecha de nuevo observando la casa expandirse frente a ella.
Kwon le cogió las manos y se las llevó con él poniéndoselas a la
espalda. Ahí sintió que juntaba ambas muñecas y las metía a través de algo
suave y aterciopelado. Al momento el peso de sus manos cayó sobre los
hombros, donde con la agilidad de un felino bajó la blusa quedándose
Mira en sujetador sin previo aviso, uno de los botones salió disparado
perdiéndose en el suelo.
—¡Oye! Pero qué...
La electricidad recorrió parte de su cuerpo, naciendo en el cuello, justo
en el punto en el que él la besó y mordió suavemente y, aunque su mente se
nubló, logró recordar que en el libro había una escena parecida...
Poco rato después, Kwon se puso frente a ella, estaba anormalmente
serio, pareciendo ser otra persona completamente nueva y diferente. Mira
comenzaba a estar sonrojada, la sangre se arremolinaba con emoción
coloreando sus mejillas.
Las tiras del sujetador se deslizaron con suavidad haciéndole cosquillas
y poniéndole la piel de gallina. A punto de verse todo lo que se podía ver,
Kwon se inclinó agarrándola por las piernas y alzándola. Mira gritó
cuando la sensación de vacío creó en ella la impresión de caer al suelo
dolorosamente, pero no hubo golpes, acabó con la templada mejilla
pegada en su férreo hombro. Sin perder un segundo más, comenzó a
caminar con ella a cuestas, atravesando una puerta y adentrándose en su
habitación, lujosa y un poco extravagante.
La cama era blanca con adornos dorados, el palo del dosel se enroscaba
de forma magnífica emulando la figura de un poderoso dragón y a cada
lado podían verse dos mesitas de color gris perla. A la izquierda de la
estancia, había un enorme ventanal que ocupaba más de media pared, junto
a ella, un armario empotrado de puerta doble, y finalmente, a la derecha,
vio una puerta cerrada que seguramente llevaría a su baño.
De golpe la lanzó y, de no haber tenido las manos atadas a la espalda, se
habría aferrado a él como una garrapata impidiendo así caer. Su corazón
no estaba en situación de aguantar aquellos sobresaltos.
—¿Te has dado un golpe en la cabeza?
—Hoy estás más gruñona que de costumbre —espetó cruzándose de
brazos y enarcando una ceja—. Pero te lo perdono, pronto se te pasará.
Inclinándose un poco y alargando las manos, se apoderó de las caderas
de Mira, alzándola así un poco para colocarle el trasero sobre las muñecas
atadas. Los dedos se movieron con agilidad hasta los botones de su
pantalón, que en un par de segundos ya estaban desabrochados mostrando
una pequeña parte de la blanca ropa interior que escondían.
—¡Espera! —gritó cuando sintió la presión de la tela bajándose—
¡Kwon!
—¿Me vas a decir que te da vergüenza? —rio.
—Claro que me da vergüenza, ¡idiota!
—Así que soy idiota... —murmuró rascándose la barbilla— Creo que es
mi deber hacer que te arrepientas de decir eso, y como te da tanta
vergüenza —teatralizó—, te quitaré las bragas y te ataré las piernas a la
cama para verlo absolutamente todo, me sentaré y me tomaré una copa de
vino disfrutando del momento.
«Tiene que estar de broma...» Pensó incapaz de hablar. Se puso pálida
como un muerto... no sería capaz de hacer eso, no.
Cuando los pantalones bajaron hasta sus rodillas, comenzó a sentir un
horrible hormigueo, la mezcla de miedo y excitación la confundían por
completo. Gritó su nombre cerrando los ojos con fuerza, imaginar que
cumpliría su aviso, casi la hacía desear la muerte.
—Siento... siento haberte llamado idiota —admitió cuando las manos de
Kwon se apostaron sobre la fina goma de las bragas—. Por favor, por
favor... lo siento...
—Aunque te lo has ganado, esto no es un castigo Mira —se volvió a
poner serio—, la verdad es que ahora mismo solo pienso en mi disfrute
personal. Me beberé esa copa de vino con placer mientras observo todo tu
esplendor, de eso no te vas a librar.
—¡Kwon, Kwon, no! —suplicó sintiendo que se ahogaba.
La tela comenzó a deslizarse a pesar de que ella cerraba las piernas con
todas sus fuerzas, aquello solamente creó molestia en su piel suave y
sensible.
—No intentes parar lo inevitable —pidió negando con la cabeza.
Sintió ganas de llorar cuando la prenda atravesó sus tobillos para caer al
suelo. A pesar de tener las piernas cerradas como las pinzas de un
cangrejo, se sentía completamente expuesta.
Nunca había pensado que estar tan desnuda frente a alguien fuera tan
vergonzoso, pero igual era porque ese alguien, resultaba ser él.
—Te he pedido perdón, ¡maldita sea! —lloriqueó mientras le temblaba
el labio.
—Y yo te he dicho que esto no es un castigo. ¿Lo ves así? Aunque me
siento un poco mal... ver esa cara hace que merezca la pena. Eres más
dulce de lo que pensaba, y de lo que tú misma crees. Vas de dura para
protegerte de la gente, para no necesitar la protección de nadie más que de
ti misma.
—Dices tonterías... ¿Qué haces...?
El se giró caminando hasta el armario empotrado, lo abrió y Mira
escuchó un tintineo. Cuando volvió a su posición levantó con rostro
triunfante una fina cadena de brillaba de forma espantosa. A los extremos
había ataduras y cuero. A los dos segundos sintió como se abrazaba
mortalmente a sus tobillos con suavizad, y aunque intentó revolverse no
puso todo el énfasis que pudo, pues de hacerlo habría enseñado todo, tonta
de ella, se iba a ver de todas formas.
La cadena rodeó el poste derecho enroscándose con fuerza, Kwon
comenzó a tirar y por mucho que Mira peleó, su pierna acabó alzándose y
dejándola solamente con una para protegerse, aquello se estaba volviendo
un infierno.
Volvió a suplicar que se detuviera, pero haciendo oídos sordos se centró
en el segundo y ultimo miembro. Y de un momento a otro estaba
completamente expuesta a su mirada, que caía sobre ella como una losa de
mármol hasta el punto de costarle incluso respirar.
Kwon actuó como prometió. Salió fuera y volvió con una botella de
vino y una copa, se sentó en la silla que descansaba frente a la cama y
comenzó a beber de forma relajada, observando el espectáculo que en su
opinión, no podría haber sido más esquisto.
Los minutos parecieron volverse horas, por suerte a medida que las
agujas se movían sin parar, Mira se tranquilizaba, resultaba ser más fácil
cuando asumió que una vez visto todo, ya daba igual.
El sillón crujió levemente cuando al fin se levantó, con la copa medio
llena volvió a caminar hacia ella colocándose estratégicamente. La
observó, tenía las mejillas sonrojadas y los ojos llorosos, se fijó en cómo
los cerraba ahogada por el peso de su mirada.
—El sufrimiento puede convertirse en verdadera delicia Mira —le
escuchó decir.
Se revolvió a causa de la impresión cuando sintió un repentino frío.
Miró a aquel endiablado hombre, estaba derramando parte de la copa
sobre ella, dejando caer el vino de color rojo sobre su sexo. Sonreía
altivo, lo cual le hacía ver más exótico.
Cogió una bocanada de aire, ahogando un grito cuando de pronto, su
boca se pegó a ella, comenzando a lamer todo el vino que la cubría.
Oh, aquello definitivamente no tenía nada que ver con tocarse a sí
misma.
Apenas aguantó un minuto antes de correrse por primera vez con
alguien que no era ella.
—A eso le llamo yo desesperación —se irguió lamiéndose los labios
sonrientes—. Es una suerte que estés tan caliente Mira, porque dudo
mucho que pueda esperar.
Ella le miró interrogativa, sin entender sus palabras. Pero todo cobró
sentido cuando vio que se desabrochaba el cinturón para deshacerse de
toda la ropa que llevaba puesta.
Se desvistió tranquilo, colocándose en el punto perfecto para que ella lo
viera, y vaya si lo vio... Estaba realmente excitado, aterradoramente más
bien, porque cuando vio el miembro erecto supo que aquello no entraría
por las buenas.
¿Pero, qué podía hacer? Estaba apresada, atada de pies y manos...
También asustada, pero sobre todo, excitada.
—Kwo... Kwon espera... —pidió cuando se colocó entre sus piernas,
dejándose caer sobre ella para clavar los ojos en los de Mira— No va a,
no...
Supo al instante de lo que hablaba, y desde luego que su hombría se
infló, algo inevitable. Claro que veía un ligero miedo en sus ojos
brillantes, pero también excitación y ansiedad. Seguramente era difícil
para ella manejar tal cúmulo de diferentes sentimientos.
—Simplemente confía en mí.
Cerró los ojos, tragó saliva y asintió, en el fondo deseaba
desesperadamente que aquello ocurriese, lo deseaba desde hacia tanto
tiempo... Pero aún faltaba un poco.
Kwon atrapó uno de los hinchados pezones con la boca y lo mordió
volviendo a calentar aquel suave cuerpo que luchaba por retorcerse.
Después pegó su boca a la de Mira, la devoró sin piedad durante varios
minutos y, solo paró cuando sintió que los labios color cereza de la mujer
que tanto deseo le provocaba, comenzaban a hincharse. Apostó ambas
manos en el pecho, apretando y masajeando suavemente hasta que ella
comenzó a dejar escapar suaves jadeos de necesidad, entonces bajó una de
las manos y continuó con las caricias en el centro de su placer, lo que
provocó instantáneamente una corriente eléctrica en ella, se le arqueaba la
espalda y abría las piernas hasta el extremo que su flexibilidad le dejaba.
—Sabes que al principio te dolerá —avisó. Claro que lo sabía—. Pero
después cesará, cuando tu cuerpo se habitúe. Espero que estés preparada,
porque no aguanto más, Mira...
El simple hecho de sentir su necesidad escaparse por la garganta con
aquella frase la llevó al éxtasis. Estaba como ella, lo necesitaba
seguramente mucho más incluso. Lo aguantaría, pues sabía que tras las
molestias, incomodidades e incluso la posibilidad de un agudo dolor, solo
habría puro placer.
Las extremidades se le tensaron cuando Kwon comenzó a penetrarla
hasta que casi no podía coger aire. Una horrible sensación le hizo fruncir
el ceño, durante los primeros segundos creyó que se rompería y actuó de
forma inconsciente, los músculos apretaron aprisionando el miembro de
Kwon, que incapaz de sostenerse cayó sobre ella aplastándola. Soltó un
gruñido y se quedó estático.
—Joder Mira... como no dejes de apretar me voy a correr...
—Lo sien... lo siento... —gimió.
Esperó unos segundos hasta que Mira logró relajarse, ella y los
músculos que le aprisionaban sin piedad. Ambos volvieron a respirar y
Kwon continuó su camino, suavemente volvió atrás, embistiendo lenta y
dolorosamente para él. No apartaba los ojos grises de Mira, observaba su
expresión con toda la atención que podía, esperando a que su tensión se
relajara por completo, señal de que el dolor había cesado dejando un
único camino para ambos, el placer en estado puro.
Si era sincero y mal hablado, admitiría que aquello estaba siendo
jodidamente infernal. Mira provocaba un efecto en él, que ninguna mujer
en su vida había logrado crear, le volvía loco y le hacía perder la razón...
como si ella hubiera nacido solo para él, perfecta e irreemplazable.
Mira sentía cómo su cuerpo se acostumbraba, y lentamente la sensación
se transformaba en otra hasta que comenzó a sentir un corriente extraña y
maravillosa, incluso llegó a pensar que aquel extraño frío era a causa de
Kwon, que jugaba con algún hielo... pero no, una de sus fuertes manos le
apresaba el pecho derecho y la otra se había escurrido hasta su trasero,
donde lo alzaba acomodándola a él.
Cuando Kwon comenzó a invadirla con mayor rapidez y fuerza, sintió
que se partiría por la mitad. Aún dolía un poco, pero se mezclaba con el
placer... ¿En serio había perdido tantos años de algo tan maravilloso? Su
cuerpo no se lo perdonaría jamás. Finalmente llegó el momento en el que
fue incapaz de acallar sus gemidos, perdió completamente la noción del
tiempo, del espacio y de sí misma, solo había lugar para las sensaciones,
para lo que su cuerpo reclamaba con furia.
M ás, necesitaba mucho más.

El éxtasis llegó justo en el momento idóneo para ambos, y aunque Mira


intentó retrasarlo, la batalla estaba completamente perdida. Se quedó
dentro de ella, sintiendo cómo los músculos le exprimían insaciables una
y otra vez, y Kwon no tardó en darse cuenta de que no había terminado,
que aún estaba necesitada de él una vez más. Desde luego que había que
saciarla... se lo había ganado.
Le soltó las muñecas y los tobillos, que estaban levemente enrojecidos
por la fuerza que había hecho. Los besó con suavidad, ganando tiempo
para que ella normalizase su estado y, cuando abrió los ojos, Mira le
perforó con la mirada.
—Tranquila, lo sé —se adelantó.
Mira dejó caer la cabeza, sentía debilidad en todo el cuerpo, pero el
calor apostado en su vientre clamaba con desesperación. Al fin libre,
logró encogerse, retorcerse y lo más importante, tocarle, pues la
necesidad de hacerlo la había torturado.
—Tendrás tiempo de eso, y espero llevarme algún arañazo —confesó
Kwon divertido mientras la agarraba para levantarla.
Se sentó apoyando la espalda en el cabecero de la cama y la alzó sobre
él como si apenas pesase. Cuando Mira fijó los ojos en él, estaba
sonriendo, y su nívea piel estaba levemente sonrojada, de forma que le
daba un aire aniñado y tierno.
Estaba sobre él, denuda y necesitada...
Hincó las rodillas en la cama y se levantó a sí misma con las pocas
fuerzas que le quedaban, apremiando a Kwon a saborear una vez más su
pecho, la sensación era tan maravillosa que deseaba volver a sentirla. Y él
no se hizo derogar, lo atrapó con la boca.
Pronto la espalda de Mira volvió a tensarse, estaba agotada... pero
merecía la pena aguantar, ya tendría tiempo de descansar más tarde, ahora
su necesidad era más importante incluso que respirar.
Se asustó cuando volvió a estar dentro de ella, penetrándola sin previo
aviso, hubo un pinchazo doloroso, pero poco más. De nuevo, las manos
de Kwon se apostaron con una fuerza descomunal en su trasero,
levantándola y dejándola caer, al principio fue difícil y frustrarte coger su
ritmo, pero logró hacerlo. Extendió los brazos y le envolvió con ellos
pegando la boja jadeante en su oído, aquello le encendió de nuevo
llevando la velocidad al extremo.
Un Desafortunado Comienzo

Cuando abrió los ojos aún era plena noche y, el frescor de la baja
temperatura le recorrió el cuerpo. La suavidad de las sábanas se resbalaba
por su piel desnuda. Con los ojos como platos observó el techo, sí, estaba
desnuda... y le dolía un poco el vientre, o cerca de allí, tal vez...
De pronto, los recuerdos le cayeron encima como la pesada carga de un
bombardero en plena guerra, llevándose el frescor de su cuerpo e
incendiándolo con el fuego de una bomba de racimo. Girando la cabeza
unos pocos grados, fue capaz de ver un cuerpo a su lado, al igual que ella
estaba desnudo y podía diferenciar los músculos de la espalda
perfectamente relajados y tallados, además de su tranquila respiración.
Kwon...
Apenas unas horas antes se habían acostado, fue tan prematuro que aún
tan somnolienta, pensaba que lo había soñado. Con un dedo le rozó
suavemente la espalda, era tan suave como la piel de una mujer. Mientras
le observaba, su mente voló. Ya no era virgen. Se sintió extraña al pensar
aquello... nunca creyó que algo en ella cambiaría tras vivir aquella
experiencia. Y ahora, ¿qué tenía que hacer? Se mordió el labio, comenzó a
ponerse nerviosa y el latir de su corazón martilleó con tanta fuerza que
llegó a pensar que le despertaría.
«Tal vez debería irme...» Pensó suspirando y comenzando a buscar con
la mirada las prendas que llevaba cuando se coló en la casa. «Esto es una
locura... pero tengo unas ganas terribles de escribir».
Los sucesos habían abierto una puerta cerrada y desconocida dentro de
su cabeza. Las sensaciones y los recuerdos creaban en su imaginación
decenas de escenas que sería capaz de describir utilizando sus propios
recuerdos como herramienta principal. Finalmente decidió volver a su
apartamento, la prisa apremiaba, estaba tan inspirada que habría escrito
incluso en la impoluta pared de aquella morbosa habitación. Salió medio
desnuda, gracias a Dios que solo ellos dos vivían en el ático y nadie
aparecería a aquellas horas.
Sin perder tiempo se sentó frente al ordenador y dejó que su inspiración
la poseyera cual perverso demonio. Increíble, maravilloso y excepcional...
las escenas fluían solas, sus dedos se movían con tal agilidad que en
menos de una hora había cambiado casi todas las escenas eróticas del
libro. Cuando acabó lo releyó, y ocurrió lo que tanto había ansiado... se
excitó con las palabras, que trajeron a la vez, los recuerdos de su primera
vez a ella.
El orgullo la inundó por dentro. Y lo mejor es que aún tenía tiempo para
mejorar y alargar la novela. ¡Por fin la suerte la sonreía!
Aunque continuaba sintiendo una leve molestia, casi al medio día se
duchó y tomó la decisión de darse un pequeño homenaje, iría a comer al
centro, se lo había ganado con creces. Hacía tanto tiempo que no sentía
una felicidad tan plena que había olvidado lo bien que se sentía de aquella
forma.
No era la primera vez que entraba en un restaurante lujoso, Amanda
solía invitarla a comer al menos una vez al mes y, desde que la editorial
había crecido tanto, usaba aquellos sitios con todos los clientes. Sin
embargo, aquella vez la trataron especialmente bien. El muchacho de
sonrisa arrebatadora, pelo oscuro y ojos azules parecía querer besar el
suelo que pisaba Mira, que sorprendida y casi asustada por la situación tan
estrambótica, no supo muy bien cómo tomarse aquello. Incluso cuando la
acompañó hasta su mesa, la ayudó a sentarse sosteniéndola con delicadeza
de la mano. Al girarse para ir a por un vino cualquiera, -pues lo dejó a su
elección-, ella miró la espalda ancha del joven y no pudo más que enarcar
una ceja confusa. Negó con la cabeza diciéndose que era paranoia suya,
que no estaba intentando resultar agradable ni ligar, con un suspiro bajó la
mirada para leer la carta, cuyos desorbitados precios la habrían espantado
de ser la que fue, tiempo atrás.
—Señorita... —escuchó al muchacho, que le mostró una botella de vino
— He pensado que este iría mejor. Dulce, atrevido y delicioso —guiñó un
ojo mientras mostraba una pícara sonrisa ladeada.
—Ah, no sé nada de vinos —admitió ella carraspeando con cierta
incomodidad—. Supongo que ese estará bien.
—Perfecto. ¿Ha escogido ya algo o vuelvo en un rato? Tal vez espere a
alguien...
—No, no espero a nadie —respondió evitando pensar en que aquello
había sonado extraño— Quiero esta ensalada y el plato especial de
pescado.
—Muy bien, volveré en un momento.
—Gracias.
La tensión de su cuerpo se relajó cuando volvía a estar sola. Aquel
rincón escondido que había elegido resultaba ser una buena protección,
aunque no surtía efecto en el camarero... Era guapo, ¿por qué tonteaba con
ella? No era ni había sido nunca una chica popular, y el vestido que
llevaba puesto no tenía nada de especial. Se preguntó con cierta vergüenza
si haberse acostado con Kwon había cambiado algo en ella, pues se solía
decir eso, ¿no? Que una mujer se veía más hermosa...
«Tonterías». Pensó sonriendo y negando suavemente con la cabeza.
El muchacho llegó minutos después, Mira le dio las gracias para
quitárselo de encima, porque comer siendo observada por un desconocido
resultaba ser tremendamente incómodo.
Mientras terminaba la ensalada, la dicharachera risa de una mujer le
llamó la atención, como si vibrase la vida en ella. Curiosa, se asomó
encubierta por la frondosa planta colocada estratégicamente a su lado y, la
vio. Era la mujer más hermosa que había visto jamás, sus rasgos eran
suaves, sus labios de color cereza invitaban a morder y los ojos afilados
de color oscuro parecían envolver a la gente con un brillo especial.
Definitivamente tenía que ser una Top Model. Irremediablemente se miró
en el pequeño y elegante espejo forjado que tenía al lado, colocado como
adorno sobre la pared. Se sintió un poco ridícula al compararse con la
mujer del otro lado de la planta, era como poner un cactus junto a una
pomposa rosa de color rojo sangre.
«Cada uno es como es». Se recordó sacando una sonrisa. «Y aunque no
soy ni la mitad de atractiva que ella, alguien me ha deseado de igual
forma...»
Su discurso tenía la intención de aumentar el ánimo y la confianza, pero
se cortó, pues acababa de escuchar algo que trajo recuerdos, y
precisamente aquellos recuerdos interfirieron en su terapia. Volvió a
asomar la cabeza entre las hojas, metiéndola esta vez un poco más. Vio el
perfil afilado de un hombre, un perfil que reconocería en la oscuridad más
completa. Kwon estaba allí, comiendo con la mujer y sosteniéndola de la
mano con una sonrisa que jamás había visto en él, había cariño y ternura...
lo que seguramente nunca le mostraría a ella.
Dolió, dolió como si acabasen de asestarle una puñalada en el alma.
«Es... él solo me está enseñando cosas». El pensamiento llegó tan
prematuramente que se dio cuenta al instante, de que sus defensas estaban
actuando para paliar el dolor que comenzaba a matarla cruelmente.
«Se ha acostado contigo, eso es todo, no hay nada, absolutamente nada
más... Un polvo de una noche para escribir un maldito libro». Le recordó
su demonio interior.
Mira sentía cómo el palpitar de su corazón aumentaba de ritmo ante los
nervios que llegaron mientras la respiración desaparecía ahogándola,
como si una mano invisible se aferrase a su garganta llevándola al
abismo. Le había dado su primera vez, ya está, no eran nada, ni novios, ni
amigos... Nunca pensó que dolería tanto, y de hecho, nunca dolió, en todos
los rechazos que había sufrido en su vida lloró, pero aquello... acababa de
desintegrar todo lo que había en su interior.
«¿Y si solo es una amiga?» Se preguntó.
Soltó un suspiro parando la creciente humedad de sus ojos, mantuvo la
calma unos segundos y volvió a asomar la cabeza entre las plantas.
Estaban en pie tras acabar la comida, se abrazaban de forma muy íntima
provocando en Mira una nueva puñalada. Aunque le hacía daño no podía
parar de mirar, como si en el fondo deseara castigarse por ser tan idiota,
se había enamorado de aquel bastardo de ojos grises.
Se dejó caer en la silla y observó la casi intacta comida. Después alzó la
mirada observando el techo abovedado para llevar las lágrimas otra vez
dentro, pues aquel no era el lugar más adecuado para estallar... no habría
soledad para dejar que todos los sentimientos negativos que acumulaba
fluyeran con libertad.
Un solo encuentro había provocado en ella demasiados sentimientos.
Pidió la cuenta y salió de allí como un suspiro, casi corriendo, en
dirección a su apartamento. En el momento en el que la puerta se cerró
tras ella, el bolso calló de su mano y las rodillas se le doblaron, incapaces
de sostenerla en pie.
¿Por qué dolía tanto?
«Kwon no está hecho para amar a una sola persona... En el fondo lo
sabías, estúpida. Y en caso de hacerlo, ¿por qué ibas a ser tú? Eres una
simplona».
Se encogió abrazándose a sí misma, sacarlo todo sería bueno para su
salud mental, purificarse era estrictamente necesario, tanto como si
hubiera estado expuesta a una bacteria peligrosa.
Adiós

El timbre y el teléfono sonaron en varias ocasiones, pero no tenía ganas


de enfrentarse a nada, pues tampoco sabía cómo hacerlo. Lo único que
parecía claro en su mente era que debía cortar toda relación con él de
inmediato, porque sabía que sus sentimientos seguirían creciendo hasta
aplastarla o peor aún, hasta llevarla a la locura.
—Ya tengo todo lo que necesito para acabar —dijo levantándose de
pronto, la determinación la llenó dándole unas fuerzas renovadas.
Tras ponerse a rematar y ordenar los datos que había apuntado con sus
propias experiencias, el timbre sonó una vez más, pero en aquella ocasión
se prolongó más de lo estrictamente estipulado, por lo que Mira se asomó
a la pequeña mirilla pensando que podría ser algún envío. Kwon estaba
allí en pie y, su cara mostraba a la perfección la molestia que sentía al ser
ignorado, algo que seguramente era nuevo para él. Sin embargo, a pesar
de las ganas de abrir e incluso de reprocharle cualquier cosa sobre aquella
hermosa mujer, no pudo. El resto del día lo iba a usar exclusivamente para
desinfectarse, purgarse, limpiarse o cualquier otra cosa que la ayudase a
no perder el juicio.
Lo peor fue darse cuenta de que era su culpa. Ella se dejó llevar,
permitió que los sentimientos se desbocaran sin control, al igual que un
caballo salvaje.
«Nadie se enamora tras acostarse una vez con alguien». Se reprendió
mientras tomaba una copa de vino y suspiraba. «Excepto la idiota aquí
presente...»
—Ni siquiera entiendo cómo he llegado a esto... no tiene sentido
—comentó alzando la copa para observar el contenido, lo que trajo
amargos recuerdos.
El pequeño hecho de que por primera vez se sintiera tan amada y
deseada, fue clave, lo supo al momento.
Tras anochecer y cerciorarse de que Kwon no estaba ya en casa, salió a
hurtadillas y dejó una nota en la puerta, esperanzada en que con ella,
pudiera zanjar su problema.
«Ya dispongo de todo el material que necesitaba.
Estaré eternamente agradecida y en deuda contigo, no
solo en el ámbito profesional, sino en el personal.
Siempre agradecida,
Mira».
La nota, que denotaba aire de despedida para cualquier persona un poco
atenta, surtió efecto, tal vez más del que el Mira quiso. No hubo más
llamadas, ni golpes en la puerta, Kwon había desaparecido por completo,
hasta el punto de que ya no iba por aquel apartamento del deseo. El
sentimiento de extrañeza pronto hizo mella en ella, llegó a cuestionarse si
había hecho lo correcto, y pensaba que sí, pero le echaba tanto de menos,
le necesitaba tanto... como respirar.
Pronto, los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses.
Cuando el libro ya estaba listo para salir al mercado, los malos
sentimientos que tenía Mira se incrementaron por el miedo a que su obra
no gustase, pero allí estaba Amanda para apaciguar su corazón, al menos,
en parte.
—El sábado vamos a dar una fiesta, ya está todo preparado.
—¿Una fiesta?
—Sí, para celebrar la salida del libro, ya tengo todo a punto de
caramelo, va a ser increíble.
—Pero... sale publicada bajo seudónimo...
—No te preocupes, vendrán nuestros socios y patrocinadores. Habrá un
periodista, pero he pactado que no desvele tu identidad —agregó
tranquilizándola—. Es parte de la promoción, no tienes de qué
preocuparte, seguirás siendo una millonaria anónima.
A pesar de que no se fiaba mucho de aquel periodista, si había un
contrato de confidencialidad por medio, que es lo que Mira leyó entre
líneas, se quedaba tranquila. Le apasionaba lo que hacía, pero ser alguien
reconocido públicamente no resultaba ser nada tentador. Por lo menos, la
fiesta distraería su mente durante unas horas, pues cada día que pasaba, le
costaba más no pensar en aquel diablo de ojos grises.
La Fiesta

Un vestido más llamativo de lo que Mira especificó descansaba sobre la


cama de gran tamaño. Ella lo observaba con cierto disgusto, pues nunca
había llevado un escote tan pronunciado y, sospechaba que si era
descuidada, se vería más de lo necesario. Sin embargo, siendo una
elección de Amanda, o se lo ponía o, se lo ponía... con ella no había
opción a nada cuando había tomado una decisión. Se recogió la maraña de
rizos en un bonito moño que adornó con una brillante cinta repleta de
cristales, y se maquilló de forma más llamativa a como acostumbraba,
había tomado la determinación de que aquella noche disfrutaría al fin,
después de casi tres meses siendo una ermitaña.
El coche la recogió a la hora prevista, cuando las farolas iluminaban la
calle oscura llena de gente animada que se disponía a tomarse un buen
respiro tras una semana de duro trabajo.
La fiesta se celebraría en uno de los hoteles más importantes de la
ciudad. Una sala de acceso privado, seguridad, lujo, soberbia... Mira
observaba a su alrededor y se sintió fuera de lugar. Llegó a reconocer
algunos hombres poderosos acompañados de sus amantes, a las que
seguramente doblaban la edad, e incluso un par de políticos.
—¡Mira! —un grito que llegó acompañado de un agarre por la espalda
— ¡Estás espectacular! En días como este, me pregunto si no me confundí
de profesión. Tendría que haberte captado como modelo.
—Hola Amanda. No, no te confundiste, ¡si no fueras editora, yo no
estaría aquí! —bromeó Mira, no sin razón.
—Ven, te presentaré al periodista. Dan —llamó alzando la mano a un
joven que estaba cerca—. Aquí está ya, nuestra chica de oro, deja que te
presente a Mira.
—Es un placer, señorita —sonrió él, casi cegándola. No parecía tener
más de veintidós años.
—Con Mira será suficiente —pidió.
—Muy bien —soltó al fin la mano que ella le había tendido—. Si te
parece bien, después de la presentación, pasamos al reservado.
—¡Oh! —Amanda vio que ya era la hora de que subiera a hacer la
presentación— Ya me había olvidado, disculpadme.
En el atril y con los suaves focos sobre ella, Amanda comenzó a deleitar
a los presentes con la presentación de la obra, desvelando algunos de los
fragmentos más picantes, abriendo la boca de los presentes y provocando
una tentación a la lectura de la que pocos serían capaces de escapar.
—Una obra de gran interés —susurró una femenina voz de pronto, junto
a Mira.
Cuando ladeó la cabeza, curiosa por la afirmación, los ojos se le
abrieron como platos, habría reconocido a aquella mujer en cualquier
lugar, era la acompañante de Kwon. Aquello la puso automáticamente en
alerta, y sus ojos comenzaron a analizar todo lo que la rodeaba.
—No está aquí —avisó la mujer al darse cuenta, lo que sorprendió a
Mira—. No suelen gustarle las fiestas de este... tipo.
—¿Quien... eres? —preguntó Mira confusa, ella la conocía... tal vez más
de lo que debería.
—Soy Mei —estiró una mano firme y suave que Mira no pudo rechazar
—. Hacía tiempo que quería hablar contigo Mira. Sobre Kwon.
—¿Qué pasa?
—No suelo meterme en medio cuando le apetece jugar con alguna
inocente muchachita. Sin embargo, creo que tus artes van más destinadas a
atrapar su corazón, que su cuerpo. Eso no me gusta —la sonrisa de Mei
dio paso a una mueca que habría paralizado incluso a un demonio.
—No sé de qué hablas...
—Lo sabes perfectamente —la cortó de forma descortés—, conmigo no
te hagas la mosquita muerta.
Apartó la afilada mirada de Mira y se concentró en su pequeño bolso de
mano, donde rebuscó entre sus pertenencias hasta que dio con lo que
estaba buscando, cuando lo sacó, lo colocó frente a la cara de Mira, a unos
pocos centímetros de sus ojos. Era una foto, en ella salía aquella mujer
vestida, esplendorosamente, de novia. Pero lo que llamó realmente la
atención de Mira fue la figura de al lado, donde un sonriente Kwon posaba
con un elegante traje.
—¿Es-estáis casados? —tartamudeó atónita sin pensar en su pregunta.
—Es un alma libre, no me meto en sus aventuras, pero intuyo que tú has
intentado cruzar la raya —guardó la foto en su lugar y volvió a marcar
una sonrisa burlona—. No te culpo por tener sentimientos hacia él, solo
una idiota lo negaría, pero es mío.
—No tienes de qué preocuparte —respondió Mira tras unos segundos
recapacitando. Una furia desconocida acababa de tomar las riendas de su
conciencia—. Hace casi tres meses que no le veo. Todo tuyo.
—Esa es una gran noticia que celebraré con él —acabó de decir, antes
de darse la vuelta y marcharse rodeada de un halo de victoria.
Mira se quedó allí, con los puños apretados para intentar contener todos
los sentimientos negativos que la infectaban. Aquella mujer había ido con
una única intención, humillarla y dejar claro cual era la situación. Pero lo
que más la enfurecía era que, estando casado, Kwon actuase de aquella
manera. Todo lo que ella pensaba de él se estaba esfumando, era un
hombre, otro descerebrado más que solo buscaba una cosa en las mujeres,
simplemente sexo.
Al final, inmersa en sus pensamientos, no escuchó la presentación que
Amanda llevaba preparando los últimos días, pero debió de ser fantástica,
pues las ovaciones y los aplausos se alargaron unos cuantos minutos. Así,
con el foco nuevamente centrado en la fiesta, era el momento de atender al
periodista, que a todas prisas se presentó sonriente junto a Mira sin dejarla
pensar para llevársela a un sitio más tranquilo en el que poder preguntar.
Un Fiero Dragón

Los reservados estaban en la zona más apartada, Dan cerró la larga


cortina, por la que la música llegaba de forma suave e íntima, y se sentó
junto a Mira en el largo asiento de terciopelo negro. Comenzó a hacer
preguntas tontas. Por qué escribía, qué la inspiraba, cual era su meta...
Después intentó ahondar más en el libro, con toda la intención de
descubrir qué la había inspirado a escribirlo, por supuesto no dijo nada de
Kwon, comenzó a dar rodeos y a decir lo típico; se me ocurrió un día, me
rondaban ideas, sensaciones...
—Admito que la lectura, como hombre, me ha resultado muy apetitosa
—agregó cuando terminó la ristra de preguntas ya preparadas por su
editor.
—Grato es saberlo —sonrió con cortesía, pues estaba escrita para el
público femenino y, saber que a los hombres les gustaría, era un gran
aliciente para seguir aprendiendo.
—Y me pregunté en varias ocasiones —continuó impidiendo con un
suave agarre que Mira se marcharse—, si has plasmado tus propias
experiencias.
—Bueno... —murmuró comenzando a ponerse tensa— Eso es algo que...
es mejor dejar en el misticismo.
—No seas tímida, no saldrá publicado, es algo que me guardaré para mí.
—Creo que ya he respondido lo que necesitabas —avisó con el ceño
fruncido, pues a pesar de que tiró con fuerza, él no parecía dispuesto a
zanjar la conversación ni ha soltarla.
—No deberías ser tan remilgada, las escritoras como tú os dedicáis a
calentar, no me vengas ahora con eso.
—¿Eres idiota? —intentó zafarse, pero solo pudo levantarse unos
centímetros antes de que él tirase con tanta fuerza que la tumbó.
—Bien podría inspirarte para tu próxima obra —soltó colocándose casi
sobre ella, que se quedó bloqueada por la sorpresa que la situación le
provocó.
—Será broma...
Al ver sus ojos supo que no iba de graciosillo. Aquel chico al que ella le
sacaba unos cuantos años, no era de los que aceptaban una negativa, y no
tardó en dejarlo claro cuando permitió que su pasión se trasladase hasta
sus manos, que de forma indiscreta intentaban llegar al pronunciado
escote, que bailaba con los movimientos que Mira hacía intentado
apartarlo.
—¡Para! —le pidió en varias ocasiones, pero la respuesta que obtuvo
fue un doloroso mordisco en la yugular— ¡No! ¡Basta! ¡Basta, por favor!
—gritó con todas sus fuerzas, pero estaban demasiado lejos de la gente y
la música acallaba su voz.
Gritó de dolor cuando Dan llegó a su objetivo. Con una mano firme y
fuerte, agarró uno de sus pechos con tanta fuerza que sintió una punzaba
atravesándola al tiempo que los ojos se le llenaban de lágrimas. Jamás
pensó que algo como aquello podría pasarle a ella, era tan horroroso y
repugnante que no era capaz ni tan siquiera de pensar, hasta que aquel
sentimiento repugnante trajo a ella los recuerdos de Kwon, de sus manos,
la delicadeza de la que hacía gala... No tenía nada que ver... absolutamente
nada... La noche y el día.
Con los ojos cerrados, sintió un mareo, tal vez a causa de las náuseas
que aquel proyecto de hombre le provocaba, pero en realidad acababa de
levantarla de golpe. Cuando abrió los ojos aterrada le vio, Kwon estaba
allí agarrando a Dan del cuello con tanta fuerza que comenzó a ponerse
azul.
—¡Para! —le agarró de la mano— ¡Lo vas a matar, para!
—¿Y eso te importa? —preguntó Kwon mirándola de soslayo, estaba
completamente fuera de sí.
—Lo que... lo que me preocupa es que tú mates a alguien... —logró decir
con la respiración entrecortada.
Sin cambiar la expresión, Kwon se quitó la corbata negra que llevaba y
ató a Dan con fuerza. De un tirón lo levantó y, antes de salir por la cortina
con él a cuestas, se giró hacia Mira.
—No te muevas. Hay un inspector de policía al que conozco en la fiesta,
en dos minutos vuelvo. Aquí, Mira —avisó con dureza.
Aunque hubiera querido, el temblor de piernas no le habría permitido
dar un paso. En aquel momento el terror y la tensión que había sufrido la
rompieron por dentro, se agazapó sobre sus rodillas y soltó un largo
llanto.
—Mira —la llamó al rato, posando una mano sobre su cabeza
despeinada—. Ya se lo han llevado, mañana tienes que poner una denuncia.
Te acompañaré —asintió sin levantar la mirada, al momento sintió que
Kwon se sentaba a su lado. Ahora era él el que provocaba dolor en ella, lo
que aumentó su desesperación.
—Mírame —ante la impasibilidad que ella mostró de pronto, usó sus
manos para alzarle la cara y ver su alma reflejada—. Vamos a casa.
Mira se dejó llevar por la puerta de atrás sin ver a nadie, su móvil no
paraba de sonar, seguramente era Amanda, que se había enterado... Debía
decirle que estaba bien, pero no tenía fuerzas. Kwon la metió en su coche y
respondió al móvil por ella, así, la editora se quedaría más tranquila.
Casi sin darse cuenta, como si una fuerza superior la hubiera
teletransportado, se encontró en el apartamento oscuro de Kwon. Cuando
la americana que la había cubierto se deslizó por sus hombros, sintió un
escalofrío.
—Vamos a darte un baño Mira —avisó con delicadeza mientras la
guiaba.
En ningún momento hubo una luz encendida, lo que ella agradeció en
aquel momento. A pesar de lo enfadada que había estado con Kwon, en
aquel instante no habría dejado que nadie más en el planeta, le quitara el
vestido, la hacía sentir niña, evocaba en ella una especie de protección.
—Entra.
Cuando estaba en el agua templada, comenzó a sentir el dolor de los
músculos, del cuerpo, del alma, del corazón... Se le juntaba todo lo
sucedido en las últimas horas y casi deseó morir para dejar de sufrir.
—Hoy... —susurró Mira mientras él le frotaba la espalda con suavidad—
he conocido a tu mujer...
—¿En serio? Pues espero que me la presentes, porque no sabía que
estaba casado —la respuesta llegó en tono burlón.
—Esa mujer... Mei. Te vi con ella hace tres meses en un restaurante. Esta
noche me...
—Así que esa es la razón de tu nota —sintió en la nuca la caricia del
suspiro que soltó—. Me lo podrías haber preguntado Mira, no dar por
hecho cosas que no son ciertas. Creía que necesitabas tiempo para
reflexionar, no que pensabas que estaba con otra.
—Hoy me ha enseñado una foto. De la boda —continuó susurrando, en
el fondo necesitaba respuestas.
—De la boda de mi hermano —recalcó—, no de la mía. Nunca me he
casado Mira, y desde luego, no lo haría con ella.
—Pero...
—Tuve un gemelo —admitió de pronto, y su voz vibró con suavidad
ante el dolor que evocaban los recuerdos—. Mi hermano murió en un
accidente hace tres años. Mei estaba loca por él, le quería desde que eran
niños. Ella todavía, no es capaz de asimilar su pérdida, quiere creer que él
sigue vivo, que soy yo.
Alzando el mentón, miró a Kwon a los ojos. Era imposible llegar a
aquella deducción...
—Lo siento.
—No tienes que disculparte. Sé que Mei te habrá hecho creer que cada
palabra es cierta, siempre fue una gran maestra del engaño, pero no es el
caso Mira. No se lo tengas en cuenta, perder a la persona que más quería
la llevó al borde de la locura.
—Eso es... terrible, pero ahora no puedo evitar sentir alivio —añadió
ella saliendo al fin del agua.
—¿Te estabas volviendo loca? —sonrió mientras la cubría con una
toalla.
—Más de lo que nunca imaginé.
—Entonces me quedaré con eso, pero ya me cobraré los meses que me
has ignorado, por el momento hoy me interesa desinfectarte.
—Espera —jadeó cuando lanzó un furtivo beso en la marca que se le
había quedado en el cuello.
—Confía en mí —pidió él—. Saber que ese gilipollas te ha puesto las
manos encima me mata Mira. Y sé que a ti también. Mis manos son las
únicas que pueden tocarte, hoy, mañana y siempre.
A pesar de lo que había sucedido dos horas atrás y, de ser consciente de
que no debería querer que absolutamente nadie, menos aún otro hombre,
le pusiera las manos encima, su necesidad de él y de lo que decía, la
venció. En el fondo era cierto, después de bañarse, la sensación de
aquellas manos ásperas y repugnantes seguían en su piel.
—No quiero sentirme así...
—Yo haré que desaparezca.
La tumbó en la cama y retiró la toalla. Aunque la luz era escasa y apenas
podía vislumbrarse ni el color de sus ojos, Kwon localizó cada marca,
cara arañazo y cada moratón de su cuerpo. Uno a uno los llenó de besos y
suaves caricias que lograron llevar la mente de Mira a un estado de
completa relajación. Hizo desaparecer las náuseas, el asco y el temor por
arte de magia.
Juntos

Cuando Mira despertó, dos brazos fibrosos se extendían hasta perderse


por su espalda. Alzando un poco los ojos, vio a Kwon durmiendo, nunca
imaginó que resultaría ser tan tierno.
Sin hacer ruido, se puso una de sus camisetas grises y se dirigió a la
cocina.
—Es increíble... —susurró mirándose las manos, ya no temblaban.
—Es el poder de mi sex-appeal —bromeó apareciendo por la puerta,
volviendo a ser el que ella conoció.
—¿Nunca vas a dejar de ser tan creído?
—No mientras esté seguro de que eso te gusta. Siéntate, prepararé algo e
iremos a la comisaría a poner la denuncia.
—No... no tendré que verle, ¿verdad?
—Sí, pero él a ti no. Yo estaré contigo Mira, no tengas miedo. Es
importante que pague por lo que ha hecho, porque la gentuza como él no
para hasta que alguien lo hace por ellos.
—Es verdad —razonó Mira observando al detalle como Kwon
preparaba el desayuno—. No me perdonaría que por mi miedo le hiciera
esto a otra mujer.
Cuando llegaron a la comisaría, el sentimiento de temor apareció en ella
en el momento en el que atravesó la puerta. Allí, el inspector que detuvo a
Dan horas antes se presentó, era un viejo amigo de Kwon y estuvo en la
fiesta, Mira recordó verle paseando por allí. Era un hombre atractivo, de
rostro duro y con pose militar. Amanda llegó de pronto también, llenando
a Mira de abrazos y suplicando que la perdonara por llevar a aquel
engendro hasta ella. Tras la declaración y el reconocimiento de Mira y de
Amanda como testigo de que estuvo en la fiesta, Dan fue puesto a
disposición, a la espera de juicio. Jack, que era el investigador, hizo a los
tres pasar a una sala de espera, donde tomaron un café hasta que llegó una
amable doctora entrada en años.
—Tenemos que hacer fotos de la agresión, ¿te parece bien cielo?
—preguntó la mujer con un cariño maternal— Yo estaré en todo momento
contigo mientras la inspectora Evans te saca las fotos.
—Solo serán fotos de las heridas provocadas por la agresión. Son una
prueba muy importante.
—Está bien Mira —respondió Kwon cuando ella le miró confusa y
asustada—, ellas cuidarán bien de ti.
Asintió mientras dejaba que la doctora la sacara de allí hasta una sala
médica que había al final del pasillo. Mientras se quitaba la ropa, se sintió
violenta e incómoda a pesar de que eran mujeres. Al fin y al cabo eran
desconocidas, pero pensar en que eran profesionales la tranquilizó.
—¿Te parece bien si empiezo? —pregunto la inspectora Evans con una
sonrisa llena de ternura.
—Ah, sí... lo siento, estoy nerviosa.
—Todo esta bien —respondió—, meteremos a ese bastardo entre rejas,
te lo juro.
—Claro que lo meteréis entre rejas —agregó la doctora mientras
examinaba los arañazos—, tu sexy Jack no soporta estas cosas.
—¡No es mi sexy Jack Lucy! —se enfadó sorprendiendo a Mira, pues la
mujer de pelo oscuro se sonrojó visiblemente— Él se... toma muy en serio
su trabajo.
—Lo sé de sobra. Verás cielo —continuó mirando a Mira con picardía,
esperando sacar de ella una sonrisa—, la inspectora Emily Evans lleva dos
años enamorada de Jack, eso no es sorprendente, la mitad de las policías
que hay en este departamento suspiran por él.
—¿Quieres cerrar la boca Lucy? —gruñó avergonzada— No le hagas
caso, se pasa el día viendo telenovelas. Además, él no tiene interés por
ninguna de nosotras... —terminó, en un susurro
Mira no pudo reprimir una sonrisa, aquella mujer de carácter duro le
recordaba terriblemente a ella, pero en su rostro y en sus ojos podía ver
una ternura inmensa y, aquella barrera que usaba para defenderse, era la
misma que la suya propia.
—Es muy guapo, no me extraña que te guste —susurró Mira.
—¡Pero bueno! —la inspectora suavizó su rostro al tratarse de una
victima y puso los brazos en jarras— ¿Te pones de su parte? ¿Y qué me
dices de tu amigo? —guiñó un ojo.
Mira cerró la boca frunciendo los labios, pero una suave carcajada
logró escapar entre ellos, a los que se unieron las dos mujeres.
Tras reír, la inspectora acarició el pelo de Mira con cariño,
transmitiendo su comprensión y avisando de que ya había terminado.
Gracias a las bromas de la conversación, aquel incómodo momento había
pasado sin que se diera cuenta.
Un Nuevo Comienzo

Cuando salieron y respiró el aire del exterior, no pudo reprimir la


sonrisa dibujada en su rostro. Había hecho lo correcto y se sentía tan bien,
que no había palabras para expresarlo. Dan no volvería a tocar a una
mujer, y a pesar de que una parte en su cabeza la culpó, deseó que pasara
por el mismo infierno que él provocaba...
—No será tan machito cuando le lleven a la cárcel —comentó Amanda,
como si le hubiera leído el pensamiento a Mira—, espero que la pastilla de
jabón se caiga una vez tras otra.
—Casi juraría que la escena te gusta —comentó Kwon medio en broma.
—Sí, claro que me gustaría ver a dos machotes, pero él no sería uno de
ellos, tengo mejor gusto. Vamos, os invito a almorzar.


La puerta se cerró suavemente a su espalda. Kwon suspiró continuando
su camino y quitándose la chaqueta para dejarla caer sobre la silla que ya
ocupó, cuando leyó el manuscrito de Mira.
—Por cierto —sonrió girándose para clavar los ojos en ella—. Un gran
libro.
—¿Lo has leído? —se sorprendió.
—Sí, Amanda me mandó una de las primeras copias impresas
—continuó sirviendo dos copas.
—La verdad es que estaba un poco nerviosa —vio cómo él enarcaba las
cejas—. No sabía si me había propasado de... explícita —se sinceró.
—En absoluto. Si alguien compra un libro erótico, eso es lo que quiere.
De lo contrario, compraría uno de simple romance, ¿verdad?
—Verdad —admitió cogiendo la copa que le ofrecía Kwon.
—Ven.
Kwon puso música suave y ambos se sentaron en el sofá de color crema.
Simplemente allí, en silencio, observando la nada y el todo.
Después de terminar la copa, Kwon terminó de relajarse, hundiéndose
en el cojín y estiró el brazo, acomodándolo para la cabeza de Mira, que
dejó caer la cabeza allí. Fue inevitable que una sonrisa apareciera en su
rostro al sentir que encajaba a la perfección. El silencio continuó, pero
nunca llegó a ser incómodo.
Aquel instante de paz y armonía fue simplemente maravilloso. Sin
embargo, la mente de Mira comenzó a dar vueltas al último medio año de
su vida... Habían pasado tantas cosas, tantos sentimientos que, parecía
verdaderamente una novela de drama. Mei no tardó en hacer acto de
presencia también, suspiró pensando en la hermosa mujer, y por un
segundo intentó imaginarse el sufrimiento que debía sentir.
«Si Kwon muriese mañana...» Pensó mirándolo de soslayo, estaba con
los ojos cerrados disfrutando del instante.
«Me volvería loca».
Había tenido muchos sentimientos negativos hacia aquella mujer, ahora
solo había una profunda pena y comprensión, ¿cómo culparla? Bastante
castigo tenía ya, con vivir el resto de su vida sin su alma gemela.
—Oye... —susurró Mira. Cuando sintió que había atraído su atención,
prosiguió— No hay nada que podamos hacer... por Mei, digo.
—Ojalá —suspiró con molestia—, llevo dos años intentándolo, pero
solo empeoro las cosas.
Dolor Ajeno

A quella noche, tras el estrés sufrido con los últimos acontecimientos,


Mira durmió como jamás lo había hecho en su vida. Entre los brazos de
Kwon y tras un tímido beso de buenas noches. Definitivamente, podía
acostumbrarse de forma enfermiza a que todas las noches fueran como
aquella. Decidida, se levantó cuando aún no había amanecido, pues sabía
que en menos de media hora, Kwon también abriría los ojos. Con todo lo
que había hecho por ella, lo mínimo era prepararle el desayuno de un
monarca.
El olor a tortitas recién hechas no lo despertó, tampoco el sonido de la
cafetera, que llegando a hervir, manchó con el color oscuro del café la
blanca e impoluta cocina que parecía tener un brillo eterno, seguramente
se debía a que no la utilizaba demasiado a menudo. Buscó por los cajones
un paño, pero lo que encontró fue un pequeño papel que llevaría allí
mucho tiempo, completamente olvidado.
«Mei...» Mira comenzó a leer la primera frase. «Es su dirección».
El sonido de una puerta corredera alertó de que el dragón había
despertado, por lo que en un acto reflejo, arrugó el pequeño papel y lo
escondió en el sujetador, deseando que Kwon no despertase con ganas de
atacar su cuerpo.
—¿Me malcrías? —preguntó caminando hacia ella— Podría
acostumbrarme.
—Eso espero —respondió Mira con cierta picarda, y es que ve aquella
cara dormida, que pasaba a ser tan dulce como la de un niño, le enterneció
el corazón. Casi parecía un angelito.
Ambos se sentaron en la mesa a disfrutar del desayuno. Mira observaba
de soslayo para asegurarse que que le gustaba, pues no era un As de la
cocía, aunque tampoco había tenido mucho interés hasta aquel momento.
—¿Hoy tienes reunión con Amanda? —preguntó él acabándose el café.
—Sí, comeremos juntas.
—Yo tengo que pasar el día fuera, tengo varias reuniones —avisó con
un poco de cansancio—. Pero iremos a cenar.
—Vale.
—Y tomaremos el postre aquí —continuó con una sonrisa ladeada.
Un poco incómoda, frunció el ceño analizando sus palabras. De Kwon
se podían esperar muchas cosas, pero con aquellas frases dejaba bastante
claro cual sería el postre, ella.
—No tienes ni pizca de vergüenza.
—Ya la tienes tú por los dos —terminó levantándose y besándola.
El sabor a café tostado en la boca de ambos, envolvió el beso. Fue más
agradable de lo que Mira había sospechado, creando cierta adicción.
—No me tientes, que solo tengo diez minutos —avisó Kwon con
seriedad, apartándose para clavar una mirada acusadora en Mira.

Eran casi las diez de la mañana cuando Mira bajó del taxi. Estaba en una
gran urbanización, de enormes casas vigiladas y jardines de ensueño. No
le resultó fácil atravesar la seguridad del lugar, pero lo consiguió con un
par de pequeñas mentiras.
Miró el papel arrugado que aún guardaba y buscó con la mirada el
número allí escrito. Caminó unos metros y se encontró con la casa,
enorme, imponente y blanca.
«¿Vive aquí ella sola?» Se sorprendió, aquel lugar debía de tener una
superficie por encima de los mil metros cuadrados.
Cuando estaba frente a la puerta, comenzó a estar nerviosa, ni siquiera
sabía que iba a hacer o decir, pero sentía una necesidad imperante de
hablar con aquella mujer, de disculparse incluso, por haberse enamorado
de Kwon.
La melodía del timbre sonó suave ante la presión de un tembloroso
dedo. En apenas unos segundos se escuchó un sonido en respuesta que
delataba, que la puerta se podía abrir. Mira atravesó el umbral y se adentró
un jardín de estilo oriental, donde el murmullo del agua logró
tranquilizarla en gran parte. Se tomó unos segundos para observar aquel
lugar, tan hermoso como místico y, al mismo tempo, Mei la vigilaba a ella
desde la puerta principal.
—He dudado en abrirte la puerta al verte, pero admito que la intriga me
puede —comentó cuando al fin, los ojos amarillentos de Mira se posaron
sobre ella.
—Siento molestarte en tu casa —admitió acercándose—, pero
necesitaba hablar contigo.
—Te escucho.
Apartándose a un lado, dejó que Mira se adentrase en su hogar. La cara
de Mei decía mucho, y la invitada pudo darse cuenta de que la mujer, no
era tonta.
Dentro, todo era elegancia en estado puro, y las fotos de un hombre casi
idéntico a Kwon llenaban cada recoveco. Mira lo observó con
detenimiento, era casi iguales, sin embargo, aquel hombre, tenía una
expresión dulce, bonachona y totalmente diferente.
«Para otros serían iguales, pero yo puedo ver lo diferentes que eran». Se
dijo con orgullo comenzando a caminar apremiada por Mei, para
adentrarse a un salón.
Pasaron varios minutos allí sentadas, en silencio y tomando un Té de
gran calidad. Mira se sentía presionada bajo su mirada férrea, pero había
ido allí con buenas intenciones, comprendía el dolor de aquella mujer,
necesitaba decirle, contarle y sincerarse con respecto a sus sentimientos.
—Yo...
—Estás enamorada, lo sé —la cortó, acabando la frase por ella—. ¿Has
venido a restregarme que tus sentimientos son correspondidos? Podrías
haberte ahorrado el viaje.
—¡No, cielos! —se le escapó un grito de horror— Jamás haría eso. He
venido porque... Kwon me ha contado lo que pasó.
—Qué tierna, te doy pena —ironizó con un gruñido.
—Deja de ser así por un momento y hablemos como adultas
—reprendió Mira con seriedad—. Sé que te duele, seguramente te duela
hasta abrir los ojos cada mañana. Pero ahora sí estoy convencida, después
de ver las fotos de tu marido, de que en el fondo sabes mejor que nadie
que eran completamente diferentes.
Bingo.
Los ojos de Mei se entornaron instantáneamente y su ceño y labios se
fruncieron con una mezcla de ira y dolor. Mira no quería mostrar
agresividad, pero tampoco le parecía justo que la mujer sufriera más, y
desde luego, siempre sería la cuñada de Kwon, si no cambiaba su actitud y
su relación con él progresaba, acabaría apartándola a un lado hasta que
esta, se sumergiera en el olvido.
—No me puedo ni imaginar lo que sufres cada día Mei —continuó
Mira, aflojando el tono de su voz—. Pero la persona que quieres no es
Kwon, y sabes que no son tan iguales. La cara de tu marido... en una sola
foto he podido ver lo maravilloso que debía ser, su mirada es
completamente pura, Kwon es una gran persona, pero he notado no de la
misma manera.
—Lo era... —susurró agachando la cabeza— siempre ayudando a la
gente que lo necesitaba... él no merecía morir, no tenía derecho a dejarme
sola.
—No, no lo tenía. Pero Mei... piensa por un momento, ¿a él le gustaría
verte así? —la mujer negó con la cabeza sin alzar la mirada— A Kwon
tampoco le gusta, sufre por ti.
—Lo sé, pero cada vez que le veo se me clava un puñal en el corazón.
Esta vez sí levantó la mirada. Sus ojos vidriosos y su sonrisa aniñada le
dolieron a Mira en el alma. No era justo tanto sufrimiento.
—No sé cómo podría ayudarte —admitió.
—¿Le quieres? —preguntó Mei— De verdad, me refiero.
—Sí.
—¿Me cuentas toda vuestra historia? —casi suplicó.
Mira se sorprendió bastante por aquella petición, pero tal vez sería
bueno que viera, lo diferentes que podían ser en todos los sentidos.
Comenzó con timidez a contar como contactaron por notas la primera vez
y, la sorpresa no tardó en hacer acto de presencia. Mei conocía a Kwon
desde niño, y sabía cuánto le habían gustado las mujeres siempre, pero lo
que estaba escuchando era nuevo incluso para ella, inesperado y sí,
divertido.
Ella conocía las diferencias de los dos hermanos mejor que nadie, al fin
y al cabo se habían criado juntos, pero admitir que se había ido para
siempre, era tan doloroso que su mente le hizo creer una falsa historia.
—Siento mucho el daño que te hice —dijo cuando Mira terminó de
contar su relatos—. Después de escuchar cada palabra... Estoy convencida
que sois perfectos el uno para el otro.
—Gracias.
—Pero necesitaré un tiempo para adaptarme.
—El que necesites Mei, y si por un momento, podemos hacer algo por
ti, no dudes en pedir lo que sea.
—Sí que hay algo —sonrió con ternura—. Cuando llegué el primero,
quiero que se llame Yesung.
—¿El primero?
—Sí, vuestro primer hijo.
Mira se quedó pálida al escuchar aquello. ¿Cómo estaba Mei tan
convencida de que iba a pasar algo como eso? Ni siquiera sabía qué
responder y, al ver el estupor tan fielmente dibujado en Mira, Mei no pudo
hacer nada más que soltar una risa.
Hablaron hasta casi las doce, cando Mira no tuvo más remedio que
despedirse para ir al encuentro con Amanda. Antes de cerrar la puerta tras
su salida, Mei le pidió que fuera a verla de vez en cuando, sin Kwon, y es
que para verle a él necesitaría un poco más de tiempo. Mira aceptó con
gusto, pues aunque la visita había comenzado de forma intensa e
incómoda, había acabado de forma magnífica.
De nuevo cogió un taxi, se sentía renovada, y la sensación de haber
hecho lo correcto solo provocaba felicidad en ella.
«Necesitará tiempo, pero lo conseguirá». Pensó mientras observaba los
edificios pasar a gran velocidad. «Comenzará desde cero».
Hoy, Mañana y Siempre

A media tarde, ya estaba en casa, apuntando en su libreta nuevas ideas


para su próximo libro. El móvil sobre la mesa sonó suavemente, tenía un
mensaje. Al abrirlo, vio que era de Kwon, le daba la hora y el lugar de la
cena.
—Ese sitio es muy elegante —masculló releyendo las palabras—. No
creo que tenga nada que ponerme. Tendré que salir a comprar algo.
Suspiró agotada, tener que pasarse dos horas de tienda en tienda no era
el plan que le habría gustado para aquella tarde. Prefería quedarse allí, en
el sofá tirada leyendo algún libro, pero presentarse en un exclusivo
restaurante, apto solamente para unos pocos y hecha un adefesio con
Kwon al lado... era peor sufrimiento. El sacrificio era necesario.
Justo cuando se levantó para ir a vestirse y salir, el timbre de la puerta
sonó atrayendo toda su atención. Cuando abrió, encontró a un muchacho
vestido de color marrón que sostenía en las manos, un paquete. Firmó y
entró de nuevo.
—No pone nada.
Decidió abrirlo, la curiosidad en ella era como la de un gato salvaje,
imposible de ignorar.
—Qué...
Apartó los sedosos papeles y sacó el contenido, en cascada y hasta el
suelo, cayó un bonito vestido de color burdeos. Una nota cayó.
«Sé que ahora mismo estarás molesta
por tener que ir a comprar un vestido y, sinceramente, no me fío de tu criterio».
—Oh... acaba de decir que tengo mal gusto... —se enfadó, pero después
sonrió.
Ella sabía mejor que nadie que la moda no era su punto fuerte, y
definitivamente, ahorrarse las horas de búsqueda merecía la pena.
Se peinó y maquillo tan bien como fue capaz y se subió a un taxi. Nada
más llegar, el maître le brindó toda su atención y, cuando Mira dijo que tal
vez la estaban esperando, el hombre miró su elegante libro y afirmó, que
su acompañante ya había llegado, por lo que con un gesto, la invitó a
seguirlo hasta su mesa. No estaba segura de si era su imaginación, pero se
sintió incómodamente observada. Pensó que tal vez se debía al vestido,
que lujoso y vistoso, no pasaba desapercibido ni en aquel lugar en el que
la gente adinerada, acostumbraba a la alta costura.
No tardó en ver a Kwon, estaba sentado observando la carta de vinos.
Alzó la cabeza y sonrió de medio lado al verla llegar. Su picardía la hizo
sonrojar sin previo aviso, sintiéndose de pronto, fuera de lugar.
—Que disfrute de la velada, señora —se despidió el hombre dejándola
allí.
—Creo que desde ahora, tendré que encargarme de tu vestuario
—comentó divertido, ayudando a Mira a sentarse.
—No te lo tengas tan creído. El hábito no hace al monje. Además, ya
sabes que yo no soy mucho de estas cosas...
—En este caso, sí que lo hace. Bueno —masculló entornando la mirada
—, lo dejaremos en un termino medio. Cuando vayamos a cenar o a algún
acto, me dejarás encargarme, el resto del tiempo puedes ponerte un saco si
te apetece.
—¿Un saco? —se molestó, vale que no era un gurú de la moda, pero
aquello le dolió.
—Por mí puedes ponerte lo que quieras Mira —respondió con
indiferencia volviendo a fijar los ojos en la carta— te lo quitaré de todas
formas.
—¡Kwon! —le reprendió cuando escuchó una risa proveniente de la
cercana mesa de su lado. La mujer parecía disfrutar de la conversación
privada.
—Solo he dicho la verdad, no te lo tomes a mal. Un saco, un disfraz de
payaso o un vestido harapiento, me da exactamente igual.
—Vale, vale. Déjalo ya —le apremió viendo que la mujer continuaba
escuchando con atención.


Kwon alzó los ojos levemente de la carta pata ver cómo Mira,
avergonzada y sonrojada, se peleaba con la servilleta. Soltó un suspiró
que solamente él sintió, preguntándose cómo había sido capaz aquella
mujer de hechizarlo de aquella manera enfermiza. Aunque si era sincero,
se dejaría embrujar una y otra vez.
La cena,fue tranquila, normal y divertida. Mira no había tenido muchas
citas, a excepción de que una vez fue al cine con un amigo, pero se podía
acostumbrar a tenerlas con mucho gusto, ya que así, veía a otro Kwon. La
cercanía entre ellos crecía a pasos agigantados y, mientras terminaba su
segundo plato, pensó en lo difícil, por no decir imposible, que le
resultaría seguir viviendo sin tenerle a su lado.
—Ah, se me olvidaba decirte una cosa —recordó mientras caminaban
en busca del coche de Kwon.
—Lo sé. Mei me ha llamado, me ha contado todo —a dos pasos frente a
ella, se paró.
—¿He hecho mal? —se preocupó Mira, al ver su espalda un poco tensa.
—En absoluto —mustió girándose, tenía los ojos vidriosos—. Nunca
podré estar lo suficientemente agradecido. Mei es como una hermana para
mí, ya lo sabes, y era muy frustrarte no poder ayudarla, mi simple
presencia empeoraba las cosas... y tú, en un par de horas, has logrado lo
que muchos llevamos intentando dos años.
—La verdad es que no he hecho gran cosa.
—Ni te lo imaginas.
Con dos pasos se acercó a Mira y la besó con necesidad, haciendo que el
carmín se esparciera por las bocas de ambos, manchándolos. Después se
miraron intensamente, haciendo que el calor de los cuerpos aumentase en
gran medida.
—Más vale que nos demos prisa, o me comeré aquí el postre —avisó
Kwon poniéndose serio.
—No serás capaz —murmuró Mira con tensión.
—Aún no sabes de lo que soy capaz, pero lo sabrás... con el tiempo.
—Eres diabólico, ¿lo sabes?
—Claro —rio entrando al coche—. Y muy sexy.
Mientras volvían a casa, Mira observaba de soslayo cómo conducía.
Decir que no le gustaba que se comportase así, sería mentir. Claro que le
gustaba, más aún, le encantaba. Hacía que se sintiera superior, la más
especial y, lo más importante, única a sus ojos, que al final era su anhelo
más grande.
Cuando llegaron, aparcó en su plaza, salieron cerrando el coche y
comenzaron a caminar hacia el ascensor de la mano, como una pareja más
entre miles.
Aquellos segundos fueron eternos para Mira, que ardía en deseo de
llegar, de que le arrancase el vestido y de sentir la piel de ambos
acariciándose mutuamente.
—¿Tienes que coger algo de casa? —preguntó cuando llegaron a las
dos puertas.
—Pues... creo que no.. pero si necesito algo ya vendré.
—No creo que tengas tiempo mañana —avisó metiendo la llave en su
puerta— Cuando se cierre esta puerta, no sé cuando volverá a abrirse.
—Entonces, voy a por el pijam...
—Tarde —sentenció cuando abrió la entrada de su casa, agarrando acto
seguido el brazo de Mira e introduciéndola de un tirón sin darle tiempo a
responder.
—¡Eres un tramposo! —gritó, sabiendo que lo había hecho apropósito
— ¡No pienso pasearme desnuda por tu casa!
—Eso ya lo veremos, pero antes de nada hay que desnudarte. Lo bueno
de este vestido es que —continuó posando las manos sobre sus hombros
tensos—, si deslizas los tirantes lo suficiente, cae sin remedio.
Con un rápido movimiento y en apenas un segundo, el vestido color
burdeos cayó hasta los tobillos de Mira, que con solo la ropa interior
cubriendo una parte de su cuerpo, sintió un escalofrío en el pecho
desnudo.
—Ya no estás tan enfada ¿no? —preguntó con inocencia.
—Cla-claro que lo estoy, idiota. No me quites la ropa así.
—Te gusta demasiado llamarme idiota —entornó la mirada divertido—,
pero no creo que se pongan duros porque realmente lo sea —terminó
bajando la vista hasta la zona más rosada de su pecho, que se fruncía con
cada letra que él pronunciaba.
Cuando iba a responder, seguramente con otro insulto defensivo, no le
dio tiempo, pues agachó la cabeza dándole un mordisco con delicadeza.
Teniendo Mira en aquel momento la boca abierta para soltar la respuesta,
el gemido salió disparado sin poder reprimirlo ni un poco.
—No es justo —se quejó ella rodeándolo por el cuello con los brazos
—, siempre me pillas... desprevenida.
—Ya aprenderás a cogerme tú por sorpresa —respondió sin apenas
separarse, pues los brazos de Mira no se lo permitían—. Y lo espero con
ansias.
Posando las manos férreamente en las caderas de Mira, la alzó para
llevársela dejando allí el vestido, en el mayor de los olvidos. Con cada
paso, el deseo de ambos comenzó a crecer sin freno, hasta el punto que en
un simple segundo, Mira sintió la dureza de Kwon apretando contra su
ropa interior.
Un beso tras otro les llevó a la cama.
—No sé qué me haces Mira, pero pierdo el sentido —admitió lanzando
un furtivo beso sobre el cuello.
—¿Me lo dices tú? —jadeó con desesperación cuando sintió cómo se
deslizaba su ropa interior desapareciendo por los tobillos— Por tu culpa...
no puedo ni pensar...
—Hoy dejaremos los preliminares para más tarde —avisó separándose
para mirarla a los ojos.
Tras un inesperado y rápido movimiento, Mira se encontró con la cara
pegada a las suaves sábanas de color gris. Las manos se aferraron a ellas
agarrándolas con fuerza cuando él, impulsando las caderas hacia arriba, le
levantó el trasero, dejándola así de rodillas y más expuesta de lo que quiso
estar.
—No... —jadeó de nuevo cuando la mano de Kwon se deslizó desde su
trasero, bajando la pequeña inclinación que creaba su espalda.
Más suavemente de lo que su propio cuerpo deseaba, fue
introduciéndose en el interior, dándole tiempo a Mira a relajarse tras la
irrupción. El balanceo suave comenzó a mecerla de delante a atrás,
obligándola a cerrar los ojos y a morder la sábana para acallar algo que,
sin remedio, se escuchó de todas formas. Con una hábil mano, Kwon llegó
a la zona más sensible y húmeda al tiempo que aceleraba las embestidas.
Aquella caricia estuvo cerca de hacer explotar a Mira, que casi se veía
completamente invadida.
—No aguanto... —casi suplico.
Evitando que de un segundo a otro, Mira llegase al mayor clímax y, para
disgusto de la muchacha, dejó las caricias para llevar ambas manos hasta
sus redondos pechos, donde presionó logrando alzarla entera hasta quedar
prácticamente suspendida en el aire. En aquella posición, Mira casi sentía
que Kwon era capaz de llegar hasta su alma, e incapaz de reprimir la
necesidad de su cuerpo, aquella bomba alojada en su vientre explotó
expandiéndose hasta las puntas de los dedos de los pies.
Gritó, jadeó, tembló y se retorció cuando él no paró, creando de nuevo,
un intenso hambre que casi la llevó a la locura.
El sudor se deslizaba haciendo cosquillas, Mira había perdido la
percepción del tiempo, ni siquiera sabía que un hombre pudiera aguantar
tanto. Pero una vez tras otra, Kwon la tomó hasta que las mentes de ambos
se quedaron en un simple color blanco, dejando todos los sentidos única y
exclusivamente para sentirse el uno al otro. Y, a pesar de que jamás había
leído el famoso libro del Kamatsura, estaba segura de que estaban
siguiendo aquella interesante guía, posición a posición, tanto que sus
músculos comenzaron estremecerse y a tirar con fuerza hasta que no pudo
más.

¿El cielo?
No era nada comparado con aquel momento eterno.

Una suave sensación de frío la despertó. A pesar de que sentía todo el


cuerpo completamente agotado y dolorido, fue capaz de mover la mano
para ver, con extrañeza, un aniño perfectamente encajado en su dedo. Ella
no solía usar joyas, por lo que intentó ubicar mentalmente la pieza sin
éxito. No, definitivamente no era suya. Solo tenía tres anillos sencillos y
ninguno llegaba a aquel nivel, ni en el precio, ni en la belleza, menos aún
en el brillante diamante que lo coronaba.
—¿Qué es esto...? —preguntó atontada aún, por el sueño.
—Mira, cuando te dije que mis manos son las únicas que pueden tocarte,
me refería al resto de tu vida —admitió junto a ella, besándola—. No sé
que me has hecho, pero no quiero tocar a nadie más que no seas tú. Si
confías en mí, si sientes lo mismo que yo, cásate conmigo.
—Admito que estoy... un poco confusa.
—No lo querría de otra forma. Solo tienes que decir una frase.
Apartó los ojos del llamativo aniño y los clavó en él. Confundida, vio
sus grises ojos, brillaban, brillaban con miedo, con un gigantesco temor
al rechazo, algo sin duda, nuevo para él. Mira no pudo más que sonreír.
—Sí, quiero. Hoy, mañana y siempre. Incluso más allá.
Blanco Puro

Los pequeños copos de nieve caían con timidez hasta el suelo, donde se
iban juntando creando un infinito manto blanco que provocaba, que la
vista de Mira se perdiera en el horizonte. Ya era invierno, y ella observaba
en soledad desde aquella ventana, el imprevisible mañana. Pensaba y
recordaba, había sido casi año y medio desde su mudanza, ahora, estaba
vestida de blanco y sonreía emocionada.
Los recuerdos se vieron interrumpidos cuando la puerta a su espalda se
abrió.
—¿Mei...? —sorprendida por su presencia, vio un cambio radical en su
angelical rostro.
—Hola Mira, estás preciosa —admitió acercándose.
—¿Ya estás bien? ¿Puedes ver a Kwon? —se preocupó.
—No del todo —admitió Mei—, pero no me perdonaría no estar hoy
aquí, y él tampoco lo haría —confesó pensando en el fallecido hermano
de Kwon.
—¿Sabes Mei? —llamó su atención sonrojándose un poco— No lo sabe
nadie pero... Yesung...
—¡Cielos! —gritó por la sorpresa— ¿Estás embarazada?
—No grites, Kwon aún no lo sabe. Me enteré hace dos semanas, y como
quedaba poco para la boda, pensé que sería bonito hacerle ese regalo.
—Es un detalle precioso Mira, gracias por ponerle su nombre —la voz
le tembló ante los recuerdos del pasado—. Sé que a Kwon eso, le dejará si
palabras. Vamos, ya es la hora.
—Estoy asustada... pero feliz.
—Así es como debe estar una novia enamorada Mira.
Mei se adelantó, dejándola sola aquellos últimos segundos. Estaba tan
nerviosa que creía firmemente, acabaría tropezando frente a todos los
invitados. Respiró varias veces y salió de la pequeña estancia, giró a la
derecha y agarró el brazo de su padre, cuyos llorosos ojos delataban lo
sensible que era el hombre.
—¿Estás preparada, cariño?
—Sí papá.
La música comenzó a sonar, y su cuerpo se mantuvo firme gracias al
padrino. Su miedo desapareció en cuanto cruzó el umbral lleno de flores
blancas, en el instante en el que vio a Kwon allí en pie, esperándola con
sus grises ojos centelleando al verla tan hermosa. Los segundos que tardó
en llegar hasta él, fueron un verdadero e interminable infierno. No fue
capaz ni de mirar a los invitados, para ella, en aquel instante y lugar, solo
había una única persona en el universo.
—Estás preciosa Mira —susurró dándole un beso en la mejilla.


Las risas y las bebidas se convirtieron en el centro de todo hasta que una
suave melodía comenzó a sonar. Los recién casados se posicionaron en el
centro, ante la mirada de todos los presentes, par abrir el baile.
—Estaremos juntos —susurró Kwon clavando sus emocionados ojos en
ella—. Hoy, mañana y siempre.
—Sí, pero no solos —murmuró Mira nerviosa.
—¿De qué hablas? —se extrañó.
—De mi regalo de bodas. Tardará aún un poco en llegar, pero lo hará
seguro.
—Mira... —se separó parando el baile y asustando a los más cercanos—
¿Estás embarazada? —preguntó ya, sin susurrar y dejando que los la gente
lo escuchase. Ella asintió un poco avergonzada.
—Sí... Se llamará Yesung.
En un incontrolable impulso, la alzó por los aires provocando que
gritase.
—Hoy me llevo a casa a la esposa más hermosa, y al hijo más deseado.
Una explosión de aplausos rompió el mágico momento, pero acto
seguido, Kwon se pegó al oído de Mira para susurrar.
—Aunque me molesta no poder tener la noche de bodas que quería,
merecerá la pena. No me queda otra que ser delicado, pero ten en cuenta
que tantos meses reprimido, te van a dejar una semana en cama, cariño.
—¡Kwon! —gritó Mira con una mezcla de alegría y temor, pues bien
sabía ella que cuando aquel hombre, su hombre, decía algo, lo cumplía
con creces.
18
OscuroDeseo

Observaba el cuaderno repleto de apuntes con aburrimiento. Giró los


ojos y miró el libro que descansaba allí, sonrió dejando caer el lápiz que
había sostenido usando una perfecta técnica de boca de pez. Aquel libro de
una autora desconocida hasta entonces, cambió su vida. Le mostró un
nuevo mundo y, aunque se lo leyó tiempo atrás, se ganó el sitio más
privilegiado en su estantería. No había sido su lectura más fuerte del
género erótico, pero había abierto una puerta cerrada y misteriosa que le
encantó. Su nueva afición por el género ayudó a que Jessica se esmerase
en dejar de ser tímida y retraída, por supuesto, le quedaba un largo camino
por delante.
Un par de horas después seguía en la misma posición, pero ya había
tirado a un lado los apuntes. Con los ojos pegados a la pantalla del
ordenador, pensaba en buscar algún divertido vídeo cuando sonó la alerta
de facebook, una petición de amistad que resultó intrigante a la par que
extraña.
—¿Dark? —preguntó enarcando las cejas.
Le dio a aceptar con curiosidad, pues era un perfil cerrado al que no
tendría acceso de otra forma.
Cuando al fin pudo cotillear vio las eróticas imágenes de mujeres
sometidas.
—¿Qué diablos...?
Su corazón se aceleró, pero no estaba segura si era por la impresión o
por la emoción... Había leído tanto sobre el género... y ahora estaba frente
a sus ojos. Tal vez podría hablar con aquella persona, preguntar y
descubrir nuevas cosas.
Una ventana emergente apareció, aquel usuario misterioso acababa de
mandar un mensaje privado, pero estaba en blanco. Jessica lo miró
anonadada, ¿por qué no ponía nada? Un minuto, después dos... y así hasta
5.
«Pequeña maleducada. Deberías saludar correctamente».
Decir que se quedó patidifusa sería quedarse corto. A punto estuvo de
mandarle, literalmente, a tomar por culo, pero algo en su interior se
revolvió, no estaría mal experimentar un poco... ¿verdad?
«Lo siento... Soy nueva».
«Lo sé. Desde ahora serás obediente y responderás; sí amo».
«Vale, amo».
«Buena chica. ¿Qué llevas puesto?»
Se mordió el labio y comenzó a responder las preguntas de aquel
desconocido, la mayoría eran tonterías, pero se pasó dos horas de aquella
forma. Lo curioso era que cuando ella respondía, él también lo hacía, por
lo que Jessica estaba conociendo de Dark las mismas cosas que ella
desvelaba de sí misma.
Al día siguiente se pasó todas las horas de clase pensando en su amo.
¡Qué raro era pensar eso! Pero le excitaba como nada hasta aquel
momento, hasta el punto de estar deseando ir a casa para hablar con él.
Esperó hasta que apareció, cuando le vio activo se lanzó con un
mensaje.
«Bienvenido amo, buenas tardes».
«Hola cariño, hoy tengo un regalo para ti».
Emocionada, comenzó a preguntarse qué sería, pero el timbre de la
puerta sonó alejándola de la pantalla para ir a abrir. Al otro lado había un
muchacho vestido de marrón con una caja grande en las manos. Era para
ella.
—No he pedido nada... —murmuró dejándola sobre la mesa del salón
para abrirla.
La tapa de la caja se le cayó de las manos. Dentro había un conjunto de
ropa interior negra y transparente que no cubría prácticamente nada, un
consolador de considerable tamaño, esposas y un bote en el que estaba
escrito de forma divertida; lubricante.
Giró la cabeza mirando el portátil, desde aquella distancia distinguió el
mensaje escrito.
«Viendo que tardas en contestar, intuyo que mi regalo ya ha llegado».
—Es una... ¿puta broma? —caminó lentamente mirando letra a letra.
Sabía quién era y dónde vivía.
Sintió miedo y preocupación. Podría ser un perturbado, uno peligroso.
«¿Por qué sabes quién soy? ¿Qué quieres de mí?»
«Me parece que esa no es la forma correcta de tratar a tu amo».
«Déjame en paz, no tiene gracia. Si no paras te denunciaré».
«Eso va a ser complicado cariño. Por tu bien espero que sigas las
reglas, no me gusta que me desobedezcan. Esta noche te pondrás el
conjunto».
Cerró la conversación y apagó el ordenador de inmediato sin responder.
Bien, si era sincera tendría que admitir que el miedo se acababa de
mezclar con una extraña excitación... pero aquello era raro, muy raro. Tal
vez debería decírselo a su padre, era policía... pero tendría que entrar en
detalles y confesar absolutamente todo, aquello era imposible, ¡moriría de
vergüenza!
Se dio una ducha fresca para relajarse y se tiró en el sofá mirando el
reloj de la pared en varias ocasiones, comenzaba a anochecer y no sabía
qué pensar. ¿Se iba a presentar aquel individuo?
«Ni de coña... No será capaz».
Finalmente se quedó traspuesta, un agradable y reparador sueño se la
llevó, y brincó en el sofá hasta quedar cerca de una dolorosa caída cuando
el timbre sonó durante más tiempo del necesario. El reloj marcaba las
once de la noche.
«Pum, pum». Su corazón comenzó a martillear estallando en pánico.
Automáticamente se preguntó qué hacer. ¿Abrir? ¿Ignorarlo? Lo correcto
sería lo último y llamar a la policía de inmediato... pero algo en su interior
se revolvía como una culebrilla atrapada... la excitación por el peligro era
tentadora, y en el fondo se llamó idiota, ella, la hija de un policía de alto
rango debía saber cómo actuar en aquella situación.
Se paró frente a la puerta, con la mano ligeramente extendida hacia el
pomo, vio un leve temblor en sus dedos. Se intentó tranquilizar diciéndose
que siempre quedaba la opción de gritar alertando a todos los vecinos.
Exhalando todo el aire de sus pulmones abrió de sopetón la puerta y se
quedó petrificada. Allí de pie y con una ceja enarcada estaba el jefe de su
padre. Un hombre diez años mayor que ella, antiguo marine y a saber qué
otras cosas más. El hombre la observó con su pose imponente y su mirada
gris, con la que sin duda era capaz de helar a cualquiera. Apenas le había
visto, siempre en las fiestas del cuerpo de policía. Su atractivo era
innegable, y tenía un don especial capaz incluso, de haberse ganado el
respeto de su padre. Hasta que conoció a Jake nunca pensó que habría
alguien más estricto que su progenitor.
—Se... señor... ¿ocurre algo? ¿Mi padre está bien? —se alarmó de
pronto.
—¿Señor? —frunció levemente el labio dando un paso al frente y
haciendo que Jessica retrocediera. Se sintió amenazada, como si acabara
de aparecer un leopardo frente a ella— Creo que dejé claro cómo te tenías
que dirigirte a mí, cariño.
Su corazón acabó explotando. Se pegó a ella y bajó la cabeza un poco,
Jessica alcanzaba su hombro, ella alzó la cabeza volviendo a retroceder,
cayó al sofá de espaldas.
—Y el conjunto aquí... —murmuró caminando hasta la mesa. Agarró las
prendas alzándolas con un dedo— Quiero que te lo pongas, ahora.
Jessica estaba en shock, intentaba procesar toda aquella extraña
información nueva.
—Parece que no estás muy dispuesta, no importa. Te lo pasaré por ser el
primer día, sin embargo... —caminó de nuevo hasta ella, que se había
paralizado en el sofá— Eso no significa que no haya castigo.
—Es... pera... ¿esto es una broma?
—En absoluto —respondió ofendido mientras llevaba una mano a la
espalda, de donde sacó el par de esposas reglamentarias—. Queda
detenida, señorita Johnson.
Por un momento llegó a pensar que era cierto, que la iba a detener en
serio... pero cuando sintió que se echaba sobre ella, la giraba y la dejaba
allí tras apresarle ambas muñecas, supo que no era así.
Como un torrente de agua cayéndole encima en una fría noche de
invierno, una frase llegó a su mente atormentándola: «Ahora es tu amo,
obedece».
La frase creó un leve frescor en su ropa interior y, en el momento en el
que sintió un fuerte agarre en el trasero alzándolo, se calentó. Pudo sentir
entonces cómo le colocaba las rodillas, abriéndolas en el sofá mientras el
pecho y la cabeza se hundían en el cojín.
Jake se sentó tranquilamente y de pronto zas, una fuerte palmada le
atravesó el trasero a Jessica.
—Llevo mucho esperando esto Jessica, y voy a hacer que me lo des
todo —avisó bajándole el pantalón del pijama sin aviso—. Me agrada ver
que disfrutas —continuó pegando un dedo sobre su sexo, la tela blanca de
las bragas se pegó inmediatamente a la creciente humedad.
Un gemido salió volando por sus labios rosados cuando el dedo
comenzó a moverse lentamente, provocando un fuerte apetito en ella que
jamás había sentido... el sexo que ella conocía era aburrido y monótono, y
no entendía cómo algo tan pequeño la volvía loca. Tal vez era estar atada,
en aquella posición y con él pegado a su trasero.
—Responde. ¿Me lo vas a dar todo? —hizo una leve presión que
provocó un espasmo en ella.
—Sí... —susurró concentrada en el movimiento del dedo.
—¿Sí, qué? —pellizcó la zona más sensible de su cuerpo y, al instante,
sintió cómo se hinchaba aquel apetitoso sexo que deseaba devorar desde
hacía un año.
—Señor.. señor... ¡Sí, señor!
—Buena chica —rio. Era la primera vez que escuchaba su sonrisa
divertida y aniñada.
Sí, le habría gustado verlo...
Se encogió levemente cuando sintió que la tela pegada a su sexo se
separaba. Estaba completamente avergonzada y expuesta, pero sentirse
sucia nunca fue tan maravilloso.
—Jugosa y seguramente deliciosa. Te voy a comer ese bonito coño
hinchado, ¿es lo que deseas?
—Sí, señor... —su respuesta delataba la necesidad— Por favor.
—Eso se merece un premio cariño.
Al momento sintió una humedad nueva pegándose a ella, lamiendo cada
pliegue con mimo y dedicación absoluta. Era tan ágil que a los pocos
segundos sintió que se corría con una fuerza intensa. Se le contraía el
vientre y solamente era capaz en aquella posición, de levantar el trasero
apremiándole a ir más rápido. Estaba en el cielo.
—No te vas a correr aún —avisó separándose y trayendo el infierno
hasta ella—, te correrás cuando yo lo diga. Por supuesto, cuando te folle.
Llevo demasiado esperando esto como para desperdiciarlo, Jessica.
Escuchar sus palabras, nuevamente obscenas, solo provocó que se le
escapase un jadeo. Nunca se había excitado tanto escuchando a alguien
decirle aquella clase de cosas. En su estado haría lo que fuera con tal de
que cumpliese su palabra.
Sintió que se levantaba dejándola allí atada. Escuchó algunos sonidos
que no logró ubicar y, al rato, brincó cuando le dio un par de palmadas en
el centro del sexo para después frotarlo con algo, un calor comenzó a
subir y a excitarla más de lo que ya estaba, todo era a causa del lubricante
de la caja. Definitivamente iba a estallar.
—Más vale que estés preparada cielo.
Gritó cuando la embistió sin aviso, y se arrastró por su interior hasta
llegar al final.
Oh cielos... Aquello era descomunal.
Salió y volvió a entrar aumentando la velocidad con cada segundo que
pasaba. Hacía que la respiración de Jessica se parase, y que fuera incapaz
de tragar su propia saliva, que se derramaba sobre la suave tela del cojín
beige.
Él gruñía su espalda como una bestia mientras introducía el erecto
miembro para sacarlo una vez tras otra, le dio varías palmadas fuertes en
el trasero que en vez de doler, solo la excitaron más. Cuando estaba a
punto de llegar al clímax, Jake paró el balanceo de sus caderas
quedándose dentro de ella, apartó una mano de su trasero y con la otra lo
abrió hasta el límite, algo comenzó a presionar allí con fuerza.
Ahora ya sabía cual era la misión del consolador y, se iba a partir en dos
sin remedio.
La presión por ambas partes y la suave vibración hacían que los brazos
de Jessica hicieran fuerza dañándole las muñecas esposadas, pero no
importada, en aquel momento en el que iba a llegar al final, podría
morirse de puro placer.
—Córrete Jessica —ordenó con un gruñido.
Su interior se derritió con las convulsiones mientras él se venía dentro,
aprisionado por las perfectas paredes que le parecieron estar hechas para
él.
Había sido el mejor momento de su vida.
Salió de Jessica, que continuaba disfrutando de los últimos resquicios de
aquella perfecta experiencia, pero jake no había acabado, por lo que se
dejó caer sobre el sofá y, agarrándola, tiró hacia arriba sentándola sobre
sus piernas fuertes y musculosas. Le acarició el pelo con ternura y
observó su expresión lujuriosa.
—Había planeado ir más despacio. Esas tetas me tienen loco desde que
apareciste con aquel vestido verde en la fiesta de navidad. Pero cuando te
he visto se me ha puesto dura —confeso con un susurro sobre su oído—,
si no te follaba me iba a desmallar.
—Esto es... muy raro... —murmuró confusa. Aún no lo entendía, aquella
fiesta de navidad fue su primer encuentro.
—Aquel día supe que serías mía —respondió bajando la mano hasta
regalarle una suave caricia en el sexo húmedo—. Te vi hace un mes en la
librería comprando una novela BDSM, no pensé que aquella muchacha de
cara angelical tuviera un oscuro secreto que yo compartía. Mis miedos se
fueron lejos, ahora... —paró cuando Jessica gimió con la caricia de un
dedo furtivo sobre su clítoris— empieza tu entrenamiento. Te aviso que te
pasaras el fin de semana colgada en la pequeña mazmorra de mi sótano.
¿Estas dispuesta?
—¡Sí amo! —gimió corriéndose de nuevo.
¿Cómo no estar dispuesta? Sería imposible contar las veces que se había
acariciado a sí misma pensando en él desde la primera vez que le vio con
su traje oficial. Le daría su vida si era necesario, y estar colgada en su
mazmorra no parecía un mal plan... se dio cuenta de que sus oscuros
deseos florecían, y continuarían haciéndolo con cada cosa que Jake le iba
a enseñar.
Gracias por la oportunidad
que me has brindado al leer esta historia,

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