El Amante Dragón
El Amante Dragón
El Amante Dragón
© Maialen Alonso
Web de la Autora:
www.maialenalonso.es
www.facebook.com/MaialenAlonsoofficial
ISBN-13: 978-1514338834
ASIN: B00ZIU3KGI
Vectores:vectorgraphicsblog
Diseño y maquetación: Maialen Alonso
He sido lectora del género, pero no me había atrevido a experimentarlo
hasta ahora.
Como soy del pensamiento de que es gratificante romper con las
costumbres para experimentar algo fresco y nuevo, he decidido
animarme. Claro que no dejaré la fantasía, que es lo que más disfruto
relatando, pero he abierto una nueva puerta y espero que este camino, sea
igual de gratificante para mí, como autora.
La historia extra Oscuro Deseo, que encontrarás al final del libro,
contiene lenguaje más soez que El amante Dragón, por lo que si no es del
tipo de lectora que te gusta, ya eres consciente de lo que vas a leer y
puedes ignorarlo sin problemas.
No olvides dejar tus impresiones, las que leeré con alegría y de las que
puedo asegurar, aprenderé con gusto a mejorar.
También te pido, que le des una oportunidad al resto de mis libros, ¡no
te defraudarán!
Para más información, tienes la FanPage de Facebook:
https://www.facebook.com/MaialenAlonsoofficial
Y la web:
http://maialenalonso.es/
Índice
1 Nueva Vida
2 Un desastroso comienzo
3 Gris profundo
4 Primeros problemas
5 Un secreto
6 Desolada
7 Intrusión
8 Cruel mentor
9 Un Desafortunado Comienzo
10 Adiós
11 La fiesta
12 Un fiero Dragón
13 Juntos
14 Un nuevo comienzo
15 Dolor ajeno
16 Hoy, Mañana y Siempre
17 Blanco Puro
Extra-Oscuro Deseo
Nueva Vida
†
Amanda se ocupó de buscar aquella nueva casa, pues Mira se había
empeñado en tener un hogar modesto similar al que la vio crecer. Sin
embargo, la editora decidió que era más seguro y tranquilo un lugar como
el escogido, uno de los edificios más lujosos de la ciudad se convirtió en
su nuevo estudio, además de en un hogar gigantesco. Siete plantas para
catorce casas y dos porteros dispuestos día y noche para los inquilinos.
†
Estaba a punto de cumplirse un año, el primer aniversario de la firma de
su contrato, y había conseguido cumplir su mayor sueño, ahora se podía
llamar a sí misma escritora, pues era una vocación además de un trabajo y,
a lo que ahora se dedicaba con gran placer a tiempo completo.
Definitivamente, poder dedicarse todos los días a su pasión no tenía
precio, ya no había preocupaciones por llegar a fin de mes, ni trabajos a
tiempo completo... Ahora era maravillosamente libre.
—Vale, ordenador colocado, libreta, café, libros de información... ¡Y
gafas puestas!
Miró el enorme escritorio, rio al pensar que aquel orden impoluto
pronto desaparecería, pues ella era de naturaleza desordenada, incapaz de
mantener un lugar recogido durante más de tres días seguidos.
Justo cuando se iba a sentar sonó el estridente timbre haciendo que diese
un pequeño brinco. Corrió hasta la puerta y abrió con timidez sintiendo
que las gafas de pasta negra se le deslizaban por la nariz, al otro lado se
encontró a una mujer rubia y de grandes ojos azulados sosteniendo una
bandeja gigante que reposaba sobre ambas palmas.
—¡Hola vecina! —gritó ampliando la sonrisa que traía puesta—
¡Bienvenida!
—Hola... —apremiada cuando la recién llegada dio un paso al frente
para invadir su casa, Mira se apartó dejando vía libre.
—Me llamo Hanna, vivo en el primer piso. Ten, un regalo de
bienvenida, son pasteles.
—Soy Mira, un placer. Gracias por tomarte la molestia.
—No es molestia, la verdad es que tenía ganas de ver el ático, y de tener
al fin una vecina de mi edad.
—Eres.... ¿la única chica joven?
—Bueno, de menos de treinta y cinco —rio.
Mira la invitó a sentarse en la sala mientras preparaba un café y servía
los pequeños pastelitos caseros de colores rosas y blancos.
—Te ha tenido que costar un ojo de la cara —comentó dando un sorbo y
rodando los ojos por toda la estancia—. Si los primeros apartamentos son
caros, los áticos tienen que valer una verdadera fortuna.
—Bueno... —ni sabía lo que costó aquel lugar, ni quería.
—Mi padre me mandó aquí esperando que espabilase, soy una niña de
papá —soltó demostrando que no era una mujer que se guardase las cosas
para sí—, pero también trabajo, no creas que me mantiene por completo.
—Es... interesante —respondió incómoda.
Hanna continuó hablando como si se conocieran de toda la vida, lo que
era contrario al carácter de Mira, que siempre había sido una chica
reservada a la que le costaba bastante abrirse y confiar. Sin embargo, fue
un soplo de aire fresco, aquella chica era pura energía.
Al final, la conversación resultó ser divertida, Hanna era sincera,
graciosa y desde luego, una persona que hablaba sin tapujos. Mira
aprovechó el momento para preguntar por el resto de vecinos, descubrió
que había cuatro familias adineradas provenientes de diferentes países,
después estaban ellas dos. Frente a la puerta de Hanna vivía la señora
Smith, que era una anciana seca y solterona que se pasaba el día gruñendo,
quedaban tres pisos vacíos, Tom, que ocupaba el segundo derecha y que
nunca salía de casa al sufrir pánico a todo, y un par de hermanos
millonarios ocupaban los dos pisos del tercero y que no se dirigían la
palabra por algún lío de faldas.
—¿Y mis vecinos? —preguntó tras hacer un cálculo y darse cuenta de
que no había mencionado el otro ático.
—Ah, ahí vive Kwon... pero solo viene un par de semanas al mes, o cada
trimestre... —Mira vio incomodidad en su nueva conocida al mencionar a
aquel hombre.
—¿Es agradable? —tanteó con la esperanza de saber qué debería
esperarse de él cuando ocupase su casa.
—Si te refieres a si está bueno... sí —sonrió con picarda terminándose el
café— Es el tío más caliente que vayas a conocer en tu vida. Admito que
nunca me ha ido el rollo asiático, es coreano —añadió—, pero él es un
ejemplar único. Sin embargo... no es muy recomendable.
—Ah, ya veo. Me mantendré alejada entonces —respondió enarcando
las cejas, pues no quería saber la razón de que fuese un hombre poco
recomendable, aunque teniendo su puerta pegada a la de él, acabaría
descubriendo más de lo deseado.
—Eso es lo más inteligente querida. No puedo contarte mucho más, mi
relación con él se limita a hola y adiós cuando anda por aquí.
Media hora después, Mira se despidió de Hanna sin haber saciado toda
su curiosidad. Aquella frase podría abarcar muchos ámbitos... aunque
finalmente supuso que si era tan atractivo como decía ella, significaba que
tendría una amplia agenda femenina.
Un Desastroso Comienzo
†
Mira solía levantarse sin necesidad de despertador a las tres o cuatro de
la mañana, pero antes de que su sueño se interrumpiera de forma natural,
algo la despertó.
—¡Kwon, Kwon! —la voz desconocida de una mujer le perforó los
oídos.
—Será... —gruñó ella al instante.
Dio un golpe con el puño cerrado sobre el colchón y después intentó
taparse la cabeza con la almohada.
—¡Por el amor de Dios! —volvió a gritar la desconocida.
Los gritos eran mucho más altos que la noche anterior, y la mujer
definitivamente era otra. Mira supo al momento que su agradable vecino
lo estaba haciendo a propósito con la intención de molestarla.
Medio dormida y en su límite ya, fue hasta la puerta y la abrió con la
intención de aporrear la que estaba al lado, pero la nota a sus pies la paró
en seco. Cerró los ojos y respiró antes de cogerla, no podía dejar que la
furia la controlase.
Se sirvió un café y se sentó en el sofá, miró el papel perfectamente
doblado y, cuando estaba segura de que su estado volvía a la mayor
normalidad posible, lo abrió para desvelar su contenido.
«Querida vecina, por tu respuesta parece que te has sentido profundamente insultada.
Por lo que considero, estoy obligado a disculparme.
Me alegra saber que tu pecho está lejos de ser plano, pero insisto, no cambiaré mis
hábitos sexuales por tu petición, y como sospecho que tu irritación puede ser provocada
por un tiempo
excesivo sin sexo, te animo a que busques compañía masculina con urgencia, o bien
femenina, por supuesto, siempre a tu gusto.
Si te resulta complicado por tu aspecto, te recomiendo al final de esta nota, un club en el
que podrás encontrar profesionales de alto nivel, que viendo donde vives, sé que podrás
permitirte pagar sin problemas.
Saludos, Kwon
Los días pasaron, los ruidos continuaron y ella le evitó por todos los
medios. Su paranoia la llevó a mirar por la pequeña mirilla antes de salir
de casa con tal de no tener que encontrárselo, se sentía abatida y
avergonzada.
—¿No se supone que se quedaba dos semanas? —se preguntó tras
terminar el borrador perteneciente al tercer capítulo de su nueva obra—
Maldita sea, ya lleva dieciséis días. En algún momento tendrá que largarse,
por el amor de Dios.
†
Al otro lado se extendía una casa decorada de forma elegante y oriental
en la que predominaban los tonos grises y negros, y esplendorosas figuras
de dragones reposaban en varios lugares, guardando la vivienda con
fiereza.
La cama de gran tamaño estaba completamente deshecha, una mujer
atada gemía con fuerza mientras la embestían de forma salvaje. Kwon
cerraba los ojos, la imagen de la mujer que vivía al otro lado de la pared
en la que posaba la mano le inundaba como pocas veces le había ocurrido,
hasta el punto de adelantar sus vacaciones y cambiar su residencia oficial
al lugar que utilizaba para saciar su apetito sexual.
Días atrás la vio salir. Sorprendido, decidió llevarse a una de sus
amantes tras ella, rompería en cualquier lugar con tal de asegurarse de que
acababa de ver bien, porque si era sincero, tras aquellas notas había
esperado un adefesio que vivía en una casa oscura y solitaria, y resultó
que sus suposiciones sacaron a la luz su ceguera, porque aquella vecina de
caderas redondeadas y pecho no tan plano resultó convertirla en una
delicia de la que pronto disfrutaría. Aunque por supuesto, se desharía de
aquellas horrorosas gafas capaces de ocultar unos felinos ojos que
merecían ser vistos.
Kwon no era un hombre fácil de sorprender, menos aún teniendo en
cuenta a qué se dedicaba... pero aquel pastelito lo había conseguido, ahora
tocaba comenzar un divertido juego.
†
El timbre resonó llevándola hasta la puerta, cometió un error al abrir
sin mirar, ¿pero cómo diablos iba a imaginar que tendría la cara dura de ir
a su casa con aquella seductora sonrisa en la cara?
—¿Qué quieres? —frunció el ceño incómoda.
—Siento la molestia vecina, pero me temo —comenzó como en sus
malditas notas—, que hay humedad en una de tus paredes, me atrevo a
decir que en el baño.
—¿Por qué tiene que ser la mía y no la tuya? Vale, pasa —le invitó
incómoda cuando vio que enarcaba una ceja de forma peligrosa—. Espera
aquí un momento, tengo que recoger.
—No te alarmes, no me voy a asustar por ver tu ropa interior —ella le
miró aterrada, no tenía ni una pizca de vergüenza—, aunque estoy
esperanzado en que uses tangas, o mejor aún, algo con puntilla, a ser
posible, negro.
—Mi ropa interior no es de tu maldita incumbencia —espetó cerrando la
puerta con un golpe seco.
—Pero lo será —murmuró sin que ella escuchase mientras comenzaba a
pasear por la estancia repleta de libros.
Kwon vio el ordenador encendido y se quedó mirando con sorpresa
aquel caliente párrafo. Desde luego, aquella mujer era una verdadera caja
de sorpresas.
—¿Qué crees que haces? Eso es privado.
—Nunca habría imaginado que una mujer que se queja por el acto
sexual de su inocente vecino escribiera erótica. La verdad, me
desconcierta.
—Soy escritora —respondió con orgullo apagando la pantalla.
—Entonces deberías agradecérmelo, seguro que te inspiro.
—Engreído... Ve al baño —ordenó Mira alzando un dedo para señalar el
camino.
—A sus órdenes.
Tras ver que su pared también estaba húmeda, llegaron a la decisión de
llamar a uno de los porteros para que pudiera arreglar aquello antes de
que se viniera abajo. Mientras esperaban a que subiera para ver la
gravedad de la avería, el teléfono de Mira sonó.
La desesperación cayó sobre ella. Era Amanda, había llamado después
de leer la mitad del borrador perteneciente al nuevo trabajo. Estaba
contenta de que hubiera ido tan rápido, y de que la historia fuera tan
original, pero había un fallo demasiado grande que no podría dejar pasar,
las escenas calientes eran una auténtica porquería.
—Tienes que hacer algo Mira, este libro es digno de ser un best-seller,
llegarás a millones de lectoras y a muchas les cambiarás la vida, pero no
con estas escenas, quiero sexo puro, dame más sentimiento. La verdad es
que no me he excitado ni un poco —admitió apesadumbrada.
—Vale, haré algo... haré algo... Ahora no puedo hablar de esto.
—¡Haz que me ponga cachonda al leer el libro Mira, me da igual cómo,
pero hazlo! —gritó tan alto que su voz llegó hasta Kwon.
—Cállate Amanda, luego hablamos.
—Parece que tienes problemas.
—Si alguien me dejara escribir tranquila esto no habría pasado
—refunfuñó corriendo a la puerta para dar paso al portero y no seguir
hablando más con él.
Logró deshacerse de ambos hombres al mismo tiempo y quedarse sola.
Al menos hasta la mañana siguiente, cuando volvería para arreglar la
pared.
Un Secreto
†
Las horas pasaban de forma lenta y tortuosa. Cara vez que veía
acercarse la hora en el reloj de la pared sentía cómo su corazón
aumentaba el nervioso ritmo. Le iba a dar un maldito ataque de pánico.
«Vale, tendría que prepararme, ¿no?»
Decidió ducharse y ponerse lo más atractivo que tenía en la cómoda.
Miró el cajón de la ropa interior pensando en qué sería lo más
oportuno, y vio un conjunto oscuro con puntilla, un regalo de promoción
que le habían mandado una conocida marca. No lo había usado nunca, y
aunque le parecía bonito y muy picante, pensó que no le pegaba... Sin
embargo, las palabras de Kwon resonaban ahora en su cabeza... eso les
gustaba a los hombres, ¿verdad?
—Madre mía... espero no hacer el ridículo.
Se puso por encima un vestido sencillo con botones en el pecho, dejó
abierto el último, pues no le ataba, aunque ya estaba acostumbrada, era
algo que le solía pasar a menudo. Ella era una mujer de caderas
generosas, al igual que de pecho, pero tenía una cintura estrecha, por lo
que las tallas nunca encajaban a la perfección, pero siendo sincera... casi
nunca se probaba la ropa, simplemente la cogía y se la llevaba.
«Cintura de avispita», recordó que le decía siempre su abuela.
Se peinó los rizos lo mejor que pudo y se maquilló de forma sencilla
quitándose las gafas que, aunque solo las necesitaba para leer, se sentía
protegida con ellas. Cuando acabó se miró en el espejo... su confianza se
desplomó hasta los pies. Vale que iba a pagar por tener sexo, pero... pensar
en que el joven se sintiera obligado y asqueado le daba nauseas. Jamás
podría obligar a alguien a algo como aquello.
†
Miró de nuevo el reloj, solamente quedaban diez minutos para la hora...
estaba tan nerviosa que una debilidad aplastante ocupó cada músculo y
cada célula de su cuerpo.
—De verdad que me va a dar algo —murmuró hundiendo la cabeza en
las manos—. ¿Qué le digo?
El timbre sonó y su corazón se alzó presionando la garganta, como si
quisiera salir expulsado. De un saltó se encontró frente a su puerta, con la
mano extendida hasta la manilla, vio como le temblaban los dedos, cerró
los ojos, cogió aire y abrió sintiendo un fulgor en las mejillas.
Cuando abrió los ojos, se encontró frente a ella un chico joven, de
hecho parecía demasiado joven... Tenía el pelo rubio y tan brillante que
casi la cegaba. Con unos hermosos ojos azules y una encantadora sonrisa
blanca que relucía con mayor fuerza gracias a su piel tostada.
—Soy Johan.
—Pa-Pasa...
Mira se apartó y el muchacho entró. Era alto, y muy musculoso. Normal
que se cuidara con un trabajo como aquel, tenía que ser atractivo a la
fuerza.
—¿Tomamos una copa? —preguntó él al verla tan nerviosa.
Sirvió vino y se sentaron en el sofá, inmediatamente un incómodo
silencio se adueñó de la casa, y Mira podía sentir el peso de aquellos ojos
brillantes sobre ella provocándole escalofríos. Tenía que hablar, preguntar
y confesar, mejor darse prisa, cuanto antes acabase aquel infierno, mejor.
—Eres... —carraspeó al sentir el leve temblor de su voz— Muy joven,
¿no?
—Ah, no tanto, tengo veinticinco.
—Uno menos que yo... parecías mucho más joven, me asusté.
—Aunque sea joven tengo más experiencia que muchos treintañeros
—rio con un orgullo mal disimulado.
—No... ¡no lo decía por eso!
—Por fin me miras —susurró.
—¿Eh?
Johan apoyó un brazo sobre el sofá, con la mano libre cogió la
temblorosa copa de las manos de Mira y la dejó sobre la pequeña mesa de
color blanco. Al momento se inclinó con suavidad, acercándose hasta que
ella fue capaz de sentir su aliento templado sobre los labios ya resecos.
—Espe... espera —soltó un murmuro mientras posaba una mano de
protección en la boca del joven— Antes, tengo que saber... yo entiendo que
es tu trabajo y que... bueno, aveces tienes que hacer cosas que no quieres
¿no? —nerviosa, comenzaba a tartamudear— la cosa es que... si no
quieres, no estás obligado, que yo te pagaré igual —hablaba tan rápido
que Johan se sorprendió.
—¿A qué viene eso? —preguntó con las cejas enarcadas.
Mira soltó un suspiro y agachó la mirada apesadumbrada.
—A que si te repugno, no tienes que obligarte. Te pagaré de todas
formas.
Una carcajada alta resonó por toda la casa, reía y reía hasta casi
ahogarse, como un niño frente al grupo de payasos de su fiesta de
cumpleaños.
—¿Cómo me vas a repugnar? —preguntó cuando logró frenar las
carcajadas.
—Tengo casi veintisiete años y soy virgen —soltó de pronto, con tono
seco.
La risa paró por completo devolviendo el estado de silencio a la
estancia. Él no se movió, pero la miró fijamente, no se lo creía.
—¿Lo dices en serio?
—Solo me han besado una vez —continuó sintiéndose vencida—. Eso
creo... estaba tan borracha que ni sé si es producto de mi imaginación.
—No puedo hacerlo —se levantó poniéndose serio por primera vez.
Mira se hundió al instante.
Johan la cogió de la mano y la levantó, después, agarrándola del mentón
la obligó a mirarle.
—No pienses en mierdas que no son —avisó serio al ver cómo los ojos
de Mira brillaban peligrosamente—. La verdad, ojalá todas mis clientas
fueran como tú. Pero hay algo que yo respeto, y eso es la pureza... no
quiero que el día de mañana te arrepientas de tus actos porque un
profesional del sexo te desvirgó. No es justo, te lo puedo asegurar.
Tras soltarla caminó hasta la puerta, Mira le siguió. Abrió y se giró.
—Te lo digo en serio, esta no es la manera... Pero cuando pase, espero
que me llames, te aseguro que te haré volar. Gratis —añadió guiñando un
ojo—. Será por auténtico placer, no por negocios.
—Lo siento por el viaje... y gracias —sonrió agradecida por sus
palabras mientras se estrujaba las manos— Toma.
—No hay pago sin servicio —rechazó el sobre.
—Quiero que lo cojas, de verdad que me haría feliz.
Se frotó la cabeza agradecido y cogió el dinero, Mira estaba segura de
que se lo había ganado.
—No lo olvides, llámame —pidió de nuevo girándose, entonces se paró
en seco y Mina abrió la boca sintiendo que aparecía un abismo a sus pies
—. ¡Kwon!
†
Una charla interesante, información inesperada... Encontrarse a Johan
había causado muchas cosas. Se acordaba de ese momento, horas atrás.
Salió del ascensor y se sorprendió al ver a aquel muchacho que conoció
un par de años atrás, cuando su amigo y dueño de Night Moon lo contrató.
Un sentimiento un poco agrio le invadió al verle en la puerta de Mira.
Tras el encuentro, se había propuesto sacarle toda la información de la
cita, ¡y vaya información! Johan le confesó que no pudo acabar el trabajo
cuando ella confeso su inexperiencia.
—Conociéndote, me sorprende que siga siendo virgen —admitió
acabando la copa de Whisky que Kwon le había servido—. Un caramelito
así al otro lado de la puerta... ¿en serio? Has perdido completamente tu
toque.
—¿Me lo reprochas? Tú eres al que ha contratado, y el que se ha rajado.
—Oye, oye, yo la he respetado. No me sentiría bien conmigo mismo.
Joder, cuándo me lo ha dicho y ha puesto esa cara de cordero degollado
me han dado ganas de arrancarle el vestido y matarla a polvos.
—Bueno, nada de lo que me has dicho cambia mis planes —pensó en
alto.
—Ah... ya me extrañaba que no tuvieras nada en mente —admitió
levantándose—. Se ve a la legua que es una sumisa, tu debilidad. Aunque
no es del tipo al que estás acostumbrado —avisó con picardía.
—Será mía. Ella, su virginidad, sus jadeos y esa preciosa boca me
pertenecerán.
—Veo más interés del que sueles mostrar, me intrigas. Ya me contarás—
caminó hasta la puerta con Kwon—. Y por favor, no seas una bestia con
ella.
—Parece que ya tiene un defensor —rio con irritación mal disimulada
—. ¿Te parece bien si la dejo solamente dos días en cama sin poder
levantarse? No creo que pueda ser más suave.
—Eres de lo que no hay —soltó una carcajada cerrando la puerta tras
despedirse con la mano—. Nos vemos tío.
—Cuídate.
Miró el cielo nocturno a través de la gigantesca ventana abierta, la suave
brisa le acariciaba con mimo. Apoyó una fuerte mano sobre el metal y
sonrió. Aquello iba a ser muy, muy interesante, y desde luego se
aseguraría de disfrutarlo.
Desolada
Mira abrió los ojos observando el oscuro techo. Solo había bebido una
copa, pero tenía una horrible sensación de resaca. Encontrarse a Kwon,
que la viera con Johan, que le conociera... él seguramente sabría a qué se
dedicaba el muchacho, le había dado la mejor artillería pesada para
humillarla.
—Es una broma del maldito destino, joder —se quejó levantándose.
Entró en el baño y se lavó la cara. Se miró a sí misma en el espejo.
Tenía un aspecto penoso, al otro lado solamente veía una mujer que se
sentía profundamente avergonzada y completamente vencida, su pequeña
guerra contra él estaba perdida. Debía evitar encontrárselo por todos los
medios posibles.
—Pues nada, intentaremos levantar la cabeza como sea —dijo
intentando animarse.
Desayunó desganada y se sentó frente al ordenador comenzando a releer
su manuscrito. Amanda tenía razón, las escenas de sexo daban verdadero
asco... ella había leído cientos de libros eróticos y todos ellos eran mucho
mejor que el suyo. El resto estaba genial, la historia, los personajes y los
sentimientos... el problema era que fallaba en lo más importante, lo que
realmente atraería a la mayoría del público.
Se pasó el día leyendo fragmentos de libros, pero todo cuanto se le
ocurría, no iba más allá del plagio, y para colmo, mal hechos y sin
sustancia. Definitivamente, ella no iba a llegar al límite de copiar, eso
jamás.
Al caer la noche era incapaz de conciliar el sueño, e irónicamente al fin
tenía paz, para su suerte, parecía que Kwon había ido a copular a otro
lugar.
—¿No está? —se preguntó al cabo de un rato. Colocándose de rodillas,
apoyó la cabeza en la pared, cerrando los ojos... su imaginación le jugó
una mala pasada al crear una nítida imagen de aquel hombre desnudo,
sudado...
Suspiró, era endiablado, cruel... pero un Dios quedaría a la altura de sus
zapatos de firma italiana. ¿Que si era sexy? Sí, desde luego que sí,
infernalmente caliente, tal y como dijo su vecina. Vale que no habían
empezado con buen pie, y que la irritaba de sobremanera, pero había que
ser sincera, especialmente con una misma.
†
Amaneció y ella apenas había dormido, pensó e imaginó toda clase de
escenas, pero cuanto intentó plasmarlas no lo consiguió, no del todo, al
menos. No podía describir lo que sentía su protagonista al ser atada,
lamida y extasiada. Entonces, el teléfono resonó perforándole las sienes y
sacándola de su tortura mental, estaba cansada, amargada y asqueada de
absolutamente todo, la voz chillona y alegre de Amanda al otro lado le
ordenó ir a la oficina de la editorial a las doce en punto, tenía una
magnífica sorpresa para ella.
Sin prepararse más de lo necesario y con unas gigantescas ojeras en la
cara, salió no sin antes asegurarse de que Kwon no estaba cerca, en aquel
momento le apetecía bien poco aguantar sus ataques.
Llegó, subió a la última planta, saludó a la joven y simpática secretaria y
entró suspirando. El lugar estaba un poco oscuro, Amanda se encontraba
sentada en su escritorio mirando el ordenador y en la ventana del fondo
había una silueta.
—¡Llegas tarde! —la riñó con cariño al tiempo que se levantaba para
abrazarla.
—Lo siento, he pasado una noche de perros... —se frotó la frente con
cansancio y besó a Amanda en la mejilla como saludo.
—¡Podías haberte arreglado mujer! Tenemos un invitado —añadió con
un tono más discreto—. Menuda suerte tienes, maldición.
—¿De qué hablas?
Frunció el ceño confusa. Después hubo un terremoto bajo sus pies que la
hizo tambalear, la silueta se había girado, le veía sonriente y con las
manos metidas en los bolsillos. ¿Por qué estaba Kwon allí?
—¡Cielos, estás pálida! Crisrty, trae un Té de inmediato —ordenó a la
secretaria con un fuerte y seco grito. Cogió a Mira por el brazo y se la
llevó, la muchacha tenía cara de haber visto un fantasma—. Deja que te
presente. Kwon trabaja con la mayoría de empresas de juguetes eróticos,
es directivo en las más grandes y administra un club privado y exclusivo.
Si hay alguien en el mundo capaz de ayudarte, sin duda es él.
—Tú... ¿Qué haces aquí? —tartamudeó con los ojos abiertos de par en
par sin aceptar la mano que él tendía.
—¡Pero bueno! ¿Os conocéis?
—Por supuesto, somos vecinos —Mira pudo sentir en lo más hondo de
su ser el disfrute de aquel diablo.
—¡Genial! —Amanda soltó una carcajada de alegría que no sacó a Mira
de su estado— Eso hace todo más fácil. Mira, él te enseñará todo lo que
necesitas, responderá a tus preguntas y te ayudará en todo, será tu mentor
sexual —bromeó.
Está vez definitivamente había llegado el fin del mundo, de su mundo...
no podría librarse de él ni aunque le escupiera en la cara.
—Es fantástico que viváis uno junto al otro. 24h al día disponible, una
maravilla, ¿eh? —continuó Amanda empujándola de forma sutil a la
salida, no la dejó replicar absolutamente nada—. Pues tómate el Té que te
ha preparado Cristy, vete a casa y manos a la obra. El tiempo apremia y
necesitamos el libro en menos de tres meses. ¡Suerte!
La puerta se cerró a su espalda y ella, estática, intentaba procesar
mentalmente todo lo que acababa de ocurrir.
—Va a ser divertido, mentor de una «virgen». Qué interesante —escupió
vacilante mientras se frotaba la barbilla pensativo.
«Maldito Johan, no perdió el tiempo en contarle todo...»
—¿Lo estás disfrutando no? —escupió ella con enfado.
—Sí, ciertamente.
Mira soltó un gruñido y comenzó a caminar tras darle las gracias a la
secretaria y pedir perdón por no tomar el Té. Necesitaba meterse en casa,
debajo de la cama y tirarse de los pelos entre gritos de frustración. Por
supuesto, el día no había terminado, Kwon la siguió de cerca hasta los
apartamentos. Ya en el ático y antes de poder entrar en su casa, él la agarró
del brazo sin dejarla adentrarse a su refugio.
Le miró enfadada.
—Dame el manuscrito, quiero leerlo y saber en qué fallas o necesitas
mayor refuerzo.
Increíblemente se puso serio, no hubo burla ni nada insultante... ¿Se lo
iba a tomar en serio? Si ese era el caso, tal vez podría ser de gran ayuda.
—Te lo doy ahora, tengo un par de copias impresas.
Segundos después le dio el taco de papeles impresos y vio como entraba
en casa sin decir nada más, desde luego que con la cara seria parecía otro
hombre.
—¡Mier...! —no cerró la puerta, y estuvo a un paso de aporrear la de él
— Seré idiota... maldita estúpida.
Entró refunfuñando, pues ni había pensado en que Kwon podría darse
cuenta de que el personaje masculino era clavado a él, incluso el detalle de
su origen asiático estaba plasmado en el libro. Otra bomba más que le
entregaba sin esfuerzo.
—Me rindo ante mi estupidez, qué más da... —comenzó a recoger la
casa intentando deshacerse de la frustración que emanaba de cada célula de
su ser—. Si hasta sabe que soy virgen, de perdidos al río... Lo único que
me tiene que importar es que el libro salga y sea perfecto. ¿Y qué diablos
hago hablando sola?
Hablar sola se estaba convirtiendo en algo demasiado común en ella.
Desde que se había mudado a aquel lugar algo empezaba a ir mal en su
cabeza.
Intrusión
A unque ya era plena noche y solo había una lámpara encendida, Kwon
estaba cómodamente sentado en un sillón blanco, con las piernas cruzadas
y la cabeza apoyada sobre su puño izquierdo. Junto a él, en la pequeña
mesa de cristal, había una copa a medio llenar y una botella recién
empezada.
En su cara se dibujaba una sonrisa ladeada, y es que resultaba ser
irónico que aquel hombre fuera exactamente igual que él, era tan evidente
que se había basado en su persona, que pensó que era tonta por no haber
intentado disimularlo.
Aunque en su opinión personal, aquel protagonista era demasiado
blando, lo pasó por alto teniendo en cuenta que Mira aún no conocía su
verdadero y perverso lado oscuro, por supuesto, por el bien del libro,
tendría que conocerlo...
—Cualquiera con experiencia que lea este libro... —murmuró dando un
largo sorbo— se dará cuenta de que es virgen. Alguien que no sabe lo que
se siente, jamás podría describirlo con palabras.
Miró el reloj, rozaban las doce de la noche. Tenía el pequeño impulso
de levantarse e ir a la casa de al lado, le había excitado pensar que se había
basado en ellos dos para escribir su libro, y seguramente así era, estaba
seguro de que había despertado algo más que molestia en aquella
muchacha sencilla. Negó con la cabeza riendo, no se podía ni imaginar el
sufrimiento de un cuerpo tan abandonado al que le había negado el mayor
de los placeres... que existía en la vida.
¡Qué desperdicio de mujer!
Claro, que también tenía curiosidad por conocer los motivos de aquella
situación, porque no parecía una chica tan tímida, ni depresiva... Le
causaba mucha curiosidad saber qué la llevó a permanecer tan inmaculada.
†
Otra horrible mañana en la que Mira se levantó con la espantosa
sensación de resaca. Mudarse allí pasó de ser algo nuevo y excitante a
convertirse en un peso sobre todo su ser. ¿Por qué tenía tan mala suerte?
Mientras desayunaba escuchó cómo la puerta de al lado se cerraba de
golpe haciendo brincar su corazón, pues por un momento pensó que su
timbre sonaría estrepitosamente, pero los segundos pasaron y nada de lo
que imaginó acabó ocurriendo. Automáticamente miró el reloj, que
marcaba las ocho en punto. ¿Tendría que ir al trabajo?
«Relájate...» Se dijo a sí misma, las paranoias comenzaban a volverla
loca.
Decidió no tocar el libro hasta escuchar el veredicto de Kwon, que supo
desde el principio, acabaría escociendo como si pusiera sal en una herida
abierta. Aquel hombre disfrutaba metiéndose con ella.
†
Pasó la mañana recogiendo la casa, bajó a comprar algunas cosas para
llenar la vacía nevera y se volvió a sentar en el sofá. Estaba nerviosa, ¿por
qué tardaba tanto? Igual no había leído aún el libro... Y si ese era el caso,
tal vez tenía una oportunidad de cambiar al protagonista masculino para
que no se pareciese a él.
«No es una mala idea...»
Sí, podría ser efectivo... De un salto corrió al ordenador y comenzó a
modificar las cien páginas que tenía hasta aquel momento. Media hora más
tarde puso la impresora en marcha y suspiró pensando que podría haber
llevado a cabo el plan en cuanto él salió de casa, ¡qué estúpida era!
Vale, se había dicho que le daba igual que Kwon se diera cuenta, pero
tras recapacitar y percatarse de que aquello era como decirle a la cara;
«quiero tener sexo salvaje contigo a pesar de ser virgen», se sintió morir,
ridícula y una verdadera cabeza hueca.
Cogió el taco de papeles con los nuevos cambios y salió al balcón,
dónde un pequeño muro separaba una casa de otra. No era muy alto,
apenas metro y algo, una silla ayudaría a saltarlo sin problema. Buscaría
rápidamente el que le dio ayer y daría el cambiazo.
Entró por la puerta de cristal, a aquella altura no era necesario tener
pestillos, a menos, claro está, que apareciese Spiderman convertido en
ladrón.
Observó la casa en busca del manuscrito, lo vio junto a una silla y le
pidió a todo ser supremo que no lo hubiese abierto aún. Se dejó caer en el
sillón aterrada y lo ojeó, no había marcas ni páginas señaladas, por lo que
no creyó que se lo hubiera leído tan rápido, así que...
¡Maldición!
Alguien acababa de meter una llave en la cerradura.
«Oh joder, joder, joder... Estoy muerta».
Miró buscando un escondite, pues estaba demasiado lejos del balcón,
pero se acabó paralizando el tiempo y le vio allí, claramente sorprendido,
con los ojos abiertos de par en par y las finas cejas enarcadas. La sorpresa
era palpable en su níveo rostro.
«El apocalipsis...»
Entró sin apenas cambiar su expresión y cerró la puerta a su espalda con
fuerza.
—¿Tienes algún extraño fetiche? No te pega eso de colarte en casa
ajenas...
—Yo... yo...
¿Qué podía decir en su defensa?
—Oh... —murmuró él bajando la vista y mirando la mano de Mira,
donde agarraba el taco de papeles con tanta fuerza que las primeras
páginas se habían doblado— Tarde.
Dejó las llaves sobre una cómoda de oscura madera que descansaba
junto a la puerta y se quitó la chaqueta caminando hacia ella, que tragaba
saliva horrorizada. En la cara de Kwon se anchó de pronto, una siniestra
sonrisa.
—Ya he disfrutado de la lectura. ¿Así que soy tu fantasía sexual? Es un
verdadero alago teniendo en cuenta que eres virgen.
Mira sintió un mareo, y sí, seguramente se puso pálida por la impresión
de sus impertinentes palabras.
—Sin embargo, no me conoces —continuó—, porque de hacerlo no
habrías escrito de forma tan suave.
La rodeó con pasos pequeños y se puso a su espalda, Mira observaba al
frente, quieta como una estatua. Brincó cuando sitió el peso de sus manos
sobre los hombros.
—Lo... lo siento... yo...
—Tú... —la cortó— Pensaste que te podías colar en mi casa, dar el
cambiazo y largarte tan contenta sin que me enterase.
Presionó hacia abajo y la sentó en la misma silla en la que él estuvo
descansando la noche anterior mientras leía. Después cogió el manuscrito
original y lo abrió.
«... Apretó con los dientes los duros pezones y ella se revolvió agarrando
las sábanas, después llevó una de las manos hasta su pelo resolviéndolo...»
Leyó en voz alta sin inmutarse.
—Este párrafo es uno de los pocos realmente creíbles que hay en todo el
libro. Aunque sinceramente, yo preferiría que en ese instante, estuvieras
bien atada, pareces ser de las que sueltan golpes —soltó atrayendo su
mirada estupefacta—. Ahora dime porqué eres virgen.
—¿Qué?
—Responde —apremió volviendo a posar las manos sobre sus hombros
temblorosos, de forma que no podría levantarse y salir corriendo.
—No sé...
—Quiero saberlo, me provoca curiosidad.
—Simplemente pasó así...
—Simplemente pasó así... —repitió pensativo— Tu libro dice mucho
más de ti de lo que piensas. Pueden verse tus deseos, y la parte en la que la
protagonista tan inocente acaba masturbándose de forma desesperada... la
verdad es que me excitó imaginarte de la misma forma, sé que te basaste
en tu propia experiencia, es la parte del libro más creíble.
¡Qué horror! Lo peor fue que tenía razón, pero era algo tan íntimo y
privado... que admitirlo delante de aquel monstruo la mataría. Por supuesto
que se había masturbado, era una mujer joven, sana y llena de deseo.
—Claro que tocarse a uno mismo no tiene nada que ver a que lo haga
otro.
—Quiero irme —susurró suplicante.
Comenzaba a sentirse mal, ridícula, estúpida... se estaba riendo de ella
tan descaradamente que comenzaban a escocerle los ojos.
—Vamos, no hay prisa —canturreó.
—¿Disfrutas haciéndome sentir mal? —rugió ella de pronto sacando
una ira hasta entonces escondida, que emergía furiosa desde algún oscuro
algún lugar— No todos somos tan impresionantes como tú. A la gente
normal nos rechazan a menudo, más si encima la mitad de tus amigas son
modelos y la otra mitad lo parecen. ¿Quién diablos va a querer acercaste a
ti si tienes al lado a una Naomi Campbell? —explotó mirándole y
perforándole con enfado.
—Es bueno que saques esas mierdas —respondió sin mostrar ninguna
expresión. Aquello la descolocó.
—¿Crees que los hombres preferimos a las modelos? —preguntó
levantándola de la silla y sintiendo su temblor casi como propio— Puede
que los chavales de dieciocho años, por modas y gilipolleces así, sí. Pero
cuando ya vas teniendo una edad prefieres una mujer de verdad.
Apartó las manos de sus hombros y las puso de golpe sobre sus caderas
redondeadas.
—Esto es lo que buscamos, esto es femenino y hermoso —ella giró la
cabeza y le miró de soslayo, le sorprendió ver sinceridad en sus brillantes
ojos grises, totalmente inesperado según lo que conocía de él. Provocó
que su corazón latiese reviviendo—. Personalmente no se me pone dura
con una mujer huesuda que perfectamente podría partirse con cualquier
práctica sexual que vaya más allá de... un simple mete saca —prosiguió
con un desdén de manos.
«No se avergüenza ni un poco...» Pensó anonadada. «Eso es confianza en
estado puro».
—Esto también es importante —subió las manos colocándolas justo
debajo de sus pechos, presionando levemente para que se alzaran
estremeciéndola—, lo natural es esencial. Un delicioso movimiento puede
hacer que se muevan de forma espectacular.
Mira comenzaba a sentir que estaba en un sueño, húmedo y excitante.
¿Lo hacía apropósito? Su ropa interior empezaba a pegarse de forma
molesta ante la creciente humedad. Sentir aquellas manos tan cerca... en
aquel instante le habría gustado que las subiera hasta cubrirlos por
completo, que apretase y sentir aquel éxtasis.
—Jamás serás capaz de escribir algo bueno si no lo experimentas en
primera persona —aquello lo sintió como un balde de agua helada.
—Lo intenté... —dijo sin pensar.
—¿Con Johan? —sonrió maliciosamente— Va de duro, pero en el
fondo es un chico demasiado amable. Sin embargo... ¿Cómo dijo?
—continuó preguntándose a sí mismo. Después le susurró en el oído—
Algo así como; «me han dado ganas de arrancarle el vestido y matarla a
polvos».
—Eso no tiene gracia.
—No, claro que no. La verdad no tiene que ser graciosa.
Con cada palabra, cada frase... la descolocaba más aún. Empezaba a
dudar de si se estaba insinuando, si se estaba riendo, quedándose con ella
o, simplemente le estaba dando unas útiles lecciones. Se sentía agobiada y
al no saber cómo tomarse aquello, no supo cómo actuar.
—Vale —se decidió tras unos segundos pensativa—, lo pillo. Haré algo
al respecto, puede que con...
—¿Con quién? —en aquel momento, a Mira le pareció escuchar tensión
en su voz— Si pensabas llamar a Night Moon para que te manden a otro,
olvídate. Ya me he encargado de avisar de que no te atiendan. Soy tu
mentor, y estoy aquí para enseñarte.
—E... ¡HEY!
Kwon se deshizo de los escasos centímetros que separaban sus manos de
la totalidad del pecho y los aprisionó con fuerza. Ante la impresión, Mira
le agarró las manos, no se había esperado aquella intromisión tan
descarada con la que la pilló, completamente desprevenida. Hizo que su
corazón saltara por los aires.
—Solo quiero que lo sientas, no seas vergonzosa.
—¿Cómo... Cómo no lo voy a ser?
—Te tiembla la voz —afirmó.
—¿Eres idiota? —le salió un gemido cuando masajeó los pomposos
pechos de forma excitante.
—¿Te atreves a insultarme en esta situación? Eres muy atrevida vecina,
pero no te olvides de que hay formas de quitarte esa agresividad.
La soltó de pronto y ella se abalanzó hacia delante, se giró y le miró con
ojos acusadores. Él sonreía de forma cautivadora.
—Esa mirada... ¿en serio? Solo ha sido una pequeña e inocente
intromisión, y no estás desnuda —comenzó a caminar hacia ella
quitándose la corbata—. No te olvides de que tú te has colado en mi casa,
donde yo soy rey y señor.
Mira comenzó a caminar hacia atrás sin quitar los ojos de Kwon.
—La verdad es que nunca pensé que mi quejica vecina fuera tan
deliciosa —admitió de pronto descuadrándola—. Supongo que en el
fondo... ¿te molestaban los gemidos por envidia? Eso es un pecado muy
feo.
—Te has... ¿vuelto loco? Yo no tengo ninguna envidia —mintió. Abrió
los ojos como platos y le señaló con un dedo acusador— ¿Q-Qué haces?
Kwon comenzó a desabotonar su camisa blanca.
—No me gusta que en el libro describas tan poco de mi cuerpo, me
cuesta muchas horas de gimnasio mantenerlo —admitió dolido—, así que
quiero que lo veas bien, que lo toques.
—No voy a tocarte.
—¿En serio? Acabarás suplicándome.
Abrió la boca un poco impresionada, vale que lo que comenzaba a ver
bajo la tela era merecedor de todo elogio. Pero, ¿cómo podía ser tan
descarado? ¿Y cómo podía verse tan endiabladamente sexy quitándose la
ropa?
Sus ojos rasgados estaban fijos en ella, brillando con aquel color gris
tan espectacular. Era excitante, no podría negarlo aunque quisiera.
Dejó de dar pequeños pasos atrás mientras él continuaba acercándose.
Ya no estaba segura de querer escapar después de que tirase la camisa al
suelo. Aquel torso tallado a la perfección y su nívea piel... ¡no era del
planeta tierra!
Al cabo de unos segundos se paró frente a ella, llegando una cabeza más
allá que Mira. Ella miraba al frente, la piel parecía tan suave... Nunca había
tenido a un hombre semi desnudo tan cerca y, desde luego, verlo en la tele
no le provocaba aquel cosquilleo.
Kwon le cogió las manos mientras ella permanecía en alguna clase de
trance y las posó sobre su pecho. Mira pareció despertar de pronto y le
miró sorprendida.
—¡Me da vergüenza! —gritó con un hilillo de voz.
Él se sorprendió ante la sinceridad de la muchacha, pues había esperado
que mostrase timidez. Desde luego que aquella chica era interesante, le
provocaba ternura ver que su sinceridad era causada por su inocencia al
experimentar su tacto, por primera vez.
Cruel Mentor
Era tan suave como el terciopelo, tanto que su mente comenzó a traer
escenas de libros devorados con ansia hasta su imaginación, provocando
así que quisiera sacar la lengua y lamer cada parte de aquel cuerpo
templado y escultural. ¿Qué diablos le estaba pasando?
—Creo que no es justo que sea el único en quitarse la ropa —murmuró
llevando las manos esta vez, a la blusa azulada que vestía Mira y,
dirigiéndose con rapidez hasta los primeros botones.
—¡Oye, oye! —le paró— Te has desvestido porque has querido, yo no
te he obligado...
Enarcó una ceja y ella fue bajando el tono de voz.
—Date la vuelta —ordenó con un movimiento de mano.
Con cierta desconfianza, decidió hacerlo. Inquieta, giró un poco la
cabeza para mirarle, pero con otro gesto de dureza por parte de Kwon, se
puso derecha de nuevo observando la casa expandirse frente a ella.
Kwon le cogió las manos y se las llevó con él poniéndoselas a la
espalda. Ahí sintió que juntaba ambas muñecas y las metía a través de algo
suave y aterciopelado. Al momento el peso de sus manos cayó sobre los
hombros, donde con la agilidad de un felino bajó la blusa quedándose
Mira en sujetador sin previo aviso, uno de los botones salió disparado
perdiéndose en el suelo.
—¡Oye! Pero qué...
La electricidad recorrió parte de su cuerpo, naciendo en el cuello, justo
en el punto en el que él la besó y mordió suavemente y, aunque su mente se
nubló, logró recordar que en el libro había una escena parecida...
Poco rato después, Kwon se puso frente a ella, estaba anormalmente
serio, pareciendo ser otra persona completamente nueva y diferente. Mira
comenzaba a estar sonrojada, la sangre se arremolinaba con emoción
coloreando sus mejillas.
Las tiras del sujetador se deslizaron con suavidad haciéndole cosquillas
y poniéndole la piel de gallina. A punto de verse todo lo que se podía ver,
Kwon se inclinó agarrándola por las piernas y alzándola. Mira gritó
cuando la sensación de vacío creó en ella la impresión de caer al suelo
dolorosamente, pero no hubo golpes, acabó con la templada mejilla
pegada en su férreo hombro. Sin perder un segundo más, comenzó a
caminar con ella a cuestas, atravesando una puerta y adentrándose en su
habitación, lujosa y un poco extravagante.
La cama era blanca con adornos dorados, el palo del dosel se enroscaba
de forma magnífica emulando la figura de un poderoso dragón y a cada
lado podían verse dos mesitas de color gris perla. A la izquierda de la
estancia, había un enorme ventanal que ocupaba más de media pared, junto
a ella, un armario empotrado de puerta doble, y finalmente, a la derecha,
vio una puerta cerrada que seguramente llevaría a su baño.
De golpe la lanzó y, de no haber tenido las manos atadas a la espalda, se
habría aferrado a él como una garrapata impidiendo así caer. Su corazón
no estaba en situación de aguantar aquellos sobresaltos.
—¿Te has dado un golpe en la cabeza?
—Hoy estás más gruñona que de costumbre —espetó cruzándose de
brazos y enarcando una ceja—. Pero te lo perdono, pronto se te pasará.
Inclinándose un poco y alargando las manos, se apoderó de las caderas
de Mira, alzándola así un poco para colocarle el trasero sobre las muñecas
atadas. Los dedos se movieron con agilidad hasta los botones de su
pantalón, que en un par de segundos ya estaban desabrochados mostrando
una pequeña parte de la blanca ropa interior que escondían.
—¡Espera! —gritó cuando sintió la presión de la tela bajándose—
¡Kwon!
—¿Me vas a decir que te da vergüenza? —rio.
—Claro que me da vergüenza, ¡idiota!
—Así que soy idiota... —murmuró rascándose la barbilla— Creo que es
mi deber hacer que te arrepientas de decir eso, y como te da tanta
vergüenza —teatralizó—, te quitaré las bragas y te ataré las piernas a la
cama para verlo absolutamente todo, me sentaré y me tomaré una copa de
vino disfrutando del momento.
«Tiene que estar de broma...» Pensó incapaz de hablar. Se puso pálida
como un muerto... no sería capaz de hacer eso, no.
Cuando los pantalones bajaron hasta sus rodillas, comenzó a sentir un
horrible hormigueo, la mezcla de miedo y excitación la confundían por
completo. Gritó su nombre cerrando los ojos con fuerza, imaginar que
cumpliría su aviso, casi la hacía desear la muerte.
—Siento... siento haberte llamado idiota —admitió cuando las manos de
Kwon se apostaron sobre la fina goma de las bragas—. Por favor, por
favor... lo siento...
—Aunque te lo has ganado, esto no es un castigo Mira —se volvió a
poner serio—, la verdad es que ahora mismo solo pienso en mi disfrute
personal. Me beberé esa copa de vino con placer mientras observo todo tu
esplendor, de eso no te vas a librar.
—¡Kwon, Kwon, no! —suplicó sintiendo que se ahogaba.
La tela comenzó a deslizarse a pesar de que ella cerraba las piernas con
todas sus fuerzas, aquello solamente creó molestia en su piel suave y
sensible.
—No intentes parar lo inevitable —pidió negando con la cabeza.
Sintió ganas de llorar cuando la prenda atravesó sus tobillos para caer al
suelo. A pesar de tener las piernas cerradas como las pinzas de un
cangrejo, se sentía completamente expuesta.
Nunca había pensado que estar tan desnuda frente a alguien fuera tan
vergonzoso, pero igual era porque ese alguien, resultaba ser él.
—Te he pedido perdón, ¡maldita sea! —lloriqueó mientras le temblaba
el labio.
—Y yo te he dicho que esto no es un castigo. ¿Lo ves así? Aunque me
siento un poco mal... ver esa cara hace que merezca la pena. Eres más
dulce de lo que pensaba, y de lo que tú misma crees. Vas de dura para
protegerte de la gente, para no necesitar la protección de nadie más que de
ti misma.
—Dices tonterías... ¿Qué haces...?
El se giró caminando hasta el armario empotrado, lo abrió y Mira
escuchó un tintineo. Cuando volvió a su posición levantó con rostro
triunfante una fina cadena de brillaba de forma espantosa. A los extremos
había ataduras y cuero. A los dos segundos sintió como se abrazaba
mortalmente a sus tobillos con suavizad, y aunque intentó revolverse no
puso todo el énfasis que pudo, pues de hacerlo habría enseñado todo, tonta
de ella, se iba a ver de todas formas.
La cadena rodeó el poste derecho enroscándose con fuerza, Kwon
comenzó a tirar y por mucho que Mira peleó, su pierna acabó alzándose y
dejándola solamente con una para protegerse, aquello se estaba volviendo
un infierno.
Volvió a suplicar que se detuviera, pero haciendo oídos sordos se centró
en el segundo y ultimo miembro. Y de un momento a otro estaba
completamente expuesta a su mirada, que caía sobre ella como una losa de
mármol hasta el punto de costarle incluso respirar.
Kwon actuó como prometió. Salió fuera y volvió con una botella de
vino y una copa, se sentó en la silla que descansaba frente a la cama y
comenzó a beber de forma relajada, observando el espectáculo que en su
opinión, no podría haber sido más esquisto.
Los minutos parecieron volverse horas, por suerte a medida que las
agujas se movían sin parar, Mira se tranquilizaba, resultaba ser más fácil
cuando asumió que una vez visto todo, ya daba igual.
El sillón crujió levemente cuando al fin se levantó, con la copa medio
llena volvió a caminar hacia ella colocándose estratégicamente. La
observó, tenía las mejillas sonrojadas y los ojos llorosos, se fijó en cómo
los cerraba ahogada por el peso de su mirada.
—El sufrimiento puede convertirse en verdadera delicia Mira —le
escuchó decir.
Se revolvió a causa de la impresión cuando sintió un repentino frío.
Miró a aquel endiablado hombre, estaba derramando parte de la copa
sobre ella, dejando caer el vino de color rojo sobre su sexo. Sonreía
altivo, lo cual le hacía ver más exótico.
Cogió una bocanada de aire, ahogando un grito cuando de pronto, su
boca se pegó a ella, comenzando a lamer todo el vino que la cubría.
Oh, aquello definitivamente no tenía nada que ver con tocarse a sí
misma.
Apenas aguantó un minuto antes de correrse por primera vez con
alguien que no era ella.
—A eso le llamo yo desesperación —se irguió lamiéndose los labios
sonrientes—. Es una suerte que estés tan caliente Mira, porque dudo
mucho que pueda esperar.
Ella le miró interrogativa, sin entender sus palabras. Pero todo cobró
sentido cuando vio que se desabrochaba el cinturón para deshacerse de
toda la ropa que llevaba puesta.
Se desvistió tranquilo, colocándose en el punto perfecto para que ella lo
viera, y vaya si lo vio... Estaba realmente excitado, aterradoramente más
bien, porque cuando vio el miembro erecto supo que aquello no entraría
por las buenas.
¿Pero, qué podía hacer? Estaba apresada, atada de pies y manos...
También asustada, pero sobre todo, excitada.
—Kwo... Kwon espera... —pidió cuando se colocó entre sus piernas,
dejándose caer sobre ella para clavar los ojos en los de Mira— No va a,
no...
Supo al instante de lo que hablaba, y desde luego que su hombría se
infló, algo inevitable. Claro que veía un ligero miedo en sus ojos
brillantes, pero también excitación y ansiedad. Seguramente era difícil
para ella manejar tal cúmulo de diferentes sentimientos.
—Simplemente confía en mí.
Cerró los ojos, tragó saliva y asintió, en el fondo deseaba
desesperadamente que aquello ocurriese, lo deseaba desde hacia tanto
tiempo... Pero aún faltaba un poco.
Kwon atrapó uno de los hinchados pezones con la boca y lo mordió
volviendo a calentar aquel suave cuerpo que luchaba por retorcerse.
Después pegó su boca a la de Mira, la devoró sin piedad durante varios
minutos y, solo paró cuando sintió que los labios color cereza de la mujer
que tanto deseo le provocaba, comenzaban a hincharse. Apostó ambas
manos en el pecho, apretando y masajeando suavemente hasta que ella
comenzó a dejar escapar suaves jadeos de necesidad, entonces bajó una de
las manos y continuó con las caricias en el centro de su placer, lo que
provocó instantáneamente una corriente eléctrica en ella, se le arqueaba la
espalda y abría las piernas hasta el extremo que su flexibilidad le dejaba.
—Sabes que al principio te dolerá —avisó. Claro que lo sabía—. Pero
después cesará, cuando tu cuerpo se habitúe. Espero que estés preparada,
porque no aguanto más, Mira...
El simple hecho de sentir su necesidad escaparse por la garganta con
aquella frase la llevó al éxtasis. Estaba como ella, lo necesitaba
seguramente mucho más incluso. Lo aguantaría, pues sabía que tras las
molestias, incomodidades e incluso la posibilidad de un agudo dolor, solo
habría puro placer.
Las extremidades se le tensaron cuando Kwon comenzó a penetrarla
hasta que casi no podía coger aire. Una horrible sensación le hizo fruncir
el ceño, durante los primeros segundos creyó que se rompería y actuó de
forma inconsciente, los músculos apretaron aprisionando el miembro de
Kwon, que incapaz de sostenerse cayó sobre ella aplastándola. Soltó un
gruñido y se quedó estático.
—Joder Mira... como no dejes de apretar me voy a correr...
—Lo sien... lo siento... —gimió.
Esperó unos segundos hasta que Mira logró relajarse, ella y los
músculos que le aprisionaban sin piedad. Ambos volvieron a respirar y
Kwon continuó su camino, suavemente volvió atrás, embistiendo lenta y
dolorosamente para él. No apartaba los ojos grises de Mira, observaba su
expresión con toda la atención que podía, esperando a que su tensión se
relajara por completo, señal de que el dolor había cesado dejando un
único camino para ambos, el placer en estado puro.
Si era sincero y mal hablado, admitiría que aquello estaba siendo
jodidamente infernal. Mira provocaba un efecto en él, que ninguna mujer
en su vida había logrado crear, le volvía loco y le hacía perder la razón...
como si ella hubiera nacido solo para él, perfecta e irreemplazable.
Mira sentía cómo su cuerpo se acostumbraba, y lentamente la sensación
se transformaba en otra hasta que comenzó a sentir un corriente extraña y
maravillosa, incluso llegó a pensar que aquel extraño frío era a causa de
Kwon, que jugaba con algún hielo... pero no, una de sus fuertes manos le
apresaba el pecho derecho y la otra se había escurrido hasta su trasero,
donde lo alzaba acomodándola a él.
Cuando Kwon comenzó a invadirla con mayor rapidez y fuerza, sintió
que se partiría por la mitad. Aún dolía un poco, pero se mezclaba con el
placer... ¿En serio había perdido tantos años de algo tan maravilloso? Su
cuerpo no se lo perdonaría jamás. Finalmente llegó el momento en el que
fue incapaz de acallar sus gemidos, perdió completamente la noción del
tiempo, del espacio y de sí misma, solo había lugar para las sensaciones,
para lo que su cuerpo reclamaba con furia.
M ás, necesitaba mucho más.
Cuando abrió los ojos aún era plena noche y, el frescor de la baja
temperatura le recorrió el cuerpo. La suavidad de las sábanas se resbalaba
por su piel desnuda. Con los ojos como platos observó el techo, sí, estaba
desnuda... y le dolía un poco el vientre, o cerca de allí, tal vez...
De pronto, los recuerdos le cayeron encima como la pesada carga de un
bombardero en plena guerra, llevándose el frescor de su cuerpo e
incendiándolo con el fuego de una bomba de racimo. Girando la cabeza
unos pocos grados, fue capaz de ver un cuerpo a su lado, al igual que ella
estaba desnudo y podía diferenciar los músculos de la espalda
perfectamente relajados y tallados, además de su tranquila respiración.
Kwon...
Apenas unas horas antes se habían acostado, fue tan prematuro que aún
tan somnolienta, pensaba que lo había soñado. Con un dedo le rozó
suavemente la espalda, era tan suave como la piel de una mujer. Mientras
le observaba, su mente voló. Ya no era virgen. Se sintió extraña al pensar
aquello... nunca creyó que algo en ella cambiaría tras vivir aquella
experiencia. Y ahora, ¿qué tenía que hacer? Se mordió el labio, comenzó a
ponerse nerviosa y el latir de su corazón martilleó con tanta fuerza que
llegó a pensar que le despertaría.
«Tal vez debería irme...» Pensó suspirando y comenzando a buscar con
la mirada las prendas que llevaba cuando se coló en la casa. «Esto es una
locura... pero tengo unas ganas terribles de escribir».
Los sucesos habían abierto una puerta cerrada y desconocida dentro de
su cabeza. Las sensaciones y los recuerdos creaban en su imaginación
decenas de escenas que sería capaz de describir utilizando sus propios
recuerdos como herramienta principal. Finalmente decidió volver a su
apartamento, la prisa apremiaba, estaba tan inspirada que habría escrito
incluso en la impoluta pared de aquella morbosa habitación. Salió medio
desnuda, gracias a Dios que solo ellos dos vivían en el ático y nadie
aparecería a aquellas horas.
Sin perder tiempo se sentó frente al ordenador y dejó que su inspiración
la poseyera cual perverso demonio. Increíble, maravilloso y excepcional...
las escenas fluían solas, sus dedos se movían con tal agilidad que en
menos de una hora había cambiado casi todas las escenas eróticas del
libro. Cuando acabó lo releyó, y ocurrió lo que tanto había ansiado... se
excitó con las palabras, que trajeron a la vez, los recuerdos de su primera
vez a ella.
El orgullo la inundó por dentro. Y lo mejor es que aún tenía tiempo para
mejorar y alargar la novela. ¡Por fin la suerte la sonreía!
Aunque continuaba sintiendo una leve molestia, casi al medio día se
duchó y tomó la decisión de darse un pequeño homenaje, iría a comer al
centro, se lo había ganado con creces. Hacía tanto tiempo que no sentía
una felicidad tan plena que había olvidado lo bien que se sentía de aquella
forma.
No era la primera vez que entraba en un restaurante lujoso, Amanda
solía invitarla a comer al menos una vez al mes y, desde que la editorial
había crecido tanto, usaba aquellos sitios con todos los clientes. Sin
embargo, aquella vez la trataron especialmente bien. El muchacho de
sonrisa arrebatadora, pelo oscuro y ojos azules parecía querer besar el
suelo que pisaba Mira, que sorprendida y casi asustada por la situación tan
estrambótica, no supo muy bien cómo tomarse aquello. Incluso cuando la
acompañó hasta su mesa, la ayudó a sentarse sosteniéndola con delicadeza
de la mano. Al girarse para ir a por un vino cualquiera, -pues lo dejó a su
elección-, ella miró la espalda ancha del joven y no pudo más que enarcar
una ceja confusa. Negó con la cabeza diciéndose que era paranoia suya,
que no estaba intentando resultar agradable ni ligar, con un suspiro bajó la
mirada para leer la carta, cuyos desorbitados precios la habrían espantado
de ser la que fue, tiempo atrás.
—Señorita... —escuchó al muchacho, que le mostró una botella de vino
— He pensado que este iría mejor. Dulce, atrevido y delicioso —guiñó un
ojo mientras mostraba una pícara sonrisa ladeada.
—Ah, no sé nada de vinos —admitió ella carraspeando con cierta
incomodidad—. Supongo que ese estará bien.
—Perfecto. ¿Ha escogido ya algo o vuelvo en un rato? Tal vez espere a
alguien...
—No, no espero a nadie —respondió evitando pensar en que aquello
había sonado extraño— Quiero esta ensalada y el plato especial de
pescado.
—Muy bien, volveré en un momento.
—Gracias.
La tensión de su cuerpo se relajó cuando volvía a estar sola. Aquel
rincón escondido que había elegido resultaba ser una buena protección,
aunque no surtía efecto en el camarero... Era guapo, ¿por qué tonteaba con
ella? No era ni había sido nunca una chica popular, y el vestido que
llevaba puesto no tenía nada de especial. Se preguntó con cierta vergüenza
si haberse acostado con Kwon había cambiado algo en ella, pues se solía
decir eso, ¿no? Que una mujer se veía más hermosa...
«Tonterías». Pensó sonriendo y negando suavemente con la cabeza.
El muchacho llegó minutos después, Mira le dio las gracias para
quitárselo de encima, porque comer siendo observada por un desconocido
resultaba ser tremendamente incómodo.
Mientras terminaba la ensalada, la dicharachera risa de una mujer le
llamó la atención, como si vibrase la vida en ella. Curiosa, se asomó
encubierta por la frondosa planta colocada estratégicamente a su lado y, la
vio. Era la mujer más hermosa que había visto jamás, sus rasgos eran
suaves, sus labios de color cereza invitaban a morder y los ojos afilados
de color oscuro parecían envolver a la gente con un brillo especial.
Definitivamente tenía que ser una Top Model. Irremediablemente se miró
en el pequeño y elegante espejo forjado que tenía al lado, colocado como
adorno sobre la pared. Se sintió un poco ridícula al compararse con la
mujer del otro lado de la planta, era como poner un cactus junto a una
pomposa rosa de color rojo sangre.
«Cada uno es como es». Se recordó sacando una sonrisa. «Y aunque no
soy ni la mitad de atractiva que ella, alguien me ha deseado de igual
forma...»
Su discurso tenía la intención de aumentar el ánimo y la confianza, pero
se cortó, pues acababa de escuchar algo que trajo recuerdos, y
precisamente aquellos recuerdos interfirieron en su terapia. Volvió a
asomar la cabeza entre las hojas, metiéndola esta vez un poco más. Vio el
perfil afilado de un hombre, un perfil que reconocería en la oscuridad más
completa. Kwon estaba allí, comiendo con la mujer y sosteniéndola de la
mano con una sonrisa que jamás había visto en él, había cariño y ternura...
lo que seguramente nunca le mostraría a ella.
Dolió, dolió como si acabasen de asestarle una puñalada en el alma.
«Es... él solo me está enseñando cosas». El pensamiento llegó tan
prematuramente que se dio cuenta al instante, de que sus defensas estaban
actuando para paliar el dolor que comenzaba a matarla cruelmente.
«Se ha acostado contigo, eso es todo, no hay nada, absolutamente nada
más... Un polvo de una noche para escribir un maldito libro». Le recordó
su demonio interior.
Mira sentía cómo el palpitar de su corazón aumentaba de ritmo ante los
nervios que llegaron mientras la respiración desaparecía ahogándola,
como si una mano invisible se aferrase a su garganta llevándola al
abismo. Le había dado su primera vez, ya está, no eran nada, ni novios, ni
amigos... Nunca pensó que dolería tanto, y de hecho, nunca dolió, en todos
los rechazos que había sufrido en su vida lloró, pero aquello... acababa de
desintegrar todo lo que había en su interior.
«¿Y si solo es una amiga?» Se preguntó.
Soltó un suspiro parando la creciente humedad de sus ojos, mantuvo la
calma unos segundos y volvió a asomar la cabeza entre las plantas.
Estaban en pie tras acabar la comida, se abrazaban de forma muy íntima
provocando en Mira una nueva puñalada. Aunque le hacía daño no podía
parar de mirar, como si en el fondo deseara castigarse por ser tan idiota,
se había enamorado de aquel bastardo de ojos grises.
Se dejó caer en la silla y observó la casi intacta comida. Después alzó la
mirada observando el techo abovedado para llevar las lágrimas otra vez
dentro, pues aquel no era el lugar más adecuado para estallar... no habría
soledad para dejar que todos los sentimientos negativos que acumulaba
fluyeran con libertad.
Un solo encuentro había provocado en ella demasiados sentimientos.
Pidió la cuenta y salió de allí como un suspiro, casi corriendo, en
dirección a su apartamento. En el momento en el que la puerta se cerró
tras ella, el bolso calló de su mano y las rodillas se le doblaron, incapaces
de sostenerla en pie.
¿Por qué dolía tanto?
«Kwon no está hecho para amar a una sola persona... En el fondo lo
sabías, estúpida. Y en caso de hacerlo, ¿por qué ibas a ser tú? Eres una
simplona».
Se encogió abrazándose a sí misma, sacarlo todo sería bueno para su
salud mental, purificarse era estrictamente necesario, tanto como si
hubiera estado expuesta a una bacteria peligrosa.
Adiós
†
La puerta se cerró suavemente a su espalda. Kwon suspiró continuando
su camino y quitándose la chaqueta para dejarla caer sobre la silla que ya
ocupó, cuando leyó el manuscrito de Mira.
—Por cierto —sonrió girándose para clavar los ojos en ella—. Un gran
libro.
—¿Lo has leído? —se sorprendió.
—Sí, Amanda me mandó una de las primeras copias impresas
—continuó sirviendo dos copas.
—La verdad es que estaba un poco nerviosa —vio cómo él enarcaba las
cejas—. No sabía si me había propasado de... explícita —se sinceró.
—En absoluto. Si alguien compra un libro erótico, eso es lo que quiere.
De lo contrario, compraría uno de simple romance, ¿verdad?
—Verdad —admitió cogiendo la copa que le ofrecía Kwon.
—Ven.
Kwon puso música suave y ambos se sentaron en el sofá de color crema.
Simplemente allí, en silencio, observando la nada y el todo.
Después de terminar la copa, Kwon terminó de relajarse, hundiéndose
en el cojín y estiró el brazo, acomodándolo para la cabeza de Mira, que
dejó caer la cabeza allí. Fue inevitable que una sonrisa apareciera en su
rostro al sentir que encajaba a la perfección. El silencio continuó, pero
nunca llegó a ser incómodo.
Aquel instante de paz y armonía fue simplemente maravilloso. Sin
embargo, la mente de Mira comenzó a dar vueltas al último medio año de
su vida... Habían pasado tantas cosas, tantos sentimientos que, parecía
verdaderamente una novela de drama. Mei no tardó en hacer acto de
presencia también, suspiró pensando en la hermosa mujer, y por un
segundo intentó imaginarse el sufrimiento que debía sentir.
«Si Kwon muriese mañana...» Pensó mirándolo de soslayo, estaba con
los ojos cerrados disfrutando del instante.
«Me volvería loca».
Había tenido muchos sentimientos negativos hacia aquella mujer, ahora
solo había una profunda pena y comprensión, ¿cómo culparla? Bastante
castigo tenía ya, con vivir el resto de su vida sin su alma gemela.
—Oye... —susurró Mira. Cuando sintió que había atraído su atención,
prosiguió— No hay nada que podamos hacer... por Mei, digo.
—Ojalá —suspiró con molestia—, llevo dos años intentándolo, pero
solo empeoro las cosas.
Dolor Ajeno
†
Kwon alzó los ojos levemente de la carta pata ver cómo Mira,
avergonzada y sonrojada, se peleaba con la servilleta. Soltó un suspiró
que solamente él sintió, preguntándose cómo había sido capaz aquella
mujer de hechizarlo de aquella manera enfermiza. Aunque si era sincero,
se dejaría embrujar una y otra vez.
La cena,fue tranquila, normal y divertida. Mira no había tenido muchas
citas, a excepción de que una vez fue al cine con un amigo, pero se podía
acostumbrar a tenerlas con mucho gusto, ya que así, veía a otro Kwon. La
cercanía entre ellos crecía a pasos agigantados y, mientras terminaba su
segundo plato, pensó en lo difícil, por no decir imposible, que le
resultaría seguir viviendo sin tenerle a su lado.
—Ah, se me olvidaba decirte una cosa —recordó mientras caminaban
en busca del coche de Kwon.
—Lo sé. Mei me ha llamado, me ha contado todo —a dos pasos frente a
ella, se paró.
—¿He hecho mal? —se preocupó Mira, al ver su espalda un poco tensa.
—En absoluto —mustió girándose, tenía los ojos vidriosos—. Nunca
podré estar lo suficientemente agradecido. Mei es como una hermana para
mí, ya lo sabes, y era muy frustrarte no poder ayudarla, mi simple
presencia empeoraba las cosas... y tú, en un par de horas, has logrado lo
que muchos llevamos intentando dos años.
—La verdad es que no he hecho gran cosa.
—Ni te lo imaginas.
Con dos pasos se acercó a Mira y la besó con necesidad, haciendo que el
carmín se esparciera por las bocas de ambos, manchándolos. Después se
miraron intensamente, haciendo que el calor de los cuerpos aumentase en
gran medida.
—Más vale que nos demos prisa, o me comeré aquí el postre —avisó
Kwon poniéndose serio.
—No serás capaz —murmuró Mira con tensión.
—Aún no sabes de lo que soy capaz, pero lo sabrás... con el tiempo.
—Eres diabólico, ¿lo sabes?
—Claro —rio entrando al coche—. Y muy sexy.
Mientras volvían a casa, Mira observaba de soslayo cómo conducía.
Decir que no le gustaba que se comportase así, sería mentir. Claro que le
gustaba, más aún, le encantaba. Hacía que se sintiera superior, la más
especial y, lo más importante, única a sus ojos, que al final era su anhelo
más grande.
Cuando llegaron, aparcó en su plaza, salieron cerrando el coche y
comenzaron a caminar hacia el ascensor de la mano, como una pareja más
entre miles.
Aquellos segundos fueron eternos para Mira, que ardía en deseo de
llegar, de que le arrancase el vestido y de sentir la piel de ambos
acariciándose mutuamente.
—¿Tienes que coger algo de casa? —preguntó cuando llegaron a las
dos puertas.
—Pues... creo que no.. pero si necesito algo ya vendré.
—No creo que tengas tiempo mañana —avisó metiendo la llave en su
puerta— Cuando se cierre esta puerta, no sé cuando volverá a abrirse.
—Entonces, voy a por el pijam...
—Tarde —sentenció cuando abrió la entrada de su casa, agarrando acto
seguido el brazo de Mira e introduciéndola de un tirón sin darle tiempo a
responder.
—¡Eres un tramposo! —gritó, sabiendo que lo había hecho apropósito
— ¡No pienso pasearme desnuda por tu casa!
—Eso ya lo veremos, pero antes de nada hay que desnudarte. Lo bueno
de este vestido es que —continuó posando las manos sobre sus hombros
tensos—, si deslizas los tirantes lo suficiente, cae sin remedio.
Con un rápido movimiento y en apenas un segundo, el vestido color
burdeos cayó hasta los tobillos de Mira, que con solo la ropa interior
cubriendo una parte de su cuerpo, sintió un escalofrío en el pecho
desnudo.
—Ya no estás tan enfada ¿no? —preguntó con inocencia.
—Cla-claro que lo estoy, idiota. No me quites la ropa así.
—Te gusta demasiado llamarme idiota —entornó la mirada divertido—,
pero no creo que se pongan duros porque realmente lo sea —terminó
bajando la vista hasta la zona más rosada de su pecho, que se fruncía con
cada letra que él pronunciaba.
Cuando iba a responder, seguramente con otro insulto defensivo, no le
dio tiempo, pues agachó la cabeza dándole un mordisco con delicadeza.
Teniendo Mira en aquel momento la boca abierta para soltar la respuesta,
el gemido salió disparado sin poder reprimirlo ni un poco.
—No es justo —se quejó ella rodeándolo por el cuello con los brazos
—, siempre me pillas... desprevenida.
—Ya aprenderás a cogerme tú por sorpresa —respondió sin apenas
separarse, pues los brazos de Mira no se lo permitían—. Y lo espero con
ansias.
Posando las manos férreamente en las caderas de Mira, la alzó para
llevársela dejando allí el vestido, en el mayor de los olvidos. Con cada
paso, el deseo de ambos comenzó a crecer sin freno, hasta el punto que en
un simple segundo, Mira sintió la dureza de Kwon apretando contra su
ropa interior.
Un beso tras otro les llevó a la cama.
—No sé qué me haces Mira, pero pierdo el sentido —admitió lanzando
un furtivo beso sobre el cuello.
—¿Me lo dices tú? —jadeó con desesperación cuando sintió cómo se
deslizaba su ropa interior desapareciendo por los tobillos— Por tu culpa...
no puedo ni pensar...
—Hoy dejaremos los preliminares para más tarde —avisó separándose
para mirarla a los ojos.
Tras un inesperado y rápido movimiento, Mira se encontró con la cara
pegada a las suaves sábanas de color gris. Las manos se aferraron a ellas
agarrándolas con fuerza cuando él, impulsando las caderas hacia arriba, le
levantó el trasero, dejándola así de rodillas y más expuesta de lo que quiso
estar.
—No... —jadeó de nuevo cuando la mano de Kwon se deslizó desde su
trasero, bajando la pequeña inclinación que creaba su espalda.
Más suavemente de lo que su propio cuerpo deseaba, fue
introduciéndose en el interior, dándole tiempo a Mira a relajarse tras la
irrupción. El balanceo suave comenzó a mecerla de delante a atrás,
obligándola a cerrar los ojos y a morder la sábana para acallar algo que,
sin remedio, se escuchó de todas formas. Con una hábil mano, Kwon llegó
a la zona más sensible y húmeda al tiempo que aceleraba las embestidas.
Aquella caricia estuvo cerca de hacer explotar a Mira, que casi se veía
completamente invadida.
—No aguanto... —casi suplico.
Evitando que de un segundo a otro, Mira llegase al mayor clímax y, para
disgusto de la muchacha, dejó las caricias para llevar ambas manos hasta
sus redondos pechos, donde presionó logrando alzarla entera hasta quedar
prácticamente suspendida en el aire. En aquella posición, Mira casi sentía
que Kwon era capaz de llegar hasta su alma, e incapaz de reprimir la
necesidad de su cuerpo, aquella bomba alojada en su vientre explotó
expandiéndose hasta las puntas de los dedos de los pies.
Gritó, jadeó, tembló y se retorció cuando él no paró, creando de nuevo,
un intenso hambre que casi la llevó a la locura.
El sudor se deslizaba haciendo cosquillas, Mira había perdido la
percepción del tiempo, ni siquiera sabía que un hombre pudiera aguantar
tanto. Pero una vez tras otra, Kwon la tomó hasta que las mentes de ambos
se quedaron en un simple color blanco, dejando todos los sentidos única y
exclusivamente para sentirse el uno al otro. Y, a pesar de que jamás había
leído el famoso libro del Kamatsura, estaba segura de que estaban
siguiendo aquella interesante guía, posición a posición, tanto que sus
músculos comenzaron estremecerse y a tirar con fuerza hasta que no pudo
más.
¿El cielo?
No era nada comparado con aquel momento eterno.
Los pequeños copos de nieve caían con timidez hasta el suelo, donde se
iban juntando creando un infinito manto blanco que provocaba, que la
vista de Mira se perdiera en el horizonte. Ya era invierno, y ella observaba
en soledad desde aquella ventana, el imprevisible mañana. Pensaba y
recordaba, había sido casi año y medio desde su mudanza, ahora, estaba
vestida de blanco y sonreía emocionada.
Los recuerdos se vieron interrumpidos cuando la puerta a su espalda se
abrió.
—¿Mei...? —sorprendida por su presencia, vio un cambio radical en su
angelical rostro.
—Hola Mira, estás preciosa —admitió acercándose.
—¿Ya estás bien? ¿Puedes ver a Kwon? —se preocupó.
—No del todo —admitió Mei—, pero no me perdonaría no estar hoy
aquí, y él tampoco lo haría —confesó pensando en el fallecido hermano
de Kwon.
—¿Sabes Mei? —llamó su atención sonrojándose un poco— No lo sabe
nadie pero... Yesung...
—¡Cielos! —gritó por la sorpresa— ¿Estás embarazada?
—No grites, Kwon aún no lo sabe. Me enteré hace dos semanas, y como
quedaba poco para la boda, pensé que sería bonito hacerle ese regalo.
—Es un detalle precioso Mira, gracias por ponerle su nombre —la voz
le tembló ante los recuerdos del pasado—. Sé que a Kwon eso, le dejará si
palabras. Vamos, ya es la hora.
—Estoy asustada... pero feliz.
—Así es como debe estar una novia enamorada Mira.
Mei se adelantó, dejándola sola aquellos últimos segundos. Estaba tan
nerviosa que creía firmemente, acabaría tropezando frente a todos los
invitados. Respiró varias veces y salió de la pequeña estancia, giró a la
derecha y agarró el brazo de su padre, cuyos llorosos ojos delataban lo
sensible que era el hombre.
—¿Estás preparada, cariño?
—Sí papá.
La música comenzó a sonar, y su cuerpo se mantuvo firme gracias al
padrino. Su miedo desapareció en cuanto cruzó el umbral lleno de flores
blancas, en el instante en el que vio a Kwon allí en pie, esperándola con
sus grises ojos centelleando al verla tan hermosa. Los segundos que tardó
en llegar hasta él, fueron un verdadero e interminable infierno. No fue
capaz ni de mirar a los invitados, para ella, en aquel instante y lugar, solo
había una única persona en el universo.
—Estás preciosa Mira —susurró dándole un beso en la mejilla.
†
Las risas y las bebidas se convirtieron en el centro de todo hasta que una
suave melodía comenzó a sonar. Los recién casados se posicionaron en el
centro, ante la mirada de todos los presentes, par abrir el baile.
—Estaremos juntos —susurró Kwon clavando sus emocionados ojos en
ella—. Hoy, mañana y siempre.
—Sí, pero no solos —murmuró Mira nerviosa.
—¿De qué hablas? —se extrañó.
—De mi regalo de bodas. Tardará aún un poco en llegar, pero lo hará
seguro.
—Mira... —se separó parando el baile y asustando a los más cercanos—
¿Estás embarazada? —preguntó ya, sin susurrar y dejando que los la gente
lo escuchase. Ella asintió un poco avergonzada.
—Sí... Se llamará Yesung.
En un incontrolable impulso, la alzó por los aires provocando que
gritase.
—Hoy me llevo a casa a la esposa más hermosa, y al hijo más deseado.
Una explosión de aplausos rompió el mágico momento, pero acto
seguido, Kwon se pegó al oído de Mira para susurrar.
—Aunque me molesta no poder tener la noche de bodas que quería,
merecerá la pena. No me queda otra que ser delicado, pero ten en cuenta
que tantos meses reprimido, te van a dejar una semana en cama, cariño.
—¡Kwon! —gritó Mira con una mezcla de alegría y temor, pues bien
sabía ella que cuando aquel hombre, su hombre, decía algo, lo cumplía
con creces.
18
OscuroDeseo