Haiku

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Diccionario Español de Términos Literarios Internacionales

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

Madrid, 2015
Diccionario Español de Términos Literarios Internacionales (DETLI)
Dirigido por Miguel Ángel Garrido Gallardo

haiku. Japonés: “poema juego”, “juego de poesía”. Se ha transliterado


en español como haiku, haikú , haikai y jaiku.

Forma poética japonesa caracterizada por su brevedad,


concisión y por su gran capacidad de sugestión. Se asocia a la
tradición del budismo zen en lo que se refiere a plasmar un momento
de iluminación en el que el poeta se hace uno con el mundo
contemplado. El haiku consta de 17 sílabas que generalmente se
organizan en tres versos de 5-7-5 en los que se crea una imagen,
como una miniatura en la que se capta una vivencia fugaz.

Los orígenes del haiku son remotos; su antecedente conocido más


lejano es una forma poética breve llamada katauta, compuesta por 17 o 19
sílabas, cuya distribución era 5-7-7 o 5-7-5. La forma del katauta era la de
pregunta y respuesta. Sin embargo, sus antecedentes literarios más directos
y más conocidos son dos formas poéticas, el tanka o waka, y el renga. La
pauta formal del tanka tuvo ligeras variaciones, pero la más establecida fue
la de 31 sílabas distribuidas en cinco versos de 5-7-5/ 7-7 sílabas, en cuyo
contenido se privilegiaba la ambigüedad, “rara vez se usan los pronombres
personales, no hay distinción entre singular y plural, a menudo no existe
distinción temporal en las flexiones verbales, y generalmente no se expresa
el sujeto” (El haiku japonés de Rodríguez, 48). Esta forma ha sido tan
característica de la cultura del Japón que en la actualidad se le conoce con
el nombre de waka, que significa “canción japonesa”. Era un divertimento
cortesano y en él se expresaban emociones mundanas a la vez que se
describía sensiblemente la naturaleza.

El renga, que se ha traducido como “canción encadenada” o “verso


encadenado”, es una especie de diálogo poético compuesto por una serie de
tankas. Las primeras líneas de 5-7-5 sílabas son elaboradas por una

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Claudia Elisa Gidi Blanchet y Martha Elena Munguía Zatarín

persona, las siguientes dos líneas de 7-7 por otra, las siguientes tres líneas
de 5-7-5 por una tercera y así sucesivamente, hasta hacer un largo poema.
Cada estrofa consistía en una estampa independiente que se hilvanaba por
nexos diversos, como asociaciones, paralelismos, yuxtaposiciones y juegos
de palabras:

Mis pensamientos se van


a la capital de Nara
(Fijiwara NO Kinnori)

Las flores del cerezo


y las hojas rojas del otoño
¿a qué se parecen?
(Minamotto NO Arihito)

Aunque a los ojos occidentales no sea evidente el nexo entre ambas


estrofas, para un japonés es clara la asociación de la capital de Nara con el
otoño, pues es famosa por sus flores de cerezo y sus brillantes hojas que
adquieren el color rojizo en esta época del año (La literatura japonesa 48-
49).

Las primeras tres líneas del renga, que debían contener una palabra
referente a alguna de las estaciones del año, se conocen como hokku y son
siempre las más importantes, de tal suerte que, con el tiempo, estas
primeras estrofas van cobrando independencia de significado.

En sus orígenes, el renga no tenía aspiraciones literarias, se trataba de


un juego rico en humor que a veces adoptaba la forma de acertijo y cuya
finalidad era divertir. A finales del periodo Heian, hacia 1185, los renga se
hacen cada vez más largos hasta llegar a las cien estrofas. El primer renga
largo que se conserva data de 1170 y aparece en un cuento histórico. Se

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haiku

considera que fueron los poetas Fujiwara Sadaie (1162-1241) y Fujiwara


Sadatake (1139?-1202) los que impusieron las reglas del renga en 1186.
Pero fue el poeta Iio Sogi (1421-1502) quien llevó la forma al nivel
literario (The haiku form 16-17).

Poco a poco se desarrollaron dos tendencias distintas: una evolucionó


hacia la seriedad y la otra hacia el humor, los juegos de palabras y las
alusiones burlescas. Las composiciones de esta última tendencia se
llamaron haikai renga, que significa “poemas lúdicos encadenados”. Sus
exponentes más importantes son Yamazaki Sookan (1465-1553), Arakida
Moritake (1472-1549) y Nishiyama Soin (1605-1682). Esta forma, de
carácter eminentemente popular, constituye el antecedente inmediato del
haiku. Sin embargo, el haikai renga no desapareció, los grandes maestros
del haiku lo siguieron cultivando.

Es imposible comprender el sentido del haiku sin relacionarlo con el


budismo zen, entendido más como filosofía que como religión. El budismo
zen nace del contacto que se establece en China entre la religión hinduista,
fundada por Sidarta Gautama en el siglo VI a. C. en la India, y elementos
del taoísmo y del confusionismo. La pintura y la poesía china, además de la
arquitectura, la escultura y la caligrafía, ejercieron una fuerte influencia en
el desarrollo de las artes japonesas y a través de ellas se adoptó la filosofía
budista. Esta percepción de la vida dio nacimiento en Japón a nuevos
modos de arte, como la ceremonia del té, el arreglo de flores, el teatro Noh
y la poesía.

La palabra Zen significa meditación y se considera la única vía para


encontrar el camino del satori, la iluminación. Dicha iluminación es
intuitiva pues trasciende las distinciones lógicas y la intelección racional y
supone un estado de contemplación. La iluminación ocurre en un instante

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que contiene todos los instantes, de ahí que lo verdaderamente esencial en


esta percepción de la vida sea el momento de la revelación.

El momento de revelación que el haiku expresa es análogo al satori


del Zen; están ligados en la paradoja, en la austeridad unida a la alegría, en
el amor a la naturaleza y a lo ordinario. El momento del haiku puede ser
definido como un instante en el cual el hombre se ve unido al objeto
contemplado, hasta casi convertirse en el objeto, y sólo así puede dar
cuenta de la verdad eterna y universal contenida en él: “a lo largo de la
experiencia el observador no tiene conciencia de sí mismo como separado
de lo que ve u oye. Tiene que sumergirse en el objeto. La experiencia
concreta es así la interacción entre un hombre y su ambiente, sin que se
distingan entre sí estos dos polos de la chispa intuitiva” (El haiku japonés
26). Por esta razón, el haiku es con frecuencia considerado una forma de
vida, más que una forma de arte.

La visión poética, como la del satori, no puede ser transmitida por


medio de explicaciones o comentarios filosóficos, ni cabe la posibilidad de
expresarla en versos sentimentales. Esta es una de las razones de la
predilección por la expresión paradójica. La paradoja en el haiku surge ante
la imposibilidad de que las palabras expresen simultáneamente dos cosas
que en su apariencia son contradictorias (The haiku form 53):

Miro la llama
que tiembla con el viento
¡Noche nevada!
(Ryota)

En japonés no hay acentos fuertes, todas las sílabas de una palabra


reciben igual acentuación, tampoco existe la rima: “esta limitación no es
pobreza, dice Octavio Paz, pues el japonés es rico en onomatopeyas,
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haiku

aliteraciones y juegos de palabras que son también combinaciones insólitas


de sonidos” (“tres momentos…” 340); por tanto, la base de la composición
del haiku, como de toda la poesía tradicional japonesa, radica en la medida
silábica. Sin embargo, vale la pena aclarar que la apelación que se hace
aquí a la unidad de medida por sílabas es puramente convencional para
hacer más comprensible su explicación, pues en la lengua japonesa se habla
de moras, unidades que miden el peso silábico, de ahí que la poesía
japonesa se base en el sistema moraico y no propiamente en la sílaba
(“Haiku: tradición poética…” 76). Para R. H. Blyth las 17 sílabas del haiku
corresponden a una emisión de aliento, una exhalación del alma en la que
se recrea el instante de la iluminación. El acomodo de esas 17 sílabas en
tres líneas evoca la proporción y simetría, el momento de unidad y armonía
con la naturaleza que implica la visión poética del haiku (apud The Haiku
Form 77-78).

En cada haiku hay una pausa especial o un giro que puede aparecer
después de la sílaba 5ª o de la 12ª, que no significa tanto una pausa
semántica, como sensible, dictada por la necesidad estética expresiva:

En rama seca
un cuervo se ha posado…
Final del otoño
(Basho)

En este poema, puede apreciarse la pausa obligada después de la 12ª


sílaba. Es importante destacar también cómo la estructura del lenguaje
permite una especial compresión, porque los pronombres son raramente
usados y los verbos empleados suelen aparecer en forma infinitiva; también
hay que anotar que el japonés es rico en inflexiones dadas por los sufijos;
los adjetivos se pueden usar de manera elíptica, como prefijos añadidos a

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los sustantivos que modifican. Por esta razón, resulta tan difícil traducir con
precisión y con toda la carga expresiva los haiku. Así, en el caso del poema
anterior, por ejemplo, Octavio Paz ofrece otra versión en la que intenta
recuperar la expresión elíptica que permite la lengua japonesa:

La rama seca
un cuervo
otoño-anochecer.

El significado del haiku tiene que ver con una imagen sensorial, pues
ofrece una percepción nacida de los sentidos. El poeta busca eternizar
sensaciones concretas a partir de una percepción en la que todas las cosas
se unifican. De ahí que otro rasgo fundamental de la poesía japonesa en
general, y del haiku de manera particular, sea su capacidad de sugerir,
como lo hace la pintura japonesa, que con unas cuantas pinceladas expresa
un mundo, pues a pesar de su parquedad expresiva el poema es rico en
matices. En este arte es tan importante lo que se expresa como lo que se
calla. La asociación entre pintura y poesía no es ajena a la naturaleza de
ambas artes; de hecho, los poetas solían ser verdaderos artistas del pincel,
no sólo por la calidad del trazo de los ideogramas, sino porque no era raro
que acompañaran sus poemas con pequeños dibujos en tinta o acuarela.

Con frecuencia, la cultura occidental ha visto esta poesía como una


manifestación de pasividad frente a la naturaleza, ya que el poeta no
expresa la verdad aprendida por la experiencia, ni se detiene en la
exposición de la forma en que esa experiencia lo ha afectado. Sin embargo,
esto es resultado del desconocimiento del mundo cultural en el que se ha
forjado esta tradición, pues en el proceso creativo, el poeta no permanece
ajeno, impávido ante el objeto que contempla. De igual manera, el lector,
idealmente, no debe permanecer impasible, debe participar de esta fineza

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haiku

espiritual. Lo que buscan los poetas japoneses es crear, a través de unas


cuantas palabras, imágenes muy precisas que en su concisión tracen un
mundo que el lector debe completar. La sutileza implícita en este arte se ve
plasmada en la definición propuesta por Chamberlain: “Tragaluz abierto un
instante sobre un pequeño hecho natural, resplandor súbito, sonrisa
formada a medias, suspiro interrumpido antes de ser oído” (apud El haiku
japonés 28).

Hay una gran tentación en los lectores occidentales de interpretar el


haiku simbólicamente; sin embargo, el simbolismo no está en la naturaleza
de esta forma poética, pues no busca hacer el retrato de un fenómeno
natural con algún significado más allá de sí mismo (A History of Haiku 13).

El haiku supone una actitud artística particular frente a la tradición y


el cambio: el poeta se encuentra siempre con un amplio bagaje de imágenes
poéticas y, en buena medida, se apega a ellas, pero les imprime sutiles
variaciones, leves matices, que refrescan las soluciones halladas por los
poetas precedentes. No puede olvidarse que para el japonés, glosar,
reescribir o imitar la poesía antigua no constituía un plagio, sino una forma
de reconocimiento y una práctica de escritura. El haiku, así, siempre
conserva y renueva. A la vez, en cada poema se reaviva la tensión entre lo
mudable y lo que permanece, una tensión que se resuelve siempre en una
imagen que conjuga esos dos momentos en un solo presente. En el haiku
coexiste lo constante y eterno con lo momentáneo y efímero. En el famoso
poema del estanque y la rana de Basho, se puede percibir claramente esta
intersección:

El estanque antiguo.
Salta una rana.
El ruido del agua.

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En el primer verso aparece el elemento constante representado por las


aguas quietas del estanque; en el segundo verso irrumpe el cambio, al
plasmarse el salto de la rana al estanque. El resultado del cruce entre lo
permanente y lo efímero, lo cambiante, es la imagen sensorial del chapaleo
del agua. Keene propone que uno de los grandes aciertos de este poema se
da al dibujar el movimiento de la rana. Los poetas anteriores hubieran
recreado el canto de la rana y Basho renueva la tradición al elegir el salto.
(La literatura japonesa 55-56). Es el movimiento de la rana el que lleva a
la instantánea percepción de la verdad, a la que aspira el Budismo Zen.
Iluminación que se alcanza mediante el “relámpago súbito de la intuición,
más bien que por el estudio de doctos libros de teología o la observación
estricta de las austeridades monásticas” (Ibid 56).

La iluminación que surge del contraste entre el cambio y la


permanencia es un aspecto que ha sido olvidado con frecuencia por los
poetas occidentales en su comprensión del haiku; de modo que al componer
de acuerdo con los patrones de esta forma poética tomaron en cuenta la
concisión y la sugerencia y olvidaron la chispa que surge del cruce entre lo
eterno y lo contingente.

Hay en el haiku una constante alusión a las estaciones del año, lo


cual está relacionado, por un lado, con el interés del Zen en la naturaleza y,
por otro, por profundas razones históricas. Los libros antiguos de poesía
japonesa, a partir del año 905, fecha de publicación de la antología
Kokinshu, han sido usualmente divididos de acuerdo con las estaciones. A
las cuatro estaciones se añade la constate referencia al año nuevo, día de
verdadera fiesta de purificación en el Japón. La mañana de año nuevo
significa la renovación y la frescura de la vida y de las cosas, esa mañana
es la del año completo. Para Basho la palabra referente a la estación era de
la mayor importancia, pues es el camino para introducir al lector a una
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haiku

atmósfera completa con su clima característico, sus plantas, sonidos, luces,


aromas; da el tono del poema. En muchos haikus, sin embargo, es posible
que no aparezca una palabra precisa relativa a la estación, pero el poema
remite a una época en particular, y suele hacerse a través de la inclusión de
elementos de la naturaleza ligados con la estación. Poco a poco se
estabilizan los sentidos que cada objeto evoca, por ejemplo, la palabra
ruiseñor, además de aludir al ave, representa la primavera; la luna no es
sólo el cuerpo celeste, es también el otoño, lo mismo que los gansos
salvajes, que llegan en esa época del año al Japón. Este fenómeno alcanza
precisiones tales que un elemento llega a sugerir un mes del año e incluso
un día: el poeta Soogi elaboró una lista de objetos naturales agrupados por
mes, donde, por ejemplo, escarcha representa enero y melocotón el 3 de
marzo. Es él quien establece la necesidad de incluir un elemento de
estación en el renga y lo interpreta como un acto de fidelidad a la visión de
las cosas tal como son. El tema de estación en el poema, tal como lo
estableció Soogi, debe coincidir con la época del año en la que se crea y
este rasgo permaneció hasta Shiki en el siglo XIX.

Obsérvese el siguiente canto a una breve noche de verano en el que no


hace falta que se enuncie la palabra verano, pues todos los elementos
concurren en la creación de la imagen de dicha estación:

La corta noche;
Sobre la peluda oruga,
Perlas de rocío.
(Buson)

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Importa señalar también que el otoño está estrechamente vinculado a


los pensamientos de la muerte, la soledad, la enfermedad, frecuentes en el
haiku:

Agonizante
la cigarra en otoño,
canta más fuerte
(Shiki)

No obstante el predominio del tono melancólico en muchos de los


haiku, es preciso reconocer la orientación humorística de algunos de ellos,
en los que convive la añoranza con un dejo de sonrisa lúdica, lo que los
conecta con sus orígenes del estilo haikai. A veces esta inclinación hacia el
humor es apenas una insinuación, aunque en otras ocasiones puede
apreciarse un franco sentido burlesco en el que se da cabida a los aspectos
no poéticos de la vida:

Aun por contemplar las flores


me duele
el hueso del cuello
(Sooin)

Desde una perspectiva histórica, es preciso referirse a la obra poética


de Matsuo Basho (1644-1694) pues fue él quien llevó el haiku a la
perfección literaria y lo sacó del mero divertimento de la corte. Afirma
Octavio Paz: “Basho no inventó esta forma; tampoco la alteró:
simplemente transformó su sentido. Cuando empezó a escribir, la poesía se
había convertido en un pasatiempo: poema quería decir poesía cómica,
epigrama o juego de sociedad. Basho recoge este nuevo lenguaje coloquial,
libre y desenfadado, y con él busca lo mismo que los antiguos: el instante
poético. El haiku se convierte en la anotación rápida, verdadera recreación,

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haiku

de un momento privilegiado; exclamación poética, caligrafía, pintura y


escuela de meditación, todo junto” (“Tres momentos…” 342).

Basho fue hijo de una familia samurái; a los ocho años fue enviado a
servir como paje del hijo de un noble; en esa familia estuvo bajo la tutela
del poeta Kigin, preceptor del joven noble, de quien Basho aprendió el arte
de la composición poética. Viajó por todo el Japón vestido con los hábitos
de los peregrinos budistas, practicando el ascetismo y sufriendo la pobreza,
pues consideraba que sólo del contacto con la naturaleza, con el frío y el
hambre, podía surgir la poesía. Escribió diversos textos sobre estos viajes
en los que incluía haikus. Uno de estos libros ha sido traducido al español
por Octavio Paz y Eikichi Hayashiya como Sendas de Oku (interior,
hondo). Sus textos fueron notorios por su contenido melancólico. El estilo
de Basho es llamado shofu haikai, de sho, la segunda sílaba de su nombre y
fu, estilo.

Basho busca la trascendencia en su poesía a través el canto a lo


ordinario y lo inmediato, canto en el que la intuición de la naturaleza es
similar a la iluminación budista. Retoma la variada herencia cultural, pero
elige una forma popular de expresión, de ahí que pueda afirmarse que uno
de sus grandes aciertos es reconciliar la poesía popular con la de
inspiración clásica. Basho aspira a la eliminación de todo elemento
superfluo y postula una sencillez que se advierte en sentencias como: “Que
tu verso se parezca a una rama de sauce batida por la lluvia tenue, y a veces
ondeando en la brisa” (El haiku japonés 68).

A caballo en el campo
y de pronto, detente:
¡el ruiseñor!

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Claudia Elisa Gidi Blanchet y Martha Elena Munguía Zatarín

En la naturaleza encuentra Basho su fuente de inspiración y de


enseñanza profunda, en ella halla “la verdad inmutable en forma
cambiante”. No es de extrañar, pues, que le confiera al tema de la estación
la relevancia que había tenido en la poesía anterior; sin embargo, el poeta
piensa que más que la materialidad de las palabras de estación, importa la
intuición y el mensaje. Basho consideraba de suma trascendencia el
sustrato intuitivo del haiku, así como la naturalidad y sencillez que deben
presidir el corazón del poeta, “haiku es simplemente lo que está sucediendo
en este lugar, en este momento”, decía.

Basho tuvo un largo camino como poeta en el que fue puliendo su


estilo hasta llevar el haiku a la cima de la perfección. Se sabe que escribió
prácticamente desde su infancia y dejó una última composición hecha, a
petición de sus alumnos, en el momento de la inminente llegada de la
muerte:

A pie, enfermo,
por campos desolados
vengan los sueños.

En la segunda mitad del siglo XVIII el maestro indiscutido es Yosa


Buson (1716-1784), uno de los más importantes exponentes de los poetas-
pintores. Se distancia de la actitud de contemplación, llena de admiración
por la naturaleza, tan característica de la poesía japonesa. En el siguiente
haiku destaca el rompimiento con el espíritu que anida en la cultura
tradicional:

Árbol florido,
bajo tu copa, ocioso,
quedo dormido.

 12 
haiku

Kobayashi Issa (1763-1827) es otro de los grandes poetas del haiku,


heredero de Basho y Buson que “rompe la reticencia japonesa pero no para
caer en la confesión a la occidental, sino para descubrir y subrayar una
relación punzante, dolorosa entre la existencia humana y la suerte de
animales y plantas. Hermandad cósmica en la pena, comunidad en la
condena universal, seamos hombres o insectos” (“La tradición del haikú”
355):

Para el mosquito
también la noche es larga
larga y sola.

A principios del siglo XVIII varias mujeres practicaron la escritura del


haiku, siguiendo la escuela de Basho y sus discípulos; la más destacada,
considerada la mayor poeta en Japón, es Chiyo (1701-1775). Escribió
versos de índole subjetiva que han sido objeto de controversia porque
algunos críticos consideran que no se apega estrictamente al patrón del
género:

Capturado mi pozal
por la flor de asagao,
salgo a pedir agua.

Puede apreciarse la delicadeza de los versos en los que el hablante


poético rehúsa hacer violencia al asagao que se ha enroscado en el pozo y
prefiere, antes que lastimar la flor, salir a pedir agua.

Masaoka Shiki (1867-1902) es considerado el último gran poeta que


polemiza la tradición a la vez que la continúa, renovándola, por lo que
logra sacar el haiku del amaneramiento en el que había caído. No obstante

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Claudia Elisa Gidi Blanchet y Martha Elena Munguía Zatarín

su precaria salud y su corta vida, su obra es voluminosa. En ella se percibe


la angustia moderna ante la falta de dioses:

Viento otoñal,
para mí ya no hay dioses,
no hay Budas ya.

El haiku ha continuado cultivándose en el Japón en los últimos años y


se han desarrollado muy distintas vertientes temáticas y estilísticas, pues a
la propia dinámica de cambio que ha sufrido la forma, se ha sumado la
influencia de la cultura occidental, a la que ha ido abriendo sus puertas. El
haiku viajó al Occidente y ha germinado en nuevos géneros poéticos, a la
vez que ha fertilizado algunos de los ya conocidos, unas veces con el
espíritu que lo anima, otras de manera puramente formal o como mero
exotismo. Hacia el siglo XIX se da una especie de fascinación de Europa
por la cultura oriental. Fueron los franceses los primeros en escribir haiku
en occidente. Poetas como Leon de Rosny y Judith Gautier sentaron
escuela y se convirtieron en fuente de inspiración para otros escritores que
después practicarían la forma, especialmente los poetas simbolistas y
parnasianos. El haiku se popularizó, sobre todo, a raíz de la publicación de
Les épigrammes lyriques du Japon, compilación hecha por P. L. Couchoud,
en 1906.

Posteriormente, Inglaterra y Estados Unidos reciben la influencia del


arte japonés y algunos poetas acusan en sus composiciones rasgos que
evocan el haiku, esto es especialmente notable en la obra de escritores
como Wordworth o Keats. Movimientos artísticos, como el imagismo,
echaron mano de la tradición ancestral del haiku para renovar sus
posibilidades de expresión y modernizar la poesía anglosajona, lo que
puede apreciarse en la escritura de poetas como Ezra Pound.

 14 
haiku

El haiku llegó al mundo hispánico acompañado por la inquietud


modernista de renovar la poesía en lengua española en sus formas y sus
motivos poéticos, de ahí que buscaran inspiración en los mundos
considerados exóticos y que practicaran experimentos con nuevas formas
expresivas. Efrén Rebolledo y José Juan Tablada, dos poetas mexicanos,
conocen el haiku y son los primeros en ejercitarse en su escritura. Aunque
algunos críticos han señalado que el cultivo del género en Hispanoamérica
no corresponde en todos los casos al espíritu original que alentaba en la
forma clásica japonesa, es preciso reconocer que fue un camino fértil en el
trabajo de renovación de formas y visiones. Tal vez no sea justo pensar que
la vida del género en Hispanoamérica deba apegarse estrictamente a las
formas originales, y sea más pertinente pensarlo como la reinvención del
haiku.

El haiku hispánico mantiene la característica de la brevedad como


uno de sus rasgos invariables; oscila entre dos y cinco versos que no suelen
superar la métrica octosilábica. Con frecuencia, los poetas evitan la
ambigüedad natural del japonés y acuden al recurso de ponerle título a sus
composiciones a fin de orientar la lectura:

El pavo real

Pavo real, largo fulgor


por el gallinero demócrata
pasas como una procesión…
(José Juan Tablada)

Otras de las variaciones que se le imprimen a la forma original son la


rima que algunos cultivan, el empleo de las metáforas, así como la
incorporación de temas y motivos propios de la modernidad, como el
automóvil, el aeroplano, el ferrocarril y la electricidad. También es posible
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Claudia Elisa Gidi Blanchet y Martha Elena Munguía Zatarín

que algún haiku se oriente hacia el retrato de costumbres sociales o que


adquiera tintes eróticos, aspecto que estaba por completo fuera del
horizonte del haiku japonés clásico. En algunas ocasiones, el género se
funde con otros propios de la tradición española, lo que vuelve difícil
discernir hasta qué punto se trata de un haiku o de una seguidilla, un
epigrama, un aforismo, o, incluso, una greguería.

En la práctica del haiku hispanoamericano es posible observar que


algunos escritores se han interesado no sólo por el cultivo de las formas
exteriores del poema, sino también por la dimensión filosófica que alienta
en el género. A pesar de haber sido tan atractivo y de haber sido tan
cultivado en el mundo hispánico, ningún poeta ha elegido el haiku como su
única forma de expresión. Sin embargo, José Juan Tablada publicó en 1919
el poemario Un día…, el primero en lengua española compuesto
enteramente por haiku; en 1922, publicó en Nueva York, El jarro de flores.
A pesar de que Octavio Paz le reprocha a Tablada su falta de conocimiento
directo de la tradición japonesa, es posible apreciar en él el cultivo de un
haiku armonioso, lleno de sutilezas y de sugerentes imágenes de la
naturaleza:

El sapo

Trozos de barro,
por la senda en penumbra
saltan los sapos.

Antes de la publicación de la obra de Tablada, se reconoce que poetas


españoles como Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado y García Lorca
escribieron poemas con algunos atisbos de haiku, en los que se mezclaban

 16 
haiku

los acentos de la canción popular tradicional española con la evocación


oriental:

Junto al agua negra.


Olor de mar y jazmines.
Noche malagueña.
(Antonio Machado)

En 1951 Alfredo Boni de la Vega publicó una compilación de haiku


escritos en lengua española, Hojas del cerezo; en esta obra recoge textos de
distintos poetas, como José Juan Tablada, Francisco Monterde, Jaime
Torres Bodet, José Gorostiza, Xavier Villaurrutia, Leopoldo Lugones, Raúl
Ortiz Ávila, Jorge Carrera Andrade, Alberto Guillén, Juan Ramón Jiménez,
Federico García Lorca, Antonio Machado, Mauricio Bacarisse y Juan José
Domenchina.

Grandes escritores latinoamericanos y españoles han cultivado la


forma del haiku adaptándola a sus necesidades de comunicación poética, a
veces en forma de juego, a veces con acentos humorísticos, a veces con el
tono melancólico de la ausencia. Y esta práctica sigue vigente hasta
nuestros días. Algunos ejemplos luminosos de este arte:

Hoy no me alegran
los almendros del huerto.
Son tu recuerdo.
(Borges)

Pájaro muerto:
¡Qué agonía de plumas
en el silencio!
(Domenchina)

 17 
Claudia Elisa Gidi Blanchet y Martha Elena Munguía Zatarín

El poeta cubano Orlando González Esteva, actual cultivador de la


forma, ha dicho sobre su propia escritura unas palabras que ayudan a
iluminar la índole del género en nuestra lengua: “intenta incorporar el aire
de miniatura arrobada, sugestiva, pillada a medio camino entre un misterio
y otro, que parecen imprimirle a esta estrofa el amor a la naturaleza, la
cultura de los sentidos y el anhelo de comulgar con la realidad; el anhelo de
ser un espacio donde percibir sea conocer, y conocer desmentir,
ampliándolos, los límites de lo menudo y la familiaridad de lo ostensible”
(¿Qué edad cumple la luz esta mañana? 263):

Pared arriba,
el caracol sospecha
que hay otra vida.

La vitalidad de la forma adaptada a la lengua española puede


apreciarse en la gran cantidad de poetas que en estos tiempos siguen
infundiéndole nueva vida y presentando nuevos hallazgos de iluminación
poética, a tal punto que puede decirse que el haiku es ya un género también
propio:

Queda preñado
un frasco del silencio
en el armario.
(Jorge Brash)

 18 
haiku

BIBLIOGRAFÍA

Blyth, R. H. A History of Haiku, Tokyo: The Hokuseido Press, 1963;


Brower, Gary L. “The Japanese Haiku in Hispanic Poetry”, Monumenta
Nipponita 23 (1968): 187-189; Giroux, Joan, The haiku form,
Rutland/Tokyo: Charles E. Tuttle Co., 1974; González Esteva, Orlando,
¿Qué edad cumple la luz esta mañana?, México: FCE, 2008; González de
Mendoza, José María, “Los Hai-jines mexicanos”, en Ensayos selectos,
México: FCE, 1970; Keene, Donald, La literatura japonesa, trad. Jesús Bal
y Gay, México: FCE, 1956; Pages, John, “José Juan Tablada y el anti-
haiku”, Estudios de Asia y África 3: 89 (1992): 509-512; Paz, Octavio,
“Tres momentos de la literatura japonesa” y “La tradición del haiku”, en
Excursiones/Incursiones. Dominio extranjero. Obras completas, México:
Círculo de Lectores/FCE, 1994, pp. 327-347 y pp. 348-364; Rodríguez
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Hiperión, 1994; Yasuda, Kenneth, The Japanese Haiku. Rutland/Tokyo:
Charles E. Tuttle Co., 1957.

Claudia Elisa GIDI BLANCHET

y Martha Elena MUNGUÍA ZATARAIN

Universidad Veracruzana (México).

 19 

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