Carta San Ignacio de Antioquia A Los Filadelfianos

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7/6/2016 CARTA SAN IGNACIO DE ANTIOQUIA A LOS FILADELFIANOS

CARTA SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA

A LOS FILADELFIANOS

Ignacio, llamado también Teóforo, a la iglesia de Dios el Padre y de


Jesucristo, que está en Filadelfia de Asia, que ha hallado misericordia y está
firmemente afianzada en la concordia de Dios y se regocija en la pasión de
nuestro Señor y en su resurrección sin vacilar, estando plenamente provista
de toda misericordia; iglesia a la cual saludo en la sangre de Jesucristo, que
es gozo eterno y permanente; más especialmente si son unánimes con el
obispo y los presbíteros que están con él, y con los diáconos que han sido
nombrados en conformidad con la mente de Jesucristo, a los cuales Él de su
propia voluntad ha confirmado y afianzado en su Santo Espíritu.

I. He hallado que este obispo vuestro ostenta el ministerio que pertenece al


bienestar común, no por sí mismo o por medio de hombres, ni para
vanagloria, sino en el amor de Dios y el Padre y el Señor Jesucristo. Estoy
maravillado de su longanimidad; cuyo silencio es más poderoso que el
hablar de los otros. Porque está en consonancia y armonía con los
mandamientos como una lira con sus cuerdas. Por lo cual mi alma bendice
su mente piadosa, porque he visto que es virtuoso y perfecto —incluso su
temperamento calmado y sereno, viviendo en toda tolerancia de piedad—.

II. Como hijos, pues, [de la luz] de la verdad, evitad las divisiones y las
doctrinas falsas; y allí donde está el pastor, seguidle como ovejas. Porque
muchos lobos engañosos con deleites fatales se llevan cautivos a los que
corren en la carrera de Dios; pero, cuando estéis unidos, no hallarán
oportunidades.

III. Absteneos de las plantas nocivas, que no son cultivadas por Jesucristo,
porque no son plantadas por el Padre. No que haya hallado divisiones entre
vosotros, pero sí filtración. Porque todos los que son de Dios y de Jesucristo
están con los obispos; y todos los que se arrepientan y entren en la unidad
de la Iglesia, éstos también serán de Dios, para que puedan vivir según
Jesucristo. No os dejéis engañar, hermanos míos. Si alguno sigue a otro que
hace un cisma, no heredará el reino de Dios. Si alguno anda en doctrina
extraña, no tiene comunión con la pasión.

IV. Sed cuidadosos, pues, observando una eucanstía (porque hay una carne
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de nuestro Señor Jesucristo y una copa en unión en su sangre; hay un altar,


y hay un obispo, junto con el presbiterio y los diáconos mis consiervos), para
que todo lo que hagáis sea según Dios.

V. Hermanos míos, mi corazón rebosa de amor hacia vosotros; y


regocijándome sobremanera velo por vuestra seguridad; con todo, no soy
yo, sino Jesucristo; y el llevar sus cadenas aún me produce más temor, por
cuanto aún no he sido perfeccionado. Pero vuestras oraciones me harán
perfecto [hacia Dios], refugiándome en el Evangelio como la carne de Jesús,
y en los apóstoles como el presbiterio de la Iglesia. Sí, y amamos a los
profetas también, porque nos señalaron el Evangelio en su predicación y
ponían su esperanza en Él y le aguardaban; y teniendo fe en Él fueron
salvados en la unidad de Jesucristo, siendo dignos de todo amor y
admiración como hombres santos, aprobados por Jesucristo y contados
juntos en el Evangelio de nuestra esperanza común.

VI. Pero si alguno propone el Judaísmo entre vosotros no le escuchéis,


porque es mejor escuchar el Cristianismo de uno que es circuncidado que
escuchar el Judaísmo de uno que es incircunciso. Pero si tanto el uno como
el otro no os hablan de Jesucristo, yo los tengo como lápidas de cementerio
y tumbas de muertos, en las cuales están escritos sólo los nombres de los
hombres. Evitad, pues, las artes malvadas y las intrigas del príncipe de este
mundo, no suceda que seáis destruidos con sus ardides y os debilitéis en
vuestro amor. Sino congregaos en asamblea con un corazón indiviso. Y doy
gracias a mi Dios que tengo buena conciencia de mis tratos con vosotros, y
nadie puede jactarse, sea en secreto o en público, de que yo haya impuesto
carga para ninguno, sea en cosas pequeñas o grandes. Sí, y ruego a Dios,
para todos aquellos a quienes haya hablado, que no transformen mis
palabras en testimonio en contra de ellos mismos.

VII. Porque aun cuando ciertas personas han deseado engañarme según la
carne, con todo, el espíritu no es engañado, siendo de Dios; porque sabe de
dónde viene y adónde va, y escudriña las cosas escondidas. Porque, cuando
estuve entre vosotros, clamé, hablé en voz alta, con la voz propia de Dios:
Prestad atención al obispo y al presbiterio y a los diáconos. Pese a ello,
había algunos que sospechaban que yo decía esto porque conocía de
antemano la división de algunas personas. Pero Aquel por quien estoy atado
me es testigo de que no lo supe por medio de carne de hombre; fue la
predicación del Espíritu que hablaba de esta forma: No hagáis nada sin el
obispo; mantened vuestra carne como un templo de Dios; amad la unión;
evitad las divisiones; sed imitadores de Jesucristo como Él mismo lo era de
su Padre.

VIII. Yo hice, pues, mi parte, como un hombre amante de la unión. Pero allí
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donde hay división e ira, allí no reside Dios. Ahora bien, el Señor perdona a
todos los hombres cuando se arrepienten, si al arrepentirse regresan a la
unidad de Dios y al concilio del obispo. Tengo fe en la gracia de Jesucristo,
que os librará de toda atadura; y os ruego que no hagáis nada en espíritu de
facción, sino según la enseñanza de Cristo. Porque he oído a ciertas
personas que decían: Si no lo encuentro en las escrituras fundacionales
(antiguas), no creo que esté en el Evangelio. Y cuando les dije: Está escrito,
me contestaron: Esto hay que probarlo. Pero, para mí, mi escritura
fundacional es Jesucristo, la carta inviolable de su cruz, y su muerte, y su
resurrección, y la fe por medio de Él; en la cual deseo ser justificado por
medio de vuestras oraciones.

IX. Los sacerdotes también eran buenos, pero mejor es el Sumo Sacerdote
al cual se encomienda el lugar santísimo; porque sólo a El son
encomendadas las cosas escondidas de Dios; siendo Él mismo la puerta del
Padre, por la cual entraron Abraham e Isaac y Jacob, y los profetas y los
apóstoles y toda la Iglesia; y todas estas cosas se combinan en la unidad de
Dios. Pero el Evangelio tiene una preeminencia singular en el advenimiento
del Salvador, a saber, nuestro Señor Jesucristo, y su pasión y resurrección.
Porque los amados profetas en su predicación le señalaban a Él; pero el
Evangelio es el cumplimiento y perfección de la inmortalidad. Todas las
cosas juntas son buenas si creéis por medio del amor.

X. Siendo así que, en respuesta a vuestra oración y a la tierna simpatía que


tenéis en Jesucristo, se me ha dicho que la iglesia que está en Antioquía de
Siria tiene paz, os corresponde, como iglesia de Dios, el designar a un
diácono que vaya allí como embajador de Dios, para que pueda darles el
parabién cuando se congreguen y puedan glorificar el Nombre.
Bienaventurado en Jesucristo es el que será considerado digno de este
servicio; y vosotros seréis glorificados. Ahora, pues, si lo deseáis, no os será
imposible hacer esto por el nombre de Dios; tal como las iglesias que están
más cerca han enviado obispos, y otras presbíteros y diáconos.

XI. Pero, por lo que se refiere a Filón, el diácono de Cilicia, un hombre de


buen nombre, que ahora también me sirve a mí en el nombre de Dios, junto
con Rhaius Agathopus, uno de los elegidos que me sigue desde Siria, que
se ha despedido de esta vida presente; éstos dan testimonio en favor
vuestro —y yo mismo doy gracias a Dios por causa de vosotros, porque los
recibisteis, como confío que el Señor os recibirá a vosotros—. Pero que los
que los han tratado con desprecio sean redimidos (perdonados) por la gracia
de Jesucristo. El amor de los hermanos que están en Troas os saluda; desde
donde yo también os escribo por mano de Burrhus, que fue enviado conmigo
por los efesios y los esmirneanos como marca de honor. El Señor los
honrará, a saber, Jesucristo, en quien está puesta su esperanza en la carne,
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el alma y el espíritu, por la fe, el amor y la concordia. Pasadlo bien en Cristo


Jesús, nuestra común esperanza.

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