Administrando Bien Los Tiempos

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Administrando bien los tiempos

“Hay un tiempo señalado para todo, y hay un tiempo para cada suceso bajo el cielo”,

Eclesiastés 3:1-8
Todo tiene su tiempo

3 Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. 2 Tiempo de
nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; 3 tiempo de
matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; 4 tiempo de llorar, y tiempo
de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; 5 tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar
piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; 6 tiempo de buscar, y tiempo de
perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; 7 tiempo de romper, y tiempo de coser;
tiempo de callar, y tiempo de hablar; 8 tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de
guerra, y tiempo de paz.

No hay nadie que no se haya angustiado al escuchar a la maestra en la escuela decir: “Niños,
quedan 10 minutos para finalizar el examen”; o al profesor en la universidad decir: “Jóvenes, si
no entregan la tesis a tiempo, no se podrán graduar”; o a nuestro banco avisarnos: “Estimado
cliente, si no realiza su pago a tiempo, incurrirá en…”.
Pero quizá la frase más desesperante de todas sea oír a un doctor decir: “Estimado paciente,
lamento decirle que no le queda mucho tiempo de vida”. Esta clase de frases nos impactan
porque, a menudo, olvidamos que nuestro tiempo es limitado.
Manejando el tiempo para la gloria de Dios
El tiempo es uno de los factores más importantes en nuestras vidas. Afecta todo lo creado,
desde el aspecto material (las cosas que vemos) hasta lo intangible de una persona, como su
carácter, voluntad, y pensamientos. Por eso debemos usarlo sabiamente. No podemos
recuperar el tiempo perdido, ni en nuestro trabajo, ni en nuestro día a día.
Dios ha determinado para el hombre sus tiempos señalados y los límites de su habitación con
un solo propósito: “Para que buscaran a Dios, y de alguna manera, palpando, lo hallen, aunque
Él no está lejos de ninguno de nosotros” (Hch.17:27). Esto significa que debemos usar nuestro
tiempo para buscarlo y adorarlo a Él sobre todo (Col. 3:17).
El apóstol Pablo escribió a los creyentes: “Por tanto, tengan cuidado cómo andan; no como
insensatos sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos” (Ef.
5:15-16; cp. Col. 4:5”. ¿Estamos tomando estas palabras en serio?
Pensando en eso, aquí sugiero cinco consejos sencillos para aprovechar bien el tiempo en tu
trabajo y tu día a día.

1. Reflexiona seriamente en cómo usas el tiempo.


En Colosenses 4:5 leemos: “Anden sabiamente para con los de afuera, aprovechando bien el
tiempo”. La palabra que allí se traduce como “aprovechando” también puede traducirse como
“redimiendo”. Esto implica que hay un costo en cómo usamos el tiempo que Dios nos da.

Por lo tanto, piensa en esto y haz uso de cada oportunidad que Dios te da. William McDonald
comenta sobre este pasaje: “Cada día en nuestras vidas nos encontramos con oportunidades
para dar testimonio del poder salvador del Señor Jesucristo”.[1]

¿Cuánto tiempo podemos justificar en gastarlo viendo y leyendo Twitter, Facebook, YouTube, o
páginas similares?
De manera especial, te recomiendo reflexionar sobre cuánto tiempo inviertes en las redes
sociales, con quién interactúas allí, qué provecho tienes en eso, y a quién estás bendiciendo.
John MacArthur escribe:
“Solo unas pocas horas [perdidas] cada día, a lo largo de toda la vida, son el equivalente a años
de oportunidades perdidas. […] Un día vamos a estar delante de Cristo y daremos cuenta de la
forma en que utilizamos sus recursos (incluyendo nuestro tiempo y energía). Con esto en
mente, ¿cuánto tiempo podemos justificar en gastarlo viendo y leyendo Twitter, Facebook,
YouTube, o paginas similares?”.[2]
2. No vivas bajo la sombra del pasado.
“No digas: ‘¿Por qué fueron los días pasados mejores que éstos?’. Pues no es sabio que
preguntes sobre esto” (Ec. 7:10). No caigas en la tentación de exaltar el pasado a expensas del
presente. Somos necios cuando nos quejamos de los problemas presentes y pensamos que, en
el pasado, se disfrutó de mayor tranquilidad y bienestar.

A veces nos parecemos a unos de los hijos de Coré, que escribió (presumiblemente) desde el
cautiverio las causas de sus lágrimas: la memoria de hechos pasados, llenos de servicio y
adoración a Dios en el templo, pero que ya no podrían repetirse por el destierro. “Me acuerdo
de estas cosas y derramo mi alma […] de cómo iba yo con la multitud y la guiaba” (Sal. 42:4).
Sin embargo, muchos de nosotros nos quedamos allí, añorando el pasado, y no tenemos la
confianza del salmista para el presente y el futuro: “¿Por qué te desesperas, alma mía, y por
qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues lo he de alabar otra vez. ¡Él es la salvación de
mi ser, y mi Dios!” (Sal. 42:11).

3. Somete tus planes a la voluntad de Dios.


Santiago nos advierte:

Santiago 4:13-16

No os gloriéis del día de mañana

13
¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y
traficaremos, y ganaremos; 14 cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra
vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. 15
En
lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. 16
Pero
ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala;

No es pecado planificar nuestro trabajo. De hecho, es sabio. Lo que sí es pecaminoso es ignorar


cuán breve es nuestra vida e ignorar a Dios. (Pr. 27:1). “No te jactes del día de mañana,
porque no sabes qué traerá el día”

4. Aprende a priorizar tu tiempo.


Tu prioridad debe ser el Reino de Dios y su justicia.
(Mt. 6:33). “Pero busquen primero su reino y su justicia, y todas estas cosas [lo que
necesitamos en el día a día] les serán añadidas”
Dios demanda de su iglesia una entrega de corazón a Él, incluso en la manera en que
administramos el tiempo.
De nada sirve invertir nuestro tiempo en satisfacer las necesidades diarias a costa de posponer
o renunciar al propósito de vida de todo creyente. Este propósito es mostrar por medios de
acciones la justicia del Reino de Dios (Mt. 5:13-16). Somos llamados a hacer todo para la gloria
de nuestro Salvador (1 Co. 10:31).
Él demanda de su iglesia una entrega de corazón a Él, incluso en la manera en que
administramos el tiempo. Para que no nos desenfoquemos al preocuparnos de nuestras
necesidades, Él ha prometido suplir para ellas en su gracia (Mt. 6:25-34).
5. Ten tu mirada en cristo Jesús.
Estas palabras de Pablo, sobre la meta de la vida cristiana, tienen muchas implicaciones para
nosotros incluso en nuestro trabajo:
“No es que ya lo haya alcanzado o que ya haya llegado a ser perfecto, sino que sigo adelante,
a fin de poder alcanzar aquello para lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús.
Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado. Pero una cosa hago: olvidando lo
que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener
el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”, Filipenses 3:12-14.
Pablo era un hombre de propósito que sabía cómo invertir bien el tiempo que Dios le había
dado, y se propuso trabajar para lograrlo. Para eso, tenía que dejar su pasado, no solo
refiriéndose a sus errores y pecado, sino también a su vida legalista respetada. Sin embargo, Él
estuvo dispuesto a olvidar el pasado, aun con sus éxitos, para extenderse hacia el futuro.
En cada área de nuestra vida como creyentes, incluyendo en el trabajo, tenemos privilegios y
responsabilidades que Dios nos da. Oremos que Él nos conceda entender que hay recompensa
adelante. Nada de lo que hacemos es en vano cuando lo hacemos para su gloria.

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