Kate Danon - Una Magica Vision

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Una mágica visión


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Una mágica visión

1854, California

En una tierra donde las mujeres escasean, los hombres del rancho de
Curtis Loan han solicitado esposas para convertir Loan's Valley en un
pueblo próspero y con futuro. Shannon Blythe es una de las mujeres
que acepta la solicitud y viaja desde Independence en la caravana que
la llevará a su nueva vida, donde espera encontrar un marido que la
acepte tal y como es. Y es que Shannon es una mujer diferente, posee
un don singular: es capaz de tener visiones y predecir el futuro, algo
que nunca ha sido bien visto por aquellos que la han conocido,
incluido su severo padre que la abandonó cuando era una niña.

Por desgracia, un desafortunado incidente provocará que acabe


emparejada con el único hombre que se arrepiente de haber solicitado
una esposa, Darren Davis. El vaquero, que ha convivido con una tribu
miwok durante tres años, es el padrino de una niña muy especial,
Huyana, que posee el poder de comunicarse con los espíritus y es la
figura sagrada de su poblado. Pero Huyana ha desaparecido, nadie
sabe qué ha sido de la pequeña y Davis no tiene ni el ánimo ni el
tiempo necesarios para atender a su recién llegada esposa hasta saber
lo que ha ocurrido con su ahijada.

A pesar de todo, Shannon luchará por su nuevo matrimonio para


alcanzar su máximo sueño: no estar sola nunca más. ¿Logrará Shannon
vencer la reticencia del vaquero y hacerse un hueco en su atormentado
corazón?
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Para mi madre, que me contagió su afición por la novela romántica y


gracias a ella, veinte años después, nació «Una Mágica Visión».

Para Inma y Alicia, que llevaban pidiéndome esta novela mucho, mucho
tiempo. Espero de corazón que os guste...

Y para mis compañeras, mis chicas «de la Rosa», porque ellas vieron
nacer la idea. En especial, para Ana y para Laura, que tuvieron la amabilidad
de prestarme sus ojos críticos a la hora de revisar el manuscrito y me dieron
ánimo y consejo para seguir adelante.
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Una mágica visión

Introducción
Por Olivia Ardey

«He disfrutado con esta bonita aventura de una mujer valiente,


que sólo buscaba respeto, y tropezó con un rudo vaquero que le
descubrió el amor»
Me encantan los libros que nos hacen soñar. Esos que los lees
como si disfrutaras de un viaje hacia el pasado en la máquina del
tiempo porque, por medio de las palabras, son capaces de atraparnos
en la trama y nos regalan la posibilidad de vivirla como un personaje
invisible, al lado de los que ha creado el autor.
Llevaba cinco años esperando esta novela. Por fin he podido
disfrutar con la complicada y divertida historia de amor de Darren y
Shanon, que me ha hecho recordar las películas clásicas de las largas
travesías hacia el Oeste soñado. Pero con este libro la autora ha tenido
el acierto de mostrarnos que el final de la aventura es el comienzo de
una nueva.
He disfrutado página a página con ese puñado de mujeres
aventureras que llegan a la cálida California, un paraíso verde lleno de
oportunidades, donde esperan encontrar una vida mejor que la que
dejaron atrás. He sentido con ellas la incertidumbre de una boda por
contrato con un desconocido, he sonreído cuando las cosas les iban de
maravilla y también he sufrido cuando el futuro anhelado les mostraba
su cara más amarga. Me he indignado con las injusticias que algunas
de ellas se ven condenadas a soportar. Pero es que la ficción se ancla en
la realidad y esta novela narra una época histórica difícil, en especial
para la mujer.
Cómo me ha gustado el mimo con que está escrita. Con una
prosa que da gusto leer, la autora ha tenido el destreza de mostrarnos
aquí y allá, a modo de pinceladas, cada curiosidad histórica. Detalles
que pasan casi desapercibidos y denotan un cuidadísimo proceso
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previo de documentación. He agradecido el respeto que se muestra


hacia los nativos americanos, su cultura, lengua y costumbres;
enseñándonos a través de los personajes que, a pesar de los odios y
décadas de guerras, la convivencia en paz también fue un hecho real.
Darren es todo un hombre de su tiempo, acostumbrado a trabajar
duro y al trato sin ceremonias. Pero es que el Oeste estuvo lleno de
tipos como él. Me ha arrancado más de una sonrisa con sus reacciones
a lo bruto cuando le toca convivir con una desconocida y además con
mucho genio. Y me ha conquistado con sus momentos tiernos bastante
torpes y a desmano. Los rudos vaqueros con corazón son mi debilidad.
De Shanon sólo puedo decir que es imposible no quererla. Me
encariñé con ella desde la primera página. Ella es una mujer especial,
con un don que no ha pedido y no puede evitar. Sólo quiere que la
respeten, que crean en ella y para conseguirlo no duda en atravesar
miles de millas en busca del cariño que siempre le ha sido negado. He
devorado las páginas con el deseo de que se hiciese justicia con ella y
por fin lograse la felicidad que merece.
Pues bien, disfrutad como yo de esta bonita y conmovedora
historia, dejaos llevar de la mano por la envolvente prosa de Kate
Danon y acompañad a este puñado de mujeres llenas de coraje,
dispuestas a perseguir sus sueños. Os deseo un feliz y romántico viaje.
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PRÓLOGO

1835 - Saint Louis (Missouri)

Un nuevo empujón tiró a la pequeña Shannon Blythe de bruces


contra el suelo. La niña se levantó rápidamente, abrazándose el cuerpo
con los brazos. El pelo dorado le caía sobre los ojos, que miraban
desquiciados en todas direcciones, esperando el siguiente golpe.
—¡Estás completamente loca! —le gritó uno de sus compañeros,
con la voz afilada.
La niña se giró hacia él, intentando hacerle comprender.
—No, es verdad, lo he visto… Y mi madre también me ha
avisado.
El coro de risas infantiles sonó cruel. Shannon, de ocho años,
estaba en el centro de un círculo formado por sus compañeros de
escuela, a la puerta del edificio de madera. Todos se reían de ella y le
pegaban empujones, haciéndola trastabillar y caer al suelo. Incluso
Faith, su prima, la miraba con altanería desde sus ojos azul claro,
inundados de repente por un brillo malvado que Shannon no había
visto antes.
—Tu madre está muerta —espetó Faith con saña, propinándole
otro empellón.
—¡Os digo que habrá un incendio! ¡Tenéis que avisar a vuestros
padres, no deben ir a la iglesia!
Se apartó el pelo de la cara para comprobar si sus palabras
obtenían por fin el efecto deseado. Ni mucho menos. Las risas
aumentaron y esta vez, junto con las acusaciones de loca, llegó alguna
patada adicional. Shannon cayó de rodillas, derrotada.
—Eres una chiflada.
—Loca, loca…
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—¡Y blasfema! ¡No quiere que nuestros padres vayan a la iglesia!


Shannon notó que las lágrimas rodaban por su cara. No levantó
la vista, pero tenía que seguir hablando. Su visión había sido muy
grave. Su madre… Sí, Melania se lo había murmurado con aquella voz
tan dulce con la que siempre se dirigía a ella. Una voz que,
desgraciadamente, no volvería a escuchar nunca más en vida.
—El domingo por la mañana… habrá un incendio… Tenéis que
advertirles…
Un pie se apoyó contra su espalda y la empujó con fuerza,
haciéndola rodar por el suelo. Shannon se encogió y se quedó allí
tirada, hecha un ovillo, esperando una nueva lluvia de golpes.
Sin embargo, los golpes no llegaron. En su lugar escuchó la voz
de alarma.
—¡Alejaos, viene la señorita Stuart!
Notó que el grupo se dispersaba a su alrededor, pero no quiso
levantar la cabeza. Continuó allí tumbada hasta que las manos suaves
de la maestra la ayudaron a incorporarse.
—¿Qué ha ocurrido? —preguntó, aunque no era la primera vez
que Stuart la rescataba de un aprieto similar.
—No quieren creerme. Yo no me lo estoy inventando, de verdad,
señorita…
—Mírame, Shannon.
La maestra la obligó a levantar la cara tomándola de la barbilla.
Cuando vio aquellos ojos dorados anegados en lágrimas se conmovió.
Detestaba que los otros niños atacaran a Shannon, y aunque los había
castigado en más de una ocasión, no conseguía erradicar esa manía.
Era evidente que la chiquilla tenía mucha imaginación y sus historias
molestaban a sus compañeros, pero no se merecía aquel trato.
—Shannon, tal vez no deberías compartir con ellos tus sueños.
Esas historias que imaginas no son…
—¡No las imagino! —Se quejó ella con amargura, sentándose en
el suelo y limpiándose la cara con la manga del vestido—. Veo lo que
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va a ocurrir. Veo cosas que ya han pasado… Pero nadie me cree.


La señorita Stuart respiró hondo, armándose de paciencia.
—Y bien, ¿qué les has contado esta vez?
—¿Quiere saber lo que he visto?
—Sí.
—¿Me creerá?
—Tú dímelo y luego veremos lo que podemos hacer con esa
información.
Shannon lo pensó. Si sus compañeros habían reaccionado de una
forma tan violenta… ¿cómo se lo tomaría la maestra? Ella era una
adulta y, por consiguiente, podría comprender mejor la gravedad de
aquel asunto. Sí, tal vez ella pudiera aceptar sus palabras como una
advertencia e hiciera algo para remediar el mal.
—El domingo por la mañana habrá un incendio en la iglesia,
señorita. Debe avisar a todos, no deben acudir al sermón del reverendo
Johnson…
La maestra se quedó mirándola con una extraña expresión en los
ojos. Shannon se asustó, nunca había visto ese gesto tan serio en el
amable rostro de la mujer. Era como si… como si pensara igual que sus
compañeros: que estaba loca de atar.
—Voy a llamar a tu padre, Shannon —dijo Stuart, con un tono
frío que erizó la piel de la pequeña—. No quiero que vuelvas a hablar
de esto con los demás niños, ¿entendido? A partir de ahora, te
guardarás mucho de asustar de esa manera los demás. Si es una
broma, no tiene ninguna gracia y es de muy mal gusto.
La niña abrió la boca, asombrada.
—¿Cree que lo digo para burlarme de usted? ¿O de ellos? —
preguntó, señalando con la cabeza a sus compañeros que estaban
atentos a la conversación.
La maestra no contestó. Llamó a su prima Faith y le entregó un
mensaje para su padre. Antes de girarse y salir corriendo para cumplir
diligentemente la misión, Faith le dedicó una malvada mueca.
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Su padre.
Shannon no pudo contener el llanto ante la expectativa de un
nuevo enfrentamiento con su progenitor. Ya se lo había advertido
muchas veces, pero ella no podía evitarlo. Las imágenes llegaban hasta
su cabeza de algún modo, sin que lo pidiera. ¿Cómo no iba a decirle al
señor Wood que su esposa se veía a escondidas con el carnicero? En su
infantil opinión, el hombre tenía derecho a saberlo. ¿Y cómo iba a
callarse el hecho de que había sido Charles McKenzie el que había
robado el collar de la mujer del alcalde? Y, sobre todo, ¿cómo no iba a
decirle a su padre que Melania, su querida esposa, los echaba
muchísimo de menos a los dos?
Shannon suspiró. Ella también la extrañaba mucho. Y por eso no
podía hacer lo que le pedían: no podía cerrarse a esas visiones e
ignorarlas. Si lo hacía, nunca más vería a su ángel, a su madre, que ya
estaba en el cielo.
Sentada en el suelo delante de la escuela, temblando como un
gorrión bajo una tormenta inminente, se abrazó las rodillas esperando
la llegada de su padre. El hombre que nunca la llamaba por su nombre;
el hombre que hubiera preferido que las fiebres se la llevaran a ella en
lugar de a su madre. Un sollozo ahogado pugnó por salir de su
apretada garganta. Sabía que la obligaría a dejar de soñar y le
prohibiría hablar más de sus visiones. Y si no podía tener a Melania
cerca para que le susurrara sus dulces palabras de amor… ¿quién más
iba a quererla?
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Capítulo 1

1854 - Territorio de Yosemite, California

Tenía el trasero dolorido por el ajetreo de la carreta. Rebotaba


una y otra vez sobre el pescante de madera y, por el aspecto del
camino que tenían delante, no parecía que la cosa fuera a mejorar. Le
pasó las riendas del tiro de mulas a Jenny justo cuando otra piedra se
colaba debajo de la rueda delantera y la carreta se sacudía con otro
bote desagradable.
—No puedo más —le dijo—. Voy a caminar un rato.
Se apeó dando un salto, con la carreta en movimiento. Desde que
salieran de Independence, Shannon Blythe había adquirido mucha más
habilidad y destreza, por lo que aquel gesto no le supuso ninguna
complicación.
—Creo que no falta mucho —aseguró Jenny—. Pronto podremos
descansar.
Shannon dejó escapar un suspiro de añoranza. Descanso. Aquella
palabra se le antojaba lejana y desconocida. Hacía semanas que no
dormía toda la noche seguida y los días eran jornadas de trabajo duro,
constante. El ritmo que el guía les había impuesto era agotador; a
veces, sentía que se le partía el alma por el esfuerzo y creía que las
fuerzas iban a abandonarla de un momento a otro. La dureza de aquel
viaje habría obligado a desistir a cualquiera.
No era así, sin embargo. Allí continuaba, ella y las demás mujeres
de la comitiva. Paso a paso, cada vez estaban más cerca del pueblo
donde encontrarían una nueva vida y todas podrían empezar de cero.
Shannon echó un vistazo a su alrededor. Sus compañeras habían
luchado día tras día y su férrea voluntad no se había quebrado ante
ningún obstáculo del camino. Observó sus rostros cansados, ajados por
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el sol. Sus labios resecos por el polvo y su cabello estropeado, que


había perdido toda la suavidad que poseían antes de emprender el
viaje. Sus ropas, vestidos harapientos, camisas descoloridas y
pantalones raídos, eran dignas de pordioseras. Y, a pesar de todo,
ninguna emitía un gemido de protesta.
La caravana que había salido de Independence y que se dirigía a
California estaba compuesta en su mayoría por familias y hombres que
buscaban una oportunidad. Pretendían encontrar en los nuevos
horizontes la vida que siempre habían soñado y que sabían les estaba
aguardando más allá del desierto de Las Cuarenta Millas.
Hacía tres días que su pequeño grupo se había separado de dicha
caravana. Ahora, las cuarenta y siete mujeres —tres habían muerto en
el camino—, y los diez hombres encargados de conducirlas hasta
Loan’s Valley marchaban en solitario, por la ruta del río Carson,
mientras que la caravana principal había optado por la del Truckee. Se
sentían más desvalidos y expuestos que nunca a cualquier ataque indio
y a las inclemencias del viaje, pero mantenían su ilusión intacta; por
eso proseguían sin descanso, deseosos de arribar a su destino.
Shannon volvió los ojos de nuevo hacia el horizonte, donde las
nubes rosáceas del atardecer se estiraban perezosas sobre el cielo azul,
y se frotó el trasero dolorido. Miró las puntas de sus botas polvorientas
y las perneras desgastadas de su pantalón —hacía tiempo que
prescindía de las incómodas faldas de algodón—, solo para no
angustiarse ante la visión de la explanada desértica que tenían por
delante. Era descorazonadora. Por fortuna, todas eran conscientes de
que faltaba poco y eso les obligaba a avanzar. Su ritmo era lento y
pesado, cierto, pero constante. La tenacidad era un rasgo fundamental
en todas y cada una de las mujeres que componían aquella comitiva y,
en parte, la gran responsable de que hubiesen llegado tan lejos.
—¿Has pensado en cómo será? —le preguntó Jenny desde lo alto
de la carreta.
No hacía falta que le explicase a qué se refería. Lo sabía de sobra.
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En los últimos días, aquel era el único tema de conversación de las


mujeres.
—No. Y prefiero no hacerlo, no quiero crearme falsas
expectativas —respondió, apartándose un mechón color oro viejo del
rostro.
—Sí, ya, como las demás. Pero habrás fantaseado, supongo. No
me digas que no —Jenny suspiró—. Yo sueño con un vaquero alto y
fuerte, que sea rudo y al tiempo cariñoso, guapo, con ojos penetrantes
que me hagan estremecer con solo una mirada. Y sobre todo, un
hombre que algún día llegue a amarme de verdad.
Shannon no pudo reprimir una sonrisa ante la ingenuidad de su
joven amiga.
—Ese tipo de hombres no existe. Puede que llegue a quererte,
pero si es rudo, no será cariñoso. Lo de guapo, puede ser, pero que
aúne en su persona la fuerza, la altura y el atractivo que buscas es un
sueño. Créeme, es mejor no pensar en ello. Si luego resulta que te toca
uno bajito, medio calvo y enclenque, te pondrás enferma.
Jenny rió. Pensaba que bromeaba, pero lo cierto era que Shannon
hablaba completamente en serio. Miró a su amiga y movió la cabeza,
deseando que sus esperanzas se vieran cumplidas. Jenny era una mujer
dulce, de estatura y constitución pequeñas, de pelo brillante, largo y
moreno —al menos, era así antes del viaje—, y unos ojos soñadores
grises como madreperlas. Odiaba imaginarla en manos de algún bruto
que no tuviera en cuenta sus sentimientos. Y nada les aseguraba que
no acabara con un hombre así.
Ajena a esos lúgubres sentimientos, Jenny hizo un gesto con la
mano para restarle importancia a la ridícula imagen del hombre que
había descrito Shannon y bufó, desaprobando su falta de ilusión.
—Creo que, sea como sea, me dará igual con tal de que me
quiera. No soportaría estar con un hombre que no sintiera nada por mí.
¿Te imaginas? Eso sí que tiene que ser triste.
Shannon guardó silencio. Sí, aquel era un aspecto muy
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importante a tener en cuenta. Pero a ella le preocupaba otro asunto no


menos espinoso: aunque su marido nunca llegase a amarla… ¿la
aceptaría tal y como era? Hacía mucho tiempo que había dejado de
contarle a todo el mundo que ella poseía un extraño don: tenía
visiones. En concreto, había dejado de hacerlo desde que tenía ocho
años. Aún sentía un dolor insoportable en el pecho cuando recordaba
la cara de su padre, mirándola con aquella mezcla de miedo y
repulsión. Ella no tuvo la culpa… ella no originó el incendio de la
iglesia. Se limitó a anunciarlo e intentó avisarles. Pero nadie la creyó y
no pudieron evitar aquellas muertes. Luego, le pidieron explicaciones
como si hubiese tenido algo que ver con aquel horror…
La joven sacudió la cabeza, intentando desembarazarse de los
recuerdos. Deseó que se diluyeran en el mismo hueco frío y oscuro
donde ocultaba desde entonces todas sus visiones. Allí las metía y allí
las ignoraba. No volverían a molestarla. No serían las responsables de
que su futuro marido tuviera una excusa para repudiarla… igual que
hizo su padre.

Los ojos de aquella criatura eran muy extraños. El iris violeta


estaba salpicado de motas doradas y la pupila, aunque era negra como
la de todos, en ocasiones aparecía plateada. Sobre todo cuando las
emociones que sacudían su pequeño cuerpo eran demasiado
poderosas.
Solo era una niña.
Eso debía repetirse una y otra vez el hombre que la tenía
prisionera, Tom Whitman. Pero cuando ella le miraba así, unos
extraños escalofríos recorrían su espina dorsal advirtiéndole de la
imprudencia que cometían: no estaba bien retener a esa criatura contra
su voluntad.
—Deja de mirarme así, mocosa —la amenazó, cuando ya no
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pudo soportarlo.
Ella se limitó a arquear una ceja, como si no supiera de qué
estaba hablando. Era curioso ver esos gestos de adulto en un rostro
infantil que, en teoría, debería ser más inocente. Su tez morena y su
largo pelo negro evidenciaban su origen miwok. La tenían vestida con
un camisón que no era suyo y el contraste de la prenda con los rasgos
de su raza era desconcertante.
—¿Tienes hambre? —le preguntó, sabiendo de antemano cual
sería la respuesta.
La niña negó con la cabeza sin alterar su expresión. Aquello no
dejaba de sorprender a Tom: nunca tenía hambre, apenas bebía y pocas
veces la había visto dormir. Se limitaba a permanecer sentada con las
piernas cruzadas en el regazo y los ojos cerrados. Eso era todo.
—¿Cuántos años tienes?
La pequeña abrió las manos y le mostró cuatro dedos en cada
una.
—Ocho —concluyó Tom—. Pareces mayor, tus ojos son viejos.
—Tus ojos tienen miedo —contestó ella, bajando los brazos.
—¿Quién te enseñó mi idioma?
—Omusa1 , mi padrino.
El hombre sentía mucha curiosidad. Tenía órdenes estrictas de no
entablar conversación con la pequeña, pero aquellas pupilas violetas y
aquel aire misterioso podían con su fuerza de voluntad.
—¿Crees que él te rescatará?
La niña cerró los ojos y suspiró como si estuviera muy cansada.
—No. Él cree que he muerto. Le habéis engañado.
—¿Cómo sabes eso?
—Yo soy el Hii2 para mi pueblo. Ellos me buscan, mi madre me
busca. Pero han perdido la esperanza, no vendrán.
Tom se pasó las manos por la cara, apesadumbrado.
—Si sabes que no van a rescatarte, ¿por qué no nos dices lo que
queremos saber? —no entendía qué le pasaba; sentía la necesidad de
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protegerla—. Cuando él venga te volverá a hacer la pregunta. Ya llevas


aquí muchos días, podemos terminar con esto. Prometo llevarte a tu
hogar si nos dices…
—No —los ojos violetas se endurecieron, aparentando mucha
más edad de la que tenían—. Es Tierra Sagrada, mi pueblo jamás me lo
perdonaría. Debo proteger a mi pueblo.
Tom se apartó de ella, disgustado. Era una criatura muy
testaruda y el hombre para el que trabajaba, al que apodaban Knife,
estaba perdiendo la paciencia.
Nunca se había fiado de Knife. Al principio, había trabajado para
él por codicia. Le había prometido oro en abundancia y le había creído.
¿Por qué no? Otros habían encontrado en esas montañas una gran
fortuna. Y a pesar de que la gran mayoría de los buscadores de oro
habían fracasado, dejándose la piel en el camino —si no la vida—, Tom
tenía el presentimiento de que para ellos las cosas serían diferentes. Sí.
El brillo codicioso en los ojos de aquel joven apodado Knife lo había
seducido y atrapado. Por eso quiso trabajar para él y aceptó sus
condiciones.
Sin embargo, ahora, después de conocerle mejor, Tom estaba
convencido de que lo único que le mantenía aún en aquella empresa
era el miedo.
Miedo a la mente retorcida y siniestra de su jefe.
Knife se jactaba de haber matado a su primera víctima a los trece
años. Ni siquiera recordaba cual fue el motivo. Divertirse, quizás. Lo
acompañaban sus dos hermanos mayores, que fueron quienes
iniciaron la pelea. Y cuando él vio su oportunidad, lanzó el cuchillo
con letal acierto a la espalda del pobre hombre que solo intentaba
defenderse. Tres contra uno era mucho pedir a cualquiera. Pero eso no
pareció importarles a Knife y a sus hermanos, que rieron como hienas
cuando vieron el horror en los ojos de su víctima cayendo al suelo sin
vida.
Desde aquel día, Knife había perdido la cuenta de las víctimas
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que llevaba. La mayoría morían bajo la hoja afilada de su cuchillo, de


ahí su mote, pero con el tiempo había adquirido también una habilidad
prodigiosa con el revólver. Pocos hombres eran capaces de igualarlo.
Eso, junto a su malévola mente, lo convertían en uno de los pistoleros
más peligrosos que había conocido jamás.
Pero cuando aceptó trabajar para él, Tom no lo sabía.
El plan que le propuso era muy sencillo. Había llegado a oídos de
Knife que en aquella zona de las Montañas Nevadas existía un
yacimiento de oro muy importante, aún sin explotar. El único
problema era que se encontraba en territorio miwok y tan solo el
chamán, es decir, el personaje sagrado de la tribu que habitaba esas
tierras conocía el paradero exacto del preciado metal. Knife había
montado en cólera cuando se enteró de que su ansiado tesoro estaba
justo en el lugar donde los antepasados de la tribu decidieron pasar el
resto de la eternidad como espíritus. Tierra Sagrada, así la llamaban.
A Knife le importaba bien poco vérselas con los antiguos
espíritus de aquellos malditos indios. Si el personaje sagrado de la
tribu era el que los podía llevar hasta el oro, simplemente, lo
secuestrarían. Le obligarían a confesar antes de cortarle el cuello para
que jamás revelara a nadie sus intenciones. Y eso fue lo que hicieron.
Pero resultó que el chamán era una niña. Una miserable pequeña
de ocho años.
Tom suspiró, hastiado. Hacía tiempo que quería abandonar, no
estaba bien retener a la criatura contra su voluntad. Pero Knife jamás se
lo permitiría. Sabía que si le traicionaba, le perseguiría sin descanso
hasta darle muerte.
No te preocupes, ella vendrá a buscarme.
Aquel pensamiento reverberó en la mente de Tom con tono
infantil. Se giró de nuevo hacia la niña, notando cómo aquellos ojos
sobrenaturales ahondaban en lo más profundo de su alma, removiendo
sentimientos que no quería reconocer. Tragó con dificultad, presa de
un temor reverencial.
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—¿Quién… quién vendrá?


Los ojos violetas se aclararon hasta alcanzar un color de luna.
Tom sintió un ramalazo de culpabilidad. La certeza de que mantener
cautiva a esa niña era una auténtica atrocidad le golpeó en el pecho y le
dejó unos segundos sin aliento.
—¿Quién…? —volvió a preguntar, con desasosiego.
Por primera vez en mucho tiempo, la pequeña sonrió.
—La mujer del Este —susurró—. La mujer de Omusa.

—¿Quién tiene la carta más baja?


Hubo un momento de tenso silencio en toda la cantina mientras
los vaqueros miraban el naipe que habían sacado de la baraja.
Charlie Smith resopló cuando vio su dos de corazones y cerró los
ojos con fuerza, como si con aquel gesto pudiera transformar su carta
en un rey.
—Creo que aquí tenemos a nuestro ganador —canturreó Jack
Steven, mirando por encima del hombro de Smith.
—Ven aquí, Charlie —lo llamó el patrón, Curtis Loan.
El hombre se rascó la barba con pesar antes de acercarse para
recibir el encargo. Había tenido muy mala suerte, se lamentó. Nadie
había querido ofrecerse voluntario para hacer llegar el mensaje del
patrón a Darren Davis, el vaquero más irascible del rancho, y a Curtis
le había parecido gracioso organizar aquel sorteo con las cartas.
—¿Qué ocurre con ese vaquero? —le preguntó Horace Dage a
Jack cuando observó el rostro ceniciento del elegido.
Horace llevaba poco tiempo en el rancho y aún no había tenido
oportunidad de conocer muy bien a todos sus trabajadores. No
entendía por qué mostraban ese recelo al tal Davis.
—Bueno —le explicó Jack—, tiene un carácter algo reservado.
—¿Reservado? —Se burló Tedd Mayers, el cantinero—. Ese
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hombre es un auténtico misterio, nadie le ha visto nunca sonreír. Se


dice que se ha vuelto medio salvaje porque estuvo tres años viviendo
en el poblado de una tribu miwok…
—¿Es eso cierto? —preguntó Horace, alarmado. Nunca había
oído nada bueno de aquellos feroces indios y no era capaz de imaginar
a ningún hombre blanco conviviendo con tales bárbaros.
—Tedd es un poco exagerado, yo no creo que sea medio salvaje
—intervino de nuevo Jack—. Aunque sí, es cierto que estuvo viviendo
con ellos. Verás, hace unos cuatro años, Davis militaba en el Batallón
Mariposa bajo las órdenes del Mayor James Savage y participó en la
limpieza del Valle de Yosemite.
Horace había oído hablar de aquello. Lo llamaron las Guerras
Mariposa y el famoso batallón había perseguido y dado caza a los
indios Ahwaneechees que habitaban en el valle. Se los consideraba
muy peligrosos ya que, guiados por su Jefe Tenaya, habían saqueado y
asaltado numeroso emplazamientos de comercio en la zona. Se hacía
necesario atajar el problema y el ejército no se detuvo hasta que los
indios se rindieron y lograron meterlos en reservas.
—Pero, ¿qué tiene que ver eso con que Davis acabase
conviviendo con una tribu miwok? —preguntó Horace.
—Cuando incendiaron la aldea de los Ahwaneechees, los
soldados se condujeron como auténticos energúmenos —contestó Jack,
que parecía saberlo todo sobre Darren Davis—. Se propasaron con las
mujeres y Davis no lo soportó. Plantó cara a sus propios compañeros
que, como era de esperar, se volvieron contra él. Tuvo que huir de allí,
herido y perseguido por los que hasta ese momento habían sido sus
hermanos en el campo de batalla. Cuentan que estuvo vagando por el
valle varios días hasta que se desplomó en el suelo malherido, a las
puertas de la muerte.
—¿Y lo encontraron los miwok? —volvió a preguntar Horace,
atando cabos.
—Así es. Darren despertó en una choza al cuidado de una bella
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india que se ocupó de su bienestar… ¡durante tres años! —exclamó


Jack, echándose a reír ante su ingeniosa ocurrencia.
Tedd el cantinero también reía, pero Horace seguía estupefacto.
—Si le cuidaban tan bien, ¿por qué regresó? —no entendía nada
de nada.
—Supongo que al final se cansó de aquella vida salvaje y deseó
volver a la civilización. Curtis le ofreció un puesto en el rancho, y como
Loan’s Valley no dista mucho del territorio de la tribu, imagino que
resultó ser el sitio ideal para él. Así puede ir a visitar a sus amigos
indios de vez en cuando.
—Eso quiere decir que aún mantiene tratos con esos salvajes… —
Horace tragó saliva, asimilándolo—. No me extraña que nadie quiera ir
a verlo para darle el recado de Curtis.
Jack y Tedd asintieron tras sus palabras. Ninguno envidiaba a
Charlie Smith, que estaba obligado a trasmitirle el peor mensaje que
podían llevarle: las mujeres llegarían al día siguiente. Los vaqueros no
entendían por qué, desde hacía una semana, el iracundo Davis
renegaba de su decisión de casarse con una de ellas. Cuando Curtis
Loan propuso su idea de traer esposas del Este, Darren firmó la
solicitud como todos, contento e ilusionado. La vida en el rancho
resultaba en ocasiones muy solitaria y por aquellos parajes las mujeres
escaseaban, así que los hombres abrazaron la feliz idea con entusiasmo.
Incluido Davis.
Sin embargo, una semana atrás, el vaquero había recibido la
visita de uno de sus amigos miwok durante su jornada en los prados.
Todos recordaban la expresión desencajada del salvaje, que saltó del
caballo en cuanto llegó a la altura de Davis y se aproximó a él con gesto
grave. Le comentó algo en su idioma y Darren perdió el color de la
cara. Acto seguido, pidió permiso a Curtis para abandonar el trabajo y
se marchó con el miwok, ninguno supo nunca adónde.
Solo sabían una cosa: desde aquel día, Darren había intentado
por todos los medios que le liberaran de la obligación adquirida
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cuando firmó la solicitud pidiendo una mujer. Loan se había negado,


por supuesto. Las mujeres venían buscando un marido y cada cual
tendría que hacerse cargo de la suya. En eso, el patrón no pensaba
hacer ningún tipo de excepción. Esas mujeres habían realizado un
largo viaje lleno de penurias y se merecían un hogar. Ninguna se
quedaría sin esposo.
Charlie se marchó por fin de la cantina bajo la compasiva mirada
del resto de los parroquianos y decidió terminar con aquello cuanto
antes. Caminó con paso ligero y ascendió por el sendero que llevaba a
la cabaña de Darren sin querer pensar en cómo se lo diría. Si era
necesario, improvisaría algo.
Según se acercaba, pudo ver al vaquero en la puerta de su casa,
cepillando a su caballo Fuego. Si le escuchó llegar, no hizo ningún
ademán de querer saludarlo. Charlie inspiró con fuerza, pidiéndole al
cielo toda la entereza que necesitaba.
Aunque parecía absorto en su trabajo, Darren Davis sabía que un
hombre se acercaba por el camino que llegaba hasta su cabaña. Giró la
cabeza para comprobar de quién se trataba y suspiró, armándose de
paciencia. Era Charlie Smith, que llegaba con su habitual paso cansado
y la mirada perdida. Su oronda figura siempre le había causado algo
de repulsión, aunque, ahora que lo estudiaba con más atención, se dio
cuenta de que en realidad era ese aire de pobre hombre desvalido lo
que le crispaba.
—Buenas tardes, Darren —saludó el recién llegado, respirando
con dificultad. Sacó un pañuelo de su bolsillo trasero y se echó el
sombrero hacia atrás para secarse el sudor de la cara.
—Señor Smith… —correspondió él—, ¿a qué debo el honor de su
visita?
Su tono helado consiguió que su interlocutor se revolviera,
incómodo. Renegó otra vez de su mala suerte y cogió aire para soltar lo
que tenía que decirle.
—Traigo un mensaje para ti —le comunicó, guardando de nuevo
KATE DANON 21
Una mágica visión

el pañuelo en su bolsillo.
Darren le mostró una sonrisa torcida y cruzó los brazos sobre el
pecho.
—Estoy impaciente —susurró, con aquella voz enronquecida que
conseguía ponerle los pelos de punta.
—Ejem… Las mujeres… Creo, ejem… creo que llegan mañana.
—¿Crees?
—No… Sí, lo sé. Llegan mañana. Les estamos preparando un
gran recibimiento. Hemos supuesto que te gustaría saberlo. Loan
quiere que todos estemos allí.
Charlie volvió a sacar el pañuelo. Caramba, qué calor tenía. Las
gotas de sudor le resbalaban desde las sienes y se perdían en su
enmarañada y sucia barba. Darren le observó algo asqueado y arrugó
la nariz cuando la brisa le trajo el apestoso olor de aquel hombre.
—Supongo que te bañarás…
—¿Cómo has dicho? —preguntó Smith, sin comprender a qué
venía la pregunta.
—Apestas, amigo. Ninguna mujer querrá acercarse a ti si no
pasas antes por el salón de Betty y le pides uno de sus baños.
Charlie frunció el ceño por el comentario. Odiaba esos baños de
espuma porque, además, Betty se empeñaba después en rociarlo con
un afeminado perfume que detestaba.
Darren sabía lo que le preocupaba; creía que por lavarse un poco
y frotarse con jabón perdería parte de su hombría. Estúpido cabeza
hueca.
—Bien, ya veré. Tú solo preocúpate por estar en la plaza a la
hora. Llegarán al mediodía.
Darren le regaló otra de sus siniestras sonrisas y se despidió de él
con un gesto de cabeza. Se giró y entró en la casa, pegándole un
portazo en las narices al sudoroso Smith.
—Pobre mujer —bufó, mirando la puerta cerrada—.
Compadezco a la desafortunada que tenga que emparejarse con él.
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Una mágica visión

1 En idioma miwok: Flecha perdida.


2 En idioma miwok: Sol.
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Una mágica visión

Capítulo 2

En la oscuridad de la cabaña, los ojos de Knife estudiaban a la


pequeña. Tom Whitman contenía la respiración y lamentaba haberle
contado la confesión de la niña. Sabía que Knife era capaz de todo y
aquella noticia lo había enfurecido mucho. Esperaba que no se le
ocurriera emprenderla contra ella.
—Así que… ¿una mujer?
La voz susurrante provocó que el estómago de Tom se contrajera.
—No hagas caso. La pequeña Huyana3 está trastornada. ¿Cómo
va a saber ella…?
—¿Huyana? —Lo interrumpió, con un malévolo susurro—. ¿Por
qué conoces su nombre?
Tom palideció. Sus manos temblaban cuando las elevó en un
gesto para pedir calma.
—No… no es lo que crees.
—¿Ah, no? ¿No has intimado con ella? Entonces, ¿por qué te
cuenta sus secretos?
—Vamos —Tom dejó escapar una risita nerviosa—. Lo que me
contó de la mujer no es más que un sueño de su mente infantil. No
puedes tomarlo en serio.
La voz de la niña sorprendió entonces a los dos hombres.
—Es verdad. Lo he visto, la mujer del Este me rescatará —les
clavó sus ojos fantasmagóricos—. Y vosotros no podréis impedirlo.
Knife dio un paso hacia ella, con el ceño fruncido y la mandíbula
tensa.
—Y esa mujer… ¿cómo es?
La niña sonrió, confiada. Por el rabillo del ojo vio que Tom
negaba con la cabeza, como si quisiera prevenirla de lo que ocurriría si
hablaba. Pero ella estaba demasiado segura.
—Es muy bella. La más hermosa de las que llegarán.
KATE DANON 24
Una mágica visión

Tom debía intervenir. No podía permitir que Knife le hiciera


daño.
—No puedes tener eso en cuenta. Su concepto de belleza es
distinto al nuestro…
—¡Cállate! —Ordenó con brusquedad—. Te estás desviando de
tu cometido. Si sigues así, me veré obligado a reemplazarte por otro —
hubo un momento de tenso silencio—. ¿Has entendido lo que quiero
decir?
Perfectamente. Tom hundió los hombros y dio un paso atrás,
dejando a la pequeña a su merced.
Knife se acercó a Huyana y se acuclilló a su lado. Desplegó un
mapa que la niña ya había visto otras veces y se lo mostró.
—Dime dónde está el oro —la conminó—. Señala el punto
exacto.
La niña negó con la cabeza sin dignarse a mirar el papel.
Entonces, el hombre la agarró bruscamente por el cabello y tiró de su
cabecita hacia atrás.
—Ella no vendrá —musitó, con una siniestra sonrisa—. Yo me
encargaré de eso. La retendré y la someteré; tendrá tanto miedo que no
podrá pensar en nada más. Y tú tendrás que decirme dónde está el oro,
o la mataré.
La niña enfrentó su mirada con valentía. No emitió ningún
sonido de protesta o dolor ante el violento arrebato de aquel
energúmeno.
—Ella jamás se fijará en ti —dijo, sabiendo que aquel comentario
le haría mucho daño—. Eres demasiado insignificante.
Knife no pudo reprimirse y le cruzó la cara con la mano. La niña
cayó hacia atrás por la fuerza del golpe pero se incorporó enseguida,
sin derramar una sola lágrima. No dijo nada más. Se limitó a mirarle
con fijeza y sus ojos demostraron que no se arrepentía de sus palabras.
Tom observaba la escena sin intervenir, pero apretaba los puños
para contenerse. Knife se incorporó, guardando de nuevo el mapa
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Una mágica visión

entre sus ropas, y caminó hasta la puerta. Antes de salir, miró a Tom
con los ojos rebosantes de odio y le advirtió:
—Limítate a hacer tu trabajo y no me obligues a tomar otra
determinación.
Dicho lo cual, salió de la cabaña.
Una vez fuera, se acercó a su otro compinche, Dean Garret, que
aguardaba junto a los caballos.
—Tenemos una misión que cumplir. Lo intentaré yo, pero si
fracaso… —apretó los dientes, recordando las últimas palabras de la
niña—, tendrás que hacerlo tú.
Garret montó en su caballo de un salto. Mostró su blanca y
perfecta sonrisa antes de contestar.
—No hay problema.

Las mujeres sacaron las prendas bonitas e intactas que llevaban


guardando desde que salieran de Independence. Habían acampado a
escasas millas de Loan’s Valley para intentar poner un poco de orden
en el caos de su aspecto. Pero, aunque se cepillaron el cabello a
conciencia, aún tardaría en recuperar el lustre perdido. Los labios
agrietados fueron tratados con grasa de caballo y se lavaron muy
superficialmente la piel reseca de sus piernas, brazos y busto con el
agua de un precioso lago con el que se habían topado antes de llegar.
Shannon contempló el cambio radical en el paisaje. El verde
exuberante de las colinas que se extendían ante sus ojos, el azul del
cielo que en aquel lugar parecía más claro que en el desierto. Era cierto,
California era un paraíso; jamás había visto tierras así. Gritaban su
fertilidad a través del brillo intenso de la hierba y la fuerza de su
embrujo. Seguro que allí las cosechas crecían ricas y abundantes, y los
huertos florecían cargados de verduras y árboles frutales.
Sí, aquel era el lugar de sus sueños. Su nueva vida estaba a punto
KATE DANON 26
Una mágica visión

de comenzar y se encontraba tan excitada como el resto de las mujeres.


¡Quién iba a decirlo! Habían terminado por contagiarle su entusiasmo.
—¿Vas a ponerte ese pañuelo? —preguntó Jenny, señalando la
prenda de vivo color rojo.
—No —dijo, y era mentira. Pero el brillo de los ojos grises de su
amiga bien valía un pañuelo.
Ella se pondría un vestido de algodón verde, largo hasta los
tobillos y de faldas amplias, el único que había podido preservar un
tanto de las inclemencias del viaje. Miró la prenda con anhelo, como si
fuera la llave para encontrar la felicidad en aquella tierra prometida.
Sabía que su aspecto iba a resultar determinante para emparejarse con
un hombre, por muy frívolo que sonase. ¿Las elegirían ellos en función
de lo bonitas que fueran? A lo mejor se decidían por su complexión;
una mujer fuerte podía dar mucho más de sí en el trabajo… Shannon se
observó con aire crítico. Estaba flaca como una vara de fresno, aunque
sus músculos sin duda estaban más fuertes que al inicio de su travesía.
Y lo de bonita… Suspiró, desalentada. Antes, pudiera ser, pero no
ahora. No, después de aquel infierno. Por suerte, en ese aspecto
estaban todas en igualdad de condiciones. No eran lo que se dice un
ramillete de bellezas del Este. Pero era lógico, tras meses y meses
vagando por montañas y desiertos, vadeando ríos y esquivando todo
tipo de peligros.
Jenny la salpicó con el agua, sacándola de sus cavilaciones.
Estaban metidas en el lago hasta los muslos, en ropa interior,
frotándose la mugre de todo el cuerpo. Las dos mujeres reían mientras
se afanaban por sacar el máximo provecho de aquel baño
rudimentario.
Ninguna se percató de que unos ojos lujuriosos contemplaban la
escena sin perderse detalle.
Sus pupilas estaban fijas en el busto de Shannon, cubierto tan
solo con la fina camisa de hilo. La prenda se había mojado con el agua
y se pegaba impúdica a la piel y al contorno de sus pechos. Claro que,
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Una mágica visión

ninguna sospechaba nada porque se suponía que los hombres se


habían adelantado para dejarles intimidad; Shannon continuaba sus
abluciones sin ser consciente de que cada gesto, cada roce de sus
manos en el cuello, en la nuca, en el nacimiento de los senos, encendía
la pasión desmedida de su observador oculto.
Por fin, cuando las cuarenta y siete mujeres estuvieron
preparadas —todo lo preparadas que se podía estar en un momento
así—, se subieron de nuevo a las carretas dispuestas a entrar en el
pueblo y conocer a sus futuros esposos.
Shannon se rezagó.
—Ve tú delante, Jenny, ahora os alcanzo. Me he olvidado de
algo…
—Date prisa —contestó la joven morena, que había elegido un
bonito vestido amarillo para hacer su aparición—, o te lo perderás.
—No te preocupes. Además, cuando recoja lo que he visto ahí
detrás me lo agradecerás.
Jenny chasqueó las riendas en el aire para que las mulas se
pusieran en camino y Shannon volvió deprisa sobre sus pasos. No
quería recorrer lo que quedaba de trayecto a pie, así que debía
apresurarse para alcanzarla cuanto antes. Había divisado, escondido
entre los brezos, un arbusto de jojoba. Sabía que aquella planta podía
serle muy útil para recomponer su ajado aspecto y quería conseguirla a
toda costa.
Cuando llegó al lugar se arrodilló frente al arbusto y comenzó a
recolectar las semillas que los frutos ya maduros habían dejado caer al
suelo. Había una buena cantidad y su cara se iluminó con una sonrisa
al imaginar el magnífico aceite que podría extraer de aquellos tesoros.
Se encontraba tan abstraída, que no se dio cuenta hasta que lo
tuvo encima.
Una sombra se le abalanzó desde atrás y la atrapó entre unos
brazos duros como rocas. Una mano sucia y maloliente le tapó la boca
para que no gritara. Shannon no tuvo otra alternativa más que
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Una mágica visión

debatirse como una fiera para zafarse de aquel violento abrazo.


Una voz aguardentosa le habló al oído y ella creyó reconocer a
uno de los hombres que las habían acompañado durante todo el viaje.
—Quédate quieta, preciosa. No tardaré nada y si colaboras, no te
dolerá.
Shannon peleó con más fuerza, pataleando, gruñendo bajo la
mordaza de su mano.
—Me pareces una mujer preciosa. Te he deseado durante
demasiado tiempo, ¿lo entiendes, verdad? Tengo que aprovechar
ahora, antes de que tengas un marido que te defienda.
La mano que le quedaba libre a su captor se cerró cruelmente
sobre uno de sus pechos y lo estrujó sin piedad. Ella gimió de dolor e
intentó en vano separarse de aquel hombre que olía como un
estercolero.
Echó de menos su revólver. Durante la mayor parte del viaje
había llevado su Colt descansando sobre la cadera, pero al ponerse
aquel vestido lo había guardado entre sus cosas. ¡Maldición!
Recordó entonces la pequeña navaja que siempre llevaba metida
en la bota y que, por suerte, había tenido el buen juicio de conservar.
Haciendo acopio de todas las fuerzas que le quedaban, Shannon
golpeó la espinilla de su captor con su tacón. Este soltó un juramento y
relajó su presa lo suficiente para que ella pudiera tirarse al suelo, rodar
y sacar el arma con un movimiento rápido.
La aferró con fuerza y se giró hacia él justo cuando se le echaba
encima otra vez. No lo dudó. En todo aquel tiempo, había aprendido a
no dudar ante cualquier peligro. Podía significar la diferencia entre la
vida y la muerte. El filo de la navaja penetró limpiamente en el hombro
de su atacante, que aulló de dolor.
Cayó de rodillas, sujetándose la herida con una mano.
—¡Maldita perra miserable! ¡Más vale que corras, porque si te
cojo… te mataré!
Shannon no esperó a que se lo repitiera.
KATE DANON 29
Una mágica visión

Corrió si saber adónde, aún conmocionada por el ataque. No


estaba acostumbrada ya, después de tantos meses, a esa falda larga que
se le pegaba a las piernas y no le permitía una zancada más amplia.
Miró hacia atrás para ver si la seguía y entonces tropezó. Cayó
rodando por un pequeño terraplén hasta que se detuvo bruscamente,
golpeándose la cabeza con una piedra.
Perdió el conocimiento en el acto.

La expectación en la plaza podía palparse en el aire. Los


corazones de los hombres contenían sus latidos a la espera de ver
aparecer la caravana por el camino norte; habían depositado en ella
todas sus esperanzas y sus sueños. Pero se estaban retrasando y los
nervios amenazaban con hacer acto de presencia y estropear el
momento.
Curtis Loan se aproximó despacio hasta la figura que se apoyaba
con aire indolente contra uno de los postes del porche de la cantina. Sin
duda, era uno de los mejores vaqueros que había contratado nunca,
pero terco y obstinado como una mula. Llevaba una semana renegando
de la idea de llevar mujeres al pueblo y Loan aún no sabía el porqué de
ese cambio tan brusco de opinión. Esperaba, por el bien de todos, y
sobre todo por el bien de la mujer que le tocase en suerte, que su
disposición fuera otra en aquellos momentos.
—¿Qué tal lo llevas, Darren? —le preguntó, en cuanto sus botas
pisaron el entarimado del porche.
El aludido miró con gesto serio al patrón y se lo pensó bien antes
de responder.
—Aún sigo pensando que es una mala idea. No sé por qué lo
hice.
—Por el mismo motivo que el resto, aunque no quieras admitirlo.
Te sientes solo.
KATE DANON 30
Una mágica visión

—Yo más bien creo que era porque estaba borracho como una
cuba. Me gusta la soledad.
El viejo Curtis Loan esbozó una amplia sonrisa. Le colocó una
mano en el hombro con gesto paternalista y Darren lo miró de soslayo;
nunca le había visto como un padre. Era un hombre de gran
envergadura, rudo, de manos morenas y fuertes, llenas de callos por el
trabajo duro. Sus límpidos ojos azules contrastaban con el tono tostado
de su piel y su pelo blanco, y transmitían tanta sinceridad como el
timbre de su voz grave y potente. Le admiraba, eso era cierto, pero
jamás le había visto como a un padre.
—La soledad no es buena, créeme. Yo he vivido muchos años en
esa soledad que tanto disfrutas… Llegas a cansarte de ella. Llegas a
desear haber renunciado a tus sueños de gloria y progreso a cambio de
una nueva oportunidad para hacer las cosas de otra manera. En mi
casa no hay risas infantiles, ni el olor apetecible a pan recién horneado
saliendo de la cocina, ni flores en mi jardín. Las noches son eternas a
mi edad. El sueño parece serme esquivo y la cama es enorme y fría…
—Yo no tengo sueños de gloria y progreso, Curtis —le cortó—.
Debo resolver un asunto pendiente y es mejor que esté solo. Una mujer
sería una carga demasiado pesada.
—Pero cuando la solicitaste deseabas una familia. ¿Ya no la
quieres? —preguntó, alzando una ceja.
Darren guardó silencio. Tal vez antes sí; antes de lo ocurrido a la
pequeña Huyana. Pero ya no.
—Dejémoslo, ¿quieres? —sugirió, clavándole una mirada de
advertencia.
Curtis Loan se encogió de hombros. Sabía que aquel vaquero
guardaba un trágico secreto; desde que se marchó con su amigo indio
no había vuelto a ser el mismo. Nadie le había hablado de ello pero, tal
vez por la experiencia de su edad, sabía reconocer el dolor en los ojos
de una persona. Y los ojos color cobalto de aquel vaquero, desde aquel
día, se habían vuelto muy turbulentos.
KATE DANON 31
Una mágica visión

—Los hombres se han esforzado mucho, ¿no crees? —le


preguntó, cambiando de tema y señalando la plaza engalanada.
Darren observó aquel despliegue de entusiasmo en los
banderines y farolillos de colores que adornaban la calle, en la larga
mesa repleta de viandas y jarras de limonada y cerveza que habían
preparado, en la pancarta de bienvenida que algún vaquero inspirado
se había empeñado en pintar.
—En mi opinión todo esto es excesivo. Ellas ya saben a lo que
vienen, no hacía falta molestarse tanto.
Curtis lo miró sin dar crédito a sus palabras.
—Cualquiera diría que un buen recibimiento para ti es agarrar a
la primera mujer que baje de la carreta y llevártela a rastras hasta tu
casa para violarla.
—No sería una violación, puesto que saben lo que encontrarán.
El viejo no supo qué replicar ante la frialdad de su observación.
No lo estaba diciendo en serio… ¿o sí?
La música comenzó a sonar de pronto, distrayéndole de su
conversación. Un violín, un piano y una armónica era lo único que
tenían para componer una orquesta, y a pesar del poco tiempo que le
habían dedicado a ensayar, no lo hacían mal del todo. El único experto
era Travis Gurp, el pianista, que amenizaba cada noche las veladas en
el salón de Betty LeFleur. Era el que dirigía a los otros dos para que las
notas de cada instrumento por separado se acompasasen al ritmo de
los demás.
—Supongo que eso quiere decir que ya llegan —musitó Curtis,
oteando el camino del norte.
Darren Davis también miró hacia allí. Sí, en efecto, la primera
carreta aparecía ya al fondo del paisaje. No rezó porque no era un
hombre de fe, pero sabía que su única oportunidad de librarse era que
sucediera un auténtico milagro.
KATE DANON 32
Una mágica visión

El patrón se rascó la cabeza, meditabundo.


Las damas ya estaban allí, y si bien no eran todo lo sofisticadas
que hubiera deseado, tenía que recordar que venían de un largo viaje y
que estaban agotadas. Su desaliñado aspecto parecía no importar a los
hombres, que las habían esperado durante tanto tiempo. Y lo curioso
era que parecía que habían intentado arreglarse. Pero claro,
comparadas con las chicas del salón de Betty LeFleur, que siempre
estaban suaves y olían a rosas, aquellas mujeres llegadas del desierto
resultaban un poco toscas.
Miró a su alrededor. Los hombres de su rancho estaban
excitados. Observaban a las recién llegadas como el gato mira al ratón
y se relame. Habían tenido el detalle de quitarse el sombrero y de
comportarse como buenos anfitriones, ayudándolas a bajar de las
carretas.
Se fijó en Charlie Smith. Por el amor del cielo, ¿se había bañado?
Lucía un impecable traje color chocolate y una marcada raya en el pelo,
peinado a conciencia. Lo vio acercarse al lateral de una de las carretas,
con el sombrero apoyado contra el pecho y la mirada ansiosa. Le
tendió la mano a una mujerona de pelo castaño que le sonrió
agradecida y aceptó su ayuda encantada.
Observó después a Tedd Mayers, el cantinero, que no dejaba de
aflojarse el nudo del lazo que lucía sobre su camisa blanca. Lo vio
titubear, acercarse un paso a las carretas y alejarse dos. Al final, hinchó
el pecho, irguió la cabeza y se aproximó a una jovencita que acababa de
saltar por la parte trasera del vehículo. El rostro de la mujer se tiñó de
rojo cuando él le ofreció su brazo para acompañarla hasta la plaza,
pero también aceptó gustosa.
Curtis sonrió. Ver a sus vaqueros nerviosos como jovenzuelos
enamorados le llenaba de una extraña satisfacción. Y las mujeres
KATE DANON 33
Una mágica visión

estaban respondiendo, gracias a Dios. Su fijó en Brett Hurt, que había


llegado a Loan’s Valley hacía poco tiempo y era uno de los más jóvenes
del rancho. El muchacho observaba nervioso a cada mujer que
descendía de los vehículos. Le extrañó su actitud, como si estuviera
buscando a alguien. De pronto, se puso tenso al descubrir a una
hermosa joven morena que vestía de amarillo. Su rostro delató su
contrariedad cuando varios hombres acudieron prestos al reclamo de
su belleza. Sin embargo, no se dio por vencido. El chico se envalentonó
y se dirigió hacia ella, uniéndose al grupo de admiradores con la
esperanza de que la joven le correspondiera. Curtis asintió para sí; bien
hecho, no tenía por qué renunciar sin presentar batalla.
En general los vaqueros se estaban comportando como él
esperaba. Cuando todas las mujeres hubieron descendido de las
carretas, se desvivieron por invitarlas a bailar y ofrecerles la bebida y
los tentempiés preparados por Tedd, el cantinero. Sí señor, su idea
estaba siendo un éxito. Ahora daba por buenos todos los quebraderos
de cabeza que aquella descabellada iniciativa le había provocado. Ver a
sus vaqueros felices, entorpecidos y envarados ante la presencia de las
mujeres por las que habían esperado tanto, merecía la pena. Y ellas
eran todo lo que habían soñado. Cierto que su aspecto dejaba bastante
que desear, pues era evidente que el viaje las había maltratado, pero
tenían buen fondo, sin duda. Lo notaba en el modo en que aceptaban
las atenciones de los hombres, con un peculiar y pudoroso sonrojo,
pero con total decisión. Estaban allí por ellos, habían luchado y pasado
fatigas inimaginables por vivir ese momento. Por el instante en que un
hombre las invitase a bailar para toda la vida y las eligieran como
futuras madres de sus hijos. A partir de ese día, construirían un futuro
en común y, por cómo esas mujeres agarraban a los vaqueros que
habían elegido, Curtis supo que nada les haría desfallecer y que
ninguna echaría a correr al primer contratiempo. No eran mujeres
delicadas y hermosas como flores de primavera. Eran duras, sinceras,
valientes y decididas. Cualidades mucho más valoradas en aquel
KATE DANON 34
Una mágica visión

rancho que la liviana e inconstante belleza de un rostro o un cuerpo


joven.
Por todo ello, Curtis se sentía feliz. Y, aunque comprobó
satisfecho que algunas parejas de las que se iban formando no perdían
el tiempo y acudían prestas al pequeño altar que presidía el reverendo
Harris, no podía dejar de preocuparse por un detalle que había sido
incapaz de pasar por alto.
No estaban todas.
Según sus informes, tenían que llegar cuarenta y siete mujeres —
le habían comunicado que tres de ellas no lo habían conseguido—, y
era evidente que faltaba una. ¿Dónde estaba? Nadie le había informado
de su defunción. Sin duda, aquello era providencial, reflexionó. El
destino había querido que, de los cincuenta hombres que habían
solicitado esposa, uno de ellos muriera durante una jornada de trabajo
al ser arroyado por una estampida del ganado, y otros dos
abandonasen el rancho por diferencias irreconciliables con su patrón.
De esta manera, las cuentas de Curtis cuadraban a la perfección.
Por supuesto, nadie podía tener tanta suerte. Ahora la balanza
estaba descompensada. Se secó el sudor de la frente con el dorso de la
mano; faltaba una mujer, ¿qué demonios iba a…?
Sus pensamientos se interrumpieron al fijarse en Darren Davis,
que permanecía en el porche de la cantina, con el semblante pétreo.
Estaba claro que no tenía ningún interés en acercarse a las recién
llegadas. ¡Y eso resolvía de golpe el serio problema que tenía ante sus
narices!
Se aproximó de nuevo a él y la mirada que le dirigió el furibundo
vaquero habría hecho estremecer a cualquiera. Estaba de muy mal
humor, notó Curtis, que en el fondo lamentaba que aquel vaquero
testarudo tuviese tanta suerte.
—Buenas noticias, amigo —exclamó cuando llegó a su altura—
.Tus ruegos han sido escuchados. Solo lo siento por la pobre mujer que
se ha quedado en el camino.
KATE DANON 35
Una mágica visión

Darren arqueó una ceja y se enderezó, prestando atención a sus


palabras.
—¿De qué estás hablando?
—Falta una —dijo, señalando con la cabeza al grupo de mujeres
que bailaba y se divertía en la plaza—. Imagino que te ofreces
voluntario y renuncias a la esposa que pediste. De lo contrario, si nadie
lo hace, habrá que sortearlo.
Por primera vez, el rostro de Davis se relajó y mostró una amplia
sonrisa.
—No hará falta ese sorteo, Loan. Y además, estoy tan agradecido
que no hace falta que me devuelvas el dinero que aportamos para
traerlas… Al menos, no de inmediato.
—Cualquiera diría que te alegras de que esa pobre mujer haya
desaparecido.
Darren no contestó. Se tocó el ala de su sombrero a modo de
despedida y se marchó rumbo al salón de Betty LeFleur.
—Os dejo con vuestras damas. Yo me voy a buscar una mujer un
poco menos… sofisticada —se burló, haciendo una clara alusión al
aspecto desaliñado de las recién llegadas.
Curtis Loan le observó enfilar la calle y entrar en el local de Betty.
Meneó la cabeza desaprobando la actitud del vaquero. Pero a él le
había venido bien y en cierto modo, agradecía no tener que haberle
emparejado a la fuerza. No quería ni pensar en la suerte que hubiera
corrido la infeliz destinada a ser su esposa.
3 En idioma miwok: Lluvia que cae.
KATE DANON 36
Una mágica visión

Capítulo 3

Jenny estaba encantada. Había triunfado con su vestido amarillo


y dejar su melena morena suelta hasta la cintura había sido un acierto.
Varios pretendientes se arremolinaron en torno a ella exigiendo su
atención, aunque no sabía por quién decidirse.
Bailó con Brett Hurt, un joven algo aniñado que la mareó dando
vueltas por la plaza. Tenía el rostro infantil y pecoso, el pelo de un
rubio brillante y el cuerpo algo delgado para su gusto. No pretendía
ser mala, pero pensó que un hombre con tan poca gracia para el baile
no sabría satisfacerla en otros sentidos, y le rechazó con una amable
sonrisa. El chico se marchó con una furibunda mirada.
Después, Samuel Grant le trajo un refrigerio y unos pasteles. Era
un hombre no muy alto, de aspecto noble y bonachón, con una barriga
que daba fe de lo bien alimentado que estaba. Tenía unos cálidos ojos
castaños y una sonrisa franca, y aunque Jenny lo encontró divertido y
sincero, su aspecto físico no terminó de convencerla. Declinó su oferta
de matrimonio con un beso en la mejilla que dejó al pobre hombre
hundido en la miseria.
—¿No te gusta ninguno? —le preguntó una voz a su espalda
cuando Samuel se alejó cabizbajo en busca de otra mujer a la que
cortejar.
Jenny se giró y se dio de bruces con un amplio pecho masculino.
Alzó los ojos para estudiar su cara, pero el vaquero estaba de espaldas
al sol del atardecer y los rayos la cegaron. Tuvo que colocarse una
mano a modo de visera para poder mirarle y, cuando por fin le vio,
abrió la boca como una boba de puro asombro.
Era el hombre más guapo que jamás había visto. El pelo dorado
le caía por los hombros y tenía un cuerpo espléndido desde cualquier
perspectiva. Lucía una elegante camisa en tono azul y unos pantalones
negros. Sus altas botas de piel brillaban con lustre y en los talones unas
KATE DANON 37
Una mágica visión

espuelas plateadas destellaban con los rayos del sol. Su rostro, tan
atractivo que por unos momentos Jenny se olvidó de respirar, tenía un
tono moreno muy agradable. Afeitado, impecable, de mandíbula fuerte
y nariz recta, algo chata. Los ojos eran de una azul clarísimo y su
mirada le provocaba escalofríos. Tuvo que concentrarse mucho para
poder responder.
—Bueno… yo…, quería conocer a unos cuantos antes de
decidirme —tartamudeó, lamentando mostrarse tan tonta.
—¿Y te has decidido ya? —preguntó, dando un paso hacia ella.
Jenny se sintió intimidada y el estómago se le contrajo por los
nervios. Se peinó con las manos un mechón moreno y se alejó para
guardar las distancias.
—Pues, no sé… Yo…
—Vamos, déjate de excusas y dímelo.
—¿Que te diga, qué? —Jenny se sentía mareada; aquel hombre
olía muy bien…
—Di que te casarás conmigo.
Él avanzó otro paso más para recuperar el espacio perdido.
Aprovechó el estupor de la joven para colocar una mano en su cintura
y notó cómo se estremecía. Lo sabía de antemano, sería suya.
—¿Y bien?
Esta vez, el vaquero pegó su cuerpo a las temblorosas curvas
femeninas. Jenny aspiró tan fuerte que estuvo a punto de ahogarse.
—Sí… Sí. Seré tu esposa.
Cerró los ojos y elevó la cara, pidiendo un beso. Por eso no vio la
sonrisa confiada del hombre antes de concederle el capricho. Pero
sintió su poder, la abrasadora sensación de que por fin había
encontrado lo que buscaba, aquello por lo que había recorrido tantas
millas. Allí lo tenía, besándola como solo los hombres de verdad sabían
besar.
Cuando la soltó, Jenny suspiró extasiada y abrió los ojos. Él
sonreía con un encanto que le abrasaba el alma.
KATE DANON 38
Una mágica visión

—Por cierto, si vamos a casarnos, deberías preguntarme cómo


me llamo.
Jenny pensó que sí, que debería saberlo, pero solo pudo suspirar
de nuevo.

Un dolor punzante en la sien la despertó. Shannon sentía como si


tuviera abierta la cabeza; se llevó la mano a zona que le palpitaba con
frenesí y notó cómo la sangre manchaba sus dedos. ¡Vaya, qué bien!
Una brecha, justo lo que necesitaba. Y cerquita del ojo además, para
resaltar un poco más su maltrecho atractivo.
Se incorporó despacio y le dolió cada parte de su cuerpo. Miró
hacia lo alto del terraplén, calculando la distancia que había rodado
hasta toparse con la piedra asesina que la había dejado inconsciente.
Un buen trayecto, sí señora, tendría morados por todo el cuerpo.
Bonita novia iba a resultar…
Hizo un intento por levantarse, pero al apoyar el pie derecho
chilló por el dolor lacerante que le traspasó el tobillo de parte a parte.
Se lo palpó con cuidado, ¿estaba roto? No, no lo parecía. Solo torcido,
pero dolía como un demonio.
—Muy bien —se dijo—, ¿y ahora qué?
Ignoraba cuanto tiempo había permanecido inconsciente, aunque
estaba convencida de que la caravana tenía que haber llegado ya a
Loan’s Valley. Por lo tanto, era muy difícil que alguien la escuchara si
gritaba.
—Y eso significa, amiga, que tendrás que arrastrarte por el suelo
como una serpiente si quieres dormir en una cama blanda esta noche.
Miró de nuevo hacia lo alto del terraplén y resopló. No podría
hacerlo. La cabeza le estallaba y el tobillo le latía con dolorosas
punzadas de advertencia.
KATE DANON 39
Una mágica visión

Volvió a dejarse caer sobre la hierba y se acomodó. Tampoco se


estaba tan mal allí.
—¿Qué puede pasarme? ¿Que tenga que esperar hasta mañana
porque se olviden de mí? —habló de nuevo consigo misma.
Confiaba en Jenny. Ella se percataría de su ausencia y daría la
voz de alarma. ¿Qué había de malo en esperar unas horas a que la
rescatasen?
—No hay nada de malo —se repitió, intentando convencerse—.
Pronto oscurecerá; solo tengo que cerrar los ojos y dormir un poco.
Vamos —continuó—, has pasado la mayor parte del viaje a la
intemperie.
De pronto, el silencio de las verdes colinas del valle le pareció
abrumador.
—Claro que —confesó, tragando saliva—, nunca pasaste la noche
sola. Y había un fuego, una manta y un magnífico revólver por si algún
coyote osaba acercarse más de la cuenta. ¿He dicho coyotes? ¡Qué
tontería! Mira las estrellas, Shannon, mi-ra-las-es-tre-llas…
Y, además de los coyotes, también podía regresar aquel bestia
que la había atacado. Por su culpa estaba allí, temblando de miedo, con
la cabeza abierta y el tobillo hinchado. La furia contra el hombre
desplazó los temores a un segundo plano y, por un buen rato, se
dedicó a odiarle con toda su alma.
Se sobresaltó cuando escuchó un ruido entre los brezos.
¿Serpientes de cascabel? Ay, ay, ay… ¿Por qué se había puesto ese
estúpido vestido? ¿Por qué no llevaba sus pantalones raídos y su Colt
apoyado en la cadera? Lo echaba de menos. Demasiado. Aguzó el oído
esperando escuchar el sonajero de su cola. Nada. Seguramente su
imaginación exaltada le había jugado una mala pasada.
Se hizo un ovillo sobre la hierba, abrazándose las piernas y
hundiendo la cabeza entre los brazos. Sabía que pasaría frío, ya tenía
sed y, cuando la encontrasen, sus tripas rugirían exigiendo una
satisfacción. Pero no tenía más remedio que esperar.
KATE DANON 40
Una mágica visión

Cerró los ojos y así solo consiguió que los latidos punzantes de
su sien fueran más intensos. Se colocó una mano sobre la herida,
tratando de sujetar el dolor.
—Imagina a tu marido… ¿cómo será? —se preguntó, intentando
pensar en otra cosa que no fueran aquellos insufribles pinchazos—.
Será el más feo —concluyó, tras meditarlo un poco—. Porque eres la
última en llegar y el buen género estará ya cogido. Será gordo, o muy,
muy flaco. Olerá mal… ¿Tendrá piojos? Oh, Dios mío, espero que no.
Lo que me faltaba, despiojar a un desconocido feo y flaquísimo antes
de acostarme con él.
Ese pensamiento la hizo estremecer. Acostarse con él… con quien
fuera. Se mordió el labio inferior y cerró los ojos con más fuerza para
quitarse aquella imagen tan gráfica de la cabeza.
—Vale, la cabeza te duele, te duele, te duele mucho…

Bob Wyatt llegó al salón de Betty LeFleur sudando como un


puerco. Había conseguido arrancarse la navaja del hombro y había
improvisado un burdo vendaje, pero sabía que tenía fiebre. Y tal vez la
herida se le infectase si no la curaba pronto. Entró en la sala principal y
apenas encontró público. Sí, ya se había fijado que todos aquellos
memos estaban bailando en la plaza del pueblo con las mujeres que él
había llevado hasta allí. Y a cambio ¿qué recibía? Una navaja clavada
en el hombro.
Dio tumbos hasta la barra y la chica que la atendía abrió los ojos
asqueada al ver su aspecto.
—Por todos los cielos, ¿qué le ha pasado? —preguntó
horrorizada cuando vio la sangre en su camisa, chorreando por el
brazo derecho.
—¿Puedes avisar al médico? Si eres discreta, te sabré
recompensar.
KATE DANON 41
Una mágica visión

La muchacha, una despampanante hembra de ojos azules y


bucles rubios, cambió su mueca de horror por una de desprecio. De
aquel individuo no quería ningún tipo de recompensa. Conocía a los
de su calaña; creía que ella era una vulgar ramera, que se moría por
estar en los brazos de hombres como él porque todos tenían la extraña,
a la par que absurda creencia, de que sabían cómo satisfacer a una
mujer. Era consciente de la clase de recompensa de la que hablaba y no
la quería ni aunque le pagase. Además, aquel tipo era feo como un
demonio. Tenía la nariz torcida, tal vez por algún puñetazo recibido
tiempo atrás, y los labios se le curvaban hacia abajo en las comisuras
consiguiendo que su expresión constante fuera de asco. Tenía los ojos
pequeños y muy juntos; y el pelo rizado, más bien encrespado, parecía
un matojo de brezo seco.
—Todos están en la plaza, señor, incluso el médico. Pero si
quiere, la señora Betty le puede mirar esa herida. Ella entiende algo de
curaciones.
El hombre se lo pensó. No le entusiasmaba que una madame le
curase la herida, pero no tenía otra opción.
—De acuerdo —dijo, conteniendo otra mueca de dolor—. Anda,
avísala.
Esperó en el salón apurando su vaso de whisky. Le dolía, Dios,
cómo le dolía. Aquella pequeña zorra le había clavado la navaja hasta
la empuñadura y él se había sorprendido al notar la fuerza que tenía.
Nunca pensó que ella pudiese revolverse con esa furia. Durante todo el
viaje no había podido quitarle la vista de encima… ¡Era una mujer
preciosa! Con aquel cuerpo cimbreante embutido en los pantalones, el
pelo dorado y sus brillantes ojos color oro viejo. Más de una noche
estuvo dando vueltas en el suelo, caliente y excitado solo con
imaginarla a pocos pasos de donde él se encontraba. Sería tan
sencillo… Un poco de sigilo, una mano en la boca para que no chillara,
y gozarla hasta sacarse de dentro la fiebre que lo consumía.
Nunca se atrevió a llevar a cabo sus planes, porque no estaba
KATE DANON 42
Una mágica visión

dispuesto a perder su trabajo. Esperaba, además, que Curtis Loan le


diera un empleo en su rancho al llegar a Loan’s Valley, pero, si osaba
violar a la mujer, jamás lo conseguiría. Decidió pues que se
contendría… Ya visitaría el burdel del pueblo en cuanto llegasen para
enfriar su necesitado cuerpo.
Bob suspiró, arrepentido. Verla bañándose en el lago, con aquella
ligera camisa interior, había sido demasiado. La deseaba… ¡Cómo la
deseaba! Le dolía la entrepierna solo con imaginar el tacto de aquella
piel caliente y dorada. Toda su contención y su fuerza de voluntad se
vinieron abajo en aquel momento y, cuando vio que ella se regazaba
del grupo, supo que era su oportunidad.
Pero la zorra se había defendido como una gata salvaje.
El arrepentimiento de Bob se esfumó y en sus ojos apareció la
sombra del odio. Ya le ajustaría las cuentas… ya.
Si es que no estaba muerta.
La había visto caer por el terraplén y desde arriba observó que no
se movía. Sangraba por la cabeza y lo único que pensó fue en
abandonarla. Si no estaba muerta, tal vez algún animal diera con ella
atraído por el olor de la sangre y terminase lo que él había empezado.
Sus labios se curvaron en una mueca grotesca y sus pequeños ojos
brillaron con maldad. Ojalá se la comieran. Y ojalá estuviera viva para
entonces.

No se podía creer la suerte que había tenido. Seguro que era el


hombre más guapo del pueblo. Aún más… del mundo. Jenny temblaba
de excitación bajo la mirada ardiente de Dean Garret —hasta el nombre
era atractivo—, mientras aguardaba en el centro de la habitación a que
se decidiera.
Él daba vueltas alrededor de ella, mirándola, estudiándola. De
vez en cuando, se acercaba más de la cuenta y la rozaba con una mano,
KATE DANON 43
Una mágica visión

haciéndola estremecer. Mantenía la mirada oculta bajo las espesas


pestañas, pero Jenny notaba su calor. Le recordaba a un puma
rondando a su presa, momentos antes de saltar sobre ella para
devorarla.
La joven deseó que no se demorara mucho.
—Jenny, Jenny, Jenny… —ronroneó Dean.
Ella dejó escapar un suspiro por sus labios entreabiertos,
húmedos, expectantes.
—Quítate la ropa, Jenny.
Por unos momentos, el tono autoritario la sorprendió. Había
imaginado que él querría desnudarla con sus manos. ¿Sería parte del
juego?
Obedeció sin protestar, desabrochando su vestido amarillo con
lentitud mientras le lanzaba miradas ardientes. Quería excitarlo.
Quería que no lamentara haberla escogido a ella. Porque a esas alturas
Jenny ya se había dado cuenta de que la elección la había hecho él.
Podía haber tenido a la mujer que deseara…
Y la deseaba a ella.
La prenda se deslizó con suavidad hasta sus pies y la camisa
interior corrió la misma suerte. Tras deshacerse de las enaguas, el
cuerpo desnudo de Jenny quedó expuesto a la mirada lasciva de su
marido.
—Eres muy bonita, Jenny —susurró, apreciando las suaves
curvas femeninas y los pechos firmes, de buen tamaño.
Él también era muy guapo. La joven deseó decírselo, pero estaba
tan cohibida, allí de pie ante él, desnuda, que fue incapaz de
pronunciar una sola palabra. Se sentía muy vulnerable… ¿por qué no
la abrazaba?
—Ven aquí, Jenny —ordenó de nuevo, con la voz ronca.
Ella abrió mucho los ojos cuando observó que Dean se abría los
pantalones y dejaba al descubierto su miembro duro y henchido. Quiso
apartar la vista, pero sus pupilas vírgenes y curiosas no se lo
KATE DANON 44
Una mágica visión

permitieron. Comenzó a temblar, estaba muy nerviosa… ¿Es que no


iba a darle ni un beso de amor?
—He dicho que vengas, no me hagas repetirlo —volvió a pedir
él.
Esta vez, Jenny fue muy consciente de la nota despótica que
impregnó su tono al hablar.
—Yo, pensé que nosotros… —intentó entender qué estaba
ocurriendo.
—No tienes que pensar, Jenny. Ahora ya no. Solo tienes que
venir y arrodillarte —la interrumpió él, impaciente.
Los ojos y la boca de Jenny se dilataron por la indignación. No
comprendía nada y los temblores que sacudían su cuerpo desnudo se
tornaron más violentos. No pudo moverse, a pesar de la mirada de
advertencia del hombre, y terminó con su paciencia.
De dos pasos, Dean llegó hasta ella y aferró su melena oscura con
una mano, tirando hacia atrás con brutalidad. Jenny gritó de dolor.
—Creo que vamos a tener muchos problemas si no entiendes lo
que te digo —siseó con la voz cargada de veneno.
Jenny notó aterrada cómo su virilidad erecta se frotaba contra su
abdomen. Ya no la excitaba, ya no quería que ocurriera lo que estaba a
punto de ocurrir. El dolor en su cuero cabelludo era intenso, pero ver
aquella maldad en los ojos azules la hería con más saña. El fuego de la
chimenea, a su espalda, se reflejaba en el azul claro de aquellos
maquiavélicos ojos, y Jenny comprendió horrorizada que se había
casado con un demonio salido del averno.
—No, por favor… —rogó, con lágrimas en los ojos.
Pero era tarde. Como la araña a la mosca, Dean la tenía atrapada
entre sus brazos.
—Haz lo que te he dicho y no te pasará nada —amenazó, tirando
más fuerte de su pelo para echarle la cabeza hacia atrás.
Jenny gimió de dolor, y gritó cuando él hundió el rostro en su
cuello y la mordió. Lo escuchó reír complacido y no se le ocurrió
KATE DANON 45
Una mágica visión

pelear. Dejó que el hombre palpase sus pechos con increíble violencia
mientras le pasaba la lengua por la garganta y luego la hundía con
ferocidad en su propia boca. El beso, lejos de agradarle, la asqueó
sobremanera.
Dean se apartó y clavó sus ojos infernales en los grises de Jenny,
jadeando por la emoción.
—Y ahora, haz lo que te he dicho de una vez.
La empujó por los hombros con todas sus fuerzas para obligarla
a arrodillarse.
Allí lo tenía, delante de sus ojos.
Aquel era su marido, pensó, llorando.

Darren Davis salió de la cama dispuesto a vestirse.


—No hace falta que te vayas, querido, volveré enseguida —
aseguró Betty mientras terminaba de abrocharse la bata.
—Es igual —dijo él, poniéndose los pantalones—, no pensaba
quedarme.
El tono del hombre, desprovisto de cualquier tipo de
sentimiento, ya no hería a Betty. Había llegado a conocerle bien y
comprendía que era un vaquero que ocultaba sus emociones con una
gran maestría. Por ejemplo, en esos momentos, en los que el poco tacto
de Daisy había interrumpido su escarceo amoroso, él tendría que
haberse mostrado furioso. O, cuando menos, irritado. A la mayoría de
los hombres no les gustaba quedarse sin revolcón después de haberlo
pagado.
Pero Darren era distinto. No estaba enfadado, aunque por suerte
para su ego femenino, tampoco se mostraba contento. Simplemente, le
era indiferente. Y ella sabía que tendría otras ocasiones para disfrutar
de ese magnífico cuerpo y de su maravillosa habilidad para darle
placer. Otra de las diferencias de Darren respecto a los demás… Por
KATE DANON 46
Una mágica visión

norma, ella era la que se preocupaba de que todo estuviera a gusto del
cliente, de que el hombre en cuestión disfrutara y gozara como nunca;
para eso le pagaban. Sin embargo, con Darren, tenía la sensación de
que era ella la que debía abonar los costes del encuentro.
—Pues entonces, te debo una, amor. Sabes que no me gusta dejar
las cosas a medias.
—No me importa, Betty, en serio. Si hay un hombre herido debes
ayudarlo. Lo nuestro puede esperar.
Darren terminó de abrocharse la camisa ante el embeleso de
Betty, que lo contemplaba con adoración. ¡Qué hombre tan guapo! Se
moría por que la visitara más a menudo. Si estuviera en su mano, sería
su único cliente. Pero claro, si cedía a la tentación, su negocio se vería
muy afectado.
—Daisy dice que le han clavado una navaja en un hombro, pero
no ha dado más detalles —le confió.
Darren dejó que una sonrisa relajara su expresión. Cogió su
sombrero y antes de salir por la puerta le dio un beso en la mejilla.
—Un consejo, preciosa —le advirtió, intuyendo que la curiosidad
picaba a la mujer—, si no os ha dicho nada, yo no le preguntaría. A
veces es mejor no presionar a un hombre, puede tener secretos ocultos
que no quiere revelar.
Ella puso el brazo a modo de barrera en la puerta antes de que se
marchara.
—¿Es ese tu caso? —preguntó, con una inquisitiva mirada.
Darren se perdió unos instantes en la ilógica de sus ojos: uno
verde y otro azul. Su mirada franca y directa siempre le desconcertaba,
pero era distinta al resto de las chicas y por eso la prefería. No
obstante, su predilección por ella no era motivo suficiente para abrirle
su corazón.
—Por supuesto que no —susurró—, ¿qué te hace pensar eso?
Su enigmática sonrisa confirmó lo que Betty ya sospechaba hacía
algún tiempo. Aquel hombre ocultaba algo; un secreto profundo y lo
KATE DANON 47
Una mágica visión

bastante importante como para que se encerrara en sí mismo y no


quisiera compartir con nadie sus sentimientos.
Darren cogió la mano de Betty y le besó la cara interna de la
muñeca antes de salir de la habitación.
—Hasta pronto, Davis —se despidió ella, con un suspiro
resignado.
Volvió al tocador del dormitorio y se miró en el espejo para
recomponer su peinado. A pesar de tratarse de un hombre herido, ella
tenía que aparecer espectacular ante sus ojos. Después de todo, debía
mantener su reputación y la del negocio.

Darren apretó el paso cuando divisó el pinto que pacía tranquilo


junto a su establo. Reconocería aquel caballo en cualquier parte y solo
podía significar una cosa: Honon4 había regresado antes de lo
esperado. Cuando entró en la cabaña, no se molestó en saludar al
recién llegado. Fue directo al grano.
—¿Has sabido algo?
El guerrero miwok se levantó de la butaca donde había estado
esperando y se aproximó a él. Los hombres se apretaron los antebrazos
con algo más que cordialidad. Para Darren, Honon era como un
hermano.
—Nada, Omusa —respondió, con un deje amargado en la voz
ronca—. Es como si se la hubiera tragado la tierra.
—No logro entenderlo. ¿Quién querría hacer daño a una criatura
como Huyana?
—Ella es especial, tal vez quienes se la llevaron lo sabían.
Darren se paseó impaciente por la habitación.
—No. Los dones que ella posee son muy valorados en vuestro
pueblo, pero aquí, entre nosotros, no significan nada.
Se refería, por supuesto, al hombre blanco. Él conocía muy bien
KATE DANON 48
Una mágica visión

la naturaleza de la niña y sabía apreciar la importancia de su


influencia. Pero, para alguien que no fuera un miwok, Huyana no era
más que una niña más.
—¿Crees en serio que ella ha sufrido algún daño?
El tono desesperado de Honon consiguió que Darren se fijara en
él. Notó que el dolor en sus ojos se había acentuado con el paso de los
días sin tener noticias de la pequeña y sabía que aquella pregunta
escondía un significado mucho más aterrador. Lo que Honon quería
saber, en realidad, era si él creía que Huyana estaba muerta.
—No lo sé —contestó con cautela—. Pero cuanto más tiempo
pase sin que la encontremos, más posibilidades hay de que ella esté…
—¡No lo digas! —exclamó de pronto el guerrero—. ¡No te atrevas
a decirlo en voz alta!
Darren clavó la vista en la punta de sus botas, incapaz de
sostener el sufrimiento del rostro de su amigo. Él también era presa de
la desesperanza pero, a diferencia de los miwok, era más realista. Ellos
creían que la niña, precisamente por ser una criatura tan especial, no
podía sufrir ningún daño. Y, aunque la principal preocupación era la
integridad física de la pequeña y el desconocimiento de si estaba viva o
muerta, su suerte estaba ligada a la de su pueblo. Perder a Huyana no
sería tan solo una tragedia familiar, sino que supondría un duro golpe
para el espíritu de su poblado. Su desaparición podría traer desgracias,
enfermedades, plagas, cosechas arruinadas y mala caza.
Para Darren era distinto. Huyana era la hija de Sanuye y él
siempre se había sentido como un segundo padre para la pequeña.
Tanto era así, que habían llegado a nombrarle su padrino y, por eso
mismo, encontrar a la pequeña se había convertido en su prioridad,
aunque sabía que cada vez había menos posibilidades de hallarla. Por
suerte, acababa de deshacerse de una responsabilidad engorrosa que lo
habría distraído sobremanera de su misión, así que se adelantó y
colocó una mano en el hombro desnudo de su amigo.
—Sé que hasta ahora os he ayudado poco, pero a partir de ahora
KATE DANON 49
Una mágica visión

me uniré a vosotros en la búsqueda. Ya no voy a casarme, me he


librado del compromiso.
Honon le miró sorprendido.
—¿Qué ha pasado?
El guerrero, al igual que el resto de su poblado, sabía que Omusa
esperaba una esposa del este. Se habían reído mucho de él por pedir
una mujer que no conocía y no comprendían por qué quería
desposarse con una desconocida. Pero habían respetado su decisión y,
con el paso de los meses, se había generado una agradable expectativa
y una curiosidad cada vez más creciente por conocer a la esposa de su
buen amigo. Con la desaparición de Huyana, sin embargo, aquel
asuntó quedó relegado al olvido, aunque Honon jamás imaginó que
Omusa quisiera renunciar a la mujer que con tanta ilusión había
pedido…
Sabía lo que le había costado a su amigo aceptar que Sanuye
jamás podría amarle. Durante los tres años que había convivido con la
hermosa viuda y su hija, había albergado la esperanza de que ella le
aceptara como pareja. Pero, poco a poco, descubrió con desilusión que
el corazón de la mujer miwok siempre permanecería fiel al pasado, y
siempre amaría a su primer marido como si aún estuviera con vida.
Por eso los abandonó, por eso regresó a su propia civilización para
vivir de nuevo entre los blancos. Todos en el poblado aceptaron su
partida porque sabían que necesitaba empezar una nueva vida.
El hecho de que pidiera una esposa fue motivo de alegría para su
pueblo. Pensaron que las heridas de Omusa estaban curando bien y
deseaban verle feliz. Por eso la noticia había sorprendido tanto a
Honon, le extrañaba su cambio de parecer.
—No podía hacerme cargo de una mujer —le confesó el
vaquero—. No en estos momentos. Quiero dedicar todas mis energías
a encontrar a Huyana.
—Pero, Omusa, ¿y si ella no…? —era incapaz de decirlo en voz
alta, pero Darren comprendió a qué se refería—. Tendrás que seguir
KATE DANON 50
Una mágica visión

con tu vida, por muy doloroso que resulte. Todos tendremos que
hacerlo —hizo una pausa y ahondó con sus ojos oscuros en el interior
de su amigo—. Creo que, con una mujer a tu lado, superarías mejor
este duro trance.
El vaquero negó con la cabeza, obstinado. No, desde que la niña
desapareció, no había podido pensar en otra cosa. Una mujer con él en
esos momentos solo sería un estorbo.
—Además —añadió, para zanjar el tema—, no han llegado todas.
Alguien tenía que renunciar a esa boda y a mí me ha venido muy bien.
—Sabes que respeto tus decisiones, amigo, pero creo…
—Olvídalo. Ya no tiene remedio y es lo mejor —Darren se dirigió
a la cocina y cogió una de las sartenes—. ¿Quieres que te prepare algo
para cenar?
El guerrero miwok caminó hasta la puerta y negó con la cabeza.
—He de regresar. Debo llegar al poblado cuanto antes para
informar… Sanuye estará destrozada.
El nombre de la mujer hormigueó unos segundos en el estómago
de Darren antes de volver a hablar.
—¿Cuándo saldréis de nuevo para proseguir la búsqueda?
—Dentro de dos días. Es necesario que los hombres descansen,
están derrengados —Honon contempló el horizonte a través de la
ventana, apesadumbrado—. Es nuestro Hii, Omusa. Debemos
encontrarla.
—Le pediré un permiso a Curtis para que me dispense de mis
tareas y me reuniré con vosotros antes de que partáis. Esperadme.
El miwok hizo un gesto de despedida y salió de la cabaña.
Darren se quedó mirando la puerta, con el corazón dolorido. Sus
amigos lo estaban pasando realmente mal, al igual que él. Pero ellos
conservaban la esperanza y tenían fe en hallar a la niña sana y salva.
Sin embargo, algo en su fuero interno le decía que Huyana no podía
seguir con vida. Habían pasado muchos días sin saber nada de ella.
De pronto, ya no tenía hambre. Tiró con rabia la sartén contra el
KATE DANON 51
Una mágica visión

suelo y se dirigió a su cuarto con pasos rabiosos. Sabía que le costaría


conciliar el sueño, pero era mejor intentarlo que pasarse toda la noche
carcomido por la angustia.

Knife estaba satisfecho. Las cosas habían salido como había


planeado, a pesar de que había tenido que depositar en Dean la
responsabilidad del cometido más importante. Y la verdad era que el
malvado vaquero lo había logrado a la primera. Sin duda, aquella
belleza morena llegada del este era la mujer que la niña había visto en
sus sueños. Era la más bonita de todas las que arribaron al rancho, de
eso no cabía duda.
Aún no entendía por qué creía en las palabras de aquella maldita
india, cuando lo cierto era que no pensaba en serio que ninguna de las
damas que habían llegado fuese capaz de rescatarla. En primer lugar,
¿cómo iba a enterarse de su existencia? La niña estaba muy bien
escondida, nadie en Loan’s Valley había oído nada acerca del asunto,
por lo tanto, era imposible que alguien la buscara. Pero no podía
confiarse. Se trataba de una criatura muy extraña y parecía saber muy
bien lo que decía. No convenía arriesgarse. Ahora, con la dama bajo la
cruel tutela de Dean, respiraba más tranquilo. Él se encargaría de
doblegar su voluntad y convertir a la aguerrida mujer que describiera
la pequeña en una esposa sumisa y acobardada. En pocos días, nadie
reconocería en ella a la persona que era antes, pues si Knife no se
equivocaba, su socio era capaz de los actos más atroces. Su espíritu
quedaría tan magullado, su alma tan mancillada, que sería incapaz de
volver a levantar la cabeza para presentar batalla.
Mientras tanto, era imprescindible que la niña les revelase la
ubicación del yacimiento de oro. No estaban pasando por todo aquello
para que al final la mocosa se saliese con la suya. Hablaría, ¡vaya si
hablaría! Y, cuando lo hubiese hecho, a pesar de los escrúpulos del
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Una mágica visión

pusilánime Tom, acabaría con ella. Lo haría con sus propias manos,
regodeándose, alimentándose de su sufrimiento.
Y no lo lamentaría nunca.
4 En idioma miwok: Oso.
KATE DANON 53
Una mágica visión

Capítulo 4

El reverendo Harris estaba agotado. No había parado de bostezar


desde que salió de Loan’s Valley y sentía el cuerpo como si le hubieran
dado una paliza. ¡Casi cincuenta matrimonios en una sola tarde! Mas la
fiesta y la comilona de rigor, que se había prolongado hasta altas horas
de la noche. El hombre notaba la falta de sueño y tenía que frotarse los
ojos a cada momento debido al picor.
—¡Vamos, vamos! —exclamó, agitando las riendas del tiro de dos
mulas que conducía su destartalado carro.
Pensaba que si azuzaba lo suficiente a los animales, estos
acelerarían el paso y llegaría antes al rancho vecino, donde había
quedado con su patrón para tratar unos temas espirituales que lo
tenían preocupado. ¡El bueno de Nat Wesley! No había consentido
construir una pequeña parroquia en su rancho, como había hecho
Curtis Loan, y resultaba curioso que requiriera su presencia con tanta
asiduidad. El reverendo Harris era consciente de que, con el paso de
los años, los fantasmas y los demonios de Nat habían cobrado más
protagonismo. Si no confesaba sus pecados cada dos o tres semanas, el
pobre hombre no vivía en paz. Pero para eso estaba él allí, aquella era
su misión: aliviar las penas del alma y purgar los pecados de sus
feligreses, por más lejos que estuvieran de su parroquia. Y no dejaría
de hacerlo porque la noche anterior la hubiera pasado de fiesta, ¡hasta
ahí podíamos llegar!
Apenas amanecía y ya se notaba el calor. El hombre se secó el
sudor con la manga de su sotana y resopló. Buscó la cantimplora en la
bolsa que llevaba junto a él en el pescante y, justo cuando la sacó, un
bache hizo saltar el carro. La cantimplora salió disparada de su mano y
cayó rodando por el terraplén que bordeaba el camino principal.
—Sooooo —gritó el reverendo, contrariado, tirando de las
riendas.
KATE DANON 54
Una mágica visión

Cuando el carro se detuvo, bajó dispuesto a recuperar el agua. El


trayecto era largo y no podía pasar sin ella. Descendió unos metros con
cuidado de no resbalar, fijándose donde ponía los pies. Levantó la vista
un momento para localizar su cantimplora…
Y entonces la vio.
No su cantimplora. Otra cosa. Una persona.
—¡Una mujer! —exclamó, asombrado.
Se precipitó por el terraplén, sin importarle tropezar y caer
rodando como un pesado fardo de paja. Le había preocupado divisar
sangre entre el cabello dorado de la muchacha.
Cuando llegó hasta ella, jadeando, observó que tenía una fea
brecha en la cabeza y todo un lateral de la cara hinchado y amoratado.
La sangre seca estaba pegoteada por su pelo y por su sien, dándole un
aspecto preocupante. Y el color ceniciento de sus labios y la palidez de
su rostro no ayudaban nada. Pero al menos, comprobó, respiraba.
Tocó su cara, su frente. Estaba ardiendo.
—¡Tiene mucha fiebre!
Alarmado, dio suaves golpecitos en sus mejillas para despertarla.
Ella gimió, levantó un brazo e intentó espantarle como si se tratara de
una pesada mosca que interrumpía su sueño.
—Despierta, hija, tenemos que irnos —le dijo, sacudiéndola por
los hombros con delicadeza.
—Nooo, déjame, quiero dormir un poco más… —su voz sonaba
ronca.
El reverendo buscó de nuevo con la mirada hasta dar con la
cantimplora y la recogió del suelo. Volvió junto a la joven, le colocó
una mano en la nuca y levantó su cabeza. Vertió un poco de agua sobre
los agrietados labios y sonrió complacido cuando vio que ella
reaccionaba. Al notar el frescor del líquido vivificador, la mujer sujetó
con ambas manos el recipiente para beber con el ansia que la consumía.
—Despacio, despacio… —advirtió el reverendo.
Cuando se sació, la chica por fin abrió los ojos y los elevó hasta
KATE DANON 55
Una mágica visión

su benefactor. En las profundidades doradas de aquellas pupilas, el


hombre reconoció el cansancio de un viaje de miles de millas y el dolor
por el accidente que al parecer había sufrido.
—¿Cómo te llamas? —le preguntó.
—Shannon Blythe.
—¿Venías en la caravana?
—Sí. Pero yo…
Recordó con total nitidez su altercado del día anterior. El hombre
que la había atacado con brutalidad merecía ser castigado, pero ella ya
sabía que no iba a ser así. Le había clavado su navaja en el hombro y,
con toda probabilidad, el muy bastardo estaría dando buena cuenta de
lo sucedido a las autoridades. Con mucha suerte, tal vez su conciencia
se interpusiese y se olvidara del asunto. Decidió guardar silencio y
esperar a ver cómo se desarrollaban los acontecimientos.
—Yo… caí por el terraplén y me golpeé la cabeza —Shannon
sintió un escalofrío y se abrazó el cuerpo, apretando los dientes para
que no le castañetearan.
—Tienes fiebre. Hemos de ir a ver al doctor cuanto antes —dijo el
reverendo, tocándole de nuevo la frente—. Vamos, tengo el viejo carro
en el camino.
Shannon miró hacia lo alto del terraplén con aprensión.
—No puedo levantarme. Tengo un tobillo torcido. Ayer lo
intenté, creo que era ayer, aunque no sé cuánto tiempo llevo aquí.
—Fue ayer —corroboró el reverendo con una sonrisa—. Ayer
llegó la caravana, por lo que solo has estado aquí una noche.
—Pues ha sido demasiado —se quejó ella, algo molesta—. Pensé
que saldrían a buscarme. ¿Es que nadie me ha echado de menos?
—Bueno —contestó el reverendo rascándose la cabeza—, a decir
verdad, Curtis Loan enseguida notó que faltaba una mujer. Pero como
sabíamos que ya habían fallecido tres en el camino, y ninguna de las
otras mujeres dijo que faltara nadie, dimos por sentado que estabas
muerta.
KATE DANON 56
Una mágica visión

Shannon volvió a estremecerse. ¡Vaya! Con qué facilidad la


enterraban. Pensó en Jenny y no entendió por qué ella, al menos ella,
no había dicho nada. Su cara debió mostrar la decepción que sentía y el
dolor de saberse ignorada, porque el hombre le colocó una mano en el
hombro antes de hablar para consolarla.
—No es culpa de nadie. Ayer fue un día muy intenso para todos,
los hombres estaban excitados, las mujeres impacientes… Te puedo
asegurar que nadie prestó atención a otra cosa que no fueran los
emparejamientos que se llevaron a cabo. Te perdiste una gran fiesta.
—¡Mira qué suerte! —ironizó ella—. Cinco mil millas para esto y
me lo pierdo. Lo mío no tiene nombre.
El curioso sentido del humor de aquella joven divirtió al
reverendo. Tenía que sufrir dolor, no le cabía duda al ver el aspecto
amoratado de su rostro y la hinchazón del tobillo. Y aun así tenía ganas
de bromear.
—Bueno, no apoyes el pie. Yo te ayudaré a subir hasta el carro.
Si el hombre hubiese sido un poco más joven o tan fuerte como
Curtis Loan, quizá la hubiera podido subir en brazos. En realidad era
lo que deseaba para ahorrarle más sufrimiento del necesario. Pero a sus
años ya no podía presumir de músculos ni de piernas potentes, por lo
que se limitó a pasar el brazo de la joven por sus hombros y a tirar de
ella hacia lo alto.
Tropezaron muchas veces y el reverendo notaba cómo la mujer
ahogaba exclamaciones de dolor cuando su pie aterrizaba en el suelo.
Con muchísimo esfuerzo, alcanzaron el camino principal y la ayudó a
subir a la parte trasera del carro, donde se tumbó encogida de dolor y
presa de convulsiones febriles.
El reverendo ocupó su sitio en el pescante y chasqueó las riendas
para que las mulas dieran la vuelta y se dirigieran lo más rápido
posible a Loan’s Valley.
KATE DANON 57
Una mágica visión

Darren Davis terminó sus abluciones matutinas y se preparó un


café bien cargado. El sueño le había sido esquivo durante toda la noche
y no porque la música de la fiesta que llegaba desde la plaza le
molestara.
Tampoco el hecho de haberse quedado sin esposa le preocupaba.
Después de todo, era lo que quería, ¿no? Libertad para buscar a su
ahijada.
Con la taza de café en la mano, fue hasta la puerta de su pequeña
cabaña y se apoyó en el quicio estudiando el pueblo, cada casa, cada
parcela de tierra habitada. Bebió pequeños sorbos del brebaje negro,
con el ceño fruncido, recordando las palabras de Honon de la noche
anterior.
Creo que una mujer te ayudaría a pasar este mal trago.
Algo en aquellas palabras había despertado un sentimiento que
creía haber perdido en el momento en que Huyana desapareció. No era
otra cosa que la necesidad de no estar solo, de encontrar a alguien con
quien compartir su vida en aquel lugar.
Se enamoró de Loan’s Valley nada más llegar. A diferencia de
otros ranchos o haciendas que conocía, no existía una enorme casona
donde el patrón hacía su vida rodeado de sirvientes, mientras sus
trabajadores llevaban una existencia mucho más precaria en las
barracas que les destinaban. No; el viejo Curtis Loan había construido
todo un pueblo para sus vaqueros y le había dado a cada uno un
pequeño terreno donde construir su hogar. Cierto que todas eran
pequeñas casas de madera con capacidad para un solo hombre. Pero
ahora que habían llegado las mujeres podían ampliar las cabañas
construyendo anexos para habilitar más cuartos. Era de suponer que
los hijos llegarían muy pronto. Tal vez alguno ya había engendrado
durante la noche pasada, visto lo ansiosos que estaban los vaqueros
KATE DANON 58
Una mágica visión

cuando aparecieron las mujeres.


Sonrió para sí mismo. Había llegado a conocer muy bien a
alguno de aquellos hombres, a pesar incluso de su carácter esquivo y
cerrado. Sabía que añoraban una familia y que la soledad del rancho
podía con ellos en las largas noches invernales. Ni siquiera las visitas al
salón de Betty aliviaba la nostalgia de los vaqueros. Por eso
comprendía su felicidad al ver aparecer las carretas con las mujeres, y
la fiesta y los bailes y la noche de pasión que la gran mayoría había
podido disfrutar.
Por un momento, pensó en cómo hubiera sido si le hubiese
tocado casarse con una de ellas.
No, no podía imaginarlo. Ahora, en su vida no había espacio
para una familia. Estaba convencido de que la búsqueda de su ahijada
sería infructuosa y su corazón solo albergaba un sentimiento de oscura
venganza contra las personas que habían sido capaces de cometer esa
atrocidad. No estaba en disposición de aceptar nada más. Era muy
probable que hubiese hecho infeliz a la mujer con la que le hubiera
tocado casarse, así que lo sucedido era lo mejor.
Por cierto, pensó, entrando de nuevo en la cabaña, ¿qué habría
sido de la pobre chica que no había llegado con las otras? Aquella
pregunta flotó unos segundos en su mente hasta que el relincho de su
caballo llamó su atención.
—Ya voy, Fuego —dijo, mientras enjuagaba con un poco de agua
su taza vacía—. No me he olvidado de ti.

Dorothy, ahora la señora de William O’Brian, escuchaba a través


de la puerta abierta cómo los tres hombres discutían acerca del futuro
de la recién llegada. El reverendo Harris había avisado a Curtis Loan
en cuanto llegó al pueblo con la mujer herida, y ahora estaban en el
salón con su flamante marido, dilucidando qué sería de la pobre chica.
KATE DANON 59
Una mágica visión

Miró a Shannon, que dormitaba en la cama del cuarto de


curaciones, como lo llamaba su nuevo esposo, el doctor O’Brian. Había
llegado a la casa sin conocimiento, agotada por la fiebre y el cansancio.
Dorothy había hablado muchas veces con ella durante el largo viaje y
le caía bien. Por eso lamentaba terriblemente lo que le había ocurrido y
no comprendía cómo era posible que nadie la hubiera echado en falta
la noche anterior. Ni siquiera Jenny, su mejor amiga, había dado la voz
de alarma. Claro que no podía culparla. Había visto cómo se dirigía del
brazo de su futuro esposo hasta el altar donde el reverendo Harris
estaba celebrando las ceremonias y ¡qué hombre, por todos los cielos!
Sin duda, el más guapo del pueblo, con diferencia. Un vaquero alto,
fuerte y apuesto como pocos. Jenny iba flotando de felicidad a su lado,
le brillaban tanto sus ojos grises que Dorothy había sentido un
pinchazo de celos en el pecho. Pero bueno, ella tampoco podía
quejarse.
Fue el doctor quién se ganó su corazón en el poco tiempo que
estuvieron conversando y bailando en la plaza. Por supuesto, no le
quería… Aún. Pero esperaba poder llegar a amarle algún día. De
momento, le bastaba con saber que era un buen hombre, que la había
tratado muy bien y que la noche de bodas había sido un éxito. Su
marido, si bien no era tan arrebatador como el marido de Jenny, no
estaba carente de atractivo. Poseía una piel tostada por el sol, con unos
ojos color avellana comprensivos y un delgado bigote moreno que le
daba un aire refinado; de complexión mediana y manos expertas en el
arte de curar… y muy hábiles también en otros menesteres, reconoció,
con una sonrisa pícara. No, no podía quejarse. Y estaba convencida de
que el carácter afable del doctor, unido a la atracción física que tan bien
les había funcionado, conseguiría que la chispa del amor prendiera
muy pronto en sus corazones.
Sus ojos volvieron a Shannon, que ahora respiraba muy tranquila
gracias a la infusión sedante que su marido le había hecho beber.
También le había limpiado la herida de la cabeza y se la había vendado
KATE DANON 60
Una mágica visión

tras aplicarle un ungüento calmante y desinfectante. Por último, le


entablilló el tobillo. A juzgar por el aspecto morado e hinchado que
presentaba cuando llegó, Dorothy sospechó que tardaría varios días en
poder apoyar de nuevo el pie.
Ahora, la mujer del doctor estaba encargada de cambiar cada
poco tiempo las compresas frías destinadas a bajarle la fiebre mientras
los tres hombres más influyentes del pueblo discutían su futuro.
Dorothy le quitó de la frente el paño húmedo, que ya había perdido su
frescura por la temperatura de su piel, lo mojó de nuevo en el
aguamanil y lo escurrió con sus regordetas manos para colocárselo otra
vez. Oyó cómo Shannon suspiraba, agradecida por la sensación.
Se separó de la cama y se acercó de nuevo a la puerta
entreabierta para ver si podía seguir el hilo de la conversación que
mantenían en el salón. Escuchó a su marido que se negaba en rotundo
a aceptar la solución que Curtis Loan encontraba más lógica.
—No, no estoy de acuerdo. Esa muchacha necesita cuidados y no
creo que Darren Davis sea el más indicado para dárselos.
—Pero él pidió una esposa y la única que queda es ella. Esa
mujer ha atravesado cinco mil millas de infierno para conseguir un
marido, y el suyo es Davis. No podemos negárselo —razonaba el
patrón.
—¿No pretenderás que se quede en esta casa? —intervino el
reverendo—. No estaría bien, te acabas de casar, como la mayoría de
los hombres del pueblo. Y de momento, es impensable que se instale
ella sola. No hay cabañas libres y no podemos…
—No hará falta pensar en otras posibilidades —le interrumpió
Curtis, levantando una mano—. Davis puede ser un vaquero insufrible
y cabezota, pero tiene honor. Hará lo correcto.
El doctor se mesó el cabello con evidente preocupación.
—Pero, Curtis, nos explicaste que liberaste a Darren de su
obligación. ¿Qué te hace pensar que aceptará casarse con ella? Además,
todos le hemos escuchado rezongar durante días, lamentándose de la
KATE DANON 61
Una mágica visión

decisión de haber encargado una esposa. Yo tampoco lo entendía, la


verdad. Es evidente que no es un hombre apto para el matrimonio.
¡Por todos los cielos! Se pasa las noches metido en el salón de Betty
LeFleur. Y para empeorar las cosas, el estado de esa chica no podría ser
más lamentable. ¡Estoy convencido de que no le dedicará las
atenciones que necesita!
Curtis se paseó por la habitación, meditando sus palabras. Él
mismo había compadecido a la pobre muchacha que se emparejara con
el hosco vaquero y se había sentido aliviado cuando le liberó de su
obligación, aunque lógicamente lamentara la pérdida de una de las
mujeres. Pero, una vez recuperada la joven, no veía otra opción.
—En cuanto ella descanse un poco la llevaremos a su nuevo
hogar. No le daremos tiempo a reaccionar y antes de que se dé cuenta,
Davis estará casado. Usted, reverendo, nos acompañará.
—Pero… ¿vas a empujarla a los brazos de ese vaquero y salir
corriendo? —protestó el religioso, alarmado.
Curtis Loan sonrió con malicia.
—Creo que le vendrá bien. Tener a alguien de quien ocuparse le
bajará esos humos que tiene. Además, el doctor la puede visitar a
menudo y vigilar su evolución —como los otros dos hombres le
seguían mirando horrorizados, añadió—. ¡Por el amor de Dios, no
vamos a abandonarla a su suerte!
El reverendo y el doctor intercambiaron una significativa mirada.

El traqueteo de la carreta del reverendo provocaba que miles de


agujas se le clavaran en la sien. Shannon se incorporó de su
improvisada camilla para evitar el contacto de su cabeza con la madera
y el alivio fue inmediato. Miro en derredor, con la curiosidad de saber
cómo era el pueblo. Pero los hombres que viajaban con ella llamaron
más su atención.
KATE DANON 62
Una mágica visión

Sentado en el pescante, un caballero calvo y con sotana negra


conducía la carreta. El hombre que la había rescatado, el reverendo
Harris. A su lado, con un sombrero y un traje negro, el distinguido
doctor. Se había casado con Dorothy, ¡vaya! Iba a resultar muy curioso
ver con quién había terminado cada una de las mujeres de la caravana.
Y a caballo, siguiendo de cerca la carreta, Curtis Loan, el dueño de todo
aquello. El artífice de que ella, al igual que el resto de sus compañeras,
hubiese llegado hasta allí. Era un hombre muy grande, de aspecto
fuerte. A pesar de ser mayor y de poseer un pelo blanco que le llegaba
hasta los hombros, no daba la sensación de ser anciano. Su vitalidad
estaba patente en cada uno de sus gestos y su rostro mostraba una
determinación envidiable.
La llevaban con su futuro marido, pero en el aire flotaba una
extraña sensación. Como si ocultaran algo que no querían que ella
supiera.
—¿Qué ocurre? —preguntó cuando la sensación se acrecentó,
poniéndola muy nerviosa.
El reverendo giró la cara hacia ella y se encogió de hombros.
—No ocurre nada, muchacha. Te llevamos a tu nuevo hogar.
Su voz tembló perceptiblemente y Shannon lo notó. Frunció el
ceño, cada vez más intrigada.
—No, en serio. ¿Hay algo que yo debiera saber? Porque parece
que vayamos a un funeral en lugar de a conocer a mi nuevo marido.
El doctor se volvió, con el gesto alarmado.
—¿Cómo se te ocurre decir algo así?
—Bueno, ustedes están tan callados… Y sus rostros reflejan
inquietud. ¿Qué ocurre? Mi nuevo marido es feo, muy feo, ¿verdad?
No será violento… ¿o sí? Vamos, díganme que pasa. Me duele bastante
la cabeza como para preocuparme por eso.
—No te apures, muchacha —Curtis Loan se acercó más a la
carreta al oírla preguntar—. El vaquero no es feo y tampoco es
violento.
KATE DANON 63
Una mágica visión

—¿Entonces?
Los tres hombres se miraron. El reverendo abrió la boca para
decir algo, pero el patrón se le adelantó.
—Ya casi hemos llegado. Calma tus nervios, chica, pronto lo
conocerás. Además, en tu estado, debes mantener la tranquilidad para
reponerte lo antes posible. No conviene que te alteres.
Shannon no quedó conforme con la explicación, pero el hombre
tenía razón. En pocos minutos conocería a su futuro marido y sabría a
qué atenerse. Aun así, no pudo guardar silencio.
—¿A quién eligió usted, señor Loan?
—¿Cómo dices? —preguntó él, refrenando el caballo para
ponerse a su altura.
—¿Quién ha sido la afortunada que se ha convertido en la señora
Loan?
El hombre dejó escapar una risa sincera. La miró, negando con la
cabeza.
—Jovencita, yo ya estuve casado, hace muchos años. Y quise a
esa mujer como no creo que pueda querer a nadie más. No sería justo,
pues, que prometiera amor a otra.
—¿Y quién ha hablado de amor? —inquirió Shannon,
sorprendida de escuchar esa palabra en labios de un rudo vaquero
como aquel—. Se trata de un matrimonio de conveniencia, como todos
los celebrados ayer… ¿o no?
En ese punto, el reverendo Harris se giró de nuevo hacia ella.
—¿Qué estás insinuando, mujer? —preguntó, con una voz
chillona que delataba lo alterado que se sentía tras sus palabras.
Shannon le miró con los ojos muy abiertos, como si dudase de la
inteligencia del religioso.
—No insinúo nada, señor. Lo afirmo. Digo que las mujeres que
llegaron aquí, procedentes de Independence, no aman a los hombres
que se han casado con ellas. Y viceversa. ¿Cómo se iban a querer, si no
se conocen? Sería estúpido pensar lo contrario.
KATE DANON 64
Una mágica visión

El reverendo abrió la boca, preso de la más absoluta indignación.


—Dígaselo usted, doctor —continuó ella—. ¿Niega haberse
casado con Dorothy sin amor?
El doctor enrojeció hasta los párpados bajo su elegante sombrero.
Carraspeó incómodo al sentir los ojos de sus acompañantes clavados
en él.
—Por supuesto que no lo niego —volvió a carraspear para
aclararse la garganta—. Pero sin duda elegí a la mujer más apta para
ganarse mi amor. Sé que llegaré a quererla, no me cabe duda. Y haré
que ella me corresponda… De eso tampoco tengo ninguna duda.
El reverendo dejó escapar el aire que retenía, aliviado con su
respuesta. ¡Por todos los cielos! Él había celebrado cuarenta y seis
matrimonios basados en el amor, el respeto y la confianza. Era
impensable que cualquiera de esas parejas no llegara a amarse. Sería
horrible para su conciencia.
Shannon, por el contrario, suspiró con resignación. ¡Qué fe tan
increíble tenía ese hombre en el poder del amor!
—Pues yo no sé qué pasará cuando me case con ese vaquero tan
misterioso que me tienen reservado. Pero sé que no lo quiero, aunque
trataré de llevarme bien con él, por supuesto.
El reverendo volvió a saltar en su asiento como si un alacrán le
hubiese picado el trasero.
—¿Qué quieres decir? ¿Crees que no llegarás a amar a tu marido?
¡Será uno de tus principales deberes como esposa!
Shannon se puso seria de repente. Colocó los brazos en jarras
antes de contestarle, con el ceño fruncido, sin importarle que se tratara
de un hombre religioso.
—¡Ah, no sabía que se podía obligar a una persona a amar a otra!
¿Y me quiere decir, en el nombre del Altísimo, cómo se hace eso?
Porque si usted tiene el secreto, me encantaría que lo compartiese
conmigo. Le aseguro que me iría mucho mejor a la hora de enfrentar a
mi marido… Sobre todo en el lecho conyugal.
KATE DANON 65
Una mágica visión

—¡Mujer, modera tus palabras! —la amonestó Curtis Loan.


Aunque en el fondo, tuvo que morderse los labios para no solar
una risotada delante de la cara pasmada del reverendo.
—Sí, señor Loan —contestó Shannon, que parecía que no podía
mantener la boca cerrada—. Yo contendré mi lengua si usted recuerda
cómo me llamo. Mi nombre es Shannon. Ni mujer ni chica ni jovencita
ni chiquilla. Solo Shannon. Creo que no le será muy difícil recordarlo.
Curtis se la quedó mirando de hito en hito. La joven presentaba
un aspecto lastimero, con la venda en la cabeza, las ojeras azuladas
bajo los ojos cansados y el pie entablillado. Aun así, no cerraba la boca
y además, ahora, osaba ponerse digna. Y con el patrón del rancho,
nada menos.
Lanzó una carcajada al comprobar que la mucha…, que Shannon,
tenía carácter. Era charlatana y apasionada. Después de todo, tal vez al
que debería compadecer era al pobre Davis.
El doctor y el reverendo aún la miraban boquiabiertos, y a
Shannon le palpitaban las sienes después de su arrebato. Era increíble
que el reverendo pensara que el amor se podía forzar a voluntad y eso
la indignaba. Pero lo cierto era que no estaba en condiciones de
indignarse. Por eso, decidió dar por zanjado el tema y se volvió a echar
sobre la carreta, con las manos en la cabeza. Trataría de serenarse un
poco antes de conocer a su futuro marido.
Al que, desde luego, no pensaba amar solo porque estuviera
obligada a ello.

Darren estaba ensillando a Fuego cuando escuchó que alguien se


acercaba por el sendero que conducía a su cabaña.
—Creo que tenemos visita —le dijo al caballo, dándole suaves
palmadas en la frente.
El animal cabeceó y le empujó exigiendo más mimos, pero el
KATE DANON 66
Una mágica visión

hombre se giró para atender a los recién llegados que, ciertamente,


componían una extraña comitiva.
—¿Qué os trae por aquí, Curtis? —le preguntó, saliéndoles al
paso.
Algo zumbó en su columna vertebral advirtiéndole del peligro;
de pronto, aquella visita inesperada le daba muy mala espina. El
doctor O’Brian, Curtis Loan y el reverendo Harris, nada menos.
El patrón refrenó su caballo y, sin desmontar, se echó el
sombrero hacia atrás antes de hablar. Quería que le viera bien la cara.
Resopló, buscando el mejor modo de decir lo que tenía que decir.
—Darren… ¿recuerdas que ayer faltaba una mujer?
El interpelado metió los pulgares en el cinturón del pantalón,
esperando a que se explicara. Como no lo hiciera, sino que se limitó a
mirarle con intensidad, se vio obligado a preguntar.
—¿Habéis encontrado su cadáver?
—¡Qué barbaridad! —exclamó el reverendo, haciéndose cruces
en el pecho.
Curtis, en cambio, sonrió. Una sonrisa que, por cierto, escamó
bastante a Darren.
—Ni mucho menos. A no ser que los cadáveres hablen por los
codos…
—¿Eso quiere decir que ha aparecido? —preguntó el vaquero,
notando que todas sus alarmas interiores se disparaban.
—Sí —contestó Curtis—. El reverendo la halló malherida al
borde del camino principal. Se había caído por un terraplén,
golpeándose la cabeza con una roca.
—¿Qué estaba haciendo para caerse? —Darren se extrañó mucho
y pensó que debía ser una mujer muy tonta.
—Eso no importa —intervino el reverendo, que veía que Curtis
no llegaba al quid de la cuestión—. Lo que importa es que está viva, la
hemos encontrado y tú tienes un deber para con ella.
Los ojos cobalto de Darren estudiaron con interés a sus visitantes.
KATE DANON 67
Una mágica visión

A ninguno le pasó inadvertida su sombría expresión.


—¿De qué demonios me estáis hablando?
—¡Tienes que casarte con ella, por supuesto! —estalló el
reverendo, alarmado por la frialdad de aquel hombre.
El vaquero cruzó los brazos sobre el pecho y esbozó una sonrisa
de suficiencia.
—Curtis, creo recordar que me liberaste de esa obligación. Te dije
que renunciaba a la mujer y tú prometiste devolverme el dinero
cuando pudieras —alegó.
—Sí, pero aún no lo he hecho. Por lo tanto, como has pagado por
traerla hasta aquí, es tuya —rebatió el patrón.
Darren se encendió. Odiaba esa clase de encerronas y no
permitiría que aquellos hombres se salieran con la suya. Algo tenían
que hacer con la mujer, por supuesto, pero no estaba dispuesto a que le
cargaran con esa responsabilidad.
—No la quiero. Búscale otro marido —espetó secamente.
—No hay otro —contestó Curtis con paciencia.
—¿Y tú?
El patrón dejó escapar una sonora carcajada antes de responder.
—¡Vamos! ¿No querrás que una jovencita se case con un viejo
como yo, verdad?
—Ya, pero quieres obligarme a que lo haga yo…
—No hará falta, señor.
La voz femenina, salida desde el fondo de la carreta, sorprendió
a todos. Al parecer, a pesar de estar recostada, la chica había
permanecido atenta a la acalorada discusión.
Darren observó cómo la mujer se incorporaba hasta quedar
sentada y le clavaba los ojos dorados llenos de furia. Su aspecto era
lamentable y el vaquero pensó en serio que Curtis pretendía darle un
escarmiento por su terquedad.
—Estarás de broma, ¿no? —le preguntó, señalándola e ignorando
deliberadamente la frase de la muchacha.
KATE DANON 68
Una mágica visión

—¿A qué te refieres? —Curtis decidió fingir inocencia.


—¿Me han oído? No hace falta que discutan más —insistió ella.
—No pretenderás que me case con ella, ¡mírala!
—Ya lo hago, ¿y?
—¿Cómo que y? ¿Para qué me sirve? Se supone que las mujeres
eran para ayudarnos en las tareas diarias y ella… ¡mírala, por todos los
cielos!
—Señores, por favor —terció el doctor, reparando en el rostro
encendido de Shannon.
—Si alguien entiende mi idioma, he dicho que no habrá boda.
—Tu deber es casarte, Darren —el reverendo pasó por alto el
comentario de la mujer, igual que el resto.
—¿Por qué? ¿Solo porque pagué para que la trajeran hasta aquí?
—inquirió Darren, exasperado.
Sacó del interior del chaleco un saquito con monedas y lo arrojó a
los pies del caballo de Curtis Loan.
—Ahora te pago para que me liberes de mi obligación. Ya no hay
trato.
—¡¡Prefiero quedarme en el burdel del pueblo!! —gritó Shannon,
furiosa e indignada por el último gesto del vaquero.
¿Qué se había creído? ¿Que era una mendiga pordiosera en busca
de un hogar? Su estallido logró por fin la atención de los cuatro
hombres. Todos la miraban asombrados, excepto el reverendo. Su
expresión era del más absoluto horror.
—¿Qué has dicho, mujer? —casi temió preguntar.
—Que prefiero dormir con las prostitutas, o en el prado, con las
vacas, antes que con ese engreído malcarado —espetó, señalándolo.
Darren parpadeó, incrédulo. Pasaron unos segundos de tenso
silencio mientras los dos se miraban con intensidad, estudiándose. Ella
respiraba con dificultad por el terrible enojo que sentía. Él se limitaba a
observarla con una ceja levantada, muy intrigado. Lo que pasó en un
segundo por su cabeza era insensato y, a juzgar por el aspecto
KATE DANON 69
Una mágica visión

demacrado de la joven, seguramente un lamentable error. Le sobrevino


un acceso de lástima por aquella criatura que apenas duró, puesto que
su gesto orgulloso mataba cualquier sentimiento piadoso que pudiera
despertarle. Y, lo más sorprendente era que, no entendía por qué, le
resultaba imposible obviar el desafío de aquellos ojos dorados
desbordados de emociones.
—Vale, me la quedo —dijo por fin.
Curtis dio una palmada de satisfacción, el reverendo suspiró
aliviado y el doctor O’Brian sonrió complacido.
Shannon, sin embargo, no se lo podía creer. Abrió tanto la boca
que estaba segura de que se le metería dentro alguna mosca. Con un
poco de suerte, se ahogaría con ella y no tendría que soportar esa
terrible humillación por más tiempo.
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Una mágica visión

Capítulo 5

—Hueles fatal —le había dicho.


Shannon no podía quitarse esas palabras de la cabeza, que
todavía bullía de ira por el insulto.
El reverendo los había casado allí mismo por si el vaquero se
arrepentía. Ella sin bajar de la carreta, sentada como una inválida, y él
de pie a su lado, con el rostro inescrutable. Shannon no llegaba a
comprenderlo. ¿Acaso no la había denostado de todas las formas
posibles? Había peleado por su libertad con ahínco ante su patrón y el
reverendo, nada menos, y, de golpe, había cambiado de opinión.
Vale, me la quedo, recordó sus palabras. Como si fuera una vaca.
¡Habrase visto semejante engreído!
Después de la brevísima ceremonia, su flamante esposo la había
cogido en brazos para meterla en la casa. El doctor los siguió, pero
Darren, nada más pasar el umbral de la puerta, la cerró de una patada.
—¡Cuidado…! —exclamó Shannon, que vio cómo casi le daba un
portazo en las narices.
Por suerte para ella, el doctor era un hombre muy paciente y, en
lugar de marcharse airado, volvió a abrir y entró en la casa.
—¿Se nos ha olvidado algo, doctor? —le recriminó Darren
todavía con su mujer en brazos.
El hombre se quitó el sombrero en un gesto cortés y señaló a la
paciente.
—Supongo que querrás algunos consejos para poder cuidarla.
—¿Es necesario? —espetó él, resoplando.
Si se dio cuenta de la mirada asesina que le dirigió Shannon, lo
disimuló muy bien.
—Lo creo imprescindible. Tu… mujer —dijo, remarcando la
palabra—, tiene fiebre y es posible que empeore a lo largo de la tarde.
Toma —sacó de su morral de cuero un frasco de cristal—, es un jarabe
KATE DANON 71
Una mágica visión

que la ayudará.
Después le tendió unas vendas limpias y un tarro con ungüento.
Darren parecía reacio a coger todo aquello, pero la dura e insistente
mirada del doctor le obligó a estirar la mano.
—Debes cambiarle la venda de la cabeza, limpiar la herida y
darle un poco de ungüento esta noche. El pie no hace falta que lo
toques, aunque si le duele, puedes ponerle unos paños fríos para bajar
la inflamación.
Tantas recomendaciones marearon a Darren, que sentía ya el
peso de la responsabilidad agobiando su espíritu libre. Muy bien, él
pedía una mujer para que lo acompañase y le ayudase y le tocaba la
más inútil. La que se caía por un estúpido terraplén y se abría la cabeza
con una piedra. Bonita noche de bodas iba a pasar.
—Shannon —volvió a hablar el doctor, al ver que los ojos
vidriosos de la mujer parecían desesperados—, vendré mañana por la
mañana a ver qué tal te encuentras.
Su rostro febril se relajó entonces. El hombre había sabido captar
la angustia de que la dejara en manos de semejante marido y no quiso
que sufriera esa incertidumbre durante la noche. Se sentía en la
obligación de tranquilizarla y de que comprendiera que no la
abandonaba a su suerte.
Después de sus últimas palabras, el médico se puso el sombrero
y se volvió para marcharse.
—Gracias por todo, doctor —susurró Shannon.
—Ha sido un placer conocerla, señora Davis —respondió él.
Tanto Darren como ella se tensaron al oírle pronunciar ese
nombre. Tenía razón, ahora ella era su mujer. Y con el portazo del
doctor se quedaron solos para asumir su nueva situación.
Darren no perdió tiempo y la llevó al dormitorio para depositarla
en la cama. Fue cuando se lo dijo, y ella supo que le odiaría hasta el
final de sus días por ese comentario.
—Hueles fatal.
KATE DANON 72
Una mágica visión

Abrió la boca, indignada, pero no pudo articular palabra.


Además, era cierto. Él, sin embargo, no olía nada mal. Algo muy raro
en un vaquero, observó Shannon, que había estado rodeada de
hombres gran parte de su vida. Olía a limpio, por extraño que
pareciera. Y tal vez no era un aroma que deleitara los sentidos, pero al
menos no tenía que arrugar la nariz asqueada por los efluvios que
cualquier peón del rancho podía llegar a exhalar.
Se miró su vestido verde. El mismo que el día anterior se había
puesto con la coquetería de saber que resultaba bella llevándolo. Ahora
parecía un harapo. Sucio, embarrado y hecho jirones por los bajos de la
falda. Intentó estirarlo y hacer desaparecer algunas de las arrugas, sin
conseguirlo. Tampoco pudo quitar las manchas oscuras que lo afeaban
a la altura del escote. Su bonito vestido verde…
Las lágrimas acudieron antes de que se diera cuenta. Notó el
ardor de la fiebre en ellas cuando resbalaron por sus mejillas y se las
secó con dedos temblorosos. Levantó los ojos hacia su nuevo marido
para cerciorarse de que no la había visto llorar y comprobó que se
había girado para colocar las vendas, el jarabe y el ungüento sobre el
tocador. Gracias al cielo, no le hacía ni caso. Se sentía tan débil, tan
dolorida, tan cansada, que supo que no soportaría otro comentario
mordaz acerca de su aspecto.
Se echó de lado sobre la cama, dándole la espalda, y se hizo un
ovillo. Al mover el pie gimió de dolor y tuvo que morderse los labios
para contener el llanto. Pero por Dios que no la vería sucumbir. Que
olía mal… ¡Ja! ¿Cómo olería él tras una travesía de meses por montañas
y desiertos? ¿Cómo olería si un energúmeno hubiese intentado abusar
de él, frotándose contra su cuerpo hasta traspasarle parte de su hedor?
Y eso, sin contar con la caída y la noche a la intemperie, con los sudores
de la fiebre y el sol pegándose a su ropa.
Suspiró. Se dio cuenta de que tal vez lo había hecho con
demasiada fuerza, pero el insensible hombre con quien se había casado
no hizo ningún comentario.
KATE DANON 73
Una mágica visión

El sopor la vencía. Su cuerpo se estremeció de nuevo por los


escalofríos de la fiebre y se encogió aún más. Cerró los ojos con
intención de abandonarse al sueño y que ocurriese lo que tuviese que
ocurrir. No tenía ganas de luchar más.
Notó que su esposo le echaba una fina colcha sobre el cuerpo y
luego salía de la habitación, cerrando la puerta con suavidad. Mejor
así, pensó Shannon. Ahora podré descansar, se dijo, un segundo antes
de dormirse.

Darren se sirvió un poco de whisky y se sentó frente a la ventana,


con el ceño arrugado. Bebió un sorbo mientras estudiaba la llegada del
anochecer, bastante más preocupado de lo que querría admitir.
Había visto las lágrimas de esa mujer y no le había gustado.
Le había afectado verla allí, acomodándose el vestido,
desilusionada. Por un momento intuyó su indefensión y su
desconsuelo y sintió el impulso de decirle algo. En lugar de eso, se giró
para dejarle intimidad. No se conocían, no era quién para consolarla.
Se pasó la mano por la cara y se recostó en la butaca. ¿Qué
demonios iba a hacer con ella? Aquello no entraba en sus planes. Tenía
que encontrar a Huyana y hacer justicia. Con la mujer, la tarea se le
complicaba mucho.
¿Por qué había cedido al final?, se preguntó, bebiendo otro sorbo.
Estaba decidido a no aceptarla, Curtis podría haber encontrado una
solución. ¿Por qué…? Sonrió, recordando el brillo febril y furioso de
sus ojos dorados. Sí, por sus ojos. Realmente, lo único aceptable en su
aspecto. Y por aquel brío que exhibía a pesar de su estado lamentable.
Tal vez no era una inútil, después de todo.
Ahora tendría que pensar en acondicionar la casa para ella. El
retrete daba pena, a la cocina le faltaban utensilios y espacio, y solo
había un dormitorio. Tendría que ampliar el armario para su ropa.
KATE DANON 74
Una mágica visión

Aunque, no recordaba que hubiese traído ropa. Vaya, también tendría


que comprarle unas cuantas telas para que se confeccionara vestidos,
porque, desde luego, pensaba quemar el que llevaba puesto.
¡Un momento! Se incorporó bruscamente, derramando parte del
whisky. ¿En qué estaba pensando? Miró hacia la puerta del dormitorio
y movió la cabeza, disgustado consigo mismo.
Que el cielo le ayudara, estaba asumiendo su matrimonio.

La mujer gritó.
Darren abrió los ojos, sobresaltado. Por un momento, el estupor
del sueño le había desorientado. Tardó unos segundos en situarse y en
fijar la vista en la puerta del dormitorio, de donde había salido el grito.
Se levantó de la butaca, se pasó la mano por la cara para
despejarse y se encaminó a la habitación. Abrió con cuidado la puerta y
se asomó con precaución; después de todo, aquella mujer era una
extraña y no quería parecer entrometido.
El dormitorio estaba oscuro y el olor de la muchacha se había
extendido por toda la estancia. Arrugó la nariz y entró, dispuesto a
abrir la ventana para ventilar el cuarto. Se acercó a la mesa y encendió
la lámpara para poder ver algo. Luego, con ella en la mano, se acercó
hasta la cama. Resopló cuando vio el aspecto de la chica.
Sudaba copiosamente y tenía temblores. Se aferraba a la colcha
con las manos crispadas y movía la cabeza como si intentara escapar de
una pesadilla. Susurraba cosas incomprensibles y tuvo que acercarse
más para intentar entender algo.
—No… no me dejes —decía—. No te vayas…
Era una súplica desesperada y Darren se preguntó con quién
estaría hablando.
—¡¡NO!! —volvió a gritar.
El vaquero le puso una mano en la frente y comprobó que estaba
KATE DANON 75
Una mágica visión

ardiendo. Le quitó la colcha y salió presuroso de la habitación. Cuando


regresó, traía un cubo de agua fría y unos paños. Lo colocó todo junto a
la cama y se sentó al lado de la joven.
—Vamos, despierta mujer —le dijo, dándole cachetadas en las
mejillas enrojecidas.
Se dio cuenta de su tono rudo y se obligó a suavizarlo.
—Venga, niña, reacciona.
Ella abrió entonces los ojos y Darren comprobó que su mirada
estaba bastante perdida. Aun así, lo agarró por la pechera y sus pupilas
doradas centellearon un segundo con furia.
—Mi nombre… es… Shannon —susurró, antes de dejar caer de
nuevo su mano.
—Sí, sí… —concedió él, sorprendido por el arrebato—. Pues muy
bien, Shannon. Hay que refrescarte un poco.
Empezó a desabotonar su vestido y pensó que ella se resistiría.
Pero había perdido el conocimiento y volvía a estar sumida en un
sueño intranquilo, por lo que pudo despojarla de su ropa sin
dificultad. Tuvo mucho cuidado de no manipular el tobillo herido para
no importunarla aún más. Cuando estuvo desnuda, hizo un ovillo con
el apestoso vestido y lo tiró al otro extremo de la habitación. Después,
mojó los paños en el agua fría, dispuesto a bajar su temperatura como
fuese.
Pudo estudiarla a placer mientras lo hacía. Bien, aquella chica
tenía un aspecto lamentable, con el rostro hinchado, amoratado, las
feas ojeras bajo los ojos y esa venda horrible cubriéndole la mitad de la
cabeza. Pero su cuerpo… ¡Vaya! Eso no lo esperaba, no señor. La
muchacha tenía un cuerpo para el delirio, de suaves curvas y piel
tostada. Tantas horas bajo el sol habían conseguido que sus brazos y su
escote se broncearan más de la cuenta, eliminando cualquier signo de
distinción y la blancura que se suponía en todas las damas.
Ciertamente, también echaba de menos la tersura de los cuerpos de las
chicas de Betty y un poco más de carne rellenando ciertas zonas, pero
KATE DANON 76
Una mágica visión

después de su largo viaje, era comprensible. Tenía una figura delgada,


pero fibrosa. Ya se encargaría él de que comiera lo suficiente para que
ganase el peso que parecía necesitar.
Pasó los paños con delicadeza por todas las zonas, refrescando la
piel ardiente. Cuando masajeó los pechos con la frialdad de la tela, sus
pezones reaccionaron y él se quedó más que sorprendido al notar su
repentina erección. ¡Maldita sea! Aquella mujer deliraba de fiebre y él
perdía el dominio de su cuerpo. Apretando los dientes, se dispuso a
terminar su tarea cuanto antes.
Cuando notó que el calor de su piel ya no era tan intenso, la
cogió en brazos para colocarla en la mecedora que había junto a la
ventana. Al sentir su delgado cuerpo pegado al suyo, la dureza que lo
torturaba se intensificó. Bufó, contrariado, y la sentó con cuidado.
Luego se giró hacia la cama, retiró las sábanas mojadas de sudor y
agua y las cambió por unas limpias. Volvió a por ella, dudando un
segundo antes de cogerla de nuevo. ¡Cielos! ¿Cómo podía excitarle una
mujer enferma? Muy disgustado consigo mismo, la devolvió la cama.
La tapó solo con la sábana y notó que ella dejaba escapar un suspiro,
más serena. Sí, había sido una tortura, pero al menos la fiebre había
remitido bastante.
Salió de nuevo del cuarto para prepararle algo de comer. Se
detuvo un momento antes de cerrar la puerta y se volvió para mirarla.
Su frágil cuerpo se silueteaba bajo la sábana y sonrió, muy a su pesar.
Ese Curtis Loan había conseguido lo imposible. Le había casado y le
había convertido en enfermera, todo en un mismo día.

—¿Qué opinas? —preguntó Curtis Loan.


—¿Qué opino de qué? —respondió Betty, sirviéndole un poco
más de whisky.
Estaban en su salón, que aquella segunda noche tampoco estaba
KATE DANON 77
Una mágica visión

muy concurrido.
—De todo esto… De la llegada de las mujeres, de los cambios
que va a sufrir Loan’s Valley a partir de ahora.
Betty se acodó en la barra y se inclinó hacia él, clavándole sus
extraños ojos con una sonrisa.
—Viejo pícaro —susurró—. Lo que tú quieres saber es si estoy
enfadada por la evidente relación entre la llegada de las mujeres y el
bajón de mi negocio.
Curtis soltó una estruendosa carcajada, aquella madame no
dejaba nunca de sorprenderlo. Por eso le había permitido establecerse
allí, porque enseguida detectó que era única. Y no solo por su mirada
verde y azul, sino por su increíble inteligencia y por su gran intuición
para conocer a las personas y sus necesidades.
—¿Lo estás? —preguntó al fin, tras apurar su vaso de un trago.
Ella se apartó, con una expresión de suficiencia en su rostro
maquillado. Cogió la botella y desenroscó el tapón para rellenar el vaso
de su patrón.
—No, por supuesto que no. ¿Por quién me tomas? Sé que los
hombres necesitan esposas. Sé que este pueblo necesita niños que
aseguren su prosperidad y no seré yo quien se los procure, puedes
estar seguro —sonrió de nuevo a Curtis antes de proseguir—. Es
normal que mi salón esté vacío. Las mujeres llevan aquí dos días y no
espero que sus maridos las abandonen tan pronto para venir a ver a
mis chicas. Pero —volvió a sonreír, y su expresión astuta se acentuó—,
volverán. Cuando estén cansados de ver a la misma mujer noche tras
noche, o cuando se den cuenta de que no son lo que esperaban, o
cuando se aburran, simplemente, regresarán a mí. Conozco a los
hombres. Son seres débiles, poco estables, volubles en lo que se refiere
a sus instintos.
Curtis le acercó el vaso para que se lo rellenara y estudió la
franqueza de sus ojos.
—¿Por qué crees que no las amarán?
KATE DANON 78
Una mágica visión

—Oh, yo no he dicho eso, seguro que sí llegarán a amarlas. No


hablo de amor, sino de lujuria. Los hombres son lascivos por
naturaleza y necesitan saciar sus instintos. Hay cosas que esas mujeres
decentes que has traído no harán jamás, por eso sé que tus vaqueros
volverán. Tal vez no con la asiduidad de antes, pero estoy convencida
de que se dejaran caer por aquí de vez en cuando.
Levantó su vaso para brindar por el futuro de su negocio y Curtis
le hizo una reverencia con la cabeza, de acuerdo con sus palabras.
—Además, aún queda algún soltero que cuidará de que mis
chicas estén ocupadas hasta que regresen los demás —añadió Betty,
con ojos soñadores.
—¿Te refieres a Davis? —preguntó Curtis.
—Sí, claro. Ayer estuvo aquí y me contó lo de esa pobre mujer
que no llegó…
—No, no, no. No estás al día, querida —Curtis quiso sacarla de
su error—. Esta mañana el reverendo Harris encontró a la joven que
faltaba, la llevó a casa del médico, la curó y por la tarde la llevamos con
el que ahora es su marido.
—¿Darren? —preguntó Betty, con la cara más pálida de lo que
jamás admitiría.
—Sí. El reverendo los casó allí mismo.
La madame dejó caer su vaso de whisky, que se estrelló con
estruendo en el suelo. Acto seguido reaccionó, recompuso su gesto y
sonrió al patrón como si no pasara nada.
—Perdona, querido, hoy estoy especialmente torpe. ¿Quieres
darte uno de mis magníficos baños?
Curtis tardó en contestar. La miró con el ceño fruncido unos
segundos más, estudiándola. Al final, dejando el vaso con un golpe
seco en la barra, se levantó de su taburete.
—Me encantaría —admitió, con una sonrisa.
KATE DANON 79
Una mágica visión

Capítulo 6

Lo primero que vio al despertar fueron las vigas del techo de


madera. Shannon se estiró bajo la sábana, sorprendida de encontrarse
tan bien. La sensación de bienestar podía deberse a todas las horas de
sueño de las que había gozado en aquel lugar. Por cierto, ¿dónde
estaba? Shannon recordaba haberse despertado varias veces, pero se
encontraba tan a gusto que en cada ocasión se había acurrucado de
nuevo, dado la vuelta y dormido con un suspiro de satisfacción. No
tenía hambre, ya no tenía fiebre y aquella habitación era tan acogedora,
después del viaje atroz que había soportado, que quería quedarse allí
metida durante mucho tiempo. Pero, claro, eso no podía ser.
Se desperezó lentamente y se incorporó con intención de
examinar cada detalle para ver si recordaba algo más. Al hacerlo, la
sábana resbaló por su pecho dejando al descubierto su busto desnudo.
Ahogó una exclamación y volvió a taparse, mirando hacia todos
lados por si alguien la había visto. ¿Qué demonios? Volvió a levantar la
sábana para mirar debajo y comprobar que efectivamente estaba
completamente desnuda. Pero ¿quién…? ¿Cuándo?
Las imágenes acudieron a su mente, rápidas y fugaces, como en
un sueño. Sin embargo, incuestionables. Tenía un nuevo marido y era
el que se había responsabilizado de su bienestar. O eso pensaba.
¿Habría tenido el valor de abusar de ella estando enferma?
Shannon bufó, llena de ira. Sí. Ahora recordaba más fragmentos
que, aunque borrosos, ahí estaban. El señor Darren Davis dándole de
comer una sopa caliente, metiendo en su boca la medicina para la
fiebre mientras le hablaba como si fuera una niña pequeña. No
recordaba, sin embargo, que la hubiese desnudado; aunque era
evidente que lo había hecho. ¿Quién se había creído que era? De
acuerdo, su marido. ¡Pero eran dos extraños, por todos los cielos!
¿Cómo había sido capaz? ¿Con qué clase de hombre se había casado?
KATE DANON 80
Una mágica visión

Como si pretendiera dar una respuesta a su pregunta, su esposo


entró en ese instante en el dormitorio portando una bandeja con el
desayuno. Por un momento, pareció sorprendido de encontrarla
despierta y bufando por la nariz. Pero enseguida recobró su habitual
gesto indolente y caminó hasta la cama para entregarle la bandeja.
—Aquí tienes —le dijo, y se dio la vuelta con la intención de
abandonar la habitación.
—¡¿Cómo?! ¿No vas a decir nada más? —echaba chispas por los
ojos y sus manos aferraban con fuerza las sábanas sobre el pecho.
—Hoy tienes mejor aspecto. Ya no pareces un cadáver —espetó
él, con su voz grave, algo enronquecida.
Al escucharla, Shannon sintió un escalofrío. Ahora estaba
convencida de haber escuchado esa voz en sus delirios febriles… ¿y
acaso no la había consolado? Bah, estupideces. Imaginaciones de su
mente ardorosa de fiebre.
—¿Y ya está?
—No, por supuesto. De nada por cuidarte durante toda la noche,
gracias a ti no he pegado ojo —gruñó él.
Shannon abrió la boca, indignada. Estaba claro que eludía el
tema principal y además trataba de echarle la culpa por estar enferma.
Volvió a resoplar, muy enfadada. Si tuviera otro lugar al que irse, se
marcharía aquella misma mañana. Estaba claro que se había casado
con un completo insensible.
—¿Y se puede saber por qué estoy desnuda? ¿Qué necesidad
había de quitarme la ropa? ¿Acaso me oprimía demasiado el tobillo
hinchado? —preguntó, arrastrando las palabras para que la
culpabilidad calara en él lo más hondo posible.
El hombre la miró y movió la cabeza. Su gesto daba a entender
claramente que la creía estúpida o algo peor. Se giró para marcharse
sin intención de contestar, pero en el último segundo, con la mano ya
en el pomo, volvió la cabeza para enfrentarla con sus oscuros ojos
cobalto.
KATE DANON 81
Una mágica visión

—No era tu tobillo, sino tu fiebre. Tenía que hacer algo para
bajarla y no se me ocurrió nada más. No soy médico, ¿sabes? —esperó
su reacción, pero cuando vio la cara de incredulidad de ella,
comprendió. Respiró hondo, armándose de paciencia—. ¿Creías que
me había propasado contigo? Para tu tranquilidad, por si no te diste
cuenta ayer, no me resultas atractiva. Y tampoco estoy tan necesitado
como para pretender acostarme con una enferma delirante de fiebre.
Tengo mis propios métodos para satisfacer mis deseos sin recurrir a
bajezas semejantes.
Dicho lo cual, salió de la habitación y cerró dando un portazo.
Shannon pegó un bote en la cama por el golpe. Se quedó
mirando la puerta con el ceño fruncido durante minutos, detestando
los modales de aquel hombre. ¿Siempre sería tan sincero? Desde luego,
no tenía ni una pizca de educación. No moderaba sus palabras, soltaba
lo que pensaba sin importar las consecuencias. De cada tres frases que
decía, dos le hacían daño o la ofendían. Y eso que apenas habían
conversado desde que se casaron. Que el cielo le ayudara, se había
casado con el peor vaquero de todo Loan’s Valley.
Tras envenenarse con sus propios pensamientos durante unos
minutos más, Shannon miró la bandeja que le había llevado. Su
desayuno: café, panecillos, un plato de frijoles con arroz, un poco de
carne estofada y una naranja. Un buen desayuno, reconoció; por lo
menos, ya sabía que con él no pasaría hambre.
Entonces reparó en un detalle y su cara perdió el color.
Allí, en una esquina de la bandeja, había una rosa roja
abandonada como al descuido. Y su tallo estaba metido dentro de un
aro pequeño brillante y dorado.
Su anillo de boda.

El sol se colaba por la rendija que quedaba entre las dos cortinas
KATE DANON 82
Una mágica visión

de la ventana e incidía en el cuerpo desnudo de la joven. Jenny sintió


su calor y se despertó, pero se mantuvo quieta, con los ojos cerrados.
Necesitaba averiguar si aquel demonio con el que se había casado
estaba cerca antes de hacer cualquier movimiento.
Mantuvo la postura unos minutos, pero no escuchó nada.
Tampoco sentía su presencia, así que, más tranquila, abrió los
párpados lentamente.
Se incorporó apoyándose sobre los antebrazos y miró en
derredor. La alcoba estaba revuelta y recordó los forcejeos de la pasada
noche. Las lágrimas acudieron prestas a desahogar su miedo. Nunca
había sentido tanto pánico ni tanta angustia. Las vejaciones a las que
Dean Garret la sometió iban mucho más allá de lo que ella jamás
habría podido imaginar.
Temblando, se sentó en la cama y respiró hondo para tomar el
aire que le faltaba. ¿Qué iba a hacer? Por todos los santos, estaba
metida en un buen embrollo. Tendría que huir. Tantas millas
recorridas… para tener que volver sobre sus pasos nada más llegar,
qué ironía. Aunque, tal vez, si lo hablaba con Curtis Loan… Sí, él
podría ayudarla. Tenía fama de ser un hombre honorable, justo y cabal;
sabría comprender su problema. No era posible que alguien concibiese
los horrores que había sufrido ella durante esas dos noches que llevaba
casada como simples actos maritales.
Se sobresaltó cuando la puerta se abrió de golpe.
—¡Vaya! —Dean Garret estaba allí de pie, tan atractivo como un
sueño, y ella solo podía temblar de miedo—. La holgazana ya se ha
despertado. Por hoy, te lo perdono. Una luna de miel tan ajetreada
merece un poco de descanso extra. Pero mañana quiero mi desayuno
en la mesa cuando me despierte, caliente y dispuesto.
—¿A… a qué hora te levantas, Dean? —preguntó ella en un
susurró, sin querer mirarle a los ojos.
—Cuando me da la gana.
No tuvo más remedio que levantar la cabeza hacia él.
KATE DANON 83
Una mágica visión

—Entonces… ¿cómo sabré cuando…?


Se encogió sobre sí misma cuando comprobó el efecto de su
pregunta. Los ojos azul claro se estrecharon hasta convertirse en dos
perversas rendijas. De dos zancadas, llegó hasta ella y le golpeó en la
cara sin piedad.
Jenny gritó y se aovilló sobre la cama, sujetándose la mejilla con
las manos.
—Eres muy estúpida, mujer. Es tu problema si no sabes
complacerme —sus ojos se recrearon en la piel desnuda y temblorosa
unos segundos, hasta que un gruñido de oscura lascivia brotó de su
garganta—. De momento, creo que puedo enseñarte a darme placer
aunque hayas desatendido tus deberes conyugales.
Ella se tensó y los temblores cesaron. La expectación por saber
qué idea tendría en mente su marido la llenó de una angustia
insoportable y no pudo contener los gemidos de terror que apretaban
su pecho.
—Vamos, si lo haces muy bien… No me decepcionarás, ¿a qué
no? Túmbate bocarriba y abre las piernas.
Jenny obedeció. Él ni siquiera se desnudó; se limitó a
desabrocharse los pantalones y a hundirse con fiereza en su cuerpo,
embistiéndolo sin contención, con brutal determinación.
—Eres mía… —le susurraba contra el oído—, nunca… lo olvides.
Con cada arremetida, dejaba caer un par de frases ahogadas por
sus jadeos.
—Curtis no te ayudará… Nadie lo hará… Y si huyes… te mataré.
Jenny lloró. Le dolía el alma, le dolía el cuerpo y el corazón. Y
quiso morirse mientras le tenía dentro, pero no ocurrió nada.
Nada excepto ese hombre saciándose de ella, devorándola hasta
exprimir cada gota de su voluntad y su autoestima.
KATE DANON 84
Una mágica visión

—¿Darren?
No obtuvo respuesta. Shannon sabía que debía andar por la casa
e insistió.
—¿Puedes venir, por favor? —levantó el tono para asegurarse de
que la oía.
A los pocos segundos, el hombre asomó la cabeza por la puerta.
—¿Has dicho algo?
—Sí, llevo un rato llamándote —se quejó ella.
—Si quieres, te compro una campanilla y cada vez que me
necesites, la haces sonar, ¿qué te parece?
Shannon lo miró sin captar del todo el sentido de su respuesta.
—¿Estás hablando en serio?
Desde luego, su gesto no indicaba broma ni diversión. Pero
tampoco detectó la ironía si aquella había sido su intención. ¡Dios
Santo! Aquel hombre era insoportablemente frío. ¡No podía distinguir
sus emociones!
—¿Te lo parece? —aquella respuesta la crispó aún más.
—Olvídalo… —resopló, contrariada.
—Que olvide ¿qué? ¿Para qué demonios me has llamado?
—Que olvides lo de la campanilla. No te he llamado por eso.
—Menos mal, porque no pensaba dártela.
Definitivamente, aquel hombre la descolocaba del todo. No sabía
qué pensar de él. Allí estaba, plantado delante de ella con su magnífico
aspecto de vaquero indomable. Su pelo moreno, bastante corto, estaba
despeinado por el viento; los ojos cobalto la estudiaban detrás de unas
espesas pestañas oscuras y su rostro pétreo era el más atractivo que
Shannon recordaba haber visto nunca. El día anterior apenas se había
fijado en él, no tenía el cuerpo para esas tonterías. Pero ahora, sin fiebre
y casi repuesta, podía recrearse admirándolo. Oh, no era que el anillo
que lucía en su dedo le hubiese hecho cambiar de opinión al respecto.
Seguía considerándolo un bruto sin sentimientos. Pero era un hombre
muy guapo, y en eso debía ser sincera consigo misma.
KATE DANON 85
Una mágica visión

Ese día llevaba una camisa tostada y unos pantalones marrones,


con botas de piel oscura y un pañuelo atado en el cuello. Shannon ya
había averiguado que los vaqueros lo usaban cuando el ganado
levantaba polvo en exceso, para proteger su nariz y su boca. No sabía
que él tuviera pensado acudir al trabajo y, por un momento, sintió
pánico al suponer que la dejaría todo el día allí sola.
—¿Vas a marcharte? —le preguntó, con la incertidumbre que
sentía asomando a sus ojos dorados.
—¿Adónde?
—No lo sé.
—No, no me voy a ningún sitio… aún. Dentro de un rato vendrá
el doctor a examinarte. Entonces me marcharé.
Ella se limitó a mirarlo fijamente. Darren se sintió incómodo y
tuvo que volver a preguntar para retomar las riendas de la
conversación.
—¿Para qué me has llamado, mujer?
Shannon apretó los dientes. Eran cabezotas esos vaqueros.
Tenían menos sesos que una de las pegajosas moscas que rondaban al
ganado.
—¿Cómo me llamo? —le preguntó, arqueando una ceja.
Él se cruzó de brazos y en la comisura de sus labios bailó una
sonrisa que no llegó a manifestarse.
—¿No lo sabes? ¿Has perdido la memoria, por eso me llamabas?
Shannon lo fulminó con la mirada. ¿A qué estaba jugando?
—No, no he perdido la memoria.
—Lo celebro —replicó él, muy rápido, antes de que a ella le diera
tiempo a añadir algo más—. ¿Qué quieres entonces?
Ella se mordió la lengua para no insultarlo en su cara. Desde
luego, era un experto en sacar de quicio a la gente.
—¿Dónde está mi ropa? —le preguntó, señalándose
significativamente el cuerpo desnudo que ocultaba bajo la sábana.
—¿Te refieres a ese vestido apestoso que llevabas? Lo quemé.
KATE DANON 86
Una mágica visión

Shannon dejó escapar una exclamación indignada.


—¡Podía haberlo lavado! ¡No tenías derecho! —espetó, molesta.
—¿Era un recuerdo de familia? ¿Acaso no tienes más vestidos? —
interrogó él.
La joven recordó el largo viaje, las faldas que se fueron quedando
en el camino, las blusas inservibles, hechas jirones para vendas, para
trapos. Recordó sus cómodos pantalones y quiso devolverle un
poquito de su medicina a su nuevo marido.
—Lo cierto es que no tengo vestidos. Pero tengo pantalones —
hizo una pausa para que las palabras calasen en su dura mollera—.
Puedo usarlos si quieres.
Sabía que los hombres casados querían esposas que fueran
damas. Una mujer debía comportarse y vestirse como tal. Los
pantalones habían estado bien durante el viaje, pero una vez en Loan’s
Valley, ninguna de las integrantes de la caravana pensaba volver a
usarlos.
—Por mí está bien —respondió él, con toda la tranquilidad del
mundo—. Puedes ponerte lo que tengas.
Shannon casi se atragantó al oírle. ¿Había dicho insensible?
¡Aquel hombre no tenía sangre en las venas! O peor, le importaba tan
poco que le daba lo mismo lo que se pusiera o lo que hiciera con su
vida. Tragó saliva, ya sin ganas de intentar provocarlo más. Se daba
cuenta de que en cada ocasión él le devolvía el golpe consiguiendo que
se sintiera mucho peor.
—Dime una cosa —susurró al fin, tras unos segundos de
estupefacción—. Si no me querías… Quiero decir, si no querías una
esposa, ¿por qué pediste una? Tengo entendido que habéis pagado
mucho dinero para traernos hasta aquí, ¿por qué firmaste la solicitud?
Él caminó hasta la puerta para marcharse. Antes de salir —y
estaba empezando a ser una costumbre que Shannon detestaba—, dijo
la última palabra y no le dio opción a replicar.
—Porque estaba borracho.
KATE DANON 87
Una mágica visión

Bob Wyatt se presentó ante Curtis para pedirle el trabajo que


llevaba anhelando desde que salieran de Independence con las
mujeres. El patrón ya estaba ensillando su caballo para partir rumbo a
los prados, pero atendió al vaquero con interés. Todas las manos eran
pocas para levantar el rancho y el pueblo necesitaba prosperar. Claro
que, tampoco conocía a ese hombre y debía charlar un rato con él antes
de decidirse.
—Señor Wyatt, me complace que quiera usted trabajar para mí.
Ahora no disponemos de ninguna cabaña libre, pero puede hospedarse
en una de las habitaciones de Betty hasta que habilitemos una. ¿Qué le
parece?
—Gracias, señor Loan. No se arrepentirá. Sé trabajar duro, las
mujeres de la caravana pueden decírselo, cumpliré con cualquier
cometido que me encargue. No… no se arrepentirá.
Los ojos azules estudiaron al hombre con detenimiento. Parecía
nervioso y eso preocupaba a Curtis. ¿Por qué? La noche anterior Betty
le había informado de que había curado una herida a ese individuo.
—¿Qué le ha pasado en el hombro, amigo?
Bob se llevó la mano a la zona herida y entrecerró los ojos.
Resopló, jurando por lo bajo por la poca discreción de la madame. No
pensaba decirle a Curtis Loan que atacó a una de sus mujeres y que
luego ella cayó por un terraplén. Y menos aún que era muy posible que
aquella muchacha estuviera muerta.
—Un pequeño altercado con un vaquero al que debía dinero; no
tiene importancia. Estas cosas ocurren y, por suerte, solo se trata de
una pequeña herida.
Curtis puso los brazos en jarras y esta vez fue el patrón quien
miró ceñudo a su interlocutor.
—¿Está ese vaquero en Loan’s Valley? Porque ha de saber que
KATE DANON 88
Una mágica visión

aquí no resolvemos nuestras diferencias con la fuerza bruta si podemos


evitarlo.
El rostro de Bob palideció ligeramente.
—Noooo, no, señor Loan. El incidente se produjo poco antes de
entrar en el pueblo. Me crucé con ese tipo por el camino.
Mentía. Y muy mal, por cierto. Curtis era experto en detectar el
fondo de las personas y aquel hombre intentaba esconder algo. Pero
¿qué? ¿Y por qué? Podía vigilarlo de cerca y averiguarlo si le permitía
quedarse. Y lo haría, porque de alguna extraña manera, Curtis sabía
que debía conocer la verdad. Los ojos de Wyatt ocultaban algo y su
brillo no era limpio.
—Bien, puedes quedarte. Pero estarás a prueba un tiempo —
resolvió por fin el patrón, dándose la vuelta para montar en su caballo.
Antes de hacerlo, sin embargo, le miró por encima del hombro y
añadió—. Si no te adaptas, o descubro que me has ocultado algo
importante, te marcharás de aquí tan rápido como has llegado.
—No le defraudaré, señor Loan.
—Eso espero —concluyó, montando y espoleando al animal para
que se pusiera en camino.
KATE DANON 89
Una mágica visión

Capítulo 7

Darren entró en la habitación y le tendió una camisa limpia y


pulcramente doblada a su mujer.
—Ponte esto, que ya viene el doctor —le dijo.
Ella cogió la prenda y la desplegó ante sus ojos. Era de franela
color beige y olía a jabón. Era enorme.
—¿No crees que me estará un poco grande?
—¿Prefieres recibir al buen doctor desnuda? —preguntó él. Ni
siquiera lo dijo con sorna y Shannon deseó arrojarle algún objeto a la
cabeza. Era increíble la frialdad de aquel hombre.
Sujetándose la sábana sobre los pechos, se puso la camisa. La
maniobra fue aparatosa y algo cómica, pero su marido no dio señales
de que aquello le hiciera la más mínima gracia. Shannon miró el
resultado y comprobó que la abertura de la parte delantera de la
camisa le llegaba casi hasta el ombligo. Enrojeció al observar que parte
de sus pechos quedaba expuesta a la vista y se apresuró a anudar los
cordones que cerraban la prenda por su parte superior.
—Esto es inaudito. ¿Por qué no me has conseguido un vestido?
—protestó.
Al levantar la vista hacia su marido, comprobó que este la miraba
fijamente, estudiándola con aquellos ojos cobaltos insensibles. Ante su
pregunta, el hombre reaccionó con retardo. Sacudió la cabeza como si
despertara de un ensueño y contestó con acritud.
—No tengo el saco mágico de los vestidos y no sé coser, así que
esto es lo único que te he podido conseguir. Con un simple gracias,
hubiera bastado.
—¿Gracias? ¿Por qué? ¿Por meter la mano en tu armario y sacar
una camisa? —Shannon levantó el mentón, indignada—. Cuando
hagas algo por mí, algo verdaderamente importante, tal vez te lo
agradezca.
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Una mágica visión

—Ya hice algo por ti… —comenzó a decir él, pero de pronto
calló. Luego apartó la vista de ella y prosiguió, mirando por la
ventana—. Me casé contigo.
Shannon abrió la boca. Aquello era un insulto; lo era, ¿verdad?
Al menos, ella se había sentido ultrajada. ¿Acaso la equiparaba con un
perro que hubiese tenido la bondad de recoger de la calle? Ah, cuando
estuviera recuperada ya vería, ya. Ese hombre se iba a enterar de quién
era ella.
—No pienso darte las gracias por eso. Tú pediste una esposa; yo
crucé más de tres mil millas por ti. Eres tú quién me tiene que dar las
gracias.
Por primera vez, una sonrisa sesgada cruzó por sus labios
cuando la miró. Se acercó hasta la cama y apoyó una mano a cada lado
de su cuerpo. Cerca, muy cerca, con esa sonrisa siniestra aún en el
rostro, contestó con un susurro.
—Nunca.
Shannon no se arredró. Su corazón latía desbocado por la
extrema proximidad de su marido, tan repentina, pero no permitiría
que él notase lo que le turbaba su presencia.
—Ya lo veremos —contestó, con otro susurro igual de
amenazante.
Unos golpes en la puerta terminaron con su mutuo
ensimismamiento. Darren se separó de ella dejando tras de sí una brisa
con su olor y Shannon se encontró cerrando los ojos para sentirla
mejor.
Los abrió de golpe. ¡Qué estúpida! Ese hombre había admitido
estar borracho cuando firmó la solicitud para conseguir una esposa.
Volvió a cerrarlos, con un suspiro decepcionado. ¡Oh, pero olía tan
bien!
Por fortuna, el doctor O’Brian entró en la habitación haciendo
que olvidara el aroma corporal de su nuevo marido.
—Buenos días, Shannon. ¿Cómo te encuentras hoy?
KATE DANON 91
Una mágica visión

Al escuchar el tono amable y sincero, una sonrisa acudió presta a


sus labios. Por fin alguna emoción aparte de una fría indiferencia. Sus
ojos dorados también sonrieron cuando contestaron al elegante
médico.
—Bastante mejor, doctor O’Brian. Si pudiera hacerlo, me
levantaría.
El hombre se acercó hasta la cama y se dirigió un momento a
Darren antes de proceder al examen de la paciente.
—Puedes salir si quieres. Mi esposa Dorothy está en la sala, te
hará compañía mientras yo reviso las heridas de tu esposa.
El hombre moreno cruzó los brazos sobre el pecho y se apoyó
con parsimonia contra la pared. Sus ojos cobalto se clavaron en
Shannon antes de contestar.
—No, doctor. Prefiero quedarme.
El médico se encogió de hombros y se sentó al borde de la cama
para quitar la venda de la cabeza de la joven. Ella aún miraba a su
marido con gesto extrañado. ¿Había detectado una nota de posesión en
su tono al negarse a salir de la habitación? Estaba soñando, sin duda.
Decidió ignorarlo y concentrarse en las atenciones del doctor, pero
descubrió que la tarea era harto complicada.
La presencia de Darren Davis era muy difícil de obviar.
—Bien, esto tiene muy buen aspecto. Veo que tu esposo ha
sabido aplicarte el desinfectante a la perfección. Además, ya no tienes
fiebre. Muy bien.
Intentó no mirarlo. Lo intentó con todas sus fuerzas. Pero el
cuerpo alto y fuerte de su marido era demasiado atrayente y ante su
mención por parte del doctor sus ojos volaron hacia él sin
contemplaciones. Si esperaba encontrar una sonrisa complacida por el
halago del médico, se equivocó de parte a parte.
O’Brian le lavó la herida y la untó de nuevo con el ungüento
desinfectante, para volver a vendarle la cabeza. Sus manos trabajaban
con precisión y Shannon apenas se resintió. Sin duda, era un buen
KATE DANON 92
Una mágica visión

médico.
—Supongo que si la herida evoluciona tan favorablemente como
hasta ahora, dentro de poco te podré quitar el incómodo vendaje.
Veamos tu tobillo.
A Shannon no le pasó desapercibido el gesto de su marido
cuando el doctor le retiró la sábana con delicadeza. Vio cómo se
enderezaba y endurecía el cuerpo. El ceño de su mirada se acentuó.
Ella se apresuró a estirar la camisa hacia abajo todo lo que pudo para
tapar sus piernas en la medida de lo posible, pero, aun así, se sintió
desnuda y enrojeció por la mortificación que sentía. Si al menos
hubiese llevado puesto un largo camisón…
El doctor, sin embargo, pareció no fijarse en nada que no fuera su
tobillo. Le desató el entablillado con cuidado y lo manipuló con
delicadeza. Así y todo, la cara de Shannon se contrajo de dolor cuando
los dedos expertos del médico palparon la zona inflamada.
—Está mejor, sin duda. Pero aún necesita varios días de reposo
—fue su diagnóstico.
Volvió a vendarlo con tela limpia y cuando terminó, le echó de
nuevo la sábana sobre el cuerpo.
—¿Vendrá entonces mañana, doctor? —preguntó Shannon,
acomodándose la ropa de cama.
—Por supuesto —contestó. Se levantó y sonrió a Darren a modo
de disculpa porque sabía que odiaba las visitas—. Mi mujer, Dorothy,
me ha acompañado con la intención de saludar a la paciente. Además,
te ha traído…
—¿Mi ropa? —aventuró Shannon.
El doctor carraspeó, incómodo. Aunque su examen había sido
muy profesional, no le había pasado desapercibida la camisa de
hombre que vestía.
—No, lo siento. Te ha traído algo de comida con su mejor
voluntad.
—Hágala pasar. Se lo agradeceré en persona, aunque no tendría
KATE DANON 93
Una mágica visión

que haberse molestado. Lo cierto es que estoy comiendo bastante bien


—confesó, ruborizándose.
Su marido, el hombre de hielo, tampoco se dio por aludido con
su comentario y salió de la habitación. El doctor le siguió y, acto
seguido, Dorothy entró en el dormitorio.
Shannon se alegró mucho de verla. Llegó con un vestido color
lila suave que se ajustaba a su busto regordete y la falda caía amplia y
elegante hasta sus pies. Llevaba el pelo castaño y rizado recogido en un
moño; en la mano, sujetaba un pequeño y elegante sombrero. Sus ojos
color nuez, brillantes, daban fe de lo feliz que se sentía con su nueva
vida.
—Te veo muy bien, Dothy —confesó.
La recién llegada dejó el sombrero sobre la cómoda y se
aproximó a la cama para dar un beso a su amiga.
—Estoy radiante de felicidad. William es un hombre fantástico —
bajó el tono y sus mejillas se encendieron para terminar la frase—, y
nos entendemos muy bien.
Shannon sonrió y cogió las manos de su amiga para apretárselas
con cariño. Al menos a ella le había resultado. La envidiaba y se
alegraba por ella a partes iguales.
—Te lo mereces —le dijo—. Has sufrido mucho hasta llegar aquí.
—Bobadas. Todas hemos sufrido, y por eso me alegra que
hayamos encontrado lo que buscábamos.
—¿Todas? Por todos los cielos, ¿son todas tan felices como tú? —
preguntó Shannon, sin perder la sonrisa.
—Eso espero —una risa gorjeó en la garganta de Dorothy. Luego
se puso seria de pronto y la observó con detenimiento—. ¿Por qué lo
preguntas? ¿Acaso tú no…?
Shannon se recostó sobre las almohadas e hizo un gesto con la
mano para restarle importancia al asunto.
—No me hagas caso. Es que acabo de despertarme de mi estado
febril. No he tenido tiempo de acostumbrarme ni de hacerme a la idea.
KATE DANON 94
Una mágica visión

Dorothy abrió la boca, sorprendida. Miró un momento hacia la


puerta del cuarto para cerciorarse de que nadie escuchaba y luego
clavó sus ojos en los dorados de Shannon.
—Pero chica, si tienes un marido fantástico —confesó—. Es
guapo e interesante, y a juzgar por cómo te está cuidando, bastante
responsable.
—Sí. Reconozco que es muy guapo. Si tan solo sonriera alguna
vez…
—Será que está preocupado por ti.
—O que le ha picado una serpiente de cascabel en el culo.
—¡Shannon! —se escandalizó Dorothy, aunque tuvo que apelar a
toda su fuerza de voluntad para no echarse a reír.
—¡Oh, de verdad, Dothy! ¡Es tan serio, tan frío! Parece que me
tuviera aquí porque no le queda más remedio.
—Es que no le queda otro remedio. Prometió casarse con la
mujer que le tocase, y le has tocado tú —explicó Dorothy.
Shannon miró por la ventana con melancolía. Suspiró
ruidosamente y su amiga tuvo que volver a morderse los labios para
no reírse por su dramática reacción.
—Hablemos de otra cosa, por favor —pidió Shannon—. ¿Qué tal
Jenny? Ella sabía que me había quedado rezagada. ¿Por qué no dio la
voz de alarma cuando no regresé al pueblo?
Dorothy sonrió con picardía. Palmeó sus manos con gesto
cómplice antes de contestar.
—Jenny ha sido la más afortunada de todas nosotras. ¡Tenías que
ver el hombre que se ha casado con ella! Te tiemblan las piernas solo
con mirarlo y va arrancando suspiros allá por donde pasa. Un vaquero
como el que ella quería, sin duda. Aunque sé que tú has sufrido las
consecuencias, no la culpes por su abstracción. ¡Cualquiera de nosotras
te hubiera olvidado junto a un hombre así!
—Vaya, gracias…
—Me pregunto cómo habrá sido su noche de bodas —continuó la
KATE DANON 95
Una mágica visión

regordeta Dorothy, ignorando el comentario dolido de Shannon—.


¡Oh, qué ganas tengo de encontrarme con ella para que me cuente!
—Sí, y yo… —reconoció la convaleciente—, y yo —tras unos
momentos de silencio, añadió—. Por cierto, ¿ha ocurrido algo extraño?
¿Alguno de los hombres ha dicho algo… fuera de lo común?
Dorothy la miró sin comprender.
—¿A qué te refieres?
Pero Shannon no podía preguntarle a las claras si alguno de
aquellos individuos había aparecido con una herida en el hombro
acusándola de agresión. Le bastaba con que nadie supiera nada. Eso
significaba que aquel bastardo no había dicho palabra acerca del
incidente y ella estaba segura, de momento.
—Bah, olvídalo. Me pareció ver que uno de los hombres de la
caravana se comportaba de un modo raro, pero serían imaginaciones
mías.
—Ya… —comentó Dorothy, mirándola con suspicacia.
Sin embargo, no quiso indagar más. Ella era una de esas mujeres
que daba gracias por lo que tenía y no pretendía meterse donde no le
llamaban. Sabía que Shannon no había preguntado porque sí. Tenía un
motivo oculto que, al parecer, no quería revelar. Dorothy lo respetaba.
Por eso, de súbito, se levantó con un revuelo de faldas lila y sonrió,
satisfecha.
—Me alegro mucho de que estés mejor, cielo. Y no dudes que
vendré a menudo a verte. Espero, por tu bien, que ese aire melancólico
que vela tu mirada haya desaparecido cuando vuelva —miró en
derredor con aprobación—. Fíjate en este cuarto. Limpio, recogido,
confortable. Tu marido sabrá cuidarte, tienes suerte por eso.
—Pues qué bien —respondió ella.
El sarcasmo de su voz no afectó a Dorothy, que recogió su
sombrero y se lo colocó, sujetándolo al moño con un elegante alfiler.
—Que te mejores, Shannon. Y no te amargues, en serio, Darren
Davis parece un buen hombre —dicho lo cual, salió de la habitación.
KATE DANON 96
Una mágica visión

—Sí, la única pega es que no deseaba una esposa —agregó


Shannon cuando ya no podía escucharla.
Se arrebujó en las sábanas y se tumbó de lado, cerrando los ojos
para intentar descansar. Pero la imagen de su marido, apoyado contra
la pared, volvía a su mente una y otra vez.
—¡Vete, vete, vete! —pidió, cansada—. Déjame reposar tranquila.
Pero los ojos cobalto se le clavaban en el alma torturándola,
impidiendo su completo descanso. Recordó entonces la reacción de su
esposo cuando el doctor le quitó la sábana y una ligera sonrisa curvó
sus labios.
—Así que te importa ¿verdad? —suspiró y trató de relajarse con
ese pensamiento—. Parece que no eres tan inaccesible después de todo,
Darren Davis.

Cuando los visitantes de marcharon, Darren salió a ensillar su


caballo. Era imprescindible que hablase con Curtis, puesto que esa
misma tarde se marcharía para reunirse con sus amigos miwok. El
hecho de que Shannon hubiese entrado en su vida no iba a desbaratar
sus planes. Lo primero era lo primero, y se trataba de Huyana.
A pesar de su determinación, necesitó galopar por la pradera
buscando al patrón. Su cuerpo pedía un desahogo después de la noche
pasada y después de haber visto cómo el doctor reconocía a su nueva
esposa. ¿Cómo era posible? No la conocía de nada; de hecho, no quería
que estuviera en su vida. ¿Por qué su cuerpo había reaccionado a su
contacto? ¿Por qué había sentido ganas de estrangular al buen doctor
cuando le retiró la sábana y dejó sus hermosas piernas al descubierto?
Solo la estaba examinando, tuvo que recordarse varias veces en lo que
duró la revisión. Solo hacía su trabajo, pero…
Antes de la próxima visita debía conseguirle un camisón en
condiciones. Su esposa no volvería a mostrar sus encantos a nadie
KATE DANON 97
Una mágica visión

excepto a él. Puede que no la quisiera en su vida, pero puesto que


estaba en ella, harían las cosas como se debía. Y ella era suya, nadie
más podía mirarla.
Tenía que reconocer que el cuerpo de la muchacha era bastante
deseable. Aunque su rostro estuviera algo desfigurado por la terrible
hinchazón de la cara, podía pasar por una mujer atractiva si sabía
arreglarse lo suficiente. Esa era la razón por la que se había excitado,
sin duda. Porque no se podía explicar que un hombre saciado como él
—sus visitas al local de Betty eran lo suficientemente profusas—,
reaccionara de ese modo ante el cuerpo sudoroso y febril de una
desconocida que no debía significar nada para él.
Tras unos minutos de intenso galope, su mandíbula apretada se
fue relajando. Encontró a Curtis junto a otros vaqueros rodeando a un
pequeño maverick para su marcado. Habían atrapado al ternero con
dos lazadas y le habían atado las patas. Los gemidos del animal eran
desesperados, pero la fuerza de los hombres que lo sujetaban impedía
que pudiera escapar. Uno de los vaqueros le sujetó la cabeza en un
determinado momento y Loan se acercó con el hierro candente. Apretó
el extremo contra la piel del ternero y el olor a quemado llegó hasta
Darren. El maverick mugió e intentó retorcerse, pero las hábiles manos
que lo retenían lo impidieron, ahorrándole así más sufrimiento del
necesario. En cuanto la marca de Loan quedó grabada en su lomo, lo
liberaron. El ternero huyó trotando lejos de aquellos salvajes que lo
habían apresado y buscó a su madre entre el resto del ganado.
Curtis se volvió y lanzó el hierro junto a las brasas. Al levantar la
vista, se encontró con el vaquero que ya había desmontado y se dirigía
hacia él con su habitual paso arrogante.
—¿Qué haces aquí, Davis? ¿No deberías estar en casa, cuidando
de tu mujer?
Darren acusó esas palabras como si encajara un puñetazo.
—¿Quieres decir que me disculpas del trabajo?
—Cuando un hombre tiene otras obligaciones más importantes,
KATE DANON 98
Una mágica visión

por supuesto.
Darren puso las manos en sus caderas y respiró hondo varias
veces porque notaba que estaba a un paso de perder ese auto control
que todos admiraban en él.
—Te divierte verme de enfermera, ¿no es así? —preguntó,
observando con atención la reacción del patrón.
Curtis hizo exactamente lo que esperaba: echarse a reír sin
disimulos.
—¿Por qué armas tanto follón, Davis? Son solo un par de días,
hasta que tu querida mujercita se recupere. Por el amor de Dios, eres
un recién casado. ¿No crees que ella debería ser tu prioridad? Además
—añadió, quitándose el sombrero para pasarse el dorso de la mano por
la frente—, hoy hace mucho calor. No corre ni una pizca de aire,
estarás mejor al resguardo de tu casa.
Darren enarcó una ceja.
—¿Al resguardo?
—Bueno, ya me entiendes. A la sombra, lejos de este maldito sol
que te quema hasta los huesos.
El vaquero bufó y quiso devolverle un poco de su propia
medicina.
—No hace tanto calor, Curtis. Es que ya eres muy mayor para
este trabajo.
Obtuvo el efecto deseado. El patrón cambió su sonrisa por un
peligroso ceño. Hasta que se dio cuenta de lo que Darren acababa de
hacer, se había puesto a su nivel y se había defendido con sus propias
armas. La sonrisa volvió, aún más ancha que antes.
—¡Vaya! ¡Sí que te está afectando! —tronó con una sonora
carcajada.
El vaquero movió la cabeza, sin entender.
—¿A qué te refieres?
—Tienes una brecha en esa magnífica coraza que te empeñas en
lucir, Davis. Y creo que se lo debes a tu recién estrenado matrimonio.
KATE DANON 99
Una mágica visión

Darren toleró las risas burlonas de Loan hasta que este se


tranquilizó. Y aunque sabía que al patrón no iba a hacerle gracia su
petición, no tuvo más remedio que formularla.
—La chica ya está mucho mejor, Curtis, y yo necesito ausentarme
durante unos días.
—¿Vas a dejarla sola en su estado? —se alarmó el viejo.
—Ya no tiene fiebre y le pediré a la esposa del doctor que vaya a
visitarla todos los días —hizo una pausa, intentando buscar las
palabras adecuadas para que el patrón comprendiera que su partida no
era un capricho—. Sabes que un asunto muy importante fue la causa
de mi cambio de opinión respecto a ese matrimonio concertado.
Curtis prestó más atención a sus palabras. Era cierto. Aunque
nunca lo hubiese confesado, sabía que algo muy grave le había tenido
que ocurrir a ese terco vaquero para que renegara con tanta
obstinación ante la idea de casarse. Le sorprendía que le estuviese
hablando con esa franqueza, por lo que dedujo que realmente debía
tratarse de algo bastante serio.
—Necesito partir de inmediato para resolver mi problema, pero
te aseguro que volveré para hacerme cargo de esa mujer.
El patrón lamentó que se refiriera a su esposa como esa mujer,
pero asintió, comprensivo.
—Sé que hay veces que uno debe resolver sus asuntos pendientes
antes de proseguir con su vida. Si crees que este viaje ayudará a que
tras tu vuelta le dediques a Shannon la atención que merece, entonces
estoy encantado de darte mi permiso. Pero, espero por tu bien que
cumplas tu promesa y que no se trate de una vil artimaña para
abandonar a tu esposa a su suerte —le advirtió—. No me gustaría tener
que salir a buscarte para traerte de regreso, aunque sea arrastrándote
de una soga.
Darren se permitió el lujo de esbozar una sonrisa.
—Sé que realmente no me crees capaz de una bajeza semejante.
Si fuera así, nunca me dejarías partir.
KATE DANON 100
Una mágica visión

—Exacto —Curtis se mesó el cabello, preocupado—. ¿Sabe ya tu


mujer que te marchas?
—No, aún no. Pero se lo diré en cuanto llegue a casa.
—Pues no lo postergues más. Y, por favor, tranquilízala. No me
gustaría que en su estado se preocupara por un futuro incierto.
Darren se despidió con un gesto seco sin prometer nada y se
encaminó hacia su caballo. Montó y espoleó a Fuego para huir de allí a
toda prisa. Si antes de hablar con Curtis sus sentimientos ya estaban
alterados respecto a la chica, la conversación mantenida con su patrón
no había conseguido más que agitar sus pensamientos. La estúpida
observación del viejo regresó a su mente una y otra vez. Que tenía una
fisura en su coraza, bah.
Y todo por culpa de ella. De esa pequeña…
Resopló, clavando los talones en los flancos del animal para que
emprendiera el galope. Se lanzó a una carrera vertiginosa por los
verdes prados intentando que la energía del caballo le vaciara de
emociones. No las quería. Las emociones solo conseguían dañar el
corazón. Calentaban la cabeza y él la necesitaba fría.
Solo así podría concentrarse en la tarea de encontrar a Huyana.
Por un momento, un miedo viscoso se enroscó en su estómago,
llenándolo de violentas imágenes de la niña. Su pequeño cuerpo roto
en una postura imposible, sus ojos dilatados por el horror más
absoluto, su boca crispada en una mueca al no poder lanzar el grito
que se había diluido en su garganta. No, no podía ser así. Ella tenía que
estar viva. Pero ¿para qué querría nadie secuestrar a una niña como
ella? Carecía de toda lógica. Por lo tanto, la única explicación plausible
que encontraba era la que su corazón se empeñaba en no escuchar: que
algún hombre enfermo había dado con la pequeña y había saciado sus
impulsos más bajos con ella, asesinándola después, escondiendo su
cadáver para que jamás pudieran encontrarla.
Conocía el retorcido gusto de algunos energúmenos por la caza
de mujeres indias. Conocía las batidas que ciertos vaqueros violentos
KATE DANON 101
Una mágica visión

llevaban a cabo para matar pieles rojas, como si se tratara de un simple


deporte. Y sabía las consecuencias que tenían para las mujeres y las
niñas aquellas violentas incursiones del hombre blanco en territorio
indígena. Si Huyana había tenido la mala suerte de toparse con una de
esas partidas…
Sacudió la cabeza y se inclinó hacia delante, impulsando así al
caballo para acelerar el ritmo. Cerró los ojos, dejando que el aire le
diese de lleno en la cara para ahuyentar la angustia que le producían
aquellos pensamientos.
Tras una larga cabalgada, refrenó el caballo en lo alto de la loma
desde donde se divisaba todo el pueblo, muy cerca de su casa. Jadeaba
por la carrera y las emociones desbordadas que le habían asaltado tan
de repente. Hacía mucho que no pensaba en esas posibilidades para
ahorrarse el dolor. Pero habían regresado, con fuerza, llenándolo de
miedo y logrando que una fría desazón se clavara con fuerza en el
centro de su corazón.
Intentó serenarse antes de volver a la casa. Lo que menos
necesitaba era que aquella mujer entrometida notase algún cambio y se
dedicara a hacerle preguntas.
Dejó a Fuego junto al establo y entró en la cabaña, notando que
dentro, tal y como había dicho Curtis, la temperatura era algo más
fresca que en el exterior. Supuso que la joven estaría dormitando en el
cuarto, como había hecho durante casi toda la mañana; por eso se llevó
una sorpresa cuando sus ojos, cegados por la luminosidad exterior, se
toparon con la esbelta figura que se agarraba con las dos manos al
marco de la puerta del dormitorio. Llevaba aún su camisa e iba a la
pata coja. El pelo dorado caía por debajo de la venda de la cabeza hasta
su cintura y las piernas desnudas eran un imán para los ojos de Darren.
Maldición, se amonestó a sí mismo cuando notó que su cuerpo
volvía a endurecerse ante la presencia femenina. Curtis tenía razón, pero
no es una pequeña brecha, no. Tu coraza parece que se ha abierto en canal,
amigo.
KATE DANON 102
Una mágica visión

—¿Dónde estabas? —le preguntó Shannon, con la mirada airada.


Darren miró al techo y puso los ojos en blanco. Rayos, aquello
sonaba a regañina de esposa malhumorada. ¿También tendría que
soportar eso?
KATE DANON 103
Una mágica visión

Capítulo 8

Le temblaban las manos. De milagro había conseguido vestirse y


peinarse sin parecer una desquiciada, aunque sus ojos no podían
ocultar la verdad. En el espejo, Jenny podía observar su gesto
desesperado y la intensa desilusión sufrida grabada en sus pupilas
grises. Cualquiera que la conociera se daría cuenta del cambio. No era
una recién casada feliz, eso era evidente. No… De feliz su nueva vida
no tenía nada.
Dean había salido, por suerte. Ella estaba encargada de preparar
la comida, pero las manos no dejaban de temblarle y no podía sujetar
nada sin derramarlo. Ahogó un sollozo cuando el tarro de la harina
cayó a sus pies empolvando todo el suelo de la cocina. Se arrodilló,
presa del llanto, con el cuerpo sacudiéndose por los espasmos de
terror.
La pequeña cabaña de madera era un lugar pulcro y recogido.
No había desorden ni caos, y por cada rincón la limpieza se
manifestaba casi insultante. Al ver el suelo de madera teñido de blanco
por su torpeza, Jenny no quiso ni maginar lo que ocurriría si su marido
regresara en ese momento.
Empezó a recoger sin dejar de llorar. Si la descubría… ¡Oh, cielos!
Prefería una paliza a que volviese a tomarla de aquella manera salvaje
y ponzoñosa. Se encogió de asco en el suelo de la cocina, haciéndose
un ovillo. Se sentía tan sucia, tan miserable y tan pusilánime que no
tenía fuerzas para levantarse. Cuando cerraba los ojos, veía el gesto
obsceno de la boca de su marido mientras buscaba sus propios labios
para morderlos con dolorosa crueldad. Su cuerpo se corrompía con
cada una de las arremetidas de aquella bestia. Sentía que Dean tenía
algo oscuro en su interior y lo derramaba dentro de ella cada vez que
la tomaba. Su propia alma se estaba contagiando de esa oscuridad y
sabía que no podría volver a ser la misma. Nunca.
KATE DANON 104
Una mágica visión

Terminó de recoger la harina y se incorporó. Se asomó a la


ventana y vio actividad en el pueblo; algunas de las mujeres que
conocía paseaban charlando animosamente.
Las envidió. Envidió sus caras sonrientes y sus ojos chispeantes.
Uno de los hombres se acercó hasta ellas y cuando estuvo al lado
de Rose, una jovencita rubia, bajita y alegre, la cogió por la cintura y le
plantó un sonoro beso en la mejilla. Ella rió encantada y acarició la cara
de su esposo, mirándolo con mucho cariño.
Las entrañas de Jenny se retorcieron de dolor cuando reconoció
al hombre. Era Samuel Grant, el individuo orondo y amable que había
bailado con ella el día de su llegada y que le había parecido muy buena
persona. Claro que, su aspecto físico no le gustó nada y por eso lo
rechazó.
Una amarga sonrisa se dibujó en su cara y una lágrima solitaria
cayó desde sus ojos por su tremenda estupidez. Su marido era
guapísimo, el vaquero que siempre soñara. Pero era el diablo. Rose
había sido mucho más inteligente, o al menos, mucho más intuitiva. Se
alegró por ellos dos y se apartó de la ventana para que su imagen de
pareja feliz no le hiciera más daño.
Volvió a la cocina. Dean regresaría en cualquier momento y
debía tener su comida preparada. Más le valía, porque no quería
defraudarlo y que volviera a utilizar contra ella la furia negra que lo
invadía cada vez que lo decepcionaba.

—¿Qué haces levantada? ¿Pretendes caerte de nuevo y torcerte el


pie sano? —la amonestó Darren yendo hacia ella con decisión.
Cuando llegó a su altura la cogió en brazos y enseguida lamentó
haberlo hecho. Si ya le resultó excitante sostenerla cuando estaba
inconsciente, despierta era mucho peor. Porque ella no se quedó laxa
como la vez anterior, sino que le pasó sus delicados brazos alrededor
KATE DANON 105
Una mágica visión

del cuello, consiguiendo que la proximidad fuera mayor. Y notar sus


pequeñas manos rozando su nuca lo desconcertó de un modo
inimaginable.
De dos zancadas llegó hasta la cama y la turbación que sentía
hizo que la lanzara contra el colchón sin ningún cuidado.
—¡Ehhh! —protestó ella.
—Te lo mereces. Y da gracias que no te doy una tunda en el
trasero por tu inconsciencia —no hablaba él. La sermoneaba su
frustración, el desconcierto que sentía ante sus propias emociones.
—Solo quería averiguar dónde te encontrabas —se defendió,
acomodándose en la cama.
—¿Vas a perseguirme cada vez que salga de casa?
Ella se indignó. ¿Así es como iba a ser su nueva vida en común?
¿Cada uno por su lado?
—Por supuesto que no. Pero pensaba que estarías cerca, por lo
menos hasta que me recupere. En cuanto pueda valerme por mí misma
de nuevo no tendrás que estar pendiente de mí, no te preocupes.
—¿Necesitas algo, mujer?
Shannon estrujó las sábanas con las manos hasta que los nudillos
se le pusieron blancos. ¿Cuándo se aprendería su nombre?
—No… No quiero nada.
—¿Tienes hambre?
—No.
—¿Te duele la cabeza?
—No.
—¿Entonces, por qué te levantas?
Ella alzó la cabeza y le miró con sus ojos dorados anegados de
tristeza.
—No quería estar sola —susurró. Se quedó pensativa y por unos
instantes pareció que su mente se perdía en algún momento del
pasado—. Por eso vine aquí. Recorrí tantas millas, pasé por tantas
penurias… Solo quería llegar. No me importaba encontrar el amor. Ya
KATE DANON 106
Una mágica visión

sé que eso es imposible, no pretendía tanto. Pero no quería estar sola


nunca más.
Darren recordó los delirios de la noche anterior. Ella murmuraba
que no la abandonase, que no la dejara sola… ¿quién? Por primera vez,
se preguntó a quién le estaría suplicando con tan denodada pasión.
Sintió un pinchazo en el pecho, casi imperceptible, pero tan real como
la mujer que tenía delante, al imaginar un amante abandonándola a su
suerte.
Y en seguida ese sentimiento se vio desplazado por el
remordimiento prematuro. Porque él también iba a dejarla sola y tenía
que decírselo.
—Bueno, no creo que tengas ningún problema con la soledad.
Parece que sabes cuidar muy bien de ti misma.
Ella le fulminó con la mirada antes de sonreír con sarcasmo.
—¿Tú crees?
—Sí.
—No es cierto. Tú crees que soy una inútil que no te servirá para
nada. Lo dejaste bien claro el día que Curtis me trajo aquí. Y piensas
que debo ser muy tonta como para caerme por un terraplén y abrirme
la cabeza justo antes de llegar a mi destino.
Darren tuvo que disimular una sonrisa. Ella era muy perspicaz.
—De acuerdo, pero en mi defensa diré que fue una auténtica
sorpresa encontrarme con una esposa en semejante estado. Y, si quieres
que cambie de opinión respecto a tu buen juicio, podrías contarme qué
ocurrió para que te cayeras por ese terraplén sin que nadie se diera
cuenta de ello.
Shannon se mordió la lengua. No podía contarle que un hombre
había intentado abusar de ella y que había tropezado huyendo de sus
asquerosas garras. Aquel relato podía interpretarse de muchas
maneras. Con el concepto que tenía de ella, seguramente lo primero
que le llamaría sería mentirosa, pues había pasado mucho tiempo
desde el ataque; lo más lógico hubiese sido delatar al abusador en
KATE DANON 107
Una mágica visión

cuanto se encontró cara a cara con Curtis Loan. No lo había hecho y


ahora era tarde. Nadie la creería, y menos aún su marido, el hombre de
hielo.
—¿Y bien? ¿Cómo te caíste? —insistió Darren, dándose cuenta
por primera vez que estaba realmente interesado en saberlo.
La demora en la respuesta le intrigó y azuzó su curiosidad.
Pero Shannon estaba decidida. Si el hombre horrible que la había
atacado no había dicho nada, no sería ella quien confesara que le había
clavado un cuchillo en el hombro para deshacerse de él. Conocía las
consecuencias que acarreaba un acto así, aunque hubiese sido en
defensa propia. Lo había presenciado en otras ocasiones y, por regla
general, no solían creer la versión de la mujer, máxime cuando el
mayor daño lo había causado ella con la navaja.
—Soy muy torpe. Mi caída no tiene más explicación que mi
propia estupidez. Estaba buscando un arbusto de jojoba para… Bueno,
sé que esa planta puede servirme para tener un aspecto más femenino
y quería que mi futuro marido me encontrase… atractiva —su voz se
quebró al llegar a ese punto, avergonzada.
—¿Jojoba? —se extrañó Darren.
—Sí. Mi abuela me enseñó a preparar un ungüento que suaviza
la piel y devuelve el brillo al cabello castigado por el sol —sonrió con
tristeza y levantó los ojos para buscar los de Darren—. Sé que lo
necesito. Que mis labios están agrietados y el tacto de mi piel es
rasposo. Sé que mi cabello no es el manto de suavidad que esperabas,
ni soy la mujer que querías.
—De hecho, no quería ninguna —susurró él, intentando
disimular una sonrisa por el exagerado abatimiento que veía en su
rostro.
—Es decir, que me caí por nada —espetó ella con acidez,
recobrando parte de su espíritu combativo.
—Me temo que sí, fue una auténtica tontería por tu parte. Así
que ahora, dedícate a descansar y a recuperarte. Ya que me ha tocado
KATE DANON 108
Una mágica visión

cargar contigo, al menos, procura reponerte lo antes posible para que


me sirvas para algo.
Shannon acusó el golpe y estrujó con más fuerza las sábanas que
aún retenía con una mano. Ese hombre era insoportable. No tenía ni
pizca de delicadeza y se comportaba como un asno sin educación.
Necesitaba decirle algo más para borrarle esa expresión confiada de su
frío rostro moreno, necesitaba ver que alguna emoción sacudía esos
ojos profundos que la estudiaban indolentes. Recordó el detalle del
anillo y decidió sacarlo a relucir para comprobar su reacción.
—No entiendo cómo un hombre tan sumamente indiferente al
matrimonio tenía el anillo preparado —le espetó, sin dejar de
observarlo.
Pero Darren no se inmutó. Tan solo cambió de postura y su tono
sonó menos arrogante que de costumbre cuando contestó.
—Era de mi madre. Es lo único que me queda de ella y pensé que
era apropiado que tú lo tuvieras.
Shannon se quedó tan descolocada que no supo cómo reaccionar.
Tal vez si hubiera dicho aquello con un poco más de sentimiento se
habría sentido realmente halagada. Pero, aunque su ausencia de calor
no invitara al entusiasmo, tampoco podía permanecer indiferente al
hecho de que aquel gesto le había resultado tierno.
Tal vez por eso, en lugar de intentar burlarse, levantó su mano
derecha y estudió con sincero aprecio el anillo que lucía en su dedo
anular.
—Es muy bonito —afirmó—. Gracias.
Darren la contempló a placer mientras ella miraba los destellos
que el sol le arrancaba al anillo cuando lo giraba en su mano.
Realmente, no se trataba de una muchacha bonita. Bueno, para ser
justos, tampoco podía aseverarlo. La inflamación de la cara afeaba en
extremo su rostro delgado y el aparatoso vendaje comenzaba a darle
grima. Lo único que sabía con certeza era que su cuerpo era delicioso.
Con eso, por el momento, debía conformarse. Y en vista de cómo había
KATE DANON 109
Una mágica visión

reaccionado su masculinidad al contemplarlo, no dudaba que sería


suficiente para poder cumplir con asiduidad sus deberes maritales.
Cuando ella estuviera repuesta del todo, por supuesto.
Otro rasgo de la muchacha que le atraía, muy a su pesar, eran sus
ojos dorados. De hecho, su brillo batallador había sido el artífice de que
terminara aceptándola en matrimonio. Había algo muy tentador en
ellos y en la forma en que le retaban a cada instante.
—¿Has conseguido dar con mi ropa? —preguntó ella de pronto,
como si se hubiera acordado de repente.
—No la he buscado. Pero te puedo asegurar que en la plaza no
quedó ninguna bolsa abandonada con las pertenencias de nadie. Tu
ropa desapareció —por primera vez, algo parecido a una sonrisa
asomó a sus labios—. Es una lástima, no podrás vestirte con tus
adorados pantalones.
Ella abrió la boca, sorprendida.
—¡Lo has hecho adrede! ¡No quieres que encuentre mi bolsa
porque no te gusta la idea de que luzca una prenda de hombres!
—Esa es una vil acusación —aseveró él, que comenzaba a
encontrar muy estimulante provocar el enfado de la joven.
—¿Y qué demonios voy a ponerme? —preguntó ella, que no se
había percatado del brillo burlón que bailaba en los ojos cobalto.
Por unos instantes, Darren se imaginó el cuerpo desnudo de su
esposa bajo su camisa masculina. Fue un error. Tuvo que inspirar con
fuerza y bajar los ojos al suelo para serenarse. ¿Qué le estaba
sucediendo con esa mujer, por todos los demonios? ¿Acaso no podía
controlarse?
—Te traeré algunas telas para que te hagas los vestidos que
necesites —murmuró, con la voz ahogada por el deseo contenido.
Pero Shannon no lo notó. Tras sus palabras, desvió la vista y
enrojeció. Aquel gesto intrigó a Darren y quiso acercarse para obligarla
a que se desahogara. Pero no debía… No podía estar tan cerca, y
menos si con solo imaginarla era capaz de reaccionar de aquel modo.
KATE DANON 110
Una mágica visión

Mejor guardar las distancias, por el momento.


—¿Qué ocurre? —quiso saber, de todos modos.
—No sé coser —musitó ella, con un hilo de voz.
Darren contuvo la risa y esta vez tuvo que hacer un esfuerzo
supremo. Al parecer su joven esposa carecía de todas las habilidades
que un marido hubiese esperado encontrar en ella y se avergonzaba
por eso. Ciertamente, no era bonita, era bastante descuidada y su
maltrecha integridad física era buena prueba de ello; era rezongona y
gruñona, hablaba por los codos y no parecía que tuviera muchas
aptitudes para llevar un hogar. ¿Qué mujer no sabía coser?
Y, a pesar de todo eso, a Darren estaba empezando a divertirle.
¿Qué le estaba pasando?
—Eres un dechado de virtudes, niña —dijo, solo para picarla—.
No me extraña que tuvieras que atravesar más de tres mil millas para
encontrar marido.
Aquello fue demasiado. No lo soportó. Si hubiera estado más
cerca, le hubiera sacado los ojos. En lugar de eso, cogió el quinqué que
había sobre la mesilla y se lo lanzó a la cabeza con un grito de rabia.
Darren se agachó justo a tiempo para que el objeto no impactara
en su cara.
—Estás completamente loca… —logró decir, antes de salir como
una exhalación de la habitación.
Shannon se quedó mirando la puerta un buen rato, deseando que
estallara en mil pedazos con la fuerza furiosa de sus ojos. No le había
pasado desapercibido el gesto de asombro y horror de su marido. Y se
fijó en que iba mordiéndose el puño, seguramente para no dar rienda
suelta a su ira por su terrible atrevimiento. ¡Pero lo volvería a hacer,
maldita sea! ¡Ojalá regresara y pudiera arrojarle más cosas a su
arrogante cabezota!
Minutos después, más serena, lo pensó mejor. Tal vez se había
excedido. Sí, quizás había ido demasiado lejos, puesto que el hombre
había tenido que salir corriendo, probablemente, para evitar darle una
KATE DANON 111
Una mágica visión

buena tunda en el trasero. Después de todo, ella estaba aún


convaleciente.
Nada más lejos de la realidad.
Darren salió a toda prisa de la casa, aún con los dientes
apretando sus nudillos, y se alejó todo lo que pudo. Cuando estuvo
seguro de que ella no podía oírle, rompió a reír a carcajadas. Ya no
recordaba cuanto tiempo hacía que no se reía de aquella manera y
disfrutó del momento, doblándose por la mitad cuando los espasmos
de las risotadas le provocaron pinchazos en la tripa. Cuando se
tranquilizó, miró hacia la cabaña con una sonrisa de satisfacción en la
cara.
Había estado tanto tiempo entumecido por la pérdida de
Huyana, que su estado emocional se asemejaba más al de un cadáver
que al de un hombre vivo. Tal vez para su misión era el carácter ideal.
Un hombre frío, sin sentimientos, sin duda llevaría a cabo su tarea con
más eficacia. Pero tras la estimulante conversación mantenida con
aquella fierecilla, reconocía que prefería sentir la sangre en las venas, el
pálpito de su corazón emocionado por algo y el fervor de una buena
discusión y unas risas.
Suspiró, rindiéndose a lo evidente. Tendría que ir al pueblo a
conseguir unos trajes para Shannon antes de marcharse.
Sí, Shannon. Era un bonito nombre.
Y sospechaba que, aunque comenzara a llamarla así a partir de
ese momento, le costaría Dios y ayuda que lo perdonara por lo que
estaba a punto de hacer. Iba a dejarla sola, tal y como ella temía, y ni
siquiera lela había prevenido. Pero no se sentía preparado para dar
explicaciones ni para excusarse por algo que no sentía.
Le dejaría una nota, resolvió. Y a su vuelta, ya enfrentaría la ira
de sus hermosos ojos.
Se acercó a Fuego, que pacía tranquilamente aún ensillado junto
al establo. Le palmeó con cariño el cuello antes de montar con agilidad
sobre su lomo.
KATE DANON 112
Una mágica visión

—Vamos, amigo. Tenemos que arreglar unos asuntos antes de


partir. Hemos de cuidar de esa fierecilla y proporcionarle lo más básico
para que empiece su nueva vida. Espero que lo que consigamos sea de
su agrado, porque no quiero terminar con una lámpara estrellada
contra mi cabeza, o algo peor —puso rumbo al pueblo, conteniendo de
nuevo la risa al recordar la cara crispada de su mujer tras su último
comentario. Sus ojos, por un momento, se tornaron soñadores mientras
ideaba otra cosa—. Fuego, ¿tú sabes cómo es la jojoba?
KATE DANON 113
Una mágica visión

Capítulo 9

La tarde empezaba a caer despacio y los minutos se hacían


eternos esperando el regreso de Dean. Jenny se mecía suavemente en
una de las butacas de la sala mientras sentía que la incertidumbre
minaba su voluntad por momentos.
Pronto llegaría. Y ella debería pasar otra noche con él.
Se había puesto uno de los vestidos que había guardado para su
nueva vida y, al hacerlo, se acordó de pronto de Shannon. Fue como un
latigazo; al recordarla, la culpa se cernió sobre ella como una tormenta
de desesperación. ¿Qué habría sido de ella? No recordaba haberla visto
en el baile y aquello era muy extraño. Tendría que haberla alcanzado a
los pocos minutos de dejarla y no lo hizo. Al principio supuso que se
habría subido a la carreta de alguna de sus compañeras, pero cuando
llegaron al pueblo, la emoción y los nervios anularon cualquier otro
pensamiento que no fuera encontrar al hombre de sus sueños.
Más le hubiera valido buscar a su amiga, pensó con amargura.
En cuanto Dean regresara, le preguntaría. O le rogaría que por
favor al día siguiente le permitiera salir de la casa para indagar acerca
de su paradero. Estaba realmente preocupada.
El golpe de la puerta al abrirse y estrellarse contra la pared la
sobresaltó. Su marido tenía la horrible costumbre de entrar siempre
haciendo notar su presencia con un gesto violento. Se levantó y se
estiró el vestido con nerviosismo, rezando para que su aspecto fuese el
adecuado.
—Jennifer, tenemos visita —anunció Dean.
Tras él venía un hombre de mediana estatura, pelo negro rizado
y ojos huidizos. Se quitó el sombrero cuando se percató de la presencia
femenina y lo estrujó entre las manos.
—Este es mi amigo Tom Whitman; cenará con nosotros.
—Señora… —saludó el aludido con un gesto de cabeza.
KATE DANON 114
Una mágica visión

—Encantada, señor Whitman —le tendió la mano pero el hombre


se limitó a mirarla, sin decidirse a estrecharla. Sabía que no podía tocar
a la mujer de Dean.
—Ve a preparar la cena —le ordenó su marido con voz cortante.
Jenny voló hasta la cocina para que no tuviera que repetírselo.
Mientras preparaba la mesa, los dos hombres mantuvieron una
conversación en el salón que ella solo pudo escuchar a medias, puesto
que hablaban con voz muy queda. Decían algo sobre una niña, le
pareció entender. Estaba claro que Tom temía a Dean y estaba bajo sus
órdenes. Además, pudo comprobar que su esposo era tan desagradable
con su amigo como lo era con ella. Movió la cabeza apesadumbrada;
¿cómo no se había dado cuenta de la verdadera naturaleza de Dean?
—Pero está bien, ¿no? —oía que decía su marido.
—Pues no lo sé —contestó el otro. Luego, unos segundos de
tenso silencio—. No le veo buena cara. Ya te dije que nunca da
muestras de que lo esté pasando mal, pero ayer se tumbó en el jergón.
Escuchó cómo Dean mascullaba su rabia antes de contestar.
—¿Y qué? ¿Que una cría de ocho años se eche a dormir es motivo
para que vengas a molestarme?
—¡Nunca lo había hecho! Además, tiene el rostro pálido. Yo creo,
sinceramente, que no está bien. Debería verla un médico.
—¿¡Te has vuelto loco!? Ni lo sueñes —barbotó Dean, fuera de
sí—. Lo que yo creo es que te has encariñado con la pequeña y Knife
tenía razón. Tal vez ya no estés capacitado para cumplir un cometido
tan sencillo.
La amenaza velada en su tono erizó la piel de Jenny a pesar de
encontrarse en la cocina. Era un hombre cruel y malvado. Por un
momento, tuvo miedo de que matara a su amigo allí mismo, en el salón
de su casa.
—Quiero que regreses con ella y la obligues a comer. Porque no
come, ¿verdad?
—Solo bebe agua, de vez en cuando. Se pasa el día sentada, con
KATE DANON 115
Una mágica visión

los ojos cerrados. Únicamente los abre cuando la visita ese pájaro
amigo suyo.
—¿Qué pájaro?
—No lo sé. Creo que es un gorrión…
—¡Estúpido! ¡Knife dijo que no debía tener contacto con el
exterior!
Jenny escuchó que Dean se levantaba con violencia y la silla en la
que se sentaba cayó con un gran estruendo. Ella también se sobresaltó
y dejó caer los platos que en ese momento colocaba en la mesa. Al
instante, la cabeza rubia de su marido se asomó por la puerta de la
cocina. Le habló con un tono engañosamente suave.
—Disculpa si te he asustado, querida. Mejor cerraré la puerta.
Tengo que aclararle algunas cosas a mi amigo.
Jenny se estremeció. Y cuando empezaron los golpes y los gritos,
se acurrucó en un rincón de la cocina, tapándose los oídos con las
manos. Lágrimas de desesperación acudieron a sus ojos ante el
pensamiento de que no volvería a tener un solo día tranquilo en su
vida.
Era verdad, que el cielo la ayudase. Se había casado con Satanás.

Había esperado en vano a que Darren regresara y al final se


había quedado dormida. Tuvo sueños inquietos, en los que aparecía el
vaquero con el rostro furibundo. Y no era para menos: le había
arrojado una lámpara a la cabeza. Pero ni siquiera dormida se
arrepentía, a pesar de suponer que la larga ausencia de su esposo
podía deberse a su temeraria conducta.
Cuando despertó, no escuchó ningún ruido en la cabaña. Iba a
llamarlo para comprobar que efectivamente estaba sola, cuando vio la
nota sobre la mesilla.
Estaré ausente unos días. Debo atender unos asuntos importantes.
KATE DANON 116
Una mágica visión

La decepción que sintió tras esas palabras solo fue superada por
la ira que la invadió de golpe al comprender que su querido esposo la
había abandonado en ese estado, sin preocuparse por su bienestar y sin
despedirse.
Pero, al poco, comprendió que no era exactamente así, puesto
que la voz cantarina de Dorothy irrumpió en la cabaña avisando de su
llegada. Por lo visto, Darren le había dejado el encargo de llevarle algo
de comida y visitarla regularmente durante su ausencia.
—¡Oh, no te apures! —exclamó la regordeta Dothy—. No te
sentirás sola en absoluto. William me ha pedido que te diga que pasará
a última hora de la tarde y Curtis seguro que también vendrá por aquí.
No solo eres la esposa de Darren, Shannon. También eres una vecina
de Loan’s Valley y, como tal, tenemos que cuidar de ti.
—Ya, no te ofendas pero, desearía que mi marido me tuviera más
estima. Llámame tonta sentimental si quieres, pero no esperaba que me
abandonase a los dos días de casados.
—¡No te pongas tan tremenda, mujer! He escuchado a Curtis
hablando con mi William y creo que Darren debe resolver un asunto
muy importante. No lo tomes a mal.
—Sí, lo del asunto importante ya lo dice en la nota. Pero podía
haberme comentado algo —insistió Shannon, muy deprimida.
Dothy no prestó atención al decaimiento de su amiga y le mostró
un saquito de tela que le entregó a continuación, con una sonrisa.
—Se me olvidaba. Me ha pedido que te entregue esto. ¡Ah, y
también que te prestara algo de ropa! Sobre todo, ha insistido en que te
deje un camisón bien largo.
Shannon se sintió mortificada. Deseó no estar tan desvalida, no
depender de nadie para poder llevar una vida normal. Pero hasta que
se recuperara del todo, no tenía más remedio que aceptar la ayuda de
quien quisiera proporcionársela. Y, ciertamente, ese no era su esposo.
Abrió con curiosidad el saquito de tela que le había entregado y
se quedó pasmada. Estaba repleto de semillas de jojoba.
KATE DANON 117
Una mágica visión

—¿Te lo ha dado Darren para mí? —preguntó, sin saber cómo


sentirse al respecto.
—Por su puesto. No sé para qué quieres esas semillas, ¿son
comestibles?
Shannon negó con la cabeza y volvió a cerrar el saquito,
apretándolo contra su pecho. ¿Qué significaba aquello? Tal vez,
después de todo, sí le importaba un poco.
Aquel pensamiento le levantó el ánimo y pudo enfrentar la
ausencia de Darren con otros ojos. Si él podía tener detalles tan
conmovedores, ella sabría esperar.
Sin embargo, cuando pasaron dos días más sin tener noticias
suyas, aquella impresión despareció por completo. Y casi una semana
después, decidió que no merecía la pena preocuparse por un hombre
que la había abandonado a su suerte tras dos días de matrimonio.
—Tendré que apañarme yo sola —decidió, cuando pudo volver a
levantarse y plantar el pie sin que le doliera—. Después de haber hecho
un viaje tan largo, creo que merezco encontrar un poco de paz, aunque
no haya conseguido un buen marido.
Y es que el pragmatismo era un rasgo bastante poderoso en su
carácter. Ahora que por fin se había librado de la odiosa venda de su
cabeza y su cara volvía a lucir con sus rasgos de siempre, en lugar de la
protuberancia que la deformaba por el golpe, decidió que empezaría a
relacionarse con el resto de los habitantes de Loan’s Valley.
Y, por supuesto, para eso tendría que empezar a sentirse como
una persona.
—En primer lugar, necesito un buen baño —se dijo, oliéndose y
frunciendo la nariz—. Y creo que voy a tener que usar el ungüento que
fabriqué con las semillas de jojoba.
Se pasó la mano por el pelo, reseco y encrespado. No estaba
dispuesta a lucir como una campesina harapienta. En Saint Louis
siempre había llamado la atención por su aspecto y en aquel pueblo,
ahora su hogar, no pensaba ser menos. Por suerte, durante su aburrida
KATE DANON 118
Una mágica visión

convalecencia había tenido tiempo suficiente para sacar el aceite de las


semillas de jojoba y así fabricar el ungüento. Y aunque le había
quedado más bien como una especie de crema ligera y no tenía la
consistencia que conseguía su abuela, estaba convencida de que
funcionaría.
Se puso un vestido que la buena de Dorothy le había prestado —
y que le estaba un par de tallas más grande—, y se dispuso para bajar
al pueblo. Había escuchado decir a Curtis que en el salón de Betty
LeFleur uno podía tomarse un buen baño. Y ella ardía en deseos de
sumergirse en una tina de agua caliente y jabonosa y quitarse la mugre
que se adhería a su cuerpo como una segunda piel desde hacía ya
demasiado tiempo.
El día era soleado y el cielo estaba despejado. Una brisa suave de
primavera acarició su cara mientras caminaba con paso firme, feliz de
poder ejercitar sus piernas después de tantos días de inactividad.
Observó que el paisaje verdeaba en muchas zonas y las cabañas que
iba encontrando a su paso disponían todas de un hermoso huerto. La
calle principal estaba salpicada con algunos árboles frutales, sobre todo
naranjos, y Shannon se dio cuenta de lo diferente que era California de
los otros estados que había conocido. Allí la tierra era una promesa de
prosperidad. Era fértil y oscura; era buena. No le extrañaba que
muchos de los vaqueros hubiesen abandonado la actividad ganadera
para dedicarse a los cultivos, porque en ese paradisíaco lugar, todo
tenía que crecer y engordar a la fuerza.
Cuando llegó a la mitad de la calle principal, varias mujeres se
acercaron a ella, felices de verla por fin recuperada. Shannon se alegró
de poder charlar con sus compañeras de viaje y enterarse por fin de
cómo les iban las cosas. Al parecer, y era más que evidente en sus
rostros y en el brillo de sus ojos, habían abrazado su nueva vida con
gran entusiasmo.
—¿Y a ti? —le preguntaron— ¿Cómo te va?
—¡Oh, hemos visto a tu marido! —comentó otra de ellas—. ¡Qué
KATE DANON 119
Una mágica visión

hombre, chica, guapo como él solo!


—Sí, aunque el de Jenny tampoco está nada mal.
—¿Nada mal? Perdona, Shannon, no es por hacer de menos a tu
hombre, pero Dean Garret es con diferencia el vaquero más irresistible
de todo Loan’s Valley.
—Sí —intervino entonces Shannon—. Ya me lo había comentado
Dorothy. Supongo que por eso Jenny no se ha acercado a verme; debe
estar muy ocupada.
Las mujeres rieron ante el comentario pícaro de Shannon, aunque
en realidad ella lo había formulado con un deje de amargura. Después
de todo, por muy guapo que fuera ese Garret, Jenny era su mejor
amiga. Qué mínimo que una visita a su compañera inseparable de
viaje, sobre todo tras su desaparición el día de la llegada.
—Bueno, cuéntanos, ¿adónde te diriges?
—Pensaba pedirle a la señora LeFleur uno de sus memorables
baños. Creo que todas estaréis de acuerdo conmigo en que lo necesito
con desesperación.
A pesar de su tono jocoso, las mujeres la contemplaron
horrorizadas.
—Estás de broma, ¿verdad?
—Claro que lo está. ¿Cómo va a entrar en el salón de la madame
a pedirle un baño?
—Por el amor de Dios, Shannon. Todas sabemos a qué se dedica
esa mujer. ¿Crees que es respetable que entres en su establecimiento
como si nada? Una mujer decente y casada, además.
Shannon no era fácil de amedrentar. Levantó el mentón con
obstinación antes de contestar. Se fijó en que sus compañeras
aguardaban un poco ansiosas su respuesta.
—Por supuesto que iré —dijo, provocando una exclamación
ahogada en las demás—. Quiero estar presentable para cuando Darren
regrese de dónde quiera que haya ido. Y no es solo por él. Necesito
sentirme como una persona y, en estos momentos, creo que hasta las
KATE DANON 120
Una mágica visión

mulas que tiraban de mi carreta deben oler mejor que yo.


Las mujeres rieron una vez más por su comentario. Shannon
observó el cambio que se obró en la expresión de sus caras, aunque no
supo muy bien a qué era debido hasta que una de ellas volvió a hablar.
—¿Crees que la madame te permitirá entrar en su salón?
—No veo por qué no habría de hacerlo. Pienso pagarle el baño.
—Y si lo consigues, ¿nos contarás cómo es?
—¿La señora LeFleur? Pero si vosotras ya debéis conocerla.
—¡No, querida! El salón, sus baños, las habitaciones, todo.
—Eso, queremos saberlo todo.
—Lo principal, debes contarnos si esos fabulosos baños merecen
la pena. La verdad, asearse en un barreño a veces no resulta todo lo
satisfactorio que una quisiera.
Volvieron a reír ante el estupor de Shannon. ¿Cómo podían pasar
de la indignación más absoluta al cotilleo frívolo e insufrible con tanta
facilidad?
—No os preocupéis —les prometió—. Si consigo que la madame
atienda mi demanda, os daré un informe detallado del interior del
salón y de la deliciosa sensación del agua caliente y espumosa sobre mi
piel.
Todas dejaron escapar un suspiro de añoranza ante la evocadora
imagen del baño. Era algo impúdico, lo sabían, pero tan tentador como
un demonio con cara de ángel.
—Señoras —se despidió por fin Shannon, aprovechando el
momento de abstracción de las mujeres.
Echó a andar calle abajo y las demás la contemplaron avanzar
con decisión hasta que llegó ante la puerta del salón de Betty LeFleur.
No vaciló. Shannon entró y desapareció de su vista. A pesar de eso, las
mujeres se quedaron mirando unos segundos más la puerta de
establecimiento, muertas de curiosidad por conocer todos los detalles
de la conversación que tendría lugar a continuación entre la madame y
su amiga.
KATE DANON 121
Una mágica visión

Tenía los ojos fijos en la ventana. Tom siguió la mirada de la


pequeña y supo que esperaba al pájaro. Le habían ordenado acabar con
eso, pero era incapaz. Suspiró, muy cansado de todo aquel asunto. Se
había llevado una paliza de Dean por contarle lo del gorrión y debería
estar furioso por eso. Debería matar a ese maldito pájaro solo por eso.
Sin embargo, al regresar a la cabaña aquel fatídico día,
ensangrentado y dolorido, la niña se había acercado a él. No había
compasión en su mirada, pero sí una determinación contundente. Le
había obligado a sentarse en el suelo para que sus rostros quedaran a la
misma altura. Después, le había colocado sus pequeñas manitas
calientes sobre las sienes y había cerrado los ojos, entonando un cántico
suave, cadencioso.
Tras unos minutos, el dolor remitió. Sintió las palabras dulces de
la niña adentrándose por cada poro de su piel, llenándolo con una luz
blanca que sedaba sus sentidos. Era una suave corriente de energía que
sanaba sus heridas y ablandaba un poco más su corazón.
Desde aquel momento, no pudo mirarla igual. Había sentido su
magia y comprendía lo que quería decir cuando aseguraba que ella era
especial para su pueblo. Y la hubiese liberado… ¡vaya sí lo hubiera
hecho! Pero tenía demasiado miedo. Era un cobarde y le apenaba
reconocerlo. Lo único que podía hacer por ella era dejar que entablara
amistad con su misterioso pájaro, a pesar de las violentas advertencias
de Dean. Después de todo, ¿qué mal podía hacerles un miserable
gorrión?
Tom se quedó mirando la ventana hasta que el ave apareció,
como cada día. Pegó unos cuantos saltitos sobre el alféizar y voló hasta
las manos de la pequeña. Ella lo acarició y le habló en idioma miwok.
Cuando Tom la escuchaba hablar así, una extraña emoción vibraba en
su interior. Sin duda, la sesión curativa y el cántico que usó para
KATE DANON 122
Una mágica visión

sanarlo habían dejado una indeleble huella en su ser. Y le gustaba; le


gustaba mucho.
Tras hablar con el pájaro, la pequeña alzó las manos y lo dejó
volar de nuevo al exterior de la cabaña.
Tom se acercó a ella.
—Ahora que la visita se ha ido, ¿te apetece algo de comer?
Ella sonrió. Sus ojos violetas brillaron cautivando al hombre un
poco más.—Sí, Tom. Tengo hambre.
La respuesta lo sorprendió. Al fin parecía aceptar algo que
viniese de él, en lugar de permanecer en su postura retraída y ausente.
Aquello lo reconfortó de un modo inimaginable. Sin darse cuenta, le
estaba devolviendo a la niña la sonrisa sincera que le dedicaba.
KATE DANON 123
Una mágica visión

Capítulo 10

Lo primero que pensó Betty LeFleur al ver a la mujer que la


esperaba en su salón, era que parecía un fantoche. Llevaba el pelo
recogido en una trenza nada lustrosa y usaba un vestido demasiado
grande. Después, se preguntó quién sería ella y cómo osaba entrar en
su local. Indudablemente, se trataba de una de las omnipresentes
esposas de Loan’s Valley. Betty suspiró tras ese pensamiento; debía
acostumbrarse, no le quedaba más remedio. Pero es que aquellas
malditas mujeres estaban por todas partes. Ahora, incluso, se atrevían
a invadir su salón. Por suerte, a esas horas el local estaba desierto y las
chicas aún dormitaban arriba, en sus habitaciones.
—Disculpe, estoy buscando a la señora Betty.
Le sorprendió el timbre de su voz. Demasiado musical y
agradable para un fantoche.
—Nadie me llama señora desde hace mucho tiempo. ¿Quién eres
y qué quieres?
Shannon comprendió que no era bienvenida, por lo que tendría
que decir algo que convenciera a la mujer de que su visita no era tan
mala idea.
—Me dijeron que sus baños son famosos en todo Loan’s Valley;
incluso en los ranchos de alrededor.
—Le dijeron bien —espetó Betty, acercándose a ella—. Pero son
para los hombres. Sin duda a usted no le agradarían las atenciones de
mis chicas. Ponen un cuidado especial en satisfacer todas las
necesidades del cliente para que el baño resulte lo más placentero
posible.
Shannon se ruborizó tras esas palabras y la madame pensó que
había ganado la batalla. Ahora saldrá corriendo por donde vino.
Pero no fue así. El fantoche avanzó unos pasos, adentrándose
aún más en el salón. Las dos mujeres se encontraron a corta distancia la
KATE DANON 124
Una mágica visión

una de la otra y Shannon pudo advertir el curioso baile de color en los


ojos de Betty. Uno era verde, el otro azul. Era desconcertante sostenerle
la mirada, pero ella lo logró sin un pestañeo.
—Se lo pido como un favor —insistió—. No necesito las
atenciones de sus chicas —tuvo que hacer una pausa y respirar ante las
imágenes que cruzaron por su mente tras esas palabras—. Pero ese
baño…
—¿Y por qué habría de hacerle ese favor? —el desdén en sus
palabras y en su gesto era incomprensible para Shannon.
—Bueno, pues porque… —lo pensó, aquella parecía una mujer
muy astuta y sabía que tendría que ganársela—, porque somos vecinas.
Sí —confirmó—, ahora lo somos, aunque a ninguna de las dos nos
guste esa realidad. Las recién llegadas tendremos que aprender a
convivir con usted, que lleva aquí mucho más tiempo. Y usted tendrá
que hacerse a la idea de perder unos cuantos clientes… ¿o tal vez no?
Betty la observó con suspicacia. Sin duda sus palabras le habían
intrigado. Sonrió con malicia antes de contestar.
—¿Piensa usted convencer a los hombres para que no dejen de
visitarme?
Shannon no se dejó arredrar. Ignoró la pregunta jactanciosa y le
explicó su idea.
—En realidad, no pensaba en los hombres, sino en las mujeres —
antes de que el gesto de alarma de la madame se convirtiera en una
exclamación indignada, Shannon le aclaró—: Usted tiene algo que
nosotras necesitamos desesperadamente.
—¿Unas clases de cómo complacer a sus maridos?
El rubor en las mejillas de la joven fue menos intenso en esta
ocasión. Ya se estaba cansando del jueguecito de la madame.
—No, señora.
—No me llames señora.
—Bien, perdón. Yo hablaba de los baños y del aseo en general de
una mujer. Usted podría ayudarnos a estar más bonitas, más atractivas.
KATE DANON 125
Una mágica visión

Si mis compañeras comprendieran que no es un pecado capital pisar su


establecimiento, podría tener muchas clientas que pagarían gozosas
por sus servicios… Por los baños, me refiero —se apresuró a aclarar—.
Y por sus perfumes, y hasta un por un poco de maquillaje, tal vez.
Por el rostro de Betty cruzaron varias expresiones, una detrás de
otra. Primero, sus ojos revelaron escepticismo; después, brillaron con
un destello de avaricia y por último, una sombra de indignación
enturbió su mirada antes de hablar.
—¡Por supuesto! Entonces sí que me quedaría sin hombres. El
único motivo por el que vienen aquí es para encontrar algo diferente a
lo que tienen en casa. Si sus esposas ya les dan lo que andan buscando,
¿qué nos quedará a nosotras?
Shannon no supo qué contestar. Sabía que aquella mujer estaba
dolida con la llegada de la caravana porque su negocio se había
resentido. Su ansiado baño estaba cada vez más lejos y presentía que al
final iba a tener que marcharse con la cabeza gacha. Decidió intentar
otro sistema: la compasión.
—Señora…
—Te repito que no me llames señora.
—Sí, perdón otra vez —¿qué le ocurría? A ella misma le
molestaba que no usaran su nombre ¿por qué se empeñaba en
incomodar a la madame usando el tratamiento inadecuado?—. Usted
sabrá sin duda que fui la última mujer en llegar. Tuve un estúpido
accidente que me ha tenido en cama durante estos días y mi marido no
se ha dignado a mirarme en todo este tiempo. Hágase cargo. He
viajado desde muy lejos y no puedo evitar pensar que si no hago algo
con mi aspecto, todo habrá sido inútil. ¿Quién me querría como esposa
con estas pintas? —se señaló el vestido y el pelo, asqueada de su
propio aspecto—. Necesito de veras ese baño. Y le prometo que no
volveré por aquí nunca más si usted no quiere.
Betty se había puesto tensa escuchando sus palabras. No sabía
que ella había sido la mujer que apareció al día siguiente y, por
KATE DANON 126
Una mágica visión

consiguiente, la que se casó con Darren. Aquel dato la dejó paralizada


en el sitio. Su vaquero preferido, el único que la satisfacía de verdad en
la cama, había tenido la desgracia de cargar con el fantoche que osaba
presentarse en un salón de damas de la noche. Intentó relajar su
expresión mientras meditaba los pasos a seguir, para que no notara lo
ansiosa que estaba por hacerle la vida imposible.
—¿Es usted, entonces, la esposa de Darren Davis?
—¡Sí! ¿Le conoce?
En el acto, Shannon quiso borrar esa pregunta a todas luces
estúpida e innecesaria. Por supuesto que lo conocía. Él ya le había
dejado muy claro que sabía cómo satisfacer sus deseos sin necesidad
de recurrir al cuerpo de una enferma.
La madame, por su parte, le dedicó una sonrisa soñadora y
lasciva.
—Oh, sí. Él y yo nos conocemos muy bien —Betty ya sabía lo que
tenía que hacer y, con el descaro que la caracterizaba, la cogió del
brazo mientras la acompañaba hacia las escaleras que conducían a la
planta superior del salón—. Por eso mismo, querida, voy a acceder a su
requerimiento. Davis es un buen cliente y no quisiera que se ofendiera
por no haber tratado a su esposa con un mínimo de cortesía.
De pronto, a Shannon se le habían pasado las ganas del baño.
Pero comprendía que si salía huyendo de aquella astuta mujer, jamás
se lo perdonaría. No. No se rebajaría a su nivel. Levantó la cabeza y
aceptó sus atenciones.
—Es usted muy amable y considerada.
—Llámame Betty, querida.
—Y usted llámeme Shannon. Sin duda, será capaz de recordarlo
puesto que soy la única mujer que arderá en el infierno por osar poner
un pie en su local.
La madame dejó escapar una risa sincera; después de todo,
aquella muchacha le hacía gracia. Pero no la suficiente como para obrar
con justicia respecto a ella. Tendría que haberle dicho que volviera a su
KATE DANON 127
Una mágica visión

casa y se aseara como el resto de las púdicas esposas de Loan’s Valley.


Tendría que haberle advertido que a los hombres no les gustaba que
sus respetables mujeres acudieran a un lugar como aquel. Tendría que
haberla prevenido contra la ira de Darren Davis cuando se enterara del
lugar donde su mujercita había sumergido su mugriento cuerpo y
quién la había atendido en sus perfumadas abluciones.
Pero no lo hizo. Solo deseaba estar presente cuando Darren
descubriera qué tipo de esposa tenía. Sin duda la repudiaría y la
echaría de su casa. Y entonces, volvería a ella una vez más. Por el
momento, aquella idea era suficiente para soportar la desazón que
había padecido durante todos los días que el vaquero no había yacido
en su cama.
—No creo que arda en el infierno, Shannon. Solo es un baño y,
después de todo, ¿a qué hombre le disgustaría encontrarse con una
esposa bien perfumada? Lo hace por el bien de su marido, no es nada
pecaminoso.
—En realidad —la corrigió—, no lo hago solo por Darren.
Discúlpeme, le mentí un poquito. Lo hago sobre todo por mí. Necesito
sentirme como una persona otra vez. Naturalmente que me importa lo
que mi esposo piense de mí, pero me importa más lo que sienta yo
misma al respecto. ¿Me comprende?
Betty la entendía perfectamente y eso la sorprendió. Su maldad
se diluyó tras esas palabras que la recordaban demasiado a ella misma.
Shannon era sin duda una mujer con carácter e independiente, y había
conseguido que la madame la mirara con renovado interés.
Se fijó en el color oro viejo de su pelo y en sus ojos dorados, que
brillaban de expectación. Su cuerpo se intuía demasiado delgado bajo
el vestido enorme que llevaba, pero al mismo tiempo rezumaba mucha
energía. La clase de vitalidad que la misma Betty había exhibido
durante cada etapa de su vida y la que había logrado colocarla en el
lugar que ahora ocupaba. Tenía su propio negocio y era la dueña de su
vida. Se acostaba con quien quería y nadie la juzgaba por ello. Esa
KATE DANON 128
Una mágica visión

chica poseía un carácter muy similar al suyo, intuyó, pero sacudió la


cabeza para deshacerse de los sentimientos de empatía que intentaban
asaltarla.
—Es aquí —le dijo, una vez hubieron subido las escaleras—.
Espero que encuentre la estancia acogedora y relajante. Ahora le
enviaré a Daisy con el agua, le ayudará en todo lo que necesite.
La madame se dio la vuelta pero Shannon la retuvo cogiéndole la
mano.
—Muchas gracias, Betty. Curtis me dijo que usted tenía buen
corazón y le agradezco que me haya comprendido. No todos
entenderán que mi necesidad requería sobrepasar ciertos límites.
Gracias por no juzgarme.
La madame esbozó una sonrisa, esta vez sincera. Sus ojos, verde
y azul, centellearon con un brillo astuto.
—¿Quién soy yo para juzgar a nadie?
Mientras se alejaba en busca de Daisy, Betty sintió que debía
regresar y decirle a aquella boba que se marchara de allí antes de que
alguien la viera. Pero esta vez no fue el recuerdo de Darren lo que le
impidió hacerlo, sino la propia determinación de Shannon. Ella quería
un baño y pensaba conseguirlo a toda costa. Y no le importaba lo que
pensaran de ella, lo había dejado muy claro. Aquella actitud había
conseguido su aprobación más sincera, porque era idéntica a la que
habría exhibido ella misma de haber estado sus papeles
intercambiados.

Habían seguido una pista errónea. Darren se pasó la mano por el


rostro, cansado, y maldijo entre dientes por la mala suerte que tenían.
Después de perder varios días en una búsqueda infructuosa, Honon y
él regresaban a sus respectivos hogares con el alma encogida. ¿Qué
habría sido de la pequeña Huyana? El vaquero miró con disimulo a su
KATE DANON 129
Una mágica visión

amigo miwok y notó la tensión de su cuerpo. Apretaba la mandíbula y


sus ojos se clavaban en el horizonte, perdidos, al igual que su
esperanza.
Antes de aquella última tentativa, Honon se mantenía firme en
su convencimiento de que lograrían encontrar a su Hii y devolverla a
su pueblo, a su madre, sana y salva. Pero hacía dos días que el miwok
ya no mencionaba a la niña. Darren sabía que se había rendido y que
su gesto tenso y preocupado se debía únicamente a las malas noticias
que portaba para el poblado.
Habían recorrido palmo a palmo la ladera de la montaña,
trazando círculos concéntricos a la hondonada del territorio miwok. La
niña desapareció un día en que las mujeres recogían frutos secos a la
orilla del río San Joaquín. Su madre, Sanuye, la perdió de vista unos
minutos pero no se preocupó. Huyana era muy curiosa y le gustaba
explorar el bosque, por lo que no le dio mayor importancia a su
ausencia. La niña era bastante prudente y nunca se alejaba demasiado.
Pero, transcurrida una hora desde que la viera por última vez, Sanuye
comenzó a angustiarse. Las demás mujeres la buscaron por los
alrededores, cada vez más asustadas, y solo regresaron al poblado
cuando cayó la noche y ya no pudieron ver en la oscuridad. Los
hombres las relevaron. Salieron a caballo, con antorchas, pero por más
que registraron la zona donde las mujeres habían estado recolectando,
no fueron capaces de dar con la pequeña.
Era como si se hubiese desvanecido. Ni una pista, ni un solo
rastro que seguir.
Y, para empeorar las cosas, aquella noche se puso a llover con
saña. Como si no hubiera llovido en años. Cualquier huella que
hubiesen podido hallar a la mañana siguiente, quedaría borrada sin
remedio.
Darren era consciente de lo que les había costado a los miwok
regresar aquella nefasta noche a sus hogares sin haber encontrado a
Huyana. Y sabía lo doloroso que le estaba resultado a Honon volver en
KATE DANON 130
Una mágica visión

esta nueva ocasión, con las manos vacías otra vez.


—Está muerta —susurró de pronto su amigo.
Darren se encogió al sentir el dolor desgarrado de aquellas
palabras. La realidad había golpeado al guerrero miwok con
brutalidad y él volvió a experimentar la sensación devastadora de la
impotencia. No supo qué responder y guardó silencio.
Cabalgaron así durante lo que les restaba de viaje. Cada cual
sumido en sus propios pensamientos. Los de Darren, quizás por
intentar evadirse del dolor, tomaron un rumbo imprevisto y se
concentraron en su nueva esposa. ¿Qué estaría haciendo? Por primera
vez, se preguntó si estaría bien. No dudaba de que Curtis hubiera
cuidado de ella pero, aun así, una sombra de remordimiento atravesó
su pecho. Había dejado a una mujer herida en una casa desconocida, a
merced de la buena voluntad de sus vecinos. Y a buen seguro, le
tocaría pagar por ello. Shannon no quería quedarse sola, por eso había
realizado un viaje tan largo. Y él se había marchado al segundo día. No
era de extrañar que le tocase dormir en la sala lo que quedaba de año
mientras esperaba que a su esposa se le pasara el enfado.
Y eso sería todo un suplicio, reconoció.
Aún le asaltaba de vez en cuando la imagen de aquel cuerpo
tierno y febril bañado en sudor. Y le asombraba cómo reaccionaba ante
el recuerdo, excitándose como si llevara años sin estar con una mujer.
Incluso en esos momentos, cuando el sexo era lo último en que debiera
pensar, la respiración agitada de su esposa lo enardecía y provocaba
un anhelo doloroso en su entrepierna. ¿Qué tenía aquella mujer, por
todos los cielos? Ni siquiera al lado de Sanuye había experimentado
esas sensaciones y, ahora al recordarlo, reconocía que su capricho por
aquella hermosa mujer miwok había sido solo eso, un capricho. Su
cuerpo jamás se había encendido al mirarla como lo había hecho al
contemplar a Shannon. Chasqueó la lengua, incómodo por dejar que su
mente se recreara en la desnudez de su esposa en aquellos dolorosos
momentos. Incluso Fuego relinchó como si le recriminara esos
KATE DANON 131
Una mágica visión

pensamientos y Darren sacudió la cabeza, intentando librarse de ellos.


Pero no lo consiguió. De pronto, se descubrió ansioso por llegar a
su hogar. Jamás le había ocurrido algo así, necesitaba verla, saber que
aún seguía allí. ¿Y si Shannon no había soportado el abandono y había
decidido marcharse? Estaría en todo su derecho y puede que hasta
cumpliera con el deseo inicial de Darren. Pero, ahora que estaba
casado, ya no quería retractarse. No, ella tenía que seguir allí. Y, si Dios
estaba de su lado, estaría metida en la cama cuando él llegase. Justo
donde él la dejó.

Shannon se relajó en el agua caliente. Aquello debía ser un


pecado de los gordos, porque no recordaba haber sentido un placer
semejante en la vida. Suspiró y se le escapó un pequeño gemido
cuando las manos de Daisy le masajearon el cuero cabelludo.
—Es una auténtica delicia —murmuró.
—Sí, a los hombres les encantan estos masajes.
Shannon se sonrojó ante sus palabras. Aquella muchacha era
muy desinhibida, pero, a pesar de su turbación, su naturalidad le
encantaba. Daisy era una mujer muy bonita, de enormes pechos y rizos
rubios. Shannon no tenía que hacer mucho esfuerzo para imaginarla
interpretando su papel en el local de Betty. Y sus manos… ¡Oh, si no
fuera algo tan pecaminoso volvería allí todos los días!
—¿Qué producto me ha dicho que es? —preguntó la chica,
mirándose los dedos con intriga.
Shannon le había facilitado el ungüento de jojoba y le había
pedido que se lo frotara por el pelo.
—Es aceite de semillas de jojoba mezclado con jabón. Deja el pelo
lustroso y la piel muy suave.
—¿Quiere que le aplique un poco por el cuerpo? —insinuó Daisy,
bajando sus manos con delicadeza por su cuello.
KATE DANON 132
Una mágica visión

Shannon se incorporó de golpe en la bañera, roja hasta la raíz del


cabello.
—¡No, no! ¡Gracias! —exclamó, sofocada—. Creo que ya estoy
limpia y reluciente.
La risa de Daisy la cogió desprevenida. No era frívola ni fingida
y le sorprendió gratamente.
—No se preocupe, señora —dijo, entre risas—, no me gustan las
mujeres. Era un ofrecimiento inofensivo, de verdad.
—Aun así…
Daisy asintió y fue a recoger la toalla. La ayudó a salir de la
bañera y después comenzó a secarle el pelo con un paño de lino. A
medida que perdía humedad, las suaves guedejas se iban rizando en
bucles dorados. Daisy dejaba resbalar sus dedos por entre los
mechones y Shannon podía ver su rostro maravillado en el espejo.
—Es increíble. Tiene tacto de seda y su aroma es… muy
agradable.
—Puedes quedarte con el resto del ungüento si quieres.
—No —contestó rápidamente la joven—, no podría. Es algo muy
especial.
—Tan especial como ese fantástico masaje que me has dado.
Quiero que te lo quedes, y que me llames Shannon. Ahora que me has
visto desnuda y que me has toqueteado el pelo, creo que es lo más
conveniente.
Daisy le dedicó una sonrisa encantada.
—De acuerdo, Shannon. Aceptaré el regalo. Y, a cambio, ¿puedo
darte un consejo?
—Por supuesto.
—Chica, ese vestido que llevas es horrible —Daisy compuso una
mueca de lástima antes de proseguir—. He oído parte de la
conversación que has tenido con Betty… Sin querer, no pienses que soy
una cotilla. Y te he escuchado decir que eres la mujer de Darren Davis.
—Así es —corroboró Shannon, sin saber a dónde quería llegar la
KATE DANON 133
Una mágica visión

joven.
—A mi entender, es el vaquero más atractivo de todo Loan’s
Valley. También te he oído decir que él y tú aún no… Bueno, aún no
habéis…
—Así es —repitió ella, un tanto impaciente.
—Bueno, pues ahora que tu aspecto ha mejorado mucho,
deberías lucir un vestido que te hiciera justicia. Ese horroroso trapo
que llevas te sienta fatal.
—Es un vestido prestado, Daisy —aclaró Shannon— y da la
casualidad de que es el único que tengo. Mi ropa desapareció y no he
tenido tiempo de hacerme con un nuevo guardarropa.
Daisy le palmeó la mano con cariño y chasqueó la lengua,
disgustada. Era una auténtica lástima. Shannon era una mujer muy
bella y todo el efecto de su tremendo atractivo quedaría arruinado por
esa birria de vestido.
—No puedo permitirlo —anunció de pronto, incorporándose—.
Te dejaré uno de los míos.
Shannon se alarmó. No quería ofender a Daisy, pero no estaba
dispuesta a lucir una de aquellas prendas que ellas vestían con tanta
alegría.
—No, Daisy. No hace falta que te molestes. Yo… en cuanto
pueda me haré con un nuevo vestuario, así que no puedo aceptar…
—¡Bobadas! No pienso consentir que regreses a casa embutida en
esa miseria. ¡Mira tu pelo! No luciría igual y no dejarías a tu marido
boquiabierto.
—¡Yo no quiero dejarle boquiabierto! —protestó Shannon—
Además, él no…
Iba a decirle que Darren no estaba en casa, pero Daisy no la dejó
terminar. La joven negó enfáticamente con la cabeza y le cogió de la
mano para llevarla a su dormitorio.
—Venga, no me digas que no estás deseando que Darren se
quede sin habla al verte —Daisy se acercó más a ella, con una sonrisa
KATE DANON 134
Una mágica visión

pícara antes de añadir—. No me digas que no quieres que ese vaquero


te lleve hasta su cama y te haga el amor durante toda la noche.
Shannon, aún envuelta en la toalla, se sonrojó visiblemente. Las
sugerentes palabras de Daisy provocaron en ella un escalofrío de
anticipación que se obligó a aplacar enseguida, puesto que aquella
imagen la presentía muy lejana.
En el dormitorio de la joven, su entusiasmo la contagió. Resultó
que cuando hablaba de vestidos, Daisy no se refería a los que lucía en
el local de Betty cada noche, sino a los que ella misma había diseñado y
confeccionado.
—¿Los has hecho tú? —preguntó Shannon, asombrada.
Acariciaba entre sus manos un corpiño de seda amarilla con
cintas rojas, con un escote muy diferente al que usaban las mujeres de
Loan’s Valley. Si bien no era tan descarado como el que lucían las
chicas del salón, era lo suficientemente atrevido como para despertar el
interés de un hombre.
—Sí. Ya sé que las prendas que usamos no son aptas para salir a
pasear o ir a misa, pero tampoco me gustan los aburridos vestidos que
llevan todas esas puritanas. Mis diseños son un poco más alegres y
divertidos, ¿no crees? —la miró con un gesto apreciativo—. Y eres la
persona indicada para lucirlos. Tu belleza se complementa con la de
estas maravillosas prendas. ¡Imagínate! Si gustan, a lo mejor alguna
otra vecina de Loan’s Valley me encargue alguno.
Shannon la miró y se dio cuenta de que aquella chica era mucho
más que unos bucles dorados y unos pechos enormes.
—¿Te gustaría ganarte la vida como modista?
Daisy pasó la mano por uno de sus vestidos favoritos y suspiró.
—Sí, ha sido siempre mi sueño. Pero la vida, a veces, te lleva por
caminos que nunca sospechaste —levantó sus ojos azules y miró a
Shannon con una sonrisa—. No me interpretes mal, no me estoy
quejando de mi suerte. De hecho, tuve mucha cuando Betty me aceptó.
Si no, en estos momentos me encontraría tirada en cualquier callejón
KATE DANON 135
Una mágica visión

malviviendo. Pero a veces sueño despierta… y sí. En mis sueños, las


damas lucen mis creaciones y están muy satisfechas de cómo se ven
con ellas.
—Llevaré uno de tus vestidos, Daisy —se decidió Shannon—.
Pero te lo pagaré. Y, si me sienta bien, tal vez te encargue alguno más.
Después de todo, tengo que ir llenando poco a poco el armario para
empezar mi nueva vida.
El grito de felicidad de Daisy resonó en todo el local. Betty, que
estaba en la planta baja colocando las mesas para cuando llegaran los
clientes, miró hacia las escaleras con el ceño fruncido. ¿Qué diablos
estarían haciendo esas dos allí arriba?
KATE DANON 136
Una mágica visión

Capítulo 11

Knife se estaba impacientando. Había escuchado el absurdo


relato de Dean acerca de la inesperada visita de Tom para hablar de la
niña y no lograba comprenderlo.
—¿Por qué ese idiota no se limita a hacer su trabajo? —susurró
con la voz enronquecida por la ira.
—No te preocupes, ya me encargué de él. Si vuelve a
desobedecerte, le mataré.
Knife dejó escapar un sonoro bufido. No estaba dispuesto a
perder más tiempo con aquel tema; se estaba hartando de esperar a
que la mocosa hablara.
—Esa niña tiene que contarnos lo que sabe. Hemos derrochado
mucho esfuerzo en esta empresa y no estoy dispuesto a rendirme así
como así. Hasta ahora he intentado contenerme porque hasta yo sé que
debemos ser cautos con un chamán, a pesar de que se trate de una
miserable niña india. He oído que tienen contacto con sus dioses y me
da muy mala espina. Pero si se empeña en mantener el silencio, no me
quedará más remedio que actuar. Le sacaremos la información a golpes
si hace falta, aunque nos enfrentemos luego a sus temibles espíritus.
Pero hablará… desde luego que hablará.
—¿Vas a subir a la cabaña? —preguntó Dean.
—No. Lo vas a hacer tú.
—Pero… Yo no puedo ahora. Mi mujer, ¿recuerdas? Esa es la
misión que me encomendaste.
Por la expresión de Dean, Knife dedujo que el cometido no le
molestaba en absoluto; aún más, parecía en extremo satisfecho.
Y así era. Dean disfrutaba torturando a Jenny. Era su naturaleza
perversa unida a la inusitada belleza de la mujer que se había casado
con él. Una hermosa muchacha del este que jamás podría rescatar a la
pequeña india de su destino. Se regocijaba cada vez que tenía la
KATE DANON 137
Una mágica visión

oportunidad de clavarse en ella y morder su exquisita piel. Era un


trabajo simplemente maravilloso, lo mejor que Knife podía haberle
encargado.
—Tienes razón. Aún es pronto y no podemos arriesgarnos. La
niña tuvo una visión de esa mujer rescatándola y no quiero correr
riesgos. Tendrás que permanecer con ella y vigilarla.
—¿En serio crees que esa mocosa tiene algún don especial para
ver el futuro?
Knife no contestó. Se levantó de la silla en la que estaba sentado y
se asomó por la ventana. Estaba muy molesto con todo aquello. Hacía
días que debería haber terminado, pero la tozudez de aquella criatura
y su resistencia eran increíbles. Por Tom, sabía que apenas comía y que
rara vez dormía. Sí. Debía ser una niña especial. Sobre todo porque no
tenía miedo. ¿Cómo era posible? Ese pensamiento se enquistó en su
ánimo y provocó que su respiración se acelerara. No concebía que
alguien pudiera eludir el pánico que debía sentir en su presencia.
Todos le habían temido, siempre. Y ese temor que le profesaban
alimentaba su ego como ninguna otra cosa en el mundo. Antes de
matar a cualquiera de sus víctimas, era indispensable que sufriera el
pánico en sus carnes y sudara terror. Para Knife, disfrutar de la
expresión aterrorizada de sus presas era mejor que el sexo. La sangre le
corría con violencia por las venas, su pecho se hinchaba de satisfacción
y el vértigo que le causaban los gritos de los infelices que caían en sus
manos lograba que alcanzara un estado de éxtasis total.
Pero la niña india no le tenía miedo. Por muchos espíritus que
tuviera de su lado, era solo una mocosa. Debería estar aterrada.
Apretó los dientes, exasperado. Se giró hacia Dean dispuesto a
comprobar una cosa. ¿Tal vez había perdido el don de hacer temblar
de miedo a los demás? Había nacido para eso, no podía consentirlo.
Desenfundó el cuchillo que siempre llevaba en el cinto y su compañero
abrió mucho los ojos cuando vio aquel gesto.
—¿Qué ocurre?
KATE DANON 138
Una mágica visión

No parecía que estuviera atemorizado. Knife se sentó frente a él y


extendió el brazo sobre la mesa. Se levantó la manga de la camisa y
colocó el filo del cuchillo en su antebrazo. Sin apartar los ojos del rostro
de Dean, se realizó varios cortes seguidos en la piel. Observó la
expresión de horror que cruzó por su cara y sonrió, satisfecho.
—Ahora, extiende tu brazo.
Los ojos claros de Dean volaron hasta los de Knife. Lo que vio en
ellos consiguió que se estremeciera. Sin duda, su jefe estaba poseído
por una maldad de una naturaleza muy distinta a la suya. Knife
parecía un demente.
—¿Por qué habría de hacerlo? —preguntó, casi sin voz.
Lo que en verdad le preocupaba, era que tenía plena conciencia
de que en cualquier momento a Knife podía pasársele por la cabeza
lanzar el cuchillo contra su pecho y matarlo allí mismo. Sin ningún
motivo y sin perseguir ningún fin en concreto. Solo por el simple hecho
de que le apetecía hacerlo. Ahí radicaba su locura: los que trataban con
él, nunca sabían a qué atenerse.
—Porque yo te lo mando.
Dean tembló. No quería que aquel energúmeno le hiciera cortes
en el brazo porque sí. Sabía de hombres que disfrutaban del dolor
tanto como de una buena cabalgada entre las piernas de una mujer. Él
no era de esos hombres.
Aun así, sin apartar los ojos de la expresión demente de su jefe,
colocó su brazo sobre la mesa y apretó el puño, dispuesto.
Las risotadas de Knife llenaron de pronto la habitación. Dean
pensó que había perdido la cabeza.
—Abre la mano, maldita sea —le ordenó, cuando dejó de reírse.
Por su tono, pensó que el momento de peligro había pasado.
Hablaba satisfecho, como si hubiera demostrado algo. ¿Tal vez una
obediencia ciega hacia su persona? Dean no sabía lo que había
pretendido con ese alarde de locura, pero se permitió el lujo de creer
que ya había pasado.
KATE DANON 139
Una mágica visión

En cuanto abrió la mano sobre la mesa, Knife le clavó el cuchillo


en la palma.
Su alarido retumbó en las paredes de la pequeña cabaña y tuvo el
impulso de arrancarse la hoja para hundirla después en el negro
corazón de aquel hombre.
No tuvo tiempo. Knife siempre había sido más rápido. Escuchó el
click cuando amartilló el revólver que le apuntaba.
—Ni se te ocurra —susurró como una serpiente—. Anda, ve a
casa para que te cure tu querida mujercita.
Muerto de dolor, Dean se levantó tambaleante y decidido a
abandonar la habitación. Por el oro, tuvo que recordarse a sí mismo
antes de salir. Soportaba aquello solo por el oro. En cuanto tuvieran el
ansiado tesoro entre sus manos, podría plantearse la venganza que
tanto se merecía. Knife moriría de una manera u otra, de eso se
encargaría él. Pero, mientras tanto, debía seguir obedeciendo y
soportando sus arrebatos de locura.
Antes de salir por la puerta, a pesar del terrible dolor que le
atravesaba la mano y le subía por todo el brazo, aún tuvo fuerzas para
preguntar:
—¿Y qué pasa con la maldita india? ¿Vas a matarla?
Knife negó con la cabeza y esbozó una sonrisa tan siniestra que
heló la sangre en las venas a Dean.
—No. Pero para cuando acabe con ella, deseará estar muerta.

El pueblo resultaba mucho más bullicioso desde que las mujeres


tomaran posesión de sus nuevos hogares. Darren entró a caballo y
enfiló por la calle principal, fijándose en las señoras que caminaban por
las aceras entarimadas y charlaban en las esquinas. Pensó en que esas
mismas calles se llenarían también de chiquillos en pocos meses y no
pudo evitar esbozar una sonrisa. El viejo Curtis Loan sabía cómo hacer
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Una mágica visión

las cosas, no cabía duda.


—Fíjate, Fuego, son felices. Esperemos que Shannon me haya
perdonado y pueda convertirse en una de ellas dentro de poco. No ha
tenido, que digamos, una entrada triunfal en nuestras vidas y ahora se
encontrará maldiciéndome, postrada en la cama sin poder relacionarse
con sus nuevos vecinos —el vaquero suspiró, dándose cuenta de que
lamentaba de veras aquella situación.
Nunca había sido su intención hacer desgraciada a ninguna
mujer y tenía que intentar que Shannon se encontrase, como mínimo, a
gusto con su nueva vida. Mientras avanzaba calle arriba, se prometió a
sí mismo que haría todo lo que estuviese en su mano para conseguirlo.
No podía ser tan difícil contentar a una esposa.
Sin pretenderlo, su mente se volvió a llenar con la imagen de la
piel desnuda de Shannon. Sí, ella tenía un cuerpo delicado y suave, de
formas tan tentadoras como las de la chica que salía en esos momentos
del local de Betty.
Se quedó mirando la figura de la mujer que avanzaba unos pasos
por delante y gruñó interiormente sabiendo que ya no podría gozar de
una belleza similar. Aquella chica debía ser nueva, porque no
recordaba haber visto esa melena rubia de grandes rizos en el salón de
la madame. Se encontró admirando como un tonto los destellos que el
sol de media mañana arrancaba al cabello dorado rojizo, que brillaba
como oro viejo. Y lo hipnotizó el suave contoneo de aquellas delgadas
caderas y el elegante perfil de su rostro que apenas podía distinguir.
Lástima que pensara ser fiel a su mujer. Aun así, un ansia
conocida comenzó a adueñarse de su temple y tuvo que acelerar el
paso de Fuego para ponerse a la altura de la joven. De pronto, le
resultó imperante ver la cara de aquella chica.
Sin embargo, cuando ella detuvo en seco su caminar, refrenó el
caballo. No quería que lo pillara espiando sus movimientos. Tenía una
esposa esperándolo en casa, no era propio de él. Y cuando la mujer
comenzó a mirar en todas direcciones como si buscara algo, y pudo
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Una mágica visión

admirar su rostro por completo, casi se cayó del caballo.


—¿Shannon? —preguntó, lo bastante alto para que ella pudiera
escucharlo.
La joven volvió su rostro hacia él y tuvo que colocarse una mano
a modo de visera para poder ver a su interlocutor. El vaquero tenía el
sol a su espalda y resultaba una figura imponente, pero a contraluz era
muy difícil ver la expresión de su rostro.
—¡Darren! —exclamó, cuando al fin pudo reconocerlo—.
¿Cuándo has regresado?
No lo podía creer. Su mujer, era su mujer… ¡por todos los
demonios! La hinchazón había desaparecido completamente de su cara
junto con la odiosa venda para descubrir unas facciones realmente
hermosas. Y su espectacular figura le dejaba sin aliento. ¿De dónde
había sacado ese vestido? Se encontró frunciendo el ceño cuando bajó
la vista hasta su escote, mucho más descarado de lo que cabría esperar
en una esposa recatada. Pero eso no evitó que la sangre se le calentara
al contemplar aquella porción de piel tersa y generosa. ¡Rayos, estaba a
un paso de subirla al caballo a la fuerza y llevársela a su casa para
estrenar de una vez su matrimonio!
—Acabo de llegar, justo a tiempo para verte salir del local de
Betty —en cuanto pronunció aquellas palabras en voz alta se dio
cuenta de lo que significaban y su ceño se acentuó—. ¿Por qué mi
mujer querría visitar un lugar del todo inadecuado para ella? ¿En qué
estabas pensando? ¿Y qué llevas puesto, por todos los demonios?
Shannon ahogó una exclamación. Se llevó una mano al escote,
que subía y bajaba al ritmo de su agitada respiración.
—¡Llevo un vestido, por supuesto! ¿O pensabas que podría salir
a la calle vestida con una de tus enormes camisas? Y ten por seguro
que lo que me ha traído hasta el salón de Betty que no es tan ofensivo
como lo que estás pensando. ¿Cómo te atreves a insinuarlo siquiera?
En ese momento, Albert Slade, otro de los vaqueros de Curtis,
cruzó presto la calle en dirección a Shannon. Al llegar junto a ella, le
KATE DANON 142
Una mágica visión

cogió la mano sin permiso. La joven se sorprendió tanto que no le dio


tiempo a retirarla antes de que el hombre se la acercara a los labios
para besarla con galantería.
—Querida señorita, no sabía que Betty hubiera contratado más
chicas.
Darren apretó los dientes y fulminó con la mirada a aquel
mequetrefe. Albert era uno de los pocos hombres de Loan’s Valley que
no había solicitado esposa. Era feliz con su estado de soltería y gozaba
saltando de cama en cama en el salón de la madame. Darren no tenía
nada en contra de él, pero si no soltaba inmediatamente la mano de su
mujer le haría saltar los dientes de un puñetazo.
—Creo… creo que se equivoca —musitó Shannon, mortificada
por la confusión—. Yo no soy una de las chicas de Betty.
—Pero ha salido de su local y es usted muy hermosa —al decirlo,
los codiciosos ojos de Albert descendieron hasta el escote que dejaba
ver el nacimiento de sus senos.
—Esto es lo que pasa cuando una mujer anda visitando lugares
poco o nada apropiados, en lugar de permanecer en su casa como una
esposa solícita esperando el regreso de su marido —apuntó Darren,
mordaz.
Eso debió bastar para que el señor Slide soltara la mano de
Shannon, pero no lo hizo. Se limitó a parpadear, sin comprender, y
posó su otra mano sobre la de la joven, de modo que los dedos
femeninos quedaron aprisionados entre los de él.
Darren saltó del caballo emitiendo un amenazador gruñido y
Albert tuvo la sensatez de dar un paso atrás.
—¿Qué ocurre? —preguntó, intimidado por el gesto fiero del
vaquero.
—No escuchas a la señora, Albert. Te ha dicho que ella no es una
de las chicas de Betty, aunque su atuendo y su actitud evidencien lo
contrario.
Shannon jadeó por el insulto. Miró a su marido con los ojos
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Una mágica visión

entrecerrados y deseó darle un puntapié en la espinilla.


—Si ella no trabaja para… ¿entonces, quién es?
—¿Quieres hacer el favor de soltar de una vez la mano de mi
mujer? —estalló Darren, sin poder contenerse por más tiempo.
Albert se deshizo de aquella mano como si quemara y dio otro
paso atrás.
—Mi atuendo no es indecoroso —protestó Shannon.
—No sabía que era tu esposa, Darren. De haberlo sabido,
jamás…
—Pues ahora ya lo sabes, así que te rogaría que en el futuro te
abstuvieras de tocarla.
—Y no estaba haciendo nada indecente en el salón de Betty…
—Por supuesto, Darren, no… no volveré a cometer semejante
error.
—Eso espero.
— …solo quería darme un baño, y es lo que he hecho.
Los dos hombres enmudecieron y la miraron. Albert no pudo
evitar pasear su lasciva mirada por todo su cuerpo, evocando sin duda
las imágenes que aquellas palabras le habían sugerido. Sin embargo, el
rostro de Darren se ensombreció de tal manera que, en esta ocasión,
fue Shannon la que dio un paso atrás.
—¿Te has vuelto loca, mujer? —siseó entre dientes, cogiéndola
por el brazo con excesiva fuerza.
Ella se encogió de dolor y se retorció para que la soltara.
—Me haces daño.
—Nos vamos a casa —espetó Darren, arrastrándola hacia el
caballo.
El vaquero montó y luego la ayudó a subir, acomodándola en su
regazo, bien apretada entre sus brazos. Le hervía la sangre. No le había
pasado desapercibida la mirada que Slide le había dedicado a su
esposa y eso lo enfureció hasta límites insospechados. Pero no podía
culparlo. Ciertamente, la responsable no era otra que su inconsciente
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Una mágica visión

mujercita. ¿En qué estaba pensado, por todos los diablos? Acudir al
local de Betty para darse un baño, ¡sería la comidilla del pueblo
durante días! Una esposa decente no visitaba esos lugares, y mucho
menos se metía en una de sus bañeras, desnuda…
—¡Me vas a asfixiar! —se quejó de pronto Shannon,
sobresaltándolo.
Al parecer, había ido estrujando aquel cuerpo tibio mientras su
mente imaginaba lo que había ocurrido en la sala de baños. Aflojó su
abrazo pero no pudo evitar soltar un gruñido cuando notó que su
miembro respondía al calor y al nuevo aroma de Shannon. Su olor,
decididamente femenino, unido a las imágenes que cruzaban por su
cabeza, consiguió que la erección le resultase dolorosa.
—Te prefería con el tobillo herido —la atacó, intentando pensar
en otra cosa—. Así al menos no me causabas problemas.
Shannon no replicó. No podía, no le salían las palabras. Se
limitaba a mirar al frente, tiesa como una vara sobre las piernas de su
marido. Algo mareada, notaba el calor de sus muslos a través de la tela
del vestido y aún estaba aturdida por el encontronazo que acababan de
tener. Su sentimientos se debatían entre dos frentes muy distintos; por
un lado, quería gritarle a ese bruto que ella no era ninguna fulana y
que no había nada de malo en darse un baño. Por otro lado, era muy
consciente de lo que había detonado el enfado de su esposo: la
lujuriosa mirada que le había dedicado el otro hombre. Y,
estúpidamente, aquel gesto posesivo de arrastrarla hasta su caballo
había conseguido que algo rebullera en su interior.
La improvisada intimidad sobre el lomo de su montura tuvo un
extraño efecto en ella. De pronto, se sentía demasiado cohibida. No
podía apartar la vista del camino, incapaz de elevar los ojos hasta el
rostro moreno de Darren. Sentía la tensión del hombre y se preguntaba
si él también notaba ese desconocido e inquietante hormigueo en la
boca del estómago.
—Yo… lamento haberte incomodado delante de tu amigo —se
KATE DANON 145
Una mágica visión

excusó, con la voz temblorosa. Vaya, estaba más nerviosa de lo que


querría admitir.
—¿Cómo? ¿Te disculpas? ¿No discutes? —se burló él, aunque su
voz no sonaba divertida—. ¿Qué ha sido de la esposa peleona que dejé
malherida hace unos días?
La timidez que la había invadido minutos antes abandonó por
completo su espíritu tras ese comentario y se revolvió para fulminarlo
con la mirada.
—¡Pues supongo que ha tenido que valerse por sí misma! ¿Acaso
esperabas que me quedara postrada en la cama, llorando por tu
abandono?
—Ni mucho menos. Aunque admito que tampoco esperaba verte
exhibiendo tus encantos a todos los hombre de Loan’s Valley.
—Yo no me estaba exhibiendo —repitió ella, marcando cada
palabra con furia—. Necesitaba un baño, estaba mugrienta y olía como
el anca de una mula. ¿Acaso no te agrada mi nuevo aspecto? —le
preguntó, colocándose un mechón de pelo sobre los hombros y
retándole con la mirada.
Darren la contempló extasiado. Sí, era bella, muy hermosa.
Ahondó en sus ojos dorados admirando lo que el baño no había
podido adornar más: su vida, su intenso brillo y el ardor que lo había
atraído desde el principio.
—Este vestido es muy bonito, Darren, y me gusta —prosiguió
Shannon, aprovechando la dilación de su marido—. No quiero volver a
ponerme los vestidos de Dothy, me quedan enormes. Y, por supuesto,
no pienso usar nunca más ninguna de tus camisas. Resulta que Daisy
es una modista maravillosa…
—¿Daisy? —bufó—. ¡Podría contarte un montón de cosas acerca
de Daisy, y ninguna se ajusta al concepto de modista, puedes creerme!
Shannon no pudo controlarse. Le dio un codazo en las costillas
con toda la fuerza que fue capaz y saltó del caballo. Darren, sin aliento,
temió que se dislocara el otro tobillo, pero la joven demostró que aún
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Una mágica visión

conservaba una habilidad sorprendente después de su viaje desde


Independence.
—¡Eres un bruto sin sentimientos! —le chilló desde el suelo—.
¿Por qué no te molestas en conocer a las personas antes de juzgarlas?
—Debería darte una tunda en el trasero, mujer…
—¡Shannon, maldita sea! ¡Me llamo Shannon! ¿Cuándo te
aprenderás mi nombre? —tras gritarle, salió corriendo en dirección a la
cabaña.
Sabía que él la seguiría y que continuarían con la discusión. Pero
necesitaba alejarse un poco y respirar. Aquel hombre la sacaba de sus
casillas como nunca lo había hecho nadie. Apenas habían
intercambiado cuatro frases, ¿por qué se sentía tan furiosa? ¿Tan…
tan… frustrada?
Cuando llegó a la casa, sin resuello, entró y cerró la puerta,
apoyándose contra ella para reponerse. Y se dio cuenta de que su
marido seguramente la creía una loca redomada. El último día lo había
despedido arrojándole un quinqué a la cabeza y ahora lo recibía
golpeando sus costillas y gritándole improperios. El futuro no se
presentaba muy halagüeño, a decir verdad.
Caminó unos pasos por la habitación, intentando serenarse. La
furia le latía en las sienes y sentía que, si no conseguía relajarse, tendría
un dolor de cabeza horrible toda la tarde. No era normal… Se masajeó
la frente, notando que una extraña presión se instalaba detrás de sus
ojos. Aquello no podía ser producto del mal humor. Aquello era algo
más profundo, más antiguo, más conocido…
Y entonces ocurrió.
Un extraño vértigo la hizo caer de rodillas. Hacía mucho tiempo
que no se sentía así. Notaba las extremidades blandas, licuadas, y tuvo
que apelar a toda su fuerza de voluntad para intentar cerrar la mente,
como había estado haciendo durante tantos años. Pero las imágenes
eran demasiado poderosas esta vez y pujaron hasta introducirse con
fuerza en su conciencia.
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Una mágica visión

Vio una chimenea, un fuego encendido…

Las brasas al rojo recibieron con un chisporroteo el hierro de


marcar. Hacía mucho calor en la pequeña cabaña y Tom sudaba
copiosamente, quizá no tanto por la temperatura como por el miedo.
La niña, sin embargo, ni siquiera temblaba.
—Es tu última oportunidad —la amenazó Knife—, ya estoy muy
cansado.
—Libérame y descansa —contestó ella, muy serena.
Los ojos asesinos del hombre la hubiesen matado allí mismo si no
guardara el secreto que él codiciaba por encima de todo.
—¿Dónde está el oro? Señálalo en el mapa. ¡Pon tu asqueroso
dedo indio sobre el papel! —la furia conseguía que se convulsionara
con violencia y Tom temió por la vida de la niña.
Huyana permaneció impávida, contemplando a su captor con los
ojos violetas más abiertos que de costumbre.
—Bien, si es así como lo quieres…
Knife recogió el hierro, ahora al rojo vivo en su extremo, y se
acercó a la niña con paso lento. Le invadió el cosquilleo de costumbre
al acercarse a su víctima y se relamió, deleitándose anticipadamente
con el aullido de dolor que resonaría en aquella solitaria montaña.
Se inclinó sobre Huyana y acercó el hierro a su cara.
Los ojos enormes de la niña cambiaron de color, tornándose
plateados.
Tom giró la cara, no quería verlo. Notaba el corazón golpetear
frenéticamente contra las costillas y era consciente de que tenía que
impedirlo… Pero no podía.
El grito restalló como un trueno, estremeciendo a Tom. Tardó
dos segundos en percatarse de que no había sido la voz de Huyana,
sino la del propio Knife, la que había retumbado contra las paredes.
KATE DANON 148
Una mágica visión

Contempló la escena estupefacto. Su jefe se sujetaba la cara con


una mano mientras trastabillaba hacia atrás por el dolor. No lo
entendía. La niña no parecía haberse movido. El hierro aún continuaba
en la mano de Knife, aunque cayó al suelo un segundo después, con un
golpe metálico.
—Déjame ver —se ofreció Tom, acercándose a Knife para
examinarle la cara.
Este apartó la mano crispada con cuidado y Tom parpadeó,
incrédulo. Su mejilla estaba intacta.
—No… no veo nada —tartamudeó—. No tienes ninguna herida,
¿qué ha pasado?
La respiración agitada de Knife se volvió más violenta. Se pasó la
mano por la cara varias veces, asimilando las palabras de Tom. No
podía ser. Había sentido el hierro al rojo vivo atravesándole la carne.
Había notado el olor a quemado de su propia piel. Entrecerró los ojos,
observando con cautela y rabia a su cautiva.
—Pequeña zorra. Ya estoy harto de ti…
Desenfundó su revólver y apuntó a la niña.
—¿Qué haces? —chilló Tom, presa del pánico.
—Algo que debimos hacer hace muchos días: matarla —susurró,
amartillando el arma.
Justo cuando su dedo acarició el gatillo y apretó, Tom aferró su
muñeca y levantó su brazo, consiguiendo que el tiro se perdiera en un
punto del techo de la cabaña.
—¡Piénsalo, maldita sea! ¡Si la matas, todo esto no habrá servido
para nada! —vociferó Tom, envalentonado. El miedo por la niña era
más fuerte que su propio miedo a morir—. Déjame hablar con ella —le
pidió, más calmado—. Ahora Huyana confía en mí y tal vez pueda
conseguir que entre en razón.
Knife le miró con ojos de loco. Por un momento, Tom creyó que
le iba a pegar un tiro en ese mismo instante por entrometerse. Ambos
hombres jadeaban por las violentas emociones de aquel momento. Al
KATE DANON 149
Una mágica visión

final, el oscuro joven le concedió su petición, aunque Tom no supo si


fue porque el negro corazón de Knife había conseguido ablandarse, o
porque la extraña magia de la niña había impedido que la marcara con
el hierro.
—De acuerdo, habla con ella. Tienes tres días… Si no consigues
que te diga dónde está el oro, la matarás tú mismo —sentenció.
Tom le observó marchar y un alivio infinito invadió su cuerpo.
Había conseguido más tiempo para Huyana. Ahora, solo tenía que
pensar en cómo saldría de aquello, porque una cosa estaba clara: la
niña jamás les revelaría lo que querían saber.
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Una mágica visión

Capítulo 12

Aquella exasperante mujer le había dejado las costillas doloridas.


¿Quién iba a imaginar que tuviera tanta fuerza? Después de acomodar
a Fuego en el establo y de ocuparse de su bienestar, Darren se dirigió a
la casa con paso decidido. Aún tenía que hablar unas cuantas cosas con
su querida esposa y dejarle claro algunos puntos en lo referente a su
desatado carácter.
Pero mientras se acercaba, la escuchó gritar. Fue un grito
desgarrado, desesperado.
Un miedo helado se apoderó de su corazón y salió disparado
hacia la casa. Abrió la puerta con tanta fuerza que la hoja rebotó contra
la pared con un fuerte estruendo.
—¡Shannon! —la llamó, al no encontrarla en la sala.
Corrió hacia el dormitorio y la halló sentada en el suelo a los pies
de la cama, con las piernas encogidas, abrazándose las rodillas. Tenía
el rostro enterrado entre los brazos.
—¿Qué ha ocurrido? —preguntó, tratando de serenar los latidos
de su corazón ahora que había comprobado que ella estaba ilesa.
Miró en todas direcciones, buscando un posible intruso; pero
Shannon estaba sola, allí no había nadie más. Se agachó a su lado y la
tomó suavemente por los hombros, intentando que se incorporara.
—¿Qué ha pasado? —insistió, obligándose a suavizar el tono
cuando notó que ella temblaba.
Shannon levantó la cabeza y Darren observó que tenía las
mejillas llenas de lágrimas. Se le contrajo el estómago al ver el miedo
en sus ojos. Era la primera vez que la veía aterrada y descubrió que no
le gustaba nada verla así.
—¿Qué…?
—Ha sido una visión, Darren. Demasiado real.
—No te entiendo.
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Una mágica visión

—No he tenido una visión así desde que era pequeña… Intenté
olvidarme de ellas, intenté que no volvieran a asediarme. Pero hoy, no
sé por qué, no lo he podido evitar.
Darren no comprendía de qué estaba hablando. Algo le había
ocurrido a Shannon; algo que la había aterrorizado inexplicablemente.
—¿Qué es lo que has visto?
En lugar de responder, Shannon emitió un gemido de angustia.
—Darren, ¿puedes abrazarme?
Aquel ruego desconsolado tuvo un efecto inesperado en él. Sintió
nacer en su pecho la necesidad imperante de consolar a su esposa, que
aún temblaba por la visión que decía haber tenido.
Se sintió torpe cuando ella alzó los brazos hacía él, buscándolo.
La estrechó con delicadeza al tiempo que la ayudaba a ponerse de pie.
Shannon apoyó la mejilla contra su pecho y él dejó descansar la
barbilla sobre su cabeza. El delicado aroma de su pelo, ahora limpio y
brillante, lo cogió por sorpresa. Y a pesar del aturdimiento por el
extraño comportamiento de la joven, su cuerpo reaccionó a su calor,
endureciéndose. Acarició la espalda femenina con suavidad, deseando
estrecharla con más fuerza. Mas se contuvo. En lugar de eso, elevó una
mano hasta el delicado mentón y la obligó a mirarlo.
Sus ojos estaban desenfocados, como perdidos. Y aquello fulminó
cualquier intento por ir más allá. No era el momento, se reprobó, ella
estaba asustada.
—¿Quieres hablar de ello? —le preguntó, apartándola
suavemente. Tenerla pegada a su pecho era una tentación demasiado
fuerte.
Shannon se estremeció. Rehuyó su mirada y se abrazó el cuerpo,
como si al separarse de él le hubiera invadido un frío terrible.
—Cuando era pequeña, mi madre siempre decía que tenía un
don especial —comenzó ella, hablando en tono muy quedo—. Podía
ver algunas cosas que les habían ocurrido a personas que ni siquiera
conocía, o que iban a ocurrirles. Eso era motivo de discusión para mis
KATE DANON 152
Una mágica visión

padres. Mientras mi madre me ayudaba a sobrellevar mi extraña


naturaleza, mi padre me veía como un bicho raro, como un esperpento
del que se avergonzaba profundamente. Cuando mi madre murió, las
cosas empeoraron. Empecé a verla a ella, a todas horas, como si fuese
mi ángel de la guarda o algo así —Shannon suspiró y sus ojos se
perdieron en los recuerdos—. Yo solo tenía ocho años, no creo que
fuera algo tan malo que su presencia me acompañara siempre.
Después de todo, era como si siguiera cuidando de mí… yo me sentía
protegida. Pero mi padre jamás lo comprendió.
—¿Se lo contaste a tu padre? —la interrumpió Darren, que no
lograba entender del todo lo que ella le estaba contando.
Jamás había oído hablar a nadie de que tuviera visiones…
excepto a Huyana. Pero claro, ella era especial. La niña era un
personaje sagrado en su tribu, mientras que Shannon no era más que
una mujer normal y corriente.
—Siempre le contaba todo, por muy extravagante que pareciera
—Shannon esbozó una sonrisa triste—. Era demasiado inocente como
para comprender que a sus ojos yo era una aberración. Un día, mis
visiones me revelaron que se iba a producir un incendio en la iglesia
del reverendo Johnson e intenté advertirles… Pero nadie me creyó. Y
menos que nadie, mi padre. Cuando las llamas consumieron el ala
derecha de la parroquia y tres personas perdieron la vida, me culparon
a mí. No lo entendía… Yo ni siquiera había ido ese día a misa. Mi
abuela, la única que me prestaba atención en aquel entonces, me retuvo
a su lado toda la mañana. Y gracias a ella pude demostrar que no tuve
nada que ver con aquel incendio.
—Es algo horrible —musitó Darren, conmocionado con sus
palabras—. ¿Quién podría culpar de algo así a una niña de ocho años?
—Gente como mi padre. Las personas que no entendían lo que
me pasaba y que, por eso mismo, me tachaban de bruja. Decían que
había algo maligno en mí… Desde aquel día, aprendí a controlar mi
don. Lo ignoré, lo enterré en lo más profundo de mi ser. Ni siquiera sé
KATE DANON 153
Una mágica visión

cómo conseguí dominarlo —Shannon se pasó las manos por la cara,


angustiada por los recuerdos—. Aunque de todos modos no me sirvió
de nada, porque mi padre jamás me quiso. Era como si yo no fuese
parte de la familia, nunca me llamaba por mi nombre. Decía: niña, vete
de aquí, o chica, no vuelvas a repetir eso… —Shannon habló con voz
grave, imitando el tono seco y autoritario de su padre. Suspiró con
tristeza—. Al final, acabó marchándose de mi lado. Me abandonó…
Se le quebró la voz. Así que era a su padre al que le rogaba
cuando deliraba de fiebre, pensó Darren, atando cabos. Y su abandono
había resultado ser un duro golpe para una niña de ocho años. Su tono
rezumaba una tristeza tan profunda que Darren dio un paso hacia ella,
con la mano extendida. Pero Shannon no se percató, sumida aún en sus
recuerdos.
—No había vuelto a tener una de mis visiones hasta hoy —
susurró, con la vista perdida en el infinito.
—¿Qué es lo que has visto? —quiso saber Darren, que en el
fondo no se terminaba de creer que su esposa tuviera esa clase de
poderes.
Shannon cerró los ojos y se estremeció de nuevo ante la imagen
que había surgido en su cabeza.
—Una niña… Morena, de rasgos indios. Tenía unos ojos violeta
muy poco comunes. Y aquel hombre se acercaba a ella con un hierro al
rojo…
El vaquero notó que su corazón se saltaba un latido al escuchar
aquella descripción. La niña de la que hablaba solo podía tratarse de
Huyana. ¿Cómo demonios sabía Shannon…?
—¿Qué has dicho? —preguntó, con un hilo de voz.
—El hombre —se explicó ella, creyendo que no había sido clara
en su exposición—, se acercaba a ella con la intención de marcarla con
un hierro al rojo.
Su tono de voz evidenciaba el horror que aquellas imágenes le
habían transmitido, pero Darren lo ignoró. Aún intentaba procesar en
KATE DANON 154
Una mágica visión

su mente aquella información. ¿Estaba hablado de Huyana? ¿Alguien


quería hacerle daño marcándola con un hierro al rojo? Sus
pensamientos se volvieron frenéticos por el miedo que aquellas
palabras le habían inducido. Y ese miedo se convirtió en un enfado
irracional hacia su esposa.
—¿De dónde demonios te has sacado esa historia absurda? —
estalló.
Shannon se giró como un rayo al escuchar su tono. Momentos
antes la había consolado con dulzura y ahora, de repente, la atacaba sin
motivo.
—¡No me lo estoy inventando! —fue lo único que se le ocurrió
decir para defenderse.
—Ya, ¿y me puedes decir cómo termina tu visión? ¿El hombre
consigue hacer daño a la niña? ¿Acaso la mata?
Shannon abrió los ojos, horrorizada.
—No he visto cómo terminaba la escena. Creo… creo que he
conseguido cerrar mi mente justo a tiempo.
Darren dio una palmada en el aire, decepcionado.
—¡Vaya, qué lástima! No podremos saber lo que fue de esa niña
india…
Su tono era irreconocible. Supuraba tanta acritud y tanta
agresividad que Shannon no supo a qué atenerse. No entendía qué era
lo que le había molestado, porque momentos antes, parecía en verdad
interesado en su historia. Hasta que mencionó a la niña.
—¿Te interesa saber lo que le ocurrió a la pequeña? —se atrevió a
preguntar, intuyendo que ella era la razón de su enfado.
—¿Dónde has oído hablar de ella? ¿Quién te lo ha contado?
—¿Quién me ha contado… qué? —Shannon no lograba
comprender nada—. ¿Acaso conoces a esa niña?
—¡No disimules ahora! Si de verdad has tenido una visión, dime
ahora mismo lo que le ha ocurrido, ¿dónde está?
Darren la cogió por los hombros y la zarandeó, esperando una
KATE DANON 155
Una mágica visión

respuesta. Pero Shannon se limitaba a mirarle con los ojos muy


abiertos, presa del pánico.
—Solo he visto lo que ya te he contado. No sé qué le ha pasado,
¿por qué crees que yo…? —se interrumpió al ver el profundo ceño de
Darren y la mirada colérica que le dirigía. Una sonrisa triste cruzó por
su cara antes de contestar—. Ya. Piensas que me lo he inventado —dejó
caer las manos a cada lado de su cuerpo, derrotada—. Eres como mi
padre.
—No, lo que creo es que por algún ardid del destino que ignoro,
has conocido mis circunstancias personales y estás intentando hacerme
daño. No das la impresión de ser tan cruel y no creí que fueras capaz
de utilizar estas sucias artimañas para llamar mi atención. Esto es algo
muy serio y doloroso para mí, ¿no lo entiendes? Que me avergüences
visitando el local de Betty a plena luz del día, puedo tolerarlo. Pero no
consentiré que te burles de mí con esta malévola treta. No sé cómo te
has enterado, pero no quiero que vuelvas a mencionar a la niña —
espetó él, antes de volverse para abandonar el dormitorio.
Shannon no daba crédito. ¿Cómo habían llegado a esa situación?
Apenas unos instantes antes había acariciado su espalda con ternura,
estaba convencida. Por unos momentos, pensó que su marido sabría
comprenderla, que podría confiarle sus extrañas e inquietante visiones
como había hecho con su madre y con su abuela. Pero se había
equivocado del todo. Su extravagante naturaleza no era bien recibida.
Y, sorprendida, se dio cuenta de que, a pesar de la furia y el
rechazo de su marido, lo que más le alteraba era el recuerdo de
aquellos ojos violetas aterrados. ¿Quién era aquella niña? ¿De verdad
Darren la conocía? ¿Y cómo podía ayudarla?

Darren aún temblaba cuando salió al exterior de la cabaña para


tomar un poco de aire. Aquella mujer era realmente rencorosa y cruel.
KATE DANON 156
Una mágica visión

Debería echarla a patadas de su casa; a fin de cuentas, aún no habían


consumado el matrimonio y este tal vez podía anularse. Respiró
hondo, intentando serenarse. ¿Quién le había hablado de Huyana?
¿Cómo podía saberlo? Sin duda, en cuanto se enteró, supo que era un
arma muy poderosa contra él. ¿Qué mejor castigo para un marido que
abandonaba a la esposa, que hurgar en sus heridas más profundas?
Intentó mantener la cabeza fría. Bien mirado, tal vez podría sacar
provecho de la situación. Podría averiguar de dónde había sacado su
mujer aquella información y así quizás diera con la pista para
encontrar a su ahijada.
¿Cómo podía alguien llegar a ser tan cruel con sus sentimientos?
Por mucho que le hubiese molestado su abandono, consideraba
excesiva esa revancha. ¿Una actuación tan melodramática solo para
vengarse de él?
Recordó los temblores de su cuerpo y su mirada horrorizada
cuando la encontró hecha un ovillo a los pies de su cama. Si lo
meditaba bien, ella no sabía que él estaba saliendo del establo en el
momento en que chilló. Tal vez no estuviera actuando… Tal vez
estuviera asustada de verdad. Darren resopló, frustrado por no saber
qué pensar. Se había dejado llevar por la ira de una manera
precipitada, solo por el miedo que sentía cada vez que escuchaba
hablar de Huyana. No se había molestado en averiguar nada más. ¿Y si
Shannon tenía en verdad esas visiones de las que hablaba?
No… Se dijo. Aquello era algo increíble. No obstante, reconoció,
debería darle una oportunidad. Ella se había quejado amargamente de
que su padre la había repudiado por lo mismo y él no quería cometer
el mismo error. Además, pensó, sintiendo que se había conducido
como un completo estúpido, tanto si había sido una visión como si no,
Shannon parecía saber cosas de Huyana. ¿No debería, por lo menos,
hacer el esfuerzo de llevarse bien con ella para averiguar todo lo que
pudiera?
Estaba dispuesto a intentarlo. Dejaría de lado la idea de que
KATE DANON 157
Una mágica visión

aquella escena de Shannon era una treta para vengarse de él y le daría


una oportunidad. Después de todo, se dijo, recordando lo que había
sentido al tenerla entre sus brazos, lo estaba deseando.

Regresó a la casa después de pasar un buen rato en el establo con


Fuego, tranquilizándose y repitiéndose una y otra vez que Shannon no
podía ser tan cruel. Se convenció a sí mismo de que tenía que haber
algún otro motivo oculto para que ella le confesara aquella visión, y
esperaría lo que hiciera falta para averiguarlo.
Cuando entró en la sala, se encontró con un copioso plato de
estofado aguardándolo en la mesa.
—Pensé que tendrías hambre —dijo Shannon al escucharle
entrar, sin levantar la vista del pan que cortaba a rebanas.
Darren se dirigió al aguamanil y se lavó las manos. Se fijó en que
ella había cambiado el bonito y descarado vestido por otro que le
estaba dos tallas más grande. Un delantal protegía la enorme falda y
comprendió lo que había tratado de decirle: aquellas prendas no
hacían justicia a su atractivo. Y, aun así, se sorprendió conteniendo las
ganas de empujarla contra la mesa de madera para levantar la tela que
escondía sus perfectas piernas.
—Veo que has encontrado una ocupación femenina que sí se te
da bien —exclamó, sentándose a la mesa.
Al instante, lamentó su sarcasmo. ¿No se había propuesto darle
una oportunidad? Ella le miró mientras se acomodaba en la silla de
enfrente y le dedicó una fría sonrisa.
—Yo que tú, esperaría a probarlo antes de afirmar algo así.
Darren la observó, no parecía muy enfadada. ¿Habría meditado
ella también para llegar a esa especie de tregua no declarada que se
había adueñado de la situación?
Hundió la cuchara en el humeante plato y probó la carne sin
KATE DANON 158
Una mágica visión

miramientos. No era una delicia, pero tampoco estaba tan mal. Asintió
y siguió comiendo en silencio, observando los cuidados movimientos
de su esposa. Era satisfactorio comprobar que tenía buenos modales en
la mesa y, seguramente, en todos los aspectos de su vida.
También se fijó en que la estancia tenía otra luz. Era como si su
esencia femenina hubiera impregnado la casa durante su ausencia.
Todo parecía más colocado, las estanterías de la cocina estaban más
llenas y sospechaba que la alacena también. Había colgado cortinas de
color azul pálido en las ventanas y había al menos un par de jarrones
repletos de flores adornando la sala.
—También me he tomado la libertad de trabajar en el huerto —
indicó Shannon al notar el escrutinio de Darren a su alrededor—.
Espero que no te moleste, me moría de aburrimiento.
—Por supuesto que no. Es más, te lo agradezco, así
dispondremos de nuestras propias verduras.
—Me encantará ayudar en lo que pueda, Darren. No quiero ser
una carga para ti y lamento la encerrona que te preparó Curtis —
Shannon sintió de pronto el impulso de sincerarse y de que él hiciera lo
mismo. Lamentaba la terrible escena que acababan de protagonizar y
quería borrarla de su mente. Parecía que Darren también había
decidido olvidarla, puesto que ya no parecía enfadado. ¿Tal vez había
decidido creerla? No podía saber lo que pasaba por la mente del
vaquero, pero quiso aprovechar aquel momento de paz para dejar las
cosas claras entre ellos—. Tal vez sería un buen momento para decirme
lo que esperas de mí.
Darren se quedó mirándola, hipnotizado por aquellos labios
sugerentes que hablaban con tanta serenidad. Sin duda, la mujer estaba
acostumbrada a poner las cartas sobre la mesa. ¿Qué quería de ella?
Antes de lo ocurrido con Huyana, había deseado una familia. ¿Aún la
deseaba? Contempló embelesado el brillo de aquel pelo dorado que
enmarcaba el rostro de bellas facciones. Había sido toda una sorpresa
encontrarse a su vuelta con que su esposa era en realidad una mujer
KATE DANON 159
Una mágica visión

muy hermosa y, a juzgar por los cambios evidentes en la cabaña y en el


huerto, también muy trabajadora.
—Por el momento, me conformaré con que nos llevemos bien —
dijo al fin—. Sigo sin comprender lo que te ha ocurrido hace un
momento, y no puedo creer del todo esas historias tuyas sobre visiones
y premoniciones… No te prometo nada, pero haré el esfuerzo de
entenderte. Comprendo que has debido tener una infancia dura y
puedo imaginar lo que significó para ti que tu padre te abandonase. Yo
te prometo que no me marcharé como hizo él. Este es tu hogar ahora y
quiero que te sientas a gusto.
Shannon nunca le había escuchado hablar tanto desde que llegó.
Y aunque su discurso estaba destinado a tranquilizarla y a intentar que
comenzara a sentirse cómoda con su nueva vida, lo cierto era que la
joven deseaba mucho más. Y se dio cuenta justo en ese instante.
—Es decir, que tendré un hogar, pero no un marido que crea en
mi palabra —su tono dejaba entrever su decepción.
—He dicho que lo intentaré, ¿de acuerdo? —se defendió
Darren—. Tampoco puedes pretender que un vaquero que se pasa
todo el día con el ganado se crea por las buenas que su mujer posee
extraños poderes…
En eso tenía razón, meditó Shannon. Que él hubiese prometido
no marcharse y, además, intentar comprenderla, tendría que bastarle
por el momento. Aun así, no se conformó. Su visión había sido muy
poderosa y Darren no había reaccionado como un hombre incrédulo.
Todo lo contrario, lo había visto realmente afectado.
—Aprecio mucho que intentes confiar en mi palabra. Para mí es
importante… Imagínate cómo me siento al saber que alguien podría
estar haciendo daño a una niña pequeña y yo soy incapaz de ayudarla.
Darren se puso tenso. La miró con todo el dolor que sentía tras
esas palabras.
—¿No sabes quién es esa niña?
—No —contestó Shannon en un susurro—. Pero tú sí, ¿verdad?
KATE DANON 160
Una mágica visión

El vaquero cerró los ojos y suspiró, fatigado.


—La conozco. Tal vez por eso prefiero no creer en tus visiones;
no quiero que sea verdad. Me duele demasiado imaginar que alguien
pueda estar haciéndole daño y yo no pueda socorrerla.
—¿Vas a decirme quién es?
Darren guardó silencio. Shannon comprendió que aún no estaba
preparado para contarle aquella historia y le dolió que no confiara en
ella. Pero no pensaba presionarle, aguardaría hasta que él la necesitara.
—Comprendo que para ti es duro, así que prometo decirte
cualquier cosa que te sea de ayuda —añadió finalmente—. Si logro
averiguar algo más de la niña, tú serás el primero en saberlo.
Darren asintió, agradecido por sus palabras y algo más tranquilo.
Todo aquello era demasiado raro y le sobrepasaba, pero ya no creía
que Shannon quisiera hacerle daño. Se la veía afectada y casi podía
confiar en que, si llegaba a saber algún dato más sobre Huyana, se lo
comunicaría inmediatamente.
Continuaron comiendo en silencio un buen rato, hasta que el
vaquero notó que Shannon no dejaba de observarlo.
—¿Qué ocurre?
—Hemos hablado de lo que esperas tú de este matrimonio,
pero… ¿no vas a preguntarme lo que espero yo de ti?
Los ojos cobalto la estudiaron unos segundos antes de contestar.
Estaba claro que su esposa había decidido aclarar su situación pese a
todo y esperaba resolver todas las dudas acerca de su futuro en una
sola conversación.
—¿Qué esperas de mí, mujer?
Shannon apretó los dientes y dejó la cuchara con cuidado sobre el
plato, intentando controlarse.
—Espero que me llames Shannon —siseó.
Darren aguardó a que dijera algo más.
—¿Ya está? —preguntó, cuando ella guardó silencio.
—Sí. Estoy convencida de que todo lo demás vendrá en cuanto
KATE DANON 161
Una mágica visión

seas capaz de recordar mi nombre.


Se levantó furiosa y tiró la servilleta sobre la mesa. ¿Qué le estaba
ocurriendo? Su marido no había dicho nada que mereciera aquel
arrebato, pero se sentía muy frustrada. ¿Qué era lo que quería oír?
¡Maldición! Estaba esperando palabras bonitas, palabras… de amor.
¿Cuándo había perdido la cabeza de esa manera? Durante todo el viaje
tuvo bien claro lo que le esperaba a su llegada: un matrimonio de
conveniencia y sin amor. Se conformaba con que su marido no fuese
un hombre antipático y desaliñado, y que fuera capaz de mantener un
trato cordial. Bien, pues Darren no era en absoluto desagradable y
estaba haciendo un esfuerzo por tratar de que ella se sintiera lo más
cómoda posible. ¿Es que aquello ya no era suficiente?
Comenzó a recoger los platos sin mirarlo, con movimientos
enérgicos. El enorme vestido le hacía bolsas bajo los pechos y Darren
lamentó que tuviera que usar aquella prenda. Tendría que permitirle
llevar el diseño de Daisy, después de todo, mientras encargaba a una
de las otras mujeres vestidos más modestos. Pero no se atrevió a
decírselo. Algo había vuelto a molestarla, tal vez el hecho de que no
usara su nombre… ¡Qué idiotez! No estaba acostumbrado a tratar con
mujeres, reconoció; al menos, no con una esposa. Había descubierto
que era bastante complicado entenderla y no sabía cómo contentarla.
¿Sería siempre tan difícil, o era porque Shannon era especial? Intuyó
que cualquier cosa que dijera en esos momentos seguramente no haría
más que empeorar la situación, así que decidió retirarse y dejarla a
solas hasta que se le pasara el enfado.
—Voy a ver a Curtis. Mañana me incorporo de nuevo al trabajo
con las reses y quiero hablar unos asuntos con él.
Shannon se giró justo a tiempo para verle salir de la cabaña. Un
sentimiento de vacío se instaló entonces en su pecho. Su esposo había
regresado, sí, pero las cosas no iban como a ella le hubiese gustado. Tal
vez debería dar las gracias simplemente por lo que tenía y dejar de
soñar con cosas imposibles. Después de todo, ¿qué esperaba? Darren ni
KATE DANON 162
Una mágica visión

siquiera quería una esposa. La había aceptado a regañadientes, por


obligación. ¿Acaso pretendía hacerle cambiar de parecer en el par de
días que llevaban juntos?
Suspiró y se dejó caer en la butaca. Acarició los reposabrazos de
madera sopesando la posibilidad de que Darren pasara allí la noche en
lugar de hacerlo en la cama, con ella. Ya no estaba convaleciente y no
tenía por qué dispensarle tanta consideración. ¿Se acostaría a su lado o
la rehuiría como había estado haciendo desde que llegó? No le
quedaba más remedio que esperar a la noche para saberlo…
KATE DANON 163
Una mágica visión

Capítulo 13

Esa noche el local de Betty aparecía bullicioso por primera vez


desde que llegaran las mujeres. Los habitantes de Loan’s Valley habían
vuelto a su salón, no tanto para estar con las chicas como para echar
una buena partida de cartas y beber whisky con los amigos. Pero eso
no le importaba a LeFleur. Estaban allí, habían regresado tal y como
ella predijera y volvía a tener clientes. Estaba sirviendo un vaso de licor
a uno de los vaqueros cuando observó por el rabillo del ojo que otro
más entraba en el local.
Darren Davis. Su corazón latió acelerado al ver a ese hombre
avanzar con paso decidido hasta el mostrador donde se encontraba.
¡Cuánto lo había echado de menos!
—Vaya, vaya, vaya… a quién tenemos aquí —canturreó, sin
poder esconder una sonrisa de felicidad.
—¿Cómo te va, Betty? —preguntó él, amable.
—Puedes verlo tú mismo, mi local vuelve a tener ambiente.
Supongo que pasar noche tras noche con la misma mujer puede ser
una agradable novedad, pero pasado un tiempo… Ya ves, aquí están
otra vez. ¿Tú también te has cansado ya de tu dama?
Darren esbozó una media sonrisa que consiguió que el corazón
de la madame acelerase aún más su ritmo.
—No, mi querida Betty —contestó—. No puedo hartarme de lo
que aún no he probado.
Ella abrió la boca y cogió dos vasos de cristal. Los llenó de
whisky y colocó uno delante del vaquero.
—No me lo puedo creer… ¿no te gusta la chica? —preguntó,
intentando ocultar el deje de esperanza que envolvió sus palabras—.
Debo reconocer que cuando apareció aquí esta mañana pensé que te
había tocado en suerte un auténtico fantoche. Pero después de
arreglarse la encontré bastante atractiva. ¿No te gustó el vestido de
KATE DANON 164
Una mágica visión

Daisy? —parecía extrañada—. No me malinterpretes. Preferiría que


vinieras aquí todas las noches y que calentaras mi cama, pero en el
fondo la chica me cayó bien. ¡Se la veía tan ilusionada con su nuevo
aspecto! No me importaría compartirte con ella cuando…
Darren levantó una mano para que se callara. Cogió el vaso y
bebió de golpe todo su contenido antes de volver a hablar.
—Tú sabías lo que pensaría de que mi mujer usara tu baño y aun
así se lo permitiste. Y, además, la dejaste salir de aquí con ese vestido
tan… tan…
—¿Tan qué? —saltó de pronto Daisy, acercándose a ellos. Al
parecer, había escuchado el comentario del vaquero.
—Bueno, tendrás que reconocer que no es muy recatado, Daisy.
Ella se puso las manos en las caderas para enfrentarlo.
—Por supuesto que no lo es. ¿Acaso esperabas que confeccionase
un vestido aburrido para mojigatas?
—No sé por qué te pones así, Darren —intervino Betty—. Tu
mujer lo luce muy bien y no es indecoroso. Simplemente, resalta su
belleza. ¿Acaso no quieres presumir de ella? Sin duda, has tenido
mucha suerte, vaquero —aprovechó la momentánea abstracción del
hombre para continuar hablando—. Y respecto al baño, no me eches la
culpa. Yo le advertí de lo que podía pasar. La gente es muy mal
pensada y sabía que hablarían si descubrían que había estado
aseándose en mi local. Pero esa mujer es testaruda y sabe muy bien lo
que quiere. No puedo culparla por querer tener un aspecto limpio y tú
en especial deberías agradecerlo.
—Cielo Santo, Betty, jamás te había escuchado dar un sermón
semejante a nadie —protestó Darren, extendiendo su vaso para que se
lo rellenara—. Si llego a saber esto me hubiese quedado en casa.
Con la testaruda de su mujer. ¡Sí, ya se había percatado de ese
pequeño detalle! Aún tenía presente la rabia con que había recogido los
platos de la mesa solo porque no había usado su nombre. Sí, tenía
carácter, sin duda. Y lo cierto era que Daisy llevaba razón: su vestido
KATE DANON 165
Una mágica visión

hacía justicia a la increíble belleza de Shannon. Todavía estaba


estupefacto con lo que se había encontrado al regresar de su viaje.
¡Jamás hubiera sospechado que aquella criatura con la cara hinchada y
cuerpo febril pudiera transformarse en la sorprendente mujer que
ocupaba ahora su cama!
Se tomó el ardiente licor a pequeños tragos mientras meditaba.
Ellas tenían razón, Shannon se merecía un vestuario en condiciones. Y,
aunque no había querido reconocerlo ante su esposa, no quería verla
más con aquel enorme vestido prestado.
—Daisy, quiero hacerte un encargo —dijo al fin, apurando las
últimas gotas de su whisky.
Betty y ella intercambiaron una sonrisa de triunfo.
—¿De qué se trata?
—Quiero que le hagas más vestidos —Darren frenó el
entusiasmo de la rubia, que se disponía a aplaudir su idea, levantando
una mano—, aunque te agradeceré que por esta zona —añadió,
señalándose el pecho— le pusieras un poco más de tela. Es cierto que
mi esposa tiene unos atributos dignos de admiración, pero no me hace
gracia la idea de compartirlos con nadie.
Las dos mujeres contuvieron la risa a duras penas. Betty suspiró,
embargada por una ambigua sensación. Era muy interesante ver al
inconmovible Darren Davis encargando vestidos para su mujer y
mostrándose celoso además. Se alegró por la chica, porque sabía que el
vaquero había mordido fuertemente el anzuelo. Pero, con la misma
certeza, sabía también que aquel hombre jamás volvería a calentar su
cama.
Una auténtica lástima, sin lugar a dudas.

Le había esperado hasta bien avanzada la noche, pero Darren no


regresó de su paseo. Al final, se acostó en un rincón de la cama,
KATE DANON 166
Una mágica visión

dejando espacio para cuando su marido volviese a casa. Por desgracia,


se quedó dormida antes de que eso sucediera.
Al día siguiente, Shannon se despertó tras soñar con él. Estaba
confusa, puesto que aunque sabía que el vaquero no merecía ser el
dueño de la balanza que desequilibraba constantemente sus
emociones, en realidad lo era. En el sueño, él la besaba. Algo tan
simple, tan rutinario en cualquier otro matrimonio, hacía que ella
despertarse con un anhelo muy profundo latiéndole en el pecho. ¿Por
qué había ido a dar con el único hombre de Loan’s Valley que no
deseaba una esposa? ¿Por qué Darren no la quería?
Desde que su padre se marchó, tuvo que salir adelante como
buenamente pudo. Su abuela se ocupó algún tiempo de ella, pero era
una mujer mayor y una enfermedad se la llevó antes de lo previsto.
Para Shannon fueron unos años muy duros. Tuvo que vivir con sus
tíos y compartir habitación con su horrible prima Faith, que no
desperdiciaba ni un solo momento para burlarse de ella y hacerle la
vida imposible. Sus tíos tampoco ayudaban, pues tenían el
convencimiento de que Shannon era una lastimera carga que se habían
visto obligados a recoger y con su trabajo diario —largas jornadas de
sol a sol—, no bastaba para pagar todos los inconvenientes y las
molestias que les causaba. En cuanto pudo escapar de la tiranía de
aquella casa, en la que había llegado a convertirse en poco más que una
criada para su familia, se colocó en un hotel de Saint Louis, ganándose
la vida limpiando habitaciones. Después de todo, estaba acostumbrada
al trabajo duro y por lo menos allí tenía un dormitorio propio.
Hasta que un día llegó a sus manos la oferta de matrimonio de
un grupo de hombres asentados en California, que esperaban buenas
mujeres para formar una familia y pudiesen así ayudar a que el pueblo
de Loan’s Valley prosperara. Era su oportunidad. Tendría hijos y los
vería crecer en una buena tierra, próspera y rica. Tendría un marido
que la llamaría por su nombre, no chica, ni muchacha, ni estorbo, ni
calamidad… Estaría rodeada de personas que se preocuparían por ella
KATE DANON 167
Una mágica visión

y le preguntarían al caer la noche qué tal había pasado el día. Y ella se


lo contaría con una sonrisa de felicidad al saberse escuchada, porque
sería consciente de que a partir de entonces ya nunca más estaría sola.
Para su desgracia, nada había salido como esperaba.
Miró el otro lado de la cama, vacío. Darren ni siquiera había
querido dormir a su lado. Una prueba más de la actitud helada del
vaquero que no quería una esposa y que, por lo visto, no pensaba hacer
uso del matrimonio. Eso era algo que la martirizaba.
Cierto que encontraba en su marido una cualidad insensible que
la crispaba como nunca antes nada lo había hecho. Y ni en sus sueños
más locos habría imaginado enamorarse de un hombre tan frío, capaz
de abandonar a una mujer herida a su suerte. Pero, igual que se había
percatado de lo molesto que le resultaba cargar con ella, se había dado
cuenta de que, a veces, él dejaba de mirarla con ese hielo en la mirada.
Solo eran unos segundos, pero ella se daba cuenta. Se sorprendía por
encontrar algo más que no fuese escarcha en esos ojos azules que la
estudiaban con inusitado detenimiento. En esos escasos momentos lo
veía como realmente era: apuesto, moreno, fuerte, con el rostro
bronceado por el sol y ese gesto arrogante que lo diferenciaba de otros
hombres que había conocido. Era en esas raras ocasiones cuando
Shannon se preguntaba qué era lo que su marido veía en ella, o no
veía, para no querer saber nada de su persona en el aspecto marital.
Ahora ya no olía mal y hubiese jurado que le agradaba su nuevo
aspecto. Entonces… ¿por qué él no…? Ya le había dejado bien claro al
principio que no la necesitaba para satisfacer sus impulsos sexuales,
pero era de suponer que ahora que estaba totalmente repuesta
acudiera a ella para aplacar sus instintos más primarios.
Tras el sueño de aquella noche, descubrió que el anhelo que
prendía en su corazón iba más allá de un simple beso con su marido.
Ella quería más. Quería una vida nueva junto al hombre que había
decidido casarse con ella. Y, para bien o para mal, Darren Davis había
sido ese hombre. Si para lograr su beso soñado tenía que conquistarle,
KATE DANON 168
Una mágica visión

por Dios que lo haría. No había cruzado desiertos, valles y montañas


para acabar viviendo en una casa extraña junto a un desconocido. No,
de eso nada. Y daba gracias por el aspecto físico de Darren, que le
facilitaría mucho su cometido. No era lo mismo seducir al atractivo
vaquero que a un patán malformado y con falta de higiene. Uf, no,
menos mal.
Se levantó y se encaminó hacia la ventana, abriéndola para
permitir que la brisa de la mañana inundase la habitación. Comprobó
que hacía un bonito día. El cielo estaba claro y el aire traía aroma a
romero y flores de azahar. Shannon inspiró profundamente para llenar
sus pulmones. ¡Ah, aquella era una tierra maravillosa! Lo notaba,
sentía la abundancia de aquel verde valle flotando en el ambiente.
Desde la ventana podía ver la porción de su parcela que quedaba al
este, donde florecía un bonito naranjo y varios arbustos crecían
salvajes, creando una mixtura de fragancias de albahaca, tomillo y
orégano. Todo era muy agradable.
—Buenos días.
Su corazón reaccionó ante la voz grave de Darren. Se giró y lo vio
apoyado en el quicio de la puerta con los brazos cruzados sobre el
pecho, observándola. ¿Cuánto tiempo llevaba allí plantado?
Se le veía imponente, ocupando todo el hueco de la puerta. Y era
tan atractivo… Shannon sintió un hormigueo en el estómago, producto
seguramente de la sensibilidad que aún perduraba tras el vívido sueño
de la noche. Se encontraba mucho más receptiva y los encantos de
aquel hombre impactaron con fuerza en sus sentidos. Se obligó a
serenarse antes de responder para que no notara la turbación que la
embargaba.
—Buenos días a ti también. ¿Qué tal has pasado la noche?
No pudo ocultar el reproche de su pregunta, aunque si esperaba
alguna reacción por parte de su marido, se equivocó.
—Algo incómodo, para serte sincero —contestó, con el mismo
tono frío que acostumbraba.
KATE DANON 169
Una mágica visión

Una chispa de decepción prendió por unos segundos en su


ánimo. ¿Es que ese hombre no podía mostrar algún sentimiento, para
variar? No pudo contener un agrio comentario al respecto.
—No tienes que usar la butaca del salón. Tienes una cama bien
hermosa y yo ya estoy recuperada. ¿O me crees tan débil que supones
que aún sigo convaleciente?
—Tienes muchos defectos, mujer, pero he comprobado que la
debilidad no es uno de ellos —espetó él, sin cambiar el gesto de su
cara.
Shannon apretó los dientes. Ya estaba; lo había vuelto a hacer.
Con una sola frase, había conseguido que el hormigueo de su
estómago se aplacara tan de golpe como había comenzado. Seguía sin
llamarla por su nombre y, para colmo, le había vuelto a recordar la
multitud de fallos que poseía. Se volvió de nuevo hacia la ventana
abierta para que no viera la sombría expresión de sus ojos. ¿Y había
pensado en seducirle? ¡Aquel hombre era tan sensible a sus encantos
como un asno!
—¿Tienes hambre? —le preguntó él, haciendo caso omiso a su
indignación.
—Sí.
—Ven. Ya que te has levantado, desayunaremos juntos. He
preparado algunas cosas.
Lo siguió, borrando su descontento para concentrarse en el
cometido que se había impuesto a sí misma. A pesar de todo, quería
que su matrimonio funcionara. Debía seducirle, por más que aquella
idea le resultara tan imposible en esos momentos. Suspiró,
desanimada. ¿Cómo demonios iba a conseguirlo si a ratos lo detestaba
con toda su alma? Sacudió la cabeza; tenía que intentarlo, no podía
conformarse con un matrimonio indiferente en el que ella no fuera más
que una mujer —sin nombre, por cierto—, que habitase en un
dormitorio en la casa y él un esposo dedicado exclusivamente a su
manutención. Ella quería más, mucho más; y lo había descubierto
KATE DANON 170
Una mágica visión

gracias al sueño de aquella noche. Solo con recordarlo, volvió a


estremecerse.
Se sentó a la mesa que Darren ya había preparado. Tenían café y
leche, panecillos calientes, tortas de maíz, algo de tocino frito y los
restos del estofado de carne que había sobrado del día anterior. Sus
tripas gruñeron ante el delicioso olor de la comida y se relamió
anticipadamente.
—¿Quieres que te sirva? —preguntó, consciente de que uno de
los aspectos fundamentales que los hombres apreciaban en una mujer
era que se ocuparan de ellos.
—Si no te importa… —respondió él, ofreciéndole el plato.
Ella comenzó a llenárselo con un poco de todo, admirando la
delicada elaboración de cada uno de los alimentos. No sería fácil
complacer a un marido que colaboraba en las tareas domésticas de tan
buena gana.
—¿Lo has preparado tú?
—He estado solo mucho tiempo y he tenido que aprender
algunas cosas. Un hombre no puede vivir únicamente de frijoles y sopa
de arroz.
—Bueno, ya no estás solo —musitó Shannon, colocándole el
plato delante con un cuidado exquisito—. Te agradezco mucho este
detalle; no todos los hombres cocinarían para sus esposas —luego
recordó algo más—. Y también te agradezco que me consiguieras la
jojoba, no creas que me he olvidado.
El vaquero mantuvo silencio tras sus palabras y Shannon se
sintió algo decepcionada. Ella intentaba abrir una brecha en el muro
que los separaba pero él continuaba reticente a explicar sus
sentimientos. ¿Por qué cocinaba para ella, por qué le había conseguido
la jojoba? Necesitaba oírselo decir y decidió azuzarle un poco más.
—Quería decirte que… bueno, que soy consciente de que he sido
una carga para ti desde el principio. Supongo que te habré causado
muchas molestias. Tú esperabas una mujer para que te ayudara a crear
KATE DANON 171
Una mágica visión

un hogar y en lugar de eso te encontraste conmigo. Pero, como te dije


ayer, ya me he puesto a trabajar en el huerto y espero poder ayudarte
en todo lo que necesites. Para eso vine aquí.
Él se limitó a mirarla con intensidad. No dijo nada para aliviar el
pesar que detectó en las palabras de la joven.
—Comamos, que se enfría —se limitó a gruñir.
Shannon dejó ver su decepción con otro suspiro. Su tarea de
seducirle iba a resultar mucho más difícil de lo que supuso en un
principio.

En la cama de Betty se estaba muy a gusto y Curtis lamentó tener


que abandonarla, pero el deber le llamaba. Jamás había faltado al
trabajo, ni un solo día desde que estaba al mando de aquel rancho, y no
iba a empezar ahora por más que el cuerpo desnudo de la mujer le
tentara como un diablo.
—Eres mala, LeFleur —la amonestó, observando cómo ella se
estiraba, perezosa y sensual—. Tápate un poco o jamás conseguiré
abandonar este cuarto.
—De eso se trata, querido. Ahora que he perdido a Darren solo
me quedas tú.
Curtis dejó escapar una risa sincera. Aquella mujer poseía una
franqueza admirable.
—Por cierto, ¿le avisaste de la fiesta que hemos preparado para
esta noche?
—Sí, ayer estuvo por aquí un rato —ante la mirada interrogante
de Curtis, Betty se encogió de hombros—. No te preocupes, solo bebió
unas copas, charló con nosotras y se marchó. ¡Y le encargó un montón
de vestidos a Daisy!
Curtis rió con más ganas. Terminó de vestirse y abrió la puerta
para marcharse.
KATE DANON 172
Una mágica visión

—Ya sabía yo que al final acabaría aceptando a la muchacha. Se


ocupará de ella y será un buen marido, a pesar de sus protestas.
—Estoy convencida —le secundó Betty, acurrucándose de nuevo
entre las sábanas. Que Curtis madrugara para ocuparse de sus reses no
significaba que ella tuviese la obligación de salir de la cama a una hora
tan temprana.
En cuanto abandonó la habitación de Betty, Curtis se encontró en
el pasillo cara a cara con Bob Wyatt. Contuvo un gesto de disgusto ante
el desaliñado aspecto de aquel individuo. Desde que lo contratara, no
había conseguido verlo con buenos ojos y seguía observándolo de
cerca. Tenía algo… no se fiaba de él.
—Patrón —le saludó, con una inclinación de cabeza.
—Buenos días, Wyatt. Hoy quiero que te unas al grupo de
Charlie Smith en la ladera norte. Hay unos cuantos maverick nuevos
que ya tienen edad de ser marcados.
—No hay problema.
El viejo lo observó partir hacia la salida y en cuanto desapareció
de su vista, Marla, otra de las chicas de Betty, salió de la habitación que
acababa de dejar el vaquero.
—Hola, Curtis —le saludó, con voz cansada.
—¿Cómo te encuentras hoy, querida? —le preguntó, preocupado
por su aspecto.
La chica miró hacia el final del pasillo para comprobar que el
hombre había desaparecido.
—Para serte sincera, estoy un poco asqueada. Ese Wyatt no es
plato de buen gusto.
Curtis lamentó profundamente aquel comentario. No podían
prohibirle la compañía de las chicas si pagaba sus servicios y las
trataba bien.
—Voy a darme un baño antes de desayunar.
—Muy bien —indicó Curtis, colocándose el sombrero para
marcharse también. Entonces, se le ocurrió algo—. ¿Has pensado en
KATE DANON 173
Una mágica visión

ofrecerle a ese tipo uno de vuestros baños antes de meterle en tu cama?


La chica esbozó una sonrisa amarga. Se ajustó la bata de seda y se
abrazó el cuerpo con un estremecimiento.
—¿Crees que no lo he hecho?
—Y, por tu cara, diría que no aceptó.
—No todos los hombres son como tú, Curtis. Qué le vamos a
hacer.

Quería hacer las cosas bien. Se dio cuenta en el momento en que


Betty alabó a su esposa y le confirmó la suerte que había tenido con
ella. Siempre había respetado la opinión de la madame y le agradaba
que en esta ocasión fuera favorable respecto a Shannon.
La búsqueda de Huyana, a juzgar por la funesta mirada de
Honon cuando se separaron, se había suspendido. Y, a pesar de que
deseaba con toda su alma encontrar a los responsables de su
desaparición, sabía que era una tarea muy complicada. Un gran pesar
se había instalado en su corazón al reconocer que no tenía ninguna
esperanza de encontrarlos algún día, al igual que había perdido la
esperanza de hallar a la niña con vida.
Su tierna y mágica Huyana. Perdida para siempre.
Ni siquiera le reconfortaba que Shannon supiera algo de la niña.
Porque en realidad, ¿qué era lo que sabía? Que alguien se acercaba a
ella con intención de hacerle daño. Aquel dato no arrojaba ninguna luz
sobre su desaparición, más bien todo lo contrario. Si acaso, hundía aún
más sus ilusiones de hallarla sana y salva. Y ahora que se había
convencido de que Shannon no había pretendido hacerle daño al
confesar aquella supuesta visión suya, no le quedaba más remedio que
aceptar la sugerencia de su amigo Honon. Una esposa podía ayudarle
a superar el dolor y la enorme pena que aplastaba su ánimo, le había
dicho.
KATE DANON 174
Una mágica visión

Por eso quería hacer las cosas bien. No quería tomar su cuerpo
solo porque estuviera en su derecho; no quería que ella se limitara a
servirle porque fuera su marido. Quería una compañera en la vida y
una amante tierna y entregada en la cama. Pero, para ello, necesitaba
primero ganarse su confianza. Ganarse su… ¿su corazón?
Darren, que había pasado la noche en vela mirando la puerta
entreabierta de su dormitorio, se sorprendió ante aquella absurda
revelación. La imagen de Shannon desnuda lo torturaba desde el
primer día, pero ahora, de repente, aquella idea nueva lo dejaba sin
aliento. Sí, quería que ella se entregara a él como una esposa
enamorada. Necesitaba saber que Shannon acudiría a él anhelando sus
caricias, deseándolas igual que él la deseaba a ella. Y no únicamente
por la mera obligación marital.
Aquella mañana, cuando la encontró levantada mirando por la
ventana, volvió a reafirmarse en su propósito. La exquisita belleza de
su esposa, extasiada admirando el paisaje, lo enervó como pocas cosas
lo habían conseguido. Su larga cabellera rubia caía por su espalda algo
despeinada por la noche de sueño y su perfil dorado lo atraía como un
cebo al pez. Sí, su mujer era realmente bella. Y aunque había llegado a
él dispuesta a formar parte de su vida, no podía conformarse con la
idea de que tal vez solo lo había hecho para paliar su soledad. De
acuerdo, él se había visto obligado a tomarla en matrimonio por
obligación y no tenía derecho a exigir nada; pero no podía evitarlo,
ahora necesitaba algo más de ella. No tenía muy claro exactamente
qué, pero sabía que precisaba escuchar de los labios de Shannon —
tiernos labios, maravillosos—, una frase, una afirmación… algo. Algo
que le confirmase que ella era especial, que era suya y que no se habría
conformado con cualquier hombre. Solo con él.
En cuanto Betty le habló de la fiesta que pensaba dar Curtis en
honor a las mujeres, supo que era su oportunidad.
Quería que le viera distinto, pretendía que cambiara toda su
percepción respecto a él. Desde que había llegado, reconoció, no la
KATE DANON 175
Una mágica visión

había tratado con mucha amabilidad. Recordó las amargas lágrimas de


desolación el día de su llegada, cuando comprendió que nada era como
ella había imaginado o esperado. No había tenido una bonita boda, no
había sido una novia feliz. Y tenía que resarcirla por eso. Deseaba
sorprenderla y agradarla.
Sin embargo, no sabía cómo hacerlo.
No era capaz de cambiar su actitud hacia ella. Lo había
descubierto durante el desayuno, cuando ella le dedicó aquel
agradecimiento por sus cuidados y él tuvo la oportunidad de aclararle
que en realidad no le habían supuesto ninguna molestia; todo lo
contrario. En lugar de eso, se había quedado callado y le había
sugerido que comiera rápido para que el estofado no se enfriara. Era
lógico que ella pensara que carecía de sentimientos.
No era así; lo que ocurría era que no sabía cómo demostrarlos. Se
quedaba atorado y su orgullo le aconsejaba ser todo lo rudo posible
para evitarse el ridículo ante una situación que no se veía capaz de
manejar. Nunca había tenido la necesidad de mostrarse galante con
ninguna mujer. Por regla general, aceptaban su forma de ser y no
pedían nada más a cambio. Una noche de pasión y, a la mañana
siguiente, Darren se deshacía de ellas con facilidad. Lógicamente,
ninguna se había convertido en su esposa. Por eso con Shannon todo
era mucho más complicado.
Cuando terminaron el desayuno, le soltó de sopetón sus planes.
En el acto, lamentó haber sido tan brusco; en lugar de arreglarlo, se
envaró aún más y la frustración le agrió el tono que debía haber sido
amable.
—Esta noche hay un baile, ¿quieres que vayamos?
Shannon se quedó pasmada. Le miró con aquellos ojos dorados
que tanto le turbaban y, tras asimilar sus palabras, una sonrisa iluminó
su bello rostro.
—Sí, claro. Me encantaría.
—He pensado que sería una buena oportunidad para conocernos
KATE DANON 176
Una mágica visión

un poco mejor y para dejarnos ver juntos, como marido y mujer. Así
nadie se llevará a engaños.
—¿A qué te refieres? —preguntó ella, frunciendo el ceño.
—Me refiero, por ejemplo, a la impresión equivocada que le
causaste a Albert Slade. No quiero que nadie se forme ideas erróneas
contigo.
Shannon apretó los labios y Darren se dio cuenta de que no había
dicho las cosas como debería. ¡Rayos!
—Ya veo. He dado tan mala imagen paseándome por el pueblo
con un vestido de ramera, que ahora quieres exhibirme vestida de
adefesio, mostrando a todo el mundo que soy tu solícita esposa y que
llevaré puesto únicamente lo que tú me digas.
—No es eso, mujer —la cortó él, con sequedad. En realidad,
estaba disgustado consigo mismo por no ser capaz de manejar la
conversación—. Quiero proteger tu reputación. Y de verdad creo que
en la fiesta tú y yo podemos…
—¿Mi reputación o la tuya? —espetó ella, con los ojos
chispeantes de furia.
—Mi reputación me trae al fresco. Por si no lo sabes, soy
oficialmente el vaquero menos sociable de Loan’s Valley.
Shannon suavizó su gesto ante esa revelación.
—Tal vez si no te mostraras tan distante podrías cambiar esa
percepción.
—¿Soy distante contigo? —se le escapó la pregunta de repente.
Los ojos dorados de Shannon destellaron con un brillo acusador.
—Tengo que reconocer que esperaba un poco más de interés por
tu parte.
El vaquero se inclinó hacia adelante en su silla, para aproximarse
más a ella.
—¿Sí? ¿En qué sentido?
Ella se envaró. Jugueteó con la servilleta aunque no apartó sus
ojos de la mirada directa que le dirigía.
KATE DANON 177
Una mágica visión

—Bueno, un marido interesado hubiese querido… conocerme un


poco mejor.
El rostro de la mujer se tiñó con un rubor intenso y Darren sintió
un tirón en las entrañas. ¿Acaso le estaba reprochando que no se
hubiera interesado por ella sexualmente? Tuvo que reprimir una
sonrisa ante la evidente decepción de Shannon.
—Hasta ayer, siempre has estado convaleciente en mi presencia.
No sé qué opinión te merezco, pero no me aprovecho de mujeres
enfermas.
Shannon asintió, aceptando sus palabras como una excusa
perfecta por su falta de interés. Pero aún la pinchaba una duda que
necesitaba resolver.
—¿Y tú qué opinas de mí?
La risa suave de Darren la cogió desprevenida. Era un sonido
ronco y cálido; le gustó escucharlo.
—Creo que ya he comentado en numerosas ocasiones lo que
pienso de ti —contestó, poniéndose nervioso. Ella lo observaba con
demasiada intensidad y sabía que esperaba oír lo que un buen marido
le diría a su esposa.
—Puedes volver a decírmelo —lo impelió ella, al ver que
guardaba silencio.
—Mujer, eres testaruda, charlatana y bastante torpe. Después de
atravesar más de tres mil millas, te caes por un terraplén antes de
llegar a tu destino. No sabes coser y apenas sabes cocinar. Acudes al
burdel del pueblo a pleno día y sales de él vestida como una de las
chicas de Betty. ¿Aún quieres que siga?
Ella apretó la mandíbula. Cuando era capaz de mirarla con
aquella media sonrisa socarrona sin inmutarse, y sin importarle lo más
mínimo sus sentimientos, sentía ganas de abofetearle.
—No, gracias. No quiero escuchar más cumplidos. Me
conformaré con que al menos, esta noche, retengas tu lengua cuando
hables de mí a tus amigos. No me gustaría convertirme en el
KATE DANON 178
Una mágica visión

hazmerreír de la fiesta cuando que presumas de todas esas virtudes


que derrocho.
—Te prometo que ese tipo de comentarios no saldrán de mi boca
—aseguró él.
Ella se levantó hecha una furia y se encerró de nuevo en el
cuarto. En el acto, la sonrisa de suficiencia se esfumó del rostro de
Darren. ¿Por qué era tan estúpido? ¿Por qué no le podía dedicar un
piropo a su mujer? Tal vez así se hubiera evitado ver en sus ojos el
brillo de las lágrimas a punto de derramarse.
—Eres un idiota, Darren. Un completo imbécil —se reprochó,
mirando la puerta cerrada de su dormitorio.
KATE DANON 179
Una mágica visión

Capítulo 14

Shannon no lo podía creer. ¿Cómo sería capaz de enamorar a un


petimetre semejante? Se asomó a la ventana intentando serenarse. Ella
era amable, pero él se empeñaba en hostigarla a cada minuto. Estaba
claro lo que pensaba de ella; definitivamente no quería una esposa,
nunca la había querido. Shannon había tenido la mala suerte de casarse
con el único hombre de Loan’s Valley que se arrepentía de haber
firmado la solicitud de Curtis. Todo por aquel estúpido hombre que
pretendió violarla en el momento más inoportuno.
Shannon suspiró. Si no se hubiese rezagado, si aquel individuo
no la hubiese atacado, si hubiera llegado a tiempo a la fiesta junto con
las otras mujeres… Tal vez ahora tendría un buen marido, como el
elegante doctor Harris, o como el atractivo esposo de Jenny, el hombre
que arrancaba suspiros a todas las féminas del pueblo según Dorothy.
Al pensar en su amiga, frunció el ceño. Se preguntaba por qué no
se habría interesado por ella. ¿Tal vez su enamoramiento era tan fuerte
que no le permitía separarse de su nuevo esposo ni una hora para ir a
visitarla? Era muy extraño, de todos modos. Por suerte, vería a su
amiga en el baile y tendría ocasión de comprobar hasta dónde llegaba
el estado de aturdimiento de Jenny. Sonrió al pensar que su esposo
debía ser un hombre increíble para haberla obnubilado de esa manera.
De pronto, algo llamó su atención. Allí fuera, sobre la rama del
naranjo, un pequeño gorrión la miraba fijamente. Nunca hubiese
aseverado algo así de un pájaro, pero estaba convencida de que ese
clavaba sus ojillos oscuros en ella como si quisiera decirle algo.
—Eres una majadera, Shannon —se dijo, moviendo la cabeza.
El gorrión entonces echó a volar y se posó en el alféizar de la
ventana. La joven dio un paso atrás, ¿qué demonios…? El pájaro ladeó
la cabeza y la miró, antes de ponerse a cantar. Shannon no salía de su
asombro. Aquel trino la sobrecogió y se encontró escuchando la
KATE DANON 180
Una mágica visión

melodía con intensa dedicación. Había algo raro en aquel canto. Le era
familiar, parecía que intentaba iluminar en su mente un recuerdo, o
una visión conocida.
«Otra vez aquella niña, de pelo oscuro, que reclama auxilio. Está
asustada, desesperada, reclama que Shannon entienda su mensaje de
socorro…»
—Cielo santo, no puede ser —murmuró Shannon, sacudiendo la
cabeza—. ¿Qué quieres que haga? —le dijo al gorrión, como si hablar
con un ave fuera lo más normal del mundo—. Debes decirme algo
concreto… dame más datos para que podamos ayudarla —al cabo de
unos minutos, resopló—. Es increíble que esté esperando la respuesta
de un pájaro.
—¿Con quién estás hablando?
Shannon se volvió hacia su marido, que la observaba desde el
quicio de la puerta.
—Tienes la fea costumbre de entrar sin llamar y empieza a
exasperarme —se quejó ella, en verdad molesta.
—Es mi dormitorio, ¿pretendes que pida permiso?
—Cuando yo estoy dentro, sí.
—Definitivamente, te has vuelto loca. No pienso hacerlo, es mi
casa, es mi cuarto, eres mi mujer…
Shannon chasqueó la lengua y en su boca apareció una sonrisa
amargada.
—Claro, igual que tu mecedora, tu sombrero o tu caballo, yo soy
tu mujer.
Ahora es tu turno, Darren, es hora de cambiar la idea que tiene sobre ti.
—Exacto.
Estupendo. Eres un borrego, un asno, zoquete.
La joven apretó la mandíbula. Le escocieron los ojos y tuvo que
hacer un esfuerzo supremo para no llorar. ¿Y ella pretendía seducirle?
No tenía corazón, era una tarea imposible. Se giró de nuevo hacia la
ventana y comprobó que el gorrión ya no estaba allí. De pronto, se
KATE DANON 181
Una mágica visión

sintió muy sola.


Darren notó su gesto de disgusto y desilusión. Su mirada se
suavizó y dio un paso hacia ella, vacilante.
Ahora, Darren. Ella está triste, puedes consolarla.
—Escucha, reconozco que soy bastante posesivo con lo mío. Pero
no lo veas como algo negativo, ya he asumido que eres mi mujer. Y
hasta hace dos días, ni siquiera quería tenerte aquí.
Bien, sigue así y dentro de poco la verás marcharse justo por donde
vino.
—Eres el ser más detestable que he tenido la desgracia de
conocer —espetó ella, sin querer mirarlo.
Shannon no podía creer que le hubiera dicho aquello. Si se
encontraba con aquella mirada azul fría y sin sentimientos, rompería a
llorar desconsoladamente por su mala suerte y ya no pararía.
Darren sabía que no iba por buen camino. Era incapaz de decirle
algo que no la hiriese, todas las palabras que le salían eran
desafortunadas. Tras un espeso silencio, decidió que lo mejor era
guardar las distancias y volver a intentarlo más tarde. Sin embargo,
ella se adelantó y lo sorprendió con su comentario.
—Has dicho que esta noche hay una fiesta.
—Así es.
—Verás, ahora que he dejado de sentirme como una vagabunda
mugrienta, me gustaría continuar con mis hábitos de aseo. Quiero
aparecer decente en esa fiesta; si no puedo acudir al local de Betty,
¿podrías indicarme dónde te lavas tú?
Shannon intuía que su marido no se limitaba a un aseo
superficial en un barreño. Olía demasiado a limpio para eso. Y quería
que confesara que él utilizaba los servicios de la madame para que no
pudiera echarle en cara que quisiera hacer lo mismo. Pero no esperaba
la respuesta de Darren.
—Cada día, después del trabajo, voy a una poza cercana y me
baño. Pero es agua fría que baja de las montañas, no creo que a una
KATE DANON 182
Una mágica visión

mujer como tú le guste…


Shannon se giró hacia él y le clavó sus ojos dorados, decidida.
—Me he bañado en sitios peores. Si no es mucha molestia, esta
tarde cuando regreses de los prados, me gustaría acompañarte.
Darren la contempló y no pudo evitar que la imagen de Shannon
desnuda, zambulléndose en la poza, inundara su mente. Sintió que se
le calentaba la sangre e, inconscientemente, dio un paso hacia ella. El
deseo lo había cogido desprevenido y en sus ojos se reflejaba el fuego
que lo consumía y la tortura de no poder sofocarlo como le gustaría.
—¿No te parece buena idea? —preguntó Shannon, al contemplar
su extraña expresión.
Darren reaccionó. Ella no podía entender la lucha interna que
libraba al verla allí, de pie frente a la ventana, resplandeciente como
una mañana de verano. Toda ella dorada y tibia, tentadora, incitante, a
pesar del grotesco vestido. Una prenda que no se volvería a poner, se
juró a sí mismo. Cada fibra de su cuerpo le pedía que se acercara y la
tomara entre sus brazos, y deseaba probar esos labios rosáceos, tiernos,
y el aliento de su boca. Pero quería hacer las cosas bien, se recordó.
Quería que Shannon acudiese a él dispuesta y gustosa. No quería
asustarla y mucho menos poseerla solo por el hecho de que fuese su
marido. Estaba convencido de que ella no le rechazaría puesto que era
lo que se esperaba de una esposa. Pero él no quería que consintiera
solo por eso. Quería que lo deseara, que anhelara aquella unión con la
misma fiebre que a él lo consumía.
—No… quiero decir, sí —contestó al fin, aturdido por sus
propias emociones—. Me parece buena idea. Vendré a buscarte al caer
la tarde.
Tras su atropellada contestación, salió del dormitorio con mucha
prisa y Shannon se quedó mirando el hueco vacío de la puerta, sin
comprender absolutamente nada.
KATE DANON 183
Una mágica visión

Jenny extendió sus dos mejores vestidos sobre la cama y dio un


paso atrás para contemplarlos mejor. Uno era azul, de mangas
abullonadas y un bonito escote cuadrado, decorado con una fina
puntilla blanca. La falda, sin embargo, lucía un pequeño parche para
tapar un enganchón desafortunado que había sufrido durante el viaje.
El otro vestido era color ceniza, con un escote cerrado que subía casi
hasta el mentón y sin duda mucho más aburrido que el de color azul.
Pero estaba intacto. Y era de seda, todo un lujo para su mermado
vestuario.
Jenny pasó la mano por ambos vestidos y sopesó las
posibilidades. Tras unos minutos de consideración, se decidió por el
azul. ¡Qué demonios! Era una fiesta y ella quería lucir lo más bella
posible. El atractivo escote de puntilla le daría un toque mucho más
alegre que la apagada seda gris.
De repente, sintió cómo se le erizaba el bello de la nuca. Notó la
presencia de su marido justo a su espalda y comenzó a temblar. Era
algo inevitable. Cada vez que Dean aparecía, ella temblaba como una
paloma en medio de una virulenta ventisca. Y, desde que volvió a casa
con aquella herida de cuchillo en la mano, su carácter había
empeorado considerablemente, aunque fuera algo difícil de concebir.
¿Cómo era posible que se intensificara una crueldad ya de por sí
desmedida, que alcanzaba cotas inimaginables por la más mínima
tontería? Pues sí, lo era, para desgracia de Jenny.
—¿Qué haces, mujer? ¿Perdiendo el tiempo para variar?
—No… No. Ya he terminado mis tareas —contestó, sin querer
mirarlo.
—¿Qué es esto? —preguntó, señalando los vestidos.
—Elegía uno para la fiesta de esta noche. Hasta que acabe los que
estoy confeccionando, tendré que usar los que traje conmigo.
KATE DANON 184
Una mágica visión

Dean se acercó a la cama y los examinó con cuidado.


—¿Cuál habías elegido?
Jenny dudó. Seguro que su elección le costaría un disgusto.
—¿A ti cuál te gusta? —preguntó con cautela.
Dean se volvió hacia ella esbozando su siniestra sonrisa. Un
desagradable escalofrío de anticipación recorrió la espalda de la joven.
—Los dos me parecen una basura. Pero si mi esposa no es capaz
de tener un vestuario decente, tendré que resignarme. ¿Cuál habías
elegido? —insistió.
—El… el azul.
La bofetada llegó tan rápido que Jenny no la vio venir. Se
tambaleó hacia atrás sujetándose la cara con las manos.
—¿Pretendes dejarme en ridículo, perra miserable? —gritó Dean,
colérico—. ¡Mi mujer no aparecerá en público con un andrajoso
vestido! ¡Quémalo! ¡No quiero ver un solo parche en tus ropas! Te
pondrás el gris y no hay más que hablar.
Jenny asintió despacio al tiempo que las lágrimas le caían por la
dolorida mejilla. Su corazón latía muy fuerte por el miedo y la
indignación. Estaba convencida de que si hubiese dicho el otro vestido,
la habría golpeado por resultar ese más insulso, o más elegante, o
más… lo que fuera. Cualquier excusa era buena para abofetearla.
Cuando Dean abandonó la habitación, Jenny se acercó despacio a
la cama y acarició con dulzura el bonito vestido azul. Y de pronto,
como si hubiese sido atacada por un rayo, estrujó violentamente la
prenda entre sus manos y la arrojó al suelo con rabia. Cayó ella
después junto al vestido, hecha un ovillo, y se dejó llevar por la
frustración que sentía. Se convulsionó con los violentos sollozos que le
desgarraban la garganta, y tuvo que morderse los puños para que
Dean no la escuchara llorar, no fuera que también aquello le molestara.
KATE DANON 185
Una mágica visión

Tal y como prometió, Darren regresó a la cabaña al caer la tarde.


Llevaba dos paquetes bajo el brazo y Shannon quiso preguntarle qué
contenían, pero se contuvo. Aún no tenía la suficiente confianza con su
marido y se mordió los labios, disgustada por ese motivo. Deseaba
poder hablarle con total libertad y que él dejase a un lado aquella
actitud distante que la enfurecía.
—¿Qué tal has pasado el día? —le preguntó.
Él se quitó el sombrero y, por unos instantes, pareció
sorprendido. Tal vez no estaba acostumbrado a que alguien se
preocupara por cómo le había ido.
—Bien —guardó silencio, azorado, y luego pareció recordar sus
buenos modales—. ¿Y tú?
Shannon le sonrió y Darren sintió que la sangre se le licuaba y le
corría más veloz por las venas. Si su esposa era capaz de sonreír así
solo por preocuparse de corresponder a su cortesía, no quería ni
imaginar su expresión cuando le dedicara toda la atención que
merecía. Era increíblemente hermosa.
Esa tarde llevaba el pelo recogido en una trenza floja y algunos
mechones se le habían escapado, rizándose junto a la cara. Su rostro
estaba sonrosado y los ojos le brillaban, expectantes. Tenía las manos
manchadas de harina y el delicioso olor que flotaba por toda la sala
indicaba que había estado horneando pan.
—Mi día ha estado bien —contestó, limpiándose las manos en el
mandil—. Algo solitario, pero provechoso. He terminado de arreglar el
huerto y he bajado al pueblo a comprar algunas provisiones que hacían
falta. Lo he… lo he apuntado en tu cuenta.
Darren también sonrió tras ese comentario.
—Por supuesto. Compra todo lo que necesites.
Shannon sintió que se le aceleraba el corazón, no sabía si por
aquella sonrisa o por su tono de voz, de pronto cálido y amable. Se
armó de valor y aprovechó aquel momento para preguntarle por los
paquetes, rezando para que no la tildara de entrometida.
KATE DANON 186
Una mágica visión

—¿Qué has traído?


Y por segunda vez en esa tarde, Shannon sorprendió en su
esposo un gesto nada habitual en él. Su sonrisa se volvió misteriosa y
los ojos cobalto destellaron con un brillo divertido.
—Este paquete grande es una sorpresa —dijo, con lo que
Shannon casi se cayó de espaldas—. Y este pequeño es para el baño
que te prometí.
Le tendió el paquete y ella lo cogió presta, deseosa de averiguar
lo que contenía. Lo desenvolvió con el entusiasmo de una niña
pequeña y Darren disfrutó de su expresión, conteniendo el impulso de
acercarse por su espalda y abrazarla por la cintura mientras lo hacía.
—¡Una pastilla de jabón, colonia y un cepillo! —exclamó
Shannon, girándose hacia él con los ojos maravillados.
—Y si aún te queda algo de esa jojoba, puedes usarla también.
Me gusta como huele.
Shannon enrojeció. Recordaba perfectamente cuándo había olido
él su pelo. El día anterior, cuando la había montado en su caballo para
llevarla hasta la cabaña.
—Muchas gracias —susurró, apretando sus regalos como si se
trataran de un auténtico tesoro.
El vaquero le hizo una reverencia con la cabeza aceptando su
agradecimiento, con una sonrisa que consiguió que el estómago de
Shannon hormigueara. ¡Vaya si era guapo! reconoció. Y más cuando
era capaz de sonreír así.
—¿Nos vamos? —le preguntó, volviéndose a colocar el
sombrero.
Shannon corrió a recoger sus cosas y enseguida salieron de la
cabaña rumbo a la poza. Darren montó sobre Fuego y la miró desde lo
alto del caballo sin perder la sonrisa.
—¿Quieres ir detrás o sobre mi regazo?
Shannon inspiró con fuerza al recordar la sensación de ir sentada
sobre las piernas de Darren. Volvió a ruborizarse y estrujó sin darse
KATE DANON 187
Una mágica visión

cuenta el hatillo que había preparado para su aseo.


—¿Y bien?
Había cierto deje burlón en el tono de Darren, como si supiera lo
que ella estaba pensando. ¿Creía acaso que se amilanaría? Vaquero
presuntuoso. Levantó el mentón y le miró directamente a los ojos antes
de contestar.
—Iré en tu regazo, si no te importa.
—No me importa —dijo él, extendiendo su mano para ayudarla a
montar—. Pero debes prometer que no golpearás mis costillas. Tienes
mucha fuerza, mujer.
Shannon se mordió la lengua para no arremeter contra él por
olvidarse de nuevo de su nombre. Era imposible, jamás conseguiría
que dejara de llamarla mujer. Pero no quería estropear el momento
poniéndose a la defensiva. Darren parecía muy accesible y lo último
que deseaba era que se encerrara en sí mismo otra vez.
Aceptó la mano que le ofrecía y montó, acomodándose entre sus
brazos.
—¿Por qué quieres ese baño? —preguntó él, acercando su nariz
al cuello de Shannon—. Hueles a pan recién horneado… Dan ganas de
comerte.
Ella se echó hacia atrás y colocó una mano en el pecho del
hombre en actitud defensiva. De pronto se habían disparado todas sus
alarmas y el corazón se le había desbocado en el pecho. ¡Por todos los
cielos, los ojos cobalto del vaquero de verdad parecían querer
comérsela!
—También huelo a tierra del huerto y a sudor —musitó ella,
temblando.
¿Qué estaba sucediendo? ¿No quería seducirle? ¿No quería que
por fin se comportara como un auténtico marido? Bien, pues ahí lo
tenía. Y de pronto a ella la invadía la timidez. ¡Maldita fuera!
Otra vez la sorprendió con aquella risa grave y sincera. Él cogió
la mano que ella apretaba contra su pecho y se la llevó a los labios para
KATE DANON 188
Una mágica visión

besarle los dedos. Una intensa sacudida le recorrió el brazo y bajó por
sus pechos hasta sus ingles, estremeciendo todo su cuerpo.
—Si la dama desea un baño, un baño tendrá.
Darren volvió a reírse y espoleó a Fuego, que salió al trote en
dirección a las montañas.

Aquello era el paraíso. Shannon observó el remanso de agua


entre la hierba alta y verde y supo por qué aquel lugar era uno de los
preferidos de Darren. Un riachuelo serpenteante y cristalino bajaba de
las montañas para morir en aquella poza. Al escuchar el rumor del
agua, Shannon alzó la vista hasta el rostro de Darren con una gran
sonrisa.
—Es precioso —le dijo.
Él no pudo dominar el impulso de acariciar su mejilla con los
dedos. Ella sí que era preciosa. ¿Cómo podía haber tenido tanta suerte?
No quería una esposa y le tocaba la más dulce, la más bonita.
—¿Por qué de pronto eres tan amable? —le espetó ella echándose
hacia atrás, arqueando una ceja.
Y la más peleona también, pensó divertido.
—¿Lo soy?
—No te hagas el tonto —le advirtió, clavándole un dedo en el
pecho. Un pecho duro y caliente, según pudo comprobar.
Darren se echó a reír, aguantando el impulso de besarla. Sus ojos
dorados lo desafiaban como los de ninguna otra mujer y tenerla allí
sentada sobre su regazo, suave y tibia, lo estaba matando. La cogió por
la cintura y la bajó del caballo con cuidado, alejando de él la tentación.
—Será mejor que te des tu baño antes de que se haga de noche.
—¿Y tú? —preguntó ella, poniéndole una mano sobre el muslo.
Darren bajó los ojos hasta esa mano pequeña y tierna que lo
tocaba con esa confianza, ignorando lo que le hacía sentir. Su corazón
KATE DANON 189
Una mágica visión

empezó a latir mucho más deprisa y sintió que todo su cuerpo se


endurecía. Si ella movía esa mano en una caricia lenta hacía arriba…
¡Dios! ¿Qué estaba pensando? Shannon no estaba provocándolo
adrede, ¿verdad? No, no podía ser.
—Te dejaré… —tuvo que aclararse la garganta antes de
proseguir, pues sus emociones le enronquecían el habla—, te dejaré
algo de intimidad —al ver que ella agrandaba los ojos y miraba en
derredor, preocupada, se apresuró a aclarar—. Estaré cerca por si me
necesitas, no te apures.
Shannon asintió con la cabeza, un tanto decepcionada. ¿Por qué?
¿Acaso había albergado la idea de que Darren tomase aquel baño con
ella? Se le erizó la piel de todo el cuerpo al pensarlo. Había sido muy
agradable ir sentada en su regazo durante el breve trayecto y tal vez
pensó… ¡oh, qué idiota! Su esposo estaba siendo amable y nada más.
Eso no significaba que la quisiera como mujer de buenas a primeras.
Iba a resultar muy complicado vencer el rechazo que había sentido
hacia ella desde el principio. Aunque… había dicho que quería
comerla, ¿verdad? Eso no se lo había inventado. ¿Había sido solo una
broma porque olía a pan?
Estaba muy confundida. Inspiró con fuerza y se dio la vuelta
para adentrarse en la maleza que rodeaba la poza. Pronto, la belleza de
aquel paraíso la atrapó, consiguiendo que su mente se relajara y dejara
de pensar en cosas imposibles.
Sentía la presencia de Darren muy cerca, pero no podía verle. Se
desnudó del todo, abrió el hatillo que llevaba y cogió la pastilla de
jabón. Cuando introdujo los pies en el agua, contuvo la respiración.
Estaba fría tal y como le había indicado el vaquero. Helada. Pero
aquello no iba a detenerla. Avanzó un poco más, apretando los dientes,
hasta que el agua le llegó a los muslos. Entonces, se sumergió por
entero, lanzándose de cabeza.
Darren, escondido entre los matorrales, la perdió de vista un
momento y se preocupó. Pero al instante ella volvió a emerger de las
KATE DANON 190
Una mágica visión

profundidades. ¡Parecía una sirena! Su cuerpo ardía por acudir al


encuentro de la mujer, la entrepierna le dolía deseando tomar lo que
ahora era suyo por derecho.
No, se dijo, bajando los ojos al suelo. No lo quería así. Shannon
era especial, había sufrido mucho y no había tenido un recibimiento
como se merecía. Tenía que seducirla, tenía que lograr que lo deseara
tanto como él a ella, no porque fuera su marido, sino porque todo su
cuerpo lo reclamara como el único hombre capaz de saciar sus anhelos.
La observó de nuevo. Se enjabonaba la gloriosa melena dorada y
él podía apreciar el perfil de uno de sus pechos, con el pezón erecto,
tentándole como si se tratara del fruto prohibido del paraíso. ¿Cómo
sería atrapar aquella cima rosada y endurecida con los dientes? ¿Cómo
de suave sería el tacto de aquella piel entre sus manos? Apretó la
mandíbula y se giró para no seguir mirándola. Era demasiado.
Demasiado para cualquiera.
Poco después, escuchó el chapoteo de sus piernas saliendo al fin
de la poza.
—¿Darren? —lo llamó.
Acudió presto a su reclamo. Como un imbécil enamorado,
reconoció cuando las prisas lo hicieron tropezar con unas ramas del
suelo. Al llegar junto a ella, comprobó que se había enrollado el cuerpo
con una toalla y la melena mojada le caía sobre un hombro desnudo.
Aunque tenía las mejillas sonrosadas, sus labios aparecían ligeramente
morados y a duras penas pudo contener el impulso de aplastar los
suyos contra la boca femenina para transmitirle todo su calor.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó, colocándose las manos a la
espalda para evitar agarrarla como estaba deseando.
—Ha sido vigorizante.
—¿Necesitas ayuda?
—No. Es solo que me gusta tenerte cerca. Me siento más segura.
No supo por qué aquellas palabras le agradaron tanto. Viniendo
de una mujer tan independiente como Shannon, se sintió halagado. Su
KATE DANON 191
Una mágica visión

ego masculino se infló como un pavo.


—Bien. Me giraré para dejarte intimidad.
Ella se lo agradeció con una sonrisa que acabó de hechizarlo. ¡Era
lo más atractivo que había visto en mucho tiempo! La sintió vestirse,
oía cómo la ropa rozaba contra su piel y se dio cuenta de que seguía
apretando los dientes. Aquello era un sufrimiento constante. Un poco
más, pensó, después de la fiesta. Para entonces, ella solo querría acostarse
con él. No porque él fuese el único que había quedado soltero cuando
apareció. No porque Curtis los hubiese obligado a casarse. Querría
acostarse con él porque iba a conseguir que lo deseara con cada fibra
de su ser.

El camino de regreso fue toda una tortura. Shannon se apretaba


contra su cuerpo buscando calor y él guiaba a Fuego intentando
centrarse solo en el camino. Sería tan fácil enterrar la cara en su cuello
y comenzar a besarla despacio, como estaba deseando. Tenía la certeza
absoluta de que ella no se le resistiría, de que abriría sus labios
dispuesta a recibir sus atenciones. Y podría continuar acariciándola
suavemente, por encima de la ropa, para luego introducir la mano
entre la tela hasta encontrar su piel y sentir cómo se estremecía…
—Darren, vuelves a apretarme demasiado —se quejó ella de
pronto.
Era cierto. Sin darse cuenta, mientras imaginaba la manera más
placentera de asaltar sus sentidos, había cerrado sus brazos en torno a
ella en actitud posesiva.
—Perdona —dijo, relajando su abrazo pero sin soltarla.
Shannon miró al frente para que no pudiera ver la sonrisa de
satisfacción que no podía esconder. Él la deseaba. Podía sentir lo tenso
que se encontraba, su respiración contra la sien, más fuerte de lo
normal. Y aquella dureza que era incapaz de ignorar bajo sus muslos,
KATE DANON 192
Una mágica visión

cada vez más caliente y más hinchada.


Casi lamentó que llegaran tan rápido a la cabaña, porque estaba
convencida de que Darren había hecho un esfuerzo supremo por
contener su pasión y estaba a un paso de perder todo su dominio. ¡Y
ella estaba deseando que lo perdiera!
Desmontaron y el vaquero continuó sosteniéndola por la cintura.
Shannon se alegró íntimamente de que no la soltara. Estaba pletórica.
Se sentía femenina y por primera vez desde que llegara, veía el interés
de su marido hacia ella. Lo cierto era que se estaba esforzando y,
aunque no fuera muy hábil con las palabras, apreciaba mucho más sus
gestos y sus atenciones.
—Ahora te daré el otro paquete. Espero que te guste —susurró él
inclinándose hacia su oído.
A Shannon se le erizó la piel del cuello al sentir su aliento
rozándole la oreja. ¡Por todos los santos! ¿De dónde había salido ese
hombre? ¿Qué habían hecho con su arisco marido? Parecía empeñado
en complacerla a cada instante. Desde luego, si a partir de ese
momento iba a ser así, estaría encantada de corresponderle.
—¿Qué es? —logró preguntar saliendo de su nube de felicidad
momentánea.
—Ya te lo he dicho antes… Una sorpresa.
Entraron y Darren recogió el paquete que antes había dejado
olvidado sobre la mesa. Se lo entregó y Shannon admiró el brillo
intenso de sus ojos cobalto. ¿Estaba emocionado? Así parecía. Algo
tocó en ese momento su corazón, antes incluso de abrir el enigmático
paquete. Era un soplo cálido de ternura. Era un bienestar que no había
sentido desde hacía mucho tiempo.
—Muchas gracias —susurró, con emoción contenida.
—Aún no sabes lo que es.
—No importa. Sea lo que sea, me encanta.
Darren sonrió con una calidez que a ella la quemó por dentro. Su
expresión reflejaba un sentimiento que no quiso identificar por miedo a
KATE DANON 193
Una mágica visión

equivocarse. Pero una cosa sí estaba clara: a él le complacía verla tan


feliz.
Abrió el paquete con manos temblorosas. Esta vez no sentía la
urgencia de una niña pequeña ante su sorpresa. Quería saborear cada
instante porque era consciente de lo importante que era ese momento
para ambos. Se estaba creando un vínculo entre ellos, estaban
abriéndose el uno al otro y se estaba consolidando la base de su
matrimonio.
Cuando retiró el papel marrón que envolvía el paquete, pudo
admirar una suave tela azul de seda. Sabía lo que era, a pesar de haber
vislumbrado apenas una parte del contenido. Dejó el paquete sobre la
mesa con cuidado y sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas. ¿Por
qué era tan estúpida? Pensó. No podía evitarlo. Aquel era un detalle
muy tierno para el que no se había preparado.
—¿No te gusta? —preguntó Darren, confundido al ver su
reacción.
Él mismo sacó el fabuloso vestido de la envoltura y lo extendió
ante sus ojos para que pudiera admirarlo. Shannon no se atrevía ni a
tocarlo. Era precioso. Sin duda, otra de las creaciones de Daisy. El
hecho de que Darren hubiese claudicado y no solo le permitiese usar
esos vestidos, sino que además le regalase uno, decía mucho más que
cualquier palabra de amor que pudiera salir de su boca.
—Bueno, si no es de tu agrado, tal vez pueda pedirle a Daisy…
Shannon le colocó una mano sobre la boca para hacerle callar.
Odiaba haberle dado una impresión equivocada, parecía en verdad
consternado.
—Shhh, calla. Me encanta, Darren. Es el vestido más maravilloso
del mundo.
Darren no podía entenderla. Aquello era mucho más complicado
de lo que imaginó en un principio. Ella retiró la mano que había
colocado sobre sus labios y se acercó a él. Se puso de puntillas para
alcanzarle y le besó en la boca, muy despacio. Luego elevó los brazos y
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Una mágica visión

se abrazó a su cuello, apretando el cuerpo contra el suyo.


Darren gruñó interiormente ante aquel atrevimiento. Esa
pequeña osada estaba poniendo a prueba toda su fuerza de voluntad.
Quería abrazarla a su vez, apretarla aún más y que fuera muy
consciente de lo que su audaz maniobra le hacía sentir. Pero estaba
seguro de que si hacía eso, si le plantaba las manos en las nalgas y le
metía la lengua en la boca, no podría parar. Y entonces no podrían ir al
baile, y no podría seducirla hasta que se volviera loca de deseo por él.
Aquel beso era sin duda una forma de agradecer el regalo; si él
reaccionaba de la forma salvaje que estaba imaginando, la asustaría. Y
por Dios que hizo un esfuerzo hercúleo por controlarse. ¡Ella era tan
dulce, tan incitante, tan suave!
La joven notó que él no le devolvía el beso y se separó un poco,
con las manos aún entrelazadas detrás de su cuello. Los ojos de su
marido estaban velados y oscuros, contradiciendo su falta de reacción.
Le había gustado, seguro. Entonces, ¿por qué no la correspondía?
—Será mejor que vayas a vestirte —murmuró él, con la voz
enronquecida—. La fiesta comenzará dentro de poco. Yo iré a
desensillar a Fuego…
Le entregó el vestido y salió de la cabaña más tieso que un palo.
Shannon no lo entendía, porque estaba convencida de que la deseaba.
Ella aún estaba temblando por ese breve contacto. ¡Qué bien sabía ese
hombre! Qué labios más calientes y qué pecho tan duro. Por no hablar
de aquella otra dureza que había podido sentir perfectamente contra su
estómago.
Puso el vestido delante de sí y lo admiró una vez más. Era
exquisito. Lo apretó contra su pecho y luego se lo llevó a la cara para
aspirar su aroma. Olía a nuevo, olía a esperanza… A la ilusión de que
su vida por fin estaba tomando el rumbo que ella deseaba. Sí, aquello
era más que un vestido, era un billete de ida hacia la felicidad que
tanto anhelaba. Lo usaría esa misma noche y pondría un especial
cuidado en su aspecto, quería estar fabulosa. Presentía que aquella iba
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Una mágica visión

a ser definitivamente su noche de bodas y temblaba de excitación. ¿Tal


vez por eso él no había reaccionado al beso? ¿Se estaba reservando?
¿Quería que aquella noche fuera especial? Solo de pensarlo, se
estremeció de placer y notó un calor nuevo y excitante que le bajaba
desde el estómago hasta sus partes más íntimas. Se sonrojó. Jamás
había experimentado nada igual. Y se dio cuenta de que deseaba a
Darren Davis como no había deseado nada antes en su vida.
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Una mágica visión

Capítulo 15

Ya se oía la música en la plaza cuando Jennifer salió de su casa


del brazo de su esposo. Le miró de reojo y supo que sería el hombre
más guapo de la fiesta; atraería las miradas de todas las mujeres y
ninguna sospecharía que en realidad era Lucifer disfrazado de ser
humano. Había elegido una camisa verde para la ocasión, que
combinaba a la perfección con sus pantalones de color beige. Su pelo
rubio caía lustroso sobre sus hombros y su rostro, perfectamente
afeitado, provocaría el delirio en cada una de las féminas que posaran
sus ojos en él. Si supieran, si solo se hicieran una idea de que ese
hombre no…
—Buenas tardes, Dean —Curtis Loan les salió al paso cuando
atravesaban la calle principal. Miró luego a la mujer e hizo un gesto
con la cabeza a modo de saludo—. Jenny.
—¿Cómo estás, Curtis? —preguntó Dean, con su tono más
amable.
Jenny no pudo evitar sentir un escalofrío al escucharlo. ¿Por qué
nadie más se percataba de la falsedad de su expresión y de sus
palabras?
—Deseando que comience la fiesta. El pueblo necesita más
eventos como este; después de todo, la vida hay que disfrutarla. En
ocasiones me parece que os hago trabajar demasiado… Hoy quiero que
todo el mundo se divierta —clavó sus sinceros ojos azules en el rostro
de la joven morena—. ¿Qué me dice, señora Garret? ¿Me reservará un
baile?
A Curtis no le pasó desapercibida la mirada de soslayo que la
mujer le dirigió a su marido. ¿Era temor, quizás, lo que había detectado
en sus pupilas grises?
—Por supuesto que bailará contigo, Curtis —respondió Dean por
ella—. Me consta que Jenny es una excelente bailarina.
KATE DANON 197
Una mágica visión

—Estupendo —el hombre le dedicó una última sonrisa antes de


despedirse de ellos—. Os veré luego, pues. Tedd se ha ofrecido a llevar
algunas bebidas de su cantina a la plaza y debo echarle una mano.
El matrimonio lo vio alejarse calle abajo y, cuando se hubo
alejado lo suficiente, Dean se dirigió a su mujer.
—Espero que cuando nos reunamos con los demás en la fiesta se
te quite esa cara amargada que tienes —amenazó—. Quiero ver una
bonita sonrisa en tu rostro.
—No tengo ganas de sonreír —osó contestar ella.
Sintió cómo la mano de su marido se cerraba sobre su brazo
como una garra de acero, lastimándola con crueldad. Jenny gimió y
tuvo que retener las lágrimas que pujaban por escaparse de sus ojos.
—Pues haz un esfuerzo. Somos una pareja feliz y todo el mundo
tiene que saberlo, ¿de acuerdo?
Solo pudo cabecear dándole la razón, puesto que el nudo que
tenía en la garganta le impedía pronunciar palabra.
Caminaron hasta la plaza donde ya empezaban a reunirse los
habitantes de Loan’s Valley para la celebración. Como el día en que
llegaron las mujeres, habían dispuesto una larga mesa con los refrescos
y las viandas, en esta ocasión mucho más variados gracias a la
aportación de las nuevas amas de casa que estaban deseosas de
colaborar. Ricos pasteles de carne, tartas de manzana, de cerezas y
pastelillos de limón; distintos tipos de panes, asados de tiras de
ternera, tortas de maíz y frijoles. Había también limonada, naranjada,
ponche y cerveza. Los músicos se encontraban en una tarima elevada y
ya ensayaban con algunas piezas para calentar sus dedos, en espera de
que Curtis declarase comenzado el baile.
Jenny miró en derredor buscando a su amiga Shannon, de la que
no sabía nada desde el día en que se quedó regazada de la caravana.
Estaba realmente preocupada, ¿habría llegado? ¿Se habría casado con
otro de los hombres? ¿Había tenido ella más suerte con la elección de
su esposo? Por más que lo había intentado, Dean no le había permitido
KATE DANON 198
Una mágica visión

indagar como quisiera y no pudo averiguar nada. Y si él sabía algo al


respecto, se lo guardaba para sí. Jenny suponía que era otro método
más de hacerla sufrir; era el pasatiempo preferido de su odioso marido.
Por fin, sus ojos grises se posaron en la pareja que se acercaba por
el camino norte del pueblo. Venían cogidos de la mano y un pinchazo
de celos le hizo cerrar los ojos por un momento para evadirse de
aquella imagen. Otra pareja feliz, no como la suya. Cuando se
acercaron un poco más, pudo comprobar que efectivamente se trataba
de Shannon. Su corazón se aligeró y pareció librarse de un peso
terrible. Ella estaba bien, sin su ayuda, sin su preocupación, había
conseguido llegar al pueblo y, al parecer, casarse felizmente.
Dio un paso hacia ella, pero Dean la retuvo por el brazo.
—¿Dónde demonios vas?
—Solo quería saludar a mi amiga. No la veo desde que llegamos
—se excusó.
—Quédate a mi lado; no te separes de mí. Quiero saber con quién
hablas en cada momento —luego se acercó más a su oído para
susurrarle con maldad—. Si no haces lo que te digo, si le dices a
alguien algo sobre mí…
—No lo haré —respondió, muy rápido, con la furia que sentía
mezclada con el pánico—. No te preocupes, Dean, seremos la pareja
más feliz de la fiesta.
Él asintió, satisfecho. Luego fijó la vista en las personas que
habían llamado la atención de su esposa y frunció el ceño. Darren
Davis. Aquel hombre siempre le había dado mala espina. Se fijó en la
mujer que le acompañaba, una belleza rubia que lucía un bonito
vestido de fiesta color azul turquesa con un generoso escote. No la
reconoció; ¿por qué no la había visto antes? ¿Por qué no la descubrió el
día de la llegada de la caravana? Sin duda, era una hembra a tener muy
en cuenta y tal vez, si la hubiera visto antes, hubiese sido su elección.
La mocosa miwok dijo que la mujer del Este era una de las más
hermosas que llegarían y, sin duda, aquella lo era. Pero no la vio y se
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Una mágica visión

quedó con Jenny. Bueno, pensó, sonriendo, su mujer también era muy
atractiva. Y, ¿quién le impedía acercarse a esa rubia de curvas
sensuales y tentadoras para tenerla controlada? Knife estaría de
acuerdo, no podían arriesgarse. Sabía que no le resultaría difícil
convencerla para que dieran esquinazo a su marido… y entonces
estaría a su merced.
Dean sonrió con suficiencia. Ya tenía decidido que gozaría entre
los muslos de aquella otra joven. Su imaginación se avivó por su ego
inflado y se vio a sí mismo compartiendo la cama con las dos mujeres,
la rubia y la morena. Sin duda, un delirio para cualquier hombre.
—He cambiado de opinión, Jennifer —dijo, complacido—.
Iremos a saludar a tu amiga.

Bob Wyatt obvió la mirada furibunda que le dirigió la señora


Smith, encargada de disponer las viandas en la larga mesa de madera,
y se sirvió otro pedazo de tarta. La engulló casi sin masticar y, cuando
comprobó que la buena mujer continuaba mirándolo, ceñuda, le habló
con la boca llena, escupiendo migas y saliva con cada palabra.
—¿Tiene algún problema conmigo, señora?
Ella contrajo la cara en un gesto asqueado. Antes de poder
contestarle, su marido se acercó y le rodeó la cintura con un brazo
protector.
—Nos gustaría que mostraras un poco más de educación, Wyatt
—espetó este—. Aguarda hasta que Curtis dé el discurso que tiene
preparado. Luego podrás lanzarte sobre la comida como un lobo
hambriento.
—El bonachón de Charlie Smith —se burló Bob, torciendo los
labios con desdén. Se limpió la boca con la manga de la camisa y se
sirvió un poco de cerveza en una jarra—. La tarta me ha dado sed, ¿o
tampoco puedo beber?
KATE DANON 200
Una mágica visión

—Haz lo que te plazca, Wyatt, pero no nos estropees la fiesta, por


favor.
—El único que estropea la diversión eres tú, puritano del
demonio —exclamó, dándose la vuelta para beber un largo trago de
cerveza.
Pero cuando vio aparecer a la mujer rubia del vestido color azul,
casi se atragantó. ¿¡Qué diablos…!? ¡Estaba viva! La muy zorra había
sobrevivido después de todo. Bob se llevó la mano al hombro que le
había herido y la miró con odio, sabiendo que corría un serio peligro si
lo descubría. Claro que, por otra parte, era muy extraño que su marido
no hubiera ido a por él en busca de justicia. Quizá ella no había dicho
nada. ¡Ah, si eso era así, no sería él quién provocara al esposo
revelando su pequeño secreto!
La observó en silencio con expresión taimada mientras ella se
acercaba a la plaza. Su odio remitió un tanto al contemplar las suaves
curvas de sus caderas mientras caminaba, el deseable nacimiento de
sus pechos y la larga cabellera rubia brillante y de aspecto sedoso…
Inspiró con fuerza, conteniendo las ganas de acercarse hasta ella y
arrastrarla por los pelos hasta un rincón oscuro. Después de todo, la
seguía deseando. El fuego que había encendido en su interior durante
el viaje no se había apagado, y presentía que no lo haría hasta que se
saciara de ella.
—Encontraré otro momento, perra. En cuanto te alejes de tu
flamante marido, te estaré esperando —susurró para sí mismo—. Y
después de gozarte, esta vez te mataré.

Shannon se estiró una arruga imaginaria del magnífico vestido


cuando se aproximaron a la plaza. Quería estar perfecta. Miró de reojo
a Darren y sonrió al recordar su expresión al verla salir del dormitorio,
arreglada para la fiesta. Hubiese jurado que a él se le había hecho la
KATE DANON 201
Una mágica visión

boca agua. Sus ojos se tiñeron con un brillo codicioso y vio que se
esforzaba por contener el impulso de acercarse y llevarla directamente
a la cama. Shannon no comprendía por qué intuía de pronto todas esas
cosas, pero así era. Se sentía poderosa, femenina, y era consciente de
las emociones que despertaba en Darren. Con malicia, mientras
caminaba, pasó sus dedos por el escote como si se tratara de un gesto
distraído. Funcionó. Los ojos de Darren volaron hacía ese punto en que
la tela revelaba la suavidad de sus pechos y Shannon observó cómo
tragaba saliva. ¿Sería muy osado proponer que se dieran media vuelta
y regresaran a su casa? No, mejor no. Darren parecía tener mucho
interés en que aquella noche fuera perfecta. Y quería que todo el
pueblo los viera juntos, para que nadie se llevara a engaños, recordó.
Suspiró, resignada. Sacudió la cabeza para deshacerse de
aquellos pensamientos; no pretendía que nada emponzoñara su
felicidad. Esa noche haría todo lo que Darren quisiera porque deseaba
corresponder a todas sus atenciones. Si quería lucirla de su brazo para
que todo Loan’s Valley pudiera verlos, que así fuera.
Al llegar a la plaza, se acercaron a un grupo de vaqueros que
charlaban animadamente en corro. Darren le soltó entonces la mano y,
antes de que ella pudiera sentirse decepcionada, la agarró por la
cintura y la pegó a su cuerpo en actitud posesiva.
Los hombres contemplaron a la pareja que se acercaba,
admirando el porte de ambos jóvenes. La mayoría de los vaqueros no
conocía aún a Shannon, pues ella no había llegado con las demás
mujeres y en las pocas ocasiones que había bajado al pueblo ellos
estaban en los prados, trabajando. Sabían que Davis se había tenido
que casar de manera forzosa con ella y muchos se habían llegado a
compadecer de él. Ahora, viendo a la hermosa mujer de cabellos
dorados que avanzaba a su lado, no le tenían lástima en absoluto.
—¡Vaya, Darren! ¿Dónde la tenías escondida? —preguntó uno de
los vaqueros, acercándose hasta la pareja para saludarles.
—Buenas noches, Pete —respondió él, tocándose el ala del
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Una mágica visión

sombrero negro a modo de saludo—. Te presento a mi esposa.


La mujer le tendió una mano con una sonrisa forzada, como si
algo de lo dicho la hubiese molestado. Pete no tardó en averiguar qué.
—Me llamo Shannon, aunque a mi marido le cueste recordarlo —
le dijo.
El hombre soltó una carcajada y estrechó aquella mano de dedos
finos y suaves.
—¡Y además tiene carácter! Eres un hombre afortunado, Darren,
sin duda —se volvió hacia ella una vez más y, con una especie de
reverencia, le pidió—. Espero que me reserve un baile, señora Davis.
—Con mucho gusto —contestó ella, esta vez con una sonrisa
franca en su cara.
Fueron muchos los que se acercaron a la pareja para saludarles.
La curiosidad y el espectacular aspecto de Shannon con aquel vestido
azul era un aliciente para todos los habitantes de Loan’s Valley.
Ninguna mujer lucía una prenda semejante. Era atrevido sin llegar a
ser vulgar y su alegre color contrastaba con los tonos más discretos del
resto de los vestidos.
—Si me disculpan, caballeros, iré a saludar a mis compañeras de
viaje. Tengo que ponerme al día con todos los chismorreos de Loan’s
Valley.
No supo si eran imaginaciones suyas o de verdad la mano de
Darren parecía reticente a soltarla.
—Por supuesto, señora —Pete, al igual que el resto de los
hombres, le dedicó un gesto cortés con la cabeza.
Shannon se giró para marcharse, pero en el último segundo
regresó sobre sus pasos para dar un rápido beso a Darren en la mejilla.
Los hombres lanzaron exclamaciones y algún silbido por aquella
demostración de cariño, pero Darren no les prestó atención. Solo podía
fijarse en el suave contoneo de sus caderas mientras se alejaba.
—¡Qué suerte tuviste, cabrón! —espetó Pete de repente, dándole
una palmada en la espalda a un atontado Darren.
KATE DANON 203
Una mágica visión

Shannon disfrutó reencontrándose con sus amigas, ahora


convertidas en radiantes esposas que no paraban de cotorrear
relatando las peripecias de la nueva vida que llevaban. Le resultaba
muy curioso verlas con sus vestidos femeninos y sus impecables
tocados, con sus modales intachables de damas casadas y sus historias
de tartas o estofados cuyas recetas se pasaban de unas a otras. Shannon
aún las veía con sus pantalones polvorientos y sus cabellos desastrosos,
avanzando día a día por el desierto con una fortaleza y una voluntad
indisolubles. Las veía disparando a las serpientes de cascabel que
osaban cruzarse en su camino, empujando una carreta que había
quedado atascada en un pozo de arena o compartiendo sus sueños y
esperanzas a la luz del fuego que encendían cada noche. Eran las
mismas mujeres, pero distintas.
—¡Cuánto me alegro de volver a veros a todas! —exclamaba,
abrazando a cada una de las que se le acercaban.
—No nos has contado qué tal te fue en el local de Betty —dijo
Rose, yendo directamente al cotilleo que más le interesaba.
—Por lo visto sí te permitió tomar ese baño. ¡Estás preciosa!
—¿De dónde has sacado este maravilloso vestido? —preguntó
Dorothy, acariciando la suave tela de su falda.
—¡Oh, que sepas que nos morimos de la envidia! ¿Has visto tu
aspecto? —exclamó Rose.
—No mientas —intervino de nuevo Dorothy—. Tienes envidia
porque su marido es el hombre más guapo de la fiesta. ¿No es así,
Shannon?
Por supuesto que era así, pero no estaba preparada para
presumir de ello. Shannon buscó con los ojos a su esposo y sonrió
como una boba al localizarlo.
—¡Mírala, si se lo come con los ojos! —la delató Rose.
KATE DANON 204
Una mágica visión

—¿Acaso tú no lo harías? —preguntó Mary, otra de las mujeres.


—Yo me lo comería… ¡pero no con los ojos! —exclamó Rose con
una expresión pícara en el rostro.
Un coro de risas femeninas atrajo la atención de Darren, que
conversaba con los otros hombres. Se fijó en que su esposa estaba
sonrojada y, de pronto, como si estuviera inmerso en algún sueño
brumoso, solo la vio a ella. Deliciosa con su vestido de fiesta, con las
mejillas arreboladas y aquel brillo tentador en sus ojos dorados. Notó
un tirón en las entrañas y, si no hubiese sido por lo feliz que parecía
Shannon, la hubiese cogido de la mano y la habría llevado de regreso a
su hogar ahora que ya habían comparecido ante todo el pueblo.
—¿Me escuchas, Darren? —Travis Gurp, el pianista, llamó su
atención—. Te estaba diciendo que tu esposa me parece una de las
mujeres más bonitas del pueblo. ¿Por qué la tenías escondida?
El hombre se mesó el pelo, incómodo. Maldita la gracia que le
hacía que todos encontraran tan atractiva a su mujer. Y ese era el
problema. Acababa de percatarse de que era su mujer, suya, y de nadie
más. No obstante, no era momento de mostrarse celoso, máxime
cuando los demás solo intentaban halagarle y ser amables.
—Bueno —respondió—, cuando el reverendo Harris la encontró,
tenía una herida en la cabeza y un tobillo torcido. Ha estado bastantes
días convaleciente en cama…
—¿En serio? —preguntó otro hombre, que Darren no reconoció.
Tenía el pelo moreno muy rizado, era alto, parecía fuerte y sus
ojos negros le taladraban sin disimulo.
—Pues sí, señor…
—Wyatt. Bob Wyatt —se presentó, sin ofrecer su mano—. Llegué
con las mujeres y Curtis me ofreció un empleo en el rancho, así que me
quedé.
—Como le decía, señor Wyatt, Shannon apareció herida en un
terraplén junto al camino. Al parecer, buscando alguna planta
medicinal tropezó y cayó, golpeándose la cabeza.
KATE DANON 205
Una mágica visión

—¿También sabe de medicina? Qué lujo, señor Davis, su esposa


es un tesoro.
Darren hubiese jurado que aquel hombre se estaba burlando de
él. Entrecerró los ojos peligrosamente; para tratarse de un desconocido,
sintió una antipatía desmesurada hacia ese individuo.
Antes de que pudiera responder como se merecía, Betty LeFleur
se acercó al grupo de hombres y se cogió del brazo de Wyatt,
sonriendo con el candor propio de su oficio.
—¿Qué tal estás, Bob? —le preguntó, con voz cantarina—.
¿Cómo está tu hombro?
El aludido se tocó la zona herida y devolvió la sonrisa a la mujer
rubia. Darren recordó entonces que uno de los hombres de la caravana
había llegado herido y Betty tuvo que atenderle, posponiendo su
encuentro amoroso para otro momento que nunca llegó. La madame se
volvió luego hacia él sin esperar la respuesta de Wyatt.
—¿Y tú, querido? —espetó, contoneándose hasta él—. ¿Dónde
has dejado a esa maravillosa mujer tuya? Me muero por ver su nuevo
vestido —le dijo, guiñándole un ojo.
Darren frunció el ceño. Que hubiese consentido que su mujer
vistiera con una de las prendas de Daisy no significaba que estuviera
dispuesto a propagarlo a los cuatro vientos. Esperaba que Betty fuera
discreta.
—Shannon está saludando a sus amigas —explicó antes de
cambiar hábilmente de tema— No esperaba encontrarte aquí, Betty.
En realidad, ninguno de los hombres lo esperaba. Era evidente
por qué.
Ella soltó una risita de cascabel. Sus extraños ojos, verde y azul,
se posaron en él con un destello astuto.
—He creído oportuno que las nuevas vecinas del pueblo me
conozcan.
—¿Por qué crees que querrán conocerte? —preguntó Darren,
sabiendo que la madame no había ido allí solo a divertirse. La mujer
KATE DANON 206
Una mágica visión

sin duda tenía un particular interés en aquella fiesta—. Has tenido en


tu cama a la mitad de sus maridos, ¿cómo supones que se lo tomarán?
—Oh —exclamó ella, haciendo un gesto con la mano para
restarle importancia—. Ellas saben que existo y que aquí seguiré,
aunque hayan llegado para contagiar con su espíritu puritano a cada
uno de mis clientes. Sería hipócrita por su parte ignorar mi presencia.
Y algo me dice que esas mujeres, después de lo que han tenido que
pasar hasta llegar aquí, son de todo menos hipócritas. Sinceramente,
las admiro, Darren. Por eso no quiero que me tengan como a una
enemiga.
Los hombres se miraron unos a otros, sonriendo con
complicidad. Betty era muy inteligente; sabía que debía ganarse el
favor de las damas porque la idea que tuvieran de ella podía resultar
muy influyente para su futuro en el pueblo.
—En ese caso, estoy deseando ver cómo te reciben, Betty —
indicó Darren.
Ella aceptó el desafío con un gesto de la cabeza y el vaquero supo
sin lugar a dudas que sabría ganarse el favor de las damas. Su porvenir
estaba en juego y Betty era, sobre todo, una superviviente.
La madame se acercó a él para que nadie más pudiera escuchar
lo que iba a decirle a continuación.
—En cuanto averigüe la impresión que ha causado tu esposa al
resto de las mujeres, lo verás. Tengo que reconocer que fui muy dura
con Shannon cuando acudió a mi local a pedir aquel baño. Me mofé de
su sugerencia y creí que había perdido la cabeza, pero, ¿sabes? La
verdad es que su idea era estupenda.
Darren casi temió preguntar.
—¿Qué idea?
—Verás, tu mujer sugirió que los servicios de mi local podrían
gustar a las demás mujeres y que yo…
—Eh, prestad atención —Samuel Grant, que se había acercado a
ellos, les llamó la atención—, Curtis va a decir unas palabras.
KATE DANON 207
Una mágica visión

Betty perdió el hilo de lo que estaba diciendo y se giró, como el


resto de los asistentes a la fiesta, hacia la tarima donde ya se
encontraba el patrón, que pedía silencio con las manos.
—Amigos y vecinos de Loan’s Valley, hoy estamos aquí reunidos
para celebrar que desde hace unos días nuestras vidas han cambiado
de manera radical. Y todo gracias a estas hermosas mujeres, increíbles,
que llegaron a nosotros con la ilusión de encontrar un hogar. Espero
que los matrimonios formados, que ya han tenido tiempo de conocerse
un poco, llenen pronto nuestras calles de rechonchos y sonrosados
bebés.
Hubo vítores y aplausos tras esas palabras por parte de los
hombres, mientras que las mujeres reían con simulada vergüenza.
Varias parejas se besaron para demostrar lo acertada que había estado
la efusiva arenga de Loan.
Darren buscó con la mirada a Shannon y se sorprendió cuando la
encontró, mirándole a su vez. El tirón en las entrañas volvió con más
fuerza que la ocasión anterior y deseó acercarse, estrecharla entre sus
brazos y besarla hasta dejarla sin aliento. Hubiese jurado, por cómo lo
miraba ella, que deseaba exactamente lo mismo. Así que se acercó con
determinación, sin apartar un segundo su mirada de los ojos dorados
de Shannon.
Sin embargo, antes de que pudiera hacer algo, fueron abordados
por otra pareja que pretendía saludarles.
—Shannon, cuánto me alegro de que estés bien —dijo Jenny, con
la voz estrangulada por la emoción.
La joven había esperado ese encuentro con impaciencia para
echarle en cara a su amiga que la hubiera abandonado de aquella
manera y que después, además, no se hubiera preocupado en absoluto
por ella. Pero ahora, al verla allí de pie retorciéndose las manos, supo
que no podría reprocharle nada.
Y es que Shannon notó en el acto que algo no marchaba bien.
Jenny sonreía, pero la alegría no se extendía hasta sus hermosos ojos
KATE DANON 208
Una mágica visión

grises, que parecían cubiertos por un velo de amargura.


La abrazó espontáneamente, sintiendo que era lo que debía
hacer. Notó que el cuerpo de su amiga se estremecía con el contacto y
la estrechó con más fuerza, intentando consolar la emoción contenida
que sospechaba en Jenny.
—Yo estoy bien —le susurró al oído, apartándose un poco—, ¿y
tú?
Dean carraspeó incómodo ante la demostración de amistad de las
dos mujeres y Jenny se apresuró a deshacerse de su abrazo. Se secó las
lágrimas que corrían por su cara e hizo un esfuerzo patético por
sonreír.
—Sí, claro, estoy muy bien. Es solo que me he emocionado al
encontrarte —agarró la mano de su amiga y quiso explicarse—. Verás,
creerás que yo te abandoné…
—Me llamo Dean Garret, y soy el marido de Jennifer —la cortó el
hombre que estaba junto a ella, adelantándose un paso y ofreciéndole
la mano a modo de saludo.
Shannon la estrechó con suspicacia. Aquella mano, vendada por
alguna herida reciente, le daba muy mala espina. Le estudió con
detenimiento, intrigada por su extraña actitud. Uf, sí, era realmente un
hombre guapísimo. Un Apolo de carne y hueso, con el pelo dorado
cayéndole hasta los hombros y los ojos azules más claros que jamás
había contemplado. Por fin entendía lo que Dorothy quiso explicarle
cuando le habló del marido de Jenny. Aquel hombre arrancaría
suspiros a cualquier mujer con un solo movimiento de sus espesas
pestañas, no cabía duda.
Sin embargo, por algún extraño motivo, a ella no le gustó en
absoluto.
La mano que la sujetaba era fuerte y estaba helada. Sintió la
necesidad de soltarse pero él la retenía con deliberada intención. Fue
cuando ocurrió…
Una sensación antigua y conocida la embargó. Notó el vértigo en
KATE DANON 209
Una mágica visión

el estómago y la debilidad en sus extremidades. Los ojos empezaron a


nublarse y, por un segundo, la oscuridad llenó su mente… Para volver
a hacerse la luz un instante después, pero con una imagen muy distinta
a la de la pareja que tenía delante.
Era el mismo hombre, pero estaba atado a un árbol, en la espesura del
bosque. Sus ojos rebosantes de odio se clavaban en ella ordenándola que lo
soltara. Luego, de pronto, un arma apareció de la nada. No sabía quién la
empuñaba, si era ella u otra persona muy cercana. Y entonces comenzaron los
disparos. Una, dos, tres, cuatro veces. El arma vació su cargador en el
estómago de aquel vaquero indefenso, amarrado al grueso tronco de una
secuoya gigante…
Shannon se tambaleó hacia atrás, despertando de su ensueño.
Notó que Darren la sujetaba por la cintura y la observaba con un ceño
preocupado.
—Permítame decirle que es usted la mujer más bonita de esta
fiesta —dijo Dean, soltando al fin su mano.
Parecía no haberse percatado del ligero desvanecimiento de la
mujer. O tal vez atribuyó su momentánea abstracción a su increíble
atractivo, que normalmente ocasionaba en las mujeres ese extraño
efecto. La propia Jenny había quedado atontada al conocerle. Sonrió
con suficiencia, disfrutando de la cara consternada de Davis al ver a su
esposa rendida a sus encantos.
—¿Te encuentras bien? —le susurró Jenny, que también se había
dado cuenta de la inesperada reacción de Shannon.
Esta intentó sonreír, pero no le salió. Aún temblaba al recordar el
estómago ensangrentado del hombre de su visión, el mismo hombre
que ahora sonreía estúpidamente delante de ella.
—Necesito beber algo… —musitó, volviéndose hacia Darren.
Sus ojos le suplicaban que la alejase de allí. Su mano se posó
sobre la del vaquero para afianzarla alrededor de su cintura, no quería
que la soltara por nada del mundo. De repente, tenía miedo de lo que
había visto. Y, aunque en la visión ese tal Dean Garret era la víctima,
KATE DANON 210
Una mágica visión

en esos momentos sentía pavor en su presencia.


—Mi esposa y yo estaremos encantados de que vengas a
visitarnos uno de estos días, Jennifer —comentó Darren a modo de
despedida.
Shannon asintió tras sus palabras y agradeció la gran intuición de
su marido. Jenny era su mejor amiga y él había sabido captarlo, tal vez
por el sentido abrazo que ambas se habían dado nada más verse.
—Sí, claro. Por supuesto que iré. Me gustaría disculparme como
es debido por no haber dado la voz de alarma cuando desapareciste.
Las palabras de Jenny sonaban atropelladas y temerosas. Darren
se fijó en que mientras hablaba, no paraba de retorcerse las manos y
mirar de reojo a Garret. Shannon también debió darse cuenta, porque
dio un paso hacia su amiga, aunque se detuvo cuando su marido le
pasó un brazo sobre los hombros con aire posesivo.
—Querida, no necesitas disculparte. Shannon comprende que
una recién casada tiene asuntos más importantes que atender que sus
compromisos sociales con las amigas.
La aludida entrecerró los ojos para mirar a ese hombre
autoritario que cerraba la mano como una garra sobre el hombro de
Jenny. Tuvo bastante. No sabía qué estaba ocurriendo, pero desde
luego él era el responsable de que su amiga no se hubiera preocupado
por ella, y de que luciese en su preciosa y dulce cara esas ojeras que
ensombrecían su gesto.
—Jenny, me alegro de haberte visto. Ya sabes dónde me tienes,
para lo que necesites.
Remarcó bien sus últimas palabras dirigiéndole una intensa
mirada a su amiga, como si quisiera ahondar en el fondo de su alma
para descubrir lo que estaba ocurriendo.
Jenny solo pudo asentir con la cabeza. Notaba la mano de Dean
apretando más de la cuenta su hombro y tuvo que morderse la lengua
para no gritar a su amiga que la socorriera, que la sacase de allí cuanto
antes, que la salvara de aquel demonio que le había tocado en suerte.
KATE DANON 211
Una mágica visión

Observó cómo la joven pareja se alejaba hacia la mesa de los refrigerios


mientras su corazón se encogía de dolor y de angustia. Estaba otra vez
sola.
—No me gusta tu amiga —siseó Dean en cuanto se alejaron lo
suficiente—. Te prohíbo que vayas a su casa y que hables siquiera otra
vez con ella. Si te encuentro alguna vez en su compañía…
No terminó la amenaza, pero sus ojos de serpiente le dijeron lo
que pasaría.
Jenny se encogió de miedo y buscó después a la pareja que, tras
beber un poco de limonada, se dirigía a la pista de baile para divertirse.
Los envidió. Darren no era como Dean, eso saltaba a la vista. Claro
que, ninguno de los hombres allí presentes era como su esposo.
Para igualarlo, tendrían que ser unos auténticos monstruos.
KATE DANON 212
Una mágica visión

Capítulo 16

—¡Ay!
—¿Lo he vuelto a hacer? —preguntó Darren, con expresión
atormentada.
Ya iban tres veces; la había pisado mientras bailaban y el hombre
sudaba por el esfuerzo. No quería estropearle la fiesta a Shannon
confesando su poco talento para el baile. Por desgracia, los pies de la
joven fueron testigos de su torpeza.
A pesar del dolor, Shannon tuvo que reprimir una sonrisa. Era
muy gracioso verlo, tan grande y corpulento, intentando mantener la
compostura.
—¿Prefieres que lo dejemos? —le preguntó.
Darren se apretó más contra su cuerpo cimbreante. Deseaba
abandonar la tortura del baile cuanto antes, pero no quería separarse
de ella. Tenerla abrazada era embriagador; la calidez de su cuerpo y el
aroma floral que desprendía su pelo le estaba volviendo loco.
—Si prometes que no te separarás de mí, podemos dejar de bailar
—le susurró contra el oído.
Shannon sintió un pellizco en la boca del estómago al notar el
aliento de Darren contra su mejilla.
—De acuerdo —aceptó, de buena gana.
—Y, además, debes decirme qué te ha pasado antes, cuando has
saludado a tu amiga. ¿Acaso la cara bonita de Garret te ha dejado sin
sentido?
Shannon dio un paso atrás para poder mirarlo a los ojos. ¿Eran
celos lo que había escuchado en su tono?
—No me gustan los rostros tan perfectos —confesó, pasando el
dedo por una pequeña cicatriz que adornaba el mentón de Darren—.
Me parecen demasiado fríos y, en este caso, particularmente
inquietante.
KATE DANON 213
Una mágica visión

Darren arrugó el ceño y detuvo sus torpes movimientos de baile.


—¿Entonces?
Shannon dudó. Se mordió el labio y desvió la vista buscando al
marido de Jenny para comprobar que estaba lo bastante lejos.
—No lo entenderías.
—Intenta explicármelo —el tono de Darren se había vuelto
exigente. Cuanto más evasiva se mostraba ella, más deseaba saber qué
había ocurrido.
—Ese hombre me da mala espina —dijo, sin dejar de mirar por
encima de su hombro—. ¿Has visto a Jenny? Ella no era así, te lo
aseguro. Exhala un aire amargado y casi diría que en su rostro hay una
sombra de…
—Miedo —concluyó Darren por ella.
Shannon le miró con los ojos muy abiertos. Desde luego, tenía
una admirable intuición.
—¿También tú lo has notado?
—Tendría que estar ciego para no haberlo visto. Dean siempre
me ha parecido algo siniestro, aunque sus elegantes modales indiquen
lo contrario.
Shannon no pudo evitar que un escalofrío de temor le recorriera
de pies a cabeza. Él notó su estremecimiento.
—¿Eso es lo que te pasaba, entonces? ¿También te ha dado
miedo?
La joven cerró los ojos y la imagen de aquel hombre, atado al
árbol y con el vientre ensangrentado, inundó su mente.
—Abrázame, Darren.
Era la segunda vez que tras una de sus visiones le pedía el
consuelo de sus brazos. El vaquero la acomodó contra su amplio pecho
y le besó la coronilla, invadido por un cálido sentimiento. Le gustaba
saberse necesitado. Y Shannon conseguía que, además, se creyera
indispensable. Sabía muy bien que su esposa era muy capaz de valerse
por sí misma, y tal vez por eso le gustaba tanto que ella lo buscase para
KATE DANON 214
Una mágica visión

reconfortarla.
—No consentiré que Garret se te vuelva a acercar —le prometió.
Shannon elevó el rostro para buscar sus ojos una vez más.
—Pero he de acercarme yo a él… Tengo que averiguar qué le
ocurre a Jenny.
Darren ciñó su cuerpo con aire protector y le acarició la barbilla.
—Lo averiguaremos juntos. Ahora, ya no estás sola.
Aquellas palabras sacudieron el alma de Shannon. Aliviaron
como por encanto la pena que llevaba arrastrando desde hacía mucho
tiempo. Notó el corazón henchido y el anhelo que había empezado a
sentir desde que tuvo aquel sueño con Darren regresó con fuerza,
calentándole la piel, encendiéndole la mirada. Necesitaba a ese
hombre. Más allá de las palabras, más allá de los gentiles gestos que
había tenido con ella. Necesitaba que su marido la reclamara como
mujer e inconscientemente, sus ojos buscaron los labios del hombre,
deseando…
—¿Quieres que te bese?
Cielos. Además, podía leerle la mente. No se daba cuenta de que
el deseo se manifestaba en su cara tan claro que cualquiera podía haber
averiguado lo que buscaba. Los ojos dorados se habían oscurecido tras
un velo vidrioso y los labios entreabiertos brillaban húmedos y
expectantes. De su garganta brotó un suave gemido de impaciencia y
Darren sonrió, inclinándose hacia ella.
¿Para qué hacerse de rogar? Él también lo estaba deseando. Posó
los labios sobre la boca de Shannon y presionó con delicadeza. La
estrechó con más fuerza entre sus brazos, notando cómo su corazón se
aceleraba al tiempo que el beso se volvía más exigente.
La joven notó el cambio. La evolución de aquel contacto que
había comenzado suave pero se volvía salvaje por momentos. ¡Qué
diferencia con el beso que le había dado horas antes, en su hogar!
Darren exigía una respuesta de ella moviendo los labios sobre los
suyos con maestría, lamiendo las comisuras de su boca,
KATE DANON 215
Una mágica visión

mordisqueando la tierna carne. Poco a poco, sin saber cómo, fue


abriéndose camino entre los dientes y al final su lengua la asaltó
buscando con desesperación la dulzura que escondía.
Shannon, conmocionada por la fuerza de las emociones que
estaban despertando en su interior, respondió con su propia lengua,
tanteando tímidamente, pero decidida. Escuchó el gruñido de placer
de Darren contra su boca y el sonido consiguió exacerbarla aún más.
Comenzó a sentir las piernas blandas y una languidez deliciosa la
transportó a su propio cielo. Se aferró con fuerza a los hombros de
Darren temiendo no poder sostenerse por sí misma y con ese gesto se
pegó más a él. Se estremeció de placer cuando sus senos se aplastaron
contra su amplio pecho. Cada fibra de su ser respondía al contacto de
su marido y supo, en ese preciso momento, que no se había
equivocado al realizar ese largo viaje a lo desconocido.
Él se separó apenas, satisfecho.
—Esto se me da mejor que el baile, ¿verdad?
—Por fortuna para los dos —jadeó ella, con una sonrisa—. Y
ahora, deja de presumir y vuelve a besarme.
Las poderosas manos de Darren asieron con fuerza su cintura y
la pegó de nuevo a su cuerpo. En esta ocasión, el vaquero fue más
osado y no se limitó a abrazarla. Paseó las manos por su espalda hasta
que, por fin, descendieron por sus nalgas, muy abajo. Cuando Darren
apretó, justo en la línea que unía su trasero con los muslos, el cuerpo
de Shannon se sacudió con un espasmo de placer. Estuvo a un paso de
olvidar dónde se encontraban, quiénes les rodeaban. Pero cuando
sintió la dureza del hombre presionando con insistencia sobre su
vientre, intentó zafarse de su abrazo, envarada por aquel impulso.
—Detente. No estamos solos… —le pidió, mientras esquivaba su
boca hambrienta.
—Mejor, que nos vean —exclamó él, con los ojos nublados de
deseo—. Quiero que todos sepan que eres mía.
Su tono grave y exigente emocionó a Shannon, que se aferró a su
KATE DANON 216
Una mágica visión

camisa cuando notó que las piernas le temblaban. Aquella frase


prometía mucho más que unos apasionados besos en la plaza del
pueblo.
—Ejem, ejem… lamento interrumpir.
La voz de Curtis Loan les devolvió a la realidad. Shannon lo
miró, azorada, pero logró componer una sonrisa. Darren, sin embargo,
continuaba con la vista fija en la deliciosa boca de su mujer. Al diablo
con Curtis y su inoportuna aparición.
—¿Qué… qué ocurre? —preguntó la chica, lanzándole a su
marido una mirada reprobatoria. No era de buena educación ignorar al
patrón.
—Darren, un hombre pregunta por ti —dijo Loan, mostrando
una amplia sonrisa.
Sin duda, había disfrutado del espectáculo y le satisfacía
enormemente frustrar al estirado vaquero. Era la primera vez que los
hombres de Loan’s Valley le veían mostrar algún tipo de emoción en
público. Estaba deseando restregarle por la cara que tal descuido se
debía a la mujer de la que tanto había renegado.
—Estoy ocupado, Curtis, ¿no lo ves? —respondió Darren, aún
con la vista fija en Shannon.
Ella deseó darle una patada.
—Ya, pero… tu amigo insistió mucho. Es… forastero —prosiguió
el patrón, sin inmutarse porque el hombre lo ignorase.
Aquello captó por completo la atención de Darren. Se volvió por
fin hacia Curtis y frunció el ceño, intrigado.
—¿Forastero?
—Sí, aunque no me ha dicho lo que desea. Solo me ha pedido
que te avise, te espera en la fachada posterior de la cantina. Anda, ve
con él, yo cuidaré de tu esposa.
Su última frase ensombreció el rostro de Darren. Y como no se
movió del sitio, Curtis emitió una sonora carcajada antes de acercarse a
Shannon y coger su mano con intención de sacarla a bailar. Pero su
KATE DANON 217
Una mágica visión

marido la sostenía por la otra y no permitió que se la llevara.


—¡Darren! —se quejó ella, tironeada entre los dos hombres.
—No irás con él.
—Vamos, Davis, esto es ridículo —volvió a reír Curtis. Se estaba
divirtiendo de verdad.
—Por favor, Darren, ¡eres imposible! —le amonestó Shannon,
muy turbada.
El vaquero permaneció con el semblante pétreo, fulminando con
la mirada a Curtis, que a esas alturas reía a mandíbula suelta.
—De acuerdo, cabezota, de acuerdo —exclamó al fin el patrón,
observando lo mortificada que se sentía la mujer—. No bailaré con ella,
¿te parece bien? Solo la invitaré a una limonada y a un trozo de pastel.
Aunque aquellas palabras parecieron relajar ligeramente a
Darren, Shannon cruzó los brazos sobre el pecho, disgustada.
—¿Qué es esto? ¿Solo voy a poder bailar contigo? —preguntó,
furiosa—. ¿Quieres que te recuerde cuántas veces me has pisado?
La carcajada de Curtis fue inmediata tras esas palabras. Oh, sin
duda, aquel matrimonio iba a dar mucho que hablar, para su goce
personal.
—Ahora vuelvo —fue la única respuesta que obtuvo la joven de
su marido antes de que le soltara la mano para dirigirse a la cantina.
Lo vio alejarse sin mirar atrás y notó cómo la confusión se
adueñaba de su alma. Debería estar enfadada con él por ser un
insufrible déspota, pero no lo estaba, en absoluto. Más bien todo lo
contrario. Deseaba con fervor que la entrevista con su amigo forastero
terminase cuanto antes para que volviese a su lado. Por extraño que
pareciera, aún no lo había perdido de vista y ya lo echaba de menos.

Los ojos del miwok sonrieron un segundo cuando se encontraron


con los de Darren.
KATE DANON 218
Una mágica visión

—Te he visto con la mujer —le dijo—. Es muy bella.


Luego, sus ojos oscuros volvieron a entristecerse.
—Honon, amigo —saludó Darren, estrechándole el antebrazo.
—¿Es tu esposa? —insistió el guerrero. Darren asintió con la
cabeza—. Es especial, tiene un aura potente.
—Es una mujer testaruda y charlatana y, desde que ha llegado,
me he visto obligado a cuidar de ella.
Honon sonrió.
—Es decir, te gusta mucho.
Darren miró hacia la plaza por encima de su hombro y vio a
Shannon junto a la mesa de la comida, con Curtis. Su corazón se colmó
al reconocer que era la única mujer de la fiesta que captaba por
completo su atención. Suspiró cuando notó que aquel sentimiento
derivaba en otro más elemental que tironeó de su bajo vientre. Se
volvió de nuevo hacia su amigo, compartiendo la sonrisa.
—Bastante. No esperaba que fuese así.
—Me alegro por ti, Omusa. Has estado mucho tiempo solo, te
vendrá bien.
—Sí, pero yo quería…
—Ya, como todos nosotros, amigo. Pero ha pasado mucho
tiempo, es hora de seguir con nuestra vida —hizo una pausa,
respirando hondo para recomponer su rostro, descompuesto por el
dolor que le producían aquellas palabras—. Es hora de rezar por ella y
solicitar a los dioses un nuevo Hii para nuestro pueblo.
Darren lo estaba esperando. Él era el único que siempre pensó
que la pequeña Huyana estaba muerta. Los miembros de su pueblo no
perdían la esperanza de encontrarla con vida, animados por la fe
inquebrantable de Sanuye, su madre. Muchas veces había intentado
hacerles ver su verdad: la niña jamás regresaría. Pero ellos se aferraban
con obstinación a la idea de que Huyana era un ser mágico. Demasiado
especial como para que ningún ser humano pudiera hacerle daño
alguno. Ahora, después de su última misión de búsqueda fallida,
KATE DANON 219
Una mágica visión

parecía que por fin los miwok lo habían entendido.


De pronto, una tristeza infinita llenó su corazón. Se percató en
ese mismo instante de que parte de aquella esperanza que mantenían
latente en sus corazones le había contagiado. Que ellos aceptasen por
fin su muerte erradicaba cualquier posibilidad de volver a ver a la
pequeña con vida.
Se miraron unos segundos en silencio, compartiendo el dolor.
Honon, de pelo negro, lacio y largo, llevaba plumas de luto entre sus
trenzas. Sus ropas de piel no lucían ningún adorno, exceptuando un
colgante que Darren reconoció. Atadas en una tira de cuero, las cuentas
de un collar que la pequeña Huyana había confeccionado con sus
propias manos. El vaquero recordó el día en que la niña había
recorrido todo el campamento mostrando orgullosa su logro: había
confeccionado un hermoso abalorio de colores, que lucía como si se
tratara de la joya más exquisita del mundo. Darren sintió que el
corazón se le rompía de pena al rememorar cómo le brillaban los ojos a
Huyana aquel día, y cómo la risa infantil brotaba con facilidad de su
garganta, feliz por ser el centro de atención.
De pronto, el hecho de saber que jamás volvería a oír la risa de
esa pequeña tiñó de rojo y dolor aquel feliz recuerdo.
—He venido para avisarte de que mañana celebraremos un ritual
en memoria de Huyana. Su madre quiere que estés allí —Honon
guardó silencio unos segundos, con la vista perdida—. Sanuye está
destrozada, Omusa. Te necesita.
Darren colocó una mano en el hombro de su amigo. Sanuye
había compartido muchas cosas con él, a pesar de que su capricho por
ella casi acabase con su amistad. No fue así y la joven miwok supo
comprenderlo. Por eso le había mantenido en su vida, y por eso le
había nombrado padrino de su hija. Para Sanuye, Darren siempre sería
parte de su familia.
—Allí estaré. Partiré hacia el poblado mañana al amanecer.
Honon asintió con la cabeza. No le propuso que lo acompañara
KATE DANON 220
Una mágica visión

esa misma noche, pues estaba claro que Darren necesitaba su propio
desahogo. No le habían pasado desapercibidas las furtivas miradas
que echaba a la hermosa mujer y sabía que en sus brazos hallaría la paz
que tanto necesitaba.
Volvieron a estrecharse los antebrazos, mirándose a los ojos con
intensidad.
—Ka’ópyati nii5 —susurró el miwok.
—Hasta mañana, amigo.

Mientras su marido se entrevistaba con su amigo forastero,


Shannon escudriñaba la oscuridad para intentar localizarlos. Sentía
mucha curiosidad, ¿de qué estarían hablando? Pensó que ya tendría
tiempo de averiguarlo. Se sirvió un pedazo más de tarta aprovechando
que Curtis se había alejado para saludar a otra de las parejas.
Por eso no lo vio llegar.
Antes de meterse el tenedor en la boca, notó que alguien llamaba
su atención tocándole el hombro.
—Buenas noches, señora.
El miedo se anudó en el estómago de Shannon al reconocer la
voz áspera y aguardentosa del hombre que la asaltó antes de llegar. Se
giró lentamente para enfrentarlo, apretando con fuerza el tenedor entre
sus dedos. No dudaría en clavárselo en cualquier sitio si se acercaba
demasiado.
—Voy a gritar —amenazó.
El hombre esbozó una sonrisa sibilina.
—No, no lo creo —se llevó una mano al hombro que ella había
herido—. Tendrías muchas cosas que explicar. ¿Quieres que tu marido
se entere de lo que pasó entre tú y yo?
—¿Qué te hace suponer que no lo sabe?
Bob se carcajeó como una comadreja.
KATE DANON 221
Una mágica visión

—Vamos, ¿me crees idiota? Si lo supiera, hubiese venido a por


mí —se acercó a ella un paso y Shannon intentó retroceder, pero chocó
contra la mesa—. Y el hecho de que no lo haya hecho me intriga
mucho… ¿Por qué no has dicho nada? ¿Acaso te gustó y esperabas que
regresara para terminar lo que empecé?
Shannon tuvo que contener una arcada. No solo por el vomitivo
olor que exhalaba aquel individuo, sino por el asco que sus palabras le
habían dado. Solo imaginar aquellos sucios dedos tocándola le daba
náuseas.
—Si te acercas más, te clavaré esto en un ojo —le advirtió,
empuñando el tenedor delante de su cara.
Una sombra de duda cruzó los ojos del hombre. Sabía que
aquella víbora era muy capaz de cumplir su amenaza y no estaba
dispuesto a darle la oportunidad de llevarla a cabo.
—Algún día te encontraré a solas y entonces…
—¿Qué ocurre aquí?
La voz de Curtis Loan interrumpió la amenaza de Bob, para
alivio de Shannon. Aunque el malestar que aquel individuo le había
generado con sus venenosas palabras aún le quemaba en el estómago.
—Solo estaba saludando a una vieja amiga, Curtis. Después de
todo, hemos vivido muchas fatigas juntos —se excusó Bob.
El patrón lo observó con suspicacia. No le había pasado
desapercibida la palidez de Shannon y la manera en que sus jóvenes
dedos estrujaban la empuñadura del tenedor.
—¿Shannon? —preguntó, en absoluto convencido con las
palabras de Wyatt.
Ella dudó. Podía acabar con eso de una vez por todas si explicaba
lo que aquel degenerado había intentado hacerle. Pero, ¿y si no la
creía? ¿Y si Bob encontraba la manera de dar la vuelta a la situación y
ella quedaba como la mala? Como una mujer capaz de hundir una
navaja en el cuerpo de un hombre sin pestañear. Ya había pasado por
eso antes, ya había quedado en ridículo demasiadas veces cuando la
KATE DANON 222
Una mágica visión

gente no había creído sus palabras.


—No… no pasa nada, Curtis. Bob y yo solo charlábamos.
El silencio de Curtis evidenció que no lo habían convencido.
Afortunadamente para Wyatt, Betty LeFleur apareció en ese instante y
se enganchó del brazo del patrón.
—Curtis, querido —le susurró con aire zalamero—, me habías
prometido un baile.
—Señoras, Loan —Bob hizo un gesto de despedida con la
cabeza—, si me disculpan…
Se alejó, mezclándose con el resto de la concurrencia y Shannon
pudo al fin aflojar la mano en torno al tenedor.
—¿Shannon? —volvió a preguntar el patrón, escrutando sus ojos.
—Creo que algo me ha sentado mal, Curtis —musitó, dejando el
tenedor sobre la mesa y llevándose una mano al estómago. A fin de
cuentas, no era tanta mentira; se sentía fatal—. Me parece que me iré a
casa… ¿querrás decírselo a Darren?
—¿Por qué no le esperas?
Curtis detectaba una mentira a leguas de distancia. Y aquella
chica ocultaba algo… Algo que había conseguido que palideciera y se
sintiera fatal. El viejo buscó a Wyatt entre los ciudadanos de Loan’s
Valley pero no consiguió dar con él. Fuese lo que fuese lo que le
ocurría a Shannon, estaba convencido de que tenía que ver con aquel
hombre. Y eso añadía más leña al fuego de la desconfianza que ya le
profesaba a ese individuo.
—No quiero interrumpir la charla con su amigo. Y no sé cuánto
va a tardar, así que…
—De acuerdo, se lo diré —contestó.
Y también pensaba decirle lo que había pasado allí, por supuesto.
Darren debía saber que a su mujer le molestaba la presencia de Wyatt.
¿Por qué? Eso dejaría que lo averiguara él mismo. Después, ya le
contaría. Y entonces sabría a qué atenerse con ese individuo
indeseable.
KATE DANON 223
Una mágica visión

Darren regresó a la plaza más impaciente de lo que su sentido


común le recomendaba. Buscó a Shannon pero no la vio. En cambio, sí
vio a Curtis bailando con Betty en medio de la plaza. Se acercó hasta
ellos.
—¿Dónde está Shannon?
La pareja se volvió hacia él y Curtis le señaló con la cabeza el
camino que llevaba a su hogar.
—No se encontraba bien y se ha marchado a casa —explicó Betty,
adelantándose a Curtis.
—Sí, pero ella… —intentó hablar el viejo.
—Será mejor que vayas a ver qué le ocurre —lo interrumpió
Betty.
Darren no perdió más tiempo y fue tras su esposa con gesto
preocupado.
El patrón enfrentó la mirada singular de la madame y frunció el
ceño.
—¿Por qué no me has dejado contarle lo ocurrido?
—Porque tú tampoco sabes lo que ha pasado. Créeme, es mejor
que no te metas en su relación. Si ella ha tenido algo con ese Bob, te
sugiero que dejes que sea Darren el que lo averigüe.
Curtis la soltó y la miró con dureza.
—No me ha parecido que el asunto que se traían entre manos
fuera de esa índole —la reprobó—. Mi instinto me dice que ese tipo no
es de fiar y, de algún modo, me siento responsable. Shannon le temía,
lo he visto en sus ojos.
Betty se acercó de nuevo a él y le obligó a que la tomase por la
cintura.
—De acuerdo, perdona. No tenía que haberme metido —se pegó
más a él mientras giraban en la pista de baile—. Haremos esto: si me
KATE DANON 224
Una mágica visión

entero de algo, lo que sea, respecto a ese hombre, serás el primero en


saberlo. Después de todo, se aloja en una de mis habitaciones y solicita
los servicios de mis chicas cada noche.
Curtis asintió, algo más sereno. Sí, era una buena idea. Betty sería
una magnífica espía y seguro que conseguiría averiguar muchas más
cosas de Wyatt que él.
—¿Te he dicho alguna vez que eres un magnífico bailarín? —
comentó ella, cambiando radicalmente de tema mientras le dedicaba
una sonrisa lasciva.
Consiguió hacer reír a Curtis. ¡Cielos, aquella mujer era increíble!
El viejo sabía que no se refería al baile que ejecutaban en esos
momentos por la plaza, sino al que en un par de horas los mantendría
ocupados buena parte de la noche, en su cama. Aunque, bien pensado,
él ya había dado su discurso; tal vez pudiera adelantar el placentero
encuentro entre las sábanas.
—Pues he aprendido unos nuevos pasos de baile que estoy
deseando enseñarte… ¿Qué te parece si nos vamos ahora mismo y te
los muestro?
Betty apartó las manos revoltosas de Curtis que descendían con
sigilo por su espalda buscando la redondez de su trasero, riendo.
—Viejo pícaro… —lo amonestó—, tendrás que esperar. Antes,
tengo que hablar con las mujeres.
La cara del patrón cambió por completo. Betty tuvo que contener
una carcajada al ver su gesto serio.
—¿Para qué quieres hablar con ellas? —preguntó alarmado.
Ella le pellizcó la mejilla, coqueta, antes de darse la vuelta para
encaminarse al grupo de señoras que charlaban junto a la mesa de la
comida.
—Voy a ofrecerles mis servicios, por supuesto. ¿Qué pensabas?
La mandíbula de Curtis casi se desencajó ante la imagen que le
evocó aquel comentario.
—Pero… ¿qué demonios?
KATE DANON 225
Una mágica visión

La risa de Betty fue la única respuesta que obtuvo a su estupor.


La madame no estaba dispuesta a aclararle que los servicios que
pensaba ofrecer eran unos buenos baños, venta de perfume y
maquillaje y, en vista del éxito de Shannon con su vestido, una modista
a su disposición para confeccionar los modelos más exclusivos. Miró
por encima de su hombro y comprobó que Curtis aún no había cerrado
la boca. No… no pensaba aclarar nada. Aquello era demasiado
divertido.
5 Debo irme ya.
KATE DANON 226
Una mágica visión

Capítulo 17

Aún oía la música de la plaza, pero no sentía ninguna gana de


volver. Shannon caminaba bastante turbada por el encuentro que
acababa de tener. ¿Qué demonios hacía ese hombre allí? Nunca pensó
que pudiera establecerse en el pueblo. ¿Qué iba a hacer ahora? Tendría
que tener mucho cuidado para que Darren no supiera…
—¡Shannon, espera! —la voz del vaquero sonó potente a su
espalda y ella aceleró el paso.
Pero fue inútil, porque al poco la mano de Darren asió su brazo,
obligándola a detenerse.
—¿Qué te ocurre? ¿Te encuentras mal?
Shannon contempló la preocupación en aquel rostro moreno.
¿Podría sincerarse con él, lo entendería? Desde luego, con su don no
había tenido mucha suerte. Darren no solo no lo había comprendido,
sino que además se había enfadado mucho con ella. No… Ya estaba
acostumbrada a que la gente no creyera en su palabra. No pensaba que
en esta ocasión tuviera más suerte, a pesar de la evidente preocupación
de su esposo. No podía contarle lo que había ocurrido con Wyatt.
—Creo que algo me ha sentado mal, eso es todo.
Los ojos cobalto de Darren la escrutaron a conciencia. Le puso las
manos en los hombros y examinó su rostro.
—¿Quieres que avise al doctor?
—¡Oh, no! De verdad, no hace falta molestarle. Será una
indigestión… Además, el paseo me ha venido bien. Me encuentro
mucho mejor.
Darren arqueó una ceja.
—Pues sí que te recuperas rápido… —la acercó más a él hasta
pegar los labios a los suyos—. Claro que, para lo que tengo en mente,
es mucho mejor así. Si estuvieras enferma, me tocaría dormir otra vez
en la butaca del salón.
KATE DANON 227
Una mágica visión

La joven le echó los brazos al cuello rápidamente y se apretó


contra él.
—De eso nada. He esperado mucho tiempo para tener una noche
de bodas en condiciones y ninguna indigestión me privará de ella.
Darren inspiró con fuerza ante sus palabras y notó cómo su
cuerpo respondía. ¡Por todos los santos, aquella mujer lo volvía loco!
—Shannon… —gruñó, preso de la excitación más apremiante.
La besó con ardor, fundiéndose contra ella, devorando los labios
calientes y dulces que se movían respondiendo a sus caricias. Las
manos de la joven acariciaron la espalda masculina y el vaquero gimió
al sentir la dulzura de aquellos dedos. De pronto, los imaginó
recorriendo otras partes de su cuerpo, acariciando, masajeando allí
dónde él más deseaba, y la erección se tornó dolorosa.
—Vayámonos a casa, esposa —susurró, con voz ronca.
Aquel ruego transportó a Shannon, literalmente. Sintió el familiar
vértigo en su estómago y su mente se oscureció un segundo, para
iluminarse de pronto con una selección de imágenes inconclusas, pero
intensas…
Darren bajando los labios hasta uno de sus pezones, apresándolos entre
sus dientes… Darren recorriendo con la lengua toda la longitud de su cuello,
el camino que descendía hasta su ombligo y más abajo… Darren sobre ella,
frotando su pecho caliente contra sus senos, llenándola con su calor…
Se obligó a volver en sí, avergonzada. ¿Desde cuándo era tan
libidinosa? Se separó apenas del hombre para poner un poco de
cordura en sus pensamientos. Sí, Shannon, desde que te casaste con este
hombre has estado deseándolo, reconoció.
—¿De verdad te encuentras bien? —preguntó él, que no se había
perdido detalle de las distintas expresiones que habían pasado por el
rostro de su esposa en pocos segundos.
—Sí, es solo… —¿iba a explicarle su visión?— solo la brisa de la
noche. Tengo frío —se excusó, incapaz de confesar nada más.
Pero no hizo falta. Sus ojos le dijeron cuanto necesitaba saber, lo
KATE DANON 228
Una mágica visión

único que le importaba: ella le deseaba. Aunque no lo reconociese, se lo


comía con los ojos. Y él quería comérsela a ella, no solo con la mirada.
Desde aquel primer día en que la fiebre le había obligado a desnudarla
y a frotar su excitante cuerpo con paños húmedos, lo había deseado.
Pasearía sus manos por los mismos lugares por los que había deslizado
la tela fría. Solo que en esta ocasión, su piel se erizaría de placer y la
fiebre, de una naturaleza completamente distinta, volvería a subir.
Con un gruñido de satisfacción anticipada, Darren la cogió en
brazos y la estrechó contra su cuerpo. Emprendió el camino de regreso
a casa con grandes zancadas.
—Ehhhh, Darren —le advirtió ella—, puedo caminar. Ya te he
dicho que me encuentro mucho mejor…
—No pienso soltarte, mujer —espetó él. Y añadió con la voz
cargada de emoción—. No te soltaré en toda la noche…
Solo por el intenso calor que recorrió su cuerpo tras aquella
promesa, Shannon no se molestó ante el hecho de que su marido
hubiese olvidado su nombre… otra vez.

Todos los hombres la habían deseado aquella noche, pero era


suya.
Aquel pensamiento inundaba la cabeza de Darren y bombeaba la
sangre, frenética, por todo su cuerpo. En ese momento contemplaba
hipnotizado el cuerpo de su esposa, que había dejado con cuidado
sobre la cama, ahora en ropa interior.
Los ojos de Shannon brillaban como dos esferas de oro líquido
mientras contemplaba fascinada cada movimiento del vaquero y tenía
los labios entreabiertos, invitándole a acercarse. La larga melena rubia
se desparramaba sobre las sábanas blancas y acariciaba sus hombros
semidesnudos.
Darren supo que mordería aquellos hombros, que con sus
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Una mágica visión

dientes conseguiría arrancarle gemidos de placer. Supo que su lengua


recorrería cada rincón de aquella piel única mientras enredaba sus
dedos en los cabellos dorados y la obligaba a echar su cabeza hacia
atrás; así, el delicioso cuello quedaría expuesto, y descendería con sus
labios desde el delicado mentón hasta uno de sus pezones…
—¿Vienes o qué? —preguntó Shannon de pronto,
incorporándose sobre los codos al ver que el vaquero continuaba allí
de pie, observándola.
La falta total de romanticismo en la actitud de Shannon hizo
sonreír a Darren. Estaba claro lo que deseaba y él estaría encantado de
dárselo… Avanzó un paso hacia ella y se detuvo de nuevo, en seco.
¿Por qué estaría tan ansiosa? ¿Acaso ya lo había probado… y sabía lo
que podía esperar? Se sorprendió un poco. Siempre había supuesto
que su esposa era virgen, y ahora caía en la cuenta de que a lo mejor no
lo era. Ninguno de los hombres del pueblo conocía el pasado de
aquellas mujeres. Bueno, al menos no cuando las solicitaron.
Imaginaba que el resto de sus compañeros había tenido tiempo de
averiguarlo. Pero él no. Él ni siquiera…
—Darren, ¿vas a venir antes de que me haga vieja?
El apremio en la voz de Shannon le devolvió a la realidad. Una
sonrisa bailó en sus labios al contemplar su boca, fruncida en una
mueca de impaciencia. ¿Qué le importaba de dónde pudiera venir
ella… o con quién hubiera estado antes? Lo importante era que, a
partir de aquel momento, solo él tendría derecho a tocarla.
Apoyó una rodilla en la cama, que crujió bajo su peso.
—¿Sabes cuánto tiempo hace que no duermo en esta cama? —
preguntó al sentir la comodidad del colchón bajo su cuerpo.
Ella le acarició con un dedo allí donde su camisa se abría para
mostrar parte de su pecho.
—¿Y quién te ha dicho que hoy vas a dormir?
Seguro que no es virgen, volvió a pensar Darren, deshaciéndose
con el contacto de ese dedo. Pero la frase era tan sugerente, que lo que
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Una mágica visión

hubiera hecho antes de conocerle no le importó lo más mínimo.


Se inclinó sobre ella y colocó ambas manos a cada lado de su
cuerpo, acercando los labios a su boca. Solo la rozó con la lengua,
ninguna otra parte de su cuerpo la tocaba. Y ella disfrutó de aquella
especie de tortura. Un calor inesperado comenzó a quemarla desde
dentro y, cuando los labios de Darren comenzaron el baile lento y
exigente sobre los suyos, aquel ardor se disparó, elevándose hasta
cotas inimaginables.
Darren necesitaba sentir la dulzura de su lengua y atravesó la
barrera de los dientes para probarla y excitarla con su contacto. Jugó
con ella, exploró y gozó cuando notó que Shannon, a su vez, le mordía
el labio inferior con una pasión arrolladora.
—Shannon… —la llamó, entre beso y beso, con voz espesa.
Ella temblaba entre sus brazos y su cuerpo le pedía más. Se
arqueó para pegarse al hombre, sin ser consciente de lo que necesitaba
pero añorándolo de un modo doloroso. Notaba el corazón golpeando
fuerte contra sus costillas y le faltaba el aire, pero prefería ahogarse
antes que despegar sus labios de los del hombre.
Darren se separó un momento y ella jadeó. Sin darle tregua, bajó
los tirantes de la camisa interior y dejó los pechos expuestos a sus
caprichos. Cuando la mano grande y tibia cubrió uno de los senos, ella
ahogó un gemido.
Darren bajó la cabeza para morderla con suavidad, tal y como
había deseado. Notó cómo la respiración de la joven se aceleraba
cuando sus dientes comenzaron a incitarla. Primero en el cuello, luego
descendió por los hombros hasta llegar a la cima de uno de sus pechos.
Los succionó con los labios y sonrió cuando escuchó el jadeo ahogado
de Shannon. Le prodigó las mismas atenciones al otro pezón,
consiguiendo que ella se aferrara a su cabello, apretándolo contra su
piel.
La joven estaba perdida en un mundo maravilloso de nuevas
sensaciones que despertaban con cada caricia de la lengua de Darren.
KATE DANON 231
Una mágica visión

Ignoraba hasta qué punto ser amada por un hombre podía ser
satisfactorio, y la realidad llegaba incluso a eclipsar las visiones que
había tenido respecto a su apasionado amante.
—Desnúdate, por favor —le pidió, cuando comprendió que
necesitaba acariciarle del mismo modo en que él lo hacía con su
cuerpo.
Aquella petición se abrió hueco en la nebulosa en la que flotaba
Darren e intentó disimular una sonrisa
—¿De qué te ríes? —se molestó ella.
—Pues… de tu actitud, pensé que eras una gata salvaje —rió él—
. Y sin embargo, te muestras muy educada en lugar de arrancarme la
ropa con los dientes…
Ella pareció tomar en serio sus palabras, porque susurró un
decidido de acuerdo y apresó con furia la camisa de Darren entre sus
dientes. Tironeó inútilmente durante unos instantes hasta que su
marido, sin poder contener una suave risa, la apartó para besarla con
toda la ternura que su arrebato le había provocado.
El vaquero se colocó encima de ella, acomodándose entre sus
piernas, e intentó serenarse. Estaba tan excitado que pensó que sería
capaz de reventar los pantalones, y lo último que deseaba era herir a
Shannon riéndose de su extraña actitud.
—¿Soy graciosa? —preguntó ella, enfadada.
Él, notando el calor que desprendía el cuerpo desnudo de su
esposa, acarició una de sus cejas elevadas y su dedo recorrió luego el
perfil del rostro femenino, recreándose en su belleza.
—No he visto nunca nada tan excitante —confesó con sinceridad.
Era cierto. En ese mismo momento, contemplándola, sintiéndola
caliente bajo su cuerpo, compartiendo su extraña actitud, se dio cuenta
de que algo despertaba en su interior. Era un anhelo profundo de
poseerla más allá de aquella unión, un impulso salvaje de convertir
aquella noche en algo inolvidable, algo que no terminara nunca…
Apenas conocía a esa mujer, pero sabía, con una certeza aplastante, que
KATE DANON 232
Una mágica visión

no quería perderla. Necesitaba demostrarle lo que no podía explicarle


con palabras, así que se dedicó a besar, lamer y acariciar cada parte de
su cuerpo como si se tratara de lo más precioso que hubiera
encontrado nunca.
Shannon se dejó llevar, porque no podía hacer otra cosa. Intentó
responder a cada una de sus caricias pero se sentía torpe. Sus dedos
estaban paralizados, se estaba derritiendo entre los brazos de aquel
hombre y pronto solo quedaría de ella un charco caliente entre las
sábanas. Sin embargo, estaba convencida de que Darren no permitiría
que se diluyera…
Él se incorporó de pronto y Shannon pudo observar que el color
de sus ojos era mucho más oscuro que de costumbre. Darren se quitó la
camisa, arrancándosela cuando se le resistieron un par de botones. La
urgencia que lo consumía le obligó a deshacerse de los pantalones sin
miramientos y ella pudo admirarle tal y como era al desnudo.
Era perfecto. Su cuerpo era magnífico, su amplio pecho moreno,
sus caderas estrechas y sus largas y fuertes piernas. Ante aquella
visión, abrió mucho los ojos y levantó la mano con intención de tocarle,
pero él la agarró por las muñecas y se colocó encima, besándola de
nuevo, haciendo que se olvidase del mundo. ¿Cómo podía aquel
hombre hacerle perder el conocimiento de esa manera?
Y, que el cielo la ayudase, quería más.
Notó que los dedos mágicos de Darren exploraban ciertas partes
de su cuerpo, zonas que no sabía que tuvieran terminaciones nerviosas
tan placenteras, como sus axilas, la curva de su cintura, la cara interna
de sus muslos… ¡el interior de su parte más íntima!
Cuando él le introdujo uno de sus dedos, Shannon saltó como si
la estuvieran marcando con un hierro al rojo. Quería escapar de
aquellas sensaciones que eclosionaban en su interior despertando un
feroz instinto primario, pero en lugar de hacerlo, se apretó más a su
cuerpo.
—Shhhh —murmuró Darren contra su oído—, cariño, relájate.
KATE DANON 233
Una mágica visión

¿Cómo, en el nombre del Altísimo, pensaba ese hombre que podía


relajarse mientras movía aquel endemoniado dedo en su interior?
—Darren —jadeó, aferrándose a sus hombros.
Entre tinieblas, pudo admirar el brillo de su piel perlada de
sudor, el oscuro bronceado del sol en aquellos músculos que parecían
cincelados en piedra. ¡Oh, era tan atractivo! Recordó las palabras de su
amiga Dothy cuando dijo que había tenido mucha suerte. ¡Ahora se
daba cuenta de la razón que tenía!
—Shannon, no puedo más —musitó Darren, notando que no
podría contenerse. Su mujer le excitaba como ninguna otra lo había
hecho nunca. Normalmente, era capaz de exhibir mucho más auto
control.
La joven no comprendió el significado de sus palabras.
—¿Quieres que lo dejemos? —preguntó, asombrada de que
quisiera abandonar una actividad tan placentera.
Darren detuvo sus caricias para mirarla fijamente. Parecía
sincera… y perdida. ¿Era posible que no supiera…?
—Shannon, ¿eres virgen? —preguntó, con un hilo de voz.
—Pues… sí —contestó ella, no muy segura de cómo tomarse
aquella pregunta—. ¿Te molesta?
Una oleada de inmensa ternura le inundó ante la pregunta
inocente y sin sentido. Como única respuesta, tomó su cara con
delicadeza entre sus manos y la inundó de besos. Luego, sus labios
volvieron a apoderarse de su boca y dejó que su lengua la explorara a
placer, derritiéndola, preparándola para él.
Porque no podía más. Porque tenía que hacerla suya de
inmediato, o reventaría.
Le separó las piernas con su rodilla, e intentó ser todo lo delicado
que su estado le permitía. Se colocó entre sus muslos, aspiró su
perfume y volvió a perderse un momento en los ojos dorados que lo
miraban maravillados y expectantes.
—Puede que esto te duela un poco, cariño —se fijó en que las
KATE DANON 234
Una mágica visión

pupilas de la joven se dilataban y se apresuró a añadir—, pero pasará


rápido. Y te gustará, confía en mí.
Shannon temblaba y enredó sus dedos en el cabello de Darren
para aferrarse a algo. Entonces, él volvió a besarla, dejándose el alma
en aquel beso mientras la penetraba.
Shannon sintió que algo se desgarraba en su interior y quiso
gritar, pero la lengua del vaquero absorbió su gemido de angustia. Sus
ojos se llenaron de lágrimas y él besó sus pestañas, bebiéndose su
llanto silencioso.
Al cabo de unos segundos de estática expectación, durante los
cuales Shannon notó que el corazón le latía, dolorosamente, muy abajo,
justo entre las piernas, pudo sentir la plenitud de Darren llenándola
por completo. Y cuando él comenzó a moverse, en una suerte de baile
antiquísimo, el dolor comenzó a remitir para dejar paso al placer. Un
placer increíble que se intensificaba con cada arremetida del vaquero y
que no lograba saciarla, más bien lo contrario. Shannon elevó las
piernas y las anudó en la cintura del hombre, atrayéndolo con fuerza,
sujetándolo para que sus retiradas fueran breves y sus penetraciones
cada vez más profundas. Algo como una burbuja de calor maravilloso
comenzó a crecer en su interior y ella sabía que tenía que explotar;
fuera como fuese, aquel placer inmenso que se expandía por cada
palmo de su piel, por cada recoveco de su cuerpo, tenía que
consumirla, quemarla por entero antes de desvanecerse…
—Sí me gusta… sí que me gusta —logró articular, con los labios
perdidos en el cuello masculino.
Darren tuvo tiempo de esbozar una sonrisa complacida antes de
alcanzar el mayor orgasmo que había experimentado en toda su vida.

Despertó envuelta en los brazos de su marido. A pesar del


palpitar resentido que notaba entre sus piernas, Shannon estaba en la
KATE DANON 235
Una mágica visión

gloria. Por eso no comprendió el porqué de su prematuro despertar.


Hasta que la vio.
Estaba allí de pie, en medio de la habitación.
Una niña india, de largos cabellos negros y ojos violáceos que la
contemplaban sonrientes.
No había sentido su particular vértigo de antes de sus visiones,
por lo que no podía ser una visión… ¿O sí? Se tapó con las mantas para
cubrir su desnudez, cohibida por el hecho de que aquella pequeña los
hubiera descubierto en una situación tan embarazosa.
—¿Qué haces aquí? —susurró.
—No estoy aquí, Shannon. Aún no me has encontrado.
La joven parpadeó, incrédula. Se deshizo con suavidad del
abrazo de Darren y se levantó de la cama, no sin antes ponerse su
camisón. Se acercó a la niña.
—¿Cómo te llamas? —le preguntó.
—Huyana —respondió la pequeña—. Escucha, debes decirle a
Darren que no viaje hasta mi poblado. Tiene que encontrarme, tú le
ayudarás.
—¿Cómo sabes que irá a tu poblado? —Shannon recordó de
pronto la extraña visita que había tenido su marido durante la fiesta en
la plaza. Claro, el forastero.
—Lo sé. Darren es mi padrino y van a celebrar un funeral por mí
—dijo la niña—. Pero no estoy muerta, Shannon, debes decírselo.
La mujer se conmocionó cuando le escuchó decir que era la
ahijada de Darren. Ahora comprendía su preocupación y su enfado la
primera vez que le habló de ella.
—No va a creerme. Nadie me cree nunca —se excusó por
adelantado la joven.
—Inténtalo, por favor. Eres mi única esperanza.
Shannon se perdió unos segundos en aquellos brillantes ojos
violáceos. Se preguntó qué clase de persona horrible retendría a una
niña como aquella. Porque a esas alturas, Shannon ya había intuido
KATE DANON 236
Una mágica visión

que alguien tenía secuestrada a la pequeña.


—¿Cómo puedo encontrarte?
—En mis sueños, además de verte a ti, aparece una mujer
morena, de ojos grises…
—¡Jenny! —exclamó Shannon ante la descripción.
—Ella también necesita tu ayuda. Y yo he de socorrerla a ella…
Seguid a mi amigo… el gorrión. Él os guiará…
Shannon no entendía nada de nada. ¿Quién tenía que ayudar a
quién?
—Shannon, ¿qué haces ahí de pie?
La voz de Darren a su espalda la sobresaltó. Se giró y tuvo que
abrir la boca, extasiada ante la visión de su marido. Estaba incorporado
sobre un codo, con el pelo deliciosamente revuelto. El torso desnudo la
llamaba, tirando de sus ojos con fuerza, sobre todo allí dónde la sábana
resbalaba, a punto de revelar lo que Shannon se moría por ver de
nuevo. La noche anterior, apenas había podido contemplarlo.
De reojo, comprobó que la niña había desaparecido y suspiró,
confusa.
—No… no hacía nada.
—Entonces estás perdiendo el tiempo —ronroneó él, palmeando
su lado vacío de la cama—. Ven aquí.
Shannon, además de la boca, abrió mucho los ojos cuando
comprobó que, aquello que se moría por ver, levantaba la sábana como
si tuviera vida propia. Se olvidó de todo lo que no fuera Darren…
Darren y esa fiebre nueva que la consumía.
Sin darse cuenta de lo que hacía, extendió la mano en aquella
dirección. La suave risa de él, ronca ya por el deseo, hizo que apartara
un segundo la vista de ese lugar y la desviara hasta los ojos cobalto.
—Podrás investigar lo que quieras, mi amor —le prometió él,
apartando la sábana de un tirón—. Ven aquí y sacia tu curiosidad.
Shannon sintió que una nube de mariposas le caía desde la
garganta hasta la boca del estómago cuando vio a su marido como a
KATE DANON 237
Una mágica visión

Adán en el paraíso. ¡Aquello era increíble! Y más ahora, que conocía lo


que esa parte de su cuerpo podía hacerle sentir. Se aproximó a él
trastabillando, maravillada. Darren extendió los brazos para recibirla,
pero ella tenía otro destino mucho más interesante.
No desaprovechó la oportunidad que le había brindado para
saciar su curiosidad. Se arrodilló en la cama y bajó la cabeza despacio,
rozando con su pelo las piernas y el estómago del vaquero. Darren se
puso tenso ante su osadía y abrió la boca, expectante. Shannon se
inclinó y posó los labios en la cima del glande, mientras rodeaba con
sus dedos toda la longitud del pene. Estaba caliente y parecía palpitar
contra su palma. La suavidad de aquella piel tersa y morena la
sorprendió y quiso saborearla con la boca, así que deslizó sus labios
lentamente hacia abajo, consiguiendo arrancar un gemido de placer a
Darren. De reojo, pudo ver cómo él echaba la cabeza hacia atrás,
extasiado con aquella caricia. Shannon sonrió con malicia. Abrió la
boca y lo tocó con su lengua, al principio con cierta timidez por si su
atrevimiento no era bien recibido. Pero Darren contuvo el aliento,
inspirando bruscamente al sentir la humedad caliente de aquella
lengua y la miró con ojos vidriosos. Sujetaba las sábanas con los puños
apretados y su mirada azul le trasmitió que aquello lo estaba volviendo
loco. Shannon lamió entonces toda la longitud, desde arriba hasta su
base, y luego deshizo el camino para terminar de nuevo en la punta del
glande, introduciendo su lengua en la pequeña abertura de su cima.
—¡Ah, Shannon, mi amor! —gimió él, aferrando su largo cabello
entre los dedos.
La joven aún quería probar más. Abrió la boca y se introdujo el
miembro caliente y endurecido hasta donde pudo, chupando con los
tiernos labios mientras avanzaba en su conquista. Los jadeos de Darren
encendían su propio deseo y notó un fuego intenso y líquido
arrasándola entre las piernas, a pesar de que su esposo ni siquiera la
había tocado. Darle placer le proporcionaba a ella una satisfacción
insospechada, y quería ver hasta dónde podía llegar.
KATE DANON 238
Una mágica visión

Acarició, besó, chupó y lamió hasta que Darren no pudo


soportarlo más. Sentía que estaba a punto de estallar como un géiser.
Aquella boca suave y complaciente que se movía explorándolo con
delectación conseguía arrancarle sonidos guturales y ahogados, le
provocaba querer gritar como un animal y, aún peor, le hacía desear
hundirse con fiereza y con brutalidad en el cuerpo tibio de Shannon
para alcanzar la satisfacción que sabía que le daría. Jamás había sentido
nada parecido. Nunca la lujuria se había apoderado de su cuerpo con
tanta fuerza como para querer penetrar a una mujer como un salvaje
sin sentimientos. No podía hacer eso, no podía dejarse llevar así. Con
un gruñido, la colocó a horcajadas sobre su cuerpo y le arrancó el
camisón sin miramientos.
—Pequeña arpía lasciva… vas a matarme —jadeó, atrayéndola
para devorar sus labios. Notó su propio sabor salado en la boca de
Shannon y eso lo enardeció aún más—. Si lo de anoche te gustó, esto te
va a encantar —le susurró, con la voz rota ya por el esfuerzo supremo
de contenerse.
La levantó por las caderas y la penetró de un solo movimiento.
Ella estaba tan húmeda, tan preparada, que apenas se resintió con la
impetuosa embestida. Dejó caer la cabeza hacia atrás con un gritito de
placer y sus largos cabellos acariciaron las piernas masculinas.
Darren la contempló maravillado: sus curvas perfectas, su piel
iluminada por los primeros rayos de sol que se colaban por la ventana
y los pechos erguidos, con los pezones erectos por el deseo. Era una
amazona apasionada y entregada a él por completo. Dejaría que fuera
ella quien los guiara para no conducirse como un energúmeno.
Después de todo, Shannon había perdido la virginidad la noche
anterior.
—Darren… —gimió Shannon— me llenas… llegas tan hondo…
El vaquero sintió que su miembro se endurecía hasta resultarle
doloroso. Lo envolvía su calor, estrechándolo y atrayéndolo hacía sus
profundidades, impregnándolo con su humedad.
KATE DANON 239
Una mágica visión

Él quería proporcionarle el mismo placer y que se volviera loca


de deseo antes de dejarse arrastrar del todo por la pasión. Se incorporó
para apresar uno de sus pezones entre sus dientes, incapaz de resistirse
a su sabor. Tironeó de él y Shannon jadeó, elevándose un poco para
caer después, transida de placer.
Descubrió que en esa postura, empalada por su miembro, debía
ser ella quién se moviera para conseguir las sensaciones increíbles que
Darren le había regalado la noche anterior. Volvió a elevarse y a
descender, gimiendo por las oleadas que se transmitían desde aquel
epicentro ardiente hasta cada rincón de su piel. Bajó la cabeza para
besar a Darren, quería comerle los labios igual que había saboreado la
parte de su cuerpo que ahora le arrancaba ronroneos de placer. Era
increíble balancearse sobre él, dejar que sus fuertes manos sujetaran
sus pechos mientras ella se deslizaba a lo largo de su pene y movía las
caderas en círculos, descubriendo con cada nuevo roce una pincelada
más del paraíso.
Shannon galopó a su antojo durante un rato, hasta que la tensión
se tornó insoportable para el vaquero y sus manos recorrieron su
costado hasta sujetarla por las caderas. La guió para marcar su propio
ritmo y ella se dejó llevar, gozosa, disfrutando con la fuerza y la dureza
de las embestidas de Darren.
Gritó cuando el placer explotó, expandiéndose por todo su
cuerpo. Darren se tensó tras el gemido apasionado de su mujer y
alcanzó un orgasmo brutal y demoledor mientras murmuraba el
nombre de Shannon una y otra vez.
Cuando ella se dejó caer, exhausta, sobre el pecho masculino,
Darren la abrazó sin resuello, deleitándose con el aroma de su larga
melena rubia.
—Nadie hubiera pensado que ayer mismo eras virgen… ¿sabes
lo que me has hecho? —reconoció él complacido, tras la descarada
actitud de su esposa.
—Bueno… —susurró ella, sin aliento, apoyando la barbilla en el
KATE DANON 240
Una mágica visión

pecho masculino para poder mirarlo a los ojos—. En cierto modo,


sabía… o mejor dicho, presentía cómo iba a ser.
—Ummm, y eso, ¿a qué es debido?
—Me vas a llamar loca.
—Ya te lo he llamado otras veces, mujer.
Ella castigó ese comentario pellizcándole un pezón. Y él premió
ese pellizco alzándola por los hombros y capturando su boca para
besarla con ganas.
—Venga, cuéntamelo —la impelió tras el beso.
Shannon estaba atontada. Tal vez por eso habló, dejando a un
lado su miedo acostumbrado a que la creyeran una lunática.
—Darren, tuve otra de mis visiones —confesó.
Él levantó una ceja y sonrió ampliamente.
—Yo estoy teniendo una ahora mismo; una mágica visión… —
dijo, acariciando su espalda con suavidad mientras la contemplaba
arrobado.
Ella se incorporó y se separó de aquel amplio pecho para poder
pensar con claridad.
—No, Darren, hablo en serio —insistió ella—. Tuve una visión…
Nos vi a ti y a mí, haciendo… estas… cosas.
—Oh, vaya, vaya —Darren la abrazó por detrás y depositó un
beso en su cuello—. Me he casado con una pequeña bruja lujuriosa…
Shannon se levantó de la cama. Con él toqueteando su cuerpo no
podía mantener una conversación civilizada. Y hacerle comprender
que su don no era una chaladura le parecía fundamental en ese
momento.
—Tienes que creerme, Darren, porque no solo he visto escenas de
cama —hizo una pausa, pensando en cómo continuar. De pronto, le
resultó imperante contarle lo que había sucedido antes de que él
despertara—. He visto muchas más cosas. Por… por ejemplo —se
arriesgó, tragando saliva—, he visto adónde vas a marcharte en cuanto
salga el sol.
KATE DANON 241
Una mágica visión

Darren no pudo reprimir una suave carcajada. Pero cuando ella


se giró para enfrentarlo y comprobó la seriedad de su mirada, entendió
que no estaba de broma.
—Te marcharás al poblado de Huyana, a celebrar con su familia
un funeral por su muerte.
El vaquero saltó de la cama totalmente desnudo y se acercó a
ella. La agarró con fuerza por el brazo, con los ojos confusos.
—¿Cómo sabes eso? ¿Quién te lo ha dicho?
—Darren, me haces daño —se quejó ella—. Escúchame, ¿quieres?
Te prometí que si averiguaba algo más de ella, te lo diría. Y es lo que
pienso hacer. Pero tienes que confiar en mí, es fundamental.
El corazón del vaquero golpeaba furioso contra su pecho y su
expresión se volvió adusta; hubiese atemorizado a cualquiera. Otra vez
le hablaba de la niña. ¿Qué sabía ella acerca de Huyana? ¿Tendría algo
que ver con su desaparición? No podía ser casualidad que apareciera
en el pueblo, se casara con él y ahora le saliera con esa historia.
Después de todo, se dijo, no conocía a Shannon en absoluto. ¿Y si
ella…? No, no podía ser verdad. Su dulce mujer no podía tener nada
que ver con la desaparición de la niña.
Volvió a la cama y se sentó, respirando hondo para controlar sus
emociones.
—Muy bien, explícamelo entonces. Dime de qué conoces a
Huyana.
—Escucha —trató de explicar ella—. No he sabido su nombre
hasta hace un rato. Cuando me desperté, la vi… Ella estaba en la
habitación, como una visión…
Darren se levantó bruscamente de la cama y se acercó a ella, con
la mirada grave.
—¿Qué cosas dices, mujer? Eso es imposible —le había
prometido que intentaría comprender todo aquel asunto de sus
visiones, pero descubrió que escucharla le hacía daño—. Me ha costado
mucho asumir que Huyana está muerta. No te permito que me
KATE DANON 242
Una mágica visión

atormentes con tus desvaríos…


Shannon se indignó.
—¡No son desvaríos!
Él comenzó a vestirse intentando no escuchar las dolorosas
palabras de Shannon. ¿Cómo habría averiguado lo de Huyana? ¿Acaso
él hablaba en sueños, le había espiado mientras hablaba con Honon?
—Por favor, Darren —le suplicó ella, haciendo un último
esfuerzo—. He visto a tu ahijada, se ha comunicado conmigo. No está
muerta, ¿me oyes? Está pidiendo auxilio, debemos ayudarla.
Él cerró los ojos, traspasado por un dolor profundo. Ni siquiera
se percató de que Shannon conocía el hecho de que él era su padrino.
No. Las palabras de Honon, su fiel amigo miwok, regresaron a su
mente dotando a la ilógica situación de sentido. Se giró hacia ella y la
cogió por los hombros, zarandeándola.
—¡Basta, deja de decir eso! Está muerta. Muerta —murmuró—.
Yo también fui un necio demasiado tiempo creyendo lo contrario. Pero
ahora comprendo que, al no aceptar lo evidente, solo empeoré las
cosas. Buscaba algo imposible, en lugar de procurar la paz de espíritu a
las personas que amaban a Huyana.
Shannon notó que lágrimas de impotencia acudían a sus ojos. Le
dolía que él no la creyera, que no comprendiera lo que le estaba
contando. ¿Dónde había quedado la complicidad que habían
compartido unos momentos antes? De repente, Darren era de nuevo
un hombre extraño en su vida. El vaquero frío y cabezota que la recibió
el primer día en la puerta de su casa.
—¿Por qué no me crees? —musitó, herida y decepcionada—.
¿Recuerdas lo que te conté del incendio que predije cuando solo tenía
ocho años? Esto es lo mismo… Nadie me creyó, pero la iglesia se
incendió de todos modos…
—¡No! —la cortó él, con el tono dolorido—. Esto no es lo mismo.
Intentas crearme falsas esperanzas y no lo permitiré.
—Por favor… Darren, escúchame.
KATE DANON 243
Una mágica visión

Su ruego parecía sincero y prendió en Darren una chispa de


arrepentimiento. Pero lo que afirmaba era inverosímil. Era imposible.
Suspiró con resignación y terminó de vestirse. Cuando se hubo
abrochado el cinto, se acercó a ella y la tomó de las manos.
—Shannon… —comenzó a decir.
—Créeme, Darren —le interrumpió ella. Las lágrimas corrían
ahora por sus mejillas—. Tiene la tez oscura, el cabello largo y oscuro,
y los ojos violáceos más bellos que jamás haya visto.
Los párpados del vaquero se abrieron por la sorpresa. Sin duda,
se trataba de Huyana.
—Ignoro por qué conoces a Huyana, Shannon —susurró,
acariciando su rostro para secar aquellas lágrimas que lo lastimaban—.
Tal vez la hayas conocido y sepas algo que no quieras contarme…
—¿Insinúas que yo he tenido algo que ver con… con su
desaparición? —se asombró ella.
—O tal vez sí seas una especie de bruja que sufre visiones —
concedió él, al percatarse del horror que ensombrecía su mirada color
oro—. Pero lo que has visto entonces es un fantasma, Shannon. Un
espíritu que ya no camina entre los vivos.
Ella se alejó un paso y apartó de un manotazo los dedos del
vaquero que acariciaban su rostro.
—Puede que yo sea una bruja —espetó furiosa—. Pero tú eres el
hombre más testarudo, más frío y más cerrado de mollera que conozco.
¿Por qué no quieres entenderlo?
Él cogió su sombrero y se lo caló hasta los ojos. La miró con una
pena infinita antes de contestar.
—Porque no quiero alentar más esperanza. Duele demasiado,
Shannon. Huyana está muerta y voy a llorar su muerte junto a su
familia. Ya hablaremos de esto cuando vuelva.
Dicho lo cual, se marchó dando un portazo.
—Sí —musitó ella, con lágrimas en los ojos—. Tú sigue dando
portazos. Es lo que mejor se te da.
KATE DANON 244
Una mágica visión
KATE DANON 245
Una mágica visión

Capítulo 18

Estaba decidida. Darren no había tenido ningún reparo en


abandonarla para ir corriendo a cumplir con sus obligaciones. Ella
haría lo mismo.
Se puso su ajado vestido verde, que Darren finalmente no había
quemado. Menos mal, porque ahora, limpio y remendado, podía
seguir usándolo para los días de diario. Preparó algunas provisiones
en un hatillo y se dispuso para bajar al pueblo en busca de Jenny.
Huyana la había mencionado durante su extraña conversación y si su
amiga tenía algo que ver con aquel asunto, estaba dispuesta a
averiguar qué.
Caminó hasta la plaza sin poder evitar que su mente volviese
una y otra vez a la noche pasada con su marido. ¡Oh, cielos! Solo con
recordar los ojos oscurecidos de Darren era capaz de revivir las
ardientes sensaciones que él le había regalado. Estaba deseando
repetirlo, seguir explorando su magnífico cuerpo palmo a palmo si él
se lo permitía… Chasqueó la lengua, furiosa consigo misma.
—¡Olvídalo ya! ¿No has visto cómo se ha marchado? —se
amonestó—. Te miró como si estuvieras loca y luego se fue. ¿Por qué
sigues pensando en él?
Ah, porque nadie te ha hecho sentir nunca cosas parecidas, se contestó.
Cerró los ojos mientras caminaba para rememorar con más intensidad
sus ojos cobalto rebosantes de deseo, sus manos expertas, calientes e
incitantes. Su dura…
De pronto, su pie se enganchó en una piedra y cayó de bruces en
el camino.
—¡Mira que eres tonta! —volvió a reprenderse a sí misma,
sacudiéndose el polvo del vestido mientras se levantaba—. Eso te pasa
por andar soñando despierta.
Se obligó a sí misma a desterrar aquellos pensamientos y a
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Una mágica visión

concentrarse en el cometido que tenía por delante.


Al llegar a la plaza, preguntó por la casa de Jenny y no tuvo
ninguna dificultad en encontrarla. Se cruzó con algunos de sus vecinos
que la saludaron cordialmente. Varios hombres se empeñaron en
recordarle lo encantados que estaban de haberla conocido, y la suerte
que tenía Darren de tener una bonita esposa como ella.
¡Ay, si ellos supieran! Darren posiblemente pensara que su
esposa era atractiva, pero también que estaba loca de remate. Y,
tristemente, no podía hacer nada para evitarlo.
Al final de la calle se encontraba la casa de Jenny y, al llegar,
golpeó con decisión en la puerta principal. Esperó un poco, pero nadie
contestó. Rodeó la cabaña mirando por las ventanas para intentar
localizar a su amiga en el interior. No solía ser tan indiscreta, pero su
intuición le pedía a gritos que la buscara. Que era importante.
Y cuando llegó a la ventana del dormitorio principal, la vio.
Shannon contuvo una exclamación de horror cuando comprobó
que su amiga yacía tirada en el suelo bocabajo, desnuda. La habitación
estaba muy revuelta, como si hubiese tenido lugar una pelea en su
interior. La imagen del marido de Jenny acudió a su mente
transmitiéndole un escalofrío de temor. Sin duda, aquel hombre era
siniestro. Recordó sus ojos azules, tan claros que daban pavor. Estaba
convencida de que él tenía la culpa de lo que estaba viendo.
Forzó la hoja de la ventana para levantarla y, tras varios intentos,
consiguió moverla. Se coló dentro de la casa, extremadamente sigilosa
ante lo que pudiera encontrar. Con cuidado, se arrastró hasta la
posición de Jenny y levantó su mano para tocarla, conteniendo la
respiración.
¡Menos mal! Estaba caliente. Y ahora, de cerca, comprobó que
respiraba. La volteó para ponerla bocarriba y se horrorizó al
comprobar las magulladuras de su hermosa cara.
—¡Oh, Jenny! —exclamó, acariciándola—. ¿Qué te ha hecho ese
bestia?
KATE DANON 247
Una mágica visión

De pronto comprendió la actitud de su amiga durante la fiesta.


Sus ojeras exageradas, su apagado pesimismo, la tristeza de su mirada.
¡Pobre Jenny! Seguramente su vida había sido así desde que se casó
con aquel vaquero. ¡Y ella no estuvo a su lado para ayudarla!
—No te preocupes —le dijo, mientras la cubría con una manta
que encontró tirada junto a ella—. Ya estoy aquí.
Al notar el calor de la prenda, Jenny abrió los ojos. Parpadeó
varias veces antes de reconocerla.
—¿Shannon? —preguntó, con la voz ronca.
—Sí, amiga, soy yo.
La joven morena abrió entonces mucho los ojos y se incorporó
bruscamente.
—¡No debes estar aquí! Márchate, si él te encuentra…
Shannon sujetó a su amiga por los hombros para que se
tranquilizara.
—No —la contradijo—, si yo le encuentro a él le mataré por lo
que te ha hecho —prometió.
Ignoraba de dónde le salía aquella fuerza interior, pero sabía que
podría cumplir su palabra si se cruzaba con aquel energúmeno.
—¿Qué haces aquí, Shannon? —preguntó Jenny.
Se levantó con dificultad y se puso a recoger el cuarto. Shannon
no podía creer lo que estaba viendo.
—Deja eso, Jenny. Por el amor del cielo… ¿en qué te ha
convertido ese hombre?
Le quitó de las manos los trozos de una lámpara que debió haber
sido bonita y los dejó sobre el tocador.
—Olvídalo, ¿quieres? —la regañó—. ¿Dónde está tu querido
maridito?
Jennifer se sentó en la cama, hundida. Enterró la cara entre sus
manos y prorrumpió en sollozos.
—No lo sé —contestó. Su mirada se perdió entonces en el infinito
y continuó hablando con un hilo de voz—. Cuando le vi por primera
KATE DANON 248
Una mágica visión

vez, pensé que era el vaquero de mis sueños… ¿te acuerdas?


Shannon lo recordaba. Jenny había fantaseado con su hombre
ideal durante gran parte de su viaje.
—Pero no resultó como yo esperaba, Shannon. Es un hombre
cruel. No solo no me ama, sino que disfruta con mi sufrimiento —
susurró. Dos gruesas lágrimas cayeron desde sus ojos y dejaron
manchas oscuras sobre la manta que la cubría.
Shannon abrazó a su amiga. Era lo único que se le ocurría para
transmitirle todo el consuelo que se merecía. No había palabras que
aliviaran el sufrimiento que debía padecer.
—¿Dónde está, Jenny? —insistió Shannon, con delicadeza.
La joven morena sorbió sus lágrimas y tomó aire antes de hablar.
El dolor apenas le permitía que llegase hasta sus pulmones.
—Anoche le oí hablar con su socio. Lo hice a escondidas, por eso
él… —se interrumpió, cerrando los ojos para intentar esquivar los
recuerdos—. Dean se enfadó mucho cuando me descubrió espiando.
Pero los escuché. Hablaron de una niña, la tienen secuestrada Shannon.
¡Es un auténtico monstruo! Me dijo… me dijo que si le contaba algo a
Curtis, me mataría.
—Bueno —dijo Shannon, abrazándola de nuevo—. No se lo has
dicho a Curtis, ¿verdad? Y me alegra que me lo hayas confiado a mí.
—Pero, esa pobre niña… ¿qué será de ella? Ignoro por qué la
tienen prisionera, pero no creo que haya hecho nada para merecerlo.
¿No deberíamos acudir a Curtis? Temo por ella, Dean es tan…
malvado —confesó Jenny, estremeciéndose.
—Malvado no le hace justicia —bufó Shannon, sin poder quitar
los ojos de las feas heridas que estropeaban el rostro de su amiga—.
Escucha, da la casualidad de que estoy aquí por esa niña. Y nosotras la
rescataremos, tenemos que hacerlo, las dos juntas.
Jenny saltó como si la hubiesen pinchado. Se giró hacia Shannon
y la miró horrorizada.
—¿De qué estás hablando? Nosotras no podemos… no somos…
KATE DANON 249
Una mágica visión

¡Dean nos matará!


La joven no pudo evitar pasar con dulzura un dedo por una de
las magulladuras de Jenny.
—¿Más? —le preguntó, refiriéndose no solo a las heridas
superficiales que lucía—. Jenny, nosotras nos hemos enfrentado a
tormentas de arena, hemos viajado bajo lluvias torrenciales, hemos
caminado entre serpientes y hemos conseguido sortear todos los
peligros de un camino infernal. ¿Aún dudas de nuestra capacidad?
Le pasó una mano por los hombros y la apretó contra ella. Miró a
su alrededor, con los labios fruncidos en un gesto decidido.
—Podemos con lo que sea, y lo haremos. Iremos a buscar a
Huyana, tú y yo. Es muy importante que confíes en mí. ¿Lo harás? —
cuando Jenny asintió con la cabeza, Shannon sonrió satisfecha—. Solo
tienes que dejarme uno de tus pantalones y todo saldrá bien.
—No… No tengo pantalones, Shannon. Dean me los quemó
todos cuando nos casamos —susurró, acordándose del rostro
distorsionado de su marido cuando descubrió esas prendas entre sus
objetos personales.
—¡Ese hijo de mala madre, sapo repugnante lleno de pústulas…!
—Pero… —la cortó Jenny, sonriendo por primera vez—, tengo
algo mejor.
Se levantó de la cama y rebuscó en su arcón. Tuvo que vaciarlo
hasta llegar al fondo. Su amiga notó que sus movimientos eran mucho
más comedidos de lo normal, sin duda, los dolores que debía sentir a
causa de la paliza eran importantes. Al final, sacó una gastada bolsa de
viaje que Shannon reconoció en el acto.
—¡Mis cosas! —se abalanzó hacia ella—. ¡Oh, Jenny, las
guardaste! Mi ropa —exclamó, abriéndola y sacando las prendas para
examinarlas. Al coger su pantalón, un objeto pesado cayó al suelo—.
Mi Colt —lo reconoció Shannon.
Lo recogió del suelo y disfrutó de su tacto familiar. Era raro,
durante todo el viaje no se había separado de él porque le daba
KATE DANON 250
Una mágica visión

seguridad. Se sentía protegida. Y, sin embargo, casada con Darren no


lo había echado de menos. No quiso pensar en lo que aquello podía
significar porque no quería recordar a su marido ausente. Así que se
pasó el revólver de una mano a otra, comprobando que no había
perdido habilidad.
—Esto nos ayudará —declaró orgullosa.
—Necesitaremos algo más que tu Colt para llevar a cabo la locura
que insinúas —le recordó Jenny, intentando bajarla de su nube.
—Tienes razón —coincidió Shannon—. No sabemos el tiempo
que nos llevará dar con la pequeña, así que deberos ir bien
pertrechadas, por si acaso. Coge alguna manta, agua, provisiones…
Era imposible conseguir que entrara en razón. Jenny suspiró y
quiso decirle algo más para que desistiera de su empeño, pero, justo
entonces, escucharon un fuerte aleteo en la ventana. Allí estaba el
pequeño gorrión de Huyana, dispuesto a guiarlas hasta donde hiciera
falta.
—Bueno —murmuró Shannon—, ya estamos todos.
Jenny no entendía nada. Solo sabía que su amiga se había vuelto
completamente loca. Algo que corroboró en cuanto la siguiente frase
salió de su boca.
—Ahora solo tenemos que robarle un par de caballos a Curtis y
nos pondremos en camino —dijo, guiñándole un ojo.
Loca. Pero loca de remate, pensó una aturdida y asustada Jenny.

Dean Garret estaba furioso. Después de la paliza que le había


dado a Jenny la noche anterior, se había largado al local de Betty a
divertirse un poco con un par de chicas. Y, por supuesto, la fiesta se
alargó hasta altas horas de la madrugada. No en vano presumía de ser
un amante formidable, con una gran resistencia. Aquellas dos hembras
habían quedado sin lugar a dudas más que satisfechas…
KATE DANON 251
Una mágica visión

Por desgracia, tanto esfuerzo había ocasionado que se le pegaran


las sábanas y, al regresar a casa pasado el mediodía, se había
encontrado con que allí no había nadie. Knife se lo había advertido,
que tuviera cuidado con la mujer. Y todo aquel tiempo había pensado
que la tenía sometida… Pero la miserable había escapado. ¡Había
osado desobedecerle! Cuando la encontrase le iba a dar un escarmiento
que no olvidaría fácilmente.
Fue a ver a Knife para darle la mala noticia. Intuía que no se lo
tomaría muy bien y, como suponía, su enfado fue considerable.
Cuando aquellos malvados y dementes ojos se posaron sobre Dean,
este temió por su vida durante unos segundos. Tal vez en aquella
ocasión no se conformara con atravesar la palma de su mano con el
cuchillo.
Era algo cómico de ver. Garret le sacaba más de una cabeza y
Knife era además muy joven, un muchacho. Pero su crueldad era
anormal, incluso entre los pistoleros más desalmados. Knife era rápido
como un demonio y los que osaban dejarse engañar por su aspecto
aniñado se encontraban con una bala incrustada entre ceja y ceja en
menos de lo que duraba un suspiro.
—¿Cómo has permitido que se te escape? —preguntó, con una
voz fría como la escarcha.
—Pensé que ella estaba… —intentó excusarse—. ¡Le di una
paliza tremenda! Tendría que estar en cama, sin poder apenas
levantarse.
El rostro de Knife se crispó.
—Te dije lo importante que era que la tuvieras vigilada.
¡Recuerda lo que dijo la niña! Es la mujer del Este que mencionó. ¿Y si
ha ido a rescatarla, tal y como esa mocosa predijo?
—No puede ser —Dean movió la cabeza, sin poder aceptarlo—.
Te digo que no podría haber huido sola. Y mucho menos ir a rescatar a
nadie.
—Escucha, estamos a un paso de conseguir el oro. Seremos ricos
KATE DANON 252
Una mágica visión

y nadie se interpondrá en mi camino. Esa niña hablará, nos guiará


hasta él. Ya falta poco, lo presiento. ¿Cuánto tiempo puede resistir
alguien semejante cautiverio? —hizo una pausa y clavó en su
interlocutor una mirada cargada de veneno—. Y ya me estoy cansando.
Tom prometió sonsacarle la información pero creo que se ha pasado al
otro bando y lo único que pretende es proteger a la niña. No podemos
esperar más, y no quiero arriesgarme a que la rescaten. Ve a la cabaña
y comprueba que todo está correcto, que esa mocosa aún sigue allí. Si
lo está, tienes mi permiso para sacarle tú mismo la información… como
creas más conveniente.
Dean esbozó una siniestra sonrisa. Se colocó el sobrero y le hizo
un gesto al jefe antes de salir.
Knife le vio marcharse, pero no estaba satisfecho, ni mucho
menos. Sabía que Dean cumpliría su cometido a la perfección, o al
menos, lo intentaría. Había omitido intencionadamente el pequeño
incidente que tuvo él cuando intentó torturar a la maldita india. Esa
mocosa no era fácil de arredrar. ¿Tendría Dean más suerte? Conocía los
métodos del malvado vaquero. Podía pegarle una paliza, podía
arrancarle los dedos de las manos pegándole un tiro en cada uno de
ellos. Podía incluso llegar a violarla, aunque la pequeña contase tan
solo con ocho años de edad. Todo aquello no le preocupaba en
absoluto; lo que de verdad le martirizaba era saber si Garret podría
llevar a cabo alguna de aquellas tareas.
Con un gruñido de rabia, reconoció que no creía que ninguna de
aquellas torturas tuviera éxito. La niña no lo consentiría. De algún
modo que no alcanzaba a comprender, aquella india poseía un extraño
poder que la protegía de todas sus maldades.
Nunca les revelaría dónde estaba el oro, por fin lo asimilaba. Y
aquello solo le dejaba un camino posible: debía matarla. No sabía cómo
podría conseguirlo, pero debía encontrar alguna manera. Tal vez
cuando estuviera dormida y sus sentidos no se alertaran por su
proximidad… Sí, entonces podría pegarle un tiro en la nuca, tal y como
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Una mágica visión

llevaba deseando durante demasiado tiempo.

El gorrión las guió durante una buena parte del trayecto


siguiendo el curso del río Fresno, adentrándose cada vez más en las
zonas donde las formaciones rocosas se elevaban mezclándose con el
bosque. Shannon contemplaba el paisaje admirando los altos pinos
ponderosa, sobre cuyas ramas pudo observar algunas pequeñas
ardillas de cola gris y tupida que correteaban ajenas a la presencia
humana. Un poco más adelante, un grupo de robles negros se exhibían
orgullosos extendiéndose hasta donde alcanzaba su vista. Aquello era
el paraíso, pensó la joven. Las grandes masas graníticas que iban
encontrando se elevaban en paredes verticales o se abrían en
profundos cañones por los que discurría el agua. Pasaron junto a varias
cataratas de poca altura pero de belleza inigualable. Cerca del
mediodía, cuando llevaban ya algo más de cinco horas de viaje,
tuvieron que atravesar el cauce del río, sembrado de enormes rocas
sobre las que saltaba el agua, limpia y transparente.
—Por aquí —dijo Shannon tras inspeccionar la zona—. Los
caballos no tendrán problemas si lo cruzamos en este punto. Más abajo
tiene mayor profundad.
Jenny asintió, con gesto cansado. Las heridas de su rostro se
habían inflamado y amoratado, y sus ojos habían perdido gran parte
de su brillo. Su amiga estaba realmente afectada y ahora, tras haber
visualizado un atisbo del horror que había vivido, Shannon entendía el
porqué. Lo que no lograba comprender era el motivo de esa maldad
desmesurada que exhibía Dean Garret. Jenny era una mujer muy dulce
y muy bella. ¿Por qué querría nadie maltratarla de esa manera atroz?
Intentó no pensar en ello y concentrarse en la tarea que tenían
por delante: había que cruzar el río. Condujeron los caballos a través
de las aguas, esquivando las enormes piedras para que sus cascos no
KATE DANON 254
Una mágica visión

resbalaran al pisarlas. Se empaparon de cintura para abajo, pero los


animales consiguieron arribar a la otra orilla sin ningún contratiempo.
—Estoy agotada, Shannon —musitó entonces Jenny—. ¿Podemos
hacer un alto?
—Por supuesto —contestó. Miró en derredor, buscando un lugar
apropiado—. Allí, más adelante, en aquel pequeño claro. Comeremos
algo antes de proseguir el viaje.
Cabalgaron hacia el lugar señalado, rodeado de cedros.
Desmontaron, acomodaron los caballos a la sombra y se cambiaron la
ropa mojada por una muda seca. Cuando Jenny sacó los víveres de las
alforjas de su caballo, una mueca de dolor le traspasó el rostro.
—¿Te encuentras bien?
—Me duele un poco… todo el cuerpo —susurró, intentando
sonreír.
—Ese malnacido… No sé, tal vez no tendría que haberte traído
conmigo, Jenny.
—No, no. Está bien. Prefiero estar aquí contigo que esperando en
casa a que regrese.
Escucharon un revoloteo sobre sus cabezas y elevaron la vista. El
pequeño gorrión seguía cada uno de sus movimientos, incansable. Se
posó sobre una de las ramas del cedro y aguardó a que reanudaran su
viaje.
—Creo que ya falta poco —intuyó Shannon, mirando fijamente al
pájaro. Parecía más nervioso de lo normal.
—¿Y qué haremos cuando lleguemos? Cuando nos encontremos
con la niña, quiero decir. Supongo que estará vigilada —comentó
Jenny, muy seria—. ¿Vas a… vas a usar tu Colt contra su captor?
Shannon meditó unos instantes. Recordó la visión que tuvo la
noche del baile, cuando alguien disparaba al marido de Jenny hasta
vaciarle el cargador en el estómago… ¿Sería él su aprehensor? ¿Y sería
ella la que empuñaba ese revólver? Un estremecimiento de terror
atravesó sus pupilas doradas antes de contestar.
KATE DANON 255
Una mágica visión

—Si es necesario, lo haré —admitió.


Jenny advirtió que su voz parecía lejana, como si su amiga
supiera algo que aún no le había contado.
—Entonces, espero que no lo sea —dijo, cogiendo su mano para
apretarla con fuerza.
Encendieron un pequeño fuego y calentaron unos frijoles;
comieron en silencio, cada una sumida en sus propios pensamientos.
Los de Shannon se empeñaban en volar una y otra vez hacía Darren.
¿Habría llegado ya al poblado de Huyana? ¿Estaría en esos momentos
celebrando su funeral? Notó que se le hacía un nudo en la garganta
cuando recordó el modo en que se había despedido de ella. ¿Por qué
no había sido capaz de creerla?
Inspiró profundamente. No se rendiría. Rescataría a Huyana y la
devolvería a su familia, y entonces Darren no podría volver a dudar de
su palabra jamás.

Los cánticos de luto se empezaron a escuchar antes incluso de


que el vaquero pudiera ver las primeras viviendas del poblado. Según
se aproximaba, el paso de su caballo se ralentizaba. Como si no
quisiera llegar; como si Fuego también pudiera sentir por anticipado
todo el dolor que flotaba en aquel lugar. El ánimo de Darren seguía
emponzoñado, como lo había estado desde que abandonara su hogar.
Más concretamente, desde que abandonara a Shannon a pesar de
sus ruegos.
Sus palabras aún reverberaban en su mente con aquel tono de
súplica que lo torturaba. En su cabeza, le pedía una y otra vez que la
creyera, incansable. Y el dolor de sus ojos cuando la decepción los
inundó le provocaba pinchazos en el corazón. ¿Tenía que haberla
creído? No concebía la maldad en Shannon, no desde que había pasado
esa única y gloriosa noche entre sus brazos. Una criatura tan dulce no
KATE DANON 256
Una mágica visión

podía ser tan cruel. Y, para ser sincero consigo mismo, aparte de los
comentarios acerca de la niña, Shannon jamás había dicho ni hecho
nada para perjudicarlo. Todo lo contrario. Desde que llegó, había
puesto todo su empeño en que las cosas funcionaran. Había trabajado
en la casa, en el huerto, y había intentado obrar como una buena
esposa en todo momento. ¿Por qué, entonces, no la había creído?
Cuando al fin llegó al poblado, Darren desmontó y caminó entre
las chozas de palos hasta la zona donde se congregaban los miwok.
Habían encendido una enorme pira funeraria y alrededor los músicos
componían una melodía que penetraba en el alma de Darren con cada
nota. Flautas de hueso, sonajeros, raspadores y tambores se alternaban
con las voces de los ancianos y las mujeres que ponían todo su
sentimiento en aquel canto de duelo.
El vaquero se acercó a Sanuye, la madre de Huyana, que lloraba
amargamente de rodillas en un lugar preferente. Cuando la mujer
miwok levantó sus ojos oscuros hacia él y sus miradas se encontraron,
Darren sintió todo el peso de la culpa estrangulando su corazón.
Aquellas pupilas arrasadas en lágrimas habían perdido completamente
la esperanza.
—Omusa, nuestro amigo, nuestra familia… Gracias por venir —
le dijo, con la voz rota.
Darren sintió que las rodillas se le doblaban y cayó postrado ante
ella.
—Sanuye, perdóname.
Ella le miró sin comprender.
—Te he fallado, os he fallado a todos. Tenía… Me he rendido
antes de tiempo y le he dado la espalda a Huyana.
Sanuye negó con la cabeza al tiempo que sorbía sus amargas
lágrimas.
—No. Ya no se podía hacer nada más. La hemos buscado por
todas partes, hemos seguido todas las pistas…
Darren apretó su mano con cariño, notando cómo algo se
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Una mágica visión

desgarraba en su interior.
—Todas las pistas no. Aún tenía una más… y la he ignorado —
inspiró con fuerza, visualizando los ojos dorados de Shannon cargados
de razón cuando le decía que debían rescatar a la niña—. Lo lamento
mucho.
—¿De qué estás hablando? —le preguntó Honon, que se había
acercado en ese momento a ellos y había escuchado el comentario del
vaquero.
—Mi mujer me habló de unas visiones que había tenido y yo no
la creí. Ella me dijo que Huyana se le había aparecido para pedirle
socorro.
Los dos miwok abrieron los ojos tras esa revelación. Honon dio
un paso hacia él, con el ceño fruncido.
—Omusa, sabes que Huyana era nuestro Hii. Sabes que poseía el
poder de los espíritus, sabes que era muy capaz de hacer ese tipo de
cosas… ¿por qué no creíste a tu mujer?
—Yo pensé que ella… —¿qué, qué pensó?
Darren se maldijo por no haber confiado en Shannon, más que
nada, porque haciéndolo había acabado con la última esperanza de
encontrar a su ahijada con vida. ¿O tal vez no? Se levantó bruscamente,
con gesto decidido.
—Debo regresar, amigos. Si existe una mínima posibilidad de dar
con Huyana, la encontraré, os lo prometo.
Apretó una vez más la mano de Sanuye a modo de despedida y
luego salió corriendo en busca de Fuego. Montó de un saltó y tiró de
las riendas para volver grupas y desandar el camino recorrido hasta el
poblado. Se reuniría con Shannon para ir en busca de su ahijada tal y
como le había pedido.
—¡Espera, Omusa! —le gritó Honon.
Pero Darren ya no lo escuchó, perdido en su galope frenético y
consumido por el ansia de reencontrarse con su esposa y pedirle
perdón por haber sido tan estúpido.
KATE DANON 258
Una mágica visión
KATE DANON 259
Una mágica visión

Capítulo 19

—¡Eh, Jenny! —exclamó Shannon, refrenando su caballo—.


Presiento que estamos cerca. Iremos más despacio, sin hacer ruido.
Su amiga asintió con la cabeza y miró hacia todos lados, muy
atenta.
Se habían adentrado en la espesura del bosque y tenían la
extraña sensación de que el gorrión cada vez estaba más nervioso.
Condujeron los caballos por entre las secuoyas gigantes mientras el sol
penetraba entre sus ramas con las últimas luces del atardecer.
—¡Alto, alto! —Shannon le hizo un gesto para que se detuviera—
. Allí —le señaló algo unos metros más adelante.
Jenny pudo ver parte de una cabaña de madera que emergía
entre la espesura y su corazón se aceleró. No había vuelto a ver a Dean
desde aquella última paliza… ¿y si estaba allí? ¿Y si él estaba vigilando
a la niña?
—No tienes por qué venir conmigo.
La voz de Shannon le obligó a apartar los ojos de la construcción
para mirarla. Intentó serenarse y eliminar de su cara el gesto de pánico
que seguramente Shannon había detectado.
—No, no. Entraremos juntas —dijo, cuadrándose de hombros y
respirando hondo—. No sabemos lo que podemos encontrar.
Shannon desmontó y ató el caballo en un árbol. Sacó su Colt y
comprobó la munición. De refilón, Jenny se percató de que a su amiga
le temblaban las manos.
—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —le preguntó.
Sus ojos dorados se posaron en los de Jenny sin un ápice de
duda.
—No es que quiera, es que debo hacerlo —arguyó—. No
podemos dejar a la niña a merced de esos salvajes. Mira lo que ha
hecho Dean contigo… ¿qué hará con ella si no la rescatamos?
KATE DANON 260
Una mágica visión

Aquellas palabras contagiaron a Jenny de la misma necesidad de


ayudar a la pequeña. Tenía razón. No podían dejarla en manos de
aquel monstruo.
Juntas, recorrieron la distancia hasta la cabaña agachadas,
ocultándose en la medida de lo posible entre los árboles. Shannon
notaba el vuelo del gorrión sobre sus cabezas y, de alguna manera, eso
la tranquilizó.
Llegaron a la fachada y se apoyaron en ella, sin resuello. No
porque el esfuerzo hubiese sido enorme, sino porque sus corazones
golpeteaban con fuerza en el pecho y sus pulmones se estrangulaban
con el temor de lo que pudieran encontrar.
Shannon se arrastró hasta la pequeña ventana que abría una
brecha en aquella pared de madera y asomó la cabeza con precaución.
Enseguida localizó a Huyana. Estaba sentada a la mesa, comiendo de
un generoso plato de frijoles y arroz. Su captor, un hombre de pelo
rizado, moreno, la observaba complacido. Aquella escena la
desconcertó. Pero no perdió tiempo examinándola y le hizo un gesto a
Jenny para que la siguiera.
Con sigilo, bordearon la casa hasta la puerta, que se encontraba
cerrada. Shannon levantó su Colt y lo amartilló. Tuvo que inspirar
varias veces para serenarse. Jenny le apretó la mano, infundiéndole
ánimos y mostrándole su conformidad con los ojos. Solo entonces,
Shannon empujó la puerta con el hombro.
Con todas sus fuerzas.
—¡Quieto! —exclamó, apuntando con el arma al hombre.
Este levantó las manos, sorprendido. Dio un paso atrás y señaló a
la niña con la cabeza.
—No le hecho nada. Ella está bien.
—Sí, claro —bufó Shannon, escéptica—. Solo la tienes aquí
secuestrada.
—De verdad… Hasta le he dado de comer.
—¡Oh, qué generoso! —dio un paso hacia él, con el arma
KATE DANON 261
Una mágica visión

fuertemente cogida.
—Él es bueno —les interrumpió de pronto la niña.
Shannon la miró de reojo. No quería perder de vista al hombre.
—¿Qué dices, pequeña? ¿Acaso no te retienen contra tu
voluntad? —preguntó, sorprendida.
—Los otros no le dejan que se preocupe por mí —explicó la
niña—. Pero Tom lo hace. Tom quiere cuidarme.
Shannon dejó escapar una exclamación ahogada. Centró toda su
atención en el hombre.
—Entonces… ¿por qué no la devuelve con su familia?
Tom tragó saliva. Hundió los hombros y miró a la pequeña con
pesar.
—Ellos me matarían —susurró—. Soy un cobarde, lo admito. Y
deseaba con todas mis fuerzas que lo que Huyana afirmaba acerca de
usted fuera cierto.
—¿De mí?
—Sí. Dijo que la mujer del Este vendría a buscarla… ¿es usted,
verdad? La mujer de Omusa.
—¿Omusa? —Shannon no entendía nada.
—Creo que se refiere a Darren —aclaró Jenny a su espalda.
Claro, Darren. Shannon notó un estremecimiento al oír el nombre
de su marido. Él era el padrino de la pequeña.
Tom las miraba a una y a otra alternativamente. En verdad, la
niña no se había equivocado. Eran las mujeres más hermosas que había
visto jamás. Y, además, eran valientes.
—Llévensela. Ahora mismo, antes de que vuelvan —Tom sonrió
con tristeza—. Estaba deseando que vinieran, de todas maneras. Ya
estoy muy cansado de esto. Ella…—señaló a Huyana— es muy
especial y no se merece lo que le estamos haciendo.
Shannon suspiró aliviada, pero no bajó el arma. Parecía sincero,
mas no podía fiarse… No era tan ingenua.
—Muy bien —dijo—. Venga, nena, nos vamos.
KATE DANON 262
Una mágica visión

Jenny corrió hacia la niña y la cogió de la mano. Huyana se metió


otra cucharada de comida en la boca antes de levantarse y la joven
sonrió.
—Cuando estemos a salvo, te haré un estofado de carne para
chuparse los dedos —le prometió.
Shannon esperó a que salieran de la cabaña y luego reculó, sin
dar la espalda en ningún momento a Tom. En verdad, el hombre
parecía aliviado.
—¿Qué hará usted ahora? —quiso saber.
Él resopló y se pasó la mano por sus rizos oscuros. Movió la
cabeza y la miró con la misma sonrisa triste que había exhibido
momentos antes.
—Trataré de huir. No sé si lo conseguiré, porque ellos son… muy
vengativos. Pero he de intentarlo.
Shannon dio otro paso atrás y, de pronto, cayó en la cuenta de
que no sabía lo principal.
—¿Por qué? —preguntó—. ¿Para qué querían a esa niña? ¿Qué
les ha hecho?
—Por el oro.
Shannon no entendía nada.
—¿El oro? ¿Qué oro?
—Hay oro en estas montañas, señora. Averiguamos que existe un
importante yacimiento en las tierras de los miwok, pero no fuimos
capaces de dar con él. Secuestramos a la niña con la esperanza de que
nos dijera dónde está. Ella es… Es un ser muy especial. Sabe cosas que
ningún otro ser humano sabe. Pero el oro está en tierra sagrada y
nunca nos ha revelado su paradero. Es una niña muy cabezota, hubiese
preferido morir antes de confesar.
—Ya no hará falta que muera. Yo la devolveré con su familia —
aseguró, bajando el arma por fin—. Que tenga suerte, Tom.
Se dio la vuelta y salió para reunirse con Jenny.
KATE DANON 263
Una mágica visión

Darren galopó como nunca para regresar cuanto antes a su


hogar. Imaginaba lo que haría en cuanto saltara de su caballo y entrara
en la pequeña cabaña. Abrazaría a Shannon lo quisiera ella o no y la
besaría hasta conseguir que lo perdonara por su comportamiento. Pero
cuando llegó, con el corazón frenético por la carrera y las emociones
desatadas, encontró la casa vacía. Aquello era muy extraño; ya estaba
atardeciendo y Shannon debería estar allí…
Regresó sobre sus pasos y volvió a montar sobre Fuego.
—Lo siento, compañero —le dijo, acariciándole el cuello—, sé
que estás agotado. Pero te pido un pequeño esfuerzo más.
Se dirigió al pueblo, mirando en todas direcciones, buscando
desesperadamente la figura de su esposa entre los transeúntes que
paseaban por las calles. Preguntó a varias mujeres, pero ninguna sabía
dónde estaba Shannon.
Darren estaba empezando a preocuparse de verdad.
Buscó entonces a Curtis y no se sorprendió cuando lo encontró
en el salón de Betty, otra vez. Desde que él había abandonado sus
visitas a la madame, el viejo pasaba gran parte de su tiempo allí.
Loan vio llegar al vaquero y esbozó una sonrisa complacida.
—¡Vaya! Aquí regresa uno de mis mejores vaqueros —tomó un
sorbo de su vaso de whisky y luego su sonrisa se ensanchó, divertida—
. Por cierto, debes decirle a tu querida esposa que me devuelva los
caballos que me ha robado. No sé para qué los quería, ni me importa.
Suponía que me los devolvería en cuanto se desfogase un poco, pero
ya casi ha anochecido y estoy empezando a preocuparme.
Darren se quitó el sombrero y miró a Curtis con los ojos muy
abiertos. Luego posó su mirada en Betty, sentada junto al viejo, que lo
observaba también con aire divertido.
—¿De qué estás hablando? —preguntó.
KATE DANON 264
Una mágica visión

—¡Demonios, Darren! Tú mejor que nadie deberías saberlo —


explicó—. En cuanto te largaste, ella se reunió con su amiga Jenny y me
robaron dos caballos. Supongo que a tu esposa no le hizo gracia que te
marcharas y quería desquitarse, darte una especie de lección. Ya sabes,
no es una mujer al uso. Ninguna de las que vinieron lo es. Han
demostrado con creces su carácter después de su empeño para llegar
hasta aquí. Lo menos que se puede esperar de ellas es que se
enfurezcan cuando el hombre que venían buscando no las trata como
se merecen —Curtis hizo un alto y tuvo que contener la risa ante la
mirada desconcertada de Darren—. Por eso no las detuve cuando me
robaron. Shannon se merecía ese desahogo y me alegra que buscara el
apoyo de su mejor amiga. Al menos no se ha ido sola. Por cierto, son
unas pésimas ladronas. La sutileza no es su mejor virtud.
—Pero… —el vaquero no salía de su asombro— ¿me estás
diciendo que Shannon no se encuentra en Loan’s Valley?
La risa bailó en la boca del patrón antes de contestar.
—Veo que la fierecilla con la que te has casado guarda muchas
sorpresas. Vamos, ¿no notaste que ella estaba molesta por tu marcha?
—No, no… Ella no… —Darren palideció al recordar su
despedida.
Tuvo que sentarse cuando evocó la intensidad con la que
Shannon defendía la idea de que Huyana seguía con vida. Estaba
convencido de que su mujer no había huido para darle un escarmiento
a él. No, Shannon no era de esa clase de mujeres. Nunca haría algo tan
estúpido y tan poco eficaz. Había maneras mucho más inteligentes de
llamar su atención por haberse largado de aquella manera. Algo dentro
de Darren le decía que la huida de Shannon no era en realidad ninguna
fuga. ¡Que el cielo lo ayudara! Esa mujer cabezota bien podría haber
ido ella misma a buscar a Huyana. Y si era así…
El miedo le cogió por sorpresa.
Sintió un vacío negro en el estómago al pensar que Shannon
había salido en busca de un imposible, exponiéndose a quién sabía
KATE DANON 265
Una mágica visión

cuántos peligros en el camino. Tenía que habérsela llevado con él.


Ahora, lamentaba terriblemente haberla perdido de vista. ¿Y si ella…?
¡Oh, demonios! No podía ni pensarlo. ¿Y si no regresaba? Había
pasado junto a ella muy poco tiempo, pero ya sabía que la necesitaba
como no había necesitado nada en su vida.
—¿Qué ha dicho Dean de todo esto? —consiguió preguntar, a
pesar de que el temor le atenazaba la garganta.
—Pues, para serte sincero, no lo sé. No lo he visto en todo el día
—dijo Curtis—. Supongo que habrá ido en su busca. Si alguna de ellas
fuera mi mujer, es lo que yo haría. No dejaría escapar un tesoro
semejante.
A Darren no le pasó desapercibido el gesto de Betty. Las palabras
de Curtis habían conseguido que la madame se tensara en su silla y sus
ojos, verde y azul, se velaran con un anhelo desconocido en su
persona. Nunca la había visto así. Por un momento, pensó que tal vez
hubiese querido que Curtis pronunciara esas palabras refiriéndose a
ella.
No obstante, Darren no perdió tiempo en examinar la extraña
actitud de Betty, porque la revelación del viejo había convertido su
miedo en un pánico creciente. Sabía que Dean era peligroso, a él no
podía engañarlo. A pesar de su cara atractiva y sus modales exquisitos,
Darren sospechaba que no era de fiar. Algo en sus entrañas se lo decía
cada vez que se cruzaba con él. Si, como bien había elucubrado Curtis,
el matrimonio con Jenny no iba todo lo bien que debiera, Dean estaría
furioso. Buscaría a las mujeres y cuando las encontrase, lo creía capaz
de cometer cualquier atrocidad. Y Jenny le preocupaba, pero
Shannon… Nunca se lo perdonaría si Shannon sufría algún daño.
—Debo encontrarlas —dijo de pronto, poniéndose en pie.
—Sí, y yo debería acompañarte. También estoy preocupado por
ellas —admitió Curtis, ganándose otra de las extrañas miradas de
Betty—. De alguna manera, me siento responsable de todas las mujeres
que he traído hasta aquí.
KATE DANON 266
Una mágica visión

—No eres su padre —espetó la madame, robándole el vaso para


darle un buen trago.
—Cierto, pero bien podría serlo.
—Vamos, no eres tan viejo —ronroneó ella, cambiando de golpe
su actitud ante aquel comentario de Curtis.
—Eres una aduladora, querida, y me miras con muy buenos ojos.
Ella le sonrió con un candor que sorprendió a Darren. Y, aunque
hacía ya algún tiempo que los asuntos de Betty habían dejado de
importarle, cuando se alejaba en compañía del patrón no pudo
morderse la lengua.
—¿Me lo he imaginado, o estabas flirteando con Betty?
—Lo imaginabas, sin duda —respondió, con los ojos azules
brillantes.
—Pero sí que es cierto que pasas mucho tiempo con ella
últimamente…
Curtis soltó una carcajada y le palmeó en la espalda.
—Ya que tú estás muy ocupado con tu esposa, alguien tiene que
entretener a la madame.
—Eres un mal bicho —susurró Darren, colocándose de nuevo el
sombreo antes de salir del local.
KATE DANON 267
Una mágica visión

Capítulo 20

—Ha sido demasiado fácil —dijo Jenny, echando otro leño al


fuego.
—Aún no ha terminado —aseguró Shannon, que no le quitaba
ojo a la enigmática niña.
Tenía un aura especial, no cabía duda. Apenas podía apartar la
vista de ella, atraída por su extraño magnetismo. Poseía un pelo negro
como el ónice y sus ojos violáceos lo observaban todo con un brillo de
inteligencia y sabiduría impropio de su edad.
—¿Vas a llevarme con Omusa? —le preguntó de pronto,
sobresaltándola. Su voz también tenía un timbre inusitado para una
niña: profundo y sereno.
—Supongo que te refieres a Darren —suspiró Shannon—. No lo
sé, de verdad. Sé que él es tu padrino y todo eso… pero no quiso
escucharme. Me molestó mucho que no confiara en mi palabra.
La niña sonrió, mostrando una hilera de dientes pequeños y
blancos.
—Llévame con él, Shannon. Así podréis devolverme juntos a mi
pueblo. A él le haría mucho bien… ha sufrido mucho.
¿Era una niña, o la anciana sabia de la tribu disfrazada?, pensó
Shannon.
—Parece que sabe lo que dice —intervino Jenny, mientras
removía la sopa del cazo que había puesto en el fuego.
—Lo sé —contestó la propia Huyana—. Y también sé lo que tú
has padecido.
Shannon no supo si fue el tono que usó la pequeña,
enronquecido y suave, o las palabras tan certeras. De pronto, Jenny se
derrumbó y comenzó a llorar, tapándose la cara con las manos,
avergonzada.
Huyana corrió a su lado y en un gesto espontáneo, la abrazó.
KATE DANON 268
Una mágica visión

Jennifer se aferró al enjuto cuerpecito y lo estrechó con fuerza,


dejándose llevar por la dulzura que emanaba de aquella criatura
maravillosa. Shannon tragó el nudo que se le había formado en la
garganta. Realmente, Jenny había padecido un infierno a manos de
Dean.
Tras unos largos minutos de desahogo, Jenny pareció
tranquilizarse. Shannon aprovechó para servir la cena y las tres se
acurrucaron junto al fuego, sin hablar, notando que aquella sopa
caliente alimentaba no solo sus estómagos, sino también sus almas.
—Muchas gracias por rescatarme —susurró de pronto la niña,
rompiendo el silencio—. Esos hombres me hubieran hecho mucho
daño si no hubieseis llegado a tiempo.
Shannon recordó la primera visión que tuvo de Huyana, cuando
aquel hombre se dirigía a ella con el hierro al rojo en las manos.
—Ya intentaron hacerte daño, ¿verdad? Pero no veo ninguna
marca en tu cuerpo… ¿Llegó a herirte?
La niña negó con la cabeza, con los ojos perdidos en el infinito de
sus recuerdos.
—Quiso quemarme con aquel hierro, pero por aquel entonces yo
aún tenía fuerzas. Pude defenderme, los espíritus me ayudaron…
Después, como apenas he comido desde que me capturaron, me he ido
debilitando. Si lo hubiesen intentado de nuevo, no hubiera podido
defenderme —explicó la niña, hablando como una persona adulta para
asombro de las dos mujeres—. Cuando me di cuenta de lo débil que
me encontraba, acepté la comida de Tom. Pero no ha sido bastante, aún
no estoy recuperada.
—¿Por qué no comías? —preguntó Shannon, sin entender.
—Los espíritus me dijeron que aquellos hombres malvados solo
me mantenían con vida para que les revelara lo que querían saber. Su
comida ensuciaba mi alma, así que no dejé que me alimentaran.
Después, cuando comprendí que Tom no me haría daño, decidí aceptar
lo que él me diera. Su ofrecimiento era sincero y estaba preocupado
KATE DANON 269
Una mágica visión

por mí. No pretendía solo que siguiera viva para que les hablara del
oro, quería protegerme a toda costa.
Jenny suspiró y la abrazó por los hombros, como si ella también
quisiera protegerla de cualquier peligro que estuviera acechando en la
oscuridad.
—Ahora nosotras nos ocuparemos de que recuperes fuerzas —le
dijo.
—Yo hago un estofado para chuparse los dedos —apuntó
Shannon.
La niña le dirigió una mirada suspicaz y una gran sonrisa.
—Me parece que dejaré que sea Jenny la que cocine para mí.
Shannon abrió la boca, haciéndose la ofendida.
—¿Insinúas que no sé cocinar? —inquirió, preguntándose a su
vez cómo sabría aquella mocosa que su mejor virtud no era la de ama
de casa, precisamente.
Tanto Jenny como la niña rompieron a reír ante su gesto
ofendido.
De súbito, mientas observaba las caras divertidas de sus
compañeras, a Shannon le sobrevino de nuevo aquel vértigo tan
conocido que nubló su mente… iluminándola instantes después con un
poderoso fogonazo…
Dean está atado a un árbol. Un revólver lo apunta, avanza hacia él,
cada vez más cerca… Dispara, dispara, le hiere en el estómago, una y otra
vez… Dean grita, desgarrado por el dolor…
—¡¡No!! —gritó, poniéndose en pie bruscamente.
—¿Qué ocurre? —preguntó Jenny, alarmada.
—He visto… lo he visto —Shannon temblaba.
De nuevo aquella visión, la misma que tuvo la noche del baile
cuando el marido de Jenny apretó su mano. Pero en esta ocasión, había
sido mucho más real y estaba sobrecogida. Miró en derredor y gimió
descorazonada cuando reconoció a unos pasos de donde se
encontraban el escenario de su premonición: el grueso tronco de una
KATE DANON 270
Una mágica visión

increíble secuoya gigante. Sin duda, la misma que acababa de ver.


—Tenemos que irnos de aquí —declaró, con la voz aún
temblorosa.
—¿Ahora? —Jenny miró también a todos lados, buscando el
motivo de la alarma de su amiga, sin encontrarlo—. Shannon, ya ha
anochecido y está muy oscuro, no se ve nada. Estamos agotadas. Yo
creo que deberíamos descansar y mañana, a primera hora…
—Deberías hacer caso a mi esposa.
La voz salió de la oscuridad, sobresaltándolas. Dean avanzó
desde la sombra hasta situarse en el círculo de luz de la fogata, donde
todas pudieren ver bien su siniestro rostro.
—Me encontré con el bueno de Tom de camino —dijo—. Me
explicó lo ocurrido y quiso que lo entendiera… —soltó una
desagradable carcajada—. Siempre supe que era demasiado blando
para esto. Por supuesto que lo entendí, pero le hice ver mi propio
punto de vista.
—¿Lo has matado? —se aventuró a preguntar Jenny.
Los ojos de Dean eran dos finas rendijas de odio cuando
respondió.
—No creo que sea de tu incumbencia, mujer. Me has hecho
perder mucho tiempo viniendo tras vosotras.
—No tenías que haberte molestado —le cortó Shannon,
recobrando parte de su aplomo tras el susto.
Los ojos claros de Dean la fulminaron.
—Desde el principio supe que eras una mala influencia para
Jennifer. Creo que es hora de que tú y yo tengamos una conversación…
—su boca se curvó en un gesto obsceno—. O quizás algo más.
Caminó hacia ella con malvada determinación, pero Jenny se
interpuso.
—¡No! No permitiré que le hagas el daño que me has hecho a mí.
Dean esbozó una sonrisa sibilina que logró congelar el aliento de
las tres mujeres. Y, rápido como un rayo, su puño se alzó y cayó sobre
KATE DANON 271
Una mágica visión

el rostro de Jenny, tirándola al suelo, inconsciente. Una vez allí, le


pateó el estómago.
—¡Jenny! —exclamó Shannon, girándose para tratar de llegar a
su alforja, donde tenía guardado el Colt.
Pero el vaquero se abalanzó sobre ella, agarrándola
dolorosamente por el cabello. Tiró de él con crueldad y Shannon gimió
de dolor.
—¡Maldita perra! Mira lo que has conseguido con tus
maquinaciones —siseó Dean contra su oído—. No podías dejar las
cosas como estaban, ¿verdad? Tenías que ser una heroína y salvar a la
niña. ¿No lo comprendes? La india ya está sentenciada. Cuando acabe
contigo… la mataré a ella.
—¡Noooo! —gritó, luchando por zafarse de aquella garra que le
aprisionaba el cuero cabelludo.
Dean la arrastró a unos metros de allí y la arrojó al suelo,
tirándose después encima de ella. Le sujetó las manos sobre la cabeza y
le inmovilizó las piernas con sus rodillas sin dejar de reírse.
—¡Vaya, palomita! Eres tan tierna como mi propia mujer…
Incluso diría que más bella aún. Me muero por clavarme en tu cuerpo
y probar tu sabor —se quedó pensativo un momento y luego chasqueó
la lengua—. Lástima que tu querido esposo no esté aquí para disfrutar
del espectáculo…
Ella peleó, luchó por intentar soltarse de aquellas manos de acero
que la aprisionaban.
—Pero no te preocupes, se lo contaré todo. Y no tendré más
remedio que matarlo, porque indudablemente querrá vengarse —la
observó con aquella maldad inhumana en sus ojos claros—. ¿Crees que
le importas lo suficiente como para querer vengarse?
—¡Suéltala, Dean! —gritó Jenny, a su espalda.
Después, se escuchó cómo amartillaba el Colt de Shannon.
El vaquero levantó las manos y resopló, impaciente.
—No comiences algo así, Jennifer. No tienes valor para
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Una mágica visión

terminarlo.
—¿Tú crees? —preguntó ella, con un tono duro—. ¡Vuélvete,
maldita sea, quiero verte la cara!
Dean se levantó despacio, liberando del todo a Shannon, y se giró
lentamente para enfrentarla.
Jenny sangraba por el labio y se sujetaba el estómago dolorido
con la mano que le quedaba libre. El arma temblaba con violencia entre
sus dedos, pero su rostro poseía una determinación peligrosa. Shannon
corrió para colocarse a su lado.
—No eres una asesina, Jenny —murmuró, recordando la visión
que acababa de tener—. Será mejor que yo sostenga el arma.
—¡No! Este malnacido debe pagar por todo el daño que ha
causado…
Estaba llorando. Sus lágrimas eran de rabia, de odio, y Shannon
temió lo que podría ocurrir. Ella había sido testigo con su visión de las
oscuras consecuencias que podría reportarle un acto tan visceral como
aquel. Jenny no pensaba lo que hacía. Solo sentía dolor… y quería
desquitarse.
—Escucha a tu amiga, Jennifer —espetó Dean, fanfarrón—. No
serás capaz. Eres una cobarde, no tienes valor para apretar el gatillo.
No eres nadie, nadie…
—Sigue hablando —le retó ella, apretando los dientes con
rabia—, eso me lo pondrá mucho más fácil.
—Jenny —se escuchó la voz de la pequeña Huyana que se
acercaba—. No debes matarlo, tu sufrimiento nunca terminará.
—¡No lo entendéis! —chilló ella, fuera de sí. El dedo del gatillo se
movía frenético, buscando el alivio del disparo—. ¡Tiene que morir, es
un monstruo! ¡Tiene que morir!
Shannon sintió que la niña buscaba su mano y pensó que
necesitaba consuelo, que estaba asustada.
Nada más lejos de la realidad.
—Estoy débil, apenas tengo fuerzas —indicó la pequeña—.
KATE DANON 273
Una mágica visión

Necesito parte de las tuyas.


Shannon notó cómo Huyana le absorbía energía a través de su
mano y en un primer momento, se asustó mucho. Era como si le
estuvieran despojando de su propia vida poco a poco. Como si
consumiera cada aliento, cada pálpito de su corazón. Las piernas
comenzaron a flaquearle y cayó de rodillas. Tuvo miedo y quiso
soltarse, pero no lo logró; de repente, la niña levantó su mano y lanzó
su magia contra Dean.
El vaquero voló por los aires y se estrelló de espaldas contra el
árbol. Una cuerda de la alforja de Shannon salió disparada en su
dirección y se enrolló alrededor de su cuerpo, sujetándole al tronco de
la enorme secuoya.
—¡Eres una maldita bruja! —jadeó, aterrorizado.
Jenny avanzó hacia él, apuntándole con el revólver.
Y Shannon creyó que se ahogaría en su propia pesadilla porque
le faltaba el aire y se estaba cumpliendo su visión con una exactitud
pavorosa.
—¡No! —consiguió gemir.
Estaba agotada. Huyana le había consumido gran parte de sus
fuerzas y apenas podía mantener los ojos abiertos.
De súbito, la niña la soltó y ella notó que el aire volvía a inundar
sus pulmones. Cayó al suelo de bruces y desde allí pudo ver, entre
tinieblas, cómo la pequeña avanzaba hasta Jenny y ponía su mano en el
brazo que apuntaba al vaquero. Se le cerraban los párpados, pero aún
pudo ver como Huyana conseguía que Jenny bajara el arma y se
derrumbase de rodillas en el suelo, sollozando angustiada.
No lo había matado.
Shannon consiguió esbozar una sonrisa antes de sumirse en un
sueño reparador. Gracias al cielo, su visión no se había cumplido.
KATE DANON 274
Una mágica visión

Capítulo 21

Darren estaba desesperado. Curtis y él, junto con algunos de los


vaqueros del rancho, habían barrido la zona boscosa donde
comenzaban las montañas y no habían conseguido dar con las mujeres.
Sin duda, se habían adentrado en la espesura más de lo que suponían
en un principio, siguiendo el curso del río Fresno, y no podían saber
hasta dónde habrían llegado.
Algo se removía inquieto en la boca de su estómago. Un estúpido
nudo de temor que jamás había sentido. Dejó vagar la vista por los
altos pinos que los rodeaban, buscando lo imposible, deseando ver una
cabeza rubia apareciendo de la nada, con aquella sonrisa que
conseguía iluminar todo su rostro.
Varios vaqueros se habían ofrecido para acompañarlos en su
búsqueda, solidarizados con la causa de Darren. Se ponían en su lugar
y comprendían su desesperación. Ninguno quería imaginarse qué
hubiese sido de ellos si su mujer hubiese huido como la de su
compañero.
—Deberías aceptar el hecho de que es posible que te haya
abandonado —escuchó a su espalda.
Se volvió como un rayo y se enfrentó al joven Brett Hurt, que
intentaba componer un gesto consternado. Pero algo en su rostro no
encajaba. Darren se dio cuenta en ese preciso momento. ¿Estaría
disimulando? ¿Se alegraba, en el fondo, de que Shannon le hubiera
dejado? Su rostro aniñado le exasperó.
—¿Por qué dices eso? —preguntó, irritado.
—Bueno, tal vez no… Pero es muy extraño que no haya señales
de ella por ningún lado.
—Puede que la dama tenga asuntos que atender —intervino
Curtis, colocándose entre ambos, amonestando con la mirada al joven.
—Si es eso… ¿por qué no suspendemos la búsqueda? No tiene
KATE DANON 275
Una mágica visión

sentido seguir rastreando y mirando bajo cada piedra del camino —se
quejó.
—¿Qué ocurre? —preguntó Curtis—. Tú te ofreciste voluntario.
El joven se pasó la mano por el pelo, con gesto cansado.
—Pensé que las encontraríamos pronto, pero ya ha oscurecido y
cada vez estoy más convencido de que han huido… y no volverán.
El caballo de Darren piafó como si sus palabras lo hubiesen
ofendido y el vaquero tuvo que tranquilizarlo. Antes de que pudiera
contestar a ese comentario, Curtis volvió a hablar.
—Tú puedes regresar —le concedió Curtis—, nosotros
buscaremos un poco más.
El joven les dedicó una intensa mirada antes de asentir con un
gesto seco de cabeza. Acto seguido, tiró de las riendas de su caballo y
enfiló el camino de regreso al pueblo.
—¿Qué le pasa a ese? —preguntó Darren, que se había quedado
con ganas de apearle de su montura de un puñetazo.
—Creo que está algo celoso —reflexionó Curtis, mientras lo veía
alejarse—. Si mal no recuerdo, pretendió a Jenny el día en que llegaron
las mujeres, pero ella lo rechazó. Y como ella, las demás. Ninguna
quería a ese jovenzuelo con cara de niño como marido. Acabó casado
con una chica flacucha, muy poca cosa, llamada Patience. Se tuvo que
conformar al ver que no quedaban más opciones. Y entonces, al día
siguiente, apareció Shannon. Supongo que el muy iluso pensó que, tal
vez, si la hubiese conocido a ella antes…
—Shannon es mía —saltó Darren, muy deprisa.
Curtis sonrió ante su arrebato.
—Ya lo sé, idiota. Solo te explico lo que debe estar pasando por la
mente de ese muchacho, para que no tengas ganas de atizarle un buen
puñetazo por sus desafortunados comentarios —Curtis se acercó más a
él y le susurró con un deje malicioso—. De todas maneras, tienes que
reconocer que cualquier hombre sentiría celos de ti. Después de todo,
Shannon es la mujer más hermosa de Loan’s Valley. Todos los hombres
KATE DANON 276
Una mágica visión

la desean. ¿Aún te extraña que el chico esté loco por ella y te odie a ti
de paso?
La furibunda mirada de Darren ante esas palabras provocó otra
gran sonrisa en el rostro del patrón. Le encantaba hacer rabiar a
Darren, máxime cuando había dado tanta guerra con el asunto de
aquella boda. Se tenía bien merecido que Shannon le hiciera sufrir un
poco.
Lo malo era que a lo mejor no se trataba de un escarmiento, como
Curtis creía. Estaba empezando a sospechar que algo malo podía
haberles ocurrido, porque aunque celoso y necio, Brett Hurt tenía
razón: no había rastro de ellas por ninguna parte.
En la mente de Darren seguían martilleando las palabras del
patrón. Todos los hombres la desean. Aquel comentario se le había
clavado como un clavo oxidado en el centro del pecho. No podía
soportar la imagen que le evocaba aquella frase y supo que tenía que
encontrar a su mujer a toda costa.
—Sigamos buscando un poco más —le pidió a Curtis,
adelantándole con el caballo.
Al patrón no le pasó desapercibido el tono ceniciento del rostro
del vaquero, pero en esta ocasión, su desesperación no le causó
ninguna gracia. Él mismo estaba empezando a preocuparse de verdad.

Shannon se despertó, muerta de frío. Notó que el fuego crepitaba


muy cerca de ella, pero el calor era insuficiente para devolver la tibieza
a su aterido cuerpo. Le dolía cada músculo, cada poro de su piel. ¡Esa
mocosa! ¿Qué rayos le había hecho?
Escuchó su vocecita infantil a pocos metros de dónde se
encontraba y giró la cabeza para ver a Huyana conversando con Jenny.
Su amiga aún temblaba con violencia y sollozaba, pero comprobó que
asentía ante las palabras de la pequeña. Shannon supo, sin asomo de
KATE DANON 277
Una mágica visión

duda, que la niña estaba curando las heridas del alma de Jenny.
Se incorporó con un gesto de dolor y buscó el árbol en el que
habían atado a Dean. Allí seguía. Y además, ahora estaba amordazado.
El vaquero le devolvió una mirada de odio tan profundo que se le erizó
la piel.
Despegó sus ojos de aquella mirada venenosa y se arrastró como
pudo hasta Jenny.
—Será mejor que nos vayamos de aquí —susurró—. Esto no me
gusta… Y tú —exclamó señalando con el dedo a Huyana—, no sé lo
que me has hecho, pero no lo vuelvas a hacer. Prométemelo.
La niña sonrió, condescendiente, y lo prometió.
—Necesitas descansar —le recomendó—. Debes dormir y
recuperar fuerzas.
—Las que tú me has quitado.
—Era por el bien de todas. Ese hombre es malo, muy malo.
Pensaba hacernos daño. Pero Jenny no debía disparar, eso solo hubiese
emponzoñado sus sentimientos y nunca se hubiera curado.
Shannon asintió, con un asomo de sonrisa.
—Tienes razón, pequeña sabionda —le pasó la mano a Jenny por
la espalda para consolarla—. Todo saldrá bien, amiga. Olvidarás todo
esto y volverás a ser feliz.
—¿Qué vamos a hacer con él? —preguntó la joven morena,
señalando a Dean con la cabeza.
—Deberíamos dejarle ahí atado. Ya lo encontrará alguien —
sugirió Shannon.
—Es un hombre malo —repitió Huyana, con un susurro
velado—. Podemos dejarlo, sí, alguien lo encontrará…
Shannon y Jenny intercambiaron una mirada interrogante. ¿Qué
le ocurría ahora a la niña? Sus ojos parecían perdidos en el infinito y las
mujeres tuvieron la sensación de que sabía muchas más cosas de las
que decía. Y no debía tratarse de nada bueno, porque la tristeza
anegaba su rostro moreno y sus tibios ojos violáceos, que en ese
KATE DANON 278
Una mágica visión

momento relucían con un brillo plateado fantasmal.


—Estoy muy cansada —anunció Shannon, con un suspiro—.
Huyana tiene razón, necesito dormir. Mañana lo veré todo con mayor
claridad y decidiremos lo que hacer.
Le dio un beso a Jenny en la sien y apretó la mano de la niña con
cariño. Se arrastró de vuelta a su manta, junto al fuego, y se acurrucó
hecha un ovillo. Cerró los ojos e intentó dormir, pero los ojos asesinos
de Dean la acosaban, poniéndola muy nerviosa.
Entonces pensó en otros ojos, color cobalto, de mirada intensa y
ardiente. Su cuerpo se relajó en el acto y se durmió enseguida,
arrullada por otras imágenes mucho más agradables.

No habían encontrado nada. Bueno, sí. Darren estaba muy


furioso, porque durante su búsqueda, habían observado señales de
huellas que habían sido borradas. Alguien se había dedicado a
despistarles, a guiarles por caminos equivocados, hasta que se dieron
cuenta de que las pistas que encontraban eran erróneas. ¿Quién querría
eliminar del camino las señales que los conducían a las mujeres,
adrede?
—No te preocupes —le dijo Curtis, aunque él mismo estaba
bastante nervioso—. Verás como todo se soluciona.
El patrón había dado la orden de volver al pueblo. Los hombres
necesitaban un descanso. Y, aunque Darren no quería abandonar la
búsqueda, deseaba acudir a su cabaña para ver si Shannon había
tenido el sentido común de regresar.
Sin embargo, después de recorrer un gran trecho del camino de
vuelta, sus experimentados ojos, tan bien entrenados por sus amigos
miwok, dieron con un rastro que no esperaban.
Darren desmontó y se agachó junto al camino, examinando las
huellas. Frunció el ceño, extrañado. Aquello no le cuadraba nada.
KATE DANON 279
Una mágica visión

—Parecen las huellas de una sola montura —explicó a Curtis,


que lo observaba intrigado—. Venía por este mismo camino, pero se
detuvo y giró hacia allí —dijo, señalando de nuevo hacia el interior de
la montaña.
—Qué raro. El único que ha venido por aquí recientemente ha
sido el joven Brett, de regreso a su casa. Dudo mucho que haya vuelto
a adentrarse en la espesura.
—Por eso me extraña. Ese chico debe estar a estas horas en su
hogar, con su esposa. ¿De quién son entonces estas huellas?
—No lo sé. Pero tú y yo vamos a averiguarlo.
Curtis ordenó al resto de los hombres que regresaran, estaban
exhaustos. Entregaron a Curtis y a Darren el agua que les quedaba y
así estos pudieron seguir el inesperado rastro. Esperaban que esta vez
aquellas huellas les llevasen más cerca de las mujeres. Aunque, se
repetía Darren una y otra vez, solo había señales de un caballo. Y ellas
eran dos. ¿Acaso habían sufrido alguna un accidente? No quiso pensar
en ello y espoleó a Fuego para ir más deprisa. Necesitaba respuestas o
se volvería loco. Necesitaba tener a Shannon entre sus brazos, y
cuando la tuviera, nunca más la dejaría marchar.
Cabalgaron en la noche guiándose por el extraño rastro. Por
fortuna, la luna aquel día irradiaba suficiente luz, aunque Darren se
lamentaba porque no iban tan deprisa como quisiera. Con la luz del
día todo hubiese resultado más fácil. Tras un par de horas más de
búsqueda, llegaron por fin hasta una cabaña en medio del bosque.
—¿Qué demonios es eso? —preguntó Curtis.
—Es evidente… Parece una especie de refugio.
Los vaqueros desmontaron y sacaron sus armas antes de entrar.
Caminaron con sigilo hasta la entrada y Darren empujó la puerta con
cuidado. Dentro, reinaba el silencio y una oscuridad aplastante flotaba
por toda la sala. Divisó la sombra de una lámpara sobre la única mesa
de la estancia y se acercó a ella para encenderla. Después, con la luz en
la mano, se giró para inspeccionar el lugar.
KATE DANON 280
Una mágica visión

—¡Por todos los diablos! —exclamó Curtis, cuando iluminó el


cuerpo inerte que yacía en el suelo.
—¿Quién es? —preguntó Darren. Jamás lo había visto antes.
—No lo sé.
Ambos inspeccionaron el cuerpo del hombre moreno, de pelo
rizado, con una bala metida entre ceja y ceja. Luego rebuscaron por la
sala en busca de alguna prueba que les condujera a las mujeres. Darren
encontró un plato de frijoles y arroz sobre la mesa y una especie de
camastro en una esquina. Cuando lo revisó, sus dedos temblorosos
levantaron algo que brillaba entre las mantas.
—¿Qué has encontrado? —preguntó Curtis.
Darren no podía hablar. No podía creerlo.
El patrón se acercó hasta él y observó el colgante que sujetaba en
la mano.
—Parece un collar indio —indicó.
—Es de Huyana —susurró Darren, con la garganta estrangulada
por la emoción.
Allí había yacido su ahijada, estaba convencido. Y Shannon tenía
razón cuando dijo que tenían que buscarla. ¡Oh, cielos! ¿Habrían
llegado demasiado tarde? ¿Dónde estaba Huyana?
Aquel descubrimiento le aceleró el corazón. ¿Habría llegado
Shannon hasta allí? ¿Y si su ahijada aún seguía con vida… como creía
su mujer? Las preguntas le martillearon en la cabeza hasta que Curtis
sugirió que continuasen la búsqueda.
—Llevamos todo el día buscándolas y ni siquiera sabemos si ellas
aún… —se le quebró la voz, al tiempo que estrujaba con rabia el collar
entre sus manos.
—Ellas están vivas —espetó Curtis, convencido—. Me lo dice mi
viejo corazón. Y, créeme, mis corazonadas nunca me han fallado.
KATE DANON 281
Una mágica visión

Con las primeras luces del amanecer, las dos mujeres levantaron
su improvisado campamento. Apenas les quedaba comida y
decidieron dársela a la niña. Shannon se acercó hasta donde se
encontraba Dean, aún atado y amordazado, mientras la pequeña
devoraba su desayuno.
—Vamos a dejarte aquí —le explicó—. Debería decirte que para
siempre… o al menos hasta que un oso te encuentre y acabe contigo —
suspiró y se acercó más, bajándole la mordaza para liberar su boca.
—Maldita perra —musitó Dean, con la voz reseca—. Pagaréis por
esto.
—Sí, sí, sí. Anda, bebe un poco, lo necesitarás.
Shannon acercó a sus labios la cantimplora y el vaquero dejó a un
lado su dolido orgullo para saciar su sed con un ansia lastimera.
—En cuanto lleguemos a Loan’s Valley enviaremos a alguien a
buscarte —dijo ella, apartando el agua para frustración del hombre—.
Como comprenderás, tu esposa no quiere viajar a tu lado. Espero que
te hagas cargo…
—Sois las dos unas putas miserables, y os mereceríais que…
No pudo seguir hablando porque Shannon volvió a colocarle la
mordaza en la boca. Solo pudieron escuchar los gemidos angustiosos
de Dean mientras abandonaban el claro y lo dejaban atado en aquel
árbol. Ninguna de las tres lo lamentó. Allí estaba muy bien; allí no
podía hacerle daño a nadie más.
Tras varias horas más de viaje, Jenny y Shannon pudieron ver
por fin las siluetas de las cabañas del pueblo recortándose contra el
horizonte.
—Ya casi estamos en casa —murmuró Shannon, apretando el
cuerpecito de Huyana que viajaba en su caballo, sentada delante de
ella—. Pronto te encontrarás con Darren.
—Omusa… —exclamó la niña, con una sonrisa radiante.
—Pues yo no tengo ninguna gana de volver —confesó Jenny—.
¿Puedo quedarme con vosotros, Shannon, hasta que sepamos qué
KATE DANON 282
Una mágica visión

piensa hacer Curtis con Dean?


La joven contempló a su amiga y estiró la mano para estrechar la
suya. Jenny había cambiado durante ese viaje. Lo había comenzado
temblorosa y pálida, cargada de resentimiento y de miedo. Después de
rescatar a Huyana y tener aquella larga conversación con ella, tras su
arrebato asesino, Jenny había logrado recobrar la serenidad y sus ojos
grises brillaban ahora con confianza. Con la misma seguridad que
tenían cuando llegaron a Loan’s Valley, antes de que Dean Garret
entrara en su vida.
—Por supuesto, Jenny. Puedes quedarte conmigo.
—¿Crees que a Darren le importará?
Shannon miró a Huyana y sonrió.
—No, Jenny, no le importará —aseguró—. Juntas, hemos
rescatado a su ahijada. Sé que se sentirá muy feliz y agradecido, y
cuando sepa todo el daño que te ha hecho Dean, no se opondrá. Hasta
que estés completamente a salvo, te quedarás con nosotros.

Los vaqueros llegaron al claro donde Dean Garret permanecía


atado al árbol, un par de horas después de que amaneciera. No habían
dormido nada en toda la noche. Desmontaron con cuidado y volvieron
a sacar las armas ante el silencio sepulcral que flotaba en el lugar.
Antes de poder acercarse a él, Darren y Curtis ya vieron que estaba
muerto.
Le habían disparado en el estómago, repetidas veces.
La sangre cubría las cuerdas con las que estaba atado y la cabeza
le caía inerte a un lado, con los ojos abiertos de espanto. Llevaba una
mordaza en la boca.
—¿Quién ha podido hacer algo así? —preguntó Curtis.
Darren estaba cada vez más confundido. El corazón le bombeaba
muy rápido, lleno de pánico. ¿Qué estaba ocurriendo? Seguían un
KATE DANON 283
Una mágica visión

rastro y solo encontraban cadáveres a su paso. Estaba muerto de miedo


por si el siguiente cuerpo era el de Huyana… o el de Shannon.
—Parece que alguien acampó en este lugar —mencionó Curtis,
inspeccionando la zona.
Su compañero se acercó hasta él y buscó indicios de las mujeres.
Sí, pensó, con un suspiro de alivio. Podía ser. Ellas podían haber
pasado por allí. Había huellas de pies pequeños, sobre todo algunas…
Eran huellas de niña, estaba seguro. Entonces, ¿era cierto? ¿Huyana
estaba viva?
Darren volvió la vista de nuevo hacia el cuerpo cadáver de Dean.
¿Qué pintaba él allí? Tal vez había seguido a su esposa, igual que él
buscaba a Shannon. Pero entonces… ¿qué había pasado?
—Las huellas se alejan en esa dirección —señaló Curtis.
—Parece que regresan al pueblo —coincidió Darren.
—Pues vamos, no hay tiempo que perder.
—¿Y qué hacemos con él? —preguntó el vaquero, mirando a
Dean—. No podemos dejarlo ahí.
Curtis se quitó el sombrero y se secó el sudor de la frente con la
manga de la camisa. Asintió y se acercó al árbol. Con una navaja, cortó
las cuerdas que sujetaban el cuerpo, que cayó hacia delante con un
golpe sordo.
—Acércame la manta que hay en mi caballo —le pidió a
Darren—, y ayúdame.
Lo envolvieron con cuidado y después lo colocaron en la grupa
del semental de Curtis. El patrón suspiró con pesar por aquella
pérdida. Si finalmente encontraban a las mujeres, tendrían muchas
cosas que explicar.
KATE DANON 284
Una mágica visión

Capítulo 22

Shannon entró corriendo en la cabaña, con el corazón en la


garganta. Hasta ese momento, no se había dado cuenta de lo mucho
que lo había echado de menos.
—¡Darren! —lo llamó.
¿Estaría preocupado por ella? ¡Oh, deseaba con toda su alma que
también él la hubiese añorado! Ya no le importaba que no hubiera
creído en sus visiones. Le daba lo mismo que la hubiera abandonado
ignorando su petición de auxilio… Ahora tenía a Huyana para
convencerlo de que no estaba loca y de que tampoco era ninguna
manipuladora. Solo ansiaba que la estrechara de nuevo entre sus
brazos y la besara con el ardor que recordaba.
—Parece que no hay nadie en casa —dijo Jenny, entrando tras
ella.
La pequeña Huyana inspeccionó todos los rincones, sin
resultado.
—Omusa no está.
Era extraño que no hubiera vuelto del poblado miwok aún. Pero
era posible. Después de todo… ¿por qué iba a estar deseoso de
regresar? En su hogar, solo le esperaba ella: la mujer que nunca había
querido y que además le martirizaba con sus inquietantes visiones.
Una honda tristeza inundó de pronto su ánimo y tuvo que
sentarse. Después de todas las emociones del rescate, no pudo tolerar
el pensamiento de que, para Darren, ella no significase nada. Se tapó la
cara con las manos y respiró hondo para contener las lágrimas. ¿Y si
había regresado, y al no encontrarla, había decidido hacer una visita al
salón de Betty? Sí, aquello era más probable. Y más doloroso también.
—¿Te encuentras bien? —le preguntó Jenny.
Shannon se secó las lágrimas con el dorso de la mano. Miró la
cabaña vacía, tan desangelada, tan poco confortable sin la presencia de
KATE DANON 285
Una mágica visión

su marido.
—Sí. Estoy cansada, eso es todo.
Jenny y Huyana intercambiaron una significativa mirada.
—Échate un rato en la cama mientras nosotras preparamos algo
de comer —le sugirieron.
—¿Y qué pasa con Dean? —inquirió—. ¿No deberíamos avisar a
Curtis cuanto antes?
—No le hará ningún mal permanecer unas horas más atado al
árbol —sentenció Jenny, con voz dura—. Así podrá meditar acerca de
todo lo que ha hecho.
Shannon asintió, conforme, pero aun así, no le apetecía dormir.
Lo único que deseaba era ver al presuntuoso y arrogante vaquero que
le estaba destrozando el corazón.
Así que se levantó decidida, se arremangó la camisa y decidió
que lo mejor que podía hacer era mantenerse ocupada. Rebuscó en la
despensa y ofreció a sus invitadas lo que pudo encontrar para comer,
lamentando no disponer de más víveres para prepararles el almuerzo
que se merecían y necesitaban.
Después, Shannon obligó a Huyana a dormir un poco. Era
consciente de las ojeras azuladas que resaltaban bajo sus mágicos ojos
y de la extrema delgadez de su cuerpecito. La niña había pasado un
calvario y necesitaba reponerse.
—No quiero dormir —se quejó—. Quiero esperar a Omusa.
—No sabemos cuándo regresará —le respondió, con paciencia—.
Y puedes esperar dormida, de todas maneras. Prometo despertarte en
cuanto llegue.
La pequeña pareció conformarse tras esas palabras y se acurrucó
en la cama, hecha un ovillo. Se durmió en el acto y Shannon sonrió.
Estaba realmente exhausta y aun así, hubiera esperado despierta. La
arropó con cuidado y le dio un beso en la mejilla. Pobre criatura. Así
dormida, ocultos aquellos extraños ojos sabios, quedaba de manifiesto
su corta edad. Habría echado mucho de menos a su madre, pensó,
KATE DANON 286
Una mágica visión

sintiendo un acceso de ternura por la niña.


Salió con sigilo de la habitación y le cerró la puerta para que
descansara tranquila.
—¿Se ha dormido ya? —preguntó Jenny.
—En el acto. La pobre está extenuada.
—Como yo… —confesó su amiga, bostezando.
—Puedes dormir con ella, Jenny. Descansa, para ti también ha
sido muy duro.
—¿Y tú? —inquirió, mirándola con suspicacia.
—Yo me quedaré aquí, en la butaca. Darren la ha usado unas
cuantas noches, así que no debe ser muy incómoda —contestó, con un
tono que evidenciaba lo dolida que se sentía en esos momentos.
Jenny no entendía esa tristeza. Ella la había visto feliz con su
marido el día del baile. No dudó en comentárselo.
—Pero yo os vi muy acaramelados el día de la fiesta, Shannon,
parecía que él y tú…
—No, él y yo… nada. Era una ilusión, simplemente —Shannon
tuvo que inspirar con fuerza para confesar a su amiga su miedo más
profundo—. Jenny, él nunca quiso una esposa. Tuvo que cargar
conmigo porque fui la última en llegar, pero jamás me deseó.
—Pero él firmó la solicitud de Curtis, por lo tanto, sí quería una
mujer.
—Me confesó que aquel día estaba borracho.
—Ya, entonces debió sentirse aliviado cuando tú no apareciste el
día de la llegada —Jenny se quedó pensativa unos segundos tras sus
palabras. Su amiga no le había llegado a comentar lo sucedido aquel
día—. Por cierto, Shannon, ¿qué ocurrió? Nunca me has contado lo que
te pasó, por qué no te reuniste conmigo, por qué no te uniste de nuevo
a la caravana…
Shannon supo que no tendría una oportunidad mejor para
desahogarse. Además, Jenny era la única persona a la que podía
confiarle aquello y lo cierto era que necesitaba compartirlo con alguien.
KATE DANON 287
Una mágica visión

—Cuando me rezagué —comenzó a explicar, en un susurro—,


uno de los hombres de la caravana me atacó.
Jenny profirió una exclamación ahogada y se llevó una mano a la
boca.
—Ese hombre intentó… intentó violarme. Pero me defendí, y le
clavé mi navaja en el hombro —Shannon volvió a coger el aire que
parecía necesitar para continuar con su relato—. Salí corriendo y me
caí por un terraplén. Me golpeé en la cabeza y no recuerdo nada más…
Hasta que desperté allí sola, con un tobillo torcido y la cabeza a punto
de explotarme. Para mayor desgracia, cuando conseguí llegar aquí,
descubrí que el único vaquero que quedaba libre no quería en realidad
una esposa. ¡Qué suerte la mía! ¿Verdad?
Su amiga tenía la vista perdida en algún punto del suelo de
madera y no respondió enseguida.
—Al menos tú no te casaste con un monstruo —musitó al cabo
de unos segundos, con la voz congestionada.
Shannon lamentó haber sido tan bocazas. Su mala suerte no era
nada comparada con el infortunio de Jenny al caer en las manos de ese
demonio. Ella, al menos, había conseguido escapar del violador.
Abrazó a su amiga con todas sus fuerzas.
—Lo siento, lo siento… No tenía que haber dicho eso. En
realidad, Darren siempre me ha tratado bien —Shannon recordó el día
del baile, cuando él le llevó los regalos y la acompañó a la poza. Y, por
supuesto, su apasionada noche de bodas. Solo con recordarlo se
estremeció—. Sí —reconoció con un suspiro—, ha sido un marido
cariñoso y atento. No sé por qué me quejo. Desde luego, Darren no se
puede comparar con Dean.
Jenny se separó de ella para mirarla a los ojos. Al contrario de lo
que Shannon imaginaba, las pupilas grises de su amiga estaban secas.
Y no solo no lloraba, sino que mostraban una fuerza y una
determinación asombrosa para alguien que había sufrido las torturas
de aquel diablo.
KATE DANON 288
Una mágica visión

—Yo no he pretendido comparar a Darren con Dean —le dijo—.


Sé que son hombres totalmente diferentes, al igual que sé que Darren
no ha lamentado en ningún momento haberse casado contigo. Vi cómo
te miraba el día del baile, y cómo le mirabas tú a él —Shannon apartó
la vista, descorazonada, pero Jenny la sujetó por el mentón para que
prestara atención—. Que hoy no esté aquí no significa nada, ¿me oyes?
Y te convencerás de lo ciertas que son mis palabras en cuanto vuelva a
casa, ya lo verás.
Shannon sonrió por fin ante el optimismo contagioso de Jenny.
—Eres la amiga más maravillosa del mundo, ¿lo sabías?
—Sí, lo sé —respondió ella, dándose importancia con un gesto
teatral. Luego se puso seria—. Y ahora que hemos aclarado el asunto
de tu esposo, ¿qué piensas hacer con el hombre de la caravana que te
atacó? No me has dicho su nombre.
—Ni pienso hacerlo —contestó ella rápidamente—. No se lo he
dicho a nadie, ni siquiera a Curtis. Supongo que hice mal y debí
denunciarle en cuanto llegamos, pero tuve miedo.
—¿Miedo de qué, Shannon? ¡Él era el que tenía que temer las
consecuencias de su comportamiento!
Shannon se encogió de hombros.
—Supongo que estoy demasiado acostumbrada a que la gente no
crea en mi palabra.
—Pues cuando Darren vuelva…
—¡No! —exclamó—. No debes decirle nada. Todo aquello ya
pasó y ese hombre ya no puede hacerme nada.
—¿Se marchó de Loan’s Valley? —preguntó Jenny, esperanzada.
Shannon dudó, pero al final decidió que una mentira piadosa era
lo mejor en ese momento. Cuanto menos supiera su amiga de ese
individuo indeseable, más protegida estaría de él.
—Sí, lo cierto es que no lo he vuelto a ver.
Jenny asintió, confiando en sus palabras.
—Pues mejor. Y allá tú si no quieres contárselo a Darren. Por lo
KATE DANON 289
Una mágica visión

poco que le conozco, creo que sabría comprenderte mejor de lo que


piensas.
Tras sus palabras, Jenny se encaminó hacia el dormitorio con
gesto cansado, aceptando la sugerencia de Shannon.
—Me echaré un ratito en la cama con Huyana, si no te importa
¡Estoy agotada!
—No me importa en absoluto —le dijo, con una sonrisa—. Yo iré
a buscar a Curtis. Por mucho que ese monstruo se merezca estar atado
a un árbol, ya es hora de que le contemos al patrón lo sucedido.

Fue hasta el pueblo y buscó al patrón por todos lados, sin


conseguir dar con él. Betty le informó de que una partida de hombres
había salido en su busca, con Curtis y Darren a la cabeza. El corazón de
Shannon se disparó al enterarse. ¿Darren había salido a buscarla?
Aquello corroboraba lo que su amiga Jenny había tratado de meterle en
la cabeza: sí le importaba. Y ella estaba deseando que los vaqueros
regresaran para dar a su esposo la noticia de que había rescatado a
Huyana. ¿Qué cara pondría Darren al enterarse de que la pequeña
estaba a salvo?
Con una sonrisa en la cara, Shannon salió del salón de la
madame y se encaminó de nuevo hacia su casa. Por el bien de Garret,
esperaba que Curtis regresara pronto. Si aquel demonio permanecía
mucho más tiempo atado en el árbol, era probable que algún oso
terminara con él. Algo que, en realidad, no le preocupaba tanto…
Mientras caminaba calle arriba, tuvo un extraño escalofrío. De
algún modo, Shannon presentía una amenaza que no lograba
identificar pero que la azuzaba con persistencia. Algo no marchaba
bien, algo seguía proyectando un absurdo pánico en su corazón. Cerró
los ojos y se abandonó a ese sentimiento, esperando que una de sus
visiones iluminara su mente para darle la respuesta.
KATE DANON 290
Una mágica visión

Pero no ocurrió nada.


—Esto no funciona así —se dijo, hablando consigo misma—. Las
visiones te importunan cuando menos lo deseas, pero cuando las
necesitas de verdad, simplemente, no tienen el detalle de aparecer.
Al llegar a la cabaña, Jenny y la pequeña aún dormían. Shannon
supo que no podía sentarse a esperar; estaba demasiado nerviosa.
Decidió acercarse a la poza a darse un buen baño. Lo necesitaba y eso
la entretendría hasta que los hombres regresaran.
Cuando alcanzó su destino, la quietud y la belleza del lugar
volvieron a fascinarla. Las aguas estaban calmas y los rayos de sol se
reflejaban en su superficie creando miríadas de luces brillantes que
hipnotizaban.
No lo pensó más y se introdujo en el agua vestida tan solo con
sus enaguas y la camisa interior. Hubiera preferido uno de los baños
calientes de la señora LeFleur, ya que seguramente sus entumecidos
músculos lo hubiesen agradecido mucho más, pero tuvo que
conformarse con el agua helada y transparente. Se frotó con el jabón y
puso un cuidado especial en el pelo. Se zambulló después, eliminando
toda la espuma, y decidió no alargarlo más. Aquel zumbido de alarma
que se había instalado en su pecho mientras caminaba por Loan’s
Valley se acrecentaba a cada segundo. Era imperante que se reuniera
de nuevo con Jenny y la pequeña.
Al salir, una brisa fresca consiguió que se estremeciera de pies a
cabeza. Cogió su toalla y se envolvió con ella, agradecida.
—¿Necesitas ayuda?
La voz masculina la paralizó. Su corazón comenzó a latir con
fuerza cuando reconoció el tono ronco de Darren y casi tuvo miedo de
girarse para comprobarlo. Si no era él, se moriría de la decepción.
Cuando sus ojos se encontraron, algo estalló dentro del pecho de
Shannon. Una calidez insospechada que le quitó de golpe todo el frío
que sentía.
No podía creerlo. La imagen de su esposo plantado allí, a pocos
KATE DANON 291
Una mágica visión

metros de ella, la dejaba sin aliento. ¿Era tan guapo cuando se


despidieron hacía ya… tanto tiempo? No habían pasado ni dos días,
pero sentía que llevaba meses sin verle.
El rostro masculino manifestaba síntomas claros de agotamiento.
Su mentón estaba oscurecido por la incipiente barba, su ropa sucia y
arrugada. Y sus ojos… ¡aquellos ojos la estaban devorando! Shannon
volvió a estremecerse, pero esta vez supo sin lugar a dudas que no era
el frío. Deseaba que su esposo la estrechara entre sus brazos con una
urgencia dolorosa.
—Te necesito a ti —respondió a su pregunta, sin poder
contenerse.
El corazón de Darren latía desbocado. Apenas podía creer la
bella imagen que tenía ante él: su increíble mujer mojada toda entera,
con la fina tela de su camisa pegándose a sus deliciosos pechos y las
enaguas empapadas que trasparentaban la piel de sus muslos. Pero, lo
que más le turbó, fue aquella frase. Darren notó cómo su cuerpo
respondía a ese susurro enamorado, calentándose, y se aproximó a ella
para estrecharla entre sus brazos.
Le aplastó la boca con un beso hambriento y ella respondió
gozosa, pegando el cuerpo mojado al suyo. Lo abrazó, notando el calor
de aquel pecho amplio, y sus piernas flaquearon cuando él la sujetó
apretando fuertemente sus nalgas empapadas.
—Darren… —jadeó, cuando sintió la dureza de él a través de los
pantalones, buscándola.
—Estás aquí… —murmuró él contra su boca—. Estás en casa. Te
he buscado por todas partes, me estaba volviendo loco… —apoyó la
frente sobre la de Shannon y suspiró al tiempo que le acariciaba la cara,
sorprendido de su propio alivio al saberla sana y sana—. Creí que te
había perdido para siempre.
—Darren… —Shannon estaba emocionada. Era cierto, su esposo
había salido a buscarla, había ido tras ella dispuesto a obligarla a
regresar.
KATE DANON 292
Una mágica visión

Le pasó la yema de los dedos por la nuca y frotó su nariz contra


el áspero mentón, disfrutando con el contacto. El vaquero la abrazó con
más fuerza, como si quisiera fundirla con su propio cuerpo. La besó de
nuevo, invadiendo con su lengua la tierna boca, saboreando sus labios,
deleitándose con la tibieza de su cálido aliento.
Una de las manos masculinas, osada y pretenciosa, ascendió
lentamente por su talle hasta llegar a uno de los pechos, que reaccionó
estremeciéndose al contacto con los dedos de Darren. Él sonrió contra
su boca, satisfecho con la respuesta del cuerpo de la mujer. Lo deseaba.
Acarició y masajeó el pezón hasta que Shannon no pudo contener un
gemido de placer, exigiendo más.
El vaquero abandonó los labios femeninos para descender con la
boca por su barbilla y su cuello, dejando un rastro de fuego líquido con
su lengua, marcando aquella exquisita piel con pequeñas y dulces
dentelladas. Y continuó bajando por su hombro decidido a llegar al
destino que lo estaba reclamando mientras escuchaba los ahogados
jadeos de Shannon, que tironeaba de su cabeza para guiarle hasta
donde ella deseaba. Darren la torturó un poco más entreteniéndose en
su clavícula hasta que, finalmente, bajó la boca hasta uno de sus
pezones. Lo atrapó con los dientes a través de la tela mojada y la mujer
ronroneó, echando la cabeza hacia atrás. Darren le procuró las
atenciones que reclama con sumo gusto y después, pasó la boca al otro
pezón, que esperaba endurecido para ser acariciado con la misma
pasión. En esta ocasión, el gemido de placer que brotó de la garganta
de la mujer azuzó el deseo de Darren, tornándolo doloroso. Además,
ella pegó aún más sus caderas a la entrepierna masculina, frotándose y
buscándole con desesperación.
—Creo que voy a hacerte el amor aquí mismo, cariño. Me estás
enloqueciendo.
Shannon asintió con énfasis, deseosa de que Darren la tomase
con esa furia apasionada que recordaba. Estaba ansiosa por sentirlo
dentro. Nunca antes había experimentado nada igual, se sentía
KATE DANON 293
Una mágica visión

húmeda, preparada, y lo necesitaba ya.


Sin embargo, algo perforó la nebulosa de deseo que la consumía
e iluminó su conciencia, enfriándola de golpe.
—¡No! ¡No podemos!
Se separó de él con brusquedad, dejando a Darren invadido por
la más absoluta frustración.
—¿Qué ocurre? —preguntó, con los ojos vidriosos—. ¿Aún estás
molesta conmigo?
Ella no comprendía a qué venía esa pregunta.
—¿Por qué habría de estarlo?
—Por cómo me marché. Pensé… Pensé que estarías enfadada por
no haberte creído y por seguir empeñado en que Huyana estaba
muerta —explicó él—. Por eso huiste con Jenny, ¿verdad?
Shannon recordó de pronto lo dolida que se había sentido aquel
día y lo apartó de un empujón.
—Pues, ahora que lo dices, debería estar furiosa, asno sin
sentimientos —le espetó.
La consternación en sus ojos cobalto la pilló por sorpresa y se
arrepintió. La cara contrita de Darren demostraba lo mucho que lo
sentía y deseó borrar aquel último comentario. Se lanzó otra vez a sus
brazos, no quería que volviera a separarse de ella… jamás.
—Pero no lo estoy, no lo estoy —le dijo, obsequiándole con una
lluvia de besos sobre el cuello y el mentón.
—Me vuelves loco, mujer. ¿En qué quedamos?
La frustración que sentía y la necesidad que tenía de ella hicieron
que su tono sonase irritado.
La joven lo notó y volvió a separarse, mirándolo con los ojos
entrecerrados. Él podía ir y venir a su antojo… ¿y ella no podía
cambiar de idea? Y para colmo, seguía sin aprenderse su nombre. Ella
lo adoraba y él continuaba llamándola mujer.
—Mi nombre es Shannon. Shannon, Shannon… —espetó, furiosa,
clavándole el dedo índice en el pecho—. ¿Cuándo vas a aprendértelo?
KATE DANON 294
Una mágica visión

Darren se quedó estupefacto ante su estallido. ¡Estaba adorable


cuando se enfadaba de esa manera! Y tenía razón, no debería haberle
hablado así. Pero era demasiado doloroso tenerla tan cerca, estar tan
duro y no poder hundirse en ella como estaba deseando. No entendía
lo que le pasaba, por qué de pronto la necesidad física que sentía
gobernaba de un modo tan aplastante su voluntad. Volvió a tomarla
entre sus brazos, en esta ocasión con dulzura, y devoró aquella boca
protestona de labios suaves.
—Dime, Shannon, mi Shannon… —murmuró entre besos—, ¿por
qué no puedo amarte como te mereces, aquí, ahora, sobre la hierba
húmeda?
A ella le costó hilar los pensamientos para formar una frase
coherente. Aquellas palabras susurradas contra su boca acariciaron sus
sentidos y consiguieron estremecerla. Tembló entre sus brazos.
¡Demonios, Darren besaba tan bien! ¡Cuando quería era tan tierno!
—Pues… —comenzó, haciendo un esfuerzo supremo por sacar
las palabras de su cabeza e ignorar el fuego que el hombre había
encendido en su interior—, porque debemos regresar. Tengo… tengo
que comprobar si ellas están bien.
—¿Ellas?
—Jenny y Huyana. Ellas.
Darren se quedó muy quieto, pasmado, y le tomó la cara entre las
manos. Shannon no podía describir el brillo de sus ojos cuando la miró.
Alegría, impaciencia, incredulidad… Todo junto, todo revuelto en el
océano azul de sus pupilas.
—¿Huyana está viva? ¿De verdad… de verdad has conseguido
traerla a casa, sana y salva?
A Shannon se le hizo un nudo en la garganta ante el tono
agradecido y ronco de Darren.
—¿No la has visto? —le preguntó.
—No. No he llegado hasta casa. Te vi desde mi caballo cuando
llegábamos y me desvié. Curtis se marchó directamente al pueblo.
KATE DANON 295
Una mágica visión

Llevaba en su grupa el cadáver de Garret.


Shannon palideció de golpe y dio un paso atrás.
—¿Qué?
—Encontramos a Dean Garret muerto, atado a un árbol. Le
habían acribillado a balazos.
—En el estómago —concluyó Shannon, que comenzó a temblar
con violencia ante aquella información.
—¿Cómo lo sabes? —inquirió Darren, sujetándola por los
hombros—. ¿Acaso habéis sido vosotras?
—¡No! Cuando nos marchamos de allí lo dejamos atado al árbol,
cierto. Pero estaba vivo —susurró, cayendo de rodillas al suelo—.
Estaba vivo…
Shannon se abrazaba el cuerpo y se frotaba los brazos con las
manos. De repente, tenía mucho frío. Darren se acercó a ella y se
arrodilló a su lado para abrazarla con fuerza.
—Shhh, te creo. Ni Jenny ni tú habéis podido hacer algo tan
cruel. Sea quien sea, os iba siguiendo. Primero encontramos un cuerpo
en la cabaña donde imagino que tenían a Huyana…
—Tom —apuntó Shannon, con un hilo de voz.
Darren asintió, aunque en realidad él no sabía quién era ese tipo.
Al parecer, las mujeres sí habían tenido la ocasión de hablar con él.
—Y luego encontramos a Dean.
Era de locos. Entonces, alguien las había estado siguiendo y
estaba matando a todo aquel que encontraba en su camino… ¡Un
momento! El miedo que había estado presintiendo desde hacía unas
horas se acrecentó. ¡Eso era! Shannon se puso de pie con determinación
y Darren la imitó.
—¡Tenemos que volver! —exclamó, buscando con ojos frenéticos
el caballo de su esposo—. Ellas están en la cabaña durmiendo, y si ese
asesino nos ha seguido hasta aquí…
No tuvo que continuar. El rostro de Darren mostró por unos
segundos la misma alarma que el de Shannon. Luego, se oscureció
KATE DANON 296
Una mágica visión

peligrosamente.
—Corre —exclamó, cogiéndola de la mano para arrastrarla hasta
Fuego—. Ahora que sé que mi ahijada está viva no permitiré que nadie
más vuelva a hacerle daño.
Darren saltó sobre su montura mientras Shannon se ponía de
mala manera la camisa y los pantalones. El vaquero, impaciente, la
cogió por la cintura y la colocó con brusquedad en su regazo. Espoleó a
Fuego y no esperó a que Shannon se sujetara, aunque ella, al sentir el
arranque del caballo, se aferró al cuerpo de su esposo con toda su
alma. Su corazón latía con violencia por miedo a que algo malo les
hubiera ocurrido a Jenny y a Huyana. ¿Llegarían a tiempo para
salvarlas?
Cerró los ojos y rezó. Rezó con todas sus fuerzas.
KATE DANON 297
Una mágica visión

Capítulo 23

Vieron un caballo desconocido nada más llegar y el pánico se


apoderó de Shannon. Alguien había llegado a la cabaña y se
encontraba dentro, con Jenny y la pequeña.
—¡Dios mío, Darren! —exclamó.
—Tú quédate aquí, no entres —le ordenó.
Desmontó del caballo y sacó el revólver de su funda. Se
aproximó con determinación y abrió la puerta despacio, entrando
luego en la cabaña con el arma preparada.
Shannon lo observó desaparecer en el interior y supo que no
podía quedarse quieta esperando a que aquello se resolviera.
Desobedeciendo a Darren, saltó del lomo de Fuego y lo siguió sin
ninguna precaución.
Al entrar, casi chocó con la fuerte espalda del vaquero, que
estaba parado en mitad de la sala, mirando fijamente a alguien.
Shannon, horrorizada, siguió la trayectoria de sus ojos hasta que se
encontró con una imagen que la llenó de un pánico irracional.
A unos pasos de ellos, un joven rubio y pecoso sostenía con
fuerza a Jenny delante de su cuerpo, amenazando su cuello con un
enorme cuchillo.
—¡Qué bien! —exclamó el chico al verla, riéndose con
suavidad—. Ya estamos todos.
Su voz destilaba veneno. Con una sola frase, aparentemente
inocente, había conseguido que Shannon se estremeciera de terror.
Aquella risa transmitía la locura de un hombre que había matado a
sangre fría y sin sentir ningún tipo de remordimiento. Había asesinado
a Tom y a Dean, estaba convencida. Y el brillo de aquellos ojos
desquiciados manifestaba sin lugar a dudas que deseaba seguir
matando.
Shannon buscó a Huyana con la mirada, desesperada. Respiró
KATE DANON 298
Una mágica visión

aliviada cuando vio a la niña tirada en un rincón de la sala, atada de


pies y manos, pero viva.
—Tira tu revólver, Davis, o le atravieso la garganta.
Darren, sin apartar ni por un segundo los ojos del joven,
obedeció. Lanzó la pistola lejos de su alcance.
—Brett Hurt —siseó, ya repuesto de la sorpresa—. Debí imaginar
que eras tú. Cuando abandonaste la búsqueda y te alejaste de nuestro
grupo fuiste tras las mujeres. Tú sabías dónde encontrarlas —el joven
sonrió con arrogancia ante sus acertadas deducciones—. Y además te
molestaste en borrar sus huellas y dejarnos pistas falsas para
dificultarnos nuestra misión.
—No podía permitir que las encontrarais antes que yo —
respondió.
—¿Por qué mataste a Tom y a Dean? —preguntó Shannon sin
poder contenerse. Era incapaz de concebir que alguien poseyera un
corazón tan negro.
Brett echó la cabeza hacia atrás y soltó otra de aquellas carcajadas
dementes.
—¿Esos dos incompetentes? No me servían ya para nada. Y me
gusta matar gente… —bisbiseó, inclinándose sobre el cuello de Jenny
para lamerla con golosa delectación.
Jenny gimió y sollozó de terror. Se aferraba al brazo de Brett para
evitar que el filo del cuchillo se hundiera en su carne, pero notaba que
si él se decidía, no podría sujetarle. Aquel muchacho era mucho más
fuerte de lo que aparentaba.
Shannon aprovechó que la atención del joven se repartía entre el
cuello de Jenny y la figura amenazante de Darren para correr junto a
Huyana.
—¿Qué haces? ¡No te muevas, mujer, o tu amiga morirá de un
tajo!
—Solo quería comprobar que la niña estaba bien —se excusó
Shannon, abrazando a la pequeña.
KATE DANON 299
Una mágica visión

—¡No te muevas de ahí! —insistió, con los ojos a punto de


salírsele de las órbitas.
—¿Qué quieres, Brett? —preguntó Darren, con un tono
engañosamente suave.
—Llámame Knife, mis amigos me conocen por ese nombre.
—Tú no tienes amigos —aseveró el vaquero.
—Cierto —otra risa enloquecida—. Me termino cansando de
ellos y tengo que matarlos a todos.
—¿Qué es lo que quieres? —reiteró Darren, dando un paso hacia
él.
Shannon miraba a su esposo y se sorprendía de que pudiera
aparentar tanta calma. Pero todo era fachada. Pudo notar la tensión
que gobernaba su cuerpo; de él parecía emanar una poderosa energía,
como si fuera un animal al acecho a punto de saltar sobre su presa. Sus
ojos cobaltos no se separaban de los del joven Brett, atento a cada uno
de sus movimientos.
—Quiero mi oro. Y quiero que estas dos mujeres mueran, porque
me han quitado algo que era mío…
—¿Te refieres a la niña? —el tono de Darren era cada vez más
amenazador—. La niña nunca fue tuya, cometiste un grave error.
—Es su última oportunidad. Si la mocosa no me dice dónde está
el oro, acabaré con todos vosotros, empezando por esta tierna
palomita… ¿es eso lo que quieres, asquerosa india? —preguntó de
pronto elevando la voz y girándose hacia Huyana, sin soltar su presa.
La niña le devolvió una mirada llena de pánico. Shannon la sintió
temblar y la estrechó con más fuerza.
—No puedo… —susurró Huyana—. No tengo fuerzas.
Shannon no supo a qué se refería. Hasta que se percató del afán
de la niña por concentrarse y asistió al increíble espectáculo de sus ojos
obstinados en alcanzar un color claro de luna… ¡Intentaba usar su
poder para liberar a Jenny! Pero estaba muy débil y no conseguía
enfocar su energía. Simplemente, ya no le quedaban fuerzas.
KATE DANON 300
Una mágica visión

—¡Habla, maldita india! —chilló Brett, pensando que sus


palabras aludían al hecho de que no podía confiar ese secreto a nadie—
. Tienes cinco segundos antes de que la sangre de esta mujer te
salpique la cara. La destrozaré, y luego os mataré a todos.
Darren hizo un amago por alcanzar su revólver, pero Brett lo vio
por el rabillo del ojo y apretó con fuerza el filo del cuchillo contra el
cuello de Jenny, consiguiendo que la sangre brotara de su piel.
—Cinco… —empezó su cuenta atrás.
—Huyana, ¿recuerdas la promesa que me hiciste en el bosque?
—preguntó Shannon con otro susurro.
—Cuatro…
—¿Cuál?
—Tres…
—La de no volver a hacerme «aquello»…
—Dos…
—Pues rómpela y hazlo —exclamó, tomándola con fuerza de la
mano—. ¡Hazlo!
—Uno…
Todo ocurrió muy deprisa. Los ojos de Huyana se aclararon y
resplandecieron con un brillo plateado mientras Shannon sentía que
todo le daba vueltas y las fuerzas le abandonaban.
Brett rugió su frustración al comprender que aquella mocosa no
iba a revelar el paradero del oro, ni siquiera por compasión, y apretó el
mango de su cuchillo relamiéndose antes de degollar a su víctima.
Pero sucedió lo inesperado. El cuchillo salió volando,
escurriéndose de entre sus dedos. Se precipitó con fuerza contra la
pared de madera, calvándose en ella, momento en el que Jenny
aprovechó para propinarle un fuerte codazo en las costillas y
deshacerse de su abrazo.
Corrió junto a Huyana y Shannon, que se había dejado caer en el
suelo y notaba que le faltaba el aire y los ojos se le cerraban…
—Ahora solo quedamos tú y yo —espetó Darren, retándole con
KATE DANON 301
Una mágica visión

la mirada.
Brett sonrió confiado, despreocupado.
—¿Sabes contra quién te enfrentas? —preguntó, recuperando su
sonrisa demoníaca ante la excitación del duelo. Jamás había perdido
uno, y matar a ese vaquero engreído le iba a reportar una lujuriosa
satisfacción.
—Contra un asesino.
Shannon observó a su marido entre brumas, apenas podía
enfocar la vista. Huyana ya la había soltado, pero no conseguía respirar
con normalidad. La niña le había absorbido bastante energía en apenas
dos segundos y le iba a resultar muy difícil sobreponerse al vacío que
había arrasado su mente y su cuerpo.
Darren avanzó un paso con los puños levantados, pero en ese
momento Brett desenfundó su propio revólver a la velocidad del rayo.
Era un pistolero increíblemente rápido. Shannon notó cómo el miedo
lo volvía todo negro, Darren no tenía ninguna oportunidad.
Darren…
Se escucharon tres disparos, separados entre sí por menos de un
segundo.
Pero no pudo ver nada más, porque en ese momento, perdió el
conocimiento, extenuada.

Le dolía la cabeza. Las imágenes se sucedían a gran velocidad


por su mente y no lograba distinguir nada. ¿Qué había ocurrido? Veía
los rostros grotescos de Brett y de Dean, ambos descompuestos en una
mueca obscena e inmóvil. Veía la triste sonrisa de Tom cuando les
entregó a la niña. Y acto seguido su cuerpo destrozado, asesinado. Veía
el dulce rostro de Jenny, arrasado en lágrimas, y una luz mortecina que
se le escapaba del pecho y que la iba consumiendo… No, Jenny, no.
Tienes que reponerte, tienes que curarte, no dejes que ese monstruo te robe las
KATE DANON 302
Una mágica visión

ganas de vivir. Vio los ojos fantasmagóricos de Huyana, la niña sabia, el


Hii de su pueblo. La miraban a ella, buscaban dentro de su alma y
parecían acariciarla. Sí, sentía aquellos ojos como dedos de yemas
ásperas prodigándole la más tierna de las caricias en su mejilla…
—Shannon, mi Shannon, despierta…
La joven abrió los ojos con dificultad, parpadeando. Cuando
logró enfocar la vista, se encontró con la mirada azul de su esposo. Era
él quien le acariciaba el rostro con sus dedos, era él quien la observaba
preocupado, esperando a que se recuperara.
Shannon sujetó la mano que acariciaba su mejilla y se apoyó en
ella dando las gracias… ¿por qué? Entonces, de súbito, la memoria se
iluminó con todo lo sucedido momentos antes. Shannon se incorporó
bruscamente, ganándose un poderoso pinchazo en la sien con el gesto,
y se abrazó a su esposo con todas sus fuerzas.
—¡Estas vivo! ¡Estás bien! —exclamó, hundiendo la cara en su
cuello moreno.
Darren siseó una exclamación ante el ímpetu de su esposa. Se
llevó la mano al hombro con gesto dolorido y fue cuando Shannon se
percató del vendaje que lo cubría.
—¡Estás herido! —exclamó, perdiendo el color de las mejillas.
—No es nada… Ese Brett era muy rápido. Ni siquiera la magia
de Huyana consiguió que pudiera esquivar el disparo. Por suerte, fue
suficiente para que fallara.
—¡Pero si te alcanzó!
—Sí —coincidió Darren, con una sonrisa de alivio—, pero él
apuntaba al corazón, así que…
Shannon visualizó lo que podía haber pasado y se estremeció de
terror. Volvió a lanzarse contra sus brazos y le apretó con fuerza, sin
darse cuenta de que volvía a lastimarlo.
—No me sueltes —le pidió con la voz cargada de emoción.
Darren respiró hondo para soportar el dolor del hombro y le
devolvió el abrazo, notando cómo su corazón se henchía ante aquella
KATE DANON 303
Una mágica visión

demostración. ¡Cielos, cómo la amaba! Había sentido un miedo infinito


al verla tirada en el suelo de su cabaña, inconsciente. Huyana le había
explicado que se recuperaría y de eso hacía ya más de tres horas. Tres
largas horas durante las cuales no se había movido de su lado, sentado
en la cama, mientras se grababa su bella imagen en lo más profundo
del alma.
—¿Y tú? —preguntó preocupado, apartándola para poderla
mirar bien a la cara—. ¿Te encuentras bien?
Shannon inspiró con fuerza y fue premiada con otro soberbio
pinchazo, esta vez detrás de su ojo derecho.
—Me duele mucho la cabeza —reconoció—. Pero estoy muy
feliz. ¿Jenny y Huyana están bien?
—Sí. Están con Curtis y con el doctor O’Brian en el salón.
Ninguno ha querido marcharse hasta cerciorarse de que te
recuperabas.
Shannon se mordió los labios antes de hacerle la siguiente
pregunta.
—¿Qué ha pasado con Brett?
Darren desvió los ojos hacia la ventana y cerró un momento los
ojos. Luego volvió a mirarla y le relató lo sucedido.
—Si Huyana no hubiese estado aquí, yo estaría muerto. No sé
cómo, una fuerza extraña tiró de mí y me apartó de la trayectoria de la
bala. Rodé por el suelo y agarré mi revólver. Me giré veloz con
intención de disparar, pero Brett me desarmó con otro disparo. Era
endemoniadamente rápido. Por fortuna, otro disparo llegó desde la
puerta y Brett cayó ante mis ojos, muerto.
Shannon no daba crédito.
—¿Quién…?
—Fue Curtis, Shannon. Al parecer, cuando llegó al pueblo
descubrió que se había armado un terrible revuelo. Habían encontrado
a Patience, la mujer de Brett, muerta en su cabaña. Alguien la había
degollado. Y el viejo siempre ha tenido una intuición muy certera. Su
KATE DANON 304
Una mágica visión

primer impulso fue venir aquí para ver si todo estaba en orden. Y, por
fortuna, llegó justo a tiempo.
Shannon pensó en la flacucha Patience. Siempre le había
parecido una chica con muy poco espíritu, pero, aparte de eso, era una
buena persona. Durante el viaje hasta Loan’s Valley habían hablado en
muchas ocasiones… No se merecía aquel final, pobre Patience.
Darren observó su gesto conmocionado por aquella información
y volvió a abrazarla. Shannon apoyó la mejilla contra su pecho y cerró
los ojos, abandonándose a la increíble sensación de estar a salvo en los
brazos de su esposo. Todo había pasado, por fin aquella locura había
terminado.
Unos tímidos golpes en la puerta llamaron su atención y se
separaron. Shannon no hubiese querido soltarlo por nada del mundo,
necesitaba desesperadamente su calor, pero comprendía que los que
aguardaban en el salón estaban preocupados por ella.
—Adelante —dijo Darren, levantándose de la cama.
Curtis, Jenny, Huyana y el doctor entraron en el dormitorio,
buscándola con la mirada.
—Hemos oído voces —se disculpó Jenny por la interrupción,
siempre tan sensible.
—¿Te encuentras bien, muchacha? —preguntó Curtis. Shannon le
miró frunciendo el ceño —lo que le originó otro doloroso latido en la
sien—, y el patrón cayó en la cuenta—. Shannon —rectificó, con una
sonrisa en los labios—, ¿te encuentras bien?
—Tengo un insoportable dolor de cabeza, pero sí, por lo demás,
estoy de maravilla —suspiró y miró con cariño el rostro de Huyana—.
Por fin estás a salvo, pequeña.
—Jenny nos ha contado lo ocurrido —explicó Curtis.
—Es algo inconcebible —dijo el doctor, mirando una vez más la
feas heridas del rostro de su amiga—. Un hombre maltratando de esa
manera a una mujer…
—¿Les has contado todo… todo? —se extrañó Shannon. Intuía
KATE DANON 305
Una mágica visión

que a Jenny le habría costado sincerarse y relatar los horrores a los que
la había sometido Garret.
—Todo —corroboró la propia Jenny, con el rostro enrojecido por
el bochorno.
—No debes avergonzarte, Jennifer —indicó Curtis, volviéndose
hacia ella—. No has hecho nada malo y no merecías ese trato. Solo
lamento que no pudieras contármelo antes, porque yo mismo le habría
dado su merecido a ese mal nacido. Y en cuanto a Brett Hurt… Bueno,
ahí lo tengo fuera. No lamento haber tenido que matarlo. Lo llevaré
junto a su amigo Dean y los enterraremos juntos, para que se hagan
compañía en el infierno.
Tras esas palabras, a Shannon le recorrió un desagradable
escalofrío por la espalda.
—Yo te ayudaré, Curtis —se ofreció el doctor—. Es decir, si por
aquí no se necesitan más mis servicios…
Darren se tocó el hombro y Shannon supo que el buen doctor le
había curado el rasguño de la bala mientras ella estaba inconsciente.
—¿Shannon? —preguntó O’Brian, mirándola fijamente.
Ella cayó en la cuenta de que estaba esperando por si lo
necesitaba.
—¡Oh, gracias, doctor! Pero estoy bien. Excepto por un dolor
tremendo de cabeza, me encuentro perfectamente.
—Luego te acercaré unas hojas de amapola y un poco de melisa
para que te prepares una infusión. Te vendrá muy bien después de
todo lo que has pasado.
—Muchas gracias —dijo ella.
—Iré con vosotros —anunció Darren, encaminándose hacia la
puerta—. Os ayudaré con los cadáveres y luego pasaré por su casa,
doctor. Yo mismo le traeré las medicinas a Shannon.
Se acercó a ella y le dio un rápido beso en los labios que la dejó
con ganas de más. Shannon sintió un terrible vacío interior cuando su
esposo abandonó la habitación en compañía de los otros dos hombres.
KATE DANON 306
Una mágica visión

Pero enseguida, la pequeña Huyana se acercó a ella y se sentó a su lado


en la cama.
—Gracias por rescatarme —le dijo, mirándola con aquellos ojos
increíbles que ya habían recobrado su habitual tono violáceo.
—Cualquiera hubiera hecho lo mismo.
—No, cualquiera no. ¿Te duele mucho? —le preguntó, tocándole
la frente con un dedo.
—Parece que alguien me ha estado golpeando el cráneo con un
saco lleno de piedras —reconoció Shannon, masajeándose las sienes.
Huyana se puso de rodillas para que su rostro quedara a la
misma altura que el suyo.
—Ven —susurró—, acércate.
Estiró los brazos y retiró los dedos de Shannon de la frente para
poner ella sus manos. Comenzó a mover los deditos despacio,
masajeando al tiempo que comenzaba un cántico ritual de su tribu. Su
voz, que había descendido un par de tonos por la concentración,
sonaba ligeramente ronca y resultaba sobrecogedora. Poco a poco, el
dolor de Shannon fue remitiendo, hasta que en su mente solo quedó
aquel cántico dulce y sereno.
Jenny, desde la puerta, observaba la escena y se sentía parte de
ella de alguna manera. La canción de la niña llegaba hasta sus oídos y
se permitió el lujo de apropiarse de una porción de aquella magia
antigua y ancestral. Bebió de aquellas palabras desconocidas, de aquel
tono grave y sedoso que penetró por cada poro de su piel. Era como
una medicina para su alma y supo que estaba presenciando uno de los
milagros de aquel ser maravilloso. A pesar de haber expuesto su vida,
se alegraba con todo su corazón de haber hecho caso a su amiga y
haberla acompañado para rescatar a la niña. Era lo mejor que había
hecho nunca.
KATE DANON 307
Una mágica visión

Un grupo de vaqueros se acercó a ellos cuando descargaban el


cadáver de Brett Hurt, en las afueras de Loan’s Valley.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Samuel Grant, desmontando de
su caballo.
—Al parecer este chico no era quién decía ser. Sin duda fue el
que asesinó a Patience —comentó el patrón.
—¡Qué malnacido! —se lamentó otro de los hombres.
—Primero Dean y ahora Brett —comentó otro con pesar. Un
pesar que ni Darren ni el patrón compartían.
—Eran malas personas —aclaró el doctor O’Brian—. Brett era un
asesino y Dean maltrataba a su mujer.
El viejo se fijó en que Bob Wyatt se encontraba entre el grupo de
curiosos que se había acercado hasta ellos. Y también observó cómo le
clavaba sus mezquinos ojos a Darren.
—Bob —le preguntó de pronto—, ¿era este hombre el que te
atacó y te clavó la navaja en el hombro?
Curtis aún recordaba la primera conversación que tuvo con
Wyatt, cuando le había comentado que el individuo con el que tuvo
aquella confrontación no estaba en Loan’s Valley y que ni siquiera
había llegado a entrar en el pueblo. Pero, después de lo ocurrido, ya no
se fiaba de nadie. Tal vez el carácter violento de Brett atemorizó a Bob
en extremo y por eso prefirió no confesar que había sido atacado por el
joven.
—No, Curtis —contestó Bob, sin dejar de echar furtivas miradas
hacia Darren—. Me hirieron antes de llegar —reconoció, reiterándose
en su primera versión. El viejo era muy listo y no podía ponerse en
evidencia cambiando la historia que había contado en un principio.
El patrón asintió mientras sus ojos azules estudiaban la nerviosa
expresión del vaquero. ¿Por qué no dejaba de mirar a Darren? Este, si
se percató del escrutinio al que le sometía Bob, no dijo nada. Y eso
extrañaba a Curtis. ¿Acaso Shannon no le había comentado el incidente
que tuvo con ese hombre durante el baile? El patrón recordaba la cara
KATE DANON 308
Una mágica visión

pálida de la joven y la fuerza con la que sujetaba el tenedor entre sus


dedos, como si estuviera dispuesta a utilizarlo como arma si llegaba a
ser necesario. Sin duda, Shannon estaba a la defensiva y Bob la
atemorizaba. ¿Por qué no le había contado nada a su esposo?
Betty tampoco había podido averiguar nada acerca de aquel
individuo. Salvo que era un maleducado, que su aseo personal dejaba
mucho que desear y que sus chicas se estaban empezando a cansar de
sus brutales modales en la cama.
Curtis observó unos segundos más a Bob con el ceño fruncido,
intentando leerle la mente. Pero era inútil. Aquel rostro grotesco solo
transmitía oscuridad y contagiaba de un incómodo malestar a todo
aquel que se encontraba cerca de su persona. El viejo resopló de
impotencia antes de que su cabeza regresase a la tarea que se traían
entre manos.
—Enterradlo junto a Dean —ordenó Curtis a los vaqueros.
Luego, se volvió hacia Darren—. Ve a descansar y luego devolved a
esa niña con su familia. No quiero más problemas; para ser un rancho
tan pequeño, creo que ya hemos sobrepasado el límite por este mes.
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Una mágica visión

Capítulo 24

—¿Dónde está el poblado? —preguntó Shannon, oteando el


horizonte por si ya se encontraban lo suficientemente cerca como para
distinguirlo.
Viajaba en Fuego junto a Darren, montada delante de él a
horcajadas sobre el lomo del caballo. La proximidad de sus cuerpos era
una deliciosa tortura de la que el vaquero disfrutaba a cada paso. Los
muslos de Shannon se pegaban a los suyos y su trasero se mecía contra
su entrepierna siguiendo los movimientos del animal. De vez en
cuando, la estrechaba por la cintura para apretarla contra su pecho y
sentirla toda suya, suave y tibia, soñando con el momento en que por
fin pudieran estar a solas para demostrarle todo lo que sentía por ella.
—El asentamiento de los miwok está a orillas del río San Joaquín,
un poco más al sur. Ya falta poco para llegar —contestó, sin poder
contener el impulso de enterrar su cara en el cuello femenino y morder
suavemente su piel.
—¡Darren! —lo recriminó ella.
Con una sonrisa que echó por tierra su tono ofendido, Shannon
lo apartó y señaló el caballo en el que viajaban Jenny y Huyana. Su
esposo llevaba todo el viaje acariciándola y besándola allí donde podía:
en el hombro, en la oreja, en la mejilla… y ella era muy consciente de lo
excitado que se encontraba. De vez en cuando la estrechaba con fuerza
y podía sentir una interesante dureza que era imposible ignorar, allí
pegada a su trasero.
Shannon también lo deseaba. Mucho. Cada vez que sus enormes
manos ascendían como por accidente desde su estómago hasta el
nacimiento de sus pechos, una descarga de placer le recorría el cuerpo
y la humedad entre sus piernas se tornaba más caliente. Pero no era
correcto tontear de esa manera, sobre todo estando acompañados por
la joven Huyana y por Jenny.
KATE DANON 310
Una mágica visión

—¿Cómo fue que acabaste viviendo con ellos? —preguntó de


nuevo Shannon, intentando ocupar su mente con otra cosa que no
fuesen aquellas increíbles manos ardientes bajo sus pechos. ¡Cuánto
deseaba que los acariciara con fuerza, cubriéndolos enteros con su
áspera palma!
—Bueno, fue después de mi época de soldado —le habló Darren
muy cerca del oído, con lo que consiguió que un escalofrío de placer
recorriera la espalda de la joven—. Era cierto que los Ahwahnechee
eran indios muy problemáticos, incluso los miwok los temían, pero
una vez los hubimos reducido y sometido, algunos hombres del
batallón Mariposa decidieron divertirse a su costa. Y yo no pude
soportar ver cómo abusaban de aquellas mujeres, incluso de algunas
niñas.
Shannon se estremeció tras aquellas palabras al imaginarse lo
que debió haber sido. Se echó hacia atrás anhelando sentir el contacto
del duro pecho de Darren, esta vez, para su propio consuelo ante las
imágenes que cruzaban por su cabeza.
—Me enfrenté con ellos —prosiguió el vaquero, con la voz
perdida en el pasado—, con mis compañeros, con mis amigos… Hasta
que alguien me disparó a traición y me hirió en el costado. Tuve que
huir de allí y me persiguieron como si se tratase de una nueva
diversión: dar caza al renegado. Por fortuna, conseguí escapar, o ellos
se aburrieron del juego y regresaron al campamento indio para seguir
atormentado a los Ahwahnechee… No lo sé.
—Es horrible, Darren —susurró Shannon, dolida por lo que su
esposo había tenido que soportar.
—Anduve por estas tierras durante un par de días hasta que me
derrumbé, convencido de que iba a morir. Y en mis sueños, de pronto,
apareció un ángel de largos cabellos oscuros y ojos brillantes. Se
llamaba Sanuye.
—La madre de Huyana —dijo Shannon, que había reconocido el
nombre de la mujer miwok.
KATE DANON 311
Una mágica visión

—Me llevó a su poblado y su gente me aceptó sin ningún


prejuicio. Curaron mis heridas y compartieron conmigo sus escasas
pertenencias. Es un pueblo muy pobre —explicó Darren—, pero eso no
les impidió acogerme y entregarme todo lo que tenían.
—Supongo que te encariñarías con Huyana enseguida —intuyó
Shannon, mirando a la pequeña que cabalgaba confiada junto a Jenny.
—Sanuye era viuda y durante el tiempo que estuve con ellas fui
como un padre para Huyana, por eso me nombraron su padrino. Para
mí fue un gran honor, es una niña increíble. Bueno, qué te voy a contar
a ti —susurró Darren paseando sus labios por el cuello femenino—. Tú
sabes de lo que es capaz, se te apareció en sueños.
—No eran sueños —lo corrigió ella, cerrando los ojos para
concentrarse en las sensaciones que despertaba aquella boca contra su
piel—. Eran visiones. Y, vete acostumbrando, porque es algo que me
lleva pasando desde muy jovencita. Tendrás que aprender a vivir con
ello —o eso esperaba Shannon. No soportaría que Darren saliese
huyendo igual que hizo su padre.
—No te librarás de mí tan fácilmente —le prometió él, como si le
hubiese leído el pensamiento—. Además, tus visiones salvaron a
Huyana, así que no veo nada de malo en ellas. Todo lo contrario.
Aquellas palabras consiguieron que su corazón latiese más
acelerado. Darren la aceptaba tal y como era. Su esposo, el hombre por
el que había recorrido un viaje tan largo, respondía a todas sus
expectativas y más aún. Ya nunca más estaría sola, ya no tendría que
reprimir su verdadero ser. Podría confiarle a Darren cualquier cosa, y
además tenía a Jenny, a Huyana, a Curtis, a Dothy y al doctor, incluso
a la señora Betty LeFleur y a sus chicas, que se habían tomado la
molestia de devolverle su aspecto más femenino… Por fin pertenecía a
un lugar, tenía vecinos que la aceptaban y compartía su vida con un
hombre que la comprendía y la deseaba. Y ella le amaba como nunca
hubiera imaginado que fuera posible. Si aquello era un sueño, pensó,
recostando la cabeza contra el hombro del vaquero, no quería
KATE DANON 312
Una mágica visión

despertarse nunca.

El poblado era en verdad muy humilde. Las diversas chozas que


se agrupaban cerca del río estaban construidas con palos de madera
cubiertos de tierra y carecían de adornos. Varios fuegos ardían
dispersos por la aldea y algunas mujeres estaban sentadas en torno a
ellos, fabricando con sus manos lo que parecían cestos y canastos de
varios tamaños. Todas mantenían la mirada fija en su labor y en el
ambiente aún parecía flotar el luto por el funeral celebrado hacía tan
poco tiempo.
Según avanzaban los caballos, Shannon notaba que la pequeña
Huyana era incapaz de contener su excitación. Se removía inquieta y
miraba hacia todos lados, buscando seguramente a su madre. Hasta
que no pudo aguantar más y comenzó a gritar muy emocionada.
—¡’Unu, ‘unu6! ¡Katowih7!
Sobrevino un expectante silencio tras sus palabras. Las mujeres
levantaron los ojos de su labor, los hombres dejaron lo que estaban
haciendo y miraron hacia los recién llegados, incrédulos. Nadie
pronunció una palabra y la tensión fue en aumento hasta que al fin,
Sanuye salió de su choza temblando y con lágrimas en los ojos.
—¿Huyana? —preguntó con una voz muy débil para constatar
que no estaba soñando.
—¡’Unu! —volvió a gritar la niña, saltando del caballo.
—¡Cuidado! —exclamó Jenny, intentando sujetarla para que no
se rompiera nada al caer. Pero la pequeña demostró una agilidad
asombrosa aterrizando con suavidad para salir corriendo después a los
brazos de su madre.
Sanuye no podía moverse. Solo era capaz de temblar y llorar.
Cuando su hija se abalanzó sobre ella, cayó de rodillas y se dejó
abrazar, incapaz aún de moverse.
KATE DANON 313
Una mágica visión

—¿’Oppun towih8? —preguntó, con la voz quebradiza.


—Walli katowih9.
La mujer por fin reaccionó y la separó un poco para poder verla
mejor. Le pasó las manos por el pelo y por la cara, luego apretó sus
enjutos hombros para asegurarse de que era real y no un ensueño de
su corazón dolorido.
—Huyana… —entonces la abrazó con fuerza y emitió un sollozo
de alivio—. ¡Huyana!
Fue como si su nombre fuera la señal que todos los demás
esperaban para reaccionar. Un murmullo generalizado que comenzó
con susurros fue creciendo en intensidad mientras la gente del pueblo
se acercaba a la niña con cuidado, temerosos de ahuyentar aquella
maravillosa visión. Su Hii había regresado, la suerte volvía a estar de
su parte.
Todos se arremolinaron en torno a Sanuye y a su hija y
empezaron a hacer preguntas, emocionados.
Shannon y Jenny no podían entenderlos, pero era evidente que
sentían una gran curiosidad por saber qué le había ocurrido, quién se
la había llevado y cómo la habían rescatado. Darren se colocó en medio
de aquel caos y levantó las manos pidiendo calma. Habló en idioma
miwok y, poco después, el grupo de curiosos se dispersó, dejando
intimidad a madre e hija.
—Les he pedido un poco de paciencia —le explicó a Shannon—.
Contaremos lo ocurrido, pero antes se merecen un poco de tiempo…
Las dos lo han pasado muy mal.
Una inmensa oleada de ternura la invadió de golpe al observar
aquel rostro moreno, siempre tan impasible, siempre tan controlado,
que ahora mostraba signos evidentes de una gran emoción. Los ojos
azules de Darren pretendían esconder el brillo de las lágrimas mientras
observaba el reencuentro de Huyana con su madre. Y no era para
menos. Ella misma se descubrió con la cara bañada en lágrimas ante
aquella imagen, e incluso Jenny, que se había acercado a ellos con
KATE DANON 314
Una mágica visión

timidez, se limpiaba los ojos a pesar de su gran sonrisa.


—Venid conmigo —les habló uno de los hombres del poblado en
su idioma. Se trataba de Honon, el amigo de Darren.
El imponente guerrero estaba conmocionado y no quería esperar
para saber toda la historia. Tras las debidas presentaciones, los llevó a
su choza y los invitó a entrar con gesto serio.
—Amigo —le advirtió Darren, que lo conocía muy bien y sabía
que el miwok querría venganza—, está resuelto. No quedan culpables,
así que lo único que puedes hacer es dar las gracias a las responsables
del rescate de Huyana: mi esposa y su amiga Jennifer.
—Aun así, Omusa, quisiera que me contarais lo ocurrido —les
pidió, sentándose al tiempo que hacía un gesto para que le imitaran.
Los tres se sentaron sobre las esterillas que cubrían el suelo de la
choza. En el acto, una anciana cuya presencia había pasado totalmente
desapercibida hasta ese momento, se acercó a ellos. Shannon se
sobresaltó cuando se encontró con la cara arrugada de la mujer y sus
ojos viejos a escasa distancia de su propio rostro. Esta le tendió un
cuenco de madera con un brebaje humeante en su interior y ella lo
aceptó con una sonrisa.
—Es un caldo reconstituyente que los cazadores miwok beben
cuando regresan de sus expediciones —le explicó Darren con un
susurro, inclinándose hacia ella—. Cuecen tubérculos y harina de
bellotas. Es un poco insípido, pero te sentará bien.
Shannon observó que Jenny apuraba de un trago todo el
contenido de su cuenco y luego se limpiaba la boca con la mano. Ante
la mirada interrogante de su amiga, Jenny se encogió de hombros.
—A mí me ha gustado. ¿Podría tomar un poco más?
Honon y Darren sonrieron con aprobación y, tras un gesto de su
anfitrión, la anciana volvió a llenar el cuenco de Jenny.
—Y ahora, contadme, amigos. ¿Qué ha ocurrido con Huyana?
Darren dio un pequeño sorbo a su caldo antes de empezar a
relatar lo que sabía, aunque, por supuesto, Shannon tuvo que
KATE DANON 315
Una mágica visión

intervenir en muchas ocasiones para aclarar todas las lagunas que el


vaquero encontraba en su historia. Y es que, confiar a su amigo miwok
que Huyana se había puesto en contacto con su esposa por medio de
una visión, era algo muy difícil de explicar.
Por suerte, Honon, al igual que el resto de los miwok, no tuvo
ningún problema para entender la especial intervención de Shannon en
el rescate. Su Hii era capaz de los prodigios más sorprendentes. ¿Por
qué no iba a comunicarse con una joven que poseía una percepción
más aguda que el resto? Su don no era ningún misterio para Honon. Es
más, lo admiraba. Y cuando le tomó las manos a Shannon y las apretó
con fuerza para trasmitirle toda la gratitud que sentía por devolverle a
su Hii, aquella admiración se manifestó en sus ojos oscuros.
—Eres un regalo enviado por los espíritus, Shannon.
Ella se sonrojó y Darren la apretó contra sí, lamentando no haber
sido él quien pronunciara esas palabras.

Durante todo el día, los miwok se dedicaron a preparar la gran


fiesta que se celebraría al caer la noche, en honor a sus invitados y,
sobre todo, para celebrar el regreso de su Hii. Aquella gente resultó ser
tan amigable que Shannon y Jenny se sintieron muy cómodas a pesar
de las cosas horribles que habían escuchado de los indios a lo largo de
los años.
—No son como imaginaba —le confió Shannon a Darren, en un
determinado momento.
—Por supuesto que no. Los llaman salvajes, pero sin duda hay
hombres blancos mucho más incivilizados y salvajes que ellos —
contestó Darren.
—Estoy totalmente de acuerdo contigo —musitó Jenny, con la
mirada perdida.
Shannon le pasó el brazo por los hombros para consolarla. Era
KATE DANON 316
Una mágica visión

cierto. Dean Garret era sin duda uno de los peores hombres que habían
tenido la desgracia de conocer.
—Ven, no gastes ni un solo pensamiento más en ese monstruo —
le sugirió Shannon, conduciéndola hacia un grupo de mujeres que
trabajan delante de una de las chozas—. Vamos a conocer sus
costumbres, así nos distraeremos.
Jenny asintió y se acercaron hasta ellas. Observaron con
curiosidad cómo fabricaban sus cestos, ayudadas por unas finas leznas
de hueso de ciervo. Sus manos se movían con destreza trenzando los
suaves juncos, intercalando de vez en cuando abalorios y algunas
plumas. Shannon estaba fascinada. Pensó que tal vez podría pedirles
que la enseñaran a realizar aquella hermosa labor, pero suponía que
para adquirir la maestría que ellas exhibían tendría que practicar
durante mucho, mucho tiempo.
—Omusa ‘oh’a10 —le dijo de pronto una de las mujeres,
acercándose a ella—. Koccha11.
Shannon le sonrió por instinto. Aquella anciana parecía muy
amable y le ofrecía uno de aquellos maravillosos cestos. La joven se
volvió para buscar a Darren con la mirada y, tal y como suponía, el
vaquero no se había alejado mucho de ellas.
—¿Qué es lo que ha dicho? —le preguntó.
Él acudió enseguida a su lado. Sonrió a la anciana y cogió el cesto
que les ofrecía, dedicándole un gesto de asentimiento.
—Nos lo regala para nuestro hogar —le explicó Darren.
—¿Cómo se dice gracias?
—Tenkiju’.
—Tenkiju’ —repitió Shannon con timidez. Aquel era un idioma
con una pronunciación complicada.
La anciana les sonrió y cabeceó satisfecha antes de volver a su
sitio entre las otras mujeres.
—Es una preciosidad, Darren —murmuró Shannon acariciando
la textura del cesto—. Quedará precioso en nuestra sala.
KATE DANON 317
Una mágica visión

Escucharla decir aquello le emocionó. Le llenaba de una dicha


infinita saber que al día siguiente partirían de regreso a su casa, a su
hogar, de los dos. Y entonces, de súbito, mientras contemplaba la
radiante sonrisa de su esposa, tuvo una idea maravillosa. Por fin
podría resarcirla por la desventurada manera en la que había llegado a
su vida y el todavía más desafortunado recibimiento que tuvo tras su
largo viaje.
—Voy a ver cómo se encuentran Sanuye y Huyana —le dijo a
Shannon.
—¿Podemos ir contigo? Quiero saber si la pequeña está bien.
—¡No! —se apresuró a contestar. Luego suavizó el tono para
explicarle—. Seguro que está muy bien, Shannon. Está con su madre.
Además, Honon hará de anfitrión y os enseñará todo lo que queráis
saber acerca de su gente.
Honon también lo miró extrañado tras sus palabras. Sin
embargo, cuando Darren le explicó en idioma miwok lo que pensaba
hacer, de modo que las mujeres no se enteraran, el guerrero sonrió de
oreja a oreja y asintió con la cabeza.
Shannon y Jenny intercambiaron una mirada cargada de
interrogantes. ¿Qué estaría tramando?
Una vez se quedaron a solas con el miwok, este las condujo hasta
otra zona del poblado donde estaban preparando ya el banquete para
la celebración de aquella noche. Honon pensó complacido que sería
una fiesta por todo lo alto, puesto que ahora habría algo más que
celebrar aparte del jubiloso regreso de su Hii. Sin embargo, se guardó
mucho de demostrar su entusiasmo. Su amigo Darren pretendía que
fuera una sorpresa.
Shannon, ajena a los pensamientos de Honon, se interesó por lo
que estaban cocinando sobre el fuego, y el guerrero le explicó que eran
las piezas que acostumbraban a cazar los hombres miwok: conejos,
ardillas, venado, serpientes y algunas aves pequeñas. A la joven le
sorprendió esa variedad, y aún más cuando su anfitrión le indicó que
KATE DANON 318
Una mágica visión

seguramente también encontraran algo de pescado en su cena, como


por ejemplo, parte del salmón desecado que siempre guardaban para
el invierno.
—¿Y qué están haciendo esas jóvenes de allí? —preguntó Jenny,
intrigada ante el grupo de mujeres que trabajaban con las manos una
especie de masa.
—Están haciendo pan de bellota —contestó Honon. Como las dos
mujeres continuaron mirándole con curiosidad, el guerrero
prosiguió—. Primero machacan las bellotas en aquellos morteros de
piedra ¿veis?, y luego tamizan el resultado hasta conseguir una especie
de harina.
—¿Por qué la echan en esos agujeros del suelo? —preguntó
Shannon al ver que las mujeres cavaban pequeños agujeros poco
profundos en la arena y después depositaban allí la harina.
—Porque ahora les echarán agua caliente, tantas veces como sea
necesario, hasta que la pasta formada haya perdido el amargor. Las
bellotas tienen esa molesta característica. Así fabricamos nuestro pan y
espero de corazón que cuando lo degustéis esta noche, lo encontréis
delicioso —contestó Honon.
—¿Podemos ayudarlas? —se ofreció Jenny, que estaba interesada
en aprender nuevas técnicas de cocina.
—Será un honor para ellas contar con vuestra colaboración.
Shannon y Jenny pasaron el resto de la tarde ayudando en las
tareas de cocina, emocionadas por tener la oportunidad de participar
en algo así. Aquella gente era realmente apacible, amable y generosa. Y
Shannon entendió por qué Darren había pasado tres largos años en su
compañía antes de decidirse a regresar a su propio mundo.
Por cierto, ¿dónde se había metido Darren? Llevaba ya mucho
rato sin verle y estaba empezando a preocuparse. ¿A qué venía tanto
secretismo y tanto afán por que no lo acompañaran a ver a Sanuye?
¿Acaso quería estar a solas con la viuda y su hija como lo había
estado… durante tres años? Aquel pensamiento repentino golpeó el
KATE DANON 319
Una mágica visión

ánimo de Shannon sin piedad. Recordó que Darren la había descrito


como un ángel de cabellos negros que lo había rescatado de la muerte.
¿Y si… y si él…? ¡Oh, por el amor del cielo! ¡Qué ciega había estado!
Por eso Darren jamás le había dicho ni una sola palabra de amor.
¡Estaba enamorado de otra mujer!
Respiró hondo varias veces intentando serenarse. Aquel
descubrimiento la había dejado sin aliento. Darren amaba a otra… Pero
a ella la deseaba, estaba segura. Se lo había demostrado con creces y
aquel sentimiento no se podía fingir. ¡Qué estúpida eres, Shannon!,
pensó, deprimida. ¿Desde cuándo es lo mismo la lujuria que el amor?
Y eso es lo que siente Darren por ti, solo deseo. Y su amor… su amor
seguramente es todo para Sanuye.
6 Madre.
7 Estoy bien.
8 ¿Estás bien?
9 Estoy muy bien.
10 Mujer de Omusa.
11 Para el hogar.
KATE DANON 320
Una mágica visión

Capítulo 25

Cuando al fin aparecieron, las entrañas de Shannon se


retorcieron de celos. Sanuye, Darren y Huyana salieron de la choza con
los rostros sonrientes. El vaquero parecía realmente feliz y los tres se
veían como una hermosa familia.
—¿Qué te ocurre? —le preguntó Jenny, al ver la expresión
desolada de su cara.
Pero Shannon no pudo contestar. Ellos ya estaban demasiado
cerca y la belleza de la mujer miwok de pronto la dejó sin palabras.
Poseía una melena negra azabache y unos ojos grandes y oscuros. Sus
facciones le resultaban muy exóticas y era comprensible que cualquier
hombre la encontrara atractiva. Y más, si había estado compartiendo su
hogar con ella durante tres años.
Y entonces, su don decidió hacer de nuevo acto de presencia
cuando menos lo necesitaba. Las imágenes llegaron hasta su cabeza
desde el pasado, dolorosas e insistentes. Pudo ver a Darren sonriendo
como pocas veces lo había visto sonreír. A Huyana entre sus brazos, a
la luz de una hoguera compartiendo la cena con Sanuye. La felicidad
que se intuía en aquel ambiente la lastimó y nubló el brillo de sus ojos.
—¿Qué tal os ha tratado Honon? —preguntó Darren,
acercándose a ella.
Shannon dio un paso atrás sin darse cuenta de lo que hacía. Le
dolía demasiado el pecho y necesitaba aclarar sus pensamientos.
—¿Te encuentras bien? —volvió a preguntar su esposo,
mirándola con preocupación.
—Yo… yo no… —seguía sin poder hablar. ¿Qué iba a decirle?
¿Que había descubierto su secreto y que ahora sabía por qué era una
carga para él?
Sus ojos pasaban sin darse cuenta del vaquero a Sanuye, y
viceversa. Lo veía tan claro… ¡y hacían tan buena pareja! La felicidad
KATE DANON 321
Una mágica visión

en el rostro de Darren la dejaba sin respiración. ¿Cómo iba a negarle


esa felicidad al hombre que amaba? Bajó los ojos al suelo intentando
controlar las lágrimas y resolvió que no podía hacerlo. Debía dejarlo
libre para que él pudiera estar con la mujer que de verdad quería. Pero
resultaba demasiado desgarrador pensarlo siquiera.
—Shannon, ven conmigo —intervino de pronto Huyana.
Sin darle opción, se acercó a ella y la tomó de la mano. La joven
estaba convencida de que la extrema sensibilidad de la niña había
captado su angustia y se lo agradeció. Necesitaba alejarse de Darren
cuanto antes, si no quería ponerse a llorar como una tonta. Se dejó
llevar y Huyana la condujo hacia la misma choza de la que habían
salido momentos antes.
—Jenny, ven tú también —le pidió Huyana.
Antes de que la joven morena pudiera reunirse con ellas, Darren
la retuvo cogiéndola por el brazo.
—¿Ha ocurrido algo? ¿Qué le pasa a Shannon?
Su voz sonaba sinceramente preocupada, pero Jenny no tenía
una respuesta. A ella también le había sorprendido el cambio de
actitud de su amiga.
—No lo sé, pero lo averiguaré —le prometió.
Darren asintió y dejó que entrara en la choza junto con ellas. Se
quedó mirando unos instantes la abertura por la que habían
desaparecido, con el ceño fruncido.
—¿Crees que le gustará la sorpresa? —le preguntó a Sanuye, que
permanecía de pie a su lado.
—Creo que te ama mucho —fue la respuesta de la mujer miwok.
Darren sonrió, más tranquilo. Sabía de sobra que Sanuye era tan
intuitiva como su hija y cuando afirmaba algo con aquella rotundidad,
solía ser cierto.
KATE DANON 322
Una mágica visión

—Cierra los ojos —susurró Huyana.


Shannon obedeció. Al hacerlo, sin embargo, las imágenes le
acosaron con saña.
—No puedo —dijo, volviendo a abrirlos—. No quiero verlo.
Estaban arrodilladas, una frente a la otra, y Huyana le tomó las
manos con suavidad. En la semipenumbra de la choza, Shannon
comprobó que la niña sonreía.
—Lo que ves es el pasado. No debes tenerlo en cuenta porque ya
pasó y no tiene ninguna fuerza. No puede destruir el presente, y
mucho menos el futuro.
—Pero él… y Sanuye…
—No —exclamó la pequeña, esta vez con el tono más duro—.
Sanuye amaba a mi padre y jamás dejó de hacerlo. Omusa fue un
amigo, nuestra familia, pero nunca pudo ocupar su lugar.
Aquellas palabras encendieron una chispa de esperanza en el
corazón de Shannon. Aunque, el hecho de que Sanuye no hubiera
llegado a amarlo no significaba que el vaquero hubiese olvidado a la
mujer miwok.
—Omusa merece ser feliz —prosiguió Huyana—, y su nueva
vida comienza esta noche, junto a la mujer que estará a su lado a partir
de ahora.
Shannon bajó la cabeza, ahogada por las emociones que la
embargaban. Amaba a Darren más que a su propia vida… ¿sería ella
esa mujer?
Huyana se levantó entonces y rebuscó algo en un rincón de la
choza, entre un montón de pieles de animales. Al fin, sacó lo que
parecía ser uno de los vestidos de su madre. Se acercó de nuevo a
Shannon y lo extendió frente a sus ojos.
La prenda que le mostró la niña era exquisita. Shannon nunca
había visto nada igual. Se trataba de una túnica de piel de ciervo, muy
suave al tacto, adornada con multitud de abalorios y plumas de
colores. Estaba claro que su confección había llevado mucho tiempo y
KATE DANON 323
Una mágica visión

que le habían dedicado una atención especial. Además de los adornos,


la túnica estaba teñida con colores suaves, como el blanco y el azul, que
otorgaban a la prenda una cualidad solemne y ceremoniosa.
—Es una maravilla, ¿de quién es? —preguntó Shannon,
acariciándolo con cuidado.
—De mi madre —respondió Huyana, orgullosa—. Pero esta
noche lo llevarás tú.
Shannon abrió mucho los ojos y la miró alarmada.
—¡No, no! No podría… Este vestido debe ser muy especial para
Sanuye y yo…
—Sí, es especial —contestó una voz suave desde la puerta—. Y
por eso precisamente quiero que lo luzcas esta noche.
Shannon miró a la mujer miwok que acababa de unirse a ellas en
el interior de la choza. Sanuye la contemplaba con una expresión
agradecida en su bello rostro.
—No lo entiendo.
—Pues es muy fácil —le explicó—. Tú has salvado a mi hija, me
la has devuelto sana y salva. Y sería un gran honor para mí que
llevaras el vestido que yo usé durante el día más importante de mi
vida.
Shannon estaba tan sorprendida que ni siquiera se le ocurrió
preguntar cuál había sido ese día. Sin embargo, a Jenny no le pasó
desapercibido el brillo de los ojos oscuros de la mujer y la mirada de
complicidad que intercambió con su hija. Enseguida ató cabos y
entendió lo que estaba ocurriendo. Se sintió muy feliz por su amiga y
decidió colaborar en la sorpresa.
—Vamos, Shannon, no nos agües la fiesta. Esta noche los miwok
van a celebrar que han recuperado a su Hii y es gracias a ti. Serás la
invitada de honor y debes vestir acorde al reconocimiento que quieren
darte.
—Te olvidas de que tú me ayudaste —respondió Shannon,
molesta por tantos cumplidos que no creía merecer.
KATE DANON 324
Una mágica visión

—Pero yo solo te acompañé. Tú fuiste la artífice de todo el


rescate.
—Además —intervino Sanuye de nuevo—, también habrá un
traje especial para Jennifer.
Desde el exterior, de pronto, comenzaron a llegar los primeros
cánticos de la noche. La fiesta estaba a punto de comenzar y se les
hacía tarde. Shannon miró a sus acompañantes, que esperaban su
respuesta para comenzar los preparativos, y al final asintió. El brillo
agradecido en los ojos violáceos de Huyana merecía que ella pusiera
todo de su parte para lograr que aquella noche fuera muy especial para
la niña. Que Darren no la amase no era motivo para arruinar la
hermosa velada que aquella gente estaba preparando con toda su
ilusión. Y, a pesar de que Sanuye representaba en esos momentos un
duro obstáculo para su felicidad, no dejaba de ser una madre que había
recuperado a su hija y quería demostrarle todo su agradecimiento. Ella
no era quién para desdeñar sus atenciones que, en verdad, parecían
surgir desde lo más hondo de su corazón.
—De acuerdo, me lo pondré —resolvió por fin.
Sus tres acompañantes lanzaron exclamaciones de alegría y se
abalanzaron sobre ella dispuestas a transformar su aspecto y
convertirla en la protagonista indiscutible de la fiesta.

—¿Por qué te mueves tanto?


Darren fulminó a su amigo Honon con la mirada. El miwok lo
contemplaba con una sonrisa burlona en el rostro, divertido ante el
comportamiento del vaquero. Era increíble pero… ¡estaba nervioso!
—Vamos, ya has pasado por esto antes —continuó azuzándolo—
. No vas a decirme ahora que no sabes cómo hacerlo, ¿verdad?
El comentario le valió otra furibunda mirada por parte de
Darren. Se mesó el cabello preocupado, sin compartir la actitud jocosa
KATE DANON 325
Una mágica visión

de su amigo. Se había preparado a conciencia, se había vestido tan solo


con un pantalón típico de la tribu y había adornado el torso desnudo
con pinturas ceremoniales. La herida del hombro aún le molestaba un
poco, pero se había quitado la venda para la ocasión. Había repasado
decenas de veces las palabras en su cabeza mientras esperaba a su
mujer, pero, de repente, todas aquellas bonitas frases de amor se
habían esfumado. Estaba en blanco.
—No sirvo para esto —confesó, con el rostro tan serio que a
Honon casi le dio un ataque de risa—. No soy un poeta y no tengo ni
idea de cómo cortejar a una mujer. Deberías haberme visto
intentándolo con Shannon: cada vez que abría la bocaza le hacía llorar.
Siempre digo lo más inoportuno, ¿y si esta noche…?
Honon se acercó y le puso una mano sobre el hombro para
tranquilizarlo.
—Algo bien habrás hecho, supongo. Salta a la vista que esa mujer
te adora —por fin, el miwok dejó a un lado su actitud burlesca y trató
de serenarlo—. Lo harás muy bien, solo tienes que dejar que hable tu
corazón.
—Ese es el problema. Creo que mi corazón y yo no hablamos el
mismo idioma.
En esta ocasión, Honon ya no pudo contenerse y se echó a reír.
Darren le propinó un empujón para alejarle y se giró hacia la choza
justo en el momento en que Shannon hizo su aparición.
Y entonces no pudo pensar en nada más.
Su esposa era un ensueño. Una increíble y mágica visión que
aceleró su corazón y lo hizo latir con demasiada fuerza. Llevaba uno de
los vestidos típicos de las ceremonias miwok y la larga melena dorada
le caía suelta en suaves ondas sobre la espalda. No lucía ningún otro
adorno, no lo necesitaba. Sus brillantes ojos color oro eran la máxima
expresión de su belleza y atrajeron sin pretenderlo la atención de todos
los allí presentes.
Tras ella, aparecieron Sanuye, Jenny y Huyana. Las tres iban
KATE DANON 326
Una mágica visión

sonrientes y orgullosas de su trabajo. Shannon lucía aquella prenda


con elegancia y asintieron satisfechas al observar el impacto que causó
su aparición en la fiesta. Todo el poblado guardó un reverencial
silencio mientras ella avanzaba hasta situarse junto a Darren.
Una enorme fogata ardía en el centro de la explanada donde
habían dispuesto la comida y la bebida. El vaquero la esperaba delante
del fuego, con una expresión extasiada en su atractivo rostro moreno.
Shannon no sabía qué pensar, estaba muy nerviosa. ¿La estaba
mirando a ella, o a Sanuye, que avanzaba justo detrás? Y, de súbito,
tuvo una idea alocada, imposible, increíble. Aquel ambiente que la
envolvía era muy extraño. Todos parecían expectantes y seguían cada
uno de sus movimientos. Ella avanzaba hacia el hombre que amaba y
él la esperaba como si… como si…
—Sanuye —se detuvo de pronto, girándose un poco hacia la
mujer—. ¿En qué ocasión usaste este vestido que me has prestado?
—Es mi vestido de boda, Shannon. Aparte del día en que nació
Huyana, fue el más feliz de mi vida.
Atónita, se volvió de nuevo hacia Darren y le temblaron las
piernas. ¿Así que por eso había estado todo el día encerrado con
Huyana y con Sanuye? ¿Había estado preparando… su boda? ¡Pero si
ellos ya estaban casados! Su corazón se lanzó a un galope frenético
mientras avanzaba hacia el vaquero. Su increíble atractivo le provocaba
un agradable hormigueo en la piel y ese atuendo miwok le daba un
aire tan interesante que tuvo que inspirar con fuerza para contener la
cálida marea de deseo que se estaba apoderando de ella por
momentos. El torso desnudo de Darren era un reclamo poderoso, sus
fuertes brazos morenos una invitación clara a dejarse estrechar por
ellos. Los labios, entreabiertos y maravillados, suponían una tentación
irreprimible. Y sus ojos cobalto, oscuros y brillantes, tiraban de ella con
fuerza para acercarla cada vez más y más.
—Eres una hermosa visión —le dijo él, cuando ya estuvo a su
lado.
KATE DANON 327
Una mágica visión

Shannon no pudo responder. Tenía un nudo en la garganta y


aquellos cánticos ceremoniales, dulces y lánguidos, unidos a la
ardiente mirada de Darren, consiguieron que las lágrimas brillaran en
sus pupilas.
—Cuando llegaste, tras el largo viaje, no tuviste el recibimiento
que merecías —prosiguió el vaquero, cogiendo sus manos para
acariciarlas entre las suyas—. Fue lamentable el modo en que nos
casamos, y mi comportamiento deplorable. Estabas cansada, herida y
supongo que llena de temor e incertidumbre por tu futuro. Y yo me
conduje como un auténtico patán sin sentimientos y no supe…
Shannon no pudo soportarlo y le puso una mano sobre los labios
para hacerlo callar.
—No hace falta que sigas, Darren. Aquello ya pasó, ahora todo es
distinto.
Él retiró su mano, no sin antes besar con suavidad su palma, y le
dedicó una sonrisa cargada de promesas.
—Déjame que continúe, Shannon. Lo necesito. Tú eres la mujer
más maravillosa que he conocido y no he sabido decírtelo. Te
embarcaste en un viaje peligroso en busca de un futuro mejor, soñando
con el hombre que habría de hacerte feliz, imaginando seguramente
cómo sería la boda que te uniría a él para siempre —Darren hizo una
pausa, avergonzado, y tomó aire antes de proseguir—. Apuesto lo que
quieras a que jamás imaginaste que te casarías sobre una carreta,
malherida, con un hombre gruñón y maleducado que nunca ha sabido
apreciarte como esperabas —Shannon intentó contestarle, pero él no se
lo permitió y continuó hablando—. Por eso, hoy vamos a celebrar la
boda que te merecías… que te mereces. Shannon Blythe, aquí, delante
de los que han sido mi verdadera familia, delante de nuestros
amigos… ¿quieres casarte conmigo?
La joven no pudo ya reprimir las lágrimas de felicidad y asintió
con la cabeza, incapaz aún de pronunciar palabra. Darren la abrazó,
estrechándola con fuerza, y todos los que estaban a su alrededor
KATE DANON 328
Una mágica visión

estallaron de alegría ante la felicidad de la pareja.


Huyana se colocó entonces en el lugar que correspondía al Hii, y
los novios se presentaron ante ella dispuestos a recibir su bendición. A
Shannon le resultó muy extraño que la casara una niña de ocho años,
pero la mirada violácea y sabia de Huyana podría competir esa noche
con la del chamán más anciano del mundo. En aquellos ojos brillaba el
poder de los espíritus y la capacidad de obrar como una auténtica líder
espiritual. Su sonrisa infantil, plena de felicidad, era otro regalo
añadido a la ceremonia.
Su discurso, en idioma miwok, erizó la piel de Shannon a pesar
de no entender ni una palabra. Pero la cadencia de su voz, su tono
grave y mágico, consiguió tocar el corazón de la joven, que intuyó el
verdadero significado de su sermón. Todo el poblado permanecía en
silencio escuchando a su Hii, hasta que la niña, con un gesto, indicó a
Darren que podía pronunciar sus votos.
El vaquero se giró hacia Shannon, quedando frente a frente con
ella.
—Hace poco que has llegado a mi vida, Shannon, pero en este
tiempo te has hecho indispensable. Me he dado cuenta de que ya no
podría vivir sin ti. Te pido perdón por todas las veces que te he
ofendido y que te he hecho llorar, por no haber confiado en ti cuando
me contabas tus mágicas visiones… No merecías el trato que recibiste
de tu esposo. Debería haberte cuidado y no dudes de que, a partir de
este momento, serás mi prioridad —Darren se pegó a ella y le tomó la
cara entre sus manos—. Te quiero, Shannon.
La besó con dulzura tras sus palabras, sellando así su promesa de
amor. Cuando se apartó, Shannon supuso que era su turno, pero él
volvió a sorprenderla hablando una vez más.
—Y, otra cosa, mi amor. Una vez te dije que jamás escucharías
estas palabras, pero tengo que decirlas… Gracias. Gracias por recorrer
tantas millas, gracias por efectuar ese largo viaje para encontrarte
conmigo. Ahora me doy cuenta de que eres todo lo que yo estaba
KATE DANON 329
Una mágica visión

esperando.
Volvió a besarla, esta vez con más intensidad. Sus labios se
movieron sobre los de ella ardiendo con la necesidad de ser
correspondido. Y Shannon le devolvió el beso completamente
entregada, con el corazón a punto de explotar por las emociones que la
embargaban ante aquella demostración de amor. Ya no tenía dudas y
se sintió la mujer más feliz sobre la faz de la tierra.
Cuando se separaron, continuaron mirándose a los ojos como si
en el mundo no existiera nada más. Y, esta vez sí, Shannon supo que
era su turno.
—Darren, te amo con todo mi corazón. Atravesaría de nuevo mil
desiertos para encontrarme contigo. Si alguna vez imaginé lo que me
depararía aquel viaje, sin duda la realidad ha superado con creces
todas mis expectativas. No podría haberme casado con otro hombre…
tú eres el único al que podría haber entregado mi vida y mi corazón.
El vaquero se inclinó hacia ella con intención de besarla de
nuevo, pero la voz de Huyana lo detuvo. La niña elevó los brazos y la
mirada al cielo pidiendo la bendición de los espíritus para aquella
pareja que se había prometido amor delante de su pueblo. Jenny y
Sanuye observaban la escena con lágrimas en los ojos y Honon sonreía
satisfecho. Omusa era feliz, muy feliz. Y sabía que el amor que se leía
en su rostro no lo había visto nunca antes, ni siquiera por Sanuye.
Shannon miró a su esposo y apretó su mano para llamar su
atención.
—Nunca olvidaré este día, Darren. Es la boda más bella a la que
jamás he asistido.
—Como tenía que ser —asintió él, atrayéndola de nuevo para
volver a besarla.
KATE DANON 330
Una mágica visión

Capítulo 26

Cuando la humilde cabaña apareció ante sus ojos, Shannon


exhaló un suspiro de felicidad. Su hogar, al fin podía llamarlo así. A
pesar de que marcharse del poblado miwok le había entristecido, lo
cierto era que había estado deseando regresar a su casa cuanto antes
para comenzar su nueva vida. Sonrió al recordar la emotiva despedida
de sus nuevos amigos. Sobre todo la de Huyana. La niña se había
abrazado a ella y le había susurrado una frase miwok al oído, que
misteriosamente ella había comprendido a la perfección.
—’Eyya manay kanni12.
Shannon la contempló con adoración y memorizó aquellos ojos
violáceos que la fascinaban.
—No podría, jamás —le contestó, acariciando su cara morena—.
Y prometo volver a visitarte en cuanto me sea posible, con Omusa.
La niña asintió y la abrazó una vez más. Se despidió también de
Sanuye y de Honon, que en tan poco tiempo habían sabido ganarse su
corazón. Y después, Jenny, Darren y ella habían regresado a Loan’s
Valley.
Tuvieron que dejar a Jenny en su propia cabaña, por más que
insistieron para que se quedase con ellos. La joven morena no quería
ser un estorbo y sabía que cuanto antes comenzara a acostumbrarse a
su nueva vida como viuda, mucho mejor. Ya tenía pensado que
remodelaría toda la casa para que nada le recordara al impresentable y
cruel marido que había tenido la desgracia de soportar.
—Estaré muy bien, no os preocupéis —les había dicho.
Aun así, Darren le hizo prometer que acudiría a ellos para
cualquier cosa que necesitara, algo que agradó a Shannon. Le miró con
todo el amor que sentía asomando a sus ojos dorados. Era un buen
hombre, había tenido mucha suerte.
Y ahora volvían a estar de regreso en su cabaña, los dos solos.
KATE DANON 331
Una mágica visión

Shannon se apresuró a colocar el cesto que le habían regalado los


miwok en su sala, complacida al ver que quedaba muy bien en el
centro de la mesa. Darren se aproximó a ella por detrás y la abrazó,
apoyando su barbilla en el suave hombro de su esposa.
—Me alegro de que mis amigos te hayan gustado —susurró—.
No muchas mujeres hubiesen aceptado una boda entre salvajes.
—Ellos no son salvajes —se apresuró a contestar ella—. Son
gente maravillosa y no me extraña que te costase tanto tiempo
abandonarlos. Sus costumbres y su idioma me han fascinado… Por
cierto, ¿qué significa Omusa?
Darren sonrió. A pesar de su gran curiosidad, Shannon había
tardado mucho tiempo en hacerle esa pregunta.
—Significa Flecha Perdida. Su arma de guerra más poderosa son
las flechas, y yo era un guerrero blanco para ellos. Y estaba
completamente perdido cuando me encontraron… un nombre muy
apropiado, ¿no crees?
—Es perfecto —coincidió Shannon—. ¿Volveremos a verlos? Le
prometí a Huyana que lo haríamos.
—Si le hiciste una promesa, habrá que cumplirla, por supuesto.
Ella se giró entonces para quedar frente a frente con él. Le rodeó
el cuello con los brazos y se alzó de puntillas para alcanzarle los labios.
—¿Crees que podríamos tener ahora esa segunda noche de bodas
íntima que me prometiste? —le susurró contra la boca.
Darren volvió a sonreír. La fiesta de la noche anterior había
durado hasta altas horas de la madrugada y después tuvieron que
compartir la choza con Sanuye, Huyana y Jenny. No era momento ni
lugar para dejarse llevar por el deseo intenso que los consumía a los
dos desde que se habían intercambiado los votos matrimoniales. Pero
ahora estaban solos, en su casa, sin nadie que les pudiera molestar.
El vaquero acarició con sus labios la boca de Shannon,
suavemente, mientras la apretaba contra su cuerpo con la intención de
fundirse con ella.
KATE DANON 332
Una mágica visión

—Vamos al dormitorio, esposa. Tendrás tu noche de bodas, tan


íntima y tan larga como desees…

Nadie podía negar que a Curtir Loan le encantaban las fiestas.


Había encontrado otro motivo más para celebrar un baile en la plaza
del pueblo: la aparición de un nuevo y, ya casi podían intuirlo,
próspero negocio. Betty se lo había pedido como favor personal y el
viejo había descubierto que a ella no podía negarle nada.
—Vamos, es la mejor manera de que las mujeres estrenen los
vestidos que le han encargado a Daisy. Y seguro que todas se pasarán
por el local a bañarse y a perfumarse para el evento. Significa muchos
beneficios para mí, querido. Además, sé de sobra que te gusta ver que
tus hombres se divierten después de una dura jornada de trabajo.
La madame, siguiendo el consejo que le diera Shannon, había
abierto sus puertas a las nuevas habitantes de Loan’s Valley. Y había
resultado ser todo un acierto. Las damas estaban deseosas de renovar
su vestuario, y los diseños de Daisy las entusiasmaron. Todas
recordaban el espectacular aspecto de Shannon durante la anterior
velada y habían decidido que necesitaban un cambio de imagen.
Además, estaban aquellos maravillosos baños de espuma, que dejaban
la piel suave y perfumada. ¿Quién no querría pagar algún dólar de
más por aquellas atenciones? Sobre todo, antes de una fiesta.
Cuando los habitantes de Loan’s Valley se empezaron a reunir en
el centro de la plaza, Curtis notó enseguida el ambiente festivo y las
ganas de pasarlo bien. Los nuevos vestidos de las señoras
proporcionaban un nuevo colorido al grupo y los hombres estaban
encantados con el aspecto femenino, dulce y algo provocativo de sus
esposas.
Paseó sus ojos entre el gentío que se arremolinaba ya frente a la
mesa de la comida y no pudo evitar fruncir el ceño al distinguir al
KATE DANON 333
Una mágica visión

siempre desaliñado señor Wyatt. Se acercó a él inmediatamente, sin


tener muy claro lo que pensaba decirle. Aún sentía una desconfianza
ciega e inexplicable por ese individuo, pero no tenía ningún motivo
para echarle de Loan’s Valley. Y lo cierto era que lo estaba deseando.
—¿Qué tal, Bob? —le preguntó cuando llegó a su altura—.
¿Cómo te estás adaptado?
El hombre le miró con aquellos ojos tan juntos que exhalaban un
aire de mezquindad constante. No era extraño que desagradase a la
gran mayoría de sus vecinos.
—Bastante bien —contestó con sequedad.
—Tu cabaña estará lista muy pronto, Bob, y podrás dejar de
hospedarte en el local de Betty. Imagino que ya estarás cansado de
vivir en una habitación.
—Pues no —respondió con sinceridad—. Me gusta vivir rodeado
de bellas mujeres. Pero lamentablemente mis ahorros se están
terminando y no podré seguir gozando de sus atenciones. Son unas
mujeres muy caras —terminó, lanzando aquel último comentario con
desprecio, como si considerase un insulto pretender cobrarle un coste
tan elevado por sus servicios.
Curtis tuvo que morderse la lengua para no replicarle como se
merecía.
—No te preocupes, como te he dicho, tu cabaña estará lista muy
pronto —tras decir aquello, el patrón se giró para volver a la fiesta y
vio que una nueva pareja acababa de hacer su aparición. Lanzó su
último comentario como si nada, pero estudió muy atentamente a su
interlocutor para observar su reacción—. ¡Ah, ya llegan Shannon y
Darren! Perdóname, Bob, voy a ver qué tal les ha ido en su viaje.
Curtis hubiese jurado que el rostro de Wyatt se oscurecía ante la
visión de la pareja, y que su boca se curvaba aún más hacia abajo en las
comisuras, consiguiendo que su mueca de asco se acentuara.
Definitivamente, tendría que vigilarlo muy de cerca hasta que
averiguase qué se traía entre manos.
KATE DANON 334
Una mágica visión

Cuando el viejo se alejó, Bob soltó una obscena maldición. Ella


otra vez, ¡y parecía flotar de felicidad al lado de su engreído marido!
Estaba hermosa, más hermosa de lo que él la recordaba. Y el deseo
volvió como un latigazo agudo y doloroso. Se sintió arder. La
necesitaba, había estado soñando con ella noche tras noche, poniéndole
su cara a las chicas de Betty mientras las obligaba a cometer las bajezas
más ruines que se le pasaban por la cabeza. El desahogo había estado
bien, imaginando que sus vejaciones eran contra ella… Pero tenerla
ahora delante era una tentación demasiado fuerte. Se escabulló entre
las sombras dispuesto a esperar una oportunidad. Ya sabía lo que tenía
que hacer, la gozaría como había soñado mil veces y después acabaría
con ella. Y, si eso le costaba tener que abandonar Loan’s Valley como
un fugitivo, que así fuese. En su mente lujuriosa, el precio a pagar por
unos instantes con aquella mujer merecía la pena.
Se puso tenso cuando observó que el patán del esposo sacaba a
bailar a una joven morena y Shannon se dirigía a uno de los extremos
de la mesa de las viandas. Sacó de su bolsillo una navaja y acarició su
mango con anticipado regocijo. La estaba guardando para ella, ya que
a la dama le gustaban tanto las navajas. Se acarició el hombro y tuvo
que disimular la mueca de rencor que le salía sin querer. Recorrió la
distancia que lo separaba de la mujer, derecho y sin disimulos. Todo
debía parecer normal, que nadie sospechara de sus intenciones; cuando
estuvo casi pegado a su espalda, abrió la navaja.

Jenny se reía sin cesar mientras giraba en la pista de baile entre


los brazos de Darren. Shannon no se había equivocado, era un
auténtico patoso. La había pisado ya unas cuantas veces y entendió por
qué su amiga había declinado su invitación a bailar en favor suyo. ¡Sus
pies estarían sin duda a salvo de aquel martirio!
—Perdona, Jenny —se excusó Darren de nuevo—. ¿Quieres que
KATE DANON 335
Una mágica visión

lo dejemos?
—Es demasiado divertido —confesó ella, a pesar del dolor de
pies.
Y es que ver al aguerrido vaquero, siempre tan confiado y seguro
de sí mismo, hundido moralmente por un baile, le divertía mucho. Y
ella necesitaba reírse, era una buena terapia. Después, cayó en la
cuenta de que el vaquero no debía estar del todo recuperado de su
herida y decidió apiadarse.
—Aunque, si te duele el hombro podemos parar. Lo entiendo.
—No te preocupes, apenas me molesta ya. Haremos esto: me
separaré un poco más para darle un descanso a tus pies —dijo él,
dando un paso hacia atrás, lo que ocasionó que chocara con otra de las
parejas que danzaban en la plaza.
Las risas de Jenny aumentaron. Se secó las lágrimas que le
corrían por la cara a causa de las carcajadas y le miró con aprecio.
—Creerás que soy muy cruel por decir esto —dijo,
interrumpiendo su hilaridad—, pero me alegro mucho de que Shannon
se rezagara de la caravana y que aquel hombre la atacara. De otro
modo jamás os hubierais conocido, y sin duda eres el marido ideal.
Darren se detuvo en seco, con el rostro completamente
demudado.
—¿Qué es lo que has dicho?
Jenny se dio cuenta de su error. Se separó de él y se tapó la boca
con la mano al percatarse de que había roto una promesa.
—¡No tenía que contártelo! Lo siento, yo… Ella me pidió que no
dijera nada, pero me olvidé…
Darren la tomó por los hombros decidido a escuchar toda la
historia. Ahora que conocía el motivo por el que su mujer había caído
por un terraplén y casi se había matado, quiso saberlo todo.
—¿Qué fue exactamente lo que ella te contó?
Jenny negó con la cabeza. No debía… no podía contárselo.
—Darren, Shannon me pidió que no te lo dijera. No sé por qué,
KATE DANON 336
Una mágica visión

pero tiene la estúpida idea de que nadie la creerá si explica lo sucedido.


Piensa que la culparán a ella…
—¿De qué, por el amor del cielo? —Darren no podía
comprenderlo—. Reconozco que al principio no confié en ella, pero
después de todo lo ocurrido no podría dudar de su palabra… jamás.
Jenny supo que decía la verdad. Además, era su marido y
merecía saberlo. Suponía que se estaba metiendo en un terrible lío al
confesar su secreto, pero siempre había creído que él debía descubrir lo
ocurrido. Que Shannon fuera una insufrible cabezota era lo único que
había impedido que Darren conociera los hechos.
—Bien, te lo diré. Pero, por favor… por favor, no debes culparla
por querer ocultártelo. Lo ha pasado realmente mal, toda su vida ha
tenido que soportar muchas burlas por las historias que contaba, nadie
la creía nunca y ella…
—Jenny —la cortó Darren, al ver que la joven divagaba.
—Sí, vale. Pues Shannon se rezagó para recoger las semillas de
jojoba y entonces… entonces, aquel hombre la atacó. ¡Quería violarla!
—¿Qué hombre? —el rostro de Darren se había oscurecido
peligrosamente.
—No lo sé, no quiso decírmelo. Pero sé que ella le clavó una
navaja en el hombro, así consiguió escapar. Salió corriendo y entonces
cayó rodando por el terraplén —Jenny observó los ojos azules de
Darren, que la miraban espantados. Lo cierto era que a ella misma le
había horrorizado conocer la historia—. No te preocupes —añadió
para tranquilizarlo—, Shannon me dijo que ese hombre ya no estaba en
Loan’s Valley…
—Te mintió —rugió él de pronto, al caer en la cuenta de que
sabía perfectamente quién era aquel maldito bastardo.
El día de la llegada él tuvo que abandonar la cama de la madame
para que ella atendiera a uno de los hombres de la caravana que había
llegado herido. Alguien le había clavado una navaja en el hombro y él
le había recomendado a Betty que no indagara… que no le preguntara
KATE DANON 337
Una mágica visión

cosas personales a un hombre extraño. ¡Qué necio! ¡Si no lo hubiera


hecho podría haberse enterado de aquello mucho antes! Luego recordó
al hombre en cuestión, cuando le conoció el día del primer baile. Bob
Wyatt. Le había caído mal desde el principio… ahora sabía por qué.
Pensó en Shannon y sintió un nudo oprimiendo su corazón. ¡Qué
mal lo tenía que haber pasado sin poder confesarle a nadie lo ocurrido!
La recordó el día de su llegada, deshecha y malherida, y él nunca
sospechó que pudiera haber sido atacada. Siempre atribuyó su estado a
una excesiva torpeza… ¡Hijo de puta! Mataría a ese individuo con sus
propias manos.
—No la veo —susurró de pronto Jenny, sacándolo de sus
cavilaciones.
Darren se giró y buscó frenético por toda la plaza. Él tampoco
pudo distinguirla entre el resto de los asistentes y el pánico se apoderó
de él. Tampoco localizaba a Bob Wyatt.
Antes de que pudiera dar un paso en su busca, Curtis se acercó a
él con el gesto alarmado.
—¡Darren! Se trata de Wyatt… Se ha llevado a Shannon a la
fuerza.
El patrón lamentaba haber estado tan lento. No había perdido de
vista a Bob más que un segundo. Un miserable segundo durante el que
se entretuvo hablando con Travis Gurp y, cuando sus ojos volvieron a
buscar al hombre, no lo encontró. Afortunadamente, logró localizarlo a
lo lejos, abandonando la plaza en compañía de la joven. La estaba
amenazando, estaba seguro, porque ella parecía renuente y Wyatt le
clavaba algo en la espalda a modo de advertencia. Corrió entonces a
avisar a Darren.
—Me dan igual tus normas acerca de las peleas en el rancho,
Curtis —le advirtió el vaquero antes de salir en busca de su esposa—.
Pienso acabar con ese bastardo.
El patrón asintió y fue tras él, dispuesto a ayudar en lo que
pudiera.
KATE DANON 338
Una mágica visión

Shannon no podía creerse que otra vez estuviera igual. Aquel


tipo estaba empezando a sacarla de sus casillas, le detestaba con toda
su alma. No podía gritar porque cada vez que intentaba cualquier
movimiento, Bob la pinchaba con la navaja advirtiéndole que esta vez
no podría escapar tan fácilmente.
—Ya eres mía. Ese estúpido de Davis ni siquiera se ha dado
cuenta de que te marchabas de la plaza. ¿Así es como te cuida? Yo te
hubiese tratado mejor si me hubieras dado una oportunidad… Pero
claro, después de clavarme aquella navaja no pienso tener ninguna
consideración contigo.
—¡Ojalá te pudras en el infierno! —le espetó ella.
Él la empujó una vez más y Shannon trastabilló, a punto de caer.
Cada vez estaban más lejos de la plaza y la joven sospechó que Wyatt
buscaba un lugar apartado para llevar a cabo su fechoría.
—¿Qué pretendes, Bob? —le preguntó de pronto—. No te saldrás
con la tuya. Puedes violarme, pero no saldrás impune de esto.
—Ya lo creo que sí, pequeña zorra —el vaquero la agarró del
pelo con brutalidad—. ¿Ves? Allí está mi caballo. En cuanto acabe
contigo, saldré al galope de aquí. Para cuando quieran darse cuenta,
estaré muy, muy lejos.
Acto seguido, la lanzó con fuerza contra el suelo.
Shannon rodó sobre sí misma con la intención de escapar, pero él
se sentó encima de su cuerpo con una desagradable carcajada.
—¡Qué bien hueles, preciosa! Aún recuerdo aquel día mientras te
aseabas en el lago, con toda tu piel reluciente y los pechos asomando
bajo la camisa empapada…
Shannon peleó con uñas y dientes hasta que él le sujetó las
manos por encima de la cabeza. Con un rápido movimiento, el
apestoso vaquero ató con su propio cinto sus muñecas, con excesiva
KATE DANON 339
Una mágica visión

presión. Un dolor insoportable se instaló en la carne que el cuero


apretaba con crueldad.
—¡Maldito bastardo! ¡Suéltame! —le exigió.
Se puso a patalear con todas su fuerzas, rogando por un milagro.
Bob se limitó a echarse hacia atrás, sentándose sobre sus rodillas con
rudeza.
—Basta de peleas —susurró, pasándole la mano por el cuello.
Shannon se estremeció de asco al sentir aquellos dedos callosos
contra su piel. Pero aún se puso más enferma cuando la palma de la
mano acarició uno de sus pechos con brutalidad.
—Vamos, no seas así… —volvió a susurrar con aquella voz
aguardentosa que le ponía los pelos de punta. El hombre se tumbó
encima de ella y con las rodillas le obligó a separar las piernas—.
Ábrete para mí…
Era una pesadilla. Una horrible pesadilla de la que tenía que
despertar, pero no lo conseguía. Shannon sollozó, deseando poder
encontrar una vía de escape que la librase de aquel acto deplorable.
Miró a su alrededor, angustiada. El caballo de aquel apestoso
resoplaba muy cerca de ellos, como si intuyese la violencia del acto que
se desarrollaba a pocos pasos de donde se encontraba. ¿Y si conseguía
quitárselo de encima de alguna manera? Podía salir corriendo hacia el
animal y usarlo para huir de él.
Lo intentó. Lo intentó con todas sus fuerzas. Tuvo que aguantar
las arcadas que le subían la bilis a la garganta y arqueó su cuerpo para
sacárselo de encima. Pero aquellos movimientos solo conseguían
excitarle aún más.
—¡Oh, pequeña… me gustas mucho! No imaginas las ganas que
tengo…
Mientras la mantenía firmemente cogida por las muñecas, se
separó lo suficiente para bajarse la bragueta. Shannon abrió mucho los
ojos. No… Aquello no podía estar sucediéndole.
Al fin, cuando la desesperación amenazaba con hacerle perder el
KATE DANON 340
Una mágica visión

poco dominio de sí misma que le quedaba, escuchó el sonido más


maravilloso del mundo. La voz de su esposo.
—¡Apártate de ella, Wyatt!
Bob resopló de impotencia y giró la cabeza lentamente. Allí
estaban esos dos entrometidos, Davis y Loan, dispuestos a lo que fuera
con tal de que él no probara el delicioso bocado que tenía entre las
manos.
—La mataré, Darren —amenazó, quitándose de encima, pero sin
soltarla. La obligó a ponerse de pie y se escudó tras ella. Volvió a sacar
la navaja y la colocó sobre su cuello.
Darren estaba fuera de sí. ¿Cómo había permitido que aquel
bastardo llegara tan lejos? Observó el rostro cubierto de lágrimas de
Shannon y le dolió el pecho por permitir que sufriera aquella vejación.
Lamentablemente, ni Curtis ni él llevaban encima sus revólveres.
Asistían a una fiesta, ¿para qué los necesitaban? Darren lamentó no
tenerlo a mano para acribillar el cuerpo de aquel indeseable hasta
matarlo.
Dio un paso hacia ellos y Bob apretó más la navaja contra el
cuello de la joven, haciéndola sangrar.
—¡No! —gritó Wyatt, mientras reculaba hacia su caballo,
llevándosela consigo—. La mataré, lo juro.
—Sé razonable, Bob —le pidió Curtis.
—No podrás marcharte, y menos con ella —musitó Darren, cada
vez más enfadado.
Dio otro paso más, dispuesto a saltar sobre él si hacía falta, pero
se dio cuenta de que Wyatt estaba muy nervioso y le temblaba la mano
con que sujetaba la navaja. Ya había conseguido que la sangre manara
con el ligero rasguño en el cuello y aún podía resultar peor. Podía
costarle la vida a Shannon, así que se detuvo y alzó los brazos pidiendo
calma.
—Vamos a solucionar esto como seres civilizados —le propuso—
. Suelta a mi esposa y podrás irte. Prometo que nadie te perseguirá.
KATE DANON 341
Una mágica visión

Shannon fue la única que notó la nota desesperada de su voz.


Darren estaba loco de preocupación por si aquel energúmeno apretaba
el filo de la navaja más de la cuenta.
Ella tenía que hacer algo. Tal vez, si le pisaba con fuerza o le
golpeaba las costillas con el codo…
Pero no hizo falta. De pronto, una sombra avanzó desde atrás sin
que Bob se percatara de su presencia y, cuando estuvo justo a su
espalda, una mano pequeña levantó una botella de whisky y la estrelló
con fuerza contra su cabeza.
—¡Malnacido! —espetó Jenny detrás de él, con los ojos
entrecerrados por la indignación.
Wyatt se tambaleó hacia adelante, aturdido, momento en el que
Shannon aprovechó para desembarazarse de él. Se giró hacia un lado y
le empujó hacia Darren, que lo apresó por las solapas con un gesto
furioso de triunfo.
—Tú y yo tenemos una cuenta pendiente, amigo —bisbiseó
contra su cara, antes de propinarle el primer puñetazo.
Shannon no lamentó la paliza que su marido le estaba dando a
ese hombre. Los golpes furiosos llovían sobre el cuerpo de Bob sin que
este atinara a levantar los brazos para protegerse. Era como un pelele
en las manos vengativas de Darren, que se ensañaba sin piedad a pesar
de que Curtis intentaba detenerlo. Sin embargo, Shannon no quería
que lo matara.
—Ya basta, Darren… ¡déjalo! —gritó, cuando vio que otro de los
intentos de Curtis por separarlos también fracasaba.
El vaquero se detuvo al escuchar su voz. Volvió a coger de las
solapas al semi inconsciente Wyatt y se acercó a su ensangrentado
rostro para que pudiera escucharlo bien.
—Te perdono la vida únicamente porque ella me lo pide. Pero si
te vuelvo a ver aparecer por este pueblo, o acercarte a Shannon una vez
más…
Dejó la amenaza flotando en el aire y todos los allí presentes
KATE DANON 342
Una mágica visión

tuvieron claro lo que pasaría si Darren llegara a encontrarlo de nuevo.


Dejó caer el cuerpo desmadejado de Bob sobre el suelo con un golpe
sordo y se giró hacia su esposa.
Shannon corrió hasta sus brazos, deseosa de sentir su calor para
quitarse los temblores que no podía detener. Darren llenó su cara de
besos y la examinó detenidamente para comprobar si se encontraba
bien.
—No ha pasado nada —le aseguró ella—, habéis llegado a
tiempo.
—Mi amor… —Darren fundió sus ojos con los de Shannon sin
dejar de abrazarla—. Nunca vuelvas a ocultarme algo así, nunca. Si yo
hubiese sabido antes lo ocurrido con este desalmado no tendrías que
haber pasado por esto.
—Por supuesto que no, muchacha —corroboró Curtis—. ¿En qué
estabas pensando para no denunciarlo en cuanto el reverendo Harris te
recogió?
Shannon miró al patrón con lágrimas en los ojos. El alivio que le
invadía era tan fuerte que no pudo contenerse.
—Nadie ha creído nunca mi palabra, Curtis, y no sabía qué podía
esperar en Loan’s Valley. Yo había herido a ese hombre en el hombro y
bien podía haber dicho que lo ataqué intencionadamente. No quería
arriesgarme.
—No vuelvas a ocultarme nada, Shannon —la reprendió Darren
con el tono más severo de lo que pretendía. Pero no quería volver a
sentir ese miedo negro y viscoso que le había invadido viéndola a
merced de Wyatt.
Ella se volvió para mirarlo y le acarició el mentón.
—No volveré a hacerlo, Darren, te lo prometo.
—Te amo demasiado y no soportaría perderte, ¿lo entiendes,
verdad? —le dijo, intentando disculparse por sus bruscos modales.
—Ven, Jenny —exclamó de pronto el patrón, llamando a la joven
morena—. Volvamos a la fiesta, que estos dos tortolitos tienen para
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rato…
Jenny pasó a su lado sonriendo y se cogió del brazo de Curtis
para regresar a la plaza. Darren y Shannon ni se percataron de su
marcha, perdidos como estaban el uno en el otro.
—Llévame a casa, Darren, estoy muy cansada —le pidió, con un
susurro.
Los ojos azules del vaquero brillaron con picardía cuando la
estrechó con más fuerza y sus manos buscaron la redondez de sus
nalgas para acariciarlas suavemente.
—¿Estás muy, muy cansada? —preguntó con tono meloso,
pasándole la lengua por el cuello allí donde tenía el rasguño de la
navaja.
Shannon exhaló un suspiro de placer mientras se apretaba contra
su esposo.
—Bueno, soy una mujer fuerte y resistente… Creo que ya he
probado que soy capaz de soportar cualquier cosa.
—¿Cualquier cosa? —repitió Darren, notando ya como todo su
cuerpo ardía con la necesidad de yacer junto a su esposa
completamente desnudo.
—Cualquier cosa —aseguró ella, separándose de él para poner
rumbo a su hogar.
Le dio la mano y tiró de él para que la siguiera. Darren lo hizo,
convencido de que la seguiría hasta el fin del mundo si se lo
propusiera. Los ojos dorados de Shannon brillaban de deseo mientras
daba los primeros pasos, mientras su mente era invadida de pronto por
otra de aquellas visiones ardientes y sensuales en las que su esposo era
el protagonista.
Darren se dio cuenta de cómo cambiaba su rostro y de cómo se
abstraía de todo lo que la rodeaba. Estaba aprendiendo a reconocer
esos raros momentos en los que su mujer era asaltada por su
extraordinario don.
—¿Otra visión? —le preguntó, cuando su cara se relajó y volvió a
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Una mágica visión

enfocar la mirada.
—Sí —susurró ella, estremeciéndose al recordarla.
—Nada malo, espero.
Shannon negó con la cabeza y se acercó para besarle con pasión.
Movió sus labios buscando la respuesta del hombre, tocando con su
lengua el interior de su boca y excitándolo hasta volverlo
completamente loco.
—He visto lo que va a pasar en cuanto lleguemos a la cabaña —
jadeó ella, bajando las manos por las caderas masculinas en actitud
provocativa.
Darren le mostró aquella media sonrisa que ella adoraba.
—Pequeña bruja lasciva… —musitó encantado—. ¿Y vas a
contarme los detalles de tu visión?
—Mejor aún —contestó, acariciándolo por encima del pantalón
hasta conseguir que gruñera satisfecho por su osadía—, voy a
mostrártelos… uno a uno.
Él devoró su boca una vez más sin poder contenerse. Sus lenguas
se enzarzaron en un baile apasionado como anticipo de lo que vendría
a continuación.
Cuando consiguieron separarse para respirar, se marcharon por
el sendero que conducía a su cabaña sin mirar atrás, dejando tras de sí
el cuerpo inconsciente de Bob Wyatt.
Ninguno de los dos volvió a pensar en él en toda la noche…
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Una mágica visión

Agradecimientos
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Una mágica visión

Nunca es fácil dar a conocer una nueva novela al público. Yo he


tenido la suerte de contar con una prologuista de lujo a la que quiero
dar las gracias por hacer que el estreno de Una Mágica Visión sea tan
especial. Olivia, mil gracias de corazón.

También quería agradecer a Olga Salar todo su apoyo y la


multitud de consejos que me ha dado para que Una Mágica Visión se
haga un huequito en la blogosfera. Sé lo importantes que son los blogs
y el gran trabajo que hacen difundiendo cualquier noticia literaria; para
una autora novel como yo es algo a tener muy en cuenta y que se
agradece.

Y por último, no puedo dejar de dar las gracias a mi familia, por


aguantar mis dudas, por ser pacientes y contestar cuando les pido
consejo sobre la misma cuestión mil veces, por los días en que he
desaparecido en el ordenador y no he podido estar con ellos… Y por
estar siempre ahí, a mi lado.
12 No me olvides.

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