Día de La Tradición
Día de La Tradición
Día de La Tradición
La palabra gaucho tiene su origen en el quichua y mapuche «huacho», que significa huérfano.
Su origen es el resultado de la mezcla de dos civilizaciones: la europea y la de los nativos de lo que
hoy en día es Argentina.
Desarrollaron una increíble habilidad para dominar el caballo, como así también para usar
las «boleadoras» (tres piedras ligadas por una cuerda que, al lanzarse, se enredan en las patas
de las reses), el cuchillo, el lazo y las técnicas adecuadas para la salazón, método destinado a
preservar los alimentos, de una de las mejores carnes del mundo.
Hoy en día «los actuales gauchos» se visten con bombachas, sombreros o boinas, pañuelos al
cuello, espuelas y facones afilados al cinto. Ellos desempeñan actividades en las estancias, no solo
de la llanura pampeana, pero también de la región de Mesopotamia.
El gaucho fue primero un emblema de las clases populares y más tarde un símbolo de
argentinidad. Se transformó en la voz crítica de los poderosos, se convirtió en una figura
rebelde que cuestionaba la ley de los de arriba y denunciaba que era injusta. A fines del siglo
XIX, es también el gaucho que combate con su cuchillo a militares y policías. El que da
muerte a los representantes de un Estado injusto. Para la década de 1880, si no antes, el
gaucho está consolidado como héroe popular con esos atributos. Tenía ya entonces también
otros: la hombría, el apego a las tradiciones camperas, la simpleza, la musicalidad, la lealtad
con los amigos.
Fue la enorme popularidad de la figura del gaucho entre las clases populares la que terminó
forzando a que fuese tomado también como emblema de lo argentino por las élites y, finalmente,
por el propio Estado.
Leopoldo Lugones, es quien construyó la idea de un gaucho patriota, ligado al esfuerzo militar
independentista, en su obra sobre los gauchos de Güemes primero y en las conferencias de 1913 en
las que, por primera vez, propuso que el poema Martín fuese considerado el gran poema nacional.
La propuesta de Lugones fue tomada con cierta frialdad al principio y el Estado finalmente
patrocinó un culto oficial al gaucho a partir de fines de la década de 1930. Este gaucho que se
santificaba era muy diferente: era ante todo patriota de bandera y gesta militar, viril, criolla,
tradicionalista. La faceta rebelde quedaba olvidada, junto con la crítica a los de arriba.
Lugones “quiso escribir un Martin Fierro para señores, enseñándoles cómo hacer suyos el
lenguaje, el poema y los valores del gaucho del mismo modo que ya lo habían hecho con su
vestimenta, sus costumbres y habilidades”.
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