Manual de Oratoria Moderna

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EL ORADOR

CONDICIONES DE UN BUEN ORADOR


En la oratoria se hacen necesarias cualidades que podrían ser divididas
en dos grandes grupos:
1. Innatas o naturales
2. Aprendidas o adquiridas

Las innatas son las que podemos por haber nacido con ellas y que, por
tanto, no podemos cambiar del todo, pero si podríamos educarlas y/o resaltarlas.
Dentro de las cualidades naturales están:
a. La Voz: Instrumento fundamental del orador, que puede ser grave,
aguda e intermedia, etc.
b. La sensibilidad: sin la cual no podríamos transmitir el mensaje que
deseamos, porque en ella radica el sentimiento de lo que decimos.
c. La Inteligencia: sin la que sería imposible hilar y coordinar nuestros
pensamientos o ideas.
d. La Razón: que no es otra cosa que la virtud de aplicar la lógica y el
sentido común durante cualquier comunicación con otro ser humano.

Las características aprendidas son:


a. Los conocimientos o “back-ground” (bagaje de información) que
adquirimos en el aprendizaje formal.
b. Los ademanes: son los gestos o actitudes que nos ayudan a expresar
con movimientos del cuerpo lo que tratamos de decir con la voz.
c. La forma: que son técnicas descritas para la oratoria con la que
podemos adquirir cientos de estilos diferentes para decir las mismas
cosas.

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Con las condiciones mencionadas arriba, podemos notar que el orador en
parte nace, pero la mayor parte se hace, se educa y se construye. Es difícil
pues que podemos influir en manera definitiva en los aspectos innatos de
quienes leen estas líneas, pero lo que si podríamos decir es que todo aquel que
se interese en ser un buen orador debe auto-evaluarse constantemente a si
mismo en las características innatas que posee, y de esta forma educarlas de
manera que pueda aprovechar dichas características de la mejor manera
posible.

Los defectos naturales pueden incluso ser superados o por lo menos


mejorados. Vale la pena mencionar aquí un caso extraordinario de superación
personal en uno de los más grandes oradores de todos los tiempos.

Demóstenes, el gran maestro de la oratoria de la Antigua Grecia, era


tartamudo de nacimiento. Varias veces se le pregunto que consideraba él de
mayor importancia en un orador para que éste fuera entendido en un discurso y
siempre contestaba lo mismo: “La pronunciación es el aspecto más importante
de un político”. El resultado es que Demóstenes utilizó muchos años
ejercitándose para mejorar su dicción, llegando al extremo de tartamudear
cuando hablaba naturalmente pero nunca tartamudeaba en los discursos.
Ciertos aspectos deben pues ser educados; nosotros empezaremos con la
educación de la voz.

CONSTRUYENDO UNA BUENA VOZ

Para que los miembros de su Club lo entiendan, deben escucharle. Para


hacerse oír, tiene a su disposición el instrumento musical más maravilloso que el
hombre conoce: LA VOZ.

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Poder o debilidad, heroísmo o cobardía, entusiasmo o desánimo,
esperanza o desesperación; toda emoción o pasión, todo estado físico o mental
puede ser mostrado gráficamente con la voz. Sin embargo, la exageración
como en todas las cosas, no hace que el uso excesivo de la voz lo convierta en
un buen orador. No es más oído el orador que más grita o eleva su voz, por lo
tanto, deberemos ocuparnos de las características que hace de ella una
poderosa arma para convencer. Las características de la voz que podemos
aprovechar en la oratoria, son:

a. La Resonancia

Un gran discurso pierde algo de su valor si quien lo dicta no hace sino


gritar. El oído y el público lo harán comprender cuán fácilmente la voz puede
lograr excelentes resultados si posee la cualidad de ser resonante.

La resonancia es el resultado de hacer que los sonidos producidos como


resultado del paso de corrientes de aire a través de las cuerdas vocales puedan
ser amplificadas y modulados por cavidades huecas llamadas “resonadores
naturales”. Estas cavidades logran sonidos agradables y plenos para el oído
humano si se encuentran en buenas condiciones y el orador hace conciencia de
su existencia. El resultado es que la voz llega sin perder sus características a
gran distancia.

A todos nosotros nos agrada oír la voz de un locutor moderadamente


“ronca y arrulladora”. Aunque a menudo esto es obra de la naturaleza, a todos
nos está permitido entrenar este aspecto de nuestra voz; para hacerlo, debemos
reconocer los resonadores anatómicos naturales que son:
1. La nasofaringe, parte trasera de la garganta, detrás de la úvula o
campanilla.
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2. La cavidad nasal.
3. Los senos paranasales y frontales.
4. La cavidad bucal

Veamos algunos consejos para mejorar la resonancia:


1. Abra la Boca: algunas personas sólo abren la boca para comer. La
mandíbula tensa causada por el hábito de contraer excesivamente los
músculos de la quijada, impiden que el sonido salga libremente y se
filtre a través de los dientes, lo que evita que la voz tenga plenitud y le
roba resonancia. Por tanto, ABRA LA BOCA MIENTRAS HABLA.
2. Evite la Calidad Nasal: Interferir en el viaje de la voz hasta su salida
al exterior causa una producción impropia del sonido. El sonido, para
ser correcto, debe salir por la nariz y la boca al mismo tiempo. Si lo
duda, tape su nariz y pronuncie cualquier palabra. Notará que la voz
se torna desagradable, pierde cuerpo y evita la resonancia de la
cavidad nasal. Es lógico pensar de ambas cavidades trabajan para
hacer la voz placentera, resonante y plena. Por favor, NO SEA ÑATO.
3. Use la “Cabeza”: Cuando piense en su voz piense como si ella toda
estuviera en la cabeza, sienta la vibración en la parte de atrás de la
nariz, siéntala en el cielo de la boca, justo detrás de los dientes.
Cuando tiene esta sensación en ambos lugares a la vez, usted está
vocalizando correctamente y su voz tendrá el suficiente poder de
transmisión para lo que usted le exija.
4. Lea en Voz Alta: Teniendo las palabras impresas en frente,
pronúncielas de modo que tenga la sensación de vibración en las
cavidades resonantes como se describió más arriba. Si usted desea
desarrollar su voz de modo que tenga su transmisión de voz completa
(que es la marca de las voces de los buenos oradores), no piense en

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las cuerdas vocales, piense en los resonadores. Tan pronto como las
cuerdas vocales empiecen a vibrar, el sonido causado por esta
vibración es reforzado por los resonadores naturales de la voz. El
sonido, entonces, se dividirá en dos corrientes, unas que sale por la
nariz y otra que sale por la boca.
5. Ejercicio para Mejorar la Resonancia: Abra la boca por completo y
respire como un perro (jadee). Mírese al espejo cuando lo hace y
notará que la úvula o campanilla se mueve de atrás hacia delante y
viceversa, en vaivén. Este ejercicio de la úvula refuerza las paredes
musculares del paladar blando. Hágalo no más de un minuto o dos
cada vez, pero repítalo varias veces durante el día cuando tenga
oportunidad.
6. Un Ejercicio con Sonidos “L” o “R”: El siguiente ejercicio le
ayudará a capacitar los músculos de la boca, incluyendo la lengua. Al
practicarlo, tenga cuidado en no poner demasiada tensión en los
músculos de la garganta o la mandíbula. No tense la lengua. Abra las
ventanas de la nariz para prevenir la tensión del labio superior. Ahora,
pronuncie esta oración en un solo tono, es decir, no module el sonido:
“RAPIDO CORREN LOS CARROS CARGADOS DE AZÚCAR DEL
FERROCARRIL”. Utilice este pasaje como material de ejercicio, léalo
en voz alta, memorícelo y recítelo de vez en cuando día tras día.
Cuando lo haga, resuene las sílabas que contengan “L” o “R”, con
plena conciencia y sumo cuidado.
7. Un Ejercicio con Sonidos “N”: Después de trabajar con sonidos “L”
y “R” algún tiempo, incluya un ejercicio donde los sonidos “N” sean
prominentes. Use este párrafo como ejemplo para ejercitarse:

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“LO DEJO DONDE EMPECE. VIVA O MUERA, SOBREVIVA O PAREZCA,
ESTOY POR LA DECLARACIÓN DE INDEPENDENCIA. ES MI
SENTIMIENTO VIVIENTE, Y CON LA BENDICIÓN DE DIOS SERA MI
SENTIMIENTO MURIENDO, LA INDEPENDENCIA AHORA Y LA
INDEPENDENCIA PARA SIEMPRE”
Haga con este párrafo lo mismo que con el anterior.

El uso correcto de la voz, con la práctica de los ejercicios descritos más


arriba, le ayudará a darle una personalidad más agradable, identificada por una
más agradable voz. Por tanto, propóngase a mejorar su voz. Mejórela cada vez
que se exprese, en la conversación, en las discusiones del Club, en las
expresiones usadas en los concilios y convenciones; sin embargo, los ejercicios
son para la práctica, por lo que no piense en ellos cuando conversa o se dirija a
un auditorio. PIENSE EN LA IDEA Y USE LOS EJERCICIOS PARA SUS
RATOS A SOLAS.

b. La Pronunciación

Para dirigirnos a un público no es solo es importante lo que decimos y


porqué lo decimos, sino también COMO LO DECIMOS. Es por esto que la
pronunciación es uno de los aspectos más transcendentales de la oratoria, por lo
que debemos preocuparnos de que las palabras suenen claras y correctas, pues
no hay nada que despierte más la burla de ciertos auditorios que el orador
pronuncie inadecuadamente.

El alfabeto castellano está compuesto de veintinueve (29) caracteres o


letras. Observemos a continuación la forma correcta (entre paréntesis) de
deletrear nuestro alfabeto:

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A (a) B (be) C (ce) CH (che) D (de) E (e) F (efe)
G (je) H (ache) I(i) J (jota) K (ka) L (ele) LL (elle)
M (eme) N (ene) Ñ (eñe) O (o) P (pe) Q (cu) R (ere)
S (ese) T (te) U (u) V (uve) X (equis) Y (lle) Z (zeta)

Ahora bien, la pronunciación correcta de las consonantes en una


alocución, es algo totalmente diferente de la forma en que se deletrean. Para
conocer detalles al respecto, se necesita un texto de Fonética. Nuestra función,
claro está, no es ésta. Nos limitamos, pues a hacer algunas observaciones:
• Las consonantes solas carecen de sentido; éste se los dan las
vocales. Sin embargo, la emisión de las consonantes es MUY
IMPORTANTE para una dicción agradable.
• Las consonantes han sido analizadas según el lugar y el modo de
articulación de los órganos de la voz que intervienen para su
pronunciación.
• Probablemente, las consonantes más importantes son la “R”, la “S”, y
la “N”. Muchas culturas tienen la tendencia a deformar la
pronunciación de ellas por la influencia que otros idiomas tienen en las
mismas. Ejemplo de esto son los gitanos, los andaluces y, claro está
los cibaeños.

Habría otras observaciones que hacer, pero para lo que buscamos


creemos que son suficientes. Seamos pues cuidadosos con la pronunciación de
las consonantes.

c. Gestos, Ademanes y Modales

Los gestos son los movimientos que hacemos con la cabeza y los
músculos de la cara; los ademanes son la expresión de los movimientos de las
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extremidades superiores; y los modales son los movimientos resultantes del
cuerpo entero.

Una intervención en público, donde el participante está parado sin hacer


nada, como estatua, nos dejaría muy mala impresión. Quizás no nos significaría
nada lo que dijo, pues no le hemos visto el entusiasmo.

Estas cosas las debemos evitar soltando nuestro cuerpo para que
manifieste lo que sentimos a través de movimientos. Estos pudieran ser
entrenados, si quisiéramos, y así le sacaríamos provecho a la manifestación
material más importante que poseemos, el cuerpo. Sin embargo, debemos
evitar el exceso en el uso de este recurso maravilloso.

Un orador parado delante nuestro que gesticula y mueve hasta la cintura,


puede sacarnos del tema por simple distracción. Lo que sí debemos tener
presente es no hacer de movimientos violentos que hagan sentir más a nuestro
auditorio. Seamos convincentes, y no demos muestra de inseguridad con los
modales y gestos, pues no lograremos convencer a nadie de lo que decimos.
Pero por encima de todas las cosas, seamos naturales, SOLO NOSOTROS
SOMOS NOSOTROS MISMOS.

EL DISCURSO

PARTES DE UN DISCURSO

Muchos de los entendidos en la materia están de acuerdo en que la


mayoría de los discursos que se realizan tienen cuatro partes, a saber:
1. Exordio: Es el comienzo del discurso y sus características son: sencillo,
respetuoso y placentero. En el exordio, se establece el primer contacto

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con el público, por lo que es aquí por lo que se gana o se pierde la
atención del auditorio. Esto lo convierte en una entrada triunfal o en un
fracaso absoluto. El exordio deberá ser natural y espontáneo, y tendrá
que demostrar lo satisfecho que estará el orador al hablar ante ellos.
2. Proposición: Constituye la parte expositiva del discurso. Es donde “se
entra en materia”, y los dividiremos en cuantos puntos queramos para
cubrir el tema a tratar. Deberá ser ilustrativo del problema que se intenta
exponer; tendrá que ser conmovedor para que la sensibilidad del auditorio
se ponga de nuestro lado y sientas que lo que se avecina es agradable o
interesante a sus oídos.
3. Confirmación: Es donde el orador pasa de la parte netamente narrativa a
la reafirmación de sus criterios. Es aquí donde el orador trata de
convencer al público de lo que se trata de defender o atacar. El discurso,
en este punto, puede ser enérgico, suplicante, convincente, arrogante,
etc., siempre acorde a lo que se quiere lograr. Este es el punto
culminante, toda la atención de los asistentes deberá conquistarse en
este momento.
4. Peroración: Es la parte final del discurso. Se aprovecha la emoción que
se desea causar para dejar a los asistentes completamente convencidos
de la importancia de lo expuesto. Al mismo tiempo es el cierre, por lo que
las persona que lo escuchan deben sentir una gran satisfacción por lo
oído hasta el momento. La peroración debe ser corta; a nadie le gusta
que le digan: “...y por último quiero decirles....”, para luego tener que
aguantar una hora más de decires.

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PREPARACIÓN DEL DISCURSO

Empecemos por decir que no existen los discursos improvisados. De


alguna manera siempre habrá un momento de actividad mental parea organizar
las ideas que se tratan de exponer. Es desagradable tener que enfrentarse a
una petición de alguien que nos pide “decir algo” en un momento que no lo
esperamos. E todas formas, algún día y en cualquier Club, tendremos que
enfrentarnos a este momento, y es mejor estar preparados.

La hilación del discurso es la base fundamental para desarrollar ideas


que, aún creyendo conocer mucho del tema se hace imprescindible a todo buen
orador. A veces, queremos decir tantas cosas que terminamos por no dejar
dicho nada.

Alguien decía en una oportunidad que cuando tenía que hablar en público
“decía lo que tenía que decir y terminaba, pues si el auditorio le parecía bien y
agradable el discurso, queda con gusto de volverme a oír, y si no le agradó por
lo menos no les aburrí mucho tiempo”. Este es un mayúsculo error, pues nadie
debería pararse ante un público a decir exactamente lo que el público le gustaría
que le dijeran.

A un profesor de oratoria se le preguntó: ¿Qué tiempo toma usted para


preparar un discurso de veinte minutos? El maestro contestó que podría hacerlo
en una semana. Se le cuestionó luego que si el discurso fuera de cuarenta
minutos o una hora, qué tiempo le tomaría; y el profesor le contesto que de dos
a tres días. Finalmente se le preguntó: y si el discurso fuera de más de dos
horas, que haría?, y él contesto: Comenzaría a prepararlo sólo unos minutos
antes de mi intervención.

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Todos entendieron que a mayor tiempo de exposición, hay mayor
oportunidad de divagar, pero los discursos cortos exigen precisión en los
conceptos y un conjunto de ideas tan resumidos que permite dejar todo dicho
antes de llegar a la peroración. Hay un sabio consejo que reza: “Si tu memoria
te es infiel, hazte de un papel”.

Si nos reconocemos a nosotros mismos faltos de memoria, no nos deberá


avergonzar nunca presentarnos ante el público con un pedazo de papel escrito.
En él deben estar contenidos, a grandes rasgos, los aspectos más importantes
que debemos decir.

Para los de memoria prodigiosa, basta con preparar un discurso escrito


en casa e irlo a exponer sin ayuda alguna ante un auditorio que siempre espera
de usted los mejor. Recordemos que para prepararse, Jesucristo se apartó de la
gente, pensó, meditó, oró, se fue al desierto y ayunó durante cuarenta días y
cuarenta noches, y como dice el Evangelio: “Desde entonces en adelante, Jesús
comenzó a predicar”

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