ACT.Nº 1: Introducción A La Filosofía

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INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA ACT.

Nº 1

ACTIVIDAD DE INTEGRACIÓN Nº 1

1. a- El autor se refiere a que si bien la filosofía puede estar vinculada a la


ciencia, en tanto a “forma de acceder a la realidad”, la “filosofía sin ciencia”
supone que filosofar es una forma anterior al método científico.

La filosofía sin ciencia presenta las siguientes características:

La filosofía está –y debe estarlo para tener sentido- al alcance de todos, sin
limitaciones de formación, academicismo y métodos, como en el caso del saber
científico.

La filosofía es siempre original debido a la originalidad del hombre, que es


quien filosofa. El saber científico es muy propenso a originarse por un saber
científico anterior, lo cual impide la verdadera originalidad.

La filosofía o bien, la actitud filosófica está más presente en niños y en


dementes debido a cierta “independencia e imparcialidad” en confrontación con
la realidad.

La filosofía está presente siempre y en todo lugar: en toda cultura. No se puede


rechazar la filosofía porque la misma actitud de rechazo supone una práctica
filosófica, aunque no se sea consiente de ella.

b- Cuando el autor habla de “Origen” de la filosofía se refiere al origen personal


de la actitud filosófico, en contraposición con los comienzos históricos
registrados por la humanidad de las cuestiones filosóficas.

En principio, Jaspers distingue tres orígenes o fuentes de actitud filosófica y los


presente como consecutivos el uno del otro.

El primer origen es el asombro y su práctica es de origen Platónico-Aristotélico.


Asombrarse supone admiración. Admirar es “tomar conciencia de no saber”.
Ser conscientes de que no sabemos algo nos lleva a la búsqueda del
conocimiento.

El segundo origen, teorizado por Descartes, es la duda. Luego de que el


asombro nos lleve a “conocer”, a “saber”, comenzamos a plantearnos la
veracidad de ese conocimiento, entendiendo que como humanos, estamos
limitados por nuestras condiciones físico-sensoriales. Filosofar desde la duda
nos conduce al “Pienso luego existo”: ser conscientes de que la única certeza
es nuestra existencia, y que dicha certeza proviene de nuestra capacidad de
pensar.

El tercer origen, teorizado desde el Estoicismo, serían las Situaciones límites.


El autor plantea que los dos orígenes nombrados anteriormente nos hacen
dejar de pensar en las cosas, haciéndonos pensar en nosotros. Dicho esto, lo
que nos lleva a pensar en nosotros, como seres finitos, son las situaciones que
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de las que no podemos salir ni alterar: las situaciones límite, como la muerte,
enfermedades terminales, etc.

El asombro, la duda y el conocimiento científico hacen creer al hombre que es


capaz de controlar la naturaleza, pero aun así lo incalculable de dicha
naturaleza subsiste y amenaza la existencia del hombre.

Generalmente, el hombre reacciona con desesperación ante este tipo de


situaciones, conduciéndolo a la búsqueda de “cosas dignas”, como el hogar, la
fe, la patria, etc. Aun así, las situaciones límite nos enfrentan, en algún punto,
al fracaso.

Filosofar desde las situaciones límites implica encontrar en el fracaso las


características de nuestro ser.

Kasper, propone un cuarto orige: la voluntad de comunicación: plantea que en


estos tiempos, los hombres se comprenden cada vez menos, y eso los aleja.
Tener voluntad para comunicar aquellos que obtenemos a través del asombro,
la duda y las situaciones límite.

c- Los orígenes de la filosofía expuestos por el autor pueden considerarse


filosóficos porque parten direccionalmente desde el hombre hacia la realidad (el
asombro, la duda y las situaciones límite son intrínsecas a la racionalidad del
hombre) y no desde la realidad hacia el hombre, como en el caso de la Ciencia.
Son filosóficos porque impulsan al hombre a tener una “actitud filosófica”.

d- Para el autor, “la filosofía es la concentración mediante la cual el hombre


llega a ser él mismo, al hacerse partícipe de la realidad”. Es una actividad que
no puede justificarse desde un punto de vista utilitario, ni para ningún fin que no
esté en sí misma. Por ende, una actividad que no puede probarse pero sí
comunicarse.

e- Para Jaspers vivimos en un momento de la historia en los que el asombro, la


duda y las situaciones límite solo guían la actitud filosófica de manera
transitoria, debido a que en el pasado los orígenes de la filosofía llevaban al
hombre a estar en permanente vínculo son sus pares; a estar sostenido en un
“espíritu general”.

En este punto, el autor entiende que los hombres están cada vez más alejados,
lo que los pone en el “estado de turbación por falta de comunicación”, lo que
resulta en un nuevo origen al filosofar: la voluntad de comunicar.

En un mundo tendiente a desvincular a los hombres, los orígenes de la filosofía


(asombro, duda, situaciones límite) recién hayan sentido cuando el hombre
logra retomar el vínculo con sus pares: cuando logra comunicar lo que dichos
orígenes le han mostrado de la realidad.
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2. De “Máscaras” y “sin sentido”

Desde lo más mundano, como tomarnos un colectivo para ir a trabajar, hasta


alguna situación que socialmente podríamos llamar trascendental, como
presenciar un parto, puede llevarnos a plantear preguntas filosóficas: a buscar
el “porqué”. Pero no un porqué como principio para llegar a un fin, sino un
porqué como un fin en sí mismo.

Al filosofar buscamos fundamentos: buscar ese “porqué” que está al principio,


teniendo en cuenta que el mismo puede llegar a estar infinitamente hacia atrás
y por ello, quizás, fuera del alcance del ser humano. No obstante, dicha
limitación no apaga la actitud filosófica: por el contrario la estimula, puesto que
la filosofía, “tiene más que ver con la pregunta que con la respuesta”.

Dicho esto, puede llegar a surgir la primara certeza: cuando hablamos de


pensamiento filosófico estamos ante algo diferente a otros tipos de
pensamiento que, de algún modo, la cultura también ha atribuido la
responsabilidad de mostrar al hombre parte de la realidad. Por ejemplo, el
saber cotidiano, que finiquita en el sentido utilitario de las cosas: que busca
“que la cosa funcione”; o bien, el saber técnico, que busca entender cómo es
que las cosas funcionan: busca “descotidianizar” un saber y volverlo norma.

Podría decirse que de esa “descotidianización” del pensamiento cotidiano, y su


consiguiente transformación en pensamiento técnico nace la ciencia: ese tipo
de saber que se pregunta por el “cómo”. La ciencia es ese saber que nos hace
llegar a respuestas que asimilamos como “fundamentales” pero, no obstante,
en realidad solo llegamos a respuestas funcionales.

En contraposición, aparece la filosofía, que no se pregunta por el “cómo”, sino


por el “por qué”: que no tiene una utilidad para buscar el conocimiento, más
que la propia utilidad de buscar. La filosofía, al igual que la ciencia, se orienta
hacia la búsqueda de la verdad, pero centrándose en buscarla, y no en
encontrarla.

Podría percibirse que la filosofía busca explicar lo obvio pero, en contrapartida


y como le es propia, salta al cuestionamiento de la existencia de todo aquello
que consideramos obvio. Así también, si hablamos de “búsqueda de la verdad”,
la filosofía pone un freno, toma impulso y avanza nuevamente con infinitas
preguntas: “¿Qué verdad?”… ”¿Exista la verdad?”… “¿La verdad es realmente
algo que podemos buscar?”… “¿Está a nuestro alcance encontrarla o siquiera
buscarla?”…

De esta última pregunta, “¿Está a nuestro alcance encontrar la verdad o


siquiera buscarla?” se desprende una de las pocas certezas que la filosofía
puede llegar a aportarnos: la existencia del ser humano es limitada, y todo que
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aquello la ciencia nos hace encuadrar en el concepto de “verdad”, no es más


que “utilidad”. La ciencia responde porque el hombre no soporta “no saber”: no
soporta preguntarse y ansía todo el tiempo responderse.

Entonces, todo eso que a través de la ciencia delimitamos como “verdades, no


son más que máscaras”: apreciaciones humanas de la realidad. Máscaras que
constantemente cambian de color, de tamaño, de posesión pero, en definitiva,
máscaras que tienen algo por detrás: algo que nunca es revelado.

Y ahí es donde podríamos decir “para qué sirve” la filosofía: sirve para
“desenmascarar” la verdad, entendiendo que detrás de cada máscara que
logramos sacar, hay otra, que si bien está matizada por “algo de verdad”, no
nos muestra la verdad principal: la verdad de origen.

Esas “máscaras” y por consiguiente esa “verdad de origen” están ahí,


pendientes de ser abordadas: están en el hombre y en su existencia; está en
los objetos y en sus formas; está en lo físico y también en lo espiritual; está en
lo que hasta ahora nos fue revelado y en todo aquello de lo que aún tenemos
vagas ideas.

La filosofía busca entender las formas y nos lleva a dar forma a todo lo que
entendemos; está en sociedad y nos ayuda a armar sociedades; está en la
política y nos ayuda a hacer política; está en la ética y nos ayuda a ser más
éticos.

El sentido de filosofar está en “desenmascarar” pero centrándonos en las


máscaras y no en lo que podríamos encontrar detrás de ellas.

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