Víctor Viscarra - Avisos Necrológicos

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Víctor Hugo Viscarra

Avisos
1

necrológicos
Avisos 11ecrológicos

Avisos necrológicos
Víctor Hugo Viscarra ¿ Un regalo de los dioses':

Víctor Hugo Vi.:.carra, nacido en L, Paz d .1 de enerJ -le:


© Víctor Hugo Viscarra
1958, es autor de tres libros de relatos, un diccionario
© Editorial Correveidile
del coba y una autobiografia. · O tal vez todo sea auto­
Casilla: 4018. La Paz
biografia, pues, si una palabra caractetiza su obra, es
Teléfono: 2230712
la autenticidad, de la que él está muy conscienle. Y
Email: [email protected]
eso es lo que lo hace un escritor ejemplar, más allá de
cualquier moda y de vanos éxitos.
Lo pueden acusar de poner en evidencia eruelas
realidades de la oscuridad de la noche, del margen,
del submundo urbano. Otros admirarán su capacidad
1ª Edición: 2005 de narrar con un lenguaje directo, desprendido a un
D.L.:4-1-1137-05 tiempo de sentimentalismos y afanes intelec-tualistas.
I.S.B.N .:99905-0-818-6 Pero nruiie le podrá endilgar que escribe de lo que no
sabe, como -ocurre con cierta literatura de moda.
Quienes lo tratan verán asimismo al ser humano:
Diseño de la tapa: su ácido sentido del humor y su agudeza, inclusive a
CORREVEIDILE costa de sí mismo. Es que él no tiene nada que perder:
para transitar las calles y las noches no le h;_ce falta
más que lo que lleva pu.esto, mejor si es una chompa y
una chamarra caliente donde puedan caber unos re­
cortes de periodicos, un(ls hojas en blanco para gara­
Diagramación e Impresión: batear, un libro, y en muchas épocas -si no grageas-
Editorial Latina
c. Mayor Lopera #281
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Víctor Hugo \liscarra -------------­ Avisos necrológicos

una botellita. Si los papeles comienzan a pesarle, se


quedarán en cualquier rincón de un boliche o junto al
banco de alguna plaza. Lo que atesora no necesita
espacios fisicos. Lo cual, si bien a costa de mil renun­
ciamientos y de mucho dolor, nos lleva a destacar su
práctica de libertad consigo mismo y de solidaridad
con quienes se identifica.
Achaques de la vejez
Con la nariz y la espalda torcidas por antiguos
golpes, de voz firme y lastimada, este señor viene
pagando las consecuencias de una vida que él no ha
escogido. La soledad y el alcoho 1, el frío y el hambre,
fueron donados por los dioses de las circunstancias:
la realidad de un país, de una condición social, la cual,
L a puerta del asilo de ancianos se cerró lenta­
mente. Sus goznes chirriaban como chanchos a
medio capar, pero nadie se mosqueó, porque se podría
a quienes la reproducen y manejan, hasta ahora les
afirmar que quienes habitaban allí ya estaban
importa un pito.
habituados ese metálico lamento. El viejo lanzó un
suspiro conformándose a si mismo por el abandono
Manuel Vargas � que lo habían sometido.
"Esos mierdas nuevamente han hecho que yo los
espere en vano", pensó mientras le sacaba el impuesto
a lo que quedaba de su cigarrillo, "y al paso que van
las cosas, creo que voy a tener nomás que resign arme
a que nunca más ,·engan por aquí". Se incorporó
lentamente (las fuerzas no le daban para más), y
contando las piedras del sendero fue caminando hasta
la sala de estar del asilo, para hacer lo único que les
permitían en ese recinto: mirar el televisor como opas.
Había perdido la cuenta de las semanas que sus
familiares dejaron de visitarlo. La última vez_ que lo
hicieron fue para hacerle firmar tremendo montón de
papeles, con los que (así se lo hicieron creer), estaba
asegurando los días que le quedaban por vivir. Papeles,
para lo que le servían, si lo único que necesitaba era
escuchar los fines de semana su nombre para que le

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, tt:tur nu¡;u V1scarra ---------------- Avisos necrológicos

anuncien que tenia visitas. Y las visitas eran una La sopa de sémola cayó como una bolsa de agua
especie de tratamiento extra que él requería para caliente en el estómago del anciano. Cuando terminó
aguantar la rutina que estaba obligado a soportar de saborear su vaso de gelatina, volvió a pensar: "Cada
todos los días. Otro, en su lugar, hubiese perdido la día es lo mismo. Nos dan papillas, como si quisieran
cord ura, enajenándose hasta el desequilibrio recordarnos que ya no tenemos dientes, y no tenemos
existencial. Muchos de sus compañeros ya estaban derecho a decir nada, ni siquiera podemos manifestar
en ese estado, y a todos los consideraban chochos y nuestras tristezas".
extravagantes, al extremo de que -a veces ni se Un tenue dolor le recordó que había olvidado tomar
dignaban mirarlos, o si lo hacían, tal -:,,ez era por pena, los remedios que le habían prescrito para uno de los
o puro aburrimiento. tantos achaques que tenía, por lo que, sin que ninguna
Aburrimiento. Ésa era la palabra que reflejaba todo de las encargadas lo \"Íera, se apresuró en sacar de
cuanto él sentía. Estaba aburrido de ser ya un vejete uno de sus bolsillos un frasco pequeño, tomó entre
inútil, pues para lo único que servía (esto se lo repetían sus dedos la gragea indicada, mientras una de sus
a cada rato), era para estorbar y meterse donde no lo manos sostenía e-1 vaso vacío.
llamaban. Si, ya era un estorbo·, ni sus compañeros -¡Qué mierdas! -gritó en voz alta-, hoy mismo
de sala lo soportaban porque todas las noches se la voy a abandonar para siempre esta porquería, y si
pasaba tose que tose, impidiendo que los demás todo sale como lo estoy pensando, por fin voy a poder
pudiesen dormir y descansar. dormir tranquilo, sin tener que soportar todas -las
· "Para qué mierdas querrán dormir de noche estos noches los ronquidos de estos parásitos.
viejos igual que yo, si todo el día se la pasan duerme Nadie prestó importancia a su exabrupto.
que duerme", se decía mientras la modorra se Lentamente se incorporó. Tras mandar mentalmente
apoderaba de sus párpados, y sus ojos se clavaban a la basura a todos los que estaban reunidos en 1�
en el televisor sin ver nada. sala, caminó hasta la terraza, y una vez allá, subió la
Mientras intentaba dormitar rememoraba los días baranda de cemento, y, a manera de olvidarse de sus
en que solía mentirse creyendo ser feliz y biena­ achaques -sin pensarlo demasiado- echó a vol ar,
venturado. Poco a poco salió de su modorra, y mirando fijándose-como meta el piso de abajo.
a los demás, con una sonrisa cinica musitó quedamente:
"Por mí, que se vayan todos a donde ya saben".
Ter minó. la tarde y una nueva n oche c a yó
pesadamente sobre la ciudad, especialmente sobre el
medio centenar de ancianos que, sentaditos,
esperaban pacientemente que sirvan la cena en el
comedor del asilo.

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Víctor Hugo Viscarra -------------- Avisos necrológicos

Habiendo tantas ñatas -justo a vos que te gusta


alaraquear que eres el más pintón del barrio- se te
ocurre hacerle el entre a la Juana, que es más fea que
patada en los huevos. Aunque se crea Miss Qué Sé Yo,
por la plata que maneja, es que se le acercan los llokallas
La jodiste, compadre para consentirla y hacerle gastar sus billiquines.
Te repito, habiendo tantas ñatitas, y sabiendo que
ella no se quería meter contigo por la famita que te
gastas, cómo se te ocurre prolongarle la sonrisa hasta
más allá de las orejas ... hay que ser bolas para
portarse como vos.
A unque la temperatura debe estar cerca de los 33
grados bajo cero a la sombra, parece que a vos
no te hace frío. Claro, con semejante sofocón, tu
Sí, ya sé, estabas mula de borracho y no te acuerdas
nada de lo que sucedió anoche (aunque eso de anoche
cuerpo debe estar ardiendo como si estuviera ál :Spiedo es muy apresurado, puesto que todavía no son ni las
y tus poros e;,,..-udando residuos de carbón encendido, doce, y justo has venido a despertarme para que yo
mientras tus pensamient_os se calcinan porque no sea tu toalla lacrimógena). ¿Y por qué siempre tienes
sabes cómo vas a salir del tremendo lío en el que te que venir a buscarme para que yo escuche tus
has metido por cojudístico. macanas, y al final sea yo quien te ayude a salir de
¡C�m� se té ocurre cortarle la jeta a la Pastora, si tus problemas descuidando los míos?
sabes que su primo trabaja en la caria, y desde hace ¡Cada vez lo mismo! Cuando te la frunciste a la
tiempo te tiene bronca por las veces que le rastrillaste loca del mercado, a esa pobre mujer que vive por obra
los bo\sillos mientras él dormía su borrachera en bra­ y gracia divina, quien te salvó de morir linchado fui
zos de la Juanita, la dueña del Avión! precisamente yo, aunque por abogado defensor, estuve
Ahora, ni por San Putas vas a poder librarte de las a punto de morir junto a vos, porque corrió el rumor
consecuencias de esta huevada, vas a tener que de que era tu cómplice. Y ahora, ni te acuerdas de la
declararte clandestino por un buen tiempo, porque el loca para ayudarla un poco con el crío que lleva entre
primo de la Juanita te va a guardar siglos en San sus brazos.
Petersburgo, y no quiero ni siquiera imaginar qué es lo O aquella otra vez, cuando le pelaste todas sus
que va a hacer mientras tanto. Vos lo conoces, y sabes cosas a don Tobita, que tenía una de las tiendas más
que es un hijo de nadie. Si hasta a su papá lo quiso surtidas, y hasta ahora n o puede r e p onerse
grandear cuando, viviendo todavía, se negó a darle la económicamente. El k'aivito me hizo llorar de pena,
herencia de su casa. Y contigo la cosa no va a ser porque te llevaste hasta las medallas que su hijo había
diferente. No quisiera estar en tu pellejo. ganado en el colegio.

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Víctor !-fugo Viscarra -------------- --------------- Avisos 11ecrológicos

Ahí sí que, si te agarraban, la ibas a pasar bien su primo a hablar conmigo, y si no me equivoco, ellos
fulero, porque por varios días la policía te buscó por deben ser los que están golpeando la puerta en estos
el barrio, mientras vos te habías ido a Santa Cruz a momentos.
gastar como loco lo que locamente y centavo a centavo ¡Ah, cuatecito, qué lamentable saber que así como
había ahorrado don Tobita durante toda su vida. No le jodiste la vida a la Pastora, también jodiste la tuya,
sé cómo habrás arreglado ese asunto, lo que sí sé es y ahora de ésta creo que ni tu ángel de la guarda te
que el único cojudo que se animó a garantizarte fui salva!
yo, y ahora, nuevamente, quieres meterme en tu baile, Ojalá que cagues bien fulero, te mereces eso y
donde, al final, ya sabemos quién va a sacar la cara mucho más todavía, porque por muy calentona que
por vos. haya sido, ella era mi ñata, y vos, compadre, jo.diste
No sé si tengo cara de manso, o si desde el principio nuestro romance.
pensaste "a este perejil me lo puedo chuchurlas veces
que se me antoje". Ya me estoy emputando de esta
situación, y te advierto que si el primo de la Pastora
me quiere meter en esto, ahí si te jodiste compadre,
porque yo le voy a cantar todas tus huevadas. Hasta
al1ora no me olvido de las maldades que me has hecho
y, como santo sin vela, yo me las he aguantado.
Ya había escuchado que el hachazo en la escaria
de la Pastora es bien fulero; cuando la han costurado
en la Asistencia Pública, su mejilla tenía más puntos
que su libreta de calificaciones. Así que nomás tienes
que alistarte para bailar con la más fea en una fiesta
a la que vos solito te has invitado.
Lo siento, caballerito, por esta vez no voy a poder
salvarte. No puede ser que yo tenga que estar
quemándome cada vez por un cuate que, lejos de ser
un punto ele apoyo, solamente me busca para que
remedie sus macanas. Ya sé que los amigos son para
tocia ocasión, pero, me has llegado al huevo. Si
hubieses siclo un poco más inteligente, hace rato te
hubieses marchado; como la Pastora sabe que yo soy
desde anoche tu ex amigo, quedó en venir junto con

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\líctor Hugo \liscarra --------------- Avisos 11ecrológicos

de saludo, mientras un pálido "hola" se perdía entre el


bullicio citadino. Mis recuerdos recién afloraron como
si fuera tan sólo ayer cuando ...
Yo era chico todavía, mientras que ella ya estaba
por sus treinta y tantos años, los cuales habían siclo
La n1ujer de todos generosos con su físico, al extremo que la cicatriz que
le -cruzaba por una ele sus mejillas, lejos de afearla, le
dM>a una especie de toque sensual, y los hombres
(reitero, yo era chico todavía) se la disputaban para
mantener con ella amores clandestinos y.fantasiosos,
siempre y cuando los candidatos tU\ieran el suficiente
T engo que reconocer que me he vuelto un sentí-
A mental porque, de buenas a primeras, siento que efecti,·o para cancelarle por sus serYicios prestados.
todos los males que aquejan al mundo, en parte son Para entonces yo era el ayudante oficial del
culpa mía, y el no haber hecho nada para evitar que Acróbata de las Alturas, vale decir de don Fauster.
se propagasen -mientras mi mirada impotente se i'vlicntras descansáb amos n u estro medio d ía,
pierde en el horizonte y la desazón im·ade mis pensando emprender la tarde para seguirle dando a
_coyunturas- me hace sentir como perro apaleado. las brochas y pinturas, ella, la Maxicha, hizo su
aparición en el patio. Tras acercarse a ambos, le lanzó
Escribo esto porque hace unos minutos, cuando mis
pasos me llevaban quién sabe hacia qué derroteros, tal sonrisa a don Fauster que éste, sin defensa alguna,
una voz me llamó desde el portal de una puerta só)o atinó a mandarme a comprar dos cer vezas para
pidiéndome que me acercara . Por el timbre de la voz, invitarle unas copas a la seüora que tan gentilmente
deduje que era una mujer y, ya cerca, mis ojos no se:nos había acercado.
reconocieron a la dueña del llamado. ¡Demás está agregar que a mi tan sólo me dieron
Era un guiñapo de mujer. Sus ropas, tan viejas como unas dos copas, y tras mandarme nuevamente a
todas las ropas de la tercera edad, trasudaban un tufülo comprar más cerveza, don Fauster me dio la tarde
peculiar que daba a entender que el aseo no las había libre, porque, según él, tenía cosas importantes que
visitado desde tiempos pretéritos. La dueña era simi­ hablar con la Maxicha. Y como para ese entonces yo
lar a su vestimenta y, cuando mis ojos se encontraron no sabía qué de importante podían hablar entre dos
con los suyos, una especie de impotencia reprimida personas como para que me manden a volar ele allí,
me acometió de improviso, porque recién reconocí a creo que me fui al cine aunque, honestamente, no me
mi amiga la Ma-xicha, a quien, por las proporciones de atraía en lo absoluto.
sus hombros y espalda, también conocíamos como la Creo que fue una mañana de invierno, cuando el
King Kona. Nuestras manos se estrecharon a manera sol intentaba inútilmente devolverme el poco calor

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\'(ctor H11go \/iscarra ---------------
---------------- Avisos 11ecrológicos

que la noche me había arrebatado, cuando mis pasos Las madrugadas son especiales en la ciudad de La
me llevaron hasta las inmediaciones del Mercado Paz, porque uno se puede quedar dormido para
l\egro, para allí intentar comer algo acorde a los pocos siempre y no podrá acudir al templo de San Fran­
centavos que pugnaban por es·capárseme de los cisco a dormir su cansancio entre las misas de 7 y 8
bolsillos en pos ele las alforjas de las cantineras. d e la mañana. F ue precisamente una ele esas
Entonces me encontré nuevamente con ella. Si bien mañanas ele dom ingo, cuando las beatas se
su rostro aún conservaba la cicatriz que tantos persignaban porque dentro del templo había herejes
desamores había causado entre sus furtivos que con sus ronquidos no permitían escuchar las
amantes, sus caderas habían desaparecido ante el jaculatorias del sacerdote, cuando abrí rrüs ojos y
avance implacable ele una gordura que desfiguraba descubrí que a mi lado también estaba durmiendo la
esa figura que tantas pasiones despertó en sus años Ma.xicha, que, al igual que yo, entre ronquido y
mozos. ronquido, dejaba escapar su tufo eWico inconfundible.
Con un poco de suerte había logrado ser una Cuando uno de los hermanos franciscanos nos
especie de ayudante de cocina ele una de las tantas "invitó" a salir inmediatamente del templo, fuimos a
,·endedoras de comida que abundan en ese sector. sentarnos en las gracias del convento para que, a
Como ella siempre se había hecho la remilgosa en las manera ele calentarnos con los pálidos rayos solares,
artes culinarias trataba, sin conseguirlo, ele ocultar nos contásemos qué había siclo ele nuestras exis­
la vergüenza que esa labor le causaba. Aunque, tencias ahora que ambos úvíamos prácticamente en
pensándolo bien, debería haber sido yo quién me la calle.
abochorne porque las monedas que tenia en mis Yo le elije, con mi silencio, que la necesidad intensa
bolsillos simplemente alcanzaban para dar limosna y ele saberme cobijado en un cuerpo femenino estaba
no para servirme un plato ele comida. destruyendo ele a poco mi escuálida existencia; y ella,
Los días y los aüos siguieron pasando, y a medida con esa voz que dejaba sentir que aun la libidinosidad
que su paso se reflejaba en mis cansadas espaldas, no la había abandonado, quiso ser quien llenase ese
otros soles y otras lunas vinieron a iluminar mi vacío. Mas, la otra necesidad que ambos experi­
derrotero intrascendente. Conocí muchas personas y mentábamos y que solamente con alcohol se la podía
animales, y siempre me solidaricé con estos últimos saciar, vino a recordarnos que más cómodos podíamos
porque al menos no me iban a dar la dentellada por estar en el interior de una cantina que en plena plaza
la espalda. Bebí de las copas del olvido y el olvido se de San Francisco, donde hasta cabecear ele sueüo er2.
olúdó ele sus designios; y cuando el paroxismo quiso mal visto.
llevarme hasta el borde de la locura y el suicidio, bebí Un anónimo compañero de fana, tan anónimo que
de mi copa para extraviarme y no ser pasto de esos no recuerdo realmente quién era, en alguna opor­
fatídicos designios. tunidad me dijo que la Máxima creía tener las respuestas

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Víctor Hugo Viscarra --------------- .lll\{l\"/L ,,

a todos los interrogantes, encerradas entre sus piernas. haber vivido en su compañía tantas jornadas donde
De ser así, no se explicaría que muchísimos hombres se mezclaban la mendicidad, la auto humillación
que horadaron sus entrañas hayan quedado más personal y el ab:ci.ndono, la primera imagen que yo
desubicados que quiltro en jet, y que tras haber vencido guardaba de ella era la ele la mujer que solía
los vahos etereos del licor ingerido hayan quedado más caminar pl,r las calles pavoneando ese cuerpo que
vacíos, mientras ella seguía en su búsqueda de otras pródigamente la naturaleza le había otorgado. Y
emociones y otros desvaríos. ahora, así como el frío del Illimani se empecinaba
Fueron muchas las jornadas, tantas que hasta la en teñir ele blanco mis pelos, ese mismo frío se
memoria me es esquiva, en que de mis labios salió un había encargado ele envejecer su cuerpo y sus
'·salud" mientras Il}is manos llevaban a mi boca una esperanzas. Se había sumergido ele tal manera en
botella percudida ele tiempo llena de alcohol aguado. el infierno del alcohol y el abandono, que cuando
Mis compañeros eran otros parias similares a mi, se dio cuenta del peli gro que corría, prefirió
tanto en su pobreza material como en su dejadez tomarse unos tragos más de lo establecido, con
espiritual. En varias ele esas jornadas la Máxima nos tal ele ahuyentar el espanto que se quería apoderar
acompañaba, tanto porque era necesaria la presencia ele su rostro.
ele una mujer en el grupo, como para que, evitando La vida (o un remedo de ella) parece que la ha
ser el blanco de las críticas de la gente normal, ella castigado más ele la cuenta. Es cierto aquel dicho ele
pudiese servir para desahogar aquellas pasiones tan que todo lo que se hace en esta vicia, en esta misma
personales que no nos diferenciaban en nada de los vicia se paga; y ella ya ha debido pagar todos los
perros en estado ele celo. pecados cometidos hasta por los de su octa,·a
Estando en compañia ele ella y de mis otros generación. La piel de su rostro está percudida de
compañeros de vicio e infortunio, a manera de matizar sombras y ele suciedad. En sus labios, ele donde an­
nuestras insípidas conversaciones diurnas (esperando tes salían palabras melosas y promesas ele desnu-íos
la llegada ele la noche) y nocturnas (esperando la sensuales, una costra dibuja la huella de besos
llegada de la madrugada), rememorábamos los tiem­ robados o de alguna enfermedad cutánea. Un fino
pos no tan lejanos en que ella hacía tabla rasa con hilillo de saliva fluye lentamente por entre sus clientes,
los incautos que caían doblegados ante los misterios mientras sus manos buscan afanosamente en sus
que encerraban sus entrañas, y que ahora, cuando bolsillos (que ya no conocen billetes ni recuerdos) la
la veían, esquivaban la mirada para observar a otras pócima existencial que la devuelva al mundo ele lo
mujeres que no tuviesen los encantos tan derruidos irreal, donde es más fácil recordar lo que uno era, sin
y maltratados. reconocer lo que se es en la actualidad.
Si, reconozco que me costó mucho reconocer a Ha pasado tanto tiempo... Recuerdo que mis
mi amiga Maxicha, alias la King Kona. A pesar de compañeros de farras y de amanecidas todavía se

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\líctor Hugo \iiscarra ---- ----------- - Al'isos 11ecrolágico.1

peleaban para meterse con ella en los recovecos del la virilidad contenida, que ninguna otra mujer poclia
caserón donde están las oficinas de la Mutual de Ex­ calmar.
combatientes de la Guerra del Chaco, y gozar de los En las jornadas interminables en que el alcohol
placeres que no podían escenificar con las mujeres era el único vínculo que mantenía fresca nuestra
que al pasar al lado de ellos solamente les brindaban solidaridad, yo la observaba. Al agarrar la botella ch!
sus desprecios y muecas de asco. trago, que momentos antes había tenido entre sus
Viéndola a plena luz del día, cuando el sol no labios ,algún otro del gru po, se solazaba
permite que uno se mienta con la mirada, la Má..xima estúpidamente jugueteando con el cuello, como si
es tan sólo una mujer que vivió aceleradamente su quisiera arrancarle al insensible cristal el calor ele b
existencia; de tanto apurarse, se olvidó de recoger lo boca del que bebió anteriormente.
bueno que la vida le iba enseñando a cada paso. Aunque su boca había besado infiniclacl ele bocas
Hay en su mirada una tristeza plasmada en cada y el paroxismo la lle\·aba hasta la antesala del plnt t
una de sus pestañas. Esa mirada al vacío le dice a uno y el abanL 1• 1110, ella teni;:i nccesiclarl ele ::-.u1t1r:,,·
tantas cosas, que el entendimiento es inútil para Las con�ccu..:n<...ias la t,'11! 1,1 sit �ut(. \ ; la.
comprender. Por ejemplo, a mi me habla de penurias y clesmittficación e\.- l,t <..., • _\, ñ �pl1 Jll<- Id lt
desengaños, cuando fueron otros los que gozaron de tenido lHjos, au 11• Jllc::. m l. C'<. lu!:. 11. - ,
clonados que sudo vci c:r· 1 , ·., l ..i lk- t :; ;::,, 1 l ,11, oJ S
sus secretos y caricias dejándola más vacía que las
botellas de trago que a cada momento echa hacia sus características físicas cic la i\bxicha.
intestinos. También me habla de aquella maternidad Cierta vez, en pleno combate clilico, lleg6 a nuestr< <
que el destino le negó, y que cree reencontrarla en mí manos una revista pornográfica a todo color; \ a1.
o en cualquier otro desarrapado que se acerca hasta de los que estábamos re unidos en la plaza !::­
ella no para manosear sus carnes fofas, sino para Scbastián, dijeron que por la noche escenificarían c•J
recibir esos sentimientos que desde niña ha guardado, ella tocias y cada una ele las escenas registradas en 1
y que de tanto prostituirlos terminó convirtiéndolos revista . Cuando Má.....;ima oyó de esos preparatirns.
en sentimientos obscenos y no realizables. riendo a carcajadas les elijo:
¡Han sido tantos los hombres (y al gu nas mujeres -Por mí no hay problema, pero, dudo que entre
también) que han pasado por el cuerpo de ella, que tocios ustedes me puedan aguantar cinco minutos.
faltan dedos en las manos y los pies para enumerarlos! Al día siguiente, todos sabíamos que ella no nos
Las malas lenguas me contaban que mi amiga se mintió.
había enamorado perdidamente de muchos de ellos, Cada vez que le venia esa su risa desenfadada y
a sabiendas que después del frenesí iban a desviar la mordaz, sabíamos que era el preámbulo de una cri­
mirada, asi como lo están haciendo en la actualidad. sis en que terminaría llorando amargamente mientras
Les causa repulsa esta mujer que antes les despertaba nos mandaba a todos a la mierda y nos enrostraba

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---------------- Avisos 11ecrológ1w.1
\'íctor H11go Viscarra

que, cada día que pasaba, nosotros la hacíamos sentir


más sucia todavía, que los trapos que cubrían su
cuerpo estaban limpios comparándolos con la
suciedad que Je envolvía el alma.
Por eso me embargó ese sentimiento desconocido Esperanza al
hace algunos minutos, cuando nuestros caminos se
,·olvieron a encontrar mientras yo cam·inaba borde del abismo
distraídamente, y ella estaba sentada en una puerta
de calle tratando de dormir. Sus _palabras (¿Te
acuerdas, hijo, cuando hace años yo era más bonita, In memon'am de las amigas que
y los hombres se peleaban por mi?) me llenaron de hasta ayer fueron y hoy no son.

e
desazón, porque presentí que serian las últimas que
me dirigiría. Se podía sentir que cerca de ella l a
guadaña de l a Parca estaba terminando d e cortar los uando sintió aquel aliento tan pesado y fétido po­
hilos que la ataban a este mundo... sarse sobre su boca, ella creyó comprender que una
Tengo el presentimiento que la persona que está especie de peregrinaje n o muy halagüeño había
golpeando la puerta del cuartucho que me sirv e ele comenzado sobre la tierra. Hizo un intento ele apartar
morada, me va a dar la noticia que mis oídós se su boca de aquella otra que, babeante, se acercaba,
negarán a escuchar, y mis labios se cerrarán pero le fue imposible, los dos brazos del hombre se
herméticamente para no elevar una plegaria por su aferraron a su cabeza, y sin darle tiempo a pensar en
eterno descanso. nada, casi le quitaron la respiración. Luego esas manos
ajenas comenzaron a recorrer torpemente su cuerpo.
Quiso gritar pidiendo que alguien la ayudase en aquel
trance, pero eso era lo menos recomendable en aquellas
circunstancias, pues le habían advertido minutos atrás
que, si se oponía a lo que débía suceder ineludiblemente,
las cosas iban a empeorar perjudicándola aún más.
Maldijo el momento en que había abandonado para
siempre la casa de sus padres adoptivos, presintiendo
que cualquier intento de regreso era más que im­
posible. Con una especie de desesperación notó que
estaban rompiendo sus prendas íntimas, y un vien­
tecillo frío le acariciaba sus partes púdicas. Mor-

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Víctor Hugo Viscarra --------------- ---------------- Avisos necrológicos

diéndose los labios hasta hacerse sangrar, gimió al Cuando sus pasos comenzaron a transitar por ca­
sentir que le desgarraban todo el cuerpo y, aguan­ llejuelas mal iluminadas y desiertas, ella comprendió
tando las lágrimas, pensó que aquello no era más que su mundo infantil se había derrumbado, y que
que una horrible pesadilla de la cual iba a despertar mil mundos desconocidos le abrían i nmiseri­
en cualquier instante. cordemente sus puertas.
Pocas horas antes había sido sorprendida por dos Un letrero mal iluminado y perdido en una vetusta
personajes mientras dormía su cansancio en uno ele pared anunciaba la presencia de un alojamiento.
los bancos de la plaza. Habría sido pasada la media Como una autómata entró en su interior, porque eso
noche, porque cuando abrió los ojos, notó al instante era lo que le habían ordenado sus captores; mientras
que todo cuanto le rodeaba estaba desierto y aban­ uno de ellos se acercaba hasta la administración, el
donado. El frío le recordó que su ropa no le propor­ otro se quedó con ella, y una de sus manos se ciñó a
cionaba el calor suficiente, por lo que, casi sin pro­ su talle abrazándola como si fuera su enamorada.
ponérselo, comenzó a temblar convulsivamente, y ella -Listo -dijo el primero, y mientras le mostraba a
sólo atinaba a cruzar sus brazos sobre su pecho su compañero una solitaria llave, agregó: -Oye,
intentando evitar que escapase el p·oco calor corporal pasaremos, el amigo nos ha prestado la pieza por
que le quedaba. media hora.
Le habían pedido su carnet de identidad, y, claro Caminaron por un peque1io pasillo hasta llegar a
está, ella no lo tenía. Mientras vivió con sus padres la puerta de la habit.ación, y tras abrirla entraron, al
adoptivos, éstos nunca se preocuparon ele propor­ tiempo que la mano de uno de ellos encendía la luz, y
cionárselo. Ahora sintió la falta ele ese documento su otra mano se deslizaba por las posaderas de la
para afrontar los problemas con la pareja de in­ muchacha.
dividuos que tenia enfrente. Minutos después, cuando el hombre se levantó
Le preguntaron todo con respecto a su vida y de las jadeante de encima de su cuerpo, sin darle tiempo a
existencias de quienes hasta hacía dos días atrás habían que se recupere, el otro se tendió sobre ella (mientras
formado parte de su núcleo familiar. Una vez que ella su compañero estaba ocupado, prestamente él se
les hubo relatado su versión, una risotada le hizo había desvestido), y ella comprendió que todas las
entender que sus oyentes no le creían nada de nada. cosas que le habían contado sus amigas de colegio
-Cómo es posible -dijo uno de ellos-, que la hija acerca de la primera vez, no se podían comparar con
de una persona decente esté durmiendo en la calle a lo que en esos momentos estaba viviendo. No había
esas horas. escuchado que le recitasen versos en el oído, ni que
Le ordenaron que se ponga de pie y que caminase mil sirenas épicas le cantasen himnos de amor y de
junto a ellos, la iban a conducir hasta un centro de gloria. No hubo nada de eso, sólo salvajismo y
menores. movimientos bruscos . En vez de sentirse transportada

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Víctor Hugo Viscarra --------------- ---------------- Aviso5 11ecrológicos

hasta el cielo, fuertes dolores la ataban a la tierra,


mientras su cuerpo soportaba fieras embestidas que
nada tenían de poéticas.
Cuando el segundo hombre se echó a su lado, ella
se sintió la mujer más sucia que pisaba la tierra.
Minutos después, contempló casi sin ver a los dos La señora del acuario
hombres que parsimoniosamente se arreglaban sus
ropas, y ni siquiera le dio las gracias al que le arrojó
unas monedas sobre la cama, puesto que sus manos
seguían protegiendo aquel pecho que ingenuamente
ella creía que aún estaba puro.
R
ealmente ella es un espécimen demasiado raro
Lentamente se levantó ele la cama, y cuando se
y controversia!. Pertenece a una gran familia
colocaba nuevamente sus ropas, sintió que otro
piscicola, aunque sus ojos están eternamente pintados
hombre ingresaba a la pieza, y que tras apagar la luz,
de rojo y las lagañas que los cubren no dejah apreciar
se abrazó a ella obligándola a recostarse sobre el
del todo su mirada soñadora.
camastro. Fue entonces que Esperanza perdió la fe
Una especie de protuberancia hace que cualquier
en los seres humanos, y entendió perfectamente que
extraf10 repare en ellos antes que en el resto de su
sü infierno recién había comenzado.
cuerpo. Aunque lo que realmente debería destacarse
es esa su lengua triperina, vale decir que sirve para
hablar mal de los demás, difamar y hacer bailar a
personas que nada tienen que ver en sus asuntos.
Sus maledicencias, injurias e intrigas ya le han
costado más de una sacada de mierda, y ni aun así
ella ha puesto un freno al alocado funcionamiento de
esa parte de su boca.
Aunque no tiene ningún rasgo felino (de ser así, ya
se hubiese devorado a sí misma en defensa propia),
sus ojos brillan cual linternas nocturnas cuando
pasea su mirada por el interior de La Tregua. No hay
detalle que escape a su inquisitiva oteada, porque
solamente a su escamada personalidad le está
permitido enterarse de todo cuanto sucede o no en el

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Vícwr /-Jugo \liscarra ---------------- Avisos necrológicos

interior de las cantinas, antros, boliches, tugurios, el número de víctimas de un sinfín de pasiones no
bares, lugares de di,·ersión, miradores, mercados y correspondidas, despechos sentimentales, amarguras
puestos de venta, y nadie puede osar siquiera de todo existenciales, dolores del alma, emociones pisoteadas,
cuanto gira y pasa en torno de ella. Hasta el suave· corazones destrozados y otros achaques. Sopesando
soplo de la brisa es notado por sus oídos, mientras esos sacrificios, seguro que habrían sido beatificados
su privilegiada·memoria toma nota de los mínimos en vida, por los vía crucis que pasaron. Escribí
detalles y sus tres lenguas se preparan para trabajar beatificados, no crucificados.
sin medida ni clemencia. Mas, creo que no hay que ser tan severo en este
Aunque, pensándolo bien, siempre resulta ameno tipo de apreciaciones, porque se corre el peligro ele
hablar con ella. Mientras nuestras orejas sienten las ser merecedor de las frases y contra frases que ella
espinas que emanan de sus palabras, y como no es suele verter. Y como de un tiempo a esta parte es
afecto a leer la crónica roja ni a escuchar programas mejor vivir en paz, lo mejor es irse a comer un piato
policiales, uno se puede poner al día en todo lo de jok'ollos fritos, desescamados y sin espinas,
concerniente al campo cuento k'epístico, generalmente adobado con harto arroz y fideo, pero sin llajua, para
sazonado con aditamentos producidos por esa cabeza que no nos pique la lengua.
que, teniendo mucho de pez, más se asemeja a la de
una gorgona, por la cantidad de víboras viperinas que
tiene por cabellera.
Para compensar, las malas lenguas le adjudican
una serie de romances con personas que no tienen
nada con pescadores ni nautas. Siempre mantiene el
espíritu libre porque, como diría mi abuela, donde
cabe uno, tranquilamente pueden caber más. Y al fi­
nal, creo que ella estará de acuerdo conmigo si anoto
que cuando un galán ocupa el lugar preferencial
dentro de un corazón femenino (vale decir el de una
catedral), poco importa la presencia de los otros que
solamente pueden aspirar a simples capillas.
Y si hacemos una relación de cuántos habrán caído
por obra y gracia de sus espinosos encantos (que no
se le notan para nada), el Santoral Católico puede
aumentar sus páginas con la inesperada aparición
de tantos mártires y santos, que pasaron a engrosar

28 29
\l(c/Or Hugo lliscarra -------------- --------------- Adsos necrológicos

menos unos nueve litros de sangre y medio litro de


alcohol. Y casi todos los que estaban en la cantina se
han salido a la calle para no comprometerse.
Para el nombrecito que se había puesto, La Yuca
de Nerón, creo que esta \·ez ha sido a él al que le han
La Yuca de Nerón metido la yuca, tanto por su herida como por el
trasero, y lo más sugestivo de esto es que la persona
que le ha dado su estate quieto y no molestes, casi
nunca viene por estos laredos, por lo que tampoco
nadie sabrá qué se llama o dónde \"ive.
Ni modo, ojalá alguien le ayude a ir hasta una posta
� abiclo era que ele tanto joder, al malacara ese ele
médica para que lo curen, o en el mejor ele los casos,
� tu amigo le iban a achurar la panza, y que si no
lo lleven donde un zapatero para que con su máquina
le han medido el aceite, tal vez ha sido porque la per­
le costuren semejante cuero que tiene. Aunque en
sona con la que se ha peleado tenía mala puntería. Y
este último caso tendrían que hacerlo con harto
es que ya se estaba pasando de conchudo, al extremo
cáñamo.
de que creía que todos tenían la obligación de invitarle
Mejor nos tomaremos nuestro trago y vamos a otro
tragos, y solito se lo tomaba, mirando bien fulero a
boliche, porque por culpa de tu cuate, por hoy día,
los que querían servirse un sorbo, sin que le importe
este antro ya lo han quemado. Eso si, cada cual se
para nada saber quién era el que había comprado la
paga sus tragulines, y está prohibido manguear.
jarra.
Y ojalá ahora aprenda que si uno quiere mamarse
hasta las patas, necesariamente tiene que comprar
su trago. Porque está bien que se le invite una, hasta
dos copas, pero que venga a cada rato a hacerse el
machito con los que son más peines que él, en algún
momento tenia que llegar al limite.
¡Feíto nomás le han abierto, hasta llegar a los
chinchulines! Si hubieras visto, tu cuate estaba casi
desnudo haciéndose el galán, y cuando le achuraron,
como boca se le abrió su estómago, la grasa apareció
blanquita como el algodón y después, la sangre em­
pezó a salir como chorrera. Ha debido perder por lo

30 31
Vícror Hugo \liscarra Avisos necrológicos

que ninguna gallina avícola igualaba, y con esas


caderas y piernas que hasta mi hermanastra lloraría
por tenerlas, hasta un seminarista faltaría a su voto
de castidad, con tal de fornicar con ella entre sus
pensamientos.
a Flauta Dulce La Morocha (le decíamos así por su afición por los
negros y morenos), era tan macanuda, que si hasta
ahora no se había casado, era porque aún no había
encontrado al morocho de sus sueños libidinosos. Ella
era algo así como un patrimonio del barrio, terror de
la beatas (aunque no lo crea, en nuestro barrio
'\S7 a están vendiendo en los mercados, a dos pesos
también tenemos viejas beatas, y de l as más
JJ. cada una, pequeñas flautas dulces de plástico,
emputantes), tormento de los k'aivitos, fuente de
que a más de un lloclcalla mal entretenido lo va a
inspiración para los changos que no tenían chicas ni
convertir en m1 asesino de la música y del bel canto.
plata, y motivo de enojo para las señoras que se
Pero, ¿qué tienen que ver estas flautas con este
lamentaban porqué la naturaleza no había sido
desvarío que les estoy contando?, ¿acaso se pueden
· generosa también con ellas.
comparar con aquella otras flautas que conozco, y
Nunca se la vio con algún tipo que cumpliese los
que de dulces solamente tienen la boca? No me puedo
requisitos de ser el dueño de todo cuanto ella tenia
imaginar una ele las verdaderas flautas tocando una
guardado en su cuerpo. Es más, en las cantinas del
ílauta dulce, cuando sus manos y sus bocas
barrio, los camotes sin suerte siempre alardeaban
solamente suelen tocar cosas que sí les puede rendir
de haber estado perdidos entre esos brazos buscando
cli\·idendos, y llc\·arlas hasta el orgasmo (si es que
lo que con tanta desesperación habían perseguido.
aún lo experimentan).
La Morocha, cuando se enteraba de esos chismes
La Morocha era una de ellas. Te podía sacar hasta
solía decir que mientras más sufriesen esos des�
la última reserva de placer mental, siempre y cuando
gra:iados, ella podía vivir más tranquila, ya que nadie
le hayas caído bien y que hayas forrado ade­
-s1 no los escogidos- podía perturbarla mientras
cuadamente su cartera. ¡Cuántos giles quedaron po­
disfrutaba de sus telenovelas tejiendo las janantas
bres antes y después de ella, tras haberse demostrado
para su hijo que tardaba en llegar. Y cómo no iba a
que verdaderamente ella era una sirena escapada del
tardar si ella se cuidaba como monja con cinturón
océano! de c�stidad, y con sus no tan ocasionales galanes
Y no era para menos, porque con ese cuerpo que -mas de uno lo contó-, solamente les permitía la
hasta Miss Pelotas envidiaría, y esa carita que de cara _
puntita y nada más.
no tenía cara, porque era pura belleza, y esa pechuga

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l ',, ;or H1130 \ 'iscarra --------------- Avisos 11ecrológicos

Le gustaba vivir como millonaria de barrio pobre, Morocha, a la cual, el epíteto menos ofensivo era el
alardeando ante los demás de cosas que el resto no de flauta.
tenía, y gastando desaforadamente lo que conseguía Le pregunté a mi abuela -que, para los que no la
con un guiño y un beso lanzado al aire rumbo a la conocen, también es la mamá de mi papá- qué
boca de un gil con plata. La tela de las faldas que significaba eso de flauta, y ella solamente me dijo:
usaba amenazaban a cada instante con romper las -Flauta, es una especie de quena y a las mujeres
costuras, porque el balanceo de sus caderas albo­ que las tocan mucho se las conoce con ese nombre.
rotaba hasta al adoquinado de las calles. Debo reconocer que no me convenció mucho que
Aunque ha hecho llorar a varios giles, a mi nunca digamos, hasta que la misma Morocha fue la encar­
me ha hecho bailar y zapatear, porque, aunque tengo gada de darme el verdadero significado, lo cual me
también mi corazoncito pornográfico, tenemos llenó de contento, porque coincidía con lo que yo me
nuestros secretos que guardamos secretamente no había imaginado.
sé dónde. ¿No me lo creen? Me vale culo. Por eso esta mañana, cuando un vendedor
Y es que la Morocha no es una mina cualquiera. Ella ambulante perifoneaba sus flautas dulces, me vino a
es harina morena de otro costal, y aunque sus papás la la memoria aquellos días no tan lejanos en que aprendí
han fabricado esmerándose en exceso, conozco rninitas a perder mi inocencia sin que me provoque trauma
que se mueren por tener de ella aunque sea la mitad de alguno. La única flauta dulce que toqué fue la
sus pechugas. A falta de una tiene dos, y cada una de Morocha, y desde entonces, ni mil chancacas pueden
ellas vale su precio en oro de Corocoro. igualar en mi boca ese sabor agridulce de su boca.
A veces me imagino que la Morocha ha servido
muchísimas veces de fuente de inspiración para todos
aquellos llock'allas que, al no tener las agallas sufi­
cientes como para decirle todo cuanto querían recibir
de ella, por las nochesí gozando de la complicidad de
las sombras y el silencio, almidonaban sus sábanas
recreando en sus mentes la película "Cinco dedos de
furia".
Una mañana, cuando sentí que de una anónima
cantina alguien me llamaba por mi nombre, escuché
un vocerío que nacía en la esquina vecina. Como soy
semi curioso, me acerqué para contemplar el bonito
espectáculo que protagonizaban varias viejas ociosas
que frenéticamente vociferaban en contra de la

:,_¡ 35
\lícior Hugo Viscarra --------------- Avisos necrológicos

El cabello recortado le da un cierto toque varonil


que ella aprovecha muy bien para engatusar a las
ñatitas, a las que se carga quién sabe adónde para
darse una especie de festejo con esas inquietudes
varoniles que persisten en vivir dentro de ella.
Mucho se ha conjeturado acerca de sus posibles
No era el puñal habilidades amatorias. cuando está mareadita, le
sino la herida gusta llauk'arar a las amigas que están farreando con
nosotros, sin que le importe si están o no acom­
pañadas de sus galanes. ¡Las veces que me ha habrá
hecho tremendos prablems por esta su actitud!

U
na de las minitas más problemáticas que hay en Una noche, mejor dicho, una madrugada, ella se
las cantinas de Chijini es la Mechy. Para meterse encargó de recordarme que no por el he¡::ho de ser
con ella hay que tener una paciencia kilométrica, y varón, yo podía darme el lujo de menospreciar a las
aguantar hectolitros ele trago, porque ella chupa como demás personas que tenían ciertas habilidades
esponja agujereada, y le encanta meterse en problemas, especiales. Y la cuestión fue muy simple. j=:stábamos
de los cuales suele salir casi sin ayuda de nadie. tomando nuestros tragullos en Las Carpas, serían
Y aunque digan que ella es lesbiana, que le gusta el las doce de la noche, o tal vez faltaban doce horas
relajo, y que de paso tiene una hija que se parece a para el mediodía; la Antonia, que es otra a la que
uno ele los casi cien machuca,tes que ha tenido, el también le gusta cargarse pichochas, le estaba
sólo tenerla sentada al lado de uno, basta para echando el ojo más de la cuenta a la Mechy, como si
alborotar las escasas hormonas que quedan, y hace estuviera pensando: "ese cuerpito me lo como más
que se la vea como algo más importante que una sim­ tarde". La Mechy, que estaba sentada a mi lado,
ple mujer. ¡Tiene buena pierna la chota! Aunque aprovechando que la Antonia fue al baño a orinar de
pensándolo bien, más que la retaguardia, lo que a uno parada, me dijo en voz baja que nos fuésemos a otra
le interesa es la vanguardia, ese sector que más nos cantina, se sentía incomoda con la presencia de la
importa a los hombres, y hasta a los que no lo son. otra tortillera.
Con sus casi treinta años que no se le notan en el Antes que la Antonia regresara tras haber ido a
cuerpo (vaya que es fanático el transcriptor de esta ··ealizar los menesteres propios de las personas que
historia, que a cada momento escribe "cuerpo", como si :stán tostándole fuerte, salimos de Las Carpas y nos
estuviese necesitadito), ella ha trajinado todo cuanto debe 'uimos directamente hasta el Averno, para seguir
transitar una persona, y se las sabe todas, por lo que es lestrozándonos los dos solitos y sin la presenci_a de
muy dificil que alguien se la quiera mamar como a teta. :ente-que no nos cayera tan bien que digamos.

36 37
\'(ctor Hugo \liscarra - --- Avisos necrológicos
---------- - -

Dicho y hecho. Casi a la media hora los �los ya ele mi cuchitril, con tocio lo cojudizado que estaba por
estábamos cómodamente sentados en uno de los los tragos que me había empinado ese día desde las
reservados del Averno tomando nuestros caleraaditos; siete de la mañana en punto, recién me di cuenta ele
como el local estaba semi vacío o semi lleno, apro­ que al fin y al cabo Mechy era mujer, y yo, aunque
\·echábarnos cualquier momento par.a demostrarnos casto e ingenuo, también era hombre, por lo que me
nuestro alcoholizado romance, como si fuéramos los vi en la penosa necesidad de cumplir como tal. Y
actores ele un culebrón televisivo, o dos animalitos rompiendo por enésima vez mi tan violado voto ele
sedientos de placer y de alguito más tod2,vía. Y vaya castidad, ttn-e que darle gusto a mi cuerpito,
que ella besaba como succionador con esa bocaza de cabalgando como había visto que lo hacen en esas
negra que tenía. películas 3 X, a las que ahora no me dejan entrar
No sé a quién putas le estoy contando que la Mechy porque dicen que ya me he pasado de viejo.
es una de las minitas más conflictivas ele Chijin,: A media fumigada tuve nomás que pedirle que
mientras estábamos quemando nuestras neuronas, bajara el volumen de sus quejidos, porque los vecinos
ella me contó que esa tarde había peleado con la pod ían quejarse por ser tan p o r n ográficos y
Cabezona, cuando ambas estaban chupando en el libidinosos, y que incluso podían interrumpirnos a
local ele La Paceza. Cuando la otra sacó ele uno de media garchada. Ella se hizo la que no me escuchaba,
s;-1s bolsillos su punta, la Mechy se lo quitó dándole y, por el contrario, me abrazó como si fuera su poste
un jaulc'anaso, pero no pudo evitar que la Cabezona ele salvación hasta que mi animo se apagó, y yo quedé
le achure a ella en una ele sus piernas. El puntazo listo para la foto. En otras palabras, knock out,
era bien profundo, y hasta ahora no recuerdo en cu{d amilanado, sin fuerzas, pálido, resoplando como burro
ele sus piernas era. (sin ninguna alusión personal), y como benemérito
No puedo negar que esa noche, en El Averno, le terminando la maratón de San Silvestre.
metimos bien fuerte al trago, con decir que cuando Caramba, lo que son las cosas. Recién a la mañana
reaccioné un poco, salimos ele allí; fuimos caminando siguiente ella me mostró la cicatriz del puntazo que
abrazados por el callejón, hasta llegar al puesto ele la había recibido (insisto, no sé en qué lado era), y era
tía Lucyfer, comimos allí dos de sus infernales sil­ nomás feita la cosa. Por allí debió de perder por lo
panchos, de esos que hay que comerlos sólo cuando menos nue\·e litros ele sangre, y fue entonces que
uno está recontra pija de borracho. Terminamos de comprendí tocio mi estado de analfabetismo, otro
comer, despidiéndonos ele la tía, y seguimos caminando había sido el cantar de los cantares. Lo que yo creí
hasta la covacha donde yo solía dormir mis parral'.lclas, que eran grititos y berridos de placer, en realidad
para ver si allí podíamos descansar un poquito. habían sido de dolor, y que no era causado por mi
Pero, ¡qué mierdas íbamos a descansar! Ni bien ulupica, sino, por la herida que ella tenía en una de
encendimos el foco de 7 watts que estaba en el techo sus piernas.

38 39
\ 'íc1or Hugo \liscarra Avisos necrológicos

mis tripas, y conste que ni me acuerdo cuántos días


no he comido.
Hay cosas que no comprendo perfecta.mente, una
de ésas es por qué siempre que tengo mis tripas
mojadas y chorreando agua, me dan ganas de
Sobre llovido, llorado desaguar. Pero, corno esta calle esta llena ele gente (a
pesar de que la lluvia no ha calmado), trato de pensar
en cosas menos importantes, a sabiendas de que si
no encuentro un lugar adecuado para vaciar la vejiga,
por enésima vez tendré que dejar que mis aguas

E stá haciendo un frío ele la gran siete, y mi cuerpo interiores mojen mis pantalones más de lo que están,
está temblando que da un encanto. Aparte de que y tenga que ir hasta el río para enjuagarlo con el agua
mis ropas están mojadas por la lluvia que cae como exterior que por allí corre.
chorrera, mis tripas están aleteando porque por darles ¡Y \·aya que está haciendo frío! Siento como si mi
trago y más trago, me había olvidado de alimentarlas. cuerpo no fuese el mio y estoy temblando de tal
Mientras dormía tironea.do en estas gracias, m1 manera, que tengo miedo de resfriarme. Si pasa eso
botella de trago se había vaciado, y como no hay como seria una desgracia, porque me imagino que, débil y
remplazarla., tengo que bota.ria por ahí, vacía no mL mal alimentado, voy a pasar las de Caín, ya que por
sin-e ele nada. Justo ahora que me estoy muriendo ele la falta de alcohol, todas mis defensas se han
sed, no hay ni monedas en mis bolsillos. e\·aporado, ·y por el momento no puedo reponerlas.
Ya deben ser las seis de la tarde, se ve en el ciclo Ya se puede sentir el calor que por breves instantes
pedazos de oscuridad, lo que me ha.ce pensar que ya me calienta las piernas y hace que una tenue
\·a a anochecer y habrá que ver qué es lo que hay que sensación conforte mi alicaído cuerpo. Cuando la
hacer para no estar k'arapampeando, y peor todavía, sensación desaparece, nuevamente el frío se apodera
con hambre y sin alcohol. ele mi ser, y regresa el temblor insensible que hace
No sé desde qué hora me habré dormido, porque, temblar mis sensibilidades.
mientras caminaba sin sentido, sentí que algo estaba Sé que me hace mucha falta beber el alcohol que
cayendo de arriba, como estaba mula de borracho, torpemente he vaciado sobre el piso. Esa necesidad
creí que no era nada importante. Y había sido nomás es tan fuerte, que me hace trastabillar mientras
importante, porque a.hora tengo mis ropas comple­ camino por las calles, vacías de gente pero no ele au­
tamente mojadas, y a.parte de dificultarme el ca.minar, tos, y hace que mi soledad se acreciente y pretendo
me está haciendo doler el estómago. Hasta me dan desesperarme al saberme más solitario que nómada
ganas de sentarme en cualquier rincón para va.ciar en el desierto.

40
----- ----------- A1'isos 11ecrológico.1
\ "íc FOr f-lugo \liscarra

Tengo que seguir caminando, porque caminar es Jo


más aconsejable en estos momentos; y mientras mis
pasos me llevan a no sé dónde, una vez más regresa
-a.l·10ra en mi rostro- la sen:5ación que experimenté
aJ mojarme los pantaJones, y no logrp comprender si
es la lluvia que al caer sobre él se ha caJentaclo, o si
Llegó sin invitación,
sencillamente estoy llorando. y listo

L a pu!,.rt� SF. abrió misteriosamente y el hombre


tct,ilJló ck miedo ante Jo desconocido. Sabia que
a::.to iba a pasar, y a pesar de que había tomado sus
rC'caudos, el repentino sonido producido por la puerta
despertó los temores que durante el día había tratado
ele refrenar.
Cerró los ojos para no ,·er la llegada ele lo ine\·i­
table, pero ese intento fue inútil, y cuando más
desesperaba por ol\·idar este encuentro. tm·o nomá�
que resignarse, porque la noche había llegado, :-, él
era un impotente por no haberlo evitado.

--13
42
\líctor f-lugo Viscarra Avisos 11ecmlúgicos

sali.Inos nos fuimos directamente hasta la quinta de


La Abatida, para echarnos unos tremendos platos
e speciales, mientras nuestras gargantas eran
acariciadas por espumosas cervezas, que, después
de un dí� de intenso trabajo protegiendo a bs
Que viva la Ley ciudadanos, es lo más recomendable. Cl�o. no todos
estábamos obligados a tomar ele las rubias, ha\·
compañeros a los que les gusta el trago fuerte, y er�
menester que para ellos pidamos unos cuanLos
tapados, no sea que se \'ayan a. descontentar. y
después estén reclamando por lo injusto ele l;..
E n ese entonces, allá por los años 70, yo trabaja-·
ba como colaborador en una de las tantas comi­
sarías de la ley que había en la ciudad. Esa tarde, como
distribución de las inultas.
Hay que reconocer que donde La Abatida siempre
se han seI Yido los mejores platos de La Paz, tanta es
de costumbre, terminamos nuestro turno a las dos, y
su fama que ele Yarios puntos de la ciudad vienen a
como nos había ido mejor de lo que esperá-bamos, una
servirse sus platos es·peciales, siempre regados por
vez que se hubo hecho el arqueo de todo lo que habíamos
varias cervezas, que, dicho sea de paso, combinan
recaudado por concepto ele multas y otros añadidos, el
con 1:ualquier clase ele alimentos. Y las tienen en
jefe nos dio nuestros beneficios extra salariales, con lo
cantidades industriales, como para apagar cualquier
cual tocios quedamos felices y contentos. Menos los que
clase de incendio estomacal.
habían estado detenidos, porque tuvieron nomás que
Los platos generalmente están bien servidos v
amollar sus buenos qui\·os para salir en libertad sin
sazonados, satisfarian las exigencias del gourmet má�
tener siquiera pulgas para rascarse.
sofisticado. Aunque cuestan una barbaridad, bien vale
Los que no pudieron pagar, o acaso no les dio la gana
la pena pagar su precio, porque las sensaciones que
de hacerlo, tendrían nomás que esperar hasta el día
uno e>..-perimenta al comerlos, pueden durar hasta una
siguiente para salir a tomar el sol a la plaza, es norma
semana (siempre y cuando uno no se lave la boca);
que los del otro turno no tie:ien que meterse con los
acaso sea ese uno ele los motivos porque los fines de
presos que se quedan del turno anterior. ¡Que se jodan!
semana falten mesas pG.ra atender a la cantidad ele
Si no pagaron hasta el momento del cambio de turno
clientes.
tenían que aguantarse las ganas, hay que sentarles l;
Cuando nosotros llegamos, los garzones nos
mano-a los que no se someten a nuestros dictados.
atendieron prestamente. Como éran1os los clientes
Una vez que se hubo cambiado el turno v el
preferidos, sabían por propia experiencia que a la
comisario García asumió el mando, entre los do�e-que
.11enor infracción podían ser arrestados por el tiempo

44 -ti
---------------- Ari.1ns IICt-ro/,i• 1 01
Víctor Hugo \liscarrct

que a nosotros se nos diera la gana. ¡Cuántas veces J "' ·l


se hab1an esLado puñeteando q· ll <1, b, ,.1
habremos hecho eso con los garcías que se nos
en plena Pérez Velasco. Como no estaban tan
amotinaban, y si las cosas se complicaban, ¡dueños Y
malheridos que digamos, tras acusar el recibo
todo al calabozo! Por eso, ni bien entramos al local,
correspondiente ante el teniente del Blanca Nie,·cs,
los garcías prepararon atentamente �,arias mesas, ele
los metimos al calabozo, mientras uno de los
tal manera que pareciesen una sola, colocaron
colaboradores iba a llamar por teléfono a los familia.res
alcuzas, servilleteros, y demás vainas, y cuando todo
de uno de los muchachos para que vengan a rescatarlo
estaba perfectamente alistado, el jefe ordenó:
pagando la multa respectiva por armar un escándalo
-Un plato especial para cada uno de ellós. dos
en vía pública.
tapados, diez cervezas y dos cajetillas ele cigarros.
Lo que causó una risotada general, fue la metida
Picantes mixtos, pollos dorados, ajíes de l�ngua,
de pata de un colabucho nue,·ito que, como no sabia
brazuelos, y costillares, fueron parte del menú que
casi nada ele cómo se manejan las cosas en la oficina,
tuvo que anotar un garcía, mientras que otro se
a la maleta trajo desde la plaza a una pareja de
encargaba de llenar la mesa con las bebidas que se le
enamorados, a los que había sorprendido dizque
habían pedido, y como la cosa re cién est aba
besándose impúdicamente en plena plaza. Y lo que
empezando, prometía ser de lo más inten,_ .,,,nt�
mayor gracia causó, fue que la chica en cuestión era
medida que pasasen los minutos.
nada menos que la hermana menor del jefe, y como
Los de las mesas vecinas parecían sorprenuL .,,.., ,.._
era su consentida, tuvo que pedir disculpas a la
la presteza con que íbamos vaciando las botellas ta�to
pareja, tirándole una buena puteada al colabucho,
de singani como de cerveza. Las charlas se refenan
que creyendo que iba a ganar sus primeros pesos por
tan sólo a las anécdotas sucedidas durante las 24 horas
ese caso, lo que se ganó fue el putazo. Cuando
pasadas, y entre todos. festejába..-nos las salidas que
contaban esto, el gil no sabia dónde ocultar su cara.
habíamos tenido que dar a la mayoría de los casos que
Cuando ya se cansaron de narrar sus macanas
se nos habían presentado. Por ejemplo, el caso de
oficiadas en horas de servicio, la charla se fue
intent� de violación que nos trajeron un par de
dispersando, conformándose una especie de corrillos
uniformados. Tras haberle dado a uno de ellos una
pequeños. Daba una sensación rara el oír cómo cada
papeleta de descargo, el gordo Tónez quedó a cargo
cual contaba con lujo de detalles, las sacadas de
del caso, habiéndolo solucionado de la manera en que
mierda que propinaron a cuanta persona que cayó
él siempre suele hacer: tras una sacada de mierda de;
en la oficina, por contravenciones graves como gritar
individuo acusado, a la cholita se la llevó afuera, "a su
desaforadamente en vía pública, no querer pagar la
casa", según contaba entre risas, cuando todo�
c uenta en una pensión, dormir en la calle, ser
sabíamos que fueron a otro lugar para charlar, y const1•
denunciado como ladrón, peleas callejeras, prosti-
que el gordo recién se está curando de una venérea.

47
46
\líctor Hitgo \liscarra --------------­ A,'i.ws 11ecrológicos

tución clandestina en la Condehuyo, sospecha de robo ciertas, por arrobas, a la fábrica de jabones. también
y otros delitos menores, de los cuales se sacó nomás allí teníamos un criadero ele ratas y ratones, a los
tajada, para que cada uno sea valorado por el servicio cuales tratábamos de e liminar con pequef1as
prestado cuidando el bienestar de la gente. trampas.
Era increíble la cantidad de botellas, tanto de Ya en la casa, abrí ese cuarto, y casi a la entrada
singani como de cerveza. que se iban vaciand_o, y estaba lo que hasta horas atrás había sido un
una vez que quedaban vacías, los charolas se ratoncito robusto y saludable. Lo solté de la trampa y
encargaban de llevárselas para traer otras llenas. agarrándole ele la cola. lo meti en una lata pequeña y
Varias de las mesas que nos rodeaban de a poco se para llevarlo hasta la pila, llené la lata con agua y me
vaciaban, y nuevos clientes ocupaban los lugares metí en la cocina con la intención ele hacerlo cocer
desocupados para compartir las bondades que hasta que pierda los pelos.
brindaban quienes atendían La Abatida, también Sn bre\·es minutos estu\·o el ratón completamente
famosa por su negativa de recibir relojes en prenda, cocido, y tomando un pedazo de papel periódico, Jo
puesto que tenía dos maletas enormes llenas de ellos, envoh·í en él, mientras echaba a la basura la lata c¡ue
siendo éstos dé marcas famosas, y más de uno había oficiado de oUa. Tras meter el pac¡uetito en uno
enchapados en oro. de mis bolsillos, regresé al local; me ace1"C1ué al jefe (los
Cuando la tarde educadamente le daba paso a la char olas recién habían traído los platos ele comida), y
nueva noche, al jefe se le ocurrió pedir una nueva asegurándome ele que nadie nos viera-,-hiee,un espacio
ronda de platos especiales, al tiempo que daba ins­ en su plato, y tras colocar allí el cadáver del ratón. lo
trucciones a uno de los garcilazos de que estuviese cubrí con el resto de los ingredientes (el plato que había
atento para que no falten tragos ni cigarros en la mesa. pedido el jefe era picante surtido), y regresé a mi lugar
Fue entonces que yo me puse a pensar que si el jefe mientras mi estimado jefe llamaba todo molesto a uno
seguía pidiendo comida y tragos de esa manera, en el de los garzones para presentar su queja.
momento de pagar la cuenta no iba a quedar nada · La cara que puso el mesero era la que esperábamos.
para nosotros. No me quedó otra que acercarme al Quedó como opa cuando sus ojos vieron que justa­
jefe, y decirle al oído mi plan, y como él quedó en­ mente en el plato que le habían dado al jefe, bien cocido
cantado de mi idea, pidió a los demás que esperasen Y sazonado, estaba un ratón perfectamente cocido y
mi regreso sin probar para nada el contenido de los adobado. Tartamudeando no sé que palabras, fue a
platos que nos estaban preparando. llamar a La Abatida, que se encontraba parloteando
Yo vivía a �edia cuadra de allí, en la casa ele mi alegremente en otra mesa; llamándola aparte, le puso
madrina Petrona, carnicera del mercado popular. al tanto de lo que había pasado.
Como en la casa había un cuarto donde guardaba La vieja llegó apurada hasta nuestra mesa, y tras
las lonjas de grasas secas que juntaba para ven- ver por si misma el contenido del plato, farfulló algu-

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48
\ lícwr H11go \liscarra ---------------- A,·isos 11ecro!rígicos

nas palabras, mientras pedía al jefe que por favor le


acompañase hasta su sala pri'-':ada para conversar.
Mientras nos hacíamos mil conjeturas acerca de
la procedencia del ratón, eso sí, en voz baja para que
los ocupantes de las mesas vecinas no escuchen, el
jefe volvió. Tras sentarse en su silla, quedamente nos
avisó que La Abatida iba a poner en orden a sus Suicidio circunstancial
cocineras, y que ella personalmente nos lo iba a (Cuento-k'epi policial)
preparar otra tanda de platos, puesto que a partir de
ese momento, éramos invitados especiales, y por lo
tanto, la comida y la bebida era una especie ele "cariño_
de la casa".
Está demás agregar que ese dia comimos y
chupamos hasta que nuestros estómagos se dieron
T odas las eludas imaginables e inimaginables ha­
bían sido respondidas, en base a sesudas hipó­
tesis y conjeturas, por los sabuesos policiales, que, a
por vencidos. Cada uno de nosotros se llevó para su esta hora del partido, tenían entre sus manos la
casa sendos paqyetes con comida ("cariño de la tasa"), solución del caso, y al principal sospechoso metido
y realmente nos dimos el gusto de beber hectolitros entre rejas.
de bebidas sin preocuparnos para nada de tener que Las diligencias de policía judicial ya estaban siendo
pagar. elaboradas gracias a los aportes que habían brindado
Por último, cuando en un momento dado el jefe tanto los testigos del hecho, como el principal
nos repartió el dinero que nos correspondía por haber sospechoso que, en menos ele lo que la gente
trabajado en la comisaría el día anterior, a cada uno malpensada piensa, fue aprehendido y trasladado a
de nosotros nos tocó más de lo que esperábamos, dependencias policiales a objeto ele recabar sus
puesto que la dueña se había auto multado, y, de declaraciones informativas.
yapa, todos recibimos un fino reloj, como recuerdo El caso no ameritaba demasiadas conjeturas,
de La Abatida, en cuyo local, a partir de ese entonces, estaba demasiado claro que el móvil babia ·sido
fuimos recibidos con las mayores atenciones. pasional, acompaiiaclo ele robo agravado.
¿Qué pasó con el ratón? Pre,sumo que La Abatida Así ele simple.
se lo debió de comer de pura bronca. Pues si ella La pareja de enamorados -llevaban más de dos
hubiera querido contradecirnos, los metíamos presos años ele romance cama adentro- había tenido una
a ella, a los garzones y a las cocineras, y podíamos de sus habituales disputas, y como siempre sucedía
clausurar definitivamente el local. Era la palabra de en estos casos, culminaron la batalla verbal con un
ellos contra la del comisario. agárrate como quieras, en la qtie la parte perdedora
fue ella. La victima exhaló su último hálito en el piso,
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51
­
Víctor Hugo \liscarra -------------- ---------------- Avisos necrológicos

que de inmediato se tiñó de un color rojo púrpura, Tras haber salido en la prensa un detalle porme­
incluyendo los trapos remendados que servían de norizado de los antecedentes, precedentes y supo­
alfombra. siciones del caso, la opinión general fue que había
Hasta ahí estaba todo claro: crimen pasional. Faltaba que castigar al culpable con todo el rigor ele la ley.
lo del robo premeditado. La desaparición de varios El sospechoso se encontraba en un sector
enseres del cuarto que ocupaba la pareja. Desde un restringido de las celdas policiales; incluso, para evitar
televisor a colores hasta los ahorros familiares que ipso más papeleo, se había obviado la visita ele su abogado
Jacto marcharon con rumbo desconocido. Los sabuesos defensor, porque estando las cosas claras, él había
policialés presumían que era el compañero el di.recto aceptado que sostendría todo cuanto le fue ordena.do
responsable ele esos hechos. que sostenga. La cuestión era tan sólo esperar a que
La vicia que había llevado la occisa -y esto no era se recuperase de las fatigas físicas soportadas du­
ninguna novedad para nadie- era por demás rante esas jornadas frente a los potentes reflectores
licenciosa, y precisamente este hecho era el que salia con los que trataron ele hacerle olvidar la diferencia
a relucir cada vez que se enfrascaban en reyertas entre la noche y el día.
conyugales, que terminaban en reconciliaciones cuyo Sabido era que la pareja tenía muchas cosas de valor
lugar de armisticio era la cama. en la habitación. Como en este aspecto el individuo no
Aún así, en el caso hipotético de tener que buscar había aportado nada útil como para que los sabuesos
algunos sospechosos extras, la lista de las personas vayan a recoger los objetos y dineros extraviados, por
que deberían ser llamadas a confesar sería intermi­ el momento era mejor apaciguar las cosas; tras que el
' nable. Habían sido tantos los causantes ele sus peleas, sujeto sea tran�ferido al ministerio público, ya habría
que un cuaderno ele 50 hojas no daría abasto para tiempo para ocuparse de esos detalles.
contener todos los nombres y direcciones. Este caso hubiese pasado como uno más de los
No hubo necesidad de buscar el objeto punzo­ fácilmente resueltos. Lo que hizo que cobrara una
cortante que había ciado fin a su existencia, éste se leve notoriedad, fue el hecho de que a la mañana
hallaba firmemente insertado en el cuerpo de la siguiente de toda la retahíla narrada lineas arriba, el
victima. Y aunque las huellas dactilares no coincidían sospechoso-culpable amaneció colgado de una ele las
con las del sospechoso, sus declaraciones, en las que vigas, en el interior de su celda. Aprovechando la
tan solo decía que había olvidado todo cuanto pasó soledad en la que se encontraba, rompió uno ele los
en esos momentos, eran más que suficientes para cables de la luz, y tras amarrarlo a la viga, a manera
incriminarlo, y de paso, poner punto final a este caso de corbata se anudó el otro extremo a su garganta, y
en el que más de un individuo podía sentirse aludido comenzó a balancearse como péndulo de reloj.
o llamado a declarar para aumentar los folios del Cuando los de homicidios llegaron para descolgarlo,
expediente. y proceder al r�spectivo levantamiento del cadáver,

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Víctor Hugo Viscarra ------------ - - -- ------------- Avisos necrológicos

no notaron que la víctima tenia las m anos


enmanilladas a la espalda; más, este detalle no fue
tomado en cuenta.

El k'epiri

e amina por las calles con su saco corte casimir


(casimir inglés, se supone). llevando entre sus
manos su pita nylon, mientras las vendedoras del
mercado se disputan sus servicios. Ha pasado la
noche pensando en qué putas le ha sucedido para
que acepte a aquel caballero el cambio de su saco del
mil ochocientos por una pilcha, que le cae demasiado
grande, y huele a la recontra no sabe qué ... ¡perfume,
dizqué!
El anterior olía mejor. Lo había acompañado du­
rante tantas jornadas, hora tras hora, día tras día,
noche tras noche, que se podría decir que era una
especie de parte sustancial de él. Era su cuerpo, su
alma, su ser mismo. Y mientras más pasaban las
· eternidades, una especie de cariño innombrable lo
había unido a dicha prenda, que ahora extraña, y
hasta se puede decir que ha empezado a morir poquito
a poco por la ausencia de ese saco.
Desenrolla la pita que lleva entre las manos, y cual
Harnero solitario (todas las comidas que se sirve son
de carne de llama). la hace bailar brevemente por el
aire y la recoge entre sus manos para envolver con

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\ktorHugo Viscarra --------------- Avisos necrológicos

ella los cajones de tomate que la Dionisia le ha de esos que él solía comer. con papa, llajwa y chuño,
encargado que cargue hasta el puesto de su comadre aquellos mediodres de la hoyada, cuando en los
Tomasa. Con manos expertas aprisiona las cajas, y umbrales del m<ircado los venían a vender la Juana y
tras darles la espalda, coloca ambos extremos de la la Margarita, las dos cholitas de las que en una tem­
pita sobre sus hombros. Prestamente anuda alrededor porada estuvo locamente enamorado. Pero el tiempo
de los mismos el envoltorio y sus espaldas se abren le ha enseñado que por mucho que su cuerpo se lo
para recibir el peso de los tomates, mientras con otro pida, él ni siquiera tiene que mirarlas, porque esas
movimiento diestro amarra los extremos de la pita en mujeres no son para él. No. Ellas están destinadas a
un nudo certero y preciso. Su cuerpo se incorpora, otros hombres, sean éstos ayudantes de albañil (él
encorvado, y comienza a caminar sin mirar de frente, también trabajó de éso), empleados de almacenes,
sino tan sólo el piso que marca sus pisadas hasta el ayudantes de los que reparten pan, o para los
lugar que será su destino, porque él no necesita ver uniformados que rara vez pasan por este lugar, y que
hacia delante, ha llevado tantos bultos por ese camino, en innumerables oportunidades le han roto su reputa
que el transitar por ahí es una rutina. madre por el delito imperdonable de haber estado
Y es que el lc'epiri es el mismo hombre que hace bebiendo más de la cuenta en la calle, y estar
queriendo meter la mano allí donde solamente las
más ele tres décadas ha llegado del campo a la ciudad
manos del uniformado tienen derecho de hacerlo.
(de dónde más iba a llegar), y ante el rechazo que re­
Ahora son dos tremendos gangochos de papa los
cibió tanto de los pobladores como de la misma ciudad,
que sus espaldas trasladan desde el depósito de don
decidió quedarse a vivir en ella, aunque tenga que
Hernán hasta el k'ato de la Encarna, la cual desde
ser tratado peor que una visita indeseable.
que tiene memoria, siempre se ha aprovechado de él,
Si, se quedó, con la férrea decisión de que si la urbe
porque a ella tan sólo le basta decirle que si no
no quería encargarse de él, él se encargaría de cargarla
estuviera casada cen el_ que es s:µ marido, él (no es
a ella, aunque le digan aparapita, cargador, tata, choy,
bueno llamar a nuestro k'epiri con nombre alguno)
chuy, o, en el mejor de los casos, k-'epiri, que, me
imagino, en aymará debe significar alguna cosa. tranquilamente seria su esposo, porque varios yatiris
Extraña su saco, en él estaban los únicos seres se lo habían dicho repetidas veces, y el k'epiri se lo
que lo habían adoptado desde un inicio, y a los que creyó, así como sigue creyendo que ella lo quiere, y
llegó a amar como a la razón misma de su diario vivir, que si hasta ahora no se ha atrevido a darle la mano '
porque al final ele cuentas, eran de su misma sangre: es por temor a su marido, que dicen es un celoso de
sus piojos. De seguro ese caballero los ha debido hacer la gran siete y les puede romper la poca vergüenza
cocer en varias latas ele agua para aniquilarlos, y hasta que les queda. Es tal el respeto que le tiene, que hasta
los huevitos donde estaban las futuras generaciones rechaza inclusive las pocas veces que ella intentó darle
de piojitos han debido ele terminar como huevos duros, algunas monedas a cambio de su trabajo, porque no

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Víctor Hugo Viscarra ------------ ---- A1·isos 11ecrofóg icos

quiere que su marido los sorprenda con las manos Hace tiempo que el café ha perdido ese gustito que
en las monedas, y ahí pueda terminar la perspectiva tenia; desde que se murió la mujer del Tata Pinto,
de un futuro romance si es que el energúmeno se consiste en agua calentada con un poco de azúcar. Y
muere. es que el Tata Pinto tan sólo hace hervir en aquella
Muchas veces oyó comentarios acerca de que la olla, que era de aluminio y que ahora parece de carbón,
Encarna aprovecha el estado de turbació n que el agua necesaria como para dar ele tragar a la legión
aqueja al hombre para que éste se lo cargue gratis de k'epiris (ninguno de ellos tenía un saco como el suyo)
los gangochos de papa. Pero, así como escucha esos que pululan como necesitados de trabajo por el
comentarios, también los desecha, porque presien­ mercado, y a la que (me reliero a la olla), con tan sólo
te que ella no puede ser tan abusiva, y que real­ echarle el contenido ele un paquete pequef10 ele café
mente lo ama, porque hasta la vez en que, por con­ molido que en la tienda se compra por un peso, es
fiado, él hizo caer uno de los bultos, la frase "indio más que suliciente para que el agua mlquiera un color
de mierda" le sonó como una declaración de amor oscuro, y con el titulo ele café caliente sea de prO\·echo
y de cariño. para sus clientes.
Cuando la noche presiente su final, y la cigüeña Si, \·arias veces el estómago le ha dolido que
trae consigo una nueva madrugada, él sale del tambo da un encanto, pero eso debe ser por el esfuerzo
del Raimundo, y botando en el camino los restos de que realiza al levantar los bultos. Como ya es
sueño que aún le quedan en los ojos, va presuroso demasiado tiempo que ha salido ele su pueblo, ha
hasta la parada de los Gamiones que llegan de Río No perdido las fuerzas que él debería. haber gastado
Tan Abajo, para trabajar como los de su pueblo saben manejando el arado, o, ele borracho. rompiéndole
hacerlo, porque no puede permitir que sean otros los lo poco que le quedaba por romper a su mujer,
que le quiten los bultos que solamente a sus espaldas pues desde que :-;e la i,pastó (se la llevó) siempre
pertenecen. le ha brindado todo su cari110, y si no le creen,
Si las calles se llenan de niños y vehículos, y el pregúntenle cuántas \·eces la ha clejaclo lista para
mer cado y sus inmediaciones ele p alabrotas y el estuche.
compradoras, es hora de ir a tomar el desayuno donde Si, las mujeres ele la ciudad, en especial las cholitas
el Tata Pinto. Si bien no es tan agradablé que se diga, es que trabajan alrededor ele donde él trabaja no son
más que suficiente para engañar al estómago, mientras para mirarlas, y menos para gozar ele algo que se
las que venden comida, a luca y quivo (un boliviano y asemeje a la amistad. Eso está bien para los demás, y
medio) el plato de ají de fideo con anoz y sin carne, si los demás se aprovechan ele las circunstancias, allá
acomodan sus ollas llenas de vapor, y las bocinas de los ellos, con él las cosas son diferentes.
autos se encargan de espantar de una vez por todas el La se11.ora Florencia, sí, la misma que hace jugar
poco sueño que aún adormece sus párpados. pascmalrn tocios los días, muchas veces le ha dicho
que no sea malo, que \·aya a su pueblo y traiga a sus

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\ 'ictor /-lugo \'iscarra ---------------- A,'isns 11ecro/1ígiro.1

dos hijas para que ella (me refiero a doña Florencia) y casimir inglés (¿qué es inglés?) no puede ayudarle a
su cuñada se las terminen de criar. De paso, mientras mantener el poco calor que permanece en su cuerpo.
las chicas ayudan en alguna que otra cosita en sus En qué manos habra caído su saco. al cual cuidó
casas (en la de ellas, se supone), las pueden mandar, como solamente se cuida las cosas que uno llega a
siempre que se pueda, a la escuela, para que por lo querer porque forman parte ele uno mismo. El saco
menos aprendan a leer y escribir. Claro, alguna \'eZ que lo protegía del frío y de sus demás aiiadidos llegó
pueden estar comprando algunas ropitas, e incluso a ser tan esencial que. ahora, ele antemano, no debe
regalarles aquellas que sus hijas ya no usan, cosa estar cubriendo el cuerpo del caballero ése. Porque
que cuando sean graneles, las hijas del k.'epiri sean clara.mente le elijo que lo dejara en un 1:incón. ya que
señoritas, siempre y cuando los caballeros ele las casas al día siguiente su empleada se encargaría ele
y sus hijos ,·arones no se encarguen ele truncar ese desinfectar, porque el olor que clespeclía era tan espe­
estado señorita!. cial que podía matar ele un sofocón a uno que no
Si, puede ser que un día cualquiera n:1.ya a su tu,·icsc la nariz tan resistente como la de él. r\l menos
pueblo, ese pueblo que lo ,·io nacer y que nunca lo ha así recuerda que le elijo dicha persona cuando lo
abandonado, para traer a sus dos hijas (ya ni se acompa1ió hasta la puerta y, tras colocar un billete
acuerda qué edad tienen, tal ,·ez con su ausencia entre sus manos. lo despidió como si su pobreza
misteriosamente su familia ha aumentado). En el pudiese ser contagiosa.
pueblo no hay nadie que les pueda ense1iar nada ele ¿Pero qué tenia que ver el olor con los recuerdos
nada. y si no se preocupa por ellas, quién sabe si con que habían nacido entre él y su saco. y que ahora
el tiempo sean más burras que las dos burras que moriria estando el uno separado del otro? Nadie podría
tiene, y a las que cxtra1ia, porque eran las únicas a comprender las emociones, pesares, sinsabores,
las que podía pegar con el rebenque hasta cansarse tragedias, problemas y demás cosas gratas que habian
cuando la rabia lo dominaba. Ahora, al no tenerlas, ,·i,·ido él y su saco. Por eso. ahora, su cuerpo estaba
sólo puede desfogar su bronca lanzado carajazos en temblando com·ulsi,·amente por efecto del frio. pues
aymara a las tarimas, chiwi11as y toldos del mercado, la sensación de calor que experimentó al tomar el plato
cuando el sue1io le abandona y el frío le recuerda que de sopa en sus manos y comer del liquido que alli le
como ser humano tiene derecho de mandar a donde habían ser Tido, ya había pasado. Tan sólo quedó el
sea sus emputes y malestares. frio que estaba despoblando las calles ele la ciudad,
Está haciendo frío, y es t an intenso, que por puesro que sus moradores caminaban presurosos
enésima ,·ez cxlra1ia su saco, que estaba remendado hacia sus moradas, mientras un tenue ,·iento le
remiendo sobre remiendo, y del cual no le queda ni recordaba más aún a su saco, y por ende, a aquellos
su aguja ni hilo con los que solía aumentar los parches remiendos que con tanto cari1io había ido costuranclo
que le ayudaban a soportar este frío que el saco ele uno a uno, mientras a cada momento sus dedos

60 61
\licwr /-lugn \liscorra

sufr ían los pinchazos ele la aguja mal hilvanada, y Ese mismo alcohol le había ayudado a sentir que
peor usada. la ,·ida no era tan pesada como al principio pensaba,
Claro. podía haberse ido hasta el barrio Chino a porque desde que lo conoció (al alcohol) una tarde ele
comprarse una chamarra o un abrigo para mantener aquellas en su pueblo. le quemó más nclentro ele los
el calor ele su cuerpo. pero. como él era un lc'epiri de intestinos. Pero. fríos idénticos corno el que estaba
los pocos que aún persistían en caminar por los experimentando ahorn. le habían hecho comprender
mercados ele la ciudad, necesariamente tenía que que era mejor tenerlo del lacio suyo, ya que ele esta
tener un saco recontra remendado por el tiempo y manera podía soportarlo mejor. lV!ientras el tiempo
por sus dedos para aparecer como tal. ¿Dónde se pasaba lentamente a su lacio. y la nue,·a ma1iana
había ,·isto un k 'epir-i ele tenis. bluyin y chamarra, tardaba en llegar, comenzó a beberlo y a quererlo.
manejando un pequeii.o artefacto con ruedas que tornándolo en el compa1iero ele sus horas solitariéls.
ali,·iaba el peso ele los bultos? Seria una especie ele Era el mejor ele los alicientes que tenía para segl.!ir
desprestigio para la profesión. porque si estas cosas soportando sus inclemencias. y si hasta entonces su
se aceptaban, el oficio caería muy bajo, y ya no habría cuerpo ya se había ricosturnbrado a beberlo incluso
escritores y poetas que alaben y ensalcen dicha sin mezclarlo con élgun. sabia muy bien que si lo
actividad. abandonaba podía perder algo más importante que la
No. Él no iba a caer tan bajo (aunque ya lo había ,·ida. Aunque con este fr ío. la úcla era lo que menos le
hecho) como para que los caballeros d ecentes importaba. Él tenia alcohol, y ese alcohol era una
cambien sus ropas elegantes por las que ellos especie ele esencia fundamental para seguir existiendo.
usaban. y que. aparte ele estar pringadas ele sudores El tomar entre sus mnnos la botella ele crisrnl c;oncl t'
y cansancios. tenían un sabor a coca, cigarrillo y estaba el trago que había comprado ele la tienda cid
alcohol. Huaychc110. dacias las circunstancias, era una especie
Si, a alcohol, porque eso era lo que le ciaba fuerzas ele ritual, porqlle agarró fuertemente la botella como
para continuar con las labores que el diario vi,·ir le si estu,·iera agarrnnclo algo ,·alioso: y en ,·erclac! que
enu·egaba, y que al paso del tiempo había hecho una era valios o, p orqlle ele e llo d epend ía que su
especie de hábito del que no podía sustraerse, y aun­ sobre,·i,·encia ca.minase parejo con su sobrebe/Jencia.
que se lo propuso más ele una ,·ez. las circunstancias Dicho ele otra maner a. si no tomab a los traaos
"'
le recordaban siempre cuáles eran sus funciones. En necesarios para calentar su cuerpo, corría el riesgo
ese sentido, esta especie de "profesión" lo tenia ele acabar como el Tomas. que por no tomar, se enfrió
pnicticamente atrapado, e inconscientemente sabia una madrugada cualquiera. Como la noLicin ele su
que, aunque se lo propusiera e hiciese todo lo posible muerte no llegó hasta el pueblo de donde era origi­
por conseguirlo, no podría romperla, y se llenaba ele nario, fue enterrado dizque en el cementerio, cuando
espanto cada vez que lo recordaba. todos los que lo habían conocido (,·enclecloras, co•

62
\ ie1or f-111::;o \ 7scarra ----------------- Ai·isos 11ecro/ág , ,,

merciantes, carabineros, ,·ecinos, cargadores y demás podía sentirse más realizado, tanto ele manc.;ra
tucuymas) estaban seguros que lo habían carneado humana, como sub humana a la que -por su con­
como a corciero, allá donde los que estudian medicina dición infra no sé qué, estaba reducido-, hasta
suelen hacer este tipo de cosas. pensaba que así nomás tenían que ser las cosas.
Por eso, sacando el corcho que mantenía el liquido Las horas pasaban. Su cuerpo otra ,·ez estaba
dentro ele la botella, llevó ésta a su boca, y bebió un temblando convulsivamente, y el calor que le babia
trago largo, tan largo, que sintió que sus tripas se brindado el alcohol ya se había disipado. Cuántas
quemaban lentamente produciéndole una sensación horas se habrá quedado clormiclo que no sintió cómo
ele malestar�- a la ,·ez ele agrado. Esa sensación era lo ,1,·a nz::iban lentamente (o tal ,·ez apresuradamente),
que necesitaba para recordarse que estaba ,·ivo que el bienestar que había experimentado en ·.n
tocla\'ia. Tras que pasó la primera sensación ele principio había desaparecido. Y sólo le quedó l o
bienestar, y le calmaron los ardores del estómago, ) re,._ do al desconsuelo, desconsuelo que ni d
,·oh·ió a beber el contenido ele la botella. notando que bot�Jla,, �L.: , lud,ol le ib,1 n y11•tdr porque ahora 1
el ardor era menos i.n tenso, y que por lo tanto la t.:ill<\baP , ,_h i-. co:, .. ::.: !>U 1 u, 1>lo. la Encarna, -l
sensación ele bienestar aumentaba la calma que él v'-J s St s burros, su campo, :,us hip.s. y más , -' '­
necesitaba,�- ele lejos, ele muy lejos. podía sentir cómo \, io, s • s, co Y él sc1b1� mu,· b1u1 que nunca I s
una ,·oz le decía en aymara (al menos se supone que v_ lveJ Í" r e, 1)1 c11, p 1,qut aui,lfte ... staba despier 1 ,
tocios los aparapitas hablan ayrnara) que tocio estaba S,l c.1 erpo h.ib1a clcj;,do d1. temblar, y si persistía e,
tranquilo, que no se preocupara, que todo iba a tener l,,s OJOS abicrl o:,, éstos se le cerra ban
resultar bien. pL �.1d,1mente y tan sólo una tenue ,·isión ele su puebl,,
Nuevameme bebió ele su botella, y mientras sentía se rdl --jaba en ellos, como clcspcclida del mundo que
que el frío le esraba abandonando y el calor retornaba no In habia adoptado, y en el cual tan sólo habia siclo
a su cuerpo, mandó a cierta parte el triste recuerdo 1·:,,1 cosa que llaman, ¿cómo es?, ¡ah, si! ... lc'epiri.

que aún persistía en recordarle que él ya no era un


hombre si no tan sólo un k'epiri. Volviendo a beber de
la botella, una lluvia pasajera, de esas llm·ias que
llegan para mojar más ele la cuenta, limpió las
lágrimas que a torrentes le brotaban, y el hombre se
sintió feliz por haber encontrado ese solaz en el alco­
hol, y que en sus noches ele luna, nubes y estrellas,
la Encarna le había negado. Sí, le había negado, y es
más (el trago ya estaba haciendo efecto, porque hasta
le ciaban ganas cíe seguir tomándolo. De esta forma

6.-i 6.:i
\'ícror H11go \ 'iscarra ------ ---------
- -Avisos necrológicos

ya habrían otros pelafustanes que sabrían defenderse


mejor que el muertillo.
Mas, a la hora de la verdad, mientras de lejitos
observaba cómo nadie se acercaba hasta el lugar
Ni pal perro donde el hombre estaba echado mirando �in \·er
el
cielo, un perro vagabundo (no creo que hubiera siclo
pariente suyo). se acere- kutamente hacia él, y tras
bajar más aún la coi •. le lamió la cara y, poste
­
riormente se alejó de allí, corno si temiera que a
él
también lo pudiesen inrnlucrar en tan lamentable
suceso.
� 1 hombre se agarró desesperadamente del último
.l.C.1 aliento que le quedaba, y sin proponérselo,
introdujo más aún el cuchillo en su abdomen. De
tocios los que estábamos alli observando la pelea
-como si nos hubiésemos puesto de acuerdo­
ninguno se metió en el problema, y como si nada
hubiese sucedido, cada uno se fue alejando por sus
respectivos rumbos, mientras el hombre caía sobre
el piso, y las piedras que recibieron su cuerpo
comenzaron a vestirse de un rojo púrpura.
A nadie en especial, y mucho menos a mi, nos
importó averiguar qué había sucedido. Aquello que
empezó como una simple discusión continuó con una
pelea y terminó con un difunto. Claro, con semejante
cuchillo que sólo servia para matar vacas, y por lo
tanto no era raro que para matar gente, ningún perejil
poclia salvarse, y el occiso (presumo que murió por
el espanto que le ocasionó el tamai'lo del cuchillo)
mucho menos.
¿Y para qué hubiésemos querido meternos clonclc
no nos habían invitado? Si la pelea había sido gratis,
y uno de los gallitos llevó su vida a la muerte. Total,

66 67
Víctor Hugo Viscarra --------------- -------------- -- A1·isos necrológicos

Estoy tomando a gusto mis tragullos en cualquiera


de mis alcoholerías, chocho de la \"ida, hablando bien
de los cuates y difamando al resto de la gente mientras
fumo mis puchitos, y no falta un perejil que por
hacerse el machomein quiera entrenarse conmigo, y
Siempre sucede lo mismo como yo no le hago c2,so, ¡zas!, mi trago y yo al sucio,
y ni a quién quejarse, porque si me quejo a la duci'la
del boliche o a la ley, keda gallina.
En cualquier rinconcito me estoy apechugando con
la que sabemos, que es más fregada que perra en
celo, aprovechando la oscuridad para llaulc'ararla y

N o es que me esté quejando ni mucho menos.


Lo que pasa es que estoy con mis nervios hechos
bolsa ante tanta macana que se me ha acumulado en
meter mi dedo, mi mano y parte de mi corazonc1to en
su cierta parte, y no falta un vecino aúnagraclo, de
esos que creen que el pecado original merece doble
el k'epi de mi conciencia, y no logro entender por qué castigo porque al ser original no estaba patentado,
siempre tiene que suceder lo mismo. que viene a fregar la fiesta. Y la que ya sabemos tiene
Se podría decir que estoy demasiado cmputado con que escapar por un lacio y yo por el otro, para e,·itar
mi existencia. Cada día que pasa, ni bien le estoy que la dizque Junta Vecinal nos haga felices a palo
pescando gustito al sueño, ¡zas!, un puntapié dis­ limpio, y uno se queda con las ganas ele no haber
frazado de negro me recuerda que tengo que leYan­ probado ni un polvito siquiera.
tarme y seguir caminando sin tener adónde ir. Porque Parece que lo que pasa-a.paza, es que a los pobres,
para los miserables como yo, no existe el derecho de que no tenemos ni sarna para rascarnos, siempre nos
dormir nuestro cansancio encima de una tarima del ha tocado el lado amargo de la vida, tan amargo que
pasaje Tumusla. cuando chupamos un limón nos parece chancaca
Estov escapando como guanaco llevándome un dulce. Somos tan afortunados que todo lo bueno de
bolsón �jeno, como alma perseguida por los hombres la Yicla -maldiciones, hijoputeadas, k'encheiios,
de negro, y no falta un comedido que me pone una maleficios y demás vainas- fueron creadas solamente
zancadilla y ya nomás, el indio al suelo. Y a soportar para nosotros. Y en este detalle les llevamos \'entaja
la pateadura de las vendedoras del mercado que me al resto de las personas, porque los pobrecitos son
tratan peor que al mal ladrón, cuando ellas deberían tan pobres que tan sólo tienen dinero, comocliclaclcs,
ser las que reciban esos puntapiés por la manera comida y otras cosas más, con las que tienen que
descarada con que roban a sus caseras en el precio Y conformarse.
en el peso de sus verduras.

68 69
\líctor Hugo \ liscarra ,--\risos necrológicos

dormir tranquilo, porque sé que necesito ya no sólo


de tus palabras, sino de que me acunes entre tus
brazos (recuerda, que todavía no he cumplido mis
doce años), ·y me digas en mi boca, palabras que
mis orejas no necesitan saberlas.
Cada vez que te miro ... Cada vez que te miro (lo hago desde un aguje1ito
que abrí en la pared) cómo te vistes y te des,·istes en
la soledad de tu cuarto, pienso en ti, mientras

e
recuerdo esos lc'uchi videos que voy a ver en el cuarto
ele nuestro vecino solterón, y ya no sé que voy a hacer
ada Yez que te miro, siento que el sol calienta con mis manos que se quedan quietas, y tengo que
mis espaldas, y, ele noche, el frío hace temblar correr a la calle para que nadie descubra mi secreto.
mis huesos como los ele un perro abandonado. Siento Cada vez que te miro, pierdo el hambre, el cambio
que me fal�a el aire que desintoxique mis pulmones del pan, las monedas que papa me regala, las ganas
alquitranados ele nicotina y demas cereales. de reir, y como tonto pienso qué es lo que tanto te
Cada vez que te miro, obsen-o que en tus ojos se miro si, como dice mama, todavía no he aprendido a
n;íleja mi mirada adormilada, y tengo que limpiar las limpiarme las narices.
lagañas que cubren m_is ojivales, para comprender Cada vez que te mirn, me cuesta entender por qué
que tú tampoco te has lavado la cara. Inquisitivamente te quiero ele la forma desesperada en que te estoy
escudriño tu figura, y contemplo que una miss queriendo, si tú eres mucho mas vieja que mi abuela,
centenaria tiene sus carnes mas duras que las tuyas, y yo, simplemente soy un niño que está mira que te
y, aún así, siento que necesito de tu presencia para mira y que te requetemira, mientras vos sonríes
mentirme que no soy tan vejestorio todavía. mostrando tu boca desdentada, y tu cara llena de
Cada vez que te miro, parezco un niño destetado arrugas.
que busca en la nada el pecho que le calme la sed,
aquellas dos que componen el lacteo materno, y el no
tan lacteo carnal lleno ele interrogantes. Esa sed que,
cuando me encuentro jugando con tierra, hace que
construya senos y cosenos con mis manos alfareras,
mientras mis mocos juegan en mi boca.
Cada ,·ez que te miro, siento que en mi cama me
falta algo mas importante que las frazadas, y no puedo

70 71
\líc!Or Hugo \liscarra - --------------- Al'i.w.1 necrolrí�icos

mulaclamente metió las manos en los bolsillos de su


pantalón, cuando oyó el taconeo peculiar que le
anunciaba que ya llegaba lo que pacientemente
había estado esperando. Ella llegó hasta el kiosco
de sánel\\·ichs y otros etcéteras, Yistienclo como
Aplazándose en la plaza suelen vestir aquellas mujeres que a toda costa
muestran que la naturaleza ha sido generosa con
ellas ' en cuan-to a distribución de carnes.
se refiere.
Sus posaderas siliconadas pugnaban por rompc-r
las costuras del pantalón que las retenía, y un par
de senos turgentes mostr aban part e ele su
H acía horas Y.ª que la noche se había apoderado
de la ciudad y sus alrededores, y que el famélico
ladrido de los perros sin nombre se perdía entre las
atracti\·o, destinado solamente a quien cubra la
suma fijada.
Los tacos habían aumentado desproporciona­
sombras buscando vanamente almas errantes y
clamente su estatura, mientras su oxigenada
vagabundas. Un manto oscuro, tan oscuro que
cabellera, similar a la ele un Rey Moreno carna,·alero,
presagiaba oscuras intenciones, echaba raíces entre
resaltaba las facciones ele su rostro que, sin ser espe­
las grietas del adoquinado destilando ponzoña sobre
cial, era lo suficientemente agradable para uno que
los objetos, vehículos, casas, animales y humanos,
se encuentra adormecido por el tabaco y la bebida.
como si quisiera hallar en alguno de ellos el vientre
Un bocinazo despertó momentáneamente al
fecundo que albergue aquella maldad tan temida, que mendigo que soñaba que estaba maldiciendo a su
no tenia cabida ni siquiera en los infiernos.
abuela millonaria, con tal de conseguir que un ángel
Las luces macilentas que nacían de las luminarias
celestial le alimente sus pesadillas. Y mientras el
trasnochadas, no bastaban para iluminar aquellas
ulular d e una sir ena recordaba a los d emás
calles i ndiferentes. Las sombras de los pocos
m enesterosos que dormían en las puertas del
transeúntes que transitaban por la plaza, se fusionaban
mercado, que la ley estaba atenta para evitar cualquier
con la magnificencia nocturna. Más que humanos, esos
desmán, una pareja ele ebrios se posesionó ele una ele
transeúntes parecían ser hijos de !a noche, o engendros
las aceras para convertirla en un urinario clandestino.
recién paridos, para caminar inútilmente por todas
El hombre sacó sus manos del lugar en que las
partes sin llegar jamás a la aurora.
había guardado, y con premura sirvió la salchipapa
El vendedor del kiosco ambulante, donde solamente
que le· había pedido aquella iluminación. celestial.
se atiende a las personas y no a los animales de cuatro
-¿ Con llajua, mayonesa, ketchup y mostaza? -le
patas, porque éstos nunca tienen para pagar, disi- preguntó.

72 73
l'iclor Hugo \ 'iscarra --------------- ---------------- Avisos necrolrÍgicos

-Con lo que sea, pero apurate, o me \·oy a comprar sirv iendo, de a poco habían invadido todo su cuerpo,
a otro lado- fue la respuesta tajante. y él tampoco lo había notado. Por eso, cuando la plaza
Entregó la salchipapa sin dejar ele mirar aquel empezó a llenarse ele luz solar, el hombre estaba
cuerpo que le parecía el más hermoso que había durmiendo su sopor etílico, sentado en la gracia y
ústo en sus cincuenta y tantos aüos ele existencia. con el cuerpo apoyado contra la pared, míen tras
No podía creer que haya siclo él, precisamente él, una de sus manos persistía en seguir apretando al
quien hubiera dado de comer a tan angelical billete que horas antes la mujer de cabellera
aparición. Estln-o a punto ele no cobrarle el importe, oxigenada le había entregado.
pero a tiempo recordó aquella otra madrugada en
que, cuando apeló a un de\·aluaclo "es una
inYitación ele mi kiosco", su clienta farnrita le había
gritado que no recibía fm·ores de pobres.
Un taxi se estacionó en el lugar, y el conductor
bajó del vehículo para acercarse a ella y susurrarle
no tan bajo:
-Choca, tu amiguito, el ele lentes, está en el local
del frente, y quiere que Yayas a charlar· con él.
La mujer terminó ele comer, y tras darle al hombre
un billete, a modo de despedida, con una sonrisa
seductora y melosa susurró:
-Si te da la gana, te quedas con el cambio- al
tiempo que sus pasos la lle\·aban a la dirección que el
taxista le había indicado.
El hombre cerró prestamente su kiosco, se cambió
el mandil por una chamarra gruesa y subió hasta la
plaza más cercana; tras saludar a una de sus caseras
de poñches calientes, se sentó en una gracia. Recibió
la botella de trago y empezó a beber lentamente, sin
desprender de una de sus manos el billete que ella le
había ciado, pensando: ¿cuánto siempre cobrará para
que uno la tenga, aunque sea semiclesnucla, tan sólo
para adorarla?
Los minutos pasaban por su lado y el hombre no
los sentia. Las botellas que su casera le había estado
75
\'íctor Hugo \liscarra --------------- ---------------- A1 Ür>� necmlógicm

También mL' decía mi madre cp ·� cada niiio,


cuando nace, Yiene con su m<1rr.• ucta b:1Jo el
brazo, co::.a que no pase hambre cuando sea
grande. Quisiera saber quién h:i sido el tarado
que se ha i n,·cntado semejante menura, porque
Elegir o no elegir, desde mi primer embarazo (siete mujercitas y dos
fracasos), todas y cada una ele hs wc-was siempre
that is la prablem me han traído problemas, deudas por aquí y por
allá y su papá siempre borracho. En , cz ele traer
plata para alimentar a sus crías solamente Ycnía
al funqui fu1,tqui, y yo. zonza, al poco tiempo

M i madre sie11;pre me había dicho que el día e�


que me case y tenga mis wawas, y su papa
me los quiera pegar, al tener que elegir entre él Y mis
nue,·an1cntc con la panza crecida, y el cimero no
alcanzaba ni para comprar un poco de arroz. ¡Y
,·aya si no sabré yo cómo comen esas criaturas
hijos, primero van a ser las wawas, y que el hombre de porquería! Siete bocas, más la mía, la de mi
ese se vaya por donde ha venido. Además, he tenido anterior marido y de esos sus amigotes que se
la suerte de haberme separado del Valentín, que, traía de noche al cuarto para seguir tomando sus
cuando estaba borrachísimo era más terco que una tragos, mientras las wawas ) yo meta a estarles
mula, y a las wawas les encajaba sus tremendas atendiendo para que sus tragos estén bien
patadas por donde me las pescaba, y si yo me metía calen tacli tos ...
a defenderlas, toda la yapa era para mi. Y al día Por eso es que lo he botado a la calle. Anclatc más
siguiente tenía que ir al mercado cojeando, con mi!:. allá de la mierda, le he dicho, y como estaba agarnmdo
ojos verdes, mi boca rota, y algunas ele mis costillas un palo ele escoba, si no me hacia caso le hubiese roto
más rotas todavía. su calavera, así como tantas veces él me ha roto a mi
En cambio, ·el Seferino ha demostrado que e� la cabeza. A \'er, ¿dónde se ha \'isto que un marido
mucho más hombre que el verdadero papá ele mi:-, tenga que estar prestando dizque a su mujer a su mejor
wawas. Siempre se está preocupando que a ella:-, amigo? ... Una noche, cuando llegó con el Aclahd,
(las siete son mujercitas) no les falte por lo menos c: 1 completamente borracho, a su amigo le hizo sentar en
pan para su desayuno, y siempre les está acariciancl, una de las sillas y a la mayorcita le mandó a esas horas
y aconsejándoles como solamente los ,·erclaclcro hasta la Buenos Aires para que compre un litro de
papás deberían hacerlo, para que sean mujeres l' alcohol. Sim·ergüenzamentc me ha dicho:
provecho, y que los llockallas ele este barrio no 5C. -Hijita, éste es el Adalid, un gran amigo que lo he
aprovechen de ellas (la mayorcita ya va a cumpl11 conocido esta mañana en lo ele doña Lucha, y todo el
quince años). dia me ha invitado trago y comida, así que te pido

76 77
\ /C!nr H11gn \'iscarra

que no te enojes con él, y lo trates de buena manera, vecmos, después. ce miran con mala cara. 1 Como :,;1
porque este caballero es mi mejor amigo. yo no supiera las cosas que les dicen a las que alli
Nada hubiera pasado si es que entre los dos son denunciadas!
animales hubiesen estado tomando tranquilos y a las Por suerte, cuando me llevaron a una fiesta a la que
wawas me las hayan dejado dormir. Pero, a eso de nadie me había invitado, lo conocí al Seferino, y desde
las tres ele la madrugada nuevamente se me acercó el aquel día no me importó que él también sea un b�rracho
Valentín para decirme: Y mujeriego (aunque sólo sé que la Ernestina, la En­
-¿Sabes? Mi amigo vive en Viacha, y como a estas carna, la Ely, la Fortu y la Simona han sido sus
horas no hay micros para que lo lleven hasta allí, compañeras ele escuela). Cada sábado me entrega sagra­
haccle campito en la cama para que duerma un rato clamente lo que ha ganado diciéndome "para la comida
contigo, porque parece que le está haciendo frío, y se de las wawas", y no me importa que desplÍés se vaya al
puede enfermar. K'ullko a tomarse sus traguitos, con tal de que se recoja
¡Habrasc visto tanta sirwergüenzura! Yo ma­ sin meter bulla. En eso, él es bien caballero.
tándome por mis hijas, y el desgraciado pidiéndome Muchas veces yo le he enrostr·a do tocias las
que duerma con el que le había invitado todo el día. macanas que las envidiosas me meten en la cabeza, y
'·Moda esquimal", me decía. Esa noche he llorado a p esar d e que una noche me ha s acado mi
como Magdalena, y calladita me aguanté mi rabia recontraputamadre por estar haciendo caso de los
con tal ele que las chicas no se despierten, y se den chismes, estoy segura ele que nunca me ha mentido,
cuenta de la clase de padre que tenían. (A propósito, Y que cada día que pasa, el cariño que nos tiene,
¿quién será esa tal Magdalena? Tanto he escuchado especialmente a mis hijas más grandes, es el de un
hablar ele ella, que siempre la menciono como si la verdadero padre. Además, de noche, cuando las
conociera). wawas ya están durmiendo y los dos solitos esta.rnos. _.
Y como le iba contando, durante hartos meses me ¡Ay, si supieran las cositas que me hace! ...
he aguantado lavando ropa para la gente, ocho pesos Pero, ahora él me ha amenazado con que quiere·
la docena sin planchar, y con planchado doce. Al irse a otra ciudad, porque ya se ha cansado de trabajar
mediodía me iba hasta la escuelita cerca del puente para mantener a las hijas del Valentin, quien, dicho
para vender a los alumnos ají de fideos, y a veces, lo sea ele paso, desde el día en que lo boté, no me ha
que me sobraba, digo, lo que no podía vender, tenía mandado ni un solo centavo para sus crías. Ya se
que darles de tragar a mis wawas para que no se pueden imaginar lo que cuesta el darles ele comer,
mueran de hambre, o se vayan a quejar a esa radios vestir, mandarlas a la escuela, y cuando se enferman,
donde te hacen trapo si maltratas o no das de comer ahí se pone peliaguda la cosa, y una tiene que estar
a tus hijas. Fregadas son esas cosas, porque la gente ele calvario en calvario para que por lo menos le den
se llega a enterar hasta de lo que una no hace, y los aunque sean muestras médicas.

7S 79
\ ·,cror /-lugo \'iscarra Avisos necrológico:;

Si, pues, el Seferino me ha dicho que a él no le para nada conmigo con eso de que hay que hacerle
importaría seguir sacrificándose por las chicas, pero, una fiesta ni nada por el estilo. Por eso, desde hace
ellas, ele puro ingr atas que son, no le demuestran ni meses, ella se ha metido a trabajar con mi comadre
un poquito de cariño, y las más grandecitas, a veces ni que tiene su pensión en la parada ele los mini buses, y
se dejan acariciar por el Sefe, que como ya elije, es un como ella es su m�clrina ele bautizo, le paga bien
\·erdaelero marido, y por lo tanto, un gran padre. nomás, y la plata que le da, yo se lo estoy guá.rclanclo,
Él se quiere ir a otro lugar, y me ha dicho que si le porque ella es capaz ele gastárselo con sus amiguitas,
acompaúo, entre los dos podemos rehacer nuestras y al final no va a haber ni para fiesta ni para nada.
\·idas, y que si no me deshago de las wawas él se va Todo lo tengo bien pensado. Mañana, cuando ella
a ir solito. Yo sé que tengo que sacrificarme por mi se vaya a trabajar, las otras a la escuela y las más
felicidad, con el Seferino siempre he estado protegida, ch'itis a la guardería, con esa plata yo y el Seferíno
y es justo tambi�n que yo tenga mi recompensa. nos vamos a ir lejos ele aquí para empezar a vivir ele
Además, las chicas tienen su padre, y es él quién tiene nuevo. La mayorcita, si quiere fiesta de quince, que
que darles tocio lo que necesitan, y, por si fuera poco, escuche la radío (aunque también me la \"OY a llevar).
cuando ellas tengan hambre, que coman de la Con tal de estar al lacio ele él, mis wawas que se jodan,
marraqueta que se han tra.iclo bajo el brazo el clia que yo sé que, como todavía soy joven, Diosito me va a
nacieron... Con las boquiras que se gastan, si supieran estar mandando otras wawitas.
lc1s cosas que me dicen cuando a las más g1·anclecitas
les llamo la atención si llegan un poco tarde al cuarto,
de puta no me bajan, como si no supieran los
sacriíicios que una tiene que hacer para que no les
falte nada. A \·eces, me clan ganas ele mandarlas a
cierta parte, pues como tienen su ángel ele la guarda,
él que las cuide, porque, lo que es yo, ya estoy aburrida
ele tener que estar peleándome a cada rato con ellas,
y al final ele cuentas, ya bastante trabajo he tenido
con haberlas parido.
Lo que es yo. con tal ele no separarme del único
hombre que me ha c¡ucrielo, aunque esa noche me
haya sacado la infundía, lo \·oy a seguir adonde sea.
Mi mayorcita la próxima semana va a cumplir sus
quince, y como yo no estoy para estar empeñando mi
alma al demonio, claramente le he dicho que no cuente

so 81
\'(ctor Hugo Viscarra Avisos necrológico\

Su fórmula era simple: llenaba con agua un bidó


plástico de cinco litros, y luego vertía un poco d1...
aceite a granel para que flotase sobre el agua.
Entonces llevaba sus bidones hasta el mercado más
cer.cano, para venderlos más barato a cualquier
El T'ojpi Universitario ama de casa que, por ahorrarse unos pesos, le
compraba a él su aceite antes que a sus caseras de
costumbre. A veces, llegaba a vender hasta cinco
bidones en un solo día. Se puede especular que
ganaba buen qtü,·o.
Pero a estas horas, los dos estamos bebiendo como

M
anuel r �úne en sí todo cuanto debe tener un
_ _ si nos faltara tiempo, y el cojuelo del T'ojpi
buen h1Jo: le gusta beber con entusiasmo, es
Universitario está llorando, mientras persiste en seguir
mentiroso hasta negarse a decir la verdad, a las
carcajeándose. Yo tengo que soportarlo porque es él
mujeres las trata peor que a meretrices, puesto que
quien va a correr con el gasto, y los tragos amargos
para él madre no hay ninguna, es mañoso como un
como los que en estos momentos está tomando, uno
secuaz de Ali Babá, y siempre está a la pesca de giles
tiene que digerirlos con bicarbonato.
a quienes estafar con sus infinitas cualidades.
Me olvidaba, el T'ojpi Universitario tiene la virtud
Por eso no me extrañó su actitud cuando le di la
de ser un degenerado de porquería. Tal yez ello se
feliz noticia de que su madre había muerto, sabia que
deba a que él domina a la perfección tocias las pen-er­
él se pondría chocho de alegría ante esa noticia; y
siones que un muchacho puede llegar a conocer y
acaso fue por eso que, ni bien me oyó, soltó una de
saborear en sus cinco lustros de vida, porque fue la
esas sus carcajadas y me invitó a tomar unos tragos
señora que ya es occisa quien se las enseñó, y de pa­
en Las Carpas, el antro que ambos solíamos frecuentar
so las practicaba con él en sus horas de aburrimiento.
cada vez que nuestros cuerpos necesitaban alcohol,
es decir, casi siempre.
Y es que él siempre es así. Lo que para la gente
está mal visto, Manuel lo justifica, y con buenos
argumentos, no en Yano le decimos El T'ojpi
Universitario, puesto que estudió no se qué materias
en no sé cuál carrera. Pero de lo único que se graduó
fue de químico, ya que con sus pases mágicos, lograba
que el agua se convierta en aceite.

82 83
\'íuor Hugo \'iscarra ---------------- A risos 11ecrolrígicos

ele las agallas le ,·alió el apodo ele Chochún, )


cualquiera es valiente si tiene un re,·ól ·1..r -:11 la.,
man os. Robos, peleas, ,·iolaciones, asaltos,
clausuras, amenazas. :, uno que otro golpe recibido
en alguna parte del cuerpo, le han curtido ele tal
El dueño de la cantina manera que nadie se la puede charlar bonito, rn
mucho menos la-burarle el susto, puesto que:. con
e l '·¡hola, cómo estas, ,·iejito1·•, ya es un Yicjo
matrero en estas cuestiones no apropiadas pnra

e
menores ele celad.
Snfunclaclo en su eterna camisa azul y su pantalón
uanclo lo conocí a don Corn�lio, era un simple
negro, siempre saluda a sus clientes con un "hola,
diablo; ahora que la prosperidad ha llegado a cómo estás, ,·iejito''; esa frase es una especie de santo
sus bolsillos gracias a los beneficios que le reditúa su y seii.a para ingresar a un ambiente que no tiene nada
cantina, sigue siendo un diablo, próspero y lleno de de poético ni de bohemio. Tocio lo contrario. Abriendo
dinero. una puerta que pareciera la del baño, uno puede verse
Con su cuerpo peque110 y rollizo, obser Ya detrás con una momia colgada ele dos pitas, o en su dcft:cto,
ele su mostrador que ninguno ele los allí presentes se com·ersar un poquito con una anónima China Supay
pase ele listo, porque si bien esta cantina no tiene que ofrece sus encantos, perdón, sus tragos, a los
muy buena reputación que digamos, uno tiene que clientes, y que no es otra que Isabelita, lél reina ele
respetarla hasta con el pensamiento, ele lo contrario, este local (ay, dioses, qué bellas son algunas
el infractor puede estar haciendo sus petacas para mujeres ... ), y que por lo tanto es parte del harén per­
irse a otro infierno más superior. sonal del caballcrito. O sea que se la puede obsen·ar
Don Cornclio atiende su local todos los santos días por entremedio del humo de los cigarrillos, pero,
de la semana, incluidos los de huelga, paros cívicos Y garchar con ella, ni pensarlo.
feriados. Las puertas ele su cantina se abren a las A veces, en esta cantina se dan cita personas ele
doce de la noche en punto, y se cierran entre siete y diversa calidad, pelaje y categoría. Con decir que
ocho de la mañana del clia siguiente, siempre y cuando vienen hasta intelectuales ele avanzada (siempre en
el dueño no le empine sus traguitos, porque, ento 11ces, grupo) que al día siguiente segurito van a estar
la farra puede durar hasta el mediodía. alaraqueando ante sus familiares y amistades: "Yo
Aunque la gileacla no entienda, el cloncito no es fui a esa dichosa cantina, y nadie se ha metido
ningún gil perejil, porque, para haber atendido su conmigo". ¡Pobres gilachos! Cómo quisiera que se
cantina durante tres más tres décadas, necesa­ vengan por aquí solitos y que pretendan hacerse los
riamente tuvo que demostrar agallas y valentía. Lo machitos ...

84 8:í
Víctor Hugo \liscarra ---- -------- --- -------------- -- Avisos nccmlcígicos

Pero, aunque me digan casquero y que me estoy


corcheando con don Cornelio, él -para mí y para
muchos más- es muy buena gente, aunque su
gordu-ra no nos permite apreciar este detalle. Si
ve que estás más cagado que papel higiénico vuelto
a usar, te inYita una copa de trago bien cargadito, Las cositas de la Berta
y la cuenta se la carga ?J primer otario que está
descuidado en su consumo etílico.
Ahora, como a Yeces este tipo me ha.hecho renegar
más de la cuenta y por su culpa he zapateado, ya no

A
es tan buena gente. Con decirles que, una noche en llá por los años ochenta, cuando existían locales
que yo estaba dipsomaniáticamente borracho, al que amanecían, y donde era seguro beber hasta
extremo que no sabia ni mi nombre y peor mi apellido, el cansancio sin temor alguno, en el Oriental, al calor
me fui hasta su cantina con la esperanza ele, sentadito ele unos cuantos quema pechos y a los sones ele Santa
en un rincón, poder entrar en calor y tratar de dormir Esm eralda, m e encontraba apoyado sobre el
un poco hasta recobrar por los menos el uno por ciento mostrador jugando palitos chinos (colocando los pa­
de mi sobriedad, él me botó como a la basura que no litos de fósforos sobre la boquilla de una botella vacía),
soy, y tuve que irme a k'arapampear, temblando como con el Llama y el Difre.
pingüino con parkinson, en las cercanías del boliche, La noche estaba como suelen estar las noches del
y ele yapa, comenzó a 110\·er como en los días ele Noé. verano paceño: lluviosa y f1ia, desesperadamente fria.
Volviendo a don Cornelio, ese pobre diablo Si bien había algunos clientes repartidos entre las
caballerito que conocí cuando sus bolsillos estaban mesas, se podía pensar que esa noche era demasiado
vacíos, mañana, cuando el último cliente se haya tranquila porque no había sucedido todavía ningún
marchado a su casa o a otra cantina madrugadora, hecho violento.
se quedará con la China Supay que hace nacer Fue entonces que entró ella, la muy mentada Loca
ilusiones y fantasías hasta entre los eunucos. Y Berta, aquella mujer que había hecho llorar a más
paseará por su piel que, según nos ha contado, es ele un gil en Las Carpas, la Casa Blanca, el Puerto
tan suave, que da gusto acariciarla, mientras su Nuevo, el Oriental y el A,·erno. Esa mujer a la que
mujer, vale decir, la madre de sus hijos, dé seguro ningún garzón impro\'isado podía le,·antarle la voz o
estará metida en la cocina, o cuidando a sus wawas. la mano, o cobrarle más de la cuenta, si la persona
que acompañaba a la Berta estaba mula ele borracho.
Con su uno cincuenta y tantos ele estatura, era
rellenita, especialmente de las partes donde más les

S6 87
\líc!Or Hugo \liscarra -----�--------- r\i·im.1 11ecrnlcígico.1·

hace falta, como a algunas que conozco, y con una hubiese llamado a su mesa, porque con ella se podía
carita de muñeca japonesa, pero de esas muñecas compartir algo semejantt: a la amistad, y, si se
malas hasta el cansancio. Ni bien entró, se sentó frente podía, alguito más.
a una mesa vacía, y perentoriamente le ordenó al Difre: Y es que así era, ocliaclorita como ella sola y
-Chango, por favor una botella y dos puchos. cari-úosita cuando se lo proponía. Tranquilamente
Así era ella, educada cuando le daba la gana, y podía estar chamuranclo con uno, y a los pocos
deseducada también cuando le daba la gana. Mas, minutos sopapeánclolo a su gusto y mandándole
como vio que entre los parroquianos no había ninguna una sarta ele palabras que, por respeto a mis castos
cara conocida, mirándome con cara de madrastra, oídos no las puedo repetir. Pero, había que dejarla
me llamó a su mesa al tiempo que agregaba: que se comporte como k diese su regalada géma,
-Ya que no hay con quién tomar, sentate y vas a porque si no nos gusta que nos juzguen a nosotros.
farrear conmigo. ¿por qué habría que juzgar conductas ajenas?
Ni modo, como yo estaba urgido de trago y con los Esa noche la farra transcurrió como suelen
bolsillos eternamente v9-cíos, acepté la invitación, y me transcurrir las farras cuando uno no tiene plata y
cayó de perillas, porque la Loca Berta, a partir de ese tiene que estar mirando la cara ele la que está pagando;
momento me empezó a tratar como al niño de sus ojos. no queda otra que darle la razón en tocio, ella puede
La fama que ella se gastaba era debido a que, estar equivocada y aún así hay que decirle si a todas
sus macanas. La Loca Berta se mostraba efusiva y
habiéndose criado en la calle, tuvo que pasar las de
cordial; y como yo la conocía hacia ya rato. sabia que
san putas para aprender a defenderse y cuidarse.
se traía algo entre manos.
Aprendió en carne propia 1o que no se aprende en
colegios ni por correspondencia, y aunque a veces se Las botellas ele trago -que más que trago parecían
aplazó (parece que tenía uno o dos hijos), al final la contener cicuta pura- llegaban llenas hasta la mesa,
respetaban, y guay del que se atreviera a querer y de allí retornaban ,·acías al mostrador, para ser
romper ese respeto. vueltas a llenar. En lo personal, a mi no me gusta
Es que hay cuates que por el solo hecho ele estar mucho que digamos el fumar cigarrillos pero, esa
invitando unos tragulines a una amiga, piensan que madrugada, tuve que hacerlo por dos moti\·os: porque
después, ella tiene necesariamente que rascarle la estábamos cerca del cuartucho donde estaba la lata
espalda mientras él está ocupado en los menesteres que sen,ia ele urinario, y en la mesa \·ccina estaba un
.
carnales. La Loca Berta me había contado, no sé parroquiano parece que no conoció el agua clc :-;de el
dónde ni cuándo ni en qué circuns.tancias, que va­ momento que nació. Olía como suelo oler yo, cuando,
co·mpletamente perdido en el alcohol, dejo que se me
rias veces le habían hecho pagar derecho de piso, y
que las más de esas experiencias eran para no aflojen los in.t�stinos, y al despertar no tengo ninguna
diferencia con un baño clandestino.
repetirlas. Por eso me gustó que esa noche me

89
SS
Víctor H11go Viscarra ---- ------------ Avisos necroló1;1

Ya que estamos hablando ele baños, por esas épocas vez que llegué allí, vi que la Loca Berta estaba en una
el ingreso a uno de esos lugares costaba treinta mesa rodeada de varios gilachos; en cuanto me
centavos, y el costo ele una pieza en uno ele los vio, me llamó un momento, me dio a beber de su
alojamientos de la zona era alrededor de quince lucas. copa (que me cayó ele maravillas), al tiempo que
Entonces, ella me elijo que quería descansar un poco me susurraba:
porque había estado bebiendo desde hacia dos días. -Sentate en cualquier mesa, de aquí te voy a
Reitero, quien suscribe las presentes lineas, estaba mandar tragos para que no te seques ...
más pobre que mendigo en crisis, tuve que aceptar la
propuesta deshonesta que violaba mis más castos
sentimientos y ponía en tela ele juicio mi voto de
castidad. Salimos del Oriental, para perdernos entre
las sombras buscando un faro luminoso que nos
indique que allí recibían a las parejas de solitarios
que desean conjugar sus existencias aunque sea por
unos minutos.
Llegamos a un alojamientucho que hoy se ha
convertido en un hotel donde la noche cuesta cinco
dólares. Una vez que estuvimos frente al lloclcalla que
oficiaba de administrador, ella sacó de sus bolsillos
los últimos quivos que le quedaban. Pero para pagar
el importe de la pieza le faltaban esos treinta centavos
que cobraban para entrar a un mingitorio. El tipo no
atendió a nuestros razonamientos, y como se negó a
rebajarnos esos centavos, nos obligó a volver a la
cantina y seguir tomando nuestros tragos infames
esperando a que amanezca.
Nuevamente el alcohol tomó posesión de mí, y
cuando reaccioné, estaba durmiendo en una banca
cualquiera de un parquecillo cualquiera, quemándo­
me de lo lindo con el sol, y con una resaca que no en­
contraba agua donde refrescarla.
De allí volví a la cantina donde el día anterior yo
había estado enalteciéndola con mi presencia. Una

91
Víctor 1-/ugo Viscarra ---------------- Avisos necrológico.\

hubieses muerto de emidia al ver la cara de contento


que puso el caballerito a las pocas semanas, cuando,
e-uaruita
todo tembloroso, a:::,0a.rró entre sus manos a·la :::, :::,
recién nacida, que parecía un llorón a sueldo. Me
imagino que muchas enfermeras han debido pensar
Una familia feliz que una riada había caído sobre la ciudad.
La Anita lnmbién dejó de hacer sus macanas, y
desde que estrenó su título de mamá, se dedicó
solamente a su hijito y al Portillo, que salia a trabajar,

•1 e
ya no como antes (ñi como vos que eres un yago
ómo se te ocurre de�i�-me que no sabías la cles- profesional) sino como lo hace la gente decente.
_ _ ¡No seas tan judo! Si el mismo cura que dirioc t"I
gracia que le suced10 al Portillo y a su mujer!
hogar donde ,·amos a torrar por las noches, ft7c t I
Si hasta los más giles del río Rocha se han enterado
encargado ele casarlos con eso de que hasta que ni I l
y hasta ahora no pueden creer que estas cosas pued�
muerte los separe. Las señoritas de la oficina donde
suceder todavía, cuando ya les ha sucedido todo cuan­
nos atienden cada ,·ez que tenemos problemas con la
to uno se pueda imaginar.
ley, fueron madrinas ele no se qué cosas, y aunque a
Aunque creas que ya estoy Yiejo y ocioso, y esto te
mí no me invitaron, después me enteré qu<:; estu,·o
pueda parecer más chisme que noticia, te voy a contar
que, hasta hace unos meses, el Portillo no quería sa­ muy bonita la fiesta y hasta la flamante esposa (que
seguía entonces con su petaquita maternal), bailaba
ber nada de mujeres. porque su enamorada lo estaba
chocha de la ,·ida porque su trajinar por las calles
haciendo zapatear que ciaba un encanto y el pobre
había terminado.
estaba como pa perro a dieta. Mas, cuando se enteró
Puedes pensar todo lo que quieras, pero el Poi ullo
que ella estaba esperando una guagüita, ¡caramba!,
era de bolas, y le metió fuerte a esa aclincl,'<l
hubieses visto lo feliz que se puso el desgraciado.
indecente llamada trabajo. Ya no quería ni sab, r de
Desde ese mismo instante dejó para siempre (bajo
nosotros, porque le seguíamos metiendo fuerte ·t Jo
juramento delante de la Anita y de quien te habla}, la
droga y el alcohol, y p arece que también la que sabemos en el río Rocha, y ele paso hacn111c1s
llorar a los giles, y a los que no lo son, con nuesl1 as
confiscación de cosas que no le pertenecían. (No sé
para qué te hablo en dificil, si tú e1:es un burro de maldades.
No te bagas al pendejo, bien sabes que nos ,·enias
nacimiento).
a buscar para que te demos algunos jales, y de paso
Había tenido eso que llaman-fuerza de voluntad el
te llevabas tu buena reserva "para el camino", como
cuatecito ése, porque cumplió su palabra como hom­
decias, y ni bien te enterabas de todo lo que pasaba
bre. Y es más, al poco tiempo ambos se casaron. Te

93
92
\'íctor Hugo Viscarra -- ---- ------- -- - Avisos necrológicos

en el río, corrías, patitas para qué las quiero, a chis­


estoy seguro que les mandaría una hemorragia de
mear con los que paran en la Coronilla.
saludos, pero ella no necesita favores de pobres, y
No sé por qué te estoy contando todo esto, si vos
mucho menos de ustedes, que para lo único que sirven
siempre has sido desleal con nosotros. Si ya no vives
es para venir a ver qué mierdas estamos haciendo, y
en el río, es porque tienes miedo de que el Dulcete te
después nos largan a los de la canela. ¡Como si no los
achure como a anticucho por la maldad que le has
conociéramos!
hecho, y por este motivo te has ido a vivir con los de
la Coronilla. Además, estoy seguro de que, ni bien te
despidas, corriendo te vas a ir a enguillar entre tus
nuevos amigos para escapar de la bronca del Dulcete
que te la tiene jurada. Y de paso les vas a chismorrear
lo que les ha sucedido a nuestros amigos, que al final
de cuentas, eran de nosotros, porque vivían y comían
con nosotros, y no de ustedes, que siempre están
manchándonos con las huevadas que hacen. Y_ la
gente cree que somos nosotros los que les estamos
.haciendo ltorar los días de feria en La Cancha de San
Antonio.
Bueno, si no me invitas un toco bien nevadito, te
puedo p�dir gentilmente que te vayas a la mierda,
porque la pena que todos los del río tenemos, es
nuestra propia pena, y solamente nosotros tenemos
el derecho de llorarla....
Este cojudito había querido que le cuente la
verdadera historia de la Anita y el Portillo, y como
éste es nuestro do-Ior muy propio de todos nosotros,
solamente nosotros podemos llorar que la Anita haya
muerto con esa enfermedad tan jodida (dicen que tenía
SIDA), y que el Portillo se haya suicidado colgándose
de un árbol.

¿ Qué cómo está la guagüita? Muy bien cuidada,


tiene muchísimos papás y mamás, y si pudiese hablar,

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95
\líctor !-fugo \liscarra --------------- A,·isos necrológicos

por Angela Davis y, tiempo después, por los Jackson


Five -con Mayeo! a la cabeza- lo internacionalizaron.
Ese afro era más que suficiente para que propios y
extraños le preguntaran cómo hacia para conservarlo
tan lozano. Más ele una mocosa inexperta, con la
voluntad adormecida por el alcohol, la marihuana y
El Jackson Five el rock, dejó su inocencia sobre un camastro prestado,
o sobre el piso de un callejón en penumbras, tan sólo
por agarrarse ele esa pelambrera h irsuta y
enmaraüacla, mientras el blaclc cab�gaba sobre
desierto� ele piel y sudor.
E I Jackson Five nació para la música. Desde el
Yientre materno ya se movía al compás ele. las
canciones que tarareaba su madre , mientras ella se
La escuela callejera, al decir ele un anónimo bohemio
pataipeno, enseüa a transgredir, uno a uno, los man­
damientos, así como todas y cada una de las prohi­
acariciaba el vientre voluminoso que guardaba el
r e cuerdo del hombre aquel que la poseyer a biciones bíblicas, con la única finalidad de aguantar un
día más, y con la esperanza puesta en que al día
salvajemente una noche y que, tras partir por la
madrugada, le elijo que nunca más volvería. subsiguiente seguirá existiendo, porque los días veni­
deros no cuentan. El Jackson Five pasó por ese entre­
De estatura mediana y caminar cadencioso y sen­
namiento, y mientras pasaban las jornadas, se hizo más
sual, el tinte achocolatado ele su piel demuestra cla­
canchero en eso de pelearle a la vicia, a sabiendas que
ramente su hibriclaje rncial. Aunque se esmera en el
muchísimas veces le tocaría las de perder.
cuiclaclo ele su apariencia, las innumerables jornadas
Aquellas fiestas que tanto entusiasmo despertaban-·
de trasnoche y trago y ele tironearse por calles y
en su espíritu juvenil y entre sus hormonas a medio
avenidas, le cm·ejecían tanto la ropa, que, antes que
desarrollar, eran el alimento que el Jackson necesitaba
ponerse a pensar en la manera ele financiar los billetes
para sonreírle a la vida y a las jovencitas ele su edad.
necesarios para comprarse una nueva muda, las que
Viernes, sábados y domingos, él era el mein de las
ves t ía se estaban j ubila ndo y lev es h il a c h as
chojchotecas. El resto de la semana había que
encanecidªs aparecían por las costuras.
rebuscárselas, porque todo cuerpo que se precie de
. Una de las particularidades que le distinguían sobre serlo, necesariamente necesita ele cosas tan indispens­
los demás granes, era su bien acicalado peinado afro,
ables que no se pueden dejar para el día siguiente.
laberínticarnente ensortijado, que coronaba su cabeza
y que tantas envidias y recelos inspirara entre sus her­ Comer, dormir, vestirse, tomarse un refresco, y otras
insignificancias, cuestan dinero, y como el grone no
manos de raza, como también entre los que no lo eran.
era muy afecto a realizar actividades laborales, cada
Aquel peinado que inicialmente fuera puesto en boga

96 97
Víctor Hugo Viscarra -------------- -- Al'isos necrológicos

vez que despertaba tenía que agudizar su escaso pormenores más íntimos ele sus relaciones no aptas
entendimiento para ver la manera de autoúnanciarse. para menores ele 21 años, cuando los únicos testigos
Sus amigos (los pocos que tenía) desconfiaban para habían siclo las paredes del cuarto de Pamela.
llevarlo hasta sus casas y alojarlo, P?rque habían com­ El precio que tuvo que pagar para asegurarse un
probado que tras cada \isita, aún extremando precau­ plato ele comicia, un techo no muy acogedor y algu nos
ciones, siempre desaparecía algún objeto de valor. Y trapos para vestirse resultó muy caro. Por cumplir
pese a que el Jackson era un vendecositas, esos mis­ con esas necesidades llegó incluso a sacrificar sus
mos amigos frecuentaban su trato para aprender los bailes ele fines de semana. En las noches, cuando
últimos pasos impuestos por discjockeysy expertos esperaba que termine la sesión amorosa a la que
en marketing, siempre relacionados con el mundo de estaba obligado a asistir, sentía dentro de su cuerpo
la discomanía. que la música y los pasos de baile le hacían retorcerse
Bailar no era rentable, y como borró ele su vocabu­ de dolor y ele placer, y el Jackson no podía hacer nada
lario la palabra trabajo, a raíz del cuidado que requería para refrenarlos. Después ele haberlo meditado hasta
su bien acicalado afro, es que el grone conoció a Pame­ el cansancio, tuvo que sacar una conclusión que
la -mejor dicho- Pamela conoció al Jackson, y en­ indefectiblemente debía ser llevada a cabo.
tre ambos hicieron nacer un romance de aquellos que Por eso, aquella noche, cuando estaba retozando
no distin gu en edades ni sexos, pero que permite con Pamela en el centro ele la cama de dos plazas,
experimentar con lo prohibido, siempre y cuando esa esperó que ella subiese sobre su cuerpo, y mientras
prohibición sea bien remunerada. más acaramelada se puso, el blaclc sacó debajo de la
. Por esas fechas el black todavía no había cumplido almohada el cuchillo que horas antes había escondido.
los dieciseis, y como en esa edad la sensualidad quiere Empuñándolo con fuerza, emocionado por la música
íluir por todos los orificios, digo, poros del cuerpo, el que resonaba con más fuerza dentro ele su alma,
grone tuvo que refrenar sus dotes de latín lover acho­ comenzó a abrir surcos profundos en el cuerpo de
colatado, en pro de un bienestar inestable y agotador. Pamela hasta dejarla inerte, mientras la sangre que
Pamela supo sacar-ventaja de la prerrogativa de ser le brotaba a borbotones, teñía de rojo púrpura el
ella la que daba de comer y vestía a su galán, y al cuerpo del Jackson Five.
menor flirteo ele él hacia otra que no sea ella, le ofrecía
desagradables escenas de celos, aunque sea en la
calle, sin que le importase el qué dirán ele los curiosos.
Por supuesto que el Jackson sabia de estas cosas, y
se sentía humillado cuando su hombría era ultrajada
por un afeminado embadurnado de maquillaje, que
le c antaba s i n acompañamiento musical l o s

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Víctor Hugo Viscarra -- --- ----------- Avisos necrológicos

ellos y de nadie más. Claro, se salieron con su gusto,


porque en este país cualquiera puede ser un rey chi­
quito en su propio feudo, siempre que haya qüienes
les hagan caso.
Pues bien, cuando los de la Alcaldía demolieron la
El Penthouse parte delantera del primer patio -incluida la ex comi­
saria ele la D.I.N.- en el segundo piso, subiendo las
gradas al fondo a la izquierda, existía un cuarto que
estaba prácticamente abandonado. Cierto día, a falta
de puerta, apareció con el portal cubierto con un
plástico azul, dando a entender que allí se habían

P ara quienes no conocen la ciudad de La Paz,


pero han sido participes directos o indirectos ele
la entrada del Gran Poder, se les puede informar que
posesionado novísimos habitantes. De ese modo nació
el Penthouse, lugar que aún hoy sigue causando
polémicas entre los vecinos y no.vecinos.
el Penthouse estaba justo ahí, en plena rotonda del Pero contra lo que uno se pueda imagipar, el Pent­
Señor del Gran Poder, en el interior ele la tan mentada house no era, ni siquiera mínimamente, lo que su
Posada, casona ele la que salieron trovadores ele la nombre indicaba. Era un solo cuarto ele cuatro por
talla de Pepe Betancourt, Dino Maldo e incluso Jaime cinco, sin ventanas, sin luz eléctrica, sin agua, y tan
del Río. sólo con un bidón plástico a manera de bacinica que
Esa Posada que en una lejana madrugada oyó al cada madrugada había que salir a echar a la calle,
bardo cantar sus coplas totalmente ebrio y emo­ cosa que después los vecir:ios no hablen más de lo
cionado "a la medianoche me encuentro borracho y que ya habían hablado del Penthouse, de su dueño, y
én medio patio me pongo a cantar, por esa chiquita de las personas que lo frecuentaban.
que tanto quiero... ", mientras sus ojos se inundaban Y es qE.e allí, a _cualquier hora del día, pero, prefe­
en llanto. Versos que despertaron a los vecinos, rentemente de la noche o en la madrugada, cualquier
quienes sólo atinaban a comentar que el poeta hijo de vecino podía apersonarse a hacer lo único que
nuevamente se había enamorado. sabían hacer: beber como cosacos, aunque nunca hu­
La Posada, que con sus White Stars hizo tabla rasa bieran oído hablar del Cáucaso.
con todos los equipos de fútbol que osaban desafiarlos, La entrada era económica, bastaba llevar un solda­
porque ellos eran dueños y señores de las canchas ele dito (pequeño envase plástico con alcohol), algo de
Chijini y sus alrededores, así como también fieles comer, coca, velas, cigarrillos, o algunos centavos para
devotos del Tata Gran Poder, al extremo ele no haber darle al Krugger (gerente propietario del Pent, lo que
aceptado un año que la Entrada Folklórica pase por equivale a decir que era un eterno primero de mayo,
una calle aledaña, puesto que el Gran Poder era de

100 101
Víctor H11go Viscarra --------------­ ________________ A1·isos 11ecrológicos

y experto en ramas afines). La persona que no lo hacía, Decía que en el Pent no había luz ni nada por el
corría el peligro de ser echada a media madrugada, o estilo. Por las noches, cuando la mayoría ele los
a cualquier hora del día, con su estúpida palabra de guerreros llegaban hasta alli buscando un lugar donde
"salpicando, salpicando", lo que equivalía a no saber aparentemente pudieran dormir un poco sin estar ex­
dónde putas ir a amanecer, y peor todavia si el afectado puestos al frío nocturno, se prendía la vela, mienlras
no tenia un quivo en los bolsillos. se bebía como descosidos. Las risas de los allí reunidos
El mobiliario no era gran cosa. Un pequeño catre lle<Yaban hasta más allá de lo que ahora es la rotonda
b
donde dormían el Krugger y su compañera, y, ado­
del Gran Poder.
sadas contra la pared tres medias payasas (col­
Muchos de los parroquianos que allí se reunían, a
chones de paja) donde se echaban a dormir sus \·eces guiados por la oscuridad, erraban los chorros
curdas quienes ya no daban con el cuerpo ni con el
ele sus vejigas que antes ele ir al bidón dispuesto como
alma ele puro borrachos, y como no había ni un
bacinica, llegaban a empapar el suelo de madera, Y
trapo para taparse, uno tenia que colocarse lo mejor como la habitación no tenia más \·entilación que la
que podía para no sentir el frío de la madrugada. entrada, el aire se tornaba en algo �ucho menos res­
Sobre un alambre tendido cerca del techo colgaban pirable que el de una cámara de gas. El suelo
varias prendas de vestir, y en uno de los rincones amanecía completamente empapado, y cuando en
dos cajas de cartón contenían lo poco que habían algún momento un poco de sol entraba en el cuarto,
reunido los que hacían mercado (ir a hacerse regalar ese piso despedía un olor tan peculiar, que muchos
verduras de las vendedoras), que ocasionalmente de los que se encontrapan allí, optaban por irse a
podía servir para preparar algo de comer para los
buscar otra cantina cloncle puedan beber sin lastimar
guerreros y guerreras (bebedore:.; consuetudinarios)
sus delicados olfatos.
que aún aguantaban los tragos que allí se prepa­
Quienes visitaban el Pent, sabían a lo que iban y lo
raban.
que les podía pasar. Aún así, cuando la noche estaba
Los tragos no eran gran cosa. Si había refresco, se
que ciaba un encanto y no había más que centavos en
mezclaba el alcohol con él. Si había yupi, el trago era
los bolsillos, ante la clisyunti,·a ele tener que amanecer
un poco más agradable; y cuando no había nada de
recorriendo las calles, o estar como cojuelo en un rincón
eso, cualquiera salia del Pent e iba hasta el lugar
ele alguna ¡le las cantinas que amanecen en la Buenos
donde estaban asentados los peluqueros de la zona,
Aires -con el temor de que cualquier momento lo boten,
a pedirles que le obsequiasen tan elemental líquido. porque "está estorbando y no hay campo para los clientes
Y ellos, los peluqueros, sabían que dicha agua era que sí van a consumir··_ no había otra opción que ir
para preparar los tragos en el interior del cuarto que, hasta el Pent, y Yer qué pasaba por esos laredos.
a falta de puerta, contaba tan sólo con un nylon azul Para empezar, uno tenia que ser llevado por uno
cubriendo la única entrada. ele los habitués del cuarto, no vaya a ser que sin

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103
Víctor 1-lugo Vücarra -- -------------
-- -------------- A,·i.ws necro/rígicns

conocer a nadie uno se meta en la boca del Pent. pre escaseaba- el pobre estaba predestinado a termi­
Después, tras haber dado su cuota parte para ser nar sus días como fakir, de puro flaco que estaba.
admitido, uno tenia que acomodarse lo mejor que Pero, y aquí es necesario que el "pero" esté presente,
podía. Ante la falta de asientos, lo más práctico era el dormir no era tan seguro que digamos. porque e!
sentarse sobre una de las payasas, apoyar la espalda Krugger era expeno en adueñarse de lo que no le
contra la pared, y esperar que algún voluntarioso le pertenecía. Las cosas que se le presentaban a la \"ista.
sirva en una copa plástica un poco de trago, y de a él las consideraba de su única y exclusiva propiedad.
poco entablar conversación con los demás. especialmente los zapatos, las chamarras y el poco o
¿Y en qué consistían las charlas? Como toda con­ mucho dinero que los alojados del Pent podían tener
versación de borrachos, siempre giraban en lo mismo: en sus bolsillos.
borracheras, \iolaciones, robos, infidelidades, peleas, Este salvaje era bien clesgra:::iado. Bastaba que uno
chismes, vidas ajenas, y demas tucuymas, que al fi­ se duerma para que sus manos entren en acción, Y
nal de cuentas -cuando uno salia del sopor en el los demás, cn/laros nomás, porque corrían el riesgo
que estaban metidos- generalmente no se acordaba ele que la siguiente noche no haya otro lugar donde ir
casi de nada, y si se acordaban, esos recuerdós eran a beber como beduinos, ni dormir bajo techo, aunque
tan intrascendentes que no valía la pena guardarlas a uno le roben lo poco CJL!e tenga.
en el arcón de los malos recuerdos. ¿Un ejemplo? C ierta madrugada vino el Indio
Ya he dicho que el aire que allí se respiraba era Huascacho trm·enclo para los guerreros un general (una
pesado y sofocante. Y muchos de los l¡ Ue esporá­ botella plástic; ele un litro ele alcohol). una botella ele
dicamente aterrizábamos en el Pent no olíamos dos litros ele gaseosa y cigarrJlos. i'v!inutos después salió
como huelen las personas normales. Pies y axilas del Pcnt sin decir nada, y cuando volúó, traía entre sus
que clamaban por un poco de aseo, cuerpos im­ manos bolsas plásticas con chairito, que había ido a
pregnados de sudor y suciedad, alientos que mata­ comprar al mercado Uruguay, y que repartió a los que
rían hasta a una rata de albañal. Y todos tenían estábamos bebiendo a la salud de vivos y muertos. Por
que soportarlo, porque en el Pent se bebía como demás está anotar que la farra siguió sin contratiempos,
bestias, y al que le llegaba el sueño, sólo le quedaba monotonía que a los pocos instantes me hizo cabecear
acomodarse en un rincón y echarle un sueñazo ele ele nuevo. Cuando desperté (media tarde, supongo), el
esos que posteriormente te quitan parte ele los Huascacho estaba durmiendo a mi lado. completamente
efectos de la farra. mula ele borracho, sin chamarra y sin zapatos. Todos
Me olvidaba decir que también había un alojado los que en la maúana habían estado chupeteando como
permanente, un ratoncito de pocos meses de edad, anirn2Jes en el Pent habían emigrado quién sabe hacía
que aprovechaba a que todos se hubieran dormido qué boliches, por lo que era justo y necesario que yo
para salir en busca de comida pero -como ésta siem- también haga lo mismo.

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\lícror Hugo \liscarra --------------- ---------------- Avisos 11ecrológicu.1

Claro que aquí hay que destacar un pequeüo detalle: para que otros personajes desmontasen adobe por
de los que habían sido víctimas del Krugger, ningu no adobe sus paredes, quedando en la actualidad sólo
escarmentó. En cierto modo, el Pent tenía una especie las gradas que conducían basta ese segundo piso.
de encanto, allí uno podía dar rienda suelta a sus El tiempo siguió su transcurrir intrascendente, y
reprensiones de \·ariada índole, y como iban personajes los alojados emprendieron sus respectivos rumbos
de toda calaüa y condición social, las situaciones que (antes de su clausura uno ele ellos marchó rumbo al
se daban no siempre eran las mismas. cementerio). El Penthouse, en la actualidad, pervive
Alcohólicos, panaderos, cocineros, gays, gu erreros, en la memoria ele los que lo conocieron, y que por
guerreras, lesbianas, escritores, ex oficiales, e incluso ende, solían ir allí a beber como desgraciados.
economistas, eran habitués que venían a echarle sus
tragos, porque allí podían beberlos tal como les
gustaba: fuertes y bien cargados. Incluso, si nadie se
daba cuenta o el Pent estaba vacío, uno podía echarse
sus polvitos con cualquiera de las que Vargas Vila
llamaba "mercenarias del amor", que también solían
venir a intoxicarse en ese cuartucho. Y en esto, de los
que frecuentaban el Pent, ninguno se puede hacer el
gil, porque todos sabían qué pasaba ahí adentro, y
por aüadidura, en las cantinas aledañas.
Los vecinos cada vez se quejaban al dueüo de casa
sobre las cosas que pasaban en el Pent. Como el
propietario vivía en otra zona, casi nada hizo para
que por lo menos se frenaran los desmanes, hasta
que un día sucedió lo inevitable. Aprovechando que
el Penthouse estaba vacío y ni siquiera el Krugger
estaba por las cercanías, el dueño hizo tapiar la
entrada con tablas clavadas horizontalmente, dejando
encerradas las pocas pertenencias que el Krugger y
su compaüera tenían. Desde esa fecha comenzó el
declive violento del Penthouse, cuya suerte quedó
sellada, y pasó a la historia.
Meses después, algunos obreros procedieron al
destechado del cuarto, y, no pasó un pedazo de tiempo

106 107
Víctor H11go \liscarra --------------- -------- ------- - A1·isos necrológicos

El piso de tierra permanentemente está siendo


humedecido por los brindis que realizan los clientes,
que, aunque están más pobres que mendigo en el
desierto, siempre se las agencian para tener dentro
ele sus bolsillos algunas monedas que les puedan
El prontuario de Las Tacas sen,ir para adquirir coraje, y así salir rumbo a La
Cancha y sus alrededores a ,·encler sus productos
(mercadería, dicen ellos).
El trago es sen·iclo en peque11as latas ele cerYeza
Tac¡uiña, cada una cuesta cincuenta centaYos, y el

E
n la ciudad ele Cochabamba, más precisamente contenido no es otro que un poco ele alcohol con agua
en la ladera posterior del cerro San Mi b cruel ' ele sultana caliente. Eso sí. hay que tener una sed
bajando de lo que era la piscina, está ubicada Las barbara para tomarlo, porque como no tiene azúcar,
Tacas. Para los borrachos cochabambinos, este lugar llí'O JJULdt: 1magm,-i.rse qu� el sabor no<.'> muy reco-
es una especie de oasis reparador, luego de sus arduas 1'.l'\ :1'1.tbk que cl1gam0s.
jornadas metiéndole tupido tanto al alcohol como a Parte del patio está cubierto por latas oxidadas de
la chicha. Allí, desde las cinco o seis de la maúana ' manteca y latones, y alguno que otro pedazo ele ny­
uno puede meterle sus tragos cómodamente sentado, lon, para que los rebLsqu�-s -vale decir los vende­
ya sea al sol o a la sombra. Si bien es cierto que las dores ambulantes que;, trnjinan calles y mercados
casas vecinas tienen un aspecto aceptable, la pared ofreciendo desde cles�rrnaclores. agendas, cepillos
de adobe de Las Tacas ya está descascarándose ante dentales. hasto. agujas para cocinas a gas- se junten
el paso ineludible del tiempo y la dejadez ele los clue11.os a manera ele hacer hora. Y cuando la madrugada
por refaccionarla un poco. termina ele dar paso al nue,·o día, solitariamente o en
Una pequeña puerta de madera cubierta de latones grupo se ,·an a La Cancha a exponer sus productos.
oxidados marca el ingreso hasta un peque11.o patio Alli comparten solamente entre ellos. Choras,
cuadrangular de piso de tierra, donde se puede ,·olteadores de borrachos. minitas y demás especí­
percibir que por dicho piso no ha pasado nunca una menes se colocan en una esquina, y allí pueden hablar
escoba, o por lo menos algu ien hubiera hecho el tranquilamente el sus fechorías y hazaúas ele las
intento de barrerlo. Alguna yez existió un par de últimas horas. mientras la persona que está más cerca
gallinas que paseaban su ociosidad por el patio, lo ele las latas con trago se encarga de que éste circule
cual era pábulo para que los parroquianos se regularmente entre los reunidos.
distrajesen por lo menos observando cómo ellas No hay mesas ni sillas para los clientes. Sobre ado­
buscaban su comida donde no había nada. bes y ladrillos están colocados \"iejos tablones de

108 109
Víctor Hugo \liscarra --------------- Avisos 11ecrológicos

madera, a manera de bancas, cubiertos con frazadas atiborran el local, si uno tiene tiempo como para
Y trapos viejos; en el centro del corro se apilan las perderlo miserablemente, puede contabilizar casi un
latas vacías, y a su lado aquellas otras que aún tienen centenar de latas circulando entre las mesas
su contenido etílico. inexistentes de los existentes parroquianos.
Si no hay mesas ni sillas, tampoco se puede Pero no todo es placentero y grato en el interior de
aspirar a que existan vasos, porque lo único que sirve este local con ínfulas de llegar algún día a ser un
para que los demás se sirvan, aparte de las latas ele �ntro de verdad. La policía suele realizar esporádicos
cerveza, es un pequeúo envase plástico (acaso algún recorridos por allí, para reunir mano de obra regalada
recipiente farmacéutico) que cum1jJe la misma para distintos fines que no siempre son en beneficio 11
función que un vaso, del cual tocios deben comparti r. de la comunidad. La cercanía del cuerpo de Bomberos
No importa que quienes lo hagan estén sanos o (que está a unos 500 metros de distancia) hace que
enfermitos. sus efectivos se apersonen a Las Tacas y ele allí saquen
En el rincón, donde hay una especie ele cuarto -no a los indocumentados o a las personas que están
sé si a medio construir o a medio destruir-, sobre deliciosamente borrachas, para que en su unidad se
unas piedras que sirven de gradas para subir hasta dediquen al lm·ado de los autos, barrido del patio u
donde viven los dueños, suelen sentarse o estar de pie ot1·os menesteres domésticos, dicen que "en un afán
los solitarios. Prefieren beber solos, les molesta estar de rehabilitarlos y que estas personas sean ele utilidad
. acompaúaclos, o simplemente desean tomarse sus a la sociedad'' .
tragos sin que nadie les manguee, o los demás se han También vienen los del 110, y si sumamos a esto
cansado de ellos porque siempre tienen sed, pero nunca las visitas ele los gendarmes ele la Alcaldía, uno puede
aportan para comprar más trago. Quienes más frecuen­ colegir que la pennru1encia allí no siempre resulla
tan ese sector son el tío Pitillo, el P'ajla; el Machetero grata y tranquila. Si uno quiere hacerse el chistosito,
ele la avenida Oquendo, y ocasionalmente el Efrain y puede ser que alguien se queje a la autoridad, y con
su mujer. Como los grupos están claramente estable­ el cargo de escándalo en vía pública, el chistosito tenga
cidos, ocasionalmente sejuntru1, puesto que es sabido problemas con la ley.
que siempre hay bronca entre ellos. El horario de atención suele ser desde antes que
Parece que Las Tacas funciona desde hace muchos amanezca "hasta pasado el medio día. De lunes a lunes,
años, los envases en los que venden tragos est�u1 tan incluyendo domingos, feriados y días de paro cívico.
corroídos por el tiempo, que si uno de los clientes Cada tacazo cuesta cincuenta centavos, y si uno tiene
aún no ha muerto con los i ntestinos oxidados, es diez lucas en los bolsillos, la pasa bomba, porque puede
porque el óxido de las latas persiste en quedarse en gastar allí unos tres pesares, y con el resto, una
sus envases originales. Los fines de semana,(sábado, comidita de a peso en Los Agachaditos, para ir donde
domingo y lunes), que son los dias en que los clientes doüa Blanca, y allí meterle unas chicharras con cocol,

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\ ºiC"lor Hugo Viscarra Avisos necrológicos

hasta que lleguen los amigos, y meta a hablar mal de una especie ele retén policial, para que se encargue
los cuates que todavía no han llegado. ele v igilar la zona. Mas, el problema social era tan
Claro, hay que destacar qLie muchos ele los clientes complicado, que los efecti\·os no dieron abasto a la
que han cruzado su puerta, una vez que salieron de demanda ele sus servicios, a tal punto que llegaron a
allí ya no retorn�on porque sucumbieron al pie del permitir que a cualquier hora del d.ia este tipo ele per­
cañón como buenos guerreros. Entre los que aún sonas se den cita en las gradas ubicadas a sólo cien
perviven en el recuerdo están el Palmiras, el tío Ma,, metros de la Av. República, al lacio ele la chicheria
el Tractor Amarillo, el Panteras Menor, la Estela, el Las Estrellas, y alli planifiquen sus andanzas. Algunas
Loco Osear, el Javicho, y otros más. veces éstos suelen llegar a Las Tacas, pero prefieren
Haciendo un poco ele hist01ia, hasta ahora nadie estar en la piscina, porque saben que allí no los
ha podido establecer de quién ha sido la idea ele vender molestará nadie, y podrán beber y ,·olar a vista y
tragos utilizando las latas vacías ele cerv eza. Para ser paciencia ele quienes osen mirarlos ele reojo.
honestos, nadie cree que el viejo Ma'- haya siclo el de
la idea, porque para lo único que SÍITe es para estar
gritando a cada rato a los clientes cuántas latas van
a pedir, y su única preocupación (al menos eso creo),
es la de ganar dinero sentado cómodamente en su
banca, calentándose al sol.
De principio, no es recomendable asistir a este tipo
de antros, porque ele entraclita uno puede ser catalogado
como delincuente, mientras que las mujeres suelen
recibir insultos nada recomendables ni para ser
repetidos. Y es que la serie ele delitos ocunidos en el
sector se volvió tan larga, que los vecinos no tuvieron
otra alternativa que culpar a los que fre-cuentan Las
Tacas, santificando a los que van diaria-mente la piscina
abandonada de la cima del cerro, que sí son culpables
de todo lo malo que sucede en la zona. Con decir que
hasta yo tuve la suerte de ser victima de sus fechmias.
Allí suelen reunirse desde polillas hasta cleferos,
pasando por artilleros, minas en decadencia, y marulos.
Con eso de la segurídad ciudadana, allá por los
a.ti.os 91-93, en las inmediaciones de la piscina se abrió

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Víctor Hugo Viscarra ---------------
---------------- Avisos 11ecrolágico:

¡Para qué lo haría! Tuvieron que pasar menos de


treinta minutos para comprender que yo, que me
consideraba la persona más libre que habita la tierra,
me había convertido en un mísero esclavo ele una
l\nemorias de un esclavo gatita imberbe e irresponsable, que ya empezaba a
hacer y deshacer mi recién perdida libertad.
La muy ladina, ni oien comprendió que yo ya era
Con can·,10, para todas las gatitas y gatitos
su vasallo, se subió sobre mis hombros, y tras
que vagabundean por los techos.
comprobar que mi cuello era tibio y, por lo tanto podía
restregarse contra él cuantas veces le "diera la gana,

A ún no se había disipado en el ambiente la glorio­


sa derrota que sufriera nuestra valerosa selección
de fútbol en el partido inaugural del mundial USA
se agarró con sus uñas a mi chompa, al tiempo que
yo subía las gradas hasta el tercer piso (que era donde
vivíamos los estantes de la casa). Ella estaba alegre,
94, frente al humilde equipo de los teutones, cuando, pues, ni bien había perdido una casa, había
ese sábado en la mañana, descubrí que -por andar encontrado otra que era mucho mejor, porque contaba
p_�taiperreando- una gatita ele alcurnia había perdido con el servicio de un esclavo personal disponible las
el camino de regreso al lugar donde residía. Como no 24 horas del día.
·conocía la ciudad, subió las gradas del primer domicilio Y desde aquel instante Duvija, la muy acaparadora,
que encontró, y esperó pacientemente a que apareciera tomó posesión de tocia la casa, y, posteriormente, de
un gil para preguntarle dónde estaba. Por demás está las casas vecinas, los techos y demás alrededores.
agregar que el primer gil que apareció fui yo. Su nombre era una contracción ele Ecluviges, y como
Ella no portaba documento alguno en ese momento, presentí que ella iba a gozar los placeres de una vejez
presumí que tendría a lo sumo tres meses, y como en que estaba muy lejana todavía, generalmente me
este tipo de menesteres lo mejor que puede hacer un refería a ella como a Duvieja.
ciudadano responsable como yo, es no avisar a las Ninguno ele los que habitábamos la casa (Alfredo,
autoridades (hay tanto tráfico ilegal de humanos y Sara l\•1aría, el Bicho y yo), habíamos tenido tan cerca
animales menores de edad), opté por hacerme el de­ a una digna representante de la gatuna familia real
sentendido, mientras desviaba mi mirada a otra parte. de los siameses. Una figura esbelta que más ele una
Un maullido, mezcla de enfado e intolerancia, hizo ch'api aprendiz de modelo hubiese querido para sí,
que volviera mis ojos hacia aquel capullo de pelu-che elegancia y soltura en el caminar, discreción en todo
y, sin pensar en disquisiciones existenciales y de lo concerniente a la vida privada de los estantes y ha­
honradez, la tomara entre mis manos, sin que aquella bitantes de la casa; exigente paladar para las comidas
imillita sinvergüenza opusiera resistencia alguna. y fino tacto para cuando las cosas estaban que ardían

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\1icIOr Hugri Viscarra ---------------- Avisos necrológicos

(y por lo tanto, había que ponerse a b uen recaudo Y \·aya que era más curiosa que vieja metiche esa
para no ser alcanzada por las consecuencias), hicieron imilla ociosa. Bastaba que uno abriese un cajón
de ella, desde un principio, la verdadera dueña y cualquiera para que su hocico ya estuviera metido
señora de toda la casa, con sus habitantes incluidos. dentro, inspeccionando todo cuanto había en su in­
Barcino, el gatazo cimarrón que era nuestra terior. Venía una visita, y la intrusa se sentaba entre
mascota, pasó a un vergonzoso segundo plano, porque medio ele quienes estaban conversando, mirando
por ir a ver los partidos ele fútbol del mundial USA 94 atentamente a cada uno, como prestándose a
en otros techos, no se dio cuenta que solapadamente inccrT cnir en el diálogo, y dicha visita hubiese venido
le habían serruchado el piso, y ahora una gatúbela exclusivamente para hablar y verla a ella y no a otra
llena ele blasones, prosapia y alcurnia, ocupaba me­ persona ele la casa. Cualquier sonido que pro\'enía
recida o inmerecidamente su lugar (siempre me he de las gradas o del techo, ya la tenia a ella allí,
inclinado por lo segundo). irn·esliga.nclo por su cuenta, mientras olfateaba todo
Mas, Barcino no iba a permitir que las cosas avan­ cuanLo podía interesarle. O. ante la carencia de
zaran más de lo que su orgullo podia permitirlo, y sucesos importantes. se iba por los techos a buscar
armándose de paciencia, se puso a meditar el porqué situaciones que si le concernían. Ahora ya me
de este estado de cosas. Si no podía hacer nada por el entenderán qué es lo que quería expresar cuando
momento, optó por dejar que el tiempo arreglase las me estaba refiriendo a su mal disimulada discreción.
cosas de la mejor manera posible para sus intereses. Cl primer afectado fue, como era ele prever, Bar­
Y para mi, desde ese día cambió radicalmente la cino. Le habían destronado del sitial. preferencial que
rutina. Yo, que gozaba plenamente cuando me echaba tenía, y él no iba a tolerar que las cosas empeoraran.
en mi camastro a descansar las fatigas ocasionadas Había que arreglar ese estado de cosas, y pensando
por mi peregrino caminar, tuve que dejar de manera que era hora de actuar, Barcino puso en práctica
voluntaria que Duvija se posesionara ele la mitad ele sus lecturas ele Maquiavelo, y tomó para sí la
él, para que, a cualquier hora de la jornada, pudiese educación ele la Duvieja, a la que más que educarla,
echar sus clescansitos, sin el temor ele que algún la terminó de echar a perder por completo.
profano los interrumpa, porque bastaba una sola ele Barcino no era un gato cualquiera. No, señor. Él era
sus miradas profundas y enigmáticas, ele esas miradas un gato intelectual y se pasaba horas ele horas alrededor
que a uno lo desarman desde el principio, para que de los estantes de libros de la sala, y seguro que aparte
Morfeo nuevamente sea generoso con ella. De ele leer los útulos expuesto en los lomos ele las obras,
antemano, todos respetábamos esos sus momentos también se daba sus buenas lectureadas ele obras que
de meditación onírica, porque una elami t a ele le podían ayudar a salir triunfante de la situación dificil
abolengo, por muy fl.ojita que fuera, merecía dormir en que se encontraba. ¿No lo creen? Ahí están todavía
hasta las quinientas. los te:l\.i:os que muestran que era un ratón ele biblioteca,

116 117
Víctor Hugo Viscarra ---------------- Avisos necrológicos

y que demuestran que era un perfecto devorador de "Te ahogues o no, igual nomás, gran puta, te vas a
obras, y que, por su lectura exagerada, muchos libros duchar... ", tuve que gritarle, y una vez que hube
han perdido irremediablemente varias de sus páginas. acabado de enjuagar los restos de champú, lo coloqué
Y las cosas, inicialmente le salieron como patada de encima de las calaminas del techo, para que se vaya
burro en una de sus siete vidas. por ahí a caminar como gato mojado, mientras el sol
Pero, aparte de esta breve relación de hechos, cumplía con la tarea de secarle el cuero.
estuve leyendo un artículo referente al cuidado de los Más de diez personas que transitaban por las calles
gatos siameses, me enteré que estos ejemplares tenían vecinas creyeron que se avecinaba un chaparrón, por
l a costumbre de asearse periódicamente para la cantidad de agua que les caía desde las alturas, y
mantenerse saludables, y como yo entendí que al ver que en el cielo no había ni una misera nube,
periódicamente significaba una vez a la semana, debieron creer que esos goterones eran un capricho
consultando con los demás habitantes de la casa, más de la naturaleza.
llegamos a la determinación que tanto el Barcino como Con la Duvieja fue distinto. Ella no iba a rebajarse
la Duvieja, cada semana tenían nomás que ducharse, al papel de llorona igual que Barcino. No, caballeros,
eso si, menos los días fríos o nublados. su alcurnia no podía permitirle que caiga al trislc
Esto fue el acabose para el viejo Barcino, porque papel de pla11idera, por lo que aguantó estoicamenlc
un gato como él podía permitir todo, hasta que le se­ la duchada, y cuando ésta terminó y la coloqué sobre
rruchen el piso, pero, bañarse, eso sí no entraba en el techo, dignamente caminó varios metros más allá,
ninguno de sus siete entendimientos. Así que, una para sacudirse con delicadeza, y después, irse a pasear
mañana, mientras degustaba parsimoniosamente su por donde nadie la conocía, a manera de secarse el
bofe-desayuno, sintió que unas manos se aferra:ban cuerpo, y de paso conocer otros nuevos techos y
a su lomo, y sin entender qué pasaba, fue llevado nuevas aventuras.
hasta el interior de la ducha para recibir su bautizo La rutina era de lo más aburrida para el esclavo ad
en eso que los que presumen de ser higiénicos habían honorem al servicio de la pareja de gatos. Ni bien
sabido llamar aseo personal. despuntaba el sol entre las brumas de la serranía del
Creo que todo el barrio se asustó al escuch ar Tunari, y las aves despertaban alegres porque tenían
aquellos gritos desesperados de Barcino, el teléfono un nuevo día para cantar gozosas a la creación, con
no cesaba de sonar, y yo en esos momentos no estaba los párpados cayéndoseles sobre los ojos, tenía que
para atender llamadas, porque acompañado del levantarse ele la cama (que al fin y al cabo ya no era su
Bicho, apenas podíamos sostener las patas y la cama, porque la gata de marras se había apropiado de
cabeza de Barcino, que se revolvía como gato bajo la ella, mientras que Barcino seguía durmiendo sobre el
ducha, mientras gritaba desaforadamente s u sillón colocado a un costado del pasillo), e ir hasta la
miahogooo ... cocina a cumplir con sus deberes de cheff Alli, abría

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Víctor Hugo Viscarra --------------- ---------------- Al'isos necrológicos

la puerta del refrigerador para sacar trozos ele bofe y Alarmado más de lo debido, la tuye que llevar a su
descon-gelarlos con el agua que había sobrado en los \·eterinario de cabecera para que la atendiese ele
termos, y mientras el agua caliente trabajaba con los emergencia, porque a pesar de que ella siempre se
trozos ele bofe, encender las hornallas para preparar mantenía delgada y esbelta (una verdadera twiggy fe­
el desayúno. lina), temíamos que pudiese cnílaquecer más todavía.
Hay que reconocer que n o n os habíamos Su veteco, digo, veterinario, con fingida preocupación
preocupado por tomar las debidas precauciones en le vio los párpados, le tomó el pulso, le midió la presión
cuanto a velar la conducta de la susodicha (pensá­ arterial, controló sus reílcjos, le sacó \·arias radio­
bamos ingenuamente que el Barcino corría con esos grafías; realizó \·arios análisis de su orina, heces y
menesteres}, porque sin llegar a un remedo de ro­ sangre; examinó atentamente su lengua (la de ella), y
mance generacional (aquí no tiene nada que ver José tras sesudas meditaciones ele las que sólo salia para
José, con su "Cuarenta y veinte"), la echó a perder a demostrar su preocupación, dictaminó: "La salud de
la mocosa, y sin más que acotar, la volvió una perfecta esta gatúbela está peor ele lo que había supuesto en
exploradora de techos. un principio. Hay que cambiar radicalmente su dieta,
Decía que era exigente en cuanto se refiere a la y por lo tanto hay que darle a comer moderadamente
comida, y esto se explica el e la siguiente manera. A hígado ele pollo (aunque le salgan plumas y se ponga
pesar de que todos los componentes de la familia a cacarear como gallina clueca, porque patas ele gallo
vivíamos a escasos cincuenta metros ele la principal ya las tiene), y por sobre tocio, alimentarla con produc­
plaza de armas de la capital del valle, la pobreza tos guau guau, que siendo alimentos para perros, en
franciscana siempre nos acompañaba como una estas circunstancias es lo más recomendable"
especie ele recordatorio de que éramos mortales, y por El chistecito me coscó sus cincuenta morlacos, y
lo tanto, no podíamos darnos el lujo ele dilapidar lo tras arroparla entre mi chamarra y mi chompa, la
poco que ganábamos esporádicamente en lujos llevé nuevamente hasta la casa, y, ni modo, había
terrenales, o en comilonas orgiásticas. que consentirla y malcriarla peor de lo que ya estaba,
Por lo tanto, Duvieja tuvo nomás que conformarse porque, al fin y al cabo, la Duvieja estaba enfermita,
con lo que había en casa, y no era otra cosa que trozos y había perdido uno de sus clientes más queridos.
de bofe y nada más que bofe, a sen'irse todos los días Por primera vez en los anales de la ciencia (al
ele la semana, incluidos los domingos y feriados. Vale menos eso es lo que yo creía), una gata se estaba
decir, que tanto ella como Barcino tenían una única alimentando con alimentos para perros. Y la cosa
y exclusiva dieta, lo cual, a la larga, tuvo resultados mejoró ostensiblemente, puesto que, como la comida
funestos para ella, ya que por una especie de estaba previamente molida y precocicla, hizo que por
descalcificación, perdió uno de sus dientes caninos, las m añanas, c uando un coro de dos v oces
y un día de esos ya no quiso comer nada de nada. anunciaba a m oros y cristianos, que p o r mi

120 121
Víctor Hugo \liscarra ---------------

irresponsabilidad y mi modorra, los integrantes del pagaron sus estructuras rotas y descoyunturadas,
coro estaban muriendo de hambre, yo voh·ía a asumir fueron las macetas, y, por ende, las plantas y las flores
mi papel de cheff Pero, además, el principal perdedor fui yo, puesto
Pero la cuestión había mejorado, porque era que siendo la imilla una de mis consentidas,
calentar un poco las porciones correspondientes con necesariamente tenia que ser quien se encargue de
agua tibia, y listo el pollo, digo, la comida para perros. hacer desaparecer las huellas de sus ejercicios
Para el Barcino la cosa le era indiferente, porque, acrobáticos, para evitar las furias de la señora que
acostumbrado a comer lo que se le presentaba, el solía tronar que daba un encanto si es que alguien
cambio ele dieta no le mosqueaba en lo absoluto. En osaba atentar contra sus rosas, helechos, varas de
cambio para la Duúja, fue un poco inaceptable al San José, amapolas, tréboles e ilusiones.
principio; después, se acostumbró, porque sabía muy Al menos tenía algo a mi favor. Zalamero como soy,
bien (creo que siempre lo supo desde el momento en por las mañanas al entrar en el cuarto donde dormía
que me conoció), que su esclavo iba a complacerla la pareja de cónyuges, a manera de saludarlos y, como
clandestinamente y sin que la dueña de casa se dé si la cosa no tuviese importancia, sugería qué se podin
cuenta, con pedazos ele carne molida, y en algunas comprar del mercado cercano tanto para el almuerzo
ocasiones con un poco de carne asada. como para el aseo de la casa. Entonces (cuando uné,
Barcino, después de haberla craneado durante o dos macetas habían pasado a m e j or vida)
mucho tiempo, puso en práctica sus planes. aprovechaba para sugerir a la doña que permaneciese
Inicialmente le enseñó a la birlocha a subir al techo, un poco más en cama, porque yo me iba a encargar
para lo cual puso todo su empeño y dedicación. Y el de las diligencias caseras. Claro que momentos antes
que salió perdiendo fui yo, porque -como creo que había borrado todas las huellas del delito de la
no les he contado toda,·ía- la dueña de la casa, vale Duvieja, y tras haber ocultado las plantas afectadas,
decir la cabeza de la familia donde estábamos iba presuroso al mercado a comprar maceteros
albergados, sin saber qué era la ecología, era amante similares a los que la irresponsable había quebrado.
de las plantas y las flores, y tenía tal predilección por Por demás está agregar que quien pagaba los gastos
ellas, que si una sola se resfiiaba o se ponía pálida emergentes de esta situación era yo. Con anotar que
por la falta de riego, el galeote tenía que soportar un quedé más pobre que prestamista en bancatTota.
apocalíptico sermón bizantino por ese tremendo En cuanto a la higiene, la birlocha era nomás
descuido. - delicada, porque cuando su bien delineado cuerpo le
Y como tocio el patio estaba colmado ele macetas pedía_ser atendido en esos menesteres personales,
de tocio tipo y tamaño, la imberbe tardó sus buenas silenciosamente subía al techo a dar rienda suelta a
jornadas en aprender las tácticas y artimañas que sus intestinos. Después, bajaba como si nada hubiesc­
pacientemente le enseüaba su maestro, y quienes sucedido, y continuaba con su rutinaria existencia.

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\líuor Hugo \liscarro _--------------­ ---------------- A,·isos 11ecrológico�

Pero, cuando hacia frío, llovía, o simplemente tenía su desayuno, miraba fijamente a Barcino, y cuando
ílojera, optaba por lo más práctico: la muy ladina uti­ éste ya estaba encaramado en el techo, la birlocha
lizaba como retrete la primera maceta a su alcance, y subía detrás de él, pero no como su profesor, sino
que las plantas zapateen. que primero trepaba hasta el mueble de las macetas
Total, que el aprendiz de jardinero siempre estaba más delicadas (¡zas!, una maceta menos}, después un
dispuesto a paliar estos casos de emergencia, y, ni sallo hasta la canaleta, y de alli al tejado. En cambio,
modo, había nomás que camuílar los destrozos oca­ Barcino era tan capo, que simplemente subia hasta
sionados por la sinYergüenza. Se aprovechaba porque el lava.rropas de cemento, y de allí, aferrándose con
sabia muy bien que era la mascotita más tierna, sen­ stw uñas a la pared, ya estaba arriba.
sible, maü.uda y cari11osa que existía en la tierra, y Menos mal que estas operaciones las realizé\ba a
además tenía bajo su férula un esclaYo diligente. primeras horas d� la mai'lana, vale decir, cuan.do la
Con el importe erogado en la compra de ingentes doña estaba todavía en cama, y aunque el ruido que
cantidades ele macetas y otros elementos afines, las producían las macetas se podía escuchar a cien
\·endecloras de macetas del mercado La Pampa, de la metros a la redonda, creo que ella se hacia la del otro
noche a la mañana, se convirtieron en las mujeres viernes, porque ya sabía que el tutor iba a reprmerlas
más ricas ele la ciudad, por obra y gracia ele un galeote inmediatamente.
que perdió tocia su fortuna ya saben gracias a quién. En lo que si un buen día ele esos no pudo disimular
Y parece que las pocas clases que había aprendido las fechorías de la imilla, fue cuando se descuidó ele
en cuanto a sumar se refiere, fueron insuficientes pa.ra hacer desaparecer el retrete florido que usaba
cuantificar a cuánto ascendieron dichos montos. periódicamente la salvaje. Debido al no tan agradable
Claro que también hubo plantas que pasaron a olor que clespeclia, puso en evidencia semejante
mejor o peor vicia, porque, como siempre solía suceder, barbaridad, y tuvo nomás é¡ue llevar, en horas de la
mis bolsillos aleteaban por falta de dinero, y cuando noche, tan desagradable encomienda hasta un
eso sucedía, uno se olvidaba de regarlas, y al final contenedor vecino, haciendo la promesa de comprar
quedaban ele tal manera, que no servían ni para leña. en breve plazo otra maceta conteniendo flores más
Mas, la imillita ni se mosqueaba por este tipo de lindas y a prueba ele gatitas.
detalles, puesto que si estaba aprendiendo los Debo reconocer que en innumerables oportu­
tejemanejes de sus ejercicios malabansticos, era lógico nidades estuve a punto de sacrificar a los dioses mito­
pensar que uno, o sea su perkins, tenía que correr lógicos la existencia de aquella criatura tan especial.
con los gastos emergentes de este tipo de actividad Pero bastaba que recordase los arrumacos, ronroneos,
física. lengüetazos, miaus zalameros, y otras armas que ella
Y vaya que no tardó mucho tiempo en ser experta utilizaba para contentar a su galeote. y toda la furia
para esa labor. Por las mañanas, ni bien terminaba pasaba a un segundo plano, lo que era aprovechado

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Víctor Hugo \liscarra ---------------- Avisos 11ecrológicos

por esa canalla para volver a las andadas, poniendo cuernos, adivinando que a mi edad avanzada yo
en práctica aquello de borrón y cuenta nueva, y a soñaba con criar nietecitos que si iban a ser bien
llorar al río. educados y modelo de conducta, se cuidaba celosa­
Así fueron pasando los días, las semanas, los meses, mente por no meter ninguna de sus patas cuando la
y con el transcurso del tiempo, los años. La imilla cola le estorbaba más de la cuenta, y logró que yo me
desgarbada que había encontrado aquel sábado de junio convirtiese en un abuelo frustrado. No sé quién le
del 94, se había convertido en una señorita que hacia y habría enseñado a planificar sus cachivaches erótico­
deshacía corazones gatunos en los techos de la cuadra, sentimentales. Cuando una sospechosa petaquita se
mientras que Barcino asumía el papel de guarda espaldas, asomaba en su vientre, y yo ya estaba pensando en
e\•itando que los t'C1ntC1 galanes quisieran ofrendar sus pañalitos, jcmantas, polkitos, talcos, y otras vainas,
siete vidas a los pies de la Duvieja. zas, la mru1ucla desaparecía algunos días, y retornaba
Ya para entonces ella sabía maullar mimosamente más flaca que huelguista del magisterio, débilmente
a sus pretendientes disimulando el cliente que le debilucha y con ganas ele comer y dormir, mientras
faltaba, mientras que el Barcino iba a pasar lista a su que ele parte ele los futuros nietos no había ni siquiera
harem ele pichochas, porque a pesar ele no haber siclo -una postal.
congraciado como un Adonis, se las sabia arreglar Fue 2.si que tu\·e nomás que resignarme a ser una
perfectamente para contar entre sus elegidas a una especie de abuelo frustrado, porque la muy sinver­
elevada cantidad de beldades de toda clase social, con güenza parece que estaba con esas macanas de las
y sin alcurnia, ele abolengo o no, con y sin gatigree. Mujeres no Criando, y se propuso no darme el gusto
Cierta mañana en que despertó aburrido de su ele pasar mis a11os seniles en compafüa ele seis y tal
existencia, al extremo ele que ni se mosqueó por vez ocho capullitos con piojos, a los que hubiese hecho
desayunar, \·ino hasta las cercanías del techo de la bautizar y confirmar para que sean dignos descen­
casa una gatita angora, que fácilmente podía aspirar dientes del imperio siamés.
al título de Miss Mundo con Bigotes. Se la pasó todo Aunque, pensándolo bien, eso de planificar su
el santo día fisgoneando el patio, para ver si el salvaje descendencia creo que fue una medida acertada de
del Barcino se dignaba en subir al techo para parte de la imilla. Si con una birlocha tenia tremendos
acompañarla. Pero, como ese día él estaba de un hu­ problemas, no quisiera imaginar cómo hubiese sido
mor ele gatos, dejó que la percantita se asolease hasta mi existencia batallando con seis u ocho diablillos
quedar más bronceada que ratón salido del horno, Y más. Seguro que hubiese acabado con chaleco de
siITT.lió
b durmiendo su mal humor sobre el sillón que fuerza, o en el mejor ele los casos, hubiese desvariado
estaba en el pasillo. de tal manera, que habría perdido el juicio.
Mas, mis ilusiones de ser por única vez en mi vida Y la desgracia llegó sin preúo aviso. Una tarde de
abuelo, nunca se pudieron realizar. La birlocha de ésas, creo que estaba nublada y una tormenta

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---------------- Avisos 11ecrológicos
\ iínor l-lugo Viscarro

batalla donde por poco los ratones p iden la


amenazaba en el horizonte. la birlocha regresó más
intervención de fuerzas ele paz d e la ONU,
temrr�o que de costumbre. Pero Barcino, rompiendo
aprovecharon las sombras de la noche para emigrar
su nitma, no llegó a la casa. y por más que le coloqué
la cena en su plato, llegó el día siguiente y la comida a las casas vecinas. La batalla fue ganada por Barcino,
seguía sin haber sido tocada. que no recibió ni un rasguño, mientras que las bajas
d�as comenzaron a pasar lentamente, y no ele parte ele los ratones sumaban centenares.
�os
-
hafüa senales del gato. Ni siquiera la prensa nos traía Anoticiados estos animalejos de la desaparición de
noticias ele su paradero, y como en nuestro país las su cancerbero, intentaron regresar para asentarse
autoridades no suelen dar preponderancia a In nuevamente en sus ex dominios. Pero, al sentir la
desaparición ele animalitos regalones, con el paso del presencia de la Duvieja, lo pensaron mejor, porque
tranquilamente podían pasar de invasores al triste
tiempo, tuvimos nomás que resignarnos a la ausencia
papel de lacayos, cosa que sus antecedentes ratoniles
del ��to, siendo una de las más preocupadas la
no podían permiúrselos. Y es que era tan señorial y
DuneJa, que extrañaba a su maestro ele correrías.
dominante el porte ele la Duvija, que cada ser, humano
Sin él a su lado, ella sola tendría que aventurarse por
o animal, que llegaba a conocerla, automáticamente
los ,·ecos y recovecos del techo, susceptible de sufrir
se convertía en su súbdito y caía encandilado a los
nlgún contratiempo nada saludable.
pies de ella; sino, pregúntenle a su vasallo original.
Por el cariño que le teníamos al Barcino, silencio­
A medida que pasaban los días, a duras penas
samente nos hicimos la promesa de que jamás otro
pudimos consolarnos por la ausencia del entrañable
g,tto ocuparía el lugar vacante, porque había sido tan
Barcino. Muchas noches, por los alrededores de nues­
especial en la casa, que hasta los ratones habían
tro techo venían a merodear sus pichochas y damise­
tenido que emigrar por otros rumbos, llevándose con
las, ilusionadas por ver a su t'cmta galán de cuatro
ellos a sus ingratas personalidades
Hasta antes de la llegada del Barcino, como patas. Ante la inexistencia de éste, poco a poco
empezaron a espaciar sus esperas, hasta comprender
estábamos Yiviendo en una casa más vieja que
que Barcino iba a ser tan sólo un recuerdo más en
Man1salén, teníamos que compartir los cuartos con
cada una de sus siete vidas.
una verdadera multitud de ratones que, a vista y
La gatübela soportó con estoicismo la pérdida irre­
paciencia de los nuevos inquilinos, que éramo.s
parable. Pero, como ya había aprendido sabiamente
nosotros, se paseaban por donde les daba la gana,
las lecciones que Barcino le diera en el tiempo que
como si quisieran demostrar que ellos eran los
compartieron aventuras y cluchazos, siguió sola sus
verdaderos dueños del lugar y que nosotros tan solo
andanzas, y nuevamente se apoderó del techo y sus
éramos unos intrusos.
alrededores, haciendo llorar a cuanto gato aprencliz
La oportuna llegada ele Barcino puso orden a este
de camote se le cruzaba en su camino, mientras su
estado de cosas, y en menos de una semana ele dura

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•tLIUI /Jd�U �lj(,"(lf/"li --------------- Avisos necrológicos

galeote seguía pendiente de la llegada ele los nietos poco volvió a tomar las riendas de la situación. Desde
que la muy egoísta a propósito demoraba en traerlos entonces nuevamente ella es la que rige los sinos y
a la tierra. destinos de los estantes y habitantes de la casa.
La verdad es que uno suele cansarse de muchas No les cuento más, porque ahora ella está pidiendo
cosas, y el iniciado en las técnicas esclavisticas un a maullazo limpio su comida. Y este su servidor tiene
buen día de esos se amotinó bravamente. Como dicho que ir presuroso a cumplir dicha demanda. De lo
acto merecía ser celebrado, festejó la rotura de sus contrario, las consecuencias pueden ser mucho peor.
cadenas yendo de cantinas en chicherías, y ele antros Que lo tiren al hielo.
en bares, brindando tanto por la salud de los muertos,
como por el bienestar ele los vivos.
Este festejo duró más de una semana, tiempo en
que la gatita enflaqueció un poco (si adelgazaba más
quedaba puro huesos) porque le faltaban las atencio­
nes gastronómicas a las que estaba acostumbrada y
eso le había cambiado por completo el carácter. Se
volvió gruñona, mal humorada, airada, cascarrabias,
fregona, alevosa, y de pocas pulgas, cosa que, cuando
el esclavo regresó, aparte de alegrarse un poco, le mos­
tró una indiferencia tal, que ni mil carnes asadas po­
dian hacerla cambiar ele parecer.
El periodo de abuenamiento duró muchas lunas.
La chota se tornó engreída y vanidosa, mientras que
el esclavo se desvi\.ia por lograr su perdón. Cuando
las cosas llegaron a un estado en que ya no se podía
tolerar, se enfrentó a la susodicha y tras increparla
duramente (en este aspecto difícilmente podrán tener
una explicación los entendidos en la materia), sin
maullar ni nada por el estilo, el susodicho puso las
cosas en su lugar y volvió a festejar su recién lograda
libertad.
La imilla hizo que entendió el putazo recibido, y se
fue al techo a tramar sus próximas maldades y aunque
las cosas parecían ser desfavorables para ella, poco a

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---------------- Avisos 11ecrológicos

Los que en vida fueron

¿Un regalo ele los dioses? (Contm todo prólogo). . . . 5


Achaques de la vejez .................... 7
La jodiste, compadre.............................. 10
La mujer de todos ... . ..................... .. 14
Esperanza al borde del abismo .................... 23
La señora del acuario ............................. 27
La Yuca de Nerón..... ........................... 30
La Flauta Dulce ........................ _ ....... 32
No era el puñal sino la herida ...................... 36

Sobre llovido, llorado .............................. 40


Llegó sin invitación, y listo ......................... 43
Que viva la le y ..................................... 44
Suicidio circunstancial (Cuento-k"epi policial)...... 51
º
El k epil-i ... ...................................... 55
Ni pal perro ....................................... 66
Siempre sucede lo mismo ......................... 68
Cada vez que te miro... ......................... 70
Aplazándose en la plaza ................ : .......... 72

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Víctor Hugo Viscarra ---------------

Elegir o no elegir, that is la prablem . ............... 76


El T'ojpi Universitario..............................82
El dueño de la cantina............................ 84
Las cositas de la Berta............................ 87
Una familia feliz................................... 92
El Jackson Five ................................... 96
El Penthouse ..........·.......................... 100
El prontuario de Las Tacas....................... 108
·
Memorias de un esclavo.......................... 114

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