Trascendencia de La Evaluación Del Aprendizaje
Trascendencia de La Evaluación Del Aprendizaje
Trascendencia de La Evaluación Del Aprendizaje
En cuanto a la dimensión ética, la evaluación del aprendizaje nos plantea el reto de ser
profesores congruentes entre nuestro discurso y nuestras prácticas, de ser equitativos
con nuestros estudiantes. Respecto a la dimensión didáctica es beneficioso para la
formación de los estudiantes que el profesor oriente su enseñanza a promover
aprendizajes significativos y el desarrollo de habilidades intelectuales y no se limite a
solicitar la reproducción de conocimientos. Esto último es muy importante, ya que la
enseñanza y la evaluación son procesos que se condicionan mutuamente, una
enseñanza reflexiva y crítica, demandará a su vez de los estudiantes procesos de
aprendizaje reflexivos y críticos (Casanova, 1987).
El profesor es un agente de cambio que puede hacer uso de su creatividad y llevar a cabo
innovaciones que enriquezcan su práctica docente, sin embargo, es necesario señalar
que tiene que considerar como eje rector de su actividad el programa de estudios de la
unidad didáctica que coordina., en este sentido, sus planes de clase tienen que ser
congruentes con los objetivos de aprendizaje y los contenidos curriculares, así como con
el plan de evaluación del aprendizaje propuesto.
Estamos de acuerdo con Benito y Cruz (2005, p. 17), quienes hacen referencia a la
necesaria coherencia entre la evaluación y los objetivos, los contenidos y las estrategias
de enseñanza, lo cual hace inevitable que las formas de evaluar deban, igualmente,
evolucionar con respecto a los enfoques más tradicionales, por lo general, un examen
final. Las mismas autoras reconocen que “además de coherente, el proceso de
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evaluación debe ser transparente y formativo. La transparencia hace referencia a la
necesidad de hacer públicos los criterios de evaluación, de dar a conocer a los
estudiantes los elementos que vamos a tener en cuenta para evaluarles, la forma de
medir éstos y el peso de los mismos. El carácter formativo de la evaluación implica que
ésta ha de ser capaz de proporcionar una retroalimentación a profesores y alumnos,
quienes podrán ajustar su enseñanza o aprendizaje en función de la información
recibida”.
Scriven diferencia entre objetivo y funciones de la evaluación, para este autor el objetivo
de la evaluación es siempre el mismo: estimar el mérito o valor de un producto,
proceso o actividad. En cambio, las funciones pueden ser muy variadas dependiendo
de la perspectiva conceptual y de la utilización de los datos evaluativos (Casarini, 2007,
p.197).
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Este nuevo modelo pretende la integración de la evaluación de una manera coherente en
el proceso de enseñanza y aprendizaje centrado en el alumno y busca “... interpretar
evidencias para que estudiantes y profesores conozcan dónde se encuentra el alumno
en relación a su aprendizaje, dónde necesita estar y cuál es el modo mejor de llegar ahí”
(Benito y Cruz, 2005, p. 88).
Este punto de vista reconoce que los alumnos son los responsables últimos de su
aprendizaje, por tanto, la evaluación debe responsabilizarles, devolviendo información
sobre cómo lo están haciendo y guiando las acciones posteriores. Mucha de esta
información debe proceder del profesor, pero mucha también debe ser la que el alumno
obtiene de involucrarse en la evaluación de su propio trabajo –autoevaluación-. La toma
de conciencia sobre su propio proceso de aprendizaje y la habilidad del estudiante para
reconducirlo por su cuenta es vital en el contexto del aprendizaje para toda la vida.
Dada la complejidad del aprendizaje y que es un proceso interno del sujeto para su
evaluación se toman en cuenta una diversidad de evidencias, las cuales tendrán que ser
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valoradas con base en determinados criterios establecidos previamente. Entendemos
como evidencias a los resultados y productos obtenidos de la evaluación del aprendizaje
que son considerados en un plan de evaluación que el profesor diseña y que en su
conjunto dan cuenta del grado de aprendizaje alcanzados por los estudiantes.
De acuerdo con Quesada (1988, p. 50-51), la evaluación del apren dizaje tiene las
funciones de: a) motivar el estudio por parte de los estudiantes, b) retroalimentar a
profesores y alumnos acerca de las deficiencias del aprendizaje y sentar las bases para
su superación, y c) cumplir con el requerimiento institucional de servir de base para
otorgar calificaciones justas y representativas del aprendizaje de los estudiantes.
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Según Santos (1999, p. 22) para que la evaluación avance hacia posiciones más
democráticas, es necesario lograr una comprensión de lo que sucede en el proceso de
enseñanza y aprendizaje por medio de un diálogo entre los diversos agentes de la
educación para contribuir a la mejora de la calidad educativa.
Para Pimienta (2008, p. 27), “cuando nos preguntamos ¿para qué evaluar?, la respuesta
es “para contribuir a que los estudiantes mejoren”. … No se trata de evaluar tan sólo para
poner un número o para asentar la calificación que solicita el sistema … Cuando
pensamos en cómo contribuir a la mejora de los procesos que derivan en los resultados,
incidimos en la esencia de la evaluación”.
“La evaluación tiene diferentes propósitos, como obtener información para tomar
decisiones administrativas, información para el alumno sobre su progreso, información
para el profesor sobre su enseñanza, pronóstico sobre el desarrollo de los estudiantes,
motivación al estudio, etc.” (López e Hinojosa, 2016, p. 19).
3. ¿Qué evaluar?
Respecto de los contenidos actitudinales, “… puede decirse que las actitudes son
“tendencias o disposiciones adquiridas y relativamente duraderas a evaluar de un modo
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determinado un objeto, persona, suceso o situación y a actuar en consonancia con dicha
evaluación” (Coll et al, 1992, p. 137, citado por Ló pez e Hinojosa, 2016, p. 24). La
evaluación se realiza en una escala que va de negativa (sentimiento de rechazo o
desaprobación) a positiva (sentimientos de aceptación y aprobación). Las actitudes “son
disposiciones de ánimo para actuar en una forma determinada” y tienen tres
componentes: a) afectivo o emocional, b) cognitivo, relacionado con los conocimientos y
creencias de la persona y c) conductual, que nos permite reconocerlas y observarlas.
Aquí las autoras hacen énfasis en que la evaluación no es sólo una cuestión orientada a
emitir una calificación, sino un proceso de orientación educativa encaminado a
retroalimentar al estudiante en cuanto a determinar las actividades que necesitan
revisión, oportunidad de rectificación, sin dejar de lado el impulso afectivo-motivacional
(Hodson, 1992, citado por Montagut, et al, 2002, p. 191).
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4. ¿Quiénes participan en la evaluación del aprendizaje?
Esta heteroevaluación por parte del profesor hacia el estudiante también puede ser
llevada a cabo en ocasiones por un grupo de profesores, o por procedimientos
establecidos institucionalmente, por ejemplo: los exámenes departamentales, los cuales
son elaborados por los profesores que imparten un mismo módulo en una carrera.
Además, se puede llevar a cabo una coevaluación que es “… la evaluación que realizan
los compañeros sobre otros estudiantes. Se usa para dar al estudiante retroalimentación
adicional sobre un producto o un desempeño, …” (López e Hinojosa, 2016, p. 31, por
ejemplo: el desempeño que tuvo cada estudiante en su equipo de trabajo para la
elaboración de un proyecto, o de todo el grupo de estudiantes, cuando se lleva a cabo
una exposición, ya sea de manera individual o en equipo. Esta evaluación puede no tener
ningún peso en la calificación final o que éste sea mínimo, sin embargo, la
retroalimentación que proporcionen los compañeros puede ser de gran valía para la
mejora del desempeño de los estudiantes.
“Se puede dar el caso de alumnos demasiado críticos para juzgarse, así como alumnos
que se juzgan demasiado positivos, pero a los dos tipos hay que orientarlos hacia la
moderación y la objetividad. La tarea consiste en que aprendan a emitir juicios de valor y
a desarrollar su capacidad crítica. En relación con lo anterior, Blanco Prieto (1990) plantea
la pregunta que los profesores, frecuentemente, se hacen: “¿Están los alumnos
capacitados para autoevaluarse?”. Según el mismo autor, existe el potencial en el
alumno, pero debemos educarlos para esta función. Si nuestra meta es que los alumnos
aprendan a aprender, debemos también enseñarles a autoevaluarse” (López e Hinojosa,
2016, p. 35).
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5. ¿Cuáles son las tendencias actuales en la evaluación del aprendizaje?
Respecto de esta última tendencia, cabe destacar la investigación realizada por Ibáñez
(2001) acerca del contexto interaccional en el aula como una nueva dimensión evaluativa.
En este estudio se analizan las emociones de los estudiantes hacia el proceso de
enseñanza y aprendizaje como se muestra en el cuadro que se presenta a continuación.
Ejemplos:
Las emociones están en la base de todo quehacer humano y constituyen “... un elemento
básico para la estrategia pedagógica del profesor o profesora: alumnos aburridos o
desinteresados sólo pueden actuar en el espacio acotado por sus emociones; alumnos
motivados e interesados actuarán también en el espacio acotado por sus emociones. En
el primer caso las acciones no favorecerán el aprendizaje, en el segundo será lo contrario”
(Ibáñez, 2001, p. 52).
Esta perspectiva abre un panorama de gran interés que debe ser entendido como un reto
para el profesor y su grupo de estudiantes. En este sentido, se percibe como la posibilidad
de conformar un proceso de evaluación que dé cuenta del cumplimiento de los objetivos
de una unidad didáctica, vía el logro de una serie de aprendizajes, pero también la
necesidad de reconocer que los estados de ánimo, las emociones, la historia de vida y
todo lo que en general conforma la personalidad de un sujeto, es fundamental para
alcanzarlos y obtener satisfacción y calidad en su consecución. Dos vertientes que corren
de manera paralela en el espacio escolar y que la evaluación requiere tomar en cuenta:
la cognitiva y la afectiva.
Por último, queremos terminar este capítulo con una reflexión que nos presenta Santos
(1999, p. 22): “Es preciso someter la evaluación a la permanente reflexión de los
profesionales y de los teóricos. Diseñar una investigación evaluativa es un arte, dice
Cronbach (1987), es también una ciencia. Pero, sobre todo, es un reto social y un
compromiso ético. Empeñarse a que las cosas cambien, exige que se centre la mirada
en las aulas y los centros, pero también un poco más allá, más arriba: en la política que
mueve los hilos de la evaluación, con la mirada en el horizonte en una sociedad mejor”.
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Referencias bibliográficas
Benito, A., Cruz, A. (Coords.). (2005). Nuevas claves para la Docencia Universitaria (pp: 87-100).
Madrid: Narcea.
Ibáñez, S.N. (2001). El contexto interaccional en el aula: una nueva dimensión evaluativa.
Estudios Pedagógicos, 27, 43-53.
Montagut, P., Sansón, C., González, M. (2002). Evaluación del aprendizaje en situaciones de
laboratorio. Educación Química, 3, 188-200.
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Para citar este texto (Formato APA)
Bellido, M.E. (2020). Trascendencia de la evaluación del aprendizaje. En: M.E., Bellido
(Ed.), Evaluación del aprendizaje. UNAM FES Zaragoza.
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