El Juego Como Recurso Educativo
El Juego Como Recurso Educativo
El Juego Como Recurso Educativo
edades
A lo largo de la historia, el juego ha estado supeditado a diferentes filosofías y corrientes
pedagógicas, desde la concepción de la escuela tradicional hasta la más innovadora
introducción de la ludomotricidad, haciendo de él una herramienta de gran importancia
didáctica hoy en día por el gran potencial que presenta para el aprendizaje.
Con el juego todas las personas participantes se sienten libres y dueñas de hacer aquello
que espontáneamente desean, a la vez que desarrollan sus cualidades. De hecho, todo el
personal experto del mundo de la infancia coincide en la gran influencia que la actividad
lúdica tiene para el desarrollo equilibrado de las áreas cognitiva, afectiva y social en las
edades tempranas.
En este sentido, y en la medida que sus participantes son más o menos libres de la ejecución
del propio juego, podrían diferenciarse dos clases básicas:
Juegos espontáneos: caracterizados por no tener ningún tipo de reglas fijas, y por
tanto ser muy creativos y libres en su desarrollo.
Juegos dirigidos: donde existe un fin y unas reglas preestablecidas desde el inicio.
Están destinados a un grupo determinado y presentan unos objetivos definidos.
Por otro lado, aunque existen numerosas teorías sobre el juego (Conductista-Wundt,
Evolucionista-Spencer y Hall, Funcionalista-Gross, Psicoanalista-Freud, Cognitiva-Piaget,
SocioHistórica-Vigotsky, Ecológica-Sutton Smith, etc.), y cada una de ellas recoge una
importante aportación, en la actualidad no existe ningún enfoque o teoría que trate al juego
en su globalidad.
Ahora bien, y para el tema que nos ocupa, de todas ellas pueden extraerse una serie de
principios que deben ser tenidos en cuenta desde el punto de vista didáctico para poder
proponer el juego como un recurso educativo:
Igualmente, uno de los grandes valores del juego radica en que constituye una actividad
voluntaria en la que el alumnado desarrolla libremente muchas de sus capacidades
aprendiendo a desarrollar habilidades sociales, vivir nuevas experiencias de forma
individual o conjuntamente con su grupo de iguales, favoreciendo la adquisición del
lenguaje e incrementando su vocabulario al tiempo que facilita la iniciación del diálogo con
aquellos con los que comparte el juego y desarrolla su creatividad e imaginación.
De este modo, podríamos considerar que el juego supone una de las actividades más
relevantes en el proceso de evolutivo de una persona ya que contribuye al desarrollo de las
siguientes dimensiones:
En otro orden de cosas, es importante señalar que los niños y niñas no juegan a lo largo de
su vida siempre de la misma forma. De hecho, y a pesar de que las formas de juego
evolucionan de acuerdo con su edad, no desaparece la forma de juego anterior, sino que se
transforma y se hace más compleja.
En este sentido, las etapas del desarrollo propuestas por J. Piaget constituyen un buen punto
de partida para identificar qué tipo de actividades lúdicas podríamos poner en práctica con
los niños y niñas en sus distintos momentos evolutivos.
De este modo, y desde la infancia hasta la adolescencia, los cuatro períodos que podrían
llegar a establecer la idoneidad de un juego u otro serían los siguientes:
Período Sensoriomotor: tiene lugar hasta los 2 años de edad y está caracterizado
porque el conocimiento del entorno se realiza a través de la experiencia sensorial y
la actividad motriz.
Período Preoperacional: entre los 2 y los 6 años de edad, los niños y niñas piensan
en símbolos y utilizan la representación mental en el lenguaje, por tanto su
aprendizaje está basado en el juego simbólico y la imitación diferida.
Período de las Operaciones Concretas: de 7 a 11 años, se caracteriza en que el
pensamiento está limitado a la realidad física. La interacción social, el pensamiento
lógico y el desarrollo de la imaginación son los aspectos de mayor desarrollo en esta
etapa.
Período de las Operaciones Formales: tiene lugar entre los 11 y 15 años y consiste
en el desarrollo del pensamiento abstracto, lógico (inductivo y deductivo) y los
sentimientos idealistas.
De este modo, y aunque es cierto que principalmente asumimos que el juego es una
actividad siempre presente en la infancia y que nos resulta muy eficaz cuando pretendemos
hacer que el interés del niño o de la niña se despierte, tras la gran variedad de capacidades
que contribuye a desarrollar en los distintos períodos del desarrollo humano, queda patente
que el juego es una herramienta didáctica de la que no podemos prescindir en la escuela por
las grandes posibilidades que ofrece en los procesos de enseñanza-aprendizaje de las
distintas etapas educativas.
Por otro lado, y siguiendo nuestro análisis desde un punto de vista educativo, debemos
considerar que el juego es, en sí mismo, un medio de expresión, un instrumento de
conocimiento, un medio de socialización, un regulador y compensador de la afectividad y
un efectivo instrumento de desarrollo de las estructuras de pensamiento; en resumen, un
medio esencial de organización, desarrollo y afirmación de la personalidad.
En este sentido, y como profesionales de la educación, para emplear el juego como recurso
educativo nuestra labor en las aulas debería estar dirigida a adecuar las clases a los intereses
y necesidades del alumnado promoviendo la participación activa y creadora. De este modo,
los contenidos y las actividades deberán ser amplios y variados ofreciendo la mayor riqueza
de opciones posibles, y promoviendo espacios nuevos y estimulantes que favorezcan el
descubrimiento por parte del alumnado y estimule sus capacidades creativas.
Por ello, y a modo de ejemplo, algunos de los instrumentos que podríamos emplear para
proceder a la evaluación de dichas actividades podrían ser: