Guerra Es Mi Oficio

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Sergio Ángel Vásquez Galicia, "Es guerra mi oficio.

La importancia del belicismo para los


mexicas", en La Conquista, reflexiones desde el siglo XXI. De la realidad vivida a las historias
contadas, Miguel Soto Estrada y María del Carmen León Cázares (coord.), México, UNAM:
Facultad de Filosofía y letras. En prensa. [Manuscrito proporcionado por el autor].

“Es guerra mi oficio”. La importancia del belicismo para los mexicas

Sergio Ángel Vásquez Galicia


FFyL / UNAM

Hace algunas décadas aún se pensaba que los pueblos mesoamericanos del periodo Clásico
(150-900 d.C.) fueron fundamentalmente pacíficos. Sin embargo, hoy existe información
suficiente para afirmar que la guerra se practicó desde los tiempos más remotos de la historia
prehispánica. Las expansiones militaristas fueron fundamentales en la dinámica y
conformación de Mesoamérica, pues, entre otras cosas, propiciaron la integración regional,
y el contacto entre áreas culturales.1
La guerra fue primordial para que los grandes centros políticos establecieran su
hegemonía y, no pocas veces, lograran el control económico de ciertas regiones al imponer
un sistema tributario. El fenómeno fue tan complejo y diverso como lo fue el crisol cultural
mesoamericano. Sus motivos, normas y condiciones de desarrollo fueron variables en el
tiempo y el espacio. Por ello, la comprensión de la práctica militarista demanda la elaboración
de estudios de caso que tomen en cuenta las creencias, ideología, estructura social, sistema
político e intereses económicos de cada pueblo.
Del complejo escenario cultural, lingüístico y étnico que fue Mesoamérica, en este
trabajo me centraré en los mexicas, quienes, en vísperas de la llegada de los castellanos,
habían establecido su dominio mediante la guerra sobre un amplio territorio. A lo largo de
las siguientes páginas revisaré los antecedentes del belicismo en el centro de México, pues
ese fue el escenario al que se integraron los mexicas; abordaré la migración para recalcar la
forma en que este grupo se relacionó con el oficio bélico desde sus orígenes míticos; estudiaré
el contexto político de la Cuenca de México; explicaré la guerra tepaneca, porque fue el
evento fundamental para que los mexicas-tenochcas se encumbraran como el grupo más
relevante de los lagos y para que conformaran, junto con Tetzcoco y Tlacopan, la última
Excan Tlahtoloyan o Triple Alianza; destacaré la relevancia de los méritos militares para la
movilidad social y el acceso a los cargos políticos en el Estado tenochca; y, por último,

1
Véase Ross Hassig, War and Society in Ancient Mesoamerica, cap. I y X; José Lameiras Olvera, El encuentro
de la piedra y el acero, p. 102.

1
explicaré la forma en que la Excan Tlahtoloyan, encabezada por los mexicas, hacía la guerra
e imponía su sistema tributario en las principales áreas de interés económico de
Mesoamérica. La intención es ofrecer una síntesis que permita dimensionar la importancia
del belicismo para el pueblo que en 1521 se enfrentó y sucumbió ante una alianza conformada
por numerosos grupos indígenas y los europeos encabezados por Hernán Cortés.

Antecedentes. La importancia de la guerra en el centro de México


En el ocaso del periodo Clásico Temprano (500-600 d.C.), Teotihuacan, ubicada en el noreste
de la Cuenca de México, se encontraba en su apogeo. Las cifras más aceptadas señalan que
estuvo habitada por entre 125,000 y 200,000 personas, que concentraba al 60% de la
población de la Cuenca y que la ciudad alcanzaba un perímetro de 22 kilómetros.2
Aunque no existe un acuerdo entre los especialistas sobre qué tipo de Estado fue el
teotihuacano y si llegó a la creación de un Imperio,3 sí hay evidencia arqueológica que indica
que sus habitantes sostuvieron relaciones con poblaciones de los actuales estados de
Guerrero, Michoacán, Morelos, Puebla, Veracruz, Oaxaca, Querétaro, Hidalgo y con el Área
Maya. También se sabe que establecieron alianzas políticas con Tikal y Monte Albán, y que
otros centros de poder distantes fueron sus colonias, como Kaminaljuyú, Chingú y
Matacapan. Asimismo, mantuvieron intensas relaciones de intercambio de productos con
sitios de Veracruz y Puebla.4
En la cultura material teotihuacana existe un discurso ideológico que destaca como
detentador del poder a un grupo de especialistas rituales que cumplía con la función de
intermediario entre los hombres y los dioses, y que estuvo ligado al dios de la lluvia-rayo-
trueno.5 Al parecer, el grupo sacerdotal era el encargado de propiciar que las deidades
otorgaran los dones para la subsistencia, por eso son frecuentes las representaciones de sus

2
Linda Manzanilla, “La zona del Altiplano central en el Clásico”, en Linda Manzanilla y Leonardo López
Luján, coords., Historia antigua de México, v. II, pp. 225-226; Alfredo López Austin y Leonardo López Luján,
El pasado indígena de México, p. 107.
3
Ignacio Bernal, “Notas preliminares sobre el posible imperio teotihuacano”, en Estudios de Cultura Náhuatl,
núm. 5, pp. 31-38; Linda Manzanilla, “Organización política en Teotihuacan: lo que los materiales
arqueológicos nos dicen o nos callan”, en María Elena Ruiz Gallut, ed., Ideología y política a través de
materiales, imágenes y símbolos, pp. 3-21; Alfredo López Austin, “Las razones de la guerra”, en Gilles
Bataillon, Gilles Bienvenu y Ambrosio Velasco Gómez, coord., Las teorías de la guerra justa en el siglo XVI
y sus expresiones contemporáneas, p. 25.
4
L. Manzanilla, “La zona del Altiplano central en el Clásico”, en op. cit., v. II, pp. 229-230.
5
Ibidem, v. II, pp. 203, 228 y 232.

2
manos dadivosas que derraman semillas sobre fértiles campos. Sin embargo, la arqueología
también ofrece indicios de que la guerra fue relevante para los teotihuacanos. En la pintura
mural de los recintos de la élite y en la escultura existen representaciones de hombres
ataviados como guerreros (Patio Blanco de Atetelco); de animales con instrumentos bélicos
(aves con escudos de Techinantitla), y de símbolos de la guerra, como el escudo cruzado por
dardos (cerámica “Lechuzas y armas”). Estas representaciones formaron parte de un
“Complejo iconográfico de la guerra”.6
Por otra parte, trabajos arqueológicos recientes realizados en la Pirámide de la Luna,
la Pirámide de la Serpiente Emplumada y el Complejo Plaza de las Columnas dan cuenta de
que los teotihuacanos establecieron alianzas con centros políticos distantes y que practicaron
el sacrificio de cautivos.7 La guerra, pues, fue relevante para Teotihuacan, aunque no
aparezca con profusión y claramente en sus discursos ideológicos.
Para el periodo Epiclásico (600-900 d.C.) también existe evidencia de la importancia
de la guerra en el Altiplano Central.8 Algunos de los principales centros políticos del
momento fueron Tula Chico en la Teotlalpan, Teotenango en el valle de Toluca, Xochicalco
en Morelos, y Cholula y Cacaxtla en el valle de Puebla-Tlaxcala.9 Luego de la caída de
Teotihuacan, estas ciudades se encargaron de la recomposición política y la distribución de
las rutas de intercambio de productos. Mantuvieron una intensa actividad comercial que no
careció de enfrentamientos.10 La ubicación de las ciudades, su arquitectura e iconografía
estuvieron a tono con ese ambiente.
Fue característico de la época que se ocuparan sitios elevados para los
emplazamientos, los cuales les permitían vigilar los principales valles aledaños y les
brindaban seguridad por su inaccesibilidad. En los complejos arquitectónicos fue común
incluir elementos defensivos, como murallas, fosos y guarniciones (Teotenango, Cacaxtla y

6
David Charles Wright Carr, “La iconografía de la guerra en el Altiplano Central”, en Henryk Karol Kocyba y
Yólotl González Torres, coords., Historia comparativa de las religiones, p. 311.
7
Saburo Sugiyama y Leonardo López Luján, Sacrificios de consagración en la Pirámide de la Luna; Saburo
Sugiyama, Human Sacrifice, Militarism, and Rulership; Nawa Sugiyama, Saburo Sugiyama, Verónica Ortega
Cabrera y William L. Fash, sitio web Complejo plaza de las columnas. En línea:
<http://ppcteotihuacan.org/es/referencias/> [Consulta: 22 de mayo, 2021].
8
Leonardo López Luján, “El Epiclásico: el caso del Valle de Morelos”, en op. cit., v. II, p. 261; A. López Austin
y L. López Luján, op. cit., p. 156; Yoko Sugiura Yamamoto, “La zona del Altiplano central en el Epiclásico”,
en op. cit., v. II, p. 347.
9
Y. Sugiura, op. cit., p. 349.
10
Idem; A. López Austin, op. cit., 27.

3
Xochicalco).11 El arte mantuvo entre sus motivos elementos del complejo iconográfico de la
guerra con representaciones de guerreros, armas e insignias, corazones humanos y sangre.12
Un ejemplo destacado es el mural de “La batalla de Cacaxtla”, que, aunque en trabajos
recientes ha sido analizado como la representación del sacrificio del dios del maíz,13 pone al
tanto de que las relaciones entre grupos del centro de México y foráneos no siempre fueron
cordiales.
El periodo Epiclásico coincidió con la contracción de unos 250 km de la frontera norte
mesoamericana y con la migración masiva hacia el sur de grupos mesoamericanos fronterizos
y aridoamericanos.14 Para el Posclásico Temprano (900-1200 d.C.), la presencia de estos
grupos —llamados genéricamente chichimecas— en el centro de México creó inestabilidad
política y, en consecuencia, los enfrentamientos bélicos fueron una respuesta cotidiana a los
conflictos.15
Hacia el 900 d.C. la ciudad de Tula Xicocotitlan era el centro hegemónico del
Altiplano Central.16 Su influencia sobre lugares distantes hizo pensar a algunos estudiosos
que los toltecas sí llegaron a la construcción de un Imperio.17 En la ciudad hay evidencia de
contactos comerciales con los actuales Estado de México, Puebla, Michoacán, Guerrero,
Chiapas, Campeche, Yucatán, Guatemala, Costa Rica y Nicaragua.18
El complejo iconográfico de la guerra tuvo continuidad en Tula y se enriqueció con
la adopción de los elementos llegados con los migrantes fronterizos.19 En la ciudad existe
presencia del muro de cráneos (tzompantli), de la idea del sacrificio humano (felinos y aves
que devoran corazones), del culto a la muerte (coatepantli) y de representaciones de
guerreros (“atlantes”, pilastras y banquetas). Es posible que la actividad bélica fuera un factor

11
Y. Sugiura, op. cit., p. 349; L. López Luján, op. cit., p. 262; A. López Austin, op. cit., p. 27.
12
D. C. Wright, op. cit., pp. 295-297 y 311.
13
María Teresa Uriarte Castañeda y Erik Velásquez García, “El mural de La Batalla de Cacaxtla. Nuevas
aproximaciones”, en Beatriz de la Fuente, coord., La pintura mural prehispánica de México. v. 5. Cacaxtla, t.
1, pp. 677-739.
14
Beatriz Braniff, “Oscilaciones de la frontera septentrional mesoamericana”, en The Archaeology of West
Mexico, pp. 40-50.
15
A. López Austin y L. López Luján, op. cit., p. 176; A. López Austin, op. cit., p. 28.
16
Robert H. Cobean y Alba Guadalupe Mastache, “Tula”, en Leonardo López Luján, Robert H. Cobean y Alba
Guadalupe Mastache, Xochicalco y Tula, p. 159.
17
Wigberto Jiménez Moreno, “Los imperios prehispánicos de Mesoamérica”, en Revista mexicana de estudios
antropológicos, p. 191.
18
R. Cobean y G. Mastache, op. cit., p. 219.
19
Marie-Areti Hers, Los toltecas en tierras chichimecas.

4
importante para la imposición de un sistema tributario, pues el chalca Chimalpain
Cuauhtlehuanitzin (1579-1645 c.) señala que Tula conformó con Culhuacan y Otompan la
primera Excan Tlahtoloyan de la que se tiene noticia en el Altiplano Central.20

La migración mexica y la guerra


En este trabajo no es posible explicar con detalle la migración mexica al centro de México.
Será suficiente con destacar algunos aspectos que ideológicamente los ligaban con la guerra.
Los mexicas formaron parte de las oleadas de pueblos migrantes que llegaron a la Cuenca de
México.21 Las obras de tradición indígena, tanto escritas como pictográficas, ofrecen
múltiples fechas sobre su salida de Aztlan o Chicomóztoc, por lo que sólo se puede afirmar
que fue a inicios del siglo XII.22 Según Cristóbal del Castillo (1540-1604 c.), en Aztlan ya
existía una división entre pillis (grupo en el poder) y macehuales (gente del pueblo). Los
aztlanecas, que en el futuro serían nombrados mexicas, estaban sometidos a los tlahtoque,
“los que gobiernan”, quienes los maltrataban y les obligaban a tributar en exceso.23 A partir
de la Crónica mexicáyotl (finales del siglo XVI) se puede identificar que el primer vínculo
de los mexicas con la guerra se encuentra en los motivos por los cuáles Huitzilopochtli los
sacó de Aztlan. Al respecto, durante la migración el Dios de la Guerra le recordó a sus
teomamaque, “cargadores del dios”: “…por eso vine a salir de allá, por eso fui enviado: es
flecha, es escudo lo que se me dio, es guerra mi oficio”.24 Según esa misma obra,
Huitzilopochtli le manifestó al grupo su misión conjunta de conquistar el mundo conocido:
“Esperaré a las personas de los cuatro rumbos, las encontraré, les daré de beber, les daré de
comer, ya que aquí reuniré a las gentes de todos lados. Y eso no en vano, porque los
conquistaré…”.25 A cambio él y los mexicas obtendrían lo siguiente: “…por eso veré la casa

20
Domingo Francisco de San Antón Muñón Chimalpain Cuauhtlehuanitzin, Memorial breve acerca de la
fundación de la ciudad de Culhuacan, p. 13.
21
Sobre los distintos grupos migrantes véase Federico Navarrete Linares, Los orígenes de los pueblos indígenas
del valle de México: los altépetl y sus historias.
22
Anales de Cuauhtitlan, 1090; Anales de Tlatelolco, 1155; Hystoire du Mechique, 1116; Historia de los
mexicanos por sus pinturas, Códice Boturini, Códice Aubin y Códice Azcatitlan, 1168, y Leyenda de los soles,
1220, en Gabriel Kenrick Kruell, “Identidad, guerra y sacrificio en el cronotopo de la migración mexica”, en
Rafael Flores Hernández, et al., coord., Mesoamérica, una mirada a través del tiempo, p. 92.
23
Cristóbal del Castillo, Historia de la venida de los mexicanos y de otros pueblos e historia de la conquista,
p. 91.
24
Crónica mexicáyotl, p. 113. Según Gabriel Kruell, la Crónica mexicáyotl es un trabajo de intertextualidad en
el que están presentes Hernando Alvarado Tezozómoc, Alonso Franco y Chimalpain Cuauhtlehuanitzin.
25
Ibidem, p. 115.

5
de piedra verde, la casa de oro, la casa de pluma de quetzal, la casa de esmeralda, la casa de
coral, la casa de cristal colorado, la multitud de plumas del pájaro color turquesa, del ave de
cuello rojo, del trogon, todas las plumas preciosas, el cacao multicolor, el algodón
multicolor…”.26 Esto quiere decir que Huitzilopochtli y su pueblo se apoderarían de la
toltecáyotl o “toltequidad”, es decir, de las riquezas que los nahuas del siglo XVI le atribuían
a la ciudad de Tula.27
El segundo momento que vinculó al grupo migrante con la guerra se presentó luego
de pasar por Teoculhuacan. Según la lámina IV del Códice Boturini (principios del siglo
XVI), después de sacrificar a los Mimixcoas, Huitzilopochtli se manifestó en su nahual de
águila para entregar al grupo los instrumentos de su oficio. Les dio el arco, la flecha y la
red.28 La Crónica mexicáyotl señala que en ese momento el Dios de la Guerra les cambió el
nombre: "Ahora su nombre ya no es aztecas, ustedes ya son mexitin".29 Con estas dos
acciones, Huitzilopochtli reforzó la identidad guerrera del grupo.
El tercer momento se presentó en las tres supuestas divisiones que sufrieron los
mexicas durante la migración, primero en Michoacán, luego en Malinalco y finalmente en
Coatepec. Para ejemplificarlo, sólo retomaré la separación de Malinalco. Según la Historia
de las Indias de fray Diego Durán (c. 1537-1588), una vez instalados en Malinalco,
Malinalxóchitl, hermana de Huitzilopochtli, comenzó a hacer conquistas mediante la magia.
Esta acción molestó al dios patrono, así que solicitó al grupo abandonar a su hermana, pues
era perjudicial para la comunidad, ya que no los mandó a “…hechiçar, ni á encantar las
naciones, ní á traellas á su servicio por esta vía, sino por ánimo y valentía del coraçón y
braços, por el qual modo piensa engrandecer su nombre y levantar la nación mexicana hasta
las nubes”.30
Con estos ejemplos se puede afirmar que para los mexicas la actividad bélica fue parte
de una identidad otorgada por designio divino, y aunque muchos de los sucesos sobre la
migración narrados en las crónicas pertenecen al plano de lo mítico, los recursos que

26
Idem.
27
Miguel Pastrana Flores, “Notas acerca de la apropiación del pasado tolteca en el presente mexica”, en Virginia
Guedea, coord., El historiador frente a la historia, pp. 181-194.
28
Tira de la peregrinación (Códice Boturini), lámina IV.
29
Crónica mexicáyotl, p. 107.
30
Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e islas de Tierra Firme, v. 1, “Tratado de Historia”,
cap. XIV, p. 74.

6
emplearon los mexicas para integrarse a la dinámica política de la Cuenca de México
muestran que, en efecto, su potencial bélico fue su carta de presentación.

El contexto político en la Cuenca de México a la llegada de los mexicas


La desaparición de la hegemonía tolteca (1150 d.C.) creó un vacío de poder en la Cuenca de
México y la tensión entre los centros políticos que se lo disputaron aumentó.31 Cuatro de las
ciudades más relevantes del momento fueron: Azcapotzalco (habitada por chichimecas,
otomíes, matlatzincas y mazahuas) en el poniente; Xaltocan (otomíes y mazahuas), que entre
los siglos XIII y XIV logró establecer su dominio en el norte de la Cuenca y parte de la
Teotlalpan;32 Culhuacan (nahuas), donde se establecieron los sobrevivientes de la
destrucción de Tula, en el sur; y Coatlinchan (aculhuaques) en el oriente.33 Al despuntar el
siglo XIII llegaron a la Cuenca los chichimecas de Xólotl, que primero se establecieron en
Tenayuca (Xólotl y Nopaltzin) y a inicios del siglo XIV cambiaron su capital a Tetzcoco
(véase Mapa I).34

Mapa I. Mapa de los principales centros de dominio a la llegada de los


mexicas. Redibujado por Sergio Ángel Vásquez Galicia. Basado en
Nigel Davies, Los mexicas, primeros pasos hacia el imperio, p. 71.

31
Clementina Battcock, Construcciones y significaciones de un hecho histórico, p. 76.
32
Pedro Carrasco Pizana, Los otomíes. Cultura e historia prehispánica de los pueblos mesoamericanos de habla
otomiana, pp. 249-267.
33
Claude Nigel Davies, Los mexicas, primeros pasos hacia el imperio, pp. 24-25.
34
Maribel Aguilar Aguilar, La etapa fundacional de Tetzcoco: origen de una ciudad principal, p.72.

7
Cuando los mexicas entraron a la Cuenca (mediados del siglo XIII) se sumaron a la compleja
dinámica de alianzas por medio de las cuales los centros de poder más relevantes buscaron
la hegemonía. Según el Códice Boturini y el Códice Aubin (c. 1607) los mexicas se
establecieron durante algún tiempo en Chapultepec, pero fueron sometidos por los culhuas.
El grupo fue presentado ante el gobernante Coxcoxtli y confinado a Contitlan.35 A partir de
ese momento entregaron servicio de guerra a los culhuas. Uno de ellos fue la conquista de
Xochimilco. De acuerdo con los códices antes citados,36 Coxcoxtli solicitó a los mexicas que
fueran a la guerra y les pidió, como prueba de su trabajo, que le llevaran un xiquipilli
(“bolsa”) con las orejas de los cautivos. Los mexicas, provistos únicamente con navajas de
obsidiana, vencieron a los xochimilcas y como muestra de su destacado desempeño, optaron
por llevar al gobernante culhua una bolsa con las narices de sus prisioneros.37
A partir de la conquista de Xochimilco la capacidad bélica de los mexicas fue
reconocida por los grupos hegemónicos e incluso considerada peligrosa.38 Por tal motivo, los
culhuas les dieron Tizatlan para habitar; un lugar estratégico para mantenerlos controlados.39
Tiempo después, Huitzilopochtli volvió a recordar al grupo que esa no era la tierra prometida
y le ordenó salir haciendo la guerra.40 Posteriormente, los mexicas se refugiaron en la laguna
y al poco tiempo dieron con la señal que les indicaba el lugar prometido por su dios patrono.
Según la Relación del origen de los indios (c. 1583) de fray Juan de Tovar, los teomamas
encontraron una hermosa águila sobre un tunal y alrededor “mucha cantidad de plumas
verdes, azules, coloradas, amarillas y blancas, de los galanos pájaros con que esa águila se
sustenta”.41 En este relato Huitzilopochtli es el águila y las aves de múltiples colores los
pueblos que los mexicas conquistarían. Fray Juan de Torquemada (1562-1624) señala que
también los tlatelolcas tuvieron su portento fundacional. Se trató de un remolino que se formó
sobre un montón de arena.42

35
Códice Boturini, lámina XIX; Códice Aubin, f. 19r-19v. En línea en:
<https://www.britishmuseum.org/collection/object/E_Am2006-Drg-31219> [Consulta:12 de mayo, 2021].
36
Códice Boturini, lámina XXI; Códice Aubin, f. 20v.
37
Idem. También N. Davies, op. cit., pp. 41-44.
38
N. Davies, op. cit., p. 44.
39
Su intención era que los mataran las serpientes. Crónica mexicáyotl, p. 139.
40
Según la Crónica mexicáyotl, Huitzilopochtli pidió a los mexicas sacrificar a la hija del gobernante aculhua
en turno, Achitómetl, en nombre de Yaocíhuatl. Ibidem, p. 145.
41
Juan de Tovar, Manuscrit Tovar, p. 84.
42
Juan de Torquemada, Monarquía Indiana, v. 1, lib. III, cap. XXIV, pp. 402-203.

8
No existe un acuerdo sobre qué ciudad se fundó primero y en qué fecha lo hizo
Tenochtitlan (primeras décadas del siglo XIV), pues los códices y crónicas ofrecen por lo
menos cinco años diferentes.43 En lo que sí existe consenso es que la doble fundación se
originó por los conflictos entre dos facciones mexicas y que ambas ciudades se establecieron
con la autorización de los tepanecas, pues el islote se encontraba en sus dominios, pero les
convenía su presencia en el lugar para resguardar sus fronteras de las ambiciones
expansionistas de otros centros de poder, como Culhuacan y Tetzcoco.44
Después de fundar las ciudades, los mexicas buscaron la legitimidad política. Las
viejas diferencias entre facciones se volvieron a hacer presentes. Mientras que los tlatelolcas
buscaron una relación favorable con el grupo hegemónico, al tomar como su tlahtoani a un
hijo de Tezozómoc (1371-1426), gobernante de Azcapotzalco, los tenochcas, con la
autorización del gobernante tepaneca,45 optaron por vincularse con el prestigio tolteca de
Culhuacan, al elegir como su primer tlahtoani a Acamapichtli (1372-1391), a quien
posteriormente casaron con Ilancueitl, hija de Achitómetl, gobernante culhua en turno.46
Para este momento, los mexicas tenochcas y tlatelolcas seguían como tributarios de
los tepanecas y participaban de forma intensa en la dinámica política de la Cuenca como
tropas auxiliares de Culhuacan y Azcapotzalco. En 1395 ayudaron a los tepanecas a
conquistar Xaltocan.47 Fray Bernardino de Sahagún (1499-1590) señala que a partir de ese
momento Azcapotzalco, Culhuacan y Coatlinchan se convirtieron en los principales centros
de poder y es posible que funcionaran como una nueva Triple Alianza.48 Además, Tetzcoco
ya se había convertido en el centro político importante en la parte oriental de los lagos y en
un serio rival para los tepanecas, quienes expandían su área de dominio al colocar a los hijos
de Tezozómoc en el gobierno de los pueblos conquistados.49

43
Anales de Cuauhtitlan, 1318; Historia de los mexicanos por sus pinturas, 1324; Anales de Tlatelolco, Histoire
du Mechique y Leyenda de los soles, 1325; Códice Azcatitlan, 1354, y Códice Aubin, 1364, en G. Kruell, op.
cit., p. 92. Tampoco la arqueología y la arqueoastronomía han ofrecido una respuesta satisfactoria.
44
Antonia Ana María Garduño Ortega, Conflictos y alianzas entre tlatelolcas y tenochcas, p 32.
45
Garduño explica que el consentimiento pudo ser una estrategia tepaneca para mantener el apoyo y respeto
tenochca, con la finalidad de evitar conflictos que dificultaran su gobierno. Ibidem, 54.
46
D. Durán, op. cit., v. 1, “Tratado de Historia”, cap. VI, p. 99. También véase Rudolf van Zantwijk, “La
entronización de Acamapichtli y las características de su gobierno”, en Estudios de Cultura Náhuatl, núm. 15,
pp. 17-26.
47
P. Carrasco, op. cit., p. 266.
48
Bernardino de Sahagún citado por P. Carrasco. Ibidem, p. 257; N. Davies, op. cit., p. 24.
49
C. Battcock, op. cit., pp. 76-77.

9
De acuerdo con Durán, aunque Tezozómoc autorizó que Tenochtitlan tomara un
tlahtoani culhua, su trato a los tenochcas durante el gobierno de Acamapichtli fue reservado.
El dominico señala que el tlahtoani tepaneca les impuso excesivos tributos que, según los
tenochcas, sólo pudieron cumplir con la ayuda de Huitzilopochtli.50 La relación política
comenzó a mejorar cuando Huizilíhuitl (1391-1417) llegó al gobierno y logró una alianza
sólida con los tepanecas al tomar como esposa a una hija de Tezozómoc.51 Durán señala que
con el nacimiento de Chimalpopoca, nieto de Tezozómoc, Tenochtitlan consiguió una
reducción tributaria.52 En ese momento la ciudad tenochca ya se percibía como un centro
político poderoso que planeaba estrategias para posicionarse con firmeza en la Cuenca.
Posteriormente, con la elección de Chimalpopoca (1417-1427) como tlahtoani, los
tenochcas lograron un mayor apoyo del gobernante azcapotzalca, evento que generó fracturas
en el grupo tepaneca o provocó que afloraran las existentes.53 Una muestra de ello se presentó
cuando Tezozómoc aceptó entregar a Tenochtitlan el agua del manantial de Chapultepec, así
como los materiales y la mano de obra para canalizarla. Un grupo tepaneca, liderado por su
hijo Máxtlatl, manifestó su desacuerdo con la decisión.54

La guerra contra los tepanecas


Las crónicas de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl (c. 1578-1650) narran que, en su intento por
hacerse de la hegemonía de la Cuenca, los tepanecas comenzaron a conquistar los pueblos de
la provincia del Aculhuacan. Según el historiador tetzcocano, el conflicto escaló de
dimensiones, primero, cuando Tezozómoc le negó reconocimiento a Ixtlilxóchitl Ometochtli
como nuevo chichimecatecuhtli (equivalente a tlahtoani) de Tetzcoco, y luego, cuando
comenzó a dar trato de pueblo conquistado a la capital aculhua, al solicitarle una entrega
excesiva de tributo.55 La guerra entre Tetzcoco y Azcapotzalco terminó con la muerte de

50
A este episodio se le conoce como “los tributos imposibles”. El gobernante tepaneca exigió a los tenochcas
llevar a Azcapotzalco una gran cantidad de productos sobre una chinampa flotante. Entre las legumbres debían
ir un pato y una garza empollando, de tal forma que al llegar a Azcapotzalco las crías rompieran el cascarón.
D. Durán, op. cit., v. 1, “Tratado de Historia”, cap. VI, pp. 101-102.
51
N. Davies, op. cit., p. 75.
52
D. Durán, op. cit., v. I, “Tratado de Historia”, cap. VII, pp. 109-110.
53
C. Battcock, op. cit., p. 83.
54
D. Durán, op. cit., v. I, “Tratado de Historia”, cap. VIII, pp. 114-115; C. Battcock, op. cit., p. 83.
55
Sobre el desconocimiento de Ixtlilxóchitl Ometochtli como chichimecatecuhtli véase Fernando de Alva
Ixtlilxóchitl, Sumaria relación de todas las cosas que han sucedido en esta Nueva España, en Fernando de Alva
Ixtlilxóchitl, Cuatro obras históricas de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, v. 1, pp. 130-132. Sobre los excesivos
tributos véase F. Alva Ixtlilxóchitl, Compendio histórico de los reyes de Tetzcoco, en Ibídem, v. 2, p. 326.

10
Ixtlilxóchitl Ometochtli,56 la persecución de su hijo Nezahualcóyotl (1402-1472)57 y la
usurpación del gobierno del Aculhuacan.
En 1426, el fallecimiento de Tezozómoc complicó la situación para los tepanecas,
pues hizo evidente la lucha de facciones.58 El tlahtoani de Azcapotzalco había dejado en el
gobierno a su hijo Tayauh, pero su hermano Máxtlatl rechazó la decisión y lo asesinó para
usurparle el poder.59 En este contexto, el buen trato hacia los mexicas cambió. De acuerdo
con la tradición histórica aculhua y la tenochca, Máxtlatl también mandó asesinar a
Chimalpopoca y a Tlacateotzin, gobernante de Tlatelolco.60 Es posible que estas ejecuciones
tuvieran su origen en un acuerdo entre los gobernantes mexicas y Tayauh para matar a
Máxtlatl.61 Sin embargo, no se debe descartar la posibilidad de que una facción tenochca
asesinara a su tlahtoani.62
Las pretensiones políticas de los pueblos emergentes de la Cuenca, la disputa entre
facciones al interior de cada grupo, la tensión entre centros políticos generada por el proceso
que llevó a los azcapotzalcas a la hegemonía y los conflictos en la sucesión del gobierno
tepaneca, derivaron en la guerra contra Azcapotzalco.63 Los mexicas eligieron como nuevo
tlahtoani a Itzcóatl (1427-1440) y los tlatelolcas a Cuauhtlatoa (1427-1467): ambos se
prepararon para la guerra. Mientras tanto, Nezahualcóyotl salió de la Cuenca para establecer
alianzas con los pueblos del valle de Puebla-Tlaxcala.64 En 1428, mexicas tenochcas y
tlatelolcas, tetzcocanos y varios pueblos de la Cuenca y el valle de Puebla-Tlaxcala
(tlaxcaltecas, cholultecas y huexotzincas) pactaron una alianza con la que conquistaron a los
tepanecas.65 No entraré en detalles sobre el enfrentamiento bélico, tampoco sobre las

56
Códice Xólotl, Plancha VII.
57
F. Alva Ixtlilxóchitl, Sumaria relación de todas las cosas…, v. 1, Docena relación; Fernando de Alva
Ixtlilxóchitl, Relación sucinta en forma de memorial, en F. Alva Ixtlilxóchitl, Cuatro obras históricas de
Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, v. 2, “Décima relación”; F. Alva Ixtlilxóchitl, Compendio histórico…, v. 2,
“Oncena relación”.
58
C. Battcock, op. cit., p. 105; N. Davies, op. cit., pp. 153-154; Isabel Bueno Bravo, “La guerra tepaneca: un
nuevo orden político”, en Boletín Americanista, núm. 55, p. 29.
59
F. Alva Ixtlilxóchitl, Sumaria relación de todas las cosas…, v. 1, pp. 171-183.
60
Ibidem, v. 1, p. 178. Crónica mexicáyotl, pp. 207-209; D. Durán, op.cit., v. I, “Tratado de Historia”, cap.
VIII, p. 116.
61
I. Bueno, op. cit., p. 29.
62
C. Battcock, op. cit., pp. 85-86.
63
I. Bueno, op. cit., p. 27. C. Battcock ha destacado que en las fuentes el elemento común del estallido de la
guerra contra Azcapotzalco fue el problema sucesorio tepaneca. C. Battcock, op. cit., p. 126.
64
N. Davies, op. cit., p. 168.
65
F. Alva Ixtlilxóchitl, Compendio histórico…, v. 2, p. 345-347.

11
múltiples interpretaciones de la conquista de Azcapotzalco y Coyohuacan, o de la muerte de
Máxtlatl.66 Sólo mencionaré cuatro aspectos que Davies ha destacado como fundamentales
para el triunfo sobre los tepanecas: 1. La ayuda de los pueblos del valle de Puebla-Tlaxcala,
en particular de los huexotzincas; 2. El genio político de Nezahualcóyotl como forjador de
alianzas; 3. La preparación militar de los tenochcas encabezados por Itzcóatl; y 4. La
ineptitud de Máxtlatl para conseguir alianzas.67

Estratificación social y consolidación del tlahtocáyotl tenochca


El dominico Durán señala que en los momentos previos a la guerra contra los tepanecas los
macehualtin (pl. de macehualli) tenochcas se acobardaron y decidieron establecer un pacto
con los pipiltin (pl. de pilli) en el que se comprometían a ser sus tributarios si salían
vencedores.68 El “pacto” en realidad fue parte de un discurso ideológico construido por los
pillis para justificar la radical diferencia social que mantenían con los macehuales. El grupo
pilli, “hijo”, estuvo integrado por tres categorías: el tlazopilli, “pilli precioso”, que pertenecía
al prestigioso linaje de los calpullis originarios de Aztlan; el tecpilli, “pilli del tecpan”,
funcionario de las casas del gobernante, y el cuauhpilli, “pilli rústico”, que había ascendido
al grupo en el poder por méritos en la guerra. Los tres conformaron un reducido sector
privilegiado, detentador de las funciones de gobierno, administración y justicia, así como de
la dirección militar, del trabajo colectivo y del sacerdocio. Sus integrantes eran tributados y
tenían acceso a todos los bienes de prestigio. Por su parte, el grupo macehualli estaba
integrado por la mayoría de la población, se dedicaba al trabajo agrícola, a los oficios,
tributaba, participaba en la ejecución de obras públicas, en la guerra y tenía prohibido el
acceso a los bienes suntuarios. El término que da nombre al grupo ha sido traducido como
“el merecido por penitencia” o “el que merece por penitencia”; sin embargo, recientemente
se ha señalado la posibilidad de que macehualli69 (mai-tli, “mano”; cehua, “descansar”)

66
Para ello remitimos a I. Bueno, op. cit.; C. Battcock, op. cit., pp. 124-161; Clementina Battcock, “Aspectos
simbólicos, representaciones y significaciones de las diferentes muertes de Máxtlatl: una propuesta de análisis”,
en Estudios de Cultura Náhuatl, núm. 40, pp. 215-234.
67
N. Davies, op. cit., pp. 179-180.
68
D. Durán, op. cit., v. 1, “Tratado de Historia”, cap. IX, p. 126.
69
Esta síntesis tiene como base los textos: Alfredo López Austin, La constitución real de México–Tenochtitlan;
Víctor Castillo Farreras, Estructura económica de la sociedad mexica.

12
designara al medio por el que logra lo que desea aquel que descansa (el pilli);70 sentido que
se ajusta con el lugar y funciones del grupo dentro de la sociedad.
Así mismo, la victoria sobre Azcapotzalco fue clave para la consolidación del
tlahtocáyotl tenochca, que puede ser considerado un Estado. Aunque en las crónicas mexicas
hay indicios de la existencia de las figuras de cihuacóatl, “serpiente femenina”; tlacatéccatl,
“el del tlacatecco”, y tlacochcálcatl, “el del tlacochcalco”, en los gobiernos previos a la
guerra tepaneca, Durán y Hernando Alvarado Tezozómoc (c. 1538-1610) muestran que el
tlahtocáyotl tenochca se consolidó cuando Itzcóatl y Tlacaélel conformaron el tlahtocan,
“lugar de gobierno”, o consejo de los cuatro,71 órgano permanente integrado por el
tlacatéccatl, el tlacochcálcatl, el ezhuahuácatl (“el rasgador de sangre”) y el tlillancalqui
(“el de la casa de la negrura”), y encargado de funciones tan relevantes como la participación
en las exequias del tlahtoani, la elección de uno nuevo, la ejecución de los gobernantes
rebeldes, la planeación de la guerra y la expansión militar, la imposición del tributo y
vigilancia del sistema tributario, la resolución de problemas entre pueblos sujetos y la
participación como sacerdotes en ritos relevantes para el Estado. Estos cuatro grandes
funcionarios eran elegibles para el cargo de tlahtoani.72
Después de la guerra tepaneca también fueron nombrados, sin que se tenga claridad
al respecto, una gran cantidad de funcionarios medios que en los momentos oportunos eran
convocados por el tlahtoani y el cihuacóatl para conformar consejos extraordinarios dentro
del tecpan, y que se encargaban no sólo de aconsejar, sino de funciones administrativas y
jurisdiccionales en asuntos de gobierno, hacienda, guerra, justicia, comercio y clero estatal.73
Aunque Durán no lo menciona, seguramente en ese momento también se crearon numerosos
cargos menores, como los calpixque, “los que guardan la casa”, encargados de la recolección
del tributo; los topileque, “que poseen vara”, con funciones de policía; los tequihuaque, “que

70
Víctor Castillo Farreras, Los conceptos nahuas en su formación social, p. 96.
71
D. Durán, op. cit. v. 1, “Tratado de Historia”, cap. XI, pp. 152-153; Hernando Alvarado Tezozómoc, Crónica
mexicana, cap. 17, pp. 225-226.
72
A. López Austin, La constitución…, pp. 94-95; Miguel Pastrana Flores, “Tillancalqui, ‘El señor de la casa
de la negrura’. Acercamiento a un alto dignatario mexica”, en Alonso Guerrero Galván y Luis René Guerrero
Galván, coords., Construcción histórico-jurídica del derecho prehispánico y su transformación ante el derecho
indiano. Virve Piho, “Tlacatecutli, Tlacochtecutli, Tlacatéccatl, Tlacochcálcatl”, en Estudios de Cultura
Náhuatl, núm. 10, pp. 315-328.
73
A. López Austin, La constitución real…, p. 96. El autor también menciona los consejos de ejecutores y líderes
de los cuatro campas en que estaba dividida la ciudad.

13
poseen trabajo o tequio”,74 y un eficiente cuerpo de embajadores y sistema de mensajería
independiente de los consejos.75
A la cabeza del tlahtocáyotl se encontraban el tlahtoani, “el que está hablando o el
que gobierna”, y el cihuacóatl, que, según trabajos recientes, desarrollaban de manera
conjunta funciones internas como: gobernar la ciudad, impartir justicia, procurar el trabajo
de las tierras, administrar el tributo y distribuir los bienes. Y externas como: reforzar las
alianzas con otras unidades políticas, organizar guerras de conquista, imponer condiciones
de rendición, castigar a los transgresores, vigilar la economía de las ciudades sujetas, imponer
el tributo, supervisar su recaudación, resolver conflictos en los pueblos conquistados e
imponer gobernantes afines a los intereses tenochcas.76
Finalmente, un funcionario muy importante del tlahtocáyotl fue el tecuhtli, “señor”.
Se trata de un personaje de origen macehual que por sus logros en la guerra era seleccionado
para desempeñarse como intermediario entre el Estado y los calpultin (pl. de calpulli). Entre
los nahuas, los integrantes de los también llamados “barrios” estaban unidos por lazos de
parentesco, el culto a un dios patrono (calpultéotl), el oficio y el territorio. Estas unidades
básicas de la organización social tenían relativa independencia del tlahtocáyotl, pues poseían
su propio gobierno de tipo gentilicio, que estaba encabezado por el teáchcauh, “hermano
mayor”, que era representante del calpulli ante el Estado; y sus auxiliares, los
calpulhuehuetque o “ancianos del calpulli”, que se encargaban de la administración interna,
pues ellos entregaban a cada familia tierras para habitar y para la producción agrícola,
vigilaban la entrega del tributo, cuidaban del orden interno y daban solución a juicios
menores.77 En Tenochtitlan, cada una de las cuatro parcialidades en las que fueron repartidos

74
Aunque aquí se ofrece la traducción literal de ambos, para comprender su sentido es necesario tomar en
cuenta lo señalado por Castillo Farreras respecto a los nombres derivados en posesivos –e y –hua. Para él,
poseer algo en realidad expresa una condición social. Es decir, no son sólo los que poseen vara o trabajo, sino
aquellos cuya condición social de ser o condición social de existencia están ligadas a la vara (justicia) o trabajo
(vigilar el tequio). Víctor Castillo Farreras, La práctica social en el lenguaje de los nahuas, pp. 51-52.
75
Esta compleja estructura política se replicaba en otros pueblos con gobierno de tlahtoani sujetos a la capital
tenochca, sin embargo, eran dependientes de la autoridad central. A. López Austin, La constitución real…, p.
97.
76
Pablo Hernández Aparicio, El cihuacóatl, su papel y simbolismo en la política mexica, p. 128.
77
A. López Austin, La constitución…, pp. 61 y 130; Alfredo López Austin, “Organización política en el
Altiplano Central de México durante el Posclásico”, en Jesús Monjarás-Ruiz, Rosa Brambila, Emma Pérez-
Rocha, comp., Mesoamérica y el centro de México, pp. 200-207.

14
los calpultin desde la fundación de la ciudad, estuvo administrada por un tecuhtli (véase
Figura I). 78

Figura I. Organización del tlahtocáyotl tenochca. Propuesta original de Alfredo López Austin.
Redibujado con variantes por Sergio Ángel Vásquez Galicia. Basado en Arqueología mexicana
núm. 142. Incluye detalles del Códice mendocino, fs. 64 y 65; Códice Xólotl, plancha 10, y
Códice florentino, libro 8, f. 5r.

En el Centro de México, los tlahtocáyotl poderosos, como el tenochca, podían sujetar a otros
tlahtocáyotl, pero también a unidades políticas menores llamadas tecuhcáyotl, las cuales
estaban gobernadas por un tecuhtli, quien sustentaba su dominio sobre una región en los

78
J. Torquemada, op. cit., v. 4, lib. XIV, cap. VI, p. 332; P. Hernández Aparicio, op. cit., p. 75.

15
nexos étnicos y familiares;79 y a pequeñas comunidades locales con organización de tipo
calpulli.80
La compleja estructura del tlahtocáyotl tenochca fue necesaria para gobernar y
administrar una ciudad que en 1430 conformaría una nueva Excan Tlahtoloyan con Tetzcoco
y Tlacopan, e iniciaría una expansión militar para imponer su sistema tributario en buena
parte de Mesoamérica.

Tlahtocáyotl, educación y guerra


Por lo menos desde 1428, para el tlahtocáyotl tenochca fue un imperativo preparar al sector
masculino de su población para la guerra. Este proceso comenzaba cuatro días después de
que nacía un varón, cuando se realizaba el ritual de asignación de tonalli, que era la fuerza
anímica vinculada con su crecimiento, fortaleza y “fortuna”.81 En el ritual, la partera colocaba
en la mano de la criatura una reproducción en miniatura de un escudo y unas flechas que lo
distinguirían como guerrero,82 como se observa en el folio 57r del Códice mendocino
(mediados del siglo XVI).83 Luego, entregaba a los guerreros el cordón umbilical del recién
nacido, junto con el escudo y las flechas, para que fueran enterrados en el campo de batalla.
De esta manera se relacionó al neonato, y a los pequeños que presenciaban la ceremonia, con
las actividades propias de su género, las cuales posteriormente se reforzaban en el templo-
escuela.84
Durán menciona que después de la derrota tepaneca, Itzcóatl (1427-1440) estableció
en los diversos calpultin de Tenochtitlan “recogimientos y colegios de moços y
muchachos”.85 Varias décadas después, el gobernante de Tetzcoco, Nezahualpilli (1472-
1515), recomendó a Motecuhzoma Xocoyotzin (1502-1520) que no descuidara “[los]

79
A. López Austin, “Organización política...”, p. 233.
80
En algunas regiones, a estas comunidades se les llamaba tlaxilacalli. Véase Benjamin Daniel Johnson,
“Tlaxilacalli y altepetl en el Acolhuacan central, siglos XIV-XVII”, en Estudios de Cultura Náhuatl, núm. 55,
pp. 53-80.
81
Alfredo López Austin, Cuerpo humano e ideología, las concepciones de los antiguos nahuas, v. 1, pp. 233-
236.
82
Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, v. 2, lib. VI, cap. XXXVII, p. 644.
83
Códice mendocino. En línea en: <https://www.codicemendoza.inah.gob.mx/> [Consulta: 24 de mayo, 2021].
84
Así llamó Alfredo López Austin a las instituciones educativas nahuas. Alfredo López Austin, “Introducción”,
en La educación de los antiguos nahuas [antología], v. 1, pp. 9-33, p. 9.
85
D. Durán, op. cit., v. 1, “Tratado de Historia”, cap. XIV, p. 171.

16
colegios y las casas de recogimiento que ay en la ciudad, de donde salen instruidos los moços
para guerras…”.86
Aunque la práctica de crear instituciones educativas debió formar parte de una larga
tradición cultural entre los nahuas y, por lo tanto, no es posible atribuírsela a los mexicas, el
Estado tenochca fue consciente del importante papel que desempeñaba la educación para su
preservación.87 A través de ella, los pipiltin buscaron el control de la población, protegieron
los intereses de su grupo y se aseguraron de dar continuidad a la expansión de sus dominios
al preparar a los jóvenes para la guerra. Con estos intereses en mente, hicieron de la asistencia
a los templos-escuela un asunto obligatorio; primero, mediante la creación de un discurso
ideológico-religioso según el cual la criatura corría el riesgo de morir si no era consagrado,
a los veinte o cuarenta días después de nacida, a la institución educativa. Así lo señala el
Códice florentino (1575-1577): “…los que aman a los niños, dizque para que el niño no
muera pronto lo ofrecen al templo, lo hacen pertenecer al templo”.88 En segundo lugar, al
clasificar la inasistencia al templo-escuela “como cosa de climen lexen magestatis” y motivo
de “penas señaladas”.89

La educación en los templos-escuela y la guerra


La institución en la que recibían educación los pequeños pipiltin se llamaba Calmécac, “en
la hilera de casas”. En Tenochtitlan existieron siete de estos recintos que se ubicaban en los
calpultin de tlazopipiltin.90 Además, en la Cuenca de México los tenochcas tenían el control

86
Ibidem, v. 1, “Tratado de Historia”, cap. XXVI, p 462.
87
Juan José Batalla Rosado, “La importancia del cuicacalli en el sistema educativo del imperio mexica”, en
Manuel Casado Arboniés y Pedro Manuel Alonso Marañón, coords., Historia de la educación en América, p.
27.
88
Códice florentino (CF), lib. VI, cap. 39, trad. de Alfredo López Austin, en Educación mexica. Antología de
documentos sahaguntinos, p. 57.
89
D. Durán, op. cit., v. 2, “Tratado de los ritos y ceremonias”, cap. XXI, p. 195.
90
Esto se deduce de la información del CF sobre los recintos de la plaza central de Tenochtitlan: El Tlillan
Calmécac, de la diosa Cihuacóatl (12); 2. El Mexico Calmécac, dedicado a Tláloc (13); 3. El Huiznáhuac
Calmécac (24); 4. El Tetlanman Calmécac (27); 5. El Tlamatzinco Calmécac, de los tlamatzincas (35); 6. El
Yopico Calmécac, del dios Xipe Tótec (54); y 7. El Tzonmolco Calmécac, consagrado a Xiuhtecuhtli (61). El
número entre paréntesis corresponde al asignado por Sahagún. Véase Alfredo López Austin, “El Templo Mayor
de México Tenochtitlan según los informantes indígenas”, en Estudios de Cultura Náhuatl, núm. 5, pp. 81-95.
También Rudolf van Zantwijk, “Los seis barrios sirvientes de Huitzilopochtli”, en Estudios de Cultura Náhuatl,
núm. 6, pp. 177-185.

17
sobre los templos-escuela de sus pueblos sujetos,91 los cuales eran vigilados por los
funcionarios Huitznáhuac Teohuatzin, Tepan Teohuatzin y Mexica Teohuatzin.92
El dios patrono de los Calmécac fue Quetzalcóatl, por ser el creador de los
conocimientos y del sacerdocio.93 En esta institución, la reclusión de los niños era de tiempo
completo y la vida era muy austera y estricta. Esto se debía a que se ponía énfasis en la
formación de los sacerdotes del Estado, como lo señalan Sahagún y sus informantes: “Todos
los pipiltin se hacen tlamacazque, porque en el lugar de enseñanza, en el calmécac, la gente
es corregida, la gente es enseñada, era el lugar de vida casta…”.94
Los varones pipiltin se educaban en el Calmécac entre los cinco y quince años. No
entraré en detalles sobre la preparación que recibían para asumir las principales funciones
rituales, de gobierno y administrativas de la ciudad. Me centraré únicamente en su
preparación para la guerra. Los Discursos en mexicano (principios del siglo XVII) señalan
que a los jóvenes de la élite “…les enseñaban a algunos cómo deben luchar o cazar, cómo
deben utilizar la cerbatana o cómo tirar con piedras / Y se volvieron expertos manejando el
escudo, la macana y la flecha, la lanza que se tira con el átlatl”.95 Aunque la obra se refiere
a los tetzcocanos, se puede imaginar que lo mismo sucedía con los mexicas, pues Sahagún
señala que los jóvenes del Calmécac se entendía que estaban “en los oficios militares, [y] que
tiene[n] poder para matar y derramar sangre”.96 Los conocimientos en el uso de armas y
técnicas de combate se perfeccionarían en la práctica directa en el campo de batalla.
La institución educativa para los macehuales tenía por nombre Telpochcalli, “casa de
jóvenes”, o Telpochpan, “lugar de jóvenes”.97 Francisco Hernández (1517-1578) señala que
por cada calpulli tenochca había “cinco casas del Telpochcalli”,98 mientras Sahagún indica
entre diez y quince.99 Seguramente la cantidad dependía del tamaño del calpulli. El

91
Cf. J. J. Batalla, op. cit., p. 28.
92
CF, lib. II, apendiz, fs. 127v-128r. En línea en <https://www.wdl.org/en/item/10096/view/1/1/> [Consulta:19
de diciembre, 2020].
93
B. Sahagún, op. cit., v. 2, lib. X, cap. XXIX, pp. 951-954.
94
Códice Matritense del Real Palacio (CMRP) y CF, lib. 3, Ap. 7, trad. de A. López Austin, Educación mexica,
p. 39.
95
Los Discursos en mexicano señalan que los jóvenes de la élite eran educados en el Tlacatecco bajo la estricta
vigilancia del cihuacóatl y el Quetzalcóatl Tlamacazqui. Discursos en mexicano, pp. 75 y 77.
96
Sahagún citado por J. Lameiras, op. cit., p. 81.
97
CMRP y CF, lib. III, ap. 4, en Educación mexica, pp. 21 y 35.
98
Francisco Hernández, Antigüedades de la Nueva España, en Francisco Hernández, Obras completas, t. 6, lib.
I, cap. IV, p. 58.
99
B. Sahagún, op. cit. v. 1, lib. III, cap. V, p. 334.

18
Telpochcalli estuvo consagrado a Telpochtli,100 una advocación joven de Tezcatlipoca,
porque “expresa[ba] la idea de vigor y eterna juventud”.101 No obstante, por la educación
militar que recibían los jóvenes también estuvo dedicado a Yáotl, cuyo nombre significa “el
enemigo” y corresponde “al aspecto guerrero de Tezcatlipoca”.102
Los textos sahaguntinos enfatizan que, entre los cinco y quince años, los jóvenes
macehuales se preparaban para el combate en el Telpochcalli. Así, cuando los padres dejaban
a sus hijos en manos de los maestros telpochtlahtoque, “los que gobiernan a los jóvenes”, les
decían: “Bajo el poder de ustedes, bajo su protección los ponemos[…] porque ustedes
educan, porque ustedes hacen águilas, ustedes hacen ocelotes…”.103 Hacer águilas y ocelotes
se refiere a formar guerreros. Durán sintetiza que los telpopochtin, “jóvenes”, aprendían “a
tirar una flecha a puntería, a tirar una fisga o baras tostadas con amientos, a mandar bien una
rodela y espada”.104 Pero, además del arco (tlahuitolli), la flecha (mitl) y el carcaj (micómitl),
el átlatl (lanza dardos), el chimalli (escudo) y el macáhuitl (macana), los jóvenes, tanto del
Calmécac como del Telpochcalli, eran instruidos en el manejo del tlacochtli y el tlazontectli,
que eran dardos que se arrojaban con la mano; el minacachalli, dardo empleado para la
cacería y la batalla; el temálatl u honda; el teputzopilli, lanza para el combate cuerpo a cuerpo,
y el quauholilli o mazo de madera. Este arsenal fue producto de una larga experiencia socio-
cultural,105 que les permitía participar con eficacia en el combate a larga y corta distancia.106
Por su parte, en sus Huehuetlahtolli (1599), fray Juan Bautista puso énfasis en que el
canto y el baile también funcionaron para instruir a pillis y macehuales en la guerra: “que
otra cosa son los bayles[…] sino vna doctrina militar, en que se exercitauan para sus
guerras[…] Porque todos aquellos bayles, en los quales, todos igualmente alçan el braço,
todos igualmente flechan el arco, todos ygualmente hacen su vuelta, todos ygualmente paran,

100
CMRP y CF, lib. III, ap. 4, trad. de López Austin, en Educación mexica, p. 23.
101
Guilhem Olivier, Tezcatlipoca. Burlas y metamorfosis de un dios Azteca, p. 59. En un análisis etimológico
profundo telpochtli quiere decir “el del promontorio oscurecido” y el vocablo expresa “el signo ostensible de
la pubertad”. Véase A. López Austin, Cuerpo humano e ideología, v. 1, p. 326.
102
G. Olivier, op. cit., p. 59.
103
CMRP y CF, lib. III, ap. 4, trad. de A. López Austin, en Educación mexica, p. 23.
104
D. Durán, op. cit., v. 2, “Tratado de los ritos y ceremonias”, cap. V, p. 58.
105
J. Lameiras, op. cit., p. 18.
106
Para una descripción amplia de las armas arrojadizas, de choque y defensivas, así como de los sistemas de
combate a larga y corta distancia véase Ibidem, pp. 18-36; I. Bravo, op. cit., pp. 87-92; Marco Antonio Cervera
Obregón, El armamento entre los mexicas, pp. 65-74 y 130-147; Ross Hassig, Aztec Warfare, pp. 75-94.

19
todos ygualmente vuelven atrás[…], no es otra cosa sino ensayarse en el modo que han de
tener en el pelear con gran concierto y seguir el dictamen del atambor…”.107
Por último, no es posible afirmar que en el Telpochcalli o en el Calmécac se instruyera
en el combate naval, sin embargo, no se debe descartar la posibilidad, pues Durán señala que
en los años previos a la guerra tepaneca los mexicas “empavesaban sus barcas y canoas y se
ejercitaban en cosas de la guerra por agua”,108 y Torquemada lo confirma al apuntar: “…los
mexicanos no sólo se ejercitaban en hacer barcos para discurrir por toda la laguna llevando
muy adelante las pescas y cazas[…], también empavesaban sus barcos y canoas,
ejercitándose en las cosas de la guerra por el agua…”.109

Guerra, movilidad social y ascenso político


A pesar de la radical diferencia entre pillis y macehuales, entre los mexicas existió la
posibilidad de movilidad social. La gente del pueblo podía ser incorporada al grupo
privilegiado si demostraba facultades para el sacerdocio o se destacaba en la guerra.110 Y los
pipiltin podían descender a la condición de macehuales si manifestaban cobardía en
momentos importantes, como sucedió con el tlacochcálcatl tenochca, Teuctlahuacatzin, en
los instantes previos a la guerra contra Azcapotzalco.111 Por sus logros militares los
macehualtin se incorporaban al grupo en el poder como cuauhpipiltin, “pillis rústicos”,
mientras que los tlazopipiltin podían escalar hasta los puestos más destacados del
tlahtocáyotl.112
La información respecto al ascenso en la jerarquía militar y política es ambigua, en
ocasiones contradictoria y presenta múltiples silencios, por lo que reconstruir el camino que
seguía un guerrero en su ascenso político es complejo y escapa a los alcances de este trabajo.

107
Juan Bautista, Huehuetlahtolli, que contiene las pláticas que los padres y madres hicieron á sus hijos y á
sus hijas, y los señores á sus vasallos, todas llenas de doctrina moral y política, f. 1r-1v. En línea en:
<https://archive.org/details/huehuetlahtolliq00juan/page/n5/mode/2up> [Consulta:17 de diciembre, 2020].
108
D. Durán citado por J. Lameiras, op. cit., p. 39.
109
J. Torquemada, op. cit., v. 1, lib. II, cap. XVII, p. 151. Véase el análisis de Isabel Bueno Bravo,
Mesoamérica: territorio en guerra, pp. 25-34. En línea en:
<https://www.centrolombardo.edu.mx/mesoamerica-territorio-en-guerra/> [Consulta: 16 de mayo, 2021];
Marco Antonio Cervera Obregón, Guerreros Azteca, [La guerra naval].
110
D. Durán, op. cit., v. 2, “Tratado de los ritos y ceremonias”, cap. V, p. 59.
111
Anales de Cuauhtitlan, en Códice Chimalpopoca, p. 38.
112
Según Cervera Obregón, se requería de “una cantidad considerable de prisioneros por cada guerrero para
poder acceder a dicha escala social”. M. Cervera, El armamento…, p. 124.

20
Así, sólo sintetizaré algunos ejemplos de los rangos militares, premios, distintivos y cargos
en el tlahtocáyotl a los que un guerrero podía acceder.
A los trece años, mientras eran instruidos en el uso de armas dentro del Telpochcalli,
los jóvenes macehuales comenzaban a ejecutar algunas pruebas para saber si estaban listos
para ir al campo de batalla. Primero se les asignaban actividades físicas, como llevar troncos
de madera para los fogones de los templos. Si a los quince años podían llevar con facilidad
tres troncos “…esto era señal de que ya se hablaría de guerra”.113 Los padres solicitaban a
los telpochtlahtoque que los llevaran a la batalla. En el discurso se decía: “Quizá realizará
algo, […] Quizá de alguna manera podrá [el joven] llegar, tal vez algo encontrará con sus
pies, tal vez se atreverá”.114 La oración “algo encontrará con sus pies” se refiere a la
posibilidad de hacer méritos militares.115 Algo similar sucedía con los pipiltin, sólo que a los
quince años, cuando eran puestos en manos de los tequihuaque, quienes “…enseguida los
llevan a la guerra[…] Y le enseñan bien cómo se coloca el escudo, cómo se combate, cómo
se detienen las flechas con el escudo”.116
Aunque existieron diferencias entre los rangos militares y cargos a los que podían
acceder pillis y macehuales, en muchas ocasiones los datos son coincidentes. Por ello, sólo
destacaré las generalidades del proceso que pudieron compartir ambos grupos. La primera
vez que los jóvenes asistían a la guerra sólo iban a “cargar escudos”.117 Posteriormente, como
aún eran pequeños, se les permitía hacer su primer cautivo (mali) de forma grupal. Cuando
lo lograban, el tlahtoani les daba el título de tiáchcauh, “el mayor” o “el que precede”, rango
que los distinguía como maestros y jueces de los jóvenes del Telpochcalli.118 Como
distintivos visuales, se les cortaba el mechón llamado cuexpalli, que desde los diez años les
crecía en la parte posterior de la cabeza,119 y se les permitía usar el peinado llamado
tzotzocolli, “el cántaro”, que incluía un adorno de plumas que caía sobre la oreja derecha.120
Además, según el folio 64r del Códice Mendocino, recibían una manta de algodón con diseño

113
Códice Matritense de la Real Academia de Historia (CMRAH), trad. de A. López Austin, en Educación
mexica, p. 121.
114
CMRAH, trad. de A. López Austin, en Educación mexica, p. 123.
115
Educación mexica, p. 123, nota 13.
116
CMRAH y CF, lib. VIII, cap. 20, trad. de A. López Austin, en Educación mexica, p. 87.
117
CMRP y CF, lib. III, ap. 5, en Educación mexica, p. 29.
118
Educación mexica, p. 262 [glosario].
119
B. Sahagún, op. cit., t. II, lib. VIII, cap. XXI, p. 781.
120
CMRAH y CF, lib. VIII, cap. 21, trad. de A. López Austin, en Educación mexica, pp. 105-111.

21
de flores. El cargo como maestro de jóvenes y los atavíos servían para distinguir a los
guerreros del resto de la población.121
La práctica cultural de hacer cautivos de guerra era muy importante para los mexicas,
quienes la consideraban como una cacería humana.122 Así, cuando los muchachos por
primera vez conseguían un cautivo sin ayuda, les daban el nombre de telpochyanqui tlamani,
“joven ido [a la guerra], cautivador”, y el tlahtoani les entregaba “…la [manta] rayada del
orla morada oscura, y [la manta del] colgajo de alacrán y un máxtlatl de color de tuna [roja],
largo, y una máxtlatl de cuatrocientos colores”.123
La información se vuelve a complicar cuando los telpochyanqui tlamani hacían dos
cautivos, pues se repite que recibían el cargo de tiáchcauh y que eran comisionados, no sólo
para educar a los telpopochtin, sino para vigilar el canto y el baile en el Cuicacalli, “la casa
del canto”.124 Además, recibían la manta colorada y el traje tlapalcuextécatl, o “huasteco
rojo” (Códice mendocino, folio 64r). Luego, cuando los guerreros lograban tres mamaltin
(“cautivos”), recibían una manta adornada con caracoles, un ichcahuipilli, “huipil de
algodón”, y una insignia de mariposa (Códice mendocino, folio 64r). Al lograr su cuarto
cautivo se les cortaba el cabello y se les daba la dignidad de tequihua, con la que adquirían
el derecho de reunirse en el Cuauhcalli, “casa de las águilas”, con los altos funcionarios
militares: el tiacáhuan, el tlacochcálcatl, el tlacatéccatl, el ticocihuácatl (con función de
ejecutor), el tocuiltécatl, “el de Tocuillan”, y el atempanécatl, “el de Atempan”, para discutir
asuntos de guerra.125 El folio 64r del Códice mendocino añade que se les entregaba una manta
en color negro y amarillo, un traje de océlotl y un tocado de plumas verdes.
Cuando los guerreros hacían entre cinco y diez cautivos huastecos o mixtecos, les
daban el nombre de yaotequihua, “el tequihua de guerra”, pero si los mamaltin eran de
Atlixco o Huexotzinco, entonces “destaca[n] mucho,” y recibían el nombre de huey tiácauh,
“el gran tiácauh” o de cuauhyácatl, “dirigente de las águilas”, y se decía que “causa[ban]

121
A este mismo joven, cuando llegaba a “la madurez temprana, si ya estaba bien enseñado”, le daban el cargo
de telpochtlato (“el que manda a los jóvenes”). Él estaba por encima del tiáchcauh, sin embargo, las funciones
eran similares: “los dirige; habla por todos los jóvenes”, “él los juzga. Los juzga; los sentencia; hace justicia”.
CMRP y CF, lib. III, ap. 5, trad. de A. López Austin, en Educación mexica, p. 29.
122
Guilhem Olivier, Cacería, sacrificio y poder en Mesoamérica. p. 206.
123
CMRAH y CF, lib. VIII, cap. 21, trad. A. de López Austin, en Educación mexica, pp. 105-111.
124
CMRAH y CF, lib. VIII, cap. 21, trad. de A. López Austin, en Educación mexica, p. 111. Cervera también
ha llamado la atención sobre este problema al hablar de la cadena de mando entre los mexicas. M. A. Cervera,
Guerreros Azteca, [La problemática del sistema de mando y el número de efectivos].
125
Todos estos rangos en CMRAH y CF, trad. de A. López Austin, en Educación mexica, p. 113.

22
temor”.126 De los huey tiácauh, el tlahtoani podía escoger a sus tlacochcálcatl y
tlacatéccatl127 para integrar el consejo de cuatro junto con el ezhuahuácatl y el tlillancalqui,
pero eso dependía de que fueran tlazopipiltin (véase Figura II).128

Figura II. Número de cautivos, distintivos y rangos militares entre los mexicas. Composición con fines
didácticos de Sergio Ángel Vásquez Galicia. Detalles del folio 64r del Códice mendocino.

Como se podrá notar, la estructura del poder era compleja y para llegar a lo más alto era
necesario pertenecer al grupo pilli por linaje129 y convertirse progresivamente en un
destacado guerrero a través de la captura de enemigos.130 Por ello, en los textos nahuas está
presente la idea de que para adquirir los cargos más relevantes se tenía que ascender en la
estructura política “como si fuera una escalinata” (in iuhquima tlamamatatl).131

126
Idem.
127
CMRAH y CF, lib. VIII, cap. 21, trad. de A. López Austin, en Educación mexica, p. 119.
128
Los datos de Sahagún y sus informantes son poco claros, pues señalan que los estudiantes del Telpochcalli
también podían alcanzar el cargo de tlacatéccatl o tlacochcálcatl, pero no así el de tlacatecuhtli, “los que
mandan a los tlacatéccatl” y el de tlacochtecuhtli, “el que manda a los tlacochcalca”. CMRP y CF, lib. III, ap.
6, trad. de A. López Austin, en Educación mexica, p. 35.
129
Según Cervera, en escasas ocasiones los macehuales podían alcanzar rangos destacados, sin embargo, no
aclara en qué momentos. Cf. M. A. Cervera, El armamento…, p. 126
130
Sobre esta posición de subordinación de los guerreros macehuales a los pillis véase CMRP y CF, lib. III, ap.
4, trad. de A. López Austin, en Educación mexica, p. 25.
131
CMRAH y CF, lib. VIII, cap. 21, en Educación mexica, p. 104. La traducción es mía.

23
La Excan Tlatoloyan y sus funciones
En los primeros apartados de este trabajo se destacó que en el Altiplano Central las alianzas
políticas fueron fundamentales para la búsqueda de la hegemonía, para la estabilidad política
y para la imposición, mediante la guerra, de un sistema tributario. La alianza se puede definir
como una institución que implicaba un pacto entre dos o más ciudades-estado para satisfacer
intereses y necesidades comunes.132
También se enfatizó que las triples alianzas del centro de México fueron producto de
una larga tradición cultural que se remonta a la época tolteca. El nombre náhuatl de la Tripe
Alianza fue Excan Tlahtoloyan, “el lugar de gobierno de triple sede”,133 y los tlahtocáyotl
que la conformaban eran reconocidos como huey tlahtocáyotl, “gran tlahtocáyotl”. Herrera
Meza, López Austin y Martínez Baracs han sintetizado las funciones de la coalición que
integró Tenochtitlan, Tetzcoco y Tlacopan. A continuación, enunciaré cinco de ellas ligadas
con la guerra, el control político y el tributo: 1. Fue una alianza militar con fines
hegemónicos. Su acuerdo fue imponer un nuevo orden entre los centros políticos de la
Cuenca y ejercer un dominio expansivo que garantizara su permanencia en el poder al
controlar las rutas de intercambio de bienes a larga distancia y centralizar el tributo; 2. Tuvo
bajo su cargo la distribución de tributarios y tributos. El reparto fue asimétrico. La ciudad
que recibió mayores beneficios fue Tenochtitlan, luego Tetzcoco y finalmente Tlacopan; 3.
Fue indispensable en el reconocimiento de los aliados. Cuando el tlahtoani de uno de los tres
huey tlahtocáyotl moría, la elección del sucesor requería del refrendo de los otros dos; 4.
Encabezó el ordenamiento político regional. La Cuenca estuvo integrada por centros de
diversas dimensiones y etnias vinculadas entre sí por alianzas inestables. La Excan
Tlahtoloyan “segmentaba el territorio por fidelidades bien definidas” para mantener la
armonía; 5. Tuvo poder judicial sobre el territorio dominado. Cada ochenta días los tres
tlahtoque formaban un tribunal que atendía conflictos que afectaban a dos o más de los huey

132
Para fines prácticos, se ha construido esta definición a partir de las propuestas de Hassig y Battcock. Véanse
R. Hassig, Aztec Warfare, p. 23; C. Battcock, Construcciones y significaciones…, p. 55.
133
María del Carmen Herrera Meza, Alfredo López Austin y Rodrigo Martínez Baracs, “El nombre náhuatl de
la Triple Alianza”, en Estudios de Cultura Náhuatl, núm. 46, pp. 7-35, p. 30. Los autores explican otras formas
de referirla, como: étetl tzontecómatl, “las tres cabeceras”, excan tzontecómatl tlahtoloyan, “lugar de gobierno
de las tres capitales” o excanpa ye teuctlahtolo ye tlahtocatlahtolo, “ya hay tres sedes de gobierno de señores,
gobiernos de tlahtoque”.

24
tlahtocáyotl. Los casos difíciles eran juzgados en Tetzcoco, mientras que los tenochcas daban
solución a los asuntos de guerra.134

Declaración de guerra y preparativos bélicos


Además de los aspectos ideológicos, sociales y políticos, la guerra entre los mexicas tuvo un
trasfondo económico. El control de los corredores de intercambio de productos y la obtención
de bienes por medio de la imposición de tributo a los pueblos vencidos fueron los objetivos
fundamentales de las conquistas de la Excan Tlahtoloyan.135 En las campañas de guerra
podían participar los tres huey tlahtocáyotl integrantes de la alianza, aunque siempre bajo el
liderazgo de Tenochtitlan; sin embargo, lo más frecuente fue que cada entidad política
realizara sus propias conquistas a partir de una división pactada de las zonas de expansión,
la cual tuvo una relativa concordancia con la posición geográfica ocupada en la Cuenca.136
En esta parte del proceso eran fundamentales los servicios prestados por los pochteca,
grupo especializado en el intercambio de productos a larga distancia, en particular los
llamados nahualoztomeca, “oztomecas disfrazados”, que tenían la peculiaridad de adoptar la
vestimenta y lengua local para infiltrarse como espías en los pueblos de interés para la Excan
Tlahtoloyan, y obtener información sobre los productos de la región y las características
geográficas y defensivas del pueblo. Cuando el grupo regresaba a la Cuenca de México de
inmediato llevaba la información al tlahtoani y jefes militares para planear las conquistas.137
La Excan Tlahtoloyan tenía normas para realizar las guerras de conquista.138 Es
posible que éstas no se cumplieran en todos los casos, pero los integrantes de la alianza
procuraban que así fuera. El detonante debía ser una “causa justa”. La principal era el
asesinato de los pochtecas, y en ocasiones el de los embajadores, como lo señala fray Toribio
de Benavente, Motolinía, “el afligido” (1482-1569), y fue representado en el folio 66r del
Códice mendocino y en la lámina 50 del “Tratado de Historia” de la Historia de las Indias

134
Ibidem, pp. 22-24.
135
Sobre la importancia económica de la expansión militar véase Isabel Bueno Bravo, “Objetivos económicos
y estrategia militar en el imperio azteca”, en Estudios de Cultura Náhuatl¸ núm. 44, pp. 135-163.
136
Véase Pedro Carrasco, Estructura político-territorial del Imperio tenochca, pp. 43-69.
137
B. Sahagún, op. cit., v.2, lib. 10 cap. V, pp. 808-811.
138
Jerome Offner, Law and Politics in Azteca Texcoco, pp. 71-75; Justyna Olko, “Los mensajeros reales y las
negociaciones de paz. El concepto de guerra justa entre los aztecas”, en Revista Española de Antropología
Americana, vol. 34, pp. 125-148. A quedado fuera la discusión sobre las guerras floridas, pues no fueron
relevantes en el proceso llamado la Conquista de México.

25
de Durán.139 Entonces, los integrantes de la Excan Tlahtoloyan enviaban embajadores-
intérpretes,140 que recibían el nombre de achcacauhtin (pl. de achcauhtli, “el principal”) y
cuacuauhnochtin (pl. de cuauhnochtli, “tuna de águila”),141 para negociar las condiciones del
sometimiento bajo la amenaza de estallar un conflicto armado.
La declaratoria estaba integrada por un “complejo sistema de triple advertencia”.142
Según la lámina III del Mapa Quinatzin (mediados del siglo XVI) y lo descrito por Alva
Ixtlilxóchitl, la primera la daban los embajadores de Tenochtitlan y estaba dirigida al
gobernante y los sabios ancianos del pueblo adversario.143 En ella se llamaba a la reparación
del daño,144 al tiempo que se entregaba un “regalo” compuesto por un conjunto de armas
“para que estuviesen apercibidos y no dijesen que los tomaban a traición”.145 Es decir, parte
de las reglas de la “guerra justa” entre los nahuas era no atacar por sorpresa. Además, el
obsequio de armas funcionaba como un igualamiento simbólico de condiciones con el
enemigo.146
Si no se aceptaba la rendición, a los veinte días llegaban los embajadores de Tetzcoco
con la segunda advertencia, que ahora estaba dirigida al gobernante y sus familiares, y era
acompañada de otras acciones simbólicas, como “ungir” al gobernante con tízatl y colocarle
un tocado de plumas llamado tecpílotl, que simbolizaban su próxima muerte en ofrenda a los
dioses, pues la expresión “la tiza, las plumas” se refería al sacrificio humano.147 Asimismo,
al gobernante se le entregaban armas “para esforzarle a que pudiese resistir la furia del
ejército de las tres cabezas del imperio”.148
Finalmente, veinte días después llegaban los embajadores de Tlacopan con la tercera
advertencia. El mensaje estaba dirigido a los guerreros, a quienes les prometían el castigo
exclusivo de su gobernante si aceptaban la rendición. De lo contrario, les entregaban armas

139
Toribio Motolinía, El libro perdido, cuarta parte, cap. XIV, p. 574. Alonso de Zorita y Gerónimo de Mendieta
siguen puntualmente esta información.
140
Gerónimo de Mendieta, Historia eclesiástica indiana, v. I, lib. segundo, cap. XXVI, p. 248.
141
F. Alva Ixtlilxóchitl, Historia de la nación chichimeca, citado por J. Olko, op. cit., p. 135.
142
J. Olko, op. cit., p. 135.
143
J. Olko, a partir de la opinión de Juan José Batalla Rosado, destaca que la lectura que Alva Ixtlilxóchitl hizo
del detalle de la lámina III del Mapa Quinatzin pudo haber invertido el orden original. Es decir, primero se
enviaban los embajadores de Tlacopan, luego los tezcocanos y finalmente los tenochcas. Idem.
144
Ibidem, p. 134.
145
T. Motolinía, op. cit., cuarta parte, cap. XIV, p. 574.
146
J. Olko, op. cit., p. 136.
147
Ibidem, pp. 137-138; J. Offner, op. cit., p. 75.
148
F. Alva Ixtlilxóchitl, Historia de la nación chichimeca, citado por J. Olko, op. cit., p. 135.

26
y les advertían de la próxima llegada de los guerreros de la Excan Tlahtoloyan para
castigarlos.149 Este sistema de advertencia indica que la prioridad de la alianza tripartita era
buscar el sometimiento pacífico de los pueblos para evitar muertes y “ganar tributarios sin
gastos o a un costo muy bajo” (véase Figura III).150

Figura III. Sistema de triple advertencia. Detalle de la


lámina III del Mapa Quinatzin. Diseño a partir del dibujo de
Robert Barlow. Robert Barlow, “Una nueva lámina del
Mapa Quinatzin”, en Obras de Robert Barlow, v. 5, p. 266.

Los pormenores del combate también eran negociados. Primero se acordaba lugar y fecha.
Por lo general se seleccionaba un punto intermedio, o cercano al pueblo instado a la guerra,
al que se le denominaba yaotlalli, “tierra del enemigo”,151 y se evitaba entorpecer las
temporadas de trabajo en el campo. Mientras esperaban el cumplimiento del plazo, los
involucrados tenían tiempo de terminar las labores agrícolas, de alistar a los guerreros con
armamento, alimentos, cargadores, médicos, etcétera.152 A los combatientes pertenecientes a

149
Idem.
150
Ibidem, p. 142.
151
Motolinía lo registró como quiauhtlale, T. Motolinía, op. cit., cuarta parte, cap. XV, p. 576, pero Torquemada
corrigió el nombre a yauhtlalli. J. Torquemada, op. cit., v. 4, lib. XXIV, cap. III, p. 324.
152
M. A. Cervera, Guerreros Aztecas, [Las guerras de conquista]; J. Lameiras, op. cit., p. 73.

27
las tres cabeceras, que salían organizados desde los calpultin, se sumaban la gente de guerra
y recursos de sus pueblos sujetos, por lo que el número de efectivos podía aumentar de
manera considerable.153 Adicionalmente, como en muchas ocasiones las guerras de conquista
eran para asegurar los corredores de intercambio de bienes, en ellas no sólo participaban los
miembros de la triple alianza, sino también guerreros de Huexotlan, Coatlinchan, Chalco,
Huitzilopochco, Azcapotzalco, Cuauhtitlan y Otompan. Al fin, “nahuas o no, parientes o no,
era asunto de comercio”.154
No se tiene certeza del número de guerreros que integraban las unidades de combate.
Se piensa que entre los nahuas se organizaban en xiquipillis, es decir, en unidades de ocho
mil hombres, las cuales a su vez se podían subdividir en escuadrones de cuatrocientos
efectivos.155 No obstante, “…el número de elementos armados que contenían los ejércitos
indígenas y su composición era muy variable. Dependía de múltiples factores como los
objetivos de la campaña…”.156
Por otra parte, en las crónicas y códices que se refieren a la educación no hay registro
de que las mujeres recibieran preparación para el combate.157 Es cierto que en dichas obras
se destacan algunos episodios en los que ellas guerrean, como sucedió en la guerra entre
Tenochtitlan y Tlatelolco (1473), cuando “las mujeres hicieron prisioneros [tenochcas]
doquiera adonde llegamos: en Chiuhnauhtla, Tezontlalnamacoya, Atenantítech”,158 o durante
la toma de Tenochtitlan de 1521, cuando las cihuapipiltin tenochcas cegaron “a los contrarios
con el agua de las acequias, arrojándosela con los remos”.159 No obstante, esto no significa
que recibieran instrucción militar. Como han destacado Battcock, Dávila y Salazar, estos
fueron casos excepcionales que se presentaron en momentos críticos.160 Por eso, de acuerdo
con Alva Ixtlilxóchitl, las matronas toltecas pelearon cuando la ciudad de Tula estaba a punto
de ser derrotada,161 y según Alvarado Tezozómoc, en los últimos momentos de la guerra entre

153
R. Hassig, Aztec Warfare, pp. 55-56.
154
J. Lameiras, op. cit., p. 99.
155
Friedrich Katz retomado por ibidem, p. 60; R. Hassig, Aztec Warfare, p. 64.
156
J. Lameiras, op. cit., p. 59.
157
Esta observación tiene como base la revisión de las pictografías y textos nahuas que he llevado a cabo durante
la elaboración de una investigación en desarrollo sobre las instituciones educativas femeninas.
158
Anales de Tlatelolco, p. 6, tomado de Óscar Salazar Delgado, Alimento para el Sol y la Tierra, p. 145.
159
B. Sahagún, op. cit., v. 3, lib. XII, cap. XXXVIII, p. 1229.
160
Clementina Battcock y Alejandra Dávila Montoya, “Las láminas de las guerras tenochcas en Tovar y Durán.
Variantes y equívocos”, en Revista de Indias, vol. LXXVII, núm. 271, p. 707; Ó. Salazar, op. cit., p. 147.
161
F. Alva Ixtlilxóchitl, Sumaria relación de todas las cosas…, v. 1, p. 41.

28
Tenochtitlan y Tlatelolco, las mujeres tlatelolcas pelearon desnudas con macanas y rodelas,
pero, sobre todo, arrojaron escobas, “texederas, urdideras” (tzotzopaztli tzatzaztli) y chorros
de leche en contra de los enemigos mexicas.162
La falta de instrucción en la guerra no significa que las mujeres permanecieran pasivas
ante las contiendas. A partir del episodio de la conquista de México, Francisco López de
Gómara ofrece indicios de que ellas realizaban actividades de asistencia a los guerreros
varones: “en servir a los enfermos, en curar a los heridos, en hacer hondas y labrar piedras
para tirar”;163 pero, sobre todo, libraban la batalla de forma complementaria desde el ámbito
ritual.164 En primer lugar, rendían culto a los huesos de los guerreros que sus maridos habían
capturado en el pasado, para que la fuerza sagrada depositada en ellos les ayudara en la
batalla. En efecto, por el texto Costumbres, fiestas, enterramientos y diversas formas de
proceder de los indios de la Nueva España (c. 1553), y por la Historia de las Indias de Durán,
se sabe que la familia de los guerreros, tenía derecho a consumir ritualmente la carne de los
cautivos y a conservar los fémures en su casa.165 Cuando el guerrero volvía a salir al campo
de batalla, la esposa tomaba los huesos, los colgaba en las vigas de su hogar, “lo[s]
sahumaban y mediante oraciones pedían al hueso protección para el que se encontraba en
campaña”.166
En segundo lugar, las mujeres propiciaban el favor de los dioses al ofrendarles
comida, autosacrificio, canto y baile. En la Crónica mexicana, Alvarado Tezozómoc aclara

162
H. Alvarado Tezozómoc, Crónica mexicana, cap. 47, pp. 337-338. En crónicas y códices también existen
representaciones de mujeres armadas, como en la lámina 11 del “Tratado de Historia” de la Historia de las
Indias de Durán, en la que se representa la guerra entre Tenochtitlan y Azcapotzalco (1428); en la lámina sobre
la conquista de Teziquatitlan (proceso de toma de Tenochtitlan) del Lienzo de Tlaxcala, en donde Malintzin
porta un chimalli; y en la foja 16r. del Códice de San Antonio Techialoyan en la que una mujer sostiene arco,
flecha y carcaj. Sin embargo, en el primer caso, como ha explicado Battcock y Dávila, es posible que se trate
de la representación de la afrenta que Máxtlatl hizo a los embajadores tenochcas a quienes regaló ropa de
mujeres. C. Battcock y A. Dávila, op. cit., pp. 707-708. En el segundo, el arma que porta Malintzin en realidad
es defensiva, a diferencia de los macáhuitl que blanden los varones. Véase Lienzo de Tlaxcala, p. 130. Y en el
tercero, lo más probable es que se trate de la convención para representar a los chichimecas, es decir, personas
vestidas de pieles que portan arco, flechas y carcaj. Véase, Códice de San Antonio Techialoyan. A 701,
Manuscrito pictográfico de San Antonio La Isla, Estado de México.
163
Francisco López de Gómara, Historia de la conquista de México, cap. CXLIV, p. 278. En ese momento
límite ellas también arrojaban piedras desde las azoteas: “que tan buena pedrada daban ellas como ellos”.
164
Esa participación ritual comenzaba desde el ámbito doméstico, como lo ha demostrado Burkhart. Véase,
Louise Burkhart, “Mexican Women on the Home Front. Housework and Religion in Aztec Mexico”, en Susan
Schroeder, Stephanie Wood y Robert Haskett, eds., Indian Women of Early Mexico, pp. 25-54.
165
“Costumbres, fiestas, enterramientos y diversas formas de proceder de los indios de Nueva España”, publ.
por Federico Gómez Orozco, en Tlalocan, vol. 2, núm. 1, p. 47 y D. Durán, op. cit., v. 2, “Tratado de los ritos
y ceremonias”, cap. II, p. 32.
166
Ó. Salazar, op. cit., p. 291.

29
que las esposas se punzaban las orejas cada cuatro días desde que los hombres salían al campo
de batalla; suspendían el aseo personal, como una especie de manda, hasta que se cumpliera
la misión, y desde los calpullis rendían culto a los dioses y diosas vinculadas con el agua, los
rumbos del universo (Ixtliltoyahua y Chalchiuhtliycue, Huixtocihuatl y Atlantonan) y la
guerra (Malteteo), para que favorecieran a sus maridos: “Era hazer aquella rrogatiua a los
dioses de las guerras o demonios naturales a que diesen bitoria a sus maridos”.167 Después
de ofrecerles copal, junto a los dioses se colocaban las prendas de los guerreros que estaban
en batalla, así como los huesos de sus antiguos cautivos (malli yomio). El ritual terminaba
con una súplica a Titlacahuan (advocación de Tezcatlipoca) para pedirle que protegiera a sus
maridos.
En tercer lugar, las mujeres reforzaban el ánimo de los combatientes a través del culto
honroso a los que caían en el campo de batalla. Alvarado Tezozómoc señala que los
sacerdotes llevaban a cabo un ritual en el que preparaban un bulto mortuorio, que por
insignias como el malpantli, “bandera de cautivo”, representaba a los guerreros muertos en
combate. Luego, lo llevaban al Tlacochcalli, la “casa de los dardos”, y allí “todos los deudos
de los muertos”, incluidas sus mujeres, entregaban ofrenda de danza al son de un canto muy
sentido que provocaba el llanto de todos. Esta parte del ritual era muy importante, pues llorar
era un acto propiciatorio de las fuerzas benéficas de los dioses,168 y las mujeres lo practicaban
con intensidad en el templo-escuela.169 Finalmente, el bulto era quemado en el patio del
templo de Huitzilopochtli.170
La importancia de la participación ritual femenina para conseguir el triunfo en la
guerra quedó representada en un discurso de agradecimiento —que no está libre del filtro
cristiano— que los guerreros tenochcas dirigían a las mujeres pillis y macehuales, el cual se

167
H. Alvarado Tezozómoc, op. cit., cap. 77, pp. 463-464.
168
De acuerdo con la autora, el agua inframundana era necesaria para la vida en la árida superficie de la tierra,
y esa carga benéfica también la poseían las lágrimas, que eran consideradas como el agua que manaba del
cuerpo humano. Kay Almere Read, “Productive Tears: Weeping Speech, Water, and the Underworld in the
Mexica Tradition”, en K. Patton, y J. Stratton, eds., Holy Tears. Weeping in the Religious Imagination, pp. 53-
54.
169
Según el Códice florentino, cuando entraban a la institución educativa a las pequeñas cihuapipiltin les decían
“en la casa de la penitencia, en la casa del llanto, en la casa de lágrimas, donde las hijas de los nobles lanzan las
manos hacia tu venerable vientre, hacia tu venerable garganta, donde tú eres llamado, donde te invoca a gritos,
donde piadosamente eres invocado…”, (trad. de A. López Austin). “Lanzar las manos hacia tu venerable
vientre, hacia tu venerable garganta” era un difrasismo que se refería a “obtener los bienes divinos”. En
Educación mexica, p. 61.
170
H. Alvarado Tezozómoc, op. cit., cap. 27, p. 257.

30
encuentra consignado en la Crónica mexicana de Alvarado Tezozómoc: "Tenemos quien nos
ayune, y tenga n[uest]ra bixilia de n[uest]ra penitencia, para conseguir bi[c]toria".171

Formas de obtener una conquista


Para los mexicas existieron al menos tres formas de guerra de conquista. La primera se
presentaba cuando un pueblo, consciente de la superioridad militar de su oponente, se sometía
sin resistencia, se comprometía a tributar y se determinaba a rendir culto a sus dioses. Se
decía que entonces “tributaban como amigos y no como vasallos”172 y se les consideraba
aliados,173 lo que implicaba que el gravamen impuesto fuera moderado y se limitara a
productos y materias primas de fácil acceso. Además, el pueblo conservaba su organización
política y administrativa, así como el tributo de sus sujetos, pero ahora para enviar el producto
a las cabeceras de la Excan Tlahtoloyan o para abastecer a los guerreros y pochtecas. En la
segunda forma, a los centros políticos que se negaban hasta en tres ocasiones a someterse se
les hacía la guerra, se saqueaban, se les imponía una carga tributaria fuerte y difícil de
obtener, y se les asignaba a un gobernante del centro de México, que podía ser un
tlillancalqui, un tlacatéccatl o un tlacochcálcatl. Por último, la tercera forma llegaba cuando
un pueblo que ya había sido conquistado se rebelaba. En ese caso el sometimiento era muy
violento, se podía llegar hasta la guerra de exterminio. Después, en el territorio de los
vencidos se establecía una colonia militar con gobernante y gente de la Cuenca de México.174
Las ciudades eran atacadas secuencialmente. La Excan Tlahtoloyan se valía de los
recursos que el último centro político sometido podía ofrecer (información, comida,
guerreros, armas, etcétera) para conquistar al siguiente. En el proceso, aprovechaban los
antagonismos entre los gobernantes locales decantándose por uno de los involucrados. En
muchas ocasiones la intimidación fue suficiente para imponerse, pues ante la cercanía de un
ejército poderoso, que a su paso había dejado ardiendo las ciudades inmediatas, los
gobernantes locales decidían someterse sin ofrecer mayor resistencia.175 Las conquistas pues,

171
Ibidem, cap. 30, p. 269.
172
G. Mendieta, op. cit., v. I, lib. segundo, cap. XXVI, p. 249.
173
Francisco Hernández señala que aceptaban el culto a “Huitzilopochtli y otros dioses mexicanos” y que la
sujeción era considerada una alianza. F. Hernández, op. cit., t. 6, lib. primero, cap. vigésimo, p. 84.
174
J. Olko, op. cit., p. 134; M. A. Cervera, Guerreros azteca, [Las guerras de conquista].
175
R. Hassig, Aztec Warfare, p. 21.

31
se realizaban de manera escalonada, de tal forma que una ciudad sometida sirviera de
trampolín para la siguiente conquista.176
Así mismo, los pueblos alejados del centro de México, en los que se habían instalado
gobernantes y colonias de la Excan Tlahtoloyan, servían como guarniciones militares y como
cabezas de provincias estratégicas que, por su ubicación, permitían vigilar las fronteras de la
expansión militar para protegerse de los estados enemigos.177

La expansión militar de la Excan Tlahtoloyan


En esta apretada síntesis no es posible ofrecer demasiados detalles sobre la expansión militar
de la Excan Tlahtoloyan. Será suficiente con definir cuáles fueron las principales zonas
económicas de su interés, a partir de la mención de las provincias y pueblos conquistados.
Durante el gobierno de Itzcóatl (1427-1440), la alianza tripartita buscó la estabilidad política
de la Cuenca de México. Primero, los mexicas ayudaron a los tetzcocanos a reconquistar los
pueblos del Aculhuacan que se habían unido a los tepanecas, como Acolman, Coatlinchan,
Teotihuacan o Tepechpan.178 Luego sometieron los centros políticos que permitían la salida
hacia los valles circundantes, como Cuauhtitlan en el noroeste y Xochimilco y Cuitláhuac en
el sur.179 Esto les permitió hacer importantes conquistas en el actual estado de Morelos, como
Cuauhnáhuac y Xiuhtepec, y en Guerrero, como Iguala y Tetela del Río.180 Por el noreste de
la Cuenca, Tetzcoco se impuso en una franja de territorio entre Tulancinco y Cuauhchinanco
para avanzar hacia la Huaxteca.181 Mientras que los mexicas buscaron los recursos agrícolas
del valle de Toluca con el sometimiento de lugares como Tollocan, Xiquipilco, Matlatzinco
y Chiapan. Por el norte, tomaron Tollan, Ecatepec, Huitzitzilapan y Tecpan.182
Durante los gobiernos de Motecuhzoma Ilhuicamina (1440-1468) y Axayácatl (1468-
1481), la Excan Tlahtoloyan conquistó Chalco, que era el granero de la Cuenca de México.
También se ampliaron las conquistas en Morelos y Guerrero, al apoderarse de lugares como
Tepoztlan, Yauhtepec, Huaxtepec, Yacapichtlan e Itzyocan; así como Ichcateopan, Tlachco

176
Michel R. Oudijk y Matthew Restall, Conquistas de buenas palabras y de guerra, p. 28.
177
Michael Smith, “The Strategic Provinces”, en Frances Berdan, et al., Aztec Imperial Strategies, p. 137.
178
R. Hassig, Aztec Warfare, p. 149.
179
Ibidem, pp. 150-151; Robert H. Barlow, “Conquistas de los antiguos mexicanos”, en Journal de la Société
des Américanistes, t. 36, p. 215.
180
R. Barlow, op. cit., p. 217.
181
Idem.
182
R. Hassig, Aztec Warfare, p. 152.

32
y Chilapan.183 Después se logró el acceso a los codiciados productos tropicales del Golfo de
México, a través de la conquista de Tochpan, Tozapan y Pahuatlan, en la Huaxteca;
Cempohualan y Quiahuiztlan en el Totonacapan,184 y por último, Cuetlachtlan.185 Asimismo,
en el área cultural oaxaqueña la Excan Tlahtoloyan sometió a Coixtlahuaca y Huaxyácatl,186
lugares que le daban acceso a los mercados de la zona y abrían camino hacia Tecuantepec.
Además, los tetzcocanos iniciaron las hostilidades contra Tlaxcala, que terminó rodeada por
los mexicas.187 En esta etapa, la Excan Tlahtoloyan consolidó sus conquistas en el valle de
Toluca para evitar que los matlatzincas establecieran alianza con los purépecha, cuyo
sometimiento era su siguiente objetivo, pero fracasaron en su intento ante el poderoso Estado
tarasco.188 Finalmente, en la Cuenca de México, las viejas rencillas entre los mexicas se
recrudecieron y Tenochtitlan terminó por conquistar Tlatelolco (1473). Los tenochcas
eliminaron el gobierno de tlahtoani en la ciudad gemela y se apropiaron de su poder
económico.189
Tízoc (1481-1486) descuidó la expansión militar, y es posible que por ese motivo
fuera asesinado por los mismos tenochcas. De sus dispersas conquistas destacan, Atotonilco
y Metztitlan, en Hidalgo, y Tlappan, en Guerrero.190 La débil labor militar de su antecesor
obligó a Ahuízotl (1486-1502) a reafirmar las conquistas en la zona mazahua, al norte de la
Cuenca, y en la Huaxteca. En este tiempo, la Excan Tlatoloyan logró el control de la costa
de Guerrero, al conquistar desde Zacatula hasta Tototepec.191 Después de la conquista de
Huaxyácatl, Ahuízotl dirigió la siguiente campaña a Tecuantepec y sometió de paso a
Miahuatlan, Izhuatlan y Maxtlan.192 En una nueva campaña, se hizo de Ayotlan, Xolotlan y
Xoconochco.193 De esta forma, los integrantes de la alianza tripartita afianzaron su dominio
sobre los productos que llegaban del Área Maya.

183
Ibidem, pp. 159-161; R. Barlow, op. cit., p. 218.
184
R. Hassig, Aztec Warfare, p. 164.
185
Ibidem, p. 179.
186
Ibidem, pp. 166 y 174.
187
R. Barlow, op. cit., pp. 218-220.
188
R. Hassig, Aztec Warfare, pp. 184-187.
189
A. M. Garduño, op. cit., pp. 185-188. La autora destaca que los altos funcionarios tenochcas dividieron el
mercado de Tlatelolco en secciones para distribuirse sus ganancias mercantiles, pero mantuvieron intacta la
organización interna del grupo.
190
R. Hassig, Aztec Warfare, pp. 191-196.
191
Ibidem, pp. 211-212.
192
Ibidem, p. 215.
193
Ibidem, p. 218; R. Barlow, op. cit., p. 218.

33
Por último, Motecuhzoma Xocoyotzin (1502-1520) realizó varias campañas en el
área oaxaqueña para defender el tránsito hacia Tecuantepec y el Xoconochco. En la Mixteca
Alta sometió a Tlachquiauhco y Xaltepec; en los Valles Centrales reforzó la conquista de
Ixtlahuacan, Huaxyácac y Teotzapotlan;194 en la Mixteca Baja se hizo de Acatlan y
Piaztlan;195 en la costa sometió a Quetzaltepec y Tototepec.196 Las conquistas durante el
gobierno de Motecuhzoma terminaron de configurar los dominios de la Excan Tlahtoloyan
que encontraron los españoles, sin que esto signifique, que la expansión hubiera llegado a su
fin (véase Mapa II).197

Mapa II. Algunos productos tributados a la Excan Tlahtoloyan que llegaban al Centro de México.
Reelaboración de Sergio Ángel Vásquez Galicia con base en Frances F. Berdan, “El gobierno militar
y económico de Moctezuma II”, p. 190. Detalles de la Matrícula de tributos y el Códice mendocino.

Para completar el anterior cuadro, es necesario mencionar que el segundo Motecuhzoma


también se preocupó por lograr el control total de la Cuenca de México. Para hacerlo

194
R. Hassig, Aztec Warfare, pp. 219-225.
195
R. Barlow, op. cit., p. 221.
196
R. Hassig, Aztec Warfare, p. 227.
197
Ibidem, p. 235. Cf. con J. Lameiras, op. cit., p. 52.

34
comenzó a imponer gobernantes de su familia en los centros políticos más relevantes, como
sucedió en Ecatepec, Iztapalapan, Tlacopan y Tetzcoco.198 Este último caso fue el más
importante. Tras la muerte de Nezahualpilli (1515), el tlahtoani tenochca impuso a su sobrino
Cacama en el gobierno de Tetzcoco. La decisión no fue aceptada por otro hijo de
Nezahualpilli elegible, Ixtlilxóchitl, desacuerdo que generó una lucha de facciones que
finalmente desembocó en la alianza de los tetzcocanos con los castellanos.

Conclusiones
A lo largo de este trabajo he destacado una idea principal: los mexicas eran especialistas en
el arte de la guerra. El oficio que les dio identidad no lo inventaron ellos, pues, como se vio,
el pueblo de Huitzilopochtli fue heredero de una práctica cultural cuyos orígenes se
remontaban a los tiempos más antiguos de la historia mesoamericana. No obstante, sí fueron
ellos quienes lo llevaron a una de sus máximas expresiones.
El belicismo estuvo tan arraigado en la vida de los mexicas, que se concibieron como
un pueblo guerrero por designo divino y escogido para conquistar el mundo conocido. Por
eso, para destacar en el contexto político de la Cuenca de México, echaron mano de sus
habilidades en el uso de las armas, y una vez que lograron afianzar su ciudad como un centro
de poder importante, recurrieron a la guerra de conquista en busca de la hegemonía. Sus
guerreros no fueron improvisados. Con base en su sistema de creencias se procuró que los
pequeños varones, pillis o macehuales, sostuvieran entre sus manos su primer escudo y
flechas (metáfora de la guerra) cuando apenas tenían cuatro días de nacidos. Además, el
Estado construyó un discurso ideológico y leyes eficientes para obligar a su población joven
a formarse como guerreros en las instituciones de un sistema educativo que ellos mismos
dirigían, e incentivó el fervor bélico al hacer de la destreza en el campo de batalla casi el
único medio para poder ascender social y políticamente.
Los mexicas también participaron de la añeja tradición cultural de crear alianzas para
realizar conquistas. La construcción de un Estado fuerte les permitió encabezar la última
Excan Tlahtoloyan del centro de México; su experiencia y preparación bélica fue clave para
que establecieran los mecanismos efectivos para hacer conquistas, con distintos grados de

198
F. Alva Ixtlilxóchitl, Compendio histórico..., v. 2, p. 359; D. Durán, op. cit., “Tratado de Historia”, v. 1, cap.
LIII, pp. 463-470.

35
violencia, en zonas distantes de la Cuenca. Sin embargo, el sistema fue pensado para
aprovechar al máximo los recursos, por lo que dio prioridad al sometimiento pacífico de los
pueblos para conseguir tributarios. La fórmula efectiva fue la promesa de alianza
acompañada de la amenaza de destruir al pueblo si se negaba a la rendición. De esta forma
lograron un dominio, muchas veces inestable, sobre un amplio territorio cuyo patrón de
desarrollo dio prioridad a las zonas de interés económico, como lo fueron las costas de los
océanos Pacífico y Atlántico, y la ruta hacia el sur de Mesoamérica.
Tomar en cuenta la importancia de la guerra para los mexicas es fundamental para
comprender su historia triunfalista, y debería ser igual de relevante para entender su
conquista. Sin embargo, no sucede así. La mayoría de los trabajos que abordan el proceso
que llevó a la derrota de los mexicas, tenochcas y tlatelolcas, el 13 de agosto de 1521, se han
enfocado en las acciones de los españoles, sin tomar en cuenta el peso que las formas de
hacer y pensar la guerra por parte de los mexicas tuvieron en el evento.
Actualmente, es necesario un análisis más equilibrado, que integre a la explicación
del fenómeno el lado indígena de la Conquista. Ese trabajo se ha iniciado desde hace más de
una década, no obstante, aún falta mucho por hacer.199 Por lo pronto, tomar en cuenta los
temas desarrollados en este texto debería recordar la necesidad de responder a preguntas
como: ¿cuál fue la relevancia del sistema de creencias del que participaron los mexicas en la
definición de las acciones que tomaron ante la presencia de los europeos?, ¿qué peso tuvieron
los procesos políticos, económicos y sociales que vivían los tenochcas en el momento de
enfrentar a la alianza hispano-indígena?, ¿cuál fue el alcance del potencial bélico tenochca y
tlatelolca al tiempo de presentar oposición a los amplios contingentes de indígenas y
españoles aliados?, ¿cuáles fueron las tácticas planeadas por los altos funcionarios indígenas,
eficientemente preparados en la dirección de la guerra, para realizar la defensa de las ciudades
gemelas?, ¿de qué forma participó la población macehual, especialista en el trabajo en obras
de gran envergadura y en el combate cuerpo a cuerpo, en la oposición a los aliados indígenas
y europeos? Una vez que los mexicas fueron derrotados, ¿cómo sirvió a los intereses de los
conquistadores indígenas y castellanos la red tributaria impuesta por la Excan Tlahtoloyan?,
¿qué peso tuvo la particular forma de declarar la guerra establecida por la coalición tripartita

199
Como ejemplo véase: Laura Matthew y Michel Robert Oudijk, eds., Indian Conquistadors: Indigenous Allies
in the Conquest of Mesoamerica. Oklahoma, University of Oklahoma Press, 2007. 349 pp. Ilus. Maps.

36
en el sometimiento pacífico de otros pueblos mesoamericanos?, ¿cuál fue la importancia del
sistema escalonado de conquistas de la Triple Alianza para someter a los pueblos que
opusieron resistencia? y ¿en qué grado sirvieron las provincias estratégicas para hacer
conquistas más allá de las fronteras que había establecido la Excan Tlahtoloyan?
Las respuestas a estas preguntas permitirían incorporar los procesos ideológicos,
políticos, económicos y sociales que se vivían en Mesoamérica en el momento del arribo de
Cortés y su gente a una explicación más satisfactoria de un proceso de conquista que se antoja
demasiado complejo para abordarlo exclusivamente desde la perspectiva y acciones de los
hispanos.

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