Los Siete Domingos de San José
Los Siete Domingos de San José
Los Siete Domingos de San José
Carísimos hijos, a los ocho días del Nacimiento del Niño Jesús, dando
cumplimiento a la Ley de Moisés, circuncidé al Recién Nacido. Mi corazón
naufragó en el dolor, porque por fidelidad a los Mandatos Divinos tuve que cortar
un pedazo de Carne al Divino Niño. Niño que derramó por primera vez Su Sangre
Preciosa. Niño que lloró desconsoladamente ante Su primer sufrimiento. Niño que
sería holocausto de Amor Divino para toda la humanidad. Niño que llevaría sobre
Sus delicados hombros un gran peso: la salvación de los hombres. Niño que, a
medida que iba creciendo, crecía en Gracia y en Sabiduría. Niño que en el
momento de la circuncisión cercenó mi corazón; Sus Lágrimas purificaban aún
más mi alma; Su llanto retumbaba en mis oídos; Sus gemidos quebrantaban mi
espíritu; Su impotencia me llevó a amarle con frenesí, a adorar Su Sangre
Preciosa; Sangre que lavaría al mundo de todo pecado; Sangre que purificaría la
tierra entera de toda iniquidad; Sangre que blanquearía cada corazón como copo
de nieve; Sangre que embriagaría a toda creatura en deseos de santidad; Sangre
que arrebataría a todos Sus hijos hacia el cielo. El Inmaculado Corazón de María
fue traspasado por una espada de dolor, Sus Lágrimas fueron bálsamo sanador
para el Niño Jesús; Su regazo maternal alivianó Su sufrimiento; Sus besos
cicatrizaron la Herida de Su Circuncisión; herida que manaba una fragancia de
nardo purísimo de celestial perfume; perfume que seduciría a muchos para
seguirle; perfume que eclipsaría de amor a la mayoría de los hombres; perfume
que arrasaría con el olor putrefacto del pecado.
Después de este dolor desgarrador mi corazón se inundó de gozo; gozo al
escuchar el dulcísimo Nombre de Jesús. Nombre que perduraría por años sin fin.
Nombre al que toda rodilla se doblaría. Nombre que haría eco en el corazón de los
hombres humildes, sencillos. Nombre que atraería a muchísimas almas a seguirle.
Nombre que sería dulce miel y encanto para las almas vírgenes. Nombre que os
llamaría a vosotros para haceros Sus mensajeros y Sus heraldos. Carísimos hijos,
vivid en plenitud las Santas Leyes de Dios. Sed sumamente celosos en el
cumplimiento de Sus Preceptos, porque en la obediencia se halla la santidad.